Cuarto Domingo de Adviento ciclo A

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Y se llevó a casa a su mujer Ciclo A

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Y se llevó a casa a su mujer

Ciclo A

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Estamos en el domingo anterior a la Navidad. Hoy se nos propone una inmediata preparación, pero no precisamente para una navidad bullanguera o externa, sino para que Cristo nazca en nuestro corazón de una manera más positiva. Para ello se nos propone todos los años la figura de la Madre María.

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Dios quiere salvar al mundo y nos va a dar

una señal de salvación y de victoria. Y lo hace

por medio de María, Y lo hace por una señal

sencilla y viva: María que es madre y virgen. Es una señal antigua, aunque oscura, pero

esclarecida por el evangelista san Mateo,

que es el de este ciclo A.

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Así son las señales que nos da Dios. No son apabullantes sino sugestivas, no son grandiosas sino vivas, no son terribles sino estimulantes: Una joven virgen que va a dar a luz un hijo. Ello será motivo de una gran alegría por su unión con Dios; pero también será motivo de un gran dolor, una especie de noche de dolor con una entrega total en las manos de Dios.

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Hoy tenemos otro protagonista. Junto a la virgen madre está un hombre bueno, el hombre fiel, quien pasa una “noche oscura”, pero amanece con la sonrisa más plena, puesto en los brazos de Dios. El es san José.

Así nos dice el evangelio de este día: Mt 1, 18-24

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El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: "José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados." Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del Profeta: "Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros". Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.

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El evangelio comienza diciendo que María estaba desposada con José, pero “antes de vivir Juntos…” Sabemos que en aquella cultura había dos ceremonias del matrimonio distanciadas por varios meses. Primero se celebraba el compromiso, por el cual ya se consideraban como verdaderos esposos, pero todavía no podían vivir juntos. Por eso en la Anunciación se dice que María “estaba desposada con José”.

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En esos meses estuvo la visita de María a su prima Isabel y el nacimiento de Juan, el precursor.

Después de meses vendría la ceremonia definitiva, por la cual el hombre se llevaba a su mujer a casa.

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El problema comenzó cuando regresó María de su visita a Isabel. Habían pasado por lo menos más de tres meses y alguien comenzó a ver que María iba a ser madre. Es posible que José se enterase por alguna vecina o por habladurías del pueblo. Alguno quizá hasta le felicitó. Estaba medio consentido; pero si se supiese que José no había sido el autor, aquello se debía tener como un adulterio.

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María y José tuvieron que sufrir mucho. Debían pasar ese tremendo desierto que se llama “el silencio de Dios”. A veces el alma no ve, mira por todos lados y parece como que todo se hunde. Así sería sobre todo para san José.

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Igualmente sería para María quien, además de ver sufrir a José y pensar que no le debe descubrir el misterio, podría añadirse el hecho de que quizá sus familiares más cercanos pudieran saber sobre su voto de virginidad, por aquello que le dijo al ángel que “no conocía a varón”.

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San José es natural que no sacaría el tema por respeto, por delicadeza. ¿Y María cómo se lo iba a decir? Es normal que ella pensase que difícilmente la pudiera creer. Además de que sería peor, pues pudiera parecer que sería una manera de querer encubrir una falta cometida.

Alguno cree solucionar todo aquel dolor preguntándose: ¿Y porqué no se hablaron entre sí aclarando lo que pasaba?

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Ella, que estaba predestinada para unirse a Cristo Jesús en la redención, ya comenzaba a unirse a ese Redentor que tenía pequeñito en su seno y que ya tenía deseos de redención. Sin embargo ¡Qué largos la parecerían a María aquellos meses hasta poder ver el cielo, que era aquel hijo que llevaba en sus entrañas!

María se pone en las manos de Dios.

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Tanto llena tu amor que

hasta el dolor te lo

ciega.

Automático

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Tienes dolor en la carne, tal cualquier mujer que esperay un dolor que trae la duda de José, aunque no quiera.

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¿Y qué piensan tus parientes de aquella niña de antaño que prometió vivir virgen a lo largo de sus años?

