Consultas al pediatra: sintomas del niño enfermo
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Los 6 síntomas del niño enfermo.
Guía para padres de Fiebre, tos, mocos, vómitos, diarrea y dolor en el niño.
Jesús Garrido García
España, Granada 2012-‐12-‐30 © El Puericultor SLNE.
Autor: Jesús Garrido García.
El Autor Jesús Garrido García nació en Guadix, provincia de Granada, España. Es Licenciado en Medicina por la Universidad de Granada. Especializado en Pediatría vía MIR en el Hospital San Cecilio de Granada. Ejerce como Pediatra privado en Granada.
Los síntomas más frecuente de enfermedad en niños
Fiebre, tos, moco, vómito, diarrea y dolor. Los principales motivos por los que los niños son llevados al pediatra, son en realidad, mecanismos que el cuerpo usa para defenderse. Puede surgir entonces la idea de: “Si son formas del cuerpo para defenderse, dejémolas actuar libremente. ¿Para qué interferir con un mecanismo que el cuerpo usa para sanar?” Lo que sucede, es que cuando aparecen, interpretamos que algo marcha mal y suelen ir relacionados con malestar y sensaciones desagradables. Cuando las detectamos, son un signo de que hay una causa que está desencadenando el proceso. Y es importante averiguar la causa, para plantearse si hay algo que podamos hacer para mejorar la evolución normal del problema. Además, el problema es que la reacción, que en sí misma está diseñada para curar, a veces puede empeorar mucho la evolución de una enfermedad. En muchos casos es útil combatir esos mecanismos, para evitar el agotamiento que producen y para reducir el sufrimiento que llevan asociado. En este manual intentaré explicar en qué consisten estos mecanismos, porqué están ahí, como ayudan al cuerpo a sanar y cómo funcionan. Es la falta de entendimiento de esto lo que genera inseguridad en muchos padres.
Además, intentaré explicar cuándo considero que el mecanismo funciona bien y ayuda al cuerpo a curar. En esos casos, posiblemente, no será necesario que hagamos nada. Pero también explicaré, cuáles son los criterios que me hacen recomendar a los padres que, en ocasiones, tomen medidas para contrarrestar estos síntomas. Detallando los que considero mejores métodos para conseguirlo.
La fiebre en niños y bebés Ya que el motivo más frecuente de enfermedad en niños y bebés es la infección, la fiebre es también causa habitual de consulta. A veces asociada a otros síntomas. Otras veces como signo de alerta de que algo no anda bien. No hay que obsesionarse por controlar totalmente la fiebre. De hecho en muchas infecciones durante los primeros días no es controlable. La fiebre es, en realidad, una forma del cuerpo de activar las defensas y de intentar reducir la multiplicación de los gérmenes. Pero la posibilidad de convulsiones febriles (que explicaré más adelante) y el hecho de que va agotando más rápidamente los recursos del organismo hacen recomendable intentar mantenerla bajo ciertos límites.
¿Qué es fiebre en niños y bebés? Se considera febrícula a la temperatura medida en axila (temperatura periférica) entre 37 y 38º Centígrados, y fiebre si ésta es mayor de 38º. En otras localizaciones, la temperatura tiene valores distintos. Por ejemplo en culete (temperatura central) la temperatura suele ser más alta que en axila (entre medio y un grado más).
Medir la fiebre Los termómetros digitales tienen el problema de que cuando las pilas empiezan a gastarse pueden no ser fiables. Y dado que entre uso y uso a veces pasa bastante tiempo no podemos saber si están gastándose o no. Por eso lo mejor es ponerlo en dos ocasiones y debe darnos el
mismo valor. Si da dos valores muy distintos, sospechad que no es fiable. El termómetro de oído añaden el problema de que una infección de oído puede darnos temperaturas altas que en realidad corresponden al foco de la infección sin que en muchos casos el niño tenga fiebre realmente. Y si el niño tiene tapones de cera no dan temperaturas inferiores. Los termómetros de la frente son muy sensibles a situaciones en las que estamos calentando o enfriando la piel (por ejemplo que no detecten la fiebre si nos está dando un aire acondicionado sobre la piel, o dar temperaturas altas si estamos tomando el sol). Por lo que hay que evitar la exposición a focos de frío o calor antes de tomar la temperatura. Yo suelo preferir el termómetro axilar, porque la mayoría de la gente está familiarizada con las temperaturas que son normales midiéndolas en ese punto.
Las fases de la fiebre en niños y bebés: Cuando la fiebre es alta pueden diferenciarse fácilmente 4 fases en niños y bebés:
1º La piel se pone pálida con las ojeras más marcadas y los pies, las manos y los labios morados. Las manos y los pies están fríos y la cabeza empieza a estar caliente. Todo esto ocurre porque para subir la temperatura el cuerpo retira el riego de sangre de la piel, acumulándola en el interior del cuerpo evitando que pierda calor por contacto con el aire.
Si tomamos la temperatura en este momento puede ser incluso más baja de lo normal (34-‐35º en la axila o la frente). Y el niño tiene sensación de frío, ya que al reducir el riego de sangre a la piel baja la temperatura en su superficie, que es donde tenemos los receptores para la temperatura. Si es pasajero (viene y se va con los picos de fiebre) no hay que preocuparse. Pero si la palidez de piel es permanente durante varias horas seguidas debe ser visto por un pediatra de forma inmediata.
2º Empieza a temblar. Hay que diferenciar el temblor (como cuando uno tiene frío) de las sacudidas (movimientos rítmicos bruscos, que pueden aparecer en las convulsiones). El temblor es una forma de producir más calor, quemando energía en los músculos.
3º La piel se enrojece. Esto ocurre cuando el cuerpo quiere eliminar el calor acumulado. Dilata los vasos sanguíneos de la piel para eliminar calor por contacto con el aire. Aunque en este momento es cuando más caliente notamos la piel y el niño tiene calor, en realidad es cuando la fiebre está empezando a bajar.
4º Suda. La piel desprende agua que, al evaporarse, arrastra con ella el calor. Cuando el sudor ya esta frío, la fiebre ha bajado.
¿Cuándo merece la pena combatir la fiebre en niños? Hemos explicado que la fiebre sirve para combatir las infecciones. Pero las defensas se activan igual con 37,5º que con 40º. Y si sube mucho, consume demasiada energía, agotando al niño. El límite a partir del cual yo aconsejo combatir la fiebre es doble:
-‐ Si la fiebre sube por encima de 38º (en la axila) -‐ Si aunque no suba mucho, el estado general del
niño empeora cuando sube.
¿Cómo controlar la fiebre en niños y bebés? Para controlar la fiebre hay dos herramientas: Los medios físicos y las medicinas.
Medios físicos: Quitar ropa, baño con agua templada, dar agua con frecuencia. La fiebre da sensación de frío por lo que se tiene tendencia a abrigarse. Pero al hacerlo dificultamos la eliminación de calor por la piel con lo que sube más la temperatura. Por tanto, para hacer bajar la temperatura debemos quitar ropa al enfermo. No es bueno bajar la temperatura de golpe. La convulsión febril puede ocurrir tanto con una subida como con una bajada brusca de la temperatura. Por ello los métodos para bajarla rápidamente como las duchas de agua fría o los paños de alcohol no son recomendables.
