Cp06 la agresión de la otan y el nuevo intervencionismo. isabel monal

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6 La agresión

de la Otan

y el nuevo

intervencionismo

Isabel Monal*

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* Profesora del Departamento de Filosofía, Universidad de La Habana, Cuba

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Isabel MonalLa agresión de la Otan y el nuevo intervencionismo

[ 107 ]A tres años de distancia de los bombardeos de la Organización del Tra-tado del Atlántico Norte, Otan, a Yugoslavia y Kosovo resulta no sólo sanosino hasta cierto punto imprescindible que las izquierdas, y los marxistas enparticular, continuemos e insistamos en el análisis y comprensión del verda-dero significado de la agresión no autorizada de la Otan, porque este he-cho, contrariamente a lo que algunos puedan imaginar, no constituye el finde un proceso sino que inaugura un acontecimiento (junto con la Guerra delGolfo y la intervención en Somalia) que sienta las bases y abre una nuevaépoca y estilo de agresiones hegemónicas imperialistas. Las fuerzas de iz-quierda y progresistas del mundo no pueden ignorar todas las gravesimplicaciones del hecho que se proyecta claramente como una línea estra-tégica del imperio, al menos para el futuro inmediato y también con pro-yecciones estratégicas de más largo alcance. Y todo ello obviamente nosobliga a tener en cuenta el verdadero significado de la nueva línea estable-cida, y que la táctica y la estrategia de lucha revolucionaria no puede igno-rar. Es, pues, imprescindible mantener vivos nuestros análisis como uno delos elementos para comprender que, si bien la agresión y la intervenciónmilitar es un hecho de larga historia y consustancial al imperialismo mis-mo, nos enfrentamos ahora a un fenómeno que presenta a su vez nuevose inéditos rasgos y circunstancias. Y no sólo las fuerzas de izquierda estánllamadas en esta cruzada, sino que los estados más pequeños y débilesdeben con razón inquietarse del peligro y nefasto augurio que este prece-dente agresivo de la Otan acaba de instaurar con arrogancia y, sobre todo,con absoluta impunidad.

Precisamente porque no tenemos derecho a la ingenuidad ni a la ig-norancia, el verdadero significado de las manipulaciones políticas ymediáticas de la Otan y de su agresión despiertan un justificado temor sobrelas perspectivas futuras que la decisión de la Otan de actuar por fuera delmarco de las Naciones Unidas concita. Lo que ha ocurrido, unido a los an-tecedentes de Irak y Somalia (este último aunque fracasó no dejó, sinembargo, de ser un intento dentro de la misma estrategia) abre una nue-va etapa del proceso (neocolonial) imperialista –nunca realmente dete-nido– en las nuevas condiciones del desplome de la URSS y de lamundialización capitalista neoliberal. El nuevo mundo unipolar, con suúnico y autoproclamado gendarme internacional, avanza, cada vez conmenos trabas, en la expansión e incremento de su control y poder, arras-trando tras de sí a sus aliados europeos.

Existe, claro está, una relación entre las nuevas configuracionesintervencionistas y los cambios que se han producido en el imperialismo. Losespecialistas se refieren a esta última situación con una terminología diversa,

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[ 108 ] ya sea “nuevo imperialismo” (Ellen Meiksins Wood)1 o nueva fase del impe-rialismo (Jonhnstone)2, pero lo fundamental, para el tema que nos ocupa, esel reconocimiento de que algún cambio significativo se ha producido que haceque el imperialismo, sin que haya modificado su naturaleza esencial, hayasufrido algunos cambios cualitativos importantes con la internacionalizacióndel capital y las formas múltiples de mundialización de ese capital que le acom-pañan, y con las cuales se imbrican de manera más o menos estrecha.

Ya no se trata para el imperialismo de un control militar o colonial di-recto sino, sobre todo, del control y manipulación de los mercados; el interésno se orienta a controlar directamente territorios particulares o específicos sinoa controlar la economía mundial y los mercados globales. Necesita, más quenunca, liberarse de las trabas que le impiden ejercer sus designios sin fronte-ras y a escala planetaria. El uso de la fuerza sigue siendo tan central como antes,pero, en las nuevas circunstancias, ello demanda mayor flexibilidad y que sepuedan llevar a cabo lo más rápidamente posible y sin impedimentos por partede las formas complementarias de la globalización económica (esto es, lainternacionalización del capital), las cuales la promueven y sostienen, y sin lascuales esta mundialización económica no puede continuar su ampliación ycrecimiento. Las mundializaciones múltiples incluyen las figuras políticas, esen-ciales a todo el proceso. Y para el caso de la expansión y reforzamiento impe-rialista resultan necesarias, se entiende, por las exigencias de la propianaturaleza del capitalismo y el imperialismo a expandirse internacionalmente.

