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Cuando en Jul io de 19 19 un movimiento m il ita r pusotérmino al Gobierno const itucional del señor don JoséPardo , la pol i t ica del Perú con respecto al problema delPac i fico estaba perfectamente definida . Someter a la

organización jurídica en vias de formarse,o sea

, a laLiga de las Nacione s , el e studio y la solución de nue stra controvers ia con Chile , const ituía el pensamientoúnico de gobernante s y gobernados . Y e sta orientaciónhabía echado tan hondas raíce s en el espíritu nacional

,

re flej aba de tal manera el sent imiento públ ico,que los

hombres del nuevo régimen , no obstante su a fán de exh ibirse en todo sentido como innovadore s y revolucionarios , también hubieron de proclamar en lenguaj e inequ ivoco su propósito de continuar la ge st ión diplomática yainiciada por la Canci l lería , tendiente a asegurar el reconocimiento de nuestros derechos por una instituciónde justicia inte rnacional . El Mini st ro de Relaciones Exteriores

,señor Porras , en circular dirigida a los R epre

sentantes del Perú en el extrangero con fecha 1 3 deDiciembre de 19 19, expresaba la e speranza de que

“ laLiga de las Naciones pus ie ra té rmino al más grave problema internacional de Sud América” ; y la AsambleaConstituyente al t iempo de clausurarse ,

e l 27 de ese mismo mes , aprobaba una moción destinada a recomendar alEj ecutivo “ todo empeño para que la Liga de las Naciones y la acción de las potencia s que se inte resen porla j ust icia

,amparen la s j ustas , legít ima s e impre scr ipt i

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bles re ivindicaciones del Perú .

” Con entonación declamatoria que parecía t raduci r e l calor de una ínt ima con

vicción , e l Pres idente del Congreso en aquella sesión famosa decía a los const ituyente s : La Liga de las Naciones que vosotros aprobaste is palpitante s de emoción ,secundada por el patriot i smo popular, l ibre de las trabasque le puso la “ol igarquía” a la que s irvió devotamen

te el señor Cornejo hasta que el Pres idente Pardo , encumpl imiento de sus debe re s para con el país

,se negó

a nombrarlo como Ministro en Francia — resolverá , nolo dudéis , e l problema internacional

”.

Estas declaraciones de ardoroso patriot i smo no se conformaban , sin embargo , con la real idad . El Gobierno quederrocó el señor Leguía se había preocupado , como eranatural , de pre st igiar la causa de l Perú mediante una act iva e inteligente propaganda en e l exterior ; acababade proveer nuestras principale s Legaciones con el personal más capacitado de que podía di sponerse

,sin aten

der a otra cons ideración que a la del inte rés públ ico ; ytenía encomendada la preparación de nuestra de fensaante la Liga de las Naciones a personal idades cuyo talento y cultura son motivo de orgullo legít imo para e lpaís : los señores Isaac Alzamora , Víctor M . Maúrtua yFrancisco García Calderón .

Apenas habían transcurrido pocas horas de inaugurado e l régimen que se dió en llamar de la “Patria Nueva”

cuando el odio personal y la pasión desbordada produc ían un temerario decreto de dest itución del Dr . Maúrtua

como Plenipotenciario en Holanda y Delegado ante laLiga . Ni los servicios pre stados por Maúrtua a la Patria en la defensa de sus más caros derechos , ni s iquie rala cons ideración del de leite que habría de ocas ionar en

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Chile el ver humillado por el propio gobierno peruano

al más intel igente y bri llante de los denunciadores de laconquista chi lena , tuvieron eficacia para contener losimpul sos innobles de l rencor y la envidia . Nuestra representac ión ante la Liga de las Naciones quedó privada , as í , de un concurso va lios ís imo y los nuevos d i rectoresde la función públ ica en el Perú se dieron e l raro placerde acred itar con qué mezquino crite rio contemplaban elinte rés supremo del país . No pasó mucho t iemposin que e l Dr . Alzamora res ignara los cargos de Ministroen Inglaterra y Delegado ante la Liga con los cuale s había s ido invest ido por el Gobierno anterior , y mese s de spués , Francisco García Calderón renunciaba también , porrazones que son de l dominio públ ico , la P len ipotencia enBélgica que l levaba anexa aquella representación . Lacustod ia de los inte rese s del Perú en Europa , en momento de excepcional trascendencia para la Repúbl ica , resultaba confiada exclusivamente al nuevo Ministro en Par i s señor Mariano H . Cornejo . Un sentimiento de humana piedad impide que nos detengamos a cons iderar cuángraves pel igros implicaba este hecho .

Larga y penosa se ría la tarea de analizar los móvile scon que e l señor Leguía atendió entonces — como s igueatendiendo ahora a la provis ión de nuestra repre sentac ión diplomática en el extrangero para demostrar el nin

gún empeño que tuvo en enaltece r nuestra posic ión in

ternac ional en vísperas de la reunión de la Sociedad de

las Naciones . Es ello, por otra parte , absolutamente in

nece sa rio, de sde que el origen mismo de su gobierno nos

o frece prueba plena del profundo de sdén que el señor

Leguía s iente por la suerte de la t ie rra generosa que

a limientó su existencia y la de sus mayores .

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Faltaban sólo se is meses para que tuviese lugar la pr imera ses ión del Consej o Supremo de la Liga de las Na

ciones , ante el cual debíamos pre sentar nuestra deman

da contra Chile , cuando el señor Augusto B . Leguía , queen varios años de permanencia en Londres había s ido tes

t igo de l enorme daño que al nombre del Perú le causan

las revoluciones , organiza y pres ide el golpe de Estadomás cobarde

,más ignominioso y más in fame que regis

tra la Historia Nacional . Frente al enemigo,que se

apre sta a la lucha para defender sus conquistas, el señorLeguía incurre en la doble traic ión de alterar el orden

públ ico de su Patria robusteciendo el eterno argumento

chi leno de nuestra desorganización y nuestra anarquía ,

y de incitar a los miembros del Ej ército la inst itución

que todo ciudadano digno de tal nombre debe s inceramente venerar a la violación de los principios sagrados de lealtad , disc ipl ina y honor .

Es cierto que el señor Leguía y sus cómpl ices han tratado de cohonestar estos horrendos del itos , arguyendoque el gobierno del señor Pardo tramaba una conspiración para impedir la renovac ión legal del Poder . No seha ofrecido

,s in embargo

,hasta hoy una sola prueba que

tal intención revele,ni podrá re sponderse jamás a e sta

sencil la interrogación que fluye natura lmente de los labios de cualquier observador : Si — como los hechos lohan corroborado el señor Leguía contaba con la adhesión de las fuerzas mil itare s que le a seguraban el respeto absoluto a su de recho de candidato victorioso %por

qué no e speró para usar de su influencia en el Ej ército

que se consuma se el atentado cuya tenebrosa gestación

imputa al régimen caído % Es indudable que s i en su alma

latieran sentimientos patrióticos , también el señor L e

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guía se habría hecho idéntica pregunta y no l levaría hoysobre sus hombros la aplastante responsabi l idad histórica de haber conducido al Perú , en una de las horas másgraves de su vida inte rnacional , a la picota del descrédi

to y e l escarnio .

Los frutos de e sta oscura pol ít ica no tardaron en produc irse . Por efecto de la revoluc ión de Jul io , el Perú viviópor 45 días fuera de la comunidad inte rnacional de lospueblos civil izados

,privado de toda relación diplomática

con el mundo exterior,y durante este triste período, los

agentes de la Cancil ler ía de la Moneda pudieron inten

sificar impunemente su artera propaganda de host il idada nuestro país . Que su acción tuvo la más alta e ficacia ,lo evidenc ia el hecho e locuent ís imo y profundamente doloroso para el patriot ismo

,de que al inaugurarse en Gi

nebra la Primera Asamblea de la Liga de las Naciones ,e l Perú que había s ido una de las “potencias asociadas”

en la guerra , y por lo tanto s ignatario de l Tratado deVersalles , no mereciese dist inción alguna , y que, en cambio, Chile , el más genuino repre sentante de l prusian ismo

en América , recibiera en la persona del Je fe de su Delegación señor Antonio Huneus , el insigne honor de la Pres idencia de la Comis ión de Admis ión de nuevos Estados .

En el corto plazo de un año y por obra de la maldad yla inconc ienc ia

,habíamos perdido lastimosamente la ven

taj osa posición internacional conqui stada mediante nues

tra adhes ión a la causa de los paíse s aliados .

Quiso el Dest ino,como si debiéramos expiar cruelmen

te nue stros errores y nuestros extravíos , que una vezmás tuviéramos que sufrir la postergación en e l cumpl imiento del anhelo nacional , al parece r ya próximo areal izarse , de la re incorporac10n al sue lo patrio de los

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territorios irredentos . Por razones absolutamente agenas a nue stra acción e influencia , la Liga de las Nacion esno ha llegado a se r e l instrumento de finit ivo de j ust ic iainternacional que proyectara Wilson . La mayoría re

publicana de l Senado americano , en la ses ión memorable de l 19 de Noviembre de 1919, devolvió al Ejecut ivo,s in sancionarlo,

e l tratado de Versal le s , y la Liga , privadadel concurso de los Estados Unidos , hoy la nación máspoderosa y más rica , di sta mucho de constituir el supremo órgano de ordenación j urídica del mundo . Dentro deesta s ituación creada

,es claro que no pod íamos abrigar

ya la certeza de que la Asamblea de Ginebra compeliese

a Chile a someter sus di fe rencias con el Perú a una sol ución de j usticia ; pero pudimos y debimos , s í , aprovecha rs in vaci lac ión del escenario alt í s imo que esa instituc iónnos ofrecía para denunciar ante el mundo , representadoall í por 4 1 pa í ses

,la pol í t ica imperia l i sta chi lena . Y no se

diga que los re sultados de aquella acción habrían s idomeramente ilusorios

,porque planteada y sostenida ante

la Liga la demanda del Perú no le habría s ido pos iblea Chile impedir que la Asamblea se pronunciase sobre

ella , como no pudo evitar que conoc ie ra de la pe

t ición de Bolivia en ses ión del 28 de Sept iembre de1921 . Es cierto que en esta Oportunidad y de acuerdocon los términos del dictamen suscrito por los delegados

de Ital ia , Países Bajos y Costa Rica , fué de sestimada la

sol icitud bol iviana por cuanto la Sociedad de las Nac io

nes consideró que el e stado de cosas exi stente en el mo

mento de la celebración del tratado Bello Codecido

Gutiérrez de 1904,“no había sufrido cambios morales o

materiales de tal naturaleza que la apl icación de l trata

do hubiese cesado de ser razonablemente posible .pe ro ,

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precisamente,este argumento que tiene su apoyo en el

a rt ículo 19º del Pacto de la Liga , hac ía indecl inable laj urisdicción de la Asamblea en el caso del Perú , desde

que ningún sofi sma habría podido encubrir la inaplica

bil idad actual de la cláusula 3º. de l Tratado de Ancón .

Las dos s ituaciones eran , pues , dist intas y en cierto modoopuestas : Bol ivia se presentaba invocando la nul idad de

un tratado que , en plena paz , hab ía aj ustado 17 años ante sy que en sus cláusulas fundamentale s estaba cumpl ido ;e l Perú pudo y debió exhibir la cond ición irregular y anó

mala en que se encuentran dos de susp rovincias , como consecuencia de la violación ininterrumpida que Chile ha hecho de l Tratado de Ancón , y de la impos ibil idad que susactos s istemáticos de fue rza han creado para la r ea liz ación

del plebiscito . Ante semejante actitud por parte de los delegados peruanos

,la posic ión de Chile habr ía sido verda

deramente comprometida y su derrota moral ineludible .

Pero para el Gobie rno del señor Leguía , que carece defé en la evolución lenta pero inexorable de la j usti cia ,los triunfos morales nada valen ni nada significan . Hea ll í porqué no supimos hacer uso de la gran ocas ión quese nos pre sentaba para fulminar de sde la tribuna de laLiga de las Naciones — la más elevada agencia de paz con

que hoy cuenta la humanidad,apesar de todas sus imper

fecciones y de ficienc ias los des ignios del imperialismo en América

,y he all í porqué la causa del Perú ,

en vez de merecer solemne consagración de la sociedadc ivil izada de los pueblos

,hubo de sufrir entonces la hu

m i llación consiguiente al bochornoso reti ro de la de

manda .

