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CONTABILIDAD Autor: Emilio Gironella Masgrau Socio de Gironella Velasco auditores, S.A.P.U. Presidente de la Subcomisión de Coordinación de la Comisión Nacional Mejoras necesarias en la contabilidad e información financiera DE LAS PYMES (I)

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contabilidad

Autor:

Emilio Gironella Masgrau

Socio de Gironella Velasco auditores, S.A.P.U.

Presidente de la Subcomisión de Coordinación de la Comisión Nacional

Mejoras necesarias en la contabilidad e información financiera

de las pymes (i)

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Una dilatada experiencia como auditor y su amplio conocimiento del mundo de la empresa

hacen que cada una de las opiniones de Emilio Gironella adquieran el valor de una clase

magistral. Su visión de la contabilidad e información financiera es muy crítica: presenta

limitaciones, carencias y deficiencias, en especial para pymes. Conozca cuáles son

los aspectos que considera más cuestionables.

E l 15 de septiembre de 2010 se constituyó la Comisión Nacional para la elaboración de un libro blanco sobre mejoras a intro-

ducir en la contabilidad y la información financiera de pequeñas y medianas empre-sas (para simplificar Comisión Nacional en lo sucesivo) en la sede del Ilustre Colegio Oficial de Titulados Mercantiles y Empresa-riales de Barcelona, al cual asistieron 48 de sus miembros.

La citada Comisión Nacional fue constituida a título privado, representando por tanto la opinión de la sociedad civil española, con la finalidad de analizar aquellos aspectos de la

contabilidad y la información financiera de pequeñas y medianas empresas en España que, a juicio de su nutrido grupo de integran-tes, son manifiestamente mejorables.

Desde la aprobación del Plan General de Contabilidad de 2007 (PGC 2007), que in-corporó a nuestra legislación mercantil los aspectos más significativos de las Normas Internacionales de Contabilidad (NIC) y las Normas Internacionales de Información Financiera (NIIF), hasta la fecha en que se constituyó esta Comisión Nacional ya habían transcurrido dos ejercicios, los años 2008 y 2009, suficientes, en mi opinión, para dispo-ner de evidencias acerca del grado de acep-

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tación, utilidad y entendimiento de su filoso-fía y conceptos en las pequeñas y medianas empresas, que integran la grandísima mayoría de sociedades mercantiles no sólo en Espa-ña sino también en el resto de países de la Unión Europea.

El hecho importante de las pequeñas y me-dianas empresas no está en que integran la mayoría de sociedades de la economía del mundo occidental, sino en su naturaleza y ob-jetivos. José Mª Gay de Liébana y Saludas afir-ma certeramente que “no se trata de concretar si las pymes españolas contribuyen con el 85 o el 90 % del PIB español, porque, a fin de cuentas, son ellas las que dan fuelle a nuestra economía, arraigándose en su hábitat, respondiendo al suelo que las vio nacer, sin deslocalizarse ni largarse, así de repente, a la brava. Nuestras pymes crean puestos de trabajo y fomentan empleo, y, con-tra viento y marea, mantienen a su plantilla por mucho que les cueste. Evitan al máximo presen-tar expedientes de regulación de empleo (ERE) mastodónticos y no ponen de patitas en la calle a cientos de empleados. No generan conflictos, sino que hacen cuanto está en su manos para sumar, no para restar, para multiplicar y no para dividir” (España se escribe con E de endeuda-miento. Radiografía de un país abocado al abis-mo. Ediciones Deusto. 2012).

Mis observaciones en relación con las cuen-tas anuales elaboradas por las pequeñas y medianas empresas siguiendo dicho PGC 2007 son muy claras y no admiten lugar a du-das. He aquí una lista de urgencia de algunos de los profundos cambios introducidos por dicho Plan, ante los cuales es comprensible

que muchos sientan prevención y hasta re-chazo en algunos de ellos:

a. La memoria. La información a incluir en la memoria se ha incrementado signifi-cativamente con gran cantidad de datos e informaciones que carecen de utilidad, mientras que información considerada útil y relevante brilla por su ausencia. Más y más páginas que nunca serán leídas, salvo por algún que otro usuario con perfil fi-nanciero.

b. Criterios de valoración. Continúan aplicán-dose determinados criterios de valoración que son, cuando menos, discutibles, como por ejemplo, la valoración por su coste histórico de los bienes del inmovilizado material e inversiones inmobiliarias, en es-pecial, los terrenos y las construcciones, y también de una parte de las inversiones financieras tales como las inversiones en el capital de empresas del grupo, multigrupo y asociadas.

Es preciso mencionar que estas deficien-cias vienen de lejos, por lo que en modo alguno pueden atribuirse al PGC 2007, si bien muchos pensábamos, en un alarde de ingenuidad, que el nuevo Plan Contable las modificaría adecuadamente a efectos de valorar los bienes de activo descritos y de esta manera reflejar fielmente la riqueza patrimonial de las empresas (su patrimo-nio neto). Debemos preguntarnos dónde queda el concepto de imagen fiel siguien-do estos criterios de valoración.

c. Estimaciones contables. La necesidad de realizar infinidad de estimaciones conta-bles que implican la utilización de pronós-ticos de hechos y situaciones futuras con aplicación, además, de cálculos financieros con la consecuencia final de generar sub-jetividad y/o alentar la arbitrariedad en los responsables de su cálculo ante la dificul-tad de su realización.

d. Multiplicidad de tratamientos contables y criterios de valoración distintos. Raya el

La inforMación a incLuir En La MEMoria sE ha incrEMEntado siGnificativaMEntE con Gran cantidad dE datos E inforMacionEs quE carEcEn dE utiLidad

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absurdo económicamente hablando que existan tratamientos contables y criterios de valoración distintos para ciertos acti-vos en virtud de la intención que tenga la empresa en su posesión, como ocurre en el caso de algunos activos financieros (agrupados modernamente dentro de la francamente jocosa denominación de ins-trumentos financieros).

e. Presentación de estados financieros. La presentación de algunos estados financie-ros incluidos en las cuentas anuales con-tiene serias deficiencias, como ocurre por ejemplo con el modelo de la cuenta de pérdidas y ganancias que no informa de una cuestión tan esencial como es el coste de las ventas -aunque forzoso es precisar que el anterior PGC 1990 tampoco lo ha-cía-, y que ha convertido en información evanescente las partidas de gastos e in-gresos extraordinarios, cuya interesada inclusión de parte de los mismas en el resultado de explotación y en el resulta-do financiero de esta cuenta importante anual representa un auténtico órdago de la nueva normativa.

f. Neologismos y términos de difícil com-prensión. La utilización de expresiones y vocablos privativos de expertos e hiper-expertos es una auténtica lacra del actual Plan General de Contabilidad que lo hace todavía más inaccesible para los profanos, creando, en consecuencia, incomprensión y hasta un rechazo de grandes proporcio-nes contra conceptos y denominaciones de muchas partidas y hechos. Ante la ac-tual selva terminológica tengo la impresión que existe una liza implícita entre los “en-tendidos” del Plan para ver quién la dice más gorda y sofisticada. La confusión suele comenzar por el mal uso de las palabras.

Por el contrario, la información financiera de peso y útil que deberían incluir las cuentas anuales de pequeñas y medianas empresas -y esto también es perfectamente aplicable a las grandes empresas-, a fin de que cual-quier lector interesado obtenga de forma

inmediata y rápida una idea global y rigurosa del estado actual, evolución, resultados de la empresa y otros aspectos relevantes, es decir, y para expresarlo gráficamente, la necesidad y conveniencia de disponer de información financiera de calidad para su comprensión, interpretación y análisis -y recalco este últi-mo aspecto por su gran importancia-, brilla por su ausencia. Simplemente no existe. De forma que un hipotético interesado en con-seguir esta información deberá solicitarla ex-presamente a la empresa, siempre que ésta acceda a facilitársela, lo que no le dispensará de tener que elaborarla personalmente en caso de que tenga capacidad suficiente para llevarlo a cabo.

Entiendo que éste no es, ni de lejos, el objeti-vo que deben perseguir unas cuentas anuales adjetivables como “informativas”, a poco que se piense, como muchos opinamos, que las mismas deberían condensar la información financiera nuclear fundamental de las empre-sas, tengan el tamaño que tengan. En defini-tiva, las cuentas anuales en muchos aspectos informan sobre lo que no interesa y no in-forman sobre lo realmente relevante para el destinatario de las mismas.

El modelo actual de información financiera para pequeñas y medianas empresas implí-cito en las cuentas anuales elaboradas según el PGC 2007, no hablamos ya del PGC 1990 por haber prescrito, además de situarse a años luz de lo que debería ser, es, a mi modo de entender, un modelo pensado para gran-des empresas, sin que ello impida considerar que tampoco es útil para empresas de esta dimensión ni grupos de sociedades, modelo que ha sido objeto de una simple traslación a las primeras, por lo que se trata de un tra-je que a las pequeñas y medianas empresas le viene grande y que no se adapta ni a su dimensión, necesidades ni a sus peculiares ca-racterísticas.

La suma de hechos como los señalados impulsaron a un grupo de profesionales de esta disciplina a pensar que quizás se-ría interesante dedicar algunas de nuestras

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reuniones a debatir, analizar e intercambiar ideas sobre los problemas suscitados y las soluciones idóneas para intentar corregir-los, impulso que derivó en la creación de la citada Comisión Nacional, cuyo objetivo es proponer una serie de cambios para mejo-rar tanto la contabilidad como la informa-ción financiera de las pequeñas y medianas empresas en aquellos aspectos que consi-deremos indispensables y en los que existan claramente mejoras a introducir.

Otro objetivo de la Comisión Nacional, no menos importante, era y es proporcionar las suficientes evidencias y argumentación a los profesionales de la contabilidad, de la audi-

toría, a los profesores universitarios de estas disciplinas, a los directores financieros, a los directores de empresas, a los organismos re-guladores y a la administración española de que el modelo actual adolece de excesivas rigideces, deficiencias y omisiones, lo que, en lugar de acercarnos parece alejarnos del buen puerto, por lo que conviene mejorar determinados aspectos sea por su lógica sea por pura necesidad.

La Comisión Nacional está formada por más de 100 miembros, repartidos por toda

la geografía española. Su composición la integran auditores de cuentas, profesores universitarios de contabilidad, economistas, analistas financieros, directores financieros, asesores y distintas categorías de personal de empresa. Conviene subrayar el hecho que ni en el período de gestación ni en el de su formulación actual la Comisión Nacio-nal ha restringido el acceso a nadie deseoso de participar, dado que entendíamos desde el principio que lo que interesa es sumar, y que su composición cuanto más heterogé-nea mejor representaría el elenco de pro-fesionales de variada índole y funciones en la empresa y en la sociedad española, apor-tando, con sus valiosas experiencias y cono-

cimientos un inapreciable valor añadido a la temática estudiada.

En la decisiva reunión del 15 de septiem-bre de 2010, fecha de su constitución, se acordó por unanimidad estructurar la Co-misión Nacional en las subcomisiones si-guientes:

1ª. Mejoras a introducir en el balance.

2ª. Mejoras a introducir en la cuenta de pérdidas y ganancias.

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3ª. Mejoras a introducir en el estado de cambios en el patrimonio neto y en el estado de flujos de efectivo.

4ª. Mejoras a introducir en la memoria.

5ª. Mejoras a introducir en la información financiera.

6ª. Coordinación.

También se acordaron todos los temas re-lacionados con el alcance del trabajo a rea-lizar, nombramiento de los presidentes de las subcomisiones, funcionamiento de las mismas, método de trabajo a seguir, lugar de las reuniones, periodicidad de las mismas, calendario del proyecto, comunicación en-tre los miembros de la Comisión Nacional, información de su creación al Instituto de Contabilidad y Auditoría de Cuentas (ICAC) del Ministerio de Economía y Competitividad -como así se hizo-, así como otras cuestiones de procedimiento.

Todos los asistentes al acto de la constitu-ción de la Comisión Nacional estuvimos de acuerdo en que el proyecto iniciado era apa-sionante, de gran actualidad y necesario para intentar mejorar la contabilidad y la informa-ción financiera de las pequeñas y medianas empresas, no de grandes empresas ni de gru-pos de sociedades que no entran dentro del alcance de nuestro trabajo, si bien es preciso señalar que muchas de las recomendaciones sugeridas también son perfectamente aplica-bles a los mismos en aquellos aspectos que entendamos sea posible y conveniente, apor-tando nuestra contribución al respecto.

Los trabajos de la Comisión Nacional no pretenden ir contra nada ni contra nadie, dado que su pretensión esencial se orienta a identificar, ayudar y colaborar sobre los principales problemas que existen y que nos toca afrontar en el día a día y proponer so-luciones ajustadas a los mismos, siempre de forma constructiva y positiva. Los trabajos de la Comisión Nacional son de reflexión, no de confrontación ni de agitación.

