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Cuadernos de Gobernabilidad Democrática

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MOVIMIENTOS SOCIOCULTURALES

EN AMÉRICA LATINA

Ambientalismo, feminismo, pueblos originarios y poder empresarial

Cuaderno de GobernabilidadDemocrática 4

Fernando Calderón(coordinador)

PROGRAMA DE LAS NACIONES UNIDAS PARA EL DESARROLLO (PNUD)

Directora Regional para América Latina y el CaribeRebeca Grynspan

Coordinador del ProyectoFernando Calderón

Asesor Regional - Programa de Gobernabilidad DemocráticaJuan Pablo Corlazzoli

Equipo de consultoresLucía AboudXavier AlbóRodrigo Contreras OssorioSonia Montaño VirreiraAnabella MusseriVicente PalermoDiego ReynosoMariana Sanz Ardaya

Equipo PAPEP-PNUDPablo AntezanaAntonio AranibarJessica BraverCaterina ColomboNatasha LoayzaGerardo NotoErika OropezaPatricia Suarez

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Índice

Prólogo. Los movimientos socioculturales en tiempos de inflexión

FERNANDO CALDERÓN

1. El gobernador pasó en helicóptero.La Asamblea Ciudadana Ambiental de Gualeguaychú en el conflicto por las “papeleras”VICENTE PALERMO, LUCÍA ABOUD, ANABELLA MUSSERI

1. Encuadre conceptual: movimiento sociocultural,liderazgo y deliberación

2. La formación de percepciones y orientaciones3. La imagen que tienen de sí mismos los vecinos

de Gualeguaychú 4. La imagen que los asambleístas tienen de sí mismos5. Índole de las oposiciones6. Tensiones en el asambleísmo vecinal7. El repertorio de recursos de acción del asambleísmo:

¿desobediencia civil?8. Del conflicto internacional al nacionalismo9. La lucha con la verdad

10. El papel de los medios de comunicación11. Problemas de representación12. Asambleísmo y contrademocracia

Referencias bibliográficasAnexo

2. Movimientos sociales de mujeres. El feminismo SONIA MONTAÑO VIRREIRA, MARIANA SANZ ARDAYA

1. Introducción2. El feminismo en América Latina3. Los logros4. Tensiones, amenazas y desafíos

Referencias bibliográficasAnexo

El análisis y las recomendaciones políticas de esta publicación no reflejan necesaria-mente las opiniones del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, de suJunta Ejecutiva ni de sus Estados Miembros. Se trata de una publicación indepen-diente, preparada por encargo de la Dirección Regional para América Latina y elCaribe del PNUD. Es el fruto de la colaboración entre un conjunto de prestigiososconsultores del PNUD.

© Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, 2009 – 1 UN Plaza, New York, Ny, 10017, Estados Unidos de América

© De esta edición: 2009, Siglo Veintiuno Editores S.A.

Diseño de cubierta: Peter Tjebbes

ISBN 978-987-629-092-0

Impreso en: Grafinor // Lamadrid 1576, Villa Ballesteren el mes de agosto de 2009

Hecho el depósito que marca la ley 11.723Impreso en Argentina – Made in Argentina

Movimientos socioculturales en América Latina :ambientalismo, feminismo, pueblos originarios y poderempresarial // coordinado por Fernando Calderón. - 1a ed. –Buenos Aires : Siglo Veintiuno Editores, 2009.384 p. ; 23x16 cm.

ISBN 978-987-629-092-0

1. Sociología. I. Calderón, Fernando, coord.CDD 301

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8 Movimientos socioculturales en América Latina

3. Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y PerúXAVIER ALBÓ

1. Introducción2. Bolivia3. Ecuador4. Perú5. Atando cabos

Referencias bibliográficas

4. Transformaciones socioculturales y dinámicas de intervención político-económica del empresariado en América LatinaRODRIGO CONTRERAS OSORIO

1. Elementos teórico-conceptuales para el análisis del empresariado en América Latina

2. La cuestión del empresariado como “actor político” en América LatinaReferencias bibliográficas

Los autores

PrólogoLos movimientos socioculturales en tiempos de inflexiónFernando Calderón*

Una de las conclusiones obtenidas de los estudios del PAPEP1 señala queAmérica Latina experimenta un proceso de inflexión y cambio histórico,tanto en términos de desarrollo como en relación con la calidad de la demo-cracia. Ese proceso genera escenarios políticos complejos, que requierennuevos mapas cognitivos que permitan explicarlos y reproyectarlos.

En el presente cuaderno se indaga sobre uno de los temas más rele-vantes del nuevo ciclo histórico latinoamericano: los recientes movimien-tos socioculturales. Éstos han modificado los patrones de organización yde producción de la sociedad, y han generado diferentes condicionessociológicas para la acción colectiva, que, a su vez, modifican los escena-rios políticos.

Cabe mencionar que los movimientos socioculturales analizados for-man parte de una serie de mutaciones en la estructura social de los dis-tintos países, que redefinen la acción colectiva. Entre los principales cam-bios experimentados se encuentran los siguientes:

• Se han acentuado y complicado las asimetrías en los patrones deinclusión y exclusión social, tanto en el plano simbólico como en

* Coordinador del PAPEP (2004-2008).1 Para mayor detalle véanse los Cuadernos de Gobernabilidad Democrática, vols. 1 y 3, de esta

colección.

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las nuevas opciones políticas, que hoy en día inciden en la dinámica de lacoyuntura. La cuestión consistiría en comprender tales movimientos y eva-luar sus efectos sobre la calidad de la democracia. Justamente en este con-texto se desarrolla el presente cuaderno.

En teoría, esto permitiría recuperar y replantear conceptos como“libertad real” y “libertad cultural” elaborados por Sen (1999), o del suje-to analizado por Touraine (1994) desde una perspectiva sociológica.

En este ciclo histórico, los nuevos movimientos socioculturales ten-drían un rol cada vez mayor en la configuración de la política y el desa-rrollo:3 buscarían modificar los sistemas de identificación de las socieda-des y se vincularían tanto a los cambios comunicacionales suscitados porla globalización –en especial, al mercado y a la industria cultural– como alos procesos de diferenciación social.4 En este sentido, proponen nuevasdemandas de reconocimiento y autodeterminación cultural, inclusión yparticipación política.

La propuesta es relativamente clara, ya que se sostiene que tanto ladinámica cultural como los temas tratados en el presente cuaderno —liga-dos a las relaciones de género étnico-culturales—, y los ethos empresarialy ecológico, pueden ser referentes de la renovación del espacio público yel sistema político, y así incidir en la calidad de la gobernabilidad demo-crática de América Latina.

Los presentes estudios permiten concluir que han surgido nuevas for-mas culturales de hacer política, y que resulta de gran importancia cono-cer mejor este tipo de movimientos dado que impactan en la calidad de lavida democrática. Lo que estaría en juego sería el surgimiento de uncampo político marcado por las posibilidades de construir una democra-cia pluralista, que a la vez se alimente del reconocimiento de una inter-culturalidad constitutiva de nuestras sociedades.

Los cuatro estudios que integran este cuaderno ponen el énfasis enuna serie de aspectos socioculturales clave para la evolución política y lagobernabilidad en la región:

• La nueva complejidad de la “ecopolítica” es un rasgo renovador dela dinámica de la gobernabilidad. Debido a los cambios en los pro-cesos de globalización de la economía han surgido nuevos proble-

el material. Las nuevas condiciones de trabajo y el papel de la eco-nomía de la información están reformulando el orden social, en elque las demandas de equidad son reclamadas por amplias mayoríasnacionales.

• Están cambiando las instituciones básicas de socialización, lo cualerosiona las bases de la reproducción y cohesión social de la “socie-dad industrial dependiente”. Las formas y estructuras comunicati-vas de la familia, la escuela y los medios de comunicación se hanmodificado. Existirían importantes límites para remplazarlas porotras instituciones, compatibles con las necesidades del nuevo ciclohistórico.

• Las transformaciones culturales han incorporado nuevos temas alcentro del orden político y socioeconómico. Los derechos cultura-les están directamente relacionados con los derechos sociales, y lasdemandas culturales contribuyen a redefinir el orden social. Lasnecesidades de reconocimiento de los derechos multiculturales seencuentran asociadas a las nuevas asimetrías de la exclusión social.

• La globalización ha implicado una inserción limitada en la tecnoe-conomía de la información, y si bien la exclusión social ha adqui-rido diferentes especificidades informacionales, también ha gene-rado nuevas demandas.2

En este ámbito, se generaliza cada vez más el retorno del Estado comocoordinador sociocultural y como bisagra entre los procesos de integra-ción social y de posicionamiento en las economías globalizadas. El “Esta-do red” está en las puertas de este incipiente ciclo.

Los estudios realizados por el PAPEP, si bien confirman que los pro-blemas político-institucionales y de equidad y pobreza constituyen temascríticos para la democracia y el desarrollo, también permiten deducir quesu manifestación –en el plano de la acción colectiva– tiende a ser predo-minantemente cultural y apela a múltiples subjetividades culturales. Estahipótesis indica que lo social tiende a ser asimilado por lo cultural. Se esta-ría, entonces, frente a la redefinición de pautas de acción colectiva o inclu-so ante la emergencia de nuevos movimientos socioculturales o “culturo-sociales”. Estas manifestaciones serían, precisamente, las que condicionan

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3 Para mayor detalle véanse Calderón (1986), Touraine (1995) y Wieviorka (2005).4 En particular, Michel Wieviorka (2005) desagrega en dos grandes grupos a los nuevos

movimientos sociales surgidos a partir de fines de la década del setenta: 1) movimientos glo-bales y 2) movimientos antisociales, que a su vez pueden clasificarse en antimovimientos glo-bales, terrorismo global y antisemitismo global. Véanse también Chiriboga (2003) y Loayza(2003).

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2 Para una discusión sobre estos temas véanse Castells (1996-1997) y Calderón (2005).

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clase, es decir, campesinos con el resto de la sociedad) y étnico-cul-tural (en particular, las reivindicaciones del mundo indígena-mes-tizo, en términos de la dominación neocolonial). Con la llegadade la democracia, y en el marco de los cambios que experimentala región en general y los países con comunidades indígenas enparticular, el eje articulador de lo nacional y lo social mayormen-te son las dinámicas indígenas. La irrupción de estos movimientosha planteado el desafío de construir una democracia más plura-lista y genuina, y ha expandido las demandas por inclusión y reco-nocimiento. Xavier Albó realiza un análisis comparativo de losmovimientos y las demandas indígenas de los países andinomeri-dionales.

• Los cambios en la cultura empresarial también constituyen un temarelevante al evaluar las opciones de las elites dirigentes en la región.Frente a un ethos empresarial histórico caracterizado por lógicasrentistas, consumistas y elitistas, con actividades basadas en com-petitividades espurias, la inflexión y la economía globalizada hangenerado un nuevo ethos empresarial, con rasgos tecnoeconómicose informacionales. Dichos rasgos se relacionan con valores y crite-rios socioculturales y ambientales: calidad de vida, valorización deltrabajo y de los recursos humanos, y en algunos casos, de los valo-res tradicionales. El estudio realizado por Contreras mostraría elsurgimiento de un nuevo tipo de cultura empresarial en Chile y unanueva vinculación con la política.

Estos trabajos requieren profundizarse y complementarse con otrosestudios y perspectivas. Sin embargo, muestran que los movimientos cul-turales se han posicionado como un factor clave en la evolución de losescenarios políticos de la región.

Para finalizar, quisiera agradecer sinceramente a todos quienes con-tribuyeron a hacer posible este cuarto volumen de los Cuadernos de Gober-nabilidad Democrática. A Rebeca Grynspan –directora del PNUD para Amé-rica Latina y el Caribe–, a todos los colegas del RBLAC, del PNUD en laArgentina y a su representante residente Carlos Felipe Martínez, quienessiempre han tenido la mejor disposición para ayudarnos en el logro deeste y otros objetivos. También, el apoyo brindado por Antonio Araníbar–actual coordinador regional del PAPEP– y el equipo del PAPEP Bolivia.Por último, agradezco a Caterina Colombo, quien colaboró en las tareasde investigación y seguimiento del proceso de elaboración de este libro,así como los comentarios de Juan Enrique Vega, Miguel Lengyel, Julián

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mas ecológicos que afectan, o pueden afectar, la calidad de vida dedeterminadas sociedades o regiones. Frente a esto ha tenido lugaruna serie de acciones colectivas de reacción y protesta que –más alláde afectar la coyuntura política de regiones o países– colocaron losproblemas de la contaminación del medio ambiente y el cambio cli-mático no sólo en el centro de los debates y las opciones políticasen complejas coyunturas, sino también en la subjetividad cotidianade las personas. De esta manera, se conforman movimientos quebuscan modificar las pautas del desarrollo económico y político enfunción de criterios “ecoculturales”. El ensayo coordinado porVicente Palermo sobre el movimiento de Gualeguaychú se intro-duce en este tema polisémico y hace hincapié en el impacto ecoló-gico de las plantas procesadoras de celulosa. Este movimiento haincrementado significativamente la visibilidad del cambio ambien-tal en la vida política de la Argentina y de Uruguay, a la vez que hapuesto de manifiesto los límites de la política nacional para proce-sar las demandas y las presiones locales. Se trata de un estudio polé-mico y polemizante, que busca alimentar debates democráticos quefavorezcan la gobernabilidad en la región.

• La desigualdad de género como producto de un conjunto de desi-gualdades culturales y políticas que se refuerzan mutuamente. Éstascondicionan el menor acceso de las mujeres a derechos de propie-dad, riqueza y educación, y limitan su inserción en los mercadoslaborales y, en general, en las esferas de poder. Por lo tanto, la ine-quidad de género restringe la calidad de la democracia y afectanegativamente su gobernabilidad. Los nuevos movimientos degénero han puesto de manifiesto múltiples formas de demandaspor equidad en las relaciones entre hombres y mujeres, que inci-den tanto en la vida cotidiana como en la vida política. Una varia-da selección de estos movimientos y de las nuevas prácticas en lasrelaciones de género ilustra este tipo de acciones. Y, en buena medi-da, demostraría que la dinámica feminista es cada vez más plura-lista. El trabajo de Sonia Montaño –con la colaboración de Maria-na Sanz– realiza un balance general de este tipo de fenómenos.

• El reconocimiento de los pueblos indígenas es otro tema crucialen la evolución de la democracia en la región. Las distintas formasde acción de los movimientos indígenas, tradicionalmente, se hanarticulado sobre la base de tres dimensiones: nacional (o más pre-cisamente el Estado-nación), social (o las diferentes relaciones de

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1. El gobernador pasó en helicóptero. La Asamblea Ciudadana Ambiental de Gualeguaychú en el conflicto por las “papeleras”

Vicente Palermo, Lucía Aboud, Anabella Musseri*

1. Encuadre conceptual: movimiento sociocultural, liderazgo y deliberación

Desde los “abrazos al puente” hasta la quema de banderas finlandesas,el caso que analizamos evidencia la fuerza de la internacionalización de lapolítica, la intensidad con que el Estado nacional es replicado desde lo glo-bal y lo local, y las luces y sombras del papel que los movimientos socialespueden desempeñar en procesos que conjugan lo productivo y lo ambien-tal. En el así llamado conflicto de las “papeleras”, la cultura fue y es unadimensión central, porque una comunidad local dotada de un modelo dedesenvolvimiento, o al menos de una percepción de sus señas de identi-dad, colisionó con un proceso productivo nacional y global al que juzgómortíferamente amenazante.

Por cierto, dimensiones y actores socioculturales han sido en el con-flicto estructurantes del proceso político, en dos aspectos que cabe distin-guir: por un lado, la gravitación de matrices socioculturales preexistentes,en la configuración de orientaciones e identidades nuevas y, por otro, elpapel relevante de nuevas cuestiones, eminentemente socioculturales, que

* Agradecemos la ayuda inestimable de María Lavega. Asimismo, a Raquel Alvarado,François Graña, Juan Lucca y Carlos Reboratti, por el diálogo permanente que tuvieron connosotros.

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Bertranou, Gloria Bonder, François Graña, los miembros de la AsambleaAmbientalista de Gualeguaychú y de Miguel Palacín Quispe.

Referencias bibliográficas

Calderón, Fernando (comp.) (1986), Los movimientos sociales ante la crisis, Buenos Aires,CLACSO-UNU-IISUNAM.

— (2005), “Las nuevas condiciones sociales de la democracia”, Seminario internacio-nal: democracia, ciudadanía y cohesión social, Bruselas, PNUD.

Castells, Manuel (1996-1997), La era de la información. Economía, sociedad y cultura, tomosI, II y III, Madrid, Alianza.

Chiriboga, Manuel (2003), “Sociedad civil, movimientos indígenas e Internet”, en Cal-derón, F. (coord.), ¿Es sostenible la globalización en América Latina? Debates con ManuelCastells, Santiago, Fondo de Cultura Económica, PNUD Bolivia.

Loayza, Natasha (2003), “El movimiento de mujeres. ¿Una ‘revolución de terciopelo’?”,en Calderón, F. (coord.), ¿Es sostenible la globalización en América Latina?, op. cit.

Sen, Amartya (1999), Development as Freedom, Nueva York, Alfred A. Knopf. Touraine, Alain (1994), “Las tres dimensiones de la democracia”, ¿Qué es la democra-

cia?, Madrid, Temas de hoy.— (1995), Producción de la sociedad, México, UNAM.Wieviorka, Michel (2005), “After New Social Movements”, Social Movement Studies, vol.

4, N° 1, París, Routledge.

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bilidad crítica, individualismo, apatía, desactivación parcial o total demuchas formas antiguas de acción colectiva, por una parte y, por la otra,una exigencia elevada sobre la calidad y los rendimientos de la política, esel meollo del desafío que enfrentan dirigencias que no cuentan, en gene-ral, con recursos y capacidades a la altura de las circunstancias. La gentedescree de la política, pero proliferan nuevas formas de acción sociocul-tural que le plantean intensamente demandas, sin desprenderse del escep-ticismo. Muchas de las características del asambleísmo en Gualeguaychúilustran bien este problema.

A la vez, ilustran otra de las dificultades que a la sazón enfrenta la polí-tica: el policentrismo societal, la carencia de los referentes abarcadores deotrora. Los asambleístas han fundado su propia legitimidad y tienen mil“referentes” que entran y salen de su discurso con fugacidad, porque nohan precisado de ninguno en particular para fundarse. Esta autonomía ensu legitimidad representa un obstáculo más para la política convencional,que en cierta medida no supo qué hacer con ellos, ni cómo interpelarlos.Por otra parte, analizamos un caso en el que, a lo largo del tiempo trans-currido, el proceso de constitución de su propia subjetividad ha tenidouna importancia de primer orden. Este rasgo aporta su propia dificultad,ya que, en la fase de constitución de subjetividades e identidades colecti-vas, la preferencia por los acuerdos, las negociaciones, las transaccionesestá claramente por debajo de los requerimientos de afirmación del noso-tros y de la adversatividad como mecanismo apropiado para ello.

No obstante ser esto cierto, creemos que el margen que la política dis-pone para hacer frente a tales desafíos no ha sido suficientemente valora-do. Quizá sea verdad que las restricciones que afectaron en general a laregión durante los años ochenta y noventa han sido desplazadas por lasrestricciones de la primera década de 2000, que, tal como las describimosbrevemente en párrafos anteriores, son de otra naturaleza. Sin embargo,hay un margen de acción de crucial importancia que se apuntala (demodo virtual o potencial) en los liderazgos. Las capacidades de los lide-razgos políticos son fundamentales porque continúan teniendo, o másbien (contra la suposición corriente y la sabiduría convencional en vigen-cia) han ganado, perceptibles grados de libertad.

Pero, con frecuencia, las respuestas dominantes a aquella paradoja oa este nuevo tipo de desafíos suelen ser fallidas. La recurrencia al empleode acciones hiperrepresentativas constituye tanto un síntoma del proble-ma como una reacción a éste y, a la vez, reproduce y agrava la situación.Síntoma, porque la política enfrenta dificultades para comprender los nue-vos códigos de acciones sociales policéntricas, y reacción, porque ante esabrecha las respuestas más fáciles son aquellas que hiperrepresentan las

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catalizan la formación de esas nuevas identidades, así como contribuyen adarle forma a la agenda política (y no sólo en lo que atañe a lo ambien-tal). De modo complementario, el caso permite resaltar algunos aspectosen clave comparativa, porque resultó muy claro que los capitales socialesy culturales preexistentes a la aparición del problema fueron decisivos, yhasta desequilibrantes vis-à-vis de otros actores, no sólo para identificarlocomo “problema”, sino a la hora del nacimiento de una nueva forma deacción colectiva. Por contraste, resulta clara la existencia de regiones urba-nas en las que la penuria de recursos sociales y culturales contribuye a queciertas cuestiones ambientales no se problematicen y, más aún, a que sereproduzca la pasividad.

Al mismo tiempo, el caso nos muestra la relevancia de los propios pro-cesos políticos en la estructuración de los movimientos socioculturales. Enefecto, ni la trayectoria ni las orientaciones del movimiento asambleariopodrían ser explicadas sin tomar en cuenta los modos en que se vinculócon la política y el Estado. Estrictamente, el movimiento sociocultural y lapolítica/el Estado fueron dos de los vértices de un triángulo que se com-pleta con los medios de comunicación.

Podría colegirse, a su vez, que en relación con el Estado y las caracte-rísticas de las nuevas democracias latinoamericanas, si procesos como elque analizamos suponen una redistribución del poder, lo hacen en unadirección fuertemente local —muestran la gravitación que comunidadesactivas pueden tener en la agenda política y en los procesos decisorios deniveles provinciales, nacionales e incluso internacionales—. Esta formanovedosa de proyección de lo local (novedosa porque no es equiparablea la política tradicional) crea desafíos muy agudos a los Estados, a los pro-cesos de integración que éstos encaran, muestra sus vacíos políticos e ins-titucionales y establece serios problemas de representación.

La observación de los modos en que el movimiento social se vinculócon la política, y de los impactos de su experiencia sobre esa área, ponende manifiesto que aumentar la capacidad de la política, a partir de su inter-locución con la cultura y la cultura política, es tan posible como extrema-damente difícil (no es trivial agregar aquí que es también necesario, y pre-cisamente por serlo es que debemos resaltar, junto a su relevancia, laconveniencia de no hacernos ilusiones sobre la exigente complejidad dela tarea). Es cierto que parte de las dificultades descansa en un cambio delas condiciones estructurales de la relación entre sociedad y política. Ennuestros días, la paradoja de esta última, bajo el impacto de procesos diver-sos de décadas recientes —concentración económica, fragmentación ydesigualdad social, exclusión, etc.—, con su carga de frustración, que com-binan un sensible malestar individual y colectivo, escepticismo, suscepti-

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res que las protagonizan hace que aquéllas y éstas sean estrictamente irre-conciliables.

La necesidad de prevenir como ejercicio de liderazgo proviene de asu-mir esta condición como punto de partida indispensable para llegar aacuerdos y establecer escenarios cooperativos (en los que lo técnico podráser un utilísimo asistente, nunca el fundamento de la decisión). Pertinenteal caso, el approach productivista y el ambientalista son irreconciliables y loseguirán siendo por mucho tiempo —para cada uno, la carga de la prue-ba está contra el otro—. Si esas demandas colisionan en un espacio des-provisto de coordinación y prevención, la posibilidad de acuerdos y tran-sacciones tiende a reducirse a cero.

En lo que se refiere a la necesidad de que la política cobre concienciade la importancia de la coordinación dadas las nuevas características delcontexto en que actúa, y asuma para sí un papel de liderazgo, teniendo enmente el horizonte democrático deliberativo —un papel de liderazgo deli-berativo, podríamos decir, sin temor a que el lector considere la expresiónun oxímoron—, el caso estudiado ha sido, en verdad, si bien por la nega-tiva, un auténtico experimento social. Hemos analizado en profundidaden otros trabajos (Palermo, 2007b; Aboud y Museri, 2007) la trayectoriadel diferendo del conflicto y las etapas por las que atravesó, identificandoaquellas coyunturas críticas en las que, claramente, los líderes políticos dis-pusieron de márgenes de acción y grados de libertad para reencauzar elproblema; cosa que no hicieron. Pero, si algo nos salta a la vista es que lacoordinación política (en arreglo normativo a la democracia deliberativao no) estuvo conspicuamente ausente a lo largo de todo el proceso.

No utilizamos aquí el término “coordinación” en su sentido técnico—aunque de esto tampoco hubo (baste señalar que, como surge de los tes-timonios recabados, los mismos asambleístas que se desesperaban porquela Comisión Administradora del Río Uruguay los “ninguneaba olímpica-mente” encontraron luego que la Cancillería argentina estaba ajena altema)—, sino en la medida que refiere a la omisión de los liderazgos.Varios de ellos intervinieron de lleno en el asunto y algunos, como el pre-sidente, se comprometieron —por el camino que eligieron— bastante másde lo conveniente. Pero el ejercicio de liderazgo que llevaron a cabo esexactamente lo contrario de lo que podemos entender por coordinacióndeliberativa. Hiperrepresentaron a los asambleístas de Gualeguaychú,identificaron esa “posición unificada” con el “interés nacional”, la consa-graron como “causa nacional” y dejaron fuera del campo de juego a gru-pos, actores y posiciones políticas y culturales con mayor o menor respal-do social, concentrado o difuso, que por un motivo u otro estaban“objetivamente” involucrados en la cuestión y de un modo relevante. Así

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demandas, las sobreactúan en la retórica y en su escenificación, con lo cualaceleran aquello que ya se proyecta a la escena pública con premura y ele-van la ira de aquello que ya es de por sí vesánico. Es comprensible que,cuando se desdibujan los mapas habituales de la política, se alteren lostiempos hacia el cortoplacismo. Si el personal político adolece de pobre-za de recursos, la tendencia a oscilar entre la indiferencia y la hiperrepre-sentación será común. No obstante, construir capital político temporal—y alargar los tiempos de la política— es posible. De hecho, las deman-das sociales de y por nuevos mapas cognitivos y horizontes culturales, asícomo por regulación pública (retorno de una cierta forma de estatalidad),plantean desafíos, pero también proporcionan virtualmente recursos paraliderazgos creativos.

De modo tal que, si la coordinación es un requerimiento central desociedades policéntricas, los rendimientos de los liderazgos son indispen-sables en esa coordinación. Ésta falla porque las percepciones y los diag-nósticos con que los liderazgos operan no dan cuenta de las novedades,tanto en lo que se refiere a los de la política convencional y del Estado,como a los culturales (intelectuales públicos) y civiles de todo tipo. En elcaso de las papeleras, y es éste apenas un ejemplo, la brecha informativasobre el proceso tecnológico del sector productivo fue descomunal y sellenó de materiales que incrementaron el grado de conflictividad y leimprimieron al proceso una trayectoria destructiva.

Asumiendo el policentrismo societal, y la coordinación como una res-puesta insoslayable a la nueva relación entre sociedad, cultura y política,el horizonte normativo de la democracia deliberativa aparece como dese-able. La conveniencia de sistemas de interlocución en sintonía con esteideal democrático parece indiscutible. La observación del conflicto de laspapeleras nos muestra las dos facetas, la promesa y las dificultades. Las difi-cultades se desprenden de gran parte de lo ya señalado: se corroboran enél rasgos fuertes de la paradoja de la política contemporánea regional. Lapromesa proviene de que el caso pone claramente de manifiesto, a nues-tro entender, la existencia de grados de libertad para un ejercicio de lide-razgos a la altura de requerimientos más afines a un ideal democrático deli-berativo.

Pero si los movimientos tienen varias caras, contradicciones, tenden-cias al fundamentalismo, destrucción de la acción colectiva, etc., entoncesla tarea de coordinación debería ser —como ejercicio de liderazgo— emi-nentemente preventiva. Porque una vez que no se previenen posibles tra-yectorias, las dificultades aumentan, si bien no se trata forzosa e invaria-blemente de senderos del tipo path dependence. No se trata sólo de que valemás prevenir que curar, sino de que la diversificación de demandas y acto-

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como redujeron manifiestamente el problema amplísimo y muy pertinentede los vínculos entre lo ambiental y lo productivo, en la región y en el sec-tor, al desplazamiento de Botnia (con lo que pusieron una lápida a losreducidos sectores entrerrianos que se resistían a que todo quedara bajola etiqueta de “No en mi patio trasero”).1

Como surge de los distintos apartados de este capítulo, los materialesque, combinados, podían conducir a un resultado explosivo estaban pre-sentes en la cuestión antes de que ésta comenzara a configurarse. No obs-tante, creemos no exagerar al afirmar que, si efectivamente se combina-ron —arrojando por resultado el actual desastre—, fue esta ausencia deliderazgo de coordinación política lo que permitió que se reunieran delmodo en que lo hicieron. Contrafácticamente, no obstante, podemos sos-tener que ese ejercicio de liderazgo deliberativo era perfectamente posi-ble, y no sólo una cartilla de buenas intenciones.

La reconfiguración de la escena política que logró el asambleísmo deGualeguaychú fue muy importante. El saldo presenta agudos contrastes.Por un lado, está el aspecto de la gestión política de la cuestión percibidapor el asambleísmo como una amenaza, y en esto la reconfiguración fuefundamental. Como hemos observado en trabajos anteriores (Palermo,2006b y 2007b), la constitución de la Asamblea Ciudadana Ambiental deGualeguaychú y su irrupción pública transforma el contexto de gestión,de uno encapsulado y tecnocrático a otro participativo y politizado. ParaDelamata (2007), no se puede pensar a Gualeguaychú sino en el conjun-to variado de reclamos poblanos que, en protesta contra la contaminación,exigen participar en las decisiones que los afectan.

Si es así, e independientemente de los contenidos del reclamo, un lega-do de este movimiento no estaría centrado en el tema ambiental sino en lapolítica republicana. Tanto en la escena pública presente como en la futu-ra, ha dejado la marca profunda de una advertencia sobre la posesión de underecho y la disposición a ejercerlo, en un numeroso conjunto de proble-máticas a lo largo y a lo ancho del país, de modo que actores como el Esta-

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do, las empresas y los políticos podrían ser penalizados si no incorporaraneste dato a la hora de formular sus agendas. Los graves problemas de repre-sentación que este caso ha planteado —en parte debido a su peculiaridad,pero mal podría considerarse una rara avis— no han sido aún suficiente-mente estudiados, y aspiramos aquí a realizar un aporte para su análisis.

Tenemos, asimismo, la aparición de un nuevo sujeto colectivo que,aunque su continuidad como movimiento asambleario sea incierta, ofre-ce motivos para presumir que ha dejado un legado en términos de formasde acción y de nuevos actores en la escena nacional y regional. Sus pro-yecciones en red son, por ahora, indefinidas y sería peligroso intentar pre-dicciones. Por último, existe un legado político vinculado a las opcionesde desarrollo, que es difícil de sopesar: hay una agenda ambiental dife-rente, pero los impactos de las orientaciones y la trayectoria del movi-miento, sobre los actores y los grupos sociales, son sumamente ambiguos.

2. La formación de percepciones y orientaciones

En un esfuerzo por demostrar que “la lucha está tan viva como siem-pre”, la asamblea vecinal de Colón anunció, el 10 de enero de 2008, sudecisión de cortar por tiempo indeterminado el paso por el puente Gene-ral Artigas. Silvia Echevarría, vocera de los asambleístas, sostuvo que lamedida ponía de manifiesto, “con mayor fuerza, la oposición no sólo a Bot-nia sino, además, al proyecto productivo de Uruguay, basado en la insta-lación de pasteras e industrias químicas” (la decisión no se sostuvo másque por pocos días, debido a la presión de otros vecinos de Colón, sobretodo comerciantes). Se trata de un ejemplo entre miles que resultarían úti-les para ilustrar los principales rasgos de la situación en que se encuentrainmerso el vecinalismo entrerriano con epicentro en Gualeguaychú. Tam-bién en la ciudad más próxima a Fray Bentos y la pastera Botnia, parte delos asambleístas procura inscribir su lucha contra las “papeleras” en unaproblemática ambiental más amplia. Llevan a cabo este esfuerzo postu-lando una polarización irreductible entre lo productivo y lo ambiental. Ya la hora de definir al adversario, el foco conduce a una identificaciónexplícitamente nacional: de Uruguay es aquel proyecto productivo. Pocassemanas antes, asambleístas de la ACAG habían explicado su elección delbalneario fraybentino de Las Cañas para realizar una protesta colectivaporque “solíamos pasar allí el día cuando Uruguay no contaminaba elmedioambiente” (Gustavo Rivoillier, 21 de noviembre de 2007).

Aunque los vecinos autoconvocados son —comprensiblemente—indulgentes consigo mismos en su retórica —no dejan de afirmar, con toda

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1 De hecho, tanto fue así para el gobierno argentino, que anunció alborozadamente,junto a los directivos de Ence, el desplazamiento del proyecto de esta empresa española apesar de estar en la misma región, presentar idénticos estándares ambientales comprome-tidos y tener Ence una reputación y unos antecedentes muy inferiores a los de Botnia. LaAsamblea Ciudadana Ambiental de Gualeguaychú (ACAG) no criticó este comportamien-to, y si creció luego la tensión con el gobierno nacional fue estrictamente por sospechar queéste “aflojaba” su presión sobre Uruguay para desplazar a Botnia. Si se trataba, como habíadicho Kirchner, de una causa nacional, todo debía organizarse en función de ese objetivo.Así, exigieron una ley de la madera contra Uruguay y el cierre de la frontera, entre otrasmedidas que, si no se tomaban, era porque el gobierno no cumplía su promesa de hacer dela causa de Gualeguaychú una “causa nacional”.

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ciadas. Aunque en el haber de la ACAG se cuenten algunos resultados posi-tivos —difusos o puntuales—, el saldo global del conflicto en el que estáinmersa por ahora es negativo.

Los vecinos en asamblea de la provincia de Entre Ríos están lejos deser los principales responsables o causantes del actual estado de cosas—incluidas las características que adquirió su movimiento—. Con el pro-pósito de identificarlas y dar cuenta de los rasgos básicos del problema, asícomo de precisar cómo y por qué se configuraron estos rasgos, para extra-er algún provecho de esta experiencia, haremos foco durante nuestro aná-lisis en los testimonios de distintos protagonistas que hemos entrevistado.3

Una hipótesis orientadora de este trabajo es que factores y dimensionesculturales de los actores involucrados, así como del entorno social y polí-tico en el que se desenvolvieron, han sido y son de crucial importancia enla configuración del movimiento y la evolución del conflicto.

Hay tres rasgos básicos de la cuestión cuya presencia sería un error con-siderar inexorable o naturalizarlos. Precisan ser identificados y explicados:el hecho de que se trató de un conflicto en lugar de un mero diferendo,la virulencia y radicalidad de las oposiciones, y su índole internacional. Elproblema podría haberse caracterizado por una tesitura más pragmáticapor parte de algunos de los principales actores; el eje de adversatividadpodría haber sido transnacional o transversal en relación con los Estadosnacionales involucrados, y, en lugar de tratarse de un conflicto denso y conencarnaduras sociales y culturales, se podría haber tratado de un diferen-do internacional administrado diplomáticamente. Es importante señalarque, en los primordios del conflicto, estaba presente la posibilidad de quelas líneas de oposición fueran transversales, regionales y globales, en lugarde internacionalizarse, y de que los términos del debate fuesen a la vez másabarcadores y menos radicalizados. Hay evidencia al respecto. Algunos sec-tores que podríamos denominar ambientalistas locales, antes de la consti-tución de la asamblea, alentaban una visión más amplia de la cuestión, undebate entre modelos de desarrollo que podían ser incompatibles o decompleja compatibilización:

“[...] siete u ocho plantas pasteras en la región van a contramano de nuestratransición al ecoturismo y hacen inviable nuestro modelo de desarrollo”.(Entrevistado 19)

sinceridad, estar contra los gobiernos y no contra los pueblos—, su dis-curso está cribado de expresiones que refuerzan la polarización interna-cional.2 Y la contaminación justifica tanto una jornada de protesta en LasCañas como una campaña (“No veranee en Uruguay. Uruguay contami-na”) contra el turismo argentino que, desde siempre, se traslada a las pla-yas orientales.

La identificación de un adversario confiere, a su vez, un sentido espe-cífico a los recursos de acción; en este caso, el vecinalismo entrerrianoexpandió el alcance y el efecto potencial de las medidas de fuerza agre-gando un segundo corte por tiempo indeterminado al preexistente en elpuente General San Martín. Técnicamente, sólo un paso fronterizo terres-tre quedaba libre entre la Argentina y Uruguay. Mientras el gobiernoargentino daba a conocer su disgusto, a la espera de un incierto fallo dela Corte Internacional de Justicia, algunos sectores domésticos agregaron,por primera vez, sus voces críticas a las de aquellos que ya se habían pro-nunciado al respecto. Es el caso del sindicalismo del papel.

Pretender que un movimiento social local responda adecuadamente,en arreglo a un interés colectivo más amplio, a los desafíos de los merca-dos globalizados, en conjunción con las necesidades de las poblacioneslocales, es un absurdo, sea política o analíticamente. Por ello, resulta desa-tinado tanto demonizar estos movimientos como atribuirles un valorintrínseco y connatural. En el mejor de los casos han de constituir, por unlado, un terrible dolor de cabeza para quienes, desde ámbitos políticos y/osociales más abarcadores, aspiren a responder de modo adecuado a losdilemas y desafíos planteados por esa conjunción de procesos globales ylocales. Y, por otro lado, componen un valioso punto de apoyo para apa-lancar —gracias a sus propios aportes— orientaciones y cursos de acciónen los que se concrete esa respuesta.

En el caso que nos ocupa, la ACAG y las asambleas colaterales han sido,en efecto, un terrible dolor de cabeza, pero otros actores —ONG comoGreenpeace, organizaciones políticas, instancias representativas provin-ciales y nacionales— ciertamente no acertaron, y ni siquiera aspiraron, adar las mejores respuestas posibles a esa conjunción de exigentes desa-fíos. Entre tanto, algunas iniciativas, orientaciones y acciones de la ACAGy otras asambleas, que sí podrían haber sido insumos útiles para un cursode acción abarcativo y sostenible, hasta el momento han sido desperdi-

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3 Las entrevistas fueron realizadas en tres momentos diferentes: a principios de 2006,en el verano 2006-2007, y a mediados de 2007. Sobre las condiciones profesionales de losentrevistados, véase el Anexo.

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2 En textos y declaraciones a la prensa: “república bananera”, “presidente rehén de laoposición”, “de las transnacionales”, “traidor al pueblo argentino”, “hacen todo por 300empleos”, “los uruguayos están engañados por su gobierno”, “nuestros hermanos urugua-yos están muy manipulados”, “imperialismo finlandés”, son expresiones muy habituales.

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de este componente parecen ser dos: por un lado, las magnitudes delemprendimiento, percibidas como abrumadoras, y, por otro, las predic-ciones de impacto que, en arreglo a criterios técnicos así como legales con-fiables, podrían calificarse de falsas, con todas las precauciones que cabeal empleo de este término. Esto surge con claridad de los testimonios reco-gidos, así como de las entrevistas realizadas:

“Todo surge a raíz de la radicación de estas grandes plantas, megaproyec-tos… Botnia es la planta más grande del mundo. No hay precedentes de estamagnitud. Con la empresa Ence, estamos hablando de 1.700.000 toneladasal año, casi 5 millones de toneladas de madera… En 2004 estuve en Finlan-dia y en España. En Finlandia, por ejemplo, no han solucionado todavía elproblema de los olores que estas plantas emiten permanentemente. Es unaforma de contaminación atmosférica, porque los olores ya no son sólo desa-gradables, sino que representan problemas respiratorios severos, cefaleas,pérdida del apetito, irritaciones, vómitos. Aparte de que afectan directa-mente la producción, y toda el área productiva a través de la acidificacióndel agua de lluvia. Al caer, esa lluvia ácida actúa directamente sobre los cul-tivos, sobre los pastizales, sobre las carnes, los lácteos, los cereales, y depre-cia la zona, con lo cual Entre Ríos va a quedar contaminada por las áreas decelulosa; se va a limitar la exportación, con lo cual baja el valor del produc-to o directamente no se vende. Y eso sucede en una gran extensión, de hastaalrededor de 50 o 100 kilómetros, de lo que sería la zona de impacto direc-to. También afecta al turismo. […] Van a tomar alrededor de 80.000 litrosde agua por día y los van a devolver al río. Obviamente, con distinta tempe-ratura, mucho más caliente, porque el líquido prácticamente está hirviendodentro de la zona de trabajo de la planta. Estas plantas van a dar dos cifrasmuy importantes: 300 toneladas por año de nitrógeno al agua y 30 tonela-das por año de fósforo. Esto va a producir una gran acidificación del agua,y el fósforo, como el nitrógeno, combinados, van a matar todas la especiesacuáticas”. (Entrevistado 1)

“La Comunidad Europea no recibe miel producida a menos de 100 kilóme-tros a la redonda de las papeleras… Nos preocupa qué va a pasar con la pro-ducción agropecuaria, con la lechería, con todo lo que se siembra acá. No seva a poder exportar. El daño económico será terrible, además del sanitario.”(Entrevistado 2)

“Llevan a cabo un proceso llamado Kraft, que usa dióxido de cloro, y que estácomprobado que es altamente perjudicial, tanto para el agua como para elsuelo y el aire. Lo vi cuando fui a Pontevedra [España], cuando empezó este

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Esto requería tomar conocimiento de los proyectos y participar de lasdecisiones gubernamentales que podrían afectarlos:

“Nosotros veíamos que el Mercosur no tenía normas de gestión de cuenca, yése era un problema de fondo. Se trataba, para nosotros, de construir un con-cepto de soberanía de cuenca, no de soberanía de la Argentina o de Uruguay.Actuábamos como una red de organizaciones sociales y ambientales, de EntreRíos y Uruguay… había que discutir la forma en que podíamos llevar a cabouna transición, democrática, a la sustentabilidad ambiental. Nuestra posiciónno era la de ‘no en mi patio trasero’… La postura de que ‘a nosotros nos pre-ocupa nuestro lugar, si la instalan en otro lado ése no es nuestro problema’nació con [el sector de asambleístas denominado] Arroyo Verde. Nosotrosqueríamos acceder a información socioambiental relevante, y queríamos ir aLa Haya, porque sabíamos que el gobierno uruguayo no estaba cumpliendoel tratado, pero había que seguir negociando y darle recursos a Uruguay paracontener el tratado de protección recíproca de inversiones con Finlandia.Queríamos utilizar las herramientas de la democracia, el diálogo con las auto-ridades, y focalizábamos en ese momento en Ence. Pero, internamente, habíaun profundo debate ideológico sobre el modelo de desarrollo, la escala, la ges-tión, la democracia. No había trascendido a lo público. La red planteaba que siEnce era autorizada sin cumplir los procedimientos del Estatuto del río Uru-guay, y no había diálogo, había que ir a La Haya”. (Entrevistado 19)

Pero no fue ésa la trayectoria ni el rumbo del debate público que regis-tra el caso. Había intereses más o menos evidentes en Fray Bentos (traba-jo) y en Gualeguaychú (medioambiente) que tendieron a ser percibidoscomo perfectamente contrapuestos por estar localizados muy próximospero en orillas opuestas de un río y, lo que es peor, de un límite interna-cional. En un juego de suma cero, la distribución de costos y beneficios sepresentaba tan nítidamente delimitable como el río, y sobre esta base sepotenció el mecanismo de la disonancia cognitiva: ausentes los beneficios,la comunidad de Gualeguaychú fue rápida e intensamente impulsada apercibir los costos como insoportables, en tanto que en Fray Bentos ten-dió a estimarse de antemano que cualquier impacto ambiental sería fácil-mente mitigable.

Esta explicación, si bien podría constituir un buen comienzo, a la luzde los acontecimientos satisface muy poco. En principio, porque no con-sigue dar cuenta de los tres rasgos anteriormente indicados. Quizás unpaso adelante sea la constatación de la presencia de un componente catas-trofista en la percepción del problema, componente que afectó en formadecisiva a la comunidad de Gualeguaychú. Los insumos en la elaboración

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conflicto en 2003… La Comunidad Económica Europea ya prohibía, en 2007,este tipo de actividad.” (Entrevistado 3)

“Son millones de litros por día, agua que está en el proceso y vuelve conta-minada al río… Traen cloro gaseoso para transformarlo en dióxido de cloro.Ahí hay otra bomba de tiempo, porque es muy peligroso. Una sola referencia:el representante argentino en la Comisión Binacional sobre la industria de lacelulosa le dijo al embajador Estrada Oyuela que, por el nivel de producciónde esta planta, incluso en el caso de que usaran una sola gota de cloro, seríacontaminante. Porque hay otros productos químicos que entran en el famo-so licor negro, que, si se les llegaran a escapar, podrían ocasionar un desas-tre.” (Entrevistado 4)

“Cuando empiece la quiebra de los avicultores, los apicultores, la industrialechera… cuando empiecen a quebrar los comedores, los hoteles, y el comer-cio se vea afectado en un volumen apreciable, cuando las propiedades se des-valoricen, entonces, no sé cómo va a reaccionar la sociedad. Esto es muy peli-groso.” (Entrevistado 2)

“Vamos a perder todo, y ni hablar de las enfermedades, para nuestros des-cendientes, por generaciones… Y el agua… El monocultivo de eucaliptos pro-voca sequías… Van a terminar con el Acuífero Guaraní, porque vienenmuchas más empresas detrás.” (Entrevistado 5)

Si este componente catastrofista prosperó, ello se explica en parte debi-do a las interacciones que tuvieron lugar en los orígenes del movimientoasambleario. La evidencia recogida indica que algunas organizacionesambientalistas desempeñaron un papel central al proporcionar estas con-sideraciones. Tanto en Montevideo como en el Departamento de RíoNegro, estas organizaciones habían trabajado durante años en el cuestio-namiento más terminante de la política forestal uruguaya, sobre la base deun diagnóstico tremendista de sus impactos. Sin embargo, hacia 2003, elnuevo sector productivo maduraba y las consecuencias predichas no severificaban. Luego el anuncio de los emprendimientos en Fray Bentos lesdio nuevo impulso y, si bien casi no encontraron eco en Uruguay, fuerona buscarlo del otro lado del río con mucho éxito, y salieron del impasse. Talcomo puede recogerse en una entrevista, el origen del movimiento dis-pone de una verdad revelada: “Fue Delia la que nos abrió los ojos”.4

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Asimismo, estas organizaciones ambientalistas contribuyeron con unapizca de ideología al proceso de constitución del adversario, que hizo deéste la personificación del mal absoluto, constituido por una red de acto-res, de la cual las empresas son el nudo más visible:

“Se localizan allí porque hay un plan del Banco Mundial de hace muchos añosque indujo a Uruguay a la forestación de eucaliptos. El tipo de produccióncon monocultivo tenía que trasladarse a países periféricos, porque en Euro-pa estaba prohibida. […] Un laboratorio que analice dioxinas cuesta más deun millón de dólares. Si se lo compara con la inversión que van a hacer estasempresas, de 1.800 millones de dólares, no es nada. Pero ellos no tienen inten-ción de controlar la contaminación que producen, porque lo que pretendenes la mayor rentabilidad posible”. (Entrevistado 1)

“Estar en juicio en La Haya no nos lleva a ningún lado. Es casi imposible queLa Haya defienda nuestros intereses en lugar de defender los de esas grandescorporaciones.” (Entrevistado 5)

“Es inédito para la Argentina, no que haya explotación de recursos naturalespor compañías extranjeras (siempre, en toda nuestra historia, hubo saqueos),sino el tamaño de dos empresas juntas…” (Entrevistado 6)

“Las multinacionales tienen un plan, no sé si escrito o no, pero es igualito…Esa empresa en la montaña es lo mismo que Botnia, o lo que está sucediendocon Repsol en el sur.” (Entrevistado 7)

“Aun cuando sea una causa perdida, pensar graciosamente que Botnia vaa respetar la ecología de la zona es, cuando menos, ingenuo. No lo hahecho nunca en ningún lugar del mundo, ¿por qué pensar que lo va ahacer aquí?, ¿porque somos argentinos? […] Arrasan con la ganadería y laagricultura de la región para plantar más pinos y abastecerse de materiaprima. El que acepta esto sustenta una vieja posición, aquella que dice que,mientras entre guita, hay que darle para adelante… Como si el comercio,el lucro, estuviera por encima de cualquier interés, regional, zonal o veci-nal. Insisto: creo que es una lucha ya perdida, pero hemos perdido tantasque una más no nos va a hacer mella. Es necesario, aun sabiendo quevamos a ser derrotados, que mostremos que estos emprendimientos, comolas minas a cielo abierto de Catamarca, Bariloche o La Rioja, no son via-bles porque, a la larga, degradan el medioambiente. Recuerdo cómo empe-zaba la película ‘Quebracho’… mostrando una reunión de junta de ingle-ses que hablaban de las bondades de La Forestal, de cuántas escuelas,

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4 De una de las entrevistas realizadas por François Graña (que no hemos utilizado eneste trabajo), a quien le debemos ese aporte.

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ten, y finlandesas en Uruguay que sí existen. Con lo cual, en esa forma de con-traprestación, ellos se comprometen a ser una suerte de gendarme por cua-renta años en las plantas de Uruguay. Es una situación muy similar a la que sevivió en La Forestal a fines del siglo XIX y comienzos del XX en la Argentina,con la explotación del chaco santafesino. Es decir, se plantean territorios autó-nomos, tienen cincuenta años de exención impositiva, no les cobran impues-tos, y todo esto sin ningún beneficio para el país. Se las llama ‘zona de librecomercio’.” (Entrevistado 1)

“Los factores de enorme riesgo quedan superados por un veneno mayor: elacuerdo de inversiones firmado y aprobado por los Estados de Uruguay yFinlandia. Esto sienta un precedente de renuncia a la soberanía que está enla base del modelo de saqueo y contaminación social y ambiental que seintenta imponer a través de los tratados multilaterales o bilaterales.” (Entre-vistado 10)

“Tenemos el temor de que se vuelva a cumplir el papel de Estado tapón. Losconflictos son artificiales. Las transnacionales los crean.” (Entrevistado 30)

La sociedad uruguaya consiente en razón de una mixtura de penuriay falta de conciencia:

“Hay mucho dinero de por medio. Las empresas han desparramado dinero,han regalado juguetes y hasta heladeras… Ellos han preparado a la sociedaduruguaya, que tiene serios problemas económicos, mucho mayores que losnuestros. Ya hace casi cuarenta años que la población uruguaya viene en deca-dencia. […] No hay que olvidar que Uruguay fue uno de los tres paraísos fis-cales del mundo. Entonces, esta sociedad tiene necesidades más que urgen-tes, por tal motivo acepta este tipo de ofertas. Recién ahora están tomandoconciencia, no sólo en Fray Bentos, sino también en Mercedes y en otras ciu-dades, de lo mucho que pueden contaminar”. (Entrevistado 2)

“En Uruguay la crisis socioeconómica es muy grande, y la gente piensa queesto va a ser la gran salvación. Hay una inversión de 1.800 millones de dóla-res, casi el 5% del PBI, que va a constituir una gran fuente de trabajo, pero vaa ser una realidad muy terrible. Va a haber casi 4.000 puestos de trabajo duran-te la construcción de las plantas, pero después, ¿qué va a hacer toda esa gente?Porque quedarán sólo 300 trabajando… Por otro lado, de la inversión inicial,la ganancia para Europa será del 80 u 85%, pero la uruguaya será mínima.”(Entrevistado 1)

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cuántos puestos de trabajo, cuánta mano de obra crearían. Andá a ver loque quedó: un desierto inhabitable de casi 4.000.000 de hectáreas defo-restadas.” (Entrevistado 8)

“Nuestro lema principal es ‘No a las papeleras’. Acá siempre nos dicen: ‘¿Porqué papeleras si son pasteras?’. Pero ya está instalado, nos identifica. Aunqueacá papel no hacen, y sólo fabrican la pasta de celulosa. Hacen la mugre y alládesarrollan lo que llaman la industria limpia.” (Entrevistado 9)

Del mismo modo que un Estado funciona como comité ejecutivo dela burguesía nacional, organizaciones internacionales como el BancoMundial son concebidas como supraestados al servicio de las empresastransnacionales, que planifican a largo plazo el desplazamiento de lí-neas productivas, que en la práctica significan saqueo, destrucción delmedioambiente y deterioro del tejido social. En cuanto a las empresas, sudisposición a contaminar (la ecuación: mayor contaminación => mayorrentabilidad) no es objeto de desconfianza, es artículo de fe. No hay unproblema de carga de la prueba en su contra, ya que son culpables ex ante,por el solo hecho de serlo.

“En Europa no pueden soportar las consecuencias contaminantes. Mandandinero para restaurar el Norte. Financian ONG para evadir impuestos y con-trolar lo que pasa en el Sur. Los medios de comunicación meten todo en elimaginario, financiados por las empresas… Fuimos conquistados con espeji-tos de colores, pero hubo otra lucha. Antes tuvimos desaparecidos y ahoranos esconden los temas importantes. ¿Podemos confiar en los pelucones deLa Haya? Las transnacionales vienen a hacer dinero, a depredar e irse.”(Entrevistado 30)

Este registro, fácil de encontrar en la cartilla de organizacionesambientalistas como Guayubirá, es replicado en las percepciones de losasambleístas entrerrianos, para quienes las sociedades, los Estados y losgobiernos de la región son meros receptores pasivos de estas iniciativasglobales destructivas.

“Uruguay piensa implantar un país pastero, un país de producción de pasta,no de valor agregado a la producción forestal. Los procesos industriales quese aplican en estas plantas van a estar prohibidos en el futuro. Si tuvieran querealizar grandes inversiones a nivel ambiental, se achicaría la rentabilidad.Cosa que no ocurrirá en Uruguay […], que firmó un convenio con Finlandiapara una especie de contraprestación de inversiones en ese país que no exis-

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“Durante la campaña, el Frente Amplio se oponía a las plantas y se opuso alTratado de Inversiones Recíprocas. Con lo que hace al llegar al gobierno, lapérdida de credibilidad política se trasladó a la clase política uruguaya.”(Entrevistado 19)

“Hay grupos [de uruguayos que participan de las protestas], pero son muyreducidos (antes eran más) y reciben mucha presión del gobierno. Haygente que está amenazada, incluso hasta de muerte. Había grupos que veníandesde Fray Bentos, participaban de los cortes, cantaban con nosotros, traíanbanderas. Una noche, cuando volvían, una de las señoras recibió un balazo.Después de esto, se asustaron mucho. Y si bien siguen con la lucha, ya no eslo mismo, porque hay mucho miedo. Y la gente que no está con miedo, estácomprada. Botnia entregó 10.000 dólares a cada concejal. Están compra-dos.” (Entrevistado 9)

Como la sombra al cuerpo, se sigue de todo ello que los Estados de lospaíses receptores cuentan con organismos suficientemente débiles y pre-carios como para que las empresas lucren y contaminen a sus anchas.

“Si van a Uruguay es por la flaccidez del control. La Dirección Nacional deMedio Ambiente tuvo que contratar gente porque no tenía capacidad técni-ca ni operativa para controlar estas grandes plantas.” (Entrevistado 1)

“La posición uruguaya es lamentable por el nivel de gente que ha llevado aesta comisión.” (Entrevistado 4)

“Los finlandeses trajeron expertos a la Argentina. Les dijimos: ‘Excelente,¿cuántas personas tienen ustedes para monitorear en su país?’. ‘Dos mil ins-pectores.’ ‘Ah, y ¿cuántas tiene Uruguay?’ ‘Todavía ninguna.’ Tiene tanpoca gente capacitada que el año pasado llamó a licitación para 36 pues-tos, para fortalecer la Dirección Nacional de Medio Ambiente (DINAMA)con distintas funciones de evaluación del impacto ambiental, y no consi-guieron a nadie con la capacidad necesaria, no pudieron llenar ningunode los puestos. La capacidad de la autoridad ambiental uruguaya es mala,las evaluaciones que hicieron son flojas, no percibieron que eran flojos lospapeles, y cuando lo percibieron, lo autorizaron igual… La respuesta eraque confiaban en las empresas, y [nosotros] teníamos que confiar también.”(Entrevistado 11)

“La DINAMA tiene poco presupuesto y poco personal.” (Entrevistado 30)

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“Otra cuestión grave, que los uruguayos pobres tampoco ven, es que la legis-lación que se aplica en la zona franca es la de los propios países que se insta-lan. Los trabajadores no van a tener ni la seguridad que les podría dar la legis-lación uruguaya, ni la estabilidad de empleo, indemnización, cobertura desalud y demás. Lo que quiera Finlandia lo va a hacer, lo que quiera España lova a hacer.” (Entrevistado 4)

“Nosotros sabemos que el pueblo uruguayo no tiene demasiada concienciasobre el tema. Yo pienso que aunque sostengan que no va a contaminar,deberían darse cuenta de que eso es imposible.” (Entrevistado 9)

“Los uruguayos, en definitiva, son tan víctimas como nosotros. No tienen laculpa, lo que les ha pasado es que ahora tienen problemas que antes no tenían,como por ejemplo la llegada de gente con otra forma de vida, distintas cos-tumbres, otro idioma. Han tenido muchos problemas con la convivencia dia-ria. Si se anuncia que va a haber un baile, primero es en español y después enfinlandés.” (Entrevistado 7)

Es así como gobiernos como el uruguayo pueden actuar en el vacíosocial producido por la desesperación y la falta de conciencia, movidos porintereses de corto plazo e incapaces de establecer un cálculo racional decostos y beneficios para sus países. De blancos y colorados ni hablar, perotambién los frenteamplistas traicionan sus banderas, manipulan al puebloy aplastan a las disidencias.

“Un país con una tendencia supuestamente de centro-izquierda, o socia-lista como esta gente del Frente Amplio, hizo todo al revés… Tabaré fun-damentalmente estuvo en contra cuando ellos estaban como diputadosdurante el gobierno de Batlle [Partido Colorado]. Después se escudaronen el tema de que era una herencia, pero no es ninguna herencia. Tabaré,ya electo, fue el que terminó de darle el broche de oro al permiso…”(Entrevistado 1)

“El Frente Amplio opinaba en contra de las plantas. Era muy crítico. Perotodo cambió radicalmente cuando en marzo asumió Tabaré Vázquez, con-firmó los proyectos y los tomó como propios.” (Entrevistado 12)

“Teníamos la esperanza de que [cambiaría] cuando asumiera Vázquez, ideo-lógicamente afín, y tomando [en cuenta] sus palabras de campaña…” (Entre-vistado 13)

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encuentra su fondo, ya que precisamente son aquellos que tendrían queconvencer los que no son dignos de confianza. Se produce así una suertede hipertecnicismo que está en la base de la utilización generalizada de“mentiras” y “errores” por parte de los diversos actores intervinientes. Enefecto, si “convencer de” es una tarea, su cumplimiento eficaz requiereque los agentes a su cargo dispongan, de antemano, de un capital de con-fianza a poner en juego. Si ese capital está ausente, la tarea, esencialmen-te política y cultural, de fijar parámetros de lo que es aceptable o no, setorna imposible, y muchos de los involucrados caen en la ilusión de quees factible fijar una posición a partir de materiales puramente técnicos. Elproblema, desde luego, es que esos materiales no caminan solos ni secomunican por sí mismos, y requieren del sustento de agentes de con-fianza, que son siempre seres humanos u organizaciones.

“Estamos en manos de una dirigencia política desastrosa. Yo no voto más. Cadavez que he votado me han defraudado. Son todos unos delincuentes… Elgobierno no se ocupa de esta cuestión, no le da importancia, y vamos a per-der todos.” (Entrevistado 2)

“Cuando les he preguntado a los vecinalistas en quiénes confiaban, me res-pondieron que sólo confiaban en el mundo académico, y algo, mucho menos,en la Iglesia. Pero, claro, esto es un problema, porque cualquier titulado queles diga algo, lo toman…” (Entrevistado 14)

Lo que sobreviene, entonces, es una inversión, en la que la verosi-militud otorgada a un dato técnico no depende del agente de confianza(y de los fundamentos más o menos interiores a su disciplina y más omenos comprensibles que maneje) sino que el estatus de agente de con-fianza es el que depende de la “validez” (discursiva, de sentido, etc.) deldato técnico.

“Todos los estudios realizados por las empresas prometen que va a haber con-trol. Como decían los españoles, aunque te la pinten de rosa, no a la celulo-sa. Nosotros tenemos la certeza de que va a haber contaminación por variosmotivos, y no hace falta ser investigador para eso. […] Esas empresas argu-mentan, sin ningún tipo de sustento científico, que no va a haber. Y se mane-jan con un gran marketing. El ingeniero forestal Carlos Faroppa trabaja en laUniversidad de la República, tiene puesta la camiseta de Botnia y sale a des-mentir todas las cosas que nosotros planteamos. Pero lo hace sin ningún tipode respaldo teórico, sin ningún fundamento.” (Entrevistado 1)

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Uruguay se comportó de mala fe en relación con los argentinos. Losfrenteamplistas los defraudaron y no pagaron una deuda de gratitud conellos. El conflicto ilustra no sólo la debilidad de los Estados periféricosfrente a los centrales y el capitalismo globalizado, sino también, específi-camente, la artificialidad de la nación uruguaya:

“La diferencia por la cual ganó Tabaré Vázquez es por la cantidad de uru-guayos que cruzaron desde la Argentina a votar. Durante la crisis, vinieron ala Argentina, y muchos se quedaron en Gualeguaychú. Actualmente trabajan,tienen comercios, empresas”. (Entrevistado 2)

“Este conflicto puso también en evidencia la verdadera naturaleza de la ins-titución de los Estados naciones en general, y actualizó especialmente la his-tórica artificialidad de la segregación estatal de la Banda Oriental, que divi-de un mismo pueblo y un mismo territorio y ecosistema uruguayo y platenseen dos Estados nacionales ‘independientes’. Hoy vuelve a hacerse clara ypatente la ‘invención’ de la República Oriental del Uruguay por parte de lospoderes e intereses extranjeros y sus agentes coloniales nativos, llámenseRivadavia o Jorge Batlle… ¿Qué soberanía real representan estos Estados?¿La soberanía de quién, la de los pueblos en sus cuencas y territorios ances-trales, o la de los capitales transnacionales en busca de su mejor ganancia?¿Qué habría dicho y hecho nuestro Artigas ante la actual situación?” (Entre-vistado 10)

La conjunción de las orientaciones del activismo ambiental y las pre-ocupaciones y temores vecinales elabora las percepciones en términos de“sociedad de riesgo” (Beck), en que la tecnología es asociada a efectos yconsecuencias forzosamente negativas. Como se recoge del testimonio deun activista ambiental:

“Son los intereses que impulsan tales emprendimientos y las instituciones quetienen que controlarlos los que corren con la responsabilidad y la tarea de des-montar y revertir ese juicio, o aun, prejuicio, por parte de la sociedad. La cargade la prueba está invertida: son las empresas y los gobiernos los que deben nosólo demostrar, sino convencer a toda, o a la mayoría, de la sociedad y los acto-res afectados, objetiva y subjetivamente, de la inocuidad y de las ventajas detales emprendimientos, y ofrecer garantías convincentes a la población”.(Entrevistado 10)

Pero el círculo se cierra porque la desconfianza frente a los agenteseconómicos y los efectos eventuales de los desarrollos productivos no

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junto al turismo, al departamento de Saneamiento Ambiental, se logró el pro-yecto ‘Basura cero’, se hizo la planta de tratamiento de agua potable, el tra-tamiento de flujos cloacales, cloacas para el ciento por ciento de la población.Además, se está haciendo un tratamiento de reciclado de papel y otro parasaneamiento del río.” (Entrevistado 3)

“La preocupación ambiental es anterior a este problema. Se hacía reciclado,tratamiento de aceites, había piraguas de escolares que limpiaban el río y losdomingos se exponía en la costanera lo que se sacaba. En 1987 creamos laSecretaría de Cultura, Deporte y Turismo y se constituyó la Comisión de MedioAmbiente gracias a la acción de un grupo de vecinos, ‘Los amigos del río’.”(Entrevistado 15)

“Las Piedras está declarada área protegida por la municipalidad. En sumomento hubo quienes quisieron hacer un complejo turístico, pero debidoa su gran biodiversidad se decidió que fuera reserva ecológica y se sacó el autó-dromo de la zona… Es una ciudad que decidió sanearse. Existen más de 400organizaciones destinadas a ello.” (Entrevistado 17)

“Gualeguaychú tiene una historia ambiental bastante importante. Ya en losaños 75, 76, cuando recién me recibí, empezaban aquí con los temas de la lim-pieza del río. Después se sacaron las curtiembres y las areneras, y últimamen-te se hizo la planta de tratamiento. Esta cuestión no surge porque sí, sinoporque hay una historia. Mis hijos me escuchaban hablar de cómo estabasucio el río, y lo vivían cuando iban ellos mismos. Nuestra ciudad se ha cria-do con el río… Hay muchísimos ríos y arroyos en la provincia, y eso influyómuchísimo en nuestra historia.” (Entrevistado 18)

No se trata, por tanto, exclusivamente de los intereses económicos quepodrían afectarse y las consecuencias sociales negativas aparejadas, sinoque la agresión es percibida como una amenaza propiamente identitaria.

“No es sólo un reclamo. Esto quiebra un proyecto de Gualeguaychú. Un pro-yecto en serio, y de todos.” (Entrevistado 3)

“Hay una estructura mental colectiva, acciones dispersas, y por eso esto nopasó desapercibido.” (Entrevistado 15)

“Gualeguaychú vive de la pesca, el turismo, el carnaval. En verano la ciudadse transforma, y todo eso lo vamos a perder.” (Entrevistado 16)

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Desde ese momento, cualquiera puede ser, o no, agente de confianza,ya que ello depende estrictamente de la validez contextual del dato técnico:

“Se ha dado mucho que gente que no tenía conocimiento sobre el tema salie-ra a opinar”. (Entrevistado 1)

3. La imagen que tienen de sí mismos los vecinos de Gualeguaychú

El problema que nos ocupa aparece, al principio, como una cuestiónlocal. Esto significa que su impacto recae en una comunidad que, comocualquier otra, tiene representaciones e imágenes de sí misma. En el pro-ceso de elaboración de la identidad asambleísta, estos materiales serán uncomponente importante: conferirán cohesión; legitimarán percepciones,cursos de acción y repertorios de estrategias, y harán más nítida la consti-tución de los adversarios. Las entrevistas y los testimonios recogidos per-miten ilustrar la forma en que los participantes del movimiento se valende estos componentes para definir una identidad que es asambleísta y veci-nal al mismo tiempo. Así, Gualeguaychú se presenta a sí misma, a travésde la representación de los asambleístas, como una comunidad en esen-cial armonía con el medioambiente. Dicho en otras palabras, la agresiónambiental (catastrófica) percibida no está impactando en un conjuntosocial local que podría tener la baja autoestima ambiental esperable enáreas urbanas profundamente deterioradas.

“En nuestra formación hay un fuerte condimento humano y filosófico…una concepción de que nosotros no somos dueños de la tierra. La tierra nonos pertenece; en todo caso, somos nosotros los que pertenecemos a la tie-rra, y todo lo que le hagamos nos lo estaremos haciendo a nosotros mismos.El ser humano es producto del lugar donde vive, del paisaje, de su formade pensar, de sentir, de pararse, de hablar. Tiene que ver con el cielo quemira, con el sol, con el aire que respira, con todas esas instancias. Y acá,nuestro centro principal de ese trasfondo filosófico es el río: la ciudad vivepegada a él. ¿Por qué? No lo sé… El sentimiento estuvo siempre. Mis abue-los hacían del río una parte de su vida… tomar mate, comer, bañarse contoda la familia. Es parte de nuestra historia. El río es nuestro hermano.”(Entrevistado 13)

“Gualeguaychú tiene un programa que se llama ‘Municipio sustentable’, y estéquien esté en el gobierno municipal debe continuar con él. Significa que,

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una frase muy repetida que dice: ‘Gualeguaychú es madre de sus propiasobras’, y significa que ha sido la gestora del pensamiento de grandes obrasque se han ido realizando. […] El carnaval se transforma en el carnaval delpaís porque se unen los clubes con el municipio e impulsan con mucha fuer-za un espectáculo con la jerarquía que tiene. El ciudadano común se exigepara brindar calidad, hay una media de pensamiento de superación, y unimportante desarrollo industrial si se lo compara con el resto de las ciudadesde la provincia.” (Entrevistado 17)

“Gualeguaychú siempre tuvo mucha pujanza. Su gente se caracteriza porhaber ganado todo a fuerza de laburo… […] Tuvo que luchar primero por elpuente, después por la ruta, después por el parque industrial, y eso hizo quesupiera reunirse y tuviera un sentido de pertenencia. […] En los 70, Con-cepción del Uruguay era una ciudad más importante que Gualeguaychú; teníaun puerto, reparticiones públicas… Cuando me recibí, un amigo de Con-cepción me dijo: ‘Gualeguaychú va a tener un despegue mucho más grande,porque la gente es diferente’. […] La cercanía que tenemos con Buenos Airesnos trajo a nosotros algún espíritu del porteño, que es un tipo mucho más‘metedor’, mucho más emprendedor que la gente de acá, y eso no les pasó aotros pueblos que están en el centro [de la provincia]. Nosotros tuvimos ungran aporte de gente de Buenos Aires… En la provincia nos consideran por-teños, la gente de Paraná nos considera porteños…” (Entrevistado 18)

4. La imagen que los asambleístas tienen de sí mismos

La percepción que tienen de la asamblea sus propios participanteses la de la ciudadanía gualeguaychense en deliberación y acción. Son losvecinos-ciudadanos de Gualeguaychú, en tanto tales, que se han auto-convocado:

“La Asamblea Ciudadana es un movimiento espontáneo, no político. Es el pue-blo de Gualeguaychú convocado a través de la asamblea”. (Entrevistado 4)

“Yo tengo una nietita de siete años que, si por ella fuera, también participa-ría. Ya se conoce a toda la gente de aquí, incluso el otro día me decía: ‘Abue-la, yo para mi cumpleaños lo único que hubiera querido es que no estuvieranlas papeleras’.” (Entrevistado 26)

“Cuando se volvió a decidir cortar, hicimos una asamblea extraordinaria, enlos galpones del puerto, un domingo a la hora en que va todo el mundo a dar

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“Atenta contra el proyecto explícito o tácito de la gente: desarrollarse turísti-camente, explotar los recursos naturales, pero cuidando la naturaleza.” (Entre-vistado 17)

Y esa amenaza afecta a una comunidad que se concibe consciente, acti-va y participativa, habituada a resolver sus problemas y autoconfiable, todosrasgos identitarios en la medida en que distinguen a los vecinos de Gua-leguaychú incluso del resto de los entrerrianos.

“Investigamos sobre la existencia de entidades intermedias, permanentes otemporarias, desde un club a un consorcio. Llegamos a 455 entidades. Lasociedad es muy participativa, con experiencias colectivas concretas muyfuertes, como el parque industrial, la corporación de entidades intermediasmás el municipio y el carnaval. […] Gualeguaychú tiene la máxima convo-catoria de turismo de la provincia. La comunidad logró muchas cosas. Enlas otras ciudades se acostumbraron a que el Estado, o alguien de afuera,resolviera todo. Acá, bienvenidos, pero el esfuerzo central lo tiene queponer uno. Gualeguaychú participaba poco en el presupuesto provincial,desde el año 83 hasta hoy recibió poco y nada de la provincia, y se acostum-bró a funcionar por sí sola, sin esperar mucho del gobernante de turno.”(Entrevistado 15)

“Nos sorprendemos, pero nos damos cuenta de que ya veníamos con estostemas. El carnaval es un ejemplo. Todos los clubes participan de ese espec-táculo, de un modo u otro, desde hace 30 años. Es un modelo importante,ya que fue la respuesta de un grupo de personas ante la falta de fuentes detrabajo. Hubo reuniones, discusiones, ganas de aprender y de producir cam-bios… Ha crecido mucho la cantidad de gente que participa, desde el diri-gente del club hasta los docentes y las madres. Se trata de gente emprende-dora que ha visto la riqueza de trabajar con otros, pero siempre con algunademanda específica…” (Entrevistado 7)

“[Es] una ciudad que no mira hacia el resto de la provincia, sino hacia Bue-nos Aires. Esta dualidad de no pertenecer a Buenos Aires pero tampoco ter-minar de pertenecer al resto de las ciudades de Entre Ríos, por sus caracte-rísticas, la hace diferente. Ni mejor ni peor, [pero] hay una mayor concienciaciudadana, una conciencia de la defensa de los derechos que en otras ciuda-des de la provincia no se ve. La comunidad es muy exigente con su dirigenciapolítica, y cuando tiene que unirse deja de lado los intereses sectoriales y seune. O utiliza su derecho al voto. El gualeguaychense común es muy celosode su ciudad, su ambiente, su hábitat, y un custodio permanente de ella. Hay

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“La experiencia en la asamblea es importante para cualquiera. Yo la he capi-talizado de una forma espectacular, me ha enseñado muchísimas cosas; porempezar, a no prejuzgar. He visto a tipos que no parecían muy lúcidos tenerideas excepcionales… Eso me ha hecho que piense mucho más de lo que pen-saba antes de opinar de otra persona”. (Entrevistado 18)

En segundo lugar, por ser una garantía de aquella autonomía y de quela acción no pueda ser otra que la expresión de las decisiones tomadas enla asamblea:

“Que la asamblea sea como es la hace más poderosa, porque donde hay unacabeza se sabe a quién hay que comprar para manejar al resto. En cambio,cuando no hay una cabeza, no podés comprar o convencer a una persona,sino a muchos… La asamblea empezó realmente a existir cuando estuvimossobre la ruta. Ahí, todo el mundo podía opinar, siempre manteniendo la hori-zontalidad”. (Entrevistado 16)

“Trabajamos en forma autónoma porque Gualeguaychú es horizontal, y no sepuede verticalizar ni siquiera en un foro. Si alguien tratara de voltear un platoy una botella, ¿qué caería primero? Para defendernos del poder político, deleconómico, de la gente que se nos infiltra, de los servicios de inteligencia, delos teléfonos pinchados, tenemos que ser como un plato. Una liebre corre yconsigue cosas rápido, pero nosotros somos un elefante, pisamos más fuertey no nos pueden voltear.” (Entrevistado 20)

“Siempre estuvo planteado así. Intervenía horizontalmente cualquier ciuda-dano, se cuidaba mucho de que no fuera cooptado por nadie. Las iniciativaslas podía presentar cualquiera, y la participación hizo creíble a este movi-miento.” (Entrevistado 17)

Dados los efectos catastróficos de la amenaza en curso, los asambleís-tas confieren a su acción una entidad misional, en la que las referencias ala vida y a la familia en peligro son recurrentes:

“Si no lo hacemos ahora, después va a ser tarde. Preferimos perder todo eltiempo ahora sabiendo que después vamos a estar a salvo, y no pensando enperder la vida, la de nuestros hijos, nuestros nietos…”. (Entrevistado 26)

De la intensidad de la identificación de la asamblea con la comunidadde Gualeguaychú, por un lado, y de la raíz fuertemente misional con quees percibida la respuesta frente al problema, nos habla con elocuencia el

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la vuelta al perro, con la reposera y el mate, como funcionamos nosotros.”(Entrevistado 7)

Esto no significa que los activistas ignoren que no todo ciudadano deGualeguaychú y no toda organización comunitaria otorga a la cuestiónidéntica relevancia en su percepción y en sus acciones, pero implica cla-ramente que, cuando esto no es así, se trata de una posición de dudosofundamento normativo:

“[La gente del carnaval] se va a ver afectada directamente. Pero no se han por-tado bien con nosotros, no han participado. A pesar de que se les ha pedidomucho, sólo han aceptado que vaya un grupo de la Asamblea Juvenil con unabandera al corso. Ellos siguen con su actividad normal. Un grupo de la asam-blea va a abrir el carnaval con una bandera, y les van a dar sólo diez minutospara repartir folletos. Nosotros hubiéramos esperado mucha más participa-ción por parte de ellos”. (Entrevistado 9)

Para los asambleístas, el colectivo debe mantener una distancia de la“política” entendida como el mundo de los partidos, como una de lasgarantías para sostener su autonomía:

“Hemos tratado de que ningún político tomara un micrófono o subiera a unpalco en ninguna manifestación”. (Entrevistado 4)

“Hubo una manifestación frente a Cancillería, y a nosotros nos invitaron a ir.Pero como era por una cuestión más relacionada con política, no concurri-mos. Nosotros tenemos mucho contacto con esta agrupación vía mail, peromuchos de ellos son políticos y no tenemos sus mismos intereses. Lo nuestroes por una cuestión netamente ambiental. En nuestra asamblea participanmuchos políticos, religiosos, pero todos representan al pueblo. Nada más.”(Entrevistado 9)

“En la asamblea, desde el vamos participan todos los partidos políticos.Todos conviven, pero para evitar la cooptación, siempre hay un alerta. Hayque tener en cuenta que en nuestra sociedad la política está muy desvalo-rizada. Se reclama la participación política pero por otro lado se la retrae…es un juego de ida y vuelta permanente…” (Entrevistado 17)

Por lo tanto, la forma asamblearia de deliberación es percibida positi-vamente, en primer lugar, por sus virtudes intrínsecas:

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damente el análisis sobre las oposiciones y las tensiones internas delasambleísmo.

5. Índole de las oposiciones

En un trabajo reciente (Delamata, 2007) se ha sostenido, en relacióncon la ACAG, que “parece claro que la transnacionalización económica haterminado por abrir también un espacio para la transnacionalización dela acción política”. Nuestra interpretación es contraria a esta hipótesis. Unfenómeno en sí mismo transnacional y global no fue objeto —ni por partede los asambleístas ni por parte de otros actores— de una respuesta trans-nacional y global. Esa respuesta de índole novedosa podría haber ocurri-do, pero no fue así, y ello se explica en función de las decisiones —algu-nas del tipo path dependence— de los asambleístas, los gobiernos y losactores en juego, que podrían haber empleado otro imaginario en la ela-boración del curso de acción a seguir.

Si bien éste no es el punto más relevante, nos interesa analizar la pre-sencia de Greenpeace en el conflicto porque es claramente ilustrativa,debido a la naturaleza no gubernamental de esta organización.

El asambleísmo entrerriano, desde el inicio, contempló a Greenpe-ace con cierta desconfianza, y vio en su comportamiento una actitudoportunista:

“La gente de Greenpeace, que nunca había participado de este tema y reciénahora se ha colgado para decir que está trabajando y que está haciendo algoporque quedaban afuera de un tema tan importante, ha querido hacer unaespecie de patriada ayer, y tomar la planta”. (Entrevistado 1)

Es un hecho que la organización “entró” y “salió” del conflicto segúnuna lógica propia. De acuerdo con el testimonio de una diplomática fin-landesa (Entrevistada 14), cuando ella advierte que la filial argentina dela ONG hace pública su “entrada” en el conflicto, inmediatamente secomunica con la filial de Finlandia. Extrañado, su director le habríadicho:

“Pero con las pasteras aquí no hay ningún problema… Otras partes de la cade-na productiva sí que nos preocupan, pero las pasteras no contaminan…”.

Sin embargo, quince días después, esa misma persona era uno de losactivistas de Greenpeace que se encadenaban a las instalaciones en cons-

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registro que la memoria de los entrevistados tiene sobre su primer con-tacto con la cuestión:

“Mi primera noticia la tuve a comienzos de 2003 por un chico. Me llamó elpadre para que lo escuchase”. (Entrevistado 15)

La identificación entre la comunidad y la asamblea de vecinos de Gua-leguaychú presenta la deliberación como una cara de la moneda, y la reac-ción incontenible ante la amenaza, como la otra cara. La asamblea apare-ce así percibida como el dique de contención que los propios vecinosestablecen para sí mismos:

“Pueblo pequeño, infierno grande… La asamblea no va a aflojar. Es como untorbellino que contiene la desesperación, el razonamiento, la moderación, laestrategia, todo junto. De la mezcla va a salir algo… […] Yo trato de encon-trar desde hace dos años una vía pacífica a todo esto, no quiero quedarmetomando mate en mi casa, esperando que todo estalle. La carrera contra eltiempo es hasta fines de 2007, cuando empiecen a funcionar las pasteras. Ahíla asamblea va a perder el control. Hasta ahora, controlamos por una vía pací-fica, contundente, fuerte, como son los cortes, pero de ahí a volarlas, es unpaso. Uno solo que se enloquezca y…”. (Entrevistado 20)

Creemos que lo expuesto hasta aquí permite comprender por qué larelación de la asamblea con la política y el Estado puede ser muy profun-da pero, al mismo tiempo, extremadamente limitada. Profunda en sualcance, ya que la asamblea llega a las instancias político-estatales nacio-nales e internacionales con amplia repercusión, pero extremadamentelimitada en tanto no puede negociar, y pretende que sus percepciones ydiagnósticos sean compartidos, sus demandas, acatadas y sus metodolo-gías, convalidadas.

No se trata de que la relación entre este movimiento social y la polí-tica, los partidos y el Estado sea conflictiva. Toda relación de esta natu-raleza lo es. Quizás más específica sea la presencia, en este caso, de unosfundamentos inconmovibles —esperamos haber logrado poner demanifiesto los condicionantes y las circunstancias que les fueron dandoforma— que se expresan, al cabo, y en especial desde principios de2005, pétreamente en todo tipo de acción, de modo tal que para la polí-tica y el Estado es, en principio, un tómalo o déjalo, acatar o ser un blan-co de aquellos anatemas, del mismo modo que las empresas o el gobier-no uruguayo. Estos fundamentos inconmovibles, se configuraron yconsolidaron en un proceso que puede ayudar a entender más acaba-

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trucción en Fray Bentos (la “patriada” a la que alude el Entrevistado 1).Nada asombroso, pero conviene recordar que el momento clave de la bata-lla ambientalista con la industria del papel fue a comienzos de la décadade los noventa, cuando Greenpeace junto con otras organizaciones lleva-ron a cabo una campaña internacional.5 La posición conceptual de laONG no ha variado desde entonces:

“La industria nuclear, por ejemplo, queremos erradicarla del planeta, quere-mos eliminarla. Pero la del papel es una industria con la cual tenemos queconvivir… Por eso, para la industria del papel se propone esto. Lo volvimos aexponer en el año 2001. Y ahora, en esta especial circunstancia, hemos plan-teado la necesidad, con algunos ajustes, de un plan de producción limpia,tanto para la Argentina como para Uruguay, es decir que la Argentina y Uru-guay adopten ciertos criterios comunes sobre qué exigir a la industria delpapel”. (Entrevistado 12)

Greenpeace falló en la difusión y transmisión de esa posición concep-tual, un error política y analíticamente relevante, porque desempeñó unpapel nada despreciable en la configuración del conflicto.

“El conflicto lo venimos siguiendo sin actuar directamente, desde el año2003, cuando enviamos las primeras cartas de apoyo a las ONG de EntreRíos y a la asamblea. Pero en ese momento era simplemente un acompa-ñamiento. Nosotros estábamos con otras campañas muy fuertes: en 2003, ladel acuerdo nuclear con Australia; durante 2004, el tema de los desmontesen Salta… No nos daba tiempo para pensar en una campaña activa, decidi-da. Eso continuó así hasta el 2005. En noviembre de 2005 se logran dosgrandes objetivos de campaña [acuerdo entre la provincia de Salta y Par-ques Nacionales para preservar la reserva de Pizarro, y Ley de Basura Cero,en la ciudad de Buenos Aires]. Fue allí cuando tuvimos espacio y pudimosliberar recursos económicos y humanos para pensar una estrategia. Anali-zamos dedicarnos activamente a la campaña por las papeleras, y a partir del1º de enero de 2006 iniciamos una campaña activa de Greenpeace.” (Entre-vistado 12)

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En otras palabras, por razones justificadas o no, Greenpeace estuvoprácticamente ausente en el crucial período de elaboración inicial de laspercepciones, el diagnóstico y las orientaciones del conflicto. No atempe-ró el catastrofismo del diagnóstico ni contribuyó en la inscripción públicadel problema (más allá del comprensible localismo dominante en un sec-tor mayoritario de los asambleístas) en un marco más amplio, regional ytransnacional. Luego, cuando la ONG decide entrar en acción porque

“[…] veíamos que necesitábamos urgentemente meternos, ya que el 30 deenero terminaba la Comisión Binacional”,

la premura los impulsa a sobreactuar —encadenados a las instalacio-nes en Fray Bentos— y entrar abruptamente en un conflicto cuyas líneasde oposición ya estaban trazadas, dejando de lado la cuestión del diag-nóstico (tanto de cara a los asambleístas como de cara a la opinión públi-ca) y centrándose en una acción directa “contra Botnia”, que no hizo másque otorgarles a ellos visibilidad y al conflicto, resonancia internacional.La decisión de trabajar contrarreloj los llevó, primero, al “seguidismo” y,luego, a una retirada poco gloriosa del conflicto.

Cuando Greenpeace decide “entrar” en el diferendo, la Asamblea Ciu-dadana Ambiental de Gualeguaychú ya había logrado hacía tiempo una“posición unificada” (para utilizar la expresión de un activista entrerriano[Entrevistado 19]) con el gobierno nacional, en arreglo a su propio diag-nóstico (catastrofista), a su objetivo (el rechazo a las papeleras) y a uno desus principales recursos de acción (los cortes y bloqueos). En la práctica, estaposición constituye una prolongada captura de la política nacional por partede una minoría de preferencias intensas, producto de una decisión del pro-pio gobierno nacional. La presencia de Néstor Kirchner en Gualeguaychú(sin tomar en cuenta sus rasgos nacionalistas) vino a confirmar que los asam-bleístas no estaban solos: el gobierno argentino, el pueblo los acompañaba,porque habían hecho de la causa de Gualeguaychú su propia causa. El pasoexactamente contrario a un liderazgo de coordinación deliberativa.

Parte del activismo ambientalista de Gualeguaychú, que tenía orien-taciones menos catastrofistas y, al mismo tiempo, una tesitura tendiente aconfigurar una acción más regional y transnacional, quedó rápidamentebarrida por el torbellino del asambleísmo. Así lo describe un ambientalis-ta que mantuvo posiciones críticas, por lo cual no es posible catalogarloentre los “históricos” o los participantes de Arroyo Verde:

“¿Cuándo surge el movimiento ecológico y lo apropia el pueblo de Guale-guaychú? El puente… era abrazarse con los uruguayos; en marzo hicimos ese

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5 Para que se abandonara el uso del cloro elemental en el proceso de blanqueo, que eralo que generaba una gran cantidad de contaminantes, los eólicopersistentes, los más peli-grosos efluentes que genera una planta de celulosa. La resolución de ese conflicto derivó enla adopción, por parte de la industria, de la tecnología conocida como ECF, libre de cloroelemental, que usa dióxido de cloro.

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habría derecho a tal, aun en el caso de que los efectos catastróficos se hicie-ran sentir conforme a las predicciones, si la localización fuera en un puntojurídicamente no disputable en términos interestatales. La naturalezaregional, transnacional y global de un problema ambiental choca con estaapreciación. Nótese que la inversión es clara; incluso la demanda de “ir aLa Haya”, originariamente, podría haber tenido un sentido —digamos—“artiguista”, porque habría un reclamo que debería ser procesado en unmarco de soberanía —ambiental— de cuenca. (Reclamo que no sería,desde luego, “Uruguay no puede instalar esas pasteras”, sino, más bien,que hay una parte, de un conjunto soberano compuesto por sectores y gru-pos sociales con intereses muy diversos en una gran región, la “cuenca”,que no ha sido tenida en cuenta ni consultada. Por ende, hubo una deci-sión tomada en arreglo a un procedimiento políticamente cuestionable,que debe ser revisado.) No siendo esto posible debido a la vigencia exclu-yente de la soberanía de los Estados limítrofes, y al vacío institucional delproceso de integración, podría ser apropiado que el asambleísmo (deambas orillas) exigiera al gobierno argentino iniciar un diferendo en laCorte Suprema de Justicia Internacional.

Si bien resulta difícil establecer, sobre la base de la información dis-ponible, cómo nació la iniciativa de acudir a La Haya, parece bastante pro-bable que haya surgido en la propia asamblea. De hecho, no faltó quien,desde la palestra nacional, procurara encarrilar el problema en términosrelativamente próximos a lo señalado:

“Estuve en la asamblea y expliqué claramente cuáles eran las vías jurídicas quehabía que plantear mucho antes de que el gobierno argentino se hiciera cargodel asunto. En el dictamen de minorías del caso está planteada toda la cues-tión y toda la salida. Yo no voy a declararle la guerra a Uruguay por una pape-lera. […] Lo que nosotros propiciábamos ahí era bajar el nivel de conflictoEstado a Estado a uno entre sociedad y empresas. Y ver la articulación y losmodos en que las sociedades uruguaya y argentina podían demandar a lasempresas y paralizar las obras. Nuestro camino era plantear el conflicto socie-dad-empresa, independientemente de ir a La Haya, pero acentuar ahí y man-tener por arriba la hermandad uruguayo-argentina. […] Apoyamos ir a LaHaya, pero éste no podía ser el marco de un enfrentamiento país-país, sino elmedio de resolución de un conflicto. Yo hubiera ido a La Haya dos añosantes”. (Entrevistado 25)

Sin embargo, nada de esto ocurrió, y la adversatividad percibida porlos propios asambleístas tuvo, al cabo, muy poco de “artiguista”:

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abrazo en el puente. El asambleísmo cambia abrazo por corte… Había unared binacional preexistente, pero la asamblea la liquida, y del planteo de ir aLa Haya, en 2005, se apropian primero los vecinos autoconvocados de Gua-leguaychú y luego la asamblea”. (Entrevistado 19)

Aunque la evidencia de la índole internacional del conflicto es con-tundente de acuerdo con cualquier fuente secundaria que se tome, es posi-ble que la orientación vinculada a esta línea de oposición la imprimiesenexclusivamente otros actores, y no el asambleísmo vecinal. Se ha sosteni-do (Giarracca y Petz, 2007) que las acciones de los vecinos autoconvoca-dos de Gualeguaychú tienen un “sentido binacional artiguista”. Pero disen-timos con esa interpretación, porque, por el contrario, nos resulta claroque el propio asambleísmo gualeguaychense y entrerriano quedó entram-pado en una línea de oposición internacional con fuertes ingredientesnacionalistas. Vale la pena explorar esta cuestión sobre la base de nuestrasentrevistas, así como rastrear el modo en que se configuró. Lo que apare-ce como una simple descripción es, en verdad, una específica atribuciónde sentido:

“El conflicto comienza con la instalación de estas dos papeleras en un área enla cual se utiliza el agua de un río fronterizo. Son aguas compartidas por lasoberanía uruguaya y la argentina, o sea que el conflicto, al instalar las pape-leras en una zona compartida, tiene una afectación real y reconocida por ellosmismos. Que afecta de igual manera a la Argentina. Si los uruguayos las pusie-ran en Punta del Este, nosotros no tendríamos ningún derecho al reclamo. Elreclamo se genera porque ellos están invadiendo nuestra soberanía”. (Entre-vistado 2)

“El presidente dice que es un problema ambiental, pero acá está primero elconflicto por la soberanía, y después vienen todos los otros problemas.”(Entrevistado 4)

“Hay una cuestión científica y una cuestión ética. Lo científico (si contaminano no contaminan) es discutible, pero las empresas hicieron con Uruguay unarreglo sabiendo que no correspondía por el Tratado. A la empresa no leimportó, su objetivo es comercial, pero la culpa principal es del gobierno uru-guayo, que no informó correctamente a su gente para que ésta decidiera.”(Entrevistado 13)

Lo interesante aquí no es tanto la noción de invasión de la soberaníacomo la raíz —para estos asambleístas— de la legitimidad del reclamo: no

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de cruzar a comprar papel higiénico cuando está más barato. Tenemos claroque vamos a seguir con esta modalidad. Es normal que con los uruguayos ten-gamos a veces un poco de rispideces, pero hay que tratar de cuidar la relación,porque los uruguayos también son víctimas”. (Entrevistado 7)

“Y, son climas. En un clima determinado el gobernador dijo: ‘Le vamos a cor-tar el gas a Uruguay’.7 En otro clima, nosotros dijimos: ‘Tenemos que expul-sar a los uruguayos que hay acá y que se vayan a trabajar a las papeleras’. Peroson todas reacciones del momento.8 Si uno recorre las calles, ve que las paten-tes blancas son de los uruguayos, y todos los días ves muchas. Hay uruguayoshasta en las manifestaciones, porque las comunidades están muy mezcladas.Digamos que esa parte de la xenofobia acá no se observa. Vas a encontrar siem-pre algún desatado que insulta a un uruguayo, o a algún turista argentino quequiere ir a Punta del Este, que no comprende cómo no entienden nuestralucha.” (Entrevistado 3)

La índole del conflicto no deja de ser percibida con preocupación porlos propios asambleístas:

“El presidente no necesita los votos de Gualeguaychú, pero ya es un conflictonacional e internacional”. (Entrevistado 16)

“Mi hipótesis, desde hace dos años, es que esto termina mal, para todos, por-que van a ‘volar’ las plantas, las van a hacer volar. Los uruguayos son como unnene chiquito que está con un chupetín envuelto en papel brillante, atracti-vo, pero que está envenenado. Vos tenés información y se lo sacás, ¿y el nenequé hace? Si algún loco les vuela las plantas para evitar la catástrofe ecológi-ca, los fraybentinos nos van a odiar de tal forma que la hermandad que exis-tía ya no va a existir más. Y si las plantas funcionan, nos destruyen a nosotros,y va a pasar lo mismo. De una forma u otra, termina mal.” (Entrevistado 20)

En el desarrollo de la reflexión sobrevuela la certeza de que la posi-ción de los actores directamente involucrados configura una suerte de blo-queo, en el que los comportamientos inteligentes son imposibles, es decirque existe una percepción de la gravedad de la situación que demandaimplícita o explícitamente la mediación de otros actores. En otras pala-bras, que al menos en ciertas circunstancias de reflexión e interlocución,

“Los turistas no muestran demasiados signos de solidaridad. Lo que me duelees la actitud de los argentinos que van a veranear a Uruguay, y pasan comodiciendo ‘Muy bien lo que están haciendo’. Y pienso, ¿por qué van a Uruguay?No deberían ir… Ésa sería una forma de solidarizarse con nosotros, no yendoa Uruguay. No tendría que ser necesario que nosotros no los dejemos pasar,ellos no tendrían que querer ir. Ésa sería una forma de demostrar que son her-manos nuestros”. (Entrevistado 9)

“La gente, en general, siente que hubo un quiebre con el pueblo uruguayo, yeso en el fondo nos jode. Yo fui de los primeros, y siempre que fui a cortar laruta iba con un dolor muy grande, porque uno tiene una relación fuerte…hay una integración histórica…” (Entrevistado 13)

“Siempre hay regatas de Fray Bentos y de Montevideo, y cuando se acercana lo que ahora son aguas territoriales finlandesas —porque hay que hacer‘aduana’ para ingresar a la fábrica, ya que es territorio finlandés— salenmotos de agua invocando autoridad y pidiendo documentación. A turistasque llevan a pescar, dos veces les tiraron con armas de fuego a pesar de queno estaban en aguas territoriales uruguayas. En las asambleas entran poratrás, en secreto, periodistas uruguayos. Ya les habíamos dicho que si avisa-ban podían hacerlo, pero los descubrimos y todo el mundo les gritaba quese vayan…” (Entrevistado 7)

Es importante aclarar que ningún testimonio de los activistas permiteidentificar signos de xenofobia o antiuruguayismo —aunque sí puedanencontrarse en parte de los vecinos no movilizados—. Del mismo modoque, en ocasión en que fue erigido un muro sobre el puente por los asam-bleístas, en el límite internacional,6 los protagonistas locales oscilaronentre acciones y discursos que definían el conflicto como internacional yexpresiones (auténticas) que negaban cualquier tipo de resquemor hacialos uruguayos:

“Esto es un corte, no es un muro. La semana que viene van a venir los ediles yyo quiero que nos sentemos con un mate con yerba uruguaya a conversar, por-que no se ha podido conversar. Hay que tender nuevos puentes. Me da muchagracia cuando la gente de Buenos Aires habla de la hermandad muy alegre-mente, porque no es lo mismo la hermandad de Buquebús que la hermandad

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7 No sabemos de dónde provino esa iniciativa, pero nos consta que fue discutida y apro-bada también en una asamblea, más allá de que lo haya dicho el gobernador.

8 Nótese que las decisiones que toma la asamblea son “reacciones del momento”.

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6 La decisión se impuso en una votación muy dividida, y los asambleístas explicaron alcabo, en una típica racionalización ex post facto, que se trataba de simbolizar el muro quehabían erigido los gobiernos separando a los pueblos.

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contaminante si la empresa cumplía con lo que decía. Pero que el informeera confidencial y no lo iban a publicar. Se nos preguntó si estábamos deacuerdo con ese informe, a lo que contestamos que era la primera noticiaque teníamos, pero, en base a la información de la que ya disponíamos, pre-sumíamos que era correcto. Tercero, nos preguntaron cuál podía ser el costodel traslado de Botnia y, por último, si era necesario hacer un conducto deefluentes con salida aguas abajo del Ñandubaysal, a lo que respondimos que,si bien no era necesario, si eso contribuía a la solución del conflicto y la comu-nidad percibía que era una buena medida, era muy bajo el costo de hacerlopara Botnia frente al beneficio de desactivar el problema. […] Durante todala entrevista intentaron llevarnos a puntos en que acusáramos a Botnia dealguna manera. Finalmente, el anfitrión dijo: ‘La Argentina es un país rico,fuerte y poderoso, y si tenemos que poner de rodillas a Uruguay, lo vamos ahacer. Le cortaremos la energía eléctrica si es necesario’. Le preguntamos sipensaba que Brasil y Estados Unidos se iban a quedar tranquilos con nuestraagresión, y respondió que consideraba que se iban a mantener prescinden-tes”. (Entrevistado 21)

En contraposición, un miembro del cuerpo diplomático legitima elpleno respaldo que la Cancillería argentina otorgó a partir de abril de2005 a las demandas de los asambleístas, del siguiente modo:

“La gente de Gualeguaychú es gente con relaciones, que tuvo en claro quehabía que tratar [el tema] por Cancillería, porque la misión de un diplomá-tico, después de estudiar, es defender el interés nacional. […] Creo que esola asamblea lo percibió, y se dio cuenta de que la Cancillería iba a ser por lomenos un actor importante. […] Del lado argentino, claramente el tema nosllegó de abajo hacia arriba. Muchas veces la Cancillería detecta un tema, peroesta vez fue al revés”. (Entrevistado 11).

“Nosotros íbamos muy seguido a Cancillería, por varios motivos de coopera-ción internacional. Preguntamos por este tema y no tenían idea. Se notifica-ron por nosotros.” (Entrevistado 15)

Obsérvese que se establece una sintonía plena entre una minoría deintereses parciales y la Cancillería de un Estado nacional, sin la menormediación ni elaboración. Básicamente, cabe preguntarse cómo la ecua-ción de costos y beneficios percibidos por una importante ciudad del paíspuede ser exactamente la misma que la de la Cancillería de ese país. Alrespecto, resulta interesante conocer los siguientes testimonios:

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los propios asambleístas piden, implícita pero claramente, un liderazgo decoordinación deliberativa.

“Éste es un tema de gobiernos, no de pueblos, los pueblos estamos jugados enla misma suerte… Lamentablemente, hay cosas que se escapan y generan fisu-ras, hay heridas que van a tardar tiempo en cicatrizar, pero los gobiernos sonlos responsables.” (Entrevistado 15)

“Creo que acá la inteligencia no tiene que pasar por el pueblo, sino por losfuncionarios. […] Ellos tienen que canalizar esta situación, pero hay muchodescreimiento.” (Entrevistado 20)

Este implícito reconocimiento tiene lugar en una fase avanzada delconflicto, en que la política ya ha desempeñado un papel decisivo en suconfiguración. La polarización nacional es clara en los testimonios de otrosactores involucrados, como el de este político provincial:

“Es un caso muy paradigmático, ya que Uruguay y la Argentina siempre fue-ron aliados en cuestiones políticas y estratégicas a nivel recursos naturales.Pero, evidentemente, quien deja el camino es Uruguay, que abandona esahistoria de trabajo en forma conjunta. Como, de la misma manera, estáabandonando el Mercosur, yendo al abrazo con Estados Unidos, al ALCA.[…] Es una postura totalmente inflexible… Los medios retomaron el tema,y es la única forma de reclamo. Yo me acuerdo de una frase célebre que dijo[Rafael] Bielsa: ‘Salvo invadir Uruguay, vamos a hacer todo’. Nosotros vamosa luchar hasta las últimas consecuencias. Me quedo con una frase que dijoel gobernador: ‘Nosotros vamos a pelear combatiendo arriba del puente’”.(Entrevistado 1)

Las posiciones del gobierno nacional argentino son bien conocidaspor las declaraciones de sus propias autoridades, que hemos analizado enotros trabajos (Palermo, 2007b; Aboud y Museri, 2007). Sin embargo, valela pena considerar el siguiente testimonio:

“En nuestra consultora analizamos el conflicto en un documento en enerodel 2007, a raíz del cual fuimos llamados en abril por una alta fuente delgobierno para conocer en más detalle nuestra opinión. La sensación quetuvimos fue aterradora. Primero, se nos dijo que el tema de si se había lle-gado a un acuerdo como el que había expuesto el propio Poder Ejecutivo en2004 no se podía tratar. Segundo, que la Secretaría de Medio Ambiente habíacontratado un estudio en el que se concluía que la fábrica de Botnia no era

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la estructura estatal, entonces la facilidad con que se establece una agen-da a partir de la idea más tosca del interés nacional es asombrosa. En elvacío institucional y burocrático de la ausencia de una política ambiental,es previsible que la campana nacionalista sea la que suene más fuerte:

“Un grupo de diplomáticos que sigue pensando que su trabajo es defender elinterés nacional, y el interés nacional en este caso es el ecosistema también,el agua, el futuro, la atmósfera, todo lo que suceda con el ecosistema, y es lagente también… Ellos han logrado ser un grupo muy influyente, pero paracualquier diplomático, que no es ni político ni ambientalista, está claro quehay que hacer todo lo posible para evitar que esa planta sea construida ahí”.(Entrevistado 11)

Como se puede apreciar, las líneas de adversatividad evolucionarondesde el comienzo del conflicto. Según vimos, el diagnóstico catastrofistaes una marca de origen, pero en ese origen la adversatividad no era nece-sariamente internacional:

“Vale la pena hacer una aclaración: nuestra formación en este tema provinodel lado uruguayo, de algunos grupos ambientalistas, ecologistas, que nos aler-taron, allá por el 2000. Menos de diez vecinos entonces decidimos hacer unaconvocatoria un poquito más amplia, redactar un documento, ir a Fray Ben-tos, hablar con las autoridades, y eso originó la primera marcha, una carava-na. En octubre de 2003 tuvimos una reunión relativamente cordial, y dejamosla Declaración de Gualeguaychú”. (Entrevistado 13)

“Se resolvió una marcha al puente y un pedido de informe, nosotros a Canci-llería y Fray Bentos al intendente de Río Negro.” (Entrevistado 15)

“El grupo de concientización llevaba un video del grupo Guayubira, y en laescuela nos quedamos impresionados.” (Entrevistado 16)

Interesa el testimonio proveniente del propio ambientalismo:

“Nuestra oposición arranca cuando comenzaron los cultivos. En 1997 se creael grupo Guayubira, aunque empezamos antes, cuando en el 86 se formó lared en Malasia y ya se identificó el problema. Había que generar concienciasobre algo que en Uruguay era muy bien visto: bosques, empleo, beneficioeconómico. Cuando acá estábamos haciendo una gran campaña, en 2003,2004, contra las plantaciones y las fábricas, en la Argentina no pasaba nada. Yestaban peleados entre sí los grupos en Gualeguaychú. Salimos un grupo de

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“[Raúl] Estrada Oyuela, no se sabe por qué, si por orgullo o por parentesco,tomaba información directamente de la ACAG. Información que no tienenada que ver con un conocimiento serio. Y es un diplomático muy respetadopor sus antecedentes. Me consta que convocaron a los calificados técnicos dela Secretaría de Medio Ambiente, pero para que dijeran públicamente cosasen la línea oficial, aunque ellos se negaron a hacerlo. Los llevaron igual a reu-niones internacionales, para mostrarlos, con mordaza”. (Entrevistado 14)

“El oído de Cancillería estaba lleno en su momento por Greenpeace, conuna información desconectada de cualquier otro elemento, y llegar coninformación diferente a Cancillería era imposible. No les interesaba, no laquerían, ya estaban ideológicamente sesgados. […] En marzo de 2004 lemandamos una carta a Kirchner planteándole la importancia del sectorforestal y lo que un conflicto podía traer. Ni respondió. Promovimos discu-siones en el Senado, presentamos documentos a gente clave en el gobierno,pero era muy difícil pedir una entrevista para informar sobre esto. En laSecretaría de Medio Ambiente el tema ya le había costado el puesto a quienera el secretario, [Atilio] Savino, porque dijo: ‘Yo en esto no me meto, esalgo que me supera’. Nosotros teníamos muy buen diálogo con él y no habíanecesidad de convencerlo de nada. El gobierno se olvidó absolutamente deque hay un sector forestal y forestoindustrial pujante en el país, y no haypuertas abiertas para el diálogo. […] Nosotros tenemos programas conjun-tos con el Ministerio de Trabajo, con la Secretaría de Agricultura, con laSecretaría de Industrias, en los niveles intermedios, con los temas de nues-tra rutina, y el vínculo no se vio para nada afectado, pero, por el otro lado,no hay absolutamente ningún diálogo.” (Entrevistado 22)

“Hasta que nombraron a [Romina] Picolotti, el secretario argentino de MedioAmbiente jamás tuvo nada que ver con el tema, siempre lo manejó Cancille-ría, lo que demuestra que para la Argentina fue un tema político. En la pági-na web de la Secretaría, el tema papeleras ni aparecía.” (Entrevistado 24)

De manera que, más allá de la aproximación funcional al problema—se trata de un tema internacional, por lo tanto, Cancillería debe inter-venir en su manejo de un modo relevante—, lo llamativo es la ausencia detoda mediación y el implícito interés nacional en los términos más latos:como la Cancillería tiene por misión defender el interés nacional, allávamos con los nuestros y contra quienes no lo son. Los nuestros son losasambleístas; Uruguay y las empresas finlandesas son los otros. Como setrata de un área en la que no existe un paradigma previo, una política máso menos establecida, tanto en el cuerpo diplomático como en el resto de

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gobernador a nuestro favor. Hay gente que dice que nos movilizamos a pedi-do de él, pero están completamente equivocados.” (Entrevistado 16)

“Lo que más nos costó al principio fue convencer a la Cancillería de que estasempresas no se podían poner. En realidad, la política exterior no la maneja elpresidente. Algunas cuestiones grandes puede que sí, pero estas cuestiones lasmaneja Cancillería. Y ahí nos fuimos metiendo en la política.” (Entrevistado 18)

“El 30 de abril [de 2005] es un punto de inflexión: ese día, cuando había cua-renta mil personas sobre el puente, Busti, que estaba en un helicóptero sobre-volando la zona, decidió que se tenía que poner a la cabeza del conflicto.”(Entrevistado 12)

“En abril, el gobernador pasó en helicóptero. Estoy seguro de que si habíamenos gente no bajaba, ahí empezó a interesarse.” (Entrevistado 16)

“Teníamos desencuentros con el gobierno nacional, porque entendíamos queno estaba haciendo nada. Mandamos más cartas documento, pedidos, peroquienes en la Cancillería estaban a cargo de esas cosas, o sea la CARU [Comi-sión Administradora del río Uruguay], estaban ausentes por completo y hastacreo que eran cómplices de algunas cuestiones.” (Entrevistado 13)

“Creo que llegaron tarde, pero el presidente no es zonzo como para no darsecuenta de que era un momento ideal para el país, a raíz de todo este movi-miento, para comenzar a gestar una situación ambiental que hasta entoncesno existía. ¿Será sincero? Qué sé yo… Quizá lo hace por interés político: ‘Gol-peando fuerte con lo ambiental vamos a tener más votos’… No sé, quierocreer que él tomó lo ambiental a partir del fenómeno Gualeguaychú y no seha bajado. En síntesis, el gobierno nacional llega tarde, pero toma el proble-ma, y hoy lo tiene en su agenda.” (Entrevistado 13)

“El gobierno argentino se manejó con total displicencia e indiferencia. Eltema, al cobrar el calor mediático desde abril de 2005 que tuvo, generó en laArgentina un antes y un después.” (Entrevistado 15)

“El papel de la asamblea fue decisivo porque el gobierno, hasta entonces, nohabía hecho absolutamente nada. Creo que el gran cambio fue en 2005, conla marcha del 30 de abril de las cuarenta mil personas.” (Entrevistado 16)

“Yo habré ido en 2004, y nuestros diputados, ya a fines de 2003 o comienzosde 2004, estaban trabajando ahí. Nosotros fuimos los primeros en ir, pero

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Guayubira, hicimos un recorrido por varios pueblos de Uruguay y después fui-mos a Gualeguaychú. En la intendencia estaban todos los actores locales yexpusimos las razones. Y ellos, que estaban peleados, aprovecharon la ocasiónpara decirse todo lo que tenían que decirse y para ponerse de acuerdo y lucharjuntos. Nosotros fuimos el factor que ayudó a que ellos surgieran como ungrupo organizado. No lo decimos públicamente porque podemos quedarcomo antipatrióticos aquí en Uruguay. Ellos resolvieron, pusieron al frente alintendente, y el gobierno de Entre Ríos no tenía nada que ver. Pero [Jorge]Busti, que es un animal político, tuvo dos opciones: o morir políticamente oponerse al frente”. (Entrevistado 23)

No creemos, desde luego, que tales hayan sido las opciones del gober-nador. Pero es indiscutible que una prolongada primera etapa estuvo pre-sidida por la sensación, crecientemente movilizante por parte de los veci-nos, de ser convertidos en el “pato de la boda”. Esto cobra importanciatanto en el diagnóstico y los objetivos, como en los repertorios de accióndel asambleísmo. Veamos algunos testimonios:

“Nuestro primer problema fue el acceso a la información: se accedió a ella porla presión de las organizaciones sobre los entes binacionales. Nos esforzamospor transparentar un ejercicio oscuro, corrupto… El caso del embajador[Roberto] García Moritán era de total inacción”. (Entrevistado 19)

“A comienzos de 2003 estábamos cansados y empezamos a organizarnos: envia-mos una carta documento a la Cancillería, yo firmé como secretario deGobierno de la municipalidad, y algunos vecinos hicieron lo propio. Siempreinsistíamos en que Uruguay no cumplía el tratado. Esto tuvo mucho que veren el desenlace: no se habían hecho los estudios, ni esperado los plazos. Poreso, ya lo decíamos en 2003, había que exigir el cumplimiento a Uruguay y, sino, había que ir a la corte. Esas primeras iniciativas legales no tuvieron res-puesta. Se empezó a gestar ese grupito, y el gobierno municipal fue cofunda-dor. Siempre hemos estado adentro […] Yo me involucro dentro de la asam-blea, soy parte fundadora, y aunque todos saben que soy funcionario, voycomo un ciudadano más.” (Entrevistado 13)

“Desde la asamblea apuntamos siempre más al gobierno nacional, porquesuponíamos que, si había una autorización, o un acuerdo, tenía que habersido hecho por Cancillería, entonces intentamos que la relación fuera con eseorganismo, así que las notas iban a Cancillería. Recién a fines de 2005 el gober-nador contrató a los abogados del Centro de Derechos Humanos y MedioAmbiente de Córdoba, pero ésa fue la primera movida que hizo nuestro

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“No es el gobierno nacional el que nacionaliza la problemática, pero, a partirdel 30 de abril, ocho ministros van a Gualeguaychú. Nuestro propósito eraconstruir conjuntamente una posición nacional, pero hablar de ‘causa nacio-nal’ es muy confrontativo y nacionalista, es erróneo”. (Entrevistado 19).

