Coser Vida Atípica de Un Sociólogo

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    De nuestros clsicos

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    La vida atpica de un socilogo*

    A sociologists atypical life

    Lewis Coser

    Traducido por Fernando Cubides Cipagauta**

    Universidad Nacional de Colombia

    Resumen

    Este escrito describe la trayectoria del autor como un recorrido sinuoso desde sus

    orgenes europeos hasta su destino en los Estados Unidos. Enfatizando en los momentosde viraje que llevaron al autor de ser un intelectual radical, antifascista, a convertirse en un

    miembro reconocido de la comunidad norteamericana de socilogos. Pretende mostrar

    las lneas de divergencia, pero tambin las continuidades en su pensamiento y en sus con-

    tribuciones. Este es un ensayo que intenta mostrar hasta qu punto sus presupuestos bsi-

    cos influyeron en los temas y en las orientaciones de su posterior trabajo como socilogo.

    Puede ser ledo, entonces, como una contribucin a la sociologa del conocimiento desde

    un punto de vista autobiogrfico. Delinea las varias etapas de la carrera del autor, e indica

    en qu medida dichas etapas se reflejan en sus escritos, as como en las orientaciones

    generales de su obra. Concluye con una mirada panormica al pasado reciente y al futuroprobable del pensamiento sociolgico norteamericano.

    Palabras clave: funciones, marginalidad, carrera atpica, externos, internos.

    Abstract

    This paper depicts the career of the author as a complicated from European begin-

    nings to American destinations. It emphasizes crucial turning points that finally led the

    author from antifascist radical intellectual to established member of the American socio-

    logical community. It attempts to show lines of divergence but also lines of continuity

    in his thought and contributions. This essay attemps to show the extent to which hisbackground influenced the themes and orientations of his sociological work.

    The paper may be read as a contribution to the sociology of knowledge from the

    autobiographical point of view. It stresses the various stages of authors career and at-

    tempts to show the extent to which these stages are reflected in his writings and general

    orientations. The paper clotes with a birds eye view of the recent past and the probable

    future of American sociological thought.

    Keywords: functions, marginality, atypical career, outsiders, insiders.

    * Tomado deAnnual Review of Sociology (), vol. ,pp. -.

    ** Profesor del Departamento de Sociologa de la Universidad Nacional.

    [email protected]

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    Introduccin

    A lo largo de mi carrera he sido algo as como alguien externo, pro-fesionalmente, pero, a la vez, he tenido la ventaja de participar en la vidainterna del quehacer sociolgico. He estado activamente comprometidocon nuestra disciplina, aunque, en mis ya largos aos como socilogo,

    nunca me he identificado plenamente con ninguno de los enfoques quehan dominado en nuestro campo de saber.

    Los comienzos

    Mis comienzos prefiguraran mi trayectoria subsiguiente. Nac enBerln en y termin la secundaria poco antes de que los nazis tomaranel poder en . Durante mis ltimos aos en Berln, milit activamenteen varios grupos de izquierda, y era un judo. En esas circunstancias, medije, pronto podra caer en las garras de la polica nazi, o en las de las tro-

    pas de asalto (). Por tal razn dej Alemania en los comienzos de para vivir en Pars, mientras mis padres, que no se haban involucrado enpoltica, se quedaban, al igual que muchos miembros del estrato superiorde la comunidad juda, a la espera de lo que consideraban sera el prontocolapso del rgimen de Hitler.

    Durante mis primeros aos en Pars, viv, como muchos de miscondiscpulos y camaradas, en forma muy marginal. Mis padres no es-taban en capacidad de sostenerme fuera de Alemania, mientras que elgobierno francs no permita a los exilados obtener empleos regulares

    en el contrado mercado de trabajo de esos aos de la depresin. Asque trabaj en principio, como vendedor, agente viajero de varios ma-yoristas, y un poco ms tarde, tuve la fortuna y el privilegio de trabajarcomo secretario de un autor y periodista de nacionalidad suiza. Luego,tuve una larga serie de otros empleos, varios de los cuales se han bo-rrado de mi memoria. Slo despus de que el Frente Popular de LenBloom tom el poder en Francia en , pude obtener un trabajo esta-ble, con la filial francesa de una firma americana de inversiones, hasta elcomienzo de la Segunda Guerra Mundial.

    En esos aos iniciales pude estudiar en la Sorbona, pues la matrculaera gratuita, y la asistencia a clase no era obligatoria, si uno se dejaba verde cuando en cuando, y aprobaba los exmenes requeridos. En princi-pio, cuando decid estudiar en la Sorbona, no tena una idea clara de quira a estudiar: despus de coquetear un tanto con la Historia Modernafinalmente me decid por Literatura Comparada, principalmente porquedominaba el francs y el ingls, adems de mi alemn materno. Me sentmuy bien en los primeros semestres, tan bien, que no fue para m unasorpresa que uno de mis profesores, Jean Marie Carr, me preguntara

    si me propona hacer una tesis y cul sera mi tema. Le respond, muyorondo, que no estaba seguro todava, pero que querra trabajar en unacomparacin entre la novela inglesa de la era victoriana, la novelsticaalemana de la misma poca, y la novela francesa de ese mismo perodo.Esboc, entonces, una estrategia de investigacin que pretenda estudiar

