CRECER EN LA RELACIÓN CON DIOS

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CRECER EN LA RELACIÓN CON DIOS CINCO ETAPAS EN EL CAMINO DE LA VIDA CRISTIANA Por: Licia Pereira de Oliveira

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CRECER EN LA

RELACIÓN CON DIOSCINCO ETAPAS EN EL CAMINO DE LA VIDA CRISTIANA

Por: Licia Pereira de Oliveira

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NUESTRARUTA

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PRESENTACIÓN

PRIMERA ETAPA:Percepción del toque de Dios

07 SEGUNDA ETAPA:Acoger el toque de Dios

10 TERCERA ETAPA:Reconciliación y Transformación

13 CUARTA ETAPA:Cultivar un estilo de vida reconciliado

15 QUINTA ETAPA:Vivir teologalmente: vivir en la fe, en la esperanza y en la caridad

18 PROFUNDIZANDO:Teología de la Vida Cristiana

PRESENTACIÓN

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PRESENTACIÓN

Mi nombre es Lícia Pereira de Oliveira, soy brasileña, laica consagrada de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación (FMR). Soy licenciada en Teología Dogmática por la Pontificia Facultad de la Italia Meridional (Nápoles) y Doctora en Teología Espiritual por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.

He dedicado 21 años de mi vida a la enseñanza de las ciencias teológicas y he desarrollado este servicio en Medellín (Colombia); Lima (Perú) y Salerno (Italia) y ahora sirvo como miembro del cuerpo docente del Instituto de Filosofía y Teología del Seminario Diocesano de la Arquidiócesis de Niterói, Rio de Janeiro (Brasil). Aún en el ámbito académico, pertenezco a

¡HOLA!

un grupo de estudio de Teología Espiritual conformado por doctores y doctorandos de la Universidad Gregoriana.

En el campo pastoral, he creado, en el 2002, los Talleres de Reconciliación, realizados en Colombia, Perú y Estados Unidos. Los talleres siguen activos en la ciudad de Medellín. Últimamente, me he dedicado más a la dirección de grupos de oración y a la consejería espiritual.

En mi experiencia personal y apostólica, he ido confirmando queel cultivo de una relación cada vez más profunda e íntima con Dios, que es

Padre, Hijo y Espíritu Santo, es la esencia de la vida cristiana. Si estamos unidos a Dios, todo en la vida adquiere sentido, hasta aquellas cosas que, a los ojos del mundo, carecen de sentido.

Por eso, quiero presentarles algunas reflexiones sobre lo que he identificado como momentos de nuestra vida con Dios y de alguna forma ofrecer un modesto aporte que les ayude a avivar el deseo de la unión con Él.

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PRESENTACIÓN

Mi nombre es Lícia Pereira de Oliveira, soy brasileña, laica consagrada de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación (FMR). Soy licenciada en Teología Dogmática por la Pontificia Facultad de la Italia Meridional (Nápoles) y Doctora en Teología Espiritual por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.

He dedicado 21 años de mi vida a la enseñanza de las ciencias teológicas y he desarrollado este servicio en Medellín (Colombia); Lima (Perú) y Salerno (Italia) y ahora sirvo como miembro del cuerpo docente del Instituto de Filosofía y Teología del Seminario Diocesano de la Arquidiócesis de Niterói, Rio de Janeiro (Brasil). Aún en el ámbito académico, pertenezco a

un grupo de estudio de Teología Espiritual conformado por doctores y doctorandos de la Universidad Gregoriana.

En el campo pastoral, he creado, en el 2002, los Talleres de Reconciliación, realizados en Colombia, Perú y Estados Unidos. Los talleres siguen activos en la ciudad de Medellín. Últimamente, me he dedicado más a la dirección de grupos de oración y a la consejería espiritual.

En mi experiencia personal y apostólica, he ido confirmando queel cultivo de una relación cada vez más profunda e íntima con Dios, que es

Padre, Hijo y Espíritu Santo, es la esencia de la vida cristiana. Si estamos unidos a Dios, todo en la vida adquiere sentido, hasta aquellas cosas que, a los ojos del mundo, carecen de sentido.

Por eso, quiero presentarles algunas reflexiones sobre lo que he identificado como momentos de nuestra vida con Dios y de alguna forma ofrecer un modesto aporte que les ayude a avivar el deseo de la unión con Él.