Una forma de bajar la temperatura poco a poco en fiebres altas es meter al niño en la bañera con agua templada (unos 5º menos que la temperatura del niño, si tiene 39º el agua a 34º) y dejarlo durante 15-‐20 minutos, de forma que conforme se enfría el agua por sí sola, va bajando gradualmente la temperatura. La forma más efectiva del cuerpo para eliminar calor es sudar. Cuando estamos deshidratados tenemos que ahorrar agua con lo que sudamos menos, por lo que si tenemos fiebre cuesta más bajarla. Por eso cuando alguien tiene fiebre es bueno que tome líquidos con frecuencia para permitirle al cuerpo que pueda eliminarla sudando.
Medicinas para la fiebre en niños y bebés: En pediatría los tres medicamentos usados para la fiebre con más frecuencia son Paracetamol, Ibuprofeno y Metamizol. Cualquiera de ellas en jarabe, supositorios o pinchado tarda entre media hora y una hora en empezar a hacer efecto. Podéis mirar las dosis en el prospecto del medicamento. Se ajustan en función del peso del niño. Siempre que sea posible controlar la fiebre con uno sólo de esos medicamentos es mejor usar sólo uno. Pero hay ocasiones en que los picos de fiebre son tan frecuente, o la fiebre tan resistente, que es muy difícil controlarla sin dar medicamentos cada 3 ó 4 horas. Cuando la fiebre vuelve a subir antes de las 6 horas hay pediatras que adelantan la toma, poniéndolas hasta cada 4 horas, los hay que usan los medios físicos y los hay que intercalan las tomas de Ibuprofeno y Paracetamol cada 3 ó 4 horas. Yo soy partidario de esto último:
Se da por ejemplo paracetamol, si a las 3-‐4 horas sube de nuevo la fiebre a más de 38º se da Ibuprofeno y a las 3-‐4 horas de nuevo paracetamol... Si la fiebre es muy alta (más de 39º), dado que el medicamento va a tardar una hora en empezar a hacerle efecto, mientras tanto, metemos al niño en agua templada durante 15-‐20 minutos como describí más arriba. Aún haciendo todo esto a veces la fiebre no puede controlarse, sobretodo los primeros días de la infección.
¿Es grave la fiebre que tiene un niño? Muchos padres pregunta a partir de qué temperatura deberían llevar al niño al médico, o qué temperatura empieza a ser peligrosa. Lo que manda, es el estado general. Si es bueno, aunque la fiebre sea alta, la infección no es grave en principio. En mi experiencia, hay niños que tienen mucha facilidad para que les suba la fiebre, pero también la toleran muy bien. Y hay niños a los que sube poco, pero con mucha más afectación. Si el estado general es malo y la fiebre muy resistente, debe ser visto por un pediatra lo antes posible para descartar infecciones graves.
Tomando la temperatura en la axila:
Febrícula entre 37 y 38º Centígrados.
Fiebre si es mayor de 38º.
Las fases de la fiebre: 1º La piel se pone pálida. 2º Empieza a temblar. 3º La piel se enrojece. 4º Suda.
Para controlar la fiebre: Medios físicos: Quitar ropa, baño con agua templada, dar agua con frecuencia. Medicinas: Cualquiera de ellas tarda en torno a una hora en empezar a hacer efecto.
Convulsión febril en niños y bebés. Es la pérdida de conciencia brusca como consecuencia de la fiebre. A veces se acompaña de movimientos raros, como sacudidas, que es lo que la mayoría de la gente interpreta como convulsión. Aunque puede haber convulsión si temblores.
Convulsión febril típica (buen pronóstico) Las convulsiones febriles típicas aparecen entre los 6 meses y los 6 años, suelen coincidir con una subida o bajada brusca de la fiebre, generalmente el primer día de
la infección (no suelen repetir en la misma infección) y ceden sin necesidad de tratamiento en menos de 15 minutos. Aproximadamente la mitad de los niños que sufren una convulsión febril no vuelve a tener otra en toda su vida. Que un niño tenga una convulsión febril no quiere decir que sea epiléptico, aunque esta repita más de una vez. En la mayoría de los casos, cuando es típica, no precisa estudio alguno ni tratamiento especial si es la primera vez. Si tiene alguna característica atípica, como que dure más de 15 minutos, que mantenga síntomas de alteración nerviosa tras la crisis, que repita en una misma infección o que aparezca en niños de menores de 6 meses o mayores de 6 años si precisa de estudio para descartar otras enfermedades asociadas. En cuanto al pronóstico, muchos padres están más preocupados por si la convulsión es un signo de una enfermedad cerebral o si va a dejar secuelas al niño que por la crisis en sí. Si una convulsión cumple todos los criterios descritos anteriormente para considerarla típica, sobre todo el hecho de que dure menos de 15 minutos, no se asocia con secuelas de ningún tipo, el desarrollo cerebral del niño puede ser totalmente normal. Incluso hay estudios según los cuales los niños que tuvieron convulsiones febriles suelen ser mejores estudiantes y tienen una capacidad de concentración superior a los que no las tuvieron. Aunque pueda sonar presuntuoso, a modo de ejemplo: Somos 7 hermanos, los dos que tuvimos convulsiones febriles de pequeños (una de mis hermanas y yo) hemos sido los que hemos tenido mejores calificaciones en los estudios.
La crisis En aquellos niños predispuestos (se ha visto por ejemplo que los niños con convulsiones febriles suelen tener antecedentes familiares) una subida o bajada brusca de la temperatura puede alterar los impulsos eléctricos del cerebro dando lugar a una descarga. Esa descarga que puede afectar a una zona del cerebro más amplia o menos, suele provocar la pérdida de conciencia del niño y movimientos desorganizados que son más evidentes en las extremidades. Se puede acompañar de piel pálida con los labios morados (cosa que de por sí puede aparecer simplemente con la fiebre). Si afecta a los nervios que controlan la musculatura de la cara cerrará la boca con mucha fuerza. Al respirar con los dientes encajados y no tragar la saliva durante la convulsión puede formarse en la boca espuma con la saliva. Ya que los movimientos de las extremidades pueden ser muy violentos, a veces conviene retener al niño, no impidiendo los movimientos por completo, pero si para impedir que se golpee con objetos cercanos. Cuando la crisis ceda lo notaremos inicialmente porque se relaja, ceden los espasmos y al final se despierta. No es raro que se relajen los esfínteres escapando orina y heces. Y tras la convulsión es frecuente también que queden con algo de somnolencia por el agotamiento. Cuando un niño tiene una convulsión casi siempre va a urgencias donde se suele poner medicación para que ceda
la convulsión (si no ha cedido aún) y oxígeno mientras cede. En la mayoría de los casos, al llegar a urgencias ya no convulsiona. Una de las cosas que debe hacerse cuando cualquier niño tiene una convulsión febril es explicar a los padres como actuar si algún día vuelve a aparecer.
¿Qué hacer en una convulsión febril de un niño o bebé? Hay una medicación que suele recomendarse que tengan en casa todos los padres de niños que han tenido alguna vez una convulsión: Diazepam rectal de 5mg (Stesolid). Es un enema pequeño, fácil de poner en las convulsiones cuyo efecto como relajante muscular hace que ceda. Aunque su absorción es muy irregular (su principal defecto) suele cortar la convulsión en menos de 5 minutos, por lo que en niños de más de 10 kilos de peso se puede repetir pasados los 5 minutos si no cede. Ante una convulsión con fiebre, si se tiene el Stesolid, es lo primero que debemos ponerle. Debemos evitar que con los espasmos se golpee contra objetos próximos retirándolos de su alcance. Procurar que pueda respirar bien, eliminando cualquier objeto de la boca (por ejemplo si estaba comiendo) y procurando que haya aire (abrir las ventanas y que no se agolpe la gente a su alrededor).
