Ciudad y Urbe

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Urbe Y Ciudad: La Necesaria Distinción NOTAS PARA UN ANALISIS SOCIOLÓGICO Y POLÍTICO DE LA REALIDAD URBANA Por: Omar Alonso Urán Arenas Sociologo. Universidad de Antioquia. Magister Estudios Urbano-Regionales. Universidad Nacional de Colombia Doctorando en Investigación y Planeación Urbano e Regional. IPPUR - Instituto de Pesquisa Em Planejamento Urbano e Regional Universidad Federal de Rio de Janeiro – UFRJ [email protected] Resumen En este escrito nos proponemos avanzar en la recuperación de la diferenciación ontológica y articulación dialéctica entre los conceptos de "urbe" y "ciudad", que tan claramente aparecen en las lenguas latinas pero que se han hecho opacos y difusos, tanto en el lenguaje cotidiano como en el lenguaje científico dominante - el inglés. Para ello nos remontaremos, tanto al sentido dado a estas palabras en la antigüedad por un autor como Aristóteles, para confrontar las nociones de ciudad de algunos clásicos de la sociología y el urbanismo, y retomando a Henry Lefebvre – El derecho a la Ciudad, al Manuel Castells de “The city and the Grassroots” y a David Harvey -- Los límites del Capitalismo -- proponer un concepto preliminar y en construcción de ciudad como “unidad política y sociológica con coherencia espacio-temporal limitada”. Introducción Las siguientes notas constituyen un intento por expresar mi creciente inquietud e insatisfacción con respecto a la noción de ciudad, y muy en especial, cuando esta categoría se emplea en el contexto de la planeación y el análisis de los fenómenos urbanos. A partir de esta sensación, cada que escucho un noticiero por la TV o leo un artículo de prensa o de revista especializada donde las palabras ciudad y urbanización son usadas, se me ha ido haciendo más claro la necesidad de volver e indagar por el significado de estas palabras y diferenciarlas un poco de lo que el sentido común generalmente entiende por ellas y que casi siempre, sin mediación crítica o vigilancia epistemológica, se trasladan e introducen en el lenguaje y análisis científico y académico. En este sentido, nos parece necesario retomar las recomendaciones de Bourdieu et alt. (1999) en cuanto a la necesaria crítica a la ilusión del saber inmediato, y el necesario confronto y ruptura con el saber común y sus representaciones eruditas. En esta dirección, categorías como ciudad, planeación urbana, urbanización, e incluso, municipio, se constituyen en palabras de uso cotidiano que encierran deseos y representaciones hegemónicas impuestas, que hacen que el uso de las mismas designe más una representación o aspiración ideológica que una realidad concreta. Es por ello que cierta deconstrucción y reconstrucción lexicográficas de los conceptos, en tanto palabras, se hace necesaria: “Com efeito, na medida em que a linguagem corrente e determinadas utilizações eruditas das palavras banais constituem o principal veículo das representações comuns da sociedade, é sem dúvida uma crítica

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Este texto propone distinguir entre ciudad y urbe para no confundir el analisis politico de la ciudad con el analisis espacial urbano, relacionando ambas categorias en lo que seria el proyecto politico urbano en tanto accion politica sobre el espacio.

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Urbe Y Ciudad: La Necesaria DistinciónNOTAS PARA UN ANALISIS SOCIOLÓGICO Y POLÍTICO DE LA

REALIDAD URBANA

Por: Omar Alonso Urán ArenasSociologo. Universidad de Antioquia.Magister Estudios Urbano-Regionales. Universidad Nacional de ColombiaDoctorando en Investigación y Planeación Urbano e Regional.IPPUR - Instituto de Pesquisa Em Planejamento Urbano e RegionalUniversidad Federal de Rio de Janeiro – [email protected]

Resumen

En este escrito nos proponemos avanzar en la recuperación de la diferenciación ontológica y articulacióndialéctica entre los conceptos de "urbe" y "ciudad", que tan claramente aparecen en las lenguas latinas pero quese han hecho opacos y difusos, tanto en el lenguaje cotidiano como en el lenguaje científico dominante - el inglés.Para ello nos remontaremos, tanto al sentido dado a estas palabras en la antigüedad por un autor como Aristóteles,para confrontar las nociones de ciudad de algunos clásicos de la sociología y el urbanismo, y retomando a HenryLefebvre – El derecho a la Ciudad, al Manuel Castells de “The city and the Grassroots” y a David Harvey -- Loslímites del Capitalismo -- proponer un concepto preliminar y en construcción de ciudad como “unidad política ysociológica con coherencia espacio-temporal limitada”.

Introducción

Las siguientes notas constituyen un intento por expresar mi creciente inquietud e insatisfacción con respecto ala noción de ciudad, y muy en especial, cuando esta categoría se emplea en el contexto de la planeación y elanálisis de los fenómenos urbanos. A partir de esta sensación, cada que escucho un noticiero por la TV o leo unartículo de prensa o de revista especializada donde las palabras ciudad y urbanización son usadas, se me ha idohaciendo más claro la necesidad de volver e indagar por el significado de estas palabras y diferenciarlas un pocode lo que el sentido común generalmente entiende por ellas y que casi siempre, sin mediación crítica o vigilanciaepistemológica, se trasladan e introducen en el lenguaje y análisis científico y académico. En este sentido, nosparece necesario retomar las recomendaciones de Bourdieu et alt. (1999) en cuanto a la necesaria crítica a lailusión del saber inmediato, y el necesario confronto y ruptura con el saber común y sus representaciones eruditas.En esta dirección, categorías como ciudad, planeación urbana, urbanización, e incluso, municipio, se constituyenen palabras de uso cotidiano que encierran deseos y representaciones hegemónicas impuestas, que hacen que eluso de las mismas designe más una representación o aspiración ideológica que una realidad concreta. Es por elloque cierta deconstrucción y reconstrucción lexicográficas de los conceptos, en tanto palabras, se hace necesaria:

“Com efeito, na medida em que a linguagem corrente e determinadas utilizações eruditas das palavrasbanais constituem o principal veículo das representações comuns da sociedade, é sem dúvida uma crítica

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lógica e lexicológica da linguagem comum que aparece como condição indispensável para a elaboraçãocontrolada das noções científicas.” (Bourdieu et alt. 1999:24)

Pero además de esta actitud vigilante y crítica sobre el uso de los conceptos, es necesario tener en cuenta, como loplantea William Flanagan (1993) que las denominadas ciencias urbanas nunca han completado la tarea de definirsu objeto de estudio, tal vez por su complejidad y variabilidad, la cual de facto desafía cualquier intento. Y apesar de los esfuerzos realizados por Max Weber, a comienzos del siglo XX, y por Henry Lefebvre, a mediadosdel mismo siglo, por construir un concepto sociológicamente válido de ciudad, muy poco se ha avanzado a esterespecto, a no ser la proliferación poco rigurosa de ideas de ciudad sin el debido contexto histórico y teórico.

El ejercicio que sigue a continuación es por tanto una aproximación personal e inicial a una reconstrucción de laidea de ciudad, teniendo en frente las prácticas y procesos de planeación urbana y regional realmente existentes.Para ello, procederemos de la siguiente manera: (i) a manera de ejemplo mostraremos algunos casos en los cualeslas ideas de ciudad y espacio urbano se usan indistintamente sin aclaración conceptual alguna. (ii) Para mostrarque ya existe un bagaje histórico y conceptual en torno a esta distinción procederemos a exponer el concepto deciudad subyacente en la Política de Aristóteles, teniendo en cuenta los apuntes hermenéuticos de Werner Jaeger(1946). (iii) Con fundamento en un rastreo etimológico y preliminar de algunas constituciones de América Latinaindicaremos como las actuales nociones político-administrativas de municipio y municipalidad correspondena la evolución del concepto de ciudad bajo condiciones de dominación y hegemonía territorial por un agentesuperior. (iv) Con lo anterior en mente, nos acercaremos un poco a las nociones contemporáneas de ciudad y lourbano construidas por autores clásicos de la sociología y el urbanismo, en particular Max Weber, Robert Park yLecorbusier. (v) exploraremos la distinción entre ciudad, núcleo urbano y urbanización en la que avanza HenryLefebvre, y por último, (vi) a partir de lo propuesto e insinuado por Manuel Castells (1983) en su investigaciónThe city and the grassroots [traducido al español como “La ciudad y las masas”], y en lo que corresponde a losdesarrollado por David Harvey (1990) en cuanto al procesos urbano y el capital fijo en su texto “Los Límitesdel Capitalismo y la teoría marxista”, y teniendo en cuenta los aportes de Lefebvre, proponemos reconstruir unconcepto de ciudad que ayude a superar el déficit político y el reduccionismo espacial del análisis y la planeaciónurbano-regional vigente que des-sustantivan la idea de ciudad y terminan asimilándola a un gran proyecto deinversión económica anclado en el territorio.

1. El uso común e indistinto de las nociones de ciudad y espacio urbano en ellenguaje corriente.

Es en el uso cotidiano que hacen las personas comunes y corrientes, no dedicadas a estudios o trabajosespecializados en cuanto a la ciudad o el urbanismo, que la palabra ciudad aparece cargada con su significadomás complejo y a la vez más ambiguo, en tanto la misma no es usada como concepto o categoría analítica sinocomo representación social abarcadora, tanto del fenómeno espacial urbano como del hecho social y político dela ciudad. En expresiones tomadas de la media, de reportajes y entrevistas, se puede observar esto:

• “La ciudad se prepara para los juegos olímpicos…”• “Hoy la ciudad decide quienes será su nuevo gobernantes...”• “La huelga de transportadores paralizo la ciudad…”• “Medellín y Rio de Janeiro son ciudades muy bonitas pero a su vez muy violentas…”• “São Paulo y Nueva York están entre las ciudades más grandes del mundo …”• “Londres es una ciudad muy costosa…”• “La Paz es la ciudad más alta de Latinoamérica”

Vemos como la noción de ciudad aparece tanto como un hecho físico-espacial (“las ciudades más grandes”,“la ciudad más alta”), como un hecho económico (“una ciudad muy costosa”), social (“muy violentas”), político

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(“la ciudad decide”), o como una combinación de varios hechos (“la ciudad se prepara”, “paralizó la ciudad”).En fin, podemos observar como la misma palabra denota según el contexto diferentes acepciones y significados,siendo la mayoría de personas poco conscientes del uso analítico u expresivo que de la misma hacen. Pero estaambigüedad y dispersión no sólo está en el lenguaje de las personas corrientes, también esta, y nos atrevemos adecir, de manera más pronunciada, en el lenguaje erudito y académico, en el cual la idea de ciudad se confundeo equipara al fenómeno urbano, reduciendo incluso lo poco que de significado político y sociológico existe enla propia representación social corriente. Así, por ejemplo, en un reportaje sobre los procesos de construcciónacelerada de nuevos centros y aglomerados urbanos en el Golfo-Persico Arabe aparece:

“aqui, à margem do Golfo Pérsico - Arábico, a 30 quilômetros a leste de Abu Dhabi, se erguerá, até2016, a nova cidade de Masdar... Será a primeira cidade totalmente ecológica do mundo... Masdar, narealidade, não representa o único projeto de nova cidade no Golfo. De leste a oeste, de norte a sul, umafloresta de gruas parece cobrir os seis países do Conselho de Cooperação do Golfo... Os resultados:arranha-céus, sedes de multinacionais, hotéis de luxo, complexos turísticos, e nada menos de 15 cidadesnovas em construção.” (Belkaïd, 2008) [Sublineado nuestro].

Nótese en este caso como la categoría de ciudad es empleada para describir lo que es fundamentalmente unprocesos de urbanización proyectado y controlado desde arriba y sin participación ciudadana alguna para darsalida y re-circular al gran capital acumulado por la burguesía petrolera árabe, previendo nuevas actividadeseconómicas que en el mediano y largo plazo puedan sustituir el agotamiento o transformación de la economíapetrolera. En otras palabras, más que la construcción de ciudades, en el sentido socio-político, se trata de laconstrucción y desarrollo de Grandes Proyectos de Inversión que funcionan a manera de economía de enclavesy son gobernados y controlados de manera vertical y autoritaria[1]. Sin embargo, tratándose de un reporteperiodístico la cosa no es tan grave. A mi modo de ver, el asunto se torna más preocupante cuando los propiosespecialistas contribuyen a esta confusión. Es el caso de Flavio Villaça en su investigación Espaço intraurbanono Brasil (1998), cuando en vez de profundizar histórica y conceptualmente la distinción entre ciudad ymunicipio al analizar la conformación y configuración de espacios intra-urbanos en Brasil se decide por unadefinición administrativa, que a su vez nos deja un poco mas y convencidos de la necesidad de ahondar en elsignificado político de la ciudad cuando manifiesta lo siguiente:

“Serão descritas a varias formas pelas quais uma cidade em crescimento absorve ou gera outros núcleosurbanos à sua volta, às vezes pertencentes a outras unidades político-administrativas, formando um tipoparticular de cidade. A particularidade esta no fato que a uma única cidade possam corresponder, emtermos de Brasil, mais de um município. Isso não havia entre nós até por volta da década de 1920. Atéentão, a uma cidade correspondia um – e apenas um –município e vice-versa. Nos Estados Unidos, tais‘cidades’ são chamadas de áreas metropolitanas ou SMSA – Standard Metropolitan Statistical Areas”(Villaça, 1998: 49) [Sublineado nuestro].