Esta percepción del problema es muy minoritaria, y no la hemos regis-trado en ninguno de los asambleístas entrevistados. A nuestro entender,por otra parte, “construir una posición unificada con el gobierno nacio-nal”, sobre la base de las demandas, los diagnósticos y los métodos deacción que ya eran dominantes entre el asambleísmo, conducía forzosa-mente a un reforzamiento intenso de la línea de oposición nacional. Así,el abrupto cambio de gravitación fue manifiesto:

“La marcha del 30 de abril [de 2005] fue organizada por unas cincuenta per-sonas, y el resultado no lo podíamos creer: fueron más de cuarenta mil. Aun-que habíamos trabajado mucho, en las escuelas, en los medios, hablábamosde cinco o seis mil… Creo que fue cuando vino a Gualeguaychú que Bielsadescubrió el problema. […] Tuvimos una jornada que, para mí, en términosde gimnasia democrática y política fue excepcional”. (Entrevistado 13)

“La primera reacción fue la del gobierno nacional. Volvimos a Cancillería yvimos al presidente, cuando dijo: ‘Es una causa nacional’, y agregó que habíaque demostrar que las plantas contaminaban, aunque él lo sabía.” (Entrevis-tado 16)

“Es lo que me preguntaron en la binacional; allí sólo hablaban los dos presi-dentes: Estrada Oyuela y el uruguayo, y ellos pedían opiniones a los que está-bamos a los costados. Me preguntaron a mí qué pensaba de Gualeguaychú, yyo les dije que, técnicamente, la posición argentina era perfecta, pero queGualeguaychú tenía una sola posición: No a las papeleras. ‘Y a nosotros, conesto que ustedes están presentando, nos llevan a sentarnos a la mesa con unuruguayo para ver cómo solucionamos el tema, y eso Gualeguaychú lo tieneque volver a tratar.’ Y entonces Estrada Oyuela les dijo: ‘Bueno, acá se termi-nó la discusión, esto es lo que piensa Gualeguaychú’.” (Entrevistado 4)

“La marcha hizo que un presidente prestara atención, convocara a goberna-dores y demás, y dijera esa gran frase que es decisiva: manifestó que la causade Gualeguaychú se transformaba en una causa nacional, y después vinieronlos hechos mediáticos. En un momento determinado, Gualeguaychú se sintiócasi invadida por los medios nacionales. Fue llamativo porque, por un lado,era cautivante, la gente sentía que se daba importancia a su lucha, y eso poten-

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incluso muchos asambleístas eran militantes del ARI. Aunque, insisto, mi posi-ción es la de alguien que va a presidir el país. Y no quiero engañar a la gente…El gobierno comienza a tomar cartas en el asunto de una forma más electo-ralista después de la marcha del 30 de abril en el puente, pero los pedidos deinforme, que son del diputado Godoy, fueron del interbloque del ARI. Fuecuando el jefe de gabinete informó que ya había sido superado el problema…Y fue ahí cuando Gualeguaychú se sintió absolutamente indefensa y empezólos cortes.” (Entrevistado 25)

“El 4 de octubre de 2003 [Declaración de Gualeguaychú], la marcha nos des-bordó, fueron muchos más autos, como setecientos… El día anterior, HernánPatiño Meyer, el embajador, había venido con la intención de que paráramosla marcha. Pidió tiempo. Habló con Bielsa y con Batlle desde mi despacho. El8 de octubre ambas Cancillerías acordaron parar todo por treinta días, y ela-borar un estudio de impacto ambiental del proyecto para presentar a laCARU. Está todo documentado. Y es la prueba de que el gobierno argentinono hizo, no hace, ni va a hacer nada en defensa de esto: el 10 de octubre nosenteramos por la prensa uruguaya de la habilitación de Ence. Fuimos a Can-cillería. Manifestamos que Uruguay estaba violando el Tratado. Siguieroninformándose a través de nosotros, y en las audiencias estaban Estrada Oyue-la y García Moritán. Tuvimos una nueva asamblea, en la que se concluyó queUruguay violaba el Tratado y que había que ir a La Haya; en noviembre hici-mos un pedido oficial de Gualeguaychú al gobierno argentino. Se discutióluego si ante la inacción del gobierno nacional no cabía plantear un recursode amparo ante la Justicia federal. Nos dijeron: ‘Pero si cambian las autori-dades, loquitos’ [alude a las elecciones nacionales previstas para octubre de2004 en Uruguay]. No hubo una sola nota. Ni protestas ni nada. Todo lodemás, si existe, lo han fraguado. El gobierno nacional aterrizó en este temarecién el 30 de abril de 2005, cuando vio a cuarenta mil personas.” (Entrevis-tado 15)

“La velocidad y el avance de Botnia [autorizada en febrero de 2005, un mesantes del cambio de gobierno en Uruguay] fue increíble.” (Entrevistado 7)

Tiene lugar entonces la constitución de una “posición unificada”, entreel asambleísmo y el gobierno nacional, mediante la cual éste hace suyaslas demandas del grupo. La ACAG logra introducir la cuestión en la agen-da nacional, pero ya se ha recorrido una distancia decisiva desde las débi-les posiciones iniciales más abarcadoras y menos propensas a convertir elproblema en un conflicto internacional:

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“Esto no va a terminar acá. Se está planeando un proyecto a futuro que va adurar años, no va a ser una cuestión que se olvide. Somos muchos los que jura-mos que vamos a seguir con los cortes aun cuando empiece a funcionar la pape-lera. O cambiamos los argentinos, que es difícil, o cambiamos la Argentina, onos vamos todos al tacho. Y yo creo que vamos a cambiar.” (Entrevistado 3)

“Creo que, si el gobierno provincial hubiera podido impedir la masividad ylos cortes, lo habría hecho. Tuvimos muchas presiones para bajarnos de laruta. La asamblea era recibida por Cancillería, el gobernador asistía a las reu-niones, y tiempo después el presidente decía: ‘Es una causa nacional’, peroseguíamos recibiendo presiones para quedarnos quietos.” (Entrevistado 16)

La “posición unificada” con el gobierno nacional implicó que la asam-blea se aviniera a suspender el corte permanente —tras la presentaciónoficial del caso ante La Haya—, en una decisión que fue muy discutida ensu seno. Una de las consecuencias de ello fue el gradual pero aceleradodesplazamiento de los históricos por parte de los integrantes del grupoArroyo Verde como núcleo dominante.

“Ya venía diciendo la gente de Arroyo Verde que nosotros no servíamos por-que no había resultados. Nosotros siempre nos opusimos a estos cortes per-petuos. Pensábamos que el corte era una herramienta… y que había que saliry volver… En cambio ellos sostenían que tenía que ser permanente hasta queBotnia se retirara, y yo sigo pensando que no es así. Entonces nos desplaza-ron. Yo ya estaba medio desplazado cuando dejé la coordinación. Se fue lasecretaria de la asamblea y vino Arroyo Verde más o menos en octubre onoviembre de 2006. Esto ha ocasionado que mucha gente no vaya, o que vayaotro tipo de gente.” (Entrevistado 18)

De este modo, la etapa de mayor articulación entre la ACAG y elgobierno nacional —etapa en que la “posición unificada”, más aún que elpropio corte como método, aleja definitivamente al asambleísmo de todaposibilidad de evitar quedar entrampado de lleno en un conflicto de índo-le internacional— es, a su vez, el momento en que se produce la fluctua-ción de las preferencias en el interior de la asamblea hacia un empleo másrígido del recurso del corte.

“Ahora [setiembre de 2006] estamos en una situación desventajosa para lasnecesidades y las creencias de la gente. No va a ser fácil llegar en este estadohasta fin de año… Mi visión es que la gente no quiere cortar. La gente estámuy incómoda con la situación, y prefiere creer que lo de La Haya va a ser

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ció su participación, pero también es cierto que potenció un determinadoegocentrismo, un determinado fanatismo.” (Entrevistado 17)

6. Tensiones en el asambleísmo vecinal

La distancia crítica que trasunta el testimonio con que cerramos elapartado anterior pone de manifiesto una de las líneas de tensión que atra-vesaron la asamblea, y que fueron catalizadas a partir del éxito de ésta enlograr una “posición unificada” con el gobierno nacional. Es interesanterecoger, para introducirnos en este aspecto, las distinciones que estable-cen los propios activistas vecinales, quienes se categorizan como pertene-cientes a dos grupos, los “históricos” y los de Arroyo Verde.

“Hoy [enero de 2006] la asamblea está en el corte. Yo estuve hasta la madru-gada, y ahí, en los cortes, siempre hay dos mil o mil quinientas personas.”(Entrevistado 2)

“La asamblea empezó con los históricos, entre los que estaba yo, y hoy [juliode 2007] se divide entre los históricos y los de Arroyo Verde. Nosotros fuimosmás apaciguados, por los canales más tradicionales, porque siempre creímosque el problema tenía que resolverse pacíficamente. No te digo que ArroyoVerde quiera una guerra… Yo estuve un año y siete meses como coordinador,hasta que fui candidato a intendente en octubre [de 2005], y vi entrar a todala gente de la asamblea. Al principio entraron y se sentaron atrás, hasta que,desde adelante, unos locos te puteaban. Yo los veía, porque la gente se sientasiempre en los mismos lugares, miraba y sabía quiénes faltaban. Ya sabemoscómo viene la votación, porque son siempre votaciones encontradas.” (Entre-vistado 18)

En el tramo anterior a la presentación ante La Haya, las diferencias enrelación con los principales recursos de acción del asambleísmo se pusie-ron de manifiesto:

“Gualeguaychú quiere seguir presionando, pero no tiene posibilidades de irmás allá. Por eso entramos, a partir de enero [de 2006], en este terreno dedefiniciones, donde es el gobierno nacional el que tiene que dar las pautas.Si no tenemos una respuesta del gobierno nacional, Gualeguaychú puedehacer mil cortes de ruta que no van a servir de nada. El día de mañana pue-den venir a decirnos que se arregló de tal forma y nosotros, quedarnos sinpoder decir nada”. (Entrevistado 4)

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por el contrario, los intentos de acuerdo son vistos con extremo recelo, esdecir, con el mismo espíritu con que los vecinalistas contemplaron las tra-tativas diplomáticas anteriores. Más todavía, perciben esos acuerdos nocomo tentativas de resolver el problema, sino como intentos de desmovi-lizarlos y “entregarlos”.

“Nosotros siempre estuvimos a favor de llevar todo por el lado de la ley y losconvenios internacionales, mientras que Arroyo Verde siempre optó por cor-tar rutas y por declarar que íbamos a voltear la fábrica. Y en determinadomomento, cuando se produjo un quiebre en la asamblea, se decidió que nofuéramos más a Cancillería, ni a los grupos técnicos, y ahí nos aislamos total-mente.” (Entrevistado 18)

En otras palabras, la línea de tensión entre el asambleísmo y la políti-ca es, ahora, la metodología, en función de un mismo objetivo, en unapuja común, que es nacional. La desarticulación y distanciamiento entrela política estatal y el vecinalismo es creciente, pero ambos tendrán porobjetivo manifiesto doblegar al gobierno uruguayo y forzar el desplaza-miento de las pasteras.

Otra línea de oposición dentro del asambleísmo se establece entre el“vecinalismo” y el “ambientalismo”.

“Dentro de esto hay diferentes posiciones, según quién ha ido marcando lasnormas. Yo no estoy de acuerdo con que esto sea un movimiento ambienta-lista; nosotros hicimos mal en llamar ‘ambiental’ a la asamblea. Nunca quiseque se colgaran de esta asamblea para otros propósitos, como está pasandoahora. Siempre fuimos muy criticados porque la asamblea nunca se metió enesos movimientos. Pero logramos la repercusión que tuvimos porque fue encontra de una causa: que las papeleras no se instalaran ahí, y ahora estoy vien-do que en este momento nos estamos metiendo con las minas, con esto y conlo otro. Claro, hay otra posición que dice que nos tenemos que meter en esosmovimientos nacionales; es la diferencia entre los históricos y Arroyo Verde.Creo que los movimientos ambientalistas están bárbaros, pero no tienen quesalir de esta asamblea. Ésta fue una asamblea que se hizo por el ‘No a las pape-leras’. Yo no quiero luchar contra el monocultivo de soja… No digo que estábien, pero no estoy de acuerdo con los que están luchando contra el mono-cultivo; tengo mis visiones técnicas que no son iguales, pero de cualquiermanera no quiero hacerlo en esta asamblea, ni quiero luchar en contra de lasmineras, ni de la CEAMSE, ni nada de eso. El que quiera que lo haga, peroque no se suba a la asamblea.” (Entrevistado 18)

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mejor. Para mí, estamos lejos de cortar, pero si viene el verano y no hay acti-tudes del gobierno nacional para calmar la necesidad de la gente —no de unapersona acostumbrada a la militancia, que es más paciente—, eso va a ir cam-biando. Si al gobierno nacional no se le ocurre algo que baje la ansiedad,vamos a llegar al verano en una situación muy similar a la del año pasado. Ladiscusión que hay hoy en la asamblea es por eso.” (Entrevistado 13)

“Ahora [setiembre de 2006] está todo en manos del gobierno y el pueblo haquedado relegado. Mucha gente está a la expectativa sobre qué pasará con laasamblea… El presidente necesitaba que el pueblo se dejara gobernar, y elpueblo sobre la ruta es el pueblo gobernando. El 1º de mayo [de 2006], lospolíticos llevaron gente a levantar la mano; nadie ignora que no fue una asam-blea justa ni democrática, sino manipulada, y mucha gente quedó disconfor-me. Hubo mandados, por plata o promesas de puestos, para conservar un planTrabajar o una bolsa de mercaderías, y desde ahí el gobierno comenzó a recu-perar el poder que estaba perdiendo. Pero todavía Gualeguaychú seguía recla-mando.” (Entrevistado 16)

Tiene lugar, de este modo, una suerte de espiral de radicalización enla línea de conflicto internacional, de la cual el asambleísmo ya no podráescapar.

“Nuestra relación con el gobierno provincial también ha sido de idas y veni-das… Busti en algún momento estuvo en contra, nos mandó levantar los cor-tes y después dio vuelta todo. Y la misma gente de Arroyo Verde, que lo criti-caba, es la que fue ayer [julio de 2007] a hablar con Aníbal Fernández. Pero,bueno, así es la asamblea.” (Entrevistado 18)

Porque, por un lado, los actores provinciales y nacionales, tanto polí-ticos como estatales, han agendado la cuestión y realizan un indisimuladoesfuerzo por transformarla en una causa nacional. Pero, por otro, las reac-ciones de los gobiernos, tanto nacional como provincial, no encauzaronel conflicto sino que contribuyeron a echar leña al fuego de la descon-fianza. Tuvo lugar así una suerte de círculo vicioso, porque los vecinosmovilizados abonaron sus acciones, galvanizando la propia acción contes-tataria con una retórica de la desconfianza (la “duda” sobre si las autori-dades estaban actuando “genuinamente” o sólo movidos por oportunis-mo) y, frente a ello, las sobrerreacciones de los representantes no hicieronsino estimular sus reclamos y sus críticas. Por mucho que se esforzaron lospolíticos en constituirse como representantes de la voluntad del movi-miento vecinal, la intensidad de la crítica a los gobiernos no disminuye y,

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“La exigencia de la relocalización puede parecer egoísta de nuestra parte,pero creo que cada uno tiene que luchar por su lugar. Si después de haberhecho todo bien se determinara que las empresas no contaminan, sería otrala historia, pero acá no se hizo nada bien. Ahora, si las empresas no contami-nan, ¿se pueden instalar? Yo respondo que no, que se corran a un lugar dondeno se las vea. ” (Entrevistado 13)

Por cierto, un logro fundamental de la etapa de predominio de los his-tóricos fue el de haberle conferido relevancia al problema en la agendanacional. Pero ¿cuál problema? El de la localización de dos pasteras en laorilla vecina. A eso se refiere nuestro entrevistado al decir “este movi-miento tuvo la repercusión que tuvo porque fue en contra de una causa”.No se trata de una cuestión banal, porque el esfuerzo hecho por los asam-bleístas para conseguir que el problema de Gualeguaychú adquiriese unarelevancia de primer plano en la escena nacional los llevó sin duda a refor-zar el diagnóstico catastrofista y la índole no negociable de la demanda.En efecto, ¿cómo podría suscitar la repercusión buscada una demandalimitada y estricta, del tipo not in my backyard?9

Los asambleístas de Gualeguaychú se sentían —con toda razón—depositarios y obligados activadores del derecho a tomar parte en unacuestión que los afectaba directamente y que se difundía de un modo quelos ignoraba. No obstante, ¿podían fundamentar que el Estado provincialy el nacional tenían la obligación de agendar la cuestión del modo en queellos lo requerían si se trataba de que las pasteras se trasladaran a otro sitiopor una cuestión “estética”? Desde luego, la compatibilidad de una o dospasteras con el modelo que la asamblea de Gualeguaychú expresa sólopuede ser juzgada por ella misma, pero que su rechazo deba ser tomadosin beneficio de inventario por gobiernos cuya constituency es provincial onacional depende, en el marco de un régimen representativo, de algo másque del juicio de la asamblea. Es por tanto comprensible que el informedel Grupo Interdisciplinario de la Asamblea Ambiental de Gualeguaychú(2007) exprese:

“Es totalmente incompatible el funcionamiento de semejante emprendi-miento, ubicado a 25 km de la ciudad de Gualeguaychú, con un medioam-biente saludable y con el perfil de ciudad que se ha gestado en las últimas

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décadas, en el que se le ha dado una superlativa importancia al cuidado delmedioambiente, a la salud de la población, al desarrollo turístico-recreativoy a la intensa promoción de las actividades rurales y la industria alimentaria,por lo que los perjuicios que ocasionaría la puesta en funcionamiento deesta planta pueden ser caratulados de catastróficos para Gualeguaychú y susalrededores”.

Que el gobierno nacional, o el provincial, o la Cancillería como parteespecializada, recogieran el tema y lo incluyeran en su agenda podía sig-nificar dos cosas muy diferentes. La primera, que lo incorporaran comocuestión relevante, en un proceso de elaboración de política pública, enel que deberían intervenir múltiples actores con intereses y preferenciasen juego. Eso no era, en modo alguno, lo que los asambleístas esperaban.La segunda, en cambio —y que de hecho se consumó, y fue bautizadacomo “posición unificada”—, es que el gobierno adoptara la agenda delos asambleístas. La expresión que viene al caso, en consecuencia, es unpatriarca de la familia de palabras de la cultura política argentina: causanacional.

Sin entrar todavía en el terreno del nacionalismo, que un gobiernonacional agende una cuestión como causa nacional supone forzosamentedos cosas: que tiene una relevancia “objetiva” (comillas porque ya sabemosque nada tiene de objetiva esa relevancia) para la nación y/o para la socie-dad nacional, y que es en interés de “todos”, del colectivo nacional, que elgobierno representativo la agende adoptando una posición determinada.Por ejemplo, podría decirse: “Para el gobierno federal, superar el analfa-betismo funcional en los adultos es una causa nacional”, o “El presidentedeclaró que promover el turismo es una causa nacional”. El implícito obvioes que el gobierno representativo (debe) agenda(r) una cuestión, y de unmodo determinado (no hay agendamiento sin modo) porque lo hace eninterés de “todos” aquellos a quienes representa. Es prácticamente insus-tentable que un gobierno nacional representativo pueda proceder enforma convincente en ese sentido sobre la base de recoger una demandalocal en términos not in my backyard.

7. El repertorio de recursos de acción del asambleísmo: ¿desobediencia civil?

Aunque el repertorio de acciones del asambleísmo es muy variado, unode sus principales recursos es el corte o bloqueo, sobre todo del puenteinternacional que conecta las localidades de Gualeguaychú (provincia de

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9 No sugerimos en modo alguno que los asambleístas engañaron al gobierno provincialo al nacional. Quizá estuvieron autoengañados, pero lo que resulta imposible de creer esque los gobiernos provincial o nacional argentinos hayan actuado convencidos de que losefectos del funcionamiento de las pasteras fueran a ser catastróficos.

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dos de extracción popular sino que lo hacen en su condición de vecinos,y en su mayoría provienen de la clase media—, la metodología adoptadalos equipara: tienen en común que la eficiencia de la forma de protestadepende de su efectividad para afectar derechos de terceros, sean consi-deradas directamente las contrapartes en el conflicto o no. Los piqueteros,tanto como los neopiqueteros vecinalistas, no están sólo compitiendo porusos alternativos del espacio común —v. g. protesta o circulación— sinoque eligen formas de protesta (horarios, modalidades) que impiden la cir-culación y cuya efectividad estriba en la capacidad de impedirla. Si acep-tamos esta modalidad como un derecho no podemos dejar de asumir quevivimos en una república en la que los ciudadanos tienen derecho a afec-tar derechos de otros. Estas situaciones, en las que el conflicto de atribu-ciones tiene lugar porque una de las partes actúa de modo tal de mejorarsu eficiencia en la obtención de lo que se propone, mediante el expedientede afectar el derecho de otros, se han convertido en una práctica cultu-ralmente legítima en la Argentina de hoy. Y en ese marco se puede enten-der la facilidad con que los vecinos resolvieron recurrir a los cortes de rutasy puentes.

Cabe señalar una distinción fundamental entre el simple “choque dederechos” (que sería, en este caso, “ustedes tienen derecho a construir lasplantas, pero nosotros tenemos derecho a conservar un ambiente sano,¿qué hacemos?”) y la acción orientada a afectar derechos como recursopara ganar capacidad de presión (agravada por tratarse de extranjeroscuyos derechos se ven afectados). Hay, por tanto, una dimensión republi-cana que ha estado conspicuamente ausente en las preocupaciones y enlos debates.10

El hecho de que esta vez los afectados sean ciudadanos de otro paíspodría considerarse inaudito, aunque no es así dentro de los patronesde cierta cultura política argentina, la del nacionalismo territorialista.Diríamos, incluso, que la “familiaridad” entre países y pueblos hermanosconstituyó un ingrediente paradójicamente negativo. En su oportunidad,Uruguay incurrió en cierto “abuso de confianza” al descontar, en un cál-culo inicialmente acertado, la tolerancia del gobierno argentino. Almismo tiempo, primero en el vecinalismo entrerriano y luego en los polí-ticos provinciales y nacionales, no hubo costos al trasponer el límiteentre afectar derechos de ciudadanos argentinos y los de ciudadanos deotro Estado nacional, porque en el nacionalismo argentino territorialis-ta sobrevuela la idea de que la nacionalidad uruguaya es una concesión

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10 Véase Palermo (2006a).

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Entre Ríos) con Fray Bentos (departamento de Río Negro). Ya vimos quesu frecuencia y extensión (temporario, permanente) fue controversial enel seno de la asamblea. No puede decirse lo mismo respecto al alcance delcorte —el universo de afectados— ni al tipo de vínculo que, en el empleode esta metodología, los asambleístas esperaron establecer con los pode-res públicos.

En cuanto al universo de afectados, no disponemos de evidencia algu-na sobre que el punto haya sido objeto de controversia. El corte se pro-pone afectar a todo usuario potencial del puente internacional. De hecho,esto es percibido por el activismo ambientalista, que prefiere tomar dis-tancia de la medida:

“El corte de ruta no es una acción directa, sino indirecta. Por eso bloqueamoslos camiones de Botnia, para lograr paralizar las obras paralizando el ingresode suministros. Ésa fue una forma de marcar una metodología, el corte selec-tivo. Lo que ocurre con el corte de ruta es que no perjudica a quien realmenteuno quiere afectar. No voy a negar que a Gualeguaychú le ha ido muy biencon los cortes. Lograron la notoriedad que necesitaban y el planteo de Gua-leguaychú es un planteo vecinalista, con todo lo bueno y lo limitado que resul-ta. Pero no se les puede pedir otra cosa; si yo fuera vecino de Gualeguaychúprobablemente estaría haciendo lo mismo”. (Entrevistado 12)

Sin embargo, no es precisa la afirmación de que los cortes no per-judican a quienes realmente se quiere afectar. Tampoco la selectividado indiscriminación de los cortes está asociada a la distinción entre veci-nalismo y ambientalismo. Los cortes en verdad perjudican a quienes laACAG quería efectivamente afectar y la asamblea no proyectó en modoalguno, en la escena pública, una postura “vecinalista”. Ambos aspectosreforzaron el impacto de oposición internacional del esfuerzo asamble-ísta. El propósito de la ACAG no es afectar directamente a Botnia, sinoafectar “indirectamente” a quienes, según su percepción, son responsa-bles de que Botnia no se desplace, y a quienes pueden incidir sobre losprimeros para que, por su lado, fuercen a Botnia a hacerlo: represen-tantes (ambos gobiernos nacionales) y representados (sendas socieda-des nacionales).

La metodología empleada por los vecinalistas tiene lugar en el marcode una cultura política y un ambiente institucional (formal e informal)dados, en el cual, recurrir al expediente de bloquear los puentes, afec-tando derechos de terceros, resulta lógico y normal, y hasta se diría ruti-nario. Aunque los neopiqueteros de Gualeguaychú se diferencian de lospiqueteros argentinos socialmente —no se autodefinen en tanto desocupa-

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a circunstancias históricas que, aunque irreversible, no debería ser toma-da de modo estricto.11

Cuando en cualquier sociedad aparecen nuevos valores, o movimien-tos que, al alentarlos, los introducen de lleno en la agenda pública, esosvalores no actúan en el vacío sino que, por el contrario, se incorporan alas matrices culturales preexistentes. Sus sentidos, y el sentido de la acciónde quienes los alientan, están condicionados por las nociones-fuerza deaquellas matrices. La cultura, las formas preexistentes de concebir nues-tras identidades y de entender nuestra relación con el mundo, se cobransu precio. Tal vez la crisis de las papeleras marque un antes y un despuésen la conciencia ambientalista de los argentinos, pero, así las cosas, éstano es necesariamente una buena noticia.

El empleo del corte o del bloqueo como modos de acción planteaotras cuestiones interesantes en términos tanto teóricos como políticos.La primera de ellas es la dificultad para encuadrar conceptualmente elmétodo como desobediencia civil. Porque no sólo la efectividad, sino tam-bién el mero funcionamiento de esta modalidad a lo largo del tiempo,han requerido una singular cooperación de los poderes públicos. En ver-dad, la relación del corte con la legalidad es mucho más compleja y resul-ta imposible describir la situación como la de ciudadanos que operan enel límite o por fuera de la legalidad, pero en el marco de legitimidadcorrespondiente a la desobediencia civil. El “derecho a afectar derechos”está asistido —tanto en el caso que nos ocupa como en otros— por lospoderes públicos más allá de la tesitura de garantías (ciudadanos queprotestan interrumpiendo la circulación del transporte público y priva-do son protegidos por la policía de eventuales agresiones por parte delos afectados). En otras palabras, la paradoja se acentúa porque requie-re la colaboración expresa, activa, e incluso proactiva, del garante de laley. Si no se trata de protección ni de “permisividad” o consentimiento,sino de colaboración e incluso de aprovechamiento, por parte del poderpúblico (como un insumo para sus propios propósitos) de esta forma deacción, se establece una cierta “complicidad” que no encaja en el con-cepto de desobediencia civil. Desde luego, complementariamente, granparte de los afectados también debe colaborar, y la efectividad del méto-do depende, asimismo, de la capacidad de los actores para establecer una

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relación ambigua con los medios, dado que la difusión de la medida estan importante como el efecto sorpresa.

“Para organizar un corte hay que llevar baños, agua, hay que ocuparse de laambulancia, avisarle a Gendarmería para que detenga los camiones. Se creeque es una patriada de gauchos, a lo Artigas, y no es así. Hacen falta muchascosas, sobre todo moderación y racionalidad. A los loquitos hay que marcar-los y aislarlos para llevar a cabo una manifestación pacífica, que es lo que noso-tros queremos.” (Entrevistado 5)

“La Argentina es un país muy raro. Fijáte que la asamblea tiene legitimidadpara ponerse frente a un camión de Botnia y detenerlo, pero el problema escuando, desde el llano, alguien dice: ‘Lo que hay que hacer es una apelacióna quien tiene el poder: las empresas, los Estados’. Hoy, cuando le piden quelevante los cortes, Busti dice: ‘Yo voy a poner a la policía para que detenga alos camiones’, y es una completa ilegalidad si no hay ningún juez que hayaprohibido el tránsito de esos camiones. Mientras esa decisión no exista, Bustino puede decir que la policía parará a los camiones. Hay un uso piquetero delEstado.” (Entrevistado 12)

“Ya habíamos pedido algunas cosas antes, como la balanza (porque se circulapor la ruta con cualquier peso), un artículo del código aduanero para impe-dir que las empresas locales manden materiales a Uruguay… Este presidente,que tiene un poder tan grande y que en definitiva maneja todo el Congreso,si quisiera podría hacerlo.” (Entrevistado 16)

“Los vecinalistas, aquí, tuvieron y tienen mucho respaldo de las organizacio-nes piqueteras, y de gente pagada por los planes. Y el respaldo público en dine-ro del gobierno de Entre Ríos es inaudito.” (Entrevistado 14)

La segunda cuestión es que el corte, si bien no la creó, reforzó laíndole internacional de las oposiciones en el conflicto, al convertirse encomponente centralísimo del repertorio de recursos de acción de losasambleístas. Sería analíticamente desacertado atribuir al corte la cons-titución de adversatividad internacional, porque, como vimos, se confi-guró en una interacción en la que otros factores resultaron cruciales. Noobstante, tuvo un papel de relieve en su reforzamiento, y esto es perci-bido por parte del activismo ambiental, que lo sintetiza como “del abra-zo al corte” (Entrevistado 19). La siguiente cita plantea una aguda obser-vación al respecto:

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11 En ocasión de conocerse la autorización de la planta de Botnia, Jorge Busti llamó“gorila” al ex presidente uruguayo Jorge Batlle. Estrictamente, “gorila” es un término de lapolítica argentina —un insulto algo démodé que los peronistas empleaban contra aquelloscompatriotas recalcitrantemente antiperonistas— que, por definición, no podría caberle aun uruguayo; sin embargo, su uso no fue considerado fuera de lugar.

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comenzada por Batlle, ha sido similar: invadieron la Argentina y se apodera-ron de sus recursos naturales. El caso de la autorización de los dos metros cúbi-cos fue lo más humillante y lo más denigrante que [hizo] Tabaré Vázquez, consu gran debilidad de carácter. Hay que aclarar por qué sigue Botnia en seme-jante conflicto, pero todo el mundo tiene que estar tranquilo: Botnia se va aretirar. La licencia social voltea a cualquier empresa, y no violentamente, sinode forma pacífica, porque la región no está de acuerdo con actitudes de pira-tas como la que han llevado adelante Batlle y Tabaré Vázquez. Botnia sigue atodo trapo, porque, evidentemente, más le va a cobrar a Uruguay cuandotenga que resarcirla, con los contratos leoninos y la garantía de inversionesque le ha hecho firmar al señor Batlle. […] Yo no le tengo fe a esta Cumbre[de Iberoamérica]. Lo que estamos reclamando al presidente Kirchner es quesea el parlante de lo que nosotros repetimos todos los días: acá hay una trai-ción de Tabaré Vázquez porque está imposibilitado de gobernar a las empre-sas. El año anterior a salir electo dijo exactamente en Minas Corrales que lesiba a poner coto a estas empresas, que se aprovechaban de los recursos natu-rales y de la belleza de Uruguay, [y cuando] llegó al poder hizo lo contrario yse jactó de que iba a poner una tercera. O sea que el problema de la traición,además de haber traicionado al Frente Amplio, es de los uruguayos para losuruguayos. Pero que se apoderen de nuestros recursos naturales es problemanuestro, y por eso garantizamos que Botnia se va a ir de este río. Acá hay unarealidad, estas empresas manejan Uruguay… La movilización no va a pararjamás, eso es una garantía. Estamos demostrándole al mundo, en forma iné-dita, que nosotros pacíficamente echamos a los usurpadores de recursos natu-rales de otros países; el tema de los cortes, o el de si las pasteras van a conta-minar más o menos, es totalmente anecdótico. Acá hay que rechazar a uninvasor, que no es el pueblo uruguayo sino el gobierno uruguayo, y no estoyni enardecido ni enojado, pero uno se pone vehemente. Lo que Uruguay hahecho es aberrante… la proporción catastrófica entre una cosa y otra”. (Decla-raciones grabadas, Clarín, 4/11/2006)

El 20 de junio de 2006, en ocasión del acto oficial del Día de la Ban-dera, un grupo de asambleístas se presentó sorpresivamente y desplegó unestandarte con los colores argentinos —al que se abrazó el presidenteKirchner— que decía “Fuera Botnia-Viva la Patria”. El 9 de julio, con eltelón de fondo de las denuncias contra Romina Picolotti por corrupcióny prevaricación, Kirchner declaró en San Miguel de Tucumán: “Cuandodije que las papeleras eran causa nacional, sé que estaba cumpliendo conla patria y con el pueblo”, ante un centenar de militantes de la ACAG que,en un comunicado, manifestó:

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“El corte del puente, más que diluir y superar la frontera, la remarca, refuer-za la división y separación en dos entidades confrontadas; ‘estataliza’, refuer-za la máscara estatal-nacional del conflicto, distrayendo y sustrayendo la cues-tión principal, que es el conflicto entre los pueblos vecinos del río Uruguay ylos capitales transnacionales y sus instituciones financieras, como el BancoMundial”. (Bergel, 2007)

Pero hay una relación profunda y relevante entre ambas cuestiones:uno de los motivos por los cuales el corte contribuye a estatizar el conflic-to es su problematicidad en términos de su relación con la política con-vencional y el Estado. La índole neopiquetera del método, su imposibili-dad de inscribirlo en términos de desobediencia civil, resulta patente paratodos, sobre todo para los propios uruguayos.

Todos estos problemas parecen revelar los límites insalvables y los desa-justes que presenta la combinación, por un lado, de una forma asamble-ística de toma de decisiones, de plena igualdad y absoluta apertura y, porotro, de una metodología neopiquetera.

8. Del conflicto internacional al nacionalismo

Es importante observar que, para el caso de los asambleístas, encuanto se refiere a los testimonios y las entrevistas recabados (realizadosen tres momentos diferentes), no hemos encontrado una clara eviden-cia de orientaciones o posiciones nacionalistas. Estas posiciones apare-cen, en cambio, en los propios asambleístas en acción, a la hora en quela palabra cumple su papel en la escena pública. Que las entrevistas y lostestimonios reproducidos no lo reflejen no significa, por supuesto, queel nacionalismo, como configuración discursiva de sentido común o pro-positiva de identidad (Palermo, 2007a), no esté presente en los asam-bleístas.

En la escena pública, la retórica y la simbología nacionalistas son fre-cuentes y claras. Alejandro Gahan, miembro activo de la ACAG durantedos años (luego apartado de la asamblea, aunque participa del activismovecinal-ambiental), nos proporciona una ilustración prístina del modo enque la matriz político-cultural del nacionalismo argentino da forma a laspercepciones de los activistas asamblearios en su retórica pública:

“La función que hemos estado cumpliendo estos tres años y pico es la quehabría tenido que cumplir nuestro presidente. Así como algunos países inva-den a otros y se apoderan de su petróleo, la traición de Tabaré Vázquez,

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“El 9 de julio de 1816, hombres y mujeres, representando a todos los habi-tantes de nuestro suelo, después de haber recorrido un largo camino eli-gieron vivir libres e independientes… Por estos tiempos, nosotros estamostambién haciendo un largo camino, pacífico y difícil, castigado a veces, incom-prendido otras, sólo por elegir vivir en un país libre de contaminación, defen-diendo el derecho a la vida”.

Según explicó Alfredo de Ángelis, integrante de la asamblea, a la agen-cia oficial de noticias Télam, la presencia tuvo por objetivo realizar “un lla-mado de atención sobre los ataques contra la soberanía argentina” (Maxi-maonline). El 12 de enero de 2008, José Pouler (La Nación, 13/1/2008),celebrando la decisión anunciada por los asambleístas de Colón de cerrarel puente con Paysandú por tiempo indeterminado, declaró: “Si hay argen-tinos que no entienden nuestro reclamo o no se solidarizan con nuestralucha e igual quieren ir a veranear al Uruguay, tendrán que hacer más kiló-metros”. Y su compañero Rubén Saboular advirtió: “Si vemos que algúnfamoso viaja a Uruguay —un político, un artista—, le vamos a tomar unafotografía para publicarla en Internet”. El 18 de enero, el mismo José Pou-ler (Clarín, 19/1/2008) anunció la intención de la ACAG de llevar a caboun “antorchazo” la semana siguiente, y explicó: “Las acciones desean expre-sar que la lucha sigue viva contra el modelo de extranjerización y conta-minación que quieren imponer los gobiernos de Uruguay y Finlandia”.

En todos estos casos, la corrección del comportamiento esperado noproviene de intereses ni de valores relacionados con el medioambiente,sino de una condición de los interpelados: la de argentinos. Por eso es quecualquier “famoso” que incurriera en un comportamiento diferente delque se esperaba, merecería ser escrachado. Por supuesto, se podría objetarque estas posturas expresan un mundo cultural intensamente localista, yno nacionalista. A nuestro entender, no es así porque, estrictamente eneste caso, es el nacionalismo el que ha capturado al localismo, y no vice-versa. En efecto, todo nacionalismo reúne dos dimensiones necesarias: laprimera es ontológica y la segunda, historicista. La ontológica asume a lanación como un ser, con propiedades trascendentales —el ser nacional—,y el interés de los connacionales, en tanto tales, es común y único, porquederiva del ser, o es propio del ser, del que los connacionales son parte. Ladimensión historicista es la de arrogación: el ser nacional es un ser-en-el-mundo cambiante.12 A lo largo de la historia cambiante, el interés nacio-nal “pasa” por coordenadas diferentes —que deben ser “detectadas” por

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aquellos que tienen “sensibilidad” para hacerlo; en otras palabras, porquienes son buenos nacionalistas—. La arrogación se apropia de esa índo-le nacional ontológica, atribuyéndola a un interés cualquiera, e invirtien-do la trayectoria de legitimación. El interés ya no sería de un grupo, ni deun sector, ni de la sociedad, sino de ese todo —el ser nacional—; por ejem-plo, la “defensa de la integridad territorial”, la “protección de la industriadoméstica” o la no instalación de dos pasteras en la localidad uruguaya deFray Bentos.

Esta brecha entre la ausencia de indicios de configuraciones discursi-vas nacionalistas en las entrevistas y su estridente presencia en la acción delos asambleístas nos sugiere una hipótesis que, de momento, no estamosen condiciones de corroborar satisfactoriamente: la diferencia entre ausen-cia y presencia es, sobre todo, un resultado de la interacción del asamble-ísmo con los actores políticos y estatales provinciales y nacionales.

9. La lucha con la verdad

Mal podría sorprender que la palabra “mentira” esté constantementeen boca de los protagonistas del conflicto de las papeleras.

“Uruguay promete que, si contaminan, va a parar las plantas, [pero] son todasmentiras. […] Ellos dicen: ‘No vamos a ser tan suicidas de contaminar un ríoque es de uso común, que es compartido’. Pero cuando ellos contaminen, ydestruyan el ecosistema del río, daño que va a ser irreparable, ya va a sertarde.” (Entrevistado 1)

“Según el informe que nos da Guayubira, coincido con ellos: es mentira quevan a generar puestos de trabajo, al contrario, los puestos van a disminuir. EnUruguay, las actividades agropecuarias, de producción intensiva, de apicultu-ra, etc. generan una cantidad de puestos de trabajo por hectárea, mientrasque las forestaciones, muchos menos. Además, ya se está produciendo un cam-bio en los ecosistemas de Uruguay que es absolutamente notorio. No es lomismo tener una hectárea de eucaliptos que tener un monocultivo, que no eslo más aconsejado por los que saben de esto, los ecólogos. De lo económicotambién quiero decir que me molesta profundamente la abierta compra devoluntades. O sea, para los jefes en Fray Bentos están haciendo un countryclub…” (Entrevistado 27)

“A mí no me gusta leer falsedades en un informe. Botnia informa que, paradeterminar qué es lo que llaman ‘rosa de los vientos’, es decir, vientos predo-

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12 El dictum “los países no tienen amigos permanentes, tienen intereses permanentes”es ilustrativo. El mundo cambia y, con los cambios del mundo, cambian los amigos.

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del río, procuramos proporcionar al lector —con la ingenuidad y el entu-siasmo propios del compromiso cívico militante— una imagen objetivaque contrarrestara el efecto pernicioso de miles de fotos no objetivas, y unode nuestros colaboradores fue diligenciado al Ñandubaysal para obtenerla toma correcta. Costó, pero fue posible, y así reprodujimos en la tapa laimagen tal como la registraría el ojo humano. La reacción de numerososlectores fue la misma que recogimos al recabar testimonios en la Repú-blica Oriental del Uruguay:

“No logro entender cómo una comunidad que está nada menos que a 27kilómetros de Botnia se persuade a sí misma de algo tan delirante”. (Entre-vistado 29)

Delirantes o no, las imágenes difundidas durante meses en los perió-dicos y programas de televisión no eran, para los asambleístas, truchas otrucadas, porque expresaban cómo veían ellos a la pastera desde su orilla.Nuestra foto tenía el propósito (imposible) de confrontar lo verdadero ylo falso, pero en la práctica cumplió el papel de confrontar dos formas depercepción del mismo problema.

Las fotos de los diarios y las imágenes televisivas ciertamente no fue-ron producidas ni proporcionadas por los asambleístas; antes bien, ellosencontraron en esas imágenes la ratificación de su verdad y otorgaron alperiodismo el estatus de agente de confianza (como vimos en el apartado2). Del mismo modo, le confirieron ex post el estatus de productores vero-símiles del dato —que ex ante es verdadero— al especialista y al ambienta-lista. Porque, así como los diarios producen imágenes, los militantesambientalistas producen información técnica. Los críticos más severos delas ONG ambientalistas sostienen que sus posiciones, en intensidad y con-tenido (y su escaso apego a “la verdad”), provienen de que, para sus acti-vistas, al fin y al cabo, las propias entidades son sus principales (cuando noexcluyentes) fuentes de ingreso y progreso profesional. Sin embargo, lascoartadas para “exagerar”, “omitir” o “mentir” siempre existen. Si se cree

minantes, toma como medición los años 2000, 2001, 2002, 2003, 2004 y 2005.Cuando se hace un estudio científico-técnico para encontrar una predomi-nancia, se necesita tomar medidas de tiempo más extensas, digamos veinteaños. Quiere decir que la información es parcial.” (Entrevistado 14)

El empleo de la invectiva no tiene nada de particularmente novedoso;lo interesante es, en cambio, el modo en que la utilización de informaciónse desprende casi por completo de cualquier relación de interlocuciónfactible en la que el desacuerdo se establezca en términos comunicables—argumentable, epistémicamente compartibles— por parte de los dife-rentes actores. Los comentarios que expresan frustración o manifiestaimpotencia en los siguientes testimonios, ilustran el punto:

“Que los apicultores no iban a poder exportar más miel a Europa…, muchasveces les pregunté a los asambleístas dónde estaba la normativa”. (Entrevis-tado 14)

“La sensación que uno tiene es que hay gente que sabe lo que pasa, pero leconviene seguir diciendo cosas absurdas, sin el menor sustento técnico; porejemplo, en el caso del empleo de mano de obra, dicen exactamente lo con-trario de lo que es, y nombran como referencia a la consultora, precisamen-te, que estudió y que dice que el balance laboral es mejor. ¿Cómo se hace paradiscutir?” (Entrevistado 28)

La cuestión es que los asambleístas no saben dónde está aquella nor-mativa, y no les importa, no precisan saberlo; y al dar por descontada suexistencia, no mienten ni dicen la verdad, como tampoco lo hacen en rela-ción con el balance laboral, porque sus afirmaciones son de un orden queno se puede contrastar con los supuestos a partir de los cuales la diplo-mática finlandesa y el funcionario público uruguayo —en estos casos—plantean sus preguntas. Quizás el ejemplo más claro de este problema seael de las publicitadas fotos de Botnia capturadas desde territorio entre-rriano. Durante meses, diferentes diarios argentinos —entre ellos, los demayor alcance nacional, como Clarín y La Nación— reprodujeron fotos dela pastera obtenidas desde distintos puntos de la costa argentina del ríoUruguay, en la mayoría de los casos desde el balneario Ñandubaysal, enlas que la imagen de la pastera no aparecía tal como la capta el ojo huma-no sino, claramente, mucho más próxima.13 Para nuestro libro Del otro lado

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ría, no se trata de fotos “truchas”, sino que el lente normal (50 mm) aproxima los segundoso terceros planos. De modo que, para reproducir una imagen tal como el ojo humano lapercibe, se necesita un zoom. Ahora bien, la posibilidad de que el zoom sea utilizado justa-mente para generar el efecto contrario —aproximando, y no alejando— es comprensible-mente mucho más alta en un contexto periodístico. Hubo algunas excepciones, fotografíasindiscutiblemente “truchas”, como una que tuvo enorme repercusión pública, en la cual unniño, con una camiseta de la Selección argentina (y el número 10 de Maradona), hacía ful-bito en la orilla, “en el balneario Ñandubaysal”, con la pastera del otro lado del río prácti-camente al alcance de la vista.

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13 El único lugar desde el que la pastera se ve tan próxima —como apareció durantemeses en los periódicos argentinos— es desde el puente General San Martín. En su mayo-

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relato, pero no del mismo modo. Ya que la relación entre relato y aconte-cimientos no es la misma en cualquier caso. Los familiares de las víctimasde Cromagnon tienen a sus espaldas el hecho irrefutable de la muerte de194 jóvenes durante la noche del 30 de diciembre de 2004. A partir de ahípodrá haber mil versiones, mil relatos y mil verdades, pero esa tragedia,como disparador fáctico, no admite más que su pleno reconocimiento. Elconocimiento de “la intención de dos empresas celulósicas de instalar sen-das pasteras que habrán de tener efectos catastróficos sobre el hábitat deuna comunidad” es un dato de otro orden, y la relación entre relato y acon-tecimiento es, por tanto, muy diferente. El relato fundante necesita ser tanirrefutable como el de Cromagnon y, de hecho, consigue serlo.

Esto es captado por la diplomática finlandesa que ha tenido que habér-selas con el asunto desde la embajada de Finlandia para la Argentina, Chiley Uruguay:

“Es muy gracioso lo que me pasa en Finlandia cuando les describo cómo es elproblema. Me dicen: ‘Bueno, ¿por qué no mandamos un experto calificadopara que les explique que esto no es así?’. Pero es evidente que ésa no es lacuestión, la cosa no pasa por explicar”. (Entrevistada 14)

En verdad, difícilmente pueda encontrarse que haya algo que expli-car. Calificar al asambleísmo gualeguaychense de fundamentalista en suorigen es apenas parcialmente cierto, pero la parte cierta no es irrelevan-te. Aunque los rasgos fundamentalistas surgen más nítidamente con el des-plazamiento de los históricos, el componente inicial define en gran medi-da la trayectoria y las opciones ulteriores del movimiento.

10. El papel de los medios de comunicación

A diferencia de los medios uruguayos, donde fueron contadas excep-ciones las voces que criticaron la posición oficial, los medios argentinospresentaron un panorama mucho más diverso. No se hicieron eco de lasintonía entre el asambleísmo y el gobierno en torno a la “posición unifi-cada”, ni acompañaron los esfuerzos de constitución de una “causa nacio-nal”. No obstante, tuvieron un papel importante que, en términos gene-rales —si se considera la forma de presentación de las noticias más aúnque los comentarios—, reforzó las percepciones catastrofistas y los rasgosinternacionales del conflicto.

Los medios resultaron indispensables para los asambleístas, directa eindirectamente, por razones obvias. Los asambleístas gualeguaychenses

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a pie juntillas, por caso, en el catastrofismo ambiental de saqueo, ¿quétiene de intrínsecamente perverso o insólitamente malvado difundir infor-mación sesgada sobre los impactos ambientales de un emprendimiento?¿Por qué motivo un militante ambiental no podría creer que “el fin justi-fica los medios”, del mismo modo en que puede hacerlo un sacerdote, unpolicía, un político o hasta un ciudadano de a pie?

El problema es que, cuando una organización o sus cuadros se inter-nan en el “denuncismo”, esta tesitura pasa a ser una acción en sí misma,como en muchos otros órdenes, a la búsqueda de qué denunciar. Ya no esun problema sustancial el que precisa ser objeto de denuncia, sino eldenuncismo el que precisa encontrar un problema-insumo que lo sosten-ga. Esto, ya hemos visto, es en parte lo que sucedió en los inicios del asam-bleísmo gualeguaychense, cuando algunas organizaciones ambientalesencontraron su nuevo problema y un nuevo público.

Ese público se activó, organizó y cristalizó identitariamente en torno aun relato básico, bien conocido. Y cuando un relato es un componenteprincipal en la gestación de la acción colectiva, carece de importancia quesea verdad o mentira desde un punto de vista fáctico. El ambientalismo esuna ideología, como cualquier otra, pero se cubre fácilmente de hechos,datos, información científica y verdades. Se presenta como un discurso dedenuncia desde la verdad. Cuando ya es así, entonces pasa como con lostestamentos: tienen sus predicadores y sus fieles, y esa verdad es irrefuta-ble porque concentra el fundamento de la organización. De hecho, laperspectiva de que al menos una parte del asambleísmo derive en algocomo una secta religiosa contramesiánica —en lugar de esperar al Mesías,esperaría la catástrofe sin redención— es una posibilidad. Un funcionariode la Secretaría de Medio Ambiente del gobierno entrerriano podría fun-gir perfectamente como sacerdote:

“La contaminación en el río Uruguay por la pastera Botnia existe, aunque aúnno se puede determinar el grado, y serán las generaciones de hijos y nietosquienes resulten afectados si la planta no se relocaliza. Las dioxinas que gene-ra la industria pastera se depositan en el agua y luego van pasando por la cade-na alimentaria, desde las aves hasta otros animales, hasta llegar a las personas”.(Guillermo Luciano, Perfil, 27/1/2008)

Lo fáctico carece de toda importancia, pero no se trata de una orga-nización que actúa sobre la base del mantenimiento de una falsedad y laadmisión consciente y oculta de que la verdad de la organización es falsa.Esto no es banal, porque no todos los orígenes organizacionales o identi-tarios dependen del mismo modo de un relato. Todos dependen de un

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participantes, de retórica, de contenidos, de sentidos, de procedimientos,que acompañó el proceso generando efectos identitarios. La necesidad desintonía supuso adaptarse lo más posible a las formas con las que los pro-pios medios se conectan con un público amplio y heterogéneo.

11. Problemas de representación

En la protesta del 29 de agosto de 2007, ambientalistas gualeguay-chenses hicieron oír su voz del otro lado del río: “Argentina dice: fuera Bot-nia y fuera Finlandia, terroristas del medioambiente. ¡Están inaugurandoun puerto ilegal!”. No resulta inusitado, en país alguno, que un grupoidentifique su interés como el interés del conjunto de la nación, y aspirea convencer a sus connacionales de esa perfecta identidad. Si se trata deun conflicto que involucra a otro país, echar mano del recurso de arroga-ción suele ser aún más eficaz. Y si el interés grupal puede ser inscripto comola defensa de un valor universal —como el medioambiente sano—, la arro-gación es más sencilla aún, sea esa inscripción fundada o arbitraria. Habi-tuados a esas prácticas, cuestionarlas resulta más arduo que remar con-tracorriente en las suaves aguas del río Uruguay. En la lógica de hierro dela arrogación, cualquier defensor de una posición diferente se opone a uninterés de la nación. No es inquietante si la arrogación es bandera, sola-mente, de un grupo reducido, por intenso que sea su activismo y enfáticassus posiciones, pero, si la demanda es esgrimida por políticos y poderespúblicos, ya es otro cantar. Los defensores de posiciones distintas debenatreverse a alzar su voz contra lo que es postulado desde el Estado y porrepresentantes del pueblo como una causa nacional. Dadas tan usualesadversidades, resultó reconfortante que, en el conflicto de las papeleras,los argentinos expresaran las más diversas posiciones y preocupaciones,haciendo patente que existen diferentes intereses y valores en juego,todos legítimos, cuya aspiración a arrogarse el nombre de la nación seríatan pertinente (o poco pertinente) como la de los asambleístas. No obstan-te, quienes expresaron estas posiciones —artistas, empresarios, ensayistas,especialistas medioambientales, periodistas, políticos, etc.— raramenteincurrieron en el expediente típico, comprendiendo quizá que, en elmundo de hoy, las operaciones políticas de configuración de un interésnacional son cada vez más costosas para las comunidades nacionales quelas sostienen.14

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14 Tal como se percibe, dolorosamente, en las presentes circunstancias, los intentos delgobierno argentino de convertir la postura del vecinalismo en “causa nacional”, si bien no

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advirtieron rápidamente que su acceso a los medios y el impacto mediáti-co eran fundamentales para alcanzar sus objetivos —toda la efectividad,por ejemplo, dependía mucho más de la repercusión mediática de los cor-tes que de su impacto directo sobre los afectados—. Lo que resulta menosobvio es que esto tuvo repercusiones sobre la asamblea misma, sobre suretórica, sus percepciones, sus líneas adversativas y su identidad. Losmedios, indiscutiblemente, dieron voz a los asambleístas, pero el trata-miento que confirieron a la cuestión se autonomizó rápidamente paraseguir una lógica propia, específica de la comunicación de masas. Así, lasfotos de la pastera desde Ñandubaysal, o “a las 16:45 Botnia empezó a con-taminar”, o “ahora Botnia dice que en las operaciones iniciales podrá haberesporádicamente malos olores…”, son hechos de prensa que no expresanal asambleísmo ni a nadie en particular, pero generan efectos poderosos.Que lo hagan sobre la opinión pública es una conjetura, que no tenemoscómo medir aún; en cambio, es mucho más admisible su efecto sobre losasambleístas.

Quizás el ápice de la mediatización del conflicto no haya tenido porprotagonistas directos a los asambleístas (aunque éstos se llevan sus pal-mas, en especial con la erección del muro en el puente) sino al presiden-te de la Argentina, el día en que, ampulosamente, recriminó en un ejer-cicio manifiesto de no diálogo y performatización mediática:

“Le rogamos al intransigente presidente uruguayo que, por favor, discutiéra-mos de qué forma podíamos correr desde allí a Botnia para que no contami-ne visualmente y no nos generara la duda de una futura contaminación”.(22/11/2006)

Kirchner no le estaba rogando cosa alguna a Tabaré Vázquez, sino queprocuraba un determinado efecto doméstico. Pero, si escogemos este ejem-plo, entre miles posibles, es porque evidencia hasta qué punto el trade off delasambleísmo con los medios resultó un arma de doble filo para el primero.Ya que reducir el problema de los gualeguaychenses a la contaminaciónvisual —ligando a ella la demanda por el desplazamiento— tiene mucho depatético, y la audiencia de ese discurso puede haber reconfortado a muchosasambleístas, pero dejó un amargo sabor en la boca a quienes veían cómose desgranaban las cuentas del collar con el que habían soñado.

En efecto, el denuncismo, el inmediatismo, la simplificación de las pre-sentaciones y de los sentidos, propios de los medios, tuvieron un efectoconstituyente sobre la propia asamblea, en la medida en que ésta se pro-puso la mayor efectividad en su acceso y su presencia en los medios. Estosupuso una suerte de selección al interior de la asamblea, en términos de

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Sugestivamente, el problema político representativo de la arrogaciónestuvo presente desde el origen del conflicto. En la larga primera etapa, enque los gobiernos provincial y nacional actuaron con el desatino suficien-te para convencer a la comunidad de Gualeguaychú de que su problemales resultaba completamente indiferente, el reclamo por ejercer el derechoa participar en decisiones, tener acceso e influencia, y la exigencia de quese detuviera la construcción de la planta y que fuera relocalizada, eran unosolo; muy lógicamente. También es enteramente lógico que los funda-mentos normativos de la reclamación estribaran, precisamente, en el meca-nismo de arrogación. Las justificaciones formuladas por intelectuales públi-cos revelan —a nuestro entender— cierta confusión. Por caso:

“Son los gobiernos los que desobedecen, ignoran, traicionan al pueblo sobe-rano, y entonces éste no tiene más remedio que desconocer y desobedecer alos gobiernos desobedientes”. (Bergel, 2007)

Porque cabe imputar a los gobiernos indiferencia o incluso desaten-ción deliberada, en aquella primera etapa, pero no desobediencia. No exis-te el menor vínculo representativo o participativamente establecido queindicara una obligación de los representantes de obedecer el reclamo. Desdeluego, la expresión “pueblo soberano”, en este contexto, no hace más quecomplicar las cosas. Y lo hace más todavía si se toma en cuenta que hay dosexpresiones menos genéricas que, cuanto menos, debe admitirse que sonparte del juego: “pueblo argentino” y “pueblo uruguayo”, participativas,deliberativas —a menos que uno suscriba teorías sobre la artificialidad delos Estados nacionales, que no es nuestro caso—. (Una de las formas enque ambas expresiones entran en juego es, por supuesto, en términos derégimen político representativo y su contrajuego con otras formas de lopolítico democrático.) Así, un sector del ambientalismo introduce certe-ramente el concepto de licencia social, aunque otros sectores se limitan aentenderla como una suerte de poder de veto local sobre toda una región.Pero la forma de argumentar de los primeros también nos resulta proble-mática. Ellos admiten que Fray Bentos otorgó una licencia social, y seña-lan correctamente que, tratándose de una “realidad” regional y/o trans-nacional, la licencia social fraybentina no puede ser suficiente. Esto realzael problema, no sólo de los cortes, sino de la internacionalización del con-

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flicto en que la ACAG se fue entrampando. Si se aspira a establecer la nece-sidad de una licencia social en arreglo a un concepto de soberanía decuenca, el repertorio de acciones debería ser consistente con los datos deque Fray Bentos y, hasta donde sepamos, también Uruguay la otorgaron,y, asimismo, con el hecho de que se está actuando sobre esa realidad trans-nacional.

Como bien observan algunos ambientalistas, el reclamo por un ple-biscito regional partió de la agenda de los asambleístas y fue desplazadorápidamente por el corte. Más precisamente, la traslación a una “posiciónunificada” obturó por completo esa posibilidad.

En el campo analítico, estos problemas de representación —proble-mas que nosotros no aspiramos a resolver en este trabajo, sino simple-mente a explicitar con la mayor precisión que nos sea posible— no sonsuficientemente tematizados. Giarracca y Petz (2007) dan por sentado elsentido binacional artiguista de la lucha de los asambleístas, pero es difí-cil entender por qué los uruguayos o los argentinos que no se oponen a lapolítica foresto-industrial (más bien, en el caso uruguayo, le han otorga-do consenso como política de Estado de varios lustros) o a la instalaciónde pasteras, no serían tan “ilustrados y valientes” como los que las cues-tionan. Después de todo, como decía el Protector de los Pueblos Libres:“No existe un pacto expreso que deposite en otro pueblo de la federaciónla administración de la soberanía”. (Si imaginamos cualquier proceso deintegración política que merezca la pena, la advertencia de Artigas cobraun sentido actual muy sugerente). Delamata (2007), entretanto, tambiénse refiere al derecho de los pueblos y sostiene que la consigna de la licen-cia social expresa el reclamo por el reconocimiento del derecho colectivode decidir el modelo de desarrollo para la región. A nuestro entender, estoes indiscutible, como también lo es su observación de que la asambleaexpresa una demanda de regulación estatal muy fuerte ante los fenóme-nos de globalización productiva. Poco o nada se dice, no obstante, sobrelos problemas de compatibilización de ambos reclamos, o sobre la consis-tencia entre ambos, por un lado, y las acciones de la asamblea y la elabo-ración de una posición unificada con el gobierno nacional, por otro.

12. Asambleísmo y contrademocracia

Tal vez no esté de más recoger de los testimonios y las entrevistas aque-llas referencias a la proximidad de Gualeguaychú con Buenos Aires, y alhecho de que parte de la especificidad gualeguaychense radique en queel resto de los entrerrianos los consideraría un poco porteños. En un tra-

76 Movimientos socioculturales en América Latina

lograron —afortunadamente— ese objetivo de este lado del río, van en camino de conse-guirlo del otro lado, envenenando los vínculos argentino-uruguayos, y contribuyendo a ero-sionar la precaria integración.

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— (2006b), “Victimismo y agresión: de Malvinas a las papeleras”, Debate, Nº 165, Bue-nos Aires, mayo.

— (2007a), Sal en las heridas. Las Malvinas en la cultura argentina contemporánea, Bue-nos Aires, Sudamericana.

— (2007b), “Papeleras: sacando las castañas del fuego”, en Palermo y Reboratti(2007).

Palermo, Vicente y Reboratti, Carlos (2007) (comps.), Del otro lado del río. Ambientalis-mo y política entre uruguayos y argentinos, Buenos Aires, Edhasa.

Rosanvallon, Pierre (2007), La contrademocracia. La política en la era de la desconfianza,Buenos Aires, Manantial.

Anexo

Condiciones profesionales de los entrevistados

Entrevistado 1: alto funcionario del gobierno provincialEntrevistados 2, 3, 4, 5, 7, 9, 16, 20, 26: asambleístas de GualeguaychúEntrevistado 6: alto funcionario de la Defensoría del Pueblo (nacional)Entrevistados 8, 10, 12, 27, 32, 33: activistas ambientales (args.)Entrevistados 11, 36: diplomáticos argentinosEntrevistados 13, 15: asambleístas de Gualeguaychú / altos funcionarios

del gobierno municipalEntrevistados 14, 37: diplomáticas finlandesasEntrevistados 17, 18: asambleístas de Gualeguaychú / activistas políticos

localesEntrevistado 19: político provincial y activista ambientalEntrevistado 21: productor forestal (arg.)Entrevistado 22: economista forestal (arg.)Entrevistados 23, 30, 34: activistas ambientales (urug.)Entrevistados 24, 31: académicos uruguayosEntrevistado 25: dirigente político nacional (arg.)Entrevistados 28, 29: altos profesionales del sector público (urugs.)Entrevistado 35: asesor de la Cancillería argentinaEntrevistado 38: periodista uruguayoEntrevistado 39: político departamental uruguayoEntrevistados 40, 41, 42: políticos nacionales uruguayosEntrevistados 43, 44: productores forestales uruguayosEntrevistado 45: alto funcionario de BotniaEntrevistado 46: alta funcionaria de la Cancillería argentina

78 Movimientos socioculturales en América Latina

bajo reciente, Rosanvallon (2007) ha acuñado el término “contrademo-cracia” para referirse a las nuevas formas de la política democrática con-temporánea, aludiendo al “conjunto de prácticas de control, de obstruc-ción y de juicio a través de las cuales la sociedad ejerce formas de presiónsobre los gobernantes, definiendo el equivalente de un magisterio para-lelo e informal, o incluso un poder corrector”. Rosanvallon no exalta nidenigra estas nuevas formas que han cobrado centralidad, a nuestro enten-der, en el marco de la “democracia de lo público”, problematizada porManin en su clásico estudio sobre el gobierno representativo. Para Rosan-vallon, la contrademocracia tendría, así como sus virtudes, su propia pato-logía, que (más allá de la etiqueta arbitraria que le asigna: populismo) con-sistiría en “radicalizar la democracia de control, la soberanía negativa y lapolítica como juicio, hasta culminar su movimiento común en la impolí-tica”. Si tuviéramos que sintetizar en pocas palabras los rasgos negativosdel espíritu político que anima hoy a los porteños, diríamos que se apro-ximan bastante, a su modo, a las patologías de lo contrademocrático: estápresidido por una elevadísima autoestima, un marcado narcisismo, unafuria de mecha corta, una indignación a flor de piel, a la búsqueda demotivos que le permitan el placer de manifestarse. Éstas son parte de lassombras del asambleísmo gualeguaychense, sombras que se han proyec-tado y agrandado desmesuradamente, sobre la pantalla del escenarionacional y regional, en razón de una infortunada relación con la políticaconvencional, infortunio que se explica justamente en virtud de la varia-ble a la que Rosanvallon no presta prácticamente ninguna atención en suensayo: los liderazgos.

Referencias bibliográficas

Aboud, Lucía y Museri, Anabella (2007), “En caída libre. Del diferendo al conflicto”,en Palermo y Reboratti (2007).

Bergel, Pablo (2006), “Derivas uruguayas”, M’Bíguá, Nº 1, junio-julio-agosto.Delamata, Gabriela (2007), “El movimiento asambleario de Gualeguaychú: construc-

ción y reclamo (internacional, nacional y transnacional) de un derecho colecti-vo”, mimeo, Buenos Aires, UNSAM.

Giarracca, Norma y Petz, Inés (2007), “La Asamblea de Gualeguaychú: su lógica denuevo movimiento social y el sentido binacional ‘artiguista’ de sus acciones”, Rea-lidad Económica, Nº 226, Buenos Aires, febrero-marzo.

Grupo Interdisciplinario de la Asamblea Ambiental de Gualeguaychú (2007), “Advier-ten que el funcionamiento de Botnia será una catástrofe ambiental”, 31 de julio,disponible en www.lavoz910.com.ar.

Palermo, Vicente (2006a), “Neopiqueteros y protesta social”, Revista Ñ, Clarín, BuenosAires, febrero.

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2. Movimientos sociales de mujeres. El feminismo

Sonia Montaño Virreira, Mariana Sanz Ardaya

1. Introducción

Las mujeres de América Latina son las protagonistas de uno de losmayores cambios culturales de la historia (CEPAL, 2007). Hoy en día esposible afirmar que, en términos de las libertades conquistadas —jurídi-cas y de facto—, casi ninguna mujer querría repetir la vida de sus abuelas.La igualdad ha avanzado a paso lento y, a pesar de los drásticos y proba-blemente irreversibles cambios producidos en las familias, el mundo deltrabajo y la vida política, el malestar de las mujeres de la región ha puestoal descubierto la brecha entre su aporte a la sociedad y el reconocimien-to que por ello reciben (CEPAL, 2007b).

Este trabajo analiza el papel del movimiento feminista en AméricaLatina durante los últimos treinta años, sus vínculos con el movimientoamplio de mujeres, los partidos políticos y las instituciones públicas, y des-taca su naturaleza internacional en tanto ha construido sus raíces y expre-siones locales a la luz de y en articulación con procesos globales como elde la igualdad entre mujeres y hombres expresado en la Cuarta Confe-rencia Mundial de la Mujer de 1995, en Beijing. Se trata de un movi-miento internacionalista por origen y vocación, que ha incidido en losprincipales paradigmas de desarrollo humano en los últimos treinta años(CEPAL, 2007). Se examinan las especificidades que derivan de este inter-nacionalismo, así como los efectos positivos del contexto democrático en

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ámbitos temáticos propios de la llamada “segunda ola” del feminismo.2

El presente trabajo aborda la evolución compleja de este pensamiento,así como su debate con el liberalismo y su búsqueda de autonomía fren-te a los partidos políticos. Documenta cómo el feminismo ha acompa-ñado la crítica a la ilustración y la posmodernidad planteando retosimportantes a los movimientos sociales de mujeres.3 El estudio tambiénmuestra cómo los procesos de globalización han abierto las barrerasfinancieras y del ciberespacio a estos movimientos, y cómo las fronterasde los cuerpos y la sexualidad se complejizan. Surge así un feminismoque es global, y a la vez anticolonial, teniendo en cuenta que los cambiosen el mundo del trabajo han cobrado mayor importancia en la vida delas mujeres.4

En América Latina, el feminismo aparece como movimiento y pensa-miento crítico en la década de los sesenta, ya que con anterioridad sóloexistía un feminismo excepcional, vale decir, débil, aristocrático y tributa-rio del sufragismo, junto a figuras en algunos países de raigambre anar-quista o de origen popular, vinculadas a las luchas obreras.5 Su presenciacomo actor social internacional surge en torno a la Conferencia Mundialsobre la Mujer celebrada en México en 1975.

Un buen punto de partida para el análisis actual de estos movimientoses la definición propuesta por Laraña, quien enfatiza sus elementos cog-nitivos y reflexivos. Según esta definición, son una forma de acción colec-tiva: “1) que apela a la solidaridad para promover o impedir cambios socia-les; 2) cuya existencia es en sí misma una forma de percibir la realidad, yaque vuelve controvertido un aspecto de ésta que antes era aceptado comonormativo; 3) que implica una ruptura de los límites del sistema de nor-mas y relaciones sociales en el que se desarrolla su acción; 4) que tienecapacidad para producir nuevas normas y legitimaciones en la sociedad”(Miguel Álvarez, 2000). El papel central, en consecuencia, del movimien-

la región que transcurren de la lógica de la subordinación a la del empo-deramiento de las mujeres. El movimiento feminista ha actuado desdeorganizaciones no gubernamentales, redes y espacios propios y ha gene-rado un nuevo tipo de institucionalidad pública, que contribuye al desa-rrollo de un discurso democrático, cuyos efectos revolucionarios han sidoresultado de alianzas con fuerzas políticas y sociales, pero sobre todo desu capacidad de alterar las rutinas de la cultura patriarcal, a partir de cam-biar las relaciones de poder, de modo tal que la igualdad entre los sexosse transforma en un dato de la realidad antes que en una reivindicacióncorporativa o gremial.

2. El feminismo en América Latina

2.1. Entre lo nuevo y lo novedoso

La reflexión sobre el movimiento feminista descubre una suerte deparadoja que rodea su análisis como “nuevo movimiento social”. El femi-nismo es un movimiento político que ofrece una respuesta a la domi-nación estructural y milenaria de las mujeres por parte de los hombres.(Cabe recordar que el patriarcado como orden de género es anterior a lahistoria colonial que sustenta la emergencia de otros movimientos socia-les contemporáneos, como el indígena, y mucho más antiguo que el capi-talismo, que dio origen al movimiento obrero.) Por un lado, se trata de unmovimiento que tiene raíces históricas antiguas, pero que fue y es capazde renovarse ante cada nuevo ciclo o etapa histórica. Lo nuevo radica enel reconocimiento social y académico del que goza —no sin dificultades—desde hace un tiempo, cuya expresión es su institucionalización en el Esta-do y su contribución a las políticas públicas.

Celia Amorós y Ana de Miguel (2005) han analizado la trayectoriahistórica del feminismo internacional para transformar las relaciones depoder y dan cuenta de las raíces legendarias de un movimiento/pensa-miento de largo aliento y con gran capacidad de renovación, fiel a suvocación y adscripción crítica. Desde la Revolución Francesa, las revuel-tas, el sufragismo y la obra de la filósofa existencialista Simone de Beau-voir El segundo sexo1 fueron la bisagra entre la formulación de las pre-guntas suscitadas en aquella primera fase y la apertura de los nuevos

Movimientos sociales de mujeres. El feminismo 83

2 En el marco de este proyecto cabe señalar que, si bien el horizonte histórico del femi-nismo se remite a los albores de la Revolución Francesa, el patriarcado como sistema es laforma de organización social más antigua aun que los sistemas coloniales de dominación,abordados en otros capítulos.

3 A lo largo de este trabajo mantendremos el concepto de feminista como el movimientoque busca modificar las relaciones de poder patriarcales diferenciándolo conceptualmentede los movimientos de mujeres que luchan por otras reivindicaciones, distintas de las del sis-tema sexo-género.

4 Si bien la crítica a la división sexual del trabajo está en los orígenes del pensamientofeminista, es en torno a Beijing que se asume como parte de la plataforma de acción, yrecientemente en Quito donde los gobiernos recuperan la centralidad de esta temática parala igualdad de género.

5 Un ejemplo destacable son las anarquistas de los años veinte en Bolivia, estudiado porLehm y Rivera.

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1 La obra más importante de Simone de Beauvoir ha marcado el pensamiento contem-poráneo sobre la igualdad.

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altruismo cuya legitimidad entre los partidos surgía —entre otros moti-vos— a partir de su rechazo al reclamo del poder para sí mismas. Son movi-mientos que se inscriben en la lógica del sacrificio que suprime las dife-rencias, para reconocerlas como parte de otros colectivos (Weir, 1996).

Durante los años setenta, los grupos feministas fueron afectados porlos múltiples atentados contra los derechos humanos perpetrados por losregímenes dictatoriales que se establecieron en gran parte de la región yque se caracterizaron por ideologías reaccionarias basadas en la defensade la tradición y la familia. De ese modo, la lógica del sacrificio comenzóa resquebrajarse debido a que las diferencias se transformaban en clarasdesventajas en la clandestinidad, la represión y la vida cotidiana. Lasmujeres comenzaron a reflexionar acerca de las causas por las cuales eraniguales ante el sacrificio pero desiguales ante el ejercicio del poder. Elimpacto de las dictaduras en la vida privada y el liderazgo que a menudodebieron asumir en la vida pública porque los dirigentes políticos y socia-les eran excluidos o desaparecidos, favorecieron el debate y la crítica almachismo de los partidos y las estructuras políticas.

Con el retorno a la democracia y los procesos de paz, reaparece el femi-nismo como proyecto político en los distintos países de la región. En esaetapa, los logros fueron escasos, pero significativos. En Brasil, la reformaconstitucional de 1988, que crea el Conselho Nacional de las Mulheres, essin duda uno de los espacios más notables de empoderamiento, que reco-noce el aporte femenino (Montaño, Pitanguy, 2002). En Chile, la luchacontra Pinochet se compensó con la creación del Servicio Nacional de lasMujeres (SERNAM), de indiscutible valor en la construcción de la insti-tucionalidad de género, mientras que en la Argentina se abrieron las puer-tas para aprobar las leyes de cupo femenino en las listas de candidatos, queincrementaron su participación política, todos logros que trascendieronlas fronteras y se convirtieron en modelos para otros países.

En Centroamérica, la intensa participación de las mujeres en los movi-mientos guerrilleros de los años setenta constituye un cambio radical enrelación con el papel limitado que habían tenido durante la primera olea-da de los movimientos revolucionarios latinoamericanos (1956-1970),cuando las estructuras de liderazgo eran exclusivamente masculinas y lasmujeres armadas y en pie de guerra eran la excepción. Sin embargo, lafuerte participación femenina en la tropa de los movimientos guerrillerosno se tradujo en una participación comparable en los altos niveles de lide-razgo. En Guatemala, los registros de las Naciones Unidas muestran untotal de 5.753 miembros de la guerrilla al momento de la desmovilización,de los cuales las mujeres constituían alrededor del 15% de los comba-tientes y cerca del 25% de los grupos de mando políticos. En El Salvador,

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to feminista es la redefinición o resignificación de la realidad, es decir, lasubversión de los códigos culturales dominantes como una de sus prácti-cas fundamentales.

A finales de los años sesenta y principios de los setenta, surgieron enAmérica Latina movimientos que ampliaron y radicalizaron la clásicaconfrontación entre las clases sociales. Es el período de las luchas nacio-nal-populares. Las feministas, aún débiles como movimiento, se suma-ron a estas luchas y se confundieron con otros movimientos sociales ypolíticos. Esa experiencia creará las bases para las reflexiones posterio-res sobre las relaciones de poder en el interior de los sindicatos, parti-dos y movimientos guerrilleros, que cuestionaron la forma desigual enque se distribuían los roles en las luchas por la democracia y los dere-chos humanos. La actividad clandestina y las violaciones a los derechoshumanos —incluida la suspensión de los derechos civiles y políticos—pusieron al movimiento popular de mujeres en el centro de la accióndesde dos perspectivas: la lucha por la “sobrevivencia”, como se deno-mina a la librada para hacer efectivas las demandas sociales, y la luchapor la vida y los derechos humanos.

Un rasgo característico de estos movimientos fue el de combinarambas dimensiones con una proyección política transversal y suprapar-tidaria. Ejemplos sobresalientes son las amas de casa mineras en Bolivia,lideradas por Domitila Barrios de Chungara (1978), quienes participa-ron en la lucha contra la explotación capitalista, sustituyeron a los diri-gentes sindicales en la clandestinidad e iniciaron a través de una huelgade hambre de cuatro mujeres en 1978 la caída de la dictadura militar deBanzer. Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo en la Argentina, que ocu-paron el principal espacio de interpelación a la dictadura y convirtieronla lucha por los derechos humanos en un referente esencial del períododemocrático. Las mujeres del distrito de Villa El Salvador en Lima, quecombinaron la lucha por la salud de sus hijos (programa del vaso deleche) con la apertura de nuevos cauces para el desarrollo del poderlocal, y enfrentaron la violencia de Sendero Luminoso (Miloslavich,1993). También, el Movimiento de Mujeres Nicaragüenses Luisa Aman-da Espinoza (AMNLAE), surgido en 1977 en la clandestinidad, durantela lucha contra Somoza, en cuyas filas militaron, al igual que en otrasorganizaciones de izquierda, muchas líderes que habrían de impulsarmás adelante la agenda feminista.

A diferencia de otros movimientos sociales, los de mujeres no busca-ron modificar la distribución del poder entre los sexos a través de susluchas, sino que sus reivindicaciones son clasistas, nacionales, regionalesy populares. La presencia de las mujeres se caracterizó por una suerte de

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debate sobre el corporativismo, la representatividad de las instituciones,las redes y el acceso a las fuentes de financiamiento introdujo en todoslos países latinoamericanos desafíos que casi siempre se resolvieron posi-tivamente mediante el recurso a la diversidad. Prosperaron asociacionesde mujeres cercanas al feminismo y especializadas en temas o problemasestratégicos, diferenciándose de otras que se orientaron hacia la luchapolítica. En la mayoría de los países esas ONG propiciaron alianzas salu-dables, que sumaron a la movilización por los derechos del sector a aso-ciaciones de todo tipo.6 Grupos homosexuales, defensores de la infan-cia, ambientalistas o de educación popular adoptaron el formato de redpara operar en forma conjunta, anticipándose a una modalidad de inte-racción propia de la sociedad contemporánea. Otro de los aportes des-tacables de estas organizaciones fue su capacidad de análisis y la apro-piación y desarrollo de un pensamiento latinoamericano con un enfoquefeminista.

Según las visiones más críticas de esta corriente, aunque internacionalen sus objetivos, el feminismo latinoamericano debe fijarse como meta latransformación del continente, en lugar de caer sólo en la elaboración aca-démica, el lobby político y la provisión de “cuadros” a la tecnocracia degénero, que ya está incorporada en los estamentos gubernamentales y losorganismos multilaterales (D’Atri, 2007).

Si bien el feminismo facilitó la existencia de una agenda compartidaentre sociedad civil y Estado, este proceso ha sido una construcción pla-gada de conflictos y tensiones con los partidos políticos y el Estado, asícomo dentro del propio movimiento. En los encuentros feministas sedebatió sobre la necesidad de la inclusión de todas las corrientes, mien-tras que en las reuniones gubernamentales se destacó la búsqueda deconsensos con las fuerzas políticas. El movimiento pugnó por la amplia-ción de las agendas, en discrepancia con las denominadas “femócratas”7

respecto del ritmo y el contenido de los cambios posibles. Los temas endisputa se refirieron principalmente a los derechos reproductivos, a lajerarquía de los mecanismos institucionales y a la legitimidad de las cuo-tas electorales. A pesar de las críticas y discrepancias en ambos procesos—el de la sociedad civil y el gubernamental—, se establecieron alianzasque favorecieron la adopción de políticas públicas y la creación de meca-nismos institucionales.

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6 CIDHAL en México, Flora Tristán en Perú, CIDEM en Bolivia y Casa de la Mujer enColombia son algunos ejemplos.

7 Femócratas: feministas y tecnócratas, concepto utilizado para referirse a las feministasque ingresaron en el Estado.

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al terminar el conflicto armado, la mayoría de las mujeres directamenteinvolucradas regresaron a ejercer los roles tradicionales del hogar, y otrasse comprometieron en la actividad política (Ilja, 2000).

2.2. Del movimiento a la institucionalidad

En los noventa, gracias a la vigencia de la democracia, las feministasredefinen sus relaciones con el Estado, con los partidos políticos y con lasorganizaciones sociales, para incluir sus reclamos y demandas particularesa través de grupos que presionan directamente a parlamentarios y políti-cos para la implementación de una nueva legalidad, más inclusiva. En esetiempo, en especial en los países del Cono Sur, se reconquistaron los dere-chos civiles fundamentales y con ellos la patria potestad compartida, lasleyes relativas a la violencia doméstica y aspectos parciales relativos a losderechos sexuales y la salud reproductiva.

El feminismo se nutre de nuevas experiencias, acciones y saberes. LosEncuentros Feministas Latinoamericanos anticiparon, a partir de 1981,temas que más tarde pasarían a formar parte de las agendas públicas, y enmuchos casos sus líderes asumirían la creación de mecanismos guberna-mentales de igualdad. Estos mecanismos, que surgen en torno a la Cuar-ta Conferencia Mundial sobre la Mujer, ganan protagonismo en las con-ferencias regionales y mundiales y adoptan un cronograma inspirado enlas luchas del sector. Las feministas trabajaron activamente en la creaciónde una institucionalidad propia en el ámbito académico no gubernamen-tal, en redes temáticas y territoriales, y en el ámbito internacional, que sesustenta en la idea de la autonomía política, económica y sexual.

Entre los principales temas discutidos en las conferencias regionales(realizadas desde 1972) y los espacios feministas se destacan la incorpora-ción de las mujeres a la vida política, económica y social; la crítica a la cul-tura y los medios de comunicación sesgados; los derechos reproductivos;el acceso igualitario a todos los servicios de salud, a la justicia, la educa-ción, los recursos, el mercado laboral y el empleo decente. La preocupa-ción por las mujeres migrantes o refugiadas, la preservación de la paz, laeliminación de la violencia y la discriminación contra la mujer, la supera-ción de la pobreza que afecta mayoritariamente a las mujeres, el trabajono remunerado o mal remunerado de las mujeres, la brecha de los ingre-sos según el sexo, la discriminación salarial en todos los ámbitos de traba-jo, y la opción sexual, entre otros.

La década de los noventa también se caracterizó por una crecienteparticipación del movimiento feminista en las ONG, que generó una ine-vitable tensión entre las asociaciones y las beneficiarias. Un importante

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cualquier norma que apunte a rectificar las desigualdades resultado dela discriminación.

El rasgo sobresaliente de los MAM es el sentido de apropiación delmecanismo por parte de los movimientos de mujeres: 1) los MAM reco-nocen la agenda establecida en Beijing en 1995, y el referente social (lasmujeres) monitorea, observa, participa o critica el quehacer de estos MAM;2) incluyen consejos asesores integrados por líderes del movimiento y/orepresentantes de organismos estatales y gubernamentales involucradosen las políticas de igualdad; 3) las mujeres que acceden a puestos públicosde poder forman parte de las denominadas “elites discriminadas” (Garcíade León, 1994); 4) a través de múltiples metodologías —todavía escasa-mente sistematizadas— se cuestiona el enfoque sectorial tradicional en laspolíticas públicas y se propone vincular lo sectorial con lo territorial a tra-vés de distintas estrategias; 5) adoptan sistemas de rendición de cuentasperiódicos y regulares,10 y 6) el enfoque de derechos que sostienen y elreconocimiento explícito de que la igualdad sólo se puede lograr a travésde la autonomía y empoderamiento de las mujeres (CEPAL, 2006).

La asociación de la igualdad de género con las políticas sociales ha per-mitido que la mayoría de los mecanismos para el adelanto de la mujerencuentren ventanas de oportunidad para operar sobre esas políticas. Enla mayoría de los casos, eso fue posible gracias a una acción de advocacyprevia, que evidencia la importancia de la acción conjunta de las feminis-tas dentro y fuera del Estado.

Uno de los mayores desafíos de los MAM ha sido poner en marchamodelos de gestión que permitieran la transversalidad de la perspectivade género en las políticas públicas. El paso de la concepción de la Mujeren Desarrollo (MED) al Género en Desarrollo (GED) —dos modelos queinspiraron los orígenes de los mecanismos— en la década de 1990 ha sidoanalizado como un avance en términos de superar la esfera de “lo feme-nino” para poner en evidencia la relevancia universal de la igualdad demujeres y hombres, demostrando que es posible cambiar actitudes a par-tir de normas legislativas, aunque éstas sean insuficientes y se requieranestímulos, una discriminación positiva y medidas específicas para eliminartoda forma de discriminación. Pero lo más importante, y que consiste enuno de los principales aportes de las políticas de género, es el reconoci-

En América Latina se han desarrollado importantes experiencias rela-cionadas con el papel normativo y rector de las políticas públicas para laigualdad de género. Así, en los países que han adoptado con eficacia la leyde cuotas, el porcentaje de mujeres electas asciende a alrededor del 35%.8

Sin embargo, a pesar de las reformas de los sistemas electorales, es nece-sario aún modificar numerosos aspectos de la cultura política que provo-can sesgos discriminatorios. Más allá de las diferencias entre sistemas polí-ticos y estructuras gubernamentales, tanto en América Latina como en elCaribe9 se observan la falta de recursos financieros adecuados, el tiempoque insume a las mujeres atender las labores reproductivas, la desigualinfluencia de las redes sociales y la imposibilidad de acceder a los núcleosmás influyentes en la toma de decisiones. Todo esto provoca dificultadessistémicas que impiden transversalizar la perspectiva de género y la bús-queda de justicia social y equidad entre hombres y mujeres (Simms, 2004).

Los MAM (Mecanismos para el Adelanto de la Mujer) son organiza-ciones (consejos, institutos, ministerios) cuya ubicación en la estructuragubernamental da cuenta de la perplejidad con la que fueron recibidaspor las autoridades. La heterogeneidad de su ubicación en el Poder Eje-cutivo evidencia que se crearon a partir de los intersticios surgidos en lanegociación inicial entre el movimiento de mujeres y los partidos, antesque ser producto de una visión racional acerca del lugar que debe ocuparla política de igualdad en el contexto de la administración.

Si bien casi todos los países han suscrito la Plataforma de Acción deBeijing, han ratificado la Convención para la Eliminación de la Discrimi-nación contra la Mujer (Convention on the Elimination of DiscriminationAgainst Women [CEDAW]) o han aceptado las demandas de las organi-zaciones feministas, no todos han reconocido la importancia de ubicarlasen el lugar más eficiente para incidir sobre las políticas de género.

Los MAM se encuentran constantemente tensionados por los estilostradicionales, herederos de las antiguas instituciones de bienestar fami-liar y asistencial —incluso algunos países han modernizado la nomen-clatura sin abandonar los enfoques ancestrales—, y por la ola de refor-mas institucionales que buscan construir organizaciones que funcioneny rindan cuentas a la sociedad. En medio de esos dos enfoques, el tra-dicional burocrático y el eficiente y transparente, hay una amplia gamade matices, de los cuales el más preocupante es el que considera irrele-vante la participación del Estado en las políticas de género y rechaza

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10 Los países que han ratificado la Convención se obligan a presentar informes perió-dicos al Comité de la CEDAW, creado para analizar el cumplimiento de sus compromisosy orientar a los estados partes sobre las medidas a adoptar para cumplir con las disposicio-nes. En los casos en que la sociedad civil considera relevante, también presenta informes“sombra”, que son concebidos como herramientas políticas de monitoreo y vigilancia al Esta-do sobre dichos compromisos.

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8 Es el caso de Cuba y Costa Rica. 9 En el Caribe, tal como lo señalaba el Plan de Acción Regional de CARICOM 2000, la

mayoría de los mecanismos aún forma parte de ministerios sectoriales.

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miento explícito de que esto sólo se puede lograr con la autonomía y empo-deramiento de las mujeres. La historia de estos mecanismos forma parte dela evolución del movimiento feminista y, más allá de la esfera en que sedesenvuelvan, plantea desafíos similares.

Algunos países han dado pasos significativos para integrar en la plani-ficación estatal nociones y normas que rompan el abordaje neutral de laspolíticas públicas al demandar a los servicios gubernamentales la inclusiónde información desagregada acerca de sus beneficiarios, la explicitaciónde objetivos de género y hasta la entrega de incentivos económicos en casode cumplimiento de las metas.11 Otros han incluido, en la normativa pre-sidencial de planificación, orientaciones específicas para romper los ses-gos de género,12 y se han creado observatorios de monitoreo que permi-ten corregir fallas en la implementación o identificar oportunamenteproblemas surgidos en la ejecución.13

En el saldo positivo dejado por el feminismo en los últimos treinta añosfigura el enriquecimiento del concepto de derechos humanos; la adop-ción de una noción de discriminación (Montaño, 2006), ciudadanía ydemocracia que supera los sesgos de género; los límites impuestos al Es-tado (por ejemplo, en las políticas reproductivas); la sanción de la violen-cia doméstica; el reconocimiento de la diversidad de arreglos familiares;la naturalización de las opciones sexuales, el derecho a la representacióny la voz pública frente a las voces confesionales que pugnan por colocar ala mujer como actor reconocido pero sin autonomía.

Gracias al andamiaje político del feminismo las mujeres han comen-zado a conquistar la paridad en la política. El movimiento feminista haconstruido, primero, instituciones que se asemejaban a un “cuarto propio”(Montaño, 1998) en el Estado, y éstas han incidido, luego, en las políticaspúblicas a través de ministerios y otros mecanismos.

Lo universal históricamente restringido a grupos de poder mayoritaria-mente masculinos y miembros de las elites gobernantes y coloniales se haalterado y ampliado con la presencia de las mujeres, que, procedentes detodas las culturas, han ganado espacios propios de interlocución y repre-sentación. Las mujeres indígenas son el ejemplo más reciente de emanci-pación de los cacicazgos y uno de los principales retos en la actualidad.

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Ciertamente, la debilidad generalizada de los andamiajes institucio-nales de las políticas públicas, la falta de continuidad de los programas, eldesmantelamiento de la acción estatal en la década pasada, la tendenciaa la sustitución de los funcionarios por tecnócratas de presencia circuns-tancial en el servicio público, los sistemas de remuneración y ascensos afec-tados por las prebendas y la débil voz pública de la ciudadanía no se res-tringen a las políticas de género. Pero también es cierto que, sumados éstosa la aún limitada legitimidad de la igualdad de género en la agenda dedesarrollo, convierten la gestión en una hazaña de corto plazo expuesta ala arbitrariedad de las autoridades de turno y a su ubicación dentro delconjunto de temas postergados, por la atención debida a los problemasconsiderados críticos, como la gobernabilidad, el crecimiento económicoy la estabilidad financiera.

Los mecanismos deben enfrentar las demandas legítimas compartidascon la ciudadanía y el movimiento de mujeres, que les otorga fuerza y legi-timidad —demarcándose de los partidos—, y al mismo tiempo, mantenerla confianza de su partido y gobierno, que ostentan el poder y decidensobre la gestión pública.

En resumen, el dilema es lograr el equilibrio entre un sistema políti-co renuente a la igualdad y la necesidad de fortalecer un movimiento autó-nomo de mujeres con capacidad de interlocución y crítica.

El nuevo milenio dio lugar a un resurgimiento de la movilización delas asociaciones feministas contra la globalización, el cambio climático y lasociedad de la información. En esos ámbitos, parece reproducirse la lógi-ca de subordinación y pérdida de la ciudadanía, acompañada del recono-cimiento, por lo que legitimidad con subordinación o empoderamiento yautonomía parecería ser la disyuntiva del movimiento feminista, que sólogobierna cuando ingresa en la corriente principal de la democracia a tra-vés de los partidos y las políticas públicas, o se mantiene en el ámbito dela interpelación y la revuelta cargando las tintas en favor de la autonomíaorganizativa.

2.3. El feminismo en su contexto

Aunque en este caso analizamos el movimiento feminista latinoameri-cano, se debe tener presente que en la actualidad existen movimientos femi-nistas islámicos, de católicas por el derecho a decidir, feministas dentro yfuera de los pueblos indígenas, feministas liberales y radicales, todas ellas her-manadas por la lucha contra la discriminación y por el ejercicio pleno de susderechos individuales. El feminismo ha logrado articular su pensamiento, yprincipalmente su acción, con otros movimientos sociales para mostrar de

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11 Es el caso del Programa de Mejoramiento de Gestión (PMG) en Chile y el PresupuestoNacional de México.

12 Como el Plan Plurianual de Brasil (PPA) y la reforma al art. 55 de las Reglas de ope-ración del presupuesto de egresos en México, que instruye a las dependencias sobre el usode los indicadores de género.

13 Es el caso de Colombia y el Observatorio de Género promovido por la Consejería Pre-sidencial para la Equidad de la Mujer.

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dos políticos modernos, la democracia es un sistema que rige la vida públi-ca, mientras que para el feminismo es necesario construir la lógica de lademocracia también en el interior de la familia, a partir de promover polí-ticas de derechos de todos sus miembros, incluida la libertad sexual. No fueen el terreno del “otro” como las mujeres conquistaron libertades, sino ensu propio territorio, comenzando por sus cuerpos, visualizados como unterreno de disputa entre Estado y familia, leyes y usos y costumbres, dere-chos individuales y colectivos. Fue ante el rechazo sistemático a los cambiosen la esfera familiar (leyes contra la violencia, salud reproductiva, distribu-ción del tiempo) que las militantes feministas buscaron alianzas transver-sales y amplias dentro de los partidos, a través de redes (Montaño, 2007).

En el interior del movimiento feminista se reconocen tendencias cuyaprincipal diferencia radica en su adhesión o comprensión de la democra-cia. Por un lado están las llamadas “autónomas”, de escasa presencia perocon significativo impacto en el debate, enfrentadas a sectores más ampliosdel feminismo, que expresan distintas herencias ideológicas y políticas ybuscan la transformación a través de la incidencia y las alianzas con los par-tidos políticos y las instituciones del Estado.

2.4. El feminismo y el movimiento amplio de mujeres

Otra característica del movimiento feminista latinoamericano ha sidosu cercanía con el amplio movimiento de mujeres, al que ha atendido einfluenciado, pero con el que también mantiene relaciones conflictivas entorno al reconocimiento de los liderazgos y la centralidad de algunostemas en las agendas. En varios países ha surgido un liderazgo feminista yafrodescendiente, como en Brasil, donde se desarrolla un diálogo demo-crático que reclama el reconocimiento y la solidaridad con las demandasespecíficas de las mujeres negras, cuya exclusión ha sido ampliamentedocumentada. Si bien en un clima de mayor enfrentamiento y ausenciade diálogo, también las mujeres indígenas han levantado su demanda porrepresentación. Resultado de este debate/conflicto, Brasil se ha converti-do en el país que lidera la necesidad de articular las reivindicaciones delas mujeres afrodescendientes con las del resto del sector en su lucha porla igualdad.14

En la relación del feminismo con el movimiento amplio de mujeresse han filtrado conflictos que derivan de conceptos extendidos aunquepoco democráticos. Uno de los obstáculos para un diálogo razonable

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14 Así ocurrió en México en 2004, cuando la delegada de este país promovió, junto a lasdelegadas de los demás países, la integración de la agenda indígena y afrodescendiente.

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manera distintiva su incompatibilidad con los fundamentalismos religiosos,económicos y culturales. Éste es un elemento que favorece su desarrollo.

Si bien históricamente las ideas feministas se gestaron en un contextode repúblicas con poderosa herencia colonial y religiosa, y por lo tanto con-servan el hábito del debate, hoy en día el feminismo debe enfrentar orga-nizaciones empresariales religiosas muy poderosas, que actúan desde el inte-rior de las instituciones e influyen sobre las elites y la esfera política, lo queconstituye uno de los aspectos novedosos de su actuación (Contreras, 2007).

En rigor, el feminismo latinoamericano no tuvo un referente liberalprogresista importante. El liberalismo fue débil o casi inexistente, y coexis-tió con la exclusión de las mujeres, que ni se educaron ni votaron durantesu vigencia. El principal referente político del feminismo latinoamericanoha sido la izquierda marxista. Fue contra ella, o a pesar de ella, como sur-gieron los primeros núcleos feministas. El movimiento latinoamericano hatenido que lidiar con el espectro autoritario expresado en las dictaduras ycon la sombra ideológica expresada en los partidos y movimientos deizquierda. De ese debate han emergido corrientes que han entendido suautonomía como una condición de su existencia, para desde allí incidirsobre la política. Estos movimientos han dado lugar a corrientes más omenos socialistas y en la mayoría de los casos han actuado dentro del campodenominado popular. Muy pronto, es decir en menos de diez años, logra-ron nuevas articulaciones con las mujeres de los partidos políticos, y con-sensuaron agendas comunes, especialmente en torno a los temas de lademocracia y las políticas públicas. La autonomía política del movimientofeminista ha permitido su “retorno” a los partidos para desde allí intentarfortalecer corrientes transversales a favor de los derechos de las mujeres.Ésta es, sin lugar a dudas, una de las tensiones más serias que enfrentan lasfeministas dentro de los partidos. Hoy en día el feminismo ha incidido posi-tivamente sobre estas fuerzas pero debe enfrentar, entre otros, el funda-mentalismo religioso que, a decir de una intelectual feminista islámica, secaracteriza por el miedo a la modernidad (Mernissi, 2007).

En los últimos años han surgido corrientes antimachistas dentro de losmovimientos indigenistas en Bolivia, Ecuador y Guatemala, aunque toda-vía es materia de debate si se las puede incluir en la corriente feminista.Pertenecen al movimiento amplio de mujeres y asumen el principio de laautonomía relativa de sus líderes masculinos, pero se debaten a menudoentre las presiones anticoloniales, que buscan su adscripción a la luchaindigenista, y su espíritu libertario y emancipador, que las coloca en revuel-ta contra el patriarcado instalado en los movimientos sociales.

El principal dilema planteado por el feminismo y su relación con lospartidos es el que deriva de las fronteras de la democracia. Para los parti-

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• en cuando al reconocimiento de los derechos reproductivos y la des-penalización del aborto, se dieron pasos significativos y se abrió uncamino a la reflexión sobre la separación entre el Estado y la Iglesia.

A continuación, se enuncian tres ejemplos destacados, que se repro-dujeron en varios países gracias al efecto movilizador de una corrienteinternacionalista y en red, que logró amplificar las acciones nacionales.

3.1. La violencia contra las mujeres en Brasil

“La violencia de género constituye una violación sistémica y sistemáti-ca de los derechos humanos de las mujeres, así como un impedimento aldesarrollo económico, social y democrático en todos los países” (ONU,2006). Para que este enunciado pasara a formar parte del sentido comúnen las relaciones internacionales tuvieron que actuar desde la sociedadcivil organizaciones feministas que corrieron el velo a través de accionesque desafiaron marcos jurídicos y culturas institucionales, como las del sis-tema judicial, la policía, los medios de comunicación y la cultura misma.Un caso ejemplar es el de Brasil, donde el Código Civil de 1916 concedíaa los hombres el poder de “corrección” sobre sus esposas permitiéndolescastigarlas, mediante la vis modica (violencia moderada).16 Debió transcu-rrir cerca de un siglo para que las leyes evolucionaran y aminoraran laesencia patriarcal de la sociedad brasileña.

A mediados de la década de los ochenta comenzaron a surgir algunosmecanismos estatales, vinculados especialmente al sector policial, talescomo las delegaciones de defensa de la mujer, que fueron resultado de lasiniciativas del Consejo Nacional de Derechos de la Mujer (CNDM), crea-do en 1985 con la misión de formular políticas públicas y proyectos dereforma legal, con vistas a eliminar las desigualdades sociales y las discri-minaciones que afectaban a las mujeres.

Entre 1985 y 1989, el CNDM fue dirigido por feministas que consolida-ron la inclusión de las cuestiones de los movimientos de mujeres en la agen-da pública, como violencia, salud integral, esterilización y anticoncepción,discriminación de la mujer negra y el derecho al aborto (Guzmán y Bonan,2003). Fueron instalados albergues y casas refugio o de acogida para las víc-timas de violencia doméstica y sus hijos, y se crearon delegaciones espe-cializadas en su atención, estableciéndose un servicio telefónico gratuito(SOS Mujer, un servicio de atención psicológica), entre otras medidas.

radica en el supuesto de la jerarquía de las desigualdades. Así, a partirde la evidencia de las múltiples desigualdades que afectan a las mujeresindígenas o afrodescendientes, se pretende derivar su liderazgo indis-cutible en la lucha de las mujeres. Se asume que, en la medida que indí-genas y negras están sobrerrepresentadas entre los pobres —por ejem-plo—, son ellas las que deben liderar el movimiento. Por otro lado, desdela corriente feminista se argumenta que la llegada de indígenas y afrosa las luchas por la igualdad entre los sexos tiende a desconocer que fue-ron ellas quienes abrieron la brecha para que todas las mujeres plantea-ran el tema de la desigualdad en el poder. El feminismo latinoamerica-no ha sido pionero en la denuncia de la discriminación racial y étnica,pero no ha logrado construir relaciones horizontales con las mujeresindígenas y afrodescendientes, en gran parte porque ambos gruposenfrentan las herencias coloniales caracterizadas por relaciones de podery por alianzas conflictivas. Así, mientras el feminismo se ha enfrentadolargamente al pensamiento religioso patriarcal, la Iglesia latinoamerica-na ha estado del lado de las mujeres indígenas en su lucha contra lapobreza. Bajo la noción insostenible de la jerarquía de las desigualdades,la Iglesia y la izquierda han tendido a minimizar la desigualdad de géne-ro, acentuando la lucha contra la pobreza, lo cual genera un clima detensión que será un desafío central del actual milenio.

3. Los logros

El movimiento feminista latinoamericano, ya sea en su dimensión autó-noma o institucionalizada,15 ha obtenido numerosos logros en favor de laigualdad y la equidad de las sociedades. Cinco son los más importantes:

• en la esfera política, colocó el tema de las cuotas y la representa-ción política paritaria, con todas sus implicancias para la democra-cia y la ciudadanía;

• en la esfera económica, logró que la cuestión del trabajo domésti-co no remunerado formara parte del diseño de las políticas públi-cas en algunos países;

• en el ámbito de los derechos, derribó la frontera público/privada,poniendo fin a la impunidad en torno a la violencia contra la mujer;

• en el ámbito de las políticas públicas, otorgó legitimidad y estatutojurídico a las políticas transversales;

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16 Disponible en http://www.uniglobalunion.org/uniamericas.nsf/1/011871EEF14DE534C125739F00531584?OpenDocument [10 diciembre 2007].

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15 Véase el Anexo.

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Penal y permite que los agresores que sean detenidos en delito flagrante,debiendo cumplir prisión preventiva cuando amenacen la integridad físi-ca de la mujer, así como asistir a programas de recuperación y reeduca-ción. Prevé inéditas medidas de protección para la mujer cuya vida está enriesgo y sus hijos, como el alejamiento del agresor del domicilio y la prohi-bición de aproximarse a él.

Este texto legal es producto de un largo proceso de debate a partir deuna propuesta elaborada por un grupo de organizaciones no guberna-mentales,18 que fue analizada y reformulada por un grupo de trabajo inter-ministerial, coordinado por la Secretaría Especial de Políticas para lasMujeres, y enviada por el gobierno federal al Congreso Nacional.

Para la elaboración del informe sobre el proyecto de ley fueron reali-zadas audiencias públicas en asambleas legislativas de las cinco regionesdel país, que contaron con amplia participación de entidades de la socie-dad civil y se tradujeron en un nuevo texto adoptado de común acuerdoentre la comisión responsable del informe, el grupo de ONG y el ejecuti-vo federal. El proyecto de ley fue aprobado por unanimidad en el Con-greso y sancionado por la Presidencia de la República (2006).

El caso brasileño da cuenta de la importancia que tuvieron los labora-torios feministas del siglo pasado y la articulación estratégica con las insti-tuciones de la democracia en el presente siglo. Mucho de lo que hoy apa-rece en los mandatos de Naciones Unidas se preparó en las filas delmovimiento, que logró concretar la idea de que lo personal es político ycolocó el tema como un problema de desarrollo y derechos humanos enla comunidad internacional.

Cronología de la legislación sobre violencia contra la mujer en Brasil

1916 El Código Civil brasileño concedía a los esposos el poder de corrección sobresu cónyuge, permitiéndoles castigarla, mediante la vigencia de la vis modicao violencia moderada.

1962 Se suprime del Código Civil el Código de la Mujer Casada, que laconsideraba relativamente incapaz al compararla con menores de edad.

Otro resultado de las acciones y políticas del Estado bajo la influenciadel Conselho fueron las Comisarías de la Mujer, que, además de adminis-trar justicia, brindan apoyo legal, psicológico y asistencia social. En el casode Brasil, estas comisarías tienen competencia para emitir sentencias ensituaciones relacionadas con la violencia contra la mujer y los niños.

El resto de los servicios otorgados por los organismos gubernamenta-les consisten en prestar atención a las víctimas en los centros de salud, yofrecer orientación legal y psicológica. También fueron inaugurados cen-tros especiales para atender la violencia intrafamiliar.

Otra de las acciones que representaron la base para sensibilizar a lapoblación acerca del combate contra la violencia hacia la mujer fue el tra-bajo comunicacional y de movilización realizado a través de campañasmasivas tanto en los medios tradicionales como en distintos formatos alter-nativos.

En 2003 se conformó la Secretaría Especial de Políticas para las Muje-res, la cual prometió canalizar cerca de 500 millones de dólares para laprevención y combate de la violencia de género hasta 2010. Esta acciónmultiplicaría casi por cuarenta los gastos que el gobierno efectivamenteha aplicado a ese rubro en los últimos años, un hecho inédito en la ges-tión de correspondientes políticas públicas en este país y la región.

En agosto de 2006 se sancionó la Ley Maria da Penha,17 ícono de lalucha contra la violencia hacia la mujer. Esta ley (nº 11.340) constituye ungran avance en la lucha de las mujeres y la sociedad por el derecho a unavida libre de violencia. La norma determina que el Estado debe crearmecanismos para inhibir la violencia en el ámbito de las relaciones fami-liares, y cumple con compromisos internacionales asumidos por Brasilcuando ratificó en 1996 la Convención Interamericana de la OEA paraPrevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convenciónde Belem do Pará) y el Protocolo Facultativo de la Convención de la ONUsobre la eliminación de todas las formas de discriminación (CEDAW), fir-mado en 2001 y ratificado en 2002.

La Ley Maria da Penha establece cambios tanto en la definición de loscrímenes de violencia contra la mujer como en los procedimientos judi-ciales y de la autoridad policial. Define la violencia doméstica como unade las formas de violación de los derechos humanos, modifica el Código

Movimientos sociales de mujeres. El feminismo 97

18 Grupo integrado por Advocaci Advocacia Cidadã pelos Direitos Humanos (ADVOCACY), Agende Ações em Gênero Cidadania e Desenvolvimento (AGENDE), Cida-dania Estudo Pesquisa Informação Ação (CEPIA), Centro Feminista de Estudos e Asse-ssoria (CFEMEA), Comitê Latino-americano e do Caribe para a Defesa dos Direitos daMulher (CLADEM)/Instituto para Promoção da Eqüidade (IPE) y Asesoría Jurídica y Estu-dios de Género (THEMIS).

96 Movimientos socioculturales en América Latina

17 La ley lleva el nombre en honor a la protagonista de un caso emblemático de violen-cia doméstica y familiar contra la mujer, que luchó diecinueve años para que la Justicia con-denara a su ex marido, que intentó asesinarla en dos oportunidades. (Disponible enhttp://www.reddejusticia.org.co/documentos/adital_combate_violencia_mujer_febre-ro_2007.pdf)

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Movimientos sociales de mujeres. El feminismo 99

1988 Se incluye en la Constitución federal una provisión por la cual el Estado secompromete a crear mecanismos para reducir la violencia en el ámbito delas relaciones familiares.

1995 Se aprueba la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar yErradicar la Violencia contra la Mujer, conocida como Convención de Belemdo Pará.Se inicia la articulación de las mujeres brasileñas para la redacción deldocumento reivindicatorio destinado a la IV Conferencia Mundial de lasNaciones Unidas sobre la Mujer, realizada en Beijing. Por la ley 9099/95 y la creación de Juzgados Especiales Contra el Crimen(JECRIM) se pueden tratar los crímenes de mayor incidencia contra lasmujeres en el ámbito de la violencia doméstica y familiar.

1996 Se realizan 91 eventos que reúnen a más de 800 grupos femeninos en todoel país.Brasil ratifica la Convención Interamericana de la OEA para Prevenir,Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención de Belem doPará).

2000 La lucha feminista conquista grandes victorias en la igualdad de derechos ycontra la violencia de género.

2001 Brasil firma la Convención de la ONU sobre la eliminación de todas lasformas de discriminación contra la mujer (CEDAW).

2002 Brasil ratifica la CEDAW.Es creada la Secretaría de Estado de los Derechos de la Mujer, vinculada alMinisterio de Justicia. Entre sus prioridades figura combatir la violenciacontra la mujer.El nuevo Código Civil deroga el derecho de los hombres a solicitar laanulación del matrimonio si su mujer no es virgen al momento de casarse,vigente desde 1916.

2003 Se conforma la Secretaría Especial de Políticas para las Mujeres, quepromete canalizar cerca de 500 millones de dólares hasta 2010 para laprevención y el combate de la violencia de género.

2004 Se elimina la expresión “mujer honesta” del Código Penal, vigente desde1940. Los artículos 205, 206 y 207 exigían que la mujer probara suhonestidad (virginidad) para poder procesar a su agresor.

2006 Se sanciona la Ley Maria da Penha (nº 11.340), que determina que el Estadodebe crear mecanismos para inhibir la violencia en el ámbito de lasrelaciones familiares.

Fuente: Elaboración propia sobre la base de la cronología feminista de Acciones en Géne-ro, Ciudadanía y Desarrollo (AGENDE), disponible en www.agende.org.br.

98 Movimientos socioculturales en América Latina

Década Surge un proceso de reorganización de los movimientos feministas en el de 1970 país. 1975 Se crea en San Pablo el Movimiento Femenino por la Anistia. Un grupo

feminista instituye el Año Internacional de la Mujer, que culmina con lafundación del Centro de la Mujer Brasileña, primera organización del nuevofeminismo en Río de Janeiro y en San Pablo.

1976 Se crea en el Congreso Nacional una Comisión Parlamentaria deInvestigación (CPI) de la Mujer (Requerimiento nº 15/1976-CN.), poriniciativa del senador Nelson Carneiro, destinada a investigar acerca de lasituación de la mujer brasileña en varios sectores de la sociedad. Fue laprimera CPI en evaluar cuestiones fundamentales sobre la situación y ladiscriminación de las mujeres.

1977 Se aprueba la ley de divorcio.1978 La militancia feminista es responsable de la creación de SOS Corpo (Recife,

1978) y de SOS Mujer (San Pablo, 1980), entre otros. El objetivo de SOSMujer es propiciar un espacio de atención para las mujeres víctimas de laviolencia.

Década Los movimientos feministas tienen como bandera el lema “violencia contra de 1980 la mujer”.1980 Se realiza el Encuentro Feminista de Valinhos en San Pablo, que recomienda

la creación de centros de autodefensa para desterrar la violencia contra lamujer. Se aprueba el lema: “Quien ama no mata, no humilla, no maltrata”.Surgen las bases para la creación de delegaciones especiales de atención ala mujer.Por ley nº 6971, del 9 de junio de 1980, se instituye el Día Nacional de laMujer, a conmemorarse los 30 de abril.

1983 El Ministerio de Salud crea el Programa de Asistencia Integral de Salud de laMujer (Programa de Assistência Integral à Saúde da Mulher, PAISM).

1985 La Cámara de Diputados aprueba el proyecto de ley nº 7353, que crea elConsejo Nacional de los Derechos de la Mujer.Comienzan a surgir mecanismos estatales, vinculados especialmente alsector policial, tales como las Delegaciones Policiales de Defensa de la Mujer(DPDM). Se inaugura la primera Delegación de Atención Especializada de laMujer (DAEM) en San Pablo.Es creado el Consejo Nacional de Derechos de la Mujer (CNDM), vinculadoal Ministerio de Justicia, con la misión de formular políticas públicas yproyectos de reforma legal tendientes a eliminar la violencia, lasdesigualdades sociales y las discriminaciones que afectan a la mujer.

1986 Se destaca la labor de veintiséis diputadas constituyentes que actúan endefensa de los derechos reproductivos y contra la violencia hacia lasmujeres.

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la sociedad civil y el movimiento feminista, cuya presencia en esos forosevidencia el trayecto de las redes de mujeres.

En México, la práctica del aborto es, en general, ilegal, y la mayoría delas mujeres pone en riesgo su salud y hasta su vida, porque carece de recur-sos para recibir atención adecuada. En general, existen siete circuns-tancias en las cuales no se considera el aborto como delito: 1) cuando elembarazo es resultado de una violación; 2) cuando el aborto es provoca-do accidentalmente; 3) cuando, a juicio del médico, el embarazo pone enriesgo la vida de la mujer; 4) cuando el feto presenta malformaciones gené-ticas; 5) cuando continuar con el embarazo podría provocar un grave dañoa la salud de la mujer; 6) cuando el embarazo es producto de una insemi-nación artificial no deseada, y 7) cuando la mujer tiene razones económi-cas para interrumpir el embarazo y ya es madre de tres hijos o más.21

Sin embargo, sólo la primera es válida en todo el territorio nacional,en tanto que veintinueve estados (de los treinta y dos que componen elpaís) contemplan además el aborto imprudencial y veintiocho, cuandocorre riesgo la vida de la embarazada. Así, la constante legislativa en Méxi-co es no castigar el aborto sólo en esos tres casos, mientras que en el restovaría de un estado a otro.

La primera propuesta sobre despenalización del aborto en el CódigoPenal Federal y del Distrito Federal data de 1920 y fue elaborada por ungrupo de feministas, quienes en la Convención de Unificación Penal (cele-brada en 1936) presentaron un texto titulado “El aborto por causas socialesy económicas”, que proponía la despenalización completa. Esta propuestase enmarcaba en un análisis marxista de la situación social de la mujer.

En 1979, el movimiento feminista, a través de la Coalición de MujeresFeministas —integrada al Frente Nacional de Lucha por la Liberación ylos Derechos de las Mujeres, quienes venían pugnando por la no punibi-lidad del aborto desde 1972—, presentó a la Cámara de Diputados delCongreso Federal una propuesta de despenalización y reglamentacióndentro del Código Sanitario de esa época. Propuesta que fue retomadapor el entonces grupo parlamentario comunista Coalición de Izquierda, ydiscutida en el Congreso entre 1980 y 1981. Este debate provocó la reac-ción principalmente de los grupos católicos, que organizaron diversas cam-pañas en contra. Finalmente, la propuesta no prosperó.

