Cuerpo y Sangre de Cristo

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“Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”

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“Mi carne es verdadera comida y

mi sangre es verdadera bebida”

La vida cotidiana del cristiano • Lo normal de todo cristiano es que

tenga una vida alegre, disponible, una vida con sentido.

• Pero lo olvidamos, y nos dejamos “morir espiritualmente”.

• Por eso debemos evaluar como creyentes algunos indicadores que nos permitan renovar nuestro corazón, nuestra existencia y nuestro modo de relacionarnos con Dios y con los hermanos.

Indicadores de cómo está mi vida: • Hay indicadores

muy concretos para comprender cómo está nuestra salud. Analicemos hoy, nuestro estado espiritual.

¿Cómo está mi salud eucarística?

• Tiene que ver con el hecho de cómo estamos viviendo nuestra relación con Jesús Eucaristía. ¿Cuáles son?

¿Cómo es nuestro corazón a la hora de considerar a los demás?

• Jesús siempre consideraba la vida de los demás desde su corazón misericordioso:

• Toda su vida es un acto de total entrega de sí por amor.

• Hace suyos los deseos, problemas, enfermedades, y situaciones que agitan la vida de las personas con las que compartía.

• ¿La Eucaristía que celebro, me lleva a sentir a todos como hermanos?

• ¿Hace crecer en mí la capacidad de alegrarme con quien se alegra y de llorar con quien llora?

Venimos a misa porque amamos a Jesús, porque queremos entrar en su corazón, y

queremos entrar en el de los demás.

• ¿Veo en el corazón de las personas, el corazón de Jesús?

¿Nuestra vida se deja transformar por la acción del

Espíritu?

• La presencia de Cristo en la Eucaristía se da gracias a la acción del Espíritu que transforma el pan y el vino en su Cuerpo y Sangre.

Esa acción del Espíritu nos transforma también para que nuestra existencia

no sean huesos secos, sino que tengan sentido, una vida coherente.

¿Tu vida cotidiana da testimonio de la vivencia de la Eucaristía?

• La vivencia eucarística nos ayuda a tener familiaridad con Jesús, a formar comunidad y a caminar continuamente.

• La experiencia de vivir y alimentarnos de Jesús (Palabra

y Sacramento), nos da la fuerza que tuvieron los grandes santos para dar la vida por una causa: la del Reino.

• Por ejemplo, san Pablo le dice a Timoteo que el Señor le ha dado fuerzas para anunciar el Evangelio (II Tm. 4).

• Jesús le pregunta a Pedro por tres veces si lo ama, para que apaciente el rebaño (Jn. 21)

• El encuentro con la Persona de Jesús debe impulsar acciones que sean modelo para los demás. Hay que entusiasmar.

Por lo tanto • No somos receptores pasivos.

• Todos debemos participar de la Eucaristía, porque

• Nuestra presencia consolida los vínculos con todo el Cuerpo de Cristo.

Hacernos presentes en la Eucaristía es:

• Comulgar sacramentalmente o espiritualmente para:

vivir según el Espíritu.

construir relaciones de servicio, entrega y solidaridad por medio del ejemplo de una vida que quiere alcanzar santidad.