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Cuidando a los muertos: las mujeres medievales en las pompas fúnebres familiares* Roberta Gilchrist Dones i activitats de manteniment en temps de canvi Barcelona, 24-26 de novembre de 2005 Treballs d’Arqueologia 11, 2005 Resum: Estudis previs sobre les pràctiques funeràries de la Baixa Edat Mitjana han conclòs que els costums funeraris estaven regulats exclusivament per les autoritats religioses masculines, cosa que establia una pràctica uniforme que deixava poc marge a l'expressió individual o de les relacions familiars. Aquest assaig posa en dubte aquests enfocaments previs mitjançant l'estudi exhaustiu de la cultura material de tombes medievals. Una combinació de fonts arqueològiques i pictòriques apunta a què les dones eren les responsables de preparar al difunt per a l'enterrament. Aquesta reavaluació dels enterraments medievals aporta noves proves sobre el paper funerari de la dona com a extensió del rol social de la maternitat. Resumen: Estudios previos sobre las prácticas funerarias de la Baja Edad Media han concluido que las costumbres funerarias estaban reguladas exclusivamente por las autoridades religiosas masculinas, lo cual establecía una práctica uniforme que dejaba un escaso margen a la expresión individual o de las relaciones familiares. Este ensayo pone en entredicho estos enfoques previos mediante el estudio exhaustivo de la cultura material de tumbas medievales. Una combinación de fuentes arqueológicas y pictóricas apunta a que las mujeres eran las responsables de preparar al difunto para el entierro. Esta reevaluación de los enterramientos medievales aporta nuevas pruebas sobre el papel funerario de la mujer como extensión del rol social de la maternidad. Abstract: Previous studies of burial practice in the later medieval period have concluded that mortuary custom was regulated strictly by male religious authorities, resulting in a uniformity of practice that held little potential for the expression of personal identity or family relationships. This paper challenges previous approaches through a close study of the material culture of the medieval grave. Archaeological and pictorial sources combine to suggest that women were responsible for the preparation of the body for burial. This reassessment of medieval burial yields new evidence for female undertaking as an extension of the social role of mothering. 51 *Traducción del inglés de Paloma González Marcén.

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Cuidando a los muertos: las mujeresmedievales en las pompas fúnebres

familiares*

Roberta Gilchrist

Dones i activitats de manteniment en temps de canviBarcelona, 24-26 de novembre de 2005Treballs d’Arqueologia 11, 2005

Resum: Estudis previs sobre les pràctiques funeràries de la Baixa Edat Mitjanahan conclòs que els costums funeraris estaven regulats exclusivament per lesautoritats religioses masculines, cosa que establia una pràctica uniforme quedeixava poc marge a l'expressió individual o de les relacions familiars. Aquestassaig posa en dubte aquests enfocaments previs mitjançant l'estudi exhaustiude la cultura material de tombes medievals. Una combinació de fontsarqueològiques i pictòriques apunta a què les dones eren les responsables depreparar al difunt per a l'enterrament. Aquesta reavaluació dels enterramentsmedievals aporta noves proves sobre el paper funerari de la dona com a extensiódel rol social de la maternitat.

Resumen: Estudios previos sobre las prácticas funerarias de la Baja Edad Mediahan concluido que las costumbres funerarias estaban reguladas exclusivamentepor las autoridades religiosas masculinas, lo cual establecía una prácticauniforme que dejaba un escaso margen a la expresión individual o de lasrelaciones familiares. Este ensayo pone en entredicho estos enfoques previosmediante el estudio exhaustivo de la cultura material de tumbas medievales.Una combinación de fuentes arqueológicas y pictóricas apunta a que las mujereseran las responsables de preparar al difunto para el entierro. Esta reevaluaciónde los enterramientos medievales aporta nuevas pruebas sobre el papelfunerario de la mujer como extensión del rol social de la maternidad.

Abstract: Previous studies of burial practice in the later medieval period haveconcluded that mortuary custom was regulated strictly by male religiousauthorities, resulting in a uniformity of practice that held little potential for theexpression of personal identity or family relationships. This paper challengesprevious approaches through a close study of the material culture of themedieval grave. Archaeological and pictorial sources combine to suggest thatwomen were responsible for the preparation of the body for burial. Thisreassessment of medieval burial yields new evidence for female undertaking asan extension of the social role of mothering.

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*Traducción del inglés de Paloma González Marcén.

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Introducción: género, afir-mación y arqueología fune-raria

Análisis previos del género encontextos funerarios se han cen-trado en la identidad de géneroy el estatus de los difuntos, y encómo la ideología de género sesimboliza y transforma mediantela cultura material de la tumba(Arnold Wicker 2001). Aunque amenudo se ha remarcado que“los muertos no se entierran a símismos” (Parker Pearson 1993:203), la relevancia del géneroen los ritos funerarios es untema ignorado. Las numerosasfuentes al alcance de la arqueo-logía histórica nos permitenextender la investigación de lasepultura individual como repre-sentación del difunto y conside-rar las prácticas funerarias comouna forma de afirmación degénero entre los vivos. Al llevara cabo un enfoque interdiscipli-nario de los funerales medieva-les, podemos valorar el signifi-cado de la sepultura para lacomunidad de dolientes. Losritos funerarios se pueden exa-minar en el marco de las relacio-nes familiares y de los rolesadoptados por cada género a lahora de afrontar el duelo. Esteensayo presenta nuevas prue-bas sobre el papel de la mujeren la esfera mortuoria medieval,y aboga especialmente por laimportancia de las madres en el

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proceso funerario familiar.

