Cultura Social Del Producto - Desconocido

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Cultura social del productoNuevas fronteras para el diseño industrial

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Primera edición: Buenos Aires, 1999.

Edición digital: Buenos Aires, 2015.

Traducción del texto original italiano: Clara Giménez.

Diseño y disposición tipográfica: Carlos A. Méndez Mosquera.

Diseño de la tapa: Lorenzo Shakespear.

Foto de la tapa: www.imagebank.com.ar

© Medardo Chiapponi.

© de todas las ediciones en español

Ediciones Infinito

e-mail: [email protected]: //www.edicionesinfinito.com

ISBN 978-987-9393-97-0

Hecho el depósito que marca la ley 11.723

La reproducción total o parcial de este libro, en cualquier forma que sea, por

cualquier medio, sea éste electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación

o fotocopia no autorizada por los editores, viola derechos reservados. Cualquier

utilización debe ser previamente solicitada.

Chiapponi, Medardo

Cultura social del producto. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires :

Infinito, 2015. - (Biblioteca de diseño y sociedad; 11)

E-Book.

ISBN 978-987-9393-97-0

1. cultura.

CDD

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Cultura social del producto

Medardo Chiapponi

Nuevas fronteras para el diseño industrial

Ediciones Infinito Buenos Aires

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Biblioteca de Diseño y Sociedad

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Índice

Introducción 9

1. Algunas cuestiones preliminares 15

2. Proyectación y planificación de los productos 45

3. Diseño industrial y actores de la innovación tecnológica 81

4. Didáctica, investigación y diseño industrial 111

5. Producto y ambiente 145

6. Producto y comunicación 177

Bibliografía 213

Indice de nombres 237

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Introducción

Tal vez pueda sorprender que un ensayo sobre diseño industrialañada a las habituales claves de lectura disciplinaria una aten-ción explícita sobre temáticas de tipo cultural y social. Esta elec-ción nace de la constatación de que, en nuestra sociedad,coexisten diversos tipos de diseño industrial bastante más alláde las líneas de demarcación trazadas por la publicidad especia-lizada. Es sabido que estos diversos tipos de diseño industrial se

presentan por lo menos parcialmente en términos de compe-tencia. Por lo tanto, es oportuno precisar, para cada uno de ellos,las propias preferencias en materia de contenidos, de referen-cias culturales y de metodologías operativas.

En este sentido, querría declarar aquí, con precisión,algunos principios inspiradores del diseño industrial a los queme siento más cercano, reservándome retomar, discutir y anali-

zar críticamente en los capítulos las interpretaciones de estosmismos principios cuando no estoy de acuerdo. Recurriendo auna terminología más en boga hace algún tiempo, podría decirentonces que he tratado de escribir un libro militante y al mis-mo tiempo pluralista sobre el diseño industrial.

Para mí el punto de partida es la enunciación de quela función principal del diseño industrial continúa siendo laproyectación y la planificación de objetos materiales produci-

dos industrialmente. En este terreno todavía se están disputan-do partidas cuya apuesta es altísima y cuyos resultados soninciertos. El diseño industrial no puede pasar la mano desna-turalizándose y prácticamente anulando su propia especifici-dad en nombre de la pertenencia a un mundo –el del design –más amplio pero de contornos cambiantes y contenidos toda-

 vía más bien vagos. Esta sencilla reivindicación de la especifici-dad del aporte del diseño industrial significa de por sí tomar

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netamente distancia de opiniones muy à la page , y no sólo a ni- vel publicitario.

No obstante, la legítima y necesaria extensión de loscampos de acción del diseño industrial no debe ir en menosca-bo de su capacidad de intervención en temas que mantienen supropia centralidad. Los problemas de demarcación de límitesson estratégicos, pero ésta es la razón principal por la que nodeben ser tratados como tierra de nadie. Al contrario, para en-cararlos del modo debido, se debe tener a disposición el caudalde capacidades de todas y cada una de las áreas disciplinarias lin-

dantes integrado por ulteriores competencias de conexión, decoordinación y de amalgama. En los dos últimos capítulos de es-te volumen he tratado, precisamente, de destacar la importan-cia de las zonas de intersección del diseño industrial con lastemáticas ambientales y con las de comunicación y detenermeen las interesantes oportunidades de interacción que ofrecen ta-les zonas.

 Al sostener que el diseñador industrial es esencialmen-

te un especialista en la proyectación y planificación de los pro-ductos industriales, no se le reducen por otra parte los camposde investigación y de actividad sino que, al contrario, se abrenespacios en los cuales su aporte goza de merecidos reconoci-mientos y tiene significativas ocasiones de incidir en la realidad.Esto es tanto más verdadero en la situación actual, en la que pro-fundas transformaciones tecnológicas, sociales, económicas, cul-

turales y ambientales hacen necesaria una reflexión total acercade la cultura material contemporánea y hacen posible, tal vez porprimera vez después de la fase inicial del proceso de industriali-zación, el nacimiento de nuevas tipologías de los objetos.

En estas condiciones considero culpablemente autoli-mitante y punitivo relegar el aporte del diseño industrial a los lí-mites estrechos de un número extremadamente reducido detipologías de los objetos, que además permanecen invariable-

mente (objetos decorativos a gran consumo). La enorme canti-dad de ensayos proyectuales ya efectuados sobre esas tipologíasconvierte la introducción de novedades efectivas en improbable

 y, sin embargo, dependiente de condiciones particulares y alea-torias. Al contrario, existen sectores productivos y ámbitos pro-blemáticos todavía escasamente explorados, pero que merecengran atención y ofrecen la oportunidad para un importante de-sarrollo del diseño industrial. Piénsese solamente en el campo

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Introducción

de los bienes instrumentales (máquinas herramienta, maquina-rias agrícolas, aparatos científicos, máquinas de talleres, etcéte-ra) o en el sector del llamado diseño industrial social (sanidad,escuela, movilidad colectiva, etcétera).

En resumen, el crecimiento del diseño industrial nopasa por la rarefacción de sus contenidos principales y el renun-ciamiento a sus instrumentos operativos, sino que es directa-mente proporcional a la capacidad de adaptar esos mismosinstrumentos para aceptar el desafío de medirse con funcionesdesusadas y, por lo tanto, apasionantes.

Diversificar las tipologías de productos pertinentes aldiseño industrial tiene también el mérito de sacar a la luz unared de interlocutores mucho más articulada de cuanto se supo-ne habitualmente y, justamente por esto, mucho más cercana ala realidad. El diseño industrial no está necesariamente compri-mido entre las voraces y cínicas demandas de las oficinas de mar- keting de las empresas, por una parte, y los comportamientoscaprichosos de un fantasmal “consumidor tipo” por la otra. Al

mismo tiempo, existen diversos tipos de empresas diversamen-te organizadas, con diferentes estrategias y objetivos de corto,medio y largo plazo. Además existen, junto a los usuarios indi-

 viduales de los productos, los usuarios colectivos, que tienen exi-gencias y se mueven con lógicas muy diferentes. En fin, laencrucijada de productores y usuarios está más bien congestio-nada. Allí se encuentran el sector de distribución (especialmen-

te las empresas y las organizaciones de la gran distribución) y otros numerosos actores más o menos profesionalizados, entrelos cuales, obviamente, están los diseñadores industriales.

Por otra parte, con semejantes constataciones se ponede relieve la natural propensión del diseño industrial hacia lointerdisciplinario, entendido ya sea como disposición para tra-bajar de modo “sinóptico”, para tomar en consideración en ca-da proyecto una pluralidad de factores (formales, de prestación,

tecnológicos, económicos, etcétera), ya sea como inclinación acolaborar con otras numerosas profesiones.

Con este libro he contraído una nueva e importantedeuda con Tomás Maldonado. Su incomparable aporte se ha ex-presado de diversos modos. Ante todo, he podido hacer unaconstante referencia a las ideas, a menudo fuertemente antici-patorias, sembradas en sus escritos, y me he inspirado en su pro-cedimiento expositivo como modelo de rigor y de genuino

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interés por un cotejo desprejuiciado con las opiniones de losotros. Han sido también inapreciables las reflexiones que gene-rosamente ha compartido conmigo en largas good conversations ,siempre llenas de encanto y de estímulos intelectuales. En fin,le estoy agradecido por la red capilar de amigos y alumnos queha sabido crear prácticamente en todos los continentes y de losque me he valido ampliamente para obtener informaciones, ve-rificar hipótesis e intercambiar ideas.

Sobre algunos de los temas aquí tratados he trabajadoprovechosamente con Raimonda Riccini, que también ha leído

una primera versión de este libro. Le estoy agradecido por la in-teligencia de su aporte y por la amistad que ha hecho muy agra-dable nuestra colaboración.

Querría reconocer el papel crucial desempeñado pornumerosísimos amigos y colegas, con quienes he tenido ocasiónen estos años de encontrarme y compartir experiencias muy fe-cundas para mí. Cito algunos nombres aun siendo muy cons-ciente del riesgo de involuntarios olvidos y disculpándome de

antemano por eventuales omisiones: Giovanni Anceschi, GuiBonsiepe, Michael Burke, Federico Butera, Giorgio De Ferrari,Paolo Ferrari, Jorge Frascara, Marco Fruscione, Michael Klar,Reinaldo Leiro, Marinella Levi, Antonio Macchi Cassia, EzioManzini, Attilio Marcolli, Victor Margolin, Bernd Meurer, Shu-taro Mukai, Antonio Pedotti, Thomas Rurik, Alberto Seassaro,Harald Stetzer, Francesco Trabucco.

Obviamente, mi agradecimiento no implica un com-promiso indiscriminado ni tampoco una atribución de corres-ponsabilidad con respecto a las tesis que sostengo en este libro.Sé bien que algunas de las personas citadas tienen acerca deellas posiciones distantes de las mías (si no opuestas). Por otraparte, sigo firmemente convencido del papel esencial de la con-frontación de ideas diferentes y, por lo tanto, mi gratitud haciacada una de ellas es sincera y sentida.

Dirijo un especial agradecimiento a Carlos MéndezMosquera por su iniciativa de publicar una edición en españolde este libro, permitiéndome así reforzar mis ya óptimas rela-ciones intelectuales y personales con la Universidad y la ciudadde Buenos Aires.

Laura Badalucco, Fiammetta Costa, Cristina Paroli y Costanza Pratesi me han apoyado eficazmente desde el comien-zo en la aventura didáctica del nuevo curso de doctorado en

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Diseño Industrial en el Politécnico de Milán. Junto a ellas hemadurado, experimentado y puesto en discusión muchas ideasde este libro. Aprovecho con placer esta ocasión para agrade-cerles su cooperación importante y desinteresada.

 Antonella Penati y Anna Poli han leído una primera versión de algunas partes de este texto y me han proporciona-do comentarios y sugerencias valiosos.

Quiero dirigir un agradecimiento no protocolar a todoslos alumnos que se han sucedido en el doctorado de investiga-ción en Diseño Industrial del Politécnico de Milán, particular-

mente a los del laboratorio del corso di laurea sobre sanidad, y también a mis alumnos de la Hochshule für Gestaltung Schwä-bisch Gmünd.

Querría finalmente recordar a Ettore Gregori, con quienhabría conversado con mucho gusto incluso de estos temas.

Medardo Chiapponi, Milán, marzo de 1999.

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Introducción

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1. Algunas cuestiones preliminares

El diseño industrial ya es una realidad socialmente reconocida,sea como actividad, sea como objeto de investigación, sea comodisciplina universitaria, sea, en fin, como currículum de estu-dios completo y articulado en diversos niveles. Constatar estehecho no significa, sin embargo, afirmar que se trata de una rea-lidad unívoca y firmemente determinada en todos sus aspectos.

 Al contrario, hoy tienen lugar fenómenos que abordan, de mo-

do directo o tangencial, el campo del diseño industrial y que re-quieren una profunda reflexión sobre algunas materias dediscusión. Algunas son originales; otras, en cambio, pertenecendesde siempre a la tradicional controversia sobre el diseño in-dustrial, aun si se plantean en términos diferentes con respec-to al pasado.

Comencemos por adelantar algunas hipótesis y a exa-

minar algunos problemas a partir del correspondiente a la de-limitación del peculiar campo de incumbencia del diseñoindustrial. Éste es, con seguridad, un tema concluyente para laformación de un estatuto disciplinario y es, además, un tema degran actualidad, aun no siendo más que una manera parcial-mente inédita de formular el conocido problema de la defini-ción del diseño industrial y de su relación con otros ámbitosdisciplinarios.

En este sentido, un firme punto de partida lo constitu- ye la definición de la disciplina formulada en 1961 por TomásMaldonado y aceptada en ese mismo año por el ICSID (Interna- tional Council of Societies of Industrial Design ), la principal organi-zación profesional existente a nivel internacional en el campodel diseño industrial. Según esta definición, el diseño industrialtiene la función de proyectar la forma de los productos indus-triales y esto “significa coordinar, integrar y articular todos aque-

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llos factores que, de un modo u otro, participan en el procesoconstitutivo de la forma del producto. Y, más precisamente, sealude tanto a los factores relativos al uso, a la fruición y al con-sumo individual o social del producto (factores funcionales, sim-bólicos o culturales) cuanto a aquellos relativos a su producción(factores técnico-económicos, técnico-constructivos, técnico-sistémicos, técnico-productivos, técnico-distributivos)”.1

Es sin duda válido preguntarse en qué medida esta de-finición ha superado indemne la prueba del tiempo y cuánto,en cambio, será necesario recurrir a puestas a punto, integracio-

nes o directamente revisiones tan profundas que prefiguren susustancial puesta a un lado. En mi opinión, tiene algunas carac-terísticas que le confieren una elevada probabilidad de conser-

 var todavía por mucho tiempo la validez de sus propias líneasfundamentales. En especial tiene el mérito de ser flexible y, porlo tanto, adaptable en el tiempo y en los contextos aplicativos,sin ser agnóstica ni elusiva pero adoptando, por el contrario,una posición inequívoca sobre algunas cuestiones fundamenta-

les. Establece, en efecto, que la función principal del diseño in-dustrial consiste en dar una forma a los productos industriales,pero precisa al mismo tiempo que el proceso de determinaciónde esa forma actúa integrando múltiples factores mutuamenteinteractuantes. Como podremos verificar, ninguna de estas dosafirmaciones es neutral.

De la flexibilidad de una definición semejante deriva

el carácter previsor que tenía en el momento de su formulación y la consiguiente capacidad de adaptación a situaciones sucesi- vas. Tal flexibilidad está testimoniada por el hecho de que bas-ta atribuir un peso relativo diferenciado a cada uno de losfactores que intervienen en el proceso constitutivo de la formapara describir correctamente la proyectación de productos muy diferentes entre sí por complejidad, por significado y por mo-do de uso. Basta además, en perfecta consonancia con la filoso-

fía inspiradora de la definición, añadir o quitar una o máscategorías de factores para adecuarse a contextos nuevos y an-teriormente imprevisibles. De este modo se amplían el campo

 y la modalidad de intervención de un diseño industrial que sa-be ofrecer contribuciones importantes en situaciones muy dife-

1. T. Maldonado, 1991, p. 12. Para un análisis comparado de diversas definiciones del diseño

industrial, véase G. Bonsiepe, 1993, [1999] pp. 20-25. La anotación entre corchetes está referi-

da a la edición castellana. (N. del E.)

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1. Algunas cuestiones preliminares

rentes. Por ejemplo, se pueden relacionar sin contradiccioneslógicas la acentuación puesta sobre la investigación formal-esté-tica efectuada en el caso de productos con un bajo nivel de com-plejidad pero con un alto valor simbólico y la atención dirigidapreferentemente sobre los aspectos ergonómicos o tecnológi-cos o de prestación de productos de alta complejidad.

Por otra parte, poner el acento sobre el proceso cons-titutivo de la forma y sobre la pluralidad de factores que inter-

 vienen en ese proceso resguarda de fórmulas tan antiguas comosimplistas que encierran el aporte del diseño industrial en el ám-

bito restringido de la estetización. Al contrario, la forma de laque se habla no es el fruto autorreferencial de un acto demiúr-gico inexplicable sino el resultado de una paciente integraciónde elementos particularmente más o menos conocidos y contro-lables. Esto justifica hablar de diversos aportes del diseño indus-trial en contextos y con determinación de necesidades deproductos y servicios. En la proyectación de productos simples,como muchos de los que pueblan la vida cotidiana, el diseña-

dor industrial puede ser la figura central, el catalizador que efec-túa en primera persona la síntesis proyectual. En cambio, en elcaso de la proyectación de productos más complejos o instala-ciones que requieran la participación de numerosas figuras pro-fesionales, el diseñador industrial puede desempeñar un papelpeculiar y significativo, justamente por lo bien determinado y delimitado. En la práctica, “dar forma” a los productos signifi-

ca, según esta acepción, contribuir a concretizar y materializaren detalle la solución de diversos problemas que se plantean enel ámbito de la cultura material.

 Admitiendo que se haya alcanzado un grado suficientede convicción en estos papeles del diseño industrial, falta discu-tir cuál es su campo de aplicación privilegiado. Dicho de otromodo, falta definir cuáles son los productos a los que el diseñoindustrial está llamado a dar forma. Por otra parte, hacer esta

pregunta ha significado desde los orígenes del diseño industrial, y todavía significa, introducir la cuestión de las relaciones con lasdisiplinas proyectuales y con los campos de actividad linderos.

En el mismo momento en que, por ejemplo, se afirma-ba que el campo de aplicación del diseño industrial eran los ob-

 jetos producidos industrialmente –y por lo tanto se ponía elacento sobre los modos de producción– se insinuaba el tema desus relaciones con la artesanía por un lado y con la ingeniería

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por el otro. En ambos casos se trataba, y se trata todavía, de re-laciones en parte cooperativas y en parte competitivas.

Por lo que concierne a las relaciones con la artesanía, lacompetitividad es una consecuencia directa de la competición en-tre diversos sistemas productivos: industrial en un caso y preindus-trial en el otro. Las diferencias más importantes y más obvias están,en efecto, ligadas a la división del trabajo introducida por el siste-ma de producción industrial. Contrariamente al artesano, el dise-ñador industrial no lleva a término él solo todo el procesoproductivo, ni siquiera en los productos con mayor “coeficiente de

artesanía”, en el sentido de que son producidos en series pequeñas y tienen un bajo nivel de complejidad estructural. Aun en estos ca-sos se limita a la concepción y proyectación (que también puedeser muy detallada) de los productos, pero no interviene directa-mente en la producción. Por otra parte, esto le permite ampliar ho-rizontalmente sus propias competencias, pues no está vinculado auna categoría especial de productos o a una tecnología especial co-mo ocurre con el artesano. En cambio, en su actividad proyectual,

el diseñador industrial necesita aptitudes “artesanales”, desde aque-llas más instrumentales que le sirven para realizar modelos y pro-totipos hasta aquellas relativas a las técnicas productivas.

 Al contrario, el ingeniero comparte las modalidadesde producción industrial y por eso mismo se encuentra a menu-do colaborando “naturalmente” con el diseñador industrial. Demodo que el problema ha sido siempre el de determinar los lí-

mites entre las diversas incumbencias y peculiaridades dentrode un proceso productivo en común. Con tal propósito, se de-be destacar que en ocasión de los frecuentes debates sobre te-mas similares, el término ingeniero es utilizado de modo unpoco apresurado y arbitrariamente homologante. En realidad,a este término corresponde un conjunto de figuras profesiona-les con competencias y especializaciones diferenciadas que en-tran en contacto con el diseñador industrial, preferentemente

en la fase de ingenierización de los productos pero que, en cier-tos casos, ejecutan autónomamente todas las fases de proyecta-ción de los productos. Las tipologías de relación son, por lotanto, muy abigarradas y el factor de separación entre las com-petencias del diseñador industrial y las del ingeniero no es lapresencia o no de proyectualidad. Es más bien el tipo de pro-

 yectualidad, o sea, los objetivos, los interlocutores privilegiados y las modalidades operativas. En especial, lo que es irrenuncia-

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ble para un diseñador industrial –pero no para un ingeniero– esla referencia constante a uno o más usuarios del producto pro-

 yectado por él. En fin, un ingeniero puede proyectar un sistemade funcionamiento totalmente automatizado; un diseñador in-dustrial no. Como es sabido, esto lleva al diseñador industrial aconcentrar sus propios esfuerzos proyectuales sobre los aspectosergonómicos, de prestación y estético-simbólicos más que sobreaquellos tecnológicos en sentido estricto.

Por otra parte, las relaciones del diseño industrial conla artesanía y con la ingeniería, como aquellas con las llamadas

artes aplicadas y con la arquitectura ya han sido ampliamenteexploradas. Prácticamente, todas las argumentaciones han sidoexpuestas y analizadas. De modo que, cuando estos temas sonretomados y presentados como novedades absolutas, muy a me-nudo se experimenta la desagradable sensación de quien debeenfrentarse no sólo con el déjà vu sino también con banalizacio-nes de debates ya realizados a principios de siglo con una den-sidad mucho mayor.

Pero actualmente, el problema de las relaciones del di-seño industrial con otros sectores adquiere nuevos aspectos. Laidea de que junto a los productos físicos existen otros inmate-riales y dotados preferentemente de contenidos comunicativosestablece un nuevo y mayor terreno de debate que incluye, ade-más, las relaciones entre diseño industrial y comunicación visual

 y multimediática, con un área proyectual que se encuentra ella

misma en una fase de profundo cambio, por no decir de verda-dera y propia redifinición. Ante el riesgo de ampliar indiscriminadamente el espec-

tro de los razonamientos pertinentes al diseño industrial, vacián-dolo así, de hecho, de contenidos autónomos y reconocibles,

 vuelve a ser de gran actualidad el tema de la determinación delos límites. Gui Bonsiepe señala muy claramente las paradojas,la inconsistencia teórica y las exageraciones oportunistas de

una dilatación excesiva e incontrolada del área de acción del di-seño industrial. “Mientras antes –afirma– una peluquería era só-lo una peluquería, ahora se ha convertido en un ‘salón paradesigner de los cabellos’ y los servicios de manicura se han trans-formado en ‘empresas de designer de las uñas’.” 2 Estas ocurren-cias, que recuerdan por lo menos en el tono la polémica de

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1. Algunas cuestiones preliminares

2. G. Bonsiepe, 1993, p. 14.

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 Adolf Loos con los arquitectos que pretendían sustituir a carpin-teros y zapateros sin tener las aptitudes,3 reflejan sin duda unasituación de verdadera desorientación, además de una deplora-ble aceptación acrítica de criterios anything goes .

Sin embargo, como afirma el mismo Bonsiepe, éste esun tema demasiado importante para poder tratarlo rápidamen-te. En efecto, hay que adaptar la exigencia de mantener firmeel perfil de competencias del diseño industrial con la oportuni-dad de extender y adecuar su campo de acción al cambio de lascondiciones de referencia. La misma definición a la que nos es-

tamos refiriendo tiene en cuenta una tendencia al aumento delas posibilidades de intervención del diseño industrial, puestoque interioriza, mediante la consideración de los diversos fac-tores que llevan a la determinación de la forma de los produc-tos, las variaciones que tienen lugar en sectores limítrofes.

Por ciertas versiones se puede incluso afirmar que enla actualidad las variaciones más notables para el diseño indus-trial son probablemente aquellas derivadas de cambios ocurri-

dos en los contextos en los que él se encuentra actuando,especialmente en el contexto tecnológico, el sociocultural, eleconómico y el ambiental.

Piénsese, por ejemplo, en acontecimientos tecnológi-cos de principal importancia para el diseño industrial como losprogresos en el sector de los materiales y en el de las tecnolo-gías láser y ultrasonido o como la difusión de la microelectróni-

ca y, más en general, de las tecnologías de la información y dela telecomunicación. Las tecnologías de la información, comoes sabido, han abierto nuevas rutas, sea para las máquinas he-rramienta, sea para los procesos de producción, sea para los pro-ductos mismos. Las consecuencias más evidentes y difundidas enel campo de los productos son la extrema reducción dimensio-nal (hasta la miniaturización) y la disminución del peso de losproductos, además de la baja de sus necesidades energéticas. Un

efecto ulterior es que, con la microelectrónica, disminuye tam-bién la monofuncionalidad de los componentes (muy presenteen los productos mecánicos y electromecánicos). Para decirlo entérminos extremadamente simplificados, en los productos mi-croelectrónicos hay componentes, los microchips precisamente,que realizan tareas muy diferenciadas.

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3. A. Loos, 1972.

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La combinación de estas diversas innovaciones tecno-lógicas permite, entre otras cosas, el agregado en un único pro-ducto de prestaciones antes separadas. Brinda así la estimulanteoportunidad de modificar profundamente tipologías de pro-ductos de nuestra cultura material ya establecidas desde muchotiempo, dando vida a tipologías de productos completamentenuevas. Los ejemplos más conocidos corresponden a las trans-formaciones de productos de gran consumo (productos parauso doméstico, etcétera), pero tal vez aun más interesantes y sig-nificativos son los cambios en productos con un valor instru-

mental más elevado. Por ejemplo, en el campo de los equipospara sanidad, estas innovaciones tecnológicas han dado lugar,además, a productos totalmente nuevos en el terreno del diag-nóstico, pero también a la posibilidad de unificar en el mismoproducto prestaciones diagnósticas y operativas.

En los últimos años hemos vivido transformacionesprofundas en el contexto sociocultural y probablemente vivire-mos otras, sea en el nivel microsociológico, sea en el meso- y ma-

crosociológico. Los modos de vida individuales y colectivos semodifican y los medios de comunicación masiva desempeñanun papel principal en el desarrollo de estos modos de vida y delos valores subyacentes.

Pero eso no es todo. Se están verificando también fe-nómenos que no es exagerado definir como de época, como elderrumbe de sistemas sociopolíticos, migraciones en masa o la

globalización de los mercados y de las instalaciones productivas.Esto significa, además, la progresiva desaparición de sólidas se-des de mercado para ciertos productos y la tendencia a dejar deconsiderar el equipamiento material de la población mundial,comprendiendo las fajas más pobres y dependientes, una cues-tión local. De allí derivan sin duda consecuencias puntuales y generales para la planificación y la proyectación de los produc-tos, o sea, para el diseño industrial. En realidad, se abre camino

la necesidad de desarrollar otros productos y sistemas de pro-ductos que satisfagan nuevas (y viejas) exigencias.Desde el punto de vista del diseño industrial se verifi-

can también notables innovaciones en el mundo de la industria.Un ejemplo apropiado es el creciente perfeccionamiento de lasmáquinas herramienta hasta la completa robotización de la fá-brica. Otro ejemplo es la responsabilidad ampliada del produc-tor por sus propios productos, incluso al término de su ciclo de

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1. Algunas cuestiones preliminares

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 vida. La consecuencia más obvia es que, junto a las estructurasorganizativas y a las plantas de montaje, hay que prever y pro-

 yectar también las de desmontaje. Aun más conspicuos desdenuestro punto de vista son los efectos del requisito de la des-montabilidad de los productos sobre su proyectación. En estecontexto, se deben mencionar también los cambios de la orga-nización del trabajo, que ya no se basa sólo sobre procesos linea-les y sobre una estructura jerárquica piramidal sino tambiénsobre una colaboración horizontal y un sistema de  feedback in-formativo y con poder de decisión en las diversas fases de la pro-

ducción. En consecuencia, se modifican también las funciones y los comportamientos de los actores de la producción indus-trial, comprendidos los diseñadores industriales. Además, tam-bién repercuten sobre las características de los productos las

 variaciones de los sistemas de control de calidad y el hecho deque la tendencia hacia la calidad prosigue también fuera de lafábrica y se extiende a todas las fases del ciclo de vida de losproductos.4

Otro contexto determinante para el diseño industriales el ambiental. El peso de los problemas ambientales es gene-ralmente reconocido en la actualidad. No obstante, de esta con-ciencia derivan a menudo sólo propuestas superficiales en tantoque abstractas y, por lo tanto, absolutamente insuficientes fren-te a la seriedad de tales problemas. El diseño industrial tiene, alcontrario, la posibilidad de ofrecer aportes significativos para la

caracterización de soluciones concretas.

5

 Algunos ámbitos pro-blemáticos sirven como ejemplo. El rápido crecimiento de losdesechos y los enormes problemas conectados con su manejo y transformación requieren nuevas soluciones en la planificación

 y proyectación de los objetos de nuestra sociedad. Sustancial-mente, las soluciones en cuestión contemplan, por un lado, lareducción de la fuente de desechos; por otro, la recolección di-ferenciada con perspectivas de reutilización y de reciclado.

En este sentido, el diseño industrial puede asumir pre-cisas funciones y responsabilidades. En primer lugar puede per-seguir, en la planificación y proyectación de los productos, unamayor duración y ocuparse de la proyectación (y reproyecta-

Cultura social del producto

22

4. Véase T. Maldonado, 1991, pp. 93-101.

5. La temática de la relación productos-ambiente será encarada con mayor detalle en el ca-

pítulo 5 de este volumen.

