Cultura - Práctica 6

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1 Prácticas – Sesión VI 1) Ya en la primera sesión de prácticas analizamos la problemática del concepto de civilización que mantenía Huntington y de su concepción de lo que está ocurriendo en el mundo como un choque de civilizaciones. ¿Son este tipo de actos indicios de una enemistad inevitable y absoluta entre culturas? Tras la caída del mundo del este, para Huntington es inevitable el choque de civilizaciones: para él es imposible el entendimiento entre culturas. De esta manera propone una estrategia multiculturalista radical para defender a los occidentales (los de EEUU, principalmente) de los “bárbaros”, cuyas civilizaciones son incompatibles con los valores democráticos. De esta manera, ve las desproporcionadas reacciones en nombre de la lucha por la libertad y contra del terrorismo como una reacción defensiva —por tanto, justificada—, necesaria para salvaguardar la primacía de occidente en el mundo. Por su parte, Tariq Alí no cree que exista una lucha entre grandes culturas, menos aún por un motivo de incompatibilidad radical. Lo que para él es en gran medida causa de estos conflictos es el sufrimiento y humillación causados por parte de las potencias capitalistas a través de un dominio militar y económico en todo el mundo, subyugando a todo el que no quiere aceptar las reglas del juego y obligando a una convivencia forzada a culturas que no saben cómo abordar ese contacto forzado. Esta hegemonía mundial del capital tiene consecuencias psicológicas muy negativas en las poblaciones que se ven desprovistas de voz y voto. Así, por la frustración, la ira, y demás padecimientos que llevan al odio, las posturas antioccidentalistas más radicales se acentúan; hablamos, en estos casos, de fundamentalismo (sea o no de base religiosa). He aquí el error que pone de relieve Alí en el que cae Huntington: no es el choque cultural lo que provoca el paso del pensamiento a la acción destructiva contra la hegemonía occidental, sino las visiones fundamentalistas, que no se identifican con el pensamiento de toda una civilización. Es importante indicar la diferencia entre cultura y fundamentalismo religioso, una diferencia que pasa desapercibida a ojos de Huntington. En resumidas cuentas, hemos hablado en otra ocasión del punto de vista de Huntington en tanto que es digno de tomar en consideración, pues corremos el riesgo de acabar dándole la razón si efectivamente los occidentales —y me choca usar este término tan seguido, pues hay que tener en cuenta que occidente es un hervidero de culturas diferentes, no una unidad homogénea— reaccionamos finalmente ante las otras culturas guerreando y no dialogando. Por otra parte, cabe criticarle su uso fraudulento del término “civilización”, tanto por la definición que da, como por la extrapolación que hace al considerar el fundamentalismo traducido en actos terroristas como síntoma del choque de civilizaciones, que da pie a su planteamiento multiculturalista. Sería un punto a favor de Tariq Alí su consideración acerca del fundamentalismo. Sin embargo, creo que a él también se le escapa algo. La dinámica del odio explica más que la eurocéntrica visión de Huntington, ciertamente, pero es insuficiente para dar cuenta de lo que

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Cultura, práctica 6.

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    Prcticas Sesin VI

    1) Ya en la primera sesin de prcticas analizamos la problemtica del concepto de

    civilizacin que mantena Huntington y de su concepcin de lo que est ocurriendo en el

    mundo como un choque de civilizaciones. Son este tipo de actos indicios de una

    enemistad inevitable y absoluta entre culturas? Tras la cada del mundo del este, para

    Huntington es inevitable el choque de civilizaciones: para l es imposible el

    entendimiento entre culturas. De esta manera propone una estrategia multiculturalista

    radical para defender a los occidentales (los de EEUU, principalmente) de los

    brbaros, cuyas civilizaciones son incompatibles con los valores democrticos. De

    esta manera, ve las desproporcionadas reacciones en nombre de la lucha por la libertad

    y contra del terrorismo como una reaccin defensiva por tanto, justificada,

    necesaria para salvaguardar la primaca de occidente en el mundo.

