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Eugenio Raúl Zaffaroni DECANO DE LA PRENSA NACIONAL 1

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1 DECANO DE LA PRENSA NACIONAL Dos miércoles / 01 / febrero / 2012 miércoles / 01 / febrero / 2012 Tre s 05 04 cartóNPiedra → viernes-1 de noviembre del -1 cartóNPiedra → viernes-1 de noviembre del -1 Seis miércoles / 01 / febrero / 2012 2. ¿Quién sabe de esto? 06 cartóNPiedra → viernes-1 de noviembre del -1 miércoles / 01 / febrero / 2012 S i ete 07 cartóNPiedra → viernes-1 de noviembre del -1 2 MENÚ 8 cartóNPiedra → viernes-1 de noviembre del -1

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Eugenio Raúl Zaffaroni

DECANO DE LA PRENSA NACIONAL

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1 . La academia, los medios y losm u e r tosEn cualquier lugar de la superficiede este planeta se habla de lacuestión criminal. Es casi lo únicoque se habla –en competencia conel fútbol, que es arte complejo-,mientras pocos parecen darsecuenta de que molestamos dema-siado al planeta y le podemos pro-vocar un estornudo que nos pro-yecte violentamente a quién sabedónde (por no usar alguna ex-presión poco académica). Se ha-bla, se dice, con ese se impersonaldel palabrerío. Y lo más curioso esque casi todos creen tener la so-lución o, por lo menos, emiteno p i n i o n es .

Claro que se habla al compás dejuicios asertivos en tono senten-ciador emitidos por los mediosmasivos de comunicación, a vecesen manos de grandes corporacio-nes trasnacionales enredadas conotras que le disputan el poder a losestados bastante impotentes delmundo globalizado.

Es indispensable escuchar lo quese habla para no quedar hablandosólo, como suele pasar en el mundoacadémico. Y en Ecuador y en losotros países por los que a veces medesplazo se habla de la cuestióncriminal como de un problema local.Las soluciones pasan por condenara uno u otro personaje o institución,pero siempre hablando de un pro-blema local, nacional, provincial, aveces casi municipal.

Pocos se dan cuenta de que setrata de una cuestión mundial, enla que se está jugando el meollomás profundo de la forma futurade convivencia e incluso quizá deldestino mismo de la humanidad enlos próximos años, que puede noestar exento de errores fatales ei r reve rs i b l es .

Si nos quedamos en el plano delanálisis local perdemos lo más pro-

fundo de la cuestión, porque mi-ramos las piezas sin comprender lasjugadas del tablero de un ajedrezmacabro, en el que en definitiva sejuega el destino de todos.

Cuando se abrió la posibilidadde escribir estas entregas, confiesoque me sentí seriamente desa-fiado. En todo el mundo acadé-mico, los dedicados al tema ob-servan y critican el fenómeno decentralización de la cuestión cri-minal, incluso con muy buen diag-nóstico. Ningún concepto de losque exponga en estas entregas hasido creado en el plano científicopor mi exclusiva creatividad nimucho menos.

Pero todo se queda en el mundoacadémico, pareciera que no te-nemos la capacidad de comuni-carlo o -más bien- que la co-municación es contaminante, quela pureza científica debe mante-nerse al margen de la comuni-cación, que perdemos nivel aca-démico cuando pretendemos ex-plicar algo a eso que hoy llaman lagente, sin percatarnos de que lagente somos nosotros cuando nosduele el hígado o cuando vamos acomprar empanadas.

Por supuesto que el pensamientoacadémico, universitario, es im-portante, pero creo que llegó la horade comunicarlo. Las borlas doc-torales, las togas y las puñetas(aclaro que se llama de ese modo alas puntillas de las mangas togadasde los catedráticos), sirven de pococuando se habla de lo que todossaben según lo que les dicen lasgrandes corporaciones mediáticasdel mundo, incluyendo a muchospolíticos, oportunistas algunos,conscientes propulsores de un nue-vo totalitarismo otros, amedren-tados y temblando ante las cor-poraciones mediáticas los más.

No estamos ante fenómenos sólolocales, nacionales, provinciales ni

municipales, sino ante problemasque podemos resolver sólo en par-te en esos niveles, pero que in-tegran un entramado mundial. In-sisto: si no comprendemos ese en-tramado siempre moveremos mallas piezas, perderemos partida traspartida y debemos hacer el mayoresfuerzo por impedirlo, porque enel fondo se juega una encrucijadacivilizatoria, una opción de su-pervivencia, de tolerancia, de coe-xistencia humana.