Lo que nos parece interesante es que en ese texto Villaça no explica o expone los conceptos de ciudad y municipioy básicamente los asume como hechos dados o definiciones jurídicas para el caso de municipio (ignorando sucontenido político), o espaciales (asimilables a conurbación o área metropolitana) en el caso de la ciudad. Enninguna parte se pregunta qué tiene que ver una categoría con la otra, cómo es que una categoría político-administrativa y territorial como la de municipio puede dar cuenta o no de una categoría igualmente política yterritorial como la de ciudad, cuáles son sus puntos de encuentro y diferencia. Mas adelante, y apelando sólo aprincipios administrativos de autoridad, trata de resolver esta dificultad:

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“O conceito de área metropolitana que adotamos é o de Bureau of the Census, dos Estados Unidos; éaquele que nasce da contradição entre, de um lado, as cidades enquanto entes físicos e socioeconômicose, de outro, as cidades do ponto de vista político-administrativo” (49) [Sublineado nuestro]

Nótese en esta definición como la ciudad es definida, ontológicamente, como un “ente físico e socioeconómico”,mientras lo político no pasa de ser un punto de vista administrativo. De esta manera, toda la fuerza que losprocesos políticos puedan contener en un espacio o aglomeración urbana queda reducida a su expresión espacial,no permitiendo, por tanto, capturar la interacción entre contenidos políticos, culturales y económicos de la ciudady su expresión bajo formas de construcción, desarrollo, apropiación, valorización-desvalorización o cambio designificado del espacio urbano. En este parafo Villaça ahonda mucho más en su propia dificultad, la cual buscaresolver, no por medios conceptuales o metodológicos, sino adoptando una definición externa y estándar dadapor una autoridad de planeación, la cual incluso no obedece a la propia lógica política, cultural y lingüística deun país de ascendentes latino-mediterráneos y en la periferia de los procesos capitalistas, como es el Brasil.

Queremos señalar otra vez que, desde su definición clásica, como veremos más adelante, la ciudad puedecoincidir o ir más allá de los límites de la malla o las murallas urbanas. La ciudad -- incluso para un autorcomo Weber, que la observa básicamente como lugar o espacio del mercado – la mayoría de veces incluye yarticula una periferia, un hinterland rural, de dónde la tan anotada oposición campo-ciudad obedece más a unadescripción paisajística que a una real diferenciación de los procesos políticos, económicos y ambientales queconfunde y reduce la ciudad a lo urbano. Por eso, la categoría moderna de municipio, adoptada en casi todoslos regímenes políticos occidentales (algunas veces llamándose Communa, en el caso de Francia o Gemein, en elcaso de Alemania) aún conserva los vestigios de su primitivo significado bajo la República e Imperio Romano,cívis subjudice, es decir como asociación política territorial civitas (polis) con autonomía política y administrativapero siempre observando la autoridad superior, en términos políticos y militares de la República, a la cual encaso de guerra o emergencia debía obedecer. De allí que, en términos político-territoriales, no sea contradictorioque un municipio o una ciudad posea más de un núcleo urbano. Lo que en últimas da cuenta de la unidad eintegración de la ciudad no es el continuum urbano (conurbación), sino la coherencia y articulación del procesopolítico (y su corolario administrativo) que allí ocurre, sea democrático u oligárquico. Por eso, tampoco es niterritorial ni políticamente contradictorio que en un mismo espacio conurbanizado coexistan diferentes municipioo ciudades, en cuanto obedecen a procesos políticos que se diferencian en el espacio y, bien sea por una razón uotra, no han se han integrado coherentemente como ciudad, como unidad territorial político-administrativa; o porel contrario, esos diferentes municipios o ciudades que aparentemente están integrados bajo un mismo espaciourbano son el resultado de conflictos políticos (expresando intereses económicos y culturales) que llevaron alrompimiento o desarticulación de una determinada asociación política, por ejemplo, un área metropolitana, ensu sentido político-administrativo, lo cual también puede leerse como resultado de la dificultad para mantenerla coherencia y alineación de intereses de una dada coalición que ejercía su dominación (que no necesariamentehegemonía) sobre una región o espacio geográfico determinado.

Siguiendo esta lógica, ninguna ciudad absorbe a otra, más bien se alía y une a ella, o por el contrario, buscasu dominio y hegemonía. En el proceso de conurbación el uso de la metáfora de una ciudad absorbiendo aotra no nos parece conveniente ni plausible. Desde un punto de vista económico se trataría de un fenómeno deconvergencia espacial de diferentes factores y mercados, y desde un punto de vista geográfico se trataría de laurbanización y densificación de los espacios inter-urbanos, que en su mayor proporción deriva de la inmigraciónde población proveniente de otros lugares y no de una relocalización o crecimiento natural de la propia población.En la mayoría de casos observados se trata de un proceso de urbanización acelerado, unas veces como expresiónde fuerzas económicas que se despliegan desde su interior, otras tantas como resultado de conflictos políticos yeconómicos en su contorno o periferia que se traducen en masivas migraciones que hacen crecer la urbe en susbordes, que casi siempre no obedece el carácter político administrativo de la ciudad, sino que se da en función de

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la movilidad y accesos a los mercados de trabajo y mercancías. Gran parte de esto es lo que se ha dado en la urbeslatinoamericanas y africanas: campesinos e indígenas, con economías propias, más o menos autosostenibles,son desplazados del campo y arrojados a la lógica urbana capitalista de mercado, donde el dinero es medio deintegración social y sobrevivencia individual. No se trata por tanto de un crecimiento desde dentro, desde unaurbe que absorbe otra, sino más bien de espacios urbanos que han sido apropiados y expandidos por quienes handejado de ser, a razón de fuerza, posiblemente, ciudadanos de otras tierras.

En otro texto, de amplia circulación, el famoso geógrafo Brasilero, Marcelo Sousa, en su libro el “ABC dodesenvolvimento urbano” (2007), que pretende ser un texto de divulgación científica sobre el desarrollo urbano,largamente explica lo urbano desde la categoría de ciudad, pero con un enfoqué predominantemente espacialistaen lo que se refiere a la producción y desarrollo urbano, haciendo muy poco esfuerzo por reconocer e integrarlas discusiones y avances que en cuanto a la ciudad como producción social y política existen. Esto quedamuy evidente y marcado en el primer capítulo que pretende responder a la pregunta qué es una ciudad, nopreguntándose nunca qué es la urbe; pero si tomando la noción de ciudad como sinónimo de urbe o espaciourbanizado y reduciendo de entrada la riqueza semántica del concepto de ciudad al de espacio urbano construido,es decir, reduce ciudad a urbe, y aunque hable de complejidad ciertamente no la vincula a la construcción de sudefinición. En primer lugar, retoma el concepto de Max Weber de ciudad, bastante de por si ya reducido, comoun lugar o local de mercado, en el cual se da un intercambio regular de mercancías (25). En segundo lugar,retoma a Walter Christaller y asume la ciudad, desde el punto de vista geo-económico, como un lugar o localcentral con fuerza centrípeta para atraer hacia si diferente tipo de actividades (25). En tercer lugar, asume quelas ciudades son asentamientos humanos extremadamente diversificados en lo que se refiere a las actividadeseconómicas allí desarrolladas (26). En cuarto lugar, manifiesta que las ciudades, bajo el ángulo del uso del sueloes un espacio de producción no-agrícola, de comercio y de ofrecimiento de servicios (27). En quinto lugar, anotaque otra característica de la ciudad es la de ser “un centro de gestión del territorio”, por ser sede de las empresas,y como un añadido en este mismo lugar, y sin desarrollo conceptual o analítico, anota que allí también la culturay el poder desempeñan un papel crucial “en la producción del espacio urbano”. Después de describir un pocoestos rasgos caracterizadores se pregunta si existe un “tamaño mínimo” que permita hablar de ciudad, anotandoluego que el criterio de tamaño poblacional ayuda muy poco a definir una ciudad porque ello depende, entre otrascosas, de la densidad poblacional del país en que ella se inscriba (28).

En la línea de indagación de Villaça, anota que son los por él llamados criterios funcionales – que nosotrosllamaríamos más estrictamente criterios político y administrativos – los que permiten, por ejemplo, en Brasil,que a unos núcleos urbanos se les denomine Cidades a otros Vilas, siendo las primeras sedes municipales ylas segundas divisiones de estos, apuntando que el proceso para que una Vila se transforme en Cidade es unproceso esencialmente político, pero sin acercarse a lo que lo político espacialmente significa y sin desarrollarlomas. El mayor problema con enfoques analíticos como el de Villaça y el de Marcelo Souza, es que sin serese su proposito, terminan reforzando la visión espacialista y des-subjetivizadora de ciudad y de la planeaciónque pretende orientarla, dado el estatus ontológico, que en última instancia, terminan dándole a la urbe misma,perdiendo de foco los procesos políticos y sociales que realmente la constituyen como ciudad, facilitando conello, en términos técnicos e ideológicos, una planeación urbana – que no se interroga por la ciudad – yrealizada con claros intereses hegemónicos y en función de grandes grupos o personas capitalista interesados en lahomogeneización y des-sustantivación del territorio, algo que sólo el análisis la práctica política de la planeaciónestá en condiciones de restituir. De alguna manera les cabría la crítica que Castells se formulaba a sí mismo en elprologo a la edición latinoamericana de su libro “La cuestión urbana”:

“o equivoco consiste em que continuamos utilizando a ‘urbanização’ e ‘cidade’ sem nenhum tipo deprecisão, aceitando assim a transposição direita entre formas espaciais e processos sociais, quando defato, ao falar de urbanização na França ou no Peru, não se fala da mesma coisa.” (Castells, 1983: X)

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Y he ahí donde esta nuestra principal observación: la ciudad, en cuanto categoría diferente a la urbe, antes queser meramente un hecho espacial o de mercado es un hecho político que se configura y delimita espacialmentea partir de procesos de cooperación y conflicto entre diferentes categorías de sujetos, individual o articuladoscolectivamente, representando clases sociales o no, y qué no sólo se disputan un espacio en sí, sino que lovinculan a valores o ideales de vida, bien sean expresados o no como proyecto político o de desarrollo urbano.Y es aquí donde más claramente se puede observar la distinción entre urbe y ciudad desde un punto de vistade la planeación. Una visón de la planeación reducida a lo urbano, sólo se preocuparía, en el mejor de loscasos, ciertamente escasos en América Latina por garantizar las condiciones mínimas de vivienda, transporte yservicios básicos; mientras que una planeación decididamente de ciudad, además de lo anterior, se preocuparíapor construir y actualizar la condición de ciudadanía de sus habitantes, sean nativos o inmigrantes, integrándolosal proceso político de gobernar y planear la ciudad, dejando de verlos sólo como problemáticos y pasivos sujetosde políticas de asistencia social. Pero advertimos que también puede suceder una visión y práctica xenofóbicay cerrada de la planeación urbana y el proyecto de ciudad, en cuanto el proyecto político que los articula sefundamenta en reservar para los nativos o gentes de una determinada etnia la categoría de ciudadanos, deviniendoel espacio urbano en escenario y producto del conflicto político y disputa cultural por el significado mismo de laciudad.

Pero como ya adelantábamos arriba, gran parte de esta confusión conceptual es reflejo también del pocotratamiento histórico y exegético que los clásicos de la sociología, de los estudios urbanos y del urbanismole han dado al concepto de ciudad, muchas veces confundiendo este ejercicio con el de una descripción delas transformaciones espaciales del fenómeno urbano a través del tiempo, con muy poco espacio dedicado ainvestigar y a estudiar las formas de asociación, conflicto y organización política que le dan sentido a la ciudad,siendo en este sentido el trabajo de Castells, The city and the grassroots, una notable excepción. Para dar cuentasobre esta gran dispersión semántica y falta de continuidad (o de ruptura crítica) con los estudios que sobre elconcepto de ciudad realizaron los primeros científicos políticos, vamos a continuación a retomar brevemente, enprimer lugar, el trabajo la Política de Aristóteles y tenerlo como referencia para cuando más adelante intentemosuna definición provisional del concepto de ciudad.