Trabajos recientes, tanto en elcampo de la arqueología degénero como de los estudiosmedievales, han destacado laimportancia de la maternidadcomo rol social productivo(Wilkie 2003; Parsons y Wheeler1996). Sin embargo, hasta lafecha, no se ha producido nin-gún debate sobre el potencial dela arqueología funeraria paraabordar el tema de la influenciade la maternidad en los ritosfunerarios, en los que la mujerprolongaba su papel de cuidado-ra más allá de la muerte. No esmi intención proponer que elcuidado maternal y la experien-cia de la maternidad son univer-sales (Chodorow 1978; Ruddick1980). Al contrario, la intenciónes mostrar la maternidad comoun papel arraigado a una prácti-ca cultural específica (Scheper-Hugues 1992; Wilkie 2003), yevaluarla dentro del contexto dela vida y la muerte en la familiacristiana medieval, tal como seha documentado en los registrosfunerarios de la Gran Bretaña delos siglos XII al XVI.

La muerte en la Edad Mediacristiana

Según las creencias cristianasmedievales, los muertos conti-nuaban existiendo después deque el cuerpo hubiera expirado;

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habitaban en la antesala delPurgatorio, esperando la senten-cia del día del Juicio Final.Investigaciones históricas re-cientes han destacado que en laEdad Media los muertos forma-ban un grupo social diferencia-do, que seguía contando conuna presencia social significativaentre los vivos (Gordon yMarshall 2000:2). Desde finalesdel siglo XII en adelante, la cre-encia religiosa en el Purgatoriotuvo profundas y prolongadasimplicaciones en las relacionessociales y económicas entre losvivos y los muertos. Estas rela-ciones eran recíprocas, se carac-terizaban por el intercambio depresentes entre las dos comuni-dades (Geary 1994). Los vivosofrecían plegarias a los muertospara ayudar a su alma en elviaje a través del Purgatorio yuna vez los muertos se habíanunido a la comunidad de santos,podían interceder a favor de losvivos.

Los arqueólogos han asumido amenudo que a finales de la EdadMedia no era costumbre dejarofrendas funerarias y que todoslos cristianos de la época recibí-an sepultura envueltos en unsimple sudario, sin presentes,sin ataúd, sin mausoleo (O’Brien1996:161-2). La tradición an-glosajona pagana de sepultar alos difuntos con sus objetos seabandonó aproximadamente en

el siglo VIII, a medida que laconversión al cristianismo fueimplantando una mayor unifor-midad en la práctica funeraria.La simplicidad en la muerte pre-tendía simbolizar la igualdad detodas las almas cristianas. Se haargumentado que las mujeressajonas promovieron activa-mente estos cambios. Primero,incorporaron el simbolismo cris-tiano en el repertorio de ofren-das funerarias y más adelante,fueron las primeras en elegir losenterramientos sin ofrendas enlos cementerios (Crawford2003:2, 9). Encontramos excep-ciones a esta regla de la sepul-tura sin ofrendas: las sepulturasde los eclesiásticos varones dealto rango a finales de la épocasajona seguían manteniendo losajuares funerarios (Hadley2001:92-106).

Los historiadores de la muerteen la Edad Media sostienen que,hacia el siglo XIII, ésta habíadesaparecido del contexto fami-liar y de la comunidad y se habíaconvertido en terreno exclusivodel clero masculino, cuyosmiembros ejercían como ente-rradores profesionales. PhilippeAriès (1981) fue el primero endefender esta visión y desdeentonces se ha considerado unacerteza histórica. Por ejemplo, elhistoriador del arte Paul Binskidescribió de esta forma los ritosfunerarios medievales, que con-

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sideraba dominados por losmonjes:“En esencia, este dominio cleri-cal de los rituales de rememo-ración significa una apropiaciónde los ritos por parte de unaclase de tecnócratas de lamuerte, y durante el resto de laEdad Media la sociedad pasa aconsiderar como algo normalesta cesión a manos de ungrupo impersonal de ritualesque antes habían pertenecido ala familia” (Binski 1996:32-3).

Los modelos imperantes deinterpretación de la sepulturamedieval se cuestionan en unestudio reciente realizado a5.000 tumbas de cementeriosmonásticos británicos, con unamuestra comparativa de 3.000sepulcros de iglesias parroquia-les, catedrales y cementeriosjudíos (Gilchrist y Sloane 2005).Esta reevaluación nos muestraque, aunque en la Edad Medialos presentes funerarios no eranla norma en los ritos mortuorios,a partir del siglo XII se produjoun incremento en la variedad deexpresión funeraria. A partir delos siglos XII y XIII se desarro-llaron nuevos modelos de sepul-tura, a medida que se producíaun cambio en la percepción de laidentidad religiosa y secular yaumentaba el énfasis en la ideade Purgatorio. Hacia el año1100, las tumbas de sacerdotesy monjes se adornaban con cáli-

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ces y patenas, cruces y báculos,y los cadáveres religiosos seenterraban envueltos en pieles,sudarios de hilo o vestidos consus hábitos monásticos.