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¡Cómo me mira la gente! ¡Qué nueve meses más largos!¡Cuántas miradas hirientes! ¡Cuán

pesado es mi cansancio!

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¡Cómo me mira la gente! ¡Qué nueve meses más largos!

¡Cuántas miradas

hirientes! ¡Cuán pesado es mi

cansancio!

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Sólo sosiega mi vida las palabras de

Gabriel:No temas,

mujer sencilla, tienes la

gracia de Él.

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Serena has de soportar pues quien de ti va a

nacer,al mundo

traerá la paz, tú has de ser quien se la

dé'.

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¿Y qué piensan tus parientes de aquella niña de antaño que prometió vivir virgen a lo largo de sus años?

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¡Cómo me mira la gente! ¡Qué

nueve meses más largos!

¡Cuántas miradas hirientes! ¡Cuán

pesado es mi cansancio!

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¡Cómo me mira la gente! ¡Qué nueve meses más largos!

¡Cuántas miradas

hirientes! ¡Cuán pesado es mi

cansancio!

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En este vida imperfecta y en camino nos es necesario saber hablar y quizá gritar al Dios bueno, Padre lleno de amor. Ese grito nos salvará y pondremos nuestro granito de redención para otros.

En la vida a veces Dios nos hace sentir su silencio. Ante el mal y la injusticia quisiéramos que Dios diera una respuesta; pero muchas veces Dios calla.

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Dios calla por un tiempo para nuestro bien, aunque no lo veamos. Hoy el evangelio se fija especialmente en san José. Con su actitud también está preparando la venida del Salvador. Es una actitud que es ejemplo para nosotros. Es un hombre “justo”; pero no con una justicia retributiva o algo parecido, sino con una “justicia” al estilo de Jesús: de bondad y santidad. Por eso es el hombre “bueno”.

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San José tiene una postura digna, respetuosa y acogedora. Es de corazón generoso, que no busca el bien suyo sino el de los demás. No entiende el misterio, pero prefiere retirarse silenciosamente. Podría haberlo discutido, criticado o acusado; pero prefiere guardar silencio y, si alguno tiene culpa, que se la echen a él.

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Dios calla, pero termina hablando con bondad. Un ángel le habla cuando José está en un “sueño”. Esto es una fórmula israelita para decir que tiene una experiencia espiritual. José se da cuenta que el mensaje viene de Dios y su espíritu se alegra y conforta superando al sufrimiento pasado.

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José debía acoger definitivamente a María como esposa y debía dar la paternidad legal al hijo de María, garantizando de este modo el estatuto histórico de que ese niño sea descendiente legítimo del rey David.

El encuentro de José con María tuvo

que ser mucho más feliz que los anteriores

encuentros.

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El encargo de que san José sea el padre legal está en aquellas palabras: “Tu le pondrás por nombre Jesús”. El padre es quien debía poner nombre al hijo.

Por eso san José, ante la ley y ante la sociedad, es el padre con todos los compromisos de verdadero padre aquí en la tierra.

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Después en el evangelio hay una parte no muy fácil de entender que es: “Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del Profeta: "Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros"”.

Y alguno dirá: si un profeta dice que la Virgen dará a luz a un hijo, pues está muy clarito. – Pues no está tan clarito.

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De esta profecía nos habla hoy la 1ª lectura. Es del profeta Isaías (el 1º) por el año 715 a.C. Eran tiempos difíciles para Israel, pues las tropas asirias amenazaban a la ciudad de Jerusalén. Dice así en Is 7, 19-14:

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En aquellos días, el Señor habló a Acaz: "Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo." Respondió Acaz: "No la pido, no quiero tentar al Señor." Entonces dijo Dios: "Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros"."

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El rey Acaz, que era el rey de Judá, estaba indeciso sobre lo que debía hacer. Antes había sido ayudado por el rey de Asiria para poder ser rey de Judá. Por eso no desea ir contra los invasores. Pero el profeta Isaías denuncia su actitud cobarde y le invita a la valentía y la resistencia.

Había una coalición de tropas, entre los que estaban los asirios, que venían en contra de Jerusalén.

