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página 41 NÚM. 116, JULIO-AGOSTO DE 2001, PP. 41-66. Resumen La crisis financiera asiática de 1997-1998 resultó sorprendente no sólo por el alcance mundial de sus consecuencias, sino porque ocurrió en una región que poco antes se consideraba como referencia mundial en términos de crecimiento económico rápido y sustentado. La sorpresa fue mayor porque, en su epicentro, se encontró Corea del Sur, ejemplo del mayor upgrading de la periferia en relación con el núcleo de las economías desarrolladas. El presente texto aborda la experiencia de crisis y recuperación de cinco economías asiáticas (Corea del Sur, Tailandia, Indonesia, Malasia y Filipinas) con el fin de encontrar sus rasgos comunes y sus diferencias. El objetivo es mostrar cómo la combinación de los enfoques del “riesgo moral” y del “pánico financiero” –resumidos en la sección 4– es necesaria para la comprensión de la crisis, y de varios aspectos de la misma. Clasificación JEL: F 310; F400; E650. Recibido: 3 de julio de 2001. Enviado a dictamen: 17 de julio de 2001. Aceptado: 28 de agosto de 2001. En la primera sección se describen los rasgos iniciales de la crisis y se resaltan aspectos comunes y diferencias en las “crisis gemelas” (cambiaria y financiera) en las cinco economías. Se sugiere que algunos indicadores de vulnerabilidad financiera –tanto el nivel de endeudamiento y de otorgamiento de crédito con relación al PIB, como la proporción entre la deuda externa de corto plazo y las reservas– ya indicaban la profundidad y el carácter contagioso de la crisis en todos los casos. Adicionalmente se muestra cómo, a diferencia de otras crisis en economías emergentes, los fundamentos macroeconómicos no pueden erigirse como su causa y se destaca asimismo la insuficiencia de literatura sobre las crisis cambiarias en economías no desarrolladas. La segunda sección se centra en los flujos de capital hacia las economías emergentes, particularmente en Asia, y aunque la importancia de este tema se señala en la sección previa, en ésta se pueden encontrar características comunes y distintas entre las cinco economías asiáticas, así como entre las demás economías emergentes. En tercer término se destacan algunos choques externos de las economías asiáticas ocurridos antes del de 1997-1998, cuyo papel asimismo se destaca. Tales choques afectan –y acentúan– las estructuras financieras vulnerables que se estudian en la primera sección. En seguida, en la sección 4, se presentan los elementos básicos de interpretación de la crisis financiera asiática más utilizados por sus intérpretes. Se delinean dos referencias básicas –sobre el tratado del “riesgo moral” y la interpretación de la “crisis de liquidez autorrealizada” o del “pánico financiero”– así como sus implicaciones en términos de recomendación política. CRISIS Y RECUPERACIÓN EN ASIA OCTAVIANO CANUTO* * Profesor del Instituto de Economía de la Universidad Estadual de Campinas, Brasil ( UNICAMP), <[email protected].> Una versión anterior del texto fue presentada en el Seminario sobre Corea organizado por el IPIR en el Hotel Le Meridien, Río de Janeiro, en octubre de 2000. El autor agradece a los participantes del seminario, así como a André Moreira Cunha por los comentarios sobre el trabajo. Artículo traducido del portugués por Anjanette Deyanira Zebadúa Soto.

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NÚM. 116, JULIO-AGOSTO DE 2001, PP. 41-66.

Resumen

La crisis financiera asiática de

1997-1998 resultó sorprendente no

sólo por el alcance mundial de sus

consecuencias, sino porque ocurrió

en una región que poco antes se

consideraba como referencia

mundial en términos de crecimiento

económico rápido y sustentado. La

sorpresa fue mayor porque, en su

epicentro, se encontró Corea del

Sur, ejemplo del mayor upgrading

de la periferia en relación con el

núcleo de las economías

desarrolladas. El presente texto

aborda la experiencia de crisis y

recuperación de cinco economías

asiáticas (Corea del Sur, Tailandia,

Indonesia, Malasia y Filipinas) con el

fin de encontrar sus rasgos comunes

y sus diferencias. El objetivo es

mostrar cómo la combinación de los

enfoques del “riesgo moral” y del

“pánico financiero” –resumidos

en la sección 4– es necesaria para

la comprensión de la crisis, y de

varios aspectos de la misma.

Clasificación JEL: F 310; F400;

E650.

Recibido: 3 de julio de 2001.

Enviado a dictamen: 17 de julio

de 2001.

Aceptado: 28 de agosto

de 2001.

En la primera sección se describen los rasgos iniciales de la crisis y se resaltanaspectos comunes y diferencias en las “crisis gemelas” (cambiaria y financiera) enlas cinco economías. Se sugiere que algunos indicadores de vulnerabilidad financiera–tanto el nivel de endeudamiento y de otorgamiento de crédito con relación al PIB,como la proporción entre la deuda externa de corto plazo y las reservas– ya indicabanla profundidad y el carácter contagioso de la crisis en todos los casos. Adicionalmentese muestra cómo, a diferencia de otras crisis en economías emergentes, losfundamentos macroeconómicos no pueden erigirse como su causa y se destacaasimismo la insuficiencia de literatura sobre las crisis cambiarias en economías nodesarrolladas.

La segunda sección se centra en los flujos de capital hacia las economías emergentes,particularmente en Asia, y aunque la importancia de este tema se señala en la secciónprevia, en ésta se pueden encontrar características comunes y distintas entre lascinco economías asiáticas, así como entre las demás economías emergentes.

En tercer término se destacan algunos choques externos de las economías asiáticasocurridos antes del de 1997-1998, cuyo papel asimismo se destaca. Tales choquesafectan –y acentúan– las estructuras financieras vulnerables que se estudian en laprimera sección.

En seguida, en la sección 4, se presentan los elementos básicos de interpretación de lacrisis financiera asiática más utilizados por sus intérpretes. Se delinean dos referenciasbásicas –sobre el tratado del “riesgo moral” y la interpretación de la “crisis de liquidezautorrealizada” o del “pánico financiero”– así como sus implicaciones en términos derecomendación política.

CRISIS Y RECUPERACIÓNEN ASIA

OCTAVIANO CANUTO*

* Profesor del Instituto de Economía de la Universidad Estadual de Campinas, Brasil (UNICAMP),<[email protected].> Una versión anterior del texto fue presentada en el Seminario sobre Corea organizadopor el IPIR en el Hotel Le Meridien, Río de Janeiro, en octubre de 2000. El autor agradece a los participantes delseminario, así como a André Moreira Cunha por los comentarios sobre el trabajo. Artículo traducido del portuguéspor Anjanette Deyanira Zebadúa Soto.

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Se pretende hacer evidente que las características de laseconomías asiáticas en crisis pueden entenderse comoresultado de la presencia simultánea de los determinantesapuntados por las dos interpretaciones mencionadasanteriormente. Por un lado, la vulnerabilidad financieray la susceptibilidad ante situaciones de falta de liquidez(en grados distintos) en las cinco economías, disminuyeronla disposición de los agentes nacionales a elevar su ex-posición ante riesgos de liquidez, de maduración (maturitymismatch), y/o de denominación monetaria (curren-cy mismatch). Por otro lado, tal disposición no puede com-prenderse sin tomar en cuenta los incentivos (“riesgomoral”) para que los agentes asuman tal postura pa-trimonial.

Finalmente, en la sección 5, se examinan las consecuen-cias de la crisis y la recuperación de las cinco economíasasiáticas, con especial atención en el caso coreano. Laspolíticas gubernamentales de éstas y la evolución macro-económica de Estados Unidos se destacan como factoresbásicos de la recuperación en la región durante el periodoinmediatamente posterior a la erupción de la crisis.

La crisis cambiaria y financiera asiática

Dos características comunes en las experiencias nacio-nales de crisis financiera de las economías asiáticas (Tai-landia, Malasia, Indonesia, Filipinas y Corea del Sur)fueron la acentuada depreciación de sus monedas conrelación al dólar y la fuerte caída de los precios de losactivos en los mercados accionarios (gráficas 1 y 2).Ambas reflejan fuertes salidas de capital (gráfica 3), conla correspondiente reducción de las reservas de dichospaíses (gráfica 4).1

Los flujos de capital para Asia pasaron de significar uningreso de 93 000 millones de dólares en 1996 a una salidade 12 000 millones en 1997, de manera que revertir estatendencia se convirtió en la segunda meta de este año. Laalteración en los flujos de capital representó un monto de105 000 millones de dólares, equivalente a cerca de 11%

1 Las gráficas fueron elaboradas por André Moreira Cunha –a quien el autorse lo agradece–, con datos obtenidos en el sitio <www.aric.adb.org>.

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del PIB de la región [Radelet y Sachs, 1998]. La caída enlos flujos corresponde principalmente a la desinversiónen cartera y a la suspensión de créditos bancarios externos.

La crisis cambiaria y la salida de capital tendrían comoconsecuencia la contracción del crédito en las cinco eco-nomías (gráfica 5). Por otro lado, todas ellas cambiarán dedéficit a superávit en la cuenta corriente de sus balanzas depagos en 1998 (gráfica 6).

El evento que accionó el gatillo de la crisis fue el anuncio,el 2 de julio de 1997, de que el baht, la moneda tailandesa,entraría a un régimen de flotación, pues en seguida dichamoneda tuvo una depreciación de 15%. Los problemas enlas instituciones financieras nacionales ya habían iniciadouna crisis de confianza. En menos de dos meses Filipinas,Malasia e Indonesia desistirían de defender sus monedasy sufrieron también depreciaciones significativas. A pesarde la aprobación de paquetes de préstamos de emergenciapor parte del FMI a Tailandia en agosto, y posteriormentea Indonesia y Corea, la crisis continuó profundizándose.

Corea del Sur fue el último escalón de la crisis en 1997, conuna reducción de 25% en el valor de su moneda durantenoviembre, que provocó una nueva cadena de depre-ciaciones en masa. De junio a diciembre de 1997 la rupiade Indonesia se depreció más de 140% con relación aldólar; el baht tailandés y el won coreano tuvieron pérdidaspor encima de 80%, en tanto que el ringgit de Malasia yel peso filipino se depreciaron alrededor de 50 por ciento.

