Cuando Pudimos No Quisimos-completo

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Como si hacer política en México fuera argumento para una novela de Franz Kafka, el saldo electoral del 21 de agosto de 1994 no tuvo más significado que revalidar al viejo PRI por seis años más y pareció que la victoria conceptual en favor de la democracia —otorgada por la sociedad a lo largo del conflictivo 1994— se transformó en un rechazo a la implicación política de la palabra transición. Antes de que concluyera legalmente el proceso electoral, el PRI y sus candidatos querían retroce- der a lo de antes, pero el asesinato político de José Francisco Ruiz Ma- ssieu los regresó a una realidad que habían olvidado: el contundente sig- nificado político del asesinato de Luis Donaldo Colosio.

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  • Tiempo de Mxico

  • Cuando pudimos no quisimos El decenio del derrumbe: la transicin y el caos

  • Con una cierta mirada

  • Cuando pudimos no quisimos El decenio del derrumbe: la transicin y el caos

    Carlos Ramrez

  • EDITOR: Rogelio Carvajal Dvila CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS El decenio del derrumbe: la transicin y el caos

    1995, Carlos Ramrez

    D. R. EDITORIAL OCANO DE MXICO, S.A. DE C.V. Eugenio Sue 59, Colonia Chapultepec Polanco Miguel Hidalgo, Cdigo Postal 11560, Mxico, D.F.

    PRIMERA EDICIN

    ISBN 968-6321-34-9

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    IMPRESO EN MXICO/ PRINTED IN MXICO

  • A Claudia, con todo mi amor

  • Sabemos que el origen de nuestros males se encuentra

    en una excesiva concentracin de poder. Concentracin

    que da lugar a decisiones equivocadas, al monopolio de

    la iniciativa, a los abusos, a los excesos. Reformar el

    poder significa un presidencialismo sujeto,

    estrictamente, a los lmites constitucionales de su origen

    republicano. Reformar el poder significa fortalecer y

    respetar las atribuciones del congreso federal.

    Reformar el poder significa hacer del sistema de

    imparticin de justicia una instancia independiente de

    la mxima respetabilidad y certidumbre entre las

    instituciones de la repblica.

    Luis Donaldo Colosio, 6 de marzo de 1994

    La transicin democrtica es un proceso de cambio

    cualitativo por el cual un sistema autoritario se

    convierte en un sistema democrtico, siempre que ese

    camino sea pacfico, por vas legales e institucionales y

    se lleve a cabo en corto tiempo. Tambin se considera

    como transicin aquella transformacin por la cual

    una democracia se profundiza con gran celeridad, y las

    instituciones polticas penetran con mayor efectividad

    en la realidad y se convierten en verdadera prctica

    institucional.

    Jos Francisco Ruiz Massieu, noviembre de 1992

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    NDICE _________________

    LA TRANSICIN INTERRUMPIDA

    La democracia, una necesidad, 17 Las elecciones no bastaron, 24 La hora de la democracia, 30

    EL QUE USTED DIGA, SEOR PRESIDENTE

    Un da soleado para Salinas, 37 Los retos de Colosio, 42

    EN LA RUTA DE LA INESTABILIDAD

    Posadas, el primer aviso, 53 El retraso poltico estall en 1994,59 Los desajustes del sexenio salinista, 64

    EL COLAPSO SALINISTA

    La quinta crisis, 77 Las amenazas desodas, 84 La cada del proyecto salinista, 88 Chiapas, el llamado de la selva, 93 La economa se politiza, 104 El fracaso del PRI, 112 El asesinato de Colosio, 119 La ruptura de Camacho, 125 Los caprichos de Carpizo, 135

  • CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS

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    La ingobernabilidad, 146 Ruiz Massieu: crimen poltico, 148

    EL FACTOR SALINAS

    Salinas: un nudo histrico, 153 Maximato modernizador, 158

    LA AGONA DEL TIRANOSAURIO

    La crisis del sistema poltico, 167 El huevo del velocirraptor presidencialista, 176

    LA CUARTA REPBLICA

    21 de agosto: transicin al revs, 185 Los personajes de la transicin, 192 Posibilidades y limitaciones de Zedillo, 197 Los caminos de la transicin, 211 La transicin o el caos, 226 Urge el partido de la transicin, 241

    TERCERA LLAMADA, COMENZAMOS!

    Los empeos de una casa, 255 La devaluacin econmica, 266 La devaluacin poltica, 276 Chiapas: la ruptura democrtica, 288

    EPLOGO

    1994: el decenio del derrumbe, 329

  • LA TRANSICIN INTERRUMPIDA

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    LA DEMOCRACIA, UNA NECESIDAD _______

    omo si hacer poltica en Mxico fuera argumento para una novela de Franz Kafka, el saldo electoral del 21 de agosto de 1994 no tuvo

    ms significado que revalidar al viejo PRI por seis aos ms y pareci que la victoria conceptual en favor de la democracia otorgada por la sociedad a lo largo del conflictivo 1994 se transform en un rechazo a la implicacin poltica de la palabra transicin. Antes de que concluyera legalmente el proceso electoral, el PRI y sus candidatos queran retroce-der a lo de antes, pero el asesinato poltico de Jos Francisco Ruiz Ma-ssieu los regres a una realidad que haban olvidado: el contundente sig-nificado poltico del asesinato de Luis Donaldo Colosio.

    Al margen de las cifras electorales del 21 de agosto que sugie-ren un diseo ciberntico de hoja de clculo, las voluntades prista y gubernamental buscaron convertir a un mandato minoritario en un voto contra la transicin. El discurso oficial quiso, primero, hacer trampa con la cifra de 50.17%, sin descontar votos anulados, y luego, se decidi a vender la idea de que la mayora relativa de 48.7% representaba, de to-dos modos, un triunfo indiscutible. El PRI justific: que el presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, gobierna con 30% de los votos. Pero

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    ninguno de los dos partidos polticos estadunidenses forma parte de la cultura poltica de su pas y las situaciones de competencia electoral son sensiblemente distintas.

    Aunque la cifra de 48.7% no es una derrota para el PRI, le con-vendr al gobierno darle una lectura poltica inteligente a ese dato: un PRI sin mayora absoluta est obligado, en la realidad mexicana, a esta-blecer alianzas polticas plurales y a interpretar el sentido del voto por el lado de la alternancia.

    No debe olvidarse que el entonces presidente Salinas y su candi-dato Ernesto Zedillo tuvieron que abrir algunos espacios para el debate sobre la transicin antes de las elecciones; como ocurri con la reunin del presidente con el Grupo San ngel (que integra a personalidades de la vida intelectual y poltica mexicana; no identificados, la mayora, con ningn grupo o partido poltico), y con la firma apresurada del aspirante presidencial prista del documento Veinte Compromisos por la Demo-cracia, ante el temor de que la oposicin pudiera ganar las elecciones. Frente a la expectativa de un conflicto poselectoral entre el PRI y la opo-sicin perredista, y bajo la presin del alzamiento zapatista en Chiapas, el gobierno salinista se vio obligado a realizar una tercera reforma electo-ral en el sexenio para garantizarle a la oposicin y a la sociedad cierto respeto al voto.

    Sin embargo, parece quedar en el gobierno y en el PRI la equivo-cada percepcin de que la sociedad mexicana vot el 21 de agosto por el s o el no a la transicin. En realidad, la sociedad mexicana se meti en un debate nacional sobre los tiempos y pausas de la transicin poltica.

    Dnde se fastidi la transicin?

    Desde el inicio de la administracin salinista, en diciembre de

    1988, estuvo presente el tema de la transicin a la democracia. Entonces, el voto de la sociedad haba establecido el mandato por la apertura polti-

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    ca en las elecciones del 6 de julio. Las cifras oficiales basadas en cl-culos, porque nunca se conocieron las reales que escamote el entonces secretario de Gobernacin, Manuel Bartlet, que sealaron 50.34% pa-ra Salinas, 31% para Cuauhtmoc Crdenas, candidato de varios partidos, y 18% para Manuel J. Clouthier, candidato del PAN, producto de un conteo desaseado de los votos, fueron un mensaje por la democra-cia que se ratific, seis aos despus, el 21 de agosto. La leccin princi-pal de la eleccin salinista en 1988 consisti en la evidencia del equili-brio entre las tres principales fuerzas partidistas nacionales. La misma evidencia para Zedillo en 1994.

    Parafraseando el arranque de Conversaciones en la Catedral, la novela del peruano Mario Vargas Llosa, la realidad poltica nacional puede resumirse en una frase: dnde se fastidi la transicin?

    El gobierno salinista privilegi la modernizacin econmica y productiva a partir de la lgica de que la apertura poltica podra desajus-tar los mecanismos de control social, y stos obstaculizar los perfiles po-sitivos de la reorganizacin del aparato productivo. El proceso de moder-nizacin econmica fue bastante profundo, al grado de provocar serios desajustes en las relaciones polticas, sociales y de poder, que no encon-traron canales diversos de encauzamiento.

    A partir de 1994 los conflictos probaron que los desajustes en es-tas relaciones polticas, sociales y de poder, generaran la necesidad de hacer reacomodos en los diferentes grupos y prcticas polticas naciona-les. Si Salinas se apoy en la experiencia sovitica, donde la moderniza-cin poltica obstaculiz la modernizacin econmica y productiva, a fin de cuentas supo, por el levantamiento en Chiapas, que la modernizacin econmica sin modernizacin poltica conduca a la misma crisis de go-bernabilidad. Ms que una revolucin al estilo de los pases de Europa del este, que pasaron de una economa centralizada a una economa de mercado, con todo y relaciones polticas y de poder, Mxico tuvo ante s y la tiene an la oportunidad de avanzar por el camino de la transi-

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    cin, de un sistema poltico cerrado, autoritario y presidencialista, a uno abierto, democrtico y con equilibrio de poderes.

    Pero las cosas naufragaron. Salinas de Gortari, que acarici en sus manos el momento de las transformaciones polticas, quiso resolver primero su gran dilema: empujar la transicin a la democracia, o recons-truir el sistema poltico cerrado, autoritario y presidencialista que necesi-taba para darle el ltimo empujn a su modelo de modernizacin econ-mica. La transicin hubiera significado la cesin del poder transexenal para un presidente con tentaciones reeleccionistas y de maximato, a cam-bio de la ayuda para la consolidacin de esa modernizacin econmica, que requera de nuevas relaciones polticas, sociales y de poder. Lo se-gundo, decidi Salinas, resultara el mejor camino para la consolidacin de un proyecto econmico personal y transexenal.

