Confusion de Lenguas

13
Confusión de Lenguas entre los Adultos y el Niño: El lenguaje de la ternura y de la pasión Sándor Ferenczi Sería un error querer introducir a la fuerza, en un informe al Congreso, el amplio tema del origen exterior de la formación del carácter y de la neurosis. Por ello me contentaré con ofrecer un extracto de lo que hubiera querido decir. Hubiera sido útil indicar primero cómo me he planteado el problema formulado en el título. Durante una conferencia pronunciada en la Sociedad Vienesa de Psicoanálisis, con ocasión del sesenta y cinco aniversario del profesor Freud, hablé de una regresión en la técnica (y también en parte en la teoría de las neurosis) que se me impuso por determinados fracasos o resultados terapéuticos incompletos. Entiendo por ello la importancia atribuída recientemente al factor traumático tan injustamente olvidado en los últimos tiempos al tratar la patogénesis de las neurosis. El hecho de no profundizar lo suficiente en su origen externo supone un peligro, el de recurrir a explicaciones apresuradas relativas a la predisposición y a la constitución. Las manifestaciones que yo calificaría de impresionantes, las repeticiones casi alucinatorias de sucesos traumáticos que comenzaban a acumularse en mi práctica, autorizaban la esperanza de que, gracias a tal abreacción, importantes cantidades de afectos rechazados se impusieran en la vida afectiva consciente y pusieran pronto fin a la aparición de los síntomas; sobre todo cuando la superestructura de los afectos ha sido lo suficientemente dulcificada por el trabajo analítico. Desgraciadamente esta esperanza sólo se ha realizado de manera imperfecta, y en muchos casos he tropezado con grandes dificultades. La repetición, estimulada por el análisis, había resultado demasiado bien. Podía constatarse sin duda una mejoría sensible de determinados síntomas, pero los pacientes comenzaban a quejarse de estados de angustia nocturna y sufrían incluso penosas

description

confusion de lenguas

Transcript of Confusion de Lenguas

Confusin de Lenguas entre los Adultos y el Nio:El lenguaje de la ternura y de la pasinSndor FerencziSera un error querer introducir a la fuerza, en un informe al Congreso, el ampliotema del origen exterior de la formacin del carcter y de la neurosis. Por ello mecontentar con ofrecer un extracto de lo que hubiera querido decir. Hubiera sidotil indicar primero cmo me he planteado el problema formulado en elttulo. Durante una conferencia pronunciada en la Sociedad Vienesa dePsicoanlisis, con ocasin del sesenta y cinco aniversario del profesor Freud,habl de una regresin en la tcnica (y tambin en parte en la teora de lasneurosis) que se me impuso por determinados fracasos o resultados teraputicosincompletos. Entiendo por ello la importancia atribuda recientemente al factortraumtico tan injustamente olvidado en los ltimos tiempos al tratar lapatognesis de las neurosis. El hecho de no profundizar lo sufciente en su origenexterno supone un peligro, el de recurrir a explicaciones apresuradas relativas ala predisposicin y a la constitucin. Las manifestaciones que yo califcara deimpresionantes, las repeticiones casi alucinatorias de sucesos traumticos quecomenzaban a acumularse en mi prctica, autorizaban la esperanza de que,gracias a tal abreaccin, importantes cantidades de afectos rechazados seimpusieran en la vida afectiva consciente y pusieran pronto fn a la aparicin delos sntomas; sobre todo cuando la superestructura de los afectos ha sido losufcientemente dulcifcada por el trabajo analtico.Desgraciadamente esta esperanza slo se ha realizado de manera imperfecta, y enmuchos casos he tropezado con grandes difcultades. La repeticin, estimuladapor el anlisis, haba resultado demasiado bien. Poda constatarse sin duda unamejora sensible de determinados sntomas, pero los pacientes comenzaban aquejarse de estados de angustia nocturna y sufran