A menudo aparecen cistas y ata-údes revestidos con cal, yeso oplanchas de madera, o con almo-hadas de piedra para la cabeza.La aparición de un simbolismomortuorio en el clero es signifi-cativa y corresponde a un perío-do en el que se realizabanmuchos esfuerzos para presen-tar a este clero como un gruposocial diferenciado. Entre media-dos del siglo XI y el siglo XII laReforma Gregoriana impuso elcelibato clerical. La renuncia porparte de los sacerdotes a susesposas y familias reforzó elmonopolio masculino sobre lossacramentos (McNamara 1994).En un siglo, el laicado adoptaríalas prácticas funerarias iniciadaspor el clero. Entre los años 1200y 1300, enterrar a los difuntoscon su ropa o sus joyas se con-virtió en una práctica común(Gilchrist y Sloane 2005). Elurbanismo produjo más riquezae incrementó el acceso a la cul-tura material, reflejada en losritos funerarios, que se convirtie-ron en un modo de expresar unacreciente diferenciación social.

Dentro de estos patrones gene-rales podemos apreciar que lospresentes funerarios expresan

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unas relaciones sociales másíntimas, y esto nos permite ree-valuar a los agentes activos quese ocupaban de la gestión de losmuertos. La cultura visual de lamuerte en la Edad Media nosproporciona una visión alternati-va de los preparativos funerariosque se realizaban en el hogar.Especialmente relevantes enesta cuestión resultan los Librosde Horas, que se utilizaban parainterceder en favor de las almasde los muertos en el Purgatorio.Hacia el siglo XV, estos libroseran muy populares entre laclase media y especialmenteentre las mujeres, que los usa-ban en sus oraciones privadas.Estos libros contienen ilustracio-nes en miniatura que marcan elinicio de cada Oficio de Difuntos.Normalmente re-presentan lasetapas de un funeral desde ellecho de muerte hasta la tumba(Wieck 1999). Las ilustracionesnos revelan la secuencia de pre-parativos, el escenario en quetenían lugar las disposicionesmortuorias y los individuos quelas llevaban a cabo. Gracias a losLibros de Horas es posible iden-tificar un momento crucial en lasecuencia funeraria en el cuallos ritos mortuorios pasaban dela familia a la Iglesia. El momen-to crucial parece haber sido elcortejo funerario. Previamente,las mu-jeres de la familia lava-ban el cuerpo y lo vestían o loenvolvían en una mortaja. Una

vez preparado, el cuerpo eraexpuesto dentro de un féretro oun ataúd en la casa. Se podríasugerir que los objetos coloca-dos junto al cuerpo en estepunto representan las preferen-cias y acciones de la familia o dela comunidad del difunto, y másconcretamente, de las mujeresque preparaban este cuerpo. Encambio, la preparación y decora-ción de la tumba se llevaba acabo en el contexto estrictamen-te regulado del cementeriomonástico o parroquial, el terri-torio del clero.

La mujer en la en la EdadMedia

La reevaluación de las evidenciasfunerarias en la Edad Media con-tradice la doble suposición queapunta a que en la Edad Mediano era costumbre dejar presen-tes funerarios en las tumbas yque el clero masculino era elencargado en exclusiva de pre-parar estos sepulcros, a modo deprofesionales especializados.Muchos de estos objetos apotro-paicos encontrados junto aldifunto se colocaban durante elproceso de lavado y coberturadel cuerpo con la mortaja: porejemplo, monedas o piedraspuestas en la boca, cruces obulas en el pecho o la mano ycandados cerca de la pelvis(Gilchrist y Sloane 2005). Laspruebas visuales aportadas por

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Los Libros de Horas nos puedenllevar a sugerir que eran lasmujeres las que colocaban estosobjetos junto al cuerpo cuando lopreparaban en la casa familiar.

Ciertos materiales hallados en elataúd o la tumba refuerzan laidea de la implicación familiar eincluso en la participación activade las mujeres. Los husosencontrados en un contexto fu-nerario pueden significar unaconexión con la tarea domésticadel hilado, exclusivamente fe-menina. Por ejemplo, un ejem-plar hecho de creta se encontrócuidadosamente colocado sobreel pecho de un hombre enterra-do en un ataúd de plomo en elcementerio monástico de Strat-ford Langthorne (Essex), entre1230 y 1350 (Barber et alii2005:4.4). El ataúd de plomoresulta un contexto sellado, porlo tanto, el huso no puede consi-derarse como una intrusión uolvidado casualmente.

Una práctica más extendida erael “sepulcro de ceniza”: cenizasesparcidas dentro del ataúd,probablemente antes de colocarel cuerpo. Este material no seutilizaba para forrar las tumbasde los cementerios sino que pro-cedía exclusivamente del con-texto doméstico en que se pre-paraba el cuerpo. Se han identi-ficado unos 43 ejemplos enInglaterra, en el sudeste, en una

