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Conflicto, paramilitarismo y desplazamiento

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Civilización y barbarie en el proyecto paramilitar: una mirada desde el

sentido común

Carlos Guillermo Páramo*

Tutte le storie barbare hanno favolosi prindpi. Vico, Prindpi di scienza nouva.

El hombre nace bárbaro; debe cultivarse para vencer a la bestia. La cultura nos hace personas, y más cuanto mayor es la cultura.

GRACIÁN, El criticón.

En una entrevista concedida por el jefe paramilitar Carlos Cas­taño al periodista Germán Castro Caycedo, éste aseguraba que cada uno de los combatientes de su ejército, aparte de comba­tir por un salario, lo hacía por una causa política (CASTRO CAYCEDO

1996: 162). Aunque las continuas aseveraciones del líder con­trainsurgente suelen despertar escepticismo sobre su credibili­dad -un prestigioso investigador recientemente las ha califica­do de "balbuceos" (CUBIDES 1999)-, vale la pena examinar la mencionada afirmación como una que devela la compleja rea­lidad subyaciente en la acción bélica del paramilitarismo co­lombiano. Su paulatina afirmación territorial, coadyuvada de un intenso trabajo ideológico en las regiones sometidas, indi­can ciertamente que la causa política a la que alude Castaño es más que un disfraz para el terror. Aquí buscaremos aportar al­gunos elementos de juicio a esa lógica implícita en el proceder

' Antropólogo Unidad de Radio, Ministerio de Cultura

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paramilitar. Sin que pretenda escindirse de lo postulado por los analistas del tema, nuestra interpretación apunta a comprender al paramilitarismo desde una perspectiva cultural'.

Nuestro acercamiento al hecho paramilitar, deriva del traba­jo de campo realizado por nosotros en la zona esmeraldera del occidente de Boyacá, entre 1993 y 1997. Las relaciones entre la dinámica de la segunda guerra esmeraldera (1986-1991) y la conformación de grupos paramilitares en Puerto Boyacá han sido ampliamente reseñadas por la literatura especializada2. No obstante, en lo concerniente a la naturaleza de esta sucesión, también nos hemos apartado de las teorías imperantes (particu­larmente de URIBE 1 992), sin dejar de reconocer sus aciertos.

Para nosotros, la sociedad esmeraldera es una que, a partir de la ostentación de múltiples razgos de identificación (organi­zación política, modo de producción, historia, etc.), bien pue­de entenderse como un grupo étnico (véase PÁRAMO 1 999). En particular, destaca la apropiación de la historia, que simenta los orígenes de la belicosidad esmeraldera en la ¡diosincracia de

1 Para tales efectos, haremos a un lado las disquisiciones terminológicas, la historia del movimiento y su coyuntura presente. Resolveremos las primeras, simplemente enten­diendo al paramilitarismo como un proceso político-militar de ideología anticomunista, llevado a cabo por un ejército privado dividido en frentes de combate. Sobre la sustentación de esta definición volveremos más adelante. Frente a su historia y coyun­tura, consideramos que, de lejos, son competencia de los analistas dedicados a disertar a fondo el fenómeno.

2 Véanse: p.e, MEDINA GALLEGO (1990), URIBE (1992) y URIBE y VÁSQUEZ (1995). CUBIDES

(1999: 166) es claro en matizar el vínculo cuando afirma que "Las ocasionales incursio­nes en territorios adyacentes por parte de los ejércitos privados de las esmeraldas, sus nexos por confluencia con los intereses de otros grupos al margen de la ley; sus despla­zamientos y preferencias por zonas específicas en la ciudad... no prueban un propósito de expansión, ni uno de "desdoblamiento" y proyección territorial más amplia. Por lo tanto, y en suma, no constituyen un "modelo" en que se hayan inspirado los primeros paramilitares." Empero, los factores (por lo demás certeros) que enuncia, no esclare­cen las efectivas relaciones que existieron entre los jefes esmeralderos y los jefes paramilitares, ni la preeminencia de líderes esmeralderos en la financiación y dota­ción de los ejércitos privados en el Magadalena medio y los Llanos orientales. ¿No será en sí mismo el fenómeno del paramilitarismo, aquel "desdoblamiento" de la socie­dad esmeraldera que hecha de menos el investigador?

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los indios muzo, primitivos habitantes de la zona. A pesar de que los esmeralderos entrevistados provenían de muchas regio­nes del país, en varias ocasiones fue recurrente la fórmula que achacaba la violencia y el ejercicio de la guerra a una herencia prehispánica caníbal3.

Esta autoafirmación simbólica como caníbales, es congruente con otros elementos del imaginario esmeraldera, también pro­minentes en el discurso paramilitar. Estos son el poder coerciti­vo de la sangre y la investidura de los jefes políticos como caci­ques. En el contexto esmeraldera, una de las razones sustentadas para ira la guerra es la de la venganza concebida como resarci­miento de la sangre derramada. "La sangre tira", reza la fre­cuente justificación. La sangre es, a su vez, una emanación de la gracia del jefe; es decir, un elemento que fluye del jefe hacia los individuos de su organización (o "cuerda"), que les otorga un sentido de pertenencia y a la vez establece un endeuda­miento perpetuo. Por ello, la sangre derramada de cualquiera de la cuerda es sangre que ha perdido el jefe, máximo instaura-dor del orden social. El canibalismo es, pues, la ingestión (en este caso metafórica) de la sangre del bando enemigo, que re­cupera la sangre propia perdida. Esta dinámica es consistente con lo prescrito por la literatura antropológica para los cacicazgos:

Los caciques del siglo XVI eran principalmente jefes militares, quienes asumían el poder a través de sus haza­ñas en la guerra. Los caciques eran los líderes militares supremos, que presidían el acopio de armamento y pro­visiones en las jefaturas, declaraban la guerra y conve-

' Un antiguo "pájaro" de Coscuez decía, p.e, que: "Es que aquí somos jodidos como los muzos que aquí vivían antes. Usted se pone a ver y hasta con los que no nos gustan somos caníbales y todo." (Entrevista n°. 16; 1997). Otro testimonio recogido en Quípama aseguraba: "Somos unos guerreros. Le heredamos a los indios el gusto por la sangre" (Entrevista n°. 7; 1996).

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nían consejos de guerra con los jefes vecinos para poder movilizar grandes fuerzas aliadas de combate.

...La persecución de víctimas sacrificiales y trofeos hu­manos en la guerra, estaba íntimamente ligada a la santi­ficación ritual de la autoridad del cacique. ...Mediante la guerra, los caciques adquirían el poder innato imbuido en la carne humana de los guerreros muertos que eran consumidos, y en los trofeos humanos que eran guarda­dos y expuestos de una manera grandiosa. Este era un poder que aumentaba y santificaba su autoridad.

(REDMOND 1994: 117, 120)4.

Hablamos entonces, de una sociedad de caníbales y caci­ques, en la cual la venganza es un móvil fundamental para el ejercicio de la guerra. Aunque no pretendemos hallar en este motivo la raison d'étre del procedimiento y la expansión para-militar, valga la pena recordar que el tema de la venganza aflora en la mitología fundacional de los ejércitos privados del Magda­lena medio, e incluso en las causas que condujeron a los herma­nos Castaño a la clandestinidad.

Por ello mismo, no es desechable en el mundo paramilitar la imagen del caníbal. Porque el canibalismo es venganza. La ló­gica implícita en la deformación del cuerpo enemigo, el even­tual uso de restos humanos como trofeos presentes en las masacres

1 Sixteenth century chiefs were chiefs first and foremost, who realized their chiefly powers in their war exploits. Chiefs were the supreme military leaders, who presided over the stockpiling of armament and provisions at chiefly centers, declared war, and convened war councils with neighbouring chiefs in order to mobilize large, allied fighting forces. ...[Tjhe chiefly pursuit of sacrificial victims and human trophies in warfare was intimately tied to the ritual sanctification of chiefly authority in these centralized societies. ...Through warfare, chiefs acquired the innate power imbued in the human flesh of the dead warriors that they consumed and in the human trophies that they stored and displayed on such a grand scale, a power which augmented and sanctified their chiefly authority.

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perpetradas por grupos paramilitares, demuestran una intencio­nalidad metódica. Hay un mensaje que se busca enunciar con la desarticulación (e ingestión simbólica) de la víctima, un ges­to de retaliación frente a aquellos seres considerados como des­tructores del orden social5.

La ¡dea del canibalismo es, en sí misma, un índice de la subversión del cosmos. Se gesta en aquel mundo de "naciones bárbaras y fieras, sin policía, sin cultura, sin artes y sin noticias, ...de gentes, que no se pueden llamar personas, sino fieras", que identificara Gradan (1950 [1657]: 115) en el imaginario de la era colonial. Se sitúa en la frontera de la cultura y la natu­raleza para producir-mediante la violación del tabú- una res­titución del enemigo al seno social6. En la lógica caníbal, la muerte y el desmembramiento de la víctima son un sacrificio, cuyo objeto es el de retomar al orden primigenio a través del desorden que es la barbarie.

5 "La ideología de la antropofagia", escribe loan Lewis (1996:89) -uno de los más agudos antropólogos simbólicos británicos-, "provee un rico conglomerado de imaginería y metáfora para expresar el ejercicio y la experiencia del poder, la domi­nación y la sujeción, que pueden ser ejercidas en diferentes formas en contextos particulares históricos y culturales". En Colombia, la relación entre prácticas de ca­nibalismo ritual y la perpetración de masacres es estrecha. Son varios los ejemplos recogidos en la obra clásica de Guzmán, Fals Borda y Umaña Luna (1962: 227), la cual señala el infringimiento de varios tipos de cortes deformativos cuyas denomina­ciones hacen alusiones alimenticias: "Bocachiquiar", "Picar para tamal" y el "corte de oreja" -éste último muestra fehaciente del trofeo caníbal, practicado en la zona de influencia esmeraldera (Cfr. URIBE 1990)-. En la actualidad, los mismos cuerpos de contraguerrilla de las Fuerzas Armadas han sido investidos en el imaginario po­pular del conflicto con la imagen del indígena caníbal: son los "guanes", a los cuales se atribuye invencibilidad, inmortalidad y la recolección de trozos de carne de sus víctimas para su propio consumo.

6 Véase: p.e., la interpretación que recientemente ha hecho una antropóloga estadouni­dense del canibalismo entre la liga iroquesa del siglo XVII:

Como símbolo del caos, el canibalismo se equipara a todo aquello que debe ser dominado, contro­

lado o reprimido en el establecimiento del orden social. E l mal se proyecta hacia los enemigos, los

animales, el cosmos, o es conservado como un instinto humano básico. En el canibalismo ritual, la

víctima se convierte en el símbolo del mal, en metáfora viva del caos que debe ser dominado en

interés del bienestar social.

(SANDAY 1987: 303).

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Muy posiblemente, las derivaciones más elaboradas de tal simbolismo sean ajenas a los individuos que perpetran las masacres. Empero, su lógica es explícitamente sacrificial; de allí la asertividad "bárbara" (sistemáticamente degradante y deformadora) de sus actos. No hay una mutilación gratuita en este aparente imperio del caos. Siguiendo a Rene Girard (1996:76), la eficacia del proceso sacrificial requiere de cierto grado de "malentendimiento", mediante el cual quienes reali­zan el acto no deben conocer las verdaderas razones que lo sustentan. Ello es causalmente tan válido en el ámbito de la religión, como en cualquier otro dominio del inconsciente cul­tural, en la medida en que éste sustenta una teleología. Y el paramilitarismo sin duda es teleológico: tiene como objetivo no sólo la erradicación de la izquierda armada, sino la proyec­ción de una ideología.

Un confeso líder paramilitar, oriundo del occidente de Boya­cá, nos planteaba, precisamente, este ideario de lucha. La gue­rrilla, decía, baja a la casa del campesino, le quita su vaca en nombre de la revolución, la reparte entre el frente y no se la paga; la autodefensa, en cambio, estimula al campesino ofre­ciéndole tres vacas en vez de una7. Su fin, concluía, era el de cambiar la sociedad por medio de una revolución "realista". Este proceso autárquico aproxima al paramilitar (en sus propios sistemas de referencia) al procedimiento de su enemigo. Su causa es revolucionaria. Es, verbigracia, transformadora, gestora de un nuevo orden a partir del caos.

Aunque el sentido paramilitar de la revolución rebasa una connotación de clase, esta también pueda hallarse en la espina

' Las características propias de la entrevista impidieron (legítimamente, creemos) poseer un registro fonográfico de la misma, y su relación se sustenta en nuestras notas de campo. El termino "autodefensas" fue explícitamente remarcado por el interlocutor y preferimos respetarlo, aún a pesar de que el papel que lo caracterizaba en la estructura era la organización de ejércitos móviles con amplia cobertura territorial.

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dorsal de su discurso. Las evidencias indican una fuerte partici­pación de las clases medias rurales en zonas fuertemente influen­ciadas por el control guerrillero, emparedadas entre el micro-poder (muchas veces bandoleril) de la izquierda armada y la ausencia efectiva de protección estatal. La lógica de las "tres vacas en vez de una", que es también la del patrocinio al mini­fundio y la promoción de la libre competencia, nutre un discur­so que es fundamentalmente el del "sentido común", tal y como ya lo hubiera definido Vico (1985 [1744], I: 106) en su Ciencia Nueva: "un juicio sin reflexión alguna, comúnmente sentido por todo un orden, por todo un pueblo, por toda una nación o por todo el género humano"8. Es decir, apela en este caso a va­lores asentados en la estructura profunda de la sociedad y la cultura, carentes de cualquier proyección utópica (como pue­den serla el comunismo y sus vías de acceso), apuntando a un retorno a ios valores imperantes en la sociedad agraria previos al cooperativismo y la ideografía proletaria.

Es en este imperio del "sentido común" en el cual la barba­rie cumple un efecto arquetípicamente civilizatorio. Y es justa­mente Vico quien describe en la barbarie un retorno al "sentido común", representado en los orígenes:

[Tjales pueblos, como bestias, se habían habituado a no pensar en otra cosa más que en sus particulares intere­ses, propios de cada uno, y habían llegado al máximo del refinamiento, o mejor dicho del orgullo, como las fieras que, al ser contrariadas por una nimiedad, se resienten y se enfurecen; y así, en su mayor gentío o multitud de cuer­pos, vivieron como bestias desmesuradas en una soledad de espíritu y de aspiraciones, sin que apenas dos pudie­ran ponerse de acuerdo porque cada uno de los dos per-

8 [142] II senso comune i un giudizio senz'alcuna rifíessione, comunemente sentito da tutto un ordine, da tutto un populo, da tutta una nazione o da tutto ilgener umano.

(Vico 1997 [1744]: 81).

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seguía su propia satisfacción o capricho. Por todo ello, con empeñadísimas facciones y desesperadas guerras ci­viles, la providencia quiere que acaben haciendo de las ciudades selvas, y de las selvas, cubiles de hombres. De tal guisa que, al cabo de largos siglos de barbarie, acaben por oxidarse las malnacidas sutilezas del malicioso inge­nio que habían hecho de ellos fieras tan desmesuradas con la barbarie de la reflexión. ...Por ello, los pueblos de tal malicia reflexiva, debido a dicho último remedio, em­pleado por la providencia, de este modo atónitos y estu­pefactos, se encontraron con que no disfrutan ya más de las comodidades, los refinamientos, los placeres y el fas­to, sino solamente de las necesarias utilidades de la vida. ¡ Y así, en el escaso número de hombres restantes y en la abundancia de las cosas necesarias para la vida, volvie­ran a ser mesurados! De este modo, gracias al retorno de la primera simplicidad del mundo, los pueblos eran reli­giosos, veraces y fieles. Y así retornó entre ellos la piedad, la fe y la verdad, que son los fundamentos naturales de la justicia, y son gracias y bellezas del eterno orden de Dios.

(VICO 1985 [1744] , II: 2 3 9 . § 1106)

La barbarie es un agente mítico en cuanto cumple la función de retornar al origen. Y el mito es sentido común porque es autoreferenciado9. Su naturaleza retrógrada legitima la necesi­dad del sacrificio:

A la oposición de todos contra todos sucede de pronto la oposición de todos contra uno. A la multiplicidad caó­tica de los conflictos particulares sucede de repente la simplicidad de un antagonismo único: toda la comuni­dad por una parte y la víctima por otra. Se comprende

' Sobre este punto véase el clásico artículo de HOCART, A.M. (1970: 39-45), "The common sense of myth".

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fácilmente en qué consiste esta resolución sacrificial; la comunidad vuelve a sentirse solidaria a costa de una víc­tima no sólo incapaz de defenderse, sino totalmente in­capaz de sucitar la venganza; su muerte no podrá sucitar nuevas agitaciones y hará que se supere la crisis, ya que une a todo el mundo contra ella.

(GIRARD 1982: 35, subrayado nuestro).

María Victoria Uribe cita el juicio de un jefe esmeraldera, que muchas veces hace eco en los testimonios por nosotros recogidos en la zona: "Matar bien es limpiar la tierra, es matar ladrones, eso es valentía". La ¡dea de limpiar la tierra es la más adecuada metáfora del sacrificio realizado en la barbarie, pues la estrategia paramilitar es la de tumba, quema y siembra. Ello se demuestra en el más reciente viraje de su injerencia regio­nal. Una vez "limpiada" la población hostil, el paramilitarismo se ha mimetizado en la actividad política oficial. Desde esta posición, se ha proyectado hacia la construcción de un imagi­nario nacional, cimentado en el origen mítico de una sociedad posterior al holocausto. En zonas como el sur de Bolívar, las masacres paramilitares han comenzado a centrarse en la ani­quilación y deformación de los más ancianos de las comunida­des. La memoria del pasado se aniquila y la historia se reinventa. Como en el mito de Vico (a la vez Génesis y Apocalipsis), ha­biendo limpiado la tierra se ha recobrado la gracia primigenia.

Creemos que la revolución paramilitar es más que una ma­nifestación de la derecha armada, o un simple apéndice a la salvaguarda del establecimiento. Como hemos buscado inter­pretarla, sostiene un profundo discurso de transformación cul­tural, un retorno a ese "sentido común" de la sociedad, de ma­tices muy similares a aquellos postulados (en el sentido más riguroso e historiográfico del término) por el fascismo. "El núcleo mítico que forma la base [del] tipo genérico de facismo" -escri­be Roger Griff in- "es la visión de una (presunta) crisis de la

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nación como presagio de los primeras manifestaciones de un nuevo orden. Este cristaliza en la imagen de una comunidad nacional, purgada y rejuvenecida, que surge como fénix de las cenizas de un sistema estatal en bancarrota moral y la cultura decadente que se le asocia"10. Es, por lo tanto, un discurso civilizatorio que inventa la tradición".

De estas tradiciones inventadas, Eric Hobsbawn escribe que "usan la historia como un legitimador de la acción y cemento de la cohesión grupal"12. Acaso no exista una sola historia fun­dacional que, en cuanto mitología, no involucre un alto com­ponente de invención. Sin embargo, una historia como la co­lombiana puede ser un caldo de cultivo particularmente propicio para la erección de discursos fascistas. Ésta es una historia de muertos. Bernardo Tovar, al hablar de la Independencia como hito primigenio de nuestra identidad nacional, refiere el sentir de la naciente república decimonónica, que bien pudiera ser aún la de nuestros días:

En las festividades cívicas se conmemoraba el acto de rebeldía de los patriotas, las batallas libradas, el heroís­mo desplegado, la victoria sobre España y el Padre Rey. Constituían una evocación de la violencia fundadora, de la guerra justa por la independencia y la libertad, un re­torno festivo a los comienzos.

(TOVAR ZAMBKANO 1997: 146).

10 The mythic core that forms the basis of my ideal type of generic fascism is the visión of the (perceived) crisis of the national community, once purged and rejuvenated, rising phoenix-like from the ashes of a morally bankrupt state system and the decadent culture associated with it.

(GRIFFIN 1995:3).

" Otra autoridad en la historia y naturaleza del fascismo subraya que este "trataba de volver a crear estructuras de mito no racionalistas para quienes habían perdido o recha­zado el marco mítico tradicional. Ideológica y políticamente, el fascismo sólo podía te­ner éxito en la medida en que existiera, entre otras cosas, esta situación" (PAYNE 1995: 18).

12 For all invented traditions, sofar as possible, use history as a legitimator ofactions and cement ofgroup cohesión.

(HOBSBAWN 1996: 12).

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Y día a día, legiones de muertos van engrosando esta ¡dea nacional. Aquel culto a las víctimas de la violencia, convertidas en heroicas por el hecho de haber sido sacrificadas en una con­flagración "justa", sigue permeando la visión de nuestra histo­ria. No más ábrase al azar la página de cualquier periódico en Colombia: la sangre de los caídos reclama emulación y, por ende, venganza. Allí cada panegírico emula el grito de "Viva la muerte", que profiriera el general falangista Millán Astray para silenciar a Unamuno. Es la esconda simbólica del fascismo y, tal vez tan sólo por ello, el paramilitarismo ya haya ganado la guerra.

No obstante, hablar de una "cultura de la violencia" o de una "cultura de la muerte" es sólo un escape para eludir las profundas contradicciones del inconsciente social. Violencia y muerte se yuxtaponen en el momento del sacrificio y, por ello mismo, hacen parte de una gramática transcultural. Por ello mismo, la eficacia de la barbarie está en contravenir el orden sagrado. La deformación del enemigo es un acto sacrificial que, siendo coercitivo y sagrado en virtud del telos paramilitar, a su vez desacraliza la vida social, porque la barbarie es por anto­nomasia el desorden de la cultura.

Este caos que retorna a los comienzos, ha impuesto una prag­mática perversa a la guerra en Colombia. En ella, la figura del caníbal prevalece como un arquetipo que troquela nuestra his­toria, desde las crónicas de los conquistadores españoles hasta el testimonio contundente de la masacre anónima o reivindica­da. El éxito del proyecto paramilitar radica, en una buena me­dida, en la referencia constante a ese lado obscuro de nuestro mundo posible que se representa en la barbarie. Rompe el tabú y, con ello, se hace a sí mismo tabú: contaminante y sagrado, como las estirpes fundadoras del Génesis. Ha llevado a los de­más actores a imitar a ciegas su juego, con igual dosis de terror pero sin una teleología idempotente.

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En su propio beneficio, hemos negado lógica al paramilitaris­mo. Le hemos barbarizado, sin darnos cuenta que, con ello, le hemos legitimado dado rienda suelta a la pesadilla. Francisco Coya -el más agudo etnógrafo de los desastres de la guerra-describió de igual manera los peligros de un sentido común siempre sublimado, ignorado. El sueño de la razón -decía- pro­duce monstruos.

