Cronica Voces, mujeres y calles

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Escrito por: Victoria Raquel Alean Cárdenas Yessica Alejandra Medina Arias Trabajo de Grado para optar por el título de Comunicadoras Sociales y Periodistas Corporación Universitaria Minuto de Dios UNIMINUTO 2012

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Investigación Periodística sobre mujeres habitantes de calle

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Escrito por:Victoria Raquel Alean CárdenasYessica Alejandra Medina Arias

Trabajo de Grado para optar por el título de Comunicadoras Sociales y PeriodistasCorporación Universitaria Minuto de Dios

UNIMINUTO2012

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1 ÍNDICE

A. DEDICATORIAB. AGRADECIMIENTOS

PRIMERA PARTE: INTRODUCCIÓN

SEGUNDA PARTE: CRÓNICA: VOCES, MUJERES Y CALLE

PRÓLOGO CAPÍTULO I: NUESTRO APRENDIZAJECAPÍTULO II: GALLADAS, VIOLACIÓN Y PIPA CAPÍTULO III: NO TUVE OTRA OPCIÓN CAPÍTULO IV: SER MADRE EN CALLECAPITULO V: DE PASÓ POR EL HOGAR DE PASOCAPÍTULO VI CONVERSACIONES

TERCERA PARTE: SER MUJER EN CALLE CONSTRUCCIÓN DE UNA SUBJETIVIDADREFLEXIONES TEÓRICAS (CAPÍTULO ADICIONAL)

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A. Dedicatoria

A la mujer más importante para mi Rosa Cárdenas, porque gracias a ella comprendí lo importante que es luchar por los sueños y llevar hasta el infinito las ideas. Sin su apoyo incondicional no habría po-dido cumplir una de las metas más importantes de mi vida y seguir el camino de las guerreras.A todas y cada una de las mujeres que hicieron parte de estos relatos, porque ellas son la razón de ser de esta investigación. Sus enseñanzas me permitieron entender el valor del respeto en el asfalto.A los fantasmas que piensan que la condena de mi vida será la pasión con la que emprenderé mis sueños. Victoria Raquel Alean Cárdenas. ¡La Gloria es de Dios, él guía nuestro camino!A lo largo de nuestra investigación, comprendí a claramente el signifi-cado de las palabras mujer y madre, y es hora es ahora cuando hace algunos años recuerdo, cuando mis padres luchaban para sacarnos adelante y mi madre se esmeraba en una bicicleta llevarnos al colegio a mi hermano y yo. Hoy recuerdo con nostalgia y felicidad que el sueño de mi padre y mi hermosa “Rosa” se cumplen. A ustedes, Ed-ilberto y Rosa, dedico cada una de las letras plasmadas y sufridas en este trabajo; sin su apoyo no sería la mujer y periodista que soy ahora. A mi hermano Harold Medina que con su carisma y alegría me llena la vida en momentos difíciles.A mi novio, Edwar Conde, gracias por su inmenso apoyo, por descu-brir que mis fuerzas son más grandes de lo que yo imaginaba, por ser mi corrector de estilo, mi ayuda, mi todo. Yessica Alejandra Medina Arias.

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B. AGRADECIMIENTOS

A todas las mujeres guerreras que luchan todos los días en la calle por compartir su experiencia, sus relatos y su vida en este trabajo que es tan valioso. A los expertos que nos abrieron la puerta del conocimiento Javier Omar Ruiz, Sandra Castro Lesmes y María Antonia Zárate. A Eduardo Posada y Jorge Humberto Yandy por ponernos a prueba y por su valioso apoyo en el reconocimiento de la calle, protección en los recor-ridos y constante trabajo de campo. A Clara Patiño por su apoyo en la transcripción de entrevistas A Carlos Hernández, “Vampirín”, por gestar esta idea y trabajar con nosotras desde el inicio hasta la mitad del proceso. A Ángela Garnica por su participación hasta la fase final de la investig-ación e ideas que han quedado plasmadas en este trabajo A Marcela Roberto por su acompañamiento en las calles del Bronx en el inicio de la investigación. A Gabriel Gómez por su revisión ortográfica y sus valiosos aportes en el documento final. A Diego Santamaría por el constante apoyo y aliento en los momentos más álgidos de mi carrera.

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A los inagotables amigos que creyeron en este proyecto: Leidy Fierro, José Camilo Ríos, Andrés Moreno, Álvaro Acosta, Patricia Martínez, Yuli Barreto y a mi estimado ‘Ghost’. A nuestro maestro Gonzalo Rubiano por dirigir esta idea, creer en nosotras e invitarnos a soñar con la posibilidad de lo imposible. Su entereza nos fortalece y nos impulsa a luchar por ser grandes profesionales en el futuro.

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1. INTRODUCCIÓN Voces, mujeres y calles es una crónica que se apoyó en un trabajo etnográ-fico y de entrevistas a profundidad. Nace como producto de una investig-ación de dos años y medio que indaga sobre los comportamientos, saberes y representaciones sociales de la mujer ciudadana-habitante de calle, a partir de esto se construye un análisis de las subjetividades femeninas en la calle.

Este documento se compone de tres partes, la primera parte consta de una introducción teórica, la segunda parte se trata de la crónica (el asunto princi-pal de este documento) y una tercera igualmente de reflexión teórica. La crónica es la voz de las mujeres relatadas en palabras y párrafos con sentido, es el reflejo de las causas que las llevan a la calle, que las aferra a ella, y por qué no la reinserción social, a una ciudad “absurda y peor que la calle del Bronx”, como afirman muchas de ellas.

En Colombia, el fenómeno de las personas en situación de calle es una problemática de antaño Ver al “ñero, gamín o ladrón.” caminando por las calles de Bogotá no es una situación reciente. Sin embargo, ilógicamente aun estando tantos años en la calle, los estudios sobre mujeres habitantes de calle son escasos, algunos de ellos de carácter histórico, otros netamente cuantitativos, y algunos cualitativos que nos brindan una lectura diferente, con percepciones culturales y representaciones sociales, que nos hacen comprender la vida en calle. No obstante, el sentido que históricamente se le ha dado al término género, para hacer referencia a la mujer ha sido muy limitado y los estudios en torno a su sentido son de carácter mixto.

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Es allí cuando la investigación periodística “Voces, mujeres y calle” le apunta al objetivo de aportar a una lectura diferente a los programas socia-les de instituciones privadas y distritales dirigidos a esta población, para que exista una mirada de género, pues el asistencialismo permanente y los programas tradicionales basados en la dependencia ya sea de Dios o del hogar de paso se han convertido en las únicas alternativas de los habitantes de calle. Esta problemática por lo general es de carácter intervencionista, (el otro aparece como sujeto pasivo) propuesta propia de instituciones (ONG’s, la iglesia, grupos cristianos o del gobierno) y la educación, es por esto, que nosotras le apostamos a una mirada desde la comunicación, porque es a través de ella que se identificaron patrones de comportamiento socio-afec-tivos, que median en el ser, sentir y actuar propio de las interacciones de las mujeres habitantes de calle en donde ellas antes que personas pasivas son actores activos de sus procesos donde la calle les es significativa aunque, no obstante vulnera su condición de ser mujer.

Por otro lado, la parte periodística interviene como un puente con el lector, pues es diferente leer un análisis cuantitativo describiendo y caracterizando una población, que sentir y transportarse al mundo de ellas por medio de una crónica periodística que nos permite reconstruir su historia personal y colectiva a partir de las voz de ellas, reconociendo que su voz posee sentido, es decir, tiene algo que contar, aunque en estas voces se relaten las condiciones de la vulnerabilidad.

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Nuestra indagación periodística inició a partir de una hipótesis que nos per-mitió orientar de manera diferente nuestra intervención con ellas, es a partir de esto que se plantea trabajar desde una mirada femenina. La hipótesis se plantea como sigue: la subjetividad de la mujer no habita el deber ser insti-tucional, sino las narrativas de vida que experimentan cada mujer de calle. Es su modo de existencia vivido y narrado el que da los lineamientos de como es vulnerado el ser femenino por otra manera de ser la mujer, propia de la vida de calle. Una opción donde ser guerrera, amante y mujer solo es posible en esa vulnerabilidad.

La vinculación con la población fue un proceso largo, que inicio con en-cuentros y conversaciones con Eduardo Posada y Jorge Humberto Yandy -habitantes de calle que han adquirido una nueva opción de vida, que está bajo la designación de “ex habitantes de calle”, contrario a lo que ellos realmente sienten-, quienes a través de su conocimiento pedagógico, de las y los habitantes de calle, nos permitieron llegar a la población para encontrar sus relatos.

Se programó una búsqueda y visita de instituciones que trabajaran con la población de habitantes de calle, para indagar sin en ellas existían criterios de trabajo desde una perspectiva de género o simplemente eran programas para la población de calle adulta en general. Hubo que tocar puertas en estas instituciones pero la respuesta no fue siempre la esperada y el segui-miento y agenda de los expertos teóricos no fue fácil. Entre visitas, conv-ersaciones y lecturas hechas posibles en los encuentros con instituciones y expertos se observó inicialmente, cuestión que se conservó después, la falta de un enfoque de género en los programas institucionales que traen como consecuencia no solo asistencialismo permanente de esta población en los programas sociales, sino la exclusión, rechazo, dependencia y demás fac-tores de riesgo de la población de ciudadanos habitantes de calle, hacia las mujeres que integrarán esta opción de vida.

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En algunas de las lecturas sobre políticas asociadas a los habitantes de calle encontramos que se busca reconocer la diferencia, pero esto ocurre más en la escritura que en la práctica. Por ejemplo, el objetivo general del modelo distrital para la atención de la habitabilidad en calle, para Bogotá en la actu-alidad es “Definir lineamientos conceptuales y metodológicos que orienten la construcción de respuestas integrales para generar calidad de vida a las y los ciudadanos Habitantes de/en Calle, resignificando la Habitabilidad en Calle, en el marco del Enfoque de Derechos, el Enfoque Diferencial, la Gestión Social Integral y en diálogo con las Políticas Públicas”.

En los artículos que nosotras subrayamos aunque solo sean palabras son en el fondo una necesidad de integrar la diferencia de género en las propuestas, programas, procesos y otras formas de intervención que se vienen desarrol-lando en la ciudad de Bogotá. Dentro de los lineamientos conceptuales del modelo distrital para la habit-abilidad en calle se encuentran las siguientes líneas de acción: 1. Reconociendo la dignidad del Habitante de/en Calle. 2. Resignificando la Habitabilidad en Calle.

Como se puede ver estas líneas de acción aunque generales poseen indi-rectamente la inclusión de propuestas donde el género, la diferencia y la otredad forman parte de la condición humana que es puesta en riesgo y por lo tanto resignificada en la vida de la calle. Lo que si podemos decir, aunque suene paradójico, es que no se evidencia de manera explicita la necesidad de perspectivas de género y de subjetividades en estas políticas.

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“Los Hombres duermen en un patio, y las mujeres en otro”.

Esto se puede escuchar en los patios de los hogares de paso con respecto a sus programas que buscan restablecer la dignidad del ser humano en todas sus actividades y entender el significado que sus beneficiarios han adquirido y cuentan en los procesos de terapia y conversaciones, entre otros, sobre lo que es habitar la calle. Y sin embargo las terapias y actividades se fun-damentan o se sujetan sobre una mirada estereotipada de visión de género antes que de perspectivas de los modos de ser a través del género. En la entrevista realizada al teórico, Javier Omar Ruíz, el 27 de marzo de 2012, nos relata:

“aún estamos en la fase conservadora de la intervención, aún existe una mirada tradicional de que el habitante de la calle hay que sacarlo de la calle. De que la droga es el problema y que la intervención es básicamente terapéutica. Existían casos en el que las instituciones echaban a un pelado, porque tenía una enamoradita. A los dos los echaban porque estaba prohi-bido hasta besarse. Cuando lo que entiendo es que si ellos salieron a la calle en gran medida fue por desafectos y entonces vamos a generar espacios de afecto y de ternura para que ellos resignifiquen su vida desde ahí”.

Esta es tal vez la razón por la cual a muchas de las instituciones o espacios que acogen al habitante de calle, se les denomine “hogares”. Es innegable que es una ganancia pero se convierte en muchos casos en un factor de de-pendencia a la institución, no en una posibilidad de empoderamiento y por tanto de reconocerse como gestores de nuevas opciones de vida.

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Nuestra investigación en primera medida es cualitativa, es necesario para comprender el fenómeno no sólo desde un reconocimiento y habitabilidad en general sino desde la particularidad de una mirada de género. Este ejer-cicio de comprensión se realizó durante los años 2010-2012, tiempo que nos permitió indagar sobre las formas de vida, los inicios en la calle, las labores y roles femeninos, el significado de ser madres y la vida en las instituciones.

Hagamos una breve recapitulación. El grupo de investigación tuvo tres fases importantes dentro del proceso. El primero consistió en georefer-enciar el territorio de las mujeres habitantes de calle y generar vínculos directos e indirectos con ellas. La georeferenciacion se ejecuta a partir de recorridos o caminatas en las cuales se reconoce y diagnostica los entornos de habitabilidad del habitante de calle, no solo para ubicarlos y conocer el número de ellos en esos espacios sino para encontrarse con sus territorios y sus relatos.

Los recorridos que realizamos en primera instancia fueron con Eduardo Posada, un ex habitante de calle que nos apoyó desde el principio, pero que ponía a prueba nuestro sentido, nuestro olfato periodístico, por allá en el año 2009. Dejamos nuestras huellas en varios recorridos por el asfalto de Mártires, Santafé, San Bernardo, La Candelaria, Paloquemao, reconociendo su espacio, realizando un trabajo etnográfico, con un clima que no ayudaba mucho a ocultar nuestros nervios, pues era la primera vez que estábamos dentro del territorio de los habitantes de calle. Y ahí nos vimos nosotras, mujeres, vimos otras mujeres y ellas nos vieron a nosotras. Con esto nació la pregunta inicial ¿qué era ser mujer en calle?

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De esta manera empezamos a reconocer su territorio y establecer cuales eran los lugares en los que ellas se encontraban, con quienes se relacionaban y qué tipo de prácticas generaban. Desde el inicio de la investigación se realizaron una gran cantidad de entrevistas con el fin de encontrar la con-strucción de la subjetividad y la interpretación de su territorio, los olores, el discurso, formas, preformas que hacían parte de ellas, eran fundamentales para entender el proceso de la calle.

Posteriormente se realizan otros recorridos con Jorge Yandi que iniciaron ese día en la compañía de una mujer que huía de su casa y tan solo llevaba 8 días en las calles, alojada en la Plaza España y buscaba un hogar donde quedarse. Recorrimos desde dicha plaza, hasta el hogar Nueva Vida, neta-mente femenino, ubicado en la carrera 17 con décima, una de las tantas in-stituciones, enfocadas en la religión o basadas en Dios, pero sin una mirada de género, aun así, la dejamos allí. De camino a la institución recorríamos nuevamente las calles que ya eran propias de familias o parejas numerosas habitantes de la calle, pues el asfalto se notaba sucio, su olor era diferente, pero se evidenciaba claramente cómo estaba dividido su hogar, dentro de esa calle.

Durante esos recorridos fue muy importante el acompañamiento de los ex habitantes de calle, porque conocían a la población y sabían qué tipo de es-trategias se podían utilizar para poder establecer el vínculo con las mujeres y porque además al haber vivido los procesos de diversas instituciones, re-tornar y construir un hogar propio, no solo son un testimonio de la gestión institucional sino la conformación de un saber digno de ser aprendido sobre lo que es ser de la calle y vivir en la calle.

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Las opciones fueron muchas, iniciamos con la opción de buscarlas directa-mente en la calle. Sin embargo, la estrategia no fue muy acertada porque muchas de ellas estaban bajo la influencia de las sustancias psicoactivas y en ese momento era muy complicado establecer una conversación amplia porque la ansiedad siempre disipaba su concentración y se iban muy rápido. Algunas cargaban en sus manos la bolsa de pegante, todas querían que les diéramos dinero, “la liga”, y aún no sabíamos cómo manejar este proceso. Para una nueva visita no les dimos “la liga”, le ofrecimos un refrigerio y empezó un proceso bastante significativo a nivel profesional y personal. Compartir un jugo o galletas, mientras que nos contaban su relato nos permitía estar mucho más tranquilas con ellas y hablar con detalle. Pese a las dificultades, con la ayuda de Eduardo y Jorge, logramos conversar con doce mujeres y obtener sus relatos. Estar en su territorio nos permitía observar sus rutinas y nos cues-tionaba acerca de sus prácticas. Durante este proceso fue muy importante el diario de campo, porque allí se consignaban las observaciones acerca de las experiencias que tuvimos en cada uno de los recorridos y entrevistas realiza-das. Herramienta que posteriormente sirvió para fortalecer la construcción literaria de la crónica “Voces, mujeres y calles”.

En una de nuestras primeras observaciones notamos que aquellas mujeres casi no se veían deambulando por las calles, las teníamos frente a nuestro rostro, tímidas y defensivas al mismo tiempo. Posteriormente, la segunda fase de la investigación nos llevo al hogar de paso Vía Libre que está ubicado en la localidad de Puente Aranda. Allí en-contramos cinco mujeres, que nos contaron sus relatos con euforia, tristeza, indignación y resignación. En ese espacio logramos obtener historias muy interesantes de las mujeres e incluso de los habitantes transexuales que en-caminaron nuestra crónica y que además reforzó el hecho de considerar una perspectiva de género, pues aunque la población LGBTI no forma parte de nuestro estudio si es importante que se tenga en cuenta para este tipo de investigaciones.

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Después de este encuentro ya existía un previo conocimiento de las dinámi-cas del trabajo de campo, lo que se debe o no decir en las conversaciones, las estrategias para captar su atención y prestar mayor atención sumado a una actitud donde observar con rigor todo lo que sucede a nuestro alrededor es primordial. Esto nos permite entender que uno no solo investiga a otros sino que aprende de sí mismo. Según la estructura mencionada anteriormente, la propuesta metodológica mediante la cual se desarrolló nuestra investigación siempre estuvo en con-stante búsqueda de reconocernos e interactuar con las mujeres habitantes de calle tendiendo en cuenta su voz, los recorridos(georeferenciación), entrevistas grabadas y los diarios de Campo

Cabe aclarar que las conclusiones y/ó construcción de dicho análisis se gen-eró con base en el grupo poblacional con el que trabajamos, no podemos generalizar que todas las mujeres habitantes de calle tengan la misma mi-rada de ser madres, los mismos roles, pero si logramos adquirir la suficien-tes saberes que nos permitieron identificar patrones iguales o similares con base en la vida de las mujeres. Algunos ejemplos son los casos en los que las mujeres son agredidas por sus parejas, él tipo de trabajo que realizan, los cuidados al ser madres entre otros. Conclusiones que aportan significativa-mente al desarrollo la investigación periodística.

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En esa búsqueda, definimos que también era necesaria la mirada de las per-sonas e instituciones que han desarrollado programas sociales dirigidos a la población habitante de calle. Por eso contactamos a Javier Omar Ruíz, Sandra Luz Castro Lesmes y María Antonia Zarate. Todos ellos son profe-sionales con amplia experiencia en el tema, los cuales nos permitieron tener una mirada crítica frente a los procesos institucionales y las diversas mira-das que existen sobre las mujeres habitantes de calle. A ellos se les siguió el siguiente proceso, búsqueda a través de distintos medios, sobre todo internet, en las que s localizamos las hojas de vida y desde allí se inició todo un proceso de contacto, esta búsqueda posibilito escuchar nuevas miradas en la voz de estos expertos que fue registrada en las entrevistas en las que ellos nos regalan su experiencia y aprendizajes. Igualmente no solo se busco oírlos sino también se busco leerlos, de ahí que hubo una documentación sobre los trabajos por ellos realizados.

De esa misma manera fue necesario acercarnos a las instituciones que tienen programas dirigidos a esa población, como Idipron, la Secretaria de Integración Social, Hogares Nueva Vida, el Instituto Colombiano de Bien-estar Familiar (ICBF), entre otras.

En esas instituciones aplicamos unas entrevistas a profundidad donde se fijan ciertas preguntas bajo ciertos temas que son tratados de manera con-stante y que buscan responder a objetivos establecidos por el proyecto para dar cuenta del problema y la hipótesis.

Estas entrevistas nos sirvieron para obtener información acerca de los ti-pos de programas y proyectos que actualmente se están aplicando a la po-blación, específicamente a las mujeres habitantes de calle.

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Los hallazgos fueron muy interesantes, aunque la resistencia institucional fue bastante grande porque era muy difícil obtener los relatos de los funcio-narios de las mismas y algunas veces estaban muy prevenidos a la hora de responder algunas preguntas. No obstante, identificamos esa mirada institu-cional que existe sobre el habitante de calle que en la voz de Javier Omar ya hemos en párrafos más arriba citado que hace referencia a una perspectiva paternalista donde el sujeto vulnerable es tratado como menor de edad y poco se observan enfoques basados en la diferencia.

Es a partir de ello que se inicia el proceso de construcción de análisis, desar-rollo del objetivo y afirmación de nuestra hipótesis de la investigación, con este enfoque periodístico.

Los hallazgos encontrados en el investigación periodística, de “Voces, mu-jeres y calle” nos permitieron realizar la crónica en varios capítulos: 1) Motivos y causas por las cuales las mujeres llegan, viven y permanecen en la calle, 2) Sus roles, tareas, saberes y vida cotidiana en la calle, 3) El significado de ser madre habitante de calle, 4) la vida y la percepción en las instituciones (hogares de paso), 5) la revisión teórica y conversaciones con expertos del tema.

De acuerdo con estos hallazgos se divide la crónica en seis capítulos: 1) Nuestro aprendizaje: en este primer capítulo nos articulamos como per-sonajes en la crónica porque narramos desde nuestra experiencia los saberes que aprehendimos en nuestro trabajo de campo. Vamos más allá de la para-doja del observador porque reconocemos que también fuimos observadas por las mujeres y hombres que habitan las calles.

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2) Galladas, violación y pipa: En el que se relata los primeros pasos de la mujer en la calle, los factores por los que llegan y sus primeros vínculos con los habitantes de calle, sean mujeres, hombres, niños, niñas, jibaros y demás actores de este medio.