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PRIMERA ETAPA

El inconveniente de esta concepción es que si así fuera, Dios tendría una sola forma de hablar explícitamente y ello ciertamente pondría un límite a su acción. Por eso, en realidad, los hechos extraordinarios no son la única señal, tampoco la más autorizada, para percibir la presencia de Dios que actúa en la vida del creyente.

El modelo del cristiano no es tanto el Elías que invoca a Dios para que envíe su fuego del cielo (cf. 1Re 18, 23-39), sino más bien el Elías que percibe a Dios en «el susurro de una brisa suave» (1Re 19,20).

Nuestra vida, con sus alegrías, esperanzas, fatigas y dolores, es el lugar donde Dios habla y actúa; es en nuestra vida ordinaria que Él interviene. ¿Y cómo percibimos eso? No hay una receta con medidas exactas, pero podemos tener algunas pistas: Creer realmente que Dios quiere tocar nuestro corazón. Creer que podemos escuchar a Dios.

Con estas dos certezas fundamentales se abre el camino del silencio interior, que es actitud de apertura y disponibilidad hacia Dios y su Palabra. He aquí la disposición esencial para percibir las mociones de Dios, su toque y su presencia actuante.

PRIMERA ETAPA:

Percepción del toque de DiosA veces, podríamos pensar que Dios habla directamente a una categoría de cristianos, aquella a la que pertenecen los santos y beatos de la Iglesia. Y como algunos de ellos han tenido una vida, podríamos decir, extraordinaria, tendemos a pensar que los acontecimientos excepcionales y sorprendentes son “las” señales de esta intervención directa de Dios en la vida de una persona de fe.

En el camino de la vida cristiana, el toque divino no se da una sola vez, el Señor siempre está tocando la puerta de nuestro corazón (cfr. Ap 3,20), es un hecho que tiende a repetirse constantemente, así que para percibirlo el primer paso es estar disponibles y abiertos a Él.

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PRIMERA ETAPA

El inconveniente de esta concepción es que si así fuera, Dios tendría una sola forma de hablar explícitamente y ello ciertamente pondría un límite a su acción. Por eso, en realidad, los hechos extraordinarios no son la única señal, tampoco la más autorizada, para percibir la presencia de Dios que actúa en la vida del creyente.

El modelo del cristiano no es tanto el Elías que invoca a Dios para que envíe su fuego del cielo (cf. 1Re 18, 23-39), sino más bien el Elías que percibe a Dios en «el susurro de una brisa suave» (1Re 19,20).

Nuestra vida, con sus alegrías, esperanzas, fatigas y dolores, es el lugar donde Dios habla y actúa; es en nuestra vida ordinaria que Él interviene. ¿Y cómo percibimos eso? No hay una receta con medidas exactas, pero podemos tener algunas pistas: Creer realmente que Dios quiere tocar nuestro corazón. Creer que podemos escuchar a Dios.

Con estas dos certezas fundamentales se abre el camino del silencio interior, que es actitud de apertura y disponibilidad hacia Dios y su Palabra. He aquí la disposición esencial para percibir las mociones de Dios, su toque y su presencia actuante.

En el camino de la vida cristiana, el toque divino no se da una sola vez, el Señor siempre está tocando la puerta de nuestro corazón (cfr. Ap 3,20), es un hecho que tiende a repetirse constantemente, así que para percibirlo el primer paso es estar disponibles y abiertos a Él.

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PRIMERA ETAPA

El inconveniente de esta concepción es que si así fuera, Dios tendría una sola forma de hablar explícitamente y ello ciertamente pondría un límite a su acción. Por eso, en realidad, los hechos extraordinarios no son la única señal, tampoco la más autorizada, para percibir la presencia de Dios que actúa en la vida del creyente.

El modelo del cristiano no es tanto el Elías que invoca a Dios para que envíe su fuego del cielo (cf. 1Re 18, 23-39), sino más bien el Elías que percibe a Dios en «el susurro de una brisa suave» (1Re 19,20).

Nuestra vida, con sus alegrías, esperanzas, fatigas y dolores, es el lugar donde Dios habla y actúa; es en nuestra vida ordinaria que Él interviene. ¿Y cómo percibimos eso? No hay una receta con medidas exactas, pero podemos tener algunas pistas: Creer realmente que Dios quiere tocar nuestro corazón. Creer que podemos escuchar a Dios.