    Salinas tuvo oportunidades para decidirse por el camino de la transicin:

    a) Cuando el polmico resultado electoral de 1988, encar la ne-cesidad de abrir el sistema poltico, pero su arranque sexenal estuvo de-terminado por los golpes espectaculares que perfilaron una presidencia autoritaria; se le haba presentado un panorama poltico excelente para la transicin: el PRI se haba apoderado de la presidencia pero con una oposicin activa y resuelta. Sin embargo, Salinas hizo lo que pudo por desaparecer al cardenismo y se ali con el panismo, pero no para abrir espacios a la modernizacin poltica, sino para reestructurar y reforzar al prismo dominante.

    b) Luego del saldo de las elecciones federales de agosto de 1991, cuando el PRI recuper muchas posiciones perdidas en 1988, Salinas tu-vo el espacio de maniobra para una transicin conducida por el PRI y por un presidencialismo democratizador. Tampoco fue as; pese a las ad-vertencias de las movilizaciones sociales que llevaron a los interinatos de Guanajuato, Michoacn y San Luis Potos, y a la derrota prista por la gubernatura de Chihuahua. Y la transicin se bloque con la maniobra

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    de Salinas para imponer a Luis Donaldo Colosio como el candidato del salinismo transexenal.

    c) A partir del levantamiento en Chiapas y del asesinato de Co-losio, Salinas tuvo la invaluable posibilidad de catapultar los conflictos derivados para convertirlos en aperturas polticas. Las cosas sucedieron de otra manera: Salinas se dedic a aislar los problemas desgastndolos y a rehacer los hilos tradicionales del poder. Ms que la imposicin de Ze-dillo que de todos modos fue seal evidente de que Salinas estaba preocupado por otros asuntos que no eran los democrticos, lo que alej al pas del camino de la transicin fue la prioridad presidencial no slo de que ganara Ernesto Zedillo las elecciones, sino de arrasar a la oposicin. El aparato autoritario del sistema se rehizo para beneficiar al candidato salinista y de paso otorgarle a Salinas poderes transexenales.

    La transicin pendiente

    La pregunta est a la vista: quieren realmente los mexicanos la

    transicin? Una lectura poltica del resultado oficial de las elecciones del 21 de agosto llevara a una respuesta contundente: queran y quieren la democracia. Incluso, aceptando (sin conceder) que los resultados reales sean los del IFE, el dato de que el PRI que no es un partido poltico, sino coalicin de grupos y clases perdi la mayora absoluta, indica el sentido poltico del voto de la sociedad: negarle a ese partido el espacio mayoritario y abrirle a la oposicin un camino de participacin ms cre-ciente en el rumbo de la nacin.

    Pero el PRI y el gobierno han diagnosticado al sndrome demo-cratizador como una enfermedad poltica de las sociedades que viven apresadas por el miedo a la libertad. Es cierto que lo de Chiapas y lo de Colosio fueron expresiones de una parte de la sociedad que se neg a las transformaciones polticas, pero el gobierno salinista fue tambin intole-rante al aprovechar esos hechos para manipular a la sociedad. Ms tem-

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    prano que tarde, se daaron los intereses de los sectores mayoritarios de la sociedad, justamente los que votaron por el PRI: el asesinato de Jos Francisco Ruiz Massieu, como expresin de una lucha interna por el po-der, y la firma anticipada del pacto estabilizador, garantizando as su per-manencia transexenal y condenando a la sociedad a un ao ms de sacri-ficio del bienestar.

    De todos modos, pese a todo, el pas se encuentra sensibilizado en favor de la transicin a la democracia. A pesar de las campaas del gobierno que la identificaron con el conflicto permanente. La transicin a la democracia no es sino la bsqueda de un sistema poltico ms ade-cuado a la composicin de una sociedad viva, actuante y que quiere ser la duea de su propio destino. Es decir, se trata de encontrar la manera de que el Estado, el presidencialismo y el PRI regresen a la sociedad sus de-rechos polticos expropiados en nombre de la Revolucin mexicana. Los conflictos y las tensiones polticas disminuirn cuando haya canales de-mocrticos de expresin y de participacin.

    La transicin democrtica puede no significar que pierda el PRI, como partido que podra ser, sino que la sociedad recupere espacios de movilidad que pueden descansar en aspectos muy sencillos:

    a) El fin del partido del Estado. Esto hasta el propio Zedillo lo entendi desde el 4 de agosto de 1994 cuando ofreci terminar con ese maridaje perverso. Aunque muchos candidatos lo han ofrecido, a Zedillo se le notaban las ganas de ser creble. El PRI debe vivir sin el gobierno para evitar que el Estado est al servicio de una casta poltica prista. La clave del sistema poltico autoritario y piramidal radica en la facultad metaconstitucional del presidente de la repblica de ser, al mismo tiem-po, el jefe del PRI.

    b) El equilibrio de poderes. Ms que reducirle facultades al pre-sidencialismo que no sera tan malo, se trata de que el ejecutivo re-conozca la autonoma y autoridad de los otros dos poderes. El objetivo se localiza en la urgencia de que tenga contrapesos y equilibrios, algo que

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    seala la constitucin pero que las prcticas verticalistas han impedido. c) La reforma electoral que le quite al gobierno el control de los

    procesos electorales. El presidente opera el aparato electoral en el que participan candidatos pristas designados por l mismo. Si las elecciones son la expresin mxima de la democracia, stas deben ser imparciales y no estar manejadas por quienes tienen intereses en un candidato o en un partido.

    d) La esencia de una verdadera reforma poltica mexicana se en-cuentra en la promocin del federalismo, pues ste es la negacin del presidencialismo centralista. La sociedad se expresa en los espacios aut-nomos, pero el presidente lo controla todo. En la medida en que la socie-dad recupere sus espacios de vida al final de cuentas la poltica es eco-noma cero el presidencialismo tendr que regresar a sus lmites mni-mos. La experiencia mexicana seala que el absolutismo presidencial ahoga a la presencia de la sociedad. El federalismo representara la se-gunda repblica restaurada.

    e) Lo anterior se resume en un punto clave: el respeto al Estado de derecho garantiza la mejor transicin a la democracia, pues se ajusta a los trminos constitucionales. El sistema poltico autoritario se sustenta en la persistencia de un estado de excepcionalidad jurdica. La existencia del partido del Estado, la anulacin de los poderes legislativo y judicial, la falta de respeto al voto y el centralismo poltico y social han sido posi-bles por la ruptura del Estado de derecho, pues la constitucin regula puntualmente las posibilidades de democracia.

    En el fondo, la transicin a la democracia es algo ms que la de-rrota del PRI. Se trata de construir nuevas reglas para la convivencia po-ltica. De ah que en la crisis que vivimos, esa transicin siga siendo la prioridad de la repblica.

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    LAS ELECCIONES NO BASTARON

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    uando an no cerraban las casillas el 21 de agosto, las cifras de grupos especializados indicaban un triunfo claro del PRI y una

    cada del PRD hasta el tercer lugar de la clasificacin poltico-partidis-ta. La reaccin del gobierno salinista, del equipo zedillista y de la cpu-la prista fue obvia: sentan que la pesadilla haba terminado. Sin em-bargo, menos de cuarenta das despus, la pesadilla reapareci con el asesinato del secretario general del PRI, Jos Francisco Ruiz Massieu.

    Independientemente de los contradictorios informes policiacos sobre razones, mviles y primeras confesiones de los detenidos, el im-pacto del atentado hizo cuajar los intentos por parar en seco el comien-zo de las conversaciones con la oposicin para una reforma poltica amplia. Desde toda perspectiva, la muerte de quien se supona iba a ser el lder del congreso demostr una sola realidad: que las elecciones no bastaron para detener los problemas polticos del pas ni tranquilizarlo; ni sirvieron para reencauzar la dinmica poltica de la sociedad.

    La muerte de Colosio fue la primera llamada, aunque el go-bierno gast su menguada credibilidad en apuntalar la hiptesis de un asesino solitario, que nadie crey, comenzando por la familia y los amigos ms cercanos del candidato. El asesinato de Ruiz Massieu fue

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    la segunda llamada, aunque tambin quiso el gobierno distraer la atencin acreditando el crimen a vendettas polticas poco verosmiles, con pistas que se pierden en la inmensidad del drenaje profundo del sistema poltico. El gobierno salinista mostr el miedo a la realidad, cuando la poltica se apoya en la realidad para modificarla.

    El pas necesita que el gobierno despeje las piedras que se atraviesan en el camino del desarrollo poltico. Nadie puede negar que los crmenes contra Colosio y Ruiz Massieu entorpecieron la vida po-ltica, y que las elecciones presidenciales y el reacomodo electoral de las fuerzas partidistas en 1994 tampoco satisficieron las expectativas de muchos grupos. El sentido de la persistencia de la crisis es para exigir mayor inters en la atencin de los problemas que causan la de-sarticulacin poltica del pas.

    Si el efecto ms importante de los conflictos de 1994 fue daar la estabilidad poltica, lo urgente es restaurar los espacios para la vida poltica estable; condicin previa impostergable para seguir con los pla-nes de ajuste y emergencia econmica. No se pueden tapar con un dedo las grietas en las paredes del deteriorado edificio poltico nacional.

    Las razones de la sinrazn

    La crisis, en realidad, es del sistema poltico. No hay otra ex-

    plicacin. Antes, el sistema poltico fue la pieza central de la estabili-dad social. De all que el debate nacional sobre los motivos y las sali-das de la crisis poltica que estall en 1994 deba comenzar con una pregunta concreta: sirve el actual sistema para garantizar la estabili-dad de la nacin? Desde cualquier punto que se le vea, no; ya fue re-basado por las diferentes corrientes que conforman la gran coalicin prista y por la bsqueda de una nueva correlacin de fuerzas dentro del propio sistema que est pasando por una disputa sangrienta por el poder que ya lleva dos cadveres ilustres.

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    La sociedad debe ser la primera interesada en tener una per-cepcin clara de las razones polticas que estuvieron en el fondo de los asesinatos y los conflictos de 1994; y a partir de significados, con-tenidos y efectos, percatarse de que lo ocurrido revel deficiencias de la vida poltica nacional:

    a) El sistema poltico fue rebasado por las luchas entre los gru-pos. Los presidentes de la repblica y del PRI, las dos llaves que abr-an o cerraban espacios polticos, se vieron en el centro de conflictos: el asesinato de Colosio fue una afrenta contra Salinas, y la muerte de Ruiz Massieu, un reto contra el PRI. El mensaje result inequvoco: ni Salinas ni el PRI garantizaron la estabilidad de la repblica; por el contrario, como destinatarios de los recados sangrientos, se transfor-maron en instancias de peligrosa inestabilidad social.

    El nuevo sistema poltico debe tener otros esquemas para un funcionamiento poltico sin violencia. La clave puede encontrarse en un hecho inocultable: el sistema que gener la estabilidad tuvo la ca-racterstica de haber sido incluyente; cuando se volvi excluyente, se precipit la crisis.

    b) El pas perdi las expectativas de seguridad poltica. Aun-que pueda darse el caso de que el PRI sea inocente de los conflictos que le imputan, la violencia se desbord por la incapacidad de los pri-stas para contenerla o encauzarla. La poltica se convirti en el oficio ms peligroso. Para golpear al gobierno, debilitar instituciones y ge-nerar incertidumbre, la muerte de polticos ser el camino ms corto para llegar a esos fines.

    c) La poltica debe recuperar su funcin de espacio por exce-lencia para dirimir la lucha por el poder. De golpe y porrazo el pas regres a los aos veinte, cuando la poltica se arreglaba a bala-zos.Pero entonces no haba terminado del todo la fase armada de la Revolucin. La principal virtud del sistema poltico fue convertir a la poltica en el campo de batalla de disputas entre corrientes partidistas

  • LAS ELECCIONES NO BASTARON

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    y de grupo: las purgas, el desempleo y el exilio sustituyeron a las muertes violentas. Por otra parte, los asesinatos de polticos contex-tualizaron el levantamiento en Chiapas, donde grupos de mexicanos concluyeron que la poltica a la mexicana no permita el ejercicio de la poltica porque sta se convirti en propiedad de una pequea casta gobernante.