La diplomacia del señor Leguía es no solamente cul

pable de ese fracaso , s ino que t iene en su Debe la enor

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me,la inaudita

,la insuperable responsabi l idad de habe r

variado la orientación de nuestra Cancil l ería proclamando la conveniencia de una solución dictada por el Go

bierno de los Estados Unidos . Han transcurrido casi tre saños desde que el señor Leguía hizo sus primeras declaraciones en este sent ido al corre sponsal de

“La Nación”

de Buenos Aires,y aún no ll egamos a concebir con qué

elementos mentale s construyó su teoría .

El anhe lo,la aspiración nac ional se había manife stado

vigorosamente,como no podía dej ar de ser, en el sent ido

de una deci s ión de “e stricto derecho” para nuestras d i

ferencias con Chile , y ni los antecedentes históricos ni la s

circunstancias del momento,podían ofrecem os la garan

t ía de que solución de esa naturaleza habría de obtenerse

del Gobie rno de Washington .

En primer lugar,no debieron olvida r los gestore s de

nuestra nueva pol ít ica internacional , que la tradic ión dela diplomac ia americana con respecto al problema de lPací fico , sólo accidentalmente hubo de sem os favorable .

Si evocamos las mediaciones de 1880 y 1883 , no podremos

dej ar de recordar con dolor que los Estados Unidos (ha

ciendo naturalmente honrosa excepción de la época en

la cual Blaine estuvo a cargo de la Secreta ría de Esta

do ) autorizaron la introduc ión de la conquista en terri

torio de América y que la infame conducta de Logan , al

servicio de Chile , contribuyó más que ninguna otra cosa

a que tuviéramos que res ignarnos a fi rmar las dur ísimas

e injustas condiciones del Tratado de Paz . En la histó

rica carta que Don Francisco García Calderón dirigió de

Rancagua con fecha 2 1 de Diciembre de 1883 a d icho

Plenipotenciario americano , encontramos el s iguiente

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párrafo que arroj a plena luz sobre la real idad angust iosadel momento

As í es que en de fin it iva : si V . E . y el señor Ministrode Relacione s Exteriores , al decir que la paz se ha re

tardado por mi culpa , se re fie ren a la paz que se hapactado y se trata de legal izar

,declaro y confie so que

dicen la verdad . Pero si aluden a una paz como la que

he pretendido y todavía defiendo : pa z j usta y equitat i

va , que no ataque la honra de l Perú y que asegure el

futuro de los tres bel ige rante s ; entonces digo y sosten

go que si esa paz no se ha hecho,y s i por esa causa

e l porvenir e s oscuro , de tan desgraciado acontecimien

to son responsable s , este Gobierno que ha preferido los

e fímeros laudos del momento al seve ro fal lo de la pos

teridad , y V . E . y su Gobierno que excluyendo de la mediación

a los gobiernos europeos, no han sabido o no han querido hacer

e]icaz la que o]recieron a las potencias beligerantes.

Años más tarde , e l Gobierno de los Estados Unidos , conmotivo de la reunión del Congreso de Méj ico de

1901 , hubo de ofrecer nueva prueba de la ind ife ren

cia con que escuchaba el clamor de j usticia del Perú .

El pres idente Roosevelt en sus instrucciones a los dele

gados ante esta Conferencia les ordenaba guardar la más

e stricta neutral idad en las cuest iones surgidas entre el

P e rú y Chile , y en lo tocante al arbitraje obligatorio , en e lcua l nuestro paí s ponía toda su esperanza de asegurar

la l iquidación conforme a derecho del problema del Pa

c ífico ,e l gobie rno americano incl inaba la balanza en fa

vor de los interese s chilenos . Nuest ra delegación en di

cha Asamblea compuesta por los señores Isaac Alzamora,Alberto Elmore y Manuel Alvarez Calderón , a l dar cuen

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ta de su mi s%on en Méj ico, decía lo s iguiente a l Min is terio de Relacione s Exteriores

“La decepción más se ria la sufrieron los representantes

del Pe rú y los de otros paí ses que sost ienen la mismacausa

,cuando supieron la re solución que el Gobierno

de los Estados Unidos de América había tomado deabandonar el princ ipio del arbitraj e obl igatorio ; es decir, la base fundamental de la convocatoria de ésta y dela ante rior conferencia pan % americana .

“El cambiode pol ít ica de los Estados Unidos produjo , pue s , una

revoluc ión en el seno de la Conferencia .

Análoga act itud a sumió el Departamento de Estadocuando en 1906 se preparaba en Washington el programadel Tercero Congreso Internac ional de Río de Jane iro

,y

a su iniciativa se debió el que la acción de este certamen ,en lo que respecta al arbit raj e , quedara reduc ida a una

s imple recomendación para procurar la celebración deuna convención genera l en la Conferencia de la Haya .

Posteriormente , cada vez que han sobrevenido cri s is

agudas en las relaciones de l Perú y Chile , el Gobierno

americano ha manife stado su interés por la conserva

ción de la paz en el continente ; pero no sabemos de n inguna oportunidad en la cual haya revelado un pensamien

to concorde con el de la solución jurídica de la cuest ión

del Pací fico .

No just i ficaba , por otra parte , e l actual momento polít ico de los Estados Unidos , la más lej ana ilus ión de quefórmulas de riguroso derecho fue ran a ser apl icadas por

el Gobie rno de Harding como medio de l iquidar d i ferencias inte rnacionales . Se atravie sa en las altas esferas

de e ste país por una hora de acentuada r 'eacción cont rael ideal i smo construct ivo de Wilson , y la pol ít ica exter

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na del régimen se caracte riza por su adhes ión al s istemade los arreglos y las transacciones diplomát ica s

,y nó ,

como la del precedente , por el afán de crear normas permanentes de j usticia entre las Naciones . Todos los pactosaj ustados durante la Conferencia de Limitación de Armamentos de Noviembre de 192 1 confirman ampliamen

te este aserto : Tanto el Tratado de las Cuatro Potenc ias (Estados Unidos , Inglaterra , Francia y Japón ) relat ivo a sus posesiones en el Pací fico , como el Convenio sobre reducc ión de armamentos nava les

,y los principios

adoptados ace rca de la integridad territorial de la Ch inay sus tari fas aduaneras , responden a l concepto de con

ci liación y armonía de interese s riva le s , mas no a la subordinación de éstos a un postulado superior de derecho .

Por e l doble orden de cons ide raciones apuntadas , resultaba , pues , extrañamente insensata la nueva orientación internacional del señor Leguía . A sí lo declarabacon honrada convicción el señor José Pa rdo en carta que

escribió al ex—Cancil ler Porras en Noviembre de 1919,

y así también debe habe rlo conceptuado uno de los máshábi les y nobles de fensore s que ha tenido el Perú durante su larga controvers ia con Chile , el d i stinguido escritorvenezolano señor Jacinto López

,cuando al tener cono

cimiento de nuestra concurrencia a Washington expre

saba en cablegrama dirigido al Minist ro de RelacionesExteriores

,la conveniencia de someter el asunto a la de

c isión de la Corte Permanente de Justic ia Internacional .

Pero,seguramente

,el señor Leguía hab ía o ído contar

al señor Porras que un diplomático acreditado en Limasol ía deci r “que el Perú con el único vecino que estáen paz e s con el Oceano Pací fico y este j uicio dej a tambi én en el espíritu del mandatario huella tan profunda ,

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que no sat is fecho con haber l iquidado de modo temera

rio otras cuest iones territoriales , resuelve , en armoníacon su cancil ler,

que el Perú no puede espe rar que seprolongue la actua l s ituación con Chile” . Y como el ún i

co pa í s que por razón de su poder estaba en aptitud deinducir a nuestro vec ino de l S ur a arreglar sus d i ferencias con el Perú , eran los Estados Un idos , el señor L e

guía no economiza e s fuerzo para provocar este resultado . De all í su nueva pol ít ica , y de al l í , igualmente , e l

origen remoto de las Conferencias de Washington . Envano había esperado paciente

'

e l Pe rú por ce rca de 30años la solución j uríd ica de la cuest ión del Pac í fico ; envano había convertido esta aspiración en supremo idealnacional

,y había soportado con estoicismo heroico todas

la s brutal idade s y todas la s vej aciones de la Conquista .

En un instante de demencia inaudita , sus actuale s gobernantes , insens ibles a l acicate de superiore s sent imientosmorale s , faltos de fé en el porvenir de su pueblo y en eltriunfo final de la j ust icia , deciden arriar la bandera delDerecho que la Nación siempre proclamara

,y a sabiendas

de que la inte rvención americana s igni ficaba para e l paísla t ransacción de lo que es por su naturaleza intransigible , prºponen y pactan por adelantado la suj eción a lavoluntad de Washington .

Parale lamente , el Gobie rno de Lima se dedica a la afanosa tarea de formar en la opinión públ ica la cert itumbre de

que la recuperación de los te rritorios detentados porChile vamos a alcanzarla mediante la gest ión de los Es

tados Unidos , y como si no fueran sufic ientemente au

toriz ada s las declaraciones de la prensa ofic ial en e ste

orden , el prºpio Pres idente de la República aprovecha detoda coyuntura para anunciar al pueblo congregado bájo

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quedar circunscritas a las modal idades de l plebisc ito que,

de spués de expulsada la población peruana de Tacna yArica , resulta de imposible ej ecución . E n el curso deesta gest ión diplomática se producen dos declaracione s

por parte del Gobierno del Peru , sobre las cuale s deseamos llamar especialmente la atenc ión : Es la una , la re

la t iva a la sugest 10n que se hace a Ch i le pa ra somete rint egra la cuest ión del Sur Pací fico a un arbit raj e

“a inicia t iva del Gobie rno de los Estados Unidos de América

;

y es la otra , la que“dej a bien de finida la pol ít ica de l

Perú en sus relaciones con Chile establec iendo que hansido violados por éste los art ículos l

º. 3º. y del Tra

tado de Paz . Corroborando este concepto , la últ ima notade nuestro Ministro de Relaciones Exte riores al señorBarros Jarpa , dice l ite ralmente :

“Mi Gobierno no pretende que ahora se sometan a arbitraj e los resultados de laGue rra del Pací fico que terminó hace más de tre int i sieteaños ; lo que reclamamos es justo y sencil lo : que se re

suelvan a rbitra lmente la s infracciones comet idas por Chile de l Tratado que impuso por medio de la fuerza y queresulta ej ecutado sólo por el Perú” .

— Consta , por consiguiente

,que en Dic iembre de 1921 la Cancille ría de l

Pe rú proclamaba que el t ratado de Ancón había s ido violado en varia s de sus cláusulas , y sostenía que estas infracciones debían ser resueltas por arbit raj e .

Fracasadas las negociaciones cablegráficas de que hacemos mención , los Gobiernos de Lima y Santiago rec ibieron s imultaneamente la insinuación del PresidenteHarding para acreditar representantes en Washington

con el obj eto de arreglar directamente o por arbitraj elas dificultades existentes entre los dos pa íses “ sobre las

di sposicione s no cumpl idas de l Tratado de Ancón”

. A

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M. M . FOR ERO1 5

esta invitac ion respondio en sentido afi rmativo nuestraCancil lería establec iendo “que si e llo fuese necesariosea un arbitraj e aj ustado por e l Gobierno de los Estados Unidos el que decida , en últ imo término todas lasd i ferencias proven ientes de l Tratado de Ancon .

No creemos S inceramente que dentro de los términosde la invitac ión de l Pres idente Hard ing y de la nota

aceptac ión del Gobie rno de Lima , cabía e l planteamientode la nul idad total de l Tratado de Paz por parte de nuestros de legados en Washington . P or e l cont rario, afi rmamos que la Cancil le ría del Perú admitió públ icamentela vigencia de aque l pacto , desde e l momento en que conv ino ante el Gobie rno de los Estados Unidos “en que lacontrovers ia largo t iempo pendiente entre el Perú y Chil e y a la cual se había referido la reciente negociaciónl levada a cabo por telégrafo versaba “sobre las d ispos iciones no cumplidas de l Tratado de Ancón” . Y decimos

que convino en tal principio , porque de otro modo al redactar su respuesta al Gobie rno americano habría hechoexpresa re serva del derecho que se atribuía e l Perú decons ide rar nulo el t ratado impuesto y violado por Chile .