2. El concepto de ciudad subyacente en la Política de Aristóteles.

Retomamos este trabajo de Aristóteles en cuanto consideramos que este marca el inicio de la ciencia política enoccidente, no reducida al dato positivo, sino vinculado también a actitudes críticas e ideales ético-normativos,que son en últimas los que le sirven a Aristóteles para evaluar las constituciones políticas de la ciudades de suépoca. Es menester recordar que para este libro Aristóteles estudia más de 100 constituciones, buscando extraerlo común de ellas y derivar algún tipo de principio o enseñanza. Teniendo en cuenta los apuntes hermenéuticosde Werner Jaegger (1946), resaltamos que:

“Debemos empezar por contemplar la peculiar cara de Jano que presenta la Política en conjunto,mirando a los idealistas como si fuese una utopía y a los realistas como si fuese una fría cienciaempírica, y en realidad siendo evidentemente ambas cosas a la vez.” (304)… “La influencia del métododeductivo, conceptual y constructivo de aquella obra [La Política] resalta principalmente en el hecho deque Aristóteles no hace brotar simplemente de la tierra su estado ideal, como hace Platón en la Repúblicay en las Leyes, sino que lo despliega partiendo de una acabada clasificación de las constituciones segúnsu valor. Este le permite introducir en la cuestión del estado mejor, hasta donde lo consiente el tema,el rigor apodíctico que era esencial a su propia personalidad. Aristóteles pugna siempre por llegar a

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conceptos precisos. Su estado ideal es lógico por su armazón; es una muestra de construcción mental enque el estado se halla rígidamente basado en sus elementos y conceptos fundamentales.” (334).

En esta búsqueda de la claridad conceptual, para Aristóteles la ciudad es principalmente un concepto políticoantes que espacial, tal como se observa en la siguiente afirmación:

“Sabemos que uma cidade é como uma associação, e que qualquer associação é formada tendo emvista algum bem... As sociedades, todas elas por tanto propõem-se algum lucro – especialmente a maisimportante de todas, visto que pretende um bem mais elevado que envolve as demais: a cidade ousociedade política.” (Livro I, pag.11).

Nótese aquí que la Idea clave es la de asociación en torno a un bien, que no sería cualquier bien, sino el bien máselevado de todos, la política en sí misma. Pero no se trata se trata de una idea comunitarista de lo político, sino deuna sociedad que incluye y articula diferencias, evitando pensar en la ciudad como una unidad natural o familiar.La ciudad, en esta dirección, es una construcción colectiva entre diferentes que se conciben políticamente iguales.De esta manera, se puede entender la crítica que en el libro II hace a la concepción comunitarista de Sócratesformulada en la República de Platón cuando afirma:

“Contudo, é notório, que a cidade, à proporção que vai se formando e tornando-se maias uma, deixarade ser cidade; pois naturalmente a cidade é multidão. Se levada à unidade tornar-se-á família, e destaa individuo; pois a palavra ‘um’ precisa ser antes aplicada à família do que à cidade, é a indivíduopreferivelmente antes que à família. Deve-se por tanto, evitar essa unidade absoluta, visto como viria elaanular a cidade.” (Livro II, pag.38)

Pero he ahí también la dificultad y dialéctica del concepto político de ciudad. Es un pensar y actuar colectivo,un nos-otros que no suplanta ni inhibe las diferencias individuales, porque precisamente el ejercicio de estasindividualidades es lo que la ciudad promete, es la base y promesa de la asociación política. Sin embargo, en elejercicio de esa libertad, habrá quienes deseen y quieran excluir a otros de dicha sociedad. En esta dirección, laciudad siempre contendrá en sí misma la amenaza de su negación, en la medida que existen sujetos, que por una uotra razón, desconocen esa libertad e igualdad política o la reservan a un grupo limitado de individuos. Incluso lapropia construcción aristotélica del concepto de ciudad no está exenta de esta amenaza reduccionista, aún cuandose trate de definiciones apodícticas y amplias de ciudad como la siguiente: “A cidade é a reunião dos homenslivres” (Livro III, pag.89), que contrastan fuertemente con las afirmaciones realizadas, en un pasaje anterior, enel cual restringe el carácter de ciudadanía y virtud política cuando se trata de la ciudad ideal. Veamos:

“O certo é que a cidade-modelo não devera nunca admitir o artesão o entre seus cidadãos. Não oadmitindo, será então possível afirmar de que a virtude política de que falamos não é de todo cidadão,mas apenas de homem livre – é sim se dirá que ela é de todos os que não têm necessidade de um trabalhopara viver.” (Livro III, pag.86)

De allí, que aunque aceptemos la Idea inicial de ciudad planteada por Aristóteles, se nos hace necesario revisary superar este concepto de ciudad que se basa en una concepción naturalista de la desigualdad entre hombres ymujeres, entre trabajo manual y trabajo intelectual, y en su tiempo, también trabajo militar. Pero igual, aquí esdonde entra la idea moderna según la cual la ciudadanía no es meramente un derecho otorgado, sino tambiény fundamentalmente un derecho conquistado, tal como lo mostraron históricamente los movimientos socialesde mujeres, negros e indígenas en la segundad mitad del siglo XX. En términos de Charles Taylor y de AxelHonneth, pudiéramos decir que la ciudadanía moderna implica de suyo una “lucha por el reconocimiento” ymantenimiento de dicha titularidad.

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Taylor (1993: 45-47) anota que en épocas antiguas el problema del reconocimiento no se planteaba, ya que sesuponía inherente a un estatus natural o condición social permanente. Algunos cambios históricos que hicieronposible “la moderna preocupación por la identidad y el reconocimiento” fueron, primero “el desplome de lasjerarquías sociales que solían ser las bases del honor. (…) en el sentido que estaba intrínsecamente relacionadocon la desigualdad”, permitiendo el paso a “el moderno concepto de dignidad, que hoy se emplea en un sentidouniversalista e igualitario”. Para Taylor, el segundo cambio histórico moderno fue el desarrollo de la noción deidentidad como autenticidad. En tanto la dignidad presupone un reconocimiento de la indivisibilidad de la personaemerge y se desarrolla la idea de identidad como autenticidad. En esta dirección,

“El reconocimiento igualitario no sólo es el modo pertinente a una sociedad democrática sana. Surechazo puede causar daños a aquellos a quienes se les niega. (…) la proyección sobre otros de unaimagen inferior o humillante puede en realidad deformar y oprimir hasta el grado que esa imagen seainteriorizada. No sólo el feminismo contemporáneo sino también las relaciones sociales y las discusionesdel multiculturalismo se orientan por la premisa de que no dar este reconocimiento puede constituir unaforma de opresión.”(Taylor, 1993:58)

Ahora, echa esta crítica y salvedad, es también necesario reconocer lo que de progresista tiene la últimaafirmación de Aristóteles, es decir, que la política precisa de tiempo libre, y que aquel o aquella que por razónde su oficio, profesión, pobreza u otra circunstancia no tiene tiempo libre, puede ser ciudadano en titularidadpero no de hecho, en cuanto no se reúne ni participa de las discusiones y decisiones de la comunidad política.Sin embargo, la sociedad capitalista actual, donde sea que exista, es en lo fundamental una sociedad orientada altrabajo, un tipo de sociedad que, en los términos de Aristóteles, sería la negación misma de la política. Pero aquíes donde vuelve de nuevo la necesidad de revisar y descubrir que de esencial tienen los conceptos construidos yformulados en otras épocas, para no aplicarlos mecánicamente, o simplemente desconocerlos e ignorarlos sin ladebida crítica. La modernidad, en su sentido social y político, y no meramente como modernización tecnológicao productiva, significa de alguna manera la revolución y reconocimiento de los que hasta entonces eran tenidoscomo desiguales y que en lo fundamental eran y son los que constituyen la base productiva de la sociedad,precisamente los artesanos, obreros y campesinos.

No es de extrañar que gran parte del contenido de estas luchas sociales no fuera solamente una lucha orientadas demanera utilitarista al mejoramiento de condiciones económicas, sino que se tratará también de luchas orientadasmoralmente por el reconocimiento de la dignidad y construcción de la autoestima, individual o colectiva. Talcomo lo expresa Honneth cuando se refiere a los primeros trabajos de filosofía social de Karl Marx

“... in line with the lordship and bondage dialectic of the Phenomenology [from Hegel], the early Marxcan interpret the social confrontation of his time as a moral struggle waged by oppressed workers forthe restitution of social opportunities for full recognition. Initially, he conceives of class struggle not astrategic battle over the acquisition of material goods or instruments of power but rather as moral conflictin which what is at issue is the ‘emancipation’ of labour as the crucial condition for both symmetricalesteem and basic self-confidence.”(Honneth, 1996: 147) [Sublineado nuestro].

En otras palabras, aunque la modernidad, sobre todo en su fase inicial, tiene que ver con una lucha social en laesfera del trabajo, el contenido de esta lucha no se reduce a ganancias económicas o al control de los mediosde producción, sino que implica, en primer lugar, una lucha por el reconocimiento moral y subjetivo de lasy los individuos trabajadores – los artesanos en términos de Aristóteles – como personas y como ciudadanos,para luego, en segundo lugar, y como garantía de lo primero, plantearse la emancipación del trabajo – al menos

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parcialmente – liberando tiempo para otras actividades esenciales a la realización del ser humano, entre ellas lapolítica.

Sin embargo, y casi que paradoxalmente con respecto a Aristóteles y dramáticamente con respecto a Marx, laformación social contemporánea ha profundizado su dependencia con respecto al trabajo y en la misma direcciónha reducido de nuevo el tiempo libre socialmente necesario para el ejercicio y construcción política de la ciudad.Una paradoja ciertamente problemática, en tanto la formación social orientada al trabajo hace del empleo uno desus principales problemas en la agenda política de las ciudades para que sus habitantes puedan supuestamenterealizarse como ciudadanos y ciudadanas a través del consumo, que no de la participación política; lo cual seríauna negación, en los términos clásicos, de la condición de ciudadanía misma. Según Aristóteles:

“Em uma palavra, cidadão é o que pode ser juiz e magistrado.” (Livro III, pag.78). “Vê-se por aí, portanto, o que é o cidadão: é o que possui participação autoridade legal na autoridade deliberativa, e naautoridade judiciária - aí está o que denominamos cidadão da cidade assim formada. E denominamoscidade à multidão de cidadãos capaz de ser suficiente a si própria, e de conseguir, de modo geral, quantoseja necessário à sua existência.” (Livro III, pag.79). “Cidadão, de acordo com a nossa definição, e ohomem que detém um certo poder” (Livro III, pag.80)

Dados estos términos y circunstancias contemporáneas, para evitar esta paradoja o contradicción, el empleo otrabajo, debe permitir, además del dinero para acceder a mercancías con las cuales vivir bien y dignamente, eltiempo suficiente para ejercer esa titularidad de ciudadano, es decir, participar de la política como un ejercicio deencuentro y deliberación con otros, con los cuales se pueda efectivamente ejercer una cuota personal de poder,que por ninguna circunstancia debe quedar reducida a momentos electorales preestablecidos, lo cual a toda costanegaría la libertad misma del ejercicio del poder auto-instituyente ciudadano.

Para Aristóteles la ciudad, en cuanto polis, es fundamentalmente una construcción política, cimentada en unaserie de relaciones históricas que dan base a la configuración simbólica de un nosotros(as), el cual, a pesar de lascontradicciones y tensiones que se dan en su interior, se percibe como sociedad política. Por su parte, la urbe[2]es la huella que en el espacio deja la ciudad, el entramado que sirve o ha servido de protección a la comunidadpolítica, a sus espacios de interacción y encuentro colectivo. Su diseño y trazado corresponde a la concepción delmundo, de la relaciones entre las y los humanos, y de estos con la naturaleza, que una determinada formaciónsocial tiene en un tiempo y un espacio específicos. Por ello es tan fácil confundir urbe y ciudad, porque la mayoríade ciudades que conocemos precisan un espacio, de un habitáculo urbano, de un espacio vital (Lebensraum)[3]en el cual existir. Pudiéramos decir que si bien la ciudad como organización política y simbólica precisa de laurbe, la urbe no necesariamente precisa de la ciudad. En tal dirección es que el propio Aristóteles escribe en laPolítica:

“... quando os homens moram no mesmo local, como se poderá reconhecer que a cidade é uma? Por certonão pelas muralhas; pois se poderia circundar o Peloponeso todo com apenas uma muralha” [e assim nãoseria uma cidade]. “Contudo, desde que os mesmos homens residam no mesmo local, será necessáriodizer, desde que não mude a espécie de seus moradores, que a cidade é sempre a mesma” (Livro III,pag.81). “... uma cidade é a mesma quando levarmos em conta sua forma de governo. Pode-se dar àurbe outro nome, ou idêntico nome, seja habitada pelos mesmos homens ou por homens inteiramentediferentes” (Livro III, pag.82).

