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Conversión y credibilidad El Memorandum pone sobre el tapete una consideración imprescindible que va más allá de la problemática vivida en el país que lo vio nacer: la Iglesia tiene la inmensa responsabilidad de hablar del Padre de Jesucristo a los hombres. Nada de lo que haga o deje de hacer será irrelevante en relación al fruto de esta misión; ninguna de las formas que asuma, de las actitudes que tome o de las estructuras que implemente serán indiferentes o inofensivas para su credibilidad. Ésta tiene siempre una relación directa con el espíritu evangélico de toda su praxis. Por ello es vital una discusión real en su seno, incluso sobre temas incómodos. Es poco creíble una Iglesia que sólo proponga el diálogo ad gentes pero que no logre encarnarlo con decisión y madurez ad intra. En este sentido, se puede estar en desacuerdo con algunos o varios puntos del Memorandum, pero no se puede evadir la obligación de afrontarlos y de escuchar. Cuando Salomón le pide a Dios la sabiduría para poder regir a su pueblo, lo hace con una expresión elocuente: “Concede a tu siervo un corazón que escuche” (1 R 3, 9). Ninguna de las propuestas concretas está desprovista de argumentos o razones importantes que haga imposible su discusión. Los avances de la exégesis y de la teología de los últimos tiempos como así también el aporte valioso de la ciencia nos brindan importantes herramientas y nuevas luces para un discernimiento más aquilatado en innumerables campos. Pretender que el diálogo sobre algunos puntos esté ya definitivamente cerrado es condenarnos al aislamiento y a la pobreza del pensamiento único. Ello tiene que ver con el cambio de mente que implica la conversión a la que todos estamos llamados, requisito sine qua non para acoger el Reino (Mc 1, 15). A la luz de la historia remota y reciente no me animaría a repetir que la Iglesia es “experta en humanidad” 4. No porque ponga en duda que le ha sido confiado el don de la Palabra (DV 10) sino más bien porque no querría inducir a una falta de vigilancia. La asunción ingenua y acrítica de ser en dad” (1 Tm 3, 15), desconociendo que “nuestra comprensión del Evangelio es siempre histórica” que “debe por lo tanto dejarse interpelar por

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la credibilidad dentro de la iglesia

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Conversión y credibilidad

El Memorandum pone sobre el tapete una consideración imprescindible que va más allá de la problemática vivida en el país que lo vio nacer: la Iglesia tiene la inmensa responsabilidad de hablar del Padre de Jesucristo a los hombres. Nada de lo que haga o deje de hacer será irrelevante en relación al fruto de esta misión; ninguna de las formas que asuma, de las actitudes que tome o de las estructuras que implemente serán indiferentes o inofensivas para su credibilidad. Ésta tiene siempre una relación directa con el espíritu evangélico de toda su praxis.

Por ello es vital una discusión real en su seno, incluso sobre temas incómodos. Es poco creíble una Iglesia que sólo proponga el diálogo ad gentes pero que no logre encarnarlo con decisión y madurez ad intra. En este sentido, se puede estar en desacuerdo con algunos o varios puntos del Memorandum, pero no se puede evadir la obligación de afrontarlos y de escuchar. Cuando Salomón le pide a Dios la sabiduría para poder regir a su pueblo, lo hace con una expresión elocuente: “Concede a tu siervo un corazón que escuche” (1 R 3, 9). Ninguna de las propuestas concretas está desprovista de argumentos o razones importantes que haga imposible su discusión. Los avances de la exégesis y de la teología de los últimos tiempos como así también el aporte valioso de la ciencia nos brindan importantes herramientas y nuevas luces para un discernimiento más aquilatado en innumerables campos.

Pretender que el diálogo sobre algunos puntos esté ya definitivamente cerrado es condenarnos al aislamiento y a la pobreza del pensamiento único. Ello tiene que ver con el cambio de mente que implica la conversión a la que todos estamos llamados, requisito sine qua non para acoger el Reino (Mc 1, 15). A la luz de la historia remota y reciente no me animaría a repetir que la Iglesia es “experta en humanidad” 4. No porque ponga en duda que le ha sido confiado el don de la Palabra (DV 10) sino más bien porque no querría inducir a una falta de vigilancia. La asunción ingenua y acrítica de ser en dad” (1 Tm 3, 15), desconociendo que “nuestra comprensión del Evangelio es siempre histórica” que “debe por lo tanto dejarse interpelar por los procesos culturales y las nuevas situaciones que ellos generan”5, no rara vez nos ha llevado a cometer errores que han dejado secuelas graves para la credibilidad. Con ello no creo conceder ventaja a la “dictadura del relativismo”. Simplemente quisiera poner de relieve que también la “dictadura del absolutismo” le hace daño a la Iglesia y a la sociedad.

Una negación más o menos sistemática al diálogo sobre temas que, al menos, tienen suficientes fundamentos como para ser discutidos y tratados de manera responsable, no estaría muy lejos de esta actitud.

En estos días ha tenido lugar en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma un simposio internacional sobre prevención de abusos: “Hacia la curación y la renovación” reza su lema6. Con una claridad histórica, altas personalidades de la Iglesia se han pronunciado de manera ejemplar y han buscado caminos concretos de crecimiento. Se ha escuchado el testimonio conmovedor de una de las víctimas. Algunos medios calificaron el hecho como

“una revolución copernicana querida por Benedicto”7. Nadie dudará en reconocerlo como un signo fuerte y un paso fundamental en la ardua tarea de reparar las heridas y de reconstruir credibilidad. Pero es una semilla que dará sus frutos si se convierte en un hábito constante.

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El autor es licenciado en exégesis bíblica por elPontificio Instituto Bíblico de Roma.

