Claudia Garrido

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CONFLICTOS CULTURALES: EL DESAFIO DEL TRABAJO SOCIAL EN LA REINVENCION CIUDADANA 1 Área Temática: Interculturalidad Resumen Existen ciertas constataciones que dan cuenta de la relevancia de la esfera cultural en las manifestaciones contemporáneas de convivencia social, una de ellas es que el ámbito político se encuentre cuestionado en tanto desoye la emergencia de nuevas formas de participación ciudadana; otra constatación es la existencia de sectores que cuestionan su inclusión a ese espacio de convivencia social a partir de formas de ser y actuar distintos. Si entendemos lo anterior como formas de conflicto cultural, cabe preguntarse cómo el Trabajo Social no sólo comprende estos procesos desde claves interculturales, sino más bien, cuáles son sus desafíos en el procesamiento simbólico de los conflictos culturales, y cómo ello interpela y dibuja horizontes para la reinvención ciudadana. 1 Claudia Garrido Carrasco, Trabajadora Social UBB, Magíster en Antropología y Desarrollo Universidad de Chile. Docente Escuela Trabajo Social Universidad Santo Tomás [email protected] 1

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  • CONFLICTOS CULTURALES: EL DESAFIO DEL TRABAJO SOCIAL EN LA REINVENCION CIUDADANA1

    rea Temtica: Interculturalidad

    Resumen

    Existen ciertas constataciones que dan cuenta de la relevancia de la esfera cultural en las manifestaciones contemporneas de convivencia social, una de ellas es que el mbito poltico se encuentre cuestionado en tanto desoye la emergencia de nuevas formas de participacin ciudadana; otra constatacin es la existencia de sectores que cuestionan su inclusin a ese espacio de convivencia social a partir de formas de ser y actuar distintos. Si entendemos lo anterior como formas de conflicto cultural, cabe preguntarse cmo el Trabajo Social no slo comprende estos procesos desde claves interculturales, sino ms bien, cules son sus desafos en el procesamiento simblico de los conflictos culturales, y cmo ello interpela y dibuja horizontes para la reinvencin ciudadana.

    1 Claudia Garrido Carrasco, Trabajadora Social UBB, Magster en Antropologa y Desarrollo Universidad de Chile. Docente Escuela Trabajo Social Universidad Santo Toms [email protected]

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  • INTRODUCCIN

    Yo canto a la diferencia que hay de lo cierto a lo falso

    de lo contrario no canto. (Violeta Parra, Canto a la Diferencia)

    La presente comunicacin, constituye un acercamiento preliminar a los conflictos culturales originados a partir de la necesidad de reafirmacin de las diferencias en contextos sociales modernos que tienden a la homogeneizacin. Frente a la presencia de stos, es que se esboza como propuesta una tica intercultural, cuya pretensin no es la inclusin de unas culturas en otras las dbiles en las hegemnicas- sino la convivencia de culturas diversas bajo la idea de que es posible que coexistan distintos modos de procesar sentidos, y producirlos. A partir de la constatacin de conflictos culturales, se plantean para el Trabajo Social desafos posibles para la reinvencin ciudadana, bajo el convencimiento de que como ciencia social, recupera voces identitarias en un trnsito dilectico entre lo local y lo global. Ubicar al Trabajo Social en la lgica de traduccin de lo cultural implica siempre un desafo de lectura de ida y vuelta, de desandares, de interpretaciones nunca unvocas, y ello otorga fundamentos para la accin social y la comprensin de los mundos de vida, dado que es desde el reconocimiento de los espacios de configuracin de identidad, desde donde los sujetos se identifican con los proyectos ciudadanos y aportan al desarrollo de sus naciones.