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Una mirada al despeje como experimento

Fernando Cubides Departamento de Sociología

CES - Universidad Nacional

De exper imentos a experiencias

En un reciente artículo, el fundador de la sociología académica en Colombia, se rebela contra el pretendido carácter experimen­tal del despeje, pero a la vez aplaude que San Vicente del Caguán y la región señalada para él "siga ofreciéndose como experiencia humana de paz, democracia y convivencia por todo el tiempo que sea necesario y con el fin de asegurar sus resultados"'. Entre esas dos diversas connotaciones de lo experimental se mueven las siguientes notas. No tiene sentido repetir aquí la discusión que nos remontaría a los clásicos de las Ciencias Sociales, acer­ca de si en los hechos de la vida social es posible o no la experi­mentación, bastaría mencionar al más etnógrafo de los filósofos, a Rousseau, quien lo plantea como un problema ético y metodológico de primer orden, y tras eso, se pronuncia por la negativa. No; no es posible experimentar en la vida social, pero a la vez afirma que es útil la analogía del experimento para ciertas situaciones inéditas, para entender mejor lo único e irrepetible de la acción social, y en especial para aquellas en las que se

* El autor quiere agradecer las anotaciones críticas que hiciera al texto la estudiante Sandra Bermúdez, de la carrera de Sociología.

' FALS BORDA, Orlando. "Despeje continuo: ino volver atrás!", en; Alternativa, n°. 21, marzo de 1999.

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reúnen el elemento de la voluntad consciente y un cierto grado de anticipación y de posibilidades predictivas. Es a esa analo­gía a la que nos acogemos: el despeje no es en estricto sentido un experimento, pero para efectos del análisis tomarlo como si lo fuera nos sensibiliza hacia la singularidad, hacia lo que tiene de inédito la situación que se ha creado. Se trata de una expe­riencia programada, de una decisión que fue sopesada antes de adoptarse, resultante de reivindicaciones y forcejeos previos, de conatos de negociación tanto como de hechos de fuerza. En cuanto a lo demográfico, y a las variaciones del poblamiento, por ejemplo, aun cuando las circunstancias impidan medirlo con exactitud, el flujo y el reflujo que produce el despeje es un caso especial del desplazamiento: siendo forzado para muchos de los que lo emprenden, a la vez fue anunciado con suficiente anterioridad.

Es el caso que al recorrer la etapa más reciente del pobla­miento de la región, al recapitular la historia de los procesos de paz fallidos, al hacer un recorrido panorámico por el territorio y hacer entrevistas y diálogos informales con algunos de los dirigentes locales, al echar una mirada a la documentación que se ha ¡do acumulando, sobresale la novedad que significa el despeje, su carácter inédito respecto de situaciones que lo pre­cedieron, la relación que se puede establecer entre las reivindi­caciones previas y las decisiones gubernamentales que final­mente se adoptaron. Las expectativas que generó, las reacciones que suscitó y sigue suscitando, se comprenden mejor si se recapitula la breve historia del poblamiento reciente en esta región, y luego se procura relacionarlas con las decisiones en curso. Mientras que los especialistas de las ciencias naturales han aprendido a diferenciar los rasgos geológicos, fisográficos o edafológicos presentes en la zona y nos advierten contra la tentación de considerarla homogénea, en cuanto a las pautas del poblamiento y de la intervención humana sí que podemos constatar un rasgo consistente y homogéneo: se ha llevado a

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cabo siempre a contrapelo de las finalidades preservacionistas de leyes preexistentes.

Un poblamiento disperso, inestable y casi siempre a sabien­das y en contra de lo que la ley establece, según se puede de­ducir con relativa facilidad de los testimonios, que abundan en ese punto, y de una incipiente literatura, que se vale ante todo de ellos a falta de registros más convencionales. Según su pro­pia "Confesión de parte" (un breve escrito de corte autobio­gráfico) fue escuchando testimonios como los de Sofía Espino­sa, una desplazada de los bombardeos de El Pato, que Alfredo Molano encontró, por estos alrededores su camino de Damas­co y avizoró la solución que finalmente adoptaría para el divor­cio que se estaba ahondando en él, entre su formación como sociólogo y su inclinación por la literatura: los relatos construi­dos a partir de historias de vida. Tras el primer relato aparecido en el libro sobre los bombardeos de El Pato, la necesidad se va trocando en virtud y ha influido a toda una generación de in­vestigadores que utilizan el testimonio individual como princi­pal fuente de análisis de los problemas sociales de la región. La tendencia a magnificar las acciones individuales por cuenta del narrador escogido, procura controlarse con el acceso a otras fuentes, o deslizando versiones paralelas, como lo hace Molano en dos de las secciones de su libro Siguiendo el corte a propó­sito de la muerte de Dumar Aljure, o de los asesinatos de los hermanos del líder agrario Juan de la Cruz Várela. Como se puede ver en una de las historias regionales (Los pobladores de la Selva, ICAN-Colcultura & U. De la Amazonia, dos tomos, Santafé de Bogotá 1995, el mosaico más completo de la histo­ria regional)2, testimonios hay, claro, para todos los gustos, y en muchos de ellos se deslizan versiones paralelas de un mismo

'- Para nuestro tema en particular véance los ensayos de: SIERRA, Fanny. "El municipio de La Macarena y los desplazados" y, VALENCIA, Alberto. "Caquetá: ¿laboratorio de la Paz?", en el tomo 2.

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acontecimiento, contraevidencias y contrastes, que hacen in­evitable que el lector se formule la vieja pregunta de Pilatos. En todo caso, de la reconstrucción histórica queda claro en gran­des trazos que mientras que para el más antiguo de estos po­blados, San Vicente del Caguán, la lucha por la apropiación ¡legal de los baldíos, ha sido recurrente y adquirió particular intensidad en la década del 30; para los restantes el que bue­na parte de su territorio, precisamente el que es susceptible de apropiación por los colonos, haya sido en principio una reser­va biológica y luego un parque natural, le otorga un carácter especial a la empresa colonizadora, y la coloca, de entrada, en un limbo legal3.

En la percepción de los pobladores de la zona, sea que com­partan los objetivos con que se produce el despeje, o que insi­núen una resistencia a esos objetivos y a la posibilidad de una prórroga, lo que ha ocurrido desde el mes de octubre del 1998 es nuevo y se resiste a ser comparado con cualquiera de las etapas anteriores. Si algo sobresale de las repetidas preguntas de los periodistas a todo tipo de entrevistados, de la multitud de cróni­cas que se han escrito, y de los pronunciamientos espontáneos tanto como de las solicitudes que elaboran las organizaciones representativas, es una conciencia de la singularidad del momento, la cautela con la que emiten sus juicios y opiniones, el convenci­miento de estar siendo observados con minuciosidad y desde distintos ángulos. En un auténtico bombardeo mediático, ni por­ciones del territorio como el desaparecido Armero, o el eje cafe­tero han sido objeto de un cubrimiento tan intensivo y tan metó-

1 Sin faltar, claro, la muy colombiana disquisición semántica: "El nombre original del poblado que hoy es La Macarena era "El Refugio": el periódico local del Llano, remo­viendo escombros de los acontecimientos sucedidos y con base en unas declaraciones del gobernador, publicó un artículo que catalogaba a la región como "el Refugio de los bandoleros de la Violencia". Este hecho perturbó a la población colona que de común acuerdo decidió cambiar El nombre de El Refugio por el nombre de La Macarena": Los pobladores de la Selva, vol II, p. 174.

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dico, como lo fueron San Vicente del Caguán y su entorno inme­diato durante los breves días del inicio del despeje y del comien­zo de un nuevo estilo en las "ceremonias de la paz". Un compo­nente decisivo de la experiencia común, ha sido el modo en que se llevaron a cabo dichas ceremonias. La "producción de sentido del mensaje", según la expresión de los especialistas en comuni­cación, coincidió de lleno con su "puesta en escena", fue de cabo a rabo un evento concebido para ser difundido por la tele­visión, en función de ella, cada uno de quienes lo presenciamos al hacerlo eramos conscientes de que se trataba de un evento que no ocurría por sí mismo, es decir conscientes de que no se hubiera producido si las cámaras de televisión no estuvieran allí4. Y para esa puesta en escena, por fugaz que fuera, súbitamente, los pobladores de la región son invocados como protagonistas; por apartados que se hallen del sitio de la emisión, por momen­tos llegan a saberse partícipes de un acontecimiento con proyec­ciones, de una novedad, no pueden evitar la sensación de que "aquí va a pasar algo"5.

Ya por eso, por la intensidad de la exposición ante cámaras y reflectores (y también eso de modo muy diverso pues casi todo el despliegue se ha centrado en San Vicente del Caguán) se debería estar atento a los efectos de doble vía: lo que aquí ha estado ocurriendo conlleva su singularidad aunque tengamos claro que las FARC, aun cuando en su etapa más reciente no

1 Véase por ejemplo el ensayo que coincidencialmente se titula: "Para una guerrilla semiológica", así como el titulado "T.V: la trasparencia perdida", en "Las crónicas de la aldea global". Eco, Umberto. La Estrategia de la Ilusión. Editorial Lumen, Bar­celona 1986.

' Pero el periodismo escrito, incluso por el premio Nobel, se ha ido contagiando de ligereza "visual": basta contrastar la crónica sobre San Vicente del Caguán, del García Márquez modelo 99, en la revista CAMBIO, con una de sus crónicas sobre la violencia de los años 50: "El drama de 3000 niños colombianos desplazados", mayo de 1955, reeditada en: GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Crónicas y Reportajes. Colcultura, junio 1976. En el 99 se circunscribe al tinglado y a la escenografía principal, en el 55 procura ver el revés de la trama y está dedicada a las víctimas anónimas, al hombre común.

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desestiman el uso de ninguno de los medios electrónicos no son precisamente una guerrilla mediática, y de ahí que nadie, ni el más entusiasta o partidario del incipiente proceso de paz se haya permitido la efusión lírica de decir que el mundo ama­neció en las selvas del Caguán. Una de las primeras sorpresas se dio al comprobar el aparente desdén hacia las posibilidades de tan intenso cubrimiento por parte del líder histórico de las FARC, aun cuando semiólogos de profesión o semiólogos afi­cionados hayan emulado en interpretar el significado de la au­sencia, el profundo simbolismo de una silla vacía.

No siendo un territorio como para hacer encuestas eso de las percepciones y las apreciaciones que se infieren de ellas es, pues, del todo subjetivo: proviene de observaciones recogidas en un recorrido previo a la iniciación del despeje, de sondeos informales, de frases al vuelo, de juicios emitidos sotto voce por voceros oficiosos, y subrayados por alguna expresión gestual, de retazos de historia regional tal como los van hilvanando al­gunos de sus protagonistas, en esta región en la que precisamen­te ha florecido el subgénero de las historias de vida.

Si hacemos a un lado los tecnicismos y las expresiones toma­das de la jerga, sin referirse a la zona como si se tratara de un laboratorio de paz o de cualquier otro propósito de aleccio-namiento por sublime que sea, las evidencias empíricas sugieren que cada uno de los que habitan la región ha estado al tanto de lo que se propuso, que ya durante la campaña electoral la pro­puesta fue generando expectativas y produciendo efectos, que desde entonces se desarrollaron acciones, se tomaron disposi­ciones, se registraron efectos prácticos (mensurables en indicios tan prosaicos como las variaciones en el precio regional del ga­nado) y que a medida que la medida contó con una fecha, y se tradujo en una decisión gubernamental los efectos se intensifica­ron, como es lógico. De algunos de esos efectos sólo se tienen indicios negativos: las secretarias de Educación del Caquetá y

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del Meta han elaborado un censo de la deserción escolar y nos informan que para el año 1999 la matrícula estudiantil ha des­cendido de manera drástica: de los 15.947 estudiantes que ter­minaron el año 98 sólo 8.871 volvieron a inscribirse en el 99. Algún periodista deduce de ello y sin elementos adicionales que la mayoría de quienes desertan del sistema escolar han sido reclutados, ya por la guerrilla ya por los paramilitares.

Pero la recapitulación de los hechos de violencia acaecidos en este territorio circunscrito desde comienzos de la década del 80 nos pone al tanto de otra dimensión. En 1980, la izquierda legal, aglutinada en uno de tantos rótulos para designar una alianza transitoria («Frente Democrático» en este caso) obtuvo avances importantes en los municipios del valle del Ariari en el Meta y resultados electorales mayoritarios en algunos municipios del Caquetá: San Vicente del Caguán, Puerto Rico y El Paujil. En el caso de San Vicente del Caguán, según una versión militante, esa mayoría se fue erosionando como producto de los errores organizativos propios («los viejos métodos de agitación, el mal­trato de los militancia de base como para el caso de los munici­pios del valle del Ariari a raíz de la primera elección y la no renovación de los cuadros de dirección») tanto como de una acción represiva y discriminatoria en convivencia con los candi­datos de los partidos gubernamentales6. Para el caso de los muni­cipios del Meta, esa mayoría se siguió incrementando y en la primera elección popular de alcaldes se tradujo en una mayoría para la U.P; pero esa fecha electoral marca a la vez el inicio de una serie de varios atentados individuales, pero sobretodo de la matanza de Piñalito (en el municipio de Vistahermosa) el 21 de febrero de 1988, que evidencia el propósito sistemático de con­trarrestar esa mayoría electoral con el recurso a la violencia: con menos espectacularidad que en el Magdalena medio, pero con

Véase los capítulos: "El susto de San Vicente" y "San Vicente, trago amargo", en: DELGADO, Alvaro. Luchas sociales en el Cagueta. EDICEIS, Bogotá, 1987.

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tanta eficiencia como allí, la acción de los paramilitares cobra víctimas a la vez que define fronteras políticas. En ninguna otra región del país la campaña de asesinatos selectivos se llevó a cabo de manera tan metódica (alcaldes, candidatos a alcaldes, concejales, administradores municipales) y aun cuando los már­genes de impunidad impidieron aclarar judicialmente cualquie­ra de esos homicidios, al recapitular las muertes al investigador social no le queda la menor duda de la existencia de un propósi­to detallado, de una estrategia, y de un ente coordinador, una organización que por oculta que haya quedado hasta el momen­to, delata toda suerte de nexos con los poderes regionales, con los beneficiarios directos del vacío político que se produce con la desaparición de ese grupo de cuadros dirigentes.

Premeditación y selectividad, además de recursos organi-zacionales, son las características sobresalientes de esa serie de asesinatos, y las pocas evidencias asociadas a la investigación juidicial de esas muertes nos demuestran que el paramilitarismo también es endógeno en la región; que las escuelas de sicarios encontradas entre San Martín y Granada, o en las cercanías de Puerto Lleras, reclutaban adherentes y simpatizantes entre los afectados por las acciones de la guerrilla o por el ascenso verti­ginoso de la U.P. y que la lucha por la hegemonía política esta­ba produciendo nuevas demarcaciones territoriales: las rivali­dades entre El Castillo y Cubarral, entre el casco urbano de Mesetas y su parte rural, o entre la periferia de Vistahermosa y la porción de territorio de más reciente poblamiento (hacia aden­tro del río Güejar en área de completo control por la guerrilla) así lo corroboran.

Antecedentes inmediatos

El cañón del Duda, las riberas del Guayabera y la región del Pato aparecen de manera recurrente en los relatos cuasi-épicos

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acerca de los orígenes de las FARC, que la propia organización guerrillera fue produciendo con fines propagandísticos. Son los hitos iniciales de la "Columna de marcha" y convierten a esta región en la retaguardia del núcleo originario de las FARC, y luego en el epicentro de su posterior expansión hacia el Ariari, y el Guaviare, y hacia la Amazonia en general. Aun cuando fue posible obtener evidencias del arribo de algunos integrantes de la columna de marcha al Caguán ya a finales de los años 50, el alto Caguán, los ríos Guayas y Suncillas comienzan a aparecer de modo sistemático en los partes de guerra, mucho después, ya en los inicios de la década del 80.

El itinerario inicial y los hitos de la expansión van a ser co­rroborado posteriormente en los relatos elaborados a partir de una nueva serie de entrevistas según la técnica de las historias de vida, producidas en principio por Molano, luego por sus discípulos y por sus émulos.

Por su parte en un típico informe de investigación, publica­do como una monografía regional7, el geógrafo alemán Wolfgang Brucher se interesa en los datos del poblamiento, del origen regional de los colonos y partiendo de San Martín recorre la re­gión hasta los nuevos centros de poblamiento en el piedemonte amazónico del Caquetá (Doncello, El Paujil, Belén de los Anda­quíes), el recorrido lo lleva a cabo en 1968, aun cuando la pu­blicación como monografía en español data de 1974. Es un trabajo importante para la recapitulación no sólo por el año en el que se lleva a cabo, un año nodal en el proceso, sino por que logra suplir la información que las herramientas más conven­cionales no nos proveen. Brucher en su informe da cuenta del nacimiento de un poblado como Vistahermosa, en las orillas del río Güejar e indica ia tendencia que representa el frente colonizador que se dirige hacia el interior de la reserva de La

' La colonización de la selva pluvial en el piedemonte amazónico. IGAC, Bogotá 1974.

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Macarena, sus vectores, sus protagonistas. La zona que demar­ca para su estudio es una línea imaginaria que, partiendo de Puerto Leguízamo, en el Putumayo, asciende por el piedemonte, por las cuencas de los ríos Caguán y Guayas, hasta llegar luego a la ribera del Guayabera. A falta de recuentos demográficos confiables, pues los procesos activos de colonización no son registrados en su magnitud por ninguno de los censos tal como están diseñados hasta hoy, acude a un recurso imaginativo para hacerse a unas evidencias consistentes acerca del origen regio­nal de los colonos: examina las partidas bautismales en donde se declara el lugar de nacimiento de los padres de la criatura, procesa la información resultante para los principales núcleos de población y obtiene así un estimativo válido: para el período que estudia, de 1960 a 1968, la procedencia regional de los co­lonos se ordena así: Tolima, Valle, Cundinamarca, Caldas, Boyacá y Antioquia.

Tan interesado en los problemas culturales de la coloniza­ción, en la mentalidad y en las actitudes del colono, como en las características fisiográficas de la región que va recorriendo, en ninguna parte de su informe se menciona a la guerrilla, o se en­cuentra la menor alusión directa a su papel en ei proceso coloni­zador, pero un buen entendedor puede inferir su presencia en varios síntomas explícitos. Circunspecto, demasiado circunspec­to resulta el geógrafo alemán respecto de la presencia guerrillera, pero es comprensible: de una parte no es su tema y de otra parte la polarización estaba en el ambiente, aun cuando de signos ideo­lógicos un tanto distintos de la actual (en el lanzamiento de la edición española de su libro Orden y Violencia, recordaba el colombianista francés Daniel Pécaut, que en sus comienzos, y sólo por los temas en que se interesaba como investigador en Colombia, fue acusado de ser agente de la CÍA por algunos me­dios universitarios) Nuevos hechos ocurridos a partir de 1970, como el secuestro del biólogo norteamericano Richard Starr, en las cercanías de La Macarena y que dura tres años, terminan de

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darle la razón en ser circunspecto. Hoy en día, salvo los zoólo­gos japoneses que mantienen activa una estación experimen­tal, ningún extranjero que no sea un periodista o funcionario convocado al efecto se atrevería a penetrar en la región.

La secuencia temporal que entregan los relatos, tanto como la somera periodización que nos entrega el geógrafo alemán no va dejando dudas sobre el itinerario del proceso coloniza­dor al superponerle al panorama que traza, las referencias do­cumentales que han ¡do compilando trabajos históricos como los de Eduardo Pizarro, y los mapas de la expansión guerrille­ra y la progresiva adscripción que la guerrilla va teniendo con el territorio en cuestión. Si el más antiguo y el más poblado de los municipios es San Vicente del Caguán, que surgió con las primera bonanza cauchera y tiene algo más de cien años (1898) el más reciente; Vistahermosa, apenas pasa de los treinta (aun cuando Uribe haya sido elevado a municipio en fecha más reciente.) Por cierto que, como muestra de un creciente poder militar en la zona, Vistahermosa es tomado por las FARC en 1 977, uno de los primeros poblados en que se pasa del hosti­gamiento y del consabido asalto a la Caja Agraria, a un copa-miento mayor, con control de áreas, arenga, y despliegue de poder de fuego, que implica toda suerte de mensajes a la po­blación del casco urbano en un momento en que está pasan­do ya la fugaz bonanza marimbera y se inicia en firme la pro­pagación de los cultivos de coca.

De los testimonios y de la documentación que hoy se pue­de reunir acerca de la expansión de las FARC, se deduce que la región del actual despeje pasó de ser zona esporádica de refu­gio inicialmente, a retaguardia para reorganizar el dispositivo luego de los combates de Marquetalia, zona de implantación después, en fin zona donde "el nuevo modo de operar" arroja dividendos políticos netos, tal es la secuencia en líneas genera­les de la relación de la guerrilla con este territorio.

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Por la importancia que ya tenía, y buscando consolidar el control ya adquirido es que en los diálogos de paz iniciados en 1982 todavía no se formulan reivindicaciones especiales por parte de la guerrilla; como se advierte en la documentación que salió a la luz cuando el proceso ya había fracasado. La Uribe, y Casa Verde son apenas la "sede social" de los encuentros y del recibimiento de las diversas delegaciones, el despeje del que se llegó a tratar con detalle en las comunicaciones, y que estuvo prácticamente decidido en agosto-septiembre de 1983 (un ca­pítulo algo olvidado de la historia reciente) está formulado para el el oriente del Tolima: los municipios de Santana, Dolores, y una parte de Purificación y el Prado8.

Podría decirse que es cuestión de táctica negociadora, pero para entonces otras declaraciones y otros documentos confir­maban la importancia que había adquirido la región en su con­junto para las miras estratégicas de las FARC. Si el profano está un tanto a ciegas para discernir la estrategia de los ejércitos regulares, mucho más lo está para vislumbrar las directrices o los planes de una organización guerrillera, clandestina y verticalizada. Sólo es posible hacer inferencias de modo retros­pectivo, y aún así se halla en un terreno del todo deleznable; el riesgo de la mala especulación es muy alto. En todo caso la información es consistente, y fue posible recabar algunos datos dispersos, y ha sido posible cotejarlos luego con nueva docu­mentación que ha ido saliendo a la luz, y con la secuencias de hechos militares que desde entonces se ha estado produciendo.

En esta recapitulación es ineludible referirse a las movi­lizaciones campesinas conocidas como "marchas" en una serie que comienza en noviembre de 1981 (aun cuando las dos más

8 Ver cartas de Jacobo Arenas de agosto 20 y 26 de 1984, y de septiembre 1.5 del mismo año, dirigidas a Alberto Rojas Puyo en: Correspondencia secreta del proceso de paz. Edito­rial La Abeja Negra, junio de 1989, pp.180-194. Al leer esa correspondencia no cabe duda de que el despeje, la idea y la palabra, fueron introducidas en el lenguaje político colombiano por las FARC.