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ción) de todos los objetos y los instrumentos necesarios para larecolección diferenciada. Además puede influir sobre algunosparámetros de planificación (como el desmontaje y la reutiliza-ción de algunos componentes o la elección de los materiales)para contribuir a la prolongación de la vida de determinadosproductos o, al menos, de algunas de sus partes. Se pueden al-canzar significativos resultados incluso en el sector del ahorrode energía, agua y materias primas a través de una apropiadaproyectación o reproyectación de familias específicas de pro-ductos. Razonamientos análogos se pueden hacer en todo lo

que concierne a la reducción de la contaminación del ruido y de la emisión de sustancias nocivas. En fin, problemas ambien-tales globales como el agujero del ozono o el efecto invernade-ro requieren una reflexión proyectual de sectores enteros denuestra cultura material, como los de la producción de calor ode frío o del trasporte de personas y mercaderías.

 Aunque breves y parciales, estas consideraciones yadan una idea del enorme y en gran parte inexplorado potencial

innovador de un diseño industrial que se mantenga dentro desus límites más clásicos. O sea que se “limite”, por así decirlo, adar forma a objetos materiales producidos industrialmente. Detodos modos, hay una propensión, por parte de algunos teóri-cos del diseño industrial, a interpretar la proyectación de pro-ductos materiales como una fase primordial y sustancialmenteen vías de superación. La nueva frontera del diseño industrial

residiría, según esta hipótesis, en la proyectación de productosque han perdido progresivamente su consistencia material. Se-mejante convicción se basa sobre presupuestos y tiene implica-ciones que imponen alguna reflexión adicional.

Una transformación del sistema de los productos de es-te tipo ya había sido preconizada, con el lenguaje visionario quele es propio, por Richard Buckminster Fuller en 1927. Pero él,al introducir el concepto de ephemerization entendido como “ha-

cer siempre más siempre con menos [...] con menos material,esfuerzo y tiempo” se refería a mutaciones concretas en secto-res industriales específicos, en especial el militar, que conocíade cerca. Sobre todo, en aquel momento no podía prever lasmodalidades concretas de actuación del proceso que habría de-bido llevar a “producir más con menos”.6 Curioso y francamen-

23

1. Algunas cuestiones preliminares

6. R. Buckminster Fuller, 1969, pp. 330-332.

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te menos comprensible es que alguno continúe planteando lacuestión en los mismos términos de generalidad absoluta. La in-consistencia teórica y práctica de semejantes generalizaciones esenunciada de modo lapidario por Abraham Moles cuando afir-ma: “Está surgiendo una cultura inmaterial. Existe sólo porqueuna pesada base material la soporta y la hace posible”.7 Deberprincipal y para nada de retaguardia del diseño industrial esocuparse de esta “pesada base material” con permanente aten-ción hacia los grados de flexibilidad y de cambios que se intro-duzcan en ella.

Es verdad que, actualmente, están asumiendo una im-portancia cada vez mayor diversas áreas temáticas fronterizasque se intersectan con aquellas propias de otras disciplinas (pro-

 yectuales y no), como la comunicación visual y multimediática,la arquitectura de interiores, la ingeniería, la proyectación am-biental y la organización empresarial. Sin embargo, reconocerla realidad de estos cambios no equivale a afirmar, como hacealguno, que ahora todo es diseño industrial, pues esto produci-

ría, de hecho, una evaporación irreversible de los contenidos pe-culiares de la disciplina.

 A este malentendido contribuye también la interpreta-ción forzada y deformante de posiciones teóricas respetables depor sí. Me refiero, por ejemplo, a la mala interpretación de los es-fuerzos de aquellos que se preocupan por valorizar los aspectoscomunes a los diversos modos de intervención proyectual. Aque-

llos que, sin dejar a un lado pero también dando por desconta-das las diferencias entre las distintas ramas del design (industrial design , visual design , architectural design , etcétera), concentran suatención sobre el modo proyectual común de encarar problemasdistintos. Uno de los estudiosos que más coherentemente siguenesta línea de investigación es Richard Buchanan.8 Partiendo deuna justa crítica de los excesos de expecialización y segmentaciónen el campo de las disciplinas proyectuales, sostiene con vigor y 

con argumentos aceptables la tesis de una marcada unidad de la visión proyectual consiguiente a la necesidad de encarar proyec-tualmente temas de alto grado de complejidad.

Esta propuesta se inserta, no obstante, en una tradiciónacreditada. Ya hacia fines del siglo XVII, Daniel Defoe, en su Es- 

Cultura social del producto

24

7. A. Moles, 1995, p. 268.

8. Véase al respecto R. Buchanan, 1995, pp. 3-20.

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say upon Projects , habla de proyecto refiriéndose indistintamentea estructuras de formación (para el estudio de la lengua inglesa,para las mujeres, para militares), a institutos de crédito o a in-fraestructuras viales.9 Cerca de tres siglos y medio más tarde, unaposición análoga es expresada por Buckminster Fuller, quien sos-tiene que un proyectista (design scientist ) “no debería ocuparseexclusivamente de proyectar el asiento de un tractor sino el con-cepto íntegro de producción y distribución del alimento”.10

Existen por cierto modalidades comunes de encararlos problemas proyectuales en diversos campos y en diversas es-

calas, así como hay importantes problemas que requieren la in-tervención conjunta de diversos tipos de proyectualidad. Encambio, puede dar lugar a interpretaciones equívocas la pro-puesta de Buchanan de una proyectación (design ) sin adjetivoscalificativos que se configura como una “new liberal art of techno- logical culture ” y que tiene la función de ocuparse de problemascomplejos, aun “perniciosos” (wicked ). Buchanan retoma estaclase de problemas, por otra parte declarándolo explícitamen-

te, de las teorizaciones de Horst Rittel, que habla precisamentede problemas “perniciosos” (bösartige ).11 Pero Rittel atribuye es-ta connotación a problemas sociales de gran complejidad, queél también distingue netamente de otros tipos de problemas, co-mo los científicos o de ingeniería.

Lo que resulta menos convincente es la tesis de Bucha-nan según la cual “la proyectación –entendida precisamente co-

mo una ‘new liberal art of technological culture ’– no tiene un campode proyectación especial sino el que concibe el proyectista”.12 Enrealidad, Buchanan reconoce una articulación de la actividadproyectual en cuatro áreas (comunicaciones visuales y simbólicas;objetos materiales; actividades y servicios organizados; sistemascomplejos o ambientes para vivir, trabajar, jugar y aprender) y constata que en cada una de estas áreas trabaja una gran canti-dad de profesionales de diverso tipo en todo el mundo.13

Sin ninguna duda, también está articulada la casuísti-ca de los problemas proyectuales. En cada área y, por lo tanto,

25

1. Algunas cuestiones preliminares

9. D. Defoe, 1697.

10. R. Buckminster Fuller, 1969, p. 293.

11. Véase H. W. J. Rittel, 1992.

12. R. Buchanan, 1995, p. 15.

13. R. Buchanan, 1995, p. 7.

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también en el diseño industrial, por suerte, no hay que lucharsólo con problemas “perniciosos”. En nuestro caso, es fácil veri-ficar la persistente validez de la clasificación introducida porHerbert Simon y Allen Newell, según la cual se pueden distin-guir problemas definidos (well structured ) e indefinidos (ill struc- tured ). Simon y Newell, refiriéndose a los problemas que seencuentran en el campo del management , los consideran comodefinidos cuando “pueden ser resueltos utilizando técnicas com-putacionales conocidas y practicables”.14 Simon observa en untexto sucesivo que los problemas de la vida real son siempre un

conjunto de componentes “definidos” e “indefinidos”15

 y por lotanto, deben ser encarados con una variedad de técnicas dota-das de un nivel de investigación más o menos elevado. Exacta-mente lo mismo se puede decir acerca de los problemas decompetencia del diseño industrial.

 Algunos equívocos relativos a la delimitación del cam-po de acción específico del diseño industrial son atribuibles ala concreta fenomenología de la actividad proyectual y a razo-

nes que exceden los límites de la microsociología de las profe-siones. O sea, a la circunstancia de que, a menudo, el mismoprofesional ejercita contemporáneamente su actividad en diver-sos campos. Pero las perplejidades no toman tanto en cuenta elhecho de que un mismo profesional esté empleado en variosfrentes y en varias escalas proyectuales (diseño industrial, arqui-tectura gráfica, etcétera). Esto no sólo es posible sino a menu-

do también útil y provechoso. Pero no anula las peculiaridadesde ningún campo o escala, simplemente se verifica la situación,por otra parte muy común, de que una misma persona desem-peñe varios papeles y trabajos.

Una posición útil para aclarar este tipo de crecientes in-tersecciones entre realidades que, a pesar de todo, permanecendistintas es la asumida por Mario Bunge con referencia a las re-laciones entre ciencia de base, ciencia aplicada y técnica. Tam-

bién estas relaciones son puestas a menudo en discusión conargumentos del todo afines a aquellos utilizados para las articu-laciones de las disciplinas proyectuales. Con su consabida trans-parencia, Bunge sostiene que “distinguir tipos de actividad noimplica separarlas” y también que los sectores de investigación

Cultura social del producto

26

14. H. Simon y A. Newell,1985, p. 5.

15. H. Simon, 1977.

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considerados “son diferentes pero interactúan vigorosamente.(Si no fueran diferentes no podrían interactuar). Por ello es tanequivocado negar las diferencias como exagerarlas” y por fin uti-liza un ejemplo muy eficaz: “distinguir al marido de la esposano equivale a divorciarlos”.16 Afirmaciones como éstas, que tal

 vez parezcan hasta provocadoras en la medida en que son ex-presiones de buen sentido, en mi opinión se pueden suscribirsin reservas incluso para lo que concierne a las relaciones entrediseño industrial y otras prácticas proyectuales.

Para ilustrar de modo adecuado el problema de la de-

limitación del campo de las competencias del diseño industrial,me parece útil transferir, aunque con cierta despreocupación,el modelo epistemológico de los programas de investigacióncientífica elaborado por Imre Lakatos. El filósofo de la ciencia,de origen húngaro, ha propuesto un modelo sobre la base delcual cada programa de investigación científica está compuestode dos partes fundamentales: un núcleo central (hard core ) y uncinturón de protección ( protective belt ).17 El núcleo central es el

conjunto de los contenidos estables, caracterizantes e irrenun-ciables de un programa de investigación, o sea, aquel que nopuede ser “falsificado” sin poner en peligro el programa de in-

 vestigación entero. El cinturón protector, en cambio, es la par-te más flexible y modificable en la que cada elemento estáexpuesto a verificaciones experimentales, a “falsificaciones”.

Si se acepta esta analogía y se considera el diseño indus-

trial con el mismo criterio que a un programa de investigación,su núcleo central está seguramente constituido por la proyecta-ción de objetos materiales producidos industrialmente. El cintu-rón de protección, en cambio, es el conjunto de todos aquellostemas de frontera, cada uno de los cuales pone al diseño indus-trial en conexión con otras prácticas proyectuales o lo hace avan-zar experimentalmente en territorios todavía inexplorados. Peroaun en estas incursiones debe acreditarse para encarar los nue-

 vos problemas, demostrando que tiene las aptitudes. Es decir, de-mostrando que es lícito considerar ese tema como pertenecienteal cinturón de protección del diseño industrial.

Para salir de la metáfora, se pueden considerar algunaszonas concretas de límites como la proyectación de las interfa-

27

1. Algunas cuestiones preliminares

16. M. Bunge, 1997, pp. 37 y sig.

17. Véase I. Lakatos, 1970, e I. Lakatos, 1978.

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ses gráficas de los productos, la proyectación de servicios, la pro- yectación del sistema entero de productos que caracterizan unmicroambiente en especial o el “diseño estratégico”. Es eviden-te que en cada uno de estos temas proyectuales intervienen conconocimiento de causa y con tareas parcialmente sobreponiblesnumerosas figuras profesionales diferentes, de los comunicado-res visuales a los arquitectos de interiores, los especialistas en or-ganización, en comunicación empresarial y en marketing . Por lotanto, el diseño industrial tiene posibilidades de intervenir efi-cazmente y de ver reconocida su legitimitad para expandirse en

la medida en que logre instituir un lazo sólido entre estas par-tes del cinturón de protección y el propio núcleo central. Dichode otra manera, en la medida en que consiga utilizar en nuevossectores su propia calificación para proyectar y planificar pro-ductos industriales.

En este punto querría retomar la afinidad sólo mencio-nada anteriormente entre diseño industrial y  problem solving .18

No hay duda de que tal afinidad corresponde a la intersección

entre la actividad del diseñador industrial y la de otros proyec-tistas. En resumen, resolver problemas es tan similar a la activi-dad proyectual (cualquier actividad proyectual), que a menudocasi se roza con la identificación. Viéndolo bien, compartir laafinidad con el problem solving contribuye a crear una platafor-ma metodológica común que posibilita la “conversación” entrediversos modos proyectuales que, no obstante, mantienen áreas

de soberanía autónoma en lo que concierne tanto a los conte-nidos como a los específicos instrumentos operativos. La utili-dad instrumental de un acercamiento semejante reside en elhecho de que, de este modo, se pueden hacer converger los re-sultados ya obtenidos y las reflexiones en curso en materia de

 problem solving sobre la actividad proyectual.Un primer punto notable de convergencia con la pro-

 yectación y el entrelazamiento entre formulación de los proble-

mas ( problem setting ) y su solución ( problem solving ) es que no setrata de actividades independientes sino de diversas fases de unmismo proceso, interconectadas e interactuantes. En el caso deproblemas particularmente complejos (por ejemplo, los proble-

Cultura social del producto

28

18. La afinidad entre proyectación y problem solving está asumida como un dato de hecho

por estudiosos provenientes de ambos sectores. A propósito véanse, entre los otros, H. A. Si-

mon, 1981 y H. W. J. Rittel, 1992. Sobre este tema remito también a M. Chiapponi, 1989, en

especial el capítulo 4.

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mas perniciosos de Rittel o los problemas indefinidos de Simon y Newell), una formulación satisfactoria parece ser lo máximoa lo que se pueda aspirar. En la vertiente opuesta se ubican las si-tuaciones en las que los términos de un problema están unívoca-mente definidos y las respectivas soluciones son inmediatamenteidentificables. Como es fácil intuir, la mayor parte de los proble-mas tienen características intermedias, en el sentido de que diver-sas formulaciones y diversas soluciones se suceden iterativamenteen un proceso de sucesivas aproximaciones. Por otra parte, losproblemas son raramente aislables el uno del otro; mucho más

a menudo se verifica la situación señalada por Stephen Toulmincon la sugestiva imagen del árbol genealógico, o sea, la situa-ción por la que cada problema es generado por otro y, a su vez,genera otros.19

El conjunto de las operaciones de formulación y solu-ción de los problemas es aquel en que, en los términos de lasdisciplinas proyectuales, se puede hacer corresponder el entre-lazamiento entre análisis y proyecto. Si, instrumentalmente,

nos contentamos con una acepción extremadamente sintética,se puede afirmar que cada proceso proyectual consiste en unarelación bidireccional entre la realidad a proyectar y un mode-lo suyo. En la primera fase (la de análisis, identificación y deli-mitación del problema proyectual) se pasa, a través de unproceso de abstracción y de formalización, de la realidad a unmodelo que expresa la realidad misma de un modo coherente

con los objetivos, los métodos y las técnicas proyectuales. La se-gunda fase (la de planificación y actuaciones de los intervinien-tes) conduce, a través de simulaciones efectuadas sobre elmodelo y acciones contempladas sobre determinados factores,a una modificación controlada de la realidad y a una solucióndel problema.

De la analogía con cuanto se ha dicho anteriormente so-bre la solución de los problemas resulta evidente que el análisis

está íntima y doblemente ligado a la proyectación. Ésta propor-ciona los elementos cognoscitivos para efectuar las eleccionesproyectuales y, por el contrario, las cuestiones planteadas por lasexigencias proyectuales específicas determinan el tipo de análisisa efectuar. A esto se debe añadir que también la sucesión análisis-proyecto (como la de la formulación-solución de los problemas)

29

1. Algunas cuestiones preliminares

19. S. Toulmin, 1972.

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es iterativa, es una especie de proceso en espiral sobre la base delcual se formulan diversas síntesis, aumentando progresivamente elnivel de detalle y de determinación hasta alcanzar aquel conside-rado óptimo o por lo menos aceptable. Volviendo por un momen-to al diseño industrial entendido como actividad que da formaa los objetos integrando una pluralidad de factores, se puedenotar que esa integración tiene lugar precisamente a través dela sucesión de análisis y proyectaciones. Es justamente esta su-cesión repetida lo que permite dar el justo relieve a cada unode los factores haciéndolo intervenir en el modo y el momento

más oportunos.Otro paralelo que puede abrir interesantes espiralesde investigación y que reúne todos los tipos de proyectación esaquel que se puede establecer con las diversas modalidades derazonamiento con el fin de producir y adquirir conocimientocientífico. Desde el punto de vista de la proyectación, la más no-table de estas modalidades es sin ninguna duda la abducción,es decir ese procedimiento lógico y discursivo que produce co-

nocimiento mediante la formulación de hipótesis sugeridas porlos hechos y su subsiguiente verificación. Este procedimiento,introducido por Charles Sanders Peirce como necesaria vía desalida de la antítesis entre las más tradicionales deducción e in-ducción, presenta más de un motivo de interés para quien seocupe de procesos proyectuales.20 Transfiriendo las teorías dePeirce al sector de la proyectación, si bien con el empobreci-

miento que siempre acompaña estos pasajes, se pueden ilumi-nar riesgosas zonas de sombra y sacar provecho en términosteóricos y operativos.

Ir más allá de la inducción quiere decir, en nuestro ca-so, no buscar una solución proyectual únicamente mediante laobservación de hechos empíricos, sino añadir también la hipó-tesis a la observación. Esto tiene como consecuencia directa latransferibilidad de las experiencias de un problema proyectual

a otro, y la posibilidad de disponer de instrumentos metodoló-gicos compartidos justamente porque, conforme al pensamien-to de Peirce, puede ser llamada hipótesis “toda proposiciónañadida a los hechos observados, tendiente a hacerlos aplicables

Cultura social del producto

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20. La teoría de la abducción está amplia y profundamente expuesta en C. S. Peirce, 1931-35

y retomada en diversas compilaciones de sus escritos, entre ellas J. Buchler, 1955. En italiano

hay una antología de los Collected Papers dirigida justamente a analizar el pensamiento del

filósofo estadounidense sobre este tema específico (C. S. Peirce, 1984).

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de cualquier manera a circunstancias diversas de aquellas en lasque han sido observados”.2l

Superar la deducción, en cambio, permite evitar ries-gosos e improbables automatismos sobre la base de los cualesse podría obtener una solución, deducida precisamente, de laaplicación mecánica y lineal de principios generales. Paracomprender el alcance práctico de los riesgos de semejanteplanteo piénsese, a título de ejemplo, en los daños que puedeacarrear un uso acrítico e impropio de instrumentos informáti-cos entendidos como procedimiento deductivo automatizado,

en lugar de utilizarlos correctamente como soporte precioso pa-ra la búsqueda de soluciones proyectuales. De hecho, estas par-ticulares formas de deducción excluyen el proyecto que tienecomo presupuesto irrenunciable justamente la formulaciónde hipótesis interpretativas y propositivas acompañadas poruna serie articulada de verificaciones en diferentes niveles deprofundización.

También es útil para nuestros propósitos tomar en

cuenta los diferentes tipos de abducción, en especial la llamadaabducción a la Sherlock Holmes y la abducción peirceana.22 Co-mo ya es sabido, la principal diferencia entre estas dos formasde inferencia hipotético-deductiva-experimental está represen-tada por la presencia o no de la voluntad y de la propensión ainnovar. Para ser más precisos, mientras el detective SherlockHolmes trata de descubrir una verdad preexistente “remontán-

dose a los orígenes” de los hechos y formula hipótesis sólo so-bre la base de conocimientos disciplinarios codificados y sedimentados, Peirce prefiere el carácter más innovador, audaz

 y dirigido al futuro de la abducción.23 Para proyectar son igual-mente útiles ambos tipos de abducción. En efecto, según las cir-cunstancias y las fases proyectuales, es necesario recurrir anúcleos de conocimientos adquiridos y codificados o actuar aldescubierto con procesos heurísticos que se basen sobre todo

en hipótesis formuladas intuitivamente.Hay otro procedimiento lógico y operativo que empa-renta el diseño industrial con las otras actividades proyectuales.

31

1. Algunas cuestiones preliminares

21. J. Buchler, 1955, p. 150.

22. Véase a este respecto el interesante análisis realizado por M. Bonfantini “Peirce é l’ab-

duzione”, en C. S. Peirce, 1984.

23. M. Bonfantini, en C. S. Peirce, 1984, pp. 15-25.

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Consiste en encontrar la dosificación justa entre los factores quecontribuyen a determinar la solución proyectual buscada, atri-buyendo a cada uno de ellos un peso, un grado de prioridad,una “relevancia”, sea en términos relativos o absolutos. Aunquesalvaguardando las debidas diferencias entre los diversos “obje-tos” de la proyectación, es legítimo asumir que cada interven-ción proyectual se efectúa sobre una realidad holística, pero seconcretiza actuando de manera reduccionista sobre un conjun-to de factores necesariamente limitado. Cada uno de los facto-res elegidos es tratado separadamente y puesto en relación con

todos los otros con el fin de obtener el resultado deseado. La su-cesión de análisis e intervenciones proyectuales que identificaneste recorrido es, analizándolo en profundidad, muy parecidaal entrelazamiento de diagnóstico y terapia que se encuentra enel campo de la medicina. También el proceso diagnóstico-tera-péutico, para ser eficaz, debe tomar en consideración el abani-co más amplio posible de síntomas y luego elegir los másrelevantes para el caso en cuestión.

La aplicación de un procedimiento reduccionista a unobjeto holístico está por otra parte bien presente aun en los pro-

 yectos de resultados aparentemente más distantes y desde lue-go programáticamente contrarios a un planteo semejante.Piénsese, por ejemplo, en la proyectación de productos con unalto contenido simbólico, que intencionalmente persiguen unelevado compromiso emotivo del “usuario”. La intención pro-

 yectual es evidentemente la de hacer percibir tal producto demodo unitario, holístico. No obstante, los instrumentos dispo-nibles para alcanzar el resultado deseado y tenazmente perse-guido están todos encerrados en un discreto dosaje de sendoselementos (parámetros geométricos, colores, materiales, trata-miento de las superficies, etcétera). Aun se puede afirmar sintemor de ser desmentidos que una de las principales competen-cias de un proyectista está justamente en lograr descomponer y 

recomponer lo que otros sólo alcanzan a percibir globalmente.La conciencia de esta peculiaridad ha llevado a algunos proyec-tistas y teóricos a aproximar la actividad proyectual al arte culi-nario. No en el sentido de que un diseñador industrial debaalegre e indebidamente ocuparse en modo profesional del di-seño de la comida, sino más bien por la afinidad metodológi-ca entre su trabajo y el del cocinero, que elige los ingredientes,los elabora y amalgama en un plato que será “holísticamente”

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apreciado o no por los comensales, pero cuyo gusto en totalcambia al variar el dosaje y la relación jerárquica entre los in-gredientes.24

Establecer prioridades y jerarquías entre los diversoselementos de un mismo problema es un paso irrenunciable dela proyectación. Esto es bien conocido por cada proyectista, aunsi a veces realiza esta operación de modo no del todo conscien-te. En la misma línea hay también teóricos que, habiendo o noejercido directamente profesiones proyectuales, han escrito pá-ginas fundamentales sobre esta temática. H. A. Simon, por ejem-

plo, afirma explícitamente que “Una teoría de proyectacióndeberá incluir los criterios (todavía en su mayoría desconoci-dos) para decidir estos problemas de prioridad y de sucesión enel proceso de proyectación”.25 La observación de Simon me pa-rece del todo aceptable a condición de que no se busquen cri-terios generales y universalmente válidos, de otro modo se está,con toda probabilidad, destinado a ir al encuentro de punzan-tes desilusiones. En cambio se pueden establecer criterios de es-

ta clase sólo con referencia a proyectos específicos y sudeterminación está fuertemente influida por consideracionesexternas al mundo de la proyectación en sentido estricto.

En el panorama fenomenológico, Alfred Schütz ha de-dicado mucha atención y muchos esfuerzos a la profundizaciónde esta temática. El problema de la “relevancia” (Relevanz ) apa-rece en muchos escritos suyos, pero es el objeto principal de un

libro entero monográficamente dedicado a su desarrollo.

26

Schütz expresa abiertamente su propio reconocimiento haciaalgunos autores que con sus estudios han contribuido a la for-mación de su teoría de la relevancia.27 Revelar el árbol genea-lógico de esta teoría sirve, también esta vez como muchas otras,para anticipar sus contenidos esenciales. Así son llevados a pri-mer plano algunos núcleos temáticos de particular interés parala asignación de prioridades y la constitución de jerarquías, sea

en la fase de análisis o en la de proyecto.

33

1. Algunas cuestiones preliminares

24. Tesis como éstas son sostenidas, por ejemplo, por Franco Clivio. Véase T. F. Bruns, F. Schul-

te y K. Unterberger, 1997.

25. H. A. Simon, 1981.

26. A. Schütz, 1971. Véase también A. Schütz y T. Luckmann, 1979.

27. Schütz cita en especial las investigaciones de Edmund Husserl, de William James, de Hen-

ri Bergson, de los psicólogos de la Gestalt, de Aron Gurwitsch y de Ludwig Landgrebe.

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Por lo que concierne a la fase de análisis, son parti-cularmente estimulantes las observaciones acerca de los mo-tivos por los cuales, en los procesos perceptivos, la atenciónes atraída por ciertos detalles antes que por otros y acerca delos procedimientos utilizados para elegir entre posibles inter-pretaciones de cuanto es percibido. Con este último propósi-to, Schütz analiza detalladamente la teoría de la verosimilituddel filósofo escéptico griego Carnéades y su famoso tercerejemplo en el que se discute acerca de la posibilidad de per-cibir en la penumbra un objeto filiforme enrollado como una

soga o como una serpiente. Para decidir cuál de las dos hipó-tesis, ambas verosímiles, es verdadera, la persona que ha en-trado en la habitación semioscura adquiere progresivamentenuevos conocimientos y se comporta “como un médico quedebe hacer un diagnóstico [...] no se deja llevar por un solosíntoma, sino que debe tomar en consideración el conjuntode los síntomas: el síndrome”.28

En este contexto es esencial la afirmación de que “ca-

da percepción incluye el problema de la elección”,29 o sea quecada percepción es necesariamente selectiva. Son diversos losmodos y los medios (experiencias precedentes, relación entrelos acontecimientos de rutina y los insólitos, etcétera) para efec-tuar estas elecciones, para atribuir grados de relevancia y paraatraer la atención sobre un detalle antes que sobre otro. Paranosotros, hay dos aspectos fundamentales: el hecho de que la

determinación de las prioridades es un proceso social y el reco-nocimiento explícito, por parte de Schütz, de que esta mismadeterminación es de extrema importancia para la teoría de laplanificación y de la proyectación, en las que tales prioridadesson utilizadas operativamente para la transformación de la rea-lidad.30 Dicho de otro modo, el principio del first things first seconvierte en el factor guía para la formación de la agenda pro-

 yectual, para decidir cuáles elementos deben pasar del “hori-

zonte” a ser parte constitutiva del “tema”, para usar una vez másla terminología de Schütz.En este punto querría adelantar en forma exploratoria,

algunas observaciones sobre la legitimidad y la utilidad de inter-

Cultura social del producto

34

28. A. Schütz y T. Luckmann, 1979, p. 228.

29. A. Schütz, 1971, pp. 44.

30. A. Schütz, 1971, p. 60.

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pretar la actividad proyectual, y especialmente el diseño indus-trial, como un proceso colectivo de decisión. Que el proyecto seaun proceso de decisión es, por ciertas vertientes, autoevidente.Es obvio que se compone de una sucesión de decisiones sobreparámetros formales, tecnológicos, funcionales, de prestación,estructurales y económicos. Ya hemos observado que aun las de-cisiones acerca de los factores que deben ser considerados prio-ritarios, sea en la fase analítica o en la enunciativa, pertenecende pleno derecho a las competencias proyectuales importantes.

