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COMUNIDADES PAULINAS: Teología y escritos
INTRODUCCIÓN
Tal vez, más que cualquier otro personaje de los primeros
momentos del movimiento de Jesús, Pablo destaca como el que lo
catapultó a un nuevo nivel gracias a su misión dedicada a quienes
no eran judíos. Al menos ésta es la opinión tradicional. En esta
perspectiva, se le ha llamado el “primer cristiano”, el “segundo
fundador” y el “helenizador” del cristianismo. Sin embargo, el
cuadro real, es algo más complejo.
Este modo de comprender la figura de Pablo tiene ya más de un
siglo y manifiesta que se produjeron algunos cambios
importantes a la hora de interpretar su vida y su obra. Sobre todo,
se cayó en la cuenta de que el mismo Jesús era judío y, como
corolario, de que el movimiento primitivo mantuvo su identidad
esencialmente judía durante algún tiempo antes de
transformarse en una religión independiente. La “Iglesia
cristiana” no irrumpió simplemente en la escena como una
institución religiosa plenamente desarrollada e independiente en
un momento determinado, es decir, cincuenta días después de la
muerte de Jesús. Aún seguía siendo una secta judía.
Aunque esta perspectiva se mantiene en algunos círculos
teológicos, lo cierto es que no se corresponde con la reciente
investigación histórica sobre el NT. Señalemos algunas de las
razones:
1. Pablo no fue el “helenizador” del movimiento de Jesús. Antes, e
independientemente de Pablo, existía una vigorosa interrelación
con judíos grecoparlantes y con no judíos. El documento Q refleja
ya esta tendencia; además, desde el primer momento existió una
importante comunidad de Jesús en Alejandría. Ninguna de estas
ramas del movimiento primitivo tuvo algún contacto, que pueda
detectarse con Pablo, ni tampoco ninguna influencia suya. Al
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escribir su carta a las iglesias de Roma, Pablo deja claro que
nunca había estado en Roma. Por tanto, es evidente que no fue el
responsable de la creación de las congregaciones de Roma,
algunas de las cuales llevaban funcionando bastante tiempo.
2. Pablo no fue el “segundo fundador” del movimiento. Esta idea
se basaba en el falso presupuesto de que, con anterioridad a
Pablo, el movimiento de Jesús era aún bastante monolítico y
estaba, por así decirlo, estancado teológicamente en el contexto
social judío de sus enseñanzas originales. De aquí que se viera a
Pablo como aquel que rompió su estancamiento. Sin embargo,
existió una considerable diversidad en el movimiento desde el
principio y ya se profundizaba en sus ideas según los nuevos
contextos sociales y culturales. Había discípulos grecoparlantes
en Antioquía antes de que llegara Pablo. Es probable que el
mismo Pablo contactara con el movimiento una vez que se había
desplazado a las zonas judías grecoparlantes. Tampoco el
carácter judío de la secta fue un impedimento para la diversidad
y la indagación teológica. Más aún, Pablo no se inventó la “Iglesia”
ni como término ni como forma de culto y organización cristiana.
Muchos de estos elementos, al menos durante la primera
generación, procedían directamente de la práctica judía.
3. Pablo no fue el “primer cristiano”. De hecho, Pablo no utiliza el
término “cristiano”. Más bien, se consideraba un judío piadoso
que había sido llamado por Dios, mediante Jesús, para llevar este
nuevo mensaje a los no judíos. Por tanto, Pablo mantuvo una
identidad totalmente judía, aun cuando discutiera con Pedro,
Santiago o cualquier otro de los seguidores judíos más rigoristas
del movimiento de Jesús. Así pues, hemos de ver a Pablo como
un miembro de la diversidad sectaria del movimiento que le dio
vitalidad y abrió nuevos horizontes.
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1. CLAVES HISTÓRICAS
Raíces judías
Contamos con dos fuentes fundamentales para reconstruir la
vida de Pablo, el libro de Hechos y sus propias cartas. EL libro de
Hechos ofrece una visión idealizada no siempre respaldada por
los propios escritos de Pablo, aunque en lo fundamental suelen
coincidir. Nos quedamos, de momento, con la historia tradicional
sobre la vida de Pablo, aunque hay nuevos estudios que
cuestionan algunos puntos.
Pablo nació judío de religión, y como él mismo proclama en Gal
1,13-14 y Flp 3,5-6, durante la primera etapa de su vida se
comportó como un judío convencido, fiel observante de la ley. En
su nacimiento, acaecido hacia el año 5 d.C., recibió el nombre
hebreo de Shaul junto con el grecorromano de Paulus (Pablo), que
significa “pequeño” (Hch 13,9). En las cartas siempre utiliza el
nombre grecorromano.