    Por su parte, Tariq Al no cree que exista una lucha entre grandes culturas,

    menos an por un motivo de incompatibilidad radical. Lo que para l es en gran medida

    causa de estos conflictos es el sufrimiento y humillacin causados por parte de las

    potencias capitalistas a travs de un dominio militar y econmico en todo el mundo,

    subyugando a todo el que no quiere aceptar las reglas del juego y obligando a una

    convivencia forzada a culturas que no saben cmo abordar ese contacto forzado. Esta

    hegemona mundial del capital tiene consecuencias psicolgicas muy negativas en las

    poblaciones que se ven desprovistas de voz y voto. As, por la frustracin, la ira, y

    dems padecimientos que llevan al odio, las posturas antioccidentalistas ms radicales

    se acentan; hablamos, en estos casos, de fundamentalismo (sea o no de base religiosa).

    He aqu el error que pone de relieve Al en el que cae Huntington: no es el choque

    cultural lo que provoca el paso del pensamiento a la accin destructiva contra la

    hegemona occidental, sino las visiones fundamentalistas, que no se identifican con el

    pensamiento de toda una civilizacin. Es importante indicar la diferencia entre cultura y

    fundamentalismo religioso, una diferencia que pasa desapercibida a ojos de Huntington.

    En resumidas cuentas, hemos hablado en otra ocasin del punto de vista de

    Huntington en tanto que es digno de tomar en consideracin, pues corremos el riesgo de

    acabar dndole la razn si efectivamente los occidentales y me choca usar este

    trmino tan seguido, pues hay que tener en cuenta que occidente es un hervidero de

    culturas diferentes, no una unidad homognea reaccionamos finalmente ante las otras

    culturas guerreando y no dialogando. Por otra parte, cabe criticarle su uso fraudulento

    del trmino civilizacin, tanto por la definicin que da, como por la extrapolacin que

    hace al considerar el fundamentalismo traducido en actos terroristas como sntoma del

    choque de civilizaciones, que da pie a su planteamiento multiculturalista. Sera un punto

    a favor de Tariq Al su consideracin acerca del fundamentalismo. Sin embargo, creo

    que a l tambin se le escapa algo. La dinmica del odio explica ms que la eurocntrica

    visin de Huntington, ciertamente, pero es insuficiente para dar cuenta de lo que

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    subyace al hecho que conocemos como terrorismo. Tomaremos como ejemplo, por su

    magnitud, el llamado terrorismo islmico.

    Por qu las mximas autoridades religiosas de la comunidad islmica condenan los

    actos que est llevando a cabo el Estado Islmico? Detrs de organizaciones como Al-

    qaeda o el Estado Islmico, hay todo un entramado de intereses militares, econmicos y

    polticos. Son los jeques del petrleo los que financian tales campaas revestidas

    ideolgicamente como yihad. La captacin de soldados y personas capaces de realizar

    atentados suicidas no se realiza apelando simplemente a la humillacin de la cultura

    islmica, y esto lo han puesto de relieve numerosos documentales e investigaciones. En

    la actualidad, el grueso del ejrcito del EI es ms un conjunto de mercenarios en espera

    de un sueldo de funcionario que un grupo creciente de creyentes radicales que lucha por

    la supremaca de su religin en el mundo. El asunto de los mercenarios es peliagudo,

    pues actualmente est surgiendo un mercado en auge de su contratacin con el fin de

    evitar la prdida de vidas de los ciudadanos de los pases que hacen uso de estos

    mercenarios; se trata de una nueva extensin de la llamada guerra a distancia

    practicada cada vez ms por occidente (un caso reciente de esta novedosa concepcin de

    la guerra es el de Siria, donde se han enviado drones aviones no tripulados y

    teledirigidos capaces de lanzar bombas por parte de las fuerzas de la OTAN).