Cien días después de la entrada en vigor en 2007 de las reformas alCódigo Penal y la Ley de Salud del Distrito Federal en materia de aborto,en las instalaciones de los catorce hospitales del GDF se habían practica-do 1.500 interrupciones legales de embarazo, a mujeres de entre 10 y 50

3.2. La lucha de las mujeres en Méxicopara poder decidir sobre sus cuerpos

Tras varios intentos, finalmente en abril de 2007, en un hecho históri-co, la Asamblea Legislativa del Distrito Federal de México aprobó la leyque despenaliza el aborto voluntario hasta la semana doce de gestación.Esta ley incluye mecanismos para facilitar el acceso a servicios de salud ade-cuados y promueve la protección de una maternidad libre, informada yresponsable. No obstante, el Estado mexicano todavía debe armonizar lasnormas pertinentes en los niveles federal, estatal y local.19

Al igual que en la mayoría de los países, en México el aborto se consi-dera entre las tres causas principales de muerte materna.20 La legislaciónmexicana consiente el aborto sólo en ciertas circunstancias, de modo quemuchas mujeres que no cuentan con recursos económicos para pagarun servicio adecuado ponen en riesgo su salud y sus vidas al exponerse aprácticas clandestinas y en malas condiciones. Y cuando deben recurrira establecimientos de salud, ocultan el origen de la afección que las llevó asolicitar atención médica, lo que genera un elevado subregistro de estasdefunciones producidas por abortos clandestinos (CEPAL, 2005).

En las diferentes conferencias sobre derechos humanos, de población yde la mujer se reconocieron el derecho a la integridad física de la mujer, elderecho a decidir sobre el número de hijos y el intervalo entre los naci-mientos, y sobre el propio cuerpo, incluida la maternidad opcional. En estasconferencias mundiales de Naciones Unidas, la comunidad internacionalreconoció la necesidad de tratar el tema de los derechos reproductivos con-siderando el aborto inseguro como un problema urgente de salud pública.

La Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo (ElCairo, 1994) y la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer (Beijing,1995) establecieron que la salud y los derechos sexuales y reproductivosson fundamentales para los derechos humanos y el desarrollo.

México ha suscrito al menos cinco tratados internacionales que lo obli-gan implícita y jurídicamente a garantizar el pleno ejercicio de los dere-chos sexuales y reproductivos de las mujeres, entre ellos, el acceso al abor-to seguro. Estos tratados han sido el resultado de la acción concertada de

Movimientos sociales de mujeres. El feminismo 101

21 Disponible en http://www.consorcio.org.mx/articulos_agenda/28/aborto_michoacan.pdf.

100 Movimientos socioculturales en América Latina

19 Disponible en http://www.derechoshumanos.org.mx/modules.php?name=News&file=article&sid=766 (3/12/2007).

20 Se estima que, en el ámbito mundial, las complicaciones por aborto inseguro son la causadel 13% de las muertes maternas, 67.000 muertes anuales. Fuente: World Health Organization(WHO). Unsafe abortion: global and regional estimates of incidence of unsafe abortion andassociated mortality in 2003, Geneva: WHO, 2007. En prensa. Facts on Induced Abortion World-wide, octubre de 2008. Disponible en http://www.guttmacher.org/pubs/fb_IAW.html.

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Movimientos sociales de mujeres. El feminismo 103

al aborto; es la ilegalidad del servicio el que le da su carácter de clandestino, y lo

que trae riesgos”.

1989 La Procuraduría de Justicia del DF y la Secretaría de Salud (SSA) establecen las

bases para el Programa de Servicios Legales y de Salud en el DF, que permitirá que

las embarazadas por violación aborten legalmente en cuatro hospitales de la

ciudad de México.

1990 Se funda la Coordinadora Feminista del Distrito Federal (CFDF).

El Congreso de Chiapas aprueba la ampliación de causas por las que el aborto no

sería castigado: a solicitud de la pareja, con el fin de planificar la familia, a

petición de una madre soltera o por razones económicas. La reforma penal es

congelada por presión de la Iglesia católica y los grupos conservadores.

1991 A raíz de lo sucedido en Chiapas, sindicatos, organizaciones de mujeres, de

feministas, de salud y partidos políticos forman el Frente Nacional por la

Maternidad Voluntaria y la Despenalización del Aborto. El presidente Carlos

Salinas de Gortari envía a la Cámara de Diputados una iniciativa de reforma a la

Ley General de Salud, para permitir el aborto por razones económicas. El PAN

consigue su rechazo.

1999 Más de cuarenta organizaciones civiles, agrupadas en la campaña “Acceso a la

Justicia para las Mujeres”, presentan propuestas de reformas al Código Penal;

entre ellas, figura ampliar las excepciones por las que se permite el aborto en el

DF. La propuesta es desestimada.

2000 14 de agosto: La jefa de Gobierno del DF, Rosario Robles, envía una propuesta a la

Asamblea Legislativa (ALDF) para modificar la legislación penal en materia de aborto.

18 de agosto: La ALDF aprueba la propuesta y se agregan tres causas a las que

permiten el aborto legal: cuando se produce una inseminación artificial no consentida,

por grave daño a la salud de la mujer y cuando el feto presenta malformaciones

congénitas o genéticas graves. También se obliga a los médicos a proporcionar

información precisa sobre el procedimiento y las consecuencias del aborto.

25 de septiembre: Asambleístas del PAN y del Partido Verde Ecologista de México

(PVEM) presentan una acción de inconstitucionalidad ante la Suprema Corte de

Justicia de la Nación (SCJN) contra las reformas aprobadas.

2002 29 y 30 de enero: La SCJN declara la constitucionalidad de las reformas penales.

La sentencia es irrevocable.

2003 13 de octubre: Se aprueba una reforma al Código Penal de Veracruz que

disminuye la sanción por practicar un aborto cuando éste cuenta con el

consentimiento de la mujer. Las penas aumentan cuando no es así y si hay

violencia física o moral. La reforma añade, además, la inseminación artificial no

consentida y la malformación genética como dos nuevos supuestos de aborto

permitidos por la ley.

26 de diciembre: Se aprueban en la ALDF las reformas al Código Penal (CPDF) y a

la Ley de Salud para el Distrito Federal (LSDF).

102 Movimientos socioculturales en América Latina

años; de las cuales, 64 eran menores de 18 años; 3, niñas de entre 10 y 14años, y 7 mujeres de más de 40 años. Las más beneficiadas vivían en lasdelegaciones Gustavo A. Madero, Iztapalapa y Venustiano Carranza, con-sideradas de “alta” y “muy alta” marginación. Del 24 de abril al 31 de juliose recibieron 4.290 solicitudes de información, 80% de ellas en formadirecta, y el resto por otros medios, como Locatel (un organismo que pro-porciona servicios de asistencia e información por teléfono). Sin embar-go, sólo 2.883 mujeres pidieron el servicio.

Desde el punto de vista de los derechos humanos, la despenalizacióndel aborto hasta las doce semanas de gestación y las reformas hechas alCódigo Penal no hubieran sido posibles sin el trabajo de los movimientosfeministas y otras organizaciones de la sociedad civil que defienden losderechos de las mujeres y la equidad de género. Asimismo, la reformareconoce de manera explícita su derecho a decidir sobre su sexualidad yreproducción, “en plena conformidad con el artículo 4 constitucional, elcual establece que las mujeres tienen el derecho a decidir sobre cuántoshijas o hijos tener o no tener”.

Cronología de la despenalización del aborto en México

1931 Se aprueba el Código Penal para el Distrito Federal, que incluye la despenalización

del aborto en casos de violación, cuando el embarazo pone en peligro la vida de

la mujer y cuando el aborto es producto de una imprudencia de la mujer.

1936 Se reúne la Convención de Unificación Penal, donde Matilde Rodríguez Cabo

presenta la ponencia “El aborto por causas sociales y económicas”, que plantea

derogar los artículos que prohíben esa práctica. La autora del texto es la doctora

Ofelia Domínguez Navarro.

1974 La reforma constitucional incluye en el artículo 4 el derecho de toda persona a

“decidir de manera libre, responsable e informada sobre el número y

espaciamiento [del nacimiento] de sus hijos”.

1976 La Coalición de Mujeres Feministas (CMF) presenta una propuesta en la Cámara de

Diputados para despenalizar el aborto. El Consejo Nacional de Población (CONAPO)

crea el Grupo Interdisciplinario para el Estudio del Aborto en México (GIEA).

1979 Se crea el Frente Nacional de Lucha por la Liberación y los Derechos de las Mujeres

(FNALIDM). La CMF y el FNALIDM elaboran un proyecto de ley sobre maternidad

voluntaria que el Partido Comunista Mexicano presenta ante la Cámara de

Diputados. Se declara el 10 de mayo como “Día de la maternidad libre y

voluntaria”.

1982 CONAPO plantea, en el anteproyecto de plan de acción para la integración de la

mujer al desarrollo, que “es necesario normar y no sólo despenalizar lo referente

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Movimientos sociales de mujeres. El feminismo 105

3.3. Mujeres al poder en la Argentina

Mientras que el derecho al voto fue conquistado entre 1920 y 1960,el derecho de las mujeres a postularse como candidatas en una eleccióntardó casi cincuenta años en obtenerse efectivamente y sólo a partir delos últimos años del siglo XX puede advertirse un incremento significati-vo de mujeres electas, en gran parte gracias a medidas de acción positiva,como la de “cuotas”, que paulatinamente se han generalizado. Hoy, lasmujeres siguen mínimamente representadas en la mayoría de los parla-mentos, en los poderes del Estado y, en general, en los ámbitos de tomade decisiones.

En 1991, la Argentina fue el primer país en promulgar una ley de cuo-tas. Esta medida respondió a la demanda de diversos movimientos demujeres y de activistas políticas, y despertó la oposición de los partidosmás importantes, renuentes a establecer “cuotas” en el interior de susestructuras. En 1989, la senadora nacional por la provincia de Mendozapresentó un proyecto de reforma del Código Electoral, que obligaba a lasorganizaciones políticas partidarias a incluir mujeres en las listas de can-didatos a cargos legislativos. En 1990 se conformó la Red de FeministasPolíticas, integrada por quince organizaciones partidarias, que se consti-tuyó en un actor protagónico en la discusión y aprobación de la Ley deCupos.

El V Encuentro Nacional de Mujeres (1990) decidió su apoyo a la Leyde Cupos y remitió notas a los presidentes de los partidos políticos y alas cámaras de Diputados y Senadores para la aprobación de los proyec-tos presentados. Influyeron también el apoyo de la Multisectorial de laMujer —que reunía a grupos feministas, militantes de partidos políticos eintegrantes de la sociedad civil— así como el del Consejo Nacional de laMujer. Finalmente, como parte de la política de modernización del país,el presidente Carlos S. Menem dio cabida a la demanda de introduciracciones afirmativas, leyes y decretos en favor de la participación femeni-na en la vida política.

La Ley Nacional de Cupo, Nº 24.012/91, así como las respectivas nor-mas provinciales, son un mecanismo de acción afirmativa que garantizaun piso del 30% de participación para las mujeres en los ámbitos parla-mentarios.

Las primeras elecciones posteriores a su sanción evidenciaron la nece-sidad de rectificaciones y de un seguimiento escrupuloso de la norma paracorregir los resquicios por los cuales los partidos podían eludirla. Lasdemandas judiciales iniciadas frente a su incumplimiento constituyeronuna presión fundamental para que los partidos acatasen la ley. Por otra

104 Movimientos socioculturales en América Latina

2003 La La nueva legislación incrementa el castigo para quien hiciera abortar a una

mujer sin su consentimiento y establece un castigo mayor cuando existe violencia

física o psicológica (art. 145 del CPDF). Las reformas a la LSDF establecen que en

los casos permitidos por la ley, las instituciones públicas de salud en el DF deben

realizar la interrupción del embarazo en forma gratuita, en condiciones de calidad

y en un plazo no mayor de cinco días a partir de la solicitud de la mujer (art. 16,

bis 6). Se regula también la objeción de conciencia de los médicos, para que la

mujer que solicite un aborto legal tenga garantizado ese servicio. La reforma

estipula que la Secretaría de Salud del DF deberá contar permanentemente con

personal no objetor.

2004 2 de diciembre: Se aprueba una nueva Ley de Salud para el Estado de Baja

California Sur, estableciendo un plazo para proceder a la interrupción del

embarazo cuando haya sido autorizado por el Ministerio Público bajo condiciones

de gratuidad y calidad. Obliga a los servicios de salud del estado a suministrar

anticoncepción de emergencia, en las siguientes 72 horas de sucedida una

relación sexual no protegida, efectuada o no mediante violencia.

2005 1º de marzo: El Congreso Estatal de Baja California Sur aprueba los códigos Penal

y de Procedimientos Penales. El nuevo Código Penal establece una pena de dos

meses a dos años de prisión por la práctica de un aborto, una de las más bajas en

la república mexicana. Asimismo, se agrega una nueva causal de no punibilidad:

cuando la salud de la mujer sufra grave afectación si no es practicado el aborto.

2006 29 de diciembre: Se publica el nuevo Código Penal para el Estado de Chihuahua,

que incluye el aborto legal en casos de inseminación artificial no consentida, y

suprime el castigo por aborto imprudencial o culposo.

2007 Marzo: El PRD presenta iniciativas en la Cámara de Diputados y en la Cámara de

Senadores con la finalidad de despenalizar el aborto voluntario en las primeras

semanas de gestación. Ambas propuestas buscan la modificación del Código

Penal Federal.

24 de abril: En un hecho histórico, la Asamblea Legislativa del DF aprueba la ley

que despenaliza el aborto hasta la semana doce de gestación. Esta ley incluye

mecanismos para la impartición de servicios de salud adecuados y mejora los de

protección de una maternidad libre, informada y responsable.

26 de abril: Se publica en la gaceta oficial del DF el “Decreto por el que se

reforma el Código Penal para el Distrito Federal y se adiciona la Ley de Salud para

el Distrito Federal”.

4 de mayo: La Secretaría de Salud del DF publica en la gaceta oficial los nuevos

“Lineamientos generales de organización de los servicios de salud relacionados

con la interrupción del embarazo”.

Fuente: Elaboración propia sobre la base de los datos disponibles en http://www.dere-choshumanos.org.mx.

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sólo uno estaba ocupado por una mujer, y era notoria su ausencia en lasáreas de decisión económicas y de inversión. Sólo el 19% de las secreta-rías y subsecretarías de los ministerios estaban encabezadas por mujeres.Finalmente, sólo el 8,5% de los más de 2100 municipios estaban gober-nados por una mujer.

En relación con el Poder Judicial, a partir de febrero de 2005, dos delos nueve miembros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación sonmujeres. En cuanto a los tribunales superiores, de las 25 jurisdiccionesque tiene la Argentina, sólo en 8 no hay una mujer entre sus integran-tes. Si tomamos en cuenta la totalidad de los tribunales, con sus 128 miem-bros, sólo 24 son mujeres (lo que representa el 18,7%). La participaciónde las mujeres en el Poder Judicial muestra que éstas se concentran en “losfueros de menor prestigio (familia y laboral)” y en los juzgados de prime-ra instancia, dentro de los diferentes niveles jurisdiccionales del PoderJudicial.22

En el caso del servicio exterior, sólo el 8% de las embajadas y el 6% delos consulados están a cargo de mujeres (Giacometti, 2005).

En las elecciones generales de 2007, tres mujeres se presentaron parael máximo cargo ejecutivo: Cristina Fernández de Kirchner, Elisa Carrió yVilma Ripoll. Tanto el primero como el segundo lugar en los comicios pre-sidenciales fueron obtenidos por mujeres, así como otros cargos legislati-vos, tanto en el ámbito local, provincial y nacional. El 28 de octubre, porprimera vez el voto popular consagró a una mujer como presidenta de laArgentina, la senadora Cristina Fernández de Kirchner.

La inédita coincidencia de contar simultáneamente con dos jefas deEstado en América Latina, Michele Bachelet en Chile y Cristina Kirchneren la Argentina, ha puesto como nunca antes en el debate público los vie-jos paradigmas del patriarcado: se cuestiona su capacidad natural paragobernar, proliferan los debates esencialistas sobre la naturaleza cuidado-ra y sacrificada de las mujeres de la mano de concepciones antidemocrá-ticas sobre su representación en las instituciones. Así, a pesar de la pre-sencia de Bachelet y Kirchner en los ejecutivos de estos países, la esfera dela toma de decisiones sigue siendo hoy un territorio que vive una podero-sa embestida patriarcal, lo que demuestra por la negativa el avance de lasideas feministas y su primera oportunidad histórica para salir de las orillase influenciar significativamente la corriente principal de la democracia.La lógica del sacrificio ha sufrido una derrota con la elección democráti-ca de esas mujeres.

Movimientos sociales de mujeres. El feminismo 107

22 Disponible en http://www.artemisanoticias.com.ar/site/notas.asp?id=1&idnota=275.

106 Movimientos socioculturales en América Latina

parte, la reforma constitucional de 1994 instauró acciones positivas en laregulación de los partidos políticos y el régimen electoral (art. 37), lo cualdio sustento político y jurídico al reclamo de igualdad entre hombres ymujeres para acceder a puestos electivos y cargos políticos, estableciendoademás la inconstitucionalidad de cualquier ley futura que pudiera dis-minuir las cuotas previstas (Guzmán y Moreno, 2007).

A partir de entonces, es evidente el avance cuantitativo de la partici-pación de la mujer en la vida política de la Argentina. Desde la promul-gación de la ley hasta el año 2007, en la Cámara de Diputados el porcen-taje de mujeres diputadas creció de 6 a 40%, y el incremento fue de 3 a38,9% en la Cámara de Senadores.

Luego de más de una década de vigencia de la Ley de Cuotas y delincremento de legisladoras en las cámaras nacionales y provinciales,muchos temas de género que antes eran ignorados salieron a la luz y fue-ron debatidos y desarrollados. El aporte cualitativo de la representaciónde las mujeres en el Congreso Nacional promueve leyes y proyectos deinclusión y equidad social, que contemplan la salud sexual y reproductivaresponsable, la sanción de la violencia familiar y contra la mujer, un régi-men especial de seguridad para la madre durante el embarazo y el tiem-po de lactancia, así como la evolución de antiguas normas del CódigoPenal que eran discriminatorias hacia las mujeres, como la incorporacióny definición de los delitos contra la integridad de las personas y la violen-cia. Asimismo, fue sancionada una ley de jubilación anticipada, se modi-ficó la ley de educación nacional, se perfeccionaron las normas sobreadopción y se creó un Registro Nacional Único que facilita el ejercicio depaternidades y maternidades, así como un Registro de Deudores Morososde obligaciones alimentarias.

Desde el Poder Legislativo, las mujeres también aportaron en temasde economía, de políticas laborales y de promoción del empleo, del mismomodo que en el área de la justicia y la transparencia de la gestión pública.La Argentina en 1973 y Uruguay en 1963 fueron los dos primeros paísesde América Latina que tuvieron a una mujer en la presidencia del Parla-mento.

En las esferas en las que no hay regulación sobre cupo, el avance esmás lento. En el caso del Poder Ejecutivo argentino, de 1973 a 2005 se eli-gieron un total de 245 ministros, de los cuales sólo 11 eran mujeres, lo querepresenta el 4,7%. Las mujeres aparecen por primera vez en 1989 (unministerio) y luego en 1996 (CEPAL, 2005).

Hasta 2007, su participación era prácticamente nula, y casi la totali-dad de los cargos de gobernadores o jefes de gobierno y vicegoberna-dores eran ocupados por hombres. De los diez ministerios nacionales,

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Movimientos sociales de mujeres. El feminismo 109

4. Tensiones, amenazas y desafíos

4.1. Recomponer los pactos

El siglo XXI se ha iniciado con el debilitamiento del fundamentalismode mercado en América Latina; ya no se promueve abiertamente la desa-parición del Estado y se reconoce su importancia para superar la desi-gualdad, pero el debate político cotidiano aún muestra sus limitacionescuando se plantean políticas públicas descentralizadas, recursos y presu-puestos. La importancia y centralidad de las políticas públicas, el debatesobre el rol del Estado, la descentralización, la autonomía y el papel de lasociedad civil, así como el surgimiento de una corriente favorable a la res-ponsabilidad social de las empresas constituyen signos de aceptación denuevas tendencias que polemizan acerca de cuál es la relación más idóneaentre Estado-sociedad y mercado.

En la búsqueda de una ecuación progresista reaparece la desigualdad,pues los pactos sociales y políticos en cada país no cuestionan la hegemo-nía de los poderes empresariales, mercantiles y transnacionales. Se buscapactar con ellos y promover diversas formas de institucionalidad o gober-nanza que incluyan a los actores de mayor peso.

En ese marco, es destacable la importancia adquirida por la agenda deseguridad en desmedro de la preservación de los derechos humanos comohorizonte de desarrollo de la humanidad (Butler, 1990). Los derechoshumanos como principio universal inalienable e indivisible como pactocivilizatorio, han sido vulnerados de múltiples maneras.

El debilitamiento del multilateralismo implica que la agenda de dere-chos humanos ha sido sustituida por la agenda de seguridad y, después delatentado a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001 (11-S), el climapolítico y de seguridad ha subordinado el respeto a los derechos humanosa la seguridad de un solo país. La legalidad internacional ha sido cuestio-nada y el principio de inocencia desapareció como conquista de la civili-zación. La desigualdad tolerada y la seguridad convertida en el valor supre-mo de los Estados ha permitido que las leyes y normas jurídicas adoptenun enfoque punitivo, es decir, “castigar antes que comprobar”, con la com-placencia de amplios sectores de la ciudadanía.

La idea de inseguridad que lleva la natural incertidumbre a extremosinsospechados también repercute en la política interna de los Estados,pues permite el fortalecimiento de las fuerzas conservadoras. Así, el sobre-dimensionamiento de las políticas de seguridad, la herencia del Estadomínimo de la década pasada y la lentitud con que se abandona la inercianeoliberal han dado pie al surgimiento de un discurso que recurre a la

108 Movimientos socioculturales en América Latina

Cronología de los hitos que desembocaron en la sanción de la Ley de Cupos en la Argentina

1946 La mujer conquista el derecho a elegir y ser elegida, e ingresa en la vida política

del país.

1989 Se presentan dos proyectos de reforma del Código Electoral.

1990 Se crea la red de feministas políticas.

1991 Se sanciona la ley 24.012, que establece que las listas que se presenten deberán

tener un mínimo de 30% de mujeres de los candidatos en los cargos a elegir, y

en proporciones con posibilidad de ser electas. Las listas que no cumplan con

ese requisito no serán oficializadas.

1993 Se promulga el decreto 379, reglamentario de la ley 24.012: el cupo del 30%

debe entenderse como la cantidad mínima, y debe incluirse una mujer cada dos

varones.

Los partidos interpretan que la probabilidad de “ser elegida” se refiere a los

escaños a renovar en una provincia, y no a los del partido.

Las candidatas, pese a la presión de los partidos, recurren a la Cámara Nacional

Electoral (CNE), que falla a favor de sus demandas.

1994 Se reforma la Constitución Nacional, que incorpora el art. 37, sobre la igualdad

entre varones y mujeres.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) admite la denuncia

de María Merciadri de Moroni, militante de la Unión Cívica Radical (UCR), sobre

la violación de los derechos del debido proceso, los derechos políticos, la

igualdad ante la ley y los recursos efectivos, por parte de la República Argentina,

en su perjuicio.

1995 La CNE reconoce la legitimidad del Consejo Nacional de la Mujer para iniciar

acciones legales en defensa de las candidatas.

1999 Veintidós de las veinticuatro provincias incorporan la ley de cuotas.

2000 Por decreto reglamentario Nº 1246, la cuota electoral se aplica a todos los

cargos electivos de diputados, senadores y constituyentes nacionales. El 30%

destinado a las mujeres se refiere a la cantidad mínima, y la cuota sólo es

considerada cumplida si se aplica al número de cargos que cada organización

partidaria renueva en la elección correspondiente. El decreto establece, además,

las sanciones.

Fuente: Guzmán y Moreno (2007), Comisión Económica de América Latina y el Caribe(CEPAL).

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balización es un prisma virtual que vuelve visibles las desigualdades, lasaproxima, y convierte la búsqueda de la igualdad en una urgencia social ypolítica. La interconexión de estos fenómenos con la vida cotidiana plan-tea el desafío de integrar en el análisis tanto las dimensiones del desarro-llo sostenible (por ejemplo, el calentamiento global) como la igualdadentre mujeres y hombres. De igual manera, las restricciones a los derechoshumanos obligan al movimiento de mujeres y a toda la sociedad a recu-perar el nivel alcanzado por la justicia internacional antes del 11-S.

El reto de este siglo consiste en fortalecer los avances conseguidos, ytambién recuperar, reconstruir y priorizar la agenda feminista, articulán-dola con la defensa de los derechos humanos y la sostenibilidad del pla-neta. Si el movimiento feminista no defiende los éxitos alcanzados y elpoder construido, y enfrenta la oposición desatada, difícilmente podráextender los lazos con otros movimientos interesados en profundizar lademocracia y fortalecer los derechos humanos. Los aliados deben superarla lógica del sacrificio que caracteriza su alianza con las feministas, y reco-nocer que la igualdad de género es una dimensión disruptiva y necesariade la lógica patriarcal, con la que operan partidos políticos, sindicatos ymovimientos sociales.

Dos son los ejes de lo que podría ser este renovado pacto: el restable-cimiento de los derechos humanos (incluidos los de las mujeres) y lademocracia paritaria, donde las mujeres formen parte del pacto social lla-mado a respetar el estado de derecho.

El estado de derecho y la institucionalidad democrática son las condi-ciones necesarias para avanzar en la paridad, los derechos reproductivos,la eliminación de la violencia, el respeto a la diversidad cultural y la igual-dad real. La reconquista del marco de los derechos humanos internacio-nal demanda un pacto por los procedimientos, para los que afortunada-mente el feminismo cuenta con una larga y notable experiencia.

4.2. El Consenso de Quito

En el ámbito regional se observa el fortalecimiento del movimientofeminista en alianza con el movimiento amplio de mujeres, hecho que seexpresó en la Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y elCaribe,23 que congregó a representantes gubernamentales de toda laregión. Su décima versión se realizó con una alta asistencia de organiza-ciones feministas, culturales e indígenas dentro de las delegaciones ofi-

Movimientos sociales de mujeres. El feminismo 111

23 Realizado en Quito, del 6 al 10 de agosto de 2007.

110 Movimientos socioculturales en América Latina

familia para sustituir las funciones que no son asumidas por el Estado, ten-sionando al máximo el tiempo de las mujeres, que son sometidas a des-plegar su potencial productivo en el mercado de trabajo, a la vez que sonlas principales responsables del cuidado no remunerado de la familia y lacomunidad. Esto explica el resurgimiento en América Latina de los dis-cursos conservadores que plantean la oposición a la “píldora del día des-pués”, el rechazo al aborto y la exaltación de la familia (léase “de las muje-res”) como espacio de protección, y cuestionan los derechos conquistadosen la década de 1930, como el divorcio o el aborto terapéutico.

La ideología de la familia como valor, como institución, como formay contenido únicos e intransformables, ha favorecido el resurgimiento dela alianza entre los sectores conservadores del Estado y la Iglesia. Comoconsecuencia de ello, se desdibujan los débiles rasgos de laicidad y tole-rancia a la libertad de culto, y resurge con éxito la oposición al aborto, laprincipal causa de muerte materna. Las leyes de derechos reproductivosson rechazadas en Bolivia, Uruguay, Nicaragua y Chile, y atacadas en Méxi-co. Los discursos pro natalistas son estimulados, y se integran en la alian-za clero-Estado algunos partidos políticos de izquierda. Todo este proce-so afecta nuevamente el principio de igualdad, puesto que deja indefensasa las mujeres sin recursos, las más pobres.

La centralidad ganada por la agenda pro seguridad a partir del 11-Sha puesto en evidencia la vulnerabilidad de los Estados receptores de coo-peración externa, que deben enfrentarse a las presiones y al clima políti-co de los países centrales para obtener recursos cada vez más condiciona-dos. Así, las ya deterioradas relaciones internacionales restringen aún másel perfil de la agenda de género, considerada la carta disruptiva de las rela-ciones bilaterales. La moderación opera con mayor fuerza en esta esfera yse vuelve a postergar el cumplimiento de los compromisos internaciona-les que promueven su desarrollo.

En un contexto de inseguridad ambiental e inseguridad política, la agen-da de igualdad social se debilita y dista mucho de incluir la igualdad de géne-ro. La mayoría de los gobiernos busca la esquiva disminución de la pobrezay los más audaces promueven la cohesión social para enfrentar los riesgosde fractura de sociedades desiguales, a través de políticas de mínima que evi-ten el desarraigo y la exclusión. Estas políticas en algunos casos se autolimi-tan buscando la generalización de valores culturales excluyentes, que entien-den la diversidad asociada al atraso y la opresión de las mujeres.

Los fenómenos de dimensión global han agudizado la percepción delas injusticias, las inequidades y las desigualdades entre regiones, Estados,países y grupos étnicos, y —a pesar de la persistente ceguera de género—también han acentuado la desigualdad entre mujeres y hombres. La glo-

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Se trata de un abordaje de la desigualdad en el trabajo, característicode la globalización, que permite recuperar el nexo con una tarea consi-derada un resabio del pasado, cuando se la veía en su dimensión local. EnQuito, los gobiernos entendieron que el trabajo doméstico —remunera-do o no— es un factor esencial de las economías, que explica las tenden-cias demográficas y las desigualdades en el mercado de trabajo y requierede políticas públicas para resolverlo. No es menos cierto que la preocu-pación por la situación laboral de las trabajadoras domésticas, particular-mente de las migrantes, es secundada por el peso que tienen las remesasen las economías regionales. Así, los derechos de las trabajadoras domés-ticas se ubican en el contexto de la relevancia que tiene la reproducciónpara el desarrollo social y el efecto positivo de las remesas sobre el desa-rrollo económico.

2) El debate sobre el Estado laico es otro de los temas de la democra-cia planteados por el movimiento feminista, a través de las organizacionesde la sociedad civil en alianza con los gobiernos, que han reconocido que“el carácter laico de los Estados contribuye a la eliminación de la discri-minación contra las mujeres y garantiza el ejercicio de sus derechos huma-nos” (CEPAL, 2007c). Está ligado directamente con la necesidad de legi-timar un fenómeno social propio de los tiempos que vivimos: la diversidadde familias. Indudablemente, ésta ha sido una propuesta y una reflexiónque han encontrado eco, principal si no exclusivamente, en el feminismo,y han estado presentes en el debate sobre las leyes de violencia, políticasde salud y derechos reproductivos, y siguen estándolo en la medida en queel proyecto político feminista rechaza la homogeneización cultural. Lapolémica sobre el Estado laico permite establecer puentes con los gruposy movimientos indígenas, que reclaman, desde una perspectiva anticolo-nial, el derecho a colocar el tema de su religión en el ámbito de las deci-siones privadas.

Si bien los aportes de feministas son valiosos, no es posible ignorar lacrítica de figuras como Luce Irigaray y Helene Cixous, quienes han reve-lado la condición periférica de la mujer en el discurso humanista occi-dental, lo que nos recuerda que las feministas occidentales también hanignorado y marginado a las mujeres del llamado Tercer Mundo en su pro-

ciales, que recogieron en su declaración algunas de las demandas soste-nidas por las feministas.24 Lo interesante de estos acuerdos no radica en lanovedad de la agenda —la mayor parte de los puntos se encuentra en laPlataforma de Beijing—, sino en que ésta muestra el estado de avance ytensión que se observa en la región. A diferencia de la década pasada, esasreivindicaciones se producen en el contexto de debilitamiento de la lógi-ca neoliberal y de una creciente atención a los temas sociales, hecho quefavorece la igualdad de género.

Entre los aspectos más sugestivos del Consenso de Quito y el procesoque le precedió, podemos resaltar los siguientes:

1) El compromiso por parte de los gobiernos con la armonización delos derechos laborales de las trabajadoras domésticas con el resto de lastrabajadoras, la identificación del Estado laico como requisito para la igual-dad, el reconocimiento del aborto inseguro como un problema que con-duce a la mortalidad materna, la relevancia otorgada al reconocimientodel trabajo doméstico y el compromiso con la paridad como horizontedemocrático.

Los derechos de las trabajadoras domésticas aparecen como un asuntoligado a uno de los problemas contemporáneos más importantes, como esla migración interna y externa. Las denominadas cadenas globales del cui-dado tienen a las mujeres como protagonistas principales e incluyen no sóloa las migrantes rural-urbano del pasado sino a mujeres de sectores mediosque se desplazan más allá de sus fronteras. Esto ha convertido el tema en unasunto de relevancia a fin de entender las nuevas formas de organizacióndel trabajo, el vínculo entre la vida pública y la privada, la importancia delcuidado como “una tendencia a adoptar el punto de vista del ‘otro particu-lar’ con sus peculiaridades, a la intervención de los sentimientos, la preo-cupación por los detalles concretos de la situación a juzgar”.25

Movimientos sociales de mujeres. El feminismo 113

mos hacerlo. No se trata sólo de contener la agresión, la falta de respuesta, de no actuarcuando habría que hacerlo; es también un problema. Se basa en la comprensión del mundocomo una red de relaciones en las que se inserta el Yo. De ahí surge un reconocimiento delas responsabilidades hacia los demás. Se ocupa no sólo de las reglas, sino de cualquier cosaque se valore como moral”.

112 Movimientos socioculturales en América Latina

24 La universalidad, la indivisibilidad, la interdependencia y la inalienabilidad de losderechos humanos, así como de los derechos colectivos; los derechos humanos como vín-culo con la consolidación de la democracia representativa y participativa, y el desarrollo eco-nómico y social; el acceso a la justicia de facto; la laicidad del Estado como garantía para laeliminación de la discriminación contra las mujeres; el reconocimiento del valor social y eco-nómico del trabajo doméstico, reproductivo, agrícola y de subsistencia no remunerado delas mujeres, visibilizando y contabilizando su aporte a las economías nacionales y a la cohe-sión de la sociedad; la división sexual del trabajo como factor estructural de las desigualda-des e injusticias económicas que afectan a las mujeres en los ámbitos familiar, laboral, polí-tico y comunitario, y que, asimismo, propician la desvalorización y falta de retribución delos aportes económicos de las mujeres.

25 Al respecto, Gilligan (1983) menciona: “Se basa en la responsabilidad por los demás.Eso supone una preocupación por la posibilidad de omisión, de no ayudar cuando podría-

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pio discurso (Mohanty, 1988; Mohanty et al., 1991). Aihwa Ong es aun mástajante al respecto al sostener que, “para las feministas que miran desdeultramar, el Otro no feminista no es tanto el patriarcado como la mujerno occidental” (Ong, 1988).

La tendencia a “esencializar” a la mujer del Tercer Mundo no se dasólo en los escritos de las mujeres occidentales. También figura en algu-nos trabajos de mujeres de países en desarrollo entrenadas en institucio-nes occidentales, especialmente cuando sus reflexiones se dirigen a públi-cos de Occidente.26

Lazreg reclama un nuevo enfoque, capaz de reconocer la diferencia yde aceptar la necesidad de explorar las experiencias concretas de las muje-res en las diversas culturas. Esto exige estudios sobre la mujer del TercerMundo que revelen que esas vidas son “significativas, coherentes y com-prensibles, en lugar de haber sido llevadas ‘por nosotras’ con condena ydolor” (Lazreg, 1988: 98). Esta autora agrega que, para evitar que la dife-rencia devenga mera división, las estudiosas locales deben asumir unadoble carga: deben avanzar hacia un corte epistemológico con el para-digma dominante y, a la vez, tienen que reevaluar la estructura de las rela-ciones de género en sus propias sociedades.

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114 Movimientos socioculturales en América Latina

26 Marnia Lazreg (1988) descubrió que las estudiosas occidentales o formadas en Occi-dente que escriben sobre Argelia suelen adoptar, sin mayor crítica, los estereotipos occiden-tales acerca de los árabes y su cultura, sobre todo respecto de la primacía del Islam, que esvisto como un sistema de creencias autosuficiente, fallido e inmune al cambio. Las mujeresárabes son presentadas como fichas pasivas, presas en un mundo dominado por tradicionesreligiosas irremediablemente arcaicas y retrógradas. Se presenta al mundo islámico en ine-xorable decadencia: para las mujeres árabes el progreso sólo puede llegar en la forma de unaadopción de valores occidentales. Cuando la teoría feminista es aplicada a las árabes, sueleser como el aprovechamiento de una oportunidad de ampliar sus conocimientos feministasliberales, antes que como la oportunidad de explorar la variedad de formas de ser mujer.

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Movimientos sociales de mujeres. El feminismo 119

variada gama de roles ocupacionales, y estimularla a cursar

estudios en áreas correspondientes a actividades no

tradicionales.

Revisión de textos y programas educativos y programas de

recreación acerca de la imagen de la mujer.

Mujeres campesinas.

Paz en Centroamérica para la integración de la mujer en el

desarrollo.

Preservación de la paz.

Integración de la mujer en el desarrollo económico social de

América Latina y el Caribe.

1988 Guatemala, Mujer maltratada por efecto de la violencia contra

Guatemala la mujer.

Inserción de las mujeres en el mercado de trabajo, jefaturas

femeninas del hogar.

Importancia de la mujer en el comercio en el Caribe.

1991 Curaçao, Antillas Transformación productiva con equidad e

Holandesas integración de la mujer en el desarrollo de América Latina.

Mujer y recursos humanos.

Mujer y política.

Mujer y violencia.

1994 Mar del Plata, Mayor acceso de las mujeres al poder político y otras

Argentina esferas, como la empresarial y la sindical; incorporación de la

perspectiva de género en las políticas públicas; ejercicio más

efectivo de la democracia en los planos familiar, social y del

Estado.

Mejoramiento de la educación y la capacitación laboral;

acceso a ocupaciones de mayor nivel para las mujeres;

mayor visibilidad del trabajo femenino en materia de

indicadores y estadísticas desagregadas por sexo.

Reformulación de patrones culturales y de la forma de

representación de las mujeres en el material didáctico y en

los medios de comunicación; acceso de las mujeres a la

información; necesidad de investigar con mayor profundidad

las relaciones entre el tema de la mujer y el del medio

ambiente, entre otros temas, como los de la salud,

explotación y acoso sexual y violencia contra las mujeres.

Superar la pobreza que afecta especialmente a las mujeres.

Promover la igualdad de oportunidades en cuanto a acceso

a la tierra, capacitación y créditos para la mujer rural.

Promover a otros grupos de mujeres en situaciones de

118 Movimientos socioculturales en América Latina

Anexo

Cronología de las conferencias regionales de América Latina y el Caribe sobre la mujer

Las conferencias regionales de América Latina y el Caribe sobre lamujer son organizadas por las Naciones Unidas a través de la ComisiónEconómica de América Latina y el Caribe (CEPAL) y su unidad Mujer yDesarrollo, y asisten las mujeres acreditadas ante sus gobiernos para repre-sentarlos y discutir acerca de la problemática de las mujeres en sus dife-rentes ámbitos.

Año Lugar Temas debatidos

1972 La Habana, Cuba Incorporación de la mujer a la vida activa, económica,

política, social y cultural.

Empleo, educación, salud, familia, servicio social y otras

facilidades para la incorporación y permanencia de las

mujeres en el trabajo.

Vivienda y participación política.

Creación de comisiones nacionales de investigación

interdisciplinaria y multisectoriales.

La distorsión de la imagen de la mujer en los medios de

comunicación y en los patrones culturales predominantes.

1979 Macuto, Venezuela Creación de la comisión para estudiar los problemas del niño

y la madre.

Desarrollo de la mujer en Nicaragua.

Mujeres refugiadas.

La mujer en los niveles directivos de la CEPAL.

1983 México DF, México Aumentar la participación de la mujer.

La familia como célula básica, sujeto y objeto de políticas

globales que garanticen la satisfacción de sus necesidades y

aspiraciones y el mejoramiento de sus condiciones de vida.

Equidad de sexos.

Decisión en la procreación (derechos reproductivos)

Distribución equitativa del ingreso.

Promover el cambio de la imagen estereotipada de las

mujeres en la sociedad (educación y medios de

comunicación).

Motivar la participación de la mujer en el trabajo

remunerado prestando atención al proceso educativo y las

formas de capacitación que le permitan incorporarse a una

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Movimientos sociales de mujeres. El feminismo 121

Formular y perfeccionar programas encaminados a proteger

la salud y los derechos sexuales y reproductivos de las

mujeres.

Aumentar la cobertura y la calidad de la educación y

eliminar las barreras existentes para que las niñas y

adolescentes puedan gozar de este derecho fundamental

para el ejercicio pleno de la ciudadanía; ampliar la

cobertura de los programas de alfabetización para

mujeres adultas.

2000 Lima, Perú Promover la aplicación efectiva de la Convención sobre la

Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la

Mujer y de la Convención Interamericana para Prevenir,

Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer.

Instar a ratificar e implementar el protocolo facultativo de la

Convención sobre la Eliminación de todas las formas de

Discriminación contra la Mujer.

Colocar la equidad social y de género en el centro de las

preocupaciones gubernamentales.

Fortalecer los mecanismos institucionales para la promoción

de la mujer y la igualdad de oportunidades.

Impulsar políticas socioeconómicas que promuevan el

crecimiento y el desarrollo sustentable, así como la

erradicación de la pobreza con equidad e igualdad.

Orientar las políticas del Estado a corregir las desigualdades

y garantizar los derechos humanos de las mujeres y niñas,

prestando especial atención a las mujeres rurales, a las

indígenas, a las negras, a las discapacitadas, a las

desarraigadas, a las migrantes y a las refugiadas.

Apoyar el fortalecimiento y el trabajo de las organizaciones y

redes de mujeres.

Respaldar la ejecución de planes y programas de acción

destinados a asegurar a niñas y niños el acceso a la

educación; eliminar toda forma de discriminación sexista en

los procesos y contenidos educativos, así como los

estereotipos que se reproducen por este medio.

Garantizar la protección de los derechos humanos de las

mujeres, incluidos los sexuales y reproductivos, y hacer

frente a las violaciones de estos derechos prestando

particular atención a todas las formas de violencia sobre la

base del género y a sus causas básicas, incluida la

reproducción de una cultura de la violencia.

120 Movimientos socioculturales en América Latina

desventaja, como las migrantes y otras desarraigadas, las

madres adolescentes y las discapacitadas.

1997 Santiago, Chile Garantizar que los planes y programas incorporen

plenamente (mainstreaming) la perspectiva de género en las

políticas y decisiones, y consideren la distribución equitativa

de los recursos en la sociedad.

Fortalecer en los ámbitos técnico, presupuestario, político y

administrativo los mecanismos nacionales y las oficinas

gubernamentales de promoción de la mujer.

Promover el acceso a cargos con poder de decisión y

políticas de fomento de la participación de las mujeres en el

ámbito nacional, federal y local.

Incorporar información estadística desagregada por sexo, y

el desarrollo de indicadores de género en todos los registros

estadísticos.

Diseñar y poner en marcha e incorporar la perspectiva de

género en las agendas de los gobiernos locales y en sus

políticas.

Incorporar el análisis de género a los estudios de los

movimientos migratorios y el papel de la mujer en ellos.

Propiciar la creación y apoyar el fortalecimiento y el trabajo

de las organizaciones y redes de mujeres.

Desarrollar planes especiales dirigidos a las mujeres jóvenes,

con el fin de fortalecer su capacidad e interés por el

liderazgo, así como de influir en la selección de su profesión.

Facilitar el ejercicio del derecho de las mujeres a tener igual

acceso a la propiedad y al control de sus propiedades,

especialmente en las zonas rurales.

Fomentar la corresponsabilidad de los roles al interior de la

familia.

Promover el acceso de la mujer al mercado laboral y el empleo.

Prestar atención al trabajo no remunerado y mal

remunerado de las mujeres.

Desarrollar materiales didácticos, metodologías y programas

de estudio adecuados en términos de género.

Agilizar la perspectiva de género en todas las esferas

políticas, económicas y sociales.

Insistir en la prevención de la violencia contra las mujeres y

los niños.

Apoyar al Comité para la Eliminación de todas las Formas de

Discriminación contra la Mujer.

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Movimientos sociales de mujeres. El feminismo 123

económica de niños, niñas, adolescentes y otros

dependientes.

Favorecer la educación de todas las mujeres y su acceso a las

actividades económicas, tecnológicas y científicas.

Implementar la legislación que garantice el ejercicio

responsable de los derechos sexuales y reproductivos, y el

acceso sin discriminación a los servicios de salud, incluida la

salud sexual y reproductiva.

Fortalecer los esfuerzos de prevención, diagnóstico y

tratamiento de las infecciones de transmisión sexual, en

particular el VIH, salvaguardando los derechos de todas las

mujeres y niñas que viven con el virus, y garantizar el acceso,

sin discriminación, a información, atención, educación y

servicios de prevención del sida.

Adoptar medidas para promover y proteger los derechos

humanos de los y las migrantes, de conformidad con los

preceptos constitucionales y los instrumentos

internacionales vigentes.

Adoptar las medidas integrales que sean necesarias para

eliminar todas las formas de violencia y sus manifestaciones

contra todas las mujeres, incluidos la violencia familiar, el

abuso y acoso sexual, el incesto, la explotación sexual, el

tráfico y trata de mujeres y niñas, la prostitución forzada, los

asesinatos, las violaciones sistemáticas y la violencia en

situaciones de conflicto armado.

Promover el acceso de todas las mujeres a las tecnologías de

la información y la comunicación, con miras tanto a

erradicar la pobreza como a promover el desarrollo.

Profundizar el desarrollo de un sistema de información

basado en estadísticas desagregadas por sexo, para

incorporar efectivamente la perspectiva de género, tomando

en cuenta la diversidad étnico-racial y generacional, en

todos los programas y políticas de gobierno, otorgando

particular atención a la pobreza, el trabajo no remunerado,

el uso del tiempo, la violencia de género y la migración

internacional.

Diseñar y revisar las leyes, a fin de asegurar que, allí donde

exista el derecho a la posesión privada de tierras y de

propiedades, se reconozca a las mujeres plenos e iguales

derechos a poseer tierras y otras propiedades, incluso en

virtud del derecho a heredar.

122 Movimientos socioculturales en América Latina

Garantizar en el ámbito nacional la atención preventiva e

integral de la salud de las mujeres.

Promover una mejor calidad de vida de la mujer en la tercera

edad.

Prevenir y combatir todas las formas de violencia contra las

mujeres y las niñas.

Promover y movilizar la protección y atención de las mujeres,

las niñas y los niños víctimas de conflictos armados.

Desarrollar estrategias tendientes a lograr más y mejores

empleos para las mujeres, y sistemas equitativos de

protección social.

Promover el reconocimiento de la contribución social y

económica del trabajo no remunerado de las mujeres,

predominantemente en el hogar.

Promover acciones que estimulen el acceso equitativo de las

mujeres a las comunicaciones y las nuevas tecnologías de

información, y que contribuyan a contrarrestar estereotipos

sobre las mujeres en los medios de comunicación.

Fortalecer el sistema de recolección y procesamiento de

datos estadísticos desagregados por sexo y adoptar

indicadores de género.

2004 México DF, México Asegurar el pleno desarrollo y adelanto de las mujeres, y

garantizarles el acceso a la Justicia y el ejercicio y goce de

todos los derechos humanos, incluidos los civiles, políticos,

económicos, sociales y culturales, y las libertades

fundamentales, en igualdad de condiciones con los

hombres.

Asegurar la plena inclusión de la perspectiva de género,

tomando en cuenta la diversidad étnico-racial y

generacional, en el diseño y la ejecución de los planes

nacionales de desarrollo, y de las políticas y los programas

públicos en todos los ámbitos de la acción del Estado, así

como en los presupuestos destinados a financiarlos.

Adoptar políticas proactivas y acciones afirmativas que

aseguren la igualdad de condiciones en el mercado laboral

entre mujeres y hombres.

Reconocer el valor económico del trabajo doméstico y

productivo no remunerado, y apoyar a las mujeres que

trabajan en el sector informal.

Revisar y examinar las políticas y la legislación, a fin de

fortalecer la obligatoriedad del pago de la asistencia

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Movimientos sociales de mujeres. El feminismo 125124 Movimientos socioculturales en América Latina

Garantizar a los mecanismos nacionales para el adelanto de

la mujer los recursos financieros y humanos, y reforzar su

capacidad política.

Promover la participación plena e igualitaria de hombres y

mujeres en todos los niveles de toma de decisiones en el

Estado, la sociedad y el mercado.

Ratificación y aplicación efectiva de la Convención sobre la

Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la

Mujer y su protocolo facultativo, así como de la Convención

Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la

Violencia contra la Mujer.

2007 Quito, Ecuador Reforzar la capacidad técnica y de incidencia política de los

mecanismos gubernamentales para el adelanto de las

mujeres.

Adoptar todas las medidas de acción positiva y los

mecanismos necesarios para garantizar la plena

participación de las mujeres en los cargos públicos y de

representación política.

Fomentar la cooperación regional e internacional, en

particular en materia de género.

Ampliar y fortalecer la democracia participativa y la inclusión

igualitaria, plural y multicultural de las mujeres en la región,

en los espacios de decisión, opinión, información y

comunicación.

Incentivar los mecanismos regionales de formación y

capacitación política para el liderazgo de las mujeres.

Desarrollar políticas electorales de carácter permanente que

conduzcan a los partidos políticos a incorporar las agendas

de las mujeres en su diversidad, y el enfoque de género en

sus contenidos, con el fin de consolidar la paridad de género

como política de Estado.

Adoptar medidas legislativas y reformas institucionales para

prevenir, sancionar y erradicar el acoso político y

administrativo contra las mujeres que acceden a puestos de

decisión por la vía electoral o por designación.

Comprometer a los medios de comunicación a que

reconozcan la importancia de la participación paritaria de las

mujeres en el proceso político.

Adoptar políticas públicas, incluidas leyes cuando sea

posible, para erradicar contenidos sexistas, estereotipados,

discriminatorios y racistas en los medios de comunicación.

Adoptar medidas de corresponsabilidad para la vida familiar

y laboral que se apliquen por igual a mujeres y hombres.

Reconocer el trabajo no remunerado y su aporte al bienestar

de las familias y al desarrollo económico de los países, y

promover su inclusión en las cuentas nacionales.

Implementar sistemas públicos integrales de seguridad

social.

Formular políticas y programas de empleo de calidad

dirigidos a garantizar el trabajo decente remunerado a

mujeres sin ingresos propios.

Eliminar las condiciones laborales discriminatorias, precarias

e ilegales.

Implementar políticas públicas para ampliar el acceso de las

mujeres a la tierra, al agua, a otros recursos naturales y

productivos, al saneamiento y otros servicios, y al

financiamiento y las tecnologías.

Implementar políticas públicas de acción afirmativa para

mujeres afrodescendientes y para indígenas, como medidas

de reparación social que garanticen su participación, en

igualdad de condiciones, en las esferas políticas,

económicas, sociales y culturales de la región.

Igualar las condiciones y los derechos laborales del trabajo

doméstico al de los demás trabajos remunerados.

Eliminar la brecha de ingresos entre mujeres y hombres, y la

discriminación salarial en todos los ámbitos de trabajo.

Desarrollar instrumentos de medición periódica del trabajo

no remunerado, en especial, encuestas de uso del tiempo.

Asegurar que los derechos sexuales y reproductivos que

forman parte de los derechos humanos y el acceso universal

a la salud integral, que incluye la salud sexual y reproductiva,

se consideren una condición indispensable para garantizar la

participación de las mujeres en la vida política y en el trabajo

remunerado y, por ende, en posiciones de toma de

decisiones para todas las mujeres, prioritariamente para las

jóvenes, las más pobres, las indígenas, las

afrodescendientes, las mujeres rurales y las que padecen

alguna discapacidad.

Promover políticas públicas orientadas a fortalecer el acceso

y la permanencia de las mujeres adolescentes y jóvenes en la

educación, la formación para el trabajo, la salud sexual y

reproductiva, y el empleo.

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trabajo y al servicio doméstico (seguridad social,

discriminación, salud, desvalorización, invisibilización, entre

otros).

Se presenta como tema central la violencia contra la mujer y

se define el 25 de noviembre como el día de lucha contra la

violencia hacia la mujer.

El 8 de marzo es el Día Internacional de la Mujer, y el 28 de

mayo, el Día de Acción por la Salud de la Mujer.

1983 Lima, Perú Ante la necesidad de respuestas, se exige una política

feminista, una estrategia.

Se posiciona la categoría “patriarcado” como eje de

reflexión.

Las formas de inserción de la mujer en el mercado de

trabajo. Dificultades y barreras objetivas que enfrenta.

La percepción que las mujeres tienen en relación con el

trabajo asalariado y la vida doméstica.

La división del trabajo, formas de lucha y de participación.

Se aprueba la propuesta de instaurar el 22 de julio como Día

Internacional de Trabajo Doméstico.

1985 Bertioga, Brasil Se plantea con firmeza la lucha antiimperialista combinada

con el combate antipatriarcal.

Los grupos de mujeres de movimientos denominados

populares plantean la doble militancia, y la articulación de

formas de diálogo y relación entre las luchas de los

movimientos de mujeres y el movimiento feminista.

Se rechazan las estructuras masculinas y verticales, y la

relación del movimiento con los partidos políticos.

1987 Taxco, México Se describen los mitos27 del movimiento feminista que

impiden su desarrollo, porque impiden valorar las diferencias

en el interior del movimiento y dificultan la construcción de

un proyecto político feminista.

1990 San Bernardo, Se acuerda que el 28 de septiembre sea el Día de Lucha

Argentina por la Despenalización del Aborto en América Latina y el

Caribe.

Movimientos sociales de mujeres. El feminismo 127

27 Entre ellos: 1) a las feministas no nos interesa el poder; 2) las feministas hacemos polí-tica de otra manera; 3) todas las feministas somos iguales; 4) existe una unidad natural porel solo hecho de ser mujeres; 5) el feminismo sólo existe como una política de mujeres haciamujeres; 6) el pequeño grupo es el movimiento; 7) los espacios de mujeres garantizan porsí solos un proceso positivo; 8) porque yo, mujer, lo siento, vale; 9) lo personal es automáti-camente político, y 10) el consenso es democracia.

126 Movimientos socioculturales en América Latina

Adoptar medidas que contribuyan a la eliminación de todas

las formas de violencia y sus manifestaciones contra las

mujeres, especialmente el homicidio, el femicidio y el

feminicidio.

Garantizar el acceso a la Justicia de las mujeres, las

adolescentes y las niñas que han sido víctimas de violencia

de género.

Desarrollar programas integrales de educación pública no

sexista encaminados a enfrentar estereotipos de género,

raciales y otros sesgos culturales contra las mujeres.

Promover el respeto de los derechos humanos integrales de

las mujeres indocumentadas.

Aplicar la Convención para la Eliminación de todas las

formas de Discriminación contra la Mujer y su protocolo

facultativo.

Reafirmar la decisión de impulsar la adopción del día

internacional de las mujeres rurales en el seno de las

Naciones Unidas, como un reconocimiento explícito de su

contribución económica y al desarrollo de sus comunidades,

en particular en lo que concierne al trabajo no remunerado

que desempeñan.

Cronología de los encuentros feministaslatinoamericanos y del Caribe

Los encuentros feministas latinoamericanos y del Caribe se han con-vertido en un lugar privilegiado de diálogo, debate, controversias y for-mación de coaliciones entre las distintas corrientes de pensamiento femi-nista de la región. Esos encuentros son espacios de reflexión crítica, deintercambio de ideas, perspectivas, proyectos y utopías.

Año Lugar Hitos

1981 Bogotá, Colombia Se cuestiona a las instituciones patriarcales,

se recupera un espacio largamente silenciado.

Se debate acerca de la doble militancia —política y

feminista—, la sexualidad, el aborto, la opción sexual y la

lucha de clases.

Se fortalecen los lazos entre grupos de América Latina y del

Caribe, y se inicia una comunicación fluida a través de redes.

Se expone la problemática de las mujeres dedicadas al

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Movimientos sociales de mujeres. El feminismo 129

Estado o las políticas internacionales, como en sus

resistencias.

Se reclama una mayor autonomía en el quehacer feminista

versus la cooptación o no por el Estado, las financiadoras o

las agencias de cooperación.

Se organiza un espacio de diversidades y se convoca a

feministas de varias generaciones para un encuentro

intrageneracional.

2005 Selva Negra, Feminismo y democracia, y el presente y futuro del

Brasil feminismo.

Las relaciones del feminismo con las cuestiones del racismo,

el etnocentrismo, la juventud y la lesbianidad.

Múltiples miradas sobre feminismo y democracia van desde

el ascenso a los puestos en la política como una herramienta

para la redistribución en beneficio de todas y todos

(feministas institucionalistas) hasta la propuesta de que la

democracia es una forma de organización social que debe

ser cuestionada, abolida y cambiada por otras formas de

participación, ya que no es la única política posible, además

de que ésta nació de la lógica patriarcal. La propuesta es

construir un mundo libertario, desde la autonomía,

articulado con otros grupos sociales y políticos. Otra

propuesta fue la democracia radical o la radicalización del

feminismo, que tiene como tarea pendiente crecer,

expandirse y popularizarse radicalizando la vida social.

Mientras el feminismo no enfrente la pobreza y la

distribución de la tierra, ni reivindique el control de las

mujeres de sus propios cuerpos, no logrará radicalizarse.

2008 México DF, Los encuentros serán un espacio donde también podrán

México expresarse los sectores transgénero, de acuerdo con la

decisión de la asamblea de clausura celebrada en Sierra

Negra en 2005.

128 Movimientos socioculturales en América Latina

Se crea la Red Latinoamericana y Caribeña contra la

Violencia hacia la Mujer.

1993 Costa del Sol, Se convoca a construir un Movimiento Feminista Amplio,

El Salvador Diverso y Rebelde.

Se propone trabajar sobre tres ejes temáticos: a) el

feminismo frente a los viejos y nuevos modelos de

dominación; b) el feminismo como movimiento social; y c) las

perspectivas del feminismo latinoamericano.

Se plantea el rechazo al rumbo tomado por el feminismo

institucional, que no expresa críticas a la política y la

economía mundial y no cuestiona la procedencia de los

fondos de financiamiento a las redes de las ONG de mujeres.

1996 Cartagena, Chile Se delibera sobre los temas de la autonomía e

institucionalización, el financiamiento y la representatividad.

Las llamadas corrientes “autónomas” deciden no participar

en el encuentro basándose en su rechazo a todo lo

institucional, sustentado en el financiamiento externo.

Recrudece el enfrentamiento entre feministas autónomas e

institucionalistas. Aparece un nuevo grupo que presenta un

comunicado: “Ni las Unas Ni las Otras”, con la concurrencia

de 170 mujeres. Este sector señala: “No nos (ad)herimos a

ninguna posición, ni queremos que nos y se nos (ad)hiera a

una lógica dicotómica […] No queremos afirmarnos en una

práctica donde resulte más sencillo disputar que construir.

Fragmentar y dividir también es hacerle el juego al

neoliberalismo”.

Autónomas e institucionalizadas confrontan desde lugares

polares al viejo capitalismo patriarcal.

1999 Santo Domingo, Avanza la construcción de un Movimiento Feminista Amplio,

República Diverso y Rebelde. Se discute acerca del feminismo frente a

Dominicana los viejos y nuevos modelos de dominación; el feminismo

como movimiento social, y las perspectivas del feminismo

latinoamericano.

Se reactiva el debate de los llamados “nudos del

feminismo”, como la relación entre feminismo y racismo.

2002 San José, Se propone la resistencia activa a la globalización neoliberal.

Costa Rica Las mujeres globalizadas en el empobrecimiento y en la

invisibilización, en la explotación, en la violencia, en el

silencio, en las familias. El tema no trasciende, entre otras

razones porque los motivos económicos siguen siendo

“territorio masculino”, tanto en sus contenidos desde el

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3. Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y PerúXavier Albó*

1. Introducción

Ecuador, Perú y Bolivia son los tres países con mayor cantidad abso-luta y relativa de población indígena en toda Sudamérica y, junto conMéxico y Guatemala, forman las principales concentraciones de pueblostestimonio del continente. Por lo mismo, su problemática neocolonialpresenta características particulares y está menos resuelta que en otrospaíses de la región. Es, por tanto, conveniente comprender en su caba-lidad la manera en que estos pueblos continúan resistiendo y recuperansu protagonismo, tanto para definir su propio futuro como para incidirsobre quienes detentan el poder en sus territorios, incluido el Estado.

Los movimientos indígenas objeto de estudio en este trabajo son aque-llos cuyos actores son y se consideran indígenas o presentan suficienteselementos históricos y culturales para poder considerarlos tales. Su con-ciencia étnica es un tema central ya que, de haber trazado desde un prin-cipio una línea divisoria rígida entre movimientos indígenas, campesinos

* PNUD y CIPCA, La Paz, enero de 2008. Agradecemos a cuantos han contribuido aeste trabajo: a Fernando Calderón del PNUD; a Pelagio Pati, Ismael Guzmán, Lizeth Mita yChela Paco, que facilitaron la tarea de búsqueda por Internet, y a los numerosos amigos,colegas y dirigentes indígenas que brindaron su tiempo, conocimientos y escritos para lle-var a cabo este trabajo en un tiempo limitado.

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2.1. ¿Quiénes y cuántos son los indígenas?

A lo largo de la época colonial, los “indios” o “naturales” conformabanmás del 90% de la población total de Charcas, cuna del país, y hasta avan-zado el siglo XX se solía decir que “de cada cuatro bolivianos, tres sonindios”. El censo nacional de 1900 corroboró que el 51% de la poblacióncensada era indígena, el 27% mestizo y el 13% blanco, sin precisar los cri-terios utilizados para su determinación. Sin embargo, los editores, sin nin-guna base estadística, dedujeron:

“[…] desde el año 1878 esta raza está herida de muerte. En ese año, la sequíay el hambre trajeron tras sí la peste, que hizo estragos en la raza indígena. Porotra parte, el alcoholismo, al que son tan inclinados los indios, diezma sus filasde manera notable”. (Albó, 1999)

Medio siglo después, el censo de 1950 ya no consideró la categoría“mestizos” y concluyó que los indígenas eran el 63% del total, de los cua-les, según la principal lengua hablada, el 36,5% era quechua, el 24,6%aymara y el 2,5% de otras tribus autóctonas. Los siguientes censos elimi-naron, a su vez, esta categoría étnica (que antes era más adivinada que pre-guntada por los empadronadores) y desde entonces, para fines estadísti-cos, indígenas eran quienes hablaban una lengua indígena, con lo cual seasumía que nadie que no fuera indígena podía hablar esas lenguas. Conese criterio cuestionable —establecido cada vez con técnicas distintas—,el Instituto Nacional de Estadística (INE) dedujo que en 1976 el 63,7% dela población cumplía esa condición; en 1992, el 58,3%; y en 2001, el 49,9%.De cualquier manera, seguían siendo las proporciones más elevadas deAmérica Latina.

Por fortuna, en el censo de 20011 se añadió una pregunta sobre laautoidentificación de los censados, ya no en los términos genéricos utili-zados hasta 1950 (y en Ecuador, hasta la actualidad) sino preguntandodirectamente (aunque sólo a los mayores de 15 años) si se sentían miem-bros de determinados pueblos indígenas u originarios, lo que arrojó lossiguientes resultados:

Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú 133

1 La siguiente información se basa en Molina y Albó (2006).

132 Movimientos socioculturales en América Latina

o incluso otros movimientos populares urbanos, no habríamos podidoapreciar ni comprender el proceso en toda su magnitud temporal, socialy política.

Dentro de estos movimientos, se han priorizado aquellos que tienenmayor incidencia en el ámbito nacional, de modo que sólo se conside-ran algunos casos locales cuando contribuyen a la comprensión del tema,ya sea por su estilo o por su relevancia. En la mayoría de los casos, losactores sociales involucrados integran organizaciones de base o estata-les, tanto locales como nacionales, a las que han accedido como resulta-do de su lucha.

Al comparar los movimientos indígenas de Ecuador y Bolivia con losde Perú, es notoria la emergencia de lo étnico en los primeros desde apro-ximadamente la década de 1970, con un peso específico en sus regionesandinas. En cambio, el Perú andino, donde se concentra la mayoría que-chua y aymara, ha seguido otros derroteros, que los otros países compar-tieron, pero que ya fueron superados. Por lo cual, cabe preguntarse si setratará sólo de un retraso, debido a sus particulares circunstancias históri-cas en las décadas precedentes, o si Perú, por el contrario, señala la rutadel futuro.

Los datos más recientes aquí incluidos, de principios de enero de 2008,no son conclusivos. No obstante, por una parte, muestran la tardía emer-gencia de la problemática étnica en Perú, un hecho registrado ya por Gar-cía y Lucero (2005) y Pajuelo (2006), y, por otra parte, que el movimien-to indígena ecuatoriano sufre todavía los efectos de cierto receso desde sufrustrante paso por el gobierno en 2003, de modo que lo específicamen-te indígena sigue aún bastante diluido.

2. Bolivia

Bolivia es el país con mayor proporción de población indígena y dondeesta población ha tenido una historia más larga y agitada. En 1993, unaymara originario llegó a ser vicepresidente de la nación y, desde 2006,otro ocupa la presidencia, entre muchos más que intervienen en funcio-nes de gobierno. Bolivia actualmente vive, además, una tensa situación ensu afán por concluir una nueva Constitución, en cuya elaboración los pue-blos originarios están jugando un rol fundamental. Hasta ahora, es el paísque ha llegado más lejos en pensar cómo debería ser un Estado en el quetodos sus pueblos puedan expresarse y desarrollarse en pie de igualdad.No obstante, pulir y consolidar esos logros es aún un camino plagado deescollos.

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Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú 135

migrante de origen colla, más numerosa que los indígenas locales. Los tari-jeños se llaman también chapacos, y los de los tres departamentos orienta-les, cambas, a veces con cierta carga étnica. Todo este conjunto ocupa dostercios del territorio nacional, pero tiene sólo el 40% de la población. Últi-mamente, los políticos de esta región, que se contraponen a los collas andi-nos, la definieron como la “Media Luna”, por la silueta que compone enel mapa boliviano. Los departamentos de La Paz, Cochabamba y Chuqui-saca tienen, asimismo, una parte de tierras bajas donde viven algunos pue-blos originarios locales, y en los dos primeros hay numerosos colonizado-res llegados de las tierras altas.

Los tres pueblos minoritarios registrados en el cuadro son los másnumerosos. Infiriendo su población menor de 15 años (a la que no sepreguntó su autoidentificación), se estiman unos 196.000 chiquitanos,concentrados en Santa Cruz; 133.000 guaraníes, en el Chaco (sur deSanta Cruz y oriente de Chuquisaca y Tarija), y 81.000 moxeños, en Beni.Desde la época de la Colonia, los chiquitanos y moxeños se aglutinaronen las misiones/reducciones jesuíticas y su cultura actual conserva lamarca de aquella experiencia, algo que no ha ocurrido con igual inten-sidad en Perú o Ecuador. Entre los guaraníes hubo algunas misiones,tanto jesuíticas como franciscanas, pero lo más notable ha sido su resis-tencia anticolonial hasta 1892, ya en época republicana. Son también losque mejor conservaron su lengua.

De los restantes 28 pueblos minoritarios, sólo los uru-chipayas (2.134personas) viven en el altiplano, sobre todo orureño. Los demás estánesparcidos por el trópico. De ellos, sólo los guarayos (Santa Cruz) y losmovimas (Beni) superan las 10.000 personas; otros 11 superan el millary los 15 restantes están por debajo de esa cifra, incluidos 6 grupos en altoriesgo de extinción por no llegar ni a 100 personas.

Salvo algunos pueblos minoritarios aislados, en la actualidad lamayoría de quienes se identifican como indígenas viven en ciudades.Allí, las generaciones jóvenes pierden más fácilmente el idioma de suspadres, pero lo significativo es que muchos igual siguen identificándo-se como miembros de su pueblo, sobre todo en las ciudades andinas ocollas, donde más del 50% se define como quechua o aymara. En 237municipios (72,7% de los 327 del país) más del 50% de la población seautoidentifica como perteneciente a algún pueblo originario. La mayo-ría de estos municipios está en el occidente: en Santa Cruz hay 21(37,5%) (11 de ellos con mayoría chiquitana, 3 guaraní, 3 guarayo y 4con colonizadores quechuas), y en Beni, 3 (15,8%) (2 moxeños y 1maropa/reyesano).

134 Movimientos socioculturales en América Latina

Departamento Pueblo a que dice pertenecer No

(% del departam.) perten.

quechua aymara guaraní chiquitano moxeño otro nativo % del

% pueblos departam.

Región andina

(colla)

La Paz 7,8 68,4 0,3 0,1 0,1 0,7 5 pueblos 22,5

Oruro 35,7 37,2 0,1 – – 0,6 uru-chipaya 26,1

Chuquisaca 61,2 1,3 2,6 0,1 0,1 0,4 34,4

Cochabamba 62,2 7,0 0,3 0,2 0,2 0,5 yuracaré 25,6

Potosí 77,1 6,3 0,1 – – 0,3 16,1

“Media Luna”

Tarija (chapaco) 12,5 2,7 2,8 0,2 0,1 1,5 weenhayek,

tapieté 80,3

Oriente (camba)

Santa Cruz 17,0 3,9 4,7 8,8 1,1 1,9 guarayo, 62,5

ayoreo

Beni 3,4 3,6 0,5 0,5 14,0 10,8 16 pueblos 67,2

Pando 4,1 5,3 0,5 0,3 1,3 4,8 3 pueblos 83,8

Bolivia 30,7 25,2 1,6 2,2 0,9 1,4 28 pueblos 38,0

Del cuadro se desprende la gran diferencia existente entre dos regio-nes de Bolivia. La primera está formada por los cinco primeros departa-mentos andinos, donde la mayoría de la población se identifica como per-teneciente a un pueblo originario: aymara en La Paz, aymara y quechuaen Oruro, y quechua en Chuquisaca, Cochabamba y Potosí. Esta zona sellama también región andina u occidental, y su población es conocida ade-más como los collas, con cierto toque étnico. Es la parte más densamentepoblada, con aproximadamente el 60% de la población total, aunqueocupa sólo un tercio de la superficie territorial. Sobre todo en sus secto-res y municipios rurales, más del 80% de la población se identifica comoquechua o aymara.

La segunda región está formada por Tarija (un departamento semian-dino pero con una población mayoritariamente descendiente de españo-les) y los tres departamentos orientales de las tierras bajas: Santa Cruz, Beniy Pando. En todos ellos prevalece la población no indígena y de hablamayormente castellana (incluidos muchos indígenas locales o inmigran-tes) pero existen también bolsones de pueblos originarios locales minori-tarios. En Tarija y Santa Cruz hay, además, una significativa población

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Los movimientos contra la expoliación

En Bolivia, los nuevos expoliadores, ya fueran conservadores o libera-les, apelaron al argumento de que la propiedad comunal iba contra lalibertad individual y la capacidad de vender. Así, en nombre de esa liber-tad, aumentaron las haciendas neofeudales, sobre todo después de laderrota (compartida con los peruanos) contra Chile. Con ello acabó deromperse el viejo pacto colonial, y el Estado ya sólo hablaba de “ex comu-nidades”.

Las rebeliones continuaron tanto en las comunidades como en lashaciendas, y la lucha provocó las primeras alianzas políticas entre indíge-nas rebeldes y grupos criollos o mestizos disidentes que buscaban accederal poder. Así ocurrió ya contra Melgarejo, que había acelerado mucho elproceso de expoliación con su ley de ex vinculación de comunidades, ydespués fue derrocado con una gran participación de las comunidadesalzadas que le hostigaban en toda su retirada. Lo mismo pasó hacia 1899durante la Guerra Federal, cuando los comunarios amenazados se aliaron,bajo la dirección del Willka Zárate, con los liberales paceños, contra losconservadores de Sucre, aunque después de su triunfo, Pando, el jefe libe-ral, se dio la vuelta, mató a Willka y siguió la expoliación.

En aquellos años se creó la primera red de alianzas entre autoridadestradicionales de varios departamentos y, con el correr de los años, empe-zó la búsqueda de papeles antiguos, incluso coloniales, para defender jurí-dicamente a sus comunidades. Para ello, a partir de la segunda década delsiglo XX, algunos viajaron hasta Lima y Sucre y así descubrieron su largahistoria de la época de los caciques. Quienes manejaban esos papelescomunales comenzaron a llamarse a sí mismos “caciques”, “escribanos” o“apoderados”, por lo que esa lucha es conocida como el “movimiento caci-cal”.4 Son de aquellas décadas personajes como Santos Marka T’ula; Faus-tino Llanque, líder de la célebre rebelión de Jesús de Machaqa en 1921, yEduardo Leandro Nina Qhispi, ya en los años treinta, quien fundó y fuepresidente de la sociedad República del Collasuyo, lo que le valió ser encar-celado por “usurpación de funciones” propias del jefe de Estado.

Se desarrollaba por entonces la Guerra del Chaco (1932-1935), y elejército boliviano se movilizó a aquel distante escenario, de modo que

2.2. Antecedentes2

Para comprender la profundidad histórica de los actuales movimien-tos indígenas en Bolivia es indispensable recordar algunas particularida-des de épocas previas, incluso coloniales. La problemática indígena de laregión andina de las antiguas audiencias de Cusco (sur del actual Perú) yde Charcas (actual Bolivia) fue bastante semejante desde fines de la Colo-nia. En ambas regiones, a diferencia de Ecuador, prevalecían los ayllus,sujetos a fuertes tributaciones en especies y en trabajo, incluida la mitaminera de Potosí. Para ello, las autoridades indígenas de nivel superiorfueron refuncionalizadas por los españoles con el nombre de “caciques”,traído del Caribe, que pasaron a ser la “bisagra” clave ante el corregidor(el nivel local colonial), sobre todo como recolectores de los tributos direc-tos o indirectos. Paradójicamente, este sistema de explotación implicabauna especie de “pacto” no escrito, que daba a los ayllus cierta autonomíaindígena territorial, política y cultural a cambio del cumplimiento de lasobligaciones tributarias.

Con las reformas borbónicas de mitad del siglo XVIII, este equilibriocomenzó a quebrarse y entre 1780 y 1783 surgió el gran levantamiento delos Túpac Amaru en Cusco y de los Katari en Charcas. En 1781 confluyeronambos grupos, bajo el liderazgo de Julián Apaza Túpac Katari y BartolinaSisa, su compañera, y después se sumó el apoyo de Andrés Túpac Amaru ysu compañera Gregoria Apaza (hermana de Julián), en el cerco de La Paz,que sigue tan vivo en la memoria de los nietos de sitiadores y sitiados. Susprincipales líderes tomaron el título de “virreyes” y hasta de “incas” y, aun-que derrotados, su audacia fue el preludio que despertó en algunos criollosde Charcas la conciencia de que la independencia era posible. Tres décadasdespués estos últimos pelearon por ella y la conquistaron, sin pensar en losindios más que como carne de cañón y, luego, como siervos.

Establecida la república, hubo pocos cambios porque ésta necesitabael tributo indígena (disfrazado de “contribución territorial”), pese a queBolívar y Sucre lo habían abolido. Y a partir de 1860, cuando resurgió laeconomía minera, la burguesía terrateniente empezó a ambicionar las tie-rras de ayllus, con lo que se multiplicaron las rebeliones indígenas, muchasde ellas aplastadas mediante masacres militares.3

Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú 137

4 Lo más sorprendente de esa historia para nuestro análisis es que la recuperación de susraíces en los años veinte había pasado inadvertida al mundo académico. Sólo en la década de1980 fue rescatada por los jóvenes aymaras universitarios del Taller de Historia Oral Andina(THOA, 1984), con el apoyo de Silvia Rivera, que comenzaron a involucrarse en la lucha polí-tica, de modo que en 2006 esta institución se hizo acreedora del primer premio PIEB.

136 Movimientos socioculturales en América Latina

2 La síntesis de las secciones 2.2 hasta la primera parte del apartado 2.4 está más desa-rrollada en Albó y Barnadas (1995) y Albó (1999 y 2000), donde puede encontrarse másbibliografía de apoyo.

3 En el sur de Perú ocurrió algo semejante cuando se abrió el mercado internacionalde la lana de alpaca.

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Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú 139

Chaco), de modo que el eje rebelde pasó también del altiplano a Cocha-bamba. Este movimiento surgido de la base empalmó con el llamado“socialismo militar”, durante el gobierno de los jóvenes coroneles Toroy Busch, forjados en el Chaco.

En el ámbito gubernamental, fue aprobada la Constitución de 1938,que prefiguró muchos de los cambios que se materializarían, sobre todo,después de 1952 (Barragán, 2006). El proceso, sin embargo, quedó blo-queado durante seis años, hasta que, en 1943, subió al poder el coronelGualberto Villarroel, mediante un golpe de Estado. Villarroel era miem-bro de la logia militar RADEPA (Razón de Patria) y actuó en alianza conel Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR). En 1945 fue convo-cado el Primer Congreso Indigenal, donde Villarroel habló en quechua ypromulgó decretos que derogaban el pongueaje y exigían la creación deescuelas en todas las haciendas. De esa manera, se convirtió en el “padre”de los indios, y el MNR, en su partido.

Pero la oligarquía no toleraría esos cambios y, en una impensable alian-za con el PIR (que murió así políticamente), en 1946 propició un tumul-to callejero en el que Villarroel murió tras ser colgado de un farol. Comen-zaba un nuevo régimen conservador.

El año siguiente fue de levantamientos generales en numerosas zonasagrarias, que se resistían a volver a la situación anterior. En 1951, el MNRganó las elecciones (limitadas al voto de los varones alfabetos), pero elgobierno saliente, temeroso, pasó el poder al alto mando militar, lo queprovocó la Revolución del 9 de abril de 1952, que finalmente llevó al MNRy a su jefe, Víctor Paz Estenssoro, a la presidencia. Iniciada como una aso-nada que contó con el apoyo de la policía contra el ejército, esta Revolu-ción fue secundada por los mineros y numerosos grupos populares, sobretodo urbanos. Costó miles de muertos, pero el ejército fue finalmentederrotado.

2.3. El “Estado del 52”

En el caso boliviano, a diferencia de los otros países, se puso en mar-cha una Revolución Nacional inspirada en y comparable sólo con la deMéxico de 1917, si bien en Bolivia fue más rápida y pacífica. Su resultadoglobal fue lo que se conoce como “el Estado del 52”, que de alguna mane-ra se prolongará hasta 1985. Su idea central era consolidar un Estado fuer-te y unitario, que despertara en la población un sentimiento de orgullo ypertenencia, tanto por su atención y apertura a los grupos sociales y cul-turales antes excluidos, como por la integración de todo el territorio en laesfera productiva. Para ello incentivó la “marcha al Oriente” en términos

138 Movimientos socioculturales en América Latina

quedó desguarnecida la inmensa retaguardia andina y facilitó una especiede guerra interna con un sinfín de rebeliones desde Chuquisaca hasta LaPaz (Arze, 1988). El propio carácter neofeudal de las haciendas permitía,sin haberlo pretendido, que en su interior persistieran las “comunidadescautivas”, con esquemas de servidumbre a cambio del acceso a pequeñasparcelas, conocidos como pongueaje en Bolivia, yanaconaje en Perú y huasi-pungo en Ecuador. Vino a ser un rescoldo comunal que, llegado el momen-to, permitiría reavivar el fuego.

El reclutamiento de peones y comunarios para intervenir en el campode batalla tuvo también un importante efecto concientizador, sobre todoen algunos ex combatientes indígenas, provenientes de las haciendascochabambinas. En el Chaco sufrieron la discriminación por parte de losoficiales, descubrieron otras formas organizativas y el roce con lugares ypersonas provenientes de todo el país, lo cual incidiría en el siguienteperíodo. Pocos años antes, Casiano Barrientos, mburuvicha o “capitán gran-de”, guaraní del Isoso, había viajado con un grupo durante un mes hastaLa Paz para gestionar el reconocimiento de su territorio. Allí fue recibidopor el Presidente y entró en contacto con Nina Qhispi y el movimientocacical. Pero su territorio quedó en medio del campo de batalla y, recelo-sos ambos contendientes por su origen guaraní, un oficial del ejército boli-viano fusiló a Casiano (Combès, 2005: 285-292).

El largo y doloroso parto hacia una nueva Bolivia

La derrota del Chaco provocó una fuerte crisis de identidad en Boli-via que, a su vez, puso en marcha un largo y resistido proceso de refunda-ción del país, lo cual, sólo después de casi dos décadas, desembocó en laRevolución Nacional de 1952.

A lo largo de esa experiencia, se produjo el encuentro de los movi-mientos de resistencia que estaban activos y las nuevas fuerzas políticasque buscaban crear un nuevo país. Una primera manifestación fue lalarga lucha que protagonizaron algunos ex combatientes del Chaco, que-chuas del Valle Alto de Cochabamba, que se resistieron a volver a su viejacondición de peones en la inmensa hacienda de Ana Rancho. Apoyadospor grupos que integrarían el futuro Partido de la Izquierda Revolucio-naria (PIR), crearon en 1936 el primer “sindicato campesino” exitosodel país, que pronto se multiplicó hasta llegar a veinticuatro sindicatos.Esas organizaciones sostuvieron una permanente lucha para tener uncontrol mayor de sus tierras. En esa coyuntura, la iniciativa había pasa-do de los ayllus y comunidades a los peones de haciendas (decadentespor su carestía de mano de obra y por las sublevaciones en la era del

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de migración, tanto de gente como de capitales, con la idea de facilitar lasustitución de importaciones básicas.

El principal instrumento económico para llevarlo a cabo fue la nacio-nalización de las minas y el petróleo, y la creación y el control de nume-rosas empresas productivas estatales. En la órbita política, el gobiernoapoyó la organización y participación de obreros, mineros y campesinos(indígenas), y les garantizó sus derechos y los servicios básicos. No logrótodos sus objetivos pero, ciertamente, hizo notables avances, de modo queen la historia boliviana hay un antes y un después de 1952.

En este marco contextual, centraremos el análisis en aquellos aspectosque ayudan a explicar los ulteriores movimientos indígenas.

Reforma agraria y sindicatos campesinos

Aunque el nuevo gobierno estaba más concentrado en la nacionaliza-ción de las minas, principal fuente de divisas, desde un principio quiso ase-gurar una amplia base rural sin perder el control sobre ella: declaró vigen-tes los decretos de Villarroel, fomentó una sindicalización controlada delagro, estableció el voto universal (que incluía a mujeres y analfabetos), ini-ció un vasto programa de escuelas rurales y, para implementar tanto cam-bio, creó el Ministerio de Asuntos Campesinos (la palabra “indígenas” sevolvió tabú en el vocabulario oficial).

Al principio no había consenso sobre una reforma agraria. El alaizquierda del nuevo gobierno, apoyada por antiguos miembros del Parti-do Obrero Revolucionario (POR),5 la consideraba necesaria y urgente,pero al ala derecha, que incluía a terratenientes, no le interesaba y argüíaque era peligrosa si no precedía antes un largo proceso educativo. La ini-ciativa la tomaron entonces los propios campesinos quechuas del ValleAlto de Cochabamba, que ya habían liderado las luchas de los años pre-vios. A fines de 1952 se apoderaron de varias haciendas y forzaron algobierno a acelerar la reforma agraria, que finalmente firmó en Ucureña(nuevo nombre de Ana Rancho), el 2 de agosto de 1953, ante una multi-tud proveniente de todo el país.

Fue la luz verde para el avance de una revolución agraria controladaparcialmente desde el gobierno. Los colonos comenzaron a tomar hacien-das y la mayoría de los patrones, atemorizados, escaparon, dejando libreel camino para tomas aún más masivas. La titulación demoró años, pero

Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú 141

los campesinos tenían de hecho el control de la tierra: en algunas zonasde Cochabamba, desde antes del decreto de Ucureña; en regiones máscéntricas, a los pocos meses de dicho decreto, y en lugares más alejados, afines de la década.

La sindicalización campesina, inspirada en la experiencia de los mine-ros, se expandió por todo el país a través de la Confederación Nacional deTrabajadores Campesinos de Bolivia (CNTCB), fundada el mismo 1953,con el apoyo de los “comandos del MNR”, muchas veces en manos de cam-pesinos. La CNTCB quedó afiliada a la Central Obrera Boliviana (COB),creada el año anterior bajo la hegemonía de la Federación Minera, y quehasta 1957 desempeñó una especie de “cogobierno” o “poder dual” conel MNR (Zabaleta, 1977). Y en algunos casos desarrollaría tanto margende autonomía que comenzó a hablarse de “superestados campesinos”.

Los sindicatos surgieron primero en las haciendas, pero después fue-ron adoptados también por ayllus y comunidades originarias, ya no paraconseguir tierras sino para obtener otros beneficios del gobierno, comocupos de alimentos. A medida que el problema de la tierra fue superado,el sindicato campesino pasó a ser el nombre modernizado de la comuni-dad de siempre, ya fuera originaria o de ex hacienda. Por esa razón, todoslos comunarios pasaban automáticamente a constituirlo cuando accedíana alguna parcela de tierra.

La reforma, propiamente dicha, fue realizada, al mismo tiempo, desdeabajo y desde arriba. En realidad, fue poca la tierra nueva que adquirie-ron los ex peones de hacienda, ya que el principal cambio consistió enotorgarles la titularidad de las parcelas (sayañas, pegujales, etc.) que yausufructuaban como pago por su trabajo en la finca. De ese modo, se mul-tiplicaron los propietarios individuales. Pasados los años, también ennumerosos ayllus y comunidades originarias se llevó adelante la titulación,a veces colectiva, y otras veces en forma individualizada. No obstante, exis-ten muchos ayllus, sobre todo en el norte de Potosí, a los que nunca llególa reforma. Sólo en la década de 1960 se añadió el previsto complementode dotación de tierra nueva en las áreas de colonización.

Pese a todos esos cambios, en gran cantidad de casos no se llegó a des-truir de raíz la estructura organizativa básica de las comunidades. Y másbien ésta empezó a reavivarse en el caso de las ex haciendas. Por ello, trans-currido el tiempo, no se aprecian grandes diferencias entre las antiguascomunidades originarias y las de ex haciendas en las que no se llegó a apa-gar aquel rescoldo de organización interna comunal. Por otra parte, laorganización “sindical” las aglutinó y fortaleció dentro de federacionesdepartamentales, y en una Confederación Nacional, con una relaciónestrecha con el gobierno del MNR.

140 Movimientos socioculturales en América Latina

5 Desde 1947 reemplazó al PIR en su apoyo a los sindicatos campesinos del Valle Altode Cochabamba.

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Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú 143

siones del gobierno estadounidense, preocupado por la influencia de FidelCastro en la región desde 1959.

El caso más grave —aunque no el único— fue la llamada ch’ampa guerraen el Valle Alto, entre Cliza y Ucureña, desarrollada entre 1959 y 1964. Cadalíder se asoció con una rama distinta dentro del MNR y logró arrastrar trassí a diversos grupos de comunidades, que desataron una guerra de trinche-ras hechas de ch’ampas (adobes con pasto), que se cobró cientos de vidas.

El general cochabambino René Barrientos, militar clave del MNRdesde los años de la Revolución y forjador del nuevo ejército “revolucio-nario”, con el ascendiente de sus orígenes y su estilo popular, a la vez quecon su autoridad sobre los bandos en pugna, logró pacificar finalmente elValle. Aprovechó esa circunstancia para sellar un “Pacto Militar Campesi-no” (PMC) y, con el apoyo de los Estados Unidos, preparó el golpe de Esta-do que derrocó al MNR, en noviembre de 1964.

Ya en el poder, Barrientos intentó conservar su buena imagen ante elcampesinado presentándose como el genuino continuador de la Revolu-ción iniciada por el MNR frente a las desviaciones en que había incurri-do. Además, necesitaba su apoyo para compensar el distanciamiento deotros sectores, como los mineros. Ratificó y amplió el PMC y, efectiva-mente, aumentó la escolarización rural y la titulación agraria, que ahorase complementaba con la expansión de los programas de colonización enel trópico.

Con su estilo populista, repartía dinero y obras por el campo, y recibíaen reconocimiento obsequios y nombramientos de “líder máximo del cam-pesinado”. En 1965, buscó legitimar constitucionalmente su gobiernomediante elecciones, y el campesinado votó en forma masiva por su nuevolíder. En 1967, cuando el “Che” Guevara se internó en el Chaco con sugrupo, al general le resultó fácil reclutar y enviar allí al “regimiento cam-pesino Barrientos”. Los guaraníes, por cuyo territorio se desplazaban gue-rrilleros y soldados, veían ese trajín como algo totalmente ajeno a ellos, aligual que en la Guerra del Chaco.

El principal obstáculo para el gobierno lo constituyó la COB, sobretodo el sector minero. Cuando asumió el poder, Barrientos intervino lasminas e incluso les rebajó los salarios, y convirtió las verbenas de la nochede San Juan en una masacre, cuando los sindicatos mineros expresaronsimpatía por la guerrilla del Che Guevara. También se le opusieron colo-nizadores y los aymaras de Achacachi, a quienes pretendió convencerlos,aconsejado por expertos norteamericanos, de que pagaran impuestos porla tierra recién recuperada. Surgió entonces el Bloque Campesino Inde-pendiente —con más apoyo de la COB que de las bases—, el primer agru-pamiento que se opuso al PMC.

142 Movimientos socioculturales en América Latina

En términos políticos, el MNR pronto comprendió que ese campesi-nado debía ser su mayor aliado político. De hecho, desde las eleccionesde 1956 —las primeras que incluyeron a toda la población— la papeletarosada de este partido se impondrá en el campo, que entonces reunía al73% de la población, y llevará al Parlamento a una nutrida “brigada cam-pesina”. Sólo en las ciudades prevalecía la opositora Falange Socialista Boli-viana (FSB) y su papeleta azul. Este partido intentó periódicas asonadas ygolpes restauradores, que fueron rápidamente sofocados gracias al apoyode las “milicias populares”, entre las que se destacaban los “regimientoscampesinos”, equipados con los viejos máuseres del Chaco. Éste fue, sobretodo en los primeros años, el reemplazo del viejo ejército clausurado des-pués del 9 de abril. El más célebre de estos regimientos fue el de los “ucu-reños”, que, con su atavío característico, acudía adonde fuera convocado,incluso a Santa Cruz, el norte de Potosí y las minas.

Con todas esas medidas, la población rural antes excluida tomó con-ciencia —aunque imperfecta— de ser parte real de la nación-Estado boli-viano, dando fin a la anterior Bolivia excluyente que algún historiadorllamó “un Estado sin nación”.

Parte de ello implicaba enfatizar y fortalecer la unidad nacional fren-te a lo que antes era motivo de divisiones, como los regionalismos y la pola-rización étnica. En consecuencia, se proscribió del lenguaje oficial el tér-mino “indio”, por considerarlo discriminador, y se empezó a llamar“campesinos” a toda la población de origen rural, cualquiera fuese su iden-tidad y origen cultural. Se multiplicaron simultáneamente las escuelas, conel énfasis puesto en su rol castellanizador y civilizador, y, como colofón, sepromovió la concepción de que Bolivia era un “Estado mestizo”. Es decir,en muchos aspectos se intentó repetir lo que se había hecho en Méxicocon la Revolución de 1917.

En aquel momento, toda esa “campesinización”, con su múltiple face-ta educativa, cultural, económica y política, fue vista con buenos ojos porbuena parte de la población indígena, sobre todo andina, como el cami-no para obtener su liberación.

El Pacto Militar Campesino

En los años sesenta, el movimiento campesino quedó sin un claro obje-tivo de lucha y, por otra parte, era cada vez más dependiente del gobier-no y el partido. En estas circunstancias, aumentaron las pugnas internaspor la hegemonía entre los principales líderes sindicales. Éstas se veíanamplificadas, además, por enfrentamientos semejantes dentro del propiogobierno, que ya se había distanciado de la COB y recibía crecientes pre-

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El primero fue que en el Oriente la reforma agraria empezó a aplicarseotorgando grandes dotaciones, no a quienes las necesitaban, sino a ami-gos del régimen, como tierras de engorde para la especulación. Se gene-ró así un problema de acaparamiento de latifundios, mucho mayor que elque la reforma había resuelto en los Andes. El segundo fue el narcotráfi-co ligado a la cocaína, cuya principal materia prima es la hoja de coca, uncultivo ancestral en las tierras bajas andinas. Los principales narcotrafi-cantes suelen relacionarse con grupos poderosos, dentro y fuera del Esta-do, pero la hoja de coca —cuyo cultivo no es delito— la proveen coloni-zadores asentados, sobre todo, en el trópico de Cochabamba, migradosallí por necesidad desde regiones andinas empobrecidas. Por ser los másdébiles de la cadena, aparecieron pronto como el “enemigo principal” o,cuanto menos, como el más fácil de combatir en esa ambigua “guerra con-tra las drogas”.

Esas características serán un propicio caldo de cultivo para los nuevosmovimientos étnicos y, a la postre, también para la fuerte polarizaciónentre el Oriente y el Occidente, o, si se prefiere, entre collas y cambas.

2.4. El retorno de lo étnico

Bolivia fue el primer país donde la transformación oficial de los indí-genas en “campesinos” se aplicó a fondo y con mayor aceptación de losinteresados, al menos entre los quechuas y aymaras. Pero la ilusión de queésta era la vía para liberarse de una pobreza y estigma seculares empezó adesvanecerse a fines de la década de 1960. Más adelante se sumarán a estesurgimiento étnico los pueblos minoritarios de las tierras bajas, que no par-ticiparon de esa transformación.

El katarismo6

A fines de los años sesenta, algunos jóvenes aymaras más inquietos queestudiaban en La Paz entraron en contacto con Fausto Reinaga, un fecun-do escritor sobre la problemática y rebelión india, al que la Academia mar-ginaba. En aquellas reuniones valorizaron sus raíces étnicas y culturales,defendidas en las prolongadas luchas anticoloniales. Este descubrimientocoincidió con el parcial fracaso del proyecto modernizador de la reformaagraria y de las alternativas uniformadoras, por lo que sus ideas encontra-ron un rápido eco en sus comunidades, con expresiones como las siguien-

Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú 145

6 Para más detalles, véanse Rivera (1984, 2003), Hurtado (1986) y Albó (1985).

144 Movimientos socioculturales en América Latina

En 1969, Barrientos perdió la vida en un accidente, cuando volaba enhelicóptero durante una de sus permanentes giras por el campo. Paraentonces, había logrado frenar el proceso revolucionario iniciado en 1935y culminado en 1953. Los indígenas rebeldes fueron reducidos, primero,a campesinos revolucionarios y, después, se vieron envueltos en luchasinternas estériles, para terminar aceptando como su líder máximo a ungeneral plenamente identificado con la situación imperante antes de laRevolución. Así concluyó la idea inicial del MNR de crear un nuevo ejér-cito, fiel a los ideales de ese proceso.

Barrientos y los siguientes regímenes militares, que se prolongarán conbreves interrupciones hasta 1982, mantuvieron el capitalismo de Estado,el pilar económico del país, aunque no el pilar político de una democra-cia inclusiva. En relación con el campesinado, persistió el PMC, pero, sinel carisma populista de Barrientos, se incrementaron las protestas contrael pacto. El quiebre principal se produjo en enero de 1974, cuando, enreacción a un paquete económico que los perjudicaba, los campesinosquechuas de Cochabamba organizaron los primeros bloqueos masivos enlas carreteras principales. El presidente Hugo Banzer Suárez envió al ejér-cito a reprimirlos, y el enfrentamiento dejó un saldo de setenta muertos.

El viejo y el nuevo Oriente

En la región amazónica, la llamada “marcha al Oriente” fue, desde unprincipio, un objetivo territorial clave del Estado del 52, siguiendo las suge-rencias del Plan Bohan elaborado en los años cuarenta. En el fondo, laidea consistía en desarrollar allí el capitalismo agrario que los países veci-nos habían logrado ya en la Costa, de la que Bolivia carecía desde la Gue-rra del Pacífico.

Después de asegurar la debida comunicación caminera, esta propues-ta se implementó por una doble vía, en la llamada zona integrada de SantaCruz: a) con el apoyo en capital y otros recursos para desarrollar empresasy agroindustrias mayores, privadas o estatales; y b) mediante programas decolonización dirigidos a pequeños agricultores sin tierra suficiente en suslugares de origen, mayormente andinos, para que contribuyeran a ampliarla frontera agrícola. Esto se complementaba con el desarrollo de los cam-pos petroleros. Más allá de esta zona integrada, se desarrolló la ganadería,que atendía al mercado urbano de carne por vía aérea. Todo ello explicapor qué la ciudad de Santa Cruz de la Sierra ha logrado un desarrollo muysuperior al de cualquier otra ciudad amazónica de Ecuador y Perú.

No obstante, dos elementos influyeron en forma adversa al desarrollode la región, originados principalmente durante los regímenes militares.

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dose de frente, desde entonces, al PMC y desarrollando propuestas alter-nativas que ya tenían desde antes. En efecto, en esos años profundizaronsu vertiente cultural y mantuvieron una presencia permanente en todo suterritorio a través de programas radiales en una emisora en que adquirie-ron acciones. En una emisora de la Iglesia, incluso, difundieron radiono-velas en aymara, una de ellas precisamente sobre la historia de JuliánApaza Túpac Katari.

La gran innovación del katarismo fue irrumpir —sin rechazar la orga-nización “sindical campesina” que prevalecía en todas las bases— con unaideología étnica expresada no sólo en su nombre y héroes, sino tambiénen su bandera, la wiphala, en la revalorización de las autoridades tradicio-nales, en sus programas de radio en aymara y en infinidad de detalles queseguían presentes, aunque reprimidos, en el imaginario de la gente. Laemergencia katarista no podría entenderse sin los cambios estructuralesiniciados con la reforma agraria de 1953, si bien su estilo evidenciaba elrotundo rechazo a los intentos uniformadores de aquel proyecto. Durantesus primeros encuentros con los viejos líderes del MNR, replicaron: “Ya nosomos los campesinos del 52”. Según Silvia Rivera (1984: 163-171), habíanrecuperado su “memoria larga”, que se remonta a las luchas contra el des-pojo, e incluso hasta la Colonia, y que había quedado opacada por la“memoria corta” de la reforma agraria y de la lucha sindical campesina.

A fines de 1977, Banzer anunció elecciones y en ese contexto, en unaconferencia de prensa aún clandestina y a espaldas de la cúpula oficialis-ta de la CNTCB, hizo su presentación formal la Confederación Campesi-na Túpac Katari. A los pocos meses comenzó una retahíla de elecciones,golpes y contragolpes militares, hasta que, a fines de 1982, se inició laactual democracia. En medio de esas idas y venidas —durante la breve pre-sidencia democrática de Walter Guevara Arze—, en 1979 fue creada lanueva Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Boli-via (CSUTCB), bajo la hegemonía katarista: desconoció de inmediato elPMC y pasó a ser la organización matriz de prácticamente todo el campesi-nado. Al año siguiente se le añadía una rama femenina, la FederaciónNacional de Mujeres Campesinas Bartolina Sisa, más conocida como “lasBartolinas”. Una y otra ganaron reconocimiento dentro de la COB. Debie-ron superar la resistencia inicial de muchos de sus directivos, ya sea porrazones ideológicas, por su paradigma exclusivamente clasista;8 más prác-

tes escuchadas en muchas ocasiones: “Nos dijeron que nos liberaríamosdejando de ser indios, y lo hemos probado. Pero no ha sido cierto”... “Nosredujeron a campesinos, y nos arrebataron nuestra condición de PuebloAymara. ¡Volvamos a ser aymaras!”

Los primeros promotores de la nueva corriente provenían de las comu-nidades originarias de Ayo Ayo, donde había nacido y vivido el héroe delsiglo XVIII, Túpac Katari. Allí, en la zona llamada Lakaya (‘ruinas’ en ayma-ra), se conservaban aún los restos de la que se suponía había sido su casa.Los jóvenes adoptaron el nombre de kataristas y difundieron como lemade su movimiento una frase llena de resonancias míticas que le atribuíana Katari, cuando fue descuartizado, en 1781: “Volveré y seré millones”.7

Tuvieron la buena intuición de incorporarse a la organización comu-nal ya existente, aunque ahora se llamara “sindicato campesino” y estuvie-ra bajo la tutela del PMC. En cuestión de meses, lograron imponerse, suce-sivamente, en la central sindical local, después en la provincial, en laFederación de La Paz y, finalmente, en el Congreso Nacional Campesino,celebrado en agosto de 1971 en Potosí. El katarismo culminó su vertigino-so ascenso con el nombramiento de su líder, Jenaro Flores, como dirigen-te máximo de la CNTCB. Al infiltrarse en la organización sindical-comunalsurgida en 1953 tuvieron mucha mayor convocatoria y receptividad que elBloque Campesino Independiente y otras iniciativas similares de esa etapa.

Eran los últimos días del breve período militar de izquierda, encabe-zado por los generales Ovando y Torrez (1969-1971), y surgido tras lamuerte de Barrientos como una especie de reacción vergonzante colecti-va por haber permitido la derrota del Che precisamente en Bolivia. Enaquellos días, se había instalado en La Paz la Asamblea Popular, presididapor la COB, y los flamantes dirigentes kataristas intentaron participar, perofueron rechazados debido a su adhesión a la convivencia de campesinos ymilitares contra la COB. El gobierno, finalmente, fue derrocado por elgeneral Banzer, flanqueado por el jefe de la FSB y, paradójicamente, porel célebre Víctor Paz Estenssoro, alma de la revolución nacional del MNRen 1952. Jenaro Flores debió exiliarse y el katarismo se “fondeó” (pasó ala clandestinidad) varios años.

El katarismo reapareció a partir de los bloqueos y la masacre del Vallede Cochabamba en 1974. Cabe destacar que, si bien en aquellos bloque-os los quechuas de Cochabamba fueron los partícipes mayoritarios, loskataristas aymaras impulsaron las consecuencias más radicales oponién-

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8 Nótese que, en el ámbito internacional, este paradigma sólo se derrumbó diez añosdespués, tras la caída del Muro de Berlín, en 1989, y el derrumbe de la Unión Soviética, en1991.

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7 Curiosamente, unos años antes Eva Perón había popularizado una frase semejante enla Argentina de los Descamisados.

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ticas, para no perder su hegemonía, o simplemente por un lastre colo-nialista que, inconscientemente, los hacía sentirse superiores a los indios.Jenaro Flores cuenta, por ejemplo, que en reuniones previas Juan Lechín,el máximo dirigente de la COB, lo enviaba a comprar refrescos o cigarri-llos como lo más natural del mundo, hasta que finalmente él se plantó yle reclamó que primero le lustrara sus zapatos.

Menos éxito tuvo la rama política, que enseguida intervino con parti-dos propios. Uno fue el Movimiento Indio Túpac Katari (MITKA), más“indianista”, y otro, el Movimiento Revolucionario Túpac Katari (MRTK),más presente en la CSUTCB, que postulaba analizar la realidad con “dosojos”: como campesinos, junto con toda la clase explotada, y como ayma-ras, quechuas, etc., junto con las “naciones” oprimidas del país. Se pre-sentaban solos, por recelo ante los partidos tradicionales, de derecha y deizquierda, cuyo enfoque consideraban demasiado urbano y colonialista.Pero eran partidos más simbólicos que eficientes, y la propia gente delcampo seguía apostando por los posibles ganadores. Algunos, incluso,argüían: “¿Cómo va a ser presidente si no sabe inglés?”. Por otra parte,sufrieron frecuentes divisiones por cuestiones de manejo de los recursoso por la hegemonía del movimiento. De todos modos, por esa vía se incor-poraron los primeros aymaras kataristas al Parlamento, y desde allí fueronsembrando su propuesta de país.

Las primeras formulaciones teóricas aparecen ya en la tesis política dela CSUTCB, aprobada en 1979, donde se enfatizan sus diversas identida-des, como “campesinos aymaras, quechuas, campas, chapacos, chiquita-nos, moxos, tupiguaranés y otros”, y se plantean “reconquistar nuestralibertad cortada en 1492” y “ser sujetos y no objetos de nuestra historiahacia una sociedad sin explotados ni explotadores”. Reiteran: “[…] nonecesitamos líderes ajenos”, pues ya tienen los propios, es decir, los héro-es anticoloniales Túpac Katari y Bartolina Sisa, Túpac Amaru y MicaelaBastida, así como los que combatieron la expoliación republicana, comoel aymara Zárate Willca (1899) y el guaraní Apiaguaiqui Tumpa (1892), ydirigentes campesinos más contemporáneos. Reivindican su “identidadcultural y nacional” y, al tiempo que rechazan todo racismo,9 insisten enque su lucha “no sólo es económica, es decir no sólo buscamos la desapa-rición de la explotación, sino también la liberación y desarrollo de nues-tras nacionalidades oprimidas”. Este permanente contrapunto entre su

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condición de campesinos explotados y naciones oprimidas y el peso de laexperiencia de la “campesinización” explica también por qué en Bolivia,mucho más que en Ecuador y Perú, ha cuajado la fórmula “campesinoindígena” o viceversa, sobre todo en el área rural andina, como si fueranlas dos caras de una misma realidad.

En la tesis política del II Congreso de la CSUTCB, realizado en 1983,y el primero después del retorno a la democracia, añadieron el conceptoplurinacional:

“No queremos parches ni reformas parciales, queremos una liberación defi-nitiva y la construcción de una sociedad plurinacional que, manteniendo launidad de un Estado, combine y desarrolle la diversidad de las naciones ayma-ra, quechua, tupí-guaraní, ayoréode y de todas las que lo integran. No puedehaber una verdadera liberación si no se respeta la diversidad plurinacional denuestro país y las diversas formas de autogobierno de nuestros pueblos”.

No se ha investigado aún por qué vía los kataristas llegaron a ese usode “naciones” étnicas. Todavía en pleno auge del nacionalismo estatal delMNR, el historiador comunista Jorge Ovando Sanz (1961) insistió en quela lucha local hacia el socialismo debía realizarse respetando a todas las“nacionalidades bolivianas”, tema que retoma, entre otros, el conocido jefedel POR-Masas, Guillermo Lora. Desde 1980, el concepto de “nacionali-dades” comenzó a estar en boga también entre las nuevas organizacionesindígenas de Ecuador. Pero, por alguna razón, los kataristas de Boliviadesde un principio introdujeron el concepto de “naciones”.

En 1984, durante una concentración masiva ante el Palacio de Gobier-no, en ocasión de sus cinco años, la CSUTCB entregó al presidente su Pro-yecto de Ley Agraria Fundamental, en que venía trabajando desde el últi-mo régimen militar y que había consensuado en numerosos encuentros yen un congreso extraordinario nacional. La propuesta iba bastante másallá de una mera reforma agraria, por lo que configuraba el primerembrión de un nuevo tipo de Estado. Aunque no se usaba aún el términoterritorio, abordaba temas como el “derecho originario” de propiedadsobre las “tierras y demás recursos naturales” de las comunidades, así como“el ejercicio de la autonomía política-administrativa” de éstas y de sus“agrupaciones a niveles superiores de organización”. Proponía incluso unaforma paritaria de cogobierno entre el Poder Ejecutivo y la CSUTCB, enun Consejo Nacional Agrario. La propuesta ni siquiera llegó al Parla-mento, porque el gobierno la consideró “anticonstitucional”, si biendesde entonces pasó a ser un referente simbólico central en la lucha deesta organización.

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9 En aquellos años era todavía común, incluso en la izquierda, tildar de racistas estasexpresiones étnico-culturales, de modo que en sus publicaciones la CSUTCB reiteraba explí-citamente su rechazo a todo racismo.

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Tardío despertar en las tierras bajas

A diferencia de la Amazonia ecuatoriana y peruana, la emergenciade nuevas formas organizativas de los numerosos pueblos de esa regiónen Bolivia fue más tardía y se inspiró directamente en la Asociación Inte-rétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (AIDESEP), gracias al apoyode una ONG que ya conocía aquella experiencia. Por esa vía, en 1982,junto con el retorno de la democracia, se creó la Confederación Indí-gena del Oriente Boliviano (CIDOB), que con los años ha estimulado laorganización y coordinación de casi todos los pueblos originarios de lastierras bajas.

Puede considerarse que la mayoría de edad de estas organizacionesocurrió en 1990, cuando, frente a la invasión de ganaderos y madereros,y la sordera del Gobierno ante su reclamo de reconocimiento de sus “terri-torios” (los primeros que lo solicitaron), doce de estos pueblos iniciaronla “Marcha por el Territorio y la Dignidad”. Una columna compuesta deochocientos hombres, mujeres y niños mantuvo en vilo a toda la opiniónpública nacional durante treinta y cuatro días, cuando fue recibida apo-teósicamente por el pueblo de La Paz.10 Aquella primera gran moviliza-ción suscitó una notable reacción en los medios y en el propio presidenteJaime Paz Zamora, quien fue en persona, junto con los jefes del Parla-mento y varios ministros, a su encuentro. Negoció con ellos cuando seencontraban a medio camino y finalmente, ya en La Paz, debió firmarvarios decretos por los cuales se les reconocían cinco territorios indígenaso interétnicos, compuestos por 1,5 millón de hectáreas. Desde entonces,el concepto de “territorio” fue recuperado también en las tierras altas ycomenzó a abrirse camino en la legislación boliviana.

En la cumbre de la cordillera andina, los marchistas habían sido reci-bidos bajo el ondear de las wiphalas de los aymaras y quechuas de laCSUTCB, y allí sellaron un pacto de sangre con el sacrificio de una llama.Desde el inicio de la marcha, asimismo, habían recibido el asesoramientode algunos dirigentes mineros; no obstante, unos y otros quedaron des-concertados cuando estos pueblos de las tierras bajas prefirieron culmi-nar su largo esfuerzo con una celebración de acción de gracias en laCatedral de La Paz, en lugar de la consabida concentración política enla plaza céntrica. Debemos precisar que la iniciativa surgió de las orga-nizaciones de pueblos específicos, y no tanto de la cúpula de la CIDOB,que acompañó la marcha en los primeros días, pero después se retiró

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por temor de malograr las negociaciones que entonces mantenía conel Banco Mundial. Sólo reaparecieron al final, cuando vieron que todoacababa bien.

Los quinientos años

En 1992, con motivo de las celebraciones por los quinientos años del“descubrimiento” de América, quedaron sellados los lazos entre el movi-miento indígena en los Andes y la Amazonia, y de ambos con los del restodel continente. Hubo encuentros preparatorios en diversos países, y envísperas del 12 de octubre, miles de personas marcharon en las principa-les ciudades. Los aymaras, junto con representantes de otros pueblos lle-gados de todo el país, lo hicieron en La Paz, dando vueltas y más vueltasen torno a la Plaza Murillo —donde están emplazados los principales edi-ficios públicos— en una especie de simulacro simbólico y pacífico delcerco tendido por Túpac Katari en 1781.

Luego se congregaron en un teatro abierto para instaurar la “Asam-blea de las Nacionalidades”, en cuya preparación habían trabajadodurante meses en diversos encuentros previos. Pretendía ser una espe-cie de Parlamento Indígena popular, pero enseguida fue clara la distan-cia entre el ideal planteado y las dificultades orgánicas y políticas pararealizarlo. Cuando llegó el momento de nombrar a la directiva de estanueva instancia, detrás de cada nombre propuesto surgían desacuerdos,de modo que se resolvió consultar a las bases. En eso estaban cuando unalluvia torrencial los dispersó y, como por encanto, nunca más se ha vuel-to a hablar del asunto. Para entonces, además, también era otro el esce-nario estatal.

2.5. El neoliberalismo y el indio “permitido”

Los primeros años de la democracia (1982-1985), en los que se con-solidó la CSUTCB katarista y, en las tierras bajas, la CIDOB, fueron muyagitados. En primer lugar, debido a una grave crisis económica, principalcausante de que el último gobierno militar transfiriera pacíficamente elmando a Hernán Siles Zuazo, que había ganado las elecciones de 1980 yno había asumido la presidencia por el golpe militar de Luis García Meza.Al heredar aquella crisis, tropezó además con la miríada de demandas delos distintos sectores sociales que, encandilados con la nueva democracia,demandaban soluciones económicas al instante. El resultado fue una infla-ción galopante. En las relaciones políticas, después de dieciocho años degobiernos militares autoritarios, tampoco era fácil concertar y reorganizar

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10 Véase el detalle día a día en Contreras (1991).

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de servicios básicos. Más aún, el peso que en ellos ejercen los inmigrantesde origen rural, muchos de los cuales mantienen lazos con el campo, hafacilitado una mayor relación y hasta la solidaridad entre las dos áreas. Elloes sobre todo visible en la ciudad de El Alto, el apéndice pobre pero a lavez el más creativo de La Paz, donde el 74% de la población se autoiden-tificó como aymara en el censo de 2001.