    La peor consecuencia que pueden dejar los acontecimientos de 1994 sera la del cinismo: ni los crmenes, ni el levantamiento en Chiapas, ni los secuestros deben olvidarse, ni aislarse sus efectos.

    El desafo democrtico

    La solucin a la crisis poltica debe asumirse en su dimensin

    global. El problema de Mxico es general: de proyecto, de institucio-nes y de prcticas. La leccin de la crisis poltica radica en el cruel mensaje de que las cosas ya no funcionan. All est la evidencia ms concreta: Mxico se encuentra en el umbral de cambios inevitables.

    Si no fueron las elecciones, cul ser el camino de recupera-cin de la estabilidad poltica, pilar fundamental que sostiene la esta-bilidad social y econmica?

    Por ms vueltas que se le d no hay ms que un camino: el re-conocimiento de que el actual sistema poltico es fuente de inestabili-dad y de que es inevitable la construccin de un nuevo sistema poltico democrtico. El reto no es sencillo nunca lo fue la edificacin de sis-temas polticos, pero Mxico tiene la oportunidad si se le quiere encontrar un sentido positivo a la crisis por el grado de descomposi-cin del sistema poltico actual y por el consenso social de que el pas debe buscar otra estructura poltica que garantice la estabilidad.

    El nuevo sistema debe atender: a) La redefinicin de un nuevo proyecto nacional de desarrollo.

    El viejo proyecto se erigi en funcin de un mundo cerrado, de un na-

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    cionalismo acentuado y de una revolucin que derroc a una dictadura y defini un programa social. El nuevo proyecto debe tener cuando me-nos tres objetivos bsicos: la lucha contra la desigualdad social, la igualdad de oportunidades polticas y la salvaguarda de Mxico como nacin independiente y soberana. Lo de menos es qu partido gobierne, si el pas pone candados a las definiciones bsicas de la sociedad y, so-bre todo, si el PRI quiere eternizarse en el poder porque dice represen-tar un proyecto nacional que el mismo prismo contribuy a aniquilar. La obsolescencia del viejo proyecto no alcanz a descartar lo que fue la clave para la estabilidad: la capacidad del Estado y del gobierno para impulsar reformas sociales y polticas. El nuevo proyecto nacional debe asumir la correlacin histrica de las fuerzas sociales.

    b) La repblica est urgida de nuevas instituciones polticas compatibles con el desarrollo abierto. Y la lista no es muy larga: de un lado, la constitucin, el gobierno, la presidencia de la repblica y el PRI deben ajustarse a los nuevos equilibrios de poder y a sus espacios reducidos de accin; de otro, a esas organizaciones se deben agregar nuevas instituciones que garanticen la democracia: un congreso inde-pendiente, una suprema corte autnoma, partidos de oposicin involu-crados con la sociedad, organizaciones empresariales activas y un sin-dicalismo defensor de los avances sociales de la nacin. Este conjunto de instituciones tiene que vincularse recprocamente con los perfiles social y poltico del nuevo proyecto nacional, a fin de articular ese nue-vo sistema poltico que le regresara la estabilidad a la repblica.

    c) El nuevo proyecto nacional y las nuevas instituciones polti-cas tendrn que derivar en mejores prcticas polticas. Si el viejo pro-yecto de sistema regente el poder en nombre de diferentes grupos polticos hasta convertirlo en propiedad de uno solo, la disputa por el poder deriv en pugnas, purgas y violencia polticas. Las tradicionales prcticas polticas ordenaron el ejercicio del poder, pero dejaron de operar con eficiencia. La nueva estabilidad estara fundamentada en

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    prcticas polticas modernas que respondieran cuando menos a dos criterios: el relevo hacia el interior de los grupos pristas y la alternan-cia partidista, producto de la nueva competencia que tiene el PRI.

    Los principales caminos para ejercer estas prcticas se plan-tearon en 1994: respeto irrestricto a la constitucin, autonoma de los organismos electorales, fin de la impunidad policiaca, autocontrol gu-bernamental y alternancia partidista.

    En suma, se trata de cambiar la poltica en sus tres niveles: co-mo proyecto, como institucin y como prctica.

    Si el gobierno se resiste a una reforma poltica que se ajuste a la nueva correlacin de fuerzas sociales del pas, los sobresaltos no tendrn fin y terminarn por hartar a la sociedad. Si el gobierno de Zedillo no atiende las campanadas de la crisis y decide repetir la ex-periencia salinista de privilegiar la modernizacin econmica y pro-ductiva, la inestabilidad social se profundizar ms rpido. Si no se acepta el reto de afrontar la crisis poltica, la agona del actual sistema poltico ser sangrienta.

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    LA HORA DE LA DEMOCRACIA _______

    omo no hay plazo que no se cumpla, a Mxico le lleg la hora de su transicin a la democracia. La derrota de Zedillo en el debate televi-

    sado del 12 de mayo de 1994 ante los principales candidatos a la presiden-cia de la repblica, mostr ya el principio del fin del sistema poltico fun-dado como invencible al reunir a las principales fuerzas vencedoras de la Revolucin para el nacimiento del Partido Nacional Revolucionario.

    Desde 1982 se advirti la probabilidad de que, por razones di-versas, el pas se le deshiciera en las manos al presidente en turno. Al tomar posesin en diciembre de ese ao, Miguel de la Madrid dijo que el colapso financiero de 1981 y 1982 del cual l haba sido co-rresponsable, como encargado de las finanzas nacionales amenaz la existencia de Mxico como nacin independiente. A lo largo de cuatro sexenios de Echeverra a Salinas de Gortari, cada gobier-no se resisti a las evidencias de la realidad poltica del pas. En cada sexenio se tapaba un hoyo a costa de destapar otros.

    A Salinas le toca cargar con el peso histrico del fin del viejo sistema poltico. En pocos meses se le descompuso el pas y hered un nuevo sexenio por dems inquietante. Cada mes de su ltimo ao como

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  • LA HORA DE LA DEMOCRACIA

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    presidente le toc un hecho prcticamente inmanejable en su dimensin y en sus efectos: en enero, el alzamiento guerrillero en Chiapas; en fe-brero, el secuestro del banquero salinista Alfredo Harp Hel; en marzo, el asesinato de Luis Donaldo Colosio; en abril, el secuestro del empre-sario ngel Losada; en mayo, la derrota de Ernesto Zedillo, en el deba-te con los candidatos del PAN y del PRD; en junio, el estallido de un coche-bomba en Guadalajara como parte de la guerra entre familias del narcotrfico; y as hasta noviembre que dej el poder.

    Qu fall? Las explicaciones pueden ser muchas, y nada tie-nen que ver con la fatalidad sino con la dinmica del desarrollo hist-rico del pas, pero podran resumirse en cinco puntos fundamentales:

    1. La modernizacin econmica y productiva del proyecto sali-nista de desarrollo se aplic drsticamente en el corto plazo. Si las metas desarrollistas eran discutibles de por s, el breve tiempo en que se impusieron fue insuficiente para conducirlas con tacto poltico y hasta cautela econmica, para evitar sobresaltos. El sistema econmi-co y productivo tradicional, basado en la conduccin del Estado, en la hegemona del PRI y en la alianza con los empresarios, fue conse-cuencia de un proyecto consensuado; en cambio, la modernizacin sa-linista que le solt al mercado los hilos del desarrollo, careci de ba-ses sociales y de consensos nacionales. As, se cambi al esquema productivo el mercado por el Estado sin darle viabilidad poltica.

    2. Si el apresuramiento haca lgico prever varios reacomodos de grupos de poder, Salinas se neg a abrir la poltica. El problema fue doble: en el interior de la coalicin gobernante se produjo una cri-sis de identidad por la falta de conviccin ante las nuevas metas del desarrollo econmico y social, y un conflicto de acceso al poder entre los diferentes grupos; y en el exterior del sistema poltico se careci de compromisos permeabilizadores con grupos aliados al proyecto modernizador. En lo poltico, Salinas descuid el PRI y la crisis pol-tica comenz con la desarticulacin de ste como partido hegemnico

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    en la conduccin de las fuerzas sociales mayoritarias hacia metas di-ferentes de desarrollo. La prueba est a la vista: los crmenes polticos fueron dentro del PRI y contra pristas.

    3. La clave del orden poltico, fundado para evitar guerras en-tre las facciones polticas y militares, se convirti en el secreto de la estabilidad poltica de la repblica durante sesenta y cinco aos: los consensos sociales; es decir, los acuerdos escritos y no escritos entre las fuerzas principales. Pero fueron consensos sustentados en compro-misos, y sobre todo, en reformas sociales.

    El proyecto salinista modific no slo los objetivos sociales del desarrollo: trastoc los puntos ms sensibles de los consensos so-ciales histricos en el campo (el artculo 27 constitucional), en el sec-tor laboral (el 123 constitucional), en la clase poltica gobernante (la hegemona del PRI como partido incluyente, y el 130 constitucional, que legitim la lucha poltica antiprista de la iglesia catlica) y en los grupos empresariales (la rectora del Estado como el factor de acumu-lacin privada de capital). A la modernizacin salinista se le olvid construir sus consensos sociales.

    4. Cuando Mario Vargas Llosa defini al sistema poltico mexi-cano como la dictadura perfecta, estaba percibiendo la estructuracin piramidal del poder en Mxico y su capacidad de cooptacin de los contrarios. El sistema poltico mexicano se finc en dos acuerdos fun-damentales: la fuerza del presidencialismo, y la apertura poltica y eco-nmica del Estado. El presidencialismo y el Estado conformaron la es-tructura del poder en Mxico; fueron el equilibrio fundamental del sis-tema poltico, a condicin de que uno se fortaleciera del otro. La mo-dernizacin econmica y productiva del salinismo debilit ideolgica, poltica, econmica, legal y consensualmente al Estado y el presiden-cialismo perdi su fuerza legitimadora y se recarg en su fuerza autori-taria. La prdida de los equilibrios desajust los acuerdos no escritos y desat una lucha por el control hegemnico de la repblica.