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    los varios modos en que la estructura social de cada pas, influenciaralas pautas de evolucin de la novela. El profesor Carr alz sus manosal cielo, horrorizado, exclamando: la estructura social, mi amigo, no esun tema de estudio en literatura comparada, es algo que debe estudiar lasociologa. Tom su consejo y bajo esas circunstancias tan poco usuales

    es que llegu a ser socilogo.La sociologa francesa en los aos de la entre guerra se haba vueltouna empresa algo opaca. En la Sorbona, el campo estaba ocupado por laescuela durkheimiana, y la disciplina era enseada por personas comoPaul Fauconnet, y Clestin Bougl, discpulos directos de Durkheim, queno se haban desviado ni un pice de la pauta durkheimiana. Todava soycapaz de resumir el contenido de ste o aquel captulo, de, digamos, El

    suicidio,cuando me despierto en la mitad de un sueo profundo. No ten-go mayores quejas de ese nfasis durkheimiano, aprend mucho de mis

    profesores y de los varios autores durkheimianos cuya lectura se requera.Pero me daba cuenta ya que haba una serie de autores alemanes, y deotras partes, que sencillamente eran ignorados. Se rumoraba incluso queun brillante y joven socilogo, Raymond Aron, se haba ido a Alemaniaa estudiar a fondo la obra de Max Weber. Y supe tambin que Bouglhaba sido estudiante de Simmel en Berln. Pero Bougl haba optadopor no ensear a Simmel y Aron no era todava miembro de la Facultadde la Sorbona. Podra haber seguido las conferencias de Marcel Maussen el Collge de France, cruzando la calle al pie de la Sorbona, pero no

    me interesaron en particular los aspectos tcnicos de la antropologa, enlos que consista la enseanza de Mauss en esos aos. Y Halbwachs seintegr a la docencia en la Sorbona, justo en los aos en los que tuveque reducir el nmero de horas que le dedicaba a la sociologa, por estarvinculado con la firma norteamericana que ya mencion.

    El nico gran socilogo, distinto a Durkheim, que se discuta porfuera del crculo mgico de los durkheimianos, era Karl Marx. No por-que los profesores de sociologa le prestaran atencin, sino porque habagrupos marxistas de discusin, muy activos, algunos de ellos dirigidos

    por miembros del Partido Comunista, otros, por representantes de otrasagrupaciones y sectas de izquierda. Yo ya estaba familiarizado con co-rrientes del pensamiento marxista cuando estaba en Alemania, y ahorame dediqu con gran asiduidad a estudiar los escritos de Marx. La ad-hesin a Marx me llev a distanciarme de varios de mis profesores, a losque yo por lo dems tenda a ignorar, dado que enseaban sociologaburguesa. Ya en ese vivaz entorno intelectual socialista, nos enzarzba-mos en interminables discusiones con mis amigos franceses y alemanes.Mencionar especialmente a Henry Jacoby, refugiado que haba escapado

    de las prisiones de Hitler, quien lleg a ser mi ms cercano compaero enfaenas intelectuales en Europa, y luego en los Estados Unidos. Nuestraslargas discusiones, a lo largo de varios aos, me abrieron los ojos sobremuchas cosas, y sin ellas me hubiese privado de mucho. l me alej deuna ortodoxia marxista, que habra amenazado con hacer muy rgido

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    mi pensamiento. Despus de todo, cuando llegu en a los EstadosUnidos como refugiado, yo era un marxista no ortodoxo, con una mezclade pensamiento durkheimiano, y algunas vagas dosis de los cientficossociales alemanes e ingleses que haba ledo en los aos treinta.

    La llegada a los Estados UnidosAl llegar a los Estados Unidos, justo al inicio de la intervencin nor-teamericana en la Segunda Guerra Mundial, trabaj para varias agenciasgubernamentales, desde la Oficina de Informacin hasta el Departamen-to de Defensa. Hacia el fin de la guerra, me vi obligado a enfocarme en unplan individual para el futuro. Esperaba ganarme la vida como periodista,una especie de Walter Lipmann de izquierda, pero bien pronto me dicuenta que no haba muchas oportunidades en esa direccin para unrecin llegado a esas lides como yo. Por algn tiempo, junto con mi ami-

    go Travers Clement, editamos una revista izquierdista Modern Review,pero pronto la dej por desacuerdos polticos con quienes la financiaban.Tambin por esa poca, comenc a hacer reseas para peridicos comoThe Nation, The ProgressiveyPartisan Review, pero rpidamente se hizoevidente que no era un modo de ganarse la vida.

    Rose Laub, con quien me cas poco despus de encontrarme, fue lapersona que estudi mi caso en la Asociacin Internacional de Apo-yo, cuando fui candidato a una visa especial como refugiado polticoantifascista. Permtanme anticiparme, y decir aqu que ha sido mi fiel

    compaera por ms de cincuenta aos: y ha sido una parte tan ntimade mi vida intelectual y emocional que es para m imposible distinguirlas que han sido mis ideas de las suyas. La nuestra ha sido una colabo-racin ideal, de mente y sensibilidad comn, que nada podra alterar enmedio de las alegras y las tribulaciones de este medio siglo. Despus dehaber tenido nuestro primer hijo, Rose decidi continuar sus estudios,que haba comenzado en la cole Libre des Hautes tudes, una rama dela New School for Social Research. Y busc el consejo de otros jvenessocialistas de Nueva York, gente como Seymour Martin Lipset y Daniel

    Bell, que le sugirieron que continuara sus estudios en la Universidad deColumbia. A travs de ella conoc entonces al joven Robert King Merton,a quien ella admiraba mucho, y a Robert Lynd, quien no era intelectual-mente estimulante, pero proporcionaba un apoyo muy valioso. Con esosapoyos y estmulos aplic y fue aceptada en la Universidad. Y puesto queyo estaba, como casi siempre, dispuesto a seguir su consejo, decid en ingresar tambin como estudiante graduado a Columbia.

