COLECCION JURIDICA No. 46

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COLECCION JURIDICA No. 46 Artículos, Monografías y Ensayos de interés EDICION ELECTRONICA No. 46 Año 10 septiembre-diciembre 2009 EN LA PRESENTE EDICIÓN: DERECHO A LA APRUEBA EN EL MODELO JURIDICO CUBANO. UNA INTERPRETACION AUTOR:DR. ARIEL MANTECÓN RAMOS EL ARBITRAJE INTERNACIONAL ANTE EL TRIBUNAL CUBANO

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  COLECCION JURIDICA No. 46Artículos, Monografías y Ensayos de interés

 

           EDICION ELECTRONICA                      

     No. 46  Año 10       

 

septiembre-diciembre 2009

                               

 

                                                        EN LA PRESENTE EDICIÓN:

    

  

DERECHO A LA APRUEBA EN EL MODELO JURIDICO CUBANO. UNA INTERPRETACION

AUTOR: DR. ARIEL MANTECÓN RAMOS   

 

 

EL ARBITRAJE INTERNACIONAL ANTE EL TRIBUNAL CUBANO

AUTOR:  MS C. NARCISO A. COBO ROURA             

 

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 EVENTOS

 

 III CONFERENCIA INTERNACIONAL MUJER, GENERO Y DERECHO

3O DE JUNIO AL 2 DE JULIO 2010, HOTEL NACIONAL DE CUBA

 

  

 ENCUENTRO INTERNACIONAL: VI ESCUELA DE VERANO DE LA HABANA

SOBRE TEMAS PENALES CONTEMPORANEOS

5 AL 9 DE JULIO 2010, HOTEL NACIONAL DE CUBA

 

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DERECHO A LA PRUEBA EN EL MODELO JURÍDICO CUBANO. UNA INTERPRETACIÓN

Autor: Dr. Ariel Mantecón Ramos                    Vicepresidente Sociedad Cubana de Derecho Procesal de la UNJC                    Profesor Facultad de Derecho, Universidad de La Habana  

I. CONSTITUCIONALIZACIÓN DE LAS GARANTÍAS PROCESALES

1. El proceso de positivación o constitucionalización

El derecho a la prueba está comprendido dentro de las garantías procesales que fueron objeto de constitucionalización en el devenir del siglo XX y, fundamentalmente —aunque no absolutamente[1]—, con posterioridad a la II Guerra Mundial[2]. Suele citarse a las Constituciones de Italia, de 1947, y Alemania, de 1949, como los textos constitucionales de referencia en materia de positivación de los derechos fundamentales[3]. En efecto, con la conclusión de la segunda guerra mundial quedó históricamente superado el fascismo como sistema institucionalizado y, en lo que respecta a estos dos países, que vivieron variantes especialmente frustrantes de este fenómeno, se hizo más visible y representativo el tránsito hacia un Estado de Derecho definido, sobre todo, por normas constitucionales

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con criterio garantista reforzado[4]. En este contexto de positivación de los derechos fundamentales, junto a los derechos humanos de corte tradicional, se llevó a los textos constitucionales un tipo de derecho no vinculado directamente a la esfera de protección de la vida, la integridad corporal o la libertad física y cívica del individuo, sino de sus derechos procesales[5].El derecho a la prueba es uno de tales derechos que la doctrina reconoce como garantías constitucionales del proceso. Debemos precisar que aún siendo doctrinalmente diferenciables los conceptos de «garantías» y «derechos» fundamentales, existe una línea terminológica que tiende a considerarlos indistintamente, considerando que ambos conceptos entran a engrosar, sin distinción práctica, el catálogo general de derechos de la Constitución[6]. No es nuestro interés entrar en distinciones conceptuales al respecto.  En el curso de este trabajo, optamos por usar en determinados momentos el término «garantías» para puntualizar la cualidad de un derecho procesal que ha sido constitucionalizado. Es necesario precisar, sin embargo, que para el modelo concreto por el que discurren estas reflexiones, es relevante la diferencia terminológica entre ambas categorías. 

2. Constitucionalización y judicializaciónJunto al fenómeno de incorporación de los derechos procesales al ámbito de la Constitución, es importante destacar otro proceso, que es el de la judicialización del control constitucional, en cuya virtud se crea un marco jurisdiccional específico para el tratamiento directo de situaciones en las que se pone en tela de juicio la superioridad normativa de la Constitución o se vulneran los derechos declarados en ella[7]. Así, la tutela judicial y el debido proceso «se incorporan al contenido esencial de los derechos fundamentales como elementos del núcleo duro de los mismos»[8]. Surge del llamado Derecho Constitucional Procesal, que más que una disciplina independiente, es una nueva óptica del sistema de garantías del debido proceso[9], un ámbito en el que las garantías procesales «actúan críticamente el modelo concreto de tutela judicial efectiva (…)»[10].Importante resulta, en este paso evolutivo, la influencia que en las normas constitucionales internas tuvo la internacionalización de los sistemas de protección de los derechos fundamentales. Dentro del reordenamiento de las relaciones internacionales a la conclusión de la segunda guerra mundial, tuvo un espacio importante la adopción de instrumentos que elevaron a ese plano las cartas o declaraciones de derechos. Con la réplica posterior de estos instrumentos en áreas regionales concretas, se fue consolidando una jurisdicción internacional específica e independiente de la de los estados nacionales para la protección de los derechos fundamentales[11]. 

3. Significado metodológico de la positivación de las garantías procesalesLa positivación trae aparejadas consecuencias que afectan el derecho a la prueba, además de en su dimensión práctica, en su conformación teórica. Es en este ángulo que centraremos nuestra observación. La relevancia teórica que reviste el hecho de que se constitucionalizara el derecho a la prueba está dada porque esa posición «supralegal» que adopta el derecho una vez transformado en «materia constitucional», incorpora otro punto de vista metodológico, un referente distinto desde el cual estudiar la prueba procesal.

La doctrina probatoria tradicional, puede decirse que hasta principios de los años setenta, trató los temas probatorios sin salirse del ámbito dogmático, siguiendo regularmente una noción «endoprocesal» de la prueba[12]. Es algo lógico, ya lo hemos dejado ver, en tanto sólo con la aparición de un marco positivo como el de la Constitución, es que pudo generarse la base necesaria para los estudios de la prueba desde la óptica del sistema de derechos fundamentales[13].

Y aunque la consolidación de una doctrina probatoria «desde la Constitución», no absolutiza ni impone obligatoriamente el canon garantista en el tratamiento a la prueba[14], sí parece indudable que un acercamiento desde este punto de vista aporta una metodología distinta y más orientada hacia la ideología del sistema probatorio, lo cual funciona tanto para los sistemas que tengan literalmente regulado el derecho a la prueba, como para aquéllos en que, no siendo así, éste deba entenderse implícito en el sistema general de derechos fundamentales, por quedar amparado en «principios-norma» como el de «acción o tutela judicial efectiva», «el justo proceso» o «la defensa efectiva en juicio», que, de una forma u otra,  sí están por lo general planteados en cualquier Constitución actual. Esta conclusión es la que puede justificar, metodológicamente, la aproximación a la materia probatoria

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desde una óptica garantista en las realidades jurídicas en que la prueba no ha llegado, como derecho, a la norma constitucional. Es el caso concreto de Cuba.

II. EL DERECHO A LA PRUEBA. ANTECEDENTES, CONCEPTO Y CONTENIDO1. Antecedentes normativosEn principio, podemos afirmar, aunque luego debamos matizar esta afirmación, que el derecho a la prueba es uno de los que deben asumirse integrados en el elenco de garantías procesales positivadas. Ello significa que así como adquirió cualidad reglada —constitucionalmente hablando—, el derecho a un juez imparcial (o el derecho a la defensa, o a un proceso sin dilaciones, por ejemplo), también se dotó de fuerza constitucional al derecho de toda persona a presentar o producir pruebas.

El primer ejemplo de constitucionalización expresa del derecho a la prueba en el medio geográfico iberoamericano es el de la Constitución Española[15]. Las Constituciones que anteceden a ésta y que se toman como patrón del movimiento de constitucionalización de las garantías procesales no contienen, en verdad, referencia específica o individualizada del derecho a la prueba. Tampoco la tienen, como regla, las Constituciones contemporáneas del entorno cultural y geográfico de España.

Todo indica que, en la incorporación de este derecho al ordenamiento interno español, influyó su previa articulación en normas de carácter supranacional. Así, el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos del Hombre, aprobado el 4 de Noviembre de 1950, había consagrado en su texto, junto a otras garantías procesales, el derecho de toda persona a «interrogar o hacer interrogar a los testigos de cargo y a obtener la comparecencia de los testigos de descargo y que éstos sean interrogados en las mismas condiciones que los testigos de cargo». Este patrón se reproduce en instrumentos internacionales posteriores a esta fecha y anteriores a la promulgación de la Constitución Española[16]. Un caso particular de constitucionalización del derecho a la prueba en el marco interno se reporta en la Constitución de Chipre de 1960, aunque no hemos hallado referencia documentada en cuanto que este precedente fuese tenido en cuenta por el constituyente español[17].En conclusión, pueden ubicarse los antecedentes normativos inmediatos del derecho a la prueba en los instrumentos internacionales y regionales, cuya formulación restringida pasó a adoptar, en la norma constitucional española, la configuración más general que se le atribuye en la actualidad.

2. Antecedentes teóricos del derecho a la prueba

A)  La doctrina italianaComo ponen de manifiesto PICÓ I JUNOY y FERRER BELTRÁN, es relevante el papel que desempeñó la doctrina italiana en la configuración técnica del derecho a la prueba[18]. Inspirada en pronunciamientos de la jurisprudencia constitucional que, durante la década de los sesenta, abrió los caminos para identificar e individualizar el derecho a la prueba dentro del contexto del artículo 24 de la Constitución de ese país, relativo al derecho a la acción y a la defensa[19], la literatura procesal italiana de los años setenta contribuyó de manera decisiva a la creación de un perfil propio para este derecho[20]. Es importante destacar que la elaboración doctrinal se fue construyendo en Italia sin que se contara con un refrendo constitucional expreso del derecho a la prueba.

B) La doctrina y la jurisprudencia españolasPor otra parte, en el empeño de definir el derecho a la prueba, de establecer su naturaleza y alcance, es imposible prescindir del aporte de la literatura procesal española y de la doctrina jurisprudencial del Tribunal Constitucional Español. La jurisprudencia de este tribunal, a través de numerosas sentencias recaídas en recursos de amparo[21], ha tenido que ir encuadrando el derecho a la prueba, estableciendo su significación y alcance, así como su relación con otros de los derechos fundamentales de naturaleza procesal.

3. Concepto y contenidoUna vez examinados los antecedentes del derecho a la prueba en el entorno de los derechos fundamentales de carácter procesal, corresponde establecer su definición. La perspectiva de la prueba como derecho es relativamente nueva y no en todos los casos los autores que abordan el tema se proponen establecer un concepto. Sin embargo, pueden identificarse aproximaciones terminológicas

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concretas ofrecidas por autores muy autorizados, de cuyo sustrato común puede arribarse a la conclusión de que el derecho a la prueba es aquél  que posee el litigante, consistente en la utilización de los medios probatorios necesarios para formar la convicción del órgano jurisdiccional acerca de lo discutido en el proceso. Dicho en otras palabras, es el derecho a producir toda la prueba relevante que esté en su posesión, a lograr la presentación de prueba relevante que esté en posesión de otras partes o de terceros, y que toda esa prueba sea debidamente considerada —no necesariamente acogida— por el tribunal[22].En cuanto a su contenido, diremos que es un tema que ha suscitado la atención de varios autores. Por ello se nos ofrece bastante definido, y con alto nivel de consenso, en la literatura más reciente[23]. Cuando hablamos de contenidos, nos referimos lo mismo a los elementos en que se descompone que a las facultades o poderes que comprende el enunciado genérico derecho a la prueba. Luego, puede establecerse que esta categoría incluye:

a)    El derecho de las partes a proponer medios de prueba en relación con sus afirmaciones.

b)    El derecho de las partes a la admisión de los medios de prueba pertinentes propuestos por ellas o a una inadmisión motivada.

c)   El derecho de las partes a la práctica de los medios de prueba previamente admitidos.

d)   El derecho de las partes a intervenir efectivamente en la práctica de los medios de prueba propuestos y admitidos.

e)   El derecho de las partes a la motivación fáctica de las decisiones judiciales

III. CONSTITUCIÓN, GARANTÍAS PROCESALES Y DERECHO A LA PRUEBA EN CUBA

1. La Constitución CubanaLa Constitución que rige actualmente en Cuba fue proclamada el 24 de febrero de 1976. Luego de un proceso de consultas y de un referendo[24], se adoptó la norma fundamental que vino a consagrar una situación política y normativa ya vigente, es decir consumada. En lo político, porque la norma se promulga luego de 17 años de haberse producido una revolución socialista que subvirtió las bases del Estado cubano y fue articulando un sistema totalmente distinto a cuya provisionalidad política vino a poner fin, definitivamente, el texto constitucional de 1976[25]. En lo normativo, porque no es a partir de la Constitución sino unos años antes que comenzó un proceso ─conocido como de institucionalización─ conducente a la regularización, bajo óptica socialista, de una amplia gama de relaciones sociales mediante la promulgación de leyes que sustituyeron normas ─y en algunos casos ordenamientos completos─ vigentes desde la etapa colonial, entre los cuales cabe referirse a las leyes de organización judicial y de procedimientos civil y penal[26].

2. Ausencia de regulación expresa del derecho a la pruebaEl derecho a la prueba no está expresamente regulado en la Constitución cubana. El artículo 59 de la Carta Magna, que concreta el paradigma del debido proceso, incluye en su texto algunos derechos de índole procesal, evidentemente orientados hacia el proceso penal. Dentro de ellos, el derecho a la defensa, que es el que podemos inferir que acoge el derecho a la prueba. 

Si nos guiamos, en verdad, por el panorama que ofrecen la doctrina y el derecho comparado actual, habremos de coincidir en que la ausencia del derecho a la prueba no es una singularidad del modelo cubano, ni una circunstancia suficiente, entonces, para concluir que no está refrendado. El que el derecho a la prueba no esté explícitamente recogido en la Constitución no nos dice en realidad mucho sobre su identidad e individualidad teórica, ni en Cuba ni en otro país. Determinada vertiente  doctrinal asume que no es su regulación expresa o su ubicación independiente de otros

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derechos en un texto constitucional lo que nos indica su carácter autónomo o no[27], lo cual constituye, indiscutiblemente, un argumento inicial para justificar metodológicamente su estudio en sistemas donde no esté positivado.

Ahora bien, en cuanto al modelo cubano, no debemos limitarnos a esta apreciación preliminar. Que hablemos de un derecho «a inferir», en lugar de un derecho expresamente declarado, es una circunstancia técnicamente relevante que nos obliga a penetrar en toda una sistemática que, a priori, presenta un cuadro normativo poco propicio para una figuración teórica o ubicación metodológica del derecho a la prueba. Hablamos de un modelo constitucional que no sigue los patrones occidentales y que adopta un particular punto de vista respecto a temas tan cruciales como la normatividad de los derechos fundamentales, por ejemplo.

Hay, por ello, otro plano de análisis, un segundo nivel de fundamentación al que debe descenderse para determinar la existencia o no de un «derecho fundamental a la prueba». Desde esta perspectiva de análisis, enfocada más que a la metódica de regulación constitucional, hacia el sustrato de la Constitución como hecho social y político, despejaríamos por qué no está positivado un derecho a probar y, más aún, qué significado tiene para el sistema jurídico cubano que un derecho —a considerar como fundamental, incluso— no esté positivado en la norma constitucional.

3. Ausencia de cláusulas abiertasSe ha dicho que la falta de regulación expresa de un derecho fundamental (ya nos posicionamos en el derecho a la prueba) podría ser suplida con las cláusulas o catálogos abiertos que admiten la validez en el sistema jurídico nacional de aquellos derechos regulados en los instrumentos jurídicos internacionales suscritos por el país de que se trate. Tal argumento técnico se utiliza para dejar a salvo, en ausencia de una regulación interna, la sustantividad y la autonomía de este derecho[28].Sin embargo, una relativización como ésta tropieza en nuestro con el hecho de que no existe ninguna cláusula en el texto constitucional cubano que admita la aplicación supletoria de otros derechos fundamentales no regulados expresamente en la norma constitucional. De ahí que, en principio, no sea posible aplicar este fundamento para defender la existencia de un derecho a la prueba. Sería, entonces: si no está positivado el derecho a la prueba, ni hay cláusulas abiertas que admitan su recepción desde otros ordenamientos, ¿con qué criterio metodológico asumimos la noción de un derecho a la prueba en Cuba? Antes de intentar responder este interrogante, observaremos el tema no ya desde ángulo de la regulación o no del derecho en la norma constitucional, sino desde el punto de vista de la defensa extraprocesal del mismo. 