  • LA HORA DE LA DEMOCRACIA

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    5. Finalmente, el viejo sistema poltico no atendi las llamadas de atencin de los ltimos treinta y cinco aos: los movimientos disidentes de ferrocarrileros, telegrafistas, maestros, petroleros, mdicos y estudian-tes, todos con perfiles sociales y polticos, no encontraron cauces de par-ticipacin y acumularon fuerza poltica hasta estallar sin orden. La ruptu-ra en el PRI en 1987, con la salida de Cuauhtmoc Crdenas y Porfirio Muoz Ledo, fue el comienzo de la desarticulacin poltica del pas. A ello se agreg el surgimiento de nuevas fuerzas sociales, polticas, eco-nmicas, productivas, laborales, juveniles, histricas, culturales e ideol-gicas que liber la modernizacin y que no encontraron cauces de parti-cipacin, y s en cambio el cierre de los espacios tradicionales de movi-miento dentro del PRI, del Estado y de la vida poltica.

    La crisis del pas no se dio por generacin espontnea. Se pue-de resumir as: el viejo modelo del sistema poltico fue agotndose, no comprendi las necesidades de las nuevas fuerzas sociales en un mundo ms abierto y competitivo.

    La quinta opcin

    El modelo de modernizacin econmica y productiva del Sali-

    nismo puede ser discutible en sus metas y costos, pero est conforma-do con coherencia. El problema fue que su aplicacin desajust los acuerdos sociales mnimos y ahora el pas se enfrenta a acontecimien-tos espectaculares que se salieron del control poltico institucional: la guerrilla, la violencia poltica en el PRI, la delincuencia, el narcotrfi-co, la oposicin y la crtica, la devaluacin, en suma, una profunda crisis. En el fondo, la crisis del viejo sistema estall por la incapaci-dad poltica para liderear las transformaciones. Cuando el gobierno dej de hacer reformas sociales y emprendi contrarreformas, los acuerdos consensuales bsicos, dije ya, se rompieron, y las salidas aparecieron con claridad: o el conflicto incontrolable del cambio vio-

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    lento o el conflicto encauzado por medio de los partidos. El punto fi-no de la crisis se encuentra en la necesidad de transitar hacia un nuevo proyecto nacional.

    Y ninguna fuerza social, poltica o partidista parece tener la ca-pacidad suficiente para conducir la transicin. Todas las transiciones democrticas en el mundo han comenzado con el debate pblico de la transicin misma; en este contexto habr que atender dos cuestiones:

    1. Los caminos de las transiciones, dice Emilio Rabasa Gam-boa en su libro Por qu la democracia?. Transiciones de 1974 a 1990 (Coordinacin de Ciencias y Humanidades, UNAM, 1993) al re-sumir a los tericos del tema, son cuatro: el pacto, las reformas, la im-posicin y la revolucin. En Mxico podra darse una quinta opcin: la presin social. Hasta diciembre de 1993 Salinas pensaba que el mo-delo econmico haba sido suficiente para posponer la reforma polti-ca. La guerrilla en Chiapas le mostr la realidad: la modernizacin est urgida de la democracia. Por razones propias, la ola democratiza-dora inund a treinta pases en el periodo 1974-1990, con excepciones significativas, como la de Mxico. Pero lleg la hora: o se apresura la transicin o el desbordamiento de problemas va a llevar a la ingober-nabilidad y a la ruptura social.

    2. Las prioridades estn a la vista, sobre todo por el contexto de la crisis nacional: la reestructuracin del poder poltico (partidos, Estado y presidencialismo, bsicamente), la formacin de liderazgos polticos ms slidos y la reconformacin de consensos nacionales.

    La visin optimista del futuro del pas se aprecia en la posibili-dad de reencontrar el camino de la solucin poltica a fondo de los pro-blemas nacionales. La visin pesimista insiste en mirar el futuro con los ojos del pasado autoritario. As como Salinas tuvo la determinacin de imponer un modelo de modernizacin econmica y productiva, Zedillo debe tener la decisin para reencauzar el rumbo poltico del pas. Si no...

  • EL QUE USTED DIGA, SEOR PRESIDENTE

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    UN DA SOLEADO PARA SALINAS _______

    l da en que destaparon a Luis Donaldo Colosio el sistema polti-co mexicano se despert a las siete de la maana con la claridad

    de que las cosas haban cambiado, porque iban a ser las mismas. As fue: el PRI dio un espectculo poltico premoderno que auguraba ma-las noticias para el proceso electoral de 1994. La bufalada, la cargada, la sumisin completa, el estamos con usted seor licenciado Como Usted Se Llame, el siempre dije que sera usted, la reafirmacin del seor presidencialismo, el juego del Tapado que confirm la ma-ana del 28 de noviembre de 1993 los vicios del presidencialismo ju-gando a la gallina ciega con los pristas y stos, aceptaron sumisa-mente la voluntad presidencial. Es decir: lo mismo de siempre.

    La poltica a la mexicana no haba cambiado. Si los pristas tu-vieron la oportunidad de mostrar que la modernizacin econmica y la globalizacin del pas haban afectado en sus formas al quehacer polti-co, el estilo del destape de Colosio evidenci que esa oportunidad se ha-ba perdido una vez ms. El PRI y la poltica se seguiran manejando con los vicios de siempre. Lo malo fue que esas viejas prcticas polticas se dieron en una sociedad que estaba cambiando y que requera mensajes y hasta guios que le dijeran que los pristas estaban dispuestos al cambio.

    E

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    Los mensajes del destape colosista fueron claros: a) La nominacin del candidato prista fue un autntico destape:

    el presidente cit a los pristas y les dio el nombre; los pristas fueron lle-vados con engaos a la sede del partido y el acarreo se arm en unas cuantas horas, sin que los acarreados supieran a quin iban a vitorear.

    b) Si el prismo iba a mostrar su madurez en la forma de ope-rar la nominacin, la cargada fue como en los viejos tiempos: depre-dadora, destructora. Los pristas estaban ah para que los viera el un-gido; los saludara, los tomara en cuenta. El candidato fue aclamado no porque fuera l, sino porque era el candidato. Lo mismo hubieran hecho con Pedro Aspe, Manuel Camacho, Emilio Gamboa, Emilio Lozoya, Patrocinio Gonzlez o Ernesto Zedillo. Lo mismo hicieron con Zedillo, a quien despreciaron cuando era jefe de campaa de Co-losio, pero a quien vitorearon meses despus, cuando asumi la candi-datura presidencial sustituta.

    c) La simbiosis PRl-gobierno se volvi a mostrar descarnada con los amarres que hicieron Salinas y su operador Jos Crdoba, pa-ra aprisionar a Colosio. La renuncia de Manuel Camacho no opac el triunfalismo del grupo salinista. Este estilo anticip que Salinas pon-dra al gobierno al servicio de Colosio y del PRI. Si por un lado ello poda garantizar una forma de triunfo, por otra, iba a resultar una ofensa al sentido comn de los mexicanos que vean, pasmados, que el PRI y el gobierno no cambiaban.

    d) El PRI volvi a mostrarse como el partido-apndice del presidencialismo antidemocrtico y autoritario. El consejo poltico nacional del tricolor aclam al que le dijeron, los sectores se plegaron a la decisin presidencial y las bases fueron excluidas de nuevo. Si se hubieran credo las palabras del presidente formal del PRI, Fernando Ortiz Arana, el destape se habra adelantado porque l dijo que sera en enero de 1994. Fue antes porque Salinas lo orden. Y los pristas acataron las decisiones voluntaristas de un solo hombre.

  • UN DA SOLEADO PARA SALINAS

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    e) El mensaje final del operativo de destape de Colosio evi-denci un desprecio por la oposicin; como si el PRI hubiera olvidado que el an presidente gobernaba con apenas el 50.34% de los votos, escamoteado por Bartlet el resultado en la mitad de las casillas en 1988. Pero el PRI actu como si siguiera ganando con el cien por ciento de los votos. Para el prismo, Colosio ya haba ganado; la opo-sicin no importaba. Diciembre de 1993: un pas en transicin

    Al finalizar 1993, el pas, al margen de lo que pensaban Luis Donaldo Colosio, Cuauhtmoc Crdenas y Diego Fernndez de Ceva-llos, se encontraba en una lucha por la democracia. Un poco porque la oposicin era vista ya como una opcin, otro porque el PRI haba fa-llado en muchas zonas del pas y porque Salinas ejerci durante su se-xenio un estilo poltico excluyente, el caso era que el pluripartidismo se presentaba como una realidad y la transicin a la democracia apa-reca como una necesidad.

    Aunque Colosio se encontraba fascinado por su partido y el PRI estaba deslumbrado por su capacidad para el acarreo, como apa-rato electoral y no como partido poltico, en diciembre de 1993 haba indicios de que el pas se iba a complicar en 1994 y la eleccin del 21 de agosto sera diferente a las once elecciones presidenciales anterio-res, desde 1929. Al finalizar 1993 llamaba la atencin de los mexica-nos que:

    a) La economa se encontraba sostenida con alfileres. La infla-cin haba bajado y el tipo de cambio estaba bajo control, pero ambas metas fueron alcanzadas con el manejo especulativo de algunas varia-bles econmicas. El pas enfrentaba cinco retos: lograr un PIB de 6% sin presiones inflacionarias; soltar el pacto estabilizador sin miedo a

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    alineaciones peligrosas de precios; crear empleos en el sector produc-tivo; liberar los salarios; y alcanzar una poltica de tipo de cambio sin contenciones que slo posponan la devaluacin. Aunque el aparato de propaganda salinista dijera que la economa era un xito, sta, de-bilitada, fue tema de campaa y asunto prioritario cuando la bolsa cay y los dlares se fugaron, en diversos momentos de 1994.

    b) El Tratado Crdoba-Lake de Libre Comercio se haba apro-bado en el congreso de los Estados Unidos y dominara la escena na-cional por varios aos. Salinas se decidi por Colosio porque era quien le garantizaba la permanencia del tratado. Colosio era el candi-dato teleciano del PRI. En este contexto, el pas desaprovech la cam-paa electoral para abrir un debate nacional sobre el tratado; debate que las estructuras autoritarias del presidencialismo evitaron para po-der firmar un tratado a espaldas de la nacin. De l, haba que discutir beneficios, relaciones con los Estados Unidos, reciprocidades, presio-nes democratizadoras y ausencia de un programa de desarrollo nacio-nal que evitara la subordinacin a los Estados Unidos.

    c) La nominacin de Colosio se dio en las coordenadas de la crisis y la agona del tapadismo mexicano como mtodo de seleccin de candidatos. Aunque Salinas haya buscado caminos para evitar que lo responsabilizaran de la nominacin, para nadie fue un secreto que Colosio fue impuesto. La renuncia de Manuel Camacho Sols al De-partamento del Distrito Federal revel las pugnas palaciegas por la nominacin presidencial. Por lo pronto, Colosio y el PRI perdieron calidad moral como polticos por el uso de tcnicas polticas que los mexicanos hubieran querido ver rebasadas.

    d) La sociedad mexicana recuper espacios polticos que la apata y el autoritarismo oficial haban expropiado. En los ltimos cinco aos, sectores importantes de la sociedad haban logrado expre-sar, de muchas maneras, sus deseos de hacer poltica abierta: los casos de Guanajuato, San Luis Potos, Michoacn, Tabasco, Baja California

