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617 in Isabel Cristina Ferreira Fernandes (Coord.), As Ordens Militares. Freires, Guerreiros,Cavaleiros. Actas do VI Encontro sobre Ordens Militares, Vol. 2, GEsOS / Município de Palmela, Palmela, 2012. LA ORDEN DE CALATRAVA Y LA MINORÍA MUDÉJAR Clara Almagro Vidal Universidad de Granada La integración de la minoría mudéjar en las estructuras de los reinos cristianos es un tema que, a pesar de la atención que recibe 1 , todavía planea bastantes posibilidades de estudio por las numerosas facetas que presenta. Los mudéjares no constituyeron una realidad monolítica, tal como vienen demostrando los trabajos que se han venido _______________________________________________ 1 Muestra de ello es la celebración cada dos años del Simposio Internacional de Mudejarismo en Teruel, el cual ha tenido ya once ediciones, así como la abundante bibliografía recogida por ECHEVARRÍA ARSUAGA, Ana, “Los mudéjares de los reinos de Castilla y Portugal”, Revista d’Història Medieval, 12, 2001-2002, p. 31-46. Referidos a las tierras calatravas, muestra de este interés son los ya clásicos trabajos de LADERO QUESADA, Miguel Ángel, “Los mudéjares en Castilla en la Baja Edad Media”, Historia, Instituciones, Documentos, 5, 1978, p. 257- -304, y “Los mudéjares en Castilla de la Baja Edad Media”, I Congreso de Mudejarismo, C.S.I.C., Teruel, 1981, p. 349-390, línea que ha seguido en los años posteriores, con publicaciones como, por ejemplo ALos mudéjares en la España Cristiana”, en Julio VALDEÓN BARUQUE (dir.), Cristianos, musulmanes y judíos en la España Medieval: de la aceptación al rechazo, Ámbito, Valladolid, 2004, p. 103-124. Un breve estado de la cuestión se encuentra en VILLEGAS DÍAZ, Luis Rafael, “Algo más sobre el mudejarismo manchego: el caso de Bolaños”, en Homenaje a Tomás Quesada Quesada, Universidad de Granada, Granada, 1998, p. 235-235. Con posterioridad, aunque no se puede pretender abarcar toda la producción que ha habido sobre el tema, cabe reseñar la aproximación llevada a cabo por este mismo autor en “Acerca de la permanencia de población musulmana en el Campo de Calatrava”, en Francisco TORO CEBALLOS y José RODRÍGUEZ MOLINA (coord.), VI Estudios de Frontera: población y poblamiento, Diputación de Jaén, Jaén, 2007, p. 779-792, así como las páginas que dedican al respecto E. RODRÍGUEZ-PICAVEA MATILLA, La formación del feudalismo en la meseta meridional castellana. Los señoríos de la Orden de Calatrava en los siglos XII-XIII, Siglo XXI, Madrid, 1994, y Emma SOLANO RUIZ, La Orden de Calatrava en el Siglo XV. Los señoríos castellanos de la Orden a fin de la Edad Media, Universidad de Sevilla, Sevilla, 1978. Sobre espacios más concretos tenemos el muy meritorio y amplio estudio de DADSON, Trevor J., Los moriscos de Villarrubia de los Ojos (siglos XV-XVIII). Historia de una minoría asimilada, expulsada y reintegrada, Ibero-Americana-Ververt, Madrid- Frankfurt-am-Main, 2007, centrado, eso sí, sobre todo en la cuestión morisca, ya en época moderna; y el de GÓMEZ VOZMEDIANO, Miguel Fernando, Mudéjares y moriscos en el Campo de Calatrava, Diputación de Ciudad Real, Ciudad Real, 2000, entre otros. Para la región vecina de los Montes de Toledo es obra obligada de referencia MOLÉNAT, Jean-Pierre, Campagnes et Monts de Tolède du XII e au XV e siècle, Casa de Velázquez, Madrid, 1997, especialmente p. 27-36, y más recientemente el muy interesante trabajo de ORTEGO RICO, Pablo, Las comunidades mudéjares del arzobispado de Toledo. Siglos XI-XV, Madrid, 2009. Trabajo de investigación realizado bajo la dirección del Dr. M. A. Ladero Quesada, Universidad Complutense todavía inédito.

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in Isabel Cristina Ferreira Fernandes (Coord.), As Ordens Militares. Freires, Guerreiros,Cavaleiros. Actas do VI Encontro sobre Ordens Militares, Vol. 2, GEsOS / Município de Palmela, Palmela, 2012.

LA ORDEN DE CALATRAVA Y LA MINORÍA MUDÉJAR

Clara Almagro Vidal Universidad de Granada

La integración de la minoría mudéjar en las estructuras de los reinos cristianos es un

tema que, a pesar de la atención que recibe1, todavía planea bastantes posibilidades de estudio por las numerosas facetas que presenta. Los mudéjares no constituyeron una realidad monolítica, tal como vienen demostrando los trabajos que se han venido

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1 Muestra de ello es la celebración cada dos años del Simposio Internacional de Mudejarismo en Teruel, el cual ha tenido ya once ediciones, así como la abundante bibliografía recogida por ECHEVARRÍA ARSUAGA, Ana, “Los mudéjares de los reinos de Castilla y Portugal”, Revista d’Història Medieval, 12, 2001-2002, p. 31-46. Referidos a las tierras calatravas, muestra de este interés son los ya clásicos trabajos de LADERO QUESADA, Miguel Ángel, “Los mudéjares en Castilla en la Baja Edad Media”, Historia, Instituciones, Documentos, 5, 1978, p. 257- -304, y “Los mudéjares en Castilla de la Baja Edad Media”, I Congreso de Mudejarismo, C.S.I.C., Teruel, 1981, p. 349-390, línea que ha seguido en los años posteriores, con publicaciones como, por ejemplo ALos mudéjares en la España Cristiana”, en Julio VALDEÓN BARUQUE (dir.), Cristianos, musulmanes y judíos en la España Medieval: de la aceptación al rechazo, Ámbito, Valladolid, 2004, p. 103-124. Un breve estado de la cuestión se encuentra en VILLEGAS DÍAZ, Luis Rafael, “Algo más sobre el mudejarismo manchego: el caso de Bolaños”, en Homenaje a Tomás Quesada Quesada, Universidad de Granada, Granada, 1998, p. 235-235. Con posterioridad, aunque no se puede pretender abarcar toda la producción que ha habido sobre el tema, cabe reseñar la aproximación llevada a cabo por este mismo autor en “Acerca de la permanencia de población musulmana en el Campo de Calatrava”, en Francisco TORO CEBALLOS y José RODRÍGUEZ MOLINA