    El odio, adems, no ha sido implantado en exclusiva por los estados occidentales

    con sus acciones unilaterales a lo largo de aos. Existe toda una red de captacin de

    jvenes a los que, a travs de videos donde se ve a sus gentes en peligro, entre otras

    situaciones tremendas, se les induce terror para posteriormente sealarles que, a

    condicin de salvar a sus familias de los occidentales siendo que en muchos de esos

    videos realmente lo que se est produciendo es un ataque del EI grabado a conciencia,

    sin que el televidente se percate, su nica alternativa es unirse a una supuesta guerra

    santa que acabar con el reinado del terror de los denominados infieles. Es, por

    desgracia, poco evidente, la intencin real que tienen los mandamases rabes y qatares

    de imponer a otros pases rabes imanes de sus propios pases, con el objetivo de

    controlarlos polticamente, pues las autoridades religiosas y polticas en la religin

    musulmana se funden en una misma figura. Al mismo tiempo, los occidentales tambin

    nos beneficiamos de este terrorismo, pues las noticias sobre terrorismo se materializan

    en ingentes sumas de dinero para los medios de comunicacin y las productoras de cine

    y documentales que se hacen eco de los hechos, por no hablar de la venta de armas.

    En definitiva, la complejidad de la situacin requiere tomar precauciones al

    tomar en cuenta las consideraciones tanto de Huntington como de Tariq-Al. Ni los

    occidentales somos los buenos, ni somos los malos, ni en occidente solo hay

    occidentales, sino todo a la vez y con diferencias de grado. Con todo, es obvio que el

    perfil prototpico del terrorista va a seguir siendo el de un hombre de piel ms o menos

    oscura supuestamente resentido contra occidente por motivos religiosos, pues es este el

    sujeto susceptible de ser manipulado, sea por su pobreza producida, en gran medida,

    por la dinmica del capital y la discriminacin sufrida por la escasez de dilogo

    intercultural, sea por el miedo inculcado a base de manipulacin apelando a la yihad,

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    lo cual no significa que todos los musulmanes sean yihadistas (creencia que, por

    desgracia, se est extendiendo cada vez ms en occidente como producto del mismo

    miedo y que est dando lugar a una legitimacin de la fuerza bruta estatal hacia

    cualquiera que sea declarado como terrorista).

    2) Como bien seala Sophie Bessis, los occidentales seguimos tratando a todos los

    que pertenecen a culturas no occidentales como seres totalmente ajenos. Frente a estas

    culturas otras se han tomado dos estrategias fundamentales a lo largo de la historia: la

    destruccin mediante guerras, exterminio, etc. y la asimilacin. Las consecuencias

    negativas de la primera actitud son obvias; mas cabe preguntarnos a qu resultado nos

    llevan las estrategias del segundo tipo, que se han dado y se estn dando actualmente,

    dando muestras de un eurocentrismo muy marcado a pesar de su disfraz ideolgico.

    En qu consiste el asimilacionismo? Se trata de una de las mltiples estrategias

    que se han llevado a cabo frente al hecho de la pluralidad de las sociedades actuales. Es

    importante tener la dimensin cultural en las sociedades posmodernas, mucho ms

    complejas tras el factum de la globalizacin, pues partiendo de aqu se ponen en duda

    los planteamientos universalistas tpicos de la filosofa de la historia, una versin

    secularizada del relato mtico del pueblo elegido que tantas veces se repite en las

    diversas religiones. El asimilacionismo peca de identificar an cultura y sociedad,

    olvidando como Huntington que no hay ni ha habido nunca un aislamiento total de un

    grupo humano a nivel cultural (ni siquiera a nivel biolgico, pues los planteamientos

    racistas han quedado desprestigiados por la ciencia, ya que pertenecemos a una especie

    comn).

    En este planteamiento, la premisa ideolgica de la identificacin sociedad-

    cultura trabaja distinguiendo la cultura dominante en la sociedad de las comunidades

    culturales minoritarias, a las que se intenta incluir en la mayor bajo amenaza de

    expulsin de la sociedad a fin de conseguir una homogeneidad total. Esta tctica fue

    exitosa cuando la libertad religiosa era prcticamente inexistente, obligando a las

    minoras culturales a que se convirtieran a la religin dominante a punta de espada. Sin

    embargo, tras la globalizacin, que se aceler tras una revolucin sin precedentes en los

    medios de desplazamiento y de comunicacin, el flujo de migraciones creci por

    doquier y se ha producido as un aumento de la pluralidad cultural que ha hecho que lo

