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Una publicación de la

Consejo editorialJorge Rodríguez GómezFelipe SaldiviaGustavo Borges Revilla

direCtoraMercedes Chacín

editor jefeCarlos Cova

direCtora de arteEdarlys Rodríguez

Coordinador de fotoGrafÍaJesús Castillo

asesor editorialReinaldo González

Coordinadora 2.0Yanira Albornoz

Web y redesKay Yam Hung Bárbara Baralt

redaCCiónNathali Gómez MoscosoGustavo MéridaAnder De TejadaMarlon Zambrano

diseñadores Lisbeth MontellÓscar Hernández

ilustradorAlfredo Rajoy

fotóGrafoMichael Mata

CorreCtorRodolfo Castillo

loGÍstiCaIdania BracamonteDaniela FernándezEdi Cordero

Colaboran en esta ediCiónNaile Manjarrés, Dulce Medina, Indira Carpio, Rodolfo Porras, Reinaldo Iturriza, Humberto Márquez, Emilio Pino Salinas, Enrique Hernández, Carlos Hernández, Jessica Mena, Franklin Alviárez, L. “Razor” Balza y Andrés Palacios.Archivo Ciudad CCS.Fotografía de portada: Michael Mata.

impresión Complejo Editorial Alfredo ManeiroEditorial Metropolis, C.A.

www.epaleccs.info [email protected] @epaleccs @epaleccs

Comercialización y Ventas: 0212-8080323/0426-5112114Distribución: 0212-8085843 Depósito Legal: pp201202dc4166

Contenido

Revista GRatuita CirCula los domingos Con el diario Ciudad CCs búsCala de lunes a viernes en nuestra sede: esq. san jaCinto, edif. gradillas “C”, piso 1, al lado de la taquilla úniCa de serviCios muniCipales y en la librería-bar el teCho de la ballena, edif. gradillas “a”, planta baja, bulevar del eterno retorno

Premio Nacional de Periodismo “Simón Bolívar”, 2014 y 2015.Premio Municipal de Periodismo “Guillermo García Ponce”, 2014.

02 — perfilClodovaldo Hernández

05 — el menjurje Mancheta y demás

10 — músiCa El reguetón para Saúl Escalona

12 — mitos Los hooligans y la década negra

20 — CróniCasofiCinesCas

22 — sexodiversidadLos nuestros

26 — desde la raÍzCosntrucción para la educación

27 — GastronomÍaPichones de sibarita

06 — Ciudad “La casa se respeta”

13 — miradas Caracas es el poema

21 — boleros queCuran el alma

23 — entrevista El monje de Jesuitas

28 — CrÍtiCa y mediaCine y teatro

29 — miniCróniCasMi compañera grabadora

31 — CróniCasManual del levante (IX)

36 — el rumorde las bolas

30 — poesÍao nada

35 — CruCiverbo’sCrucicentrifugado

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PERFIL02

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POR gustavo méRIda • gusmeRida1 / iLusTRaCióN aLFREdo RaJoY

caraquista hasta la médula. responsable, puntual, a ve-ces impaciente, puede llegar a ser testarudo. defiende

sus convicciones con firmeza y tiene un gran sentido del humor. es bastante reservado y tímido: la escritura es

su válvula de escape

“Camina como la Pantera Rosa —afirma Félix Gerardi, coordina-dor de fotografía del diario Ciudad CCS, y agrega—. Jamás lo vi arrecho”. A Jesús Castillo, coordinador de fotografía de esta revista, no le parece que camine igual. “Lo que sí es cierto es que Clodoval-do te dice: ‘En media hora está listo’, y es un clavel: a la media hora termina la entrevista”.

Clodovaldo Hernández, caraqueño nacido el 1ro de diciembre de 1961 en la Maternidad Concepción Palacios, si todo salió según lo planeado debería estar sorprendido al ver el personaje que aparece en esta sección. Fue engañado a pesar de toda su expe-riencia, ya que el antiperfil que escribió para ser publicado hoy, cuando mañana es el Día del Periodista, aparecerá en la próxima edición y, en consecuencia, es él el “perfilable”. Siempre —en se-rio—, siempre, cuando cualquier persona viene a buscar la revis-ta a la redacción y le pregunto qué es lo que más le gusta de Épale CCS, me responde: “El perfil que escribe Clodovaldo”, y recuerda tal o cual personaje descrito, escrito y/o deconstruido por Her-nández. “¿Se merece un perfil Clodovaldo?”, le pregunto a Felipe Saldivia, el que perdió la foto con Muhammad Alí en un aero-puerto de Nueva York. “Por supuesto, él escribe perfecto”, afirma, deja de ver la computadora, arrima la silla hacia atrás, entrelaza los dedos, mira hacia la plaza Bolívar y le dedica el tiempo que se merece un tipo como Clodovaldo, el especialista de los perfiles, el maestro, el que no niega un favor que tenga que ver con todo este asunto de escribir y, además, escribir bien.

“Escribiendo en Épale CCS me siento como de 35”, nos contó Clo-dovaldo en una cola para comer cachitos y tomar café en el Tea-tro Nacional, cuando presentó una ponencia en el marco del Pri-mer Congreso de Periodismo Cultural, hace ya casi un año. Mabe Chacín, cronista de entonces, escribía: “El cierre del primer día de simposio le correspondió a Clodovaldo Hernández, a quien las pá-ginas 2 y 3 de esta revista le pertenecen. En su exposición, justa-mente, habló de cómo construir esas semblanzas y perfiles que, en sus 138 ediciones, han caracterizado a Épale CCS. Ávidos de infor-mación, algunos estudiantes de la UBV tomaron más que apuntes sobre la completa y práctica exposición de Hernández: ‘El perfil o la semblanza es un género que viene de la familia de la opinión’”.

Opinión, entonces. Opina —o cuenta— Felipe Saldivia: “Es un tro-tador casi profesional, es una vaina que se la toma en serio. Es un tipo con una gran templanza, jamás lo vi reclamar nada airada-mente; es sereno y no anda con aspavientos. Buen hijo: cuidó de su madre hasta el último momento”.

La pérdida de su madre a finales del año pasado y de su suegra, al poco tiempo, le sumió en una tristeza profunda; fue una tempo-rada en el que se le hizo “un poco más difícil que de costumbre” escribir. Un poco más difícil que de costumbre es la frase clave de Clodo, como cariñosamente le llama Mercedes Chacín, directora de Épale CCS. A un señor que escribe prácticamente en todos la-dos y que, además, lo hace muy bien, que entrega a tiempo, avisa a

clodovaldo hernández

dEsdE PEquEño LE gustó EscRIbIR

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Edición Número Ciento ochenta y cuatro. Año 04. éPaLE ccsCaracas, 26 de junio de 2016.

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tiempo, prepara ponencias y da clases, es decir, que está acostum-brado a escribir desde pequeño (conserva los cuadernos con aque-llas historias infantiles), hacerlo le parece difícil, aunque él hace que se vea fácil. Tanta tristeza lo hizo sentirse “huérfano a los 54 años”. Va una línea en blanco como homenaje a su “viejita”, Carmen Hernández, merideña, quien crió sola a Clodo y a su hermano ma-yor con mucho sacrificio.

La señora Carmen, un ser muy especial, era una gran lectora y una persona muy analítica, así que esa capacidad para ver más allá tam-bién la heredó de su madre, al igual que su modestia. Él suele decir, con orgullo, que ella lo enseñó a leer y a escribir. Pero Clodovaldo también tiene su lado oscuro y pequeñoburgués: No puede salir de su casa sin comerse una galleta de esas que están rellenas de la mejor cremita, el mejor chocolate, y juntos el mejor, y juntos el mejor, sabor. Decidido a fundar un club, de manera desinteresada se hizo amigo de Clodosbaldo Russián, pero como eran tan poquitos de-cidieron aceptar a todos los Anacleto. Clodo, propietario absoluto de las páginas 2, 3 y 4, probablemente esté viendo con ojos pullúos la página 5.

un maEstRoClodovaldo afirma en su ponencia “El perfil o semblanza como gé-nero periodístico” que, en el aspecto ético, se debe evitar los datos erróneos, anacronismos, juzgar moralmente, el racismo, la miso-ginia o la xenofobia, las invenciones, especulaciones y mezclar la realidad con la ficción. Es verdad: probablemente no esté viendo nada con los ojos así.

Arribar a los 50 años hace que algunos pretendan aconsejar sin que le sea solicitado, lo cual pudiese ser un contratiempo. Clodo, en cambio, pisa firme: luego de solicitarle un consejo, así, grosso modo, el periodista indaga, “¿El consejo sería más o menos de qué?”y se-guidamente asume el retiro, “hace tiempo”, de las lides del levante, de la conquista y, por tanto, se confiesa inhabilitado para aconsejar de ese tipo de amor. No sucede así con el amor de padre: la dedica-ción a sus dos hijos es admirable, a decir de Saldivia. Ellos, Pedro José (24) y Carlos Rafael (22), heredaron el talento de Clodovaldo para dibujar, “talento que aún no ha explotado”, afirma su esposa desde el 27 de agosto de 1988, Amarelis Vásquez. Egresó de la UCV en 1985. Durante la carrera dio sus primeros pasos en el periodis-mo impreso en la revista Actualidad Automotriz, de José Jacobi. Después siguió Radio Continente, El Diario de Caracas, El Globo y El Universal. Ahora trabaja en la Editorial Santillana.

En una diatriba (que no llegó a tal, puesto que Clodo respondió con elegancia) que se hizo pública, un señor de apellido Coronel le increpó por un artículo de su autoría en 2011: “Clodovaldo Her-nández acaba de ganar el Premio Nacional de Periodismo dado por Hugo Chávez a quienes jalen bolas con cierta gracia. En su artículo de hoy en El Universal (¿no le dará pena escribir para un diario ‘antirevolucionario’? ) Clodovaldo paga el premio recibido con un rastrero escrito, revelador de su degradación moral (‘Un Machuru-cuto digital’)”. Atreviéndome a llevarle la contraria, no creo que le haya sido “difícil” escribir estas líneas en respuesta: “Estimado señor Coronel: está usted en su derecho a cuestionar el premio y a quienes lo recibimos, en los términos que mejor le parezca, inclu-so con insultos bastante básicos. A mí me honra que me lo hayan otorgado porque respeto mucho al jurado que tomó la decisión y, en general, a los integrantes de la Fundación Premio Nacional de Periodismo. Quienes hayan leído mis trabajos de opinión a lo largo de los últimos años tendrán que reconocer, al menos, que se han mantenido siempre en la misma línea. De modo que es necio decir que con este artículo estoy pagando el premio”. Al final, Clo-dovaldo le pregunta al señor Coronel la razón de la publicación de una foto del entonces ministro Pedro Calzadilla junto al texto de marras; el señor Coronel le responde que, sencillamente, esa ima-gen aparecía en internet con el nombre de Clodovaldo, quien debió enviarle, también, una de sus ponencias.

La sEñoRa caRmEn, un sER muY EsPEcIaL, ERa una gRan LEctoRa Y una PERsona muY anaLítIca, así quE Esa caPacIdad PaRa vER más aLLá tambIén La hEREdó dE su madRE, aL IguaL quE su modEstIa —

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Edición Número Ciento ochenta y cuatro. Año 04. éPaLE ccs Caracas, 26 de junio de 2016.

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el menjurje 05

Edición Número Ciento ochenta y cuatro. Año 04. ÉPAle CCSCaracas, 26 de junio de 2016.