3) Hacerse respetar o sobrevivir: en está desarrollamos las formas de vida, los roles, las tareas, los saberes y las relaciones para identificar la apropi-ación del territorio y la condición de mujer en los entornos de la calle.

4) Ser madre en calle: en este capítulo nos ponemos en la tarea de compren-der el significado de ser madre, único y propio de las mujeres, pero ¿qué sucede cuando las condiciones y el contexto no son los más adecuados para ser madre? Pero las habitantes de calle han tenido que sufrir este proceso como también del aborto. Ser madre también es una opción que se deter-mina en esta prueba o decisión, que reiteramos es el aborto.

5) De paso por el hogar de paso: Éste capítulo se expone desde las voces de las mujeres, cuestiones tales como: qué perciben de las instituciones, qué uso le dan, cómo ven la ayuda y qué desean tener dentro de ellas.

6) Conversaciones: la parte final es un encuentro con la voz teórica real-izada a partir de las entrevistas con los expertos para “contar” los conceptos sobre cultura de la calle, las representaciones sociales, las políticas públi-cas, enfoques institucionales, entre otros, con que nos dejaban ver la im-portancia de pensar la calle de manera más plural. Estas entrevistas fueron indispensables para crear una lectura más propia y concisa.

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La estructura de la trama de la crónica es similar a la que vive Ulises en la Odisea. Las mujeres habitantes de calle también viven una vida saturada de obstáculos: ellas salen de la casa (Ítaca para Ulises), entran a la calle, se adaptan al lugar (van a la guerra de Troya), caen y descienden a problemas como la prostitución, la violencia y las drogas (descienden al infierno), reconocen la caída (su encuentro con Atenea), y retornan en la búsqueda de la salida, del hogar que no todas encuentran (el retorno a Ítaca).

Nuestras mujeres más que habitar la calle quieren retornar a un hogar y muchas veces ese hogar está en la caída, está en las drogas, que es tal vez el lugar que les permite mantener una pareja y vivir la gestación de un bebe. Pero está no es la verdadera Ítaca solo están atrapadas en la Isla de Circe.

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SEGUNDA PARTE CRÓNICAVOCES, MUJERES Y CALLE

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PRÓLOGO

PROFESOR GONZALO RUBIANO BERNALDOCENTE DE COMUNICACIÓN SOCIAL-PERIODISMO

CORPORACIÓN UNIVERSITARIA MINUTO DE DIOS Son pocos los que se atreven a mantener un proyecto que forma parte de un deseo de pensar y actuar para la vida y los entornos que recorren a diario. Hace varios años que trabajo para la Corporación Universitaria Minuto de Dios. Hace unos 4 años conocí a unos deseosos de conocer a los habitantes de calle, llamados tal vez por ese impulso inicial que uno tiene de recon-ocer al marginado, ganarse su simpatía y ganarlo para los espacios donde pueda tener mejores condiciones de existencia. Me encontraron en la sala de profesores y me pidieron que les ayudara con un trabajo radial sobre habitantes de calle, Yo los presenté a Eduardo Posada, un gran amigo que hace comprender a todos los urbanitas de esta urbe Bogotana que todos so-mos habitantes de calle, no importa que durmamos bajo el amparo de varios seguros en las puertas y ventanas, vivamos amparados bajo la creencia que el afuera es de OTROS, de esos y de ellos y ellas, de otras diferencias y nos consideremos más vulnerables que quienes viven en condiciones de riesgo más allá de las puertas de la casa o la habitación de arriendo sean por decisiones de vida o por las condiciones que los sistemas sociales y los ejercicios de desigualdad requieren para su mundo feliz.

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Los estudiantes recorrieron las calles con una grabadora, pero esta graba-dora traía una trampa, les dio una historia y empatías por una población, les hizo ver que había algo más allá en las universidades que una tarea. Pasaron los años y unos se fueron y otros mantuvieron algo que pasó de ser una tarea a un compromiso con su singularidad y que se empeñaron en realizarlo, como siempre, en medio de amistades, discusiones, diferencias, tensiones, ganancias, decepciones y otros obstáculos sumados a favores que la vida universitaria y personal les cruzó. Una preocupación les era más lla-mativa, la mujer habitante de calle. Otra preocupación las había contagiado, no era una preocupación de intervenir sin reconocer, era todo lo contrario, era entender al otro más allá del espectáculo científico, institucional, cotidi-ano y mediático que se tenía sobre el habitante de calle en general y sobre la mujer en particular.

Ya no era una preocupación que se afirma en la cafetería o en un aula, ahora se veía en escritos, en asesorías con varios docentes, que terminaron con-virtiéndose en una carrera por encontrar fuentes, por reencontrarse como mujeres en las conversaciones mediadas por entrevistas que tuvieron con quienes narraban sus propias historias. Estas historias que respondían a unas expectativas de mujeres estudiantes que habitaban en ese momento sus calles, reconstruían en medio del discurso la experiencia vital que les forjaron en las calles con otras mujeres, con las instituciones, con sus pare-jas, con ellas mismas y con condiciones de existencia donde algo y quienes la distribuían acompañaba y determinaba muchas veces sus decisiones de vida, las drogas.

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Fue más de un año en carreras entre las asignaturas de investigación, las asesorías y los entornos de investigación entre libros, textos de internet y los recorridos de campo que se fue gestando un documento. Este documento presenta no una cosa para ser leída, sino una problemática para ser recono-cida y entender que hay que seguir repensando las viejas problemáticas de nuevas maneras pues estas siempre superarán los supuestos teóricos que sobre estos fenómenos se han formado. Las instituciones, la gente del común, los teóricos que se creen fuera de lo común, en general caen en supuestos, arriesgan discursos estereotipados so-bre el otro, y buscan educarlo a su imagen sin semejanza para poder restituir a quienes consideran en riesgo a las formas de control o de legalidad social sin antes entender los supuestos y las dinámicas que regulan las acciones, las representaciones y las interacciones entre los individuos y sus entornos. Suponen aun que los ambientes condicionan al otro, y que la vulnerabilidad es una amenaza al sentido de la vida, y no ven que justamente las situaciones y los sujetos en riesgo significan el mundo, reelaboran sentidos, que narran y los narran y definen sus prácticas de adaptación, aceptación de quienes viven estos entornos y alimentan una personalidad. Puede que sea reactiva o negativa, pero aún así son formas de sentido que justifican decisiones de acción y de interacción. Algunas de esas formas de sentido se recopilan en glosarios sobre jergas, en inventarios de condiciones para sacar estadísticas pero antes que para comprender los mecanismos de construcción de una subjetividad como hechos de amenaza.

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No negamos lo negativo para la persona de muchas de las prácticas, pero son formas de sentido que requieren ser entendidas para repensar ejercicios de intervención y de resiliencia desde el reconocimiento antes que desde hipótesis de sentido muchas veces cruzados, por el estereotipo. Es terrible encontrar que experiencias de años, tanto de mujeres habitantes de calle como de investigadores, se reduce a informes olvidados de viejos programas y proyectos, que tal vez ni recuerdan y que llevaron a la reflexión para que no fueran solamente procesos que cumplían con convocatorias y compromisos con el Estado y otras organizaciones. Terrible dejar lo conta-do donde se decanta una vida a un objeto discursivo que tal vez muy pocos leerán o mirarán como lo que fue y es SUPERADO. Nunca una experiencia se supera, solo alimenta los antecedentes de nuevas perspectivas o la relabo-ración de viejas experiencias en los procesos de cada nueva actualidad. Esta es una experiencia de reflexión y de encuentro con el otro y consigo. Es un esfuerzo que nunca terminará para las investigadoras y periodistas, que buscan alimentar y desarrollar nuevos esfuerzos y nuevas preocupaciones. El presente documento tiene un pie entre la reflexión teórica y la narrativa periodística, necesidad que requiere vincular la voz del otro: la mujer de calle, las fuentes institucionales y científicas, con la voz de quienes escriben este documento.

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CRÓNICA

VOCES, MUJERES Y CALLES CAPÍTULO I NUESTRO APRENDIZAJE

Calles, transeúntes, mujeres, malabaristas, vendedores ambulantes, un hombre de mediana estatura corre de prisa, parece que va tarde a un destino para nosotras desconocido, nuestros pasos se hacen cada vez más rápidos. En la esquina de la carrera séptima no hay tiempo para detenerse y lo mejor es darnos prisa para llegar temprano a la cita. Lo primero que se nos ha advirtió fue no hacer esperar a los habitantes de calle porque fácilmente pueden irse sin esperarnos.

Subimos por el corredor ambiental de la Avenida Jiménez, lugar por el que hay un canal de agua que muchas veces es usado como bañera por los habitantes de calle, al llegar a la carrera quinta empezamos a tomar el rumbo hacia la Biblioteca Luis Ángel Arango. El reloj marca la una en punto, nuestras miradas se dirigen a muchas personas, nuestro invitado es desconocido para nosotras. La ansiedad y curiosidad es inevitable. Lo iden-tificamos rápidamente y nos acercamos hacia él. -Buenas tardes-Buenas tardes, dice el hombre. Mi nombre es Eduardo Posada

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Le damos la mano, y se hace la propuesta para que entremos a la biblio-teca, subimos hasta la zona en la que hay una terraza que tiene vista hacia los cerros de Monserrate. Nos sentamos en un círculo y encendemos la grabadora para iniciar la entrevista. No hay ninguna pregunta que rompa el hielo. Los nervios son grandes, por eso iniciamos inmediatamente nos sentamos junto a Eduardo. Nos intimida la presencia del profesor Gonzalo Rubiano, que nos acompaña en ese primer intento por aprender acerca de los habitantes de calle, las preguntas están escritas en una hoja pero los nervios son evidentes.

Se enciende el bombillo rojo de la grabadora que da la señal que indica que los sonidos quedan registrados en aquella grabadora. La primera pregunta sale de nuestra voz, ¿qué es un habitante de calle? La respuesta nos deja sorprendidas.

-Todos somos habitantes de calle. Usted, yo, el vendedor ambulante.

María, “la patrona de los conductores”

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En ese momento y en cada una de las respuestas que nos daba Eduardo nos sentíamos cada vez más inexpertas porque teníamos unos imaginarios com-pletamente errados. Sin embargo, continuamos hasta que llego un punto en el que se fue tranquilizando la situación y logramos hablar más cómodas. Al terminar la entrevista teníamos ideas más claras, empezamos a comprender que los habitantes de calle son diversos.

Durante el tiempo que transcurrió en los salones de clases cada vez fueron más las preguntas que nos hacíamos. Sin embargo, había algo especificó que nos inquietaba: las mujeres ¿Qué sucede con ellas? ¿Qué hacen? ¿En dónde están? En nuestra primera búsqueda teórica, encontramos algunas investigaciones sobre los pobladores de calle y también sobre algunos ni-ños, pero no encontramos nada relacionado con el sexo femenino.

Encaminar la investigación fue un proceso de encuentro con el objetivo acerca de lo que queríamos contar, y lo primero que se nos ocurrió, fue pen-sar en sus roles. Es decir ¿A qué se dedican ellas en la calle? ¿Son madres? ¿Tienen familia?

Cuestionamientos que nos llevaron a pensar en las voces de las mujeres que recorren las calles, que alguna vez nos asustaron en nuestro primer encuentro, cuando nos quisieron robar.

Ese primer recorrido fue inolvidable para nosotras, el impacto que generó, fue una experiencia enriquecedora tanto personal como profesional, ese primer contacto con un mundo poco habitual para nosotras es inolvidable.

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Estábamos sentadas justo al frente de la iglesia del Voto Nacional, Eduardo nos llevo allá porque había invitado a un habitante de calle, pero nunca llegó. Entonces decidimos ir en busca de ellos. Así fue como llegamos al lugar conocido como “El Bronx”.

El miedo se incrementó, no llevábamos la ropa adecuada, los accesorios de una de nuestras compañeras eran demasiado llamativos, un collar de color plateado y perlas grandes, nos puso en evidencia, aunque en realidad era una baratija, llamo mucho la atención de ellos. -. Cuando nos sentamos en el pasto fueron llegando uno a uno, como las abejas al panal. En este caso la miel para ellos sería la liga, que es cualquier moneda que se les dé.

Llegó un momento en el que no pudimos controlar nuestro espacio, era evidente que estábamos en su territorio. A los que pudimos, les hicimos preguntas acerca de sus historias de vida. Finalmente se salió de control la situación y Eduardo nos ayudo a espantar a la mujer que nos querían robar.

La primera prueba.

Ese primer contacto con los habitantes de calle fue una puerta para conocer un mundo nuevo, una nueva experiencia inició y aun no termina, cuando uno lograr hacer amistades en la calle, no se deben olvidar rápidamente.

Con la ayuda de Eduardo Posada y más adelante de Jorge Humberto Yandy iniciamos unos recorridos por los Mártires, la Candelaria y Santa Fe, de esta manera reconocíamos las zonas en las que se encontraban actualmente los habitantes de calle. Las caminatas iniciaban muy temprano, a eso de las siete u ocho de la mañana, a esa hora el centro de la ciudad tiene poco movimiento comercial, pero es el momento preciso para ver a los habitantes en situación de calle que empiezan a recorrer las calles.

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La clandestinidad de algunas zonas del centro de la ciudad nos atrapaba, la famosa zona de las enrejadas en la que las prostitutas en la mañana nos ofrecían sus servicios y nuestra mirada de difidencia tan solo afirmaba que estábamos allí como observadoras.

La paradoja se hacía presente cuando encontramos la zona del llamado “deshuesadero” lleno de mecánicos, habitantes de calle que consumían, y toneladas de basura que rodeaban todo el lugar, los desperdicios de comida tenían un olor fuerte y desagradable, lo curioso allí, es que en medio de todo ese panorama, había un policía- vigilando- la zona. Esa imagen es imborra-ble, en medio de tanto caos permanecía un sujeto representando a la fuerza pública, que paradójicamente esta allí como una figura más, la verdad no podía hacer gran cosa. El microtráfico pasaba en frente de sus ojos pero él tan solo era un elemento más de esa calle escondida detrás del Bronx.

Era imposible en ese momento permanecer durante más de cinco minutos, lo único que podíamos hacer era caminar y observar. Entre uno de esos recorridos identificamos todas las instituciones que brindaban algún tipo de ayuda a los habitantes de calle, especialmente a las mujeres. Esos nom-bres quedaron registrados en nuestros diarios de campo para poder hacer las visitas respectivas.

Después de descubrir aquellos lugares y reconocer cuales eran las institu-ciones que nos podrían brindar información dimos el siguiente paso para en-contrar a las mujeres que harían parte de nuestra historia. El primer intento fue complicado, intentamos buscarlas en un momento en el que la mayoría estaba “trabada” es decir bajo los efectos de alguna sustancia psicoactiva, situación que complicó nuestra visita, era muy complicado mantener una conversación amplia con ellas. A pesar de esa barrera, logramos hablar con algunas, aprender de sus vidas y lo más importante escucharlas.

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Luego de otro intento, logramos acércanos más a ellas, una mujer habitante de calle, nos presentó el lado femenino del mundo de la calle, ella nos llevó a recorrer algunas zonas del Centro de Bogotá, La plaza del Voto Nacional, Plaza España, la zonas de motos, fueron unos de los lugares por los que dejamos nuestras huellas.

La zona de motos fue dónde encontramos a Flor una de nuestras protagoni-stas, acompañamos su recorrido por la carrilera a reciclar, nos sentíamos in-comodas, una de nosotras enfermó, las nauseas no se hicieron esperar y era evidente que no la estábamos pasando muy bien, ella sonreirá, no sabemos aún si era de pesar o de burla. La conversación con Flor fue amena, nuestras primeras preguntas fueron tímidas y básicas, nada del otro mundo, a medida que transcurría el tiempo, se entraba más en confianza con aquella mujer, fi-nalmente el hielo se rompió y nuestras preguntas empezaban hacer más per-sonales, ella accedía sin ninguna restricción, algunas respuestas se notaban falsas, pero no nos importó, habíamos logrado algo muy importante, nos ganamos la confianza de Flor y nos quitamos de encima ese miedo absurdo que nos perseguía cuando recorríamos aquellas cuadras tenebrosas.

Luego llegamos a Nancy, Viviana, Paola, Olga, entre otras, mujeres que jamás olvidaremos, historias de vidas que penetraron hasta lo más profundo de nuestros corazones, cada vez que salíamos de conversar con alguna de ellas, las palabra y comentarios entre nosotras no existían, no había una sola silaba, para describir la sensación que nos hicieron sentir durante todo este tiempo, el valor a cosa o función, el significado de ser madre, amiga en fin, el verdadero valor de ser mujer.

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Cada historia para nosotras fue distinta, algunas veces jocosas otras un tanto caóticas, pero todas tenían la misma importancia dentro de nuestra investigación, ellas cada vez más, empezaban hacer las protagonistas de esta historia, sus hijos, su familia, su primer novio, en fin sus historias de vida hicieron parte de nuestras vidas por un largo tiempo.

Las calles, las mujeres, las palabras, el ambiente, todo lo que observábamos al transcurrir la investigación fue un aprendizaje desde el principio, la prim-era lección fue aprender a escucharlas, respetarlas y reconocer que son ciu-dadanas que habitan la calle y también merecen un saludo.

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CAPÍTULO II

GALLADA, VIOLACIÓN Y PIPA En ese puente habían bastantes muchachos, algunos con más de 50 años de andar por ahí, sssiii,-manes, ladrones y rematones y asesinos-. Pero para que sepan así como eran asesinos, no eran tan mala gente, eran buena gente. A Gloria algo en el frio de esta ciudad y de ese viento bogotano le hacia mi-rar al humo o al viento frio. Ahí empezó todo, el primer parche para Gloria, tiene nombre de lugar antes que de personas, el puente de la 26.

A los ladrones, a los muchachos de la calle mucha gente les tiene miedo porque roban o porque meten vicio. Eso piensa Gloria mientras se para en esa esquina del puente de la 26 se gira hacia nosotras. El tiempo ha pasado ya no es una niña, ahora ella lleva una agarrada a su mano, no sea igual que a ella la calle se la lleve. Mira ese aparato que registra su voz:

-No mire que no, ellos son buena gente, después de que le tengan la buena, ellos lo hacen respetar como sea a usted. Se hacen matar por ellos, lo cuidan a uno mucho, de que no lo traten mal, ni lo vayan a coger por ahí en revolón así.

Mujer de 30 años le pasa galletas a alguien que aun no ha subido a ese piso, aún no tiene 30 años, aún ni siquiera sale del primer piso, es una niña, que coge las viejas galletas y las arroja a las palomas. El parque de las Nieves está poblado de palomas, la gente son los extranjeros.

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Gloria lleva puesto un saco gris que se funde con el degrade color del cielo nublado, un jean desgastado por el deterioro normal del uso y la excusa de no usar ropa más nueva, toda está mojada, porque allá en Juan Rey jamás para de llover.

Gloria arroja galletas con su hija – su hija-, así era ella cuando llegó a la calle. Ella era pequeña y trabajaba con su hermana vendiendo dulces en los buses por toda la Décima. Ese trabajo paso a ser una forma de “retaque”, una forma de ganarse la vida, pero también de sacarse la rutina y de conocer nuevos amigos y amigas quienes la invitaron a parchar en algunas de las calles más sombrías de la ciudad.

Cae la noche y la chispa se enciende, Gloria recuerda el momento en el que aprendió a armar una pipa.

Da un soplo a esa pipa, a esa nueva experiencia que se volverá vieja compa-ñera, que la llevará a experimentar con los sentidos y a descubrir la calle de otra manera. -Pegante, marihuana y así sucesivamente-. Esa etapa no llega sola, sus nuevos amigos la acompañan, la cuidan, la atrapan.

Esa pipa es la compañera con la que aprendió a pasar las horas recorriendo la calle 26, la carrera Décima, la 27 sur y los parques del centro de la ciudad, lugares en los que encontraba un refugio donde pasaba los días y donde a veces dormía cuando necesitaba descansar o pasar la traba.

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Ahora, con nosotras pasa una vendedora ambulante ofreciendo tintos a $100, Gloria hace un gesto para llamar a la vendedora, la saluda con la confianza que tiene un cliente habitual de la calle. Nos invita un tinto y después de ese primer sorbo recuerda las veces en las que su voz ha sido registrada - ojalá esto no se olvide-. Siempre hay personas interesadas en sus relatos, pero se van con sus historias, son pocos los que regresan. Los relatos regresan, cambiados, más grandes, con mañas, pero regresan, no así los “cuchos”, no así los profes, los investigadores, las instituciones, sus promesas, esas no regresan.

A la calle llegan muchas mujeres ¿cuántas se hacen respetar?- Eso es lo más importante para Gloria. Aprendió que ser creída no la iba a llevar a ninguna parte porque las que se han atrevido a hacerlo les va mal. En el momento menos inesperado las cogen, las violan y las matan. Lo importante es que las mujeres se hagan “coger cariño” para que puedan estar protegidas. Son-ríe, recuerda las picardías de su hermana. Por la forma en la que habla de ella se nota que la admira. Sabe que mientras permanecieron en su parche las protegieron durante mucho tiempo, nunca sufrieron de una violación ni se encontraron con una puñalada en ese tiempo.

La suerte de algunas mujeres que conoció no fue igual, por eso sabe que el valor del silencio es el más importante. Reconoce que los hombres de su gallada eran perros, pero sabía que si se comprometía con alguno tenía que serle fiel, porque de lo contrario podría encontrarse una puñalada fija. “No hay que pelar el diente” porque los diablos las sacan al trote. Por eso lo me-jor es ser serio y no meterse con el marido de las demás, tener lo propio.

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Todas las cosas dan vueltas en la vida, las mujeres dan vueltas en las calles, en esos giros inesperados las calles pasan de ser visitadas a convertirse en su hogar. Las guerreras en el asfalto. Ingrid- conocida en las calles como “La Gomela” – deambulo en un momento en que el que no veía para sí otra alternativa. Tenía “un marido pirobo” como recuerda.

-Porque tenía un marido, un pirobo que me prendió el bazuco –sería rabia o recuerdos de rabia, de alguna rabia ya olvidada. Ingrid caminaba de un lado para otro ponía atención a todo a su alrededor no fuera que se le escapará algún recuerdo o algo de la calle le dijera que no hablara más o que no era así, que la calle cuenta mejores historias que ella.