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distribución geográfica principal-mente urbana (Gilchrist ySloane 2005:120-23). El ritoestá especialmente bien repre-sentado en el cementerio de laPeste Negra en East Smithfield,Londres (fundado en 1348), yen el cementerio cisterciense deSt. Mary Graces que se encuen-tra sobre él (Graiger et alii enpreparación). Se han halladorestos de ceniza en los ataúdesde difuntos de ambos sexos y detodas las edades, pero hasta lafecha no se ha encontrado aso-ciación alguna con los enterra-mientos de sacerdotes (que sedistinguen por la aparición de uncáliz como ajuar funerario). Estaausencia de relación con lastumbas del clero sugiere que el“sepulcro de ceniza” no fue unmodelo adoptado por la Iglesia.Las cenizas sólo se han analiza-do científicamente en cuatrocasos, pero en todos su origenparece ser un fuego doméstico oun hogar. Las cenizas contienenrestos de huesos de mamífero,espinas de pescado, caparazo-nes de moluscos, plantas carbo-nizadas, cerámica quemada, ob-jetos de metal y carbón vegetal.La ceniza que se esparcía en losataúdes provenía de fuegosdomésticos, quizás, podríamosargumentar, como símbolo delhogar y la familia, una fuente deconsuelo en un lugar tan terriblecomo el Purgatorio. La ceniza enlos ataúdes puede incluso repre-

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sentar los restos de un banque-te funerario celebrado en el ho-gar, una parte esencial del vela-torio en la cual familiares y ami-gos recordaban al difunto. Haypruebas documentales consis-tentes que relacionan a lasmujeres de la sociedad medievalcon la preparación de la comidaen el hogar, en un fuego abiertoen el centro de la casa como suprincipal espacio de trabajo(Hanawalt 1986). La colocaciónde ceniza en el ataúd parecerepresentar una extensión deeste rol femenino como encar-gada de mantener el fuego, unacto ligado a su posición comoresponsable del ceremonialfúnebre familiar.

Cuidando a los muertos en laEdad Media

Tanto en la teoría como en lapráctica, las mujeres en la EdadMedia desempeñaban el papelde cuidadoras. El rol de géneroasignó a las mujeres la tarea demantenimiento del hogar y de lafamilia, y sus vocaciones religio-sas específicas implicaron ex-tender estos cuidados a toda lacomunidad, a través de la distri-bución de comida y de la aten-ción a los enfermos como formade caridad cristiana. En la EdadMedia la gente percibía la ali-mentación como una misiónfemenina positiva y proactiva, yel culto a la Virgen enfatizaba la

relevancia del papel de Maríacomo madre de Cristo en el ori-gen de la Cristiandad. De hecho,muchas figuras religiosas mas-culinas adoptaban con frecuen-cia el simbolismo femenino delalimento maternal (Parsons yWheeler 1996: xii). Fuera de lafamilia, los necesitados, losenfermos y los moribundos bus-caban refugio en los hospitalesmedievales, donde las hermanasenfermeras que habían hechovotos religiosos se hacían cargode ellos. Estas mujeres atendíana los moribundos y a los muer-tos, asumiendo la responsabili-dad de preparar los cuerpospara el entierro y coser el suda-rio en el que se envolvía aldifunto (Rawcliffe 2003a: 19).

Las tareas relacionadas con lasactividades de duelo también seasignaban de acuerdo al género.En la literatura medieval y lasrepresentaciones gráficas de laépoca son muy abundantes lasimágenes que feminizan estosgestos de dolor (Vaught 2003:4). El “gesto de desesperación”más común estaba relacionadocon las mujeres reunidas duran-te la Crucifixión de Cristo en elGólgota, que se quedaron des-pués de que los discípuloshubieran huido atemorizados(Mark 15: 40). A menudo serepresenta a la Virgen Maríadesmayándose y a María Mag-dalena llorando y arrancándose

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el cabello (Binski 1996: 52)(Figura 1). En ocasiones, pode-mos atisbar los vestigios arque-ológicos de estas prácticas deduelo. Por ejemplo en un hom-bre de unos 40 años que fueenterrado en la parroquia de St.Bees, Cumbria, en el siglo XIV yque se halló con el cuerpoenvuelto en capas de tela baña-da en cera y bordados de plomo,que se encontraron en un esta-do excepcional de conservación(O’Sullivan 1982). Se encontróuna trenza de cabello más largoque el suyo alrededor de su cue-llo, quizás depositado en un

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gesto de dolor. El sepulcro era losuficientemente grande comopara recibir a una mujer poste-riormente, y es muy probableque la trenza de cabello perte-neciera a este miembro de lafamilia, quizás su mujer, su hijao su madre.

Los antropólogos han observadola notable repetición en diferen-tes culturas de los rituales feme-ninos de duelo. En muchassociedades tradicionales, lasmujeres preparan el cuerpo parael funeral, se reúnen para lloraren grupo, y muestran su dolorcortándose el pelo, vistiendo denegro, cubriéndose con ceniza,privándose de comida o higieney mutilando sus cuerpos (Bloch1982; Scheper-Hughes 1992;Metcalf y Huntingdon 1991).Maurice Bloch exploró en uninfluyente ensayo el vínculoentre las mujeres y la muertecomo una oposición estructuralomnipresente que asigna a lasmujeres la responsabilidad cul-tural de exorcizar la contamina-ción de la muerte. La idea esque al absorber los aspectossucios de la muerte y la des-composición, las mujeres permi-ten al resto de la comunidadcentrarse en lo trascendental,los aspectos sobrenaturales dela muerte como forma de recre-ación espiritual (Bloch 1982:226). El argumento de Bloch estípico de una parte de la antro-

Fig 1. Clave de bóveda labrada delclaustro oriental de la catedral deNorwich, de 1330 aproximada-mente, que muestra la iconografíade la crucifixión. A la izquierda de lacruz puede verse a la Virgen Maríacon las manos levantadas en ungesto de desesperación.