3. La credibilidad según el Magisterio de la Iglesia.

La credibilidad de la Revelación ha sido objeto del Magisterio de la Iglesia, principalmente en los dos últimos Concilios ecuménicos. El Concilio Vaticano I afirma que Dios mismo quiso dar unos “argumentos externos de su Revelación, es decir, hechos divinos, y en primer lugar milagros... que al mostrar con toda claridad la omnipotencia e infinita sabiduría de Dios, son signos certísimos de la Revelación divina, acomodados a la inteligencia de todos.” Pero para poder creer, a estos signos externos, deben unirse los auxilios internos del Espíritu Santo. El Concilio Vaticano II no emplea el término “credibilidad”, pero lo que ese término significa -los signos que atestiguan y mueven hacia la fe- aparece con frecuencia. En este contexto, el Concilio alude repetidamente a un signo de suma importancia que es el testimonio de los cristianos. Todos en la Iglesia -sacerdotes, religiosos y laicos- están llamados a ser testigos del amor de Dios. Pero los cristianos sólo pueden transmitir auténticamente la fe, si están unidos con Jesucristo, que es el signo fundamental de la Revelación. Lo que importa es la realidad de Cristo en todas sus manifestaciones. Él mismo, “con sus palabras y obras, signos y milagros... confirma con testimonio divino que Dios está siempre con nosotros.” El planteamiento que el Concilio Vaticano II hace de los signos, tiene en cuenta al hombre concreto que encuentra a Cristo y se vuelve capaz de descubrir en Él al mismo Dios quien le invita a una respuesta personal. El signo no es una manifestación material y aislada, no es algo sino alguien, es la Persona misma.

La santidad de la Iglesia como credibilidad

Posiblemente, ninguna otra afirmación de la fe suscita tanta incomprensión y oposición hoy en día. La credibilidad de la Iglesia debe enfrentarse con algunas dificultades específicas que no aparecen en la credibilidad de Jesucristo. La más importante es que en la Iglesia, tal como se muestra en el transcurso de su historia, se observan límites y defectos que han oscurecido no pocas veces el mensaje original de Cristo. ¿Esta Iglesia es digna de fe? Para poder responder, conviene distinguir entre la santidad ontológica y la santidad moral. En la realidad visible de la Iglesia se puede tocar una realidad más profunda. Radicalmente, la Iglesia como misterio nace en el mismo momento de la Encarnación. Es santa porque Cristo, su Fundador, es santo, el Espíritu de Cristo actúa en ella y lleva a los hombres a Dios Padre. La Iglesia es santa de un modo fundamental, según su propio ser. Esta santidad ontológica debería reflejarse en la santidad moral de los miembros: en la vida y en el comportamiento de los cristianos, en sus familias, lugares de trabajo y de descanso. Los miembros de la Iglesia, los cristianos, deberían dar testimonio del amor de Dios allí donde se encuentren; deberían actuar como Jesucristo, con generosidad y abnegación, y reflejar la alegría de la salvación que ellos mismos han experimentado. Pero no siempre es así. Los cristianos no siempre reflejamos la santidad de la Iglesia en nuestras vidas. Así, la Iglesia, no muestra la santidad moral que debería mostrar; sin embargo, siempre sigue teniendo la santidad fundamental, ontológica. Esta santidad no puede aumentar ni disminuir. Si todos los miembros fueran santos, la santidad ontológica no sería mayor de lo que es, porque no le viene de los hombres, sino de Dios. Si todos los miembros estuviéramos en pecado, esta santidad ontológica tampoco sería menor. En otras palabras, la

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santidad de la Iglesia no es la suma total de la santidad de cada uno de sus miembros, como la humedad de la lluvia no se mide por lo que se han mojado los que han estado bajo ella. Si todo el mundo sale a la calle y se cala hasta los huesos, la humedad de la lluvia no varía, como tampoco varía si todos se quedan en casa. La Iglesia es santa porque es Cristo presente en el mundo. Es santa y, a la vez, necesitada de purificación constante, porque recibe en su propio seno a los pecadores; nunca se ha presentado como una sociedad formada exclusivamente por hombres puros e inocentes. Su santidad ontológica es la causa de su santidad moral, pero no se mide por ella. Lleva el tesoro de Jesucristo en vasos de barro, para que quede claro que la excelencia de su poder viene de Dios y no de los hombres.

3. La contribución de los cristianos a la credibilidad eclesial

Los cristianos no pueden disminuir la santidad de la Iglesia, con sus defectos y pecados, pero sí pueden oscurecer su rostro y frenar su paso en la tierra; pueden, en definitiva, impedir que la Iglesia se muestre al mundo tan bella y espléndida como realmente es. Si, en cambio, corresponden con fidelidad a la invitación a seguir las huellas de su Señor, contribuyen a que la Iglesia sea digna de fe ante el mundo. Cada cristiano es llamado a dar a conocer el verdadero rostro de Cristo, a ser santo, como lo proclama solemnemente el Concilio Vaticano II. Los santos hacen creíble la fe cristiana y sirven “como estrellas de referencia a los pobres pecadores.” Según el ejemplo de Jesucristo, que trajo a los hombres el amor misericordioso del Padre, también los cristianos han de ser testigos del amor allí donde se encuentren. “Lo que convirtió a los paganos no fueron quizá tanto las novedades de la doctrina que les era anunciada, como el ejemplo de caridad mutua que ofrecían los primeros cristianos y la impresión que experimentaban ellos mismos, ingresados en la comunidad, de que por fin eran amados. Por fin ya no estaban solos.” En última instancia, sólo el amor es digno de fe. Según el espíritu del Evangelio, una persona santa no es aquella que nunca comete errores, sino la que reconoce su debilidad y se levanta una y otra vez pidiendo perdón a Dios. La llamada universal a la santidad está unida al “anuncio constante de la conversión”. No hace falta negar los propios defectos, ni los lados sombríos de la historia de la Iglesia. Dios ofrece siempre un nuevo comienzo. Por esto, la Iglesia, que predica el perdón de los pecados, puede confesar las culpas de sus propios hijos confiando en la magnitud de Dios. Así lo hizo el Papa Pablo VI durante el Concilio Vaticano II (1962-1965). También el Papa Juan Pablo II ha pedido perdón al mundo por los pecados pasados y presentes de los cristianos, en un acto solemne, durante el gran jubileo del año 2000. Este acto fue un servicio a la verdad. A lo largo de la historia ha habido múltiples conflictos y tensiones, tanto entre las diversas comunidades cristianas como entre los cristianos y otras personas. “Los cristianos no pueden minusvalorar el peso de las incomprensiones ancestrales que han heredado del pasado, de los malentendidos y prejuicios de los unos contra los otros. No pocas veces, además, la inercia, la indiferencia y un insuficiente conocimiento recíproco agravan estas situaciones.” La Iglesia no tiene miedo de afrontar las culpas de sus hijos, cuando se da cuenta de sus errores. La petición pública de perdón fue a la vez un servicio a la caridad, un testimonio de amor en la humildad de quien pide perdón. En cuanto tal, ha marcado fuertemente las relaciones con los seguidores de las otras confesiones y religiones. Juan Pablo II afirmó en otra ocasión: “Para los cristianos, estos son los días del perdón y de la reconciliación. Sin este testimonio, el mundo no creerá. ¿Cómo

