CUANDO LA TIERRA NOS INDIQUE EL FIN DE LA ERA NUCLEAR...

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CUANDO LA TIERRA NOS INDIQUE EL FIN DE LA ERA NUCEAR: ¿ESTAREMOS A TIEMPO DE DESACTIVAR LA BOMBA ATÓMICA MUNDIAL QUE YA HEMOS PUESTO EN FUNCIONAMIENTO? * Hacer referencia a la ENERGÍA NUCLEAR implica definir previamente la óptica de análisis desde la cual se planteará el objeto de estudio. Es decir que por un lado, podrán observarse los impactos medioambientales (a la par de los efectos sanitarios y sociales) ocasionados por una catástrofe de estos avances tecnológicos permitidos, cuando el hombre pierde el control sobre las herramientas que él mismo ha creado; mientras que por otro lado, la referencia podrá situarse en los intereses económicos y geoestratégicos que rondan al Tratado de No Proliferación Nuclear. La diferencia entre ambos extremos consiste básicamente en el uso (civil o militar) que se pretenda dar a este tipo de energía no renovable. Para analizar el primer supuesto tomaremos el CASO DE JAPÓN, potencia tecnológica de punta, que se satisface con dominar el proceso técnico de enriquecimiento de uranio hasta los niveles permitidos para usos civiles, y se detiene en el umbral de lo nuclear-militar (que implica un mayor grado de refinamiento y permite producir cabezas nucleares), permaneciendo bajo tutela y garantía de seguridad nuclear estadounidense. A su vez, como objeto empírico de conocimiento, analizaremos la CATÁSTROFE DE LA CENTRAL ATÓMICA DE FUKUSHIMA y los diferentes impactos globales que pueden ocasionar desastres de tal magnitud. En el segundo supuesto, la referencia está puesta en las CRISIS NUCLEARES DE IRÁN Y COREA DEL NORTE, capítulos de la “gran estrategia imperial” siguiendo la alusión que hace el gran lingüista, filósofo y analista político estadounidense, Noam Chomsky, las que conducen a Occidente a categorizar a estos Estados bajo el rótulo de terroristas y como la principal amenaza a la paz mundial, por ende y bajo esa categoría se justifica la actuación del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas “para mantener o reestablecer la paz y la seguridad internacionales” tal como lo habilita el Artículo 39 del Capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas. Ello se contempla como parte de la estrategia de seguridad nacional de la administración del establishment. Haciendo alusión a las potencialidades dañinas de cualquiera de los dos casos señalados, el Profesor ut supra citado Noam Chomsky sostuvo en una entrevista realizada por la Revista Digital Salon.com hace ya un año, en Enero de 2013 1 , que es 1*Por María Eugenia Perez Cubero. Abogada, Escribana, Maestranda en Derecho Ambiental (Universidad de Limoges, Francia) Carrera de especialización en Derecho Ambiental y tutela del patrimonio cultural (UNL, Santa Fe, Argentina), Asistente de investigación CIJS (UNC, Córdoba, 1

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CUANDO LA TIERRA NOS INDIQUE EL FIN DE LA ERA NUCEAR:

¿ESTAREMOS A TIEMPO DE DESACTIVAR LA BOMBA ATÓMICA MUNDIAL QUE YA

HEMOS PUESTO EN FUNCIONAMIENTO? *

Hacer referencia a la ENERGÍA NUCLEAR implica definir previamente la óptica

de análisis desde la cual se planteará el objeto de estudio. Es decir que por un lado,

podrán observarse los impactos medioambientales (a la par de los efectos sanitarios y

sociales) ocasionados por una catástrofe de estos avances tecnológicos permitidos,

cuando el hombre pierde el control sobre las herramientas que él mismo ha creado;

mientras que por otro lado, la referencia podrá situarse en los intereses económicos y

geoestratégicos que rondan al Tratado de No Proliferación Nuclear.

La diferencia entre ambos extremos consiste básicamente en el uso (civil o

militar) que se pretenda dar a este tipo de energía no renovable.