-Yo no soplaba, y el pirobo llegaba todo paniquiado, yo estaba juiciosa en la casa, yo tengo dos hijos una niña y un niño. Y yo pensaba: “pero este man por qué llega paniquiado”.

Cómo es de terrible cambiar, mujer que se encontraba segura en la casa, mu-jer que encontraba a sus hijas, mujer que no esperaba que su marido fuese el ideal, pero al fin y al cabo un marido, un marido que había que cuidar y, por qué no, buscar. Ingrid era una máquina de tiempo en sus propias palabras, ese tiempo cuando aún noooo…..

-Yo bien juiciosa le daba la comida y el hijoputa no tragaba, hasta que un mismo amigo de él me dijo: “vea que su marido está soplando”.

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“Soplar”, cuantas veces no escuchó esa palabra, pero que palabra ni que cuentos, es algo que madruga, atardece y se acuesta con cada habitante de calle, y en especial con las mujeres. Es la mágica bruja que atrapa en su isla, es tal vez la que más encierra y evita que se recuerde el camino al hogar, ese que se vuelve lejano, por otro, más de drogas que se consumen, que se “soplan”.

¿Dónde está el marido de Ingrid? ¿Dónde estará ese jodido hombre que pudo amar? Ingrid no aguanta más. Si, las hijas lo serán todo, tener juicio también es bueno pero por nada será una boba. Ingrid sale de la habitación. Y serán los celos o la falta de alguien que al menos ni la mire que la impulsa al Cartucho. Lo necesita ahí en casa, lo necesita junto a ella y sus hijas. Sale a la gran olla, por allá en ese centro lejano para muchos, pero cercano, muy cercano, y en él está ese lugar que todos conocen, el “tucho” o mejor decirlo completo, el Cartucho. Al entrar, en aquel lugar de humo de pipas, reciclaje y jibaros lo “pesca”, lo ve, encuentra a aquel hombre que es su marido. Ese hombre está armado el consumo del día. No es arma, pero igual hiere lentamente. Tiene entre sus manos de marido un “pistolo” que ha armado, la dosis del día. Y él que la ve y ella

-Venga gonorrea usted por qué me hace esto.

Y como buena presa, cumple su papel de presa, y sale al trote. Ella lo seguirá, seguirá a esa presa, la única pero para qué, aunque aparente ser solo un lugar de la ciudad, el Cartucho es grande y lleno de recovecos para que se pierdan todos los que al él ingresan, para que no se escape la volun-tad, para que la única decisión sean su calles, carros, locales, habitaciones, cambuches y gente. Ingrid que se iba a aguantar aquello. No más, lo echó.

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Pero el Cartucho persigue, y parece como si estas huidas, estos trotes del marido la jalaran, lo seguía buscando por allá y en una de esas

-Precisamente estaba juicioso, y me encontré a unas amigas y me ofrecieron la pipa, y ahí ya paila.

La pipa, las mujeres la tuvieron alguna vez en sus manos o siempre. Parece una de las formas más comunes de entrar en un mundo que de alguna forma resulta cruel, pero la ‘pipa’, recuerdan ellas, no lo parecía. Ellas levantan la vista y en medio de sus añoranzas, y entre los dedos ven esa pipa recordada, esas pipas diarias que podría tratarse de cosas del diablo, de alguno por eso creen que la droga es algo del diablo, o de las circunstancia, pero igual se lo considero un compañero más que si es fiel, daña pero no se va mientras allá modos. Entrar a la calle es sencillo, el problema surge cuando se convierte en un laberinto del que difícilmente se puede hallar la salida.

La avenida Jiménez diariamente es transitada por cientos de personas que van de un lado para otro, y también se encuentran aquellos que se dirigen al comercio del sector. Ese lugar es muy popular, en el centro se encuentra una mariposa en la que algunos transeúntes o vendedores ambulantes se sientan. Junto a ellos esta Martha Cubillos. Atrapada en el laberinto. Ella tiene 44 años y la caracteriza su carácter fuerte, recorre las calles sin temor porque ha aprendido lo que se debe y no se debe hacer en ellas. Todos los días vende cachivaches para rebuscarse lo de la comida diaria.

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Mientras se sienta junto a nosotras alistamos el refrigerio, un jugo de nara-nja y un ponqué, se lo entregamos y lo recibe con agrado. Ella se sienta, rumora con los de su parche y distraídamente relata sus primeros pasos en la calle: -Yo llegue a la edad de 9 años y a los 11 volví a mi casa y me volví a ir. A los 15 años tuve mi bebé, pero a mi hijo me lo mataron. Ya no me gus-taba estar en la casa. Es como todo, ya después de que uno coja parches y después lo intenten a mandar a uno, eso es difícil y uno pues lleva mucho tiempo fuera de la casa entonces ya no le gusta a uno esa vida.

Martha busca constantemente con la mirada a su amiga María, tiene cuen-tas pendientes con ella porque la faltoneo, dijo mentiras sobre ella y le oca-siono problemas con los habitantes de los otros parches. Siempre ha sabido lo importante que es ser leal en la calle, y a pesar de que hayan compartido muchos años de amistad no le va a temblar la mano para recordarle a María quien es ella. Desde los 10 y 12 años cuando llegó a la calle, entendió que su primera tarea era crear una buena relación con su gallada. Pero mientras lo lograba tenía que dejar una marca para ser respetada.

Su prueba se dio cuando peleó con un chuzo y le demostró a los demás que no iba a temerle a nadie, y sin importar quien fuera, iba a defenderse de quien quisiera agredirla. Por su temple, lo logró con éxito, pero sabe que no todas las mujeres corren con la misma suerte. Recuerda a aquellas que eran bonitas pero que no fueron lo suficientemente prudentes y terminaron amenazadas y violadas grupalmente. Todo ese ritual era para demostrarles cómo enfrentar su futuro en la calle.

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Ellas miran esas calles y piensan ¡qué cruel situación! Así las respetan y legitiman los demás habitantes de calle. En eso se convierte el día a día: retaque, galladas y pipas, algo normal. Los viejos recuerdos de las mujeres que eran antes las cuestionan y las vivencias pasadas en sus hogares sin amor les inmortalizan las razones por las cuales se encuentran allí.

El mal recuerdo de pasar por una violación las atormenta, algunas pueden resistir o muchas veces tratar de olvidar, para no regresar a la casa de la que huyeron. Prefieren buscar una pieza o un lugar donde puedan ducharse, lim-piarse y después retoman sus rutinas como si no hubiera pasado nada. Sin embargo, para las mujeres no hay olvido. Vuelven al presente y al ver todo igual no les importa que sus compañeros sentimentales sigan golpeándolas. El ciclo se repite una y otra vez.

Esa rutina se repite, las mujeres sienten que cada una de ellas ha vivido circunstancias particulares de esa rutina sin salida, como Carmen. Ella recu-erda la forma en la que se acercó por primera vez a la calle y las razones que la llevaron a permanecer durante muchos años allí. Sufre por los recuerdos amargos del maltrato de su familia y el eco de la palabra “estorbo” que la hizo sentirse inútil por sus dificultades físicas.

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Carmen tenía 10 años cuando se fue de su casa porque tenía una malfor-mación en la cadera. Le decían que era fea, un ser inservible. Al no tener con quien refugiarse creyó que realmente era una persona que no servía para nada. Creció en las calles, tuvo hijos con distintos hombres que siempre hic-ieron con ella lo que quisieron, le dieron una vida insostenible en donde los golpes eran el pan de cada día. Pensaba: “todo es normal, la calle es así”. Se terminó acostumbrando a esa vida. Actualmente tiene 35 años, pero el tiempo en la calle es implacable, parece una mujer de 60 años, está enfer-ma, desamparada y sin esperanzas de ser feliz. Sus recuerdos son nefastos. Cavila y supone que las mujeres son como las crías de los animales. Si es una perra las ahogan, si es un perro lo dejan vivir.

Los recuerdos del Cartucho Viviana Paola López, lustra zapatos en la Plaza España junto a su esposo, el Cacique. Llamado así porque es el líder de esa zona, es respetado y conoce a los que deambulan por el lugar. Llegan ahí todas las tardes y se sientan frente al hospital San Ignacio, esperan a que caiga la noche, pero antes consiguen el dinero para pagar la pieza de la noche, comprar las “bichas de bazuco” y el plato típico “el combinado”-Una mezcla de sopa, seco y jugo por $1.000-. Viviana está tranquila, dice que es un buen día para relatarnos su historia porque no está borracha y no ha consumido nada. Sin embargo, su olor a alcohol no se quita de su cuerpo. Sonríe después de recibir un refrigerio y recuerda que la comida del Cartucho sabía diferente y como inició su vida en ese lugar que ya no existe.

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Se notaba que caminar hacia allá podía traer pesar. Qué días pensaba Vivi-ana, se llegó al Cartucho, y como a un amante se entrega a él. Pero la ver-dad, la pura verdad Viviana se entregaba a un novio, pero la verdad, la pura verdad, el Cartucho es un lugar que termina desplazando hasta al novio. En el Cartucho estaba el novio, allí se daría la entrega, pero eran más las ilusio-nes, eran más las mentiras, él la atraía con palacios para vivir en ellos. Ella le creía. Raras esas creencias que, aunque sean ilusión, terminan siendo la entrega de los cuerpos. Ella se acuesta con él en esas calles duras, en esa dureza de calles, que hoy son la novena, esa cama de asfalto, esa cama dura, ese piso fue donde creyó y se entregó. La gente que la rodeaba, todo el mundo de personas estaba acostada con cartones y cobijas cubriéndose de la húmeda y fría noche bogotana que parece ser otra en el Cartucho, y para ese frio el aguadepanelita, a 50 o a 100.

Ella soñaba con que su compañero sentimental cambiaría, pero él se hundió en las drogas y la situación empeoró. Nos relataba calmada agarrando sus manos o en sus manos atrapando eso que no fue y nosotras atrapando esos recuerdos en un aparato más allá de las calles.

-Ya no tenía lo mismo, mi marido me enseñó a criarme, entonces la vida mía fue cambiando. Yo pensé que teniendo todo allá en mi casa, todo iba cambiar, pero no cambia, uno aprende en la calle a saber aguantar hambre, saber qué le valen unos zapatos, saber qué es la vida de la calle.

Nosotras transportadas por su voz, verla correr a un Cartucho, al lugar donde no puede uno creer que existen palacios solamente cuerpos que duer-men, que a veces se aman, que muchas veces se drogan, que buscan agarrar algo de calor humano en una aguadepanela.

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De golpe en golpe De golpe en golpe, de “destino en destino”, así denomina su vida María, la patrona de todos los conductores, quien se refugió en el Cartucho porque no soportó el maltrato de su familia. Su historia es bastante singular por una razón: ella, a diferencia de las otras mujeres que habitan en las calle, no consume drogas. Vivió en el Cartucho hasta que los habitantes de calle fueron desterrados de ese lugar en el año 1999, cuando por una política del Alcalde de ese momento, Enrique Peñalosa, en la búsqueda de la recuperación del espacio público, ordenó derribar las casas y se expulsar a las cerca de 5 mil familias que vivían en ese lugar. El Cartucho fue el lugar donde María vivió, amó, sufrió y trabajó. Hoy es parte de su historia. Su actitud era algo hostil a diferencia de las otras mujeres que estaban ahí sentadas. Tenía su cabello recogido, una chaqueta abultada que le ayudaba a combatir el frio y un collar de colores que rompía con los tonos grisáceos de su ropa.

Esa historia va tan lejos, tenía 13 años y el sufrimiento parecía que se aco-modará a sus días, sufrir es la palabra que identifica a esa niñez. La calle era un lugar que al principio no le pegaba, la familia en cambio la maltrató. En ese habitar en la casa el padre le pegaba, sino era el hermano o sino era la hermana. El padre la “trillaba” de muchas maneras, le hacia daño como fuera, cuando fuera ¿quién puede vivir así?

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-eso no era vida para mí -pero no así habitar esas calles-. Entonces, como empezó a hacerme la vida tan imposible, yo hice una vida de juventud ro-dando de golpe en golpe.

Y se marchó a Villabo, allá se arriesgó a otra vida quizás huir del maltrato, lejos, como muchos creen podrían salir las cosas mejor pero las cosas no salen, y…

-…allá vulgarmente me putié -la cosa no fue la esperada, tuvo sus hijos pero otra vez, como si nada, sola-.

El retorno a la ciudad de María fue complicado, asumió la responsabilidad de su familia y en sus primeros días de convivencia en la calle comprendió que tenía que emprender una lucha completamente sola. Ganarse la vida y ganarle a la calle como fuera, tuvo que prostituirse, ser mujer del ruedo. La calle sin toros, la calle sin lidia, pero en el cuerpo de María estas calles la ponen a jugar con ciertos capotes, hay que vivir hay que ir de golpe en golpe.

-Cuando yo me vine a la calle, mi vida fue más o menos regular, porque yo nunca tuve apoyo, la voluntad del Señor fue lo único que me sacó adelante contando con él para todo lo que necesitaba, yo nunca tuve apoyo de nadie solamente la voluntad de nuestro señor. Siempre mi mundo fue el de una mujer de ruedo. Pero como fui mujer de ruedo, me supe cuidar.

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Las mujeres de ruedo, también conocidas como prostitutas, serán conde-nadas por muchos de los hombres que luego las buscan, ese animal de la doble moral le gusta hablar por todos. En esas calles, con esa hambre, con esa necesidad de encontrar un lugar de dormida, o alguien del que se pueda sacar lo del día. Sea como sea hay que poner la vida en primer término. Pese a eso María no se arrepiente de nada, porque considera que todo lo que ha hecho ha sido por el amor que tiene hacía sus hijos.

-No iba a dejarlos pasar hambre –afirma ladeando la cabeza, con sus manos sobre las rodillas, presionando estos recuerdos-.

Le gusta estar sola porque le da la posibilidad de estar más tranquila, sin embargo, al pensar en sus sueños, su mirada se ilumina y sus manos se juntan para decir

-Mi sueño es formar hogar, conseguir un hombre con que nos entendamos, que sí toca apoyar, yo apoyo. Pues eso es lo que estoy buscando ahora. Sí hay con quien formar un hogar lindo y hermoso nuevamente voy pa’ del-ante. Sino, sigo como siempre he sido, sola.

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Ya pasaban más de las seis de la tarde, María tenía que irse, le agradecimos por contarnos su historia y le pedimos una fotografía. Ese fue el único in-stante en el que la vimos sonreír. Hizo muchas poses y estiro sus labios para que el lente capturara un beso suyo. Causo mucha risa de las personas que nos rodeaban y se fue pensativa…

Del Cartucho al Cartuchito El cartucho fue destruido, pero quienes lo habitaron encontraron un nuevo lugar para reemplazarlo, La calle del Bronx, que ahora es llamada el nuevo Cartuchito. En esta zona residen 8.385 habitantes de calle en donde se encuentran alrededor de 1.091 mujeres. Su aspecto es lúgubre por las viejas estructuras de los edificios que forman un espacio en forma de L. Sus bordes son transitados diariamente por muchas personas porque en el comercio de almacenes que venden cubre lechos y repuestos para au-tomóviles y motos. En uno de los costados se encuentra una base militar. Todos caminan de un lado para otro consumiendo, haciendo sus labores ó simplemente pasando la noche. En ese lugar que para muchos denigra el espacio y genera problemáticas sociales vive Viviana Marcela Yepes, una mujer de 26 años. Ella sale en la mañana del Bronx y se prepara como todos los jueves para ir al hogar de paso llamado Vía Libre. Sonríe mucho, es una mujer muy alegre, sus ojos enamoradizos se dirigen a su pareja, coquetea y se sube a la camioneta.

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Ella en otra edad, 12 años, sale de una casa en la que vivía pobremente pero donde la abuela le daba lo que necesitaba, está salida ya no está preparada, la casa familiar ya no es la misma del consumo. Se “vuela”, se marcha de su hogar para no volver, se escapa a un lugar con nombre de barrio “gringo”, el lugar donde muchos marginados o excluidos de alguna forma llegan, indígenas, desplazados, pobres, exconvictos, algún ex, hijos o hijas con his-torias en su rostro de viejas y recientes maltratos, en fin llega de todo tipo de gente a esa calle. El Bronx. Ella desde sus doce años se marchó, no era excluida peroooo, solamente una niña pobre, perooooo:-Gracias a Dios no nos faltaba nada. Yo viví con mi abuela, me volé de la casa cuando me fugaron. Pues mi propia mamá me decía que las hijas mujeres eran prostitutas.

No era incluida entre el futuro de otras mujeres, nada más se la excluyó de algún lugar que aunque pobre no le faltara nada. No, le faltaron las esperan-zas, pero de eso ya no se come.

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En ese mismo instante se acerca con algo de curiosidad hacia nosotras, Leidy Parra, ella es una mujer muy joven, de apenas 16 años. Llegó a la ciu-dad huyendo de un delito. Hace año y medio fue violada por su tío al que le dio cinco puñaladas. Al sentir que iba a parar en una cárcel salió corriendo, dejando su pequeño hijo con su madre y al no tener donde llegar, se subió en uno de los camiones que traían cubrelechos a Bogotá y terminó en la Plaza España. Sin preguntar mucho, fue conociendo un espacio muy distinto al que estaba acostumbrada, porque ella vivía en el Tolima.

Con añoranza, extraña a su pequeño hijo. Le tranquiliza saber que está en buenas manos. No obstante, sabe que ese pequeño no tiene la culpa de nada y que el camino que eligió es muy denso. Su familia le pide constantemente que regrese, pero sus ojos se llenan de odio al recordar la razón por la cual está inmersa en tantos problemas. Pensar en su cama de cartón y aprender a sobrevivir es uno de los mayores retos que se le han presentado. Se dedica a recoger comida, reciclar y cui-darse de que otros no le hagan daño:

-Nadie es monedita de oro para caerle bien a todo el mundo, pero que otra va venir a “soplarle los mocos”. No nada, nos paramos duro.

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Después de todos esos recorridos por las historias de Viviana, María, Mar-tha, Ingrid nos despedimos de Gloria. Ella regresa a su casa, se siente más tranquila después de haber contado parte de su historia, nosotras estamos pensativas con muchos más interrogantes acerca de las mujeres que pasaban por ahí y de las miradas de curiosidad que nos lanzaban las personas que cruzaban por nuestro lado y nos observaban nuestra grabadora y nuestro interés por Gloria. Tiene claro que su vínculo con la calle no se va a extin-guir nunca, porque siempre va a buscar la forma de permanecer allí, ya sea retacando en las tardes, buscando consumir. Sus palabras hacen eco cuando recuerda uno de los aprendizajes más valiosos que le ha dejado la calle: -El respeto se logra, siendo usted sencilla ¿si me entiende? Siendo noble, o sea no ser creída. Ni que cuando esta con un parche dárselas demás que otra persona. Que porque me compre estas zapatillas voy a humillarla a usted ¿si me entiende? A creerse más que uno, no. Porque uno para estar en la calle tiene que hacerse ganar la buena, que sea usted seria, no sea sapo. Lo que más odian los ñeros es que uno sea sapo ¿si me entiende? Que sea noble y calladita ¿si me entiende? Uno ser callado, no meterse con los maridos de las muchachas porque ahí si es que le va peor.

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CAPÍTULO IIINO TUVE OTRA OPCIÓN

Al reproducir la grabadora, los relatos de aquellas mujeres en situación de calle, formaron un coro melodioso, voz aguda y notas altas parafrasean una y otra vez, la secuencia de voces es armónica, pero cuando al oído penetra, no solo su melodía, si no sus letras, el sentido cambia y un nudo en la gar-ganta se forma, al escuchar:

-Yo vengo con mi hija yo pido es con ella.-Yo les digo a los que van pasando que si me hacen el favor y me regalan una monedita que es para comer.-Yo Soy taquillera, yo reparto la droga a los jíbaros.-Yo vendo a veces 100 bichas o más y por eso me dan 10.000 o 20.000 pesitos.-Yo sólo guardo las bichas, las escondo y por eso me pagan.- Yo me dedico a vender mi cuerpo

El sol ilumina el centro de Bogotá, la luz resalta los desechos de la carrilera, parece un río de basura. Flor con su mirada al piso camina por los rieles del tren, mientras observa que puede encontrar de valor; con una bolsa en su espalda y sus manos resecas y sucias recoge las botellas dentro del excre-mento de los animales, los cartones donde los perros duermen, entre otros desechos más, al parecer intentaba reciclar.

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Flor sigue caminando lento, y como jorobada, como usualmente cami-nan todos los habitantes en situación de calle. Ella cruza la avenida Ji-ménez y en algunas cuadras se mezcla con las señoras de tacones altos y gabán largo, o con “los señores de corbata” como dice Flor. Esas per-sonas que se cambian de carril o aceleran su paso cuando uno de ellos se acerca para pedir o solo porque esta ahí. Esas personas que les dan ex-istencia a los habitantes de calle mientras se rozan los hombros por un magnetismo de cuerpos que no se quieren conocer. A veces de esos con-tactos aparece un miedo… luego pasa el miedo, y ya dejan de existir.

Finalmente Flor llega a su hogar, es una esquina entre las carreras 17 y 19 del centro de Bogotá, la zona de motos como la llaman popular-mente, cerca de allí hay muchas pensiones, pero Flor no elige ninguna. Se sienta en una esquina y voltea la bolsa de su producido, y empieza a separar las botellas del cartón entre mucha más basura que hay allí. Ahora su va y viene es reciclando como dice ella, pero en sus ini-cios la calle le otorgó únicamente la opción de ejercer la prostitución.

-Vivía en la calle y no tuve otra opción.

Flor no tuvo de dónde escoger, al parecer la baraja, solo le mostró la misma figura en todas las cartas, la prostitución llegó a su vida y con ella la desdi-cha de cargar con el peso de ser una mujer ultrajada. Los hombres la utiliza-ban, después de hacer uso de su cuerpo, no le pagaban o le pagaban mal, la maltrataban y lo único que conoció fue “mugre”, como afirma ella. Su vida

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perdió sentido, hasta que un día revivió, no era un Dios, o un sacerdote quien la salvo, no hubo necesidad de un exorcismo, el ingrediente del amor fue suficiente, un hombre joven en busca de una doncella, prefirió res-catar a una cenicienta y la salvo de las tinieblas, del infierno de la vida que llevaba.

