'CIUDADANA DE LA GRAN CIUDAD · y de repente llegóel verano: ... zona ardiente -custodiada por...

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'CIUDADANA DE LA GRAN CIUDAD POR ENRIQUE SUÁREZ GAONA y de repente llegó el verano: me estaba rasurando y como siempre se escuchaban las voces del depar - tamento vecino y por el dueto del aire acondiciona- do' que compartían nuestros baños entraron voces que a ratos se entendían con claridad, pero que aún cuando sólo fueran murmullo tenían el ritmo, la cadencia caribeña y tropical, salpicada de eles, de eles. El verano neoyorquino humaniza la ciudad, a la vez que la lleva a extremos infernales. Puebla sus calles con toda esa flora y fauna étnicas que en ella se apiñan. Las ratas -animales y humanas- salen penosamente de sus madrigueras y tardan días en desperezarse: cuando lo hacen, las dentelladas cu- bren el horizonte. Días de.gozo y temor, sensuales y amenazantes , prometen ofrecer un mundo: experiencia totaliza- . dora que acaba por amedrentar al mejor galán, al más osado o al timorato. Parecería que del invier- no opresivo de lo único que se libera uno es de la ropa. . Nuestro edificio estaba en la calle 110, oeste, es- quina con Broadway. No esla " vía blanca" de la tra- dición teatral , las revistas musicales, Damon Run- yon y la propaganda "limpia pura". Se acerca a la pi- caresca de Runyon: pero con sangre, violencia, odios raciales y sin el menor sentido del humor. A estas alturas del norte de la avenida, el paisaje humano se colorea: la calle -el límite del Central Park - es la frontera entre el guetto negro y el puer- torriqueño y el hispano. Más que límite, creciente- mente se ha vuelto línea de choque, territorio en disputa, zona ardiente -custodiada por cascos azules, pero de color oscuro, y no de Naciones Unidas. Muestra clara de la falaz ideología preva- leciente del melting-pot. . El College Residence Hale! era - es- una especie de resumidero de su conto rno étnico: resumen y resumidero : a la vez alcanta rilla y cloaca: La Vida de Osear Lewis con Otro país de James Baldwin. Entre negros y puert orriqu eños deambulaban, como suspend idos en ot ro espacio) otro tiempo, algunos estud iantes d e: la vecina Universidad de Columbia. Liberados por becas puternales o insti- tucionale s. de las presiones familiares. Originalmente. el apartamento vecino había sido ocupado por un puertorr iqueúo joven. marca- do en la cara , claro. pero más bien discreto y calla- do , de aspecto ratonil y ojibujo . Con esa no-mirada a la altur a del piso que o to rga la ciudad a esos cam- pesinos -ah or a- lumpcn, escupidos al exilio por -p ara- el milagro eco n ómico de su isla. Sus oca- sionales juergas eran timbaleras, pero de bajo to- no: que también ahí esa música es disonan te y aca- ba por uutoponcrse sordina. El se cambió allá por septiembre: ahora era ju- nio, un jun io corno sorprendido ¡Hlr la violencia del invierno. del cual apenas se saliera unas cuan- tas semanas untes. Y ella hubiu llcg.«!» en pleno in- vierno. ella, su com pa ñcr u. Con su ubriguito endeble, barato ). rabón. sus más lamentables y clcmcntulcs bolas de hule y una gorra sin duda tejida por ajadlls dedos campesinos y matern ales. a su llegada conservaba una trcscura borique ña: cutis de sol y sal. sin maqu illaje. dis- puesta a sonrcir hasta co n quien (iguoruntc) no de- bía hacerlo en ese ringo El sonido vecino de "R adio Holinqucn, Nueva York". subió de volumen. Se prolongaron sus se- siones. A diario. sólo unos manuzos en la pared contigu a, a las tres horas de cumhias, guarachas y Sonorp s.Jogruban reducir su cntusiusmo y acallar I 78 Enrique Suárez Gaona, politólogo, dirige actu almen te el Centro de Estudios Sociales del Movimiento Obrero (CESMO).

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'CIUDADANA DE LAGRAN CIUDADPOR ENRIQUE SUÁREZ GAONA

y de repente llegó el verano: me estaba rasurandoy como siempre se escuchaban las voces del depar ­tamento vecino y por el dueto del aire acondiciona­do' que compartían nuestros baños entraron vocesque a ratos se entendían con claridad, pero que aúncuando sólo fueran murmullo tenían el ritmo, lacadencia caribeña y tropical, salpicada de eles, deeles.

El verano neoyorquino humaniza la ciudad, a lavez que la lleva a extremos infernales. Puebla suscallescon toda esa flora y fauna étnicas que en ellase apiñan. Las ratas -animales y humanas- salenpenosamente de sus madrigueras y tardan días endesperezarse: cuando lo hacen, las dentelladas cu­bren el horizonte.

Días de.gozo y temor, sensuales y amenazantes ,prometen ofrecer un mundo: experiencia totaliza-

. dora que acaba por amedrentar al mejor galán, almás osado o al timorato. Parecería que del invier­no opresivo de lo único que se libera uno es de laropa. .

Nuestro edificio estaba en la calle 110, oeste, es­quina con Broadway. No esla"vía blanca" de la tra­dición teatral , las revistas musicales, Damon Run­yony lapropaganda "limpia pura". Seacercaa la pi­caresca de Runyon: pero con sangre, violencia,odios raciales y sin el menor sentido del humor.