E sta e s la verdad que reflejan e l tenor y e l espíri tu de lacomunicación pasada por el ministe rio de Relaciones Ex

teriores a l Encargado de Negocios de los Estados Unidos de América en Lima

,señor Sti rl ing, con fecha 19

de Enero del presente año .

Apenas puede concebirse , s in embargo, que los hom

bres que hoy d irigen nue stra pol ít ica internacional hayans ido capace s de armon izar con la te s is de la vigencia delTratado de Ancón, s i se recue rda que ellos fueron losmás ardorosos y entus iastas paladines de aquella teoríaext rema , y que , antes de llegar al Poder y durante el

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t iempo que creyeron nece sario el apoyo popular para

consol idarse en “ él,hicie ron descansar toda su plataforma

pol ít ica sobre la base de la demanda de Tacna , Arica yTarapacá

,esto es , de la nul idad de dicho Tratado . No

obstante su inveros ími litud ,la real idad se ha encargado

de descubrir que en el pensamiento de aquel los que trataron de encauzar las corriente s de Opinión hacia el idea lde la re ivindicación integral de nuest ros te rritorios usurpados por Chile

,no exist ió j amás un elemento de con

vicc ión s incera , y el paí s debe haberse est remecido de

horror al constatar que se halla gobernado por individuos

i rresponsable s,por vulgares mercadere s de la pol ít i ca .

a quienes la ambic ión del poder y del lucro ha secado toda fuente de patriotismo y honor . Aún vibra el eco dela voz del señor Leguía haciendo solemne promesa deexigir para la Repúbl ica la total idad de las provincias que

le arrebatara la conquista en 1 879, y ya vemos estam

pada su firma en una carta en la cual se trata de “pone rcoto” a manifestacione s patriót icas de% la juventud univers ita ria que pedía se planteara en Washington la nulidad del Tratado de Paz . %Cómo expl ica rse esta duplic idad de criterio en asunto de tanta importancia % %Cómojuzgar de los apóstoles de ayer

,convert idos hoy en rene

gados de su propia doct rina % No hay fatalmente mediode atenuar siquie ra las oscuras sombras que proyecta

este cuadro de apostasía y mise ria . La suerte del Pe rú

se halla en la actual idad a merced de gentes tan despro

vistas de conciencia , que hasta el crimen toma carta denaturaleza como método regular de gobierno . Porque

es crimen y el más grande que puede cometer un ciudadano , transformar los altos ideale s nacionales que se

relacionan con los de rechos sobe ranos de l país,en ma

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te ria de especulac ión y tráfico pol íticos . Al señor A u

gusto B . Leguía , que tan admirablemente encarna estahora de degradación y de vileza en la vida públ ica de lPerú , acompañará siempre el profundo desprecio de losperuanos que sabemos guardar el culto de la Patria ynos sent imos incapaces de la explotación de sus anhelosy sus desventuras .

Por supuesto , descontamos la argumentación de losául icos del Gobierno de Lima para quiene s el Perú nopodía modificar libremente los términos de la invitacióndel Pres idente Harding . Semej ante manera de razonarno re s iste el menor anál is is , y detene rse a re futarla im

pl ica ría el poner en duda el derecho inal ienable que t iene todo Estado , grande o pequeño , para discut ir y resolver con entera independencia los asuntos que le afectan .

Sin embargo , si t rasladamos la cue st ión del terreno delDe recho e stricto , al campo puramente moral , tendremosque convenir en que e fect ivamente al señor Leguía le estaba vedado el hacer la rese rva de la nul idad del Tratadode Ancón

,al aceptar la invitación del Pre sidente de los

Estados Unidos , por una considerac ión que hasta hoy elpa í s ignora a causa de que la Administración ha cuidadocelosamente de sustra erla al conocimiento públ ico . EnOctubre de 1921 la Cancil ler ía de l Perú hizo una gestiónce rca del Departamento de Estado americano para queintervinie se amistosamente a fin de obtene r la solucióndel problema del Pac í fico

,y entonces mani fe stó su vo

luntad de abandonar la tes i s de la nul idad del t ratado , acambio de asegurar dicha intervención . Así se explicaque el Gobierno de Chile , contrario a todo base de acuer

do que no reposa ra sobre el reconocimiento de la validez

del tratado,se manifestase llano en Diciembre p . pdo . a

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defe rir al de seo de la Canci l lería peruana de coloca r e l

asunto, en cie rto modo , baj o el patrocinio del Gobie rnoamericano , med iante la traslac ión de la sede de las gest iones de arreglo a la capital de los Estados Unidos . Esteantecedente , del que en el curso de las negociac iones deWashington hizo mérito en alguna oportunidad el Sec retario Hughes , hubo de se rvir de primer fundamento a la sConferencias que se inic iaron el 1 5 de Mayo . Por cons iguiente , e l Gobie rno del Perú , por propia y l ibre acc ión ,

fij ó el marco de aquellas Conferencias dentro de la vigencia del tratado , desautorizando as í sus declaracionesanteriores ace rca de la nulidad del mismo .

Inauguradas las Confe rencias en la fecha indicada ( 1 5de Mayo ) el más absoluto secreto envuelve sus ses ionesy sólo el 27 de Mayo vienen a ser conoc ida s por e l públ ico las respect ivas pos ic iones de los de legados de Chiley e l Perú . Esta pol ít ica de reserva acerca de los debate shabidos se ha mantenido con tal seve ridad , que hastalas actas de las se s iones que se anunció se rían ent regadas a la prensa tan pronto como terminasen las Conferencias

,no han merecido hasta hoy los honores de la pu

blic idad .

Nadie podrá acertar a expl icarse el propós ito de nuestro gob ierno y nuestros delegados al conveni r, en iaterés de Chile , en que la cuest ión que más vitalmentenos afecta y que más de verdad preocupa a la Américameridional , fue se discut ida en un ambiente de misterio ,

en vez de ser presentada en toda su desnudez a la luzde la razón y la conciencia universales . Hoy más que nunca que el e spíritu humano se orienta hacia fórmulas depaz

,basadas en la just icia , conven ía a nuestro de recho

que la iniquidad de que hemos s ido víct imas por part e

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de Chile durante más de cuarenta años,fue ra a heri r

el alma de todos los hombres de bien y para ello no eranecesario % que tornáramos la mesa de las Conferencia sen Campo de Agramante , ni que desnatural izáramos elobj et ivo de la invitación americana con acusaciones yreproches ingratos . Habría bastado que expusiéramoss erenamente , pe ro sin eufemismos , la causa de l Perú yque reclamáramos para ella una solución de orden jur idico . No lo creyeron as í , s in duda , los gestores denuestra diplomacia , y las Confe rencias de Washingtonhan trascurrido en medio de general indiferenc ia . Lasconsecuencias de este error muy pronto han de dejarsesent ir en perj uicio del Perú . Quizás en ninguna otra democracia de la t ie rra la acc ion de la opinión públ ica esmás poderosa que en este país “del gobierno de l pueblo ,

por el pueblo , y para el pueblo” v e s evidente que su con

curso habría s ido el mejor al iado que pudiera haber tenidonuestro país para anular toda influencia de Chile en las e sferas ofic ia le s deWashington .Nada de e sto se ha tenido enm ira ,y el públ ico de los E stadosU n idos ignora de tal modola e sencia y caracte rí st icas de la Cuest ión del Pac í fico ,

que pe riód icos de tanta importancia como“The New

York Times” expresaba hace pocos días (Jul io 23 ) la

idea de que e l Perú podía mostrarse sat is fecho de la solución alcanzada por cuanto ten ía

“escasas esperanza s

que abrigar en una apelación al últ imo recurso” y e l 28

de este mismo mes el órgano autorizado de Wall Street .The Journal of Commerce” decía en sus columnas edi

toria les que como Chile ha ocupado Tacna y Arica por“4—0 años y e stas provincias e stán probablemente poblada spor chilenos

,una re stauración territoria l es di fíc ilmente

pract icable ; pero que Chile podría estar dispuesto a ha

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ce r un arreglo monetario,y que la sustancial consola

t ion cup” (copa del consue lo ) que recientemente fué presentada por los Estados Unidos a Colombia por su part icipac ión en la creación de la Repúbl ica de

'

P anamá ,

podía se rvir de precedente .

Pero el régimen actualmente impe rante en el Perúno solo autorizó que se condujeran las rec ientes nego

cia cione s de Washington en la forma absurda que dej amos comentada

,s ino que ha incurrido en grave respon

sabi lidad por descuidar la propaganda de los derechos einte reses de la Nación en el exte rior . Desde Diciembreúlt imo en que se cruzaron las notas cablegráfica s entree l Cancil le r Barros Jarpa y nue stro Minist ro de R e lac iones Exte riores hasta poco antes de comenzadas las Con

fe rencias que iniciara el Pres idente Harding, la acc ión

de los agente s y periodista s chilenos en este pa ís ha s ido

incesante,y numerosos diarios y magazine s han publ i

cado art ículos contrarios a la verdad histórica y a l cré

dito de nuestro país . El gobierno peruano ha permanec ido indi fe rente ante e sta campaña , y sabemos que el Pres idente de la Repúbl ica trató de excusar alguna vez s uinacción en este orden con el consabido pretexto de la“e strechez de fondos fiscale s” . Rubor debió haber sentido el señor Leguía al pretender encubrir con tan pobreargumento omis iones indi sculpables , y al recordar quelos dine ros que en su concepto son escasos para defende rel nombre del pa ís fuera , resultan , sin embargo , abundante s cuando se trata de al imenta r a mult itud de parás itos que por años ente ros han vivido paseando las calle s

de New York,y succionando temerariamente

,a través de l

Consulado General,la riqueza del Estado

,por centenare s

de mile s de dólare s .

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res nullius es deci r, s in dueño , los te rritorios de Tacna y

Arica y desconoce r, por lo tanto, el hecho cierto e incon

trovert ible de que el Perú fué en todo instante y s igues iendo el Soberano de aquellas provincias . Nuestro t ítu l osobre los te rritorios s ituados al Norte de Camarone s pro

viene de la let ra y espí ritu del art ículo 3º. del Tratado dePaz que establece que Chile continuará por d iez años

(contados a part ir de 1884) en la“

posesión” de Tacna y

Arica,y que un plebisc ito a real izarse a la expirac ión de

aquel plazo,decidi rá s i la s provincias quedan defin it iva

mente bajo el dominio y soberanía de Chile o si“conti

núan” s iendo parte del territorio peruano.

La redacción del art ículo c itado no dej a lugar a dudaen cuanto a su interpretación, y el pensamiento que in s

p iró a sus negociadores lo encontramos claramente ex

presado en numerosos documentos de origen chileno .

El señor Luis Aldunate , Minist ro de Relaciones E xt eriores de Chile en 1884, al dar cuenta al Congreso de supaí s de las negociaciones que conduj e ron a la firma d e lTratado de Ancón , decía textualmente :

“Con inquebrantable tenacidad , los negociadore s p e

ruanos el iminaron , ante todo , la idea de dej ar e sos te r ritorios (Tacna y Arica ) en pode r de Chile , y en cal idad deprenda

,hasta el pago e fect ivo de la indemnización pé

cun ia ria de 20 mil lones que se les exigía .

“Con más firme resoluc ión todavía rechazaron in limine

la idea de venta de esos territorios a Chi le .

“No era que los negoc iadores peruanos vincula sen su

obst inada negativa a propósitos ut i l ita rios , ni de lust re

o vanidad personal . D ec íanse d i spuestos , por la inve rsa ,a todo linaj e de sacri ficios de los inte rese s de su pa í s ,y su propio nombre y re sponsabil idad en la historia de

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su patria . Pero , en sus anhelos por la paz , no queríanhace r obra que nos alejase en vez de acercarnos a e lla

,

y abrigaban la perfecta certidumbre de que no habria gabier

no alguno en el Perú que pudi era hacer aceptable un pacto que,directa o indirectamente, extendiese las amputaciones territorio

les del pais, una pulgada más allá de los terri torios de Tarapacá.