4. La defensa extraprocesal del derecho fundamentalHemos considerado que el reconocimiento del derecho fundamental a la prueba implicaría la existencia de mecanismos de protección fuera de la propia dinámica del proceso, predestinados a actuar cuando se produzca una vulneración del mismo. Ya que se trata de un derecho fundamental, diríamos, es imprescindible una fórmula de protección, un mecanismo de defensa que opere cuando en la jurisdicción ordinaria se vulnere alguno de los contenidos que protege este derecho. Nos detendremos en cómo resuelven la norma constitucional cubana y el sistema jurídico en general el problema de la defensa jurídica de la Constitución y, particularmente, de los derechos ciudadanos.

A) Sistema de protección de los derechos ciudadanos. Efecto expansivoEn Cuba, el control de la constitucionalidad, en ninguno de sus planos, es de naturaleza judicial. Ni en el llamado plano abstracto, en tanto el apego de las leyes y demás disposiciones generales del Estado a la Constitución no es de conocimiento directo de los tribunales; ni tampoco en el plano concreto, puesto que la defensa de los derechos constitucionales y la protección del ciudadano contra violaciones derivadas de acciones o actuaciones de personas, órganos o instituciones, se le atribuye a la Fiscalía General de la República[29].La Constitución Cubana (en adelante CC) establece en su artículo 127 que «la Fiscalía General de la República es el órgano del Estado al que corresponde, como objetivos fundamentales, el control y la preservación de la legalidad, sobre la base de la vigilancia del estricto cumplimiento de la Constitución, las leyes y demás disposiciones legales, por los organismos del Estado, entidades económicas y sociales y por los ciudadanos»[30]. Y en esta idea se refleja lo que pudiéramos llamar condición «expansiva» de

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los derechos fundamentales. Como enseguida veremos, en el contexto cubano el sistema de protección de los derechos ciudadanos está planteado para tratar lo mismo violaciones de derechos que están fuera de la Constitución, o sea, recogidos en la normativa ordinaria, como para garantizar la primacía de los valores constitucionales y de la Constitución en sentido estricto[31]. No hay diferencias en ese punto. Habremos de concordar en que tal elemento circunstancial, por su propio peso, cualifica los derechos que están no fuera del «perímetro» constitucional. Ello es trascendental para comprender la tipología del derecho a la prueba. 

Cierto es que esta concepción implica una ruptura con el paradigma de los derechos fundamentales fomentado a lo largo del siglo XX,  un patrón según el cual unos derechos, considerados de mayor relevancia y necesitados, por lo mismo, de mayor protección, se llevan al texto «fundacional» o básico del Estado y, de ahí en adelante, son objeto de un especial seguimiento. El ámbito protector del modelo establecido por la norma constitucional cubana desborda esos derechos que han sido constitucionalizados y ello se presta a discusiones teóricas que escapan de nuestro objeto. Por lo pronto, veamos cómo funciona, en el plano concreto, el sistema de defensa de estos derechos.

B) Función de la FiscalíaEntre los objetivos de la actividad de la Fiscalía está el de procurar el restablecimiento de la legalidad cuando sea quebrantada por disposiciones o decisiones contrarias a la Constitución y las leyes o por aplicación indebida o incumplimiento de éstas, así como proteger a los ciudadanos en el ejercicio legítimo de sus derechos e intereses[32]. Se reconoce asimismo entre sus funciones la de actuar ante la violación de los derechos constitucionales y las garantías legalmente establecidas, así como frente a las infracciones de la legalidad y atender a las reclamaciones que presenten los ciudadanos sobre presuntas violaciones de derechos de la constitucionalidad[33].De acuerdo con ello, las violaciones de los derechos que conceden la Constitución y las leyes, deben ser denunciadas ante la Fiscalía, franqueándose a ese efecto el derecho constitucional a la queja, un recurso genérico, de contornos no bien definidos en el artículo 63 de la CC[34], que permite dar tratamiento a las denuncias específicas de los ciudadanos. Siguiendo esta lógica, tanto los derechos constitucionales como el resto de los derechos entrarían en este ámbito de protección. Ahora bien, en lo que respecta específicamente al derecho a la prueba (como garantía a proteger dentro de un  proceso), hay cuestiones que se interponen en esta concatenación y que deben ser tenidas en cuenta para arribar a una conclusión respecto a su despliegue en el modelo jurídico cubano.

Un aspecto importante a despejar es si el mecanismo de la Fiscalía puede entrar a tutelar derechos o garantías de tipo procesal, cuya vulneración suele producirse, de ordinario, en un medio judicial. En principio, no parece posible que mediante el derecho de queja que franquea el mencionado artículo 63 de la CC, pueda penetrarse al ámbito resolutorio de la sentencia[35], en tanto el alcance de la resolución que compete dictar a este órgano para disponer el restablecimiento de la legalidad (definido en el artículo 20 de la LFGR) se ve limitado cuando luego el artículo 21 de la misma Ley declara que la resolución emitida por el Fiscal no puede interferir en la esfera exclusiva de los órganos y organismos del Estado. 

Si hablamos, por otro lado, del proceso penal, debe ser considerado el hecho de que la Fiscalía es parte en el mismo. En el proceso civil, el artículo 47 de la LPCALE faculta a este órgano no sólo para asumir la representación de los menores de edad e incapacitados, sino que le confiere además legitimación para ser parte en un proceso, sea como demandante, pidiendo la actuación del derecho objetivo; o como demandado, en representación del interés social y el orden público. Todo lo cual colisiona con la idea de que el sistema de control de las garantías procesales tendrá que ser necesariamente extraprocesal, no intraprocesal.   

5. Encuadre del derecho a la prueba en Cuba

 De acuerdo con lo visto, debemos preguntarnos si puede hablarse del derecho a la prueba como una garantía procesal más o, en otras palabras, si cabe identificarlo como tal aún cuando no es un derecho positivado en la Carta Magna, ni resulta posible reinterpretarlo por remisión de cláusulas abiertas, ni está dentro del alcance del sistema general de protección de los derechos ciudadanos.

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El estudio de la materia probatoria desde el punto de vista garantista, o sea, como «derecho a la prueba» en lugar de «derecho de pruebas», choca, en efecto, con estos argumentos disuasivos. Tales argumentos, que hemos dejado expuestos en el párrafo anterior, sugieren la idea de que la actividad probatoria, al estar protegida sólo por la norma procesal ordinaria y ser carente de otros mecanismos externos al proceso que refuercen el derecho a probar, debería enfrentarse sólo desde la disciplina del proceso; o, en otras palabras, que sería suficiente la metodología del proceso para este estudio y, lo más importante, que pudiera ser superflua la idea de un derecho fundamental a la prueba configurado con base constitucional.

Sin embargo, observando con detenimiento la manera en que se incardina el sistema de derechos fundamentales en el esquema jurídico cubano, en cuya escala de valores, como luego veremos, se privilegia la capacidad o posibilidad real de realización del derecho frente la cuestión formal que significa su plasmación en el texto constitucional, concluimos que es posible y acertado un estudio de la prueba como derecho. Para ello debemos avanzar, obligatoriamente, desde la Constitución hacia el proceso, reconociendo las derivaciones o influencias de una en el otro, así como en cualquiera de las normas que la propia Constitución, en su condición de Ley fundamental y eje central del sistema de leyes, está llamada a preorientar. Es un proceso de análisis que requiere, en el modelo cubano, la comprensión de ciertas claves. Si ánimo ni posibilidades de extendernos, formularemos solamente, a modo de premisas, algunos de los patrones fundamentales que perfilan la relación entre derechos y garantías en el modelo. Con estas premisas quedarán suministradas, seguramente, dichas claves de comprensión.

A) El derecho a la prueba y el modelo garantista de la Constitución. Influencia del patrón del Derecho socialistaLa CC se promulga en un momento en que está consolidada la ideología marxista en Cuba. Con ella, por tanto, concluye un proceso de legitimación ideológica que recibió inobjetables influencias teóricas del patrón soviético. Si bien puede hablarse de una resistencia de las normas de organización judicial y de las normas procesales promulgadas en el propio contexto temporal, es evidente que la CC le debe bastante al modelo constitucional de Europa oriental[36]. FERNÁNDEZ BULTÉ habla de un «enfrentamiento entre la tradición técnico-jurídica de nuestras raíces hispánicas y romano-francesas, frente a la creciente influencia de los principios técnicos procedentes de Europa del Este y, particularmente, de la Unión Soviética»[37]. Cualquiera de las instituciones legales generadas en el contexto de esa confluencia de estereotipos pudo haber asimilado soluciones técnicas marcadas por la dualidad y por esa lucha a que se refiere el autor. Hay al menos cuatro aspectos en los que pudo representarse la influencia del bloque socialista y que, sin ánimo de profundización, debemos dejar expuestos por la repercusión que tienen en la modulación de los derechos fundamentales en el texto constitucional cubano y, en particular, en tanto nos colocan en un primer nivel de comprensión del porqué de la ausencia de un derecho a la prueba en esta norma fundamental.

1. El ideal «extincionista»: el Derecho socialista, se inscribe en un sistema con diferencias sustanciales respecto a cualquier otra familia de Derecho[38], fundamentalmente porque está dominado por la concepción marxista del Estado y el Derecho, y ésta se inspira en la idea de alcanzar la sociedad comunista, una sociedad en la que precisamente no habrían ni Estado ni Derecho, con lo cual hablamos de un modelo de derecho que propugna su propia desaparición final. 

2. El nihilismo jurídico: este ideal extincionista, utópico y futurista, condicionó inobjetablemente la forma de entender el Derecho presente. El fenómeno del nihilismo jurídico, reconocido como regularidad de los periodos de transición hacia los sistemas socialistas[39] ––un error, a no dudar, en la implementación práctica del modelo[40]––, fue visible en la Cuba de los sesenta y principios de los setenta[41]. Y debemos observarlo porque de alguna manera afecta el planteamiento de nuestro tema, como enseguida veremos.

3. El llamado «positivismo social»: la negación del papel del derecho viene asociada a una exacerbación de lo que puede considerarse como «positivismo social»: las relaciones socialistas de producción, y en particular las de propiedad, son consideradas como medio suficiente para garantizar la justicia social. En el socialismo se atiende más a lo que CERRONI denomina «positividad de las relaciones sociales»[42] que a los factores normativos. BERMAN, analizando este aspecto en el escenario soviético, percibió la consolidación de una desconfianza en la completud del derecho. Se ha declarado, según el

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autor, la supremacía de la Ley como principio, «y los jueces están obligados a basar sus decisiones en las normas establecidas y no en meras consideraciones de conveniencia económica. Pero este movimiento en pro de la razón, el análisis y la legalidad se ve dificultado por una creencia fundamental en que la vida está por encima de la razón y del derecho y por una fundamental falta de confianza en la razón y en el derecho»[43].FERNÁNDEZ BULTÉ, por otra parte, ha indicado que «la supuesta singularidad de tal sistema estaba dependiendo más de un determinado contenido, de una particular axiología subyacente en sus regulaciones, que de los propios elementos técnico-formales e incluso históricos que lo inspiraban»[44].4. El papel del control social: las anteriores premisas conducen a una cuarta, esto es, que el sistema de fijación de los derechos fundamentales y sus garantías queda afectado, en el sistema socialista de derecho, por una particular forma de entender la Constitución y el sistema jurídico: más que a la fuerza normativa de aquélla, se presta atención a las condiciones que garantizarían la materialización de sus postulados y de la Ley en general[45]; en lugar de a la normatividad de la Constitución como referente y centro del sistema jurídico-político, se acude al control directo a través de los actores sociales. Éste se convertirá en referente de legitimación jurídica del resto de las normas, instituciones y de la actuación de los órganos del Estado con relación a los derechos ciudadanos. 

El concepto de Constitución como instrumento tradicional para ordenar jurídicamente los conflictos políticos y jurídicos, queda finalmente en un segundo plano con relación a otros resortes de control y tutela de las relaciones sociales, lo cual no le quita, sin embargo, el valor superior que tiene como norma frente al sistema de leyes del Estado. Ello denota una contradicción, configurada en dos aspectos que, sin pretender agotar, dejaremos expuestos en este momento.

Un primer aspecto se relaciona con el valor normativo del texto constitucional. No cabe la menor duda de que la Constitución está concebida, en el modelo cubano, como centro del sistema normativo, como cúspide de la pirámide política, organizativa y legislativa del Estado. Como principio general, todo el sistema normativo queda vertebrado alrededor de la norma constitucional. Pero cuando hablamos de un entorno práctico en el cual es manifiesta una declinación de los criterios normativos a favor de otros criterios de protección y tutela, sobre todo, de un modelo de ordenación a través de los actores sociales directos como sustitutivo de una óptica exclusivamente normativista, emerge, indudablemente, una confrontación metodológica entre valor normativo y valor programático del texto constitucional, una contradicción que a nuestro juicio no está teóricamente resuelta.

El segundo aspecto deriva de lo anterior: puesto que decimos que la Constitución subsiste en la cúspide del esquema normativo, es lógico que existiera entonces un método de control abstracto que garantice esa preeminencia sobre las demás leyes y normas generales. En Cuba en realidad existe, pero no de tipo judicial. Habíamos expresado ya que la defensa de la CC, tanto en lo abstracto como en lo concreto, no compete a los tribunales.

Es un tema sobre el cual se han suscitado debates. Nuestra opinión es que es un modelo que puede ser perfeccionado. Junto a otros factores, la carencia de una actividad de control de la constitucionalidad sistemática y orgánica ––nos ubicamos ahora en el plano abstracto––, incide en problemas de funcionalidad o desequilibrios, como, por ejemplo, las colisiones normativas que ciertamente abundan en la realidad jurídica cubana[46]. Reiteramos, es sólo un ejemplo. 

Estas son dos implicaciones cuya mención nos parece apropiado no eludir. Requieren, indudablemente, de análisis que escapan a los objetivos de este trabajo. En definitiva, , hay resortes de tipo social en el sistema que se utilizan en función del control de la legalidad de las actuaciones sin que sea la propia Constitución el referente central de esta actividad. Alrededor de esta impresión es que se articula un importante ensayo publicado en los años ochenta, donde puede leerse: «ninguna sociedad se constituye jurídicamente en Estado por la simple promulgación o vigencia de su Ley fundamental (o constitucional), sino por todo el sistema jurídico-normativo que constituye su ‘legislación’, entendido este término en su sentido más lato (disposiciones legales) y de cuyo sistema, las comúnmente denominadas normas constitucionales (fundamentales) son únicamente su subsistema fundamental»[47].

B) El porqué de la ausencia de una regulación expresa del derecho a la prueba en la CC

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Amén de las escasas posibilidades de que los redactores de la Constitución de 1976 hubiesen tenido conciencia teórica de la posibilidad de tutelar constitucionalmente un derecho a la prueba[48], hecho circunstancial que inobjetablemente tiene peso a la hora de interpretar el vacío constitucional en este aspecto, para nosotros queda claro que a tal omisión se le puede atribuir una causa de orden sistémico y no accidental.

El derecho a la prueba no está positivado constitucionalmente, más que por falta de una noción de la posibilidad de hacerlo, porque la CC no entró en el esquema de la normatividad absoluta de los derechos fundamentales y, lo que es más importante, porque el constituyente no ha creado una norma suprema que pretenda agotar en su taxatividad todo lo que en materia de derechos fundamentales pueda generar el orden jurídico[49].Puede entenderse como un hecho normal, desde este punto de vista, que en la periferia del núcleo fundamental de derechos y libertades públicas que positiva el texto constitucional cubano, se encuentren otros derechos que han quedado excluidos de éste y pasado a formar parte de la legislación ordinaria sin que por ello el sistema los entienda inferiores. La garantía debemos buscarla en sede ordinaria, y determinar allí, dentro del proceso, si el ciudadano cuenta con el espacio vital suficiente para probar.

Una evaluación desde el punto de vista de la seguridad jurídica  ─que es una de las ópticas desde la que pudiera entrar a discutirse éste esquema─, estaría desenfocada si carece de una perspectiva de entorno, es decir, si no tiene en cuenta las particularidades de un modelo que ha sido indiscutiblemente exitoso en cuanto a protección social. Las críticas más comunes, por otra parte, se articulan desde patrones tradicionales y tienden a absolutizar la efectividad de los modelos cimentados en tales patrones. Se vuelven inconsistentes en la medida en que tales modelos no son desde ningún punto de vista perfectos ni totalmente ejemplares.

6.  Idea conclusivaExpuestos estos elementos, arribamos a una conclusión que formulamos a través de dos postulados finales: 

a)          El primer postulado es demostrativo: con independencia de que no esté positivado un derecho a la prueba en la norma constitucional cubana, éste debe considerarse técnicamente refrendado, en tanto participa del mismo rango y carácter de otros derechos no constitucionalizados y a los que su presencia en normas ordinarias, de acuerdo a la particular concepción garantista que prima en el modelo, los haría formar parte del entramado de derechos garantizados y protegibles. Y esta consideración no tiene alcance sólo sobre el ámbito protector del ciudadano. Esta orientación garantista permite la evaluación de todo el proceso probatorio y cada uno de sus pasos desde el punto de vista de si se cumple o garantiza el derecho de las partes a probar. En este sentido, la categoría «derecho a la prueba» adquiere un inestimable valor metodológico.

b)         El segundo postulado es especulativo y complementa la idea anterior: ya que podemos asumir que tenemos un derecho refrendado, el enfoque garantista en el estudio de la materia probatoria será indispensable, ya en perspectiva de lege ferenda, porque compulsaría (o al menos sería sugerente) en cuanto al planteamiento de una nueva concepción de ésta y de otras garantías constitucionales del proceso que conduzca a implementar mecanismos de tutela allí donde no puedan llegar orgánicamente los actuales.