Con estas dos certezas fundamentales se abre el camino del silencio interior, que es actitud de apertura y disponibilidad hacia Dios y su Palabra. He aquí la disposición esencial para percibir las mociones de Dios, su toque y su presencia actuante.

En el camino de la vida cristiana, el toque divino no se da una sola vez, el Señor siempre está tocando la puerta de nuestro corazón (cfr. Ap 3,20), es un hecho que tiende a repetirse constantemente, así que para percibirlo el primer paso es estar disponibles y abiertos a Él.

Es un momento de encuentro en donde se realiza un intercambio de conciencias y de voluntades, un intercambio de amor que abarca todas las dimensiones de nuestro ser: la inteligencia, la afectividad (sentimientos y emociones), la parte sensitiva y la comportamental. Es el momento de la acogida de las mociones espirituales; es el momento en el cual entra en juego nuestra libertad; es el momento de la decisión.

Ante la percepción de la moción divina, no es raro que se produzca un debate interior, pues al descubrir la necesidad de tomar una decisión, puede haber una cierta cuota de “conflicto” en este proceso.

Este conflicto no es necesariamente algo negativo, es parte de la lógica interna de un proceso decisional: al elegir una cosa, necesariamente hay que dejar otras.

Hay muchos bienes a nuestra disposición, pero no podemos tenerlos

todos, Dios ha reservado bienes maravillosos para cada uno y tenemos que descubrir cuáles son.

Pero ciertamente, en esta dinámica, siempre es posible rechazar el toque divino, pues puede ser que descubramos que aún nos apegamos a cosas que obstaculizan la unión con Él y tengamos resistencia a dejarlas.

Ahora bien, todas nuestras decisiones tienen relación entre sí, pues nuestra psique conserva, en su profundidad, un recuerdo de cada elección realizada: las decisiones anteriores permanecen en el alma y de alguna forma, se actualizan. Una decisión, que parece ser aislada, se nutre de una presencia misteriosa del pasado. Es así que en el camino de la fe, siempre estamos en situación de percepción y de respuesta a Dios.

Es una realidad que nos llena de esperanza, pues habla de una constante dinámica en la que siempre, con el don de la Gracia y nuestra buena voluntad, podemos avanzar en el camino o retomarlo, cuando nos encontramos en dificultades. Dios siempre nos ofrece una y otra vez su Gracia y siempre tendremos la oportunidad de decirle Sí.

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SEGUNDA ETAPA

El inconveniente de esta concepción es que si así fuera, Dios tendría una sola forma de hablar explícitamente y ello ciertamente pondría un límite a su acción. Por eso, en realidad, los hechos extraordinarios no son la única señal, tampoco la más autorizada, para percibir la presencia de Dios que actúa en la vida del creyente.

El modelo del cristiano no es tanto el Elías que invoca a Dios para que envíe su fuego del cielo (cf. 1Re 18, 23-39), sino más bien el Elías que percibe a Dios en «el susurro de una brisa suave» (1Re 19,20).

Nuestra vida, con sus alegrías, esperanzas, fatigas y dolores, es el lugar donde Dios habla y actúa; es en nuestra vida ordinaria que Él interviene. ¿Y cómo percibimos eso? No hay una receta con medidas exactas, pero podemos tener algunas pistas: Creer realmente que Dios quiere tocar nuestro corazón. Creer que podemos escuchar a Dios.

Con estas dos certezas fundamentales se abre el camino del silencio interior, que es actitud de apertura y disponibilidad hacia Dios y su Palabra. He aquí la disposición esencial para percibir las mociones de Dios, su toque y su presencia actuante.

SEGUNDA ETAPA:

Acoger el toque de DiosDarse cuenta de que Dios está tocando el corazón es una experiencia preciosa, y lo es porque es el comienzo de un diálogo.

En el camino de la vida cristiana, el toque divino no se da una sola vez, el Señor siempre está tocando la puerta de nuestro corazón (cfr. Ap 3,20), es un hecho que tiende a repetirse constantemente, así que para percibirlo el primer paso es estar disponibles y abiertos a Él.

Es un momento de encuentro en donde se realiza un intercambio de conciencias y de voluntades, un intercambio de amor que abarca todas las dimensiones de nuestro ser: la inteligencia, la afectividad (sentimientos y emociones), la parte sensitiva y la comportamental. Es el momento de la acogida de las mociones espirituales; es el momento en el cual entra en juego nuestra libertad; es el momento de la decisión.