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pología estructuralista de los 70que pretendía explicar por quélas relaciones de poder normal-mente otorgan privilegios a lasautoridades masculinas y creansubordinación femenina. Inclusola antropología feminista de laépoca (p.e. Ortner 1974) coinci-de con Bloch cuando éste sugie-re una omnipresente oposiciónbinaria entre mujeres y hom-bres, carne y espíritu, contami-nación y pureza, insinuando queuniversalmente a las mujeres selas percibía como un cuerpocontaminado. Los modelosestructuralistas han recibido crí-ticas por su tendencia a simplifi-car hombres y mujeres comodos elementos opuestos queenfatizan las diferencias sexua-les en lugar de explicarlas y quelimitan la percepción del géneroa estructuras binarias (Gilchrist1999: 32-6). Aunque resultaevidente que en muchas cultu-ras las mujeres parecen tenerun vínculo con los ritos de lamuerte y el duelo, el significadode estas asociaciones y el valorcultural que se les concede esespecífico a cada cultura.

En los discursos médicos y reli-giosos de la Edad Media se pro-movía la idea de dualidad delcuerpo. A las mujeres se lasconsideraba inherentementemás corpóreas: sus cuerposeran recipientes abiertos querezumaban, propensos al peca-

do de la lujuria, y sus humoresse consideraban más fríos, máshúmedos y más inestables quelos de los hombres, y al morir,sus cuerpos se creían más vul-nerables a la corrupción y ladescomposición (Bynum 1995:221). Las mujeres cargaban conel legado de Eva, y su papel enel pecado original les comportóel castigo colectivo del dolor enel parto (Rawcliffe 2003b: 91).Se temía al cuerpo femenino porla supuesta conexión entre lasmujeres y el pecado: sacerdotesy doctores evitaban el contactofísico con las mujeres y éstastenían prohibido acercarse a losespacios y objetos más sagradosde las iglesias. Se considerabaque el cuerpo femenino despuésde dar a luz estaba contaminadoy la mujer tenía que pasar porun período de 40 días de asis-tencia al culto religioso. Si moríaen el parto, se consideraba quesu cuerpo quedaba contaminadopor el feto que no había recibidobautismo. Los recién nacidosque morían sin recibir bautismose consideraban impuros y obje-tos temibles capaces de regre-sar de entre los muertos(Shahar 1990: 51-2). Se asumeque hacía finales de la EdadMedia no se permitía que lascriaturas fallecidas sin haberrecibido bautismo fueran ente-rradas en suelo consagrado (ibí-dem; Orme 2001: 124), ni quelas mujeres que habían muerto

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bién se explica que los sacerdo-tes debían instruir a las coma-dronas en cómo hacerlo.

La misoginia evidente de la igle-sia medieval se contrarrestabacon el culto a la Virgen María y aMaría Magdalena, que represen-taba las imágenes positivas demujeres santas integradas enlas prácticas corpóreas de naci-miento y muerte. El culto maria-no es un culto a la maternidad,que nos muestra a una Maríaembarazada o amamantando alNiño Jesús —de hecho, alimen-tando a la futura Iglesia. A par-tir del siglo XIV, la iconografía dela Piedad la muestra como unamadre en duelo, acunando elcuerpo destrozado de Cristo(Marks 2004: 123) (Figura 2).En contraste, las imágenes deMaría Magdalena sugieren unculto al duelo femenino. Se larepresenta realizando gestosrituales al pie de la cruz, tocan-do los pies de Cristo con sucabello, llorando y elevando losbrazos en señal de dolor(Haskins 1993: 202-4). Lasmujeres santas tienen un papelcentral en los evangelios quenarran la Resurrección: las tresMarías visitan la tumba de Cristopara ungir su cuerpo con bálsa-

durante el parto fueran sepulta-das dentro de las iglesias, sinoen los cementerios adyacentes aellas. El Concilio de Canterbury(1236) y el Concilio de Trèves(1310) decretaron como ilegalenterrar a una mujer sin que sele hubiera extirpado el feto. Enel siglo XV, el manual de JohnMirk dirigido a los párrocosingleses daba las siguientes ins-trucciones: una mujer fallecidadurante el parto no debe serenterrada en la iglesia, sino enel cementerio de ésta, despuésde que el bebé haya sido extraí-do de su cuerpo y enterradofuera del camposanto (Erbe1905: 298). A pesar de todo, enrealidad, es poco probable quefallecieran muchos bebés sinrecibir un bautismo de emergen-cia, y en el manual de Mirk tam-

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Fig. 2. Ménsula mostrando la Piedaden la capilla Bauchon de la catedralde Norwich, datada a mediados delsiglo XV.

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mos pero la encuentran abiertay vacía. María Magdalena es laprimera en reconocer a Cristoresucitado, convirtiéndose en elprimer apóstol de la iglesia cris-tiana (Figura 3). Tanto la VirgenMaría como María Magdalenaostentan un lugar especial en laiconografía medieval de la muer-te, y estos arquetipos bíblicosproporcionaban unos modelosconsistentes a las mujeres quecuidaban a los muertos.

La maternidad y los ritosfunerarios en la Edad Media

En su papel como madre ycomadrona, las mujeres en laEdad Media se enfrentaban a lamuerte con mucha frecuencia.La mortalidad infantil debía serde un 50-60%, aunque encon-tramos escasa representación derecién nacidos y criaturas en lasexcavaciones de cementeriosmedievales. En alguna ocasión

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Fig. 3. Clave de bóveda del claustro septentrional de la catedral de Norwich,de aprox. 1430, mostrando a Cristo apareciendo en el paraíso después de suresurrección desde la tumba. Después de reconocerle como Cristo resucitado,

María Magdalena se arrodilla a sus pies y los acaricia con su pelo.

