Creer una práctica de la diferencia

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-De rteau M. (1992) "Creer: una práctica de la diferencia" en Descartes. N° 10, Aires: Anáfora Ed. 49-63. CREER: UNA PRACTICA DE LA DIFERENCIA Numerosos estudios han puesto de manifiesto' la sutil complejidad del creer y el hacer_creer. Mi exposición carece evidentemente de la pretensión de analizar este carnpolaberíntico, a menudo indecidible y polémico. Simplemente 1 me propongo atravesarlo mediante algunas hipótesis que conciernen al fun- \cionamiento social del creer. Fácilmente se comprende cómo, en está materia, , ~ /toda reflexión semeja a un relato de viaje, trazando un camino entre los : paisajes explorados, frecuentemente habitados de experiencias. Al presentar ¡I algunos recorridos por el camino de la creencia, intento introducir en el debate : jf' general algunos efectos de un itinerario particular, í I I. Lo diferido En sus orígenes vedas (sraddha) y latinos (credo) el término creer presenta una constelación de usos, que provee un campo de hipótesis. "Verdadero fósil morfológico", significa tanto confiar en _aigo_o en alguien, comcTcreer erija .}. r^aljg|a de lo que~se"vé7 y también fiarse'de lo qug se dice.' Bajo estas tresfor- *;l mas^qüe concíerríen ya sea un actor (persona u objetóX~ya una referencia, ya . í un dicho, ej^o-eer implica una relación con el otro. El soporte del otro, siempre ¡ implicado ^parece como" aquello con loque debe poder contar. ^De este I modo, en los ejemplos que cita Georges Dumézil (Numa, etc.), esta relación I figura también como "comercio". Obedece .a la ética del do ut das. Se exige una legalidad a los partehaires, que se suponen "regulares". Aquí se dibuja la I sombra de la contracara de la creencia: el renegado o el traidor. ' í El creer tiene que ver con el reconocimiento de la alteridad y el estable- cimiento de un contrato. Desaparece si uno de los términos cede. La creencia •| deja de existir si la diferencia se borra por un procedimiento que iguala las i partes y otorga un dominio mutuo del contrario; asimismo, tampoco puede •f haberla si la diferencia se toma exhorbitante por una ruptura del pacto. La i; oscilación entre estos dos polos permitiría una primera clasificación en el i campo de las creencias, que oscilaría desde la fidelidad (que privilegia la alian- :¡, za), hasta la fe (que insiste sobre la diferencia). 49

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De Certeau

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  • -De rteau M. (1992) "Creer: una prctica de la diferencia" en Descartes. N 10, Aires: Anfora Ed. 49-63.

    C R E E R : UNA P R A C T I C A D E LA D I F E R E N C I A

    Numerosos estudios han puesto de manifiesto' la sutil complejidad del creer y el hacer_creer. M i exposicin carece evidentemente de la pretensin de analizar este carnpolaberntico, a menudo indecidible y polmico. Simplemente

    1 me propongo atravesarlo mediante algunas hiptesis que conciernen al fun-\cionamiento social del creer. Fcilmente se comprende cmo, en est materia,

    , ~ /toda reflexin semeja a un relato de viaje, trazando un camino entre los : paisajes explorados, frecuentemente habitados de experiencias. Al presentar I algunos recorridos por el camino de la creencia, intento introducir en el debate : jf' general algunos efectos de un itinerario particular,

    I I. Lo d i f e r i do

    En sus orgenes vedas (sraddha) y latinos (credo) el trmino creer presenta una constelacin de usos, que provee un campo de hiptesis. "Verdadero fsil morfolgico", significa tanto confiar en _aigo_o en alguien, comcTcreer e r i j a

    . } . r^aljg|a de lo que~se"v7 y tambin fiarse'de lo qug se dice.' Bajo estas tresfor-*;l mas^qe concerren ya sea un actor (persona u objetX~ya una referencia, ya . un dicho, ej^o-eer implica una relacin con el otro. El soporte del otro, siempre implicado ^ parececomo" aquello con l o q u e s debe poder contar. ^ De este I modo, en los ejemplos que cita Georges Dumzil (Numa, etc.), esta relacin I figura tambin como "comercio". Obedece .a la tica del do ut das. Se exige

    una legalidad a los partehaires, que se suponen "regulares". Aqu se dibuja la I sombra de la contracara de la creencia: el renegado o el traidor.

    ' El creer tiene que ver con el reconocimiento de la alteridad y el estable- cimiento de un contrato. Desaparece si uno de los trminos cede. La creencia

    | deja de existir si la diferencia se borra por un procedimiento que iguala las i partes y otorga un dominio mutuo del contrario; asimismo, tampoco puede

    f haberla si la diferencia se toma exhorbitante por una ruptura del pacto. La i ; oscilacin entre estos dos polos permitira una primera clasificacin en el

    i campo de las creencias, que oscilara desde la fidelidad (que privilegia la alian-:, za), hasta la fe (que insiste sobre la diferencia).

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  • Al analizar el Vocabulario de las instituciones Indo-europeas, Ernile Benveniste reconoce en e! funcionamiento del kred (credo), ubicado entre las "obligaciones econmicas", una secuencia que liga una donacin a una remu-neracin. Creer, dice, es "confiar algo con la certeza de recuperarlo". 2 Es una ida y vuelta de la cosa marcada por la diferenciacin de dos momentos, distin-guiendo sus propietarios sucesivos. La comunicacin que establece el bien puesto en circulacin plantea una distincin de lugares (los que detentan la "cosa") por una distincin de t iempo. Esta distincin temporaliza la relacin del uno al otro. El objeto de intercambio es en s mismo alterado por esta distancia entre dos momentos, porque lo debido o lo esperado no es lo mismo que lo

    dado, sino un equivalente: la analoga entre lo recibido y lo ofrecido sera el tra-bajo, ^ g lemco sobre su identidad. Lascuencia del don v la restitucin articula temporalmente una economa deTintercambio. Ella se desarrolla, por otra parte, del lado de la creencia, del acreedor y, ms explcitamente, hacia el crdito, en el que Marx ve "el juicio de la economa poltica sobre la moral de un hombre" . 3

    Formalmente similar al "ver", tal como lo analiza Merleau-Ponty, 4 el creer se presenta como un entretejido de operaciones, una combinacin de dones y deudas, una red de "reconocimientos". Es una "tela de araa" que organiza el tejido social. 5 La diferencia Que lo distingue del ver o el saber no se caracteriza por el valor de wrdadde lQue una proposicin es susceptible cuestin que ha desbordacfouna epistemologa sino por esta inscripcin del t iempo en~una r j l^r i j j i lu te to a sujeto. Cuando"esta relacin va no est sostenida y estnio turada por una temporalizacin, se transmuta en una relacin de sujeto (cognoscente) a objeto (conocido). En las relaciones sociales, la cuestin del creer es la cuestin del tiempo.