Ante la percepción de la moción divina, no es raro que se produzca un debate interior, pues al descubrir la necesidad de tomar una decisión, puede haber una cierta cuota de “conflicto” en este proceso.

Este conflicto no es necesariamente algo negativo, es parte de la lógica interna de un proceso decisional: al elegir una cosa, necesariamente hay que dejar otras.

Hay muchos bienes a nuestra disposición, pero no podemos tenerlos

todos, Dios ha reservado bienes maravillosos para cada uno y tenemos que descubrir cuáles son.

Pero ciertamente, en esta dinámica, siempre es posible rechazar el toque divino, pues puede ser que descubramos que aún nos apegamos a cosas que obstaculizan la unión con Él y tengamos resistencia a dejarlas.

Ahora bien, todas nuestras decisiones tienen relación entre sí, pues nuestra psique conserva, en su profundidad, un recuerdo de cada elección realizada: las decisiones anteriores permanecen en el alma y de alguna forma, se actualizan. Una decisión, que parece ser aislada, se nutre de una presencia misteriosa del pasado. Es así que en el camino de la fe, siempre estamos en situación de percepción y de respuesta a Dios.

Es una realidad que nos llena de esperanza, pues habla de una constante dinámica en la que siempre, con el don de la Gracia y nuestra buena voluntad, podemos avanzar en el camino o retomarlo, cuando nos encontramos en dificultades. Dios siempre nos ofrece una y otra vez su Gracia y siempre tendremos la oportunidad de decirle Sí.

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SEGUNDA ETAPA

Es un momento de encuentro en donde se realiza un intercambio de conciencias y de voluntades, un intercambio de amor que abarca todas las dimensiones de nuestro ser: la inteligencia, la afectividad (sentimientos y emociones), la parte sensitiva y la comportamental. Es el momento de la acogida de las mociones espirituales; es el momento en el cual entra en juego nuestra libertad; es el momento de la decisión.

Ante la percepción de la moción divina, no es raro que se produzca un debate interior, pues al descubrir la necesidad de tomar una decisión, puede haber una cierta cuota de “conflicto” en este proceso.

Este conflicto no es necesariamente algo negativo, es parte de la lógica interna de un proceso decisional: al elegir una cosa, necesariamente hay que dejar otras.

Hay muchos bienes a nuestra disposición, pero no podemos tenerlos

todos, Dios ha reservado bienes maravillosos para cada uno y tenemos que descubrir cuáles son.

Pero ciertamente, en esta dinámica, siempre es posible rechazar el toque divino, pues puede ser que descubramos que aún nos apegamos a cosas que obstaculizan la unión con Él y tengamos resistencia a dejarlas.

Ahora bien, todas nuestras decisiones tienen relación entre sí, pues nuestra psique conserva, en su profundidad, un recuerdo de cada elección realizada: las decisiones anteriores permanecen en el alma y de alguna forma, se actualizan. Una decisión, que parece ser aislada, se nutre de una presencia misteriosa del pasado. Es así que en el camino de la fe, siempre estamos en situación de percepción y de respuesta a Dios.

Es una realidad que nos llena de esperanza, pues habla de una constante dinámica en la que siempre, con el don de la Gracia y nuestra buena voluntad, podemos avanzar en el camino o retomarlo, cuando nos encontramos en dificultades. Dios siempre nos ofrece una y otra vez su Gracia y siempre tendremos la oportunidad de decirle Sí.

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SEGUNDA ETAPA

Es un momento de encuentro en donde se realiza un intercambio de conciencias y de voluntades, un intercambio de amor que abarca todas las dimensiones de nuestro ser: la inteligencia, la afectividad (sentimientos y emociones), la parte sensitiva y la comportamental. Es el momento de la acogida de las mociones espirituales; es el momento en el cual entra en juego nuestra libertad; es el momento de la decisión.

Ante la percepción de la moción divina, no es raro que se produzca un debate interior, pues al descubrir la necesidad de tomar una decisión, puede haber una cierta cuota de “conflicto” en este proceso.

Este conflicto no es necesariamente algo negativo, es parte de la lógica interna de un proceso decisional: al elegir una cosa, necesariamente hay que dejar otras.

Hay muchos bienes a nuestra disposición, pero no podemos tenerlos

todos, Dios ha reservado bienes maravillosos para cada uno y tenemos que descubrir cuáles son.