Una vez que cede la convulsión, si la fiebre es alta dar algo para que ceda. Si está consciente se puede dar en jarabe, pero si sigue somnoliento ponerlo en supositorio. Como cualquier tratamiento para la fiebre, tarda en torno a una hora en empezar a hacer efecto, mientras, se puede ir bajando la temperatura por medios físicos (meter en la bañera con agua templada, o liar al niño en una toalla húmeda templada). Tras todo esto, y aunque se recupere bien de la convulsión, debe ser valorado por un pediatra para cerciorarse que la crisis ha cedido sin complicaciones y tratar la infección desencadenante de la fiebre.
Mocos en bebés y niños.
Mocos claros, espesos, verdes o blancos. Pero siempre mocos.
Los diferentes tipos de moco de niños y bebés y cómo actuar en cada caso. Si a los niños los vendieran con certificado de garantía, lo primero y más fácil de cumplir sería: "Se garantiza que no dejará de tener mocos hasta los 6 ó 7 años." De hecho ¿cuál es el apelativo despectivo más frecuente para referirse a un niño antes de esa edad? "Mocoso." Dicho de otra manera, que preocuparse porque siempre tiene mocos es como hacerlo porque el cielo sea azul. Es lo normal, y no implica que esté enfermo ni que precise tratamiento. Dar medicamentos a un bebé o un niño cuya única molestia es que se le cae el moco es tener ganas de no dejar de darle medicamentos en al menos 3 ó 4 años. Entre otras cosas porque aun dando medicamentos no va a estar sin moco ni dos días en cuanto dejemos de dárselos. Y eso suponiendo que lleguen a quitarse en algún momento.
La razón de esto, es que cuando un bebé nace, tiene las defensas que su madre le ha pasado a través de la placenta. Esas defensas contra todas las infecciones que ha pasado la madre en su vida se mantienen hasta aproximadamente los 4 meses de vida. A partir de ahí el bebé queda a merced del primer bicho que pase por su lado. Son cientos los virus y bacterias que pueden infectar a un ser humano. La mayoría entran por la nariz y la garganta con el aire y al irritar la mucosa estimulan la producción de moco. Los primeros años estas infecciones son muy frecuentes, ya que no tenemos defensas nada más que frente a aquellos con los que ya hemos pasado el catarro. Conforme pasa el tiempo, cada vez son más los que conocemos y menos los nuevos y las infecciones pasan a ser cada vez menos frecuentes. A esas alturas el niño ha cumplido generalmente los 6-‐7 años. Antes, si ha tenido muchos hermanos o va a guardería y después si es hijo único y lo tenemos híper-‐controlado. Asumido que va a seguir con mocos, hay mocos y mocos:
Rinitis seca del lactante La primera vez que los padres piensan que su bebé está resfriado suele ser muy pronto. La mayoría, ya desde el primer día de vida y durante las primeras semanas: Notan que el bebé no puede respirar bien. Hace ruido como si tuviese la nariz taponada. Pero el moco no cae de la nariz y si le hacen un lavado nasal suele salir poca cosa. El bebé come bien aunque haciendo ruido y estornuda más que tose. No tiene fiebre y por lo demás está bien. Ese bebé no está resfriado. Lo único que le sucede es que durante el embarazo la nariz estaba siempre mojada (estaba sumergido en líquido) y desde que ha nacido está en un ambiente más seco. Al resecarse, la mucosa de la nariz se congestiona, se hincha, dificultando el paso de aire, pero con poco moco. En este caso lo único que hay que hacer es humedecer la mucosa con frecuencia echándole un par de gotas de suero fisiológico en la nariz de vez en cuando y aspirándolo a los pocos segundos, sólo si vemos el moco asomar. Si no vemos moco, no se aspira. Porque si aspiramos con frecuencia le da más congestión. Por lo tanto: Si tu bebé tiene la nariz atascada, hace ruido al respirar, pero no se le cae el moco, lo único que hay que hacer es echarle un par de gotas de suero fisiológico en la nariz cuando lo veamos más atascado. Verás que a los cinco minutos respira mejor.
La idea no es lavarle la nariz, sino mojarla.
Mocos claros en niños y bebés Cuando a un niño o bebé le cae moco claro continuo de nariz es que hay algo que está irritando la mucosa nasal. Suele acompañarse de estornudos y su causa suele ser una infección viral o una alergia. La diferencia entre la infección viral y la alergia es que los virus suelen ceder en menos de una semana, mientras la alergia puede durar mucho más. Se puede reducir la congestión nasal y la producción de moco con antihistamínicos. Yo suelo recomendárselo a los padres cuando el moco es tan abundante que irrita la nariz, impide que el niño duerma o coma bien. En cuanto a qué antihistamínico y su dosis, te recomiendo que consultes a tu pediatra, que te lo indicará en función de su edad y peso. En el moco claro abundante, suele ser poco efectivo el lavado nasal. Ya que a los dos minutos de hacerlo es frecuente que ya esté cayendo el moco de nuevo. Especialmente aconsejo no hacerle lavados si tiene la piel de la nariz irritada o le duelen los oídos. Generalmente cuando se corta el goteo de moco, éste se espesa:
Mocos espesos en niños y bebés Lo habitual es que los mocos espesos aparezcan en niños y bebés, cuando los mocos claros se espesan. Eso ocurre con más frecuencia por las mañanas o al final del catarro. Por las noches el niño o bebé está tumbado, con lo que el moco se queda en la nariz (en lugar de ir cayendo) y se espesa. Luego, durante el día, como va saliendo suele aclararse. Al final del catarro, la producción de se hace menos abundante, no sale con tanta velocidad y le da tiempo a espesarse cada vez más.
¿Cómo podemos tratar el moco espeso en niños y bebés? El moco claro se puede tratar con antihistamínicos. Al dárselo reducimos su producción. Para el moco espeso se suelen recomendar los mucolíticos. Yo no suelo mandarlos, porque en la mayoría de los casos, lo que hacen es transformarlo en claro, ahora tomas tratamiento para el moco claro y se espesa.... Vamos, que es marear mocos. Lo más efectivo para eliminar moco espeso de la nariz en niños y bebés es el lavado nasal y aspirar:
Lavado nasal. Tumbamos al niño o bebé de lado y aplicamos por el orificio nasal que queda arriba suero fisiológico o agua marina en Spray (Prefiero los sprays a la jeringuilla, porque los sprays están clasificados por edades, de forma que para los pequeños tienen menos presión, evitando así hacer daño. Con la jeringuilla podemos pasarnos.). Luego lo tumbamos del otro lado y repetimos.
Aspiración nasal. Tras el lavado, si vemos moco asomando, podemos aspirar para sacarlo. Sólo os recomiendo aspirar si veis el moco. No es bueno aspirar mucho, ya que la presión, puede producir más congestión. Por lo tanto aspira para sacar lo que ves, no lo que oyes. Ni por ver si casas algo más.