    En la primavera de ese mismo ao, recib una llamada de NathanGlazer, otro miembro de los crculos radicales de Nueva York, pregun-

    tndome si quera conocer a David Riesman. En verdad nunca haba odohablar mucho de l, pero supe de inmediato que era un joven y brillanteabogado, asistente del juez Brandeis, que hasta haca poco haba sidodocente en la Facultad de Leyes de Buffalo. Recientemente, adems,

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    Riesman haba decidido abandonar el Derecho, y hacer una carrera enSociologa, vinculndose en seguida al grupo directivo de la Facultadde Ciencia Social de la Universidad de Chicago. Estaba en Nueva York,reclutando personas que se unieran a ese mismo equipo. Mostr muchointers en ello, y me complaci mucho que despus de un par de horas de

    intensa conversacin con Riesman me preguntara si yo estaba en condi-ciones de ensear en la Universidad de Chicago. Cuando le pregunt qumaterias enseara me dijo: Historia de los Estados Unidos. Casi no po-da creerlo: por qu diablos una universidad del Salvaje Oeste, podracontratar a alguien proveniente de Berln y de Pars para ensear historianorteamericana a quienes yo entonces vea como granjeros y cultivado-res de maz esparcidos en la ancha franja del Medio Oeste (yo no sabapor ejemplo que una alta proporcin de estudiantes de pregrado de laUniversidad de Chicago, de hecho provenan del este y, especficamente,

    de Nueva York). Le agradec a Riesman, pero le dije que no estaba encondiciones de ensear Historia de los Estados Unidos. Para mi mayorsorpresa, una o dos semanas despus de esto, me llam el decano paraasignarme una cita, le dije, sin embargo, que haba declinado la ofertade ensear historia estadounidense. Muy bien, me dijo, simplementeasignaremos un joven socilogo a la seccin de historia, de modo queusted pueda ensear en el campo de la ciencia social o de la sociologa.As fue como llegu de modo accidental a estudiar sociologa en Francia,accidentalmente obtuve mi primera plaza como profesor de sociologa.

    Los comienzos en Sociologa

    Mis aos de Chicago fueron muy excitantes. Mientras que en Franciahaba padecido por lo estrecho del campo de las ciencias sociales en unaUniversidad como la Sorbona, ahora me hallaba expuesto a una ampliavariedad de estmulos intelectuales en una Facultad como la de Chicago.Mis colegas all tenan intereses variados y carreras diferentes. La mayo-ra eran socilogos, pero tambin haba historiadores, e incluso un jovenpoeta. Pero no slo eran variadas las trayectorias de mis colegas, sino que

    tambin las materias que debamos ensear eran muy eclcticas. Poda-mos dar un curso sobre latica protestantede Max Weber oLa divisindel trabajo de Durkheim, pero tambin uno sobre la obra de MagaretMead. Podamos ocuparnos de enfoques histricos, as como de la antro-pologa estructural; sobre elDilemanorteamericano, de Gunnar Myrdal,o elMalestar en la Cultura,de Freud. Y ms gratificante y ms excitantetodava, hacamos reuniones semanales en las que la totalidad de los cole-gas participaba, presentando y sustentando sus enfoques sobre los cursosque dictaran en el siguiente semestre. No estoy seguro de que durante

    mis primeros aos de estudiante me hubiese aprovechado mucho de misclases y de los grupos de discusin de los que hice parte, pero en cambios estoy seguro de lo mucho que aprend durante los dos breves aos queense en Chicago.

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    Sin embargo, dej la Universidad de Chicago despus de dos aosde enseanza, para dedicarme todo un ao al estudio intenso en varias delas ramas de enseanza que ofreca la Universidad de Columbia para es-tudiantes graduados. Por esa poca el Departamento estaba ampliamentedominado aunque no de modo excluyente por un grupo de jvenes

    profesores que se vean a s mismos como la vanguardia del desarrollo dela disciplina, y se reclamaban como pertenecientes a un enfoque del todonovedoso, bajo la etiqueta de estructural-funcionalismo. Robert KingMerton, Bernard Barber y Kingsley Davis haban estudiado con TalcottParsons en Harvard. Otros miembros de la Facultad como Paul Lazarls-feld y Robert Lynd, aun cuando no se definan como estructural-funcio-nalistas, tenan una actitud favorable hacia ese enfoque. Y con estudiantesgraduados como Suzanne Keller y Hanan Selvin, seguimos entonces lospasos de gente como Philip Selznik, Alvin Gouldner, Marty Lipset, Peter

    Blau, Zena Blau, Pete Rossi, Alice Rossi y Rose Laub Coser. No todosellos eran estructural-funcionalistas de manera ortodoxa, pero todos esta-ban marcados por la impronta de Robert Merton y de sus colegas.

    Lo que me atraa fuertemente de Columbia era la sensacin de traba-jar en las fronteras de la sociologa, de estar poniendo los cimientos de loque muy seguramente ira a ser la ms excitante tendencia de las cienciassociales en el futuro. Tras el formalismo de la enseanza de la Sorbona,y de lo que ya me iba pareciendo el excesivo eclecticismo de la Facultadde Chicago, Columbia resultaba ser para m un enfoque ms productivo.

    Y fue as como ese marxista y durkheimiano socilogo de los comien-zos, se vio a s mismo como alguien de la escuela estructural-funcionalista.Aunque yo fuese mayor que la mayora de mis condiscpulos, me sentacomo un joven al que se le ofreciese un cuerno de la abundancia, de cuyaexistencia no haba sabido antes. Y eran por cierto los aos en los quela mayor parte de mis docentes haban alcanzado el punto ms alto desu productividad; aquellos en que se acababan de publicar los brillantesensayos de Merton, en que acababan de salir a la luz textos como HumanSociety de Kingsley Davis, y en los que Parsons se hallaba en el apogeo de

    su poder y de su influencia. Y como he dicho, aunque otros profesores deColumbia no eran propiamente estructural-funcionalistas, tenan haciaese enfoque una mirada receptiva y benevolente. En cuanto a m, estabafeliz respirando la atmsfera que exista en Columbia a fines de los aoscuarenta y comienzos de los cincuenta.