En la mentada reunión constituyente había ilusión por parte de los miembros asistentes a la constitución de la Comisión Nacional para llevar a cabo el proyecto. Igualmente éramos conscientes de cómo nunca se ha realizado nada sin un anhelo entusiasta de partida porque “el entusiasmo es una auro-ra que no se termina nunca, el entusiasmo es la fe andante, la fe al rojo vivo, como decía acertadamente Federico García Lorca. Tam-bién éramos todos conscientes de que una cosa era la idea que teníamos, la ilusión y las ganas de llevar a cabo el proyecto, y otra bien distinta convertirlo en realidad, lo que nunca es fácil. En definitiva, que sólo faltaba pasar de las musas al teatro.

somos conscientes también que no basta con el entusiasmo puesto en el empe-

ño, ya que es siempre necesario abordar la temática estudiada con la distancia apropia-da y la objetividad necesaria. Es bien sabido que el entusiasmo es una virtud que ha for-mado parte de todos los movimientos que han pretendido cambiar el orden establecido de la noche a la mañana, acabando lamen-tablemente en algunos casos por diluirse en el fracaso, más enardecidos de ideología que de razón. Sabemos bien que el entusiasmo necesita del contrapeso de otras virtudes, como el realismo, el equilibrio, la inteligencia y, sobre todo, el olfato para conectar con las necesidades de los grupos de interés, puesto que por sí solo sus efectos se asemejan al de un volcán cuya erupción oculta el objetivo perseguido, que acaba por perderse.

La iniciativa agradece los apoyos institucionales recibidos, que no económicos dado que no se ha solicitado ninguna ayuda financiera, al fun-cionar la Comisión Nacional sin presupuesto, y las adhesiones brindadas por parte de diversas corporaciones profesionales e instituciones. En esta línea solicitamos en su día a la Associació Catalana de Comptabilitat i Direcció (ACCID), el compromiso de editar el libro blanco, una vez compilado, cosa que aceptó y que la Co-misión Nacional consideró como gesto valioso y estimulante. El libro se ha previsto publicarlo en el curso del año 2013.

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LiMitacionEs, carEncias Y dEficiEncias

Lo que expondré a continuación representa mi opinión personal sobre las limitaciones, carencias y deficiencias en la contabilidad y en la información financiera, a partir del contenido del PGC 2007, y no representa necesariamente la de los miembros de la Comisión Nacional. También encarna la de la gran mayoría de los auditores de cuen-tas, profesores universitarios de contabilidad, directores financieros y gerentes de muchas empresas con los que he conversado sobre el tema, por lo que existe unanimidad en que el contenido del citado PGC 2007 ha com-plicado ciertos temas, ha agravado algunos males ya existentes de la disciplina contable y de la información financiera y ha creado otros. Y todo ello, obviamente, respetando los puntos fuertes que evidentemente tam-bién los tiene.

Quiero remarcar expresamente que el obje-tivo de este artículo no es entrar en discusio-nes absurdas e inútiles sobre la contabilidad y la información financiera, como por ejem-plo la que existió durante muchos años en algunas facultades de ciencias económicas y empresariales españolas de sí la contabilidad era una ciencia o una técnica, y en que grupo de ciencias se encuadraba de entre las cien-cias puras, duras, cristalinas o sucias, confusas o difusas…cuando, curiosamente, la mayoría de los que iniciaron esta discusión no eran expertos en filosofía y metodología de las ciencias. Mejor dicho, lo que se pretendía era demostrar que la contabilidad era una cien-cia y punto. Esta discusión evidentemente no sucedió por casualidad; pero dejemos aquí esta deriva académica porque no debemos recordar las miserias de la vida.

Curiosamente, la discusión anterior, que hizo verter grandes cantidades de tinta y que duró años, provocó, por vía indirecta o directa, un retraso en el desarrollo de la disciplina con-table en nuestro país, puesto que en vez de intentar estudiar y dar soluciones a los múl-tiples problemas que la aquejaban, se centró

en temas colaterales que no tenían ningún interés objetivo ni útil y que eran simplemen-te, como se diría en castizo, dar puntada sin hilo. Evidentemente, lo de menos es si la con-tabilidad es una ciencia, una técnica, un arte o como se prefiera etiquetar. La contabilidad, al igual que cualquier otra disciplina, existe para prestar un servicio útil a la sociedad. En la medida en que lo cumpla o no, se reco-nocerá su utilidad o resultará nula. Esto sin contar que el conocimiento científico puede darse sin aplicar el método de una ciencia. Una prueba de ello es que hay fenómenos que carecen de explicación racional y cientí-fica, pero existen.

En la actualidad es bien sabido que la informa-ción financiera proporcionada por la gran ma-yoría de pequeñas y medianas empresas en nuestro país a través de sus cuentas anuales es muy criticada en amplios sectores de la so-ciedad por su falta de claridad, complejidad y transparencia. Hablar de falta de transparencia es, naturalmente, otra manera de decir falta u omisión de información relevante y útil, por citar sólo uno de los muchos eufemismos que tanto proliferan en la literatura económica, amén de que tanto la contabilidad como la in-formación financiera actuales adolecen infor-tunadamente de ciertas limitaciones, carencias y deficiencias que crean desconfianza y falta de fiabilidad y credibilidad en las mismas.

Algunos cartógrafos medievales recurrían a la expresión latina hic sunt dracones (aquí hay dragones) para hacer referencia a los territo-rios inhóspitos, inexplorados, a las zonas en blanco de los mapas del medioevo popular-mente señaladas como territorios en los que moraban dragones y otras bestias del ima-ginario mitológico del hombre medieval, y resumir así que esos parajes albergaban peli-gros. Apuntaré en este artículo nueve puntos, áreas, dragones o afluentes que desembocan en el río en los que pienso que tanto la con-tabilidad como la información financiera tie-nen que superar sus planteamientos actuales y desarrollar nuevas recetas, para adaptarse de una vez por todas a las necesidades que tienen las pequeñas y medianas empresas.

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A mi criterio, las limitaciones, carencias y de-fi ciencias más relevantes con que se enfrenta la contabilidad y la información fi nanciera a la hora de reconocer, valorar, presentar y reve-lar los hechos económicos y comunicarlos a los lectores interesados son las siguientes que se exponen en la Tabla 1 (el orden no implica necesariamente la importancia).

De entrada también quiero aclarar que cuan-to sigue en este escrito no representa recha-zo alguno por mi parte a los cambios intro-ducidos en el PGC 2007, y menos bajo algún tipo de motivación inmovilista o conservador. Dichos cambios, como sabemos, provienen de las Normas Internacionales de Información Financiera (NIIF) que, según algunos expertos, se derivan de la armonización contable inter-nacional a la que nos vemos abocados como consecuencia de una economía cada vez más globalizada. Esos y otros muchos expertos opinan que la contabilidad “real” será inter-nacional o no será, y otros manifi estan que la aplicación de las NIC/NIIF es imparable.

Me permito anteponer algunas refl exiones sobre este tema. El momento en que la Unión Europea decidió adoptar las NIC/NIIF para armonizar la contabilidad en su zona de infl uencia entiendo que marcó el punto de infl exión de dicho proceso armonizador. O mejor, quizá, un “punto de fl exión”.

La impresión que la Unión Europea dio en ese momento sobre este tema era de que ni sabía lo que había que hacer ni dedicó la sufi ciente atención a las consecuencias, por lo que la decisión que se tomó pue-de tildarse de poco meditada, falta de un análisis riguroso y, a la postre, precipitada. La trascendental adopción de las normas IASC/IASB en la Unión Europea tuvo lugar el año 2000, en Lisboa, arropada de un escenario y teatralidad que refl ejaba, en el fondo, la miseria y frivolidad humana.

Tengo serias dudas de que el resultado fi nal de lo esperado de las NIC/NIIF, en especial en su aplicación para pequeñas y medianas empresas, sea el más satisfactorio que podía

preverse para este tamaño de empresas de la Unión Europea que las apliquen y, por tan-to, de que la actuación de las instancias que aprobaron su empleo y aplicación haya es-tado a la altura de las circunstancias. Es más, por mi experiencia profesional en España he constatado que la decisión tomada de aceptar dichas normas es una clara demostración de que en la Unión Europa, lo que predominan son, tomando la expresión de la jerga taurina, las medianías y no los primeros espadas.

Es mi convencimiento personal que la deci-sión adoptada en el Reglamento de la Unión Europea de aceptar esas normas en bloque quiebra el sano principio del consenso mo-ral, es decir, que si se quiere hacer una Unión Europea fuerte e integrada, primero han de discutirse ampliamente todas las decisiones a tomar, no únicamente por parte de los políticos y de los expertos sino, y especial-mente, por todos los ciudadanos en general, dado que son en defi nitiva quienes deberán aplicarlas y a los que van dirigidas.

El consenso moral es el único camino para que dichas normas se adapten específi ca-

tabLa 1 :: LiMitacionEs, carEncias Y dEficiEncias actuaLEs Más iMportantEs En La inforMación financiEra

Excesivo recurso a la valoración mediante

estimaciones contables

Los criterios de registro o reconocimiento

contable de los activos no contemplan la contabilización del valor de ciertos activos

intangibles generados o creados internamente

por las empresas

La política seguida en los últimos años de presentación de

información �nanciera inútil, de tal manera que no pueda conocerse la

auténtica situación económico-�nanciera-

patrimonial de las empresas

Demasiadas opcionesen la contabilización de

muchas operaciones

No se prevén todas las posibilidades de registro

y reconocimiento de determinadas operaciones

empresariales

Utilización de terminología muy técnica

y poco entendible

Valoracion discutible de determinados activos

Algunas normas contables son complejas y difíciles de entender, generando posibles interpretaciones

y confusiones en su aplicación

Presentación inadecuada de los modelos o�ciales

de los estados �nancieros incluidos dentro de las

cuentas anuales

Fuente: elaboración propia.

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mente al entorno y a las necesidades ciuda-danas y no a los intereses y conveniencias de unos pocos, que es lo que ha ocurrido, que impidan a la UE decidir sus asuntos por ella misma. En resumen, la decisión tomada no merece otra calificación que la de inadecua-da y escandalosa. Sí, en la línea unamuniana, lo que cuenta en definitiva no es vencer sino convencer, a mi personalmente las NIC/NIFF no me convencen. Como apostillaba Rabin-dranath Tagore: ¡Qué difícil es dirigir a los hom-bres, y que fácil empujarlos!

Tal como veremos con mayor detalle, el sis-tema informativo adoptado por la Unión Eu-ropea sobre la base de las NIC/NIFF evoca el cervantino Patio de Monipodio o la popu-larizada imagen de la casa de Tócame Roque, aquélla casa de vecindad fea e insalubre en la que reinaba la confusión y las peleas, en aten-ción a una famosa finca de la calle madrileña del Barquillo, en el siglo XIX, que inmortalizó Don Ramón de la Cruz en su sainete La Petra y la Juana o el buen casero, y donde los zipi-zapes eran frecuentes. Pruebe si no el lector a asomarse por ese edificio normativo, abra bien los ojos y compruebe lo que es obvio por existir evidencia abrumadora que lo co-rrobora.

Con lo dicho anteriormente, el lector podrá colegir que las críticas que voy a desplegar ante sus ojos no pretenden cargar las tintas ni mucho menos contra el PGC 2007, sino que van dirigidas contra las NIC/NIIF, toda vez que el PGC 2007 es, como se ha indicado, una mera traslación de lo que dicen dichas normas internacionales.

El lector pudiera pensar que los contables y auditores somos reacios a dichos cambios, cuando ello no es así. Al mencionarlos he te-nido en cuenta que el mundo se ha hecho pequeño, hecho que es incuestionable y que nadie puede negar en el siglo en que vivimos y en cómo están de entrelazadas y funcionan las cosas. En lo que estoy en desacuerdo es en aquellos temas que, según mi criterio, re-presentan un claro retroceso y una dirección equivocada que ya ha generado y generará

muchos problemas en el futuro en su inter-pretación y para los agentes no expertos los puede llevar a la confusión.

uno de los cambios más revoluciona-rios de esta nueva contabilidad, y creo

que no hay mejor calificación, es el eleva-do componente financiero que subyace en determinados criterios de valoración y en su cálculo, que significa la aplicación de una ideología ultramontana que tuvo en su mo-mento un gran predicamento y que finalizó abruptamente con la quiebra del banco de inversión estadounidense Lehman Brothers el 15 de septiembre de 2008. Un cambio que, por lo que se conoce, procede de las “buenas prácticas” de una época pretérita con las consecuencias desastrosas de todos conocidas para la economía mundial y que desgraciadamente continúan teniendo inci-dencia negativa en la actualidad.