incluso penosas pesadillas; lasesin de anlisis sola degenerar en una crisis de angustia histrica. Esto, igualque la sintomatologa que pareca alarmante, fue analizado de una formaconcienzuda, lo cual convenci y tranquiliz aparentemente a los pacientes: elresultado, que se esperaba duradero, no lo era sin embargo y a la maanasiguiente el enfermo volva a quejarse de una noche terrible, siendo la sesin deanlisis una nueva repeticin del trauma. Durante cierto tiempo me consoldicindome que el paciente ofreca grandes resistencias o que sufra un rechazodel que no poda tomar conciencia para descargarse en sucesivas etapas. Al noapreciar ninguna modifcacin esencial tras una pausa bastante grande tuve queproceder una vez ms a mi autocrtica. Yo aguzaba el odo cuando los pacientesme acusaban de ser insensible, fro, y hasta cruel, y cuando me reprochaban seregosta, sin corazn y presuntuoso; tambin cuando me gritaban Por favor,aydeme rpido, no me deje morir en la desesperacin ... . Hice mi examen deconciencia para ver si a pesar de mi buena voluntad, eran ciertas, susacusaciones. Debo decir que tales explosiones de clera y de furor slo ocurranexcepcionalmente; a menudo, mis interpretaciones eran aceptadas por el pacienteal fn de la sesin con una docilidad llamativa, incluso con desconcierto. A pesarde ser una inversin fugaz, me hizo sospechar que estos pacientes dcilesexperimentaban en secreto impulsos de odio y de clera, de modo que les invit aque abandonaran cualquier consideracin respecto a m. Tal oferta tuvo pocoxito y la mayora rehusaron enrgicamente aceptar esta demanda excesiva, apesar de que fue sufcientemente apoyada por el material analtico.Llegu poco a poco a la conviccin de que los pacientes perciban con muchafnura las tendencias, las simpatas y antipatas, y el humor del analista, inclusocuando ste era inconsciente de ellas. En lugar de contradecirle y acusarle defaquezas o de cometer errores, los pacientes se identifcaban con l. Slo enmomentos excepcionales de excitacin histrica, es decir en un estado casiinconsciente, podanreunir los pacientes sufciente coraje paraprotestar. Habitualmente no se permiten ninguna crtica respecto a nosotros; nisiquiera les viene a la mente, como no reciban nuestro permiso expreso o nuestronimo directo. Por ello no slo debemos aprender a adivinar a partir de lasasociaciones de los enfermos los hechos desagradables de su pasado sino quetambin hemos de averiguar las crticas rechazadas o reprimidas que nos dirigen.Aqu chocamos con importantes resistencias, no ya las del paciente, sino lasnuestras. Ante todo debemos ser analizados y conocer a fondo nuestros rasgos decarcter desagradable, tanto exteriores como interiores, a fn de aceptar lo que lasasociaciones de nuestros pacientes pueden contener de odio o de despreciooculto. Esto nos lleva al problema de saber hasta dnde debe llegar el anlisis delanalista, asunto cada vez ms importante. No hay que olvidar que el anlisis enprofundidad de una neurosis exige casi siempre muchos aos, mientras que elanlisis didctico habitual slo dura algunos meses, o a lo sumo ao y medio, locual puede llegar a crear la imposible situacin de que nuestros pacientes estnpoco a poco mejor analizados que nosotros. Al menos pueden presentar sntomasde tal superioridad, pero son incapaces de expresarles verbalmente. Caen en unaextremada sumisin, a consecuencia de su incapacidad o del temor dedesagradarnos al criticarnos. Gran parte de la crtica rechazada se refere a lo que podramos llamar lahipocresa profesional. Acogemos cortsmente al paciente cuando entra, lepedimos que nos comunique sus asociaciones, y le prometemos escucharleatentamente y consagrar todo nuestro empeo a su bienestar y al trabajo deaclarar su estado. En realidad puede ocurrir que algunos rasgos, internos oexternos del paciente, nos sean difcilmente soportables, o incluso que sintamosque la sesin de anlisis aporta una