(coord.), VI Estudios de Frontera: población y poblamiento, Diputación de Jaén, Jaén, 2007, p. 779-792, así como las páginas que dedican al respecto E. RODRÍGUEZ-PICAVEA MATILLA, La formación del feudalismo en la meseta meridional castellana. Los señoríos de la Orden de Calatrava en los siglos XII-XIII, Siglo XXI, Madrid, 1994, y Emma SOLANO RUIZ, La Orden de Calatrava en el Siglo XV. Los señoríos castellanos de la Orden a fin de la Edad Media, Universidad de Sevilla, Sevilla, 1978. Sobre espacios más concretos tenemos el muy meritorio y amplio estudio de DADSON, Trevor J., Los moriscos de Villarrubia de los Ojos (siglos XV-XVIII). Historia de una minoría asimilada, expulsada y reintegrada, Ibero-Americana-Ververt, Madrid- Frankfurt-am-Main, 2007, centrado, eso sí, sobre todo en la cuestión morisca, ya en época moderna; y el de GÓMEZ VOZMEDIANO, Miguel Fernando, Mudéjares y moriscos en el Campo de Calatrava, Diputación de Ciudad Real, Ciudad Real, 2000, entre otros. Para la región vecina de los Montes de Toledo es obra obligada de referencia MOLÉNAT, Jean-Pierre, Campagnes et Monts de Tolède du XIIe au XVe siècle, Casa de Velázquez, Madrid, 1997, especialmente p. 27-36, y más recientemente el muy interesante trabajo de ORTEGO RICO, Pablo, Las comunidades mudéjares del arzobispado de Toledo. Siglos XI-XV, Madrid, 2009. Trabajo de investigación realizado bajo la dirección del Dr. M. A. Ladero Quesada, Universidad Complutense todavía inédito.

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desarrollando en la última década, sino que sus comunidades se encontraron bajo una gran variedad de condiciones y circunstancias2, lo cual dio lugar a que las manifesta-ciones de este fenómeno puedan ser muy diferentes.

Dentro de esta diversidad, la actitud de las Órdenes Militares respecto a este grupo humano, en particular, resulta de enorme interés. Parangón en la lucha contra el enemigo musulmán y, en la mayoría de los casos, creadas exclusivamente para ese fin, estas instituciones se encontraron ante la problemática de qué hacer con las reminiscencias de población musulmana que permanecieron en los territorios cuya defensa y administración asumieron en la Península Ibérica. Aunque por lógica la posición de las mismas ante los mudéjares debiera haber sido de rechazo, siguiendo la mentalidad dominante en la lucha contra el infiel3, los datos que se conocen parecen indicar que las situaciones que se crearon en sus territorios son mucho más complejas de lo que se podría suponer en un principio, al menos en lo referido a la Orden de Calatrava4.

Esta aportación, centrada en dicha Orden, y más concretamente los territorios que la misma poseía en La Mancha, aquellos que comúnmente se han llamado el Campo de Calatrava, tiene como objetivo profundizar algo más sobre la política que tuvo esta institución hacia dicho grupo humano. Para hacerlo es necesario analizar primero, en la medida de lo posible, los factores que pudieron entrar en juego en la actitud de esta orden militar hacia las comunidades mudéjares de sus territorios, es decir, si realmente hubo permanencia de población mudéjar en los territorios bajo dominio calatravo y, sobre todo, los caracteres que ésta presentaba, esto es, el número, estatuto jurídico y características de las comunidades que pervivieron bajo dominio cristiano, más allá de las visiones

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2 Un buen balance ha sido realizado por ECHEVARRÍA ARSUAGA, Ana, “Los mudéjares: ¿minoría, marginados o «grupos culturales privilegiados»?”, Medievalismo, 18, 2008, p. 45-65, que complementa el contenido en las actas del X Simposio Internacional de Mudejarismo. 30 años de mudejarismo: memoria y futuro (1975-2005), Centro de Estudios Mudéjares, Teruel, 2007. 3 BUENO SÁNCHEZ, María Luisa, “De enemigos a demonios. Imágenes al servicio de la guerra en el medievo castellano-leonés VIII-XII”, Medievalismo, 16, 2006, p. 225-254, especialmente p. 230-239, ha argumentado sobre el proceso por el cual se demonizó al infiel como forma de justificación de la guerra. Al respecto, véase asimismo BURESI, Pascal, La frontière entre Chretienté et Islam dans la péninsule Ibérique, Publibook, Paris, 2004, p. 294. 4 Tradicionalmente, se ha argumentado que la permanencia mudéjar autóctona en los territorios de la Ordenes Militares sería mínima y restringida al ámbito rural (como ha sostenido O’CALLAGHAN, Joseph J., “Mudejars of Castile and Portugal in the twelfth and thirteenth centuries”, en James M. POWELL, Muslims under Latin Rule, 1100-1300, Princeton University Press, Princeton, 1990, p. 20), siguiendo el patrón que se había detectado para Toledo y sus tierras, analizado por Jean-Pierre MOLÉNAT, Campagnes et monts de Tolède, p. 31-35, aunque este mismo autor reconoce cierta continuidad, en ciertos casos, entre qaryas y aldeas, como es el caso de Santa María de Pexinas, Azoberín o Adamuz, entre otras, que él interpreta como una reconversión de los centros (MOLÉNAT, Jean-Pierre, Campagnes et monts de Tolède, p. 426 y 434-435).

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generalistas que se han llevado a cabo hasta el momento. Sólo teniendo una visión más clara de estos rasgos puede aquilatarse la interpretación de la actitud del la Orden hacia estas comunidades humanas.

1. Indicadores de la presencia de mudéjares en los territorios calatravos El grupo de mudéjares más visible en la documentación, y por lo tanto quizá el más

conocido, es aquel asociado directamente a la Orden bajo la forma de esclavos y cautivos de guerra5. La Orden de Calatrava, como tantas otras instituciones de la época, contaba con siervos de origen mudéjar. La posesión y el comercio de cautivos era un hecho habitual en esta institución del mismo modo que lo era en otras. Dentro de este grupo, aparecen en distintos contextos6 y asociados tanto a las autoridades centrales de la Orden7 como a las encomiendas8. _______________________________________________ 