En este contexto, es posible comprender el énfasis que adquirió lo étni-co y lo indígena ante el cambio de paradigma estatal hacia la globalizaciónneoliberal. No resulta casual que, ya en 1990, durante la Marcha por elTerritorio y la Dignidad de los pueblos indígenas de las tierras bajas, elgobierno de Jaime Paz debiera atender sus demandas. El hecho de queacudiera con autoridades de primer nivel al encuentro de los marchistashasta el distante lugar donde estaban descansando, que después dictaranuna serie de decretos y que a los pocos meses el Parlamento ratificara elConvenio 169 de la OIT sobre los pueblos indígenas, guarda relación conla importancia que había adquirido lo indígena a nivel internacional, pre-cisamente en tiempos de globalización. Tal vez temían que algunos crédi-tos internacionales quedaran bloqueados si obraban de otro modo.

En cualquier caso, intervinieron consideraciones éticas, técnicas y tam-bién políticas: en un tiempo de creciente globalización económica es másfácil tratar con organizaciones que enfatizan la identidad cultural, que conlas que insisten en la dimensión clasista y la explotación económica. Porello, en esos años, se abren también más a un proceso de reconocimientode lo que algunos mexicanos llaman el “indio permitido”. Veámoslo desdeotra vertiente.

Un vicepresidente aymara11

Con todos esos cambios, antes y después del decreto 21.060, los mini-partidos kataristas quedaron fuera de la escena, pero algunas de sus pro-puestas fueron adoptadas por otros partidos de oposición, sobre todo cuan-do el derrumbe del socialismo en Europa del Este, a partir de 1991, losobligó a buscar otros planteamientos. Influyeron así en el partido populis-ta Conciencia de Patria (CONDEPA), fundado por el folclorista y comuni-cador “compadre” Palenque, cuya propuesta incluía un toque étnico queapuntaba más a la población chola urbana, antes ignorada, aprovechandosu afán de ascenso social y de asimilación cultural. Tuvo enseguida un granéxito en La Paz y en El Alto, donde ganó varias elecciones sucesivas entre

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11 Véanse más detalles en Albó (1993).

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ese arte de lo posible que es la convivencia democrática. Al final, el caosera tal que debieron adelantar las elecciones.

El nuevo presidente electo fue Víctor Paz Estenssoro, quien, con laayuda de su dinámico ministro de Economía Gonzalo Sánchez de Lozaday de expertos internacionales, lanzó el histórico decreto 21.060, que intro-dujo de lleno al país en la ola mundial del mercado neoliberal. La angus-tia provocada por el caos anterior le facilitó el cambio, y generó un rápi-do efecto que cortó en seco el proceso inflacionario, con un alto costosocial (bajo poder adquisitivo, cierre de empresas estatales, despido demiles de mineros). Como contrapunto, impulsó la privatización de la eco-nomía y la liberalización del mercado, que desembocó en el ingreso demultinacionales y capital internacional en los sectores económicos clave.Así, con un simple decretazo, el mismo Víctor Paz, padre del Estado del52, enterraba a su criatura de treinta y tres años e inauguraba la nueva erade la globalización neoliberal. Ese nuevo rostro de la ley del más fuerte,que abandonó muchas responsabilidades sociales estatales en manos delas fuerzas del mercado, ha beneficiado sobre todo a la región de SantaCruz, con un mayor desarrollo capitalista, dejando en cambio estancada ala región andina, la de mayor concentración de la población indígena. Lossiguientes gobiernos, al margen de su retórica preelectoral, siguieron bási-camente el mismo libreto, hasta principios del siglo XXI.

El movimiento indígena campesino también sintió las consecuenciasde estos cambios: quedó al margen de los nuevos modelos de desarrollo y,a lo sumo, pasó a ser considerado asistencialmente, en los programas com-pensatorios de lucha contra la pobreza, sobre todo a través de la expan-sión de los servicios básicos.

No obstante, en términos políticos, el movimiento cobró un mayorprotagonismo en relación con otros actores sociales, que definitivamentelo perdieron. Los obreros, sobre todo los de la minería estatal, que desde1952 habían sido la vanguardia revolucionaria del proletariado y el grupohegemónico de la COB, quedaron “relocalizados” (a la calle) y, despuésde una dura resistencia inicial, vieron diluirse su tradicional protagonis-mo. Incluso la COB quedó reducida a una mínima expresión. Ganaronprotagonismo, en cambio, nuevos actores, entre los que sobresalieron, pre-cisamente, los campesinos indígenas. Aquellas pugnas iniciales de laCSUTCB, tres años atrás, para entrar en pie de igualdad en la COB se eva-poraron en este nuevo contexto.

Otro grupo que ha ganado prominencia, pese a que en el pasado se loconsideraba demasiado disperso como para organizarse, es el de las jun-tas vecinales y otras organizaciones que reflejan la nueva realidad de losbarrios periféricos urbanos, caracterizados por el empleo precario y la falta

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posible al “indio permitido”, pero fue desbordado por el ulterior desa-rrollo del “indio alzado”, del que históricamente provenía.

Las reformas introducidas entre 1993 y 1997

En conjunto, se trataba de una serie de reformas de segunda genera-ción con dos vertientes: por una parte, consolidaban la Nueva Política Eco-nómica y, por otra, daban al gobierno una apariencia de preocupaciónsocial y de respeto por lo étnico. Esto quedó plasmado en el cambio cons-titucional de 1994, cuyo art. 1 define el país como “multiétnico y pluri-cultural”, mientras que el art. 171 incorpora la figura de TCO (tierracomunitaria de origen), con los principales atributos reconocidos a lospueblos indígenas y a sus territorios por el Convenio 169 de la OIT queJaime Paz había ratificado en 1991. En 1984, cuando el proyecto de LeyAgraria Fundamental de la CSUTCB hizo por primera vez este tipo de pro-puestas, fueron desechadas por insensatas. Y sólo diez años después pasa-ron a formar parte de la CPE como garantías básicas que deben ser incor-poradas en toda la legislación.

El juego dialéctico entre las dos vertientes aparece después en variasleyes. Por ejemplo, la Ley de Capitalización (1994) privatizaba las empre-sas antes estatales con ciertos rasgos de joint venture y daba una funciónsocial a sus presuntos beneficios, conocida como el bonosol para la pobla-ción mayor de 65 años, algo que fue particularmente apreciado en el árearural. La Ley de Reforma Educativa (1994) buscaba una mayor eficiencia ycompetitividad en el uso de los recursos y por esa razón fue rechazada porlos maestros, como una “ley maldita del Banco Mundial”, porque les qui-taba privilegios previos y ponía en riesgo su seguridad laboral. Pero, porotra parte, entre otras innovaciones pedagógicas, daba un lugar central entodo el sistema al principio de la interculturalidad y el bilingüismo, favo-rable ante todo para la población indígena y, de haberse implementado deacuerdo con la ley, también para la convivencia en un país pluricultural.

En relación con los movimientos indígenas, las dos nuevas leyes demayor relevancia fueron la Ley de Participación Popular (1994) y, conmuchos más matices, la Ley del Instituto Nacional de Reforma Agraria(INRA), a las que se dedica la siguiente sección.

El poder local

El título de Ley de Participación Popular provenía de una vieja deman-da de las organizaciones de base, pero, desde el Estado, su fin principalera fortalecer y a la vez descentralizar el nivel municipal en todo el país,

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1989 y 1991. Con su triunfo, la “cholita Remedios” (Loza) marcó otro hitoal ser la primera “mujer de pollera” en el Parlamento. Estos avances esti-mularon en parte las aperturas y concesiones de otros partidos mayores,que pasaron, primero, por los toques étnicos ya mencionados del gobier-no de Jaime Paz y su Acuerdo Patriótico (1989-1993), y culminaron con laselección y triunfo del candidato aymara Víctor Hugo Cárdenas como vice-presidente, en alianza con el MNR, un partido antes reacio a esta temática.

Cárdenas había sido un prominente katarista de la primera época. En1979 presidió el congreso en que se creó la CSUTCB, fue uno de los pri-meros diputados por el MRTK y, entre 1982 y 1984, jugó un papel impor-tante en la redacción de la tesis política y el proyecto de Ley Agraria Fun-damental. Ahora, el paso de ese “indio aymara” por la vicepresidenciamarcaría un hito pionero, tanto para el país como para todo el movi-miento indígena continental.

Su selección, por encima de la de meritorios militantes del propioMNR, respondió a un cálculo político tendiente a frenar a CONDEPA, yfue avalada, además, por un estudio de marketing político preelectoral, queevidencia cuán hondo había calado ya el nuevo enfoque en la opiniónpública. En las bases creó, por lo general, un sentimiento de orgullo, peroentre los dirigentes kataristas y de izquierda generó cierto conflicto, por-que lo habían considerado para encabezar su propio frente.

El primer logro de este nombramiento de cara a los pueblos indíge-nas fue la acumulación de capital simbólico hacia otra imagen del país.Por ejemplo, en una de sus presidencias interinas, Cárdenas hizo sentaren la silla presidencial a una anciana aymara, y en otra ocasión la televi-sión mostró a su esposa Lidia Katari, de pollera, sentada en un taburetejunto a sus paisanas aymaras, antes de servir wallaqi (caldo de pescado) alos comunarios y quienes acompañaban al presidente indio, de visita ensu comunidad natal, junto al lago Titicaca. Era una primera dama muy dis-tinta de la habitual.

En ámbitos más sustantivos, como los que analizaremos en los siguien-tes acápites, hay que dar crédito al aymara Víctor Hugo Cárdenas —cuyosorígenes se remontan al “indio alzado” katarista— por su habilidad comopresidente del Congreso para hacer aprobar varios proyectos favorables alos pueblos indígenas, en un ámbito claramente hostil y cuando parecíatotalmente inalcanzable para los kataristas. Desde su vicepresidencia sedieron los primeros pasos de lo que en 1997 se transformaría en la Coor-dinadora Nacional de Markas y Ayllus del Qullasuyu (CONAMAQ). Sinembargo, debió pagar un costo político muy alto por su participación enun modelo económico y político que, con los años, aparecería como elsímbolo de la “antipatria”. Insistió y logró que el Estado se abriera lo más

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den compararse con lo que ocurría anteriormente. En la medida en quelos pueblos indígenas han ejercido esta responsabilidad, cometieronnumerosos errores de aprendizaje pero también hay casos notables de cre-cimiento (Bazoberry et al., 2006).

Un punto resuelto sólo a medias en la estructura e implementación dela Ley es precisamente la relación entre las organizaciones de base —losactores centrales del movimiento popular— y las nuevas autoridades muni-cipales, surgidas de una elección local.

En los municipios rurales, donde los principales actores sociales soncampesinos indígenas históricamente organizados en comunidades (OTBen la jerga de la Ley), este vacío se ha notado ante todo en la conforma-ción y funcionamiento de los “comités de vigilancia” que, por diseño,deben ser el puente entre ambas instancias. Da la impresión de que fue-ron creados pensando sobre todo en los municipios más complejos e inter-culturales, donde es previsible una notable diferencia entre quienes, a finde cuentas, acaban ejerciendo la autoridad local estatal y el conjunto desu población. Pero en un grupo considerable de municipios no es así y,además, el 73% tiene mayoría absoluta de población autoidentificada conalgún pueblo originario. La asignación de recursos a los comités de vigi-lancia no siempre ha sido clara, por lo que ocurre toda una gama de situa-ciones: la fusión práctica entre gobierno municipal y las organizacioneslocales tradicionales, la plena cooptación de dichos comités a los intere-ses del alcalde o la total confrontación.

Otro fenómeno bastante común, de efectos ambiguos, ha sido quenumerosos dirigentes locales de la CSUTCB, la CIDOB y otras organiza-ciones de base han preferido actuar en esas instancias municipales, dondecuentan con más recursos —e incluso con cierto sueldo básico— para rea-lizar obras. Con ello, la organización de base pierde personal valioso, sibien éste gana en experiencia, con lo cual surgen después buenos líderesy autoridades para integrar niveles estatales superiores. Por suerte, lo habi-tual es que la organización de base tiene la suficiente vitalidad para gene-rar nuevos dirigentes.

Los aspectos negativos más recurrentes son la corrupción y malversa-ción de fondos, combinadas a veces con la ambición y los conflictos entrefacciones locales por el manejo y control de los recursos. Con frecuenciaestas tensiones conducen a la censura y destitución de alcaldes, con causao sin ella.

Uno de los casos más conocidos y controversiales fue el del municipiorural de Ayo Ayo. Un grupo presentó quejas por el manejo y la rendiciónde cuentas del alcalde, pero éste consiguió el aval de la autoridad super-visora superior, por lo que siguió desempeñándose en el cargo. Final-

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transfiriéndole mayores competencias, recursos y cierto margen de auto-nomía administrativa, además de la elección directa de sus autoridades.De esta forma hizo finalmente viables la mayoría de municipios ruralesque hasta entonces figuraban sólo en los papeles. Recuérdese que lainmensa mayoría de los municipios del país son rurales, muchos de ellosde forma exclusiva.

La Ley saldaba una deuda de larga data, al reconocer jurídicamente alas comunidades originarias, ayllus, etc., algo que en el vecino Perú ya sehabía hecho en 1932. Lo hizo dentro de la prioridad más general que dioa las diversas formas de organizaciones con base territorial en el munici-pio, desde comunidades indígenas y sindicatos campesinos hasta losbarrios urbanos, a todos los cuales llama genéricamente OrganizacionesTerritoriales de Base (OTB). Se les otorga así personería jurídica y el rolde seguir la gestión municipal a través de sus “comités de vigilancia”.

Al principio, muchas organizaciones de base desconfiaban de esta ley.Las de los movimientos sociales, porque sólo se mencionaba a organiza-ciones “territoriales” y no a las otras que ellos también conformaban peroque sólo son funcionales (fabriles, de maestros, de mujeres, etc.). Las rura-les desconfiaban también por temer que la OTB acabaría siendo una ins-tancia nueva controlada desde el Estado, que con el tiempo llevaría a ladesaparición de sus formas organizativas tradicionales (como casi habíaocurrido con el primer MNR y los sindicatos en los años cincuenta).Muchos la identificaban, sin más, con el paquete de “las leyes malditas delBanco Mundial”. Ésta era también la sospecha general dentro de laCSUTCB, en cuya directiva ya no había hegemonía de los kataristas ni delos aymaras: después de un período en que fue presidida por un quechuade Potosí, había pasado a manos de dirigentes quechuas de Cochabambabastante críticos del gobierno y cada vez más cercanos al movimiento coca-lero (véase infra).

Sin embargo, a medida que se percibieron los beneficios de esta leyconcreta, muchos que al principio la habían criticado comenzaron a lla-marla “ley bendita” y, transcurridos los años, ahora habría sin duda muchasprotestas populares si algún gobierno pretendiera abrogar esa Ley de Par-ticipación Popular. En efecto, con ella se puso en marcha un instrumentoclave para construir poder local popular. Así, en diciembre de 1995 se rea-lizaron las primeras elecciones municipales en las que disminuyó noto-riamente el ausentismo y más de 500 indígenas y campesinos accedierona gobiernos municipales como concejales e incluso como alcaldes. En lasdel año 2000 representaron más de mil autoridades, equivalentes al 65%del total (Albó y Quispe, 2004: 35). En la mayoría de los casos, los nivelesde planificación conjunta, de orgullo local y de avance municipal no pue-

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consulta y participación, ni había provocado tantas movilizaciones y mar-chas con sentidos tan dispares.

La ley finalmente aprobada puede considerarse un empate en canchaajena, ya que todos consiguieron una parte de lo que reclamaban, aunquenadie quedó satisfecho. La norma dejó, asimismo, demasiados puntososcuros, que después podrían ser utilizados en un sentido u otro, de acuer-do con las prioridades de sus ejecutores. Comparándola con la Ley de Par-ticipación Popular —cuya elaboración, pese a su nombre, tuvo muchamenos participación de las bases— testifica que la calidad no sólo depen-de del grado de participación.

De hecho, al primero a quien realmente correspondió aplicar la ley,desde agosto de 1997, fue al gobierno de Banzer, el antiguo dictador delos años setenta, que pisaba fuerte en la oligarquía terrateniente en laMedia Luna. Lo hizo sobre todo a favor de la apertura al mercado libre detierras, e incluso para facilitar la regulación de los títulos mal habidos desus aliados acaparadores. Lo que prácticamente se ignoró fue la dotaciónde tierras en el Oriente a migrantes andinos que las necesitaban. En lo quesí se pudieron hacer avances lentos, burocratizados pero significativos, fueen la titulación de las TCO, aunque no en asegurar la preferencia que laley les daba, por ejemplo, frente a las concesiones madereras.

La movilización popular indígena por la titulación de sus TCO fuemucho más rápida entre los pueblos originarios de las tierras bajas que yavenían luchando por ello y que, por lo mismo, eran sus destinatarios pri-marios en la mente de los legisladores. Hasta fines de 2007 se llegó a titu-lar más de 10 millones de hectáreas como TCO, de las que 8 millonescorresponden a Santa Cruz y Beni.

Por suerte, la ley incluyó una disposición transitoria para facilitar latransformación de las propiedades comunales andinas en TCO, con locual se les reconocía su rango territorial, con derecho a los demás recur-sos dentro de él y a la aplicación interna de sus “usos y costumbres”. Deesta forma, poco a poco, también allí se inició el proceso de titulación. Sibien al principio la TCO fue vista como una consolidación más amplia ycon mayores atribuciones para los pueblos indígenas sobre su territorio, ala larga impulsó la conciencia de que, con ello, se les facilita también elejercicio de su propio gobierno dentro de él.

En términos de poder local, surgió una especie de competición entrequienes se sentían más cómodos avanzando por esa vía de las TCO y quie-nes preferían las OTB y la participación en los gobiernos municipales, for-talecidos por la Ley de Participación Popular. El punto débil de esta últi-ma fue que nunca llegó a considerar el peso real que, dentro de los nuevosmunicipios, podía tener la propia organización de los pueblos indígenas.

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mente, sufrió una emboscada en una calle de la ciudad de La Paz: lo mata-ron, quemaron su cadáver, lo dejaron colgado en la plaza del pueblo y,ante la población reunida, aseguraron que se había aplicado la “justiciacomunitaria”. Así se difundió la noticia en los medios de comunicación.Esto demostró los límites existentes para aplicar los principios y procedi-mientos normativos en comunidades que aún deliberan y aplican su dere-cho consuetudinario.

Otra ley de relevancia para la construcción del poder local dentro delos movimientos indígenas es la que dispuso la creación del InstitutoNacional de Reforma Agraria (INRA), aprobada a fines de 1996, en laspostrimerías del período gubernamental, que fue firmada por Víctor HugoCárdenas en su calidad de presidente interino.

Desde la perspectiva del modelo neoliberal, su punto central era esta-blecer una norma clara que, ante todo, ampliara y regulara un mercadode tierras abierto y transparente. Sin embargo, estaban de por medio lacompleja realidad multiétnica, la fuerza que desde 1990 habían adquiri-do las movilizaciones por la tierra y las denuncias por el modo como seaplicaba la reforma en el Oriente. Más aún, una razón coyuntural clavepor la que se debía aprobar una ley centrada en el INRA era que, desdevarios años atrás, esa instancia cuyos orígenes se remontaban a la reformade 1953 estaba incluida en las citadas denuncias.

Ello llevó, primero, a que los propios interventores del INRA realiza-ran numerosos encuentros y consultas con las organizaciones de base. Y,llegada la redacción de la Ley, los legisladores decidieron explicitar tam-bién cláusulas que, en conformidad con los cambios constitucionales apro-bados dos años antes, garantizaran la propiedad de los pequeños produc-tores y la de las TCO, que pasaron a ser reconocidas explícitamente como“territorios indígenas”.

Poco antes de la aprobación de la norma, llegaron a La Paz diversasmarchas. Los indígenas de las tierras bajas tenían el objetivo de lograr sureconocimiento y la titulación definitiva de sus TCO; por eso mismo, deci-dieron hacer un alto a medio camino mientras negociaban directamentecon el gobierno. Los cocaleros (véase infra) exigían que fueran anuladaslas cláusulas que, con la apariencia de proteger el medio ambiente (no sincierto fundamento), podrían ser utilizadas contra sus cultivos de coca. Loscampesinos indígenas más cercanos al gobierno urgían la rápida aproba-ción de la ley antes de que todo quedara en la nada. La oposición deman-daba más cambios, aunque sin oponerse frontalmente a la sanción de lanorma. Al final, todos confluyeron y llenaron la inmensa Plaza de SanFrancisco en La Paz, midiéndose entre ellos en un pacífico intercambiode aplausos y silbidos. Ninguna ley había sido previamente objeto de tanta

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OXFAM América (desde su sede peruana), IBIS de Holanda y DANIDAdel gobierno danés.

El propio gobierno, bajo la inspiración del vicepresidente Víctor HugoCárdenas y la acción de la Dirección Nacional de Etnias, Género y Gene-racional, facilitó la creación de la primera instancia regional de ayllus: laFederación de Ayllus del Sur de Oruro (FASOR), a la que después segui-ría la Federación de Ayllus Originarios Indígenas del Norte de Potosí(FAOINP), la región contigua en otro departamento.

Se iniciaba así, por diversas vías, un proceso que finalmente en 1997,con el gobierno de Banzer, culminaría con la creación del Consejo Nacio-nal de Ayllus y Markas del Qullasuyu (CONAMAQ), nuevamente con elapoyo de la cooperación internacional. En su primera etapa, esta nuevaorganización hizo un esfuerzo notable por diferenciarse de la CSUTCB,enfatizando que sólo ellos representaban la genuina identidad andina delos quechuas y aymaras, mientras que los otros eran sólo campesinos queadoptaban visiones traídas de afuera. La principal desventaja del CONA-MAQ es que carecía del arraigo en las bases que tenía, desde mucho tiem-po atrás, la CSUTCB.

En su afán de promoverse, los líderes de CONAMAQ aprovechabanlas invitaciones de instancias oficiales para aparecer en primera fila, unhecho que se volvía mucho más notorio por la reticencia de la CSUTCB aaceptar ese tipo de invitaciones. Buscó, al mismo tiempo, una mayor cer-canía con la CIDOB de las tierras bajas, con la que tenía coincidencias enel enfoque y era más cercana al oficialismo debido a sus gestiones para elreconocimiento de las TCO. No es casual que durante un tiempo CIDOBy CONAMAQ compartieran una misma oficina en La Paz. Visto desde esaperspectiva, podríamos concluir que, pese a su discurso aparentementemás provocador, venían a ser “indios permitidos”, en contraste con laCSUTCB y otros sectores emergentes que, ciertamente, seguían siendo losmolestos “indios alzados”.

2.6. El indio alzado

Como hemos visto, no fue poco lo que se consiguió en las tratativascon el Estado. Sin embargo, de una manera paralela y como contrapunto,en estos años fue creciendo otro sector, inicialmente por la controversiaque mantenía con el Estado en torno al tema de la coca. Con los años, esarebeldía se extendería a otros sectores y organizaciones que nada teníanque ver con este cultivo, y que al final llegarían a cuestionar y transformartodo el Estado.

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En la ley misma se limitó a reconocer la personería de las comunidades, yen la reglamentación dio un siguiente paso, muy tímido, aceptando quelos alcaldes definieran algunos distritos o subalcaldías como indígenas.Pero nunca previó (o aceptó) que hubiera municipios indígenas, nimucho menos jurisdicciones mayores.

De los ayllus a CONAMAQ

En ese tiempo empezó a tomar cuerpo en la región andina un nuevotipo de organización que pretendía respetar mejor la forma organizativahistórica de las comunidades y ayllus, dejando a un lado todo el ropaje sin-dical campesino que se le había sobrepuesto desde la Revolución Nacio-nal de 1952. Esta inquietud surgió simultáneamente en frentes locales, ins-titucionales, y en el propio gobierno.

En las diversas iniciativas locales resultaba natural que, una vez pasa-da la euforia inicial sindicalista del Estado del 52, incluida su variantedel PMC, ganaran mayor visibilidad las formas organizativas locales,sobre todo en las áreas de ayllus y comunidades originarias menos soca-vadas por largos períodos de hacienda. Un ejemplo paradigmático muyestudiado es el de los ayllus de Jesús de Machaqa, donde el sindicalismonunca llegó a suplantar plenamente a la estructura tradicional de su sis-tema de mallkus, que, desde los años setenta, quedaron fusionados comoparte de la CSUTCB, si bien conservaron su funcionamiento interno(Ticona y Albó, 1997). Más complicado y conflictivo ha sido en el nortede Potosí, donde el esquema sindical, apoyado por políticos, ONG y lacercanía de los sindicatos mineros, entró con frecuencia en conflicto porla hegemonía local con el sistema tradicional de ayllus, sostenido porotras instituciones. Las soluciones han variado según los lugares, desdeaquellos en los que el secretario general del sindicato aparece como unnuevo cargo dentro del sistema de ayllus, hasta el caso contrario, cuan-do dentro del sindicato aparece la “autoridad natural”, sin lograr unaplena identificación (como en el caso de Machaqa), con lo cual el con-flicto está siempre latente. A todo ello se suma la inquietud institucionale incluso la gubernamental.

Uno de los principales promotores de la transformación fue el Tallerde Historia Oral Andina (THOA), que en los años ochenta había logra-do recuperar la memoria del movimiento cacical de principios de siglo.Junto con otros estudiosos de origen aymara, promovió encuentros conautoridades tradicionales y en diversas partes logró que los propioscomunarios reestructurasen sus sindicatos como ayllus. Colaboraron enesa tarea algunas instituciones de la cooperación internacional, como

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Cocaleros, la piedra en el zapato

Cuando en los años setenta comenzó el auge internacional de la coca-ína, la región del Chapare-Chimoré, en el subtrópico de Cochabamba,pasó a ser la zona rural de frontera agrícola con mayor cantidad de colo-nizadores, por ser un área muy apropiada para la producción de hoja decoca. En todo el país, los colonizadores habían adoptado la organizaciónsindical campesina, a la que estaban habituados en sus lugares de origen,y así quedaron organizados en sindicatos-comunidades. Tal organizaciónse impuso a pesar de estar inicialmente prohibida por los programas diri-gidos por Barrientos, y en febrero de 1971, durante el gobierno militarizquierdista de Juan José Torres, creó su propia Confederación Sindical deColonizadores de Bolivia (CSCB), afiliada a la COB y sin vínculos con laoficialista CNTCB. La mayoría de los sindicatos cocaleros de la regiónintegraban la CSCB —que siempre se jactó de haber rechazado el PMC—,aunque otros sindicatos más ligados al resto del departamento de Cocha-bamba seguían afiliados a la CSUTCB a través de la Federación Departa-mental.

En principio, la producción de hoja de coca es una actividad legítima,muy distinta de la del narcotráfico propiamente dicho, como distinta era,en los Estados Unidos, la producción de uva con relación a la actividad dela mafia contrabandista durante la vigencia de la Ley Seca.12 La hoja decoca posee, para la cultura andina, numerosos usos alimentarios, curati-vos y rituales, y hasta podría tenerlos a nivel internacional, pero la actualsatanización de la hoja asociada a la producción de cocaína torna difícilesa apertura del mercado (salvo para la poderosa multinacional Coca-Cola). Para los productores, la hoja de coca tiene la ventaja, sobre otroscultivos, de tener allí hasta cuatro cortes anuales (uno más que en los Yun-gas de La Paz, la otra región productora desde la época colonial), por loque asegura ingresos permanentes a lo largo del año.

También es cierto que su creciente auge y buenos precios se debierona que gran parte de la producción de los cocaleros acababa en manos denarcotraficantes, vinculados a veces a las altas esferas del gobierno, sobretodo durante las dictaduras, cuando hubo resonantes casos de “narcomi-litares”. El boom principal de la cocaína ocurrió entre 1979 y 1985, cuandola convulsión general que vivía el país y sus cambiantes gobiernos duran-te aquel conflictivo retorno a la democracia no dejaban mucho aliento

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para controlar el flagelo del narcotráfico. Paradójicamente, le tocó al mismogobierno que lanzó al país a “la economía de mercado a ultranza y sinbarreras”, organizar “la persecución implacable de un mercado específi-co, el de la cocaína y su materia prima, la coca” con medios compulsivoscomo la erradicación y la militarización. “Los pobres expulsados por el sis-tema resultan ser —por arte de magia— ‘el enemigo’.” (CEDIB, 1993: 66).

En efecto, por sus orígenes, la inmensa mayoría de los cocaleros eranpequeños productores andinos emigrados de las tierras altas, empobreci-dos por no entrar en los planes gubernamentales de desarrollo, y que lle-garon al subtrópico de Cochabamba en busca de mejores oportunidades.Pero de golpe se encontraban en medio de la ambigua “guerra contra lasdrogas”, fuertemente condicionada por el gobierno de los Estados Uni-dos. Y dentro de ella, aun sin ser los responsables del delito, pasaban a seruno de sus objetivos centrales, como el eslabón más débil de la cadena pro-ductiva. En el camino, cuando se rebajaba artificialmente el precio de lahoja para desalentar su producción, no faltaron cocaleros que buscaronasegurar sus ingresos entrando también ellos en el proceso de transformarla hoja en pasta básica. No obstante, este proceso quizá involucró a unas10.000 familias sobre las 70.000 (unos 250.000 habitantes) que en 1986estaban registradas como productoras (CEDIB, 1993: 35).

Desde su llegada al gobierno, Víctor Paz Estenssoro elaboró su PlanTrienal de Lucha contra el Narcotráfico, como parte del paquete econó-mico presentado a la cooperación internacional. Su concreción final fuela Ley 1008, prácticamente dictada desde los Estados Unidos y aprobadaen tiempo récord. El mero hecho de incluir en un mismo instrumento jurí-dico, narcotráfico y producción de coca, dio un nuevo impulso a este movi-miento que, a su vez, recibía la inyección de ex dirigentes mineros relo-calizados. La ley establecía una distinción entre las zonas productorastradicionales (Yungas), cuya hoja se presuponía destinada a los usos tra-dicionales, y las zonas excedentarias, particularmente el Chapare-Chimo-ré, cuya producción se suponía destinada a la elaboración de cocaína, porlo que se la calificó de ilegal y delictiva, sin ponderar a cabalidad las con-secuencias sociales y políticas de esas medidas. Asumía incluso la presun-ción de culpabilidad de los acusados, algo inconstitucional.

Esa misma presión externa llevó al gobierno a aceptar la presencia delejército nacional y de militares norteamericanos en la zona productora,incluido un equipado aeropuerto y una flotilla de helicópteros. En lossiguientes gobiernos, hubo un intento de Jaime Paz (1989-1993) de flexi-bilizar la situación, con su lema “Coca por desarrollo”, que le valió ser estig-matizado por el gobierno estadounidense; Sánchez de Lozada (1993-1997), su sucesor, volvió al esquema anterior, y Banzer (1997-2001) calculó

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12 Hasta el New York Times (23-9-2006) arguyó en forma semejante, apoyando el discur-so de Evo ante las Naciones Unidas (en Dunkerley, 2007).

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cercanas a las organizaciones afirman que lograba mediar mucho mejorque otros dirigentes locales.

En esos años aumentaron los bloqueos, y en el Chapare tenían muchaincidencia dado que la principal carretera que une a Santa Cruz con elresto del país pasa por allí. Se organizaron marchas hasta la ciudad deCochabamba (a 160 kilómetros) y años después, a La Paz (a 540 kilóme-tros), a veces por senderos y ríos para evitar ser dispersados por el ejérci-to. Durante la presidencia de Sánchez de Lozada, adquirió un dramatis-mo especial la larga caminata hasta La Paz de un grupo de mujerescocaleras que pretendían hablar “de mujer a mujer” con la Primera Dama.El diálogo, ampliamente difundido por los medios, expuso la angustia quepadecían esas madres y esposas con las sorpresivas y agresivas interven-ciones de soldados y policías en sus comunidades y viviendas para erradi-car, buscar indicios de actividades ilícitas o perseguir a sus familiares. Lasmujeres mostraron, además, una paradoja inesperada. Era claro que la“vicepresidenta” aymara, que acompañaba a la Primera Dama, podíacomunicarse mucho mejor con esas señoras cocaleras, ya que compartíael mismo origen andino y rural, pero el diálogo negociador con ella resul-tó más ríspido, precisamente porque hablaban más de igual a igual y noera tan fácil dejarse llevar por las apariencias.

Las confrontaciones con las fuerzas de seguridad en ocasiones acaba-ban con muertos y heridos, y algunas comunidades se defendían embos-cando a la tropa con “cazabobos”.14 Pero, en conjunto, el conflicto en Boli-via ha sido mucho más pacífico que en Perú o Colombia, y nuncaevolucionó hacia un movimiento terrorista propiamente dicho. La con-troversia principal seguía siendo la erradicación forzosa de los cultivos ysus límites, en defensa de una forma estable de sobrevivencia. El movi-miento cocalero insistía en que se les garantizara un cato (1/4 de ha) de cocapor afiliado, y se quejaban de que los erradicadores no cumplían una cláu-sula introducida en la Ley 1008: “La sustitución de cultivos de coca seráplanificada en forma gradual, progresiva y simultáneamente a la ejecuciónde los programas y planes de desarrollo socioeconómicos sostenidos”.

Por todo ello, el movimiento cocalero se transformó en uno de los másinfluyentes en el país, con incidencia sobre las demás organizaciones decolonizadores y, después, en la CSUTCB, cuya hegemonía pasó durante lapresidencia de Sánchez de Lozada al departamento de Cochabamba,donde la influencia de los cocaleros es mucho mayor. Es significativocómo, a partir de esos contactos, la CSCB cambió su propio discurso, antes

con bastante acierto que por esa vía conseguiría el apoyo del gobierno delos Estados Unidos y barrería a la coalición gobernante por sus vincula-ciones previas con el narcotráfico. Apretó, por tanto, aún más las clavijascon su meta “Coca cero”, y eliminó la compensación de 2.000 dólares quese otorgaba por hectárea erradicada, asumiendo que ese dinero era trans-formado en cocales nuevos. Todo este contexto de confrontación noapagó, sino que más bien encendió y propagó el movimiento cocalero. Sueslogan central, utilizado por Jaime Paz, seguía siendo “Coca no es cocaí-na” y, en consecuencia: “Los productores no somos delincuentes”.

Cabe resaltar que, desde un principio, en Bolivia la organización coca-lera, tan marcada por un común problema económico y legal, ha tenidotambién una dimensión étnico-cultural, ya que la mayoría de los produc-tores, mayormente quechuas, enfatizaban los valores de “la sagrada hojade coca”. En sus marchas, concentraciones y protestas es central la cere-monia del akulliku, cuando se distribuye y masca coca en forma colectiva.Apareció incluso la leyenda de que la Pachamama había regalado la cocaa su pueblo como su mayor don, pero que, cuando otros pueblos quisie-ron apropiarse de ella, se transformó en maldición, como cocaína. En 1992participaron junto con sus hermanos de las tierras altas y bajas en las movi-lizaciones por los 500 años, y en uno de los encuentros preparatorios ellíder cocalero Evo Morales tuvo sus primeros contactos con líderes indí-genas de otras latitudes, como Luis Macas de la CONAIE (Ecuador) oRigoberta Menchú (Guatemala).

El liderazgo de Evo Morales se consolidó en esos años. Ese jovenaymara,13 nacido en 1959, había llegado al Chapare con su familia a prin-cipios de la década de 1980, escapando de una grave sequía en su des-conocida comunidad originaria de Oruro y el Altiplano. Apasionado porel fútbol, su primer cargo en el sindicato local de San Francisco fue elde secretario de deportes. Popular y lúcido, ascendió rápidamente y en1988 —el año de la Ley 1008— ya era secretario ejecutivo de una de lasseis federaciones del trópico cochabambino, y de ahí pasó a ser gestor ylíder de la Coordinadora general. Lo habían precedido diversos diri-gentes de la misma región de Cochabamba, que no lograron perseverar,algunos acusados de haberse involucrado directamente en el narcotrá-fico. Sin embargo, Evo ha logrado mantenerse vigente desde entonces,sin que se pudiera probar su participación en un negocio ilícito. Pre-sentado por el gobierno y los medios como un dirigente radical, fuentes

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14 Trampas con pitas que, al ser movidas por un caminante, activaban algún viejo fusil.

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13 Sobre la biografía de Evo Morales, véase Pinto y Navia (2007), y www.cidob.org.es/documentacion.

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más sindical y modernizante. En un documento reciente sin fecha ya seautodefine como

“la institución matriz de los Reconstituidos Pueblos Originarios de Bolivia malllamados colonizadores [...] ignorando que somos pueblos milenarios de loque hoy se llama Bolivia [...] Estamos regresando a tierras que antes de la colo-nia formaban parte de los pisos ecológicos de los aymaras y quechuas. Es unatriste ironía, somos extranjeros [alusión a ese nombre de ‘colonizadores’, XA]en nuestra propia tierra”.15

La gran habilidad política de Evo se manifestó cuando, a diferenciade tantos otros, apostó enseguida por la “ley maldita” de ParticipaciónPopular de 1994. Formó su propio partido, denominado significativa-mente Asamblea por la Soberanía de los Pueblos, en referencia a laintervención norteamericana, y presentó candidatos a las eleccionesmunicipales de 1995, cuando se estrenaba aquella ley. Ganó de maneraabrumadora en todos los municipios del Chapare-Chimoré, dejando des-colocados a varios programas de desarrollo “alternativo” que pretendíancontraponer los municipios a las organizaciones de base. En alianza conla Federación Departamental Única Campesina de Cochabamba, EvoMorales salió primero también en el campo de Cochabamba, dentro yfuera del área cocalera. En el camino, supo eludir trabas burocráticas enla Corte Electoral. A los dos años, repitió la experiencia en las eleccionesgenerales de 1997, cuando logró su propio curul de diputado, junto conotros tres, por Cochabamba. Aparecía así el “instrumento político” conel que el movimiento campesino indígena había soñado desde los pri-meros partidos kataristas.

En busca de la hegemonía popular

A partir de sus primeros triunfos, este nuevo “instrumento político” sefue abriendo brecha, primero dentro del movimiento campesino indíge-na nacional y, desde 2000, también en la política nacional.

No fue fácil, tanto por motivos internos como externos.16 En el ámbitointerno, nunca habían faltado pugnas de diverso calibre por la hegemoníalocal dentro del movimiento. Pero la escisión más grave ocurrió después delas elecciones generales de 1997, cuando el quechua cochabambino Alejo

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Véliz, primer presidente del nuevo partido y su candidato presidencial,frustrado por no haber logrado un curul, culpó a Evo del fracaso y rom-pió definitivamente con él, arrastrando consigo a un sector.

Para las siguientes elecciones, el grupo mayoritario de Evo hizo ges-tiones con otros partidos y adoptó definitivamente la sigla Movimiento alSocialismo (MAS), nombre que —por otra paradoja de la historia— pres-tó nada menos que un partido ya legalizado, derivado de la FSB, que habíaliderado la oposición a la Revolución de 1952. Pronto se introdujo un cam-bio: el MAS original tenía la coletilla “Unzaguista” en referencia al funda-dor de la FSB, y el nuevo MAS la cambió por “Instrumento Político por laSoberanía de los Pueblos”. Esta decisión produjo un conflicto que origi-nó, primero, una rotura dentro de la Federación de Cochabamba entreAlejo y el bando de Evo (que se mantenía a la distancia, con sus cocaleros)y, poco después, en el conjunto de la CSUTCB, cuyo congreso de Trini-dad, en 1998, quedó inconcluso por ese motivo.

Al cabo de varios meses, se convocó a un nuevo “congreso de unidad”,con el acuerdo previo de nombrar como dirigente máximo de la organi-zación a un tercero, el legendario Felipe Quispe, quien se hacía llamar“Mallku”, el título de las autoridades tradicionales. De origen aymara,había nacido cerca de Achacachi, a orillas del Titicaca. De joven ingresóen el partido “indio” MITKA, y a fines de los ochenta creó, junto conizquierdistas urbanos liderados por Álvaro García Linera, lo que se llamóOfensiva Roja de Ayllus Kataristas. En 1988 la organización se presentóen el Congreso de la CSUTCB en Potosí, con la propuesta de la luchaarmada. Por entonces, habían difundido una edición artesanal de TúpacKatari vive y vuelve, carajo, y otra en la que se evidenciaba la intervenciónde Álvaro, con citas étnicas de los trabajos de Marx. En 1990 se transfor-maron en el Ejército Guerrillero Túpac Katari (EGTK) y, con cierto apoyode grupos de base de Achacachi, iniciaron una débil imitación de lo queSendero Luminoso y el MRTA hacían en el vecino Perú. Tras algunosatentados contra torres de alta tensión, fueron rápidamente encarcela-dos, en 1992 (Iturri, 1992). Después de esa experiencia se creó en tornoa Felipe Quispe una aureola de admiración por ese fugaz pasado casi gue-rrillero y por la agresividad y valentía con que realizaba sus denuncias con-tra los q’aras (blancos) y reclamaba por la “nación aymara”. Liberado en1997, al año siguiente se lo vio como el salvador de la división producidaentre cochabambinos dentro de la CSUTCB. Sin embargo, la ilusión durópoco, ya que, por su estilo autoritario, pronto se gestó una nueva escisión,esta vez entre quienes le eran fieles, sobre todo en Achacachi y otras par-tes del Altiplano paceño, y los que se adherían a Evo y su partido, particu-larmente en otras regiones.

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15 Disponible en http://cscb.nativeweb.org.16 Para ampliar, véase Albó (2002: parte II).

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En medio de esta tensión sobrevino en el país un nuevo conflicto, quevino a ser la primera señal de que la población había perdido sus expec-tativas en el modelo neoliberal instaurado en 1985. En abril de 2000 ocu-rrió una protesta popular general en la ciudad de Cochabamba, que pasóa la historia como la “guerra del agua”, en contra de un notable aumentode tarifas decretado por la alcaldía y la empresa privatizada —filial de unconsorcio multinacional—, a cuenta de promesas de mejoras en el servi-cio. La revuelta arrastró, como piezas de dominó, a varios sectores, comola asociación de regantes, la policía, los cocaleros y hasta los aymaras delAltiplano, que aprovecharon la ocasión para sumar sus propias demandas.Tal fue la gravedad de la situación que el presidente Banzer decretó el esta-do de sitio, si bien —quizás para que no lo tildaran de ex dictador— lolevantó poco después, durante la Semana Santa, pidiendo disculpas.

Los bloqueos de cocaleros y aymaras eran parte del forcejeo internodentro de la CSUTCB, por la hegemonía entre Evo y Felipe Quispe, al quese alió Alejo Véliz. Las manifestaciones se repitieron en septiembre y octu-bre de ese año, y en junio de 2001, cuando ya debía haber concluido larenovación de dirigentes en un nuevo congreso. Al final, cada bando cele-bró su congreso, en lugares y fechas distintos. Una vez más, la CSUTCB—conocida también localmente como “la Única”— se convertía en “ladoble”, con dos directivas que se desconocían mutuamente.

No estaban ajenos a esta contraposición ni el gobierno ni los partidoscon mayores posibilidades de ingresar en él, quienes temían fundamen-talmente el fortalecimiento de Evo y su gente, por lo que estaban dis-puestos a negociar con Felipe, a pesar de su retórica más agresiva. En lastratativas, Quispe presentó una demanda sorpresiva, para crear el Minis-terio de Asuntos Campesinos y de Pueblos Indígenas y Originarios (MAC-PIO), cargo para el cual sugería a quien en todo ese tiempo había sido elprincipal operador político del gobierno. Poco después, el 14 de noviem-bre de 2000, en el aniversario de la muerte de Túpac Katari celebrado enPeñas, el “Mallku” Felipe fundó ahí mismo su Movimiento Indígena Pacha-kuti (MIP),17 partido que no encontró problemas para ser reconocido enla Corte Electoral. Es decir que el indio retóricamente más radical resul-taba, a la postre, el “indio permitido”, mientras que el cocalero Evo Mora-

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les, con su partido y un creciente liderazgo a lo largo y ancho del país,seguía siendo el “indio alzado”, al que realmente temían.

Ésta fue la pelea más importante del período, y las pugnas por la hege-monía interna y la influencia del gobierno, por un lado, y del emergenteMAS, por el otro, se reproducirían en otras instituciones.

Podría llamar la atención que en todas estas negociaciones y en la bata-lla por el control de la principal organización indígena campesina no apa-rezca CONAMAQ. No obstante, si bien en un momento intentó, efectiva-mente, sumarse a las negociaciones, no lo logró por haberse desligadodesde un principio del conflicto. Su máximo dirigente expresó pública-mente su rechazo a los bloqueos y más bien dio un apoyo explícito al pre-sidente Banzer. Esto originó la airada reacción del Mallku y de las bases deCONAMAQ en Oruro, que finalmente lo destituyeron. Una cosa era ser“permitidos” y otra, ser llunk’u (adulones). Desde entonces empezará anotarse un giro, siquiera parcial, en esta organización.

Dentro de la CIDOB, en las tierras bajas, también ocurrió una escisión.El nombre de la organización quedó en manos del sector más cercano aloficialismo, mientras que el grupo opositor, con influencia en Santa Cruzy parte del Beni, se acercó al MAS y, en alianza con campesinos no indí-genas y colonizadores, conformó el “Bloque Oriente”. Otro tanto ocurriódentro del nuevo Movimiento de los Sin Tierra (MST), inspirado en elpoderoso movimiento homónimo de Brasil.

De las pugnas internas a la lucha por el poder político

Enero de 2002 señala un cambio cualitativo, a partir del cual lo funda-mental dentro del movimiento indígena campesino ya no son las luchasinternas por la hegemonía de una organización, sino cómo lograr una mayorparticipación indígena campesina dentro del Estado. El principal detonan-te fue el intento del gobierno y el Parlamento —con sus padrinos nortea-mericanos— de ajustar aún más las clavijas contra el movimiento cocalero.

El 6 de agosto de 2001, el presidente Banzer, afectado por un cáncerterminal, renunció y su ex vicepresidente Jorge “Tuto” Quiroga asumió elcargo hasta las elecciones generales de 2002. Su perfil era el de un joventecnócrata más abierto a la globalización económica empresarial que a laproblemática local pluricultural. Estudió en los Estados Unidos, de dondeproviene su esposa, y trabajó en Texas hasta su retorno a Bolivia, en 1988.Desde la vicepresidencia, participó en el diseño de la estrategia “Cocacero” y, como presidente, mostraría su vertiente más intransigente.

Evo y sus cocaleros anunciaron un bloqueo pero éste fue prevenidomediante el despliegue de miles de soldados y nuevos contingentes reclu-

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17 Nótese el cambio de “indio” (en el antiguo MITKA) por “indígena”. Pacha es “tiem-po, espacio”, y kuti, “cambio, vuelco”, tanto en quechua como en aymara. Pachakuti es partede la cosmovisión andina en el sentido de los grandes ciclos o cambios históricos. El Incaque más expandió el Tawantinsuyu se autodenominó Pachakutiq, “el que cambia el Pacha”,“el que inaugura un nuevo ciclo”. Ambos términos son usados ahora por los movimientosandinos de Bolivia, Ecuador y Perú como sinónimos de “revolución” y “revolucionario”.

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de la opinión pública repudió la maniobra, de modo que Evo y el MASpasaron a catalizar buena parte del descontento contra los partidos tradi-cionales. Los cocaleros se sintieron igualmente excluidos, por lo que losbloqueos y movilizaciones aumentaron de tono, sobre todo en las callesde Cochabamba, con el apoyo adicional de la Coordinadora del Agua. Seles unieron el Mallku desde el Altiplano; los ayllus aymaras del sur deOruro, organizados por la CONAMAQ, que se sumó por primera vez a estetipo de protestas, y los cocaleros de Yungas, pese a haber recibido garan-tías mediante un segundo decreto. Todo ello produjo nuevos muertos y sepropagó la idea de que, desde la asunción de Quiroga, la represión habíacausado el equivalente a un muerto por semana.

Tanta arbitrariedad no hizo más que robustecer la popularidad del acu-sado. El defenestrado Evo se presentó enseguida como candidato a la pre-sidencia por el MAS. Poco antes de las elecciones, el embajador de los Esta-dos Unidos dio la puntada final, al amenazar con retirar su ayuda a Boliviasi Evo era electo presidente. Así, el líder cocalero terminó por llamar humo-rísticamente al embajador estadounidense su “jefe de campaña”.

Marcha por la Asamblea Constituyente18

En la fase final de la campaña, se unió un nuevo componente alambiente preelectoral. Los pueblos indígenas de las tierras bajas, inicial-mente agrupados en la CIDOB, habían tenido su propia lucha y agenda,sobre todo en torno a sus territorios, que, desde la Ley INRA de 1996, seconocían como TCO. Habían realizado dos marchas hasta La Paz, despuésde la histórica de 1990, y una tercera movilización por la titulación,momento en que se produjo su división entre los oficialistas de la CIDOBy los pro masistas, del Bloque Oriente.

El 13 de mayo de 2002 se inició la cuarta marcha, por convocatoria delmismo Bloque “Por la soberanía popular, el territorio y los recursos natu-rales”. Pero, en la práctica, a medida que avanzaba adquirió el carácter deMarcha por la Asamblea Constituyente. Desde la Guerra del Agua de 2000se hablaba de la necesidad de cambios constitucionales, aunque no de unaAsamblea Constituyente. El hecho de que fueran los pueblos minoritariosde las tierras bajas quienes colocaron el tema en la agenda pública, sedebió probablemente a sus contactos con indígenas de otros países, quehabían logrado avances para sus pueblos gracias a las reformas introduci-

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18 Romero (2005: 153-300) analiza en detalle esta marcha, de la que participó, e inclu-ye numerosos testimonios.

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tados a ese fin —tildados a veces de “mercenarios”—. Luego éstos fueronacusados de perpetrar irregularidades y hasta asesinatos de dirigentes. ElMallku se sentía obligado por cierto ayni de reciprocidad con Evo, por elapoyo decisivo que poco antes éste le dio en otro bloqueo que estuvo apunto de fracasar, por lo que ofreció su colaboración pero con cautela: sila situación en el trópico no se solucionaba y las bases lo acordaban, inter-vendría cuando pasara la época de siembra.

En enero de 2002 llegó el momento. Los cocaleros se enteraron dela existencia del decreto 26.415, firmado a fines de noviembre del añoanterior, que prohibía y sancionaba incluso el secado y la comercializa-ción de hoja de coca del Chapare en los mercados internos. Esas activi-dades son innecesarias para la elaboración de cocaína y se vinculan másbien con los usos tradicionales de la hoja. Además, al tratarse de hoja delChapare —donde la meta oficial era “Coca cero”—, el gobierno la con-sideraba simplemente ilegal y, en consecuencia, prohibía su distribuciónen los mercados tradicionales. El decreto encendió de inmediato los áni-mos y los cocaleros organizaron una gran movilización hacia la ciudadde Cochabamba. En su avance, rebasaron a la policía y entraron en elcentro de acopio de hoja de Sacaba, incendiaron vehículos confiscadosal narcotráfico y, en la confrontación con la policía, se produjeron variasmuertes en ambos bandos. Dos policías fueron sacados de una ambu-lancia estatal, que fue incendiada, y al día siguiente aparecieron tortu-rados y muertos.

El gobierno aprovechó la conmoción causada por ese trágico sucesopara demoler a Evo Morales y los cocaleros. El presidente, remedando asu colega George Bush, comenzó a hablar de “narcoterrorismo” y “narco-guerrilla”. La Superintendencia de Comunicaciones realizó un operativoen el Chapare para clausurar la Radio Trópico, manejada por los cocale-ros, y confiscó sus equipos alegando que no había legalizado su situación(como tantas otras emisoras rurales). La Cámara de Diputados, reunidaen sesión, en cuestión de horas expulsó definitivamente a Evo de su curulparlamentario, acusándolo sin mayores pruebas de ser el autor intelectualde la convulsión y de aquellas muertes. Todos los partidos con posibilidadde ser gobierno votaron por su separación. Evo salió del recinto anun-ciando el pronto retorno de innumerables Evos al Parlamento, en alusióna las palabras atribuidas a Túpac Katari antes de su ejecución.

Una vez más, el resultado fue contrario a lo pretendido. La Defenso-ría del Pueblo ya había considerado anticonstitucional el desafortunadodecreto, y la intención gubernamental de responsabilizar a un solo indi-viduo por lo que había sido una conmoción social de raíces más hondas,no hizo más que poner de su lado a sectores antes indecisos. Gran parte

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das por las asambleas constituyentes allí celebradas.19 Reaccionaban, ade-más, frente a las intenciones manifiestas en el Parlamento a favor de unaley de reforma constitucional de signo contrario.

Las fechas no eran muy favorables, por ser vísperas de elecciones, perola marcha resultó paradigmática para cotejar las similitudes y pugnas inter-nas, así como los desafíos externos que vivía el país. Además de los diversospueblos indígenas que convocaron la movilización, participaron el MST,colonizadores de Santa Cruz, campesinos castañeros del norte, grupos delas Bartolinas, y algunas ONG. La población se sintió solidaria, pero noengrosó el grupo, como los marchistas esperaban, debido al ambientepreelectoral. Algunos orientales incluso sostienen que a los cocaleros tam-poco les interesó participar en una marcha que no era liderada por ellos.Más adelante se adhirieron otros, como la Coordinadora del Agua deCochabamba y la CONAMAQ en el Altiplano, pero se perdieron otros gru-pos, como un sector del MST más cercano al gobierno. Los descansos endiversos lugares, cada uno con su clima y con distintos agasajos de los anfi-triones, se convirtieron en intensos talleres en los que la gente provenien-te de todos los confines discutió cómo soñaba el país y cómo refundarlo.

La principal estrategia del gobierno, si bien buscó negociar con loslíderes marchistas, fue desvirtuar la marcha mediante la movilización delos sectores que lo apoyaban. La cúpula de la CIDOB intentó organizaruna marcha alternativa y hasta una huelga de hambre con grupos afines,como los guaraníes, para demandar puntos más cercanos a la visión ofi-cial. La idea era llegar a La Paz antes que el Bloque Oriente, y estableceruna cumbre negociadora, a espaldas del otro sector.

El Bloque Oriente decidió entonces acortar un tramo del camino, y sefundió con una marcha procedente de Oruro y Potosí, dirigida por laCONAMAQ, que, de lo contrario, posiblemente se habría acoplado al plangubernamental. Arribaron a La Paz el 19 de junio, enriquecidos por esefructífero intercambio intercultural.

Faltaban once días para las elecciones, por lo que las negociacionescon el gobierno fueron rápidas e intensas. Se obtuvo el compromiso decelebrar una sesión extraordinaria del Parlamento, en la que finalmentese aprobó la Ley de Necesidad de Reforma de la Constitución, para incor-porar en ella precisamente la figura de “Asamblea Constituyente”. Vistoen perspectiva, es impresionante que hayan sido esos pueblos minúsculosy marginales quienes asentaran la piedra fundamental para el nuevo edi-ficio del país.

Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú 173

Las elecciones de 2002

En las elecciones del 30 de junio se impuso Sánchez de Lozada (MNR,22,5%), seguido de cerca por Evo Morales (MAS, 20,94%) y Manfred ReyesVilla (NFR, 20,91%), y más atrás, por el MIR (16,3%) y el MIP de FelipeQuispe (6,1%).

Un indígena aymara y cocalero pasaba así a ser el líder de la oposición.Si se suman los diputados indígenas del MAS, los cinco del MIP y algúnotro, como Alejo Véliz, ahora aliado al NFR, los campesinos indígenaslograron en total 24 diputados titulares (18%) y 3 senadores (11%), sincontar otros 15 parlamentarios no indígenas del MAS. La existencia deestos últimos evidencia que el MAS no pretendía ser un partido exclusivodel sector rural ni de los indígenas, por lo que se había acercado a otrossectores, sobre todo dentro de las organizaciones sindicales y popularesurbanas, así como de los partidos tradicionales de izquierda, que habíanquedado desintegrados desde 1985.

Al inaugurarse el Parlamento, éste presentaba, por primera vez ensus ciento setenta y tres años de historia, la otra imagen del país, con pon-chos, polleras y hasta un arco y flechas de la Chiquitanía. Muchos, inclu-so, prefirieron expresarse, con emoción y orgullo, en quechua, aymaray bésiro, por lo cual se instalaron equipos de traducción simultánea. Sólohabían transcurrido trece años del ingreso de la primera cholita paceñaen el Parlamento.

Evo quedó segundo por una diferencia de 700 votos, en la disputapor la presidencia con Sánchez de Lozada en el Parlamento, al no haberobtenido ninguno de los dos el 50% de los votos válidos. Aunque FelipeQuispe y Alejo Véliz dieron sus votos al candidato indígena, Sánchez deLozada se impuso. No obstante, éste era sólo una sombra del que habíasido en 1993, y su alianza de gobernabilidad con el MIR (que salió cuar-to) fue débil y tensa. El Ejecutivo tardó en ponerse en marcha y resultópoco eficiente, con un estilo defensivo que poco se asemejaba al de sugobierno anterior, mucho más propositivo en busca de imprimirle unrostro humano al proyecto neoliberal. A su vez, los parlamentarios indí-genas y campesinos del MAS y sus aliados eran acallados una y otra vezpor el “rodillo parlamentario” de la coalición gobernante mayoritaria.Esta frustración los impulsó nuevamente a las movilizaciones populares:al bloqueo en el Congreso contrapusieron sus bloqueos en las calles ycaminos.

El MAS y su líder cocalero, sin abandonar ese rol, iban más allá, comoconductores de la oposición política y catalizadores de los diversos movi-mientos sociales indígenas, campesinos, obreros y de sectores populares

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19 Brasil en 1988, Colombia en 1991, Ecuador en 1998 y Venezuela en 1999.

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Llama la atención la intuición del MAS, que logró catalizar desde losmeses anteriores las principales movilizaciones, masivas pero pacíficas, yen una cadena de ciudades, en torno a la probable venta de gas a Méxicoy los Estados Unidos a través de un puerto chileno, país donde las multi-nacionales petroleras tenían fuertes intereses. Esta estrategia comercial yala habían explicitado Banzer, Quiroga y Sánchez de Lozada, aunque conmás cautela respecto de si se escogería o no un puerto chileno (la opciónmás barata, pero también la más riesgosa políticamente). Resultó un temanacional muy movilizador, salvo en Santa Cruz y Tarija, donde están losmayores yacimientos. Impactó incluso en sectores populares urbanos,como El Alto, y en el campo.

Sin duda, influyó la experiencia secular de que la riqueza nacional enrecursos naturales solía beneficiar más al extranjero que a la poblaciónboliviana, pero también pesaba el temor de que el arreglo favorecierasobre todo a Chile. En las movilizaciones en El Alto y el Altiplano esta retó-rica estaba muy presente y se la enmarcó como “la Guerra del Gas”.

Como en otros países andinos, los recursos naturales estaban en el ojodel huracán de los movimientos populares, ya fueran indígenas o no. Pri-mero fueron los bosques en el Oriente; en 2000, el agua en la ciudad y elcampo de Cochabamba; tardíamente retornó el tema minero, y ahora erael turno del gas.

En El Alto20 se sumó, a último momento, otro elemento: la gasolina.Los alzados obstruyeron las plantas distribuidoras en Senkata y el com-bustible comenzó a escasear en La Paz. Sánchez de Lozada y sus asesoresdecidieron intervenir militarmente, para disuadir a los manifestantes y res-tablecer el abastecimiento a la sede de gobierno y, ante todo, a las instala-ciones militares. En la madrugada del domingo 12 de octubre El Alto ama-neció sitiado por la tropa, que empezó a recorrer y limpiar de piedras yvidrios las principales avenidas, barriendo a bala los costados del camino.De esa forma lograron introducir los camiones cisterna. La masacre desen-cadenó el desenlace final.

La demanda central era la renuncia de Sánchez de Lozada. CarlosMesa, que la víspera había intentado evitar la masacre, se distanció delgobierno. Dos días después, el comandante de la tropa represora acabóabrazándose con el líder de los cooperativistas mineros, que llegaron enuna caravana de camiones, y los dejó pasar para que engrosaran las mani-

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20 Sobre esta fase, véase el relato de Gómez (2004) y las reflexiones de Tapia, García L.y Prada (2004), ambos publicados por el grupo Comuna, en el que participa Álvaro GarcíaLinera. Para contextualizar la ciudad, véase Albó (2006).

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urbanos, coordinados en lo que, para escándalo de algunos, llamaron elEstado Mayor del Pueblo.

Tres años de forcejeos: sus actores y razones

En el denominado “febrero negro” de 2003 ocurrió el primer conflic-to serio con el gobierno de Sánchez de Lozada, en reacción a un “impues-tazo”, que derivó en enfrentamientos entre la policía y el ejército y des-pués, de manera poco coordinada, en saqueos y quemas de edificios(incluidas las sedes de los partidos gobernantes) en La Paz, El Alto y variasciudades del interior. Desde entonces el presidente se recostó mucho másen el ejército, que volvió a intervenir entre septiembre y octubre de eseaño para reprimir otro alzamiento, causando 60 muertos y más de 400heridos, mayormente entre la población civil desarmada. Tal violencia ace-leró incluso el rechazo de importantes sectores de la clase media. Ante talpanorama, a Sánchez de Lozada no le quedó otra que presentar su renun-cia y lo reemplazó su vicepresidente, Carlos Mesa.

En la sublevación de febrero no hubo una participación formal niorgánica de los pueblos indígenas campesinos. En los saqueos y quemasque siguieron intervinieron grupos de jóvenes relativamente espontáne-os, alentados por las imágenes de la represión transmitidas por televisióny motivados, en algunos casos, por sus propios enconos e intereses, comoocurrió en El Alto, donde quemaron la alcaldía, o en la Aduana, dondeestaban confiscados vehículos y mercancía.

La rápida expansión a El Alto de la segunda fase de la sublevación fueuna clara señal del rol que tendría esta ciudad en los años por venir. Quie-nes más se movilizaban eran jóvenes, muchos de ellos inmigrantes ayma-ras de primera o segunda generación. A los más notorios se los identifica-ba con la Universidad Pública de El Alto (UPEA), cuya creación tres añosantes había sido el fruto de una gran movilización de jóvenes ávidos decapacitarse pero sin instituciones idóneas para ello. No apelaban priori-tariamente a su identidad aymara ni a sus adhesiones políticas, por lo quese trataba más bien de jóvenes rebeldes —con causa— que no habíanencontrado aún cómo canalizar sus reivindicaciones.

En cambio, el levantamiento de septiembre y octubre fue la culmina-ción de un proceso más organizado y progresivo, en el que intervinieronel MAS, el MIP, los movimientos campesinos indígenas, las juntas vecina-les urbanas y los mineros. Estos últimos ya no eran los asalariados estata-les de la poderosa Federación de Mineros, sino que estaban en gran medi-da dispersos en las cooperativas del sector, con una seguridad laboral másprecaria.

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festaciones en La Paz. Finalmente, el viernes 17 por la tarde, la televisióndifundió el juramento del flamante presidente Carlos Mesa mientras, enpantalla dividida, mostraba el avión en que Sánchez de Lozada y sus prin-cipales colaboradores fugaban a Santa Cruz, y de ahí a Miami.

Aquel día trágico en El Alto era nada menos que un 12 de octubre,fecha simbólica de la “hispanidad” y aniversario de su llegada a este con-tinente, pero que en esa jornada se convirtió en recuerdo de los 511 añosde resistencia indígena. En efecto, en muchos medios internacionales estelevantamiento general fue percibido como una sublevación indígena yaymara. Pero también fue una gran rebelión de los pobres.

Para Felipe Quispe, la identidad étnica era la motivación explícita deesas manifestaciones. Desde mucho tiempo atrás, hablaba ya de “las dosBolivias” (la indígena ancestral y la de los invasores), y ensalzaba y soñabacon instituir la “Nación Aymara”, sin prestar demasiada atención a “la otra”Bolivia. Con todas esas movilizaciones directamente ligadas a ganar poderen el Estado, ese sueño volvía a estar presente, siquiera como una utopía.

En septiembre, Quispe había iniciado una huelga de hambre en el Tea-tro de Radio San Gabriel, de mayor audiencia en el campo, junto a varioscentenares del MIP y de su facción dentro de la CSUTCB, que se fueronturnando. Reclamaban la liberación de un dirigente encarcelado, segúnla justicia ordinaria “por asesinato”, pero, según el Mallku Quispe,21 “acu-sado por seguir con nuestras costumbres consuetudinarias de la JusticiaComunitaria”. A la semana, convocó a un bloqueo en el campo por eseasunto coyuntural, más los 72 puntos de un pliego-petitorio pendientedesde los bloqueos de 2000. Sánchez Berzaín, ministro de Defensa deLozada, organizó todo un operativo mediático, con tropas y helicóptero,a fin de rescatar a un grupo de turistas y otros visitantes locales que que-rían retornar de una fiesta patronal en Sorata. En la localidad de Warisa-ta, cuna de la educación indígena desde 1932, sus tropas de elite se enfren-taron con los bloqueadores, a los que persiguieron hasta sus casasesparcidas por el campo, y provocaron los primeros cinco muertos (inclui-da una niña de ocho años que, con el ruido, simplemente se había aso-mado a la ventana). El Mallku Quispe comenta:

“Los campesinos sacaron las armas de los abuelos que habían luchado en laguerra del Chaco (1932), precisamente ¡defendiendo el petróleo! Y los demásse enfrentaron con sus qorawas [hondas]... Se fue tomando conciencia de que

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si no éramos gobierno nosotros, nunca el q’ara [= blanco, despectivo] resol-vería nuestros problemas”.

En su relato sobre el 12 de octubre, incluye los siguientes detalles:

“Los soldaditos, hijos de los indígenas, tiemblan al disparar contra suspadres. Si un cabo se niega a disparar, ‘su’ capitán lo liquida ahí mismo conun disparo de su arma. El 12 de octubre, a los 511 años de la invasión euro-pea, en la ciudad de El Alto, los hijos de Túpac Katari son asesinados por losdescendientes de aquellos bárbaros que invadieron nuestro suelo hacecinco siglos”.

En todo este período, la relación de Felipe y el MIP con Evo y el MASmantuvo cierta distancia y competitividad por espacios y liderazgos, perono llegó a los enfrentamientos directos del pasado y, en los hechos, aca-baban convergiendo ante el enemigo principal.

Un elemento organizativo básico en el levantamiento de El Alto fue sured de juntas vecinales. Muchas de ellas surgieron y mantienen un fun-cionamiento de nombramientos y asambleas que, en esta ciudad formadapor inmigrantes altiplánicos, refleja en parte la práctica previa en las comu-nidades-sindicatos, de donde proceden. A ello se sumó, desde los cambioseconómicos de 1985, la presencia de dirigentes mineros relocalizados yantiguos obreros sindicalizados, que inyectaron nuevas formas de organi-zación y lucha. En tiempos rutinarios, muchas de estas juntas tienen suspropias peleas y conflictos por liderazgos o el manejo de los fondos, peroconvergen en la movilización colectiva, constituyéndose en un elementoclave de esa lucha.

Algunos observadores externos subvaloraron este hecho, aseguran-do que en las movilizaciones la gente actúa bajo amenaza de multas yotras formas de presión, que sin duda existen, pero es mucha miopíapensar que ése fue el único móvil, o el principal. Cabe señalar tambiénel rol de las mujeres, no sólo en las marchas y concentraciones de esosdías, sino en las soluciones ingeniosas y solidarias que encontraban paraprestarse víveres o garrafas en ayni, o para armar ollas comunes en mediode la carestía general.

El interregno de Carlos Mesa (17 de octubre de 2003 hasta el 9 dejunio de 2005) tuvo una primera etapa de cierta tregua con Evo Morales,porque ambos se necesitaban y, en cierta medida, compartían algunosideales de cambio. Mesa gozaba, además, de gran aceptación en lasencuestas, por su pacifismo, su transparencia y su claridad académica yperiodística al plantear los temas centrales de su gobierno. Por su parte,

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21 Esta cita y las siguientes fueron extraídas de su relato del 6 de noviembre de 2003, dis-ponible en www.ft.org.ar/Notasft.asp?ID=1127.

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En Santa Cruz se organizó también un grupo más radical, autodeno-minado “Nación Camba”, remedo de alguna manera de la “Nación Ayma-ra” de la que hablaba Felipe Quispe.22 Ampliaron también su campo deacción, primero a Tarija, el departamento más rico en gas, y de ahí a losdemás departamentos de las tierras bajas, y conformaron así “la MediaLuna”. Aprovechando los cambios constitucionales incorporados en 2004,recogieron firmas para llamar a un referéndum nacional sobre autono-mías departamentales.

Esta polarización fue haciendo cada vez más difícil la gestión de Mesa.Debido a su vaivén según quién lo presionara, el MAS y los demás parti-darios de la “agenda de octubre” comenzaron a desconfiar de él, y reto-maron los bloqueos y marchas para presionarlo, aunque no pedían surenuncia. Se añadía a ello la preocupación del MAS por no haber con-quistado ninguna ciudad capital, a pesar de haber ganado las eleccionesmunicipales de diciembre de 2004,23 lo que lo lanzó más decididamente aintervenir en los movimientos sociales urbanos.

Mesa decidió presentar su renuncia, con una dura denuncia dirigi-da contra Evo Morales y Abel Mamani (líder de las juntas vecinales de ElAlto). Sectores urbanos salieron a apoyarlo al grito de “¡Dales duro a esosindios!”. Pero el Parlamento no aceptó la renuncia y la crisis se prolon-gó. Álvaro García Linera, citando a Gramsci, la caracterizaba entoncescomo un “empate catastrófico” entre las dos “agendas”: la de octubre(2003), sintetizada en gas y Asamblea Constituyente, y la de junio (2004),sintetizada en las autonomías departamentales. En el fondo, era unempate de las “dos Bolivias”, vistas tanto desde una perspectiva socio-cultural como geográfica.

En junio de 2005 Mesa volvió a renunciar y de manera irrevocableante el desborde social, y lo sucedió el presidente de la Corte Suprema,

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22 Véase www.nacioncamba.net. Hay, con todo, un gran contraste histórico y semánticoentre esas dos “naciones”: la utopía de nación aymara echa raíces en la Colonia y más allá.Pero el término camba era hasta hace poco el nombre despectivo que los patrones blancosdel oriente daban a sus peones y otros servidores indígenas locales. Sólo con la apertura delprimer MNR al oriente fue adoptado por los criollos para contraponerse a los inmigrantescollas andinos. Ha pasado así a ser el apelativo para una nación camba recién imaginada ysoñada por algunos, para un territorio con personas de muchos orígenes.

23 El MAS obtuvo el 18,4% de los votos, más del doble que el Movimiento Sin Miedo(MSM), con el 8,7%, un partido también de izquierda, fundado en 1999 y que, desde enton-ces, controla, entre otros, el municipio de La Paz. En términos de concejales, y limitándo-nos a los tres partidos indígenas andinos, el MAS logró 453 concejales, el MIP, 68 y CONA-MAQ, 34. Ésa era la correlación de fuerzas entre ellos. El porcentaje del MAS era algo menorque en las elecciones generales de 2002, debido a que, gracias a los cambios constituciona-les de 2004, en el campo proliferaron candidatos de agrupaciones ciudadanas o pueblosindígenas, muchos de ellos afines a esa organización.

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Evo —aconsejado incluso por su “abuelo” y mentor Fidel Castro— insis-tía, en medio de tantas movilizaciones, en que deseaba llegar al poder porla vía democrática electoral.

Mesa hizo suyos los planeamientos centrales de lo que fue denomi-nada “la agenda de octubre”, que podría sintetizarse en el tema de loshidrocarburos —concretado en una ley refrendada por un referén-dum— y en la convocatoria a la Asamblea Constituyente, que, pese a loslogros de junio de 2002 al concluir la Marcha Indígena, Sánchez de Loza-da nunca convocó.

Al principio, aprovechando el profundo desprestigio del Parlamento,cuya mayoría seguía reflejando el gobierno caído, Mesa logró arrancarlelos cambios constitucionales que rompían por fin el monopolio partida-rio para presentar candidatos, abrían el camino a la Asamblea Constitu-yente y añadían la figura del referéndum como una forma complemen-taria de democracia directa. Llegó a realizar un referéndum sobre lanecesidad de dictar una nueva Ley de Hidrocarburos, en el que ganó deforma abrumadora en las tres preguntas consensuadas con Evo, y por unmargen menor (y con derrotas en el área rural andina) en otras dos noconsensuadas. Resultó, en definitiva, un buen test para el MAS.

Mesa logró, además, pacificar la región cocalera, tras aceptar que losproductores del Chapare cultivaran un cato de coca hasta tanto se reali-zara un estudio de la demanda legítima.

Cabe aclarar que Mesa carecía de partido propio y no manifestabadeseos de perpetuarse en el poder. En medio de su apertura al diálogo,era a la postre un personaje surgido de un mundo letrado y urbano, bas-tante distante de la vivencia indígena, y de hecho se rodeó mayormentede gente de su propio medio, al que procuró contentar. Tal vez por esonunca llegó a convocar la Asamblea Constituyente —que asustaba amuchos de ese grupo—, a pesar de haberla hecho jurídicamente viable.El resultado fue que, a medida que avanzaban los meses, se vio tironeadode un lado y de otro, por presión de los distintos actores.

Quienes sacaron mayor ventaja de esa situación fueron las elites orien-tales, sobre todo de Santa Cruz, que desde la Ley de Participación Popu-lar de 1994 y el fortalecimiento de los municipios habían quedado fuerade juego en su vieja demanda de autonomía departamental. Muy prontoganaron un primer round a Mesa, al obligarlo a retirar un impuesto sobreel patrimonio. En junio de 2004 lograron convocar un muy concurridocabildo abierto, donde plantearon, como punto principal, la autonomíadepartamental y, para empezar, la elección directa de los prefectos. Éstaha sido conocida, desde entonces, como “la agenda de junio”, en contra-posición a la de octubre.

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y otro bando, es decir, PODEMOS por el continuismo y el MAS por el cam-bio. Esta polarización disminuyó el caudal de las otras opciones. Otrarazón es que el MAS tenía una visión más amplia y diversificada del con-junto del país, tanto en su programa como en su polifacético líder quien,a pesar de su historial como dirigente cocalero, supo abrirse a muchosotros campos y regiones, desde el reconocimiento de sus raíces aymarasen el lejano Oruro, hasta sus vinculaciones con toda una gama de secto-res sindicales y urbanos. Por eso, con su candidatura se sentían cómodostanto aymaras como quechuas, campesinos no indígenas y pobladoresurbanos de clase media que aspiraban a un cambio. El MIP de Felipe Quis-pe, por el contrario, giró en torno al tema aymara y a su propuesta de Esta-do excluyente. Influyó por otra parte el hecho de que, a pesar de esa radi-calidad, en el pasado reciente hubiera entrado en tratativas con gobiernosmuy desprestigiados.

Junto a este indudable triunfo de Evo y el MAS en el ámbito nacional,la elección de prefectos realizada en el mismo acto mostró que la soluciónsalomónica presagiaba otra modalidad del viejo empate. La alta votaciónen la elección general reveló la apuesta general por un cambio de fondo,a partir del reconocimiento de los movimientos populares. Pero, a la vez,en la elección de prefectos el MAS sólo obtuvo 3 frente a 6 de la oposición(4 de la Media Luna, La Paz y Cochabamba), una clara señal de que lagente buscaba también eficiencia en el ámbito local para resolver sus pro-blemas prácticos cotidianos.

Es mucho más difícil, para este último período, destilar lo específicode los movimientos indígenas campesinos puesto que han pasado a serparte del grupo hegemónico dentro de un gobierno cuya composición esmucho más amplia y entretejida. Sin entrar en una evaluación completade lo que después ha sucedido con ese gobierno, enfatizaré algunos pun-tos más relacionados con los propios movimientos sociales, especialmen-te indígenas, tanto en la composición del nuevo gobierno como en sufuncionamiento, culminando con un parágrafo especial sobre la particu-larmente enrevesada y conflictiva Asamblea Constituyente.

La euforia tras los comicios

Muchos preveían (o temían) el triunfo de Evo y el MAS, pero pormárgenes más ajustados, y casi nadie pensaba que ganaría sin una segun-da votación en el Parlamento, por haber superado el 50% obligatorio.De modo que es comprensible la euforia resultante, sobre todo en elmovimiento indígena campesino. Acarreó, en lo inmediato, una fuerteacumulación de capital simbólico, sobre todo para ellos y para Evo, inclu-

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Eduardo Rodríguez. Era el tercero y último en la línea de sucesión cons-titucional, el único que no pertenecía a los partidos gobernantes, y tam-bién el único que podía convocar a elecciones. Sólo él era, por tanto, polí-ticamente viable. Por ese razonamiento de muchos, empezando por el deCarlos Mesa y el de todo el movimiento popular, los presidentes del Sena-do y de Diputados tuvieron que renunciar para dejarle el camino expe-dito. La misión fundamental y específica de su nombramiento era llegara las elecciones, pero Rodríguez dio además la señal, si bien tardía, denombrar preconstituyentes, algo que Mesa había dejado pendiente. Paraello fue clave el pacto político acordado al tomar posesión, para pasar del“empate catastrófico” entre las dos agendas a una solución salomónicatécnica, que puso ante los electores las dos alternativas en eventos elec-torales simultáneos. En diciembre de 2005 se votarían los candidatos apresidente, al Parlamento y, por primera vez en la historia, a prefectos, yen julio de 2006, el presidente electo debía convocar a la Asamblea Cons-tituyente y, a la vez, al referéndum sobre autonomías departamentales, enel mismo acto electoral.

2.7. Dos años de Evo Morales y el MAS

El triunfo indiscutible de Evo Morales y el MAS, con un inaudito 53,7%de los votos en las elecciones de diciembre de 2005, parecía indicar quese superaba el anterior empate y se le abría la posibilidad de gobernar sinnecesidad de realizar permanentes componendas, siempre traicioneras.En la Cámara de Diputados, el MAS (con su aliado MSM) logró 72 esca-ños (55,4% del total), de los que 41 se pueden considerar indígenas,incluidas 5 mujeres; pero obtuvo sólo 12 senadores (44,4% del total, porhaber 3 por departamento, independientemente de su tamaño), de losque 4 son indígenas, incluida la única senadora titular. El segundo lugar,bien distante, fue para Poder Democrático Social (PODEMOS), un reci-claje de ADN, MIR y otras agrupaciones, bajo la batuta del ex presidenteQuiroga. Obtuvo el 28,6% de los votos, pero salió primero en la CámaraAlta, con 13 senadores, por la razón apuntada, seguido de lejos por Uni-dad Nacional (UN) con el 7,8% y el MNR, que con nuevo candidato logrósobrevivir con el 6,5%. Los demás partidos, incluido el MIP (2,2%), per-dieron la personería jurídica.

Limitándonos a los dos partidos más indígenas, cabe preguntarse porqué el ascenso del MAS y la caída del MIP. La razón más visible es la coyun-tural, pues para la mayoría de los electores resultaba claro que lo que esta-ba en juego era la opción entre dos visiones: la continuista y la innovado-ra. Y por eso la mayoría se arrimó al que tenía más probabilidades en uno

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a ser la quinta rueda del carro. Evo sin Álvaro perdería mucho, no sólo enel Congreso, del que éste es presidente nato, sino también en los análi-sis políticos conjuntos y en la relación con los medios y con sectoresmenos indígenas. Álvaro sin Evo lo perdería casi todo, por cuanto es ungobierno surgido y sustentado fundamentalmente en los movimientossociales, indígenas o no, con los que el presidente mantiene una relaciónfluida, como nadie hasta ahora lo había logrado.

Entre bambalinas, algunos gustan de hacer cábalas también sobre quié-nes son gente de Evo o de Álvaro dentro del gabinete o en otras instan-cias, para interpretar sus diversas posiciones. Se ha dicho, por ejemplo,que el cocalero Evo revive su conciencia aymara gracias a su canciller DavidChoquehuanca, con el que ha coincidido desde bastantes años atrás encursos de capacitación para dirigentes rurales. En cambio el q’ara (no indí-gena) Álvaro tendría como su principal intérprete de lo aymara a FélixPatzi, un joven sociólogo y profesor universitario, con quien compartíaregularmente talleres de estudio en la universidad y en el grupo Comuna.En 2006 fue el primer ministro de Educación del nuevo gabinete.

En los dos años transcurridos, se mantiene el núcleo fundamental delprimer gabinete, aunque sin la estabilidad que al principio se soñaba. Loscambios incluyen algún caso en que personas más políticas o simbólicashan debido remplazarse por otras mejor preparadas técnicamente. La car-tera más difícil —como en los gobiernos precedentes— ha sido la deHidrocarburos, con su apéndice, los refundados Yacimientos PetrolíferosFiscales Bolivianos (YPFB), que nunca ha estado en manos indígenas. Ade-más es quizás el sector que más se resiente por la austera línea de sueldosdefinida desde un principio por el presidente.

Resultan paradigmáticos, asimismo, los ministerios de Educación, Jus-ticia y Relaciones Exteriores. El ministro finalmente nombrado en Edu-cación, después de un largo debate interno, fue Félix Patzi, quien vislum-bró la posibilidad de impulsar un proyecto de Ley de Reforma Educativacentrada en la descolonización. Entusiasmó con ello a numerosos secto-res indígenas, sobre todo rurales andinos, pero, debido a algunas de susexpresiones, generó el rechazo de otros grupos, que se sintieron mal repre-sentados, sobre todo en el Oriente —en las ciudades—, e incluso en cier-tos sectores de la Iglesia católica, a la que presentó como el principal ins-trumento colonizador. A la larga, ello derivó en expresiones más ampliasy aceptables, de respeto al pluralismo y a la libertad religiosa, incluido elreconocimiento a las “espiritualidades indígenas”. Pero el haber abiertoinnecesariamente nuevos frentes de oposición le valió ser sustituido en elprimer reajuste del gabinete. La ley propuesta sigue congelada, a la espe-ra de la nueva Constitución. Su sustituto, dirigente del magisterio, cayó en

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so antes de que jurara el cargo. Bolivia nunca había aparecido tanto enlos medios internacionales, gracias al triunfo arrollador del primer pre-sidente indígena. Evo, con apoyo de aviones de Cuba, Brasil y de Vene-zuela, que le brindó además un cuerpo de seguridad, emprendió unagira de una semana por cuatro continentes, lo que reforzó esa acumula-ción simbólica. En las entrevistas con reyes, presidentes y gerentes demultinacionales adoptó una indumentaria informal (ni siquiera típica-mente indígena) para escándalo de algunos y satisfacción de muchos anivel mundial.

La primera toma de posesión, fuera de protocolo, fue en una con-centración popular muy concurrida y espontánea en las ruinas de Tiwa-naku, cubierta de ritos y símbolos culturales y políticos que resaltaban eselogro. La segunda fue la oficial en el Parlamento, donde el discurso de Evoempezó con un minuto de silencio en honor a una larga lista de precur-sores, que bien merecería un análisis más detallado: desde Manco Inka(que resistió a Pizarro), Túpac Katari y su esposa Bartolina Sisa, TúpacAmaru y los mártires de la resistencia contra la expoliación republicanaen los Andes (Zárate Willka) y en las tierras bajas (Apiaguaiqui Tumpa),hasta los recientes caídos en la región cocalera, las minas y El Alto, sin olvi-dar a los no indígenas, como el argentino-cubano Che Guevara, el cruce-ño Andrés Ibáñez, el cochabambino Marcelo Quiroga o el sacerdote espa-ñol nacionalizado Luis Espinal (en Stefanoni y Do Alto, 2007: Anexo).

Al igual que en el Parlamento, la composición del personal clave en elEjecutivo ha sido pluri e intercultural, aunque sin tantos indígenas cam-pesinos como algunos soñaban, porque había que combinar el peso polí-tico, el efecto simbólico y la competencia para el cargo, algo logrado condistintos niveles de acierto.

Resultó adecuada la fórmula integrada por el presidente Evo Morales,aymara y dirigente de base, y su vicepresidente Álvaro García Linera, elmismo que en los años ochenta formó con Felipe Quispe el EGTK y que,como él, pasó cinco años en la cárcel. Cochabambino criollo, riguroso inte-lectual y activista de izquierda, aprovechó su largo sabático en la cárcelpara leer 960 libros y, al salir, pasó a ser docente universitario y un muysolicitado comentarista político en televisión y en distintos eventos. En losdos años transcurridos, no ha habido indicios de un posible conflicto entreesas dos fuertes personalidades, tan distintas. El resentido, en cambio, fueFelipe Quispe, que vivió el ascenso de García Linera más como una trai-ción, que como un cálculo estratégico hacia una causa común. La clave deesa buena relación reside en que Álvaro tiene claro su rol secundario,pero, a la vez, participa y complementa a Evo Morales mucho más activa-mente que otros vicepresidentes que se limitaban (o se sentían reducidos)

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Mayor Popular y lo que ahora se denomina de manera genérica “los movi-mientos sociales”. Dado el origen y la base principal de sustento del gobier-no, Evo Morales, al igual que su gabinete, tiene muy claro que debe ase-gurar siempre una relación fluida con esas organizaciones de base. Sinnegar que la función de gobernar tiene otras dimensiones e interlocuto-res, estas relaciones y contactos pueden verse como una fortaleza, más quecomo debilidad.

Los dos aspectos que deben evitarse en esta opción son: 1) imponer lalógica sindical clasista de confrontación para derrotar al adversario, porencima de la búsqueda de diálogo y concertación que es propia del mane-jo de un Estado, aun cuando éste tenga el objetivo de buscar un cambiosocial estructural, y 2) que estos movimientos y organizaciones, campesi-nas indígenas o no, acaben cooptadas por instancias gubernamentales,como se intentó en tiempos de la Revolución Nacional de 1952 y del PMC.

En estos dos años, la agitación y la protesta social mediante marchas ybloqueos ha disminuido notablemente en relación con los años anterio-res, sobre todo en el área rural, aunque sin llegar al nivel que al principiose anunciaba y que hasta parecía haberse logrado. La tradición culturalboliviana de conseguir las reivindicaciones por esta vía “hasta las últimasconsecuencias”, o de esperar hasta el último minuto para resolverlas, nocambiará de la noche a la mañana. En muchos casos, los conflictos per-sisten por motivos locales o sectoriales, como ocurre en dos provincias delChaco que se disputan las regalías de un pozo petrolero, o de transportis-tas por algún impuesto.

En términos de la buena relación con los movimientos sociales, el casomás preocupante fue un enfrentamiento en 2006 en la antigua mina estatalde Huanuni, entre dos sectores mineros —los asalariados y los cooperati-vistas— por el control de su yacimiento más rico, que se revalorizó en el mer-cado. Produjo 16 muertos y provocó el cambio de ministro, demasiado iden-tificado con el bando cooperativista, el cual en 2005 había apoyado la Guerradel Gas. Este hecho demostró que también dentro del mundo obrero podí-an despertarse combates agresivos por ambiciones propias del capitalismosalvaje. Por otra parte, sigue latente el conflicto expresado en 2004 en ladoble agenda, entre la propuesta del MAS y la de la oposición, particular-mente fuerte en la Media Luna, como se explica en otro acápite.

El tratamiento del tema económico no es el lado fuerte de este gobier-no, más centrado en lo político, y a la larga podría convertirse en su talónde Aquiles. Por suerte, en estos dos años ha habido cierta bonanza, y gra-cias a las medidas tomadas en mayo de 2006 sobre los hidrocarburos, másla subida de los precios internacionales, los ingresos por el gas han trepa-do a 700 millones de dólares anuales. Con la escalada de la emigración

184 Movimientos socioculturales en América Latina

otra polarización a favor de su gremio, por lo que pronto fue destituidopara dar paso a una profesional ni indígena ni dirigente sindical.

A la cabeza del Ministerio de Justicia han estado dos mujeres de polle-ra. La primera, quechua, había desempeñado un papel fundamental comoimpulsora de la Ley de Trabajadoras del Hogar, lo que le mereció un pre-mio internacional. Cuando se la designó, el Colegio de Jueces presentóuna queja formal porque no era experta en leyes. Ella respondió que eraexperta en las injusticias que se hacían en nombre de la Ley. Con todo,dentro del ministerio no faltaron funcionarios de alto rango, que gozabande la confianza del presidente y que en el fondo le asignaban a aquella unrol puramente simbólico. Finalmente, dejó el cargo por una razón coyun-tural. La nueva ministra es quechua también, pero logró crear un entor-no más favorable para conducir el ministerio. Sin embargo, en enero de2008, cuando viajó a Sucre para inaugurar el año judicial, fue objeto de unbochornoso rechazo con fuertes toques racistas por parte de un grupoexaltado de sucrenses que pretendieron involucrarla en incidentes previosy bloquearon el edificio donde se encontraba. En este caso, difundido portodos los medios, la ministra recibió la solidaridad de la opinión pública.

El canciller David Choquehuanca —primo de Víctor Hugo Cárdenas—quizá sea quien mejor represente la cara originaria del gobierno. Al tomarposesión del cargo, pronunció un fogoso discurso, pero sus expresiones,en lógica aymara, fueron mal comprendidas y peor difundidas por losmedios, como cuando dijo que ya no leía libros porque aprendía muchomás leyendo “las arrugas de los ancianos”. Como canciller, aprendió rápi-damente su nuevo rol y continúa siendo uno de los principales colabora-dores de Evo en el ámbito de las relaciones internacionales.

También es significativo el gran número de colaboradores descen-dientes de los pueblos originarios incorporados en las diversas embajadas,así como el nuevo enfoque de la Academia de Diplomacia para introduciresta dimensión y preparar nuevas camadas de origen popular.

¿Presidente o dirigente?

Un tema particularmente debatido en los medios, sobre todo al prin-cipio de la gestión, era que “el dirigente” opacaba al “presidente”, y la opo-sición reclamaba sistemáticamente que hiciera más de presidente. Sinembargo, su lugar preferido para “recargar pilas” continúa siendo el tró-pico de Cochabamba, donde los cocaleros lo siguen considerando su lídery ellos mismos han contribuido con personalidades públicas interesantes.Pero estos contactos y consultas también se realizan regularmente conotros sectores populares urbanos y rurales, dentro de la lógica del Estado

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(sobre todo a España), las remesas han superado los 1.000 millones. Lasayudas directas de Venezuela han añadido otros 200 millones, por no men-cionar otros rubros, incluido el narcotráfico. Todo ello ha permitidoaumentar notablemente tanto el ingreso y el ahorro público, como el dine-ro circulante. Sin embargo, no avanza la transformación hacia una eco-nomía de base ancha, que permita superar la mentalidad de Estado ren-tista, para llegar a ser un Estado realmente productivo. La propuesta defundar un capitalismo comunitario andino y amazónico figura más en eldiscurso que en los hechos, de modo que continúan las peleas por la dis-tribución de la renta, con poco sentido de país solidario. Así, la inflaciónen 2007 ha llegado al 11,7%, el triple de lo inicialmente proyectado, mien-tras las multinacionales petroleras, cautelosas, disminuyen sus inversionesy el país enfrenta problemas para cubrir el abastecimiento interno y loscompromisos adquiridos con los países vecinos.

¿Un nuevo pacto indígena militar?

Una reflexión especial merece la nueva relación con el Ejército, queen el pasado había sido protagonista tanto de golpes militares y masacrescomo del Pacto Militar Campesino. Una de las primeras movidas políticasdel nuevo régimen, tan pronto como tomó el poder en enero de 2006, fueel cambio del alto mando, como corresponde cada principio de año. Envez de hacerlo de la forma rutinaria, es decir, a la siguiente promoción, elgobierno se salteó dos promociones, por considerarlas involucradas ape-nas unos meses antes en un turbio acuerdo con la embajada norteameri-cana, por el cual fueron desactivados los pocos y obsoletos misiles del Ejér-cito. Mientras los desplazados y sus esposas protestaban, Evo compartió undesayuno con los reclutas del cuartel, para realzar que era el primer pre-sidente del último período democrático que realmente había cumplidocon el servicio militar obligatorio.

Con esa estrategia, el nuevo alto mando se siente agradecido y es lealal nuevo régimen, y el Ejército, en general, ha tomado con simpatía esosgestos, como una manera de reconciliarse con la sociedad y sus sectorespopulares, después de las tristes jornadas de octubre de 2003. El Ejército,además, ha organizado varios eventos, en coordinación con el ministro deGobierno, Juan Ramón Quintana (ex militar, reconocido por sus estudiosy aportes),24 con el propósito de desarrollar una mejor relación intercul-

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tural y de género entre la institución y los dirigentes campesinos indí-genas. Fruto de ello, se ha facilitado el ingreso de indígenas campesinos—antes reducidos al servicio militar o, en el mejor de los casos, a la Escue-la de Sargentos— al Colegio Militar.

En este contexto, parece remota, a diferencia del pasado, la posibili-dad de un golpe militar en alianza con la oposición para derrocar algobierno. De alguna manera, podría hablarse de un nuevo “Pacto Indí-gena Militar”, cuya orientación y hegemonía están en las antípodas deaquel Pacto Militar Campesino que los kataristas, colonizadores y laCSUTCB lograron romper a fines de la década de 1970. Cabe igualmentepreguntarse cómo evitar que se repita la experiencia de la RevoluciónNacional del 52, que al final fue traicionada por Barrientos, uno de losmilitares a los que se había confiado la creación del nuevo ejército revo-lucionario.

Nuevas facetas y proyecciones del empate

El contraste conflictivo entre el Occidente andino (agenda de octu-bre) y el Oriente (agenda de junio) volvió a manifestarse en julio de 2006,cuando se implementó la segunda fase del acuerdo político sellado en2005, con la convocatoria a la elección de constituyentes y el referéndumsobre las autonomías departamentales. El MAS ganó en ambas consultas.En la elección de constituyentes salió primero en todo el Occidente, inclui-das Tarija (40,8% sobre el 31,4% del MNR-FRI) y Santa Cruz (26,4% sobreel 24,8% de PODEMOS), en parte por una mayor división partidaria de laoposición. Era un avance hacia un mayor consenso. En el referéndum,podrían haberse logrado porcentajes abrumadores si se mantenía laopción inicial del partido gobernante de apoyar el “sí”, pero Evo resolvióvotar por el “no”, con lo cual la consulta se convirtió más bien en una espe-cie de plebiscito sobre su figura. En consecuencia, la propuesta autonó-mica se impuso en la Media Luna y el “no” de Evo, en todo el Occidenteandino. La solución salomónica prevista en el acuerdo político de 2005mostró que el empate no estaba superado.

A ello se sumaba que, aun cuando se había aceptado la elección direc-ta de los prefectos, existía un vacío en la determinación de cuáles seríansus atribuciones. En ese sentido, los funcionarios de los departamentosmás ricos buscaban una mayor autonomía, en particular en Santa Cruz, yaprovecharon cualquier oportunidad para ampliar sus facultades. Huboincluso duplicidades en el nombramiento de algunos cargos departa-mentales. El caso más tenso se produjo a fines de 2007, cuando, en reac-ción al texto final aprobado por la Constituyente, esos prefectos —que ya

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24 Quintana (1998, 2004) ganó dos concursos del PIEB para investigar, primero, el ser-vicio militar y, después, la policía, material publicado en el tiempo de la revuelta policial con-tra Goni, en febrero de 2003.

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ción. El poder y la hegemonía política están, desde 2006, precisamente enel polo occidental andino, pobre y originario. Más aún, la Policía y sobretodo el Ejército —como vimos— son fieles a Evo Morales y sus propuestasde cambio.

¿Es posible, con esta compleja correlación de fuerzas, encontrar unasolución real, distensionadora, que no traicione los sueños iniciales? Enenero de 2008, el proceso tomó un giro esperanzador con un diálogo fran-co y público, que recién se inicia, entre el gobierno central y los nueve pre-fectos. Pero las expectativas e intereses subyacentes siguen siendo muy dis-tintos, y es probable que aún no estemos en el capítulo final de estesinuoso proceso.

Entronques e innovaciones

En una especie de recapitulación, analicemos lo ocurrido en el pre-sente gobierno, en el espejo de ese largo pasado en el que se inserta. Apa-recen continuidades y también saltos cualitativos.

El entronque más radical con el pasado y, a la vez, el que supone suprincipal salto cualitativo es con las raíces originarias precoloniales, y laprioridad con que se busca que los pueblos originarios ocupen su lugardentro del nuevo país, tanto en su estructura como en su personal públi-co. Culmina así una deuda pendiente que reclamaban los héroes antico-loniales en el movimiento cacical de principios del siglo XX y, más cercade nosotros, el katarismo de los años setenta y las marchas indígenas de ladécada de 1990. Pero no se trata de un nativismo milenarista anclado enel pasado.

Para lograrlo, el gobierno ha desarrollado sugerentes paralelismos conel MNR de los primeros años de la Revolución Nacional del 52. Tras elachicamiento del Estado en el marco del modelo globalizador neoliberal,representa el esfuerzo más serio para crear un Estado fuerte, cuyo podereconómico surja de la (semi)nacionalización de los recursos naturales,secundado por los movimientos sociales, con un énfasis especial en los delsector rural. Los “ponchos rojos” que en ocasiones se movilizan a favor delMAS aparecen como un (muy pálido) reflejo de los “ucureños” y demás“regimientos campesinos” de aquel MNR. Obviamente, su estilo y su ritmoson distintos, pues no es lo mismo llegar al poder por la vía democrática yejercerlo con el debido respeto a los opositores, que hacerlo tras una vio-lenta revolución que redujo toda oposición a su mínima expresión.

La gran diferencia propositiva es que ahora la fortaleza del Estadodebe partir del pluralismo social y cultural de los pueblos originarios, y serutilizada para garantizar el desarrollo de cada pueblo, en lugar de diluir-

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se autodenominaban “gobernadores”— convocaron asambleas para haceraprobar internamente sus estatutos autonómicos “de facto”, que les otor-garían competencias que iban más allá de lo estipulado tanto por la Cons-titución como por la Asamblea Constituyente (véase 2.8 infra), que ellosrechazaban.

Los casi dos años de gestión confirman la convergencia hacia uno uotro polo de aquel empate, desde tres perspectivas: la geográfica-ecológi-ca, la socioeconómica y la étnica. En efecto, en torno al Occidente andi-no se aglutina la población más empobrecida y, a la vez, una alta concen-tración de población “originaria” autoidentificada con los pueblosquechua y aymara. En cambio, en torno a la llamada Media Luna, queabarca las tierras bajas más los valles de Tarija —el “patio andaluz”—, seaglutina la población más enriquecida o controlada por una oligarquíapoderosa (las exportaciones de Santa Cruz superan las del conjunto delpaís), que se considera no indígena, en tanto los indígenas están disper-sos en grupos menores, incluidos los inmigrantes andinos allí asentados.

En el camino, ha habido incursiones de ambos bandos en el campodel contrario. La del Occidente andino en la Media Luna se insinuó en laelección de constituyentes, cuando el MAS se impuso, sobre todo en Tari-ja, donde obtuvo un 10% de ventaja sobre el segundo. Allí hubo un movi-miento que postulaba la creación de un nuevo departamento en el Chaco,lo que implicaba la reconstrucción del territorio guaraní, aunque chocócon los intereses petroleros y ganaderos de Santa Cruz y Tarija. Pero des-pués fue desalentado desde el gobierno, en el contexto de la Constitu-yente. En Santa Cruz, el corazón de la Media Luna, aquello se manifestóa través de movimientos sociales rurales, de los que ya en 2002 había sur-gido la cuarta Marcha Indígena por la Asamblea Constituyente. El actualsecretario ejecutivo de la CSUTCB es cruceño, y el área de colonizaciónde San Julián ha sido escenario de numerosas confrontaciones.

La incursión de la Media Luna en Occidente ha sido por dos flancos:en Cochabamba, a través del prefecto opositor Manfred Reyes Villa, y enSucre. En enero de 2007 se produjo un grave enfrentamiento que partióla ciudad de Cochabamba en dos: los sectores pudientes de la zona norte,armados con bates de béisbol, se enfrentaron con los más populares de lazona sur, incluida una nutrida masa de cocaleros. El choque adquiriótoques racistas, algo que parecía superado, y provocó tres muertos, deambos bandos. El episodio de Sucre tuvo una polarización mucho másgrave, por lo que se analiza en otro apartado (véanse pp. 196-198).

Hay todavía una última perspectiva, la política, que contribuye a estapolarización pero invirtiendo el sentido anterior, con lo que funcionacomo una especie de contrapeso dentro del anterior empate y confronta-

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Composición de los constituyentes

La elección de los constituyentes, el 2 de julio de 2006, implicó elingreso de una gran cantidad de gente de base en la Asamblea Constitu-yente que, por una elección general y popular, pasaba a ser protagonistade la tarea de “refundar Bolivia”.

Del total de 255 constituyentes, 137 (54%) fueron del MAS, práctica-mente la misma proporción que obtuvo en la elección presidencial dediciembre de 2005. La primera fuerza de oposición, PODEMOS, redujosu caudal del 28% en las elecciones generales de 2005 al 15% en julio de2006. En cambio, surgieron fuerzas menores gracias a que la mayoría delos constituyentes fueron elegidos en circunscripciones locales, que a lahora de la verdad desempeñaron un papel importante como bisagramediadora entre los dos principales bandos.

Una encuesta realizada a los constituyentes25 proporciona informacióndetallada de sus orígenes, dentro de la cual lo más relevante para nosotroses que el 55,8% se autodefine como miembro de algún pueblo originario(31,8% quechuas, 16,9% aymaras, y 7,1% compuesto por 6 chiquitanos, 4moxeños, 4 tacanas y 1 guaraní, 1 guarayo, 1 itonama y 1 joaquiniano).Aunque era prácticamente imposible que estuvieran representados todoslos pueblos minoritarios (algunos con una población mínima), quedó con-formada una significativa representación. Sumados todos los habitantesque se definen como miembros de algún pueblo originario, son algomenos que el conjunto de la población boliviana (62% según el Censo de2001). Pero, comparado con éste, lo que disminuye es la proporción deaymaras (que allí son un 25%), mientras sube la de los otros pueblos.Todos hablan castellano y la mayoría conoce la lengua de su pueblo. Sóloel 13,9% se identifica con algún pueblo originario sin saber la lengua yotro 8,4% habla la lengua sin considerarse miembro, situación más fre-cuente entre los quechuas. Los que al ser elegidos vivían en el área ruralrepresentan el 33%, un porcentaje semejante al dato censal, repartidospor igual entre los procedentes de comunidades o de pueblos centrales.Los nacidos en comunidades son un 28%, y en un pueblo central, 21%.

Desde una identificación más general, con cierta connotación a la raza,la mayoría de los constituyentes se consideran mestizos (69,8%) o indíge-nas (26,7%). Sólo el 3,6% se define blanco, incluidos 3 constituyentes que

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25 El detalle de los constituyentes y los datos básicos de la encuesta figuran en los nº 28y 40 de Construyendo (agosto de 2006 y agosto de 2007) y en el Cuaderno 10 de Apostamospor Bolivia (2007). Sobre las mujeres constituyentes, véase también Ybarnegaray (2007).

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los en un “Estado mestizo” uniformante. Si bien Evo Morales rechazaríasin duda esta comparación, viene a ser —como pretendió el MIR en losaños setenta— un nuevo “entronque histórico” pero con objetivos y esti-los muy distintos.

Por otra parte, este gobierno —y Evo en particular— tiene un fuertetoque populista, que recuerda al general Barrientos de los años sesenta, yse emparienta con el estilo de presidentes militares actuales, como HugoChávez en Venezuela y el depuesto Lucio Gutiérrez en Ecuador. La dife-rencia con Barrientos es que no pone su carisma al servicio de una res-tauración contrarrevolucionaria, sino todo lo contrario. El helicóptero deEvo ya no es el regalo de una petrolera, sino el del presidente de Vene-zuela, y el dinero que reparte viene también de Chávez, y no del Tío Sam.Otro entronque, siquiera de facto, es que Evo, como Barrientos, ha fomen-tado cierto pacto entre campesinos y militares, pero de signo contrapues-to. El actual es “indígena militar”, mientras que el anterior era “militarcampesino”.

Al igual que otros regímenes latinoamericanos actuales, la Bolivia delMAS ha dado una nueva vitalidad a la izquierda, que, con la oleada neoli-beral, parecía abatida. Los propios líderes de la izquierda clásica, que ensu viejo esplendor rechazaban lo étnico como racismo y desestimaban cual-quier protagonismo del campesinado frente a la vanguardia proletaria, sehan encontrado de golpe jalados hacia el poder nada menos que por esosindígenas y campesinos.

Finalmente, ambos, juntos, pasan a ser ahora parte de esa nuevaizquierda latinoamericana del siglo XXI, que forma un círculo más ínti-mo y radical en torno a Castro y Chávez, y uno más amplio y moderadocon el número creciente de países latinoamericanos que buscan fortale-cer e independizar la región frente al coloso del Norte. Forman parte,todos ellos, del movimiento mundial de los foros por ese “otro mundoposible”, que es otra manera de globalizarse pero desde abajo y desde lolocal.

2.8. El sueño constituyente

La convocatoria a la Asamblea Constituyente representa un hito parael movimiento indígena campesino boliviano. La cuarta Marcha Indígenade 2002, liderada por los pueblos minoritarios de las tierras bajas, se cen-tró de forma pionera en ese tema y logró que éste fuera considerado enel Parlamento y que, al año siguiente, fuera asumido como un punto clavede la “agenda de octubre”. Un ascenso meteórico.

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tificante encontrarse con un nivel de representatividad tan variado. Es unhecho inédito, tomando como referencia lo sucedido en 1967 [la Constitu-yente anterior], y sin negar la importancia de las transformaciones que seincorporaron y constitucionalizaron en 1993-1994. El escenario de aquelloscambios fue más institucional. En cambio, lo de ahora tiene un sentido socialy cultural muy rico. Será muy difícil volver a transformar a Bolivia, por vía decambios a la Constitución, sin tomar en cuenta estos niveles de representa-ción tan variados, democráticos, plurales y diversos, como lo que se vivió enla Asamblea Constituyente. Ese es un logro central”.

El proceso constituyente28

El 6 de agosto de 2006, la Asamblea Constituyente se inauguró for-malmente en la ciudad de Sucre, capital del país y sede del Poder Judicial,aunque ya no del Poder Ejecutivo ni del Legislativo, que tienen asiento,desde la Guerra Federal de 1899, en La Paz. La ceremonia, difundida atodo el país, tenía las características de un festival pluricultural. La policíapedía a unas cholitas sentadas en la acera que se retiraran para dar paso alos constituyentes, pero ellas, orgullosas, se levantaban y engrosaban lamarcha, porque eran ellas las constituyentes. Los representantes del lla-mado Pacto de Unidad29 presentaron oficialmente su propuesta, en aquelmomento la única elaborada por algún sector del MAS.

Para la elección de la presidencia se tuvieron en cuenta varios perfi-les: buen constitucionalista, moderador, colla o camba, hombre o mujer,originario o criollo. Varios se sentían llamados a ser los más idóneos y alfinal se optó por una mujer quechua de una colonia de Santa Cruz, ex eje-cutiva nacional de las Bartolinas, ex cocalera y, como todas ellas, muy leala Evo y al MAS. En sus funciones, en ocasiones fue demasiado directa, alestilo de las cocaleras, de modo que en las confrontaciones sufrió ataquesincluso por su origen, pero dirigió el proceso hasta el final.

Costó poner en marcha el trabajo de los constituyentes, sobre todo pordiferencias respecto de la aplicación de reglamento, ya que la mayoría delMAS y sus aliados pretendían acelerar el proceso con votaciones previaspor sólo el 50% más 1 de los votos. En cambio, PODEMOS y sus aliados

prefieren llamarse sólo “bolivianos”. Dos tercios de quienes se dicen ayma-ras siguen llamándose indígenas (65%), mientras que entre los quechuasy otros pueblos minoritarios la mayoría se define como mestiza (59% y67%). La inmensa mayoría (94%) de los que no se sienten miembros deningún pueblo originario prefiere llamarse “mestizo”, y los demás (6%) sedicen blancos o sólo bolivianos. Esto ratifica su tendencia a querer impo-ner la categoría uniformadora “políticamente correcta” desde la Revolu-ción del 52, frente a la emergencia de los pueblos originarios.26

En general, los constituyentes son jóvenes (52% menores de 40 años,incluido el 13% que no llega a los 30; y un 34,5% mujeres, en parte gra-cias a la previsión de que el ganador de cada circunscripción tendría dosconstituyentes electos, de los cuales uno tenía que ser mujer, además delas elegidas para encabezar las listas). Las mujeres tienen una mayor inci-dencia en varios rubros:

Mujeres Hombres

(88=100%) (167=100%)

Menores de 30 años 21,6 8,4Dirigentes de base 33,0 13,8Profesionales titulados 43,2 62,3MAS 73,9 55,7PODEMOS 21,6 32,2Se consideran de algún pueblo originario 64,8 51,5

Es decir, las mujeres, en contraste con los varones, son más jóvenes,más de base y originarias, y tienen una mayor proporción de dirigentes.

Esta variedad de los constituyentes y el peso que tienen entre ellos lossectores rurales y populares han sido criticados, así como por no ser genteculta ni técnicamente preparada. No obstante, otros constituyentes dediversos partidos, que cuentan con una sólida formación, opinan más bienque ésta ha sido una de sus mejores experiencias. Guillermo Richter, cons-tituyente del MNR, considera que los mayores logros de esta Constituyen-te fueron los siguientes:27

“Lo fundamental fue la participación democrática e inusual a lo largo del pro-ceso. Allí estuvo toda la diversidad cultural del Estado boliviano. Fue muy gra-

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28 Baso este resumen en mis propias vivencias y los contactos establecidos en los nume-rosos viajes realizados a Sucre en este período, vinculados o no con la Asamblea; comple-mentado con el seguimiento regular de la prensa e Internet y, últimamente, también conmateriales de trabajo para T’inkazos n° 23.

29 Integrado por CSUTCB, CONAMAQ, CIDOB, Coordinadora de Pueblos Étnicos deSanta Cruz (CPESC, Bloque Oriente), CSCB, las Bartolinas, MST, la Asociación Nacional deRegantes y el Movimiento Cultural Afrodescendiente.

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26 Existe un caso contrapuesto, de un prominente integrante de PODEMOS, que se dicemiembro de un pueblo indígena oriental ya muy castellanizado, por el simple hecho dehaber nacido en aquella región.

27 Transcripción preliminar de una entrevista para el n° 23 de T’inkazos.

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los asesores y los “operadores políticos” de los diversos partidos. Sería muyiluminador estudiar en detalle el proceso de maduración intercultural detodos esos constituyentes en aquellos meses.

A medida que se acercaba agosto, el plazo inicialmente previsto paraentregar la propuesta final de Constitución resultó exiguo. Estaban ela-borados los informes y las propuestas de las diversas comisiones, por mayo-ría y por minoría. Esos resultados son obviamente distintos de lo quehabría ocurrido de haber sido realizado por sólo una exclusiva y reducidaasamblea de sofisticados juristas, como en el pasado. Pero difícilmentehabría captado las múltiples percepciones y demandas de la Bolivia hastaentonces marginada. Lo que faltaba aún era el arduo trabajo de compati-bilizar y fusionar todo de manera clara y coherente en un único texto, porlo que el Parlamento aprobó ampliar el plazo hasta el 14 de diciembre, untiempo razonable. Entonces ocurrió una mudanza, que terminó por entur-biar todo el proceso.

Capitalidad plena y bloqueo a la Asamblea Constitucional

Desde algún tiempo atrás, algunos buscaban introducir en la agendaun nuevo tema, aún más delicado y vidrioso que la creación de un nuevodepartamento en el Chaco, ya frenado a tiempo. Se trataba de otorgar la“capitalidad plena” a Sucre, es decir, que retornaran allí el Poder Ejecuti-vo y el Legislativo, que desde 1899 tenían sede en La Paz. Naturalmente,más allá de problemas de operatividad de la propuesta, se reavivaron vie-jas heridas que parecían ya cicatrizadas, precisamente en la ciudad dondese llevaba a cabo la Asamblea Constituyente.

En el pasado reciente, el tema se mencionaba ocasionalmente enSucre; por ejemplo, cuando el Congreso sesionaba allí cada 6 de agosto,pero era algo más simbólico que una demanda a fondo, y tampoco estabaen la agenda de la Asamblea. Sin embargo, se produjo entonces una alian-za entre instituciones cívicas de Sucre y de Santa Cruz para apoyarsemutuamente, aunque con fines muy distintos: el llamado Comité Inte-rinstitucional para la Capitalidad Plena de Sucre se creó sólo para esademanda, mientras que el Comité Cívico de Santa Cruz reclamaba su auto-nomía, así como ampliar el frente opositor al MAS y a su propuesta deConstitución.

El 14 de junio de 2007, el jefe de bancada de PODEMOS por SantaCruz presentó una propuesta específica de capitalidad plena en la Comi-sión de Autonomías de la Asamblea, que fue avalada por otros cuatrorepresentantes opositores de la Media Luna y por uno de los tres chuqui-saqueños, del MBL. En las siguientes semanas, el tema se coló en otras tres

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más cercanos, que en el fondo no deseaban mayores cambios constitucio-nales salvo asegurar la máxima autonomía de los departamentos de laMedia Luna, postulaban sancionar todo con los dos tercios de los votos.Estos últimos llegaron incluso a realizar paros cívicos y bloqueos de cami-nos en la región oriental por la “democracia” frente al “totalitarismo” delMAS. La terquedad en ceder en sus posiciones tuvo un efecto búmeran, yel MAS sirvió en bandeja a la oposición un eslogan para aparecer como ladefensora de la democracia: “dos tercios”.