 Ahora es importante insistir en que tales decisiones no son adop-

tadas individual y separadamente sino colectivamente, en rela-ción con diversos actores sociales. Ningún proyectista, ni siquierael diseñador industrial, es alguien que vive y trabaja en una asép-tica torre de marfil. Justamente porque debe dar forma a los pro-ductos integrando elementos de diversa naturaleza, desarrolla suactividad en el interior de un sistema de actores cuya efectivaconfiguración cambia vuelta a vuelta. A este sistema pertenecen,entre otras cosas, grupos industriales internacionales con sus

complejas organizaciones, pequeñas y medianas industrias consu estructura flexible, instituciones gubernamentales, institucio-nes de estandarización, consultores sobre temas especializados,universidades e institutos de investigación, asociaciones de con-sumidores, grupos ambientalistas y simples ciudadanos. El dise-ñador industrial debe, por lo tanto, prefigurarse, caso por caso,el sistema de interlocutores más apropiado y comprender cuál

debe ser su propio aporte original.Considerar el diseño industrial como actividad colecti- va lleva, además, a ocuparse de su papel social y a discernir en-tre los diversos tipos de problemas de los que se ocupa. TomásMaldonado, en la introducción de la versión italiana del ensayo

 Essay upon Projects de Daniel Defoe,31 ha subrayado muy oportu-namente la presencia de dos ópticas proyectuales diametralmen-te opuestas en la obra del escritor británico. Por un lado hay una

proyectualidad tendiente a resolver problemas sociales, colecti- vos; por el otro, una que tiene como único objetivo la soluciónde problemas individuales, aunque importantes. A estos diver-sos objetivos corresponden también diferentes temas proyectua-les. El Defoe del Essay upon Projects , como ya hemos recordado,ensancha sus propios horizontes hasta encarar proyectualmen-

35

1. Algunas cuestiones preliminares

31. T. Maldonado, “Defoe e la progettualità”, en D. Defoe, (1697) 1983.

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te tareas como la realización de infraestructuras y servicios pú-blicos (estructuras educativas y didácticas, institutos de crédito,redes camineras, etcétera). En el Robinson Crusoe , en cambio, seproyectan objetos únicos con el fin de la supervivencia indivi-dual o para la satisfacción de necesidades elementales.

Estos sucintos llamados a la lectura hecha por Maldo-nado de la obra de Daniel Defoe, lejos de ser una simple digre-sión literaria, definen dos formas arquetípicas de proyectación

 y abren una perspectiva de reflexión particularmente estimu-lante aun desde nuestro punto de vista. Empleando este pará-

metro interpretativo se configuran inmediatamente dos tiposdiametralmente opuestos de diseño industrial: el primero, quetiende a hacerse cargo de problemas colectivos y hace de estaelección un elemento de identificación; el segundo que, encambio, tiene un carácter más “individualista” y se impacientaante cualquier constricción de naturaleza social. Esta dicotomíaha asumido diversas formas, ha mancomunado el diseño indus-trial con otras prácticas proyectuales y ha sido una constante en

el debate teórico. Ese debate ha sido, por otra parte, caracteri-zado demasiado a menudo por oscilaciones entre ingenuas es-pectativas ante un improbable poder demiúrgico del diseñoindustrial y una igualmente ingenua desconfianza hacia una ca-pacidad cualquiera de incidencia social.

En una visión genuinamente pluralista del diseño indus-trial, ambas orientaciones (interés por la solución de problemas

colectivos o individuales) son legítimas y tienen igual dignidad. Y no sólo eso. Un diseñador industrial puede, individualmente, contodo derecho, trabajar alternativamente en un sector o en otrosin ser etiquetado unívoca y definitivamente. Menos aceptable esla idea de un pluralismo reducido a eclecticismo formal que ig-nora o subvalúa diferencias esenciales para la ejecución del pro-

 yecto que contemplan, por ejemplo, la elección de los temas, losobjetivos, el sistema de los interlocutores, los vínculos técnicos y 

económicos. También sería erróneo considerar que el diseño in-dustrial dedicado a la solución de problemas individuales no tie-ne una dimensión colectiva. Tal dimensión es fuerte y deriva dela pluralidad de factores que deben ser integrados también en undiseño industrial con esos objetivos y con la consiguiente plurali-dad de actores sociales que están involucrados.

Esto contrasta, me parece, con una interpretación másbien cínica y ciertamente limitativa según la cual el diseño in-

Cultura social del producto

36

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dustrial sería una actividad estrechamente “disciplinaria” y aquellos que hablan de su papel social serían soñadores inge-nuos, almas buenas. Desde este punto de vista, el único propó-sito y el único parámetro de valuación del diseño industrial seríael éxito, y posiblemente el éxito comercial,32 sin ninguna ilusiónidealista.

Sociedad, ambiente, visiones serían sólo buenos temasde conversación para el tiempo libre. Una interpretación seme-

 jante es, sin embargo, intrínsecamente contradictoria. Comohemos observado anteriormente, si se busca eliminar el influjo

de los contextos (sociocultural, ambiental, etcétera) sobre el di-seño industrial, se obtiene una proyectación que sólo es capazde resolver problemas de rutina y de detalle. En resumen, locontrario de un diseñador industrial potencialmente exitoso.

Desde la óptica de una proyectación entendida comoproceso de decisión colectivo, también la dimensión ética deldiseño industrial puede ser vista bajo una nueva luz. Ni siquie-ra es necesario subrayar, por obvio, que un argumento seme-

 jante, para ser de algún interés en este contexto, debe sersustraído del universo de discurso de los comportamientos y delos valores estrictamente individuales y que menos aún debeconfundirse con el moralismo. Si se logra “enfriar” el tema, pri-

 vándolo de las connotaciones intimistas que a veces lo triviali-zan, se pueden extraer indicaciones útiles (interpretaciones y hasta normativas) acerca de la interacción entre los diversos ac-

tores del proceso proyectual y realizador de los productos, di-señador industrial incluido.Sea como fuere, no existe una ética única universal-

mente reconocida sino numerosas teorías éticas que se diferen-cian o directamente se contraponen sobre diversos puntos deno poca importancia. Se diferencian, entre otras cosas, en la de-terminación del propio campo de validez (¿los principios éticosdeben tener una validez universal y eterna o estar conectados a

situaciones históricas y culturales contingentes?); en el propio valor normativo (¿los principios éticos poseen una validez nor-mativa directa o simplemente contribuyen a determinar valores,

37

1. Algunas cuestiones preliminares

32. “El diseño es la clave del éxito” se ha declarado triunfalmente en periódicos satinados que

dedican números monográficos nada menos que al “culto de la forma” en el fin del siglo. Así

reza, por ejemplo, el título del fascículo 5/97 del periódico  ZEIT Punkte. También es intere-

sante en este contexto el debate entre “diseño de autor” y “diseño anónimo”. Véase C. Lich-

tenstein y otros, 1987.

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puntos de vista, necesidades, intenciones, que junto con otrosfactores influyen sobre los comportamientos intersubjetivos?);sobre los respectivos fundamentos (¿los principios éticos estánmetafísicamente preestablecidos y son inmutables o son el re-sultado de un proceso social? Si se trata de un proceso social,¿qué clase de proceso es?). No puedo y no quiero ocuparmeaquí de las contraposiciones de principio ni aventurarme enuna infinita, talmúdica interpretación de la interpretación delas diversas teorías. Me interesa más bien adelantar instrumen-talmente algunas breves reflexiones a propósito de la influen-

cia de algunas teorías éticas sobre la proyectación y, en especial,sobre el diseño industrial.Querría empezar con algunas referencias a la ética de la

responsabilidad. Hans Jonas observa, en su ya clásico El principio de responsabilidad : “El que actúa debe responder por sus propias accio-nes: es considerado responsable por las consecuencias de tales ac-ciones y, en algunos casos, hasta legalmente responsable”.33 Estaafirmación constituye el núcleo que sustenta la ética de la respon-

sabilidad. Si bien formulada de modo más simplificado y más intui-tivo, introduce algunas novedades interesantes en el discurso ético.

La primera diferencia sustanciosa con respecto a lasteorías precedentes es que el sentido ético no es más rígidamen-te antropocéntrico. Dicho de otro modo, una acción humana,para ser éticamente relevante, no debe referirse por fuerza a lasrelaciones entre dos o más seres humanos con iguales derechos,

obligaciones y autonomía. La actividad del hombre entendidocomo homo faber es de por sí éticamente relevante y hacia el ho- mo faber corresponden obligaciones morales proporcionales alpoder que ejerce al actuar. Jonas cita como ejemplo la respon-sabilidad de los políticos y de los progenitores respectivamenteante los ciudadanos y los hijos, así como la responsabilidad dela “técnica” hacia la “naturaleza”. Consideraciones semejantesse encuentran, más o menos intencionalmente, en la base de la

extensión del campo de aplicación de la ética. Temas muy rele- vantes en el debate actual, como las relaciones técnica-ética,ciencia-ética, economía-ética y también proyectación-ética, se-rían inimaginables sin ética de la responsabilidad.

Por otra parte, ya en 1892, la temática de la responsa-bilidad había perdido su carácter intuitivo para entrar en el ra-

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33. H. Jonas, 1992.

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zonamiento sociológico elevado, cuando Georg Simmel la eligiócomo tema de su ensayo Über soziale Differenzierung .34 En ese tex-to, Simmel se ocupa detalladamente de las relaciones recípro-cas entre responsabilidad de individuos, de grupos o de lacolectividad en su conjunto. Se pregunta, por ejemplo, cuándo

 y cómo cada persona que pertenece a determinado grupo es res-ponsable de las acciones del grupo en su totalidad y viceversa.

La ética del discurso, desarrollada especialmente en elámbito de la filosofía y de la sociología alemana por Karl-Otto

 Apel y Jürgen Habermas, es otro filón esencial para nosotros.35

Para simplificar al extremo un aparato conceptual y argumen-tativo muy refinado y de gran densidad, se puede sostener quela característica distintiva de la ética del discurso corresponde asus hipótesis sobre la formación de los principios guía de la ac-ción colectiva. Esos principios no son fijados a priori sino queson el fruto de una confrontación abierta y libre entre diversossujetos emancipados y responsables. La principal enseñanzaque se puede extraer en el momento de la aplicación al diseño

industrial es que, sobre todo al determinar los objetivos y al atri-buir las prioridades y las relevancias de un proyecto, no hay na-da automáticamente definido. Todo se decide mediante lasinfluencias recíprocas y la “conversación” entre actores que, enesa circunstancia, interpretan papeles bien precisos en cuantoexpresan exigencias, intereses y preferencias.

Una tercera teoría ética útil para traer a la luz las mo-

dalidades de interacciones entre los actores sociales que inter- vienen en los procesos proyectuales es el utilitarismo. Como essabido, en la base del utilitarismo se encuentra la aserción deque un individuo “racional” actúa y se relaciona con otros indi-

 viduos tratando de maximizar sus propios beneficios. Esta pre-suposición, de apariencia elemental e inocua, tiene en realidadun contenido destructor confrontado con las teorías éticas dederivación metafísica en tanto introduce sin estorbos al indivi-

duo, con sus valores y sus intereses, en el horizonte de la éticaanterior dominado por entidades sobrenaturales que estable-cían desde afuera las reglas de comportamiento. A partir de es-te principio, con el añadido de un oportuno conjunto de

39

1. Algunas cuestiones preliminares

34. G. Simmel, (1892) 1989.

35. Véanse entre los numerosos textos dedicados a este tema: K. O. Apel, 1973; K. O. Apel y

M. Kettner, 1992; J. Habermas, 1983 y 1991.

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postulados y a través de un sofisticado proceso de formalizaciónmatemática, se han construido los más potentes instrumentospara explicar y guiar las decisiones individuales y colectivas: lateoría de las decisiones racionales y la teoría de los juegos.36 Ta-les instrumentos, sucesivamente integrados y afinados para pre-

 ver las condiciones más diversas (elevado número de “jugadores”, juegos cooperativos y no cooperativos, distintos tipos y distintosniveles de inseguridad y de riesgo, etcétera) han encontrado apli-cación práctica en numerosos procesos de decisión, entre elloslos de la economía y las relaciones internacionales.

Una indicación valiosa, entre las tantas que se puedenextraer para el empleo de este tipo de instrumentos en el cam-po de la proyectación entendida como proceso de decisión co-lectivo, es que cada actor debe, necesariamente, tener su propiaindividualidad y expresar sus propios intereses. Ni siquiera enun clima cooperativo son admitidos los juegos de las partes y lasautoidentificaciones con otros actores a los que cada tanto lestoca asistir. Un diseñador industrial no debe, por ejemplo, asu-

mir el papel que corresponde a la oficina de marketing de las in-dustrias. Esto no entra siquiera en las expectativas de lasindustrias mismas. Si bien su objetivo es la realización de pro-ductos vendibles –y también justamente por esto– necesitan te-ner como interlocutores a diseñadores industriales que sepanexpresar una visión autónoma propia de los problemas, en lu-gar de intentar desempeñar como aficionados tareas que la or-

ganización empresarial sabe encarar con mayor profesionalidad y conocimiento de causa. Aun en las brevísimas menciones que hemos hecho de

algunas teorías éticas (tan sumarias como para poder apareceren ciertos trazos caricaturescos) es fácil comprender lo ajeno deestos razonamientos respecto de un vacuo moralismo de facha-da y la riqueza de puntos de arranque para un accionar colecti-

 vo como la proyectación.

Se ha aludido anteriormente al hecho de que una no-ta distintiva de la actividad proyectual del diseño industrial es-tá constituida por el interés predominante para los usuarios delos productos, que se traduce en una atención especial hacia

Cultura social del producto

40

36. Para un análisis de la relación entre la teoría de las decisiones, la teoría de los juegos y la

ética utilitarista (sea en la versión del utilitarismo clásico o en la del neoutilitarismo) véase en

especial J. C. Harsanyi, 1988. Como textos fundacionales de la moderna teoría de los juegos

se pueden citar: J. von Neumann y O. Morgenstern, 1944, y R. D. Luce y H. Raiffa, 1989.

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un conjunto de factores, como las características antropomé-tricas, las de comportamiento, las socioculturales, las antropo-lógicas, etcétera. En otros términos, una atención especial parael “valor de uso” de los productos. De ese modo, una acentua-ción semejante de los aspectos relativos al valor de uso caracte-riza al diseño industrial y marca sus diferencias respecto de, porejemplo, la actividad proyectual del tipo de ingeniería, que encambio privilegia el “valor tecnológico” o el “valor económico”.

 A la luz de cuanto se ha dicho anteriormente, esto significa queel diseñador industrial asume, de hecho, la responsabilidad de

representar, en un proceso de decisión colectivo como el pro- yectual, los intereses de un futuro usuario, de actuar proyec-tualmente en nombre y por cuenta de los usuarios, de aceptaruna delegación implícita para encarar y resolver problemas dela cultura material. Surgen al respecto algunas cuestiones nodesdeñables. Ante todo, el riesgo de una posible indetermina-ción del concepto de usuario, a menudo transformado tranqui-lamente de persona física en entidad estadística. Riesgo

acentuado, por otra parte, por la llamada globalización de losmercados y por la producción, que hace aun más abstracta lafigura del usuario en tanto quita importancia a sólidas referen-cias culturales y sociales.

Pero ahora el fuego de la controversia se ha desplazado:hay quien alcanza a poner en discusión la idea misma de la delega-ción. Es decir que se tiende a enfatizar el papel de “propiamente

proyectista” de cada uno, limitando en consecuencia la necesidadde renunciar a ciertas prerrogativas en favor de un especialista co-mo el diseñador industrial. La exigencia de ciudadanos particula-res de apropiarse de un papel activo transformándose, de simplesusuarios de productos que les son impuestos, en proyectistas delpropio product milieu es apoyada, entre otros, por Victor Margolin.37

Éste no ignora la peculiaridad y la competencia de los proyectistasprofesionales, pero afirma que los objetos proyectados por profe-

sionales son sólo un subconjunto de todos los objetos proyectados.Son varias las razones y las circunstancias por las cuales un ciuda-dano es llevado a ocuparse en primera persona de estos problemas,aunque sin transformarse en un ingenuo bricoleur : mayores posibi-

41

1. Algunas cuestiones preliminares

37. V. Margolin, 1995a. El autor, que se asocia a la sociología fenomenológica de la que to-

ma en especial el concepto de “mundo de la vida” (Lebenswelt ) designa con el término pro-

duct milieu “el agregado de objetos, actividades, servicios y ambientes que pueblan el mundo

de la vida”. Véase también A. Morello, 1995.

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lidades que en el pasado de influir sobre las políticas de los produc-tos, actitud de los productores de mayor atención hacia los usua-rios, difusión más amplia de conocimientos especiales, accesorelativamente más fácil a tecnologías sofisticadas.

Las dos últimas circunstancias parecen hacer menosneta la distinción entre “conocimiento funcional” y “conoci-miento estructural”, que tradicionalmente ha sido determinan-te en la obstrucción del pasaje de la condición de usuario a lade proyectista.38 En efecto, desde este punto de vista, siempre haexistido y todavía subsiste una notable diferencia entre usuarios

como entre familias de productos, que depende sobre todo deldistinto nivel de especialización, tanto de los usuarios como delos productos. Los científicos, por ejemplo, nunca han sidousuarios pasivos de sus propios instrumentos de trabajo sinoque, al contrario, siempre han participado muy activamente ensu proyectación y realización. Más aun, muchos de sus logroshan estado ligados a la aparición, con su aporte determinante,de nuevos instrumentos más acordes con sus programas de in-

 vestigación y que hacían concretamente practicables nuevosprocedimientos operativos.39 Lo mismo sigue ocurriendo toda-

 vía hoy en sectores como el sanitario, en el que los médicos y los demás operadores especializados a veces anticipan de mo-do experimental la producción en mayor escala de instrumen-tos y equipos para poder utilizar nuevos conocimientos y nuevas tecnologías.

El hecho de que los usuarios estén capacitados paradiscutir cada vez más eficientemente con los proyectistas profe-sionales, no libera sin embargo a los segundos de colocar a losusuarios en el centro de sus propias preferencias. Al contrario,puede ser justamente la profesionalidad del diseñador indus-trial la que incremente la autonomía de los usuarios, por ejem-plo, realizando sistemas de productos para sectores altamenteespecializados pero haciendo también que su utilización pueda

ser extendida a usuarios no profesionales.40

Si se analizan más en detalle los componentes esencia-les de la profesionalidad del diseñador industrial (aquellas que

Cultura social del producto

42

38. Por conocimiento funcional de un producto se entiende la capacidad de responder a la

pregunta “¿qué hace?”, mientras el conocimiento estructural es el que permite saber “cómo

está hecho”. Véanse A. Moles, 1989, y V. Margolin, 1995b.

39. Véase, entre los numerosos textos disponibles sobre este tema, S. A. Bedini, 1994.

40. Véase T. Orel, 1995.

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lo distinguen de un proyectista no profesional), junto a sus co-nocimientos “estructurales” se encuentra a menudo citada su“creatividad”. Es inútil precisar que con este término no se en-tiende una prodigiosa capacidad propia de un médium, aunquealgunos diseñadores industriales alimenten este mito, atribu-

 yéndose una figura de “artista romántico” actualmente en desu-so. Sobre esa figura construyen una imagen de sí mismos que se

 justifica sólo en cuanto puede contribuir a posicionarlos en unprovechoso mercado del trabajo. Viéndolo bien, la creatividadpuede ser entendida más correctamente como una capacidad

superior y no habitual de encontrar soluciones innovadoras y nobanales a los problemas proyectuales a partir de un bagaje deconocimientos fatigosamente adquiridos. La necesidad de com-binar, en el trabajo creativo, capacidades innatas, condicionesparticulares (la inspiración) y procedimientos operativos frutode un meticuloso trabajo preparatorio es expresada tambiénpor artistas y científicos renombrados a quienes se les pide quedescriban su actividad.41

Por cierto estaría fuera de lugar, además de ser un ve-leidoso propósito, encarar aquí la temática en su totalidad. Hay también, en efecto, contribuciones fascinantes como las prove-nientes de las ciencias cognoscitivas y concernientes a los meca-nismos mentales de los procesos creativos que, por la fuerza delas cosas, no podemos tomar en consideración. Además, es deenorme interés mencionar algunas de las investigaciones desa-

rrolladas sobre los recorridos y las modalidades de manifestacióndel obrar creativo más importantes para el diseño industrial.Uno de los estudiosos que han encarado recientemente el tema demaneramás sistemática, con mayor conocimiento de causa y conreferencias más directas a la proyectación es Subrata Dasgupta.42

Tratando de precisar los contenidos de la que él llama“teoría de la creatividad tecnológica”, Dasgupta determina algu-nos puntos para nosotros esclarecedores y estimulantes. Demues-

tra, además, con abundancia de ejemplos y de razonamientos de

43

1. Algunas cuestiones preliminares

41. Véase R. B. Heywood, 1947, en especial “A. Schoenberg, The musician”, pp. 68-69 y

“J. von Neumann, The mathematician”, pp. 180-196. La idea de que, “independientemen-

te de cuánto quieren dar a entender los escritores”, tampoco detrás de una obra poética

hay “espléndido frenesí” o “intuición extática”, sino más bien un trabajo paciente, pleno

de “selecciones cuidadosas”, de “cautos rechazos” y de “dolorosas tachaduras”, está clara-

mente expresada y puntillosamente razonada en la célebre Filosofía de la composición, de

E. A. Poe (1846).

42. S. Dasgupta, 1996.

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apoyo, que la proyectación de nuevos productos entendida co-mo actividad creativa no es algo instantáneo sino un proceso querequiere una sucesión de acciones deliberativas y, por lo tanto,se desarrolla en el tiempo. Por otra parte, en el curso de ese pro-ceso, el agente creador (el diseñador industrial así como cual-quier otro proyectista) se basa esencialmente sobre un conjuntode objetivos, conocimientos y acciones. Haciendo luego unaatenta comparación crítica de los distintos modelos de ideacióncreativa, Dasgupta confiere justamente una posición destacada ala teoría de la creatividad de Arthur Koestler.

En su famoso The Act of Creation (1970), el escritor deorigen húngaro expone su teoría de la “bisociación” (bisociation )en la que destaca la importancia de obrar sobre más de un pla-no en el acto creativo. Más explícitamente afirma que uno delos factores que dan lugar con más frecuencia a un acto creati-

 vo es la asociación de ideas provenientes de distintos “planos”,de distintos contextos y de diversas “matrices de pensamiento”(matrices of thought ) o matrices de comportamiento (matrices of 

behaviour ).43 Este principio, si se aplica con propósitos históricos,permite encontrar un hilo conductor entre innovaciones intro-ducidas a gran distancia de tiempo y de espacio y en contextoscompletamente diferentes.44 Una interesante consecuencia deun modelo similar para el diseño industrial es que actuar inte-grando elementos de diverso tipo y de diversa procedencia noes sólo el resultado de una definición más o menos actual. Se-

mejante procedimiento se convierte de hecho en imprescindi-ble en la medida en que se comporta como un poderosogenerador de soluciones creativas.

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44

43. A. Koestler, 1970, p. 38.

44. Un texto de divulgación, pero muy bien documentado sobre estas temáticas, es J. Burke,

1996.

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2. Proyectación y planificación de los productos

Cada producto, además de ser un “individuo técnico” –para de-cirlo con el lenguaje metafórico de Gilbert Simondon– tienetambién una dimensión “familiar” y “social” que no puede serignorada por el diseño industrial.1 Fuera de metáfora: el diseñoindustrial tiene también la función de ocuparse proyectualmen-te de sistemas de productos, de proporcionar su aporte a la pla-nificación de los productos. Si, tal como creemos, esto es verdad,

hay que preguntarse qué significa “dar forma” a un sistema deproductos en vez de a uno en especial y cuáles son las intersec-ciones entre estas dos actividades (exactamente la planificación

 y la proyectación de los productos), suponiendo que ambas en-tran en las competencias del diseño industrial. En otras palabras,¿qué tipos de intervenciones proyectuales corresponden a un sis-tema entero de productos y en qué cambia la proyectación de

un producto como consecuencia del hecho de que pertenece aun determinado sistema?Comencemos por la respuesta que surge más espontá-

neamente y que puede, en cierto sentido, resultar obvia aun si,como veremos, no carece de consecuencias. Planificar produc-tos, en el sentido de dar forma a un sistema, a una “familia” o auna “población”2 entera de productos significa proyectar unita-riamente y de modo integrado cada uno de los productos y las

relaciones (físicas, funcionales, de prestación, constructivas, for-males, etcétera) existentes entre todos los productos pertene-cientes al sistema. A las finalidades, a los objetivos puntuales y a

1. Al proceso de individualización técnica está dedicada una sección importante en el ya clá-

sico G. Simondon, 1958.

2. La extensión del término “población” de la demografía al campo de los productos y de los

desechos ha sido introducida en A. Moles, 1962; T. Maldonado y G. Bonsiepe, 1964, y propues-

ta de nuevo explícitamente en T. Maldonado, 1970 [1972].

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los vínculos que regulan la proyectación de cada producto seañaden, por lo tanto, los que derivan de la pertenencia a un sis-tema que, en su totalidad, tiene objetivos, ejerce funciones y mantiene relaciones con su propio interior y su propio exterior.

Una respuesta de este tipo sirve ante todo para enfocaralgún rasgo distintivo del aporte específico del diseño industriala una actividad como la de la planificación de los productos. Endefinitiva, un diseñador industrial es autorizado a participarplenamente en los procesos de planificación de los productosen la medida en que tales procesos contemplen el empleo de

las competencias –las que le son propias– necesarias para pro- yectar cada uno de los productos y para controlar por lo me-nos algunas de las relaciones recíprocas entre los productosmismos.

Naturalmente, la planificación de los productos no essólo una actividad formal y de procedimiento, extremadamenteindiferente del sistema que haya que planificar. También sepuede admitir la hipótesis de una especie de “taxonomía de las

planificaciones” a partir del hecho de que hay diversos tipos desistemas de productos, caracterizados por finalidades específi-cas y por una o más características peculiares. Se pueden iden-tificar, por ejemplo: sistemas de productos sometidos al mismorégimen normativo, realizados por la misma empresa, comercia-lizados por la misma cadena de gran distribución, utilizados pa-ra la erogación de determinado servicio o utilizados por un

sujeto colectivo especial, etcétera. A cada uno de estos tipos desistemas corresponden, como es obvio, diversas finalidades, perotambién diferentes “lugares” de la planificación y varias constela-ciones de actores con una configuración variable de exigencias,objetivos, técnicas y modalidades operativas.

Todo esto implica, en definitiva, la existencia de verda-deros y propios tipos distintos de planificación de los productosen los que varían, por lo menos en parte, papeles y competen-

cias del diseño industrial. En algunos casos, la planificación ten-derá a hacer crecer lo más posible la articulación del sistema deproductos, en otros, en cambio, proyectar el sistema de produc-tos significará también racionalizarlo y reducir el número de loscomponentes, tal vez aumentando la calidad y la cantidad de lasrelaciones recíprocas. Unas veces, la planificación apuntará auna reconversión global y repentina del sistema de productos,otras, a una transición parcial y distribuida en un arco de tiem-

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2. Proyectación y planificación de los productos

po mayor; a veces, los requisitos fundamentales para tener encuenta en la planificación de los productos serán los de produc-ción, otras las del uso, y así sucesivamente

 A continuación examinaremos detalladamente algu-nas tipologías específicas de planificación de productos. Pero,para hacer aparecer algunas ulteriores propiedades comunes acada una de tales tipologías, nos detendremos ahora sobre par-ticulares sistemas de productos en los que, si así puede decirse,los caracteres sistémicos son llevados al extremo. Nos estamos re-firiendo, en este caso al sistema de productos pertenecientes al

mismo “gran sistema técnico” (Large Technical System ). El concep-to de gran sistema técnico, en la acepción que nosotros le damos,fue introducido originalmente en el campo de la historia de latecnología; luego influyó intensamente sobre algunas corrientesde la filosofía y de la sociología de la técnica contemporáneas.

El núcleo central de las teorías que se nutren de estefilón es la tesis de que las innovaciones, y más en general los he-chos tecnológicos, no son explicables en términos tecnocráticos

sino sistémicos. “Invenciones como la lamparilla, la radio, elavión y el automóvil con motor de gasolina se han verificado enel contexto de un sistema tecnológico. Esos sistemas –sostieneThomas P. Hughes– están constituidos por mucho más que elasí llamado hardware : equipos, máquinas y redes de transporte,comunicación e informaciones mutuamente conectadas. Tam-bién están constituidos por seres humanos y organizaciones.”3

Los casos más estudiados son sistemas de transporte, sistemasenergéticos, sistemas de telecomunicación, sistemas de distribu-ción del agua y otros sistemas con “dimensiones” y característi-cas similares.

Desde el punto de vista de la proyectación y planifica-ción de los productos, las características más interesantes de es-tos sistemas resultan ser la coordinación y la estructuraciónconceptual y operativa de múltiples factores (tecnológicos, cien-

tíficos, organizativos, sociales, entre otros) y de escalas múltiples(de cada uno de los productos a los edificios, a las redes territo-riales). También aparece evidente la necesidad y, al mismo tiem-po, la delicadeza de emplear un cambio de perspectiva, de unaextensión del campo histórico-analítico-interpretativo al pro-

 yectual del concepto de gran sistema técnico.