  • UN DA SOLEADO PARA SALINAS

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    y Chihuahua, en donde la oposicin moviliz a la sociedad en contra de imposiciones pristas que tuvieron todo el apoyo gubernamental. Para las presidenciales de 1994 se advirtieron signos de participacin social autnoma, al margen de los partidos, con el propsito de evitar que el gobierno se aliara con el PRI para imponer triunfos electorales sin respaldo de votos.

    e) El principal reto del PRI era el de ganar sin complicidades con el gobierno. Esta meta era difcil de lograr, pues Colosio fue el candidato presidencial y su subordinado, Carlos Rojas, el responsable del Pronasol, qued al frente de la Secretara de Desarrollo Social pa-ra poner a Solidaridad al servicio de Colosio como candidato del PRI. El PRI deba ser muy claro en sus cuentas con la sociedad para acre-ditar cada peso gastado. Una cosa era que la mayora de los goberna-dores y el presidente de la repblica fueran del PRI, y otra muy dife-rente que usaran los recursos pblicos para apoyar la campaa de Co-losio. En el fondo, Colosio fue el ms preocupado de que ello no ocu-rriera, pues las denuncias y el conflicto poselectoral se enfilaran con-tra l por esas y muchas otras irregularidades a las que tena acostum-brado el PRI al pas.

    f) Salinas no garantiz la imparcialidad de los organismos electorales para evitar complicidades que tradicionalmente han bene-ficiado a los candidatos pristas. Este problema fue muy sensible so-bre todo porque Salinas escogi a Colosio como su candidato para que continuara su obra, pero l no quiso dar seguridades para la obje-tividad de los organismos electorales que dependen del gobierno. Y como haba demostrado que era presidente de da y prista de noche, no habra garanta de elecciones confiables porque estaba ms com-prometido con su candidato que con las elecciones imparciales.

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    LOS RETOS DE COLOSIO _______

    1.

    n vspera de la visita del vicepresidente estadunidense Al Gore (que se prevea conflictiva y agitada por las afirmaciones ofensivas

    de ste contra Mxico en el debate con Ross Perot, para discutir el Tra-tado Crdoba-Lake de Libre Comercio), Salinas de Gortari decidi des-tapar a Luis Donaldo Colosio el domingo 28 de noviembre de 1993. Si Salinas esperaba ganar tiempo hasta enero de 1994 y negociar con Gore a partir de la fuerza poltica que le daba el no contar an con can-didato, la realidad poltica y las presiones del sistema se le impusieron.

    En este contexto, para Salinas la principal caracterstica del destape de Colosio fue conocer el peso de la realidad poltica. l ha-ba hecho alarde de decisiones que se imponan sobre la realidad, pero las leyes del viejo sistema fueron implacables y, como sus anteceso-res, debi destapar sin cumplir los cinco aos de gobierno.

    La realidad poltica seal tambin que el ciclo salinista co-menzaba el principio de su fin y que el colosista arrancaba no con los mejores augurios. En este sentido, el reto de Colosio era el de cons-truir, desde la campaa presidencial, su imagen y su propio estilo.

    El destape de Colosio tuvo varios perfiles:

    E

  • LOS RETOS DE COLOSIO

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    a) El proceso de nominacin de los candidatos pristas deba cambiar. El pas estuvo en vilo hasta que el presidente formal del PRI pronunci el nombre. Durante meses se padecieron los problemas de una sucesin dinstica.

    b) Salinas de Gortari tena la obligacin poltica de salirse del proce-so electoral y ponerse por encima de los candidatos. Pero no quiso hacerlo y complic la vida poltica del pas. Una vez ms, en 1994 habra candidatos opositores fuertes. Salinas quiso manejar a su candidato, la campaa y las elecciones, y el previsible conflicto electoral se orient contra l.

    c) El pas se encontr en una etapa conflictiva con un dilema muy claro: o el autoritarismo o la democracia. A Colosio le corresponda definir una agenda clara y precisa por la democracia. Si sali candidato en un proceso poltico autoritario, deba abrirle espacios democratizado-res a la sociedad para no ser arrastrado por la oleada democratizadora.

    d) Sus prioridades eran varias, incluso, tan importantes como la bsqueda del triunfo electoral: garantizar un proceso electoral transparente y sin conflictos; reformar el PRI para que en estas elec-ciones funcionara como partido poltico y no como aparato electoral; y realizar una campaa transparente que eludiera el uso y abuso de los recursos pblicos para beneficiar al candidato oficial.

    e) A Colosio le corresponda definir los trminos de las eleccio-nes del 21 de agosto. Si se recargaba en el uso de los viejos mtodos que haban beneficiado al candidato oficial, nada lo salvara de un conflicto poselectoral sin reglas. As, Colosio se deba comprometer a un pacto poltico con la oposicin para la realizacin de elecciones transparentes.

    Aunque el perfil de Colosio estaba determinado por la conti-nuidad salinista, las circunstancias de deterioro poltico del pas co-mo se vea en la confrontacin oficial contra el cardenismo lo obli-gaban a asumir su propio espacio poltico. La oposicin se preparaba para una eleccin contra Salinas y no contra su candidato. Si Colosio permita el coucheo salinista, el proceso electoral se deteriora hasta

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    desembocar en el conflicto. Al final, el estilo autoritario de gobernar de Salinas inhibi al desenvolvimiento poltico de la sociedad.

    Colosio no lleg con las mejores cartas. Su dependencia de Salinas impidi durante estos aos, y sobre todo, durante los meses finales de la confrontacin por la candidatura, conocer sus ideas sobre el futuro del pas. Aunque Salinas le dejaba un proyecto amarrado y un continuismo garanti-zado, Colosio deba comprender que el candidato era l y no Salinas. La ta-rea no era fcil porque Colosio haba sido el operador poltico del salinismo y no el generador de ideas o caminos. Sus ltimos discursos como secretario que perfilaban ideas de gobierno fueron muy flojos y poco verosmiles.

    Colosio deba hacer una campaa poltica intensa, porque el desarrollo del pas en estos aos no le garantizaba un triunfo. Dos ca-ractersticas contextualizaron su destape:

    1.No fue la eleccin presidencial de Colosio, quien se enfren-tara a un candidato fuerte de la oposicin, Cuauhtmoc Crdenas, quien s le disputaba la presidencia. El pas no aguantara otro conflic-to como el del escamoteo de las elecciones de 1988.

    2.El pas agotara en las prximas elecciones las viejas formas de hacer poltica y el nuevo presidente tendra que reconstruir el siste-ma poltico. Si Colosio fue escogido de una lista de siete precandida-tos por haber sido operador leal y salinista, a la postre, encaraba, al da siguiente del destape, el reto de ir pensando cmo convertirse en un reformador, porque el actual sistema ya no funciona.

    2.

    Cuando a Salinas le preguntaban, en privado, de las fintas y los engaos en el proceso de seleccin de su candidato a la presiden-cia, su respuesta era la misma:

    -No habr fintas. El proceso ser ortodoxo. Heterodoxo al fin, pocos le creyeron. Al final, se sabe que no

    hubo fintas y el proceso fue ortodoxo. Aunque Salinas de Gortari se

  • LOS RETOS DE COLOSIO

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    haba decidido por Luis Donaldo Colosio con anticipacin, de todos modos, hubo de manejar las cosas hasta el ltimo momento con una baraja amplia, porque el tapadismo a la mexicana as lo exiga. Si los otros seis precandidatos salinistas tambin le garantizaban la viabili-dad de su proyecto, Colosio representaba el perfil ms completo para los intereses del grupo en el poder.

    La poltica mexicana es cruel y en la nominacin de Colosio no hizo excepcin. Manuel Camacho fue uno de los puntales polticos de Salinas; lo ayud a conquistar la presidencia, lo asesor polticamente; fue importante en la negociacin poselectoral que permiti la califica-cin presidencial en 1988; y contribuy a hacer el nudo Salinista del sis-tema poltico. Aspe, por su parte, fue un hombre clave en la definicin y control del proyecto econmico, y a lo largo de diez aos ayud a mane-jar el pacto estabilizador; renegociar la deuda; atraer capitales; y vender el salinismo ante los reacios y desconfiados hombres de negocios de los Estados Unidos.

    Ninguno alcanz la candidatura. Los porqus de Colosio no son muchos:

    a) El gobierno salinista era un proyecto transexenal. De all que Sa-linas forjara un candidato que le garantizara ese proyecto. Camacho y Aspe eran personalidades y proyectos propios, y los dems precandidatos no ase-guraban fuerza como candidatos. Colosio fue cincelado para ese proyecto.

    b) El proyecto salinista fue el de la reforma total del pas. De hecho, Salinas cambi el rumbo histrico de la nacin. Su confrontacin histrica fue con Crdenas, pero con Lzaro, no con Cuauhtmoc. El proyecto econ-mico, poltico, social, ideolgico e histrico del salinismo es la sustitucin del proyecto cardenista que funcion casi cincuenta aos. El proyecto neoli-beral del salinismo iba por una vigencia de otros cincuenta aos.

    c) El salinismo es una generacin, pero no en el trmino co-mn de la palabra. Para Salinas, su generacin es su grupo y est for-mada por edades, coincidencia de ideas y alianzas secretas. Camacho

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    es el ms grande del grupo y Aspe el ms ajeno. Patrocinio Gonzlez Garrido hubiera sido el fracaso de esa generacin. Colosio aglutin todas las caractersticas de la generacin salinista.

    d) Colosio tuvo, al lado de Salinas, una educacin principesca: fue preparado para gobernar. De la mano de Salinas se form como economista en la Secretara de Programacin y Presupuesto y en la co-misin respectiva en la cmara de diputados; como poltico se hizo en la diputacin, la senadura, el manejo de la campaa presidencial Sali-nista y en la presidencia del PRI; lo social lo desarroll en la SEDE-SOL. A nadie le permiti Salinas esa formacin poltico-burocrtica.

    e) Desde mediados de sexenio, Colosio se convirti en el jefe del grupo salinista. Ningn funcionario le disput esa posicin, al gra-do de que en las elecciones federales de 1991 y en la nominacin de gobernadores, Colosio fue el que ms gente coloc en posiciones de poder. En la operatividad Colosio se convirti en el salinismo en fun-cionamiento. En Los Pinos oper la dupla Crdoba-Colosio.

    f) En este contexto, Colosio era el seguro poltico del conti-nuismo salinista. Como nunca antes, el continuismo se convirti en un factor determinante de la candidatura. Aspe se agot en el aspecto econmico y Camacho busc alianzas con los grupos contrarios al proyecto salinista. Colosio, en cambio, amarr grupos, corrientes y personas afines al salinismo o cooptables a esa causa.

    g) El principal problema del pas desde la maana del domingo 28 de noviembre se llamaba Carlos Salinas de Gortari, un presidente que iba a querer gobernar hasta el ltimo da de su mandato despus buscara intervenir en poltica para salvaguardar su proyecto. El can-didato presidencial deba como ocurri garantizar ese activismo. Aspe y Camacho constituan una fuerza poltica por s mismos y por eso no ganaron. Colosio apareci como el ms dbil.

    h) Salinas siempre supo que su sucesor habra de salir del partido. Aunque le tuvo resentimiento al PRI porque lo culpaba de los problemas

  • LOS RETOS DE COLOSIO

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    electorales y poselectorales de 1988, tambin saba que sin partido el gobier-no se derrumbara. Por eso mand a Colosio a hacer la reforma salinista del PRI. Con un candidato forjado en el prismo, evit la ruptura del partido.

    i) Salinas saba que la campaa de 1994 sera la ms difcil para el PRI desde 1929. Por eso, necesitaba un candidato fiel que le garantizara su autoridad. Salinas lo quiso siempre todo: ganar las elecciones, mantener el poder, influir en el siguiente sexenio, transe-xenalizar su proyecto, seguir como jefe del grupo salinista y aniquilar a Cuauhtmoc Crdenas.

    j) Salinas busc un candidato de equilibrio: amarrado el proyecto neoliberal en lo econmico, era necesario un candidato para aliviar las tensiones sociales y polticas, como mostr Colosio con su discurso de aceptacin de la candidatura, ms demaggico que propositivo. Lo pri-mero para que las protestas sociales por el ajuste no beneficiaran a la oposicin, y lo segundo para evitar una ruptura poltica que debilitara la fortaleza del gobierno. Colosio se perfilaba como un presidente de preo-cupaciones polticas en un proyecto transexenal que prevea el regreso de Salinas como presidente en el ao 2000 o el 2006, para consolidar el pro-yecto modernizador.