    El "creyente" abandona una ventaja presente, o algo de sus pretensiones, para conceder crdito a un destinatario. Introduce en s mismo un vaco relativo al t iempo del otro, y, en los intereses que calcula, crea un dficit por donde un porvenir se introduce en el presente. As toma forma una problemica social: las diferentes voluntades se distinguen entre s por la duracin que retarda la apropiacin. Una pluralidad y una historicidad se anudan en el acto que instaura, a la vez, un partenaire diferente y una restitucin diferida. Esta prc-tica temporal de la diferencia _otorga plena pertinencia al plazo. Es por este

    Jirido que el creer se sepaT^rTgin^en'te del vej. ~ " Kero se trata tarSien de la adquisicin de_un derecho. Tiene el valor de

    "recibo". La cosa dada se cambia^contra un derecno que sita al otro y al t iempo m ismo en una red de ob/lgoclones. Entra en un campo de opera-ciones socio-histricas que permiten una gestin colectiva del otro y del fier-

    JDO . Los modos y la duracin de su circulacin se ubican bajo la garanta y el controbde las reglas que conciernen a la comunicacin derecho, costumbres, etc. Si el don "sacrifica" a esas reglas (el acto de confiar una cosa tambin comporta obligaciones); si por eso mismo las actualiza, tambin se beneficia de ellas, y el donador adquiere por su sacrificio,el derecho a que lo sostengan. El carcter diferido marca igualmente el rol, y el precio, de los contratos colec-tivos. En el cruce de una prctica del tiempo y una sym-blica social, "el creer es, en sus desarrollos, sus retrasos y sus desplazamientos, un lugar estratgico de la comunicacin.

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    Frecuentemente toma la forma de una palabra, que colma el intervalo entre una prdida presente (lo que se confa) y una remuneracin por venir (lo que ser recuperado). Bifaz, la palabra sumerge a este presente de prdida en un porvenir anticipado. Su status (que no es acaso el de toda palabra?) es decir a la vez la ausencia de la cosa y la promesa de su retorno. Es una conven-cin pasada con la cosa que ya no est pero cuyo abandono pag el nacimien-to de la palabra, y es un derecho adquirido sobre el uso futuro de su referencia. Tambin la palabra mantiene una relacin privilegiada con el creer; como el ~? a^o7!~deT3r7^racto' de creer articula sobre la cosa desaparecida y esperada la ( posibilidad social de un "comercio". En los dos casos, una prdida autoriza un \ anticipo. Entre los tres trminos que distingue Duaial u n actor, un real, u n " " decir, existe disparidad. En relacin al creer, el decir tiene efectivamente la doble funcin de indicar un tipo particular de objeto (se puede creer en una palabra, un relato, etc.) y de proveer un modelo general (el decir y el creer reproducen, la misma estructura).

    A esta homologa entre el creer y el decir se puede aadir la similitud al 5acr

  • Desde este punto de vista, el lenguaje vale aqu como modelo general, organizando una red formal de esperas mutuas. Por ejemplo, la sintaxis provee las "probabilidades encadenadas", es decir aquello que cada posicin permite esperar de otra y del equivalente a partir de ella, pero, ms fundamentalmente, la lengua entera supone que el sentido debe responder a lo que ella articula, y que ella ha adquirido un derecho simblico sobre la referencia, de la cual est empero separada. El acto de palabra se funda tambin en la expectacin de que haya quien responda, y que el enunciado "dado" al otro sea, bajo la forma de equivalencia y no de identidad, restituido al donador-locutor.

    La red de credibilidad sostiene Jas convenciones que regulan la comuni-cacin~socil de varias maneras Entre partenaires, permite tambin toda clase "de juegos, manipulaciones y efectos de sorpresa con las convenciones (hacer creer.que se cree, o que no se cree, etc.). Pero esencialmente el creer hace de la alteridad del tiempo (o de la no inmdiatezpa prctica d"la comunicacin. Funciona en el lugar donde slo una duracin puede convertir la posicin del donador en la de beneficiario: el lugar donde el tiempo del otro proyecta la sombra de un plazo y pues la incertidumbre de una adecuacin de lo ofrecido a lo devuelto. A este principio de sociabilidad histrica se opone un principio de cientificidad (o de "verdad") que, eliminando el retraso del tiempo diferido, practicando la inmediata coincidencia entre lo dado y lo recibido, tiene por ndex el ver.

    II . E i decir y el hacer

    El creyente dice: "Creo que tu volvers". Depende del otro incluso si, en ocasiones, el otro est domesticado, controlado por las reglas .sociales, que "aseguran" al acreedor contra el riesgo del tiempo. Se sita en ese "entre dos, en el suspenso que separa lo que ha hecho de lo que se har. Un decir ocupa este espaci: una promesa, una convencin, una confesin de fe, ptc.Pp.rn est decir supone y apunta a un hacer. El creer une dos tiempos distantes por medio de ua palabra. Recprocamente, esta inscripcin del decir en el hacer y del hacer en el decir hace del creer una prctica expectante. En esta perspecti-va, la frmula de la posicin del creyente podra ser: " tu lo crees si lo haces, y si no lo haces, no lo crees". Este axioma valdra para gran nmero de sociedades tradicionales estables, por ejemplo, la antigua Roma o Israel. Las creencias tienen all forma de prcticas. Del mismo modo que el sacrificio griego, 8 son interpretados por Taantropologa como un conjunto de "activi-dades ritualizadas"9 que encierran la promesa o la confianza en la objetividad de un gesto.

