CUENTO DE MARTA MELERO
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Marta Melero 3ºESO
La batalla de los dragones Marta Melero Catalán
Érase una vez…..
En un lugar de la Rioja, de cuyo nombre sí quiero acordarme, llamado con todas
sus letras ALFARO, tuvo como huésped un “famoso” hidalgo llamado Quijote y
su fiel compañero Sancho Panza.
Su creador Miguel de Cervantes nunca pensó que pudieran salirse de su obra para
llegar a este pequeño punto en el mapa de la Rioja, pero grande por sus
extensiones y la riqueza de su historia y sus gentes.
Don Quijote, su caballo Rocinante y Sancho caminando, caminando……querían
llegar a conquistar otro punto más para poder proclamarse con el título de
“Caballero Andante”.
-Sancho Panza, creo que hemos llegado a nuestro destino, asiente Don Quijote a
su fiel criado.
A lo lejos aparece la hermosa Colegiata de San Miguel. Sobre ella anidan
numerosas cigüeñas; bueno, miles; por algo es famosa por albergar a la mayor
colonia de cigüeñas del mundo.
Los compañeros andantes se quedan admirados ante el espectáculo que
contemplan con la caída del sol. Cientos de cigüeñas revoloteaban sobre la Plaza
Mayor de Alfaro, después de venir de los
campos y Sotos del Ebro donde hay una flora y
fauna muy atractiva para conseguir su alimento
y demás “artilugios” para construir sus nidos.
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La batalla de los dragones Marta Melero Catalán
Iban los dos hablando sobre la hermosura que se les presentaba, cuando Don
Quijote se quedó absorto mirando, y le dijo a Sancho que tenía que emprender de
nuevo una dura batalla contra esos pequeños dragones voladores.
Su fiel compañero le preguntó:
- ¿Qué dragones voladores?
Y Don Quijote señalaba a las cigüeñas que por allí revoloteaban.
-¡Aquellos que allí ves!
Sancho intentó convencerle de que no eran dragones, sino las cigüeñas de las que
tanto habían oído hablar en sus numerosas andanzas por tierras de España.
Don Quijote seguía con las suyas diciéndole que él no sabía de aventuras, y que si
tenía miedo, se retirara, ya que él iba a entrar en descomunal batalla.
Sobre el horizonte se divisaban esas hermosas torres gemelas, una a cada lado de
la fachada principal de la Colegiata de San Miguel. Con la luz al caer, parecía que
estaban hechas de Plata y que todas las cigüeñas se acercaban a ellas como si de
un espejo se tratara para poder reflejarse en
ellas.
El espectáculo era impresionante, pero de
pronto pareció entristecerse por el humo y el
fuego que salía de una de las torres.
Las cigüeñas pronto se fueron ante el
inminente peligro que allí corrían, pero……
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La batalla de los dragones Marta Melero Catalán
¡Nerviosas, asustadas, pensaron que algo tenían que hacer por salvar aquel
monumento que las acogía!
Don Quijote, con la ayuda de Sancho, luchaba para
que esos pequeños dragones voladores echaran agua
en vez de fuego y pudieran apagar las llamas de la
torre.
Así fue: estos seres extraños aparecían y desaparecían surcando los cielos, y
dejaban tras de sí una estela de gotas de agua que mojaban los estupefactos rostros
de nuestros dos amigos aventureros.
Los dragones planeaban con sus enormes fauces abiertas en búsqueda del líquido
elemento que les servía el cauce del río Alhama, muy próximo a la Plaza Mayor,
el lugar donde se asentaban las torres.
Fuego, agua, destellos por armaduras y lanza crearon en el cielo un ambiente de
luminosidad impactante, llegando a superar aquellos fuegos artificiales que se
lanzaban en las fiestas grandes de nuestro pueblo para honrrar a nuestros patrones
San Roque y San Ezequiel.
Todos a una consiguieron apagar el fuego.
Todos se mostraban contentos: Don Quijote, Rocinante,
Sancho Panza y los dragones voladores, que arrojando agua
en lugar de fuego, habían contribuido a que uno de los
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La batalla de los dragones Marta Melero Catalán
monumentos más emblemáticos de nuestra tierra siguiera presidiendo la Plaza
Mayor de Alfaro para la alegría de sus gentes y visitantes.
Don Quijote se dirigió a Sancho:
-Sancho, amigo, creo que ha llegado la hora de volver con “Miguel” (de
Cervantes), contarle nuestra sin par batalla y hablarle de Alfaro y su colonia de
dragones voladores; ¡Seguro que los incluirá en su obra y los dará a conocer al
mundo entero!
Y, así, Don Quijote y Sancho caminado, caminando……….
Se fueron alejando de ese pequeño punto en el mapa para adentrarse en más
aventuras, camino de Zaragoza.
Pero, eso sí, se fueron más felices que si hubieran comido perdices.
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