Casos en los que no recomiendo hacer lavados de nariz en niños y bebés Cuando un niño se suena bien la nariz no tiene sentido aspirar. Echar suero si puede ayudar incluso en adultos. En algunos casos notamos el moco cuando respira. Tiene moco en la garganta y al estornudar le sale moco espeso. Pero si hacemos un lavado no sale casi nada y sigue igual de atascado. Suelen ser las vegetaciones. Y en la vegetaciones no sirven de nada los lavados de nariz. Otro caso en el que no sirven los lavados de nariz en niños y bebés es cuando el moco es claro. El problema en este caso es que le hacemos el lavado. El niño pasa un mal rato, y un minuto después vuelve a estar igual, pero más cabreado. Cuando el moco es claro, la producción de moco
es tan rápida que el lavado no es una solución. En ese caso van mejor los antihistamínicos. Por último, cuando a un niño o bebé le duelen los oídos no recomiendo hacerle lavados, ya que es frecuente que en ese caso les resulten especialmente molestos o hasta dolorosos.
Las vegetaciones
¿Porqué siempre está con mocos y tos? Mi hijo lleva semanas con moco que no echa y tos de noche. Y ningún jarabe le hace nada. Las vegetaciones aumentan de tamaño cada vez que tenemos una infección en la nariz o la garganta.. Si estas infecciones no son frecuentes, una vez que cede, las vegetaciones se van reduciendo a su tamaño normal. Cuando son muy seguidas, cosa habitual en los preescolares, no da tiempo a que vuelvan a reducirse entre catarro y catarro. Por lo que van creciendo y estorbando cada vez más. El resultado es que casi todos los preescolares entre catarro y catarro mantienen los síntomas siguientes.
Hipertrofia de adenoides o vegetaciones en niños El moco es espeso. Se nota cuando tose que tiene moco pero no lo hecha. Ronca por la noche. La tos es más intensa de noche y al levantarse. Sufre ataques de tos entre los cuales está normal. Respira con la boca abierta. Sobretodo cuando se tumba.
Con lavados nasales, sale poco o nada, y se le sigue oyendo el moco en la garganta, igual que antes del lavado.
Viendo el dibujo se puede entender mejor. Las vegetaciones están donde señala la flecha. Mientras está de pie el moco cae continuamente por la garganta y se lo va tragando. Si en algún momento ese moco se intenta ir hacia los pulmones tose, pero esto durante el día es esporádico. Sólo tose con cambios bruscos de postura, si corre o al reír o llorar. Al hacer lavados de nariz no sale nada, porque el moco no va a subir hacia la nariz, lo más fácil para él es ir escurriendo hacia abajo. En la nariz casi no hay moco. Cuando se tumba, las anginas caen hacia atrás, al igual que la campanilla, con lo que el poco espacio que quedaba para el paso de aire casi desaparece.
Como resultado, el niño hace ruido al respirar (ronca). Además, cuando está tumbado, el moco, en lugar de ir escurriendo hacia abajo, se acumula en la garganta y escurre por el conducto de Eustaquio, que va hacia el oído. Por eso de noche suelen doler más los oídos. Tras un rato de estar acostado, la garganta está totalmente ocupada de moco, de forma que ya no puede respirar ni por la nariz ni por la boca. En ese momento el niño se despierta tosiendo como si se ahogase. Da varios golpes de tos seguidos, hasta que en uno de ellos notamos que quita el moco de en medio. Y entonces se vuelve a dormir. Al rato vuelve a despertarse con la misma tos. Ese rato, hasta que se despierta con la tos, dura lo que tarde en volver a llenar de moco la garganta.
Tratamiento de las vegetaciones Lo bueno de las vegetaciones grandes, es que esto no es grave, aunque si muy latazo. Lo malo es que no se cura con jarabes. Es frecuente ver a niños con las vegetaciones grandes que llevan semanas tomando mucolíticos, antihistamínicos o anti-‐tusivos sin ningún resultado. No está peor, pero sigue igual. Si las vegetaciones se curasen con jarabes no se operaría a los niños, y cuando están muy grandes, la única solución real es a veces la operación.
La decisión de operar las vegetaciones o no depende de la intensidad de los síntomas: Si empiezan a deformarse dientes y paladar. Si hay infecciones de oído de repetición. Suelen acompañar a la hipertrofia de vegetaciones porque están justo en la salida del moco de los oídos hacia la garganta y cuando crecen hasta taponar la salida retienen el moco en el oído y favorecen las infecciones. Si duerme muy mal. Apnea del sueño: ronca hasta interrumpir la respiración más de 10 segundos seguidos. Son niños que durante el día no pueden tirar de su alma por el cansancio. Si en la radiografía lateral del cuello dejan menos de medio centímetro de paso de aire. Este sería el criterio cuantificable cuando no tenemos claros los anteriores. No suelen operarse antes de los 2 años. Porque cuanto antes se operan, más fácilmente se reproducen, con lo que nos encontraríamos de nuevo en la misma situación. Si vuestro hijo es de los que cumplen estos criterios descritos antes y estáis hartos de darle medicinas sin mejoría alguna, sed inteligentes y no le deis más medicinas. Si está tan mal que precisa operarlo, hacedlo. Si no está para operarlo, dejad de darle jarabes que no van a servirle.
¿Cómo sé que mi hijo tiene algo más, además de sus vegetaciones? Si en algún momento: La tos se hace mucho más frecuente. Se le cae continuamente el moco. O tiene fiebre. Es que ha pillado algo nuevo aparte de sus vegetaciones. En esos casos debes llevarlo al Pediatra.
¿Cuándo merece la pena tratar los mocos? El moco ayuda al niño a defenderse. Pero hay casos en los que tratar el moco es importante. Tos, mocos y fiebre, son en realidad mecanismos de defensa del cuerpo. Entender que estos mecanismos nos ayudan, puede ser útil. No pretender eliminarlos del todo (cosa imposible), también. Pero en algunos casos es útil luchar contra el moco en sí. El moco es producido por las mucosas (por eso ese nombre tan "original") siempre que algo las irrita. Su función es bloquear y arrastrar al irritante, para defenderse. El problema es que todo mecanismo defensivo es susceptible de crear alteraciones si se pasa.
Centrándonos en los mocos: En un catarro, el moco nos ayuda a curarnos. Pero cuando la cantidad de moco es tal, que el bebé come o duerme mal, claramente eso no ayuda a curarse. Cuando el moco cae con tal frecuencia que la piel de la nariz se irrita y limpiarle “la vela” es un suplicio, el moco pasa a ser más problema que el virus contra el que se produjo.
Cuando uno está molesto, respirando fatal, el moco produce más alteración del bienestar que estaba causando la infección. En todos esos casos, yo creo útil hacer algo que alivie. "Nadie se muere por tener mocos", pero en muchas ocasiones, tratar o no tratar el moco, es una diferencia importante en el bienestar del niño. Y no todo es curar. Parte de la labor del médico, es aliviar. Yo, además de pediatra, soy padre. Y no trato continuamente a mi hijo, pese a que siempre tiene algo de tos y moco (como todos). Pero desde luego, si respira mal, no come bien o duerme peor por culpa del moco... El moco pasa a ser algo contra lo que merece la pena luchar.
La tos en niños
La tos es un mecanismo que tiene el cuerpo para garantizar que la vía aérea quede libre. Cuando algo se interpone impidiendo el paso del aire, irrita la mucosa y tosemos para expulsarlo y no ahogarnos. Pero a veces se produce irritación en la mucosa, que desencadena el reflejo de la tos, sin que nada obstruya el paso de aire. Esa es la diferencia entre la tos productiva y la seca. La primera es buena, nos protege de ahogarnos y hay que ayudarle. La segunda sólo irrita sin ningún objetivo y hay que combatirla.