La intervención militar en Kosovo buscaba y logró diversos objetivos,como es apenas evidente. Pero hay que destacar entre estos objetivos, por susignificado estratégico más amplio y de largo alcance, aquéllos que derivanen el afianzamiento de la hegemonía de los Estados Unidos y de sus intere-ses, y en el designio de convertir una institución militar como la Otan en uninstrumento de la política imperial en las nuevas circunstancias, donde, ade-más, siguiendo una línea ya ensayada, aparece actuando de conjunto con otrospaíses y no solo. Es decir, se reclama el derecho de esta organización (alianza)militar a intervenir en prácticamente cualquier latitud del planeta, interna-cionalizando con ello el derecho a la intervención sin necesidad de sometersea la previa aprobación o aval de las Naciones Unidas, o más específicamentede su Consejo de Seguridad. Éstas, dicho sea de paso, debían quedar margi-nadas porque, a diferencia del inicio de la Guerra del Golfo, se habían con-vertido en un obstáculo para el designio intervencionista que busca implantarel nuevo orden internacional del nuevo imperialismo.

Se trataba, asimismo, de instaurar a la Otan como agente privilegia-do del nuevo intervencionismo y de erigirla en gendarme internacional, estoes, el derecho que se arrogan los miembros de la Otan de utilizarla según

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[ 109 ]los intereses predominantes de los Estados Unidos y sus aliados. La crítica yel rechazo de esta autoproclamada misión y la búsqueda de la conforma-ción de un orden internacional multipolar no debe, sin embargo, concitarconfusiones ni tergiversaciones. No se trata en lo absoluto de agregar alactual gendarme otro más (aunque éste sea de menor categoría, tal y comoserían los europeos), como algún dirigente político de la izquierda francesadio a entender durante los ataques de la Otan; la cuestión no es evitar quehaya un solo gendarme, sino, precisamente, que no haya ninguno. Y me-nos aún que los gendarmes actúen en contubernio. El equilibrio que se ne-cesita, y que incluye obviamente a Europa, no es el de convertir a Europaen otro gendarme. No es cuestión de amenazar y avasallar con un segun-do gendarme. El mundo justo de que tan necesitado está el planeta nopuede ser instaurado sobre la base de las imposiciones y agresiones de losmás fuertes sobre los pobres y los débiles. Porque de eso se trata: de eri-gir en derecho el que ciertos poderosos, cuando convenga a sus intereses,puedan ejercer la función de gendarme. Ningún nuevo derecho interna-cional intervencionista podrá ser implantado en lugar del “viejo” –y supues-tamente obsoleto–, sobre la base de la ignorancia y el avasallamiento delderecho de los pueblos, y en primer lugar del derecho a la autodetermina-ción. Pero todo intervencionismo busca legitimarse, y el de nuevo tipo noes una excepción. Además, la necesita para convencer a la opinión públicade los propios países intervencionistas.

La legitimización de la colonización, intervención y avasallamiento tie-ne añejos antecedentes y raíces. Para la estudiosa de la historia de las ideasque soy, es bien conocido el tipo de argumentos que pretendidamente sus-tenta el propugnado “derecho a la intervención”. El colonialismo modernodesde el siglo XVI desarrolló un amplio y enjundioso conjunto de fundamen-tos a la acción colonialista convenientemente estructurados en torno a un ar-senal de valores positivos como el “progreso” y la “civilización”. Desdeentonces el derecho de conquista y colonización ha estado casi siempre sus-tentado en las supuestas deficiencias e inferioridades de los avasallados y enla búsqueda de objetivos nobles y de progreso por parte de los victimarios. Alo largo del siglo XX las intervenciones del imperio en América Latina estabanavaladas por la supuesta lucha en favor de la libertad, y se fraguó la fórmulamágica mediante la cual en nombre de la libertad se liquidaba la democraciay se impedía la justicia. Por supuesto, las sangrientas tiranías promovidas o

1 Véase Maîtres du monde? Ou les dessous de la guerre desBalkans. Les Temps des Creises, Pantin, 1999.

2 Ibid.

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[ 110 ] apoyadas por los Estados Unidos en América Latina siempre actuaban en nom-bre de esos valores legitimadores del imperio.

Ahora, la nueva doctrina intervencionista moderniza y actualiza los ar-gumentos. La democracia, los derechos humanos, las razones humanitarias,etc., vienen a llenar las nuevas exigencias movilizadoras y de legitimización.Algunos no se esconden para reclamar el derecho de imponer los valores deOccidente: ambigua y peligrosa arma de dominio que tiene, no obstante, elmérito de en dejar claro que el derecho de imponer valores sólo le correspon-de a un continente y a una cultura. Para los que pertenecemos a ese otromundo de los pequeños, pobres y subdesarrollados, el que estas ideas y otrassimilares puedan expresarse con entera tranquilidad sin que –salvo excepcio-nes– susciten escándalo es un índice más, entre otros muchos, de cómo lasmentalidades están siendo manipuladas en favor de las (nuevas y viejas) ideo-logías imperialistas y neocolonialistas.