Pero ciertamente, en esta dinámica, siempre es posible rechazar el toque divino, pues puede ser que descubramos que aún nos apegamos a cosas que obstaculizan la unión con Él y tengamos resistencia a dejarlas.

Ahora bien, todas nuestras decisiones tienen relación entre sí, pues nuestra psique conserva, en su profundidad, un recuerdo de cada elección realizada: las decisiones anteriores permanecen en el alma y de alguna forma, se actualizan. Una decisión, que parece ser aislada, se nutre de una presencia misteriosa del pasado. Es así que en el camino de la fe, siempre estamos en situación de percepción y de respuesta a Dios.

Es una realidad que nos llena de esperanza, pues habla de una constante dinámica en la que siempre, con el don de la Gracia y nuestra buena voluntad, podemos avanzar en el camino o retomarlo, cuando nos encontramos en dificultades. Dios siempre nos ofrece una y otra vez su Gracia y siempre tendremos la oportunidad de decirle Sí.

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TERCERA ETAPA

TERCERA ETAPA:

Reconciliación y TransformaciónCada vez que le decimos que sí a Dios, Él mueve nuestro corazón y produce el «fruto del Espíritu» (Gal 5,22) que opera una auténtica transformación interior y se expresa en nuestra forma de pensar, sentir, actuar, en resumen, en nuestra forma de vivir.

Son dones de la gracia de Dios que nos reconcilia, nos salva, nos libera, nos transforma. Podemos, entonces, decir que experimentamos muchos momentos salvíficos en nuestro caminar. El amor y la bondad divinas sanan nuestras heridas, facilitan a que nos perdonemos y que perdonemos a los demás, conceden paz y nos unifican interiormente.

La Gracia une lo que está resquebrajado en nuestro mundo relacional: si mi relación con Dios está fragmentada; si tengo grandes dificultades en aceptarme y amarme rectamente; si alimento la desconfianza, rencores y otros sentimientos negativos hacia los

demás, todo eso se va recomponiendo al ritmo de Dios, pues Él nos conoce profundamente y sabe, mejor que nosotros mismos, qué es lo que necesitamos.

La Gracia de la Reconciliación transforma el corazón, porque es expresión del amor infinito, fiel, apasionado y extremo (cf. Jn 13,1) con el que Dios nos ama.

Así, si nos descubrimos profundamente amados, no permanecemos (o no deberíamos permanecer) de la misma manera. Con esto, no se quiere decir que esta transformación se da de una vez por todas.

La experiencia nos dice que mientras vamos peregrinando, vamos aprendiendo a pensar, a sentir y a actuar según la lógica del Amor. Quien se deja tocar por el Amor vive reiteradamente momentos de reconciliación y de transformación.

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TERCERA ETAPA

Son dones de la gracia de Dios que nos reconcilia, nos salva, nos libera, nos transforma. Podemos, entonces, decir que experimentamos muchos momentos salvíficos en nuestro caminar. El amor y la bondad divinas sanan nuestras heridas, facilitan a que nos perdonemos y que perdonemos a los demás, conceden paz y nos unifican interiormente.

La Gracia une lo que está resquebrajado en nuestro mundo relacional: si mi relación con Dios está fragmentada; si tengo grandes dificultades en aceptarme y amarme rectamente; si alimento la desconfianza, rencores y otros sentimientos negativos hacia los

demás, todo eso se va recomponiendo al ritmo de Dios, pues Él nos conoce profundamente y sabe, mejor que nosotros mismos, qué es lo que necesitamos.

La Gracia de la Reconciliación transforma el corazón, porque es expresión del amor infinito, fiel, apasionado y extremo (cf. Jn 13,1) con el que Dios nos ama.

Así, si nos descubrimos profundamente amados, no permanecemos (o no deberíamos permanecer) de la misma manera. Con esto, no se quiere decir que esta transformación se da de una vez por todas.

La experiencia nos dice que mientras vamos peregrinando, vamos aprendiendo a pensar, a sentir y a actuar según la lógica del Amor. Quien se deja tocar por el Amor vive reiteradamente momentos de reconciliación y de transformación.

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TERCERA ETAPA

Son dones de la gracia de Dios que nos reconcilia, nos salva, nos libera, nos transforma. Podemos, entonces, decir que experimentamos muchos momentos salvíficos en nuestro caminar. El amor y la bondad divinas sanan nuestras heridas, facilitan a que nos perdonemos y que perdonemos a los demás, conceden paz y nos unifican interiormente.