Vivimos un momento de poderplanetario que es la globalización,que sucede al colonialismo y alneocolonialismo. Cada momentoen este continuo del curso delpoder planetario fue marcado poruna revolución: la mercantil delsiglo XIV, la industrial del XVIII yahora la tecnológica del XX que seproyecta hacia el actual. Esta úl-tima revolución -la tecnológica- esfundamentalmente comunicacio-nal. Si no lo comprendemos y nosquedamos en nuestros ghettosacadémicos, muy pobre será el ser-vicio que hagamos.

Hay un mundo que el común delas personas no conoce, que sedesarrolla en las universidades, enlos institutos de investigación, enlas asociaciones internacionalesregionales y mundiales, en los fo-ros y en los posgrados, con unaliteratura inmensa, que alcanzaproporciones siderales, de tal di-mensión que nadie puede manejarindividualmente. Es el mundo delos criminólogos y los penalistas.Las corporaciones los ignoran ycuando les ceden algún espacio, lostécnicos se expresan en su propiodialecto, incomprensible para elresto de los humanos.

El desafío consiste en abrir esosconocimientos, no para pontificardesde la ciencia con la solución nipara ser los iluminados que en-mendándole la plana al viejo Platón

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pretendemos un criminólgo rey,sino para mostrar lo que se piensay lo que hasta ahora se sabe. Tam-bién para hacer la autocrítica de loque decimos los propios técnicosque, por cierto, tampoco tenemosuna historia y una genealogía deltodo prestigiosa, porque muchasveces nuestros colegas han legi-timado lo ilegitimable hasta lí-mites increíbles.

Imaginemos lo que sucedería sicon el mismo criterio se proce-diese en otros ámbitos, como porejemplo, el de la medicina. Si enuna mesa de café alguien sostu-viese la teoría de los humores, esprobable que los contertulios lomirasen con sorna. Pero como lalibertad es libre, por supuesto quecualquiera puede seguir soste-niendo la teoría de los humores enla mesa de café; nadie discute esederecho a expresarse.

Pero lo grave sería que la teoríade los humores fuese divulgadacomo discurso único por los me-dios de comunicación, que se des-prestigiase o ningunease a quiendijese algo diferente, que los in-vestigadores médicos y biólogos sequedasen aislados con sus dis-cursos en sus institutos, que laautoridad sanitaria y los políticosque hacen las leyes creyesen en laopinión del café y no en lo que lepodrían decir los médicos, o peoraún, que los propios médicos hi-ciesen callar a quienes negasen lateoría de los humores porque lesgeneran un peligro político. Es ob-vio que el índice de mortalidadsubiría en forma alarmante.

Pues bien: lo mismo sucede con lacuestión criminal: aumentan losmuertos en el mundo. Se sostienenperegrinas opiniones más o menosparecidas a la teoría de los humoresen la medicina; los políticos y laspropias autoridades difunden oaceptan esas incoherencias y, la-

mentablemente, también aumentanlos índices de mortalidad.

Yo no estaba en 1811 en Ar-gentina cuando se suprimieron lastogas en lo judicial –ni siquiera enla Reforma Universitaria de Cór-doba de 1918-, porque no soy nin-gún fenómeno de la biología, perosé que no usamos togas en losjuzgados ni en los claustros uni-versitarios desde mucho antes deque me pusieran el primer pañal.Sin embargo, nos siguen pesandolas togas y eso no es admisible en lahora de la comunicación. Si elcampo de batalla es comunica-cional, la lucha también debemosdarla en ese terreno. Este es el grandesafío. Por eso debemos arre-mangarnos las togas y salir al cam-po en que nos desafían.

El común de la ciudadanía debesaber que hay un mundo acadé-mico que habla de esto, de lacuestión criminal, que si bien notiene ningún monopolio de la ver-dad, ha pensado y discutido unascuantas cosas, que se ha equi-vocado muchísimas veces y muyfeo, pero también ha aprendido deesos errores.

Los médicos también se equi-vocaron muchísimas veces, desdelos tiempos en que para curar lasheridas pasaban ungüentos sobreel arma ofensiva hasta los máscercanos, en que para curar a losenfermos mentales les agujerea-ban la cabeza, pero no por eso nosponemos en manos de los curan-deros cuando se nos inflama ela p é n d i ce.