Mientras, otras economías asiáticas que permanecieronfuera del círculo de la crisis también depreciaron sus mo-nedas (Taiwán y Singapur); en estos casos dichos paísesse vieron envueltos en un proceso circular de salida decapital, depreciación cambiaria y deflación del precio de losactivos. Sólo el Consejo Monetario de Hong Kong pudoresistir con éxito los ataques especulativos y mantuvo suparidad con respecto al dólar estadounidense. Los dólaresde Singapur y Taiwán se depreciaron en tasas cercanas a20 por ciento.

Todas las economías emergentes de la región, incluidaslas que controlaron la crisis cambiaria, enfrentaron caídas

Gráfica 4Reservas internacionales -

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Gráfica 3Flujos de capitales para los países asiáticos en crisis,

1971-2001(miles de millones de dólares)

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pronunciadas en sus bolsas de valores. A fines de 1997,los precios de las acciones habían caído en los cinco paísesen crisis.

La experiencia asiática sorprende por la profundidad del“contagio”, pues la crisis, iniciada en un país, en brevetiempo se diseminó por toda el área. Poco antes de la de-preciación tailandesa, Indonesia había recibido un análisisoptimista del Banco Mundial. Corea, por su parte, un“tigre” distinto al de las otras cuatro economías, graciasa su gran desarrollo [Canuto, 1994a] no presentó signosexplícitos de problemas graves hasta tres meses despuésde la depreciación en Tailandia.

La crisis financiera se convirtió en crisis económica,como lo muestra la caída del PIB de los diferentes países(gráfica 7). El PIB tailandés, después de alcanzar unmáximo a mediados de 1997, disminuyó más de 10%,hasta alcanzar el piso en la segunda mitad del añosiguiente. En Malasia la caída del producto fue tambiéncercana a 10% entre el tercer trimestre de 1997 y 1998.Filipinas enfrentó una reducción más modesta de 3%, entanto que Corea, la última gran economía asiática en en-trar en crisis, tuvo una reducción de su PIB de 8% definales de 1997 a la primera mitad de 1998. Indonesia fuela economía más afectada, pues tuvo una caída del PIB

por encima de 15% en el mismo periodo.

La contracción del PIB contrastó con la trayectoriaanterior de prolongado crecimiento con el cual se habíavenido asociando a la región. De los componentes de lademanda agregada, se encontró que la inversión seestancó en todos los países (gráficas 8-12). En cuanto algasto gubernamental, éste actuó como amortiguador dela crisis.

Las gráficas 1-12 y 4-12 también muestran algunasdiferencias entre las economías en crisis. Además de laintensidad de la depreciación cambiaria y de la caída delPIB en Indonesia, destaca su contracción crediticia. Corea,en cambio, a pesar de haber pasado por una deflaciónmucho mayor de los precios de sus acciones, presentóuna recuperación más rápida en la cuenta corriente, enlas reservas internacionales, en el crédito bancario y

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Gráfica 5Crédito bancario -

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Gráfica 6Cuenta corriente/PIB, 1996 I - 1999 IV

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Gráfica 10Demanda agregada en Filipinas -

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Gráfica 7Índice trimestral del PIB

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en el propio mercado accionario. Por otro lado, todas laseconomías asiáticas a las que se hace referencia pre-sentaron una experiencia similar en cuanto a la salida decapitales, cuya manifestación inmediata tomó la formade un crash accionario que colapsó los regímenes vigen-tes de tipo de cambio fijo o administrado. A este respecto,la experiencia de la crisis cambiaria y financiera asiáticafue aparentemente similar a la de otros episodios com-parables en economías emergentes [Canuto y Lima, 1999].En cada uno de los países en cuestión los tipos de cambioestaban siendo administrados, con mayor o menorrigidez, por su banco central, pues éste utilizaba susreservas para estabilizar los mercados cambiarios nacio-nales. A partir de cierto momento, en cada caso, esasreservas se fueron evaporando a medida que los tipos decambio fijos a administrados comenzaron a mantenerseapenas, debido a la entrega de divisas que efectuaba elbanco central para satisfacer los continuos excesos dedemanda por éstas.

La erosión de las reservas se originó tanto por lacreciente desconfianza de los inversionistas privadoscomo por la incapacidad del correspondiente bancocentral para mantener la estabilidad cambiaria. Taldesconfianza se manifestó en la urgencia de vender ac-tivos nacionales, lo que provocó bajas continuas en suscotizaciones y una contracción del crédito por parte delos prestamistas externos y nacionales. El movimientocomún consistió en que los tenedores de activos del sis-tema financiero –depositantes, accionistas y acreedoresexternos– buscaban liquidarlos y convertirlos en divisas.En tales circunstancias, como en otras experiencias, lasinstituciones financieras se vieron obligadas a liquidaractivos y cancelar líneas de crédito, métodos que es-tablecieron restricciones al gasto de las empresas ylas familias, con la correspondiente transmisión dela crisis cambiaria y financiera a la economía en suconjunto.

Una vez que se agotaron sus reservas (o aun antes, comoen Indonesia), los bancos centrales fueron sucesivamenteobligados a detener las ventas de divisas y a lograr lasostenibilidad cambiaria. En cada caso, a la reducciónacentuada del valor de las monedas nacionales le siguió

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Gráfica 12Demanda agregada en Indonesia -

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la libre fluctuación a la par de una profundización delriesgo de insolvencia nacional y de la recesión local. Co-mo en la experiencia anterior de México, después de unlargo periodo de estabilidad cambiaria, el agotamientode las reservas se produjo en muy poco tiempo [Chiang,1999].

Por otro lado, si bien esta interacción del colapso cam-biario y la crisis financiera nacional ha estado presenteen todos los casos asiáticos –así como en otras crisis deeconomías emergentes– hay que observar la diversidadde causalidades posibles entre las esferas cambiaria y fi-nanciera. El círculo vicioso entre estas esferas puede –enprincipio y de acuerdo con varias experiencias anterio-res– ser puesto en acción por razones fundamentalmentedistintas.

La desconfianza podría haber tenido su punto de partidaen los mercados internos de activos, con la salida decapital y el agotamiento de las reservas como conse-cuencias. El origen podría haber residido específicamenteen un déficit o en deudas públicas consideradas in-sostenibles o cuya monetización hubiese elevado la pro-porción entre la liquidez interna y el nivel de las reservasexternas.

Alternativamente, la causa principal del círculo viciosopodría haber estado en la balanza de pagos, o sea, endéficit en la cuenta corriente que los inversionistas ex-ternos no pudieron absorber. Excesivamente apreciadosde la moneda local podrían ser consecuencia, por ejem-plo, de tasas de inflación internas superiores a las externasy que no son compensadas nominalmente por los tiposde cambio administrados.

La determinación de la causa, en última instancia, tieneobvia relevancia para la búsqueda de políticas correctoras.Una vez instaurado el círculo vicioso entre, de un lado,la fragilidad de las finanzas privadas internas y/o públicas,y de otro, el deterioro de las cuentas externas, se vuelvedifícil separarlas. Con todo, lo importante es localizar elpunto de partida del proceso entre, por ejemplo, lasposibilidades mencionadas en los párrafos anteriores. Eneste contexto, observemos algunos indicadores que desde

luego nos permitirán descartar o explorar las posibilidadesde explicación para la experiencia asiática.2

Ante todo, ninguno de los cinco países presentó déficitpúblicos importantes en los años anteriores a la crisis;incluso algunos registraron superávit [Corsetti et. al.,1998]. En Corea, por ejemplo, según las estadísticasfinancieras del FMI, después de tener un saldo positivo de2.7% respecto al PIB de las cuentas públicas en 1994, losmodestos déficit de 0.9 y 1.1% en 1995 y 1996, no puedenconsiderarse críticos. En Tailandia, a su vez, superávitde 1.9, 3.0 y 2.4% del PIB se alcanzaron en el mismo trie-nio. La señal de las cuentas públicas también fue positivaen Malasia e Indonesia en 1996. Se evidencia, por tanto,que es inadecuada la explicación clásica de ataques es-peculativos y crisis en regímenes cambiarios rígidos for-mulada por la llamada “primera generación de modelosde ataques especulativos” iniciada por Krugman [1979],la cual señala a las políticas macroeconómicas incon-sistentes como el origen previsible de la crisis de balanzade pagos.

En rigor, el desempeño macroeconómico en términos decrecimiento y baja inflación de las economías en crisisfue notable antes de la misma. En Corea, el PIB creció8.6, 8.9 y 7.1%, respectivamente, de 1994 a 1996; encuanto al índice de precios al consumidor, mantuvo uncrecimiento de entre 4.4 y 6.3% al año en el mismoperiodo. En el caso tailandés, las cifras correspondientesfueron de 8.9, 9.1 y 7.7% para el PIB, y de 5.1-5.8% parala inflación. Las demás economías tuvieron un crecimientomenor; en Filipinas el ritmo pasó de 4.4% en 1994 a5.7% en 1996, con tasas anuales de inflación quepermanecieron entre 8 y 9% en el mismo periodo.

El desempeño macroeconómico también descarta, portanto, la “segunda generación de modelos de ataquesespeculativos”, línea inaugurada por Obstfeld [1994] yque tiene como referencia empírica la crisis del sistema

2 Para Kamismsky et. al. [1998] los mejores indicadores previos de unacrisis cambiaria son la evolución de las exportaciones, el tipo de cambioreal, la proporción entre las variables de liquidez y de reservas externas, elritmo de crecimiento del PIB y los precios de las acciones.

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monetario europeo de 1992. En el caso de la libra esterlinainglesa y de la lira italiana, su fijación cambiaria deentonces exigía el uso de políticas monetarias altamenterestrictivas, con tasas de interés crecientes. Asimismo,tal defensa se mostraba posible mediante los flujos decambio, y en cuanto a los términos de desaceleracióneconómica y desempleo se presentaban crecientes, conalta probabilidad de que de manera paulatina alteraranla valuación costo-beneficio de la política cambiaria en laperspectiva del gobierno. Teniendo en cuenta esta cues-tión, los ataques especulativos en contra de las monedasocurrirán con éxito, porque afectarán definitivamente lavaluación costo-beneficio de los gobiernos en cuanto alcompromiso cambiario. Como en el caso de la “primerageneración”, este tipo de “profecías autorrealizables”concretadas por los mercados, mediante las opciones depolítica gubernamental en cuanto al costo-beneficio desostener el tipo de cambio, no puede aplicarse al casoasiático, dado el buen desempeño macroeconómico an-terior a la crisis.