    El hecho de que hayan podido ser consideradas representaciones suscep-tibles o no de recibir un asentimiento individual p colectivo (del tipo "yo creo en ello" o "nosotros no creemos") es en parte efecto de la interpretacin histrica, fundada en'enunciados que sobreviven a prcticas hoy desaparecidas. Se supone a estos fragmentos separados el valor de aserciones concernientes a seres (sobrenaturales, divinos, etc.) o verdades que la distancia nos hace ubicar bajo el signo de la credibilidad justamente porque nosotros ya no creemos en

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    ellas. Dicho de otro modo, la creencia se'transforma en enunciado (afirmacin) cuando deja de comprometer una prctica contractual. Preguntarse "Yo creo?" es salirse del campo de la creencia y tenerla por objeto intelectual, inde-pendientemente, defacto que la afirma como relacin. La creencia no es ms que decir cuando deja de ser compromiso racional, es decir, cuando deja de ser creencia. ' "El aislamiento del creer se debe tambin a la historia ms reciente, que

    hizo posible, entre creencias y prcticas, una ruptura por la evidencia. Tres si-glos de polmica entre la "ciencia" y la "supersticin" separan a las prcticas en dos rfit3Tdesiguales y afectadas por dispar destino; una hecha de lo que constitua a esa prctica como expectativas mutuas, que se convirti en resto estril del pasado, enfermedad que infecta a la otra mitad, relativas una opera 1 toria de esas prcticas, que se convirti en objeto de una racionalizacin tcni-ca, mitad aislada, analizada, redistribuida en elementos combinables en vista de una mayor eficacia. Esta fragmentacin dio lugar, por un lado, a las llamadas "creencias", justamente porque ya no se cree en ellas y ya no funcionan como alianzas sociales, y por otro lado, a conductas objetivas (mdicas, comerciales, educativas, culinarias, etc.) que era necesario elevar al status de tcnicas-y tratar como serie de gestos relativos a operaciones de fabricacin.10

    Este clivaje se acenta en las sociedades complejas donde coexisten sis-"" temas de crdito heterogneos entre ellos, estratificados, fragmentados e imbri-cados. Las mismas prcticas divergen sobre aquello que otorgan derecho a esperar. Las mismas convenciones de crdito se practican de modo contradic-torio. Lascreencias y conductas manTiengaiglaciones cada vez ms inestables. Se multiplican las combinaciones entre "convicciones" y "comportamientos". A la inversa de las sociedades tradicionales, la prctica no es ms la transparente objetividad de una creencia. Es necesario distinguirlas, y esta distincin misma, verbal y operatoria, es nuestra prctica creyente contempornea, forma parte_ de los gestos en los que suponemos un interlocutor.

    La autonoma de estos dos elementos no es, sin embargo, ni tan rpida ni tan radical. De este modo, la accin poltica que substituye a las prcticas reli-giosas mantiene el rasgo de las esperas salvadoras que quiere borrar con una teora de la revolucin o del bienestar. Estas "convenciones" pasadas, desor-bitadas de las prcticas que las articulaban, se objetivan en las estrategias que supuestamente las reemplazan. Inversamente, los gestos que sobreviven al resquebrajamiento del sistema de intercambios que las legitimaba pblicamente permanecen determinantes, por ilegtimas que sean, en el paisaje mental que se les ha hecho extrao. All estn, activas pero ilcitas, con el status de "su-persticiones", es decir, "sobrevivientes". 1 1

    Lo importante en este punto es que, incluso en casos extremosjas creen-cias siguen siendo el index de prcticas queTTsostienen"^ a lasljuTpuntan. C"rce deca, a propsito del mal de ojo: "Es mentira, pero creo en l". Esta creencia, exiliada del saber cientfico (l sabe que es mentira), expulsada de la configuracin epistemolgica que pona de manifiesto (es la reliquia de una cos-mologa), sigue siendo indisociable de lo que no debe hacerse (aceptar un elo-g io trae mala suerte) o de precauciones (llevTamuletos, decir el nmero cinco). La creencia de Croce es un gesto que transgrede la ortodoxia cultural. No

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  • ocurre lo mismo con otras, que son de hecho prcticas que regulan los con-tratos con futuros ms o menos legitimados por el discurso pblico. Cierta-mente, al haber sido desheredados por el sistema oficial de crdito, reciben un nuevo papel, ms modesto. En el interior de las operaciones que garantizan la "recuperacin" en una sociedad, responden a un investimiento, la "superviven-cia" no tiene una funcin "positiva" reconocida. Pero guarda y frecuente-mente presenta esta modalidad, el rol negatuo de restringir estas operaciones pblicas, de limitaras y a veces incluso suspenderlas por ser "nefastas". Las convenciones pasadas con partenaires fuera de la legitimidad y la identidad social trazan gestos silenciosos en el campo de las expectativas legtimas. Estas acciones rituales marcan fronteras invisibles en la cultura autorizada.

    A fines,del S. XVIH, Madame Du Deffant declaraba: "No creo en los fan-tasmas, pero les temo" . Por su temor evidencia que "cree". Pero el trmino "creer" se ha hecho objeto de un juego de palabras, un equivoco..En el discur-so "esclarecido", que supuestamente define lo "creble", es decir, lo "pensable". el fragmento de un creer ilcito se marca siempre por conductas, pero por con-ductas excluidas, que detienen a ios iantasmas. Hay creencia porque hay prcti-ca, pero se evidencia nicamente por el sentimiento (el miedo), que endosa siempre el dficit de una razn de las prcticas.