Nótese que el énfasis del autor está en que una ciudad es la misma siempre y cuando no cambie la especie de susmoradores, independiente del cambio de las calles o murallas que la rodean y la integran. Igualmente, en estas doscitas se observa la diferencia con la cual Aristóteles trata la idea de ciudad, en cuanto formación socio-política,

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de aquella otra de la urbe, caracterizada, en la época, por ser la porción de tierra amurallada que protegía y dabaasiento a los espacios y lugares públicos de encuentro, de la cual se deriva lo que hoy llamamos suelo o tierraurbanizada.

Por otro lado, espacialmente, la ciudad no se reduce o limita al espacio urbano, a la urbe, aunque la requiera yprecise en su definición. La ciudad, en tanto categoría política y jurídica, puede extenderse a las y los ciudadanosque moran, trabajan y tienen propiedades por fuera de la urbe. Igual puede aplicarse para ciertos bienes y espaciospúblicos que están localizados allende la muralla o malla urbana. Por tal razón campesinos y hacendados puedenser ciudadanos habitantes de una ciudad, en la medida que, morando por fuera de su espacio urbano, si lohacen dentro de su circunscripción territorial y administrativa, es decir hasta dónde se extienden las fronterasgeográficas de sus decisiones políticas y su capacidad policial[4], en cuanto politeia. Por tal razón, una granurbe puede ser una ciudad disminuida o escasa (Carvalho, 2000) en la medida en que por un lado no representeni integre políticamente sus pobladores y por el otro lado, no tenga el poder colectivo, la politeia, los medios einstrumentos para aplicar y hacer valer las decisiones políticas en toda su jurisdicción territorial- administrativa,incluyendo por supuesto los espacios considerados públicos al interior de la urbe. Queda claro, en lo expuestohasta aquí, que para Aristóteles, aunque relacionadas, las categorías de ciudad y urbe son diferentes. Que no todoel que habita en la urbe es ciudadano y que la ciudad, espacialmente, puede extenderse mas allá de la urbe, entanto la sociedad política, llamada ciudad, puede incluir individuos cuya residencia sea en el campo o sea en elárea urbana. Esta idea de la urbe y lo urbano como diferente de la polis y la ciudad es reforzada por el trabajoantropológico y arqueológico de Joseph Rykwert (1985) cuando estudia los ritos de fundación de una ciudad ylos ritos de demarcación urbana en los antiguos pueblos etruscos y la Roma antigua, llegando incluso a indicarque una misma ciudad puede tener varias fundaciones en diferentes tiempos y lugares.

3. Un acercamiento histórico y etimológico a la categoría de municipio comoexpresión de la idea de ciudad bajo condiciones de un poder territorial superior(estado-nación o imperio).

La palabra municipio proviene del latín antiguo municipium, la cual hace su aparecimiento durante la RepúblicaRomana. Esta palabra es a su vez la conjunción sincopada de otras dos: munia y capere, donde munia significapertrecho o recurso militar y capere significa aprovechamiento o servicio (Ferreira, 1995: 12). En pocas palabras,el municipium denotaba un territorio con un núcleo urbano bajo el poder de la República, al cual le son respetadossus tradiciones y derechos civiles, a condición de tributar a la República y de servir con hombres y recursos encaso de guerra o de las tareas militares ordinarias. En un inicio el municipium se distinguía de la civitas en lamedida que era considerado una civitas sine suffragio, es decir, una ciudad que no podía elegir representantespropios para el Senado de la República. Sin embargo, con el tiempo, muchos municipios alcanzaban el estatus decivitas en el pleno sentido de la palabra romana. Con el tiempo hubo dos tipos de municipios, en primer lugar elMunicipium Civium Romanorum, en el cual los ciudadanos tenían una ciudadanía completa (civitas optimo iure)que incluía el derecho al voto, y en segundo lugar, los municipios formados por centros considerados tribales, enlos cuales sus habitantes no tenían una ciudadanía plena.

Es notorio también como la palabra de municipio se transforma y traduce en algunos países como Comuna, enel sentido de la unidad territorial político-administrativa más pequeña de un Estado y que supone un mínimode vida colectiva y en común de sus pobladores. Comuna proviene del termino commune, con el cual sedenominaba muchas veces las antiguas ciudades y burgos libres del Medioevo. Los municipios son entendidosy denominados como Communes en Francia, Comune en Italia, Kommun en Noruega. En Alemania el municipioes entendido como Gemeinde, el cual tiene el mismo sentido espacial y político que la palabra latina commune, yque respectivamente tiene un Gemeinderat (consejo municipal) y un Bürgermeister (alcalde). Es de señalar que

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en el Reino Unido la palabra municipio no tiene un equivalente similar[5], siendo los términos mas cercanos elde Town Hall o City Hall (para referirse a los edificios públicos donde se asienta la autoridad pública municipal,la municipalidad) y el de Greater Area para referirse al conjunto del gobierno municipal, que cobija tanto laAssembly (las y los representantes electos a la cámara o concejo municipal) como al Mayor (Alcalde) y el restode funcionarios públicos subordinados a estas dos autoridades.

Es importante observar como las principales instituciones que rigen el espacio político-administrativo municipalen el mundo occidental contemporáneo, principalmente las cámaras o consejos municipales, así como el alcaldeo prefecto, hunden sus raíces en la tradición romana, la cual a su vez trató de mantener la idea de ciudadanía yparticipación política correspondiente a la ciudad-estado de los griegos. De esta manera, al hablar de municipioestamos haciendo refiriéndonos también a la idea de civitas, de ciudad, pero ya de una manerapreponderantemente político-territorial y menos urbano-espacial. Hoy, en la mayoría de constituciones yRepúblicas, el municipio o la municipalidad, es claramente entendido como una unidad territorial político-administrativa, en la mayoría de casos la de menor tamaño, que puede tener órganos administrativos y espacios derepresentación política propios, siendo su tamaño algo indiferente y variable, denotando a veces, para el sentidocomún, una ciudad, un pueblo, una villa o un pequeño grupo de los mismos. Según Marturano (1983: 12),refiriéndose a lo apuntado por Kelsen y a Jellineck,

“o traço característico desse governo próprio ou dessa autonomia municipal consiste no poder eleger osagentes do poder executivo e do poder legislativo, bem como atribuição de recursos orçamentários efinanceiros para sua administração quanto aos serviços públicos locais.”

En esta dirección, si bien el municipio contemporáneo, como el antiguo del imperio romano, es autónomo sólode manera relativa – en especial en su administración interna – su existencia jurídica, política, física y económicaes innegable, en contraste con la noción contemporánea de ciudad, la cual se ha tornado sumamente porosa,informe e inasible, siendo por tanto de existencia cuestionable como instrumento analítico, que se confunde unasveces con la descripción que se hace del hecho físico urbano, con la urbe, y otras tantas veces rememora el idealclásico de la asociación política de ciudadanos libres, la polis. A nuestro modo de ver, las palabras municipio ymunicipal, urbe y urbano pueden ayudarnos a evitar la confusión que el inglés, como lengua hegemónica ayudoa crear, al incorporar en una misma palabra, city, la diferencia semántica que los pueblos antiguos mediterráneoshacían entre urbs y polis. Como veremos, la mayoría de constituciones de las repúblicas democráticas actuales,en especial las de origen latino, son claras en que la unidad política básica de administración, planeación ygestión del territorio nacional es el municipio, el cual para efectos de sus políticas de desarrollo o por causade la conurbación con otros municipios vecinos puede asociarse y formar otras figuras o entidades políticoadministrativas, llámense aéreas metropolitanas, asociación de municipios, distritos, etc. En este sentido, enla mayoría de nuestras realidades constitucionales y político-administrativas, es el municipio y su territoriomunicipal (rural y urbano) el sujeto legal por excelencia de la planeación local, excepto cuando es simplementetratado como objeto por parte de políticas e intereses supra (nacionales o internacionales).

Este breve recuento de la categoría de municipio nos ayuda formular la siguiente hipótesis de porqué la idea,noción, imagen o representación colectiva de ciudad persiste aunque no exista propiamente un concepto claro dela misma: creemos que en su sentido histórico y genético la ciudad, tanto como representación de la identidadpolítica colectiva como realidad física que a veces se confunde con la urbe, encierra un doble carácter de libertady protección que de alguna manera persiste a través del tiempo en el concepto solapado y reducido que de polispersiste en el municipium, especialmente bajo su forma de Municipium Civium, donde la civis (la unidad políticaautónoma) se integra con el munia-capere (en cuanto población bajo el mando de la República y presta para laguerra).

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3.1. Notas provisionales sobre las ideas o conceptos de ciudad y municipio en algunas constitucioneslatinoamericanas

En la búsqueda por llegar a una idea o concepto de ciudad más allá del sentido común y representación colectivaque de la misma se tiene – y que en lo fundamental se asimila a la noción de malla o espacio urbano – nosdimos a la tarea de efectuar una breve exploración sobre (i) qué se entiende por ciudad en algunas constitucioneslatinoamericanas para luego (ii) asociarla con el concepto o idea que de municipio aparece en las mismas.Para ello, efectuamos una revisión inicial de las Constituciones políticas de la República Federativa Do Brasil(1988, Incluyendo reformas hasta el 2005), República De Colombia de 1991 (Incluye las reformas hasta 2005),República De cuba de 1976 (Incluye reformas hasta 2002) y República Bolivariana de Venezuela (1999).

De esta revisión podemos sacar algunas conclusiones preliminares que nos muestran un poco la inexistencia uoscuridad político-constitucional de la idea de ciudad: (i) la ciudad nunca es definida o conceptualizada, se asumecomo un facto dado, un a priori del pensamiento político y administrativo constitucional que no es necesarioprecisar; (ii) es notorio que la mayoría de las veces cuando se emplea la palabra ciudad esta está asociada almunicipio o distrito capital de la respectiva República: Ciudad de Caracas, Ciudad de la Habana, Ciudad-Regióndel Distrito Capital de Bogotá; (iii) en general, la ciudad se asimila a un lugar, al espacio urbano construido,a la urbe sin consideración de los procesos sociales o políticos que la constituyen. Por último, (iv) un poco laexcepción es la constitución Cubana, en especial en el artículo 104, donde menciona que “los Consejos Popularesse constituyen en ciudades”, rescatando o relevando el sentido de asociación política que la palabra ciudad, encuanto civitas y polís contiene.

Por su parte, con respecto a la categoría de municipio en estas cuatro constituciones podemos señalar: (i) lapalabra que designa al municipio es el mismo en todas las constituciones, lo que no sucede para el nivel regionalo territorial intermedio entre el municipio y la nación, que en unas constituciones se denomina de Estados, si sonfederales (Brasil y Venezuela), y en otras de carácter centralista (Colombia y Cuba) se denominan Provinciaso Departamentos. (ii) El municipio es la división territorial básica de la República, en términos de tener unreconocimiento político y una personería jurídica y administrativa propia. Lo que no sucede con otras categoríasterritoriales y espaciales de menor escala al interior de los propios municipios, unas veces denominadas regiones(Brasil), comunas (Colombia) y parroquias (Venezuela). (iii) En todos los casos el municipio es el espacio derepresentación y participación política básica de las y los ciudadanos, fundamentalmente por medio de la eleccióny conformación de Concejos Municipales (en Colombia y Venezuela), Câmaras Municipales de Vereadores (enBrasil) y Asambleas Municipales del Poder Popular (en Cuba). (iv) Todos los municipios tienen derecho a tenersus propias leyes o normas, siempre y cuando no sean contrarias a la constitución u otras leyes superiores. Setrata pues de una autonomía legal relativa, siempre sub judice con respecto a la República. (v) En este últimosentido, todos tienen el derecho y la obligación de establecer sus propios impuestos, cumplir las funciones depolicía, prestar y velar por la prestación de los servicios públicos básicos, la planeación y gestión del desarrollolocal, así como el ordenamiento territorial al interior del propio municipio.

Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que, de acuerdo a estas constituciones, las dos unidades territorialesbásicas que confieren identidad política a las y los ciudadanos son, en un primer nivel el municipio, y en unnivel superior la República, sea esta federal o unitaria. Son en estas dos unidades donde están más claramenteestablecidas las competencias administrativas del estado, así como los derechos y los deberes de las y losciudadanos. Mientras el concepto de municipio se puede inferir a partir de la serie de capítulos y artículos quetratan sobre él y lo desarrollan política y normativamente en las diferentes constituciones, no se puede decirlo mismo de la noción de ciudad, que escasamente se menciona y que en ningún caso es objeto de desarrollonormativo.