3. T. P. Hughes, 1991, pp. 12 y sig.

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La delicadeza de esta operación es una consecuenciadirecta del riesgo de que, en un gran sistema técnico en el quelos componentes tecnológicos y sociológicos pertenecen al mis-mo conjunto de interacciones, se puedan crear desequilibrios y no sea tanto la tecnología la socialmente “construida” sino, alcontrario, las relaciones sociales determinadas tecnológicamen-te. Cuando el “sistema” amplía los propios confines hasta incluirtambién su propio “ambiente”,4 la partida entre los componen-tes se juega en todos los terrenos y caen también las barrerasprotectoras que, de alguna manera, podían salvaguardar los

componentes más débiles. Ante esta eventualidad, un verdade-ro y propio grito de alarma ha sido lanzado por Jacques Ellul,un notable exponente de las corrientes de pensamiento más crí-ticas frente a la invasión de tendencia hegemónica de una tec-nología que “integra todo [...] y, en el momento en que entraen cada sector de la vida, incluidos los seres humanos, cesa deser exterior al hombre y se convierte en su efectiva sustancia”.5

Se trata de preocupaciones legítimas y no dictadas por la pre-

concebida tecnofobia, tanto que se vislumbran con claridad in-cluso en los escritos de pensadores como Lewis Mumford, quesin embargo solían mirar con benévola atención los posiblesaportes de la tecnología y que, durante cierto tiempo, hasta hancaído bajo el encanto de la mecanización.6

Sin bajar la guardia frente a estos riesgos y sin subva-luar su alcance, tratemos de proceder a la exploración del con-

cepto de gran sistema técnico y de sus concretas expresionescon el propósito de extraer indicaciones útiles desde el puntode vista proyectual. Con tal fin es indispensable atenerse a unainterpretación pragmática, casi instrumental del concepto desistema, resistiendo al canto de sirenas de un mero constructi-

 vismo social y no uniformándose con las más audaces metáforas

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4. Empleamos aquí el término “ambiente” en el sentido que tiene en la teoría clásica de los

sistemas, o sea como conjunto de los elementos y de las condiciones del contorno que inte-ractúan con el “sistema” pero permaneciendo netamente separados de este último. Le da-

mos entonces una acepción diferente de la que tiene en muchos trozos de este libro y en

especial en el capítulo “Productos y ambiente”. Para un examen detallado de la relación en-

tre sistema y ambiente, permítaseme remitir al capítulo “ Ambiente, sistema, complessità”,

en M. Chiapponi, 1989, pp. 28-43.

5. J. Ellul, 1964, p. 6.

6. Sobre diversas facetas del juicio de Mumford a propósito del papel social de la técnica, véan-

se L. Mumford, 1967, 1970, 1986; T. P. Hughes y A. C. Hughes, 1990.

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sistémicas. Si nos ubicamos en una óptica pragmática, esos mo-delos pueden convertirse en cautivantes, como la “red de acto-res” (actor network ) propuesta por Michel Callon7 o el “sistemade actores” (actor system ) como sugiere Tomás Maldonado remi-tiéndose a Günter Ropohl,8 que tratan de explicar la dinámicade los grandes sistemas técnicos en términos deliberadamentecercanos a la operatividad. La red de actores está, tal vez, másallá de las intenciones de su proponente mismo, un modo de“simplificar” los grandes sistemas técnicos dando a cada uno deellos una estructura peculiar basada en el conjunto de actores

que intervienen activamente en su configuración dinámica. Es-to puede servir para disipar algunas sospechas frente a una ac-ción proyectual sobre grandes sistemas técnicos. En efecto,rechaza la idea notoriamente veleidosa y para nada pronostica-ble de un centro único de planificación y proyectación que pue-da controlar un conjunto de factores complejo como el queconstituye un gran sistema técnico. Intenta nada menos que ex-plicar la elevada tasa de proyectualidad incluida en tal sistema

refiriéndolo propiamente a la proyectualidad de los actores. Nohay un único “constructor del sistema” (system builder ), para em-plear otra expresión de Hughes, sino una red o un sistema deconstructores.

Pero volvamos a los sistemas de productos. La perte-nencia de los productos a un gran sistema técnico comportaconsecuencias simplemente obvias para su proyectación, sobre

las cuales no vale la pena detenerse mucho. Evidentemente, unproducto, en cuanto componente de un sistema, cambia suspropias configuraciones si acaso otros componentes son remo-

 vidos o modifican a su vez sus propias características. Más con- vincente es observar el juego de estas interdependencias enconexión con la dinámica de los grandes sistemas técnicos. Osea, tratar de comprender si el sistema de los productos perma-nece o no imperturbable ante la rivalidad de los grandes siste-

mas técnicos (la así llamada battle of the systems ) y ante losfenómenos de colaboración, de progresiva sustitución y de re-

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2. Proyectación y planificación de los productos

7. M. Callon, 1987.

8. T. Maldonado, 1998, p. 225. En este ensayo, Maldonado subraya precisamente que el con-

cepto de gran sistema técnico no es una novedad en absoluto y, en el curso de un examen de

las posiciones de Bruno Latour y de Michel Callon, niega con igual precisión que la idea de

red pueda ser disociada de la de sistema.

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troceso, o bien cómo se pueden integrar en el interior del mis-mo sistema productos maduros y otros innovadores. También esinteresante comprender el papel desempeñado por los produc-tos en esta dinámica y conocer las presiones a las que están ex-puestos durante su proyectación con el fin de adecuarlos a lasdiversas fases evolutivas del gran sistema técnico (fase inicial, dedesarrollo acelerado, de estabilización, de declinación).9

Un efecto nada trivial sobre la proyectación de un pro-ducto en razón de su pertenencia a un gran sistema técnico esque los factores que intervienen en la determinación de la for-

ma del producto10

 ya no son simples datos de hecho heterode-terminantes. La ósmosis entre los diversos componentes delgran sistema técnico hace que también sobre ellos pueda inter-

 venir el diseñador industrial, aunque en la medida permitidapor la interacción con otros actores. Para dar un ejemplo, el pro-

 yectista de locomotoras inserto en la estructura técnico-organi-zativa de un gran sistema técnico tiene voz en la sesión sobre ladeterminación de las trochas, en la elección de los recorridos y 

del tipo de transportes preferible, en las decisiones referentes alos sistemas de señalización y control, etcétera.

Tal vez el aspecto más importante en la proyectaciónde un sistema de productos, en el que los procedimientos com-binatorios son determinantes, es la realización de una efectivacompatibilidad-congruencia entre los productos, la atenciónhacia la sintaxis combinatoria y la proyectación de los enlaces.

El instrumento empleado más comúnmente para obtener estetipo de compatibilidad-congruencia es la estandarización. Sa-bemos bien que al introducir este tema se toca un punto neu-rálgico en cuanto el debate sobre la estandarización ya esendémico en el diseño industrial y pertenece a la historia desus orígenes. Basta con recordar a propósito momentos tópicoscomo el debate entre Muthesius y van de Velde en el Congre-so del Werkbund de 1914 en Colonia, en el que se daba reso-

nancia desde una tribuna pública a la contraposición, en partetodavía latente y reservada a los especialistas, entre producciónindustrial (cuyos elementos caracterizantes eran la estandari-zación, la tipificación y la organización fordista del trabajo) y 

Cultura social del producto

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9. Sobre la articulación en fases de la evolución de los grandes sistemas técnicos véase I. Gö-

kalp, 1993.

l0. Véase el capítulo 1 en este volumen.

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la artesanía (entendida como el último baluarte del “desorden” y del arte aplicada).11

En tiempos más recientes se ha retomado la discusióncasi exactamente en los mismos términos y con las mismas ar-gumentaciones por los críticos del “movimiento moderno” enarquitectura y diseño industrial. En nombre de la libertad de ex-presión de los proyectistas y de la libertad de elección de los ad-quirentes, se ha catalogado de demoníaco todo lo que podíaoler a estandarización y a “producción en masa”.12 Justamenteporque nos movemos en un contexto ya muy frecuentado y en

el que el riesgo de incurrir en repetitivas tomas de posición (proo contra) está decididamente siempre al acecho, conviene en-carar el problema con menos pasión y evitar las generalizacio-nes. En efecto, no existe “la” estandarización sino diversos tiposde estandarización que se consideran por separado. Si, porejemplo, se examina la estandarización de las medidas, se pue-de discutir sobre la oportunidad o no de determinar las relacio-nes dimensionales de un producto o de la fachada de un edificio

utilizando la sección áurea o cualquier “modulor”.13 También sepueden tomar las distancias de los orígenes y de los significadosesotéricos de tales estandarizaciones, pero no es lícito dudar enbuena fe de la utilidad y de la sensatez de un sistema métrico ode unidades de medida compartidas. Está dicho que el desplaza-miento de la atención de un producto en particular a un sistemade productos es de gran ayuda para quien quiera descomponer y 

contextualizar el concepto de estandarización. En efecto, una es-tandarización excesiva puede efectivamente resultar muy res-trictiva para la proyectación de un solo producto. Se convierte,en cambio, en un poderoso instrumento de “libertad” y flexi-bilidad a nivel de sistema de productos en cuanto multiplicalas ocasiones de combinación, favorece el alcance de un ele-

 vado grado de compatibilidad-congruencia entre productos y 

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2. Proyectación y planificación de los productos

11. Véase T. Maldonado, 1974 [1977] (pp. 135-144), 1979, 1991 y [1993].

12. La expresión “producción en masa”, al parecer introducida por William J. Cameron,

ghostwriter de Henry Ford, para exaltar la capacidad productiva de la industria automovilís-

tica estadounidense de los primeros decenios del siglo ahora es preferentemente utilizada

para designar un fenómeno que conduce inevitablemente a la despersonalización y a la ma-

sificación. Véase D. A. Hounshell, 1984.

13. En efecto, aun dentro del “movimiento moderno” se han verificado encendidos debates

sobre estos temas. Véase, por ejemplo, la polémica del exponente de la vanguardia de Praga

Karel Teige en confrontación con Le Corbusier en Anti-Corbusier , K. Teige, 1982, pp. 203-248.

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componentes pertenecientes al sistema y aumenta la confiabi-lidad de los productos obtenidos por montaje de componen-tes realizados a distancia de espacio y de tiempo. Viéndolobien, en la producción industrial no se estandarizan sólo losproductos. También el número y el tipo de elementos que seestandarizan es elevadísimo y desde luego mayor cuando el ob-

 jetivo final es la producción de objetos hechos casi sobre medi-da o, como se dice, customizzati .

Marco d’Eramo ha mostrado en su cautivador libro so-bre la historia de Chicago cómo la estandarización de muchos

productos –pero también de procedimientos de control, de tec-nologías de conservación y transporte, etcétera– no es tanto unaquerelle d’artistes sino más bien una exigencia inderogable dicta-da por los mecanismos del mercado bursátil.14 Si se adquierenproductos (industriales, pero también agrícolas y ganaderos)sin poder controlarlos directamente porque en el momento dela compra están en otro lado o todavía no existen (contratos so-bre futures ) hay que fiarse de un conjunto de características es-

tandarizadas que permiten cotejos y valoraciones.Los grandes sistemas técnicos son, en el curso de su

proceso evolutivo, verdaderas y propias palestras de la estanda-rización en las que este instrumento se aplica a los temas másdispares y, por lo tanto, su observación nos ofrece oportunida-des irrepetibles para el razonamiento que estamos desarrollan-do. Muy a menudo los grandes sistemas técnicos nacen de

procesos agregativos. Se pasa, por ejemplo, de una pluralidadde sistemas de producción locales de la energía eléctrica a sis-temas regionales y nacionales y operaciones análogas tienen co-nocimiento del empleo de los sistemas de transporte ferroviarioo de las redes telefónicas en muchos países. Aun en los casos enlos que la finalidad no sea exactamente ésta o cuando, al con-trario, se pase de una gestión monopólica a una pluralidad deoperadores, existe de todos modos y tal vez con mayor razón la

exigencia de asegurar la compatibilidad entre sistemas interac-tuantes. Por lo tanto, en la práctica, todos los procesos evoluti- vos de los grandes sistemas técnicos han sido acompañados y posibilitados por imponentes procesos de estandarización quehan tenido en cuenta componentes y productos, tecnologías,procedimientos de contabilidad y tarifas, pero también termi-

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14. M. d’Eramo, 1995.

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nologías de sector. Una de las estandarizaciones más curiosas einesperadas pero de efectos más conspicuos es la del tiempo,originada por la necesidad de hacer menos precarias y aleato-rias las coincidencias ferroviarias. Ésta es la razón que ha lleva-do a la codificación de horas nacionales unificadas en losdiversos países y, en los Estados Unidos, ha llevado, de una mi-ríada de horas locales (sólo en Illinois 27 horas locales distintas

 y 38 en Wisconsin) a cuatro husos horarios actuales concerta-dos por las compañías ferroviarias en 1883 y sancionados legal-mente en 1918.15

En resumen, los grandes sistemas técnicos, haciendomanifiesta la amplitud y la penetración de los fenómenos de es-tandarización, brindan la ocasión de encarar una temática tanrelevante para la planificación de sistemas de productos en tér-minos menos ideológicos y sin dejarse influir en un sentido oen otro por contraseñas ya superadas.

Teniendo en cuenta la complejidad de los grandes sis-temas técnicos y la pesada intervención de administraciones o

entes dotados de poder normativo en su planificación, gestión y control, no es de ninguna manera ocioso preguntarse si seráposible introducir mecanismos que simplifiquen la planifica-ción de los productos pertenecientes al gran sistema técnicomediante el dictado de disposiciones normativas. En esta direc-ción va, por ejemplo, el carácter vincular asumido por los es-tándares gracias a la intervención de los entes de normativa y 

estandarización nacionales e internacionales. Esto ha ocurridomuchas veces en la práctica y parece ser interesante y promete-dor aun en líneas de principio. Pero si se sigue esta línea de ra-zonamiento, es ineludible considerar más a fondo la relaciónentre normativa y proyectación, dado que la planificación de unsistema de productos es, sin duda, una operación proyectual.

 Aun subsistiendo innegables puntos de contacto entreproyectación y normativa, existen serias razones que impiden

una total identificación entre estos dos universos discursivos. Ladivergencia se debe, por lo menos en parte, a las diferentes ca-racterísticas intrínsecas de la proyectación y de la normativa.Esta última se refiere a un conjunto predeterminado de posi-bles resultados y en ese ámbito dicta prescripciones dotadas de

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2. Proyectación y planificación de los productos

15. El tema de la estandarización está constantemente presente en la literatura sobre los gran-

des sistemas técnicos. Véanse, entre otros, T. P. Hughes, 1983; H. G. J. Aitken, 1985; W. E. Bij-

ker y otros, 1987; R. Mayntz y T. P. Hughes, 1988; I. Gökalp, 1993.

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 validez general. La proyectación en cambio prevé intervencio-nes puntuales y detalladas en temas no establecidos a priori. Demodo que un problema es encarado “proyectualmente” me-diante intervenciones “ad hoc”, mientras la “vía normativa” ope-ra a través de la sumatoria de disposiciones generales, medianteel previo ordenamiento de un cuadro de instrumentos (cadauno de los cuales se ocupa de un aspecto en particular) que de-berían proporcionar soluciones por simple yuxtaposición. Ade-más, cada normativa tiene validez dentro de los límitesadministrativos que delimitan la jurisdicción de la autoridad

que la emite. La proyectación, al contrario, puede franquear es-os límites y casi siempre tiende a hacerlo.No obstante todo esto, la normativa tiene algunos in-

negables puntos de fuerza. Ante todo dispone, si bien en un ám-bito de validez limitado, un valor de conjunto. Gracias a estapeculiaridad, la normativa, además de poseer un poder disua-sivo no desdeñable, es capaz de iniciar importantes procesos deinnovación en cuanto a veces obliga a cambiar los escenarios de

referencia. Otro punto de fuerza de la normativa es el hecho deque puede valerse de las ventajas ofrecidas por las costumbresconsolidadas, de la rutina de los instrumentos operativos y de lainercia de las estructuras institucional-administrativas. Natural-mente, subsiste el riesgo de que, justamente a causa de la iner-cia, sean enfatizados excesiva e impropiamente aquellosaspectos de los problemas a causa de los cuales existen adminis-

traciones competentes en perjuicio de otras objetivamente másimportantes. O sea que se corre el riesgo de que la inercia tras-torne subrepticiamente el orden de prioridad entre los diversosaspectos de un problema.

No obstante estos límites, hay que excluir que el siste-ma administrativo y los aparatos normativos puedan ser tranqui-lamente subvaluados o directamente ignorados. Al contrario, lasnormativas pueden determinar las reglas del juego y constituir

el cuadro de referencia dentro del cual la proyectación tiene eldeber de especificar y desarrollar soluciones concretamentepracticables para la planificación de los sistemas de productos.

La actividad de planificación de los productos, por unlado, tiene en sí –como hemos visto– una fuerte tendencia a con-siderar la dimensión sistémica de los productos mismos; por elotro, introduce con energía el tema de qué es “sensato” planifi-car, proyectar, producir y utilizar entre todo lo que en principio

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es posible. Un modo apropiado de encarar este interroganteconsiste en constituir un conjunto de relaciones admisibles en-tre los sistemas de los productos a planificar y un sistema corres-pondiente de necesidades. Apenas nos aprestamos a empleareste procedimiento lógico, estableciendo criterios de selecciónpara pasar de lo posible a lo probable y por fin a lo real, se ha-ce evidente el hecho de que la formación de deseos individua-les y colectivos, su transformación en necesidad y en “demanda”económicamente relevante, su satisfacción gracias a un adecua-do sistema de productos se mueven a lo largo de un recorrido

para nada lineal y ni siquiera monodireccional.Cada etapa intermedia de este recorrido es, en ciertamedida, variable, no es definible en función de un único pará-metro o de un único tema, exige que se proceda haciendo pre-cisiones y marcando diferencias. Cada pasaje de una etapa a otraestá constituido por una maraña de senderos, algunos de loscuales pueden retrotraer de modo circular al punto de partida.Lo único cierto es que, como para cualquier otro fenómeno so-

cial, son del todo inseguros esos modelos interpretativos sim-plificados por los cuales existirían necesidades –o deseos opreferencias–16 individuales entendidas como variables inde-pendientes que esperan sólo ser intuidas o percibidas para serdespués satisfechas mediante productos destinados, justamen-te por esta capacidad suya de captar las necesidades, en brillan-tes sucesos de mercado.

Para demostrar cómo es de frágil y falaz una suposiciónsemejante, basta con mencionar un par de datos evidentemen-te contrarios. Ante todo, no existen sólo las necesidades de su-

 jetos individuales sino también las de los sujetos colectivos que,aunque están guiados por dinámicas muy diferentes, tienen unpeso relevante en la determinación de necesidades de produc-tos y servicios. La introducción del teléfono, para dar sólo un

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2. Proyectación y planificación de los productos

16. Aun las elecciones terminológicas tienen en este contexto un significado no desdeñable.El término “deseo” se ha convertido, sobre todo en la cultura francesa del comienzo de los

años ‘70, en una bandera por medio de la cual se quería enfatizar la dimensión individual y

la sustancial independencia de las necesidades de los vínculos de “factibilidad”. El concepto

de “preferencia”, hoy muy en boga, expresa en cierta medida una línea de continuidad con

el de “deseo” en cuanto rechaza programáticamente toda hipótesis de regulación externa,

social, de la “libertad individual de elección”. En realidad se trata de una libertad limitada a

partir del hecho de que las preferencias son expresadas con referencia a cierto número de al-

ternativas pre- y heterodefinidas. Viéndolo bien, por lo tanto, expresar necesidades implica

un papel mucho más activo de los sujetos individuales y colectivos.

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ejemplo, no ha satisfecho simplemente una necesidad preexis-tente de comunicación, ha puesto en descubierto necesidadesde comunicación latentes y ha creado otras nuevas ni siquieraimaginables anteriormente. Lo mismo puede decirse de la ne-cesidad de moverse individual y velozmente, que ha sido aumen-tada por el producto fabricado para satisfacerla –el automóvil–,hasta que la frustración se volviera inevitable. En efecto, comoestá ahora a la vista de todos, el uso indiscriminado de este pro-ducto para satisfacer esa necesidad ha provocado fenómenosde congestión de tal magnitud que pone decididamente en du-

da la eficacia con respecto al propósito original.La manifiesta imposibilidad de efectuar simplificacio-nes arbitrarias impone alguna reflexión adicional que en nues-tro caso estará, por motivos evidentes, limitada a los aspectosmás directamente relacionados con los productos, con su capa-cidad de satisfacer y crear necesidades, con las consecuencias so-bre las maneras de proyectarlos y planificarlos. A los procesosde formación de las necesidades y a los respectivos criterios de

clasificación se ha dirigido una atención realmente milenaria sise consideran los aportes brindados desde la antigüedad porpensadores como Aristóteles, Epicuro o Epicteto. De modo quesobre estos temas hay una literatura inmensa en su conjunto y proveniente de numerosos campos del saber: filosofía, sociolo-gía, psicología, psicología social, antropología, ciencias de laconducta, economía, etcétera.

En estas condiciones no sólo estaría evidentementefuera de lugar pensar en añadir algunos elementos nuevos a lacontroversia, sino que también estaría fuera de escala imaginarque se puede recomponer aquí el cuadro de semejante debate.Sin embargo, a pesar de su complejidad y vastedad, no es admi-sible pasar en silencio temas como los procesos de formación delas necesidades y su clasificación en tanto que están, de modomás o menos explícito y consciente, en la base de cada forma

de planificación de los productos.En la actualidad se puede afirmar, sin temor de des-mentida, que la producción social de las necesidades ya no estámás en discusión. Eso es evidente para las exigencias “superio-res”, las que en su conjunto contribuyen a enriquecer la vida in-dividual y colectiva, vale decir, exigencias “necesarias” y “libres”en la acepción marxista, necesidades de autorrealización, de co-nocimiento y estéticas según A. H. Maslow y las muchísimas otras

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categorías de necesidades del mismo tipo diversamente etique-tadas. No obstante, ha sido ampliamente demostrado que tam-bién las necesidades relativas a la mera supervivencia,denominadas de vez en cuando necesidades “fisiológicas”, “na-turales” o “primarias”17 están íntimamente conectadas con lascondiciones socioeconómicas de referencia, aunque fuera sóloporque su creciente refinamiento y su diversificación reflejan losprocesos de humanización, de civilización y de emancipación in-dividual y colectiva, además de ser parte constituyente de ellas.18

Tratemos entonces de concentrar la atención sobre las

necesidades “superiores” producidas socialmente en tanto –alser más evidente su dimensión económica y, por lo tanto, máscercano su lazo con el sistema de producción industrial– sonmás directamente interesantes para las actividades de proyecta-ción y planificación de los productos. No obstante, esta elecciónes instrumentalmente funcional para el tema tratado y no indi-ca de ninguna manera que las necesidades dirigidas a la merasupervivencia hayan perdido en absoluto su dramático impulso

en anchas franjas de la población mundial.El primer punto sobre el cual hay que detenerse es sin

duda el de los mecanismos sociales concretos de producción denecesidades. Una visión excesivamente simplificada quiere quelas necesidades sean linealmente devueltas al tipo de organiza-ción social general o directamente a la forma de organizaciónestatal. En esta línea se inscriben las teorizaciones, ahora noto-

riamente contraintuitivas, según las cuales el surgir de una or-ganización estatal de tipo socialista habría debido traer comodote también una variación del sistema de necesidades y, enconsecuencia, un sistema de productos más acordes con el nue-

 vo estilo de vida. Al releer hoy (con las innegables ventajas brindadas

por la distancia y el conocimiento de los desarrollos sucesivos)aquellas previsiones y aquellas declaraciones programáticas, se

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2. Proyectación y planificación de los productos

17. Un buen análisis sistemático de las diversas clasificaciones de las necesidades y de las re-

laciones entre satisfacción de las necesidades y orden económico-social a nivel mundial se en-

cuentra en L. Doyal e I. Gough, 1991.

18. Al respecto se recuerdan, eligiendo en el medio de una ronda de aportes muy densa y ca-

lificada, C. Lévi-Strauss, 1964 y los numerosos escritos de K. Marx analizados sistemáticamente

en Á. Heller, 1980. En el surco del pensamiento marxista, un importante aporte al reconoci-

miento de la existencia de un “determinismo social” en el proceso de formación de las necesi-

dades de cualquier tipo está dado por Henri Lefebvre. Véase en especial H. Lefebvre, 1947.

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encuentra en ellas un entrelazamiento de intuiciones impor-tantes, de ingenuidad y de errores de valoración destinados aproducir agudas desilusiones.19 Era importante, por ejemplo,la intuición de que cualquier proyecto de cambio institucionalde la sociedad no podía prescindir de la consideración de losaspectos atinentes a la cotidianidad y los modos de vida y, porlo tanto, debía ocuparse necesariamente de las necesidades.20

Una ingenuidad y un error de valoración que los hechos sehan encargado de desmentir era en cambio la idea de que elsistema de las necesidades podía ser a su vez planificado y di-

rigido centralmente.Con un poco de sorpresa, pero no demasiada, se pue-de encontrar también en el sistema capitalista una mezcla aná-loga de premoniciones, de análisis implacablemente correctos

 y de instrumentos operativos destinados a la impotencia frentea los fenómenos generales que se proponen gobernar. La dife-rencia está una vez más en que el capitalismo, contrariamentea las visiones históricamente antagonistas con respecto a él, es

más impermeable a este tipo de incongruencias, justamenteporque es más capaz de fagocitar las contradicciones lograndotransformarlas, incluso, en puntos de fuerza.

Similares reflexiones, mientras permanecen en estenivel de generalidades, sobrevuelan a elevada altitud el diseñoindustrial sin dejarle ninguna posibilidad de intervención. Pe-ro su pertinencia resulta evidente si las llevamos de vuelta a la

relación entre sistema de las necesidades y sistema de los pro-ductos. Aquí, en efecto, nos encontramos frente a la conviven-cia, aparentemente imposible pero en la práctica muy eficiente,de dos fenómenos como el paroxístico crecimiento mutuamen-te autoalimentado de necesidades y de productos (el mal afama-do y, en palabras, tan vituperado “consumismo”) y la austeridad

 weberianamente “protestante” de la producción industrial for-dista y posfordista.

En cierto sentido, también la necesidad de producir(y de vender) es cada vez más la otra cara de la moneda con res-pecto a la igualmente perseguida racionalización en sentido re-ductor de los procesos y de los sistemas productivos. Ésta es tal

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19. Un texto ejemplar en este sentido es M. Döbler, 1969.

20. Este tema ha sido ampliamente encarado en el ensayo ”Socialismo (reale) dopo il ‘socia-

lismo reale’?” en T. Maldonado, 1990.

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 vez una de las razones por las cuales las críticas, aun feroces,a la irracionalidad de los consumos nunca han atacado la sus-tancia del sistema productivo sino que, en cambio, se hanarriesgado a ser paradójicamente funcionales para él. Ésta es,por ejemplo, la lectura que Thomas P. Hughes hace del papeldesempeñado en el proceso de industralización estadouni-dense por un autor desacralizador como Thorstein Veblen y de su célebre libro publicado por primera vez en 1899: The Theory of the Leisure Class . Hughes destaca como, en el proce-so de industrialización estadounidense, el “veblenismo” lleva-

ba directamente a las últimas consecuencias el rigor deltaylorismo y del fordismo. “El íntegro sistema social del paísdebía someterse al control sistemático de expertos tecnólogosindustriales que podían ser denominados ingenieros de laproducción.”21

El mismo C. Wright Mills (1953) en su prefacio al li-bro de Veblen bosqueja algo análogo. En efecto, por un ladodestaca, expresando con todo una opinión ampliamente

compartida, que este texto es una de las críticas más ásperas y detalladas de la sociedad de consumo. Pero por otra parteanota que Veblen, en el momento mismo en que articula sucrítica, lo hace de modo “profundamente conservador” encuanto “acepta sin titubeos uno de los principios completa eindiscutiblemente estadounidenses: la eficiencia, la utilidad,la pragmática simplicidad”.22

Efectivamente, debe reconocerse por lo menos unmérito nada desdeñable a Veblen y su libro. Ha sacado a la luz,con abundancia de detalles y de ejemplos, la fuerza de la nece-sidad de demostrar la propia pertenencia a grupos sociales“desahogados” y el papel decisivo de los productos en esta for-ma de representación. De esta manera ha evocado la existen-cia de una entera gama de potentes factores de producciónsocial de las necesidades: los que derivan del compacto tejido

de principios y valores que animan la vida de relación y se tra-ducen en comportamientos. De modo que la temática de lasnecesidades está ligada a la dinámica social más amplia y suproducción correctamente asignada a la interacción entre lostemas, institucionales y no institucionales, que contribuyen

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2. Proyectación y planificación de los productos

21. T. P. Hughes, 1991, p. 252.

22. C. Wright Mills, 1953.

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también a la determinación de otros valores como los políticos,éticos o estéticos. Evidentemente, no es éste el nivel en el cualel diseño industrial puede pensar en intervenir con eficacia y propiedad de instrumentos.