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podemos hablar de modo creíble sobre Dios, que es Amor, si no hay tregua en la contraposición? Sanad las llagas del pasado con el amor. Que el sufrimiento común no genere separación, sino que suscite el milagro de la reconciliación.” Por otro lado, los cristianos pueden también recordar con humildad profunda los lados luminosos de la historia de la Iglesia: los grandes testigos de la fe, los mártires y confesores, las instituciones sociales y educativas, el servicio a los pobres, la contribución al reconocimiento de la dignidad de la persona y de la libertad religiosa y, sobre todo, la vida santa de tantos hombres y mujeres que sabían y saben “hacer de su vida diaria un testimonio de fe, de esperanza y de caridad; testimonio sencillo, normal, sin necesidad de manifestaciones aparatosas, poniendo de relieve -con la coherencia de su vida- la constante presencia de la Iglesia en el mundo”.

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(*) Jutta Burggraf es autora del libro Teología Fundamental, Ed. Rialp 2002, donde se encuentran las referencias críticas aquí apuntadas y se completa el argumento.

RESUMEN

El autor describe y analiza las tendencias culturales más significativas que junto con modificar la existencia personal y social están afectando la experiencia creyente y, en consecuencia, la credibilidad de la institución eclesial situada en Latinoamérica. Indaga el "lugar" de la Iglesia en el acto del creer y la relación entre credibilidad y testimonio de la Iglesia afirmada por el Concilio Vaticano II y por otros textos magisteriales del postconcilio, especialmente del Episcopado latinoamericano. Explica la importancia de atender a la historia y a los "signos de los tiempos" como condición de credibilidad del testimonio cristiano. Al identificar complejas tendencias socioculturales destaca el inconcluso proceso de individualización y desinstitucionalización que problematiza la legibilidad de los "signos de los tiempos" y la vida del creyente. Igualmente considera la desafección hacia la democracia que se vive hoy en el continente y los serios desafíos que enfrenta la necesaria reconstrucción del "nosotros ciudadano" y el lugar de la fe en este nuevo contexto histórico. El emerger de un nuevo sincretismo religioso exige la profundización de una auténtica espiritualidad cristiana en los inicios del nuevo siglo. En medio de una cultura caracterizada por una "omnipotencia del presente", subraya que la fe judeocristiana puede ayudar a recuperar la memoria y a despertar horizontes de futuro.

El objeto de este trabajo es una reflexión acerca de los desafíos actuales a la credibilidad de la Iglesia situada en Latinoamérica. Se trata de pensar y describir algunas de las tendencias culturales más significativas que no solo están modificando la existencia personal y social sino también la experiencia creyente y, en consecuencia, la credibilidad de la institución eclesial. En un primer momento se indaga el "lugar" de la Iglesia en el acto del creer y la relación entre credibilidad y testimonio de la Iglesia que establecen el Concilio Vaticano II y otros textos magisteriales del postconcilio, especialmente del Episcopado latinoamericano (Cap. I). Luego se estudia la importancia de atender a la historia y especialmente a los "signos de los tiempos" como condición de credibilidad del testimonio cristiano (Cap. II). En un tercer momento, se identifican nuevas y complejas tendencias socioculturales, destacándose el inconcluso proceso

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de individualización y desinstitucionalización, que afectan la experiencia creyente y la legibilidad de los "signos de los tiempos" en Latinoamérica (Cap. III); consideración aparte merece la desafección hacia la democracia que se vive hoy en el continente y los serios desafíos que enfrenta la necesaria reconstrucción del "nosotros ciudadano" y la situación de la Iglesia que desea evangelizar en este nuevo contexto histórico (Cap. IV); finalmente, el "retorno de lo sagrado" y el emerger de un nuevo sincretismo religioso (caso New age) desafían a una experiencia integral de la fe y exigen la profundización de una auténtica espiritualidad cristiana en los inicios del nuevo siglo (Cap. V).

I. CREDIBILIDAD Y TESTIMONIO DE LA IGLESIA

1. Antecedentes en el Concilio Vaticano II

Antes de entrar en los aportes específicos del Concilio Vaticano II, y valorar su novedad en el punto que nos ocupa, es preciso decir una palabra sobre el Concilio anterior. Como es sabido, en el contexto de la emergente cultura moderna y en la búsqueda de una mayor articulación entre fe y razón, entre revelación y sujeto, el Concilio Vaticano I aportó tres grandes convicciones: a) la fe "es conforme a la razón" (1); b) "la recta razón demuestra los fundamentos de la fe" (2); c) Muestra que se puede llegar a una cierta comprensión de la fe "bien sea por analogía con lo que conoce por vía natural, bien sea por la conexión de unos misterios con otros, y con el fin último del hombre" (3). Para los especialistas, se trata "de la `razonabilidad' de la fe, que en el contexto de la Ilustración asume el calificativo de credibilidad para mostrar no solo la coherencia interna del discurso creyente sino su capacidad de convertirse en propuesta digna de fe, en definitiva, creíble. En este contexto el Vaticano I centra especialmente su atención en el acto de fe y en el conocimiento `natural' de Dios que se convierten así en temas centrales de la teología fundamental hasta el Vaticano II" (4). Cabe recordar que el Concilio Vaticano I alcanza a plantear, de alguna manera, la pregunta por la significatividad de la institución eclesial dentro del contexto referente al acto de fe al hablar de la Iglesia como `signo levantado en medio de las naciones' (5) que invita a los que todavía no creen y confirma en la fe a los creyentes. De este modo, en medio del siglo XIX, el Concilio indica que la fe también se apoya en la realidad eclesial actual, en el signo de la Iglesia contemporánea a la experiencia creyente, y no solo en la apologética clásica o histórica que se refería a los milagros narrados por la Escritura (6).