Tos productiva La tos productiva es por ejemplo la de la bronquitis. Por un irritante alérgico o infeccioso, los bronquios se han cerrado y producen mucosidad en exceso. Si le damos algún jarabe para cortar la tos a un niño con bronquitis, lo único que conseguiremos cortando la tos es que el moco se acumule y tenga más ahogo.
En estos casos, lo que interesa es abrir los bronquios y ayudar a que salga el moco. Para ello se suelen usar Salbutamol, Terbutalina o Mepifilina por ejemplo.
Tos irritativa o seca En la tos irritativa influye mucho lo nervioso que sea el niño. De hecho, gran parte del mecanismo que hace que se mantenga esta tos, es la propia irritación que se produce al toser. Y cuanto más nervioso es, más se provoca la tos. Son toses en las que pica la garganta y se puede apreciar que coge aire antes de toser, para hacerlo con más fuerza en un intento de arrancar algo de la mucosa. Algo que como decimos en la tos irritativa no existe. Lo único que conseguimos tosiendo es irritar más la mucosa, creciendo la sensación de tener algo cada vez más molesto que se clava en la garganta. Todos hemos tenido alguna vez esa sensación. Y difícilmente se elimina sólo con medicinas. La mejor forma de hacer que ceda antes, es aguantarse la tos y beber agua cuando nos pica la garganta. Generalmente con aguantar un día la tos cede, al romper el círculo vicioso de picor-‐tos-‐más picor-‐más tos… En los niños más pequeños, o aquellos que no colaboran porque son más nerviosos y no pueden aguantar el picor
se les puede ayudar con Antitusígenos y Antihistamínicos. Lo fundamental en la tos, es diferenciar aquella que hay que tratar de la que no. Para ello se debe tener en cuenta que todos los niños menores de 6 años tosen todo el año. Más en invierno que en verano, a veces con moco y a veces sin él. No tiene sentido dar continuamente medicinas a un niño cada vez que tose, porque estaría prácticamente todo el año tomándolas sin estar realmente enfermo.
¿Y si no está enfermo, porqué tose? La razón es que los niños tienen que pasar infecciones. Es la única forma de desarrollar su sistema de defensas. Desde que nace, bicho que pasa por su lado, bicho que le da su tarjeta de presentación: Ahí te va un resfriado, una infección de barriga... Pero el niño toma nota. Produce anticuerpos contra el agente infeccioso y la próxima vez que se cruce con él, éste ya no podrá afectarle. Incluso cuando no está con el catarro, siguen con moco, más espeso y que no echa.
Es el moco que producen unas vegetaciones que a fuerza de pasar un resfriado tras otro han ido creciendo. Cuando ese moco cae por la garganta, para evitar que pase hacia el pecho el niño tose. Pero es una tos esporádica. Puede toser 5 ó 6 veces seguidas como si se ahogara pero en cuanto quita el moco de en medio (sea porque se lo traga o sea porque lo echa) cesa la tos durante horas hasta que vuelve a acumularse el moco. Con el paso del tiempo, será cada vez mayor el número de microbios contra los que tiene defensas, pero mientras llegamos a ese punto: niño + invierno = mocos + tos. Así, si tose de vez en cuando y no está molesto, la mejor medicina que puede tomar es ninguna. Si la tos es más persistente, el niño está molesto, tiene ahogo o vomita por la tos con frecuencia, sí debe ser visto por el pediatra.
Los vómitos en niños
Los vómitos son un signo de enfermedad muy alarmante. Alarman, porque resultan inesperados y porque se acompañan de síntomas vagales (palidez, ojeras, decaimiento...). Además son a veces signo de enfermedad grave. Y si se dan en niños pequeños o son persistentes pueden deshidratar a un niño en pocas horas. Lo primero que hay que diferenciar hablando de vómitos y niños es:
¿Vómitos o bocanadas? El vómito es echar el contenido del estómago por la boca de forma brusca y con fuerza. Vacían el estómago casi por completo. Es como si el propio estómago se exprimiera hasta la última gota. La bocanada es como si escurriese el contenido del estómago poco a poco hacia fuera.
Vacía sólo parte. Parece como si dejásemos abierta una bolsa de agua caliente, según la postura o si se le aprieta desde fuera derrama parte de su contenido. En los lactantes las bocanadas son muy frecuentes. Debido a que el cierre superior del estómago en los primeros meses puede ser muy débil, con lo que cuando llenan mucho la barriga pueden echar, se va escapando su contenido como si rebosara. Suele coincidir con momentos en los que movemos al niño, de tal modo que si apretamos la barriga lo suficiente puede salir con fuerza como en los vómitos. Pero nunca vaciará del todo el estómago. Ya que el vómito vacía el estómago y la bocanada sólo echa parte del contenido, con el vómito puede deshidratarse el niño, con las bocanadas (y a veces muchas más en número) queda contenido que pasa al intestino y se absorbe siendo más difícil que se deshidrate. En las bocanadas el tema es cuánto echa y sobretodo cuánto queda, de modo que: Si un niño echa 20 bocanadas al día, pero gana el peso que debe, es que echa lo que le sobra. Pero si no gana o incluso pierde peso (lo cual sólo se comprueba pesándolo), es que está echando más de la cuenta. En el primer caso (si gana peso) la razón de que eche es que come más de lo que debe y punto.
En el segundo es que hay un cierre del estómago excesivamente débil (Reflujo Gastroesofágico), está enfermo (Infección de orina por ejemplo), hay algo que impide que el alimento pase hacia el intestino (Estenosis hipertrófica de Píloro) o no tolera el alimento que se le da (Intolerancias a las proteínas de la leche de vaca o a la lactosa). Por tanto, si pierden peso, sí hay que averiguar la causa y tratarla. Si gana peso, puede darse las tomas más frecuentes pero con menos cantidad y si aun así echa pero sigue ganando peso, pues se gasta más en leche y lavadora pero no pasa nada. Todo lo anterior se refiere al lactante, ya que conforme crecen es cada vez más rara la bocanada. El vómito en preescolares y escolares atiende a dos causas fundamentalmente: Casi siempre a una enfermedad, pero hay niños que se lo provocan, bien porque les gusta (mericismo) o porque les sirve como arma de chantaje. Lo más difícil de tratar es el mericismo. Se pueden usar antieméticos como la Domperidona pero la mayoría de las veces la única solución es psicológica. En cuanto a los que vomitan como forma de chantaje, la clave es que el niño llegue a la conclusión de que no consigue nada vomitando. Para ello hay que ser inflexible, de modo que si pide algo y como forma de presión si no se le da vomita, nunca debe cederse.
Se le limpia con las mínimas manifestaciones posibles de que nos moleste (nada de enfados) y se le explica porqué no se lo damos, se confirma que no se le va a dar y que nunca se le dará nada que pida con pataletas o vómitos.
Tratamiento de los vómitos Los vómitos de verdad, los que pueden deshidratar al niño se tratan desde 3 puntos de vista:
Dieta: Cuando sólo hay vómitos sin diarrea no tiene sentido poner dieta astringente (arroz, zanahoria...). En estos casos solo hay que evitar las grasas, que son lo que más irrita la mucosa del estómago. Es decir, se evitaran fritos, bollería, pastelería y embutidos curados. En cuanto a cantidad, se dará de comer más veces al día pero menos cantidad en cada toma. De este modo llenamos menos el estómago, lo que hace el vómito menos probable. No debemos insistir con la comida en el niño con nauseas. Si toma 2 cucharadas y no quiere la tercera es mejor aguantar dos que echar tres.