 

[1] La Constitución mexicana de 1917, por ejemplo, incluye —específicamente en su extenso artículo 20— un amplio y pormenorizado catálogo de lo que luego se reconocerían como «garantías jurisdiccionales o procesales». Ver, entre otros, GARCÍA RAMÍREZ, S., «Tres textos precursores del constitucionalismo social», en Boletín Mexicano de Derecho Comparado (en adelante BMDC), núms. 2 y 3, año 1968, p. 474, y TORRES DEL MORAL, A., La experiencia constitucional 1978-2000, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2000, p. 212.

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[2] PECES-BARBA, G., en Libertad, poder, socialismo, Ed. Civitas, Madrid, 1978, p. 210, enmarca el proceso histórico de positivación de las garantías procesales entre la Constitución de Francia de 1848 y la finalización de la II Guerra Mundial.

[3] CARZOLA PEREZ, J., Derechos, instituciones y poderes en la Constitución de 1978 (con AA. VV.), edición de los autores, Granada, 1983, p. 159. 

[4] Ver, sobre el tema, ANDRÉS IBÁÑEZ, P., («Las garantías del imputado en el proceso penal», en RMJ, núm. 6, año 2005, p. 5; COMOGLIO, L. P., «Art. 24», en Commentario della Costituzione, Ed. Zanichelli, 1981, pp. 1-2; CAPPELLETTI, M., «I diritto costituzionali delle parti nel processo civile italiano» (con V. Vigoriti), en Rivista di Dirito Processuale (en adelante RDP), 1971, pp. 604-606;  TROCKER, N., Processo civile e Costituzione, Giuffrè Editore, Milán, 1974, pp. 98 y ss.

[5] Como se deduce de TROCKER, N., ob. cit., pp. 103-104, la positivación de garantías procesales tuvo mayor despliegue en Italia que en Alemania. En efecto, la Constitución italiana, de 21 de diciembre de 1947, regula en el artículo 24 el derecho de acceso a la justicia y a la defensa, en el artículo 25, el derecho al juez natural establecido por ley, y en el artículo 111, ya en el ámbito específico del proceso penal, los derechos al juicio con todas las garantías, a ser informado oportunamente de la acusación, a la prueba y al recurso. La Ley Fundamental de Bonn, de 23 de mayo de 1949, más parca, por su parte, reconoce el derecho de acceso a la justicia en su artículo 19.4, al juez legal, en su artículo 101.1 y a ser oído en su defensa en su artículo 103.1. Sobre el caso alemán, ver ZURAWKA, E., «El concepto de Estado de Derecho en la Ley Fundamental de la República Alemana», en El Estado español en su dimensión histórica, Ed. PPU, Barcelona, 1984, pp. 238-241. Para un estudio del proceso de constitucionalización de las garantías procesales, en general, ver PICÓ I JUNOY, J., Las garantías constitucionales del proceso, J. M. Bosch Editor. Barcelona. 1997, pp. 17-21; VALLESPÍN PÉREZ, D., El modelo constitucional de juicio justo en el ámbito del proceso civil, Ed. Atelier, Barcelona, 2002, pp. 23-32; GARCÍA HERRERA, M. A., «Rigidez constitucional y Estado social», en La experiencia jurisdiccional: del Estado legislativo de derecho al Estado constitucional de derecho, Madrid, 1999, pp. 60-61; CRUZ VILLALÓN, P., «Los derechos fundamentales en la Constitución española de 1978» (con J. Pardo Falcón), en BMDC, núm. 97, año 2000, pp. 94-95, así como CAPPELLETTI, M., Dimensioni della giustizia nelle società contemporanee: studi di diritto giudiziario comparato, Ed. Il Mulino, Bologna, 1994, pp. 95-96.

[6] Es la línea de análisis de MONTERO AROCA, J., Amparo constitucional y proceso civil (con J. Flors Matíes), Tirant lo Blanch, Valencia, 2005, pp. 23-24; PICÓ I JUNOY, J., ob. cit., p. 18, y SÁNCHEZ AGESTA, S., «El artículo 24 de la Constitución y el Recurso de Amparo», en El Tribunal Constitucional, vol. III, Dirección General de lo Contencioso del Estado, Madrid, 1981, p. 2490, quien atribuye al artículo 24 de la Constitución la virtualidad de consagrar como derechos fundamentales de la persona lo que al mismo tiempo son garantías de los demás derechos y libertades.

[7] VALLESPÍN PEREZ, D., ob. cit., p. 38. En realidad el modelo judicial de defensa de la Constitución es el más generalizado o extendido. Existen otras variantes, como la del control de la constitucionalidad por un órgano de corte político, que es la que adopta Francia con el Conseil Constitutionnel. En cualquier caso, el tema de la «judicialización» es poco pacífico en el ámbito doctrinal. Para un análisis detallado de las críticas al «gobierno de los jueces», ver LAFUENTE BALLE, J. M., La judicialización del control constitucional, Ed. Colex, Madrid, 2000, p. 77-94.

[8] LANDA, C., «Teorías de los derechos fundamentales», en Cuestiones Constitucionales, núm. 6, año 2002, pp. 69-70.  

[9] Es clara la influencia de la Constitución austriaca de 1920 en la formación de esta idea. Ver, para mayor abundamiento, PRIETO SANCHÍS, L., «El constitucionalismo de los derechos», en Revista Española de Derecho Constitucional, núm. 71, año 2004, pp. 48-49). Un aporte esencial en esta disciplina lo constituye la obra de CALAMANDREI, P., «La ilegitimidad constitucional de las leyes en el proceso civil», en Estudios sobre el proceso civil, t. III, EJEA, Buenos Aires, 1962, pp. 21-120. Ver, además, ALMAGRO NOSETE, J., «Derecho Constitucional procesal y Derecho Procesal constitucional», en Constitución y proceso, Librería Bosch, Barcelona, 1984, pp. 155-156. 

[10] LORCA NAVARRETE, A. M., «El derecho procesal como sistema de garantías», en BMDC, núm. 107, año 2003, p. 548.

[11] A nivel regional, en el ámbito europeo, el 4 de Noviembre de 1950 se aprobó el Convenio Europeo para la protección de los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales,  mientras que en el hemisferio americano surge este sistema el 22 de Noviembre de 1969, con la aprobación de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, conocida también como «Pacto de San José», que entro en vigor en 1978. Asimismo, en 1981 se aprobaría la Carta Africana de los Derechos y de los Pueblos, en vigor a partir de 1986; mientras que en 1994 se aprueba la Carta Árabe de Derechos Humanos. Ver, al respecto, ROLLA, G., ob. cit., pp. 41-47.

[12] PICÓ I JUNOY, J., a propósito de la forma en que tradicionalmente se trataban los temas probatorios, refiere que «los estudios doctrinales han analizado la prueba desde la perspectiva del conjunto de normas que regulan la admisibilidad de los medios probatorios, sus desarrollos procedimentales, así como su eficiencia y valoración, obviándose su examen como derecho básico o esencial de los litigantes» (El derecho a la prueba en el proceso civil,  J. M. Bosch Editor, Barcelona, 1996, cit., p. 15). En el mismo sentido, ver TARUFFO, M., ob. cit., p. 74 y WALTER, G., ob. cit., p. 1188.

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[13] Hay un hecho interesante que a nuestro parecer da idea de la implicación del referente garantista en el tema. A un autor como COUTURE —que trató las garantías constitucionales del proceso civil ya en la época de su positivación, o sea en la década de los cincuenta del siglo XX—, cuando aborda la inconstitucionalidad por privación de prueba (siguiendo la nomenclatura de esta vulneración en el derecho norteamericano), le cuesta un gran esfuerzo —esa es nuestra impresión— encontrarle sustantividad o «cuerpo» al derecho a la prueba. La carencia de un patrón constitucional suficientemente formado, que debe entenderse lógica para esa etapa tan prematura, conduce a que el autor nos muestre un derecho a la prueba con endeble autonomía, que termina por reconducirse casi siempre, mediante fórmulas, a la garantía del «debido proceso» (ver Fundamentos del Derecho Procesal Civil, 4.ª edición, Ed. B de F, Montevideo, 2002, pp. 127 y 128 [la 3.ª edición es de 1955]).

[14] Por ejemplo, una obra consagrada y completa en materia probatoria civil, como la de MONTERO AROCA, J., no dedica un espacio concreto a la idea de la prueba como derecho sino hasta su 4.ª edición (La prueba en el proceso civil, Ed. Civitas, Madrid, 2005, pp. 99-104. Compárese con las anteriores ediciones).

[15] Ello si nos atenemos a PICÓ I JUNOY, J., ob. últ. cit., p. 13. El artículo 24 de la Constitución Española dice textualmente lo siguiente: «1. Todas las personas tienen derecho a obtener la tutela efectiva de los jueces y tribunales en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos, sin que, en ningún caso, pueda producirse indefensión. 2. Asimismo, todos tienen derecho al Juez ordinario predeterminado por la Ley, a la defensa y a la asistencia de letrado, a ser informados de la acusación formulada contra ellos, a un proceso público sin dilaciones indebidas y con todas las garantías, a utilizar los medios de prueba pertinentes para su defensa, a no declarar contra sí mismos, a no confesarse culpables y a la presunción de inocencia. La Ley regulará los casos en que, por razón de parentesco o de secreto profesional, no se estará obligado a declarar sobre hechos presuntamente delictivos».

[16] ALMAGRO NOSETE, J., en «Garantías constitucionales en el proceso civil», en Constitución y proceso, cit., p. 258, se refiere concretamente al artículo 14. 3. e), del Pacto Internacional sobre los Derechos Civiles y Políticos como antecedente del derecho a la prueba del artículo 24.2 de la Constitución Española. Este precepto establece que durante el proceso, toda persona acusada de un delito tendrá derecho, en plena igualdad, a interrogar o hacer interrogar a los testigos de cargo y a obtener la comparecencia de los testigos de descargo y que éstos sean interrogados en las mismas condiciones que los testigos de cargo. También reconocen estos orígenes PRIETO CASTRO, L., «Constitución y Justicia», en Temas de Derecho actual y su práctica, Universidad de Salamanca, 1979, p. 101 y SAÍNZ DE ROBLES, F., «El derecho a la prueba» (con J. L. Albácar López), en Primeras Jornadas de Derecho Judicial, 1983, p. 597. Desde nuestro punto de vista, puede haber influido la VI Enmienda de la vetusta Constitución de los Estados Unidos de América en estos instrumentos internacionales, específicamente en cuanto decreta el derecho del acusado a que «se le caree con los testigos que depongan en su contra, de que se obligue a comparecer a los testigos que le favorezcan y de contar con la ayuda de un abogado que lo defienda». Ver, sobre del tema, COMOGLIO, L. P., «Il ‘giusto processo’ civile nella dimensione comparatística», en RDP, año 2002, pp. 726-735, PI LLORENS, M., Los derechos humanos en el ordenamiento comunitario, Ed. Ariel, Barcelona, 1999, pp. 27-28, 34,  y FERNÁNDEZ-VIAGAS. P., El derecho a un proceso sin dilaciones indebidas, Ed. Civitas, Madrid, 1994, pp. 56-65.  

[17] La Constitución de Chipre, en su segunda parte, dedicada a consagrar los derechos y libertades fundamentales, incluye en su artículo 30.3 a), el derecho de las personas a «alegar o hacer que se aleguen sus medios de prueba e interrogar a testigos con arreglo a lo dispuesto en la ley».

[18] PICÓ I JUNOY, J., ob. últ. cit., p. 19; FERRER BELTRÁN, J., «Derecho a la prueba y racionalidad de las decisiones judiciales», en Jueces para la Democracia, núm. 47, año 2003, p. 27.

[19] CAPPELLETTI, M., en «I diritti costituzionali delle parti nel processo civile italiano» (con V.Vigoriti), en RDP, 1971, p. 638, se refiere a las Sentencias del Tribunal Constitucional Italiano núm. 70/1961, de 22 de diciembre y núm. 53/1966, de 3 de junio. Cfr., además, entre otras, las sentencias de este propio Tribunal núm. 25/1964, de 4 marzo, núm. 5/1965, de 19 de febrero y núm. 70/1965, de 23 de junio. TROCKER, N., en ob. cit., p. 510, reconoce como precedente en este punto, además, la Sentencia del Tribunal Constitucional Alemán núm. 6/1957, de 18 de junio. Por otro lado WALTER, G., recoge una primera mención al derecho a la prueba en una sentencia del Tribunal Federal de Suiza de 1936 («Il diritto alla prova in Svizzera», enRivista Trimestrale  di Diritto e Procedura Civile , año 1991, p. 1190)..

[20] Tratan el derecho a la prueba como derecho autónomo, entre otros, VASALLI, G., «Il diritto alla prova nel processo penale», en RIDPP, año 1968, pp. 3-59; VIGORITI V., Garanzie costituzionali del processo civile. Due process of law e art. 24 Cost., Giufreè Editore, Milán, 1970, pp. 86 y ss.; COMOGLIO, L. P., Art. 24, cit., p. 63-65, que llega a referirse a este derecho como una conquista, para ese momento, reciente, de la jurisprudencia constitucional; CAPPELLETTI, M., ob. últ. cit., pp. 637-639; TARUFFO M., «Il diritto alla prova nel processo civile», en RDP, año 1984, pp. 75-78; DENTI, V., «Valori costituzionali e cultura processuale», en RDP, año 1984, p. 445. 

[21] Una idea del volumen de recursos de amparo resueltos por el Tribunal Constitucional Español hasta el año 1996 y del peso que tiene en éstos la vulneración del derecho a la prueba, en PICÓ I JUNOY, J., «Las garantías constitucionales del proceso», cit., pp. 32-34. Esta propia estadística, para los años de 1999 a 2004, puede consultarse en Memorias del Tribunal Constitucional, en http://www.tribunalconstitucional.es/MEMORIAS.htm (consultado el día 3 de junio de 2006).

[22] Es lo que puede resumirse de  DENTI, V., ob. cit., p. 445;  PICÓ I JUNOY, J., El derecho a la prueba…, cit., pp. 18 y 19; FERRER BELTRAN, J., ob.  cit., p. 28;  TARUFFO, M., «Investigación judicial y producción de prueba por las partes», enRevista de Derecho (Valdivia), disponible en www.http://www.scielo.com (consultado el día 26 de

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noviembre de 2006); VIGORITI, V., ob. cit., p. 86; TROCKER, N., ob. cit., pp. 510, 520; WALTER, G., ob. cit., pp. 1191-1192, y CAROCCA PÉREZ, A.,Garantía constitucional de la defensa procesal, J. M. Bosch Editor, Barcelona, 1998, p. 98.

[23]    En lo fundamental, CHAMORRO BERNAL, F., La tutela judicial efectiva. Derechos y garantías procesales derivados del artículo 24.1 de la Constitución, Ed. Bosch, Barcelona, 1994, pp. 139-140; PICÓ I JUNOY, J., ob. últ. cit., pp. 21-30; WALTER, G., ob. cit., p. 1198; SANCHIS CRESPO, «El derecho fundamental a usar los medios de prueba pertinentes (Un recorrido por la jurisprudencia constitucional)», en RTJ, núm. 5, año 1998, pp. 523-528; CAROCCA PÉREZ, A., ob. cit., pp. 304-306, GARBERÍ LLOBREGAT, J., La prueba civil (con G. Buitrón Ramírez), Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 2004, pp. 145-149; MONTERO AROCA, J., La prueba en el proceso civil, 5.ª edición, Ed. Civitas, Madrid, 2007, pp. 111-115, y ABEL LLUCH, X., «Sobre la prueba y el derecho a la prueba en el proceso civil», en Objeto y carga de la prueba en el proceso civil (con AA. VV., coord. X. Abel Lluch y J. Picó i Junoy), Bosch Editor, Barcelona, 2007, pp. 17-46.

[24] Para GÓMEZ TRETO, R., la Constitución debe designarse como de 1975, por ser el año en que en realidad se agota todo el proceso de elaboración del proyecto («El concepto marxista de la Constitución y el sistema jurídico-normativo de la sociedad constituida en Estado», en Revista Cubana de Derecho (en adelante RCD), núm. 31, año 1987, p. 17). El anteproyecto de la Constitución de la República, durante este año, fue sometido a un proceso de discusión pública previo a su aprobación mediante referendo el 15 de febrero de 1976. La CC ha sido modificada con posterioridad en 1978, 1992 y 2002. 