Siempre habrá poesía

Este sábado 2 de julio, a partir de las 2 pm, se soltará lo animal en la fiesta del mismo nombre que organiza el Centro Nacional de Historia y el portal web Teresa CCS, en la Casa Museo Cuadra de Bolívar en la esquina de Bárcenas, parro-quia Santa Teresa, como primera experiencia de activación cultural comunitaria.

Cenáculo de juglares

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A partir de este domingo “La palabra roza la tierra”

en el 13er Festival Mundial de Poesía, que soltará sus

versos en todo el país a través de la voz de 48 poetas

de cinco continentes y 137 venezolanos. Además, se

llevará a cabo un Encuentro Nacional de Jóvenes Poetas

y otro con privados de libertad.

El libro de poemas Ama de casa, de Yurimia Boscán, será presentado este lunes 27 a las 3 pm en Librerías del Sur “Orlando Araujo”, de Gradillas a Sociedad. “Soy un ciclón en calma”, dice la poetisa quien escribe que su texto “toca lo cotidiano desde las posibilidades que pueden ofrecer la ironía, el kitsch, lo cursi y el lugar común”.

la fiesta animal

Que se destaque más la muerte del Profesor Jirafales que la de los maestros que fueron asesinados por la policía mexicana.

Que el GDC haya declarado a Caracas territorio libre de homofobia

y transfobia.

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Edición Número Ciento ochenta y cuatro. Año 04. ÉPALE CCS Caracas, 26 de junio de 2016.

CIUDAD

“La casa se respeta”

Orillas del Mar Caribe, sábadO 18 de juniO, 7: 15 pM. Había eMpezadO el juegO, luna llena, CliMa fresCO, gOlfea-

dOs COn quesO, guarapita, CredenCiales: listO para ver la batalla de las CaMpeOnas. afuera, viendO tOrres de

COntenedOres de 40 pies, se siente lO MisMO que antes de entrar a un COnCiertO

POR gUStAvo mÉrIDA• @ePaleccs / FOTOGRaFÍas JESúS CAStILLo

Hay circunstancias por las que uno se en-cuentra en sitios en los que pocos pueden estar. Eso es un privilegio solo cuando uno lo ha deseado, mejor si secretamente. Estar y no contarlo es igual a aquello de la hoja del árbol que cae y nadie la ve. ¿Cayó, está cayendo en este momento o eso no impor-ta? Cuando en el octavo asalto “La Monita” Rivas hizo que la española Sorroche dobla-ra las rodillas y pusiera los guantes en la lona (específicamente, la parte de los guan-tes rosados que tocó la lona es la misma que tocaba y conectaba sin piedad en toda la humanidad de La Monita), ella sintió alivio. Tal vez, con un par de rounds más, Sorroche hubiese tenido tiempo de recuperarse. Lue-go de que le limpiaron la sangre del rostro, mientras esperaba el veredicto que le dejó el mismo sabor, ella, la española, bailaba.

Otras, en aquel lugar secreto, deslizaban sus manos desde los tobillos hasta la mitad de las nalgas sin doblar las rodillas mientras la crema humectante desaparecía en tanta piel junta. Con tanta sandalia perfecta, tanto pelo planchado, tanto carmín dibujado, era difícil prestar atención al juego, allá lejano en la pantalla de 42 pulgadas y a un metro

de distancia. Entre los músculos duros de las boxeadoras que recibían masajes y las piernas eternas de las promotoras, la Vi-notinto se puede diluir, sobre todo cuando Seijas no pudo engañar al arquero argenti-no. Al terminar el primer tiempo, se acabó el privilegio inolvidable.

EL ESCEnArIoYa es hora de hacerle mantenimiento intensi-vo al techo del Domo José María Vargas. Ver hacia arriba, hacia abajo o directamente a las pantorrillas de las boxeadoras es lo mejor que se puede hacer cuando se husmea. Digamos que la asistencia estuvo relativamente cerca de la mitad del aforo, que es de unas 5.000 per-sonas. Estamos justo en medio de la calma que precede a la coñaza, la que es medida, la de violencia regulada, la de la determinación de salir otra vez aunque te duela, aunque los brazos pesen, aunque te preguntes por qué —o no— y luego volver a sentarse, descan-sar, escuchar solo la voz que te interesa, oír la claqueta, olvidarse de los diez segundos que faltan, oír la campana y volver a empezar. La Monita peleó al filo de la medianoche de aquel sábado. A las 8 pm, andaba por allí, caminan-do en medio de sus admiradores, su gente,

tomándose fotos, saludando, abrazando; es la otra parte de su trabajo, la que es sin violencia y que no sirve cuando te vas a caer a coñazos dentro de cuatro horas por el título mundial. “Deberse al público” es un concepto que hay que revisar; la española Sorroche, seguro estoy, a esa hora estaba haciendo la parte de su traba-jo que tiene que ver con la violencia para tra-tar de arrebatarle el título de campeona a una venezolana, en Venezuela. Tal vez, con dos rounds más, otra sería la historia, y la cuarta pelea por un título mundial de aquella noche (esto hizo que el evento entrara en el libro de récords Guinness: es la primera ocasión en que ocurre) hubiese terminado distinto. Pero fue la española quien dobló las rodillas y puso los guantes rosados en la lona.

La simpatía por La Monita se entiende bien cuando, a diferencia de todas las peleas an-teriores, escuchas los golpes como en las pe-lículas. Cuando “La Niña” Suárez le dio con la derecha en el rostro a Yarley Cuadrado en un intercambio y luego, con ese gancho zurdo hermoso, perfecto, le pasó el suiche y la colom-biana se derrumbó, ese par de golpes no sonó como en las películas. Ningún coñazo que se lanzaron la docena de mujeres anteriores a la

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Edición Número Ciento ochenta y cuatro. Año 04. ÉPALE CCS

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Caracas, 26 de junio de 2016.

Oscar a la edición de sonido El tañer es más bonito que la campana

Detrás de La Monita, está Budú, el rapero

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Edición Número Ciento ochenta y cuatro. Año 04. ÉPALE CCS Caracas, 26 de junio de 2016.

pelea entre La Monita y Sorroche sonó como suenan los coñazos de boxeo en las películas. Pero los golpes que recibió La Monita sí. To-dos y cada uno de ellos. Los que ella propinó, sobre todo cuando hizo que Sorroche doblara las rodillas, tienen un premio a la edición de sonido. Se oyeron perfectos en medio de la al-garabía. No hay algarabía en un mercado, o en un comedor, o en una guerra: la algarabía solo es posible cuando la violencia es controlada, con guantes y juezas, protectores de senos, ré-feri y protectores bucales, rounds, seconds y la posibilidad de tirar la toalla.

Ya Argentina tenía sus cuatro goles, o no, qué importa. Mariela Celis anunciaba el co-mienzo y llegaba el gobernador García Car-

Yesica Bopp (Arg.) y Hanna Gabriel (C.R.) bailaron salsa

no hAy ALgArAbíA En Un mErCADo, o En Un ComEDor, o En UnA gUErrA: LA ALgArAbíA SoLo ES PoSIbLE CUAnDo LA vIoLEnCIA ES ControLADA, Con gUAntES y JUEzAS, ProtECtorES DE SEnoS, rÉfErI y ProtECtorES bUCALES, roUnDS, SEConDS y LA PoSIbILIDAD DE tIrAr LA toALLA —

neiro. Si desvías la mirada medio segundo te pierdes el espectáculo de un coñazo bien dado. No es la misma satisfacción —porque no puede ser verdadera satisfacción, por-que esa violencia no es controlada y por-que Julio Borges no se defendió— que dio Michael Reyes, por ejemplo, aunque veas la repetición dos veces. En un intercambio de coñazos femeninos, lo femenino no im-porta: sudor, esfuerzos, jadeos, sangre, he-matomas, dolor. A La Monita le dolió una vez en la cabeza y otra vez en el vientre; en ambas ocasiones la española tuvo que espe-rar que se recuperara. Fue la mejor pelea de la noche porque a Sorroche le resbaló es-tar en tierra hostil y a la venezolana casi no le alcanzan los gritos de apoyo de todo el

Domo; porque ni a los seconds de La Mo-nita (“¡boxéala, boxéala, pégale abajo, vieja, abajo Mayerlin, abajo, eso es, con todo!”), ni a los de Sorroche, les importaba otra cosa que no sea ganar cada round, porque Sorro-che nunca dejó de atacar y La Monita, llena de coñazos, en cada clinch, respiraba bus-cando ese aire del Catatumbo que llegó en el octavo, cuando le hizo doblar las rodillas. “¿Dónde está la gente que apoya a Mayerlin Rivaaaaaas?”, gritó la voz de Chema, el mis-mo de “León, león, león” del Universitario, luego que sonó la campana de ese round, luego que una de las promotoras paseara por el ring con el número 8 encima de su cabeza, su pintura de labios, sus tetas, su barriguita sin barriguita y sus piernas lar-gas hasta las sandalias que mostraban esos dedos de uñas pintadas y perfectas que, po-siblemente, huelan rico. La sangre en la cara de Sorroche parecía pintada con delicade-za de muralista confundido. “Por decisión dividida, retiene el campeonato…”. Y ahí el bullicio opacó la voz de la guaireña Mariela Celis, que había confundido a España con una república y que miraba a las boxeado-ras con cara de “aquí tengo bastante para mis stand up del futuro”. La Monita, en hombros, dijo: “La casa se respeta”.

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Edición Número Ciento ochenta y cuatro. Año 04. ÉPALE CCS

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Caracas, 26 de junio de 2016.

"Chony" Sorroche pudo recuperarse después del octavo asalto

Golpes que emocionan

Nunca había asistido a una pelea de boxeo. He visto muchas de hombres pero solo a través de la televisión. El sábado 18 de junio pasado vi siete combates, cerca del ring. Fue en el Domo Bolivariano en La Guaira, estado Vargas. De las 14 mujeres solo dos no tenían la cabellera recogida, pero sus peinados eran bastante cortos. Tiene sentido. No se puede ver bien con los cabellos en el rostro. Nada se ve bien. Los niveles de complejidad de la hechura de las crinejas varió en las 12 mujeres. El más cuidado fue el de Carolina “La Fiera” Álvarez, mi cam-peona sentimental de la noche. Tiene 38 años y no ha logrado conseguir una faja de campeona mundial. Estuvo cerca. Logró un empate con la peruana de 27 que retuvo su faja. Hay intenciones, en la puesta en esce-na del boxeo femenino, de que se vea femenino. Pero es difícil. No basta con guantes rosados o fucsia, o con fal-das y chores rosados, ni los flequillos brillantes, ni los peinados elegantes. Ni las mujeres réferis. Ni que las fajas,

esos cinturones que son horrorosos —sean de jevas o de tipos—, sean rosados. Ni las chicas semidesnudas con los números de los rounds en un círculo que nadie ve, ni el mujerero anfitrión (vestidas y entaconadas) encima del cuadrilátero. La violencia, asociada fundamentalmente al género masculino, no hay manera de suavizar-la. ¿De feminizarla?El boxeo es un deporte violento. Re-quiere, a su vez, de una preparación física tremenda. Te debes mantener, en el caso de las mujeres que buscan un título mundial, por espacio de 30 minutos dando y recibiendo golpes repartidos en diez asaltos. Se trata de caerse a golpes en un cuadrilátero. Sí, hay técnica, hay habilidad, hay refle-jos, hay competencia, hay coraje, hay honestidad, hay honor, hay inteligen-cia… pero la idea es caerse a coñazos y pegar más duro, tan duro que dejes a tu contrincante tirada de largo a largo en el ring. El final de la jornada me encontró, siempre con mis contradicciones

acerca de lo violento que es el boxeo, aupando a la venezolana Mayerlin “La Monita” Rivas, campeona de peso Gallo, y deseando ver inconsciente a la retadora española Melanie Sorro-che, que se esforzó para ganarle a la nuestra. No me importó la sangre en su rostro. Solo quería ver ganar a La Monita. Me dolían los golpes que le propinaba a la nuestra, pero los que Mayerlin le asestaba me encanta-ban. Supe que aún me gusta el boxeo cuando me entristeció que Carolina no pudiera dar cuenta de la peruana. Supe que aún me gusta cuando “La Niña” Suárez noqueó, con dos golpes en el rostro, nobles, a la colombiana. Supe que me gusta aun cuando la sangre de la Sorroche no era suficiente para que cayera, y quería más. Cuando al fin cayó, en el octavo asalto, cuando la vi de rodillas, grité como si se tratara de un jonrón, de esos que salen para la calle. Sin violencia, sin joder a nadie. Lo supe.

por mercedes chacín

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MÚSICA

“no hay que saber música para hacer reguetón”

si las pulsaciones aceleradas de este género pudieran trasladarse al papel usted terminaría, por lo menos, moviendo un pie mientras lee este artículo. las letras

son lo de menos

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Edición Número Ciento ochenta y cuatro. Año 04. ÉPALE CCS Caracas, 26 de junio de 2016.