perturbacin desagradable a unapreocupacin profesional ms importante o a un problema ntimo. Aqu no veootra salida que tomar conciencia de nuestro propio problema y comentarlo con elpaciente, admitindolo no slo como posibilidad sino tambin como hecho real. He de insistir en que esta renuncia a la hipocresa profesional, consideradahasta ahora como inevitable, en lugar de herir al paciente le aporta un notableconsuelo. Aunque estalle la crisis traumtica histrica, lo hace sin tantaviolencia; resulta posible reproducir mediante el pensamiento los sucesos trgicosdel pasado sin que tal reproduccin suponga una nueva prdida del equilibriopsquico, parece incluso que se eleva el nivel de la personalidad del paciente.Qu ha conducido a este estado de cosas? En la relacin entre el mdico y elenfermo exista falta de sinceridad, algo que no se haba dicho y que al explicarloliberaba la lengua del paciente. Admitir un error consegua para el analista laconfanza del paciente. Puede tenerse la impresin de que entonces sera tilcometer errores, para confesarlos a continuacin al paciente. pero esto resultarasuperfuo. Cometemos los sufcientes errores de forma espontnea y tuve unpaciente inteligente que se indignaba con justicia a este respecto dicindonos:Mejor sera que evitara usted cualquier error.... su vanidad saldra benefciada siaprovechara sus fallos ... . El solucionar este problema puramente tcnico me hizo acceder a un materialoculto al que haba atribuido hasta entonces poca atencin. La situacinanaltica, esa fra reserva, la hipocresa profesional y la antipata respecto alpaciente que se oculta tras ella y que el enfermo capta con todo su ser, no diferedemasiado de las cosas que anteriormente, es decir en la infancia, le hicieronenfermar. En este momento de la situacin analtica, si empujamos al enfermo ala reproduccin del trauma, su estado se hace insoportable; por ello no hay queextraarse de conseguir una situacin similar, ni mejor, ni diferente, a la deltrauma primitivo. Pero la capacidad de admitir nuestros errores y de renunciar aellos, as como la autorizacin de las crticas, nos hacen ganar la confanza delpaciente. Esta confanza es algo que establece el contraste entre el presente y unpasado insoportable y traumtico. Tal contraste es indispensable para reavivar elpasado, no tanto como reproduccin alucinatoria sino ms bien en cuantorecuerdo objetivo. La crtica latente expresada por mis pacientes descubra, conagudeza, los rasgos agresivos de mi teraputica activa, la hipocresa profesional,para forzar la relajacin del paciente, y me enseaba a reconocer y dominar lasexageraciones en ambos sentidos. Estoy tambin reconocido a los pacientes queme han enseado que tenemos excesiva tendencia a mantener determinadasconstrucciones tericas y a dejar de lado hechos que quebrantaran nuestraseguridad y nuestra autoridad. En cualquier caso he podido saber por qu somosincapaces de operar sobre los accesos histricos, y de este modo he podidofnalmente triunfar. Me hallaba en la misma situacin que aquella damaespiritual quien, ante una de sus amigas en estado narcolptico, no pudiendosocorrerla ni con sacudidas ni con gritos, tuvo repentinamente la idea de hablarlede manera mimosa, como a un nio: Vamos, querida, revulcate por latierra[2],. Hablamos mucho en el anlisis de regresin a la infancia, peroevidentemente no sabemos hasta qu punto tenemos razn. Hablamos mucho dedivisin de la personalidad, pero parece que no conocemos en su justa medida laprofundidad de este fenmeno. Si guardamos una actitud fra y pedaggica enpresencia de un paciente afectado de opisttonos, rompemos el ltimo vnculoque nos une a l. El paciente sin conocimiento es como un nio que ya no essensible al razonamiento, sino a lo ms a la benevolencia[3] materna. Si falta esta benevolencia se halla solo y abandonado en la ms profundadesesperacin, es decir justamente en la misma situacin insoportable, que, endeterminado