    Y me inclinaba por identificarme con la escuela del estructural-funcionalismo. Aunque tena ms reservas para llegar a adherirme ple-namente al funcionalismo tradicional. En ese sentido, Columbia era unsitio especial, en el que el funcionalismo tradicional de Malinowski y

    Parsons, bajo el liderazgo de Robert K. Merton, se hallaba sometido auna mirada crtica. Y bien pronto me sent de nuevo como un hereje enel mbito de una iglesia. Primero que todo en la obra de Parsons, y en uncierto grado en la de varios de sus estudiantes, uno poda percibir unafuerte desviacin hacia la armona social, las normas, el equilibrio estable

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    y los marcos habituales de la accin social. Y todo ello era muy pocopersuasivo como enfoque para alguien que haba presenciado el ascensodel fascismo en Europa, el arrasamiento que signific la Segunda GuerraMundial, el terror stalinista y la violencia criminal ejercida en la . Elmundo de Hiroshima y Auschwitz difcilmente pareca el mundo del que

    se ocupaban los benevolentes liberales que eran Parsons, y varios de susdiscpulos de la primera y segunda generacin. En dnde estaban en susescritos los horrores de inhumanidad del mundo que yo acaba de vivir?Tal vez por ello, la disertacin que escrib bajo la gua de Merton, que fuepublicada enseguida como mi primer libro con el ttulo Las funcionesdel conflicto socialconstituy un intento de hacer del conflicto social elobjeto de un modo de anlisis funcional. Procur unir la exploracin deun tema que por mucho tiempo haba sido objeto de un tab el con-flicto social con las tensiones propias del anlisis funcional. En otras

    palabras, lo que hice fue tratar de abordar de modo simultneo las causasy consecuencias del conflicto social, y una exploracin de sus funcionesdentro de estructuras tericas e histricas especficas.

    Como he dicho, la disertacin la escrib bajo la orientacin de Mer-ton, y pienso que se pueden hallar huellas de su pensamiento en casi cadauna de sus pginas. Pero tambin tena la profunda influencia del enfoquesociolgico de Georg Simmel. Yo haba ledo algunos de los escritos so-ciolgicos de Simmel durante mi estancia en Pars, y debo confesar queentonces no me impresionaron mucho. La herencia marxista me haba

    hecho un tanto inmune al enfoque formal de Simmel en la sociologa. Peroya en Columbia, al preparar mi disertacin doctoral, volv a leer a Simmely encontr en l a uno de los socilogos ms fascinantes que hubiera co-nocido. Qued tan impresionado por l que de hecho le propuse a Mertonhacer de la obra de Simmel el tema de mi disertacin, pero Merton no meestimul en esa direccin. Pensaba que principiantes como yo deban de-dicarse a temas menos ambiciosos y trabajar en problemas mejor delimi-tados. Desalentado, al regresar a casa luego de una larga conversacin conMerton, me iba preparando mentalmente para abordar un tema muy dife-

    rente, cuando ech una nueva mirada a la Soziologiede Simmel (la mayorade cuyos ensayos no haban sido traducidos al ingls todava). Volv a leerel captulo sobre el conflicto, Der Streit,y sbitamente resolv que bienpodra dedicar la mayor parte de mi disertacin a los aspectos conflictivos,ms que a los aspectos armnicos de la realidad social. No puedo decirque desde ese momento tuviera ya resuelto el problema de la estructura demi disertacin, pero s recuerdo vvidamente estar sentado en mi estudiocuando tuve la intuicin de lo que sera el ncleo de mi disertacin y dellibro que de all saldra. Ambos desde luego con una influencia preponde-

    rante de Merton, y teniendo como eje la obra de Simmel.

    . En espaol, publicada por primera vez por el Fondo de Cultura Econmica,con el ttuloLas funciones del conflicto social.Mxico . ., .

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    Tal vez no sea este el lugar para profundizar en dicho trabajo. Pero sdebo decir que la disertacin y el libro publicado a partir de ella fueron miprimer gran intento de ligar el anlisis funcional y el enfoque simmeliano.

    Otras influencias intelectuales

    La obra de Talcott Parsons tiene un lugar importante en mi desa-rrollo intelectual. Siempre tuve un inmenso respeto por l y no me sim-patizaban aquellos de sus crticos que pretendan presentarlo como unreaccionario, simple servidor de la elite norteamericana del poder. Comopensador social, l era desde luego muy consistente con las ideas del NewDeal, con el tipo de pensamiento social que prevaleci en esa poca. Enmuchas ocasiones sent, en verdad, que dado lo divergente de nuestrospresupuestos e historias personales, tenamos opiniones dismiles, perosiempre tuve un gran respeto por su obra en conjunto, sobre todo por su

    gran libroLa Estructura de la Accin Social. Alguna vez le dije al propioParsons que muchas veces me hall en un campo ideolgico diferente alsuyo, pero que respecto de l y de su obra, yo me hallaba en esa posicinque los britnicos llaman la Leal oposicin de Su Majestad. En otraspalabras, en una oposicin que rehusando varias de las premisas de unconjunto de orientaciones, considera, sin embargo, que hay presupuestoscomunes entre contendores en la arena social y poltica. Parsons sonricuando le dije eso, y me aventuro a pensar que estuvo muy de acuer-do con dicha apreciacin. Alguna vez estuve todo un verano leyendo y

    releyendo exclusivamente La Estructura de la accin social, y nunca lohe lamentado. Caigo en cuenta ahora de que mi primera publicacinacadmica en los Estados Unidos fue una revisin crtica de los Ensayosde Parsons. Y mantengo inalterable mi opinin que Parsons y Mertonson los dos socilogos norteamericanos ms importantes en el siglo . Yslo Erving Gofmann podra equiparrseles.