    Los estudios sobre el Belief restauran precisamente su relacin a un hacer. Es indudable, sobre todo en el caso de la tradicin mediterrnea, que el objeto de la creencia se aisla de los caminos colectivos e individuales. Separado de j acto que 16 sostiene considerado como mentaloccurrence, la crea^ecibeT~Qretincton, globalmente negativa, de corresponder a lo que rio se sabe o no se ye, es decir, ser el otro del saber o de la vista. Esta identidad leTue asignada por una epistemologa que juzgaba el conocimiento a partir del valor de verdad del que un enunciado poda estar afectado, y asignaba esta ver-dad a part i r de la memoria o la evidencia. E n o t r a tradicin, sobretodo anglosajona y ligada al impulso filosfico del "individua]ismo y ' _que distingue el aCfd~Cter su objeto, el Belief aparece bajo la forma, positiva, de un acto j f e i enunciacin relativo njg(querer)jjaer~del sujeto y un contrato pasado entre/ partenaires socialeso simblicsrftemifeTpues, a un hacer." ^

    Alexander Bain subrayaba que el acto de creer {Bellef) "no tiene sentido ms que al referirse a nuestras acciones". 1 3 R.B. Braithwaite consideraba la creencia una disposicin a actuar "como si" la proposicin fuera verdadera: creer, deca, "es estar listo a actuar como si fuera verdadera". 1 4 La proposicin se juzga segn la regla monotesta del "verdadero o falso". Pero desde Austin," reconocemos todo un pulular de enunciados que escapan a esta regla y que suponen ms bien la alternativa del xito o fracaso, buen o mal resultado. Los enunciados del Belief pertenecen a esta prolfica familia. Pero en la episte-mologa de Braithwaite, an colonizada por la cuestia de la verdad, se remiten a la accin como instancia pertinente.

    El creer, en efecto, concierne "a lo que hace funcionar". 1 5 Se mide por los lazos, friayoTnerioTestrechos, que mantiene con lo que se nace/hace esperar que seTga. u e manera general, se retiere a un saludo, como eficacia recpro-ca, o al tnunto de una empresa ("creer que el arroyo no es tan profundo" hace que lo atravesemos ms fcilmente).'4 Por el contrario, desaparece cuando esos

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    lazos se rompen. Inciuso las proposiciones del tipo "ere que maana har buen t iempo", o "creo que hay vida en Marte" no se refieren a la validez de un saber, apelan a la solidaridad entre los que participan en un proyecto o un mismo tipo de accin. El rechazo del vaco planetario es tambin signo de sto. Contrariamente a lo que crea A. Quintan, no existen creencias desprovistas de consecuencias prcticas.

    -Toda posicin comporta lmites dudosos. Se podra sin embargo adoptar la tesis de que una creencia desprovista de consecuencias prcticas no es tal. Con la llaneza de estilo que caracteriza sus ltimos aos, Pierre Janet deca: "Para nosotros, la creencia no es otra cosa que la promesa de accin: creer es actuar, decir que se cree es decir que se har algo" . "

    I I I . E l interlocutor* i n d e f i n i d o

    La "promesa de accin" concierne tambin a una realidad o un parte-naire externo. Esto nos conduce a la distincin entre creencia v contrato, que no puede articularse en objetos de intercambio garantidos por un derecho. Esta categora de alianzas constituye en la sociedad una regin que no es todava o no podr nunca ser considerada bajo la forma de lazos jurdicos.

    Las relaciones que aqu se presentan tienen la apariencia de contratos, pero escapan a los instrumentos sociales capaces de objetivar en ellos los tr-minos, y consecuentemente, de verificar o falsear las relaciones. Ubicadas fuera del dominio legal, las creencias comportan una vasta zona que a veces se ofrece a las conquistas del derecho (no pocas fidelidades se transforman en contratos), y a veces presentan un considerable "resto" (que resiste a la trans-formacin jurdica).

    La creencia se.diferencia por el rol de tos partenaires y por su desigual-dad. Lo que-le falta en objetividad se suple por el hecho de tratarse de sujetos. A falta de reaseguro jurdico, el creyente busca tras la "cosa" anticipada (una ventaja, un saludo, una verdad) un interlocutor en quien fundar la espera. Es necesario no slo "creer en algo", sino tambin "creer en alguien". Una con-fianza (Troust) redobla la creencia v la conforta {Troust viene de fotis', lo que sostiene). Hay que suponer una garanta que proviene del otro, gs decir postu-lar un otro (a"j?rsona, un real, etc.) "dotado de querer, poder v saber que harn efecnvF"S^retnbucin''. En algunos casos, a propsito de Dios, los espritus y algunos humanos, esa existencia misma constituye un problema, pero en el fondo no se trata ms que de una variante en relacin al conjunto de los elementos que hacen a la competencia del interlocutor y que se enfrentan a la hiptesis de que, de un mdo'u otro, l falta. La Interrogacinjiacida de la posibilidad de su falta se ubica esencialmente en dos lugares: que l se reconoz-ca obligado y que sea capaz de actuar. El primer punto es relativo a un decir, el segundo a un hacer. "El garante aparece como el doble, con los rasgos que ca-racterizan al creyente, es su espejo."

    * Nota del tr.: "Interlocutor" corresponde al francs rpondant, el que responde y el que es responsable.

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  • Pero la cuestin es si hay interlocutor. Cuando una creencia se dirige a una persona, manifiesta mejor un desplazamiento que se remonta finalmente a todas las creencias y que busca siempre ms lejos a ese interlocutor. Cmo estar seguro de que el partenaire actuar obligado, ser fiel a lo que de l se espera, ser "regular", como deca Dumzil? Primera constatacin: para suponer creble su objeto (la cosa esperada), la creencia debe suponer tambin que el otro, de ciertamanera, "cree", y se co^era]oMga^B2LeLdon que se le ha hecho!'Se trta~ae una creencia en la creencia del itro, o en lo que se cree que l cree, etc. Una creencia en la creencia del otro es el postulado de una creencia en el otro.

