Como en Titanic
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Como en Titanic
El calor era insoportable, intolerable, atroz… En resumen, un auténtico asco. ¿Por qué coño había
comprado un coche con tapicería de cuero? Claro que quedaba de lujo con todos sus vestidos
estampados, y por supuesto que era supermolón y la envidia del vecindario, pero a este paso iba
a necesitar una espátula para despegar la espalda del asiento.
- Vaya mierda – masculló recolocándose en busca de una inexistente zona más fresca.
Pese a que no tenía la culpa de que Dios hubiera decidido romper el molde cuando la creó, a
Santana López no le gustaba nada presumir de ello. O no mucho. Sólo cuando hacía falta… A la
mierda, le encantaba restregárselo por la cara a todo el mundo. Especialmente a los feos. En el
fondo les hacía un favor. Necesitaban aprender a vivir con el hecho de que ella estaba buena las
veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, y los demás no. Siguiendo dicha norma, en
aquel momento debiera estar espléndida, tumbada sobre el asiento trasero de su coche, con
nada más encima que unas minúsculas bragas negras. Una diosa del sexo. Sin embargo, tenía el
pelo pegajoso, la espalda y el culo sudorosos y la sensación de que iba a morir cocinada en su
propio jugo. Como resultado, Santana no se sentía en absoluto atractiva.
En la parte delantera del vehículo, Brittany seguía inspeccionando el montón de CDs que había
traído en su bolsa de deportes.
- Briiiit. – Click. Otro disco había abandonado su carcasa. – Al menos déjame abrir las ventanas.
Me estoy asando viva y estamos en mitad de la jodida nada.
- Esa boca – canturreó Brittany, muy ocupada metiendo su tesoro en el lector -. San, con las
ventanas abiertas no podemos hacerlo como en la escena de Titanic.
"Maldita la hora en que la lleve a ver ese bodrio en tres dimensiones", pensó Santana poniendo
los ojos en blanco. No tenía sentido intentar explicarle a B que el efecto que tenía tantas ganas
de emular sólo se conseguía en invierno.
Brittany pulsó play. La inconfundible voz de Dianna Ross se lamentaba de un amor que no
regresaba.
- ¿Has vuelto a robarle discos a Quinn?
- Dijo que tenía música de la "Mewtown", quería escucharlos yo antes de ponérselos a Lord
Tubbington. Ya sabes lo exquisito que es con la música.- Brittany pasó una de sus largas y
deliciosas piernas entre los asientos. Luego la otra. Pronto estaba cubriendo con un calor mucho
más agradable el cuerpo de Santana.
- Es Motown, B – corrigió acariciándole la mejilla. Por esta vez pasaría por alto que la prioridad de
Brittany fuera su dichoso gato.
Ésta se encogió de hombros. Arrodillándose, levantó las piernas de Santana provocando una
protesta audible por parte del cuero y, pese al reducido espacio, se deshizo con gracia de la única
tela que la cubría. Luego separó los muslos morenos y se situó entre medias pasándose la lengua
por los labios con expresión traviesa. Santana tragó saliva.
A medida que Brittany iba descendiendo habría jurado que su sangre podía rivalizar en
temperatura con el asfalto de la carretera. Su novia se detuvo un momento con la barbilla
apoyada en el pubis para guiñarle un ojo. Un instante después, lo único que podía ver de Brittany
era su cabello rubio, sus manos sujetando sus caderas y sus piernas apoyadas contra la puerta
del coche.
Cerró los ojos para centrarse en todo lo que estaba sintiendo. Los dientes de Brittany. Los besos
de Brittany. Una gota de sudor bajando por su abdomen. La lengua de Brittany justo donde más
la necesitaba.
- ¡Dios!
Brittany trazaba círculos, letras, palabras sin sentido. Cualquier cosa que pudiera hacer a su
amante arquear la espalda. Retorcerse. Gritar.
Santana sintió unos dedos entrando violentamente en ella y olvidó por fin el calor y la
incomodidad del cuero. Agarró con fuerza la melena rubia que caía como una masa sobre su
vientre y se dejó ir.
Cuando abrió los ojos, Britt estaba secándose la boca con un antebrazo.
- Al final no ha sido como en Titanic...¡pero ha estado muy bien! - exclamó alegremente.
- Ven aquí, anda – contestó Santana.
Brittany se tumbó de nuevo sobre ella, con la cabeza bajo su barbilla. Santana le acarició el pelo
con un brazo y estiró el otro para bajar la ventanilla, dejando que entrara una brisa agradable e
inesperada. Britt emitió un ruidito y, rápidamente, se quedó dormida.
Tras un prolongado silencio, los primeros acordes de Esas cosas harán que siga amándote
llenaron sus oídos. Casi había olvidado que había música puesta. Suspiró satisfecha. Era la
canción perfecta para un momento perfecto. La solista comenzó a obrar su magia. A media frase
Santana notó algo fuera de lo normal y frunció ligeramente el ceño. Se rió, ya habría tiempo para
pedirle explicaciones a Quinn (y meterse con ella). Siguió acariciando el pelo de Brittany mientras
tarareaba a coro con Rachel Berry.