Conclusión

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HACIA LA FE EN JESUS A modo de conclusión A modo de conclusión Al concluir el estudio de estos guiones, el lector habrá descubierto sin duda perspectivas nuevas. En primer lugar, los evangelios habrán ganado para él en riqueza y profundidad. Probablemente se quedará con ganas de seguir avanzando. ¡Ojalá sea así! Los que hemos redactado estas páginas nos veríamos más que satisfechos. Lo importante, entonces, es cómo continuar. Para ello ay muchos libros útiles, unos más fáciles y asequibles, otros más complicados. Pero el mejor camino será siempre la lectura directa de la Biblia. Por eso es nuestro último consejo: leer una y otra vez el evangelio de Marcos, el que más hemos manejado; también los otros tres evangelios, de los que nos hemos ocupado menos, así como los restantes libros del Nuevo Testamento. De esa forma nos mantendremos en permanente diálogo con la Palabra de Dios que se dirige a los hombres. La lectura de la Palabra de Dios no basta, sin embargo. Al terminar el último tema habrá captado el lector cuál es el horizonte que se desplegaba ante su vista: la Iglesia. Vivir como miembro de esa comunidad-heredera del primitivo grupo de creyentes que se agrupó en torno a los discípulos para ser signos de Dios en el mundo- es tarea prioritaria para nosotros: desde la pequeña comunidad, en el seno de la cual quizá hemos trabajado este temario, hasta la gran comunidad de la Iglesia universal, que, con sus luces y sus sombras, se esfuerza día a día por ser testigo de Dios en nuestro siglo.

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Hacia la Fé en Jesús

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HACIA LA FE EN JESUS A modo de conclusión

A modo de conclusión

Al concluir el estudio de estos guiones, el lector habrá descubierto sin duda perspectivas nuevas.

En primer lugar, los evangelios habrán ganado para él en riqueza y profundidad. Probablemente se quedará con ganas de seguir avanzando. ¡Ojalá sea así! Los que hemos redactado estas páginas nos veríamos más que satisfechos.

Lo importante, entonces, es cómo continuar. Para ello ay muchos libros útiles, unos más fáciles y asequibles, otros más complicados. Pero el mejor camino será siempre la lectura directa de la Biblia. Por eso es nuestro último consejo: leer una y otra vez el evangelio de Marcos, el que más hemos manejado; también los otros tres evangelios, de los que nos hemos ocupado menos, así como los restantes libros del Nuevo Testamento. De esa forma nos mantendremos en permanente diálogo con la Palabra de Dios que se dirige a los hombres.

La lectura de la Palabra de Dios no basta, sin embargo. Al terminar el último tema habrá captado el lector cuál es el horizonte que se desplegaba ante su vista: la Iglesia. Vivir como miembro de esa comunidad-heredera del primitivo grupo de creyentes que se agrupó en torno a los discípulos para ser signos de Dios en el mundo- es tarea prioritaria para nosotros: desde la pequeña comunidad, en el seno de la cual quizá hemos trabajado este temario, hasta la gran comunidad de la Iglesia universal, que, con sus luces y sus sombras, se esfuerza día a día por ser testigo de Dios en nuestro siglo.