[25] Mucho se ha dicho respecto a esta etapa de provisionalidad y varias son las interrogantes que, en lo que corresponde al terreno del derecho, siguen en pie. La complejidad del tema la explica FERNÁNDEZ BULTÉ, J., cuando expresa que «los cimientos éticos y funcionales de la legalidad burguesa, incluso sus matrices conceptuales y sus fuentes jurisferantes, fueron rápidamente barridos; pero en su lugar no era posible montar un nuevo sistema jurídico. Con cierta grandilocuencia se hablaba ya, en los finales de la década de los 60, del sistema socialista. Sin embargo, una reflexión profunda nos permite cuestionarnos, no sólo si nos aproximamos a él en aquellos momentos, sino incluso si ha habido absoluta claridad sobre su alcance, contenido y carácter aun en los años posteriores y en la doctrina jurídica del socialismo de Europa del este» («Tras las pistas de la revolución en cuarenta años de derecho», en revista Temas, núms. 16-17, años 1998-1999, p. 107).   

[26] Una relación de estas normas puede verse en AZICRI, M., «Introducción al derecho socialista cubano» (trad. H. Fix-Fierro), en BMDC, núm. 41, año 1981, pp. 564 y ss.

[27] La cuestión de si el derecho a la prueba es un derecho autónomo, con vida propia o no, ha suscitado opiniones de varios autores. Así, SANCHIS CRESPO, C., ob. cit., p. 529; DÍAZ FUENTES, A., en La prueba en la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil. Tratamiento y práctica, Ed. Bosch, Barcelona, 2002, p.16; PICÓ I JUNOY, J., en ob. últ. cit., pp. 16, 35-37, lo ligan al derecho a la defensa. Este último autor, en particular, lo considera como instrumental y complementario, toda vez que el derecho a la defensa no estará cumplido si se le impide a alguno de los litigantes la utilización de los medios de pruebas que se consideren pertinente. Así, también, GESTO ALONSO, B., «El derecho a los medios de prueba pertinentes…», cit., pp. 3835 a 3841, quien se pregunta si la atribución de este derecho fundamental a las partes formales de un proceso judicial en curso, y donde el órgano judicial desestima un medio de prueba pertinente, conlleva o no la simultánea vulneración del derecho a la tutela efectiva, al mostrarse evidentemente conectados este último derecho y la prohibición de indefensión. CAROCCA PÉREZ, A., en «Una primera aproximación al tema de la prueba ilícita en Chile», en Ius et Praxis, núm. 2, año 1998, pp. 302-303, aduce que éste derecho se encuentra implícito dentro de las garantías del «derecho a la defensa», al contener éste último tres facultades reconocidas: la de alegar, la de probar y, por último, la de oponerse una parte a las alegaciones y pruebas aportadas por la otra; siendo entonces en la segunda potestad, o sea, en la de probar, donde se considera incluida la existencia del mismo. «La mención expresa a esta garantía procesal que nos ocupa ─refiere el autor─, o su silencio en los textos constitucionales, ha derivado en extensas disquisiciones de los autores consultados sobre la posibilidad de enmarcarle una vida autónoma al derecho a la prueba, o por el contrario, subsumirlo, como garantía procesal, en el contenido esencial de derechos constitucionales históricamente reconocidos, tales como: el de defensa, el derecho al proceso debido o al de la tutela. Pues bien, así entendido el derecho de defensa, contiene la facultad de los interesados de realizar en el proceso tres actividades fundamentales: la de efectuar sus alegaciones; la de probarlas; y, la de contradecir las alegaciones y pruebas de la parte contraria».

[28] Ídem,  p. 303.

[29] Por razones evidentes, nos ceñimos aquí a la protección de los derechos ciudadanos en un plano concreto, o sea, como respuesta ante violaciones específicas.

[30] Este artículo se reproduce luego, textualmente, en el artículo 1 de la Ley núm. 83, de 11 de julio de 1997, Ley de la Fiscalía General de la República, en adelante LFGR.

[31] Claro que esta división entre derechos dentro y fuera de la Constitución pudiera relativizarse en el sentido de que, aun estos últimos, están preordenados por los principios generales del texto constitucional. Así lo observa PRIETO VALDÉS, M.: «la normatividad e imperatividad de las Constituciones no es un resultado lógico formal, sino una consecuencia de las acciones e influencias que de ella se reclaman, para lo cual se prevé la acción de ciertos mecanismos y controles a fin de lograr la aspiración suprema, la eficacia de los valores esenciales contenidos en el texto» («Funciones de la Constitución», en Cuba Siglo XXI, núm. XXIV, año 2002, en  www.nodo50.org/cubasigloXXI/politica [consultado el día 25 de junio de 2006]).

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[32] Sobre el diseño de la Fiscalía en el sistema de derecho socialista puede consultarse BERMAN, H. J., La Justicia en la URSS. Una interpretación del derecho soviético (trad. J. R. Capella), Ed. Ariel, Barcelona, 1968, pp. 267-277. Este penetrante estudio del profesor de la Universidad de Harvard constituye, por su objetividad, una valiosa fuente para la comprensión del modelo soviético y del sistema de derecho socialista en general.

[33] LFGR, artículo 7, inciso a), y artículo 8, incisos b) y c).

[34] Es la LFGR, en su artículo 24.1, la que da concreción a esta vía, al disponer que «la Fiscalía General de la República a través del Fiscal designado, atiende, investiga y responde en el plazo de sesenta días, las denuncias, quejas y reclamaciones que en el orden legal formulen los ciudadanos».

[35] Y adviértase que no es la simple desestimación de una prueba lo que tipifica la vulneración del derecho a la misma. El derecho a la prueba no garantiza un resultado probatorio esperado, en tanto acoger o no una prueba determinada está dentro del ámbito de atribuciones de cualquier tribunal. Se produce vulneración cuando se limita alguno de los contenidos tutelados por este derecho, ya observados en este trabajo.

[36] El referente soviético está explícito en el propio mandato que puso en marcha el proceso constituyente. Entre otras aspectos, la comisión encargada de elaborar el anteproyecto de Constitución se propuso tener en cuenta «los pasos dados últimamente en el proceso de perfeccionamiento del aparato estatal, las experiencias de los países que marchan por la vía del socialismo y el comunismo, las tradiciones progresistas y revolucionarias de nuestro pueblo y fundamentarse en los sólidos principios del marxismo leninismo (Gaceta Oficial de la República de Cuba, edición extraordinaria núm. 13, de 23 de octubre de 1974). Para una idea de los antecedentes teóricos soviéticos de la Constitución de la República de 1976, ver GARCINI GUERRA, H., «La Constitución del Estado socialista cubano», en RCD, núm. 12, año 1976, pp. 104, 111, 113. Sobre los antecedentes socialistas, en general, ver «Algunas consideraciones sobre el anteproyecto de Constitución» (documento presentado por la comisión encargada de elaborar el anteproyecto al momento de su presentación), en RCD núm. 11, año 1976, p. 52.

Respecto al alcance mimético de las modificaciones legislativas generales, es interesante la opinión de un observador externo como MAX AZICRI, para quien «no obstante, las leyes cubanas que tienen como fin el cambio social nunca han perdido su carácter nacional, y tampoco se han convertido en un cuerpo de disposiciones impersonales que imitan únicamente el derecho público de los demás países socialistas, si bien es bastante poderosa la tendencia hacia la comunidad de las instituciones políticas más importantes basadas en una filosofía judicial similar. Sin embargo, existe una amplia evidencia de que en Cuba se combinan las características socialistas generales con las nacionales particulares en el desarrollo del sistema jurídico, como lo demuestran la Constitución de 1976 y el cuerpo de leyes socialistas promulgadas en la década de los setenta» (ob. cit., p. 564).   

[37] El autor, refiriéndose a la influencia en el campo teórico y doctrinal sostiene que «del campo socialista, especialmente de Europa del este, llegaba una literatura casi siempre cargada de retórica apologética, con pocos elementos de rigor científico. Los atisbos al respecto se limitaban a indagaciones valederas, y aun rigurosas, sobre el pensamiento de los clásicos del marxismo, especialmente de Lenin, sobre el problema de la existencia, connotación y alcance de la noción Sistema de Derecho Socialista», y,  más adelante: «hay que decir con toda sinceridad que en ocasiones se impusieron y predominaron posiciones doctrinales y técnicas que, lejos de ser avanzadas y progresistas, quedaron muy rezagadas de las antes contenidas en el sistema romano-francés. De hecho, el desarrollo técnico-doctrinal alcanzado por nuestro Derecho, a la sombra de los modelos hispánico y francés, era mucho más orgánico, avanzado y riguroso que el que disponía la técnica y la tradición jurídica soviética y de otros países del campo socialista. En esas condiciones, inevitables mimetismos e influencias procedentes de ellos, lejos de impulsar nuestras soluciones jurídicas a niveles más elevados, lo que hacían era retrasarlas y minorizarlas» (ob. cit. pp. 108-109).

[38] La individualidad o no del Derecho socialista, en cuanto a modelo, no está, sin embargo, claramente despejada. Para LAWSON, el derecho socialista (particularmente el de la Unión Soviética) es sólo una variación del sistema del civil law y la influencia de la filosofía política marxista no cambió ese carácter. El sistema del civil law, nos dice el autor, «recibió desde Roma el tronco del árbol. El sistema legal soviético es sólo una rama, entre muchas otras ramas representadas en los sistemas públicos modernos de Francia, Italia, Alemania, Grecia, Brasil y de muchos otros países que siguieron el patrón concebido originalmente por el jurista romano» (citado por HAZARD J. N., The soviet legal system [con I. Shapiro y P. B.Maggs], Oceana Publications, Nueva York, 1969, p. vxviii). Otro comparativista destacado, DAVID, R., refiriéndose específicamente al Derecho de la Unión Soviética, reconoce que, aun cuando éste presenta una indudable ascendencia romana, puesta de manifiesto en el hecho de que respeta en gran medida la terminología de este tronco y, «al menos en apariencia, su estructura», hay razones que permiten identificar el derecho socialista como una familia distinta a la romano-germánica (I grandi sistemi giuridici contemporanei (trad. al italiano R. Sacco y otros), Cedam,  Padova, 1973, p. 136). Este mismo autor, en «Le droit soviétique » (con J. N. Hazard), Libraire Générale de Droit et Jurisprudence, París, 1954, p. 84, utiliza el símil de la asunción de reglas paganas por el derecho cristiano para indicar que no hay una ruptura total del derecho socialista con las fórmulas jurídicas anteriores. «El derecho socialista —expresa este prominente estudioso del tema—, hace suya una masa de reglas ya existentes que no tienen por qué ser abolidas, en tanto, no tienen que ver con la vieja ideología ni con la nueva». Una matización de esta idea la encontramos en BERMAN, H. J., ob. cit., p. 213: «La Revolución rusa sólo superficialmente es una revolución europea. El sistema jurídico que está produciendo es solamente en parte un sistema occidental». En el mismo sentido, ver CAPPELLETTI, M., El proceso civil en el derecho comparado (trad. S. Sentía Melendo), EJEA, Buenos Aires, 1973, pp. 10-16. 

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[39] En sentido general, la subestimación o negación del papel del Derecho y sus causas son tratados por ALEXÉEV, S., El socialismo y el derecho (trad. V. Mednikov), Ed. Progreso, Moscú, 1989, pp. 12-15.

[40] Incluso la carrera de Derecho fue afectada por este fenómeno. Cuenta FERNÁNDEZ BULTÉ, J., que «durante dos cursos, los estudios que siempre habían sido de cinco años, se redujeron a cuatro, en tanto desaparecían algunas asignaturas como el Derecho Romano, el Mercantil, la Filosofía del Derecho, etc., y otras perdían extensión y profundidad» (ob. cit., p. 116). También se refiere a ello BERMAN, H. J., para quien «la política de institucionalización ha restablecido el prestigio no sólo del derecho sino también de las profesiones jurídicas, que habían caído a niveles muy bajos en los años sesenta, al extremo de que durante un año no existió ingreso regular de estudiantes de derecho en la Universidad de la Habana» («Impresiones sobre el derecho cubano» (con V. R. Withing), en BMDC, núm. 42, año 1982, pp. 1039-1040. En el año 1961 se graduaron en Cuba 252 abogados, en 1964, 336 y en los años subsiguientes hasta 1980 el promedio de graduados por año no rebasaba los 40. De 1981 hasta 1996 los promedios anuales oscilan en 420 graduados (estadística ofrecida por MENDOZA DÍAZ, J., El sistema jurídico cubano, disponible en http://lex.uh.cu/Dptos/civil.htm [consultado el 30 de octubre de 2007]).

[41] Respecto al momento en que empieza a superarse esa fase, BERMAN sostiene que: «(…) nuestra más fuerte impresión consistía en que la revolución cubana (…) ha superado un inicial periodo de utopismo revolucionario, nihilismo, sacrificio y animadversión por la legalidad y ha entrado en una segunda etapa de de consolidación, racionalización e incentivos materiales y el respaldo a principios fundamentales del derecho y de la legalidad. Esta segunda fase empezó, sin grandes manifestaciones, a principio de la década de los setenta y se caracteriza oficialmente por el término institucionalización» (ídem, p. 1040). Para FERNANDEZ BULTÉ, J., ya a la altura del Primer Congreso del Partido (1975) se adopta «una línea política marcadamente institucionalizadora, y el concepto de institucionalización se extiende o se acentúa, más que en la estructuración del aparato estatal o paralelo a ella, en la vertebración adecuada del sistema de Derecho. Desde 1975 se percibía claramente la voluntad política de alcanzar lo que ya entonces se llamaba el perfeccionamiento del sistema de derecho socialista» (ob. cit., p. 108).

[42] CERRONI, U., El pensamiento jurídico soviético (trad. V. Zapatero y M. de la Rocha), Cuadernos para el Diálogo, Madrid, 1977, p. 51.

[43] BERMAN, H. J.,  La Justicia en la URSS…, cit., p. 301.

[44] Ob. cit., p. 108. La tesis, de filiación marxista, la habían sostenido ya los teóricos soviéticos, así: «La superioridad de la democracia soviética consiste en que por primera vez en la historia la nación ejerce realmente el gobierno del Estado en su propio interés (…). Aquí se halla igualmente el rasgo fundamental del ordenamiento socialista (…), que garantiza la satisfacción de todas las exigencias y de todas las necesidades, de todos los intereses y los deseos de las masas populares trabajadoras. La verdadera libertad del pueblo consiste en eso, y no en los llamados ‘derechos’ ni en las llamadas ‘garantías’» (VYSHINSKY, A., The law of de soviet state, citado por CERRONI, U., ob. cit., p. 101). También los autores cubanos de la década del setenta: «El derecho constitucional socialista desmitifica, necesariamente, todos los tópicos del Derecho Constitucional burgués al adecuar más exactamente sus formulaciones teóricas y normativas a la nueva realidad (…). Los derechos constitucionales dejan de ser meras reivindicaciones formales del ciudadano frente al Estado, como sucede en la sociedad burguesa. Estos derechos se formulan en la constitución socialista en íntima vinculación con el desarrollo socioeconómico y las condiciones colectivas de su realización, con expresión de las garantías que el estado establece para su ejercicio efectivo». ASCUY, H., «Noción y esencia de la Constitución», en RCD núm. 9, año 1975, pp. 100-101.

[45] Hay autores que, sin estar necesariamente influidos por los criterios teóricos del Derecho socialista tienen, sin embargo, una manera similar de entender esta relación entre derechos y garantías; así, por ejemplo, GOZAÍNI, O., para quien «tanto garantías individuales como sociales son definitivamente consagraciones fundamentales que obran en las más puras abstracciones si no cuentan con un elemental sistema de puesta en marcha» (Problemas actuales del Derecho Procesal, Fundap, México, 2002, p. 107).

[46]Sobre este tema ver, entre otros, PRIETO VALDÉS, M., «La defensa jurídica de la Constitución Cubana», en Cuba Siglo XXI, núm. II, año 2001, en http://www.nodo50.org/cubasigloXXI (consultado el 23 junio de 2006).

[47] GÓMEZ TRETO, R., El concepto marxista de la Constitución…, cit., p. 9.

[48] Debemos ser objetivos y justos: no podía pedirse a los integrantes de la comisión redactora que estuviesen al tanto de una categoría que se estaba formando en esa época, a partir de decisiones jurisprudenciales y criterios doctrinales, novedosos incluso para los propios países donde se ubica el nacimiento de la concepción garantista de la prueba.

[49] Es la idea, sugerida por un estudioso del tema, de que la Carta Magna, «más que articular un grupo de derechos acorde a la semántica y los códigos universales, dirigió su esfuerzo a legitimar realidades materializadas por la práctica social» (VILLABELLA ARMENGOL, C., «Los Derechos Humanos. Consideraciones teóricas de su legitimación en la Constitución de Cuba», en Temas de Derecho Constitucional cubano [coord. M. Prieto Valdés y L. Pérez Hernández], Ed. Félix Varela, La Habana, s/f, p. 7). Ver, en el mismo sentido, PRIETO VALDÉS, M., Cuba, su desarrollo constitucional posterior a 1959 y su diseño político, disponible en http://lex.uh.cu (consultado el día 13 de junio de 2006).