POR nAthALI góMEz • @laesPeRgesia / FOTOgRaFÍa EnrIquE hErnándEz

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Edición Número Ciento ochenta y cuatro. Año 04. ÉPALE CCSCaracas, 26 de junio de 2016.

Cuando el autor de un libro sobre reguetón dice por teléfono que la entrevista será en un hotel de Bellas Artes y cuelga, empieza a perrear la imaginación. El día acordado, en un lobby tan artificial como todos, él espera. Sobre sofás de cuero verde hay tres hombres. Ni señas del reguetonero. Al ver a uno de ellos con un libro, surge la duda. Nos miramos, sonreímos, dice mi nombre. No hay cadenas de oro, jeans XXL, gorra hacia atrás ni corte de cabello a lo Daddy Yankee. Saúl Escalona es un hombre delgado, elegante, con un estilo clásico. A simple vista, no hay blinblineo ni indicio alguno de ese ritmo satánico. Sorprende. Con una mezcla de vacilación, empujada por la curiosidad, comienza la conversación.

“No hay que saber de música para hacer una canción de reguetón. La mayoría tiene una sola nota”. No lo dice al comenzar a hablar pero confirma algo que sospechábamos. Y entonces, ¿dónde está el secreto? “En el pulso”, explica. El cuerpo normalmente tiene una frecuencia cardiaca de 84 pulsaciones por minuto, mientras que este ritmo tiene entre 90 y 120, por eso es casi inevitable que nuestro cuerpo, al escucharlo, reaccione moviendo por lo menos un pie.

“Se altera el estado de ánimo, el humor, el es-tado sanguíneo. Hay un sonido repetitivo que da un golpe”, dice este experto, quien escuchó más de mil canciones y videos del género y que ha investigado exhaustivamente sobre el tema. “Sé más de reguetón que muchos reguetoneros”, afirma con la convicción de quien acaba de bautizar el libro De la salsa al reguetón. Un fenómeno social, en París, Fran-cia, donde ha vivido más años que en su tierra natal, Venezuela.

Saúl no comprende todo el prejuicio que existe alrededor del beat, que hace que se muevan las guiales al garete. “En la música del Caribe, desde la Conquista hasta hoy, ha habido maneras de bailar que han sido obscenas, lascivas. Cuando la salsa llegó a Venezuela decían que era música de negro, sinónimo de delincuencia, de barrio, que incitaba a la violencia”, recuerda este investigador especialista en música popular, que ha publicado seis libros sobre nuestros ritmos.

“No comprendo por qué lo diabolizan, no hay nada nuevo, solo el bussines”, continúa. La diferencia, considera, está en la propagación, como pólvora, que tienen las canciones y los videos de reguetón a través de internet. Estamos en la sociedad de la inmediatez, “de la desaparición del miedo social al placer, la liberación de toda suerte de represiones (...) del centro comercial como metáfora practicable y definitiva del Paraíso”, como escribe José Antonio Marina en Las arquitecturas del deseo.

“VAMo A PEgArno CoMo AnIMALES”Nuestro ojo sigue el recorrido de un Lamborghini blanco por curvas imposibles. Se estaciona en la entrada de una mansión. Sabemos que allí hasta lo más sencillo es caro. La caricia en la retina salta a una piscina llena de cuerpos de mujeres de piel divina, tiradas al sol. En el centro, el cantante, objeto del deseo de todas, de todos.

“Si eres joven de un barrio quieres tener tanto éxito como los cantantes. Hay muchas mujeres que no cobran por aparecer en los videos, simplemente quieren estar ahí, lo esencial es valorizar al artista”, explica Saúl. Habría que establecer una relación entre el deseo por el dinero fácil, el poder, el estatus, el sexo y el machismo. Le pregunto si es una forma de mostrar la manera de vivir de los narcotraficantes, responde que no se podría afirmar, pero apunta que ahora en Medellín, nueva capital del reguetón, hay carteles no de droga sino de disqueras del género.

Para hacer los videos de este ritmo se buscan los personajes, el ambiente, la luz, los cuadros, la historia. Un rato en Youtube confirma que los cantantes más conocidos (como J. Balvin, Maluma, Daddy Yankee, Farruko, Nicky Jam) salen en piezas de factura impecable, donde no pararán de aparecer carros lujosos, mujeres explotadas, mansiones y camas, con tomas aéreas y cuidadosos efectos de producción y postproducción. Brilla todo como el oro.

Esta música, que engloba otros ritmos (el hip hop, el reggae, la bachata y el

merengue), se inició en Panamá producto de la influencia de música antillana que existía en ese país. Después se movió a Puerto Rico donde, incluso, le buscaron el nombre: reggae más algo grande es igual a “reggaetón”.

“La letra de las canciones han cambiado mucho. Los cantantes principales entraron al sistema, que los absorbió: Daddy Yankee, Don Omar. Incluso, su vestimenta ahora es más elegante. La nueva temática es más romántica”, menos agresiva, podría afirmarse. Sin embargo, la historia sigue siendo la misma: un macho que se acuesta con todas y que discrimina a la mujer, que se derrite por él, sin muchos miramientos.

“Los cantantes se valen del machismo porque no pueden alcanzar la seducción de una mujer con sus palabras, por eso las agreden, las presentan como sumisas a través de su discurso”, opina Saúl. ¿Inmadurez?

“Es el hombre incitando a la mujer a ser bella según los cánones de la sociedad industrial, de los medios de comunicación”, agrega, y ahí está otro de los secretos: las mujeres son más sensibles al ritmo y la aceleración de pulsaciones que genera. El mercado es hábil.

“Bailando reguetón es como si estuviera haciendo el amor”, le dijo una entrevistada durante su investigación. Otra le comentó que le crea sensaciones fuertes vestirse para el baile y otra más le dijo que le encanta el ritmo pero que detesta las letras. Contra todo pronóstico, Saúl explica que en este ritmo satánico “no puede haber seducción porque es muy rápido. A diferencia de un bolero, una salsa, un tango, donde la pareja puede hablar”.

Concluye, entre otras cosas, que este ritmo es producto de la modernidad, ávida por satisfacer sus deseos al instante; para que luego surja otro y todo comience de nuevo. “¿Que quieren refutarme? Que escriban otro libro sobre el tema”. Y citando a Calle 13 dice: “Se vale to’”. Pues sí, habrá que dejar la pista de baile o la crítica amarga para hacerlo.

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MITOS

los hooligans y la década negra del fútbol inglés

La década de los 80 fue la parte negra del fútbol inglés. Los hoo-ligans ya no eran un fenómeno espontáneo y explosivo que ma-nifestaba el amor al fútbol. Por esos entonces la guerra de aficio-nados se comenzó a organizar casi militarmente. Las bandas ya estaban bien conformadas y suponían una especie de empresa. Por eso, en los inicios de esta época, el hooliganismo no tuvo un cho-que directo con las políticas de Margaret Thatcher. Según algunos antropólogos, el movimiento hooligan y el gobierno se parecían ideológicamente. Así era, pues, el capitalismo popular: empresas de hombres dispuestos a acabar con lo que tuvieran enfrente para lograr sus objetivos. Incluso, tras la coñaza respectiva al equipo rival, cada barra o frente o escuadrón de la muerte dejaba una tarjeta de presentación, como si se tratara de un intercambio em-presarial, que podía decir, por ejemplo: “Felicitaciones, acabas de conocer al Manchester United’’.

En esa misma década se dio la exportación de hooligans. Las ba-rras ya no se conformaban con el apoyo regional sino que ahora aspiraban al nacional, y todo el desastre que generalmente nacía, crecía y moría en las calles inglesas, después, se esparció, como una enfermedad, por toda Europa. El apoyo a la selección inglesa gene-raba caos en otros sitios. Pero los hooligans ya no eran solamente patrimonio inglés sino que también sus rivales futbolísticos tenían el escuadrón militar, organizado como el inglés, para darles la pelea.

Es ahí, como indican algunos exhooligans, en un documental pro-tagonizado por el actor británico Danny Dyer, que el problema de la violencia deportiva comenzó a ser más política de lo que hubiese

POR AndEr dE TEjAdA@ePaleccs

IlUsTRacIÓN jESSICA MEnA

podido ser antes. Cada vez se veía más la simbología derechista en las actitudes de las barras. El problema, ahora, tenía dentro de sí un carácter nacionalista que, llevado al extremo, como siempre, solo condujo al fascismo. Lo interesante de los fascistas de ese tipo, de los movimientos de neonazismo abierto, es que no tienen escrúpulos cuando se trata de golpear a la gente distinta.

Sin embargo, como resistencia, uno de los grupos de hooligans más temidos de Inglaterra era el de los zulús de Birmingham. Nacidos en una ciudad con una variedad cultural notoria, la patota estaba orga-nizada por individuos blancos y negros, apasionados todos, capaces de intimidar a quien fuera, fundamentándose en otro tipo de cama-radería: además del equipo, no importaba la raza. Su grito de guerra era el mismo de la tribu zulú, protagonistas de la guerra del mismo nombre, en el sur de África:“Los zulús van por ustedes’’.

El fin de los hooligans, a pesar de que todavía persisten, vino tras la tragedia de Heysel, Bruselas, en el año 1985. Tras una incapaci-dad de contener a los aficionados del Liverpool, quienes pasaron a la zona de la grada en donde se encontraban los fanáticos de la Juven-tus de Turín, ocurrió una avalancha humana que se llevó la vida de 39 personas e hirió alrededor de 600. Desde entonces, se aplicaron medidas extremas al problema de los hooligans. Ya no se ignoró y la misma Margaret Thatcher participó en el cambio: se eliminarían las gradas sin asientos, se pondría circuito cerrado de televisión y todo aquel que incurriera en delitos asociados al fútbol se le encarcelaría y se le privaría del derecho —quizás el más grande derecho de un hooligan— de asistir a los partidos de la liga nacional.

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CaraCas es el poema

MIRADAS

HOY ARRANCA EL FESTIVAL MUNDIAL DE POESÍA. 13 AÑOS TRIBUTANDO LA PALABRA, 17 AÑOS RECIBIENDO PLOMO.