(Permítaseme aquí una breve divagación. En los primeros años de la crisis sistémica actual corría por los despachos, de mesa en mesa, a modo de chascarrillo, una constatación no exenta de orgullo feminista: “Si Lehman Bro-thers hubiese sido Lehman Sisters otro gallo nos cantaría”. Una confirmación parcial de lo razonable de esta frase la encontramos en el hecho de que fue una mujer, Brooks-ley Born, presidenta de la Commodity Futures Trading Commission (CFTC), quien elaboró en mayo de 1998 una propuesta para regu-lar los derivados. Compareció como repre-sentante de dicho organismo 17 veces en el Congreso estadounidense para reclamar a partir de 1998, viendo cómo se cernía sobre el país la tormenta, la regulación de estos productos financieros para la estabili-dad financiera del país y evitar los engaños y manipulaciones que después sucedieron. Los responsables de la banca, de la Reser-va Federal, altos cargos del propio gobierno estadounidense y de la industria financiera le declararon la guerra abiertamente des-de el primer momento para intentar frenar su propuesta y evitar dicha regulación por ser contraria a sus intereses económicos, hasta que finalmente fue rechazada por el

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EL coMponEntE financiEro rEprEsEnta EL costE dE

oportunidad dE utiLizar rEcursos, pEro una

cosa Es considErarLo Y otra distinta EvocarLo

constantEMEntE

gobierno. Al final, renunció a su cargo, “has-tiada de machos sordos”, según sus propias palabras. El lector debe recordar también la inesperada irrupción de las mujeres en Is-landia, concretamente en la alta dirección y administración de los tres bancos del país causantes de su crisis financiera… con la in-tención, cumplida, de “barrer”, según decían ellas mismas, la porquería que habían dejado los hombres. He aquí esta divagación).

Nadie puede negar que sea legítimo tener ideología, pero no es lícito alimentarla con procedimientos que se alejan de lo que es-pera y es útil para la mayoría de pequeñas y medianas empresas, y también de las grandes empresas en determinados casos. Porque la ideología, en este caso de carácter financie-ra llevada al extremo, y este es precisamente el auténtico problema, trastoca el juicio y lo transforma en prejuicio, y de éste solo se de-rivan disparates, que es exactamente lo que ocurre con determinados procedimientos contables: simplemente pertenecen a otros contextos, no al mundo normal en que nos movemos, razón por la cual chocan con las prácticas de las pequeñas y medianas empre-sas, las cuales no los necesitan, y esto es im-portante recalcarlo, y, por tanto, los rechazan por inútiles e innecesariamente complicados, al tiempo que se revelan absurdos por el ta-maño y necesidades de estas empresas.

Nadie puede negar en buena lógica que el componente financiero no tenga efecto o incidencia en las transacciones empresaria-les, pues su negación representaría la de la realidad en que vivimos. El componente fi-nanciero de las operaciones de las empresas representa como mínimo el coste de opor-tunidad de la utilización de sus recursos, pero una cosa es considerarlo y otra muy distinta evocarlo constantemente, que es lo que ha hecho la nueva contabilidad, en especial para pequeñas y medianas empresas, y ello era to-talmente innecesario.

Aunque también hay que decir, porque no-bleza obliga, que en ocasiones la legislación española vigente ha sido muy juiciosa y sa-

bia. Por ejemplo, con total acierto, el PGC 2007 establece que los créditos por opera-ciones comerciales -saldos a cobrar a clien-tes y deudores para entendernos- que, con carácter general se valoran inicialmente por su valor razonable, con vencimiento no su-perior a un año y que no tengan un tipo de interés contractual, así como los anticipos y los créditos al personal, los dividendos a cobrar y los desembolsos exigidos sobre ca-pital suscrito, cuyo importe se espera recibir en el corto plazo, es decir, con vencimiento hasta un año, se podrán valorar por su valor nominal -el de la factura en el caso de saldos a cobrar de clientes-, cuando el efecto de no actualizar los flujos de efectivo no sea significativo.

Idéntico criterio es aplicable a los débitos por operaciones comerciales -saldos a pagar a proveedores y acreedores- con vencimiento no superior a un año y que no tengan un tipo de interés contractual, así como los des-embolsos exigidos por terceros sobre parti-cipaciones, cuyo importe se espera pagar en el corto plazo, se podrán valorar por su valor nominal -el de la factura en el caso de saldos a pagar a proveedores y acreedores-, cuando el efecto de no actualizar los flujos de efecti-vo no sea significativo.

Con ello quiero significar que no es que esté en desacuerdo con el PGC 2007, sino que únicamente lo estoy en los apartados en que detecto una prepotencia injustificada y en ocasiones absurda de la norma y que además entiendo que no es razonable, a lo

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Los principios dE dEvEnGo Y prudEncia dEL pGc 2007 ExiGEn un ExcEsivo rEcurso a La vaLoración dE opEracionEs MEdiantE EstiMacionEs contabLEs

que hay que añadir que no se ajusta a las ne-cesidades y particularidades de las pequeñas y medianas empresas.

ExcEsivo rEcurso a La vaLoración MEdiantE EstiMacionEs contabLEs

Uno de los caballos de Troya más relevantes de la nueva contabilidad es que los principios contables de devengo y de prudencia del PGC 2007 exigen, en muchos casos, en de-masiados habría que decir, un excesivo recur-so a la valoración de ciertas operaciones me-diante estimaciones contables. Por ejemplo:

1. La determinación de la vida útil de los bie-nes del inmovilizado material, intangible e inversiones inmobiliarias, que afecta al im-porte de la dotación anual a amortización.

2. La estimación inicial del valor actual de las obligaciones asumidas derivadas del des-mantelamiento o retiro de determinados bienes de activo, siempre que estas obliga-ciones den lugar al registro de provisiones. Planteamiento a todas luces errático y fue-ra de lugar en algunos casos.

3. El cálculo del deterioro de valor de ciertos activos.

4. El tipo de interés/tasa de descuento a apli-car para determinadas operaciones

5. El cálculo de la cuantía de las provisiones del pasivo, teniendo en cuenta su probabi-lidad de ocurrencia.

6. Las hipótesis utilizadas para calcular el valor razonable de determinados activos financieros, que puede hacerse mediante una caprichosa ensalada de procedimien-tos. El juego de las hipótesis, siempre tan literario, servido en la clásica bandeja con-dicional del solfista: “Y si…”.

7. Las hipótesis empleadas para calcular el valor actuarial de ciertos pasivos.

8. La probabilidad de poder compensar o no en el futuro las pérdidas fiscales con-tabilizadas como activos por impuesto diferido.

9. La aplicación del principio de empresa en funcionamiento en algunas firmas, etc.

Es preciso subrayar que algunos ejemplos ci-tados ya existían con anterioridad, es decir, no han representado novedades del PGC 2007, si bien representan hechos o situaciones que implican un excesivo recurso a la valoración de determinadas partidas mediante estima-ciones contables.

Basten los ejemplos anteriores como pálida muestra de la gran cantidad de estimaciones contables que deben realizarse para calcular ciertas cifras captadas en los registros conta-bles de las empresas, y que son la base del contenido de las cuentas anuales.

cálculo de la pérdida por deterioro de valor de determinados bienes de activo

Tomemos como ilustración el itinerario contable de una de estas cifras: la determi-nación de la posible pérdida por deterio-ro de valor de los bienes del inmovilizado material, del inmovilizado intangible y de las inversiones inmobiliarias. La necesidad de calcular el deterioro de valor de dichos bienes de activo sirve para constatar si el valor de mercado es o no superior al im-porte registrado del bien en cuestión, por-que es más que evidente que un bien del activo nunca debe valorarse por encima

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En Los tiEMpos quE corrEn, EL rEGuLador tiEnE EL dEbEr

dE siMpLificar La carGa rEGuLatoria para dibujar

un Entorno EconóMico Más favorabLE Y coMpEtitivo

para Las EMprEsas

de su valor razonable o precio normal de mercado.

Al respecto, el PGC 2007 establece textual-mente lo siguiente en relación a los bienes del inmovilizado material:

“Se producirá una pérdida por deterioro de va-lor de un elemento del inmovilizado material cuando su valor contable supere a su importe recuperable, entendiendo éste como el mayor importe entre su valor razonable menos los cos-tes de venta y su valor en uso.

A estos efectos, al menos al cierre del ejercicio, la empresa evaluará si existen indicios de que algún inmovilizado material o, en su caso, algu-na unidad generadora de efectivo puedan estar deteriorados, en cuyo caso, deberá estimar sus importes recuperables efectuando las correccio-nes valorativas que procedan. Se entiende por unidad generadora de efectivo el grupo iden-tificable más pequeño de activos que genera flujos de efectivo que son, en buena medida, in-dependientes de los derivados de otros activos o grupos de activos.

Los cálculos del deterioro de los elementos del inmovilizado material se efectuarán elemento a elemento de forma individualizada. Si no fuera posible estimar el importe recuperable de cada bien individual, la empresa determinará el im-porte recuperable de la unidad generadora de efectivo a la que pertenezca cada elemento del inmovilizado”.

Es de todo punto sorprendente pretender que las empresas apliquen la norma conta-ble anterior. Me explicaré. Para entender-nos llanamente y en román paladino, el va-lor razonable de cualquier bien es su valor de mercado (precio normal de mercado como se le denomina en términos fisca-les), por lo que, siguiendo la norma con-table descrita, dicho valor razonable debe calcularse para cada uno de los bienes del inmovilizado material, del inmovilizado in-tangible y de las inversiones inmobiliarias de una empresa, menos los gastos de venta necesarios para enajenarlos.

La pregunta lógica que sigue a continuación es ¿quién calculará dicho precio normal de mercado para cada uno de los bienes des-critos? ¿La empresa o un tercero experto independiente? Si lo hace la empresa es muy probable, y en ocasiones evidente, que, en la generalidad de los casos, se vea tentada de relatar “las cuentas del Gran Capitán” si en ello encuentra algún provecho o interés, y bien pocas veces se inclinará por contabilizar una pérdida por deterioro de valor, aunque éste se dé en la realidad, pues de hacerlo su efecto le representaría una disminución del resultado del ejercicio o, en su caso, incluso entrar en pérdidas o un efecto que deriva-ría en entrar en situación patrimonial irregu-lar. Los perros flacos están llenos de pulgas, como dice el dicho popular. Cuando las cosas van bien, todo sonríe, pero cuando empieza la caída libre, la velocidad tiende a acelerarse en lugar de frenarse.

Es evidente que la empresa no es imparcial para realizar dicho cálculo al constituirse en juez y parte del problema, por lo que, en teoría, no debiera encargarse de esa esti-mación. Pero es el caso que la normativa vigente no explicita quién debe hacerlo. Es-tamos, pues, ante uno de los muchos agu-jeros negros del actual Plan Contable, lo que no debe entenderse que las empresas queden abocadas a hacer trampas, farsas, engaños… porque ello sería decir mucho y además no sería real.

Pero si descartamos a las empresas ¿quién debe responsabilizarse de esta estimación?

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Lo lógico y natural sería que lo hiciese un experto independiente contratado a tal efec-to, que obviamente cobraría los honorarios correspondientes por su trabajo. Dicho ex-perto además de calcular el precio normal de mercado de cada uno de los bienes del in-movilizado material, inmovilizado intangible e inversiones inmobiliarias, también tendría que calcular los gastos de venta necesarios para enajenar cada uno de ellos para conseguir un mejor nivel de objetividad y transparencia.

La pregunta lógica que sigue es: ¿están las pequeñas y medianas empresas dispuestas a contratar a un experto independiente pa-gándole los honorarios necesarios para hacer este trabajo cada año para cada uno de los elementos de su inmovilizado material, inmo-vilizado intangible e inversiones inmobiliarias? Y lo mismo cabe decir de las grandes em-presas. La respuesta es tan elocuente que no precisa aclaración alguna: rotundamente no. Adicionalmente, por los tiempos que corren, opino que el regulador tiene el deber de sim-plificar la carga regulatoria para dibujar un entorno económico más favorable y compe-titivo para las empresas.

Pero la cuestión no está resuelta con lo in-dicado en las líneas anteriores. Todavía que-da un segundo aspecto no menos espinoso, pues de acuerdo con la norma antes descrita también hay que determinar el valor en uso de cada uno de dichos bienes. En efecto, el PGC 2007 deja caer algunas perlas como esta que sigue al definir el valor en uso de la siguiente manera:

“El valor en uso de un activo o de una unidad generadora de efectivo es el valor actual de los flujos de efectivo futuros esperados, a través de su utilización en el curso normal del negocio y, en su caso, de su enajenación u otra forma de disposición, teniendo en cuenta su estado actual y actualizados a un tipo de interés de mercado sin riesgo, ajustado por los riesgos es-pecíficos del activo que no hayan ajustado las estimaciones de flujos de efectivo futuros. Las proyecciones de flujos de efectivo se basarán en hipótesis razonables y fundamentadas; normal-

mente la cuantificación o la distribución de los flujos de efectivo está sometida a incertidumbre, debiéndose considerar ésta asignando probabi-lidades a las distintas estimaciones de flujos de efectivo”.

no me extrañaría que los sesudos au-tores de las NIIF, creadores de tan

refinado procedimiento, lo hubiesen engen-drado en el mes de agosto, cuando en una playa mediterránea, y entregados al dolce far niente, es más fácil dejarse seducir por alguna música de sirenas…

Así pues, lo que la norma quiere decir es que, para cada uno de los bienes del inmovilizado material, inmovilizado intangible e inversiones inmobiliarias también hay que determinar su valor en uso que, de acuerdo con la defini-ción anterior, es el valor actual de los flujos de efectivo futuros esperados, más todos los condicionantes que siguen en su definición, que son muchos e infumables.