Para analizar el primer supuesto tomaremos el CASO DE JAPÓN, potencia

tecnológica de punta, que se satisface con dominar el proceso técnico de

enriquecimiento de uranio hasta los niveles permitidos para usos civiles, y se detiene

en el umbral de lo nuclear-militar (que implica un mayor grado de refinamiento y

permite producir cabezas nucleares), permaneciendo bajo tutela y garantía de

seguridad nuclear estadounidense. A su vez, como objeto empírico de conocimiento,

analizaremos la CATÁSTROFE DE LA CENTRAL ATÓMICA DE FUKUSHIMA y los

diferentes impactos globales que pueden ocasionar desastres de tal magnitud.

En el segundo supuesto, la referencia está puesta en las CRISIS NUCLEARES DE

IRÁN Y COREA DEL NORTE, capítulos de la “gran estrategia imperial” siguiendo la

alusión que hace el gran lingüista, filósofo y analista político estadounidense, Noam

Chomsky, las que conducen a Occidente a categorizar a estos Estados bajo el rótulo

de terroristas y como la principal amenaza a la paz mundial, por ende y bajo esa

categoría se justifica la actuación del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas “para

mantener o reestablecer la paz y la seguridad internacionales” tal como lo habilita el

Artículo 39 del Capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas. Ello se contempla como

parte de la estrategia de seguridad nacional de la administración del establishment.

Haciendo alusión a las potencialidades dañinas de cualquiera de los dos casos

señalados, el Profesor ut supra citado Noam Chomsky sostuvo en una entrevista

realizada por la Revista Digital Salon.com hace ya un año, en Enero de 20131, que es

1*Por María Eugenia Perez Cubero. Abogada, Escribana, Maestranda en Derecho Ambiental(Universidad de Limoges, Francia) Carrera de especialización en Derecho Ambiental y tutela delpatrimonio cultural (UNL, Santa Fe, Argentina), Asistente de investigación CIJS (UNC, Córdoba,

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la primera vez en la historia que la especie humana ha desarrollado la capacidad de

destrucción masiva. Ello es así desde 1945. Ahora finalmente se está reconociendo

que hay procesos más a largo plazo, como la destrucción ambiental, que nos

conducen en la misma dirección (…). Hay procesos en marcha e instituciones justo en

el lugar, como los sistemas de armas nucleares, que podrían conducir a una seria

destrucción, o tal vez a la terminación de una existencia organizada. Afirmó de este

modo que nos enfrentamos a la posibilidad de una guerra global, conflictos armados

nucleares y desastres ambientales.

“For the first time in the history of the human species, wehave clearly developed the capacity to destroy ourselves. That’s been true since 1945. It’s now being finallyrecognized that there are more long-term processes likeenvironmental destruction leading in the same direction,maybe not to total destruction, but at least to thedestruction of the capacity for a decent existence.And there are other dangers like pandemics, which have todo with globalization and interaction. So there areprocesses underway and institutions right in place, likenuclear weapons systems, which could lead to a seriousblow to, or maybe the termination of, an organizedexistence.”

Señaló a continuación, como dato alentador, aquellas sociedades donde hay una

mayor influencia de la población indígena, lo que conlleva a que se tomen posiciones

más firmes para proteger al medio ambiente, y focaliza en los casos de Ecuador y

Bolivia donde se proyectan constitucionalmente los derechos de la naturaleza.

“In fact, all over the world —Australia, India, South America— there are battles going on, sometimes wars. In India, it’sa major war over direct environmental destruction, withtribal societies trying to resist resource extraction operationsthat are extremely harmful locally, but also in their generalconsequences. In societies where indigenous populationshave an influence, many are taking a strong stand. Thestrongest of any country with regard to global warming is inBolivia, which has an indigenous majority and constitutionalrequirements that protect the “rights of nature.” Ecuador,which also has a large indigenous population, is the only oilexporter I know of where the government is seeking aid tohelp keep that oil in the ground, instead of producing andexporting it — and the ground is where it ought to be.”