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El municipio aparece en una doble condición de ser objeto y sujeto de las políticas públicas. Objeto con respectoa República, a la cual debe subordinarse en todo lo que compete a políticas de defensa y seguridad nacional,así como de regulación macroeconómica (aduanas, emisión de moneda, intercambio de divisas, tasas de interés,e impuestos a las mercancías móviles, principalmente). Sujeto, en cuanto corporación pública con autonomíaadministrativa, que tiene derecho a realizar contratos con terceras partes, públicas y privadas, y tiene la potestadde planear y gestionar su propio desarrollo local. Por su parte, la idea de ciudad se confunde, tanto con hechosespaciales (la urbe, la ciudad-región) como con hechos territoriales político-administrativos (el municipio, elárea metropolitana), lo cual evidentemente dificulta su constitución teórica y normativa como sujeto-objeto de laplaneación en los términos de las constituciones políticas arriba analizadas, para la cuales, el objeto-sujeto básicode la planeación y el desarrollo sería el municipio.

Por otro lado, de esta breve revisión va quedando claro que la adopción y desarrollo de la noción de municipio enel marco constitucional no está ligada a forma o configuración espacial alguna. Su característica básica consisteen la de ser una corporación pública, lo que, en un lenguaje menos jurídico y mas político, quiere decir que elmunicipio es antes que nada una asociación política localizada y delimitada dentro de los marcos territorialesde la República, lo que sin duda acerca la idea de municipio al concepto clásico de ciudad como asociaciónpolítico-territorial de ciudadanos, pero sin la mayor autonomía que esta noción clásica de ciudad incorpora alno estar sometida a un poder político-territorial superior. Esta última idea nos conecta con el desarrollo mismode la noción de municipio, en tanto su surgimiento como categoría política y administrativa está vinculada aldespliegue de formas más expansivas e imperiales de poder político, en particular el Imperio Romano dentro dela historia antigua occidental greco-judía, o la nación-estado dentro de la historia moderna, las cuales, más quecrear nuevas ciudades, sometieron las ciudades pre-existentes, libres y políticamente autónomas, reduciéndolas aterritorialidades subordinadas a la nación y delimitadas en sistemas urbano-nacionales[6], con relativa autonomíaen lo que compete a la administración de su asuntos internos y con la obligación fundamental de ajustarse a lapolíticas de seguridad y defensa, del imperio o de la nación.

En síntesis, en ningún lugar de las constituciones analizadas la ciudad aparece como categoría, sujeto u objetode la planeación. Este campo se reserva a lo que se consideran son las entidades territoriales que componen eintegran el poder público de la República: la nación (que es la república en si misma), los estados, provinciaso departamentos (que son agentes intermediarios de coordinación, control y garantía de integración de laRepública), y los municipios (que son el substrato material y político de la República). Otras figuras políticoadministrativas, en especial los distritos y las áreas metropolitanas, aparecen como desarrollos espaciales opolíticos de la idea misma de municipio, con algunos poderes y atribuciones especiales que de ordinario losmunicipios no poseen.

Por eso, dadas las conceptualizaciones anteriores, tanto provenientes de las categorías aristotélicas como delos desarrollos políticos y jurídicos romanos, nos extraña cierto reduccionismo presente en el trabajo de losclásicos de la sociología, que en su mayoría hacen de la ciudad una categoría fundamentalmente espacial ogeográfica, extrañando su contenido político, y en la mayoría de los casos, reduciéndola a un lugar de intercambiode mercancías (mercado) o a un lugar de intercambio e interacción simbólicas y ecológicas. Para ilustrar esto,veamos rápidamente los planteamientos centrales de los principales autores considerados clásicos o “padres” dela sociología urbana y el urbanismo.

4. La idea y concepto de ciudad en algunos clásicos de la sociología y el urbanismoComencemos con Max Weber y su famoso aparte del libro Economía y Sociedad titulado como “Conceptoy categorías de ciudad” (Typologie der Städte)[7], texto obligatorio de tener en cuenta dada la importancia deWeber como sociólogo y lo referenciado que es el texto mismo a lo largo del desarrollo de la sociología urbana.Sin embargo, es un texto que a mi modo de ver presenta grandes deficiencias en el tratamiento que se le da a la

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construcción histórica de ciudad y a la poca distinción que se hace entre esta categoría y la de urbe o fenómenourbano, casi que asimilándolas a lo mismo. En este sentido, es diciente la total ausencia de alguna referencia ala obra de Aristóteles, Política, que sin dudas es el primer tratado científico sobre el concepto de ciudad. Deuna manera breve y sin mayores explicaciones o consideraciones sobre otros trabajos o autores, Weber parte deconsiderar que el tamaño en si no es lo que define qué es o no es una ciudad. Para ello da el ejemplo de algunas“aldeas” rusas que tienen miles más de habitantes de que los que tenían las antiguas ciudades.

Siendo que ni el tamaño espacial o demográfico definen lo que es una ciudad (Stadt), Weber busca definirlaa partir de un concepto socio-económico, el mercado: “teríamos de fixar um estabelecimento cuja maioria doshabitantes vive do produto da industria ou do comercio, e não da agricultura” (74). Sin embargo Weber consideraa que a esta definición inicial le hace falta cierta diversidad en lo que respecta a la actividad económica, paraque la misma no quede reducida a las actividades de unos pocos clanes o familias. Para Weber una ciudad puedefundarse de dos modos:

(i) “Sobre algum domínio territorial, ou, sobretudo, uma sede de principado como centro de um lugar emque exista uma indústria em regime de espacialização, para satisfazer suas necessidades econômicas oupolíticas, e onde, por isso, se comerciem mercadorias... (ii) “Mediante a reunião de intrusos, piratas oucomerciantes colonizadores ou nativos, dedicados ao comercio intermediário” (74-76).

Es importante anotar que Weber hace énfasis en que el mercado no consiste en cualquier feria o mercadoquincenal, mensual o anual, sino ” un intercambio regular y no ocasional de mercancías en la localidad”. A partirde este elemento básico, de la existencia de un mercado, en sentido estricto, weber caracteriza tres tipos básicosde ciudad según la fuente de recursos (dinero) o la actividad económica principal:

1. Ciudad de consumidores. Aquella en la cual las probabilidades adquisitivas dependen directa oindirectamente de la capacidad adquisitiva de la gran propiedad del príncipe. Es decir, este tipo derentas determina la posibilidad de lucro de otros, en especial de artesanos y comerciantes. Son ciudadesde funcionarios y de la corte del príncipe. Ejemplos: Pekin, Moscú,

2. Ciudad de productores. Su poder adquisitivo depende de la actividad industrial o manufacturera queabastece el exterior. Los consumidores son básicamente de dos tipos: unos grandes consumidores, queserán los empresarios que residen en la localidad, y los otros serían la mas de consumidores, compuestapor asalariados y artesanos.

3. Ciudad mercantil. En esta el poder adquisitivo de sus grandes consumidores reposa en la venta al pormenor de productos extranjeros en el mercado local y en la venta para fuera de productos naturales oartesanales producidos localmente.

Weber anota que una de las características que diferencia al hombre de las modernas ciudades de las antiguasgriegas es que no tiene un terreno propio en el campo, un kleros o fundus, del cual pueda derivar algún tipode sustento, pero no insinúa o explica porque se dio este proceso de urbanización de la vida y la sociedad,como si lo hace Marx en varios apartes del capital, principalmente en el relativo a la acumulación primitiva.Sin embargo, a pesar de su preeminencia conceptual, el mercado como categoría es insuficiente para explicar elorden y la permanencia de la ciudad. Ello obliga a Weber, a reconocerle algo a lo político en la conformacióny estructuración de la ciudad, así sea en función misma del mercado, dado que de alguna manera tienen quedarse acuerdos y arreglos para regular la actividad económica de la ciudad, en especial de cara a garantizarel abastecimiento de víveres y mercancías de primera necesidad. A ello Weber le da el nombre de “economíaurbana”.(79-82). En esta dirección afirma: “No nosso caso, a cidade tem que se apresentar como uma associaçãoautônoma em algum nível, como um aglomerado com instituições políticas e administrativas especiais.” (82)[sublineado nuestro].

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Nótese pues que sólo de manera tangencial Weber asume que la ciudad es una asociación política, y ello enfunción y derivado de las necesidades del mercado, sin asumir más adelante que significa esta “asociaciónautónoma en algún nivel”. La preeminencia de la noción de ciudad como función del mercado se nota en elsiguiente pasaje, que trata de explicar o aclarar la anterior cita:

“deve-se ter em mente, de qualquer modo, que é preciso separar o conceito econômico, explicadoate agora, do conceito político-administrativo da cidade. Só nesse último sentido corresponde-lhe umâmbito urbano especial. No sentido político-administrativo, o nome de cidade pode corresponder a umalocalidade que economicamente não poderia pretender tal titulo.” (82)

En últimas, a pesar del relativo reconocimiento del papel de la política en la definición del concepto y realidadde la ciudad, el concepto Weberiano de ciudad (Stadt) es típicamente liberal-mercantil, en cuanto la asume comoespacio urbano, siendo este último un lugar determinado y en función del mercado.

Esta idea de ciudad (city) asumida fundamentalmente como aglomerado urbano, se repite en dos autoresfundamentales dentro de la tradición de la sociología y ecología urbana norteamericana, Louis Wirth y RobertPark. Para Wirth (1964) la ciudad es asumida como un poblado, un asentamiento (settlement) densamentepoblado y duradero e integrado por individuos socialmente heterogéneos. Construyendo con estas bases mínimaslos que sería su teoría de la cultura y la ecología urbana, que luego sería desarrollada mas a profundidad y enextenso por Park.

Para Park (1997)[8], una vez instalada o asentada, la ciudad (city) es un gran mecanismo ordenador y selectivo, elcual infaliblemente selecciona de la población como un todo a aquellos individuos mejor preparados o equipadospara vivir en un particular medio o en una particular región. En su texto “A cidade: sugestões para a investigaçãodo comportamento humano no meio urbano” (1967), mas que pensar o conceptualizar la ciudad en si misma, estetexto trata de fundamentar y esbozar un programa de investigaciones sobre el comportamiento humano en la urbe,en el cual la ciudad (city) es asimilada inmediatamente como medio urbano, es decir como espacio o escenario enel cual los individuos se localizan, interaccionan y despliegan variados comportamientos, pero sin dar cuenta decómo es que la urbe misma llega a ser lo que es y cuáles son los mecanismos políticos y económicos que permitanque ellas sea lo que es. Ello se refleja en uno de los párrafos introductorios de su programa:

“Segundo o ponto de vista de este artigo, a cidade é algo mais que um amontoado de homens individuaise de conveniências sociais, ruas, edifícios, luz elétrica, linhas de bonde, telefones, etc.; algo maisque uma mera constelação de instituições, e dispositivo administrativos – tribunais, hospitais, escolas,polícia, e funcionários civis de vários tipos. Antes, a cidade é um estado de espírito, um corpo decostumes e tradições e dos sentimentos e atitudes organizados, inerentes a esses costumes e transmitidospor essa tradição, Em outras palavras, a cidade não é meramente um mecanismo físico e uma construçãoartificial. Esta envolvida nos processos vitais das pessoas que a compõem; é um produto da natureza, eparticularmente da natureza humana.” (29)

Aunque esta definición trata de tomar distancia y no confundir la ciudad con la urbe, en últimas no lo logra,porque igual vuelve y queda la ciudad en una imprecisión conceptual al decir que esta es un producto de lanaturaleza humana, cosa que igual, el medio físico, la urbe, lo es. Más adelante retoma una analogía realizadapor Oswald Spengler, que a nuestro modo de ver, no arroja luces, sino mas confusiones, en la medida queparece dejar la ciudad como un espacio totalmente diferenciado del campo, cosa que ni económica, ni política,ni ecológicamente lo es, pero a su vez, la asume fuertemente con un contenido espacial, como una gran casaprotectora y no como un escenario o espacio de interacción humana, cooperativa y conflictiva. Igualmente, y

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acercándose un poco al concepto weberiano de ciudad, afirma: “A cidade não é apenas uma unidade geográfica oecológica; ao mesmo tempo, é uma unidade econômica” (30), aspecto este que no desarrolla ni profundiza, perosi deja claro que lejos de su concepción esta el ser también la ciudad una asociación o entidad política.