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  • 1.- El devenir de lo cultural o el reduccionismo de lo simblico en la globalidad Se habla constantemente de los efectos homogeneizadores de la globalizacin, ya Fukuyama sugera en El Fin de la Historia la necesidad de articular una identidad homognea en torno al mercado, y otros como Klein y Tokman, advertan que los procesos de globalizacin, privatizacin y desregulacin de los mercados se estaban dando en un medio internacional caracterizado por la universalizacin de los problemas econmicos y sociales y por una homogeneidad ideolgica creciente (Klein y Tokman, 2000: 9). En la aldea global, antiguos y nuevos problemas se renen (sobreendeudamiento, luchas territoriales por intereses econmicos, armamentos nucleares, escasa reduccin de la pobreza a nivel mundial) y, dir Eagleton, que estos problemas materiales, poseen inflexiones culturales, estn ligados a creencias e identidades y progresivamente se enmaraan como sistemas doctrinales (Eagleton, 2001: 193). Bajo esos efectos, subsiste de modo precario Lo Otro, lo diferente, y se hace necesario en el entendido de Bilbeny, apelar a una responsabilidad global (Bilbeny, 2004), debido a que las relaciones entre los acercamientos del mercado, los nacionalismos polticos y las inercias cotidianas de los gustos y los afectos siguen dinmicas divergentes (Garca Canclini, 2004:18). Lo anterior, implica tomar como marco analtico una perspectiva cultural, considerando la trama interna de los conflictos que vinculan a los grupos y que adems permita, parafraseando a Garca Canclini, concebir las polticas de la diferencia no slo como necesidad de resistir. Las diversas formas de resistencia a la homogeneizacin, que elaboran las comunidades de vida a partir de sus tradiciones, se nutren de las prcticas intersubjetivas de los mundos de vida (Salas, 2003: 23-24). Se puede entender la cultura como una variable que abarca el conjunto de los procesos sociales de significacin, o, de un modo ms complejo, la cultura abarca el conjunto de procesos sociales de produccin, circulacin y consumo de la significacin en la vida social 2(Garca Canclini, 2004:34). Esas condiciones, dir el autor, no ocurren en una sola sociedad o grupo sino en circuitos globales, traspasando fronteras, volviendo porosos los tabiques nacionales o tnicos, y haciendo que cada grupo pueda abastecerse de repertorios culturales diferentes. Esta configuracin transversal del sentido complejiza cada sistema simblico (Garca Canclini, 2004:35-36). Frente a lo ya dicho, surge la pregunta por el lugar de los sujetos en un mundo vertiginosamente cambiante, complejo y con tendencias hacia la homegeneizacin. Las interrogantes estn referidas a: Cul es la voz e identidad 2 Cursivas del autor.

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  • de los sujetos? Cul el significado de los desacuerdos? Preguntas siempre enfrentadas a la posibilidad de que stos se desdibujen en el todo o sean prescindibles, razn por la cual, Garca Canclini, seala que debe modificarse el debate sobre la posibilidad de ser sujetos. (Garca Canclini, 2004). Apelar a lo cultural, segn Appadurai, permite hacer referencia a la cultura como , y permite pensarla no como propiedad de los individuos y de los grupos, sino como un recurso heurstico que podemos usar para hablar de la diferencia (Appadurai citado por Garca Canclini, 2004: 39). En el entendido que lo cultural es el encuentro de sentido en las zonas linde, el lugar en que los sujetos intencionadamente representan lo social en relacin con otros, en el que se inscriben las diferencias mediante una delimitacin que flucta entre el orden que hace posible el funcionamiento de la sociedad, las zonas de disputa (local y global) y los actores que la abren a lo posible (Garca Canclini, 2004: 40). Entonces, frente al todo inconmensurable, se reinstala la diversidad como centro de los proyectos de sociedad del conocimiento y ser sta, parafraseando a Garca Canclini, la que articule los conflictos de la diferencia y la problemtica de la conexin. La cultura pblica que tiene su coherencia textual pero es localmente interpretada: como redes frgiles de relatos y significados tramados por actores vulnerables en situaciones inquietantes (Garca Canclini, 2004: 39). Desde ese punto de vista, es imperioso sealar dos cuestiones fundamentales: la primera, la emergencia del develamiento de las subjetividades sociales; y la segunda, hacer ese camino a travs de las claves de interpretacin entregadas por la interculturalidad. Pero cules son las subjetividades sociales emergentes? Salas dir que las fundamentales son los pobres, los indgenas, los jvenes, los campesinos desplazados y emigrantes (Salas, 2003:15). Cortina, citando a Kymlicka, sealar a los discapacitados, mujeres, homosexuales, a las minoras que ansan el autogobierno o mayores transferencias de poder, y a los grupos tnicos o religiosos. (Cortina, 1997). Esos diferentes, requieren ser comprendidos develando la relacin entre lo econmico y lo simblico a partir de la diversidad. Por ello, lo intercultural se transforma en un inters por las nuevas formas culturales emergentes, por el sentido en que se desenvuelve la agitada vida cotidiana en estos tiempos de la globalizacin y tambin de exclusin (Salas, 2003: 13). Cabe mencionar, que la alusin a lo econmico tiene que ver con las constataciones que autores como Bourdieu, Geertz o Ricoeur, retomados por Garca Canclini, hacen notar en funcin de cmo ese vector incide en la (des) estabilizacin de rdenes nacionales, tnicos, de gnero y generacionales operada por la nueva independencia globalizada (Garca Canclini, 2004: 16). El autor dir que las preguntas por lo local, nacional y global son modificadas a partir