    An as, percibo una gran distancia entre el modo como Parsons en-foca las ciencias sociales y mi propia manera de abordarlas. Algo de ellotal vez obedezca a lo distinto de los medios de los que provienen nuestras

    races. Parece obvio que quien provenga de un medio muy tranquilo, delhogar del presidente de un College en una pequea ciudad del MedioOeste norteamericano, tienda a tener una visin ideolgica y poltica dis-tinta de su pas y de la estructura social que le es propia de la que puedatener alguien que haya crecido en medio de la turbulenta Repblica deWeimar, y en medio de las tensiones de una cultura que se estaba derrum-bando a ojos vistas. Difcilmente dos personas as pueden tener la mismavisin del mundo, pienso yo. En aos subsiguientes, cuando ense enBrandeis, y viv en un suburbio de Boston, llegu a tratar y a conocer

    relativamente bien a Parsons, aun cuando nunca fui de sus ntimos. Mirespeto por l y por su obra se mantiene inalterado.Trabaj directamente bajo la influencia de Merton y tuve una cerca-

    na y un compaerismo con l, que nunca pude tener con Parsons, claroest. Puede decirse que eso dependi de que estudiara en Columbia y

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    no en Harvard, pero pienso que esa no fue la razn clave. Sino que mesent mucho ms cercano de un profesor que haba crecido en mediode adversidades y tribulaciones hasta cierto punto similares a las mas.Y, sobre todo, lo que me sedujo, esa es la expresin adecuada, fue elestilo intelectual de Merton. Compart con l la idea de que la tarea de

    la sociologa, que se desarrollaba de manera creciente en varios de loscentros intelectuales de los Estados Unidos, debera circunscribirse a lasteoras de rango medio, antes que a perseguir la quimera de una granestructura que resultara inaplicable a la generacin de jvenes socilo-gos que haba venido despus de la primera generacin de socilogosestructural-funcionalistas.

    No dispongo de espacio para referirme a todos los profesores quetuve en Columbia, y que pudieron influenciarme por entonces. Perm-tanme mencionar que estuve muy prximo, ideolgicamente, a C. Wright

    Mills, con quien tuve una gran camaradera, a pesar de que no fui muyinfluenciado por l en cuanto a enfoque sociolgico. El nico profesorque pudo haberme influenciado de manera similar a Merton fue KingsleyDavis, otro joven analista del estructural funcionalismo. Aunque no fuiintelectualmente tan cercano a l como a Merton, pienso que mi deudacon l es considerable.

    Obtuve mi grado en Columbia en , y el libro basado en mi diser-tacin doctoral, The Functions of Social Conflict, sali a la luz dos aosdespus. Puede ser de inters que me refiera aqu al destino que ha tenido

    ese libro. Desde el momento que fue publicado, cont con una buenaacogida. Recuerdo slo una resea negativa, y fue hecha por una personaque se especializaba en reseas malintencionadas. Aun as, en principio,aunque bien recibido, el libro no produjo mucho ruido en los aos cin-cuenta. Segn recuerdo se vendieron entonces unos . ejemplarespor entonces. Pero en los aos sesenta las cosas cambiaron dramtica-mente. El movimiento por los derechos civiles, el movimiento estudiantil,as como mltiples conflictos que emergan y se estaban manifestando,marcaron esos aos y, naturalmente, llevaron a los jvenes y a los activis-

    tas a preguntarse qu poda decir la sociologa acerca de los conflictos;qu del trabajo de los socilogos podra ayudar a hacer comprensible unaescena social que difcilmente pareca comprensible a la luz de las catego-ras del estructural funcionalismo ya clsico, como tambin de cualquieraotro sistema sociolgico. A decir verdad, al respecto Marx y Weber dabanalgunas pistas, pero podran los socilogos contemporneos contribuira su esclarecimiento?

    La obra de C. Wright Mills se lea mucho en esos aos, pero Millshaba muerto en . De hecho haba, o por lo menos as lo pareca,

    para tantos socilogos en formacin como existan entonces, tan slo treslibros que analizaban el conflicto social sin considerarlo una patologasocial o un elemento disfuncional o destructivo. Y eran respectivamente:el libro de Ralf Dahrendorf, Class and Class Conflict in Industrial Society;el de Max Gluckmann, Custom and Conflict in Africa,y mi libro. No supe

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    acerca de cmo se vendieran los otros dos, pero sbitamente mi libro seconvirti en bestseller, y en el libro obligado en los Departamentos deSociologa y afines, aqu y en el exterior. Fue traducido de inmediato asiete idiomas, se convirti en lectura necesaria para estudiantes de post-grado, y pronto lleg a ser el tipo de lectura que todo joven socilogo,

    o aspirante a serlo, debera hacer. Cuento lo anterior, sobre todo parasacar de ello una leccin ms general: el xito de un libro, o la falta de l,no tiene que ver principalmente con su contenido, sino que est amplia-mente determinado por el modo en que encuentre una audiencia y por elmomento en que lo haga.

    Publiqu otro libro sobre la sociologa del conflicto, Continuitiesin the Study of Social Conflict en el que, en parte, me propongo avanzaren aquello de que me ocup en el primero, una dcada despus. Estesegundo libro, aun cuando fue bien recibido, y le fue bien, nunca se

    aproxim a la acogida del primero, y pienso yo que se debi, en parte, aque pretenda ser complemento del primero, y en parte a que la escenasocial haba cambiado hacia lo que podramos considerar normalidad.De cualquier modo, yo mismo ya me estaba sintiendo saturado con elestudio del conflicto. Sent que ya haba tenido mi cuarto de hora y noquera ser conocido como Conflict Coser, como algunos comenzaban allamarme. Me reorient entonces, y fui produciendo varios libros, en laexploracin sociolgica del mundo de las ideas. Mi libro Men of Ideasdiscute la relacin de los intelectuales con varios tipos de referentes

    institucionales, Greedy Institutionses un estudio acerca de institucionesque devoran a sus miembros y, aunque muy bien recibido, no tuvo unimpacto comparable a Functions of Social Conflict, y pienso yo que, engran medida, porque no tena un vnculo directo, explcito, con lo queestaba pasando en la escena social y poltica.

