Conocer Extremadura en moto
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Parque Natural de Monfragüe, Extremadura. Como una especie más entre la espesura de la dehesa, la silueta inconfundible de una Harley-Davidson alcanza el Salto del Gitano. Atrás, en la explanada del castillo, aguardan otras treinta mo-tos. Se trata de una imagen cada vez más habitual en las carreteras extremeñas: grupos de moteros (extremeños y de toda España, incluso del resto de Europa) que eligen la tranquilidad de nuestras vías y la singular belleza del paisaje para recorrer la geografía extremeña a lomos del viento.
Texto: Daniel CasadoFotos: Pedro Uranga
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A diferencia del mundo de la velocidad, la “filosofía custom” pone
ante los ojos del viajero un mundo de sensaciones que sólo pueden
admirarse, comprenderse, a poco más de cien kilómetros por hora,
con la suficiente “lentitud” y con la mirada -si no el alma- puesta en
lo que el paisaje o el azar quiera ofrecernos.
Extremadura cuenta con nombres, grupos, “escuderías” y competi-
ciones muy importantes en el ámbito motociclista deportivo, cada
vez más destacado a nivel nacional, pero al mismo tiempo nuestra
región ha conseguido atraer, seducir, a un nuevo tipo de viajero, a
un turista sin prisas (quizá por ello más viajero que turista) que ama
los espacios por los que transita.
Entre los muchos grupos de “moteros” que se acercan al Parque Natural de
Monfragüe un día de primavera que parece casi veraniego, destacan, mientras
decenas de japoneses sacan unas fotos y una pareja de naturalistas alemanes
dibuja a mano alzada una cigüeña negra, los cacereños del “custom club” Bui-
tres Leonaos (cuyo nombre dice bien a las claras su raigambre extremeña). Se
trata de un club o grupo de amantes de las motos singularizadas, de las motos
personalizadas a medida (“custom”) de sus propietarios.
Este club con sede en Cáceres nació de la amistad y afición de tan sólo cuatro moteros,
pero hoy es una realidad social que aglutina a medio centenar de toda la región y promue-
ve eventos de creciente repercusión en el panorama custom nacional.
Formando grupos entre los que podemos encontrar parejas, padres e hijos, y hasta fami-
lias enteras, los Buitres Leonaos se lanzan a recorrer Extremadura. Los Ibores, Sierra de
Gata, Las Villuercas o la Sierra de San Pedro son sólo algunos de sus destinos favoritos,
pues la emoción, como sabía el poeta, no sólo reside en coronar el objetivo marcado, sino
que a menudo es el propio viaje lo que supone la verdadera aventura.
Los Buitres Leonados son un club o grupo de amantes
de las motos singularizadas, de las motos personalizadas a medida
Estos y otros moteros extremeños no sólo hacen del recorrido, de
cada viaje, su destino, sino que entre sus fines también está el hecho
de promocionar el nombre de la región -y especialmente el apoyo a
la candidatura de Cáceres 2016 como capital europea de la cultura-
allá donde vayan: Valladolid, Lisboa, Antequera…
En la carretera que cruza Torrejón el Rubio encontramos una curiosa
estampa: de un lado, un grupo de veinte jinetes a caballo forman
una yeguada de las que acostumbran a verse cada vez más paseando
por estos parajes; del otro, cincuenta y seis motos en fila india; dos
ideas bien distintas de la contemporaneidad de la región que, sin
embargo, conviven en perfecta armonía con el paisaje.
La emoción no sólo reside en coronar el objetivomarcado, sino que a menudo es el propio viaje
lo que supone la verdadera aventura
Apenas hay viento y la carretera está despejada. Serpenteando entre la de-
hesa, rumbo a Serradilla, los “buitres leonaos” ascienden la Sierra de la He-
rrera pasando por Mirabel. El descenso en moto desde esta localidad es otra
experiencia espectacular para el viajero: bosques de pinos, castaños y ma-
droños salpican la sierra de Santa Catalina hasta donde la mirada se pierde.
En este tramo, desde una Harley casi se puede tocar el cielo con los dedos.
Son muchos quienes quieren ya participar de esa sensación. Recorriendo
Extremadura de otra manera, a su manera.
De “paquete” en una imponente Harley Road Kingla sensación de libertad sólo es comparable, en intensidad,
a la belleza de los campos y riachuelos,
a la imponencia del Río Tajo