La Gracia une lo que está resquebrajado en nuestro mundo relacional: si mi relación con Dios está fragmentada; si tengo grandes dificultades en aceptarme y amarme rectamente; si alimento la desconfianza, rencores y otros sentimientos negativos hacia los

demás, todo eso se va recomponiendo al ritmo de Dios, pues Él nos conoce profundamente y sabe, mejor que nosotros mismos, qué es lo que necesitamos.

La Gracia de la Reconciliación transforma el corazón, porque es expresión del amor infinito, fiel, apasionado y extremo (cf. Jn 13,1) con el que Dios nos ama.

Así, si nos descubrimos profundamente amados, no permanecemos (o no deberíamos permanecer) de la misma manera. Con esto, no se quiere decir que esta transformación se da de una vez por todas.

La experiencia nos dice que mientras vamos peregrinando, vamos aprendiendo a pensar, a sentir y a actuar según la lógica del Amor. Quien se deja tocar por el Amor vive reiteradamente momentos de reconciliación y de transformación.

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CUARTA ETAPA

CUARTA ETAPA:

Cultivar un estilode vida reconciliado

«La reconciliación no es un acto aislado, sino un largo proceso gracias al cual cada uno se ve restablecido en el amor, un amor que sana por la acción de la Palabra de Dios. Esta se convierte entonces en una forma de vivir, y a la vez en una misión» y son innumerables las esferas relacionales en las que podemos ir actualizando en nosotros la Reconciliación que el Señor nos ha concedido por medio de su muerte en la Cruz (cf. Rom 5,9-10; 2Cor 5,18-21; Ef 2, 14-16; Col 1,18-22).

Son dones de la gracia de Dios que nos reconcilia, nos salva, nos libera, nos transforma. Podemos, entonces, decir que experimentamos muchos momentos salvíficos en nuestro caminar. El amor y la bondad divinas sanan nuestras heridas, facilitan a que nos perdonemos y que perdonemos a los demás, conceden paz y nos unifican interiormente.

La Gracia une lo que está resquebrajado en nuestro mundo relacional: si mi relación con Dios está fragmentada; si tengo grandes dificultades en aceptarme y amarme rectamente; si alimento la desconfianza, rencores y otros sentimientos negativos hacia los

demás, todo eso se va recomponiendo al ritmo de Dios, pues Él nos conoce profundamente y sabe, mejor que nosotros mismos, qué es lo que necesitamos.

La Gracia de la Reconciliación transforma el corazón, porque es expresión del amor infinito, fiel, apasionado y extremo (cf. Jn 13,1) con el que Dios nos ama.

Así, si nos descubrimos profundamente amados, no permanecemos (o no deberíamos permanecer) de la misma manera. Con esto, no se quiere decir que esta transformación se da de una vez por todas.

La experiencia nos dice que mientras vamos peregrinando, vamos aprendiendo a pensar, a sentir y a actuar según la lógica del Amor. Quien se deja tocar por el Amor vive reiteradamente momentos de reconciliación y de transformación.

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CUARTA ETAPA

¡Son tantas las cosas que se podrían escribir sobreel proceso reconciliador y transformante! Así que quedémonos con la sabiduría de los santos que, desde su experiencia personal, han ofrecido algunos consejos para que podamos edificar un mundo reconciliado en nuestro interior.

Los santos son elocuentes testigos de vida reconciliada. San Juan Crisóstomo, por ejemplo, nos exhorta a que seamos los primeros en dar el paso hacia la reconciliación con el hermano. La razón es sencilla: fue Jesús quien dio el primer paso para reconciliarnos con Él.

Teniendo, entonces, los ojos fijos en el Señor hay que aprender a perdonar de corazón, pues el resentimiento nos daña y debilita nuestra alma, un corazón reconciliado, al contrario, recoge dulces y hermosos frutos interiores. Es así, que con San Bernardo de Claraval, podemos proponernos un precioso objetivo de vida: «vivir reconciliados y en paz con Dios».

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QUINTA ETAPA

QUINTA ETAPA:

Vivir teologalmente.Vivir en la fe, en la esperanza y en la caridad.