¿Y en cuanto a la balanza de pagos? En el caso deTailandia, los déficit en cuenta corriente alcanzaron 8%del PIB antes de la crisis, situándose como en los demáscasos señalados, en una banda de entre 3 y 6%. Por otrolado, como se verá en el siguiente apartado, la dis-ponibilidad de capital externo para la región parecía ex-ceder las necesidades de ingreso.

El flujo máximo de salida de capital que ocurrió durantela crisis siguió a un fuerte auge de entrada durante elperiodo 1990-1996, y en rigor no hubo una alteración súbitadel escenario de cuentas corrientes que pudiese suscitarcambios drásticos y repentinos en las expectativas de losinversionistas externos.

En lo referente al tipo de cambio real, los niveles deTailandia, Indonesia y Malasia anteriores a la crisis esta-ban apreciados apenas entre 5 y 8% con relación a la me-dia de 1990-1996, mientras que en Corea la tasa estabalevemente depreciada [Ferguson Jr., 2000]. En Filipinasla apreciación llegó a 20%, pero de cualquier modo fueel país menos afectado de los cinco por la crisis, comohemos visto. Chowdry y Goyal [2000], al examinar diversos

métodos para estimar el tipo de cambio real sugierenapenas alguna posibilidad de problemas en el tipo de cam-bio real en Tailandia, Malasia y Filipinas, descartandodefinitivamente la hipótesis en lo que se refiere a Coreae Indonesia, así como a Hong Kong, Singapur y Taiwán.

Se elimina asimismo la posibilidad de plena explicaciónde la crisis a partir de fundamentos macroeconómicos(cuentas públicas, crecimiento e inflación y tipo de cam-bio real) y de inconsistencias en las políticas ma-croeconómicas. Siguiendo las variables tradiciona-les, Tailandia –la primera de las fichas del dominó encaer– apenas se aproximaría a un diagnóstico en taldirección.

Resta examinar los indicadores referentes a las insti-tuciones financieras (bancos e intermediarios no bancarios)y de las variables correlacionadas (precios de los activos ypréstamos de las empresas). En este sentido, en efecto,se revelan algunas posibles pistas para entender la pro-fundidad y el carácter contagioso de la crisis.

Siguiendo los indicadores propuestos por Kaminsky et.al. [1998], el nivel de endeudamiento y de concesión decrédito en la economía vis-a-vis al PIB, así como el nivelde la deuda externa de corto plazo como proporción delas reservas internacionales, pueden señalar la inminenciade una crisis financiera (bancaria y/o cambiaria). En ca-so de que esos índices aparezcan elevados, la economíase muestra vulnerable ante fugas de capital nacional y derepatriación de capital por inversionistas externos.

En las cinco economías ocurrieron elevaciones acentua-das en las variables de crédito interno y de activos líquidosde corto plazo (M2) antes de la crisis en tasas bastantesuperiores a las del crecimiento nominal del PIB [Chow-dry y Goyal, 2000]. Esta evidencia y su compatibili-dad con las explicaciones de la crisis a partir de procesosde endeudamiento interno se tratarán en los apartadossiguientes.

En lo referente a la magnitud de deuda de corto plazovis-a-vis el volumen de reservas, no se verificó un montomayor de éstas sobre la primera en el caso de Malasia,

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la cual, a pesar de esto, fue la única en erigir barrerassignificativas a la salida de capital durante la crisis.3

A partir de ahí varios intérpretes resaltarán la volatilidadde los flujos internacionales de capital de corto plazo(deuda y acciones) como la causa inmediata de la crisis[Radelet y Sachs, 1998; Furman y Stiglitz, 1998].

Antes de abordar las interpretaciones financieras de lacrisis, cotejándolas con estas evidencias, pasaremos aexaminar un conjunto de choques externos que enfrentaronlas economías emergentes asiáticas. Antes que nada, enlo que sigue efectuaremos una breve revisión del ingresode capital en estas economías a lo largo del periodo 1990-1996.

El intenso ciclo de entrada y salida de capital externo, co-mún en toda la región, ocupa un sitio clave en las hipótesisreferentes a las causas financieras de la crisis. Por otrolado, buscaremos evidenciar la presencia, al lado defactores comunes, de algunas diferencias en el papel quetuvieron los flujos de capital externos en los países encuestión.

Flujos de capital para Asia

La gráfica 13 muestra el gran salto que dieron los flujosde capital para las economías emergentes (economías endesarrollo y economías en transición) para los años no-venta. Los flujos líquidos de capital privado para las eco-nomías emergentes crecieron siete veces entre 1990 y1996. Después de un máximo y de la reducción acentuadadurante la crisis financiera de las economías emergentes,los parámetros se mantuvieron por encima de los nivelesde la década anterior. Suponiendo una plena recuperación deestas economías, la proyección de la OCDE, contenida enla gráfica, apunta al retorno de niveles mayores en el

futuro próximo. Es fundamental resaltar el peso de losflujos oficiales en 1997-1998, cubriendo principalmentela salida de capital privado.

El incremento acentuado del movimiento de capital paralos países emergentes en la primera mitad de la décadatiene sus razones, según el informe del FMI InternationalCapital Markets: development prospects and policy issues[1995]. Ante todo, la tendencia hacia la reducción de lastasas de interés en las economías avanzadas impulsó alos inversionistas institucionales a buscar oportunidades deinversión con mayor oportunidad de ganancia, a la parde su lógica de diversificación de sus carteras. Del lado delas economías emergentes habrían contribuido los procesosde liberalización en cuanto a la inversión externa, así co-mo las reforma financieras, la desregulación sectorial ylas privatizaciones.

Durante el periodo expansivo se manifestaron preo-cupaciones en cuanto al volumen tal vez excesivo deentradas de capital, causando una sobrevalorización enlas economías nacionales, así como presiones especulativas

3 Cabe señalar que, en el periodo de la crisis, los controles sobre la cuentade capital habían sido liberalizados hacía mucho en Indonesia y Tailandia,aunque continuaban siendo importantes en Corea. Por ejemplo, los noresidentes no podían tomar préstamos en wons, prohibición también re-establecida en Tailandia durante la crisis [ITO, 1999:18]. La diferencia en elcaso de Malasia fue el carácter ex post de sus restricciones establecidassobre la salida de capital.

Gráfica 13Flujo de capitales para los mercados emergentes,

1971-2001(miles de millones de dólares)

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al alza de los activos. Tailandia y Malasia llegaron a re-cibir flujos por arriba de 10% del PIB, acompañados deun auge inmobiliario (conforme a lo mencionado en el ci-tado informe del FMI). En Tailandia la intención explí-cita era acumular reservas para mantener el tipo de cambioadministrado, a pesar de los déficit en cuenta corrienteque alcanzaban 8% del PIB. El auge inmobiliario, a suvez, se tornó una burbuja que se instauró en los mesesanteriores a la depreciación del baht, con instituciones fi-nancieras enfrentando problemas crecientes de insolvencia.

La gráfica 14 presenta los flujos de capital para las eco-nomías emergentes conforme al tipo de inversión. Seobserva un crecimiento continuo de la inversión extran-jera directa (IED). Las inversiones de cartera (acciones,títulos de deuda y otros títulos negociables), después desuperar a la IED durante el periodo 1992-1994, se re-dujeron particularmente en 1998. Asimismo, puede no-tarse la contracción en el renglón de “otros” (préstamosy depósitos bancarios y otros créditos no negociables, ytransferencias interbancarias internacionales) a partir de1995.

En verdad, conforme a lo ilustrado en la gráfica 15, esosmovimientos fueron originalmente heterogéneos. Entreprincipios de los años ochenta y 1997, los flujos haciaAsia superaron los dirigidos a América Latina, con unapequeña excepción en los años noventa a causa de los flu-jos que entraron a México. Después de declarada la crisisasiática, los flujos a Asia tomaron niveles negativos.Llama la atención la intensidad de la salida de capital encuanto América Latina pasó a ser el receptor mayoritario.

De los 30 000 millones de dólares que en 1990 llegaron alas economías emergentes, dos tercios fueron para Asia,mientras que menos de un tercio fue para América Latina.En 1993, el monto total había llegado a los 160 000millones, dos cuartas partes, equivalentes a 40%, se des-tinaron a estas dos regiones. En 1995, los flujos a AméricaLatina cayeron sustancialmente como consecuenciade la crisis mexicana. El año siguiente la recuperación deestos flujos llegó a un nuevo récord para el total de laseconomías emergentes –arriba de 240 000 millones dedólares– de los cuales la mitad fue para Asia y un tercio

Gráfica 14Flujos privados de capital para los mercados

emergentes, 1971-2001(miles de millones de dólares)

Gráfica 15Distribución geográfica de los flujos de capital

para los mercados emergentes,1970-2001

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para América Latina [ITO, 1999:5]. Tanto en la crisismexicana como en la asiática, los préstamos bancarios ylos títulos de deuda no negociables mostraron reduccionesbruscas (gráfica 14).

La lectura agregada de los datos en escala regional es-conde fuerte heterogeneidad entre los casos nacionales.Aunque todos los países asiáticos habían recibido grandesflujos de capital en los años noventa, los aumentos mássignificativos se dieron en China, que alcanzó parámetros15 veces mayores de 1990 a 1996. Corea, Singapur, Indonesiay Tailandia tuvieron una absorción de capital elevada deentre dos y cuatro veces a lo largo del mismo periodo.

En el caso de la IED, en el cuadro 1 se compara la par-ticipación de los países desarrollados y de las economíasemergentes de Asia y América Latina en cuanto receptoresde stock de capital. Por su parte, la gráfica 16 y los cuadros2 y 3 revelan la heterogeneidad en cuanto al papel cumplidopor la IED en las economías, antes y después de la crisis. Enel caso de las cinco economías en crisis, cabe señalar laimportancia relativamente pequeña de la IED en Corea, tantoen términos de stock en relación con el PIB, como en laproporción entre el ingreso de capital y la formación bruta decapital fijo. Malasia e Indonesia representan el lado opuesto.

Entre las fuentes de IED para Asia, Estados Unidos estuvoen primer lugar en los casos de Corea, Taiwán, Singapury Filipinas, mientras que Japón ocupó el primer lugar entodos los demás países de la región. Hasta mediados dela década, Indonesia, Tailandia y Malasia fueron losprincipales destinos de la inversión japonesa, siendo sus-tituidos por China a partir de entonces. Las empresas ja-ponesas dirigieron parte de sus procesos productivos haciasus vecinos como respuesta de la apreciación del yen frenteal dólar hasta mediados de la década [Canuto, 1994a:cap. 4; Whitt, 1999].