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  • de las configuraciones en el trabajo, el consumo y el territorio, impactando en la articulacin de los escenarios donde ocurre lo simblico. Y manifiesta que en la configuracin imaginaria de lo social, los procesos sociales y los sujetos pueden tener mucho de construidos y simulados, pero en esas reconstrucciones es posible desenvolverse como sujetos confiables, capaces de establecer lo que l denomina intersecciones disfrutadas (Garca Canclini, 2004). La interculturalidad permite, entonces, pensar las culturas en un devenir dinmico de sentidos propios, en los cuales no existe la posibilidad terica de subsumir completamente al otro en mi sistema de interpretacin (Salas, 2003: 79). Si existen diferentes, existir quien los excluya o los nombre como tales, lo anterior puede configurar un campo de batallas simblicas y de representaciones de lo social, razn por la cual, es necesario revisitar la idea de Bilbeny cuando alude a la idea de responsabilidad global (Bilbeny, 2004) o la de Salas, cuando seala que la opcin por la interculturalidad necesariamente nos situar en un dilogo acerca de los modos de reconocimiento del otro, de las identidades culturales, del hetero-reconocimiento de culturas que han vivido en la asimetra y ms fundamentalmente plantean el gran problema de las identidades morales (Salas, 2003: 81). La tica intercultural tiene, pues, su razn de ser en la creciente demanda social de patrones morales desde, a travs y para la interculturalidad, como hecho ya irrebasable de la sociedad en proceso de globalizacin (Bilbeny, 2004:9). Este ltimo autor pretende superar aquella concepcin un tanto ingenua, que seala que para optimizar las relaciones en un mundo de diferentes, basta acudir a las ideas de , la > o la > como si per se, permitieran una mejor convivencia. (Bilbeny, 2004). 2.- Conflictos Culturales: La emergencia de la interculturalidad para la construccin de intersecciones Como se seal anteriormente, se ha decidido apelar a la interculturalidad como recurso heurstico y comprensivo de los universos simblicos, ya que bajo ese prisma se pueden revisar confrontaciones y cruces de sentido entre las culturas, considerando que en esas dinmicas los diferentes son lo que son en relaciones de negociacin, conflicto y prstamos recprocos (Garca Canclini, 2004:15). No obstante, Cortina sealar que no es posible considerar cualquier tipo de diferencia como cultural, de hecho, la autora define los conflictos culturales como problema multicultural y plantea como modo de resolucin de stos, el dilogo desde la tica discursiva- donde participen todos los afectados, exista predisposicin a la escucha del otro, se realice bilateralmente y en consideracin de los distintos puntos de vista, buscando encontrar consensos por acuerdo y no por votacin de mayoras, siempre en consideracin de la justicia e intereses universalizables, es decir para todos los afectados. (Cortina, 1997).