5 El valor económico de estos mudéjares cautivos podría estar detrás de las críticas que sufrió Martín Pérez de Siones cuando decidió matar a todos los cautivos que participaron en una razia que afectó a la zona de Almodóvar del Campo a finales del siglo XII (RADES Y ANDRADA, Francisco, Chronica de Calatrava, Ed. Facsímil, Librerías Paris-Valencia, Valencia, 1997, fol. 17v). Asimismo se tienen noticias de conflictos sobre la posesión de cautivos tomados en las batallas de la guerra de Granada, como el que en 1478 se reclamaba Rodrigo Téllez Girón a Diego de la Raya, vecino de Baeza (1478, agosto, 30. Sevilla. Archivo General de Simancas (en adelante A.G.S.), Registro General del Sello, 1478-08, núm. 97), o los que se ordenó devolver al citado maestre por haber sido tomados por ciertos vecinos de Alcalá la Real por esas mismas fechas (1478, septiembre, 30. Sevilla. A.G.S., R.G.S., 1478-09, núm. 90). 6 En tierras calatravas se detectan moros propiedad de la Orden en todos sus territorios, asociados sobre todo al trabajo agrícola. VILLEGAS DÍAZ, Luis Rafael, “Algo más sobre el mudejarismo manchego”, p. 637-638, presenta algunos ejemplos de asociación de moros a las explotaciones de la Orden, como es el caso de las casas de Fuente del Emperador, la aldea de la Zarzuela y la Azuda del Emperador, en el inventario de las cuales aparecen seis moros y una mora, y en las Definiciones de la Orden de 1302 y 1325. En concreto, en Fuente el Emperador, en el documento de arrendamiento de 1267 de dicha casa se mencionan entre los bienes una serie de esclavos, en concreto seis moros y una mora (1267, abril. Archivo Histórico Nacional (en adelante A.H.N.), Órdenes Militares, Calatrava, carp. 459, núm. 119), sin que se tenga clara su dedicación. Asimismo, había moros esclavos en la Granja de Beniches, propiedad de la Orden (GONZÁLEZ GONZÁLEZ, Julio, Repoblación de Castilla la Nueva, Universidad Complutense, Madrid, 1975, II, p. 133). También en el capítulo de 1511, la regesta de un documento del archivo de la Orden registra una “carta para entregar unos moros al convento de Sevilla. Era de IU CCCCXLVI” (A.H.N., Códices, L-813, fol. 120r), lo cual los situaría en un contexto urbano. También procedentes de un contexto urbano serían el moro que reclamaba el maestre a Diego de la Raya en 1478, el cual se llamada “Yuçaf, hijo de Hamete” y era tejedor y morador de Almagro (1478, agosto, 30. Sevilla, A.G.S., R.G.S. 1478-08, núm. 97) y ciertos moros esclavos que también reclamó el maestre dicho año de a ciertos vecinos de Alcalá la Real, de los cuales se dice que eran también moradores de Almagro (1478, septiembre, 30. Sevilla. A.G.S., R.G.S., 1478-09, núm. 90). 7 En Almagro (1433, octubre, 27. Segovia. A. M. Almagro, caja 3, núm. 2, fols. 141v-142v) un escrito del Maestre de Calatrava confirmaba, entre otra cosas, la exención de los moros asentados en dicha localidad que se describen cómo “los nuestros moros e de nuestra Horden que biven e moran en esta dicha nuestra villa” el

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Menos conocida, aunque quizá más interesante, es la presencia de mudéjares libres en los territorios de la Orden. El desconocimiento que se tiene sobre este grupo humano viene provocado, al menos parcialmente, por la pobreza informativa de las fuentes escritas a este respecto, que se ha interpretado en alguna ocasión como una ausencia de estas comunidades9.

Sin embargo, la existencia de aljamas en los territorios manchegos de la Orden a finales de la Edad Media es testimonio claro de la presencia de esta minoría sobre el territorio. En el núcleo principal de los territorios calatravos había hasta cinco comuni-_______________________________________________ 

pago de tributo por haber rescatado de las servidumbre de los hornos de poya en la villa. Esta exención, por otro lado, fue revocada en 1465, junio, 15. Ávila (A.M. Almagro, caja 3, núm. 2, fols. 188v-191r), donde se explicita que Ano sean esentos los judíos e moros que biven e moran, e de aquí adelante bivieren e moraren, en la dicha villa [de Almagro] de los mrs. que ovieren a dar a mí e a los dichos reyes mis subçesores de la cabeça del pecho, del serviçio e medio serviçio que han a dar e pagar en cada un anno, mas que los den e paguen según que las otras aljamas de los judíos e moros de los dichos mis reynos los dan e pagan”. El número de moros asociados a la Mesa Maestral, la Clavería y el Convento sería significativo. De ahí la solicitud por parte de la misma en el capítulo de la Orden realizado en Sevilla en 1511 para “que Su Alteza mande hazer justizia al Convento y Mesa Maestral y Clavería y Horden de sus esclavos que por la conversión tienen perdidos” (A.H.N., Códices, L-813, fol. 1r). Por dicho Capítulo, donde se produjo tal petición, se sabe algo más sobre la perpetuación de siervos de origen islámico asociados a la Orden y en concreto de los problemas que ocasionó la conversión de los mismos al cristianismo, que impedía su condición de esclavos, pues en él se afirmó que “en la definiçión que habla en los servidores del Convento por parte del dicho prior y Convento fue propuesto que su alteza como administrador de la dicha horden hera obligado de darles los servidores en la dicha difiniçión contenidos y que Su Alteza no lo hazía diziendo que los dichos servidores heran esclavos de la dicha Horden e que aquellos heran dados por libres y horros por vertud de la capitulaçión y ley general que Su Alteza y la reyna, que en gloria sea, fizieron en favor de los moros que se tornaron christianos. Suplico el dicho capítulo a Su Alteza lo mande ver brevemente y desagraviar al dicho Convento si estuviere agraviado y otro tanto en la Mesa Maestral y Clavería por el daño que en ello a resçebido. Su Alteza mandó a don Garçía de Padilla, comendador de Lopera, que en la primera consulta que su alteza tuviese con los del Consejo de Castilla fiziese relaçión de aquello porque allí su alteza le ynformaría de lo que pasava y lo mandara proveer como conviniese” (Capítulo de la Orden realizado en 1511. A.H.N., Códices, L-813, fols. 14v-15r). El hecho de que en dicha información se preste especial atención a estas tres instituciones dentro de la Orden lleva a pensar que serían los más afectados por la conversión de los mudéjares, al tener un mayor número de dependientes de este tipo a finales de la Edad Media. 8 Los comendadores de Villarrubia de los Ojos y Daimiel son mencionados explícitamente en el Capítulo de la Orden realizado en Sevilla en 1511, en relación con el perjuicio que había recibido la Orden por la conversión de los mudéjares y, por lo tanto, su liberación, pues en el mismo relato se añade: “consultóse con Su Alteza lo de los servidores del Convento que por la quinze difiniçión Su Alteza es obligado de dar al Convento y otrosí del agravio que la dicha horden tenía resçebido en sus esclavos, mayormente la Mesa Maestral y Clavería y encomienda de Daymiel y Villarruvia, por razón de la capitulaçión de Su Alteza y la reyna, que en gloria sea, avían tomado con los moros al tienpo de su conversión. Pidióse a su alteza como Maestre por parte del dicho Convento que les diese los dichos servidores y sastifiziese el daño que a causa dello avía resçebido. Su Alteza mandó a don Garçía de Padilla que en la primera consulta que su alteza tuviese con los del Consejo de Castilla hiziese relaçión porque su alteza se ynformaría de lo que pasara y lo mandaría probeer” (Capítulo de la Orden celebrado en 1511. A.H.N., Códices, L-813, fol. 38r). 9 Durante mucho tiempo se sostuvo la leyenda de la desaparición de la minoría tras la conquista cristiana. Tal interpretación ha sido sostenida, por ejemplo, por MOLÉNAT, Jean-Pierre, Monts et Campagnes de Tolède, p. 35 y GONZÁLEZ GONZÁLEZ, Julio, Repoblación de Castilla la Nueva, II, p. 128.