----Cuando conocí a mi esposo dejé la prostitución. Estoy muy enamorada, o sea, de ahí para acá no me nace estar con nadie más por plata. Fuera por placer, vale chimba, pero por plata no aguanta.

Sus ojos se empañan, suelta las botellas a las que le sacaba basura de su in-terior, se cubre el rostro con una cobija, el silencio se hace extenso, después de unos segundos sube la mirada con sus ojos empapados en lágrimas, no puede pronunciar palabra alguna, al parecer los recuerdos del inicio de su vida en calle son más fuertes que su voluntad por no desplomarse y caer en llanto.

Flor no corrió con suerte, existen mujeres que llegan a la calle y el destino del asfalto les muestra otra salida para sobrevivir, hay múltiples tareas por hacer, pero a Flor no llegó ninguna, y aunque la prostitución está mal vista ante las mujeres y los hombres de los parches o galladas, vender su cuerpo se convirtió en su único sustento diario por muchos años, pues Flor no tuvo otra opción.

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El sol que iluminaba la ciudad empieza a esconderse, el atardecer cae en el centro de Bogotá y el viento sopla fuerte y helado, ahora estamos con María, quien lleva consigo una chaqueta de color negro, el material es impermeable, de talla xl, se nota, aunque ella no es alta, la chaqueta horma con su espalda ancha y sus brazos gruesos, le queda larga, pero es perfecta para el frío bogotano. Ella camina por la calle 11, recorre las cuadras donde opera el madrugón, esas bodegas grandes en las que se vende ropa de todo tipo. Se dirige a la mariposa de la Jiménez, la estatua de latas que dice tener forma de insecto. Un sitio público pero de trabajo clandestino de mujeres prostitutas, que pasean el lugar diariamente una y otra vez en busca del cliente que les dará la posibilidad de comprar la cena.

Aunque la ropa de estas mujeres que merodean la plaza no es tan ligera y sus escotes les alcanzan a tapar el pecho, intentan menear la cadera y poner una sonrisa sensual para atraer a los hombres, deben ser cuidadosas y no tan evidentes, pues su presencia allí no debe sobresalir, hay mucha autoridad rodeando la glorieta.

A María no le gusta que la llamen por el nombre, prefiere que le digan, ‘La patrona’ Aunque el sobrenombre completo es ‘La Patrona de los Conducto-res’. Ella es una mujer de 55 años, su rostro aparenta más edad, las arrugas en su cara y los cabellos blancos intercalados entre los negros, hacen pensar que pasa los 60. Ella, al igual que Flor y miles de mujeres en situación de calle, fue prostituta o mujer del ruedo como le dice “La Patrona”.

---Yo fui ‘mujer de ruedo’, y por ser mujer de ruedo me supe cuidar, sobre-viví recogiendo basura o acostándome con el hombre mayor. Él hombre me decía ‘vamos que yo le pago’.

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A “La Patrona” no le importó ser juzgada, su personalidad es el lado opues-to de Flor, y aunque sus ojos son pequeños, la rudeza de ellos demuestra que es de esas mujeres luchadoras, que no se dejan de nadie. Ella no se iba dejar morir de hambre y mucho menos a sus hijos.“La Patrona” sabía que la prostitución estaba mal vista dentro del mundo de la Calle, por eso decidió alejarse de su parche y conseguir clientes por otros lados, conseguía clientela rápido, era una verraca, situaciones que ni la enorgullecen ni la entristecen, pero que le hacen recordar que no hubo más opción y que esa fue la vida que le tocó.

Unos metros más al sur de la plazoleta de la Jiménez, está La Plaza del Voto Nacional, es un nuevo día y no hay mucho transeúnte, las palomas rodean la iglesia, se aproxima la hora de almorzar. Ingrid más conocida como ‘La Gomela’, camina por la glorieta moviendo su cabeza de un lado hacia el otro, a primera vista parece loca, pero no lo es, está “carramaniada” como dicen ellas, es decir bajo los efectos de sustancias psicoactivas, su peinado es anticuado, o similar al de Alf, el muñeco de los años 60´ que tenía su copete de una forma muy particular, su ropa es muy sucia, lleva un buzo de color rojo que le queda ajustado, es una mujer muy alegre y divertida, recuerda con agrado el significado de su sobrenombre, cierra sus ojos y parece que los recuerdos llegan a su mente de forma agradable, Ingrid llegó al mundo de la calle siendo una adolescente, era muy hermosa, su cuerpo tenía las medidas de una reina, su piel era blanca y delicada, los hombres la perseguían constantemente, de esta manera Ingrid se sentía bien, pero en ocasiones en peligro, por miedo a ser violada. Ella contó con suerte y el destino le mostró una tarea diferente a la prostitución para sobrevivir en la calle; el reciclaje, un trabajo que no solo le ayudó a mantenerse, sino que trajo consigo un ángel guardián que la protegería de no ser ultrajada “Un parcero”; un amigo de esos incondicionales que pareciera que están en vía de extinción.

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La labor de “La Gomela” en la calle fue otra, el reciclaje, la distribución de drogas y el retaque, que fueron el sustento de Ingrid por muchos años, ella jamás rodeo los lados de la prostitución a pesar de su belleza, sus com-pañeros de parche y gallada le enseñaron que esa profesión era condenada por la gente de la calle.

La belleza de Ingrid se fue perdiendo con los años, la vida de la calle se le nota a leguas, se encuentra demacrada, su piel es reseca, su cuerpo ya no tiene las curvas de reina, y los hombres ya no la persiguen intensam-ente. Pero “La Gomela” durante sus 15 años de vida en situación de calle, logró hacer varios amigos y actualmente goza de múltiples amistades que no la abandonan dentro de la Olla, comparten con ella el chorro, la droga, la comida, entre otras cosas que solo se le ofrece a los “parceros” y no a “putas” como dice Ingrid.

La olla es un lugar donde se refugian los más necesitados, no solo de dinero o techo, si no de amor, afecto, cariño, la olla es esa calle que se convierte en una cuadra más de la ciudad, pero con una notable diferencia, no es una fila de casas, sino de cambuches, y como todo buena cuadra colombiana, tiene en sus esquinas las tiendas donde se consigue lo básico, pero en este caso son locales de consumo y distribución de droga, la olla es dónde llega el turista de la calle que termina radicándose en ella, es el albergue de los que huyen del maltrato, de la injusticia social, o aquellos que simplemente los llamó la libertad y allí se quedaron. La olla son aproximadamente 100 metros de largo, habitada por más personas de las que pueden ocupar un espacio de estas dimensiones. Negros, blancos, cristianos, católicos, en fin, una interculturalidad de todo tipo habita en la Olla, un pueblo chico, con un infierno grande.

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---Eso allá en la olla aparenta grande, pero todo mundo se da cuenta qué es lo que usted hace, dónde lo hace y cómo lo hace, hay que tener cuidado con lo que se hace, o dice, porque paila. Dice “La Gomela”

Un lugar con entrada libre, pero con derecho de admisión, al parecer allí no pueden entrar tranquilamente “las mujeres del ruedo” como dice “La Patrona”, ya que a diferencia de una mujer prostituta “La Gomela” puede entrar libremente, armar problemas porque quiere o porque esta bajo los efectos del alcohol o las drogas, situación que no pueden hacer mujeres como María o Flor quienes han ejercido la prostitución.---Yo a veces armo ‘la hijueputa’, toda borracha y no me dicen nada. Porque la gente sabe que uno es bien, que ‘chanda’ sería que uno entrara y dijeran ¡Uy! vea esta sucia, entra con uno, entra con otro.

Ingrid, con un rostro de resignación por todas aquellas mujeres que se pros-tituyen para ganarse la vida, lamenta que mujeres como Flor o María sean rechazadas por la misma población de la calle, “La Gomela” sabe que corrió con suerte, porque ellas no tuvieron más opción. En otro lado de la ciudad el viento sopla con fuerza, el frío se apodera de los cuerpos de las personas que transitan por el Parque de las Nieves, las manos de los transeúntes se frotan con fuerza y sus pasos son más lentos. Una brisa golpea el rostro de Gloria, ‘Uy esta brizando fuerte’, manifiesta ella, mientras cubre su cara, sentada en la fuente vieja y deteriorada de la plaza, recuerda cómo sobrevivió en la calle, y en general que hacían las mujeres para el sustento diario.

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Su nombre completo es Gloria Yaneth Castillo García, tiene 37 años, 25 de ellos los ha vivido en calle, su cuerpo es delgado, y su estatura es baja, parece una mujer que a simple vista no le haría daño a nadie, no se ve tan fuerte, pero como dice el dicho, las apariencias engañan, en una época gloria fue atracadora. Lleva un chaqueta de jean grande, al parecer la ropa amplia es una característica de estas mujeres, las mangas de la prenda le cubren las manos, perfecta para la brisa que hace, el pantalón es ancho, y sus tenis viejos, su pelo está recogido, situación que hace más evidente los gestos de su cara, mientras cuenta su historia.

Sus primeras palabras llevan una carga de tristeza e indignación, Gloria se gana la vida de diferentes maneras, una de ellas, pidiendo limosna, o “retacar” como lo llaman en su población.Su rutina inicia alrededor del mediodía, es una hora pico para ella, los restaurantes están llenos, y el dinero en circulación, ella sale con su hija a las calles más transitadas, pues la sonrisa de una niña conmoverá a los peatones.--- Yo vengo es con la niña porque yo sé que con ella me ayudan mucho más, les da pesar.Su pequeña hija recorre con Gloria algunos sectores comerciales del centro de Bogotá, generalmente buscan las zonas de restaurantes y se ubican unos metros antes de las puertas del establecimiento, la niña no debe hacer mayor esfuerzo, una sonrisa será suficiente para convencer a las personas que se dirigen almorzar.

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Si su primera estrategia no tiene gran éxito, Gloria continúa con un plan B, de alguna manera debe conseguir para la comida. Ella y su hija se acer-can más a los restaurantes, esperan afuera y piden a las personas que van saliendo. ---Yo les digo que si me regalan una monedita, que es pa’ comer.

Cuando tiene éxito, los bolsillos de Gloria se van llenando de monedas de $100, o $200, no falta el billete de $1000, la caridad de los colombianos es amplia, otras personas no le dan dinero, pero le regalan comida, Gloria no puede quejarse, a veces son platos a la carta como mojarra frita, carne de cerdo, o pechuga a la plancha, pueden ser el almuerzo y la cena de ella y sus hijas.

Gloria en ocasiones recicla como lo hacía tiempo atrás, en su pasado tam-bién atracaba a las jovencitas que caminaban solas por la calle, les quitaba los anillos, o les rapaba la cartera, en esa época a Gloria el dinero no le hacía mucha falta. Durante su juventud fue una mujer arriesgada, se involucró en diferentes trabajos para sobrevivir, pero nunca tuvo un cargo de poder, como el de taquillera o campanera, que son las personas que en el primer caso se encargan de distribuir la droga en diferentes barrios, y el segundo, son las personas que están pendientes de cualquier “sapo” que merodee, la calle del Bronx.

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A medida que Gloría explica los cargos de poder que pueden desempeñar las mujeres en la calle, su voz se enorgullece, parece que buenos recuerdos llegan a su mente, su rostro muestra ansias, acelera sus palabras, quiere llegar rápido a la parte que le interesa. Ella se coloca de pie, los mov-imientos repetitivos de sus manos demuestran emoción sobre un peligro del cual salió bien librada, con una mirada intimidante recuerda lo luchadora y aguerrida que era su hermana en épocas atrás.

-Mi hermana fue una de las duras, ella tenía poder, una verraca, ella fue ‘taquillera’. Los jibaros la mandaban a buscar, pa’ que llevará a los barrios las bombas de 100 o 200 Bichas y ella lo hacía, era una dura y confiaban resto en ella, algo muy importante en la calle.Mujeres como la hermana de Gloria que ejercen este tipo de cargos, son pocas, nada diferente a la realidad, los puestos de poder no pueden quedar en manos de las mujeres. Pero aun así no importa, las mujeres en general, y las habitantes de calle, encontrarán otra opción de sustento.

Flor, Gloria, Ingrid y María, tomaron diferentes rumbos, destinos que algu-nas de ellas eligieron, otras no, simplemente la vida se lo impuso. Ellas son algunos de lo prototipos de mujer mas visto en calle, sus labores son las mas frecuentes en estas mujeres para sobrevivir en calle.

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Amor o dependencia.

El sector de la Plaza España es transitado por muchas personas, Viviana se encuentra ubicada detrás del Hospital San José, allí junto a su esposo vende algunos artículos un poco deteriorados, pero con la ilusión de poder cerrar una venta y así completar el dinero para la pieza de la noche y dormir tranquilos como marido y mujer. Ella es una mujer de 35 años, lleva consigo un Jean ancho, tiene unos tenis de tela, una chaqueta más grande que ella, su cabello está recogido y se nota que es largo.

Las horas pasan y Viviana aún no logra ninguna venta, ella cambia la posición de los artículos que tiene en oferta, quizás no se evidencian mucho, dos flotadores desinflados y un cuaderno son sus productos.

Son las 4 pm hora de visitas a los enfermos del Hospital San José, razón por la cual los transeúntes caminan con más frecuencia, situación que la entusiasma. Mientras ella limpia los flotadores con un trapo sucio, ofrece su mercancía.

En ese instante se acerca una señora.-Reina mírelos sin compromiso, ay mona hágame el gastico sí, deme $3000’- dice, mientras el posible comprador camina lentamente obser-vando los flotadores, un gesto negativo de aquella mujer que se interesó por sus productos, le dice a Viviana que su venta al parecer fracasará, en medio del desespero

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Viviana dice:-Mona se lo dejo en 2000’.-Reina en 1000, dice Viviana, cuando la ve alejarse cada vez más.Su mirada de decepción, queda plasmada en su rostro, y dice con rabia:-Es que la gente piensa que uno no siente o necesita, estoy segura que nin-guno de los que transitan por aquí piensan que uno no se puede enamorar o esas cosas, claro que enamorarse para qué.

Con un gesto de lamento Viviana, recuerda, la difícil vida que ha tenido que llevar, se levanta del piso donde intentaba vender aquellos flotadores sucios.Su caminar es lento, un sube y baja evidencia la dificultad para dar los pasos. Descansa unos segundos antes de llegar a las esquina del Hospital San José, toma su pierna izquierda y la acomoda, con un gesto de dolor acaricia su cadera y exclama -Ay mi piernita.

Ella nació con una discapacidad leve en su pierna izquierda, pero al pasar del tiempo fue aumentando el grado de dificultad para caminar, las gol-pizas que recibió de su primer esposo, no sólo le marcaron el alma si no su andar.

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Viviana lo conoció en la Olla, es día estaba enmarihuanada, quizás eso fue lo que hizo que lo viera atractivo, y no identificará sus verdaderas intencio-nes. Después de ese día ella comenzó andar con él, todo transcurría normal, hasta que un día mostró su verdadera cara, se quitó la máscara de hombre bueno, le pegó una noche con unas palas porque ella no le dio para el vicio, desde ese momento todo era excusa para maltratarla, durante el tiempo que Viviana convivió con su primer esposo, el maltrato físico que recibió era constante, la pierna de la cual era discapacitada recibió golpes muy duros y significativos que le afectaron la cadera, la dificultad para caminar cada vez era más alta.

-Él fue un pirobo, un hijo de perra, él fue hombre muy malo conmigo, yo no sé cómo aguanté tanto, al final yo ya no lo quería, sino que dependía de él para Sobrevivir. Dice Viviana

Flor es el otro lado de la moneda, el amor le sonríe y pasa por buenos tiempos, ella se encuentra sentada en una esquina, sus ojos se trasladan de un lado a otro, observa las calles, en busca de algo o alguien, su acti-tud es ansiosa, sonríe todo el tiempo, la curiosidad no se hizo esperar al preguntarle ¿Busca algo?, ella responde con euforia y agrado --si, a mi en-amorado, al mismo tiempo se cubre el rostro con sus manos y ríe de un forma apenada.

--Es que lo quiero ver, hace más de una hora que no lo veo y ya me hace falta Dice Flor.

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Flor ilusionada, con ojos brillantes, empieza a relatar su historia de amor, su cuento de hadas fue perfecto, un príncipe azul la revivió con un beso, la salvó de una vida sin rumbo. No hubo carrosa, ni tampoco vals a media noche, no lucía un hermoso vestido ni tacones altos. Flor recuerda la ropa que tenía puesta el día que lo conoció, llevaba aproximadamente 3 meses con la misma muda, su pelo estaba tieso de lo sucio, tenía un solo zapato, al aparecer Flor no estaba preparada para es primera cita.

El cuento de hadas transcurrió, ella pensaba que era uno más para esa lista negra que tiene su corazón, pero los días pasaron y él príncipe no se alejó, al contrario la preocupación por ella era más evidente, los detalles más seguidos y la conquista efectiva, Flor al pasar de un tiempo se enamoró perdidamente.

-Yo me enamoré de este hombre de una manera impresionante. Deje la pros-titución por él, en ese momento no me importaba nada, no tenía nada ni nadie por quien vivir, ahora sí, y es mi esposo.

La telepatía de Flor funcionó, a los pocos instantes el príncipe llegó. Es un joven galán, lleva consigo unos jeans rotos y mal trajeados, pero eso no le quita lo apuesto. Es tímido y apenado, se acerca a ella lentamente, llevan consigo un pedazo de pan, el cual le da a Flor acompañado de un abrazo y un beso extendido, que hace denotar el amor que hay entre ellos.

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Después de unos instantes de cariño entre Flor y su enamorado, ella con-tinúa relatando su historia de vida; Flor tiene una parte de su familia en la Ciudad de Pereira, dos hijos y su padre viven allí, a pesar de sus ganas por volverlos a ver, ella no puede viajar, su vida esta en Bogotá, su esposo no la seguiría, y ella no lo piensa dejar.

-A él no lo dejo y nunca lo dejaré. Dice Flor.

Flor se siente enamorada, pero con un miedo constante, teme que su amor se convierta en dependencia, pues ella ha visto como mujeres en situación de calle, actualmente soportan de su pareja malos tratos, violencia física entre muchas más para mantenerla al lado, pues son su única forma de so-brevivir.

María Antonia Zárate, teórica académica, manifiesta que durante su experi-encia con la población en situación de calle, identificó actitudes de mujeres preocupadas porque su compañero sentimental no las volvió a golpear.

-Encontré testimonios de mujeres como Ya como que no me quiere, porque no me ha vuelto a pegar y el antes me pegaba’ dice María Zárate.

El día se opaca y la brisa llega al parque de Las Nieves, instantes después se convierte en lluvia, se avecina una tormenta que hace refugiar a Gloria en la cafetería del frente, -¿vecino tiene tinto? dice Gloria, --si señora, re-sponde el tendero, -deme una bien cargado exclama ella. Al ritmo de un viejo vallenato, y mientras revuelve el azúcar en su tinto, tararea partes de la canción de fondo

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-‘Yo no pensé que usted, me fuera a despertar esta grande ilusión que tengo yo, que tengo yo’ y sonríe al terminar de cantar.

Gloria Sopla y toma un sorbo de su tinto, ella retrocede unos años y recu-erda su vida amorosa. Sus ojos se ven tristes, pero al mismo tiempo los rasgos de su cara demuestran rabia e indignación. Gloria en su Juventud se enamoró perdidamente del padre de su primera hija, ese hombre que la llevó al cielo y al infierno al mismo tiempo, con quien soñó tener un hogar. Gloria imaginó que él iba ser su príncipe azul, que le iba mostrar un camino diferente al que ella había transitado durante sus años en la calle, y efectivamente sí le mostró otro destino, un destino del cuál se iba arrepentir para siempre, “el Vicio”

-Yo no conocía el bazuco, por él fue que yo cogí el vicio y todo.

Gloria recuerda cuando terminó con su esposo, sintió que el mundo se acababa para ella, sumergida en la depresión, y el despecho, acudió a su hermana que era viciosa, aquel día, en un trozo de cartón inhalo un polvo rojizo, que hasta el día de hoy no ha podido dejar.

-Después de que uno coge el vicio del bazuco, yo mantenía sople y sople para no acordarme de ese man.

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Gloria, se enamoró perdidamente y tuvo que soportar demasiadas accio-nes inhumanas, para no quedarse sola en la calle, él la maltrataba, no tenía compasión de ella. La violencia llegó a su límite más alto, su vida corrió riesgo en muchas ocasiones, la amenazaba con cuchillos o armas blancas, cuando no tenía ningún objeto a la mano, una golpiza de patadas y puños le esperaba. La confianza que él le tenía hacia ella era nula, la insultaba de vagabunda, dudaba de cada uno de los actos de ella, la vida de esta mujer se fue destrozando lentamente.

El amor o el miedo la hicieron resistir por muchos años, el daño que causó su primer esposo jamás va cicatrizar. La maldad de los actos de su expareja y la dependencia que tenía hacia él la condenaron a una vida de golpe en golpe, los recuerdos de su juventud no son los mejores.

No Quiero Mi destino En otras. -Las mujeres que habitan en la calle, tienen que ganarse todo tipo de ter-ritorio, tienen que ser igual de verracas al marido, porque si son mujeres comunes y corrientes, ese espacio no sería el apropiado para ellas, no lo aguantaría’ Dice Eduardo Posada, Ex-habitante de Calle’.

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De nuevo en el Parque de Las Nieves, uno de los lugares más significati-vos de esta historia. Gloria sigue consumiendo bazuco en las noches, ella intenta disimular su adicción, pero le es imposible, su círculo vicioso es tan fuerte que no ha logrado controlar su ansiedad, es consciente de que sus hijas en ocasiones la ven bajo los efectos de esta sustancia psicoactiva, situación que la mortifica, pues Gloria no quiere que ellas repitan su misma historia. Con un gesto de cansancio ella estira sus manos y bosteza, lleva horas sen-tada, Gloria teme que sus hijas repitan el camino que ella tuvo que vivir , o el de muchas mujeres de la calle, la prostitución , las drogas entre otros son el miedo mas grande de aquella Madre.