    La poltica y el macartismo

    Ms que describir o referirme a otros libros o escritos mos, o encoautora, quiero cambiar de tercio, y hablar de otro aspecto de mis es-

    critos, que, al menos a primera vista, guarda poca relacin con mi trabajocomo socilogo. Como expliqu antes, llegu a ser un socialista demo-crtico ya en mis aos de adolescencia, y nunca he dejado de serlo deltodo. Conservo buena parte de mi herencia marxista, aunque tal vez hayaperdido ya mucho del optimismo de mis aos juveniles, en los que llegua creer que el advenimiento del reino del socialismo estaba a la vuelta dela esquina. Nunca abandon, eso s, mi conviccin de que un cierto idealsocialista, una forma de utopa social, debe animar nuestra preocupacinacerca del futuro de la humanidad, si es que no queremos ver el mundo

    totalmente regimentado y burocratizado, inmerso en una jaula de hierro.Y sigo creyendo (aun cuando eso sea muy impopular actualmente) queuna sociedad democrtica ms justa e igualitaria debe ser una prioridaden la agenda del pensamiento social contemporneo, pese a todas las evi-dencias recientes en sentido contrario.

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    Siendo ese el caso, tan pronto llegu a los Estados Unidos, me pre-gunt a m mismo de qu forma un socialista podra difundir sus ideas,as slo fuera por canales relativamente opacos. Escrib mltiples ensayosy reseas para publicaciones comoNew Republic,The Nation,PartisanReview,Politics y Commentary que, por cierto, no era para entonces el

    rgano de los neoconservadores. Por entonces Dwight MacDonald, unsoberbio editor y escritor radical que publicaba la revistaPoliticsdurantelos aos de la guerra y por algunos aos ms, me hizo aprender muchasde las destrezas que poseo como escritor. Todos esos escritos parecenmuy distintos de mis escritos sociolgicos, o al menos eso dicen los cr-ticos. Y de buen grado admito que tal vez haya diferencias estilsticas yterminolgicas en la medida en que me dirijo a dos tipos de audiencias.Pero a la vez sostengo que en todos mis escritos hay temas y preocupacio-nes comunes, y que no difieren tanto, en cuanto a que hay en todos ellos

    unos postulados bsicos sobre la escena social, por mucho que puedanaparecer contrastantes a los ojos de un lector casual. Y he ah porqudurante muchos aos pude desempear dos tipos de roles el del soci-logo desinteresado y neutralmente valorativo, y el del comentaristade izquierda radical, sin experimentar ninguna dificultad al combinartales actividades. Pero las cosas cambiaron radical y rpidamente con lallegada del macartismo a la escena pblica.

    En aquellos duros aos la influencia de McCarthy cobij buena partede la vida norteamericana, ya fuera en la academia o en el debate pblico

    en general. En la academia en particular, la ola macartista de persecucina los rojos o a lo que se les pareciera, llev a que muchos acadmi-cos perdieran su puesto, pero lo que result ms impactante y grave, esque llev a muchos ms a silenciarse o a adoptar un lenguaje de fbula,artificioso y pseudometafrico con el fin de escapar a los ataques ma-cartistas. Para decirlo con otras palabras, el impacto de la censura queejercieron los demagogos y las autoridades polticas finalmente no caustanto dao a la libertad intelectual como la autocensura que practicaronlos pusilnimes. Tal como estaban las cosas por aquella poca, as como

    muchos de mis amigos, encontr ms y ms dificultades para escribir so-bre los temas controversiales, ya fuera para publicaciones liberales o decentro-izquierda.

    Dissent

    Una tarde, sentado en uno de los salones de profesores de la Univer-sidad de Brandeis donde ambos ensebamos, mi amigo Irving Howey yo comentbamos lo insatisfechos que estbamos con el mal giro quetomaban las cosas. Uno de los dos lanz la idea de que si las actuales

    publicaciones no publicaban nuestras contribuciones tal vez podamosfundar nuestra propia revista. Al rato se me ocurri sugerir Dissent(Di-senso) como el ttulo para nuestra nueva aventura.

    Y resolvimos llamar a un amplio nmero de amigos y conocidospara saber hasta qu punto podran apoyar una revista as, ya fuera con

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    dinero, o con ideas y artculos u otras contribuciones. Para sorpresanuestra algo as como cincuenta personas se reunieron en Nueva Yorkpara apoyar ese propsito y nos animaron a seguir adelante. As que elprimer nmero de nuestra revista sali en . Al comenzar, Howe yyo pensbamos que la revista estaba destinada a tener una vida corta,

    de uno a tres aos como mucho. Y de nuevo para nuestra sorpresa, hacontinuado siendo publicada, sumando ya ms de cuarenta aos. Comorevista se ha beneficiado con las contribuciones de muchos socilogos,pero no es una publicacin sociolgica.

    Y sent por esos aos que mientras era deseable separar los escritosen ciencias sociales, de los de opinin, no haba razn para que una mis-ma persona no pudiera desempear ambos roles, y desempearlos bien.Por lo menos en lo que a m respecta, lo he intentado siempre. Ha habidoocasiones desde luego, en las que el socilogo entra en conflicto con el

    socialista, pero a lo largo de mi trayectoria han sido en verdad muy pocos.De lejosDissentse ha convertido en un vocero muy respetado de laizquierda, y me siento orgulloso de decir que he entrevistado a muchoscientficos sociales, de muchas orientaciones, que me dicen que esa mez-cla de radicalismo de izquierda y de ciencia social es una combinacinmuy slida. Con todo, y por todo, Dissentha continuado siendo param fuente de alegras y de satisfacciones. Mi amistad con Irving Howe, ynuestra estrecha colaboracin en la revista que fundamos, ha represen-tado para m mucho de lo mejor que pueda sentir y pensar acerca de los

    Estados Unidos. Y hoy por hoy miro con igual complacencia las amarillaspginas deDissenty, digamos, laAmerican Journal of Sociology, las cua-les, ambas, tienen contribuciones mas.