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  • A propsito de lo anterior, sera bueno precisar algunas consideraciones referidas a lo que en esta comunicacin se va a entender como conflicto cultural. Un primer acercamiento puede ser considerarlo como algo propio de las sociedades, un ir y venir entre encuentros y desencuentros. Entendemos el conflicto como un elemento fundamental de la deliberacin humana y por tanto el factor clave para la comprensin de la accin humana en sociedades especficas (Salas, 2003:31-32). Es importante consignar que junto con este autor, se descarta la comprensin del conflicto cultural como aquella remitida a la lucha de clases a partir de diferencias estructurales. (Salas, 2003). Por otro lado, para Gmez el conflicto ser tomado () a manera de un nodo producido por las dinmicas de las relaciones sociopolticas y evidenciado por y en los medios de comunicacin de masas (Gmez, 2008: 25). La consideracin anterior, resulta pertinente para revisar en Chile el tipo de conflictos culturales existentes. El autor citado, constat la recurrencia de conflictos entre 1994 y 2002; stos son: conflictos de valores derivados de la oposicin o cercana a la Iglesia Catlica, los conflictos derivados de las relaciones de gnero, los conflictos de minoras sexuales, los de tercera edad, los relacionados con jvenes, los conflictos tnicos, los conflictos medioambientales. (Gmez, 2008). Gmez explicita tres procesos constitutivos de los conflictos sociales en Chile en los noventa, stos son: (Gmez, 2008: 21)

    a) una creciente inclusin y tematizacin poltica de temas y objetivos propios de lo cultural

    b) la generacin de condiciones de posibilidad para la emergencia de conflictos que tienen como objeto central algn aspecto cultural

    c) una especial forma de emergencia del conflicto que define un esquema de procesamiento simblico y comportamientos complejos

    El autor seala que los conflictos ya reseados, tendran como base la prdida de centralidad simblica de las instituciones sociales y la emergencia de temas derivados de la dimensin cultural (reconocimiento, diversidad, medio ambiente, minoras sexuales etc.), donde las disputas simblicas pueden ser aprehendidas en la esfera de lo cultural tanto por los temas que aborda como por el procesamiento simblico que realizan de lo poltico, ya que la emergencia de nuevos temas, estara desplazando las antiguas preocupaciones de los conflictos modernos centrados en la estructura productiva (Gmez, 2008:21). Es decir, no se habla desde la desigualdad, sino desde la diferencia. En ese sentido, es importante recordar a Garca Canclini cuando seala que hay una problemtica de la desigualdad que se manifiesta, sobre todo, como desigualdad socioeconmica. Y hay una problemtica de la diferencia, visible principalmente en las prcticas culturales. (Garca Canclini, 2004:47). El autor