Gloria teme que sus hijas crezcan y su belleza sea un arma de doble filo, ella vio en muchas ocasiones como mujeres adultas en situación calle, maltrata-ban a jóvenes bonitas de su misma población, la envidia no se hacía esperar por parte de estas mujeres adultas, que sentían rabia de aquellas adolescen-tes que los hombres cortejaban. Pero hay mas temores de parte de Gloria, ella tuvo que vivir en medio de una guerra contra las mujeres, muchas veces observaba de lejos, como los hombres empezaban a cotizar a mujeres bellas que llegan a la calle, les pintaron pajaritos y un mundo mágico, luego de lograr acostarse con ellas, la rechazaban y empezaban a rotar por las manos de uno y otro hasta que acaban con su belleza.

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Gloria les enseña a sus hijas que luego de conseguir una pareja estable de-ben ser fieles o serías, pues es una de las únicas opciones para permanecer con vida en calle, en caso de que su Madre falte.

Mantenerse al Día.

“La Gomela” camina por las calles del centro de Bogotá, sube a la séptima en busca de las piletas del agua, ella se baña allí. Luego de caminar de la 13 con sexta hasta la octava con décima, llega a darse su baño semanal, pero Ingrid se encuentra con una sorpresa desagradable el agua está más sucia que de costumbre. La alegría que llevaba mientras caminada, queda en un rostro de resignación, ella no puede bañarse con esa agua, en días pasado la brotó.

-La vez pasada el agua estaba muy cochina, y me salió un brote en la carita, Dice Ingrid, mostrando su rostro.

“La Gomela” recurre a su segunda opción, en busca de un lugar poco tran-sitado recorre diferentes calles del centro de Bogotá, en su camino entra a una tienda y compra dos botellas de agua. Ella sigue caminando unas cua-dras más adelante encuentra el lugar indicado para darse su baño, minutos más tarde sale como nueva.

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-Yo me encaleto en un pastal, lo más importante es lavarse la cabeza y la chocha a lo bien.

Después de un buen baño, es primordial una buena “pinta” y como en la Olla se consigue de todo, “bueno, bonito y barato” una muda completa de ropa no pasará de los $4000, un pantalón y una camisa están aproxi-madamente en $2000, pero la pinta es lo de menos, lo importante es mantenerse al día.

Por las calles que recorre “La Gomela” específicamente por los lados de........ Se encuentra el Hogar de Paso Vía Libre allí está internada Olga, tiene 33 años, pero el deterioro de su cuerpo es impresionante, ella tiene una enfermedad terminal.

Sus ojos son tristes, su olor es fuerte, lleva varios días sin bañarse. Una enorme lágrima recorre su mejilla. Olga actualmente padece de cáncer en la matriz.

La causante de su enfermedad fue ella misma, no se cuidó en su juventud pensó que nunca le iba pasar nada, lo que usualmente le pasa a todos los adolescentes, Olga usó tacos de papel por muchos años durante su periodo menstrual y no toallas higiénicas como debe ser.

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En su pasado Olga robaba y se prostituía, llegó a punto que se olvidó de ella, solo le importaba el dinero, por un robo llegó a la cárcel del Tolima y de allí salió directo a una cama en Bogotá, el cáncer está en su última etapa, la enfermedad está muy avanzado. Hace algunos días Olga casi muere, una hemorragia severa la despertó, el dolor era indescriptible, el cáncer la esta matando lentamente y ella lamenta no haberse mantenido al día con su cu-erpo.

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CAPÍTULO IVSER MADRE EN CALLE -Nada, mire que para mí embarazo era como si yo no tuviera nada en la bar-riga. Yo hasta duraba tres días sin comer. Esa china es delgadita. Me salió mal de apetito eso sí. Ella come muy poquito por eso es que está tan flaca, pero yo duraba hasta tres días, de noche y de día fumando, y por ahí tomando líquido, soplando y sin dormir hasta tres, cuatro días y sople, sople, sople- .

Gloria recuerda con osadía su embarazo, infla su chaqueta simulando que esta embarazada y recuerda que durante su primer embarazo le dieron un tiro en el pie. Ese tiro no se le “seco”, entonces ella seguía soplando y soplando hasta que un día sin esperarlo le dieron los dolores ahí en la olla.

- Yo nunca estuve en un control o que una vacuna para sí, para eso no, nunca. Todos los nueve meses ahí encerrados en el Cartucho y mire que hasta que me dieron los dolores y me fui pal hospital. Después de ahí que ya llegué tan flaca yo también, que esa china no salió pesando casi nada, me la iban a quitar en el hospital porque cuando yo la tuve la tuvieron que meter en la incubadora porque nació muy pequeña, muy delgadita-.

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Ese momento para Gloria fue decisivo porque dejo de sentir simple-mente un vacío en el estomago y por primera vez tenía en su pecho su pequeña criatura. Los movimientos ansiosos de sus manos y cuerpo cu-ando caminaba de un lado para el otro en la Plaza de las Nieves, refleja la angustia que sintió Gloria cuando creyó que iba a perder a su hija.

El estado de Gloria en ese momento no era el mejor, La doctora que atendió sabía que era una habitante de calle y tal vez no podría darle lo necesario a su hija. La decisión que tomaron en ese momento fue quitarle a su hija.

Llamaron al ICBF (Instituto Colombiano de Bienestar Familiar) para que se hicieran cargo de la bebé. El choque para Gloria fue muy grande, a pesar de que ella sabía que había cometido muchos errores, lo último que deseaba en ese momento era perder a su hija. Tenía la ilusión de verla crecer, de luchar por ella.

-Al otro día, Gloria le dijo a una doctora: Doctora hágame un favor ¿y mi bebe?- Es que a mí me dijeron que usted no quería esa niña, que usted no quería darle de comer.- Pero, si es que a mí ni siquiera me han dicho nada. Ni me la han traído. Yo quiero ver a mi hija, yo quiero darle el seno. -La doctora respondió: no es que a mi me dijeron que no.- Gloria insistía: A mi me dejan ver a mi hija y me la traen. Cuando me llevaron, la tenían como en un tercer piso en una incubadora. Yo empecé a darle de comer. Y cuando me dieron la orden de salida me dijeron que no me iban a entregar a mi niña entonces yo me puse a llorar y ahí mismito llame a mi hermana, Esperanza”.

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A pesar del desasosiego que le trajo ese amargo recuerdo, sonríe, sabe que le ganó la batalla a las instituciones que querían quitarle a su hija para ll-evarla al Bienestar Familiar.

Su compromiso fue grande, su hija permaneció en la clínica durante ocho días, mientras tanto Gloria iba todos los días a amamantarla desde las ocho de la mañana hasta las cuatro de la tarde. Regresaba a su casa con el temor de que al otro día se llevaran a su bebé.

Luego de sentirse como una fiera que lucha por su cría, llegó un poco de calma. Gloria estuvo con su hija y la cuidó, pero su apego a la calle se mantenía y ella continuó con su vida ahí.

En el año de 1994 Gloria ‘parchaba’ por el Parque Santander, tenía un marido que respondía por ella, aunque la dejaba sola en las tardes mientras se iba en busca del dinero para alquilar la pieza de la noche y el consumo de la madrugada. Sin embargo a veces no regresaba. Gloria entonces tenía que rebuscarse por si misma. Recuerda con heroísmo

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-¡Uy! Virgen del Carmen y yo con esa barrigota, y con ese helaje, me tocaba arrunchármele a unos ñeros ahí al pie y ahí dormir-. Su adicción no había parado, por eso recuerda que en su segundo embarazo lo que más consumió fue pegante y su segunda hija, a pesar de eso, también es una niña muy sana. Actualmente tiene 17 años y es ‘una mona bonita’, gorda e inteligente. Así la describe Gloria, que se considera una buena mamá porque nunca ha abandonado a sus hijas. Sus ojos se avivan cuando dice: -Si, yo soy una viciosa pero por mis hijas yo doy la vida-

La nostalgia es evidente en sus ojos, Gloria insiste en que si por ella fuera daría cualquier cosa por sus hijas porque ellas son lo más importante de su vida. A pesar de que haya consumido durante sus embarazos, se siente orgul-losa de que sus hijas están más sanas que las otras hijas de sus hermanas:

-Mire que me han salido muy alentadas. Mientras que las hijas de mi her-mana no. Yo tengo una hermana, la menor. Ella quedo embaraza de una niña y esa hembra no echaba ni cigarrillo, ni nada. Y uno fumaba al lado de ella y ella: que corra pa’ allá, que no sé que y mire que la niña le salió re enferma, re enferma. Eso que se cuidan a cada ratico, que están en control, que no salen casi del médico de estar cada ratico allá en el control, y esa niña le salió enferma-.

Las horas pasan, es necesario para Gloria aprovechar su recorrido en el cen-tro y recolectar el dinero que le hace falta para el sustento diario. Su hija no tiene mucho apetito, El frio es penetrante.

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Al continuar con su recorrido habitual por la troncal de la sép-tima, Gloria Yaneth se encontró con Ingrid “La Gomela”. Se vi-eron fijamente, ambas habían cambiado mucho físicamente y por eso no se reconocieron fácilmente. La tristeza de Gloria era evi-dente, Ingrid se había transformado, hasta el punto que se veía muy demacrada y había perdido la belleza con la que la había conocido. Hablaron de todo un poco y recordaron el episodio en el que Ingrid tuvo a su hijo en la Clínica Materno Infantil. Ella estuvo poco tiempo son su hijo, pero sabía que tampoco estaba en condiciones de asumir esa respon-sabilidad en un mundo, la calle, que ella considera hostil para los niños.

-Allá me llevaron, me atendieron rápido, pero allá fue donde me lo qui-taron. No conviví con el bebé, estuve con él cómo dos meses no más, no lo pude llevar a la casa ni nada, sino que me lo dejaron hospitalizado allá para podérmelo quitar. Yo iba a visitarlo pero no podía llevármelo para la casa, porque cuando eso yo consumía vicio, mucho vicio, y aún consumo-.

El consumo va de la mano con la muerte. No deja nada al azar y por eso Ingrid a pesar de haber sido madre no logró nunca dejar la droga e intentar asumir otra vida en la que pudiera hacerse cargo de sus hijos

-El otro bebe se me murió por eso mismo, por estar consumiendo en el embarazo, la niña yo se la entregué al papá, me da curiosi-dad saber de ella, solo sé que está en Fusa, nunca más la volví a ver-.

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Las mujeres –Gloria, la Gomela- tienen una paradoja en la calle, en el mo-mento que son madres pueden tener dos elecciones. Las de ser madres o las dejar de serlo. La condena son las drogas. La Gomela piensa que lo mejor es que sus hijos estén donde su familia, allá por lo menos intentarán tener otras posibilidades de vida y no la verán sumergida en mundo que ella no desea para nadie más.

¡Nació varón! Viviana Marcela Yepes, disfrutaba del refrigerio de la mañana que le daban los profesionales del hogar de paso donde se encontraba. Después de pasar por la zona de las duchas y tomar un baño que la prepararía para pasar el día, nosotras nos sentamos junto a ella, en el patio donde descansaba y esperaba a su pareja. Nos cuenta sobre su maternidad, pero ese suceso es ingrato para ella porque estaba tan enamorada que pensó que su pareja se iba a emocionar mucho cuando naciera pero para condena de ella, nació varón.

-Pues yo deje el pegante y yo le decía a él llorando ‘yo voy a cambiar’, él me decía ‘claro’ y yo pensé que todo lo que me decía en el hogar era verdad. Cuando se dio cuenta que yo estaba embarazada él se puso todo contento y me dijo ay qué tan bueno, se puso todo contento y todo. Y apenas me hici-eron la ecografía que para ver qué era, apenas se dio cuenta en Cartagena que era un hijo varón me dijo que no que no quería-.

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Esa reacción desato en Viviana mucha desilusión y violencia de parte de su pareja. Lo recuerda como un animal incapaz de entender que su estómago no estaba vacío como pensaba él.

-Él me pegó una patada en el estómago y ahí fue cuando se me vino el bebé, yo quede privada cuando me desperté-.

A pesar de su perdida Viviana sabe que en cualquier calle o rincón el propósito es el mismo “sacar a los hijos adelante”. Por eso las mujeres que deciden asumir su responsabilidad deben tener mucha fuerza para ser unas buenas madres. A María “La Patrona de los Conductores”, nunca le importo que la juzgaran por ser prostituta, por eso siempre buscó la manera de darle todo a sus hijos.

-Yo viví con mis hijos en la olla del Cartucho. Cuando en ese tiempo la plata valía, yo pagaba pieza a 200 pesos. En ese tiempo, yo vivía con mis tres niños, cuando no alcanzaba la comida entonces yo iba y recibía llevaba las ollas y recibía, el mercado el almuercito-.

María luchó para que sus hijos salieran adelante, lavando ropa y tratando de darles lo que ellos necesitaban, uno de ellos murió por una pena de amor y los otros se encuentran bien, a veces la ayudan, pero ella continúa teniendo vínculos muy fuertes con la calle. Por ahora, ese seguirá siendo su hogar.

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Otra voz el mismo Cartucho

Nos impacta la lucha de las mujeres que tienen que ser madres y las de aquellas que escribieron su historia en “El Cartucho”. La búsqueda con-tinua, recordamos el episodio en el que Viviana Paola Torres estaba con nosotras y por el viento que incrementaba con el atardecer se acarició los brazos para darse calor. Ella tiene muchas historias del Cartucho en su memoria, de esas, algunas son para olvidar. Al padre de su primera hija lo mató un vicioso, por incumplir una de las reglas más importantes de la calle: ser faltón.

Su recuerdo de ese hombre no es grato porque la golpeaba con palas en la cabeza y si Viviana no le daba para el vicio se alteraba aún peor. A pesar de ese triste, recuerdo considera que ser mamá es una de las mejores cosas que le pueden pasar a una mujer:

-Mi embarazo es lo más lindo que he podido tener porque nació una niña bien alentadita y sin problemas entonces eso empezó a cambiar todo-. Cambió en el sentido en que sabía que tenía alguien por quien luchar, pero durante su embarazo tampoco pudo dejar de consumir drogas. Al nacer su primera hija sintió mucha felicidad, pero desde el principio tuvo claro que lo último que deseaba era ver a su hija recorriendo las calles al igual que ella en busca de ‘chamber’ o haciendo pipas para consumir. Por eso la dejó al cuidado de su abuela. La pequeña es toda una señorita que va a cumplir pronto quince años.

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Viviana Paola sigue pendiente de ella, la llama de vez en cuando y cada vez que puede la visita. Insiste en que prefiere que las cosas sean así antes de tener que ver a su hija viviendo su misma vida, sabe que no es lo mismo que una mujer viva en calle a que un hombre viva en calle.

-Veo que mi hija esté en un lado bien y no traerla aquí a que vea todo esto y eso que ella nació noble, buena parcera. Pero ella nació buena parcerita y ella no, no es de esas que ‘ay mami no me de esto’. Porque esas gomelas y todo, eso es un ‘o sea’. Yo lo fui pero uno mismo se da cuenta de que eso no estuvo bien-.

La pola

-Mi nombre es María Dulney Polanco, el 24 de Junio si Dios quiere cumplo mis 56 años. Soy de Cali, mis hijas son de Bucaramanga y el papá de ella en Riohacha (Guajira.)-.

De la procedencia del padre de sus hijas María no sabe mucho, pero se siente orgullosa de haber sacado a sus hijos adelante sola. Sin embargo, afirma haber sufrido mucho con ellas por el vicio que no le permitió nunca ser una madre ejemplar. Trabajaba todos los días en un restaurante para conseguir la alimentación y las cosas básicas para subsistir.

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Sin embargo todas las tardes se escapaba para ir a comprarse una bicha, hasta que llegó el momento en el que no pudo ocultar a sus hijos su adic-ción y la calle se convirtió en su hogar, entonces la relación entre ellos cambió por completo. El rechazo fue inminente, hasta el punto en el que sus hijas comenzaron a negar su existencia y de alguna u otra manera cada cual siguió su camino.

-Hasta este año es que he sentado cabeza yo. No tuve más hijitos pero estoy así cundida de nietos. ushh pero los nietos de la menor no los distingo, pero ya sé que tiene 12 hijos varoncitos, entonces el gobierno ve por ella en Barranquilla-.

María Dulney Polanco, también conocida como la “Pola”, se encuentra en reposo en una de las camas de los hogares paso. Sus lágrimas invaden sus ojos con cada recuerdo que tiene de su familia. Sus nietos saben que existe, la quieren mucho y mientras revive los días que pasó en un andén que esta justo al frente de la casa de sus hijas. Lo hacia para no perder contacto con su familia, y a la vez poder vivir en la calle. Sus nietos le daban comida a escondidas de sus hijas comida para que pudiera pasar el día. Cada vez que le proponían llevarla a un centro de rehabilitación prefería condenarse a sí misma diciendo que tenía el diablo por dentro y ya no tenía salvación.

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Aborto

“Cómo decir que me partes en millas esquinitas de mis huesos,que han caído los esquemas de mi vidaahora que todo era perfecto.Y algo más que eso,me sorbiste el seso y me decían del pesode este cuerpecito míoque se ha convertío en ríode este cuerpecito míoque se ha convertío en río”Bebé- Cantautora y actriz española María Antonia Zárate, es pedagoga ha trabajado con la población habitante de calle durante muchos años. Ese trabajo cambió su vida, lo recuerda con cariño y algo de nostalgia al pensar sobre los infinitos interrogantes que le surgieron en su primer reconocimiento sobre las personas que habitan la calle. En su trabajo encontró muchas voces e historias por contar.

María Antonia lleva sus pensamientos al pasado, desde su oficina ella tra-baja en procesos sociales, pero nunca ha olvidado a los habitantes de calle porque sabe que le han enseñado mucho. Después de recordar muchas anéc-dotas y saberes nos invita un café y nos cuenta lo que vivió con muchas mujeres y relata un caso muy doloroso de recordar para ella:

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-Hubo casos muy difíciles de atender. Recuerdo uno en el que una niña llamada Carolina no bajo al comedor y le preguntó -¿Qué te pasa Carolina?- No es que estoy enferma, tengo dolor de estómago- ¡Pero tienes que bajar! o ¿te subo la comida? Y veo algo como sospechoso, como que no me huele bien. Entonces le digo: déjame ver y estaba en un charco de sangre. Es una niña que había quedado embarazada y que para abortar hizo cosas terribles contra su propio cuerpo. En ese momento María Antonia tuvo que dirigirse al hospital infantil porque la niña era menor de edad, tenía tan solo 14 años. Discutió con el médico y con la enfermera porque el maltrato que la niña recibió desde el principio fue muy cruel. Le decían: -Eso sí quién la mandó a abrir las piernas-. Sin importar el estado de salud en el que la niña se encontraba tuvo que esperar muchas horas para poder ser atendida.

Carolina se encontraba mal porque el aborto era séptico, es decir que se había desarrollado una infección dentro de su cuerpo al ser un aborto in-completo y a la vez muy riesgoso. Mientras tanto el médico le decía a María Antonia que ya se había hecho todo lo que se podía y lo único que tenía que hacer en ese momento era esperar a que ingresarán a Carolina a la sala de cirugía para realizarle un degrado.

Pasaron algunas horas y el doctor le contó a María Antonia como estaba Carolina, en ese momento en la misma sala se encontraban alrededor de 20 personas. La indignación de María Antonia se incrementaba porque no había ningún tipo de consideración con Carolina, ni tampoco con las otras mujeres que estaban atendiendo. Las trataban como unas máquinas que simplemente sirven para expulsar bebés al mundo.

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- ¿En dónde queda la intimidad? Se preguntaba María Antonia. En el momento en que carolina entró a cirugía llamaron a María Antonia para hacerle una consulta. El médico le pidió que firmara una autorización para ligarle las trompas a Carolina.María Antonia respondió a esa solicitud con rabia, mientras que el médico insistía en convencerla de que era lo mejor porque Carolina nunca saldría de la calle: - Aquí estamos haciendo un remedio. Ella es de la calle y nunca va salir de la calle. Para qué dejamos que sea como un animal teniendo hijos cada ocho o nueve meses, provocándose abortos a cada rato. Se va morir. De una vez decidamos quitarle las trompas, usted es la responsable y entonces firme acá-. Las palabras del médico eran deplorables, ¿Quién era él para decidir el des-tino de una persona? En ese momento María Antonia se llenó de firmeza para decirle: - Perdóneme pero eso es como ya sentenciar a la niña que no se puede reha-bilitar, a que no puede tener un hogar por sí misma. A que ella no va poder cambiar su destino, a que ella no va poder tener nunca más una familia. ¿Con qué derecho?-

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Ese relato de María Antonia nos dejó atónitas, es muy fácil juzgar a las mujeres, desde pequeñas se nos enseña que “el hombre propone y la mujer dispone”. Incluso desde la creación del mundo somos el pecado, la tent-ación, el fruto prohibido por el cual pecó Adán. Seguimos transitando el sendero de la culpa mientras recordamos las palabras de María La Patrona de los Conductores, cuando estaba sentada ahí en la mariposa de la Avenida Jiménez y movía con insistencia su cabeza diciendo

-Yo no sé que es ponerme esa gran culebra o esa argolla o esas cosas, nada. A lo último me mandé a operar y eso porque mandé a pedir las uniones de trompas. Y me pesa porque me mandé operar muy niña-.

María, recuerda su vida como prostituta, nunca utilizó métodos de planifi-cación ni protección, en parte porque no sabía cómo hacerlo.

La operación que se realizó evito que ella tuviera más hijos o hijas, aunque se arrepiente de la decisión porque siempre soñó con encontrar nuevamente un hombre que la quisiera y con el que pudiera tener una verdadera familia, por eso no está de acuerdo con el aborto:

-Es un ser que también vino al mundo. Si uno se le presta al hombre es por algo, así sea para sufrir, para llorar o para cargar esa carga. Yo no estoy de acuerdo con el aborto. Yo tuve un aborto y conozco el aborto. (...) Para el aborto no necesita uno sino el limón, el mejoral y la soda ¿no? Eso es lo que yo le he escuchado a las malas lenguas. Yo no sé que es un aborto. Yo lo tuve porque fue un momento de rabia y por un problema que tuve y por eso perdí el hombre que quise-, dice María.