Por ejemplo, si una compañía ha adquirido un nuevo edificio para su utilización en su pro-ceso productivo, con una vida útil estimada de 60 años, o una nueva máquina con una vida estimada de 10 años, o un ordenador, un camión de transporte o un mueble, para citar ejemplos habituales del día a día, la empresa para cumplir adecuadamente con la norma contable indicada tendrá que estimar para cada bien los flujos de efectivo futuros de dichos años para calcular su valor actual. Ima-ginemos, pues, el cálculo del valor en uso de cada una de las llaves inglesas o martillos que conforman la cuenta 214, dedicada al utillaje. ¡Ahí es nada!

Nuevamente las preguntas que surgen in-mediatamente son: ¿Quién determinará di-chos flujos de efectivo futuros? ¿Qué bases se tomarán al respecto? (un tema sin duda nada trivial) ¿Qué tasa de descuento se apli-cará para determinar su valor actual? ¿Qué probabilidades o escenarios de las distintas estimaciones de los flujos de efectivo futu-ros se calcularán? ¿Al final, cuál de ellos se seleccionará? ¿La persona que lo haga dis-

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pone de la adecuada bola de cristal para adivinar el futuro?

Las definiciones teóricas y rotundas como la anteriormente recogida suelen ser leccio-nes de elegancia, pero el problema surge después en su aplicación práctica y sensa-ta a la vida real. A este propósito conviene recordar que si las buenas teorías no son útiles para resolver problemas reales, mejor es no formularlas como hubiera sido lógico que hubiera sucedido en este caso. Se me permita mi personal posicionamiento sobre

este tema: ¡Hay que estar ciego para no darse cuenta del más que probable rechazo que la absurda aplicación de esta norma iba a encontrar!

En efecto, a un lustro de su aprobación por parte del PGC 2007, la aplicación de esta norma genera más problemas que solucio-nes, en casos más numerosos de lo que sería razonable. Sin contar aquellos casos en que resulta abiertamente inaplicable por las di-ficultades en su realización, sean de coste, sean de obtención de información, por tra-tarse de datos volátiles, indefinidos o de muy difícil cuantificación y, por tanto, poco fiables que es el elemento esencial del problema

que se está tratando. El esnobismo devie-ne siempre un callejón sin salida y ofrece soluciones simples a problemas complejos que debieran estudiarse y mesurarse ade-cuadamente. En definitiva, que no hay que confundir la realidad con la poesía, porque la realidad es siempre mucho más compleja.

Está claro que quienes diseñaron dicha nor-ma, recordemos que el PGC 2007 refleja el contenido de las NIC/NIIF, por lo que no existen dudas de sus redactores de origen no calibraron ni su dificultad ni su complejidad

práctica, es decir, desconocían claramente el mundo empresarial, actuando cual tuertos en el país de los ciegos.

El poeta Rafael Alberti los retrató perfecta-mente cuando escribió sobre aquella paloma aturdida que confundió el norte con el sur, el trigo con el agua, la noche y la mañana. Abrupto y largo es el camino a recorrer por cualquier teoría que no somete su aplicación práctica a controles de eficacia y sostenibili-dad. Este es el motivo por el que personal-mente creo en el método científico: permite por definición la autocrítica y rehúye otorgar infalibilidad a las creencias. Adicionalmente, nadie podrá hacerme comulgar con ruedas

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de molino hasta el extremo de pretender transformar en verdad una falacia.

El lector de este artículo habrá intuido per-fectamente que la orientación anterior a los temas contables indicados es consecuencia de una ideología extraña que no atiende a la rea-lidad y a las dificultades de su plasmación en el mundo empresarial, creando una entelequia virtual, un imposible que no se puede realizar. Sabemos de donde surge esta ideología.

Proviene claramente de edificios lógicos inte-resados creados por el mundo financiero y el fenómeno multinacional; edificios que, como todos sabemos y desgraciadamente estamos sufriendo, se vinieron abajo estrepitosamente en los años 2007-2008 a la hora de sustanciar el modelo especulativo que los sustentaba, modelo engañoso y manipulador que vendía humo por activos, acabando por crear una burbuja financiera de grandes proporciones que ha derivado posteriormente en una cri-sis económica más bien sistémica tan temible como el hecho de que hoy por hoy nadie a ciencia cierta sabe sus efectos totales y las consecuencias definitivas en el largo plazo.

En el tema económico, por lo menos en nuestro país, existe actualmente una in-

seguridad y una angustia general de mucha gente, incluyendo obviamente a los políticos, porque lo que hoy nos preocupa, abruma y angustia no son las causas de nuestra ruina, que son las que son y que todo el mundo co-noce y sufre, sino la aparente falta de toma de decisiones eficaces para resolverla y cambiar la situación, y la huida hacia delante de los políti-cos que, por evidente falta de arrestos, no se atreven a poner el bisturí allá donde debieren. Hoy en día la economía del riesgo condicio-na claramente la política y el “dictar” de los mercados financieros anula cualquier acción política reguladora. Por descontado, conviene no caer en manos de los tres camareros de la crisis: pánico, resentimiento y catastrofismo.

Abundando en esta última actitud parece oportuno tener presente tanto las palabras como la vida misma de la gran dramaturga

Lilliam Hellman. Son conocidos los sufrimien-tos que padeció en su vida, y que describió con pluma certera en su libro de memorias (Tiempo de canallas, FEC, México 1976). En ellas cuenta las penalidades que su marido, ella y muchos de sus amigos padecieron durante los años de la caza de brujas desatada por el senador McCarthy. Acusados no de comunis-tas sino de simplemente simpatizar con esta corriente política, fueron encarcelados, perse-guidos y odiados como si de la peste bubónica se tratase, y lo perdieron todo, trabajo, casas y otros bienes. Las memorias de esta drama-turga, escritas en una prosa normal y muy hu-mana, no contienen resentimiento hacia nada ni nadie, a pesar de los sufrimientos pasados, y son una maravillosa lección de supervivencia: “La ruina económica y las contrariedades en la vida sólo se vuelven peligrosas cuando nos volve-mos adictos al desastre”.

A esta sentencia podríamos agregar la cono-cida de Albert Einstein: “No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mis-mo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angus-tia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis donde nace la inventiva, los descubri-mientos y las grandes estrategias”.

Pienso, seguramente por mi deformación en temas contables y mi profesión de auditor de cuentas, que deberían evitarse las compleji-dades contables no necesarias, tanto para pe-queñas y medianas empresas como también para las grandes, porque crean más proble-mas que soluciones.

No creo equivocarme mucho si afirmo que la gran mayoría de empresas obvian sencilla-mente en la práctica la estimación y el cálculo basados en el “precio de mercado” y en el “valor en uso” de cada uno de los bienes de su inmovilizado material, intangible e inversio-nes inmobiliarias: juzgan la citada metodología enrevesada, arbitraria, difícil y costosa, salvo casos especiales que siempre existen, con lo que la comparación entre el valor razonable (precio de mercado) y el valor en uso pres-

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La Gran MaYoría dE EMprEsas obvian En La práctica La EstiMación Y EL cáLcuLo basados En EL “prEcio dE

MErcado” Y En EL “vaLor En uso” Ya quE juzGan La citada

MEtodoLoGía EnrEvEsada

crito en la actual normativa contable no se está llevando a la práctica, y por tanto queda-rá en el baúl de los recuerdos.

Es evidente que el valor en uso de un bien de activo está sujeto a tantas incertidumbres, estimaciones, conjeturas y posibles escena-rios de trabajo o pronósticos de futuro que simplemente no se calculará en la gran ma-yoría de ocasiones, con lo que las empresas incumplirán -la están incumpliendo ya, para ser más precisos- la norma contable legal de obligado cumplimiento, con lo que, en teoría, están condenadas a la hoguera.

Pienso que, aunque sea por higiene mental, alguna vez conviene detenerse, reflexionar y plantearse si alguien se equivoca en sus plan-teamientos. A mi criterio, la contabilidad debe ser siempre una disciplina eminentemente práctica y utilitaria que no vague, como vul-garmente se dice, por los cerros de Úbeda, por innecesario. En el año 384 a.C. Aristóte-les ya pregonaba en el ágora ateniense que no hacía falta un gobierno perfecto; que lo que Atenas necesitaba era un gobierno prác-tico. Lo mismo es aplicable a la contabilidad. También es necesario referirse al principio de economía en la contabilidad: el coste de elaboración de la información tiene que ser inferior al valor de dicha información.

Algunos de los significados encriptados en el contenido de algunos pasajes del PGC 2007, que recordemos, no es más que un reflejo de las Normas Internacionales de Información Financiera (NIIF) auguran tempestades, por-que toda la música que contienen y destilan está fuera del pentagrama lógico. El excesivo recurso a la valoración de ciertas partidas a través de determinadas estimaciones conta-bles absurdas es uno de ellos, como el caso que hemos analizado.

cálculo de la pérdida por deterioro de valor del fondo de comercio

Dentro del trasiego de ocurrencias impro-visadas y proposiciones absurdas de los au-tores de las NIIF, uno de los temas más pin-

torescos y manipulables que puedan darse hoy en día en la contabilidad financiera es el relativo a la estimación de la pérdida por de-terioro de valor del fondo de comercio, que lamentablemente se ha trasladado a nuestro PGC 2007.

Recordemos que, de acuerdo con la norma-tiva vigente, el fondo de comercio solamente podrá figurar en el activo del balance de una empresa cuando su valor se ponga de mani-fiesto en virtud de una adquisición onerosa, en el contexto de lo que hoy se denomina con el inefable neologismo de combinación de negocios.

Según el PGC 2007, heredero de las NIC/NIIF:

“El fondo de comercio no se amortizará. En su lugar, las unidades generadoras de efectivo o grupos de unidades generadoras de efectivo a las que se haya asignado el fondo de comercio, se someterán, al menos anualmente, a la com-probación del deterioro del valor, procediéndose, en su caso, al registro de la corrección valorativa por deterioro, de acuerdo con lo indicado en el artículo 2.2 de la norma relativa al inmovilizado material”.

Debo advertir que este apartado de la nor-ma de registro y valoración 6. Normas parti-culares sobre el inmovilizado intangible citado hay que interpretarlo de acuerdo con el viejo apotegma jurídico según el cual “allí donde no ha distinguido el legislador, no debe distinguir el intérprete”. Porque matiz arriba, matiz abajo, no todo es lo mismo.

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aLGunos dE Los siGnificados Encriptados dE pasajEs dEL pGc 2007, sóLo un rEfLEjo dE Las norMas intErnacionaLEs dE inforMación financiEra, auGuran tEMpEstadEs

Quiero creer que los lectores de este artí-culo, después de examinar la norma conta-ble anterior, entienden perfecta y claramente el significado y procedimiento para calcular adecuada y fielmente la pérdida por deterio-ro de valor del fondo de comercio. Si esto no fuera así, sinceramente me sentiré decep-cionado y no me quedará otra opción que sugerirles, pensando en su salud mental, que no intenten hacerlo, porque si lo hacen segu-ro que se quedarán ojipláticos, su pretensión les creará más confusión de la que tienen y el susto dará paso al asombro y el asombro a la hilaridad. Aquí sí que es perfectamente apli-cable la vieja expresión latina Primum vivere, deinde philosophare (primero es vivir, después viene el filosofar).

Sospecho que las NIIF, y el PGC 2007 por lógica traslación operada de las primeras a nuestra legislación mercantil, lo que preten-den con este proceder es seguir el juego de la esgrima, donde lo que importa es la iniciativa, especialmente en las disciplinas de sable -de añejo sabor austrohúngaro- y florete. El jugador que toma la iniciativa, aquel que avanza y actúa con más rapidez hacia el contrincante y es el primero en colocar el arma en posición ofensiva, es el que tiene la posibilidad de ganar. A lo me-jor lo que pretendían sus autores cuando redactaron esta impracticable norma era simplemente colocarse en posición de sali-da de ganar, sin calibrar adecuadamente las consecuencias de sus decisiones. Con ma-tices distintos, que a veces son de brocha gorda, esta norma nos sitúa en el campo del juego, sin sorpresas.

No olvidemos que dicha norma, aplaudida y aceptada por aquellos que todo lo que se publica les parece correcto y digna de ven-tearse urbi et orbi -al mundo entero- aunque el común de los mortales no la entienda y sea de imposible aplicación práctica, está en vigor. Mi opinión personal es que más allá del momento de gloria que sus autores buscaran al engendrarla debían haber pen-sado un mínimo siquiera en su aplicabilidad y en sus consecuencias. Es lo inapropiado del sistema contable actual lo que genera el creciente descrédito de la contabilidad, que se debate hoy entre el dinamismo de la ra-dicalización y la esclerosis de la moderación, entre las normas al borde de la utopía y las normas más rancias, conservadoras y algu-nas obsoletas.