La influencia recíproca entre sistema sociocultural y sistema de los productos ha sido examinada difusamente en tér-minos analíticos en diversos ámbitos disciplinarios, de la socio-logía de la vida cotidiana a la historia, la antropología, lascorrientes más sagaces de la economía. En cambio, es menos co-herente la aproximación proyectual a estos mismos temas. Por

otra parte, la pura constatación de la complejidad de los facto-res sociales de producción de las necesidades corre el riesgo deconducir a un frustrante cul de sac . Es la sensación que a vecesse experimenta leyendo las denuncias acongojadas de sociólo-gos y periodistas que describen situaciones efectivamente para-dójicas. Lo que se estigmatiza es el crecimiento exponencial dela cantidad total de los productos (especialmente en ciertos sec-tores como la electrónica de consumo) a pesar de (o tal vez jus-

tamente gracias a) su futilidad.23 A menudo se trata de críticasde costumbres que recuerdan, con su tono burlón pero lamen-tablemente también con su ineficacia, la sátira de Petronio ele- gantiae arbiter ante la vulgaridad del entourage neroniano y de lasociabilidad envejecida de su tiempo.

 A pesar de que se compartan in toto tales críticas, los co-mentarios sarcásticos y hasta el disgusto, es indispensable tratar

de ir más allá, superando contradicciones de no poca impor-tancia que se anidan en el mundo de los principios. En efecto,en teoría es injustificado proponer una vigorosa limitación de lasnecesidades y del parque de los objetos, acaso acompañada porun mortificante “ludismo” de retorno. Por otra parte es difícilimaginar quién podría ser legitimado presentando con autori-dad y fundadas esperanzas de éxito una propuesta semejante.Por el contrario, es innegable que, si se debiese proceder en tér-

minos puramente aditivos y “liberísticos”, sin interponer ningúnfiltro y sin adoptar algún criterio de selección, se correría sim-plemente el riesgo de acreditar y avalar fenómenos de irraciona-lidad individual y colectiva.

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23. Dos ejemplos entre tantos posibles son J. Ellul, 1988, y Der Spiegel , “Alptraum im Alltag”,

24 de noviembre, 1997. La psicóloga social Herrad Schenk, citada en Der Spiegel , anota que

mientras los indios navajos poseían 236 objetos, en los países industrializados cada núcleo fa-

miliar posee 10.000 en término medio.

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Éste es el riesgo inherente a ciertas teorizaciones deuna “sociedad pluriopcional” (Multioptionsgesellschaft ).24 Uno delos pilares explícitamente declarados de similares teorizaciones(que proclaman su fe inquebrantable en un “absoluto” relativis-mo social, cultural, político, de los modos de vida, etcétera) es

 justamente la variedad que tiende a ser infinita de opciones enel campo de los productos. A estos “fuegos artificiales de pro-ductos” no corresponde en absoluto un afinamiento y una dife-renciación de las necesidades, al contrario, éstas tienen “lasmismas funciones de base o pretenden satisfacer las mismas ne-

cesidades”.25

 Aquí uno se encuentra una mezcla de futurísticasodas a la alta velocidad y de insospechables certezas; insospecha-bles porque es difícil conciliar las actuales enunciaciones de ri-to sobre el fin de las ideologías, de las seguridades y de lasposibilidades de adoptar algún criterio de juicio. En ellas se lee,por ejemplo, que en el “supermercado global de las posibilida-des” inevitablemente “la multiplicación de las opciones se rea-liza en ciclos cada vez más veloces. Los nuevos modelos se

amontonan cada vez más aceleradamente sobre los modelosdescartados. Los modelos descartados no son más los del añoanterior sino los del día anterior”.26 Sin embargo, en estas afir-maciones no se descubre ni siquiera una brizna de ironía o deduda. Son suministradas como la descripción de un fenómenotan imposible de detener como alineado con los principios deuna sociedad pluriopcional entendida como radical desarrollo

de la “sociedad abierta” de Karl Popper. Asuntos de esta claseevidentemente excluyen cualquier posibilidad de planificaciónde los productos que prevea también su reducción general o uncorte (o disminución o concentración sobre algunos sectores enlugar de sobre otros) de su crecimiento.

La superación de un conflicto aparentemente irreme-diable, como aquel entre una absoluta libertad de elección y lassensatas preocupaciones por los efectos concretos que pueda

producir, es imaginable sólo si se dejan en segundo plano lascuestiones de principio y se examina más en profundidad la co-nexión entre necesidades, productos y su planificación. Si se ra-zona en términos más disciplinarios, se pueden hacer dos

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2. Proyectación y planificación de los productos

24. Véase al respecto, entre otros, P. Gross, 1994.

25. P. Gross, 1994, p. 41.

26. Ibídem, p. 45.

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preguntas. ¿De qué manera y en qué medida ha contribuido eldiseño industrial a la proliferación incontrolada de aparatos y productos “insensatos”? ¿Qué instrumentos tiene a su disposi-ción para contribuir a una planificación de los productos más“racional” y controlada? Estas dos preguntas y sus respectivasrespuestas están, evidentemente, interconectadas. Conside-rando el problema retrospectivamente, se puede decir que, siha habido responsabilidad del diseño industrial en estas cues-tiones, ha sido por omisión. O sea que dependen del hecho deque se ha concentrado sobre la producción de sendos produc-

tos más o menos lúdicos, más o menos proporcionados a lasnecesidades, descuidando totalmente, por elección o por ne-cesidad, los efectos a nivel de sistema de la aparición en esce-na de esos nuevos productos. En otras palabras, ha renunciadototalmente a intervenir en el proceso –extremadamente difí-cil, hay que reconocerlo– de la planificación del sistema gene-ral de los productos. Por otra parte, una planificación de losproductos efectuada a este nivel, a pesar de las dificultades

operativas y aun debiendo ser flexible y “suave”, es inevitablepara ciertos mecanismos. En efecto, como observa Günter Ro-pohl, “si bien las necesidades sean esencialmente ilimitadas[...] frente a la limitación de los recursos hay que preguntarsesi verdaderamente todas las necesidades deben ser satisfechaso si, en cambio, se deben establecer jerarquías”.27

El llamamiento de Ropohl para la limitación de las ga-

nancias contribuye por cierto a inyectar una buena dosis depragmatismo en un debate que, de otro modo, corre el riesgode enroscarse sobre sí mismo.28 Puede darse otro paso adelan-te si se reconoce que la conexión entre necesidades y produc-tos no es directa sino que pasa a través de una terceracategoría: la de necesidad requerida. La relación entre “nece-sidad” (Bedürfnis ) y “necesidad requerida” (Bedarf ) ha sido cui-dadosamente examinada en la cultura de lengua alemana.29

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27. G. Ropohl, 1996a, p. 89. Véanse también G. Ropohl, 1979 y 1996b.

28. A este respecto también es esencial la temática de la relación entre “cantidad” y “cali-

dad”, para la cual se remite al tratamiento profundizado hecho en el capítulo “Ambiente e

qualità della vita” en T. Maldonado, 1987, pp. 85-95.

29. Una excelente síntesis crítica e interpretativa de la relación entre Bedürfnis y Bedarf se en-

cuentra en G. Scherhorn, 1959. En castellano no existe una traducción literal del término alemán

Bedarf y de su equivalente en italiano fabbisogno. En la presente versión, se lo traduce como

“necesidad requerida”, terminología que a través del texto, clarifica su contenido. (N. del E.)

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Entre estos dos conceptos existen diferencias sustanciales, sobretodo en la óptica que más nos importa en esta sede.

El de necesidad, en especial, es un concepto preeconó-mico, decididamente característico en sentido subjetivo y no nece-sariamente unido a un único producto. El concepto de necesidadrequerida, por el contrario, está directamente referido a un pro-ducto o a un sistema de productos, es expresable en términoscuantitativos y tiene una relevancia económica en cuanto setransforma fácilmente en una demanda a la cual asociar una ofer- ta  y un adecuado poder adquisitivo. La necesidad requerida

puede ser entendida como un trait d’union , un instrumento pa-ra orientar una necesidad hacia un producto o sistema de pro-ductos concreto y, por lo tanto, presupone, a diferencia de lanecesidad, la existencia de un sistema de productos determina-do. Se podría decir que existe un “objeto de la necesidad re-querida” pero no un “objeto de la necesidad”.

La misma investigación motivacional, introducida ma-sivamente en el campo de la publicidad y del marketing a fines de

los años ’40 para encontrar las razones profundas que llevan aun comprador a preferir un producto antes que otro, confirmaesta hipótesis. Aun si aparentemente evita el contacto con las ne-cesidades requeridas tratanto de crear un corto circuito entreproductos y necesidades, son en efecto justamente las necesida-des requeridas de objetos específicos producidos y comercializa-dos por una igualmente específica empresa a las que se refiere y 

se trata de aumentar. Para obtener este resultado se actúa sobrealgunas características, preferentemente de tipo formal, de losproductos, pero sin poner jamás en discusión el sistema de las ti-pologías de los objetos. Sobre la base de una investigación moti-

 vacional de éxito, la Chrysler podía decidir, a mediados de losaños ’50, producir para el mercado estadounidense autos máslargos, más bajos y coloridos, recobrando las posiciones de mer-cado perdidas. Todo esto ocurría porque había sido previsto (y 

al menos en parte inducido con éxito) el aumento de la nece-sidad requerida de aquel tipo de auto, no porque se hubiese en-contrado un sistema de productos que satisficiese mejor eindependientemente de la necesidad requerida de auto unanecesidad general de movilidad.30

63

2. Proyectación y planificación de los productos

30. Un buen análisis del uso de la investigación motivacional en la publicidad y en el marke-

ting, basado sobre una amplia casuística, se encuentra en V. Packard, 1958.

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En otras palabras, es admisible satisfacer una necesi-dad requerida mediante un producto concreto; no puede afir-marse lo mismo de una necesidad. Al contrario, para satisfaceruna necesidad, en general es impropio establecer una conexiónbiunívoca con un producto, admitiendo siempre que sea posi-ble la completa y definitiva satisfacción de una necesidad que secaracteriza por la propia “plasticidad” y adaptabilidad a los com-portamientos y a la función social.

Gerhard Scherhorn, remitiéndose a las teorías de Law-rence Abbot, explica con un ejemplo esclarecedor estos aspectos

de la relación necesidades-productos. “Un hombre usa una afei-tadora o una afeitadora eléctrica –apunta Scherhorn– porque de-sea tener con regularidad la sensación de estar bien afeitado y debuen humor. La actividad necesaria para obtener este resultadoes afeitarse. Pero afeitarse [...] puede producir dolor o lastima-duras y entonces la necesidad de afeitarse entra en conflicto conla de evitar malestar [...]. El grado de satisfacción que nos ofreceuna afeitadora depende de la medida en que satisface la total

combinación de necesidades.”31 Viéndolo bien, se configura en-tonces una situación en la cual a cada necesidad pueden ser aso-ciados –y en efecto lo son– numerosos productos y, por locontrario, cada producto es puesto necesariamente en correla-ción con una constelación de necesidades. En un escrito apare-cido el mismo año, el filósofo de la técnica Friedrich Dessauerrefutaba con razonamientos muy semejantes la esclerotización

de las relaciones entre necesidades y productos: “El fin de la cons-trucción no es la casa sino el habitar [...]. El fin de la producciónde locomotoras no es la locomotora sino el transporte”.32

Éstas pueden parecer afirmaciones obvias pero, una vez aceptadas en la plenitud de sus implicaciones, son un pun-to de partida formidable para salir de modo conveniente deuna arriesgada situación de estancamiento. Es precisamentereconociendo la fluidez y, en ciertos casos, la imprevisibilidad

de la relación entre productos y necesidades, no sólo el papelfundamental de mediación desempeñado por las necesidadesrequeridas, que se abren espacios significativos para la plani-ficación de los productos y para el diseño industrial. Se deli-nean, en efecto, oportunidades concretas de hacer un mapa

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3l. G. Scherhorn, 1959, p. 98.

32. F. Dessauer, 1959, p. 142.

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con las diversas constelaciones de necesidades sin intencionesrestrictivas y sin introducir privaciones, pero considerando detodos modos positivamente una articulación del sistema de lasnecesidades en la medida que enriquezca la personalidad y ele-

 ve el nivel de vida individual y colectivo. Al mismo tiempo, sepueden dirigir las necesidades hacia sistemas de “objetos de lanecesidad requerida” alternativos y más satisfactorios sin incre-mentar ulteriormente la plétora de productos inútiles que ofen-den ante todo el buen sentido. La contribución del diseñoindustrial a una planificación de los productos que tenga estas

características puede ser fundamental gracias a sus competen-cias disciplinarias en el campo de la proyectación de cada pro-ducto y de sistemas de productos.33

Esa contribución del diseño industrial no se hace efec-tiva mediante un acto demiúrgico sino que es el fruto de unapluralidad de acciones de planificación y de proyectación desa-rrolladas en contextos diversos. Pero un diseñador industrial in-dividual no puede ilusionarse (y tampoco lo puede un grupo

aislado) con planificar el sistema entero de productos de nues-tra cultura material. Pero si renuncia a estos sueños (o pesadi-llas) de omnipotencia, tiene ante sí muchos y diversos “lugares”en los que ejercitar su propia actividad de planificación y es jus-tamente la interacción de estos “lugares” lo que lleva a cambiosfomentadores del sistema general de productos. Con esto sequiere sostener que, al menos en una primera aproximación, es

legítimo y útil pensar en intervenir en el sistema general de losproductos participando activamente en las tareas de planifica-ción que se desarrollan en distintos “lugares” y con diferentesobjetivos.

El lugar de planificación de productos más conocido y más estudiado es, sin ninguna duda, el mundo de las empresasde producción. La finalidad general de la planificación, en elcuadro de una economía de mercado, es inequívoca en cada em-

presa y se identifica en gran parte con la razón de ser de la em-presa misma. Tal finalidad consiste esencialmente en planificarla articulación de los modelos, la cantidad de productos, sus ca-racterísticas, los tiempos de experimentación, producción y co-

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2. Proyectación y planificación de los productos

33. Para un análisis de la dialéctica entre articulación de las necesidades y articulación de los

productos, véase el capítulo “Innovación y cultura material moderna” en T. Maldonado, 1987,

[1990] pp. 125-146.

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mercialización de manera de optimizar el uso de los recursos(humanos, tecnológicos y económicos) y lograr en la mayor me-dida posible las preferencias de los potenciales compradores,sean éstos usuarios finales o empresas que someten los produc-tos a una ulterior transformación.

De los resultados de esta planificación de los productosdependen el nivel de éxito y, a veces, hasta las mismas posibilida-des de supervivencia de la empresa. A su vez, esos resultados sur-gen de una serie de elementos, como la propensión al riesgo y la capacidad de calcularlo y manejarlo, la habilidad de la admi-

nistración, una adecuada distribución de los conocimientos y lasinformaciones en el interior de la estructura organizativa, la ca-pacidad de adquirir y utilizar informaciones para elegir el tipode innovaciones introducidas en los productos subjetivamentemás convenientes.34

En resumen, planificar los productos es, en su acep-ción más general, una de las actividades estratégicas de cadaempresa de producción. La planificación estratégica de los

productos en cuanto tal es una función reservada a las cum-bres de la empresa, que la llevan a cabo conjuntamente (y enmodo congruente) con la planificación de los procesos pro-ductivos, de las tecnologías, de los procesos de adquisición y distribución de los recursos, de las políticas de mercado y delas alianzas. Semejante tarea no puede ser prerrogativa de nin-guna de las profesiones estructuradas –por lo tanto, ni siquie-

ra del diseño industrial– simplemente porque en ésteprevalecen funciones fuertemente heurísticas que no pertene-cen enteramente a ningún corpus disciplinario y deben produ-cir una síntesis congruente cada vez partiendo de contenidosespecíficos y de contextos enormemente variables en los diver-sos casos concretos. De modo que no existen ni un currículumde estudios ni una praxis profesional formalizada que puedansuministrar un bagaje de competencias adecuado para afron-

tar situaciones como éstas, en las que, además, llegan a la cima

Cultura social del producto

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34. Se ha aclarado cómo el término “empresa” debe ponerse en estrecha relación con los con-

ceptos de riesgo, aventura, azar, decisiones en condiciones inciertas. Un interesante análisis

del concepto “empresa” destaca estas propiedades y es desarrollado por F. Ranchetti, 1993.

Partiendo de consideraciones tomadas de la etimología y la lingüística aplicada, Ranchetti su-

braya cómo, aun en la teoría económica, el término empresa se distingue de otras expresio-

nes usadas como sinónimos por el fuerte lazo con la idea de riesgo, incertidumbre y carencia

de informaciones.

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las responsabilidades individuales y las potenciales consecuen-cias de las decisiones adoptadas.35

De manera que puede ocurrir que un diseñador indus-trial se encuentre teniendo responsabilidades de esta importan-cia, pero no como consecuencia de su propia especificidadprofesional. Para individualizar las funciones aceptables del di-seño industrial en cuanto profesión, las modalidades a través delas cuales esas funciones pueden tramitarse, así como sus rela-ciones con los actores de la planificación de los productos en lasempresas, se debe llegar hasta lo más hondo de los procesos

concretos que preparan, acompañan y de hecho condicionanlas decisiones estratégicas de las cumbres.Con tal fin es necesario distinguir entre diversos tipos

de empresa, diversos sectores productivos y diversas estructurasorganizativas. Esta necesidad de diferenciar tiene, por otra par-te, una validez más general y envuelve en su totalidad la relaciónentre diseño industrial e industria. Esa relación es intrínseca-mente disimétrica. Para decirlo más explícitamente, el diseño

industrial no es imaginable sin industria; ciertos tipos de indus-tria, en cambio, pueden funcionar aun sin recurrir de modo sis-temático y deliberado al diseño industrial. Esto obliga al diseñoindustrial a justificar su presencia reforzando y explicitando lapeculiaridad de su propio aporte. Al mismo tiempo, lo vuelvehomogéneo con otras profesiones (diversas ramas de la ingenie-ría, management  y organización empresarial, economía empre-

sarial, etcétera), cuyo papel en el mundo de las industrias estáhace tiempo fuera de discusión pero no por esto están integra-das en todos los tipos de industrias.

Uno de los factores discriminadores desde este puntode vista es, por cierto, el grado de complejidad estructural y or-ganizativa de la empresa. Existen algunas tipologías de empre-sas –aquellas con un grado más bajo de complejidad– quepueden obtener incluso óptimos resultados aun sin efectuar

una premeditada e intencional planificación de los productos.Piénsese, por ejemplo, en todas esas empresas (fruto, a veces,

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2. Proyectación y planificación de los productos

35. J. F. Kennedy hacía notar a un R. McNamara preocupado por su propio grado de cualifi-

cación en el momento en que era invitado a asumir el papel de ministro de Defensa que no

existe –ni puede existir– un curso universitario que prepare para convertirse en presidente de

los Estados Unidos ( R. McNamara, 1995, pp. 14-15). Esa observación tiene una importancia

que sobrepasa la anécdota puesto que contribuye a aclarar que no hay una correspondencia

fija entre profesiones y funciones sociales.

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de la escisión de una empresa más grande y madura, de la evo-lución de una actividad artesanal o de una actividad de investi-gación muy avanzada y especializada) nacidas de la intuición delas potencialidades de un único producto al cual se confían to-das las esperanzas de éxito y desde luego de mantenimiento con

 vida de la empresa. En estos casos, la planificación de los pro-ductos se desarrolla casi en un nivel inconsciente y las funcio-nes estratégicas son drásticamente circunscritas hasta llegar aser incumbencia, a veces, de una sola persona. El diseñador in-dustrial puede, entonces, en la mejor de las hipótesis, contribuir

al refinamiento proyectual del único producto de la empresa así como las tareas de las otras profesiones no van más allá de con-sultas puntuales, que sirven para sustentar decisiones extrema-damente centralizadas.

Se puede por lo tanto hablar de planificación de losproductos sólo ante la presencia de un mínimo de articulaciónorganizativa de la empresa y de un real interés por la diferen-ciación y la transformación del parque de productos ofrecidos

por la empresa. A través de esta observación se introduce unconcepto básico que merece tener un adecuado relieve y serafianzado: las modalidades de planificación de los productos y la misma existencia de una planificación de los productos ensentido propio deben ponerse en relación con las dimensiones,la madurez y la estructura organizativa de la empresa.

Para examinar este tipo de relaciones, a pesar del pa-

so del tiempo, siguen siendo de interés los estudios sobre la evo-lución organizativa y administrativa de las empresas efectuados y promovidos por Alfred D. Chandler Jr.36 En su sistematicidad,estos estudios constituyen todavía una óptima base de partida y un punto de referencia incontrovertible. A través de ellos setransparenta un escenario muy rico de tipologías organizativasque reflejan a veces la evolución diacrónica de una empresa pe-ro proporcionan también una imagen sincrónica del estado de

diferentes empresas. Las investigaciones de Chandler nos resti-tuyen un cuadro de las organizaciones, sea durante los procesosde especialización productiva, sea en las fases de unión en gran-des grupos de actividades muy diversificadas. Junto a las estruc-turas organizativas de empresas simples compuestas por una solaunidad productiva, encontramos las empresas de más unidades

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36. Véanse. A. D. Chandler Jr., 1962 y A. D. Chandler Jr. y otros, 1986.

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con organización jerárquica; las empresas plurifuncionales conmás unidades, con una estructura centralizada y departamenta-lizada funcionalmente o con una estructura descentralizada ar-ticulada en divisiones múltiples; las empresas multinacionalesmás maduras y articuladas desde el punto de vista productivo y organizativo. Visto a posteriori y con la posibilidad de efectuarcomparaciones, este conjunto de estructuras organizativas da laneta sensación de que se puede pasar de una estructura más sim-ple a una más compleja y viceversa mediante procesos de agre-gación y desagregación de funciones a medida que éstas tengan

o no un relieve tal que las haga autónomas. En tiempos recien-tes, la casuística se ha enriquecido con un poderoso crecimien-to en términos cuantitativos y cualitativos de los fenómenos dedescentralización y compromiso en las decisiones de la empresade sujetos externos como los proveedores de componentes, lascadenas de distribución y mantenimiento y, por lo menos, algu-nas categorías de clientes.

Un aumento de la complejidad organizativa y de la des-

centralización no significa obviamente que las cumbres de laempresa abdiquen de su responsabilidad de realizar las eleccio-nes estratégicas. No obstante, de la comprensión de estos cam-bios se puede extraer algún elemento más respecto de losprocedimientos concretos de formación de las elecciones. Secomprende, por ejemplo, que tales procedimientos son máspermeables e influenciables de cuanto se podía pensar por par-

te de aportes no estratégicos de por sí.Por otra parte, aun en los casos de estructuras de deci-sión más centralizadas, las decisiones estratégicas no son toma-das por las cumbres en perfecta soledad y autonomía. Alcontrario, el trabajo instructor y los procesos de selección y sín-tesis que necesariamente tienen lugar en el pasaje de las infor-maciones de las terminales periféricas al centro de decisióncontribuyen de modo determinante a establecer la agenda y la

orientación de las decisiones. Además, justamente porque laempresa y sus cumbres obran en condiciones de incertidumbre y no pueden tener acceso a todas las informaciones en detalle,hay decisiones que se delegan a centros de decisión periféricosa los cuales, por el contrario, se les proporcionan todas las in-formaciones de distribución a las que no pueden acceder por sí solos. Es el llamado “modelo de la agencia” en el que el “prin-cipal” delega parcialmente al “agente” competencias y poderes

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2. Proyectación y planificación de los productos

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de decisión. En definitiva, el modelo decisional que está en labase de las elecciones estratégicas de la empresa (incluidas lasdecisiones de planificación estratégica de los productos) prevéun intercambio bidireccional –de la cumbre a la base y vicever-sa– tanto de las informaciones como de las decisiones. En estemodelo el diseño industrial, junto a otras diversas profesionesespecíficas, encuentra un espacio idóneo para contribuir concompetencia reconocida a la planificación de los productos enel interior de una empresa de producción.

Las formas de esa contribución y las circunstancias en

que ésta tiene lugar son, evidentemente, diversas, pero todas li-gadas a la efectiva capacidad del diseño industrial de intervenirproyectualmente en la determinación de la “forma” de los pro-ductos y del sistema de productos. En cualquier caso será pre-ferible la intervención de diseñadores industriales que trabajenen el interior de la empresa. Esta circunstancia se realiza, ade-más, cuando se quiere actuar preferentemente sobre el sistemade los productos sin modificar sustancialmente la tecnología y 

los procesos productivos existentes, cuyo conocimiento se hacepor lo tanto irrenunciable. Piénsese en algunos ejemplos de re-conversiones productivas del sector militar al civil dirigidos di-rectamente por el personal, que logra así evitar la pérdida delpuesto de trabajo.37 En estas situaciones peligrosas, la transfor-mación del sistema de productos es total por la fuerza de las co-sas, mientras, en cambio, todo el interés reside en valorizar al

máximo las tecnologías y el patrimonio de conocimientos acu-mulado, aunque con objetivos totalmente diferentes de aque-llos originales. A la inversa, podrá ser más conveniente recurrircon preferencia a diseñadores industriales externos si se quie-re apuntar a la introducción de novedades más radicales, queinvolucren además de los productos a las tecnologías y los pro-cesos productivos. Aquí, en efecto, el factor determinante parael éxito puede ser la transferencia de conocimientos de secto-

res productivos inclusive muy distantes y que los vínculos de larealidad pasada sean mucho más débiles.En la fase de formación de las decisiones estratégicas

acerca de la planificación de los productos, la capacidad del di-señador industrial de “dar forma” a las ideas y de hacer compren-

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37. Un caso de reconversión de este tipo que ha tenido cierta notoriedad es el de la empresa

británica Lucas Aerospace, detalladamente descrito en H. Wainwright y D. Elliot, 1982, y B.

Evans, 1986.

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sibles las soluciones alternativas en todas sus potencialidades eimplicaciones puede resultar indispensable para una valoracióncorrecta y una elección prudente. En las sucesivas fases de im-plementación y realización de las decisiones, el diseñador in-dustrial puede, como es obvio, ocuparse directamente de laproyectación de productos y sistemas de productos. Pero tam-bién puede desempeñar un papel de product manager  y de de- sign manager  focalizando su propio accionar sobre lacoordinación de las actividades proyectuales desarrolladas porotros; proponiendo profesionales externos a quienes confiar

tareas específicas, proporcionándoles precisos brief proyectua-les que sepan expresar las exigencias de la empresa en térmi-nos congruentes con el lenguaje y las metodologías operativasde otros diseñadores industriales; valorizando las propuestas ala luz de un mayor conocimiento de causa de los objetivos y lascapacidades productivas y comerciales de la empresa misma.Esta forma de gestión coordinada de intervenciones indivi-dualmente realizadas por diversos proyectistas ha contribuido

a menudo a definir una “filosofía proyectual” que se ha conver-tido en uno de los más eficaces elementos de identificación dela empresa.38

También los modos concretos de planificar los produc-tos en las empresas productivas, el conjunto de los factores a te-ner en cuenta y de las personas que participan se han modificadoo al menos enriquecido con nuevas situaciones. La novedad que

aparece de modo más evidente es el crecimiento exponencialdel número de factores determinantes para la planificación delos productos. En los comienzos de la industrialización o en elmomento de la introducción de un nuevo sistema tecnológico,los componentes menos flexibles y, por lo tanto, más vinculan-tes eran sin duda los tecnológicos. Los márgenes de variación delas elecciones eran limitados a aquellos productos que utilizabanciertas materias primas, que podían ser fabricados con determi-

nadas máquinas herramienta o movidos con cierta modalidad detransporte. En otros casos, en los que la planificación de los pro-ductos consistía –o consiste– en la creación de modelos diferen-ciados a partir de productos que en gran medida permaneceninvariables, el marketing devenía el factor vinculante en la medi-

71

2. Proyectación y planificación de los productos

38. Hay numerosos ejemplos de este tipo, algunos de los cuales (por ejemplo: AEG, Braun, Oli-

vetti) pertenecen ahora a la historia del diseño industrial.

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da en que era capaz de dar indicaciones atendibles sobre lasorientaciones y sobre la disponibilidad de segmentos relevantesde potenciales compradores.39

Los factores tecnológicos, si bien su incidencia no hasido completamente anulada como se tiende a hacer creer, yano pueden ser considerados vínculos absolutos y, de hecho, hanentrado en el coro junto a los otros parámetros para tomar enconsideración en la planificación de los productos. El marketing ,por su parte, tiene un carácter sobre todo analítico e interpre-tativo y por eso se mueve con mayor desenvoltura en las fases de

planificación “consecutiva”, cuando debe sondear las probabi-lidades de éxito de variaciones graduales a introducir en pro-ductos existentes sometidos a rediseño. Pierde en cambio buenaparte de su propia confiabilidad cuando la planificación se ha-ce “anticipativa”,40 cuando se debe decidir, por ejemplo, sobrela introducción de productos totalmente nuevos en el catálogode una empresa de producción. La reducida confiabilidad delmarketing en estos casos depende, como se sabe, del hecho de

que es muy difícil sondear la propensión a la compra de seg-mentos de mercado cuando el objeto sobre el cual tales segmen-tos son llamados a enunciar un juicio preventivo es todavíatotalmente desconocido. Se corre el riesgo de recurrir a pode-res adivinatorios a menudo precursores o de dolorosas desmen-tidas o divisorias confirmaciones atribuibles al caso.