Es verdad que hay diferenciasentre la medicina y la ciencia penaly criminológica, y consiste en queen esta última se trata siempre delpoder, lo que no es ajeno a lamedicina, pero por lo menos enésta la relación no es tan lineal.También es cierto que incluso elconcepto de ciencia depende del

poder que decide qué tiene eseestatus. Por eso, cuando se hablade ciencia penal o de ciencia cri-minológica, puede ponerse en du-da lo de ciencia, pero también sedice que la medicina no es unaciencia, sino un arte.

Como el mundo académico tam-bién se equivoca, tampoco es se-guro que lo que en él se habla sea larealidad. La cuestión de la rea-lidad, en este como en tantos otrosámbitos, es algo muy problemá-tico, en particular cuando vivimosuna era mediática, en que todo seco n st r uye.

No me voy a meter en una cues-tión que se discute desde los al-bores de la filosofía, pero lo ciertoes que en esta época el problemade la realidad se ha disparado has-ta un límite tal que no faltó quiensostuviese que todo es construido,que no hay de dónde aferrarse.

Pero Baudrillard escribía enFrancia, no sé si tomaba algúnaperitivo dulzón en una acera deParís, y lo hacía antes de Sarkozy ycuando nadie pensaba en la hija deLe Pen a la cabeza de las encuestas.Nosotros estamos aquí, en el fondodel mapa o a la cabeza, depende dedónde se lo mire (el norte arriba esuna mera convención; los neo-zelandeses alguna vez hicieron unmapa con el sur arriba), pero porsuerte lejos de latitudes hoy máspeligrosas, aunque con todos losinconvenientes del subdesarrollo.

Nos hallamos, por un lado, con lapublicidad mediática de las cor-poraciones mundiales y su dis-curso único de represión indis-criminada hacia los sectores máspobres o excluidos; por otro, con eldiscurso de los académicos, ais-lados en sus ghettos y hablando end i a l e cto.

Si junto con el aperitivo nosengullimos las papitas fritas y losmaníes y pensamos que nada hay

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TEMA PRINCIPALCuatro miércoles / 01 / febrero / 2012 miércoles / 01 / febrero / 2012 C i n co

que pueda darnos un asidero derealidad, estamos perdidos. Y nopretendo ser localista y afirmarque cuando digo nosotros merefiero ahora sólo a los latinoa-mericanos, sino que en pocosaños se ha hecho más que evi-dente que si no hay un mínimoasidero real en estas cuestiones,también los franceses estaríanperdidos con Sarkozy y la niña LePen, para no hablar de los nor-teamericanos y su Tea party(cuando era chico recuerdo queel party era algo mucho más di-ve r t i d o) .

Perón decía en Argentina quela única verdad es la realidad,pero las papitas fritas y los ma-níes de Baudrillard nos dicenpoco menos que la realidad noexiste. ¿Será cierto esto en lacuestión criminal? No, por lomenos aquí –y no me meto conotras cosas que son de los fi-lósofos- esto no es cierto. Si lehubiese preguntado cuál es larealidad de la cuestión criminal ami abuela Rosa me hubiese res-pondido con toda sabiduría quela única realidad en esto son losm u e r tos .

Y es así, sin duda: la únicaverdad es la realidad, y la únicarealidad en la cuestión criminalson los muertos.

No cualquier muerto, claro,porque según la estadística de-muestra que hay casi un muertopor persona. Como algunos to-davía no estamos muertos hayuna pequeña diferencia, lo quellevó al inmortal poeta portuguésFernando Pessoa a afirmar que elhombre es un cadáver poster-gado. Por cierto, no recomiendosu lectura en casos de bipola-ridad (me parece que antes sellamaban alteraciones del círculotímico, maníaco-depresivos omelancólicos, ahora es más com-

plicado, pero tampoco me metoen cuestiones diagnósticas).

En efecto: es cierto que todoslos vivos –los que vivimos, quie-ro decir- somos postergados, pe-ro hay algunos a los que no seposterga lo suficiente, porque losmatan. Estos quedan mudos,porque suele afirmarse rotun-damente que los muertos no ha-blan, lo que es verdad en sentidofísico, pero sin embargo los ca-dáveres dicen muchas cosas queesta afirmación rotunda oculta.

Veamos: a veces llega a de-cirnos hasta quién lo mató (porlos signos que el autor deja en elcadáver), pero siempre el ca-dáver nos dice que está muerto.Esta es la más obvia palabra delos muertos: decirnos que estánmuertos. Por eso, cuando se afir-ma que no hay asidero ningunopara la realidad en la cuestióncriminal, lo que en verdad ha-cemos es enmudecer a los muer-tos, ignorar que nos dicen queestán muertos.

