Cuento ariana

6
Cuentos sobre los derechos de los niños Alumna: Ariana Fernandez Maestra: Graciela Fernandez y Monica Pressa Grado: 6º Los Reyes no se equivocan Cuento Ariana J ulieta terminó de lustrar los zapatos de ir a la escuela. Cierto que ella hubiera preferido poner las zapatillas rosas con estrellitas, las que le había regalado su madrina para el cumpleaños número seis. Pero la mamá dijo que esas zapatillas eran una pura hilacha y que qué iban a pensar los Reyes Magos. Ya que estamos, Julieta aprovechó la mamá, dámelas que te las tiro de una vez por todas a la basura.

Transcript of Cuento ariana

Cuentos sobre los derechos de los niños Alumna: Ariana Fernandez Maestra: Graciela Fernandez y Monica Pressa Grado: 6º

Los Reyes no se equivocan Cuento Ariana

J ulieta terminó de lustrar los zapatos de ir a la escuela.

Cierto que ella hubiera preferido poner las zapatillas rosas

con estrellitas, las que le había regalado su madrina para el

cumpleaños número seis.

Pero la mamá dijo que esas zapatillas eran una pura

hilacha y que qué iban a pensar los Reyes Magos.

–Ya que estamos, Julieta –aprovechó la mamá–, dámelas

que te las tiro de una vez por todas a la basura.

Porque a la mamá de Julieta no le gustaban las cosas

gastadas o con agujeros. Tampoco le gustaban las cosas

sucias o desprolijas. Y siempre tenía la casa limpia,

reluciente y olorosa a pino. Debía de ser por eso que la

mamá de Julieta no podía ni oír hablar de perros.

–Perros en esta casa, jamás –decía–. Los perros ensucian,

rompen todo y traen pestes. Así que en la casa de Julieta no

había perros, había tortuga.

Y no es que Julieta no le tuviera cariño a la Pancha. Pero la

Pancha era medio aburrida, y se la pasaba durmiendo en su

caja.

Lo que Julieta quería –y lo quería con toda el alma– era

un perro. Un perro que le lamiera la mano y la esperara

cuando ella volvía de la escuela. Un perro que le saltara

encima para robarle las galletitas. Por eso Julieta le

había

pedido un perro a los Reyes. Y los Reyes se lo iban a

traer,

porque siempre le habían traído lo que ella les pedía.

¿Y su mamá? ¿Qué diría su mamá del perro?, se

preguntó Julieta y el corazón le hizo tiquitiqui toc toc.

Pero enseguida pensó que su mamá no iba

a tener más remedio que aguantarse, porque

uno no puede andar despreciando los regalos

de los Reyes.

–¡Julieta! –dijo la mamá– Sacá la basura a

la calle y vení a comer...

A Julieta no le gustaba nada sacar la

basura, pero hoy tenía que portarse muy

bien porque era un día especial. Así que

agarró la bolsa de la basura –con sus

zapatillas adentro, claro– y, sin protestar,

atravesó el pasillo y la dejó en la vereda,

al lado del arbolito.

Mientras hacía esfuerzos por dormirse, Julieta pensó que

ella, a veces, no la entendía a su mamá. ¿No era, acaso,

que los Reyes Magos, tan poderosos y tan ricos, se habían

atravesado el mundo entero para ir a llevarle regalos a un

pobrecito bebé que ni cuna tenía? ¿Y esos Reyes se iban a

asustar de sus zapatillas gastadas? Pero bueno, mejor

pensar en el perro, que a ella le encantaría blanco y medio

petiso.

Y Julieta se quedó dormida.

A la mañana siguiente, Julieta se despertó tempranísimo.

Allí, junto a sus zapatos brillantes, estaba el perro.

–¿Viste, nena? –dijo la mamá–. ¡Un perro, como vos

querías! Mirá: si le tirás de acá, mueve la cola y las orejas...

¿Estás contenta?

No. Julieta no estaba contenta. El perrito que le habían

traído los Reyes era más aburrido que la Pancha. Porque la

Pancha, por lo menos, estaba viva, aunque a veces mucho

no se le notara.

Este perrito no le lamería la mano a Julieta, ni le robaría

las galletitas, ni nada de nada.... ¿Es que los Reyes se

habían equivocado?

Pero cuando, al rato nomás, Julieta salió a

comprar la leche, pensó que no, que los

Reyes Magos nunca se equivocan: al lado del

árbol, con una de sus zapatillas entre los

dientes y la otra entre las patas, había un

perrito blanco y medio petiso.

El perrito la miró a Julieta y, sin soltar las

zapatillas, le movió la cola. Entonces

Julieta lo agarró en brazos y corrió a su

casa gritando:

–¡¡Mamaaaá!! ¡¡Mamaaaá!! ¡¡Los reyes

me pusieron uno de verdad en las zapa!!