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importantes fueron movilizaciones acuáticas: se llevaron a cabo por los ríos Guayabera y Guaviare: el primero en mayo de 1985), y el segundo en diciembre de 1986. Movilizaciones de más de 20 mil colonos (según estimativos gruesos, aunque fiables) en cada uno de los los casos, postulaba como reivindicación ex­presa la suspensión de los patrullajes del ejército en toda la zona, y el establecimiento de puestos fijos de control, junto con otras demandas más genéricas acerca de crédito y asisten­cia técnica; la tercera de las movilizaciones mencionada, me­nos concurrida y en una coyuntura menos favorable, tan sólo obtuvo ayudas de manutención y de costear el regreso de los colonos a sus sitios de origen. Por espontáneas que fuesen, las movilizaciones coincidían bien con los requerimientos del dis­positivo desplegado por la guerrilla para desdoblar sus frentes, y con la importancia que le concedían a un creciente control territorial. Al examinar la secuencia se puede comprobar que cada una de las movilizaciones se produjo en relación directa con planes del ejército, o con operativos militares en curso, y condujeron a desvirtuarlos o a aminorar su efecto.

Y esa importancia aparece rubricada por dos hechos milita­res: en junio de 1987 se produce la emboscada al ejército por parte de las FARC en las proximidades de San Vicente del Caguán, que prácticamente cierra el ciclo negociador que se había ini­ciado en la administración Betancur, y todavía más rotundo es el golpe que significa la emboscada guerrillera con un saldo muy alto de pérdidas para el ejército, en la carretera Paujil-Cartagena del Chaira; una carretera que siendo una obra civil, se había concebido, y adelantado por un batallón de ingenie­ros militares como una manera de afirmar la presencia guber­namental en la zona de transición entre el piedemonte y la cuen­ca del Caguán, y correlativamente fue vista por la guerrilla como una amenaza al grado de control que poseía ya en la zona, y a la comunicación entre sus frentes del Meta y sus frentes del Caquetá.

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Aquí hay que subrayar la diferencia con el Magdalena me­dio: aun cuando la campaña de exterminio de dirigentes de la U.P. en el Meta se llevó a cabo de manera metódica, y aun cuando se produjeran fracasos en las movilizaciones auspicia­das, y una sensible disminución en los resultados electorales de los candidatos de izquierda (en la primera elección popular de alcaldes, los alcaldes de los cinco municipios que rodean la Sierra de La Macarena: San Juan de Arama, Vistahermosa, Puer­to Rico, Meta, La Macarena, Mesetas, incluyendo La Uribe y sus respectivos concejos eran de la U.P.; en la segunda elección (apenas dos lo seguían siendo9) no se produce un cambio de adhesiones; por sistemática que hubiera sido la eliminación de cuatro dirigentes por parte de los paramilitares, no contribuye a modificar las lealtades políticas preexistentes, el trabajo políti­co de la guerrilla se muestra sólido. Salvo en la periferia, en los cascos urbanos de Vistahermosa (que durante algunos años pa­rece un pueblo a lo Juan Rulfo, y en donde tres de cada cinco casas llegan a estar abandonadas según un censo del alcalde en 1990) o San Juan de Arama, o los núcleos de poblamiento del alto Ariari, la población muestra una retaguardia social sóli­da para el accionar guerrillero

Entretanto, sucesivas movilizaciones (La "Marcha de Iraca" de 1986) se habían propuesto como meta conseguir el rea-linderamiento del territorio de la reserva y la consiguiente titu­lación de los predios ocupados. Se inicia entonces una concertación en la que participa la Universidad Nacional, y que hace posible un recuento poblacional confiable pues ade­más de la expectativa de la titulación debido al reconocimiento de la ocupación real; el empadronamiento se llevó a cabo con

'' Nuestra versión de lo que percibimos en un trabajo de campo que se realizaba por entonces quedó publicada en "El terrorismo y sus efectos en la participación política" Resista Politeia, n°. 6. VIII, 1990, Facultad de Derecho, Universidad Nacional, y pre­viamente en un capítulo del libro La Macarena: territorio de conflictos, Centro Editorial Universidad Nacional, Bogotá, 1989.

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participación de colonos y de estudiantes, y pudo llevarse a cabo pese al desarrollo simultáneo de operaciones militares en el sur de la Sierra, particularmente en la ribera del Guayabera, con una buena cobertura arrojando algunas sorpresas respecto de la ¡dea tradicional sobre los procesos colonizadores: de los jefes de predio, casi la quinta parte, el 19.03%, tenían un ori­gen urbano, y para la población en edad escolar la tasa de anal­fabetismo era menor que la nacional. Ya no se podía entonces hablar de colonización campesina, sin más; el anterior se su­maba y era del todo consistente con otros datos obtenidos para las regiones de minifundio en donde se desarrolló el programa DRI, la propia noción de campesinado era necesario volver a pensarla y con ella el carácter ineluctable o fatal de lo que el propio Fals Borda llamaba en sus escritos, parafraseando a Comte "ley de los tres estadios", según la cual, la colonización siem­pre y en todos los casos reproduce la economía campesina y con el eslabón intermedio del comerciante de tierras, termina ampliando el latifundio.

También resulta significativo cotejar la procedencia regional de los colonos que arroja ese recuento con la que Brucher había logrado establecer, aun cuando los territorios abarcados por una y otra apreciación no coincidan del todo: aparte del Meta, que es desde luego el primero, los departamentos de procedencia de los colonos son: Cundinamarca, Tolima, Valle, Boyacá, Santander, Caldas y Antioquia; un mosaico bastante variado para el caso.

Los operativos militares que se desarrollaron entonces, entre abril y mayo de 1988 producen de inmediato un repliegue de la guerrilla hacia el interior de la zona de reserva, hacia sus cam­pamentos del Duda, y de las zonas menos pobladas del Losada y del Caño perdido. Los operativos fueron comandados por el propio comandante de la IV división y se adelantaron de mane­ra conjunta entre el ejército y la policía antinarcóticos, sin que dieran lugar a combates específicos, fueron interpretados

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periodísticamente como "la reconquista de la República del Guayabera" [EL TIEMPO, 14 de mayo de 1988). Una interpreta­ción a todas luces exagerada como lo demuestra el desarrollo posterior de los hechos.

De ahí en adelante a lo que asistimos en los últimos diez años es a un nuevo ciclo de progresiva expansión del dispositi­vo guerrillero, operativos militares de contención, conatos de movilización social y medidas gubernamentales que respon­den a ellas de modo extemporáneo. El decreto presidencial 1989 de 1989, cuya finalidad era redelimitar el área digna de ser pre­servada reconociendo el grado de ocupación real y aplicando a la vez la legislación sobre parques naturales, y las detalladas y profusas normas del Código de Recursos Naturales, ni siquiera logran estabilizar la frontera entre ocupación y preservación, tras esa redefinición normativa la ocupación se ha intensificado según todos los observadores y según todos los estimativos.

La más reciente, y de seguro la mejor concebida de las nor­mas que se han ¡do sucediendo con el propósito de estabilizar los frentes colonizadores y preservar lo que resta sin ocupar las áreas frágiles de la Amazonia y de la Orinoquia, es la Ley 160 de 1994, cuya paternidad intelectual hay que atribuirla, sin duda, a Alfredo Molano y a sus trabajos sobre el problema. El incon­veniente es que en este caso se ha quedado sin aplicación, que ha encontrado más resistencias tácitas que sectores campesi­nos que la acojan o demanden su puesta en práctica, y que su entrada en vigor coincidió con la intensificación de las fumigaciones en las áreas de cultivos ilícitos, precisamente aque­llas para las que en principio fue concebido el modelo (aun cuando en su exposición de motivos por momentos se reafirme la ecuación simple colono=campesino) y por tanto el propósito sectorial y gradualista, la visión a largo plazo que contiene esa ley ha sido postergada por la lógica de la guerra, y por las ac­ciones con finalidades inmediatas.

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En todo caso, la promesa presidencial formulada el 7 de agos­to de 1994 en el discurso de posesión de "erradicación TOTAL de los cultivos ¡lícitos en el término de dos años" ponía en el con­gelador la aplicación de esa ley, y la convertía en la simple hoja de papel que ha sido hasta ahora.

Así el propósito de acudir en ayuda de unos 700 mil habi­tantes de las regiones de la Orinoquia y Amazonia en que se estimaba el conglomerado de personas que se habían estable­cido en la útima etapa "como consecuencia de las emigracio­nes forzadas de motivación económica o política", según esti­man quienes han procurado que la norma en cuestión se traduzca en acciones concretas y a sabiendas de que dicho conglomerado "está ubicado en espacios de limitado potencial productivo, al menos dentro de las condiciones actuales de nuestro desarrollo tecnológico"10 se ha visto desvirtuado y controvertido en los he­chos por el plan de fumigación y por las acciones militares de una y otra parte. El Guaviare, La Macarena, el medio y bajo Caguán, y el Valle del Cuamués en el Putumayo son las subregiones de la Orinoquia y la Amazonia que se identifica­ron como las más aptas para conformar las zonas de reservas, y han sido a la vez aquellas en donde las acciones de fumigación y las acciones bélicas de la guerrilla y la respuesta -tardía, siem­pre- del ejército, han sido recurrentes.

Así que lo que se presentó en su momento como una victoria para el ejército: anular la propuesta de despejar el municipio de La Uribe para propiciar los diálogos y luego la negociación (el "ruido de sables" del que se habló a mediados de la administra­ción Samper), visto retrospectivamente es un episodio subalterno al lado de las aciones del Billar, de Las Delicias, de la base anti­narcóticos de Miraflores en el Guaviare y de Mitú.

" Véase: FAJARDO, Darío. "Proyecto zonas de reserva campesina. Una estrategia de paz para el desarrollo rural", 6 de marzo de 1997, Mimeo, p. 3.

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Y a su vez, para la población afectada, eso tres últimos gol­pes de la guerrilla en el 97 y 98, y tras ellos, la consecución del despeje vienen siendo una revancha histórica del tratamiento que merecieron las marchas campesinas de agosto y septiem­bre de 1996; las llamadas por el periodismo "marchas de cam­pesinos cocaleros". De la importancia que la guerrilla le con­cedió a esas marchas, la manera como se propuso interpretar las frustraciones de los participantes a raíz de ellas y de su des­enlace, y el preanuncio de las acciones que piensan realizar en represalia, nos da una ¡dea cabal el contenido de su boletín "Re­sistencia", n°. 110, de julio de 1996 cuyo tema principal está dedicado a esas movilizaciones".

Algunos analistas señalan la importancia documental de la flamante "Acta de acuerdo entre el gobierno nacional y los cam­pesinos e indígenas marchistas del departamento del Caquetá suscrito en la ciudad de Florencia el día 12 de septiembre de 1 996". Redactada en lenguaje diplomático, que recuerda los tratados entre naciones, el acta comienza con sendas declara­ciones que reiteran lo que antes de las marchas se había soste­nido por parte y parte, es una especie de statu quo, lo que allí se formaliza, luego está la enumeración de obras de infraes­tructura y los aportes a los que se compromete el gobierno cen­tral, en fin, se pacta una práctica suspensión de la campaña de fumigaciones a cambio de una "erradicación manual contrata­da" de la que se haría cargo el propio cultivador de coca, para la que se especifica el precio del salario pero no los mecanis­mos de supervisión. Lo que visto de modo retrospectivo tiene de importante es que el documento registra y clasifica al uni­verso social de esta zona y en boca de sus voceros representa­tivos: aparecen definidas con nitidez, y en sus propias palabras,

1 Aunque fechado en julio de ese año, tanto la carátula como el artículo central dan cuenta de acontecimientos ocurridos con posterioridad, la clandestinidad, hace posi­ble esos ejercicios de anticipación periodística...

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los "tres tipos de jornaleros" ligados al cultivo y procesamiento de la coca como se reconoce y se asume en los pasajes más significativo es de esas 15 páginas. Raspachines, jornaleros y pequeños cultivadores y toda una cadena de pequeños menes­teres y de bajos oficios asociados a la producción de pasta-base salieron del anonimato. Como fue documentado con abundan­cia en las crónicas escritas y televisivas de ese momento, el general Néstor Ramírez a cargo del ejército en esa zona hizo un uso -literalmente- impecable del enunciado constitucional (de cuño weberiano) "detentar el monopolio de la violencia legítima"; pero resultó evidente que está menos sensibilizado para entender la legitimación como proceso. Al fin y al cabo los generales tienen que vérselas con los efectos de la deslegiti­mación; y ello ya de por sí en un país en el que la guerra irregu­lar ha adquirido tanta intensidad los absorbe lo suficente como para que se ocupen de sus causas.

No ha sido falta de método o de perseverancia la que se puede atribuir al ejército: al recapitular sus acciones en la re­gión desde 1982 se puede encontrar que han estado encuadra­das en un plan, un plan de reconquista desde que se pudo di-mensionar la presencia guerrillera. Muy temprano, y puede decirse hoy, antes que otros entes estatales, el ejército contó con datos y análisis de la situación que daban cuenta del flujo de colonos concomitante con la implantación de los núcleos guerilleros. Ya en tiempos del general Landazábal como minis­tro de Defensa y estando en vigor el cese al fuego, el ejército había comenzado a dar forma a esos planes y a recabar la infor­mación indispensable. El hecho de que el batallón Liborio Mejía con sede en Florencia se propusiera la construcción de la carre­tera Pauj i I-Cartagena del Chaira, así lo indica. Otra de las ac­ciones con sentido del largo plazo había sido la realización de un censo en Cartagena del Chaira en 1981, que ya para enton­ces arrojó el dato de 9.231 pobladores para la cabecera muni­cipal, cifra que apenas eran la punta del iceberg. La carretera

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tenía el claro propósito de destaponar la región, y a la vez redu­cir el control que la guerrilla tenía de la única vía de acceso; el río Caguán. Lo que no entraba en los planes del ejército era que la polarización y la presión crecientes lo ¡rían a convertir en ariete de la política antidrogas. Aunque sus incursiones previas fueran cautas, y atribuibles a consideraciones puramente mili­tares, y aunque la concepción de los "comandos de desarrollo" presentada por el ministro Landazábal no estuviera del todo descaminada (como tampoco eran incontrovertibles en sí mis­mos los llamados del general Bonnet inmediatamente después del golpe de Las Delicias a "aumentar la inversión social en el Caquetá" propuesta que parecía una maniobra distractiva fren­te a la gravedad de los partes que daban cuenta de muertos y heridos del ejército) los límites de la acción militar estaban de­terminados por otro tipo de hechos. Si por la misma época, 1982-1983 los comandantes del ejército rehusaron aceptar como misión reprimir otras actividades ¡lícitas -el contrabando de café en la Guajira, para ser específicos- con el argumento muy váli­do de que se trataba de una labor policiva, y de que el asumirla los hubiera expuesto a la corrupción, además de enajenarles parte del apoyo de la población en una región fronteriza y sen­sible, para el caso del Caguán, de La Macarena y del Guaviare han asumido de manera intermitente la labor de represión del cultivo y del tráfico de insumos pues esa actividad ¡lícita es imposible de deslindar del apoyo social y del control territorial que ha adquirido la guerrilla. Si se quisieran pruebas de la últi­ma afirmación bastaría señalar cómo ha variado la posición norteamericana: ya no pretende deslindar de manera neta su ayuda para la campaña antidrogas de la lucha contrainsurgente.

Pero aun cuando ha de estar muy presente y muy fresco en la memoria de los colombianos, tal vez no sea superfluo men­cionar aquí el más importante de los antecedentes inmediatos, el despeje de Cartagena del Chaira con el fin de entregar a los soldados supervivientes de Las Delicias, no podemos dejar de

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mencionarlo: proporcionó un modelo; equivalió a lo que en el lenguaje teatral se llama "el ensayo general" de la puesta en escena. Tras él cada uno de los participantes asimilará la expe­riencia. Según lo podemos inferir, el haber llegado con tal fuer­za a una audiencia masiva internacional llevó a la guerrilla a hacer un descubrimiento algo tardío: la credibilidad no se incrementa en proporción a la audiencia12.

Si durante el primer año de gobierno, la administración Samper no aceptó el despeje del municipio de La Uribe; al final de ese gobierno, y después de Las Delicias, del Billar y de Patascoy, la postura de las FARC era exigir el despeje de al menos cinco mu­nicipios: así comienza a formularse como precondición del ini­cio de una nueva ronda de diálogos, desde marzo de 1998; y eso queda pues sobre el tapete en ei curso de la campaña.

El " t i m i n g " de la campaña electora!

Una de las novedades de la más reciente campaña presidencial la constituyó la forma en la que tras bambalinas, la mayor parte del tiempo, o mediante declaraciones sincronizadas con las encuestas electorales, gravitaron las organizaciones guerrille­ras, tanto en su desarrollo como en sus resultados electorales. El primero en señalar las implicaciones de las alianzas veladas que se han ¡do formando ha sido el historiador Marco Palacios13.

12 La mejor crónica de lo ocurrido en el despeje de junio de 1997, es, una vez más, la de Alfredo Molano: "Mentiras y verdades del Caguán" en: El Espectador, domingo 22 de junio de 1997. Allí se registra ya, y por primera vez, la propuesta del despeje de cinco municipios en el discurso que envió Manuel Marulanda; la conclusión de Molano es un tanto sorprendente: "Bien vistas las cosas la condición del despeje es un reconoci­miento de hecho a la soberanía del Estado sobre el territorio nacional" (p. 7. A).

" "El problema con las dos guerrillas estriba en que desde la campaña electoral se tejie­ron afinidades o nexos o como se quiera llamar entre, por un lado el ELN y el sampero-serpismo y, del otro, las FARC y el pastranismo. Eso está contando y va a seguir con­tando" en: PALACIOS, Marco et al: Opiniones sobre las perspectivas de paz en Colombia. Revista de Estudios Sociales. UniAndes & Fundación Social, n". 2, diciembre de 1998, pp. 114 y ss.

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Aun cuando la mayoría de esos contactos y de los términos de la negociación acerca de esos pronunciamientos, por haber­se llevado en sigilo, queden vedados para el analista, aquíel riesgo no es la especulación: un repaso simple de la secuencia no deja lugar a dudas, y una revisión de la prensa acerca de lo que ocurrió entre la primera y la segunda ronda de las elecciones presidenciales es de por sí ilustrativa. El valor del anuncio al aceptar el despeje por parte del candidato Andrés Pastrana y el encuentro de unos de sus emisarios con el líder histórico de las FARC, la foto y el "guiño" que eso significó para un sector del electorado, no necesitan ser reiterados, ya hacen parte del anecdotario electoral colombiano. El cálculo de la intensidad del efecto de anunciar 96 horas antes de la ronda definitiva la disposición de las FARC a reunirse con Andrés Pastrana en caso de salir electo surtió efecto: era un tiempo suficiente para que durara su impacto positivo, y demasiado breve para que afloraran las críticas y se sopesaran consecuencias de más largo alcance.

Es más fácil discernir el significado que tiene como reivindi­cación, como etapa de un meta política a largo plazo para una organización clandestina como son las FARC, que discernir el pensamiento estratégico que hay detrás de la concesión del despeje, los efectos previstos de una prolongación de las nego­ciaciones, tal como los aprecia hoy el sector gubernamental, o los concebían el candidato y sus asesores al momento de for­mularlos como promesa.

Al recapitular los acontecimientos queda claro que el des­peje (el eufemismo "distensión" ha tenido menos acogida, y los propios voceros gubernamentales tiene que hacer un esfuerzo visible para recordarlo en sus declaraciones) fue parte de una estrategia electoral exitosa, que se calcularon sus efectos me-dibles en las diferencias entre la primera y la segunda ronda de las elecciones presidenciales, y que los anuncios que se produ­jeron sobre las tratativas estaban en consonancia con encuestas

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y cálculos electorales, y las fluctuaciones que se estaban pro­duciendo; queda por demostrarse si por parte del gobierno existe una estrategia y metas señaladas de mayor alcance.

Si se necesitara alguna corroboración del papel de esa pro­mesa de despejar los cinco municipios en los resultados elec­torales, y de los compromisos que implicaba, bastaría releer los artículos de la orden presidencial, en la que fija el área a despe­jar y las fechas de duración y una y otra se remiten a "la voluntad expresada por los colombianos en las urnas el 26 de octubre, en el mandato por ia paz, la vida y la libertad", las motivaciones que se exponen y el propio anuncio: "he tomado la decisión de or­denar el despeje" de la alocución presidencial del 14 de octu­bre de 1998.

El despeje "en sí" (octubre de 1 9 9 8 — - ?)

Terminadas las ceremonias y atenuado un tanto el despliegue de los medios, el otro despliegue, el despliegue del dispositivo de las FARC se lleva a cabo de modo menos espectacular de lo que hubieran deseado los camarógrafos; es más cauto de lo que se suponía, tan silencioso y con tanto cálculo y minuciosi­dad en sus preparativos como cualquiera otra de sus acciones, sin excluir el elemento sorpresa. Por lo demás, los desfiles mili­tares, la ostentación del tricolor y el número de efectivos se vie­ron un tanto opacados por la ausencia de Marulanda y las espe­culaciones en torno a ella. El desbalance informativo se hace palpable pues el cubrimiento de los municipios distintos a San Vicente del Caguán y de personas distintas a los voceros y auto­ridades establecidos fue prácticamente nulo.

Mientras que la información detalla y repite la extensión del territorio (los 42.139 km2 del área a despejar, se convierten en el dato mejor memorizado de la geografía nacional, versión 1 999) no alude siquiera a la cifra de poblamiento, y no por que

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hubiere escrúpulos acerca de la cobertura o de la confiabilidad de los datos censales, sino porque la información así presenta­da enfatiza la cesión territorial, el dato más visualizable. (Las 56.091 personas que había, según el Censo de 1985 se convier­ten en el Censo de 1993 en 97.978 personas; pero sabidos son los problemas de recolección censal en las áreas rurales, máxi­me en las "zonas rojas", como las denomina el funcionariado. Además la franja que menos miden los recuentos censales es la de la población flotante, que en esta clase de regiones es pro-porcionalmente mayor).

Pero en un recorrido previo14, aunque panorámico, se pu­dieron recoger impresiones, opiniones espontáneas y percibir diferencias entre pobladores según su ubicación espacial y social: el despeje hace emerger los objetivos de los colonos recién establecidos, quienes se hallan "en el corte" o en la punta del frente colonizador y de modo más o menos cons­ciente han transgredido la ley a nombre de la supervivencia como norma superior, y a la vez afecta los intereses, inhibe expresar sus objetivos e induce a desplazarse a quienes ha­biendo llegado como colonos, han tenido tiempo de conver­tirse en hacendados, cuentan con un patrimonio y general­mente se hallan ubicados en las inmediaciones de las cabeceras municipales. Los efectos son pues diferenciados y correspon­den a la diferenciación social que se ha ¡do produciendo se­gún el ritmo de la colonización. Cuando Alfredo Molano en sus crónicas se refiere al capitalismo salvaje como imperante en estas partes del país debe entenderse en su sentido más lato: es un capitalismo primitivo, pues su margen de acumula­ción es incipiente, irrisorio; y a la vez un capitalismo que patrimonializa lo acumulado, en una secuencia muy simple.