QUEREMOS EXPLICARLES A NUESTROS LECTORES POR QUÉ LA CIUDAD ALOJA A LOS CREADORES DEL PATIO Y DEL MUNDO Y CÓMO LE CANTAN SUS HABITANTES, CON FASCINACIÓN LOCA

POR MARLON zAMBRANO • @maRlOnzambRanO / fOtOgRafías MICHAEL MATA

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ra vez la Cota Mil, escribir el canto a Caracas, como una causa que no da por perdida. “La ciudad los deja soñar a todos con lo que care-cen, mientras crece su estructura coralina con los restos óseos de quienes la conquistan”.

Parece ser, dicen los poetas del primer cuar-to del siglo XXI, que Caracas bien merece un poema, o cien, pero no es ya un asunto de au-tores ascendidos, biorritmos turbados y voces de la otredad. Tampoco es cuestión del café del Ateneo o de la “República del Este”, nues-tro “Barrio Latino” de Sabana Grande, con el poeta Quiaragua regalándole novias a Orlan-do Araujo, Adriano González León recitando y llorando en el Vecchio Mulino o el Chino Valera cazando amazonas en el Gato Pescador. Mucho menos es momento para bibliotecas mohosas, plazas altamiras, galpones sifrinos y librerías inmamables. La poesía está en la calle, palpitando en el tráfico de palabras, en el salu-do y la despedida, en el martirio del caos y la mentada de madre, en el abrazo confraterno, en las fachadas rotas, en el sol apostillando los verdores del Waraira Repano, matizado por la coreografía vespertina de las guacamayas, en la marcha y en la cola, arriba en aquel cerro y abajo en el Metro, donde un vendedor de bo-libombas, en un gesto castizo y audaz, le recita a una carajita brutalmente explotada: “Esas ro-los de curvas y yo con este caucho espichao…”, y sigue ofreciendo sus chicles sabor a frutas. Ni

roza la tierra ni está levitando: la poesía está enterrada como una raíz profunda.

LA ECONOMÍA DEL VERSO A los lectores de esta revista en Estocolmo, donde se entregan los Nobel de Literatura, les interesará saber que mientras se perpe-tra el aniquilamiento espiritual de Venezuela mediante una campaña bestial a través de las corporaciones de la información, se desarrolla la edición número 13 del Festival Mundial de Poesía de Caracas, desde hoy y hasta el próxi-mo sábado 2 de julio, con la intervención de 128 creadores nacionales y 48 del resto del mundo, en el marco de una programación que involucra 475 actividades en los 23 estados y el Distrito Capital, que este año se realiza en conjunto con el 26to Festival Internacional de Poesía de Medellín.

Las cuentas son sencillas: 17 años recibiendo plomo, 13 años exhibiendo poesía. ¿Que la vai-na está jodida? No hay duda, pero las tiranías se cierran a la disidencia y no les gusta el verso libre (ni la rima ni los sueños). Los poetas, a su vez, no le cantan a lo malo ni a lo hostil, los renglones le salen torcidos y, por lo general, le huyen al poder. En cambio, en Venezuela to-dos somos poetas: desde los poetas y las abue-las, hasta ministros(as), fiscales, diputados(as), la presidenta del Tribunal Supremo de Justicia, la del CNE, hasta el Defensor del Pueblo, Ta-rek William Saab, a quien, por cierto, homena-jean en esta edición del festival junto al músico Francisco Pacheco. Un hecho sin precedentes en la historia: mientras la tradición ha de-mostrado que la política la hacen los políticos (para mal), en esta tierra de lirismo encendido los poetas se arriesgan demasiado y se pasan pa’l Gobierno.

“Tú como filósofo lo sabes bien”, le dice el poe-ta José Quiaragua a Nelson Guzmán en tono de quinta ronda. “No hay que confiar en un hombre que sea el mismo permanentemente”.

“Ninguna deuda externa, ningún riesgo-país puede superar lo que el Universo le adeuda a aquel muchacho oscuro que en una pensión de Santiago de Chile, a los 19 años, se sienta a escribir: ‘Puedo escribir los versos más tristes esta noche…’”, nos recuerda Ivonne Bordelois en un texto imprescindible: La palabra ame-

Ciudad de las altivas torresruidos de piedras y espinosbrotan desde los hierros profundos.

Santiago de León de Caracas. William Osuna

“La pregunta es: ¿fue Rómulo Gallegos un gran narrador?”, asomó Nelson Guzmán sobre una mesa abarrotada de botellas vacías, como en los viejos tiempos, mientras al fondo resoplaba la alegría de la tarde, un miércoles de marchas, bachaqueo y bohemia. Nadie respondió. Esa misma mañana había aparecido vulnerada la tumba del autor de Doña Bárbara, que reposa entre los pasillos del Cementerio General del Sur, lo que generó otra agria polémica que se dirimió, como siempre, en los medios. “Fue un acto vandálico”, aclaró el alcalde Jorge Rodrí-guez antes de que tomara impulso la tesis de que se trató, como un escarceo a orillas del río Arauca, de la eterna confrontación entre la ci-vilización y la barbarie (ergo, chavistas salvajes y opositores civilizados) que ya cobraba fuerza tras las declaraciones de la nieta de Gallegos y el escándalo que armó la Mesa de la Uni-dad. Mientras en el restaurante chino, frente a la Cancillería, los comensales arrasaban con las lumpias fritas y la costilla asada, Guzmán tomaba cada vez más la pinta del sospechoso que vuelve sobre sus pasos a recoger impresio-nes de su delito, como algunos reputados ase-sinos en serie, hasta que dijo algo afortunado que consagró la tarde, pero no le removió el halo siniestro de excavador de tumbas: “Ve-nezuela es una gran escuela de poesía, porque aquí ser grande significa utilizar el cuerpo como experimentación”.

Quién sabe si lo hace por experimentar, pero Víctor Bueno puede pasar por uno de los poe-tas expulsados de la ciudad por Platón al no encajar en ninguna causa práctica y parecer sospechoso siempre. “No duerme nunca la ciudad, nunca descansa de su labor de acumu-lar coral, mientras algunos chicos ocasionan y obtienen la muerte violenta con un placer casi sexual y una resignación fatal”. Vive en la periferia, distraído en el barrio, pero no ha perdido la capacidad de absorber con pasión infantil las pinceladas coloridas de la ciudad que se bosqueja cada día ante sus ojos. Se pro-puso, desde el día en que atravesó por prime-

EN VENEzUELA TODOS SOMOS POETAS: DESDE LOS POETAS Y LAS ABUELAS, HASTA MINISTROS (AS), FISCALES, DIPUTADOS(AS), LA PRESIDENTA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE JUSTICIA, LA DEL CNE Y TAREK —

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Nelson Guzmán y José Quiaragua, poetas entre dos siglos Geraldine Giménez, una fulana

El Chino Valera se coleó en la Casa de Gallegos, con Oficio Puro

nazada, el mejor título para un libro que habla de poesía.

POETAS Y POETOSNo fue, posiblemente, la explosión sorpresi-va de algo sino un contínuum matizado por los tiempos que corren. De repente, la vieja guardia de la izquierda que ascendió al poder

se institucionalizó y comenzó a invadir los atajos crípticos de la burocracia. Un buen día, cuenta Quiaragua, escuchó el rumor de un tintineo de enjambre por las inmediaciones de los ministerios: eran los poetas, que al tiempo que estrenaban carnés imponían su hora loca. Comenzó una frenética ola de publicaciones, hallazgos, encuentros, apropiación y reivindi-

cación de los miles de gestos olvidados de la esencia creadora del pueblo. Empezando con Chávez que resultó ser, además de un soldado devenido en salvador, un lector obseso y un promotor insaciable de la lectura.

En taller de creación literaria permanente se declaran Los Criticarte: “estafa, estafa, tu

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que desean corazones y no quieren amar…”, mientras suena de fondo un redoble de tumbadoras en la plaza El Venezolano, don-de los viejitos bailan a ritmo de chachachá. Estos muchachos se suben a sus bicicletas, grafitean los muros de la ciudad, regalan versos y libros en los vagones del Metro y también son sacados de los espacios cultu-rales, pero ellos se vuelven a meter. Eddy Meléndez, Luis José Lovera, Ariadne Alva-rado, Alicia Hinojosa y Alejandro Indriago

amor es una estafa, como una empresa de maletín, 59 millones de te quiero, 59 millo-nes de te amo, y fui estafado como el erario público, te chupaste las divisas de este cora-zón, raspaste la olla, me prometiste una lista y recibí la prórroga de un ahora fraudulen-to, me prometiste una lista y recibí ambi-güedades, y es que la ambigüedad también se cree víctima política, te pareces al discur-so patronal, hay empresarios que desean las divisas y no quieren producir, hay amantes

Los de La Mancha no creen en altares

irrumpen en la vía hace dos años y, como otros colectivos, han impuesto un ritmo vertiginoso a la creación itinerante, la di-fusión y el encuentro con la palabra en los espacios no convencionales.

Parece que la ampolla reventó en 2009, cuando se acomete un atentado poético al Festival Mundial, pidiendo que la poesía baje de los pináculos a las comunidades. Eran Las Fulanas Esas, poetas que le cantan al Guarataro y a Aquiles Nazoa, quienes se internan en el barrio y asumen el quehacer poético como una posibilidad de interven-ción en las comunidades. Eso las hizo céle-bres, eso y, años después, el suicidio de Ca-neo Arguinzones, una joven y fugaz estrella que colapsó como buena aprendiz de Safo. Geraldine Giménez, otra fulana, no se atre-ve a hablar de una neovanguardia sino que “están dadas las condiciones para tomar las calles con la poesía, más allá de las críticas que se puedan hacer”. Ella, Deisa Tremarias y María José Escobar viven la calle, las asal-tan en las camioneticas, proyectan levantar una editorial cartonera y forman a los cha-mitos bajo una visión dinámica y transdis-ciplinaria. “Queremos mantener el espíritu de lucha de Caneo”.

Hay una necesidad de expresión “de espí-ritus libres y juveniles”, como dice el poeta Cristóbal Alva (Cristo), artífice de Oficio Puro. Ellos son la evidencia de que una vez ganadas las instituciones, la implosión creadora se vuelve urgencia. Hoy, en los espacios de la antigua casa de don Rómu-lo Gallegos en Altamira, que los alberga los jueves cada 15 días, circulan los poetas con una insistencia empalagosa, como adoles-centes pidiendo beso. Así andan todos, en la ciudad más viva y ecléctica de que se ten-ga memoria. Se reúnen en las instituciones, en las plazas, en la calle, en la punta del ce-rro, en la cancha, algunas veces para hacer poesía, otras para organizar rutas, noches pictóricas, batidas conuqueras, ejercicios comunales, truequeando. Por lo general, no se pelan una marcha, andan en grupo o dispersos armando soliloquios, tomando la temperatura de las avenidas, voceando por la revolución.