3La mamá salió al pasillo y lo único que dijo fue:

–¡Ay, mi Dios querido!

Pero se ve que no se animó a despreciar un regalo hecho

por los mismísimos Reyes, porque después de un rato de

mirarla a la hija y al perrito, agregó por lo bajo:

–Entren nomás, que este perrito necesita un baño de

padre y señor mío...

32

Donde los derechos

del niño Pirulo chocan con los de la rana Aurelia cuento ariana

A Pirulo le gusta ir a la casa de su abuela porque en el

jardín hay un estanque y el estanque está lleno de ranas.

Además le gusta ir por otras razones.

Porque su abuela nunca le pone pasas de uva a la comida.

Y para él, que lo obliguen a comer pasas de uva es una

violación al artículo 37 de los Derechos del Niño que prohíbe

los tratos inhumanos.

Porque su abuela no le impide juntarse con los chicos de la

ferretería para reventar petardos, de modo que goza de

libertad para celebrar reuniones pacíficas, como estipula el

artículo 15.

Porque su abuela no le hace cortar el pasto del jardín, lo

que sería una forma de explotación, prohibida por el artículo

32.

Porque su abuela jamás lo lleva de visita a la casa de

su prima. Según Pirulo, que lo lleven de prepo a la casa de su

prima viola el artículo 11, que prohíbe la retención ilícita de un

niño fuera de su domicilio.

Porque su abuela nunca limpia la pieza donde él duerme,

así que no invade ilegalmente su vida privada. Artículo 16.

Porque su abuela jamás atenta contra su libertad de

expresión oral o escrita –artículo 13–, de manera que puede

decir todo lo que piensa sobre su maestra Silvina sin que su

abuela se enoje.

9Para hacerla corta: en casa de su abuela él es una persona

respetada.

Pero lo que más le gusta es el estanque de ranas del jardín.

Ahora mismo, amparado por el artículo 31, se dispone a

gozar de una actividad recreativa apropiada para su edad: va a

cazar ranas.

Prepara la carnada de salchicha, agarra la linterna y la bolsa

de arpillera. Es de noche. En verano las ranas se cazan de

noche. Su abuela duerme.

Con mucha mala suerte, la primera rana que saca del

estanque es Aurelia.

–¡Un momento! –le dice Aurelia– ¿Qué estás

haciendo?

–Cazo ranas.

–Lo siento, pero los animales tenemos

derecho a la existencia.

–¿Eso quién lo dice?

–El artículo 1 de la Declaración Universal

de Derechos del Animal proclamada en

París en 1978.

–¿Eso vale en la Argentina?

–Sí, vale.

10

–Pero yo tengo derecho a las actividades recreativas

apropiadas para mi edad y en este instante mi actividad

recreativa consiste en cazar ranas.

Aurelia se impacienta.

–Y yo te recuerdo que tenés que respetar

nuestra longevidad natural. Así que te vas a

quedar sin comer ranas.

Pirulo levanta la voz.

–¡Yo no las como! ¡No me gustan! ¡Se las

va a comer mi abuela!

–¡Entonces peor! ¡Vos las cazás sólo para

divertirte! ¿Con qué derecho? ¿Te gustaría

que te cazaran por diversión?

–¡No es lo mismo! ¡Yo soy una persona!

–¡Vos sos un animal de otra especie, y

punto!

En el estanque se armó una batahola. Todas las ranas

croaban y saltaban. Pirulo reculó un poco, pero su indignación

era grande.

–¡No me voy de acá sin ranas!

–¡Antes pasarás sobre mi cadáver!

En ese momento se abrió la ventana del dormitorio de la

abuela. Era ella, asomada, con los pelos parados y una batería

de chancletas en la mano.

11

–¿SE VAN A DEJAR DE ROMPER DE UNA BUENA VEZ? ¿SABEN QUÉ

HORA ES? ¿CONOCEN EL ARTÍCULO 11 DE LOS PRINCIPIOS EN FAVOR

DE LAS PERSONAS DE EDAD? ¿SABEN QUE TENGO DERECHO AL

BIENESTAR FÍSICO, MENTAL Y EMOCIONAL? ¿Y QUE PARA ESO

NECESITO DORMIR? ¿LES ENTRA EN LA CABEZA? ¡DORMIIIIIIIIR!

¡DORMIIIIIIIR!

Con la primera chancleta no acertó. Con las

otras sí.

Pirulo estaba muy confundido. Aurelia

también. Se miraron.

–Eso fue una agresión por parte de la

abuela.

–Injusta me parece a mí.

–Pará, ¿dónde podemos aclarar todo

esto?

–En las Naciones Unidas.

–Vamos.