Todo ajuste que sal ie se de e stos l ímite s extremos,no ha

r ía , en concepto de los negociadores peruanos , s ino dara las , prest igio y fuerzas a los dist intos caudil los en arma s que levantaban la bande ra de guerra perpetua ei rreconcil iabl e .

Aún más expl ícitas declaraciones de l mismo Minist rode Relaciones Exteriores de Chile y negociador de l tratado de Ancón , se encuentran cons ignadas en las actasre lativas a los debates que precedieron la ce lebración delpacto de Tregua suscrito en 1884 ent re Bol ivia y Chile .

Según esas actas , en la primera confe rencia hab ida entredelegados chilenos y bol ivianos , el 7 de Diciembre de1883

,éstos pidie ron para su Patria un puerto en el P ac í

fico , por acto propio de Chile o modificando e l t ratadoaj ustado con el Pe rú . Gonzalo Bulnes en el volumende su Historia de la Guerra re fiere de l s iguiente modo laact itud de Aldunate frente a la pretens ión del representante de Bol ivia

,señor Bel i sario Salinas

“Adulante — dice Bulnes — le contestó (a Salinas )que para accede r a eso Chile estaría obl igado o a cortarsu territorio

,lo que era impos ible ; o a traspasa rle

lo que no le pertenecería sino cuando un plebiscito con plazo

determinado le concediera el dominio de Tacna y Arica .

P or hoy ,le agregó , Chile no t iene s ino una espectat iva .

Y contemplando el otro caso posible , que Chile sol ic itaradel Perú una modi ficación del pacto para transferi r la

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propiedad de Tacna y Arica a Bolivia, Aldunate repl icaba que tampoco era pos ible . %Con qué el Pe rú habríaluchado dos años s in éxito sólo para conservar ese territorio, y ahora i ríamos a ped írselo para dárselo a un te rcero % decía Aldunate . Eso no lo podemos hace r .”

“Es bien notorio, agregaba , que a contar desde la ca ídade P ié rola , los d ive rsos caudil los que se han sucedidoen el gobierno de l Perú repre sentando e l e5p ír itu de re

sistencia a la paz , se han manife stado d ispuestos a suscr i

birla,s iempre que Chile l imitara sus exigencias a sólo

la ces ión de la provincia de Tarapacá hasta Camarones .Por manera que el período más desesperado y más desa stroso de la lucha que ha sostenido el Perú contra losej ércitos de ocupación de Chile , es precisamente aquél en

que toda la causa de nuest ros confl ictos se hallaba limitada a la res i stencia del paí s vencido para cede r a Chi lelos te rritorios de Tacna y Arica .

De acuerdo con este mismo criterio, la Cancille ría de laMoneda a l suscribi r doce años después

,en 18 de Mayo

de 1895, el tratado secreto de transfe rencia de territorio,Barros Borgoño—Guit iérrez , ofrec ía a Bol ivia que

“s i aconsecuencia del plebiscito que haya de tener lugar en conformidad a l t ratado de Ancón , o a virtud de arreglos directos , adquiriese la R epública de Chile dominio y soberanía

permanente sobre los terr itorios de Tacna y Arica, se obliga at ransferirlos a la Repúbl ica de Bol ivia . .

Sería innecesario acudir a mayor número de citas hi stóricas para dejar pe rfectamente ilustrado el punto relativo a la s ignificación de la cláusula de l Tratado dePaz , por otra parte enteramente con forme a su tenorlite ra l . La condición jurídica de Tacna y Arica se mo

dificó de sde que quedó fi rmado el pacto de Ancón en

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lo que concierne a su posesión por el plazo de %o añºs,pero los derechos soberanos sobre e l territorio fue rons iempre del Pe rú

,como lo han reconocido autoridades y

escritores chilenos y lo ha proclamado invariablementenue stra Cancil le ría . Este t ítulo de dominio pudo haberlo adquirido Chile s i en 1894 no hubiese frustrado la Oportuna real ización del plebi sc ito

,en el cual

descansaba su única expectat iva de convert irse en so

be rano de Tacna y Arica ; pero , habiendo e lud ido dichavotación por temor , sm duda , a sus resultados , como esde fác il probanza “

con sólo exhibir la corre spondenc iadiplomática” al decir de Bulnes , ha renunciado tác itam ente a esa expectativa y el Pe rú ha recuperado en de

recho la tota l idad de sus atributos de señor ío s'

obre lost e rritorios comprend idos entre el R ío Sama y la Quebrada y R ío de Camarones . Es e l caso corriente en laley c ivil del contrato suj eto a condic ión re solutoria que ,no veri f icada dentro de un término dado , produce la cá

ducidad del convenio y la vuelta de las cosas al estado

p rimit ivo .

Este principio unive rsal de Derecho , apl icado a la cue st ión Tacna y Arica , ha sido admirablemente expuesto

por publ ic i stas de la tal la de Edwin Borchard , ThomasB arclay y V íctorM .Maúrtua . Nuestro delegado señor Po

r ras de sconfió seguramente de su fue rza j urídica , y pre

fi rió fundamentar el reclamo del Perú a la devoluc ión inm ediata de los territorios ocupados por Chile , en la vir,

tual idad de un plebi scito que no llegó a efectuarse , y nó ene l hecho inconcuso de que “el Perú t iene hoy y ha tenido

desde el 28 de Marzo de 1894, un derecho incue st ionable

a la soberanía incondic ional de las provincias de Tacna y

Arica” a causa de que “Chile impidió la rea l ización de

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una condic ión precedente a su adquis ición de dominio so

bre el territorio, o a su re ti ro del mismo como lo ex

presa bri llantemente Borchard , Profesor de Derecho I nternacional de la Univers idad de Yale , en su opúsculo so

bre la Cues t ión del Pacífico .

Pero el error del señor Porras al plantear a los de legados chilenos la demanda del Perú fué de tal natura lez a ,

que no sólo olvidó la causa primera de nue stro derechosobre Tacna y A

rica , s ino que impl íc itamente la cuest ionó

, estableciendo en la segunda de sus contra—propue sta sque s i e l árbitro dec idía la no procedencia del plebi sci totendría potestad para declarar a cuál de los dos pa ís e spe rtenecían las provincias en l it igio . No se requie re mu

cha penétración para comprender que esta sugest ión no

debió part ir nunca del lado del Perú y que lo que más bienpudo haber propuesto e l señor Porras e s que , caso de queel árbit ro decidie ra que no procedía en las actua les ci r

cunstancias l levar a efecto el plebiscito , fijara la formay plazos para la desocupación de l te rritorio por las autoridades de Chile , y la consiguiente ocupación del mismo

por funcionarios peruanos . Si la propia Cancil le ría chi

lena ha reconocido en más de una ocas ión , según quedademostrado, los derechos soberanos del Perú sobre Tacna y Arica , y aún más , ha convenido en que de sde el 28de Marzo de 1894 es un tenedor s in t ítulo de aque l lo sterritorios ,— como lo revela la propos ición que el 28deOctubre de ese año consignó el Ministro de Relaciones Exter iores señor Sánchez

'

F onteci lla en el Memorandumpresentado a nuestro Plen ipotenciario en Sant iago seño rRamón Ribeyro , para prorrogar hasta e l 28 de Marz o

de 1898” el plazo de ocupación f ij ado por el Tratado deAncón ,

— no es en ma nera alguna excusable que un diplo

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mát ico de l Perú resulte a la penúlt ima hora, pid iendo queel árbit ro resuelva a cuál de los dos pa íses pe rtenecenlas prov incias en d isputa .

Además , al afi rmar e l señor Porras que el plebisc itodebía considerarse vi rtualmente ve ri ficado en 1894 seexponía a la répl ica chilena , que no tardó en producirseen la nota que los de legados Aldunate e Izquie rdo elevaron a l Embajador Mathiew con fecha 14 de Junio, de

que el Perú en años posteriore s a l de l vencimiento delplazo fijado por la cláusula del Tratado

,había que

rido l ibrar la suerte definit iva de Tacna y Arica a los resultados de una votación popular . Ta l argumento habríacarecido, en cambio, de toda fuerza, apl icado a la tes i sde la plena e incond icional soberan ía de l Perú sobre losterritorios pose ídos por Chile a pa rtir de l 28 de Marz ode 1894, porque si bien es cie rto que con poste rioridad ae sa fecha y en el interés de recuperar de una vez nuest ras provinc ias , hemos d i scutido, por vía de compromiso,

fórmulas de arreglo con e l Gobierno de Santiago,tam

bién lo es que en toda circunstancia hemos hecho consta r que el art ículo 3º. del Tratado de Paz quedó violado

por Chile desde el instante mismo en que impid ió la oportuna rea l ización del plebiscito .

Es , as imismo, evidente que el señor Porras , s irviendo

con f idelidad los anhelos del Perú , debió expre sar e l deseo de que fuese un fal lo aj ustado a los preceptos de Derecho e l que se pronunciara sobre la procedencia o impro

cedencia del pleb i sc ito , alejando de este modo todo pel igro de que nuest ra cuest ión con Chile pudiera se r resuelta por un arbitraj e pol ít ico o de equidad , de aquel losque suelen persegui r la conci liación de los inte reses enpugna , antes que la sat is facción de las fina l idades de la

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j ust ic ia . Que el estudio y decis ión del problema del P ac ífico fueran sometidos a la Corte Permanente de Just ic iade la Haya (en la cual t iene a s iento un prestigioso inte rnacional i sta americano, e l señor John Basett Moore ) 0

a la Corte Suprema de los Estados Unidos , no habría s idoseguramente iniciat iva capaz de last imar las suscept ibi

lidades del Gobierno de Harding que , como el señor Porras lo sabe muy bien , proponía en determinada estaciónde las Conferencias , e l arbitraj e de un cuerpo de j uristaso del ex % Secretario de E stado Root ; y en cambio , habríatraducido una honda aspiración del pueblo peruano y ase

gurado la expedic ión del laudo por un Tribunal compuesto de j uece s , verdaderos magistrados habituados a la defin ición y aplicación del Derecho . Para los que hemosseguido de ce rca y con intensa ans iedad patriótica el desarrol lo de la s Confe rencias de Washington , s iempre se ráuna incógnita imposible de descifrar la act itud del señorPorras absteniéndose , y más aún , resi st iéndose a s itua rla demanda del Pe rú dent ro de sus naturales cauces juríd icos .

No es un vano prurito de censura a la actuación de lseñor Porras lo que nos induce a hacer la s apreciacionesque dejamos anotadas . Es el convencimiento de la influencia que habría de tener en la elaboración de la fórmula comprom isar ia; de l Secretario de Estados Hughesla manera cómo planteara su demanda cada una de laspartes

,lo que nos ha llevado a deplorar s inceramente la

os tensible falta de acierto de nuestra delegación .

Rechazadas por Chile las propuestas peruanas , aunqueen forma ins idiosa e hipócrita , se produjo , al fin , la s ituación de “deadlock” que era de preverse , dado el opuestocriterio con que los Gobie rnos de Lima y Santiago ha

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miento de la cláusula El pres idente Harding había in

vitado a los Gobie rnos de Chile y el Perú a enviar sus

representantes a Wa shington para que procuraran arreglar directamente las d if icultades exi stente s entre los dos

países,y si el lo no e ra pos ible , para que

“convinieran en

el arreglo de las mi smas por arbitraj e”

. El primer medio

había s ido ensayado en vano ; luego , lógicamente , no debía ya buscarse la soluc ión de la cuest ión sino en el cam

po del arbitraj e . Invest i r a Mr . Hughes con el encargode propone r el carácter , extensión y modalidade s de ese

proceso a rbitral , era , por lo tanto , y en este e stado dela s negociacione s , la máxima concesión que podía hace rel Pe rú en aras de su amor a la paz y a la armon ía con

tinenta l .

El señor Porras no pensó as í , y despues de dos semanas de vacilacione s

,resue lve acepta r la fórmula mixta

del Secretario ' de Estado americano , completándola sim

plemente con la adición de que si la s dos partes no lograban ponerse de acuerdo , en el evento de la no ej ecución del plebiscito

,sol ic ita rían los buenos oficios del Go

bierno de los Estados Unidos . Seguramente,creyeron

nuestros delegados que toda modi ficac ión esencial a lapropuesta de Mr . Hughes no sería aceptada por Chi ley que es to determinaría , con el fracaso de las Conferencias , una situación de pel igroso ai slamiento para el Pe rú .