    3.

    Aunque el destape de Colosio no caus los problemas y con-flictos internos que el de Salinas, qued en el ambiente que el PRI te-na ya candidato presidencial, pero que le faltaba ganar las elecciones. Si no armaba una campaa transparente, nada le iba a garantizar que el conflicto poselectoral de 1988 no se repitira en una situacin pol-tica ms catica y extrema.

    La uncin de Colosio como candidato salinista fue ortodoxa. Su discurso fue limpio, aglutinador y le lleg a los pristas, pero resul-t limitado para el pas. Si su destape fue al estilo clsico de la polti-ca premoderna, le falt asumir un compromiso concreto para pactar

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    con todas las fuerzas polticas nacionales. Aunque apenas era precan-didato, debi haber dado seales de su propuesta poltica hacia la na-cin y no slo hacia los dems partidos.

    La ortodoxia del destape de Colosio no pudo ocultar una reali-dad muy concreta:

    a) Su destape no fue suficiente para adelantarle el triunfo. A diferencia de otras nominaciones, la suya se inscriba en un pas ms plural, donde el presidente Salinas apenas pudo acreditar y no cla-ramente el 50.34 % de los votos.

    b) Las elecciones de agosto seran ms difciles: Crdenas s iba a disputar la presidencia de la repblica.

    c) En este contexto, Colosio deba acreditar votos y no acarreo o preferencias presidenciales antidemocrticas. Estaba luchando para evi-tar un conflicto poselectoral mucho ms delicado que el que oblig a Miguel de la Madrid, en 1988, a rodear con el ejrcito la cmara de di-putados para forzar la calificacin presidencial de Salinas de Gortari.

    A diferencia de otros candidatos pristas que lograron la elec-cin con su solo destape, Colosio estuvo obligado a desarrollar una intensa campaa poltica para convencer a la sociedad. Pese a que el gobierno y el PRI, se sentan seguros de ganar, la verdadera lucha se dara en la credibilidad. Si el gobierno salinista reproduca el numeri-to de 1988 y el secretario de Gobernacin repeta lo que hizo entonces Bartlet, las elecciones saldran demasiado raspadas.

    Por ello, el reto de Colosio tena evidentes objetivos: a) Hacer poltica para ganar las elecciones. De nada serva que

    el presidente formal del PRI, Fernando Ortiz Arana, anduviera dicien-do que el partido ya haba ganado unas elecciones que an no se reali-zaban, porque querra decir que el fraude ya estaba preparado.

    b) Colosio deba convencer al presidente de la Repblica, al secretario de Gobernacin y al PRI mismo de que las elecciones ten-dran que ser limpias, no slo parecerlo.

  • LOS RETOS DE COLOSIO

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    c) Para garantizar un proceso electoral sin conflictos, estaba obligado a suscribir un pacto poltico con el PRD, algo a lo que se ha-ban negado a hacer Salinas y el secretario de Gobernacin, porque queran aplastar a la oposicin cardenista. Sin ese pacto, el conflicto poselectoral y poltico era seguro. Deba garantizar a la oposicin una competencia equilibrada.

    Si el ortodoxo Colosio lleg a la candidatura por el camino de la ortodoxia, al final de cuentas, deba moverse en un escenario nacio-nal ms equilibrado polticamente. De ah que estuviera obligado a ser un heterodoxo candidato prista:

    a) Colosio se preparaba para debates pblicos con la oposicin en tribunas no pristas. Todos se dieron cuenta de la trampa salinista contra Cuauhtmoc Crdenas cuando quisieron llevarlo a Televisa a debatir el Tra-tado Crdoba-Lake de Libre Comercio. Los debates electorales seran tiles si Colosio los aceptaba con reglas claras y en escenarios independientes.

    b) Colosio sera muy cuidadoso en el uso de los recursos p-blicos. Era la hora en que el PRI no poda aclarar de dnde sala el di-nero de las campaas. Colosio se comprometi a mantener Solidari-dad, como una manera de anunciar que el Pronasol un programa de gobierno le dara los votos al PRI.

    c) Colosio mostrara cul era su oferta de reforma poltico- democrtica para convencer a un segmento de la sociedad, de que sus intenciones se perfilaban como sinceras. Si segua las instrucciones salinistas y eluda este tema o quera trampear al PRD, estara apos-tando a un agudizamiento de la lucha electoral.

    Pero Luis Donaldo Colosio fue asesinado das despus de que rompi con el salinismo el 6 de marzo, y luego de que amacho se sali del juego sucesorio. Al final de cuentas, el salinismo ira ms seguro con Zedillo.

  • EN LA RUTA DE LA INESTABILIDAD

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    POSADAS, EL PRIMER AVISO _______

    l comenzar la tarde del lunes 24 de mayo de 1993, un incidente violento provoc la muerte del cardenal Juan Jess Posadas

    Ocampo, arzobispo de Guadalajara, buja de la jerarqua catlica y hombre clave del entonces presidente Salinas para la modificacin del artculo 130 constitucional. Precedido de algunos mensajes no muy claros bombas encontradas en otras partes del pas das antes, ame-nazas de bombas, asesinato de exprocuradores estatales y un sobreca-lentamiento del ambiente poltico por la denuncia de la existencia de narcoperiodistas que nunca pudo probar el entonces procurador Jorge Carpizo, la muerte del alto prelado catlico provoc una serie de desajustes polticos de consideracin y de seriedad, no slo en la je-rarqua religiosa sino en el corazn mismo del viejo sistema.

    Por el efecto poltico en la estabilidad interna, el gobierno fue muy duro en su intencin de opacar el efecto del crimen y aislar sus vinculaciones con otros sucesos anteriores; aunque varios meses des-pus, no pudo impedir la articulacin de los hechos con la crisis que recomenz con el destape de Colosio y lleg hasta el 28 de septiem-bre de 1994 con el asesinato de Jos Francisco Ruiz Massieu. De to-

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    dos modos, las secuelas del asesinato del arzobispo no pudieron ocul-tarse. La misma dirigencia del clero ha insistido desde entonces en la necesidad de que el gobierno investigue a fondo los orgenes del cri-men, pues fue muy poco el tiempo que tuvo la Procuradura General de la Repblica para llegar a conclusiones contundentes de que Posa-das Ocampo haba muerto accidentalmente, al encontrarse en el lugar equivocado en el momento ms inoportuno.

    Al gobierno de Salinas le interes ms la decisin de aislar el incidente que aclarar las dudas de la sociedad. Tomado por sorpresa y sin aparato de seguridad nacional que le proveyera de la informacin necesaria acerca de la inestabilidad en que se encontraba la repblica, Salinas se comprometi demasiado en los Estados Unidos cuando, tres das despus del crimen y antes de que concluyeran las investiga-ciones de la PGR, afirm que se trat de un enfrentamiento a tiros en-tre bandas de narcotraficantes en el aeropuerto internacional de la ciu-dad de Guadalajara; algo que, segn expertos en el tema, slo ocurre en la imaginacin de los guionistas de Hollywood.

    El tiroteo de Guadalajara evidenci los frgiles equilibrios po-lticos, sociales y policiacos del pas. En la misma catedral tapata, donde se encontraba el fretro del cardenal, Salinas, como ocurri despus de la explosin del drenaje profundo, el 22 de abril de 1992, por fugas de gasolina, tuvo que escuchar los gritos de indignacin de los feligreses que clamaban justicia para superar un conflicto vincula-do al narcotrfico, problema en el que el gobierno siempre mostr una inconsistencia considerable.

    Pequeos grandes conflictos

    Hay sucesos extraordinarios que destapan conflictos polticos. Si el asunto del narcotrfico ha tenido puntos de friccin considera-bles en 1985 estall en Guadalajara un costoso escndalo por el asesinato de un agente de la DEA, Enrique Camarena Salazar, adems

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    de algunas balaceras callejeras y varios bombazos que han aumentado el pnico social, los incidentes haban involucrado slo a miembros de las bandas de narcos. La preocupacin social por el narcotrfico haba sido permanente, pero sin llegar al fondo del asunto.

    El tiroteo en el aeropuerto de Guadalajara una de las cuatro ciudades ms importantes de la repblica abri la cloaca del narco-trfico en Mxico. En pocos das la PGR investig, descubri y de-nunci importantes redes del narcotrfico. Acicateadas por la muerte violenta del cardenal, las autoridades instrumentaron un operativo que la sociedad hubiera querido ver con anticipacin.