momento, le condujo a la ruptura psquica, y luego a laenfermedad. No es sorprendente que el paciente solo pueda repetir de modoexacto, como cuando se instal en l la enfermedad, la formacin de los sntomasdesatados por la conmocin psquica. Los pacientes no se sienten afectados por una muestra teatral de piedad, sino tanslo por una autntica simpata. No s si la reconocen en el tono de nuestra voz,en los trminos que utilizamos, o de otra forma; de cualquier modo, adivinan, deforma casi extralcida, los pensamientos y las emociones del analista. Me parececasi imposible engaar al enfermo en este punto, y las consecuencias decualquier tentativa de engao seran nefastas. Permtanme que les insista en queesta relacin ntima con el paciente me ha dado importantes niveles decomprensin. En principio he podido confrmar la hiptesis ya enunciada de quenunca se insistir bastante sobre la importancia del traumatismo y en particulardel traumatismo sexual como factor patgeno. Incluso los nios de familiashonorables de tradicin puritana son vctimas de violencias y de violacionesmucho ms a menudo de lo que se cree. Bien son los padres que buscan unsustituto a sus insatisfacciones de forma patolgica, o bien son personas deconfanza de la familia (tos, abuelos), o bien los preceptores y el personaldomstico quienes abusan de la ignorancia y de la inocencia de los nios. Laobjecin de que se trata de fantasas de los nios, es decir de mentiras histricas,pierde toda su fuerza al saber la cantidad de pacientes que confesan en elanlisis sus propias culpas sobre los nios. No me sorprend cuando, hace poco,un pedagogo de espritu flantrpico vino a verme con gran desesperacin y meconf su descubrimiento, ya por quinta vez, de que en una familia de buenasociedad la gobernante mantena con muchachos de nueve a once aos unaautntica vida conyugal. Las seducciones incestuosas se producen habitualmente de este modo: un adultoy un nio se aman; el nio tiene fantasas ldicas, como por ejemplo desempearun papel maternal respecto al adulto. Este juego puede tomar una forma ertica,pero permanece siempre a nivel de la ternura. No ocurre lo mismo en los adultosque tienen predisposiciones psicopatolgicas, sobre todo si su equilibrio y sucontrol personal estn perturbados por alguna desgracia, por el uso deestupefacientes o de sustancias txicas. Confunden los juegos de los nios conlos deseos de una persona madura sexualmente, y se dejan arrastrar a actossexuales sin pensar en las consecuencias. De esta manera son frecuentesverdaderas violaciones de muchachitas apenas salidas de la infancia, lo mismoque relaciones sexuales entre mujeres maduras y muchachos jvenes, o actossexuales impuestos de carcter homosexual. Es difcil adivinar el comportamiento y los sentimientos de los nios tras estossucesos. Su primer reaccin ser de rechazo, de odio, de desagrado, y opondrnuna violenta resistencia: No, no quiero, me haces mal, djame! Esta, o algunasimilar, sera la reaccin inmediata si no estuviera inhibida por un temorintenso. Los nios se sienten fsica y moralmente indefensos, su personalidad esan dbil para protestar, incluso mentalmente, la fuerza y la autoridadaplastante de los adultos los dejan mudos, e incluso pueden hacerles perder laconciencia. Pero cuando este temor alcanza su punto culminante, les obliga asometerse automticamente a la voluntad del agresor, a adivinar su menor deseo,a obedecer olvidndose totalmente de s e identifcndose por completo con elagresor. Por identifcacin, digamos que por introyeccin del agresor, stedesaparece en cuanto realidad exterior, y se hace intrapsquico; pero lo que esintrapsquico va a quedar sometido, en un estado prximo al sueo - como lo esel trance traumtico - al proceso primario, es decir que lo que es intrapsquicopuede ser modelado y transformado de una manera alucinatoria, positiva onegativa, siguiendo el principio del placer. En cualquier caso la agresin