 

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EL ARBITRAJE INTERNACIONAL ANTE EL TRIBUNAL CUBANO (1) Autor: Ms C. Narciso A. Cobo Roura                    Presidente Sociedad Cubana de Derecho Económico y Financiero de la UNJC                    Vicepresidente de la Corte Cubana de Arbitraje Comercial Internacional                     Profesor Facultad de Derecho, Universidad de La Habana                                                                                                                           I En nada le resulta ajeno el arbitraje a nuestros jueces. Por formación, por práctica profesional y por razón del marco legal. Lo primero, porque – aunque de manera necesariamente breve – el arbitraje comercial se encuentra incluido en los planes de estudio de la Universidad, en la asignatura de Derecho Económico, a la par de la jurisdicción económica de los tribunales ordinarios[2]. Lo segundo porque una gran parte de los jueces que se desempeñan como tales en las actuales Salas de lo Económico[3], se desempeñaron anteriormente como árbitros del sistema de Arbitraje Estatal[4] y las reglas de procedimiento que debieron aplicar durante mas de veinticinco años, fueron reglas de arbitraje[5]. Y, lo tercero, porque desde muy temprano la República de Cuba dio pasos en dirección a hacerle un espacio al arbitraje comercial, tanto nacional[6] como internacional[7]. Esta presencia del arbitraje en nuestro país, no se ha visto asociada, en momento o forma alguna, al descreimiento o a la desconfianza de las partes en los tribunales ordinarios. El arbitraje ha tenido siempre su propia identidad, su propia razón de ser. Sucede, y esto es bueno advertirlo, que la justicia económica en los tribunales ordinarios cubanos no suele verse afectada por congestiones de asuntos, el término promedio para la solución de éstos no excede los 6 meses, el procedimiento es sumamente flexible, nada formal, regido por el principio de la confidencialidad, los jueces gozan de una verdadera especialización, y – hasta fecha muy reciente – sus decisiones eran igualmente inapelables, lo que en la práctica continua sucediendo a pesar de haberse franqueado el derecho a impugnar los fallos de los tribunales de instancia[8]. Asegurando este “continuum”, dos disposiciones legales de reciente aprobación, el Decreto Ley 241[9], modificativo de la Ley de Procedimiento Civil, Administrativo y Laboral, por el cual se puso en vigor el nuevo procedimiento para las Salas de lo Económico, y el Decreto Ley  250[10], “De la Corte Cubana de Arbitraje Comercial Internacional”, deben contribuir a reforzar aun más la comunicación entre ambas esferas. El propósito de estas notas no es otro que el de poner de relieve aquellos aspectos en los que debe tender a fortalecerse esta relación.  

II Al dejar atrás la entonces casi centenaria Ley de Enjuiciamiento Civil de 1881, tras un breve tránsito, entró en vigor la Ley de Procedimiento Civil, Administrativo y Laboral de 1977[11]. El nuevo ordenamiento procesal, a pesar de orientarse claramente a regular la diversidad de procedimientos ante los tribunales nacionales, y de producirse su aprobación en un marco de transformación del máximo órgano legislativo[12], no dejó de tener a vista y alcanzar la necesaria correspondencia con la entonces recién adoptada Ley de la Corte de Arbitraje de Comercio Exterior de 1976[13], precedida, a su vez, de la entrada en vigor de la Convención de Nueva York[14]. En tal sentido, al fijar su propio ámbito, en su Artículo 3, la Ley de Procedimiento Civil Administrativo y Laboral extendió la jurisdicción de los tribunales cubanos al conocimiento de los asuntos en los que cualquiera de los litigantes fuera cubano o se refiriera a bienes situados en Cuba, aun cuando sobre lo mismo existiera pleito pendiente en otro país, o hubiera sumisión a tribunal extranjero, adelantándose en cambio a exceptuar de esta jurisdicción “las controversias que surjan en el comercio internacional y que se sometan expresa o tácitamente, o por disposición de la ley o por acuerdos internacionales, a cortes arbitrales.”[15] A ello por supuesto contribuía en aquel momento el hecho cierto de que la mayor parte del comercio exterior cubano se llevaba a cabo en el marco integracionista del CAME[16], para el cual regían las llamadas

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Condiciones Generales de Entrega de Suministros[17], las que, en caso de conflicto, de manera imperativa, remitían a las partes contratantes a la corte de arbitraje de comercio exterior[18], del país del demandado. Al producirse la desintegración de la URSS y la desaparición del campo socialista, ya al filo de los noventa, y conmocionarse con ello todo el tráfico mercantil internacional de estos países, Cuba debió reorientar su comercio exterior en un período muy breve de tiempo, en el marco de severas restricciones financieras y el endurecimiento del bloqueo comercial impuesto a nuestro país por los Estados Unidos[19], lo que de algún modo le imprimió cierta inseguridad a la contratación externa y a la solución de los conflictos por la vía arbitral. Sin embargo, con una clara visión anticipadora, el legislador dispuso un grupo de medidas orientadas a desarrollar la capacidad de resistencia del pueblo cubano y a crear en este una voluntad de enfrentar y superar la crisis que se avecinaba. Es así que entre otros cambios estructurales, preparatorios o en o consecuencia de la reforma constitucional que tuvo lugar en 1992[20], se procedió al reordenamiento del comercio exterior[21], al fomento de la inversión extranjera[22], la reestructuración de la banca[23], el establecimiento de nuevo sistema tributario[24] y al perfeccionamiento empresarial[25]. Como parte de estas medidas, muy tempranamente, en 1991, se dispuso la sustitución del Sistema de Arbitraje Estatal[26] con la creación de las Salas de lo Económico[27], como parte del sistema judicial cubano.  Es con estas nuevas salas de justicia, en realidad, que comienza a producirse un importante acercamiento al arbitraje comercial internacional en razón de los sujetos que debían acudir a las mismas[28]. En la práctica, a pesar de aplicar estas salas una normativa diferente, siempre que fuera alegada la excepción de arbitraje, como regla, ésta era acogida al amparo de la citada preceptiva[29], de conformidad con lo establecido en el Artículo VI de la Convención de Ginebra, de la que Cuba, desde fecha muy temprana, es parte signataria; a no ser que se advirtiera por el tribunal actuante circunstancias que afectaran la cláusula y pusieran de relieve alguna patología que la hiciera nula, ineficaz o inaplicable[30]. Esta misma excepción en cambio, al ser alegada en procesos ejecutivos, dio lugar en no pocas ocasiones a su desestimación, abriendo un espacio para opiniones encontradas aun dentro de la propia judicatura, al considerar algunos la autonomía o el carácter abstracto del titulo valor como algo que debía aislar la relación causal  y por consiguiente privar de todo efecto la cláusula compromisoria, produciéndose algunos fallos en esta dirección. Sin embargo, resultaba difícil de sustentar esta posición de cara a procesos ejecutivos que, en rigor, no tomaban por fundamento la existencia cierta de verdaderos títulos valores, justificativos de la alegada “abstracción”, sino que resultaban “construidos” a partir de expedientes de diligencias previas[31] en virtud de las cuales una mera declaración de reconocimiento de deuda era exaltada a título ejecutivo, sin que en propiedad en muchos casos reuniera los requisitos indispensables para ello, dando paso a un proceso sumario, con el propósito de sortear la fase probatoria y de conocimiento, y acceder de inmediato, como medida cautelar, a los fondos de la entidad presuntamente deudora para asegurar un cobro que no dejaba de presentar problemas en su ejecución, y cuyo incumplimiento o cumplimiento insatisfactorio, en cualquier caso no deja de hallarse comprendido en el alcance de la cláusula compromisoria. Recurridos estos fallos en procesos extraordinarios de revisión[32], la Sala de lo Económico del Tribunal Supremo Popular, dictó resoluciones que revirtieron esta apreciación[33], confirmando el respeto obligado de la cláusula compromisoria, en su doble efecto, negativo y positivo, de sustraer el conocimiento de fondo de la jurisdicción de los tribunales ordinarios y de sumisión obligatoria y vinculante al arbitraje.Ello no ha impedido que los tribunales de instancia, igual que acogen la excepción de sumisión al arbitraje, procedan a desestimar ésta cuando concurren circunstancias que obligan a apreciar la nulidad, invalidez o ineficacia de la misma[34]. Si en algún campo pudiera ser importante seguir la evolución de la práctica jurisdiccional de estas Salas de Justicia, lo es precisamente en lo que concierne a esta facultad que les está reservada de apreciar y resolver sobre la eficacia que le puede ser reconocida a un pacto arbitral.  En cualquier caso,es de advertir que el Decreto Ley 241, artículo 739, establece que "Se exceptúan igualmente del conocimiento de las salas  de lo Económico los litigios que se sometan expresa o tácitamente, o por disposición de la ley o acuerdos internacionales, al arbitraje comercial internacional, sin perjuicio de la

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asistencia que deban prestar en dichos procesos a solicitud de las partes o requerimiento del tribunal arbitral." , en línea con lo cual el Decreto Leu 250, "De la Corte Cubana de Arbitraje Comercial Internacional", artículo 15, dispuso  que "los tribunales de la jurisdicción ordinaria se abstendran de conocer de aquellos asuntos en relación con los cuales exista un acuerdo o convenio por el que expresamente se someta el mismo a una solución arbitral, salvo que estime, a instancias de parte, que dicho acuerdo o convenio es nulo, ineficaz e inaplicable".                                                                                                             III

 El otro campo en el cual la intervención de los tribunales cobra una especial relevancia en la propia fase pre arbitral es el cautelar. Aún cuando la vieja Ley de Enjuiciamiento Civil española, vigente en Cuba hasta 1974, no cuidó especialmente de prestar apoyo a la función tutelar, es lo cierto que la Ley de Procedimiento Civil, Administrativo y Laboral, que sustituyó aquella, lo hizo aún menos.  Este no es el caso, sin embargo, de las nuevas reglas de procedimiento de las Salas de lo Económico[35]. En las nuevas reglas, además de reinsertar las principales figuras de medidas cautelares o precautorias, reconocidas en la generalidad de los códigos de procedimientos civiles de la región, tales como el embargo preventivo, el secuestro de bienes en litigio, la anotación preventiva, el depósito temporal de bienes, el aseguramiento de medios probatorios o la suspensión o abstención de actividad o conducta determinada, dejó abierta la posibilidad de adoptar otras medidas cautelares no nominalizadas[36]. Por otra parte el otorgamiento de medidas cautelares, además de exigir la necesaria acreditación del riesgo cierto de daño irreparable y, en su caso, prueba documental de la que pueda inferirse la existencia cierta y actual de la deuda, requiere que el tribunal valore “los eventuales perjuicios que ello pueda suponer para el demandado o terceros, así como la conducta de las partes”[37]. En función de esto último y con el mismo propósito de reforzar la función cautelar del tribunal, se dispone que éste dé traslado de la solicitud de la medida cautelar a la parte demandada, con la necesaria antelación citando las partes a vista para ser estas oídas y resolver sobre la procedencia o no de la medida cautelar; lo que no impide que, de concurrir razones de urgencia o que así lo justifiquen, la parte actora pueda solicitar la adopción directa de la medida cautelar, con antelación a la celebración de la vista[38]. Es en este marco que las nuevas reglas de procedimiento, en plena correspondencia con la letra y el espíritu de lo establecido en la Convención de Ginebra[39], reconocen a todo actor que lo sea en proceso de arbitraje ante corte cubana la posibilidad de solicitar medida cautelar[40], fijando en este caso como criterio atributivo de la competencia la del domicilio del demandado[41], lo cual, de conformidad con la propia preceptiva, puede ser solicitado al tribunal antes de o al interponer la demanda principal, o en cualquier momento posterior durante el proceso[42]. En esa propia dirección, el Decreto Ley 250, con independencia de facultar al tribunal arbitral para ordenar directamente la adopción de medidas cautelares[43], dejó expedita la vía para que las partes soliciten las mismas a los tribunales ordinarios.[44] Tratándose aquí de la intervención del tribunal en fase pre arbitral, es importante poner de relieve que para que la medida cautelar pueda ser adoptada por el mismo, en caso de que aún no haya sido interpuesta la demanda arbitral, la parte actora deberá acreditar haber presentado la misma dentro de un plazo de treinta días, contados a partir de su solicitud[45], en defecto de lo cual el embargo adoptado quedaría sin efecto. Un aspecto, sin embargo, requiere ser tenido en cuenta: la ley cubana solo se refiere a proceso de arbitraje ante corte arbitral cubana. Esto, deja espacio al menos para dos interrogantes a las que deben dar obligada respuesta los desarrollos doctrinales y de la actividad jurisdiccional, llamados a fijar los criterios interpretativos en la aplicación de esta preceptiva, sobre todo en función y en correspondencia, como ya quedó dicho, con el espíritu del marco convencional regulatorio y de la práctica internacional. 

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Primeramente, si en los casos de procesos de arbitraje, de carácter comercial internacional, que tengan por sede el territorio nacional, a los que de manera necesaria les resultaría de aplicación el ordenamiento procesal cubano, y cuyos laudos – en consecuencia – serían reputados como nacionales, no habría que considerar igualmente de aplicación la expresada tutela cautelar, razonamiento que parece favorecer una respuesta positiva. Y, en segundo lugar, si en los casos en que los procesos de arbitraje internacional se desarrollen fuera del territorio nacional, como no es infrecuente que tenga lugar, de solicitarse una medida cautelar ante los tribunales cubanos estarían estos ante la misma obligación de acceder a su valoración, lo que pudiera, en cambio, requerir de la colaboración judicial internacional, de cara a otras exigencias o condicionamientos, como parece ser el caso. 

IV Constituido el tribunal arbitral, la función cautelar pasa ahora a ser compartida, como no lo estaba antes. Reservada anteriormente a los tribunales ordinarios, con el nuevo Decreto Ley ordenador del arbitraje comercial internacional en Cuba, también el tribunal arbitral puede adoptar medidas precautorias[46]. Si al amparo de la vieja Ley ello no le era posible, de conformidad con la nueva preceptiva el tribunal arbitral puede adoptar medidas cautelares. Ello coloca a la parte actora, o a la que lo sea por vía reconvencional, en la necesidad de elegir entre solicitar la medida cautelar al tribunal ordinario o hacerlo directamente al tribunal arbitral. Siempre se ha afirmado que las facultades del tribunal arbitral para conceder una medida cautelar, al estar desprovisto del llamado “ius imperi”, van a resultar mas limitadas que las que puedan corresponder, en todo caso, a las salas de justicia, cuya amplitud ya hemos señalado. Quizás ésta es una construcción a la que hemos otorgado un valor axiomático, que puede ser – y  en mi opinión se justifica que fuera – objeto  de revisión; pero, es lo cierto, y en ello se suele convenir, que las del tribunal arbitral están por demostrar su eficacia. En cualquier caso, no parece que puedan – de momento y sin otro respaldo legislativo – alcanzar a obligar mas allá de un punto en el que hayan convenido en principio las partes o resulte admitido por éstas. No deja de haber en ello, quizás, cierto convencionalismo, mas allá de una verdadera razón legal. Nada tendría por qué impedir que, dispuesta una medida cautelar por el tribunal arbitral cubano, cuya ejecución dependa de un tercero – como pudiera corresponder a una Terminal portuaria o a una casa financiera, éste se encuentre obligado a dar cumplimiento a la misma por corresponder a una decisión dictada dentro del marco de las facultades que le están expresamente reconocidas por ley. Sin perjuicio, por supuesto, de la exigibilidad de su cumplimiento por la vía del tribunal estatal. No son estos, ciertamente, aspectos resueltos en el ordenamiento procesal cubano, como quizás no lo estén tampoco en una buena parte de los ordenamientos procesales del área, en los que a veces no es difícil advertir, en oposición a los avances doctrinales – y aun legislativos – alcanzados en materia de arbitraje comercial, una determinada reserva, cuando no una clara resistencia a éste por algún que otro sistema judicial. En tanto esto no tenga lugar, debe corresponder a la Corte Cubana de Arbitraje Comercial Internacional, velar porque los tribunales constituidos a su abrigo, hagan un uso inteligente de esta nueva facultad que le ha quedado atribuida. No está claro tampoco a que medidas cautelares debe alcanzar el tribunal arbitral y cuales deben quedar fuera de su ámbito competencial.  Como no lo está si resistidas las primeras puede ser solicitado su cumplimiento por conducto del tribunal ordinario, o debe limitarse el tribunal arbitral a atribuirle un efecto “apreciativo”, que no dejaría de entrar en contradicción con el principio de igualdad que informa la base misma de todo proceso arbitral y que pudiera imprimirle un sesgo injustificado a su decisión. 