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Le dice que no puede dejar conquistar a Jerusalén, porque siguen en pie las promesas de Dios para la casa de David. Y le da una señal. Pero resulta que en el original hebreo dice: “Mira que la muchacha está encinta y va a dar a luz un hijo”. La muchacha o joven señora era la reina, que iba a tener un hijo que sería un gran rey y muy religioso: Ezequías.

Por lo tanto seguía en pie la promesa a la casa de David.

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Y, al traducir lo de la muchacha, pusieron: la virgen o una virgen, pues resulta que no había artículos. Hay una ley o norma sobre la inspiración bíblica: que Dios no sólo inspira el primer original, sino las copias de copias de copias, que durante siglos cambiaban un poquito, como en este caso. Esto hasta que con los apóstoles se terminó la época de la Inspiración.

Más tarde, por los años ochenta o cien antes de Cristo, unos sabios hebreos en Alejandría tradujeron la Biblia del hebreo al griego.

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Entonces san Mateo aprovecha esta traducción en griego para expresar que esa profecía se aplicaba a la Virgen que iba a tener aquel Niño divino. De esta manera continúa y sublimada la profecía a la casa de David. Por su parte Dios ratifica estas palabras de san Mateo como mensaje inspirado para nosotros, porque ese niño sí va a ser verdaderamente Enmanuel, Dios con nosotros.

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Enmanuel no es solamente un nombre, sino una realidad admirable. El hijo de la Virgen es Dios con nosotros. Por la Encarnación Dios ha visitado a su pueblo. Pero no sólo ha visitado, sino que se ha quedado con su pueblo. Y no sólo se ha quedado. sino que se ha hecho uno de su pueblo.

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De ese Hijo de Dios, “nacido, según la carne, de la estirpe de David”, les hablaba san Pablo a los romanos y nos habla hoy a nosotros. Jesucristo es la salvación para todos, para judíos y paganos. Debemos responder a esta fe.

Así nos lo dice hoy san Pablo en la 2ª lectura, que es el comienzo de la carta a los romanos.

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Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol, escogido para anunciar el Evangelio de Dios. Este Evangelio, prometido ya por sus profetas en las

Escrituras santas, se refiere a su Hijo, nacido, según la carne, de la estirpe de David; constituido, según el Espíritu Santo, Hijo de Dios, con pleno poder por su resurrección de la muerte: Jesucristo, nuestro

Señor.Por él hemos recibido este don y esta misión: hacer que todos los gentiles respondan a la fe, para gloria de su nombre. Entre ellos estáis también vosotros, llamados por Cristo Jesús. A todos los de Roma, a

quienes Dios ama y ha llamado a formar parte de los santos, os deseo la gracia y la paz de Dios, nuestro

Padre, y del Señor Jesucristo.

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Aquí se reafirma que Jesús es el Hijo venido del cielo, pero al mismo tiempo es de la tierra, siguiendo la descendencia de David. Jesús, por ser Dios, nace de una Virgen, ratificándose claramente en el evangelio esta virginidad.

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Se reafirma la virginidad de María, no porque signifique un desprecio o condena del amor humano del matrimonio y de la sexualidad. Sería una contradicción, ya que es una creación de Dios, sino que se afirma la virginidad de María sobre todo porque indica la sorprendente iniciativa de Dios para entroncarse en la carne de la humanidad.

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Dios, con todo su amor, escoge aquella joven, María, porque se ha

abierto sin condiciones ni reservas a la venida del Señor, a quien con

todo su amor esperaba. Hoy la pedimos que nos dé también al esperado, porque

muchas veces andamos como ovejas

sin pastor.

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Madre nuestra, que en medio de

la noche diste al

mundo la luz del Redentor,

Automático

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Danos hoy otra

vez al Esperado,

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Danos hoy otra

vez al Esperado,

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que andamos como ovejas sin pastor.

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Aquel a quien adoran el sol y las estrellas,

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el que viste las flores y

amansa el fiero mar,

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el Dios que a todos ama con toda su grandeza

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al seno de una Virgen

bajó para habitar.

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diste al mundo la

luz del Redentor

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Danos hoy otra

vez al Esperado,

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Danos hoy otra vez al Esperado, que andamos como ovejas sin pastor.

AMÉN