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Viviana, María y Gloria. Cada una de ellas es un mundo por si misma. A su manera son madres, hermanas, amigas. Sus ideas a veces se encuentran, otras veces se disipan.

-¿Viviana qué piensas del aborto?- Que es malo porque tener un bebe y ponerse o sea ir a ponerse, perdón ustedes me están diciendo que diga -Dígalo, dígalo, pues dígalo como salga, como le salga- como uno ponerse a pichar y ya salió por meterlo y sacarlo. Y ya botar un niño no creo que sea correcto eso. - Pero ¿en la calle se hace mucho? -No yo si he visto mujeres de calle que hacen eso, pero se hace mucho, se los quitan en el bienestar - Le da rabia pensar como algunas de sus amigas permiten que se lleven a sus hijos sin decir nada.

A Viviana le da rabia pensar como algunas de sus amigas permiten que se lleven a sus hijos sin decir nada, porque para ella ser madre es el mejor oficio del mundo. Una ardua tarea que es para toda la vida. Sin embargo también sabe que en la calle los retos son más grandes para las mujeres que como ella, eligen esa opción de vida.

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CAPÍTULO VDE PASO POR EL HOGAR DE PASO

El día es opaco, las palomas sobrevuelan el parque del Voto Nacional, ya hemos recorrido varios lugares y conversado con diferentes mujeres, unas amables, cariñosas y tiernas, otras agresivas; el recorrido continuo y todavía había mucho por descubrir. Se conversaba largo y tendido tiempo con Ingrid “La Gomela”, su excentricidad hacía reír a los transeúntes que pasaban por ahí. En ese entonces una mujer, nos mira fijamente, inclina su cabeza hacia el lado derecho y sin preguntarle dice:

“Mi nombre es Flor. Su mirada es agresiva, Gloria advierte que esta “carramaniada”, es decir bajo los efectos del bazuco y el chamber.

Gloria interviene de nuevo-Les puede hacer daño...Es innegable que su mirada provoca miedo. La posición de su cuerpo era muy agresiva.- Esta endemoniada, dijo Gloria. Es entonces cuando Flor, dice:

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-“Ay yo no sé por qué toda esta gente piensa que le puede ayudar a uno, que va. Están como en los hogares de paso, intentado ser nuestros amigos”. Para ganarse la confianza de Flor, en necesario utilizar una estrategia poco usual, se le pregunta ¿Qué pasa en los hogares de paso? La pregunta de-spierta el interés en ella. Pero exclama ¡ay no! Entonces le decimos: “Te damos pa’ la liga”. Es así como Flor decide quedarse y hablar de su vida con nosotras. Su cara es de inconformidad y fastidio. Guarda la distancia y se sienta a nuestro lado, mira mal a Gloria y la ignora. La conversación inicia lenta, ella está a la mitad de su “traba”, situación incomoda e insegura, Gloria que aún nos acompaña, dice

-¿Si ha escuchado ese dicho que los borrachos y los niños dicen la verdad? Pues carramaniado es peor, uno suelta la lengua. La única cosa, es que paila, si se enloquece nos puede chuzar aquí”, palabras que no dejaron el ambiente precisamente lleno de tranquilidad. Después de charlar, un poco del clima, comida entre otros temas, Flor nos empieza a contar que no cree en los hogares de paso, porque le da rabia, se siente regañada y se creen mucho: -No me he amañado, porque sí quieren ayudarlo a uno y todo, pero quieren regañarlo todo el tiempo a uno como si fueran los papás, y si uno no se de-jaba de los taitas, mucho menos de otras personas. No todos pero sí muchos se pasan de ser profesores, educadores, enseñadores. Dice ella.

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Con rabia en sus ojos se levanta, obstruye la conversación, estira la mano, y pide la liga. No se pude detener más y con la seguridad que consiguió una parte para patrocinar el vicio del momento, ella obtiene $1000. No se puede faltar a la palabra. Da tres o cuatro pasos, y dice gritando: -No a las drogas. La parranda, es muy rica y todo, pero no las drogas. Nunca me imaginé estar como estoy ahora, yo tenía una vida bien, tenía trabajo, es-tudiaba, pero caí en las drogas y me perdí. Eso es lo peor que puede existir, no le deseo mi vida a nadie, pero bueno, ya estoy. Hagan de su vida lo que quieran, lo que les dé la gana”.Cruza la décima, y se pierde entre las calles. El ambiente quedo en silencio y con una sensación de indisposición, con-tinúa el camino, Flor nos había recordado a la otra Flor “la enamorada”, la niña de las carreras 19 y 17. El relato con ella era mucho más ameno, el amor la tenía amable dijo “Gloria”. En la historia de esta Flor el hogar de paso fue una situación forzosa y amarga, ella llegó a la institución, para intentar recuperar a su hijo. -Estuve 4 años, en uno por allá del Santa Fe, pero de allá me volé, estuve por obligación, para recuperar a mi hijo, se lo llevó el bienestar, no lo recupere, entonces me abrí. Estar allá fue un proceso muy tenso” cuenta.

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86Los hogares de paso son ocupados por una gran cantidad de hombres y mujeres que habitan en las calles. Todos los días los profesionales de ese lugar hacen sus recorridos para convencerlos para que ingresen o pasen el día allá. No siempre están en disposición de hacerlo porque algunas veces cada una esta en su propio cuento. Viviana dudo mucho antes de irse esa mañana para el hogar. Sobretodo por su negrito.

Viviana está muy enamorada de su negrito, como ella le dice de cariño. Ambos decidieron salir esa mañana de las calles del Bronx. Los recogió la camioneta a las siete, les dieron las indicaciones pertinentes para pasar el día y los separaron. Cada uno debe estar en un lado. Los hombres en un carro, las mujeres en otro.

Se aman, pero las relaciones afectivas no son tenidas en cuenta en las insti-tuciones ni en los hogares de paso. Así que ellos socializan únicamente en los espacios abiertos, en el patio, el comedor y en los salones en donde les dan talleres para que permanezcan allí. Las reglas son claras y el espacio se debe utilizar únicamente para descansar y realizar las actividades pro-gramadas por los profesionales que trabajan en el hogar de paso. Los cuartos son inmensos, los camarotes permiten que se alberguen a mu-chas personas, las que se quedan por más tiempo son por lo general las que están enfermas, como el caso de la Señora María Dulney Polanco, recono-cida como “la Pola”. A sus 55 años, está en el hogar de paso hace dos meses porque estuvo internada en el Hospital por una peritonitis. Asiste al hogar de paso desde hace dos años. Se ríe acordándose de sus números “Uno viene por tiempos y se va. Por lo menos cuando yo entré acá mi carné tenía el 4415 no más y ahora van como en seis números”.

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87¿Seis números? Cada una de ellas se convierte en una cifra. Las identifican por un número, que por cierto ha aumentado en los últimos años, porque son cada vez más las personas que transitan por los hogares de paso. Aunque muchas de esas ya no existen, están muertas. Le gusta estar ahí de vez en cuando porque no tiene qué preocuparse por su alimentación, ni por buscar en dónde pasar la noche, sobre todo en las condiciones en las que se encuentra. Sabe que está muy enferma porque no ha tenido los cuidados necesarios consigo misma. La adicción al bazuco ha sido más grande, por eso cuando la han operado por diferentes enfer-medades no espera su recuperación sino que se escapa de las clínicas para ir a buscar la bicha.

Lo pudo hacer hasta el momento en el que el médico le dijo: “Si usted no descansa y sigue las recomendaciones que le he dado se puede morir”. La terquedad ya no es una opción, por lo que la Pola decide quedarse en ese lugar. No para de llorar cuando hablamos sobre su vida, sabe que estar encerrada en el hogar de paso tampoco es la mejor opción que tiene. No le gusta estar internada y lo que le interesa ahora es recuperarse para salir. Extraña sus dos hijas, pero sabe que ella está mejor ahí. Una de ellas se avergüenza de ella y le dice a sus nietos que lo mejor es olvidarla, no quiere que sus hijos sigan el camino que la Pola ha decido llevar. El camino de la soledad.

-Yo no quiero que me rajen más mi barriguita. Tanto que uno briega que a coger juicio y el diablo se mete a que no, a que es lo que él quiera”.

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88El ‘diablo’ parece estar rondando a muchas mujeres porque Ingrid, “La Gomela” no tuvo la mejor experiencia en el hogar de paso de Vía Libre, Muchas personas la recuerdan no precisamente por lo bueno sino por el último acontecimiento que paso allá:

--Me suspendieron tres meses, porque rompí los vidrios, toda borracha. Mi mami me llevó, hace rato, mi familia ha sufrido mucho conmigo, hasta un día me volví loca y todo, me la pasaba metiendo pegante y pegante y no comía nada, se me corrió el pelo, a todo el mundo le pegaba con un palo, no se me podía arrimar nadie, en el hogar de paso me metieron a salud mental”. Las mujeres no sienten mayor interés por los hogares de paso. Después de estar todo un día en la rutina del “retaque” y el consumo de drogas, muchas terminan agotadas y lo último que desean hacer es un taller. Nancy es precisamente una de esas mujeres “Yo nunca he entrado a un hogar de paso, porque no me llama la atención, no me gusta eso de los talleres y esas cosas” A pesar de que los profesionales de Vía Libre la han invitado muchas veces, siempre se niega, prefiere seguir consumiendo en las calles, acompañada de su compañero sentimental.

A pesar de que la estrategia de los hogares de paso no funciona para todas las mujeres, muchas de ellas han encontrado ahí la posibilidad de recuper-arse, de descansar. Así como Viviana Paola, quien llegó por casualidad

-Por qué llegó el bienestar social y llegaron en un carrito y nos llevaba a bañarnos a cambiarnos la ropita y todo entonces allá me empecé a cambiar. Y yo llegaba a las 8 al baño y a cambiar todo eso, gracias también a Yandi que me colaboro y también me distinguió y me ayudo a cambiar todo”.

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89Si esos lugares no existieran sería más complicada para las mujeres la vida en la calle. Sin embargo las fallas existen, porque si en esos lugares se realizara un trabajo más integral, seguramente muchas mujeres y hombres habrían salido de las calles y no encontrarían en esos los lugares como el escampadero al que pueden ir cuando quieran porque siempre va a estar ahí. Al saber que lo tiene todo, no van a realizar el mínimo esfuerzo por salir de allí y emprender una nueva vida.

En parte porque tampoco les comparten en esos escenarios otras formas de subsistir ni se implementan acciones para trabajar y evitar el consumo. Las cifras de atención a esta población son enormes, el aumento en los últimos quince años es alarmante. Cada vez se hacen más pequeños estos lugares para todas las personas que los requieren. ¿La solución es la apertura de capacidad para más personas o tal vez el cambio de estrategia para evitar que aumente la población habitante de calle?

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90CAPÍTULO VICONVERSACIONES

Pareciera como si la historia fuera la misma en la mayoría de mujeres, con su anécdota particular. Salir de casa, ser aceptada y agredida por un lugar que exige ser una especie de odisea o guerrera sin armas, adaptarse a los hábitos más extremos como ser consumidora de drogas o prostituirse. Esto contribuye a una pérdida de algo que se fue, una mujer que tenia opciones de vida a una que ahora reduce las opciones a la supervivencia de la calle, opciones que buscan el olvido de sí misma, donde se vulnera su condición de mujer. Y en medio de un viaje hacia ciertos fondos se es guerrera, amante y madre pero en situaciones adversas.

Finalmente se regresa en este viaje a una especie de isla de descanso, los hogares de paso, lugares de restitución de las opciones olvidadas. Donde se recuerda o se quiere volver a la vieja posibilidad de tener más opciones María Antonia Zarate, Javier Omar Ruíz y Sandra Luz castro, son los pro-tagonistas de esta parte de la historia porque ellos han trabajado con los habitantes de calle durante mucho tiempo y se han preocupado por esta problemática.

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91María Antonia Zárate, conocida en las calles como “La Totis”, estudió una licenciatura en la Universidad Pedagógica Nacional, siempre le inquietó la forma en la que las personas dan respuesta a sus necesidades particulares. Se considera una mujer de extracción popular, hija de campesinos iletrados que lucharon por darle un futuro diferente a ella, valores que asume tenien-do en cuenta que es importante estar al servicio de algo o alguien.

En el momento en que rastreamos el trabajo realizado con las mujeres y habitantes de calle en general, nos encontramos con un libro llamado “Co-manche”, el cual relata la historia de vida de uno de los personajes más reconocidos del Cartucho durante los años 80’s y 90’s.

María Antonia hizo parte de esa investigación y un amplio trabajo realizado con los habitantes de calle. En el momento en el que se iniciaron las conver-saciones, fue inquietante preguntarle acerca de su interés por los habitantes de calle. Ella recuerda sus primeras dudas:

-Cuando tenía 16 y 17 años inicie mi trabajo comunitario con adultos, pero mientras caminaba por las calles me preguntaba: ¿Por qué hay tanta gente ahí? ¿Por qué siempre la misma, en el mismo lugar? ¿Qué tanto se hace por ellos?-.

Las respuestas no eran fáciles de resolver, pero de vez en cuando recuerda los retos a los que tuvo que enfrentarse cuando inició su trabajo social con los habitantes de calles:

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92-Conocí una persona en un seminario de las Naciones Unidas, supo de mi trabajo con educación popular y me invito a participar en un proyecto con habitantes de calle. Me dio susto, sin embargo cuando empezamos hacer ese proyecto lo primero que hicimos fue salir a recorrer las calles. Yo puse una condición para poder trabajar, eso fue un septiembre del 90, les decía que no me pagaran hasta que yo no realmente estuviera segura de que podía hacer el trabajo. Además era un trabajo bastante especial, no era solamente ir a trabajar con la gente de la calle, sino que tenía que vivir de lunes a sábado, día y noche, dentro de la institución no como interna si no estar ahí viviendo-.

María Antonia, ‘Totis’ como se le conocería en calle y en otros lugares, recorrió vidas de mujeres vidas de muchos jóvenes y viejos habitantes en las calles que le dieron un conocimiento y un reconocimiento. Ella pensó la calle y ahora piensa en sus palabras:

-Los habitantes de calle son considerados menores de edad, infravalora-dos, es decir son drogadictos y delincuentes. Como están en la calle no tienen aparentemente un proyecto de vida, no saben que proponer, no se les identifica ningún proyecto de vida. Pues entonces hay que fabricárselo y normalmente lo que se les entrega es lo que el sistema ofrece, cuando nosotros hablábamos de reivindicar al habitante de calle como un actor so-cial son varias cosas: en primer lugar su ciudadanía, es decir que tengan la oportunidad de tener su cedula, su libreta militar su tarjeta de identidad; ese documento les permite acceder a una serie de servicios.

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93En segundo lugar que conozcan los servicios a los cuales tiene acceso: pro-tección, vinculación, desintoxicación, no sé, generación de proyectos de atención en salud. Que conozcan cuáles son sus derechos, sus deberes como ciudadanos y que se les reconozca también por un lado si efectivamente tienen una historia. Lo que pasa con todos los procesos de reinserción y resocialización es que ese es como si desconocieran esa historia de vida y resulta que esa historia de vida tienen una serie de aprendizajes que de-berían vincular, transformar y, cualificar-.

La ‘Totis’ asumió un reto, al ser mujer y una de las pocas educadoras que se atrevían a realizar trabajo de campo en la calle, sin importar si era de noche o de día. Sus recorridos le permitieron conocer muchas mujeres y tener una mirada de la cultura de calle desde sus propias vivencias, que intento replicar en los programas e investigaciones que desarrolló. Recapitula sus experiencias con las mujeres y sabe acerca de las dificultades por las que atraviesan:

-La mujer de la calle también tiene unos imaginarios que están muy rela-cionados con lo que ellas quisieran que la vida fuera. Por ejemplo, si ellas quisieran no estar amenazadas todo el tiempo, pero ellas también quisieran no tener una vida rígida, en donde se siguen patrones rígidos. Sino que puedan tener la movilidad y el ritmo de la calle, de las relaciones de encon-trarse cosas diferentes, porque es que una de las seducciones más grandes de la calle.

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94En primer lugar uno no sabe lo que el día le depara, eso por un lado, se-gundo al encontrarse con esa realidad hay una sensación de aventura, esa adrenalina que se dispara las hacen sentirse vivas. Genera complicidades, solidaridades que quizás en las en las vidas familiares no las tuvieron y no las tienen, de hecho estamos en una vida muy individualista donde quiera que nos paremos. Si ustedes dos no se asocian o se asocian para hacer un trabajo está bien, pero ya después les toca solas, pero la gente el sistema y la forma en que está planteada la sobrevivencia hoy en día es para un trabajo netamente individualista-.

Sobrevivir en la calle es pa’ hombres Los recorridos por las calles que habitan las mujeres permiten reconocer sus formas de vida, sus rutinas, la noción de mundo y su vínculo con la sociedad que las rodea. Al preguntarles a varios transeúntes, que pasaban por la zona del Bronx, acerca de lo qué piensa sobre las mujeres que viven en calle, las respuestas fueron contundentes: la mayoría cree que son prostitutas, ladro-nas y viciosas o desechables.

¿Ser desechable? esa es una categoría muy despectiva para las personas, por eso Javier Omar Ruíz la abolió de su vocabulario. Él es pedagogo y educa-dor popular. Su interés por esta población nació en el año de 1985 cuando se vinculó a un equipo de trabajo que hacía intervención en unas barriadas de Lima. Posterior a eso regresó a Bogotá en el año de 1991 y se vinculó al programa en el que trabajaría de la mano con María Antonia y tuvo como beneficiario a Eduardo Posada cuando aún era habitante de calle.

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95Javier se vinculó a ese trabajo desde la pedagogía. Sus publicaciones y muestran un esfuerzo por reconocer a las personas que han elegido la calle como opción de vida. Durante la conversación que mantuvimos nos contó acerca de ese camino que recorrió y cual fue su propuesta acerca de la forma en la cual se debería llamar a los ciudadanos y ciudadanas de calle:

-La categoría habitante de calle fue una propuesta nuestra plasmada en el año 1993. Fue cuando con María Antonia y el equipo de trabajo, yo también era el director de esa institución, se llamaba el programa Nueva Vida, pro-pusimos la categoría de habitante de calle, como una categoría sociológica y política para reconocer a esta población. Cómo una población que hace parte de la dinámica urbana, hace parte de la ciudad y que tendría derecho a la ciudad también en condiciones de nomadismo. Sí es que algunas de esas personas consideran que nomadismo es una alternativa.

Entonces desde allí propusimos trabajar el derecho a la ciudad, por eso los denominamos habitantes de calle. Porque antes se les llamaba ñeros, ga-mines, desechables, etcétera, pero eso no decía nada. Entonces propusimos como una perspectiva más política. Esa categoría que nos alegra que hoy día sea una categoría ya socialmente aceptada-.

La experiencia institucional de Javier es bastante amplia, fue director del DABS (Departamento Administrativo de Bienestar Social) y participó en innumerables proyectos dirigidos a los habitantes de calle. En ese proceso notó que existían falencias muy fuertes en los programas, en ninguno de ellos se tenía en cuenta la perspectiva de género. Situación que dificultaba el éxito de las intervenciones:

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96-La calle es básicamente masculina, la manera como hay que desenvolverse y sobrevivir en la calle es pa’ hombres. Digamos eso de entrada es claro. Y en las instituciones, ya las cosas cambian pues porque son instituciones o para mujeres o para hombres. Pero yo veo que la intervención con la mu-jer en instituciones para mujeres las asimilan mal, no las empoderan como mujeres desde una lógica desde derechos de las mujeres. Y las intervienen como mujeres enfermas, con problemas, adictas, que no saben manejar su entorno, que no saben manejar sus emociones, que a lo mejor no tienen mucha práctica para la maternidad, que abandonaron a los hijos, o que tu-vieron abortos o que regalaron los hijos o que los vendieron. Entonces son mujeres en falta con la maternidad, desde una lógica de maternidad muy culpabilizante, entonces digamos esa sería la intervención que hacen con ellas- Afirma Javier.

La culpa, es la actitud mesiánica que asumen muchas para condenar las formas de vida de innumerables mujeres que viven en la calle. No obstante, se ha dado un giro importante al intentar cambiar la mirada institucional de las mujeres por parte de algunos actores. El camino aún es largo, hace falta un proceso más contundente y con mayor pluralidad para las mujeres que viven en esas condiciones nómadas.

La casualidad

Este camino de conocimiento sobre la calle nos llevó a Sandra Castro, ella es antropóloga de la Universidad Nacional y su vínculo con esta población surgió a partir de una casualidad que se dio en un trabajo de investigación. Participó junto a María Antonia y otros profesionales, en la elaboración de la historia de vida de Comanche. Su experiencia es distinta porque su interés desde el principio fue político.

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97Es decir, a ella le interesaban en general todas las prácticas, las relaciones de poder, sobre todo por el momento histórico que vivió en ese entonces y la necesidad de visibilizar los pobladores de calle. Notó que la situación de las mujeres era particular, poco reconocidas:

-Las mujeres son sumisas y en ellas se ejerce toda la dominación de la calle. Ellas saben que son mujeres de calle y son muy buenas para enfrentarse con otras, por la fuerza, por su vocabulario. Son buenas para enfrentarse con el ciudadano de adentro para lograr lo que son sus intereses, pero como tal la autoestima, la valoración y la narración no existen. O sea cuando uno habla de subjetividad está de por medio una noción de poder, sí el poder yo ser capaz de defender mis propios derechos, pero si yo no tengo esa posición no los defiendo. Sino mas bien me quedo callada, por eso mi marido me pega, por eso dependo de él; por eso yo consigo comida, intento defen-derme pero finalmente como todas las peleas, como todos los problemas de pareja ‘usted no se meta que él tiene derecho a pegarme porque es mi marido’. Entonces el poder no es algo que yo le entrego es algo que yo tengo que sacar de mis entrañas para poderlo defender, yo particularmente creo que pueden encontrarse subjetividades de mujeres muy verracas que intentan salir adelante-.