El aflojamiento de los vínculos vuelve el contexto en el

que se mueve la empresa en la planificación de los productosmás fluido y maleable pero también más inescrutable y “turbu-lento”, en el sentido de que las variables para considerar sonmuy numerosas, variadamente interconectadas y rápidamentemudables.41 Desde el momento que resulta difícil reconstruir las

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39. Como ejemplo de un planteo que conecta estrechamente la planificación de los produc-

tos con el marketing véase Verein Deutscher Ingenieure, 1982.

40. Empleamos aquí los términos de planificación “consecutiva” y “anticipativa” tomándo-

los de J. Regulski, 1981. El experto en planificación polaco distingue entre una planificación

consecutiva en la que el planificador programa el desarrollo del sistema de modo de seguir

constantemente las necesidades de cambio (el perro que sigue a la liebre) y una planifica-

ción anticipativa parangonada, en cambio, con el cazador que dispara al pato en vuelo apun-

tando al punto en el que imagina que la trayectoria del proyectil intersectará la del vuelo

del pato.

41. Para un análisis de los cambios de la actividad de design management debidos a la turbu-

lencia del ambiente y, más en general, del papel del diseño industrial en la gestión empresa-

rial, véase C. A. Schmitz, 1994.

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características del ambiente 42 turbulento en el que actúa la em-presa y obtener indicaciones útiles, ésta tiende a comportar-se como un sistema cerrado (cuando no autorreferencial y autopoiético) y a modificar en consecuencia sus propios ins-trumentos y sus propias metodologías de planificación y ad-ministración.43

En efecto, en las formas emergentes de planificaciónde los productos, en las lógicas y en las estructuras administra-tivas que soportan tal planificación se están prospectando algu-nas novedades muy interesantes desde nuestro punto de vista.

Entre las mutaciones más notables se pueden mencionar los es-fuerzos tendientes a integrar los proyectos de innovación tocan-tes a productos diversos; la tendencia a adoptar instrumentos y soluciones que contemplan el sistema de planificar en su totali-dad, o sea, los productos pero también la promoción, la red dis-tributiva y los servicios posventa, la distribución de los recursos

 y los procesos de proyectación, investigación, desarrollo y pro-ducción, una estructura organizativa en la que se potencian los

mecanismos de integración entre las funciones tradicionales dela empresa y en la que son introducidas unidades organizativashíbridas o semipermanentes  justamente con el propósito de desa-rrollar proyectos integrados.44

Es cierto que estas formas emergentes de planifica-ción de los productos no reemplazan totalmente aquellas mástradicionales y consolidadas, aunque sea porque diversas tipo-

logías de empresas no apuntan a estar constantemente en elfrente más avanzado de las innovaciones sino que adoptan lasllamadas secondary wave strategies . Por otra parte, son los mismosestudiosos quienes las han propuesto para señalar la existenciade aspectos problemáticos y todavía irresueltos, también a causade las experimentaciones todavía más bien limitadas cuanti-tativamente. Pero esta acertada prudencia no daña las poten-cialidades, ya mucho más que virtuales, de la instalación

teórico-metodológica prospectada. También para la determi-

73

2. Proyectación y planificación de los productos

42. Ver nota 4 de este capítulo.

43. Véase R. Königwieser y C. Lutz, 1992.

44. Para un examen de las potencialidades y de las consecuencias desde el punto de vista ad-

ministrativo y organizativo de estas nuevas formas de planificación de los productos, véan-

se S. C. Wheelwright y W. E. Sasser, 1989; S. C. Wheelwright y K. B. Clark, 1992; M. H. Meyer

y J. M. Utterback, 1993; A. De Maio y otros, 1994; M. Corso y R. Verganti, 1995; en los que se

examinan también diversos casos de estudio.

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nación de las posibilidades y de los modos de intervención deldiseño industrial es determinante el hecho de que, para plani-ficar la “cartera productos” de una empresa, no se proceda mássólo en términos aditivos, proyectando el desarrollo hasta la in-troducción en el mercado de cada uno de los productos consi-derados como compartimientos estancos. En este sentido tieneconsecuencias decisivas la planificación de productos, compo-nentes y soluciones tecnológicas (las shelf innovations ) destina-das a estacionar en “estantes” apropiados y disponibles parausos futuros y por el momento imprevisibles la planificación de

sistemas enteros de productos (las plataformas de producto ). És-tos comprenden operaciones estructurantes como la subdivi-sión en subsistemas apropiados y de aspectos dinámicos comolas previsiones concernientes a la gama de variantes que po-drán ser derivadas de los core products o las relaciones con el par-que de productos tradicionales y con los proyectos presentes enlos archivos de la empresa.

No hay duda de que criterios proyectuales, como la fle-

xibilidad, la modularidad, la complementariedad y la interdepen-dencia de los proyectos, la aprovechabilidad de los componentesen diferentes sistemas de productos devienen netamente priori-tarios para el diseñador industrial comprometido en semejantesprocesos de planificación. Por otra parte, todas estas interdepen-dencias están normalmente administradas a nivel de concept de losproductos, o sea, a un nivel que pertenece al habitual campo de

intervención del diseñador industrial. También las formas orga-nizativas concretas llamadas a administrar estas modalidadesavanzadas de planificación de los productos favorecen un com-promiso pleno del diseñador industrial. Va sin más en esta direc-ción la oportunidad que se le ofrece de participar en el trabajode los grupos pluridisciplinarios (teamwork ) llamados a encarar almismo tiempo problemas de planificación de los productos, delos procesos productivos y de los recursos (Concurrent Engineering )

comprometidos desde la formulación de las primeras hipótesis(early involvement ).45

Si los procesos de planificación en el interior de las em-presas de producción son de fundamental importancia para la

Cultura social del producto

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45. Un cuadro de conjunto de estas técnicas de organización y administración se encuentra

en A. De Maio y otros, 1994. Entre los aportes más específicos se señalan, para la temática de

los grupos de trabajo, H. K. E. Wahren, 1994, y, para todo lo que concierne a la administra-

ción de los recursos, G. Azzone y U. Bertelè, 1998.

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determinación del sistema entero de productos que soportanuestra vida individual y asociada, todavía no son únicos. Hay otros lugares en los cuales se desarrollan procesos de planifica-ción más o menos formalizados pero igualmente importantes.Los mismos consumidores individuales de los productos, aunno estando empeñados en una verdadera y propia planifica-ción, están acrecentando su capacidad de unirse y encontrar ins-trumentos para influir, a veces hasta incisivamente, en lasactividades de planificación de las empresas productoras. Porcierto, se pueden interpretar de esta manera el progresivo me-

 joramiento de sus estructuras aunadoras y organizativas, su ca-pacidad de imponer temas de debate a la atención de la opiniónpública y de transformarlos en cuestiones de orden del día enlas agendas políticas; su fuerza de movilización que en algunascircunstancias llega al boicoteo de ciertos productos; la conste-lación cada vez más extensa de productos sometidos a exáme-nes comparativos y de los respectivos parámetros de valuación.46

Pero el paso de los productos de las empresas manu-

factureras a los usuarios individuales no se verifica a través deuna cinta trasmisora neutral e inerte. Ese pasaje es concreta-mente posible gracias a una autónoma y poderosa planificaciónde los productos efectuada en un lugar intermedio –el sectordistributivo– que tiene consecuencias respetables, ya sea sobrela planificación interna de las empresas de producción o sobrelos procesos de determinación de las necesidades inducidas y 

del comportamiento de los usuarios finales.No nos referimos, evidentemente, a las formas de pro-toplanificación que han hecho el éxito y la riqueza de los mer-caderes genoveses, venecianos o florentinos del medievo y delrenacimiento. En aquellos casos la planificación se limitaba sus-tancialmente a la elección de los productos a comercializar enfunción de su calidad, de su disponibilidad en las comarcas másalejadas y de las perspectivas de mercado, sin ejercer una in-

fluencia significativa y directa sobre la producción y sobre la ar-ticulación merceológica.47 Es con el nacimiento de la grandistribución al por menor que el conjunto de los productos co-

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2. Proyectación y planificación de los productos

46. Véanse R. N. Mayer, 1991; S. G. Hadden, 1991; R. O. Herrmann, 1991; M. Friedman, 1991.

47. Las principales innovaciones correspondían en aquellos casos no tanto a la planificación

de los productos cuanto a la estructura organizativa, la logística, los transportes, los seguros

y las relaciones con el naciente “sistema bancario”. Véase J. N. Ball, 1977.

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mercializados empieza a no ser aceptado pasivamente sino plani-ficado con cuidado, se efectúan controles rigurosos e impuestosestándares cualitativos a los productores. La planificación y elcontrol de la merceología (merchandise planning and control ) sonhoy una práctica corriente en cada estructura de la gran distribu-ción y son encarados en términos profesionales por estructurasorganizativas apropiadas en el interior de una administración dela actividad comercial (retailing management ) que no tiene nadaque envidiar a la gestión de otros sectores económicos.48 Ya hacetiempo que se tiene constantemente el surtido bajo observación

mediante inventarios periódicos y catálogos informatizados; seutilizan técnicas logísticas de sistemas de aprovisionamiento hand- to-mouth-buying (versión precoz del tan decantado just in time ) pa-ra evitar los costos insoportables de reservas demasiado grandes,se distingue entre los productos neutros y los estacionales, se apli-can políticas mercantiles creativas (creative merchandising ) quecomportan relaciones de cooperación con los productores, con-troles de calidad sobre los productos y líneas de producción ad-

ministradas cabalmente.49

Para entender mejor las características actuales de laplanificación de los productos en el sector distributivo, convie-ne echar una mirada sobre los momentos iniciales de la gran dis-tribución en los que tales características pueden ser extrapoladasdel contexto más fácilmente y, por lo tanto, hacerlas emergercon mayor nitidez. También aquí, como en el sector productivo,

la planificación de los productos es una pieza insustituible de laestrategia de empresa. En efecto, algunos comportamientos soncompartidos por diversas tipologías organizativas de la gran dis-tribución. Por ejemplo, el recambio frecuente del stock de lamercadería correspondía a la filosofía de los grandes almacenesBon Marché  de Aristide Boucicaut, de los grandes almacenesMarks and Spencer y de las primeras cadenas de shopping centers estadounidenses. También se compartía el objetivo de una fuer-

te reducción de los precios. Pero las consecuencias sobre losproductos eran muy diferentes y claramente expresadas en loseslóganes promocionales de cada empresa. Así, Montgomery 

 Ward & Company, una de las primeras y más importantes so-ciedades de venta por correspondencia estadounidenses, que

Cultura social del producto

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48. Véase W. R. Davidson y A. F. Doody, 1966.

49. Véase S. de Vio, 1960.

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se presentaba como The Cheapest Cash House in America , tratabade alcanzar este objetivo ampliando el surtido al máximo. You think of it, Ward’s has it rezaba otro eslogan. Marks and Spencer,en cambio, perseguía el mismo propósito ofreciendo en sus lo-cales una cuidada selección de productos al precio unificadode un penique con el lema Don’t ask the price, it’s a penny.50

El desarrollo de la cadena Marks and Spencer ofrece losmotivos de reflexión más importantes desde nuestro punto de vis-ta porque es aquí donde están insertas por primera vez innova-ciones fundamentales para una moderna planificación de los

productos. Nos referimos en especial a dos órdenes de innovacio-nes. El primero tiene relación con los productores de bienes co-mercializados con los cuales se había llevado a cabo una partnership de ideas basada sobre una mixtura equilibrada de presiones y dedemandas precisas (referentes tanto a los productos como a las mo-dalidades de producción) de formación, participación de informa-ciones y asistencia técnica. El segundo orden de innovacionescontemplaba el sistema de controles de calidad y la organización

interna basada sobre el Merchandise Development Department 51 y, a par-tir de 1936, también sobre el Design Department .

Si en la planificación de los productos desarrollada enlas empresas de producción la idoneidad proyectual es aquellade la cual el diseñador industrial se vale con preferencia, cuan-do actúa en el sector distributivo las aptitudes analíticas tienenun peso por lo menos equivalente. Además de dar indicaciones

para la proyectación de nuevos productos y proyectar él mismo,debe en efecto comparar y elegir productos existentes expresan-do juicios detallados sobre su correspondencia a las normativas

 vigentes, sobre su capacidad de prestación, sobre su compleji-dad funcional, estructural y topológica,52 sobre la facilidad demontaje, de uso y de mantenimiento, sobre la duración del pro-ducto entero y de sus componentes, sobre la relación calidad-precio, etcétera. Su aporte consiste, por lo tanto, también en

77

2. Proyectación y planificación de los productos

50. Véanse H. Pasdermadjian, 1949; C. D’Ydewalle, 1965; G. Rees, 1969; R. Hendrickson, 1979.

51. Eric Kann, que huyó de la Alemania nazi llevando consigo la experiencia madurada en la

cadena de negocios de Samuel Schocken, ha tenido un papel muy importante en la conduc-

ción de este departamento.

52. La utilización de los parámetros complejidad funcional y complejidad estructural para ana-

lizar los productos ha sido, como es sabido, introducida originalmente por A. Moles, 1962. T.

Maldonado,1964, propone el agregado de la complejidad topológica expresada por el nú-

mero y el tipo de conexiones entre los componentes.

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expresar en términos analíticos, sistemáticos y técnicamente ra-zonados esos juicios sobre los productos que el “comprador dela calle” da en modo sintético y sin disponer de todas las infor-maciones y los conocimientos necesarios.

El diseñador industrial cumple una función análogatambién cuando participa en la planificación de los productosen otros lugares como las estructuras organizativas que proyec-tan y administran un servicio o en las de los grandes compra-dores (entes, agencias y administraciones públicas, grandesgrupos industriales o financieros, etcétera) que se aprovisionan

de los productos necesarios para el desenvolvimiento de suspropias funciones y de sus propios deberes institucionales.53

 Aun en estos casos, en efecto, el problema es conceptualmen-te el mismo: dar forma a un sistema de productos (eligiendoalguno entre los existentes en el mercado, proyectando o rea-lizando otros nuevos, eliminando los obsoletos o inútiles) quecontribuya del modo más eficaz posible a alcanzar los objetivosgenerales.

Detengámonos un instante sobre el tema de los servi-cios y su proyectación. A primera vista puede parecer extraño,

 y por cierto está contra la corriente, el acercamiento entre pla-nificación de los productos y proyectación de los servicios. Enefecto, la opinión más difundida en materia de proyectación delos servicios se coloca en la estela de una de las interpretacionesde la “sociedad postindustrial” de mayor éxito entre las tantas

que han sido propuestas reiteradamente: la sostenida a partir delos finales de los años ’60 por el sociólogo estadounidense Da-niel Bell de una progresiva tercerización y de un progresivo einexorable pasaje de la producción de bienes a la provisión deservicios. En este escenario, enriquecido ahora por un impor-tante conjunto de reflexiones sobre la compatibilidad ambien-tal, los servicios se caracterizarían por su inmaterialidad y, porlo tanto, no tendrían nada que ver con los productos respecto

de los cuales también serían alternativos y sustitutivos.54

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53. El tema de las políticas de compra de los entes públicos ( public procurement o public pur-

chasing) es tratado en el capítulo 3 de este volumen.

54. Jonathan I. Gersshuny (1977) sostenía, polemizando con Daniel Bell y sobre la provisión

de datos estadísticos, que la tendencia es, en cambio, sustituir por lo menos algunos tipos de

servicios con productos que desempeñan la misma función. Sobre la sociedad postindustrial

y sobre la sociedad de los servicios han sido escritos innumerables aportes; véanse, sobre to-

do, T. Maldonado, 1987, y H. Häußermann y W. Siebel, 1995.

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Pero si se sale de las contraposiciones frontales apriorís-ticas y se consideran los servicios concretos, es fácil darse cuentade que éstos basan su eficacia y su misma existencia sobre un sis-tema de productos idóneo además de sobre una adecuada estruc-tura organizativa y administrativa, sobre la cualificación delpersonal y sobre otras diversas propiedades. La erogación de unservicio hospitalario es simplemente inimaginable sin un conjun-to coordinado de aparatos electromedicinales; de equipamientosdiagnósticos; de instrumentos para efectuar intervenciones qui-rúrgicas tradicionales o microinvasoras; de equipamientos, ins-

trumentos y ayudas para el servicio de urgencia; de instrumentoscientíficos para los laboratorios de análisis; de armarios, estantes,carritos, computadoras, etcétera, para la administración de lasmedicinas; de moblaje para las zonas de hotelería y de millaresde otros productos. Condición indispensable para la eficienciadel servicio es que estos diversos sistemas de productos sean pla-nificados poniendo aparte los superfluos y sustituyendo los supe-rados, manteniéndose a la par con las innovaciones tecnológicas

 y con la evolución de los conocimientos clínicos, asegurando sufuncionalidad mediante planes de mantenimiento y reparación,estableciendo los requisitos de los productos a realizar en cuan-to indispensables y todavía inexistentes. Es en este tipo de ope-raciones que un diseñador industrial se encuentra mayormentecómodo gracias a su propia preparación profesional.

Del examen de los diversos tipos de planificación de

los productos se pueden extraer conclusiones confortantes y comprometedoras al mismo tiempo. El sistema general de pro-ductos de que disponemos en la civilización industrial contem-poránea y del que dispondremos en el futuro no es el fruto delas maniobras subterráneas de una mano fantasmal invisible einaferrable. Es más bien el resultado de una interacción policén-trica que da lugar a sucesivos estados de equilibrio que se con-cretizan en diversos sistemas de productos. Esta constatación no

concede disculpas al diseño industrial que, teniendo las posibi-lidades, tiene también la obligación de entregar su propio apor-te en los diversos lugares en los que se practica la planificaciónde los productos.

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2. Proyectación y planificación de los productos

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3. Diseño industrial y actores de la innovación tecnológica

El diseño industrial, como ocurre con cualquier otra actividadproyectual, está intrínsecamente orientado a producir cambiose innovaciones. Su misma existencia se justifica sólo en un con-texto innovador. No obstante, en la más bien inmensa literatu-ra sobre la innovación tecnológica, se registran trazas muy tenues de un reconocimiento del aporte específico del diseñoindustrial.

En los trabajos sobre los protagonistas de la innova-ción, por ejemplo, es posible hallar la presencia de los diseña-dores industriales casi sólo si se explora con atención y con lafirme voluntad de realizar distinciones originalmente no previs-tas en el interior de categorías compuestas como las de “técni-cos” o de “ingenieros”. Son escasas, también, las referenciasexplícitas a los diseñadores industriales entendidos como figu-

ras autónomas que generan innovaciones y amplían su poten-cial de aplicación. Por otra parte, aun cuando se les atribuye unmérito peculiar, éste aparece a menudo unido a aspectos com-pletamente parciales de la innovación, o sea, aspectos como losestético-formales (en la acepción más limitada que esta expre-sión puede tener) teniendo como único objetivo la comerciali-zación en amplia escala de cada producto; pero no se la une alos aspectos relativos directamente a su planificación y produc-

ción. El diseño industrial, por lo tanto, corre el riesgo de versereconocido como una contribución importante en innovacio-nes marginales y, viceversa, como una contribución insignifican-te en innovaciones de relieve.

Para justificar la aparente distracción de los historiado-res y de los teóricos de la innovación sin caer no obstante enmezquinas reivindicciones corporativo-disciplinarias, se puedecitar un dato objetivo como la relativa juventud del diseño in-

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dustrial con respecto a los otros cuerpos disciplinarios muchomás consolidados. Por otra parte, el mismo universo de discur-so del diseño industrial es, por lo menos en parte, responsablede esta visión restrictiva, en la medida en que la acepta y, por lotanto, de hecho se conforma con un papel de comparsa o, en lamejor de las hipótesis, de coprotagonista. Pero no se puedenomitir benévolamente ni siquiera las razones que dependen delas modalidades concretas de desenvolvimiento de la controver-sia sobre la innovación tecnológica dentro de las áreas de com-petencia de las que provienen tradicionalmente los aportes

descriptivos e interpretativos más autorizados.Un análisis comparado de las diversas teorías de la inno- vación tecnológica es tema demasiado controvertido y rico de im-plicaciones para poder ser desarrollado con la amplitud que lecorrespondería, pero también demasiado importante para poderser simplemente pasado por alto. Por lo tanto, nos limitaremos aseleccionar solamente algunos pasajes que serán tratados en re-sumen y desde un ángulo preciso y bien delimitado. La decisión

de privilegiar uno de los “programas de investigación” que com-piten para proporcionar una explicación atendible y exhaustivade los procesos de innovación tecnológica en perjuicio de losotros no es en absoluto indiferente para el diseño industrial.

Para decirlo de manera extremadamente simplificada,pero no por eso menos veraz, es sensato buscar una contribu-ción original del diseño industrial si nos referimos a una inter-

pretación “sistémica” de la innovación tecnológica.

1

No lo es, encambio, si nos instalamos en una óptica autorreferencial de de-terminismo tecnológico, según el cual las innovaciones encon-trarían su propia razón de ser y el impulso necesario paradesarrollarse y difundirse sin necesitar entrar en relación conuniversos de discurso diferentes del tecnológico. Semejanteelección de campo en favor de una visión sistémica del cambiotecnológico es crucial desde nuestro punto de vista. Así, en efec-

to, el diseño industrial puede reconocer “compañeros de ruta”con los cuales confrontarse de modo recíprocamente fecundo,pero también puede extraer indicaciones valiosas para esbozarlas modalidades específicas de su propia participación en esaconfrontación.

1. Para una profundización de las características y de las implicaciones de una visión sistémi-

ca de la innovación tecnológica y, más en general, de los fenómenos tecnológicos, véanse T.

Maldonado, 1979 y 1998.

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3. Diseño industrial y actores de la innovación tecnológica

Las relaciones más inmediatas y solidarias se instauran,sin ninguna duda, con las corrientes de pensamiento que, aunteniendo distintas procedencias disciplinarias y siendo movidaspor diversos intereses científicos, tienen en común la afirmaciónde la influencia determinante de factores extratecnológicos enel nacimiento y el desarrollo de las innovaciones tecnológicas.2

En este cauce se encuentran estudiosos como K. Marx (que enel libro primero de El capital propone una historia crítica de latecnología y se ocupa extensamente y con competencia de lasmáquinas herramienta de su tiempo)3 junto a las corrientes más

avanzadas del análisis económico de los procesos de innovacióntecnológica,4 a quienes han considerado necesario efectuar unexamen de amplio espectro para explicar los procesos innovado-res que han conducido a la afirmación de nuevas tipologías deproducto5  y a ese filón de la historia y de la filosofía de la técni-ca que ha elegido como propio campo de investigación y comocuadro de referencia conceptual los grandes sistemas técnicos.6

En un contexto así configurado, el diseño industrial

tiene todas las razones para aspirar a una participación más ri-ca y pregnante en la innovación tecnológica. De todos modos,la voluntad de salir de la resignada aceptación de un papel su-balterno admite también la responsabilidad de reflexionar sinprejuicios sobre algunas cuestiones y de extraer las oportunasconsecuencias conceptuales, metodológicas y operativas. Me re-fiero a cuestiones como las siguientes: ¿Qué tipos y niveles de

innovación son relevantes para el diseño industrial y, por el con-trario, sobre cuáles aspectos de los procesos innovadores está eldiseño industrial en grado de ejercer una influencia directa omediata? ¿De cuáles instrumentos peculiares y de cuáles moda-lidades de acción dispone el diseñador industrial para incidir enlos procesos innovadores? ¿Cuáles son sus principales interlocu-tores y qué relaciones es capaz de establecer con los otros acto-res del proceso innovador?

2. Una excelente visión de conjunto de las teorías de la innovación tecnológica se encuentra

en A. Penati, 1996.

3. Véase K. Marx, (1867) 1964.

4. Véanse, entre otros, los importantes aportes de N. Rosenberg, 1976, 1982 y 1994.

5. Me refiero, por ejemplo, a estudios como los de H. Petroski, 1992, 1993, y de Q. Delaunay,

1994.

6. Sobre los grandes sistemas técnicos véase el capítulo 2 de este volumen.

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 Algunas respuestas se traslucen de consideraciones ge-nerales sobre el estatuto disciplinario, sobre el campo de inter-

 vención y sobre las modalidades operativas características deldiseño industrial.7 Otras, en cambio, deben buscarse estable-ciendo una relación más directa e intencional entre el universodel discurso del diseño industrial y el de la innovación tecnoló-gica. Ante todo para establecer sin ambigüedad qué innovacio-nes pertenecen a la intersección entre estos dos conjuntos.

En la actualidad son muchísimos los sistemas de clasi-ficación de las innovaciones y aun más numerosos son los crite-

rios concretos de distinción y discriminación que cada uno deellos asume como fundamento. Algunos de esos criterios se ba-san sobre el objeto de la innovación y distinguen, por ejemplo,entre innovación de proceso y de producto. Otros hacen refe-rencia a la organización en fases del proceso innovador y de laactividad de investigación que lo sustenta (relación entre inven-ción, innovación y difusión; entre investigación de base, inves-tigación aplicada y desarrollo) o a la distribución y gradación en

el tiempo del proceso innovador (procesos “evolutivos” que semanifiestan con avances continuos e imperceptibles en un bre-

 ve período o fuertes discontinuidades que dan lugar a verdade-ros y propios “saltos” tecnológicos). Otros aun expresan un

 juicio sobre el grado de incidencia en el contexto económico y sobre el valor social de cada innovación así como sobre su pe-netración y profundidad (innovaciones incrementadoras, inno-

 vaciones radicales, cambios de sistemas tecnológicos, cambiosde paradigmas técnico-económicos). Aun si se admite, como es debido, el carácter conven-

cional y esquemático de estas clasificaciones, no se puede negarque ponen en primer plano cuestiones muy concretas y ofrecenpor lo menos algún elemento útil para comenzar a identificar lasinnovaciones relevantes para el diseño industrial. Por cierto, elcampo de intervención que le compete más directamente es el

de la reforma de producto. Una constatación como ésta, aun co-locándose en los límites de la tautología, no carece de sentidoen tanto refuerza un punto firme irrenunciable (el hecho de quela proyectación de los productos es el núcleo central del diseñoindustrial) y abre, por lo tanto, amplísimas perspectivas de tra-bajo. Pero no es suficiente para quien se determine a echar un

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7. Véase el capítulo 1 de este volumen.

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haz de luz sobre los modos concretos en los que el diseño indus-trial interviene en los procesos innovadores de los productos.

Con objetivos como éstos se tiene la obligación de en-carar la cuestión en un nivel de mayor detalle por el sencillo mo-tivo de que la renovación de un producto tiene un carácteracumulativo y puede incluir, además, diferentes grados de inno-

 vaciones formales, estructurales, de prestación, técnico-produc-tivas, administrativas, organizativas. Es decir que puede haberdiversos tipos de innovaciones en el producto según las “confi-guraciones” del producto mismo, que son cambiadas más o me-

nos radicalmente. Esto es particularmente importante para eldiseño industrial que, como hemos visto, posee en su propio pa-trimonio genético la función de perseguir con tenacidad, vez a

 vez, una síntesis proyectual convincente entre estas configura-ciones.8 En otras palabras, tiene el deber de seleccionar, cotejar,ordenar jerárquicamente y llevar a la unidad factores mutua-mente incomparables en cuanto responden a exigencias dife-rentes y a veces contradictorias.

Este concepto articulado de innovaciones de productohace más difícil expresar juicios sintéticos pero, sin embargo, nodel todo opinables sobre cuestiones fundamentales, como elgrado de efectiva innovación alcanzada. Como es sabido, tam-bién para otras comunidades científicas se ha planteado y seplantea el problema de preparar instrumentos y modos de valo-ración confiables y compartidos para juzgar el grado de “origi-

nalidad” de una determinada innovación. Algunas indicacionesútiles para el diseño industrial se pueden extraer justamente deldebate que ya se ha desarrollado dentro de esas comunidades.De ese debate hemos sabido, por ejemplo, que la originalidad deuna innovación, entendida como su capacidad de acrecentar elcuerpo de conocimientos en que se sitúa, tiene una dimensiónsocial y otra histórica.9

Tiene una dimensión social en el sentido de que es re-

conocida y, en cierto modo, certificada por la comunidad cien-tífica de referencia en las sedes y mediante los procedimientosque le son propios. Tiene una dimensión histórica en cuanto

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3. Diseño industrial y actores de la innovación tecnológica

8. Véanse a este respecto las consideraciones sobre la noción de diseño industrial y sobre las

funciones principales del diseñador industrial en T. Maldonado, 1991, [1993] pp. 10 y sig.

9. La relación entre innovación y originalidad está ampliamente analizada en S. Dasgupta,

1996.