Conviene subrayar que, en la actualidad, de-bido al elevado endeudamiento contraído por muchas grandes sociedades españolas y extranjeras que cotizan sus acciones en las bolsas de comercio por la política de inver-sión expansiva brutal, frívola y peligrosa que siguieron en los años de la loca economía sideral, pagando abultados fondos de co-mercio en las compras que hicieron, con el consabido reconocimiento de los mismos en los activos de sus balances, el cálculo de la posible pérdida por deterioro de valor del fondo de comercio puede revestir gran inci-dencia en las cuentas anuales consolidadas de determinados grupos de sociedades.

En efecto, este cálculo en concreto puede representar la piedra angular para la decla-ración o no de resultados positivos en al-gunos de ellos, lo que les obliga a intentar documentar y demostrar mediante informes de expertos independientes -en una época de crisis económica como la actual donde el consumo se ha contraído a niveles signifi-cativos y la máquina inversora y empresarial está tremendamente ralentizada-, para que plasmen en los mismos que los fondos de comercio contabilizados son recuperables. Faltaría más. Y todo ello, como he dicho, en una economía de guerra como la que esta-mos padeciendo. Tómbola, tómbola…

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para dEtErMinar La posibLE pérdida por dEtErioro

dEL fondo dE coMErcio, haY quE sEr un ExpErto En

vaLoración, apLicando una MEtodoLoGía quE conLLEva

una Gran subjEtividad

En algunos de ellos este tema se ha conver-tido en una auténtica ratonera. The party is over (la fiesta se ha acabado) como calificó un importante político estadounidense en el año 2008. Adicionalmente, ahora también aparece la otra cara de la moneda de los pe-cados cometidos por muchas empresas: pa-gar la elevada deuda contraída para realizar las mastodónticas inversiones a precios abul-tados en la época de las vacas grasas. Como si el mundo empresarial fuera una fiesta con-tinuada en el jardín sin pensar que nunca lle-gará la factura.

Tal y como está redactada dicha norma, se desprende que para determinar la posible pérdida por deterioro del fondo de comer-cio hay que ser un auténtico experto en va-loración de activos o empresas, aplicando una metodología de cálculo -por ejemplo, la de descuento de flujos de caja- que conlleva una gran subjetividad, con los riesgos operativos y financieros e imprecisiones que ello implica. De nuevo me cuestiono el concepto de ima-gen fiel aplicando tales procedimientos.

Parto para mi posición crítica del hecho de que las normas de registro y valoración -el ejemplo anterior es muy ilustrativo- no son mandamientos sagrados (y menos las que son absurdas) que alguien envía desde el más allá y que deben aplicarse a rajatabla bajo la amenaza de expulsión del pensamiento único y arrojo a las llamas del infierno.

Las normas de registro y valoración conta-ble, por encima de todo, deberían -lo digo en condicional porque en muchos casos no es lo que ocurre- adaptarse a la realidad económi-ca de las empresas que deben utilizarlas, ser sencillas de entender y aplicarse con sensatez y sentido común.

Nada de esto sucede en el ejemplo comen-tado anteriormente, por lo que en vez de normas de registro y valoración se con-vierten en normas de agitación, confusión y publicidad barata, lo que es del todo punto rechazable. Juzguen los lectores por sí mis-mos en el tema del fondo de comercio an-

tes expuesto. Nos pasamos años buscando respuestas y ahora resulta que el problema está en las preguntas. Es evidente que no se tuvo en cuenta la profunda sabiduría que destila el aforismo según el cual cuanto más difícil es una situación, más sencilla debe ser la solución que se adopte, obviamente con todas las cautelas necesarias.

A mi juicio, es tan poco claro, manipulable, subjetivo y arbitrario el procedimiento por el cual hay que determinar la pérdida por de-terioro de valor del fondo de comercio y, en especial, las estimaciones que del futuro hay que hacer al respecto para ello que es peor el tratamiento que la propia enfermedad, por lo que me resisto a aceptar la mayor. Esta normativa nos arroja al abismo de la arbitra-riedad, allí donde el imperio de los intereses y de las emociones alcanza todo lo que so-porta el papel, que como todos sabemos es mucho.

La norma anterior pretende calcular la posi-ble pérdida de valor mediante una técnica con diabólicas intenciones. Yo la definiría como un bombón lleno de arsénico. Y al decir esto no me estoy refiriendo a si resulta aplicable o no a la realidad empresarial. Su aplicación se asemeja a un parto que da lugar a gran can-tidad de contracciones y espasmos, y obvia-mente a “interpretaciones conformes”, según la terminología utilizada por nuestro Tribunal Constitucional en un recurso de inconstitu-cionalidad de todos conocido. Hay una gran diferencia entre una verdad y la “tómbola”, esa cosa imperceptible que se llama realidad o, mejor dicho, realidad aceptable.

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He constatado en mi experiencia profesional como auditor de cuentas que algunas socie-dades para calcular dicha pérdida de valor se ponen la venda antes de detectar la herida, porque no otra es la intención. Y ello lo ha-cen porque les obligan. En definitiva, de su cálculo, basado en opiniones y presunciones sobre hechos y escenarios futuros traducidos finalmente en importes, hacen salir lo que les interesa arrimando el ascua a su sardina para decirlo claramente y sin florituras, porque es bien conocido que la situación de una em-presa y sus resultados de hoy no son nece-sariamente extrapolables a los de mañana y mucho menos a los de pasado mañana.

E l futuro es incierto y difícil de valorar, como todo el mundo sabe, por tanto

no hay que jugar a las adivinanzas. El punto malévolo que atribuyo sin más a las normas estimativas se basa en el hecho de que ya se ha demostrado en demasiadas ocasiones que las previsiones financieras venden como pata negra lo que es jamón podrido (el caso de Bankia es un ejemplo de gran actualidad).

En el sentido más amplio del término, el cál-culo de la posible pérdida por deterioro de valor del fondo de comercio puede resultar una auténtica falacia. Y es que resultaría infan-til y de una gran ingenuidad pretender que las empresas efectúen estimaciones contra sus propios intereses. Iluso quien lo espere así.

El tratamiento contable adecuado del fondo de comercio es un tema que ha hecho ver-ter grandes cantidades de tinta a lo largo de la historia. Recuerdo a tal efecto que ya en los años 60 y 70 del siglo pasado se publica-ron gran cantidad de artículos en los Estados Unidos de América sobre este tema y se im-partieron conferencias intentando buscar la mejor solución sobre el mismo.

De entre ellos deben recordarse los siguien-tes, que tuvieron un gran predicamento y dieron mucho que pensar en el momento en que este tema se estaba discutiendo por parte del Accounting Principles Board (APB) del American Institute of Certified Public Ac-

countants para su regulación: tres artículos de la misma saga titulados “Acconting for Busi-ness combinations and goodvill”, publicados en The Review of Securities Regulation en los meses de octubre 1969, abril y septiembre 1970, y una conferencia titulada “Accounting for business combinations”, pronunciada ante el Financial Executives Institute, Rochester, Nueva York, el 25 de febrero de 1970, todos ellos por Norman O. Olson, socio de la firma Arthur Andersen.

Este autor, después de efectuar un análisis profundo y, bajo mi punto de vista, de argu-mentar el tema con gran maestría, expuso su opinión acerca del tratamiento que debiera darse al fondo de comercio en la conferencia antes mencionada, como sigue: “El tratamien-to adecuado del fondo de comercio adquirido es cancelarlo en la fecha de la transacción con cargo a reservas o mostrándolo como una disminución de los fondos propios. Este trata-miento transmite el mensaje adecuado, esto es, que dicho importe representa el monto de los recursos existentes gastados para la posibilidad de realizar u obtener beneficios futuros. El fondo de comercio volverá al balance cuando regrese en forma de activos específicos como resultado de beneficios generados”.

Está claro que en su día no le hicieron nin-gún caso, por entender que su propuesta no era acertada. Mi opinión sobre este tema es totalmente coincidente con la de Olson, una vez efectuadas las atribuciones de valor a los bienes de activo que corresponda, incluyen-do también los ajustes que pudieran generar-se por la contabilización de pasivos omitidos.

En la actualidad el fondo de comercio se con-tabiliza como un activo cuando se adquiere, no permitiéndose contablemente su amorti-zación, y sí su pérdida por deterioro de su va-lor de acuerdo con el procedimiento virtual antes descrito. Vale la pena romper aquí una lanza a favor de la normativa fiscal española que aporta, a mi juicio, una solución a la de la normativa contable preñada de pragmatismo, al permitir la amortización del fondo de co-mercio aplicando un 5% anual.

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Por supuesto, no es que ello sea la panacea ni la solución al problema, porque el citado 5% (que para los períodos impositivos iniciados durante 2012 y 2013 la deducción anual fiscal del 5% que se aplicaba sobre el precio de ad-quisición del inmovilizado intangible corres-pondiente al fondo de comercio se reduce al 1%) excepto para las empresas de reducida dimensión, en razón de los recortes a los que nos tiene acostumbrado últimamente nues-tro gobierno en muchos campos.

Debe recordarse también, según la normati-va mercantil vigente en España, la necesidad de dotar una reserva indisponible equivalen-te al importe del fondo de comercio que aparezca en el activo del balance, destinán-dose a tal efecto una cifra del beneficio que represente, al menos, un cinco por ciento del importe del citado fondo de comercio. Si no existiera beneficio, o este fuera insuficiente, se emplearán reservas de libre disposición, tal como lo establece el artículo 273 de la Ley de Sociedades de Capital. Esta cautela, dirigida fundamentalmente a los acreedores de las empresas -y todas las cautelas deben aceptarse como válidas-, indica en el fondo un temor de que el importe del fondo de co-mercio del activo del balance sea puro humo que ciega los ojos.

También tengo que hacerme eco en este punto del tratamiento contable asimétrico existente en la normativa contable actual entre el fondo de comercio y la diferencia negativa (fondo de comercio negativo para entendernos). En efecto, el apartado 2.5. de la norma de registro y valoración 19ª. Com-binaciones de negocios, del PGC 2007, esta-blece textualmente:

“El exceso, en la fecha de adquisición, del coste de la combinación de negocios sobre el valor de los activos identificables adquiridos menos el de los pasivos asumidos en los términos recogidos en el apartado anterior, se reconocerá como un fondo de comercio.

Al fondo de comercio le serán de aplicación los criterios contenidos en la norma relativa a nor-

mas particulares sobre el inmovilizado intangi-ble.

En el supuesto excepcional de que el valor de los activos identificables adquiridos menos el de los pasivos asumidos, fuese superior al coste de la combinación de negocios, el exceso se conta-bilizará en la cuenta de pérdidas y ganancias como un ingreso…”.

E s decir, que mientras el exceso del cos-te del valor de los activos adquiridos

menos el de los pasivos asumidos de una combinación de negocios se trata como un activo -cuenta 204. Fondo de comercio, cla-sificada dentro del inmovilizado intangible- y después se reconoce, en su caso, una pérdi-da por deterioro de valor si con los cálculos grotestos o ridículos correspondientes pro-cediese, el defecto del coste del valor de los activos adquiridos menos el de los pasivos asumidos se trata como un ingreso del ejer-cicio en que se realice la combinación de negocios.

Ese ingreso se imputa en el punto 12. Dife-rencia negativa de combinaciones de nego-cios del modelo actual de la cuenta de pérdi-das y ganancias, y el lector no debe perderse, porque no tiene desperdicio, que el citado ingreso se clasifica en dicho estado financiero en: A) Operaciones continuadas, dentro de los ingresos de explotación del negocio que sirven para determinar el A-1) Resultado de explotación. ¡Alicia en el País de las Maravillas! Y después dicen que no hay política en la contabilidad… La asimetría en el tratamiento es escandalosa e inaceptable. El exceso del coste del valor un activo; el defecto un ingre-so. ¡Albricias!

determinación de la probabilidad de compensar las pérdidas fiscales con-tabilizadas como activos por impues-to diferido

Otro tema polémico -de los muchos exis-tentes- del excesivo recurso a la valoración de determinadas partidas a través de estima-ciones contables es el comentado anterior-

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una cuEstión poLéMica Es La rEfErida a La probabiLidad dE coMpEnsar En EjErcicios postEriorEs Las pérdidas fiscaLEs contabiLizadas coMo activos por iMpuEsto difErido

mente referente a la probabilidad de poder compensar o no en ejercicios posteriores las pérdidas fiscales contabilizadas como activos por impuesto diferido.

En efecto, el PGC 2007 establece al respecto que:

“De acuerdo con el principio de prudencia sólo se reconocerán activos por impuesto di-ferido en la medida en que resulte probable que la empresa disponga de ganancias fis-cales futuras que permitan la aplicación de estos activos… En la fecha de cierre de cada ejercicio, la empresa reconsiderará los activos por impuesto diferido reconocidos y aquéllos que no haya reconocido anteriormente. En ese momento, la empresa dará de baja un activo reconocido anteriormente si ya no re-sulta probable su recuperación, o registrará cualquier activo de esta naturaleza no reco-nocido anteriormente, siempre que resulte probable que la empresa disponga de ganan-cias fiscales futuras en cuantía suficiente que permitan su aplicación”.

