Cuadros Parisienses (Fragmento)

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Cuadros Parisienses Charles Baudelaire 1821 - 1867

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Cuadros ParisiensesCharles Baudelaire

1821 - 1867

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RecogimientoCharles Baudelaire

Sé sabia, Pena mía, y permanece en calma.Reclamabas la Noche; ya desciende, hela aquí:Envuelve a la ciudad una atmósfera oscuraA unos la paz trayendo y a los más la zozobra.

Mientras que la gran masa de los viles mortales,Del Placer bajo el látigo, ese verdugo impávido,Cosecha sinsabores en la fiesta servil,Ofréceme tu mano, Pena mía, ven aquí

Lejos de ellos. Mira balancearse los años transcurridosCon vestidos ridículos, sobre las balaustradasDel cielo; la nostalgia burlona ya emerge de las aguas;

Descansa bajo un arco el moribundo solY, tal enorme sudario rezagado, hacia Oriente,Oye, querida, oye cómo avanza la Noche.

A una transeúnteCharles Baudelaire

La calle atronadora aullaba en torno mío.Alta, esbelta, enlutada, con un dolor de reinaUna dama pasó, que con gesto fastuosoRecogía, oscilantes, las vueltas de sus velos,

Agilísima y noble, con dos piernas marmóreas.De súbito bebí, con crispación de loco.Y en su mirada lívida, centro de mil tomados,El placer que aniquila, la miel paralizante.

Un relámpago. Noche. Fugitiva bellezaCuya mirada me hizo, de un golpe, renacer.¿Salvo en la eternidad, no he de verte jamás?

¡En todo caso lejos, ya tarde, tal vez nunca!Que no sé a dónde huiste, ni sospechas mi ruta,¡Tú a quien hubiese amado. Oh tú, que lo supiste!

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El amor engañosoCharles Baudelaire

Cuando te veo cruzar, oh mi amada indolente,Paseando el hastío de tu mirar profundo,Suspendiendo tu paso tan armonioso y lentoMientras suena la música que se pierde en los techos.

Cuando veo, al reverbero del gas que va tiñéndola,Tu frente aureolada de un mórbido atractivoDonde las luces últimas del sol traen a la aurora,Y, como los de un cuadro, tus fascinantes ojos,

Me digo: ¡qué bella es! , ¡qué lozanía extraña!El taraceado recuerdo, pesada y regia torre,La corona, y su corazón, prensado como fruta,Y su cuerpo, están prestos para el más sabio amor.

¿Serás fruto que en otoño da sazonados sabores?¿Vaso fúnebre que aguarda ser colmado por las lágrimas?¿Perfume que hace soñar en perfumes lejanísimos,Almohadón acariciante o canastilla de flores?

Sé que hay ojos arrasados por la cruel melancolíaQue no guardan escondido ningún precioso secreto,Bellos estuches sin joyas, medallones sin reliquiasMás vacíos y más lejanos, ¡oh cielos!, que esos dos tuyos.

Pero ¿no basta que seas la más sutil apariencia, Alegrando al corazón que huye de la verdad? ¿Qué más da tontería en ti o qué más da indiferencia?Te saludo adorno o máscara. Sólo adoro tu belleza.

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Todavía no he olvidado...Charles Baudelaire

Todavía no he olvidado, cercana a la ciudad,Nuestra blanca mansión, pequeña más tranquila,La Pomona de estuco y la antigua AfroditaVelando su pudor tras una rala fronda,Y el sol, en el crepúsculo, destellante y soberbioQue, tras el vidrio donde se quebraban sus rayos,Parecía, gran pupila en el cielo curioso,Contemplar nuestras largas y solitarias cenas,Derramando sus bellos reflejos alongadosEn el estor de sarga y en el frugal mantel.

A la buena sirvienta que un día os tuvo celosa...Charles Baudelaire

A la buena sirvienta que un día os tuvo celosaY que su sueño duerme bajo la humilde hierba,Pese a todo, debiéramos llevarle algunas flores.Los muertos, pobres muertos, tienen grandes pesaresY cuando lanza Octubre su viento melancólicoQue despoja a los árboles en torno de las tumbas,A los vivos, sin duda, encuentran bien ingratosPor dormir tibiamente bajo sus cobertores,Mientras que, devorados por negras pesadillas,Sin agradables charlas, sin compañía en el lecho,Esqueletos helados que trabajó el gusano,Ellos sufren las nieves goteantes del invierno,Y transcurrir el siglo, sin que amigos ni deudos,Reemplacen los jirones que penden de sus verjas.Cuando silba y crepita el leño, si una noche,Tranquila, en el sillón la viera reclinarse,Si en una noche azul y helada de DiciembreLa encontrara encogida en un rincón del cuarto,Grave y recién llegada de su lecho perenne,Ciñendo al niño grande con maternal mirada,A aquella alma piadosa ¿qué le responderíaViendo caer las lágrimas de sus profundos párpados?

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Sueño parisiensea Constantin Guys

Charles Baudelaire

I

De aquel terrible paisajeComo nunca vio mortal,Esta mañana, aún la imagenVaga y lejana perdura.

¡Lleno está el sueño de magia!Por un singular caprichoDesterré de ese espectáculoAl barroco vegetal,

Y, pintor fiel de mi sueño,En el cuadro saboreéLa monotonía embriaganteDe agua, mármol y metal.

Babel de arcos y escaleras,Era un palacio infinitolleno de fuentes y aljibesEn oro bruñido o mate;

Y rumorosas cascadas,Como cortinas de vidrio,Se suspendían destellantesSobre murallas metálicas.

No árboles, sino columnas,Ceñían estanques dormidos,Donde gigantescas náyadesComo damas se miraban.

Capas de agua se extendían,Por muelles rosas y verdes,Durante miles de leguas,Hacia el fin del universo;

Había piedras inauditasY olas mágicas; habíaInmensos hielos absortosPor lo que ellos reflejaban.

Taciturnos y distantes,Ganges en el firmamento,Arrojaban sus tesorosEn diamantinos abismos.

Arquitecto de mis magiasHacía, a mi voluntad,Bajo un enjoyado túnelPasar un manso océano;

Y hasta los negros coloresParecían claros y limpios;Fundía su gloria el líquidoEn el rayo cristalino.

No había vestigio de astros,¡Ni siquiera el sol poniente,Para alumbrar los prodigiosQue con su fuego brillaban!

Y sobre esas maravillasPlaneaba (¡atroz novedad!Presente el ojo, no el oído)Un infinito silencio.

II

Al abrir mis ardientes ojos,Miré el horror de mi cuartoY sentí, de nuevo en mi alma,De la inquietud el aguijón;

El fúnebre son del péndulo,Me recordó el mediodía;Caía la oscuridadSobre el embotado mundo.