Cuando Era Chico

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Cuando era chico, allá en los años 80, vi a mi abuelo – el padrastro de mi papá – luchar contra sus propios prejuicios. Era veterano de la Segunda Guerra Mundial, pertenecía a la clase obrera y amaba a su familia por sobre todas las cosas, siempre se preocupó por ella. Cargaba armas y, como muchos hombres de su generación, veía amenazas en la gente que no entendía: afroamericanos, mujeres independientes o gays. Pero para cuando murió, diez años después, ya se había ablandado. Dejó de lanzar insultos racistas y homofóbicos e incluso llegó a abrazar a mi primo gay. Pero hubo algo que nunca cambió. No era tolerante con los hispanos y, nos decía, que nunca se iba a retractar. Después de todo no era cuestión de intolerancia sino de simple economía: esos inmigrantes venían a robarles el empleo a los “americanos”. Últimamente he pensado en mi abuelo pues hay indicios de que, en 2015, podría producirse una tregua – o al menos una reconfiguración – en las políticas de inmigración. Varios de los posibles candidatos republicanos a la presidencia, entre ellos Jeb Bush, han expresado opiniones favorables a la inmigración. Incluso los republicanos identificados con el Tea Party responden, tres a dos, en favor de una vía a la ciudadanía para los inmigrantes indocumentados. Casi todos los demás grupos – republicanos en general, independientes y sobre todo demócratas – básicamente están a favor de los inmigrantes. Según el Centro Pew, en 2010 el 18 por ciento de los estadounidenses pensaba que el Presidente Obama era musulmán, mismo porcentaje que ahora piensa que todos los inmigrantes indocumentados deben ser expulsados de los Estados Unidos. Ese 18 por ciento puede ser muy ruidoso pero, para todos los demás, la inmigración parece seguir el mismo camino que el matrimonio homosexual, la marihuana y el corte punk de mohicano: algo que escandaliza a un puñado de personas pero que los demás aceptaron desde hace tiempo. Si arañamos la superficie descubrimos rápidamente que muchos estadounidenses están cerca de pensar como mi abuelo; más cerca de lo que quieren admitir. No me estoy refiriendo al ánimo racial sino a la fallida lógica económica. Generalmente apoyamos la inmigración cuando los inmigrantes son diferentes a nosotros. A la clase media y alta no le importa que inmigrantes con un bajo nivel de estudios y poco calificados entren en el país. Tampoco nos importa que lleguen profesionistas muy capacitados; a menos que estemos en la misma profesión, claro. En términos generales quienes abogan a favor de una reestructuración migratoria, básicamente, están pidiendo el reconocimiento oficial del status quo. Quieren que se les ofrezca una situación legal a algunos de los 11.2 millones de trabajadores indocumentados que no se van a ir. Pocos

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Cuando era chico, all en los aos 80, vi a mi abuelo el padrastro de mi pap luchar contra sus propios prejuicios. Era veterano de la Segunda Guerra Mundial, perteneca a la clase obrera y amaba a su familia por sobre todas las cosas, siempre se preocup por ella. Cargaba armas y, como muchos hombres de su generacin, vea amenazas en la gente que no entenda: afroamericanos, mujeres independientes o gays.Pero para cuando muri, diez aos despus, ya se haba ablandado. Dej de lanzar insultos racistas y homofbicos e incluso lleg a abrazar a mi primo gay. Pero hubo algo que nunca cambi. No era tolerante con los hispanos y, nos deca, que nunca se iba a retractar. Despus de todo no era cuestin de intolerancia sino de simple economa: esos inmigrantes venan a robarles el empleo a los americanos.ltimamente he pensado en mi abuelo pues hay indicios de que, en 2015, podra producirse una tregua o al menos una reconfiguracin en las polticas de inmigracin. Varios de los posibles candidatos republicanos a la presidencia, entre ellos Jeb Bush, han expresado opiniones favorables a la inmigracin. Incluso los republicanos identificados con el Tea Party responden, tres a dos, en favor de una va a la ciudadana para los inmigrantes indocumentados. Casi todos los dems grupos republicanos en general, independientes y sobre todo demcratas bsicamente estn a favor de los inmigrantes.Segn el Centro Pew, en 2010 el 18 por ciento de los estadounidenses pensaba que el Presidente Obama era musulmn, mismo porcentaje que ahora piensa que todos los inmigrantes indocumentados deben ser expulsados de los Estados Unidos. Ese 18 por ciento puede ser muy ruidoso pero, para todos los dems, la inmigracin parece seguir el mismo camino que el matrimonio homosexual, la marihuana y el corte punk de mohicano: algo que escandaliza a un puado de personas pero que los dems aceptaron desde hace tiempo.Si