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Una tarea no menos compleja le pasa a corresponder al tribunal ordinario. La ley – su Ley – le ordena extender su función cautelar en apoyo a los procesos de arbitraje que tengan lugar ante cortes cubanas. No creo que ello se agote con la adopción de la medida cautelar que le sea solicitada por la parte.  La misma interrogante que enfrenta el tribunal arbitral debe ser asumida, pensada y resuelta en la práctica judicial. De ello, en gran medida puede depender no solo la eficacia del arbitraje comercial internacional seguido en la Corte Cubana, sino de la realización misma de los fines atribuidos a estas Salas de Justicia. La otra interrogante no menos importante es hasta donde alcanza a obligar a un tribunal cubano una solicitud de medida cautelar dirigida a éste por una parte actora en un proceso de arbitraje comercial internacional que tenga por sede otro país, trátese ya de una arbitraje institucional o ad hoc, indistintamente, y facultado para ello por las reglas de procedimiento de esa corte o elegidas por las partes.  Ello puede cobrar una mayor complejidad cuando dicha medida cautelar sea adoptada mediante laudo arbitral interlocutorio – cuya provisionalidad estaría dada por la naturaleza misma de la medida cautelar – y se pretenda su ejecución, o cuando incluso más allá sea solicitado por conducto de un tribunal extranjero a través de los mecanismos de colaboración judicial internacional. Hoy pueden parecer casos extremos o poco probables, pero es lo cierto que las dimensiones y significación de algunos procesos bien puede hacer que esta inquietud deje de ser una disyuntiva distante para ser una decisión a adoptar.

 VI 

Es quizás al concluir el proceso de arbitraje que la eventual intervención de los tribunales – ya sea como tribunal del lugar de emisión del laudo (juez de impugnación) o como tribunal del lugar de ejecución del mismo (juez de reconocimiento) - cobra mayor importancia por su trascendencia para la eficacia del laudo arbitral. La forma en que éstos – en ambos supuestos – ejercen el control judicial del laudo, ya sea para apreciar y declarar su nulidad o para hacer efectivo su cumplimiento, constituye un aspecto de obligada consideración para resultar elegible como foro de un proceso de arbitraje internacional. En nuestro caso, Cuba, como ya se adelantó, es  parte signataria de las Convenciones de Ginebra y Nueva York. Sin embargo, a pesar de ello y de encontrar aplicación ambas convenciones en la práctica de los tribunales cubanos, tanto en lo concerniente a hacer éstos prevalecer la existencia de una cláusula compromisoria, como en la adopción de medidas cautelares en apoyo a un proceso arbitral, no sucedió igual con la nulidad de los laudos arbítrales, lo que vino a ser objeto de regulación solo al adoptarse el Decreto Ley 223 de 2001[47]. El aludido Decreto Ley se limito a atribuir a la Sala de lo Económico del Tribunal Supremo la facultad de declarar la nulidad de los laudos arbitrales, sin entrar a establecer o referir las causales – contenidas en el Artículo 9 de la Convención de Ginebra – ni regular la forma ni oportunidad en que pudiera ejercitarse esta acción de nulidad ante el máximo tribunal cubano. Esta regulación, por demás necesaria, vino a cobrar expresión normativa en el Decreto Ley 241, al disponerse la modificación de la Ley de Procedimiento Civil, Administrativo y Laboral, e incorporarse a ésta el Procedimiento de lo Económico, reservando su conocimiento a la expresada Sala de lo Económico del Tribunal Supremo Popular, fijando para su promoción un plazo de diez días contados a partir de la notificación del laudo arbitral, y estableciendo, puntualmente, las causales por las cuales puede ser solicitada la nulidad del laudo en correspondencia con las establecidas en la Convención de Ginebra[48], y que no son otras que aquellas que corresponden a los criterios de anulación internacionalmente admitidos. Al parecer con miras a una mayor eficacia, la nueva normativa dejó abierta al promovente la posibilidad de solicitar, a su vez, la suspensión del cumplimiento del laudo objeto de impugnación, sujeto, en su caso, a la caución que pueda determinar el tribunal, sin que esta última sea preceptiva[49], y fijó claramente el carácter meramente estimativo de la decisión judicial, ordenando al tribunal limitarse a apreciar, y en su caso disponer,

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la nulidad solicitada, sin entrar a conocer y resolver sobre el fondo del asunto, y sin que contra dicha sentencia pueda proceder recurso alguno[50]. Complementado esto, y reforzando el derecho de acudir a los tribunales ordinarios en las expresadas condiciones, el nuevo Decreto Ley de Arbitraje prohíbe a las partes “la renuncia a su acción de nulidad”.[51] Es de significar, sin embargo, que, transcurridos seis años de establecida legalmente la posibilidad de impugnarse los laudos arbitrales dictados por la Corte de Arbitraje de Comercio Exterior[52], ante la Sala de lo Económico del Tribunal Supremo Popular, y un año después de ser objeto de expresa regulación en el ordenamiento procesal cubano, aún no se ha promovido demanda alguna en esa dirección. No obstante la irrecurribilidad del laudo, y de la propia sentencia por la que el Tribunal Supremo Popular resuelva sobre la nulidad o no del mismo[53], pudiera subsistir como interrogante si, estando el laudo arbitral equiparado por ley a una sentencia judicial[54], cabría o no la posibilidad de iniciar contra este un proceso extraordinario de revisión. No todas las causales del mismo[55], en nuestra opinión, lo pudieran justificar. En cualquier caso, tendrían que concurrir circunstancias que justificaran el carácter extraordinario de la impugnación. En principio, sería asumible la improcedencia de la revisión.

VII Por último, es en materia de control del laudo arbitral que tanto más determinante resulta la intervención de los tribunales, en el proceso de ejecución forzosa del mismo. Es donde, en propiedad, se asegura la llamada “vocación de eficacia” del laudo. Desde la regulación inicial del arbitraje comercial en Cuba, el laudo dictado por la corte cubana ha estado equiparado a la sentencia judicial. Así lo dispuso la Ley 1184[56], así lo mantuvo la Ley 1303[57], así lo preserva y declara expresamente el Decreto Ley 250[58], y así se recoge en el ordenamiento procesal cubano[59]. En tal sentido, ante el eventual incumplimiento voluntario del laudo dictado por la corte cubana de arbitraje, “…su ejecución forzosa puede ser solicitada por la parte a cuyo favor se haya dictado, ante los tribunales ordinarios, con sujeción a los términos de la ley[60] y de las convenciones internacionales de aplicación.”[61]. El criterio de atribución de competencia seguido por el legislador para fijar el tribunal del domicilio de la parte que venga obligada a su cumplimiento[62], parece haber sido el de que solo en caso de resultar una entidad cubana condenada por el laudo, procede promover la ejecución del laudo ante los tribunales cubanos. Es lo cierto, sin embargo, que aun en el supuesto en que resulte condenada una entidad extranjera, pudiera la parte vencedora – igualmente extranjera o cubana – intentar promover dicho proceso de ejecución del laudo arbitral ante los propios tribunales cubanos, cuando aquella cuente con bienes o intereses en Cuba susceptibles de ser objeto de embargo a los fines de hacer efectiva dicha ejecución. En estos casos, a falta de otro criterio de atribución de competencia, habría que estarse quizás al de la sede de la propia Corte. Para ello, en cualquier caso, la solicitud de ejecución debe ser presentada dentro del año contado a partir la firmeza del laudo[63], transcurridos los diez días contados a partir de su notificación, plazo dentro del cual la ley autoriza a promover el correspondiente proceso de nulidad, siempre que este último no haya sido promovido. Presentada la solicitud de ejecución de laudo arbitral dictado por corte de arbitraje cubana o en proceso arbitral internacional realizado en Cuba, se lleva a efecto la ejecución por la vía usual de apremio, como si correspondiera a una sentencia firme, disponiéndose, en su caso, las medidas cautelares correspondientes, de conformidad con la aludida Ley de Procedimiento.[64] De tratarse de un laudo arbitral extranjero, este solo debe pasar antes por el proceso de reconocimiento ante la Sala de lo Económico del Tribunal Supremo Popular[65], conforme a lo dispuesto, con carácter general, en relación con las sentencias extranjeras.[66] En el caso de las sentencias de tribunales extranjeros[67], una vez alcanzada su firmeza en el país donde se dictaron, éstas tendrán en Cuba – en primer término – “la eficacia que los tratados les concedan”. En este

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campo la República de Cuba es signataria de la Convención de Derecho Internacional Privado, adoptada en la Sexta Conferencia Internacional Americana celebrada en La Habana en 1928, denominada y reconocida en lo adelante como “Código Bustamante”[68] en honor al destacado jurista cubano ponente del mismo. En materia de laudos arbitrales extranjeros, a su vez, la República de Cuba es signataria desde 1975 de la Convención de Nueva York sobre Reconocimiento y Ejecución de Sentencias Arbitrales Extranjeras, de 1958[69];  estando previsto en el ordenamiento vigente que en el caso de los laudos arbitrales extranjeros, referidos a las entidades reconocidas como actores ante las Salas de lo Económico, su exequatur corresponda a la Sala de lo Económico del Tribunal Supremo Popular. En defecto de un marco convencional regulatorio, y en todo cuanto no alcance a prever y regular éste, la ley cubana establece los requisitos que deben reunir las sentencias judiciales extranjeras para su reconocimiento y ejecución[70], y que no son otros que los reconocidos por la doctrina y la práctica internacional, y que igualmente acostumbran a exigirse, mutuamente, las naciones abiertas a la necesaria cooperación judicial 

VIII Una y otra disposición legislativa objeto de reseña, tanto la normativa procesal de las Salas de lo Económico, como el nuevo ordenamiento de la Corte Cubana de Arbitraje Comercial Internacional, posibilitan – en nuestra opinión – una mayor comunicación entre ambas esferas, y con ello contribuyen a elevar la eficacia de la solución de conflictos en el marco de las relaciones económicas y a imprimirle una mayor seguridad al tráfico mercantil. En esa dirección, la actividad de los tribunales puede ser pensada de otro modo. En nuestro país lo ha sido. Nada le impide dotarse del grado de especialización que se requiera y abandonar criterios generalistas que conspiran contra la calidad de la justicia y retardan u obstaculizan el natural desenvolvimiento del proceso. Igualmente puede – y debe – imprimirle a éste mayor celeridad. Permanecer al margen de esta posibilidad, es como conducir pretendiendo hacerlo mirando solo por el espejo retrovisor. Todos estos cambios, cuando menos deseables – y  a juicio nuestro, exigibles – en el ámbito de la justicia económica, son, por demás, plenamente realizables y necesarios. No debe ser por defecto de la justicia ordinaria que el arbitraje comercial tenga su espacio. El arbitraje vale por lo que es, no por lo que deja de ser – o hacer – el tribunal. Ni este debe ver en el arbitraje merma alguna de su función. Se requiere el mutuo reconocimiento y la colaboración. Para ello no basta con la sola intención. Se precisa una labor. El reconocimiento y respeto al arbitraje, como al tribunal ordinario, depende, en primer lugar, de la competencia y profesionalidad de árbitros y jueces, pero también, y esto a veces lo podemos olvidar, depende de las partes. La elección de foro y de ley aplicable son decisiones demasiados serias para resultar determinaciones de último lugar. No hay “fin de la historia”; entre árbitros y jueces quedan muchos otros espacios y razones para reflexionar.

 

[1] Narciso A. Cobo Roura, Presidente de la Sala de lo Económico del Tribunal Supremo Popular y Vicepresidente de la Corte Cubana de Arbitraje Comercial Internacional.[2] “Temas de Derecho Económico”, Colectivo de Autores: Narciso A. Cobo, Johana Odriozola Guitart, Andrtyh Aguilar Villán y Maria Amelia Rodríguez Covián, La Habana, 2006.[3] Las Salas de lo Economico fueron creadas mediante Decreto Ley 129 “De extinción del sistema de Arbitraje Estatal”, de 17 de agosto de 1991, Gaceta Oficial Extraordinaria 9. de igual fecha.[4] El Sistema de Arbitraje Estatal fue instituido mediante Disposición Especial de la Ley 1323 “De la Administración Central del Estado”, de 30 de noviembre de 1976,  Gaceta Oficial Extraordinaria de 1ro. de diciembre, y organizado mediante Decreto 23 “Del Sistema de Arbitraje Estatal” de 3 de julio de 1978.[5] Las “Reglas de Procedimiento de Arbitraje Estatal”  fueron puestas en vigor mediante Decreto 89 de 21 de mayo de l981, Gaceta Oficial Ordinaria 54 de 8 de junio de 1981,  y  una vez extinguido el sistema de Arbitraje Estatal,

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continuaron siendo de aplicación por las Salas de lo Económico de los Tribunales hasta octubre de 2006, en que fue aprobado un nuevo procedimiento de lo económico para estas Salas de Justicia., mediante el Decreto Ley 241, de 26 de septiembre de 2006, Gaceta Oficial Extraordinaria 23 de igual fecha,  modificativo de la Ley de Procedimiento Civil, Administrativo y Laboral.[6] Venciendo la imposibilidad de arbitrar al amparo de la vieja Ley de Enjuiciamiento Civil, a lo que fueron entonces opuestos criterios de inconstitucionalidad, se dictó la Ley 1047 de 6 de agosto de 1962,  Gaceta Oficial Ordinaria 153 de 9 de agosto, por la que se instituyeron las llamadas Comisiones de Arbitraje en la mayor parte de los organismos económicos, a las que quedó atribuida la solución de los conflictos interrempresariales.[7] Al crearse la Cámara de Comercio de la República de Cuba, se dispuso la creación, como órganos adjuntos a ésta, de dos cortes; una de comercio exterior y otra de arbitraje marítimo. La primera fue creada mediante la Ley 1184 “De la Corte de Arbitraje de Comercio Exterior”, de  fecha 15 de septiembre de 1965,  posteriormente derogada por la Ley 1303 de 26 de mayo de 1976; y la segunda no llegó nunca a constituirse. Paralelamente, Cuba suscribía la Convención de Ginebra, “Convención Europea sobre Arbitraje Comercial Internacional”, de fecha 21 de abril de 1961, objeto de Proclama Presidencial de fecha 8 de agosto de 1965, entrando ésta en vigor el 30 de noviembre del propio año.[8] Estas características vienen determinadas, fundamentalmente, por el hecho de la aplicación de las Reglas de Procedimiento del Arbitraje Estatal por las Salas de lo Económico, muchas de las cuales se han logrado preservar en el nuevo procedimiento, con excepción de la confidencialidad, opuesta a la necesaria publicidad de las actuaciones, y la que, no obstante, puede ser dispuesta por el tribunal, y la irrecurriblidad de las decisiones judiciales.[9] Decreto Ley 241 de 26 de septiembre de 2006, Gaceta Oficial Extraordinaria 33, de 27 de septiembre de 2006. Modificó la Ley de Procedimiento Civil, Administrativo y Laboral, añadiendo a ésta una cuarta parte contentiva del Procedimiento de lo Económico, que se complementa a su vez con la parte general de la expresada Ley de Procedimiento en materia civil, en relación con la cual supone cambios importantes en materia cautelar y de actos preparatorios, introduciendo la audiencia preliminar.[10] Decreto Ley 250 de 30 de julio de 2007, Gaceta Oficial Extraordinaria 37 de 31 de julio de 2007. Deroga la Ley 1303 “De la Corte de Arbitraje de Comercio Exterior”, disponiendo la creación de la Corte Cubana de Arbitraje Comercial Internacional, como continuadora de la misma. Faculta a la Cámara de Comercio para aprobar y poner en vigor los Estatutos de la misma, dictar las Reglas de Procedimiento de la Corte, nombrar los árbitros y mediadores, establecer los respectivos Códigos de Ética, y aprobar y regular los derechos de arbitraje y gastos de procedimiento.[11] Ley 7 “De Procedimiento Civil, Administrativo y Laboral” de 1977[12] Aprobada y proclamada la Constitución de la República de Cuba el 24 de febrero de 1976, cesó el llamado periodo de Gobierno Revolucionario, durante el cual el máximo órgano legislativo lo era el Consejo de Ministros, pasando a serlo la Asamblea Nacional del Poder Popular.[13] Ley 1303 de fecha 26 de mayo de 1976, “De la Corte de Arbitraje de Comercio Exterior”, derogatoria a su vez de la Ley 1184 de 15 de septiembre de 1965, por la cual fue creada y regulado el funcionamiento de dicha Corte.[14] La “Convención de NN.UU. sobre el Reconocimiento y la Ejecución de Sentencias Arbitrales Extranjeras”, de 1958, fue objeto de Proclama Presidencial el 3 de febrero de 1975, Gaceta Oficial Ordinaria de 4 de febrero de 1975, entrando en vigor el 30 de marzo del propio año. Cuba se adhirió también a la “Convención de Arbitraje de Moscú” de 26 de mayo de 1971, que entró en vigor el 11 de mayo de 1977.[15] Ley de Procedimiento Civil, Administrativo y Laboral de 1977. Este mismo pronunciamiento se contiene en el artículo 739, segundo párrafo, de la propia Ley, introducido con la modificación  referida al Procedimiento de lo Económico mediante Decreto Ley 241 de 2006.[16] El CAME, Consejo de Ayuda Mutua Económica, organización intergubernamental de cooperación económica multilateral, fundada en 1949, fue el esquema integracionista que existió para el sistema de los países socialistas,  integrado originalmente por la Unión Soviética, Checoslovaquia, Hungría, Bulgaria, Polonia y Rumania, y al que se incorporaron posteriormente la República Democrática Alemana (RDA) en 1950, Mongolia (1962), Cuba (1978) y Vietnam (1978).[17] Estas Condiciones Generales, de carácter convencional, que hallaban concreciones en las relaciones bilaterales, apuntaban a uniformar el régimen de entrega de los suministros entre los países miembros del CAME, y  resultaron un importante instrumento ordenador del intercambio comercial externo entre los mismos.[18] Estas cortes se regían por un Reglamente Uniforme de Cortes de Arbitraje de Comercio Exterior, adscriptas a las Cámaras de Comercio de los Países Miembros del CAME, lo que contribuyó, de manera efectiva, a uniformar la práctica arbitral ante las mismas, en cooncordancia con las previsiones contenidas en la Convención de Arbitraje de Moscú, de la cual también Cuba era parte signataria.[19] Impuesto por Orden Ejecutiva Presidencial 3447 de 7 de febrero de 1962, bajo la Presidencia de John F. Kennedy, el bloqueo económico, comercial y financiero a Cuba se vio particularmente reforzado por las Leyes Torricelli (1992) y Helms Burton  (1996), a lo cual el legislador cubano dio respuesta con la adopción de la Ley 80 “De la Reafirmación de la Dignidad y la Soberanía Cubanas”, de 24 de diciembre de 1996 y, posteriormente, y de manera complementaria con esta última, con la Ley 88 “Sobre Protección de la Independencia Nacional y la Economía de Cuba”, de 16 de febrero de 1999. Sobre el tema,  el ensayo “Cuba/USA Nacionalizaciones y Bloqueo” de la Dra. Olga Miranda, y artículos del Dr. Miguel D´Stefano Pisani y la Dra. Olga Miranda, Revista Cubana de Derecho números 16/2000 y 25/2005, ambos miembros de la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya, hasta su reciente deceso.