Reponer lo que se pierde con el vómito para evitar la deshidratación. Se pierde agua pero también sales por lo que para reponer las pérdidas no vale el agua ni la manzanilla solas. Se deben tomar sueros de rehidratación oral en pequeños sorbos para que lo tolere mejor. En los últimos años ha habido un esfuerzo por parte de los laboratorios por ajustarlos a las necesidades reales de los niños y a sus gustos. Depende de las preferencias en sabor de unos niños y otros la elección entre ellos. Los hay ya preparados y con sabor a cola, plátano y mango, naranja, caldo de gallina, yogur… Por sabores no será. En cualquier caso guardándolo en el frigorífico cualquiera de ellos mejora sensiblemente su sabor. El Aquarius y demás bebidas para después de hacer deporte, no sirven y pueden ser peligrosas.
Medicaciones Hay muchas. Cuando los vómitos son seguidos y muy frecuentes la medicación hay que darla en supositorio o pinchada. Si además tiene diarrea, queda sólo la opción de pincharla.
Tras el pinchazo, se deja al niño una hora sin que tome nada y a partir de ahí empieza con sueros de rehidratación a pequeños sorbos durante 2 horas y si lo tolera ya puede empezar a comer (sin grasas y sin forzar) dando 20-‐30 minutos antes de desayuno, comida y cena un jarabe para los vómitos. Dieta y jarabe se mantienen hasta que pasa un día entero sin nauseas ni vómitos. En ese momento se retira el jarabe y se vuelve a su dieta normal. Si haciendo todo lo anterior en cualquier momento vuelve a vomitar hay que dejarlo una hora sin tomar nada y empezar de nuevo poco a poco con los sueros de rehidratación y después con la dieta. Si aún así sigue vomitando todo lo que toma, debe rehidratarse por vena (es decir en el hospital) y dejarlo a dieta absoluta (sin tomar nada por boca). Tanto en los vómitos como en la diarrea, el problema principal es la deshidratación.
Cuando un niño se deshidrata se nota en: La boca está seca. Si a un niño se le cae la baba, aunque halla vomitado 10 veces o hecho diarrea otras tantas, no está deshidratado. En los lactantes pequeños que aún tienen abierta la fontanela, si está hundida cuando el niño está tumbado (que se hunda un poco cuando está de pie es normal) es signo de que anda escaso de líquido. Cuando se van deshidratando, las ojeras se van marcando cada vez más.
El niño está más decaído y más pálido. Si apretamos las uñas, al soltarlas el lecho de la uña se ha quedado pálido, pero recupera su color rápidamente. Si tarda más de 3 segundos es que el riego de sangre es escaso lo que entre otras puede ser signo de deshidratación (a veces ocurre con la fiebre o con la anemia por ejemplo). Si aparecen estos signos es recomendable que sea valorado por un pediatra lo antes posible.
Diarrea en niños y bebés
¿Qué es diarrea de verdad y qué no lo es? Diarrea es hacer deposiciones muchas veces, mucha cantidad y muy líquida. Si falta cualquiera de esas condiciones no es diarrea, ni va a causar los problemas que ésta tiene: Deshidratación y pérdida de peso. Una de las consultas más frecuentes en los padres novatos son las falsas diarreas:
Reflejo gastro-‐cólico en bebés: Hace caca cada vez que come La primera es el reflejo gastro-‐cólico. Los lactantes tienen un reflejo por el cual, cada vez que se llena el estómago ,se estimula el movimiento del intestino. Por lo que no es raro que hagan una deposición cada vez que comen y además suele ser líquida o casi. Pero no son abundantes (tiene dos de las tres condiciones), por lo que no deshidrata al bebé ni le impedirá ganar peso. Otra cosa que lo diferencia de la diarrea es que come bien (si fuese diarrea cada vez que come le darían retortijones, por lo que rechazaría el alimento) y no se le irrita el culete (la diarrea es más irritante que las deposiciones normales).
Color y olor extraños en la caca Cuando nacen, las primeras cacas (meconio) son de un verde negruzco y muy pegajoso (como petróleo). El contenido de esas primeras cacas es sólo de secreciones del intestino, una de las cuales (la bilis, que produce el hígado) es la que le da el color verde oscuro (casi negro). En cuanto el bebé nace, tiene contacto con una serie de microbios que hay a nuestro alrededor y empiezan a colonizarlo. Entrando por la boca, crecen en todo el tubo digestivo. Hay algunos de estos microbios que digieren la bilis y otros que no y hay microbios que al digerir alimentos los fermentan liberando unos gases distintos de otros. Según los microbios que hay en el intestino el color y el olor de las heces son distintos sin que eso suponga ningún problema. Así por ejemplo sin estar enfermo, un niño hará las deposiciones verdes, si en su intestino no hay microbios que digieran la bilis. Y si los hay, será entre amarillenta y marrón. Del mismo modo, si hay muchos microbios anaerobios (son microbios que viven y digieren los nutrientes sin usar oxígeno, fermentando) la caca huele peor que si no los hay y los gases que expulsa (pedos) huelen "como los de un adulto".
Por tanto, como hemos dicho, la auténtica diarrea es líquida, frecuente y abundante, quita las ganas de comer, produce dolor de barriga e irritación del culete.
La diarrea de verdad
El tratamiento consiste en:
Reponer lo que pierde. Evitar la deshidratación es el primer objetivo en el tratamiento de la diarrea. Para ello no vasta con dar agua porque también se pierden sales y hay que reponer ambas cosas al mismo ritmo. La principal causa de mortalidad infantil han sido siempre las deshidrataciones por diarrea. En los países desarrollados han descendido en picado desde que se usan los sueros de rehidratación oral. Hasta el punto, de que la Organización Mundial de la Salud considera que los sueros de rehidratación oral, siendo uno de los recursos médicos más baratos, son el medicamento que más vidas ha salvado en todo el mundo. Cuando sólo damos agua o manzanilla (que tampoco lleva sales) el niño cada vez tiene menos sales en el cuerpo. Éstas sales retienen al agua, y si bajan, cada vez se pierde agua con más facilidad y cuesta más absorberla.
También hay gente que da zumos, sin saber que aligeran aún más la barriga. Y hay quien da agua de arroz. Pero ésta tiene el defecto de que hay que hacerla a la concentración justa, ya que muchas veces, pensando que cuanto más espesa más retiene, se hace demasiado concentrada, lo que da más diarrea aún. Otra solución usada a veces pero que conlleva un riesgo importante son las limonadas alcalinas caseras. Su peligro está en que si nos pasamos en la concentración al prepararlas pueden provocar una deshidratación con exceso de sal que es mucho más peligrosa. Por tanto la mejor solución son los sueros de rehidratación oral. La resistencia a usar estos sueros cuando claramente son lo indicado se ha basado siempre en que los niños los rechazan por no tener un sabor agradable. Por ello el esfuerzo fundamental de los laboratorios que los producen en los últimos años se ha centrado en la mejora de ese sabor. Y lo están consiguiendo. En la actualidad existen en el mercado sueros de rehidratación oral ajustados a las necesidades de los niños y con sabores muy aceptables, que mejoran además si se mantienen frescos en el frigorífico. No se debe dar Aquarius ni otros sueros para deportistas en la diarrea.