    Pero esta garanta no es segura, de modo que se desliza tras el primer obligado para encontrar,, si ste falta, un heredero, un sustituto ms amplio (la familia, el grupo) o ms elevado (una autoridad superior, una facultad moral, etc.) siempre ms alejado. Indefinidamente, otros deben responder por el otro. Por ese intento de buscar siempre garantas tras los que alcanza, la creencia parece sgrjndependiente de un interlocutor particular y tratar de compensar la mcerfl3umbre~3e cada""obligado por la remisin sin fin a otros. Si en esta remisin infinita no hay punto de detencin" (veremos que esos topes son Jas instituciones) el llamado a jotro huye hacia un horizonte de "fidelidad" qu^ba jo e r n o m b j g ~ d e T E ^ o i j a j o c i e d a d , es l postulado mismo del c r e e n ^ f e b e haE^unltrloc^^TTie. manera ms y ms tautolgica y fundamental, la creencia se remonta hacia ese lmite que es su propia condicin: nicamente el a priori de un otro que sea "regular" la hace posible. En ltima instancia, debe suponerse que lo Real responde. i

    Este postulado general (que est presente incluso en la ciencia, claro est), baja o sube la escala de las proximidades, segn la coyuntura o el tipo de grupo. En la ciudad pequea toma la figura de un vecino "confiable", en el partido, la del lder. Por el contrario, en tiempos de inestabilidad y/o bajo la presin cues-tionadora de espritus radicales, este postulado se aleja hasta convertirse en la incertidumbre de una hiptesis. Sus lugares de aplicacin y anclaje varan jggn los perodos (tiempos de crisis o~es1T5jfio5d), lasxoTeclvTaaaes (incluscTen una s ^2a^ !^tI6r2|gH7g^gs rarglalesK_y los indiyjdyoiJa quin se dirige la creencia de un agonizante on espritu crtico en una^iudadTmviT'V). Varan tambin de acuerdo a consideraciones socio-econmicas; la sociedad medieval, por ejemplo, se organizaba como una serie jerarquizada- de "interlocutores" y "clientes", mientras que el capitalismo la reemplaza por un sistema de circu-lacin de un equivalente general: la moneda. Las diferenciaciones dependen an de compromisos en la accin: la disminucin en la prctica incrementa la sospecha, etc.

    En principio, sera posjbleclasjficar todos loselementos que componen lasgeografas sucesivs~7e~gsas~^^ valor de "interlocu-tore? r 5^guej e^^ de esas composiciones de "lugares" que autorizan la creencia. Parece que el a priori general segn el cual es necesaria una parte del interlocutor estuviera, por razones pragmticas o contingentes, ubicado ms o menos cerca, desubicado, arrojado fuera, segn las circunstancias, y como si, bajo la presin de crisis y/o cuestionamientos, terminara por refugiarse en ese lugar inexpugnable e inacce-sible pero del que resulta imposible prescindir.

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    Cada interlocutor particular (o sea l que, segn el otro, supuestamente respord^rs^Toces la metonimia de una serie indetinida de otros que, tras l, tienen igualmente la posicin de faltantes y de fundadores del creer (119 son "fiables", pero son los que "autorizan""~creer). La coincidencia de la falta y de la instauracin es uno de los secretos del creer. Pero esta coincidencia tambin define al otro en s mismo: lo_gue me falta es lo que me impulsa. En la creencia esta coincidencia no es tal: por un don (o un'sacriticio) crea al lugar 'faltante que instaura al otro, pero este otro debe precisamente colmar la falta. Ella produce a este "otro" que supuestamente asegura contra lo que se pierde. No debe llamarnos la atencin que el creer obedezca a esta lgica circular: No se trata acaso de la estructura misma del presente? Es el presente el que, al perderse, constituye la alteridad de un futuro. La creencia y el tiempo per-manecen unidos.

    La devolucin del interlocutor se presenta asimismo bajo una forma dife-rente, que parece concernir al creyente mismo. As, los paisanos de Bocage no aluden a lo que ellos creen, sino a lo que otros creen-, "Hay quienes creen..." "Hay quienes dicen...". La brujera, de la que ellos hablan, se presenta como "creencia de otros". 1 8 No se trata slo__de una tctica para alejarse de la "su-persHcin'\que el etnlogo leTatribuye,~"sino sobre todo de~n reaseguro con-tra^^iceprlcSpp que j j jnjmduce^ y "unairespuesta a aqueljg que, de hecho, sirve de garantaa~T~^j^ncia^Ta^uTeTlnasibles del otro: "Otros creen so". No hay certidumbre en la creencia; pero otros, mucosTcreen en eso, y por lo tanto hay derecho a suponer que hay interlocutor de lo que se teme o espera. La red secreta de esos "otros" responde por la brujera.

    El proceso de creer no funciona a partir del creyente mismo, sino a partir de un pIulaTlndetinido (el otro/los otros) supuestamente obligado y el interfecta tor"de la relacin creyente. Una pluralidad responde por el interlocutor. Puede creerse slo en algo o alguien? No, aunque es posible ver slo a algo o a alguien. La creencia reposa sobre una anterioridad del otro que tiene por dele-gado y manifestacin el hecho de una pluralidad de creyentes: "Hay quienes creen..." "Hay quienes dicen...". Tratndose de brujos y adivinos, los paisanos de Bocage son ms lcidos para definir la creencia que los que usan la ingenua frmula "yo creo". Indican el fundamento real: "Hay otros que creen".

    Estructura general. Es sabido que "los nios son el soporte de la creencia de los adultos",19 que no hablan de sus propias creencias sino en nombre de otros. Las instituciones creyentes (religiosas o polticas) funcionan as. ^ Los actuales sondeos de opinin, que se multiplican, tienen la misma estructura: ^fic^EteTprgucen paratodos un creiMe_que est necho decue cada uno Io~atribuye a jos otros. Hay miles de procedimientos, bien conocidos por las Tlgiones y los poderes polticos, gomo producir creencias haciendo creer gye "muchosjo creen" o, tcnica mss^ra~ai5"n,pmrctol\no'^^^n^_^i-piezan aHreer o deian de creer (lo "conversos'7IIL'a^onviccin~sernanipula a dislaciaTpor medio de un trabajo sobre lo queparece no concernirle, que es la conviccin de otros. La eficacia de ese "quiproquo" retoma, por otra parte, la experiencia de los entrecruzamientos extraos. En muchos casos, por ejem-plo, es el descredo el que cree que los creyentes creen, y eso le permite creer que l no es creyente20 o viceversa.