Por su parte, el Vaticano II propone una teología renovada de los signos de credibilidad a partir de un enfoque personalizado, centrado en Cristo que es plenitud y signo a la vez de la autenticidad de la propia revelación (DV 4), y a su vez realización de las Escrituras (DV 16). Todos los signos particulares se presentan como irradiaciones de Jesucristo entre los hombres y de modo central se reflexiona sobre la Iglesia `signo-sacramento' de Cristo en el mundo (LG 1. 9. 48. 59; GS 45) (7). La sacramentalidad como expresión de la identidad de la Iglesia la refiere claramente a Cristo y a la realidad última que significa, es decir, "la unión íntima con Dios y la unidad de todo el género humano" (LG 1). La Iglesia es el sacramento de Cristo en el mundo, en cuanto es "comunidad de fe, esperanza y amor, como un todo visible, comunicando mediante ella la verdad y la gracia a todos" (LG 8); es más, `"todo el bien que el Pueblo de Dios puede aportar a la familia humana en el tiempo de su peregrinación terrena, deriva del hecho que la Iglesia es `sacramento universal de salvación' que manifiesta y al mismo tiempo realiza

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el misterio del amor de Dios al hombre" (GS 45). Ahora bien, "el Concilio Vaticano II al retomar el tema de la Iglesia desde la perspectiva de `sacramento universal de salvación' orienta claramente el `signo levantado en medio de las naciones' del Vaticano I hacia su significatividad en el mundo" (8), lo que ha quedado muy bien expresado por el texto que abre la Gaudium et spes: "los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de todos los que sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón" (GS 1). Al respecto, Congar comenta que "liberándose de una definición jurídica el Vaticano II ha renovado la manera de abordar la relación entre la Iglesia y el mundo. Ambos son considerados como envueltos en un designio que camina hacia la comunión escatológica y para cuya realización la Iglesia es `el sacramento universal de salvación', es decir, la forma histórica, social, visible y pública que toma la voluntad divina para hacer que la creación se consume por su finalidad en Dios (LG 1.8.17.48)" (9).

La personalización de los signos operada por el Concilio Vaticano II conllevan la potenciación de un término nuevo como es el `testimonio'. Con el Concilio este término irrumpe masivamente (10). Con esta categoría se reasume la propuesta del Vaticano I sobre la Iglesia `como grande y perpetuo motivo de credibilidad' (DH 3013). El testimonio es un tema clave y se convierte en la verdadera vía de acceso a la credibilidad de la Iglesia (11). Como ejemplo paradigmático de la visión del Vaticano II se puede presentar un conjunto de criterios orientadores sobre el testimonio propuesto magistralmente por AG 11: "Para que los fieles puedan dar fructuosamente este testimonio de Cristo únanse con aquellos hombres por el aprecio y la caridad, siéntanse miembros del grupo humano en el que viven y tomen parte en la vida cultural y social interviniendo en las diversas relaciones y negocios de la vida humana; familiarícense con sus tradiciones nacionales y religiosas; descubran con gozo y respeto, las semillas de la Palabra que en ellas se contienen…" (12).

No se puede olvidar que para que el testimonio sea signo eclesial de credibilidad se deberá referir siempre a la Iglesia apostólica como vertiente histórico-objetiva transmisora del "depósito de la fe" (13). Se establece un dinamismo desde el testimonio apostólico al testimonio de vida, siendo el nexo entre ambos el testimonio del Espíritu (14).

LA CREDIBILIDAD EN LAS CONSTITUCIONES CONCILIARES

"Especial importancia tiene para nuestro tema la Constitución dogmática Dei Verbum sobre la revelación por su afirmación del principio cristológico como clave de inteligencia de la revelación y su credibilidad" (40). Esta constitución nos ha entregado un nuevo concepto de revelación, ya no comprendida como información doctrinal, como `instrucción' de Dios al hombre y eso ha significado una comprensión más significativa para la mentalidad actual, como `comunicación personal y amistosa'. No creo que sea una exageración afirmar que el número 2 de la Dei Verbum es el texto más importante del magisterio contemporáneo, la piedra angular del edificio conciliar y una manera nueva de comprender la teología. "El

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contenido de la revelación es trinitario, cristocéntrico, antropológico y soteriológico, pues Dios por Cristo en el Espíritu Santo se revela a sí mismo y da a conocer su proyecto de llevar al hombre a la comunión de vida con Él" (41). Cuando la Iglesia se pregunta por su identidad y misión en el mundo contemporáneo, se da cuenta que no la inventa sino la recibe como un don, de la revelación, que se hace plenitud en Cristo. La revelación tiene una estructura sacramental, simbólica, cuya plenitud está en la persona de Jesucristo. Jesucristo es el signo fundamental de credibilidad (42).

Se puede afirmar que Lumen Gentium nos ha entregado el `principio eclesiológico' de la credibilidad. Cristo en la Iglesia es el gran signo de credibilidad, la Iglesia es el signo al servicio del Signo. La Iglesia es creíble en su fidelidad a Jesús que pasa por contradicciones humanas evidentes (43). No es el lugar aquí, pero es necesario destacar todo lo que ha realizado la asamblea conciliar por aclarar la relación de la Iglesia con Cristo, especialmente con el Reino y con la humanidad. "Esta es, precisamente, una de las novedades del Vaticano II al desarrollar lo que significa el signo de la Iglesia. El Concilio en muchos textos hace una llamada a todos los miembros de la Iglesia para que con la transformación de su vida den testimonio de la salvación que nos ha traído Cristo (LG 35), pues cuando la Iglesia conduce una vida santa, digna de la vocación a la que ha sido llamada, se convierte en signo de la presencia de Dios en el mundo (AG 15). Ningún miembro de la Iglesia puede eximirse de esa responsabilidad: Obispos (CD 30), sacerdotes (LG 41.28, PO 3), religiosos (PC 25), laicos (LG 38, AA 3) están llamados a manifestar con el ejemplo de su vida y el testimonio de su palabra el hombre nuevo de que se reviste por el bautismo y la virtud del Espíritu Santo, por quien han sido fortalecidos con la confirmación, de tal forma que todos los demás, al contemplar sus buenas obras glorifiquen al Padre (cf. Mt 5,16) y perciban el sentido auténtico de la vida y el vínculo de la unión de los hombres (AG 11)" (44). Se trata de la Iglesia en concreto, de `esta Iglesia' que es germen y comienzo del Reino en la tierra, lo que invita a superar cualquier docetismo eclesiológico.