Argentina), Pasante de investigación FICES (UNSL, Villa Mercedes, San Luis, Argentina).Contacto: [email protected]/ CEL: (+54) 2657 580448. C.V. http://www.linkedin.com/pub/maria-eugenia-perez-cubero/70/466/41b Se recomienda acceder a la entrevista completa, en idioma inglés, mediante el siguiente link: http://www.salon.com/2013/06/04/noam_chomsky_america_is_accelerating_the_apocalypse_partner/

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En las últimas oraciones de este extracto el autor parece reseñar la propuesta

del Presidente de Ecuador, Rafael Correa, en cuanto a buscar la ayuda y

corresponsabilidad internacional para mitigar los efectos nocivos del cambio climático.

Se trató de la iniciativa más conocida como el proyecto Yasuní ITT de conservar las

reservas de petróleo del Parque Nacional Yasuní de la Amazonia Ecuatoriana bajo

tierra, en lugar de producirlo y exportarlo, a cambio de la constitución de un

fideicomiso internacional. Como no se llegó a recaudar el porcentaje exigido por el

gobierno de ese país se dio luz verde a la actividad de extracción minera e

hidrocarburífera.

Para comenzar con el supuesto señalado en primer término, si bien se irán

entrelazando ambas ideas, resulta interesante acudir a un párrafo que explica

claramente la situación extraído de uno de los ejemplares del Diario Le Monde

Diplomatique de Septiembre de 2011, luego de ocurrido el desastre.

“Hay ciudades que tardan miles de años en levantarse ytan sólo segundos en desaparecer. O lo que es casi lomismo: en convertirse en pueblos fantasma, zonasradiactivas completamente excluidas de cualquier mapa oguía turística. La ciudad ucraniana de Chernobyl se unió aeste club el 26 de abril de 1986. Y no está sola: nadie seolvida de la isla estadounidense Three Mile Island (y delincidente nuclear de 1979). Y el 11 DE MARZO DE 2011 sesumó un nuevo integrante, un nuevo pueblo condenado:FUKUSHIMA, hasta entonces una localidad de 300 milhabitantes ubicada 200 kilómetros al noreste de Tokio,conocida por su increíble producción de seda y, desde sufundación en 1907, cargaba con un nombre que no hacíamás que tentar a la historia (créase o no: “Fukushima” enjaponés significa “isla de la buena fortuna”)”. (KUKSOFederico, Energía Nuclear, El mundo debate, el paísduerme, Edición 147, Septiembre 2011).

¿Debemos hablar de error humano? ¿Errores de diseño y planificación

territorial? ¿Tecnología fuera de control? ¿O posibilidad de aniquilación total propiciada

por la naturaleza? La cuestión dicta que un terremoto de 9 grados en la escala Richter

dejó sin electricidad a esta región de Japón y un posterior tsunami dañó los

generadores diesel que son los que brindan energía eléctrica en caso de emergencia.

Las imágenes que se transmitían eran desesperantes, explosiones que se podían ver

en vivo por internet, nubes blancas que escapaban y se dispersaban por las partículas

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del aire de los edificios donde se situaban los reactores nucleares, e informes de

radiación que comenzaron a circular, eran algunas de sus consecuencias inmediatas.

Tanto el desastre de Chernobyl como el de Fukushima despertaron las mismas

pesadillas y sueños de destrucción: EL MIEDO A LA TECNOLOGÍA FUERA DE

CONTROL. La equiparación entre ambos desastres no es aleatoria, sino que lo ocurrido

en Japón fue clasificado de nivel 7, o sea el más alto en la escala internacional de los

incidentes nucleares (INES), comparable al de Chernobyl, por sus “efectos radiactivos

considerables en la salud de las personas y en el medio ambiente”.

Así, ante la presencia de casos de destrucción masiva e inminente de nuestro

entorno, el interrogante se posa en torno a ¿cuál es el principio de

responsabilidad de la especie humana frente al poder de que dispone

actualmente, cuándo se enfrenta ante supuestos susceptibles de ser

clasificados como de suicidio colectivo? Utilizamos en la pregunta conceptos del

pensador alemán Hans Jonas, quien escribió sobre ello en 1975 ante el peligro real de

extinción de la especie humana que se manifestó a partir de los ataques nucleares

ordenados por Harry Truman, presidente de Estados Unidos, contra Japón el 6 y el 9

de agosto de 1945 en Hiroshima y Nagasaky respectivamente, como símbolo de

finalización de la Segunda Guerra Mundial y configurando la victoria de los Aliados.