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TAN FEA LA PALABRA PEO“¿Cómo que Cuando roza la tierra?”, se pre-gunta Oscar Sotillo, de La Mancha. “¿Ta-rek?”. Oscar es un rebelde incorregible, no se cala vainas de nadie y está en peo cons-tante contra la injusticia. Los “manchados” llevan más de 13 años en la brega, escri-biendo, radiando, editando, militando, un trabajo pionero en el marco del proceso político que vive el país. “La poesía en Ve-nezuela es silvestre, viva, está en la calle, en la gente, y si la sociedad se está moviendo la poesía se está moviendo”. Janeth Rodríguez y Francisco Issa asienten, también son ac-tivistas del Colectivo Editorial junto a una lista inmensa y nutrida de expertos en todo y amantes de las causas imposibles. “A ori-llas del estadio no he almorzado / Dejarme mordisquear por el álgebra de los sueños / Nos llenamos de cosas que nos saquean el alma / No hablo de jaurías virtuales / En complicidad colectiva amanece la vida”, improvisan un cadáver exquisito y me lo pasan por correo, porque el territorio vir-tual es otro universo conquistado. Ahí han impuesto parte del ritmo huracanado con el que están masificando su producción (en tiempos de escasez de papel) y comunican-do las buenas nuevas de un tiempo convul-so y restaurador. Están preparando su pro-pia cumbre para agosto: el festival de poesía realenga, con un manifiesto común por la paz y el optimismo.

“Por algo Gustavo Pereira le dijo a José Vicente Rangel que a él la poesía no le había servido para sustraerse del mundo, sino para sumer-girse en él”, dice Luis José Lovera, de Criticarte, quienes apuntan sus blasones hacia la edición de una publicación plegable y su fanzine.

Cristo, quien en el marco del festival bautiza-rá su esperado poemario Mosaicos del viento, editado por Monte Ávila Editores, es cauto: “En general hay una fuerte impronta del mo-mento político, pero prevalece el interés por hacer un buen trabajo literario. El proceso político deja su legado en algunas inquietudes, pero los temas de creación refieren a las gran-des aspiraciones del ser contemporáneo en un sentido amplio, universal”.

Criticarte: poetas de a pedal

Todos son invitados y activistas perma-nentes del Festival, de las ferias de libros, de los encuentros y las improvisaciones. Se han apoderado, pacíficamente, de la Cara-cas patrimonial, la recuperada, la formal, la informal, la maleva, la ambulante, la quieta, la de arriba y la de abajo. Son parte del mobiliario de Café con Letras, El Te-cho de la Ballena, La Casa de las Primeras Letras, Tiuna El Fuerte, El Eje del Buen Vi-vir, La Casa de Bello, los chinos del centro,

los auditorios del aparato burocrático. Por andar vibrando también andan inquietos, siempre inconformes, como corresponde a todo revolucionario, pero también andan haciendo muchas cosas con casi nada y como pocos. Ellos (y tú, y nosotros) son el testimonio vivo de que si hay una materia prima inagotable en Venezuela es la pala-bra; además, es gratis, no es acaparable y, por sobre todas las cosas, se da en abun-dancia.

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CRÓNICAS OFICINESCAS

Agarrar carretera bien temprano, cien kilómetros por hora, que del apuro solo queda el cansancio, vamos a pararnos en aquel ranchito a ver cómo sabe este café, ¡uf!, calientico, descubrir las distintas versiones de desayuno criollo, el banquito de madera o la sillita de plástico, ¿no tiene mantequilla, señora? Papelón con limón, ese mismo es.

Era fácil saber cuándo Hugo estaba despechado porque iba y se lanzaba una retahíla de emepetrés del tipo chatarritas, o baladas más bien contemporáneas, de esas que le cantan al amor perdido o al amor nunca encontrado. Será de tanto cantar tan mal y re-petir tantos lugares comunes. Lo peor es que se las sabía. Uno lo dejaba escuchando su cosa, hasta que ya estaba bueno y había que tomar medidas para que todo volviera a la normalidad. Entonces Maiker ponía uno de Eddie Santiago y eso sí es música, damas y caballeros. A veces me llevaba unos de Palmieri para alternar, pero también porque es importante culturizarse, no vaya a ser que tú no hayas escuchado a ese monstruo y no sepas nada de nada.

Tantas historias. Por ejemplo: andando con los muchachos aprendí a desconfiar profundamente de los gepeese. Uno de esos aparatos nos tuvo recorriendo los confines del estado mientras buscábamos la ciudad de Trujillo. Bien entrada la madrugada,

POR REINALDO ITURRIZA@REINALDOI

ILUSTRACIÓN FRANKLIN ALVIÁREZ

Carretera

cuando creíamos haber llegado a nuestro destino, descubrimos que estábamos en Valera.

Otra noche, rumbo a Amazonas, debimos parar en San Fernando de Apure. Nos alojamos en un hotel de mala muerte, de esos que en Puerto La Cruz llevan por nombre Venus, Júpiter o Saturno. Un aire acondicionado que apenas echaba aire, y mucho menos enfriaba, un colchón deforme, un veterano de esos que uno se imagina héroe de mil batallas, de esos que ha soportado de buena gana todas las cargas porque en el amor, como en la guerra, todo se vale. Todo bien, incluso la almohada que parecía rellena de estopa, hasta que intenté conciliar el sueño. Entonces, entendí por qué algún huésped garabateó en el papel ese que pegan en las puertas de las habitaciones con la información de los servicios que presta el hotel, “Las chiripas son gratis”.

A la mañana siguiente, de nuevo: poco a poco, el café, el tarantín, el desayuno, la conversación casual, las sonrisas.

Más allá de todo chauvinismo, Venezuela es esa hermosura que se nos revela cuando uno baja los vidrios y presta atención. Es ese aroma a país real que lo impregna todo cuando el carro se para, uno abre la puerta, pone los pies sobre la tierra, toma aire, estira los brazos. Cómo no amarla. Dígalo ahí, Hugo.

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BOLEROS QUE CURAN EL ALMA

La primera vez que uno escucha Después que uno vive 20 desengaños qué importa uno más… se activa el personalizador de situaciones sentimen-tales y uno termina pensando: “Que es una raya más pa’ un tigre”. Y si el bolero sigue diciendo hay que vivir un momento feliz, hay que gozar lo que puedas gozar, porque sacando la cuenta, en total, la vida es un sueño. ¿Para qué más?

Ahora bien, no todos los boleros dicen lo que son ni sus inspiraciones son lo que parecieran ser. En Cuba, el hijo de Luis Marquetti me contaba que su padre nunca estuvo en un cabaré ni fue infiel y escribió “Plazos trai-cioneros”; o “Tú me acostumbraste”, de Frank Domínguez, fue dedicado a un hombre porque era gay.

El caso de Arsenio Rodríguez es más triste todavía, por su inviden-cia. Max Salazar cuenta en Herencia Latina: “La inspiración ocurrió en 1947 en Nueva York, en un examen de sus ojos con el Dr. Ramón Castroviejo, de los primeros en desarrollar trasplante de córnea. Mi-guelito Valdés le habló de Castroviejo, grabando en el Centro Hispá-nico de la Música. Según Mario Bauzá, Miguelito tenía conocimiento de una operación exitosa, en la que el doctor restauró la vista a una persona. Por tal razón Miguel nos solicitó a Macho, a Federico Pa-gani y a mí promover un baile, llamado El Rayo de Luz, para recoger fondos en el Hotel Diplomático con las bandas de Machito, Marce-lino Guerra, Miguelito Valdés, Chano Pozo, Olga Guillot, Graciela, Daniel Santos y Xavier Cugat”.

El día de la verdad Chano, Miguelito, Olga Guillot y su hermano Raúl acompañaron a Arsenio a lo de Castroviejo, el examen demoró minutos y les dijo: “Por el momento es nada lo que puedo hacer para restaurarle la vista. El paso final en este tipo de operación es el trasplante de córnea, la cual está conectada con el nervio óptico. Su nervio está muerto”. Arsenio y sus amigos regresaron al apartamento de Mariana. Arsenio se tiró en la cama y tomó una siesta. Media hora después, Raúl oyó la voz de Arsenio: “Raúl… ven acá… trae papel y lápiz”. Raúl entró al cuarto, se sentó en el borde de la cama y Arsenio le dio instrucciones para escribir el bolero.

Hay muchas versiones. Recomiendo la de Willie Torres del disco Pachan-ga at the Caravana Club con Charlie Palmieri y su charanga La Duboney. La de Ismael Miranda y Jerry Rivas en un solar le ronca el mambo, la de Rosalía Montalvo en el disco Cumbanchando con Arsenio. La de Benny Moré solo y con Pedro Vargas. Bienvenido Granda con la Sonora Matan-cera y la de Watussi, para cerrar. Banquete dominguero, pues. ¡Salud!

POR HUMBERtO MáRQUEz@EPALECCS

ILUSTRACIÓN JULiEtNyS ROdRígUEz @jULIETNyS

“La vida es un sueño”… eL boLero de arsenio

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SOBERANÍAS SEXUALES

Miércoles de marcha, de esas pacíficas, donde golpean a policías, por las que pasáis y sabéis: habrá verguero, una microguarimba o se propagará, como herpes digital, el rumor de un saqueo. Cierran las estaciones del Metro desde Plaza Venezuela a Chacao, toca caminar. Son tiempos de definiciones y yo, que siempre preferí estar sola que mal acompañada, agradezco a quien cuida y satisface la retaguardia: el compañero.

Compañero... ¿con qué se come eso? Tener precisado el concepto e irlo modelando, cual escultura, de acuerdo a la coyuntura es imprescindible para no perder energías ni tiempo. Si hacemos una fugaz búsqueda del término, compañero es quien comparte con otrx la estancia, un trabajo, la práctica de un deporte, ideas políticas o que pertenece al mismo partido o asociación sindical. Ahí, un concepto bonito, gremial, pero ¿suficiente? Dejó de serlo tiempo atrás, cuando una psicóloga me interpeló durante un despecho: “¿Si fueras hombre, quisieras ser como él?”. Seas o no femi-nista, si miráis a tu lado, a quien te lleva de la mano y tu respuesta ante esa interrogante es un NO tajante, bien podéis ir redireccionando la pelvis y la vista a otros personajes.

En la práctica, resulta que el compañero no solo sabe hacer arepas, tam-bién es figura paterna y materna de sus dos hijas Victoria y Valeria y se sometió a una vasectomía para no poner en riesgo con otro embarazo a mi hermana, su compañera.

El compañero no censura tu cadencia. Es ese del que mi tía dice: “No nos daban ni un año casados porque yo parecía loca y el muy centrado. Pero en 20 años jamás me ha insultado”.

Ese, curiosamente, no marcha ni escribe, tampoco cocina, pero lava las pantaletas con frenazos de sangre de su novia mientras ayuda a su hijo Aarón a hacer las tareas. Ese, sin tarima ni rating, me enseñó de conviviencia.

Ese, si ya tiró la toalla y no lava, te presta la batea. Te alienta cuando te devora la tristeza. Te sube en una montaña rusa para que vueles, sueñes, despiertes y te repite: “Eres necesaria. Recupera tu amor por la vida, es urgente".

Ese no escrutina tu deseo como si fuera una patología. Ha intimado con cantidad y calidad de felinas en distintos continentes, pero te mira como si saliera luz de tu mente y tu vagina.

Ese recupera espacios y los llena, no como masilla sino con energía crea-dora, chavista.

Ese aún no sabe que lo respetan, está muy ocupado respetando y admi-rando la belleza.