No imaginamos , sin embargo , cómo pueda habe rse generado ta l idea en el ánimo del señor Porras

,ya que no

existe , ni puede exist ir , precedente en la hi storia , depueblo alguno que haya perdido su prest igio internacional por no consenti r en que sus problemas sean resue l

tos conforme a cánones dist intos de los de la j ust ic ia .

Y s i lo que se temía era que Chile se cons ide ra autori

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zado para continuar impunemente la pol ít ica de violencias que desde hace años t iene implantada en Tacna yArica , bien sab ía el señor Porras que todos los peruanos estábamos resueltos a seguir sufriendo ta le s atro

pellos antes que a tole rar el sacri ficio de nuest ro derecho .

Aceptada por la delegac ion chilena la adic10n de los

representante s del Pe rú , se procedió a la redacc ión y

fi rma del protocolo de 20 de Jul io, del cua l vamos a ocu

pa rnos . Pe ro ante s de entrar en su anál is is , conceptua

mos de nuestro debe r refe rirnos a un bochornoso inci

dente ocurrido con mot ivo de la interpretac ión de la'

fór

mula Hughes , y que , por desgracia , re fleja profunda

mente en desdoro de nuestra representación d iplomá

t ica . Cuando el Secretario de Estado tuvo preparada su

c itada fórmula , hizo l lamar a su despacho a los Emba

jadores de Chile y e l Perú para trasmí tírselas verba lmen

te , y pocas horas después las de legaciones respect ivas

informaban por cable a sus gobie rnos del tenor de la pro

pos ición Hughes . De pronto , comienza a circular en

Washington el rumor de que peruanos y chilenos daban

una vers ión dist inta de las ideas expuestas por el Secre

tar io de Estado,fenómeno tanto más d i f íci l de compren

der cuanto que los j efes de ambas Embajadas son per

fectos conocedores del inglés . El enigma agi ta bull icio

samente a los period i stas ; provoca la burlona sonrisa de

los repre sentante s de Chile ; y const ituye honda preocu

pación para nuestros delegados , quienes acue rdan espe

rar la vue l ta de Mr . Hughes del campo,a donde había ido

de vacaciones e l Secretario de Estado, para veri ficar la

verdad . Tra scurren dos o tre s días mientras esto acon

tece , y al fín , se descubre el velo del miste rio : los chi

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lenos están en la razón ; el Embajador de l Perú , s eño rP ez et , no en tendió a Mr . Hughes .

Queremos hacer con%tar que rememoramos el hechocon verdadera repugnanc ia

,porque nos mortificaría que

pudiera créerse que móviles , impropios de encontra r expres ión en un trabaj o de esta naturaleza

,son los qu e

nos mueven a consignarlo . Al relatar e se tri ste epis o

dio de las Conferencias de Washington,nuestro propó

s ito no ha sido otro que llamar,una vez más

,la aten

ción hac ia la enorme re sponsabil idad en que incurren

los gobie rnos cuando como lo hace el señor Leguíadi stribuyen los cargosd iplomáticos del paí s en consideración únicamente a servic ios pol ít icos prestados ; y recordar porque es j usto que lo hagamos cuán infundada y calumniosa fué la campaña que los elementos d eoposición al régimen de 19 1 5 hic ie ran contra el seño rPardo , atribuyendo a supuestos sent imentos de animo s idad personal de su parte , y nó al de seo de se rvir efic ientemente los intere ses de l Perú en el exterior

,su nega

t iva a designar al señor P e z e t como j e fe de nuest ra Legación en Estados Unidos .

E l Protocolº

El texto del art ículo lº. de e ste documento es comosigue

“Queda constancia de que las únicas di ficultades derivadas del Tratado de Paz sobre las cuales los dos paí se sno se han puesto de acue rdo , son la s que emanan de lasestipulaciones no cumpl idas del artículo 3º.

'

de dichoTrata do .

Estamos'

cie rtos de que no habrá peruano que al leer la

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cláusula tra scrita ,no haya experimentado la angust iosa

sensac ión de l desastre . Y no puede ser de otro modoporque la decla ración que aparece autorizada con la fir

ma de los delegados del Perú , no sólo contradice y deslustra la gest ión de nuest ra Cancil le ría

,que hace apenas

unos cuantos mese s , con motivo del cambio de notas cablegráfica s con el M inist ro Barros Jarpa , re i teraba laafirmación de que Chile había violado diversos art ículosde l Tratado de Ancón , s ino que ult raj a la verdad histórica

,toda vez que la pol ít ica seguida por el Gobie rno de

S ant iago desde que aj ustó con el Perú el pacto de 1883 ,ha sido un constante escarnio al e stado de paz creado porlas estipulac iones de dicho convenio . Para afi rmar quelas únicas dificultades que el Perú t iene pendientes conChile son las que derivan de la cláusula 38 . del Tratado ,se neces ita que previamente haya s ido arrancado de lamemoria el recuerdo de todos los atentados de que hansido víct imas nuestros connacionale s de Valparaíso

,Pi

sagua e Iquique sin hacer mención en este lugar de lasiniquidades come tidas con los peruanos de Tacna y Arica ,suj etos al régimen permanente y odioso de la l lamada“chileniz ación

”. Ya sabemos que a esta obse rvación con

testará el señor Porras alegando que consta de las actas

que las partes han llegado directamente a un acuerdo al

respecto ; pe ro nosotros , a nuestra vez , repl icamos queno es exacto que se haya producido tal acuerdo

,desde que ,

a juzgar por la vers ión que ha sido publicada por la Asso

c iated P re ss y que no ha merecido hasta hoy rect i fica

ción alguna de las de legaciones de Chile o e l Perú,la

ins inuación de l señor Porras “para const ituir un tribu

nal que re suelva conforme a derecho las reclamacione s

de los pe rj udicados en una y otro país Con motivo de agi

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taciones populare s ocurridas en e l Pe rú y Chi l e desde e l

lº. de Enero de 1910 en que haya mediado responsabi

l idad de las autoridades a s í como actos directos injust ifi

cados de las mismas autoridades” sólo obtuvo de los de

legados chilenos , debidamente instruidos por su gobi e rno

,la declaración de que “ la idea

'

era aceptable y de que

seria tomada en consideración en breve térm ino lo que

quiere claramente decir que esta di ficultad aún no hasido solucionada y que su solución en el futuro dependeexclus ivamente de una vaga promesa de Chile . Lastimael patriot i smo considerar con cuánta indiferencia ha contemplado nues tra delegación este punto relat ivo a la sreparaciones debidas a los peruanos que han sido el blanco de las i ras chilenas en los últ imos años y h ie re hondamente el sentimiento nacional e l que por iniciat iva deuno de nuestros representante s en Washington , el seño rPorras , haya quedado establecido , en principio , que elt ribunal mixto que pudiera formarse se ocupe de estud ia ry reso lver los reclamos “de los perj udicados en uno yot ro pa í s por acción en que haya responsabi l idad de parte de las autoridades” , cuando es notorio que el Gobiernodel Perú y sus agente s no real izaron j amás acto algunoque , aún hipotéticamente , pud ie ra est imarse infractoriode sus compromisos internacionale s con Chile . Es fenómeno curioso digno de obse rvar el de la influencia

que el ambiente ej e rce en el án imo del señor Porra s :

Cuando como Canci ller en 1908 tuvo que decidir sobre e l

homenaj e que e l Gobierno de la Moneda pretendió hace r

a la ºmemoria de los héroes peruanos de la guerra de1879, su espíritu j ustamente exacerbado ante el de sarro

l lo de la inicua pol í t ica de Chi le en Tacna y Arica , ré

chaza altivo la ofrenda chilena y provoca el aplauso de

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nuestras mult i tudes ; y hoy, que además de esos hechosod iosos , se han rea l izado las atrocidades que tuvie ron suculminación en las depo rtaciones de 1910 y 1918, el se

ñor Porra s , con asiento en la mesa de las Confe rencias

de Washington convocadas para l iquidar todas las diferencias pendiente s con Chile , crée que dej a sa lvada sure sponsabil idad y cubie rta la dignidad del Perú , t ratan

do el a sunto de una manera accidental como s i fue secosa de menor cuantía , d igna , por ej emplo , de condenar

se al olvido y se confirma con dejar l ibrada su reso luc ión a la palabra falaz de la diplomacia chilena , desdeñando la oportun idad que se le presenta de poder afian

zar e sta promesa , mediante su inclus ión dentro del texto del protocolo.

Otro hecho que no puede menos de causa r penosa im

pres ión al examinar e l citado art ículo lº. es el referen

te a l repudio que el señor Porra s hace de la te sis de lanulidad del tratado de Ancón a consecuencia de las viol aciones comet idas por Chile , doctrina j urídica que armoniza con el principio establecido por la casi totalidadde los t ratadistas de Derecho Inte rnacional y que hastaha s ido alguna vez alegada por escritore s y estad i stasch ilenos . Debemos repet ir aquí que

,a nuestro j uic io

,no

tenía cabida dentro de los términos baj o los cuales há

bíamos venido a Washington , el planteamiento formalde esta demanda ; pero de all í a desautoriz arla , admit ien

do s in condiciones ni reservas que se incorporara en e l

texto de los acuerdos una declaración que expresa exac

tamente lo contrario de lo que nuestra Cancil le ría ha

venido sosteniendo durante mucho tiempo , hay distan

cia considerable . Cua lquie ra que sea la opinión que hoy

merez ca a l señor Porras la teoría de la nul idad del Tra

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tado,no puede dudarse de que su deber era exh ibi r ante

Chi le y ante la América entera , e l abandono que e l P e rúhacía de dicha doctrina

,como un sacri ficio real izado en

interés de la concil iac ión de los pueblos de l cont inente ,y nó

,como aparece ahora

, por acción espontánea y exen

ta de toda final idad , de l propio Gobierno peruano . Lacláusula lº. de l protocolo , tal como es tá redactada , compromete la circunspección y el decoro de nuestra Can

ci l le ria,y es un cartel que pregona la incapacidad infin ita

de nuestra actual diplomacia .

El art ículo 2º. que alude al arbit raj e re sulta condicionado por los dos primeros puntos del Acta Complemen taria

,de acuerdo con los cuales el árbitro decidirá “ s i en las

c i rcunstancias actuales procede o nó la real ización delplebiscito” . Nos parece muy improbable que el Pre s idente de los Estados Unidos que actuará como árbi t ro

,

pueda decidir , una vez que haya escuchado las alegacionesde las parte s

,la procedencia de l plebiscito

,pues aún cuan

do se establecieran garantías como las que el señor P orras proponía al Gobie rno chi leno en 1 909, o sea , quetuvieran derecho a voto todos los peruanos y chilenosque habían res idido en Tacna y Arica desde e l 10 de Julio de 1907 , y , además , se facultara la vuel ta a esos te rritorios de los mil lares de peruanos expatriados , es indudable que , en la real idad , sería imposible rest itui r lascosas al e stado que tenían

,v . gr .

,el c itado año de 1907 .

El Perú , desgraciadamente , carece de los recursos y e lementos necesarios para movil izar masas enteras de poblac ión , con la faci l idad con que pudo hace rlo Alemaniacuando se trataba hace poco del plebiscito de la Alta Siles ia .

El caso que prec isa,por lo tanto

,contemplar

,ya que

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plementaria de Wash ington : la relat iva a los buenos oficiosque ambas parte s sol ic itarán del Gobierno de los Est ados

Unidos en el caso ine ludible de que no puedan arri

bar a un entendimiento directo .

Pecaríamos de insinceros s i dej á ramos de manife starque la adopción de este acuerdo por los delegados ch ile

nos y peruanos desmej ora , evidentemente , la posic ión quedaba a Chile la fórmula de l Secretario de Estado Hughe s .