    que antes eran minoras absolutas, fcilmente asimilables, se convierta en una parte de

    la sociedad con un gran peso. Adems, con la democratizacin que va de la mano de la

    secularizacin, se produce una apertura que permite la acogida de comunidades

    culturales particulares y trata de evitar las prcticas de extorsin contra las que estn en

    desventaja numrica, por injustas. Adems, cuando se rompen las dinmicas despticas

    y dictatoriales que reprimen a los individuos, comienzan a aflorar ms que nunca las

    minoras culturales que estaban de por s ocultas por su lengua, religin, orientacin

    poltica, etc., al no ser las mayoritarias.

    En un contexto democrtico, no tiene cabida un principio de universalidad

    asimilacionista, segn el cual toda cultura que no se adapte a la cultura mayoritaria ha

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    de ser excluida, pues se viola el principio de igualdad y de justicia. La democracia ha de

    posibilitar la inclusin de las personas pertenecientes a culturas menores, primero de

    todo a partir de hechos antropolgicos como el de que todos somos el resultado de una

    evolucin comn, que invalida ticamente el etnocentrismo asimilacionista. En una

    sociedad multicultural que no multiculturalista, hay un imperativo de articular la

    pluralidad en busca de una convivencia lo ms armnica posible, sean cuales sean las

    diferencias particulares. Por eso, hemos de rechazar el asimilacionismo, pues pone el

    acento en la particularidad de la cultura dominante, que se acaba comiendo a las ms

    pequeas de manera descabellada. Esta estrategia, pone una barrera intraspasable que

    impide el dilogo a fin de encontrar los puntos comunes entre las culturas presentes en

    una sociedad, que es la nica manera de plantear un universalismo vlido, tico y

    democrtico.

    3) Esta idea de Levy de un multiculturalismo del miedo tiene sus ventajas

    respecto al asimilacionismo. En primer lugar, es capaz de ver la sociedad como algo

    heterogneo, reconociendo un espacio a cada cultura en vez de tratar de eliminar la

    diferencia. En segundo lugar y por consiguiente, no ignora el problema de la diversidad

    cultural, para lo cual es necesario este reconocimiento previo. Qu hacemos con las

    otras culturas? El problema de formular la pregunta de este modo, es que se sigue

    haciendo desde la cultura mayoritaria, haciendo gala de nuevo de una parcialidad en la

    que tambin caa el asimilacionismo. Un ejemplo es el caso de Francia, se pretende

    integrar al todo las culturas particulares provenientes de las zonas que haban sido

    colonizadas por este pas durante la gran poca de las invasiones coloniales dndole a

    los que han nacido o llevan cierto tiempo residiendo en el pas europeo de manera

    fraudulenta, pues se les reconoce como franceses, pero se les trata como ciudadanos de

    segunda. El multiculturalismo, por su parte, lo que hace es promover el aislamiento

    de cada uno en un espacio en forma de barrios, guetos o aldeas, y que cada uno se las

    arregle como pueda mientras no interfiera con los dems. Mientras no interfiera con los

    dems significa que no podemos juzgar lo que otros hacen en el seno de una sociedad

    democrtica por ms que queramos, simplemente hay una especie de normativa de

    trfico a fin de impedir el choque entre culturas.

    La nica manera de no caer en el relativismo y particularismo del

    multiculturalismo, a fin de poder juzgar ciertas prcticas culturales, es encontrar

    espacios comunes de solapamiento en los que discutir. Un multiculturalismo como el

    que propone Levy parece en principio razonable en tanto en cuanto no reprime por

    completo la posibilidad de intervenir legalmente en las acciones que llevan a cabo las

    culturas minoritarias que puedan resultar violentas o crueles. El problema es que se

    juzgara en todo caso a partir de la cultura que ostenta todo el poder poltico y jurdico

    dentro de tal sociedad. Al otro no se le pregunta si lo que hace el que domina est bien o

    mal. Encuentro aqu el punto flaco de todo multiculturalismo: cierra las puertas hacia un

    dilogo en igualdad de condiciones. Es primordial, entonces, buscar una tercera va que

    encontramos en el interculturalismo, capaz de reconocer la pluralidad y de abrir un

    espacio de discusin en el que nadie tenga ventaja sobre el resto (mas no debe

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    confundirse con el velo de ignorancia de la posicin original que imagina Rawls, ya

    que no se trata de imaginar que no somos diferentes sino que, con nuestras diferencias y

    tenindolas en cuenta, podamos de todas maneras comunicarnos y llegar a acuerdos).