Su familia pertenecía al partido fariseo (Hch 23,6; Flp 3,5). Como
fariseo fue educado por sus padres, que aproximadamente a la
edad de quince años lo enviaron a Jerusalén. Allí, en la escuela
del célebre rabino Gamaliel el Viejo (Hch 22,3), alcanzó sin duda
una profunda formación judía que iba a marcar para siempre, su
modo de utilizar e interpretar los textos de las Escrituras.
Influencia helenista
Pablo no nació dentro del judaísmo palestinense. Nació en la
diáspora, es decir, en el ámbito de las comunidades judías
residentes fuera de los límites de Palestina. Concretamente nació
en Tarso, Asia Menor (Hch 21,39), ciudad situada a orillas del río
Cidno, a los pies del monte Tauro, y capital de la provincia
romana de Cilicia, en la parte suroriental de la actual Turquía.
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Era Tarso por entonces un emporio de cultura. Sus escuelas de
arte, ciencias y filosofía competían con las de Atenas y Alejandría.
Probablemente como buen fariseo Pablo no asistió, al menos
sistemáticamente, a estas escuelas paganas; pero el mundo
helenístico en medio del cual vivió su niñez y adolescencia debió
influirle. Pablo ciertamente hablaba griego con soltura, incluso
con elegancia cuando se lo proponía. Sus cartas revelan que
también sabía escribirlo con notable corrección: cita autores
clásicos, utiliza procedimientos literarios de innegable parentesco
con la diatriba socrático-estoica, alude a instituciones jurídicas y
gusta de imágenes y metáforas deportivas y militares propias de
la cultura helenística. Ha de añadirse a todo esto que el texto
bíblico más utilizado por Pablo fue probablemente el de la Biblia
griega, llamada Septuaginta.
Conversión
En un determinado momento de su vida, que puede fecharse
hacia el año 35 d.C., la existencia religiosa de Pablo sufre un
vuelco total. Tiene un misterioso encuentro con Jesús (Hch 9,1-
19), y quien había sido hasta ese entonces encarnizado
perseguidor de los cristianos (Gal 1,13-14) se transforma de
pronto en ardiente propagandista de Cristo. A partir de ese
momento Pablo quedó absolutamente enamorado de Cristo y
dedicó toda su capacidad y entusiasmo a profundizar en el
evangelio de Jesús y a proclamarlo con todos los recursos a su
alcance.
Después de un periodo de casi diez años sobre el que apenas
tenemos noticias (estancias en Arabia, en Tarso, en Antioquía de
Siria), y en el que Pablo consolidó su experiencia y su formación
cristiana, el fariseo convertido a Cristo inicia una incansable
actividad viajera y misionera que no cesará hasta su muerte.
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Suele hablarse de tres grandes viajes apostólicos de Pablo:
1. El primero por Chipre y el sur de Asia Menor, entre los
años 45-48 d.C. (Hch 13,4-14,28).
2. El segundo por las regiones centrales de Asia Menor,
Macedonia y Grecia, entre los años 49-52 d.C. (Hch 15,40-
18,22).
3. El tercero por las regiones de Galacia, frigia, la provincia
romana de Asia (Éfeso), Macedonia, Grecia y de nuevo
Éfeso, entre los años 53-58 d.C. (Hch 18,23-21,15). A estos
tres viajes hay que añadir el azaroso viaje por mar desde
Cesarea a Roma (Hch 27,1-28,16) y sin duda otros muchos
viajes de menor entidad que se desprenden del relato de
Hechos y de las propias cartas paulinas.
En el decurso de esta intensa actividad misionera, Pablo
conoció innumerables peripecias y adversidades. Hay que
destacar sobre todo sus prisiones (Hch 23,35-26,32). Las más
prolongadas fueron sin duda, las de Cesarea y Roma (Hch
28,16); pero estuvo también encarcelado en Filipos (Hch
16,23), en Jerusalén (Hch 21,33-23,30), muy probablemente
en Éfeso, y quizás en algún otro lugar.
Actividad apostólica. Las comunidades paulinas
La actividad misionera de Pablo tuvo como objetivo principal
la fundación de comunidades cristianas. Precisamente
algunas de estas comunidades, establecidas en importantes
ciudades del imperio (Corinto, Tesalónica, Filipos y ciudades
de la región gálata), son las destinatarias de casi todas sus
cartas. Resulta sobremanera provechoso para entender las
cartas paulinas conocer las características, circunstancias y
problemas de dichas comunidades. Aunque cada comunidad
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tenía unas características propias, todas tienen unos rasgos
comunes, que pueden resumirse así:
Son comunidades afincadas en el mundo helenista. Es
un nuevo horizonte, que ofrecía a los seguidores de
Jesús múltiples ventajas, pero que no estaba exento de
inconvenientes. En este ambiente, las pequeñas
comunidades fundadas por Pablo viven bajo la
permanente amenaza de un paganismo hedonista, de
atractivos y fáciles cultos religiosos, de múltiples
costumbres reñidas con el evangelio. Se comprenden
perfectamente las continuas advertencias,
recomendaciones, llamadas de atención e incluso
duras recriminaciones que Pablo hace en sus cartas.