En las primeras plenarias, en que todos midieron sus fuerzas, hubo unaserie de escaramuzas internas y externas, a veces por temas triviales, comopor ejemplo, cuando una constituyente rechazó e insultó a otra porque sehabía expresado en quechua y le exigió que primero aprenda castellano.Algún tiempo después la interpelada fue invitada a un evento en Méxicoy, expresándose en su tambaleante castellano, se ganó a la audiencia deinmediato. Fue elegida presidenta de una importante comisión y usabacomo símbolo de autoridad el chicote, como ocurre en tantas comunida-des originarias.

Sólo a principios de 2007 se llegó a una suficiente concertación sobreprocedimientos. Se habían recibido y sistematizado previamente 84 pro-puestas, algunas más completas pero la mayoría referente sólo a temasespecíficos, materiales que fueron distribuidos entre 21 comisiones de tra-bajo, constituidas por representantes de las diversas fuerzas.

El sentir general, no obstante, era que hacía falta un contacto más direc-to con la población, a pesar del gran retraso inicial, por lo que se decidiórealizar una gira de los constituyentes por el país para recoger directamentesus propuestas y expectativas. Fue un mes muy fructífero e insustituible,sobre todo para aquellos constituyentes de orígenes más populares, queadquirieron así una vivencia de la amplitud y diversidad del país que nopodía reemplazarse con simples charlas y lecturas. El resumen sistematiza-do de lo recogido ocupa miles de páginas en las diversas comisiones, y fueuna importante materia prima para los meses subsiguientes.

Siguió el duro e intenso trabajo de las 21 comisiones multipartidarias,para arribar a sus informes finales. Fue el período más fructífero, con diá-logos y experiencias interculturales e interpartidarias de todo tipo, unaespecie de taller múltiple y acelerado de maduración política y jurídicapara todos los participantes. Sucre se llenó de invitados y asesores, y huboinnumerables eventos colaterales. Estaban también presentes los nume-rosos representantes (con frecuencia rotativos) de los “movimientos socia-les”, muchos de ellos asociados al ya mencionado Pacto de Unidad, quie-nes con frecuencia participaban también en audiencias con las diversascomisiones. Otros, muy visibles o muy ocultos según el caso y tema, eran

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a esa agrupación, que exigían que el trabajo se realizase en Sucre. Pese aello, se lograron importantes acuerdos que luego serían incorporados.

El siguiente paso era realizar las plenarias indispensables para la apro-bación final de la Asamblea. Hubo mil especulaciones, contactos, presio-nes y vicisitudes, hasta que al final se decidió sesionar en Sucre, de acuer-do a la convocatoria. Se utilizaron las instalaciones del liceo militar LaGlorieta, en las afueras de la ciudad: un centro educativo —no un cuartel,pero sí “militar”— anexo a un palacio arabesco construido en el siglo XIX,orgullo de la Sucre neocolonial. Todo un símbolo, como lo era también,en sentido contrario, haberse trasladado a extramuros, aunque sin salirdel municipio capitalino. Bajo protección policial, desde las laderas delentorno observaban y y brindaban su apoyo los grupos de los movimien-tos sociales, sobre todo campesinos indígenas llegados desde diversas par-tes del país y del campo de Chuquisaca.

En la madrugada del viernes 24 de noviembre llegó la mayoría de losconstituyentes, con sus pertenencias, dispuestos a pasar allí varios días.Aparte de PODEMOS, tampoco acudieron sectores que, si bien habíanparticipado en las reuniones del Comité Suprapartidario, se negaban asesionar en las instalaciones militares. Sin embargo, se logró el quórumnecesario y comenzó la plenaria, bloqueada por más de tres meses.

Se abreviaron al máximo los procedimientos y en dos días fue apro-bado, por el voto de los dos tercios de los presentes, el texto de la Consti-tuyente, ajustado a los acuerdos sellados en La Paz, sin leer en detalle losartículos ni menos aún debatirlos, dado que la situación fuera del recintose complicaba y los constituyentes corrían peligro. Al oscurecer del sába-do, abandonaron las instalaciones por senderos, guiados por campesinoslocales, y fueron evacuados en autobuses. Días después, el texto de la nuevaConstitución estaba disponible en las calles.

De manera paralela, en el centro de la ciudad hubo crecientes enfren-tamientos entre la policía, reforzada por unidades procedentes de Potosíy Oruro, y numerosos grupos urbanos, con predominio de jóvenes y estu-diantes. Varios miles intentaron llegar a La Glorieta. Estos enfrentamien-tos dejaron tres muertos, y la policía, superada por la situación, decidióabandonar la ciudad. Grupos de jóvenes incendiaron entonces cuatrocuarteles, decenas de vehículos y la casa del prefecto. Sucre, aún hume-ante, quedó invadida por una mezcla de irritación, frustración y confusión.La rebelión, apoyada por quienes se resisten al cambio en gestación, guar-da cierta semejanza con el tumulto que, durante el ascenso del MNR, llevóal asesinato de Villarroel en 1946.

En relación con los constituyentes, quedaba aún pendiente la apro-bación del texto en detalle, para lo cual se logró modificar la Ley de Con-

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comisiones. Por todo ello, la bancada de La Paz (al margen de sus afilia-ciones partidarias) se declaró en emergencia, y siguieron distintas reac-ciones en cadena. El MAS decidió no tocar el tema “por el riesgo que sig-nificaba para la unidad del país”, en palabras de Evo Morales. Se desatóasí una verdadera batalla de cabildos abiertos y estadísticas infladas.

Si en 2004 Santa Cruz había organizado el cabildo “del millón” por laautonomía, y en mayo de 2006 se dieron cita “50.000” en Sucre, ahora losmunicipios y la prefectura de La Paz y El Alto juntaron fuerzas y el 20 dejulio reunieron su cabildo “de los dos millones”, con el lema “La sede nose mueve”, dejando de paso en un segundo plano el cabildo sucrense afavor de la “capitalidad plena” del día 25, de “200.000” asistentes.

Cuando el 6 de agosto Evo visitó Sucre, como hacían los presidentesdesde 1995, fue abucheado por los sucrenses. El 15 se reunió la prorro-gada Asamblea por primera vez y se votó archivar el tema, “preservando launidad nacional y la paz social”, por 134 votos a favor, 73 en contra, 6 abs-tenciones y 21 abandonos.

Sin embargo, la medida logró el efecto contrario: el Comité Interins-titucional radicalizó sus acciones y grupos de choque juveniles bloquearonla Asamblea, impidiendo el acceso o salida de sus instalaciones. Los cons-tituyentes del MAS (incluido un connotado sucrense y el prefecto local)fueron agredidos, así como sus domicilios. Las cholitas constituyentes, alas que insultaban y escupían diciéndoles “llamas”, no se animaban a salira la calle, y un grupo procedente de La Paz debió cambiar sus polleras porotra indumentaria para no ser agredidas. Las negociaciones se sucedían,pero cuando parecía que arribaban a un acuerdo, de uno y otro bando lle-gaba una contraorden y la confrontación se incrementaba. Frente a loscampesinos de Chuquisaca, la ciudad se polarizó como antes de 1952, ycorrieron rumores de que llegarían, como entonces, los “ponchos rojos”.

Finalmente, por falta de garantías, la Asamblea ya no pudo sesionar ylos medios hablaban de la larga agonía de una Asamblea fracasada y con-denada a muerte. En un momento CONAMAQ ya la había declaradomuerta. Pero, con respiración boca a boca, se logró reavivarla y rescatarladel bloqueo, literalmente a trancas y barrancas.

El desbloqueo in extremis

Frente al empantanamiento de la situación, se conformó un ComitéPolítico Suprapartidario y se invitó a todas las fuerzas presentes en la Asam-blea a buscar fórmulas concertadas en los puntos que seguían siendo con-flictivos. Por las circunstancias, sesionaron en La Paz, bajo los auspicios dela vicepresidencia. Participaron todos, salvo PODEMOS y sectores afines

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vocatoria, de modo que se pudiera sesionar donde hubiera garantías. Trasfalsas señales de que la sesión final se haría en un lugar del Chapare, elsábado 8 y domingo 9 de diciembre llegaron a reunirse 164 de los 255constituyentes en la sala de convenciones de la Universidad Técnica, enlos afueras de Oruro. El evento fue transmitido en directo por la televisiónestatal y dos redes radiales. Esa vez concurrieron varios representantes dePODEMOS pero sólo para protestar contra la legalidad del evento, y senegaron a registrarse. En una maratónica sesión de dieciocho horas, sevotó en detalle los artículos, que fueron leídos por bloques, si bien con undebate limitado. Sólo el artículo sobre el tamaño máximo de la propiedadrural no alcanzó los dos tercios de los votos, por lo que deberá ser objetode un referéndum.

Un momento tenso fue cuando se abordó la capitalidad de Sucre. Seenfrentaron los constituyentes de Chuquisaca y La Paz, y los primerosabandonaron el recinto, hasta que una comisión logró convencerlos y ter-minaron por acordar una fórmula conjunta. Afuera del recinto se habíanafincado numerosas organizaciones indígenas, mineras y otras, que pasa-ron la noche en vela, calentándose en fogatas. Al concluir el acto con emo-tivos discursos y abrazos, acompañaron a los constituyentes en una largamarcha hasta el centro de la ciudad.

Se confió a una comisión revisora compatibilizar los puntos pendien-tes (incluidos algunos no sólo de estilo) y la nueva Constitución fue final-mente entregada por su comisionada, doña Silvia Lazarte, al presidenteEvo Morales, en una concentración multitudinaria frente al Palacio deGobierno, el sábado 15 de diciembre de 2007.

El espíritu de la nueva Constitución

No resulta posible analizar aquí ese parto doloroso y creativo que esla nueva Constitución. Nos limitaremos a señalar algunos elementos cen-trales, que muestran cuán profundamente han influido los pueblos ori-ginarios y su movimiento en su enfoque, que busca “refundar” el Estadoboliviano.30

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Su solemne preámbulo nos introduce en su nuevo espíritu:

“En tiempos inmemoriales se erigieron montañas, se desplazaron ríos, se for-maron lagos. Nuestra amazonia, nuestro chaco, nuestro altiplano y nuestrosllanos y valles se cubrieron de verdores y flores. Poblamos esta sagrada MadreTierra con rostros diferentes, y comprendimos desde entonces la pluralidadvigente de todas las cosas y nuestra diversidad como seres y culturas. Así con-formamos nuestros pueblos, y jamás comprendimos el racismo hasta que losufrimos desde los funestos tiempos de la colonia. El pueblo boliviano, de composición plural, desde la profundidad de la his-toria, inspirado en las luchas del pasado, en la sublevación indígena antico-lonial, en la independencia, en las luchas populares de liberación, en las mar-chas indígenas, sociales y sindicales, en las guerras del agua y de octubre, enlas luchas por la tierra y territorio, y con la memoria de nuestros mártires,construimos un nuevo Estado. Un Estado basado en el respeto e igualdad entre todos, con principios de sobe-ranía, dignidad, complementariedad, solidaridad, armonía y equidad en ladistribución y redistribución del producto social, donde predomine la bús-queda del vivir bien; con respeto a la pluralidad económica, social, jurídica,política y cultural de los habitantes de esta tierra; en convivencia colectiva, conacceso al agua, trabajo, educación, salud y vivienda para todos. Dejamos en el pasado el Estado colonial, republicano y neoliberal. Asumimosel reto histórico de construir colectivamente el Estado Unitario Social de Dere-cho Plurinacional Comunitario, que integra y articula los propósitos de avan-zar hacia una Bolivia democrática, productiva, portadora e inspiradora de lapaz, comprometida con el desarrollo integral y con la libre determinación delos pueblos. Nosotros, mujeres y hombres, a través de la Asamblea Constitu-yente y con el poder originario del pueblo, manifestamos nuestro compro-miso con la unidad e integridad del país. Cumpliendo el mandato de nuestros pueblos, con la fortaleza de nuestraPachamama y gracias a Dios, refundamos Bolivia.Honor y gloria a los mártires de la gesta constituyente y liberadora, que hanhecho posible esta nueva historia”.

El texto subraya la cosmovisión y espiritualidad de los pueblos origi-narios, llena de resonancias cósmicas, y, pasando por la “pluralidad vigen-te de todas las cosas y nuestra diversidad como seres y culturas”, se da porsuperado el Estado “colonial, republicano y neoliberal”, para construir unnuevo Estado “donde predomine la búsqueda del vivir bien”, el suma qama-ña andino, que se puede percibir también en la lógica de los pueblos detierras bajas.

198 Movimientos socioculturales en América Latina

30 En el momento de llevar esta obra a la imprenta (julio de 2009), ya son conocidas lasvicisitudes por las que se pasó entre diciembre de 2007 y enero de 2009, en que un textomás concertado que el de Oruro, después de intensos diálogos con los prefectos y acuerdosentre el Gobierno y el Congreso, bajo la mirada de UNASUR y Naciones Unidas, fue final-mente ratificado por un 61% de la población y, por tanto, promulgado como la nueva Cons-titución boliviana. Pero aquí nos concentramos en textos de Oruro que después no fueroncambiados, salvo en aspectos mencionados en las notas. Nuestras citas de artículos, sinembargo, se refieren a la numeración en el texto finalmente promulgado en 2009.

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Sin embargo, el texto de Oruro había dejado un vacío al no explicitarninguna referencia “nacional” para el 38% de los ciudadanos bolivianosque, según el último censo, no se autoidentifican con ninguna “nación opueblo” originario. Si se consulta al otro 62% de ciudadanos, es probableque una gran mayoría hoy afirme ser también miembro de esa “nación”boliviana, y no necesariamente por mantener una mentalidad de coloni-zados. Ese vacío daba así un argumento innecesario a quienes rechazanesta nueva Constitución.32

El tema intercultural, fundamental para dar cohesión a la convivenciay unidad en cualquier sociedad y Estado pluricultural y plurinacional, reci-be mucha menos atención dentro de la nueva Constitución. No es que selo ignore, ya que aparece en el citado art. 1 y es, por tanto, uno de los atri-butos fundamentales del Estado, al mismo nivel que “libre, independien-te, soberano, democrático […] descentralizado y con autonomías”.

Pero después, en el desarrollo del articulado, se lo usa en dos contex-tos. El más común es este ya mencionado en el art. 1, por ejemplo, a lo largodel capítulo dedicado cabalmente a la “educación, interculturalidad y dere-chos culturales” (art. 77-105). Pero en otro contexto, el término ”intercul-tural” adquiere un sentido algo distinto y medio confuso. Se lo usa siste-máticamente para referirse a aquellas comunidades, territorios, etc., quesimplemente no son “indígena originario campesinas”: es decir, significa enrealidad que son pluriculturales, mestizas o quizá simplemente monocul-turales, blancas o criollas. Llamarlas entonces “interculturales” puede insi-nuar el principio de que también ellas deben abrirse a los “distintos”. Peroeste principio, ¿acaso no se aplica también a las comunidades y pueblos ori-ginarios? Sería preferible aplicar “intercultural” a cualquier situación(como hace el art. 1) y redefinir más bien a esas comunidades o territoriosno indígenas como “pluriculturales” o, dado el caso, “monoculturales” noindígenas, dando por hecho en cualquier caso una apertura intercultural.

Esta Constitución es la primera que, en el largo título sobre los dere-chos, deberes y garantías, dedica todo un capítulo a los dieciocho dere-chos de las “naciones y pueblos” (arts. 30-32), algo que hizo la Constitu-ción de Ecuador de 1998. No se ignora a los que están “en peligro deextinción, en situación de aislamiento voluntario y no contactados”, a losque se les reconoce el derecho “a mantenerse en esa condición” y a la “con-solidación legal del territorio que ocupan y habitan”. Aunque no llame

El art. 1 distingue la caracterización definitoria del nuevo Estado (quedestacamos en cursivas) y los demás atributos:

“Bolivia se constituye en un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comu-nitario, libre, independiente, soberano, democrático, intercultural, descen-tralizado y con autonomías. Bolivia se funda en la pluralidad y el pluralismopolítico, económico, jurídico, cultural y lingüístico, dentro del proceso inte-grador del país”.

Ésta es la única instancia en la que al Estado se lo llama “unitario”, sibien subyace en todo el texto, al igual que su permanente contrapuntodialéctico de reconocer la pluralidad en los diversos ámbitos, incluido el“plurinacional”, como se expresa en el primer artículo. Este último con-cepto se aplica a algunas instituciones estatales clave, como el anteriorCongreso “Nacional” —que se llama ahora Asamblea Legislativa Plurina-cional—, el Tribunal Constitucional Plurinacional y el Consejo Electoral Plu-rinacional, instancias para las que la misma Constitución especifica la pre-sencia de miembros provenientes de esas “naciones o pueblos”.

El concepto de “nación” adquiere, de esta forma, un sentido semánti-co orientado a aquellos pueblos de raíces precoloniales, con los que elnuevo Estado boliviano descolonizado tiene una mayor deuda histórica.Así lo explica la nueva Constitución en su art. 2:

“Dada la existencia precolonial de las naciones y pueblos indígena originariocampesinos31 y su dominio ancestral sobre sus territorios, se garantiza su libredeterminación en el marco de la unidad del Estado, que consiste en su dere-cho a la autonomía, al autogobierno, a su cultura, al reconocimiento de susinstituciones y a la consolidación de sus entidades territoriales, conforme aesta Constitución y la ley”.

Es legítimo este énfasis contra el neocolonialismo estatal y contra supretensión de monopolizar para sí la calidad de “nación”, como lo únicoválido. Muestra también una deuda (y por tanto, legitimidad) histórica ycultural mucho más radical y profunda que la de algunos cruceños auto-nomistas que, por intereses económicos, pretenden inventar ahora “lanación camba”.

Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú 201

32 Para subsanar el vacío, bastaba que el art. 3 añadiera la palabra “nación” a su inicio(“el pueblo boliviano”) y así se hizo, efectivamente, ya en la primera ronda de conversacio-nes antes de presentar el texto “final compatibilizado” que finalmente llegó al referéndumratificatorio de enero de 2009.

200 Movimientos socioculturales en América Latina

31 Esta es la fórmula salomónica con que el texto ha buscado conciliar las diversasmaneras históricas con que los pueblos con raíces precoloniales se autodenominan, segúnlos lugares.

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Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú 203

Como en Perú, muchos andinos se trasladaron a la Costa y se diluye-ron sus identidades originarias. En cambio en la Sierra, más húmeda y fér-til que en los países del sur, se concentra la mayor parte de la poblaciónindígena, con gran preponderancia de los quichuas (así se dice y escribeen Ecuador). Desde la temprana Colonia, éstos fueron absorbidos por elrégimen de hacienda, lo que dio cierta particularidad a sus primeras movi-lizaciones, sin Amarus ni Kataris coloniales pero sí el temprano Daquile-ma, ya en la República.

En los tiempos modernos, Ecuador es, después de Bolivia, el país suda-mericano donde más ha avanzado el movimiento indígena, al que nuncase llegó a reducir a “campesino”. A principios de este milenio, represen-tantes prominentes de las organizaciones indígenas llegaron a ser partedel gobierno, en una alianza que fracasó y dividió al movimiento. Hoy seestán recuperando de aquella agridulce experiencia, en un nuevo momen-to político que genera renovadas expectativas.

3.1. ¿Quiénes y cuántos son los indígenas?

Ecuador, con 256.370 km2 de superficie y aproximadamente 13 millo-nes de habitantes, ha sido considerado con Perú y Bolivia parte del áreade mayor concentración indígena del subcontinente. Sin embargo, no hayestadísticas suficientemente precisas y confiables para cuantificar esta cre-encia. Sintetizando esta incertidumbre, en su reciente Informe sobre Ecua-dor (2006) el relator de Naciones Unidas sobre la situación de los dere-chos humanos entre los indígenas dice: “Dependiendo de la definiciónutilizada, el Censo (2001) sitúa la población indígena en el 6%, mientrasque otras fuentes la calculan entre el 35 y el 45% del total”. Guerrero yOspina (2003: 118-124) ilustran esta imprecisión con una anécdota: el díadel censo, cuando la joven empadronadora se despedía de la casa de unode los autores, éste se quejó: “Espere un momento, hay una pregunta deadscripción étnica que no me ha hecho”. La señorita sonrió, revisó losdatos y le mostró que había puesto que eran “blancos”, sin preguntarles.

El dato censal es probablemente el más inexacto por la forma como serealizó la pregunta, empezando por la más genérica. Los resultados fue-ron, en porcentajes:

Indígena 6,8

Negro 2,2

Mestizo 77,4

Mulato 2,7

Blanco 10,5

“colectivos” a estos derechos, lo son en la medida en que el sujeto son las“naciones y pueblos”, no sólo las “personas”. El “pueblo afroboliviano”tiene los mismos derechos.

Nos interesa analizar el desarrollo posterior de dos de esos derechos,en los que la Constitución realiza propuestas más audaces.

El primero es el derecho al ejercicio de “sus sistemas jurídicos”, unaterminología más correcta que la vieja reducción del derecho indígena asimples “usos y costumbres”. En el Poder Judicial, este derecho se plasmaen el reconocimiento de dos jurisdicciones de “igual jerarquía”: la “ordi-naria” y la “indígena originario campesina”, esta última dentro de su“ámbito territorial” (arts. 179, 190-192). Más innovadora es la composicióndel “Tribunal Constitucional Pluricultural”, el dirimente final para ambasjurisdicciones: sus magistradas y magistrados deberán ser elegidos “con cri-terios de plurinacionalidad, con representación33 del sistema ordinario yel sistema indígena originario campesino” (arts. 197-199).

El segundo es el derecho a un territorio propio y autónomo. La Cons-titución lo desarrolla y precisa mediante la “consolidación de sus terri-torios ancestrales” y “la voluntad de su población”. Según su tamaño yvoluntad, pueden ser simplemente territorios indígenas dentro de unmunicipio, municipios indígenas, o agregarse incluso hasta el nivel regio-nal (arts. 290-296).

Visto globalmente, no hay duda de que se trata de la propuesta consti-tucional más audaz en todo el Continente para reconocer las especificida-des de la población indígena originaria dentro de un Estado, y por cuantoavanza en su transformación radical en función de estos pueblos. Es proba-ble que surjan resistencias de ciertos sectores a algunas de estas propuestas.Pero éste es el punto al que ha llegado el movimiento “indígena originariocampesino” en Bolivia, en enero de 2008, en su empeño por ser parte acti-va y protagónica de la refundación de un nuevo Estado descolonizado.

3. Ecuador

Ecuador es el país más densamente poblado de la zona andina, e inclu-so de Sudamérica, en gran parte por el desmembramiento que sufrió suterritorio amazónico. Su población es el doble que la peruana y más delcuádruple que la boliviana, por lo cual se facilita la interacción entre sushabitantes.

202 Movimientos socioculturales en América Latina

33 En las negociaciones previas al referéndum sobre esta Constitución, se eliminó la pala-bra “paritaria”.

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Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú 205

3.2. Antecedentes

Las dos principales diferencias de “larga duración” entre la historiaindígena de Ecuador y los otros dos países es, en primer lugar, la menorconsolidación del Tawantinsuyu, más concentrada en la Sierra y, en segun-do lugar, la penetración mucho mayor y más temprana de la hacienda,salvo en la Amazonia.

La primera diferencia podría explicar por qué en Ecuador existe unarelación más antigua y sólida entre la Sierra y la Amazonia —algo dismi-nuida con la conquista Inca (Ramón y Yupanki 2006), aunque no rota—,como puede testimoniar la significativa expansión del quichua por la partenorte de las tierras bajas.

La mayor y temprana presencia de la hacienda en la Sierra y la Costaredujo el espacio de las “parcialidades” (señoríos mayores) y “comunas”(territorios menores, influenciados por las haciendas). Ni en la época colo-nial ni quizá tampoco antes, se habla de ayllus en esas regiones norteñas.En el camino se fueron recomponiendo territorios e identidades, con unesquema colonial muy arraigado.34

Como en los otros países, estas transformaciones no fueron aceptadaspasivamente, aunque nunca llegó a gestarse en Ecuador una rebelión indí-gena con los alcances de la que ocurrió a fines de la Colonia en los terri-torios de Cusco y Charcas, quizá por el hecho de que allí ya era menor elpeso de las comunidades y ayllus originarios. Con la república, hubo rebe-liones de peones contra el duro régimen de hacienda, como la de Fer-nando Daquilema en Cacha, Riobamba, en 1872, y la de Pesillo, cerca deQuito, en 1899 (Ulcuango 1993).

El régimen dominante en estas haciendas era el sistema semifeudal,que localmente se conoce como de concertaje. Su base era el pago al patróncon trabajo y otros servicios por el acceso a una porción de tierra dentrode la hacienda, llamado allí huasipungo (lit. “puerta de la casa”), nombreemparentado con el de “pongo” y “pongueaje”, con que este mismo siste-ma se conoce en Bolivia.

Los inicios: la FEI

Probablemente debido a esa temprana proliferación de trabajadoresde hacienda, Ecuador fue el primer país andino que tuvo movimientosindígenas orgánicamente vinculados con un partido político. Los prime-

34 Galo Ramón y Andrés Guerrero estudiaron estas continuidades y su evolución, queGuerrero y Ospina (2003: cap. 1) llaman “de larga duración”.

204 Movimientos socioculturales en América Latina

Sólo a los que respondían “indígena” se les preguntaba a qué “nacio-nalidad” o “pueblo” pertenecían. Si se hubiera preguntado inicialmenteesto último, como se hizo en Bolivia y en la encuesta ENAHO de Perú, esprobable que los resultados fueran otros. Al empezar por la categoría gené-rica, con frecuencia más peyorativa, quizá muchos eligieron refugiarse enla respuesta comodín, es decir, “mestizo”.

Sólo a los mayores de 15 años se les preguntó qué lengua hablaban,el único indicador étnico en los censos anteriores. Apenas el 4,6% res-pondió que hablaba la lengua nativa, lo que supera el 3,7% del censo de1990, pero es menor que el 14% del de 1950. Una encuesta del año 2000inquirió, además, qué idioma hablaban sus padres y, según esa referencia,el total ascendía al 12,5% o, combinando todas las opciones, al 14,5%.Estas cifras son comparables a las de 1950 y muestran la progresiva pérdi-da de la lengua originaria, que no siempre equivale a pérdida de la iden-tidad (F. Guerrero, 2005; León Guzmán, 2003).

Si tomamos en cuenta esas limitaciones metodológicas y sumamos alos que afirman ser indígenas y/o hablar su lengua, las provincias conmayor proporción de población originaria son:

Sierra % indíg % país

Chimborazo 38,7 17,6

Imbabura 25,8 10,0

Cotopaxi 24,8 9,8

Bolívar 24,4 4,7

Cañar 17,3 4,0

Amazonia

Napo 56,1 5,0

Morona-Santiago 41,3 5,3

Pastaza 38,4 2,7

Orellana 31,4 3,0

Además, en Quito y sus contornos vive ya aproximadamente el 12,2%de los que se identifican como indígenas, y en Guayaquil, el 6%, mayor-mente quichuas. Todos los serranos y la mayoría de estos indígenas urba-nos son quichuas, a igual que buena parte de los que están en Napo y Pas-taza, en la Amazonia. El resto de la población indígena pertenece a lossiguientes grupos menores: secoya-iona, huao(huaroani), a’i (cofán) y,junto a la frontera con Perú, los shuar-achuar, que son los más numerosos.En el interior de la Costa norte están los pequeños grupos tsáchila, tsáchiy awa, a los que habría que añadir la población negra, de la que el 26% viveen Esmeraldas, 36% en Guayas/Guayaquil, y 13% en Quito y su periferia.

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Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú 207

incluida la primera marcha hasta Quito, auspiciada por la FEI en diciem-bre de 1961, con unos 12.000 participantes que exigían realizar una refor-ma agraria.

La primera reforma agraria

En julio de 1963, los jefes de las tres fuerzas militares derrocaron a ungobierno civil inoperante, asumieron el poder como junta y, exactamen-te un año después, decretaron la primera reforma agraria. Se creó el Ins-tituto Ecuatoriano de Reforma Agraria y Colonización (IERAC) y se favo-reció la función social y productiva de la propiedad agraria, para lo cualse promovió eficazmente la abolición del huasipungo y otras formas delllamado “concertaje”.

Para la oposición, compuesta por influyentes terratenientes, la expro-piación de los latifundios fue poco eficiente y la redistribución de las tie-rras sólo favoreció su mercantilización y la emigración a las ciudades. Encuanto a la colonización, no llegaron a realizarse programas masivos como,por ejemplo, en Bolivia. En síntesis, pese a las movilizaciones, que sin dudainfluyeron, esta reforma se redujo, en su contenido y alcances reales, a seruna de las ocho reformas agrarias descafeinadas propiciadas desde los Esta-dos Unidos en Punta del Este, en reacción a la Revolución Cubana de1959. Sin embargo, marcó el fin de una era y el principio de otra.

3.3. Nuevos movimientos clasistas e indigenistas

Las innovaciones llegaron por tres vías: una nueva organización en laSierra y en la Costa enfatizó la vía campesina clasista, mientras las otras dosprivilegiaron la vía indigenista, primero en la Amazonia y más tarde, tam-bién en la Sierra.

La FENOC

La primera vía fue seguida por la Federación Nacional de Organiza-ciones Campesinas (FENOC), fundada en 196836 como rama campesinade la Confederación Ecuatoriana de Obreros Católicos (CEDOC), que agru-paba a artesanos y obreros urbanos. La CEDOC había sido creada en 1938,pero sus antecedentes se remontaban varias décadas atrás, por lo que vinoa ser, por su orientación católica, el contrapunto a la influencia del PCE

36 Sustituyó a la Federación Ecuatoriana de Trabajadores Agropecuarios (FETAP), fun-dada en 1965.

206 Movimientos socioculturales en América Latina

ros pasos, ya en los años veinte, se dieron en el antiguo señorío de Cayam-be, al norte de Quito, transformado en haciendas. Su primer sindicato datade 1926. Estuvieron asociados con los grupos y partidos de izquierda, sobretodo con el flamante Partido Comunista de Ecuador (PCE). Más aúndesde 1930, cuando comenzó a publicarse ocasionalmente el boletínÑucanchic Allpa (“Nuestra tierra”), “Órgano de los sindicatos, comunidadese indios, en general”; todos los números tenían al menos un artículo en qui-chua, caso pionero en nuestros países. En 1944, el PCE creó la Confedera-ción de Trabajadores de Ecuador (CTE) y, dentro de ella, la FederaciónEcuatoriana de Indios (FEI), y el mismo boletín fue su portavoz como“organizador y guía de los indios ecuatorianos”, hasta 1968. Informabasobre la recuperación de tierras usurpadas, las quejas contra los patrones ygobiernos, y los problemas educativos, incluido el derecho al uso del qui-chua, entre otros (Becker, 2006). Por otra parte, al crearse la FEI su cargomáximo fue ocupado por una mujer, la célebre Dolores Cacuango, otra ini-ciativa pionera de los ecuatorianos (Becker, 2006; Yánez, 1988).

La FEI fue, en todo ese tiempo, la principal catalizadora de las movili-zaciones y demandas indígenas, hasta principios de los años setenta.35 Man-tuvo en su sigla esa identidad “india”, como ocurría desde los años veintetambién en Perú y Bolivia, adoptando a la vez la organización en “sindi-catos” como su forma de lucha, algo comprensible dado que la mayoríade sus militantes eran huasipungueros. Sus principales reclamos eran dedenuncia de ese régimen y para conseguir legislaciones más favorables.Pero, a diferencia de los otros países, no recurrieron a las tomas masivasde tierras.

Según Fernando García (2006: 215), esta relación histórica entre elmovimiento indígena ecuatoriano y el PCE estuvo mediada, como en todoel país,

“[...] por el racismo entre indígenas y no indígenas, la falta de incorporaciónde las demandas étnicas y culturales, la escasa participación de los indígenasen la toma de decisiones y la ‘ventriloquia política’ [Andrés Guerrero] por lacual los no indígenas asumían la representación política de los indios, les‘daban diciendo’, es decir, les negaban la posibilidad de tener voz propia”.

Pese a estas limitaciones, la organización dio sus frutos. Desde 1959,tras el estímulo que supuso el ascenso de Fidel Castro en Cuba, se incre-mentaron los levantamientos campesinos e indígenas en todo el país,

35 No consideramos otras organizaciones sin componente étnico en las haciendas, plan-taciones y empresas de la Costa.

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Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú 209

Estas diferencias no fueron óbice para que las tres organizaciones bus-caran su acercamiento, y en agosto de 1973 convocaron al I EncuentroNacional Campesino por la Reforma Agraria, pocas semanas antes de queel gobierno militar de Rodríguez Lara dictara una segunda reforma agra-ria, con un enfoque más neoliberal que la anterior. En 1977, durante unnuevo triunvirato militar, cientos de zafreros fueron masacrados en el inge-nio azucarero estatal de Aztra, en las tierras bajas de Cuenca, y las tres orga-nizaciones formaron el Frente Único de Lucha Campesina (FULCA).

Una particularidad de estas organizaciones, en contraste con las deBolivia, es que sus bases no han sido tan claramente comunidades, sinoque en cada comunidad podía haber miembros de una u otra. Ha habido,con todo, ciertos bolsones. Por ejemplo, en Imbabura, la vieja rivalidad ocompetencia que existía entre sus centros de Cotacachi y Otavalo se havisto reflejada en el hecho de que el primero se asoció desde un principioa la FENOC, mientras que Otavalo se incorporó a ECUARUNARI.

De la Federación Shuar a la CONFENIAE

En la Amazonia, la región más aislada, nunca habían incidido real-mente estas organizaciones y cada pueblo mantenía sus formas tradicio-nales, que diferían de uno a otro. Sin embargo, esta situación fue varian-do a medida que aumentaban los contactos de penetración en la selva, yasea de misioneros, nuevos colonizadores, empresas o del propio Estado.

La primera organización de nuevo estilo se creó en el pueblo shuar—antes llamado despectivamente jíbaro—, que en la Colonia habíalogrado rechazar una primera incursión española, para después mante-nerse impenetrable al dominio español y al republicano. Desde fines delsiglo XIX, había entrado en contacto con una misión salesiana que,como tantas misiones de la época, estableció internados del estilo “civi-lizador” más tradicional. Pero los resultados de ese esfuerzo avanzaronpor derroteros distintos de los que se habían fijado los antiguos tutores.Un grupo de ex internos y misioneros de nuevo estilo formaron, en1961, la Asociación Local de Centros Jíbaros, legalizada en 1964 comoFederación de Centros Shuar (en referencia a unos innovadores centrosganaderos que fortalecían su territorio y economía). Con el tiempo, seindependizaron de los misioneros y se convirtieron en la FederaciónShuar.

La Federación combinó el fortalecimiento de la identidad, una eco-nomía sostenible y abierta al mercado, la comunicación entre los distan-tes centros mediante Radio Shuar y el rol protagónico de los propios inte-resados a través de su organización. Todo este proceso ha tenido sus luces,

208 Movimientos socioculturales en América Latina

dentro del movimiento obrero. Algo semejante ocurría tres décadas mástarde, con la creación de la FENOC como contrapunto de la FEI.

En la práctica, tanto la veterana FEI como la bisoña FENOC poníanmucho énfasis en las condiciones económicas de quienes trabajaban la tie-rra, pero la FEI mantenía su identificación con los “indios”, mientras quela FENOC lo hacía con los “campesinos”, obviando lo étnico. Curiosainversión, en que la perspectiva clasista se explicita mejor en la organiza-ción católica que en la comunista.

La FENOC tuvo buena acogida, tanto entre los campesinos (e indíge-nas) como entre los trabajadores de las haciendas de la Costa y la Sierra.

Pronto disminuyó la contraposición ideológica entre estas dos corrien-tes, en parte por efecto de las nuevas tendencias dentro de la Iglesia, a par-tir del Concilio Vaticano II y de la Conferencia de Medellín de 1968, queenfatizó el compromiso social de la Iglesia latinoamericana. En 1972, laCEDOC cambió el sentido de su C final de “católicos” a “clasistas” y, dehecho, desde 1976 dio pasos para acercarse a la Unión de Trabajadores,hacia una unidad de izquierda que, en los años ochenta, cuajó en laCEDOCUT (Robalino, s/f; Burgos: 1984). Esos cambios, naturalmente,incidieron en la FENOC.

ECUARUNARI

La segunda y tercera vías retomaron la bandera étnica, una en la Ama-zonia y la otra, de manera independiente, en la Sierra. Para dar continui-dad al relato, empezaremos por esta última, si bien es algo más tardía quesu contraparte amazónica.

En junio de 1972, surgió en la Sierra la organización llamada ECUARU-NARI, abreviación de Ecuador runacunapac riccharimui (El despertar de losindios de Ecuador). Nació con el apoyo inicial de algunos curas progresistas,en la provincia de Chimborazo, donde el obispo Leónidas Proaño se habíacolocado decididamente del lado de los indígenas, rompiendo la tradicionalalianza de la Iglesia con los latifundistas. Siguiendo las huellas de JuanaLechón y Dolores Cacuango, Blanca Chancoso asumió la cartera de secreta-ria general, cuando sólo tenía diecinueve años. ECUARUNARI se impuso,desde su fundación, la creación de filiales, llamadas Huahua riccharimui (Eldespertar de los hijos), que empezaron a proliferar por toda la Sierra.

Esta organización, más indigenista, ha mantenido un tenso diálogocon las clasistas FEI y FENOC, tensión que vivió en su propio seno, sobretodo con la federación de Pichincha, marcada por las luchas clasistas desdedécadas atrás. De todos modos, en este tiempo la FEI ya no tenía el pro-tagonismo del pasado.

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Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú 211

Analicemos en mayor detalle ese uso del término “nacionalidades”,que tanto ha arraigado desde aquellos años en estas organizaciones y enel país, y que desde entonces ha sido objeto de debates a veces apasiona-dos entre estos indígenas y otros teóricos no indígenas.

El debate sobre la nacionalidad

El uso del término nacionalidad no era nuevo,37 pero fue introducidoen las reflexiones contemporáneas de los pueblos indígenas sobre todopor la influencia directa del antropólogo ruso Yuri Zubritski, que estuvoen reiteradas ocasiones en el país en los años setenta, y mantuvo reunio-nes de estudio con jóvenes ecuatorianos. Además, como responsable delos programas en quichua de Radio Moscú, había facilitado becas paravarios de ellos en Rusia.38

En el uso marxista del término, se lo empleó ligándolo a la evoluciónde fratrías y tribus en nacionalidad, luego en nación y finalmente en estado.Dentro de esta concepción evolucionista, se prefería el uso de nacionalidadpara referirse a los pueblos indígenas por ser un término menos ligado alde Estado capitalista que nación. Pero esa preferencia por parte de los indí-genas ecuatorianos parece responder a que nacionalidad dice mucho másque etnia, cultura o incluso pueblo. Blanca Chancoso comenta:

“Etnicidad se parece a un nombre dado por científicos que quieren convertira los indios en conejillos de Indias. Huele mucho a estudio, a experimento.En cambio, nacionalidad dota a la reivindicación india de una dignidad y deuna proyección de reconocimiento social que ningún otro nombre puededar”. (Guerrero y Ospina, 2003: 182)

Este énfasis en la identidad indígena y en su calidad de nacionalidadha tenido un importante valor ideológico aglutinador dentro del movi-miento.

También la FENOC decidió en 1988 ampliar su sigla a FENOC-I (Fede-ración Nacional de Organizaciones Campesinas-Indígenas) para no que-dar afuera de la nueva corriente. Hacía dos años que esta organización,con la FEI y bajo la dirección de la CONAIE, trabajaba en un proyecto de

37 Marc Becker me cuenta que ya fue a veces utilizado en los primeros tiempos de la FEI,por influencia del Partido Comunista.

38 Entrevista a Ileana Almeida, una de las becadas. Otros de los contactados serían MaríaHelena Vega, que después adoptó el nombre quichua de Nina Pacari, y Auki Tituaña, ambosde Cotacachi.

210 Movimientos socioculturales en América Latina

sombras y conflictos, pero en conjunto ha sido, sin duda, el modelo pio-nero que lideró la organización de otros pueblos, primero en Napo (1969)y, a partir de la llegada de las petroleras al Oriente en 1972, en los demásgrupos amazónicos. No es casual que numerosos dirigentes hayan surgidoen Sara Yacu, el lugar donde se produjeron los mayores conflictos desdela llegada de las multinacionales.

Finalmente, en agosto de 1980, la Federación Shuar; la Federación deOrganizaciones Indígenas del Napo (FOIN), consolidada en 1973; la Fede-ración de Nacionalidades Indígenas de Sucumbíos (FOISE), creada en1978; y la Organización de Pueblos Indígenas de Pastaza (OPIP), bajo elliderazgo shuar, fundaron la Confederación de Nacionalidades Indígenasde la Amazonia Ecuatoriana (CONFENIAE). A partir de este núcleo ini-cial, lograron aglutinar a prácticamente todos los pueblos indígenas de laAmazonia, excepto algunas organizaciones que surgieron con prioridadesmás religiosas o políticas.

Obsérvese este primer uso del término “nacionalidad” como el gené-rico para referirse a esos pueblos indígenas, primero en la federación deSucumbíos, en el extremo norte, y dos años más tarde, también en la CON-FENIAE.

CONAIE, la confluencia final

Transcurridos apenas dos meses, en octubre de 1980 se realizó enSucúa (región shuar) el primer encuentro con la ECUARUNARI. Surgióasí el Consejo Nacional de las Nacionalidades Indígenas de Ecuador(CONACNIE), primera coordinadora de la Sierra y la Selva, cuya presi-denta fue Blanca Chancoso. En abril de 1984 celebró en Quito su segun-do encuentro, con la presencia de nueve nacionalidades, de las cuales laquichua era la mayoritaria. Proclamó entonces su independencia de cual-quier partido político.

Finalmente, por iniciativa de la CONACNIE, entre el 13 y el 16 denoviembre de 1986 se fundó la Confederación de Nacionalidades Indíge-nas de Ecuador (CONAIE), que desde entonces se ha convertido en laprincipal catalizadora e interlocutora nacional de todo este movimiento.

Según Luis Maldonado (2006: 31-32), figuraban entre sus líneas estra-tégicas: recuperar las tierras y los territorios confiscados, reafirmar las cul-turas y la unidad en la diversidad, construir un poder propio alternativo,reconstituir “las nacionalidades y pueblos como entidades históricas y polí-ticas” y construir un “Estado plurinacional […] alternativo al Estado libe-ral uninacional […] incluyente, intercultural”, que “supere toda forma deopresión y explotación”.

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Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú 213

1973, que sin duda reflejaron la vieja lucha de la FEI y los primeros añosde las nuevas organizaciones. Y si bien no llegaron muy lejos, por lo menosacabaron con el régimen serrano de concertaje o huasipungo y, de hecho,multiplicaron los títulos de propietarios individuales. Pero no afectaron laestructura general de tenencia de la tierra, sino que fomentaron la moder-nización y su acumulación en manos de grandes empresas, sobre todo des-pués de la segunda reforma, que desde la perspectiva de los pequeños pro-ductores más bien parecía el entierro de la primera. Hacia fines de ladécada de 1990, el 1,2% de los terratenientes seguía controlando el 66%de la tierra, mientras que el 77%, incluida la mayoría de los indígenas,seguían apretujados en parcelas de menos de 10 hectáreas, que producíanel 65% del total (Novillo et al., 1999).

Otro cambio temprano de importantes efectos en el largo plazo paranuestro estudio fue la reforma constitucional de 1979, previa al retornode la democracia, que por fin reconoció el voto a los analfabetos, con loque aumentó notablemente la participación indígena en las eleccioneslocales y nacionales. Fue el principio de un proceso cada vez más podero-so de participación de candidatos indígenas en gobiernos municipales, ymás adelante también en otros niveles, como veremos más adelante. Estatoma de espacios de poder local se vio favorecida a partir de 1983, por lanueva legislación, que impulsó la descentralización y una mayor autono-mía administrativa de los municipios.

La primera elección democrática, celebrada en 1979, llevó a la presi-dencia a Jaime Roldós, quien en su discurso de toma de posesión destacólo indígena. Dijo unas palabras en quichua y llegó a reconocer el carácter“pluriétnico” y “pluricultural” del país. No estaba de moda aún el término“nacionalidades”, pero años después, cuando personal de la OIT realizóuna consulta con las organizaciones indígenas de Ecuador, base de lo quedespués sería su Convenio 169, el énfasis de éstas en usar el término“nacionalidades” era ya objeto de debate y conflicto.40

Más allá de la retórica, los cambios reales dentro de la estructura esta-tal iban muy despacio. Así, hubo que esperar casi una década para que, en1988, el presidente Diego Borja creara la primera instancia indígena esta-tal, la Dirección Nacional de Educación Indígena Intercultural Bilingüe,dirigida por el lingüista quichua Luis Montaluisa.

No resulta tan sorprendente que el nuevo potencial organizativo acu-mulado fuera buscando otras maneras para expresar y lograr sus objetivos.

40 Comunicación de Jorge Dandler, quien trabajó en el Convenio 169.

212 Movimientos socioculturales en América Latina

Ley de Nacionalidades Indígenas, que fue entregado al Congreso en 1988.Contaron para ello con el apoyo de monseñor Proaño, obispo emérito deRiobamba y entonces encargado de pastoral indígena en la Conferenciade Obispos, y con la asesoría jurídica de Enrique Ayala, jefe del PartidoSocialista, que llevaba años acompañando el proceso.

Si bien ese proyecto no fue tratado en el Congreso, representó el ins-trumento más elaborado sobre la percepción que tenía el movimiento delproblema indígena. Además de los temas y reclamos ya conocidos, como laaceleración de los trámites para la adjudicación de tierras, el reconoci-miento público de su lengua, la educación bilingüe e intercultural y la saludindígena, entre otros, el proyecto hacía hincapié en el territorio y sus recur-sos, y en el carácter plurinacional del Estado, estableciendo una distinciónentre la nación —como expresión estatal y surgida del mestizaje— y las ochonacionalidades,39 con su territorio, cultura, lengua y formas de organizacióneconómica dentro del Estado (Guerrero y Ospina, 2003: 179-181).

En relación con la CONAIE, en este proceso hubo cierto desfase entresu pretendida función de “confederar nacionalidades” y su estructurainterna. En términos organizativos, la CONAIE se ha caracterizado por res-petar la identidad y estructura interna de las diversas organizaciones loca-les e intermedias que la componen. En frase de Enrique Ayala: “LaCONAIE no funciona como un ejército y no es, nunca fue, un EstadoMayor del mundo indígena que tomara decisiones que todos pudieran aca-tar” (en Guerrero y Ospina, 2003: 192). En consecuencia, desde un prin-cipio desarrolló un complejo sistema de afiliaciones y subdivisiones quepoco reflejaban su concepto de “nacionalidades”. Según una lista de 1989(en Maldonado, 1992), ECUARUNARI (llamada también Confederaciónde las Nacionalidades y Pueblos Kichua, a pesar de cubrir sólo parte de la“nacionalidad quichua”) tenía 12 afiliadas de diversos rangos; la CONFE-NIAE, 16 para 4 nacionalidades, y la recién creada CONAICE (Confede-ración de Nacionalidades Indígenas de la Costa Ecuatoriana), 6 para 3nacionalidades.

Ecos en el Estado

Toda esta actividad y creciente aglutinación organizativa tuvo impactoen el Estado, aunque nunca al extremo de satisfacer las aspiraciones de lospueblos indígenas. Cabe mencionar las dos reformas agrarias de 1964 y

39 Quichua [que agrupa a la mayoría de la población], shuar-achuar, siona-sicoya, cofán,huaroani, tsáchila, awa y chachi. Las tres primeras pronto se desdoblaron en seis.

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Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú 215

“Los compañeros me empujan, me empujan a que suba a la tarima [...] Contoda valentía, con todo el sentimiento de cualquier compañero común ycorriente [...] se les juzga, no a las autoridades que están presentes. Más bien,mi persona diría que se juzga la actuación total de la sociedad a través de ellos.Porque se reclama un tratamiento justo. Lo que se reclama es los derechoshumanos; es como reclamar derechos civiles como ecuatorianos, como ciu-dadanos. Entonces, es juzgamiento de frente, mirándoles a la cara, mirándo-les a los ojos; es reclamar en la cara y ponerles sobre la mesa todas las tonte-rías, todas las injusticias que están cometiendo [...] Pues sí, fue un juicio a lasociedad completa”.

Más adelante, recordando aquel día, añade:

“Cuando terminé de hablar fui a [...] la Iglesia de El Salto y muchos vinierona darme la mano… Vino una indiecita, viejita, viejita, y así tiesa, bajita, mayor-cita, y me cogió de los hombros, ¡no!, del antebrazo, así duro, y en quichuame dijo: ‘Esto yo tanto tiempo he querido que se diga [en esta parte de laentrevista, Taxzo se conmueve, llora] y ahora que he escuchado esto que seha dicho, estoy muy contenta. Esto se debía decir así, en la cara a todos estosy no lo dejes’”. (CEDIME, 1993: 31; reproducido en Pajuelo, 2007: 41)

Leónidas Iza (2005: 111), después presidente de CONAIE, añade otromatiz interpretativo clave:

“Este fue el primer levantamiento [...] De ahí tuvimos como ocho levanta-mientos. Pero una cosa es movilización y otra cosa levantamiento. El levanta-miento lo utilizamos como una palabra sagrada, algo para el cambio, porqueno podemos levantar cada año, ni cada mes. Lo hacemos en caso de fuerzamayor”.

A los pocos días, en junio de 1990, se reunió en Quito la I Conferen-cia Continental preparatoria del V Centenario, en la que se acuñó y adop-tó el lema alternativo “500 años de resistencia”. En abril de 1992, la Orga-nización de Pueblos Indígenas de Pastaza (OPIP) convocó a la “GranMarcha” de los pueblos amazónicos, a la que se sumaron otros prove-nientes de la Sierra, en reclamo de la titulación de sus territorios y de unEstado plurinacional (Whitten et al., 1997).

Era el preludio de lo que ocurriría el 12 de octubre de 1992: “En eseaño, todos los anónimos, los que no existíamos, los desconocidos, los des-preciados, nos asomamos en las carreteras, en las ciudades, y dijimos:¡Aquí estamos!” (Lluco, 2005: 123). Andrés Guerrero subraya que, con

214 Movimientos socioculturales en América Latina

3.4. La década de 1990

La siguiente década representa la mayoría de edad del movimientoindígena y su plena entrada en sociedad y en la agenda pública, por dere-cho propio.

El sismo étnico

Éste es el título de una de las primeras publicaciones de reflexióncolectiva que se realizó a partir de lo ocurrido en el país en mayo de 1990(CEDIME, 1993). La CONAIE, dirigida por el quichua Saraguru LuisMacas, lo había anunciado un mes antes y lo bautizó Inti Raymi. Pero nadielo tomó en serio hasta que, en la madrugada del 28 de mayo de 1990, unnutrido grupo de indígenas, después de oír misa en la Iglesia de SantoDomingo en Quito, ocupó el templo. Cinco días después, miles de indí-genas comenzaron a bloquear los caminos, sobre todo en la Sierra, e hicie-ron masivas concentraciones en diversas ciudades durante nueve días.

Nunca antes había ocurrido algo de tal magnitud y cobertura simultá-nea. Mostró la capacidad movilizadora de la CONAIE, que Miguel Lluco(2006: 122-123), un carpintero quichua allegado a monseñor Proaño yfuturo presidente de la CONAIE, explica así:

“Nosotros, para ocupar una hacienda, teníamos que hacer todo un estudiocon la propia gente que iba a participar: dónde estaba ubicada, cuántos tra-bajadores tenían, quiénes eran los jefes, tenían seguridad, tenían armas, te-nían perros [...] si el dueño era influyente políticamente [...] las vías de comu-nicación, por dónde va a llegar la policía [...] Entonces estas acciones son unaverdadera escuela, porque estas cosas en las universidades no las permiten losprofesores [...] Estas acciones le han dado el don y la presencia a los indios enel Ecuador”.

Aunque tenían demandas específicas, en la línea del proyecto de Leyde Nacionalidades de dos años antes, su reclamo central era dignidad yrespeto, como en tantas marchas y bloqueos indígenas anteriores, y sumayor efecto fue haber conmocionado de golpe la conciencia del país.Como un sismo. Los pueblos indígenas, tantas veces invisibilizados e igno-rados, estaban ahí presentes, actuantes, y por fin escuchados. Quien mejorlo expresa quizá sea el yachac (chamán quichua) Alberto Taxzo, quien, sinser invitado, arrebató el micrófono en la concentración de Latacunga ylanzó verdades como éstas:

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yecto político de la CONAIE”, que sería presentado al congreso sin éxito,pero que sirvió para establecer las principales líneas del partido. Este docu-mento sigue siendo, hasta hoy, una especie de Biblia para la CONAIE(Guerrero y Ospina, 2003: 182-190; García, 2006: 221).

Así nació, en 1995, el partido Pachakutik, un nombre con amplias reso-nancias en el pasado y presente andinos, también utilizado en Bolivia yPerú.42 En rigor, el nombre completo del partido es Movimiento de Uni-dad Plurinacional Pachakutik-Nuevo País (MUPP-NP). Su componente“Unidad Plurinacional” proviene, obviamente, de la CONAIE; “Pachaku-tik” fue propuesta de la Amazonia, que históricamente nunca había acep-tado a los Incas; y “Nuevo País” viene de un grupo urbano de Cuenca, quese sumó al proyecto. Es la evidencia de que desde un principio este parti-do, nacido de la organización indígena, se diseñó abierto a otros sectoressociales, que compartieran sus objetivos. Cabe destacar que este instru-mento político era reacio a ser caracterizado como “partido”, y de hechopoco se preocupó de su formalización legal como tal. Por el contrario, pre-fería ser considerado un “movimiento”, lo cual era posible desde los cam-bios constitucionales de 1979 (Maldonado, 2006: 34; Guerrero y Ospina,2003: 195-197).

Pachakutik se presentó por primera vez en las elecciones de 1996, conel popular periodista Raúl Ehlers, y en ese debut consiguió 8 diputadossobre 82. Varios de ellos eran primeras figuras de la CONAIE, como LuisMacas, Miguel Lluco y Nina Pacari. (En la elección de diputados de 1998,sin esa alianza, logró 7.) También ganó 11 municipios, incluida la ciudadde Cuenca. En Guamote (Chimborazo) ya se había logrado un primerindígena alcalde —Mariano Curicama— en 1992, antes de que existierael partido, quien fue reelegido dos veces más ya como candidato de Pacha-kutik, y que terminó siendo prefecto de todo Chimborazo. También esnotable la reelección y gestión reiterada del quichua Auki Tikuaña, enCotacachi, un economista formado en Cuba y cuñado de Nina Pacari. Laapertura de las leyes a la participación popular en gobiernos locales, ini-ciada en 1979, junto con la existencia de un partido propio con una claraestrategia, fueron mostrando sus efectos.

Estos logros políticos, sin embargo, tenían un costo dentro de laCONAIE. Debido a la entrada de sus principales líderes en el Parlamen-to, era necesario hallar buenos reemplazantes para dirigir la organización.Y no resultó una tarea sencilla. En su congreso y elecciones internas de1997 hubo grandes tensiones y al final, como solución “in extremis” (Gue-

42 Véase 2.6, nota 18, sobre este nombre.

216 Movimientos socioculturales en América Latina

esos eventos, la palabra “levantamiento” fue “reacuñada”. No se tratabade una simple rebelión de hacienda, sino de una manifestación colectivade quienes habían recobrado la conciencia de su identidad, con alcancesnacionales y fuertes resonancias simbólicas, como la ocupación de losespacios públicos.

Particularmente significativo fue el levantamiento de junio de 1994,cuando el gobierno de derecha de Sixto Durán intentó hacer aprobar unainconsulta Ley de Desarrollo Agropecuario, que favorecía a los terrate-nientes, en menoscabo de las comunas y los pequeños productores. Lareacción indígena fue inmediata. El levantamiento paralizó al país duran-te diez días y obligó al gobierno a dialogar con una comisión, presididapor el indio Luis Macas, de Saraguru, y la abogada indígena Nina Pacari.Simbólicamente, se reunieron en la sala de banquetes del palacio presi-dencial. Finalmente, la ley fue modificada.

Todo ello ocurría en un momento de desgaste de otros movimientossociales, tras la aplicación de medidas económicas de “ajuste estructural”,de modo que los indígenas pasaron a ser los catalizadores del desconten-to popular.

El partido Pachakutik

Como vimos, desde su creación en 1986 la CONAIE propuso un nuevotipo de Estado en su proyecto de Ley de Nacionalidades. Y a partir de sucongreso de 1993 ese sueño se concretó en un proyecto político para laconstrucción del Estado plurinacional (Lluco, 2005: 124).

Implementar esa decisión, sin embargo, no fue tan fácil. A principiosde los años noventa había, al interior de la CONAIE, un intenso debatesobre si debía optarse por esa vía o más bien rechazar toda mezcla con losmecanismos estatales, para favorecer lo que entonces se denominaron“parlamentos indígenas populares”.41 Al calor del ambiente creado por los500 años de la conquista de América, se adoptó esta última línea. Pero enel congreso de la CONAIE celebrado en 1993 se optó por una estrategiapolítica de largo plazo: la toma de los poderes locales por la vía democrá-tica, en las zonas donde eran mayoría o minorías significativas, para des-pués avanzar hacia la toma del poder nacional. Significaba combinar latradicional “desobediencia civil”, o sea, movilizaciones y levantamientossociales, con la nueva línea, que llamaron de “obediencia civil”, es decir,participación en procesos electorales. Un año después se añadió el “Pro-

41 Por la misma época, también en Bolivia se hablaba del “Parlamento indígena” (véase2.4 fin).

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a los “derechos colectivos de los pueblos indígenas y negros o afroe-cuatorianos”. Fue la primera Constitución que trató con tanto detalleesos derechos definidos como “colectivos”, adelantándose casi una déca-da al enfoque que en 2007 adoptará la Declaración de las Naciones Uni-das sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Los quince derechosaprobados en esa sección no son, con todo, demasiado novedosos res-pecto de lo establecido ya en el Convenio 169 de la OIT, que, por pre-sión de los pueblos indígenas, fue finalmente ratificado por Ecuador esemismo año.

El derecho 14 incluye “participar, mediante representantes, en los orga-nismos oficiales que determine la ley”, derecho al que pronto se buscaríadar curso. Como complemento, el art. 97, sobre los deberes y responsabi-lidades de los ciudadanos, estipula “propugnar la unidad en la diversidady la relación intercultural” (pár. 12) y, como colofón, el código incaico: “amaquilla, ama llulla, ama shua. No ser ocioso, no mentir, no robar” (pár. 20),el primer fragmento constitucional redactado en quichua.

El art. 1° de la nueva Constitución añade que las lenguas “quichua,shuar y los demás idiomas ancestrales son de uso oficial para los pueblosindígenas, en los términos que fija la ley”.

En el capítulo de los derechos colectivos, sólo se logró incorporar elderecho a la propiedad de la tierra —no de los territorios propios— y al uso,usufructo, administración y conservación —pero no la propiedad— de losrecursos renovables que se hallen en sus “tierras”. Sin embargo, el tema seintrodujo al hablar de la organización territorial del Estado: “Habrá cir-cunscripciones territoriales indígenas y afroecuatorianas que serán esta-blecidas por la ley”. Una Constitución audaz, pero una ley que todavíaseguimos esperando (cf. García, 2006: 220).

En relación con el tema tan reflexionado, querido y anhelado por lasorganizaciones indígenas de ser reconocidos como nacionalidades, el art. 1se limita sólo a incorporar lo que a esas alturas ya figuraba en muchas cons-tituciones latinoamericanas: que el Estado ecuatoriano también se auto-define como “pluricultural y multiétnico”. Lo realmente nuevo y más espe-rado aparece sólo de manera tímida e indirecta en el primer artículo dela sección sobre los derechos colectivos, al anunciar que sus beneficiariosson “los pueblos indígenas, que se autodefinen como nacionalidades deraíces ancestrales”. Siquiera una primera cuña.44

44 Pero la cuña ya ha abierto un boquete; por ejemplo, en la Ley Orgánica de Institu-ciones Públicas de los Pueblos Indígenas (agosto de 2007), el término se usa de maneradirecta en la referencia al título de esta sección como “De las nacionalidades y pueblos indí-genas y negros o afroecuatorianos” (énfasis del autor).

218 Movimientos socioculturales en América Latina

rrero y Ospina), se eligió a Antonio Vargas, un quichua amazónico dePuyo, dirigente de la OPIP que en 1992 había liderado la gran marchahasta Quito.

El mayor desafío de la CONAIE y su flamante partido Pachakutik seríasu participación en la Asamblea Constituyente de 1998. Ecuador quizás seael país que más veces ha cambiado de Constitución. En 1997, tras la desti-tución del popular e impredecible presidente Abdalá Bucaram, por incom-petencia (“demencia” figura en el texto oficial), el presidente interinoFabián Alarcón convocó a celebrar la décimo novena Asamblea Constitu-yente.

3.5. La Constitución de 1998

La coyuntura política al convocarse la nueva Constituyente no era muyfavorable para los pueblos indígenas, pues lo más probable era que, en laelección de constituyentes, ganara la derecha, como de hecho ocurrió. Sinembargo, fue notable su participación en esa desfavorable correlación defuerzas.

La CONAIE-Pachakutik logró quedarse con el 10% de los constitu-yentes, un resultado nada despreciable.43 Pero lo más importante fue queformaron un cuerpo unido, con la ventaja de haber preparado propues-tas coherentes desde tiempo atrás.

El proceso y sus resultados

Antes de que los constituyentes iniciaran su labor, la CONAIE, exper-ta ya en movilizar a su gente, decidió “impulsar una Asamblea NacionalConstituyente Alternativa de la población”, bajo el lema “Todas las vocesa la Constituyente”. Organizaron entonces una “caminata por el Estadoplurinacional”, que recorrió las provincias del corredor andino, desde elextremo sur al extremo norte, para confluir en Quito. En cada lugar ins-talaban sesiones, especies de miniparlamentos populares, para formularlas bases fundamentales de una propuesta surgida del pueblo. Una vez enQuito, conformaron comisiones de síntesis que en tres meses concluyeronuna “Constitución del pueblo”, que fue la propuesta presentada y discuti-da por Pachakutik en el interior de la Asamblea Constituyente.

En relación con los resultados logrados y promulgados el 5 de juniode 1998, el más significativo fue la larga sección (arts. 83-84) dedicada

43 Véase Yashar (2005: 301). La síntesis que sigue se basa, sobre todo, en el relato deNina Pacari (2005), para talleres de preparación de la Constituyente de Bolivia de 2006.

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del Banco Mundial (BM) y el Fondo de Apoyo a los Pueblos Indígenas(FIDA), que efectivamente se aprobó en 1998, el mismo año de la Constitu-yente. Se trata del llamado PRODEPINE (Proyecto de Desarrollo de los Pue-blos Indígenas y Negros), por un monto de 50 millones de dólares,45 quedesde varios años atrás había concitado “un grado insólito de participaciónindígena”. Esta elaboración incluyó —según el BM— un comité en el queparticiparon, además de personal gubernamental, CONAIE, FENOCIN, FEI,FEINE y otras organizaciones negras y de “campesinos libres”, quienes insis-tieron en que “la autogestión” debía ser “la piedra clave del proyecto”. En suejecución se privilegió, como instancias ejecutoras, a las organizaciones desegundo grado (OSG). Para el BM, se trataba de un programa piloto en sunueva línea de apoyo específico a los pueblos indígenas y afrodescendientes.PRODEPINE fue finalmente inaugurado en Quito en noviembre de 1998, yseguirá marcando el caminar de las nuevas instituciones indígenas estatales,dando que hablar, ambicionar y lamentar (Griffiths, 2000; Bretón, 2005).

El 19 de mayo de ese año —dos semanas antes de que se promulgarala nueva Constitución—, la Ley 83 dispuso que, en reemplazo de SENAIMy CONPLADEIN, se creara el Consejo de Desarrollo de las Nacionalida-des y Pueblos de Ecuador (CODENPE), adscrito a la presidencia de laRepública, mandato que se puso en marcha mediante un decreto dediciembre. Éste será desde entonces la principal bisagra entre el Estado(incluido su proyecto estrella, el PRODEPINE) y las organizaciones indí-genas y negras. Su primer secretario general fue Luis Maldonado, enton-ces asesor político de la CONAIE y miembro de la Asamblea Constitu-yente. En 1999 se le añadió la Dirección Nacional de Salud Indígena y,posteriormente, otras instancias más específicas.

Este nuevo contexto institucional generó importantes cambios en larepresentatividad y participación de diversas organizaciones para poderacceder al bien dotado fondo financiero de PRODEPINE, así como el refi-namiento teórico y práctico del concepto de “nacionalidades” y “pueblos”a partir de que tanto PRODEPINE como CODENPE basaron su enfoqueprecisamente en esos conceptos, que años atrás habían sido tan cuestio-nados por algunos politólogos.

Los afroecuatorianos negociaron ser atendidos directamente, sin lamediación de CODENPE. Fue creada con este fin su propia instancia, el

45 El BIRF-BM aportó 25 millones de dólares, FIDA 15 millones y los 10 millones res-tantes fueron la contraparte del gobierno de Ecuador. Cubrió 19 de las 22 provincias y 434de las 790 parroquias del país, atendiendo una población estimada de 94.000 afroecuato-rianos y 1.346.000 indígenas. Estos últimos, bastantes más que los 680.586 autoidentificadoscomo tales según la metodología del Censo de 2001.

220 Movimientos socioculturales en América Latina

Al comparar esos logros con los de las demás constituciones latinoa-mericanas, Barié (2003: 549, 553) da el puntaje más alto (hasta 2003) a lade Ecuador y comenta:

“La Carta Fundamental de Ecuador exhibe en cuestiones indígenas (y socia-les) una ingeniería constitucional de gran envergadura. La presencia de unmovimiento indígena con una fuerte capacidad de convocatoria y discusiónse ‘asoma’ por todos lados en este texto. En relación con la amplitud y preci-sión de conceptos, este documento es sin duda el más avanzado en AméricaLatina, aunque una primera evaluación sobre su funcionamiento deja muchasincógnitas”.

Incógnitas sin duda fundadas, ya que, transcurridos los años, se evi-dencia que mucho no se ha avanzado.

A continuación, analizaremos los primeros avances, desafíos y proble-mas surgidos para la aplicación del derecho 14: “Participar, medianterepresentantes, en los organismos oficiales que determine la ley”.

Participación indígena en instituciones estatales

La primera instancia con participación oficial indígena era la Direc-ción Nacional de Educación Intercultural Bilingüe (DINEIB), fundada en1988 y pensada como una instancia educativa especial para indígenas. Perola situación había empezado a cambiar incluso antes de la Constituyente.El presidente Durán creó, al iniciar su período en 1992, la SecretaríaNacional de Asuntos Indígenas y Minorías Étnicas (SENAIM), con pocosrecursos y dirigida por Felipe Duchicela, un presunto descendiente de Ata-wallpa que no tenía representatividad en los pueblos indígenas.

El siguiente paso lo había dado el defenestrado gobierno de Bucaram,que en 1996 creó un fugaz Ministerio de Asuntos Étnicos, en reemplazode la Secretaría Nacional de Asuntos Indígenas, y nombró ministro a unindígena amazónico que hasta entonces se desempeñaba como vicepresi-dente de la CONAIE. Pero lo hizo en forma inconsulta, por lo que las orga-nizaciones indígenas enseguida se opusieron. La cuestión pasó al presi-dente interino Alarcón y, con él, acordaron eliminar el ministerio y crearmás bien el Consejo de Planificación y Desarrollo de los Pueblos Indíge-nas y Negros (CONPLADEIN), constituido por representantes de las orga-nizaciones. Nina Pacari fue nombrada su secretaria técnica, un año antesde ser elegida constituyente.

En realidad, como dicen Guerrero y Ospina (2003: 187-188), fue “unaestación de tránsito” para facilitar la implementación de un proyecto mayor

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Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú 223

ello, se considera la organización más abierta e intercultural, y la quemejor fomenta la unidad campesina, indígena y negra en el país.47

3.6. La agridulce experiencia del poder

Si la década de 1990 fue un proceso de creciente ascenso, la primerade 2000 está marcada por flujos y contraflujos, a partir de los primerosintentos de pasar de una política de influencia a la de asunción del poder(Zamosc, 2005). Pablo Dávalos (2006), un no indígena ligado al partidoPachakutik, lo sintetiza con la frase “Ganamos, pero perdimos”.

La insurrección de 2000 contra Mahuad

En mayo de 1998, un mes antes de promulgarse la Constituyente, huboelecciones presidenciales, que ganó el demócratacristiano Jamil Mahuad,gracias a haber sido un buen alcalde de Quito. Pachakutik se presentó nue-vamente con Ehlers y lograron el quinto lugar, con el 14,3% de los votos.Había buenas razones para pensar que se podía avanzar; entre ellas, la rati-ficación del Convenio 169 de la OIT, una nueva Constitución que incluíaavances significativos para los indígenas, un CODENPE y el proyecto PRO-DEPINE en el Ejecutivo. Pero no fue así. Una Constitución raya la canchapero después los resultados dependen de cómo se desempeñen en ella losjugadores. Y los acontecimientos de los siguientes meses y años demostra-ron que la gente poco se interesaba en las rayas de la cancha o en el desem-peño de los jugadores.

En apenas un año y medio, el nuevo presidente, que pretendía seguirel modelo neoliberal de la época, sumió al país en una fuerte crisis eco-nómica: muchos bancos quebraron, el sucre se devaluó a un quinto de suvalor en menos de un año, y, finalmente, el 9 de enero de 2000, Mahuadadoptó el dólar como moneda nacional para frenar la inflación, con unalto costo social.

Dos días después se desencadenaron los acontecimientos que provo-carían la renuncia de Mahuad.48 La CONAIE y el ejército jugaron un papelprotagónico. En los meses anteriores la CONAIE, bajo la batuta del qui-chua amazónico Antonio Vargas, había puesto en marcha un proceso

47 Últimamente, también se habla del “pueblo montubio”, nombre propio de un impor-tante grupo tradicional en la Costa.

48 Su caída ha sido objeto de, por lo menos, veinte libros y numerosos análisis. La pre-sente síntesis se basa sobre todo en Pajuelo (en prensa: 33-34); Guerrero y Ospina (2003:223-242); en la prensa de esos años y en entrevistas.

222 Movimientos socioculturales en América Latina

Consejo de Desarrollo Afroecuatoriano (CODAE). La FENOCIN, por suparte, intentó disputar el rol central de representatividad que ejercía laCONAIE. Su enfoque más genérico de “campesinos” e “indígenas” frenteal de pueblos y nacionalidades adoptado por la CONAIE, empezaba atener efectos prácticos. La impasse se superó, por entonces, alegando quese trataba sólo de un problema de las cúpulas, pues los desembolsos a lasorganizaciones de base funcionaban bien, cualquiera fuese su afiliación.

El enfoque de la CONAIE, adoptado también por CODENPE y PRO-DEPINE, generó otra serie de reajustes prácticos. El primero y más impor-tante fue la necesidad de subdividir la inmensa “nacionalidad” quichua en“pueblos”. Así se hizo desde el decreto fundacional de CODENPE, queexplicitó su apoyo a catorce “pueblos” quichuas. Algunos eran fácilmenteidentificables, como los saraguru (de donde proviene Luis Macas) o losquichuas de la Amazonia, pero otros optaron por recuperar nombres his-tóricos, como los caranqui, un señorío étnico ya desaparecido. Tres añosdespués, la lista ya se había ampliado a dieciocho, e incluía a los quitu (sub-divididos en Kitu y [Kitu]kara), un grupo que reclama su territorio en elárea de expansión de la ciudad hacia el este, así como la nueva identifica-ción de las comunas de Santa Elena en la Costa, como nietos de los manta-huancavilcas. Algo semejante ocurrió con las “nacionalidades”, que tras lacreación de CODENPE pasaron de ocho a trece, para finalmente totalizardoce. Todo un proceso de etnogénesis que combina las legítimas recons-trucciones de identidades con temas tan pragmáticos como el acceso a losfondos del Banco Mundial (Guerrero y Ospina, 2003: 184-190).

A todos ellos cabe añadir el “pueblo” (o “nacionalidad”, aunque noprecolonial) negro o afroecuatoriano,46 que se acercó en los primerostiempos a la CONAIE, pero al no encontrar allí la debida acogida, pasó aintegrar la FENOC-I, convertida desde entonces en la Federación Nacio-nal de Organizaciones Campesinas Indígenas y Negras (FENOCIN). Por

46 Los afroecuatorianos formaban un movimiento disperso. Los de la Costa estuvieronvinculados sobre todo con partidos populistas. Se visibilizaron más en la agenda pública através del fondo PRODEPINE del Banco Mundial (cuya -NE significa negros), creado en1997, para el que se articularon en la Corporación de Desarrollo de los Afro Ecuatorianos(CODAE). A fines de la década de 1990 se aliaron con el Partido Marxista Leninista y logra-ron el control de la alcaldía de Esmeraldas. Posteriormente, pese a no tener representaciónparlamentaria, lograron la promulgación de la Ley Orgánica de Pueblos Afroecuatorianos,algo que no había conseguido el movimiento indígena. Tienen una propuesta de reconsti-tución de los palenques (comunidades formadas por esclavos escapados o emancipados),como espacios territoriales de soporte sociocultural, pero no se ha avanzado en su aplica-ción. En la Asamblea Constituyente de 2007, tuvieron dos representantes por primera vezen la historia, ambos de izquierda. La mayoría de los afroecuatorianos viven en ciudades,pero no están bien organizados (entrevista a Luis Maldonado, octubre de 2007).

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Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú 225

dos urbanos de los movimientos sociales. Fue entonces cuando este Par-lamento alternativo aprobó el “mandato” de exigir la salida de los trespoderes del Estado: Legislativo, Judicial y Ejecutivo.

A partir de la noche del domingo 16 de enero, comenzaron a llegar alos alrededores de la plaza principal de Quito miles de indígenas, y se suce-dieron los forcejeos con el ejército y la policía que debía resguardar lostres poderes. El viernes 21, con la ayuda de militares rebeldes comanda-dos por el general Carlos Moncayo49 y el coronel Lucio Gutiérrez, algunoscentenares lograron penetrar hasta la plaza.

Este último, oriundo de Tena en la Amazonia y ex edecán de Bucaramy Alarcón, era entonces poco conocido pero representaba a un grupo sig-nificativo de la oficialidad joven. Se instalaron en el Congreso y en el hemi-ciclo inauguraron una sesión de su Parlamento Nacional de los Pueblosde Ecuador, que decidió desconocer los tres poderes, suprimir la dolari-zación y nombrar una “Junta de Salvación Nacional”. Por la tarde, el jefedel Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, general Carlos Mendoza,pidió la renuncia de Mahuad.

Hacia las ocho de la noche, la Junta de Salvación, constituida por elcoronel Gutiérrez, el indígena Antonio Vargas y Carlos Solórzano, ex pre-sidente de la Corte Suprema, se trasladó solemnemente desde el Congre-so hasta el Palacio de Gobierno, acompañada y vitoreada por una multi-tud. Al llegar al frontis del Palacio, saludaron a las masas mientras Vargas,de la CONAIE, agitaba la wiphala (la bandera andina). Por primera vez(aunque no por una vía electoral), un indígena era copresidente. Afuera,miles de indígenas bailaban felices.

Sin embargo, una vez dentro del Palacio, la cúpula militar se negó areconocer la Junta aclamada protestando que Gutiérrez, como disciplina-do militar, debería haberles pasado las riendas a ellos. Al final, en la madru-gada del sábado 22, el general Carlos Mendoza sustituyó a Gutiérrez en eltriunvirato y la junta prestó juramento.

Pero antes del amanecer, Mendoza ya había renunciado y los otros dosmiembros fueron llamados al Comando Conjunto, para una reuniónsumamente tensa. Luego de pedirles disculpas, el Alto Mando les comu-nicó su decisión de resguardar el orden constitucional. A las 7.30 asumió

49 Hermano del ex general “Paco” Moncayo, de gran prestigio por haber comandadolas últimas operaciones en la frontera con Perú, antes del acuerdo con este país. En 1996Paco apoyó abiertamente la destitución de Bucaram. Retirado desde 1998, fue congresistapor la Izquierda Democrática, y en esos días de enero de 2000 apoyó abiertamente a los indí-genas. En las elecciones de mayo de 2000 fue elegido alcalde de Quito por amplio margen,al igual que en el siguiente período.

224 Movimientos socioculturales en América Latina

semejante al que tanto éxito les había reportado en vísperas de la Consti-tuyente, denominado “Parlamento de los Pueblos”. Era un mecanismo yaen boga dentro de la organización desde principios de los años noventa,que ahora se inspiraba más directamente en lo que Mariano Curicama, elprimer alcalde indígena, había impulsado en Guamote (Almeida et al.,2005: 113-115). Para ello, se realizaron veintiún parlamentos provincialesy el 11 de diciembre, a dos días de la dolarización de la economía, se ins-taló por primera vez un parlamento nacional en Quito.

¿En qué consistían? Así lo describe el boletín Rikcharishun de laCONAIE (n° 1, marzo de 2000):

“Nació espontáneamente en Guamote —un cantón indígena muy combati-vo— y la CONAIE y la CMS [Coordinadora de Movimientos Sociales] propu-sieron instalarlo nacionalmente. El Parlamento está compuesto por delega-dos electos en los barrios, comunas, etc. En las ciudades se eligen delegadosa los Parlamentos Provinciales, que, a su vez, eligen sus delegados al Parla-mento Nacional. Prácticamente la mitad del Parlamento en los cantones y pro-vincias está compuesto por representantes del campo (indígenas y no indíge-nas) y la mitad, por los sectores urbanos. Los delegados tienen mandatosrevocables, cualquiera puede ser destituido en cualquier momento por la base.Sólo los delegados votan, pero las organizaciones del movimiento pueden par-ticipar de las discusiones. En la ciudad de Guamote, el Parlamento es un poderpermanente del pueblo. Destituyó al alcalde y delegados cuando éstos nosiguieron sus determinaciones. El Parlamento decide todo en el Cantón: eldestino del 100% del presupuesto, dónde y cuándo construir obras, organizala utilización de los tractores en las comunas indígenas, etc. El Parlamento allámanda en la Cámara, etc. (instituciones que decidieron respetarlo, para noser destituidas en dos o tres días)”.

Algunos los han comparado con los soviets. Es probable que existieraesa influencia, sobre todo en sus aliados urbanos de la CMS, que agluti-naba grupos urbanos cercanos al ala radical de Pachakutik, tanto en Quitocomo en otras provincias. Pero no ocurría lo mismo entre la dirigenciaindígena, de tradición más asambleísta comunal, que desde principios delos años noventa (cuando no existía Pachakutik) ya realizaba ese tipo de“parlamentos populares”. El hecho es que en esa nueva coyuntura el Par-lamento de los Pueblos ya estaba funcionando en la ciudad de Quito, efec-tivamente, con apoyo de la CMS.

El 11 de enero inició sus sesiones en el auditorio de la Escuela Poli-técnica Nacional de Quito, y desde allí orientaba el proceso insurreccio-nal, “en sesión permanente, con 146 delegados electos”, junto con sus alia-

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Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú 227226 Movimientos socioculturales en América Latina

la primera magistratura el ex vicepresidente Gustavo Noboa, cuyo gobier-no proseguiría el estilo neoliberal de su predecesor. Gutiérrez y otros mili-tares rebeldes fueron detenidos y enviados a la cárcel.50

La prensa escrita del sábado informaba todavía del triunvirato, mien-tras que la televisión ya transmitía el juramento de Noboa y mostraba a losindígenas escapando de Quito, muchos llorando y denunciando ante lascámaras que habían sido traicionados por Mendoza y el Alto Mando. ElRikcharishun de marzo de aquel año, en cambio, relata que la mismamadrugada del 22 la dirigencia indígena explicó a la multitud lo sucedi-do con el Alto Mando y todos decidieron retornar a sus tierras. En ningúnmomento ofrece una imagen de derrota.

Queda la pregunta sobre si la alianza inicial entre indígenas y mili-tares venía ya desde antes. Numerosas pistas hacen pensar que sí, almenos con Lucio Gutiérrez, más allá del hecho de ser también amazó-nico, como Vargas. Según se averiguó después, los militares habían que-dado muy preocupados tras el levantamiento indígena de 1990 y habíanencargado a Lucio Gutiérrez, miembro de inteligencia, que averiguara.En los años siguientes se acercó a los indígenas en varias oportunidades,apoyó obras con la cooperación del ejército, y en esta ocasión, en Quito,los indígenas recibieron ayuda logística. Jorge León (2005: 26) afirmaque “los militares azuzaron y apoyaron a los indígenas para que llegarana Quito de modo masivo”.

Ciertos o magnificados los hechos en uno u otro sentido, la tomamasiva pero pacífica del poder estuvo cargada de simbolismos, que crea-ron una gran ilusión entre los indígenas, aunque no se hubieran seguidolos procedimientos legales, dada la irritación general reinante. La “tomade la ciudad” representa para el movimiento ecuatoriano lo que el cerco dela ciudad de La Paz, desde los tiempos de Túpac Katari, para los aymarasbolivianos.

Pasados los días, las bases debían sentir algo parecido porque en laselecciones municipales y provinciales de mayo de 2000 el Pachakutik logrósus mejores resultados: 31 municipios sobre 215, y 5 prefecturas sobre 22,sumando sus éxitos directos o en alianza. En las zonas rurales conquistó480 de las 783 juntas parroquiales, equivalentes a municipios menores.Aparentemente, el lema de combinar la obediencia y desobediencia civille daba dividendos.

50 Véase Guerrero y Ospina (2003: 223-242) para un mayor análisis de los aún no acla-rados intríngulis políticos e improvisaciones de los diversos actores hasta el resultado final.

Un nuevo actor: la FEINE

En las elecciones municipales se presentó, por primera vez, el nuevopartido indigenista Amauta Jatari (El sabio se levanta), ligado a la FEINE,que aglutinaba a las iglesias y organizaciones evangélicas de los indígenas(Guamán, 2006: 74). Al principio esta organización, a igual que las que laprecedieron, se dedicaba a los asuntos internos de las iglesias y conside-raba inapropiado involucrarse en la competencia política, pero eso cam-bió a partir de 1990:

“Las bases estaban conscientes de los problemas sociales y habían participadoactivamente en los levantamientos (1990 y 1994) y, de hecho, apoyaron a can-didatos indígenas que triunfaron en el proceso electoral, en tanto que la diri-gencia nacional local procuraba evitarlo, al oponerse ciegamente. La diri-gencia no pudo procesar oportunamente los procesos de las bases; más biense empantanó en tratar de reformar los estatutos”. (Guamán, 2006: 74)

El cambio de nombre de la organización refleja el nuevo enfoque desus autoridades. La sigla inicialmente significaba “Federación Ecuatoria-na de Indígenas Evangélicos” (FEINE); pero entonces ésta adoptó el nom-bre “Consejo de Pueblos y Organizaciones Indígenas Evangélicos de Ecua-dor” manteniendo la sigla anterior. Es decir, ahora ya no se considerabaque su base fueran individuos ni sus iglesias, sino eran los pueblos y organi-zaciones que a la vez fueran indígenas y evangélicas. No se animaron a pen-sar que hubiera una nacionalidad evangélica, pero pueblos evangélicos, sí.El nuevo presidente de FEINE, Marco Murillo, decía explícitamente en1999: “A medida que crecíamos, supimos que debíamos entrar en la polí-tica… Todo cambia, nosotros también” (Lucero y García, 2006: 39-43).

Un momento importante de esta inflexión en la FEINE fue su partici-pación en las negociaciones previas con el Banco Mundial, hasta la pues-ta en marcha de PRODEPINE, aunque después no tuvo un rol de organi-zación ejecutora en la distribución de los fondos, como lo era la CONAIE.Dado que los destinatarios finales eran comunidades y organizaciones pro-ductivas más que creyentes de tal o cual color, ese cambio era previsible,por mucho que la FEINE hablara de “pueblos evangélicos”. Pero en elfondo ya habían entrado así en una lucha por el poder, ahí donde estabanlos recursos.

La pugna se centró en lograr una mayor presencia en las decisionesde aquel organismo y de su contraparte estatal, el CODENPE, y provocóuna de sus primeras movilizaciones, poco después del levantamiento con-tra Mahuad:

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Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú 229

“Nunca más un país sin los indios”. Era otra manera de expresar la voca-ción del movimiento de llegar a ser poder en el Estado.

En relación con la fuerza aglutinadora del levantamiento, como diceLuis Macas, esta vez lo pensaron e implementaron juntos los presidentesde la CONAIE, la FENOCIN, la FEI y también de agrupaciones con las queantes había menos contacto, como la FEINE —que fue después la prime-ra en poner en marcha las movilizaciones de Chimborazo, incluyendo latoma de la catedral— y otras sólo de campesinos, como la FederaciónNacional de Trabajadores Agroindustriales, Campesinos e IndígenasLibres de Ecuador (FENACLE), vinculada a la Confederación Ecuatoria-na de Organizaciones Sindicales Libres (CEOSL), que fomenta los Esta-dos Unidos y controla este sector laboral en la Costa. Se sumó también “laorganización campesina más grande del país”, la Confederación Nacionaldel Seguro Social Campesino-Coordinadora Nacional Campesina (CON-FEUNASSC-CNC), especialmente fuerte en las provincias donde los tra-bajadores rurales no son indígenas. Fundada en 1990, participó en aquelprimer levantamiento y formó parte de Pachakutik desde sus orígenes.Ricardo Ulcuango (en Acosta et al. 2001: 15), vicepresidente de CONAIE,asegura: “Tuvimos la unidad de todas las organizaciones sin excepciónalguna. No apareció ni la religión ni los partidos, sino que todos nos uni-mos para un objetivo común”.

El movimiento indígena mostró así no sólo su liderazgo, sobre todo enel sector rural, sino también —como en 1994— su ulterior capacidad denegociación con el gobierno. Pero se dio entonces, desde el principio, unaparadoja entre aquel lema inicial de reclamar y buscar soluciones tambiénpara los no indios, y la ausencia de la CMS y el Frente Popular, que catali-zaban a las organizaciones urbanas. Sin embargo fue una decisión delibe-rada de CONAIE, después del fracaso de septiembre, cuando “se les recla-mó el subirse sobre la protesta indígena sin contribuir significativamente”a su causa. Se enfatizó, en cambio, coordinar con todas las organizacionesagrarias (Chiriboga, 2001: 29).

La reacción gubernamental fue mucho más dura, por presión de lossectores gubernamentales de la Costa, donde está más desarrollado elcapitalismo agrario. Sin duda, querían evitar un final como el de Mahuad.En Quito, todo empezó con una marcha pacífica de miles de indígenasy otros sectores populares hacia el Parlamento Nacional. Pero esta vezfueron violentamente reprimidos, con varios heridos y detenidos, entre

Universidad Salesiana, véase El grito del Arco Iris (UPS, 2002). Para el análisis, recurro denuevo a Guerrero y Ospina (2003: 239-247).

228 Movimientos socioculturales en América Latina

“La toma de CODENPE constituyó la expresión máxima de la lucha de lasorganizaciones indígenas por los puestos burocráticos como espacio de poderpolítico; FEINE y las demás organizaciones indígenas habían sido excluidaspor la CONAIE del reparto de puestos y por ende de la canalización de recur-sos financieros a sus miembros de base”. (Guamán, 2006: 77-78)

En coincidencia con este giro, nació su brazo político Amauta Jatari,que hizo su primer lanzamiento electoral en mayo de 2000, en su plazafuerte de Chimborazo.

El clímax de enero de 2001

Volviendo al ámbito nacional, no había tanta diferencia entre el esti-lo de Mahuad y el de su ex vicepresidente y sucesor Gustavo Noboa, porlo que el descontento popular continuaba. Pronto reconfirmó el dólarcomo moneda y dictó la Ley de Transformación Económica de Ecuador(conocida como la “Ley Trole[bus]” por la variedad de temas que incluía)en sus versiones I y II, que buscaba profundizar el modelo neoliberal.

En septiembre, la CONAIE y la CMS convocaron a un nuevo levan-tamiento, que fue un fracaso, al que se añadió un escándalo por las irre-gularidades detectadas en la recolección de firmas para convocar un refe-réndum sobre la dolarización y la posible revocación del mandatopresidencial. Todo ello generó una crisis interna en el movimiento, difícilde superar (Guerrero y Ospina, 2003: 235).

Sin embargo, a los pocos meses, no sin sorpresa, convocaron a unnuevo levantamiento general, considerado por algunos como el mayor delos realizados hasta entonces, que paralizó a buena parte del país del 26de enero al 7 de febrero de 2001. La chispa esta vez fue el aumento delprecio de los combustibles. La movilización fue liderada por Antonio Var-gas, como presidente de CONAIE.

El levantamiento de 2000 había sido, por su crítica radical al Estado,un salto cualitativo en relación con las demandas del sector (Pablo Dáva-los), pero no logró cambiar nada. Éste, en cambio, tuvo dos característi-cas que impulsaron el ascenso político del movimiento indígena: aglutinóa todas las fuerzas y organizaciones como nunca antes, y sus demandas, enparte logradas, abarcaron a todo el país, como resalta su lema: “Nada sólopara los indios”.51 Este lema iba mucho más allá de aquel otro anterior:

51 Basamos esta síntesis sobre todo en el libro colectivo Nada sólo para los indios. El levan-tamiento indígena del 2001: análisis, crónicas y documentos (Acosta et al., 2001). Guamán (2006:cap. 4) añade datos de la participación de la FEINE. Sobre el cerco y la convivencia en la

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Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú 231

te... [Cuando así ocurrió] me sirvió para valorar mucho más la fuerza, el poderque tiene el movimiento indígena”. (Acosta et al., 2001: 17-18)

Cuando la comitiva ingresó en el salón de reuniones del Palacio, pidióun minuto de silencio por los indígenas caídos en esa movilización. En lamediación entre los dos bandos, participaron representantes de las igle-sias católica y evangélica, de Naciones Unidas, de las universidades, dederechos humanos, y un nuevo actor, Auki Tikuaña, el célebre alcalde qui-chua de Cotacachi, que entonces presidía la Asociación de Municipalida-des de Ecuador. El movimiento de los “indios alzados” encontró así, comomediador, a un indígena que había logrado prominencia por la vía insti-tucional del “indio permitido”. La obediencia y la desobediencia civil seencontraban.

El acuerdo final de 23 puntos y 4 medidas transitorias, no conteníatodas las reivindicaciones del pliego inicial, pero logró reducir el costo delalza de los precios y la revisión parcial de otras medidas económicas, inclui-dos los créditos y fondos destinados a los pequeños y medianos producto-res, y para infraestructura en los cantones y parroquias más pobres, y enla Amazonia. Se convino brindar apoyo a los migrantes dentro y fuera delpaís, no involucrarse en el Plan Colombia y establecer diversas mesas detrabajo. La mayoría de los puntos aprobados eran de interés general, y sólo4 eran específicos para los pueblos indígenas (García, 2001: 34-35). El pro-ceso culminó con una marcha por la ciudad de los 6.000 indígenas aloja-dos en la Universidad Salesiana, a la que se sumaron miles de manifes-tantes de distintos sectores.

En los dos años siguientes, continuaron las movilizaciones de protesta(incluida la primera en febrero, para poner en marcha las acordadas mesasde trabajo) y también las propuestas. En octubre de 2001, un nuevo con-greso de la CONAIE determinó su reestructuración, en línea con lo queya se había avanzado en la definición de “nacionalidades y pueblos” conel CODENPE (véase infra). Es significativo que su congreso regular seredefiniera como el “I Congreso de Pueblos y Nacionalidades de Ecuador”y, de hecho, uno de sus principales debates fue precisar cómo transformarsus organizaciones básicas en las nacionalidades y pueblos registrados enCODENPE.52

En noviembre se presentó al Congreso, conjuntamente con CODEN-PE, el proyecto de Ley de Pueblos y Nacionalidades Indígenas, que pre-

52 La lista actualizada hasta 2002, más una breve información interactiva con fotos ymapa de la ubicación de la mayoría de estas nacionalidades y pueblos, pueden consultarseen www.codenpe.gov.ec.

230 Movimientos socioculturales en América Latina

ellos Antonio Vargas. El liderazgo quedó interinamente en manos deEduardo Ulcuango, descendiente de los viejos líderes de la FEI enCayambe, presidente de ECUARUNARI entre 1996 y 1999 y, durante eselevantamiento, vicepresidente de CONAIE. Paradójicamente, era ade-más uno de los principales representantes de la línea menos radical, con-trapuesta a la de Vargas. Quizás por eso grupos radicales como la CMSquedaron fuera.

Pese al permiso municipal (Paco Moncayo era alcalde), las fuerzas delorden prohibieron a los 6.000 indígenas acampar, como en otras ocasio-nes, en un parque, por lo que se trasladaron a la Universidad PolitécnicaSalesiana, que siempre los acogió cordialmente. Allí permanecieron, rode-ados por la policía y el ejército, y supervisados desde helicópteros. Se lescortó el suministro de agua y la comunicación telefónica, y el viernes 5 porla tarde se les unió Antonio Vargas, liberado.

El bloqueo resultó una experiencia única de relación intensa con losestudiantes, que rápidamente se solidarizaron con la causa, y una escuelade aprendizaje mutuo “entre ponchos, libros y disputas políticas”. Lo fuetambién para los soldados rasos que desde afuera los reprimían, pues unosy otros eran condoris y quispes, y procedían de los mismos lugares; en suscasas también tenían hambre y “aprehendieron que estando cerca de launiversidad, aunque sea para cercarla, se aprende (Dimitri Madrid, enUPS, 2002: 101). En el resto de la Sierra y en parte de la Amazonia, ade-más de movilizaciones, se bloquearon los principales caminos. Las fuerzasdel orden causaron siete muertos, decenas de heridos de bala y cientos dedetenidos. En varias ciudades se cerraron los mercados, y los municipiosen poder de Pachakutik contribuyeron a los bloqueos, con maquinariapesada y personal. En Ambato cortaron el agua de algunos barrios, paraque se restableciera el servicio a los cercados en la Universidad.

Luego de un forcejeo de varios días, y una vez que los indígenas fle-xibilizaron su demanda inicial de derogar todas las medidas adoptadaspor Noboa, se logró finalmente el tan reclamado diálogo directo con elpresidente y el vicepresidente. De la comitiva de los indígenas participa-ron unos cincuenta dirigentes nacionales y regionales. Dice EduardoUlcuango:

“Nuestra pelea era de poder a poder. Nosotros teníamos el poder de movili-zación, poder con el pueblo. Claro, el gobierno tenía el poder militar, podereconómico, poder político. Entonces nosotros vimos como fundamental quelas negociaciones deben ser de poder a poder. Si es a nivel de presidentes,entre el presidente de la República y nuestro presidente; si es a nivel de vice-presidentes, entre el vicepresidente de la República y nuestro vicepresiden-

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Tampoco la izquierda había logrado concretar un gran frente de uni-dad, por lo que la comisión política de Pachakutik consensuó con las pro-vincias los posibles candidatos, y se sumó a la campaña del militar rebeldeLucio Gutiérrez y su flamante Partido Sociedad Patriótica. No resultabasorprendente después de aquella vinculación tan cercana en los tiemposde Mahuad. Tanto él como ellos se sentían “traicionados” por el cambiobrusco que aquella vez dio el Alto Mando. Mientras estuvo preso, “le ibana ver hartos a la cárcel, le llevaban flores, comida, cartitas”. Al final Gutié-rrez había sido amnistiado y ahora recorría el país y el mundo con esa aure-ola de militar revolucionario, al estilo de Chávez en Venezuela, y se pre-sentó como candidato con su Partido Sociedad Patriótica. Según MiguelLluco (2006: 127-130), entonces coordinador de Pachakutik:

“Con él [Lucio Gutiérrez] acordamos una alianza bajo un programa de lo queconsideramos que se tenía que hacer en Ecuador para promover el cambio.Nosotros pensábamos recuperar la dignidad de los ecuatorianos y también ladignidad de las instituciones; que las instituciones estén para el servicio de lacomunidad, de la gente... Lucio Gutiérrez dijo que sí, quería luchar seria-mente contra los malos hábitos de las malas y malos ecuatorianos”.

En su informe (Lluco, 2004: 23), no obstante, reconoce que jamás sellegó a detallar de manera conjunta un verdadero plan de gobierno.

El 20 de octubre de 2002, las elecciones dieron a la alianza un éxitoincluso mayor del que esperaban. La duda era si lograrían ser segundos yentrar en la segunda vuelta pero, a pesar de la dispersión de votos, LucioGutiérrez obtuvo el primer lugar (20,4%, con un arrollador 83% en laAmazonia), por encima del favorito de las encuestas, el multimillonariobananero Álvaro Noboa (17,3%), quedando atrás otros de centro izquier-da como León Roldós (15,5%) y Rodrigo Borja (14,1%). Antonio Vargas,que había apostado ir solo con el partido evangélico Amauta Jatari, quedóen último lugar, con el 0,8%. En el Parlamento Unicameral de 100 miem-bros, Pachakutik logró 11 diputados (de los que 6 eran indígenas), frentea los 7 del Partido Sociedad Patriótica. Pero, paradójicamente, el dere-chista partido demócratacristiano, que quedó en quinto lugar con el 12%de los votos, logró 25 diputados.54 Con todo, el voto por Gutiérrez y su alia-do Pachakutik, a igual que los que recibió Roldós, reflejaban claramenteel rechazo a los partidos tradicionales (León, 2005: 24-25, 38).

54 Es posible, porque ahora en Ecuador se elige a diputados en forma individual, nopor “planchas” partidarias.

232 Movimientos socioculturales en América Latina

tende cumplir el mandato de la Constitución de 1998, para hacer opera-tiva su figura de “circunscripciones territoriales indígenas”. Lo más rele-vante es el esfuerzo tendiente a precisar las atribuciones autonómicas,53 enlínea con los derechos colectivos reconocidos en la Constitución, y, a lavez, lograr la delimitación territorial de cada nacionalidad y pueblo.

El proyecto llegó a ser analizado preliminarmente en el Congreso en2002, con el título “Ley de ejercicio de los derechos colectivos de los pue-blos indígenas”, pero no avanzó, algo previsible dada la mala correlaciónde fuerzas existente. El propio presidente Gustavo Noboa, pocos días antesde dejar el cargo, envió un oficio al Congreso que vetaba rotundamenteel proyecto, con el argumento de que en Ecuador coexisten “grupos racia-les” cuyas diferencias no justifican tratamientos desiguales en “aspectosfundamentales que afectan al Estado”. Sostiene que no deben hacerse “dis-criminaciones ni privilegios”, salvo los que estén consagrados en la Cons-titución (sin fijarse en los derechos colectivos indígenas, de sus arts. 83 y84, objeto del proyecto), y reitera el consabido temor de que se constitu-yan en Estados dentro del Estado unitario. Quienes mayor presión ejer-cieron contra el proyecto fueron, entre otras, las empresas forestales ypetroleras (Chávez, 2003).

El anticlímax: alianza y ruptura con Gutiérrez en 2003

A medida que avanzaba el año 2002, la principal atención del movi-miento y de Pachakutik se centró en la contienda electoral de fines de año.Pachakutik había contemplado la posibilidad de lanzarse solo, y tras unaconsulta interna se vio que su candidato ideal era el cada vez más popularAuki Tikuaña, que seguía dinamizando el municipio Cotacachi con granimaginación y eficiencia. Además, acababa de recibir el premio interna-cional Ciudades por la Paz, de la Unesco. Pero esto no llegó a concretar-se debido a un conflicto interno. Siendo todavía presidente de la CONAIE,Antonio Vargas estaba también haciendo campaña por su cuenta para sercandidato presidencial, para lo cual se alió con la FEINE y su partidoAmauta Jatari, que en 2002 había logrado pleno reconocimiento comopartido nacional. Obviamente, fue expulsado de CONAIE y ésta decidióno auspiciar ninguna candidatura indígena, con lo que Tikuaña tambiénquedaba descartado. A escasos cuarenta y cinco días de la definición delos candidatos, a Pachakutik-CONAIE no les quedaba más opción quesellar una alianza.

53 Guerrero y Ospina (2003: 190-191) señalan las principales.

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agro” y algo semejante en el Ministerio de Educación, inspirado en unainiciativa del alcalde indígena de Guamote. Pero hubo presiones y con-flictos de tipo burocrático y administrativo, y pugnas entre aliados paracolocar a su personal tanto en el ámbito central como en las provincias. Elmal entendimiento de raíz era el enfoque general. Sufrieron lo que tan-tas veces ocurre en esas situaciones cuando hay dos modelos en conflicto:si los índices financieros mejoraban era a costo de los sociales.55

Finalmente, el 6 de agosto de 2003 se consumó la ruptura. La salidade Pachakutik del gobierno fue un factor de crisis, tanto para la organi-zación como para la CONAIE. La ministra de Educación, por ejemplo, fuedestituida por el gobierno pese a su buen desempeño, como lo era el deMacas y Pacari, según las encuestas de la época (Lucas, 2007: 104). Lamayoría de los representantes de mayor rango de Pachakutik y la CONAIEabandonaron, efectivamente, el gobierno, pero no todos los siguieron.Buena parte de los miembros de CONFENIAE y CONAICE permaneciócon Gutiérrez, al igual que varios no indígenas y mandos medios de lasorganizaciones.

Gutiérrez, liberado de su molesto aliado, intensificó su táctica de ganargente en los niveles locales del movimiento indígena campesino. Conta-ba, de partida, con la FEDEPICNE, que él mismo había fundado. Al díasiguiente de la ruptura, el presidente de FEINE, con un grupo de delega-dos, fue a presentarle su lealtad. Su gran aliado y operador fue entoncesAntonio Vargas, el frustrado candidato por Amauta Jatari y la FEINE, alque en 2004 Gutiérrez ascendió a ministro de Bienestar Social. De pormedio estaban los recursos de CODENPE-PRODEPINE, a los que algunossectores deseaban tener un acceso más directo. Lucio Gutiérrez ampliónotablemente y con bastante éxito su estrategia populista de repartir pro-yectos y recursos a diferentes sectores del campo.

Leónidas Iza, miembro de ECUARUNARI y presidente de CONAIE,convocó movilizaciones, pero con poco éxito, mientras que el gobiernomovilizaba a miles a su favor. Como se decía entonces, tenían más éxito“las picas, palas, comidas y condones” que repartía el gobierno.

Con el asesoramiento de Vargas, el populista ex coronel Gutiérrez supodetectar que el talón de Aquiles de la CONAIE estaba en sus niveles inter-medios. Al haber asumido tantas posiciones de gobierno, habían queda-do algo a la deriva. Gutiérrez se convirtió, de alguna manera, en “el coro-nel del pueblo”, al estilo del general Barrientos en la Bolivia de los años

55 Los principales actores de Pachakutik en esta alianza frustrada sintetizan sus aportesy problemas en Barrera (2004).

234 Movimientos socioculturales en América Latina

En el período preparatorio para la segunda vuelta, pese a que se firmóun documento en que Gutiérrez ratificaba su compromiso democráticohacia un nuevo modelo económico y un Estado plurinacional, comenzócierto distanciamiento, por los contactos con partidos de derecha, gruposfinancieros de la Costa y la Embajada de los Estados Unidos. Un puntodébil fue que, quizás por la rapidez con que resultaron vencedores sinhaberlo esperado, seguía pendiente un detallado plan de gobierno, y,sobre ello, el futuro presidente prefirió asegurar su triunfo personal porencima de un programa acordado.

Ganaron la segunda vuelta con el 54,4% de los votos, aunque caberesaltar que hubo un 62% de ausentismo (León, 2005: 25), y que en el Par-lamento, definido en la primera vuelta, les resultaba más difícil lograr lamayoría.

A partir de la instalación del nuevo gobierno en enero de 2003, el dis-tanciamiento fue progresivo. Para empezar, en el Parlamento el presidentebloqueó el intento del partido indígena popular de formar una alianza decentro izquierda, impulsada por Pachakutik, logrando incluso la defecciónde uno de sus miembros indígenas (Hernández, 2004).

En el Ejecutivo, Pachakutik tuvo la oportunidad de ser gobierno, sibien sólo en un segundo plano, pues Gutiérrez y su partido —en contrastecon su menor presencia parlamentaria— se reservaron casi el 80% de loscargos ejecutivos. Lluco (2006) confiesa que “ser parte de un gobierno eslo más complicado, es impredecible”. El partido indígena popular se res-ponsabilizó, pese a todo, de cuatro ministerios nada despreciables: Rela-ciones Exteriores, con Nina Pacari; Agricultura y Ganadería, con LuisMacas; Educación y Culturas —se le añadió la s en referencia a los pue-blos y nacionalidades—, con Rosa Torres (pedagoga no indígena, con unabrillante trayectoria en la Unesco), y Turismo, con Doris Solís (no indí-gena, socióloga cuencana). En el conjunto del Ejecutivo, colocaron a 300de sus miembros.

En la cartera económica, Gutiérrez nombró a gente ligada al modeloanterior, evitó la presencia de Pachakutik en ese sector clave y dejó de ladotodo lo previamente acordado con su aliado. También en otros ámbitosobstaculizó la relación con ellos, y creó la paralela y oficialista Federaciónde Pueblos Indígenas Campesinos y Negros de Ecuador (FEDEPICNE),con una política asistencialista y populista.

Pachakutik mantuvo la alianza durante medio año, a un costo muyalto, tanto institucional como personal. Su canciller, por ejemplo, debióapoyar públicamente medidas con las que siempre había estado en opo-sición, creando desconcierto entre quienes la apreciaban. Se llegaron aejecutar programas interesantes, como la llamada “Minga Nacional por el

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Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú 237

gobierno del coronel Lucio Gutiérrez de ampliar la frontera petrolera ysatisfacer los voraces intereses de la petrolera argentina CGC”, estable-cían su rechazo a “convertirnos en campo petrolero”. Reafirmaban, asi-mismo, su voluntad de “gobernar nuestro territorio” y apuntalar su eco-nomía mediante el “aprovechamiento equilibrado de nuestra selva”(Almeida et al., 2005: 88-95, 191-195). En esta misma línea estaban diver-sos pueblos del centro y sur amazónico. Todos ellos, incluida una organi-zación evangélica shuar que no siguió a la FEINE en el gobierno, confor-maron el Comité Interfederacional del Centro y Sur Amazónico.

En mayo de 2006, un líder de Sara Yaku y otro shuar viajaron a Hous-ton, Texas, para protestar en la asamblea de accionistas de Conoco Phi-llips: “¡Déjennos vivir libres y decidir nuestro destino como seres huma-nos!”, clamaba el shuar Domingo Ankuash.

Con los años, este antagonismo persistió, y terminó por dividir a laCONFENIAE y, de ahí, sembrar escisiones dentro de la CONAIE, que haapoyado más a la rama de la resistencia. Ha llegado incluso a dividir a laCoordinadora Indígena de la Cuenca Amazónica (COICA), que reúnea las organizaciones de los países de la cuenca, más Venezuela y las Gua-yanas.

3.7. Rebrotes y reflujos del movimiento indígena

Lucio Gutiérrez, siguiendo los pasos de sus predecesores, tampocologró completar su periodo constitucional. A fines de 2004 empezó sudeclive por una serie de medidas autoritarias. Descabezó a los tribunalesconstitucional, electoral y supremo de Justicia, una medida que al princi-pio hasta despertó simpatías populares, por el bajo prestigio de que goza-ban. Pero en abril de 2005 el presidente de “su” nuevo Tribunal Supremodictó la anulación del juicio contra Bucaram, entre otros, con lo que éstosretornaron al país y despertaron las protestas populares.

El primer repunte

Entretanto, en enero de 2005, Luis Macas retornó a la presidencia dela CONAIE, junto con el amazónico Luis Vargas, de la línea de la resis-tencia. En este nuevo contexto, a los dos meses lograron realizar una movi-lización de protesta, con unas 2.000 personas de la Sierra, contra el Tra-tado de Libre Comercio (TLC), la primera desde 2001.

Hubo todavía algunas otras movilizaciones indígenas menores pero, adiferencia de las protestas de los años anteriores, en esta ocasión el lide-razgo pasó a la gente y las organizaciones urbanas, cada vez más descon-

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sesenta, y logró bastante popularidad incluso en las plazas fuertes deECUARUNARI.

Las dos vías de la CONFENIAE 56

La división de las organizaciones de la Selva tenía raíces profundas,más allá de la posible simpatía por un militar y presidente amazónico. Exis-tían dos perspectivas respecto a la actitud a adoptar ante los fuertes inte-reses de las multinacionales, en particular, las empresas petroleras en laregión.

La primera es la denominada “vía empresarial”. Desde aproximada-mente el año 2000, hubo diversas iniciativas apoyadas por la cooperacióninternacional, con miras a fortalecer la capacidad de los indígenas paramontar sus propias empresas.57 Siendo dirigente de CONAIE, AntonioVargas se involucró en esta temática y participó en una delegación queviajó a Canadá, donde conocieron y se vincularon con Alberta Energy Co.,el principal inversionista petrolero canadiense en Ecuador, que trabaja-ba ya con indígenas. Con esa información, finalmente decidieron aso-ciarse con Keyano Cree Exploration Ltd., para diversas actividades decomercialización en torno al yacimiento Sacha (BID, 2003: sección 5).Hubo mucha propaganda sobre este modelo, que fue apoyado por LucioGutiérrez cuando llegó a la presidencia. En medio de una serie de pro-blemas administrativos y acusaciones de corrupción, contra la que susopositores llamaban “la mafia indígena”, hubo otras empresas relaciona-das, apoyadas por una rama de la CONFENIAE, dirigida por José Avilés,dirigente de CONAIE.

En las antípodas se presenta la “vía de la resistencia”, bajo el liderazgodel pueblo quichua amazónico Sara Yaku, miembro de la OPIP (la orga-nización provincial de Vargas). Ahí están los primeros y principales cam-pos petrolíferos, y de ahí surgió, en los años ochenta, un notable sector dedirigentes de CONFENIAE y CONAIE, relacionados muchos de ellos conla familia Viteri. En el pasado ya distinguían entre bloques petroleros enoperación con los que debían negociar, bloques que debían entrar enmoratoria y los bloques intangibles no negociables. En 2003 elaboraronun extenso documento, donde aseguraban que, “ante la pretensión del

56 Natalia Wray me ha ayudado a entender esta complicada situación.57 Por ejemplo, la GTZ alemana, la Organización Latinoamericana de Energía

(OLADE) y el Programa de Fortalecimiento de las Nacionalidades Indígenas de la Ama-zonia Norte de Ecuador (PROFONIAN) del BID, ejecutado en una región colindante conel Plan Colombia.

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tentas. Gutiérrez movilizaba también a los suyos, incluidos los grupos indí-genas a los que llamaba “grupos de la selva”, mientras que a los otros losdescalificaba como “forajidos”. Los alzados se apropiaron rápidamente deeste calificativo, de modo que su rebelión se conoce ahora como el “Movi-miento de los Forajidos”. Los hubo en varias ciudades, pero el foco prin-cipal estuvo en Quito durante doce días, sobre todo en las noches en quese reunían en el centro histórico de la ciudad, para celebrar masivas asam-bleas de protesta. Por eso se lo conoce también como el Movimiento Asam-bleísta. Contó incluso con el apoyo del alcalde, el popular general PacoMoncayo, quien con su maquinaria pesada bloqueó la entrada de los gru-pos oficialistas. Finalmente, en la última noche, que llegó a reunir a casi100.000 participantes, las Fuerzas Armadas retiraron su apoyo a LucioGutiérrez. A éste no le quedó otra alternativa que abandonar el cargo, y alos pocos días salió del país. Pero esa vez, en todo el proceso, los indíge-nas de CONAIE y ECUARUNARI estuvieron prácticamente ausentes.

Asumió el cargo el ex vicepresidente Alfredo Palacio, un médico deGuayaquil, que inició un ligero giro hacia la izquierda y armó un gabine-te apartidario. Sólo entonces reapareció la vieja capacidad movilizadoradel movimiento indígena, a propósito de la inminencia de la firma delTCO. En marzo se realizó una multitudinaria marcha de protesta de 300kilómetros, y de hecho lograron frenarlo. Poco después Palacio anuló tam-bién el contrato con la Occidental Petroleum “Oxy”, un reclamo larga-mente anhelado por la CONAIE.

Una apuesta a perdedor

La tarea principal del interinato era la preparación de las nuevas elec-ciones para fin de año, y con ella, surgió un nuevo juego de apuestas yalianzas. La gran novedad de la campaña fue la presencia de un candida-to casi desconocido, Rafael Correa, que se define a sí mismo como “unhumanista cristiano de izquierda”. Es uno de los pocos guayaquileños queaprendió algo de quichua al pasar un año como voluntario en Zumbahua,un puesto salesiano en una remota zona rural de la provincia de Cotopa-xi. Economista con títulos en el país, Europa y Estados Unidos, se habíadesempeñado sobre todo como profesor universitario, y fue asesor eco-nómico de su paisano, el vicepresidente Palacio, quien, al asumir la presi-dencia, lo nombró ministro de Economía. Pero renunció a los pocos mesespor no encontrar el ambiente favorable para desarrollar las reformas quesoñaba, y que había iniciado.