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dades mudéjares institucionalizadas y reconocidas por la Orden, las cuales se distribuían de forma desigual en el territorio10. Se trata de las aljamas de Almagro, Daimiel, Bolaños, Aldea del Rey y Villarrubia de los Ojos, sobre las cuales se tiene un conocimiento irregular. Por otro lado, en Pozuelo de Calatrava se hace mención a una morería como espacio físico11, y en Almadén12 se tiene referencia de otra morería, pero sin que se pueda saber si se trataba simplemente del espacio físico o si implicaba también la institución humana13. Fuera de la jurisdicción calatrava, pero en estrecha relación con ella, también se detecta presencia mudéjar de cierta importancia en las tierras de realengo de Ciudad Real14. Estas aljamas y morerías difícilmente se podrían haber configurado sin una presencia de mudéjares sobre el territorio con anterioridad.

Fuera de estas comunidades configuradas y con estatuto propio en el siglo XV, el silencio documental sobre estas poblaciones es generalizado. Sin embargo, en fechas más recientes, ciertos datos que han ido saliendo a la luz, algunos de los cuales se han presentado en otros trabajos15, así como ciertos estudios realizados sobre otras regiones16, _______________________________________________ 

10 VILLEGAS DÍAZ, Luis Rafael, “Algo más sobre el mudejarismo manchego”, p. 641. 11 SOLANO RUIZ, Emma, La Orden de Calatrava en el siglo XV, p. 321-324. 12 VILLEGAS DÍAZ, Luis Rafael, “Algo más sobre el mudejarismo manchego”, p. 640. 13 VILLEGAS DÍAZ, Luis Rafael, “Algo más sobre el mudejarismo manchego”, p. 640-641. 14 HERVÁS Y BUENDÍA, Inocente, Diccionario Histórico-Geográfico, Diputación, Ciudad Real, 1914, I, p. 250-251. 15 La microtoponimia que proporcionan tanto el Libro de la Montería como las explotaciones reflejadas en las Visitas de la Hermandad Vieja de Ciudad Real y documentación tanto judicial como de otro carácter del siglo XVI, así como los nuevos hallazgos arqueológicos y el análisis de hechos históricos ya conocidos permiten ampliar el espectro de una posible geografía de los asentamientos mudéjares en los territorios calatravos. En mayor detalle, véase ALMAGRO VIDAL, Clara y VILLEGAS DÍAZ, Luis Rafael, “Sobre persistencia de población mudéjar en el Campo de Calatrava”, en Francisco TORO CEBALLOS y José RODRÍGUEZ MOLINA (Coord.), VII Estudios de Frontera: Islam y Cristiandad. S. XII-XVI, Diputación de Jaén, Jaén, 2009, y ALMAGRO VIDAL, Clara, “De nuevo sobre la pervivencia mudéjar en el Campo de Calatrava: el sector sudoccidental” en Francisco TORO CEBALLOS y José RODRÍGUEZ MOLINA (Coord.), VIII Estudios de Frontera: mujeres y fronteras, Diputación de Jaén, Jaén, 2011, p. 1-12. 16 BOISSELLIER, Stéphane, Naissance d’une identité portugaise: la vie rurale entre Taget et Guadiana de l’Islam a la Reconquête (X-XIV siècles), Estudos Gerais, Lisboa, 1998, p. 62, 71 y 77, argumenta una evolución de la estructura poblacional islámica para tierras portuguesas que difiere del modelo levantino desarrollado en su momento por Pierre Guichard y otros investigadores, que es el que se hasta el momento se ha venido extrapolando para buena parte de la Península Ibérica. Según Guichard, “no podemos afirmar que, en el detalle, esta micro-geografía de los lugares habitados no haya sufrido modificaciones a causa de los trastornos que debieron acompañar la conquista y a la represión de las revueltas musulmanas en el transcurso de las décadas siguientes. Pero no hay ninguna razón para pensar que las modificaciones eventuales hayan afectado a la propia estructura del poblamiento, caracterizada por la dualidad formada por el castillo (hisn/castrum) y las aldeas de llano o fondo de valle (qura/alquerías). Ésta se sitúan, por grupos, en las dependencias de cada uno de los husun, organizando una región en territorios castrales bien delimitados que los documentos cristianos del mismo momento de la conquista captan como una realidad evidente que, en la mayoría e los casos, no vale la pena precisar, y que normalmente puede reconstruirse de forma regresiva a partir de los

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plantean la necesidad de revisitar algunas ideas que han venían asumiendo hasta el momento.

A pesar de los avances que se han producido, valorar la presencia de mudéjares libres en los territorios calatravos desde un punto de vista cuantitativo es, al presente, tarea casi imposible. Sin embargo, no hay constancia de que la Corona ni la Orden de Calatrava tomaran medidas para expulsar los componentes mudéjares de la región cuando ésta se hizo cargo del territorio, salvo casos muy particulares determinados por circuns-tancias concretas17, por lo que, en ausencia de este tipo de noticias, se puede apuntar que la continuidad debió ser la norma en la trayectoria de este grupo humano, idea ésta que viene reforzada por otro tipo de testimonios.

Sin duda, el signo más claro de la pervivencia de población mudéjar libre en los territorios calatravos es la existencia de aljamas en el mismo, tal como ya se ha indicado. Así, en las posesiones calatravas en La Mancha se configuraron a finales de la Edad Media cinco aljamas, situadas todas en el sector oriental del territorio. Como ya apuntó el L.R. Villegas Díaz18, no hay forma de determinar con certeza se conformaron esas aljamas