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[20] En 1992 tuvo lugar una importante reforma constitucional,  que contempló la reversibilidad de la propiedad estatal socialista, eliminó el monopolio estatal del comercio exterior, e hizo espacio a la inversión extranjera.[21] En lo fundamental puso fin al monopolio del Estado sobre el comercio exterior, dando paso a que otras entidades pudieran realizar operaciones de esta naturaleza aun cuando se reservara un importante control a través del Ministerio del Comercio Exterior, (MINCEX) como único organismo facultado para autorizar operaciones de importación o exportación.[22] Aun cuando del Decreto Ley 50, adoptado ya desde la década anterior en 1982, regulaba el ingreso de la inversión extranjera al país, esta no cobra verdadera relevancia hasta la década del 90 con la aprobación de la Ley 77 “De la Inversión Extranjera” de 1996.[23] Aunque aparentemente formal, en propiedad dio paso a la creación de un sistema bancario de mayor complejidad, separando la banca estatal de la banca comercial y enriqueciendo esta última de manera importante. Ver Decretos Ley 172 y 173 sobre el Sistema Bancario Nacional y el Banco Nacional de Cuba, respectivamente.[24] Únicamente precedido por el Decreto Ley 44 de 1981, que se limitaba a fijar algunos impuestos al sector estatal, se pasa a un sistema tributario de mucha mayor integralidad mediante la Ley 73 “Del Sistema Tributario”, de 4 de agosto de 1995.[25] Precedido de un “Reglamento General de la Empresa Estatal”, aprobado mediante Decreto 42 de 1979, y de unas “Normas de la Unión y la Empresa Estatal”, puestas en vigor diez años después para adecuar su funcionamiento  a los cambios introducidos en 1989, se adoptó el Decreto Ley 192 de 1997 para el perfeccionamiento de todo el sistema empresarial que, mas que un marco regulatorio, consiste en una metodología por la cual son examinados los requisitos fijados para el sostenido perfeccionamiento de la gestión empresarial del Estado cubano. Actualmente esta legislación ha sido reemplazada por el Decreto Ley 252 de 7 de agosto de 2007 y su Reglamento, Decreto 291 del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros.[26] Ver nota 4.[27] Ver nota 3.[28] Intervienen como actores – demandantes o demandados – ante estas Salas, los grupos empresariales, las empresas estatales, las sociedades mercantiles, las empresas mixtas, las partes en los contratos de asociación económica internacional, los concesionarios y operadores de zonas francas,  y las entidades extranjeras y sus agentes o representantes, fundamentalmente.[29] Ley de Procedimiento Civil, Administrativo y Laboral, artículo 3.[30] Si bien la nulidad puede encontrar un referente legal en el artículo 67 del vigente Código Civil cubano, ésta no es la situación que presenta la inaplicabilidad de la expresada cláusula, la que no ha sido aún objeto del necesario desenvolvimiento jurisprudencial y doctrinal.[31] Mediante el reconocimiento de la firma en documento privado del cual conste la deuda y resulte evidente el vencimiento y la exigibilidad del crédito, o de la confesión de la deuda, lo que en ocasiones tiene lugar a partir de documentos que distan de satisfacer los requisitos de un título ejecutivo. LPCALE, artículos 487 al 491.[32] En rigor no se trata de un recurso, sino de un proceso, de carácter extraordinario, dirigido a atacar una decisión judicial pasada en cosa juzgada. Las causales contempladas para ello en la normativa procesal de aplicación anteriormente por las Salas de lo Económico, Decreto 89, artículos 111 y ss., eran más flexibles que en el ordenamiento procesal civil. Al incorporarse a éste el Procedimiento de lo Económico, se dispuso también la modificación de las causales de revisión del procedimiento civil incorporando la del estado de indefensión, LPCALE, artículo 642, inciso 5.[33] Auto nro. 160 de 30.9.2005; Sentencia nro. 16 de 22.3.2006;  Sentencia nro. 99 de 29.11.2006; y Sentencia nro. 12 de 31.7.2007, todas de la Sala de lo Económico del Tribunal Supremo Popular.[34] Ello ha tenido lugar en aquellos casos en que,  no obstante tratarse de relaciones comerciales domésticas, se ha pactado el sometimiento a la Corte, o se ha pactado éste a la vez que el sometimiento a la jurisdicción ordinaria, o la cláusula se ha visto afectada por alguna otra patología.[35] Decreto Ley 241 de 26 de septiembre de 2006, Gaceta Oficial Extraordinaria 33, de 27 de septiembre de 2006.[36] LPCALE, artículo 803.[37] LPCALE, artículo 804.[38] LPCALE, artículo 805.[39] Convención de Ginebra, Artículo VI.4 “Si una de las partes solicitase medidas provisionales o preventivas de conservación o seguridad ante una autoridad judicial, no deberá ello estimarse como incompatible con el acuerdo o compromiso arbitral, ni como un sometimiento del asunto al tribunal judicial para que este resuelva en cuanto al fondo.”[40] LPCALE,  artículo 799.[41] LPCALE,  artículo 800.[42] LPCALE,  artículo 801.[43] Decreto Ley 250, artículo 34.[44] Decreto Ley 250, artículo 35.[45] LPCALE, artículo 801.[46] Decreto Ley 250, artículo 34.[47] Este Decreto Ley, derogatorio del Decreto Ley 129 de 1991 por el cual fueron creadas las Salas de lo Económico de los Tribunales Populares, tuvo por objeto establecer la jurisdicción y competencia de las mismas, sin entrar a introducir cambios de otro tipo en el ordenamiento procesal de aplicación por las mismas.[48] Decreto Ley 241, artículo 826.

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[49] Decreto Ley 241, artículo 827.[50] Decreto Ley 241, artículo 828.[51] Decreto Ley 250, artículo 39.[52] En estos años la Corte tuvo una elevada radicación de procesos de arbitrajes internacionales: 59 en el 2001,49 en el 2002, 37 en el 2003, 40 en el 2004,  42 en el 2005 y 48 en el 2006; y, en lo que va de 2007, se han iniciado 32 nuevos procesos de arbitraje comercial internacional.[53] Decreto Ley 241, artículo 828, conforme al cual “la sentencia disponiendo la nulidad del laudo arbiral es definitiva y contra la misma no cabe recurso ni proceso de revisión.”[54] Decreto Ley 250, artículo 40.[55] LPCALE, artículo 642.[56] Ley 1184 de 1965, artículo 44.[57] Ley 1303 de 1976, artículo 52.[58] Decreto Ley 250 de 2007, artículo 39.[59] Decreto Ley 241, artículo 823.[60] Decreto Ley 241 de 2006, artículos 820 al 824.[61] Decreto Ley 250, artículo 39.[62] Decreto Ley 241 de 2007, artículo 820.[63] Este término,  en sentido estricto, en nuestra opinión, debe apreciarse como un término de “caducidad”, que, de conformidad con el ordenamiento civil cubano, no resultaría susceptible de interrupción o suspensión. Ley 59 de 1987, Código Civil, artículos 125 y 126.[64] LPCALE, artículos 499 y ss.[65] Decreto Ley 241, artículo 824.[66] LPCALE, artículo 484.[67] LPCALE, artículo 483.[68] El Acta Final de dicha Conferencia Internacional fue suscrita por quince países latinoamericanos, de los cuales solo 5, la ratificaron posteriormente.[69] Convención de NN.UU sobre el Reconocimiento y Ejecución de Sentencias Arbitrales Extranjeras, de 10 de junio de 1958. Proclama del Gobierno de la República de Cuba de 3 de febrero de 1975.Gaceta Oficial Ordinaria de 4 de febrero de 1975.[70] LPCALE, artículo 483.

   

CONVOCATORIA INTERNACIONAL 

III CONFERENCIA INTERNACIONALMUJER, GÉNERO Y DERECHO

 Impactos de la actual crisis económica global sobre los

derechos de las mujeres 

Hotel Nacional de CubaLa Habana, Cuba  - 30 de junio al 2 de julio de  2010

 INFORMACIÓN 2

 La Unión Nacional de Juristas de Cuba y la Federación de Mujeres Cubanas,  convocan a la III Conferencia Internacional  “Mujer, Género y Derecho”, bajo el lema central Impactos de la actual crisis económica global sobre los derechos de las mujeres. Co-auspiciadores

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Nacionales  Centro de Estudios de la Mujer de la FMC             Centro Nacional de Educación Sexual      Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana 

Internacionales   Asociación Americana de JuristasOficina Regional de la FDIM  Ejes temáticos 

1  Derechos Humanos, diversidad cultural e igualdad entre los géneros. Impacto real y práctico de la CEDAW en las legislaciones y políticas nacionales.2.      Las acciones positivas. Retos y desafíos de la  promoción de la mujer.3.      Violencia de género desde la perspectiva jurídica. Legislación, políticas  públicas y seguridad ciudadana.4.      Salud, medio ambiente y Género. Una mirada desde la legislación.5.      Género, envejecimiento y Derecho6.      Las diversas instituciones jurídicas familiares desde un enfoque de género.7.      Género y migraciones internacionales. 8.      Ámbito laboral y empresarial desde una perspectiva de género.9.      El derecho de las mujeres a la propiedad y administración de la tierra. Realidades y desafíos.10. Transversalización de género en la enseñanza del derecho y los estudios jurídicos de postgrado.11.  Perspectiva de género en la  impartición de justicia. Una necesidad.  12. Derecho y diversidad sexual.13. Visión de género en los procesos integradores de América Latina y Europa.14. Lo femenino y lo masculino en los estudios criminológicos y de las ciencias penales.15. Masculinidades. Un acercamiento desde lo jurídico.16. Los movimientos femeninos y feministas y su repercusión en el Derecho y las políticas gubernamentales para el avance de la Mujer.17. Representaciones sexistas en las legislaciones a lo largo de la historia. Retos hacia el futuro.18. Impacto de los estudios multidisciplinarios con enfoque de género en el sector jurídico.

 La Conferencia está abierta a profesionales y estudiantes de Derecho y de otras ciencias sociales a quienes desde su esfera de actuación interesen las

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categorías conceptuales Género y Derecho.  Los ejes temáticos que se sugieren no impiden la pertinencia de otros temas.

 Las personas interesadas podrán presentar ponencias o comunicaciones individuales que sean el resultado de estudios teóricos, de investigaciones realizadas o de la práctica profesional. Las organizadoras de la Conferencia agradecen  a los(as) ponentes la cesión gratuita del derecho a publicar las ponencias e intervenciones. En caso de estar de acuerdo con esta solicitud se especificará en el resumen. Se anuncia asimismo que los días 28 y 29 de junio, en la sede de la Unión Nacional de Juristas de Cuba, la Dra. Alda Facio, prestigiosa jurista costarricense, experta en los temas de género, invitada a nuestro encuentro, impartirá el Taller pre-congreso: "El paradigma patriarcal y el Derecho". Sobre la presentación de los trabajos La presentación de ponencias y comunicaciones, deberán ser enviadas al Comité Académico de la Conferencia hasta el 11 de junio de 2010 por los correos electrónicos:  [email protected]   //  [email protected] u  // [email protected] indicando: 

1. Nombres y apellidos de los(as) autores(as), con expresa referencia de quién o quiénes van a   realizar la presentación;

2. país;3. título del trabajo;4. tipo de presentación;5. Breve  resumen del curriculum vitae del ponente, para su

presentación por el coordinador de la sesión; institución a la que pertenece;

6. dirección electrónica, número de teléfono o fax;7. medios audiovisuales que requiere para la presentación.

 En el orden formal se requerirá de cada trabajo:  

a)     que conste de un resumen de no más de doscientas palabras;b)     que las comunicaciones tengan una extensión máxima de 10 cuartillas, en tanto que las ponencias podrán llegar a una extensión de 20 cuartillas.

 El Comité Académico seleccionará los trabajos que se expondrán en el evento, programará su presentación, que incluirá Conferencias Magistrales de reconocidas personalidades nacionales e internacionales, decidirá el número de comisiones que sesionarán y la forma de organizarlas en paneles, mesas redondas o exposición individual, en correspondencia con las presentaciones que se reciban y dará a conocer a los(as) participantes los trabajos escogidos a través del correo electrónico.   Comité Académico 

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Dra. Olga Mesa Castillo, Presidente de la Sociedad Cubana de Derecho Civil y de Familia de la UNJC y Profesora Titular y Consultante de la Facultad de Derecho de la Universidad de La HabanaDra. Mayda Álvarez Suárez. Directora del Centro de Estudios de la Mujer de la Federación de Mujeres CubanasMs C. Mariela Castro Espín. Directora del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX)Ms C. Isabel Moya Ricardo. Directora de la Editorial de la Mujer. Profesora de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad de La HabanaDr. Julio Cesar González Pagés. Profesor de la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La HabanaMsC. Ana Violeta Castañeda. Coordinadora Regional de la FDIMMsC. Yamila González Ferrer. Secretaria de la Sociedad Cubana de Derecho Civil y de Familia de la Unión Nacional de Juristas de Cuba y Profesora Asistente de la Facultad de Derecho de la Universidad de La HabanaLic. Lidia Guevara Ramírez. Vicepresidenta de la Asociación Latinoamericana de Abogados Laboralistas y Secretaria de la Sociedad Cubana de Derecho Laboral y Seguridad Social 

PROGRAMA GENERAL 

Lunes 28 y martes 29 de junioTaller pre-congreso.

Miércoles 30 de junio9.00 a.m. – 3.00 p.m. Acreditación en la Sede Nacional de la UNJC(Calle 21, esquina a D. Vedado. Ciudad de La Habana).4.00 p.m. Acto de apertura en el Aula Magna de la Universidad deLa Habana.4:30 p.m. Conferencia Magistral.6.00 p.m. Coctel de bienvenida.Jueves 1 de julio9.00 a.m. – 3.00 p.m. Acreditación9.00 a.m. Sesión de trabajo.1.00 p.m. Receso.3.00 p.m. Sesión de trabajo.6.00 p.m. Libre

Viernes 2 de julio9.00 a.m. Sesión de trabajo.1.00 p.m. Receso.3.00 p.m. Sesión de trabajo.5.00 p.m. Clausura6.00 p.m. Coctel de despedida.

 Cuota de Inscripción Delegados(as)-180.00 CUCConferencistas y ponentes- 140.00 CUCEstudiantes de pregrado, previa presentación del documento acreditativo- 90.00 CUC. Incluye: Participación en todas las sesiones de la Conferencia, coctel de bienvenida, cena de despedida, coffee breaks y certificado acreditativo de asistencia.      Acompañantes: 60.00 CUCIncluye: Asistencia a todas las actividades  incluidas en el programa de la Conferencia, al coctel de bienvenida y de despedida. 

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Taller pre-congreso: Cuota de inscripción: 60.00 CUC, que incluye: Participación en todas las sesiones del Taller, coffee breaks, almuerzos  y certificado acreditativo de asistencia.      El pago se efectuará en efectivo, en pesos convertibles cubanos (CUC), en el momento de la acreditación. Un CUC es equivalente a 1.0960 dólares  estadounidenses cuando se realiza la operación por transferencia bancaria o tarjeta de crédito o se utiliza una moneda en efectivo que no sea el dólar estadounidense.