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  • abrocha la idea manifestando que los procesos de diferenciacin no son consecuencia de la distribucin desigual de los recursos en las sociedades. (Garca Canclini, 2004). La alusin a lo poltico puede presentar algunas cuestiones interesantes, una de ellas sera la revisin del concepto en su dimensin fctica, debido a que cuando los anlisis de la poltica se han acercado a los fenmenos culturales para explicar el cambio, la cultura aparece como una variable independiente que afecta en menor medida estos procesos (Gmez, 2008:21) y cuando se reconoce la cultura como variable dependiente de la accin poltica, sta se presenta como un concepto tan amplio que slo apunta al problema de definir qu contexto es cultural y, si es posible, diferenciarlo. (Gmez, 2008). La cultura y el Estado dir Eagleton- suprimen el conflicto a un nivel imaginario y por tanto ste, no necesita resolverse a nivel poltico. Para este autor, es paradojal el movimiento de partir de la humanidad a la cultura y de sta a la poltica, ya que para l, el verdadero movimiento tiene lugar en sentido contrario: son los intereses polticos los que normalmente gobiernan a los culturales, y, al hacerlo, definen un modelo particular de la humanidad (Eagleton, 2001: 20). Para Eagleton, el conflicto se produce porque todas esas diferencias o identidades se consideran a s mismas como reprimidas y sin posibilidades de consenso en la actualidad, y agrega que la cultura que debiera posibilitar encuentros- ha pasado de ser parte de la solucin a ser parte del problema. La cultura para el autor, ya no es un instrumento para resolver la lucha poltica, ni una dimensin ms elevada o profunda en la que nos podemos reconocer como semejantes, sino que es parte del propio lxico del conflicto poltico (Eagleton, 2001:64). El hecho de que en la actualidad la idea de cultura se convierta en un tema de disputa, se debe, en buena parte, a que las culturas actuales estn desempeando un papel ms ambiguo dentro de la escena poltica mundial. Ahora, las culturas se estn convirtiendo en la base del Estado-nacin, pero de un Estado-nacin que, no obstante, trasciende a esas culturas (Eagleton, 2001: 92-93). Entonces, es probable que la emergencia de conflictos culturales, posible de ser leda desde las representaciones simblicas operadas en el ejercicio de las prcticas sociales, no est siendo comprendida desde su lgica propiamente cultural, sino que se haga intentos por aprehenderla desde perspectivas polticas, no obstante, el riesgo que se corre es que lo cultural se desdibuje en beneficio del mantenimiento de la esfera poltica. El tema no es que se trate de lgicas antitticas, todo lo contrario, lo poltico y lo cultural se entrelazan. Lo peligroso es que lo cultural pueda ser subsumido por lo poltico, y pierda en ese trnsito su capacidad para dar cuenta de la constitucin de los sujetos y sus configuraciones de sentido, precisamente porque es desde ese mbito desde el cual se recrean nuevas formas de convivencia, razn por la

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  • cual, se debe asumir como horizonte, una lectura cultural que otorgue pleno reconocimiento a las identidades. La sociedad civil, que parece en principio ajena a la idea de ciudadana por referirse precisamente a lazos sociales no polticos, se presenta hoy como la mejor escuela de civilidad, desde lo que se ha llamado . Consiste tal argumento en afirmar que es en los grupos de la sociedad civil, generados libre y espontneamente, donde las personas aprenden a participar y a interesarse por cuestiones pblicas, ya que el mbito poltico les est en realidad vedado (Cortina, 1997: 36-37). En esa misma idea, Garca Canclini seala que cualquier prctica social, en el trabajo y en el consumo, contiene una dimensin significante que le da su sentido, que la constituye, y constituye nuestra interaccin en la sociedad. Entonces, cuando decimos que la cultura es parte de todas las prcticas sociales, pero no es equivalente a la totalidad de la sociedad, estamos distinguiendo cultura y sociedad sin colocar una barra que las separe, que las oponga enteramente. Afirmamos su entrelazamiento una ida y vuelta constante entre ambas dimensiones (Garca Canclini, 2004: 37). El conflicto queda as planteado a partir de la existencia de distintas cosmovisiones en un determinado espacio social, sea ste poltico o comunitario, donde pueden surgir visiones con pretensiones de verdad y sentido, de unas sobre otras. Frente a lo anterior, Cortina manifiesta que la resolucin del conflicto no puede estar basado en la asimilacin de las culturas de las fuertes por sobre las dbiles - sino que apela a una tica intercultural en la cual el dilogo conduzca al respeto por las diferencias y se establezca conjuntamente qu consideran irrenunciable para construir desde todas ellas una convivencia ms justa y feliz (Cortina, 1997: 183). Sin embargo, la posibilidad de develar la formacin de esos conflictos, debe ser inscrita en los mbitos de lo cultural, pues es desde ese ngulo desde el cual es posible entender las diferencias de sentido y de representacin. En esa posicin se concuerda con Eagleton cuando seala que es en lo cultural donde se produce lo racional y lo espontneo y se da la tensin entre producir y ser producido. (Eagleton, 2001). Las autnticas diferencias culturales son, pues, diferencias en el modo de concebir el sentido de la vida y de la muerte, nacidas desde distintas cosmovisiones, que justifican la existencia de diferentes normas y valores morales (Cortina, 1997: 188). En ese sentido, los conflictos culturales en nuestras sociedades diversas, pueden develar la precariedad o el cuestionamiento a la produccin de sentido de comunidades que comparten un mismo espacio social, y es en este escenario donde, al decir de Salas, se vuelve muy problemtica la comprensin y valoracin del sentido cultural que subyace a la existencia humana (Salas, 2003: 20).