Sin embargo, la más fuerte des-sustantivación de la idea de ciudad y la mas radical hipostación de lo urbano,en cuanto proyecto, consideramos se encuentra en el movimiento moderno de la arquitectura y el urbanismoen el siglo XX y particularmente representado en los conceptos y proyectos de Le Corbusier (Charles ÉdouardJeanneret, nombre de pila), que a nuestro modo de ver, representa también las grandes contradiccionesideológicas del pensamiento moderno sobre el proyecto de sociedad futura y el destino de la humanidad,preocupaciones sobre las cuales el diseño y la planeación urbana nacieron y cabalgaron durante muchos años,asumiendo un punto de vista más técnico e intelectual que estrictamente político. Desde muy temprano, en 1929Le Corbusier manifiesta: “Uma cidade!... É o domínio do homem sobre a natureza. É uma ação humana contra anatureza, um organismo humano de proteção e de trabalho. É uma criação...” (Le Corbusier, 2000: VII). Idea lacual no está muy lejos de lo que desarrollará y planteará luego en los Congresos Internacionales de ArquitecturaModerna – CIAM – y que tomaran cuerpo en la famosa Carta de Atenas (1933, publicada en 1943), donde sedecide de lleno por una concepción funcional-espacialista de la ciudad reduciéndola a cuatro funciones básicas:vivienda, trabajo, recreación y circulación. Sólo mas tarde los CIAM introducen una quinta función de la ciudad,la de ser centro público (Holston, 1993: 38), que de acuerdo a nuestro rastreo histórico, es el hecho mismo, queno función, que da origen y vida a la ciudad.

Aunque sus argumentos iníciales son en contra de la deshumanización observada en las urbes industriales yen las precarias condiciones de vida de la mayoría de las y los trabajadores, el discurso termina rápidamentecolocándose en función de la actividad productiva-industrial y del mercado mismo, dejando la ciudad de serasumida incluso como un “organismo” para ser tratada como una máquina -- en coherencia con los estudiosde ritmos y movimientos de Taylor y la producción en serie exitosamente implementada por Ford. Se trataría,empleando un lenguaje posterior, de una “ciudad fordista”, que antes de ser ciudad es prioritariamente espaciode producción y circulación de mercancías. De esta manera, el sueño de la arquitectura modernista de dignificarel hombre y la ciudad es una contradicción en sí misma. Si bien en el discurso reclamaba la acción colectivay el predominio de los derechos colectivos sobre los intereses privados (Holston, 1993; 47), en su prácticaarquitectónica y urbanística ejecutaba otra. Su carácter individualista y tecnocrático al producir sus diseños de“ciudad” la alejaban de la interacción con las y los ciudadanos y la acercaban irremediablemente a los centrosde poder, bien fueran estatales o corporativos, dado que uno de sus problemas fundamentales era el de contarcon tierras suficientes para ejecutar sus grandes proyectos, algo que la propiedad privada, sobre todo la pequeñapropiedad, dificultaba, y que sólo el estado o el gran capital estarían en capacidad de ayudar a resolver, no las ylos ciudadanos simples, comunes y corrientes, que sólo son concebidos como usuarios finales de los proyectosdesarrollados, en ningún caso como sujetos políticos interlocutores de los mismos. Es mas, Le Corbusier (2000:9)deja entrever que muchos de los problemas mismos de la ciudad derivan de la democracia, de la falta de observarun orden y una disciplina recta. Para él, la línea recta y el ángulo recto son el camino hacia el orden: “a cidadese policia, a cultura se manifesta, o homem cria”. Pero siempre estará el peligro que ese orden “perfecto”se destruya “por lassidão, fraqueza, anarquia, pelo sistema de responsabilidades ‘democráticas’, recomeça osufocamento.” Lo cual es coherente con el sueño del urbanismo modernista de inexistencia de algún tipo deproceso o compromiso político que límite el diseño urbano. De esta manera, anota (Holston, 1993: 52)

“Sem restrições ao uso da propriedade, os urbanistas estariam habilitados a assumir, como condição paraseus projetos, uma posição de autoridade incontrastada sobre os destinos da cidade... dada sua presumidacapacidade de controlar o futuro por intermédio de ações dirigidas pela racionalidade e pela autoridadecentralizada”

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He allí el corazón de la idea de anti-ciudad los modernistas, en contraste con el ideal cásico y político de ciudad.Idea anti-política que en primer lugar asumen gobiernos nacionales de orden centralista y autoritario, dandoorigen a grandes reformas, planos directores y diseños urbanos, como Haussman en Paris o Brasilia en Brasil,pero que luego la asume el propio gran capital y la funcionaliza de acuerdo a sus expectativas de rendimientoy poder simbólico, como de manera abierta se plasma hoy en los proyectos urbanos tecnocráticos de “ciudadeconómicas” (Belkaïd, 2008), tanto en países de Arabia como del sudeste asiático.

5. La distinción entre ciudad, núcleo urbano y urbanización en la que avanza HenryLefebvre,

En su libro “El derecho a la ciudad” Henry Lefebvre busca conceptualizar de manera dialéctica el contenido/forma del proyecto de ciudad contemporánea, en cuanto proyecto a ser realizado, a partir de comprender laemergencia y evolución del proceso de urbanización e industrialización dados en el capitalismo. Para ello,Lefebvre se remonta al origen mismo de la ciudad en los griegos, en cuanto unidad espacial y política, sindesconocer otras formas particulares de ciudad en tradiciones, culturas y modos de producción diferentes, talcomo lo son la ciudad asiática o la ciudad que emerge en el periodo medieval, buscando establecer líneas decontinuidad y ruptura con respecto al proceso contemporáneo de industrialización / urbanización, y en particularbuscando rescatar el valor histórico y construido de la ciudad en cuanto obra, regida por el valor de uso, frentea la urbanización contemporánea como producto, regida básicamente por el valor de cambio, recolocando estacuestión de la ciudad como obra y como derecho como uno de los puntos centrales de cualquier análisis y agendade transformación social en el mundo actual.

A partir de una revisión histórica de las rupturas y continuidades históricas y espaciales que encierra la ciudad y sunúcleo urbano Henry Lefebvre propone inicialmente un concepto de ciudad como mediación entre la proximidadde la vida cotidiana y la lejanía de percibida frente a las grandes instituciones de la sociedad, para luego avanzarhacia una definición de ciudad en cuanto historia y proyecto colectivo en un espacio determinado.

De esta manera, se permite afirmar que,

“Apenas hoje é que começamos a aprender a especificidade da cidade (dos fenômenos urbanos)… Elase situa num meio termo, a meio caminho entre aquilo que se chama de ordem próxima (relaçõesdos indivíduos em grupos mais menos amplos, mais o menos organizados e estruturados, relaçõesdesses grupos entre eles) e a ordem distante, a ordem da sociedade, regida por grandes e poderosasinstituições (igreja, estado), por um código jurídico formalizado ou não, por ‘uma’ cultura e porconjuntos significantes”. (Lefebvre 2006, 46)

En este sentido, la ciudad, más que una estructura física, es una interfase, una mediación entre el orden próximoy el orden distante, es una mediación entre mediaciones, o, en nuestras palabras, una estructura socio-espacialque articula y vincula las instituciones y estructuras más amplias y generales de la sociedad con los mundos devida más específicos y diversos de individuos y grupos humanos que habitan el espacio urbanizado. Pero comoel mismo advierte, “la ciudad y lo urbano no pueden comprendidos sin las instituciones oriundas das relacionesde clase e de propiedad” (Lefebvre 2006, 53).

En su devenir histórico la ciudad y lo urbano van produciendo sus propias instituciones, muchas de las cualespueden subsistir y sobreponerse a determinados modos de producción y procesos históricos, coexistiendo con lasinstituciones propias de su formación social y ordenamiento político:

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“Ela mesma, a cidade, obra e ato perpétuos, da lugar a instituições especificas: municipais. Asinstituições mais gerais, as que dependem do Estado, da realidade e da ideologia dominante, têm suasede na cidade política, militar, religiosa. Elas aí coexistem com as instituições propriamente urbanas,administrativas, culturais. Donde certas continuidades notáveis através da mudança da sociedade. ”(Lefebvre 2006, 53)

Aclarando que la actual ciudad es pre-existente a la industrialización, muestra ejemplos de otros tipos deciudades en diferentes épocas y espacios geográficos. Así, menciona la ciudad oriental, coherente con el modode producción asiático, en la cual se asienta una poderosa burocracia estatal que rige todo lo concerniente a laproducción agrícola. Una ciudad de la era esclavista, una ciudad que por medio de la violencia y el derechoorganizaba el área agrícola circundante, más que desplazaba el campesino libre y propietario por el latifundio. Laciudad medieval en occidente, solidaria con el modo de producción feudal, donde además de la agricultura, eralugar de comercio y teatro de lucha de clases entra la naciente burguesía y la feudalidad territorial. Finalmente,en América del Norte, se dio la ciudad capitalista, comercial e industrial que marcada por el Estado y apoderadapor la burguesía para dirigir el resto de la sociedad. (Lefebvre 2006, 53 – 54)

Sin embargo, a pesar de esos cambios y diferencias, Lefebvre señala que parte esencial del concepto de ciudades que se mantiene como unidad política y sociológica, en coexistencia simultánea con el Estado y la sociedadmas general. Pero coherente con su postura dialéctica, la unidad de la ciudad que señala no es unidad quietae inmutable, se trata de una unidad en movimiento a partir de sus propias contradicciones, tanto en el ámbitoeconómico como en el espacio mismo. En esta dirección, señala que en la actualidad,

“a cidade predomina, e, no entanto, não é mais, como na antigüidade, a Cidade-Estado. Três termos sedistinguem: a sociedade, o Estado, a Cidade. Nesse sistema urbano, cada cidade tende a se constituirem sistema fechado, acabado. A cidade conserva um caráter orgânico, de comunidade, que lhe vem daaldeia, e que se traduz na organização corporativa. A vida comunitária (comportando assembléias geraisou parciais) em nada impede as lutas de classes. Pelo contrario. Os violentos contrastes entre a riquezae a pobreza, os conflitos entre os poderosos e os oprimidos não impedem nem o apego à Cidade nem acontribuição ativa para a beleza da obra... Os conflitos políticos (...) têm a Cidade por local, por arena.Esses grupos rivalizam no amor pela sua cidade.” (5-6)

Pero a pesar de que ese núcleo orgánico/corporativo trata de permanecer en el tiempo y dar coherencia políticay espacial a la ciudad y al núcleo urbano proveniente de periodos anteriores, la industrialización capitalistaen su despliegue y desarrollo presupone la ruptura de esa realidad urbana preexistente, la desestructuración delas estructuras establecidas de la ciudad anterior en función de la producción y del mercado. Por eso mismo,y de manera casi paradójica, las primeras áreas y zonas industriales se establecieron en pequeños pueblos oáreas rurales fuera de las ciudades consolidadas en las cuales se concentraba el capital y vivían los propioscomerciantes, en tanto la relación entre ciudad-obra construida y el afecto por la misma de los grupos socialesdominantes allí residentes hacía muy difícil la destrucción de estas estructuras previas[9] y transfórmalas de obra,de valor de uso, en mero producto urbanizado regido por el valor de cambio. Por ello se permite afirmar Lefebvre,que allí donde la ciudad pre-capitalista se consolido, tal como en Italia y Alemania, hubo atraso del capitalismoy la industrialización (Lefebvre 2006, 6). Sin embargo, y aunque desarrollándose por fuera de los límites de estaciudad pre-capitalista, en la sociedad moderna y contemporánea la industrialización es el inductor del proceso deurbanización, pudiéndose definir incluso como sociedad urbana, que no ciudad, la realidad social que nace deallí (Lefebvre 2006, 3).

De allí que en el capitalismo, más que ciudades autónomas, como en la antigüedad, se va erigiendo una redde ciudades y espacios urbanizados[10], con una cierta división del trabajo (técnica, social y política) ligados

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por calles, vías fluviales y marítimas (Lefebvre 2006, 59), en los cuales se produce y entre los cuales circulael capital en sus diversas formas (trabajo, dinero, mercancía). De esta forma también, y facilitado por el tejidourbano, la sociedad y la vida urbana penetran en los campos haciendo cada vez más difícil y borrosa lacorrelación entre ciudad y espacio urbano. Se profundiza y generaliza lo Lefebvre llama “proceso inducido [porla industrialización] de implosión – explosión de la ciudad”, según el cual, el fenómeno urbano se extiende sobregran parte del territorio, crecen a tamaños gigantescos las concentraciones urbanas y se debilitan fuertemente losnúcleos urbanos ligados orgánicamente a la idea de ciudad (Lefebvre 2006, 10).

Para Lefebvre esta realidad muestra la emergencia de una crisis teórica y práctica de la ciudad:

“En la teoría, el concepto de la ciudad (y de la realidad urbana) se compone de hechos, derepresentaciones y de imágenes prestadas a la ciudad antigua (pre-industrial, pre-capitalista) en cursode transformación y de nueva elaboración. En la práctica, el núcleo urbano (parte esencial da imageny del concepto de la ciudad) está quebrándose, y no en tanto aún logra mantenerse; transbordado,frecuentemente deteriorado, muchas veces pudriéndose, el núcleo urbano no desaparece.” (Lefebvre2006, 13).