La Constitución sobre la liturgia no tiene un aporte menor a esta renovación, pues en la liturgia se celebra el misterio pascual de Cristo por el cual se realiza la obra de nuestra salvación, como lo recuerda el Catecismo, "Es el misterio de Cristo lo que la Iglesia anuncia y celebra en su liturgia a fin de que los fieles vivan de él y den testimonio en el mundo: `En efecto, la liturgia, por medio de la cual se ejerce la obra de nuestra redención, sobre todo en el divino sacrificio de la Eucaristía, contribuye mucho a que los fieles, en su vida, expresen y manifiesten a los demás el misterio de Cristo y la naturaleza genuina de la verdadera Iglesia (SC 2)" (45). De tal manera que no llama la atención que el sentido de la fe del pueblo creyente permita a la mayoría de los cristianos sencillos apreciar que el primer y más inmediato aporte del Concilio ha sido el de la renovación litúrgica, que no ha significado el cambio de idioma o de ritos sino que ha acercado a Cristo, su salvación en la Iglesia a los hombres y mujeres de hoy.

Gaudium et Spes, la constitución `pastoral' de la magna asamblea, ha colaborado eficazmente a plantear el tema de la credibilidad no solo `desde arriba' sino `desde abajo' en una cultura

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secularizada. De una manera existencial y personal que toma en cuenta "los estados de conciencia, las experiencias vitales, y los condicionamientos culturales de nuestro tiempo" (46). Si Dei Verbum parte desde la Palabra de Dios, Gaudium et Spes parte desde el hombre, del mundo y desde la historia compartida con los no cristianos. La Iglesia no es una ciudad en la cima del monte sino inmersa en el mundo, partícipe de sus gozos, esperanzas, angustias y tristezas. Allí se encuentra un principio antropológico de la credibilidad. Evidentemente complementario a los principios cristológico-eclesiológico-soteriológico de la credibilidad. Según Angelo Scola se trata de una `antropología cristocéntrica (47). El Santo Padre Juan Pablo II ha comentado ampliamente en su magisterio esta antropología cristiana, que puede considerarse una clave de todo su pensamiento.

Finalmente hay que mencionar que de manera `transversal' a todas las constituciones y en los restantes documentos de la asamblea hay un `principio creacional' o `cosmológico' de la credibilidad, que se añade a los anteriores como fundamento que no es de menor importancia que los anteriores. Este principio ha sido destacado al inicio de la ponencia de Juan Noemi y que sin duda está presente en el acontecimiento del Concilio de manera incipiente (48).

No podemos negar que el Concilio ha deseado, ha intentado y de alguna manera ha logrado hablar de Cristo y de la salvación cristiana al hombre y mujer de hoy. Al menos ha puesto las bases para hablar de manera nueva y significativa para nuestro tiempo. No es una tarea terminada sino que ha sido un hito significativo al final del segundo milenio de la historia humana.

(1) Se debe notar que el título del Seminario es Desafíos actuales a la credibilidad del cristianismo, y que mi tema está formulado en la programación de una manera más general: "Los desafíos enfrentados en el Concilio Vaticano II". Prefiero para mi aporte, acercarme a lo que me parece está a la `base' de la credibilidad del cristianismo o de la credibilidad de la Iglesia, "la credibilidad de la revelación cristiana". Esa es también la opción de Rino Fisichella en La revelación: Evento y Credibilidad. Ensayo de teología fundamental, Sígueme, Salamanca 1989, 178: " [ Links ]Hablamos de la credibilidad de la revelación y no de la credibilidad del cristianismo, ni tampoco en primer lugar de la credibilidad de los signos de la revelación. Esto supone una opción por nuestra parte, que destaca la credibilidad básica del acontecimiento global de la revelación respecto a los signos históricos que la confirman y acreditan como tal. Además, de esta manera se intenta dirigir el discurso hacia el tema de la centralidad de la persona de Cristo, que constituye la revelación y forma su clave de interpretación. Hablar de la credibilidad de la revelación equivale a proponer de nuevo la prioridad de aquel que se revela y al que se debe la obediencia de la fe, ya que él es en sí creíble, más aún que los diversos datos expresados y codificados en el curso de la historia".

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(2) Cf. Nueva imagen de la fundamental, en René Latourelle _ Gerald O'Collins, Problemas y perspectivas de teología fundamental, Sígueme, Salamanca 1982, 88-91. [ Links ]

(3) Luis Lago Alba, La credibilidad de la revelación, en la obra dirigida por César Izquierdo, Teología Fundamental. Temas y propuestas para el nuevo milenio, Desclée, Bilbao 1999, 407. [ Links ] El autor define la credibilidad como la "propiedad de la revelación cristiana por la que, a través de signos ciertos, aparece acreditada como realidad adecuada al conocer humano, y por lo tanto digna de ser creída". No hay noción teológica más interesante, y compleja, es llamada crux theologorum. Y es una cuestión moderna, pues se plantea como respuesta a la crítica radical que es objeto la tradición cristiana. Según el autor, lo propio del Vaticano II es abordar la credibilidad desde una perspectiva `personalista', desde la historia, la centralidad de Cristo, desde la soteriología y la antropología. Lo veremos más adelante

(4) Cf. Heinrich Fries, Teología Fundamental, Herder, Barcelona 1987, 25-28. [ Links ]