cesa deexistir en cuanto la realidad exterior y, en el transcurso del trance traumtico, elnio consigue mantener la situacin de ternura anterior Pero el cambio signifcativo provocado en el espritu infantil por la identifcacinansiosa con su pareja adulta es la introyeccin del sentimiento de culpabilidaddel adulto: el juego hasta entonces anodino aparece ahora como un acto quemerece castigo. Si el nio se recupera de la agresin, siente una confusin enorme; a decir verdadya est dividido, es a la vez inocente y culpable, y se ha roto su confanza en eltestimonio de sus propios sentidos. A ello se aade el comportamiento grosero deladulto, an ms irritado y atormentado por el remordimiento, lo que hace al nioms consciente de su falta y ms vergonzoso. Casi siempre el agresor secomporta como si nada ocurriera y se consuela con la idea: Va, no es ms queun nio, an no sabe nada, lo olvidar todo pronto. Tras un hecho de estanaturaleza no es raro ver al seductor adherirse a una moral rgida o a principiosreligiosos, esforzndose con su severidad por salvar el alma del nio. En general,las relaciones con una segunda persona de confanza, por ejemplo la madre, noson lo sufcientemente ntimas para que el nio pueda hallar ayuda en ella;algunas dbiles tentativas en este sentido son rechazadas por la madrecalifcndolas de tonteras. El nio del que se ha abusado se convierte en un serque obedece mecnicamente o que se obstina; pero no puede darse cuenta de lasrazones de esta actitud. Su vida sexual no se desarrolla, o adquiere formasperversas; no hablar de las neurosis y de las psicosis que pueden resultar enestos casos. Lo que importa desde el punto de vista cientfco en esta observacines la hiptesis de que la personalidad an dbilmente desarrollada reacciona aldesagrado brusco no mediante la defensa sino con una identifcacin ansiosa ycon la introyeccin de lo que la amenaza o la arremete. Ahora comprendo por qumis pacientes rehsan mi consejo de reaccionar frente al desagrado con odio ocon movimientos defensivos, como yo hubiera esperado. Una parte de supersonalidad, el ncleo mismo de ella, ha quedado fjado a un determinadomomento y a un nivel en que las reacciones aloplsticas eran an imposibles ydonde, debido a una especie de mimetismo, se reacciona de formaautoplstica. Se llega as a un tipo de personalidad constituido nicamente por elEllo y el Super-Ego que, en consecuencia, es incapaz de afrmarse en casos dedesagrado; del mismo modo un nio que an no ha alcanzado pleno desarrollo esincapaz de soportar la soledad si carece de proteccin maternal y de una fuertedosis de ternura. Vamos a referirnos ahora a las ideas desarrolladas por Freuddesde hace tiempo cuando sealaba que la capacidad de experimentar un amorobjetal iba precedida de un estadio de identifcacin. Califcar tal estadio como eldel amor objetal pasivo, o estadio de la ternura. Pueden aparecer rasgos de amorobjetal pero slo en cuanto fantasas, de manera ms bien ldica. De esta forma,casi todos los nios juegan con la idea de ocupar el lugar del progenitor delmismo sexo para convertirse en pareja del otro, aunque slo sea de formaimaginaria. En realidad ni querran ni podran pasar de la ternura, y sobre todode la ternura maternal. Si en el momento de esta fase de ternura se impone a losnios ms amor o un amor diferente al que desean, pueden ocasionrseles lasmismas consecuencias patgenas que la privacin de amor hasta ahoraaludida. Esto nos llevara muy lejos al hablar de todas las neurosis yconsecuencias caracteriolgicas que pueden resultar de la apertura precoz aformas de amor apasionado, teido de sentimientos de culpabilidad en un serinmaduro e inocente. La consecuencia no puede ser otra que la confusin delenguas a la que aludo con el ttulo de esta conferencia. Los padres y los adultos debieran aprender a reconocer, como los analistas, trasel amor de transferencia la sumisin o la duracin de nuestros hijos, de