    Dissentpublica . ejemplares de cada nmero y es cuatrimestral.Es desde, luego, una publicacin de circulacin reducida si se la comparacon las publicaciones masivas, pero sin duda tiene muchos ms lectoresen bibliotecas y centros de documentacin. En los ltimos aos no heescrito enDissentcon la frecuencia que lo haca antes. En parte porqueya no voy tanto a Nueva York, en donde se hallan Irving Howe, Michael

    Walter y los jvenes editores que se han ido integrando al equipo, perotambin porque pienso que a estas alturas mis escritos para las audienciassociolgicas tienen un impacto ms amplio que mis artculos polticos.Pero el que haya descendido mi produccin paraDissentno significa quehaya disminuido mi inters en ella.

    Una visin panormica

    Durante los ltimos cuarenta aos, ms o menos, he sido muy activoen la comunidad sociolgica norteamericana. He sido presidente de la

    Eastern Sociological Association, de laAmerican Sociological Association,y, por ms de diez aos, miembro del Comit Ejecutivo, as como delConsejo, de laAmerican Sociological Association. Tambin he sido miem-bro activo y presidente de la Society for the Study of Social Problems. Estecmulo de cargos electivos y honorficos, tal vez se deba al hecho de que

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    nunca he estado encuadrado estrictamente en ninguna escuela, y por asdecirlo me he sustrado a ese tipo de contiendas.

    Las razones para la acelerada declinacin del ascendiente que tuvola tendencia funcionalista en los aos sesenta, y un poco ms, no ha sidodilucidada todava. Pero una de las razones fcilmente admitidas por

    jvenes neofuncionalistas como Jeffrey Alexander ha sido la falla de Par-sons y sus discpulos en abarcar, y llevar a un nivel terico, la importanciacentral del conflicto en los asuntos humanos. Siendo ese el caso, me aho-rr muchas de las flechas envenenadas que le dirigieron sus crticos alfuncionalismo en general por haber subvalorado el conflicto social. Anas, ocasionalmente se me ataca por haber escrito un libro acerca de lasfuncionesdel conflicto social. Pero, en general, obtengo cierta medida degracia pues ese mismo libro es acerca de las funciones del conflicto social.

    Como saben los lectores de estas pginas, los ltimos veinte aos,

    ms o menos, han sido especialmente turbulentos, se han caracterizadopor muchas tensiones y disensiones en las filas de los socilogos norte-americanos: el dominio del estructural funcionalismo hace rato lleg a sufin. Pero sin que ninguna otra tendencia terica lo haya reemplazado, detal modo que podemos comparar la situacin de la sociologa norteame-ricana como la de una Torre de Babel. Nos encontramos con que haygran cantidad de tendencias dentro de la disciplina y que muchos de losvoceros representativos de algunas de ellas son incapaces de entenderseentre s, o entender el lenguaje en el que hablan sus oponentes. Dado el

    grado de incomprensin de que hacen gala muchos de los tericos a lahora de entender o evaluar aquello que hacen sus antagonistas, buenaparte de lo que ahora pasa como discurso terico, a mi juicio est expre-sado en un lenguaje a tal punto esotrico que slo puede ser entendidopor los miembros de la secta. Y resulta por lo tanto intil quejarse acercade lo sectario de muchas de las tendencias, cuando nuestros propios pro-ductos intelectuales tienen un carcter sectario a los ojos de varios denuestros antagonistas.

    Lo que se necesita hoy por hoy, entonces, no slo es un alto grado de

    tolerancia hacia el eclecticismo que impera en las discusiones de la socio-loga, sino, sobre todo, para emplear una expresin de Robert Merton, uneclecticismo disciplinado. A mi juicio, es claro que estamos atravesandouna crisis en la sociologa norteamericana. Y nos sentimos tan insegurospara avizorar un futuro, que, por primera vez desde los tiempos de Her-bert Spencer o de Auguste Comte, estamos dispuestos a aceptar de buengrado que el producto forneo es mejor que lo hecho en casa. Con todo,y habida cuenta de mis presupuestos bsicos que he querido delinear an-tes, me alegra que la Era de la Teorizacin Nativa haya quedado atrs, y

    que ahora estemos dispuestos a aprender de Jrgen Habermas, AnthonyGiddens, Pierre Bourdieu y varios ms, si bien no hasta el punto de caeren esa especie de esnobismo que consiste en postular que todo lo queviene de fuera es necesariamente superior a lo que se produzca aqu.

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    Hace algunos aos escrib un libro titulado Refugee Scholars inAmericaen el que intent sopesar las contribuciones de los inmigrantesy refugiados a las varias disciplinas acadmicas norteamericanas. Llegua la conclusin de que tales aportes variaban mucho de una disciplina aotra, pero que haban tenido un inmenso impacto en el conjunto de la

    vida cultural norteamericana. No sera descabellado comparar la noto-ria influencia actual de autores extranjeros con el impacto que tuvieronrefugiados e inmigrantes en las dcadas de los treinta y los cuarenta. Enambos casos, los pensadores europeos han ejercido una influencia consi-derable en varias de las ramas de las ciencias sociales, pero sus contribu-ciones llegan a ser duraderas slo si se asimilan y llegan a hacer parte deltrabajo autctono.

    Creo que merece un comentario especial, el ascendiente que ha teni-do el pensamiento marxista en los Estados Unidos. Cuando uno piensa

    en un pasado no muy lejano en el que el marxismo era todava un tab encasi toda la sociologa norteamericana, no puede menos que complacerseal ver en qu manera el marxismo no slo se ha infiltrado, sino que ha sidoabsorbido por el pensamiento social norteamericano. Hemos ganadomucho al abandonar aquella nefasta actitud de no querer saber nada delmarxismo, y del tiempo en el que el marxismo lleg a ser perseguido. Yhemos presenciado en los ltimos veinte aos un verdadero florecimientodel marxismo, que en verdad tiene mucho de sorprendente. Aunque hayalgo curioso en ese renacimiento del marxismo en los Estados Unidos.