La diversidad en la magnitud y las fuentes de capitaltambién aparece en la composición de ingresos por país.En Malasia, como en China, se incrementó la recepciónde IED. La entrada de capital de cartera fue mínima, con ni-veles negativos en ciertos momentos. En la misma di-rección, cabe señalar que Malasia fue la única, entre lascinco, en la que la deuda externa de corto plazo no llegóa superar las reservas externas. Por su parte, Tailandiatuvo ingresos de inversión en cartera superiores a los deIED.

En lo tocante a los préstamos bancarios internacionalesde las economías avanzadas a las emergentes, se observaun patrón regionalizado. Los países asiáticos recibie-ron principalmente empréstitos de bancos japoneses yeuropeos, mientras que los latinoamericanos obtuvieronrecursos de bancos estadounidenses y europeos. [ITO,1999:13-14].

Como proporción del PIB, el total de pasivos bancariosexternos en Tailandia, Malasia, Indonesia y Corea, a me-diados de 1997, eran mayores que en los países latino-americanos. De 1993 a 1997 crecieron de manera acen-tuada las razones de pasivos bancarios/PIB y de deudas decorto plazo/reservas en las cinco economías de la crisisasiática, conforme a lo mencionado en la sección anterior.

Como contrapartida interna, los créditos del sistemabancario nacional al sector privado como proporción delPIB en Asia variaron entre 50% (Filipinas) y 100%(Tailandia) de 1996 y 1997, mientras dicho parámetro sesituó abajo de 25% en Brasil, Argentina y México

0 %

20 %

40 %

60 %

80 %

100 %

120 %

140 %

160 %

180 %

80 9 8

Gráfica 16Proporción de IED/PIB

Corea

Hong K

ong

Singa

pur

Taiw

an

Mala

sia

Indon

esia

Taila

ndia

Filip

inas

China

1980 1998

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[Ferguson Jr., 2000]. Más que nunca, el patrón definanciamiento empresarial “basado en el crédito ban-cario” de Asia –en contraste con el “basado en losmercados de capitales” al estilo anglosajón– fue ejercitadoen dicho periodo.4

Un gran impulso a la IED se había dado en la región en losaños noventa, en contraste con el papel de la inversión decartera para América Latina, donde hasta en tiemposrecientes el predominio de los flujos de inversión directano pueden servir como estereotipo de los flujos de capitalcomo sí sucede en todos los casos asiáticos. En Corea, elingreso de recursos externos sirvió principalmente paraimpulsar la inversión de las empresas nacionales mediantepréstamos bancarios y venta de acciones, reafirmando elpatrón típico de su industrialización anterior [Canuto,1994a; 1994b].

Por otro lado, la contrapartida –particularmente en Tai-landia– fue la mayor “fragilidad financiera” del sistemaeconómico, tanto en términos de diferenciación entreplazos de madurez de los activos (inversiones productivas)y pasivos (préstamos bancarios y títulos de deuda de corto ymediano plazos), como de diferenciación en la deno-minación de las monedas (activos en moneda nacional,contra pasivos denominados en divisas [currency mis-match]). La estabilidad cambiaria, que abatió el precio dela captación externa, se combinó con la disposición de losacreedores extranjeros en un proceso cuya resultante fuela subida rápida de los índices de crédito bancario interno/PIB y de deuda externa de corto plazo/reservas inter-nacionales. En este contexto, cabe señalar que de los yamencionados 105 000 millones de dólares dirigidos haciaestas economías en 1997, cerca de 75% (77 000 millones)corresponden a préstamos bancarios [Radelet y Sachs,1998:5].

Choques externos

Aunque no necesariamente se apuntan como causas de lascrisis simultáneas en Asia, tres choques ocurridos en losaños anteriores son, de acuerdo con la literatura, la causa

que afectó negativamente las exportaciones de los paísesen cuestión, reforzando la vulnerabilidad de sus economías[Corsetti et. al., 1998; Whitt, 1999]:

1) El crecimiento de las exportaciones chinas, después desu depreciación cambiaria en 1994, quitó espacios enlos mercados occidentales a sus competidores vecinos.

2) La depresión económica japonesa implicó menores com-pras de los productos vecinos.

3) La apreciación del dólar con relación al yen y otrasmonedas en 1995-1997, en un periodo en el cual la mo-neda estadounidense servía de ancla cambiaria para va-rios países asiáticos.

La modificación del tipo de cambio de la moneda chinafue por sí misma un aspecto clave. Hasta 1994 Chinatenía dos tipos de cambio: uno oficial, fijado por el go-bierno, y otro fluctuante, determinado por las fuerzas delmercado. Del monto de recursos recibido por ex-portaciones, apenas 20% se convertía al tipo de cambiooficial. El gobierno chino decidió en tanto unificar lostipos de cambio, lo que significó que el tipo de cambiooficial se depreciara 35% aproximadamente antes deinterrumpir este mecanismo. Dada la proporción anteriorde reservas convertidas al tipo de cambio oficial, la de-preciación efectiva fue de apenas 7%. Además de esto,con una aceleración inflacionaria no compensada por eltipo de cambio nominal, en términos reales ocurrió ciertaapreciación cambiaria entre el momento de la unificacióny 1997 [Whitt, 1999: 22].

Con todo, además de otros factores de competitividad(como el costo de la mano de obra no calificada y laabsorción de inversión), las exportaciones chinas deproductos tecnológicamente menos complejos, comovestido y montaje de productos electrónicos, crecieronde manera extraordinaria. Para darse una idea de la mag-nitud del auge exportador de China, basta señalar quemientras que en los años ochenta las exportaciones deCorea hacia Estados Unidos fueron el doble o triple delas chinas, en 1991 éstas sobrepasaron a las coreanas,alcanzando el doble en 1996. El impacto se dio par-4 Sobre tales patrones de financiamiento empresarial, véase Tsuru [2000].

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págin

a 53

OCTAV

IAN

O C

AN

UTO

, CRISIS Y RECUPERA

CION

EN A

SIA , PP. 41-66.

Cuadro 1Participación en porcentaje respecto al total de IED (entradas)

1980 1985 1990 1995 1997 1998

Mundo 100.00 100.00 100.00 100.00 100.00 100.00

Países desarrollados 73.76 69.67 78.87 71.06 67.29 68.14

Europa 36.58 30.20 41.73 38.25 35.80 36.36

EUA 16.39 23.60 22.33 19.20 19.83 21.40

Japón 0.65 0.61 0.56 1.20 0.79 0.74

Países en desarrollo 26.24 30.33 20.96 27.58 30.72 29.83

Corea 0.23 0.28 0.33 0.38 0.45 0.50

Hong Kong 8.59 5.93 3.17 2.54 2.75 2.35

Singapur 1.22 1.66 1.62 2.14 2.29 2.12

Taiwan 0.47 0.37 0.55 0.56 0.58 0.49

Malasia 1.02 0.94 0.58 0.97 1.08 1.00

Indonesia 2.03 3.19 2.20 1.81 1.79 1.49

Tailandia 0.19 0.03 0.46 0.63 0.38 0.49

Filipinas 0.24 0.33 0.18 0.22 0.25 0.25

China 0.01 0.55 1.05 4.70 6.28 6.39

PAD 14.00 12.74 9.10 9.25 9.56 8.70

PAD y China 14.01 13.29 10.15 13.95 15.84 15.09

Argentina 1.05 0.84 0.42 0.99 1.16 1.11

Brasil 3.45 3.28 2.10 3.54 3.73 3.84

México 1.60 2.40 1.27 1.47 1.47 1.49

Fuente: UNCTAD. 1999. World Investment Report.

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Cuadro 2Proporción de IED/PIB en porcentaje

1980 1985 1990 1995 1997 1998

Corea 1.83 2.31 2.32 2.14 3.22 6.46

Hong Kong 152.60 133.16 75.04 50.96 55.30 58.79

Singapur 52.94 73.57 77.96 71.45 83.12 104.93

Taiwan 5.81 4.72 6.07 6.05 7.00 7.70

Malasia 21.11 23.68 23.44 30.50 37.21 56.57

Indonesia 11.84 27.13 33.98 25.03 28.49 64.91

Tailandia 3.03 0.51 9.59 10.39 8.64 17.80

Filipinas 3.77 8.46 7.40 8.21 10.25 15.54

China 0.02 1.41 4.79 18.74 24.01 27.23

Argentina 6.68 7.72 8.27 29.19 41.19 46.39

Brasil 8.36 29.10 26.28 38.31 43.73 52.60

México 5.44 8.58 3.45 5.84 6.31 7.84

Japón 0.31 0.35 0.33 0.65 0.64 0.79

EUA 2.97 4.38 6.80 7.24 8.21 9.99

Fuente: UNCTAD, 1999. World Investment Report

Cuadro 3IED/Formación bruta de capital fijo

1987-1992 1993 1994 1995 1996 1997

Japón - - - - - 0.3

Corea 1.1 0.5 0.6 1.1 1.3 1.8

Hong Kong 9.9 11.5 10.6 7.7 11.5 9.9

Singapur 32.2 23.1 36.1 25.6 23.1 27.3

Taiwan 3.3 1.7 2.5 2.6 3.3 3.8

Malasia 18.1 20.3 14.9 11.1 12.1 12.2

Indonesia 2.7 4.3 3.8 6.7 8.9 7

Tailandia 5.6 3.6 2.4 2.9 3.1 6.8

Filipinas 6 9.6 10.5 9 7.8 6.1

China 4 12.2 17.3 14.7 14.3 14.3

Argentina 7.6 5.8 6.1 10.5 12.4 12.7

Brasil 1.8 1.5 2.3 3.8 7.1 11.9

México 9.4 9 15.2 20.6 15.5 16.3

Mundo 4.1 4.3 4.6 5.4 5.8 7.7

Países desarrollados 4.2 3.6 3.7 4.7 4.8 6.5

Países en desarrollo 3.9 6.4 8 7.3 8.4 10.3

América Latina 5.4 6 9.1 9.4 12.5 16.1

Asia (Sur, Este, Sudeste) 4.3 7.3 8.5 7.6 8.2 9.1

Fuente: UNCTAD, 1999. World Investment Report.