De nuevo nos adentramos en el mundo de la futurología al tener que estimar si en el futuro resulta “probable” -¿dónde está el parámetro que lo mida?- que la empresa dispondrá en ejercicios posteriores de ga-nancias fiscales futuras en cuantía suficiente que permitan la aplicación -compensación para entendernos- de pérdidas fiscales de ejercicios anteriores contabilizadas como derecho a compensar en la cuenta activos por impuesto diferido.

Si bien en la actualidad la legislación fiscal permite la compensación en dieciocho años, la justificación para determinar su realización va en contra de la física. Como todos sabe-mos, el futuro es siempre difícil de preveer y valorar, porque nadie dispone de una bola de cristal que lo deduzca, por lo que se trata de un ejercicio de pura especulación y poca fiabilidad, éste último uno de los requisitos esenciales de la información financiera.

En determinados casos, si las pérdidas sufri-das por una empresa se deben a causas ex-traordinarias, es decir, a hechos o situaciones no recurrentes que las han generado y que no espera razonablemente que se repitan, y siempre que su negocio sea rentable y viable económicamente hablando, en un caso como éste está meridianamente claro, siempre con todas las cautelas, la probabilidad de poder aplicar en el futuro los activos por impuesto diferido con ganancias fiscales futuras.

En otros casos la situación no es tan clara, o nada clara, porque en la actualidad debido a la situación económica general, en muchas ocasiones las pérdidas sufridas se deben a la propia explotación del negocio. En efec-to, aunque las empresas disponen de hasta 18 años para poder compensar las pérdidas fiscales con ganancias fiscales futuras y, por tanto, compensar en este período el derecho contabilizado en la cuenta activos por impues-to diferido, muchas empresas contabilizan el activo por impuesto diferido con contrapar-tida en la cuenta impuesto sobre beneficios de la cuenta de pérdidas y ganancias, como si se tratase de un ingreso, disminuyendo de este modo la cuantía de la pérdida incurrida en el ejercicio por el efecto del ingreso citado -que dicho sea de paso, conceptualmente de ingreso no tiene nada-, o incluso convirtiendo en beneficio del ejercicio la pérdida realmen-te sufrida.

Son los malabarismos o triquiñuelas de la normativa contable, que debería ser bastante más rigurosa en estos temas tan etéreos y poco demostrables. Pero claro, las empresas, basándose en cálculos y proyecciones futuras

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intentan demostrar que en el futuro podrán recuperar dichos activos por impuesto di-ferido, cuando nadie a ciencia cierta puede demostrarlo con evidencia suficiente y ade-cuada, por imposibilidad de hacerlo.

Tenemos un caso reciente de lo que acabo de comentar, que puede servir de muestra, en las cuentas anuales consolidadas refor-muladas del grupo Bankia del ejercicio 2011. En efecto, en dicha reformulación uno de los cambios relevantes ocurridos en relación a las cuentas anuales consolidadas pro forma previas del ejercicio 2011, fue la cancelación de nada más y nada menos que de 2.744 millones de euros de la cuenta “Activos por impuesto diferido” del activo del balance consolidado al 31 de diciembre de 2011. Su contrapartida se imputó en las cuentas “Impuesto sobre beneficios” de la cuenta de pérdidas y ganancias consolidada del ejerci-cio 2011, y “Reservas”, cuenta incluida dentro de los fondos propios consolidados al 31 de diciembre de 2011, por importes de 1.565 millones de euros y 1.179 millones de euros, respectivamente.

se podrá objetar que dicha cancelación o baja del saldo de la cuenta “Activos por

impuesto diferido” obedeció precisamente a lo establecido en el propio PGC 2007, que ex-pone que en la fecha de cierre de cada ejer-cicio la empresa reconsiderará los activos por impuesto diferido para ver si permanecen o deben darse de baja, según proceda. No, no se trata de eso. El fondo de la cuestión es otro bien diferente, que cualquiera entiende per-fectamente, por lo que no hay que dar más vueltas al patio. La pregunta del millón es ¿de-bieran haberse reconocido con anterioridad los activos por impuesto diferido en el grupo Bankia? Otra pregunta es: ¿la activación de los activos por impuesto diferido y su rectificación lo hicieron los mismos gestores?

Por tanto, el tratamiento del impuesto sobre sociedades es otro de los temas que permi-te mucho maquillaje contable y, en ocasiones, pasar de reflejar pérdidas a obtener benefi-cios por arte de birlibirloque.

La contabilidad como una de las be-llas artes y el nuevo principio conta-ble del ¡depende!

Lo comentado anteriormente nos lleva a la simple conclusión de que en la nueva con-tabilidad la apariencia prevalece, en algunos casos y situaciones, sobre la realidad en mu-chas empresas, aunque todos sabemos que las apariencias a veces engañan. La nueva contabilidad evidentemente ha entrado en el campo de la política, de la política barata y frívola para ser claros, que es lamentable-mente la que tenemos día sí y día también, donde vemos la prevalencia de la apariencia y muchas veces de la cosmética sobre la rea-lidad de las cosas y de las situaciones que nos rodean y que son visiblemente conocidas de todos. Esta apariencia es generalizada en el espacio, sostenida en el tiempo y muchas ve-ces temible en el resultado.

Entendemos que tal proceder no ha ponde-rado adecuadamente las circunstancias y el previsible resultado por tratarse de un espe-jismo. El resultado es que al final las empre-sas que tengan problemas con esta política egoísta, interesada y equivocada pagarán a sus accionistas con pólvora del rey, es decir, con pólvora del pueblo.

Esta es la razón por la que me adhiero a las ingeniosas y agudas observaciones del profe-sor de contabilidad de la Universidad de Bar-celona, José Mª Gay de Liébana Saludas, quien años ha la definió “la contabilidad como una de las bellas artes” (“De la cuenta de resul-tados al cuento del resultado: la contabilidad como una de las bellas artes”, Partida Doble 119).

Mientras los cálculos y los tratamientos con-tables de ciertas operaciones se hagan de esta manera tan poco rigurosa y se efectúen basándose en presunciones o hipótesis futu-ras, y el resultado del ejercicio de una em-presa dependa tan alegre y vacuamente de los cálculos estimativos basados en sucesos que han de ocurrir en el futuro, las cuentas anuales de las empresas afectadas incluirán

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una gran dosis de cosmética y a la larga pro-vocarán continuas sorpresas y estupefacción. No sería de extrañar que la contabilidad fi-nanciera acabara dependiendo de cálculos esotéricos proporcionados por quiromantes, el tarot, la astrología o el feng shui.

Es preciso distinguir bien los problemas, por-que donde no hay distinción hay confusión y en el asunto del excesivo recurso a la valo-ración de determinadas partidas a través de estimaciones contables, sobreabundantes de futurología, se da hoy una enorme confusión.

Tenemos un ejemplo claro de lo que digo en la vida real en las previsiones que hacen los políticos. Recordemos que sobre los políticos hay un refrán o adagio que dice: “No piden que les den, sino que los pongan donde ‘haiga´”.

Cuando se equivocan, que dicho sea de paso lo hacen muy a menudo, después justifican sus errores manifestando que las previsiones de evolución de la economía de hace solo unas semanas han quedado anticuadas en el momento que hacen una nueva declaración, y se quedan tan panchos al decirlo. La vigen-cia de sus análisis futuros y de los pronósti-cos que días o semanas antes hicieron como verdades absolutas es efímera, frágil y fugaz, y de sus palabras solo queda la intención y nada más.

Es evidente que las previsiones que hacen e informan hoy en día nadie cree absolutamen-te nada y los españoles nos las tomamos con guasa porque la experiencia pasada ha de-mostrado sobradamente que hoy dicen una cosa y mañana otra bien diferente y contra-dictoria a veces, simplemente porque nadie puede estimar razonablemente lo que nos deparará el mañana. En su caso, los políticos de turno, al anunciar sus previsiones deberían añadir el latiguillo, que este sí que sería cierto, de “si ello se cumple”, o “si Dios quiere”, o “si el tiempo no lo impide”, como se decía hace años en los carteles de las corridas de toros.

En política, igual que en contabilidad, que se fundamentan en las cosas concretas que afectan a las personas, siempre hay que tener miedo a los profetas, a los visionarios, a los imprudentes y a los insensatos, porque la vida en todos los órdenes exige una dosis igual de realismo que de sentido común. Todos sabemos que los políticos nos hacen o pre-tenden hacernos creer que lo que es malo para los ciudadanos -recortes, tijeretazos en enseñanza, sanidad, pensiones, etc- es bueno para todos. En el tema de las estimaciones contables, en especial en aquellas en las que entra un alto grado de incertidumbre, que son la gran mayoría, no tiene sentido hacerse preguntas cuando no hay respuestas válidas y fiables, porque es difícil distinguir entre los peligros reales y los ecos de los peligros.

Estos temas tan poco claros, confusos y vi-driosos de la contabilidad financiera gene-rarán, sin duda alguna, grandes problemas a

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algunas empresas en el futuro por su plan-teamiento ilógico, serán fuente de conflictos y puede que, en algunos casos, les originen daños irreparables. La seguridad jurídica, esto todos lo sabemos, no puede depender de algo tan coyuntural y manipulable como son unas estimaciones de hechos futuros, porque las estimaciones muchas veces se las lleva el viento, lo cual es un sarcasmo.

Mi opinión, basada en mi experiencia profe-sional como auditor de cuentas, es que re-sulta muy peligroso trabajar a base de pre-sunciones futuras, pues lo lógico es amarrarse firmemente a los hechos y actuar después de haberlos contrastado, lo cual es imposible de hacer si proyectamos hacia delante. Son muy pocos los que tienen la capacidad para vis-lumbrar adecuadamente el futuro y acertar, a menos que el tema sea tan evidente y ló-gico que atando cabos pueda hacerse razo-nablemente. Para comprender algo hay que abordarlo adecuadamente y con inteligencia y sentido común.

Los grandes perdedores o víctimas de es-tos desaguisados que suceden y continuarán ocurriendo en muchas empresas mientras la contabilidad y la información financiera fun-cionen con los parámetros actuales serán los accionistas de las empresas afectadas por los engaños, manipulaciones o errores que se habrán cometido en ciertos cálculos y esti-maciones, y también sus auditores de cuentas que se encontrarán atrapados en una tena-za, y los ganadores serán los abogados y los mercenarios del Derecho que verán en estos temas un auténtico filón de oro motivado por la estupidez humana y por una normati-va contable que no da soluciones adecuadas a los problemas en sus coordenadas reales y racionales, complicándolos innecesariamente. Ya lo dice el conocido refrán: “de estos polvos vienen estos lodos”.

De todo ello se infiere que las NIC/NIIF han creado un nuevo principio de contabilidad. Este nuevo principio es el PRINCIPIO DEL DEPENDE. Determinadas operaciones con-tabilizadas en los registros contables de las

empresas dependen del tipo de interés apli-cado; de los cálculos estimados sobre ciertas transacciones en base al panorama econó-mico, cada vez menos controlable; de cuáles sean las cambiantes previsiones; del escenario o escenarios futuros escogidos o selecciona-dos para efectuar los cálculos; del carácter del gestor que realiza el cálculo (optimis-ta, pesimista…); de la información de que se disponga y de tantos factores aleatorios, subjetivos y arbitrarios que la persona que crea en las cifras de determinadas partidas reflejadas en las cuentas anuales de muchas empresas es porque realmente tiene mucha fe, o simplemente no entiende o no sabe lo que hay detrás de la trastienda para calcular algunas estimaciones y, en consecuencia, son ignorantes de lo que contienen. Credibilidad, fe o utopía, esta es la cuestión.

A mi parecer, en éste y en otros muchos te-mas de la contabilidad financiera, en especial para pequeñas y medianas empresas, hay que desechar tener que realizar tantos juicios de valor futuros por las graves consecuencias que se pueden derivar de “malos juicios de valor” o de “engaños o juicios infundados o mal intencionados”.

En definitiva, hay que pensar racionalmente más las cosas antes de decidirlas y de plas-marlas como normas contables, porque quien poco piensa, mucho yerra. Mucho nos tememos que los que decidieron tal pro-cedimiento absurdo -los diseñadores de las NIC/NIFF-, pensaron: “viste bien a una mona y parecerá una gran señora”, aunque se olvida-

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ron de que “aunque la mona se vista de seda mona se queda”.

La finura de las estimaciones econó-micas y contables en la vida real

Tenemos infinidad de ejemplos recientes de lo que acabo de comentar acerca de las es-timaciones económicas y contables, pero me ceñiré a uno que es de gran actualidad y del conocimiento del público en general para que se vea lo que ocurre en el teatro de la vida con este tema. Son las estimaciones de los test de estrés (pruebas de resistencia) pu-blicados en relación con las entidades banca-rias europeas.