Pe ro aún cuando paresca paradój ico , la c ircunstancia de

que Chile vea hoy reducida la extensión de sus expecta t i

vas (porque a esto queda l imitada la di ferencia entre la s

dos fórmulas ) no quiere dec ir que el Perú haya for

ta lecido su s ituación . En efecto , según la solución pátrocinada por e l Secretario de Estado americano el plebiscito o los arreglos directos El Perú estaba condena

do”

al sacri ficio completo de sus derechos sobre Tacna y

Arica ; según la misma fórmula adic ionada por e l señor

Porras y por esto afirmamos que la posición de l Perú

no ha experimentado cambio realmente favorable,— nue s

tro país tiene todas las probabi l idades de perder una delas dos provincias .

Los buenos oficios se parecen al arbitraje en que am

bos son medios de solución pac í fica de diferencias entrelos pueblos, pero el Derecho Internacional marca bien laradical distinción que existe entre uno y otro : Mient ras

e l fa llo de un árbitro se inspira en designios de j us t ic ia

y tiene fuerza obl igatorio para las partes ; e l dictamende una entidad que ej erc ita los buenos oficios re sponde

a sentimientos de conci l iación , susceptibles de ser a co

gidos o nó . En un caso , el elemento jurídico es e l que

predomina en el otro , e l factor pol ít ico o de equidad es

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e l que impera . El arbit raj e es una creac ion del Derecholºs buenºs oficios son un recurso de la Diplomacia .

Dada su pecul iar fi sonomía, los buenºs oficios con

ducen invar iablemente a soluc iones de transacción . ElTratado sobre Shantung suscritº en Washington , baj ola acc ión amistºsa de Estados Unidºs e Inglaterra, nosofrece reciente e inequ ívoca prueba de esta verdad . Por

lºs art ículºs 1 56, 1 57 y 1 58 del Tratado de V e rsalle s ,Japón adquirió los t ítulos y privilegios que ante s de la

guerra ten ía Aleman ia sobre el territorio de % iao % Chau,

en vi rtud de la conces ión de arrendamiento pºr 99 años

que a rrancó a la China en 1898. Este actº de lºs al iadºs

que , cºmº es nºtoriº, vulneraba todo principio de just icia,resul taba agravadº todavía por el hecho de que e l Gº

bierno de Pek ín había declaradº la guerra a l Imperiº

Alemán,y cºn este mºt ivo, denunciadº todºs lºs pactºs

que hasta 1914 regían las re laciones entre ambos pue

blos . S us plenºs de rechºs soberanos sobre % iao—Chau lºs

ten ía, pues, recuperadºs la China, confºrme a lºs cáno

ne s reconocidos de la ley inte rnac iºnal .

El Gobie rno chinº prºtestó, desde luego, de l inicuo

atentadº de que era ºbj e tº, y el Japón, dándºse pronta

cuenta de su falsa pos ición, le propuso d iversas fórmulas

de arreglº sºbre la base de la devoluc ión inmediata de

% iao—Chau, pero reservándose el cºntrºl financierº y ad

ministrat ivº de l ferrocarri l de Tsingtao% Ts inanfu,y la

poses ión de las minas de hierrº y carbón que antes ex

plºtaba la Cºmpañía a lemana del fe rrocarril de Shantung. A estas prºpuestas respºndió invariablemente la

China con un rechazº categóricº: e l Gºbiernº de Pekín

no estaba dispuestº a escucha r s iqui era otra oferta que no

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fuese la de absoluta e incondicional devolución de % iao% Chau

y todas sus riquezas.

En e ste e stado las cosas , lºs señºre s Hughes y Bal fourofrecen sus buenºs ofic ios a la s de legaciones de l Japón

y la China , acreditadas cerca de la Cºnferencia de Lim itación de Armamentos , y tras una laboriosa negociac ión ,se celebra el tratado de 4 de Febrero del pre sente año .

Según este pacto , % iao % Chau será rest ituido a la Chinapero el Japón part icipará en la dirección técnica y admin istrat iva del ferrocarri l de Tsingtao % Tsinanfu durante elpe ríodo de 1 5 añºs reducible a 5 en e l caso improbable de que en este plazo pueda el gobie rno chino pagar el costº de l ferrocarril valuado en de marcos orº y tendrá derecho para que e l 50% del capitalde la Cºmpañía que se forme para la explotación de lasm inas de hierro y carbón a que antes nos re fe ríamos .sea de origen japºnés . En otros términos , la sºlución alcanz ada es una solución transacciºnal : El derecho ah

soluto de la China resulta cond ic ionadº pºr e l interésdel Japón .

Ahora bien , %qué transaccrºn cabe tratándose de laCuest ión del Pac í fico % Nºvislumbramos ºtra que la dedivi s ión de los territorios de Tacna y Arica , fórmula en

teramente inaceptable para e l país . A mérito de los buenos oficios propuestos pºr el señor Pºrras no serán reconocidos los t ítulos de l Perú sºbre sus provincias . L e

jºs de eso, el Pres idente Hard ing pondrá todo el pesode su influencia moral al se rvic io de una fórmula quesacrifique parte del derecho del Pe rú y parte de la codicia insaciable de Chile . Se nos pedirá que cedamos Arica

,

y el Gºbie rno del señor Leguía que cºn sus inauditas torpez as ha preparado esta nueva mutilación

,consumará

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e l crimen más grande de nuestra histºria, ced iendº enplena paz aquel lo que rechazamos ceder a Chile aún en lashoras amargas de la ocupación mil itar y el infºrtunio ,cuando e l Ministrº americanº Lºgan presiºnaba a Garc íaCalderón

,presº en Santiago

,para que acepta ra cºmº l í

mite de fronte ras entre el Perú y su vecinº del Sur, elr ío Azufre , y Aldunate y Novoa luchaban porfiadamenteen Lima pºr extender la conquista más allá de Sama .

El últ imo art ículo del Acta Complementaria dice tex

tualmente :“5º.

— Están igualmente. comprendidas en el arbitraj e las reclamaciones pendientes sobre Tarata y Chilcaya ,según lº determine la suerte definit iva del territºrio a

que se refiere el art ículº 3º. de dichº Tratado .

La defic iencia y oscuridad de es ta cláusula j usti ficanel que no sea uni forme la interpretación que de ella sehace . Pºr nuest ra parte , nºs incl inamo s a créer que e ssu intención dejar subsistente el derecho del Perú parareclamar ante el árbitrº sºbre el señoríº de Tara ta , s iTacna quédase en poder de Chile ; y dejar subs istenteel derecho de Chile para reclamar sobre Chilcaya s i Aricacontinuase bajo la soberanía del Perú .

Esta di spos ición , en lo que se re fiere a Tarata , e s máso menos la misma que consignaba el art ículo 14º. delprotºcolº Bill inghurst —Latorre , según el cual el plebis

citº que entonces quedó pactado se llevaría a efecto también en Tarata

,s in que e stº implicara un des ist imiento

de la reclamación que el Perú había fºrmulado ante Chile

pºr la apropiación arbit raria de los dist ritos de Tarata ,Est ique y Ta rucachi .Desde luegº , la cláusula de que nºs ocupamºs sólo t iene valor para el caso de que el árbitro decida la ej ecu

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ción del plebisc ito, porque , de otro modo , las parte s directamente , y en la forma que más le s convenga , re solverán la di ficul tad . Pero en tal eventº , todo hace fatalmente temer que la mayoría de la pºblación de lºs in

dicadºs distritos , a causa del éxodº que se ha impuesto al

e lemento peruano de la región , vote pºr su anex ión aChile de donde resulta que frente a cºndic ione s diame

tra lmente ºpuesta s a las que exist ían en 1898, se han es

tablec idº, con la a quiescenc ia de lºs delegadºs del Pe rú ,prºvis ione s ente ramente análogas .

Parece que lo natural habría sido pedir al árbitro que;

cºmo cuestión previa , se pronunciara re specto a nues trareclamación sobre Tarata , fij ando as í , ante todo , la ex

tens ión de su jurisdicción ; pe ro el señor Porras ha prefe rido invert ir el orden lógico de las cosas

,y la expecta

t iva única que nºs dej a el protocolo es que s i hay plebiscito y en él perdemos Tarata , Est ique y Tarucachi , po

dremos demandar su devoluc ión cºn un t ítulo enervadoya pºr una manifestación adversa de la voluntad , no delos dueños del suelo , pero s í de sus actuale s ºcupante s .En resumen , el protocolº de Washingt on ha desplazadºel prºblema del Pací ficº de su propio campo jurídico

, pá

ra situarlo en e l terreno inciertº de las transacc iºnes pºl í t icas .

El inexpl icable afán de l iquidar en cualquie ra formanuestras cuest iones de fronte ras , afán que llevó hace doceaños a los mismºs hombres que hoy gob ie rnan a desmembra r el territoriº nacional en obsequio del Bras il yBºl ivia y en violac ión de nuestros claros e irrebatib le s t itulos coloniale s , le e stá preparando al Perú en estos instantes un nuevo y trascendental sacri fic io .

En aras de e sa absurda y criminal d iplomacia de li

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M: M. FOR ERO

quidación,se intenta l iquidar hºy , algo más que un mero

problema territºrial . No son en esta de sgraciada ocasiónmi l las cuadradas de ricos terrenºs de mºntaña en elMadre

de Diºs,o el Yuruá y Purus , los que la suicida pol ít ica del

régimen actual va a arrancar al patrimon io del Perú . Estodavía algo más que eso , pºrque estos hombres que sehan sentido a lbacea s ej ecutores de la herencia nacional

,

van a trafica r ahora con t ie rras que no esconden en sus

entrañas las riquezas de nuestro Oriente , pero que eransagrado re fugio desde hacía mucho t iempo

,de lºs más no

bles y puros sent imientos nacionales van a comerciar y at ransar sºbre algº en que el Perú entero hallaba v ivi ficadora fuente de indomable s inergía s ,y que hab ían llegadºaconst ituir , en fuerza de su perenne voluntad de no renunciar j amás a ellas , el ej e de su vida misma y el sagradºmot ivº de sus optimismos y anhelos de grandeza .

Las provincias detentadas pºr Chile , repre sentan , Sr .Leguía

,para el Pe rú , algº más que una simple cue st ión

de extens ión territºrial . Y es una inconmensurable desgrac ia que sólo quienes ahora gobiernan nº hayan pºdido ver todº esto y reduzcan el problema

,de amplitud

y trascendencia inca lculable para el Perú,porque a él

se hayan unidos los votos y esperanzas de tres generaciones , a una mera disputa limítrofe , en la que el Derecho y la Just ic ia , escarnecidos ya en la real idad vivientede la masa irredenta vej ada y en las cláusulas de un tratado violado , nºvan seguramente a prevalece r .

El atentado ha sido ya perpe trado por e l Poder E jecut ivo del Pe rú . Ya la Dictadura ha abjurado del único

ideal que la Nación ha mantenido cºn calor y fe inque

brantable pºr más de un cuarto de siglo, y entra en e se

tortuoso y abdicante camino , fr íamente , calculadamente ,

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en un ambiente de serena d iplºmac ia , sin que ninguna pres ión se eje rza sobre el paí s para cºnducirlo a tan inme

recida y m íse ra solución del prºblema . Y lº que es paraponer asºmbro en el esp í ritu , e ste protocolo con proyecciones y posibil idades de amputación territorial

,se rea

l iza en instantes en que se están viendo surgir— y a base sólo de sus t ítulos de derecho— nacional idades que parecían para siempre pulverizadas baj o el peso de la con

qui sta .

%Nº resulta pºr ventura una dolorºsa paradoja que el

Perú que tiene en sus manos la plenitud de su derechº ,comprometa loca y audazmen te sus t ítulos de soberaníasobre provincias que la fuerza ha mantenido fuera de suseno ,

en instantes en que Francia e Ital ia han logradºrestaurar la integridad de su suelº y Polonia ha resuc i

tado ; en momentos en que una nueva concepción de lavida internacional e sa misma vis ión inte rnaciºnal queha estremecido la diplºmacia chi lena y la ha l levado aWashington está aniqui lando día a día , hora a hºra

la obra y los des ign ios de la Fuerza%

El egoismo que a vece s inspira lºs actos de los gº

biernos, ha impedido has ta hoy , que en algunos paíse s ,muy pocos fel izmente

,cris tal icen estas ideas de j usticia en

una Liga 0 Asºciación de Naciones de la que formen parte todos lºs pueblos de la t ie rra . Pero esas vacilacionese inte rese s que tratan estéri lmente de pºner ataj o a la sgrandes corrientes de l perfecc ionamiento humanº , prontohan de desaparecer . El proceso de evolución jurídica est á

en

'

marcha y no serán eficaces para detenerlo ni la s sordas maquinaciones de lºs pequeños inte reses pol ít icos ni

lºs rancios prej uic ios de l nacionali smº tradic iºnal .