Reponer la flora normal del intestino: En el intestino tenemos millones de microbios no agresivos con los que convivimos. Ellos se alimentan de nuestra comida, pero al hacerlo nos ayudan a digerirla mejor para absorber algunos nutrientes y además, ocupan un espacio, que si no llenasen ellos, sería cubierto por otros gérmenes más agresivos. De hecho, siempre que hay una infección intestinal, es porque parte de esta flora normal ha sido desplazada por microbios más dañinos. Por eso, una de las armas para luchar contra las infecciones intestinales que producen diarrea, es reponer la flora normal del intestino. Para ello usamos productos que llamamos pro bióticos. Contienen el mismo tipo de microorganismos protectores que el “Actimel” pero mucho más abundantes y con menos azúcar. (No dar Actimel) Al introducirlos en el intestino lo que hacen es multiplicarse y ocupar espacio, dejando menos sitio para los "bichos malos". De ese modo nos ayudan a curar la diarrea.
Dieta astringente: Consiste en evitar aquellos alimentos que estimulan el movimiento intestinal y aportar aquellos que favorecen la absorción de líquido.
En la práctica: Los lactantes que toman sólo pecho pueden continuar con él pero tomando menos cantidad en cada toma y con más frecuencia. En los que toman leche artificial, si la diarrea es abundante y dura varios días, se recomienda sustituir su leche normal por leches bajas en lactosa, hasta que ceda la diarrea. El motivo es, que cuando la diarrea va desgastando la pared del intestino, las células más superficiales, que son las que digieren la lactosa (el azúcar de la leche) se pierden y el niño no puede temporalmente digerirla, lo que aumenta la diarrea si sigue tomando lactosa. En lactantes más grandes, además pueden tomar (si ya lo tomaban previamente), yogur natural azucarado, cereales de crema de arroz (el arroz es un cereal sin gluten por lo que si ya había tomado antes cereales sin gluten puede tomar los de crema de arroz) y Pollo o Pescado cocido con arroz y zanahorias. Insisto, cualquiera de estos alimentos, si los había probado previamente. En ningún caso debe introducirse un alimento nuevo mientras está con diarrea. En niños a los que ya se había introducido toda la alimentación, se puede dar yogur natural azucarado, puré de patatas y zanahoria, pollo o pescado blanco tanto a la plancha como cocido con arroz y zanahoria, manzana sin cáscara o plátano maduro.
Respecto a la dieta es importante tener claro que cualquier alimento fuera de la lista anterior puede hacer daño. Es preferible no comer, a comer algo que le siente mal, ya que al no absorberse no le va a alimentar, pero si va a dañar el intestino haciendo que tarde más en curarse. Y es importante mantenerla hasta que lleve un día completo sin diarrea. Es decir, cuando lleve un día completo sin deposiciones o con ellas normales debe volver a su comida normal. Cuando empiezan a mejorar, a veces recuperan el apetito y piden comer otras cosas y en muchos casos, si toma alimentos difíciles de digerir, reaparece la diarrea. Tampoco está indicado mantener la dieta más tiempo, porque es frecuente que se estriñan inmediatamente después de una diarrea.
Protección de la región perianal: Como dije al principio una de las cosas que pasa en la diarrea es que la caca suele ser más irritante para la piel alrededor del ano. Tanto porque cambia su acidez haciéndose más corrosiva, como por la mayor frecuencia con la que moja la piel y por la presencia de gérmenes más agresivos. Por eso, es necesario proteger esa zona, cuya irritación es a veces la parte más molesta de la diarrea. Para evitar dañar más la piel y ya que la caca es líquida y se limpia con facilidad, no deben usarse toallitas mientras tenga irritado el culete, se lava sólo con agua.
Hay que secar empapando, sin frotar para no hacer más daño. Y después, aplicar una capa protectora impermeable, de forma que cuando vuelva a hacer no queme de nuevo la piel. Para esto último lo mejor son las pastas al agua, que dejan una capa protectora impermeable, de modo que cuando haga una deposición, no llegue siquiera a tocar la piel. A veces, la irritación favorece que la piel se infecte con los microbios de la caca y aparecen en la piel úlceras. En esos casos antes de aplicar la pasta al agua, se debe aplicar una pomada antibiótica y encima, la Pasta al agua.
Otras medicaciones: Existen otros medicamentos que a veces se mandan para cortar la diarrea . Yo no suelo usarlos. Porque mi experiencia es que no aportan gran cosa. De hecho, como la diarrea es una forma del cuerpo de eliminar algo que hay en el intestino y que le daña, a veces, si cortamos la diarrea, el niño empeora. He visto a veces también, dar medicamentos para tratar el dolor de la diarrea. Este dolor es debido a los retortijones, que no es otra cosa que contracciones bruscas y periódicas del intestino que duelen por lo intensas que son. Esto no cede con anti-‐inflamatorios como el Ibuprofeno. Mientras siga teniendo retortijones sigue doliendo.
Hay quien sabiendo esto, indica medicamentos que reducen la movilidad del intestino, para reducir esos espasmos. Pero, como dijimos antes, si retenemos las heces retenemos los "bichos" causantes de la infección con lo que empeora. Tanto en los vómitos como en la diarrea, el problema principal es la deshidratación. Cuando un niño se deshidrata se nota en: La boca está seca. Si a un niño se le cae la baba, aunque halla vomitado 10 veces o hecho diarrea otras tantas, no está deshidratado. En los lactantes pequeños que aún tienen abierta la fontanela (el hueco que dejan sobre la frente los huesos del cráneo), si está hundida cuando el niño está tumbado (que se hunda un poco cuando está de pie es normal) es signo de que anda escaso de líquido. Cuando se van deshidratando las ojeras se van marcando cada vez más. El niño está más decaído y más pálido. Si apretamos las uñas, al soltarlas el lecho de la uña se ha quedado pálido, pero recupera su color rápidamente. Si tarda más de 3 segundos es que el riego de sangre es escaso lo que entre otras puede ser signo de deshidratación (a veces ocurre con la fiebre o con la anemia por ejemplo). Si aparecen estos signos es recomendable que sea valorado por un pediatra lo antes posible.
El dolor en niños
El dolor es el mecanismo de alarma del cuerpo. Avisa de que se le está haciendo daño o de que algo no funciona bien. En los niños más pequeños su única manifestación es el llanto. Conforme crecen y desarrollan la capacidad de comunicarse, ya van definiéndolo y localizándolo mejor.
El llanto en el niño que no habla Me dicen muy a menudo que un pediatra es más médico que los demás, porque averiguar el motivo por el que llora un lactante es complicado. Sólo llora, no dice nada. Eso es algo que unido a la pena que produce en los que le rodean, que les limita la capacidad de pensar de forma lógica, hace que en la mayor parte de los casos cuando el pediatra dice la causa los padres manifiesten su asombro, y en muchos casos su incredulidad hasta que el llanto cede siguiendo sus indicaciones (cuando acertamos). Para averiguar la gran mayoría de causas que hacen llorar a tu hijo los primeros meses puedes seguir el esquema siguiente:
La pauta para "adivinar" la causa del llanto en un lactante podría ser la siguiente: ¿Al cogerlo se calla?