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  • Ricardo Salas nos advierte acerca de la aceptacin creciente de la heterogeneidad cultural ello sera cierto- no obstante dice, hay que sostener que existe siempre un presupuesto de la vida en comn alimentado desde un estilo de vida particular. La heterogeneidad o la diversidad cultural no es problemtica si se asume que la vida humana se vincula estrechamente a la conflictividad. Lo que es complejo es dar cuenta de las condiciones que aseguren los esfuerzos mutuos de convivencia (Salas, 2003: 26). Entiendo la conflictividad precisamente como un tipo de relacin que conjuga la oposicin y la mutua suposicin entre los elementos interrelacionados. Estos a la vez se excluyen e incluyen, porque son complementarios en la constitucin de aquella unidad que, con la irrupcin del conflicto, entra en peligro de desintegracin (Maliandi, citado por Salas, 2003: 32-33). 3.- El desafo del Trabajo Social: La reinvencin ciudadana La existencia de identidades diversas, desafa la tendencia homegenizadora de los conflictos sociopolticos, y particularmente de los conflictos de sentidos y representaciones de lo social. Estas identidades, al reclamar su derecho a la diferencia, evidencian disputas simblicas, las cuales, pueden ser atendidas en su emergencia y por qu no- resueltas, a travs de la apelacin a la tica intercultural, que no es ni ms ni menos que la apelacin a la convivencia, donde cada grupo pueda ser en su devenir lo que ha decidido ser, sin tener que subsumirse en otra identidad para ser representado. La interculturalidad no apunta pues a la incorporacin del otro en lo propio, sea ya en sentido religioso, moral o esttico. Busca ms bien la transfiguracin de lo propio y de lo ajeno con base en la interaccin y en vistas a la creacin de un espacio comn compartido determinado por la convivencia (Fornet-Betancourt, citado por Salas, 2003: 71-72). En los conflictos de inters por afirmar la diversidad, cabe preguntarse cmo el Trabajo Social -en tanto ciencia social reflexiva y fundada, crtica y comprensiva de las realidades- lee el conflicto y lo procesa. Probablemente esta sea una pregunta que no alcance a ser resuelta en lo inmediato, no obstante, es posible plantear algunos desafos que ubiquen a la profesin en un proceso que d forma, conceptual y prctica, a un lenguaje que le permita decir lo que ve (Matus, 1999:71). En ese sentido, es imperioso sealar como desafo para el Trabajo Social la reinvencin ciudadana, ya que el estado actual de las sociedades revela deudas con la vivencia en la justicia, el respeto, la identidad, la integracin y la pertenencia. Frente a la propuesta anterior, Cortina sugerir que cualquier nocin de ciudadana deber unir desde la raz la ciudadana nacional y la cosmopolita en una , ms que disgregadora (Cortina, 1997: 41). La autora aludida, propone como concepto pleno de ciudadana aquel que integre un estatus legal (un conjunto de derechos), un estatus moral (un conjunto de