Son esos mismos países (Estados Unidos, Rusia y el Reino Unido) que, en sus

estatutos de potencias más avanzadas en la materia, deciden a comienzos de los años

`50 fomentar una limitación a la carrera armamentista, una especie de confinamiento

diplomático de control estatal sobre las armas atómicas dando origen a la idea del

Tratado de No Proliferación Nuclear (en adelante TNP).

En un primer momento se crea en 1956 en el marco de la Organización de

Naciones Unidas (ONU), el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). Luego

su accionar se hace indispensable ante la firma de un tratado vinculante que el

organismo se encargaría de hacer respetar. Se trata de un instrumento con valor legal

universal consistente en el TNP firmado el 1º de Julio de 1968 por 43 Estados

(incluyendo en ese momento a Corea del Norte, que se retiró del mismo en el año

2003). Sólo tres estados no firmaron el acuerdo, hablamos de Israel, India y Pakistán.

Por su parte, Corea del Sur y Japón constituyen países signatarios tardíos (1975 y

1976). Y por último Irán fue un país signatario, razón por la cual Estados Unidos lo

acusó de violar compromisos asumidos.

Luego de esta digresión que patentiza las vinculaciones entre los dos aspectos

(o los dos usos) del desarrollo de la energía nuclear que, más bien por cuestiones

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metodológicas, preferimos diferenciar; retornamos a la primera cuestión, haciéndose

necesario destacar algunos puntos relevantes para entender el contexto en el que se

inscribe e inserta la citada catástrofe socio-ambiental.

La industria nuclear, curiosamente, se hallaba viviendo su época más idílica con

decenas de construcciones de centrales atómicas previstas en innumerables países.

Las RAZONES QUE LO JUSTIFICABAN eran esencialmente dos. Primero, porque la

perspectiva del “agotamiento del petróleo” antes de finales de este siglo, y el

crecimiento exponencial de la demanda energética por parte de los “gigantes

emergentes”, países del BRIC, (Brasil, Rusia, China e India) la convertían en la

ENERGÍA DE SUSTITUCIÓN POR EXCELENCIA. Y segundo, porque la toma de

conciencia colectiva ante los peligros del cambio climático, causado por los gases de

efecto invernadero, conducía paradójicamente a optar también por una ENERGÍA

NUCLEAR CONSIDERADA COMO “LIMPIA” NO GENERADORA DE CO2.

Ello es interesante si se evalúa el contenido que puede otorgarse a los

conceptos y así se observa que la realidad no es algo que nos viene dado sino que, tal

como lo sostiene la teoría política del discurso propiciada por Ernesto Laclau y Chantal

Mouffe, es el producto de una construcción social de sentido. Desde fines de los años

90 el clima se instaló en el debate: este modo de producción emite poco CO2 a la

atmósfera. Y fue un argumento de peso que Francia defendió en las discusiones de la

ONU, especialmente durante la Conferencia de Copenhague en 2009, y en los arcanos

de la Unión Europea: sólo un desarrollo masivo del sector nuclear permitiría

responder al desafío de la lucha contra el recalentamiento.

A estos dos argumentos recientes, se sumaban los ya conocidos: el de la

soberanía energética y menor dependencia respecto de los países productores de

hidrocarburos; el bajo costo de la electricidad así creada, y aunque parezca insólito en

el contexto actual, el de la seguridad, bajo el pretexto de que las 441 centrales

nucleares que hay en el mundo (la mitad de ellas en Europa Occidental), sólo han

padecido en los últimos cincuenta años, tres accidentes graves…

Es decir que después de casi una década de estancamiento, la industria nuclear

salió fortalecida de la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de

Copenhague en diciembre de 2009. Sus defensores celebraban incluso un verdadero

renacimiento. Pero el accidente de Fukushima CAMBIÓ LAS REGLAS DE JUEGO.

Muchos países anunciaron la postergación de sus proyectos. Alemania y Suiza,

hasta ayer acérrimos defensores del átomo, decidieron su abandono progresivo.