POR NAiLE MANjARRÉS@eRchOs

ILUsTRAcIÓN jESSiCA MENA

Los nuestros

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ENTREVISTA

el monje de jesuitas

eN LA eSQUINA de JeSUITAS HAY UNA CASA eN dONdeTOdOS VIVeN dIFeReNTe AL CARAQUeÑO PROMedIO.

eL MONJe de eSTA CASA NOS CUeNTA SU HISTORIABIeN eNTeRRAdA eN LAS TIeRRAS deL SUR

POR ANDER DE TEJADA• @ePaleccs / FOtOgRaFías ENRIQUE HERNÁNDEZ

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Jamás habíamos entrado a ese lugar. Deci-dimos ir sin pensarlo mucho. Subimos por el bulevar Panteón, adornado con la gente de las instituciones que sale a almorzar y, tras una cuadra de conversación, paramos en una casa, en la esquina de Jesuitas. En su fachada, casi que obstaculizando graciosa-mente la puerta, algunos miembros del sitio estaban vendiendo sus productos: libros, jugos, hamburguesas y shawarmas vegeta-rianos. Tengo amigos que han comprado y siempre los han halagado. En verdad, más que su increíble sabor, ya que no hay ham-burguesa llena de sabor que por dentro no tenga un tolete jugoso de carne, lo increí-ble es el precio. No pregunté porque no me tocaba el pichón, pero hace tres meses cos-taban 300 bolívares. Estábamos en la casa Vrinda, lugar donde se congrega un grupo de hare krishnas. De donde provienen, ge-neralmente, los tres o cuatro hombres que se ven en los suelos del centro de Caracas tocando su música y promocionando sus libros.

Nos recibió un señor alto, con el pelo ra-pado y con su ropa típica de la India. Es el director de la casa. Parecía un hombre triste o no muy entusiasta, si acaso. Quizás, a fi-nal de cuentas, fuera un tímido más, cosa que no es reprochable, y mucho menos si lo reprocha otro tímido como yo. Digo esto porque lo vi sonreír pocas veces, pero las tres fueron por algún detonante similar. La primera fue cuando le pregunté por alguna experiencia gratificante en sus años de la-bor. La segunda fue cuando, en medio de las fotos, nos acercamos a un jardín interno y un señor, frecuentador de la casa, se burló de sus poses. La tercera fue cuando subi-mos unas escaleras apretadas y dimos con un salón cubierto por una alfombra que no se pisa, a menos que sean pies sin zapatos, y vio a los miembros más jóvenes de su casa tocando canciones religiosas.

La historia de hoy es la historia de este se-ñor. Cuando me dijo el nombre no entendí nada. “Pero si me habla como argentino”, pensé. Después recordé que los hare krish-nas, aunque hayan nacido en Barlovento o sean suecos de pies a cabeza, terminan usando sus nombres indios. Él se llama

Thakur Das. Nació en Rosario, Argenti-na, y llevó una vida sin altibajos, bastante apegada a la institucionalidad, a lo que se conoce en la sociedad burguesa como nor-mal u óptima. Creció en su casa, fue al co-legio, después asistió a una universidad y se graduó de abogado. Después trabajó por muchos años en una empresa de turismo, cosa que le dio estabilidad económica y le permitió viajar por muchos sitios del mun-do. Era un ejemplo, en carne y hueso, de la buena vida de la clase media alta con suerte. Después lo abandonó todo en un ejercicio de desapego propio de los más valientes. Se olvidó del pasado, de la seguridad y decidió intentar otra cosa.

—Soy un monje de Argentina. Pasé como 20 años conociendo la cultura del yoga y la meditación. Soy abogado de profesión, pero en los últimos años comencé a sentir que materialmente estaba muy bien, sí, pero que tenía una carencia. Faltaba algo que le diera sentido a todo, entonces empecé a via-jar por distintas partes del mundo y dentro de esa búsqueda empecé con la práctica del yoga, con un profesor muy viejito, como de 85 años. Desde las primeras veces que fui sentí que era una disciplina que le daba respuestas a mis necesidades internas. Me dio calma, me dio serenidad. Gradualmente empecé una etapa de cambios: me hice ve-getariano, empecé a visitar centros de yoga,

a leer más los libros. Como un año después visité unas comunidades en la Sierra Neva-da de Colombia, me quedé una semana y a partir de ahí empezó el cambio más radical. Decidí dejar mi trabajo y probar un año con mi nueva vida.

—¿TE AfECTó ESE CAmbIo RADICAL DEL QUE HAbLAS?-Al principio, claro. Fue gradual, porque uno está acostumbrado a cierta comodidad e independencia y elegir la vida de misione-ro o de monje, en cierto modo, es un cam-bio fuerte. Ha sido una vida mucho más simple pero mucho más satisfactoria. Uno conoce gente muy linda y la experiencia de compartir es muy alegre. Es como se dice por ahí: una vida simple pero con pensa-miento elevado.

—¿Cómo LLEgASTE A CARACAS?—Nosotros viajábamos entre Argentina y Colombia, que es donde está la mayor cantidad de nuestros centros. Resulta que yo nunca había venido a Venezuela. Era un país que no conocía, y hace cuatro años atrás un amigo me dijo que debíamos venir a predicar a Venezuela. Entonces, lo hici-mos para dar una gira, sin conocer nada. Nos quedábamos en casas de familia. Re-cuerdo que el primer día que llegué a Cara-cas conocí gente tan chévere que pensé que debíamos tener un centro aquí. Con uno de mis compañeros decidimos ahorrar para comprar un templo en Caracas. A partir de ahí estuvimos como tres años ahorrando, con la ayuda de amigos, de las iglesias de otros países, hasta que pudimos encontrar esta casa tan especial.

—¿Y VISITARoN ToDA AmÉRICA LATINA?—Casi toda, salvo algunos países de Centro América.

—¿Y EN oTRA PARTE DEL mUNDo?—En la India tenemos centros. Estuve allá hace como seis años estudiando filosofía, meditación. La India es un país muy místi-co. Es una cultura muy distinta. Claro, hoy en día la India está muy influenciada por la cultura occidental, a través de la televisión,

“NoS QUEDÁbAmoS EN CASAS DE fAmILIA. RECUERDo QUE EL PRImER DíA QUE LLEgUÉ A CARACAS CoNoCí gENTE TAN CHÉVERE QUE PENSÉ QUE DEbíAmoS TENER UN CENTRo AQUí. CoN UNo DE mIS ComPAñERoS DECIDImoS AHoRRAR PARA ComPRAR UN TEmPLo EN CARACAS” —

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En el jardín interno de la casa, decorada al estilo indio

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de las películas; pero igual todavía tiene un legado cultural muy grande, especialmente en ciudades chicas en donde están los tem-plos. Realmente se vive la espiritualidad de una manera muy inspiradora.

—¿ALgUNA ExPERIENCIA gRATI-fICANTE QUE TE HAYA SUCEDI-Do EN ESoS VIAJES?...Fue la primera vez que se rio. “Por fin”, pen-sé. Él miró hacia arriba y se puso a reme-morar. Dijo que hay muchas historias, pero decidió contarme una reciente: “Hace poco sacamos un libro que se llama Mensajero de amor, que lo fuimos trabajando de noche. Prácticamente fueron seis meses acostán-donos a eso de la una, dos de la mañana para poder trabajar en el libro. Resulta que salió y la primera semana llega una seño-ra, con el libro en la mano, y nos dice que quiere agradecernos porque “estaba en una situación muy difícil en mi vida. Estaba pensando en terminar con ella, pero me lle-gó este libro a las manos y en ese momento hubo un cambio”. Hoy en día sigue vinien-do y hace yoga y meditación.

La música de sus amigos, una de las cosas que hizo reír a Thakur

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DesDe la Raíz26

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Unidad Educativa Edoardo Crema, antiguo Hipódromo

de El Paraíso. Ingeniero André Potel bajo las

directrices del arquitecto Carlos Raúl Villanueva

Sede del Instituto Uni-versitario de Tecnología

Industrial, antigua sede de la Fundación Venezolana

de las Ciencias Naturales. Arquitecto: Carlos Guinand

Antiguo Liceo Caracas, primera sede del Instituto

Pedagógico de Caracas. Arquitecto: Cipriano

Domínguez

Grupo Escolar Francisco Pimentel. Arquitecto:

Carlos Raúl Villanueva

Unidad Escolar Gran Co-lombia. Arquitecto: Carlos

Raúl Villanueva

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Desde la simbólica fachada de la primera uni-versidad de Caracas, que ilustra los títulos de la UCV, hasta las obras modernas del siglo XX podemos ver decenas de construcciones em-blemáticas que conforman, en su conjunto, la infraestructura educativa de nuestra ciudad. No vamos a entrar en detalles de lo que fueron, y son, las políticas educativas ni la brecha enor-me que hay entre lo que significó en la Cuarta la “educación gratuita”, como una migaja para el pueblo, que en su momento se fue desman-telando para pasar a un modelo educativo privado, y lo que es la educación gratuita en Revolución, consagrada como un verdadero derecho que, entre otras cosas, ha garantizado los mayores índices de escolaridad de nuestra historia. En este espacio solo queremos mos-trar la representativa arquitectura, incluso de valor patrimonial, de corte educativo, que mu-chas veces pasa desapercibida en nuetra diná-mica cotidiana.

Las edificaciones educativas no necesariamen-te acompañan los orígenes de la ciudad. En tes-timonios, que datan de comienzos de 1800, se relata que para finales del siglo XVII se contaba con un colegio, a cargo de la Iglesia. Posterior-mente, entre 1725 y 1727, se instala la primera universidad, quedando anexa al edificio del colegio. En un primer momento se ubicaba en los espacios del Seminario de Santa Rosa, en la

Por DulCe MeDina@ccsdesdelaraiz

Deshojar CaraCas (II):ConstruCCIón para la eDuCaCIón

esquina suroeste de la Plaza Mayor (hoy Plaza Bolívar), de los que actualmente se conserva la Capilla Santa Rosa. Con el tiempo la universi-dad fue trasladada al Convento de San Francis-co. No existen documentos gráficos que mues-tren los espacios del colegio y la universidad en sus primeros años. Sin embargo, la imagen que ha perdurado en el tiempo es la simbóli-ca fachada de la universidad, ya trasladada al Templo de San Francisco, tras la remodelación impulsada por Guzmán Blanco, quien encargó la obra al arquitecto Juan Hurtado Manrique.

Del siglo XIX se conservan pocas edifica-ciones educativas y el Palacio de Las Aca-demias (antigua universidad). Es en 1900 cuando se intensifica la construcción de espacios educativos. En el censo de patri-monio, levantado por el Instituto de Patri-monio Cultural para el año 2009, Caracas cuenta con más de 80 instituciones educa-tivas, entre escuelas, colegios, institutos y universidades, declaradas patrimonio. La mayoría de ellas construidas entre 1930 y 1970 de la mano de reconocidos arqui-tectos como Luis Malaussena, Carlos Gui-nand, Tomás José Sanabria y Carlos Raúl Villanueva, entre otros. Queremos a conti-nuación recorrer algunos de estos espacios que, de seguro, muchos conocen sin saber su valor arquitectónico y urbano.

1939

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Parroquia El Paraíso

Parroquia Santa Teresa

Parroquia Santa Rosalía

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GASTRONOMÍA

Los goLfeados de La guairaPOR REiNALdO GONzáLEz d.@OdlanieRØØ

FOTOGRaFÍas ENRiquE hERNáNdEz

El Paraiso de los Golfeados

Intercomunal de M

acuto

HotelOlé Caribe

Edificio

Antillas

PICHONES DE SIBARITA

El francés Brillat-Savarin, gastrónomo y fi-lósofo del buen comer, consideraba que una comida sin queso es como una bella mujer sin un ojo. Una variante local y más espe-cífica advierte que un golfeado sin queso es como Ogleidis “La Niña” Suárez sin un ojo… Las horas previas a la Batalla de Campeonas, realizada el pasado sábado 18 de junio en el Domo José María Vargas de La Guaira, fue el momento propicio para comer uno, dos y hasta tres golfeados con queso, entre tres, en El Paraíso de los Golfeados, ubicado en la avenida Intercomunal de Macuto, antes de llegar a la bajada de El Playón.