En mi complicada vida, cuandomuy joven, inspeccionaba hos-pitales municipales y conocí aalgunas personas que hablabancon los muertos en las morgues;por cierto que tenían algunospatitos desordenados. Aunqueno presumo de mi salud mental,no me dedico a eso ahora, sino aalgo bien diferente: se trata depreguntarse qué cadáveres ade-lantados hay en las morgues, enfosas comunes, en el mar o quiénsabe dónde.

Por eso, lo que les voy a irexplicando tiene tres etapas fun-damentales: lo que nos fue di-ciendo a lo largo de la historia ylo que nos dice ahora la academia(las palabras de los académicos),lo que nos dicen los medios ma-sivos de comunicación (las pa-labras de los medios) y lo que nos

dicen los muertos (la palabra delos muertos). Después veremos sipodemos llegar a alguna con-clusión que, por mi parte, laadelanto: el conjunto nos indicaante todo prudencia, cautela enel uso del poder represivo, muchaca u te l a .

Este es el programa de estaexposición en su mayor síntesis:saber lo que nos dicen los aca-démicos, los medios y los muer-tos. Como me puedo arremangarla toga pero no quitármela, por-que cada uno tiene su defor-mación profesional difícilmentecontrolable pero nunca del todocancelable, comenzaré por laspalabras de la academia.

Pero para entrar al tema deboexplicar algunas cuestiones pre-vias sin las cuales no se com-prende casi nada de los dialectosacadémicos, porque tampoco hayun único dialecto en la cuestióncriminal. No sólo hay varios dia-lectos académicos, sino que nosuelen entenderse entre ellos y,además, no es raro que se de-testen recíprocamente, aunque aveces no lo hagan en voz alta. Detoda forma las imputaciones re-cíprocas son las comidillas de loscongresos y seminarios, los ma-tizan y les dan sabor.

Más aún: cuando uno pasa deun grupo al otro y logra dominarel otro dialecto, lo consideran untraidor o un perdido, que hadejado de ser científico.

A veces la agresividad alcanzaniveles cómicos, pero que pue-den volverse dramáticos, comocuando en la Argentina de losaños setenta –del pasado siglo–por suerte–, según la posicióndel dolo en la teoría del delito sepretendía descubrir subversivos.¿Ustedes saben qué es la po-sición del dolo en el delito? Pue-den quedarse tranquilos, vivir

los años de Matusalén sin sa-berlo y sin que su existencia sealtere en lo más mínimo, pero locierto es que hace cuatro décadasla cosa podía terminar muy mal.

Lejos de constituir esto unacrítica negativa, es la pura des-cripción de la realidad del mundoacadémico por dentro y, por miparte, creo que es un dato po-sitivo –pese a sus inconvenien-tes- porque demuestra lo vivoque es el debate, la pasión que sepone, la intensidad de las dis-c u s i o n es .

Tampoco se trata de una ca-racterística contemporánea nimucho menos, sino que siempreha sido de este modo. Nos loconfirma la historia, la tradiciónoral en los cuentos divertidos delos más viejos y lo que hemosvivido directamente. Quien par-ticipa de ese mundo no se aburre ypuedo asegurarles que permite co-nocer a personalidades notables,gente con una capacidad de tra-bajo y una sensibilidad e inte-ligencia que si se dedicasen a algocon mayor rating hubiesen so-bresalido en cualquier ámbito.

Pero no se alarmen, mi pro-pósito es traducir estos dialectosa un lenguaje comprensible paralos mortales. Espero tener éxito yque no me suceda lo que a al-gunos traductores, que terminanescribiendo castellano con la es-tructura de la lengua original.

Debo confesar que me sientomucho más seguro por tener alcaricaturista Rep a mi lado. Den-tro de poco les explicaré la fun-ción del arte en la creación deestereotipos, y creo que es ne-cesario combatir en el mismocampo para destejer esa cons-trucción. Por otra parte, estoyseguro que lo que los dibujos deRep perdurarán mucho más quelo que yo diga.