Como ministro, había dado una buena señal pro indígena, al haceruna visita sorpresa a Zumbahua, vestido con poncho y sombrero, y des-

pués, durante sus viajes de campaña, soltaba algunas frases quichuas, quefueron bien acogidas por la audiencia. Tuvo varios contactos con LuisMacas y llegó a ofrecerle la vicepresidencia, pero éste, conociéndolo aúnpoco, rechazó la oferta ofreciéndole más bien él la vicepresidencia aCorrea. Finalmente se distanciaron, y cada uno se presentó por su lado.

Correa armó entonces su binomio con Lenín Moreno, de la Amazo-nia, que se mueve en silla de ruedas y dirige una fundación dedicada a lainvestigación y promoción del humor como fuente de salud y bienestaremocional. En apenas un año formó la Alianza PAÍS (Patria Altiva y Sobe-rana), pero no quiso presentar candidatos al Parlamento, por considerar-lo “moribundo” y parte del “poder mafioso de la partidocracia”. Su apues-ta era más bien convocar enseguida una nueva Asamblea Constituyente (asólo ocho años de la anterior). Insistía mucho en el cambio económico,tanto del modelo internacional, alineándose con los otros gobiernos deizquierda en la región, como en la solidaridad con los más pobres.

Esa audaz apuesta jugó a su favor. Empezando muy atrás en las encues-tas, ya era el primero antes de las elecciones; pero en éstas no llegó a tanto:en la primera vuelta se impuso el bananero Álvaro Noboa, con el 26,8%de los votos, y Correa quedó segundo, con el 22,8%. La otra sorpresa fueGilmar Gutiérrez (17,4%), en tercer lugar, en reemplazo de su hermano,el defenestrado Lucio, quien legalmente no podía presentarse. Atrás que-daron otros partidos más conocidos, incluido el Pachakutik.

Efectivamente, la apuesta de Pachakutik y Luis Macas de presentarsepor primera vez solos, no funcionó, al menos en la situación que en aquelmomento se vivía, tanto dentro del partido como en el panorama pree-lectoral. Apenas logró el 2,6%. Cabe añadir que en este período, posteriora la salida del gobierno de Gutiérrez, hubo ciertos cambios dentro del par-tido, tras la expulsión de los que habían apoyado a Gutiérrez. Además,muchos miembros urbanos optaron por apoyar a Correa en esta coyun-tura concreta, en que se confrontaban dos modelos políticos y económi-cos. El Pachakutik, y dentro de él Luis Macas, adoptó en consecuencia unmayor perfil como partido “indígena”, pero no funcionó.

Báez y Bretón (2006) han realizado un detallado análisis del voto enesa primera vuelta, precisamente en las 115 parroquias rurales más indí-genas de la Sierra, según su nivel de autoidentificación en el Censo de2001. En el conjunto de aquellas en que el 20% o más se decían indígenasganó Gutiérrez (49,6% de las parroquias; no de los votos). El segundo másvotado fue Correa (23,5%) y el tercero, Macas (18,3%). Al diferenciar lasparroquias por estratos de menor o mayor autoidentificación como indí-genas, Gutiérrez sigue apareciendo primero, pero decrece del 59,5% enlas menos indígenas (20 a 39%) hasta el 40% en las que lo son mayorita-

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bado por mayoría absoluta. La segunda fuerza más cohesionada, con ape-nas 18 constituyentes, es el Partido Sociedad Patriótica de los hermanosGutiérrez, y el resto se dispersa en 24 agrupaciones (no necesariamentepartidos), de las que 13 tienen sólo 1 constituyente. Recuérdese que enEcuador se elige actualmente a personas, no a planchas partidarias.

La presencia del movimiento indígena y de su anterior partido Pacha-kutik dentro de esta nueva Constituyente es —de forma paradójica peroexplicable— menor y menos cohesionada que en la de 1998: a partir de lasescisiones que éste sufrió a favor o en contra de la candidatura de Correa,en la Asamblea sólo hay 5 miembros explícitamente identificados con Pacha-kutik y unos 10, indígenas o no, que eran de Pachakutik pero ahora entra-ron casi todos a través de la Alianza PAÍS. Entre estos últimos figura Alber-to Acosta, que fue candidato de Pachakutik en la Constituyente de 1998 yahora es presidente de la nueva Asamblea, por ser el más votado a nivelnacional. Otro es el quichua Pedro de la Cruz, de Cotacachi, dirigente máxi-mo de FENOCIN y miembro del Partido Socialista que se asoció a PAÍS.

La Asamblea Constituyente se instaló en Montecristi (Manabí), el 30de noviembre de 2007. Con ello murió el viejo Congreso de la “partido-cracia”, a la espera de poder resucitar más adelante, aunque sólo bajo elperfil fijado por la nueva Constitución.

Desde la perspectiva de Correa y la Alianza PAÍS, lo prioritario es refor-zar todo lo relativo a una mayor equidad económica, así se trate de los pue-blos indígenas o de otros sectores. Correa habla más de los “pobres”, deforma genérica, pero con poca referencia a sus instancias orgánicas gre-miales o institucionales, a las que, en este primer momento, parece igno-rar. La reestructuración de los movimientos sociales urbanos, que volvie-ron a ser los protagonistas del actual cambio, les ha dado un mayor rol,llenando el vacío organizativo que antes dio pie al protagonismo de laCONAIE y Pachakutik y, más recientemente, a las prácticas populistas deLucio Gutiérrez. Se perfila ahora, al menos en el corto plazo, este mayorénfasis en las instituciones (y pronto quizá también en nuevas organiza-ciones de base) vinculadas directamente al gobierno o a la presidencia.

¿Ocurrirá lo mismo con el movimiento indígena? Transcurrido surepliegue y desconfianza inicial, por no querer arriesgarse a pasar de nuevopor el calvario de aliarse con el socio equivocado, hasta enero de 2008, enque se cierra nuestro análisis, la CONAIE ha dado algunas señales de acer-camiento al nuevo gobierno. Votó masivamente por él en la segunda vuel-ta electoral, y el 22 de octubre de 2007, en una marcha y concentración de10.000 indígenas de la CONAIE, movilizados sobre todo por ECUARU-NARI, planteó la clausura simbólica de las instalaciones del Congreso, yLuis Macas entregó su nueva propuesta de “Constitución por el Estado Plu-

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riamente. Macas pasa a un segundo lugar en el grupo que tiene entre el40 y el 79% de indígenas, mientras que Correa sigue segundo en las quesólo tienen entre el 20 y el 39% de indígenas y, por poca diferencia, enlas que tienen más del 80%. En términos geográficos, se constata queCorrea acaparó la mayoría de las parroquias (73,7%) en Imbabura, pro-bablemente por la presencia que allí tiene FENOCIN y su líder quichuaPedro de la Cruz, que desde un principio se alineó con ese candidato.Macas sólo logró algo parecido, con el 50% de las parroquias de Pichin-cha, mientras que en su provincia de Loja, tanto él como Correa gana-ron en dos parroquias.

De este análisis, cabe destacar la fuerza que puede adquirir un enfo-que populista como el que desarrolló Gutiérrez, por encima de una mili-tancia o lealtad, cuando la mayor necesidad es apremiante. Relacionadacon ello está, obviamente, la prioridad de seguir combinando la perspec-tiva más étnica con la económica, que puede plantearse en términos másclasistas o más pragmáticos, y hasta populistas. El simple “esencialismoidentitario” —como dicen Báez y Bretón— no basta. Otra constatación esque no resulta lo mismo poder movilizar multitudes para una marcha oreclamo específico, que ganar votos, cuando inciden temas como cuálesson las demás opciones en juego o la balanza entre intereses locales onacionales, las redes de clientelas, etc. En tercer lugar, en la raíz de todoello se constatan los dilemas estructurales que implica el tener que com-binar la solidez de una organización social con las nuevas necesidades yprioridades que surgen al lanzarse a participar directamente en la políti-ca nacional. Ya antes de que ocurriera todo esto, Deborah Yashar (2005:303) comentaba que “movimientos muy identificados con un círculopequeño de dirigentes, confrontan problemas cuando estos líderes deci-den pasarse a la política partidaria”.

La presidencia de Correa y el movimiento indígena

La segunda vuelta electoral dio un claro triunfo a Correa (56,7%),incluido sin duda el voto indígena, que en la primera vuelta había prefe-rido a Gutiérrez o, en menor medida, a Macas. El nuevo presidente adop-tó enseguida una serie de iniciativas en cascada que consolidaron su poder.Ganó primero la pelea anunciada contra la “partidocracia” en el Parla-mento, con el apoyo de la Corte. Llevó adelante el referéndum sobre laConstituyente, que se impuso con un rotundo 81,7% y, meses después, laelección de constituyentes dio a la Alianza PAÍS 79 escaños sobre 130,muchos más de los que necesitaba para asegurar su nueva Constitución,que en Ecuador —a diferencia de Bolivia— sólo requiere un texto apro-

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4. Perú

En Perú se da la paradoja de haber sido el país pionero en el redes-cubrimiento de lo indígena, a principios del siglo XX, e incluso antes, yde ser ahora, a principios del siglo XXI, el más rezagado de los países andi-nos en incorporar formalmente a estos pueblos dentro de su estructurapolítica y estatal.

Por estar ubicada en Lima la capital del Virreinato del Perú, y desdeantes también en Cusco la capital del Tawantinsuyu, en plena región andi-na, es éste el país donde más intenso ha sido el intercambio entre las cul-turas originarias andinas y las que llegaron desde Europa. Pero tambiénes el que ha creado una estructura de dominación más fuerte, e inclusouna mayor polarización entre las regiones costera y andina. La regiónamazónica, en cambio, tiene una historia más reciente debido en granmedida a la incorporación tardía de buena parte de su territorio, que ante-riormente integraba la Audiencia de Quito, y que después de la Indepen-dencia fue objeto de permanentes pleitos y acciones bélicas entre Ecua-dor y Perú hasta que recién en 1998 se concertó una solución.

4.1. ¿Quiénes y cuántos son los indígenas?

También en Perú, el primer problema es saber quiénes son hoy indí-genas y cuántos son, debido a la prolongada política de ignorar oficial-mente esta realidad.

En el último censo nacional, realizado en 2005, simplemente se deci-dió ignorar este tema por razones poco convincentes. Por tanto, la infor-mación más reciente es la del antiguo censo de 1993, y aun ésta se basabasólo en la lengua materna de los censados, cuando se sabe que no siemprela lengua es un indicador suficiente (sobre todo en caso de jóvenes emi-grantes y población urbana), y menos aún la lengua “materna”, cuando lapregunta no permite escoger más que una. ¿Qué habrán dicho los hablan-tes bilingües, en castellano y una lengua indígena? ¿Habrían perdido suidentidad por el hecho de que sus padres les hablaran más o también encastellano cuando eran niños?

Con estas limitaciones restrictivas del número total, el censo arrojó el20% de peruanos (o 3,7 millones) con alguna lengua materna indígena.60

60 No sabemos con qué criterio Salazar (2007), citando al antropólogo Jorge Arboccó,indica que el censo de 1993 contó 8.793.295 indígenas (equivalentes al 39% del total), delos que un 90,9% serían quechuas, un 6,9% aymaras y un 2,1% amazónicos.

242 Movimientos socioculturales en América Latina

rinacional” a Alberto Acosta, su viejo amigo y ahora presidente de la nuevaAsamblea. Las heridas entre él y Correa no están todavía cerradas, puesMacas lamentó no poder entregar el texto a Correa porque “prefirió oír sumisa en Italia con el Papa”. Por su parte, Correa criticó también a laCONAIE en un programa radial. En cambio Acosta fue y sigue siendo másconciliador. Hay también otros líderes con buena capacidad de mediación,como Humberto Cholango, un joven dirigente de la inagotable cantera deCayambe, que ha sido presidente de ECUARUNARI, y Marlon Santi, de laotra gran cantera de Sara Yaku, en la Amazonia, recién nombrado presi-dente de la CONAIE, en su III Congreso, celebrado en enero de 2008.

La CONAIE ha instalado su propia oficina en Montecristi, sede de laAsamblea, y espera poder formar allí su propio grupo, para hacer cabil-deo y crear alianzas dentro de ella. Según varias personas consultadas, enésta parece que se mantendrán los avances que los pueblos indígenashabían logrado en la Constitución de 1998, incluido el concepto de “nacio-nalidades y pueblos indígenas”, que ya está también consolidado en lalegislación y en las instituciones estatales, por ejemplo, en la ley regula-dora de éstas promulgada en agosto de 2007. Pero no será tan fácil avan-zar en la añorada declaración del Estado Plurinacional, o en una mayorautonomía de las nacionalidades indígenas. Aparte de muchos seguidoresde Correa, se oponen algunos constituyentes indígenas como Pedro de laCruz, por su larga tradición clasista en la FENOCIN. Por otra parte, haydesconfianza en profundizar la autonomía, en vista de lo que ha ocurridocon varios pueblos amazónicos, que después “pasan su territorio a laspetroleras”. Para avanzar, habría que precisar mejor qué competenciasimplica. Con todo, hay claras señales de apertura. En una carta del presi-dente de la Constituyente Alberto Acosta a Luis Macas, a propósito del IIICongreso de la CONAIE el 9 de enero de 2008, llega a decirle:

“En mi criterio, el Ecuador, en que todos nos identificamos, que nos recono-ce y reconocemos en permanente interculturalidad, es un Estado unitario decomposición plurinacional, opuesto a todo racismo y discriminación. La Asam-blea Constituyente abre una posibilidad histórica de concretizar los cambiosen las estructuras del Estado a favor del buen vivir, del sumak kawsay58 de todoslos pueblos y la sociedad ecuatoriana”.59

58 Versión quichua ecuatoriana del suma qamaña aymara y del MAS boliviano. 59 Disponible en http://asambleaconstituyente.gov.ec/blogs/alberto_acosta. Al entrar

en prensa este trabajo (julio 2009), ya sabemos que estos conceptos de Acosta se incorpo-raron efectivamente en la Constitución que fue finalmente ratificada por un 64% de losvotantes en septiembre de 2008.

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coordinadoras de la Selva. Pero no se dispone aún de los resultados. Eldirector del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) añadeque “no se ha previsto un registro especial para los indígenas de los Andes,debido a que en la mayoría de los casos no asumen la condición de origi-narios, sino la genérica de campesinos” (Salazar, 2007).

Es sólo una verdad a medias, como en los otros países andinos.Ramón Pajuelo (2006: 27-52) analiza esos censos y añade los datos de laEncuesta de Hogares ENAHO 2001-IV trimestre, que resulta ser más pre-cisa para nuestro tema, por cuanto, además de tres preguntas lingüísti-cas (sobre la lengua que más se usa, la materna, y la de padres y/o abue-los), incluye una cuarta sobre autoidentificación étnica. Arrojó lossiguientes resultados: 30,1% quechua, 4,0% aymara, 2,9% indígena dela Amazonia, 1,1% negro-mulato, 58,1% mestizo,61 2,9% blanco y 0,9%otros.

En la mayoría de los departamentos, los porcentajes de indígenassuben entre un cuarto y más de la mitad. En Puno, por ejemplo, losaymaras pasan del 32,6 (por lengua materna) al 42,4%, y en Lima,donde está la gran metrópoli receptora de migrantes, los quechuaspasan del 9,5 al 26,8%, etc. con relación al dato basado en la lenguamaterna.

4.2. Antecedentes

Perú tiene en sus raíces el corazón del Tawantinsuyu precolonial, cuyacapital fue Qusqu (Cusco). Pero también fue núcleo central del virreina-to colonial, con Lima como capital, por lo que allí, más que en los otrospaíses, se vivió muy a fondo el conflicto intercultural. Tras el levantamientode los Túpac Amaru, en torno al Cusco y el lago Titicaca, se planteó elmayor cuestionamiento al régimen colonial, con una sublevación generalque cubrió la zona andina de Charcas (hoy Bolivia), y partes de lo que hoyes el norte de Chile y la Argentina.

Sin embargo, una vez creada la república, ésta intentó estructurarsedurante todo el siglo XIX de espaldas a sus raíces. Sólo en el siglo XX hayuna serie de flujos y reflujos dentro de los que se encuadrarán los movi-mientos indígenas que aquí nos ocupan.

61 En rigor, habría sido más preciso colocar esta categoría como una variable diferen-ciada, pues alguien podría sentirse plenamente miembro del pueblo quechua y, a la vez,parte de esa genérica y resbaladiza condición “mestiza”, siquiera en términos de hábitos cul-turales.

244 Movimientos socioculturales en América Latina

Los siguientes departamentos, todos ellos subandinos, tenían mayoríaabsoluta con alguna lengua materna distinta del castellano:

Apurímac 76,6% quechua

Ayacucho 70,6% quechua

Huancavelica 66,6% quechua

Cusco 63,2% quechua

Puno 43,2% quechua y 32,6% aymara

Ancash y Huanuco, en la Sierra Central, superaban el 30% de que-chua; Madre de Dios, con áreas de colonización, alcanzó el 24% quechua,más el 3,7% que hablaba otros idiomas minoritarios no especificados delas tierras bajas, como también ocurre en Amazonas (11,5%) y Loreto(3,7%).

En el caso de los pueblos indígenas de la Amazonia, el mismo año serealizó otro censo complementario, el I Censo de Comunidades Indíge-nas de la Amazonia Peruana, que “recogió información específica sobreel componente étnico y multicultural de la población”, si bien no sabemoscon qué preguntas específicas. Se identificaron 1.450 comunidades indí-genas amazónicas pertenecientes a 65 grupos étnicos, que sumaban299.210 habitantes, aunque en la más reciente publicación del INEI (2007)se habla sólo de 48 pueblos con 239.674 habitantes. Según esta última, losmás numerosos son los aguaruna-awajun, con unos 46.000 miembros, a losque cabe añadir sus parientes cercanos huambisa-shuar y achuar, con otros10.000, todos ellos en la frontera con Ecuador. Los siguientes en impor-tancia son los asháninka, con unos 42.000 integrantes (más otros grupos“campa”, con unos 9.000). Siguen los shipibo, unos 20.000, y otros trespueblos, con más de 10.000 habitantes. No obstante, debemos tomar estascifras como mínimas.

La principal organización indígena amazónica, AIDESEP, las cuestio-na y afirma que hay por lo menos 2.120 comunidades. Ni unos ni otroslogran estimar cuántos indígenas amazónicos están establecidos en lasáreas urbanas, no cubiertas por esos censos restringidos a las comunida-des rurales.

Por fortuna, a partir de las críticas al censo de 2005, el 21 de octubrede 2007 se realizó un nuevo intento, que incorpora la misma pregunta de1993, sobre la lengua materna, especificando sólo tres de ellas: quechua,aymara y asháninka (las demás se debían añadir a mano).

Simultáneamente, se ha realizado el II Censo de Comunidades Indí-genas de la Amazonia Peruana, con el apoyo de unas 6.500 personas delos propios pueblos, vinculadas a AIDESEP y CONAP, las dos principales

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cos de la región. Ni entonces ni ahora el objetivo era reconstruir aquelpasado, aún poco estudiado, sino expresar el sueño y la utopía en clave depasado. No faltan contraejemplos modernizadores, como la creación delnuevo pueblo de Wanchu Lima, junto a Huancané (Puno), hacia 1923,cuando varias comunidades aymaras, lideradas por el carismático CarlosCondorena, intentaron fundar allí su propia Lima, con plano traído desdela capital, en franco desafío al pueblo mestizo de Huancané.

En la Constitución de 1920, el Estado peruano reconoció, más efi-cientemente que en otras partes, la personería legal de las comunidadesindígenas, aunque no su forma tradicional de organización. También elPartido Comunista, en su programa de 1931 (un año después de la pre-matura muerte de Mariátegui), habla del derecho de los indios a “crearsu propia cultura, educarse en su lengua, organizarse en gobiernos inde-pendientes —repúblicas quechua y aymara— en estrecha alianza con losobreros”.

Por supuesto, en la jerga popular se seguía hablando de blancos eindios, con una categoría intermedia mestiza. En Perú, más que en losotros países, esta última se desdobló en la de “cholo”, inicialmente paralos que, con o sin mezcla de sangres, parecían más indios que blancos. Ycon los años adquirió un uso más generalizado, como la identidad de lamayoría de los peruanos. Sirve entonces para todos y también para tapar-lo y entreverarlo todo. Se convierte así, como en otras partes, en lo queJosé Guillermo Nugent (1992) llamó “el laberinto de la choledad”.

Sin embargo, poco a poco empezó un proceso a contrapunto, quepodríamos denominar el encubrimiento del indio (o de lo indio), y quedominará el resto del siglo. Aparte de la incidencia, como en otros países,del padrinazgo internacional de la Unión Soviética (y después de China yCuba) sobre los partidos locales de izquierda, en el caso peruano fue fun-damental el giro modernizador que volcó tempranamente a la poblaciónserrana hacia la Costa y sus modos de vida.

Fue allí donde un discípulo de Mariátegui, Hipólito Pévez, creó laFederación de Yanaconas —nombre andino colonial de los peones dehacienda—, que después desembocó en la Confederación Campesina delPerú, la célebre y poderosa CCP. Fundada en Lima en 1947, hasta el díade hoy sigue a la vanguardia de los principales movimientos “campesinos”.Al haberse fundado en la Costa, no había nada raro en la preferencia poreste término. La CCP provenía de la izquierda del Partido Comunista, yadoptó desde un principio el modelo sindical como su principal instru-mento de lucha.

Sin embargo, la aplicación generalizada del término “campesino” —presente en la sigla de la CCP— a los indígenas de la Sierra es más tar-

Descubrimiento y encubrimiento del indio

Según el prestigioso historiador Jorge Basadre, “el fenómeno másimportante en la cultura peruana del siglo XX es el aumento de la tomade conciencia acerca del indio entre escritores, artistas, hombres de cien-cia y políticos”.62 Baste recordar el énfasis que dio José Carlos Mariátegui,pionero del comunismo latinoamericano, al indio en sus propuestas, gra-cias en parte a su estrecha amistad con el historiador y etnólogo cusque-ño Luis E. Valcárcel. Años después se sentiría la gran influencia del lite-rato y antropólogo José María Arguedas, quien añadió al énfasis marxistadel indio miserable y explotado entre los explotados, el enfoque más posi-tivo de su potencial histórico como pueblo portador de cultura a la naciónperuana.

Aunque en aquellos años se documentaron las iniciativas de no indí-genas, desde Lima y el Cusco, el tema no surgía sólo de la reflexión de losintelectuales de la época, sino también como reacción a lo que se llamó la“explosión de la indiada”, frente a la expoliación de sus tierras.63 En Perú,este movimiento adquirió fuerza sobre todo en el sur, y a partir de la Pri-mera Guerra Mundial (1914-1918), con el alza del precio de la lana en elmercado internacional, que generó la toma y transformación de la tierracomunal en grandes haciendas de alpacas. El ferrocarril de la costa hastaArequipa, Puno y Cusco es fruto de este boom.

El más conocido de los alzados de entonces quizá sea el célebre RumiMaki, en 1915. Se trataba de Teodomiro Gutiérrez Cuevas, un militar quedos años antes había sido delegado gubernamental ante una rebelión indí-gena en Puno, y que acabó convirtiéndose en líder de un movimiento másamplio. Pero ese tipo de liderazgo externo no parece haber sido la regla,aunque se ignore la identidad de muchos protagonistas locales. No obs-tante, a diferencia del movimiento cacical de Bolivia, en Perú la canaliza-ción de esta agitación rural en los Andes, hasta la distante capital y las esfe-ras de gobierno, fue mediada por los intelectuales y políticos no indígenas.

Kapsoli (1984) encuentra en muchos de estos alzamientos lo que élllama referencias “milenaristas”, por sus alusiones al Tawantinsuyu. Quizácabría interpretarlo como la mayor rebeldía que puede motivar a los expo-liados y explotados, saber que en el pasado vivieron mucho mejor, comolo atestiguan los relatos orales y los abundantes monumentos arqueológi-

246 Movimientos socioculturales en América Latina

62 Citado por Tamayo (1980: 15).63 Véase Kapsoli (1984). Buena parte de la información de estos períodos previos pro-

viene de Albó (1999), donde se plantea una comparación permanente con los otros paísesandinos.

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Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú 249

Puente y Guillermo Lobatón) y el tercero, en el valle de La Convención(con el apoyo de Hugo Blanco y su gente). Todos fueron derrotados porel ejército de Belaúnde, pero éste ya había perdido toda credibilidad pararesolver el cada vez más explosivo problema agrario.

Tras un breve período, tomó el poder Juan Velasco Alvarado, un mili-tar que ofrecía una revolución inédita. En ella era clave otra clase de refor-ma agraria, puesta en marcha en 1969 e inspirada en parte en el modeloyugoslavo de entonces. Priorizaba la transformación de las haciendas enempresas colectivas autogestionarias (SAIS), grandes cooperativas (CAPS)y otras. Con cierto control estatal, todas ellas debían mantenerse altamenteproductivas. Por otra parte, fomentó la participación política campesina,mediante el Sistema Nacional de Movilización Social (SINAMOS), muyverticalizado.

En 1972 creó una nueva organización de alcance nacional, llamadaConfederación Nacional Agraria (CNA), en un momento en que la CCP,más clasista e independiente, había disminuido su poder de movilización.En ella participaban las comunidades y las bases de las nuevas cooperati-vas y empresas promocionadas desde el gobierno. Aunque la CCP utiliza-ba el término clasista “campesino” desde su fundación, fue Velasco el quelo consagró en el ámbito estatal, de una manera semejante a lo que enBolivia había hecho el MNR veinte años antes.

Velasco, por otra parte, aprobó en 1970 un Estatuto de ComunidadesCampesinas y en 1974 una ley para comunidades nativas de la Selva y Cejade Selva. Con esta dualidad, se consolidaba el imaginario de que en la Sie-rra sólo había “campesinos”. Estas comunidades eran cada vez más regu-ladas desde el Estado, mientras que a las “nativas” de la Selva se les reco-nocía su derecho interno. En todo caso, si bien no en forma absoluta, selogró mantener la personería jurídica colectiva y el carácter territorial delas comunidades. Hasta 1998, fueron reconocidas 5.666 comunidades“campesinas” en la Costa y la Sierra, con una extensión total de 16,7 millo-nes de hectáreas y 1.041.587 familias; y 1.265 comunidades “nativas” en laSelva, con 9,3 millones de hectáreas y 45.791 familias.

En 1975, el gobierno dio otro paso primicial en el continente, al ofi-cializar la lengua quechua, norma después incluida en la Constitución de1979. Apoyó, incluso, suplementos quechuas en dos periódicos limeños.A él se debe, también, la apropiación estatal de la figura de Túpac Amaru.

Pese a todo, estas reformas no llegaron a cuajar, en buena parte por sucosto económico inicial y por la oposición proveniente de los sectores depoder. Tropezaron, asimismo, con el rechazo del campesinado, debido alverticalismo estatal con que se llevó a cabo la reforma y la exclusión de lascomunidades, frente a las inmensas e ineficientes empresas presuntamente

día y se relaciona con la influencia mexicana, que se había generalizadoen Bolivia con la Revolución de 1952.

Levantamientos, tomas de tierras y reformas agrarias

Esa identificación “campesina” se impuso de manera regular en lasconvulsiones agrarias y políticas que se extendieron en la Sierra a fines delos años cincuenta, en un momento en que la CCP estaba muy decaída.64

En el Valle de la Convención (subtrópico del Cusco), en 1958 surgióla Federación Campesina de La Convención y Lares, que, bajo el lideraz-go del legendario trotskista Hugo Blanco y el lema “Tierra o muerte”, par-ticipó en la creación de la Federación de Campesinos del Cusco en 1961y, en 1962, en la reestructuración de la CCP, tanto en la Sierra como en laCosta.

En la Sierra Central surgió otro foco en 1959-1960, cuando los comu-neros retomaron la hacienda de la poderosa empresa minera Cerro dePasco —hecho inspirador de la novela de Scorza Redoble por Rancas—, y seextendió rápidamente a otros establecimientos de la región. Entre 1962 y1963, fueron invadidas unas 200 haciendas, con la participación de 500 a3.000 campesinos en cada caso y más de 50.000 hectáreas afectadas (Qui-jano, 1979: 87).

La base social en la CCP, reforzada por estas movilizaciones en la Sie-rra, seguían siendo los “sindicatos campesinos”, en los que participabanlas comunidades, aunque no queda claro si en esas zonas la adscripción alsindicato ocurría de una manera opcional, como en Ecuador, o de formacasi automática, como en Bolivia, donde sindicato campesino vino a ser elnombre modernizado de comunidad.

Como reflejo de los nuevos tiempos, en 1962 el aprista Haya de laTorre ganó las elecciones. No accedió al poder debido al golpe militar delgeneral Pérez Godoy, quien enseguida dictó una reforma agraria para lazona en conflicto. Pero las tomas de tierras seguían en muchas partes y susucesor Fernando Belaúnde (1963) debió generalizar la reforma a todo elpaís, incluso con cierta retórica de lo Inca, especialmente efectiva en elCusco. Al mismo tiempo, ordenó una fuerte represión, que produjo variasmasacres y la detención de los principales dirigentes, por lo que esta leyno calmó la situación, sino que más bien la radicalizó.

En este contexto, en 1965 entraron en acción casi simultáneamentetres frentes de guerrilla, dos con liderazgo urbano en Junín (Luis de la

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64 Resumen basado sobre todo en Valderrama (1985).

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esas alturas, la violencia de Sendero Luminoso ya acaparaba la atencióndel país.

El sucesor en la presidencia, Alan García (1985-1990), al principiopromovió cierta descentralización participativa, y convocó novedosos yconcurridos rimanakuy (“conversatorios”) para entenderse directamen-te con las autoridades comunales y ofrecerles recursos, sin la mediaciónde las organizaciones superiores. Pero la corrupción, la crisis económi-ca, agravada en aquellos años, y el avance de Sendero Luminoso lo fue-ron opacando.

4.3. Las nuevas organizaciones “indígenas”

Lenta y sólo parcial ha sido la recuperación de la identidad étnica. Enese proceso hay que marcar la diferencia entre los pueblos amazónicos,que nunca sufrieron el embate campesinista, y los de la Sierra.

En la Amazonia

La organización de los pueblos indígenas en la Amazonia siguió otrosderroteros. Desde siempre, cada pueblo había tenido sus formas tradicio-nales de organización, con una gran variedad, de acuerdo con su culturae historia, y con la mayor concentración o dispersión de sus asentamien-tos. Desde fines de los años sesenta, la mayoría de esos pueblos sintió lanecesidad de generar nuevas formas organizativas, más apropiadas parahacer frente a los desafíos. Contaron, para ello, con el apoyo de antropó-logos, de algunas iglesias y de ONG, y en sólo dos décadas florecieron nue-vas organizaciones y redes entre ellos.

La primera organización indígena de este estilo fue el CongresoAmuesha (o Yanesha), fundado en 1968 con el apoyo de un antropólogo,y transformado después en Federación Yanesha. Siguieron las organiza-ciones de los asháninkas (antes conocidos como campas), de los aguaru-na (en realidad, awajun) y sus hermanos huambisa (los shuar del ladoperuano), y la de los shipibo, en el Uyacali, con el apoyo de institucionesamigas.

El primer salto cualitativo fue hacia 1980, cuando estos grupos consti-tuyeron la AIDESEP (Asociación Interétnica de Desarrollo de la SelvaPeruana), que a partir de entonces ha pasado a ser el principal portavozde los pueblos indígenas de la Selva.66

“autogestionarias”: había empresas andinas de más de 30.000 hectáreas.65

Mucha gente de base percibía la reforma como un simple cambio depatrón, materializado en el hecho frecuente de que antiguos mayordomoscontinuaban en su puesto como administradores de la hacienda transfor-mada en SAIS, o por la imposición de funcionarios y agrónomos estatalesen las pequeñas cooperativas. El estatuto de “comunidades”, por otraparte, imponía la transformación de la estructura andina tradicional enalgo semejante a una cooperativa, sin mayor consulta a los interesados. Elresultado fue una nueva década de fuerte convulsión campesina, sobretodo por parte de las comunidades y los sectores marginados de la refor-ma, que luchaban por recuperar las tierras en poder de las empresas aso-ciadas reformistas.

En este clima, entre 1973 y 1974 se reestructuró una vez más la CCP,con un vigor particular, tanto en el norte más “campesino” como entre losquechuas de Andahuaylas, donde proliferaron las tomas y la parcelaciónde haciendas, al grito de “¡Muera la cooperativa!”

En 1975, Velasco fue derrocado por otro militar, Francisco MoralesBermúdez, que desactivó las principales reformas. Siguieron paros nacio-nales y Morales debió convocar a elecciones para una Asamblea Constitu-yente, que abriera el proceso de retorno a la democracia. Reunida en 1979,“tras largos debates” (Remy, 2005b: 114), sancionó por fin el derecho avotar de los analfabetos (la mayoría, indígenas).

En 1980 se celebraron elecciones de acuerdo con la nueva Constitu-ción, y se impuso Fernando Belaúnde por un amplio margen. La vísperasonó una señal de alarma: en la remota comunidad ayacuchana de Chus-chi, un grupo maoísta poco conocido, el Partido Comunista del Perú enel Sendero Luminoso de Mariátegui, quemó las ánforas electorales y dioinicio, con acciones menores, a la época violenta que marcará los añossiguientes.

En este su segundo período, Belaúnde (1980-1985) clausuró definiti-vamente la reforma agraria y el descontento tomó un nuevo rumbo. En1983 se realizó el I Congreso Unitario Nacional Agrario (CUNA), contrala política gubernamental, y desde entonces la antigua organización cam-pesina oficialista CNA, la opositora CCP y otras menores se aliaron, aun-que sin sellar una unidad orgánica. Este proceso no fructificó porque, a

66 El detalle de este proceso organizativo puede verse en OIT (1997: cap.3) y Shirif(2007).

250 Movimientos socioculturales en América Latina

65 En 1984, el saldo de quince años de reforma era la legalización de 9 millones de hec-táreas, asignadas en su mayor parte a grandes empresas agrarias seudocolectivas: 60 SAISrecibieron 2,8 millones; 598 cooperativas o CAP, 2 millones; y 483 comunidades relativa-mente grandes (con 122.000 familias), apenas 900.000 hectáreas. Las comunidades dondese concentraba el 50% de la población rural eran, por tanto, las “cenicientas” (Kapsoli, 1987:129-131).

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ta Pueblo Indio. En 1982 organizaron su segundo congreso, en las ruinas deTiwanaku (Bolivia), y surgieron conflictos por la hegemonía y la utiliza-ción de los escasos fondos.

El CISA fue reconocido por Naciones Unidas y ha logrado influir envarios de sus documentos sobre los pueblos indígenas. Sin embargo, noha llegado a relacionarse fluidamente con las organizaciones de base demayor convocatoria, y su existencia quedó reducida a una mínima expre-sión del sector.67

4.4. Sendero Luminoso y las organizaciones de base

Uno de los principales obstáculos para que estos intentos llegaran acuajar como en Bolivia y Ecuador, fue la abrupta irrupción de SenderoLuminoso (PCP-SL) y, en menor grado, del Movimiento RevolucionarioTúpac Amaru (MRTA). Para nuestros fines, basta señalar las relacionesmás significativas, positivas y negativas, de Sendero Luminoso —desgaja-do de la escisión del PC, llamada “Bandera Roja”— con las comunidadescampesinas indígenas, y su efecto en las organizaciones. Algo semejantepodría decirse del MRTA, pero Sendero tuvo una mayor incidencia.

Como punto de partida, la abundante literatura sobre este períododeja claro que Sendero Luminoso surgió de un ambiente no rural, en laUniversidad de Huamanga (Ayacucho), con objetivos partidarios propiosmás amplios, por mucho que, sobre todo al principio, su principal área deacción fueran las comunidades campesinas indígenas.

De la ilusión al desencuentro

Aparentemente, Sendero habría observado y analizado, a través de susredes y avanzadas en las comunidades, quiénes eran los principales ene-migos que amenazaban a los comunarios, de modo de incidir sobre todoen ellos. En efecto, sus acciones iniciales en el campo sembraron ciertaesperanza, por cuanto hicieron justicia con algunas personas realmenteabusivas y odiadas, vinculadas a policías y otras autoridades llegadas deafuera, así como comerciantes, patrones y extorsionadores.

Pero pronto identificaron demasiado fácilmente a cualquier autoridadcomo persona abusiva y odiada. El caso más cuestionado fue cuando apun-taron contra jefes comunales, e incluso contra candidatos, alcaldes u otras

67 Hasta ahora, un pequeño grupo principalmente aymara, en el lado peruano del lagoTiticaca, sigue sintiéndose el continuador de CISA.

252 Movimientos socioculturales en América Latina

El objetivo central era la defensa de sus territorios frente a la penetra-ción de empresas y, en algunos casos, de los colonizadores. Hubo avancesen la educación bilingüe e intercultural, que ya tenía antecedentes con elInstituto Lingüístico de Verano, y que fue reemplazado por el InstitutoPedagógico estatal de Iquitos. Con territorio y educación propios, estospueblos originarios incrementaron su orgullo.

Una particularidad de AIDESEP ha sido, desde el principio, que nosólo coordina a los diversos pueblos sino que, además, diseña y gestionaproyectos, en manos de los propios indígenas. Con el apoyo de antropó-logos provenientes de Perú, inspiró la creación del CIDOB en Bolivia en1982, y fue una de las fundadoras de la Coordinadora Indígena de la Cuen-ca Amazónica (COICA), creada en Lima el 14 de marzo de 1984 (véaseinfra).

Naturalmente, sobrevendrían problemas en la vida institucional deAIDESEP, como la falta de renovación y el verticalismo de algunos líderes,las cuentas poco transparentes, la dificultad en incorporar organizacionesindependientes. Por todo ello, en 1987 varias instituciones crearon unacoordinadora paralela, la Confederación de Nacionalidades Amazónicasde Perú (CONAP). La división fue agravada por la existencia de diferen-tes influencias políticas en el seno de las dos coordinadoras, e incluso entreorganizaciones de un mismo grupo étnico. A fines de la década de 1980se produjo un mayor entendimiento —sin llegar a la fusión—, ante la nece-sidad de unir esfuerzos frente a la amenaza común de la expansión de laviolencia armada a la Selva.

Intentos fallidos en la Sierra

También en la Sierra, aunque de manera más puntual, aparecieron lasprimeras iniciativas de recuperar la dimensión étnica. En el V Congresode la CCP, celebrado en Huanta (Ayacucho), en 1978, los aymaras de Punose presentaron, por influencia de los kataristas bolivianos, con la wiphala(la bandera andina) y poco después formaron la Federación de Comuni-dades y Campesinos de la Nacionalidad Aymara Túpac Katari. Con poste-rioridad, organizaron un encuentro y hasta un Congreso de Nacionalida-des, pero la CCP los censuró por “divisionistas” (Montoya, 1989: 69, cit.por Pajuelo, 2005a: 115).

En 1980 hubo otra iniciativa de carácter continental, centrada en Perú.En las ruinas incaicas de Ollantaytambo, se reunieron indígenas de diver-sos países de Sudamérica para constituir el Consejo Indio de Sudamérica(CISA). Su primera sede estuvo en Lima, con una significativa presenciaperuana en la directiva, y desde allí publicaron varios números de la revis-

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Sendero.68 Fue un período bien aprovechado por la organización guerri-llera, para expandir e intensificar su fuerza en el campo de Ayacucho, y deahí a otros departamentos cercanos.

Los atentados contra la infraestructura y los asaltos a puestos policialespara dotarse de armamento se multiplicaron, de modo que a mitad de 1981la policía y sus sinchis (grupos de choque) se desplegaron por Ayacuchopara reprimir no sólo a Sendero, sino también a comunarios a los que supo-nían sus aliados. En 1982 la insurgencia creció y produjo muertes en formaindiscriminada.69 En su área de influencia, desaparecieron las autoridadesestatales, unas muertas y otras emigradas o en la clandestinidad.

A fines de ese año intervino el ejército, en particular la marina, y laconfrontación llegó a su punto máximo en 1983. Los comunarios eran acu-sados y ejecutados por los militares por “terrucos” (terroristas), y por Sen-dero por “soplones”, como ha ocurrido con la población local en tantasguerras ajenas, por lo que el resultado final fue simplemente la muerte ola fuga hacia las ciudades, deshilachando gran parte del tejido social rural.

Para medir los alcances de la situación, es oportuno transcribir algu-nas de las conclusiones de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación(CVR, 2003), cuyas cifras, producto de sofisticados instrumentos estadís-ticos, superan las que se habían acumulado a través de los medios de comu-nicación:

• 69.280 víctimas fatales (muertos y desaparecidos; estimación conmargen de error del 5%). Cifra superior a la de todos los conflic-tos armados del país y con mayor extensión geográfica.

• 40% fueron en Ayacucho, y suben al 85% si se añaden Junín, Huá-nuco, Huancavelica, Apurímac y San Martín. Si la tasa de víctimasen Ayacucho hubiera sido similar en todo el país, la violencia habríaocasionado 1,2 millón de muertos y desaparecidos (340.000 sólo enLima).

• El 79% vivía en zonas rurales; 56%, de las actividades agrope-cuarias.

• El 75% tenía el quechua u otras lenguas nativas como idioma mater-no. En la Selva el pueblo más afectado fue el Asháninka.

68 Su primera acción en Chuschi, por ejemplo, fue rápidamente controlada, sus auto-res detenidos y las boletas electorales quemadas fueron sustituidas, de modo que la eleccióndel día siguiente se llevó a cabo sin problemas.

69 Un hito clave fue el asalto de Sendero a la cárcel de Ayacucho para liberar a sus pre-sos, hecho que fue respondido por la Policía entrando al hospital para matar a senderistasenfermos.

254 Movimientos socioculturales en América Latina

autoridades municipales que eran reconocidos y apreciados por la base,ya fuera por la vía electoral o según sus tradiciones. El objetivo político deconsolidar su poder local omnímodo, obstaculizando los procesos de elec-ción democrática, recién recuperados después de una década de regíme-nes militares, chocaba con la percepción general, sobre todo desde queen las elecciones de 1980 se extendió el voto a los analfabetos, por no men-cionar a las autoridades locales designadas por las comunidades según suspropios mecanismos internos. Incluso la marca de tinta que se realizabapor haber votado constituía un peligro si Sendero decidía bloquear el pro-ceso eleccionario. Por eso en algunos lugares rurales de Huanta, Ayacu-cho, se ha eliminado el uso de tinta indeleble (Pajuelo 2006: 121n).

Con el tiempo, otra decisión política de Sendero que lo distanció aúnmás de los sectores rurales fue bloquear la salida de alimentos del campoa las ciudades, para estrechar el cerco sobre ellas. Si la decisión hubierasido concertada con las comunidades y organizaciones, ese tipo de medi-das podría haber tenido sentido, como ha ocurrido en los bloqueos decaminos, tan comunes en el campo, como arma regular de lucha. Pero eneste caso se trataba sólo de un objetivo político hacia la toma del poder enlas ciudades, y la medida se imponía verticalmente a muchos campesinosque dependían del comercio con la ciudad para su subsistencia. Enmomentos de gran tensión con las comunidades, hubo incluso piquetessenderistas que llegaron a matar al ganado —lo más querido y apreciadopor los comunarios— en represalia.

Como contrapunto, Sendero tuvo cierto éxito en el reclutamiento decampesinos para su lucha. Un mecanismo bastante común fue a través delos profesores rurales, muchos de ese origen o procedentes de los secto-res urbanos periféricos frustrados, que estaban alineados con Sendero ycaptaban a jóvenes en las escuelas y los colegios. Resulta comprensibleque una prédica apasionada hacia el cambio hiciera mella en muchos deellos. ¿Y quién no iba a sentirse halagado por la posibilidad de disponerde un arma y tener con ella cierto poder sobre otros? Se les brindaba unanueva identidad y un canal de movilidad social, con la seducción delpoder (Degregori, 1993). Por supuesto, no faltó gente mayor que igual-mente se sumó a su lucha, con o sin el conocimiento o la anuencia de susparientes y vecinos. En otros casos, el reclutamiento fue más bien forzo-so, sobre todo de gente joven y hasta de niños, que eran trasladados con-tra su voluntad y la de sus padres, para su transformación ideológica yentrenamiento militar.

Naturalmente, todo se complicó y polarizó a medida que el gobiernoincrementó la represión. Belaúnde y sus aparatos de inteligencia y controlfueron lentos en percatarse de la amenaza y potencial real que suponía

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años setenta para hacer frente al abigeato. Fueron avaladas en 1986 por elEstado, con una ley específica que reconocía esa manera bastante autó-noma de zanjar los problemas mediante una organización, con normaspropias de la justicia comunitaria, según usos y costumbres.70

En el sur, afectado por el conflicto con Sendero, se intentó reprodu-cir ese esquema, con el apoyo logístico del ejército, tanto en armas comoen pagos regulares a quienes debían estar movilizados de una manera másgeneral y permanente. Se calcula que en 2000 había, en todo el país, 7.278CAD, con 400.369 miembros, de los que el 60% estaba en el norte del paísy el 28% en la zona sur andina. En el norte funcionaron, como en el pasa-do, de manera más autónoma y con mucha menos presencia de Sendero,mientras que en el sur, rondas y militares estaban mucho más vinculadosy tenían más armamento (García Miranda, 2006: 386).

Sería inexacto pensar que en el sur los CAD siempre actuaron porimposición del ejército. Así fue en muchos casos, sobre todo al principio,pero la iniciativa para organizarse en rondas fue anterior a la llegada delejército, e incluso actuaron frente a su pasividad, con un amplio margende autonomía (Degregori et al., 1996). Del Pino (ibid., 117-188) describela manera muy particular en que así ocurrió con los grupos evangélicosdel valle bajo del Apurímac, que actuaron en alianza con los cocaleros,después de haber sufrido graves matanzas por parte de Sendero y los mili-tares. Se puede añadir que, en muchas zonas cocaleras, el ejército, Fuji-mori y los mismos Estados Unidos fueron relativamente condescendien-tes con los cocaleros y narcotraficantes a cambio de tenerlos como aliadoscontra Sendero Luminoso. Su argumento era: “Si reprimimos a 50.000cocaleros, creamos 50.000 colaboradores para SL” (Durand, 2006: 99).

La situación cambió en cuanto desapareció el peligro senderista,pero para entonces la experiencia previa había motivado un nuevo giroen los productores de coca, que fortalecieron su propia organizaciónfrente a las campañas de extirpación de ese cultivo (Durand, 2006; Remy,2005a: 161-162).

Hubo muchas ambigüedades, ante todo por la dependencia de y alian-za con los militares, que eran también responsables de abusos en el campo,amplificados en tiempos de Fujimori con los escuadrones de la muerte.En segundo lugar, porque el poder que daba la militarización de los cam-pesinos en los CAD incrementaba la posibilidad de abuso por parte dealgunos miembros, que aprovechaban su posición para resolver pleitos pri-vados o adoptar actitudes preponderantes. No obstante, en conjunto, pare-

70 Véase Yrigoyen (2002), quien llega a afirmar que las Rondas constituyeron el movi-miento campesino más dinámico del país en la segunda mitad de la década de los ochenta.

256 Movimientos socioculturales en América Latina

• 45% son atribuibles a Sendero Luminoso; 30% a agentes del Esta-do; 24% a otros, como rondas campesinas-comités de autode-fensa, MRTA, paramilitares u otros no identificados.

• La tragedia que sufrieron las poblaciones del Perú rural, andino yselvático, quechua y asháninka, campesino, pobre y poco educado,no fue sentida ni asumida como propia por el resto del país, debidoal velado racismo y desprecio subsistente en la sociedad peruana.

Es igualmente significativa la siguiente conclusión:

“La Región Sur Andina, compuesta por los departamentos de Puno y Cusco ylas provincias de Abancay, Grau y Cotabambas, del departamento de Apurí-mac, reúne desde las comunidades quechuas de altura entre Cusco y Apurí-mac, hasta el norte ganadero del departamento de Puno, donde el PCP-SLfue derrotado por una alianza efectiva de diversos actores regionales, queincluía organizaciones campesinas, iglesias, partidos políticos y fuerzas delorden”.

Es decir que, donde el área rural estaba mejor organizada y contabacon el apoyo de instituciones solidarias, las organizaciones impusieron suhegemonía, pese a los intentos de penetración de Sendero Luminoso. EnCusco, cabe señalar, los principales centros turísticos no fueron objeto deasaltos.

Comités de autodefensa

En relación con las organizaciones de base, debemos añadir algo sobrelos Comités de Autodefensa (CAD) o Comités de Autodefensa Civil.

El intento del ejército de establecer una alianza con las comunidadesse remontaba a 1983, pero dio frutos años más tarde, durante el gobiernode Alan García, cuando las operaciones adoptaron un carácter más selec-tivo. Con ello se facilitó el acercamiento a los comunarios que seguían enel campo y estaban cansados de la situación. Este cambio coincidía, enparte, con el giro estratégico y las prioridades geográficas de Sendero, quese replegó hacia la selva y hacia el sur. Pero la alianza más decidida entreel ejército y las comunidades ocurrió en los años noventa, bajo la presi-dencia de Fujimori.

La apuesta de los militares fue crear y entrenar a los CAD, inspiradosen lo que sus colegas habían hecho en Guatemala con asesoramiento nor-teamericano, con una diferencia fundamental. En Perú existían ya las Ron-das Campesinas de Cajamarca y otras regiones adyacentes, creadas en los

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Pero los asháninkas no se limitaron a una resistencia pasiva. Un deto-nante ocurrió cuando, a fines de 1989, el MRTA ajustició a un connotadodirigente local de las comunidades del río Pichis, simplemente porqueveinticinco años antes había actuado contra la guerrilla de Lobatón. Lascomunidades decidieron defenderse y conformar su propio Ejército Ashá-ninka u Ovayerite, con el que llegaron a ocupar y proteger varias poblacio-nes de la zona para expulsar al MRTA, lo que finalmente se facilitó por lainstalación de un nuevo puesto del ejército.

Lo mismo hizo, con alta eficiencia, un grupo asháninka en el GranPajonal. Con una disciplina militar única y poniendo en pie de guerraa todos los jóvenes de diecisiete años en adelante, armados con escope-tas, arcos y flechas, lograron mantener bajo su control a toda la región,y rescataron varias zonas ocupadas por la guerrilla y por cocaleros, conmiles de comunarios cautivos. Sobre todo a partir de 1991, los asháninkascontaron con el apoyo directo del ejército, que les proporcionaba armas—diez rifles por comunidad más una dotación mensual de municiones—y coordinaba acciones conjuntas. También se organizaron Rondas y CAD.Con o sin ese apoyo del ejército, era común que, para poder cultivar, mien-tras unos realizaban las tareas agrícolas, los ronderos prevenían ataquessorpresivos.

Finalmente, los asháninkas triunfaron, pero a un alto costo, para unpueblo de apenas 55.000 personas: 10.000 miembros fueron desplazadosy entre 3.500 y 5.000 murieron por los ataques o por las condiciones deacuartelamiento forzoso que imponía Sendero Luminoso. Uno de cadacuatro quedaron directamente afectados. Esta dolorosa y a la vez valienteexperiencia sirvió a la organización asháninka para defenderse de otrasagresiones externas.

En el ámbito nacional, el líder de Sendero, Abimael Guzmán, fue cap-turado por Fujimori el 12 de septiembre de 1992, y la tensión se redujorápidamente, si bien la lucha armada persistió en varias regiones, inclui-da la selva asháninka, según evidencian los relatos de primera mano deEspinoza, de fines de 1994.

4.5. Fujimori, segundo compás de espera

Muchos han atribuido el retraso de Perú en su apertura a la temáticaindígena, a la mayor atención que debía prestar a la emergencia creadapor la lucha armada. Sin duda, es un factor fundamental. Ni siquiera cabíaesperar grandes manifestaciones con motivo de los 500 años, en octubrede 1992, apenas un mes después de la captura de Abimael. Sin embargo,superada aquella situación de guerra interna, la toma de conciencia étni-

ce haber prevalecido el aporte positivo de estos comités-rondas, y, una vezterminado el conflicto, la inmensa mayoría se replegó a sus actividadesrutinarias en el campo, sin desviarse hacia una forma de bandolerismo,como ha ocurrido en tantas situaciones semejantes en otras partes (Degre-gori et al., 1996; CVR, conclusiones, 65-67).

La situación de la Selva revistió una complejidad especial porque allíconfluyó, además, una pugna por la hegemonía local entre Sendero y elMRTA, la policía y el ejército, los productores de coca, los pueblos indí-genas de la región y otros asentamientos. Hubo, según la zona y el momen-to, diversos tipos de acuerdo implícito u oposición entre esos actores. Porejemplo, en algunas partes los cocaleros entregaban recursos a los guerri-lleros a cambio de ser protegidos frente a los militares. En cambio, en otraspartes la alianza era entre los cocaleros y los militares, e incluso con algu-nos CAD que, a cambio de proteger los cultivos de coca, recibían recursospara su armamento (Degregori et al., 1996).

Quienes quedaron atrapados en medio del fuego cruzado fueron losasháninkas, el segundo pueblo en importancia entre los indígenas de lastierras bajas. Asentados entre los ríos Tambo y Ene, al que fluye el BajoApurímac, su territorio se convirtió en la región de natural expansión dela guerrilla, desde Ayacucho.71 No era la primera vez que ocurría. En laColonia, la zona del Gran Pajonal fue refugio del célebre rebelde indíge-na Juan Santos Atahuallpa, y veinticinco años antes de la incursión de Sen-dero había actuado allí la guerrilla del MIR, dirigida por Guillermo Loba-tón. Cuando aparecieron Sendero y el MRTA, ese pueblo ya tenía supropia organización, creada en 1970.

La guerrilla buscaba ampliar sus zonas de libre circulación en esa partede la selva ocupada por los asháninkas, y les causaron graves perjuicios,muertes y desplazamientos forzados. La población de muchas comunida-des quedó prácticamente cautiva, forzada a entrar en la guerrilla, queadoctrinaba también a los menores de doce años. En otras partes, escapa-ba a la selva o se desplazaba a otras comunidades y poblados mejor prote-gidos, a la espera de poder retornar cuando todo concluyera. Surgieronasí los llamados “núcleos poblacionales”, que multiplicaban rápidamentesu población, con los problemas prácticos que ello supone. Cuando, pasa-da la violencia, intentaron volver a sus lugares de origen, muchos losencontraron ocupados por cocaleros, a los que Sendero había acogidopara tenerlos como aliados, y por empresas madereras u otros.

258 Movimientos socioculturales en América Latina

71 Más información en OIT (1997: cap. 6). Agradezco también a Oscar Espinoza el acce-so a detallados informes suyos sobre este caso, elaborados para el Centro Amazónico deAntropología y Aplicación Práctica (CAAAP).

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más cuestionadas, y movilizadas por la mayor presencia petrolera. En laregión andina, en cambio, las organizaciones de cobertura nacional, CCPy CNA, estaban debilitadas, si bien persistían las instancias locales o depar-tamentales. El enfoque ideológico e identitario predominante seguía sien-do el campesinista, con un toque más clasista en los lugares históricamenteinfluenciados por la CCP, y más propicio a cierto comunitarismo dondetuvo mayor influencia la CNA. Con Fujimori, unas y otras se abrieron alproyecto populista y verticalista impulsado desde el gobierno.

En 2001 Fujimori se debilitó por su creciente autoritarismo y notoriacorrupción, y presentó su renuncia cuando estaba de viaje por Japón, suotra patria. Siguió el corto gobierno de transición de Valentín Paniagua,quien tuvo la particularidad de contar con un gabinete ministerial de lujo,que permitió abrir nuevos horizontes en varios ámbitos, incluido el indí-gena. Finalmente, con las elecciones de 2002, llegó a la presidencia Ale-jandro Toledo.

4.6. El lento despertar de lo indígena

Sólo a fines de la década de 1990 resurge en la Sierra peruana, concierta repercusión en la capital, una mayor conciencia de la identidad étni-ca. Partió de las bases y, a partir de 2001, también desde el gobierno.72 Enese proceso, resulta clara la incidencia de lo ocurrido en los países veci-nos, catalizada en ocasiones por las agencias de la cooperación interna-cional. Empezaremos por lo más local, pero hay que tomar en cuenta estapermanente y creciente relación con los demás niveles.

Los gobiernos municipales

En Perú, los municipios rurales empezaron a ser actores significativosen 1980, cuando por primera vez, con el retorno a la democracia, sus auto-ridades fueron elegidas mediante el voto universal (derecho adquirido en1968). En 1984, la Ley Orgánica de Municipalidades (LOM) estableció la“participación de la comunidad”, lo que fue bien aprovechado por losalcaldes de Izquierda Unida (IU). Pero todo ello quedó en suspenso trasla arremetida de Sendero Luminoso, hasta que volvió a ponerse en mar-cha, con un fuerte intervencionismo del gobierno de Fujimori, sobre todoa partir de 1993, gracias a los abundantes recursos de FONCOMUN, que

72 En esta parte nos basamos principalmente en Pajuelo (2005a, 2006 y 2007), y en lasentrevistas realizadas a él y a Carlos Iván Degregori, entre otras.

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ca tampoco ha sido tan rápida como cabía suponer, porque entraron enjuego otros factores coyunturales o estructurales.

La década de 1990 fue signada por la presencia de Fujimori, el vence-dor de Sendero Luminoso. Elegido presidente en 1990, con un amplioapoyo electoral de la “raza de bronce”, que se sentía más identificada conel “chinito” que con el “señorito” Vargas Llosa, su período provocó en lossectores y organizaciones indígenas y campesinos una reacción primerofavorable, pero que se fue deteriorando con el correr de los años.

Su triunfo sobre Sendero, iniciado con la captura de su máximo líderen 1992, está relacionado con el nuevo enfoque que se dio a las Rondas-CAD, arriba señalado. Fue también notable el esfuerzo por recuperar elcampo tras la perdida década de violencia en las zonas más afectadas. Sur-gieron numerosos programas de ayuda directa del gobierno en Ayacucho,gracias a créditos y donaciones para este fin, plasmados en programascomo el Fondo Nacional de Compensación y Desarrollo Social (FONCO-DES), y otros más especializados en alimentos, la reconstrucción de nue-vas comunidades en áreas afectadas por la violencia, el manejo de cuen-cas o la infraestructura caminera. En ellos prevalecía el verticalismopopulista desde el gobierno central y la presidencia, que llegaba hasta luga-res remotos, evitando en general los intermediarios y gobiernos locales(Tanaka, 2005: 44-46).

Al mismo tiempo, Fujimori se empeñó en consolidar el modelo de eco-nomía neoliberal, entonces vigente en casi toda la región, con el apoyo deHernando de Soto, el popularizador del “otro sendero”, modernizador delcampo. Como en Bolivia, dejó “shockeado” al sector rural cuando eliminóvarios ceros a la moneda inti, para transformarla en el “nuevo sol” peruano.

En 1992 ejecutó su “autogolpe”, para concentrar mayor poder, y en1993 culminó su nueva Constitución Política, que reconocía por primeravez el carácter “pluriétnico” de la nación peruana. Al mismo tiempo, libe-ró las tierras comunales al mercado, con nuevas reglamentaciones de laLey de Comunidades Campesinas que facilitaron las inversiones extranje-ras, sobre todo en beneficio de las multinacionales mineras y petroleras.

Pese a la declaración retórica de su nueva Constitución, lo “indígena”no entraba por entonces en los planes de Fujimori. Aparte de cerrar elbenemérito Instituto Indigenista Peruano (que desde 1946 buscaba la“integración” civilizadora de los indígenas), congeló una experiencia pio-nera sobre educación bilingüe en el sur andino. Fue retomada años des-pués, por sugerencia del Banco Mundial, que empezó a divulgar un pro-grama semejante al adoptado por la Reforma Educativa boliviana.

Durante todo este período, las organizaciones indígenas de la Ama-zonia, en torno a AIDESEP y CONAP, siguieron su propio curso, aunque

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tamento de Apurímac. Allí se impuso el Frente Popular Llapanchik (“Todosnosotros” en el quechua local), por encima de Perú Posible, de Toledo. Sur-gió así el primer alcalde quechua comunero, Julio Huaraca, para escánda-lo de los habitantes de la ciudad. Lo significativo, además del nombre, esque dos documentos de octubre de aquel año hablan de “instrumento polí-tico”, “proyecto histórico andino”, “rikchasun ayllu” y otros términos muysemejantes a los empleados en Bolivia y Ecuador como los siguientes:

“[…] un Estado plurinacional y pluricultural, para el bienestar de nuestrasnacionalidades. Fundamos Llapanchik como movimiento político para lucharpor las reivindicaciones históricas de nuestras nacionalidades originarias, paradefender en todo el Tahuantisuyu las legítimas demandas e intereses de nues-tras comunidades y pueblos”.

El empleo de esta terminología no era casual; unas semanas antes sehabía realizado en Andahuaylas un Congreso Indígena en el que partici-paron, entre otros invitados, el quichua ecuatoriano Miguel Lluco, altomiembro de la CONAIE y Pachakutik, y Pedro Ticona, que pronto seríaministro de Asuntos Indígenas en Bolivia. En las elecciones de 2006, Lla-panchik reiteró su triunfo en esta y otras tres provincias, aunque sin tras-cender más allá de lo local.

El caso de Ilave y Puno

Mucha mayor repercusión ha tenido a nivel nacional lo ocurrido enIlave, elevado desde 1991 al rango de provincia y, por tanto, de municipioprovincial.74 Tiene unos 90.000 habitantes, de los cuales 30.000 se con-centran en la ciudad, la tercera de Puno. En la escala de riqueza-pobreza,ocupa el lugar 133 entre las 194 provincias (o municipios provinciales) dePerú, con un IDH de 0,49. Puno es la región/departamento con más MCPen el país y, dentro de él, Ilave es el municipio con mayor número de MCP:tiene 43, concentrados en el municipio distrital de Ilave (28), seguido delejos por el de Pilcuyo (8). Los hechos que siguen afectan al alcalde pro-vincial, pero la participación popular fue sobre todo del ámbito urbano yrural del distrito de Ilave.

se distribuían en función del número de habitantes y los niveles de pobre-za (Remy, 2005b).

A principios de la presidencia de Toledo, la reforma constitucional de2002 —más su Ley de Bases de Descentralización y la nueva Ley Orgánicade Municipalidades (2003)— consolidó el peso y la iniciativa de estosmunicipios. Fue clave el fortalecimiento de un tercer nivel aún más local,que existía desde 1981. Se lo llamó “municipalidades de centros poblados”(MCP) y para él calificaban centros de al menos 500 habitantes, tamañomínimo que después se incrementó a 1.000. En 2003 se estableció que losmunicipios de nivel superior debían transferirles, cada mes, recursos eco-nómicos en proporción a su población y servicios. Los regidores munici-pales73 deben provenir de los diversos distritos o MCP, según el nivel. Hayen Perú, por tanto, municipios de tres niveles jerárquicos: el superior oprovincial (194 en 2004), el distrital (1.646) y las MCP (1.824).

En 2001, se conformaron “mesas de concertación de lucha contra lapobreza”, iniciadas en el período transicional de Paniagua, y continuadascon Toledo. En 2003 eran en total 1.088, incluidas 886 de nivel distrital.Su función principal ya no era ejecutar obras, sino planificar y decidir enel ámbito local (Tanaka, 2005: 47-8). A partir de las normas instauradas en2002 y 2003, las autoridades regionales y de las MCP pasaron a ser electasmediante elecciones, con la postulación de agrupaciones y frentes localesque no necesitan ser reconocidos como partidos. En cambio, las autori-dades nombradas desde el Ejecutivo (prefecto, subprefecto, gobernador)han perdido su importancia. Todo ello ha vigorizado la participaciónpopular, sobre todo a través de los representantes surgidos de organiza-ciones sociales. Al mismo tiempo, aumentaron los conflictos locales (Remy,2005a, 2005b). Lo que en cambio apenas existe son movimientos regio-nales (departamentales) y menos aún nacionales.

En estos movimientos locales prevalecen las reivindicaciones “ciuda-danas”, en el contexto de participación en las instancias estatales. Sinembargo, ha aflorado también, en algunos lugares, la identidad étnica. Enel escenario peruano, tan marcado desde hace décadas por el mayor recha-zo de lo “indígena”, ese concepto y el de “indios” se emplean mucho menos.En cambio avanza el concepto más neutro de “andino”, visto como másamplio que el de “campesino”, tan en boga en las anteriores décadas, y enel sur, también el de aymara.

Pajuelo (2006: 97-113) analiza en detalle lo ocurrido en las eleccionesde 2002 en la provincia Andahuaylas, una de las más importantes del depar- 74 Nos basamos en Degregori (2004) y Pajuelo (2005b), y en las entrevistas a ambos auto-

res. Incluyo también detalles de mi propia visita a Ilave, donde recogí, entre otros, el relatomanuscrito de Rufino Vidal (2005), un protagonista local que viajó comisionado hasta Limaal principio del conflicto, como representante del sector rural, junto con otro delegado delsector urbano.

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73 Equivalentes, en otras partes, a los concejales o miembros del Concejo Municipal.

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ciudad al alcalde provincial Cirilo Fernando Robles y a sus seguidores másallegados. Siguieron tres semanas muy movidas: concentraciones masivasde las comunidades rurales de Ilave con sus autoridades; bloqueos de lacarretera internacional hacia Bolivia; idas y venidas entre autoridades pro-vinciales, de Puno y hasta de Lima, sin mayores resultados. El 14 y 15 serealizó una “marcha de sacrificio”, de unos 5.000 ilaveños hasta Puno, encamiones.

Finalmente, el 26 de abril Robles decidió regresar a Puno, tercamentey contra el sentir de la mayoría, para celebrar una sesión del concejo muni-cipal en su propio domicilio, antes de que lo removieran del cargo por ina-sistencia a tres sesiones consecutivas. Cuando fue identificado junto concuatro (de once) regidores que le eran fieles, lo retuvieron en la casa duran-te tres horas. Hacia el mediodía, según el relato de Degregori, ingresó ungrupo de jóvenes encapuchados —cuya identidad no ha sido revelada—,quienes primero los golpearon con palos, látigos y piedras, y después losllevaron a la Plaza de Armas. A los cuatro regidores les hicieron pedir per-dón y los llevaron con maltratos por la carretera a Mazo Cruz, interrogán-dolos por la obra que nunca se ejecutó. Allí fueron recogidos por sus comu-nidades, que los curaron en sus postas y en Puno (Vidal, 2005). Degregori(2004: 36) precisa que fueron trasladados allí por el mismo grupo de jóve-nes —a los que Vidal no hace referencia— mientras “la mayoría de la pobla-ción sólo espectaba, no intervenía para defenderlos, posiblemente portemor”. Asegura que algunos portaban gasolina, pero nada pasó ante elrumor de la proximidad de la policía. Al alcalde Robles, en cambio, losiguieron maltratando en el frontis de la alcaldía, hasta que, muerto ya omoribundo, quedó tendido en el puente, mientras seguían increpándolopor el dinero que había sido asignado a su reconstrucción.

El 27 hubo una tensa calma. El cadáver de Robles y varios heridos,incluidos policías y regidores, fueron trasladados a Puno. Según Vidal,76

“los pobladores del medio urbano se encontraban desesperados y preo-cupados”, porque no habían previsto ese desenlace. A raíz de estos acon-tecimientos, el 5 de mayo el ministro del Interior fue censurado por el Par-lamento y sustituido. La víspera, tras presentar su testimonio en Puno,Sandoval y tres regidores de su bando, entre otros, fueron detenidos y tras-ladados hasta Chiclayo, en la costa norte, para evitar marchas locales deprotesta, que ya habían llegado a Puno.

Lo que en Ilave concitó mayor atención fue el desenlace de un con-flicto por el mal manejo de los recursos, que involucró a la municipalidadprovincial y distrital, y culminó con el brutal ajusticiamiento del alcalde.Fue inicialmente presentado por los medios como un linchamiento y unacto de barbarie y subversión aymara, incitado seguramente por el “Mall-ku” Felipe Quispe, de la vecina Bolivia.

Sin embargo, un análisis más profundo lo ubica estructuralmente enel marco de unos sesenta conflictos semejantes, aunque menos graves, ocu-rridos en los municipios rurales pobres del país durante 2004. Ilave apa-rece así como “un espejo del Perú” de esa época (Degregori), por cuantomuestra su debilidad institucional para resolver asuntos de asignación yuso de los fondos.

En este caso concreto, la queja principal era la falta de asignación derecursos para los municipios distritales y las MCP. Durante una larga déca-da, en que el municipio provincial estuvo en manos de Gregorio Ticona,ex dirigente de la Federación Campesina Aymara Túpac Katari y última-mente asociado a Fujimori, este procedimiento se había respetado fiel-mente. Pero el nuevo alcalde Cirilo Fernando Robles dejó de implemen-tarlo. Tampoco cumplía otras obras prometidas, como la reconstrucciónde un importante puente que había quedado inutilizable desde dos añosantes por una riada, lo cual dificultaba la indispensable comunicaciónentre la capital y las comunidades de todo un sector. La gestión de Robles,además, era la primera en la que no se había aprobado una nueva MCP.

A ello se añadía una pugna por el poder local con su teniente alcalde,Alberto Sandoval, con quien había sido contrincante político en dosramas75 del PC cuando eran estudiantes. Ahora, después de haber sido sualiado coyuntural en las elecciones, Sandoval denunció a Robles y logrómovilizar en su contra a diversos regidores y sectores rurales y urbanos.

Tanto Robles como Sandoval “son dignos representantes de la nuevacapa de notables, emergida con el proceso de modernización aceleradade la región durante las últimas décadas”, pero por distintas vías. Roblestenía una maestría en desarrollo rural y ascendió a través de la educacióny su cátedra universitaria, mientras que Sandoval, como acaudalado comer-ciante de ganado (Pajuelo, 2005b: 87; cf. Degregori, 2004: 48).

Esto fue lo estructural del conflicto, pero existen otros elementos queciertamente merecen un análisis más a fondo.

El 2 de abril de 2003, tras una rendición pública de cuentas inconclu-sa por un apagón y pedrea en la plaza, los congregados expulsaron de la

76 Degregori (2004) cierra su cronología el 4 de mayo, por lo que en esta última partenos apoyamos más en Rufino Vidal (2005), que la continúa hasta fines de octubre. Mante-nemos la redacción y ortografía originales, porque reflejan las raíces aymaras y popularesde su autor.

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75 Patria Roja y Puka Llacta, que significa lo mismo, en quechua.

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Lo primero se percibe en los actores urbanos más directamente con-frontados, o en los jóvenes que tienen también más interiorizadas las ide-ologías urbanas. Por ejemplo, durante una reunión pública con una comi-sión de alto nivel procedente de Lima, a los pocos días de la muerte deRobles, cuando ya parecía haberse llegado a un acuerdo para convocar aelecciones, algunos jóvenes hablaron a la multitud en aymara, sin ser com-prendidos por los visitantes. El acuerdo entonces se revirtió a favor de quelos nueve regidores se responsabilizaran del gobierno municipal, lo queabría la posibilidad de que Sandoval, el más connotado de los presuntosresponsables de aquella muerte, retuviera el control de la alcaldía. Díasantes, dos radios locales en aymara habían contribuido con sus mensajesencendidos de confrontación a que “la violencia simbólica se instale enIlave antes de la violencia real” (Degregori, 2004: 37, 48-49).

Por otra parte, otros detalles añaden rasgos de movilización popularcon sabor aymara, que diferencian lo ocurrido en Ilave del asesinato deotro alcalde en el municipio aymara de Ayo Ayo, en Bolivia, por aquellamisma época, donde a todas luces la alusión a la “justicia comunitaria” nofue más que una burda pantalla.

Ante todo, los principales actores de la protesta y la permanente guar-dia sobre la sede municipal de Ilave fueron los alcaldes de las MCP —cono-cidas localmente también como “comunidades madre”— y los “tenientesgobernadores”, es decir, las autoridades originarias.77 Rufino Vidal (2005)detalla cómo se procedía:

“Fueron en más de 25 días y noches de vigilia teniéndose en cuenta estrate-gias de organización. Cada zona entraba por turnos. Y por subzonas, cada rele-vo se realizaba a las 6:00 de la tarde y otros lo realizaban cada 8:00 de la maña-na a cada 24 horas; durante los relevos tanto de salida como de entrada sehacían marchas con sendas arengas por las principales calles de la ciudad, estofue un acto de mucho significado de unidad. Cada turno se autofinanciabacon sus propios productos para prepararse sus alimentos. Así mismo, algunasveces, las organizaciones de comerciantes, asociaciones, sindicatos y barriosdel medio urbano apoyaron con desayunos”.

En segundo lugar, los regidores, de origen rural, tras ser castigados físi-camente, fueron devueltos a sus comunidades (siquiera por temor a la

77 El título de “teniente gobernador” pretende reflejar nombramientos de arriba abajocomo si fueran el último estrato local del poder ejecutivo estatal. Pero, en realidad, se tratade las autoridades comunales nombradas por mecanismos tradicionales y, a lo sumo, pre-sentadas como primeras de terna a la autoridad estatal, que normalmente las ratifica.

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Los días siguientes hubo más arrestos, incluso en las comunidades.Comisiones de mayor rango llegaron hasta Puno e Ilave, pero ni ellos niel gobierno central parecían entender mucho la situación, e iban dandotumbos. Nombraron a dedo a dos alcaldes sucesivos y a regidores querenunciaron ante la oposición de la gente. Optaron por aumentar los efec-tivos del orden, en algún momento hasta 300, e incluso llegaron a gaseara la gente desde helicópteros. Pero cuanto más se endurecía esta líneaautoritaria, más se alzaba la gente.

Finalmente, el 3 de julio los pobladores nombraron de facto a MiguelFlores Chambi y a Rosalía Apaza Ccalli, como alcalde y teniente alcalde-sa respectivamente. Al día siguiente juraron en la Plaza de Armas, con“la bandera del Tahuantinsuyo”; luego recorrieron la ciudad acompa-ñados por miles de habitantes y labraron un acta para que el JuradoNacional Electoral legalizara lo hecho. Sin embargo, éste lo desconoció,pero por esa vía se aceleró la convocatoria a nuevas elecciones, a las quese presentaron once partidos o agrupaciones. El 17 de octubre salió ven-cedor Miguel Flores (24%), seguido de cerca por el profesor Mario LucioVargas (21%), al que meses antes habían detenido. La elección demo-crática ratificó así el sentir de las movilizaciones populares, aunque nopor un gran consenso.

Esta larga secuencia evidencia que la muerte del alcalde no fue unsimple linchamiento imprevisible a manos de una multitud enardecida,sino un desenlace, ciertamente precipitado, de un conflicto prolongadoy nunca resuelto, que persistió meses después de los incidentes. En lossucesos del 26 de abril median varias horas entre la detención de Roblesy sus regidores por parte de la multitud, y los castigos y la ejecución finala manos de encapuchados cuya identidad sigue bajo un halo de miste-rio. Recuerda incluso los tiempos de Sendero Luminoso, con el que lavíctima central, al igual que su opositor, había tenido cierta sintonía ensu juventud.

Tardíamente, a medida que se avanzaba en la querella, los deman-dantes empezaron a apelar a lo aymara, siquiera como un recurso retóri-co, sobre todo a partir de la marcha a Puno del día 15, en cuyos discursosse habló de la “refundación de la nación aymara” y de aplicar el Convenio169 de la OIT. Posteriormente, la referencia al pueblo aymara será per-manente, al menos en el área rural.

Ciertamente, hay que distinguir la confrontación directa por el poder,que, en ese contexto de fragilidad institucional, recurre a la acción direc-ta al margen de las normas, camuflada en apelaciones a la “justicia comu-nitaria” (como ha ocurrido en tantos otros lugares), y lo que podría refle-jar un estilo aymara subyacente o una utopía emergente.

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ajena a todo ese proceso y desde entonces se autodenomina “capital de lanación aymara”.

Sin duda, incidieron la cercanía y los frecuentes contactos entre losaymaras puneños y los de Bolivia, al otro lado del lago. Pero de ahí no sesigue —como entonces elucubró la prensa limeña, a veces con regodeoracista— que lo de Ilave fuera la expansión de lo que ocurría en el ladoboliviano. Interrogado por los periodistas, al líder Felipe Quispe le gustóciertamente la idea, porque le venía como anillo al dedo, pero se tratabasólo de su oportunismo político, no de una realidad constatada.

CONACAMI

Los conflictos entre las empresas mineras y los pobladores de su áreade extracción suelen ser habituales, sobre todo debido al uso intenso ycontaminante de la tierra, con deterioro ambiental. Con frecuencia, lasmás afectadas son las poblaciones rurales de pequeños agricultores, gana-deros e incluso silvicultores, ya sean campesinos parcelarios o comunarios,indígenas o no.

Todo ello es aplicable a Perú, que desde la Colonia ha sido un paísminero, principalmente en la Sierra, la región más indígena. Ya vimos queuno de los primeros focos de resurgimiento de los movimientos andinosen los años sesenta fueron las comunidades afectadas por la empresa mine-ra Cerro de Pasco, establecida allí desde el siglo XIX.

Tradicionalmente, las industrias extractivas —de minerales, hidrocar-buros u otras— han tendido a ser preponderantemente economías deenclave, es decir, “chupan” riqueza de un lugar sin que ello beneficiemayormente a su entorno inmediato. Aun siendo de “enclave”, sus activi-dades extractivas de mayor escala fácilmente dañan las condiciones de viday producción agropecuaria, por ejemplo, contaminando el agua. Sus gran-des inversiones no sólo ignoran el entorno, sino que lo deterioran y tor-nan inviable su sobrevivencia. Con frecuencia los yacimientos se encuen-tran en lugares aislados, que posiblemente son parte de comunidades yterritorios indígenas, aunque no siempre.

Pese a los mayores esfuerzos de algunas empresas, se sigue deterio-rando el medio ambiente a una escala mucho mayor, dados los avancestecnológicos y la política económica. Las nuevas tecnologías permiten, enefecto, aprovechar yacimientos que antes no eran rentables por su baja leyy sobre superficies mucho más vastas, por lo que afectan a más lugares yocupan a menos mano de obra local poco calificada. Y la política econó-mica neoliberal recibe con los brazos abiertos y los ojos cerrados a las mul-tinacionales, para que inviertan en los países en vías de desarrollo.

268 Movimientos socioculturales en América Latina

policía), dentro del estilo tradicional de restablecer el equilibrio y recu-perar a los culpables. Nos guste o no, tampoco es ajeno a casos extremosde justicia comunitaria condenar a muerte a algún culpable consideradoirrecuperable; y el hecho de dejar el cadáver de Robles en el puente quenunca reparó pese a sus promesas y a tener el dinero para hacerlo, tieneun mensaje simbólico no muy distinto de otras sanciones semejantes, porejemplo, contra patrones abusivos durante tantas rebeliones agrarias a lolargo y a lo ancho de los Andes.

Las movilizaciones masivas, antes y después de dar muerte al alcalde,no dejan de recordarnos el célebre Fuenteovejuna, de Lope de Vega. SegúnRufino Vidal, el 10 de mayo, cuando la represión a la población alzada eramás intensa, en una concentración en el centro de San Cristóbal de Bal-save decidieron “declarar al gobierno central enemigo del pueblo ayma-ra” y plantear que, si no accedía a los pedidos, “entonces que nos metanpresos a todos”.

No se trata de una simple vuelta al pasado, pues todo ello ocurre en elcontexto de una rápida modernización de la región y en medio de unapugna por el poder y por el acceso participativo a sustanciosos recursosmunicipales. Este contexto aparece, incluso, en simultáneo con un suce-so que, según los entrevistados por Pajuelo (2005b: 89), es el que “deter-minó el quiebre de las relaciones” entre el alcalde Robles y los tenientesgobernadores de las comunidades. Robles les había prometido ternos com-pletos para desfilar en las fiestas patrias del 28 de julio de 2003, pero sóloles entregó 200 camisas, que “fueron recibidas por los tenientes goberna-dores como una ofensa”.

La retórica de la nación aymara existía ya desde los años ochenta, en elnombre de Federación Aymara Campesina Túpac Katari, de la que prove-nía Gregorio Ticona, el más respetado de los alcaldes entre 1992 y 1998.También desde aquella década funcionaba en el sur del departamento (Ilaveincluido) la Unión de Comunidades Aymaras (UNCA), una de las primerasorganizaciones regionales que se inscribió en la COPPIP (véase infra).

Por otra parte, en las elecciones generales de ese año, Toledo y sugente ganaron ampliamente en Puno, logrando su máximo puntaje (62%)en Ilave y El Collao, con lo cual ingresó al Parlamento la primera diputa-da originaria aymara, Paulina Arpasi, con una votación mayor que la deningún otro diputado puneño; diputada que por cierto realizó un inten-so trabajo de cabildeo ante el gobierno central durante toda la crisis. En2002 fue elegido (por el 26,5%) el primer gobernador regional, del Movi-miento por la Autonomía Regional Quechua Aymara (MARQA, que sig-nifica “pueblo, patria”), y desde entonces los caminos del departamentose han llenado de propagandas alusivas a la nación aymara. Ilave no fue

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espacio de concertación. Después, con el apoyo de la agencia de coope-ración de la Iglesia Católica de Quebec (ACDI), recorrió diversas regio-nes y comunidades que tenían problemas con empresas mineras. Cuen-ta Palacín que fue una experiencia única. Se trasladaban en camionetasalquiladas a comunarios o alcaldías, pero funcionarios de las minas losacechaban y controlaban con sus vehículos, y hasta con perros y caballos,mientras ellos se defendían con su cámara fotográfica para dejar cons-tancia de lo que ocurría. En algunos sitios les costó despertar la con-ciencia de la gente, que al principio no veía mayores problemas en laactividad de esas empresas. Así ocurrió en una comunidad de la regiónde Tintaya, donde los pobladores no sabían qué hacer: los que habíanvendido la tierra a precios irrisorios se habían ido sin volver más, y loscomunarios habían quedado sin tierra y sin recursos. En otras partes,como en Pampa Chincheros Uripa (Apurímac), les bastaba hablar conla gente, porque “allí ya tenían conciencia”. Era el lugar donde durantela guerra de Sendero la legendaria Edith Lagos murió en 1982 en unenfrentamiento con la Guardia Republicana.

Desde fines de marzo de 1999 empezó la preparación y ejecución denueve congresos regionales. Sorpresivamente —según Palacín—, en eseperíodo dirigentes de la CCP no querían reconocer a este nuevo movi-miento, por considerar que no encajaba con sus planteamientos “clasis-tas”. Sin embargo, el 22 de octubre de 1999 se inició en Lima el I CongresoNacional de Comunidades Afectadas por la Minería, que reunió a 600delegados de trece departamentos, tanto de la Sierra como de la Costa, enáreas de habla quechua o de sólo castellano. Así nació CONACAMI, pri-mero como “coordinadora” y, desde su II Congreso, en 2003, como “con-federación”. Con los años llegó a aglutinar a más de 1.000 comunidades,distribuidas en diversas CORECAMI regionales.

En la gran marcha nacional de 2002, “Por la vida, la tierra, el agua y elagro”, la CONACAMI sintetizó sus demandas en los siguientes puntosgenerales:

• Que el Banco Mundial modifique sus políticas de financiamiento alas empresas mineras.

• Por una política económica que dé prioridad a la agricultura.• Por el respeto a la identidad de los pueblos.• Por la aprobación de la Ley de Consulta, para el desarrollo de acti-

vidades extractivas en territorio de las comunidades.• Por cambios en la legislación nacional, para incorporar los dere-

chos de las comunidades y el ambiente.

En Perú, este proceso modernizador se retrasó por la guerra con Sen-dero Luminoso, que llevó al cierre de muchas minas. Pero desde los añosnoventa, la disminución de este conflicto y la adopción de la política neo-liberal por parte de Fujimori, brindaron una gran apertura y ventajas a loscapitales extranjeros, tanto con la nueva Constitución de 1993 como, en1996, con la Ley de Servidumbre Minera, que les facilita apoderarse demayores extensiones y utilizar terrenos y aguas en beneficio de la empre-sa concesionaria.

Las mineras multinacionales empezaron a pulular por el paisaje ruralperuano como nunca antes. Entre 1990 y 1997, la inversión en el sectoraumentó el 400% en el conjunto de América Latina, pero en Perú lo hizoen el 20.000%, ocupando el segundo puesto del continente, después deChile, y el sexto a nivel global (Banco Mundial, 2005, citado por Beb-bington, 2007: 23). El número de hectáreas vinculadas a la actividad mine-ra se multiplicó de 10 millones en 1991 a 34 millones a fines de 2000 (Pare-des, 2006).78

Al principio, varias comunidades iniciaron su lucha aisladamente. Asíocurrió, por ejemplo, en las pastoriles de altura en la provincia de Espinar(Cusco), donde el Estado expropió miles de hectáreas, a 3 dólares/ha,para instalar su mina Tintaya, transferida después a una empresa privada,que aumentó notablemente la contaminación de las aguas y el ambiente.Lo mismo ocurrió en la comunidad de Viccos y otras en torno al lagoJunín, donde, desde 1992, se movilizaron a favor de la Ley Ambiental y encontra de la servidumbre de aguas que beneficiaba a una empresa mine-ra canadiense. Viccos está a 4.100 metros de altura y a 10 kilómetros de lacomunidad de Rancas, donde ocurrieron los enfrentamientos con laempresa Cerro de Pasco en los años sesenta. Había recuperado en 1963las tierras ocupadas por una hacienda, gracias a la reforma de Belaúnde,y con la de Velasco, en 1974, se transformó en “comunidad campesina”, aligual que otras de la zona. Por aquella época la CNA era allí más influyenteque la CCP.

El principal líder de la zona del lago era un comunario de Viccos,Miguel Palacín Quispe, ingeniero zootecnista por la universidad deCerro de Pasco. Escapando de una orden de captura, en 1996 llegó aLima y tuvo oportunidad de ampliar sus conocimientos y contactos. Enlos archivos del periódico El Expreso descubrió documentos que avalabansu denuncia contra una empresa minera canadiense, y lo invitaron a un

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78 Paredes (2006), Bebbington (ed. 2007) y <www.conacami.org> son las principalesfuentes consultadas en esta sección, además de una larga entrevista a Miguel Palacín.

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defectos, y los mecanismos más efectivos para aprovechar esa experiencia ennuestra organización. Como consecuencia de ello, se discutieron propuestaspara el futuro del movimiento indígena en Perú”.

Un catalizador importante para iniciar esta dimensión étnica y desa-rrollar los contactos con los países vecinos han sido las ONG de apoyo,OXFAM América e IBIS de Dinamarca.

Maritza Paredes (2006), por su parte, cuestiona lo que llama “el dis-curso indígena minero”, por basarse más en estereotipos —por ejemplo,el de “territorio indígena”— que en la realidad cotidiana de muchas delas comunidades afectadas. En parte tiene razón, aunque cabe señalar quesólo analiza tres casos —de los cuales dos son de la Costa y el norte delpaís, la zona efectivamente menos indígena—, pero acepta que en muchascomunidades de la Sierra podría ser distinto. Sin embargo, tal vez tomede manera demasiado rígida y literal algunas expresiones que probable-mente haya que leer en clave retórica. Sin duda este proceso debe inter-pretarse más como un juego dialéctico y siempre creativo entre la reali-dad, las necesidades y las demandas más inmediatas y cotidianas de lascomunidades, y el reconocimiento e incluso la recuperación de identida-des que añaden un sentido más hondo a estos reclamos, proceso que, ensu caminar, va ajustando la interpretación de una y otra. Ni la identidadétnica ni la de clase son factores estáticos, cristalizados de una vez y parasiempre, sino que se trata de recursos estratégicos que van ajustándose alas circunstancias.

Lo significativo de CONACAMI es que, a diferencia de otros movi-mientos más ideologizados de grupos indígenas urbanos, combina mejorsu análisis y los reclamos ambientales y económicos con el reconocimien-to de su identidad comunal, e incluso como pueblos, despertando a vecesidentidades autorreprimidas.

Un caso digno de análisis puede ser el de las comunidades de Caja-marca, afectadas por la contaminación de las aguas utilizadas para la agri-cultura. Es una región andina del norte del país, a la que todos conside-ran “campesina”, por ser de habla castellana. Pero mantiene muchas desus tradiciones, y fue allí donde primero se pusieron en marcha las rondascampesinas en los años setenta, con las que lograron el reconocimientodel derecho alternativo consuetudinario por parte del Estado. Esa expe-riencia adquiere ahora una nueva actualidad frente a la expansión de laempresa Yanacocha (Paredes, 2006: 512-514), pese a las posiciones encon-tradas de quienes protestan y quienes confían en los beneficios de eseemprendimiento. No resulta, por tanto, atípico que en el fragor de lalucha este tipo de comunidades recuperen o reafirmen identidades más

272 Movimientos socioculturales en América Latina

Salvo el tercero, todos los temas se relacionan con el impacto de lasactividades extractivas en el medio ambiente e insisten en la condiciónagropecuaria de las comunidades afectadas. Pero el tercero se centra enla identidad de esas comunidades como parte de los “pueblos”, y los dossiguientes vinculan las actividades extractivas con el “territorio” y los “dere-chos” de las comunidades.

Una pregunta obvia es por qué esta Confederación, con demandasespecíficas de tipo medioambiental, tanto de las comunidades indígenascomo de muchas otras, insiste en su identidad y condición indígena.

Internamente, lo que más ha atraído a la organización hacia estatemática ha sido el concepto y pensamiento de la comunidad, y cómologró sobrevivir a lo largo del tiempo, algo bastante ligado con el senti-do de territorio.

En el aspecto externo, influyeron varios factores. Uno es haber descu-bierto el apoyo que, para este tipo de demandas, podían recibir del Con-venio 169 de la OIT, sobre los derechos de los pueblos indígenas. En unpliego de diciembre de 2000, ya expresaban de manera explícita algo quese irá repitiendo posteriormente:

“7. Exigimos que se respete y ejecute el Convenio 169 de la OrganizaciónInternacional del Trabajo, OIT, y que las poblaciones rurales sean debida-mente consultadas antes de la instalación de los proyectos mineros e hidroe-nergéticos, en los territorios comunales, y tengan el derecho a decir ¡NO!cuando ven en peligro su integridad y derechos”.

Un segundo factor es el ejemplo de los movimientos indígenas de losdos países vecinos: Bolivia con CONAMAQ y Ecuador con ECUARUNARIy sus principales dirigentes históricos. Ya a fines de 2001, CONACAMI invi-tó a dirigentes indígenas de esos países a una Cumbre en Cerro de Pasco(23 y 24 de noviembre), y éstos apoyaron particularmente el tema de la“identidad”. Asimismo, en 2003, CONACAMI envió a nueve líderes a Ecua-dor y otros seis a Bolivia para realizar pasantías de intercambio. Final-mente, el 10 y 11 de enero de 2004 realizó un taller sobre lo que allí sehabía tratado:

“Lo más destacable de esta experiencia, según los participantes, fue el énfasisde las organizaciones indígenas hermanas en el reconocimiento de su identi-dad como naciones originarias, existentes antes de la invasión europea al con-tinente y, por tanto, a la existencia de los correspondientes Estados. Entre lostemas analizados en el taller estuvo el análisis de la estructura orgánica de lasorganizaciones indígenas en los países visitados, el examen de sus virtudes y

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Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú 275

fica sino también, una vez más, por la guerra con Sendero Luminoso, que—como ya insinuamos más arriba— motivó allí estrategias contrapuestasde sobrevivencia, a favor o en contra de este grupo insurgente, según ellugar y las circunstancias. Recordemos que en aquel período Fujimori, enanuencia con los Estados Unidos, hizo primero la vista gorda con los coca-leros que se le aliaron en su lucha contra Sendero, formando sus CADentre ellos. Pero una vez superado aquel peligro a fines de los años noven-ta, volvió a la carga para erradicar los cultivos y plantear la meta “Cocacero” (como en Bolivia), con nuevos recursos norteamericanos.

Fue la chispa que faltaba para la organización de los cocaleros, sobretodo en los valles de Alto Huallaga y Aguaytía, donde iniciaron paros y blo-queos reiterados, desde aproximadamente 1999. Sólo en vísperas de suhuida, Fujimori accedió a instalar una mesa de diálogo, en noviembre de2000. Paniagua y Toledo continuaron esa política y lograron una relativapaz, hasta que en mayo de 2002, cediendo a la presión del mandatario esta-dounidense George W. Bush, Toledo volvió a la erradicación forzosa y mili-tarizada, con la Comisión Nacional de Desarrollo y Vida sin Drogas (DEVI-DA) y otras instancias locales. Retornaron las marchas y los bloqueos, y enenero de 2003 se creó en Lima, con la participación de 1.200 delegados,la Confederación Nacional de Productores Agropecuarios de las CuencasCocaleras del Perú (CONPACCP), que entonces agrupaba a aproximada-mente la mitad más aguerrida de los valles productores.

Eligieron como secretario general a Nelson Palomino, líder del vallemás combativo (río Apurímac-Ene, no lejos del territorio asháninka), cuyolema en los momentos más álgidos había sido “Coca o muerte”. Los dossiguientes cargos de mayor rango estaban en manos de dos mujeres jóve-nes de armas tomar: Nancy Obregón y Elsa Malpartida, dirigentes princi-pales de otros dos valles.

Doña Nancy había nacido en Lima, hija de migrantes quechuas deAbancay, y allí estudió enfermería y administración hasta que, siendo toda-vía una adolescente de trece años, emigró a la Selva, donde se casó con unex policía de Tingo María. Tienen cinco hijos, cultivan toda una gama deproductos, incluida? de hectárea de coca, y ella administra un pequeñorestaurante. A los treinta años, llevaba ya varios como dirigente local.

Doña Elsa nació en la Sierra de Huánuco, pero vivió y estudió enfer-mería en Lima, antes de pasar a la Selva, donde está casada y tiene doshijas. Cultiva café, naranjas, una hectárea de coca y una piscigranja, y admi-nistra una empresa regional de transporte de carga y pasajeros.81 Se inició

profundas, encubiertas por el hecho de haber perdido su lengua origina-ria. Sin embargo, son reacias a ser consideradas formalmente “indígenas”.No quieren apelar al Convenio de la OIT sino a sus raíces como “comu-nidades campesinas”, aunque su tierra esté totalmente parcelada.79

Cocaleros

En el movimiento peruano de los productores de hoja de coca, lo indí-gena sigue siendo mucho más marginal, aunque no está del todo ausen-te. Junto con CONACAMI, constituye el movimiento social rural más diná-mico de la última década.

Los peruanos son los primeros productores mundiales de hoja de coca,con más del doble de hectáreas que los bolivianos.80 Pero el área produc-tora está bastante más dispersa que en Bolivia, donde los cocaleros se con-centran en gran medida en Yungas y el Chapare-Chimoré.

Los productores se distribuyen en diecisiete cuencas o “valles” subtro-picales, mal comunicados, que van desde el Cusco hasta casi la fronteracon Ecuador, lo que dificulta una organización bien articulada. En esascuencas, la hoja de coca convive con otros productos destinados al mer-cado, con frecuencia en la misma parcela, y los cocaleros son sólo unaquinta parte de los agricultores establecidos, incluidos varios grupos indí-genas. Sin embargo, son los más activos y militantes, por las característicasde la coca, que tiene entre tres y cuatro cosechas anuales y es fácil de mane-jar, por lo que se convierte en la caja chica de quienes la producen. Tieneademás un doble mercado: el interno, con sus abundantes usos tradicio-nales, como infusión, energético, remedio y elemento ritual; y el interna-cional, creciente pero ilegal, como materia prima para la cocaína. Este últi-mo provoca la interdicción internacional y gubernamental, no sólo de ladroga sino también de la hoja de coca, sin lograr distinguir de forma sufi-ciente los demás beneficios y usos que ésta tiene.

El historial y potencial organizativo del sector ha sido más tardío ymenos poderoso que en Bolivia, no sólo por su mayor dispersión geográ-

81 Véanse las entrevistas a Nancy Obregón en Escárzaga y Gutiérrez (2006: 258 ss.) yCabieses (2007: 247-268), y a Elsa Malpartida en Cabieses et al. (2007: 268-275).

274 Movimientos socioculturales en América Latina

79 Entrevistas a Miguel Palacín, Marisa Remy y Oscar Espinoza. En un evento recientetrinacional sobre construcción del Estado en sociedades pluriculturales y poscoloniales, LuisMillones relató un caso semejante en la Costa: las autoridades estatales y de la cooperacióninternacional se referían a ellos siempre como campesinos, y ellos replicaban que eran des-cendientes de tal o cual pueblo originario local. Catacaos, en la Costa de Piura, se conside-ra hasta hoy “el pueblo más antiguo del mundo”.

80 La cifra oficial es de 31.000 hectáreas, frente a sólo 15.000 en Bolivia, aunque podríaser el doble (Cabieses et al., 2007: 52). Este texto y Durand (2006) son las principales fuen-tes consultadas, pero no siempre coinciden. Para comparar con los cocaleros de Bolivia,véase 2.6.

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Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú 277

de 2004, los participantes radicalizaron su posición, y rechazaron toda erra-dicación. En posteriores eventos regionales, retomaron incluso el lema“Coca o muerte” de Nelson Palomino. Lo más grave para el movimientofue que, por esa vía, y en medio de confusas movidas, posiblemente pro-piciadas desde el gobierno, se consolidó la división interna entre los másradicales y los dispuestos a cierto diálogo y a hacer concesiones.

La novedad de los últimos años ha sido la apertura de los cocaleros ala vía política. Desde años atrás, los cocaleros peruanos del sur habían man-tenido contacto con el líder boliviano Evo Morales, quien participó inclu-so en un encuentro cocalero en Cusco, donde se habló de una mayor coor-dinación y hasta de la posible formación de una rama peruana de supartido, el MAS. Elsa Malpartida recuerda (en Cavieses et al., 2007: 270)que ahí lo conoció a Evo Morales, quien la alentó a seguir adelante: “Que-ría que en Bolivia hubiera más mujeres como yo, que salen a la lucha”.

La oportunidad para esta apertura política se presentó con la candi-datura y el partido de Ollanta Umala en 2006. Nancy Obregón y Elsa Mal-partida fueron elegidas diputadas, y desde entonces tienen un rol activo ymilitante en el Congreso y frente a los medios de comunicación, que nodejan de identificar la lucha de los cocaleros con el narcotráfico. Despuésde muchas presiones, se logró la libertad de Nelson Palomino, quien, enlugar de retomar su liderazgo en la CONPACCP, ha optado más bien porformar su propio partido.

En lo inmediato, este paso a la arena política nacional parece haberdebilitado a las organizaciones de base, aunque en un reciente congresode la CONPACCP, realizado en Trujillo, se eligió una nueva directiva. Porotra parte, es probable que esta mayor apertura política amplíe los hori-zontes temáticos del movimiento cocalero, más allá del permanente y com-plejo dilema en torno a la erradicación, sus alcances y procedimientos. Entodo ello influye, igualmente, la evolución del movimiento cocalero boli-viano, aunque al ser tan distintos el tamaño, la estructura y la coyunturade Perú, hasta el momento no llegue allí a las dimensiones a que se ha lle-gado en Bolivia.

Retomando nuestro tema central, no cabe identificar el movimientococalero peruano como étnico o indígena, aun cuando presente algunoselementos simbólicos de este origen que aparecieron, por ejemplo, en laculminación de la gran marcha de sacrificio hasta Lima en abril de 2003.El tema de la “sagrada hoja de coca”, tan reiterado en Bolivia, tampoco esajeno al movimiento peruano, aunque no resulta central en su retórica.Por otra parte, la CONPACCP —a diferencia de la CONACAMI, cuya com-posición indígena tampoco es tan obvia— se ha mantenido más centradaen sí misma, al margen de la COPPIP (véase infra) y otras alianzas con los

como dirigente local a los veintisiete años, y tenía treinta y ocho cuandofue fundada la CONPACCP. En aquel Congreso, aproximadamente el 30%de los dirigentes cocaleros eran mujeres.

Aquel Congreso rechazó la erradicación forzosa —la única que enton-ces había— y acordó hacer paros o bloqueos si el gobierno los afectaba.Así ocurrió el siguiente mes y enseguida se puso en marcha ese mecanis-mo. Nelson Palomino llevaba varios días en Lima difundiendo un mensa-je en quechua, aymara y castellano contra la erradicación, y fue detenidocuando se dirigía al valle del río Apurímac-Ene para sumarse al bloqueo.Fue acusado de “apología al terrorismo” y otros delitos no probados,82 porlos que finalmente sería condenado a diez años de cárcel.

Quedó a la cabeza del movimiento Nancy Obregón, quien organizó lallamada “marcha de sacrificio” hasta Lima, para exigir la libertad del diri-gente más otros diez puntos centrados en que la disminución de los culti-vos fuera voluntaria y participativa, de manera concertada, sin llegar a“Coca cero”. Así, en abril de 2003, durante dieciséis días, desde distintosvalles se movilizaron unos 15.000 agricultores y familiares, de los cuales5.000 convergieron finalmente en Lima tras haber recorrido entre 700 y800 kilómetros. Las tres principales columnas iban dirigidas por doñaNancy, doña Elsa y Marisela Guillén, nueva líder del valle Apurímac-Ene,de donde provenía Nelson Palomino. Acamparon con sus ollas y frazadasfrente al Palacio de Justicia y el Hotel Sheraton, hasta que, cuatro días des-pués, treinta y cinco dirigentes fueron recibidos por el presidente Toledoen el Palacio de Gobierno. Iban con sus hojas de coca, ch’ullus, pututus ybanderas del Tawantinsuyu, resaltando así su identidad andina, en esemomento tan importante. El 23 de abril Toledo firmó y promulgó undecreto que recogía el principio de la disminución concertada, reclama-do por los marchistas. El propio Toledo fue a visitarlos para ratificar lo pro-mulgado y, sacando hojas de coca del bolsillo, añadió: “Ustedes, los pro-ductores de coca, no son narcotraficantes” (Cabieses et al., 2007: 55-57, yel testimonio de Nancy Obregón, pp. 259-260).

No obstante, continuó la erradicación, las acusaciones y la persecucióna los dirigentes (Palomino seguía preso), con una agresiva y permanentepropaganda que satanizaba la hoja de coca y a los cocaleros. Como reac-ción, en el II Congreso de la CONPACCP, realizado en Lima en febrero

276 Movimientos socioculturales en América Latina

82 Asumir que ser líder cocalero equivalía a ser “narcoterrorista” pasó a ser, en esa época,parte de la retórica internacional de la “guerra contra las drogas”. En este caso, existen indi-cios para pensar que las “pruebas” contra Palomino fueron fraguadas por DEVIDA y CARE,por las denuncias que éste había presentado contra ellos (Cabieses et al., 2007: 55; véanseotros detalles en la Cronología 2002-2003 de Perú Hoy nº 5). No difiere mucho de lo que ocu-rrió con Evo Morales en enero de 2002, cuando fue defenestrado del Parlamento.

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Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú 279

Según un documento de 2001, hasta entonces, además de las cuatroorganizaciones mayores —CCP, CNA, AIDESEP y CONAP—, había docemenores, señaladas en el siguiente orden, que posiblemente indique eltiempo cronológico de incorporación:

5. Unión de Comunidades Aymaras (UNCA)6. Coordinadora Nacional de Comunidades Campesinas e Indígenas

del Perú (CONACCIP)7. Asociación de Defensa y Desarrollo de las Comunidades Andinas

del Perú (ADECAP)8. Consejo Aguaruna Huambisa9. Comisión de Emergencia Asháninka10. Taller Permanente de Mujeres Indígenas Andinas y Amazónicas

(CHIRAPAQ)11. Federación Puquina12. Organización de Comunidades Aymaras, Amazonenses y Quechuas

(OBAAQ)13. Comunidad Indígena Asháninka Marankiari Bajo (CIAMB)14. Federación Provincial de Comunidades Campesinas de Huaral15. Federación Departamental de Comunidades Campesinas de Pasco-

Frente Ecológico Alto Andino (Pasco-Junín)16. Coordinadora Nacional de Comunidades Afectadas por la Minería

Varias de esas organizaciones son de pueblos específicos. Tres de ellasreflejan ciertas diferencias organizativas dentro de los dos pueblos másnumerosos de la Selva: Aguaruna/Awajun (8) y Asháninka (9 y 13), quetienen otras organizaciones afiliadas en AIDESEP y CONAP. Otras corres-ponden a pueblos andinos concretos: dos al pueblo aymara (5 y 12) y unaal puquina (11). A ellas se añaden otras dos organizaciones de caráctermás geográfico: una bidepartamental (15, en Pasco y Junín) y otra pro-vincial (14, en Huaral, al norte de Lima), ambas en áreas con un impor-tante impacto ambiental de la minería. Finalmente, las cuatro restantesacusan una representación nacional (6, 7, 10 y 16). Una de ellas está espe-cializada en mujeres (10) y la otra, en medio ambiente y minería (16). Estaúltima —CONACAMI— desempeña actualmente, junto con AIDESEP, unrol clave de liderazgo dentro de la COPPIP.

Es interesante contrastar dos de las organizaciones menores: UNCA yla Federación Puquina. La primera es una organización aymara, cuyas raí-ces están en las cooperativas agropecuarias (CAP) y la CNA, que había pro-mocionado la Reforma Agraria de Velasco en los años setenta. Posterior-mente, en el sur de Puno algunas de ellas se transformaron en “ligas

pueblos y organizaciones indígenas. Su relación con las comunidades delas tierras bajas, en las zonas donde expande sus cultivos de coca, tiende aser más conflictiva que de alianza, por sus intereses contrapuestos sobre eluso del territorio.

Nace la COPPIP 83

A fines de 1997 ocurrió lo que puede considerarse la retoma formal dela conciencia étnica en los movimientos sociales del campo, en el ámbitonacional. La oportunidad se dio con el Primer Congreso Nacional sobreDerechos Humanos y Pueblos Indígenas, realizado en el Cusco, del 2 al 5de diciembre de ese año, con apoyo de OXFAM América y con la partici-pación de cientos de delegados de todo el país, de niveles locales, regiona-les y nacional. Este último estaba representado por la CCP y la CNA, debili-tadas pero persistentes, y la AIDESEP y la CONAP de la Amazonia.

En el curso de este evento se conformó la Conferencia Permanente delos Pueblos Indígenas de Perú (COPPIP) como “Un espacio de encuentroy diálogo entre las organizaciones indígenas peruanas de la Costa, la Sie-rra y la Amazonia. Un proceso abierto y con la intención de comenzar aforjar una voluntad colectiva indígena”. Todos se trataban como “herma-nos”, más allá de antiguas diferencias y divisiones, y definieron una direc-ción rotativa, “siguiendo estrictamente el molde y naturaleza de la autori-dad y liderazgo indígena”.

Finalmente, el 24 de abril de 1998 se realizó el Acto Inaugural de laCOPPIP, en el auditorio del Palacio Legislativo, con el auspicio de la MesaDirectiva del Congreso de la República y la participación formal de per-sonalidades como el Defensor del Pueblo y Gustavo Gutiérrez, padre de laTeología de la Liberación, que hicieron sendas presentaciones sobre losderechos de los pueblos indígenas a la autodeterminación, la tierra, la pazy la justicia. El énfasis puesto en los derechos “indígenas” a nivel interna-cional, junto con lo que ocurría en los países vecinos, influyó en este cam-bio de enfoque de las organizaciones peruanas.

En los siguientes dos años, la COPPIP realizó diversos seminarios y acti-vidades, tanto para su consolidación interna como para hacerse presenteen la agenda nacional. Participó en la solicitud de crear una Comisión deAsuntos Indígenas en el Congreso, una de cuyas tareas sería debatir unproyecto de Ley Indígena de alcance nacional, incluida la región andina.

278 Movimientos socioculturales en América Latina

83 Véase Pajuelo (2006: 70-80) y [email protected], más las reflexiones deLucero y García (2006). Agradezco las perspectivas que me brindaron Miguel Palacín y JorgeArboccó.

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Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú 281

Con la elección de Alejandro Toledo, y el gran respaldo de los pueblosindígenas y campesinos, el indigenismo desde el Estado llegó a su ápice.Ingresó finalmente en el Parlamento la primera y por entonces única dipu-tada de origen indígena, la aymara puneña Paulina Arpasi, de amplia tra-yectoria en la CCP.

Por sus rasgos fenotípicos, Toledo, nacido en un rincón serrano deAncash, era muy andino, aunque no sabía quechua, y por su formación yvida profesional en organismos internacionales fuera de Perú, era un eco-nomista neoliberal más. Sin embargo, ya desde su campaña electoral, cen-trada en la oposición a Fujimori, adoptó una nueva retórica indigenista y,como cierre de las ceremonias de posesión, el 19 de julio se trasladó conla comitiva de presidentes invitados hasta las célebres ruinas de Machu Pic-chu, para ser investido allí como el nuevo Pachakuti (o Pachacútec, comoen Perú castellanizan al Inca). Como parte de su juramento, prometióincorporar la participación indígena en su gobierno.

En realidad, quien quedó encargada de ello fue su esposa Eliane Karp,una belga con estudios de antropología y literatura, que había aprendidoquechua. Una de sus primeras acciones, a los pocos días de aquella pose-sión, fue hacerse presente en el II Congreso de la COPPIP. Allí prometiócrear una instancia estatal, con la participación directa de representantesindígenas. Lo implementó sustituyendo la SETAI por una Comisión Nacio-nal de Pueblos Andinos, Amazónicos y Afroperuanos (CONAPA), a finesde 2001, con partes iguales de representantes de los pueblos indígenas yde los ministerios, más un grupo de expertos, comandados por la Prime-ra Dama. Pero su funcionamiento tropezó desde un principio con pro-blemas de dependencia gubernamental y de transparencia en el manejode los fondos, sobre todo en la instrumentación del proyecto PDPIA, delBanco Mundial.

La COPPIP era su contraparte, pero a mediados de 2002 se dividióentre los más cercanos al oficialismo —liderados por Javier Lajo, de laFederación Puquina, y más vinculados al indianismo de los tiempos delCISA y su revista Pueblo Indio, que editaba también Lajo85— y aquellos queno querían ser cómplices de lo que ocurriera con el indigenismo guber-namental, más relacionados con las organizaciones de base. Ambos man-tenían la misma sigla, pero los disidentes se independizaron reinterpre-tando la primera C como “coordinadora”.

Esta última ha sido la más activa y la que realmente cataliza a las diver-sas organizaciones, con el apoyo de OXFAM América y otros. En diciem-

agrarias” y, de ahí, a raíz de la grave sequía de 1983, que arrasó todo el Alti-plano, se reestructuraron no sólo en torno a los grupos productivos sinode la comunidad histórica, como una mejor forma de afrontar la crisis.Nació así la Unión de Comunidades Aymaras, con la participación de unos120 grupos de la región, que quince años después totalizaban 250. Supe-rada la crisis climática, sintieron la necesidad de vigorizar los valores y sis-temas organizativos de su cultura aymara, para buscar su desarrollo eco-nómico, primero con pequeños microproyectos y más adelante, con unprograma integral para todo el conjunto. Influyeron probablemente loscontactos con las comunidades aymaras bolivianas, muy próximas, y —comoreconoce Bonifacio Cruz, primer promotor de esta transformación— tam-bién con las organizaciones de la Amazonia peruana. Esta fortaleza orga-nizativa contribuyó a que Sendero Luminoso no interviniera en la zona(Yashar 2005: 271-277).

En cambio, la Federación Puquina hace referencia a un pueblo (y len-gua) histórico, también del sur de Perú, que, como tal, ya es difícil diferen-ciar. Pero fue “resucitado” por el dirigente arequipeño Javier Lajo, quiendesempeñará un rol protagónico en la política indigenista de Toledo y suesposa. A diferencia de UNCA, se trata de una organización más cupular eideológica, que no responde a una necesidad vivencial de las bases.

Indigenismo oficialista y desde la base

A los pocos meses de haberse constituido la COPPIP, en 1998 Fujimo-ri creó también una instancia específica, llamada Secretaría Técnica deAsuntos Indígenas (SETAI), que se asentó dentro del Ministerio de Pro-moción de la Mujer y del Desarrollo Humano. Nació desde un principioasociada al interés del Banco Mundial por tener actividades con los pue-blos indígenas y, efectivamente, pronto se asoció con su Proyecto de Desa-rrollo de los Pueblos Indígenas y Afroperuanos (PDPIA), puesto final-mente en marcha en 2000 y dotado con 5 millones de dólares.84 El propioBanco solicitó que se incluyeran dos indígenas andinos y otros dos de laSelva en la SETAI, para facilitar la participación de esos pueblos y la rela-ción con sus organizaciones. En el gobierno de transición de Paniagua, laSETAI inició un interesante proceso participativo, para lo que creó unaComisión Especial Multisectorial para las Comunidades Nativas, y unaMesa de Diálogo (Pajuelo 2006: 72).

85 Véase un reciente debate interno en www.servindi.org/archivo/2006/998, y las pre-cisiones que el propio Lajo realiza en Lucero y García (2006).