La idea de un golfeado de calidad tiene implícita la colocación de un consistente pedazo de queso de mano o telita sobre la caracola esponjosa y acaramelada que surge de meter al horno los cortes de un rollete de masa de harina de trigo, levadura, mante-quilla, azúcar, papelón rallado, huevos y un toque de sal como principales ingredientes. Es muy importante que el queso sea fresco y no haya sido previamente refrigerado. La nevera es el más insolente de sus enemigos (los del queso).

“Hay quesos artesanales y quesos industria-les que imitan estilos y presentaciones fo-ráneas, pero los quesos frescos venezolanos son únicos, inigualables, tienen corta vida porque son hechos para consumo inmediato y saboreados en su momento son magníficos exponentes de lo mejor de la gastronomía nacional”, dice Miro Popic en su obra Comer en Venezuela.

¿Que algunos son capaces de comer golfea-dos con un queso frío y, por tanto, carente de la frescura sugerida? ¿Que otros poco repa-ran en que el queso empleado sea duro y ra-llado? ¿Que incluso hay seres humanos que

En El Paraíso de los Golfeados la clave está en la mezcla de lo dulce y esponjoso del golfeado y lo salado y jugoso del queso. Por ello, forma parte de mi personalísima Ruta del Golfeado que, además, incluye a Pan 900 (bulevar de Sabana Grande), El Rey de los Golfeados (Km 18 de El Junqui-to) y Los Golfeados de Los Teques, que está en Carrizal (no deben confundirse con Los Golfeados de Los Cerritos, que sí están en Los Teques pero son paliduchos y nada es-ponjosos).

Al final del día, Ogleidis propinó un nocaut fulminante y conservó sus dos ojos y toda su humanidad.

Ambiente

Calidad

Atención

A su rie

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Se puede ir

Impelab

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De lunes a domingoDe 6:30 am a 10:00 pm

Golfeado solo: 400Golfeado con queso: 600

Efectivo Débito

Cesta Ticket Crédito

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los piden sin queso por motivos de salud u otras razones fútiles? Para ustedes no es este escrito.

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crítica y media28

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tras el discurso

secreto "revelado". La distorsión que hace el cine de la historia, digamos, es un "subgénero" que posee una recurrencia febril en la cinematografía occi-dental. Esta dudosa veracidad histórica no se circunscribe al cine de ficción, el cine documental arroja no pocos dislates en este respecto. A lo interno del "subgénero" el cine bélico es fuente inagotable de desinformación, resaltando aquella donde la heroicidad de Occidente se adorna con letras mayúsculas en detrimento del papel que jugó el Éjercito Rojo durante la II Guerra Mundial.Así, El código enigma (The imitation game, Reino Unido-EEUU, 2014), filme que fue galardonado con un Oscar por su guión adaptado, relata la revelación de un top secret: las vicisitudes de Alan Turing en la fabricación de una máquina que ayudara a descifrar Enigma, sofisticado aparato alemán que cifraba los mensajes del Éjercito nazi. No es difícil advertir que Turing logra su ob-jetivo: descifrar lo indescifrable y así contribuir, de "forma decisiva", a ganar la guerra en toda Europa. La particular característica de ser un ultrasecreto recientemente revelado, no solo le provee de un halo de "irrefutable" veracidad sino que arroja a la papelera parte fundamental de la historia de esa conflagración global. Además, toda esta tesis se antoja justificada —y está vela-da— por una historia de intolerancia e injusticia: después de la guerra Turing fue condenado por indecencia (era homosexual en un país donde dicha condición era ilegal hasta 1967) y se le so-metió a una atroz castración química. El hombre que hizo posible el triunfo aliado fue sometido al escarnio: marquesina lacrimógena que cataliza el fraude histórico.Suponer que la aparición de esta película en los actuales momentos, donde se fragua a pulso una nueva guerra fría, es casualidad constituye un candor inadmisible. El objeto, como siempre, es hacer preeminente a Occidente sobre Oriente. Por supuesto, para defenestrar de la historia los 27 millones de víctimas de la Unión Soviética durante la II Guerra Mundial y la conquista de Berlín por parte del Éjercito Rojo (ganador del conflicto en Europa) hará falta mucho más que un happy end.

rodolfo castillo@magodemontreuil

Estábamos esperando que pasaran los minutos restantes para darle entrada al público, un tipo de barba, que segu-ramente era (o es) propietario de una pequeña cuota de poder, le dio entrada previa a una pareja. El tipo de barba los alojó en unos puestos no del todo bue-nos. Al lado mío había un técnico de luces que amigablemente le advirtió que si venía alguna gente de protocolo los iban a sacar, que mejor los hiciera espe-rar en la puerta. La cosa fue como una ofensa: “¿Quééé? ¿Quiééén?”. El tipo de barba era el retrato perfecto de la indig-nación. El técnico le informa que el día anterior habían sacado a la esposa del director. “¡Pues que venga y me lo diga a mí!”. Realmente provocaba susto la ac-titud. Yo miraba el suceso con la certeza absoluta de que semejante despropósito era superior a cualquier cosa que luego se vería en el escenario. Es decir, tuve un mal presagio, porque lo que luego se vería en el escenario era la pieza que yo estaba proponiendo como director y es-critor: La punta del iceberg.

Hay que decir que tanto la actriz (Valen-tina Garrido) como los dos actores (Leo-nardo Aldana y Horacio Méndez) resuel-ven a cabalidad sus personajes y, además, logran una relación de empatía con el público que permite que se desentrañe la intencionalidad actoral y la función de

los personajes. La proposición y uso de cajas de cartón vacías como dispositivo escenográfico y, al mismo tiempo, como metáfora significativa funciona a cabali-dad. De hecho, le proporciona cierta vi-talidad a la puesta en escena. No puede decirse lo mismo de la luz: no terminó de dar con las claves de la proposición escénica. Seguramente, dada la expe-riencia y calidad del diseñador de luces (Víctor Villavicencio) no hubo suficien-te trabajo del director en este sentido. Sin embargo, no puede achacársele a la iluminación cierta disfuncionalidad que sufre el espectáculo sobre, todo a partir del segundo acto.

Hay un momento en que la representa-ción se pone pesada, uno lo siente en el público, que ha venido participando ac-tiva y positivamente durante la primera mitad. Luego se percibe un alejamiento que se mantiene hasta la cuarta parte, cuando parece recuperarse la atención y relación entre público y espectáculo.

Mucha gente dice que todo esto es apre-hensión del director, que está bien como está. Sin embargo, las próximas funcio-nes tendrán a un público diferente fren-te a una puesta modificada. Esa es parte de la maravilla del teatro.

Por rodolfo Porras

la trama cotidiana

la Punta del iceberg

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minicrónicas 29

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Si mi grabadora hablara les diría tantas co-sas, relataría todas las hazañas que hemos vivido juntos, la proeza de entrevistar una gran cantidad de personas, extensas con-versaciones y breves testimonios. Con ella me enamoré del periodismo, descubrimos juntos la razón del oficio, las calles y nos enfermamos con su realidad; desde ese mo-mento ya no hemos salido de ese círculo vicioso.

Recuerdo que fue un regalo de mi padre en di-ciembre del año 2010 y la estrené entrevistan-do a diferentes músicos para un programa de rock —Corriente rock— que transmitíamos en una emisora comunitaria de San Francisco de Asís. Jamás pensamos que lo que estábamos haciendo era periodismo.

Y el tiempo fue siguiendo, las circunstan-cias cambiando. Por cosas del destino lle-gué a trabajar en una canal de televisión del estado Aragua y el periodismo se em-peñó en mí y me enseñó sus bondades, y mi compañera grabadora fue testigo de ese momento; alguien me dijo: “Jamás saques la grabadora del bolso, siempre llévala con-tigo”, y así ha sido.

Hoy mi grabadora ya no luce como cuando me la regalaron, el tiempo es inclemente. Pero ella es el ejemplo de una vida intensa, de mil aventuras. Es el reflejo de la madurez y la pasión por escuchar y relatar las histo-rias de los demás.

Podrán venir otras grabadoras, celulares in-teligentes y miles de aparatos más, pero ella es mi compañera del camino, siempre te re-cordaré, contigo me inicié en el periodismo y allí vamos. Gracias, mil veces gracias…

Por Emilio Pino SalinaS

mi comPañEra grabadora

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Ese transformar de los árboles en muebles, ¿no es un suplicio monstruo-so? El árbol, hecho leña, va a con-cluirse más pronto, pero antes sentirá flamear su espíritu en las lenguas inquietas de la llama y en las estrelli-tas de las chispas; saciará su afán de ascención y de cielo subiendo hecho humo, hecho nube, él, que siempre estiraba la verde cabeza de su copa a

las nubes. Pero, convertido en mueble, no es más que una momia, la forma más horrible de perdurar. Recorro las habitaciones de mi casa y pienso:—¿Cuántos árboles habrán talado para que yo tenga todo esto? ¿Qué selvas enormes se han abatido para amueblar todas las casas del mun-do? Me lleno de tristeza pensando en el duelo del rocío, de los pájaros y del viento. Y me lleno de angustia imaginando el dolor de los heridos, de los troncos mutilados, de todas las selvas de la Tierra caídas bajo las hachas brillantes de los leñadores. Esta madera ahora inmóvil y muda, ¡cómo habrá susurrado y florecido en un tiempo!

Por Juana de Ibarbourou (Uruguay)

Madre,recógeme el sonido de la lluvia en el [tejado del abuelocuéntame de las noches en que descubrí [la sed por los acantiladosy de cómo desprendiste el fuego de la luzpara permitirnos en encuentro con [nuestros primerosdemoniosRecuerda nuestra estancia eterna en los [rincones de la casacuando aún llovían tardes grises en la [arenay la lluvia mohosa venía con abrily todavía no tenía miedo.

Si mi padre fuese una tórtola,y me viese llorando bajo este árbol [hueco,como quien visita un charco para [remojar las patasde un implacable déjà vu,le preguntaría:Padre,¿dónde están los hombres?

La casaes un caminolargoque se detieneen la puerta de un hornograndey se consumeen llamas de un fuegolentoy aprisionaa fuerza de golpeshondos

DE Paola Muñoz (VEnEzuEla)

DE anDREa CoTE (ColoMbia)

DE DEisa TREMaRias (VEnEzuEla)

DE YuRiMia bosCán (VEnEzuEla)

LOS ÁRBOLES

MANDRÁGORA

MIEDO

¿DÓNDE ESTÁN LOS HOMBRES?

LUGARES COMUNESEl hombre sembró al hombre. Pecho [abierto.Sostuvo bien las raíces. Levantó piel y [costillas. Dio muerte al músculo.El niño duerme en la tierra. Cuerpo [cerrado. Se teje una corona de oro [verde y rojo.El hechizo lo lleva en su cuello, su [ponzoña es veneno azul, cuando mata [cierra los ojos. No tocar, no tocar al chiquillo, advierten, no comerle [la cabeza. Usted tome de la otra planta, [abra brecha que uno sólo puede sembrar al hombre. Déjelo, [déjelo y esté atento a sus luces.