Italia aplazó sine die la construcción de sus primeras centrales. Con lo cual se

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refuerza la idea de un mapa nuclear dividido en dos: por un lado, países desarrollados

en donde el átomo marca el paso; por el otro, países en desarrollo, provistos de un

verdadero control sobre su política energética y de recursos financieros que se

vuelcan –entre otras cosas– hacia el sector nuclear, abriendo mercados a los

industriales occidentales.

Donde más golpeó la ola anti-nuclear fue en Alemania. Ya se advirtió en marzo

del 2011 cuando la revista alemana Der Spiegel quizás con algo de exageración tituló:

“Fukushima: El fin de la era nuclear”. A días del incidente japonés, la canciller Angela

Merkel revirtió su posición pro-nuclear y suspendió los planes del gobierno de alargar

la vida de sus 17 plantas nucleares hasta que se complete una exhaustiva

investigación de seguridad. Y ordenó el cierre de las siete plantas que iniciaron sus

operaciones antes de 1980. ¿Aplicación del principio de precaución? ¿Conveniencia

política ante la presión mediática o verdadera preocupación?

Durante la conferencia para un futuro no-nuclear organizada en Salzburgo

(Austria), el ecologista estadounidense Amory Lovins afirmaba: “La energía nuclear es

una energía del futuro que pertenece al pasado”. Este eslogan podría adquirir aún

más fuerza después de la catástrofe japonesa, el accidente nuclear más grave desde

la explosión de una planta en Chernobyl en 1986. Esta vez, ya no se trata de

ocultarse detrás del argumento de la decrepitud industrial de un imperio soviético en

decadencia: Japón es uno de los países más avanzados en el plano tecnológico, y las

réplicas políticas del sismo del 11 de marzo pasado sacuden seriamente los cimientos

de la industria nuclear.

Los argumentos anteriormente enunciados como justificación del desarrollo de

la energía nuclear –aunque no forzosamente absurdos– han quedado hechos añicos

tras la descomunal dimensión del desastre de Fukushima. El nuevo pánico, de alcance

mundial, se fundamenta en varias constataciones.

En primer lugar, y contrariamente a la catástrofe de Chernobyl, como ya algo

se mencionó –achacada en parte, por razones ideológicas, al fracaso de una

vilipendiada tecnología soviética–, esta calamidad ocurre en el MEOLLO

HIPERTECNOLÓGICO DEL MUNDO y en donde se supone -por haber sido Japón en

1945 el ÚNICO PAÍS VÍCTIMA DEL INFIERNO ATÓMICO MILITAR (recordamos ya el

bombardeo sobre Hiroshima y Nagasaki ordenado por Truman)- que sus autoridades y

técnicos han tomado todas las precauciones posibles para evitar un cataclismo nuclear

civil. Luego, si los más aptos no han conseguido evitarlo, ¿es razonable que los demás

sigamos jugando con fuego atómico? Hasta marzo de 2011, los ingenieros japoneses

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estaban totalmente convencidos. “Acá no puede suceder –decían–. Esto no es la

Unión Soviética ni Ucrania. Nuestras centrales son seguras”.

La ironía no pudo haber sido mayor: el único país del mundo que sufrió en

carne propia las consecuencias de la bomba atómica se enfrentaba a un desastre

nuclear incitado por la naturaleza (y por supuesto facilitado por negligencia humana).

En segundo lugar, las CONSECUENCIAS TEMPORALES Y ESPACIALES del

desastre de Fukushima aterran. A causa de la elevada radiactividad, las áreas que

circundan la central quedarán inhabitadas durante milenios. Las zonas un poco más

alejadas, durante siglos. Millones de personas serán definitivamente desplazadas

hacia territorios menos contaminados, teniendo que abandonar para siempre sus

propiedades y explotaciones industriales, agrícolas o pesqueras. Más allá de la propia

región mártir, los efectos radiactivos repercutirán en la salud de decenas de millones

de japoneses. Y sin duda también, de numerosos vecinos coreanos, rusos y chinos.