    Por lo pronto, el hecho evidenci crisis graves que tenan que ver con la seguridad del Estado mexicano y de la repblica misma; algo que se corrobor con el levantamiento en Chiapas, los secuestros y los asesinatos polticos:

    a) La crisis poltica. Aunque los discursos recalcaban que el pas estaba en calma, un tiroteo con asesinatos de inocentes mostr que en Mxico puede ocurrir lo que se criticaba de otras naciones. La muer-te del cardenal provoc desajustes en la capacidad de gobierno de Sali-nas, e indujo a una mayor crtica de la sociedad hacia el grupo gober-nante. Una intranquilidad poltica se apoder de algunos sectores de la repblica debido a que se apreci que el narcotrfico podra estarse apoderando de la capacidad de iniciativa en temas con alta incidencia nacional, algo que estallara como escndalo con la muerte de Ruiz Massieu. Asimismo, mostr que el gobierno haba sido polticamente incapaz de recuperar los mrgenes aceptables de seguridad pblica y quedaba la posibilidad de que el asesinato del cardenal hubiera sido un mensaje a Salinas, o al entonces procurador Carpizo, para informarles de una guerra del gobierno contra grupos poderosos de la nacin.

    b) La crisis en las alianzas. Si se supona que Salinas haba fir-mado una alianza profunda y estable con la iglesia catlica, se dio cuenta que no era as. Un sector importante de la iglesia conservado-

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    ra, la aliada con el proyecto salinista, profundiz su crtica a la inca-pacidad de su gobierno. Otro sector importante de la iglesia no acept la explicacin oficial de que la muerte del cardenal haba sido produc-to de un choque entre narcotraficantes y se qued con la impresin de que se trat de un atentado contra el alto prelado.

    c) La crisis de credibilidad. Aunque desde el primer momento el gobierno afirm que se haba tratado de un accidente, la reaccin de la sociedad fue de incredulidad; la credibilidad del gobierno no tena nive-les aceptables; al contrario, haba un rechazo social automtico hacia las explicaciones oficiales. Cuando la PGR hablaba de una absoluta certeza en que la muerte del cardenal haba sido accidental, la alta jerarqua ecle-sistica peda informes verosmiles. Al final de cuentas, el gobierno se haba mostrado ms interesado en convencer a los mexicanos de sus ar-gumentos que en manejar criterios de veracidad confiables.

    d) La crisis de seguridad pblica. Uno de los mensajes que dej la muerte del cardenal fue que nadie estaba a salvo de la violen-cia del narcotrfico. Accidente o no, un prncipe de la iglesia catlica, supuestamente protegido por su condicin de religioso y por su cerca-na con Dios, cay abatido por las terrenales balas del narcotrfico. Esta violencia sorprendi a muchos mexicanos, cuando las balaceras en las calles de Guadalajara o Culiacn eran cosa de todos los das sin que las autoridades hubieran encontrado forma legal para combatirla. Podra decirse que la fuerza armada del narcotrfico era superior a la del gobierno, al grado de que pudo darse una balacera en uno de los ms importantes aeropuertos del pas, donde se supone la existencia de sistemas de seguridad eficaces.

    e) La crisis de seguridad nacional. Un punto conflictivo que revel el asesinato del cardenal fue el de la existencia de peligrosas fallas en las estructuras de seguridad nacional del pas. En medio de otros incidentes pugnas entre grupos radicales, localizacin de bombas en lugares concurridos, amenazas de bombas inexistentes,

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    el tiroteo en Guadalajara mostr la desarticulacin de los aparatos de seguridad nacional que deben mirar hacia adelante, no hacia atrs. La lucha contra el narcotrfico en la PGR debi provocar una estrategia de seguridad nacional que previera los escenarios de respuesta al nar-cotrfico y las secuelas de la desarticulacin de las bandas. El control de los aparatos de seguridad nacional, por parte de Jos Crdoba Montoya, no hizo sino desmantelar las estructuras de bsqueda de in-formacin de inteligencia para la toma de decisiones. Las tensiones del corto plazo

    El problema no era que ocurrieran crisis o desajustes en pun-

    tos sensibles del aparato gubernamental y del proyecto de Salinas, si-no que se dieran en el momento menos oportuno: asesinaron a Posa-das en la etapa ms difcil de la sucesin presidencial en el gabinete salinista; en el momento ms delicado en el calendario de la aproba-cin del Tratado Crdoba-Lake de Libre Comercio con los Estados Unidos; en la coyuntura del aumento de la preocupacin norteameri-cana por el narcotrfico en Mxico; en la fase del efecto negativo de la inseguridad pblica en los ciudadanos; y en el instante del estrecha-miento de las instancias de participacin poltica para la oposicin.

    De hecho, Mxico se coloc en el filo de la navaja del endureci-miento poltico. Como no se haba visto en el pas desde mediados de los setenta, las condiciones de inestabilidad, ingobernabilidad y deses-tabilizacin repercutieron en un gobierno sin respuestas polticas lo su-ficientemente abiertas y rpidas como para diluir el fantasma de la re-presin. La primera reaccin oficial al tiroteo de Guadalajara fue ins-trumentar un mecanismo de censura periodstica para imponer la ver-sin oficial del tiroteo y de que no se haba tratado de un atentado. Si al principio eso ayud a diluir las expectativas negativas de la sociedad en el corto plazo, no hubo respuestas para explicar el largo plazo.

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    En este contexto, al gobierno de Salinas le faltaron respuestas polticas de fondo: todo se qued en la intentona de vender la versin oficial de los hechos, ignorando a los diferentes sectores sociales y polticos del pas. Como ocurra en el discurso econmico, el gobier-no vea slo un lado de la realidad, aunque presentara muchos perfiles dramticos. De cumplirse con los deseos oficiales, Mxico sera el pas de las maravillas. Pero las cosas no eran tan mecnicas: el tiroteo de Guadalajara evidenci una parte de la crisis poltica de la nacin; aquella que perfilaba a una repblica penetrada por fuerzas indoma-bles del narcotrfico contra las que el aparato gubernamental no tena estrategias de fondo.

    La muerte del cardenal fue un aviso con mltiples facetas de lo que vendra despus: desde las que indicaban que las formas de co-hesin internas no eran tan fuertes, hasta otras que sealaban que el proyecto salinista haba desajustado demasiados hilos al mismo tiem-po, pasando por la necesidad de que el gobierno deba aprender a tra-tar a la sociedad mexicana como a un mayor de edad. En el fondo, el principal mensaje fue: la estabilidad poltica y social del pas estaba en peligro, y se necesitaba una gran labor poltica de gobierno para restaurarla; y sta no lleg. Al contrario, el da en que mataron a Po-sadas, Mxico entr en el sobresaltado camino de la inestabilidad so-cial y poltica.

    El primer aviso fue del narcotrfico. Y nadie en el gobierno le hizo caso.

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    EL RETRASO POLTICO ESTALL EN 1994 _______

    n su cuarto informe de gobierno, en noviembre de 1992, Salinas de Gortari se comprometi a discutir puntos concretos para avan-

    zar en la democracia, pero en su quinto informe ofreci slo un pacto o acuerdo de civilidad poltica para enfrentar sin conflicto las eleccio-nes de agosto de 1994. Sin embargo, en un ao el pas cambi y su principal indicio fue que la sociedad ya haba definido los puntos de una agenda social por la democracia y el gobierno no haba atendido esas demandas.

    Visto el asunto con realismo, Salinas estaba colocado por pri-mera vez demasiado atrs de la sociedad. El pacto de civilidad polti-ca para elecciones pacficas debi haber mostrado indicios serios y de fondo. Pero el director general del IFE y exsubsecretario de Goberna-cin, Arturo Nez, no garantizaba esa civilidad en el proceso electo-ral, pues l mismo reabri las heridas de 1988 cuando dijo, el 30 de septiembre de 1993, que en 1994 no habra otra cada del sistema electoral de cmputo, como en 1988, cuando el propio Nez fue re-presentante del PRI ante la Comisin Federal Electoral, que le toc esconder los verdaderos resultados electorales.

    Muchas cosas evidenciaron el retraso gubernamental en lo po-ltico. Salinas no poda ofrecer un pacto de civilidad poltica si no se

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    haba comprometido a establecer reglas legales claras para el desarro-llo de los comicios. El director del IFE no poda garantizar un control sobre el sistema de cmputo si el gobierno ya haba manipulado en 1990 las elecciones de 1994 con un censo de poblacin rasurado por el INEGI, en el que, con el cruce de informacin sobre elecciones y empadronamiento, se perfil desde entonces la disminucin de la po-blacin en distritos y estados que votaron por la oposicin en 1988, o que estn muy empadronados, y el aumento en aqullos donde el PRI ha ganado y hay menor nmero de empadronados.

    Lo malo fue que el pas esperaba que el quinto informe de Sa-linas mostrara voluntad poltica para enfrentar el deterioro de los pro-blemas polticos del pas. Sin embargo, poco se confiaba, en realidad, cuando fue el propio Salinas el que propuso en noviembre de 1992 una reforma poltico-electoral que de origen haba pactado con el PAN y que exclua al PRD. Un pacto de civilidad poltica resultaba menor a las posibilidades de haber establecido reglas electorales cla-ras con el apoyo y el consenso de todos los partidos polticos registra-dos. La exclusin del PRD era, desde entonces, un conflicto poltico previsible que el gobierno pudo haber manejado, pero que no quiso negociar.

    En este contexto y luego de las definiciones de fondo del quinto informe, el pas deba esperar una campaa electoral muy agitada y unas elecciones sin control. Si Salinas supona que la oposicin acepta-ra ese pacto sin que l y el PRI cedieran en el control de los organis-mos y los procesos electorales, en el fondo estaban apostando a elec-ciones prcticamente conflictivas, donde la autoridad represiva del go-bierno y del Estado operara en favor de los candidatos oficiales.

    Democracia: puntos en conflicto

    Para haber sido un quinto informe presidencial, el del primero de noviembre de 1993 result menguado, porque se esperaban defini-

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    ciones de fondo con miras a la sucesin presidencial. Todo quinto in-forme implica una evaluacin sexenal de gobierno, a partir de la ex-periencia de que el sexto ao es slo el del manejo de la sucesin pre-sidencial. En este contexto, por ste haba muchas expectativas. En lo econmico, no hubo sorpresas porque se trat del mismo esquema au-topublicitario de siempre, cuando en las calles las condiciones socia-les reflejaban aspectos contrarios a lo afirmado.

    En lo poltico, el quinto informe result tan limitado que el ambiente mismo as lo reflej. Las interpelaciones cardenistas eviden-ciaron que el clima poltico del pas se encontraba restringido para decir lo menos y que Salinas tena un pasivo poltico considerable.