11 Véase: "Diario del despeje. Crónica de un trabajo de campo", en: Análisis Político, n". 35, diciembre de 1998.

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Las variaciones de los precios de la tierra y el ganado comen­zaron a manifestarse antes del despeje, pero cuando ya estaba anunciado en firme, así como pequeñas fluctuaciones en los bienes de consumo, no hay un comportamiento especulativo. Aun cuando disminuye la demanda mayorista, no hay acapa­ramiento, nadie parece jugar al alza. Los partidarios de la teo­ría de la "opción racional" tendrían aquí un territorio digno para la observación pues en materia de precios y de oferta de bienes todo el mundo, apremiado por las circunstancias pare­ce acogerse, instintivamente claro, a la "rational choice".

Si para los forasteros la novedad está en la concentración de efectivos de las FARC, y en el ejercicio visible de la autoridad por parte de los comandantes guerrilleros, para los pobladores está en que dicha autoridad se ha intensificado, en que no tiene contrapesos a la vista; a una situación de "poder dual" ia ha sucedido una de poder directo: si en el primer caso, la adapta­ción comporta el aprovechar los intersticios entre quienes se disputan el control territorial, ahora lo impredecible es la dura­ción del poder incontrastable que ejerce la guerrilla.

La noción de "poder dual" fué formulada porTrotski en su Historia de la revolución rusa (libro de 1933), rememorando los años iniciales de la revolución y para referirse a aquellas porciones del territorio de Rusia en donde, durante ciertos pe­ríodos, llegaron a coexistir el régimen zarista y el bolchevique y donde una porción sustancial de la población (pero porción al fin) reconoce al nuevo poder como su gobierno legítimo a la vez que niega legitimidad a los representantes del poder tradicional; otros han retomado esa noción luego, un científi­co social contemporáneo, Charles Tilly, ha retomado aTrotsky para referirse a esas situaciones transicionales como caracte­rizadas por una "soberanía múltiple" (múltiple sovereignity) en tanto que un historiador como Perry Anderson, lo tomó antes para destacar lo inestable del equilibrio resultante y pre-

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fiere hablar de "soberanía parcelada" (parcellizedsovereignity) para referirse a la distribución del poder en las sociedades feudales europeas15.

En un evento cuya finalidad es "el análisis no coyuntura! de la coyuntura" resulta menos pertinente aún arriesgar apreciaciones sobre hechos que apenas se están prefigurando; al momento en que estamos reuniendo concluye el plazo del despeje, mejor di­cho la primera de las prórrogas, sin que el día en que estamos redactando el presente escrito podamos conocer la decisión que se haya tomado acerca de una nueva prórroga, la cual por otra parte parece inevitable si se quiere que los diálogos conduzcan a alguna parte. Aun así queremos arriesgar algunas predicciones acerca de cómo evolucionará ese "poder dual" que ha operado aquí, qué curso tendrá la relación de la guerrilla con la pobla­ción de estos municipios cualquiera que sea la duración que fi­nalmente tenga el período en cuestión.

Protección más eficiencia

a) La defensa de la población frente a enemigos externos (las reales o virtuales amenazas de los paramilitares) y el cese de operativos que puedan afectarla constituye una demostración del poder armado, de eficacia operativa. Las reiteradas amena­zas de los paramilitares ha resultado funcionales para asentar el dominio que alcanzó la guerrilla, como ¡lustrando la relación recíproca que establece la teoría política clásica entre protec­ción y obediencia: quien está en condiciones de ofrecer una protección efectiva, a su vez tiene mayor probabilidad de obte­ner acatamiento.

' TILLY, Charles. From mobilization to Revolution. Wesley Addison, 1978; véase así mismo un artículo muy pertinente para nuestro caso: WICKHAM-CROWLEY, Timothy. "The rise (and Sometimes Fall) of Guerrilla Governments in Latin America", en: Sociological Forum, volume 2, number 3, summer 1987.

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b) Mantenimiento de la paz interna y del orden. El sentido común se puso al servicio de una justicia expedita, sumaria. Con restricciones pero con auto-contención de las tendencias autoritarias por parte de la guerrilla16, lo destacable es la drásti­ca disminución de los hechos de violencia homicida y de las lesiones personales, respecto de cualquier período semejante del que se tengan evidencias. Un "cese al fuego" práctico para las distintas modalidades de violencia, de efectos positivos de cara al largo plazo.

c) Si las características que tuvo el poblamiento convirtieron a la población en una base social mayoritariamente dispuesta y favorable al poder militar que ha ¡do construyendo la guerrilla, y para ese gobierno alternativo que constituyó durante el tiem­po que dure el despeje, la experiencia de estos meses incrementó el difuso sistema de reciprocidad entre la guerrilla y la pobla­ción que la apoya. Lo que era un "contrato social implícito", se ha hecho explícito.

Para el caso de San Vicente de Caguán en particular, la reali­zación de obras publicas, la optimización de los recursos asig­nados durante esta etapa constituye un efecto demostrable y positivo. Puede hallarse que los testimonios coinciden en mos­trar la corrupción y la ineficiencia como características persis­tentes de las entidades del nivel central y departamental en el área (eran proverbiales las disculpas de los funcionarios del antiguo INDERENA para no cumplir ni hacer cumplir las res­tricciones de tala, pesca y caza argumentando hallarse en zona roja, lo que no impedía sin embargo que se lucraran con expe-

16 Para ello resulta importante que las FARC hayan escogido a un comandante con más preparación y mejor manejo del lenguaje. A diferencia del comandante "Romana" que a raíz de la retención de civiles después de los combates de "Monterredondo" en marzo del año 98 afirmaba con desparpajo: "Pues si hay que asesinar, se asesina"; el comandante 'Jairo" destacado en San Vicente se ha mostrado cauto, contemporizador y con sentido de los matices.

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dición de licencias madereras o con la actividad privada de comercio de pieles17) de ahí que las acciones ejemplificantes y con mecanismos de veeduría, se propongan contrastar con la experiencia previa, un efecto-demostración conseguido y con visos de perdurar. La guerrilla demuestra una particular preocu­pación por no convertirse en una autoridad predatoria.

d) Mejoras, mínimas pero perceptibles, en el nivel de vida de la población. Durante el período observable se registra (des­de varios ángulos) una preocupación consistente por la presta­ción de servicios básicos, y la región y sus habitantes se han beneficiado de un interés especial que ha permitido focalizar beneficios, inventariar las necesidades no cubiertas hasta aho­ra. Hasta donde es posible seguirlo a partir de datos fragmenta­rios, los efectos más notorios se han mostrado en el sector sa­lud, y en las necesidades en materia educativa.

Legitimación (relativa) de la vía armada

a) Ambigüedad: una de las lecciones que surge dei experimen­to es la de que los pactos para que funcionen, necesitan fusiles detrás. El muy hobbessiano comandante Mono Jojoy no ha es­catimado oportunidad de subrayarlo18. Si los pactos suscritos a raíz de las movilizaciones campesinas se cumplieron en una mínima proporción, y los pactos a que da lugar el despliegue de poder armado tienen una mayor probabilidad de cumplirse,

7 "El INDERENA al tiempo que otorgaba las licencias a los poseedores del bosque para su explotación, generaba las condiciones para que los beneficiarios fueran los compradores e intermediarios: el tráfico de licencias y la corrupción facilitaron el proceso predatorio", en: GONZÁLEZ, José Jairo. Actores de la colonización reciente en la Amazonia. CIFISAM-CINEP. Vicariato Apostólico de San Vicente. Abril de 1995. p. 79. Y como los que trascribe el informe, muchos testimonios más.

8 "Sin la espada, los pactos no son sino palabras" Leviatán, Cap XVII. "Las armas tienen que ser las garantes de los acuerdos", en: Semana, "¡Extra! Habla el Mono Jojoy", enero 11 de 1999, suplemento a la edición n". 871.

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la conclusión no es difícil de establecer, sobre todo si las nego­ciaciones no conducen a resultados visibles.

b) Incertidumbre acerca del régimen de propiedad y el con­siguiente riesgo para la inversión. Principal, pero no sólo del sector ganadero. Si el tributo del 10% sobre ei precio de venta del ganado y de la leche producida, se convierte en un costo fijo y puede ser asimilado a cualquiera de los otros tributos; su aplicación selectiva y las acciones confiscatorias equivalen a señales negativas de cara al futuro. De hecho las expresiones gremiales del sector ganadero, y la tendencia a la baja que re­gistran del precio del ganado, van en esa dirección.

c) La cifra que se maneja sobre coca y amapola (según la cual apenas el 7,3 % de los cultivos ¡lícitos estaría en el área de des­peje) proviene de estimativos gruesos, y no hay posibilidad de corroborarla con apreciaciones de un período anterior para la misma área. Es una cifra "diplomática" sujeta a corroboración. La cautela en el manejo de la información ha sido la pauta, y todos los que intervienen parecen conscientes de la sensibilidad internacional que reviste. Acciones puntuales de sustitución concertada han tenido resultados para el caso de la amapola en las partes altas de San Vicente del Caguán, según informes del Vicariato; las posibilidades de sustitución en áreas más amplias, han de sujetarse a negociaciones posteriores. El ofrecimiento de la guerrilla de escoger un municipio distinto (Cartagena del Chaira) tiene sentido en cuanto que hay otras áreas en donde el problema es anterior en el tiempo y tiene una extensión mayor, pero sería distractiva si no comporta aciones hacia las zonas que dentro de ésta área han sido cultivadas.

Organización y part ic ipación: señales encontradas

Como afirmábamos en la breve recapitulación inicial, salvo las primera elección popular de alcaldes, los resultados de ias si-

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guientes pueden considerarse distorsionados por los asesinatos y otros hechos de violencia e intimidación. Se puede constatar un incremento de la abstención en las elecciones locales y departa­mentales; las nuevas formas de participación que contempla la Constitución del 91 (veeduría ciudadana, comités ambientales, recusación del mandato, consulta ciudadana) no han tenido una expresión particular. Con anterioridad al despeje, y con motivo de las más recientes elecciones locales la actitud de la guerrilla fue favorecer o propiciar el abstencionismo19, pero desde antes sus propias acciones ¡ntimidatorias disminuyeron la participa­ción electoral y pudieron desestimular el acceso a los otros me­canismos de participación. Los que se crearon para el desarrollos de Planes como el PNR, (Consejos municipales de rehabilita­ción) o las formas de participación que contemplan otros planes gubernamentales, han tenido una duración efímera. La pastoral social y la acción del vicariato en San Vicente tiene un radio circunscrito a la sede principal. Pero en la zona de poblamiento más nueva se han ¡do creando formas asociativas y de participa­ción (cuenca alta del Guayabera, cuenca del Losada y del Caño perdido) se está desarrollando una forma de organización que entraña una novedad: se trata de una Asociación Campesina y Ambiental cuya representatividad es comprobada (56 veredas y 9.500 personas inscritas), importante por su rápido crecimiento (tiene apenas tres años de creada) y porque ha logrado proyectarse fuera de la región y sus directivos han asimilado la información básica sobre cuestiones ambientales y desarrollan labores expe­rimentales. En una región donde la extracción maderera ha sido intensiva en los últimos años, el hecho de que una de las normas

9 "En las condiciones políticas del país la orientación de la abstención electoral es justa y revolucionaria. A nivel local continuaremos estimulando el desarrollo de mecanis­mos extrainstitucionales que vinculen democráticamente a la comunidad con la ges­tión administrativa de acuerdo a las particularidades de cada lugar": Conclusiones gene­rales del Pleno del EMC de las FARC-EP, noviembre 20 de 1997, en: BOLETÍN RESISTENCIA 113, fechado en marzo de 1998.

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UNA MÍRADA AL DESPEJE COMO EXPERIMENTO

de las asociación se exprese como "No talar desmesuradamen­te" dada la imprecisión que conlleva todo adverbio de modo puede conducir a que se subvalore el proceso que aquí se ha iniciado; sin embargo, hasta donde se puede comprobar sus ob­jetivos son compartidos y la disposición de sus asociados es ge-nuina y ha sido corroborada por varias acciones previas.

Junto a ese tipo de organizaciones, subsisten con la acogida y representatividad que le son tradicionales, las Juntas de Ac­ción comunal, organizaciones primarias entidades tan tradicio­nales y de tal arraigo en las regiones de procedencia de los colonos que aquí se reproducen de manera espontánea, sin que requieran ni de una promoción especial, ni de un reconocimien­to expreso. Sea para avalar las transacciones (ante del hecho de que los predios no pueden ser titulados, la venta de ellos se lleva a cabo mediante un papel registrado en la junta respecti­va) sea para ir construyendo un equipamiento social mínimo, o para dirimir litigios interindividuales las Juntas continúan cum­pliendo el papel que ya ha sido descrito en la literatura sobre las regiones de colonización.

La situación en algunos municipios por fuera de la zona de despeje, como Cartagena del Chaira, no es esencialmente distin­ta, pero allí lo que puede haber de experimental ha sido posible no como reconocimiento expreso del poder militar de la guerri­lla, sino como resultado del desgaste de la guerra y de la puesta en funcionamiento de acuerdos políticos entre los dirigentes de la política local, un experimento de democracia directa, por acla­mación, pero junto a eso una incipiente resistencia civil hacia acti­tudes autoritarias de quienes cuentan con el aval de la guerrilla.

La duración: nuevas incertidumbres.

Si después de los 90 días que se habían planteado inicialmente, y del forcejeo acerca de los soldados bachilleres la prórroga se

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FERNANDO CUBIDES

convirtió en un factor de incertidumbre y según varias crónicas, produjo desplazamientos adicionales sobre todo en los cascos urbanos, una nueva prórroga acentuará la tendencia al desplaza­miento. La estabilidad que ha prevalecido se debe a la duración limitada que se contemplaba y a los indicios de concertación que se iban recibiendo acerca de los nuevos plazos. La rutini-zación a que diera lugar una duración distinta, puede ser contra­producente.

En todo caso en lo que lleva de trascurrido significa una re­futación de quienes apostaban a la poca preparación de la gue­rrilla para asumir responsabilidades a nivel local y regional.

Lo que ha tenido de positivo el despeje como experiencia colectiva, se puede atribuir al grado de concertación que ha implicado, a que propició un equilibrio entre coerción y con­senso, y a que se concibió y se llevo a cabo de manera expedi­ta, y por ser a la vez circunscrito en el tiempo y en el espacio.

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Cultivos ilícitos, fumigación y desplazamiento en

la Amazonia y la Orinoquia

Aura María Puyana Mutis1

El desplazamiento por fumigac ión

Una realidad desconocida

Si el desplazamiento forzoso apenas comienza a ser estudiado en Colombia, no obstante su persistencia y dimensiones actua­les, la migración involuntaria por causa de la fumigación de cultivos ¡lícitos no se visualiza aún como problema.

Desde la óptica del Estado colombiano, la aspersión aérea del herbicida glifosato hace parte de la política integral de lu­cha contra las drogas, conjuntamente con el desarrollo alterna­tivo, la reducción de la oferta de narcóticos, el control al lavado de activos y la reducción del consumo, formulada por los go­biernos de Ernesto Samper Pizano y Andrés Pastrana Arango en sus respectivos planes nacionales2. En la medida en que exclu­ye a los pequeños productores, para quienes está diseñada la sustitución de cultivos, no se le considera factor de violencia sino más bien la respuesta represiva legal -el mal necesario- a

1 Socióloga de la Universidad Nacional, asociada a la Corporación Observatorio para la Paz.

1 Véase: "Plan Nacional: compromiso de Colombia frente al problema mundial de la droga 1994-1998" y "Plan Nacional de Lucha contra las drogas 1998 2002". Dirección Nacional de Estupefacientes.

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AURA MARÍA PUYANA MUTIS

la conducta delictiva de quienes sólo buscan ganancias exorbi­tantes mediante la producción de sustancias naturales sicoac-tivas. No conforma, portante, la agenda de gobierno sobre aten­ción a la población desplazada.

Desde la perspectiva societal, la presencia de los cultivos ¡lícitos alcanzó visibilidad con la movilización de colonos, cam­pesinos y jornaleros de la coca en el verano de 1996 que recla­maban reconocimiento a su condición socieconómica por par­te del Estado, la sociedad civil y la comunidad internacional. Después de intensas refriegas en los puentes que demarcaban el límite de las marchas y de tensiones incesantes en la mesa de negociación, el acuerdo suscrito por los voceros del gobierno central y las comunidades dejó por fuera las condiciones de la sustitución de los cultivos ¡legales a cambio de las cuales po­dría suspenderse la fumigación, para regodearse en el detalle de proyectos de inversión muchos de ellos previstos en los planes de desarrollo. Lamentablemente el suceso político no desembocó en un debate nacional sobre esa realidad socioeconómica ig­norada o desconocida por muchos, ni en el examen atento de las estrategias represivas y sociales previstas para su solución.

Las preocupaciones electorales del candidato de la Gran Alianza para el Cambio Andrés Pastrana Arango, y el prag­matismo de la guerra en el caso de las FARC, legitimaron el te­ma de los cultivos ilícitos como un problema que puede resol­verse con el triple recurso de la inversión para el desarrollo, una mayor presencia del Estado y las negociaciones de paz con la insurgencia. Si bien este reconocimiento es hoy innegable, las opciones concretas para disminuir el peso de la agricultura ¡lícita no están del todo definidas. Tan es así que los ítems de la erradicación y la fumigación, centrales en el discurso de las dos partes, no aparecen explícitamente consignados en la "Agenda común para el cambio hacia una nueva Colombia", ni en las agendas particulares previas. Se atisban, si en la exigencia de la

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CULTIVOS ILÍCITOS, EUMIGACIÓN Y DESPLAZAMIENTO EN LA AMAZONIA Y LA ORINOQUIA

concertación con los campesinos sobre premisas no punitivas, y en la necesidad de recuperar los resortes de la soberanía para esta y otras decisiones de la política nacional.

El refugio interno por efectos negativos de la aspersión de agroquímicos es, sin embargo, una realidad en la Amazonia y la Orinoquia. Desde 1995, miles de campesinos, colonos, jor­naleros de la "raspa" y "flotadores" que se quedaron sin trabajo al disminuir el volumen de hoja de coca para cosechar, emigra­ron anónimamente por temor a la pobreza y a la doble sindica­ción de narcotráfico y subversión que con frecuencia se les endilga. Es una huida individual e inorgánica de la que no exis­te registro específico, pese a ser uno de los motivos que se con­signan en los cuestionarios de la Cruz Roja, las Vicarías Apostó­licas, la Red de Solidaridad Social u otras entidades oficiales. Las estadísticas terminan por agruparlos bajó la denominación genérica de "desplazados por violencia", única forma de acce­der a los programas asistendales del Estado.

Ahora bien, la regiones cocaleras de Guaviare, Meta, Caquetá y Putumayo no son sólo el epicentro de la llamada "guerra contra las drogas", sino también el primer escenario de un "conflicto ar­mado en medio de negociaciones de paz"3, que desconcentró la presión sobre las regiones más violentas de los años 80 y princi­pios de los 90: el valle del Magdalena medio y el Golfo de Urabá. La simultaneidad entre las demostraciones de fuerza de las FARC, la contrarespuesta defensiva del Ejército, la fumigación de los cul­tivos ¡lícitos y la llegada de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), a partir de una más clara definición de su estrategia contrainsurgente por el control del territorio y los circuitos de producción y comercio de pasta básica de cocaína (PBC), con-

1 La política de paz que nunca comenzó en la administración Samper definió el proceso como de "negociaciones de paz en medio del conflicto". En el último año la degrada­ción y el escalamiento de la guerra justifica invertir los términos y darle preminencia a los "hechos" del conflicto sobre los "hechos" de la paz.

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fluyen en el abandono multicausal del "lugar de vida" donde hombres y mujeres construyen sus interacciones familiares, la­borales y comunitarias. La fumigación aparece como un factor más de desplazamiento, no reconocido por el Estado y precaria­mente definido por las oenegés responsables de su estudio, lo que hace muy difícil su medición y diagnóstico.

Con apenas 13.153 personas refugiadas en 1998, según la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (CODHES), el fenómeno puede juzgarse irrelevante para ser in­vestigado; frente a los 308 mil colombianos que se sintieron en estado de indefensión para permanecer en su lugar de residen­cia representa apenas el 4.2%, y comparados con los 1 53.336 expulsados de la Costa Atlántica y Cesar4. Sin duda no es esta la mirada correcta para entender lo que está ocurriendo en la Amazonia y la Orinoquia. Si se tiene en cuenta la densidad regional de la población allí asentada, las connotaciones es­tratégicas por ser área limítrofe con cuatro países amazónicos, y el probable recrudecimiento de la fumigación aérea y el con­flicto armado, ese guarismo se torna social y políticamente relevante5.

La evolución de los acontecimientos de la paz y de la guerra exigen conocer mejor ese espacio de conflictos múltiples, para comenzar a diseñar los dispositivos de acompañamiento y asis­tencia a una población extremadamente vulnerable al atropello de sus derechos esenciales por los Estados vecinos o actores ar­mados involucrados. En la primera parte de este ensayo se inten­ta una aproximación a la política pública antinarcóticos

1 Véase: "Un país que huye". Boletín Codhes informa, n". 17, Santafé de Bogotá, febrero 15 de 1999.

' La cifra de 13 mil desplazados según sitio de llegada tiene el inconveniente de excluir la migración interdepartamental, o por lo menos una parte importante de ella. Si se dispusiera para 1998 del censo de desplazados según sitio de expulsión, no siempre fácil de realizar por costos e inseguridad, el éxodo desde Caquetá, Meta, Guaviare y Putumayo podría ascender por lo menos a 20 mil personas.

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implementada entre 1978 y 1998; en la segunda, un rastreo em­pírico de los movimientos humanos ocurridos bajo presión en las cuencas de los ríos Guaviare, Caquetá y Putumayo. Es, ade­más, una invitación a discutir la pertinencia de incluir factores conexos al conflicto armado, como sin duda lo es la fumigación de "vegetales ¡legales", entre las causas de desplazamiento por violencia. La existencia de 101.800 hectáreas de coca en zona de influencia guerrillera, más la identificación ideológica de gue­rrilleros y campesinos como "narcosubversión", sitúa este con­flicto social y agrario en el corazón del conflicto armado, así muchos estemos convencidos de su naturaleza distinta aunque interrelacionada.

La guerra química del glifosato

Durante más de dos décadas la erradicación química de los cultivos ilícitos no fue una prioridad del Estado colombiano. El procedimiento se aprueba en forma experimental "secreta" du­rante el gobierno de Julio CésarTurbay Ayala (1978-1982) a raíz del auge de las plantaciones de marihuana de la Sierra Nevada de Santa Marta, pero es Belisario Betancur (1982-1986) quien sanciona oficialmente la utilización del herbicida glifosato des­pués de negar la utilización del paraquat por los daños que podría causar a la salud y al medio ambiente. La protesta de colonos, campesinos e indígenas arhuacos y kogis, más la deci­sión de Washington de no insistir en la estrategia, facilitó la suspenden de las operaciones y el reingreso de los militares a las labores de destrucción manual de la yerba6.