Sin excluir a otros habitantes del hemisferio boreal, ya que partículas radiactivas

procedentes de Fukushima cayeron sobre Europa Occidental unos días después de la

catástrofe, y aunque las autoridades declararon que “no constituían ningún peligro

para la salud”, varios expertos subrayaron que al haberse acumulado en las

hortalizas, en particular en las de hojas amplias como las lechugas, el consumo de

éstas suponía un riesgo. Precedente cierto de que los efectos e impactos de un

accidente nuclear nunca son locales y sitiados, sino que siempre son de escala

planetaria por su capacidad destructiva.

En tercer lugar, Fukushima ha demostrado que la cuestión de la pretendida

“soberanía energética” es muy relativa. Ya que la producción de energía nuclear

supone una NUEVA SUPEDITACIÓN: la “DEPENDENCIA TECNOLÓGICA”. A pesar de su

enorme avance técnico, Japón tuvo que acudir a expertos estadounidenses, rusos y

franceses (además de los especialistas de la Agencia Internacional de la Energía

Atómica) para tratar de controlar la situación. Por otra parte, los recursos del planeta

en uranio, combustible básico, son muy limitados y se calcula que, al ritmo actual de

explotación, las reservas mundiales de este mineral se habrán agotado en 80 años. O

sea, al mismo tiempo que las del petróleo.

Un reactor nuclear no es más que un sistema para calentar agua. Para ello se

utiliza la fisión del átomo de uranio 235 (U235) que, al romperse, al fisionarse

mediante la denominada “desintegración nuclear”, produce una enorme liberación de

energía térmica. Hay que saber que:

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156 toneladas de roca aportan una sola tonelada de mineral de uranio del

que se obtiene un único kilo de uranio.

De ese kilo, sólo un 0,7% es U235, el que se necesita en las centrales.

O sea que para 7 GRAMOS DE U235 hay que remover MIL (1.000) KILOS

DE MINERAL y 156 TONELADAS DE ROCAS -Léase Eduard Rodríguez

Farré y Salvador López Arnal, Casi todo lo que usted desea saber sobre

los efectos de la energía nuclear en la salud y en el medio ambiente -.

Entonces, un reactor nuclear modifica la estructura de la materia para liberar

calor, hacer hervir agua y poner en marcha una turbina; una muy alta tecnología para

un resultado, a fin de cuentas, trivial. Sin embargo, existen diferencias, especialmente

en materia de seguridad y de reducción del impacto sobre el medio ambiente en caso

de accidente, entre los reactores en servicio en la actualidad, llamados de segunda

generación, y tecnologías de tercera generación como el reactor presurizado europeo

(EPR) francés o el AP1000 nipón-estadounidense. Algunos militantes antinucleares no

ven en esta clasificación por “generación” más que un bluf destinado a dar una

imagen de progreso tecnológico en pos de sostener el paradigma de la seguridad

nuclear.

Con relación a este último punto los defensores de la energía nuclear subrayan

su eficiencia. “Hay que pensar que con un kilo de uranio se puede generar una

energía equivalente a la obtenida a partir de 100 barriles de petróleo, 20 mil m3 de

gas o 35 toneladas de carbón –indica Rodolfo Kempf, investigador en Combustibles

Nucleares de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA)–. Además, implica

mucha más tecnología asociada, lo que supone un desarrollo más intensivo en

conocimientos. El uranio debe ser declarado estratégico, debe prohibirse su

exportación y sólo debe extraerse para ser utilizado como combustible nuclear.”

Estas múltiples interpretaciones denotan que no hay una sino variadas visiones,

opiniones e interpretaciones sobre el tema, y la crisis de Fukushima las multiplicó.

Organizaciones ambientalistas como Greenpeace redoblaron sus protestas y

volvieron a exigir la erradicación de la energía nuclear. Por ejemplo, Greenpeace

International propone que:

- Para el año 2020 la energía nuclear utilizada en el planeta baje del 13%

del total energético actual al 7%;

- Para llegar en 2030 al 3%;

- Y en 2050 estar en 0%.

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Por supuesto Greenpeace no es la única organización que ve en la energía

nuclear un peligro real e históricamente comprobado. “Las centrales nucleoeléctricas

no son una solución energética, son sólo un eslabón de una cadena de negocios que

tuvo su nacimiento a la par de la industria militar” –señala el ingeniero Pablo Bertinat,

director del Observatorio de Energía y Sustentabilidad de la UTN de Rosario (Santa Fe,

Argentina) y coordinador del área de energía de la ONG rosarina Taller Ecologista.