Esas mujeres ‘verracas’, de las que habla Sandra, se encuentran por doquier, poco visibles, pero siempre guerreras. Esa casualidad que llevó a Sandra a reconocerlas le permite encontrarse en la calle con muchas personas y ser reconocida por su trabajo con esa población. A pesar de estar ausente en este momento continua trabajando desde la distancia con algunos habitantes de calle, intenta cuando puede ubicarlos en algunas instituciones con el anhelo de seguir ayudando a muchas más personas.

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98En sus recorridos recuerda el parche de la 63, allí conoció a “Huesos” y a su esposa Paola. Ella es una mujer silenciosa que pocas veces se defiende. Siempre esta junto a su esposo Huesos, quien es mucho mayor que ella, a pesar de eso la trata bien.

Paola es una mujer fuerte, se nota por la forma en la que consigue sus cosas y la manera en la que intimida a las personas para obtener lo que necesita. Sin embargo, su relación con Huesos es distinta. Se nota que domina a Paola, ella siempre esta a su lado para apoyarlo en lo que él necesita y es su mano derecha.

Sandra Castro analiza esa situación, sus pensamientos se estructuran, para ella la relación de Paola y Huesos es una relación de dominación. Paola necesita que alguien que la acoja. Cree que la colonización ha condenado a las mujeres a una situación de sumisión y al hombre a una situación de superioridad, en la que pocas veces pueden expresar su dolor. “Usted llora como una niña” esa es una de las típicas frases que se les dice a los hombres desde que son niños.

-Cuando los hombres pierden su pareja en calle, cuando ellas defini-tivamente como sea se fue se le abrió del parche y no volvió. Ustedes se encuentran con hombres que relatan que ellos tenían una mujer que los traiciono, que los abandono, o sea las mujeres siempre son malas. En el concepto de ellos lo que me esta diciendo ese discurso es que hay un dolor muy profundo y hay una soledad muy profunda, o sea saben que es su pareja pero no logran establecer relaciones de una manifestación de una manera amorosa sino de manera maltratante-.

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99Para Sandra, las mujeres y hombres habitantes de calle son personas que lo-gran establecer relaciones con su espacio, la calle. Todos nosotros le damos sentido a nuestro espacio, nos acogemos a nuestra casa, a nuestro barrio, conocemos nuestras calles. Al estar en un territorio desconocido desconfia-mos. Así mismo pasa con los hombres y mujeres.

-Digamos que configura todas sus relaciones en ella y cuando configura todas las relaciones le da sentido y significado a la calle así como nosotros le damos sentido y significado a la casa, ellos trasladan las relaciones de pertenencia y entidad- territorio- propiedad a ese sector de calle donde ellos lo ocupan. No es tan cierto que ellos van de un lugar a otro, si ellos van de un lugar a otro pero sus sitios de dormida a menos que sean perseguidos suelen ser los mismos-.

Las instituciones ¿Qué se ha transformado? En ese primer intento por cambiar la dinámica de las instituciones, Javier Omar se planteó la necesidad no solamente de trabajar con niños sino tam-bién con las niñas y sus familias. Era necesario entender que sin un trabajo coordinado con las mismas familias iba a ser imposible ayudar a los habi-tantes de calle. Javier Omar comprendía que las mujeres habitantes de calle no estaban solas, por lo general estaban vinculadas con uno o dos hijos. Situación que no se entendía a la hora de poner en ejecución los diferentes programas. El Bienestar Familiar (ICBF) se encargaba de quitarle los hijos o hijas a las madres y hasta ahí llegaba su intervención, no se implementa-ban procesos con las parejas ni tampoco con las familias.

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100La propuesta era bastante innovadora, porque como lo afirma Sandra Cas-tro, las dinámicas de las instituciones públicas y privadas qué hacían trabajo con los habitantes de calle siempre han sido las mismas en los últimos veinte años. Eso se refleja en la desarticulación de los proyectos. Podían encontrarse unas 10 o 20 instituciones en el mismo lugar y todas estaban trabajando con las mismas propuestas y con los mismos beneficiarios, situ-ación que incrementaba el asistencialismo.

Generar procesos desde el arte, la cultura y el teatro fue una de las inicia-tivas que intentaban cambiar la categorización del habitante de calle como enfermos mentales, preocupándose por sus intereses personales y las nece-sidades que tenían. El resultado de ese trabajo fue realmente bueno en la medida en que a través del arte se visibilizaba a esas personas. Las instituciones lamentablemente han cometido errores en el trabajo con esta población porque se han aprovechado de la imagen del habitante de calle para obtener beneficios económicos y realmente no hacen un ver-dadero trabajo de inclusión social. Sin embargo, no todas las instituciones siguieron esa misma línea. La Asociación Cristiana de Jóvenes en su mo-mento realizó un buen trabajo con Clara López, una de las mujeres que desarrolló un gran trabajo en la calle. Por esa misma época se encontraban otras instituciones como la Cruz Roja, Niños de los Andes e Idipron a través del Padre Javier de Nicoló.

Ese tipo de propuestas fueron válidas porque lo que se buscaba era decirle a la ciudad que el habitante de la calle era un interlocutor válido, que no simplemente eran sujetos a quienes había que darles caridad porque ellos también eran ciudadanos y desde la calle también podían ejercer sus dere-chos.

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101Posterior a estos procesos, muchos proyectos se terminaron porque las in-stituciones y organizaciones que los financiaban no lo hacían más y esa falta de continuidad terminó por afectar a la población. Por otro lado, los programas que aún se siguen implementando se convierten en un círculo para los habitantes de calle, porque las propuestas de las instituciones crean una mentalidad asistencialista y no se genera una propuesta única por los intereses administrativos y económicos de cada institución.

Las políticas implementadas por las dos últimas dos alcaldías han intentado generar procesos importantes alrededor del habitante de calle, sin embargo no ha habido trabajo de género en este aspecto y muchas veces se descono-cen los antecedentes de las administraciones anteriores y se empieza de nuevo, situación que retrasa los procesos.

A pesar de las falencias, Bogotá es una de las capitales que tiene mayor compromiso en temas de derechos por las condiciones sociales que ha en-frentado el país (desplazamiento, violencia, discriminación).

Actualmente, la propuesta para el habitante de calle no está definida y para las mujeres tampoco existe un trabajo específico de acuerdo con sus nece-sidades. Existen hogares de paso, en donde pueden dormir, pero de manera temporal, sin embargo cuando salen de allí su opción vuelve a ser la calle.

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102En la actualidad continúan existiendo islas institucionales, y lo importante es continuar son ese trabajo de coordinación interinstitucional que impulsa-ron personas como Sandra Castro, María Antonia y Javier Omar, porque la población sigue aumentando y a pesar de que existen ayudas no logran con-trolar la despiadada violación de derechos hacia las mujeres que habitan la calle. La experiencia que realizaron en conjunto estas personas les demostró que se podía hacer un esfuerzo grande para que el distrito y la ciudadanía pudieran ver a los habitantes como una comunidad que existe y tiene unas representaciones sociales y una cultura en unas condiciones distintas a las de las personas del común.

Cultura de calle María Antonia Zarate en sus interrogantes intentó encontrar la definición más apropiada de cultura y encontró una en la que el autor decía que es “todo lo que piensa, hace y dice el ser humano”. Sin embargo, experimento con otra porque se dio cuenta que las dinámicas de calle son particulares. Es decir que los habitantes de calle siempre dejan huellas, cuando salen a hacer sus recorridos y crean unas expresiones al interior que solo comprenden quienes habitan en ellas.

Los códigos que se han creado en la calle les han permitido crear sus pro-pias representaciones, por ejemplo en la construcción de sus cambuches en los que recrean su espacio y hay una forma de hogar interiorizada. Las huellas permiten ver en donde se ubicaba la cocina, la cama, el baño y en algunos casos el lugar de trabajo. En sus casas o cambuches hay una serie de sentimientos y relaciones con el espacio de apropiación y territorialidad. El nivel de deterioro se evidencia en casos en los que el baño y la cama son el mismo.

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103Por lo tanto, una cultura de calle también tiene rituales y formas que acogen a unos y excluyen a otros, como es el caso de las mujeres que se som-eten al régimen machista. Las personas que eligen la calle como opción de vida tienen cosmovisiones, valores, creencias y hasta una ética que les permite saber cuáles son las reglas que deben seguir para poder vivir en esas condiciones.A partir de esas prácticas es que se puede decir que existe una cultura de calle que, a la mirada de las otras personas, no es buena, pero que de todas maneras debe ser respetada.

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TERCERA PARTE

SER MUJER EN CALLE CONSTRUCCIÓN DE UNA SUBJETIVIDADREFLEXIONES TEÓRICAS (CAPÍTULO ADICIONAL)

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105SER MUJER EN CALLE CONSTRUCCIÓN DE UNA SUBJETIVIDAD

REFLEXIONES TEÓRICAS (CAPÍTULO ADICIONAL)

CONTEXTO DE CALLE

Los habitantes de calle en Bogotá aparecen desde el siglo XVI, según un estudio de la Cámara de Comercio (1997), en 1565 el Rey de España no autorizo la creación de un albergue para madres desamparadas. Ochenta años después se otorga la licencia y se construye la casa para expósitos y recogidos.

El 1761, el movimiento migratorio hacia Bogotá, aumento la población indigente. El Virrey Pedro Mecí de la Zerda, creó la casa de los pobres. Institución que creció rápidamente y al cabo de los años se dividió ubicando hombres y mujeres. En 1810 tiempo del grito de independencia llevó a que el hospicio real arrojara los niños a las calles, siendo este el principio de la existencia de los chinos de la calle, en 1858 se reabrió el hospicio, en la Capital, ya se había fortalecido la existencia de las galladas y pandillas de los jóvenes, generando peligro y violencia dentro de la ciudad.

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106Los ciudadanos buscaron varias formas para ayudar a los llamados Chinos de la calle. Crearon fábricas de betún para capacitarlos como emboladores. Esto funcionó hasta que los sindicatos prohibieron el ejercicio del oficio para quienes no estaban afiliados. De esta manera los Chinos de la Calle se involucraron vieron en otras actividades, incluso delictivas. En 1967 se creó el instituto de Protección de la niñez y la juventud Idipron Instituto Colombiano de Bienestar Familiar ICBF, durante la administración de Carlos Lleras Restrepo, mediante la ley 75; dos entidades encargadas de manejar los procesos terapéuticos y pedagógicos para atender a la población de la calle (Cámara de Comercio de Bogotá, 1997).

Características

Los habitantes de calle se caracterizan de varias formas: en primer orden los individuos que solo se dedican al consumo de sustancias psicoactivas, per-manecen sucios y no se preocupan por su aspecto físico. La segunda, son los individuos que son conscientes de su vida y buscan otras alternativas para sobrevivir como: el reciclaje (paqueros), golpean llantas de vehículos y/o barren puentes, venden cosas (comerciantes de comida u objetos); y final-mente se encuentran los que por medio de una compañía buscan una forma diferente de vivir, incluso tienen pareja y amigos con los que empiezan adquirir sus cosas por medio del trabajo en las zorras o carritos cargando diferentes cosas para su sustento.

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107Actualmente, las estadísticas muestran una reducción de la población en situación de indigencia en Bogotá, pero es evidente que son muchos los factores, que influyen en recaer y no dejar ese mundo como: La violencia, la adicción a las drogas, el desempleo, falta de atención por parte del estado, el desplazamiento, la pobreza entre otras.

Según la Secretaría de Integración Social reveló los hallazgos del V censo de habitantes de la calle en el año 2008 donde se identifican 8.385 perso-nas como habitantes de calle, el 12.9% de la población habitante de calle equivale a 1091 mujeres.

Se han realizado pocas investigaciones acerca de los habitantes de la calle enfocados hacía la subjetividad de la mujer, por ejemplo: la investigación que realizó IDIPRON: Mujeres Con Hijos Habitantes de la Calle.2

La indigencia femenina es un fenómeno que se ha vuelto cada día más común. Sus formas de vida son distintas a la de una mujer común, ya que tienen que sobrevivir como les sea posible para obtener lo que quieren, sin perder su parte femenina.

Según un documento de la Fundación Colombiana de Tiempo Libre y Rec-reación3 “Los ciudadanos que habitan en las calles, representan una cifra de aproximadamente 14.000 personas a nivel Bogotá, los cuales confor-man un subgrupo que comparte una cultura, una identidad y un estilo de vida común, que por sus características son considerados diferentes a los demás”. Es por esto el interés de conocer su forma de vida en la calle, su comportamiento, las razones por las que siguen allí y la manera como cada una de ellas forma su identidad.

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108Cabe resaltar que es importante relacionar esta investigación con la subje-tividad que la sociedad tiene acerca de ellas, ya que usualmente está cargada de imaginarios como el miedo, el desprecio, la lástima o la indiferencia que se manifiesta en sus rostros excluyendo y desconociendo desconocen la condición del otro.

LOS IMAGINARIOS DE LA SOCIEDAD FRENTE A LA MUJER HA-BITANTE DE CALLE

Existen muchas instituciones religiosas, estatales y ONG’s que actualmente están realizando procesos de acompañamiento a la población en situación de calle, sin embargo muchos de esos programas se han convertido en pro-cesos asistencialistas que no tienen en cuenta la pluralidad de la población que vive en esas circunstancias, es necesario resaltar que en ese lugar habi-tan mujeres, hombres, niños, niñas, indígenas, LGBTI y desplazados, para poder aplicar programas acordes con las necesidades diversas de esa mul-tiplicidad de personas.

El bienestar que ofrecen esas entidades consiste básicamente en dar ali-mentación, salud, recreación, etc., programando el día de cada una de ellas , creándoles rutinas y por ende negándole autonomía en sus pensamientos, actos y supervivencia. De esta manera, determinan las prácticas de las mu-jeres en situación de calle, creando una forma de dependencia paternalista, con lo cual no generan prácticas que ayuden a resolver el problema social que se ha generado en un territorio como el del barrio los Mártires y termi-nan determinando programas que se enfocan más en influir en su pensam-ientos, costumbres y creencias que en mejorar sus condiciones.

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109Por ejemplo, Ángela Rocío, coordinadora del programa de la Institución Nueva Vida afirma lo siguiente: “El proyecto ofrece desayuno, almuerzo, onces, comida, una cama y un colchón, espacio de baño, agua, luz y teléfo-no; por otro lado ofrecemos atención terapéutica, psicológica y pedagógica. Las mujeres que se vinculen deben durar 8 meses internas, el centro de trabajo de nosotros es Dios, cuando se entrega la lista de materiales a los papas lo primero que se pide para ingresar a la institución es la Biblia, se les exige a las personas que están dentro de la institución que su centro sea Dios y que estén en constante espiritualidad” Es decir que no se tienen en cuenta las subjetividades que ellas han construido en la calle y parten de una imposición ideológica en las que les establecen unas reglas que buscan desvincularlas y aislarlas, porque su imaginario hace que piensen que la sociedad es la que afecta a las mujeres y por eso deciden sacarlas.

Flor nos cuenta que algunas veces frecuento algunas instituciones, pero realmente no le sirvió de gran cosa, “no me he amañado dentro de las in-stituciones, porque sí quieren ayudarlo a uno y todo, pero quiere regañarlo a uno como si fueran los papás, y si uno no se dejaba de los taitas, mucho menos de otras personas. A veces esas personas no todos pero si muchos se pasan de ser profesores, educadores, enseñadores”

Los vínculos con estas instituciones cada vez son menos fuertes y aunque existe una gran demanda, por ingresar a los hogares de paso, la permanencia de la mayoría de habitantes de calle dentro de la institución no supera los tres meses, la adicción a la droga y la falta de programas plurales cacen que deserten.

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110La política pública de habitantes de la calle, implementada por el gobierno de la ciudad de Bogotá, tiene Servicios Sociales de Acogida y Protección: Acciones que se desarrollan en espacios institucionales permanentes o tem-porales dirigidas a diferentes grupos poblacionales en condiciones de alto riesgo, vulnerabilidad o fragilidad social, con el fin de ofrecer asistencia y atención interdisciplinaria para suplir sus necesidades básicas de aloja-miento, dotación, aseo e higiene, vestuario, alimentación, o transporte, en-caminada a la garantía, protección y restablecimiento de sus derechos.4Es decir que no se interesan por generar estrategias que ayuden a mitigar la problemática social de los habitantes de la calle, ni mucho menos de las mujeres que hacen parte de esta población. Sumado a esto, las institucio-nes terminan convirtiéndose solamente en un vínculo que les permite a las mujeres recuperarse cuando están enfermas y seguir viviendo para poder continuar con vida en la calle.

Por lo tanto, se evidencia que no existen programas enfocados hacia el desarrollo, tal como lo menciona el estudio de caracterización de mujeres con hijos habitantes de calle. “no hay realmente políticas de transformación diferentes a las asistenciales para los habitantes de calle, aunque hay un número importante de instituciones y organizaciones que trabajan con esta población para brindarles un mejor bienestar”.

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111Construcción de una subjetividad.

Para aproximarse al concepto central de la investigación vamos a partir del concepto del texto de Nora Mabel5 “la construcción de subjetividades implica que el sujeto tiene unas herramientas que Permiten reorganizar las representaciones acerca de sí mismo, de los otros y de su lugar en la so-ciedad” es decir, que nosotros como individuos tenemos un conjunto de percepciones, argumentos y lenguaje que se dan a partir de los intereses que van de acuerdo a la forma de sentir, pensar y actuar de cada quien.

De esta manera se puede diferenciar un individuo del otro, ya que vive un contexto diferente, por ejemplo el hombre no experimenta la menstruación o un embarazo como la mujer, estas experiencias y las prácticas que requi-eren hacen que tanto el hombre como la mujer vean un mundo totalmente diferente. Es por esto que se dice que la subjetividad empieza a partir del nacimiento, y en ese momento se generan diferentes costumbres y apre-ndizajes que frecuentemente está realizando y aunque los deje de hacer, nunca se le olvidarán por ejemplo montar bicicleta, leer, escribir, comer, bañarse, entre otros hábitos que siempre van a quedar en su conocimiento.

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112Es importante tener en cuenta que la subjetividad de un individuo puede cambiar, debido a que sus actitudes generan un cambio drástico por algún motivo en específico. Es decir que su conducta y su vinculación con los demás son totalmente diferentes a la que estaba viviendo. Muchos de es-tos cambios se dan por grandes problemáticas sociales como la violencia intrafamiliar, la exclusión, el desempleo, las adicciones, entre otras que permiten que muchas personas pierdan su identidad social y cambien su forma de vida.

Esta es la problemática de muchas mujeres que cambiaron su forma de vida por un conflicto en donde se vieron impotentes, inseguras, en donde solo la soledad las acompaña y ante esto se refugian en las drogas y en la calle. Permitiendo que sus rutinas, su forma de pensar, de actuar y de sentir cambian totalmente y comienza la vinculación y conocimiento de su nuevo territorio.

La comunicación es gestora de la subjetividad, por medio de esta se tiene contacto con las demás personas, a través de ella se permite la interacción de nuevos conocimientos y saberes ante un contexto. De esta manera los individuos adquieren nuevas alternativas de sobrevivencia, como la adver-tencia sobre algo o alguien de la calle, el consejo de hacer algo o evitar hacerlo. Los mismos vínculos evitan otros sobre todo para entornos de vul-neración donde existen amenazas reales o una fuerte percepción del entorno como amenaza.

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113La comunicación no es solo decir, sino que también es ese proceso me-diante el cual nos vinculamos al otro o donde se les bloquean o definen que vínculos tener o no, posibilitando solo los vínculos con las dinámicas de la calle y así se evita hablar con cualquiera (ser sapo), generando una fuerte territorialidad generalmente controlada por jíbaros, traquetos u otros actores relacionados a los habitantes de calle. Por otro lado, el otro que define los vínculos son las instituciones quienes afirman de sí ser el emisor o receptor legítimo. Y otro vínculo es la familia que fue, que se perdió o que se quisiera tener.

Por medio de la comunicación se dan toda clase de vínculos, en donde se puede involucrar los sentimientos con otra persona como la amistad (el parche), el amor en cuestión de pareja, entre otros afectos que se van gener-ando una interacción que se da entre ellos. Cabe resaltar que estos vínculos afectivos hacen parte de la subjetividad de cada sujeto, ya que representan la forma de actuar frente a un individuo, donde se muestra las capacidades y habilidades de enfrentar cualquier situación tanto como individuo solitario y en grupo.

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114Los habitantes de calle pertenecen a un espacio y comunidad donde encuen-tran su communitas, es decir, su legitimidad; donde se tienen unos saberes, costumbres, tecnologías, que se reflejan en prácticas como: armar una pipa, un arma, hacer una bareto, ser sus propios médicos, crear un diablo, hacer la drogas que ellos consumen. Una communitas es cualquier cosa que lo haga sentir que pertenece a algo, sea porque lo ame o lo odien. Flor es una habitante de calle de 35 años de edad, a través de su relato nos cuenta su experiencia: “No a las drogas, nunca me imaginé estar como estoy ahora, yo tenía una vida bien, tenía trabajo, estudiaba, pero caí en las drogas y me perdí, eso es lo peor que puede existir, no le deseo mi vida a nadie, pero bueno ya estoy aquí y aquí me quedare, hagan de su vida lo que quieran, lo que les dé la gana”.

Es innegable que hay fallas en las mujeres que se encuentran en situación de calle por lo que no se les puede victimizar, sin embargo al elegir esa opción de vida no perdieron su condición humana y fue una decisión autónoma, que han asumido a pesar de todos los riesgos que implica vivir bajo esas circunstancias. Al fin y al cabo la calle y su parche se convierte en su com-munitas, espacios que son muy difíciles de dejar, es difícil despojarse de cosas a las que ya están acostumbradas. Los habitantes de calle se hacen mutuamente daño, pero no dejan de ser amigos, tienen afectos entre ellos, no sería viable que intentaran dejarlo pues bien ellos entienden su otredad, los rituales que son significativos para su vida, pues no son estructurales, por ningún motivo quieren serlo, porque no están acogidos al organismo de la sociedad, no están asociado al concepto de lo público, tienen una lucha constante por no pertenecer al Estado, de estar con ellos mismos.

