Cómo Escribir Un Artículo Periodístico

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¡Venga tu Reino! Cómo escribir un artículo periodístico. Quede bien entendido que escribo este ensayo con la plena convicción de que he fracasado en mi intento de querer escribir artículos periodísticos. Pero también he fracasado en ocasiones en otras muchas cosas. Mi autoridad, por consiguiente, no pasa de ser práctica y técnica, como puede serlo la de algunos estadistas o pensadores sociales que hablan del Desempleo o de la Crisis económica. No pretendo haber alcanzado el ideal que exhibo aquí con destino a mi profesor de literatura; soy, si usted lo quiere, como un ejemplo vivo de lo que no se debe hacer. Tampoco creo que existan modelos ideales para realizar artículos periodísticos, como los hay para otras muchas cosas, y lo que me asombra, en cambio, es que se haya llevado a cabo esa otra literatura fantástica popular que nos enseña el modo práctico de cosas de menos utilidad, como, por ejemplo, blandir una varita mágica o volar por los cielos con una escoba. Lo que me impresiona de verdad es que el título que sirve de encabezado a este escrito no nos contemple desde las estanterías de todas las librerías. Hay publicaciones que enseñan a la gente multitud de cosas que no pueden aprenderse, como que pueden aprenderse, tales como popularidad, poesía y simpatía. Incluso se enseñan determinadas facetas de la literatura, que, indudablemente tampoco pueden aprenderse. Pero existe una parte de artesanía periodística, sencilla y sin recovecos, constructiva antes que imaginaria, que podría dentro de los límites ser enseñada, e incluso, en circunstancias muy afortunadas, aprendida. Creo que tarde o temprano, se ha de llenar este vacío dentro de las normas comerciales imperantes de complacer inmediatamente todas las demandas, merced al cual todo el mundo se siente completamente defraudado e incapaz de conseguir lo que desea. Creo que, antes o después, han de haber libros que no sólo enseñen a los periodistas, sino libros de texto que enseñen a hacer artículos de los artículos a los propios lectores. Pero, como se nos recuerda a menudo, no debemos de apresurarnos a esperar una humanidad feliz. Entretanto, creo que tenemos tiempo para dar las reglas básicas de cualquier artículo capaz

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¡Venga tu Reino!

Cómo escribir un artículo periodístico.

Quede bien entendido que escribo este ensayo con la plena convicción de que he fracasado en mi intento de querer escribir artículos periodísticos. Pero también he fracasado en ocasiones en otras muchas cosas. Mi autoridad, por consiguiente, no pasa de ser práctica y técnica, como puede serlo la de algunos estadistas o pensadores sociales que hablan del Desempleo o de la Crisis económica.

No pretendo haber alcanzado el ideal que exhibo aquí con destino a mi profesor de literatura; soy, si usted lo quiere, como un ejemplo vivo de lo que no se debe hacer. Tampoco creo que existan modelos ideales para realizar artículos periodísticos, como los hay para otras muchas cosas, y lo que me asombra, en cambio, es que se haya llevado a cabo esa otra literatura fantástica popular que nos enseña el modo práctico de cosas de menos utilidad, como, por ejemplo, blandir una varita mágica o volar por los cielos con una escoba.

Lo que me impresiona de verdad es que el título que sirve de encabezado a este escrito no nos contemple desde las estanterías de todas las librerías. Hay publicaciones que enseñan a la gente multitud de cosas que no pueden aprenderse, como que pueden aprenderse, tales como popularidad, poesía y simpatía. Incluso se enseñan determinadas facetas de la literatura, que, indudablemente tampoco pueden aprenderse. Pero existe una parte de artesanía periodística, sencilla y sin recovecos, constructiva antes que imaginaria, que podría dentro de los límites ser enseñada, e incluso, en circunstancias muy afortunadas, aprendida. Creo que tarde o temprano, se ha de llenar este vacío dentro de las normas comerciales imperantes de complacer inmediatamente todas las demandas, merced al cual todo el mundo se siente completamente defraudado e incapaz de conseguir lo que desea. Creo que, antes o después, han de haber libros que no sólo enseñen a los periodistas, sino libros de texto que enseñen a hacer artículos de los artículos a los propios lectores.