No se ha resuelto el problema de los residuos más allá de los discursos y, en

Argentina por ejemplo, estos últimos 60 años de energía nuclear van a dejar desechos

que habrá que cuidar durante miles de años con sus costos asociados.

Un dato relevante a tener presente consiste en que Japón es un país

estrangulado energéticamente: No tiene petróleo, gas ni carbón ni las características

geográficas para construir grandes represas. Y no tuvo más opción que elegir la

energía nuclear que al año le aporta casi el 30% de su elemento vital, la electricidad.

La decisión adoptada conjuntamente por el gobierno y por Tepco (Tokyo Electric

Power, firma que operaba y administraba la planta) de implantar instalaciones

nucleares en el norte del país respondía a la voluntad de fomentar el crecimiento en

una región que, por razones históricas que datan del siglo XIX, mostraba un retraso

en su desarrollo económico. Se buscaba así evitar que la población siguiera emigrando

hacia las regiones más prósperas, en el sur de la isla principal. Pero al ver que la

economía regional está en crisis, que los efectos devastadores del cataclismo alcanzan

a todo el país y se extienden a la economía mundial, la opinión pública se pregunta si

fue razonable instalar una cadena de centrales nucleares a lo largo de un litoral

notoriamente expuesto a los tsunamis, en particular en la costa de Sanriku.

Que el grupo Tepco sea el único autorizado a realizar cortes de electricidad

programados a escala nacional desnuda los secretos que hasta ahora presidían las

relaciones entre intereses comerciales privados y organismos públicos: una

confortable asociación. Esa situación, denunciada desde hace mucho por las

asociaciones de consumidores, en el caso de la energía nuclear toma una dimensión

particular y nos posiciona frente al siguiente interrogante ¿Cómo deslindar

responsabilidades ante estos hechos catastróficos con consecuencias transfronterizas?

Ahora bien, en esta complicada situación ambiental, social, cultural y

económica, resta analizar la respuesta a un interrogante: ¿La firma Tokyo Electric

Power Company (Tepco) que administra la central nuclear de Fukushima, hizo todo lo

necesario para inspirar confianza a los japoneses? En septiembre de 2002, la

población del archipiélago descubrió que desde fines de la década de 1980 LA

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EMPRESA HABÍA FALSIFICADO veintinueve (29) INFORMES destinados a la agencia de

seguridad nuclear. Se supo además que las autoridades japonesas disponían de esa

información desde el año 2000 pero no habían considerado necesario intervenir antes.

“Los documentos ocultaban los problemas registrados en ocho reactores

nucleares diferentes”, explica el semanario The Economist. Entre esos inconvenientes

se contaban “fisuras a nivel del sarcófago de acero que rodea el corazón de los

reactores como garantía de seguridad”. Esa revelación provocó la renuncia de Nobuya

Minami, presidente de la empresa, y de Hiroshi Araki, presidente del consejo de

administración y del comité de ética de la mayor federación patronal japonesa.

En julio de 2007, un terremoto obligó a Tepco a cerrar su central nuclear de

Kashiwazaki-Kariwa, por haber resultado dañada.

Tres años después, Masataka Shimizu (el nuevo presidente de la firma)

aseguró: “He aprendido la lección [del terremoto de 2007] y voy a hacer todo lo

necesario para que nuestras centrales, no sólo las nucleares, sean verdaderamente

resistentes”. No obstante, la conducta de la empresa no difiere mucho de la que

mostraba en el pasado. Tepco admitió que entre 2001 y 2011 NO CONSIDERÓ

NECESARIO REALIZAR LOS CONTROLES OBLIGATORIOS sobre la seguridad de sus

instalaciones. Los mismos recién se reanudaron a fines de febrero de 2011. La

acumulación de barras de uranio usadas en las piletas de almacenamiento –en

cantidad tres veces superior a los límites autorizados– no parece haberle preocupado

mayormente. Hasta el día del terremoto.

Tres de cada cuatro reactores en construcción son obra solamente de cuatro

países: China, India, Rusia y Corea del Sur.