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ca r tó N Pi e d ra → viernes -1 de noviembre del -1E N T R E V I STA06Seis miércoles / 01 / febrero / 2012

2. ¿Quién sabe de esto?Pero volviendo al programa delas tres palabras (de la academia,de los medios y de los muertos),si queremos empezar por las dela academia, lo primero que de-bemos saber es a quién pregun-tar. ¿Quién se ocupa académi-camente de la cuestión crimi-nal? El primer movimiento serámirar hacia las facultades de de-recho. Allí están y de allí salenlos penalistas. Saben derechopenal. Sin duda que es algo quetiene que ver con la cuestióncriminal. ¿Pero hasta dónde?

La idea de que el penalista es elmás autorizado para proporcio-nar los conocimientos científi-cos acerca de la cuestión cri-minal es una opinión popular,pero no científica. Ni de lejosbasta con saber derecho penalpara poder opinar con funda-mento científico acerca de lacuestión criminal, aunque sa-biéndolo bien puede hacerse mu-cho para resolver numerosos as-pectos fundamentales en la prác-tica, pero eso es otra cosa.

Es necesario distinguir dosámbitos del conocimiento queson muy diferentes, aunque sue-len confundirse: el del penalistay el del criminólogo, o sea, elderecho penal por un lado y lacriminología por el otro.

Aclaro desde ahora que no sellevan nada bien, pero no puedensepararse, y aunque declaren es-tar divorciados son como esasparejas que se excitan peleando yterminan como todos sabemos.En las parejas es patológico, cla-ro, pero en lo que hace al derechopenal y la criminología tal vez unpoco menos.

¿Qué hacen los penalistas?Ante todo son juristas, aboga-dos. El derecho se divide en ra-mas: civil, comercial, laboral,

administrativo, constitucional,etc., y cada día se especializa másy más. Hoy no hay nadie quemaneje todo el derecho en pro-fundidad, como no hay ningúnmédico que domine todas las es-pecialidades. El derecho penal esuna de esas ramas, que se ocupade trabajar la legislación penal,para proyectar lo que llamamosdoctrina jurídico-penal, es decir,para proyectar la forma en quelos jueces deben resolver los ca-sos de manera ordenada, no con-t ra d i cto r i a .

Dicho de manera más sintéticadiría que la ciencia del derechopenal que se enseña en las cá-tedras universitarias de todo el

mundo se ocupa de interpretarlas leyes penales de modo ar-mónico para facilitar la tarea delos jueces, fiscales y defensores.Su trabajo es básicamente deinterpretación de textos con unmétodo bastante complejo, quese llama dogmática jurídica, por-que cada elemento en que des-componen la ley debe ser res-petado como un dogma, dado quede lo contrario no interpretaríansino que crearían o modificaríanla ley.

La tarea del penalista es fun-damental para que los jueces noresuelvan arbitrariamente lo queles plazca, sino conforme a un

orden más o menos racional, osea, republicano y algo previ-sible. No voy a discutir ahora sila dogmática jurídica del pena-lista consigue o no estos ob-jetivos. Tampoco viene al caso niles interesan mucho a ustedeslos detalles de estas construc-c i o n es .

La fuente principal de la cien-cia jurídico-penal de hoy, es de-cir, de la dogmática jurídica apli-cada a la ley penal, es la doctrinade los penalistas alemanes. Losingleses tienen su propia cons-trucción, que influye poco en lanuestra. Los franceses han hechomuy poca dogmática jurídica, es-tán muy cerca de la vieja in-terpretación literal de la ley (loque se llamaba exégesis). Lositalianos están bastante próxi-mos a los alemanes, aunque conuna tradición penal muy sólida yantigua. Los suizos y austríacossiguen directamente las escuelasalemanas. Los españoles lo ha-cen a pie juntillas, casi más quenosotros. En toda América La-tina se siguen cercanamente lasescuelas alemanas desde hacemuchos años. El penalismo nor-teamericano es más o menoscomprensible en la medida enque sigue el modelo inglés, perocuando se aparta de éste es bas-tante antojadizo.

Conforme a los principios de laciencia jurídica alemana, los pe-nalistas construyen un conceptojurídico del delito que se llamateoría general del delito. Las dis-cusiones sobre esta teoría sonpoco menos que interminables,pero en general se trata de unorden prioritario conceptual pa-ra establecer frente a una con-ducta si es o no delictiva enmiras a una sentencia.