Si es así, al niño no le duele nada, sólo quiere que lo cojan. No hay ningún dolor que ceda al cogerlo. Si no cede cogiéndolo seguimos. Tócale con el dedo en las mejillas. ¿Desvía la cabeza buscando el dedo con la boca? Si es así tiene hambre, el llanto debería ceder en cuanto se le ofrezca comida. Si no, seguimos. Mira el pañal y si está lleno cámbialo. Si hay irritación de la piel el niño llorará cada vez que haga caca, orine o tenga el pañal sucio más de la cuenta. Si no, sigue.
Dolor de oídos Tócale delante de los oídos y bajo ellos.
Si el llanto se aumenta al tocarle posiblemente le duelen. Muchas veces los padres sospechan que al niño le duele el oído cuando él se lo toca con frecuencia.
Cuando pasa esto lo que le sucede habitualmente es que la cera del oído está reseca y se está descamando, lo que produce picor. El oído, cuando duele, Duele, y nadie se toca para producirse más dolor. Si se tocan habitualmente es picor. Seguimos si tampoco es. Se retira la ropa y observamos al niño: Buscar signos de inflamación o algo raro en el movimiento de brazos, piernas o cabeza. Si por ejemplo vemos que no mueve la pierna izquierda y le estimulamos para que la mueva (haciéndole cosquillas o pellizcándole) y no la mueve o al moverla aumenta el llanto posiblemente se ha hecho daño en esa pierna. Palpándola de arriba abajo podremos localizar el punto más doloroso. Muy frecuente en el lactante es el dolor abdominal. Su causa más habitual es el cólico del lactante, aunque hay otras causas más graves. Si el llanto con dolor de barriga se acompaña de vómitos o palidez intensa es mejor que al niño lo vea un pediatra. Si no es así y se cumplen la mayoría de los siguientes puntos es muy posible que se trate de cólico del lactante: Es muy ansioso para comer. Llora poniéndose colorado y encogiendo las piernas. La barriga está hinchada y si la golpeamos con un dedo es como un tambor. Parece mejorar al ponerlo boca abajo o con el movimiento. Por ejemplo es típico el niño que acude a urgencias porque lleva cuatro horas llorando sin parar y por el
camino, con el traqueteo del coche se queda dormido. También pueden llorar por sed. Al dar líquido cede (es decir si toma pecho, al darle pecho). O por calor. El niño estará sudoroso y colorado y suele aparecer una sudamina (erupción en puntitos pequeños que cede al refrescarlo). Cede al quitarle ropa. Otra causa frecuente de llanto en los lactantes es la dentición. Suele ser más irritante de noche y el niño se mete lo que pilla en la boca para morderlo. Cede dando un antinflamatorio. La mayoría de la veces darlo por la noche es suficiente.
La infección de orina. En los lactantes la infección de orina es más frecuente que en otras edades, sobretodo en niñas por el pañal, ya que los microbios que producen la infección de orina provienen de las heces y aunque se quite el pañal inmediatamente ya se han extendido por todas partes. Los síntomas de la infección de orina suelen ser: El niño está más llorón. Echa bocanadas con facilidad. Come peor. La orina huele más fuerte. A veces tiene febrícula escasa que ni siquiera notamos en algunos casos. Tiene días que parece que mejora y de nuevo empeora. En los adultos solemos darnos cuenta de la infección de orina porque nos escuece al orinar. Solemos asumir que el lactante no lo dice, pero no es así.
Cuando un lactante con infección, orina, llora de repente. Si miramos en ese momento el pañal, veremos que está recién mojado. Si el dolor no se ajustara a nada de lo anterior, hay que llevar al niño al pediatra.
Cuando el niño ya habla En el preescolar y escolar que es capaz de explicarnos lo que le pasa, saber de donde proviene el dolor deja de ser un misterio. Lo que sí es interesante en estas edades es diferenciar el dolor que puede ser grave del que no lo es. Muchos niños de estas edades tienen a sus padres preocupados, más que por la intensidad del dolor por su insistencia. Suelen acudir porque el niño se queja continuamente de dolor de piernas, barriga o cabeza. Son los tres dolores más frecuentes y que suelen tener explicación común y banal. Para separar lo que es preocupante de lo que no, hay que darse cuenta de cómo nos comunican el dolor, su duración y si afecta a su vida normal: Hay niños que dicen 25 veces al día "me duele la cabeza" (o la barriga...), y lo dicen como el que da las noticias o habla de cómo está hoy el tiempo. Es decir, no le afecta.
Y los hay que nos comentan eso mismo pero llorando, o con la cara pálida y las ojeras marcadas. El segundo tiene un dolor que hay que valorar. Al primero no es que nos engañe. En realidad le duele. Pero es que a lo largo del día todos sentimos pequeñas molestias. Si te observas, de vez en cuando te da un pequeño apretón la barriga, o si llevas toda la tarde sin salir te molesta la cabeza, o tras hacer deporte tienes sobrecargado algún músculo. Pero son dolores pasajeros, que no te impiden hacer tu actividad normal y se pasan al rato sin tomar nada. La diferencia es que el niño lo dice cada vez que le pasa. Y cuando son 10 ó 20 veces al día, raro es el padre que no se preocupa. Por eso para diferenciarlos hay que tener claro:
En el dolor de cabeza Cuando hay que estudiarlo es si le impide hacer su vida normal, dura varias horas, se acompaña de mala cara (palidez de piel, ojeras...), le despierta de noche o se acompaña de cosas menos habituales como mareo, sensaciones extrañas (hormigueo, falta de sensibilidad), alteraciones de la vista (borrosa, doble...).
En estos casos debe ser visto por el pediatra aunque muchas de las cosas descritas pueden corresponder a migrañas y no tienen mayor importancia.
En el dolor de barriga Lo primero es si se alivia al hacer caca. Si es así en principio son gases o estreñimiento y no es grave. Si no tiene relación con las deposiciones, le impide hacer su vida normal y es cada vez más frecuente, debe verlo un pediatra, sobre todo si se acompaña de vómitos o diarrea, heces con sangre, fiebre o le despierta de noche. A veces le duele y sigue doliéndole y no para de dolerle un día tras otro pero come bien, hace deposiciones normales a diario, no vomita ni tiene fiebre, ni le impide seguir con su actividad. No le impide jugar cuando le animamos a hacerlo ni rechaza los alimentos que más le gustan aunque sean más pesados de digerir (chocolate o fritos por ejemplo). Está claro, no tiene nada grave.
Los dolores articulares Hay que buscar inflamación. Observar al niño cuando no sabe que le vigilamos y controlar si el dolor se localiza siempre en el mismo sitio o no.
Si no hay inflamación, no le impide correr y saltar cuando sale a jugar y unas veces duele aquí y otra allí, no hay nada grave. Tampoco son, como dicen algunos, dolores de crecimiento. El crecimiento es continuo y no duele. Lo que les sucede es que cuando juegan no tienen cuidado, un día se doblan un tobillo, otro día se golpean un codo... Y mientras están jugando no caen en la cuenta, pero luego, cuando se enfrían empiezan a quejarse de todos los excesos. No es que no duela, claro que sí. Pero no es nada que no se cure durmiendo y en todo caso tomando un analgésico como el Ibuprofeno o tras un masaje. Si hay inflamación, la limitación de movimiento le impide hacer vida normal, le despierta de noche o el dolor es fijo en un mismo sitio hay que descartar otras causas: Al pediatra.
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