Con respecto a este punto, Lefebvre indica uno de los problemas y retos fundamentales para la sociología urbanay una teoría de la ciudad: “La destrucción práctica y teórica (ideológica) de la ciudad no puede además ser hechasin dejar un vacío enorme (...) Para el análisis crítico, el vacío importa menos que la situación conflictuantecaracterizada por el fin de la ciudad y por la ampliación de la sociedad urbana, mutilada, deteriorada, sin embargo,real.” (Lefebvre 2006, 21). Para este autor, esta crisis teórica y práctica de la ciudad no puede ser abordada conlos conceptos y modelos limitados, tanto de una filosofía antigua de la ciudad, que la concibe especulativamentecomo una totalidad o globalidad ética y que tiene en el ágora su símbolo mejor, como de una técnica y unapráctica urbanística profundamente ideológica que reducen la ciudad a unos principios funcionales a partir deconocimientos parciales de la realidad que los eleva a rango de generalidad pobremente legitimada[11]. (Lefebvre2006, 41)

Para Lefebvre, para no caer en el ideologismo o en el nihilismo metafísico, es preciso, tanto la crítica radical dela filosofía de la ciudad como del urbanismo ideológico, acompañados de una práctica que restituya la dimensiónsubjetiva de la ciudad, es decir, el reconocer que ésta tiene y es obra de una historia, esto es, “de personas yde grupos bien determinados que realizan esa obra en su propias condiciones históricas” (Lefebvre 2006, 47).Metodológicamente un poco mas explicito plantea Lefebvre que “si se considera la ciudad como la obra deciertos ‘agentes’ históricos y sociales, esto lleva a distinguir la acción y el resultado, el grupo (o los grupos) de suproducto” (48), consideración esta que consideramos nos va a ser muy útil al momento de proponer un conceptoespecifico y dinámico de ciudad versus su acepción más pública y general.

Y es con estas consideraciones arriba realizadas que Lefebvre se atreve a proponer una definición de ciudadque consideramos rompe con cualquier espacialismo, aún teniendo en cuanta el espacio como componentecentral de la definición misma, pero recuperando la centralidad de la acción humana en la definición de lamisma, diferenciándola de su resultado físico y material, la urbe o ciudad construida. En este sentido afirma: “...propomos aqui uma primeira definição da cidade como sendo projeção da sociedade sobre um local, isto é, nãoapenas sobre o lugar sensível como também sobre o plano específico, percebido e concebido pelo pensamento,que determina a cidade e o urbano.” (Lefebvre 2006, 56), definición en la cual la ciudad no se reduce a unaproyección meramente material, sino también a la forma y contenido de las relaciones sociales que despliegan enella y a partir de ella con otros espacios y lugares. En este sentido, la ciudad es simultáneamente singularidad ypluralidad: singularidad en cuanto la ciudad contiene conjunto de características y rasgos propios, construidos apartir de su propia historia que la diferencia política y morfológicamente de otras ciudades y espacios urbanos;

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Pluralidad, en tanto espacio de vida en el cual coexisten simultáneamente diversos modos y patrones de asumir lavida urbana a pesar de las restricciones y oportunidades comunes que la misma genera (57):

6. Hacia un concepto de ciudad que ayude a superar el déficit político y elreduccionismo espacial del análisis y la planeación urbana.

Para avanzar un poco en esta reconstrucción, retomaremos en primer lugar, el trabajo de Manuel Castells The cityand the grassroots (1983) [traducido al español como “La ciudad y las masas”] y en segundo lugar el trabajo deDavid Harvey “Los Límites del Capitalismo y la teoría marxista” (1990), en lo que respecta a la teoría del capitalfijo y el desarrollo urbano.

Considero éste libro de Castells, como un texto fundamental para construir una idea moderna de ciudad, aunqueno haya tenido tanto renombre como su predecesor, “La cuestión urbana” ó su posterior trilogía sobre la sociedadred. Esta afirmación la hago con base en lo siguiente: 1) es un libro que recoge más de doce años de trabajo decampo e investigación histórica en diversos países de Europa y América Latina, lo que de por si nos muestra elcompromiso y rigor exigido para con la investigación; 2) se trata de una propuesta que busca interrogar y construirteoría, no desde la teoría misma, sino a partir desde el trabajo de campo mismo, siendo en esta dirección es unmuy buen ejercicio de teoría fundada (grounded theory); 3) en este trabajo, Castells asume la crítica realizada asu primer libro “La Cuestión Urbana” de ser, por un lado, demasiado formalista y alejado de la realidad, ademásde asumir, por otro lado, la ciudad sólo como espacio económico, perdiendo de vista otras dimensiones socialesy culturales implicados en la producción y reproducción de la misma. En síntesis, desde una perspectiva políticae histórica, el libro ofrece una visión de la ciudad como resultados de la acción colectiva, de la asociación y elconflicto entre intereses económicos y visiones del mundo que se traduce en una particular morfología del espaciourbano. En la introducción al texto Castells nos dice:

“Cities are living systems, made, transformed and experienced by people. Urban forms and functions areproduced and managed by the interaction between space and society, that is, by the historical relationshipbetween human consciousness, matter, energy and information.” (xv)

Aunque se trata de una definición muy cercana de la teoría de sistemas, y en especial de la ecología, consideramospertinente esta definición, en la medida que diferencia la ciudad, como sistema vivo – y que para nosotros seríamás un sistema político, de hecho humano y por lo tanto vivo – de la forma urbana y sus funciones – que paranos sería la urbe en cuanto tal. Sin embargo, manifiesta que a pesar de haber avanzado mucho en la comprensiónespacial-económica, el simbolismo medioambiental, la geografía y el planeamiento, existe una brecha profundaentre la investigación urbana y los problemas urbanos:

“Yet, we are still helpless when we wish to act in cities and regions, because we ignore the sources oftheir social change and fail to identify with sufficient accuracy the political processes underlying urbanmanagement... We believe that the difficulty arises precisely from the separation between the analysis ofthe crisis and the analysis of social change. Or in other words, the distinction between urban system onthe one hand, and social movement on the other” (xvi).

Empero, aunque asumimos en su sentido político esta proposición, observamos que la misma tiende a reducir laproducción política de la ciudad a los movimientos sociales y su actuación conflictiva, ignorando que también hayotros procesos, momentos y espacios políticos que producen y configuran la ciudad, en especial las institucionespolítico-representativas y el proceso territorial político-electoral. Consideramos que es una interacción, a vecesconvergente, otras divergente y conflictiva entre estos dos momentos o fases en que se da la producción política

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de la ciudad. Es en este sentido que podemos comprender y dotar de un sentido político e institucional más ampliola siguiente afirmación: “… only by analysing the relationship between people and urbanization will be able tounderstand cities and citizens at the same time.” (xvi). E igual, creemos que la política no se puede reducir nia puro conflicto de intereses entre actores estructuralmente desiguales, ni a puro consenso o cooperación entreciudadanos formalmente iguales. Consideramos que un análisis que se considera dialectico erra cuando concibeel movimiento de lo real como sólo y pura conflictividad entre contrarios, cómo pura negatividad de lo realestructurado. La acción negatriz, por definición, presupone una unidad previa a la cual se opone y confronta,y para que esta unidad previa exista ha sido igualmente necesario un momento previo de síntesis y afirmaciónpositiva de la contradicción, lo cual supone un movimiento de cooperación y entendimiento sobre una nuevasbases emergentes en el desarrollo del conflicto mismo. En esta dirección, consideramos que la producción dela ciudad no se puede entender desde la unilateralidad de la cooperación o el conflicto, sino desde el entrede ir-y-venir dialéctico de momentos de diferenciación y conflicto y momentos de identidad y cooperación.Consideramos en que en ambas fases de este movimiento la política cambia tanto de forma como de lógicainterna, pudiendo incluso mudar de contenidos.

Por ello, aunque en lo fundamental compartimos el enfoque de Castells, nos apartamos cuando afirma: “Becausesociety is structured around conflicting positions which define values and interest, so the production of the spaceand cities will be, too.” (xvi). La experiencia histórica concreta nos muestra que gran parte de la sociedad,y particularmente del espacio urbano, se estructuran también en momentos de relativa paz social y grancooperación política, momentos en los cuales gobiernos, no sólo por medio de la amenaza del uso de la violenciadel estado, sino también con legitimidad simbólica suficiente, asumen la construcción y desarrollo, no sólode grandes infraestructuras y obras físicas, sino también de proyectos sociales y culturales de largo plazo quemoldearan la estructura y morfología de la sociedad por-venir. Es en esta dirección que entendemos la acciónde un gobierno, no sólo formalmente legítimo, sino también sustancialmente democrático, es decir cuando sedan a la tarea de ejecutar programas y proyectos que incorporan en alto grado y bajo diversos procedimientoscontenidos concretos de transformación social.

Igualmente, aunque compartimos la crítica que Castells realiza (i) al enfoque pluralista del conflicto urbano porconsiderarlo ingenuo en tanto lo asume como un juego abierto en el que los actores pueden perder o ganar sinconsideración de las reglas estructurales o instituciones de la sociedad y no distinguir los movimientos socialesdel sistema político, y (ii) a su matriz marxista de partida, al limitar, siguiendo a Henri Lefebvre, sus aportesal espacio de la producción, al concebir la ciudad como el espacio de la lógica del capital y de los esfuerzos opolíticas trazadas por el estado en este sentido, sin articular adecuadamente el problema de la lucha de clasesy los movimientos sociales, derivando con el partido (referenciando a Lenin) como el nexo estructural entreprácticas sociales y estructuras, negando cualquier espacio para los movimientos sociales autónomos (Castells,1983: 293-298), consideramos insuficiente plantear el análisis político de la ciudad centrado exclusivamente enaquellos fenómenos y coyunturas más evidentes en los cuales un conflicto se despliega y desarrolla bajo la formade movimientos sociales y rupturas revolucionarias e institucionales, sino que también se hace necesario plantearel análisis y configuración de la ciudad en aquellos momentos menos turbulentos de la vida política y cotidianaligados a la administración y transformación del territorio, dentro de los cuales, las formas de gobierno, el cómolas y los ciudadanos participan, deciden y controlan el devenir de sus decisiones es un elemento central.

Para ello, consideramos que nociones como las de hegemonía (Gramsci) y las de democracia como procedimientoy régimen (Castoriadis) pueden ayudarnos a entender estos momentos en los que no sólo el conflicto, sinotambién la cooperación producen ciudad, bien sea bajo la forma de amplias coaliciones políticas, e incluso bajola forma del control del estado por un partido. Pero para que estas hegemonías políticas prosperen y desarrollenes menester que las mismas sean capaz de ofrecer una respuesta, no sólo simbólica y discursiva, sino tambiéneconómica y material a la cuestión del desarrollo y permanencia de lo urbano, tal como es planteada por David

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Harvey en su texto “Los Límites del Capitalismo y la teoría marxista” (1990)[12] en términos de que el espaciourbano contemporáneo, en cuanto ambiente construido[13] y concentración espacial del capital fijo, está enriesgo permanente de desvalorización como consecuencia de la movilidad geográfica del capital (el financieroprincipalmente) buscando mayores tasas de ganancia y menores tiempos de retorno, teniendo como correlato ladesintegración de las formaciones sociales y políticas allí contenidas. Este panorama se caracteriza más o menos,en las palabras de Harvey, por la premisa de que

“Si la porción del capital que está libre para moverse aprovecha plenamente su movilidad potencial,entonces la otra porción del capital que está encerrada en un lugar seguramente sufrirá todo tipo derevaluaciones inciertas (tanto aumento como disminuciones). Si el capital que está encerrado dentro delambiente construido es propiedad de un sector separado del capital, entonces está preparado el escenariopara el conflicto entre actores.” (Harvey, 1990:398).