Vivir teologalmente es pregustar de la dulzura y de la alegría de la unión definitiva con Dios en el Cielo. Es cierto que no podemos imaginar lo que «ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman». (1Cor 1,9). Sin embargo, algo de esta plenitud es posible vivir hoy. Santa Teresa de Lisieux, nos muestra que si la unión con Dios es auténtica tiene consecuencias en la vida de todos los días:

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QUINTA ETAPA

«Madre, al leer lo que acabo de escribir, usted podría pensar que la práctica de la caridad no me resulta difícil. Es cierto que, desde hace algunos meses, ya no tengo que luchar para practicar esta hermosa virtud. No quiero decir con esto que no cometa algunas faltas. No, soy demasiado imperfecta para eso. Pero cuando caigo, no me cuesta mucho levantarme, porque en un cierto combate conseguí la victoria, y desde entonces la milicia celestial viene en mi ayuda, pues no puede sufrir verme vencida después de haber salido victoriosa en la gloriosa batalla que voy a tratar de describir».

La gloriosa batalla que Teresa describe en su autobiografía no tiene nada de espectacular, se trata de algo que, con toda probabilidad, hemos enfrentado o enfrentamos: tratar bien y servir a una persona que nos produce una profunda antipatía. Ella así lo hizo con una hermana de su comunidad que tenía el don de desagradarle en todo. Teresita ha vivido tan auténticamente la caridad que dicha hermana pensaba que nuestra santa le tenía mucho afecto:

Un día, en la recreación, me dijo con aire muy satisfecho más o menos estas palabras: «¿Querría decirme, hermana Teresa del Niño Jesús, qué es lo que la atrae tanto en mí? Siempre que me mira, la veo sonreír». ¡Ay!, lo que me atraía era Jesús, escondido en el fondo de su alma... Jesús, que hace dulce hasta lo más amargo... Le respondí que sonreía porque me alegraba verla (por supuesto que no añadí que era bajo un punto de vista espiritual).

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QUINTA ETAPA

La gloriosa batalla que Teresa describe en su autobiografía no tiene nada de espectacular, se trata de algo que, con toda probabilidad, hemos enfrentado o enfrentamos: tratar bien y servir a una persona que nos produce una profunda antipatía. Ella así lo hizo con una hermana de su comunidad que tenía el don de desagradarle en todo. Teresita ha vivido tan auténticamente la caridad que dicha hermana pensaba que nuestra santa le tenía mucho afecto:

Un día, en la recreación, me dijo con aire muy satisfecho más o menos estas palabras: «¿Querría decirme, hermana Teresa del Niño Jesús, qué es lo que la atrae tanto en mí? Siempre que me mira, la veo sonreír». ¡Ay!, lo que me atraía era Jesús, escondido en el fondo de su alma... Jesús, que hace dulce hasta lo más amargo... Le respondí que sonreía porque me alegraba verla (por supuesto que no añadí que era bajo un punto de vista espiritual).

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PROFUNDIZANDO

PROFUNDIZANDO:

Teología de la Vida Espiritual.Espero que los pasos que hemos dado juntos te hayan iluminado de alguna manera, pero si quieres profundizar en la riqueza de nuestra espiritualidad cristiana, te invito al curso de Introducción a la Teología Espiritual que he preparado para Catholic link.

El curso se llamará «Teología de la Vida Espiritual. Conocer la espiritualidad cristiana para crecer en intimidad con Dios». Se trata de una breve introducción a esta disciplina teológica que busca estudiar la relación del creyente con Dios y la transformación que deriva de esta relación.

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PROFUNDIZANDO

Nuestro curso está dividido en 4 sesiones:

SESIÓN I: EL CAMINO DE LA VIDA CRISTIANA

El tema central de nuestra primera sesión es el camino de la vida cristiana y sus etapas: sus inicios y fases de maduración.

SESIÓN II: LAS INSPIRACIONES O MOCIONES DIVINAS Y LA DECISIÓN HUMANA

Esta segunda sesión, está dedicada al Discernimiento de los Espíritus, uno de los temas fundamentales en el desarrollo de la vida cristiana.

SESIÓN III: LA ORACIÓN: LUGAR PRIVILEGIADO PARA ESTAR EN PRESENCIA DE DIOS

Nos concentraremos en la oración cristiana como el lugar privilegiado para el discernimiento de las decisiones que conducen a la unión con Dios.

SESIÓN IV: LA TEOLOGÍA ESPIRITUAL

En este módulo se dedicará un acápite al tema de la vida mística, entendida no como un don extraordinario, sino como una experiencia para todos los cristianos de cualquier estado de vida.

Quiero saber más del curso

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