1 La Enmienda Percy que negaba proporcionar ayuda económica para el uso de herbi­cidas prohibidos en los Estados Unidos, se eliminó en 1980. Un completo recuento de las decisiones de política sobre erradicación de cultivos ilícitos se encuentra en varios artículos de Juan Tokaüían, entre ellos "La política exterior de Colombia hacia Esta­dos Unidos 1978-1990", en: Narcotráfico en Colombia. Dimensiones políticas, jurídicas e internacionales. Carlos Arríela (comp.), Ediciones Uniandinas-Tercer Mundo Editores, Santafé de Bogotá, 1993, pp. 280-376.

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Cultivos ¡lícitos y movilizaciones campesinas

(1994-1998)

1994 1995

• 1996 1998

ECUADOR

CAMPESINOS MOVILIZADOS

EN 1996

Guaviare - Meta Caquetá Putumayo Nte. de Santander Bolívar

TOTAL

76.000 78.000 57.000 15.000 15.000

241000 Fuente: CINEP

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CULTIVOS ILÍCITOS, FUMIGACIÓN Y DESPLAZAMIENTO EN LA AMAZONIA Y LA ORINOQUIA

Desplazamiento, conflicto armado, cultivos ¡lícitos y fumigación en

Colombia 1998

VENEZUELA

ECUADOR

1 + 2 + 3 + 4

1 + 2 + 3

^ 1 + 2

1 Cultivos ilícitos 2 Conflicto armado 3 Desplazamiento 4 Fumigación

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La evolución de la industria de los narcóticos hacia el pro­cesamiento y tráfico del clorhidrato de cocaína a partir de una materia prima importada de Perú y Bolivia -la pasta básica de cocaína (PBC)- , y la complacencia social e institucional con los empresarios de la droga explican la oscilación entre perío­dos cortos de fumigación y parálisis prolongadas durante los mandatos presidenciales de López Michelsen, Turbay Ayala, Betancur Cuartas y Barco Vargas. Un movimiento pendular que en este, como en los asuntos de la extradición y el someti­miento a la justicia, sintetiza el dualismo de las élites frente a los dividendos de la economía ¡legal. Millones de dólares en el torrente financiero, ventajas suplementarias en la lucha con­tra la insurgencia a cargo de los grupos paramilitares, y el apun­tamiento de la propiedad agraria, aún a costa de tenerla que compartir con los grupos emergentes, sumaron puntos a favor de la interrelación mafias -establecimiento. En el cuatrienio 1994-1998, el escándalo por los dineros del Cartel de Cali en la campaña electoral de Ernesto Samper Pizano marcó el ini­cio de los distanciamientos, más profundos en lo político que en el funcionamiento por vasos comunicantes del sistema eco­nómico nacional.

Influyó también un marco de relaciones bilaterales Colom­bia-Estados Unidos con márgenes reales aunque decrecientes de autonomía para definir una estrategia antinarcóticos todavía en ciernes. Conocidos son los alegatos de Alfonso López spbre la mayor responsabilidad del polo de la demanda en el fortale­cimiento de la economía de las drogas, y su defensa enconada de la "ventanilla siniestra" para legalizar el ingreso de divisas ¡legales procedentes del contrabando y el narcotráfico. Reac­ciones ásperas se oyeron ante la negativa de Turbay Ayala de involucrar al Ejército en ias operaciones contra el cultivo y el tráfico de marihuana, cuando la prioridad acordada con la cú­pula militar era la concentración de esfuerzos y efectivos en el combate a la subversión comunista.

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Esta situación varía drásticamente a principios de los años 90. La irrupción de la amapola en la Región Andina y el creci­miento de los cocales en la Amazonia modifican el perfil de Colombia, de un país de traficantes todopoderosos a un país de cultivadores y cosecheros de materia prima ¡lícita, con los com­ponentes económicos, sociales y políticos que ello significa. Sin infraestructura física, crédito, ni asistencia técnica, miles de campesinos y colonos cambian los cultivos tradicionales por la coca y ia amapola, y otros tantos desalojados de las ciudades y el campo, frontera adentro, se lanzan a la "aventura cocalera" esperando recuperar los ingresos que dejaron de percibir en el paro laboral o el subempleo.

Bajo estas expectativas se incuba la doble tendencia hacia la expansión y la diversificación de los cultivos ¡lícitos. Entre 1 985 y 1994 el total sembrado pasa de 15.500 a 70 mil hectáreas, lo que representa un incremento del 351% en el lapso de una década. El comportamiento de cada cultivo es sin embargo des­igual: mientras la superficie con coca se dispara de 13 mil a 45 mil hectáreas, la marihuana crece con moderación de 2 a 5 mil hectáreas pasado el "boom" de los años 70. Lo novedoso es la sorpresiva aparición de 20 mil hectáreas/año de amapola entre 1992 y 19947, en las regiones de la vertiente andina, lo que pone de presente la crisis general del campo por las políticas macroeconómicas aprobadas para el sector.

La presión de Washington por eliminar de tajo el renglón de la amapola induce a César Gaviria Trujillo (1990-1994) a inten­sificar la fumigación como método de destrucción de los culti­vos ¡legales. En 1992 se afectan 12.864 hectáreas en Huila y Tolima, una cifra alta si se consideran las 1.502 hectáreas asper­jadas a nivel nacional en los siete años anteriores. En este mo­mento la erradicación aérea adquiere el rango de política siste-

7 Dirección Nacional de Estupefacientes.

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mática, dependiente en alto grado de las presiones externas y de reversión difícil dada la miopía nacional para entender la readecuación funcional de Colombia en la industria interna­cional de los narcóticos. Al no percibir las diferencias entre las fases del tráfico y el cultivo, es decir la transición hacia una realidad donde pesa más lo social que lo delictivo, la po­lítica externa pierde la oportunidad de replantear las condi­ciones de la evaluación y la cooperación externas, como en su momento pudieron hacerlo Bolivia y Perú con un discurso de fuerte contenido sociocultural. La destrucción física de las plan­tas ¡legales y la represión de los actores sociales vinculados a su cultivo se erige como la única opción a seguir, con escasas resistencias interinstitucionales y una opinión pública refrac­taria a luchar por consideraciones de soberanía nacional, sen­sibilidad social o defensa del medio ambiente8. Tampoco sur­ge una mirada prospectiva sobre la articulación economía de la coca economía de la guerra, ni sobre sus efectos en la forta­leza política y militar de las FARC en los territorios bajo su influencia.

La parábola de la colmena

Entre el 7 de agosto de 1994 y el 6 de agosto de 1998, la prima­cía del interés de "seguridad nacional" de los Estados Unidos en el diseño de la política antinarcóticos de Colombia adquiere sus expresiones más nítidas. Después de comprobar la restric­ción de la flor de amapola de 20 mil a 6.540 hectáreas entre' 1994 y 1995, los funcionarios de la Casa Blanca desplazan la mirada a los departamentos de Guaviare, Caquetá, Meta y Putumayo y sitúan la erradicación de los arbustos de coca en un indiscutible primer lugar.

8 El Consejo Nacional de Estupefacientes aprueba la fumigación de la amapola en 1992 y de los arbustos de coca en 1994.

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En ese momento la administración Samper no cuenta con el viento a favor para exigir en la comunidad internacional cohe­rencia con el discurso de la "corresponsabilidad" a la hora del diagnóstico y de las soluciones con respecto a Colombia. No se la exige tampoco así mismo. El Plan Nacional "Compromiso de Colombia frente al problema mundial de la droga. 1994-1998", señala sin ambigüedad que la erradicación es la meta principal y la sustitución el complemento mitigante de las consecuencias negativas que aquella pudiera acarrear. El Desarrollo Alternati­vo, dice el documento, "prevé acciones para responder de ma­nera oportuna y eficaz a la inconformidad campesina que pue­da derivarse de la erradicación masiva de plantas ¡lícitas, lo mismo que para prevenir la expansión, reaparición o metásta­sis del fenómeno"9. Bajo estas premisas funcionaron sin ambi­güedad ni interferencias la Policía Nacional Antinarcóticos y el Plan Nacional de Desarrollo Alternativo (PLANTE).

En el período comprendido entre el 1 de enero de 1995 y el 6 de agosto de 1998 se fumigaron 143.163 hectáreas de coca y 1 684 de amapola, por encima de los compromisos adquiridos con el Departamento de Estado. "Les puedo asegurar que si hubiéramos dispuesto de un mayor parque aéreo y no hubiéra­mos tenido que enfrentar militarmente a los treinta y cinco frentes guerrilleros que están actualmente involucrados en la protec­ción de los narcocultivos, los resultados seguramente hubieran sido superiores", comentó el presidente Samper en febrero de 1996, poco antes de recibir su primera descertificación de ma­nos del presidente Clinton10.

' Véase: "Plan Nacional de Desarrollo Alternativo", en Las Políticas del Salto Social, tomo I, Presidencia de la República-DNP, Santafé de Bogotá, 1998, pp. 398-401.

10 En la primera semana de 1998, el director de la Policía Nacional general Rosso José Serrano sintetizó orgulloso el esfuerzo del año anterior en materia de erradicación con las siguientes palabras: "En esta lucha sin cuartel nunca cerramos, incluso el propio 31 estábamos fumigando cultivos de coca y amapola". "Policía pide a EU no politizar la certificación", El Tiempo, enero 9 de 1998.

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Con la fumigación intensiva se esperaba destruir el centro neurálgico de producción de hoja de coca, hasta llevar su cul­tivo al nivel de la no rentabilidad. Los resultados son desalenta­dores. Sin pisar terrenos de los ambientalistas o de los "vio-lentólogos" puede afirmarse, cuando menos, que la represión química es un "fracaso matemático", un error por ineficacia que pocos funcionarios se atreven a reconocer en público, aun­que lo constaten en privado ante la irrefutable evidencia de las cifras. Veamos: entre 1985 y 1994, cuando se fumigaron 1.156 hectáreas de coca promedio/año, la superficie creció con mo­deración de 13.500 a 44.800 hectáreas; pero cuando la asper­sión llegó a 35.790 hectáreas promedio anual, entre 1995 y 1998, la siembra se disparó de 50.900 a 78.350 según la Poli­cía Antinarcóticos de Colombia, o a 101.800 según el Departa­mento de Estado de los Estados Unidos, para un incremento del 54% o el 100% respectivamente.

Las consecuencias no se limitan sólo al comportamiento de los cultivos. La decisión política de iniciar operaciones en áreas históricas de la insurgencia prefigura las intersecciones entre el conflicto social de la colonización, el conflicto arma­do interno y la lucha antinarcóticos, hoy indiscutibles. El po­derío militar y logístico demostrado por las FARC en Las Deli­cias, El Billar, Miradores y Mitú, la movilización de 200 mil cocaleros contra la eventualidad de la erradicación química en Caquetá y Putumayo, la conformación de un batallón espe­cial antinarcóticos del Ejército Nacional con entrenamiento y asesoría de los Estados Unidos, más la incorporación de los puntos "sustitución de cultivos" y "lucha contra el narcotráfico" en la Agenda Común aprobada por las FARC y el Gobierno Nacional" apuntan a un escenario de luz y sombra donde lo único claro es la militarización de la lucha antinarcóticos y la

1 Véanse puntos 3 y 6 de la "Agenda común por el cambio hacia una nueva Colombia" suscrita el 6 de mayo de 1999 por los voceros oficiales del Gobierno Nacional y las

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narcotización del conflicto armado interno, ambos al parecer irremediables.

El interregno de las negociaciones de paz

Que el jefe de La Gran Alianza para el Cambio, Andrés Pastrana Arango, haya manifestado su disposición al diálogo con la insur-gencia no es sorprendente, hace parte del "hábitos" inaugural de los últimos gobiernos. Sucede igual con las declaratorias de gue­rra a la mitad y al final de todos los cuatrienios. ¿Pero cuales son las razones que lo llevaron a desplazar el eje de las negociacio­nes de paz hacia los cultivos ¡lícitos hasta el punto de incluirlo en el temario de la primera gran reunión en San Vicente del Caguán, el 7 de enero de 1999, y a las FARC a aceptarlo complacidas?

Con el incrédulo escepticismo de los Estados Unidos, Pastrana busca el compromiso explícito de los rebeldes para eliminar una de las ventajas comparativas que facilitaron el poco honro­so primer lugar en la producción mundial de hoja de coca. Di­cha ventaja no es otra que la incapacidad dei Estado para ga­rantizar acciones exitosas de corte represivo o de promoción del desarrollo alternativo en el 40% del territorio nacional, pre­cisamente en las regiones donde se localizan los cultivos y las FARC tienen su más segura retaguardia. La reducción de la ofer­ta por caminos de negociación sería el objetivo final del recién posesionado presidente.

Motivaciones ligadas a la evolución del conflicto armado animan a las FARC a aceptar la "narcotización" del proceso de paz. Los cultivos ¡lícitos son ei "as bajo la manga" para recla­mar una interlocución mayor con los países consumidores y el gobierno nacional, y reafirmar de paso el control político-

FARC-EP en La Machaca (Caquetá). "Hechos de Paz. Del diálogo a la negociación". Presidencia de la República, Oficina del Alto Comisionado para la Paz, Imprenta Nacional, Santafé de Bogotá, 1999, pp. 549-550.

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territorial en las áreas donde se impulsen programas de susti­tución por ellos supervisados. Razones suficientes para apare­cer como protagonistas del problema y ahora de la solución. En este caso, las apelaciones sociales del discurso guerrillero no pueden omitirse. En repetidas ocasiones Manuel Marulanda Vélez ha rechazado el tratamiento represivo y criminalizador de la base social que soporta la economía ¡lícita, por conside­rar que causas estructurales de orden socioeconómico la em­pujan hacia el único producto rentable en el contexto de la colonización. Ello implica un desacuerdo franco con cualquier modalidad de erradicación forzosa que a nombre de la perse­cución contra el delito anule la búsqueda de soluciones con­certadas con la comunidad.

Esta concatenación es novedosa. Ninguno de los gobier­nos que adelantaron diálogos con la insurgencia, ni ninguna de las fuerzas rebeldes convocadas fincaron la clave del éxito para vencer al narcotráfico en la transacción entre gobierno, fuerzas antiestatales y comunidad internacional. Parecería que a pesar de su relevancia socioeconómica y su impacto en el orden jurídico y político, hubiera existido un consenso para excluir o por lo menos para no tratar públicamente ninguna de las aristas del problema. La experiencia solitaria del "Plan de Desarrollo para el medio y bajo Caguán y Suncilla" elabo­rado en 1 985 por los frentes 14 y 15 de las FARC, el Comité de Colonización, la Asociación de Juntas Campesinas y algunas entidades del Estado, es una excepción fallida que corrió pa­ralela a las conversaciones de paz y no imprimió ningún sello distintivo a la estrategia antinarcóticos del presidente Betancur.

La ligazón entre política de paz y política antinarcóticos lle­vó a Pastrana Arango a reconocer la honradez los de colonos y campesinos que recurren a la coca para resarcir las pérdidas de su desventajosa competencia en el mercado agrícola legal, y a salvar incluso la legitimidad de la insurgencia por coincidir en

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los territorios cocaleros sin que ello signifique su transforma­ción en "narcoguerrilla", porque con la mafia "no existe ni pue­de existir diálogo ni entendimiento alguno".

En el lanzamiento del Plan Colombia el primer mandatario afirmó sin titubeos:

"Mi gobierno ha comprendido juntamente con el país, que en la rebeldía de la clandestinidad política también existen causas genuinas; que en la economía ¡lícita exis­ten agricultores que quieren vivir de su trabajo honrado y que en la valorización de ese trabajo honrado, está el punto de partida para la proyección de nuestras impor­tantes contribuciones al nuevo orden internacional de democracia plena, para lo cual hemos diseñado una vi­gorosa diplomacia para la paz." Una conclusión lógica del programa de campaña enunciado en la segunda vuel­ta, en donde fue aún más contundente: "Intimamente l i ­gado al problema social y a la violencia está el asunto de los narcocultivos. Pienso que este no se erradicará ni con fumigaciones ni con actos de fuerza"'2.

Si nos retrotraemos al lenguaje empleado en el gobierno Samper, el avance es indudable. Al utilizar la palabra "fumiga­ción" solamente en sentido negativo, el presidente Pastrana ex­presa, en forma un tanto tímida, sus reservas sobre un mecanis­mo ineficaz e inconveniente que aspiraría a cambiar por una erradicación "fundamentalmente ecológica" o "no contaminante ni destructiva", con la participación incluso de los contingentes armados y/o desmovilizados de las FARC13.

12 "Una política de paz para el cambio", junio 8 de 1998, en: Hechos depazI-IV. Presiden­cia de la República, Imprenta Nacional, marzo de 1999, p. 33.

!i Esta significación negativa del término "fumigación" no es total. La Dirección Nacio­nal de Estupefacientes y la Policía Antinarcóticos continúan empleándola en sentido positivo como el mejor mecanismo de reducción de la oferta.

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Las palabras y los hechos

Aunque el énfasis entre lo social y lo represivo varió a favor del primer término en el "Plan Nacional de Lucha contra las Dro­gas. Colombia 1998-2002", en consonancia con la política de paz y negociación política del conflicto armado, el presidente Pastrana parece no poder evitar medirse y dejarse medir por el número de hectáreas erradicadas por la Policía Antinarcóticos. El sector campesino continua sometiéndose a programas mix­tos de erradicación forzosa y sustitución de cultivos, con dosis desproporcionadas de garrote y zanahoria según alegórica ex­presión de las Naciones Unidas.

El informe del Ministerio de Relaciones Exteriores elabora­do en febrero de 1999 para lograr la certificación norteameri­cana, así lo confirma. Los indicadores de eficacia siguen sien­do los mismos del cuatrienio anterior: número de hectáreas fumigadas; incautaciones de precursores químicos, drogas ilícitas, bienes inmuebles y vehículos; destrucción de infraes­tructura para la producción y el transporte; desmantelamiento de organizaciones criminales etc, a contramano del discurso oficial que obliga a destacar, por lo menos a nivel indicativo, las metas de inversión en desarrollo regional y sustitución de cultivos14.

Una suerte de esquizofrenia discursiva se presenta en el nuevo gobierno por la abierta contradicción entre el decir y el hacer institucional. Mientras la Presidencia de la República expresa una vocación social para solucionar el problema de los cultivos ¡lícitos, el resto de entidades y funcionarios estatales se mantie­ne en una lógica represiva aparentemente insensible al cambio de coyuntura, o lo que es peor en una mezcla incoherente de

" Véase: La lucha de Colombia contra las drogas ilícitas. Acciones y resultados en 1998. Minis­terio de Relaciones Exteriores. Colombia. Fondo Editorial Cancillería de San Carlos, abril de 1999.

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las dos posiciones que concluye claudicando a favor de la se­gunda. Sin duda la culpa no puede endilgarse a la incompren­sión de la burocracia pública, sino más bien a las contradiccio­nes intrínsecas de la política que le impiden difundir criterios claros de diferenciación social y oportunidad política para so­lucionar el problema de los cultivos ¡lícitos.

El reto es sólo uno: sino se acomodan las piezas del rompe­cabezas de tal manera que el Desarrollo Alternativo ocupe el centro de la política real -no solo el centro de ia retórica-, esas contradicciones serán más evidentes ahora que durante el go­bierno Samper. Los pequeños productores volverán a quejarse contra la fumigación, los países europeos objetarán el finan­ciamiento de proyectos de desarrollo alternativo amenazados por el glifosato y los Estados Unidos seguirán imponiendo me­tas cada vez más exigentes. Entre tanto los Bloques Sur y Orien­tal continuarán apuntándole a las avionetas, su "evidente obje­tivo militar", mientras no se acuerde el tratamiento social no represivo consignado en la Plataforma Nacional de las FARC-EP aprobada en 1993.

Distr ibución regional de la erradicación

En el afán por satisfacer el parámetro de reducción de la oferta, único criterio con el cual Estados Unidos mide la voluntad de co­operación en la lucha antidrogas, la Dirección Antinarcóticos de la Policía Nacional amenaza con superar el récord de 143.847 hectáreas asperjadas en la administración Samper, un 528% más que en el período de César Gaviria Trujillo. La tendencia ascen­dente se ratificó con la asperción de 51.309 hectáreas en el primer año del gobierno Pastrana13, sin indicios de variación a la baja en el período siguiente. Cuando se anuncia el reforza-

1;' Declaraciones del general Leonardo Gallegos, jefe de la Policía Antinarcóticos, Noti­ciero Nacional, 25 de julio de 1999.

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miento de la erradicación en Caquetá y Putumayo, y sigue sin concretarse algún plan de sustitución con las FARC fuera de los cinco municipios de despeje, ello es prácticamente irrever­sible. Dependerá de los "acuerdos concretos y verificables" que llegaren a pactarse con las FARC en materia de conten­ción de nuevas siembras y desmonte progresivo de las exis­tentes, siempre con el beneplácito de los Estados Unidos. Un suceso del mundo de lo posible aunque no de lo probable según la radiografía más reciente del proceso de paz.

En el verano de 1996 la magnitud y radicalidad de las movilizaciones de cultivadores y cosecheros contra el con­trol asfixiante al comercio de cemento y gasolina y contra el anuncio de la fumigación, logró diferir hasta mediados de 1997 el inicio de los sobrevueles de las avionetas Turbo-trush y los helicópteros Black-hawen Caquetá, Putumayo, Meta y la baja bota Caucana. No sucedió igual con el Guaviare, don­de por poseer la mayor superficie con coca y la cuota más alta de cultivos comerciales se concentraron las acciones a partir de 1995.

1998 fue el año de la erradicación forzosa en la Amazonia y la Orinoquia, con el 91.5 % del total nacional distribuidas en el siguiente rango: a) Guaviare: 37.352 hectáreas con énfasis en el municipio de Miradores (69.2 %); b) Caquetá: 21.41 7 hectá­reas especialmente en Cartagena del Chaira, Sólita, Solano y Curillo (74.2 %); c) Meta: 5949 hectáreas concentradas en Puerto Rico y Mapiripán (99.9%); d) Guainía y Vichada: 367 hectáreas en los municipios de Sireguajivos, Carurú y Pacoa (100%); y e) Putumayo: 842 hectáreas en el municipio de Puerto Guzmán (100%), una aspersión muy baja en relación con el tamaño y ritmo de expansión de los cultivos.

¿Las consecuencias? A la disminución de la siembra en la rivera del río Guaviare de 38.600 a 7.000 ha entre 1996 y 1999, le siguió una rápida expansión de los cultivos en Caquetá

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(24.000 ha), Putumayo (30.1000 ha), Meta (4050 ha), Bolívar (3.000 ha), Norte de Santander (4.000 ha) e incluso en la región limítrofe de Córdoba y Antioquia bajo dominio paramilitar (3050 ha)16. La evaluación estadística decanta un resultado visible: la reposición 1 a 1 de cada hectárea destruida en el Guaviare, si nos atenemos a la versión colombiana, o de 2 nuevas hectáreas según los datos de la UNSCR. Se concretan así las figuras del "blanco móvil" y el efecto "globo", "hidra" o simplemente "me­tástasis" con que los expertos caracterizan los efectos perversos de un negocio tan atractivo en contextos de ¡legalidad.