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115Territorio

“Las mujeres que habitan en calle, tienen que ganarse todo tipo de ter-ritorio, tiene que ser igual de verracas al marido, porque si son mujeres comunes y corrientes, ese espacio no sería el apropiado para ellas, no lo aguantarían” Eduardo Posada, Ex-habitante de Calle.

Cuando nos referimos al territorio, no podemos hablar únicamente del espa-cio netamente estructural, si bien, la existencia de estas, tienen sentido por el hábitat, por la práctica que se construye dentro de ella, la calle puede estar ahí, pero quien la hace realmente existente son los habitantes, que a partir de ella construyen su subjetividad en este caso de que es territorio, el mundo no es subjetivo, es desde el sujeto que se construye el mundo.

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116La territorialidad y el territorio son distintos, el primero genera sentimien-tos, el segundo uso y beneficio, por ende afirmaríamos que la corporalidad es la base de las subjetividades, pues es desde él, que se generan las accio-nes que se juzgan. El uso apropiado del cuerpo en la mujer de calle, tiene dos percepciones, supervivencia o respeto.

El cuerpo está relacionado con el concepto de la subjetividad porque es a través de él se realizan las acciones, sin embargo muchas de esas mujeres rompen con los usos habituales del mismo y sus prácticas se asocian a los actos autodestructivos que se determinan por actuaciones como: prosti-tución, alto consumo de alcohol y drogas y poco cuidado de sí mismas.

Gloria Yaneth Castillo García, habitante de calle dice “Yo no tuve casi novios en la calle, para que, yo soy una de esas que no me gusta estar casi con uno y con otro. Cuando tengo lo mío es lo mío. Pues si tuve ahí mis vacilones, pero nada enserio, Más de una ya sabía que tenía que respetar lo de uno, porque sabía que le iba mal” (...) hay unas mucha-chas que habitan en la calle, que porque son bonitas, porque los manes de las calles las miran, y les buscan la entrada, la empiezan a cotizar, a comprar. Para que después se la lleven a la cama mijita y allá pierde el año. Las mujeres saben que tienen su puñalada fija. Eso es así. Hay más de una que llegaba al parche y eso empezaba a pelarle el diente al que más le gustaba y jueputa esa los diablos las sacaban al trote. A punta de cuchillo la sacaron. Y no, eso uno tiene es que ser serio, no meterse con el marido de las demás, y tener lo suyo. Si usted consiguió su novio bien, así se gana el respeto”.

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117El relato de Gloria, nos permite reconocer que la subjetividad no es un hecho interno únicamente, sino que es un hecho de experimentación que está asociado a la personalidad, pero también a la relación de las mujeres con los otros que comparten su vida, saberes y territorio. Es vital para ellas ganarse el respeto en la calle con el vínculo de amistad que generan con su parche porque de esa manera pueden buscar protección y autoprotección de situaciones como una violación o agresión por no respetar las reglas de la calle.

Gloria comenta que: “El respeto se logra, siendo usted sencilla ¿si me entiende? Siendo noble, o sea no ser creída. Ni que cuando esta con un parche dárselas demás que otra persona. Que porque me compre estas za-patillas voy a humillarla a usted ¿si me entiende? A creerse más que uno no. Porque uno para estar en la calle tiene que hacerse ganar la buena, que sea usted seria, no sea sapo. Lo que más odian los ñeros es que uno sea sapo ¿si me entiende? Que sea noble y calladito ¿si me entiende? Uno ser callado, no meterse con los maridos de las muchachas porque ahí si es que le va peor”.

Flor, habitante de calle de los Mártires “Yo estuve en la prostitución, para poder vivir y eso no se lo deseo a nadie, no es que le pagan a uno mal, si no que uno conoce mucho mugre, de todo, cuando conocí a mi esposo deje la prostitución, o sea, de ahí para acá no me nace estar con nadie y mucho menos por plata, fuera por placer, vale chimba, pero por plata no aguanta”.

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118Las voces de esas mujeres reflejan las dos percepciones de cuerpo como territorio, “uso o beneficio”, sin embargo esto no quiere decir que la territo-rialidad como “sentimientos y emocionalidad” , desaparezca por completo de ellas; aunque para ellas el cuidado de sí mismas no es primordial, no deja de importarles, y aunque la percepción de vanidad, para algunas sea de ser creída, actitud que no se puede concebir en la calle, relatan que les gusta cuidarse e intenta no exponerse a lugares que afecte su rostro, su cu-erpo etc.

Ingrid López más conocida como “La gomela”, a través de su relato, manifiesta que la vanidad es muy importante “una mujer tiene que estar bonita, así viva en la olla, mire la diferencia de usted a mí, comparen, yo por lo menos conozco viejas que viven en la olla, y mantienen al día (arregladas) uno no le cuesta nada conseguir una muda, que le valga que 2000 pesos y bañarse y ya, aunque hay que tener cuidado donde se baña uno, por ejemplo yo me bañaba en las piletas de arriba( fuentes de agua del centro de Bogotá, generalmente sucia) , pero volví a ese lugar, porque esa agua es muy cochina, y me estaba saliendo un brote en la carita. A veces también me baño en los pastales, compro dos botellas li-tro de agua, y me encaleto, lo más importante es bañarse la cabeza y la chocha a lo bien”.

Vemos, que a través de su testimonio, la representación del cuidado de sí misma se enfoca más en el cuidado de su periodo menstrual y las relaciones sexuales, pues muchas de ellas sufren de diferentes enfermedades por no tener un cuidado adecuado, por ende carecen de un auto reconocimiento.

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119Nuevamente “la Gomela”, mujer muy extrovertida y chistosa, quizás por el consumo o como ella misma dice porque esta corrida del pelo por tanto vicio, nos cuenta que se cuida, “tratando de no estar con nadie, porque paila, le pueden prender a uno una infección. Que chanda sería que uno entrara y dijeran ¡u! Vea está sucia entra con uno entra con otro, yo he visto hembras, yo no puedo hablar de las mujeres, que Dios me perdone, pero salen de una residencia con uno y con otro, yo me la parcho con ellos, pero nada de pichar, no me trama, porque primero uno no sabe que infecciones tengan con quien hayan estado y todo eso, lo segundo porque yo no es que me crea mucha pero , la cosa (vagina) de uno, es la cosa de uno, pero a mí me da como miedo, si ve es como yo les dije que no se sentaran ahí en ese piso todo sucio y hay llegan los manes y orinan y quien sabe que más”

Flor consumida en las drogas nos cuenta que durante su ciclo menstrual se introduce papel, no sabía qué hacía daño,” yo me pongo más el papel higiénico “un taco” que la toalla higiénica.

Por otro lado Olga, tiene 33 años es Ex habitante de calle, vive en un hogar de paso, hoy en día padece de cáncer en la matriz, quizás al igual que flor uso tacos de papel durante muchos años “Yo robaba, fumaba , me pros-tituía, pero ya no quiero saber más de eso, porque miren hasta donde llegue, de la cárcel, a una cama , porque tengo cáncer en la matriz, ya está muy avanzado no sé si me salve, me he sentido muy enferma hace poco casi me muero, estaba yo durmiendo cuando llego mi compañerita al frente de mi cama, cuando yo le dije Patricia una bombarada, (chorro) y ella en serio, cuando sentimos la bombarada de Sangre”.

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120Este es uno de los miles de casos, que se presentan hoy en día en el contexto de calle, pues bien el reconocimiento de las mujeres a través de sus relatos, es importante porque a partir de su voz, ellas empiezan a reconocerse, como sujeto, mujer, madre, es necesario tener en cuenta que si las mujeres se auto excluyen es muy difícil que puedan vincularse a otras instituciones.

Vínculos.

No se puede negar que el ser humano es un sujeto solitario en diferentes aspectos de su vida, pero no existe construcción de saberes, actos o prác-ticas de dichos epistemes, si no se construyen a través de su relación con los demás y su entorno, es decir que no puede existir el ser humano sin relación al otro.

La sociedad ha olvidado que las mujeres que se encuentran en situación de calle, siguen construyendo relaciones en las que siguen siendo novias, esposas, y amigas convirtiéndose así en parte fundamental de esa sociedad que habitan.

Gloria llegó a la calle a través de los vínculos que gesto en su trabajo como vendedora ambulante cuando era niña, tal como lo relata: “Empecé prim-ero porque yo era pequeñita y trabajaba en los buses vendiendo dulces por toda la décima, yo trabajaba con una hermana y de ahí empezamos a trabajar en los buses. Había hartas muchachas que eran mujeres, muchachos de la calle, ladrones y trabajaban en los buses, pues entonces comenzamos a distinguirnos con ellas y a hablar. Y pues ellas como eran de la calle, pues empezamos a parchar con ellas y a consumir marihuana. Y ahí empezó todo.

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121Ya después empezamos a quedarnos en la calle, a no ir a la casa. Después decidimos con una hermana quedarnos del todo en la calle. Y así em-pezamos a conocer muchachos de la calle a estar con ellos a consumir pegante, marihuana, y así sucesivamente. A quedarnos de noche en las calles”.

Dichos vínculos que se generan en primera instancia, por el interés de so-brevivir en calle, aunque muchas mujeres afirmen que les gusta estar solas, o “comer calladas”, la mayoría le tiene miedo a la soledad y es casi im-posible vivir sola en ese mundo lleno de conocimientos y epistemes que se logran a través de la práctica, experiencia que únicamente se adquiere aprendiendo del otro.

Flor relata que sería “muy triste, vivir sola, muy triste para uno, hablar con cuatro paredes, además es muy difícil sobrevivir así, porque te matan si no te ven con parche, gente conocidos.” Por otro lado la supervivencia sería muy difícil sin un compañero, Flor nos dice: “Paila, vivir sin el marido no se puede, le tocaría prostituirse a uno, porque si uno no sabe robar, paila, si no sabe hacer nada paila, le toca prostituirse”.

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122Relación en pareja y Amistad,

Como mucho de los imaginarios que se nombran en la investigación, sería imposible pensar que dichas mujeres, logren enamorarse, adictas a un con-sumo de sustancias psicoactivas, con qué tiempo, razón o corazón, pues como se enunciaba durante el contenido de la investigación, el ser femenino no se pierde en calle y muchos menos los sentimientos afectivos como lo es un “buen marido y un parche que nunca lo dejan morir.

“Yo me enamoré de este hombre de una manera impresionante deje la prostitución, igual hay no me importaba nada, hay no era gente, hay no me importaba que me mataran que hicieran de mi nada, no tenía nada ni nadie por quien vivir” Asegura Flor, Es decir que ahora sí, que vive por él, porque el vínculo, es amor, porque se enamoró como todos los seres humanos, y las mujeres. Mientras ella nos cuenta su historia de vida, su compañero se acerca y la besa cada 10 minutos, y aunque parece imposible pensar, se ve feliz, es feliz.

Aunque la amistad para estas mujeres este ligada o con percepción a la traición, enfocada a la infidelidad con la pareja, el dialogar, compartir, reír, es parte de este vínculo para ellas. La envidia y/o los celos son factores altamente notables, para no tener amigas, pero el parche, los conocidos , hacen realmente que la vida sea más fácil de llevar, hablar con alguien “car-ramaniado” (drogado) que este en su misma situación, es verdaderamente un aliciente para ellos.

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123Familia.

El vínculo familiar es algo muy difícil de apartar en la vida de un ser hu-mano, ya que a partir de ahí se generan afectos y aprendizajes que en ningún otro lado se puede conseguir como el amor de una madre, y como dicen por ahí, madre solo hay una y es aquella que da la vida y enseña a sus hijos a salir adelante como caminar, hablar y entre otras miles de cosa que solo ella brinda. Aunque no solo la madre es un vínculo hay que tener en cuenta que el resto de personas como los hermanos, el padre, los tíos entre otros hacen parte de la familia cumpliendo con un papel importante y es brindar un conjunto de valores personales que en muchas ocasiones no se da por inconvenientes entre ellos mismos, logrando que este gran vinculo se separe.

Problemáticas como el irrespeto, las violaciones sexuales, el desempleo entre otras hacen que el ambiente familiar se distorsione como es el caso de muchos habitantes de calle que pertenecían a la gente del común y por algún tipo de estos conflictos decide salir de su casa y termina en un mundo diferente como es la calle.

Pero es evidente que el ser madre o padre en la calle no se tienen los mis-mos cuidados y hábitos que generalmente se tienen en la sociedad como son los controles y vacunas en un embarazo, pero en la calle eso no se da, solo se consumen en las drogas y muy poco se alimentan. Según Gloria en su embarazo

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124“yo así con embarazo con la barriga así y con el tiro aquí en el pie, porque ese tiro no me secaba y sople y sople hasta que me dieron los dolores ahí en la olla. Yo nunca estuve en un control o que una vacuna para sí, que para eso no, nunca. Todos los nueve meses ahí encerrados en el Car-tucho”. De esta manera ella no era consciente de su estado y por esto solo pensaba en consumir y no en su bebé, ya que no así como consumía no se alimentaba bien, durando hasta tres días enteros sin comer absolutamente nada, generando que su niña al nacer no tuviera un peso adecuado, de tal manera que esta pequeña tuvo que empezar su vida en una incubadora por un tiempo, mientras recuperaba el peso adecuado.

Pero en el caso de Flor fue más drástico, ya que de tres hijos, uno se le murió por el abusivo consumo de drogas, el otro se lo quito el Instituto de Bienestar Familiar al momento de tenerlo en el hospital y la tercera, ella misma se la entregó al papá para que se hiciera cargo de su hija.

Cada situación es diferente pero conllevan al mismo riesgo de perder a sus hijos, al momento de su embarazo o al de nacer por medio de una insti-tución que se considera con la capacidad de cuidar mejor estos pequeños que su propia madre. Se puede decir que aunque esta población vive en otras condiciones de vida, no quiere decir que no puedan cuidar de su fa-milia, a veces solo los imaginarios no dejan ver más allá de lo que se quiere ver, ya que el ser parte de la calle no quiere decir que se pierda el amor por sus hijos, y así nos lo demuestra Gloria cuando dice: “Yo digo que yo soy viciosa, pero yo por mis hijas doy la vida, lo que sea Dios mío. Yo a ellas no las dejó aguantar hambre, ni frío, ni nada”.

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125De esta forma se visualiza que esta población es capaz de sobrevivir ante cualquier situación y que por sus hijos pueden cambiar su forma de vida, para que sus hijos no vivan todo lo que ellos vivieron y de esta manera les dan una mejor calidad de vida.

Epistemes

Las mujeres y los habitantes de calle en general tienen distintas formas de obtención de dinero, alimentos y elementos necesarios para vivir en la calle, esas acciones se convierten en saberes a través de las distintas formas comunicativas que hacen que todos compartan ciertos conocimientos para su propia subsistencia, que son comunes pero no siempre son iguales.

Una de las formas más habituales para obtener dinero, es lo que algunos habitantes de calle llaman “retacar”, método que consiste en pedirle a las personas dinero; Gloria nos cuenta su rutina y la forma en la que durante al-gunos días de la semana camina por las calles para conseguir algo de dinero: “Pues yo como vengo con mi hija y yo pido. Yo me meto a las tiendas. Yo les digo que si me hacen el favor y me regalan una monedita que es para comer. Así o cuando no lo dejan entrar a uno a los restaurantes yo me paro a la salida y la gente que ya termina de almorzar van saliendo y yo les digo que si me regalan una monedita pa comer. Hay gente que es muy buena gente y nos dan moneditas, nos dan de a $200, los otros $500 otros $1.000 así o ahí veces nos sacan comidita de la que ellos no comen. Nos sacan en una bolsita y comemos y yo ahí veces cuando me dan harta yo llego y llevo pa la casa y caliento y así por ahí le va bien a uno”.

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126De esa manera muchas mujeres consiguen el pan de cada día, como hay otras que lo buscaban de otra manera como la prostitución como es el caso de Nancy Correa que nos cuenta “Yo me ganaba la vida, como mujer de la calle, ejercía la prostitución, pero me canse de esa vida y ahora pido limosna, soy limosnera.” El retaqueo o la limosna y la prostitución son los oficios que generalmente estas mujeres realizan para conseguir su sobrevivencia en la calle, aunque se puede decir que hay otras labores como el robo, pero como la sociedad ve a la mujer como un ser vulnerable por considerarlas débil, de esta manera ellas buscan la labor que más les genera ingresos para sus necesidades como lo es la comida y la droga.

Los Valores de la calle.

Pero estos saberes, están bajo unos parámetros o reglas que se deben respe-tar y cumplir o en la mayoría de los casos su vida estará en riesgo. Sería muy difícil pensar que esta comunidad tenga principios o valores, pero desde otra perspectiva el incumplimiento de alguna de las leyes que a continu-ación se van a nombran podrían causarle la muerte, por eso se toman tan en serio como los valores de la calle.

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127Normas y Leyes.

No ser Sapo: No se puede decir nada de lo que se ve, la droga y todo lo que se consigue en la calle, no puede salir de los ojos y odios de aquellas perso-nas que habitan allí y aunque parezca difícil de creer , es un secreto de miles de personas. “Ser ciego, sordo y mudo. Vio algo no vio nada, si escuchó algo, no escuchó nada y si le contaron se quedó callado”

Flor quien lleva habitando en la calle 8 años, recibió una herida en su es-tómago con arma blanca por irrespetar alguna de estos compromisos “a mí, me dieron una puñalada, por como dice el dicho por sapiar, por faltón. No lo volveré hacer, antes me dejaron viva”

No faltar: No se puede faltar o incumplir a ninguna “vuelta” (cita) o com-promiso que se pacte.

Ser Serio con la pareja: No se puede estar con uno y con otro, la mayoría de mujeres pueden sobrevivir en “buenas condiciones en la calle” si se man-tiene con una pareja firme y seria incluso aguantando sus maltratos.

Ingrid “La Gomela” nos relata que en la calle del Bronx, aunque es muy grande, la gente está pendiente de todos sus actos y que no se puede estar con uno o con otro, porque se pierde el respeto y no la respaldaran en situa-ciones de peligro “digamos yo a veces armó la hijueputa, toda borracha y no me dice nada. Porque la gente sabe que uno es bien, que chanda seria que uno entrara y dijeran ¡uy! Vea está sucia entra con uno entra con otro, yo he visto hembras, yo no puedo hablar de las mujeres, que Dios me perdone, pero salen de una residencia con uno y con otro”

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128No robar, entre ellos mismo: Sería algo mortal, si la gente de la olla, se da cuenta que alguien de la misma comunidad está robando a su misma gente sobre todo el vicio, esta es una de las causas por las que más se presentan homicidios.

Respetar los espacios dentro de la olla: Se debe ser muy serio en eso, no se puede llegar a invadir un espacio que ya este habitado, hay que ganárselo.

No faltonear a los jíbaros: En muchas ocasiones, los jibaros (expendedores de droga), son los que le ayudan a sobrevivir a otras personas con la distri-bución de ella misma, pues bien el faltonear a estos personajes sería de gran peligro, pues ellos ejercen mucho poder dentro de estas calles. Estas son algunos leyes destacadas, dentro de las miles que hay, la sobre-vivencia en calle únicamente se logra, cumpliendo con estas normas, el rebusque de la comida y el vicio.

Las mujeres habitantes de calle tienen distintas formas a través de las cuales construyen su subjetividad, sus formas de representación y vinculación en un espacio que es altamente violento como el de la calle. Uno de esos ve-hículos es la comunicación, que no es un hecho aislado de la subjetividad, porque depende de ella y se hace pública a través de los relatos de las personas. Sin embargo, en ese escenario han construido su propio ethos, con el cual se vinculan a la regulación que les permite entender que todo lo que hay en la calle les es útil para su supervivencia.

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129 La incidencia de las instituciones y la formulación de las políticas públicas debe ser distinta, porque al romper con la subjetividad de estas mujeres, se les niega la posibilidad de reconocerse y se asumen como diferencias, log-rando que se siga aceptando este fenómeno que termina por excluirlas. Las mujeres siguen siendo reconocidas bajo los supuestos de una sociedad machista con patrones de desigualdad social que se replican en la familia, porque muchas de ellas siguen siendo madres, esposas, amigas que com-parten sus saberes con los otros a través de actos comunicativos en los que sus saberes se multiplican, por ejemplo con su propia jerga.

La jerga o la variedad de habla, como se conoce, es un lenguaje especí-fico que únicamente utiliza y entiende un determinado grupo de personas, La jerga caracteriza a diferentes comunidades y su intención es ocultar el verdadero significado de algunas palabras que solo deben conocer ciertas personas, en muchas ocasiones por seguridad, es decir que es usado como un mecanismo de protección de su comunidad.

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130En el caso de las mujeres en situación de calle, tienen una jerga propia, lenguaje que construyen a través de su experiencia y subjetividad. Cabe resaltar que las palabras utilizadas por ellas se basan en un lenguaje popu-lar o en relación con algunos animales, en el caso de los sobrenombres o enfermedades por ejemplo a una mujer voluptuosa la llaman caballo, estar bajo los efectos de sustancias psicoactivas lo llaman “carramaniada”, pedir limosna es “retacar” y como estas palabras hay muchas. A lo largo de la investigación destacamos algunas pero será también un punto muy impor-tante darle una mirada más detallada a la construcción de todas estas pal-abras, y el uso de ellas, porque a través de su lenguaje también se generan prácticas de auto-reconocimiento y reconocimiento.

Mientras sigan existiendo problemáticas como la exclusión, el rechazo, y la falta de una mirada de género en los programas sociales, será necesario seguir estudiándolas, porque es importante entender que ser mujer habitante de calle es una opción de vida, pero que también las condiciones en las que ellas se encuentran generan formas reactivas que terminan por vulnerar sus derechos y afectar su propia existencia, situaciones que son descono-cidas para gran parte de la sociedad. Tal como lo indica Honneth “la vida social se cumple bajo el imperativo de un reconocimiento recíproco, ya que los sujetos solo pueden acceder a una autorelación práctica si aprenden a concebirse a partir de la perspectiva normativa de sus compañeros de inter-acción, en tanto que sus destinatarios sociales”. Es decir que las mujeres habitantes de calle solo pueden construirse una identidad estable sin son reconocidas por los demás entes de la sociedad como sujetos plurales. Las distintas formas de rechazo y menosprecio que existen hacia ellas las afecta y niega su reconocimiento.

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