Confirmación 2

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Confirmación Tema 2: La hora del Espíritu ha llegado: convencidos de ser pecadores, confiamos en el Espíritu que nos renueva. Objetivo: Descubrir la presencia y la acción del Espíritu, la gran promesa de Jesús. Descubrir su significado en nuestras vidas. Oración: “Señor, envíanos tu Espíritu de salvación” Creemos y amamos por don de Dios Padre. Nadie cree por cuenta propia, nadie ama por cuenta propia. Se cree y se ama por gracia de Dios. San Pablo nos hace saber que nadie puede decir “¡Jesús es el Señor!” sino por influjo del Espíritu Santo (1 Cor. 12,3) Y San Juan manifiesta: “Todo espíritu que manifiesta a Jesucristo, venido en carne, es de Dios” (1 Jn. 4, 2) Y también: “Todo el que ama ha nacido de Dios” (1Jn. 4, 7) En definitiva, creemos y amamos por don de Dios. La fe y el amor son de Dios, no nuestros; y al mismo tiempo, la gracia de Dios los hace nuestros: El Espíritu Santo que habita en nosotros enraíza en nuestro espíritu esos valores como dones gratuitos, de modo que Dios vive realmente la vida divina y colabora en ella, la comparte. No tenemos un retrato del Espíritu Santo. Las Sagradas Escrituras lo presentan siempre en acción. Este don de la gracia de Dios es radicalmente fruto de la presencia activa del Espíritu Santo en nosotros. La escritura utiliza la palabra espíritu para expresar ambas realidades: los dones de Dios y el Espíritu Santo. El origen de la palabra espíritu significa soplo de viento o aliento vital. El Espíritu de Dios no es lo uno ni lo otro. Se usan imágenes diversas para representarlo de alguna manera: en forma de paloma, de lengua de fuego, viento, etc. Es inmaterial. La Palabra en ningún lado lo presenta como parte de un retrato ni una descripción. El Espíritu no tiene rostro, ni nombre, ni figura humana. No

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ConfirmaciónTema 2: La hora del Espíritu ha llegado: convencidos de ser pecadores, confiamos en el Espíritu que nos renueva.

Objetivo: Descubrir la presencia y la acción del Espíritu, la gran promesa de Jesús. Descubrir su significado en nuestras vidas.

Oración: “Señor, envíanos tu Espíritu de salvación”

Creemos y amamos por don de Dios Padre. Nadie cree por cuenta propia, nadie ama por cuenta propia. Se cree y se ama por gracia de Dios. San Pablo nos hace saber que nadie puede decir “¡Jesús es el Señor!” sino por influjo del Espíritu Santo (1 Cor. 12,3) Y San Juan manifiesta: “Todo espíritu que manifiesta a Jesucristo, venido en carne, es de Dios” (1 Jn. 4, 2) Y también: “Todo el que ama ha nacido de Dios” (1Jn. 4, 7) En definitiva, creemos y amamos por don de Dios. La fe y el amor son de Dios, no nuestros; y al mismo tiempo, la gracia de Dios los hace nuestros: El Espíritu Santo que habita en nosotros enraíza en nuestro espíritu esos valores como dones gratuitos, de modo que Dios vive realmente la vida divina y colabora en ella, la comparte. No tenemos un retrato del Espíritu Santo. Las Sagradas Escrituras lo presentan siempre en acción. Este don de la gracia de Dios es radicalmente fruto de la presencia activa del Espíritu Santo en nosotros. La escritura utiliza la palabra espíritu para expresar ambas realidades: los dones de Dios y el Espíritu Santo. El origen de la palabra espíritu significa soplo de viento o aliento vital. El Espíritu de Dios no es lo uno ni lo otro. Se usan imágenes diversas para representarlo de alguna manera: en forma de paloma, de lengua de fuego, viento, etc. Es inmaterial. La Palabra en ningún lado lo presenta como parte de un retrato ni una descripción. El Espíritu no tiene rostro, ni nombre, ni figura humana. No podemos sentarnos frente a la imagen del Espíritu, contemplarlo o seguir sus gestos. Actúa en nuestros corazones. “lo conocen porque Él permanece en ustedes y estará en ustedes” (Jn. 14, 17) Conocer al Espíritu es experimentar su acción, dejarnos invadir por su amor, hacernos dóciles a su impulso. Es pretender que Él sea de modo cada vez más consciente para nosotros, la fuente de nuestra vida.

Para reflexionar y compartir:

1- Leer, reflexionar y comentar brevemente: “Si en la actualidad, la presencia del Espíritu no se manifiesta con semejantes milagros.

¿Cómo será posible que sepa uno que ha recibido el Espíritu? (San Agustín)

2- Hechos 19, 1-7 Cuando decidieron abrazar la fe: ¿Qué los motivó? ¿Sintieron la presencia del Espíritu de Dios en sus vidas?

3- ¿Cuáles son las grandes señales de la acción del Espíritu en la iglesia de hoy?

4- El Decálogo identifica al hombre como pecador, como hombre viejo (Rom. 3, 19) (Mt.15, 19-20) Se requiere la experiencia del Espíritu para que el hombre reconozca su pecado (Jn. 16, 8) (Rom. 3, 10-18)