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límites administrativos actuales” (GUICHARD, Pierre, Al-Andalus frente a la conquista cristiana: los musul-manes de Valencia (siglos XI-XIII), Biblioteca Nueva, Madrid, 2001, p. 252-253). Estas afirmaciones contrastan con los indicios del caso portugués, donde la población rural islámica se organizaría en base a hisn que serían estructuras fortificadas asociadas a un hábitat disperso bajo la forma de aldeas muy pequeñas antes de la conquista (BOISSELLIER, Stéphane, Naissance d’une identité, p. 62) y, tal como dice este autor “le caractère le plus original de l’habitat rural islamique est sa extrême dispersion”, con lugares extremadamente pequeños. El caso portugués resulta apropiado para establecer comparaciones con el territorio calatravo puesto que, regiones tales como el Midi, las circunstancias bajo las que se llevó a cabo repoblación tuvieron numerosos puntos en común, con dificultades abundantes en el desarrollo de la misma. P. Guichard también pone énfasis en la dispersión del asentamiento islámico, reconstruido a partir de los repartimientos y los restos arqueológicos que permiten identificar los husun que organizarían tanto desde punto de vista territorial como humano los territorios donde se encontrarían dispersas las alquerías en aquellas áreas que no están bajo el ámbito directo de las ciudades (GUICHARD, Pierre, Al-Andalus frente a la conquista cristiana, p. 255-256), al afirmar “hemos visto que la idea de poblamiento estaba implícitamente contenida en la noción árabe de hisn; pero las fuentes anteriores a la conquista apenas aportan precisiones sobre el modo de distribución de la población en un territorio castral, y la geografía histórica de las antiguas alquerías nos hace pensar, más bien, en un poblamiento disperso”, lo cual no descartaba que hubiera asentamientos asociados a estas estructuras castrales (GUICHARD, Pierre, Al-Andalus frente a la conquista cristiana, p. 263). 17 Así, por ejemplo, Rades se refiere en su crónica a una razia realizada por los musulmanes que se produjo en la segunda mitad del siglo XII, afectando la zona de Almodóvar del Campo y que fue contraatacada por Martín Pérez de Siones. En la contraofensiva comandada por el maestre calatravo, arrebató a los musulmanes el Castillo de Almodóvar del Campo y les persiguió hasta Fuencaliente, cautivando a más de dos centenas que fueron “passados a cuchillo” por orden del maestre (RADES Y ANDRADA, Francisco, Chronica de Calatrava, fol. 17v). Esto ha sido ya estudiado brevemente por VILLEGAS DÍAZ, Luis Rafael, “Acerca de la permanencia”, p. 789, y de nuevo en ALMAGRO VIDAL, Clara, y VILLEGAS DÍAZ, Luis Rafael, “Sobre persistencia de población mudéjar”, p. 39-44. 18 VILLEGAS DÍAZ, Luis Rafael, “Algo más sobre el mudejarismo manchego”, p. 638.

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y su representatividad del total de la comunidad mudéjar. Sin embargo, las diferencias en las condiciones que disfrutaban cada una de ellas podría ser indicio de que su configuración no fue sistemática ni homogénea, sino que se generaron probablemente bajo una diversidad de situaciones y probablemente también en distintos momentos. La ca-rencia de documentos generados en relación con su gestión no permite concretar en la mayor parte de los casos en qué consistían tales diferencias, pero sí se tiene al menos un testimonio de finales del siglo XV que pone de manifiesto dicha desigualdad, pues las autoridades de Aldea del Rey protestaban por la “huida” de mudéjares a Bolaños y las aljamas de tierras de Santiago, donde las condiciones fiscales eran significativamente más favorables para ellos19.

Fuera del contexto de las aljamas, domina el silencio. Por esta razón se debe recurrir a indicios indirectos que permitan rastrear el devenir de esta minoría. En este sentido, durante los últimos años han ido aflorando otros indicadores que pueden contribuir a completar el panorama de la permanencia mudéjar en el territorio. Entre ellos destacan especialmente la toponimia y microtoponimia20, la arqueología, así como lo que se conoce del proceso de organización general del territorio21.

Todas estas informaciones apuntan a la presencia de mudéjares en la totalidad de los territorios calatravos en La Mancha, aunque la importancia de la misma no fue igual en todos sus sectores, ya que cada uno se vio afectado por condicionantes particulares. Así, aquel central parece caracterizarse por una permanencia no demasiado significativa de mudéjares, pues apenas han dejado rastro en la microtoponimia consultada, probable-mente por haber sido este espacio objeto de la primera organización de la Orden sobre el territorio. A pesar de esto, la existencia de la aljama de Aldea del Rey, en la franja de contacto entre el área central y la franja oriental, y de restos arqueológicos en su entorno22, permiten pensar en una cierta presencia de comunidades mudéjares en este sector. _______________________________________________ 

19 VILLEGAS DÍAZ, Luis Rafael, “Algo más sobre el mudejarismo manchego”, p. 641. 20 Stéphane BOISSELLIER apunta las dificultades de uso de la toponimia y la microtoponimia para rastrear la permanencia o partida de población (Naissance d’une identité, p. 94-95) aunque si es contrastada puede resultar una fuente muy útil. Tal como ha expuesto A. Barrios García, los microtopónimos Acambian con mayor frecuencia, al estar más estrechamente ligados que los macrotopónimos a las transformaciones del paisaje agrario y los cambios, a veces profundos, de la actividad productiva de los grupos humanos que habitan el territorio donde se hallan” (BARRIOS GARCÍA, Ángel “Toponomástica e Historia. Notas sobre la despoblación en la zona meridional del Duero”, Estudios en memoria del profesor D. Salvador de Moxó. Universidad Complutense, Madrid, 1982, I, p. 117). 21 Como se ha analizado en ALMAGRO VIDAL, Clara, “De nuevo sobre la pervivencia”, p. 2-11. 22 Muy interesante es el enclave de Huerta Vieja, estudiado por RIPOLL VIVANCOS, Pedro J., MONESCILLO DÍAZ, Araceli y BARBA ALCAIDE, Carlos Gustavo, “Huerta Vieja: un sistema irrigado en evolución hacia el

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En lo referente a la presencia de mudéjares libres en las áreas periféricas, ésta se caracteriza por ser también desigual. De este modo, en el sector noroccidental sorprende, sobre todo teniendo en cuenta la importancia que tenía Malagón bajo dominio andalusí, la escasez de referencias directas a la pervivencia de población islámica tras la conquista, ya que no se sabe de aljamas que se configuraran en el mismo. A pesar de esta ausencia de comunidades reconocidas por las autoridades de la Orden, la microtoponimia permite intuir una cierta permanencia de poblamiento mudéjar en este cuadrante.