nuestrospacientes o de nuestros alumnos, un deseo nostlgico de liberarse de este amoropresivo. Si se ayuda a nio, al paciente o al alumno a abandonar estaidentifcacin y a defenderse de esta transferencia fuerte, puede decirse que se haconseguido elevar a la personalidad a un nivel superior. Quisiera explicarlesbrevemente algunos descubrimientos suplementarios a los que nos conducenesta serie de observaciones. Sabemos desde hace tiempo que el amor forzado, lomismo que las medidas punitivas insoportables, tienen un efecto defjacin. Posiblemente es ms fcil comprender esta reaccin en aparienciainslita, refrindonos a lo que acabamos de decir. Los delitos que el nio comete,como si jugara, son llevados a la realidad por los castigos pasionales que recibende los adultos curiosos, encolerizados, lo que supone para un nio hastaentonces no culpable, todas las consecuencias de la depresin. Un examendetallado de los procesos del trance analtico, nos ensea que, no existe choqueni temor sin un anuncio de la divisin de la personalidad. La personalidadregresa hacia una beatitud pretraumtica, intenta creer que nada ha sucedido, yesto no sorprender a ningn analista. Es ms extrao ver operar, durante laidentifcacin, un segundo mecanismo del que yo, al menos, saba bienpoco. Deseo hablar de la eclosin repentina y sorprendente, como surgida tras ungolpe de varita mgica, de las nuevas facultades que aparecen a consecuencia deun choque. Esto hace pensar en los juegos de prestidigitacin de los faquiresquienes, a partir de una semilla, hacen crecer ante nuestros ojos una planta consus hojas, su tallo y sus fores. Un enorme sufrimiento y, sobre todo, la angustiade la muerte, parecen tener el poder de despertar y de activar sbitamentedeterminadas disposiciones latentes, an no desarrolladas, que aguardan sumaduracin en absoluta quietud. El nio que ha sufrido una agresin sexualpuede desplegar repentinamente, bajo la presin de la urgencia traumtica, todaslas emociones de un adulto maduro, las facultades potenciales para elmatrimonio, la paternidad o la maternidad, facultades que se hallan virtualmentepreformadas en l. Puede entonces hablarse simplemente, oponindola a laregresin a la que tan a menudo nos referimos, de progresin traumtica,(patolgica) o de premaduracin (patolgica). Podemos pensar en los frutos quemaduran en seguida cuando los hiere el pico de un pjaro, y tambin en latemprana madurez de un fruto agusanado. En el plano no slo emotivo sino tambin intelectual, el choque puede permitir auna parte de la persona madurar sbitamente. Les recordar el sueo tpico delbeb sabio que aisl hace tantos aos, en el que un recin nacido, un niotodava en su cuna, se pone a hablar sbitamente e incluso ensea con sabiduraa toda su familia. El miedo ante los adultos exaltados, locos en cierto modo,transforma por as decir al nio en psiquiatra; para protegerse del peligro querepresentan los adultos sin control, tiene que identifcarse completamente conellos. Es increble lo que podemos aprender de nuestros nios sabios, losneurticos. Si los choques se suceden durante el desarrollo, el nmero y la variedad de losfragmentos divididos aumenta, y se nos hace difcil mantener el contacto conellos, sin caer en la confusin, ya que se comportan como personalidadesdistintas que no se conocen entre s. Esto puede determinar un estado que sedesignara atomizacin, si no se admite la imagen de la fragmentacin; y esnecesario mucho optimismo para no arredrarse frente a tal estado. Espero sinembargo que puedan hallarse caminos para unir entre s los diversos fragmentosresultantes. Al lado del amor apasionado y de los castigos pasionales, existe un tercer mediode dominar a un nio, y es el terrorismo del sufrimiento. Los nios se venobligados a soportar todo tipo de confictos familiares y llevan sobre sus dbilesespaldas el pesado fardo de los restantes miembros de la familia. No lo hacen porpuro desinters, sino