Persistiendo en el error

Una radiografía como esta debería concluir en la urgente reorientación de la estrategia de reducción de la oferta por la vía de la destrucción de los cultivos ¡lícitos en los países pro­ductores, ineficaz mientras se mantienen inalteradas las condi­ciones socioeconómicas que empujan hacia allá a grandes gru­pos poblacionales, y relativamente incólumes las facilidades para la repatriación y legalización de las "narcodivisas. En "El peor enemigo de sí mismo: la guerra antidrogas de Washing­ton en América Latina", Coletta Youngers y Peter Zirnite ad­vierten al respecto que no hay otro campo de la política públi­ca donde la influencia práctica de los expertos y académicos llega a su más bajo nivel17. Factores externos a la lógica mis­ma de la economía de las drogas como la opinión de los elec­tores, el control de las decisiones de seguridad nacional y las restricciones a las libertades públicas influyen en la reiterada aplicación del prohibicionismo interno en los países centrales

(l Policía Nacional Antinarcóticos, Informe, julio de 1999. ' Véase: YOUNGERS, Coletta; ZIRNITE, Peter. "El peor enemigo de sí mismo: la guerra antidrogas de Washington en América Latina", en: Democracia bajo fuego. Drogas y poder en América Latina. Martín Jesma y Theo Roncken (comp.), Acción Andina y Ediciones Brecha, Uruguay, 1998.

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y de la represión a la oferta en los ocho "países problema", donde se produce heroína y cocaína. Ello a pesar de los po­bres resultados obtenidos en los extremos del consumo y la producción de narcóticos18.

La reducción de la oferta sigue siendo el paradigma dominan­te en Norteamérica, con diferencias de forma más que de fondo entre Demócratas y Republicanos. Fue el primer Zar Antidrogas de la administración Clinton, Lee Brown, quien pronunció la fra­se más elocuente: "Es más fácil ir a la colmena que atrapar las abejas cuando vuelan sobre los Estados Unidos", refiriéndose figurativamente a la conveniencia práctica de debilitar a los cen­tros de producción, en lugar de desgastarse en el control de las avionetas, barcos y camiones que horadan el río Bravo y las cos­tas de La Florida.

En un artículo anterior expliqué la lógica de los Estados Uni­dos de la siguiente manera:

"Al no establecer diferencias entre cultivadores, procesadores y traficantes, el modelo "bélico-punitivo" considera viable aplicar la represión en cualquier punto de la cadena, sin que existan consideraciones sociales o ambientales atenuantes. El cambio de énfasis ha comen­zado a sentirse con toda intensidad en nuestro país. De­bilitadas las mafias de Cali y Medellín, la Casa Blanca puso el acento en la destrucción de los plantíos de coca y amapola, sin importarle que las consecuencias más

18 A pesar de contar con 114 millones de consumidores, la marihuana se excluye de las estadísticas y políticas de la Oficina de Políticas Nacionales para el Control de Drogas de las Naciones Unidas (UNDCP). En la lista de los "focos" de producción de drogas sobre los que eventualmente se podría ejercer una presión localizada son: Colombia, Bolivia, Perú, Myanmar, Vietnam, Laos, Afganistán y Pakistán. Véase. BUCKMAN, Tom. "Estrategia mundial antidrogas: barniz de un colapso", en: Acción Andina n°. 2, junio de 1998, CINEP, Santafé de Bogotá, pp. 9-33. En el proceso de certificación de 1998 quedó excluido Viet-Nam por tener una producción de opio por debajo del umbral de riesgo para el interés de los Estados Unidos.

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negativas recaigan sobre un sector social -e l campesino colonizador-, que si optó por la ¡legalidad productiva fue porque se encontró sin alternativas en la economía agrícola tradicional donde bregó por tanto años"19.

Bajo este paradigma se argumenta la necesidad de escalar el ritmo de fumigación en Putumayo, Cauca, Nariño, sur de Bolí­var y Norte de Santander, en el entendido erróneo de que el incremento de los cultivos es una consecuencia de la baja as­persión, y no precisamente la más clara de sus consecuencias.

Huyendo en el espacio ab ier to de la Amazon ia

Como lo señalamos anteriormente, las cifras regionales sobre des­plazamiento forzoso son poco consistentes. La baja confiabilidad de las estadísticas se explica por la exclusión de algunas causales, por la escasa homogeneidad en los criterios, metodología y cues­tionarios empleados en ia recolección y procesamiento de la información primaria, o por las dificultades de orden público para visitar las áreas neurálgicas, como sucedió efectivamente en el Caquetá en 1997.

Por considerar que los datos nacionales reflejan, hasta cier­to punto, la diversidad regional colombiana, se resume a con­tinuación la caracterización sociodemográfica de la pobla­ción desplazada incluida en la monografía "Horizontes de comprensión y acción sobre el desplazamiento de población rural en Colombia 1 995-1 997"20, realizada por los investi­gadores Fabio Lozano y Flor Edila Osorio de la Universidad javeriana. Veamos:

19 PUYANA, Aura María. "Los cultivos aquellos", Revista Irene n°. 7, Corporación Observa­torio para la Paz, Santafé de Bogotá, noviembre de 1998, p. 47.

20 LOZANO, Fabio; OSORIO, Flor. "Horizontes de comprensión y acción sobre el desplaza­miento de población rural en Colombia 1995-1997". Codhes Informa, n". 16, febrero de 1999.

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% Propiedad: el 69% de las familias refugiadas tiene algún vínculo con el sector rural, como mediano y pequeño propieta­rio el 4 1 % , y como colono un representativo 45.5%, entre los cuales se encuentran la mayoría de los desplazados del Caquetá, Putumayo, Guaviare, Vichada, Vaupés y Meta.

% Entorno familiar: las familias ostentan un 33% de jefatura femenina, 5.4 personas como tamaño promedio, un 64% en el grupo etáreo de 0 y 18 años, y bajos niveles educativos con el 21 % de analfabetas y el 41 % de personas con primaria incompleta.

£ Actores: los encuestados señalan en un 66% a los para-militares, en un 25% a la guerrilla, en un 6% al ejército y a "otros" en un difuso 11%, por lo general delincuencia común, paramilitares sin identificar o "guardias blancas" al servicio de terratenientes o narcotraf¡cantes.

f Motivos: los motivos que se aducen son las amenazas (56%), el miedo (18%), asesinatos y masacres (11%), conflicto bélico (5%), atentados (5%) y otros (5%), todos violatorios de los D.H.ye l D.I.H.

% Participación: el 65% pertenece a organizaciones comuni­tarias -juntas de acción comunal, cooperativas de producto­res-, y tan solo un 11 % a agremiaciones sindicales o políticas. De todas maneras, la polarización del conflicto divide a la po­blación entre "amigos" y "enemigos", no por como se actué o se diga sino por el tipo de actor que controla el territorio.

£ Retorno: A pesar de las angustias propias de una vida urbana carente de casi todo, el desplazado se muestra renuente a retornar al sitio donde quedaron sus pertenencias y su histo­ria familiar: solo el 23% mantiene esa disposición, mientras el 63% desea quedarse en el nuevo asentamiento y el 12% aceptaría reubicarse, lo que plantea un serio reto a los muni­cipios para mejorar su oferta de servicios públicos y a-sistenciales. Para el caso particular de las zonas de coloniza-

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ción, la intención de no retorno podría ser favorable a los planes de reubicación de los cultivadores de coca en el inte­rior de la frontera.

£ Los colonos: un tema de especial interés es el notorio incre­mento del desplazamiento entre el sector social de los colonos, evidencia de que nuevos factores de presión están interviniendo en los territorios de frontera. Los objetivos que lo propician son múltiples: uno, reconfigurar los espacios de poder político-mili­tar hasta ahora favorables a las FARC en el suroriente colombia­no; dos, acaparar tierras para la ganadería o futuros megaproyectos; y tres, frenar la expansión de los cultivos ¡lícitos mediante fumigaciones intensivas en la región amazónica.

Así, encontramos que mientras en 1995 solamente el 6.3% de los refugiados internos se definió como campesino-colono, en 1996 lo hizo el 37% y en 1997 el 45.5%, superando por primera vez a los campesinos propietarios, en una relación de 45 a 40%. Es lógico suponer que si se continúan desdibujando los límites entre la guerra contrainsurgente y la guerra contra las drogas, y las fronteras con Perú, Ecuador y Brasil se militari­zan, este sector social será mayoritariamente afectado por la violencia. Señales de alerta suficientes para solicitar la veeduría internacional para los Derechos Humanos y la presencia pre­ventiva y humanitaria de ACNUR, quien mostró una débil ca­pacidad de reacción para impedir que las autoridades paname­ñas obligaran el retomo de los refugiados de El Darién.

Causas

A partir de los datos parciales disponibles a nivel regional, pue­den inferirse las siguientes causas estructurales del desplaza­miento forzoso en la Amazonia y la Orinoquia:

a) El terror paramilitar contra la población civil por móviles contrainsurgentes, territoriales, económicos y agrarios, por par-

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te de las Autodefensas Unidas de Colombia y el grupo armado conocidos como Los Carranceros.

b) El conflicto armado entre ejército y guerrilla, y las conse­cuencias negativas que se deriven por la destrucción del capital físico, social y humano.

c) La fumigación de los cultivos ilícitos y la interdicción o restricción al comercio de los insumos químicos, en la medida en que desordena los circuitos económicos locales, y propicia el descenso de la masa monetaria regional y la caída del ingre­so directo de cultivadores y cosecheros.

d) El cierre del mercado ilegal por centralización de la intermediación del PBC en manos de las FARC, lo que origina insolvencia y dificultades económicas en campesinos y colo­nos. La participación de la insurgencia en el acopio y venta por consignación del primer precipitado se está dando principal o exclusivamente en el bajo y medio Caguán desde junio de 1998, con tres argumentos: uno, evitar el abuso de los minoristas manteniendo un precio estable de 1.200 pesos el gramo; dos, impedir la infiltración de paramilitares con el pretexto de com­prar la "merca" en la rivera de los ríos; y tres, controlar la co­rrupción y fuga de los guerrilleros con los dineros recaudados por el cobro de impuestos21.

e) Los conflictos sociales por la defensa o el acceso a la tierra entre terratenientes, mafia, colonos, campesinos y comunida­des indígenas, presente en zonas ganaderas de Meta y Caquetá, y en áreas de colonización coquera de Caquetá, Guaviare, Guainía y Vichada.

f) Las represalias de la guerrilla contra los pobladores que no acatan sus órdenes como sucedió con la participación en las

21 Mucho más importante que medir el desplazamiento por los controles impuestos por las FARC a la intemediación del PBC es discutir el significado de esta participación en

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marchas cocaleras de 1 996 o en el boicot a la elección de go­bernador, alcaldes, consejos, asambleas y congreso entre octu­bre de 1996 y mayo de 1 998.

Dimensiones actuales

Según Codhes, 71.613 familias con vínculos predominantemen­te rurales buscaron refugio en 1998 para protegerse de las dis­tintas modalidades de violencia que hoy se ejercen contra la población civil desarmada, un 302% más que en 1995 cuando se presionó la movilización de 1 7.800 hogares. Lo notorio es el registro de dinámicas de desplazamiento en 27 de las 31 enti­dades departamentales, síntoma de que la violencia estructural que le subyace no sólo se ha incrementado sino expandido hasta cubrir el 80% del territorio nacional. Esta expansión incluye, como rasgo distintivo, a las regiones cocaleras del suroriente, con bajos índices antes de 1995.

Como lo señalamos anteriormente, 13.153 personas perte­necientes a 3.057 familias se desplazaron contra su voluntad por factores asociados a la violencia política, el conflicto arma­do y la fumigación en Meta, Caquetá, Putumayo, Guaviare y Vaupés. Esta cifra parcial puede ascender a 20 mil si se incor-

el mercado de los narcóticos. ¿Convierte a las FARC en parte del proceso productivo y la acerca a ser una "narcoguerrilla"? ¿O al no ser propietaria del producto sigue manteniéndose en la función de ordenamiento y regulación económica y parafiscal? Es este un tema por demás atractivo que rebasa los límites de este artículo. Al respecto el "Observatorio Geopolítico de las Drogas" compara esta evolución con la ocurrida con el Mong Tai Army de Birmania, quien desarrollaba la guerra nacional al tiempo que abastecía de goma de opio a los laboratorios de la mafia. "Informaciones proce­dentes de la región del Caguán, en el departamento del Caquetá, hacen pensar que en estos últimos meses las FARC han dado quizá un paso irreversible en la criminalización de su movimiento". Dos son los cuestionamientos fundamentales: los contactos regu­lares con intermediarios mayores y carteles de la droga, y la retención del margen de intermediación que antes correspondía a los chichipatos o minoristas. Véase: "Colom­bia: ¿Se birmanizan las FARC?", en: Observatorio geopolítico de la droga, boletín n°. 88, París, febrero de 1999.

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pora la migración interdepartanental, y a más de 30 o 40 mil si se le suman los cosecheros de hoja de coca y los colonos que deci­dieron no reportarse como desplazados a las oficinas del gobier­no, las iglesias, la Cruz Roja u otras oenegés humanitarias.

La distribución según departamentos es la siguiente:

£ Meta y Putumayo: 6.148 y 2080 desplazados respectiva­mente por violencia paramilitar y conflicto armado. Con el "transplante" inicial de efectivos armados desde Urabá, el apo­yo financiero y logístico de ganaderos y narcotraficantes de la región y la supuesta complicidad por acción y omisión de las Fuerzas Armadas, los Bloques Llanero y Sur de las AUC incur-sionaron contra supuestos "guerrilleros vestidos de civi l" en Mapiripán, Puerto Gaitán, Puerto López, El Castillo, La Hormi­ga, Valle del Guamuéz, Orito y Puerto Asís22.

£ Caquetá: El éxodo sumó 3.630 personas por efecto combi­nado del conflicto armado, la violencia paramilitar, la fumiga­ción y las represalias de la guerrilla, según puede inferirse de la comparación semestral del desplazamiento: 2.600 personas en el primer semestre después de los combates en El Billar, y 1030 en el segundo semestre, pasado el debate electoral y decidida la intermediación de las FARC al comercio de PBC. Las entre­vistas realizadas a funcionarios municipales, dirigentes campe­sinos y líderes de desplazados en Florencia y Cartagena del Chaira señalan a la erradicación de cultivos ¡lícitos como la primera causa de desplazamiento. Según Osear Pareja, alcalde encargado de Cartagena del Chaira, 7 de cada 10 desplazados lo fueron por este motivo.

% Guaviare: 1.295 personas arribaron a San José del Guaviare desde Miraflores, Calamar y El Retorno fundamentalmente por

22 Según el organigrama de las ACCU, el Bloque Llanero está compuesto por los frentes Guaviare, Piedemonte y Ariari; el Bloque Sur por los frentes Caquetá y Putumayo, todos constituidos entre 1997 y 1998. Véase en internet: www.colombialibre.org

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el abandono de predios cocaleras asperjados con glifosato y las dificultades económicas que ello acarrea.

Tipos de desplazamiento

La sociología demográfica considera la movilidad espacial de la población entre las variables más importantes a anali­zar, en la medida en que a través de ellas puede establecerse el sentido social e histórico de la construcción de la región. Los conceptos de residencia base y reversibilidad acuñados

Desplazamiento forzoso en el departamento del Caquetá 1997-1998

Tolima y Huila

Cauca '.vúiai M¡¿,\,

• Puntos de desplazamiento

— Principales asentamientos de la población desplazada

Áreas de fumigación intensa

Amazonas

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por los demógrafos franceses permitieron definir los siguien­tes tipos de desplazamiento forzoso en la Amazonia y la Orinoquia23.

Desplazamiento intramunicipal

Es el flujo de población entre las veredas y la cabecera munici­pal. Tiene por lo general un carácter "temporal" de mediana o de corta duración, a la espera de que baje la intensidad de la violencia, se diriman conflictos en la comunidad, la guerrilla suspenda las represalias o se reestablezcan los circuitos de la economía ¡lícita. Las modalidades migratorias son dos: si el pro­blema es de "orden público", los hombres huyen para salvar su integridad personal mientras la esposa se queda con los hijos pequeños al cuidado de la finca; pero si se afecta la producción de coca o PBC, la familia se moviliza en busca de sustento mien­tras el jefe del hogar trata de salvar la cosecha con miel de purga, o de resarcir las pérdidas con un nuevo "plante". Una vez retorna la normalidad, el núcleo familiar se reagrupa en su espacio de vida, o vende las "mejoras" para internarse monte adentro y escapar a la capacidad de vuelo de las avionetas fumigadoras.

A partir de 1996 Cartagena del Chaira es el principal recep­tor de migración intramunicipal en el Caquetá24; Miradores lo es en el departamento del Guaviare, Puerto Leguízamo en el

23 Para Michel Picouet los flujos de población pueden ser reversibles, de duración corta, larga, renovada o esporádica; los irreiversibles, provocados, forozosos, voluntarios o ambulantes. Véase: PECOUET, Michel. Nuevas formas de movilidad en poblaciones urbanas en América Latina. Ediciones CEDE, Santafé de Bogotá, Universidad de los Andes, febrero de 1995.

21 Entre 1996 y 1998 se formaron en Cartagena del Chaira los barrios de invasión "Pri­mero de agosto", "Quince de junio" y "Divino Niño" con colonos procedentes del Billar, Alto Venado, Puerto Nuevo, Remolinos y Camelias. Aunque se observan algu­nas casas de madera desocupadas por retorno, la alcaldía reconoce 150 familias con intención definitiva de radicarse en el casco urbano. Los tres barrios carecen de agua potable y alcantarillado y cuentan con un suministro precario de energía eléctrica.

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Putumayo, y Cabuyaro en el Meta. En 1998 la totalidad de las cabeceras municipales reportan población expulsada de sus pro­pias veredas a la espera de ayuda por parte de sus autoridades.

Desplazamiento intermunicipal

Es el movimiento de personas entre dos o varios municipios has­ta llegar a un destino final, con frecuencia la capital del departa­mento o poblados intermedios con una mejor oferta de servicios, empleo y asistencia humanitaria. La presencia de familiares, com­padres o paisanos en los que se encuentra solidaridad efectiva mientras se tramita la ayuda oficial influye enormemente en la trayectoria a seguir. En estos casos el éxodo es de mediana o larga duración, y las posibilidades de reversibilidad o reubicación igualmente probables según el curso del conflicto que lo originó, las garantías que se ofrezcan para el regreso y las condiciones de vida que se haya logrado alcanzar en el sitio de llegada.

Las familias reorganizan rápidamente su cotidianidad des­pués de enfrentar los traumatismos del tránsito entre un "mo-dus vivendi" rural y otro urbano o semiurbano, signado por la dificultad de acceder al trabajo de la tierra, que es el único que conocen, y la necesidad de redefinir los roles tradicionalmente asignados. Si se obtienen ingresos suficientes para satisfacer las necesidades básicas, más una vivienda precaria siempre sus­ceptible de mejorar según los patrones de urbanización y con­trol de clientelas electorales en los barrios subnormales, la fa­milia evaluará muy alto el costo del retorno y lo eliminará como posibilidad.

Las capitales de departamento y los municipios económica­mente atractivos son el destino final de la mayor parte de los refugiados internos. Florencia, Cubilo, San Vicente y El Doncello reciben población de las subregiones del bajo y medio Caguán, la baja bota Caucana, los Llanos del Yarí, Solano y el piede­monte; San José del Guaviare reporta desplazados de El Retor-

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no, Calamar y Miradores; Mocoa, Puerto Asís y Puerto Leguí-zamo acogen personas provenientes del Valle del Guamuéz, Puerto Caicedo, Puerto Guzmán, La Hormiga y San Miguel; Villavicencio, Cabuyaro, Carnada y Villahermosa atienden fa­milias que se movilizaron desde Puerto Gaitán, Mapiripan, Puer­to López, Puerto Rico y El Castillo.

La información recogida en Florencia señala que de las 557 familias censadas por la Comisaría de Familia, el 1 % arribó en 1996 con motivo de las marchas cocaleras, un 17% en 1997 por alteraciones de orden público y ei 82% restante en 1998 por una confluencia de los motivos ya expuestos. La presión de los des­plazados fue de tal magnitud que solamente en el período junio-septiembre se formaron tres barrios de invasión -Villa Colombia, Cofema y El Puerto-, el primero establecido, el segundo desalo­jado por la fuerza pública y el tercero abandonado por amena­zas de hombres armados al servicio del narcotraficante Leónidas Mora, propietario del predio. Sus habitantes engrosaron las in­vasiones de Piedrahita, Palmeras, Pradera, Minuto de Dios, Las Lajas y Kennedy, todas ellas fundadas en la década del 90.

Desplazamiento intradepartamental

Es la migración de personas entre dos o más departamentos, con frecuencia las ciudades intermedias de la macroregión, o capitales importantes como Medellín, Cali y Santafé de Bogotá. Al ser esta la alternativa más radical, el retorno o la reubicación en medio rural son bastante improbables. Se ratifica así una ley estadística de la demografía según la cual la posibilidad de per­manecer en el sitio de recepción es directamente proporcional al número de kilómetros recorridos en el desplazamiento. En el caso de los municipos cocaleras será reversible si un ciclo eco­nómico de bonanza logra compensar los costos objetivos y sub­jetivos implícitos en el cambio de la residencia a la que se llegó con intenciones definitivas.

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CULTIVOS ILÍCITOS, FUMIGACIÓN Y DESPLAZAMIENTO EN LA AMAZONIA Y LA ORINOQUIA

En 1998 los departamentos circundantes expulsaron y reci­bieron población desplazada entre sí, y generaron trayectorias de movilización hacia Santafé de Bogotá, Cali, Neiva, Armenia, Pereira o Medellín, en una proporción todavía no determinada25

(Ver Cuadro No. 2).

Desplazamiento por fumigación

¿Hasta qué punto la destrucción física de las plantas de coca y amapola mediante aspersión aérea del herbicida glifosato está afectando la condición socioeconómica de los pequeños y me­dianos cultivadores, y convirtiéndose en una nueva causa de desplazamiento forzoso de la población rural?, son preguntas que los académicos deben intentar responder antes de que el fenómeno alcance dimensiones alarmantes.

No obstante que el 80% de la economía cocalera se caracte­riza como comercial y/o empresarial -mafiosa por la Policía Antinarcóticos, lo cual es refutado por el Instituto Sinchi inclu­so para el departamento del Guaviare26-, es indudable que el comportamiento regresivo del ingreso afecta a la población en su conjunto. La fumigación empobrece a los pequeños y me­dianos cultivadores con menor capacidad para recuperar las pérdidas que los grandes o "turistas"27, y deja sin sustento a los jornaleros por la destrucción de la hoja de coca. Se arruina también la población arraigada y flotante que vende toda suer­te de servicios al rápido paso de los raspachines, y siente el golpe la estructura bancaria y comercial de la región.

25 Con base en información de Codhes, la Consejería para los Desplazados por la Vio­lencia, la Red de Solidaridad Social, la Consejería de Familia de Florencia (Caquetá) y la revista Éxodo n". 7 de marzo de 1998.