Por su parte, la trayectoria de la minoría mudéjar en el sector sudoccidental de los territorios calatravos debió verse marcada en cierta medida por las alteraciones producidas en el entorno de Almodóvar del Campo a finales del siglo XII, tal como se ha visto en otro lugar23. Así, aunque en este área hubo centros reconocidos como de cierta importancia en época islámica, tales como Caracuel24, Almadén25, Almodóvar del Campo26 u otras27, no se configuró en ella ninguna aljama reconocida por la Orden a finales de la Edad Media. Por otro lado, ciertos indicios, como la memoria de despoblados, algunos de ellos con nombre de origen árabe28, llevan a pensar que en este cuadrante el poblamiento islámico hubiera _______________________________________________ 

feudalismo”, en Ángela MADRID MEDINA y Luis Rafael VILLEGAS DÍAZ, El nacimiento de la Orden de Calatrava. Primeros tiempos de expansión (siglos XII y XIII), Instituto de Estudios Manchegos, Ciudad Real, 2009, p. 395-424. 23 ALMAGRO VIDAL, Clara y VILLEGAS DÍAZ, Luis Rafael, “Sobre permanencia de población”. 24 Aparece como final de una de las etapas de trayecto recogidas por Al-Idrisi en su compendio de los caminos de al-Andalus (AL IDRISI, Los caminos de Al-Andalus en el siglo XII, Ed, trad, estudio de JASSIM ABID MIZAL, C.S.I.C., Madrid, 1989, p. 84). Yaqut, por su parte, menciona este centro como uno de los hisn dentro del término de Oreto (RODRÍGUEZ-PICAVEA MATILLA, Enrique, “Fortalezas y organización territorial en el Campo de Calatrava (siglos XII-XV)”, en Mil anos de fortificaçoes na Península Ibérica e no Magreb (500-1500): Actas do Simpósio Internacional sobre Castelos, Ediçoes Colibri-Camara Municipal de Palmela, Lisboa, 2001, p. 624) e Ibn Hawqal se refiere a ella como “ciudad” (RODRÍGUEZ-PICAVEA MATILLA, Enrique, “Fortalezas y organización”, p. 624). 25 La cual parece haber mantenido una población asociada a la minería desde época romana hasta la actualidad (MATILLA TASCÓN, Antonio, Historia de las minas de Almadén, Consejo de Administración de las Minas de Almadén y Arrayanes, Madrid, 1987, vol. 1). 26 Se nombra esta fortaleza en las campañas de Alfonso VII tanto en la Primera Crónica General de España (ed. Ramón MENÉNDEZ PIDAL y Diego CATALÁN, Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 1979, p. 650), como en la crónica del Arzobispo Jiménez de Rada (RODRÍGUEZ-PICAVEA MATILLA, Enrique, “Fortalezas y organización territorial”, p. 624). 27 Asimismo Mestanza se remontaría a época islámica, pues aparece mencionada en la campaña de 1147, por lo que se sabe que existiría algún tipo de estructura sobre este enclave en época islámica, y Abenójar, cuyo nombre también sería de origen islámico de acuerdo con Manuel Corchado Soriano (CORCHADO SORIANO, Manuel, Estudio histórico-económico-jurídico del Campo de Calatrava. Vol. III. Los pueblos y sus términos, Instituto de Estudios Manchegos, Ciudad Real, 1982, p. 13). En su término además se encuentran los restos del castillo de Ojalora que data también de esta etapa (CORCHADO SORIANO, Manuel, Los pueblos y sus términos, Instituto de Estudios Manchegos, Ciudad Real 1982, p. 14). 28 Términos como Viznagar o Villaçaide, situados ambos junto a “Suelo Viejo” al noroeste del núcleo de Almodóvar, son citados en un memorial presentado en 1544 por un pleito que se trató ante la Real

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tenido una distribución distinta a la predominante bajo dominio cristiano, y que los asentamientos en dispersión fueran abundantes.

En contraste con toda la periferia occidental, el sector oriental ofrece una cierta riqueza informativa respecto a la permanencia de población mudéjar que parece indicar una mayor presencia de esta minoría sobre el territorio. Se sabe que tras el paso de estos territorios a manos cristianas las unidades organización del espacio islámicas de esta franja tuvieron destinos diversos. Así, aunque algunas fueron asumidas por las autori-dades de la Orden y prosperaron bajo el nuevo poder, funcionando como puntos de atracción para los mudéjares de la región otras, aunque sobrevivieron a la conquista y permanecieron vigentes cierto tiempo, acabaron desapareciendo con el paso del tiempo sin haber experimentado nunca reconocimiento jurídico de la Orden, merced probable-mente al ascenso de otras poblaciones favorecidas por la institución calatrava y la reestructuración que experimentó esta región debido al incremento de la ganadería desde finales del siglo XIII29. En el primer grupo, aquel de los núcleos respaldados por la Orden, un aspecto importante fue la configuración de aljamas en determinados centros de la región. No en vano cuatro de las cinco comunidades aljamiadas del Campo de Calatrava se constituyeron en este sector: las de Almagro, Daimiel y Bolaños y Villarrubia de los Ojos; la restante, en Aldea del Rey, aunque inserta en el sector central de los territorios calatravo, aquel afectado por la primera organización30, se encuentra también en estrecha relación espacial con la franja periférica oriental. Asimismo, fuera de estos centros principales, otras referencias informan sobre una relativamente abundante pre-sencia de elementos mudéjares en el territorio, aunque de menor entidad física31.

Las distintas áreas periféricas, pues, también presentaban contrastes en lo referente a la permanencia de mudéjares sobre le territorio bajo dominio calatravo. Como se ha visto, la permanencia de los mismos fue más visible en el área oriental que en la occidental, pues sólo esta franja de los territorios calatravos contó con aljamas. Además el hecho de que éstas no fueran uniformes en sus características sería indicador de que no siguieron un único proceso de creación. _______________________________________________ 

Chancillería de Granada entre Argamasilla, Almodóvar y Tirteafuera sobre el aprovechamiento de las tierras comunales (Archivo de la Real Chancillería de Granada, sign. 854-009). 29 Tal es el caso de Moratalaz, tal como se recoge en VILLEGAS DÍAZ, Luis Rafael, “Acerca de la permanencia de población musulmana”, y, posiblemente, Aberturas (ALMAGRO VIDAL, Clara, “Aberturas: un despoblado de la periferia del Campo de Calatrava”, Mundos medievales: Espacios, sociedades y poder. Homenaje al Profesor José Ángel García de Cortátar, Sección IV, (Siglos XIII-XVI), en prensa, ambas en la franja oriental de los territorios calatravos. 30 VILLEGAS DÍAZ, Luis Rafael, “Algo más sobre el mudejarismo manchego”, p. 641. 31 Como, por ejemplo, la abundante toponimia recogida en ALMAGRO VIDAL, Clara y VILLEGAS DÍAZ, Luis Rafael, “Sobre permanencia de población”.

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En contraste, en el área occidental la presencia mudéjar ha dejado una huella más sutil en la documentación, quizá por la menor densidad de la misma y por tratarse principalmente de asentamientos en dispersión. En este área probablemente influyó tam-bién el peso de la presencia de la vía de comunicación que unía Córdoba y Toledo, así como ciertos acontecimientos históricos, como el ya mencionado episodio de finales del siglo XII.