para poder disfrutar nuevamente de la paz desaparecida yde la ternura que se deriva de ella. Una madre que se lamenta continuamente desus sufrimientos puede transformar a su hijo en una ayuda cuidadosa, es decirconvertirlo en un verdadero sustituto maternal, sin tener en cuenta los interesesdel nio. Si todo esto se confrmara, nos veramos obligados a revisar algunos captulos dela teora sexual y genital. Por ejemplo, las perversiones no son infantiles ms quesi permanecen a nivel de la ternura; cuando se cargan de pasin y deculpabilidad conscientes, testimonian posiblemente una estimulacin exgena, yuna exageracin neurtica secundaria. En mi propia teora de la genitalidad yono haba tenido en cuenta hasta ahora la diferencia entre la fase de ternura y lafase de pasin. Qu parte de sadomasoquismo est condicionada por la cultura(es decir nace del sentimiento de culpabilidad introyectado) en la sexualidad denuestra poca, y qu parte, mantenida autctono, se desarrolla como una fase deorganizacin propia? Esto se aclarar en posteriores investigaciones. Me sentira dichoso si ustedes consiguieran verifcar todo esto en el plano de laprctica y en el plano de la refexin; tambin me agradara que a partir de ahoraconcedieran ms importancia a la manera de pensar y de hablar de sus nios, desus pacientes y de sus alumnos, tras las cuales se ocultan crticas, de forma quepudieran aclarar la confusin de lenguas y aprovecharan la ocasin paraaprender muchas cosas. Post-Scriptum Esta serie de refexiones slo ha tratado de abordar de forma descriptiva lo quehay de tierno en el erotismo infantil y lo que hay de apasionado en el erotismoadulto; deja en suspenso el problema de la esencia misma de su diferencia. Elpsicoanlisis puede mantener el concepto cartesiano que convierte a las pasionesen producto del sufrimiento, pero posiblemente pueda tambin responder a lacuestin de saber lo que introduce, en la satisfaccin ldica de la ternura, elelemento de sufrimiento, o sea el sadomasoquismo. Estas contradicciones noshacen presentir entre otras cosas que, en el erotismo del adulto, el sentimiento deculpabilidad transforma el objeto amoroso en un objeto de odio y de afeccin, esdecir en un objeto ambivalente. Esta dualidad falta an en el nio en el estadiode la ternura, y es justamente este odio el que sorprende, espanta y traumatiza alnio amado por un adulto. Este odio transforma a un ser que juegaespontneamente, con la mayor inocencia, en un autmata, culpable del amor,que, imitando ansiosamente al adulto, se olvida de s mismo. Este sentimiento deculpabilidad y el odio contra el seductor es el que confere a las relacionesamorosas de los adultos el aspecto de una lucha terrible para el nio, escenaprimitiva que termina en el momento del orgasmo; el erotismo infantil, enausencia de la lucha de sexos, permanece al nivel de los juegos sexualespreliminares, y no conoce otras satisfacciones que las de la saciedad, siendo paral ajenas las que proporciona el sentimiento de anulacin del orgasmo. La teorade la genitalidad que trata de dar una explicacin de orden flogentico a la luchade los sexos, tendr que tener en cuenta esta diferencia entre las satisfaccioneserticas infantiles y el amor, impregnado de odio, de la copulacin de adulto. (Sndor Ferenczi. Obras Completas, Psicoanlisis Tomo IV, cap. IX. Confusin de Lengua entrelos Adultos y el Nio. Ed. Espasa-Calpe, S.A. Madrid, 1984). [1] Ttulo original: Sprachverwirrung zwischen den Erwachsenen und dem Kind. DieSprache der Zrtlichkeit und der Leindenschaf. Conferencia pronunciada en el XIICongreso Internacional de Psicoanlisis en Wiesbaden, en septiembre de 1932. El ttulooriginal era: Die Leichenschaft der Erwachsenen und deren Einfuss auf Charakter-undSexualentwicklung der Kinder (Las pasiones de los adultos y su infuencia sobre eldesarrollo del carcter y de la sexualidad del nio). [2] Roll dich, rol dich Baby ... [3] Freundlichkeit.