La mayor parte de ellas estaban enclavadas en las
regiones costeras del norte del Mediterráneo (Asia
Menor, Grecia e Italia); dentro, por tanto, del imperio
romano. Tanto Pablo como sus colaboradores
procuraron establecer las comunidades en centros
neurálgicos, en ciudades unidas entre sí por una fuerte
red de comunicaciones. Así se favorecía el contacto y el
diálogo entre las comunidades cristianas. Dicho
contacto y diálogo contribuyó a fortalecer y enriquecer
la fe recién adquirida.
Son comunidades establecidas en núcleos urbanos en
contraste con las comunidades rurales palestinenses.
Pablo fue un gran impulsor de las comunidades
urbanas, con todo lo que este acontecimiento iba a
suponer para la evolución del movimiento de Jesús.
Dentro de las ciudades en las que se asientan, el ámbito
natural de las comunidades es la casa. Son
comunidades domésticas que se reúnen en las casas
para celebrar su fe y alimentarla (Rom 16,5.11), y que
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posiblemente adoptaron la estructura social de la casa
en su organización.
Son comunidades formadas por cristianos de
procedencia tanto judía como pagana y de una
composición sociológica plural. Este hecho da razón de
no pocos problemas concretos a los que Pablo tiene que
hacer frente en sus cartas. Y explica también, al menos
en parte, el hecho de que el radicalismo ético de la
tradición sinóptica haya sido sustituido por el llamado
“patriarcalismo del amor”, es decir, por una concepción
religiosa de la vida que aceptó las desigualdades
existentes de hecho en las relaciones interpersonales,
pero al mismo tiempo las suavizó con el “amor
cristiano”: Códigos domésticos patriarcales (Col 3,18-
4,1; Ef 5,21-6,9).
Son comunidades en las que está muy presente el
conflicto. No eran precisamente un paraíso. No todo
funcionaba en ellas con absoluta pulcritud y en
conformidad con las más estrictas exigencias del
evangelio.
2. CLAVES LITERARIAS
Las cartas de Pablo
El desarrollo de la tradición paulina es un fenómeno complejo y
pluriforme, que ha dejado un buen número de testimonios
literarios y de datos socio-históricos de los grupos humanos
involucrados como, probablemente, no tenemos de ninguna otra
tradición de los orígenes del cristianismo. Del conjunto de 27
escritos conservados en el canon del NT, un total de 13 están
atribuidos a Pablo.
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El orden en que las biblias modernas ofrecen las cartas de Pablo
no responde a la cronología de su composición. En esto siguen la
costumbre de las ediciones impresas más antiguas (p.ej. la
Vulgata latina) que colocan en primer lugar las dirigidas a
comunidades, en un orden descendente según la extensión de
cada carta; después colocan las dirigidas a individuos concretos.
Las cartas se distribuyen, desde el punto de vista cronológico, a
lo largo de tres generaciones de cristianos, lo que quiere decir que
algunas de esas cartas no fueron escritas por Pablo, sino por sus
discípulos, de acuerdo al extendido fenómeno de la pseudografía.
La distribución más aceptada es esta:
1. Primera generación (aprox. 50-60 d.C.), cartas originales
de Pablo: 1 Tesalonicenses, Gálatas, 1 y 2 Corintios,
Filipenses, Filemón y Romanos.
2. Segunda generación (aprox. 80-100 d.C.), cartas
deuteropaulinas: Colosenses, Efesios, 2 Tesalonicenses.
3. Tercera generación (aprox. 100-140 d.C.), cartas
pastorales: 1 y 2 Timoteo y Tito.
El fenómeno de la pseudografía o pseudonimia consiste en
atribuir determinados escritos a diversos personajes famosos o
héroes del pasado de un pueblo con el propósito de conferirles
mayor dignidad, autoridad o, incluso, origen divino. En cualquier
caso, la calificación como falsos de estos escritos es una
proyección de categorías modernas en una cultura muy diferente
y responde a nuestro etnocentrismo.
Composición de las cartas
En líneas generales, las cartas de Pablo se ajustan al esquema de
la carta antigua que constaba de un encabezamiento, el cuerpo
de la carta o mensaje y el saludo final. Sin embargo, en el
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desarrollo de este esquema, Pablo es casi siempre original. La
novedad del evangelio lo penetra todo y no hay nada de artificio o
de fórmulas vacías.