En un nivel general, los distintos indicios permiten apuntar que estas comunidades tendieron a configurarse en su mayoría en pequeños núcleos rurales y formas de pobla-miento en dispersión que, aunque sobrevivieron a los momentos posteriores a la con-quista, cayeron en su mayoría en una lenta decadencia y acabaron desapareciendo en época cristiana, dejando su huella en restos arqueológicos de mayor o menor entidad, en la toponimia, etc. En paralelo a esta transformación se configuraron a finales de la Edad Media las aljamas, probablemente a partir de mediados del siglo XV, aunque, como se ha apuntado, se puede concretar poco o las características de este fenómeno32.

Todos estos indicios permiten deducir que la permanencia de población islámica como minoría bajo el dominio cristiano fue significativa, manteniendo hasta cierto punto su identidad y experimentando una lenta transición para integrarse en las nuevas estruc-turas amparadas por la Orden.

2. Trazos de la política de la Orden Como se ha visto, la población de origen islámico permaneció sobre el territorio

calatravo, aunque siguiendo dos tendencias aparentemente contradictorias. Por un lado, los testimonios parecen apuntar que estas poblaciones tuvieron suficiente importancia y contacto con los colonizadores cristianos como para que éstos asumieran ciertas formas de denominar y organizar los espacios33; por otro, parece que los centros rurales operativos en época islámica no tuvieron continuidad directa bajo dominio cristiano o al menos no _______________________________________________ 

32 VILLEGAS DÍAZ, Luis Rafael, “De nuevo sobre el mudejarismo manchego”, p. 641. Se puede apuntar, sobre la cronología de este proceso, que la aljama de Aldea del Rey aparece por primera vez en los repartimientos del servicio y medio servicio en 1477; Daimiel y Almagro lo harán en 1496 y, curiosamente Almadén aparece a partir del año siguiente en los registros (VIÑUALES FERREIRO, Gonzalo, “El repartimiento del «servicio y medio servicio» de los mudéjares de Castilla en el último cuarto del siglo XV”, Al-Qantara, XXIV, 1, 2003, p. 179-202, especialmente p. 194-195). 33 Que se manifestaría, por ejemplo, en la permanencia de estructuras de regadío, o la continuidad de cultivos de huerta típicamente islámicos tales como higueras u olivares (BOISSELLIER, Stéphane, Naissance d’une identité, p. 511-512), así como la permanencia de microtopónimos.

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fueron reconocidos como tales en la mayor parte de los casos por parte de la Orden, como indicaría la sustitución toponímica en casos como Hernán Muñoz34, Aberturas o Corralrubio de Jabalón, entre otros, así como la lenta desaparición de centros organi-zadores conocidos para época islámica que fueron sustituidos por otros establecidos o refundados por la Orden de acuerdo con sus intereses en los últimos siglos de la Edad Media35.

Ambos aspectos resultan bastante reveladores sobre la actitud de la Orden hacia este grupo humano. Ésta puede resumirse como un laissez faire por parte de la institución respecto a estas comunidades. Esta actitud se manifestaría, por un lado, en una “no acción” respecto a las comunidades mudéjares durante un cierto periodo de tiempo, per-mitiendo su permanencia sobre el territorio; por otro, esta permanencia no supondría necesariamente ni mucho menos un reconocimiento jurídico de tales comunidades y sus estructuras.

Esta política es explicable por la confluencia de una serie de factores de diverso tipo que durante los primeros siglos de dominio calatravo confluyeron sobre estos territorios.

Por un lado, las características de las propias comunidades rurales mudéjares. Las características físicas de los asentamientos islámicos en territorios calatravos, tal y como se percibe por los indicios presentados, sin duda incidieron de forma decisiva en la polí-tica adoptada por la Orden respecto a las mismas. De forma similar a como se ha detec-tado en Portugal36, es muy probable que la mayor parte de las poblaciones mudéjares que se mantuvieron en territorio calatravo tras la conquista fueran de carácter rural y asentadas en dispersión, de forma nebular y probablemente con escasa estructura interna y densidad37. De esto se derivaría que probablemente no plantearan especiales problemas _______________________________________________ 

34 Donde se detectan restos de una alquería islámica y estructuras de regadío a ella asociadas a un topónimo claramente cristiano. Aunque el autor plantea la posibilidad de que el origen del mismo fuera mozárabe, la ausencia de paralelos en la región, así como la aparición de nuevas estructuras en época cristiana (RIPOLL

VIVANCOS, Pedro J. et al., “Huerta Vieja”, especialmente p. 410-411). 35 Un caso claro de este fenómeno es la evolución del distrito de Moratalaz, distrito vigente hasta finales de la Edad Media aunque despoblado definitivamente desde mediados del siglo XV. Probablemente este centro entrara en decadencia desde la segunda mitad del siglo XIII, coincidiendo con la reorganización de esta franja, la creación de Manzanares y la consolidación de Daimiel, población esta última que se habría beneficiado de la migración de los mudéjares de Moratalaz. 36 BOISSELLIER, Stéphane, Naissance d’une identité, p. 62, 71 y 77. 37 Esta estructura de hábitat podría ponerse en relación con la importancia que tenía todavía a final de la Edad Media los asentamientos en dispersión en las áreas periféricas de los territorios calatravos. Asimismo, en este respecto resultan útiles los datos proporcionados por la arqueología, pues permiten concretar posibles dimensiones para estos asentamientos. Así, por ejemplo, se han identificado al menos ocho casas en la alquería de Huerta Vieja, las cuales tendrían como área de influencia cuarenta yugadas, esto es, unas 1.200 hectáreas aproximadamente (RIPOLL VIVANCOS, Pedro J. et al., “Huerta Vieja”, p. 416 y 423).

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de integración con las poblaciones que fueran llegando38, pues este paisaje contendría amplios espacios intercalares sin uso definido y que podrían ser aprovechados por los cristianos39.

Por otro lado, debe considerarse que las circunstancias en las cuales se llevó a cabo la repoblación del territorio calatravo estuvieron lejos de ser ideales. Las dificultades del proceso de organización y poblamiento del territorio generales en el siglo XIII, como se ha visto40, así como la propia actitud de la Orden al respecto, influida por su propia debilidad y por sus raíces cistercienses que llamaban al “desierto” y por lo tanto tendría poca inclinación a la fundación de núcleos de población en su entorno, ralentizarían el proceso de ocupación del espacio. No en vano la atención de la Orden centró sus esfuerzos organizativos en un ámbito restringido de sus territorios, aquel central de los mismos, durante su primera fase de existencia, dejando amplias franjas periféricas con poca afectación hasta entrado el siglo XIII41 y, por otro lado, con anterioridad a dicha centuria, no se tiene constancia de cartas de población en sus territorios y cuando estas comienzan a aflorar son escasas. Dadas las dificultades que implicó la repoblación de estos espacios, es posible, como ya se ha apuntado en otro lado42, que aprovecharan la presencia mudéjar para dar rentabilidad a tierras que, de otra forma, habrían quedado vacías.