 Se recomienda utilizar preferiblemente tarjetas de crédito o de débito no vinculadas a bancos de Estados Unidos, como VISA o euros, libras esterlinas, dólares canadienses, francos suizos, pesos mexicanos o yen japonés. Los dólares estadounidenses en efectivo tienen en el país un gravamen del 10% al cambiarse por pesos convertibles cubanos (CUC).    Solicitudes de Inscripción Las solicitudes de participación se recibirán por escrito en la Sede Nacional, mediante fax, correo electrónico, teléfono u otra vía, hasta el 22 de junio de 2010.   Para facilitar la asistencia al evento se han confeccionado paquetes turísticos que podrán ser adquiridos en las agencias de su país vinculadas a los viajes a Cuba, las que tendrán como receptivo a la agencia  Cubatur.   Los(as) interesados(as) en asistir al  evento podrán contactar con las agencias de viajes en sus respectivos países, que trabajen el destino Cuba,  las que establecerán comunicación con  la Agencia en Cuba a fin de coordinar las reservas de los servicios.      Los(as) que deseen conocer otras ofertas  económicas, podrán contactar con la Coordinadora de la Conferencia. El Comité Organizador le estará muy agradecido a toda institución, agencia, medio de prensa o personas que publiquen esta convocatoria y la divulguen en universidades, colegios de abogados, notarías, entidades jurídicas, bufetes especializados, tribunales y otros que tengan vinculación con las temáticas convocadas.  PARA MAYOR INFORMACIÓN CONTACTAR   A Ms C. Yamila González Ferrer                                                   CoordinadoraSecretaria de la JDN de la UNJC y de la                              Directiva Nacional de la Sociedad Cubana de Derecho Civil y de Familia                                     Calle 21 No. 552, esq. a D, Vedado, Plaza,                 Ciudad de La Habana Código Postal 10400                        Tel: (537) 832-9680//832-6209/832-7562Fax: (537) 833-3382.                                             E. mail: [email protected]   //  [email protected] // [email protected]

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           Lic. María Elena DomínguezAGENCIA DE VIAJES RECEPTIVACubatur  S. ADepartamento de Organización de EventosCalle O Nro. 108 entre 1ra y 3ra. Miramar. Playa,Tel: (537) 2069808. Fax: (537) 2069807E. mail: [email protected]   

CONVOCATORIA INTERNACIONAL 

 ENCUENTRO INTERNACIONAL: VI  ESCUELA DE VERANO DE LA HABANA SOBRE TEMAS PENALES

CONTEMPORÁNEOS 

Hotel Nacional, La Habana, Cuba.5 al 9 de julio del 2010

 Información No.2

  

Auspician   1.                     Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana.2.                     Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana3.                     Facultad de Derecho de la Universidad de Granada, España.4.                     Facultad de Derecho de la Universidad de Valencia, España.

5.             Facultad de Derecho de Cáceres. Universidad de     Extremadura, España.

6.                     Universidad de Bolonia (Italia)7.               Cátedra de Derecho penal de la Facultad de Derecho de Salerno,   Italia8.                   Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Nacional Autónoma de Santo Domingo (UASD).

9.            Facultad de Derecho de la Universidad San Carlos de Guatemala. 10.            Universidad Autónoma de Sinaloa.11.                Sociedad Cubana de Ciencias Penales12.                Sociedad Cubana de Derecho Procesal

13.             Instituto de Criminología de la Universidad Nacional Autónoma de Santo Domingo (UASD).    

Temas Generales 

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1.      Delitos Económicos2.      Delito de peligro y delito de riesgo.3.      La protección penal de los derechos de autor4.      La protección penal al Medio Ambiente.5.      Migración, Tráfico de Personas y Trata de Personas6.  Crimen Organizado. La Delincuencia organizada transnacional. Formulas premiales.7. Problemas actuales sobre la autoría y la participación. La posición de garante.8.      Las nuevas tecnologías en el ámbito penal9.      La determinación legislativa de la pena privativa de libertad10. La responsabilidad civil derivada del delito. ¿Tercera vía en el Derecho Penal?11. Bioética y Derecho Penal12. Derecho Administrativo sancionador. Principio del nom bis in ídem.13. Sistemas penitenciarios. Crisis y alternativas14. Las Investigaciones Criminológicas. Su papel en el diseño de la política criminal 15. Dilema postmoderno: Seguridad Ciudadana y Garantismo.16. Los sistemas de protección de los Derechos Humanos y los principios sustantivos y procesales en el proceso penal17. Los derechos de las víctimas Su plasmación en el proceso penal18. El  Ministerio Público en el sistema acusatorio19. Tratamiento a los menores en conflicto con la ley penal20. Garantías Fundamentales en el Proceso Penal. El papel de la Defensa. La Defensoría Pública21.  La reforma del proceso penal. Principios irrenunciables y opciones de política criminal22. Técnicas de investigación forense23. Mecanismos alternativos a la justicia penal. La conciliación y la  mediación en el ámbito penal 24. Debido Proceso. Estudio Comparado 

Las instituciones auspiciadoras, con el propósito de contribuir al desarrollo y difusión del Derecho Penal Contemporáneo, han decidido aunar esfuerzos para efectuar la 6ta. Versión de la Escuela de Verano de La Habana, consistente en conferencias magistrales y debates sobre temas de actualidad, a cargo de destacados profesores de Derecho Penal.  Se entregará un certificado a los participantes, acreditativo de haber asistido a esta actividad de postgrado. La Universidad de La Habana reconocerá adicionalmente un Crédito Académico, para hacer valer en los Programas de Postgrado Académico que se imparten en las Universidades cubanas (Especialidades o Maestrías en Derecho Penal o Criminología). 

 Profesores Invitados       

1.  Dr. Lorenzo Morillas Cuevas, Catedrático de Derecho Penal de la Universidad de Granada. España2 Dr. Juan Carlos Carbonell Mateu, Catedrático de Derecho Penal de la Universidad de Valencia. España.

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3  Dr. Jorge González Pérez, Rector del Instituto Superior de Ciencias Médicas  de La Habana y profesor titular de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana.4.   Dr. Ramón de la Cruz Ochoa, Profesor Titular de la Universidad de La Habana.    5. Dra. Mayda Goite Pierre, Profesora Titular de Derecho Penal de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana.  6.      Dr. Juan Mendoza Díaz, Profesor Titular de Derecho Procesar de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana.  7 Dr. Emilio Cortés Bechiarelli, Profesor Titular y Decano de la Facultad de Derecho de Extremadura. España. 8.      Dr. Jesús María García Calderón, Fiscal Superior de Andalucía.9 Dr. Gonzalo Armienta Hernández, Director de la Facultad de Derecho de Culiacán. Universidad Autónoma de Sinaloa. México.10. Dr. Carlos Aránguez Sánchez, Profesor Titular de Derecho Penal. Universidad de Granada.

 Solicitudes de Inscripción Las solicitudes de participación se recibirán por escrito en la Sede Nacional de la Unión de Juristas de Cuba, mediante fax, correo electrónico, teléfono u otra vía, hasta el 15 de junio del 2010.   Programa General

Sábado 3 y Domingo 4 de julio10:00 a.m. – 5:00 p.m. Acreditación en la

Sede Nacional de la UNJC (calle 21, esquina a D, Vedado, Ciudad de La Habana)

Lunes 5 de julio

9.00 a.m. – 3.00 p.m. Continuación de la acreditación en la Sede Nacional de la UNJC

3.00 p.m.

4:00 p.m.

Recorrido por la Bicentenaria Universidad de La Habanaen su 280 aniversario.Dr. Delio Carreras Cuevas, Profesor de Mérito e Historiador de la Universidad de La Habana Cronista dela Unión Nacional de Juristas de Cuba.Acto de apertura en el Aula Magna de la Universidad de La Habana.

4:20 p.m. Conferencias de apertura  en el Aula Magna de la Universidad de La Habana.

6.30 p.m. Cóctel de bienvenida

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Martes 6 a viernes 10 de julio (sesión de la mañana)

9:00 a.m. – 1:00 p.m. Conferencias y debate, en el Salón 1930 del Hotel Nacional de Cuba.

Viernes 10 - 12:30 p.m.1.0.0 p.m.

 Acto de Clausura Actividad final

 Cuota de Inscripción La colegiatura será de 180.00 pesos convertibles cubanos (cuc y se pagará directamente en efectivo en CUC,  en el momento de la acreditación. Un CUC es equivalente a 1.0960 dólares estadounidense cuando se realiza la operación por transferencia bancaria o tarjeta de crédito o se utiliza una moneda en efectivo que no sea el dólar estadounidense.   Para los estudiantes de pregrado, previa presentación del documento acreditativo, el costo  será de  120.00 CUC. Los acompañantes que deseen asistir a todas las actividades  incluidas en el programa académico,  abonarán 60.00 CUC. Incluye: La participación en todas las sesiones del evento, coffee breaks,   actividad de despedida y certificado de asistencia.       Se le recomienda a los participantes internacionales utilizar preferiblemente tarjetas de crédito o débito no vinculadas a bancos de Estados Unidos, como VISA o euros, libras esterlinas, dólares canadienses, francos suizos, yen japonés y  pesos mexicanos. Los dólares estadounidenses en efectivo tienen en el país un gravamen adicional del 10% al cambiarse por pesos convertibles cubanos (CUC).   Para facilitar la asistencia al evento se han confeccionado ofertas de hoteles que podrán ser adquiridos en las agencias de su país vinculadas a los viajes a Cuba, las que tendrán como receptivo a la agencia VIAJES CUBANACAN.     El Comité Organizador le estará muy agradecido a toda institución, agencia, medio de prensa o personas que publiquen esta convocatoria y la divulguen en las universidades, colegios de abogados, tribunales de justicia,  fiscalías, ONGs, entidades jurídicas, bufetes especializados y otros que tengan vinculación con las temáticas convocadas.   

 

DATOS PARA LA SOLICITUD DE INSCRIPCIÓN Enviar preferiblemente a través de los e. mail: [email protected] // [email protected] // [email protected] 

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1.       Nombre y Apellidos.2.       Dirección, teléfono, fax y correo electrónico.3.       Actividad profesional que realiza.4.       Especialidad de graduado, año y Universidad.5.       Categoría: Delegado, Estudiante o Acompañante6.       Fecha, vía (aeropuerto y vuelo) y hora de llegada a     Cuba.

  Para mayor información contactar a  Dr. Ramón de la Cruz OchoaPresidente de la Sociedad Cubana de Ciencias PenalesCalle 21 esq. a D, Vedado, La Habana, Cuba.Telef.: (537) 832-9680 / 832-6209 / 832-7562 /8326616 / 8326513-14Fax: (537) 833-3382E-mail: [email protected] // [email protected] //[email protected]   // [email protected]

 Dra. Mayda Goite Pierre Vicedecana de la  Facultad de Derecho de laUniversidad  de La HabanaUnión Nacional de Juristas de CubaCalle 21 esq. a D, Vedado, La Habana, Cuba.Telef.: (537) 832-9680 / 832-6209 / 832-7562 /8326616 / 8326513-14Fax: (537) 833-3382E-mail: [email protected] //  [email protected]  //[email protected]   //  [email protected] Martha NavarroAgencia VIAJES CUBANACANCalle 17 A  e/ 176 y 190 No. 73, Siboney,  Playa.  Ciudad de La Habana, Cuba. Telf: (537) 204 4879// 2089920. Ext-214. Fax: (537) 204 4791E. mail:    [email protected]    

A la venta  en la librería de la sede nacional de la UNION DE JURISTAS DE CUBA Calle 21 no. 552, esquina a D, Vedado, Plaza, Ciudad de La Habana

 

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     LAS FORMAS DE GOBIERNO EN EL MUNDO. UN ESTUDIO DESDE EL DERECHO CONSTITUCIONAL COMPARADO DE EUROPA, AMERICA LATINA Y EL CARIBE. Carlos Manuel Villabella Armengol. Instituto de Ciencias Jurídicas de Puebla, México 2008

 

    REVISTA JURIDICA Tercera Epoca, No. 2, año 3, enero-junio 2009. Publicación Trimestral del Ministerio de Justicia (MINJUS)

 

  LEY GENERAL DE LA VIVIENDA (actualizada) Anotado y concordado por la Dirección de Legislación y Asesoría del Ministerio de Justicia. Editorial del Ministerio de Justicia, La Habana 2004

 

  VIGENCIA DE LAS REGLAS MINIMAS  DE LAS NACIONES UNIDAS PARA EL TRATAMIENTO DE LOS RECLUSOS. Colectivo de autores. Editado por  Reforma Penal Internacional (RPI), Instituto Latinoamericano  de Naciones Unidas para Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente (ILANUD) y Sociedad Cubana de Ciencias Penales de la Unión Nacional de Juristas de Cuba. Ciudad de La Habana , junio de 2008 

 

   REVISTA CUBANA DE DERECHO No. 30 julio-diciembre 2007. Editada por UNION NACIONAL DE JURISTAS DE CUBA

 

   REVISTA CUBANA DE DERECHO No. 32, julio-diciembre 2008. Editada por UNION NACIONAL DE JURISTAS DE CUBA  

 

   CONSTITUCION DE LA REPUBLICA DE CUBA Y LEY NO. 59, CODIGO CIVIL. Ministerio de Justicia 

 

   LEY DE PROCEDIMIENTO PENAL (actualizado). Ministerio de Justicia

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   LEY 62, CODIGO PENAL Y CODIGO FAMILIA (actualizado). Ministerio de Justicia

   LEY DE  SEGURIDAD SOCIAL Y SU REGLAMENTO, Ministerio de Justicia

 

 

PUBLICACIONES

 

Comentarios

 

Estos títulos podrán ser consultados en la Biblioteca "Dr. Francisco Varona Duque Estrada" en la sede nacional de la Unión de Juristas de Cuba 

 

LA MEDIACION. ADMINISTRACION Y NEGOCIACION DE JUSTICIA ALTERNA. Franklin Hoet-Linares. Legis Editores, C.A. El autor desarrolla de forma didáctica la Mediación, como medio alterno para la solución de conflictos. La obra reseña nociones dundamentales sobre medios alternativos de resolución de controversias, y especialmente un estudio profundo de la figura de la Mediación, incluyendo aspectos generales, tipos, cuestiones procedimentales, regulación del sistema público y privado al igual que el Derecho Comparado. Se aborda luego a los actores del proceso con énfasis en los principios guías de la conducta de los mismos desde la perspectiva legal y de la práctica jurídica. Luego la obra aborda el marco normativo de la Mediación con especial referencia al ámbito de la propiedad intelectual y la Mediación "en línea" como proceso integrante de los "Online Dispute Resolution" (ODR). Finalmente se incluye un directorio internacional de los más prestigiosos despachos de abogados especialistas en medios alternos de resolución de conflictos.

DICCIONARIO DE EXPRESIONES JURIDICAS LATINAS Y EXTRANJERAS. Angel Fernández-Rubio Legrá. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana 2008.  Con el  presente diccionario, el autor suple una necesidad en las letras cubanas y, sobre todo, en los materiales que sobre el ejercicio de las leyes en nuestro país se han realizado. Es, sin duda alguna, un texto importante y que de alguna forma u otra, será de referencia -y cabecera- para todos

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aquellos que llevan a cabo el difícil manejo del derecho. Mas, no crea el simple lector que su necesidad le es ajena. Con este diccionario, mauyoritariamente de términos latinos, cualquier persona que ojee sus páginas quedará atrapada por la curiosidad, historia y relevancia de los datos que aquí va a encontrar. Probable es que no todos compartan el mismo placer por la jurisprudencia; sin embargo, su sencillez y claridad hacen de él un buen libro.

ESTUDIOS SOBRE HISTORIA DEL DERECHO EN CUBA.Andry Matilla Correa (Compilador). Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2009.  La historia del Derecho en Cuba se remonta al siglo XIX, cuando bajo el sello de la dominación española afloraron los cimientos de un régimen jurídico. Como toda materia, la formación jurídica de nuestro país no puede analizarse de manera aislada, sino que es necesario estudiarla dentro de los marcos de la Historia. Figuras como José Martí , Fernando Ortiz y Fidel Castro se entremezclan desde la jurisprudencia y los acontecimientos históricos de la Isla para conformar nuestro legado constitucional.  El libro es una compilación de artículos redactados por varios profesores de las disciplinas de Derecho de las universidades de La Habana, Camagüey y Santiago de Cuba; entre ellos, Ramón de la Cruz Ochoa y el ya fallecido Julio Fernández Bulté. El lector podrá encontrar un detallado recorrido, principalmente, por la historia constitucional de Cuba, por el cual viajará desde la influencia del constitucionalismo español hasta las modificaciones legislativas de 1992; así como artículos relacionados con la labor penalista de José Martí y Fernando Ortiz. La presente obra es un importante texto referencial para todos aquellos interesados en la historia del Derecho en Cuba.

Nota: Estos títulos puedes ser consultados en la Biblioteca “Dr. Francisco VARONA DUQUE ESTRADA” de la Unión Nacional de Juristas de Cuba