Los pueblos van adquiriendo e l convencimiento , cada

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D iplºmacia de su patria una hora de ignominia , y de ofrecerle al paí s una nueva muestra de cómo entiende la defensa de los inal ienables de rechos naciºnale s arroj andoal azar de lo desconocidº la suerte de provincias cuyoshijºs han clamado patriót ica y fe rvorosamente duran tecasi medio s iglo su re incºrporación a la Patria de la quefueran arrancados .Y los que as í tra icionan los sentimientos naciºnale s ;desoyen la voz angustiada de lºs ciudadanos irredento s ;arrºjan pºr la borda los t ítulos de soberanía del Pe rú yburlan cínicamente las promesas que el los m ismos h i

c ieran a su pueblo , cometen el crimen de lesa—patria .

New York , Julio 3 1 de 1922 .

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(TRADUCCION )

Al Editor de The New York Herald

El Perú acaba de rechazar la propuesta hecha porChile para la fij ación de una fecha en la cual se real ice elplebi scito que , según el art ículo 3º. del Tratado de Ancóndebía tener lugar a la expirac ión del plazo de d iez añoscontados desde su rat ificación , el 28 de Marzo de 1894 ,

para decidir “s i e l te rritorio de Tacna y Arica queda definit ivamente bajº el dominio y sºbe ranía de Chile , o si

continúa fºrmando parte del Perú .

Esta act itud es la única que el Perú podía asumir en elpre sente estadº de su larga controvers ia con Chile

,y aún

cuando nº existe la pos ibil idad de que persºna algunaconocedora de la historia de Sud % América durante las ul

t imas cuatrº décadas sea capaz de inte rpretar equivocamente su pºl ít ica , s in embargo , como el Gobie rno chileno ha iniciado una activa propaganda

, cºn propós itos desde luego bastante insidiosos

,resulta út i l recordar breve

mente las principales razones por las cuales el Perú estáhoy f ís ica y moralmente imposibil itado de aceptar propuestas de la naturaleza de las presentadas pºr Chile , lascuale s se ofrecen naturalmente bajº el fal sº velo del amºra la paz . No hay neces idad de pºlemizar , s ino de hacerun simple recuerdº de los hechºs

1 . D esde 1 894 hasta la fecha Chile siempre ha frustrado la

eal ización del plebiscito. Los fundamentºs sobre lºs cuales se ha apoyado su pol ít ica son suficientemente claros :

hallándose Chile en control del territºrio de Tacna y Ari

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ca y cºntando con la fuerza mate ria l necesaria para man

tener ta l cºntrol , nº ha tenido inte rés alguno de arr ie sgar su poses ión . Por el contrario

,el Perú que ten ía una

confianza ciega en lºs resultadºs del p lebisci to , toda vez

que hasta muy reciente fecha ha tenidº una mayo r íaabrumadºra en la poblac ion del area disputada

,se esfor

z ó en tºdº tiempo por l legar a un entend imiento con

Chi le ace rca de la fºrma y términos según lºs cua le s elplebiscito debía llevarse a cabo . El señor Gonzalo Bulnes , un notable h istoriador y d iplomát icº chileno , e scri

bía hace algunos añºs como s igue : “El Perú ha ten ido

gran interés en que el pleb iscito se real izara ; negarlonºs colºcaría en ma la luz, porque su gob iernº puede probar fácilmente lo cºntrario exhibiendo tºda la corre spon

dencia d iplomát ica a l respecto” . Uno de los princ ipa le speriód icºs de los Estados Unidos , The Sun

” comentando entonces editorialmente el rechazo hecho pºr Ch iledel protocolo Bill inghurst —Latorre— aprobado pºr e l Pe rúy rechazado pºr e l Congreso chi leno— d ecía también ensu edición de Mayo 3 de 1901 : “El documento (un panfleto escrito pºr el publ ic i sta chileno señor Ra fael Egaña )e s una pieza ins incera de de fensa, y nos dej a ente ramenteconvencidos de que el Gºbie rno de Santiago al nega rsea rat i ficar el protocolo bajo los términos de l cual debíacumplirse e l t ratadº

,ha incurrido en una flagrante in

fracción del mismo” . ( 1 )2 . Chile persistentemente se ha opuesto a todos los esfuer

zos del Perú para someter a arbitraje el asunto. Cuandoel Gobie rnº peruano comprend ió que tºdo arreglo di rectoentre el Perú y Chile era enteramente impos ible a causa

( 1 ) Por efecto de la fusi ón que se rea lizó en 1 920“The Sun

” % l'he

Hera ld const ituyen hoy una misma entidad periodísti co ba j o el ti tulo de“The New York Hera ld” .

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de la tenaz res istencia de éste para aceptar cualquierapropuesta de justo y honorable entendimientº

,puso to

do empeño por re feri r la cuest ión a l fallo imparcial deun árbit rº . Entonce s , debía reunirse e l 2º. Congresº PanAmericano que se veri ficó en Méxicº

,y el punto del ar

b itraje , que ya había s ido aceptado en princ ipio pºr el ante rior Congreso congregado en Washington en 1889 baj ola sab ia dirección de Blaine

,figuraba entre las materias

a di scut i rse en este ce rtamen . La pol ítica entonces desa rrollada por Chile con respectº al arbit raj e , e s exa ctamente la misma que s iguió Alemania ace rca del prob lema de desarme cºn ocaswn de la ce lebración de laCºnferencia de la Haya de 1907 . Como el Secretariº

de Estado Mr . Hughes lºexpresaba al inaugurar las Confe rencias de Washington hace un mes , el Gobierno imperial a lemán amenazó con no enviar delegados a la Hayas i la cuest ión del desarme iba a ser discutida

,y pºr esta

razón lºs nobles anhelos expue stos por Mr . Rººt en nombre del Gobie rno de lºs Estados Unidos en esa oportun i

dad , no pud ie ron tener éxito . Idénticos obstáculºs,esta

vez puestos en el caminº pºr Chile , impidieron que el

2º. Congre so Pan—Americano llegara a re sultados práct i

cos capaces de prºduci r la soluc ión jurídica de aquel lascuest iones internacionales pendiente s que son una amenaza para la paz del cont inente americano . En efectº

,e l

Gobierno de Chi le amenazó con abstenerse de part ic ipar

en dicha Conferencia s i el programa que se hab ía prºyec

tado para la misma nºera mºdificado de tal modo que

e l arbitraj e no fuese apl icado a di ficultades exi s

tentes , y el Comité encargado de preparar e l programa

definit ivo tuvº que ceder a las demandas de Chile a finde que pudiera l levarse a efectº e l Congresº cºn el apoyo

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de tºdos los pa íses de América . Desde entonces, e l Perú

ha pedido incesantemente a Chile que convenga en some

ter el problema del Pac í fico a una deci s ión judi c ia l,perº

el Gobierno chileno se ha negado invariablemente a a cep

tar esta suge stión .

3 . Chile ha deportado a la población peruana de Tacna yArica

,haciendo así imposible la ejecución del plebiscito sobre

bases honorables. Mientras que el Perú hac ía es fue rzossupremºs para conseguir la aquie scencia de Chi le con elobj eto de sºme ter la disputa a un árbit ro,

el Gob ie rnºchileno iniciaba y desenvolvía empeñosamente una nue

va pol ít ica conocida en Sud —América bajo en nombre de“Chilen iz ac ión

”. Esta excecrable pol ít ica , sólº compa

rable a la seguida por lºs turcos contra las poblac iones

cri st ianas de Armenia , ha ocas ionado a los habitante s peruanos de Tacna y Arica indecibles penal idades . D e sde1902 Chile no ha cesado en la odiosa empresa de poneren ej ecución las más arbitrarias medidas contra e l pueblo peruano de Tacna y Arica

,tale s como la clausura de

sus escuelas , el incendio de sus periódicºs , la expuls ió n desus sace rdotes

,el al istamientº de su juventud en la s filas

del Ej ercitº chileno , etc . y como todºs estos métodºssemi % bárbaros re sultaran ineficaces para debil itar lºs sen

t imientos patriót icos de lºs dueños del te rritoriº, Chilerecurrió al fin al cruel procedimientº de la deporta ciónde mil lare s de peruanos sin exceptuar mujere s ni niños .

En cºnsecuencia,sólo chi lenos y un puñado de extran

geros fueron lºs únicos habitante s que quedaron en Tacna

y Arica . Por supuesto , en cada caso, y especialmente

en 1910 y 1918, e s decir , cuando las deportaciones en ma

sa tuvierºn lugar , el Perú protestó ante el mundº civi

l i zado de las pe rsecuciones decretadas cºntra sus nacio

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secuencia de una investigación justa e imparcia l , qu ien

t iene la razón y quien carece de el la ,totalmente o en

parte . Puede cualquie r gobierno rectamente insp i radº

pdir más que esto o rehusar razonablemente acepta r lo %”

No cabía alternativa entonces . Cómo puede ha be rlahoy que la concepción de la just icia inte rnaciºnal se ha

fortalecidº y extendido a través del mundo %

CAR LOS CONCH A .

New York,Diciembre 22, 192 1 .

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(TR ADUCCION)

Al Editor de The New York Times

Cºn el obj eto de hacer luz sºbre el ºrigien y causasde la guerra que cºndujo a crear la contrºvers ia d iplomát ica aún pendiente entre Ch i le y el Perú, así comopara expl icar la s i tuación actual en v íspera de la reun iónde las Conferencias de Washingtºn , el señºr Earle % .

James , quien se proclama un ardiente paladín del panamericanismo, escrib ió una intere sante carta a su periódico, publ icada en la edición del domingº 12 de Marz º .

Cºmo yo part icipºenteramente de la ºpinión del señorJame s acerca de la cºnveniencia de ilustrar a l públ ico so

bre los hechos relat ivºs a l t itulado problema del Sur Pacífico, cons idero oportunº l lamar la atención hacia algunos puntos de importancia que parece hub ieran pasadoinadvertidos para el señºr James cuando escribió su art ículo, y e sforzarme por cºrregir cie rtºs errºres en queha incurridº , y que sólº pueden atribuirse a persona queno se hal la familiarizada con lºs acontecimientos y quecarece de fuentes históricas de infºrmación .

La verdadera final idad de la pol ít ica internacional deChile en la costa del Pac í fico

,comenzó a descubri rse en

tiempo de la Confederación Perú—Boliviana e stablec ida

pºr Santa Cruz en 1835 . Aprovechándose de la s ituaciónpºl ít ica creada en el Perú a consecuencia del régimendespót ico de Santa Cruz , el Gºbie rnº de Chile equipó yde spachó dos exped ic iºnes m i l itares al Pe rú cºn el pro

pósito de poner fin a d icha Confederac ión . Este re sul

tado fué obten ido después de la batal la de Yungay de

1839. E l señºr Jame s está equivocadº cuando afirma quelas buenas intenciones de “ levantar a l Perú” fueron el

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móvil e inspiración de la pol ít ica entonces desarrºl lada

pºr Chile . Si el escritor hubiese consultado la opin ión delbri llante historiador chi leno , Benjamín Vicuña Ma ckena ,

seguramente no se habría atrevido a hace r tal aseve rac ión . Las miras del Gobierno de Chile fueron prec i samente contrarias a las que e l señor James le atribuy e

,y

esto se desprende claramente de la s instrucc iones dadaspor el Pres idente de l Gabinete chileno

,Diego Portales ,

a su Ministro en Lima : “La incorporación de la s dºs R epúblicas (Peru y Bol ivia ) en una sºla , bajº la forma fede ral de gobierno º bajo otra forma cualquie ra— dec íanlas instrucciones— coloca en pel igrosa s ituación la seguridad de los Estados vec inos , y no sería po s ible que consintié ramos en ello s in exponer los futuros dest inos deeste paí s .” El espíritu de rival idad comercial y pol í t icare flej ado en este documento e s el mismo que anotamosposteriormente al c itar a otro dist inguido estadista chileno , Balmaceda , quien declaraba :

“En la costa del P ac ífico de la América del Sur no hay s ino dºs centros deacc ion y prºgreso : Lima y Callao

,y Santiagº y Valpa rai

so : es necesario que uno de estos centros caiga para queel otro prºspere .