    Mientras que las enseanzas de Marx postulan el vnculo indisolubleentre el pensamiento y la accin, el tipo de marxismo que predomina enla vida universitaria norteamericana es en verdad muy acadmico. Aslos escritos de los jvenes marxistas norteamericanos pretenden inser-tarse en la vida acadmica ms que producir efectos en la propia accinsocial. En muchos casos, a mi juicio, dichos marxistas en busca de unaposicin acadmica, de un cargo, son personas muy inautnticas. La ideamarxista, clave, de una conciencia falsa, tiene pues una aplicacin en unmedio cultural, la vida acadmica norteamericana, que ni el propio Marx

    seguramente hubiese soado.Y tal pareciera, que mucho, no todo, de la investigacin hecha porjvenes marxistas en los Estados Unidos, se ubica en el olvidado campode la sociologa histrica. Adicionalmente, una cifra importante de enfo-ques histricos en la sociologa contempornea se ha hecho a la luz deMax Weber. Todo ello es un desarrollo positivo. La suspicacia mutua y laincomprensin, que durante mucho tiempo afectaron el intercambio entrehistoria y sociologa, son un asunto del pasado. Los historiadores ahoraleen y discuten, e incorporan en sus investigaciones, el trabajo de soci-

    logos como Immanuel Wallerstein, Theda Skocpol y Barrington Moore.

    El estatus de la teora en Sociologa

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    Permtanme adelantar unas cuantas ideas acerca del eterno debateacerca delstatusdel pensamiento terico en nuestra disciplina. Con de-masiada frecuencia en el pasado, la teora y la investigacin emprica hanido cada una por su lado en el quehacer de la sociologa. Los investigado-res empricos suelen, de modo ritual, como si fuera un gesto de cortesa,

    citar algunas proposiciones tericas en sus pargrafos iniciales, para luegodesarrollar con mayor desenvoltura todos sus referentes empricos hastael detalle, sin volver a mencionar las proposiciones tericas. Y, por otrolado, muchos tericos tienden a mirar las proposiciones tericas como situviesen valor en s mismas y, por lo tanto, no se sienten impelidos a vali-darlas en la investigacin, en lo que a mi juicio debe ser la dinmica entreteora e investigacin. Creo que ambas posturas son perniciosas y van endetrimento del desarrollo futuro de la disciplina. Debo enfatizar aqu, entono de sermn si quieren ustedes, que lo que considero saludable para la

    disciplina es una relacin constante, recproca, entre teora e investigacin.Cuando usted tiene un dao en su cocina o en su cuarto de bao,que no puede arreglar por s mismo, llama, claro, a un plomero. Cuandollega, suele traer consigo un conjunto muy variado de herramientas, queespera le sirvan para arreglar el dao. Por qu procede as, si al cabotermina usando apenas una o dos? Si le pregunta, lo ms probable es quele responda que tena que hacerlo, pues de antemano no poda saber enqu consista la avera. Lleva consigo, entonces, un conjunto tan variadode herramientas porque en principio ignora el carcter de su problema. Y

    una vez que lo identifica, sabe escoger las herramientas apropiadas.Pienso entonces que el socilogo debe manejar los problemas de larelacin entre teora e investigacin aproximadamente de la misma ma-nera que el plomero. Puede hallarse en tal o cual ocasin condiciones deser capaz de desarrollar una herramienta terica, sin preocuparse del mo-mento de su aplicacin; pero a largo plazo tal herramienta tiene valor slosi es aplicada en el proceso mismo de investigacin. Esta dialctica entreherramientas y problemas de investigacin es, o debera ser, la esencia delquehacer del socilogo.

    Un ejemplo ms se podra hallar en el conjunto de las contribucionesde mile Durkheim. Uno debe reconocer que si slo hubiese escritoLasreglas del mtodo sociolgicono ocupara ningn lugar importante entrenuestros clsicos. Y lo ocupa en gran medida, pues nos mostr los usosy aplicaciones de su trabajo terico y metodolgico en contribucionescomo El suicidioy Las formas elementales de la vida religiosa, y es porello que seguimos considerndolo uno de los ms importantes de nues-tros clsicos.

    Y aun cuando fueron publicados ya hace mucho, los ensayos de Mer-

    ton acerca de la relacin entre teora e investigacin parecen tan pertinen-tes hoy como en el pasado. Lo que Merton sostiene al respecto, y en partecontra las posiciones de Parsons, es que nuestra mayor preocupacin ha

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    de ser desarrollar teoras adecuadas a un campo delimitado de fenme-nos, y que una tarea as resulta pospuesta si centramos la atencin en lagran teora. Lo que tena en mente, desde luego, era que teoras generalesy omnicomprensivas se hallaban tan alejadas de un campo concreto deinvestigacin, que, por ende, no haba maneras de aplicarlas en las tareas

    relativamente delimitadas del momento. Sostena entonces que la rela-cin entre teora e investigacin no poda ser vista como una relacin enuna direccin nica. No basta pues con aplicar una teora general a unainvestigacin particular, tiene que admitirse que las aplicaciones inicialesde la teora a un momento de la investigacin llevan a volver atrs parareformular ms adecuadamente el problema particular que tenemos entremanos. En otras palabras, la relacin entre teora y la cuestin a ser expli-cada nunca es una relacin en una sola va, sino que siempre envuelve unainteraccin dialctica entre el objeto que est siendo investigado y uno o

    ms enfoques tericos.

    Conclusin

    Comparados con los buenos aos de las dcadas de los cuarenta ylos cincuenta, la sociologa norteamericana pasa actualmente por unaserie de aos que conforman todo un perodo de vacas flacas, pero nose necesita ser un devoto de la dialctica para predecir que tarde o tem-prano volvern los aos de vacas gordas. No tenemos manera de saberexactamente cundo vendrn; pero en cuanto a m, estoy seguro de que

    estaremos de nuevo en una etapa del quehacer sociolgico en el que lasaltas esperanzas de hace varias dcadas retornarn. Difcilmente puedepredecir uno el futuro de la sociologa con alguna precisin, pero sexpresar la conviccin de que la ciencia social sin la sociologa vendrasiendo un campo muy disminuido del esfuerzo humano.