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  • a hecho, necesario para la creencia, de que haya otros que creen, no deja de diseminarse. La multiplicacin de seudo-creyentes (el interview los hace proliferar) -no compensa la disminucin de la calidad. Los "yo creo" de la opinin oscilan entre "me parece" y " n o m e guste". Se diluyen en el nmero y sTSespegan de las prcBcaT^articularesT^T^ulodas se ubiquen en el ndice general de la transformacin de la sociedad. Todos estos "otros" encargados, en principio, de sostener la regularidad del interlocutor, no sostienen nada. Esta inflacin provoca un repliegue sobre el postulado general: es necesario que hayaqujene^cregn. La condicin del creer son los "sujetos supuestos creer. Para que haya creencia, tiene que existir de antemano una parte del creer, qu no son los objetos crebles (que son slo el objeto de intercambio), sino una posicin del sujeto o cuasi sujeto que sea "regular" y no engae. Incluso el tra-bajo cientfico supone que "la materia no es engaosa", de modo que si nos equivocamos ella "no nos equivoca". 2 1

    Lo que resulta finalmente interrogado, es el otro mismo como sujeto "Interlocutor" que autoriza la relacin, es la existencia de un sujeto sobre el cual se articula la posibilidad de sujetos creyentes. Esta interrogacin tiene la forma de lo que es necesario suponer, juega con la relacin entre necesidad y suposicin. Figurada en ficciones necesarias que son ficciones del otro, esa re lac ionesel 'n^nzOTVtTTacia el que la creencia se desliza, en una sociedad que ha reprimido la cuestin del sujeto o que, al menos, la ha separado de las prac-ticas convertidas en "tcnicas objetivas. Por una serie de retornos que multipl i-can su demora inicial, el creer se remite ms lejos, hacia el ms-otro inaprensi-ble lmite. La cuestin del sujeto no es ms que la cuestin del otro, y le falta interlocutor.

    Esta lgica puede representarse como la mutua implicacin de vueltas sucesivas sobre crculos concntricos (vase figura), donde se distinguen, por lo menos, cuatro tipos diferentes de movimiento: 1) El que va del creyente a la "cosa" de la que se espera la devolucin ("demora" inicial); 2) El que va de la "cosa" esperada al interlocutor que debe esperar el retorno (interlocutor "regu-lar"); 3) El que va del interlocutor a los "otros" que responden por l ("otros creen", "se cree"); 4) El que va de esos otros creyentes a la suposicin general de que hay interlocutor (debe haber en alguna parte pero dnde? un inter-locutor "que no sea engaoso"; que responda por la "verdadera cosa", que funde la creencia).

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    V .

    Las creencias podran clasificarse a partir del nivel que "alcanzan" en el sistema de devoluciones y acciones rituales hasta lo verosmil.

    IV. Lo verosmil

    La vida social trata de impedir este retorno de las creencias a su principio tautolgico. Apunta" incluso a prohibirlo. Se organiza de modo tal que se de-tenga la relacin indefinida cone l in ter locutor y que se oculte el secreto je l creble. Lasjnstitciones se opoefTi este resquebrajamiento de las creencias' objelvas,'^rque~^nTT :esponden a las necesidades de la prctica cotidiana. Estas mediaciones sirven a la vez de tope a las interrogaciones que amenazan lo creble, de seguros contra el vrtigo de la duda y de apoyos para la actividad relacional de cada da. De modo ms o menos transitorio y respetable (pueden cambiar y/o devaluarse) estas "autoridades" son los interlocutores paradigmti-cos de la comunicacin social, son las autoridades prcticas de un sistema de crdito.

    En el apretadojejjdo de sus redes predominan dos elementos^ bien dife-renciaoTaunque inseparables: l o j j w o j r ^ es relativo a la economa del lenguaje, el otro a u n a rticuTaci^eTT'prcticas. Enfocadas unilateralmente, bajo la forma nica del creer, se diferencian por el hecho de que lo verosmil introduce una conviccin particular en una "autorizacin" ge-neral ("todo el mundo sabe que...", "se dice que..."); y que la institucin pone de manifiesto, inversamente, un especfico social en la globalidad de lo creble ("el abuelo deca...", "la Iglesia af irma.. ." , "el partido piensa..."). Pero ambos legitiman las creencias al situarlas en relacin a:

    1) a otro 2) a una funcin enunciativa que dirige una suerte de demanda, pero sus-

    pendida, porque no especifica su destinatario 3) a una fidelidad supuesta, cuyas formas varan desde el sostn del ser

    hasta la garanta de amor ("Yo respondo por t i " , dice el lder o Dios; "Yo te privilegio, incluso cuando te vigilo", dice la autoridad). Este sostn y esta garan-ta valen como ficcin de lo real Go real no traiciona) y responden a priori por quien se fa de ellos.

    Estas dos figuras, que finalmente se fusionan, permiten precisar el fun-cionamiento del creer.

    Lojjemsjr^^ oro^J^erosejrata^dejjn^^ nejjtrjQ?[gueT^ de ste T"5eaqu"y no comporta un interlocutor particular que toma a su cargo una promesa, es un sujeto indeterminado. Lo verosmil tiene adems una funcin metalingsti-ca, en el sentido jakobsoniano del trmino: "Se dice que se dice..." y as infini-tamente: es el discurso que habla_dgX_discurso invocando_ofro discursp~sr-que constituye airia_uto^!a~deTa1scurso, su ninguna parte y sunetralidad."

    " Por otra parte, y sTrrtiaa deotdo a euqj sostiene una credibilidad gene-ral, vlida para todo el mundo y para nadie en particular. "All" hay algo que debe creerse, o puede creerse, pero qu es? Lo verosmil es un enunciado demasiado extenso y que borra su corazn de creencia. No puede precisarse su

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  • contenido ni su locutor. Tiene tambin el aspecto de un pasado acumulado i (sabidura de otros) que prometera trintos o proteccin, una especie de TQ- J c5^ensa"^ara "^guese_ t ia de ella, pero sin que sea posible precisar siguiera | eTTqu se fundara sta esperanza. Simplemente "hay algo" que merece con- I fianza", pero que susTae~a~toda determinacin su autor (el que la autoriza), su ? contenido (lo que se intercambia) y el acto presente de un decir o un hacer (una I afirmacin) es decir, los distintos aspectos formales de la comunicacin. ' i