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ticularmente sobre Tailandia, Indonesia, Malasia y Fi-lipinas, los “tigrillos” que no contaban con la supe-rioridad industrial y tecnológica de Corea y de otros “ti-gres” [Canuto, 1994a].

El segundo choque sugerido por los analistas se refiere alas consecuencias de la crisis japonesa, iniciada por elsurgimiento, en 1990, de dos burbujas especulativas: laaccionaria y la inmobiliaria que se inflaron a fines de ladécada anterior.5 Con todo, el tiempo anterior al estallidode la crisis no favorece este argumento. Además de esto,como gran cantidad de importaciones japonesas prove-nientes de sus vecinos corresponde a artículos incorpora-dos en sus exportaciones, para tales vecinos indirecta-mente importan más las condiciones de demanda en losmercados occidentales, que las del propio Japón.

El tercer choque corresponde a la apreciación del dólarcon relación al yen y otras monedas nacionales a partirde 1995, revirtiendo su trayectoria de depreciación de1993-1994. Entre abril de 1995 e igual mes de 1997, eldólar se apreció nominalmente 50% con relación al yen,y 23% con relación al marco alemán.

En los años anteriores a la crisis algunas economías asiá-ticas habían anclado significativamente sus monedas res-pecto al dólar (como en el consejo monetario de HongKong), mientras que otras preferían hacerlo con relacióna una cesta de monedas con precios fijos respecto al dólary otras monedas (con un precio no siempre declaradooficialmente). En este segundo caso, el precio del dólarera elevado, conforme estimaciones de Witt [1999: 25]:90% en Corea durante 1995-1996 y no menos de 80% enlos demás casos. Por tanto, la apreciación del dólar arras-tró en la misma dirección a las monedas asiáticas, aunquecon una intensidad menor.6

La búsqueda de estabilidad cambiaria respecto al dólar,mediante el anclaje directo o una cesta de monedas, fuefundamental para atraer capitales (además de servir even-

tualmente como instrumento de estabilización anti-inflacionaria). Desde el punto de vista de las decisionesde IED, el anclaje minimiza el riesgo cambiario para lainversión dirigida al mercado estadounidense La mismareducción del riesgo cambiario favoreció el ingreso deinversión de cartera y de crédito bancario externo. Almismo tiempo, el crecimiento económico y el optimismoestimularon la apreciación de que los riesgos de créditoeran mínimos. La estabilidad imperante del dólar se con-virtió en uno de los estímulos de la elevación de la ren-tabilidad financiera nacional con base en la captación dedivisas externas de corto plazo.

Como consecuencia de los dos choques descritos en estasección, las exportaciones de los cinco países asiáticosemergentes hacia Europa y Japón se desaceleraron antesde la crisis financiera de 1997. Además de esto, par-ticularmente los sectores productivos tecnológicamentemás complejos de Corea, competidores de Japón, ex-perimentaron un aumento de la producción japonesavis-a-vis la coreana en el mercado estadounidense, recu-perando sectores de mercado que el año anterior el “tigre”había perdido.

Tailandia, Corea y Malasia presentaron fuertes caídasen el crecimiento de sus exportaciones en 1996, con-trastando con el ritmo de los años anteriores. En el casocoreano, sus ventas a Estados Unidos cayeron más de6%, después de haber aumentado 30% durante los dosaños anteriores. En 1996, la expansión de las ventas ex-ternas tailandesas fue casi nula, a pesar de que se habíanelevado 20% el año anterior.

Aunque en términos macroeconómicos la desaceleraciónexportadora no se tradujo en un deterioro significativo dela cuenta corriente de la balanza de pagos de Corea comose vio al principio, para explicar la intensa crisis en sueconomía conviene analizar el efecto en la rentabilidadde las amplias inversiones nacionales destinadas a laexportación que se efectuaron con una gran elevación dela tasa de rendimiento financiero durante la provisiónde capital. Mientras que la apreciación del dólar afectóa Corea, la expansión china comprimió las ventas externasde las otras cuatro economías que entraron en crisis.

5 Sobre esto, véase Canuto [2000a].6 Sobre regímenes de política monetaria en economías emergentes, véaseCanuto [2001].

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Los mismos argumentos valen para la reducción del ritmode crecimiento de tres de las cinco economías entre 1996y 1997: de 8.9 a 7.1% en Corea, de 9.5 a 8.6% en Mala-sia, y de 8.8 a 5.5% en Tailandia. El cambio en latrayectoria de las exportaciones y el crecimiento impul-sado por éstas parecen insuficientes para explicar la crisis(con una posible reserva para Tailandia) que se abatiósobre las estructuras económicas con trazos de fragilidadfinanciera.

Riesgo moral y pánico financiero

La literatura sobre crisis y regulación de las finanzasdistingue las siguientes situaciones en las cuales las ins-tituciones y el sistema financiero se enfrentan con pro-blemas, aunque en términos concretos no siempre resultafácil distinguirlas [Canuto y Lima, 2000a; 2000b]:

1) Insolvencia: cuando el valor presente de los activos esinferior al de los pasivos entonces la insolvencia es ine-vitable. La falta de sustentabilidad patrimonial puedepermanecer disfrazada por algún tiempo, pues puede queocurra una asimetría de información entre los tenedoresdel patrimonio y sus acreedores. En los casos en que lainsolvencia patrimonial depende de que se verifiquen aposteriori los escenarios utilizados en los cálculos ori-ginales del riesgo involucrado, la situación de insolvenciaaparece cuando el escenario se revela desfavorable unavez que se ha concretado. Sin transparencia y con asi-metría de información los acreedores pueden subestimarlos riesgos involucrados, lo cual puede estimular a lostenedores del patrimonio (captadores de recursos deterceros) a asumirlos en exceso (el “riesgo o peligromoral”, moral hazard).

2) Iliquidez: cuando hay insolvencia patrimonial en el largoplazo, hay incongruencia temporal entre el retorno delos activos y los compromisos derivados de los pasivos.El patrimonio es viable, pero en el caso en que no hayarefinanciamiento cuando los compromisos de pasivossuperan la liquidez obtenida en los activos, se presentala insolvencia. La posibilidad de insolvencia en este casoes peligrosa (una falla del mercado), ante el retornopositivo de liquidez del proyecto. Tal falla de mercado

puede ocurrir cuando hay asimetría de información einseguridad de los acreedores, choques sistémicos deracionamiento de crédito, etcétera.

La iliquidez es inevitable en algunas instituciones,particularmente en el caso de los bancos. Las funcionesde éstos –“transformar la madurez”– implican combinarpasivos líquidos, de valor nominal fijo a la vista (de-pósitos), en activos menos líquidos y de valor variable(títulos de crédito, títulos del Tesoro). En ausencia depréstamos de última instancia de un banco central y de otroselementos de una “red de seguridad financiera”, todoslos sistemas bancarios están sujetos a un fuerte “ries-go sistémico”: corridas en los bancos por parte de losdepositantes, pánico y comportamiento en manada,insolvencia generalizada, falta de liquidez en la economía,etcétera.

Por otro lado, cabe señalar que la presencia del riesgo deiliquidez no es exclusiva de los bancos; surge siempre enlas inversiones de largo plazo respaldadas con recursosde terceros y plazos menores de vencimiento. En rigor,los sistemas económicos con financiamiento empresarial“basado en el crédito bancario”, al contrario de los “ba-sados en el mercado de capitales” tienden a presen-tar, de manera generalizada, situaciones de potencialiliquidez.7

La diferencia entre “insolvencia” e “iliquidez” resultade particular relevancia para el objetivo de este trabajo.Estos conceptos están en la raíz de las principales ex-plicaciones de la crisis asiática y en el estudio de laseconomías emergentes en general. La forma en que losintérpretes los utilizan para sugerir políticas económicaspara solucionar las crisis no siempre son conciliables; sucomprensión es esencial para proceder a un análisis de lacrisis y de sus interpretaciones, así como al debate res-pecto a la actuación del FMI. Como se verá, la propuestade rediseñar la “arquitectura financiera global” que ac-tualmente se discute, parte de cierta visión en la que

7 No cabe aquí comparar las ventajas y desventajas entre tales sistemas y elde sus combinaciones, ni de las condiciones en las cuales pueden serapropiados. Véase a este respecto, Tsuru [2000].

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predominan estos problemas en las economías emergentesen el periodo reciente.

Las explicaciones financieras de la crisis asiática puedenclasificarse en dos grandes grupos [Corsetti et. al., 1998;Chowdry y Goyal, 2000]:

1) Riesgo moral (moral hazard): Dooley [1997], Krugman[1998].

2) Pánico financiero o crisis de iliquidez autorrealizada(self-fulfilling runs on liquidity): Chang y Velasco [1998a;1998b; 1998c], Radelet y Sachs [1998], Furman y Stiglitz[1998].

El primer grupo argumenta que en la raíz de la fragilidadfinanciera asiática estuvieron presentes políticas gu-bernamentales inadecuadas. Las garantías guber-namentales a los préstamos bancarios privados habíanestimulado al sector privado a tomar recursos en excesoy a invertir en proyectos de riesgo elevado, con fuerteposibilidad de volverse insolventes, dada la eventualidadde escenarios desfavorables. Con la vulnerabilidad quesurge del riesgo generalizado de insolvencia, cualquierchoque –como los analizados en la sección anterior–podría haber disparado la crisis, con contagio y granprofundidad.

Esta línea de argumentación proviene de la “primera ge-neración de modelos de ataques especulativos” analizadaen la primera sección, de manera que coloca la causaprimaria de la crisis en las políticas gubernamentales.La diferencia es que en el caso del “riesgo moral”, las“fallas del gobierno” no aparecen en los datos sobrepolítica fiscal, cambiaria y monetaria. Los segurosgubernamentales –explícitos o implícitos– sólo revelansu efecto pernicioso una vez desencadenada la crisis,cualquiera que sea el gatillo inicial de la misma (choqueinterno o externo).

Con tales políticas puede ocurrir un éxito macroeconómicotemporal mientras el volumen de pérdidas potencialesacumuladas por el gobierno no se vuelva insostenible,antes de agotarse el “fondo de seguros (formal o informal)”se realizarán inversiones privadas de alto riesgo, dadas

las alternativas de privatización de las ganancias en losescenarios positivos y de socialización de las pérdidas enlos escenarios negativos. De la misma forma, las garantíasgubernamentales en cuanto al riesgo cambiario puedenprovocar un ingreso excesivo de capital de corto plazo.