Como el señºr James sin duda aspira a se r tenido cºmopubl ic i s ta imparcial , estoy cie rto que aceptará de buengrado el que le recuerde un hecho importante que haºlvidado en su estudio de las causas de la guerra del Pacitico , y que no puede ignorar todo aquél que se dec ida

a escribir sobre estos asuntos . Me refiero a las sistemá

t icas y progres ivas usurpacione s de Chile sobre el te rri

torio de Bol ivia como resultado de lºs descubrimientos

de depósitºs de guano en el l itoral de Atacama en 1842 .

Hasta esa fecha todas las Const ituciones que Chile ha

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bía promulgado, reconocían expresamente como l ímitenºrte de la Repúbl ica el des ie rto de Atacama

,gradº 27

de lat itud sur, perº tan prºntº como yac imientºs de sal it re fuerºn lºcal izados en dicha región , el Gobierno, lom i smo que el Congreso de Chile

,cºmenzarºn a legislar

sºbre el los cºmº si fuesen lºs dueños de l suelº , y en1 857 e l de sembarque de un destacamentº mil itar en Me

j i llones cºrºnó una serie de expediciones de chilenos descubridores de guanº . Está fuera de toda duda que estee s el verdaderº ºrigen de las diferencias que se prºdu

j e ron entre Chile y Bol ivia y que culminaron en la guerra de 1879 .

El señor James se extraña de que el Pe rú resultara envuelto en una cºntrovers ia de l ímites , en la cual no e raparte , y , como cºnsecuencia , arrast radº al cºnflictº . Unasºmera expºsición de los hechos que e fect ivamente ocurrieron , explicará plenamente lo que a prime ra vistaaparece un tanto raro .

Mientras que Bol ivia negoc iaba cºn Chile re specto a lasobe ranía del desie rto de Atacama en el cual habían sidoencontrados depós itos de nit rato , los diplomát icos chilenos prºponían al Gºbie rno de Bºl ivia ,

“que Bol ivia ré

nunciara a sus demandas s ºbre e l territºrio en disputahasta el R ío Lºa , º pºr lo menºs , hasta Mej il lºnes . acambiº de una prºmesa formal por parte de Chile deapºyarla de la manera más e ficaz para apoderarse por la sarmas de la cºsta peruana hasta el Morrº de Sama” ( 1 7

º30'

lat itud ) . Pºco tiempo después , en Sept iembre 18 de 1872 ,

“El Ferrºcarril” unº de los princ ipales periódicºs de Sant iago decía en apºyo de tal idea :

“No existe antagonismº

entre los intere ses de Chile y de Bol ivia , ni hay controvers ia de frºnteras entre el lºs que pudiera resultar en

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ventaja para alguna de las partes . Existen,s in embar

go , tale s cuestiones entre Bolivia y el Perú , y Bol iviaganaría adquiriendo la costa peruana ; por cºns iguie nte ,s i Bol ivia desea mejorar sus l ímites , debe ría a lia rse a

nosºtros y nó al Perú .

” De acue rdo cºn estas impe rial istas miras , Chile se había entregado a toda c lase de pre

pa ra t ivos bél icos .“Millones de dólares que debieron ha

ber s ido dedicadºs al de sarrol lº de los intere ses nac ionale s , se han invert ido en la compra de poderosºs cruceros y destructºra art i l lería” e scribía M r . Osborn , M ini stro Americanº en Santiago al Departamento de Estado .

El Gobierno peruanº , conocedor de la insidiosa pol ít ica de Chile

,consideró conveniente , en guarda de la se

guridad de la nación y del mantenimiento de la paz enel continente

,aceptar la propuesta que le hacía Bol ivia

para suscribir un tratado de alianza , según el cua l la sparte s se comprometían “a defenderse de tºda exte rnaagres ión”

,y este t ratado fué fi rmadº pºr los respect ivos

Gob ie rnºs en 1875 . El art ículº 8º. del pactº est ipulabaque en caso de agres ión las partes acudirían a recursos

pací ficos de conci l iación'

o arbit raje , antes que tºmarparte en un confl icto armado . El art ículo 10º. e stablecía que Bºlivia y e l Perú “

podían invitar a unººvariosEstadºs americanºs a adherirse al presente tratado defen

sivo de al ianza .

%F ué de cºnfºrmidad con esta cláusula , que

e l Pe rú y Bolivia buscaron la adhes ión de la Repúbl icaArgentina

,la cual seguramente se habría ºbtenido , des

pués de la aprobación que la Cámara de Diputados deese país pre stó al convenio , s i Bol ivia hubiera aceptadola sugest ión del Senado argent ino para de finir inmediata

mente la s ituación jurídica de Tarij a , un territºrio s itua

do en la l ínea de frontera entre ambos Estados y sobre el

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cual unºy otro alegaban igualmente t ítulo de dominio .

El señºr James hace hincapié en la naturaleza secreta del tratado

,part icipando as í de la vista que es común

entre lºs historiadores y diplomáticºs de Chile , quienestratan de derivar de este hecho la conclus ión de que elGºbierno de Santiago fué inducido a ver una amenaza enla existencia de aque l pactº , tan celosamente mantenidºen reserva por las partes cont ratante s . Pre scindiendode la ci rcunstancia de que const ituía una práct ica de laépoca mantener en secreto todo tratado de alianza , ofens iva o de fensiva , se ha probadº de mºdo incontrºvert i

ble que el exacto cºntenidº del t ratado fué conºcidº enChile en 1873 , es deci r el mismº año en que quedó perfecc ionadº. El escritºr chileno

,señºr A . Blanlot Holley ,

nos ha reveladº que el señor Blest Gana entonces Min istrºde Chile en Buenos Aires , suminist ró al Pres identeE rra z uris %añartu una cºpia de e se dºcumento .

Citandº la opinión del Profesor Will iam R . Shepherd ,e l señºr James parece que quis ie ra hacer recaer la res

ponsabilidad de la guerra entre el Pe rú y Chile sobre elGºbie rnº peruano pºr haber establecido e l monopolio de lsal i tre en Tarapacá . Se hace di fíci l comprender cómo eldoctºr Shepherd pudo sºstener tan e rronea idea en sul ibrº “Las Naciones Hispánicas del Nuevº Mundº”

,cuan

do ni aún tºdos lºs histºriadores chilenºs se han atrevi

do a mantenerla , y , pºr el contrariº , algunos de el los se

han vistº obligados a reconoce r su falta de fundamento .

Barrºs Arana , pºr ejemplo , en su Historia de la Guerra

del Pací ficº decla ra que él nºpart icipa de la opinión frecuentemente expre sada de que las medidas puestas en

práct ica por la Administrac ión peruana respectºal sal it re , tuvieran por ºbjeto arruinar lºs interese s chilenºs .

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— 60

La nacional ización de la industria del nit rato en Tara

pacá fué decretada pºr el Gobierno del Perú pºr razone sde orden puramente ecºnómico . Las dºs fuentes naturale s de nitrógeno que entonces const ituían la princ ipal riqueza del Perú

,habían s ido puestas en di ferentes manos :

lºs depós itºs de guano pertenec ían al Gºbie rno , mientars que las estaca s de sal it re eran de propiedad privada .

Como puede comprenderse fác i lmente , esta situac ión teníaque producir más o menos pronto una fuerte concurrenc ia y como resultado

,una disminución sensible en e l pre

c io de ambos fe rt il izante s que,a su vez , se re flej aría en

lºs ingresºs públ icºs proveniente s de la venta de l guanº .

Para evitar esta ruinosa cºmpetencia entre dos productos del suelo nacional , en una época en que la más seve ra pol í tica económica se había hecho nece saria comomedio de organizar las finanzas del país , e l Gobie rno delPerú re solvió expropiar las sal it re ras de Tarapacá , eje r

ciendº la potestad que es atributo de todos lºs Estados

soberanºs . Que esta medida nºhirió lºs derechºs legí

t imos de lºs explotadore s de la industria en general,ni

de los mineros chilenos en part icular,lº reve la el hechº

de que no provocara protestas o reclamos diplomáticos .

Pºr otra parte , y j uzgandº e l punto con criteriº impar

cial,nunca pºdrá decirse que esta pol ít ica fué empren

dida con el ºbjeto de provºcar un confl ictº con Chile ,pués lºs intere ses chi lenos en Tarapacá eran muy redu

cidºs , en comparación con lºs de lºs peruanos y ºtros

extrangeros . El censº de la región publ icado en 1876muestra que de una población de habitante s enTarapacá

,sºlamente eran chilenos o de otras na

c iona lidades ; y cálculos oficiales reve lan que en un totalde e stacas de nitratos que producían

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Recºrriendo la histºria completa de lºs suce sos , anteriºre s

'a las host i l idades y poste riºre s a la declaraciónde el las , nº puedo dudar de que el propós ito, fin y objet ivo de la guerra hecha por Chile al Perú y Bºl ivia

,fué

en e l principio y s igue s iendo aún , la violenta adqu isi

ción de los territºrios de nitratº y guano, ambos de Bol ivia y el Perú” .

— (Foreign Relations , 188 1 , p .

CAR LOS CONCHA .

New York , Marzo 3 1 , 1922 .

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(TRADUCCION)

Al Editºr de The New York Hera ld

Deseo llamar su atención hacia un error contenidºen e l editorial de su pe riódicº del sábado últ imo , re lat ivo a la cºntrºvers ia entre e l Perú y Chi le . Me re fierºa la afirm ación que hace Ud . de que al argumento peruano de que la cºnquista de Tarapacá debía habe r Sat isfecho las ansias imperial i stas de Chile

,s in añadir Tacna

y Arica , e l Gºbiernº chileno hab ía repl icado decla rando“que Chile no tenía la intención de adueñarse de esos territºriºs ; que meramente los estaba ocupandº bajo lostérminos del tratadº hasta que el pueblo mismo decidie raen votación s i e l los habrían de permanecer con Chile ovolver al Perú .

La act itud que Ud . atribuye a Chile puede estar deacuerdo con su pºl ít ica de hºy , después de que ha deportadºdurante los últ imos doce años a la poblac ión peruanade Tacna y Arica , que estaba l lamada a tomar parte ene l plebisc ito . Debe recordarse , sin embargo , que tal nofué su act itud durante el pe ríºdo en el cual Chile no consideró prudente someterse a los términos del tratado , según los cuale s el pl ebiscito debió tener lugar e l 28 deMarzo de 1894 . Lejos de eso , en aquella época lºs es

tadista s de Chi le fueron suficientemente cínicos para de

c la ra r que el pleb i sc ito e ra una mera formalidad inventada para protege r a lºs negociadores peruanos de su propiº pueblo , pues la ce s ión incºndiciºnal de Tacna y Aricahabía s ido la intención real del Gºbiernº del Perú firmante del t ratado que puso fin a la guerra .

Revisando las notas de los Ministros de Relaciones Ex

teriores de Chile de sde 1905 a 19 10, señores Vergara , P u

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ga Borne y Edwards , a la Canci lle ría peruana , Ud . en cont rará ampliamente desarrollada esta original teoría , qu e

arrºj a luz sºbre el espíritu que ha inspiradº a Ch i l e e n

sus relaciºnes con el Perú . Pºr otra parte , es er rone odecir que el plebisc itº fué pospuesto una y otra ve z . Lareal idad es que Chile s iempre dese st imó las propu e sta sdel Perú para l levar adelante e l plebiscitº sºbre ba s e shonrable s , y que nunca estuvo dispuesto a somet e r elasuntº a arbit raj e

,haciendo así imposible la real iza c ión

de dicho plebi scito .

Afirmar que el Pe rú recientemente asumió una act itud

de prºvocación hacia Chile e s igualmente infundado . E s

lógico que un país pac í fico que continuamente acud e a l

a lbitraje para solucionar sus problemas internac iona l e s

sea e l últ imo en apelar al recurso de las armas .

CAR LOS CON CH A .

New York,Mayo 4, 1922.