Pero la argumentación legitimadora del nuevo tipo de intervencionismoha desembocado en una situación hasta cierto punto inédita y muy peligrosaen diversos sentidos. Los paladines del derecho a la intervención y la soberaníalimitada han fundado en Kosovo la llamada “guerra ética” en su cruzadahegemónica planetaria. Un moralismo universalizado y abstracto adormece lasalmas nobles puesto que realizan “guerras justas” de intervención imperial.Jospin dijo que “era un combate por la civilización”, y Blair, el máximo sacer-dote de la “guerra ética” nos quiere convencer de que “el Bien ha triunfadosobre el Mal, la justicia sobre la barbarie y (que) los valores de la civilización (tam-bién) han triunfado”. Estamos, pues, ante una legitimidad que se pretende deacero, de un orden superior (superior a la política), sustentado por un casi im-perativo ético kantiano que moviliza y tranquiliza al “alma bella” de la que nosprevenía Hegel. Es una cruzada del Bien al servicio de la mundialización neoliberaly su necesidad concomitante de ejercer la hegemonía planetaria. Se buscó, y selogró en gran medida, diluir y hacer desvanecer la política en la moral secular. Ycon ello, de paso, se entronizaba una versión moralista y moralizante de las re-laciones internacionales. Sin duda, el nuevo orden imperialista necesitaba parael logro de sus designios este desvanecimiento de la política en favor delmoralismo universalista. Havel, por su parte, la llamó “guerra humanitaria”: lahipócrita “alma bella” sigue guiando los pasos del desastre de la historia real. Ypuesto que los fundamentos universalistas todo lo justifican, la “guerra justa yhumanitaria” de un “eticismo sin apelación” se hermana de manera natural –tanto en la práctica como conceptual y teóricamente– con el intervencionismosin fronteras del “humanitarismo (imperialista) sin fronteras”.

Y la nueva estrategia de la Otan está encaminada a servir de instrumentoprivilegiado de implantación de este nuevo intervencionismo sin fronteras y

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[ 111 ]sin limitaciones. Es necesario develar otra diferencia de la mayor importanciaentre este intervencionismo y el que hemos sufrido a lo largo del siglo XX. Hastaahora se legitimaba la violación por parte de los poderosos de los principiosdel derecho a la autodeterminación de los pueblos, la soberanía y la igualdadentre los estados; lo que ahora se busca y se trata de implantar es legitimar laliquidación oficial (por obsoleta) y a nivel planetario de esos principios, y le-gitimar de manera permanente y no puntual (como en el caso de la violación)el derecho a la acción intervencionista imperial por parte de un puñado deestados poderosos encargados de ser los guardianes y de ejecutar designiossuperiores.

Por el momento parecen ser tres los ejes propuestos del nuevo dere-cho a la intervención ilimitada y sin fronteras: las llamadas intervencioneshumanitarias, las amenazas globales (droga, terrorismo, posesión de armasde destrucción masiva, violaciones masivas de los derechos humanos) y laantes mencionada defensa de los valores occidentales. Todo esto, claro está,presentado fuera de la política y bien anclado en los principios morales delalma bella.

Tan fuerte es el nuevo designio que algunos (representantes oficiales deestados poderosos) y otros lo han proclamado abiertamente en las Naciones Unidasy han demandado la liquidación, por anacrónica, de la actual Carta en vigor.

Tristemente iluminadora ha sido también la cumbre de Europa y Amé-rica Latina que se reunió después de los bombardeos de la Otan a Kosovo. Enella, de manera constante y unánime se estuvo oponiendo Europa a que seincluyeran en la declaración final unas líneas que reafirmaban precisamentelos principios de autodeterminación, soberanía e igualdad entre los estados asícomo la Carta de las Naciones Unidas. Fue necesaria la firme resistencia deLatinoamérica (en particular de algunos países como Cuba) para que los eu-ropeos finalmente accedieran.

Claro que no se ignora que el largo proceso de pérdidas fragmentadasy continuas de soberanía de los estados-naciones ya está en marcha, pero esemovimiento, impulsado por las realidades económicas y políticas, y volunta-rio, al tenor del ritmo de la propia evolución histórica, no es el de la imposi-ción imperial y neocolonial. En el caso de esta cumbre obviamente los europeosno querían atarse las manos en un compromiso que al parecer no sólo a Esta-dos Unidos incomoda.

Una pregunta esencial no puede dejar de plantearse: después de Yugos-lavia, ¿quién será la próxima víctima? La historia nunca perdonaría a las fuer-zas de la independencia y a los revolucionarios latinoamericanos si no viéramoscon claridad que un gran peligro acecha a Colombia con la puesta en marchadel llamado Plan Colombia.

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[ 112 ] La historia también enseña hasta la saciedad que los designios del im-perialismo logran imponerse en la medida en que las fuerzas revolucionariasy de oposición al mismo son débiles o no logran estructurar una adecuadaresistencia y estrategia de lucha. Podemos actuar, y es nuestro deber actuar.El nuevo designio imperial sólo podrá implantarse plenamente si no se luchaasimismo a nivel planetario, y si no se saben aprovechar las contradiccionesreales que el propio sistema lleva en su seno para desencadenar con inteligenciay energía la lucha de los pueblos por su plena emancipación.