    Se me viene a la mente la imagen de un caso contado por el especialista en

    biotica Robert T. Hall: el de la ablacin femenina, bastante practicada en una enorme

    cantidad de culturas en el mundo por desgracia. Para solucionar la controversia

    entre los derechos humanos y esta prctica ritual, se intent encontrar una va

    intermedia que permitiera seguir con la prctica, pero de manera ms segura e indolora.

    Con este fin, se propuso que tal operacin, que acababa en ocasiones con la muerte de

    las bebs por la escasez de higiene de la operacin, la precariedad del instrumental

    utilizado y de los conocimientos mdicos del practicante, se realizase en el hospital, con

    medios ms seguros y el personal adecuado. El problema que surgi fue que los

    mdicos se preguntaban: los hospitales hasta ahora para lo que han servido es para curar,

    deberamos aceptar realizar operaciones que cumplen una funcin ritual y no de salud?

    Es discutible este punto, pero es ms que importante que de hecho haya una posibilidad

    de tal discusin, pues est en juego la sexualidad de una enorme cantidad de mujeres y,

    en el peor de los casos, sus propias vidas, al mismo tiempo que una prctica cultural que

    puede que d sentido a la vida de muchas personas, por muy horrendo que nos parezca

    desde el punto de vista occidental por llamarlo de alguna forma.

    Creo que partiendo de elementos comunes, no tanto de la universal experiencia

    del dolor, que sera simplemente formular un utilitarismo bastante cuestionable que

    disipa la colectividad en lo individual (y por el que parece abogar Jacob Levy), tanto

    como su reformulacin en forma de derechos, basados en principios democrticos de

    igualdad y justicia, se pueden conseguir acuerdos que beneficien a todas las partes y

    legitimen la prohibicin de ciertas prcticas cuya realizacin hace ms bien que mal. Se

    trata, en fin, de evitar caer en un modus vivendi, que se traduce en un yo no me voy a

    meter en tu vida si t no te metes en la ma, que no es lo mismo que aceptar la validez

    de las normas morales del otro. Las normas, si no exigen una cierta responsabilidad del

    individuo hacia los dems, como si fusemos el nico ser que queda en la tierra, carecen

    de sentido alguno en el plano de la tica. Habermas ya formul con su tica del discurso

    la virtud del discurso como actividad cooperativa y la imposibilidad de una tica

    privada; y, adems aade que para que tal actividad se produzca realmente, las partes

    deben estar dispuestas a ser convencidas y respetar una especie de pacto de no-agresin,

    ni fsica ni verbal. El acierto de Habermas es que tiene en cuenta todas las partes

    afectadas en todo momento, y que nunca da por zanjada una discusin, sino que el

    debate queda siempre abierto, por la posibilidad de que se encuentren nuevas propuestas

    convincentes que sean susceptibles de ser declaradas como satisfactorias para todos.

    Adems, todo aquel que estuviese en contra de los principios que propone Habermas,

    que tienen mucho que ver con la libertad de expresin, caeran en una contradiccin

    performativa: negar la libertad de expresin mientras se expresa libremente.