El estilo y el vocabulario de Pablo son los de un escritor griego
más que aceptable. Utiliza casi todos los recursos estilísticos
característicos de aquella época: paradoja, metáfora, diatriba y
sobre todo la antítesis. A veces parece que violenta el idioma, pero
lo hace casi forzado al tener que proponer un mensaje original
que no encuentra fácilmente en el lenguaje académico la
expresión adecuada.
Hay que subrayar que en más de una ocasión Pablo incluye en
sus cartas material ya formulado. Como parte de este material
podrían considerarse los himnos litúrgicos (Flp 2,6-11; Col 1,15-
20), las confesiones de fe (Rom 1,2-4; 1Cor 15,3-4), los catálogos
de vicios y virtudes (Gal 5,19-23; 1Cor 6,9-10), las series
encadenadas de textos bíblicos (Rom 3,10-18), las doxologías
(Rom 11,33-36; 16,25-27; 1Tes 5,23). Es de advertir que en estos
casos, Pablo no se limita a incorporar sin más estos materiales ya
formulados, sino que los reformula sometiéndolos a una cierta
transformación en el seno de la nueva síntesis teológico-literaria
que pone o hace poner por escrito. Es muy importante tener en
cuenta este asunto para interpretar correctamente no pocos
pasajes paulinos.
Claves teológicas
Al hablar de claves teológicas para leer a Pablo, aquí hablamos de
pistas metodológicas que puedan servirnos para descubrir e
interpretar correctamente los acentos más importantes de la
teología paulina. Estas son las principales:
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Las cartas que integran el llamado “corpus paulinum” han
sido originadas por distintas situaciones y abordan
problemas diferentes. No son de la misma época y
probablemente tampoco del mismo autor. No debe
extrañar, por tanto, que existan notables diferencias en el
contenido teológico entre una y otra carta, y sobre todo
entre uno y otro grupo de cartas. Podemos y debemos
hablar de un pluralismo teológico en las cartas de Pablo.
No hay que buscar en las cartas de Pablo una teología
sistemática1. Ni el momento histórico en que se encontraba
la reflexión cristiana la hacía posible, ni el género literario
utilizado era el más adecuado para ella. Por lo general cada
carta se ocupa de múltiples temas y el autor pasa de uno
a otro con notable movilidad. Cabría exceptuar en cierto
modo las cartas a los Romanos y a los Efesios.
La teología no es una teología ya hecha, sino una teología
que se está haciendo. Una teología en proceso de
elaboración. No puede, por tanto, separarse de su contexto
coloquial. Es el resultado de un diálogo en el que juega un
papel importante, no sólo quien habla y escribe, sino
también quien escucha y lee. Es lógico que Pablo sea con
frecuencia fragmentario en las respuestas, porque su
1 Teología sistemática, es una disciplina de la teología cristiana, cuyo fin es formular una coherente, ordenada y racional presentación de la fe y
creencias cristianas, inherentes a un sistema de pensamiento teológico
que se desarrolla con un método, que puede aplicarse tanto en lo general
como en lo particular. Si bien una teología sistemática debe tener en
cuenta los textos sagrados de su fe, también debe mirar a la historia, la
filosofía, la ciencia y la ética. Clásicamente la teología sistemática se divide en la doctrina de la Palabra de Dios, la doctrina de Dios, la
doctrina del Hombre, la doctrina de Cristo, la doctrina del Espíritu
Santo, la doctrina de la Redención, la doctrina de la Iglesia y la doctrina
del Futuro.
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intención es responder concretamente a preguntas
concretas.
Pablo no construye su teología sobre la nada. Proviene de
lejos, de tradiciones que asume y se apropia. Tradición e
interpretación están siempre unidas en Pablo y se implican
mutuamente. Descubrir lo propio y específico de Pablo en
cada dato tradicional recogido o interpretado por él, es
sobremanera interesante para descubrir los acentos
peculiares de la teología paulina. Un ejemplo típico es el
himno cristológico de Flp 2,6-11.
Finalmente, las referencias al AT, bien en citas explícitas
bien en simples alusiones, son numerosísimas en las
cartas paulinas. La formación judía de Pablo se hace
manifiesta en la amplia utilización del método alegórico a
la hora de interpretar la Escritura. No obstante, en las
cartas de Pablo apenas se puede hablar de una
alegorización pura; lo que en él prevalece es la
interpretación tipológica (comparativa), es decir, la
relación-comparación entre los acontecimientos de la
antigua alianza y los de la nueva. Por lo demás es
importante constatar que la interpretación paulina del AT,
más que un método es una confesión de fe.
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