Mientras que algunos reflexionan y otros construyen, EL PARQUE NUCLEAR

ENVEJECE. Según la AIEA -Agencia Internacional de Energía Atómica-, la edad

promedio de los reactores nucleares en el mundo es de veintisiete años (veinticinco

años para el parque francés); el 40% de ellos tienen hoy treinta años (y más). Y,

siempre confiando en el Worldwatch Institute, en 2015, la cantidad de reactores

para desechar debería superar la de los puestos en servicio. Extender la

duración de la vida de las instalaciones más allá de los cuarenta años no conduce sino

a diferir el fenómeno.

Haciendo foco en la segunda cuestión relativa al desarrollo y avance de la

energía nuclear para fines militares o de defensa nacional, cabe señalar que desde el

año 2006, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ha aprobado resoluciones

vinculantes -1737 (2006), 1747 (2007), 1803 (2008) y 1929 (2010)- en respuesta a

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los riesgos de proliferación mundial que presentaría el programa nuclear iraní.

Sanciones que llegaron a un embargo petrolero y financiero de Estados Unidos y de la

Unión Europea que aislaron a Irán (país sentado sobre las cuartas reservas mundiales

de petróleo y segundas de gas) del mercado mundial. Tal como sucedió con Cuba.

Irán parece haber entendido, por medio del uso de la fuerza intimidatoria que

debería contentarse, al igual que Japón, con dominar el proceso técnico científico sin

avanzar más allá hacia objetivos nuclear-militares.

Sin embargo se revela la lógica de negociación forzada y las “soluciones

diplomáticas” a que se acuden para resolver la cuestión nuclear

Ante esta coyuntura geopolítica de estrategias cívico-militares del orden

mundial estamos en condiciones de esbozar algunas preguntas ¿Qué haremos con

esos desechos radiactivos cuando su utilidad haya caducado definitivamente?

¿Estamos cumpliendo los mandatos del tan mentado desarrollo sostenible?

¿Satisfacemos nuestras necesidades actuales sin comprometer los recursos y

posibilidades de las generaciones futuras? Frente a estos peligros de destrucción

planetaria acudir al desarrollo de la energía nuclear ¿es entonces política sostenible?

Se trate de los reactores nucleares dispersos por el mundo para la generación

energética con fines civiles en el umbral de lo permitido; o sean avances tecnológicos

militares que con el porcentaje de enriquecimiento de uranio se ubican en el umbral

de lo prohibido; lo destacable es que en conjunto conforman una gran bomba atómica

mundial que estará latente, incluso cuando ya no podamos disfrutar de su utilidad y

se transformen en out put del proceso energético (desechos de los que debemos

hacernos cargo).

La educación e información (herramientas indispensables de gestión ambiental)

son el camino adecuado para que las comunidades democráticas puedan participar

decidiendo y eligiendo sus propios destinos ante estos acuerdos que se alzan en

discursos de intentos por la paz y seguridad mundial utilizando la intimidación, la

violencia y más terror.

Nos enfrentamos a la necesidad de poner sobre el tapete la discusión y el

debate sobre una verdadera y seria evaluación de los riesgos a que estamos

expuestos. ¿Qué haremos con los desechos nucleares? ¿Son estrategias de

reconversión energética viables para el planeta? ¿Cuál es el legado que entregamos a

las generaciones futuras? ¿Y cómo pensamos que podrán desactivar ese gran gigante

nuclear que les entregamos?

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No se trata aquí en estas líneas de vilipendiar la energía nuclear sino sólo de

sopesar la realidad de la situación socio-ambiental, sin dejarnos empujar ni convencer

por los instintos y la voracidad de los intereses de la industria nuclear, muy ligada por

cierto desde su nacimiento a fines bélicos y de armamentos de guerra.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:

- Entrevista de la Revista digital Salon.com a Noam Chomsky, Enero 2013:http://www.salon.com/2013/06/04/noam_chomsky_america_is_acceleratin

g_the_apocalypse_partner/- Material audiovisual: Programa de Comunicación audiovisual CLACSO,

Diálogos para el pensamiento crítico, Entrevista a Noam Chomsky por Atilio

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