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  • responsabilidades) y tambin una identidad, por la que una persona se sabe y siente perteneciente a una sociedad (Cortina, 1997: 177). Lo que el Trabajo Social requiere es establecer categoras que informen de las nuevas configuraciones del ethos actual en medio de un mundo econmico donde los mercados y las culturas interactan y donde los mundos de vida se entrecruzan y se interpelan (Salas, 2003: 25). Para el autor, las categoras a construir deben ser relacionales e intersubjetivas, capaces de responder al entrelazamiento de la diferencia y alteridad, precisamente porque estas ltimas conviven en los contextos, en una posibilidad de ser encuentro o des-encuentro, comunicacin o in-comunicacin. (Salas, 2003). Frente a la emergencia de generar categoras, es importante que el Trabajo Social, indague en la propia estructuracin discursiva de los sujetos, de modo tal de recoger cmo estn siendo registradas y procesadas tanto las diferencias como las convergencias, puesto que la profesin debe estar llamada a hablar no slo de las exclusiones, sino tambin de las inclusiones. La labor en este caso- no es nicamente develar la carencia, sino tambin constatar que los sujetos se ubican desde donde han decidido hacerlo. A propsito de lo anterior, Colmegna e Isla manifiestan que la identidad local tantas veces subalternizada y excluida por la cultura oficial-nacional constituye la base de los mecanismos de trasmisin generacional de la cultura y soporte de la comunicacin cotidiana () lograr en un proceso que una cultura desvalorizada sea recuperada con orgullo por sus portadores es un objetivo en s mismo. La autoestima y el propio reconocimiento frente a la sociedad nacional constituyen una plataforma elemental para asentar otras acciones de desarrollo (Colmegna e Isla, 2007: 103). Los conflictos culturales, pueden ser para el Trabajo Social campos de accin, siempre y cuando comprenda los procesos identitarios de los sujetos, y se configure en un espacio social y profesional de refundacin ciudadana, recuperando desde su interrelacin con el mundo social, la capacidad de devolver sentido a cuestiones fundamentales como la justicia y el respeto. Desde esa mirada, el desafo es la generacin y distribucin del conocimiento, el cual deber, en palabras de Aguayo develar las complejas relaciones de produccin de interaccin en la realidad social que tienden a un cambio o transformacin de sta misma (Aguayo, 2006: 157). El Trabajo Social, deber ser capaz de elaborar sus propias formas de procesamiento simblico, y desde una doble hermenutica, ir desde lo local a lo global y viceversa, en un movimiento que registre las identidades y sus conflictos, elaborando posibles respuestas para la convivencia y el respeto. Al mismo tiempo, deber rescatar los procesos de subjetivacin de los sujetos, en un lenguaje que lo site en el mismo horizonte de stos, ya que cuando las identidades deciden afirmar sus diferencias, lo hacen bajo el imperativo de la integracin. Bajo esa mirada, Cortina manifiesta que las adhesiones raramente se suscitan con teoras racionales, y ms precisan para despertar apelar a lazos ancestrales de