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discierne entre lo que es “psicológicamente” nuevo (o sea nue- vo para el grado de conocimientos de quien introduce la inno- vación) y lo que, de manera inversa, es “históricamente” nuevo y original (o sea que representa una novedad para los conoci-mientos colectivos contemporáneos del sector). Desde este pun-to de vista se recoge con gran claridad también la importanciadel aporte que puede ofrecer el estudio de la historia del dise-ño industrial, no sólo por su valor cultural autónomo sino tam-bién como instrumento proyectual confiable para verificar enel curso del trabajo la efectiva originalidad de una innovación.

Obviamente, para llevar a cabo una tarea de esta naturaleza, lahistoria del diseño industrial debe ir más allá de la pura y sim-ple reseña de protagonistas unidos a tendencias estilísticas y aobjetos ejemplares para orientarse hacia una investigación mul-tiparamétrica (que incluya, entre otras cosas, elementos de unarenovada historia de la técnica) de hechos, circunstancias, ca-sos de estudio y corrientes de pensamiento.10 Semejante acopla-miento de la historia a la proyectación puede parecer menos

arbitrario si se piensa que, a menudo, la renovación de un pro-ducto nace de la insatisfacción por las características de losproductos existentes y de la atenta consideración, en fase proyec-tual, de los errores cometidos anteriormente.11

Hay también otra lección que nos llega del mundo dela ciencia y que es transferible al de la tecnología y de los pro-ductos en particular. El juicio sobre la originalidad de una in-

novación, ya sea científica o tecnológica, se puede expresarsólo a posteriori, sobre la base de las consecuencias que pue-de originar. Dicho de otro modo, la introducción de algo psi-cológicamente o también históricamente nuevo se convierteen una innovación original si y sólo si se da lugar a un nuevocampo de investigación o a un nuevo sector productivo y mer-ceológico. La relativa rareza de innovaciones originales debeinducir a una mayor parsimonia en el uso de términos dedu-

cidos de la vulgata kuhniana como “revolución tecnológica” o“nuevo paradigma”.12 Debe además impulsar un análisis más fi-

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10. Véanse B. Meurer y H. Vinçon, 1983; M. Chiapponi y R. Riccini, 1986; R. Riccini, 1996.

11. Véanse H. Petroski, 1985 y 1994. K. R. Popper, 1994, pp. 256-257, afirma que “La correc-

ción de los errores es el método más importante de la tecnología y del aprendizaje”.

12. Las continuas violaciones y deformaciones a las que está sometida la teoría de T. S. Kuhn,

1962, son un ejemplo claro de los riesgos que se corren al transferir ideas de un sector a otro

en nivel casi exclusivamente metafórico y sin el necesario rigor.

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no de la innovación de producto (y del papel del diseño indus-trial), desde el momento que no menos importantes, y porcierto mucho más frecuentes, son las variaciones que tienenlugar en las fases de “tecnología ordinaria”. Al contrario, vién-dolo bien, las mismas innovaciones “originales” o “revolucio-narias” no nacen nunca de la nada sino que encuentran suindispensable alimento en el humus de las innovaciones máscotidianas y menos llamativas.

Otro tema de reflexión se refiere a las relaciones entrelas innovaciones de cada producto, en las que el aporte del dise-

ño industrial puede ser más directo, y las de alcance más general.Estas últimas son de diverso tipo, van de la innovación en un com-ponente tecnológico que se propaga hasta modificar radicalmen-te sectores productivos enteros y los respectivos productos (porejemplo la “lanzadera volante”, que en el siglo XVIII modificó elparque de productos y los procesos productivos de la industria al-godonera inglesa, o el transistor), a la afirmación, al menos pro-

 visoria, de uno de los grandes sistemas tecnológicos competidores

(por ejemplo, iluminación eléctrica, que predomina sobre la degas) a la introducción de una nueva tecnología invasora como el

 vapor o la microelectrónica, que pueden generar familias ente-ras de nuevas tipologías de objetos.

La sucesión temporal y lógica más común es aquellaque ve primero el desarrollo y la afirmación de innovaciones,puntuales o difundidas pero de todos modos generalizables, y 

sólo a continuación su asunción y aplicación a cada producto.Pero no siempre lo apenas descrito es un recorrido lineal y uni-direccional. Al contrario, son muy frecuentes los retrocesos y loscambios de rumbo debidos precisamente a los resultados de las

 verificaciones esmeradas, entre ellas las del diseño industrial. A menudo, procesos de difusión de las innovaciones que podría-mos definir como bottom-up interfieren con los top-down . Inven-ciones e innovaciones son a veces obstinadamente perseguidas

por razones que, ante los hechos, se revelan secundarias con res-pecto a otras que surgen en el momento en que se llega al últi-mo eslabón de la cadena: la innovación en cada producto.

También se encuentran casos de gran relevancia en losque es regla el camino inverso (de la innovación de producto ala general). Basta con recordar las innovaciones que son intro-ducidas prioritariamente en ciertos sectores (medicina, indus-tria aeroespacial y militar, competiciones deportivas, etcétera),

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3. Diseño industrial y actores de la innovación tecnológica

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imposibles de obtener con las tecnologías corrientes. Ante el em-puje de tales exigencias han nacido algunas de las innovacionestecnológicas más revolucionarias (por ejemplo, la extraordina-ria transformación de las tecnologías de la información y de losmateriales) que, a continuación, se han propagado a muchasotras familias de productos de uso corriente. Es justamente a es-te continuo ir y venir entre innovaciones de cada producto e in-novación tecnológica que el diseño industrial puede contribuiral proceso innovador general mucho más activamente de cuan-to pueda parecer ante un análisis superficial.

Una de las tipologías innovadoras en las que el diseñoindustrial está en grado de expresar con mayor fuerza su pro-pio potencial es la de las diversas formas de innovación portransferencia y por fecundación transversal: innovación me-diante imitación, transferencia de innovaciones de un sectorproductivo al otro, transferencia de las grandes empresas a lasmedianas y pequeñas de lo inducido y viceversa, transferenciade instrumentos altamente especializados para uso profesional

a los correspondientes enseres para uso “cotidiano”. Una listacomo ésta evoca, por sí sola, una casuística de innovaciones ri-quísima desde un punto de vista tanto cuantitativo como cuali-tativo. También son múltiples los modos en los que toma cuerpoeste tipo de innovaciones. Algunas innovaciones, por ejemplo,se propagan al mismo tiempo en diversos sectores. A menudo,una gran innovación en un sector puede estar determinada por

la transferencia de ideas y soluciones provenientes de otro cam-po en el que las mismas ideas y soluciones ya no son innovado-ras sino también plenamente adoptadas desde largo tiempo. Entodos estos casos el diseño industrial, por su natural propensióna trabajar por asociaciones, en modo transversal, puede contri-buir en gran medida en los procesos de innovación creando cru-zamientos con métodos que, metafóricamente, podríamoscomparar con la polinización.

Un tema sobre el cual vale la pena detenerse más bienampliamente es el del contexto en el que actúa un diseño indus-trial propuesto como protagonista de la innovación. Ya hemosdicho repetidamente en otro lugar que la actividad del diseña-dor industrial –y en especial todo lo que concierne a su partici-pación en los procesos innovadores– no se desenvuelve enmodo solipsista sino mediante una estrecha relación con unapluralidad de actores. Por lo tanto, un análisis cuidadoso de las

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modalidades de intervención del diseñador industrial en talesprocesos no puede prescindir de un examen atento de la com-posición del sistema de los actores. En cuanto a esto, es necesa-rio hacer algunas precisiones y rectificar algunas de lasinterpretaciones más conformistas. Interpretaciones que confi-guran un escenario innovador en el que las empresas tendríanuna función absolutamente preponderante en todas las fases delos procesos innovadores. La lógica consecuencia de semejanteescenario sería, para el diseñador industrial, un diálogo muchomás reducido y limitante de lo que la realidad permite, sugiere

 y a veces impone. Al número de estas visiones reductoras pertenecentambién teorías que, por otros lados, poseen un alto valor expli-cativo y que se ocupan de aspectos en absoluto secundarios.Piénsese, por ejemplo, en la teoría de las “trayectorias” y de los“corredores tecnológicos” elaborada para explicar los fenóme-nos de éxito y de fracaso de las innovaciones.13

Es cierto que los exponentes de esta teoría reconocen

la importancia de actores diversos en las empresas, pero los con-sideran como agentes externos al lugar –el mercado– en el cuallas innovaciones se cotejan competitivamente y en el que sonirrevocablemente determinados los respectivos éxitos y fracasos.

 Al adoptar sustancialmente una interpretación evolucionistade la innovación, asignan las probabilidades de supervivencia y de éxito –bien entendido, un éxito comercial– de una determi-

nada innovación tecnológica a sus capacidades de moverse enel interior de “corredores” (el sistema de los vínculos y de lascondiciones de alrededor) cuya amplitud y practicabilidad sonestablecidas por las preferencias de los compradores y por la in-teracción con los competidores. En efecto, también la compe-tición entre las empresas es más sutil que la sugerida por elmodelo de una pura competición de mercado.

La convicción de que el abigarrado mundo de las em-

presas es el crisol en el cual las innovaciones son propuestas, for- jadas y aplicadas en larga escala está tan enraizada que, a veces,

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3. Diseño industrial y actores de la innovación tecnológica

13. Véanse al respecto R. R. Nelson y S. G. Winter, 1982; G. Dosi, 1982 y 1983; L. Georghiou y

otros, 1986; G. Dosi y otros, 1988. Para un análisis de los méritos de esta teoría y de los lími-

tes derivados de identificar exclusivamente con la competencia entre empresas los factores

determinantes de trayectorias y corredores tecnológicos, véase T. Maldonado, 1987, pp. 124

y sig. Véase también, sobre este mismo punto y para un aporte más general sobre la innova-

ción tecnológica, T. Maldonado, 1998.

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hace olvidar que tal mundo interactúa con otros actores a loscuales se deben aportes fundamentales para el desarrollo de losprocesos innovadores. Lo que a menudo es subestimado o igno-rado es el aporte de los actores públicos de la innovación, en-tendiendo con esta expresión todos aquellos que no interpretancada innovación como instrumentos de competición en el mer-cado sino que, no obstante eso, están en diferentes modos fuer-temente interesados en la evolución del cuadro innovador. Elpanorama de estos actores es muy rico y variado. Pertenecen aél actores organizados con un papel institucional, como los di-

ferentes niveles administrativos y de gobierno (locales, regiona-les, nacionales y supranacionales) con sus aparatos de gestión y burocráticos; actores organizados con un papel casi institucio-nal o no institucional, como universidades e institutos de inves-tigación, asociaciones de la industria y del comercio, sindicatos

 y organizaciones políticas; actores casi organizados, como losgrupos de intereses locales.

La percepción selectiva de quien atribuye a las empre-

sas un papel casi exclusivo en el campo de la innovación, por unlado, deja transparentar la elección reductora, aunque legítima,de ocuparse sólo de las innovaciones que prometen retornoseconómicos en tiempos relativamente breves. Por el otro, ma-nifiesta una fuerte polarización sobre algunas fases de los pro-cesos innovadores (la del pasaje de la invención a la innovación

 y la de la utilización comercial) en menoscabo de otras (la ini-

cial de encaminamiento y determinación de las líneas de desa-rrollo de la investigación y la final de valuación de los frutosconcretos de la innovación, de control y reorientación de las po-líticas). La superación de esta visión excesivamente simplifica-da, además de conducir a un modelo interpretativo máscorrecto, permite dar el justo relieve a actores que no actúan ne-cesariamente sobre la base de una lógica empresarial y que, pormuchas razones, son justamente los principales protagonistas

de esas fases inicial y final.Por otro lado, precisamente esta pluralidad de prota-gonistas es una directa consecuencia y, al mismo tiempo, una de-mostración del hecho de que las innovaciones se sitúan en elárea de intersección de múltiples universos de discurso (tecno-lógico, económico, social, político, ambiental, etcétera) y, porlo tanto, comprenden a todos los actores que se mueven en e-sos universos de discurso con sus respectivos instrumentos ope-

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rativos. Cada uno de ellos expresa diversas expectativas, tienepapeles, intereses y objetivos diversos frente a la innovación, y por lo tanto pone en acción comportamientos diferentes: des-de el apoyo convencido a la tentativa de encaminar a su gustoel recorrido innovador, al de entorpecerlo y retrasarlo o, direc-tamente, de bloquearlo.14 Y, en efecto, es con este articulado sis-tema de actores cómo el diseño industrial debe confrontarse einteractuar si quiere ejercer una verdadera influencia sobre losprocesos innovadores.

Extender el campo de investigación a los actores públi-

cos permite pues considerar aspectos y factores fundamentalesdel proceso innovador que serían fatalmente descuidados si elfenómeno fuese observado desde una óptica estrictamente em-presarial. Esos aspectos y factores, como veremos a continua-ción, son esenciales también para las empresas.

Los actores públicos, y entre éstos en especial las admi-nistraciones públicas, tienen a su disposición una gran variedadde instrumentos para ejercer sus funciones en los procesos in-

novadores. Todavía no han sido exploradas todas las potencia-lidades de algunos de esos instrumentos que, como veremos enseguida, dejan entrever perspectivas de gran interés. Otros, encambio, ya están sólidamente arraigados en la tradición opera-tiva de los actores públicos. A esta segunda categoría perteneceese conjunto de instrumentos que, en general, está bajo el nom-bre de políticas de innovación. Al respecto, se nota en seguida

que los diversos instrumentos casi nunca son utilizados por se-parado sino entendidos más bien como componentes de unamixtura dotada de un mayor o menor grado de coherencia y coordinación.

Un primer instrumento que las administraciones pú-blicas tienen a su disposición para encaminar los procesos inno-

 vadores (y, por lo tanto, un primer modo de interactuar con eldiseño industrial) está sin duda constituido por la actividad re-

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3. Diseño industrial y actores de la innovación tecnológica

14. Justamente partiendo de la presencia de la pluralidad de actores de los procesos innova-

dores, algunos estudiosos han desarrollado una aproximación a la innovación fuertemente

centrada sobre la comunicación entre los actores. En esta óptica, todos los problemas de trans-

ferencia tecnológica son interpretados esencialmente como problemas de comunicación (su-

peración de las barreras debidas a la utilización de diferentes lenguajes especializados,

distinta interpretación del valor, del significado y de la esencia misma de la innovación, etcé-

tera). Aunque con algunos forzamientos no aceptables, esta aproximación inicia líneas de

investigación interesantes. Para una amplia y razonada exposición de esta tesis sobre la base

de casos de estudio, véase S. Doheny-Farina, 1992.

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guladora y por la producción normativa. En este campo entra,por ejemplo, la producción de normas, estándares, leyes de apo-

 yo a la innovación en especiales sectores productivos y tecnoló-gicos. Otros instrumentos importantes son los que incidensobre el grado de preparación y sobre las modalidades de em-pleo y valorización de los recursos humanos (formación prima-ria, secundaria y superior; formación profesional; actualización

 y formación postuniversitaria; creación de oportunos sistemasde difusión de las informaciones; definición de mecanismos deselección y de carrera del personal técnico-científico).

 Aquí querría focalizar la atención sobre otro instru-mento igualmente importante: la intervención en la promociónde innovaciones a través de la gestión de apoyos financieros di-rectos (financiamiento de la actividad de investigación y desa-rrollo de las empresas y de los centros de investigación públicos

 y privados) e indirectos (facilidades fiscales, política de créditos,creación de infraestructuras físicas y organizativas, etcétera).

De este modo, se pueden exponer algunas cuestiones

cruciales de los procesos innovadores. Entre otras, preguntas co-mo las que se mencionan sintéticamente a continuación. ¿Quérelaciones existen entre recursos e innovaciones? ¿Subsisten ver-daderas y propias relaciones de causa/efecto o los vínculos sonmás difusos e indirectos? ¿Estas relaciones son las mismas paratodos los tipos de innovaciones y para todas las fases del pro-ceso innovador? ¿Cómo cambia la relación financiamien-

to/erogaciones/innovaciones producida cuando se pasa de lainvestigación de base a la investigación finalizada en el logrode un objetivo preciso y cercano en el tiempo? ¿Qué tipos deinvestigaciones son autorizadas a acceder a los financiamientospúblicos? ¿Cuáles son y cuáles deberían ser los criterios para lacuantificación y la asignación de esos financiamientos? ¿Los fi-nanciamientos públicos deben favorecer o no una aceleraciónindiscriminada e incontrolada de las innovaciones? ¿Cuáles son

 y cuáles deberían ser las relaciones entre financiamientos públi-cos y privados de la actividad de investigación orientada hacia lainnovación? ¿Cómo cambia el papel de los actores del procesoinnovador en función de su capacidad de invertir recursos en lainvestigación? ¿De qué modo toman los actores públicos decisio-nes sobre sectores de preferencia al otorgar financiamientos?¿Cuál es el papel de sujetos (como el ejército o las agencias ae-roespaciales) con gran capacidad de compra en la investigación

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 y sin la obligación de devoluciones inmediatas? ¿Cuál es, en cam-bio, el papel de actores (como las universidades) institucional-mente dedicados a la investigación pero dependientes en esto definanciamientos externos? ¿Qué influencia tiene la financiaciónsobre la difusión de informaciones referentes a las innovaciones?Todas preguntas, como se puede notar inmediatamente, que tie-nen una influencia directa sobre la planificación y la proyecta-ción de los productos, vale decir, sobre la actividad principal deldiseño industrial.

Cada una de las preguntas precedentes podría identi-

ficar un programa entero de investigación y, por lo tanto, dadoel espacio disponible, es obligatorio ocuparse aquí sólo de algu-nas de ellas y hacerlo sucintamente. De todos modos, su simpleenunciación basta para tener un cuadro de conjunto de lascuestiones sobre el tapete, sobre su complejidad y, por ende, delas dificultades que se deben superar para encararlas.

Partamos de algunas reflexiones elementales sobre laeficacia de los financiamientos en cuanto factores de innova-

ción. Esta eficacia se da por descontada en los modelos de pro-ceso innovador más difundidos en la opinión corriente. Todosprevén, aunque con algunas variantes, que la innovación se ge-nera en el interior de una caja negra que tiene como output laspatentes producidas y registradas y, como input , justamente losrecursos financieros, además del personal y los equipos. Ahoraestán consolidados los límites y los defectos de semejantes mo-

delos y no sólo a continuación de aquellos que se podrían defi-nir, utilizando la terminología de Nathan Rosenberg, como las“exploraciones” efectuadas en el interior de la caja negra.

Esas exploraciones han evidenciado una situación muy articulada precisamente por lo tocante a la efectiva necesidadde financiamientos para emprender y desarrollar proyectos in-novadores. Por ejemplo, no obstante que investigación y desa-rrollo sean habitualmente tratados juntos, tanto que casi

constituyen un todo, los recursos empleados en las fases de de-sarrollo son muy superiores a los necesarios para las de investi-gación (como promedio en una relación de diez a uno).

 Además, existen sectores de la investigación avanzada que son,efectivamente, capital-intensive ; otros sectores, en cambio, lo sonmucho menos, aunque sólo fuese porque no requieren el usode equipos y aparatos muy costosos. Estas observaciones son departicular interés para el diseño industrial en razón de la varie-

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3. Diseño industrial y actores de la innovación tecnológica

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dad de vínculos que instaura con múltiples sectores productivos y con diversos pasajes de investigación y desarrollo que condu-cen a una renovación de producto.

 Viéndolo bien, hasta las hipótesis sobre los output  y losinput del proceso innovador son parciales. Lo son para lo queconcierne a los output en cuanto no todas las innovaciones pa-san a través del filtro de las patentes; por lo que se refiere a losinput , porque aun innovaciones muy importantes salen a la luzen contextos diversos de los centros de investigación y desarro-llo fuertemente estructurados y dotados de recursos consisten-

tes. Al respecto es esclarecedora la famosa y en absolutoresignada declaración programática de lord Rutherford, prota-gonista de primer plano de la física atómica y premio Nobel defísica en 1908: “We’ve got no money, so we’ve got to think” . A pesarde todo, es innegable el papel principal de los recursos y, en par-ticular, de aquellos que los actores públicos ponen a disposiciónde las actividades de investigación y desarrollo para la produc-ción y la difusión de innovaciones.

Por otra parte, este tema se hace comprensiblementemuy delicado cuando es considerado como parte de la contro-

 versia sobre qué actividades de investigación y desarrollo tienenderecho a ser financiadas con recursos públicos en razón de losbeneficios sociales que producen. Entran en este cuadro las dis-cusiones sobre la oportunidad y la legitimidad de sostener confinanciamientos públicos innovaciones que luego son disfruta-

das comercialmente por personas privadas. Incluso, entran allí las viejas contraposiciones sobre los ingentes beneficios asigna-dos a los presupuestos militares.15 Las argumentaciones esgrimi-das para justificar la entidad de estos últimos financiamientosse refieren, como es obvio, a la necesidad de cumplir con la ma-

 yor eficiencia posible las funciones primarias de la defensa na-cional. Pero también se asigna un gran peso a otras razones queaquí nos conciernen más de cerca.

Se sostiene que es justo financiar generosamente la in- vestigación militar, prescindiendo de los criterios comunes de

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15. Un testigo bien informado y no sospechado de cuanto sean ingentes los medios a disposi-

ción del ejército es Robert McNamara, subsecretario de Defensa en la época de la presidencia

Kennedy, quien, en su autobiografía hace notar con un tono más bien complacido: “este mi-

llón y medio de personas trabajaban para Defensa, lo que hacía al Pentágono más grande que

los veinticinco, treinta grupos industriales más importantes de América juntos. El presupuesto

anual de 280 millardos de dólares (valor en dólares de 1994) era mayor que todo el presupues-

to anual de cada uno de nuestros principales aliados en la OTAN.” R. McNamara, 1995, p. 22.

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 valuación y control de los resultados, porque las recaídas civilesserían tan importantes como para justificar este tratamiento es-pecial. En la práctica, al proceder así se equipara la investigaciónmilitar a la investigación de base descuidando –deliberadamen-te o no– las profundas diferencias de objetivos y de métodos quecontinúan subsistiendo entre las dos. Varios estudios recientesponen en duda el fundamento de la “teoría de las recaídas”(spin-off theory ). Es considerada con algún escepticismo tam-bién su versión más actualizada, la llamada “teoría del codesa-rrollo” (theory of co-development ), según la cual las inversiones en

el sector militar servirían al mismo tiempo a sus propios fines y a acelerar y agilizar el desarrollo de innovaciones civiles.16 Entodo caso, aun teniendo la mente libre de preconceptos ideo-lógicos, no parece fuera de lugar, en una situación como la ac-tual caracterizada por una marcada escasez de recursos,reclamar un mayor rigor en las políticas de asignación de fon-dos y en el control de los resultados. En este contexto no de-berían escandalizar ni siquiera la obstrucción parcial de

algunos canales de financiamiento de la investigación militaro su desviación hacia objetivos más urgentes y cuyas ventajas co-lectivas sean más seguras.

 Aun para lo que se refiere al financiamiento público dela actividad de investigación y desarrollo de las empresas privadas,se hace referencia, a veces de modo impropio o forzado, a algo pa-recido a la teoría de las recaídas y a la del codesarrollo. Se sostiene,

de modo no del todo desinteresado, que cualquier beneficio delque gozan las empresas está justificado ya que, necesariamente, setransforma en ventajas para toda la colectividad. No obstante lasperplejidades que suscitan estas argumentaciones expeditivas, laconsistencia de la apuesta en juego y el comprobado entrelaza-miento de intereses individuales y colectivos hacen necesario un ra-zonamiento mucho más profundizado que el apenas esbozado apropósito de la investigación militar.

No hay duda de que existen diferencias (cuando noabierta contradicción) entre los intereses, los objetivos y las es-pectativas que empresas y actores públicos tienen frente a las in-novaciones técnico-científicas. Y por cierto no son aspectos depoca monta aquellos sobre los que se manifiestan esas diferen-cias. Basta con mencionar alguno para convencerse.

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3. Diseño industrial y actores de la innovación tecnológica

16. Véanse A. Markusen y J. Yudken, 1992; E. Braun, 1995.

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La diferencia más evidente, aunque tal vez justamentepor esto es soslayada a menudo, reside en el hecho de que la ra-zón de ser de cualquier empresa es la obtención del máximo pro-

 vecho posible como condición necesaria para la supervivenciamisma de la empresa. La función institucional primordial de to-da administración pública es, en cambio, para decirlo con ciertoénfasis y no sin una pizca de ingenuidad, el cumplimiento de ac-ciones orientadas hacia el logro del “bien común”. Aun sin sub-

 valuar el papel social desempeñado por las empresas y la enormemole de reflexiones y de estudios efectuados sobre el concepto

mismo de “bien común”, creo que para nuestro objetivo continúasiendo confiable la versión de bien común que está en la base delas teorías utilitaristas y que lo identifica sustancialmente con ellogro del máximo beneficio para el mayor número. Constatar laexistencia de tales diferencias no comporta por cierto una acti-tud de sospecha o directamente un prejuicio inmotivado contralas empresas, pero en cambio contribuye a crear esa clara distin-ción de papeles que todos desean. Además, determina algún sig-

nificativo elemento de claridad por lo que concierne al tema delque nos estamos ocupando, en cuanto hace manifiesto que lasempresas, a diferencia de los actores públicos, consideran las in-novaciones como componente irrenunciable del bagaje que po-seen para afrontar la rivalidad con los competidores.

Una consecuencia directa e inmediatamente percepti-ble de este hecho es la diferente posición acerca de la libre difu-

sión de los resultados de la investigación y de las informacionessobre las oportunidades producidas por los procesos innovado-res. Libre circulación que es un deber ineludible para los actorespúblicos y, en cambio, para las empresas, es poco decir que se tra-ta de una herejía. Precisamente sobre este punto, por ejemplo,la fuerte presencia de las empresas en algunos campos de la in-

 vestigación ha modificado normas no escritas pero rígidamenteobservadas por la comunicad científica y académica. La expre-

sión publish or perish , que ha guiado siempre la actividad de inves-tigadores universitarios, en estos casos es suplantada por lanecesidad de adecuarse a las férreas leyes del secreto industrial.17

El fuerte “sentido de propiedad” en confrontacióncon las innovaciones está sancionado oficialmente por el sis-tema de las patentes. Esto explica también el comportamien-

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17. Véase L. Wofsy, 1986.

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to competitivo de las empresas que las lleva a valorar la intro-ducción de innovaciones de producto, de proceso y de estruc-tura organizativa esencialmente en términos de consecuenciassobre el propio posicionamiento respecto de los competido-res. Ésta es la razón por la cual las decisiones sobre las inver-siones en investigación y desarrollo son tomadas por lasempresas, recurriendo más o menos explícitamente a instru-mentos como la teoría de los juegos, que se basan precisamen-te sobre la contraposición de intereses. Esto se verifica tantopara cada empresa como para los agrupamientos privados bu- 

siness oriented con intereses similares y se manifiesta a través decomportamientos concretamente puestos en acción en mu-chas circunstancias.

Para limitarnos a algunos ejemplos, las circunstanciasque guían a una empresa en el análisis de costos y beneficios paraelegir el momento en el cual poner efectivamente en producción

 y comercialización los resultados de la actividad de investigaciónson consideraciones estratégicas,18 como también la guían en la de-

cisión sobre el grado del propio compromiso en una actividad deinvestigación y desarrollo en competición con otras empresas delsector. En una escala completamente diferente, son consideracio-nes estratégicas las que orientan la actividad de investigación y de-sarrollo de las empresas importadoras de materias primas y recursos energéticos para liberarse de un estado de dependenciaconsiderado excesivamente vinculante en comparación con los

exportadores. En fin, se pueden descubrir a veces consideracionesestratégicas aun en la base de comportamientos aparentementecooperativos, como la concesión para la explotación de una paten-te acordada por la hacienda tenedora a uno de sus propios com-petidores. De este modo, en efecto, no se propone obtener unbeneficio económico inmediato y tanto menos favorecer desinte-resadamente al competidor a quien concede el uso de la patente;en realidad, con esta concesión a un competidor se pretende limi-

tar la competitividad de otros que se consideran más temibles.19

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3. Diseño industrial y actores de la innovación tecnológica

18. Empleamos aquí la expresión “acción estratégica” en la acepción técnica que le fue atri-

buida por J. Habermas (1981) de “acción social orientada al éxito” contrapuesta a la “acción

comunicativa” entendida como “accionar social orientado al entendimiento”.

19. Entre los numerosos textos que, desde distintas ópticas culturales y científicas, se ocupan

de la aplicación de la teoría de los juegos o de técnicas de decisión orientadas al éxito, en el

campo de la investigación y del desarrollo véanse P. Dasgupta, R. Gilbert y J. Stiglitz, 1983; S.

A. Lippman y K. F. McCardle, 1987; K. E. Rockett, 1990; N. L. Rose y P. L. Joskow, 1990.

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Las administraciones públicas, al contrario, para cum-plir con sus deberes institucionales, no pueden más que perse-guir, a través de las medidas de apoyo a la innovación, el máximoposible de cooperación entre las empresas y entre éstas y losotros actores de la innovación.