    El problema poltico del sexenio salinista fue el de la demo-cracia. Haba puntos importantes que deban evaluarse para contex-tualizar la muy limitada oferta salinista de un pacto de civilidad polti-ca, cuando el pas necesitaba exiga un esquema electoral ms abierto y menos controlado por el gobierno:

    a) El PRD estaba fuera de los acuerdos poltico-electorales de importancia nacional. Si Salinas le pas la factura poltica a los cardenis-tas por los conflictos y confrontaciones que vienen desde 1987, cuando Cuauhtmoc Crdenas, Porfirio Muoz Ledo y otros pristas abandona-ron el partido para protestar por la manipulacin delamadridista del pro-ceso de nominacin de su candidato a la presidencia, Salinas y sus prin-cipales asesores debieron haber matizado sus rencores polticos para pen-sar ms en el pas y no en ajustes de cuentas.Pero el equipo salinista pre-firi una negociacin con el PAN para excluir al PRD y corri el riesgo de que ste por s solo desajustara el ambiente poltico y las elecciones.

    b) Si la madrugada del 7 de julio de 1988 el candidato oficial Carlos Salinas anunci el fin del partido nico, ante la sorpresiva ava-lancha de votos por la oposicin que el entonces secretario de Goberna-cin, Manuel Bartlet Daz, no pudo corregir sin que lo atraparan robn-dose los votos de la oposicin, en esos cinco aos de gobierno, Salinas

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    busc por todos los medios el regreso del carro completo prista. En el fondo, la jugada salinista fue garantizarle al PRI el control de 65% del congreso y de los votos pristas en las elecciones federales, dejndole a la oposicin el 35%. Lo paradjico del asunto era que el inters salinis-ta se daba cuando se haban perdido dos gubernaturas pristas (Baja Ca-lifornia y Chihuahua), se haba cedido una (Guanajuato), se ces a cua-tro gobernadores pristas porque no pudieron gobernar (Guanajuato, San Luis Potos, Michoacn y Tabasco), y haba cuando menos diez es-tados en donde el PRI era minora. Pese a ello, Salinas deseaba que el PRI fuera de nuevo el partido hegemnico y prcticamente nico.

    c) Ante las evidencias de los votos y de la incapacidad prista para dominar el pas sin alianzas, Salinas hubo de tomar una decisin drstica: gobernar con la derecha o con la izquierda. Al final, el perfil de su gobierno lo llev a buscar una alianza orgnica con el PAN que pudiera desembocar en un gobierno de coalicin PRI-PAN para el se-xenio 1994-2000. De hecho, el clculo parti de una realidad inoculta-ble: el PRI era el partido del populismo y por tanto de la crisis. Para darle credibilidad a su proyecto modernizador, Salinas busc la legiti-macin con un aliado insospechado: el PAN. A cambio de ello excluy al PRD y a las agrupaciones de centro-izquierda de cualquier negocia-cin. Si hacia el exterior, sobre todo los Estados Unidos, deba lavar su culpa del maosmo universitario que vivi en sus aos en la Facultad de Economa de la UNAM, su lastre del populismo lopezportillista que defendi con pasin y su prismo obligado por la candidatura presiden-cial, su camino fue mixto: aliarse con el PAN y liquidar el proyecto histrico del PRI como partido de la Revolucin mexicana, aunque ello significara la liquidacin del PRI como partido poltico.

    d) Pese a los esfuerzos por reconstruir el presidencialismo que histricamente ha suplantado la accin de la sociedad, Salinas tuvo que enfrentar a lo que Carlos Monsivis ha llamado una sociedad en movi-miento. Han sido sindicatos, agrupaciones femeninas, desempleados,

  • EL RETRASO POLTICO ESTALL EN 1994

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    despedidos, partidos polticos y agrupaciones ciudadanas, entre muchas otras formaciones autnomas de la sociedad, las que se han movido contra el sistema presidencialista para buscar sus espacios de maniobra. Si ahora se sabe que el presidencialismo, el Estado y el gobierno tenan poderes subsidiarios es decir, existan para subsidiar la inexistencia de la sociedad, y por tanto, carecan de vida autnoma, en 1994 Sali-nas tendra evidencias ms que concretas de que la movilizacin demo-crtica de la sociedad haba metido en un conflicto al autoritarismo de los poderes nacionales.

    e) En el fondo, el pas estaba definiendo, de muchas maneras y desde muchos foros y en muchos frentes, una agenda nacional para la transicin a la democracia. Si es cierto que el presidencialismo mesi-nico de ese sexenio le sac jugo a su liderazgo autoritario para bus-carle consensos sociales ms o menos vendibles, en realidad, no pudo limitarle los espacios a la sociedad. sta, en su enorme variedad de formaciones, ha venido buscado plantear puntos concretos de partici-pacin ms abierta y menos controlada en los asuntos polticos.

    En este amplio contexto, el pas se enfilaba hacia una situa-cin poltica previsiblemente apretada. En el fondo, Salinas viva y vivira la paradoja de su modelo de modernizacin econmica y pro-ductiva: cinco aos de reprivatizacin haban liberado nuevas fuerzas productivas, econmicas, empresariales, sindicales, campesinas, pol-ticas, culturales, ideolgicas, partidistas y modernizadas que no en-contraban cauce de participacin, y que se enfilaban en rumbo de co-lisin contra el modelo que les haba permitido existir.

    La ltima oportunidad pas el primero de noviembre de 1993 y no se enfrent.

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    LOS DESAJUSTES DEL SEXENIO SALINISTA _______

    Crisis poltica!

    n su columna cotidiana en el peridico El Financiero, el colum-nista Federico Arrela hizo el lunes 6 de diciembre de 1993 un

    recuento de los siete das posteriores al destape de Colosio y concluy que haba datos que sealaban los perfiles de desajustes polticos de seriedad. En realidad, la lista de Arrela apenas recuperaba sucesos posteriores al destape, pero la situacin del pas era ms delicada, pues se dibujaban los contornos de una verdadera crisis poltica.

    El contrapunto ms evidente estaba registrado en varias aristas: a la euforia natural por la nominacin de Colosio, un poltico que pas por el entrenamiento del aparato partidista, le siguieron las reacciones inesperadas del regente Manuel Camacho Sols y el estallido de la cri-sis en Yucatn por las elecciones desaseadas y la inevitable concertace-sin que le cambi al PAN la gubernatura por la alcalda de Mrida.

    Lo primero evidenci fisuras en el gabinete presidencial y en el grupo compacto salinista, cuando Salinas de Gortari estaba apostando a un pacto poltico entre los precandidatos para unificar fuerzas despus de la nominacin y as fortalecer al salinismo. Lo segundo fue un men-

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  • LOS DESAJUSTES DEL SEXENIO SALINISTA

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    saje ms delicado pues mostr la falta de credibilidad de las cifras ofi-ciales electorales, dej ver la ruptura de la alianza de Salinas con el PAN y adelant el clima en que se daran las elecciones presidenciales.

    Lo malo fue que las reacciones oficiales no fueron de carcter poltico. El destape de Colosio se le desbord a Salinas porque las presiones internas y, sobre todo, las de los Estados Unidos lo obliga-ron a adelantar el nombre de su candidato. La reaccin de Camacho fue anmica al principio, pero con el paso de los das pudo convertirse en una fuerza poltica dentro del sistema que definiera a un grupo de presin poltico. Y los conflictos en Yucatn dejaron huellas preocu-pantes para los estrategas colosistas porque cualquier solucin que se le diera al desaguisado yucateco iba a adelantar un catico proceso electoral presidencial el 21 de agosto.

    En este contexto, la poltica mexicana se mova en una especie de circo de tres pistas: una de ellas era la del salinismo, que buscaba apresar a Colosio para imponerle el continuismo; otra, la del propio Colosio, que deba encontrar su propio espacio de movilidad para for-talecer su debilitada candidatura; la tercera estaba mucho ms agitada porque registraba movimientos polticos fuera del sistema poltico que buscaban condicionar los mrgenes de maniobra del prximo go-bierno y simultneamente aprovechar la debilidad del gobierno Sali-nista a punto de fenecer. La conjuncin de estas tres pistas presentaba un pas agitado polticamente.

    Lo que iba a complicar las cosas era que Salinas haba sido re-basado por las circunstancias y sus ofertas polticas resultaban tram-posas o incapaces de responder a las expectativas de la sociedad. A la natural declinacin de su poder por la existencia de un candidato prista en campaa, haba que agregarle el pecado original del sistema poltico mexicano: el presidente no poda conciliar su papel de rbitro de los conflictos poltico-electorales pues su prioridad era el triunfo de su candidato. En ese sentido, la presidencia salinista se convirti

  • CUANDO PUDIMOS NO QUISIMOS

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    en el punto central del conflicto poltico, poltico-electoral y poselec-toral. Y si se parta del criterio de que Salinas posee extraordinaria in-teligencia poltica, se siguieron acumulando evidencias de que eso no bastaba porque su falta de oficio poltico ya le haba causado enormes problemas al pas.

    Indicios de la crisis poltica

    Aunque la euforia por la nominacin de Colosio quiso ocultar las evidencias de la crisis poltica, hubo datos claros que sealaban los contornos de una agudizacin de los problemas:

    a) El desacuerdo entre los tres principales partidos polticos iba a profundizar el problema. El PRD tena razones suficientes para quejarse de maniobras gubernamentales que intentaban sacarlo de la legalidad y reprimirlo; el PAN acababa de padecer en carne propia en Yucatn el incumplimiento de compromisos del gobierno salinista. En este contexto, el pas se enfilaba a las elecciones presidenciales, con partidos que desconfiaban entre s y con un presidente que haba per-dido la confianza de partidos, grupos polticos y analistas polticos.

    b) Los conflictos poselectorales estaban a la orden del da sin que el gobierno federal fuera capaz de encontrarles soluciones institu-cionales. Nayarit, Estado de Mxico, Coahuila, Guerrero y los persis-tentes en Guanajuato y Michoacn seguan latentes. Yucatn se suma-ba a ese escenario de descomposicin poltico-electoral con razones ms que suficientes para llamar la atencin sobre un hecho: o Colosio buscaba acuerdos concretos con los candidatos del PAN ydel PRD para que el gobierno soltara partes importantes de la organizacin de las elecciones o sera lgico esperar un conflicto poselectoral en las presidenciales.

    c) Las virtudes de Salinas se haban convertido en sus defec-tos. La gestin operativa de la presidencia le permiti remontar la car-ga de ilegitimidad electoral del proceso del 6 de julio de 1988. Sin

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    embargo, varios aos despus se encontraba en el centro de la disputa democrtica de la sociedad. Frente a ello, el gobierno haba perdido la capacidad de control de los sucesos polticos, con el agravante de que se agudizaban da a da por su dinmica propia, pero alimentados por decisiones que carecan de oficio poltico. En Yucatn, la Secretara de Gobernacin manej la concertacesin para entregarle el munici-pio al PAN, pero cuando se descompuso el estado por el acto de aban-dono del poder de Dulce Mara Saur, Gobernacin se sali de las pl-ticas y no dej lnea de negociacin.

    d) Salinas se recarg en el apoyo extranjero para fortalecer y legitimar su presidencia, pero en la sucesin presidencial de 1994 esos intereses norteamericanos constituiran un factor de presin per-manente. Clinton y Bush hicieron declaraciones, como si fueran voce-ros del gobierno mexicano, aunque slo reflejaran los intereses esta-dunidenses que se pusieron en juego en Mxico y que no quisieron perder por malos manejos polticos mexicanos. Por lo dems, el factor norteamericano estaba contenido, explcita e implcitamente, en las negociaciones no formales del Tratado Crdoba-Lake de Libre Co-mercio con los Estados Unidos. Y como las bondades del Tratado de-pendan de la buena voluntad norteamericana y sta slo se daba ama-rrada a intereses polticos, geoestratgicos y de seguridad nacional, habra que esperar el intervencionismo cada vez ms directo de ese pas en la vida nacional.

    e) La declinacin natural del podero de la presidencia salinis-ta se converta en un problema maysculo en el corto plazo. Si Sali-nas construy una presidencia autoritaria, a costa de la eliminacin de las tradicionales correas de transmisin y compartimentos intermedios de permeabilidad de la pirmide del poder, cuando hubo candidato prista y los pristas se olvidaron del presidente, el pas enfrent