A estas alturas del norte de la avenida, el paisajehumano se colorea: la calle -el límite del CentralPark- es la frontera entre elguetto negro yel puer­torriqueño y el hispano. Más que límite, creciente­mente se ha vuelto línea de choque, territorio endisputa, zona ardiente -custodiada por cascosazules, pero de color oscuro, y no de NacionesUnidas. Muestra clara de la falaz ideología preva-leciente del melting-pot. .

El College Residence Hale!era - es- una especiede resumidero de su conto rno étnico: resumen yresumidero : a la vez alcantarilla y cloaca: La Vidade Osear Lewis con Otro país de James Baldwin.Entre negros y puert orriqu eños deambulaban,como suspend idos en ot ro espacio) otro tiempo,algunos estud iantes de: la vecina Universidad deColumbia. Liberados por becas puternales o insti­tucionale s. de las presiones familiares.

Originalmente. el apa rtamento vecino habíasido ocupado por un puertorr iq ue úo joven. marca­do en la cara , claro. pero más bien discreto y calla­do , de aspecto ratonil y ojibujo . Con esa no-miradaa la altur a del piso que oto rga la ciudad a esos cam­pesinos -ahora- lumpcn, escupidos al exilio por-para- el milagro eco n ómico de su isla. Sus oca­sionales juerga s eran timbaleras, pero de bajo to­no: que también ahí esa música es disonan te y aca­ba por uutoponcrse sordina.

El se cambió allá por septiembre: ahora era ju­nio, un jun io corno sorprend ido ¡Hlr la violenciadel invierno. del cual apenas se saliera unas cuan­tas semanas untes. Y ella hubiu llcg.«!» en pleno in­vierno. ella, su com pa ñcr u.

Con su ubriguito endeb le, barato ). rabón. susmás lamentables y clcmcntulcs bolas de hule y unagorra sin duda tejida por ajadll s dedos campesinosy matern ales. a su llegada conservaba una trcscuraborique ña: cutis de sol y sal. sin maqu illaje. dis­puesta a sonrcir hasta con quien (iguoruntc) no de­bía hacerlo en ese ringo

El sonido vecino de "R adio Holinqucn, NuevaYork". subió de volumen. Se prolongaro n sus se­siones. A diario. sólo unos manuzos en la paredcontigu a, a las tres horas de cumhias, guarachas ySonorp s.Jogruban reducir su cntusiusmo y acallar

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78 Enrique Suárez Gaona, politólogo, dirige actu almen te elCentrode Estudios Sociales del Mov imiento Obrero (C ESMO).

u.n. poco el ~ebumbio. En la noche más profunda,nsitas y crujidos de su cama, "amolcitos y caliños"alternados, comprobaban el entrepiernado amorde la pareja.

Pero un día logró por fin trabajo: a lo que habíaido: a huir del estómago vacío para emprender elensueño norteamericano.

De inmediato e! Monstruo se apoderó de ella yla fue engullendo, deleitosamente, poco a poco:botas nuevas, medias de colores, minifaldas, capasy más capas de maquillaje, hasta que su descompo- .sición culminó al aparecer con un abrigo artificial,piel de tigre, que la hacía parecer que llevaba consi­go por doquier la esquina en qué pararse a esperarun cliente. Eracya, por derecho propio, una ciuda-dana de la Gran Ciudad. \

Al estarme rasurando, el hecho de poder estardesnudo (a la mexicana: encuerado) inclinaba elfiel de la balanza al lado favorable de mi relación ,odio-amor con la ciudad. Yo también era de los a­espaciales-atemporales estudiantes. Pero mi cali­dad de latino me insertaba en el submundo de ha­bla hispana. Detrás de mi oscura y espesa barba, seme atribuía además una calidad -cuasi- jipescaque satisfacía mi innata vocación de intruso.

Escudado tras sandalias, barba y collar de la paz,pude contemplarla (contemplarlos) a gusto sin quese sintiera amenazada: cuando coincidíamos en e!elevador, a los dos meses de su estancia, confiada mesonreía convencida que era uno más, ¡ja!... deesaes­pecie estudiantil que la dejaría en paz, que ni la viola­ría ni se casaría con ella, que elucubraba con hipóte­sis de por qué los puertorriqueños eran más nais ytrabajadores que los negros, ignorando, ella, todo e!tiempo, que al crecer esa especie acabaría explotan­do a ambos y otras minorías. ,

Seguí rasurándome hasta que los ruidos vecinosse agudizaron y me dejaron inmóvil.

- qu é má e lo-que-quiere-tú...si te lo doy todo, todo...

- quítateme dencima, aholita no, no quie!oE lo único que tú sabe hacé, tú ...

- que no, que no quielo, ¡ay!...- ¡Sí quiele!- ¡No quielo!- Mila que .- Avel, ave! .-Avel, atlévete...

y se atrevió: los guamazos fueron acompañadosde un agudo lloro, un portazo, más chillidos, y otroportazo.

Minutos después regresó, aún llorando, peroahora acompañada de paisanas suyas, vecinas delfondo del piso:

- Poblecita ...- Así son los hombles, ni modo .- Eh un ijoeputa, un comemielda .- No te melece ...- No le hable en una semana .- ¡Tlaelte desdeayá pa pegalte! .- Poblecita, ijoeputa .. .- Sí, Sí: e un comemielda, ijoeputa, mantenidoHacelme eso a mí, golpealme ...~ mí, su plopia helmana.

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