280 Movimientos socioculturales en América Latina

84 Una décima parte de lo que dedicó ese banco a un proyecto semejante en Ecuador(véase 3.5). Nótese esta primera asociación de indígenas y afroperuanos, inducida, sin duda,desde afuera.

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Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú 283

gena, si bien en las regiones andinas y amazónicas el voto en primera vuel-ta había dado el triunfo a su opositor Ollanta Humala.

Un síntoma alarmante fue el decreto del 23 de febrero de 2007, porel cual se determinaba prácticamente la desaparición de INDEPA, al fusio-narlo —como en tiempos de Fujimori— con el Ministerio de la Mujer yDesarrollo Social. Tal decisión, jurídicamente impugnable (un decreto nopuede cambiar una ley), motivó nuevas movilizaciones de indígenas y gru-pos solidarios, y en junio una comisión congresal pidió dejar sin efecto elcuestionado decreto. En la misma línea, la anterior dirección de educa-ción bilingüe e intercultural quedó reducida a educación rural.

En relación con la COPPIP, diversas entrevistas realizadas en octubrede 2007 indican que actualmente ha reducido su actividad. Las dos orga-nizaciones que más inciden en su interior o en forma independiente sonla CONACAMI y AIDESEP, en cuya sede funciona la COPPIP. Ambas tie-nen distintas áreas de influencia y se complementan bien. Miguel Palacín,fundador de CONACAMI, comenta:

“Dentro de la COPPIP, los amazónicos tienen mucha incidencia política, basa-da en el diálogo y en reuniones con ministerios. Nos dicen: ‘Vdes. sacan a5.000 pero no abren las puertas del Ministerio. Y nosotros 100 pero sí abrenla puerta del Ministerio...’. Cuando hicimos la propuesta de Reforma Consti-tucional en 2003 nosotros dijimos ‘¡marchas!’, ellos no querían. Nosotrosveníamos de hacer un paro nacional y marchas, pero no sabíamos cómo abrirlas puertas del Ministerio. Decíamos ‘¡que nos reciba Toledo!’ Pedimos ayudaa AIDESEP, y con ellos sí logramos hacer una comisión y sentarnos a la Mesade Diálogo”.

La CCP y la CNA no tienen mucha presencia nacional. Su presenciase nota más en determinadas regiones de la Costa y la Sierra. La CCP siguefuerte en Cusco y Puno, y tiene una buena base en Huancavelica, Caja-marca y Piura. La CNA, en cambio, tiene más peso en la Sierra Central(Ancash, Huánuco), en Lambayeque e Ica.86

En 2003, el célebre guerrillero trotskista Hugo Blanco, entusiasta diri-gente de la clasista CCP, entraba también en la nueva ola, y en su libro Noso-

86 Entre tanto, desde mayo de 2006 la antigua COPPIP-Conferencia se ha transfor-mado en la Confederación de las Nacionalidades Indígenas del Perú (CONAIP) y, vincu-lado con ella, Javier Lajo ha fundado, en diciembre de 2007, el partido MASA (véanse laspáginas www.a-ipi-net y www.willkapampa.org). Sin embargo, una búsqueda preliminar enestas fuentes no evidencia una relación significativa con las principales organizaciones debase.

282 Movimientos socioculturales en América Latina

bre de 2004, por ejemplo, organizó en Huancavelica la I Cumbre de Pue-blos Indígenas, “un verdadero hito en la historia de las luchas de las orga-nizaciones indígenas peruanas” (Pajuelo, 2005a: 132). Acudieron 1.800participantes en representación de 180 organizaciones locales, más invi-tados de países hermanos. Según un comunicado de la COPPIP del 26 defebrero de 2006:

“Se sentaron las bases y hoy se implementa la Agenda Indígena; con un con-junto de acciones con el fin de demandar el reconocimiento y ejercicio denuestros derechos; tanto como realizar las acciones que frenaron el intentodel Gobierno y el Congreso de la República en promulgar la Ley de Aguas,Ley de Comunidades Campesinas y Nativas, violando el derecho a la Consul-ta y Consentimiento Libre Previo e Informado, que ampara a nuestras comu-nidades [por ejemplo, en conflictos con empresas mineras y petroleras], asícomo la Propuesta de Reforma Constitucional, que incorpore Derechos delos Pueblos Indígenas del Perú y la propuesta y discusión de la Ley de Insti-tucionalidad para los Pueblos Indígenas [...] El movimiento indígena en nues-tro país tiene rostro en los pueblos indígenas y comunidades, así como underrotero que sus organizaciones venimos construyendo a partir de la Agen-da Indígena aprobada en la Declaración de Huancavelica [...] etapa ésta queconcluye con la presentación pública del Proyecto Político de los Pueblos Indí-genas para el Perú, y apertura a una nueva etapa en la ruta de nuestros pue-blos y el movimiento indígena del Perú”.

Los escándalos en CONAPA —base de la división de la COPPIP—prosiguieron en los años siguientes, y finalmente fue clausurada en 2004.Durante el siguiente año se combinó la inacción desde el gobierno y lapresión de la COPPIP, que consiguió en abril de 2005 la aprobación dela ley que crea el Instituto Nacional de Desarrollo de Pueblos Andinos,Amazónicos y Afroperuanos (INDEPA), como un “organismo públicodescentralizado multisectorial con rango ministerial”. Reconoce unrango mucho mayor de participación y, de hecho, el proceso de regla-mentación y ulterior elección de sus nueve representantes indígenassupuso una notable movilización de las organizaciones y comunidades.Su desempeño, iniciado a principios de 2006, no ha sido notable, peroes ciertamente mejor y más participativo que el de sus predecesores, yconstituye hasta ahora la institución estatal de mayor rango para los pue-blos indígenas de Perú.

Pero la historia se repite. El 28 de julio de 2006 asumió la presidencia,por segunda vez, Alan García, del tan transformado APRA, y su nuevo esti-lo, más autoritario y neoliberal, no mostró mayor sensibilidad por lo indí-

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cer el asalto se produjo tras haber agotado todos los procedimientos jurí-dicos con gran costo y sin resultados.89

Sin embargo, en los últimos años han pasado a primer plano temasmás relacionados con la defensa y el manejo de los recursos naturales,frente a la manera en que las empresas “se pedacean” estos territoriosindígenas para “rematar” sus diversos recursos. Para ello, han desarro-llado buenas relaciones con diversas instancias especializadas en dere-chos ambientales en la Amazonia, y han presentado también numerososcasos a la Corte Latinoamericana de Derechos Humanos, con sede enCosta Rica.

La lucha y negociaciones con empresas madereras es de larga data, loque ha llevado a la organización a trabajar en políticas forestales. Un ins-trumento útil en varios lugares han sido los Planes de Mejoramiento delBosque, con miras a su gestión sostenible. El problema es que lograr lascertificaciones resulta bastante caro, por lo que con frecuencia deben recu-rrir a la cooperación internacional. No es raro tampoco que líderes defederaciones regionales negocien con las empresas o se conviertan inclu-so en intermediarios entre ellas y las comunidades, o simplemente que,por debajo de la mesa, funcionen mecanismos no del todo legales.

Más recientemente ha pasado a primer plano la defensa de las comu-nidades afectadas por las actividades y deterioros causados por las empre-sas petroleras, en un estilo que coincide con el de CONACAMI. Según uninforme del Ministerio de Salud, publicado en mayo de 2006, más del 50%de los 8.000 achuar que viven sobre el río Corrientes, en el norte amazó-nico, tenían cadmio y plomo en la sangre por encima de los límites per-mitidos, debido a la explotación del petróleo en sus territorios.

Robert Guimaraes, un shipibo vicepresidente de AIDESEP, estima queen el 80% de los territorios indígenas amazónicos hay producción o pros-pección de petróleo, por lo que reclaman una mayor información. Sequeja, además, de que el II Censo Indígena especial para la Amazonia, rea-lizado en 2007, no haya incorporado información relevante para podercuantificar y localizar los alcances de ese nuevo problema (Salazar, 2007).

Hasta el cierre de este estudio (enero 2008) en la Amazonia peruanano se han desatado conflictos de la magnitud que experimenta la CON-FENIAE en Ecuador, donde la producción y operación de campos petro-líferos está mucho más desarrollada. Pero se vislumbra algo así entre laCONAP, más cercana a arreglos con las petroleras, y la AIDESEP, de

tros los indios afirma, frente a quienes ven este enfoque como contrario alinternacionalismo revolucionario, que, “para nosotros los indios revolu-cionarios”, ésta es la única forma en que “podemos incorporarnos a lahumanidad: como indios”. Tres años después se presentó en Tiwanaku yLa Paz, para la toma de posesión de Evo Morales, el primer indio presi-dente.

Evoluciones recientes en AIDESEP 87

Actualmente, en la Amazonia, la organización de más peso es AIDE-SEP, mientras que la CONAP ha quedado reducida y afectada por proble-mas de liderazgo.

Dentro de AIDESEP, su órgano máximo de gobierno es un ConsejoNacional que, en 2000, se asentaba en 6 organismos descentralizados, ubi-cados en el norte, centro y sur del trópico.88 Tiene 57 organizaciones terri-toriales (incluidas 8 federaciones), que representan a 56 “pueblos”, conun total de 1.350 comunidades, donde estiman que viven 350.000 indíge-nas, cuyos idiomas pertenecen a 17 familias lingüísticas. Están esparcidosen un área geográfica de 956.751 kilómetros cuadrados. Estos datos mues-tran que los pueblos amazónicos, mucho más pequeños y dispersos, estánmejor organizados que los andinos, que son más numerosos y geográfica-mente concentrados, pero sin una clara organización de nivel superiorque efectivamente llegue a articularlos.

Ha habido cierta evolución en el estilo, objetivos y demandas de estaorganización. En cuanto al estilo, su enfoque inicial de gestionar y ejecu-tar proyectos ha dado paso a una organización con objetivos políticos (Shi-rif 2005), en respuesta a los nuevos contextos del país y la Selva.

Al principio, un punto central era el reconocimiento legal de suscomunidades y la titulación de sus territorios, temas en los que se logróavanzar bastante a partir de la Ley de Comunidades Nativas de 1974, dic-tada por Velasco Alvarado, aunque no en todas partes. Así, en 2002 saltóa los medios la noticia de que un grupo awajun/aguaruna había asaltadode madrugada un asentamiento ilegal de colonos dentro de su territorio,con un saldo de 7 colonos muertos, 18 heridos y 1 desaparecido, más 9casas incendiadas. Ya llevaban tres años de pleito pacífico buscando desa-lojar a quienes se habían asentado ilegalmente en su territorio, y al pare-

89 Véase www.cajpe.org.pe/cronolog/enepe6.htm. Los awajun sospechaban, además,que los asentados pretendían sembrar coca, por lo que enseguida declararon que no res-paldaban la lucha por la coca (entrevista a Miguel Palacín).

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87 La actualización proviene principalmente de Internet y de las entrevistas realizadas aJorge Arboccó y Graham Gordon.

88 ARPI-SC (Selva Central), ORAI (Iquitos), ORAU (Ucayali), CORPI-SL (San Loren-zo, Alto Amazonas), ORPIAN-P (Amazonia Norte) y FENAMAD (Madre de Dios).

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tida, a quienes ya nos hemos referido más arriba y que ya no se autoiden-tifican como indígenas a pesar de su ascendencia serrana. Las otras tresson quechuas y tienen un historial previo como dirigentes dentro de laCCP. Se trata de María Sumire e Hilaria Supa, ambas cusqueñas, y de laayacuchana Juana Huancahuri.

Desde el acto de posesión, las tres causaron gran revuelo en el Par-lamento y en la prensa por su empeño en reclamar su derecho a parti-cipar de las sesiones en quechua. La anterior presidenta del Congreso,fujimorista e incluso experta en lenguas indígenas, se negaba a aceptarel juramento en quechua de María Sumire (abogada), apelando a quesólo el castellano era el idioma oficial en el Congreso. Al final cedió, contodo un ritual de mediaciones de un intérprete. Pajuelo (2006: 80-95)reproduce en detalle el correspondiente “Diario de los Debates” del Par-lamento y las reacciones de la prensa —que evidencian la resistencia delos grupos dominantes a aceptar cambios en sus instituciones y prácti-cas—, y el gran mensaje y repercusión simbólica que tuvo el mero hechode poder expresarse en la propia lengua, aunque no se entendiera sucontenido.

Las diputadas María Sumire e Hilaria Supa, junto con otros congre-sistas,92 forman parte de la Comisión de Pueblos Andinos, Amazónicos,Afroperuanos, Ambiente y Ecología del Congreso de la República, quehasta julio de 2007 dictaminó 26 proyectos de ley, de los cuales 3 fueronsancionados: se relacionan con el Sistema Nacional de Gestión Ambien-tal, el destino social de la madera decomisada por la autoridad forestaly la inclusión de representantes de las comunidades campesinas y nati-vas en la Comisión Nacional de Protección al Acceso a la Biodiversidady a los Conocimientos Tradicionales de los Pueblos Indígenas. Se discu-tió al principio un proyecto de Ley General de Pueblos Originarios oIndígenas, Comunidades Campesinas y Comunidades Nativas, que agru-paría en un único instrumento jurídico a la población que, por diversasvicisitudes históricas e ideológicas, es reconocida dentro de esas catego-rías. Pero el proyecto ha quedado estancado, y quizás, en la coyunturaactual, sea mejor no remover dos leyes de comunidades (de 1970 y 1974),supuesta la intención del gobierno de liberalizar aún más el mercado detierras al interior de las comunidades.

momento más afín a una línea de resistencia, aunque con variantes, segúnlas directivas y organizaciones afiliadas. Mientras tanto, las empresas otor-gan becas a los jóvenes para enseñarles las bondades de la explotaciónpetrolera.

Las primeras diputadas indígenas

Hemos mencionado los casos pioneros de mujeres parlamentarias indí-genas o campesinas; sin embargo, no existen registros oficiales que per-mitan identificar cuántos y quiénes son los varones quechuas, aymaras oindígenas que han llegado a ser parlamentarios en Perú. Seguramente loshubo, y los hay, siquiera que hablan quechua desde la infancia. Pero si esasí, no hicieron públicos estos orígenes, y más bien los camuflaron. En esesentido, se produjo un cambio significativo en las dos últimas elecciones,siendo las mujeres las que aparecen más notoriamente como tales, por suindumentaria y lengua.

En 2002 fue electa la aymara puneña Paulina Arpasi, oriunda de unacomunidad cercana al lago Titicaca, comerciante, soltera y con alta tra-yectoria como dirigente de la CCP. Desde el 2000 se había relacionado conla esposa de Toledo y Perú Posible, y por esa vía llegó a ser diputada. Alprincipio suscitó el interés de los medios, por sus vistosas polleras y porcomunicarse en aymara. Pero más adelante, ya en el Parlamento, mantu-vo un perfil bajo ante la audiencia. Sin embargo, llegó a presentar 140 pro-yectos de ley, incluidos el de creación de INDEPA, la ley que regula la acti-vidad de las trabajadoras del hogar y la de educación bilingüe, con énfasisen el caso de las niñas en el campo. Quedó algo distanciada de sus paisa-nos, que le exigían obras y otros beneficios para su lugar de origen, algoque estaba fuera de su alcance como parlamentaria,90 aunque sí se man-tuvo muy activa propiciando contactos con autoridades nacionales duran-te la crisis de Ilave e incluso dando mensajes a través de la radio local; pero—a diferencia de Johnny Lezcano, otro diputado puneño— no llegó hastaallí. Desde que cesó como diputada, poco se sabe de ella, un desenlace fre-cuente en situaciones como la de Paulina.

Con las elecciones de 2006 entraron al Congreso otras cinco indíge-nas o campesinas, a través del Partido Nacionalista Peruano,91 de OllantaHumala. Dos eran las dirigentes cocaleras Nancy Obregón y Elsa Malpar-

92 Carlos Cánepa (presidente), Gloria Ramos, José Macedo y David Perry.

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90 Véase Ukhamawa: Red de Noticias Indígenas, disponible en http://espanol.groups.yahoo.com/group/ukhamawa/

91 Al no ser reconocido por la Corte Electoral, este partido se presentó con la Uniónpor el Perú, organización fundada por Javier Pérez de Cuéllar.

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quedó en parte bloqueada —y su área de influencia, empobrecida—, alperder su proyección natural a la Costa. El “altiplano marítimo” dejó deser tal, pero sigue siendo la sede de gobierno y, con ello, el principal cen-tro burocrático del país. Con su apéndice El Alto, es también hasta ahorala principal área metropolitana, si bien en términos económicos ha sidorebasada por Santa Cruz.

5.1. Procesos trenzados

En los tres países, los movimientos étnicos se concentraron inicial-mente en la región andina, que había quedado integrada al Estado inclu-so desde antes de la Colonia. Hasta las primeras décadas del siglo XX,abundaron las rebeliones y movilizaciones contra el creciente acapara-miento de tierras comunales por parte de patrones latifundistas, conver-tidos en gobernantes de las nuevas repúblicas. No siempre se trató sólo derebeliones aisladas. En Bolivia, por ejemplo, en la década de 1920 se llegóa conformar una vasta red de “caciques y apoderados”, aunque sin alcan-zar la magnitud que ciento cincuenta años atrás había tenido el levanta-miento anticolonial de 1780, en lo que hoy es Perú y Bolivia.

El primer cambio de enfoque se produjo tras las revoluciones mexi-cana y rusa de 1917, y el surgimiento de los nuevos políticos y partidosde izquierda. En aquellas primeras décadas, esta nueva izquierda pusoun énfasis muy específico en los pueblos indígenas, primero con Mariá-tegui, fundador del Partido Comunista de Perú, y después con el Parti-do Comunista de Ecuador, que pronto conformó la Federación Ecuato-riana de Indios, mucho antes de que hubiera algo semejante en los otrosdos países.

En Bolivia, el proceso fue más tardío y tomó otro rumbo, por la gue-rra y derrota del Chaco (1935), que a su vez generó un proceso inéditode refundación del país, del que finalmente surgió la Revolución de1952, inspirada en parte en la Revolución Mexicana. Por eso es tambiénallí donde primero se lograron reconocimientos ciudadanos y socialesbásicos, como el voto universal, la educación generalizada, la redistri-bución de las tierras y la participación política, que en los otros dos paí-ses se demorarían todavía casi dos décadas. También se impuso, ya enton-ces y más que en los otros países, esa visión “civilizadora” encubridora,que reduce al indígena a “campesino” y diluye el país multiétnico en unaseudouniformización “mestiza” de toda su población, al menos en laregión andina, penetrada desde mucho antes por los procesos colonia-les y neocoloniales. Perú siguió los mismos pasos, sobre todo tras la revo-lución y reforma agraria de Velasco Alvarado de 1969, con un rápido

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5. Atando cabos

El hecho de que los tres países hayan sido parte del Tawantinsuyu y delVirreinato del Perú, en la zona andina, y de que compartan una regiónamazónica, da un significativo sustrato y problemática común a toda estatemática. Con todo, no deben subvalorarse las diferencias de sus evolu-ciones.

En la raíz, la discrepancia estructural más significativa es probable-mente la falta de costa en Bolivia, a partir de la Guerra del Pacífico (1879).En la Costa de Ecuador y Perú, como en Chile, es donde se desarrollaronlos mayores contactos con el resto del mundo, las grandes finanzas, firmas,empresas y agroindustrias. Todo ello aceleró allí las mayores concentra-ciones urbanas, incluidos millones de indígenas de la Sierra que diluyeronahí sus identidades. En el campo costeño hay además mucha poblacióncampesina y asalariados agrarios, con sus propias organizaciones y movili-zaciones, y la mayor parte de la población negra, traída inicialmente paratrabajar en las plantaciones costeñas, sigue concentrada allí, al igual queotros grupos minoritarios, como los asiáticos.

Precisamente por estos procesos, esta región es ahora menos relevan-te en relación con los movimientos indígenas, por mucho que siga reci-biendo migraciones masivas de indígenas serranos y, en el caso de Lima,que estén allí las sedes nacionales de sus principales organizaciones.

El hecho de que la capital de Perú esté asentada en la Costa ayuda acomprender el menor peso que han tenido los movimientos indígenasandinos, a medida que esta ciudad y la Costa se desarrollaban, hasta aco-ger a la mayoría de la población del país, muy por encima de cualquierotro centro urbano. La incidencia de un movimiento indígena será muchomayor cuando gravite en torno a la sede de gobierno —Quito o La Paz—,que, a su vez, tiene en su seno un alto porcentaje de inmigrantes del con-torno inmediato, con el que muchos mantienen vínculos más o menosregulares. En cambio, en Lima la densidad de movilizaciones propiamen-te indígenas es mucho menor y sus efectos se dejan sentir mucho menosen el conjunto del país.

La Bolivia contemporánea ha compensado la falta de una costa y sumayor potencial económico mediante el desarrollo relativamente recien-te de la parte central de su Amazonia, a partir de la Revolución de 1952.Su capital, Santa Cruz de la Sierra, ha pasado, en medio siglo, de apenas40.000 habitantes a más de un millón y medio, algo que no ocurre en laregión amazónica de los otros países. No se abre al mar, como Lima y Gua-yaquil, pero sí a Brasil y la Argentina, y se ha convertido en el principalnudo de comunicación aérea con el resto del mundo, mientras que La Paz

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ter pluricultural de la república, y que ello ocurriera cuando su presiden-te Fujimori facilitaba la penetración de los intereses capitalistas mundia-les. Más explícito y amplio fue, ciertamente, el reconocimiento de lo indí-gena en los cambios constitucionales de Bolivia de 1994, bajo la batuta deotro gobierno neoliberal que debía negociar con los crecientes movi-mientos populares. Además, había invitado a un aymara del pionero movi-miento katarista a asumir la vicepresidencia. Sin embargo, las modifica-ciones más profundas las consiguió la Asamblea Constituyente de Ecuadorde 1998, con una mayoría de miembros neoliberales más una militante ycompacta minoría del partido indígena Pachakutik, formado poco antes.

El hecho de que ello ocurriera en los tres países y en contextos de cam-bio neoliberal con distinto nivel de avance de sus respectivos movimientosindígenas, evidencia que en los tres casos los sectores hegemónicos localese internacionales aceptaban ya, y hasta quizá recomendaban, la incorpora-ción de la temática étnica, ya fuera por consideraciones éticas, cívicas osiquiera estratégicas. En relación con estas últimas, les convenía mostrar unaapertura cultural, debidamente controlada desde el poder, en vez de afron-tar una polarización de tipo clasista frente a sus políticas económicas deapertura a las fuerzas económicas hegemónicas en el mundo.

Dentro de esta apertura desde el Estado, se inscribe también otro desa-rrollo que, a partir de los años noventa, generó y sigue generando efectosrelevantes en los pueblos y movimientos indígenas de los tres países. Setrata de la elección directa, mayor participación, descentralización y recur-sos dados a los municipios, facilitados a través de diversas leyes “de parti-cipación” y otros cambios constitucionales. Su implementación ha multi-plicado el acceso de la gente de base y de las organizaciones populares alos gobiernos municipales y sus equivalentes, donde ganaron experienciaen las complejidades de ser gobierno, a veces en medio de conflictos tor-mentosos y siempre con significativos niveles de participación. Así apren-dieron que “no es lo mismo con guitarra”, como se dice en Bolivia; en con-creto, protestar y reclamar al gobierno desde las organizaciones no es lomismo que verse en la necesidad de dar respuestas viables y satisfactoriasdesde la posición de autoridad pública, siquiera en el nivel local. De ahíhan ido surgiendo después autoridades estatales de orígenes más popula-res también a niveles superiores.

En las fases más recientes de estos tres procesos entrelazados, se haperfilado un nuevo horizonte, en el que aparece como una alternativa realque estos movimientos indígenas lleven a transformar el tipo de Estado,más allá de la gestión local o de meras concesiones sectoriales puntuales,y que sus sujetos desempeñen un rol protagónico dentro de la estructuraestatal regional y nacional.

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éxito por los rasgos geopolíticos del país, arriba señalados. Lo mismointentó Ecuador, con sus reformas de 1964 y 1973, y el voto universalimplementado en 1978, aunque en su región andina nunca desapareciódel todo la especificidad indígena.

Como contrapunto, fue en la región andina boliviana, entre los ayma-ras que están junto a la Sede de Gobierno, donde primero fue cuestiona-da esa ideología, y donde reemergió la conciencia de pertenencia étnica,a fines de la década de 1960. A principios de los años setenta ocurrió otrotanto en Ecuador, con la creación de ECUARUNARI. Desde entonces, enambos países los movimientos étnicos fueron ganando cuerpo, sobre todoa partir de la recuperación de sus regímenes democráticos. En Bolivia ocu-rrió desde adentro mismo de la organización “campesina”; en Ecuador,con una mayor diferenciación ideológica entre organizaciones “clasistas”o “indígenas”. Pero en Perú, demasiado sacudido y malparado por la gue-rra con Sendero Luminoso y sus secuelas, sólo a fines de los noventacomenzó a vislumbrarse un cambio en este mismo sentido.

La formación de los movimientos indígenas modernos en las tierrasbajas amazónicas ha tenido otros tiempos y ritmos. Empezó en Ecuador,tras la penetración de caminos y empresas en 1964, seguida en 1968 porla de los primeros pueblos amazónicos de Perú y, en ambos países, los dosmovimientos llegaron a su mayoría de edad en 1980, con la creación deCONFENIAE en el primero y de AIDESEP en el segundo. En la Amazoniay el Chaco bolivianos, en cambio, el proceso se puso en marcha a fines delos años setenta, y en 1981 se fundó la instancia coordinadora CIDOB, ins-pirada directamente en la AIDESEP peruana. En esa misma década surgióel movimiento cocalero, tanto en Perú como en Bolivia, aunque sólo eneste último adoptó una decidida retórica étnico-cultural.

Sobre todo a partir de los años noventa, las Constituciones de los tresEstados, al igual que las de otros países latinoamericanos, empezaron areconocer el carácter multiétnico y pluricultural de sus respectivos países,y a incorporar elementos favorables a sus pueblos indígenas. Era en parteuna reacción a la presión desde estos movimientos, pero respondía tam-bién al nuevo enfoque internacional, surgido tras el fin de la Guerra Fríay la emergencia de numerosos movimientos étnico-independentistas en elantiguo bloque de países socialistas. Facilitaron este proceso, otros suce-sos que iban más allá de los países andinos, como el Convenio 169 de laOIT (1989), las celebraciones por los 500 años del descubrimiento, encu-brimiento y resistencia, e incluso otros movimientos identitarios mundia-les, como el feminista o el de los verdes.

Podría sorprender que fuera la nueva Constitución de Perú (1993), elpaís con menor movilización indígena, la primera en reconocer el carác-

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En las siguientes décadas acabó imponiéndose en términos políticosla mimetización de lo indígena en la categoría socioeconómica de campe-sino, aceptada incluso por los interesados como una forma de superar lacarga de desprecio y discriminación de las denominaciones anteriores. Enel habla popular, sin embargo, no fue raro, sobre todo en Bolivia y Perú,usar indígena y campesino con las mismas connotaciones negativas. En laCosta de Perú y Ecuador, algo parecido ha pasado con el sucedáneo serra-no y, en las tierras bajas de Bolivia, con el genérico colla.

Sólo a fines de los años sesenta se inició la recuperación de lo indíge-na como una identificación positiva, liberada ya de sus anteriores cargasnegativas. El punto de partida no es tanto el indígena genérico, sino losmiembros de tal o cual pueblo, y por eso buscan nuevos términos pensa-dos y aceptados por ellos mismos para enfatizar esa autoidentificación posi-tiva. Los preferidos fueron nacionalidad y nación. Éste ha sido un procesocon diversos ritmos y resultados, según los lugares, el momento y el con-texto, como a continuación se ejemplifica.

Juego de autoidentificaciones

Entre los pueblos minoritarios de las tierras bajas, la (auto)identifica-ción étnica nunca tuvo el mismo nivel de rechazo que entre las poblacio-nes andinas. Pero en estas últimas, llamarse “campesino” podía ser sim-plemente un mecanismo de defensa, más que un verdadero cambio deidentidad, aunque a la larga desembocara en ello. Es normal que cual-quiera prefiera usar y ser reconocido por aquella denominación que nole provoque rechazo social.

Por razones semejantes, en el Perú también ha resultado más sencilloaceptar el término intermedio cholo, y, en Bolivia, cuando después de lar-gas discusiones se volvió a aceptar una autoidentificación étnica, muchosandinos consideraron preferible llamarse a sí mismos originarios, denomi-nación que incluso les coloca en ventaja sobre los otros que, a fin de cuen-tas, habían llegado más tarde. Hoy este término y el de indígena son los demayor aceptación incluso en el ámbito continental, por lo que aquí loshemos usado indistintamente o incluso juntos.93

La autoidentificación más positiva ha sido siempre el nombre propioque cada pueblo se asigna: quechua o quichua, asháninka, tsáchila, shuar,etc. En este contexto, tampoco hay rechazo a autoidentificarse como, por

93 En la Argentina, es más común y aceptado aborigen, y en Brasil, indio. Matices seme-jantes ocurren en relación con el término negro, aceptado por los interesados en Ecuador yBolivia, pero sustituido por afroperuano como lo políticamente correcto en Perú.

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Tener algunos congresales, funcionarios públicos de nivel superior yhasta algún ministro, al menos en áreas de mayor incidencia para lospueblos indígenas, ha estado en la agenda posible, y de hecho ya haacontecido desde algún tiempo atrás. Pero en la última década, tanto enEcuador como en Bolivia, los pueblos indígenas llegaron a ser actorespúblicos protagónicos, con diversos éxitos, fracasos, luchas encarnizadasde intereses, aprendizajes y desafíos inéditos, cuyos desenlaces a media-no y largo plazo aún están por verse. En Perú, con su peculiar historiareciente y con una correlación de fuerzas mucho menos favorable, seobserva ya el creciente resurgir de identidades étnicas hasta hace pocoautocensuradas. Una sorpresa fue el triunfo en la primera vuelta de laselecciones de 2006 del militar con raíces indígenas Ollanta Humala, alquedar delante de todos los demás candidatos en casi todos los distritosde la Sierra y la Amazonia.

Éste es el telón de fondo con el que, en esta última parte, analizare-mos algunos temas recurrentes, que van cruzándose y trenzándose dediversa forma en este largo ciclo y proceso.

5.2. Identidad étnica y clase económica

Antes de la invasión europea, los habitantes originarios eran pueblosdiferenciados, reconocidos como tales, con sus nombres propios. Pero laColonia los amalgamó en identidades y nombres más genéricos, comoindios, naturales, indígenas o “la indiada”, además de categorizacionessociales, fiscales y culturales, como caciques, originarios, agregados, yana-conas, huasipungueros, pongos, bárbaros, salvajes y tantos otros que fue-ron básicamente mantenidos durante el primer siglo de vida republicana,e incluso más acá. Casi siempre eran nombres dados por los otros desdearriba; muchos de ellos cargados de desprecio y prejuicios, aceptados pornecesidad pero pocas veces apropiados.

En el siglo XX se añadieron caracterizaciones complementarias, quepueden coexistir con las anteriores. La primera, que hace puente con ladenominación genérica colonial y republicana de indios o indígenas,corresponde a las primeras décadas del siglo XX, cuando Mariátegui yotros políticos de izquierda de los tres países se solidarizaban con la causadel “indio” por ser el más pobre y explotado. Su condición social y eco-nómica, como clase, pasaba por encima de sus identidades culturales, aun-que éstas seguían presentes en su denominación. Correspondió al perua-no José María Arguedas, y otros escritores indianistas de menor trayectoria,recuperar las identidades específicas de estos pueblos y expresar su rique-za cultural.

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de la frontera de Ecuador y Perú han debido priorizar su lealtad a uno uotro Estado cuando el conflicto ha arreciado, pese a sus protestas inicialespor una guerra ajena que los perjudicaba. Asimismo, en la última fase dela reciente Asamblea Constituyente de Bolivia, ésta casi se malogra cuan-do indígenas originarios de los departamentos de Chuquisaca y La Pazcuestionaron los alcances del artículo sobre la capitalidad de Sucre. ¡Quéno pasará ahora con esa creciente oleada migratoria transcontinental y lasmayores facilidades de ir yendo de un lado a otro! Culturas híbridas, perotambién identidades múltiples.

Esto no sólo ocurre con la autoidentificación, sino también con laforma en que cada uno ve a los demás, y es un recurso muy utilizado paracalificar o descalificar al otro. En Bolivia, por ejemplo, CONAMAQ buscaconsolidarse como representante de los originarios genuinos, a diferenciade los “campesinos” de la CSUTCB. Pero en otro contexto, la CSUTCB yel indianista Felipe Quispe han descalificado en el pasado a CONAMAQpor su alianza con el gobierno. En Perú ha ocurrido con COPPIP-Confe-rencia, más indianista, con relación a COPPIP-Coordinadora y aún más aCONACAMI, quienes descalifican a la primera por sus vínculos más ofi-cialistas. En Ecuador la situación se repite entre la FEINE, la CONAIE y laFENOCIN.

Lucero y García (2006, 2007) prestan mucha atención a esos cambiosde luces e identidades, y caracterizan de “constructivismo estratégico” a lamanera en que cada grupo maneja el concepto de “indio real y auténti-co”. Perciben, incluso, semejanzas estructurales entre el CONAMAQ boli-viano y la FEINE ecuatoriana, a pesar de que en términos más formales secontraponen, pues el primero es radicalmente “indio” y como tal rechazalo ajeno, y el segundo concilia su nuevo estilo étnico con su identidad“evangélica”.

A la luz de los hechos analizados, cabría suponer que, cuanto más radi-calmente un grupo insiste en ser el único “auténtico”, se trata más bien deuna construcción en parte imaginada, por la mayor carga subjetiva e ide-ológica que le añade. Ramón Pajuelo (2007) entreteje y aplica a los movi-mientos indígenas de nuestros tres países, los dos sugerentes textos deHobsbawm y Ranger (1983) y de Benedict Anderson (1983), por lo queadopta el título de “Reinventando comunidades imaginadas”.

Inventar e imaginar no quiere decir necesariamente engañar ni enga-ñarse. Puede ser también construir o reconstruir identidades grupales,como cuando el reino y la audiencia de Quito prefirieron adoptar elnovedoso nombre que encontró un geógrafo francés: Ecuador. Y la his-tórica Charcas y Chuquisaca se transformaron, en agradecimiento a doslibertadores venezolanos, en Bolivia y Sucre. ¿Por qué no “reinventar”

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ejemplo, campesino aymara. En esta misma línea, la nueva Constituciónboliviana aceptó la propuesta conjunta de las diez organizaciones del Pactode Unidad y adoptó la salomónica solución de reiterar una y otra vez lalarga fórmula de “las naciones y pueblos indígena originario campesinos”.

Estos pocos ejemplos, que podrían multiplicarse, nos llevan al temacomplementario de que en sociedades (neo)coloniales racistas o discri-minadoras toda autoidentificación étnica tiene siempre una dosis de sub-jetividad mayor que otras categorías sin esa connotación. Y la adopción deuno u otro término guarda relación muchas veces con una estrategia desobrevivencia o de lucha, coyuntural o relativamente estable, y no necesa-riamente con verdaderos cambios de identidad. Pero optar por un térmi-no u otro refleja, a su vez, la estructura más intolerante o más abierta dela sociedad en un determinado momento histórico.

La recuperación de sus identidades indígenas, poco antes autorrepri-midas, por parte de numerosos miembros de CONACAMI, es otro ejem-plo del mismo uso estratégico pero en sentido contrario: si ahora recla-man contra las empresas mineras como pueblos indígenas, pueden apelartambién a las provisiones favorables del Convenio 169 de la OIT.

Otra tendencia común es la de resaltar identidades culturales más loca-les frente a la más genérica de indígena, o la de pertenencia a una nacióntan vasta como la aymara o la quechua. CONAMAQ lo ha hecho en laregión andina de Bolivia, en parte por el mayor peso que, efectivamente,tienen las identidades locales o, a veces, para subrayar continuidadesetnohistóricas que la base no tomaba en cuenta y que después puede queles guste o las rechacen.

El motivo más frecuente son ciertas ventajas prácticas, como el reco-nocimiento legal de un territorio indígena. Así, en las tierras bajas de Boli-via, los lecos han pasado de ser 14 y en vías de extinción, a casi 4.000 (dehabla castellana o quechua), antes y después de la Ley INRA. En Ecuador,el número de “pueblos” y “nacionalidades” ha aumentado bastante des-pués de que se hicieran asequibles los recursos de PRODEPINE, especia-les para pueblos indígenas. En este caso, en los nombres adoptados inter-vinieron razonamientos etnohistóricos semejantes a los de CONAMAQ enBolivia, en ocasiones con poca receptividad de los involucrados. Muchosquichuas de Cotopaxi, por ejemplo, se resisten a ser rebautizados comopanzaleos.

Este juego de identidades incluye, por tanto, utilizar la que más con-venga según las circunstancias. En Ecuador, por ejemplo, la FEINE, que alprincipio se concentraba en su especificidad religiosa, en la última déca-da enfatizó su orientación indigenista en alianza o en contraposición conla CONAIE o Pachakutik, según el momento. Los shuar y demás pueblos

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algunas filiales aymaras para resaltar su identidad étnica fueron rápida-mente rechazados por los dirigentes máximos, acusándolas de “divisionis-tas”. Sólo a fines de los años noventa, y no sin apoyo de algunas ONG y delgobierno de Toledo, se constituyó la COPPIP, que explícitamente se refe-ría a los “Pueblos Indígenas” e incluía en su seno a organizaciones más cla-sistas, como las históricas CCP y CNA, y otras indigenistas, como la AIDE-SEP o la aymara UNCA.

La identidad étnica y la condición campesina son, efectivamente, dosdimensiones o perspectivas en juego permanente. Ambas son movilizado-ras y en muchas regiones andinas coexisten en las mismas personas y orga-nizaciones, por lo que pueden reforzarse mutuamente sin que ningunasea plenamente reducible a la otra. Por supuesto, hay situaciones en quealguien es indígena pero no campesino (por ejemplo, en una ciudad), osólo campesino (en muchas áreas de la Costa), o quizá campesino negro.En términos de movilización, todos pueden hacer alianzas ante una causacomún, como ocurrió en vísperas de 1992, cuando se unieron distintosmovimientos de pueblos indígenas, negros, campesinos, obreros y otrossectores populares para celebrar sus “500 años de resistencia”.

Por otra parte, muchas organizaciones internacionales parecen inte-resarse en los pueblos indígenas (y negros), no tanto por ser tales, sino porsu condición de pobreza. Asumen, con buenas razones, que son máspobres porque, al ser negros o indígenas, se los discrimina más. Así, cuan-do en 1998 el Banco Mundial apoyó en Ecuador el bien dotado proyectoPRODEPINE (y en Perú un proyecto semejante, pero más chico, el PDPIA)a favor de los “pueblos indígenas y negros” , su principal objetivo era redu-cir su condición de pobreza. Pero caben, entonces, varias preguntas: si setrata de un programa de reducción de la pobreza, ¿tiene sentido afrontaresa realidad, estructuralmente mucho más compleja, en función de refe-rencias identitarias? (Bretón, 2007: 101). Si su objetivo central es dinami-zar preferentemente a estos pueblos, ¿bastará concentrarse sólo en su con-dición de pobres? ¿No sería una nueva expresión, quizá más discreta, delas viejas políticas asimilacionistas? ¿No será preferible afrontar su proble-mática con “los dos ojos”, como un problema de clase y de etnia, desde sucondición de pobres y su discriminación y potencialidades como pueblosy culturas específicos?

La lucha por los recursos naturales

De manera creciente, el tema de los recursos naturales ha estado pre-sente en los movimientos indígenas. Y en los últimos años, la pugna deintereses en torno a los más apetecidos ha sido el escenario propicio para

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ahora y construir algo que nos hace imaginar más fieles a nuestras pro-pias raíces?

Pero imaginar no debe apartarnos de seguir con los pies en la tierra.La realidad es siempre más compleja y, por tanto, las identidades también.Hay una doble identidad más de fondo a la que es difícil escapar, pero queha sido también tema central de muchos de esos juegos de identidades,como enseguida veremos.

Los dos ojos para ver la realidad

Más allá de las múltiples reinterpretaciones populares, sobresale ladiferencia entre las expresiones étnicas más relacionadas con la identi-ficación propia y/o ajena como miembros de un pueblo o grupo de pue-blos, y los términos clasificatorios más socioeconómicos, como campesi-no o pobre, que se mueven en la órbita clasista. Esta diferenciación esconsiderada no sólo por los teóricos sino también por las organizacionespopulares.

Esta distinción llegó a adquirir más fuerza de acción y militancia enla Sierra de Ecuador en los años ochenta, donde, por un lado, estabanlas organizaciones “clasistas” (como la FENOC) y, por otro, las “indige-nistas” (como ECUARUNARI). En Bolivia, donde la recuperación de laidentidad étnica por parte de los kataristas se realizó principalmente enel interior de una organización inicialmente clasista-campesinista (laCSUTCB), el debate no fue tan intenso y pronto se llegó a una especiede síntesis, con frases como “debemos ver la realidad con dos ojos: conel de clase, como campesinos explotados, junto con todos los explota-dos; y con el de etnia, junto con todas las naciones oprimidas”. Transcu-rrido un tiempo, los ecuatorianos sacaron también la conclusión de que,en realidad, se trataba de dos perspectivas complementarias. El propioLuis Macas, máximo dirigente de la “indigenista” CONAIE, utilizó lametáfora katarista de los dos ojos.

No han faltado debates posteriores a favor o en contra de un deter-minado enfoque. Así, a fines de la década de 1990, en Bolivia surgió laCONAMAQ, más explícitamente étnica, que rechazaba a la CSUTCBcomo “sindicalista”, pese a que a esas alturas esta organización tenía unfuerte discurso étnico. Tras la pugna de discursos, es probable que se ocul-tara una lucha por lograr una mayor presencia y convocatoria, por partede la organización emergente.

Quienes se mantenían más al margen de estos debates, aferrándose aldiscurso más campesinista-clasista, eran las organizaciones de la Sierraperuana, agrupadas en torno a la CCP y la CNA. Los primeros intentos de

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que originaron graves escisiones dentro de estos movimientos. En Boliviael boom afectó sobre todo el territorio guaraní, en el Chaco. Pero el con-flicto ha sido menos duro, aunque con el riesgo de que algunas organiza-ciones y dirigentes quedaran cooptados.

En todas partes, otro recurso indispensable que se ha visto amenaza-do es el agua. En Bolivia desató la llamada Guerra del Agua, en la que con-fluyeron la población urbana, la asociación de regantes, la federación cam-pesina y otros sectores contra una multinacional. Las minas son grandescontaminadoras y están ubicadas con frecuencia en las cabeceras de losríos, lo cual afecta las actividades agropecuarias aguas abajo, y la salud dela población.

Las empresas mineras reaparecieron en el escenario a partir de 1990.Con sus nuevas tecnologías y su abundante capital, utilizan métodosmucho más agresivos y expandidos en territorios y comunidades indíge-nas y campesinas de la región andina, tan rica en minerales. La vincula-ción de los pueblos con la minería es tan antigua como la Colonia y elVirreinato del Perú, cuando, para asegurar sus tierras, los indios de tasadebían trabajar periódicamente como mitayos en las minas de Potosí yHuancavelica. En los tiempos más recientes, uno de los primeros y mayo-res levantamientos y tomas de tierras de los campesinos quechuas perua-nos comenzó en 1959 también contra una gran empresa minera, en lascomunidades que sufrían la contaminación de sus operaciones.

En esta nueva fase, si bien hay también operaciones y conflictos en losotros dos países (como la mina Intag en Cotacachi, Ecuador, y las empre-sas Inti Raymi y San Cristóbal en Bolivia), la mayor confrontación se haproducido en Perú, desde que Fujimori abrió las puertas de par en par ala inversión y explotación minera internacional, sin tomar en cuenta surepercusión en las comunidades. De ahí surgió, en 1999, la organizaciónnacional CONACAMI, con más de mil comunidades afectadas, la cual seha convertido en la punta de lanza y motor de la recuperación de la iden-tidad étnica en la región andina, que hasta entonces se mantenía dormi-da. En ello intervienen los vínculos establecidos con organizaciones ecua-torianas y bolivianas, y el soporte que puedan extraer de documentosinternacionales, como el Convenio 169 de la OIT.

En torno a esta defensa más amplia y genérica de los recursos y los esti-los de vida, se ha delineado mejor el concepto de territorio, como espaciogeográfico socialmente apropiado para vivir, aprovechando sus recursosen armonía con la naturaleza. En los tres países fueron los pueblos ama-zónicos los primeros que, con este énfasis, contribuyeron a que tambiénla región andina tomara conciencia de esta perspectiva territorial. En elfondo, la tenía desde mucho tiempo atrás, por el hecho de estar organi-

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que pueblos indígenas percibieran mejor tanto su identidad étnica comosu posición de clase. Con ello han profundizado y ampliado su percepcióny su lucha política.

No es algo nuevo. Desde siempre, el principal factor movilizador paralas luchas y rebeliones, tanto indígenas como campesinas, ha sido la defen-sa de la tierra, y, en lo profundo, la Madre Tierra, madre fecunda y fuen-te de vida. Cuando, por la injusta tenencia y distribución, se carece de ellao es insuficiente, las tomas y ocupaciones, el asalto y la destrucción de lashaciendas han sido una de las principales formas de movilización. Así ocu-rrió en la Sierra peruana, hasta forzar la limitada reforma agraria de Bela-únde, y luego la de Velasco Alvarado en 1969. De todos modos, cabe seña-lar que en estos países es incipiente el Movimiento de los Sin Tierra(MST), tan poderoso en Brasil. Sólo se constituyó tardíamente en Boliviaen 1999, más desde la cúpula que a partir de una aglutinación de movili-zaciones de las bases, y sólo ha realizado acciones esporádicas.

Por lo dicho, las reformas agrarias, favorables o no, han sido siemprehitos fundamentales en la historia de estos pueblos, sobre todo en lasregiones agropastoriles más densamente pobladas y, por tanto, con mayoravidez de conservar o ganar una fracción de tierra. En Bolivia, la primerareforma agraria de 1953 se aceleró por la revolución desatada en el campoa partir de las promesas de tierra hechas por el gobierno del MNR. Unavez firmado el decreto, fue también el principal catalizador de la magnaorganización “campesina” nacional, que está en la base de lo que años des-pués se transformaría en la CSUTCB. Tres décadas más tarde, la contro-vertida Ley INRA de 1996 resultó ser el detonante de las marchas indíge-nas y campesinas que confluyeron en La Paz. Una vez conseguida la tierra,consolidar legalmente su tenencia se convierte en uno de los objetivos alos que hay que dedicar tiempo y dinero.

En las últimas décadas, las luchas se han ampliado en torno a otrosrecursos naturales. Éste ha sido, y continúa siendo, uno de los principalesmóviles para las nuevas formas de organización de los pueblos, sobre todoen las tierras bajas de los tres países. Muchos empezaron a sentirse ame-nazados y sintieron la necesidad de asociarse frente a nuevos enemigoscomunes, como las empresas madereras, grandes o chicas, y, años después,las petroleras.

En Perú, AIDESEP resultó entonces la voz fundamental. En Ecuador,CONFENIAE y CONAIE llegaron a ser vistas, “ante el descalabro del Esta-do desarrollista en los años del boom petrolero”, como “la única instanciacapaz de aglutinar y enfrentar a sectores amplios de la población contrala implacabilidad de un ajuste económico de alto costo social” (Bretón,2005: 42). Aunque fueron también las tensiones ante el boom petrolero las

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mujeres, a veces en grupos diferenciados (primero marchan las mujeres ydespués los hombres). Las mujeres también participan en las Rondas Cam-pesinas de Perú, y en ocasiones se encargan de juzgar los casos que invo-lucran a mujeres (como, por ejemplo, una violación) (Piccoli, 2007).

El sentido tradicional de la autoridad-pareja se mantiene sobre todoen las comunidades, donde participan de las celebraciones y rituales, y deuna manera más regular en algunas organizaciones como los mallkus ymama t’allas aymaras de Jesús de Machaqa. Sin embargo, no aparece en losliderazgos mayores.

Algunas mujeres descollaron por su fuerte personalidad. En Ecuador,es legendaria la figura de Dolores Cacuango, en los orígenes de la FEI en1920. Blanca Chancoso estuvo a la cabeza de ECUARUNARI y, años des-pués, en el primer intento de coordinadora indígena nacional CONAC-NIE, en 1980. Nina Pacari, una abogada quichua de Cotacachi que reto-mó su nombre e indumentaria indígena, fue la principal negociadora dela CONAIE ante el presidente Sixto Durán y su equipo, después del levan-tamiento general de 1994, y fue ministra de Relaciones Exteriores del país.

En Perú no se mencionan casos tan notables de prominentes mujereslíderes dentro del movimiento indígena, pero llama la atención la fuertepresencia de mujeres dirigentes dentro del movimiento cocalero. El casomás emblemático es el de Nancy Obregón, que llegó a ser la dirigente máxi-ma de los cocaleros, junto con Elsa Malpartida (en Cabieses et al., 2005:247-275). La propia Nancy relata que “cuando se formó la [Con]Federa-ción Nacional [de cocaleros], nos dimos con la sorpresa de que las diri-gentes éramos mujeres”. Posteriormente, tanto Nancy como Elsa (y otrasmujeres quechuas) han llegado a ser diputadas valientes, audaces y ade-más duramente atacadas por los medios capitalinos.

Algo parecido ocurre en la región cocalera de Bolivia. ¿Será por la granproporción de mano de obra femenina que ocupa el cultivo y ulteriormanejo de la hoja de coca?, ¿por ser la coca la “caja chica” de la economíadoméstica?, ¿por el rol que ellas desempeñan en la comercialización delproducto?, ¿por ser las que, como madres, más sufren las consecuenciasde la represión sobre sus familias y su economía?

En Bolivia existen mujeres dirigentes indígenas de gran personalidad,como las quechuas Leonilda Zurita, senadora desde 2006, y Celima Torri-

zados en comunidades y haber luchado desde siempre por mantenerlas,delimitarlas y legalizarlas cualquiera fuese el régimen interno de tenencia.

Con este énfasis en el territorio y sus recursos, resulta más fácil a estospueblos ver su lucha con “los dos ojos”: como pueblos que interiorizan ydefienden su territorio y formas de vida tradicionales, y como pobresexplotados, que reclaman ante la destrucción de los recursos que son susostén. Como resalta Theodore Macdonald (2006: 134-6), “los recursosnaturales son ejemplos claros de este doble papel del diálogo. A veces lospueblos indígenas ingresan a peleas con empresas internacionales a lasque no podrían ganar, pero esas disputas les ofrecen oportunidades pro-picias para sus reclamos, por ejemplo, de ciudadanía”.

5.3. Presencia y protagonismo de la mujer

La dimensión de género se diferencia de las anteriores por cuanto yano se refiere a todo un grupo social humano, con una determinada formade vida, sino a otra dimensión transversal, que cruza cualquier pueblo indí-gena o clase social. Dado el lugar central que en las agendas políticas y socia-les actuales ocupan las relaciones de género, en este estudio se ha procu-rado clarificar cómo se manifiestan en los movimientos indígenas. Elresultado general es que, si bien hay un mayor protagonismo de los varo-nes en las luchas y los movimientos indígenas, no falta una significativa yparticular presencia de mujeres en las luchas y movimientos del sector.

En las sublevaciones anticoloniales de la región andina, el sentido depareja (qhari/warmi o chacha/wami en quechua y aymara) estaba muy arrai-gado, tanto en la forma de lucha como en el liderazgo. Las mujeres iban ala par de los varones, ellos armados con sus hondas y ellas proveyéndolespiedras, una complementariedad que de alguna manera se repite en lostinku o luchas rituales entre ayllus o parcialidades (una considerada mascu-lina y la otra femenina). Los principales líderes del levantamiento generalde 1780-1781 marchaban en pareja: Túpac Amaru con Micaela Bastidas,Túpac Katari con Bartolina Sisa, y Gregoria Apasa (hermana de Túpac Kata-ri) con su hermano, y luego con el líder cusqueño Andrés Túpac Amaru.94

La imagen del grupo familiar liderado por la esposa y madre se repli-ca en algunos levantamientos durante la república, como el de Pesillo de1898.95 En los movimientos más recientes, participan tanto hombres como

“[Fue] liderado por una de las más valientes mujeres llamada Juana Calcán, esposa de Mar-celo Lechón, hija de Plácida Calcán. Juanita tenía a su tierna hija Lucía Lechón cargada consábana en su pecho haciendo lactar. En el momento en que lanzaba gritos de oprobio a lossoldados, recibió una bala asesina en su pecho y cayó muerta. La tierna hija Lucía Lechónseguía lactando leche con sangre”.

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94 No hallamos casos comparables para los pueblos de tierras bajas, donde la organiza-ción familiar y la distribución de roles tienen otras características, incluida la poligamia enalgunos pueblos.

95 Así lo narra un siglo después Neptalí Ulcuango (1993: 6), de la misma comunidad:

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otros rasgos culturales, la identificación étnica en ellas es mucho más noto-ria que en los varones. Recordemos, por ejemplo, los incidentes de grancontenido simbólico que ocurrieron en Lima cuando las nuevas diputa-das decidieron hacer su juramento en quechua, y aquel otro altercadosemejante que ocurrió en la Constituyente boliviana cuando otra asam-bleísta quiso usar la misma lengua. Significativamente, en ambos casos,quienes se les opusieron de manera pública y altanera fueron tambiénmujeres pero de notoria alcurnia europea: una conocida lingüista deascendencia alemana en Perú y, en Bolivia, una cruceña de ascendenciaitaliana. Cuando la identidad de género y la étnica coinciden, ambas serefuerzan en el plano simbólico. Pero en casos como los mencionados, elfuerte contraste étnico y social ha hecho desaparecer la posible solidari-dad y sintonía por ser todas ellas mujeres.

5.4. La propuesta indígena más audaz

En cuanto a los contenidos de los movimientos indígenas de estos trespaíses andinos, en esta comparación sintética he optado por centrarme enla más audaz de las propuestas, que en gran medida envuelve a todas lasdemás, y es, por otra parte, la más específicamente étnica de todas ellas.Su demanda central es ser reconocidos dentro del Estado como pueblose incluso como nacionalidades o naciones.

Nacionalidad-nación y Estado plurinacional

En ritmos distintos, los pueblos indígenas originarios, a medida que fue-ron consolidando su identidad, expresaron claramente que no eran sufi-cientes las propuestas estatales y de grupos encaramados en el poder parareducir los alcances de sus demandas a algo simplemente cultural, sin mayorincidencia política. En este sentido, el reconocimiento del carácter “mul-tiétnico y pluricultural” de nuestros países ha sido visto sólo como un pri-mer paso. Por lo menos, al decir “multiétnico”, se reconoce siquiera en tér-minos etimológicos que dentro del Estado existen muchos “pueblos”. Peroel segundo paso ha sido explicitar lo que ello puede significar en relacióncon las normas jurídicas y la estructuración interna de cada Estado.

El tercer paso, dado ya en la década de 1980 por las organizacionesindígenas de Ecuador y Bolivia, ha sido pasar de la propuesta de un Esta-do pluricultural a uno plurinacional,97 y aplicar a cada pueblo su caracteri-

co, ministra de Justicia. Otra particularidad de este país es que desde enerode 1980 existe la rama femenina de la organización nacional más signifi-cativa, la CSUTCB, conocida popularmente como Las Bartolinas, en refe-rencia a la esposa de Túpac Katari.

El relato testimonial de las primeras líderes Bartolinas ilustra el deba-te y las tensiones surgidas dentro de la CSUTCB acerca de la convenien-cia de estar todos juntos sin diferenciar hombres y mujeres en la CSUTCBo mantener una rama femenina diferenciada (lo que al final prevaleció),un proceso que afecta a muchas organizaciones de base (Mejía et al.,1985). La trayectoria de las Bartolinas ha tenido altibajos, pero su organi-zación persiste, y en 2006-2007 una de ellas se desempeñó como presidentade la Asamblea Constituyente. Más aún, es la única organización femeni-na reconocida como tal dentro de la COB. Otros, como los gremios decomerciantes o los maestros, optaban más bien por una organizacióncomún. Y, cuando otra organización de mujeres de diversos orígenes soli-citó ser admitida como tal en la COB, la moción fue rechazada.

Otra experiencia boliviana notable fue la transformación de la Asam-blea del Pueblo Guaraní, en el Chaco. Cuando se fundó, en 1989, parecíainaudito que sus dirigentes fueran mujeres, pues en la cultura de este pue-blo su rol estaba reducido al hogar. Sin embargo, la situación fue cam-biando, en parte por la labor de una ONG, y en apenas una década ya nose cuestionó el nombramiento de una mujer como su autoridad máxima.96

Hay que añadir que se trata de una persona con una pierna de prótesis, loque le dificulta viajar al campo. Sin embargo, con el apoyo decidido de suesposo, ha podido recorrer las comunidades sin mayores contratiempos.No es un caso excepcional, como testimonian otras varias dirigentes ahorade nivel nacional, aunque no faltan tampoco contraejemplos, como el dela célebre líder minera Domitila Barrios (ex de) Chungara, cuyo esposoacabó abandonándola.

Conviene recordar, finalmente, la creciente irrupción de las mujeresindígenas en el Congreso y en la Asamblea Constituyente de Bolivia y, enuna forma todavía incipiente, también en Perú. Nada comparable ha ocu-rrido aún en Ecuador, fuera de alguna mujer símbolo, como la ya citadaNina Pacari. Debido a su identidad, indumentaria, manejo de la lengua y

97 Su sinónimo multinacional se usa menos, por haber quedado asociado a las “empre-sas multinacionales”.

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96 Disponible en www.bartolinasisa.org. Desde aproximadamente 1995, existe el Conse-jo Nacional de Mujeres Indígenas de Ecuador (CONMIE), formado inicialmente por lassecretarías de mujeres de las tres principales organizaciones: la CONAIE, la FEINE y laFENOCIN. La propia Blanca Chancoso apoyó su nacimiento, pero no llegó a tener la tras-cendencia de las Bartolinas bolivianas. El relato de su dirigente, Teresa Simbaña (disponi-ble en www.flacso.org.ec/docs), muestra los problemas de aceptación que debieron afron-tar por parte de los dirigentes varones.

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ellos tiene el ser reconocidos como tales. No se trata sólo de superar sucondición de pobreza a cualquier costo, sino de una meta que va inclusomás allá: seguir siendo ellos mismos.

Este uso de nación ha sacudido a algunos políticos acostumbrados a lasgeneralizaciones de politólogos del Primer Mundo, que tienden a la iden-tificación o asociación estrecha de nación y Estado. Sin embargo, esa iden-tificación, como si lo único viable fuera la nación-Estado o decirse “nacio-nalidad” o “nación” como antesala a proclamarse “Estado”, está lejos deser consagrada, como muestran, por ejemplo, varias de las contribucionesal reciente Diccionario de relaciones interculturales (Barañano et al., 2007).

Desde el 13 de septiembre de 2007, la Declaración de las Naciones Uni-das sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, finalmente aprobada des-pués de veinticuatro años de deliberaciones, da un fuerte espaldarazo aestos cuestionamientos y al planteamiento mucho más audaz de estos pue-blos: “Los pueblos y las personas indígenas tienen el derecho a pertene-cer a una comunidad o nación indígena, de conformidad con las tradi-ciones y costumbres de la comunidad o nación de que se trate” (art. 9).Poco a poco esas “naciones clandestinas” —como las llamó el cineasta boli-viano Jorge Sanjinés— van saliendo a la palestra y son incluso reconocidaspor las Naciones Unidas, a pesar del voto en contra del Estado-nación auto-denominado Estados Unidos de América.

Dialéctica entre lo plurinacional y lo territorial

La transformación de estas propuestas teóricas en instrumentos ope-rativos plantea otro sinfín de demandas y controversias. Entre ellas, cómoplasmar territorialmente la propuesta de un Estado plurinacional.

La cuestión de los territorios indígenas se remonta a las épocas colo-niales, cuando de alguna manera se mantenía cierto esquema de las “dosrepúblicas”, una de españoles y otra de indios, cada una con sus propiosterritorios, llamados ayllus, parcialidades, comunidades o con otros nom-bres locales, en el caso de los pueblos indígenas. La primera Repúblicarompió este esquema y, a nombre de la libertad individual, intentó gene-ralizar la propiedad individual, con posibilidad de compraventa, rom-piendo el esquema comunal, que constituía el último baluarte de resis-tencia económica, social y política de la mayoría de los pueblos indígenas.El resultado fue una retahíla de rebeldías. De esta forma, el asunto fuereduciéndose a la defensa y titulación de las tierras —unas todavía comu-nales, muchas otras sólo parcelas individuales— dentro del régimen agra-rio. Las reformas agrarias de las décadas de 1950 y 1970, más favorables omás contrarias a estos pueblos, seguían moviéndose en esta nueva lógica.

zación como nacionalidad (en Ecuador) o nación (en Bolivia). En los docu-mentos más recientes de Perú aparecen también ahora estos conceptos, alos que años atrás las organizaciones “campesinas” se oponían.

El punto central es lanzar una contrapropuesta al actual “Estado uni-nacional y burgués”, según la CONAIE. Pero no cuestionan que el Estadosiga siendo, a la vez, “unitario” y “plurinacional”, al acoger y apoyar el desa-rrollo en su seno de estos pueblos-naciones. Es significativo que en sus pro-puestas no planteen que el Estado sea federal, ni en el sentido de darrango de Estado a sus departamentos o provincias, ni tampoco a esos pue-blos indígenas. Sólo en su retórica o utopía algunos líderes rechazan lapersistencia de los actuales Estados.

La preferencia de la CONAIE por llamarse “nacionalidades” dentrodel propuesto Estado Plurinacional, responde —como vimos— a la mane-ra histórica en que allí se planteó el tema por una directa influencia de laconcepción evolucionista impulsada desde la Unión Soviética. Tal con-cepción ya no subyace en la CONAIE ni en su partido Pachakutik, pero deella queda esa preferencia por el término nacionalidades (indígenas) paradiferenciarlas de la nación-Estado. Según el dirigente Leónidas Iza (2006),ese término no es acuñado académicamente, sino una creación del movi-miento indígena que ha luchado para que el país sea reconocido comoplurinacional: ser nacionalidades expresa identidad de lo diverso.

En cambio, los pueblos indígenas originarios de Bolivia, al igual quelos de otros países latinoamericanos, que no parten de esa influencia teó-rica, prefieren optar por llamarse simplemente naciones indígenas.98

Expresan así su conciencia, voluntad y proyecto de desarrollarse plena-mente como pueblos, sin que necesariamente ese desarrollo deba acabaren un Estado soberano.99

La uniforme asimilación del término nación o nacionalidad entre lospueblos originarios, incluso más que clase, resalta la importancia que para

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98 Distinta es la manera en que algunos aliados no indígenas de extracción marxista rein-terpretan después esta propuesta de los pueblos originarios.

99 Retomando otra clásica conceptualización marxista, varios hemos adaptado la viejadistinción entre clase en sí y clase para sí para concluir que este uso indígena de nación podríallamarse etnia para sí; o viceversa, una etnia o pueblo sin conciencia de serlo sería sólo unaetnia en sí. Véase, por ejemplo, el cuaderno “La cuestión indígena” de Revista Nueva (1983)para Ecuador; y, para Bolivia, los debates en Por una Bolivia diferente (CIPCA, 1991). Sin usaresas categorías, Stavenhagen (1990-2001: 17-18) incorpora la misma distinción entre las nacio-nes “como colectividades sociológicas basadas en afinidades étnicas que comparten su visiónde esas afinidades” y los pueblos “que no han logrado esa conciencia nacional o al menos nola han expresado” (en Guerrero y Ospina, 2003: 177). Pero, en su uso regular, los pueblosoriginarios tampoco entran en esas distinciones, aunque quienes se autodefinen como nacio-nes tienen alguna “conciencia” de esa pertenencia.

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La nueva Constitución ecuatoriana de 1998, elaborada después de losvarios levantamientos indígenas y con la militante participación de ungrupo de constituyentes del flamante partido indigenista Pachakutik, fuemás explícita. Incorporó tanto la “propiedad imprescriptible de las tierrascomunitarias”, como los quince derechos colectivos de esos pueblos “quese autodefinen como nacionalidades”. Lo más novedoso fue que, dentrodel título de la organización territorial y descentralización del Estado, creóla figura de “circunscripciones territoriales indígenas y afroecuatorianas”,aunque posteriormente todo quedó en el papel, por no haber precisadosu funcionamiento.

Con los planteamientos de los movimientos indígenas a las recientesasambleas constituyentes en Bolivia y Ecuador, la figura de circunscrip-ciones territoriales indígenas dentro del mismo ordenamiento territorialdel Estado pasó a un primer plano.

En Ecuador, la propuesta de CONAIE de octubre de 2007 dedica elcapítulo 7 del Ordenamiento territorial, a “territorios indígenas y afroe-cuatorianos” con sus propios gobiernos comunitarios, nombrados segúnsus usos, costumbres y el derecho propio; reemplazarán, según el caso,los dos niveles locales del ordenamiento general, es decir, las juntasparroquiales (nivel mínimo) y los municipios-cantones (nivel inmedia-tamente superior). Enumera once competencias que enfatizan el mane-jo del derecho y las tradiciones en diversos ámbitos (arts. 100-103). Ade-más, el art. 98 prevé que dentro del país “existen pueblos indígenas libresen aislamiento voluntario, en defensa de los cuales” se define cierto terri-torio en reserva.

En Bolivia, la segunda propuesta del Pacto de Unidad, reelaborada enmayo de 2007, toca también el tema en la Organización territorial del Estado,con planteamientos semejantes a los de CONAIE, pero con las siguientesparticularidades: los niveles territoriales generales a los que podrían aco-plarse estos territorios son algo más amplios: si su tamaño lo amerita, pue-den ser a la vez municipios o regiones, es decir, una instancia intermediaque agrupa varios municipios. Estas propuestas, debidamente ajustadas,fueron incorporadas a la Constitución aprobada ya en detalle en diciem-bre de 2007, como un capítulo especial, titulado “Autonomía indígena ori-ginaria campesina” (actuales arts. 289-296), en la parte dedicada al orde-namiento territorial del Estado, y en el art. 394-III, como una forma depropiedad rural.

En el caso boliviano, es reveladora la evolución que los propios pue-blos han tenido en relación con su derecho a los recursos naturales de suterritorio. En la primera propuesta que presentaron a la Asamblea, recla-maban el derecho exclusivo de los pueblos sobre cualquier tipo de recur-

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Paradójicamente, en este punto Perú estaba en mejores condicionesjurídicas, fruto de su primera etapa indigenista a principios del siglo XX.En su Constitución de 1920 ya había reconocido a la comunidad indíge-na y se puso en marcha un sistema de registro de las comunidades, al quese plegaron las negras y algunas de origen asiático. En Ecuador se aprobótambién una temprana Ley de Comunas en 1937, que tuvo una intensaactividad de registro en sus primeros años, pero que no llegó a tener laincidencia de la peruana. En Bolivia simplemente no ha existido tal reco-nocimiento ni registro, hasta la Ley de Participación Popular de 1994.

La cuestión del “territorio indígena” fue tomando otro tenor, sobretodo a partir de la mayor organización e incorporación de los indígenasde las tierras bajas a esta lucha. Para ellos, que habitan espacios muchomás amplios y tienen otras actividades además del cultivo de la tierra, eracentral asegurar el control y la jurisdicción de esos territorios, con su diver-sidad de recursos. Este tema los había llevado a adoptar nuevas formasorganizativas y a coordinar alianzas entre ellos, precisamente cuando,desde los años sesenta, comenzó la penetración de empresas madereras,mineras, petroleras, agroindustriales, o simplemente las inmigraciones depoblación excedente de otras regiones para establecer allí nuevos asenta-mientos o colonias.

Tanto en AIDESEP (Perú), que partía de una mejor base jurídica,como en CONFENIAE (Ecuador) y en CIDOB (Bolivia) el tema de la con-solidación de sus territorios —ya no tierras— fue siempre un asunto cen-tral para sus organizaciones, demandas y movilizaciones. La primera de lasmuchas marchas indígenas desde las tierras bajas en Bolivia, en 1990,adoptó un lema que sintetiza este enfoque: “Marcha por el territorio y ladignidad”. Dos años después, Territorio y Estado Plurinacional fue el obje-tivo de la caminata hasta Quito de los pueblos amazónicos de Ecuador.

Sin embargo, desde el Estado seguía habiendo cierta resistencia a desa-rrollar este concepto, bajo el consabido argumento de que sería crear“estados dentro del Estado”. Así, la nueva Constitución de Perú de 1993se limitaba a reconocer la personería jurídica de las comunidades (art. 98),aunque añadió algo nuevo para las comunidades nativas de la Selva: sucarácter de jurisdicciones especiales para aplicar el derecho consuetudi-nario en la administración de la justicia, dentro de ciertas cautelas.

La reforma constitucional de Bolivia de 1994 introdujo el tema den-tro del régimen agrario, evitando el término “territorio indígena”, que sus-tituyó por “tierras comunitarias de origen” (TCO), a las que dio variasgarantías inspiradas en el Convenio 169 de la OIT, incluido su derecho alos recursos naturales existentes en el territorio y a manejarse allí segúnsus usos y costumbres.

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parece que vaya a retroceder respecto de lo que los pueblos indígenaslograron —a contracorriente— en la Constitución de 1998, y se avanzarásin duda en la orientación social del Estado. Pero podría reflejar una visiónmás centralizada y sin tomar mucho en cuenta las identidades específicasindígenas.

En Perú no hay visos, por el momento, de que se pueda avanzar pron-to más allá, aunque el fogonazo de Humala en las elecciones de 2006 indi-ca que tampoco allí está dicha la última palabra.

Naciones indígenas fuera de sus territorios

Hay un último punto en el que poco se ha avanzado: cómo afrontarlos derechos de las naciones o nacionalidades indígenas fuera de susterritorios históricos. La capacidad de un pueblo para realizarse plena-mente es sin duda mayor cuando lo hace dentro de su propio territorio,con suficientes medios para ello y con el debido margen de autonomía.El que estos territorios lleguen a ser considerados circunscripciones polí-tico-administrativas dentro del Estado, lo facilita aún más. Pero ello sóloincide donde la población originaria sigue viviendo en sus lugares ances-trales, incluidos sus pequeños centros urbanos, por lo cual muchos pien-san que tener un territorio es una condición indispensable para hablarde nación.

¿Será igualmente válido al hablar de naciones indígenas que no pre-tenden transformarse en un Estado? Si así fuere, los indígenas emigrantesque abandonaron definitivamente su territorio histórico, ¿dejarían de serparte de su nación quechua o guaraní por ese motivo? No son preguntasretóricas ni sólo teóricas, sino sumamente prácticas porque, en efecto, enlos tres países la mayoría de la población indígena ya no vive en sus comu-nidades o territorios ancestrales, sino en centros urbanos.

Muchos mantienen todavía ciertos vínculos con su lugar de origen,pero otros no. ¿Ya no les corresponden, en consecuencia, los derechoscolectivos de todo pueblo originario para desarrollarse como tal? Si esosmigrantes o nietos de migrantes han decidido no identificarse como miem-bros de su pueblo ancestral, no cabe duda. Nadie puede impedírselo. Perootros se identifican como tales, de modo que habrá que encontrar otrasvías para que el Estado plurinacional proteja y contribuya a desarrollar sucondición indígena, debidamente adaptada a su nueva situación.

No ha habido mucha reflexión de las organizaciones indígenas en estepunto, ni tampoco propuestas específicas, pese a que es bastante comúnque sus dirigentes vivan mucho más en la ciudad que en sus lugares de ori-gen, incluso después de haber dejado el cargo.

308 Movimientos socioculturales en América Latina

sos. Pero un año de intercambios con los constituyentes de diversas regio-nes, y una mayor cercanía a las instancias estatales de gestión, les demos-tró que no podían encerrarse demasiado en sí mismos, pues los recursosdeben beneficiar también a otros sectores de la población. Así es comoaparece en la nueva Constitución una fórmula que sigue siendo muyaudaz: las naciones y pueblos indígenas tienen el derecho “al uso y apro-vechamiento exclusivo de los recursos naturales renovables existentes ensu territorio” (art. 30, inc. 17).

Sólo en Perú este tema no está aún en la agenda pública, porque lospueblos indígenas están muy ocupados en la defensa de sus territorios y elmedio ambiente frente a la invasión de grandes empresas extractivas. Sinembargo, ellos son, a través del fundador de CONACAMI, quienes impul-saron la creación de la nueva Coordinadora Andina de OrganizacionesIndígenas (CAOI), cofundada por ECUARUNARI y CONAMAQ (véaseinfra). En su declaración del 17 de julio de 2006 en el Cusco, de la queparticiparon la CCP y la CNA, plantean su rechazo a “los estados UniNacionales Uni Culturales”, y reclaman en cambio la conformación deasambleas constituyentes para reconstruir “los territorios e institucionali-dades de los Pueblos Indígenas” y la refundación de sus países “como Esta-dos Pluri Nacionales que nos incluyan”.

De las propuestas a su implementación

Hasta aquí las propuestas más audaces de los movimientos indígenasen estos tres países. El problema es si lograrán incorporarlas efectivamen-te en la legislación de sus respectivos países y, más complicado aún, si des-pués se podrán implementar, o se reducirán, una vez más, a un discursomeramente simbólico.

Donde más se ha avanzado (hasta enero de 2008) es en la Constitu-ción de Bolivia. Queda por ver, con todo, el desenlace final de esta Cons-titución, que debe superar todavía un referéndum y sobre todo los emba-tes de una oposición que, con un fuerte poder económico y mediático ycon bastante incidencia en las tierras bajas orientales, hace todo lo posi-ble para anularla.

En Ecuador se da una paradoja. Tanto el Poder Ejecutivo como larecién iniciada Constituyente están mucho más decididos que en 1998,por la coyuntura que atraviesa el país, a introducir cambios sustancialeshacia una sociedad más incluyente y equitativa. Pero el presidente Correaha tendido a alejarse de las instancias más institucionales, como los parti-dos y las organizaciones gremiales, incluida la CONAIE, y muestra unamenor apertura al carácter plurinacional del Estado. La Constituyente no

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En otras ciudades ni siquiera se puede plantear algo semejante a lo deCotacachi o El Alto, ya sea por su composición demográfica pluriculturalo por la correlación de fuerzas entre la población originaria y la que tienelas riendas de la situación. Cuanto más grande y dinámico es un centrourbano, más probable es que se plantee esta situación: serán sin duda ciu-dades pluriculturales, con afluencia de gente de todo origen y con unarápida dinámica de cambio en sus formas de vida. En estas metrópolis, laidentidad de su población afluyente también cambia o más bien se hacemúltiple, enfatizándose una u otra según las circunstancias. Son pluricul-turales y a la vez generadoras de culturas “híbridas” (García Canclini) eidentidades múltiples y fluctuantes.

Algo parecido cabe para algunas regiones y territorios rurales de cons-titución pluricultural, sea por la coexistencia de diversos pueblos origina-rios (como las TCO en el nororiente boliviano) o por ser polos de atrac-ción para nuevos asentamientos, como los cocaleros o mineros buscadoresde oro (garimpeiros) en toda la Amazonia. En términos de las jurisdiccio-nes territoriales, ésta es también la situación en casi todas las jurisdic-ciones territoriales de nivel intermedio o meso (departamentos o provin-cias según el país) y, por supuesto, en el nivel macro, para todo el país.

Para poder hablar de un Estado realmente plurinacional, es indis-pensable establecer normas y políticas que permitan el desarrollo de lapoblación que se identifica con un determinado pueblo originario, sea ono mayoritario en el medio urbano o pluricultural. Esta condición de loscentros urbanos debe traducirse en las políticas y el estilo intercultural desus instituciones, tomando como punto de partida los derechos iguales atodos, como ciudadanos, y los específicos y colectivos de los miembros dedeterminado pueblo. La composición “plurinacional” que la nueva Cons-titución boliviana reclama para algunas de sus instancias superiores (comoel Tribunal Constitucional), tal vez debería extenderse a otras instanciasurbanas, para que sean realmente interculturales. Es otra manera deimplementar el Estado plurinacional, sin necesidad de que cada puebloviva en un territorio en particular.

Éste es el mensaje que los pueblos indígenas y los constituyentes deBolivia pretenden transmitir cuando llaman “interculturales” a todas estassituaciones. En rigor, son pluriculturales, pero deberían llegar a ser tam-bién interculturales. La única crítica a este uso es que sigue siendo dema-siado restrictivo. En realidad, intercultural debería ser todo el país y todassus partes e instituciones en la medida en que directa o indirectamentetienen que relacionarse con gente culturalmente distinta, o al menos gene-rar actitudes de apertura hacia los otros distintos. Precisamente, porqueestos países son ya multiétnicos y pluriculturales, y porque se pretende tam-

Pasando de la teoría a la práctica cotidiana, las situaciones pueden sermuy distintas. Cuanto más minoritarios y discriminados se sientan los indí-genas en una gran ciudad, más probable es que se tornen invisibles, unosquizá sólo por una estrategia de sobrevivencia y aceptación en ese nuevomedio hostil, otros seducidos por las novedades y ventajas que les brinda,llegando así a rechazar su antigua identidad y ancestro. Es más probableque las nuevas generaciones, criadas o nacidas en la ciudad, opten por estasegunda alternativa. La situación varía de un barrio a otro, con diversasdensidades étnicas y distintos niveles de aceptación, rechazo o evolucióninterna, incluidos algunos barrios ghetto.

En cambio, suele ser mayor la presencia e incidencia de las organiza-ciones y los movimientos indígenas en las ciudades pequeñas e interme-dias, capitales municipales y departamentales (provinciales en Ecuador).No es, por tanto, casual que algunas sean también focos importantes delos movimientos indígenas locales y regionales —Achacachi en Bolivia—,ni que, sobre todo a partir de los procesos de descentralización señalados,en varias de ellas hayan copado el gobierno local o intermedio. En térmi-nos del ordenamiento territorial, estas ciudades intermedias podrían con-siderarse parte integral de un territorio indígena, y de hecho algunas lohan asumido militantemente y con mucho éxito, como Cotacachi en Ecua-dor e Ilave en Perú.

La ciudad de El Alto, nacida en la década de 1950 como un barrio yapéndice de La Paz, es el caso más notorio de un centro urbano conhegemonía de su población originaria.100 Y es precisamente allí dondeen los últimos años ha habido importantes movimientos sociales que, sintener prioritariamente objetivos étnicos, han mantenido una perma-nente vinculación con los movimientos indígenas de sus alrededores(Albó, 2006). Pero poco se ha analizado cómo se deben adaptar los cri-terios más rurales utilizados para definir los derechos colectivos de unpueblo indígena —en este caso, el aymara— a ese medio urbano metro-politano, más expuesto a influencias de todo tipo. Pensemos, por ejem-plo, en el manejo de la lengua, cuando la última generación ya no hablani quiere hablar la lengua de sus abuelos, o en cómo aplicar allí el plu-ralismo jurídico.

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100 En el censo de 2001, el 74% de su población se autoidentificó aymara (y en La Paz,el 50%). Una proyección a 2007 le asigna más población que a La Paz, aunque juntas for-man la mayor masa urbana de Bolivia, con cerca de 2 millones. Cusco, en Perú, muestra cier-ta semejanza, pero con la complejidad y las nuevas formas de discriminación que le añadenel orgullo y la memoria viva del ancestro inca en su alta sociedad: se sienten incas pero noindios (De la Cadena, 2004).

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tancias y los costos, tampoco les resulta fácil mantener una relación flui-da para informar y consultar a sus bases.

Por tanto, no es raro que esas bases se sientan frustradas por el dis-tanciamiento de sus ex dirigentes y los acusen de que ya se han “que-mado” o se han dejado comprar. Por eso hay permanentes cambios dedirigentes mayores. Es también a esos niveles superiores donde puedensurgir más divisiones y organizaciones paralelas, debido a pugnas por lahegemonía o por ser cooptados por los gobiernos o partidos. Lo hemosvisto en Perú, entre la CCP y la CNA velasquista, y años después, entre laCOPPIP-Coordinadora y la COPPIP-Conferencia, más cercana a Toledo.En Bolivia ocurrió con la CSUTCB y en Ecuador, con la grave crisis y des-garre interno de la CONAIE, cuando sus principales líderes decidieronromper con el gobierno de Gutiérrez. Como contrapunto, no faltan diri-gentes o familias de dirigentes que han sido reiteradamente reelegidos,algunos con gran aceptación, como Evo Morales o Luis Macas, y otros,instalados ya en la ciudad, desligados de sus bases y sin mayor influenciasobre ellas.

Estas organizaciones viven siempre en el dilema de combinar la demo-cracia directa y según usos y costumbres en sus niveles más locales, con larepresentativa en los niveles superiores. Hay que añadir la dificultad adi-cional que, en el caso de los pueblos minoritarios de los llanos amazóni-cos, suponen el hablar distintas lenguas y las diversas tradiciones cultura-les y organizativas, donde es habitual desde autoridades casi vitalicias hastagrupos familiares sin una autoridad común.

El perfil local de participación directa puede avanzar con cierta facili-dad hasta niveles intermedios, equivalentes al municipal o algo más allá, yel otro perfil, que exige nuevos mecanismos de representatividad, ya se vis-lumbra en algunos departamentos mayores —sobre todo en Bolivia—,pero donde se manifiesta claramente es en el nivel nacional-estatal.

De organizaciones de base a participantes en el Estado

Desde los años noventa, con los procesos de descentralización y forta-lecimiento de los gobiernos municipales, cundió el tránsito de dirigentesde organizaciones de base hacia las instancias estatales de gobierno local,lo cual, por una parte, debilitó a las primeras pero, por otra, dio a los másidóneos una oportunidad impensada para capacitarse en gestión pública.De ahí surgieron, por ejemplo, personajes como el alcalde de Guamote ydespués gobernador de la provincia Chimborazo en Ecuador, el movi-miento regional Llapanchik en Apurímac, Perú, y un buen número decongresales y constituyentes en Bolivia. Aunque también es cierto que ya

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bién que sus Estados sean a la vez unitarios y plurinacionales, tienen queestructurarse de tal modo que en todas partes, incluso en los lugares másmonoculturales, y en todas sus instituciones haya y se generen actitudesinterculturales.

El Estado “monocultural” ya no cabe. Decir que es “pluricultural” noes más que una constatación empírica, y llamarlo “plurinacional” es unsueño legítimo que sólo será viable y deseable si, para ello, todo él y susociedad son profundamente “interculturales”. Si esto sólo se exigiera delos pueblos indígenas, constituiría no más que una refinada táctica asimi-lacionista. Si sólo se exigiera a los no indígenas, acabaríamos en el “mes-tizaje al revés” que reclamaba el “Mallku” boliviano Felipe Quispe, es decir,otra forma de exclusión (Sanjinés, 2004). Interculturalidad es para todos,sin renunciar a las propias identidades. No sustituye a la plurinacionalidadsino que la complementa, para hacer viable la convivencia en un país uni-tario, un estado-nación a la vez plurinacional. Éste es el nuevo y mejornombre para expresar y vivir el pluralismo de manera constructiva, y man-tener al mismo tiempo la neutralidad que todo Estado necesita.

5.5. De movimiento local a nacional y global

En este ensayo hemos privilegiado los movimientos y organizacionesde mayor impacto nacional. Pero el análisis quedaría distorsionado si nose aborda la forma en que estos movimientos se articulan —o no— en losdiversos niveles.

Dilemas entre el ámbito local y nacional

En general, en este tipo de organizaciones rurales, que van desde losniveles comunales en los últimos rincones del país, muchas veces malcomunicados, hasta sus instancias de nivel nacional, la relación nunca esmuy fluida, por su diversa manera de relacionarse con sus bases y definanciarse, y por el tipo de intereses y problemática que reflejan. En losniveles locales hay una relación mucho más directa con las bases, no hayproblemas de financiamiento, por estar junto a sus casas y trabajos ytener fácil acceso al aporte de la gente cuando ocurren gastos extraor-dinarios. Las organizaciones de un nivel municipal o equivalente man-tienen bastante estas mismas virtudes. Pero la situación en los nivelessuperiores se torna difícil porque los allí destinados tienen con fre-cuencia problemas para sobrevivir en la ciudad y deben interiorizarse deuna problemática política y sectorial nueva, por lo que quedan fácil-mente a merced del respaldo de políticos, gobiernos u ONG. Por las dis-

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y sus aliados. La batuta indiscutible la lleva el polifacético Evo Morales, porsus múltiples experiencias y personalidad: es de raíz aymara pero forma-do en la lucha sindical cocalera; sabe tratar con ellos y otros sectores cam-pesinos indígenas, pero se codea también con la izquierda clásica sin per-der de vista los populismos del viejo MNR y del general Barrientos; y sigueganando nuevas experiencias en esa universidad abierta que son sus per-manentes viajes por el país y el mundo. Elegido por una cómoda mayoríaabsoluta y casi el doble de votos que su inmediato opositor, su base prin-cipal son las organizaciones indígenas campesinas (y cocaleras), de dondesurgió su partido. Por eso, también ellas se sienten gobierno y, de hecho,sus líderes están en funciones de gobierno, en el Parlamento o en la Asam-blea Constituyente. El Presidente y su gente han realizado un esfuerzoespecial para mantenerse cerca de esas organizaciones, de las que provie-ne su principal sustento, y éstas a su vez se han convertido en lo que en unmomento se denominó el “cuarto poder” de los movimientos sociales.Visto desde la otra vertiente, la oposición reclama que el Evo dirigentedomine al Evo presidente.

La cuestión, ahora muy actual en Bolivia pero planteada ya desde tiem-po atrás en otros lugares y situaciones, es hasta qué punto este tipo de sim-biosis es sostenible a la larga, o si se debería trabajar —por diseño y no pordebilidad— en un mayor desglose entre la esfera estatal y la de las orga-nizaciones de base.

En términos más generales, un informe del Banco Mundial sobre lospueblos indígenas en estos tres países, México y Guatemala (24 de juniode 2005), resalta el aumento del poder político de los pueblos indígenasen Latinoamérica en la última década (1995-2005) como un hecho nove-doso e importante para la democracia latinoamericana, aunque ensegui-da añade que ello no se ha traducido en una significativa reducción de susniveles de pobreza (García, 2006: 214).

Las evoluciones, avances y retrocesos nos han llevado a contrastar ladialéctica entre lo que los mexicanos han etiquetado el indio permitido(Hale, 2004) y lo que tantos escritores latinoamericanos llaman el indioalzado. El primero es el que, al igual que sus organizaciones, llega a seraceptado e incluso fomentado desde la clase política no indígena quecontrola el aparato estatal. El segundo es el que todavía se siente incó-modo dentro de esas concesiones que recibe desde arriba y sigue pro-testando —al igual que sus organizaciones— por diversas vías, considera-das legales o no dentro del orden establecido.

Aclaremos, de todos modos, que el camino elegido por este “indio alza-do” en ningún caso es lo que algunos tienden a llamar “terrorista”, un tér-mino igualmente polisémico y ambiguo. Siguiendo la campaña “antite-

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en ese nivel intermedio pueden surgir conflictos internos por el poderlocal, como el de Ilave en la región aymara de Perú.

El fenómeno tal vez no se debe sólo a estos cambios en los gobiernoslocales. El mejor acceso a la educación y la mayor comunicación y emi-gración del campo a la ciudad han facilitado y ampliado el surgimiento,la formación y la gama de oportunidades de una nueva elite política. Comoresalta Jorge León (2005: 32-33) para el caso ecuatoriano:

“Este sector emergente busca legitimarse por la acción política propiamentedicha, antes que por las pautas de representación de una organización. [Siantes primaban las posiciones y el control de la organización sobre la acciónpolítica, ahora] podría invertirse la relación organización-partido. […] Lasdistintas tendencias e intereses entre las elites dificultan mantener el nexoentre la organización y la entidad política. [Habría ahora un mayor] fenó-meno de dispersión, puesto que muchos jóvenes indígenas aspiran a ser polí-ticos o dirigentes, pero la organización y el partido del movimiento indígenano pueden abastecer a todos por sus espacios limitados. Entonces estos jóve-nes buscan oportunidades en otros partidos o en las propuestas que planteanlos gobiernos”.

Por todo ello, y por la dinámica y el crecimiento de las mismas orga-nizaciones indígenas, en los años siguientes, en Ecuador y Bolivia éstas sehan volcado mucho más a la esfera pública también en el gobierno nacio-nal y el Parlamento, aun con el riesgo de dejarlas demasiado desguarne-cidas en sus niveles locales.

En Ecuador acariciaron el ejercicio del poder, siquiera por unas horas,como culminación del movimiento que depuso al presidente Mahuad en2000, y a los dos años entraron por la puerta ancha, con su organizacióny su partido, aliados electoralmente con Lucio Gutiérrez. Pero fue unaexperiencia frustrante y poco duradera por el enfoque que éste tomó unavez en el poder, totalmente contrapuesto al de los tiempos de la campaña.En consecuencia, los principales líderes en función de gobierno rompie-ron con Lucio Gutiérrez. Pero entonces Gutiérrez, apoyado por dirigen-tes que le siguieron leales, supo aprovechar el vacío creado en las bases, yse ganó a mucha gente y líderes de niveles inferiores mediante dádivas yproyectos. Cuando —escarmentados— los máximos líderes decidieron en2007 presentarse solos a las nuevas elecciones, no lograron soldar sus divi-siones ni recuperar su imagen pública, por lo que quedaron a un ladodebido al impresionante ascenso de Correa.

En el caso de Bolivia, en cambio, el ascenso arrollador ha sido lidera-do por los propios indígenas y sus organizaciones, aglutinados en el MAS

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diversas organizaciones de CONFENIAE, entre la rama más “empresarial”y la de “resistencia” frente a la penetración de las multinacionales petro-leras. En la actual coyuntura boliviana, esta cooptación ya no ocurre tantodesde el gobierno sino desde algunos grupos de oposición, principalmentela liderada por la Prefectura y el Comité Cívico de Santa Cruz, que en susreuniones y cabildos siempre muestra a “sus indígenas”.

Cuando el movimiento indígena ha llegado a ser parte del Estado,como en Ecuador y en la Bolivia actual, el juego dialéctico entre el indiopermitido y el alzado adquiere connotaciones totalmente distintas. La dia-léctica pasa entonces por otros actores. En Ecuador, excelentes dirigentesse agotaron en sus esfuerzos iniciales por mantener la alianza pactada conquien pronto se lanzó por otros derroteros, y tardan después en ser acep-tados por sus propias bases. En Bolivia, algunos sectores indígenas, prin-cipalmente los que por una u otra razón se han sentido marginados, sien-ten que el Presidente (o sus colaboradores) está demasiado “prisionero”dentro de un entorno no indígena, algo que pasó en Ecuador dentro dePachakutik. En muchos casos se une a ello una limitación que no se puederesolver de la noche a la mañana: la carencia de gente suficientementecalificada para las distintas áreas de gobierno.

El arte de las alianzas políticas

En este permanente forcejeo de los movimientos indígenas con elpoder o incluso para llegar al poder, es indispensable analizar cuáles sonsus estrategias en relación con las posibles alianzas con otros grupos ybajo qué condiciones. Aunque nunca faltan quienes afirman no quereraliarse con otros, suele tratarse sólo de una opción coyuntural o de undiscurso retórico con el que no encaja su práctica regular. Algunos india-nistas radicales que suelen hacer este tipo de afirmaciones, en cualquiermomento aparecen aliados incluso con órganos gubernamentales. Uncaso publicitado en Bolivia fue el del dirigente aymara Felipe Quispe,quien apoyó a un “operador político” que desde el gobierno le hacíafavores personales para que ocupara el recién creado Ministerio de Asun-tos Indígenas y Pueblos Originarios. A través de esta relación, el radica-lismo de Quispe acabó siendo funcional al gobierno en sus intentos defrenar el ascenso de Evo Morales.

En los procesos analizados en este trabajo, prevalece una evolución dela participación subordinada a una mayor autonomía o incluso protago-nismo en la formación de alianzas. No es un proceso lineal, sino con alti-bajos y muchas veces con facciones en pugna, precisamente, por hacer dis-tintas alianzas.

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rrorista” del Bush posterior al 11-S, algún gobernante ha llamado “narco-terroristas” a los cocaleros de Perú y Bolivia, pero en ningún caso se lospuede tildar de tales. A lo sumo, en el caso peruano, algunos debieron lle-gar a ciertas componendas de sobrevivencia con las fuerzas beligerantesde Sendero y del ejército. En Ecuador, lo más lejos a que llegaron fue aparticipar en 2000 en una asonada militar, que a las pocas horas los dejófuera de juego. Ello sucedía, además, en medio de un levantamiento socialy político de carácter más general, aunque no tanto como el de Bolivia en2003-2005, que siempre se mantuvo en los márgenes del “golpe constitu-cional”. Es necesario repensar también cuáles son los márgenes de manio-bra que dejan las actuales instituciones democráticas formales a los pue-blos indígenas, y qué nuevas posibilidades podrían abrirse dentro de unaelaboración más intercultural del concepto tan manoseado de “democra-cia”. Zamosc (2007) lo insinúa en su ensayo sobre el caso ecuatoriano, alhablar del “secreto del poder indio”, que él ve en su base comunitaria.

En realidad, la frontera entre el indio permitido y el alzado se vamoviendo permanentemente de acuerdo con la cambiante correlación defuerzas, en la que mucho tiene que ver la fuerza o debilidad de los movi-mientos indígenas, campesinos y la de sus diversos aliados, cooptadores yopositores. Cambia también de acuerdo con lo que en cada momento sellega a pactar y legalizar. Desde una vertiente están las concesiones “otor-gadas” por el Estado, los partidos o las instituciones hegemónicamente noindígenas, hacia una creciente indigenización —más o menos exclusiva oinclusiva— de lo indígena, en términos conceptuales, estilos y estructuras.Desde la otra está el avance de los propios indígenas, para conquistarmayores espacios, en términos de personal y de enfoques, dentro de laestructura y prioridades de las instituciones, los partidos y el Estado. En elcaso de Evo Morales y el MAS, que llegaron al poder por la vía democrá-tica y quieren transformar desde allí al propio Estado, el asunto adquiereotra dimensión. Al “alzarse” los que no quieren perder sus privilegios, lostildan de “totalitarios”, y el propio gobierno “revolucionario” adquiere con-ciencia de que no puede repetir lo que hizo, por ejemplo, el MNR en 1952,después de tomar el poder por las armas y acallar a la oposición por la fuer-za. Queda entonces planteado el desafío del siglo: cómo llegar a hacer unagenuina revolución dentro de un orden democrático (Dunkerley, 2007).

Tampoco resulta sencillo establecer la frontera entre el indio permi-tido y el indio cooptado o simplemente comprado por los grupos de poder.En todos los países hemos visto los cambios de dirigentes que, a la larga,se pasan al bando contrario y generan divisiones dentro de la organiza-ción, arrastrando consigo a algún grupo. Un caso particularmente com-plejo es el de la Amazonia ecuatoriana, en las opciones contrapuestas de

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fuentes diversificadas de ayuda a veces ha creado pugnas entre organi-zaciones locales, como las que describen Lucero y García (2006) para elcaso peruano.

Las alianzas con sectores de iglesias tuvieron un viraje favorable en loslugares donde mejor se aplicaron las directrices posteriores al ConcilioVaticano II, como Medellín en la Iglesia católica, y otras semejantes en igle-sias evangélicas, sobre todo las que forman parte del Consejo Mundial deIglesias. Su solidaridad y presencia se expresan a través de figuras promi-nentes, entre las que sobresale el obispo Leónidas Proaño en Ecuador.Pero este tipo de cooperación se ha catalizado más bien por intermedio deinstituciones, radios y ONG vinculadas a las iglesias. Muchas organizacio-nes y dirigentes surgieron o tuvieron apoyo de otros sectores eclesiásticosmás conservadores, aunque esta diferencia entre sectores más progresistaso conservadores dentro de las iglesias crea también distanciamientos. EnPerú, por ejemplo, ha sido notable el contraste entre la fuerte alianza congrupos de la Iglesia en torno a la Pastoral Andina del sur y el distancia-miento en regiones del centro controladas por el Opus Dei u otros grupossemejantes. Pero, por lo general, con los años estas organizaciones vanabriéndose camino por su cuenta. En la Bolivia andina contemporánea esnotoria la fuerza que han cobrado las celebraciones y referencias explíci-tas de algunos sectores gubernamentales a la persistente espiritualidadindígena, que algunos han llegado a ver como la nueva religión “oficial”del Estado.

El siguiente giro, de los años noventa en adelante, es hacia un mayorprotagonismo y liderazgo de las organizaciones indígenas frente a otrosactores del movimiento popular y sus partidos. Se ha expresado en Ecua-dor con el liderazgo de la CONAIE y el Pachakutik, y en Bolivia con el roldel MAS. Es también la época en que la CONAIE y después Pachakutiktuvieron la mala experiencia de haberse aliado con Gutiérrez. Puede dis-cutirse también si en 2006 fue apropiado, o no, distanciarse de Correa, perolo significativo para nuestra argumentación es que, cuando Correa le ofre-ció a Luis Macas la vicepresidencia, éste le contrapropuso que fuera él másbien “su” vicepresidente.

En este última fase son particularmente relevantes las relaciones entreindígenas y no indígenas dentro del MAS y el Pachakutik. Los dos incor-poraron aliados no indígenas desde un principio, y éstos han jugado rolesdestacados dentro del partido, aunque siempre dejaron claro que la direc-ción y decisión finales estaban en manos del aymara Evo Morales y del que-chua saraguru Luis Macas, respectivamente.

No obstante, esta sólida alianza fundacional no elimina las posibles ten-siones. En el caso de Pachakutik, las hubo con la Coordinadora de Movi-

318 Movimientos socioculturales en América Latina

Esta tendencia se observa, primero, en el hecho común en los tres paí-ses de que hasta los años setenta casi todos los movimientos campesinosindígenas eran apéndices de algún otro grupo político. En Ecuador, la FEIdependía directamente del Partido Comunista, y a fines de los años sesen-ta la FENOC surgió como el brazo rural de la Democracia Cristiana. EnPerú, la CCP estuvo siempre vinculada a partidos de izquierda, aunque enel período de tomas de tierras iniciado a fines de los años cincuenta, habíagrupos que procedían con notables márgenes de autonomía. En la histo-ria más agitada de Bolivia, las organizaciones que entonces se llamaban“campesinas” al principio estaban subordinadas al PIR, después al gober-nante MNR, y posteriormente, cuando éste cayó, el bando “oficialista”dependía de los gobiernos militares mediante el Pacto Militar Campesino,y el bando opositor, de la COB y los partidos de izquierda.

El primer giro se da hacia los años setenta, cuando surgen organiza-ciones más autónomas, a veces con cierto apoyo inicial de iglesias y ONG.En Ecuador, nacen las primeras organizaciones de la Selva y ECUARU-NARI en la Sierra. Desde fines de los ochenta, incluso la FENOC se hizoFENOC-I y se emancipó de la Democracia Cristiana para acercarse al Par-tido Socialista. En Bolivia surge el katarismo, cuyo primer objetivo era rom-per el Pacto Militar Campesino, y de ahí nacen los primeros partidos indí-genas, unos más autónomos y otros aliados con la COB y otros sectores deizquierda. Pero incluso éstos usaban el lema “ama llunk’u” (no seas adu-lón) para subrayar su rechazo a ser furgón de cola de ningún partido. Perúquedó rezagado en este giro, pues la CCP siguió apegada y dependientede diversos partidos de izquierda, y nació más bien la CNA dependientedel gobierno militar de Velasco Alvarado. Sólo en la Selva, AIDESEP semueve más autónomamente, aunque también allí CONAP nació bajo cier-ta tutela partidaria. Siguió la época triste de Sendero, y todo cambio quedócongelado o anulado por tanto fuego cruzado.

Las relaciones con ONG locales y de la cooperación internacional pri-vada aumentaron en los años siguientes, a medida que la temática indí-gena se consolidaba en sus agendas, y si bien crean también dependen-cia, ésta suele ser más sectorial y sólo en algunos casos entra de lleno enel campo político. Pueden incluirse algunas instancias de la cooperacióninternacional pública de algunos países, sobre todo europeos, e inclusode agencias supraestatales de Naciones Unidas o de la banca públicainternacional, cuando ofrecen su cooperación directamente a sus recep-tores indígenas y campesinos. Muchas de estas ayudas han funcionadoincluso como contrapunto frente a los intentos de cooptación de diver-sos gobiernos, que contaban a su vez con el apoyo de otras instancias dela cooperación pública y la banca internacional. La existencia de estas

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a saber: la primera Junta Militar de las tres fuerzas en Ecuador, en 1964;Velasco Alvarado en Perú, en 1969, y Barrientos en Bolivia, en 1965, quien,a pesar de haber derrocado al MNR, autor de la Reforma de 1953, logrópresentarse como su continuador y se aseguró una sólida alianza con elcampesinado a través del Pacto Militar Campesino.

Sobre este trasfondo, en los últimos tiempos hay ciertos giros que debenser tomados en cuenta. El primero ocurre en Perú, en la última fase de laguerra con Sendero, en la que los militares cambiaron de estrategia y, dejan-do de lado la represión indiscriminada, buscaron el diálogo con las comu-nidades tanto del sur de la Sierra como de la Selva. De ahí surgió, efectiva-mente, una acción coordinada entre ambos, con cierta autonomíaoperativa por parte de los Comités de Autodefensa (CAD). La experienciaprevia de las Rondas Campesinas en Cajamarca facilitó que los estilos yresultados fueran bastante más positivos que, por ejemplo, en Guatemala,como atestigua la Comisión de la Verdad (2003). Años después, el ex mili-tar Ollanta Humala, de ancestro quechua y un pasado familiar de rebeldía,alcanzó la primera posición en la primera vuelta de las elecciones de 2006,gracias a la masiva votación que logró en la Sierra y la Amazonia, dondeestá la inmensa mayoría de la población indígena campesina.

La principal novedad en Ecuador fue la alianza entre la CONAIE y elmilitar rebelde Lucio Gutiérrez, para deponer a Mahuad en 2000 y, des-pués, para asociarse y gobernar juntos tras las elecciones de 2002. Aunquela alianza acabó mal, es necesaria una aclaración. Desde los años sesenta,el ejército gozaba en Ecuador de cierta reputación de seriedad y respon-sabilidad, prestigio que aumentó tras su última actuación, bajo el mandodel general Paco Moncayo, en el conflicto y subsiguiente firma del armis-ticio con Perú. Se comprende así por qué los shuar se mantuvieron estra-tégicamente cerca de los militares en esa guerra que los enfrentaba consus hermanos shuar y awajun del lado peruano. También es bastantecomún en Ecuador que algunos militares aspiren a presentarse como can-didatos en elecciones democráticas, como posible culminación de su carre-ra. Les conviene por tanto hacer buena letra con los civiles. Tal fue el casode “Paco” Moncayo, aliado de los indígenas alzados en 2000. Lo mismohizo Gutiérrez en 2002, después de haber cumplido reclusión por su par-ticipación (junto con Antonio Vargas, entonces presidente de la CONAIE)en el operativo que derrocó a Mahuad. Llegaba con la fama de militar pro-gresista, al estilo de Chávez en Venezuela.

Pero el desenlace desfavorable de esta alianza, como desfavorable fuea la larga el Pacto Militar Campesino de Bolivia durante casi dos décadas,obliga inevitablemente a analizar qué objetivos comunes y qué interesesconvergentes o divergentes existen, a fin de mantener la debida cautela.

320 Movimientos socioculturales en América Latina

mientos Sociales (CMS), más urbana y con una ideología más radical, enlos levantamientos de 2000 y 2001. Las diferencias se profundizaron a par-tir de la participación en el gobierno de Gutiérrez y, de hecho, despuéshubo una “limpieza” de no indígenas dentro del partido, de modo que,cuando Macas y Pachakutik se presentaron en solitario a las elecciones de2006, eran mucho más un partido indígena.

En el caso del MAS, no se ha llegado tan lejos. Pero hay quejas porqueson pocos los indígenas que han llegado a desempeñar cargos importan-tes en el Ejecutivo. La respuesta del partido es que se necesita una capa-cidad técnica y gerencial que, lamentablemente, no se puede improvisar.Desde la otra vertiente, ha habido casos de profesionales no indígenas quedaban por sentado que calificaban mejor para ocupar ciertos cargos demayor responsabilidad, que fueron asignados a otras personas. Ello ha cre-ado conflictos, pero en general ha prevalecido el sentido común y se hanrespetado los niveles jerárquicos, sin mayores problemas. Se trata de ten-siones semejantes a las que surgen entre grupos e individuos en cualquierorganización, partido o alianza, al margen de sus identidades étnicas.

En Perú, el paso a este tipo de protagonismo indígena avanza más len-tamente. Hacia el año 2000 los movimientos campesinos con cierto toqueindígena comenzaron a surgir con una doble tendencia: una oficialista,bajo la tutela de la esposa de Toledo, y otra más autónoma, pero en alian-za con diversas ONG, de la que surge COPPIP-Coordinadora, con la batu-ta de CONACAMI. Siguen dándose alianzas más coyunturales, como lasde las mujeres congresistas líderes de la CCP, que ingresaron en el Parla-mento en alianza con Ollanta Humala.

Indígenas y militares

Un comentario especial merecen las nuevas formas de relación entreindígenas y militares. Históricamente, han tendido a ser malas y con unaabsoluta subordinación de los primeros a la autoridad militar, desde el ser-vicio militar. Hay además una larga trayectoria de rebeliones sofocadas porel ejército, al servicio de los terratenientes y otros oligarcas. Entre las últi-mas registradas figuran la Masacre del Valle en Bolivia en 1974, la de zafre-ros del Ingenio Aztra, en Ecuador en 1977, y las que ocurrieron durantela guerra con Sendero Luminoso en Perú, en los años ochenta.

Por otra parte, el servicio militar ha sido, para muchos indígenas cam-pesinos (que lo cumplen mucho más que el resto de la población), su prin-cipal escuela de formación ciudadana y, pese a los abusos, les ha permiti-do crear buenos vínculos con algunos oficiales. Han sido también algunosgobiernos militares los que iniciaron o continuaron las reformas agrarias;

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En Perú este tema no se ha planteado, más allá del conflicto fronteri-zo. Pero en Ecuador y Bolivia parece que las Fuerzas Armadas han perci-bido y aceptado estas explicaciones incluso mejor que algunos politólo-gos. En la Bolivia contemporánea se da además la circunstancia de que sufunción de defensa de la nación-Estado la ven mucho más amenazada porciertos grupos autonomistas de las regiones más ricas en las tierras bajas,que no quieren perder sus privilegios.

Más allá de cada país

Los movimientos indígenas no se han encerrado en cada país, sino quehan incrementado sus relaciones y las instancias coordinadoras más alláde las fronteras.

Una primera situación es la de pueblos indígenas como el aymara,repartido entre Bolivia, Perú y Chile por fronteras que no existían cuan-do, junto con los quechuas, se levantaron contra los españoles en 1780.Aparte de los vínculos e intercambios locales tradicionales, desde la emer-gencia del katarismo en Bolivia esta propuesta tuvo repercusiones en Perúy el norte de Chile, y ha habido varias reuniones, todavía con poca reper-cusión en las bases, en la frontera entre los tres países.

Algo comparable ha pasado en el Chaco, con el pueblo guaraní, quequedó partido también por tres fronteras, sobre todo después de la gue-rra de 1932-1935, y ahora se reencuentra a partir de la Asamblea del Pue-blo Guaraní. En los pueblos de la familia shuar, awajun (aguaruna), etc.,empieza a ocurrir algo semejante después del cese de hostilidades entrePerú y Ecuador, que tanto afectaba su tránsito a un lado y otro de la fron-tera, y que los enfrentó.

El primer intento por tener una organización internacional fue la cre-ación del Consejo Indio de Sudamérica (CISA), puesto en marcha cercade Cusco, en 1980, con participantes de todo el subcontinente. Prontologró ser reconocido por Naciones Unidas, donde jugó un rol positivohacia la Declaración sobre los Pueblos Indígenas, que finalmente se apro-bó en 2007. Pero fracasó como proyecto aglutinador por haber surgido deforma demasiado cupular y quedar pronto desintegrado por conflictos dehegemonía, aunque el nombre de CISA continúa en poder de un peque-ño reducto, mayormente aymara, en torno a Puno.

Más exitosa ha sido la Coordinadora Indígena de la Cuenca Amazó-nica (COICA), creada en 1984 por decisión de las coordinadoras de pue-blos indígenas de las tierras bajas y expandida a los de Venezuela y las Gua-yanas. Ha desempeñado un buen papel frente a problemas conjuntos yfunciona con directivas rotativas. Sin embargo, desde su VII Congreso en

322 Movimientos socioculturales en América Latina

En el caso de Bolivia, con su larga historia contrapunteada por masa-cres y pactos, y después veinticinco años de democracia, en que los mili-tares han demostrado su respeto y sumisión a esta forma constitucional degobierno (incluida la paradoja reciente de un ex dictador militar en la cár-cel y otro que culmina su historia como presidente constitucional), se viveuna situación inédita de signo inverso. Ya no hay (ex) militares directa-mente involucrados en los procesos electorales, sin embargo, las FuerzasArmadas muestran una actitud de simpatía por el cambio que vive el paíspara incorporar activamente a los pueblos indígenas y sus formas de vidaen la nueva estructura del Estado. Este cambio refleja cierta reflexión inter-na que los militares han realizado en los últimos años, para desarrollartambién ellos actitudes e instituciones interculturales.

Pero la lealtad, el respeto y las buenas relaciones logrados entre ellosy el primer presidente de extracción popular e indígena puede tener uncomponente más vivencial. Por ese mismo origen, Evo Morales resulta ser,al mismo tiempo, el primer presidente desde que se recuperó la demo-cracia que de joven realizó el servicio militar. Recordemos que, al menosen Bolivia, el retorno de los soldados a su comunidad es visto y celebradopor muchos pueblos indígenas como la culminación de una especie derito que los convierte en “nuevos ciudadanos”. Por todo ello, podríamosconcluir que, como preludio del nuevo país que se desea construir, se estálogrando en los hechos una especie de Pacto Indígena Militar, que feliz-mente está en las antípodas de aquel anterior Pacto Militar Campesino delos años 1964-1980. Ello no exime, con todo, de mantener la cautela arri-ba mencionada.

Hay todavía otro tema de fondo que cruza estas relaciones entre elmovimiento indígena y la institución militar. Ésta tiene como su más altafunción la defensa de la nación, en su sentido de Estado. Saltó, entonces,la alarma cuando tanto en Bolivia como en Ecuador el movimiento indí-gena empezó a reclamar su condición de naciones o nacionalidades. Enel caso de Perú y Ecuador, se añadía además el conflicto fronterizo. Con-fiesa Miguel Lluco (2006: 122), dirigente quechua de Pachakutik:

“Mientras nosotros estábamos organizándonos, luchando, sufriendo, plantean-do ideas para solucionar los problemas, todo eso era interpretado por las Fuer-zas Armadas como un problema de seguridad interna. Entonces fuimos convo-cados por esos organismos de seguridad: ‘¿Ustedes qué quieren? ¿Dividir al país?Eso va a generar problemas’, dijeron. En esa oportunidad, hablamos durantecasi tres horas, explicando qué estábamos planteando, qué entendíamos por elEstado plurinacional, y además explicamos que reconocemos que ése es un ele-mento y un planteamiento político, ya no solamente reivindicativo”.

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“En la glocalización andina contemporánea, no son solamente los actores y cir-cuitos económicos los que tienen existencia global, sino también muchos delos actores sociales que los resisten, además de muchos de los discursos quese movilizan para nutrir esta resistencia y darle coherencia ideológica. [...] Laeconomía, la sociedad civil, los discursos y las instituciones políticas de laszonas de influencia minera son todos glocalizados y con ellos, aunque en diver-sos grados, cada una de las localidades donde se asientan los recursos mine-ros”. (Bebbington, 2007: 34)

A partir del recorrido que hemos realizado, podemos ampliar esta con-clusión a otras situaciones más allá del caso minero. Concentrándonos enla evolución y las proyecciones del movimiento y las organizaciones indí-genas, podríamos enfatizar la importancia de una globalización a la inver-sa, que emerja de abajo, de la vinculación creciente de experiencias loca-les en confrontación y negociación con la globalización surgida desdearriba, a partir de los intereses de las economías mundiales más poderosas.

Visto desde la perspectiva de los movimientos indígenas y demás movi-mientos sociales objeto de este trabajo, todo ello aparece como parte deese movimiento más amplio a nivel continental y mundial que se expresaperiódicamente en los Foros Sociales por “otro mundo posible”.

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2005 sufrió una división, muy relacionada con dos opciones frente a lasempresas petroleras. La línea más “empresarial” estableció su sede enSanta Cruz, Bolivia, mientras que la de “resistencia” lo hizo en Guyana.Esta división guarda relación con lo que ha ocurrido también en algunospaíses, muy particularmente con la CONFENIAE y la CONAIE en Ecua-dor. Sólo a fines de 2007 hubo un acercamiento entre los dos bandos, tantoen el país como en el seno de la COICA.