    Otro referente del que ya hemos hablado en otra ocasin es el de Boaventura de

    Sousa Santos, que trata de abrir un espacio comn de discusin intercultural a nivel

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    epistemolgico, de manera que haya una retroalimentacin del conocimiento entre unas

    culturas y otras que han seguido una trayectoria muy diferente a la hora de resolver los

    problemas de sus sociedades, pero que pueden ser igualmente vlidos. Desplazndonos

    de nuevo al plano de la tica, tomando en consideracin las distintas concepciones de lo

    bueno y partiendo de los xitos logrados por de Sousa, que ponen de manifiesto que la

    intertraducibilidad de perspectivas muy diferentes es una realidad y no un mero

    espejismo (aunque nunca sea completa, pero tenemos que contar con este carcter

    trgico como dira Nietzsche, pero posible objetivamente como afirma Bloch

    al fin y al cabo), podemos tratar de reformular un universalismo tico, que tenga como

    base un ncleo tico que recoja lo comn a todas estas culturas, discutiendo de manera

    pacfica en qu podemos ponernos de acuerdo, sujetos de toda cultura, sexo y lugar, sin

    tomar todo lo que es ajeno como meramente irracional. La capacidad para reflexionar

    no es exclusiva del gran tecncrata occidental, cuyo orgullo no le deja ver en muchas

    ocasiones su propia irracionalidad (en el mal sentido). As como hay fundamentalistas

    islmicos, tambin los hay ateos, cristianos... y eso teniendo en cuenta solamente el

    plano religioso, pues del mismo modo podemos hablar de polticas y filosofas variadas

    que traen consigo un fuerte carcter ideolgico.

    Amin Maalouf, propone, con el objetivo de evitar disputas que no lleven a

    ninguna parte, encontrar personas fronterizas capaces de ubicarse en el espacio comn

    previamente abierto en una sociedad que tenga la interculturalidad como un valor

    importante e invitar a establecer el dilogo con otras personas de la misma ndole. Se

    trata de reconocer la identidad del otro sin cerrarse en la heterodoxia religiosa, poltica,

    e incluso cientfico-tcnica de la tecnocracia actual, despreciando el saber de los dems

    de antemano. Sin duda se trata de algo bastante complicado, especialmente cuando de lo

    que se trata es que este dilogo acabe convenciendo a una gran cantidad de personas por

    sus beneficios. De todas maneras, lo ms complejo y arriesgado en ocasiones, como

    dira Edgar Morin es lo que puede tener finalmente mejores resultados, pues sin una

    exposicin al error es imposible avanzar, frente a la rigidez de sistemas simplistas y

    absolutistas de ideas, que dejan mutilado al pensamiento cortando cualquier tentativa de

    concebir una alternativa poltica a lo que hay que de poltica tiene poco,

    precisamente.

    Hasta ahora, este es el punto de partida que parece ms viable con el objetivo de

    mejorar la convivencia con unos vecinos a los que nadie estaba acostumbrado, sea por

    su llegada como inmigrantes, sea por su partida hacia lugares inhspitos como

    emigrantes. El mismo problema de la inmigracin es algo que nos inmiscuye a todos,

    especialmente a los occidentales en la medida en que somos responsables de la

    globalizacin precedida por el colonialismo, que produce tales flujos y, en consecuencia,

    muchas de las muertes que se estn produciendo en el mediterrneo a causa de estas

    migraciones desde pases donde la vida es msera, pues sus estados han fallado en la

    tarea de proteger y preservar a sus ciudadanos. No sirve de nada intentar frenar algo que

    seguimos provocando al no revisar las condiciones que producen que tanta gente se vea

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    en la situacin de abandonar su tierra y, en muchas ocasiones a sus familias de

    manera irremediable.

    La utopa de la comunidad intercultural debe ser el punto de referencia, si bien

    hay que tomar en consideracin que no se trata un punto final en la historia: nuevas

    lenguas se suceden, surgen nuevas culturas e imprevistos que hay que seguir

    solucionando dialgicamente. Espantar la mosca de la ideologa en sentido

    marxiano es complicado, pues siempre vuelve a incordiar cuando se trata de

    establecer relaciones cordiales con el otro, ofuscndonos; mas, sin embargo, una vez

    reconocido este aspecto y tomando una postura crtica, lo indito viable, como dira

    Paulo Freire, est ms cerca de tomar cuerpo como una realidad social y cultural,

    siempre y cuando el dilogo, sus condiciones de posibilidad y sus objetivos no caigan

    en el olvido.

    lvaro Rendn Rodrguez 29619377-T