(5) Octavio Ruiz Arenas, Jesús, Epifanía del amor del Padre. Teología de la Revelación, Celam, Bogotá 19942, 48. " [ Links ]Desde el punto de vista de la credibilidad (la teología fundamental) aborda el problema de la decisión de fe como una opción razonable y sensata propia del hombre, es decir, presenta la revelación como creíble y la fe como razonable, tratando de descubrir los signos propios de autenticidad, de tal manera que se pueda reconocer en la carne y en la palabra de Jesús la presencia salvadora de Dios" (ibídem, 49). Otro manual que aborda la credibilidad como tema central es el ya citado de Rino Fisichella, La revelación: Evento y Credibilidad. Ensayo de teología fundamental, Sígueme, Salamanca 1989. El autor señala: "Las páginas que siguen se inspiran en el deseo de mostrar que la revelación y su credibilidad pueden ser significativas para el hombre de nuestros días y pueden seguir expresándose en un lenguaje teológico nuevo, capaz de ayudar a trazar la imagen del Dios de los cristianos" (ibídem, 11). Cf. especialmente La credibilidad como tema constitutivo de la fundamental (177-189) y El signo como lenguaje expresivo de la credibilidad (191-211).

(6) Cf. Octavio Ruiz Arenas, Jesús, Epifanía del amor del Padre. Teología de la Revelación, Celam, Bogotá 19942, Parte V, 347-523. [ Links ] El capítulo 13 aborda el tema de la credibilidad en general, el resto son de cristología fundamental. De especial importancia para nuestro tema los acápites Las nuevas perspectivas en el estudio de la credibilidad (359-365), perspectivas histórico-hermenéutica, antropológica y teológico-semiológica, y Búsquedas de la significatividad de la revelación (365-378) en algunas corrientes teológicas contemporáneas y en América Latina. Cf., también, la definición de credibilidad y el acápite acerca del uso de la credibilidad y los criterios para el discernimiento de la credibilidad (primera plausibilidad, coherencia interna, adecuación experiencial, significatividad práxica y validez para el diálogo) en el Tratado de Teología Fundamental, de Salvador Pie i Ninot, Secretariado Trinitario, Salamanca 1989, 125-131.

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(7) Cf. Octavio Ruiz Arenas, Jesús, Epifanía del amor del Padre. Teología de la Revelación, Celam, Bogotá 19942, 352, nota 642. [ Links ]

(8) Rino Fisichella, La revelación: Evento y Credibilidad. Ensayo de teología fundamental, Sígueme, Salamanca 1989, 177. [ Links ] Esta `acogida', `comprensión' y `decisión' frente a la revelación constituyen un acto complejo, que no pude reducirse. El autor prefiere hablar de credibilidad de la revelación y no de credibilidad de la fe, del cristianismo o de los signos. Eso dirige el discurso a la centralidad de Cristo, que constituye la revelación y la clave de su interpretación.

(9) Ibídem, 178.

(10) Cf. "Credibilidad" de Rino Fisichella, en Diccionario de Teología Fundamental, René Latourelle, Rino Fisichella y Salvador Pie-Ninot (dirs.), Paulinas, Madrid 1992, 205-225. [ Links ]

(11) Ibídem, 206.

(12) Cf. Hermann Josef Pottmeyer, el acápite acerca del reino como motivo de credibilidad en Segni e criteri della credibilità del cristianesimo, en Corso di Teologia Fondamentale, vol. 4 del Trattato de Gnoseologia Teologica, Walter Kern-Hermann J. Pottmeyer-Max Seckler, Queriniana, Brescia 1990, 485-492. "Il fatto di tematizzare sotto il profilo contenuistico la rivelazione come regno di Dio non ha solo il vantaggio di referirsi alla predicazione de Gesù e del Nuovo Testamento, ma permette anche di cogliere tutta la richezza del contenuto di tale rivelazione" (ibídem, 485).

(13) "Se entiende por significatividad una categoría teológica que comprende tres elementos: sentido, significado, significante. Mediante el sentido entramos en el horizonte de la fundamentación epistemológica; mediante lo significado, en el horizonte del contenido; mediante lo significante, en el horizonte típicamente antropológico. La categoría de significatividad se da solo en la unidad de los tres elementos y en su relación recíproca" ("Credibilidad" de Rino Fisichella, en Diccionario de Teología Fundamental, René Latourelle, Rino Fisichella y Salvador Pie-Ninot (dirs.), Paulinas, Madrid 1992, 215). [ Links ]

(14) Cf. Luis Lago Alba, La credibilidad de la revelación, en la obra dirigida por César Izquierdo, Teología Fundamental. Temas y propuestas para el nuevo milenio, Desclée, Bilbao 1999, 421. [ Links ] El autor caracteriza la perspectiva del Vaticano II de abordar la credibilidad como `modelo personalista'. "Los temas del Vaticano II parecen, en principio, muy lejanos a nuestro problema de la credibilidad, pero puede decirse que la gran preocupación de este concilio pastoral fue el de presentar al mensaje evangélico de forma creíble al mundo de hoy" (ibídem). Interesante también los apuntes de clase de Salvador Pié-Ninot, Dei Verbum Religiose Audiens.

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La credibilità della Rivelazione Cristiana, Editrice Pontificia Università Gregoriana, Roma 1999. [ Links ]

(15) Para el conocimiento del Concilio son importantes las actas oficiales aún en proceso de publicación y que llenan más de 60 volúmenes; y también la historia más amplia que puede conocerse a través de los archivos de los pastores y teólogos que participaron en la magna asamblea que también se han estudiado recientemente. Es lo que intenta, en alguna medida, la amplia obra dirigida por G. Alberigo, sobre la Historia del Concilio Vaticano II que ya tiene dos volúmenes publicados en español (Volumen 1, El catolicismo hacia una nueva era. El anuncio y la preparación (enero 1959-septiembre 1962), Peeters-Sígueme, Lovaina-Salamanca 1999. Volumen 2, La formación de la conciencia conciliar. El primer período y la primera intersesión (octubre 1962-septiembre 1963), Peeters-Sígueme, Lovaina-Salamanca 2002. Volumen 3, El concilio adulto. El segundo período y la segunda intersesión (septiembre 1963-septiembre 1964). Volumen 4, La Iglesia como comunión. EL tercer período y la tercera intersesión (septiembre 1964-septiembre 1965). Volumen 5, Un concilio de transición. El cuarto período y la conclusión del concilio (septiembre 1965-diciembre 1965).