    Lo verosimiLsgria mas bien el postulado universal de la comunicacin. All \ se encuntrate condicin de todas las comunicaciones particulares Esja_eQStu- lado~Hre^^g^terminacTohes de loctor^jbjeto y tiempo (el tiempo np_ adyjene masque a partir de urTpresenteTque afecten los intercambios concrg- * tos? Sosflene intercambios, pero como de lejos, y ellos lo presuponen jugando | con l. El uso que se hace de lo verosmil es caracterstico. Es el caso de los ) proverbios y los clichs. " B j j u e re ltimo re mejor", "Aydate y Dios te ayu- | dar^ dice el locutor. No'identifica el sentido de los proverbios que cita (per- | manece indeterminado), ni tampoco se identifica en su posicin (eso proviene g del otro), pero extrae de ellos el efecto circunstancial, se sirve de ese fondo j para hacer producir algo de otro que es precisamente relativo (contrariamente k al proverbio) a su interlocutor, al tema tratado y al momento presente. El cor- ~| pusde los proverbios, que es^ontradictorio intrnsecamente, le provee un J eW^m^nerS' de j u e q ^ o ^ haeel j^'moviHa" particular," y a la veFTa" | peninrte^eneficiarsejkjina "credibilidad'^_qeneral (es_algo "heredado" pero " irpreciso)_en que~apova sTTdecir, s inqujar j/di f^nte^Acreditado por un otro .] pluraTyTutro, este fondo verosmil le permitlTproducir algo diferente. Es la | condicin de lo que autoriza, pero no la causa (no lo produce), ni la razn (no | lo explica), ni el fundamento (no define la verdad). I

    Aristteles nos provee un anlisis decisivo de este extrao status en las Tpicas, genial inauguracin de una filosofa que, antes de especificar las j operaciones que le son propias, traza en el aire el dibujo de la plausibilidad que > las hace posibles sin definirlas. 2 4 En este aspecto, el discurso aristotlico viene a ser, en relacin a lo que l1 llama endoxoru[lo plausible).el equivalente de lo que 1 sen los usos particularsliniguaje~co^^ yprosmil prrwief- l

    bir | Dejo de lado lo que Aristteles llamaba las eikota, es decir las proposi- |

    ciones conjeturales y probables en s mismas (por ejemplo: cada uno es afi- i cionado a lo que le gusta) en razn de aquello mismo que ellas enuncian. Lo I que nos interesa son las endoxa, es decir las tesis que son plausibles en razn \ de quines las enuncian: una premisa es endoxal cuando los responsables_dg__^ r s u j i n u n j j i a c i ^ ^ | escn*bT^TpcTpio~dTaTTo^^ los que tie- f nen garantes reales y que estn autorizados o acreditados por la adhesin efec- j tiva otorgada por la totalidad o casi totalidad de los hombres, o la totalidad o | casi totalidad de los sabios (sophoi), representantes de lo que se puede llamar la J| opinin esclarecida". 2 6 Estos enunciados ofrecen "la sabidura que proviene de I otra parte que de su frmula".27 La endoxa remite entonces, a nuestros locu- | tores, pero indeterminados ("dicen") y^jT^e^unci5rrrJe^efdaa"o fealidjd, | p i r o dorg^urTno^es localizabTejQada predio ! " ' ' """ ;|

    El trabajo filosfico, en este espacio de probabilidad, procede en dos eta-pas: en un primer tiempo, el decir del otro en general ("la totalidad o casi tota-lidad") se transforma de modo que se convierte en el decir de alguien. En el "se dice" annimo el dilogo filosfico distingue una proposicin y un inter-locutor (uno que responde): "T crees que p es verdadero?" "S i , efectiva-mente". Del "Hay quienes creen", hace salir un "Yo creo que p", es decir, un sujeto, un enunciado y un acto de juicio. El primer movimiento de este arte de la guerra contra lo verosmil concierne a la enunciacin. El segundo consiste en tratar el enunciado as formado y extraer las consecuencias de lo que se ha convertido en una asercin. Bajo, esta forma, podr medirse su valor. "T crees que p?" "S, efectivamente". "Entonces podemos decir que...". Tal sera la serie completa. En el campo de un verosmil, una cuestin de verdad se introduce por esta operacin filosfica, y tiene un doble signo, que contradice su punto de partida: una delimitacin (quin enuncia y a quin?) una coheren-cia (una relacin entre un enunciado y sus consecuencias). De_ lo ^ que .condi-ciona el creer, pasamos a lo que produce ej sjbjr^LaJnstucin se encuentra Titrjosdorr ~

    V. La institucin

    Los dos movimientos de la estrategia aristotlica se repiten en la institu-cin, pero se efectan para poner el creer al servicio de una racionalidad social, y se presentan bajo la forma de compromisos pragmticos. Hay un tiempo relativo a la enunciacin: de lo que es annimo en el "se dice", la insti-tucin misma se hace locutor e interlocutor. Hay tambin un tratamiento de los enunciados: la institucin los selecciona, los refina (en base a modalidades orto-doxas o marginales), y les da la forma de una doctrina expresada en artculos ms o menos coherentes, y los organiza en prcticas u operaciones que ella controla.

    Pero, desde otros puntos de vista, la institucin hace a la inversa de la tarea aristotlica. Ella se convierte en ..gara/i ta de creer, -y 1Q utiliza_conJine$ ~) sodaleS;, Respondindolo? las creencias (pero por las creencias elegidas, refi- 7 nadas y corregidas) evita _que ej^ creer se desvanezca en el anonimato de su

  • o menor verdad de un "artculo", sino su propia constitucin en tanto sujetos gracias a la relacin a un interlocutor. Muchoms que una verdad, la Habilidad r t e l J D t t Q ^ j e a J ^ ^ los creyelrfs~"de ser "sujetos, as la cuestiSn ^ e s t a " e l ^ogT l o s debates sobre ciertos_articulos sostenidos por ualsti-tc5"7 " ~ " " * ~ La ambigedad de la palabra "sujeto" cobra aqu su pleno valor: a la vez principio del querer y sometido al otro, actor y paciente. El sujeto como actor nace por ser escuchado (o por creer ser escuchado) por el interlocutor "regu-lar". Depende de esta relacin con el otro, o de la ficcin que se la representa. Las relaciones de la creencia con la institucin no remiten solamente a la elabo-racin de un saber o a una articulacin simblica de las prcticas. Ponen en juego la cuestin del sujeto en una sociedad, y cuanto ms dirigidas son, ms se exacerba esta cuestin. "La gran promesa de que el Poder nos ama"_obsesiona tpdasJasJorjTjas j e la d o j f l i o g a H ^ de cerca o j e J i j o sT "laT-jcrtidumbre de leTamado, ' . "