211 Véase el reciente trabajo "Cultivos ilícitos en el departamento del Guaviare" elabora­do por el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (SINCHI).

-' Se les llama así a los grandes cultivadores que manejan los negocios con intermedia­rios desde los centros urbanos.

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AURA MARÍA PUYANA MUTIS

Las características históricas de la ocupación del territorio determinarán un impacto diferencial de la erradicación agroquí-mica. En la región cercana al piedemonte del Caquetá y Meta, con un perfil ganadero y agrícola anterior a la llegada de la economía ¡lícita, los cultivos de coca raramente superan las 10 hectáreas. El daño a la economía campesino es por esa misma razón mayor que en Guaviare, Guarnía, Vichada y el bajo Caguán, con extensiones ilegales de 40 o 200 hectáreas y op­ciones de nuevas y no lejanas siembras.

Pero no es sólo la pobreza el motivo central del éxodo en el escenario de la colonización. El campesino concibe la "fumi­ga" como un acto de agresión por parte de un Estado que no acierta a llegar de otra manera, pero que reclama para sí acata­miento, subordinación y sentido de pertenencia nacional. Lo expresó lacónicamente Femando Sarmiento, presidente del Comité de Colonización del bajo y medio Caguán y Suncilla, en los tiempos de las marchas: "En el esfuerzo por intentar inte­grarnos al Estado, hemos tenido algunos éxitos, pero también hemos tenido enormes decepciones"28.

! Intervención oral en mesa redonda realizada en la Universidadjaveriana, mayo 16 de 1999.

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CULTIVOS ILÍCITOS, FUMIGACIÓN Y DESPLAZAMIENTO EN LA AMAZONIA Y LA ORINOQUIA

Cuadro No. 1. Aspersión de cultivos ¡l idtos 1985-1998

COCA

MARIHUANA

AMAPOLA

TOTAI

1985

1,334

124

1,458

1986

870

149

5

1,024

1987

572

371

943

1988

230

918

1,148

1989

641

132

773

1990

760

36

798

1991

459

7

1,497

1,903

1992

944

100

12,864

13,908

1993

846

138

9,821

10,805

1994

4,904

14

5 314

10,232

1995

25,402

36

5,074

30,512

1996

23,025

37

7,412

30,474

1997

44,124

261

7,333

51,718

1998

69,155

18

3,077

72.25C

Aspersión de cultivos ilícitos

70.000

60.000

¡J 50.000

•ro 40.000

^ 30.000

20.000

10,000

1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998

Fuente: Policía Nacional, - Dirección Antinarcóticos que realizan la aspersión aérea y Fuerzas Millares que realizan destrucción manual.

Cuadro No. 2. Cultivos, fumigación y desplazamiento

en la Amazonia 1998

DEPARTAMENTO

CAQUETÁ

PUTUMAYO

GUAVIARE

META

TOTAL

CULTIVOS

DE COCA

21.300

17.500

12.500

4.050

55.350

FUMIGACIÓN

HECTÁREAS

21.459

842

37.337

5941

65.579

PERSONAS

DESPLAZADAS*

3630

2.080

1.295

6.148

13.153

Fuente: Policía Antinarcóticos, Codhes. "'Por sitio de llegada. Según sitio de expulsión, 20 mil personas aprox.

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AURA MARÍA PUYANA MUTIS

Cuadro No. 3. Principales municipios de recepción de

población desplazada en la Amazonia y la Orinoquia 1998

SITIO DE RECEPCIÓN

1. CAQUETÁ

Florencia

Cartagena del Chaira

Curillo

San Vicente del Caguán

El Doncello

II. META

Villavicencio

Cabuyaro

Granada

Lejanías

Vista Hermosa

III. PUTUMAYO

Mocoa

Puerto Asís

Puerto Leguízamo

IV.GUAVIARE

San José del Guaviare

PROCEDENCIA

Bajo y Medio Caguán

Bota Caucana

Solano

Sólita

Llanos del Yarí

Putumayo

Guaviare

Puerto Gaitán

Mapiripán, Pto. Alvira

Puerto López

Puerto Rico

El Castillo

Vichada

Valle del Guamuéz

Puerto Caicedo

Puerto Guzmán

La Hormiga

San Miguel

Miraflores

Calamar

Puerto Alvira.-Mapiripán

El Retorno

Mitú

Fuente: Codhes, Consejería para los desplazados por la violencia, Revista Éxodo.

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Universalización del fenómeno de drogas

Fernando Franco Profesor asistente sede Amazonas

Universidad Nacional

Todas las cosas tienen veneno, y no hay nada que no lo tenga. Solamente depende de la

dosis, que el veneno sea veneno o no.

PARACELSO, siglo XVI.

Antecedentes históricos y culturales

Las plantas con propiedades psicoactivas tienden históricamente un puente entre la naturaleza humana, el misterio de su exis­tencia y la espiritualidad asociada al desconcierto que genera la grandeza e infinitud del Universo. Por ello son las plantas de los dioses1.

La sacralidad de estas lianas que ligan la materia y el espíri­tu, la ignorancia y el saber, la enfermedad y la salud, animadoras de las relaciones de poder en las sociedades precapitalistas, se transforman en simples valores de uso, en mercancías en las so­ciedades de consumo.

En 1499 Américo Vespucci relató que en la penínsu­la de La Guajira vio unos nativos muy feos de gesto y cara, que tenían los carrillos llenos por dentro de una yerba verde que rumiaban continuamente como bes-

1 Así se titula el libro clásico de los botánicos Richard E. Shultes y Albert Hofmann.

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FERNANDO FRANCO

tías, llevando cada uno dos calabazas, una llena de aque­lla yerba y otra con una harina blanca que parecía yeso en polvo, y de cuando en cuando con un palil lo que tenían mojándolo con la boca, lo metían en la harina y después So metían en la boca (...), enharinando la yerba que tenían en la boca, y esto lo hacían muy a me-nudo, y maravillados de tal cosa no podíamos entender el se­creto, ni por qué lo hacían así2.

La amapola, de origen mediterráneo, estaba ya domesticada 2.500 años antes de nuestra era. Con el monopolio portugués y holandés del comercio en el Océano índico, traficaron con el opio al igual que con cualquiera otra especie. A mediados del siglo XVIII, la corona inglesa conquistó el monopolio del co­mercio de opio uniendo los centros de producción de la India con la introducción forzosa de su consumo en la China, para lo cual libró las famosas guerras del opio. En 1906 habían en la China 15 millones de adictos y 50 millones de fumadores oca­sionales, y el consumo anual llegó a ser de 25 mil toneladas.

El cultivo de la marihuana se remonta al origen mismo de la domesticación de las especies vegetales y al desarrollo de la agricultura hace ya 10 mil años. Hace 5 mil, el emperador chi­no Cheng Nung recomendaba la marihuana para el paludismo, el beriberi, los dolores reumáticos, las constipaciones, la dis­tracción continua y los padecimientos femeninos. Esta poli­valente especie fue también la materia prima para la fabrica­ción de los resistentes camellos desde las naves vikingas hasta las armadas inglesas y apreciada por su aceite y el valor nutri-cional de sus semillas.

Los Vedas hindúes cantaron a la Cannabis como uno de los néctares divinos, capaz de otorgar al hombre todo

ZORRILLA, Javier. "El Hombre andino y su relación mágico religiosa con la coca", en:s América indígena, Instituto Indigenista Intermaericano, vol. XXXVIII, México 1978, p. 872.

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UNIVERSALIZACIÓN DEL FENÓMENO DE DROGAS

tipo de dones, desde la salud y larga vida, hasta visiones de los dioses. Los tibetanos consideran sagrada a la Cannabis. La tradición budista mahayana sostiene que durante los seis pasos de la vía ascética que conduce a la iluminación, Buda vivió a base de una semilla de cáña­mo al día3.

Capital y estupefacientes

Los cultivos ¡lícitos no lo son por sus propiedades psicoactivas sino por los usos que las sociedades dominantes estigmatizan y penalizan. Así, sembrar arbustos de coca en Perú no es ¡legal, lo ¡lícito es procesar la hoja para la producción de sulfato y clorhidrato de cocaína; en Bolivia, sembrar coca en los Yungas de La Paz es lícito por el consumo ancestral, pero hacerlo en la región del Chapare viola la ley antidrogas. En Colombia sem­brar más de 25 plantas de coca, marihuana o amapola está pe­nalizado con prisión de 2 a 6 años, sin excepción.

Para muchos países y organismos internacionales de control el mundo de las drogas se reparte entre narcocultivadores, narcotraficantes y narcodemocracias victimarios -el más nota­ble y temible Colombia- y sociedades víctimas: Perú, Bolivia y el conjunto de sociedades con alta demanda por estupefacien­tes. La proclividad de los colombianos al delito -expediente sociológico al que no escapan los propios analistas criollos-nos condena de manera irremediable. Es corriente escuchar la preocupación de los expertos públicos y privados de los países andinos sobre los riesgos de que la violencia y la corrupción unidas al negocio de las drogas en Colombia trascienda las fron­teras nacionales sin comprender que la una y la otra, están di­rectamente relacionadas con el tamaño del negocio y con la

SHULTES E, Richard; HOFMANN, Albert. Plantos de los dioses. Fondo de Cultura Econó­mica. México 1993, pp. 92-99.

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FERNANDO FRANCO

capacidad de las firmas y carteles nacionales para ganarle es­pacio y competencia a los inicialmente todopoderosos narco-traficantes colombianos.

A Colombia le narcotizaron las relaciones internacionales, el desarrollo regional, el ordenamiento territorial, los estilos de hacer política, la guerra por el territorio y la guerra por la paz. El país consintió y asumió sin protestar el papel de trompo puchador, a pesar de ser tan fácil demostrar que el fenómeno de drogas como hecho económico es ante todo una respuesta obvia, de costo de oportunidad, dentro de unas particulares y bien conocidas condiciones de los mercados.

Producir la materia prima para la fabricación de alucinógenos y estimulantes carece de imperativos geográficos, de espacios de soberanía nacional, sociológicos o políticos. Pudiera afirmarse que el fantasma de las drogas recorre el mundo, sin chovinismos, sin fronteras que respetar, y solamente atiende los imperativos del mercado y el adecuado manejo de las restricciones que le impone la interdicción y la represión del fenómeno. Qué decir de Estados Unidos y Canadá que se erigieron en los primeros pro­ductores mundiales de marihuana, o de la producción in doors de híbridos en Europa que colma la demanda interna de la Unión, o la financiación que hace la misma Unión Europea de la investiga­ción de híbridos con bajo contenido de canabinol. Pero hay que guardar las apariencias, y hay que buscar culpables para que la sociedad global no alimente incómodos sentimientos de culpa.

En contraste, los valores éticos dominantes hacen permisi­ble que la especulación financiera de inversionistas anónimos en manos de especuladores conocidos se apropie de 40 mil millones de dólares de la riqueza social del Brasil en seis me­ses. El fantasma de la crisis económica, que acabó con la ilu­sión del desarrollo posible en los países dei Tercer Mundo me­nos pobres -América Latina y ios extigres asiáticos- se expresa en los apabullantes índices de crecimiento de las bolsas y de

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UNIVERSALIZACIÓN DEL FENÓMENO DE DROGAS

las economías de la Unión Europea y Estados Unidos. Como decía un amigo hace poco: España es hoy en día una enorme fábrica de hacer plata.

Ahí no paran las cosas con las drogas. El capital que genera la producción y tráfico de drogas habría que considerarlo como acumulación primaria, por cuanto su reproducción ampliada se logra en otras multinacionales favorecidas por los espacios ideológicos del libre flujo de capitales, bienes y servicios en este infinito mundo de oportunidades para la iniciativa privada. Entre las más importantes están: el lavado de activos y fortale­cimiento del capital financiero a nivel internacional, el tráfico de armas estimulado por las guerras locales y los denominados con­flictos de baja intensidad, el tráfico de precursores químicos para la producción de narcóticos, el contrabando, los mercados in­mobiliarios, la transnacional de la prostitución y la enorme em­presa de la corrupción pública y privada asociada con el nego­cio de las drogas.

De Rementería, con estimativos bastante cautelosos sobre el valor de las drogas de origen vegetal postuló las siguientes ci­fras sobre los valores monetarios que arrastra:

Valor de la producción mundial de drogas naturales. Millones de dólares en 1990

PRODUCTO

Marihuana

Hashish

Cocaína

Heroína

TOTAL

VAtOR EN FINCA

980

308

395

458

2.051

VALOR FOB

9.849

2.192

469

1.620

14.130

VALOR CALLE

134.284

9.240

73.185

196.750

413.459

Fuente: DE REMENTERÍA, Iban. "La elección de las drogas". Fundación Friedrich Ebert. Lima, 1990. p. 86.

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FERNANDO FRANCO

El área sembrada en coca es mayor en Colombia que la esti­mada por las autoridades y los estudiosos del tema. El diario El Tiempo cita el informe del zar antidrogas Barry McCaffrey en el que éste afirma que el año pasado (1998) el número de hectá­reas cultivadas de coca se elevó en un sustancial 26%4. La in­formación satelital suministrada por la CÍA, citada por el mis­mo diario, establece en 101.800 hectáreas la superficie sembrada en 1998. Bajo cualquier fuente y manejo de las cifras, lo que queda claro es la capacidad de los cultivadores de hoja de coca y sus financistas de responder a las medidas interdictivas y de control en el terreno que los pongan. Efectivamente, si en Co­lombia en 1998 se fumigaron 63.140 hectáreas y se capturó la producción de otras 11 mil, estaríamos ante el hecho insólito de que cada año en este país se estaría virtualmente eliminando toda la capacidad de producción de clorhidrato de cocaína, pero sorprendentemente, al año siguiente aquella queda resta­blecida: la fascinación de las cifras.

Y ¿cuánto representa la producción de coca y amapola para los campesinos? En términos de valor la situación es la siguien­te: el precio histórico de la base coca al productor fluctúa entre US$500 y US$860 para un promedio de US$680 que multipli­cado por 100 mil hectáreas y un rendimiento de 5 kilogramos por hectárea y por año, arroja una participación de los produc­tores de US$340 millones. La información disponible para ama­pola es muy fragmentaria. Una estimación cercana a condicio­nes reales ubica el área sembrada en 12 mil hectáreas anuales -6 mil por semestre-. Del total sembrado un 80% se puede calificar como cultivos comerciales en los que predominan las relaciones asalariadas de producción. El ingreso directo a los productores se estimó para 1993 en US$130 millones y el in­greso a puerta de laboratorio del Factor M o sea el látex reduci-

1 El Tiempo. Cultivos ilícitos crecieron 26 por ciento en Colombia. Martes, febrero 9, página última B.

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UNIVERSALIZACIÓN DEL FENÓMENO DE DROGAS

do a morfina es estimó en US$500 millones. Lo anterior es mu­cho dinero para unos 60 mil pequeños empresarios rurales de­dicados a estos cultivos, pero representa menos del uno por ciento del valor en la calle de la amapola y la cocaína exporta­da por ios empresarios colombianos de la droga.

La globalización de ias economías, la ruptura de las fronte­ras ideológicas y éticas y el marco internacional de relaciones económicas y políticas conforman hoy en día un envidiable escenario para la expansión de la producción y consumo de drogas. Como bienes transables, el consumo se hace cada vez más diversificado y accesible a mercados crecientes y califica­dos de consumidores sociales y su demanda ya no depende de ese tenebroso mundo del consumo -hoy muy marginal- de los adictos. Esto le da una enorme dinámica al mercado en el cual la competencia por precios, la regularidad de los suministros y la seguridad personal, expresada en la calidad de la mercancía y el good wi l l de sus efectos, tienen una alta valoración. La reingeniería del mercado de la heroína y la cocaína frente a las drogas de diseño, las erige en "estrellas" que cumplen con las condiciones ideales del mercado: buenas y baratas, como diría Iban de Rementería, experto en estos asuntos. A estas bonanzas contribuye la apertura de los mercados orientales. El fin de las ideologías y la caída de los muros, llevó a los países exsocialistas lo peor del capitalismo. Hoy constituyen los mercados de con­sumidores con las mayores tasas de crecimiento.

En la f o rmac ión de nac ión y te r r i t o r i o sólo hay

un o rdenamien to te r r i t o r ia l posib le: el que pract ica

de manera espontánea pero ordenada la sociedad

Colombia sería un país inviable si careciera de la generosa dis­posición de territorio sobre el cual se diluyen, a través del inge­nio de sus ocupantes, las fuerzas destructoras de los conflictos que le dan origen a los desplazamientos y migraciones.

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Reordenar el territorio sin reconocer el ordenamiento ya he­cho de manera espontánea por sus ocupantes y por las relacio­nes de poder que los anima es una utopía, a menos que se acepte que la inestabilidad de una revolución agraria, propicia­ría lo que no han podido todas las leyes de reforma agraria que en Colombia han sido.

La ocupación del territorio colombiano se ha dado desde las cimas de los Andes hacia las llanuras de selva tropical. A d portas del nuevo milenio el país se ve a gatas para apropiarse de sus fronteras internas y aún no percibe en la lejanía sus fronte­ras externas. Una sociedad y una economía mediterráneas, bu­cólicas, de espalda a los mares, que se mueve todavía con los criterios de buen clima y pocas plagas que animaron los pro­gramas de ordenamiento territorial de don Gonzalo Jiménez de Quesada.

El legislador primero y el constituyente después quisieron modernizar la administración pública, descentralizar los espa­cios de poder político-administrativo, acercar la nación a sus territorios inéditos y resolver las inequidades que el desarrollo fuertemente concentrado en las estribaciones andinas ha impe­dido históricamente el surgimiento de las periferias. Y se come­tieron serios errores: el primero y de muy difícil manejo fue el de promulgar fórmulas homogéneas para regiones y poblacio­nes altamente diversas. La nación, afanosamente, estableció un laberinto de normas sobre transferencia de recursos y compe­tencias a las entidades territoriales, sin que éstas tuvieran el tiem­po y los recursos para adecuarse a las nuevas demandas. Se creyó que con la división técnica y financiera del desarrollo en­tre el Estado y las entidades territoriales le había llegado el tur­no al adelgazamiento del aparato de Estado y toda la batería ideológica neoliberal propugnó por esa minimización, sin com­prender que precisamente bajo las condiciones de inestabili­dad que generan los procesos de descentralización, se requiere

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UNIVERSALIZACIÓN DEL FENÓMENO DE DROGAS

un Estado más poderoso y más rico para acompañar con efi­ciencia y eficacia tales iniciativas.

Se agudizaron los conflictos en las regiones y ios territorios municipales se convirtieron en los escenarios de la confronta­ción entre sus sociedades y el Estado. A la anhelada ampliación de los espacios democráticos de participación ciudadana y de ejercicio pleno del poder por sociedades fuertes y organizadas, se opuso la intransigencia de las guerras y la liquidación física del liderazgo social y político.

Migrac iones, desplazados por la v io lenc ia , los

modelos campesinos de ocupac ión y organ izac ión

del t e r r i t o r i o y cult ivos i l íc i tos en Co lomb ia

La pobreza rural no es la causa principal de la expansión de los cultivos ¡lícitos en Colombia aunque contribuye a explicar la dinámica del fenómeno en ciertos contextos rurales. Tampoco se puede establecer una relación única de causalidad entre su expansión y la crisis de los mercados para la producción cam­pesina en los espacios globalizados de la economía actual, por cuanto la fortaleza con que irrumpieron los cultivos de coca en el sur-oriente colombiano a finales de los años 70 es anterior a la apertura económica. Dicha fortaleza partió de dos situacio­nes favorables: la dinámica de los mercados y los precios deri­vados de la demanda creciente de los consumidores en Estados Unidos; y segundo, de la capacidad de financiación de los pio­neros del negocio para comprometer la producción de hoja. Los primeros cultivadores comerciales de plantas de coca en el Vaupés -territorio en donde arranca esta historia- ni siquiera fueron colonos (que allí no había) sino productores indígenas.

En Colombia la colonización de tipo familiar - la única posi­ble cuando se carece de medios de producción diferentes a los de la propia fuerza de trabajo- ha avanzado primero sobre las

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áreas piedemontanas de la Cordillera Oriental y luego sobre las vegas de los ríos navegables, selva adentro. Hacia el Norte ocu­pa los pliegues de las serranías costeñas y más recientemente las cimas de los Andes. Se caracteriza por una economía de subsis­tencia a partir de prácticas de tala y quema de los bosques y siembra de cultivos de pancoger, a los cuales sucede el estableci­miento de potreros.

La estructura socioproductiva de la unidad económica cam­pesina prevaleciente en la colonización de tipo familiar favore­ció la rápida expansión y articulación de los cultivos comercia­les de coca y amapola. Tal estructura está asociada a rasgos de la unidad familiar campesina así:

^ Como sistema de producción la unidad económica cam­pesina se liga y adapta al sistema capitalista de producción y coexiste con la agricultura moderna.

^ El núcleo familiar constituye la base de la fuerza de trabajo que se aplica a las actividades productivas dentro del predio. Sin embargo, puede vender parte de esa fuerza de trabajo fuera del predio, o puede comprar mano de obra, según el comportamien­to económico de la unidad productiva y los precios del mercado.

% El elemento dinámico que crea valores de uso es la fuerza de trabajo disponible al interior de la unidad familiar. La familia sacrifica parte de la remuneración de su mano de obra y la asig­na a fines productivos.

f; En general, en la colonización la escasez de la tierra no está referida tanto a la competencia por la apropiación del te­rritorio, sino a su localización con referencia a las vías de co­municación, acceso a la oferta tecnológica, a los mercados y disponibilidad de servicios básicos.

£ La economía campesina se adapta y subsiste en condicio­nes adversas de producción y mercados a costa de la sobre-explotación de su propia fuerza de trabajo.

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UNIVERSALIZACIÓN DEL FENÓMENO DE DROGAS

En sentido estricto e histórico todos los desplazamientos son forzosos en la medida que sin excepción tienen la connotación de desarraigo, aunque unos sean menos violentos que otros. La colonización antioqueña hacia el occidente colombiano, por ejemplo, tuvo una de sus causas en el agotamiento de las tierras por ia minería, y en la concentración de la riqueza y de las pro­pias tierras.

El desplazamiento violento de poblaciones cruza toda la historia reciente del país: desde el inició de la violencia par­tidista de los años 50 hasta el momento actual. Los niveles de terror, los desplazamientos y los resultados no han cam­biado mucho aunque los protagonistas han refinado sus téc­nicas. Los desplazamientos masivos, pero también selectivos de población reconfiguraron los mapas demográficos y la dis­tribución espacial de la población en la mayor parte del te­rritorio nacional.

Las migraciones del campo a los centros urbanos y el mode­lo latifundista de desarrollo de las fuerzas productivas en el cam­po invirtieron las tasas de crecimiento de la población rural y urbana, pero no al extremo de los países más desarrollados. En términos absolutos la población rural siguió creciendo aunque a un ritmo menor que la urbana. Hoy en día más del 50% del empleo lo genera el sector rural si se suman las actividades aso­ciadas a la producción agropecuaria y la dinámica económica de los complejos urbano-rurales. Más aún, solo una parte de la población que migra a las ciudades tiene posibilidades de en­contrar empleo productivo.