Pero, como se nos recuerda a menudo, no debemos de apresurarnos a esperar una humanidad feliz. Entretanto, creo que tenemos tiempo para dar las reglas básicas de cualquier artículo capaz de verse publicado, si bien no enseñará cómo recitar un hechizo mágico, algo de bueno podrá acarrear.

El principio primero y fundamental es que la finalidad de todo artículo periodístico, o de cualquier relato, no es la oscuridad, sino la luz. El artículo está escrito para llegar al momento en que el lector comprenda, no simplemente para los muchos momentos preliminares que no comprende. La incomprensión sólo debe considerarse como el borde oscuro de una nube de la que ha de salir la luz en el momento de la inteligibilidad, y muchos artículos son malos porque fallan en este punto. Los periodistas parecen tener la extraña noción que su fin es mantener entretenido al lector y que mientras lo entretengan, no importa que al fin lo defrauden dejando que se vayan sin ningún contenido sustancial.

Pero no sólo es necesario tener un contenido, sino que este contenido sea sustancial, y que este contenido sea digno de ser comunicado. El desenlace, por lo tanto, no pude ser un anticlímax; no puede consistir tan sólo en que el lector conduzca la danza de su razón y se le abandone en la zanja sin más. El desenlace no debe ser el estallido de una burbuja, sino más bien la eclosión de una aurora; sólo que la oscuridad acentúa el romper del día.

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¡Venga tu Reino!

El segundo gran principio es que el alma de artículo periodístico no es la complejidad, sino la simplicidad. El contenido del artículo puede parecer complejo, pero debe ser simple. El escritor está allí para explicar el contenido, pero de lo que no debe tener necesidad es de explicar la explicación. La explicación debe de explicarse por sí misma. Ha de ser algo siseado con un murmullo de pocas palabras, o expresado a gritos por la propia razón del lector que hila cabos con su propia vida.

En tercer lugar, se saca la conclusión de que el hecho o figura que haya de explicarlo todo deberá de ser un hecho o una figura familiar o aneja a la persona, de tal manera, que la resolución no lleve al lector a formularse la propuesta del artículo como una contraposición a su forma de vida, o como un dogma moral, que es imprescindible seguir, salvo a quedar relegado en el escándalo.

El cuarto principio que me gustaría que fuera recordado, como los otros tres, la gente no podrá darse cuenta de lo práctico que pueda ser porque los principios en que se basan parecen teóricos. Descansa en el hecho de que en las artes, los contenidos con valores pertenecen a la vasta categoría de las cosas llamadas de lectura rápida y caduca. Podemos decir, si es que nos place hacerlo así, que se trata de una forma artística melosa y ceremonial, al tipo de sermón de cura. Yo preferiría decir que se trata abiertamente de un juego, de una de esas cosas con las que el niño puede distraerse. De lo que se refiere al lector, que no es más que una sencilla criatura, y, por lo tanto, se encuentra completamente despierto, se da perfectamente cuenta no sólo del juguete, sino de su compañero de juego, el constructor de éste y autor de la superchería. El niño inocente tiene mucha agudeza y es no poco receloso, cosa que los hace viable para descubrir el mensaje de valor oculto dentro del texto de una manera personal. Hace del leer un encuentro personal consigo mismo, y olvida la idea de una mente detrás del artículo con la torcida intención de controlar sus acciones.

Hemos llegado al último principio, y es que el artículo periodístico, como cualquier otra forma literaria se ha de iniciar con una idea clara en la mente y no darle comienzo para ir después en busca de ella. Sea como fuere, todo artículo debe basarse en una verdad, y aunque se le añada un poco de ideas bellas, no debe ser, sencillamente, un sueño romántico.