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los historiadores habían sosteni-do que la elevada tasa de morta-lidad impedía a los padres cons-truir un vínculo emocional signi-ficativo con sus pequeños (Ariès1965), aunque algunos estudiosposteriores han desestimadoesta visión (Shahar 1990; Orme2001). Las evidencias arqueoló-gicas sugieren que el vínculoemocional con las criaturas eraintenso, como demuestra el tra-tamiento especial que recibíanestos enterramientos. Es laúnica categoría de sepulturamedieval que viene caracteriza-da por una posición especial delcuerpo. La posición normal enlos adultos era boca arriba con elcuerpo estirado, mientras que alas criaturas los colocaban nor-malmente de lado, en la posiciónnatural de dormir (Gilchrist ySloane 2005: 155-6).

El tipo de sepulturas abarcabadesde el entierro más simple enun sudario hasta los que mues-tran una notable inversión comoun ataúd individual de madera ode piedra. Quizás el más evoca-dor sea el de un niño o una niñaenterrado en una cesta de mim-bre, en el transepto norte de laiglesia del monasterio cister-ciense de Stratfort Langthorne,la única criatura de todo elcementerio monástico (Barberet alii 2004). Las sepulturas derecién nacidos y de criaturas sesuelen encontrar en la zona

oeste de las iglesias y cemente-rios, tanto en contextos parro-quiales como monásticos(Gilchrist y Sloane 2005: 67). EnBrighton Hill South, el cemente-rio de una iglesia rural enHampshire, las excavaciones enel noroeste de la nave sacaron ala luz mayoritariamente sepul-cros infantiles y juveniles(Fasham y Keevil 1995). Cercadel extremo oeste de la iglesiade St Margaret, en Combusto,Norwich, se excavaron unpequeño número de sepulcrosde recién nacidos y de niños oniñas (Ayres 1990: 59). Entrelos ejemplos monásticos seincluyen el monasterio deWhitefriars, en Aberdeen, dondelos sepulcros infantiles se agru-pan en el extremo oeste de laiglesia, a lo largo del muro norteen particular, encajados en parteal pie de la pared (Stones 1989),y en St Peter and Paul, enTaunton, donde se excavaron 20sepulcros infantiles de uncementerio al sudoeste del teó-rico emplazamiento de la iglesia(Hinchcliffe 1984). Esta localiza-ción es significativa si la consi-deramos en términos de la topo-grafía sagrada eclesiástica. Loscuerpos fueron enterrados en elárea asociada con la pila bautis-mal, para que el bautismopudiera continuar protegiendosus almas vulnerables durante elpeligroso viaje por el Purgatorio(Gilchrist y Sloane 2005: 223).

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Los recién nacidos y el resto decriaturas eran enterrados juntoa un número considerable deobjetos que podrían haber sidocolocados durante el proceso delavado y preparación del cuerpoen su hogar. Mientras que puedeque los adultos hubieran elegidolos artefactos que querían queles acompañaran en su sepultu-ra, los presentes funerarios delos pequeños reflejan la volun-tad de progenitores y tutores, eilustran la relación entre las dife-rentes generaciones. Lo másprobable es que algunos seanamuletos con una función pro-tectora importante, como lainsignia de peregrino que seencontró en la tumba de un niñoo una niña de entre 7 y 10 añoscerca del pórtico sur de la aba-día de St. Augustine, Canterbury(Sherlock y Woods 1988: 66).Otros ejemplos incluyen un col-gante en forma de cruz, encon-trado en el pecho de un bebérecién nacido enterrado en lanave de la iglesia agustiniana deSt Mary Ginsborough, Cleveland(Heslop 1995: 93-4), y una cruzhallada junto a la boca de unacriatura enterrada en la iglesiade la abadía cluniacense dePontefrac, Yorkshire (Bellamy1965: 93). Si tenemos en cuen-ta la localización de las sepultu-ras, la posición del cuerpo y lacolocación de presentes funera-rios apotropaicos, podemos pen-sar que las mujeres que prepa-

raban los cuerpos para su sepul-tura se preocupaban especial-mente por ofrecer una protec-ción especial a los pequeños.Depositaban cruces e insigniasde peregrino como amuletosdentro del sudario, uniendo latradición religiosa con la popular.Tales prácticas podrían conside-rarse una extensión de la cos-tumbre femenina de usar reme-dios tradicionales para la cura-ción, una práctica que a vecespresentaba vínculos inquietan-tes con la tumba. Por ejemplo,un ritual de finales del siglo XIpara inducir un parto segurorequería que la parturienta reco-giera tierra de la tumba de unode sus propios descendientesdifuntos, la envolviera en lananegra y la vendiera a un merca-der (Shinners 1997: 282-3).