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  • pertenencia, a esas races histricas y tradicionales que constituyen la otra cara del alma (Cortina, 1997: 31). En relacin con lo anterior, Cortina se pregunta por las razones que abonan en la actualidad el concepto de ciudadana, sealando como una de las razones principales: la necesidad, en las sociedades postindustriales, de generar entre sus miembros un tipo de identidad en la que se reconozcan y que les haga sentirse pertenecientes a ellas, porque este tipo de sociedades adolece claramente de un dficit de adhesin por parte de los ciudadanos al conjunto de la comunidad, y sin esa adhesin resulta imposible responder conjuntamente a los retos que a todos se plantean (Cortina, 1997: 22). Desde ese punto de vista, se plantea como plausible que el Trabajo Social acceda a los mundos de creacin de sentidos particulares, y desde ese escenario, lo que los sujetos digan a travs de sus lenguajes podr ser inscrito en el devenir de lo cotidiano. Parafraseando a Maffesoli, se trata de aprehender el centro de un orden simblico concreto, puesto que ms all del hecho que las identidades en diferencia sean o no reconocidas como tal, existir siempre una centralidad subterrnea informal, que garantiza el perdurar de la vida societal. Es hacia esta realidad hacia la que conviene que volvamos nuestras miradas. (Maffesoli, 1990). 4.- Reflexiones Finales La comunicacin recin presentada, aborda someramente la complejidad de los conflictos culturales, develando una tensin constante entre homogeneizacin y diferencias. A partir de ese hecho, una forma plausible de comprender los conflictos puede ser la interculturalidad, en tanto concepto heurstico capaz de dar cuenta tanto de la diversidad de representaciones ocurridas en las formaciones sociales, como del legtimo derecho de (re) afirmacin de cada identidad en sus diferencias y cosmovisiones. A partir del recurso de la interculturalidad, se demanda como necesario el que el Trabajo Social logre como tarea inmediata un (re) conocimiento de las configuraciones sociales, y encuentre a partir de ello claves para la refundacin ciudadana. Lo anterior, asentado en el convencimiento de que slo ser posible profundizar el desarrollo cultural de los sujetos y sus pueblos, mediante la visibilizacin de las diferencias y su procesamiento para construir nuevas convivencias sociales. Respecto de lo ya sealado, resulta interesante resear lo expresado por Carlos Pea, quien logra dar cuenta tanto de los cambios como de los desafos a los que se enfrentan los mbitos polticos, culturales y el conocimiento mismo. Lo que no puede negarse es que eso que Marx llamaba las condiciones materiales de la existencia humana han cambiado de manera radical en estos aos () cada uno piensa que hay asuntos que pertenecen a la esfera de su propia voluntad y no a

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  • una voluntad ajena. Esto es lo que explica que a la hora de la sexualidad o la reproduccin humana, cada uno aspire a regir, como un soberano, su propia vida sin ninguna injerencia ajena a su voluntad () hoy da, como nunca antes, las formas en que la gente vive su intimidad se han modificado y cada una de ellas pugna por lograr el reconocimiento en la esfera pblica. Cada persona, justamente porque es ms individuo, quiere tener () la certeza del respeto (Pea, 2008: D 21). El autor remite a la transfiguracin de los problemas materiales, para consignar que en tiempos actuales, no es posible considerarlos nicamente en esa dimensin, pues eso sera vivir en un mundo con modernizacin material, pero sin modernidad cultural (Pea, 2008: D 21). Finalmente, los desafos del Trabajo Social pueden sintetizarse a partir de ideas de Garca Canclini, Eagleton y Gyamarti et al, afirmando tres ideas fuerza centrales para la refundacin ciudadana en clave intercultural. La primera de ellas: incorporar una comprensin de lo no dicho explcitamente en los conflictos culturales, es decir aprehender las lgicas de poder operadas en los disensos. En palabras de Garca Canclini, se trata de buscar frmulas de eufemizacin de los conflictos sociales, como dramatizacin simblica de lo que nos est pasando (Garca Canclini, 2004: 38). Una segunda idea es acercarse al entendimiento de la cultura como un espacio que pueda preparar a los sujetos para la ciudadana poltica, acercando las esferas de lo cultural y lo poltico, pero en reconocimiento de las identidades culturales, en el entendido que el yo puede encontrar su mxima expresin en la dimensin del Estado. (Eagleton, 2001). Para concluir, la tercera idea a presentar es que el Trabajo Social asuma la posibilidad de desandar ciertas comprensiones, construirlas y reconstruirlas, y sobre todo, registre, procese y distribuya el conocimiento generado tanto por las identidades en diferencia, como por su propio acervo epistemolgico, tico, metodolgico y contextual, asumiendo que en ese camino existe la posibilidad de encontrar ms preguntas que respuestas. En los asuntos humanos, en el desarrollo de las sociedades y las instituciones que la componen, no existen soluciones; existen slo pasos siguientes, nuevos marcos de referencia, reformulacin de viejas preguntas y nuevas maneras de enfocar y de interpretar la realidad, como base de la accin futura. Existen slo pasos tentativos hacia metas que se perciben slo parcialmente (Gyamarti et al, 1984: 266).

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