En la región más andina, en julio de 2006 se creó en Cusco la Coordi-nadora Andina de Organizaciones Indígenas (CAOI), por iniciativa y bajola dirección del fundador y primer director de CONACAMI, Miguel Pala-cín. Concentrada inicialmente en CONACAMI (Perú), en ECUARUNARI(Ecuador) y en CONAMAQ (Bolivia), incorporó posteriormente a otrasorganizaciones de Colombia, Chile y la Argentina mapuche, y ha sido inte-grada en el Consejo Consultivo de Pueblos Indígenas de la ComunidadAndina (CAN).

A todo ello hay que añadir los vínculos con todo el movimiento indí-gena, negro, campesino y popular que aglutinó a organizaciones de todoel continente en torno a los 500 años de la “resistencia”, y los intercambioscada vez mayores de “visitantes fraternos” en los eventos de uno u otro país.Además, la Comisión Indígena Permanente ha participado en la elabora-ción de una Declaración de la OEA (que sigue aún en un lento procesoen busca de consenso) y otra comisión semejante en Naciones Unidas, queacompañó la elaboración de su Declaración sobre los Derechos de los Pue-blos Indígenas de 2007. Estamos bastante lejos de aquella imagen de unospueblos indígenas aislados y pasivos en sus regiones de refugio.

Movimientos “glocalizados”

Estas actividades e instancias desde las remotas comunidades indíge-nas hasta la participación activa en declaraciones de las Naciones Unidasnos llevan a una reflexión sobre la realidad de este proceso potencial-mente fecundo, que Robertson (1995) empezó a llamar la “glocalización”.

Esta interacción entre lo global y lo local adquiere un contenido prác-tico fundamental cuando se la aplica a la pugna por el manejo y controlde los recursos naturales, con implicaciones e intereses en conflicto desdela pequeña comunidad hasta la economía globalizada. Recientemente,Bebbington y su equipo han analizado este fenómeno para el caso de larelación entre las comunidades y organizaciones indígenas y campesinas,y las grandes empresas mineras, tanto en Perú como en otros países andi-nos, y concluye:

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4. Transformaciones socioculturales y dinámicas de intervención político-económica del empresariado en América LatinaRodrigo Contreras Osorio*

Desde mediados de los años ochenta, las reformas neoliberales imple-mentadas en América Latina instalaron las tesis de que el motor del desa-rrollo y el crecimiento económico eran las dinámicas propias del merca-do, que debía funcionar de forma autónoma y sin coerciones. Así, eldiscurso político-económico que promovía el mercado como eje articula-dor de la sociedad convirtió, al mismo tiempo, al empresariado en uno delos actores principales de ésta, es decir, de “una sociedad de mercado”. Enmuchos de nuestros países, la actividad empresarial privada devino así enel eje central de la actividad económica nacional, y el empresario, en cuan-to “nuevo sujeto social”, en un modelo de vida a seguir, en un ejemplo eideal. Esta nueva legitimidad convirtió a la empresa y al empresario en ejesarticuladores de las relaciones sociales, políticas y económicas, y en laforma más plausible de realización personal en la sociedad.

Es así como este nuevo estatus le asigna al empresariado un peso espe-cífico y le otorga un rol determinante de influencia y negociación en elescenario político y en la vida democrática en general. Este nuevo prota-gonismo permite también evidenciar las transformaciones económicas,pero fundamentalmente culturales, que este sector social ha experimen-tado desde fines de los años ochenta. Esta posición protagónica da cuen-

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ta, en definitiva, de las nuevas formas que ha adquirido la manera de inter-venir del empresariado y de sus representaciones corporativas, tanto en elámbito político como en el social.

Estamos hablando de un empresariado nuevo, que basa su riquezaprincipalmente en el manejo del capital financiero, fuertemente vincula-do a las redes transnacionales y a una nueva cultura de la empresa, rede-finida por la competitividad internacional y por la globalización. Este tra-bajo busca describir estas transformaciones y responder cómo inciden enla gobernabilidad y en la calidad de la democracia en la región. Para lle-var a cabo este objetivo, situaremos nuestra discusión y análisis en una con-cepción de la sociedad tensionada o dinamizada no sólo por las contra-dicciones sociales producidas en su seno, sino, primordialmente, poraquellas emanadas desde el campo de lo cultural, y que redefinen las rela-ciones y los conflictos sociales. Un cambio que en sí mismo habla de unnuevo período histórico, por el cual atraviesa la sociedad occidental, en elque lo social como eje articulador ha dado paso a lo cultural.

Desde nuestra perspectiva, el estudio del empresariado y de su mane-ra de influir en el sistema político de nuestros países es un ejemplo de latransición hacia una sociedad organizada por conflictos culturales, quesubordinan o se imponen a las aún vigentes contradicciones sociales. Eneste sentido, nuestra hipótesis será que el empresariado latinoamericanodifícilmente pueda ser considerado de manera automática y per se comoun actor político. Diversos autores han adelantado esta perspectiva.1 Noso-tros partiremos de la premisa de que, con la hegemonía del neoliberalis-mo en la región, la defensa y legitimidad de sus intereses estarían asegu-radas, por lo cual difícilmente intervendrá directamente en lo político,salvo que, por la misma dinámica política, su supervivencia como actoractivo y legítimo de la sociedad esté cuestionada.

Esta posición privilegiada le permite situarse en el ámbito de las nego-ciaciones con el gobierno y los Estados por sobre las disputas políticas, porlo que su acción se desarrolla en forma autónoma de los conflictos de esaíndole. Puede desarrollarse más allá de las posiciones políticas de cada unode los actores que participan en la negociación, en tanto que la defensadel crecimiento económico y de la inversión son intereses de todos y cadauno de los actores, ya que de dichas variables dependen el empleo, la supe-ración de la pobreza y el bienestar de todos los ciudadanos. Como vere-mos, esta autonomización habla de la separación entre lo económico y lopolítico. Es, por lo tanto, a partir de dicha autonomización que las con-

334 Movimientos socioculturales en América Latina

1 Nos referimos especialmente a los trabajos de Aníbal Viguera (1996, 1998) y CarlosAcuña (1992).

tradicciones sociales, como la dualidad capital-trabajo, pierden centrali-dad como conflicto social y como ejes de estructuración de la sociedad. Apartir de la constatación de la preeminencia de dicha autonomización,autores como Alain Touraine decretarán el fin de lo social.2

En este contexto se situará nuestro trabajo. El primer marco explica-tivo intentará dar cuenta de forma detallada de las nuevas condicionessocioculturales en las que se articulan las dinámicas de participación einfluencia del empresariado en los sistemas políticos de nuestra región. Apartir de esta mirada “culturalista”, es necesario evaluar la renovación,reproducción y rotación de las elites en América Latina, para apreciar laparticipación del empresariado en el sistema político, tratando de anali-zar cómo la concentración del poder incide en la legitimación y sustenta-bilidad de las democracias en la región.

Intentaremos demostrar esta hipótesis mediante una revisión delmodo en que estas dinámicas han sido trabajadas por la sociología latino-americana, es decir, exponiendo algunos de los elementos de lo que seríauna sociología de la riqueza, a fin de dar cuenta de las formas y dimensio-nes sociales y culturales que conlleva la realización social del poder —ya seafáctica o simbólica— de los grupos dominantes.

Creemos que uno de los elementos importantes a considerar a la horade comprender y definir la participación del empresariado en el sistemapolítico y su influencia en la dinámica de gobernabilidad de nuestras socie-dades es situar los contornos socioculturales pero, fundamentalmente, darcuenta de los principios de distinción y diferenciación entre el empresa-riado y el político tradicional en la región: la oligarquía. Para desarrollareste punto, planteamos que hoy las grandes familias tradicionales son lasherederas y expresiones contemporáneas de las formas de realizaciónsocial de la riqueza y del capital económico, político y social de las anti-guas oligarquías. Con ello, y tras exponer las principales características ymodos de historización de la oligarquía y, por ende, de las grandes fami-lias tradicionales, establecemos los mecanismos de realización social de ladiferencia y de la distinción entre estos grupos y el empresariado moder-no. Creemos encontrar en esta diferenciación los elementos políticos ysocioculturales que, independientemente del tipo de calidades e intensi-dades que toma la influencia del empresariado en el sistema político, nospermiten dar cuenta de la historicidad de la realización del poder porparte de los sectores dominantes en nuestras sociedades.

La segunda parte del trabajo está abocada a la discusión sobre el rolpolítico del movimiento empresarial y su incidencia en la gobernabilidad

Transformaciones socioculturales y dinámicas de intervención... 335

2 Véase, entre otros, Alain Touraine (2007).

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y en la calidad de la democracia en la región, a partir de una comprensióncultural del actor que nos ocupa. Así, intentamos exponer las dinámicas ylos ejercicios de poder del empresariado, ya que, como parte más activaen la defensa de los intereses de clase de los sectores dominantes, lograexpresar tanto los cambios socioculturales que devienen de la consolida-ción del capitalismo financiero como las nuevas formas de ejercicio depoder que emanan de esa nueva estrategia de acumulación.

Nuestro razonamiento es que las eventuales intervenciones del empre-sariado en el escenario político, en un contexto en que su actividad comoactor protagónico de la sociedad estaría asegurada, podrán comprender-se mejor si se consideran los aspectos socioculturales que lo definen. Sinembargo, nuestro objetivo final es descifrar los nuevos escenarios de gober-nabilidad en la región, y los problemas de legitimación de la democraciaque en ellos puedan producirse, a partir de las dinámicas de concentra-ción y de ejercicio de poder sociopolítico en el empresariado.

Para analizar las formas y los ejercicios del poder, nos concentramosen el caso de Chile. Con ello, queremos profundizar en un ejemplo quenos dé los elementos y las tendencias, a fin de entender el mismo tipo deexpresiones sociales en el resto de los países latinoamericanos, salvaguar-dando las peculiaridades de cada uno de ellos. En otras palabras, creemosque la sociedad chilena nos brinda las herramientas con las que espera-mos sustentar la idea en torno a la permanencia en el tiempo de las estruc-turas concentradoras de poder en esa sociedad y en América Latina, asícomo los problemas que ello conlleva a la gobernabilidad y estabilidaddemocrática, al bienestar socioeconómico y a la democratización social,política y económica, aún pendientes en nuestras sociedades.

1. Elementos teórico-conceptuales para el análisis del empresariado en América Latina

1.1. Un primer marco general de análisis: los cambios societales de nuestra época3

El mundo ha cambiado en todos sus aspectos desde el fin del perío-do de posguerra, es decir, a partir del triunfo global del liberalismo eco-

336 Movimientos socioculturales en América Latina

3 Este primer marco de análisis ha sido elaborado a partir de la sistematización de la dis-cusión, de los documentos de trabajo, y de los apuntes de clases desarrollados a partir de micolaboración como asistente de investigación del profesor Alain Touraine en la Escuela deAltos Estudios en Ciencias Sociales. Esta sistematización y exposición es de mi exclusiva res-ponsabilidad; por lo tanto, no compromete el pensamiento ni la obra de Touraine.

Transformaciones socioculturales y dinámicas de intervención... 337

nómico y del auge de las nuevas tecnologías electrónicas. Las crisis finan-cieras en muchos países, los grandes movimientos migratorios, la caídadel régimen y del imperio soviético, el desarrollo acelerado de China sonelementos dramáticos de la transformación completa del mundo. Desdenuestra perspectiva, estas transformaciones son aún más importantes quelos cambios económicos, pero su mero conocimiento no es suficientepara entender que, de conjunto, implican un cambio de período. Somosconscientes de que las ideas, las categorías, los esquemas de análisis quehemos utilizado durante dos siglos ya no se corresponden con la situa-ción actual, lo que nos deja casi incapaces de entender nuestra expe-riencia colectiva.

El primero de los cambios societales de nuestra época es la ruptura delos fuertes vínculos que han existido entre varios sectores de la vida colec-tiva, en unidades territoriales, naciones, regiones o colectividades locales.Los Estados y las sociedades han perdido su capacidad de integracióninterna frente al éxito del capitalismo. Éste no es la economía y la socie-dad moderna en su conjunto, sino, de manera más exacta, el proceso deautonomización de los actores económicos frente a cualquier esfuerzo decontrol y regulación, motivado por metas culturales, políticas, religiosas uotras. Lo que llamamos globalización es la forma extrema del capitalismo,una economía organizada en el ámbito mundial, en un contexto dondeninguna otra institución, política o social, tiene la capacidad de organi-zarse y actuar de ese modo. De tal manera que, por primera vez, la eco-nomía está casi desvinculada de los demás sectores de la vida social, lo queproduce una crisis general de las instituciones sociales, desde los sistemaspolíticos y la vida urbana, hasta la escuela y la familia. La globalización esun elemento fundamental de nuestro mundo, no porque represente unainternacionalización de la economía, sino porque significa esta ruptura delas sociedades o, para ser más precisos, de los sistemas sociales.

El segundo cambio de mayor importancia es que la “producción demasas”, que en la época de la sociedad industrial se encontraba limitadaal mundo del trabajo, se ha extendido a todos los sectores, al consumo y ala comunicación. El resultado directo de esta ampliación global de la socie-dad de masas es que los conflictos ya no oponen a los empresarios versuslos obreros, o los ciudadanos a los reyes, sino más bien la defensa de laidentidad individual o colectiva contra un conjunto de fuerzas externasque crean no sólo una dominación económica, sino una enajenación cul-tural. Esto quiere decir que los movimientos culturales del mundo actualno se basan exclusivamente en intereses económicos o en relaciones socia-les, sino en la defensa de un sujeto individual y colectivo, frente al poderde desubjetivización, tanto de los medios de comunicación —que crean

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338 Movimientos socioculturales en América Latina

formas de vida cultural que no se vinculan a una subjetividad— como delas empresas o de los centros mundiales de poder político.

Desde hace siglos, la historia de Occidente ha estado marcada por unaconcepción de modernización concebida como la conquista del mundogracias a la concentración de los recursos en una elite, lo que creó dis-tancia y conflictos extremos entre esa elite y las categorías inferiorizadas,como los esclavos, los trabajadores, los colonizados, las mujeres y los niños.En la actualidad, esta visión violenta, eficiente y masculina de moderniza-ción, ha comenzado a ser reemplazada por una visión opuesta, orientadahacia la recomposición de la experiencia personal y colectiva frente a losprocesos de enajenación que acabamos de mencionar. En el plano inte-lectual, después de siglos de dialéctica hemos entrado en el mundo de laambivalencia como consecuencia de la reconstrucción de los vínculosentre cultura y naturaleza, cuerpo y espíritu, vida privada y vida pública, yentre hombres y mujeres.

Una consecuencia directa de los cambios mencionados es que despuésde haber pensado, durante los últimos dos o tres siglos, la vida social entérminos políticos —orden y desorden, paz y guerra, poder y revolución—,y después de un período un poco más corto, que fue dominado por cate-gorías económico-sociales —como clases, inversiones, empleo, capital, jus-ticia social, PIB—, hemos entrado en un mundo que se piensa y actúa entérminos culturales. Es sólo cuestión de ver cómo los grandes debates, con-flictos e iniciativas proponen conceptos y experiencias en el campo de lareligión, de la sexualidad, de la comunicación intercultural.

Todas estas grandes pautas de transformación social y cultural formanun proceso coherente de cambio. Pero también definen nuevas formaspatológicas de destrucción de las redes e instituciones que permitían unacierta integración entre el individuo, la sociedad y la cultura. Es necesariomencionar algunos de estos aspectos.

Durante los siglos pasados se produjeron largos períodos de inmovili-dad, sistemas orientados hacia la defensa y el fortalecimiento de un ordensocial o de un tipo de producción, que ubicaban los factores de transfor-mación personal y colectiva en un mundo imaginario lejano. El períodoen el que hemos entrado, más que nada después de los años sesenta, a tra-vés de los movimientos de estudiantes y jóvenes, en particular en los Esta-dos Unidos y en Francia, no está amenazado por un exceso de controlsocial, sino por una ruptura profunda entre la esfera del individualismo yla del comunitarismo o del totalitarismo. Por un lado, se observa la rápi-da extensión de formas de conductas personales y colectivas casi total-mente desocializadas, y cuya meta principal es dar un espacio de libreexpresión a partir de una subjetivización personal, así como a procesos psi-

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cológicos, que forman no un tipo de contrasociedad, sino más bien espa-cios de asociabilidad.

Numerosos y muy diversos son los aspectos de esta desocialización; sinembargo, sus intentos de comprensión todavía los hacen aparecer vincu-lados al espíritu de liberación del individuo que tuvo fuerza e influenciadurante los años sesenta y setenta. Por otra parte, se observan mecanismosde absorción casi total del individuo dentro de un orden social que, másallá de su autoritarismo y de su capacidad represiva, moviliza un tipo deespíritu religioso que transforma los miembros activos de estos regímenesen participantes directos —sin mediaciones sociales e institucionales deuna comunidad dirigida por líderes carismáticos—. Ya el fascismo y elcomunismo han tenido en el pasado una dimensión religiosa, aunque estapalabra pueda introducir malentendidos. Hoy en día, de manera muchomás clara, los movimientos comunitarios, con base religiosa o étnica, movi-lizan emociones y formas de participación que son, a la vez, políticas y reli-giosas. Lo que extiende el territorio de los conflictos frente a la debilita-ción de los actores propiamente sociales.

Este doble movimiento de descomposición del individuo social acarreauna oposición directa entre individuos que construyen sus identidades enfunción de sí mismos, y, por otro lado, sociedades y comunidades quemovilizan la conciencia de participación comunitaria mediante su identi-ficación con realidades suprahumanas, que definen fronteras imposiblesde atravesar.

Sería peligroso definir el nuevo modelo societal solamente por sus lími-tes y por sus formas más patológicas. Pero el análisis de los territorios “sal-vajes”, desocializados, nos ayuda a entender por qué razones y cómo loscambios básicos que hemos mencionado forman un conjunto. No hay dis-continuidad desde el primero de los cambios presentados, es decir, la sepa-ración de los actores económicos y de las instituciones sociales como resul-tado de la globalización, hasta las formas de desocialización que acabamosde mencionar. De la misma manera, el intenso proceso de desocializaciónno puede ser separado del crecimiento de zonas inmensas de comporta-miento no social. Al contrario, estos cambios forman sociedades hiper-modernas, que algunos sociólogos han llamado sociedad de capitalismo ode modernidad tardíos.

Como vimos, la globalización ha implicado el debilitamiento crecientede todos los procesos sociales y políticos que mantenían juntos en un paísla vida económica y los elementos del mundo de la vida y de la experiencia.El mundo de la objetividad y el universo de las subjetividades ahora se sepa-ran. Esta separación de la economía y de las instituciones sociopolíticas esparte de un proceso aun más general: se pierde la capacidad de socializa-

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ción que tenían la familia y la escuela; se pierde la capacidad de las institu-ciones políticas de representar las demandas de grupos bien definidos.

La separación casi total entre la vida económica globalizada y la expe-riencia de vida individual y colectiva, en una situación en la que estándecompuestos los procesos de socialización y de institucionalización, dejaun espacio inmenso a todo tipo de individualismo. Esos tipos nuevos vandesde un individualismo consumidor, en gran parte determinado por laorganización del mercado, hasta un sistema de valores que da la prioridadal conocimiento y a la construcción del individuo. Lo que deja de lado unaconcepción sobre la construcción de sí asociada a la conquista del mundo,como fue la orientación cultural central de la primera modernidad. Demodo más analítico, el resultado más importante de la separación de loeconómico y lo político-social es que las conductas humanas, individualeso colectivas, ya no pueden ser explicadas por la posición social o econó-mica de los actores, que, sin embargo, viven en un sistema social básica-mente determinado por la economía. En definitiva, los actores y el siste-ma se desvinculan, en forma progresiva, los unos de los otros.

1.2. El fin de lo social

Hemos señalado los grandes cambios que ha vivido nuestra época.Ellos dan cuenta de un orden de la sociedad que ya no se encuentra dina-mizado por contradicciones de carácter social, sino cultural. Para ser másconcretos, citaremos algunos ejemplos de lo que se ha dado en llamar elfin de lo social.

El primer gran ejemplo es el cambio en las nociones de ciudad y devida urbana. Las grandes ciudades se han expandido a zonas aledañas yperiféricas, lejanas del centro histórico-administrativo y sin mayor vincu-lación con éste. Se han transformado en megalópolis, es decir, conjuntosurbanos de diez, quince y hasta veinte millones de personas, que no for-man de ninguna manera un sistema que posea una lógica interna. Lamayor parte de los habitantes de la ciudad de México, Londres, Bombayo San Pablo, entre otras, puede vivir en estas grandes ciudades sin quenecesariamente deba desplazarse o deslocalizarse de su punto de resi-dencia y trabajo.

A la vez, estas ciudades reciben la población de regiones rurales en cri-sis económica, a “desplazados” producto de guerras civiles, o simplemen-te acogen a las personas que, incluso si se arriesgan a la pobreza y la mise-ria, creen encontrar en la ciudad —y en particular en la megalópolis— laeducación para sus hijos y el acceso a la salud. En estas condiciones, es arti-ficial hablar de ciudad. Cuando menos, es necesario establecer la fronte-

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ra que separa las zonas urbanizadas de lo que normalmente llamamos ciu-dades. Los europeos pueden apreciar mejor la marginalización de sus ciu-dades, por cuya actual envergadura —a pesar de ser centros importantesde la vida internacional— no se diferencian de las megaciudades que per-tenecen a tipos geográficos absolutamente distintos. En este contexto,¿qué sentido y validez tiene la antigua y tan respetable idea de ciudadanía?Es decir, ¿podemos preguntarle a una parte importante de la poblaciónque vive en estos conjuntos urbanos si se siente ciudadana de ellos?

Otro elemento a considerar es la llamada crisis de los sistemas políti-cos y, más precisamente, de la democracia representativa. La ruptura delas escalas sociales explica esta crisis de representatividad. Si la poblaciónya no se organiza en categorías o en clases jerarquizadas o antagónicas, lospartidos políticos no pueden representar los distintos sectores —o másbien fracciones— de la sociedad.

La crisis de representatividad tiene directa relación con la ausencia,cada vez más notoria, de conjuntos sociales representables. En Europa, porejemplo, y en particular en Inglaterra, el sistema político durante el sigloXX estuvo marcado por la clara tensión entre la burguesía y la clase obre-ra; el surgimiento de la socialdemocracia y el sistema de protección socialque caracterizó durante años al continente tienen origen en dicha tensión.Sin embargo, hoy en día no existe claridad sobre cuáles son los sectoressociales que pueden ser representados. No es el fin de este trabajo entraren esta discusión, sólo cabe advertir que las categorías sociales que cono-cimos ya no existen y que aquellas susceptibles de determinar la dinámicapolítica, ya sea en Europa como en América Latina, son las que se movili-zan por contradicciones culturales más que sociales.

Si la centralidad de este apartado es dar cuenta de las condicionesque hablan del fin de lo social, es necesario, entonces, concentrarnos enun punto vital: la llamada crisis de la educación, por la que entendemosno solamente la crisis de la escuela, sino también de la noción tradicio-nal de familia.

La de la escuela es más que nada una crisis del sistema político, ya quela escuela siempre ha sido una institución propiamente política. Ella seocupaba de integrar a los jóvenes a la sociedad, transmitir los conoci-mientos que ésta posee, reforzar la existencia y la aprehensión de valoresy de las instituciones sociales, como también la memoria misma de la socie-dad. Sin embargo, esta concepción condujo al reforzamiento de la desi-gualdad, porque es un sistema de enseñanza y de transmisión de valoresque beneficia principalmente a los sectores sociales “integrados”, y a aque-llos que reciben el apoyo de la familia para fomentar el proceso educati-vo, en tanto que poseen el capital cultural y económico para hacerlo.

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342 Movimientos socioculturales en América Latina

Esta concepción social de la enseñanza no toma en cuenta ni las reali-dades psicológicas ni las situaciones económicas y culturales de los estu-diantes; no favorece a los individuos con verdaderos impedimentos, ya setrate del estricto sentido de la palabra, o de los referidos a un sistema devalores culturales o sociales diferentes de aquellos que el sistema reprodu-ce y que convierte en hegemónicos. En Europa, los alumnos cuyos padresno hablan la lengua nacional, o la hablan mal, se encuentran en una posi-ción claramente desfavorecida respecto de aquellos que pertenecen a sec-tores sociales más instruidos o “integrados”. Se produce así una situaciónirónica, para la que el caso francés es el mejor ejemplo, ya que la mentadaigualdad que el sistema escolar propugna se transforma en la práctica enotro de los factores, cada vez más importante, que refuerzan la desigualdad.

Por otra parte, no es una novedad el creciente aumento de los jóvenesque, dado el fuerte retraso que sienten en sus lugares de estudio, no pue-den adaptarse al sistema de la escuela obligatoria, lo que genera proble-mas ya sea en ellos, o entre ellos y su medioambiente. Se trata de estu-diantes que finalmente abandonan la escuela, sin haber conseguido undiploma, lo que se trasforma en un fracaso escolar, no sólo propio, sinodel sistema de enseñanza en su conjunto.

El caso francés resulta útil para comprender este problema, dado queen ese país se han producido profundos e intensos debates sobre esta con-cepción de la escuela y del sistema de enseñaza imperante, que ya no secondice con la realidad, o por lo menos con aquella que hemos descrip-to. Sin embargo, muchas veces la resistencia de los profesores y de los sec-tores dirigentes del medio educativo es tan persistente que el esquemaresulta difícilmente reversible: si bien los argumentos que se dan en estadiscusión son respetables, la mayor parte de las veces desembocan en solu-ciones que no siempre son eficaces.

El caso de la familia es completamente opuesto. Antes, los demógra-fos y sociólogos hablaban de una familia “normal” para designar a lanuclear, formada por padres y niños. Pero ahora ya no utilizan más esteconcepto, dado que no existe un solo tipo de familia “normal”, sino unnúmero bastante grande y diverso, que va desde las familias monoparen-tales hasta las “recompuestas”, pasando por las adoptivas y, en ciertos paí-ses, por las homoparentales. El lazo de sangre, noción fundada biológica-mente, ya no se aplica a los lazos familiares, tales como la familia y laparentalidad. En resumen, hablamos de otra transformación mayor de lasociedad: la de la unidad familiar; transformación que creemos en direc-ta relación con el fracaso creciente del anterior modelo de familia. No obs-tante, como ocurre aún en casi todos los países, el aumento del divorcio,como consecuencia lógica de dicho fracaso, fomenta el desarrollo de fami-

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lias que no necesariamente obedecen a la noción de familia definida y pro-tegida por la ley.

1.3. El surgimiento de los derechos culturales

Después de varios siglos durante los cuales hemos pensado que nues-tro juicio sobre las conductas sociales debe estar basado en un análisis pro-piamente social; después de haber pensado, por ejemplo, que es “buena”la conducta útil para la sociedad y “mala” la que amenaza la vida colecti-va, hemos desarrollado una filosofía moral diferente: el principio de eva-luación de las conductas individuales y colectivas no debe ser social; todaslas instituciones y todos los procesos de funcionamiento de la sociedad ode socialización deben ser evaluados, en última instancia, en términos nosociales, referidos directamente a un pensamiento universalista, como lareferencia a los derechos humanos.

La otra cara de esta moneda es que el juicio social es reemplazado amenudo por un juicio religioso que también quiere hablar en nombre detodos los seres humanos creados por un Dios. En un período en el que losproblemas sociales se encuentran más vinculados a los problemas econó-micos globales que a las instituciones políticas nacionales, es lógico quelas reivindicaciones sociales más profundas se definan en un nivel tambiénglobal o universalista. En ese nivel se encuentran, por un lado, la idea desujeto o, mejor dicho, de los derechos humanos y, por otro lado, el temade la comunidad y, tal vez, del comunitarismo, considerado como la formamás extrema de defensa de los derechos colectivos.

Al mismo tiempo, la descomposición de la sociedad —consideradacomo un organismo en el que cada elemento cumple una función, quedefine sus objetivos y los medios para alcanzarlos, que socializa a sus nue-vos miembros y castiga a los que no cumplen las normas— conduce, almenos en las sociedades europeas, a un individualismo que se resiste a laaplicación de reglas de la vida colectiva, y que las sustituye por reglas delmercado, donde se manifiestan preferencias múltiples y cambiantes,influenciadas por la publicidad y por las políticas estatales.

Es en este doble contexto donde aparece con fuerza la reivindicaciónde los derechos culturales.

Si el siglo XIX estuvo marcado por el debate entre demócratas y revo-lucionarios acerca de la definición de los derechos sociales, la segundamitad del siglo XX y probablemente la primera parte del siglo XXI esta-rán marcadas por la lucha de los derechos culturales. La inmigración masi-va y la circulación casi automática de la información han modificado nues-tra relación con nuestra cultura y nuestra propia personalidad, haciendo

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desaparecer también las definiciones esencialistas de nuestra identidad.Hoy, como nunca, se encuentra extendida la conciencia de participar deuna economía globalizada, así como la necesidad de defender, de unadominación imperial, una lengua, una memoria, un territorio y relacio-nes sociales consideradas particulares.

Sin embargo, la lucha por los derechos culturales nos llevará a direc-ciones aún más opuestas respecto de lo que fueron las luchas sociales delsiglo XX. Muchos individuos, colectividades y países quieren defender,antes que todo, eso que llaman identidad y lo que entienden como sus tra-diciones. Dinámica peligrosa dado que ninguna sociedad moderna seencuentra encerrada en una identidad no cambiante. Al contrario, portodas partes vemos la velocidad de las formaciones. De tal suerte que laspolíticas identitarias son mucho más la movilización de recursos cultura-les por una elite nueva para acceder al poder, que una defensa “funda-mentalista” de una herencia histórica.

Ahora, de la misma manera que, a partir de principios del siglo XX, sedesarrolló una democracia social, en nuestros días escuchamos por todaspartes hablar de la necesidad de una democracia cultural. Sin embargo,ello no implica que los derechos culturales puedan ser considerados unaextensión de los derechos políticos, en la medida en que éstos deben serotorgados a todos los ciudadanos, mientras que los culturales, por defini-ción, protegen a las poblaciones particulares.

Esto nos lleva a la discusión sobre la defensa de la particularidad —que se enmarca en un respeto a principios universales válidos para todoslos miembros de la sociedad—, es decir, a la relación entre diferencia eigualdad. Por ejemplo, en Un nuevo paradigma para comprender el mundo dehoy, Alain Touraine plantea que la idea de igualdad no tiene un origensocial; cuando ella se impone en una sociedad, es porque se está hacien-do alusión a un principio no social. En otras palabras, la idea de igualdadfue introducida en la sociedad para someter la vida social a la autoridadde un principio no solamente exterior a ésta, sino a la vida misma.

Si comparamos la noción de ciudadanía, por ejemplo, vemos que éstaopone la idea de igualdad política a la de desigualdad social, en tanto queuna persona es un voto. Así, la vida política —dice Touraine— quedasometida a un principio mayor: el que plantea que todos los miembros dela sociedad son iguales en su condición de ciudadanos (entiéndase votan-tes), más allá de las diferencias sociales, políticas o culturales que puedanexistir entre ellos. Es lo que definimos como un principio fundamental dela democracia. Charles Taylor resume este principio democrático adu-ciendo que la democracia es la política del reconocimiento del otro, esdecir, del reconocimiento de la diversidad.

Transformaciones socioculturales y dinámicas de intervención... 345

En resumen, la igualdad de derechos puede ser concebida sólo si unasociedad reconoce la existencia de un principio superior a ella, que otor-ga, por lo tanto, una relación de igualdad entre todas las personas queaceptan la referencia a este principio superior. Por otra parte, cuanto másse relacione este principio con la experiencia vital y cotidiana de las per-sonas, menos se proyectará en un orden —digamos— sagrado; por lotanto, la sociedad podrá reconocer, de mayor y mejor manera, la diversi-dad de las ideas y de prácticas de sus miembros. Estas dos condiciones posi-bilitan la igualdad y la diferencia como inseparables. En este sentido, aque-llos que defienden sólo la diferencia y, por ejemplo, desean que se debilitetodo tipo de control o injerencia sociales en la economía, dejándola libra-da a la espontaneidad y autorregulación del mercado, permiten que sedesarrolle la inequidad. Por el contrario, los que en nombre de la igual-dad y de la justicia social proponen todo tipo de controles a la iniciativaeconómica, suprimen buena parte de la libertad y de la diferencia que lamisma sociedad puede construir.

Volviendo a la cuestión de los derechos culturales, entonces, es nece-sario insistir en que no se dirigen sólo a la protección de una herencia oa la diversidad de prácticas sociales, sino que obligan a reconocer que cadauno, individual y colectivamente, puede construir condiciones de vida ytransformar la vida social en función de cómo combina principios gene-rales de la modernización e “identidades particulares”.

Hasta aquí hemos descripto los cambios societales que establecen unnuevo marco para redefinir cómo viven, comprenden y se representan así mismas las personas en nuestros días, así como el formar parte o estarexcluido de la sociedad. En el caso latinoamericano, nos concentraremosen cómo abordar la cuestión de la integración social, a partir de dichoscambios societales. Cuestión que en la región vemos estrechamente liga-da a la profundización de la democracia y, en consecuencia, a un progra-ma efectivo y democrático de reformas estructurales tendientes a la supe-ración de las desigualdades.

1.4. Segundo marco de análisis: el estudio social de los grupos dominantes

Burguesías, elites y familias en América Latina

Si bien, a partir de la crisis del modelo de industrialización por susti-tución de importaciones, así como de la paulatina desaparición del Esta-do benefactor, la oligarquía como sujeto económico y político fue despla-zada de las esferas estratégicas del poder por una burguesía industrial

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todavía en aprietos, aquélla siempre mantuvo bajo su control esferas deinfluencia y decisión. A ello contribuyó el hecho de que la oligarquíanunca perdió el capital social4 y cultural que eran las bases de redes de leal-tad en los otros sectores sociales, en especial en las clases medias y en laburguesía. Para este último sector, siguió siendo el referente social en fun-ción del cual ordenaba sus relaciones y sus modos de vida. Entrar en elgrupo de los grandes, ser parte de sus ritos y sus costumbres, siempre hasido y será una ambición de la burguesía.

En este sentido, si en el análisis sobre la concentración del poder polí-tico y económico separamos lo que es una forma específica de acumula-ción de capital y, por otra parte, las formas y conductas sociales y cultura-les de construir y ejercer poder en un contexto social dado, entoncespodríamos plantear que el poder de la oligarquía históricamente ha sidouna relación social determinada —por el lugar que ocupa este grupo enlas estructuras sociales— a partir del poder político-económico dado porsu control de áreas estratégicas en la economía. Podríamos decir, en con-secuencia, que el modo de acumulación de capital de la oligarquía podríavariar, dependiendo de las condiciones económicas nacionales e interna-cionales, pero no así su capacidad de ejercicio del poder, en tanto que ésteemana del control estratégico en lo económico-productivo, dándole ellocapacidad de presión y de negociación frente a los gobiernos de turno y alas burguesías nacionales.

A este respecto, Marta Casaús (1992: 69) plantea que aún es conve-niente utilizar

“la denominación de oligarquía para caracterizar a la clase dominante cen-troamericana, dado que su base fundamental de sustentación económica ysu forma de dominación política proceden del control de la tierra, aunquea partir de éste se haya producido un proceso de diversificación social y eco-nómica, basado en la tierra como principal elemento de acumulación de

346 Movimientos socioculturales en América Latina

4 Utilizaremos la noción de capital social elaborada por Pierre Bourdieu, que en térmi-nos generales plantea que el capital social es el conjunto de recursos actuales o potencialesque son producto de la pertenencia a una red durable de relaciones sociales más o menosinstitucionalizada, que les permite a los sujetos que pertenecen a ella, estar adscritos a ungrupo de pertenencia que les posibilita reconocerse no sólo por las cualidades adquiridassino por encontrarse ligados a sus pares por lazos sociales que les son útiles y permanentes. Asu vez, la noción de capital cultural estaría ligada al proceso de socialización tanto primariacomo escolar, que otorga a los sujetos determinadas “competencias” para desempeñarse enlo social, a partir de las cuales se les reconoce cierta “respetabilidad” y estatus social. La fuen-te de transmisión de valores y conductas vendría primordialmente del acervo cultural de lafamilia, el cual, reforzado con el proceso de enseñanza escolar, marcaría la distinción y dife-renciación entre las personas y, por lo tanto, su acceso a los circuitos de poder y de legiti-mación social. Para profundizar, véase, entre otros, Bourdieu (1979, 1980).

capital. Para la oligarquía centroamericana, la tierra continúa representan-do una importante base de maniobra política y, a su vez, un factor de reta-guardia económica y social que le garantiza, en momentos de crisis, una reti-rada estratégica”.

Así, podríamos plantear que, en nuestros días, las grandes familias oli-gárquicas existen como un grupo social que, en cuanto red de influenciabasada en un capital social y cultural que le es propio, se ha mantenido enel tiempo a pesar de las crisis económicas y políticas que han deslegitima-do su poder e influencia. Como veremos para el caso chileno, pertenecera una familia y poseer un apellido con raíces históricas, así como haberestado ligado a las principales actividades económicas del país, son el prin-cipal elemento de distinción de las grandes familias con respecto a las bur-guesías nacionales, y frente a los otros sectores e instituciones sociales.

Para entender las dinámicas de concentración del poder político, cre-emos necesario diferenciar el grado de poder, el rol y la influencia queposeen las grandes familias oligárquicas en comparación con las burgue-sías nacionales. Ambos grupos conforman espacios sociales que, si bienestán en permanente interacción, al mismo tiempo se diferencian, entanto la tradición del linaje familiar y el grado de vinculación de las gran-des familias oligárquicas con respecto a las estructuras sociales y políticasde los países, les confiere un poder simbólico mucho más desarrollado einfluyente que el poder económico al que están reducidas las burguesíasnacionales.

Por otra parte, en términos económicos, el neoliberalismo ha benefi-ciado preferentemente la acumulación de capital en los sectores domi-nantes de las sociedades latinoamericanas. En este grupo pueden dife-renciarse los sectores tradicionales, es decir, las grandes familias de origenoligárquico, que históricamente han poseído una fuente de riqueza basa-da en una posesión de capital fijo,5 y los grupos económicos emergentes,de reciente aparición, que se relacionan con diversas actividades econó-micas, cuya modalidad de construcción de la riqueza parte de la movili-dad del capital en diversas esferas productivas, que han construido gran-des holdings económicos, son dependientes de las fluctuaciones del capitalextranjero, se relacionan activamente con él y, a la vez, elaboran estrate-gias de inversión en el extranjero.

Transformaciones socioculturales y dinámicas de intervención... 347

5 Hablamos del dominio en una actividad económica que no ha variado; en el caso chi-leno, la familia Edwards está ligada a la empresa periodística más grande e influyente delpaís, y a los Matte, vinculada a la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones, la prin-cipal proveedora de ese material.

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348 Movimientos socioculturales en América Latina

Construimos esta diferenciación para plantear que los sectores tradi-cionales son las grandes familias, las que entendemos como las expresio-nes contemporáneas de las oligarquías tradicionales, y el segundo grupo,la gran burguesía financiera o “empresariado”. Si se compara el compor-tamiento económico y social de ambos grupos, es factible encontrar dife-rencias que permitirán confirmar lo que hemos denominado conductaspropias de la oligarquía. Cuatro posibles son:

a) La fuente de la riqueza: Las grandes familias tradicionales poseen unaactividad económica principal, que les brinda los mayores ingresosy cuyo valor está dado por el pilar del patrimonio familiar. En cam-bio, la gran burguesía “crea negocios”, invierte en nuevas oportu-nidades y se deshace de las menos ventajosas, con lo cual no poseeninguna otra vinculación con la fuente de su riqueza que la nece-sidad de aumentar la ganancia.

b)El control de la riqueza: En las familias tradicionales existe una preo-cupación por mantener la totalidad de su fuente de riqueza; ellasdeciden los principales cambios y se consideran las “únicas” dueñasde sus empresas. Por el contrario, los grupos económicos emer-gentes comparten la propiedad a través de la participación en lasacciones de las empresas, e intervienen en la toma de decisiones através del control de los directorios.

c) La diversificación del capital: Si bien diversificación e innovación sonelementos centrales para los grupos tradicionales, están supedita-dos a las necesidades de la empresa base, y es sólo a partir de éstaque se construyen estrategias de innovación y diversificación. Porel contrario, en los grandes grupos económicos la diversificacióndel capital es la base de la acumulación de la riqueza, por lo cual,mientras más variado sea su capital, más posibilidades tendrán degenerar riqueza; he ahí su tendencia a construir “conglomeradoseconómicos”.

d)La permanencia en el tiempo: Las familias tradicionales son tales por-que su estrategia de construcción de la riqueza a lo largo del tiem-po les ha dado estabilidad; por el contrario, las burguesías depen-den muchas veces del éxito de sus inversiones y de las fluctuacionesdel mercado, por lo cual pueden ser vulnerables en el tiempo, gene-rando ello períodos de bonanza, de crisis o de quiebra.

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Éstos son algunos de los elementos que nos permiten hablar de unadiferenciación entre el comportamiento económico y político de una oli-garquía que se mantiene en el tiempo, expresada en las grandes familiastradicionales, y el de las grandes burguesías, que dependen, para el ejer-cicio de su poder e influencia, de la estrategia de acumulación capitalistaimperante. Las primeras conforman una red de poder elitista y cerrada,legitimada por todos los sectores sociales —incluida la gran burguesía—,casi como una aristocracia, ya que están ungidas por la tradición y su vin-culación histórica a las estructuras sociales y políticas de los países, y dota-das de un capital simbólico que les asegura ese carácter de nobleza y quelas constituye como el núcleo de poder y de representación de las clasesdominantes. En cambio, como el empresariado sólo está validado social ypolíticamente por el nivel de las fortunas alcanzadas —y por su origen—,carece del capital simbólico que marca la distinción con respecto a lasgrandes familias tradicionales, por lo cual debe procurar reproducir yexpandir su fortuna así como crear un linaje, para entrar al círculo másíntimo del poder y el prestigio.

Un estudio comparativo entre las elites dirigentes argentinas realiza-do por Mariana Heredia (2001) establece que el poder simbólico, políti-co y social que históricamente alcanzó la Sociedad Rural Argentina —órga-no representativo de los grandes estancieros—, a diferencia del podersimbólico alcanzado por las agrupaciones que representan el capital finan-ciero, se basó justamente en el control y usufructo de la fuente estratégi-ca de riqueza de la economía de ese país. Este poder se dio en tanto laexplotación de la tierra posibilitó la integración del territorio y la cons-trucción del Estado-nación, así como la explotación de los recursos natu-rales y la integración de la Argentina en la economía mundial y su acer-camiento a los países del primer mundo.

Por eso es que:

“El control de la tierra dio un poder simbólico a sus poseedores, ya que éstaimpuso una materialidad ineluctable. Ella no podía ni desplazarse ni ocultar-se. La posesión de la tierra nos conlleva al tiempo, a las raíces, a los orígenesy a las identidades más elementales. En cambio, el mundo de las finanzas esun mundo hecho a partir de la abstracción, ya que la sola materialidad reco-nocida es el dinero. Gracias a un mecanismo esotérico, los bancos —en cali-dad de magos— pueden multiplicar virtualmente la cantidad del dinero y des-plazarlo de un lugar a otro sin el mayor esfuerzo. El dinero está siemprepresente, pero éste también puede desaparecer de un momento a otro. Deja-do de esta forma en libertad, pone en cuestión todo lo que es rígido, fijo y per-manente”. (Heredia, 2001: 123)

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1.5. El estudio social de la riqueza

Para profundizar en la relación-diferenciación entre las grandes fami-lias tradicionales y la burguesía empresarial, nos basamos sobre los traba-jos de Michel Pinçon y Monique Pinçon-Charlot (1999, 2000), que desa-rrollan una caracterización del comportamiento social de la burguesíatradicional6 y de quienes han devenido burgueses en un tiempo másreciente. La base de esta diferenciación es la posesión y conjugación delos diferentes tipos de capitales, ya sean sociales o culturales, que a la pos-tre –y según su manejo– se transforman en capital simbólico. Así, la riquezano sólo está definida por la posesión material, sino por el reconocimien-to social de las cualidades de las personas enriquecidas, lo que se traduceen que, mientras más se asciende en la escala social, menor importanciapareciera tener la riqueza. Ello produce un rechazo preliminar al dinerocomo elemento-base, tanto como sinónimo de distinción de los miembrosdel grupo como de pertenencia o aceptación al círculo más cerrado de laaristocracia.

El capital simbólico de las familias más ricas económicamente se expre-sa en que éstas poseen una especie de aura que transforma la realidadsocial de su riqueza. Nos referimos a un conjunto de propiedades talescomo un apellido ilustre y el vivir con coherencia; un conjunto de valores,sentimientos, conductas y estilos de vida, no codificados, pero clarísimosen el interior del grupo; donde holgura material se acompaña de la ele-gancia de las maneras y de la presentación de sí, aliada de relaciones bri-llantes, en las cuales el prestigio se refleja en cada uno de sus miembros.En este sentido, ser un gran burgués se amerita y se prueba. Esta calidadsólo la otorga el mismo grupo que coopta a sus miembros de manera per-manente, por lo cual hay que tener tiempo para acumular esa “magiasocial” que cualifica a las personas, a su linaje familiar y a las riquezas social-mente acumuladas.

Pinçon y Pinçon-Charlot establecen que las cualidades personales yfamiliares de los miembros de la burguesía tradicional aparecen inde-pendientes del nivel de su fortuna. Para ellos, la credibilidad y el poder dela burguesía como clase dominante se sustentan en el hecho implícito deque su posición no proviene sólo de su riqueza material. Esto se demos-traría en que las notorias diferencias patrimoniales que muestran las esta-dísticas del Impuesto de Solidaridad a las Grandes Fortunas en Francia,con respecto al grado de influencia de las grandes familias francesas, evi-

350 Movimientos socioculturales en América Latina

6 Para los fines de este trabajo, la noción de burguesía tradicional que utilizan los auto-res citados corresponderá a nuestra noción de grandes familias tradicionales.

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denciarían la relativa independencia del poder de influencia de la granburguesía francesa respecto del dinero. Este hecho constituye la fuerzasimbólica de la burguesía como clase dominante. Por el contrario, la posi-ción aún poco consolidada de los nuevos ricos está asociada a la unidi-mensionalidad de su riqueza.

Al respecto, y en concreto para el caso de Chile, María Rosaria Stabilirecalca que, en los grupos aristocráticos, se produce un fuerte rechazo aldinero como elemento-base para la pertenencia o aceptación del círculocerrado de la aristocracia. Es más, la autora plantea que se ingresa en elgrupo aristocrático chileno en la medida en que se aprende lentamente ano considerar el dinero como un valor en sí. En este sentido, los criteriosde incorporación y de legitimación se dan principalmente por poseer unapellido ilustre, pero también por vivir con coherencia respecto de un con-junto de valores, sentimientos, conductas y estilos de vida no codificados,pero clarísimos en el interior del grupo. Stabili (2003: 111-112) presentaen su libro El sentimiento aristocrático un relato de Gabriela PischeddaLarrain, quien al respecto plantea:

“Yo fui educada para relacionarme con el dinero con gran austeridad, perotambién con desprecio. En mi familia no se hablaba de plata, especialmenteen la mesa, ya que esto era considerado de mal gusto. Y esto no sucedía sola-mente en mi familia, sino en todas las familias con las cuales teníamos lazosde amistad. Creo que esto aún perdura, pues si tenemos dinero no sabemoscómo administrarlo y si tenemos más de lo necesario nos sentimos culpablessi no hacemos algo por los demás. Tengo la percepción de que esto tiene quever con la religión y nos viene de España”.

El individualismo tampoco tiene cabida en este conjunto de “valo-res y sentimientos” en tanto que la validación social depende funda-mentalmente del grupo al que se pertenece y de las dinámicas de legi-timación que éste otorga. Es decir que cada individuo es, ante todo, unrepresentante de una familia y de un linaje. En esta lógica —planteanlos autores—, una persona puede hacerse, a lo sumo, un nombre, perolo más importante seguirá siendo el apellido que porta y el prestigio queello significa. Así, para los individuos portadores de un apellido tradi-cional, éste implica una dura carga, ya que los obliga al cumplimientode normas y reglas estrictas para mantener, reproducir y legitimar elpatrimonio que caracteriza a la familia y que ha sido heredado. Dichode otro modo, el apellido es un valor fundamental de diferenciación yde distinción, pues sintetiza y transmite en una sola palabra muchísimascosas: el tipo de familia, su estructura, la parentela y los valores que ésta

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manifiesta a través del comportamiento político, económico y social desus miembros.

En este sentido, Daniel Bertaux (1977) plantea que es el hijo quienconfiere un sentido subjetivo a la acumulación del capital, y es la propie-dad privada del capital la que da su sentido a la reproducción y procrea-ción de hijos. En las familias burguesas no se procrean niños, se procreanherederos. Esto se da, no a causa de una ideología subjetiva de los pro-pietarios de cualquier tipo de capital, sino de un sistema de relaciones ins-titucionalizadas que el autor denomina transmisión de la herencia.

Así, la institución de la herencia no consiste en la transmisión decosas sino de títulos de propiedad, o sea que es la relación dada para pro-ducir y legitimar la transmisión de la propiedad privada de los mediosde producción, con lo cual la institución de la herencia es, sobre todo,la transmisión de una relación social legitimada por una relación jurídi-ca. En definitiva, la institución de la herencia “es la relación de transmi-sión de una relación” (ibíd.: 75). Los aspectos jurídicos que acompañany legitiman esta relación son los que confieren a los niños su identidadsocial, incluso de modo previo a su nacimiento, en tanto que el hijo deun propietario es, aun antes de nacer, un propietario potencial, lo quelo asocia a los bienes familiares independientemente de su voluntad o lade sus padres.

En esta línea, Bertaux (ibíd.: 77) concluye que, en el proceso de trans-misión de la herencia, las generaciones sucesivas aparecen, a primeravista, como sujetos, y las propiedades como objetos: las generaciones “setransmiten” la propiedad. Sin embargo, ocurre a la inversa, o sea que esla propiedad la que produce los propietarios y la sucesión de propieda-des. Dicho en otras palabras, es la propiedad, en su forma de propiedadprivada, la que produce la forma social en la que serán producidos los pro-pietarios sucesivos.

El miembro de un grupo familiar de la gran burguesía es, entonces, elnexo de unión entre las generaciones pasadas y las contemporáneas, conlo cual el apellido de las viejas familias vendría a sintetizar el capital sim-bólico familiar, por ser la expresión del capital económico, social y cultu-ral legado tras varias generaciones. En este sentido, el patrimonio signifi-ca y sintetiza todas las riquezas materiales e inmateriales, ya que estáreferido a las posesiones, las relaciones sociales y el reconocimiento social.Así, el capital simbólico interviene de manera decisiva en la definición socio-lógica de la riqueza, ya que es la base de la legitimación y justificación deser lo que se es.

La gran burguesía tiende a cultivar este capital simbólico a través de lasociabilidad, y, a diferencia del estereotipo que se le asigna, el individua-

lismo está muy lejos de ser su instrumento de realización social, algo dis-tinto a lo que ocurre en las clases medias y la pequeña burguesía. Estasociabilidad se expresa en redes de poder y en riquezas basadas en elparentesco, lo cual, para Zeitlin y Ratcliff (1998), es posible principalmentegracias a los lazos creados a través de las alianzas matrimoniales entre lasdistintas familias. Para estos autores, la protección y el cuidado de la pro-piedad y del nombre familiar, que sirven de garantía en la selección de losnuevos miembros de la familia, alimentan el modo de reproducción de laclase dominante. En esta lógica, los matrimonios sirven para articular lasociabilidad del grupo y para establecer obligaciones recíprocas y lealta-des, reforzando con ello las bases económicas de la unidad de clase. Así,la familia, y no el individuo, conforma la verdadera unidad de la clasedominante, ya que en las clases altas el estatus individual y familiar son vir-tualmente inseparables en tanto los individuos poseen propiedad real ycapital por pertenecer a una familia dada. Aunque la propiedad esté repar-tida entre individuos, sus intereses como propietarios estarían estrecha-mente ligados con los intereses dados en el seno de la familia.

En esta línea, y sobre la base de lo observado en la realidad centroa-mericana, Marta Casaús (ibíd.: 70) plantea que son cuatro los factores quepodrían considerarse como fundamentales para la configuración de lasredes familiares basadas en el parentesco y el matrimonio, a saber: a) suvinculación a partir de los enlaces matrimoniales o nexos de sangre; b) surelación a través de los negocios y el control de los principales productosde exportación; c) su proximidad geográfica local o regional, y d) su dis-criminación socio-racial de otros grupos de la estructura social.

La conformación de las redes de poder de las grandes familias tradi-cionales se origina en los tiempos de la Colonia, cuando las “alianzas matri-moniales cuidadosamente planeadas, en que las viudas ricas de los enco-menderos jugaban un papel decisivo, produjeron una red de familiasinterconectadas que recurrieron al sistema castellano del mayorazgo paraimpedir la disgregación de su fortuna” (íd.).7 Esto evidencia que el tiem-po es el instrumento por excelencia de legitimación del poder social delas grandes familias tradicionales y de la gran burguesía, en tanto que lapermanencia en el tiempo del linaje familiar refuerza, reproduce y legiti-ma el capital simbólico de las grandes familias.

Aunque la acumulación de capital económico esté transitoriamente ala baja o sea definitivamente menor que el capital poseído en otrosmomentos, el apellido y el linaje familiar seguirán poseyendo un valor en

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7 Para realizar esta afirmación la autora cita el trabajo de J. H. Elliot (1990).

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sí mismos, como reaseguro del reconocimiento y el poder que las familiashistóricamente han tenido. A través de las alianzas matrimoniales se con-sagra la prolongación del patrimonio familiar o, más bien, “la perpetua-ción de la unión entre la propiedad y el linaje familiar” (Bertaux, 1977:77). La duración en el tiempo del linaje familiar es también un instru-mento de entrada y de validación de los nuevos burgueses en el mundode las grandes familias. Esta entrada, que se facilita por el casamiento y lastransacciones económicas, será definitiva si el apellido trasciende las gene-raciones y se instala en el repertorio social y político de los países.

Así, dentro del análisis desarrollado por Maurice Zeitlin y Richard Rat-cliff (1998) nos encontramos también con que, para estos autores, la clasedominante consiste en una red compuesta de un conjunto de unidadesfamiliares estrechamente interconectadas por lazos de sangre y matrimo-nio,8 por la historia y por la propiedad común. De modo que el poder delas grandes familias tradicionales, como clase social, se basa en ser unentramado de redes extensas de parentesco de carácter endogámico, quearticulan a los pares, a la familia nuclear y extendida, y a la propiedad. Estoda cohesión, continuidad e historicidad a los intereses y a la acción socialy política de las grandes familias y, en sí misma, a la clase dominante.

Estas redes basadas en la consanguinidad unen a los accionistas, altosejecutivos, gerentes y directivos de las empresas con las familias poseedo-ras de capital. Ello permitiría representar y defender los intereses delgrupo familiar y forjar la cohesión de la clase. Para entender esta formade organización y ejercicio del poder y de la riqueza, Zeitlin y Ratcliff pro-ponen el concepto de kinocon group, que trata de expresar las dinámicasresultantes entre la articulación de redes basadas en el parentesco, el con-trol de los conglomerados económicos y la defensa de los intereses del

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8 Al respecto, en un contexto en el que el proceso de renovación y transformación dela burguesía, a partir de las nuevas estrategias de acumulación capitalista basada en el capi-tal financiero, ha cambiado las dinámicas de la construcción social de la riqueza, Daniel Ber-taux (1977, pp. 78-79) se pregunta si el matrimonio es aún un mecanismo para asegurar lacohesión interna y la renovación de las grandes familias tradicionales y de la gran burgue-sía, ya que en nuestros días el matrimonio por conveniencia parecería un anacronismo. Pararesponderse, este autor plantea que, debido a la constante creación y recreación del capitalfinanciero, la reproducción y herencia del patrimonio familiar se basa hoy día en la trans-misión y consolidación de un estatus social a través de un nivel de estudios adecuados a suposición, más que a través del matrimonio al interior del mismo grupo de familias. Es decirque sería más saludable acceder a una posición dirigente o directiva en un gran conglome-rado económico, que entrar en competencia con estos grandes grupos a través de un capi-tal individual, por lo cual los matrimonios hoy se concretarían en distintos niveles y fraccio-nes de una misma clase, en lugar de sólo a través de un grupo cerrado de familias, con locual se aumenta y consolida la amplitud de áreas de convergencia y reproducción del capi-tal y del patrimonio familiar.

grupo. Es decir, cómo las redes de una familia extendida pasan a ser unaparte esencial del control y la administración de los consorcios de empre-sas en distintas áreas productivas y en diferentes zonas geográficas, ya seaa escala nacional o internacional. En otras palabras, habla de la fusiónentre propiedad, familia y clase, cuya expresión en todas las ramas pro-ductivas consolida su poder de dominación en la sociedad.

Finalmente, estas redes y alianzas familiares permiten pensar —comoplantea Casaús— en la rotación de las elites como mecanismo de revitali-zación y reciclaje de las redes familiares tradicionales, que en ciertas coyun-turas podrían perder la hegemonía, pero no el poder. Este proceso decirculación se evidencia en las dinámicas de reproducción económica ysocial de las grandes familias vascas en Centroamérica, las

“que, para sobrevivir en el bloque hegemónico y para conseguir cierta movi-lidad ascendente, se reciclan mediante enlaces matrimoniales exitosos con losotros segmentos de la oligarquía, a quienes ofrecen su estatus social de viejasoligarquías nobiliarias a cambio de poder económico, o funcionan como inte-lectuales orgánicos de dicha clase, sirviendo de amalgama y de factor de cohe-sión entre los diversos grupos del núcleo oligárquico. Los casos de las familiasBeltranema, Valladares Aycinema y Urruela, Chamorro y Cardenal, parecenbastante sintomáticos”. (Casaús, ibíd.: 72)

2. La cuestión del empresariado como “actor político” en América Latina

2.1. El empresariado latinoamericano, ¿puede ser considerado un actor político?

En nuestros días, en la literatura especializada existiría cierto con-senso al analizar e interpretar la acción del empresariado como actorpolítico. Los estudios que, desde nuestra perspectiva, son más pertinen-tes al respecto9 llegan a la conclusión de que no se puede considerar alempresariado per se como actor político en tanto el grado y la modalidadcon que se involucra en la vida política dependen fuertemente del marcoinstitucional en el que ésta tiene lugar. Marco que implica oportunidades,costos, beneficios y recursos evaluados en función de los intereses por los

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9 Véanse Viguera (1996, 1998), Acuña (1992, 1994), Luna (1992); Luna, Tirado y Val-dés (año); Campero (1992), Conaghan (1988); Conaghan, Malloy y Abugattas (1990); Diniz(1993), Bartell (1995), Touraine (1987).

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cuales los empresarios están dispuestos a movilizarse. Acción en la queinfluyen también las opciones disponibles y los comportamientos políticosque caracterizan al empresariado, así como las alternativas históricas espe-cíficas de cada país.

En otras palabras, existiría un consenso que señala que la intervencióndel empresariado en el sistema político no está orientada a la imposición deun proyecto político o a la imposición unilateral de sus intereses respectode los de otros actores de la sociedad, a través de la formulación de políti-cas globales. Las evidencias mostrarían que la acción del empresariado esta-ría dirigida más bien a la intervención en la discusión sobre políticas públi-cas específicas, que afectan directa o indirectamente al sector, acción querealizarían de forma disgregada y fragmentada, a través del contacto direc-to con las diferentes instancias del aparato administrativo, y muchas vecesdirectamente con el Ejecutivo, cuando no con el Parlamento.

Dicho consenso parte de una visión crítica de los estudios y de la corres-pondiente bibliografía sobre los empresarios que, desde los años sesenta,se ha construido en la sociología latinoamericana. Análisis en que éstosson generalmente representados como actores políticos divididos por“fracciones de clase” que, en función de los intereses intersectoriales, con-frontan con el propósito de controlar el Estado, para dirigirlo y poste-riormente imponer, gracias a ese control, su estrategia de acumulación.Desde esta perspectiva, las opciones que definen la acción política empre-sarial quedan reducidas a la conformación de “proyectos de dominación”en relación con cierto modo de acumulación y/o de desarrollo. El resul-tado es la imposibilidad de separar la “política” de la influencia de losempresarios sobre las políticas públicas. En otras palabras, para esta pers-pectiva fuertemente influenciada por la “teoría de la dependencia”, losempresarios actúan, al mismo tiempo, en términos de una política en sen-tido amplio (dentro de una estrategia de dominación) y en función depolíticas precisas según sus intereses coyunturales.

Otra perspectiva sitúa la acción política del empresariado bajo el para-digma de la modernización, y su comportamiento es analizado a partir devariables psicosociales, que plantean la dualidad “tradicional” versus“moderno”. Esta dicotomía se resume y explica a partir del par conceptual“oligarquía-empresariado”: las conductas económicas y políticas evoluti-vamente acordes son las pertenecientes per se a los empresarios modernos(maximización, riesgos e innovación) frente a comportamientos rentistasy no racionales o pasividad frente a activismo político, democracia frentea autoritarismo y clientelismo, orientación participativa hacia políticas glo-bales frente a visión instrumental del Estado, proyecto autónomo frente aactitud reactiva, etc. (Viguera, 1998: 175).

Sin embargo, de una lectura atenta de las intervenciones directas delempresariado en la región10 surge, como plantea Aníbal Viguera (1996:8-9), que éste ha oscilado entre verse acotado a la lucha corporativa y seg-mentada por influir directamente sobre políticas específicas, y asumircoyunturalmente una dimensión más amplia tendiente a incidir en laconformación del régimen político. Es así como aparece un rasgo pre-dominante en la movilización del empresariado en la región: la relativaausencia o escasa efectividad y duración de los mecanismos de participa-ción, que vinculan a los empresarios con la política en términos de discu-sión y negociación institucionalizadas de proyectos globales de desarrollo.La politización más amplia —prosigue Viguera—, cuando se produjo,fue en general disruptiva respecto del régimen político, pero no supe-radora de la fragmentación de la intervención en la definición de polí-ticas públicas (íd.).

Si esta perspectiva es aceptada, es decir que si se asume que la acciónde los empresarios en el sistema político responde a la defensa y promo-ción de intereses particulares, que está condicionada por la coyuntura ypor la dispersión organizativa, que dicha movilización utiliza diversas for-mas de presión —formales o informales— para satisfacer sus demandas yque no necesariamente considera a las asociaciones gremiales del sectorni presenta claros y constantes alineamientos sectoriales, entonces ¿paraqué y por qué existen las asociaciones de empresarios?

Si observamos el comportamiento de las principales asociacionesempresariales, en especial en la Argentina, Brasil y Chile, independiente-mente de las negociaciones paralelas y de la obtención de favores indivi-duales del Estado, el empresariado se ha visto, y se ve, en la necesidad deagruparse en asociaciones representativas que le permiten intervenir yestar presentes en niveles políticos a los que no accede mediante la con-sagración pura a sus actividades. Es decir que, dada su posición en la socie-dad —dominante pero no hegemónica—, éste se encuentra sometido acuestionamientos y presiones de los otros sectores sociales, por lo que debedesarrollar, en forma independiente de sus actividades económico-pro-ductivas, una diversidad de acciones tendientes a defender, legitimar y pro-yectar sus intereses frente a los otros actores políticos y a la opinión públi-ca en general, así como a garantizar, en última instancia, la estabilidad dela estrategia de acumulación imperante.

En otras palabras, dadas las eventuales intervenciones del Estado enlos intercambios económicos y en la regulación de los mercados, así como

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10 Para ello, véanse los trabajos de Shneider (1995), Montero (1997), Luna y Valdés(1995), Garrido y Puga (1995), Diniz (1995, 2002), Neves Costa (2000), Silva (1995).

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debido a las eventuales subvenciones que éste puede promover —quenecesariamente se gradúan en negociaciones políticas—, los empresariosse ven obligados, para obtener las mejores condiciones y tasas de ganan-cias, a influenciar dichos procesos de negociación y de toma de decisionesa través de sus representaciones, ya sea en el ámbito del gobierno o de laadministración pública, como en los procesos legislativos —el lobby con lospartidos políticos en el Parlamento— y más tarde en la opinión pública,gracias a los medios de comunicación social. Como plantea Bernard Marin(1988: 529), los intereses estratégicos de los empresarios no pueden serobtenidos sólo mediante las dinámicas puras y objetivas del mercado, yaque éstas son las que los obligan, en función del aumento de la ganancia,a reunirse y actuar en el campo político a través de asociaciones dedicadasexclusivamente al lobby y la negociación.

Al respecto, Charles Lindblom (1997) afirma que, a pesar de estar enuna permanente tensión con otros sectores —asociaciones profesionalesy sindicatos— que pueden influenciar, cuestionar o deslegitimar la acciónde los empresarios y de sus representaciones corporativas, éstos estaránsiempre en una “posición privilegiada” de negociación, dada la depen-dencia del Estado respecto de su actividad económica, que asegura creci-miento y empleo para el país. Esta situación de privilegio se explica entanto la estabilidad y la suerte completa de la sociedad dependen de lasmejores condiciones de inversión y de las tasas de ganancia que éstosobtengan, lo que condicionará, en primera instancia, las decisiones esta-tales y la definición de las políticas públicas. El autor plantea que estadependencia del Estado respecto de la dinámica de inversión y de creci-miento generada por la actividad empresarial otorga un alto grado deautonomía a los empresarios. Se produce, en consecuencia, una autono-mía de lo político respecto de lo económico, en tanto dicha dependenciaobliga a los sectores políticos a considerar, entenderse y negociar con elsector empresarial y con sus respectivas representaciones, independiente-mente de la posición política que defienda cada una de las partes.

Si bien este planteamiento debe ser relativizado por las múltiples evi-dencias que comprueban que los Estados y gobiernos logran afirmar unmargen de maniobra y, por lo tanto, de negociación y atenuación de lasdemandas sectoriales de los empresarios (Viguera, 1998: 17), no cabe dudade que el predominio de las políticas neoliberales en la región durante losaños noventa y principios de la presente década corrobora la preponde-rancia del empresariado como actor protagónico en un tipo de sociedadorganizada a partir de las dinámicas del mercado.

El empresario no se ha transformado únicamente en sujeto funda-mental y necesario para el crecimiento económico, sino también como

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modelo de realización personal en la sociedad, del modo de vida porexcelencia a emular, y en la imagen del éxito y del bienestar para todosy cada uno de los ciudadanos. Con esta lógica, en términos políticos, eco-nómicos y culturales, las afirmaciones de Lindblom no sólo cobran vali-dez sino fuerza, ya que la posición privilegiada del empresariado no espuramente económica; ella se refuerza con su legitimación cultural y delethos empresarial en general. Si bien desarrollamos este aspecto a caba-lidad en el próximo apartado, con la exposición del tipo y las caracte-rísticas del empresariado en Chile, el análisis nos conduce al punto neu-rálgico de este trabajo.

En el primer apartado planteamos que el fin de lo social se expresa enun orden de la sociedad que ya no se encuentra dinamizado en formaexclusiva por contradicciones de carácter social (capital-trabajo), sino fun-damentalmente por contradicciones situadas en el ámbito de lo cultural.Como vimos, la dependencia de los Estados y de los gobiernos de la acti-vidad empresarial otorga a los empresarios una posición privilegiada denegociación, lo que en la práctica se traduce en autonomía del sector res-pecto de los factores políticos. En sociedades regidas por el mercado, laactividad que los empresarios desarrollan se encuentra más allá de las con-tingencias políticas y de los intereses de corto plazo.

Lo anterior pone de manifiesto, fundamentalmente, la separación dela economía de las instituciones sociopolíticas. Ello da cuenta, a su vez, decómo las conductas humanas, individuales o colectivas, ya no pueden serexplicadas por la posición social o económica de los actores (los que, sinembargo, viven en un sistema social básicamente determinado por la eco-nomía). Pues bien, un actor social como el empresariado, que histórica-mente intervino en forma directa en el campo político —en momentos enque veía en peligro su condición como parte activa y legítima de la socie-dad— pero que en la actualidad, dada su “posición privilegiada de nego-ciación”, no necesita de la actividad política para la defensa y reproduc-ción de sus intereses, y sólo se sirve de ella para perfeccionar o aumentarlas formas y dinámicas de ganancia, hoy define su participación social apartir de la defensa de los principios anidados en lo cultural, de una con-cepción de la sociedad basada en los valores.

Salvo en los países inmersos en conflictos que cuestionan la existenciamisma del empresariado como actor económico y social —como la Vene-zuela de Chávez—, éste, seguro de su papel estratégico en el crecimientoy desarrollo de los países, no promueve una intervención directa en elcampo de lo político. Es su sensibilidad autoritaria y conservadora la querechaza la política misma —en tanto es capaz de intervenir en la libre diná-mica del mercado con principios universalistas—, razón por la que privi-

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legia el fomento de lo privado, expresado en una búsqueda de la fe y dela defensa de la familia y la tradición.

Desde nuestra perspectiva, ésa es la característica que define en laactualidad la nueva tendencia del empresariado en la región, y la que dacuenta de las transformaciones socioculturales del sector y del nuevo tipode intervención en lo político en gran parte de estos países. El caso chile-no quizá sea uno de los más emblemáticos de esta transformación. Por suscaracterísticas, el empresariado local es el sector hegemónico de una socie-dad que, gracias al éxito de la revolución capitalista y neoconservadoradirigida por Pinochet, se ha transformado en una sociedad de mercado.Allí, las contradicciones sociales han sido sumergidas por las leyes impar-ciales del mercado, y florecen, de más en más, las contradicciones cultu-rales, como discursos identitarios y como razones de debate político.

2.2. Un estudio de caso: características y poder sociopolítico del empresariado en Chile

Durante los años noventa, período de consolidación de las reformasneoliberales implementadas por el régimen militar de Pinochet, uno delos principales temas de la agenda pública fue la necesidad de consolidarel crecimiento económico, para lo cual el concurso del empresariado chi-leno era definido como fundamental a fin de apuntalar lo logrado hastaese momento y aumentar las tasas, para con ello fortalecer las políticassociales de carácter redistributivo. Esta política significó la valoración delempresariado como actor fundamental del proceso, ya que se veían en suiniciativa y capacidad de inversión las posibilidades de fortalecer el creci-miento. Es más, en la medida en que el sector privado ha llegado a gene-rar más del 80% del PIB, desde finales de los años ochenta y en todas lasesferas sociales y políticas se pregona que de su éxito depende el creci-miento económico del país.

Con la consolidación del modelo neoliberal, se fortaleció, a la vez, elprincipio de que la base del crecimiento económico es la actividad pro-ductiva impulsada y desarrollada por el empresariado. Por ello, este sec-tor es representado como el motor del progreso, como el protagonistaindiscutido de la actividad económica, ya que, gracias a sus inversiones y alos empleos productivos que pueda crear, se podrá disminuir la pobreza yel desempleo en Chile.

Es así como el empresariado asume una misión histórica fundamen-tal, una nueva función pública privilegiada: su actividad productiva per-mitirá el crecimiento económico que llevará al país a los estándares deldesarrollo y a la efectiva superación de la pobreza. Es que, al quedar en

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sus manos —en definitiva, en las manos del mercado— el trabajo, los pre-cios, la producción, el crecimiento, el nivel de vida y la seguridad econó-mica de la población (Lindblom, 1995: 9), sus decisiones y planteamien-tos adquieren un valor fundamental, e incluso moral, que repercuten enel peso político de sus intervenciones, nunca antes visto en Chile. Ello serefleja en que, por ejemplo, las demandas actuales de los trabajadores rara-mente son tratadas como reivindicaciones justas, sino que, por el contra-rio, incluso desde el mismo Estado se toman como actos atentatorios con-tra la productividad y la entrega eficiente de servicios al consumidor. Sinembargo, si se trata de las reivindicaciones de los empresarios y sus repre-sentaciones gremiales, éstas llegan a ser presentadas y legitimadas comouna “ley natural arrebatada”.

Esto da cuenta de un cambio cultural que traspasa las fronteras delo económico. Se trata de un “elemento cultural que instala el neolibe-ralismo en Chile, que genera un poderoso nuevo sentido de identidaden el empresariado” (Campero, 2003: 166). Sentido que es propio de latransición y cambio que vivió el sector desde la década de 1970, perío-do en que se vio forzado a desarrollar una acción unificada en torno aun principio defensivo, “la propiedad amenazada”, pasando los prime-ros años de la dictadura —y en función del decálogo neoliberal— a unaposición activa, como actor que posee una nueva percepción de sí mismoy de su rol en la sociedad (íd.). El empresariado se trasforma así en laencarnación de un conjunto de valores positivos, en tanto que es unaactividad

“caracterizada por su nobleza, laboriosidad e incluso desinterés, pues el resul-tado de su acción es la prosperidad de la nación y de sus integrantes. Ellos sonel sector que se esfuerza y produce más que nadie, y si los gobiernos y los polí-ticos les permitieran trabajar tranquilos, el país alcanzaría prontamente eldesarrollo”. (Arriagada, 2004: 6)

Se trata, en definitiva, del triunfo de un orden social que se articula enfunción de la visión del mundo y de los valores del empresariado, es decir,de una hegemonía cultural, en la que la empresa y la forma de vida aso-ciada a ella se transforman en el modelo de organización y el referente aseguir e imitar. Finalmente, las lógicas del mercado, y por ende de las rela-ciones mercantiles, impregnan todos los ámbitos de la vida social en Chile.Como señalamos, éste es el mayor triunfo de la revolución capitalista:lograr que los intereses del empresariado se transformen en los interesesdel país, y que su modo de vida, sus lógicas y valores se constituyan en losejes sobre los cuales se articula la vida sociocultural.

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Esta “valoración” del empresariado y su emergencia como actor socialy político de la sociedad chilena de los años noventa evidencia, a la vez, lastransformaciones que venía experimentando este sector desde fines de losaños ochenta, así como su poder de influencia tanto en el ámbito políticocomo social. Apareció así un empresariado nuevo, que basa su riqueza enel manejo de capital financiero y que se enriqueció en la década de 1980gracias a las privatizaciones de las empresas estatales de ese período. Es unempresariado “que en su cabeza tiene ejecutivos con una sólida formaciónacadémica y, muchos de ellos, con una experiencia importante en asuntosde gobierno durante el régimen de Pinochet” (Tironi, 1999: 58).

El grupo empresarial que surge en Chile a partir de los beneficios delas políticas económicas de carácter neoliberal, a diferencia de los empre-sarios más tradicionales, es ideológicamente más homogéneo, aunque elorigen de su fortuna tenga rasgos diversos.

“El empresariado emergente está fuertemente integrado al establishment polí-tico, militar, religioso, judicial y universitario. Gracias a su cohesión ideológi-ca y la homogeneidad interna, interviene en los más distintos y diversos asun-tos del país. En otras palabras, dado que la mayoría tiene preferencias políticasde derecha, que no oculta y que la llevan a opinar sobre temas contingentesde todo orden (desde cuestiones morales como el aborto, institucionalescomo en la discusión de las políticas de Estado), mantiene relaciones perma-nentes con todo el espectro político.” (Tironi, 1999: 62)

Su poder de decisión e incidencia en el interior de la derecha chi-lena ha sido varias veces confirmado, por ejemplo, al momento de laelección de los candidatos presidenciales derechistas, cuando por logeneral y abiertamente daba su apoyo y respaldo al candidato del sec-tor. Así, en 1989, a propósito de las disputas entre los dos partidos delsector en torno a la nominación del candidato, las cúpulas empresaria-les amenazaron con negar su apoyo financiero a los candidatos que noresultasen del consenso de ambos partidos, y que no cumplieran con losrequisitos que ellos consideraban importantes —tales como indepen-dencia de los partidos y una directa vinculación al régimen de Pino-chet—. Un representante empresarial dijo entonces: “En ese caso, ten-dremos que actuar... Los empresarios tendríamos que haber unido a laderecha” (Rehren, 1995: 40).

A la vez, la forma y el contenido de la intervención política de las cúpu-las empresariales experimentaron, desde los años sesenta, una evoluciónsignificativa de su discurso político e ideológico, dado que abandonaronla defensa corporativista de sus intereses —propia del empresariado tradi-

cional— para articular el proyecto ideológico que divulgaban los Chicagoboys y gremialistas en aquel momento, es decir, el ultraliberalismo econó-mico y el conservadurismo político. Así, a partir de ese momento, comotambién a partir de la posición estratégica que juegan en el nuevo sistemade relaciones económicas y sociales, la clase empresarial ha desarrolladosu acción ideológica en dos direcciones: en primer lugar, vela por mante-ner las bases económicas de la economía de mercado, erigiéndose en“tutor del modelo” —en gran medida, como dijo Campero, porque repre-senta su ethos cultural—; en segundo lugar, en su discurso asocia el mode-lo económico a la institucionalidad política de la democracia restringida(Montero, 1993: 61).

Estos elementos se constituyen en el eje del discurso del empresaria-do: la defensa de las características políticas y económicas del “modelo” yde aquellas definiciones sociales y culturales que de éste se desprenden.De ahí emana, por ejemplo, la defensa por parte de las principales asocia-ciones gremiales tanto del régimen de Pinochet como de sus vinculacionesideológicas con la derecha y, especialmente, con la Unión Demócrata Inde-pendiente (UDI).11 Con todo, esta intervención del empresariado a partirde su autoconciencia como actor hegemónico de la sociedad quedademostrada en las distintas intervenciones de sus representantes en losmedios de comunicación:

“Hoy tenemos una independencia entre lo político y lo económico muchomayor que antes, y las decisiones políticas, si bien influyen el desarrollo eco-nómico, no van a influir de la misma manera que antes. El Estado hoy tienemenos fuerza [...] antes los empresarios parecíamos el monito del organille-ro: bailábamos al son de la música del gobierno de turno [...] ahora, quere-mos bailar pero eligiendo nosotros la pareja” (Rehren, 1995: 60-61).

2.3. Homogeneidad social y cohesión política

Los cambios socioculturales, producidos en los últimos treinta años,se expresan en que la clase empresarial ha desplazado a la aristocracia tra-dicional ligada a la agricultura, aunque aún conserva muchos de los ritosligados a sus predecesores. No obstante, y aunque sea simbólicamente, los

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11 No está de más recordar que la afinidad del empresariado con la UDI se asienta enque ésta asume abiertamente su adscripción y defensa de los principios constitutivos de laclase empresarial, es decir, “la adhesión a la propiedad privada, a la libre iniciativa y al espí-ritu de empresa, los que no son sólo intuiciones o conductas pragmáticas; sino que, el con-trario, constituyen principios y por eso el partido no los tranza” (Dittborn, 1993: 92).

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empresarios actuales buscan establecer un nexo con la tradición. “Pruebade ello es la moda reciente de comprar un ‘campo’ para experimentar,aunque ahora sea sólo un hobby, la antigua vida de la hacienda y el fundo”(Rehren, 1995: 61). Sin embargo, este empresariado, emergido de la revo-lución neoliberal, mantiene los rasgos esenciales con que la sociología hadefinido las características del empresariado tradicional latinoamericano,12

es decir, como poseedor de una mentalidad rentista, su tendencia al mane-jo de redes clientelares y autoritarias, y a la reproducción del modelo“hacendal” —vertical y paternalista— en las relaciones económicas y pro-ductivas; por último, su tendencia al manejo del control familiar de las acti-vidades económicas.

Esto último predomina en el caso de los grupos económicos, en losque los propietarios tienden a controlar las empresas que les pertenecensin dar cabida —salvo excepciones— al control compartido. Ello se apre-cia en la composición de los directorios de las sociedades de los conglo-merados, donde el 60% de los directores tienen una relación familiar oson ejecutivos de las empresas de los controladores.13 Es más, en un estu-dio realizado sobre doscientas compañías chilenas —de todos los tama-ños—, se comprobó que en el 69% de los casos un solo accionista teníamás de la mitad de la propiedad. Frente a este aplastante dominio de loscontroladores, la presencia de los minoritarios aparece bastante merma-da en el 32% de las compañías, o simplemente no están representados enlos directorios, mientras que sólo el 11% cuenta con más de tres puestosen la máxima instancia de decisiones de la empresa.14

Las características que ayudan a entender la cohesión y el poder delempresariado chileno son: a) su homogeneidad y elitismo (sus hábitos,historias y visiones comunes); b) el manejo y la acumulación de capitalsocial (una extensa base de contactos e influencias que le ha permitidomantener enclaves en ámbitos mucho más extensos que sus industrias yempresas); c) su adscripción política (de derecha y cercana a la UDI);d) su conservadurismo moral y religioso, expresado en su vinculación acongregaciones religiosas como el Opus Dei y los Legionarios de Cristo.

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12 Principalmente, los trabajos de Gino Germani y José Medina Echeverría, entre otrosque citamos en el primer capítulo del presente apartado.

13 Garzón Ortiz (2003). Lo mismo afirma Arriagada (2004: 31) al poner como ejemploque la concentración de la propiedad en las empresas es alta: “En las 260 sociedades anó-nimas más importantes del país, el principal accionista tiene el 55% de la propiedad, entanto que los cinco primeros alcanzan al 80% de ellas y, además, están muy relacionadosentre sí, al punto de que muchas veces los cinco mayores accionistas de una determinadacompañía representan al mismo y único propietario”.

14 Estudio realizado por McKinsey & Company e Icare (2004).

Estas particularidades se pueden observar también en las característi-cas de los gerentes generales y los principales ejecutivos de las empresas,lo que implica agregar “los contactos” que se derivan de su vinculaciónsocial, es decir, ser apadrinado por alguna familia de larga tradición o pose-er un apellido “decidor”, haber participado en los circuitos de socializa-ción primaria (estudiar en los mismos colegios) y provenir de una Facul-tad de Economía, de una universidad tradicional o privada, que impartauna formación de tipo conservadora.

Esta uniformidad se aprecia al analizar el recorrido educacional deempresarios y altos ejecutivos. Al respecto, un estudio elaborado por laempresa Seminarium Head Hunting (2003),15 realizado en Chile, permi-te concluir que, en el “mundo de los negocios”, todos se conocen, o casitodos: la mayoría de las personas consideradas estudiaron en los mismoscolegios y siguieron las mismas carreras, en la misma universidad. Así,mientras que el 8,2%16 de la población chilena estudia en colegios priva-dos, entre los empresarios y gerentes ese porcentaje se eleva al 82%, ten-dencia que ha ido en aumento dado que el 74,4% de las personas mayo-res de 60 años estudiaron en ese tipo de establecimientos, el 81,5% de lasde 40 y 60 años, y el 84,7% de las menores de 40 años. A su vez, dos cole-gios aglutinan al 26,7% de la formación de gerentes y empresarios: el SaintGeorge y Verbo Divino. Finalmente, el 70% de los colegios en que seformó el 82% de los empresarios y gerentes considerados en la muestrapertenece a la Iglesia o a movimientos religiosos.

Respecto de la formación universitaria, el 71% de los empresarios ogerentes estudió ingeniería comercial o civil. En cuanto a las universida-des, pese a la existencia de 66 establecimientos en el país, el 66,4% de laspersonas consideradas estudió en la Universidad de Chile o la Católica, sibien es esta última la que concentra el 40% de las preferencias frente al16% de la estatal Universidad de Chile. Concretamente, el 37,2% de losmayores de 60 años, el 43% de los de 40 a 60 años y el 38,9% de los meno-res de 40 escogió la Universidad Católica para realizar sus estudios tercia-rios. En conclusión, el 28,6% de los gerentes y ejecutivos considerados cursóla educación básica en el 0,1% de los colegios de Chile; en 1 de 2 universi-dades, lo que equivale al 1% de las instituciones de educación superior

Transformaciones socioculturales y dinámicas de intervención... 365

15 Se trata de un trabajo que tuvo gran difusión en la prensa. Consideró una muestracompuesta de 120 gerentes jóvenes de entre 25 y 35 años, que reportaban directamente algerente general de empresas grandes y medianas; 120 gerentes generales; y finalmente 120empresarios.

16 Los datos presentados en este apartado fueron extraídos del estudio SeminariumHead Hunting (2003).

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(252 instituciones en total, considerando universidades, institutos y cen-tros de formación técnica), y en 1 de 2 carreras, que a su vez representanel 2,6% de las que se imparten en las universidades chilenas.

Tironi (1999: 61) explica esta homogeneidad del empresariado a tra-vés de su visibilidad, sobre la cual dice que es preferentemente masculi-na, con edades que fluctúan entre los 45 y los 60 años, que poseen estu-dios de economía —muchos de ellos con posgrados en los EstadosUnidos— y que comparten un pasado en común, ya sea porque estudia-ron en los mismos colegios, por sus estudios en la Facultad de Economíade la Universidad Católica en Santiago y por sus distintos grados de cer-canía al gobierno de Pinochet, en la medida en que muchos de ellos for-maron parte de los equipos de colaboradores del otrora dictador. Sinembargo, recalca Cecilia Montero (2002), el hecho de que la mayoría seformara en las facultades de Ingeniería (Civil y Comercial) originó unavisión del mundo basada en la idea del manejo técnico de las situacio-nes complejas. Y ello, aunque la formación del ingeniero no está orien-tada en forma explícita a la actividad empresarial, implica una ciertalógica de manejo de los problemas y de entrenamiento en el diseño ydesarrollo de proyectos. La autora cree ver en el desempeño de los empre-sarios una cierta

“creatividad, un sentido de la oportunidad, una baja aversión al riesgo y unaclara apertura al mundo. En contrapunto, se delinean sus carencias: poco inte-rés en innovaciones tecnológicas, de proceso y de producto; baja capacidadde negociar con los trabajadores y escaso compromiso social”.17

Éstos son algunos de los elementos que inducen a describir al empre-sariado chileno a partir de cierta “austeridad”, “conservadurismo”, “sobrie-dad” y “paternalismo”. Sin embargo, su rasgo esencial es el elitismo, expre-sado tanto en la educación como en su estilo de vida, que los lleva a “viviren barrios segmentados del resto de la población (la mayor parte delempresariado hace su vida en el denominado Triángulo de la Bermudas,que forman La Dehesa, La Parva y Las Brisas de Santo Domingo) y a com-partir hasta la exageración los mismos hábitos y costumbres”. Esta ten-dencia a la mimesis explica que la clase empresarial chilena tenga los mis-mos códigos, lea los mismos libros, repita las mismas palabras y, en elfondo, tienda a buscar la igualdad (Tironi, 1999: 62).

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17 Montero, Cecilia, “¿Son los empresarios agentes de cambio institucional? Reflexionesa partir del caso chileno”, mimeo. Disponible en: http://www.iigov.org/revista/re04/nota_1.htm.

El sentimiento elitista y gregario se expresa en los círculos sociales enlos que participan, y en los criterios discriminadores que posibilitan laentrada o no a dichos círculos; en los rasgos de segregación hacia ciertosgrupos étnicos, resabios que pocos reconocen pero que existen. Es lo queocurre, por ejemplo, con la colonia judía:

“Para los ejecutivos, hombres de negocios, empresarios y personas en generalvinculados con el judaísmo, se convirtió en una tarea titánica hacerse sociosdel Club de Golf de Los Leones. Tales eran los impedimentos que esta colo-nia decidió construir el club de golf de La Dehesa, donde, obviamente, emi-gró la mayoría de sus miembros... El club de golf del exclusivo balneario deCachagua ha estado cerrado a la incorporación de socios de origen judío yárabe, hecho que obligó a los aficionados que pertenecen a dichas colonias abuscar refugio en Santa Augusta, Quintay”.18

Otro elemento que contribuye a la homogeneidad del empresariadochileno es su cohesión política e ideológica, que se expresa a través de laintervención de sus principales asociaciones gremiales, en su capacidad—y eficacia— de presión y lobby, y en sus estrategias de intervención en losdebates públicos, que en conjunto le permiten instalar sus intereses comotemas de importancia nacional, es decir, transformar y legitimar un inte-rés particular en uno general proyectándolo como bien necesario para elpaís. En otras palabras:

“[…] trasladan sus creencias personales a manifestaciones públicas en el terre-no gremial, facilitadas por la falta de diversidad en los medios de comunica-ción, y por el predominio en el seno de los entes gremiales de personerosestrechamente asociados al gobierno de Pinochet y su prolongación en laUDI”. (Sanfuentes, 2001: 3)

A la vez, en el aspecto cultural, legitiman e institucionalizan los valo-res y la forma de vida empresarial como el modelo más viable tanto paralograr el éxito personal como para contribuir al crecimiento y desarrollonacional.

Como vimos, uno de los cambios fundamentales de la clase dominan-te chilena —que se habría producido luego del golpe de Estado— es quepasó a la ofensiva e ingresó en el campo de la disputa ideológica y cultu-ral a partir de los elementos teóricos aportados por el discurso neocon-

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18 Qué Pasa, 6 de junio de 2000, p. 30.

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servador. Ello, junto con las condiciones favorables que le permitió la revo-lución pinochetista, y sumado al retroceso y crisis de legitimidad de lasalternativas ideológicas del capitalismo, facilitó a los grupos dominantesconsolidar su hegemonía política y cultural, e instalar en el espacio públi-co sus intereses y su visión del mundo, sin contrapeso alguno.

Para los sectores dominantes ha sido fundamental —como curiosa-mente advierte uno de los intelectuales liberales más importantes en Chile,Genaro Arriagada— el control monopólico de los aparatos ideológicos delEstado que son susceptibles de ser controlados por “los privados”, o que noestán directamente sometidos al control del Estado, tales como los centrosde educación, los medios de comunicación, la Iglesia, la cultura.

“Mirada desde hoy, catorce años después de iniciada la transición a la demo-cracia, la derecha chilena y, más en concreto, ella bajo conducción originadafundamentalmente desde el mundo empresarial, muestra un control de losaparatos ideológicos del Estado que, por su magnitud, es sorprendente.” (Arria-gada, 2004: 162)

Dos grupos empresariales en Chile, ligados a la derecha, controlan el85% de los medios de prensa escritos (COPESA y El Mercurio); el restoconforma aproximadamente el 17% de la prensa escrita —Revista Capi-tal, Diario Financiero, Estrategia, Cosas, entre otros—, y son medios de comu-nicación que adscriben abiertamente al ideario liberal y al discurso dederecha. Además, con la emergencia y consolidación del sistema de uni-versidades privadas, y la posibilidad de que éstas reciban contribucionesde privados (lo que permite reducir la carga tributaria), se ha desarro-llado un núcleo de universidades vinculadas a los grupos económicos másimportantes del país, así como al Opus Dei y a los Legionarios de Cristo.Ellas son la Universidad de los Andes (ligada al Opus Dei), Finis Terrae(Legionarios de Cristo), Universidad del Desarrollo (vinculada a la UDI)y Universidad Adolfo Ibáñez (del grupo D&S). De conjunto, concentranel 38% de las donaciones de los privados a las universidades, contra el35% de las cinco universidades tradicionales (de Chile, Católica, Técni-ca Santa María, De Concepción y Católica de Valparaíso). La Universidadde los Andes (Opus Dei) obtuvo el 60% más de donaciones que la Uni-versidad de Chile, la principal universidad laica y estatal del país (Arria-gada, 2004: 163).

El control de los principales medios de comunicación, así como unared significativa de universidades, le permite a la clase dominante chilenauna presencia privilegiada en el debate cultural, instrumentos que evi-dentemente son los que más inciden en la formación de la “opinión públi-

ca” y en la difusión cultural (Cortés Terzi, 2000: 62-63). Con ello asegurala reproducción de su discurso ideológico y su “visión del mundo” (en elcaso de las universidades ligadas al catolicismo), la formación de nuevoscuadros políticos e intelectuales, y logra posicionarse en el debate ideoló-gico y cultural.

Finalmente, en el campo del debate ideológico, la derecha y el empre-sariado cuentan con centros de pensamiento que permiten difundir suideario neoliberal. Entre otros, se destacan el Centro de Estudios Públicos(CEP) y el Instituto Libertad y Desarrollo.19 El CEP se ha transformado enel epicentro del discurso político e ideológico de la derecha, y, gracias asu perfil académico, busca difundir el pensamiento liberal —Hayek fue supresidente honorario—, con gran influencia e intervención en el debatey definición de las políticas públicas. Además, se ha trasformado en elpuente que comunica a los principales grupos económicos con el gobier-no. Su presidente es el patriarca de la familia Matte, Eliodoro Matte, yen su consejo directivo figuran los empresarios más destacados del país,como Anacleto y Roberto Angelini, Guillermo y Andrónico Luksic, JoséSaid y Álvaro Saieh. Por su parte, el Instituto Libertad y Desarrollo estáaguerridamente asociado al pensamiento neoconservador y a la heren-cia del general Pinochet, y participa en la trinchera de la coyuntura polí-tica, prestando apoyo y pautando a los medios de comunicación procli-ves a los parlamentarios de derecha, en especial los ligados a la UDI(Sanfuentes, 2001).

El empresariado chileno mayoritariamente se define como de dere-cha, hecho evidenciado en el apoyo explícito al gobierno de Pinochet ylos sucesivos candidatos de ese signo, además del financiamiento de loscentros de estudio ligados al pensamiento de derecha. Sin embargo, noestá de más recordar que fue en la Confederación de la Producción y delComercio (CPC)20 donde se formó una comisión para financiar la esta-da de Pinochet en Londres, mientras estuvo detenido, y que tenía comoobjetivo reunir 100.000 dólares mensuales. Tras los dieciocho meses de

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19 También el empresariado financia otros centros de investigación y promoción ideo-lógica, de carácter más sectorial o ligados directamente a los partidos políticos de derecha.Algunos de ellos son la Fundación Jaime Guzmán, la Fundación Miguel Kast, la FundaciónPaz Ciudadana, el Instituto Libertad, el Centro de Estudios Bicentario.

20 La Confederación de la Producción y el Comercio (CPC) es el organismo gremialcopular del empresariado chileno. Fue fundada en 1935. Reúne a los principales sectoresproductivos del país y está integrada por las siguientes seis ramas: la Sociedad Nacional deAgricultura (SNA), fundada en 1838; la Cámara Nacional de Comercio, fundada en 1958;la Sociedad Nacional de Minería, fundada en 1883; la Sociedad de Fomento Fabril (SOFO-FA), fundada en 1883; la Cámara Chilena de la Construcción, fundada en 1951, y la Aso-ciación de Bancos e Instituciones Financieras.

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detención del ex general, esta comisión cubrió impecablemente su obje-tivo, en tanto estaba compuesta por diversas figuras políticas y empresa-riales —entre ellos, Walter Riesco, Eugenio Heiremans, Carlos Cáceresy Hernán Briones— que aseguraban la legitimidad e importancia de suobjetivo.

Es así como el empresariado chileno ha desarrollado y mantenido suposición hegemónica, no sólo en el ámbito económico, sino en las redesque le permiten intervenir en el plano académico y cultural, pasando porlas agrupaciones gremiales y los partidos políticos. Este control y ejerciciodel poder le posibilita defender, frontal y abiertamente, ya sea a través deindividuos o de instituciones corporativas, sus intereses e incidir en la dis-cusión pública y política.

Un ejemplo de este ejercicio del poder es el lobby y la presión que ejer-cen los distintos sectores empresariales sobre los parlamentarios cuandodiscuten algún proyecto de ley que afecta sus intereses.

“A fines de 1994, el Senado debatía uno de los temas fundamentales en laagenda económica del presidente Eduardo Frei: la privatización de las Empre-sas Sanitarias del Estado. Los parlamentarios, junto a representantes delgobierno, discutían elementos delicados de una materia que en algunos mesessería una nueva ley. En ese contexto, muchos empresarios estaban interesa-dos en que las restricciones a la entrada de capital privado fuesen menores.Algunos senadores se hicieron eco de estas demandas sin ningún disimulo.Era posible, incluso, ver en la Comisión de Hacienda de la Cámara Alta faxescon el membrete de algunas empresas —potenciales postulantes a la licitaciónde las sanitarias— en los que se referían a detalles y aspectos legales que de-bían ser incluidos o modificados.”21

Otra evidencia es que en cuatro ocasiones el ex presidente de la Repú-blica Ricardo Lagos visitó los salones del Centro de Estudios Públicos(CEP) para reunirse con los nombres más selectos del sector empresarialchileno. La primera reunión se realizó el 7 de marzo de 2000, cuatro díasantes de que asumiera la presidencia. Como ha registrado la prensa, traslos diversos encuentros entre Lagos y los empresarios, estas citas sirvieronpara regular las relaciones entre el gobierno y los privados y disipar temo-res respecto de un presidente de signo supuestamente contrario al de susintereses. Tras una de estas reuniones, complaciente, un empresariocomentaba a un medio de prensa: “Ésta debe ser una de las sociedades enel mundo donde el empresariado es tan poderoso” (ibíd.: 29).

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21 Qué Pasa, 6 de junio de 2000, p. 28.

2.4. Poder, dinero y religión

Si analizamos el discurso neoconservador, éste plantea que el hombrecontemporáneo vive una crisis de certezas relacionada con la descompo-sición del sistema de valores burgueses, y que se expresa en una vida coti-diana marcada por las ambiciones sin límites y por el culto a lo liviano y lotrivial. En este sentido:

“El estilo de vida de los grupos más tradicionales se ve amenazado por la arre-metida de la apertura económica, que va de la mano de una violenta secula-rización y una ‘excesiva’ libertad de opciones, forzándolos a buscar refugio engrupos religiosos apegados a valores conservadores, muy lejos de la tendenciaaperturista que supone la globalización”.22

Y justamente, como señala Peter Berger (2001: 27), son los movi-mientos religiosos y fundamentalistas los que vendrán a dotar de certe-zas a quienes viven y resienten dicha carencia. Frente a la ausencia desentido generada por el hedonismo y el relativismo cultural de las socie-dades burguesas, el catolicismo conservador se ha transformado en unaalternativa cultural y moral que, reforzando las orientaciones “esencia-les” —valores tales como la familia, la responsabilidad individual, el “espí-ritu de sacrificio”, la religión y el apego a las tradiciones—, pretende otor-gar sentido y motivación a las personas, así como limitar la ética hedonista.

A la vez, los movimientos conservadores como el Opus Dei —con suidea fuerza de “santificación a través del trabajo”— y los Legionarios deCristo redefinen el sentido otorgado por el catolicismo al trabajo y la rique-za. Recordemos —seguimos en ello a Weber— que la valoración positivaen torno a la riqueza y el trabajo históricamente correspondió más bien ala ética calvinista, la que, en pocas palabras, señala que se trabaja porquehemos sido creados y puestos en el mundo para ello, y para cumplir losdeberes correspondientes frente a la colectividad y a Dios. Pues bien,ambos movimientos logran vincular la moralidad católica con el ethos delcapitalismo al fomentar la valoración del trabajo productivo, así como lavaloración ética que legitima la riqueza que proviene de éste.

Ello implica la renovación de la tradición católica, que anteriormenteveía el trabajo esencialmente como un castigo —el resultado del pecadooriginal—, a la vez que la riqueza era interpretada como algo más bien des-preciable o vinculado al peligro del pecado (íd.). En otras palabras, se trata

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22 Entrevista a Arturo Fontaine Talavera, aparecida en el cuerpo de reportajes del dia-rio La Tercera, 20 de octubre de 2002, p. 8.

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de fomentar una especie de “calvinismo católico” en quienes se muevenen el mundo de los negocios, diciéndoles “usted puede hacerlo sin renun-ciar a la ética católica tradicional”. “El mundo católico tradicional teníauna mirada despectiva hacia el hecho de ganar dinero. Hoy existe unarevalorización del dinero y de la capacidad de generar riquezas”, señalaFontaine Talavera (íd.).

Es así como el empresariado chileno, que normalmente es descripto apartir de su carácter católico y por sus costumbres austeras y conservadoras—tomando las definiciones de Tironi (1999: 62)—, en comparación con suspares en América Latina, tiende con mayor intensidad a participar en movi-mientos católicos laicos como el Opus Dei o los Legionarios de Cristo. Perodicha vinculación no es casualidad, sino que corresponde a la política decrecimiento y reclutamiento de ambas agrupaciones, a fin de consolidarsesocial y económicamente, y ganar influencia en el país. Para sus miembrosy simpatizantes, la preocupación por adherir a las elites a sus filas se justifi-ca con la premisa de que desde esos sectores es más eficiente irradiar la fecatólica a la sociedad. Al respecto, un miembro del Opus Dei señala:

“Para sacar adelante la labor evangelizadora, son necesarias las vocaciones denumerarios, y éstos deben ser profesionales. En América Latina, la educaciónuniversitaria está tradicionalmente ligada a los niveles socioeconómicos altos...Pero cuando el Opus Dei llegue a ser lo que está llamado a ser, debiera estarpresente en toda la sociedad”. (Íd.)

El elitismo de ambas agrupaciones no pasa inadvertido, incluso en elinterior de la Iglesia católica. Lo demuestran las palabras de monseñor Car-los Camus, obispo de la ciudad de Linares, para quien “el Opus Dei es pococonocido en general, y en el ambiente popular casi ni se sabe de él. Se losve muy elitistas y ubicados en un sector social muy poderoso. Funciona dearriba para abajo y no ha fomentado el desarrollo mismo de la fe. Es unaacción muy paternalista” (íd.). En efecto, el sacerdote se refiere a la laborevangelizadora que realizan los dos movimientos en los sectores de bajosrecursos, a través de los establecimientos educacionales y los Centros deOrientación Familiar que el Opus Dei posee en distintas ciudades del país.

Sin embargo, concordante con la lógica conservadora de estos grupos,el trabajo evangelizador hacia los “sectores populares” y su preferencia porla elite económica corresponden a su concepción naturalizada de las desi-gualdades sociales, lo que en la práctica se traduce en procurar que los pri-meros acepten resignadamente su condición de pobreza, sublimada a tra-vés de la fe, y que los segundos asuman su rol como conductores de lasociedad y como promotores —a través de la palabra y de los hechos— de

372 Movimientos socioculturales en América Latina

los valores cristianos. Por ello, la labor educativa y de reclutamiento de laelite resulta fundamental para ambos movimientos, ya sea para formar alas nuevas generaciones bajo sus preceptos —marcados por el conserva-durismo católico—, como para captar a los que, poseyendo el poder polí-tico, económico y cultural, les permitan los medios y las condiciones para“irradiar” su visión del mundo y de orden social al resto de la sociedad.

Con todo, no está de más recordar que el Opus Dei llegó a Chile en1950, y que en la actualidad congrega a 2.500 fieles oficiales, vinculadosdirecta y formalmente —ya sea como numerarios, agregados y, sobre todo,supernumerarios— a la organización.23 Por su parte, los Legionarios deCristo llegaron al país en 1980, momento a partir del cual han experi-mentado un crecimiento vertiginoso, y hasta el momento agrupan a 1.500adherentes.

Su éxito se evidencia en que los propietarios de los tres grupos eco-nómicos más importantes de Chile están vinculados a los Legionarios deCristo: Eliodoro Matte (así como su esposa Pilar Capdevila), AgustínEdwards, Guillermo Luksic y Nicolás Ibáñez, así como también JuanObach (ex socio de Masisa, Iansa y Eicosal), Sergio Cardone (accionistade Enaco), Felipe Lamarca (ex presidente de la Sociedad de FomentoFabril), Reinaldo Solari (dueño de Falabella), Alfonso Swett (dueño deHush Puppies), entre otros. Entre sus cercanos en el mundo político figu-ran la diputada Marcela Cubillos y el alcalde Pablo Zalaquett de La Flori-da, por la UDI, así como los RN Manuel José Ossandón, de Puente Alto, yRaúl Torrealba, de Vitacura.

Por su parte, una de las personas más emblemáticas del Opus Dei enel empresariado chileno es Eduardo Fernández León, quien con su socioJuan Hurtado Vicuña (también vinculado a esta congregación) controlanuno de los holdings más importantes del país, y través del cual participanen el mercado de las sanitarias (Esval), de los combustibles (Copec), delas telecomunicaciones (Telefónica CTC) y en el sector eléctrico (Enersisy Colbún). El Opus Dei cuenta entre sus miembros, además, a José Anto-nio Guzmán (ex presidente de la Confederación de la Producción y delComercio), Nicolás Hurtado Vicuña, Patricio Parodi (Consorcio), Fer-nando Larraín Peña (Santa Carolina, Loncoleche, Tricolor y Watt’s), Fer-nando Agüero (ex presidente de SOFOFA), Ronald Bown (presidente de

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23 Se estima que la cifra aumentaría a 20.000 con los “cooperadores” y “amigos” de LaObra; sin embargo, se puede deducir que su red de influencia es mucho mayor, llegando aun total de 50.000, si se consideran las personas suscriptas a la hoja informativa del OpusDei. El poder de convocatoria de La Obra en Chile se puede constatar con los cerca de 4.000chilenos que viajaron a Roma para asistir el 6 de octubre de 2002 a la canonización de mon-señor Josemaría Escrivá de Balaguer.

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la Asociación de Exportadores), Matías Izquierdo, Alberto López Hermi-da, Sergio Silva Alcalde, Sergio Silva Bascuñán y Juanita Elton. Se suma aesta lista el grupo Lecaros Menéndez —algunos miembros de la familiahan sido grandes mecenas del Opus Dei—, importantes figuras de VialLarraín, Rabat y Security, Manuel Cruzat, y el ex ministro pinochetista Car-los Cáceres. En el mundo político, las personas públicamente reconocidascomo cercanas al Opus Dei son el senador Jorge Martínez Bush, los dipu-tados RN Nicolás Monckeberg, Marcelo Forni e Iván Norambuena, y laalcaldesa Jacqueline van Rysselberghe.

En el ámbito educacional, el Opus Dei posee o administra quince cole-gios en todo el país, entre los cuales se destacan los dedicados a los secto-res acomodados, como los colegios Tabancura, Cordillera y Los Andes. Porsu parte, los Legionarios de Cristo controlan diez colegios a nivel nacional,de los cuales sobresalen los colegios dedicados a los grupos de mayoresingresos, tales como Cumbres, Everest y San Isidro. Los colegios Tabancu-ra, Cordillera y Cumbres se encuentran generalmente entre los mejor eva-luados del país.24 No está de más señalar que, dada su condición de miem-bro del Opus Dei, Joaquín Lavin educa a sus hijos en el Colegio Cordillera,a diferencia del resto de los dirigentes de la UDI, es decir, Longueira, Colo-ma y Chadwick, quienes educan actualmente a los suyos en el Cumbres,dirigido por los Legionarios de Cristo. En cuanto a la educación universi-taria, el Opus Dei dirige la Universidad de los Andes, y los Legionarios com-parten el control de la Universidad Finis Terrae, a cuyo proyecto han logra-do sumar a los principales empresarios del país, tales como Eliodoro Matte,Guillermo Luksic, Agustín Edwards, Francisco Bacigalupo y Juan Obach.

En agosto de 1996, Cristián Pizarro, por entonces secretario ejecutivode la CPC, señalaba:

“Hoy es la empresa privada la institución social decisiva, tanto para el desa-rrollo económico como para la dinamización de las libertades personales ypúblicas. [...] La consolidación de esta exitosa transición exige que la empre-sa enfrente ahora el gran desafío de contribuir a llenar, desde su ámbito, losvacíos valóricos sociales y culturales que deja el repliegue del Estado”.25

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24 El Colegio Tabancura y el Cordillera (ambos regidos por el Opus Dei) fueron cla-sificados entre los diez mejores de Chile en un estudio publicado por El Mercurio el 18 dejulio de 2004. Mientras que los mismos colegios más el Cumbres, se ubican entre los diezmejor evaluados en la Prueba de Selección Universitaria (PSU), según una investigacióndel Centro de Estudios Públicos. Véase El Mercurio, 18 de julio de 2004, y La Nación, 14 demarzo de 2004.

25 Citado por Cortés Terzi (2001).

Esta afirmación nos permitiría plantear que la austeridad, el conser-vadurismo y la religiosidad del empresariado chileno han llevado a quealgunos lo presenten como el paradigma de la moral, los valores y los atri-butos cristianos, reforzando su imagen como modelo de inspiración, ejem-plo a seguir para el resto de la sociedad, como modelo para lograr el éxitoy como la forma más adecuada y deseable de vivir. Finalmente, los legiti-ma como el único y más viable eje articulador de las relaciones sociales,políticas y económicas, y como la forma más plausible de realización per-sonal en la sociedad.

“Curiosamente, esto encuentra su justificación doctrinaria en el discurso delos grupos católicos que parecen ver en el capitalismo y en la vida empresarial—en el mejor estilo de la ética protestante a la que se refiere Max Weber— elanhelado camino para llegar al cielo.” (Tironi, 1999: 63)

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Los autores

VICENTE PALERMOBuenos Aires, 1951. Cientista político y ensayista, sociólogo de la Universidad de Bue-nos Aires y Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid.Es investigador independiente del CONICET, con sede en el Instituto Torcuato DiTella, e investigador visitante del Instituto de Investigaciones Gino Germani (Univer-sidad de Buenos Aires). Se dedica a temas de política latinoamericana comparada y depolítica e historia argentina recientes. Es autor de varios libros y de numerosos artícu-los sobre su especialidad. Es miembro de la Sociedad Argentina de Análisis Político yla Associação Brasileira de Ciência Política. En 2006 le fue otorgada la Beca Guggen-heim. Ha escrito numerosos libros de historia política argentina y brasilera y compiló,junto a Carlos Reboratti, el libro Del otro lado del río. Ambientalismo y política entre uru-guayos y argentinos.

LUCÍA ABOUDLicenciada en Ciencia Política y Gobierno (Universidad Torcuato Di Tella). Se ha espe-cializado en Comunicación Institucional (Universidad Austral). Actualmente se desem-peña como asesora de comunicación en la Secretaría de Comunicación del Gobiernode la Ciudad de Buenos Aires.

ANABELLA MUSERILicenciada en Ciencia Política y Gobierno (Universidad Torcuato Di Tella). Actual-mente está cursando la Maestría en Criminología en la Universidad Nacional del Lito-ral (provincia de Santa Fe). Ha participado en distintas investigaciones sobre accióncolectiva, seguridad y justicia penal.

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SONIA MONTAÑOSocióloga boliviana. Actualmente, está a cargo de la División de Asuntos de Género dela Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL, Naciones Unidas).Inicia su carrera profesional en 1983 como fundadora y directora del Centro de Infor-mación y Desarrollo de la Mujer (CIDEM). Formuló la primera propuesta de políticaspúblicas de género en 1989, fue subsecretaria de Asuntos de Género del Ministerio deDesarrollo Humano de Bolivia entre 1993 y 1995 y se ha desempeñado como asesoray consultora en varios países, principalmente de América Latina. Ha trabajado y publi-cado sobre temas relacionados con políticas públicas, ciudadanía y participación polí-tica de las mujeres. El último trabajo publicado bajo su dirección fue Una mirada a laigualdad entre los sexos (CEPAL, 2007), sobre el avance en los Objetivos del Milenio.

MARIANA SANZ Comunicadora social. Ha trabajado como consultora para la Comisión Económicapara América Latina y el Caribe (CEPAL) en temas como objetivos del milenio e igual-dad de género, movimientos sociales, educación y juventud.

XAVIER ALBÓLa Garriga (Catalunya), 1934. En 1951 se incorporó a la Compañía de Jesús. Emigróa Bolivia en 1952 y se nacionalizó ciudadano boliviano. Doctor en Lingüística y Antro-pología por la universidad de Cornell, Nueva York (1966); licenciado en Teología dela Facultad Borja, Barcelona, y de la Loyola University, Chicago. Doctor en Filosofíapor la Universidad Católica del Ecuador, Quito. Se ha desempeñado como miembrodel consejo académico de la maestría en Antropología de la Universidad La Cordille-ra y del doctorado en Desarrollo del CIDES (Universidad Mayor de San Andrés). Hasido coordinador latinoamericano de jesuitas en áreas indígenas. Desde 1994 es miem-bro del Comité Directivo del Programa de Investigación Estratégica en Bolivia (PIEB)y actualmente forma parte del cuerpo docente de la Universidad-PIEB. En 1971 co-fundó el Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA), del que fuesu primer director. Investigador antropólogo en la oficina nacional de CIPCA (La Paz),donde actualmente es miembro del Directorio. A lo largo de su carrera ha realizadoevaluaciones, reestructuraciones y planificaciones para organizaciones no guberna-mentales, y ha dictado cursos breves en temas antropológicos y rurales en universida-des bolivianas.

RODRIGO CONTRERAS OSORIODoctor en Sociología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París(EHESS). En la actualidad trabaja en el Programa de Gestión de las TransformacionesSociales (MOST) de la UNESCO-París y es investigador del Centro de Análisis y deIntervención sociológica (CADIS) de la EHESS. Ha realizado varias investigacionespara instituciones como CEPAL, UNRISD, BID y FAO. Es autor de numerosos artícu-los especializados sobre movimientos sociales, ideologías políticas, sistemas políticos ygobernabilidad democrática. Es autor de dos libros: La dictature de Pinochet en Perspecti-ve. Sociologie d’une révolution capitaliste et néoconservatrice, París, L’Harmattan, 2007, y Lagauche au pouvoir en Amérique latine, París, L’Harmattan, 2007.