Un ataque especulativo –exitoso– tenderá a ocurrir cuandoel fondo de seguros gubernamentales se haya agotado ylos acreedores observen el fin de las garantías. En estemomento, los acreedores de inversiones de alto riesgocambiarán los pasivos privados existentes por liquidez,ocurriendo entonces una deflación de activos y una con-tracción de créditos bancarios al sector privado, con unaumento de la “preferencia por la liquidez”. Dados losriesgos de insolvencia gubernamental y/o de depreciacióncambiaria, la preferencia por la liquidez tiende a dirigirseal exterior (“la fuga por la liquidez” hacia los puertosseguros de las economías centrales).

La entrada de capital se torna excesiva a causa de lasuperabundancia de recursos vis-a-vis las oportunidadesde aplicación con solvencia. El auge del consumo mexica-no anterior a 1995 y la “bola inmobiliaria” en Tailandiason manifestaciones de lo anterior. En Corea, los con-glomerados habían invertido excesivamente en capacidadproductiva en los sectores de electrónica, automóviles,construcción naval y otras actividades de exportación(sujetas al choque adverso del yen/dólar, analizado en lasección anterior). Empíricamente, la interpretación de“riesgo moral” sería compatible con la de explosión delcrédito privado respecto al PIB y con los aumentos de larazón de deuda externa de corto plazo/reservas, observadosen el periodo previo a la crisis.

Un contexto particularmente propicio al “riesgo moral”en Asia se habría instaurado debido a los procesos deliberalización financiera –desregulación de tasa de interés,reducción de requisitos de reservas, promoción de lacompetencia– sin una reforma correspondiente a la super-estructura regulatoria, a fin de evitar una toma excesivade riesgo. En tales condiciones de transición incompleta,las instituciones financieras en estado de fragilidad fuerontentadas a incurrir en riesgos como única oportunidad deescapar de su situación [Canuto y Lima, 1999].

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En Tailandia, por ejemplo, el relajamiento de la re-gulación bancaria y de los controles de capitales se diosin el fortalecimiento de la supervisión bancaria. Al mismotiempo, los intermediarios financieros no bancarios seencontraron libres de restricciones.

En Corea, la liberalización financiera se aceleró en 1995a causa de su entrada a la OCDE. Los bancos comercialesse encontraron libres de la jurisdicción de regulación, lacual restringía los excesos de exposición imperante enclientes específicos [Ito, 1996: 26; Hahm y Minsky, 2000:21-2]. De esta forma, los conglomerados coreanos y losbancos pudieron aumentar sus estructuras patrimonialescon alta diversificación del riesgo.

Las soluciones de política favorables para la literaturadel “riesgo moral” y la “insolvencia” localizan la bús-queda de alineación entre riesgos y decisiones, tanto enescala micro como macroeconómica, mediante:

• en el ámbito interno, mayor regulación prudencial y redesde seguridad financiera con acceso más restringido,ambas con “castigos” y “premios”, según el com-portamiento de las instituciones, y

• en el plano externo, la eliminación de paquetes mul-tilaterales de asistencia y del FMI, o, cómo mínimo, en-durecimiento de las condiciones asociadas a éstas. En lamisma línea, la participación de los acreedores privadosexternos en las renegociaciones, en lugar de su salidapermitida por los paquetes de ayuda.

El segundo grupo de interpretaciones de la crisis asiáticapone el acento en el pánico financiero y en las conse-cuentes corridas contra las instituciones y sistemas sobrelas condiciones de iliquidez en potencia. En rigor, quienadopta la interpretación de “riesgo moral” de maneraflexible también reconoce la emergencia de situacionesde pánico y de “comportamiento en manada” (herdbehavior) de los inversionistas cuando la crisis se disparay la insolvencia se traduce en falta de liquidez (por ejem-plo, [Hahm y Minsky 2000]). Simétricamente, este segundogrupo que aborda la crisis a partir del pánico financierono niega el papel de las asimetrías en la información, ni

la necesidad de una supervisión y regulación financieraadecuadas.

La diferencia reside, sin embargo, en que este segundogrupo no considera correcta la afirmación de que en lospaíses asiáticos estuviese predominando la insolvenciageneralizada antes de la crisis. No hay fundamentos (ma-cro o microeconómicos) para justificar la crisis de con-fianza. La misma corrida por la liquidez de parte de losacreedores nacionales y externos habría autorrealizadosus temores, al provocar liquidación masiva de activos,colapsos patrimoniales, corridas de los bancos y ra-cionamiento de créditos. Las pérdidas de capital y lacrisis financiera y económica surgen como consecuen-cia del proceso, a pesar de la viabilidad de las inversionesde largo plazo.

La versión de la crisis por iliquidez autorrealizada suponepasivos externos de corto plazo y de divisas por encimadel valor de liquidación de los activos que componen lasreservas internacionales del país. Los datos estudiados alprincipio del artículo parecen compatibles con la hipótesisde vulnerabilidad y pánico. En junio de 1997 Indonesia,Tailandia y Corea –que acabaron por recurrir al FMI–tenían razones de deuda externa de corto plazo/reservasde 1; por su parte Malasia y Filipinas, cuyos índicesestuvieron por debajo de 1, ya iban elevándose convelocidad.

El segundo grupo es igualmente conciliable con la rápidasubida de la tasa de crédito privado/PIB anterior a la crisis.Por ejemplo, la crisis de iliquidez autorrealizada podríahaberse dado a partir del súbito cambio en el humor delos inversionistas, comportándose en manada, despuésde una onda anterior de superoptimismo sobre el desarro-llo de la región en años anteriores.

Además, la liberalización financiera sin modernizaciónregulatoria cumple también un papel en esta visión de pá-nico financiero. La competencia entre bancos e ins-tituciones financieras no bancarias habría llevado a losprimeros a emitir pasivos líquidos con promesa de unaremuneración mayor que antes, exacerbando así su vul-nerabilidad en cuanto a liquidez.

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En términos de políticas recomendadas, hay por lo menosun punto en que la dirección de este segundo grupo esdiametralmente opuesta a las versiones radicales del ries-go moral, a saber, en cuanto a la necesidad de contar confuentes de préstamos de última instancia y con redes deseguridad financiera de fácil y rápido acceso, en ambosniveles, nacional e internacional. Para este segundo gru-po, la mera existencia de tales fondos disponibles tendríael efecto de aumentar los índices de liquidez vistos comosustentables por los acreedores, volviéndose even-tualmente innecesario el uso de los recursos.

En la versión de Chiang y Velasco [1998a; 1998b], porejemplo, las crisis “puras” de iliquidez autorrealizables–sin ninguna fragilidad en los fundamentos– tienden aocurrir, en las economías pequeñas, en cuanto se presentaescasez de liquidez en el plano internacional. En el casocontrario, la liquidez externa puede permitir la salidade la crisis. Se concluye, por tanto, que es crucial laexistencia de líneas de crédito, así como el acceso fácily rápido a las mismas, inclusive a las del FMI, paraevitar crisis innecesarias. En este contexto, Ito [1999:28]defiende la creación de fondos regionales de liquidezpara economías próximas y sujetas a contagios de des-confianza.

Adicionalmente, la versión del “pánico financiero” esmenos rutilante en cuanto a la funcionalidad de loscontroles al capital empleados en Malasia, en situacionesde emergencia por lo menos. En el caso de ondas“irracionales” de fuga (desprovistas de fundamentos) sevuelve funcional la activación de circuit-breakers paracalmar a la manada de inversionistas.8 De la misma for-ma, abriéndose teóricamente la posibilidad simétrica deondas de superoptimismo no justificable con fundamentosmacroeconómicos, se tiende a recomendar controles exante sobre la entrada de capitales de corto plazo, al estilochileno de cuarentenas o “impuesto Tobin”.

Finalmente, el estudio de la fuga de iliquidez auto-rrealizada tiende a criticar las políticas de fuerte ele-vación de la tasa de interés interna en situaciones decrisis, pues se ha visto que ésta puede agravarse por lacontracción del crédito y por olas adicionales de des-confianza. Se tiende a efectuar reformas regulatorias yajustes patrimoniales sin el obstáculo de escasez inne-cesaria de liquidez.

La confrontación entre las hipótesis del riesgo moral y lainsolvencia versus solvencia con falta de liquidez y pánicono se resuelve, teórica o empíricamente, con la trans-ferencia del debate a la órbita de la discusión sobre lospaquetes de rescate y de las condiciones impuestas por elFMI. Sin embargo, éstas se mantienen en las distintaslecturas de la actual recuperación asiática. Del lado del“riesgo moral” se proclama la profundización de lasreformas (consolidación patrimonial, principalmente enlos mercados de capitales) como condición necesaria –aúnno cumplida– para que retorne el desarrollo a la región.A su vez, el lado de la “crisis de falta de liquidez auto-rrealizada” revela mayor optimismo, como consecuenciade las quiebras que se evitan gracias a los recursos mul-tilaterales utilizados en los rescates y del refuerzo de laliquidez local vía las exportaciones y el crecimiento, enlas economías donde éstas se han ido recuperando. Algunosanálisis intentan incorporar aspectos –y consideracionesde política económica– de ambos enfoques, como porejemplo los de Hahm y Minsky [2000].

Vale mencionar aquí la propuesta de combinación pre-sentada por Chowdry y Goyal [2000: 47]: asegurarplenamente los créditos de corto plazo, para evitar crisisde iliquidez autorrealizada y dejar sin seguros a los in-versionistas de largo plazo excluyendo la posibilidad derescate a posteriori, de manera que se estimule la puestaen marcha de sólidos sistemas de control y gestión delriesgo, lo cual restringiría el “riesgo moral”. Como enla versión de las asimetrías de información y riesgo moralde Hahm y Minsky, en la cual estos elementos se com-binan con “corridas por liquidez”, la propuesta deChowdry y Goyal reconoce ambas posibilidades de in-solvencia e iliquidez, distinguiendo sus ámbitos temporalesde alcance.

8 En Krugman [1999], el autor de la primera generación de ataquesespeculativos racionales y de un modelo de “riesgo moral” reconoce laevidencia de las fugas de iliquidez autorrealizada. No por nada llegó adefender el manejo temporal de controles de capital poco antes de suanuncio por parte de Malasia.