Para eso se dice que el delito esuna conducta típica, antijurídica

La fuente principal de laciencia jurídico-penal dehoy, es decir, de ladogmática jurídicaaplicada a la ley penal,es la doctrina de lospenalistas alemanes. Losingleses tienen su propiaco n s t r u cc i ó n

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y culpable. O sea, ante todo debeser una acción humana, es decir,dotada de voluntad. En segundolugar, debe estar prohibida por laley, o sea, que cada tipo es ladescripción que la ley hace de undelito: matar a otro, apoderarsede una cosa mueble ajena, etc. Entercer lugar, no debe estar per-mitida, como sucede en caso delegítima defensa o de estado denecesidad. Por último, debe serculpable, o sea, reprochable alautor: no lo es cuando éste nosabía lo que hacía, estaba loco(inimputable), etc.

Esta es la estructura básicasobre la que se discute, respe-tando ciertos principios cons-titucionales como la legalidad,por ejemplo, que impide que seimponga pena por algo que noestá estrictamente descripto enuna ley anterior al hecho, o comola lesividad, que requiere que entodo delito haya un bien jurídicolesionado o puesto en peligro.

Como puede verse, el delito delos penalistas es una abstracciónque se construye con un objetivobien determinado, que es llegar auna sentencia racional o por lomenos razonable. Pero en la rea-lidad social este delito no existe,porque en el plano de lo realexisten violaciones, homicidios,estafas, robos, etc., pero nunca eld e l i to.

En otros tiempos los penalis-tas también proyectaban los có-digos y las leyes penales, porquese les daba muchísima impor-tancia y con razón se conside-raba que eran un apéndice de laConstitución, dado que marca-ban límites a la libertad.

Lógicamente, se preguntaránqué es lo que saben estos señoresacerca de la realidad del delito,de lo que pasa en el mundo enque todos vivimos, de lo que

hacen los delincuentes, los po-licías, los jueces, las víctimas,los empresarios mediáticos, losperiodistas, etc. Sencillamente,lo mismo que cualquier vecinoque lee los diarios y mira te-levisión, porque el penalista seocupa de la ley, no de la rea-lidad.

Esto, que puede llamar la aten-ción de quien no se haya asomadoantes a este mundo, es sabido eincluso teorizado. Desde chiqui-to, cuando uno entra a la carrerade derecho, le explican que allí seestudian relaciones de normas,de deber ser y no de ser.

Incluso hay toda una corrienteque pretende un corte radical

entre los estudios del deber ser ydel ser. Son los neokantianos,que dividen los conocimientosentre ciencias de la naturaleza yde la cultura. El derecho seríauna ciencia de la cultura y lo quepasa en el mundo en que vivimostodos los días sería materia delas ciencias de la naturaleza.¿Les parece un poco esquizo-frénico? Algo hay, es cierto.

La división fue tan tajante quepermitió que la gran mayoría delos penalistas de tiempos del na-zismo pasasen tranquilamentedesde el Imperio Alemán hasta laposguerra por sobre Weimar, loscrímenes del ascenso del nazis-

mo, las masacres, el genocidio, laguerra, sin enterarse de los mi-llones de cadáveres. Todo esopertenecía a las ciencias de lanaturaleza que a ellos no lesincumbía.

Para que se tranquilicen lesdiré que hoy no todo el derechopenal sigue este camino, aunqueno falten nostálgicos que lo in-tentan atrincherarse en las nor-mas. De cualquier manera, eso escuestión del derecho penal, osea, de lo que no nos ocuparemosaquí en cuanto tal, sino pre-cisamente de lo que pertenece almundo del ser, en el que vivimostodos los días.

De esto se ocupa la crimino-logía precisamente, donde con-vergen muchos datos que pro-vienen de diferentes fuentes: so-ciología, economía, antropolo-gía, disciplinas psi, historia, etc.,que tratan de respondernos quées y qué pasa con el poder pu-nitivo, con la violencia produc-tora de cadáveres, etc.

Por supuesto que esta palabrade la academia también estuvoplagada de palabrotas (o por lomenos éstas son las que tenemosganas de decirle a veces), y pasópor diferentes etapas. Primero sepreguntó por las causas del de-lito, lo que se llamó criminologíaetiológica, y trataron de respon-derle desde los demonólogos, losjuristas y filósofos, los médicos,los psicólogos y los sociólogos.Mucho más recientemente se diocuenta de que el poder punitivotambién era causa del delito, ypasó a analizarlo y a cuestio-narlo, con diferente intensidadc r í t i ca .

Estas son las etapas que pa-saremos a recorrer después de unpantallazo general sobre el poderpunitivo y su función real en elmarco del poder planetario.

El delito de los penalistases una abstracción quese construye con unobjetivo determinado,que es llegar a unasentencia racional o porlo menos razonable. Peroen la realidad social estedelito no existe

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