El papel central de las mujeresen los preparativos fúnebrespodría explicar por que ciertosprincipios eclesiásticos no se lle-vasen a la práctica. Es evidenteque no se seguía siempre ladirectriz, expuesta anteriormen-te, de separar a una madre quemoría de parto de su bebé falle-cido. Hallamos ejemplos demujeres enterradas con el fetoin utero registrados en la comu-nidad de los Hospitalarios deClerkenwell, Londres (Sloane yMalcolm 2004: 185), y posible-mente en la abadía dominica deGuildford (Poulton y Woods

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1984). En la abadía franciscanade Hartlepool (Daniels, en pre-paración), se encontró a unrecién nacido colocado entre lasrodillas de su joven madre,mientras que en la abadía agus-tina de Hull, el sepulcro selladode una mujer adulta contenía unpequeño ataúd con un neonato(Evans en preparación). Podríaser que los monjes medievalesabordaran estas muertes con unmayor grado de humanidad delque sugieren las fuentes escri-tas. O quizás no estaban alcorriente de que el feto estabadentro del sepulcro sellado.También puede ser que los varo-nes religiosos se negaran amanipular los restos mortales deuna mujer indudablemente con-taminada por el parto. Lo másprobable en estos casos es quefuera la comadrona, una mujerde confianza entre la comunidady el clero, la que preparara elcuerpo para su funeral(Rawcliffe 2003b: 96).

Quizás el hallazgo más sorpren-dente en un contexto medievalsea la evidencia de sepulturasinfantiles dentro del espaciodoméstico de las casas y fueradel terreno consagrado de laiglesia o el cementerio. Se handesenterrado restos de reciénnacidos en las aldeas medieva-les inglesas de Riplingham,Gomeldon y Thrislington, el últi-mo de ellos encontrado en el

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relleno superior de un pozo(Astill 1988: 58). En un contex-to urbano, se han hallado dossepulturas infantiles en vivien-das del siglo XII en Dover. Endos de las viviendas de la calleTownwall, que formaban partedel distrito pobre de los pesca-dores, se hallaron tumbas ofosas, localizadas junto al muro,con los cuerpos de dos neona-tos. En ambos casos, las tumbasquedaban selladas por pisossuperiores, confirmando que lascasas fueron habitadas poste-riormente (Anderson y Parfitt1998: 123).

No podemos considerar automá-ticamente que todos estos entie-rros domésticos fueran paraneonatos o niños y niñas falleci-dos sin haber recibido bautismo.En el pueblo medieval de Upton,en Gloucestershire, un bebé deentre 3 y 6 meses fue enterradobajo el suelo de una casa alar-gada, en la parte más baja de lavivienda (Rahtz 1969: 86-8). Lacasa data del siglo XIII, y enesta zona se había tallado unacama de piedra en el suelo. Elángulo sudoeste de la casa con-taba con un suelo de arcillareforzado por losas de piedraque sellaban la tumba del bebé(Figura 4). Cerca del cuerpo seencontraron dos objetos quepodrían estar asociados con elfuneral: un huso de piedra calizay una caracola (Figura 5).Como

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Fig. 5. Fotografía del enterramiento infantil procedente del sector sudoccidentalde la casa alargada (AD-AF) en el poblado medieval abandonado de Upton.Publicada en Transactions of the Bristol and Gloucestershire ArchaeologicalSociety 88 (1969). Reproducida por amabilidad de Philip Rahtz.

Fig. 4. Planta de la casa alargada excavada (AD-AF) del poblado medievalabandonado de Upton. Publicada en Transactions of the Bristol andGloucestershire Archaeological Society 88 (1969). Reproducida por amabilidadde Philip Rahtz.

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ya hemos mencionado anterior-mente, el huso simboliza elhogar y, más concretamente, eltrabajo doméstico femenino. Lacaracola resulta especialmenterelevante: se ha identificadocomo un fragmento de tritón(charonia sp.), probablementede una charonia nodiferus, quesólo se encuentra en aguas delMediterráneo (ibídem: 124). Alno ser una especie que seencuentre en aguas británicas,es posible que sea un objetorecogido intencionalmente, porejemplo, de la tumba de unsanto o de un peregrinaje. Esposible que fuera un objetoimportante, un amuleto o unrecuerdo, o incluso que hubierasido adquirido a propósito comopresente funerario.

Esta criatura era lo bastantemayor como para haber sidobautizado en la iglesia, y debe-mos concluir que enterrarle encasa fue la consecuencia de unadecisión deliberada. Como elarqueólogo Philip Rahtz, comen-tó: “Debió producirse un intere-sante desafío a la autoridad ecle-siástica al impedir el entierro ensuelo consagrado” (ibid.: 88).1Esta sepultura doméstica noparece reflejar un acto de elimi-nación de una criatura no dese-ado de forma clandestina einsensible, sino, por el contrario,de estrechamiento de los lazosentre hogar y familia.

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Conclusión: ¿Dolor demadre?

La información visual aportadapor los Libros de Horas medieva-les nos muestran de forma cons-tante a la mujer dentro de uncontexto hogareño, lavando ypreparando los cuerpos de losmiembros difuntos de la familiapara su funeral. De la mismaforma, en representaciones dehospitales medievales, son lashermanas enfermeras las que seven cosiendo los sudarios entorno al cuerpo difunto(Rawcliffe 2003a). Estudiosanteriores sobre la muerte en laEdad Media llegaron a la conclu-sión de que los preparativosfúnebres eran terreno exclusivodel clero masculino (p.e. Ariès1981; Geary 1994; Binski1996). Contrariamente, lo queaquí proponemos es que lasmujeres medievales desempe-ñaban un papel crucial en la pri-mera etapa del rito funerario,antes de que el cuerpo saliera decasa en procesión hacia la igle-sia. Las pruebas arqueológicassugieren que en esta etapa pre-liminar a menudo se colocabansímbolos del hogar en el ataúd.Las cenizas de los hogares sonel ejemplo más conmovedor deesta práctica. A veces se coloca-ban amuletos dentro del suda-rio, sobre todo en el caso derecién nacidos, niños y niñas,cuyos entierros recibían un tra-