El mapa que se configura con los indicios sobre la permanencia de esta minoría muestra concordancia con la política territorial de la Orden. Así, su presencia se hace

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38 Un ejemplo excepcional de integración se encuentra en Villarrubia de los Ojos, tal como muestra para época morisca Trevor J. DADSON, Los moriscos de Villarubia de los Ojos, e ilustraría un testimonio contenido en un pleito de hidalguía de Pedro de Salcedo “el Viejo”, vecino de dicha localidad, en el cual se recuerda cómo Martín de Salcedo, padre del litigante Aen tiempo de las guerras del maestre Santiago que entró en esta Horden vino a esta villa para robar la tierra avrá más de çinquenta años, este testigo vido que por su themor los conversos e christianos nuevos que agora son christianos nuevos, que a la sazón heran moros, llevaron sus bienes e haziendas a las casas del dicho Martín de Sazedo e ellos asy mismo se entraron a valer a casa del dicho Martín de Salcedo porque hera honbre fijodalgo notorio e porque los del maestre de Santiago les catavan mucho onor al dicho Martín de Sazedo por ser honbre hijodalgo” (Probanza del pleito sobre la hidalguía de Pedro de Salcedo, vecino de Villarrubia de los Ojos, realizada en 1531 (A. Ch. Gr., sign. 4869-004). Asimismo, a principio de la Edad Moderna, el concejo de Daimiel solicitaba que en un memorial presentado por la dicha villa a la Corona, solicitando que se pudieran quedar al menos uno o dos de cada oficio. (A.G.S., Cámara Castilla Pueblos, leg. 7 (2), núm. 145). 39 VILLEGAS DÍAZ, Luis Rafael, “Acerca de la permanencia”, p. 788. 40 Algunas de estas dificultades se han apuntado en ALMAGRO VIDAL, Clara, “Sobre indicadores de organización temprana”, en Ángela MADRID MEDINA y Luis Rafael VILLEGAS DÍAZ, El nacimiento de la Orden de Calatrava. Primeros tiempos de expansión (siglos XII y XIII), Instituto de Estudios Manchegos, Ciudad Real, 2009, p. 327-343, especialmente p. 340-342. 41 Como ha apuntado VILLEGAS DÍAZ, Luis Rafael, en su trabajo, todavía inédito “Campo de Calatrava, un corónimo, un espacio”, que agradezco al autor que me lo proporcionara. 42 VILLEGAS DÍAZ, Luis Rafael, “Acerca de la permanencia”, p. 788-289.

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más acentuada en el sector oriental, alejada de las principales vías de comunicación y también de los principales núcleos de época islámica. Además, se sabe que este área no fue afectada por la primera organización del territorio, sino que no se detecta una política activa de reordenación por la Orden hacia la misma hasta el siglo XIII, a pesar de pre-sentar desde un punto de vista medioambiental unas características similares a las del área central.

Con el paso del tiempo, en aquellas regiones donde la densidad de los asentamientos mudéjares que habían tenido continuidad fuera mayor, y probablemente en convergencia con la política espacial adoptada por la Orden a partir de finales de la decimotercera centuria, que se manifestaría, entre otros aspectos, en la territorialización de las encomiendas y la organización de áreas periféricas, surgiría la necesidad de dar un cierto encuadre a estas poblaciones dispersas que hasta esos momentos habían permanecido sin grandes alteraciones aparentes. Así, aunque las comunidades rurales mudéjares habrían tenido cierta utilidad para la Orden durante las primeras fases de ocupación del territorio, quizá como generadoras de renta, probablemente ahora suscitaran dificultades en el proceso de organización de espacios para el fenómeno ganadero que en aquellos mo-mentos despegaba43. De este modo, se puede plantear que a partir de este momento estas comunidades menores asentadas en el territorio retrocedieran en parte como efecto de la atracción que ejercían las aljamas reconocidas por la Orden44 y en parte por la presión de los nuevos intereses. Con anterioridad, el aprovechamiento y atención que recibieran estas poblaciones en dispersión sería probablemente coyuntural, respetando las carac-terísticas de los asentamientos en época islámica y sin aglutinarlos en torno centros desig-nados por la Orden.

De este modo, a partir de la segunda mitad el siglo XIII, y en asociación probable-mente con proceso de transformación en el seno de la Orden calatrava, se inició una política destinada a la reorganización de estas comunidades y su asentamiento que culmi-naría en la configuración de las aljamas el territorio45.

Al respecto, llama la atención también que en la mayor parte de los casos, estas alja-mas que se fueron creando en esta fase no se asienten en centros necesariamente

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43 Tal como ha sido expuesto por VILLEGAS DÍAZ, Luis Rafael, “Acerca de la permanencia”, p. 792. 44 Para la región de Almería Murcia, se ha detectado que a partir del siglo XIII se produjo un proceso de despoblación y concentración de una población anteriormente estructurada en parte en dispersión, en núcleos fortificados (EIROA RODRÍGUEZ, Jorge A., “Propuestas para el debate en arqueología del paisaje medieval: el ejemplo del corredor del río Vélez-Corneros (Almería-Murcia)”, en Antonio MALPICA CUELLO (ed.), Análisis de los paisajes históricos. De al-Andalus a la sociedad feudal, Alhulia, Salobreña-Granada, 2009, p. 143) 45 Tal como ha sido apuntado por VILLEGAS DÍAZ, Luis Rafael, “Acerca de la permanencia”, p. 791-792.

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organizadores de la fase anterior, sino más bien en aquellos que respondían a los nuevos intereses de la Orden, coincidiendo con sedes de encomiendas y, en ocasiones, como ocurre en Bolaños, Almagro o Aldea del Rey, con núcleos que parecen haber adquirido importancia bajo los auspicios del poder cristiano y sin trayectoria significativa en la época de dominio islámico. Se podría plantear a la luz de este hecho que la Orden preten-dería, pues, reorganizar estas comunidades de acuerdo con sus intereses, no teniendo en cuenta necesariamente la tradición anterior.

Como puede comprobarse, buena parte de las ideas apuntadas en este trabajo plantean más preguntas que soluciones, pues el tema se encuentra lejos de estar agotado. La escasez de datos directos y la incertidumbre siempre latente en indicios tales como la toponimia, siempre problemática, plantean un cierto margen de problemas e inseguridad en la interpretación que de ellos se hace. Sin embargo, al mismo tiempo, las reflexiones que suscitan no son por ello menos interesantes y como tales merecen atención.

Es de esperar que, en el futuro, el empleo de nuevos datos, tanto del mismo tipo que los aquí presentados como de otro origen, puedan abrir nuevas perspectivas que con-firmen o refuten lo aquí apuntado, clarificando en todo caso las asunciones sobre las cuales se han venido llevando a cabo las interpretaciones respecto a la relación entre la Orden y esta minoría.