(16) Recomiendo vivamente la lectura del artículo "Hermenéutica conciliar" de José Mª Rovira Belloso, en Diccionario de Teología Fundamental, René Latourelle, Rino Fisichella y Salvador Pie-Ninot (dirs.), Paulinas, Madrid 1992, 541-545. [ Links ] Junto con señalar los influjos de la filosofía hermenéutica moderna en la teología ha recopilado de otros estudios principios y criterios de hermenéutica conciliar (investigación sincrónica y diacrónica, fases retrospectiva, introspectiva y prospectiva, y otros).

(17) Es clave su documento final y la preocupación por la verificación de su recepción, que aún está in fieri. La síntesis de la obra del Concilio aparece en la formulación: Bajo la Palabra de Dios, la Iglesia celebra los misterios de Cristo, para la salvación del mundo. Entre sus conclusiones señalaba ya la urgencia de recibir el Concilio en su profundidad, conociéndolo más hondamente, asimilándolo de manera interior sin separar su vigor doctrinal de su carácter pastoral, la letra del espíritu, comprendido en su continuidad con la gran tradición eclesial. Cf. Cardenal Gabriel-Marie Garrone, Synode 85. Nouveau départ pour le Concile, Fayard, Paris 1986. [ Links ]

(18) El Comité Central del Gran Jubileo del año 2000 realizó un encuentro teológico de verificación del Concilio, cuyas actas han sido publicadas en el volumen a cargo de Rino Fisichella, Il Concilio Vaticano II. Recezione e attualità alla luce del Giubileo, Edizioni San Paolo, Cinisello Balsano 2000. [ Links ] Especialmente útil en esa recopilación el artículo de Hermann J. Pottmeyer, Dal Sinodo del 1985 al Grande Giubileo dell'anno 2000, 11-25.

(19) Cf. René Latourelle, "Vaticano II", en Diccionario de Teología Fundamental, René Latourelle, Rino Fisichella y Salvador Pie-Ninot (dirs.), Paulinas, Madrid 1992, 1600. " [ Links ]El concilio marcó el final de la era postridentina; pero los cambios realizados coinciden

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con la crisis de la civilización occidental y la llegada de la ciudad secular: dos factores que complicarían el período posconciliar" (ibídem 1602).

(20) Tertio Millennio Adveniente, 18.

(21) Sería largo reflexionar sobre el aporte personal del Santo Padre a la elaboración del Concilio y a los esfuerzos de `actuación' o aplicación antes de su llegada a la Sede de Pedro. Un documento importante es su libro La renovación en sus fuentes. Sobre la aplicación del Concilio Vaticano II (BAC, Madrid 1982). Allí habla de la `deuda' que tiene con el acontecimiento del Concilio y su comprensión del significado de la iniciación conciliar, la formación de la conciencia y la creación de actitudes.

(22) Tertio Millennio Adveniente, 20.

(23) Novo Millennio Ineunte, 57.

(24) "Los textos del concilio se presentan como largas exposiciones destinadas a iluminar al pueblo de Dios, preocupadas ante todo del sentido y la inteligibilidad interna. El mensaje cristiano arroja luz suficiente sobre las zonas profundas del hombre para hacer surgir espontáneamente la pregunta: ¿no se halla en esta dirección la verdad sobre el hombre y sobre Dios?" (René Latourelle, "Vaticano II", en Diccionario de Teología Fundamental, René Latourelle, Rino Fisichella y Salvador Pie-Ninot (dirs.), Paulinas, Madrid 1992, 1605). [ Links ]

(25) Sacrosanctum Concilium 1. Cf. Andrés Arteaga, Algunas claves desconocidas del Concilio Vaticano II, La Revista Católica 95(1995), 282-286. [ Links ] Allí comento este texto y lo confronto con el último de Gaudium et Spes.

(26) Cf. Andrés Arteaga,"Ad Patrem" el verdadero retorno a la fuente. Dios Padre en los textos del Concilio Vaticano II, Anales de Teología 1(1999), 145-156. [ Links ]

(27) No es fácil hablar hoy de salvación. Ver el acápite: ¿Cómo entender la salvación cristiana hoy?, en Andrés Arteaga, Salvación en la Iglesia, en Anuario de la Sociedad Chilena de Teología (2002), 45-53. Sobre el tema de la salvación en el Concilio, ver el acápite: El horizonte histórico salvífico de la creación en el Vaticano II, en Andrés Arteaga, Creación y Salvación. La creación como fundamento de la salvación cristiana. La salvación como plenificación de la creación de Dios, Teología y Vida 42 (2001), 5-19.

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(28) Utilizo entre otros José Antonio Sayes, Teología para nuestro tiempo. La fe explicada, San Pablo, Madrid 19952, 87-138; [ Links ] también de la Conferencia Episcopal Alemana, Catecismo Católico para Adultos. La fe de la Iglesia. BAC, Madrid 1990, 153-236; Comité Central del Jubileo, Jesucristo Salvador del Mundo; Celam, Santa Fe de Bogotá, 1996; AaVv., Salvador del Mundo. Historia y Actualidad de Jesucristo. Cristología Fundamental, Secretariado Trinitario, Salamanca 1997.

(29) A. Bonora, Redención, en Diccionario de Teología Bíblica, Ediciones Paulinas, Madrid 1990, 1597. [ Links ]

(30) Comisión Teológica Internacional, Cuestiones Selectas sobre Dios Redentor (1994), en Documentos (1969-1996). Comisión Teológica Internacional, BAC, Madrid 1998, 500. [ Links ]

(31) N. Silanes, Vaticano II, en El Dios Cristiano. Diccionario Teológico, Secretariado Trinitario, Salamanca 1992, 1425. [ Links ] El autor se explaya en el `teocentrismo trinitario' y la teología trinitaria del Vaticano II. Acerca del Hijo cf. 1429-1430. Cf. también de Sergio Zañartu, Ensayo de presentación de los principales textos trinitarios del Vaticano II, Anales de la Sociedad Chilena de Teología 2(2002), 61-83; [ Links ]Algunas impresiones sobre la Trinidad en el Vaticano II, Teología y Vida 43(2002), 580-601. [ Links ]

(32) Un pequeño estudio se puede apreciar en el trabajo de Mons. Cristián Caro, La primacía de Cristo en todo lo humano según la Constitución Pastoral `Gaudium et Spes', en La Revista Católica 95(1995), 287-295. [ Links ] Algunos autores afirman que la asamblea debería haber hablado más de Cristo y no tanto de la Iglesia y del hombre.