Cuando en julio de 2010 se publicaron por primera vez dichos tests, todos los bancos ir-landeses los superaron (el Anglo Irish Bank, el Allied Irish Bank y el Bank of Ireland) y, en consecuencia, todo el mundo creyó de buena fe en base a dicha información que se con-sideraba fiable, que eran bancos solventes y, por tanto, reinaría la tranquilidad y la confian-za en el sector.

Meses después, en octubre de 2010, es decir, en un lapso de tiempo muy corto desde su publicación, se evidenció que los tres bancos citados tenían un agujero patrimonial (déficit patrimonial para entendernos) real que era de gran relevancia y que procedía recapita-lizarlos adecuadamente para que pudiesen sobrevivir, cumplir con los pagos de sus obli-gaciones y no dejar en la estacada a nadie que no tenía ninguna culpa de las barbarida-des que habían cometido los dirigentes de dichos bancos, con la colaboración expresa de las autoridades políticas que no cumplie-ron diligentemente su cometido de super-visión. Banjamín Franklin ya mencionó hace años una de las máximas que deben aplicar todas las empresas y particulares: “cuida de los pequeños gastos; un pequeño agujero hunde un barco”.

El caso del Anglo Irish Bank es muy ilustra-tivo. Se trataba del tercer mayor banco del país y el responsable de aproximadamente

la mitad del total de las pérdidas por la crisis financiera irlandesa -que al igual que la crisis financiera española es realmente una crisis de solvencia, por el excesivo endeudamien-to existente-, que más que crisis debería denominarse debacle financiera, derivada, al igual que algunas cajas de ahorro españolas, de la lepra del ladrillo debido a un capitalis-mo financiero fundamentado en el cuento de la lechera, estimulado por la droga de la deuda y auspiciado por el crédito fácil y asequible de unas entidades financieras que tiraron la casa por la ventana para hacer negocio y perseguir el becerro de oro en un momento en que el tipo de interés era bajo. El filósofo Kant ya dijo hace años que: “el ahorro en todas las cosas es la actuación sensata de la persona justa”.

A 30 de septiembre de 2008 dicho banco tenía un capital social de 4.100 millones de euros. A 31 de diciembre de 2010 las pérdi-das estimadas -y cuando los políticos hablan de estimaciones en estos casos significa lisa y llanamente que son reales- en préstamos concedidos, considerados irrecuperables, as-cendían a 34.400 millones de euros, equiva-lentes nada más y nada menos que a la mitad de todos los préstamos que había concedido (los ejecutivos de dicho banco, incluyendo los responsables de su control de riesgos se lu-cieron majestuosamente).

Realmente increíble, pues las pérdidas incu-rridas por dicho banco representaron 8’4 ve-ces la cuantía de su capital social, que no era precisamente pequeño. El Anglo Irish Bank terminó como el Titanic, cuyo hundimiento acabó también con una buena parte de los pasajeros de primera clase. Es bien cierto lo que Publis Siro comentó en su día: “La pru-dencia suele faltar cuando más se necesita”. En 2013 el parlamento irlandés aprobó de urgencia un proyecto de ley que inició la li-quidación de dicho banco, cuyos activos pasa-rán a formar parte del llamado “banco malo” irlandés.

También es conveniente recordar que la consultora Oliver Wyman, que fue contrata-

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da por el gobierno español para analizar la situación real del sistema financiero español y dilucidar realmente en qué situación se encontraban realmente las entidades finan-cieras españolas y el dinero que precisaban para su supervivencia -algunas- y su equilibrio otras, eligió en 2007 al banco irlandés Anglo Irish Bank como la mejor entidad financiera del mundo. Con su “acertada” opinión se cu-brió de gloria.

Recordemos que el importe total del resca-te de Irlanda ascendió a 85.000 millones de euros, siendo la vía escogida la austeridad y la reducción en los gastos públicos y la bajada muy significativa del precio de la vivienda, que se estima que al final caerá entre un 55% y un 80% en ciertos casos, respecto a los precios superinflados y especulativos de antes de la crisis. Teniendo en cuenta que Irlanda es un país que tiene 4 millones de habitantes, el coste individual que representará a cada uno de ellos pagar los platos rotos a aquellos que echaron leña al fuego para que subieran los precios es muy sencillo.

de los 90 bancos sobre los que la Au-toridad Bancaria Europea (EBA, en

sus siglas en inglés) publicó los resultados de los tests de estrés en julio de 2011, es decir, un año después de lo expuesto previa-mente, ocho no lograron alcanzar el 5% de core capital, Tier 1, al final de los dos años del escenario adverso que los tests planteaban. Posteriormente, en septiembre de 2011, es decir, tres meses después de la publicación de estos tests, Dexia, uno de los bancos con mejores resultados en dichos tests de resis-tencia, tuvo que ser auxiliado y rescatado por los gobiernos francés y belga para evitar su colapso.

¿Qué había sucedido en dicho banco en tan poco tiempo? Pues simplemente que el valor de los tests o pruebas de resistencia depende de la credibilidad y razonabilidad de las hipó-tesis en las que se basan, y como estamos hablando de hipótesis futuras, es sorprenden-te la capacidad que tienen los líderes políti-cos europeos, los expertos en estos temas

y las entidades financieras de autoengañarse y de camuflar o negar la realidad o, al menos, pretender vender la moto a los primaveras pensando que nada ocurrirá ni se sabrá al no considerar determinados parámetros en los cálculos para determinarlos, que contemplen la realidad de la economía actual.

La realidad que no contemplaron, y que es evidente en algunos casos, es la posibilidad de no poder recuperar la totalidad de la deuda pública de algunos países, además de otros fallos en los que dichos tests podrían haber sido más exigentes. En definitiva, lo que hi-cieron fue establecer hipótesis futuras poco rigurosas ¡Un mundo de ilusión al estilo Dis-neylandia! Esto es lo que son también muchas estimaciones contables.

¿Y qué tenemos que decir de nuestro caso Bankia? Es de todos conocido que en Berlín se sorprendían con que una y otra vez los bancos y en especial las cajas de ahorros es-pañolas pasaran sin problemas -salvo las de turno, que eran cinco en total- las pruebas de resistencia organizadas por la Autoridad Ban-caria Europea en colaboración con el Banco de España.

Claro que la culpa de todo no la tiene única-mente el Banco de España sino algunos polí-ticos españoles que no saben y no tienen la suficiente formación para gestionar adecua-damente los problemas de nuestra sociedad y que todo lo que tocan lo queman. El pro-blema de hoy es que hay demasiados polí-ticos y poca política útil dirigida al bienestar de los ciudadanos. Y en esta situación no es nada extraño que hayamos caído estrepito-samente en la dictadura de las finanzas y en el terror de los mercados financieros, que es lo que tenemos en la actualidad. Esto es lo que son las estimaciones, una parte de la dictadura de las normas contables. Aquí sí que es plenamente aplicable la máxima es-pañola de “Lo que natura no da, Salamanca no lo presta”.

En el caso Bankia podemos constatar en la práctica lo que son las estimaciones conta-

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EL ExcEsivo rEcurso a La vaLoración a través dE EstiMacionEs contabLEs Está LiGado con La nuEva idEoLoGía iMpErantE En Las nic/niif, norMas Enfocadas a Las MuLtinacionaLEs

bles: auténtica magia sideral. Según las cuen-tas anuales consolidadas del grupo formu-ladas por su consejo de administración, el grupo Bankia obtuvo un beneficio atribuido al grupo de 309 millones de euros en el ejercicio 2011, según su cuenta de pérdidas y ganancias consolidada pro forma. Poste-riormente, otro consejo de administración, dirigido ya por un nuevo presidente de per-fil profesional, reformuló sus cuentas anuales consolidadas porque las cifras de las cuentas anuales consolidadas pro forma anteriores no reflejaban la imagen fiel, según la opinión de su auditor de cuentas, mostrando una pérdida atribuida al grupo de 3.318 millo-nes de euros en su cuenta de pérdidas y ganancias consolidada reformulada del mis-mo ejercicio.

El lector puede constatar perfectamente que el resultado de una empresa puede subir o bajar increíblemente, debido a matices y a diferentes interpretaciones acerca de los cri-terios de registro y valoración aplicados. Con posterioridad, en 2012 Bankia ha tenido que ser recapitalizada para desprenderse de sus activos tóxicos y para cumplir con los nuevos requisitos establecidos en la Unión Europea para las entidades financieras, por la cantidad colosal de 26.000 millones de euros, de mo-mento, para levantar cabeza y no hundirse en la ciénaga.

Como todos conocemos, la crisis financiera española no ha sido causada fundamental-mente por la banca, que a pesar de haber cometido excesos y pecados en la época de

la economía dorada ha aguantado el tirón lo que ha podido y no ha causado grandes alar-mas ni sorpresas -y una prueba de ello es que solo el Banco de Valencia ha tenido que ser intervenido y rescatado-, sino por algunas cajas de ahorros, en especial aquellas maneja-das por políticos paniaguados, por inexpertos sindicalistas y por amigos enchufados de unos y de otros desconocedores de la política y de la estrategia del negocio financiero, que con-cedían indebida y alegremente préstamos y créditos sin analizar adecuadamente el riesgo en el que incurrían.

Adicionalmente, el desastre y debacle de algunas cajas de ahorro, cajas de dispendio sería el nombre más correcto, ha acentuado la crisis económica que padece actualmente nuestro país, provocada en parte por el des-pilfarro de las tres administraciones públicas: gobierno central, comunidades autónomas y diputaciones y administración local.

Bankia en realidad ha sido nuestro Lehman Brothers español. El dinero de la ayuda para hacerla viable ha sido prestado por la Unión Europea al gobierno español, que lo ha com-putado como deuda pública, como no po-día ser de otra manera -igual que ocurrió en Irlanda-, lo que significa que va a cargo del bolsillo y de las espaldas de los españolitos.

E llo evidentemente implicará grandes sacrificios para todos, que no para los

gestores y administradores de esta entidad financiera, porque según revelan sus decla-raciones ante la Audiencia Nacional -algunas son de auténtica guasa-, parece ser que no se enteraron de absolutamente nada acerca de la verdadera situación patrimonial de esta en-tidad, porque vivían en otra órbita sideral, es-taban de vacaciones permanentes o simple-mente venían del huerto, ahora sí, cobraban sus suculentos estipendios. En España, como es de todos sabido, nadie es responsable de nada y los errores, las incompetencias y las malas gestiones son siempre culpa de otros. Ya lo dijo Dieter Nohle, politólogo y profesor de la Universidad de Heidelberg: “El principio de poder en España no descansa en las respon-

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La situación quE viviMos Ya La dEfinió pErfEctaMEntE EL

fiLósofo bErtrand russELL: “EL probLEMa cEntraL dE

nuEstra Era Es cóMo actuar con dEcisión En ausEncia dE

cErtEza”.

sabilidades compartidas, sino sobre la negación de los errores propios”.

El excesivo recurso a la valoración de deter-minadas partidas a través de estimaciones contables y toda la problemática relacionada está ligado, sin lugar a dudas, con la nueva ideología imperante en las NIC/NIIF -que son normas enfocadas a las empresas multi-nacionales, en especial aquellas que cotizan sus acciones en la bolsa y que tienen, por lo general, un accionariado muy atomizado- trasladada lamentablemente a nuestro PGC 2007, que incluye un elevado componente financiero y también de sucesos y hechos futuros.

La economía actual se mueve, aunque no nos guste, por una gran volatilidad de los mercados financieros, con las consecuencias que ello entraña. Vivimos una época donde se materializan imponderables o factores de riesgo hipotéticos, que se pueden presentar o no en el futuro, es decir, que pueden tener una probabilidad alta, media o baja, o como se dice en términos contables, las consecuen-cias pueden ser remotas, posibles o proba-bles, que pueden tener o no su reflejo en los registros contables de las sociedades y, con-secuentemente, en sus cuentas anuales.

El problema real de todas estas situaciones es que se hace muy difícil cuantificar el riesgo y mucho más controlarlo y, en muchas ocasio-nes, cuantificar lo que sucederá en el futuro es tremendamente arriesgado e impruden-te, y mucho nos tememos que se tardará un cierto tiempo para que la racionalidad vuelva a los mercados atendida la actual situación de crisis de la economía mundial. El gran proble-ma del momento ya lo definió perfectamente el filósofo Bertrand Russell: “El problema cen-tral de nuestra era es cómo actuar con decisión en ausencia de certeza”.

Las predicciones de falsos visionarios

Otro problema que existe en la actualidad con el tema de las estimaciones, tanto fi-nancieras como contables, son las “profe-

cías” formuladas como verdades absolutas por determinados economistas famosos y mediáticos, incluso alguno de ellos acree-dor del Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Al-fred Nobel.

Sus polémicas predicciones, como por ejem-plo cuando publicó en su blog que en Espa-ña habría corralito y que acabaron en pura fantasía erótica mental suya, y que, poste-riormente, matizó manifestando que no se trataba de una predicción sino que era una conjetura de cómo podría ser el proceso de contagio a España e Italia si Grecia salía de la zona euro en un mes, no ayudan precisamen-te a generar confianza.