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tamiento diferenciado, por lalocalización de las tumbas y laposición del cuerpo en ellas. Enconjunto, estas evidenciasrefuerzan la idea del papeldesempeñado de las mujeres enel tratamiento de la muertefamiliar, quizás como extensiónde su rol social como madres. Eltratamiento de los cuerpos delas madres que morían de partotambién sugiere un papel noreconocido anteriormente de lascomadronas como especialistasen las ceremonias fúnebres demadres y neonatos.

El caso medieval suministra otroejemplo de la tendencia de lasmujeres a vincularse con lamuerte y el duelo que observa-mos en numerosas culturas. Másque representar una conexiónuniversal entre mujer y conta-minación (Bloch 1982), el análi-sis contextual nos revela un vín-culo integral entre el papel delas mujeres como madres y suactividad en el tratamiento delos muertos de la familia. En laEdad Media, los procesos corpó-reos de nacimiento y muerte seveían con ambivalencia: para elclero, conllevaban el trasfondode la contaminación; para lasmujeres era en estos procesosdonde se encontraba el origende la iglesia cristiana y de lacomunidad. El nacimiento y lamuerte eran territorio femenino,y este territorio estaba liderado

por las poderosas figuras de laVirgen María y María Magdalena.La devoción popular hacia esasdos mujeres santas extendió elconcepto de cuidado maternal,lo amplió hacia el cuidado de losdifuntos. La sepultura era unaexpresión valiosa de afirmaciónfemenina a través de la cual lasmujeres en la Edad Media podí-an seguir cuidando de sus seresqueridos, no sólo al nacer ydurante su vida, sino también almorir.

A pesar de la frecuencia con quese vincula a las mujeres con elcuidado de los muertos en diver-sas culturas, sus reacciones antela muerte son variadas y seenmarcan en un contexto histó-rico determinado. Las mujeresen la Edad Media se enfrentabandiariamente a la elevada morta-lidad infantil, como pasa todavíahoy en ciertos países. La antro-póloga Nancy Scheper-Hugues(1992) examinó el impacto de lamortalidad infantil en lasmadres pobres del Brasil con-temporáneo, que se distanciande las criaturas enfermas yaceptan su muerte como unabendición que debe celebrarse.Las madres creen que muerensin pecado ni culpa y con elloaseguran su salvación. Visten ymuestran los cuerpos de sushijos e hijas como si fueran“pequeños ángeles”, objetos detransición que les permiten

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“dejarlos ir”. Todo lo contrario alas madres de la Gran Bretañamedieval, que preparaban loscuerpos de sus hijos e hijasdifuntos para que durmieranpacíficamente en sus tumbas,acurrucados sobre un costado. Yseguían vigilándolos y prote-giéndolos a través de los peli-gros del Purgatorio, colocandolas sepulturas cerca de la pilabautismal o dejando amuletosdentro del sudario. Sabemos deuna madre en la aldea medievalde Upton que no estaba listapara despedirse de su hijo o hijapor lo que situó su tumba bajo elsuelo de su hogar. Y junto alcuerpo de la criatura dejó mues-tras del dolor materno: unacaracola especial y un huso dehilar, símbolo del trabajo domés-tico diario.

La conexión entre las mujeres,la muerte y el duelo no es unsentimiento universal ni tiene unsignificado global. En el Brasilcontemporáneo, las madres seenfrentan a la muerte de sushijos o hijas estoicamente,mientras que en la Gran Bretañamedieval parecen haber prolon-gado su rol sustentador hasta latumba, quizás como estrategiapara ayudarles en el Purgatorio.Los iconos de la Virgen María yde María Magdalena respaldanuna ideología de género quesituaba a las mujeres en el cen-tro de los rituales funerarios

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medievales. Al preparar loscuerpos para el funeral, lasmujeres en la Edad Mediaexpresaban su dolor y las deci-siones que tomaban en las cere-monias fúnebres enfatizan lavocación femenina cristiana decuidadora, ya sea como esposa,comadrona, enfermera o madre.

Agradecimientos

Este ensayo procede de un pro-yecto de investigación realizadoconjuntamente con BarneySloane sobre tumbas monásti-cas medievales, una colabora-ción de cuatro años con laUniversidad de Reading y elServicio de Arqueología delMuseo de Londres. El Consejo deInvestigación de las Artes yHumanidades patrocinó el pro-yecto original que se publicógracias a una ayuda de EnglishHeritage. Le agradezco alProfesor Philip Rhatz el permisopara reproducir el plano y la fotode la casa alargada en Upton,Gloucestershire.

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Notas:

1 El profesor Rahtz sostiene quemientras que el huso podría inter-pretarse como una intrusión, elcaparazón es un objeto exótico y unhallazgo muy poco usual en unaaldea inglesa del siglo XIII. Segúnsu informe, cuando se excavó latumba en los años 60, algunos loconsideraron como algo “muy inmo-

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ral” dentro del contexto de las cre-encias medievales (carta de PhilipRahtz a la autora, con fecha del 22de noviembre del 2005).