El problema político aparece en cuanto no todos los capitalistas están en condiciones de trasladar sus capitaleshacia otros territorios, por estar los mismos sumamente atados a la inmovilidad del espacio (especialmentelos sectores inmobiliarios, del transporte terrestre y del mediano comercio), ni todos los trabajadores (capitalfuerza de trabajo) están tampoco en condiciones de migrar a otros países o territorios y escapar de las trampasy devaluaciones del capital fijo (Harvey, 1990:387). De esta manera, la suerte de gran parte de individuos,sean considerados ciudadanos o no, está ligada a la suerte del territorio, en este caso del ambiente urbano-construido, lo cual obliga a algún tipo de acción política por asumir y orientar su destinos. Es decir, la pulsión pormantener la vida y los intereses materiales ligados a ella, obliga a la construcción de movimientos y coaliciones,es decir a algún tipo de identidad y articulación de intereses, lo que para nosotros significa construcción de unaidea colectiva de ciudad, bien sea compartida o en disputa. Para Harvey, esto aparece con mayor notoriedaden aquellas ciudades donde trabajadores han logrado previamente altos niveles de reconocimiento y redes deprotección social:

“redes de contactos personales, sistemas de apoyo y los elaborados mecanismos que ayudan a hacerlefrente a la vida y que se encuentran dentro de la familia y de la comunidad, la protección de lasinstituciones, y eso sin decir nada de los mecanismos para la movilización política, pueden convertirsepor los esfuerzos creativos de los trabajadores y de sus familias en islas de fuerza y privilegio dentro deun mar de luchas de clases. La protección de esas islas a menudo asume gran importancia en la vida delos trabajadores. La fuerte lealtad a la familia, la comunidad, el lugar y el medio cultural actúan comobarreras a la movilidad geográfica.” (Harvey, 1990:387)

Esas “islas de fuerza y privilegio dentro de un mar de luchas de clases” es lo que nosotros consideramosque se aproxima dentro del lenguaje y análisis de Harvey a lo que hemos venido tratando de conceptualizarcomo ciudad, y que en las propias categorías de Harvey pudiera denominarse como “configuraciones espacio-temporales” con una alta coherencia política y económica, que se constituyen precisamente en ese movimiento deconfrontación/negociación entre las fuerzas capitalistas (individual y asociadamente) y las fuerzas organizadas delas y los ciudadanos (bien sean como trabajadores o como pobladores) por lograr imponer sus propios interesesy representaciones políticas del futuro, no sólo frente al espacio y la infraestructura urbana sino también frente alas relaciones de producción e intercambio. En consecuencia,

“Cada región se inclinará a formar una ley del valor para si misma, relacionada con su nivel de vidamaterial particular, las formas de proceso de trabajo, los arreglos institucionales e infraestructuturas,etc. Ese proceso no concuerda en lo absoluto con el universalismo hacia el cual siempre se inclina elcapitalismo.” (Harvey, 1990:419)

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6. A modo de síntesis y conclusiones preliminares

La revisión y crítica de la literatura hasta aquí adelantada nos permite mantener la idea de central del conceptode ciudad como asociación política, tal como aparece formulado inicialmente por Aristóteles en la Política,pero debidamente ajustado sociológica e históricamente a nuestros tiempos como una producción espacial ypolítica de las luchas y contradicciones sociales (Castells), como proyección histórica y colectiva de la sociedaden un lugar o territorio (Lefebvre) que responde a la permanente amenaza de desvalorización y degradacióndel medio-ambiente urbano construido y el capital allí incorporado (Harvey). Desde esta perspectiva y a laluz de estos cuatro autores, podemos observar la profunda reducción política, sociológica y económica quedel concepto de ciudad realizan autores como Max Weber, Robert Park y Lecorbusier y podemos formular unconcepto preliminar y operativo de ciudad como un proyecto colectivo, como unidad política y sociológica concoherencia espacio-temporal limitada, es decir, como una forma social no permanente en el tiempo ni continua enel espacio, que se constituye a partir de procesos colectivos de conflicto, negociación y cooperación por el controly direccionamiento de las fuerzas y procesos económicos y culturales que la sustentan en el espacio. A su vez, yde manera inversa, una ciudad, en tanto coherencia política espacio-temporal existente puede des-configurarse yreducirse a mero espacio urbanizado, económicamente devaluado y socialmente desintegrado en la medida que noes capaz de resolver las contradicciones económicas y culturales que permanentemente la atraviesan y amenazan

En esta dirección, asumimos, que desde lo político, sociológico y económico no existe una relación de identidadentre ciudad y urbe, ya que el espacio físico y geográfico, aunque en estrecha y fuerte interacción con cualquierformación política y socio-económica no da completamente cuenta de ellas, precisándose diferenciar para losestudios y análisis político-económicos el qué entendemos por ciudad y el qué entendemos por urbe. En elsentido que asumimos, la ciudad nunca será un dado factual, evidente e inmediato, será siempre un proyecto, unahipótesis a comprobar en el análisis político urbano, una dimensión que limita e interroga a la propia cuestiónurbana. Por otro lado, tratando de evitar también al máximo de evitar la confusión que surge cuando se hacemención a ciudades de mayor o menor tamaño, bien sea por población, por extensión, por densidad demográfica,por producto interno bruto, entre otros, consideramos que las palabras urbe (como conglomerado urbano) ymunicipio nos pueden ser de más ayuda, en tanto su origen y semántica actual es decidida e inconfundiblementeespacial, en el primer caso y político-administrativo en el segundo.

Desde otra perspectiva, metodológica y analítica, consideramos que la distinción entre urbe y ciudad nos sirvetambién para diferenciar y establecer la mediaciones necesarias entre los procesos sociales y políticos mediantelos cuales se forman los grupos de interés y la voluntad colectiva que dan base a las coaliciones políticas querepresentan y orientan el proyecto de ciudad, en tanto complejo espacial e histórico, y los procesos económicosy espaciales que configuran la realidad física y geográfica de lo urbano y que en gran medida determinanlos horizontes de posibilidad y los comportamientos individuales y colectivos al interior de los conglomeradosurbanos. Se trata entonces de poder diferenciar y a su vez poder articular como totalidad, por un lado, losintereses, las contradicciones y convergencias que subyacen a la conducción política y gestión administrativaque configura (o desconfigura) la ciudad y su múltiple realidad escalar (local urbana, regional e internacional ensus relaciones económicas y culturales) y que de múltiples formas determinan la construcción y destrucción deinfraestructuras materiales, de un ambiente construido y un tipo particular de urbanismo que definen la imageny la singularidad espacial de cada ciudad; y por otro lado, se trata de investigar y comprender el tipo particularde relaciones sociales, los procesos de sociabilidad, de formación de la personalidad y transformación de lacultura que esa relación entre el ambiente urbano construido y la conducción política y administrativa del mismoproducen.

Como programa a desarrollar, se trata, de alguna manera de relacionar analítica, sintética y críticamente dosámbitos o dimensiones de la misma sociología urbana que por mucho tiempo se han movido o desarrollado

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de manera independiente, y muchas veces de manera confrontativa, pero que en realidad se trata de lecturasmetodológicamente complementarias, no necesariamente antagónicas, de una misma y vasta realidad complejaen la que compiten distintas posturas teóricas. De un lado, y de manera casi paradigmática, tenemos los estudiosorientados al comportamiento de individuos y grupos en el espacio urbano, conducidos por G. Simmel y laEscuela de Chicago, y por el otro lado, tenemos los estudios orientados a los procesos macro que definen larealidad política y económica de la ciudad y que tienen en M. Castell y D. Harvey algunos de sus representantesmás insignes, sin olvidar los trabajos pioneros en sociología sobre morfología urbana de E. Durkheim y M.Halbwachs, los cuales precisan hoy ser críticamente recuperados para establecer una mediación coherente entresestas dos grandes posturas metodológicas y analíticas de la realidad urbana.

Por último, una mayor fundamentación y continuación de esta propuesta requiere explorar y profundizar másadelante en categorías y conceptos políticos que le son próximos, y que de alguna manera también están detrásde su formulación, nos referimos especialmente a los conceptos de hegemonía (Gramsci), coalición políticadominante (Mollenkopf), institución política (Castoriadis), de cara a anclar válidamente esta construcción dentrode conceptos más generales como los de nación, estado, modo de producción y sociedad.

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[1] Sobre esta noción de Grandes Proyectos de Inversión y su lógica de implantación territorial ver: Veiner/Araujo 1992.

[2] En cuanto al origen de la palabra Urbe, Rykwert (1985, p. 154) la sitúa durante la edad de hierro “ los autores clásicos se sintieron

atraídos por la idea de derivar la palabra Urbs, ‘ciudad’, de Urvum, la curva de la reja del arado, o de Urvo, aro en redondo, y también de

Orbis, una cosa redonda, un globo, el universo” . Toda esta reflexión a propósito de los ritos de demarcamiento espacial que significaban el

territorio más propio de la ciudad, su adentro y su afuera.

[3] Utilizamos esta noción, formulada por primera vez en geografía por Friedrich Ratzel, pero no apartamos de su idea o concepción

organicista y expansionista (Méndez/Molinero: 17-20) y la utilizamos en la medida que nos ayuda a ilustrar la dialéctica y diferencia entre

la ciudad como organización político-simbólica y la urbe como construcción y artefacto físico-espacial que bien puede reflejar o no las

características sociales y simbólicas de la ciudad pero que fulge como condición necesaria para su existencia.

[4] Entendemos aquí la palabra policía en su sentido original derivado del griego politeia, la cual designaba la administración y control de

las decisiones políticas internas de la ciudad (polis).

[5] De ahí también nuestra preocupación que al inglés se hizo de la palabra latina civis (polis), donde toda la fuerza de lo político colectivo

se pierde a favor del asentamiento o aglomerado urbe.

[6] Al respecto plantea P.J. Taylor (2004: 15): “The nationalist movement that flowered in the nineteenth century and blossomed in the

twentieth century aspired to culturally homogenize populations within a give state´s territory. This was the complete opposite of the

cosmopolitan essence of cities in network... At this time [mid-twentieth century] urban studies became a vibrant research field and, led by

geographers and urban-regional planners, intercity relations became an important focus of intellectual scrutiny. This required an answer to

the basic question: how did cities relate to each other? The answer given was straightforward and pretty unanimous: cities constitute national

urban systems”. Lo que para este autor significa que simplemente se desconoció que el origen político y económico de las grandes ciudades

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europeas tuvo un origen mucho mas anterior a los estados nacionales y que la mayoría de ellas no se constituyeron de manera aislada sino

que son el resultado mismo de una intensa actividad comercial y política en red que articuló diversos territorios, hoy delimitados bajo

fronteras nacionales.

[7] Para las citas que haremos en este aparte emplearemos la traducción portuguesa aparecida en la coletana de Octavio Velho en 1967.

[8] Robert Park, 1952: Human Communities: The City and Human Ecology. New York: Free Press, p. 79. Cit. en: Anthony Giddens, 1997:

Sociology. Cambridge: Polity Press, 3. ed., p. 475)

[9] Esta idea es consistente con la teoría del capital fijo y el ambiente urbano construido formulada por D. Harvey, los cuales a la vez que

ayudan a valorizar el capital impiden su movilidad.

[10] En este aparte, Peter Taylor (2004) coincide fuertemente con Lefebvre, en tanto también plantea que la ciudad contemporánea no

nace como una entidad socio-espacial aislada o circunscrita a un “sistema nacional de ciudades” , sino como una realidad vinculada desde su

origen a una vasta red supranacional de actividades comerciales y políticas, siendo esta red algo consustancial a su propia realidad. “ The

external relations of cities are not an optional ‘add-on’ for theorizing the nature of cities. Connections are the very raison d’etre of the

cities”( Taylor, 2004:1). Taylor coloca a la Liga Hanseática como un ejemplo de ello.

[11] Esta última nota crítica aplica mucho bien a la obra y pensamiento de Le Courbusier, cuando afirma que él reduce la sociedad urbana

a la realización de algunas funciones prevista e prescritas en la práctica por la arquitectura, asumiendo al arquitecto como “imagen humana

del dios creador”.

[12] Este texto es importante en la medida que trata de desarrollar, con base en la teoría del capital fijo – que se encuentra inscrito en el

concepto marxiano de capital constante – una teoría de la producción, reproducción y crisis de los ambientes construidos para la producción,

los cuales, por razones de economías de escala y rapidez de circulación del capital se concentran en y forman el espacio urbano. En esta

medida, se trata de una teoría del desarrollo urbano a partir de la producción y devaluación capital fijo, dentro del marco general de

circulación del capital como un todo, que da cuenta de lo que llamará luego “desarrollo geográfico desigual”. Aunque consideramos este

esfuerzo bastante notorio y productivo, consideramos su insuficiencia en dos direcciones: primero, en equiparar analíticamente, muchas

veces de manera inconsciente e imperceptible el fenómeno urbano-espacial con el fenómeno político de la ciudad; segundo, aunque a lo

último, de manera breve, introduce la cuestión de las alianzas políticas y de la cultura en general están son subordinadas a ser una función

del capital (incluyendo la fuerza de trabajo). Restando estas dos observaciones, consideramos que este texto es de suma importancia para

comprender la producción del espacio urbano desde el punto de vista económico del capital y las contradicciones y tensiones que introduce

para la gestión política de las tensiones y contradicciones que allí se producen.

[13] “El ambiente construido tiene que ser considerado como una mercancía mixta, completa y geográficamente ordenada. La producción,

orden, mantenimiento, renovación y transformación de esa mercancía presenta graves conflictos… tiene que ser coordinada, tanto en el

tiempo como en el espacio, de tal manera que permita que la mercancía mixta asuma una configuración apropiada.”(Harvey, 1990: 238)