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Como digresión, cabe señalar que éste parece ser elsentido actual de la reforma de la arquitectura financieraglobal delineada por el FMI y los gobiernos del Grupo delos Siete [Canuto, 2000c]. Se trata de reforzar la defensacontra el riesgo sistémico para evitar el contagio y lasfugas de liquidez en el plano internacional, estableciendoal mismo tiempo una estructura de incentivos favorablesa la adopción, en escala nacional, de políticas macro-económicas sustentables y de sistemas de regulaciónfinanciera conforme a un esquema establecido como sa-ludable. Esto corresponde al inicio de un proceso de adap-tación, en escala global, de las redes de seguridad fi-nanciera existentes en el ámbito interno en las economíasavanzadas, más o menos en la dirección delineada porChowdry y Goyal. El blanco principal de dicha adapta-ción es el conjunto de las economías emergentes.

La pieza clave de la reforma es el cambio en las líneasde crédito del FMI. Por un lado, se reduce el costo de lalínea de crédito de contingencia (LCC) que se formó elaño pasado y que hasta ahora no se ha utilizado. Por otro,el endurecimiento de los términos de acceso a las demáslíneas de crédito del Fondo.

En analogía con los seguros de depósitos bancarios y delos préstamos de última instancia de los bancos centrales,en las economías nacionales la LCC se anunció como unalínea de acceso fácil y rápido para los países precalificadospara participar. La condición es justamente esa preca-lificación como país financieramente bien establecido.

Una vez cumplida dicha condición, y la mera existenciade amplias reservas vía LCC, disminuirán las posibili-dades de que ocurran ataques especulativos y comporta-mientos de fuga en manada. Como en las redes de segu-ridad financiera nacionales, eventualmente no seríanecesario recurrir a la LCC.

Al mismo tiempo, la idea es también estimular el uso delos recursos del Fondo para plazos más largos de los queda la LCC. De ahí la fuerte elevación de la tasa de interéssobre las demás líneas, la cual sube de acuerdo con elpréstamo. El financiamiento de plazos mayores se deberádejar a fuentes privadas, siendo éstas conscientes de la

baja probabilidad de rescate oficial por parte del FMI o deotra instancia multilateral.

La exigencia del FMI y del Tesoro estadounidense de quelos acreedores privados participasen en la renegociaciónde la deuda de Ecuador en 1999 ya señalaba la intención deinocular el riesgo del crédito en el cálculo de los inver-sionistas en todas las economías emergentes. El diseñogeneral de la reforma sigue el diagnóstico de que la crisisfinanciera de las economías emergentes, desde Méxicohasta Brasil, con los correspondientes temores de contagioen el núcleo duro de las economías avanzadas –crisis delos hedge funds en 1998–, refleja el exceso de libertadimperante en cuanto al riesgo tanto por parte de los acree-dores privados externos como de las economías emer-gentes. Con ayuda de los paquetes oficiales de rescate,excepto en el caso de Rusia, los acreedores privados sal-drán relativamente ilesos.

Restan detalles relevantes de la reforma, como el esta-blecimiento de criterios eventuales para el uso automáticode la LCC, la definición de criterios referentes a la solidezfinanciera de las economías, etc. Pero la dirección esclara en el sentido de establecer una especie de acuerdode sanidad financiera, excluyendo bandas frágiles de lasfinanzas globales y ofreciendo premios al buen com-portamiento. En lugar de grandes paquetes de rescate quevan de la mano de programas de reformas posteriores ala irrupción de las crisis, ahora el propósito es establecercondiciones ex ante, dejando recursos automáticamenteliberados en última instancia para economías con buenosfundamentos macro y microeconómicos.

Recuperación y reformas

Siguiendo a Radelet y Sachs [1998], la crisis tailandesaparece haber exhibido algún componente de fundamentos–macro y micro– en desorden. Las crisis de Indonesia yFilipinas, por su parte, contienen causas derivadas de suinestabilidad política. Todas estas cinco crisis asiáticassufrieron un contagio de expectativas pesimistas y dedesconfianza. La crisis de Corea, sin embargo, de acuerdocon dichos autores fue una “pura” crisis de fuga de iliquidezautorrealizada.

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En el caso de Corea, la hipótesis del “riesgo moral”exige localizar cambios cualitativos en los años noventa.Al final, la experiencia histórica de desarrollo eco-nómico coreano, que destaca entre las economías emer-gentes por el estado alcanzado, tiene como uno de suselementos fundamentales las políticas públicas de fi-nanciamiento y apoyo estratégico, caracterizadas por la“premiación de vencedores y castigo de perdedores”.Fueron los vencedores en este proceso selectivo los quese convirtieron en los grandes conglomerados coreanos.Las estrategias de ocupación de mercados y de inversiónen aprendizaje tecnológico, así como los menores már-genes de ganancia, fueron moldeadas por la direcciónque estaba contenida en los incentivos gubernamentales[Canuto, 1993; 1994a].

El enfrentamiento de la competencia internacional en laactual fase ha impuesto cambios estratégicos y patri-moniales, relocalizando actividades en la búsqueda de tasasde retorno más altas. En el escenario posterior a la crisisesta transición se ha reforzado. Sin embargo, ¿se hadisipado la memoria de las disoluciones de los con-glomerados en el periodo anterior a 1997, a causa de laliberalización y la desregulación?

No se puede tampoco equiparar el “exceso” de inversiónindustrial coreana con las “burbujas inmobiliarias” enlos demás países. Incluso el crecimiento en la razón decrédito al sector privado/PIB, fue más lento que en Méxicoen el periodo anterior a 1995 y a la crisis en los demáspaíses asiáticos [Hahm y Mishkin, 2000: 26].

Con todo, parece difícil negar que antes de la crisis, detrásde los buenos fundamentos macroeconómicos, lascondiciones financieras de varios conglomerados se estabandeteriorando. Al final de 1996, 20 de los 30 mayoresconglomerados contaban con tasas de retorno por debajodel costo de capital y a principios de 1997, siete de ellasfueron declaradas en quiebra [Demetriadis y Fattouh,1999]. Simultáneamente, dada la posición de los bancosnacionales en relación con los grandes conglomerados, laobtención de ganancias por parte de éstos se desdobló enpréstamos que devinieron en el empeoramiento de losbalances del sistema bancario.

Hahm y Mishkin [2000] ofrecen evidencias sobre lapresencia de problemas de asimetrías en la informacióny de riesgo moral por detrás del deterioro de los balancesdel sector financiero y no financiero de Corea:

1. Los criterios de clasificación de préstamos y de provisiónpara evitar las pérdidas eran demasiado permisivos,quedando cotejados con los patrones internacionales.

2. En cuanto a los bancos comerciales, éstos eran su-pervisados rigurosamente por el Banco de Corea; losmerchant banks y demás instituciones financieras nobancarias liberalizadas a partir de 1993-1994 disfrutabande regímenes regulatorios más permisivos, incluso conautorización de propiedad por los conglomerados na-cionales. Mediante el encaje en negocios de alto riesgo,se expusieron a elevados riesgos de tasas de interés,cambiarios y de crédito. Ofreciendo “cuasidepósitos”como pasivos remunerados obtuvieron depósitos de losbancos comerciales.

3. Se acentuó la concentración de cada una de las carterasen torno de algunos conglomerados, con préstamos delargo plazo. La de elevada exposición y las “relacionesde proximidad” o “compadrazgo” (crony capitalism) conlos conglomerados clientes se volvieron la regla.

4. La estructura de financiamiento corporativo altamentearraigada de los conglomerados –característica históricade la industrialización coreana [Canuto, 1994a; 1994b]–pasó a confrontarse con la rentabilidad operacional decre-ciente en varias actividades.

5. Los préstamos externos tomados por intermediariosfinancieros se transferían –con el correspondiente riesgocambiario– a los conglomerados.

6. Independientemente del ejercicio efectivo o no de sal-vaguardas gubernamentales, se propagó la convicción deque los conglomerados eran too big to fail. Sin monitoreonacional –y de los acreedores externos– los “vencedores”del proceso selectivo competitivo coreano fueron vistoscomo “invencibles”.

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Los choques externos (que se analizaron en un apartadoanterior) y la quiebra del cuarto mayor conglomerado(Hanbo) en enero de 1997, seguida de varias más, inau-guraron una nueva fase de susceptibilidad ante ataquesespeculativos y ante los contagios de procesos de des-confianza como el iniciado en Tailandia. El downgradingen la calificación del riesgo de Corea en octubre, defi-nitivamente agravó el escenario.

El ataque especulativo en Corea no se dio en la formaclásica de las “primera y segunda generaciones”. Dadala presencia de controles sobre las transacciones demercado en términos de divisas (forward), así como lainexistencia de un mercado de futuros de cambio dentrodel país, el campo para ataques directos era limitado. Ladepreciación del won acabó sucediendo a fuerza dela corrida de los acreedores externos sobre las insti-tuciones financieras nacionales y de la fuga de los in-versionistas extranjeros de las bolsas coreanas. [Hahm yMishkin, 2000: 31].

Entre los aspectos que ilustran la vulnerabilidad coreanamediante la crisis de confianza y de corridas por la liqui-dez, en el periodo inmediatamente anterior a la crisis,están las respuestas mediante políticas públicas. Porejemplo, el anuncio del gobierno, el 25 de agosto de 1997,de que garantizaría todas las deudas externas del país,tuvo un efecto opuesto a lo esperado. Funcionó como unaalerta en cuanto a la salud financiera de los conglomerados,así como una señal de que el déficit público y su mone-tización podrían terminar por derrumbar el régimen cam-biario en un momento en que el contagio se difundía en laregión [Demetriades y Fattouh, 1999].

Las políticas de estabilización inicialmente acertadas delFMI también intensificaron las dificultades. El paquetedel FMI puede ser visto como una exigencia de austeridadfiscal y monetaria, pero dado que los fundamentos macro-económicos coreanos estaban ajustados lo suficiente comopara prescindir de ese “paquete modelo” de reco-mendaciones del Fondo, se argumentó que cierto espaciofiscal se debería usar para absorber, sin endeudamiento,pérdidas de capital del sector privado. La elevación delas tasas de interés internas, a su vez, sería un medio

para detener las fugas de capital. Algunos analistas, sinembargo, insinuaron que la dureza del paquete era un“castigo” como respuesta del FMI a los críticos queseñalaban a dicha institución, después del rescatemexicano, como inductora de riesgo moral.