Muy al contrario, sus incontrastables afirma-ciones y opiniones subjetivas, que no funda-menta en nada simplemente porque el futu-ro es incierto e incuantificable, provocan en la ciudadanía en general, que no domina los conceptos económicos -si es que alguien lo hace-, una situación de duda e incertidumbre que se traduce en miedo hacia el futuro, que les mueve a no hacer nada, es decir, a no in-vertir en el país por temor a lo que sucederá en el corto plazo, y que dificulta la reactiva-ción de la economía, tan necesaria para crear empleo en los momentos actuales.

Todos estos agoreros, con sus nefastas aren-gas públicas, lo que hacen es, muchas veces, cuando se equivocan, no reconocer la me-tedura de pata que hicieron en su día y se quedan tan tranquilos.

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Por tanto, manifiesto mi discrepancia total con la utilización de tantas estimaciones en temas contables, en especial para pequeñas y medianas empresas, resultado de un dog-matismo funerario que pretende cuantifi-carlo y registrarlo todo. Los defensores de estas ideas argumentan que el cálculo de las estimaciones contables se hace a día de hoy porque es necesario hacerlo y registrarlo, y que en el futuro, si las cifras varían, ya se cambiarán. Las proyecciones o suposiciones que hacen para cuantificarlas son simples opiniones personales subjetivas que no tie-nen ninguna base objetivable para hacerlo, que es lo que ocurre demasiadas veces en la actualidad, estimulado sorprendentemente por la nueva contabilidad con su falso dog-matismo de “realidad”.

El mundo está lleno de falsos visionarios, de profetas de la verdad futura, sofistas que no tienen ninguna duda sobre nada y que evi-dentemente no pueden demostrar absolu-tamente nada de lo que predicen, pero que pretenden, estimulan o hacen propaganda de su realidad futura como si realmente fuese realidad actual, y que pretenden que el resto de los mortales nos creamos sus patrañas y sus farsas, porque según ellos son capaces de pronosticar de pe a pa lo que sucederá. Cla-ro que también hay que decir que, en ciertos casos, no es difícil predecir lo que sucederá en el futuro con la toma de ciertas decisio-nes políticas, cuyo resultado está cantado de antemano.

Merton ya teorizó sobre este punto llegando a la conclusión de que la cerrazón ideológica

-y los políticos la tienen muy alta por su dog-matismo partidista-, no lleva a ninguna parte. Los seguidores de este dogmatismo para al-canzar sus objetivos se esconden detrás de la Ley Campoamor: “Todo es del color del cristal con que se mira”, tal como la anunciaba me-lancólico el poeta Ramón de Campoamor en su obra Coloras y Humoradas (1886-1888)) intentando relativizar la verdad y la mentira, expresión con la que evidentemente estoy de acuerdo, pero no en el sentido que pre-tenden darle. Decía Max Estrella, personaje de Valle-Inclán en sus famosas Luces de Bohe-mia (1924), que la realidad vista en los espe-jos cóncavos se deforma y las imágenes más bellas se vuelven grotescas o antiestéticas.

La dificultad de realizar muchas esti-maciones contables

Otro punto importante a tener en cuenta es que las estimaciones contables son reali-zadas por el personal del departamento de contabilidad, por los directivos o por los ad-ministradores de las empresas cuya subjetivi-dad no puede negarse, posibilitando que un mismo hecho o situación pueda calcularse de diferentes maneras y por importes distintos según la empresa de que se trate, como ocu-rre tantas veces en la vida.

Teóricamente las estimaciones contables de-bieran realizarse en función de la mejor es-timación posible y en base a la información disponible en el momento actual sobre los hechos afectados a la fecha de formulación de las cuentas anuales de cada ejercicio, o incluso con posterioridad a dicha fecha en ciertos casos, siendo posible que aconteci-mientos futuros obliguen a modificarlas (al alza o a la baja) en próximos ejercicios, lo que se hace de forma prospectiva reconociendo los efectos del cambio de estimación en las cuentas de pérdidas y ganancias de los ejer-cicios futuros.

Por tanto, la realización de estimaciones contables, proceso necesario y habitual en contabilidad, puede producir y produce en muchos casos errores honestos inevitables

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por las desviaciones entre los importes de las transacciones reales y los de las estima-ciones realizadas sobre las mismas.

Otra situación muy distinta es si existe mala fe o una posición interesada en el cálculo de las estimaciones contables por parte de los directivos o de los administradores de ciertas empresas, los cuales obligarán a los empleados del departamento de contabili-

dad de la empresa a elaborarlas y a calcu-larlas de una determinada manera, porque es bien sabido que “donde hay patrón no manda marinero”, en cuyo caso las estima-ciones contables puede que no sean ya tan honestas ni razonables, sino sesgadas e inte-resadas según los designios e intereses de dichas personas.

Deseo que se me entienda bien respecto a cuanto he escrito hasta aquí. Es evidente, porque nadie puede negarlo objetivamente, que la información financiera presentada en las cuentas anuales, obtenida en una gran parte de los registros contables de las em-presas o entidades, refleja por una parte la realidad de las operaciones realizadas, cuan-tificada por importes exactos (compras, ventas, cobros, pagos…), y por otra el cálcu-

lo de determinadas operaciones aplicando la visión subjetiva de los administradores en cuanto a sucesos futuros teniendo en cuen-ta el pasado, la experiencia, las circunstancias específicas por las que transcurre su nego-cio y la coyuntura económica general, por lo que siempre, quiérase o no, existirá esta segunda parte en la contabilidad financiera en la que la subjetividad y discrecionalidad crean incertidumbre.

El problema que veo en la contabilidad fi-nanciera actual es que debiera intentarse disminuir o mitigar en lo posible este factor subjetivo, cambiando evidentemente la ma-nera de hacer las cosas. Pues bien, desafortu-nadamente la nueva contabilidad financiera camina precisamente en sentido contrario, es decir, lo que hace es precisamente au-mentar la carga subjetiva y discrecional de una manera significativa, dado que aplica multitud de procedimientos que implican la predicción del futuro en demasiados temas. A mi criterio con este proceder nos situa-mos al borde del precipicio relativista y no es necesario pensar mucho para saber lo que nos espera allá abajo.

Esta es la política actual. Con este proce-der el futuro es bastante fácil de pronosticar.

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Aquí sí que sin grandes pretensiones se pue-de adivinar bastante bien el final. El nuevo y virtual principio contable del depende, aplica-do masivamente en infinidad de aspectos y facetas de la disciplina contable, seguro que tarde o temprano conducirá a un no muy buen puerto.

Mi opinión en este punto del exceso de es-timaciones contables se deriva de la obser-vación y de la práctica diaria de mi profesión de auditor de cuentas y de perito judicial en infinidad de casos, en la que estoy en con-tacto permanente con empresas y con los equipos de trabajo de auditoría.

Se puede o no estar de acuerdo con lo que manifiesto en este escrito. Parece, sin embargo, que está fuera de duda el que los hechos descritos nos sitúan en un escena-rio de horizontes desconocidos. Y lo peor de todo es que, a pesar de lo previsible del desenlace, no haya más gente (auditores de cuentas, economistas y académicos en gene-ral) que alcen su voz autorizada, cuando me consta que muchos piensan, viven y sufren este problema. No es admisible lavarnos las manos al modo del cónsul romano Poncio Pilatos. Sólo hay una disyuntiva, hablar claro o lavarnos las manos, porque ¿quién puede sostener objetivamente lo contrario?

Pienso que es necesario cambiar urgente-mente algunas normas contables. La Nueva Contabilidad es un fenómeno que aparece por la combinación de unos determinados valores y por unos intereses que pueden ser

modelados y modulados por los medios y la publicidad. Se trata de un modelo que, como en general el modelo capitalista actual, con sus luces y sombras, aparece a los ojos de mucha gente como decrépito y anticuado.

La decadencia generalizada en que hemos instalado nuestros sistemas, incluido el con-table, parece demostrar una vez más la co-nocida sentencia griega: “Cuando los dioses quieren perder a los hombres, los dejan cie-gos”. Y puede que la fuente de nuestras des-gracias actuales sea el no haber atendido la irónica advertencia de Mark Twain: “Es difícil hacer previsiones, sobre todo cuando se trata del futuro”.

hacer pronósticos, tanto en contabili-dad como en otras disciplinas, es un

ejercicio arriesgado que suele decir más de quien pronostica que sobre el contenido de lo que dice. A mi juicio, resulta más conve-niente hacer balance de la situación actual, que es perfectamente posible, que obtener conclusiones sobre situaciones futuras. Pero no parece que vayan por ahí los tiros actua-les de la contabilidad financiera.

En todo caso, si la contabilidad quiere avan-zar por el sendero de la objetividad, de la fiabilidad y de la transparencia, no puede construirse, a estas alturas del siglo XXI, a base de adivinanzas y conjeturas. La con-tabilidad no puede fundamentarse en in-tuiciones de futuro, en las creencias firmes que algunos dicen que tienen sobre lo que ocurrirá -que obviamente no acreditan con nada más que con su simple opinión perso-nal- y en las sospechas de intenciones de lo que nos deparará el día de mañana. Hay que huir de todos estos procedimientos caren-tes de valor, deficitarios de sentido y sobra-dos de teatralidad.

A este propósito considero útil evocar aquí la carga simbólica de una anécdota real-mente ocurrida cuando hace más de medio siglo se negociaron los contenidos y reglas de la Unión Europea (entonces denomi-nada Comunidad Económica Europea). En

La opinión sobrE EL ExcEso dE EstiMacionEs contabLEs sE dEriva dE La obsErvación Y dE La práctica diaria dE La profEsión dE auditor dE cuEntas Y dE pErito judiciaL En infinidad dE casos

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esa ocasión fue muy comentado el portazo euroescéptico de uno de los comisionados británicos, que pudo menos que reprochar el procedimiento seguido y sentenciar con evidente hipérbole visceral: “Ustedes nunca se pondrán de acuerdo en nada y si se ponen de acuerdo no cumplirán lo acordado y si lo cumplen será un desastre”.

Era simplemente su opinión de carácter proyectivo, pues la evidencia ha demostrado, con todas las dificultades y contrariedades del camino, que son muchas, que la Unión Europea camina hacia unos derroteros fu-turos que se intentan perfeccionar sobre la marcha.

El peligro de realizar tantos juicios de valor sobre sucesos futuros, que después se tra-ducen en cifras que se reflejan en las cuen-tas anuales de las empresas, proviene de que mientras los hechos son susceptibles de prueba, las opiniones o juicios de valor futu-ros, dada su etérea naturaleza, no se prestan a una demostración o prueba de exactitud. Ello significa que quien los hace se basa en su pura y simple intuición, y ya se sabe que el que ejercita la libertad de expresión/opi-nión no le es exigible la prueba de la verdad o diligencia en su averiguación.

De la misma manera que la evidencia ha demostrado con creces que los tribuna-les ordinarios no sirven para decidir sobre cuestiones políticas porque, entre otras ra-zones, la realidad social es más cambiante y tiene muchos más vericuetos que la ley que deben aplicar, la contabilidad debiera funda-mentarse en la aplicación de un mínimo de estimaciones contables, por las causas que he expuesto anteriormente.

En demasiadas ocasiones, como se demues-tra posteriormente, el resultado obtenido de tales estimaciones es una diferencia abis-mal entre la realidad y lo que nos cuenta la información contable. No es que se oculte lo que está ocurriendo, sino que se preten-de que los contables actúen como presti-digitadores. No sería ilógico pensar que lo

que se busca con este proceder es aplicar un principio análogo al que funciona en al-gunas televisiones: si usted da basura y la gente la consume, no se preocupe ni nos pida otras cosas que podrían gustar incluso más. Mantengamos la birriosa oferta actual; es más sencilla y a la vez barata.

El problema de realizar tantas estimacio-nes contables es que el producto final, las cuentas anuales, es todo menos fiable. Se me entienda bien: la necesidad de efectuar determinadas estimaciones contables es un imperativo lógico y razonable, según ya he comentado. Lo malo es pretender estimar lo inestimable. La nueva contabilidad pre-tende lo imposible, cuantificarlo y medirlo todo, aunque ello sea falso o, como mínimo, no contrastable y, por tanto, imposible de probar.

La propuesta general que me atrevo a for-mular sobre esta cuestión es simple: estima-ciones contables las mínimas, las únicamente necesarias e imprescindibles, y cuando de-ban hacerse, tocar primero con los pies en el suelo y no dejar la mente en la luna. ¿Ra-zón? La exhibida en las páginas anteriores: el contable no es un pitoniso ni lo será nunca. No podemos secundar a los diseñadores de la nueva contabilidad, que parece hayan se-guido al pie de la letra la desencantada tesis de Winston Churchill: “El éxito es aprender a ir de fracaso en fracaso sin desesperar”. Con este tipo de estimaciones pretendidas, a mi criterio no se conseguirá ni el éxito churchi-lliano, salvo intercesión divina.

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