araamos la superficie descubrimos rpidamente que muchos estadounidenses estn cerca de pensar como mi abuelo; ms cerca de lo que quieren admitir. No me estoy refiriendo al nimo racial sino a la fallida lgica econmica. Generalmente apoyamos la inmigracin cuando los inmigrantes son diferentes a nosotros. A la clase media y alta no le importa que inmigrantes con un bajo nivel de estudios y poco calificados entren en el pas.Tampoco nos importa que lleguen profesionistas muy capacitados; a menos que estemos en la misma profesin, claro. En trminos generales quienes abogan a favor de una reestructuracin migratoria, bsicamente, estn pidiendo el reconocimiento oficial del status quo. Quieren que se les ofrezca una situacin legal a algunos de los 11.2 millones de trabajadores indocumentados que no se van a ir. Pocos estn pidiendo lo que un anlisis econmico bsico demuestra que nos beneficiara a todos: abrir radicalmente las fronteras.Los beneficios econmicos de la inmigracin quiz sean el hecho mejor establecido en la economa. Un reciente sondeo de la Universidad de Chicago entre economistas destacados no pudo encontrar uno solo que rechazara la propuesta. (Hubo un solo notable economista que no fue entrevistado: George Borjas de Harvard, quien cree que sus colegas economistas subestiman el costo de la inmigracin para los nativos no capacitados. Los activistas antiinmigrantes suelen apoyarse en los trabajos de Borjas, tal como se invocan complicados resultados de meteorologa como prueba de que el calentamiento global es un mito). Hablando con racionalidad, deberamos admitir muchos ms inmigrantes que en la actualidad.Entonces, por qu no nos abrimos? El principal error lgico que cometemos se llama falacia de la escasez del trabajo: es la nocin errnea de que solo hay una cantidad fija de trabajo por hacer y nadie puede obtener un empleo sin quitrselo a alguien ms. Es un supuesto comprensible. Despus de todo, en otro tipo de transacciones del mercado cuando aumenta la demanda, el precio se reduce. Si de pronto hubiera un montn ms de naranjas, esperaramos que se redujera el precio de esa fruta, o que aumentara el nmero de naranjas que se quedan sin consumir.Pero los inmigrantes no son naranjas. Podra parecer lgico que cuando hay un aumento en la oferta de trabajadores, quienes ya tienen empleo ganaran menos o perderan su trabajo. Pero los inmigrantes no solo incrementan la oferta de mano de obra; al mismo tiempo incrementan su demanda, usando los salarios que devengan para rentar departamentos, comprar alimentos, cortarse el pelo o comprar telfonos celulares, entre muchas otras cosas.Eso significa que hay ms puestos de trabajo para construir departamentos, vender comida, cortar el pelo y despachar los camiones que transportan los celulares. Los inmigrantes aumentan el tamao de la poblacin general, lo que significa que tambin incrementan la economa.Lgicamente, si los inmigrantes estuvieran robando empleos, lo mismo hara cualquier estadounidense que sale de la escuela para ingresar en el mercado de trabajo; los pases se volveran ms pobres conforme creciera su poblacin. Pero, por supuesto, en la realidad sucede todo lo contrario.La mayora de los argumentos que escucho contra los inmigrantes son variaciones de la falacia de la escasez de trabajo. Ese inmigrante tiene empleo. Si no tuviera empleo, alguien ms, alguien nacido aqu, lo tendra. Este argumento es falso o, al menos, es una enorme simplificacin. Pero se siente muy correcto y lgico. Y no solo es gente como mi abuelo la que presenta ese argumento. La poltica de nuestro gobierno est arraigada en esa creencia.La evidencia ms grande que refuta la idea de la escasez de trabajo viene de la investigacin sobre el xodo de Mariel, una emigracin masiva en los aos 80 que trajo a 125.000 cubanos a Estados Unidos. Segn David Card, economista de la Universidad de California en Berkeley, ms o menos 45.000 de ellos estaban en edad de trabajar y se fueron a Miami. En cuatro meses, la oferta de mano de obra de la ciudad aument en 7 por ciento. Card encontr que esta sbita llegada no tuvo ningn efecto mensurable en los salarios o el empleo de quienes ya estaban trabajando en Miami. Su estudio fue el ms importante de una serie de estudios revolucionarios que transformaron los conceptos de los economistas sobre la inmigracin.Antes, los modelos econmicos estndar sostenan que los inmigrantes causaban beneficios de largo plazo, pero a costa de dificultades de corto plazo como salarios bajos y mayor desempleo para los nativos. Pero ahora la mayora de los economistas piensan que los hallazgos de Card son correctos: los inmigrantes aportan beneficios a largo plazo sin costos mensurables de corto plazo. (Borjas, la solitaria voz disidente, admite los beneficios de largo