(33) Redemptor Hominis, 11.

(34) Redemptor Hominis, 7.

(35) Cf. Karol Wojtyla, La renovación en sus fuentes. Sobre la aplicación del Concilio Vaticano II, BAC, Madrid 1982, 53-88, [ Links ] que aborda el tema Jesucristo y la conciencia de la redención.

(36) A. Arteaga, "Creatio ex Amore". Hacia una consideración teológica del misterio de la creación en el Concilio Vaticano II, en Anales de la Facultad de Teología 46(1995), especialmente 94-100 [ Links ]sobre la dimensión u horizonte soteriológico de abordar el tema de la creación en el Concilio.

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(37) Cf. Angelo Scola, Gaudium et Spes: dialogo e discernimiento nella testimonianza della verità, en Rino Fisichella, Il Concilio Vaticano II. Recezione e attualità alla luce del Giubileo, Edizioni San Paolo, Cinisello Balsano 2000, 103-113. [ Links ]

(38) Cf. Rino Fisichella, La revelación: Evento y Credibilidad. Ensayo de teología fundamental, Sígueme, Salamanca 1989, 183-189. [ Links ]

(39) Cf. Hermann Josef Pottmeyer, Corso di Teologia Fondamentale, vol. 4 del Trattato de Gnoseologia Teologica, Walter Kern-Hermann J. Pottmeyer-Max Seckler, Queriniana, Brescia 1990, 463-464. "La credibilità del cristianesimo non è tematizzata dal Vaticano II, a differenza del Vaticano I, como il resultato di un confronto argumentativo, bensì come compito della Chiesa e dei suoi membri, che deveno rendersi attivamente credibili come testimoni del regno de Dio. Mentre la Chiesa e i suoi membri sono sottoposti alla norma critica e esigente del mesaggio del regno di Dio, tale mesaggio e i suoi conteniti vengono presentati como il motivo autentico e oggettivo della credibilità del cristianesimo" (ibídem, 463).

(40) Luis Lago Alba, La credibilidad de la revelación, en la obra dirigida por César Izquierdo, Teología Fundamental. Temas y propuestas para el nuevo milenio, Desclée, Bilbao 1999, 421. [ Links ]

(41) Ibídem, 422.

(42) Para apreciar la evolución teológica de `los signos' al `Signo' de credibilidad, cf. de René Latourelle, Cristo y la Iglesia signos de salvación, Sígueme, Salamanca 1971. [ Links ] Se habla de personalización e historización de los signos y de la credibilidad, concordantes en la nueva concepción de la revelación.

(43) Cf. "Credibilidad" de Rino Fisichella, en Diccionario de Teología Fundamental, René Latourelle, Rino Fisichella y Salvador Pie-Ninot (dirs.), Paulinas, Madrid 1992, 224. [ Links ]

(44) Octavio Ruiz Arenas, Jesús, Epifanía del amor del Padre. Teología de la Revelación, Celam, Bogotá 19942, 358. [ Links ]

(45) Catecismo de la Iglesia Católica 1068.

(46) Luis Lago Alba, La credibilidad de la revelación, en la obra dirigida por César Izquierdo, Teología Fundamental. Temas y propuestas para el nuevo milenio, Desclée, Bilbao 1999, 427. " [ Links ]La pregunta por el sentido del mensaje cristiano resulta previa a la pregunta por su verdad y por su origen sobrenatural y la correlación entre el presentimiento de sentido absoluto experimentado por el hombre y la oferta de sentido anunciada por el evangelio

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aparece como un prejuicio favorable a la credibilidad del evangelio; la praxis cristiana sirve también de criterio parcial de verificación y credibilidad del mensaje cristiano. Así la experiencia y la praxis son revalorizadas como signos o indicios de credibilidad, no por sí mismos, sino en convergencia con los otros signos y ante todo con el signo fundamental que es Cristo y la Iglesia" (ibídem).

(47) Cf. Angelo Scola, Gaudium et Spes: dialogo e discernimiento nella testimonianza della verità, en Rino Fisichella, Il Concilio Vaticano II. Recezione e attualità alla luce del Giubileo, Edizioni San Paolo, Cinisello Balsano 2000, 92-102. [ Links ]

(48) A. Arteaga, "Creatio ex Amore". Hacia una consideración teológica del misterio de la creación en el Concilio Vaticano II, en Anales de la Facultad de Teología 46(1995),105-117. [ Links ]

(49) Cf. René Latourelle, "Vaticano II", en Diccionario de Teología Fundamental, René Latourelle, Rino Fisichella y Salvador Pie-Ninot (dirs.), Paulinas, Madrid 1992, 1606-1609 [ Links ]sobre éxitos parciales, respuestas solo esbozadas, ambigüedades residuales y deseos no colmados.

(50) Novo Millennio Ineunte 16.

(51) Novo Millennio Ineunte 42.

(52) Novo Millennio Ineunte 49.

(53) Ibídem.

(54) Sobre la recepción conciliar cf. G. Routhier, La réception d'un concile, du Cerf, Paris 1993. [ Links ]

(55) Es el título de un libro de Juan Antonio Martínez Camino, Evangelizar la cultura de la libertad, Encuentro, Madrid 2002. [ Links ] El futuro de la credibilidad de la revelación cristiana esta ligada a la experiencia y testimonio de los cristianos en el sentido que Cristo y la Iglesia dan espacio para el desarrollo pleno de la libertad integralmente comprendida. Una libertad que es verdadera, que no se desentiende de la cuestión de la verdad.

(56) Cf. Gaudium et Spes, 31.