PO

EM

A

@indira_carpioPOR INDIRA CARPIO

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crónicas

Manual del levante (ix)DE PEDrO cHacín / ilustracionEs franklin alviárEz

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Edición Número Ciento ochenta y cuatro. Año 04. ÉPalE ccs Caracas, 26 de junio de 2016.

En realidad, no creo que haya nadie intere-sado en levantarse una feminista, un sector totalmente old fashion del universo feme-nino. Sin embargo, como las conocemos y sabemos que nos han dedicado furiosos comentarios por este Manual del levante, las incluimos en la serie para que no nos til-den de segregacionistas, aunque un amigo me dijo, luego de leer el original, que estaba

arriesgando la vida. “Total —le contesté—, yo siempre he querido ser corresponsal de guerra”. Aquí vamos.

cómO rEcOnOcErlasLas feministas son el grupo de mujeres más fáciles de reconocer, ya que, como quieren que se les valore por su intelecto y no por su

cuerpo, no se cuidan absolutamente nada. Como consecuencia, por lo general, están rellenitas, a mi juicio, causa fundamental de cierta amargura que las acompaña peren-nemente. Otra consecuencia de esa manera “rellena” de andar por el mundo es que casi ningún hombre les para y, por consiguiente, se dedican a odiarlos. Contradictoriamente, casi todas están casadas, invariablemente,

Cómo levantarse a una feminista

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con un “sometido”. Usted sabe, cada día sale un pendejo a la calle, y si lo agarra una fe-minista es de ella.

Sin embargo, el sello de identidad más ca-racterístico de una feminista es su vesti-menta: muy frecuentemente se envuelven en gigantescas batas guajiras de vistosos estampados, costumbre que ha hecho mi-llonarios a los fabricantes de este tipo de atuendos, ya que cada bata necesita por lo menos 30 metros de tela para confeccionar-la. Además, calzan siempre unas chancleti-cas de cuero y usan un bolsito tipo nido de arrendajo en tres colores. Son tan peculiares cuando salen ataviadas con este, su unifor-me de guerra, que no dejan de recordarme a Ignatius Reilly, el héroe simpar del libro La conjura de los necios.

Cuando prescinden del atuendo descrito, se las puede identificar por ausencia de maquillaje y el pelo largo con permanente. Algunas veces usan solo un discreto deli-neador en el párpado inferior. Vaya a saber usted por qué lo usan solo abajo. Estimo que debe ser algún código secreto del mo-vimiento. Pero ojo: las ecológicas vegeta-rianas —que les prometo para una edición posterior— suelen vestirse muy parecido, por lo que tienden a confundirse. Para des-pejar la duda, usted solo tiene que estar atento a que la fémina levante el brazo: si le ve abundante vellosidad axilar, estamos en presencia de una feminista: las axilas de las militantes por los derechos de la mujer jamás serán holladas por una Prestobarba o una Gillette Track II.

DónDE EncOntrarlasBueno, ya dijimos que son intelectualosas, por lo que rondan sitios como el Ateneo, Teresa Carreño y demás salas de teatros y conciertos. Pero si a usted no le da nota ir a estos sitios, vaya a los bares o pubs de moda que también les gustan muchísimo y a los cuales suelen ir en piquetes de a dos feministas. Las he visto con sus inmensas humanidades, sentadas en los pequeños tabureticos, un total prodigio de equilibrio, balanceándose con un trago en la mano,

mirando aviesamente a los hombres: es una visión aterradora, con solo acordarme se me pone la carne de gallina.

cómO lEvantarlasEste es uno de los puntos álgidos del tema: las feministas son definitivamente mujeres inteligentes y, con el cuento de la liberación femenina, se molestan mucho cuando al-guien las intenta seducir; es que se sienten objetos sexuales y eso las hace rabiar mu-chísimo. Acostumbran decir “yo decido so-bre mi cuerpo” y han acumulado una gran experiencia, lo que las hace un hueso difícil

de roer. Una amiga mía dice que las femi-nistas se parecen a la bandera de los Estados Unidos: las han clavado hasta en la Luna. En otras palabras, tienen completo el álbum de su vida. A lo sumo, les faltará un par de barajitas, que nadie consigue hasta que se muere.

Pero existe una brecha en la monolítica convicción de las feministas: les encanta un gafo. Es decir, un hombre que lave, planche, cocine y hasta preste la batea. El idiota per-fecto, pues.

De tal manera, entonces, que una buena estrategia es invitarlas a comer —cosa que les encanta, ya lo dijimos— e ir propician-do el siguiente tipo de situaciones: cuando termine de comer haga el aguaje de que va a recoger la mesa, deténgase de repente, fin-ja estar confundido y hasta sonrójese, si su histrionismo da para tanto, y diga, apenado:

—Disculpa, es que estoy tan acostumbrado a recoger la mesa y fregar...

Ella dirá inmediatamente, arrebolada, en-ternecida... y al acecho:

—No importa, no te preocupes —y añadirá descuidadamente—. ¿Tú vives solo?

Esta pregunta debe responderse con mu-cha cautela. Si usted confiesa que sí, la cosa no tendrá mayores méritos ya que, forzo-samente, tendrá que fregar, a menos que quiera convertirse en una especie de ver-sión moderna de Cien años de soledad y las cucarachas se lo lleven en hombros, como las hormigas al último de los Aurelianos. Si contesta que no, diga que vive con una hermana, o una amiga. Tiene más méritos fregar cuando uno vive con una mujer que con un hombre. De seguidas, usted puede ahondar en todas las tareas domésticas que realiza. Las feministas viven manejando el discurso de la opresión sexista que, inva-riablemente, la representan en la escoba, la mopa, el coleto, la plancha, etc. He descu-bierto que, en el fondo, lo que son es flojísi-mas, lo que podrá usted comprobar cuando logre ir a su casa, terriblemente desordena-

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Edición Número Ciento ochenta y cuatro. Año 04. ÉPalE ccs Caracas, 26 de junio de 2016.

da porque nunca tienen “tiempo” para ocu-parse de los, para ellas denigrantes, oficios domésticos.

De cualquier manera, nunca le diga a una feminista que vive solo. Corre el riesgo de que le apliquen lo que Roberto Malaver llama “estrategia de baja intensidad para instalarse”: al primer día se les queda “ol-vidado” un pañuelito, luego una blusa y más tarde traen una muda completa “para cuando me tenga que quedar, mi amor”. Si deja que hagan esto, sacarlas luego será imposible, y lo más probable es que usted termine “maleteado”. En otras palabras, un buen día se encuentra su maleta en la puer-ta, las cerraduras cambiadas y la feminista se queda con todo.

Por esto, con las feministas es mejor prac-ticar lo que ese eminente sociólogo ítalo-

venezolano denomina “amor de hotel”. Es más caro, pero usted no perderá la casa y sus coroticos.

cómO quitársElas DE EncimaProbablemente le parezca un tanto extraño este subtítulo, pero es que, literalmente, a las feministas hay que sacárselas de encima. Existe un método infalible. Como integran-tes de un contingente femenino muy socia-ble, a las feministas les gusta realizar veladas con sus amistades. Aproveche una de estas reuniones y, cuando comience la cantade-ra —las fiestas feministas siempre terminan con canciones de Alfredo Zitarrosa y Edith Piaf—, diga que usted quiere recitar un poe-ma que le gusta mucho. Sin esperar a que le digan que empiece mándese con “La leyen-da del horcón”, un poema argentino ultra-machista en donde un gaucho mata a la mu-

jer, la descuartiza y la entierra “en la pata de un horcón” solo porque la encontró con otro.

Otro recurso es agarrar un cuatro y cantar “Juan Charrasqueao”, a lo Pedro Infante. Pero lo que da resultados más seguros es fingir estar muy borracho y provocar con su novia feminista una discusión por cual-quier banalidad y decirle de improviso, in-terrumpiendo una de sus argumentaciones: “¡Mira, chica, mejor es que te calles porque si no, cuando lleguemos a la casa, te voy a dar unos coñazos para que aprendas a res-petarme!”. ¡Horror! Un hombre que le pega a las mujeres en una guarida feminista. Si logra salir vivo de la casa, ya puede consi-derarse el felicísimo exnovio de una Anaís Nin de por estas calles.

Publicado en Letras, mayo de 1991

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Comenzando por el cuadro central se sigue elsentido del laberinto, tomando como inicio de lasiguiente palabra la última sílaba de la anterior

InstruccIones

[email protected] AnDrÉs PALAcIos

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1 Vasija de las norias2 Muy anciano3 Remolino impetuoso de las aguas4 Planta acuática de flor blanca5 Medicamento, medicina6 Caño que recoge aguas sobrantes7 Tronco del cuerpo humano8 Que sobra o que está demás9 Aparato receptor de televisión10 Rizo del cabello11 “Carta de …”, histórico documento del Libertador12 Gremio de los porteadores de mercancías en los puertos13 Araña grande, venenosa14 La llamada Ciudad Santa en Arabia Saudita15 Corteza del canelo16 Dimensión …, agrupación musical venezolana

17 Ciudad del estado Carabobo18 Café aguarapado19 Compuesto de yodo, hidrógeno y carbono20 Obras públicas conmemorativas21 Parte de Italia, antigua Etruria22 De nariz muy grande23 Embarcación de recreo en Venecia, Italia24 Propio o natural del estado Lara25 Parte reproductora 26 Llama violenta y fugaz27 Regalos, obsequios28 Rama tierna29 Aficionada a las golosinas30 Propio o natural de Samaria31 Tiempo que media entre la puesta y la salida del sol32 Estupendo, buenísimo, excelente33 Dícese de la escopeta corta

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25L I B O T A B O L E S O J

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Hay cosas que son tan apremiantes que es mejor dejarlas para luego. ¿Cuántas veces ha terminado de hacer algo programado meses atrás faltando 5 pa’ las 12, en medio de un ataque de nervios? Si usted prefiere que le saquen los dientes uno a uno con cortaúñas antes que resolver una tarea en el tiempo previsto, felicidades, es usted un procrastinador.

1. Cualquier cosa en el mundo es más importante que la que debe terminar para mañana.

2. Si quiere encontrar esos rincones de la casa donde hace falta una limpieza profunda, siéntese a hacer algo.

3. Métase un ratico a ver qué está pasando en las redes sociales, mientras hace un trabajo por la mañana, cuando se pare a tomar agua, serán las 2 am.

4. Atorméntese con eso que tiene que entregar en un plazo definido. Sufra, sufra y sufra, pero no lo transforme en acción.

5. Cerciórese de que todo esté en orden en su sitio de trabajo. Debe empezar por lijar la superficie de esta mesa que tiene una astilla, cambiar el mantel que está sucio y así.

6. Si se levanta con mucho ánimo, pensando que hoy sí terminará todo, no se preocupe, dura poco.

7. Rodéese de lugares cómodos: un sofá mullido, una cama, un puf.

8. Considere al domingo por la noche como el mejor mo-mento del día para comenzar algo.

9. Piense que trabajar en eso pendiente es cosa de propo-nérselo y ya. Reflexiónelo durante meses.

10. No se preocupe, este minimanual fue postergado y sur-gió faltando dos minutos para el cierre de la revista.

por qué la prensa odia más los clap que los propios

bachaqueros

minimanual para procrastinar

tuit de

¿ ¿ImagInarIo

Dijiste que no iba a pasar naDa

si la metíamos con la ropa De color en la lavaDora

@laespergesiaPOR NATHALI GÓMEZ

Ilustración: L. "Razor" Balza

Edición Número Ciento ochenta y cuatro. Año 04. ÉPALE CCS Caracas, 26 de junio de 2016.

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