Crimen en la pasarela - Diagonal

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Crimen en la pasarela Publicado en Periódico Diagonal (https://www.diagonalperiodico.net) Crimen en la pasarela Enviado por martin el Mar, 06/17/2014 - 08:00 Foto portada: Antetítulo (dentro): Salud MENTAL Sección principal: Cuerpo Cuerpo: Página 1 de 5

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La noticia vino a sacudir el aburrimiento mortal de la campaña electoral. Por fin los medios podíanalimentar el hambre de novedades de la multitud. Prensa y público coincidieron en interpretar elsuceso en clave de folletín, excluyendo cualquier análisis sociopolítico. Que si dramas de cuernos, dedinero, de lesbianismo, en un repulsivo etcétera de habladurías que prefiero ignorar. Habladuríasque ya empiezan a traducirse al género psiquiátrico y que amenazan con convertir el juicio contra Montserrat González y su hija Montserrat Triana en una sesión clínica donde forenses, psicólogos ypsiquiatras debatirán sobre cuánto de locas y cuánto de criminales tienen las acusadas y los maticesde la amistad con la policía municipal encarcelada con ellas. La prensa ya filtra la calificación policialde psicópatas y unos móviles criminales de rencor-odio confesados por Montserrat González idealespara continuar el rumor popular en clave psiquiátrica.

La psiquiatrización del crimen

La justicia clásica, basada en retribuir el crimen con un castigo similar al daño sin atender a lapsique del criminal, no precisaría mucho tiempo para sentenciar a la pareja acusada dada laconcordancia de pruebas. Sin embargo, hoy sentimos esa justicia objetiva como unanacronismo despiadado. En Vigilar y castigar, Foucault nos recuerda aquella justicia queteatralizaba y ejecutaba públicamente a la criada asesina con el mismo puñal del crimen, tratandode reequilibrar así el mundo trastornado por el mal. Lograba hacernos sentir orgullosos de nuestrajusticia humanizada, para contradecirnos inmediatamente con los ejemplos de los dislates de esajusticia psiquiatrizada que juzga la intencionalidad del delincuente, convierte a los jueces enpsicólogos y a sus sentencias en fárragos que abren o cierran puertas de la cárcel por peritacionesque siempre encuentran disculpa en la salud mental del criminal.

La justicia premoderna reconocía que los criminales-locos eran “inimputables”. Significaba que susacciones no tenían un sujeto humano porque, con las alucinaciones o el delirio que gobernaban laconducta del alienado, éste había perdido su cualidad humana al no corresponderse su intención conlo real. Condenar al loco que asesina a un niño desconocido en un parque al dictado de susalucinaciones es similar a condenar al árbol que lo aplasta. La novedad es que la psiquiatrizaciónjudicial actual ha ampliado los atenuantes, apreciando criterios tan difusos como lapersonalidad, la motivación o el grado de voluntariedad del delincuente que, combinadascon unas clasificaciones psiquiátricas que han ampliado su catálogo de trastornos de unas docenas aunos cientos, construyen el contexto ideal para encontrar grados de locura en cualquier delito.

Las enseñanzas de Maquiavelo

Abandonar el mundo de las habladurías más o menos psiquiatrizadas para ser fieles alacontecimiento requiere contextualizar el crimen. Y para ello, nadie mejor que Maquiavelo, maestrocomún de los políticos en liza por alcanzar el poder. Frente al carisma que caracteriza al caudillo quelidera el grupo fascista, la personalidad maquiavélica parece la estructura de personalidadque mejor habilita para el triunfo en los partidos políticos democráticos. “Si puedes matar atu enemigo, hazlo; si no, hazte su amigo”, explicaba el autor de El príncipe.

Los rasgos que el psiquiatra R. Chistye atribuye a esas personalidades maquiavélicas sonreconocibles en las élites políticas: “Ven al resto de mundo como objetos a manipular, consideran lamentira como norma moral si con ella alcanzan el éxito, carecen de culpa y pueden aparecer comoencantadores pero también cínicos y arrogantes”. No padecen enfermedades mentales perobordean las personalidades narcisistas y antisociales, que se agudizan con los fracasos en suscarreras.

La praxis maquiavélica se aleja del poder dictatorial descrito por Orwell. Nunca mostrará cuatrodedos para hacer afirmar a la multitud que hay cinco porque el Partido así lo manda. Lo que debedarnos miedo a los de abajo es que la investigación empírica parece asegurar la relaciónentre el éxito en liderazgo democrático y una personalidad maquiavélica. Así lo intentódemostrar el catedrático de psicología social Anastasio Ovejero, al encontrar una correlaciónestadística ya en el colegio, donde los chavales que puntuaban más alto en los “test demaquiavelismo” adquirían más fácilmente el papel de líder en grupos escolares asturianos.

Politizar el “crimen de León” requiere excluir el relato folletinesco de las pasiones

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amorosas, porque a estas criaturas partitocráticas les gusta más mandar que follar y lossentimientos que los llevan a matar tienen más que ver con el deseo de poder y la escalada deposiciones de partido entre gentes arrogantes y amorales. Las interacciones en el mundo delescalafón no conocen otra lógica que la del amigo-enemigo dentro de coaliciones frágiles y encontinuo cambio. A Winston Churchill se le atribuye la enseñanza de esa práctica a un compañero degrupo político que señalaba como enemigos a la oposición corrigiéndole: “Ésos son nuestrosadversarios, los enemigos son los de nuestro partido”. El narcisismo de las pequeñas diferencias, lanecesidad de diferenciarse tanto del correligionario como del rival político, crea también unasinteracciones de violencia simbólicas muy similares a las de los hooligans que viven como dramas loque no son más que oportunismos en busca de fortuna.

De ahí a que, en una situación de derrota política y riesgo de quedar fuera del escalafón político-laboral como el que sufre nuestra pareja homicida, el delirio proteja la intolerable pérdida deautoestima que, incapaz de aceptar la identidad del perdedor, elige desarrollar una paranoiacriminal que situaría el crimen en la órbita del accidente laboral de una profesión con tanto riesgocomo la vocación de Isabel Carrasco por ser mandataria.

Recuadro:

Trastorno del espectro paranoide

G.R.Sin poseer dotes adivinatorias, aventuro que las acusadas serán diagnosticadas por los peritos de ladefensa con algún ‘trastorno del espectro paranoide’. Admitiendo ese clima paranoide que colorea elcrimen, conviene matizar los ambiguos significantes de este término. Cuando cambia el director deuna empresa, todo el mundo “se pone paranoide”. Ambas experiencias tienen poco que ver con el‘psicótico paranoide’, que interpreta como indicios de un complot las referencias de las canciones deTV o los bocinazos de un coche, imaginario persecutorio que le obliga a defenderse con una violenciaequiparable al daño. En este caso, la paranoia es una enfermedad que se tiene, y en los anteriores,una personalidad que se es o un estado en que se está.

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Temáticos: Número 224JusticiapsiquiatríaGeográficos: Castilla y LeónLeónArtículos relacionados: “El problema de fondo es la idea de la justicia como castigo”Edición impresa:

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Tipo Artículo: NormalAutoría foto: EmezetaemeInfo de la autoria: PsiquiatraAutoría: Guillermo Rendueles

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