Por un lado, los recursos oficiales obtenidos con el paquetefinanciero de rescate permitirían atravesar el periodo dereducción de ingresos sin ruptura con los acreedoresprivados externos (gráfica 3) . El monto de 58 300 millonesde dólares (el cual provenía del FMI, el Banco Mundial,el Banco de Desarrollo de Asia, los gobiernos de EstadosUnidos, Japón y algunos de Europa) equivalía a 13% delPIB y a 43% de las exportaciones de 1997.

Por otro lado, las tasas de interés y la contracción fiscalintensificaron la recesión, aumentando las posibilidadesde insolvencia de la economía y el racionamiento delcrédito interno (incluso sobre el financiamiento deactividades de exportación). En tanto que los análisisbasados exclusivamente en la “insolvencia” considerabannatural el proceso, necesario para la depuración de activosputrefactos en las carteras nacionales, los partidarios dela “iliquidez autorrealizada” argumentaban que la políticaestaba acentuando la crisis de confianza y las barrerascrediticias para la recuperación, dado el contexto es-pecífico coreano de relativa laxitud fiscal y fragilidadfinanciera del sector privado.

El gobierno coreano parece haber seguido esta segundainterpretación y luego de reducir sus tasas de interés,ayudado por la baja influencia cambiaria (pass through)sobre la inflación, las tasas de interés de corto plazocayeron 30% al inicio de 1998, por abajo del 5% de 1999.Además de esto, se absorbieron pérdidas de capital pri-vado, acentuando los elevados déficit públicos. El su-perávit de 0.3% del PIB en 1996, seguido de un déficit de1.5% en 1997, subió los parámetros en torno a 4% en1998-1999 [Hahm y Mishkin, 2000: 17].

Según datos de JP Morgan, la deuda pública coreana(directa e indirecta) con respecto al PIB, se elevó al pasarde 17.3 en 1997 a 41% en 1999. En la composición de la deu-da, los títulos gubernamentales emitidos para la rees-

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tructuración del sector financiero y los empréstitos delBanco de Corea junto a los del FMI fueron los que se des-tacaron, pues pasaron de 2.8 a 18.3% del PIB en el mismoperiodo.

De cualquier manera, el inicio del resarcimiento del pa-quete de rescate externo permitió la caída de más de lamitad de la deuda cercana a la del FMI a mediados de1999. Por otro lado, las instituciones financieras nacio-nales pagaron en dólares los préstamos que obtuvierondel Banco de Corea, dejando el monto de reservas externasoficiales en torno de los 65 000 millones de dólares. Conel anuncio de éxito en la defensa contra la crisis, el go-bierno trató de anunciar la intención de aprovechar elcrecimiento económico, a partir del año 2000, para re-ducir sus gastos e iniciar la recomposición de su equilibriofiscal y financiero.

Después de caer 6.7% en 1998, el PIB coreano creció10.9 y 8.8%, respectivamente, en 1999 y 2000. La tasade inversión bruta del PIB subió de 21.2% en 1998 a 28.7%en 2000. Las exportaciones crecieron a un ritmo de 8.6 y20.1% en 1999 y 2000, respectivamente. El déficit encuenta corriente en la balanza de pagos de 1.7% del PIB

en 1997 fue convertido en superávit de 12.6% en 1998,6% en 1999 y 2.4% en 2000. Las reservas externasalcanzaron un monto de 92 500 millones de dólares enseptiembre de 2000, en tanto que cuando tocaron piso endiciembre de 1997 alcanzaron apenas 20 400 millones dedólares.

Dos factores han sido básicos en la recuperación coreana.Primero, las exportaciones, impulsadas por el buendesempeño de las ventas de productos electrónicos,particularmente de semiconductores. Por su patrón deexportaciones compuestas por productos de alto contenidotecnológico y su dinamismo de mercado por arriba de lamedia, la economía coreana se ha beneficiado amplia-mente del buen comportamiento de la economía inter-nacional. Asimismo, la subida de los precios del petróleo,de cuya importación dicha economía depende, ha sidocapaz de nublar el escenario.

El segundo factor clave en la recuperación ha sido laactuación del sector público. Su papel activo en la rees-

tructuración del sector financiero, después del inicio dela crisis, impidió que ésta tuviera secuelas mayores sobre labase productiva, la cual justamente ha permitido la rápidarecuperación de las exportaciones y el crecimiento. Losrecursos recolectados por el gobierno se utilizaron para re-configurar el sistema financiero nacional.

Los saldos comerciales y el gasto público proveyeron laliquidez que suavizó la severa contracción del crédito(credit crunch) consecuencia de la fuga de capitales y delas quiebras. Antes de que se iniciara la reestructuraciónpatrimonial, la liquidez y el crecimiento del PIB atenuaronlos esperados efectos de la crisis en términos de restriccióncuantitativa del crédito. En este contexto, se pudo utilizarla estructura productiva y la capacidad competitiva cons-truida en el periodo anterior a la crisis, lo que facilitó larecuperación por la vía de las exportaciones.

El gobierno coreano ha actuado firmemente en lo tocanteal saneamiento financiero nacional. Se pueden aplicar,simultáneamente, la limpieza de los balances con algunasreformas políticas institucionales.

El gobierno estableció un tope de 200% para la razónpréstamos/capital de los conglomerados. Además, prohibióque los bancos tuviesen una exposición por arriba de 25%de su capital en relación con cada uno de los cinco mayoresconglomerados, forzando el rescate de los préstamosvigentes. También se cancelaron algunas válvulas de es-cape que se encontraron en estos conglomerados a travésde los intermediarios financieros no bancarios.

Los bancos están obligados desde 1998 a registrar susactivos conforme a los precios de mercado. Adicional-mente, comenzaron a operar con un sistema de clasifi-cación de créditos más restrictivo, limitándose a rebajarlos préstamos declarados insolventes. Asimismo, se intro-dujo la evaluación de riesgos de crédito y de mercado enel sistema financiero.

Hasta junio de 1999, además de cinco bancos comerciales,fueron liquidados 16 merchant banks, cinco securitiescompanies, cuatro aseguradoras y dos fondos de inversión,seis bancos fueron fusionados en tres, mientras que otrosdos se vendieron a inversionistas extranjeros. Además,

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se utilizaron recursos fiscales para la adquisición depréstamos, aplicándose como contrapartida los principiosde “división de obligaciones” (burden sharing), como lareducción del valor del capital de accionistas y los planesde saneamiento.

Las reformas están lejos de terminar y la superación dellegado de fragilidad financiera privada exigirá tiempo.El colapso de Daewoo en 1999 y las turbulencias entreHyundai y sus acreedores muestran que aún está pendientela resolución de la crisis, particularmente del lado cor-porativo y de la intermediación financiera no bancaria.

La posición del riesgo soberano de crédito se volvió arecuperar del downgrading de 1997. La distinción entreel grado de desarrollo económico de Corea y de las otrascuatro economías de la crisis asiática, que se ocultó du-rante la crisis, comienza a retomar su nitidez, al obser-varse las diferencias en la recuperación y en las reformas.

Las exportaciones y las políticas públicas también hansido factores relevantes para explicar el contexto posteriora la crisis en las demás economías. Las políticas fiscalesexpansionistas, como reflejo de las políticas de reparaciónde los sistemas financieros y de atenuación de los impactossociales de la crisis, se manifestaron en el cambio desuperávit fiscales por déficit. En Tailandia, el déficitpresupuestario pasó de prácticamente cero en 1997 a 7%del PIB en 2000; en cuanto a la razón de deuda pública/PIB

aumentó de 27 a 66% en el periodo. En Indonesia, a suvez, la elevación en este segundo índice fue de menos de25% en 1996 a más de 90% en 2000.

En estos países ocurrió también, en cierta medida, lalimpieza de los balances. Los créditos insolventes fueronretirados de la cartera de los bancos mediante la adqui-sición de éstos por parte del gobierno o de compradoresprivados. Además, se obligó a los tomadores y prestado-res de recursos a negociar reestructuraciones de deudas.En Tailandia, más de 7 000 millones de dólares fueroninyectados a los bancos hasta fines de 2000. Por otro lado,tanto en términos de saneamiento patrimonial de losintermediarios financieros y de las corporaciones, comode las reformas institucionales, los analistas observaron

grados de menor profundidad en los casos de los cuatro“tigrillos”, así como de menor turbulencia política enIndonesia y Filipinas.

A principios de 2001 los riesgos mayores para la recu-peración son la desaceleración del crecimiento estado-unidense y la continuidad de la depresión japonesa, dadoel papel central que han tenido las exportaciones en dichoproceso, además del contagio a los inversionistas pro-veniente de las crisis de Turquía y Argentina.

En la región asiática, excluyendo Japón, las exportacionesactualmente aportan 37% del PIB regional. Además, laconcentración de la inserción local está en los sectoresde tecnología, cuya contracción de la demanda está en elnúcleo de la desaceleración estadounidense. En Malasia,por ejemplo, 80% de las exportaciones a Estados Unidoscorresponde a productos asociados a las tecnologías de lainformación. De manera que las cinco economías en crisiscomparten tal vulnerabilidad.

La diferencia crucial con relación al contexto anterior ala crisis de 1997-1998 está en los índices de vulnerabilidadfinanciera destacados en la primera sección de esteartículo. Aunque el monto de “recursos putrefactos” siguesiendo elevado en los balances, ha caído sensiblementedesde el inicio de la crisis; la brecha entre activos ypasivos, tanto en lo referente a las monedas como a susplazos, se ha ido cerrando.

Por tanto, aunque no se puede descartar la posibilidad denuevas turbulencias en el ritmo de las exportaciones, sepresenta un cuadro de menor vulnerabilidad financiera,particularmente en el caso coreano. Eventualmente, unaconsecuencia puede ser una reducción de las tasas decrecimiento en relación con las tasas históricas, pero espoco probable que se repita la profundidad y el contagioque se vivieron en 1997-1998.

Para finalizar, cabe señalar que a principios de mayo de2000, tres años después del primer ataque especulativocontra el baht tailandés, China, Japón y Corea del Sur, aligual que las economías del sureste asiático, acordaronestablecer multilateralmente una red de swaps de monedas

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a través del cual todos pudieran eventualmente contarcon reservas por arriba de 300 000 millones de dólares enJapón y de 160 000 millones de dólares en China. La“crisis del FMI”, como se denominó en la región a lacrisis de 1997-1998, puede no ser resultado del FMI asiáticoo de otras iniciativas de cooperación regional [Bergsten,2000].

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