plazo pero asegura que sus colegas no ven los dolorosos costos de corto plazo, especialmente para los pobres).Los economistas se han dedicado a estudiar cmo se ajustan los pases a los recin llegados. El acadmico ms destacado en esta materia es Giovanni Peri, de la Universidad de California, que demostr que los inmigrantes tienden a complementar la mano de obra existente, y no llegan a competir con ella. Veamos el caso de una obra en construccin: Peri descubri que generalmente, inmigrantes con pocos estudios realizan muchas tareas de apoyo (trasladar cosas pesadas, verter cemento, barrer, pintar) mientras que ciudadanos con ms capacitacin se centran en el trabajo calificado como carpintera, plomera e instalaciones elctricas, as como las relaciones con los clientes.El nativo calificado puede dedicarse a las tareas ms valiosas, mientras que los inmigrantes le ayudan a reducir el costo de la obra en general (cuesta mucho pagarle a un carpintero, muy calificado, para que barra el suelo). Peri sostiene, con evidencias slidas, que ahora hay ms oficiales nativos calificados trabajando, no menos, gracias a todos esos trabajadores indocumentados. En Wall Street puede observarse una dinmica similar. Muchas tareas de soporte tcnico estn dominadas por los inmigrantes recientes, mientras que las ventas, la mercadotecnia, asesora y transacciones, que requieren dominio cultural y lingstico, generalmente son el mbito de los nativos. (Decidir si, a fin de cuentas, los magos tcnicos de Wall Street han ayudado o daado a la economa es tema para otro da).Esta paradoja de la inmigracin est asociada con la paradoja del crecimiento econmico mismo. En los ltimos tiempos el crecimiento ha adquirido mala fama entre ciertos sectores, especialmente de la izquierda, que relacionan el trmino con la destruccin del ambiente y el aumento de las desigualdades. Pero el crecimiento a travs de la inmigracin es un crecimiento con desventajas notablemente pequeas. Cada vez que un inmigrante llega a Estados Unidos, el mundo se vuelve un poco ms rico. Pese a todas sus fallas, Estados Unidos sigue siendo mucho ms desarrollado econmicamente que la mayora de los pases, ciertamente ms que las naciones que dejan la mayora de nuestros inmigrantes.Nuestro sistema jurdico junto a la infraestructura financiera y fsica tambin son superiores a la mayora de los pases (por sorprendente que esto pueda parecernos). As pues, cuando alguien deja atrs una economa en desarrollo y pone el pie en suelo estadounidense, generalmente se vuelve ms productivo en trminos econmicos. Gana ms dinero, alcanza un nivel de vida superior y genera para el mundo un mayor valor econmico que si se hubiera quedado en casa.Si furamos a reemplazar nuestro costoso y restrictivo sistema de lotera de visas por uno de fronteras abiertas, es probable que muchos de esos inmigrantes iran y vendran de sus pases de origen, contrarrestando as la fuga de cerebros al impartir sus conocimientos e invertir su capital. En trminos del ambiente, la inmigracin tiende a ser menos daina que otras formas de crecimiento, pues no aumenta el nmero de personas en la Tierra y solo las redistribuye a jurisdicciones ms amables con el ambiente.Para m, la inmigracin es el mejor ejemplo de nuestro razonamiento fallido, una miopa que daa a otros al mismo tiempo que nos perjudica a nosotros mismos. El Departamento de Estado emite menos de medio milln de visas de inmigrante al ao. Basndonos en la cifra de 7 por ciento que se desprende de la investigacin del xodo de Mariel, es posible que pudiramos absorber hasta 11 millones de inmigrantes al ao. Pero si eso es polticamente insostenible, qu tal que se duplicara el nmero de visas emitidas cada ao? Seguiran siendo menos de un milln, es decir, menos del 0.7 por ciento de la fuerza de trabajo. Si eso no resultara mal, podra duplicarse la cifra al ao siguiente. Los datos son claros. Estaramos mejor; de hecho, el mundo estara mejor.Siempre que tengo la tentacin de pensar que los humanos son seres racionales, que evalan cuidadosamente al mundo y actan de maneras que incremente su felicidad, pienso en nuestras mediocres polticas de inmigracin. Para m son casi una prueba de que, colectivamente, seguimos siendo criaturas celosas y nerviosas, acumulando lo que tenemos, temerosas de incurrir en los riesgos ms promisorios, manifestando lealtad a nuestra propia tribu mientras miramos con suspicacia a todos los dems. Es bonito creer que soy parte de una generacin ms madura y racional en las que mentalidades como las de mi abuelo estn desapareciendo por muerte natural. Pero no estoy tan seguro. Quiz somos ms parecidos a mi abuelo de lo que queremos creer.The New York Times est expandiendo su audiencia global. 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