¿Qué nexos podemos encontrar entonces entre los despla­zamientos de población, la emergencia y auge de los cultivos ilícitos y las reestructuraciones territoriales en Colombia en los últimos 25 años? Vale la pena identificar algunos momentos históricos del fenómeno de los cultivos ¡lícitos asociados a las dinámicas migracionales:

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FERNANDO FRANCO

La leyenda y la épica del nuevo Dorado

Esto comenzó en el territorio del Vaupés y fue subiendo por el río hasta Miraflores a finales de los años 70 y allí se entronizó la primera y única leyenda: "Miracoca". Esta arrastró contingen­tes de las más variadas procedencias geográficas, rurales y ur­banas, aplicados a muy diversas labores productivas y de servi­cios. Los cultivos de coca eran adelantados por migrantes ocasionales, no por colonos, y el precio de la base de coca que alimentó la leyenda era de US$19.6 el gramo en 1980 en el Guaviare, 28 veces mayor que el precio actual. Estas migracio­nes, muy inestables, poco caracterizables en términos de clase y acompañadas de estados intensos de violencia no propicia­ron procesos ordenados y permanentes de ocupación, reinver­sión de los capitales extraídos de la bonanza, ni bienestar a los ocupantes más antiguos de la región.

La coca se integra a los sistemas

campesinos de producción

De Miraflores la coca dio un salto geográfico a Calamar y en menos de un año comprometió a la mayoría de los campesinos asentados a lo largo del eje vial hasta San José del Guaviare. El cultivo de la coca se articuló con los sistemas campesinos de producción y en la mayoría de los casos los sustituyó, ya que los ingresos derivados de los altos precios hacían parecer inter­minables la bonanza y los flujos de recursos. Los efectos de­mostrativos no se hicieron esperar y para 1982 los cultivos se habían extendido al Meta, Caquetá, Putumayo, sur del Cauca y norte de Nariño.

Se expandió la demanda por mano de obra para la siembra, labores culturales, cosecha y procesamiento de la hoja, la cual en la mayoría de los casos pasó de los "químicos" que intentaron en vano guardar el secreto a los propios campesinos que aprendie-

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UNIVERSALIZACIÓN DEL FENÓMENO DE DROGAS

ron rápidamente. Las actividades conexas le imprimieron un acelerado ritmo al crecimiento urbano, a la diversificación de los servicios y a las migraciones. Pero también dieron pie a la agudización de los conflictos derivados de la ocupación territo­rial, a la falta de oportunidades para todos los migrantes y a los estados crecientes de violencia y descomposición social.

La bonanza fue muy corta y no le dio tiempo a los grupos migrantes luego de colmar sus deseos insatisfechos -prostitu­tas, consumo no productivo, despilfarro- a aplicar de manera ordenada y productiva los excedentes de sus ganancias extraor­dinarias. En 1983 un gramo de base coca valía apenas US$1.30, es decir, 15 veces menos que tres años atrás y con costos de producción crecientes. Poblaciones como San José, Calamar y Miraflores se convirtieron casi que en pueblos fantasmas.

Con la minibonanza de 1984 y 1985 los precios se reac­tivaron moderadamente e ilusionaron a los productores. Pero las cosas habían cambiado. El puente aéreo para el flujo de base de coca de Perú y Bolivia hacia los grandes laboratorios comoTranquilandia y Villacoca en los bordes de las serranías de Araracuara y Chiribiquete garantizaba el suministro per­manente de materia prima. Las condiciones de los mercados también habían cambiado: los volúmenes transados en los mer­cados de consumidores y los precios del clorhidrato de cocaí­na habían bajado a niveles insospechados; de US$40 mil el kilogramo en el año 80 en los mercados mayoristas de Miami, se bajó a US$10 mil en 1985 y el número de consumidores ya se contaba por millones.

Desde entonces los precios de la coca se han mantenido en unos niveles que apenas retribuyen los costos de producción del campesino y algún excedente ocasional. No obstante, man­tienen la ventaja frente a los cultivos tradicionales de propiciar una mayor liquidez y circulación de dinero dados los ciclos cortos de cosechas (2-3 meses), característica única y maravi-

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llosa de esta especie vegetal. No es que la coca le cree riqueza al campesino, pero le mantiene esa ilusión.

Bajo el predominio de estas características, hasta tal vez co­mienzos de los años 90, las migraciones de "raspachines" y ope­rarios de los laboratorios hacia las zonas productoras fueron de carácter estacional y en correspondencia con dichas actividades.

De la empresa campesina a la producción

en mediana y gran escala

Con el decenio de los 90 el mapa regional andino de los cul­tivos para la producción de drogas cambió de manera radical. Se rompió el puente aéreo entre Bolivia, Perú y Colombia; los precios cayeron en el Perú y la producción entró en un pro­longado receso, coyunturalmente sacudido por la reactivación de los precios. Bolivia activó la producción comercial de coca en el Chapare hasta extensiones de 45 mil hectáreas y carteles propios; Colombia alcanzó el liderazgo de la producción de hoja, base y cocaína para erigirse en el primer productor mun­dial, no obstante la debacle de los carteles de Medellín y Cali. Hoy se siembran y cosechan 100 mil hectáreas de coca en Colombia. Los cultivos de amapola emergieron con fuerza y fueron una buena línea de reinversión de los capitales acumu­lados de la coca.

Con este reordenamiento de la producción también se reordenaron el territorio, los procesos de ocupación y las rela­ciones sociales de producción en las regiones con alta inci­dencia de cultivos ¡lícitos. La producción campesina de coca perdió dinámica y se convirtió en una actividad sustentada principalmente en el trabajo familiar y articulada a otras acti­vidades productivas dentro y fuera de la finca. El campesino mismo combina la producción propia con el alquiler de su fuerza de trabajo.

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La producción empresarial se basa en relaciones asalariadas de producción y es de dos tipos: la colonización coquera de pequeña y mediana escala y la producción empresarial en gran escala. En ambos casos la ocupación de territorio se hace de manera provisional y hacia los extremos de la frontera agrícola y no se expresan motivaciones que permitan el mejoramiento de las condiciones de vida de la población, tales como la vi­vienda, la prestación de servicios de salud y educación, el de­sarrollo de la infraestructura vial y de apoyo a la producción. La movilidad de los asentamientos está determinada por las labo­res de interdicción y por la prestación de servicios desde los asentamientos nucleados que se van configurando alrededor de la dinámica productiva coquera.

El traslado de poblaciones trabajadoras hacia ias áreas de pro­ducción es estacional y determinado por los períodos de cose­cha, labores culturales de las plantaciones y procesamiento de la hoja. Las relaciones sociales de producción son más impersona­les, vale decir, de corte más capitalista y presentan mayores nive­les de especialización y de división técnica del trabajo. En el caso de la amapola el ochenta por ciento de la producción se hace por fuera de los sistemas campesinos de producción y con predominio de relacionas asalariadas5.

En el mapa de los desplazados por la violencia en Colom­bia, los departamentos de Guaviare, Meta, Caquetá y Putumayo tienen una participación muy baja del fenómeno como expul­sores de población. Por el contrario, en términos de las dinámi­cas demográficas se muestra que entre los censos de 1985 y 1995 la población de la Amazonia pasó de 428 mil habitantes a 643 mil con un incremento del 50%. El 86% de esa pobla­ción se concentra en las zonas de piedemonte de los departa-

' FRANCO, Femando. Campesinos y sus organizaciones en áreas productoras de cultivos ilícitos en Colombia. IICA. 1999.

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mentos de Caquetá y Putumayo. En contraste, el área sembrada en cultivos licitasen el Caquetá se redujo de 107.213 hectáreas en 1989 a 77.993 en 1996, pero los cultivos de coca se convir­tieron en la cosecha más importante y las actividades derivadas en el principal impulso del crecimiento económico de la región.

Para cabecear el escr i to

£ Ni la violencia derivada de las últimas guerras por ei con­trol territorial, ni la crisis del sector rural aparejada a los mode­los económicos vigentes han sido factores determinantes en los procesos de reestructuración territorial en las áreas con alto pre­dominio de cultivos ¡lícitos.

£ La violencia política resultante de las guerras es más bien marginal frente a los muertos que aporta la violencia común, aunque en ningún caso se puede ignorar sus relaciones. Esto es especialmente cierto en las áreas con presencia de cultivos ilícitos, aún bajo las acciones terroristas de los paramilitares.

% Las migraciones hacia las zonas productoras de cultivos ilícitos no tienen la motivación de desesperanza de los despla­zados por la violencia al estilo de la zona norte del país, sino que parecen más bien movimientos ordenados y, de pronto pu­diera decirse, sistemáticos, en torno al sector productivo tenso pero dinámico.

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Sobre desplazados, cultivos ilícitos, el despeje como experimento y la aplicación del DIH en el conflicto

armado colombiano

Alejo Vargas Velásquez Profesor Asociado

Universidad Nacional

Algunos comentarios a propósito de las ponencias de los profesores Femando Cubides, Fernando Franco, Luis

Femando Maldonado y Aura María Puyana Mutis

Frente a la tarea de comentar las ponencias de los colegas men­cionados, todas ellas fruto de reflexiones bien sustentadas y en algunos casos de trabajos de campo destacables, aparece de entrada una dificultad: la diversidad de temáticas que las mis­mas abordan, aun cuando implícitamente tengan como refe­rente un mismo ámbito espacial. Por lo tanto asumí como me­todología el buscar, inicialmente, las posibles conexiones que pudieran darse én algunos de los textos, luego tratar de eviden­ciar algunas tensiones que las ponencias planteaban y por últi­mo, resaltar algunas ausencias que, a juicio del comentarista, los documentos mencionados no tocaban.

Las conexiones posibles

De la lectura de los textos pueden plantearse algunas cercanías entre los mismos, que no necesariamente son coincidencias, de las cuales quisiera destacar, por su importancia en la pers­pectiva comparativa, las siguientes:

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f La conexión entre el texto de Fernando Cubides y el de Luis Fernando Maldonado a propósito de la territorialidad.

Nos dice Cubides que: "la región del actual despeje pasó de ser zona esporádica de refugio inicialmente, a retaguardia para re­organizar el dispositivo luego de los combates de Marquetalia, zona de implantación después, en fin zona donde "el nuevo modo de operar" arroja dividendos políticos netos, tal es la se­cuencia en líneas generales de la relación de la guerrilla con este territorio", y añade más adelante en lo relacionado con la presencia de las FARC y la percepción de los habitantes de la región: "si para los forasteros la novedad está en la concentra­ción de los efectivos de las FARC, y en el ejercicio visible de la autoridad por parte de los comandantes guerrilleros, para los pobladores está en que dicha autoridad se ha intensificado, en que no tiene contrapesos a la vista; a una situación de 'poder dual' la ha sucedido una de poder directo..."

Lo anterior plantea, sin que necesariamente esa haya sido la intencionalidad del autor, el problema de la territorialidad y por ahí nos relaciona con lo señalado por Maldonado como uno de los problemas en la aplicación efectiva del Derecho Internacional Humanitario en un conflicto armado interno en el cual "es un hecho inevitable que los gobiernos nacionales de los últimos tiempos no mantienen una soberanía en toda la ex­tensión territorial, tanto por su crisis interna, como por la exis­tencia del conflicto armado interno", y más adelante anota "la influencia territorial de la guerrilla se convierte en una territo­rialidad móvil, como lo identifica su forma de hacer la guerra, basada en la sorpresa y la movilidad. Sólo que en algunas zo­nas del país la guerrilla construye presencia a más largo plazo, por lo que la territorialidad se asienta y se hace a la vez difu­sa...", y concluye planteando que "mi propuesta es asumir que en el conflicto armado interno existe el territorio de combate que hipotéticamente es todo el territorio nacional, en el que

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existen varios territorios: el territorio no defendido, el territorio desmilitarizado y el territorio de distensión".

Evidentemente, sin que la intencionalidad de ninguno de los dos escritores referenciados haya sido construir relaciones en­tre sus documentos, sí encontramos planteado allí un problema de extraordinaria importancia en relación con la guerra interna y la aplicación de la normatividad internacional que busca pro­teger a la población no combatiente.

$ La conexión entre las ponencias de Aura María Puyana y de Fernando Franco sobre los cultivos ilícitos y su relación con las movilidades poblacionales.

Para la investigadora Puyana es evidente que "la movilización forzosa por causa de la fumigación de cultivos ¡lícitos apenas se visualiza como problema. En la medida en que es compo­nente central de la estrategia antinarcóticos del Estado colom­biano, no hace parte tampoco de la agenda de gobierno sobre atención a poblaciones desplazadas por la violencia... Desde la óptica estatal, la fumigación no es factor de violencia ni de violación de derechos fundamentales, sino una respuesta re­presiva legal a una conducta ¡legal de campesinos y empresa­rios cultivadores de sustancias naturales enervantes". La autora enfatiza la importancia de estudiar con mayor profundidad el efecto de las fumigaciones sobre el desplazamiento forzoso de población y señala que en el caso del Caquetá el desplaza­miento se asocia a las siguientes causalidades: represalias por el conflicto armado, terror paramilitar, coacción de la guerrilla, fumigación aérea y cierre del mercado ¡legal de pasta de coca al haber sido éste centralizado por la acción de las FARC. A juicio de Aura María esta no consideración de la fumigación como causal de desplazamiento tiene otra consecuencia y es la inexistencia de demandas de compensación al Estado por da­ños comprobados.

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Fernando Franco analiza la relación desde otra perspectiva, con un cierto peso de la racionalidad económica, las movilida­des poblacionales, sobretodo de tipo transitorio, están asocia­das al ciclo de los cultivos de coca y anota: "hasta tal vez co­mienzos de los años 90, las migraciones de "raspachines" y operarios de laboratorios hacia las zonas productoras fueron de carácter estacional y en correspondencia con dichas activida­des". Y concluye al final de su escrito señalando: "Las migracio­nes hacia zonas productoras de cultivos ¡lícitos no tienen la motivación de desesperanza de los desplazados por la violen­cia al estilo de la zona norte del país, sino que parecen más bien movimientos ordenados y de pronto pudiera decirse siste­máticos, en torno a un sector productivo tenso pero dinámico".

Algunas tensiones evidentes

% La presentada en los textos de Fernando Cubides y Femando Franco, a propósito del ciclo que va de la colonización a su transformación en campesino estable.

Cubides plantea que hay necesidad de romper con la mirada tradicional cuando señala: "la propia noción de campesinado es necesario volver a pensarla y con ella el carácter ineluctable o fatal de lo que el propio Fals Borda llamaba en sus escritos, parafraseando a Comte "ley de los tres estadios" según la cual la colonización siempre y en todos los casos reproduce la eco­nomía campesina y con el eslabón intermedio del comerciante de tierras, termina ampliando el latifundio". Franco, por su par­te, comparte una mirada más clásica del proceso que va de la colonización a la estructuración de economías campesinas y anota "en Colombia la colonización de tipo familiar - la única posible cuando se carece de medios de producción diferentes a los de la propia fuerza de trabajo- ha avanzado primero sobre las áreas piedemontanas de la Cordillera Oriental y luego sobre las vegas de los ríos navegables, selva adentro... Se caracteriza

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por una economía de subsistencia a partir de prácticas de tala y quema de bosques y siembra de cultivos de pancoger, a los cuales sucede el establecimiento de potreros. La estructura socioproductiva de la unidad económica campesina prevaleciente en la colonización de tipo familiar favoreció la rápida expansión y articulación de los cultivos comerciales de coca y amapola".

£ La relacionada con la narcotización de la paz, que pone de relieve Fernando Franco y que Fernando Cubides minimiza.

Franco es categórico en señalar que: "a Colombia le narcoti­zaron las relaciones internacionales, el desarrollo regional, el ordenamiento territorial, los estilos de hacer política, la gue­rra por el territorio y la guerra por la paz" dentro de un doble movimiento a nivel global, la universalización del fenómeno de la droga y la necesidad de buscar culpables. Cubides, por su parte, si bien no desconoce el fenómeno de la coca y ama­pola en la región, considera que en la zona de despeje no es tan relevante, señala una cifra del 7.3% de ios cultivos ¡lícitos y anota que "la cautela en el manejo de la información ha sido la pauta, y todos los que intervienen parecen concientes de la sensibilidad que reviste" y resalta la importancia del ofreci­miento hecho por los alzados en armas de un programa piloto de erradicación en un municipio diferente (Cartagena del Chaira), pero sin olvidar las áreas cultivadas al interior de la zona de despeje.

f La importancia que tiene la guerra interna de tipo político en la conformación de región y el establecimiento de lealtades consensúales y coercitivas, que Fernando Cubides destaca y que Fernando Franco, por el contrario minimiza.

En efecto, Cubides no solamente nos reseña la ligazón entre procesos de poblamiento de la región y las expresiones cícli­cas de la violencia, desde ias épicas "columnas de marcha" que la convierten en retaguardia del movimiento guerrillero de

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las FARC, sino también las diversas movilizaciones sociales o 'marchas' como se han denominado, desde 1981, muy ligadas a demandas que buscaban frenar operativos estratégicos del ejér­cito en toda la zona: "cada una de las movilizaciones se produ­jo en relación directa con planes del ejército, o con operativos militares en curso, y condujeron a desvirtuarlos o a aminorar su efecto". Igualmente anota Cubides que "las características que tuvo el poblamiento convirtieron a la población en una base social mayoritariamente dispuesta y favorable al poder militar que ha ¡do construyendo la guerrilla..." Franco, por su parte, considera que los procesos de poblamiento están más relacio­nados con las dinámicas económicas asociadas a los denomi­nados cultivos ¡lícitos, las bonanzas o microbonanzas y anota tajantemente "ni la violencia derivada de las últimas guerras por el control territorial, ni la crisis del sector rural aparejada a los modelos económicos vigentes han sido factores determi­nantes en los procesos de reestructuración territorial en las áreas con alto predominio de cultivos ¡lícitos. Por el contrario, se han convertido en zonas de amortiguamiento".

% Aura María Puyana le da un gran peso al método coerciti­vo para la erradicación del cultivo de coca, es decir la fumiga­ción, como causa del desplazamiento en el Caquetá, mientras que Fernando Franco minimiza este problema, como lo ¡lustra­mos en la última de las conexiones señaladas, que al mismo tiempo es una tensión que los textos nos plantean.

La ausencias que resaltan

Queremos en esta parte de los comentarios hacer algunas ano­taciones, desde una perspectiva eminentemente académica, reseñando lo que a juicio del comentarista le hubiera gustado encontrar adicionalmente en los textos y que no pueden dar lugar a ningún otro tipo de susceptibilidades, ni por parte de los lectores, pero tampoco de los mismos autores.

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a) Un análisis de la estrategia del despeje, que incluya el por­qué se pasa de uno a cinco municipios como demanda por parte de las FARC. Si bien el texto del profesor Cubides se adentra en una mirada analítica acerca de los antecedentes históricos de la región del despeje y sus conexiones con las luchas agra­rias y guerrilleras de las FARC en la región y nos señala el antecedente inmediato del despeje para la liberación de los soldados en Cartagena del Chaira en 1997, como un ensayo de la puesta en escena del despeje, sin embargo el texto no analiza el porqué las FARC pasan de una demanda de despeje en un municipio en 1 995, La Uribe, a una de cinco en 1 998. En qué medida esto se ubica dentro de un plan estratégico de esta guerrilla, no necesariamente para la negociación inme­diata, sino eventualmente para una nueva fase de la guerra irregular, incluyendo dentro de la misma la consolidación de su demanda de "status de beligerancia", ligada a la solicitud de la ley del canje permanente.

b) No se contemplan dentro del análisis otras experiencias de despeje que se han dado en el pasado. Más allá de la men­ción del despeje de 1997 en Cartagena del Chaira, hubiera sido interesante, no solamente ubicar el despeje como una garantía necesaria de seguridad para conversar dos adversarios en con­flicto cuando han decidido hacerlo en medio de la guerra y adi­cionalmente analizar lo que significó en el pasado los casos presentados con los denominados 'campamentos de paz' con el M-l 9, las zonas de despeje en que se concentraron las gue­rrillas en trance de desmovilizarse durante los gobiernos de Virgi­lio Barco y César Gaviria, así como la experiencia de despeje con el Movimiento Jaime Batemán Cayón en el norte del Cauca, durante el gobierno de Ernesto Samper.

c) Hay un vacío en el análisis en lo relacionado con el poder coercitivo que ejerce la guerrilla en la zona del despeje, aun­que el texto de Cubides lo menciona de manera tangencial,

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todo indica que si bien hay elementos consensúales en la rela­ción entre población civil y guerrilla, también es clara la pre­sencia de elementos coercitivos como se ha denunciado por varias fuentes incluidas autoridades religiosas de la zona.

d) No se analiza suficientemente el hecho que es la presencia de poderes hegemónicos en un territorio lo que tiende a reflejar una disminución de los niveles de violencia, como se ha visto en casos de zonas controladas por los paramilitares, lo cual a su vez era previsible en esta zona con la presencia del poder hegemóni-co de las FARC expresado en lo que Cubides llama "un 'cese al fuego' práctico para las distintas modalidades de violencia", y que por el contrario son los territorios en disputa los que tienden a mostrar los indicadores de mayor violencia, justamente por la inexistencia de un poder regulador hegemónico.

e) En los diversos documentos falta una mirada analítica a la relación existente entre narcotráfico, guerrilla, cultivos ¡lícitos y acumulación de la guerra y io que esto significa como disputa de las rentas del narcotráfico, con excepción del texto de Aura María Puyana que toca la relación entre guerrilla y rentas provenientes del narcotráfico. Es evidente que el desarrollo de una guerra inter­na como la colombiana requiere que los actores de la misma ha­yan resuelto por lo menos tres problemas estratégicos: la disponi­bilidad de mandos y de tropa, que en general han resuelto con sus Escuelas de Mandos y con el volumen de desempieados existentes en el mundo rural y urbano; los recursos bélicos que el mercado negro internacional de armas suministra de manera eficiente, siem­pre y cuando se haya resuelto el último de estos problemas; los recursos económicos y es allí donde el narcotráfico, sin duda, se ha convertido en la fuente privilegiada de estos recursos a través de los denominados "impuestos de guerra" a esta actividad, en especial en esta región del sur de Colombia.

Por último, creo de vital importancia destacar lo relaciona­do con las dificultades existentes en un conflicto interno arma-

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do como el colombiano, para la aplicación del Derecho Inter­nacional Humanitario, tratadas en el texto de Luis Fernando Maldonado, quien nos plantea cuatro campos problemáticos al respecto: el de la territorialidad atrás mencionado, el de los acto­res del conflicto, lo relacionado con las relaciones internacionales del conflicto armado interno y, finalmente, el de la funcionalidad del derecho, en un contexto como el de la guerra caracterizado por la ¡legalidad y la irracionalidad.

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