    P i r o las instituciones creyentes manipulan tambin lo verosmil. Lo reti-nan a la manera en que una fbrica procesa la materia prima. Como la filosofa aristotlica, lo transforman en saber, por medio de procedimientos que no difieren mucho del de las Tpicas. Existe incluso continuidad de operaciones entre el trabajo institucional y el trabajo cientfico. Sera superficial pensar que uno no es para el otro ms que un soporte necesario pero heterogneo. Por el contrario, con procedimientos homlogos, la institucin se mantiene en una regin mtica donde no se trata originalmente de fabricar el saber (supuesta-mente autnomo de las creencias) sino.q^especializar^v en cierto moda>-de furxC]Qa]zarJa^riencias. Ella explota elanimo~ r i1ed5c" (otros creen) para convertirlo en "nosotros creemos". Esta operacin combina una de/im (acin, de lo verosmil con un reconocimiento de los lmites que l impone.

    En cierto sentido las instituciones se recortan un lugar en el campo de la fiabilidad social de una poca. Recombinan sus elementos, cambian las propor-ciones, autorizan sus artculos, etc. En suma, las someten a una serie de tratamientos que permi ten considerar sus creencias como una verdadera especificacin (hay determinacin), arreglada (hay un orden) y utllizable (hay una operatividad) que sin embargo mantiene su apego (a menudo poco explci-to) con la credibilidad general. Pero sta impone, en retribucin, inconve-nientes que pueden no ser claros. La incorporacin institucional no puede efec-tuarse fuera de los lmites de un verosmil contemporneo. En este sentido, queda incluso sometida al hecho neutro, indeterminado, pero esencial como referencia, de que "haya quienes creen" o "quienes dicen". Por el hecho de desprenderse poco a j o c o del "se \ce^mn^\j^r^_^,mhs coherentes^es d ^ c i r l o q i l j z i ^ las sostiene, las creen-cas' insT ib lcT^ i i es^p lerden TueTza7~se salen efe la 'rbita j e Jo creiSfe. 1 P.ntamentese_covi^enen i r j i o j o q ^ s e n j a s q ^ no se cree. El peligra y j a teTi^oaTIeTc^^ d ice^gera lTaT^ ^ s o P o r t e d e l o creble. Recprocamente, es normal que todos los revivis del creer se-traduz-

    can en un retorno a ese fondo comn y como reaccin a su transformacin en "doctrina" o "sistema".

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    Numerosos ejemplos, empezando por los que suministran las religiones ilustran esta tensin interna de la institucin creyente entre su trabajo organi-zador y la generalidad de su postulado. De ah las relaciones, siempre difciles, entre los funcionarios o responsables de la institucin -^los tcnicos con el "discurso del o t ro" que es a la vez, para toda doctrina particular, el sustento de su credibilidad y el principio de su desvanecimiento. Seria necesario analizar los "instrumentos" o los "lugares" que articulan la empresa creyente en base a su interlocutor (respondiente) indefinido: los locutores-testigos, los milagros (el Thoma), una narrativa que hace hablar de lo real, las citas y autoridades, las "voces", etc. Ms all de estas topografas de lo creble, habra que poner de manifiesto los tipos de operaciones que manipulan y transforman el verosmil utilizando^ estos instrumentos: tcnicas de persuacin, procedimientos de "natu-ralizacin" de la novedad en el campo de lo que es credo, desplazamientos de la nominacin ("lo que llamas un sueo es el diablo"), maneras de hacer creer que otros creen, cambios en las proporciones y la organizacin de lo creble por la sola inyeccin de informacin (tcnica publicitaria bien conocida) etc. La cuestin superara los lmites de una exposicin ya dilatada en exceso. Tambin he dgjaJQ_jdgJado la complejidad dej_groblerria epistemolgico y la oposicin ^eTjcreer_aUabjejip3Li^. " ' ~ '

    El' creifTcruclpara una teora de la comunicacin social, plantea insis-tentemente la cuestin del otro . Anuda un arte del otro (tcnicas dialogales que domestican la diferencia) a la ficcin fundadora que plantea un su;'eo supuesto creer como condicin de ese arte. Las sabias estrategias que apuntan a una gestin social de la comunicacin se combinan con el mito que "hace avanzar" la relacin con el otro, -fes a dialctica petitur, dice Agrcola.29 Pero, desde el comienzo, la primera palabra no es posible para el nio ms que porque es escuchado por quien le responde.

    Mlchel de Certeau* University of California, San Diego

    Traduccin Claudia Lavi

    ' Sobre Michel de Certeau l lector podr consultar las actas del Coloquio Mlchel de Certeau ou la dijference chrtlenne pubiieado en Editions du Cerf, Pars 1 9 9 L Compilado por Claude Geffr.

    Notas

    1 Georges Dumzil. Idees romalnes, Gallimard, 1969 , p. 47-59 , (Credo el fldes). 2 Emile Benveniste, Vocabulaire des Instltutlons Indo-europennes, Ed. de Mnuit

    1969 , T. 1, ch. 15, p. 171-179. 3 C i t . en Pienre Bordieu, "Avenir de classe et causalit du probable" , in Revue

    francaise de sodologle, XV, 1, enero-marzo 1974 , p. 23 n , 29 . 4 Cf. Maurice Merleau-Ponty. L e visible et 'Invisible, Gallimard, 1964 . 5 Cf. W.V. Quine y J.S. Ulan. The Web cf Bellef, Random House, New York, 1970 . ' Emile Durkhein. Les formes lmentares de la ue rellgeuse, PUF, 1968. ' Harold Garfinkel. "Srudies in the Routine Grounds of Everyday ActvMes", in David

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