En algunos sectores productivos se están verificando,hay que reconocerlo, experiencias de cooperación en el campode la investigación entre empresas objetivamente competidorasen cuanto operan con el mismo tipo de tecnologías para la pro-ducción de series de productos equivalentes. Sin embargo, esto

no modifica en lo más mínimo las líneas esenciales del cuadroapenas delineado. Las razones por las cuales las empresas se de- jan comprometer o, a veces, se hacen promotoras de ambicio-sos programas comunes de investigación “precompetitiva” soncontingentes y tácticas, mientras sus estrategias de fondo nopueden menos que permanecer invariablemente competitivas.Más bien es precisamente con esta lógica que se explican loscomportamientos cooperativos.

Para comprender mejor los matices y las implicacionesde lo afirmado más arriba, conviene hacer referencia explícita-mente, aunque de modo fugaz, a algún caso de investigaciónprecompetitiva actualmente en curso de desarrollo en la esce-na internacional.

En las principales ramas de la tecnología de la informa-ción (industrias de los semiconductores, de la telecomunica-

ción, de los componentes y equipos de base, de la electrónicade consumo) se asiste ya desde hace algún tiempo a programasde investigación y desarrollo conducidos conjuntamente porgrupos competidores con el estímulo de conspicuas contribu-ciones públicas. Estas contribuciones están justificadas por laexigencia de mantener y también de aumentar, en sectores es-tratégicos, la competitividad general por parte de las principa-les áreas geopolíticas y productivas (Unión Europea, Estados

Unidos de América y Japón).Pero las reflexiones que empujan a los principales gru-pos a participar son difícilmente encauzables hacia algo similara una especie de espíritu olímpico. Ellos están dispuestos aaceptar de buen grado la que ha sido definida como “la compe-tencia limitada” (bounded competence )20 de las empresas en cam-

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20. Véase K. Morgan, 1991.

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pos cruciales como la investigación y desarrollo para los más clá-sicos de los motivos micro- y macroeconómicos. Los costos pa-ra el desarrollo y la adopción de innovaciones en este sector sontan elevados que resultan insostenibles para un solo grupo, aunde dimensiones respetables. El ritmo apremiante de la innova-ción hace que la vida media de cada nuevo producto sea dema-siado breve para poder planificar amortizaciones razonables delos gastos de investigación y desarrollo. Los tiempos brevísimosque transcurren en el pasaje de la fase de investigación y desa-rrollo a la de producción21 no permiten efectuar todas las veri-

ficaciones necesarias. Los riesgos de errores potencialmentefatales son, por lo tanto, demasiado elevados y es preferible sub-dividirlos con los propios competidores antes que afrontarlos enespléndido aislamiento.

El nivel muy alto de costos y riesgos tiene como conse-cuencia una drástica reducción del número de grupos capacesde mantener el paso de la innovación y de ahí la constitución,a pesar de la vigilancia de las varias autoridades antitrust, de oli-

gopolios, cuando no de verdaderos y propios monopolios. Demodo que la ocasión de formar parte de ellos es aprovechada,por los pocos que tienen la oportunidad, para participar en pri-mera persona en la formación de los rumbos de la evolución tec-nológica para tener a los competidores “bajo observación” y noser tomados por sorpresa, para contribuir a orientar los están-dares y la normativa del sector. Fenómenos muy similares se es-

tán comprobando en la industria aeronáutica y espacial, en laautomovilística y en la farmacéutica.22

Otro punto fundamental acerca del cual empresas y ac-tores públicos demuestran interés, por ciertos lados diametral-mente opuestos, es el de la relación entre innovaciones y nivelesocupacionales. En efecto, las administraciones públicas asig-nan, como es lógico, una gran importancia al alcance y al man-

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3. Diseño industrial y actores de la innovación tecnológica

21. La fuerte reducción del intervalo de tiempo que transcurre entre descubrimiento-inven-

ción y utilización en larga escala hace ya mucho que está bajo la atención de los estudiosos

del sector. Véase por ejemplo J. McHale, 1969. En algunos sectores, sin embargo, se está asis-

tiendo a un verdadero y propio cambio del orden de magnitud de este fenómeno.

22. Citamos, tomándolos del óptimo E. Braun, 1995, algunos datos numéricos como base de

cuanto hemos afirmado. Mientras en 1971 la proyectación del primer microprocesador inven-

tado por Ted Hoff de la Intel requirió nueve meses-hombre, actualmente la proyectación de

un nuevo chip necesita más de cien años-hombre. Se calcula que la construcción de las plan-

tas de producción del chip más avanzado requiere una inversión comprendida entre

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tenimiento de valores cada vez más elevados de los índices quedescriben en términos cualitativos y cuantitativos la situaciónocupacional. Muy a menudo, las políticas de innovación de lasadministraciones públicas tienen como objetivo primario la sus-titución de tecnologías obsoletas por otras más avanzadas justa-mente por cuanto se considera que estas últimas aumentan lacalificación del personal empleado y ofrecen nuevas oportuni-dades de trabajo.

Para las empresas, en cambio, introducir una innova-ción se justifica principalmente si con ella se consigue una re-

ducción de costos de los “factores productivos” y, en especial,del costo del “factor trabajo”. Inmediatamente, se han elabora-do en la teoría económica clasificaciones que teorizan abierta-mente sobre estos principios y, sin caer en sofisticacionesteóricas y falsos pudores, subdividen las innovaciones en neu-tral, labour-saving  y capital-saving .23 Existen culturas empresaria-les muy conocidas y estudiadas –primera entre todas la

 japonesa– que, a primera vista, pueden parecer a contraco-

rriente por cuanto atribuyen un gran valor a una relación es-table y de “fidelidad recíproca” entre empresa y trabajadores.La permanencia del personal, entre otras cosas, asegura a lasempresas una sedimentación de experiencia y de conocimien-tos preciosa aun para la introducción de innovaciones.24 Peroestas peculiaridades, aun siendo especialmente significativasbajo muchos aspectos, no parecen subvertir la tendencia de

fondo a limitar el costo del trabajo creciente gracias al empu- je de factores como la automatización, la internalización pro-ductiva y, en consecuencia, el reducido poder contractual delas representaciones sindicales.

Es verdad que estos cálculos sobre niveles ocupacionalesno son realizados a escala de una sola empresa, sino que debentener en cuenta las compensaciones y las nuevas oportunidades

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1,5 y 2 millardos de dólares. Los costos de desarrollo del avión Boeing 767 han sido de cercade 3 millardos de dólares y su proyectación se ha prolongado por seis años. En la industria

automovilística se calcula que Volkswagen ha invertido 1,6 millardos de dólares para el de-

sarrollo del nuevo Golf y que Ford ha gastado 6 millardos de dólares en seis años para el de-

sarrollo del Mondeo y de sus derivados. En la industria farmacéutica, el costo medio estimado

para la introducción de un nuevo producto ha sido más que duplicado en diez años, pasan-

do de 100 a 231 millones de dólares.

23. J. Robinson, 1938.

24. Véanse R. R. Nelson, 1982; R. Florida y M. Kenney, 1990.

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provenientes, a nivel de sistema, de la aparición de nuevas activi-dades. No obstante, parece lógico dudar de que la sumatoria deactividades especialmente labour-saving pueda tener como resulta-do un sistema labour-generating en general. Aun admitiendo quepueda ser así, es sin ninguna duda contraindicado sostener, comodejan entender ciertas proclamas triunfalistas, que éste sea el pro-cedimiento más directo y eficaz para llegar al resultado deseado.25

De modo que, a corto plazo, los intereses acerca de laocupación de las empresas y de los actores públicos no puedencoincidir. Esta última consideración lleva a primer plano un te-

ma de interés más general para las políticas de innovación: el delentrelazamiento entre ópticas de breve, medio y largo plazo. Pa-ra los actores públicos, en tanto portavoces de intereses colecti-

 vos, la atención por todo lo que va más allá de lo inmediato esuna especie de deber institucional ineludible y se manifiesta, porejemplo, en todas las acciones tendientes a salvaguardar los in-tereses de las “futuras generaciones” y a administrar los recursoscon prudencia.

Los actores privados están, en cambio, sometidos, respec-to de este tema, a apremios contrastantes. Por cierto no puedenpermitirse ignorar los vínculos del “aquí y ahora”, pero al mismotiempo están directamente interesados en un discurso de más am-plio aliento. Aunque ya está definitivamente comprobada la inefi-cacia de las técnicas precautelares y programáticas de medio-largoplazo experimentadas hasta ahora, un cuadro de referencia no de-

masiado sujeto a oscilaciones nerviosas y extemporáneas siguesiendo una exigencia primordial para los actores privados. Un ca-so emblemático de estas tribulaciones es justamente el que con-cierne a los problemas de la ocupación. Más arriba hemos hechoreferencia a las urgentes razones a favor del corto plazo. Por otraparte, los fenómenos de desocupación, subocupación y descalifi-cación profesional están alcanzando dimensiones tales que confi-guran escenarios globalmente inquietantes.26 Desde el momento

en que un debilitamiento social generalizado tendría resultadosdevastadores aun para los intereses de medio plazo de las empre-sas (basta con pensar en los efectos del derrumbe del poder ad-

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3. Diseño industrial y actores de la innovación tecnológica

25. Este tipo de discusión es de gran actualidad con referencia a los efectos sobre la calidad y

cantidad de ocupación inducida y eliminada de la tecnología de la información y del teletra-

bajo. Pero ni siquiera en este caso los escenarios excesivamente optimistas aparecen muy con-

vincentes. Véanse al respecto T. Maldonado, 1997 [1998]; P. Borgna, P. Ceri y A. Failla, 1996.

26. Véase J. M. Borthagaray, 1992.

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quisitivo) es por lo menos deseable que en este terreno se puedanencontrar formas efectivas de cooperación.

Un último punto del que querría ocuparme a propó-sito de la posible divergencia entre los intereses de los actorespúblicos y los de aquellos privados es la relación entre políticasinnovadoras y políticas localizadoras. En el mundo empresarial,parecen prevalecer fenómenos de globalización y de transferen-cia de actividad sobre la base de consideraciones de pura con-

 veniencia económica (costos inferiores de la mano de obra y menos reglamentaciones de las relaciones de trabajo, menores

controles sobre los procesos productivos, etcétera). Los actorespúblicos, por el contrario, están muy interesados en políticas lo-calizativas que estimulen la difusión y la radicación de las activi-dades más innovadoras en el territorio que les corresponde.

Sería un error creer que las empresas, y especialmente lasmás innovadoras, sean indiferentes a la localización de su actividado estén guiadas exclusivamente por miopes cálculos contables. Es-ta hipótesis esquemática está refutada por la realidad. Todas las in-

 vestigaciones empíricas efectuadas sobre los “distritos industriales”más innovadores ponen de relieve la importancia de los factoreslocales.27 Más aún, son precisamente los factores de este tipo losque determinan el éxito de los distritos y hacen de ellos, a poste-riori, casos de estudio para quien quiera reproducir ese éxito in vi- tro  y sobre el campo. En los Estados Unidos, por ejemplo, en uncuestionario que quería verificar los motivos por los que tantas em-

presas que se ocupaban con óptimos resultados en el campo delsoftware habían decidido establecerse en el estado de Washington,se ha obtenido un número sorprendentemente alto de preferen-cias contestadas como: “fundador o presidente nativo del estadode Washington”, “ambiente físico atrayente” y “buen clima”.28

Hay, sin embargo, aspectos del comportamiento locali-zativo de las empresas que los actores públicos no pueden hacerpropios integralmente y sin causar objeciones. De hecho, las em-

presas tienden a distinguir netamente aun desde el punto de vis-ta localizativo, entre actividades “apreciadas”, dirigenciales

Cultura social del producto

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27. Véase a título ejemplificativo el análisis del distrito del nordeste italiano desarrollado en

G. Gottardi, 1997, y, para una investigación de algunos de los más conocidos distritos inter-

nacionales como Silicon Valley y Route 128 en los Estados Unidos y el área extendida de To-

kio en Japón, R. Florida y M. Kenney, 1990; A. Saxenian, 1994. Sobre estos temas véanse

también G. Becattini, 1989; G. Benko y A. Lipietz, 1992; P. Perulli, 1998.

28. P. Haug, 1991.

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(entre las cuales las de investigación y desarrollo y, a menudo,también las de planificación y proyectación de los productos) y actividades repetitivas y no calificadas. Los tan decantados fenó-menos de globalización e internacionalización productiva se re-fieren casi exclusivamente a la segunda categoría, mientras quepara la primera continuán valiendo criterios de instalación mu-cho más sensibles a lógicas “nacionales”. Las excepciones a estaregla son sólo temporarias y coyunturales. Un ejemplo esclare-cedor al respecto es el citado por Mario Bunge de la Philips, queinstaló un laboratorio de investigación y desarrollo en Buenos Ai-

res, en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, cuando la Alemania nazi ocupó militarmente Eindhoven y lo desmantelóal día siguiente de finalizar la guerra.29

Los actores públicos, en cambio, están institucional-mente interesados en el conjunto de los “ingredientes” queconstituyen el “sistema local de la innovación”: sistema educati-

 vo, sistema de la investigación de base, sistema de protección dela propiedad intelectual, sistema industrial de investigación y 

desarrollo, capacidad de gestión industrial, mercado de capita-les de inversión, mercado de productos tecnológicos y mercadodel trabajo.30 Por este motivo es esencial para las administracio-nes públicas conectar las políticas innovadoras con las otras po-líticas sectoriales de su respectiva competencia en el cuadro deuna clara política localizativa.31 Esta exigencia de conexión esparticularmente evidente en las situaciones más extremas de los

países periféricos, en los cuales la innovación y la investigaciónson vistas como posibles motores para la creación de desarrollo.Mario Bunge ha demostrado que, en esas situaciones, dirigir to-do sobre una investigación aplicada que debía producir resul-tados inmediatos ha sido a menudo una ilusión y, peor aun, unade las razones principales de muchos fracasos. Un verdadero de-sarrollo puede provenir sólo de un real equilibrio entre investi-gación de base y determinados tipos de investigación aplicada.32

La mención del hecho de que sólo “determinados” ti-pos de investigación y desarrollo sean merecedores de atenciónen el ámbito de las políticas innovadoras nos lleva a uno de los

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3. Diseño industrial y actores de la innovación tecnológica

29. M. Bunge, 1997.

30. E. Braun, 1995.

31. Véase E. Giese y J. Nipper, 1984.

32. M. Bunge, 1997.

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hilos conductores que hemos seguido en el examen de la rela-ción entre actores privados y públicos. Lo afirmamos sintética-mente en forma interrogativa: ¿qué criterios de juicio debenguiar la asignación de prioridades en las políticas de apoyo a lainnovación? O, para ir directamente al corazón del problema,¿qué actividades de investigación y desarrollo realizadas porprivados merecen usufructuar financiamientos públicos? Unarespuesta igualmente sintética y directa podría indicar comocriterio determinante para la decisión inicial el beneficio quela innovación promete producir para la sociedad en general

seguido por un atento control de los resultados en curso derealización.Éste es, indudablemente, un criterio muy simplificado

pero permite trazar algunas claras líneas de demarcación y ex-traer indicaciones no banales. Por lo menos hace posible esta-blecer con cierta tranquilidad los casos en los cuales el apoyofinanciero público está seguramente justificado, aquellos en losque seguramente no lo está, y además proporciona argumentos

bastante sólidos para discutir sobre infaltables casos controver-tidos. Sobre la base de este criterio están seguramente justifica-dos los apoyos a la innovación en sectores cuya utilidad socialestá fuera de discusión como, por ejemplo, el de las tecnologíaspara el control y la salvaguarda ambiental; el de la medicina; elde las “tecnologías limpias”; el del desarrollo de las fuentes deenergía “limpias” y renovables. No son en cambio admisibles los

financiamientos públicos que se configuran como una indebi-da y a menudo ineficaz interferencia en campos que deben per-manecer por completo pertinentes a las fuerzas económicas y ala libre competencia entre ellas.

Un típico caso controvertido es el de la tecnología dela información. No es fácil encontrar argumentos persuasivospara sostener la utilidad de ingentes financiamientos públicosque sirvan sólo para producir innecesarias aceleraciones de un

proceso innovador autorreferencial. Por otra parte, la accióncombinada de algunas innovaciones pertenecientes a la familiade la tecnología de la información puede producir efectos decierto relieve sobre las modalidades de desenvolvimiento de lasfunciones institucionales de las administraciones públicas. Lacontribución de tales tecnologías, dicho de manera extremada-mente sintética, es tanto más importante cuanto más capilar-mente logran difundir las informaciones, las oportunidades

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concretas de participación y los instrumentos de control. Hay numerosas posibilidades de aplicación en diversos y significati-

 vos campos de acción que recaen bajo la responsabilidad de lasadministraciones públicas. Citemos sólo algunas.

En el campo de la planificación de la movilidad, unaporte esencial de estas innovaciones tecnológicas consiste enpotenciar la oferta de información y las posibilidades de orien-tación para los ciudadanos. Piénsese sólo en formas más sofisti-cadas de señalización caminera; puntos fijos de informacióninteractiva sobre las condiciones del tráfico, sobre los horarios,

los recorridos y las combinaciones de los diversos medios públi-cos de transporte; la posibilidad de usufructuar, gracias al em-pleo de satélites, de muchas de estas informaciones sobre cada

 vehículo. Tal vez aun más importante es el apoyo que tales tec-nologías pueden ofrecer a los entes administrativos y de gestiónque tienen el deber de organizar y hacer funcionar lo mejor po-sible las diversas formas de movilidad individual y colectiva. Alu-do aquí en especial al perfeccionamiento de las técnicas para el

control en tiempo real de la movilidad, de las técnicas para elintercambio de información entre entes y de las técnicas, en fin,para la formalización y modelación de los procesos de decisión.

Consideraciones del todo análogas valen con referen-cia al campo de acción de los entes de gestión de las infraestruc-turas de redes operantes en una ciudad: desde aquellas para ladistribución del agua, de la energía eléctrica y del gas, a las del

acantarillado, a las telefónicas, hasta las redes informativas mássofisticadas. Las innovaciones tecnológicas, en cuanto facilitanla posibilidad de adquirir, elaborar, combinar y utilizar en tiem-po real las informaciones, ejercen con seguridad una influen-cia positiva sobre el proyecto, la realización, el mantenimiento,la gestión y el control de cada red. No sólo eso. Ofrecen la opor-tunidad de superar un planteamiento para compartimientos es-tancos de cada ente de gestión, de crear y actualizar una base

común de datos e instrumentos cartográficos digitalizados capa-ces de producir notables economías de gestión y evitar al me-nos las más notorias superposiciones e incongruencias.

Se podría proseguir recordando el papel que estasinnovaciones pueden desempeñar y, al menos en parte, ya de-sempeñan, para la solución de problemas colectivos, como losambientales, en la medida en que favorecen el intercambio deinformaciones entre científicos, técnicos, industrias y admi-

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3. Diseño industrial y actores de la innovación tecnológica

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nistraciones públicas o vuelven más incisiva la transmisión deinformaciones que induzcan en los ciudadanos comporta-mientos ambientalmente sostenibles. Pero alargar la lista delos ejemplos no añadiría nada a un escenario ya delineadocon suficiente claridad. Las administraciones públicas tienensólidas razones para favorecer y encaminar las innovacionesde las infraestructuras puntuales y de red, de los productos y de los respectivos modos de uso en el sector de la informáti-ca y de la comunicación.

De modo que se confirma que un importante criterio

adicional para juzgar acerca de la validez y legitimidad de los apo- yos públicos a las innovaciones consiste en verificar el grado deconvergencia con otras políticas prioritarias de los actores públi-cos.33 Por el contrario, perseguir una convergencia semejante re-quiere a veces una difícil coordinación entre diversas estructurasorganizativas operantes dentro de cada administración pública.

 A propósito es interesante la constatación un poco desconsoladade D. A. Bromley, asistente del presidente de los Estados Unidos

George Bush para la ciencia y la tecnología, de que “más de vein-te agencias federales apoyan programas vitales de ciencia y tecno-logía” y que “por lo menos otras dieciocho agencias se ocupan dela transferencia tecnológica a la industria”.34 Además, conectan-do las políticas de la innovación con otras políticas sectoriales, seamplía el abanico de los aspectos involucrados y se vuelve máscomplejo también el sistema de decisión. En efecto, cada nuevo

aspecto introducido comporta la intervención en las elecciones y en la determinación de las prioridades de actores públicos y pri- vados, institucionales, no institucionales o casi institucionales. Pe-ro esta complejidad es inevitable en cuanto está íntimamenteconectada con los procesos innovadores y es también una condi-ción indispensable para elaborar programas que tengan sólidasconexiones con la realidad y, por lo tanto, esperanzas de éxito.

Por otra parte, es inevitable una reflexión sobre los ins-

Cultura social del producto

106

33. En esta dirección parece moverse, por ejemplo, el documento de la Comisión Europea,

Propuesta de decisión del Parlamento Europeo y del Consejo relativa al Quinto programa

cuadro de las acciones comunitarias de investigación, de desarrollo tecnológico y de

demostración, 30 de abril de 1997. Ulteriores aspectos aceptables de este programa son la in-

troducción de momentos de control y de revisión intermedia de los objetivos y de los resulta-

dos de los programas de investigación financiados, como la elección de apoyar el desarrollo

de redes de cooperación entre los centros de investigación institucionales.

34. D. A. Bromley, 1994.

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trumentos utilizados por los actores públicos para ayudar y guiarlos procesos innovadores. Las administraciones públicas están

 viviendo una fase de transición de una situación en la que eranpropietarias y muchas veces dirigían en condiciones de mono-polio importantes servicios e infraestructuras de utilidad públi-ca, a otra situación en la cual estas mismas actividades ven unaintervención masiva de operadores privados.35 Para continuarcumpliendo con los deberes de tutores de los intereses colecti-

 vos, deben potenciar las propias capacidades de control po-niendo a punto instrumentos diferentes de los tradicionales y 

más aptos para operar desde el interior de una lógica de mer-cado en vez de proceder prescindiendo de esta lógica.Un primer instrumento desde hace tiempo a disposi-

ción de los actores públicos, aunque todavía escasamente ana-lizado desde esta perspectiva, es la capacidad de influir sobreel desarrollo de determinados productos y procesos producti-

 vos que poseen usuarios privilegiados, cuando no exclusivos,de algunas innovaciones tecnológicas. Muchos protagonistas y 

estudiosos de los procesos innovadores comparten la idea deque las innovaciones se producen en las industrias con el ob-

 jetivo principal de encontrar los favores de un “consumidor”más bien genérico. Es el llamado modelo market-pull de los pro-cesos innovadores, tradicionalmente contrapuesto al modelotechnology-push , que asigna, en cambio, a la tecnología la capa-cidad de imponer sus propias innovaciones a un mercado pa-

sivamente receptivo.La hipótesis market-pull en su forma clásica introduceuna primera distorsión en cuanto crea arbitrarias discriminacio-nes aun dentro del mismo mundo de las empresas. Al procederasí se considera que son promotoras de innovaciones sólo las em-presas que producen bienes finales, descuidando injustamente atodas aquellas que, en el proceso productivo, se sitúan aguas arri-ba. Pero, haciendo referencia sólo a un hipotético y difuso com-

prador medio, se corre el riesgo de que queden poco exploradas y menos aun practicadas las fuertes potencialidades que los acto-res públicos (en especial las administraciones públicas) tienen deinfluir en el éxito de algunos tipos de innovaciones ejerciendo apleno su papel de compradores de productos y servicios agrega-

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3. Diseño industrial y actores de la innovación tecnológica

35. El más clásico de los ejemplos en este sentido es el de la industria de la telecomunicación,

en la que están desapareciendo gradualmente las condiciones de monopolio de los llamados

“telecom club”.

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dos y, justamente por esto, dotados de un notable poder contrac-tual.36 En la práctica, lo que proponemos aquí es una revisión delacercamiento market-pull , en el que tengan un peso determinan-te no sólo las preferencias atribuidas –arbitrariamente o no– a losconsumidores individuales, sino también las necesidades verda-deramente expresadas por los grandes compradores colectivos.

Por otra parte, intervenir no sólo en el nivel de los pre-cios sino también sobre los parámetros cualitativos y de prestaciónde los productos y de los servicios adquiridos es actualmente unapráctica bastante difundida entre los actores públicos. Un fuerte

incremento de las demandas formuladas en términos de presta-ción seguramente puede contribuir a dar impulso al proceso in-novador. De este modo, en efecto, se abre el camino a solucionesque, aun prescindiendo de las tipologías objetuales y tecnológicasexistentes, demuestren satisfacer las exigencias de los comprado-res y de los usuarios finales. Las administraciones públicas, ade-más, tienen óptimas razones para aprovechar su posiciónprivilegiada de grandes compradores de productos y servicios,

puesto que esos productos y servicios son esenciales para el cum-plimiento de sus deberes institucionales y parainstitucionales. Es-tas dos condiciones (poder contractual y motivaciones profundas)dejan entrever interesantes potencialidades desde el punto de vis-ta de la innovación. Se podrán abrir nuevas espirales para la ela-boración y la ejecución de políticas innovadoras eficaces por partede los actores públicos (entendidos como usuarios de innovacio-

nes) a condición, obviamente, de que se desarrolle una adecuadaconciencia y se asuman comportamientos en consecuencia.37

Desde nuestro punto de vista esta perspectiva es de

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108

36. Para hacerse una idea de la importancia de ese poder contractual basta con pensar que

en los países de la OECD (Organization for Economic Co-operation and Development) los ac-

tores públicos efectúan compras de productos y servicios por un monto variable entre el 5%

y el 15% del producto bruto interno. En los países adherentes a la Unión Europea, esto se tra-

duce, cada año, en un gasto de 720 millardos de ecus equivalentes a cerca de 2.000 ecus por

cada ciudadano de la Unión. OECD, Greener Public Purchasing, 1997.

37. Se han tomado importantes iniciativas a nivel internacional para fijar criterios y líneas guía

comunes para las políticas de compra de los entes públicos. Se deben recordar las directivas

de la Unión Europea, que proporcionan al respecto una grilla legislativa ya suficientemente

definida. Además, se pueden mencionar las iniciativas de la Comisión Europea para mejorar

y potenciar las prácticas de public procurement en mercado interno de la Unión Europea y

para coordinar esas prácticas con otras políticas comunitarias como las concernientes al am-

biente. Un testimonio ulterior de la importancia que está adquiriendo esta temática es la

asunción por parte de la OECD de lo sostenible ambientalmente en el public procurement co-

mo ámbito de trabajo estratégico.

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enorme interés. No sólo demuestra el compromiso inicial se-gún el cual el sistema de los interlocutores del diseño industrialcon referencia a las innovaciones es mucho más rico de cuan-to normalmente se tienda a considerar. Vuelve también muchomás explícito y comprensible el significado de la afirmación,que compartimos, sobre la base de la cual el diseñador indus-trial interpreta y representa, en el cumplimiento de su propiaactividad, las necesidades de los “usuarios” de los productosque proyecta. En este caso, en efecto, el usuario ya no es sólouna entidad definida únicamente en términos estadísticos con

el que se mantienen relaciones vagas y filtradas por estructuras y procedimientos de análisis de mercado. Es, en cambio, unconjunto de personas muy concreto, aunque compuesto y arti-culado. Con este conjunto de personas, en cambio, se puedeinteractuar directamente hasta imaginar específicas oportuni-dades de intervención profesional para los diseñadores indus-triales precisamente dentro de la estructura organizativa de losactores públicos de la innovación. En este caso, el diseñador

industrial podría asumir diversas funciones: planificar, desde laóptica de un gran usuario público, la compra, la administra-ción y el mantenimiento de los productos que éste utiliza parael desenvolvimiento de su actividad institucional, señalar las ne-cesidades de innovaciones y, en fin, contribuir a realizarlas.

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3. Diseño industrial y actores de la innovación tecnológica

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4. Didáctica, investigación y diseño industrial

La introducción con todo derecho del diseño industrial en el sis-tema universitario ha hecho surgir oportunidades, problemas y temas de reflexión desconocidos para una formación extrauni-

 versitaria preocupada sólo por proporcionar una pura y simple“profesionalidad”. No porque entre los dos tipos de formaciónlas relaciones estén totalmente ausentes o que falten superposi-ciones y objetivos comunes. En efecto, aun la formación univer-

sitaria debe proveer de aptitudes profesionales, pero tambiéntiene ulteriores y específicas funciones y encara con diferentesmodalidades las tareas comunes. Esto es bastante obvio si sepiensa en la peculiaridad de la institución universitaria madu-rada en el tiempo a través de la confrontación de modelos cul-turales y organizativos muy diferenciados y caracterizada por elentrecruzamiento de funciones de didáctica, de investigación y 

de servicios prestados a la comunidad en la que actúa y a la so-ciedad en general. Volver a recorrer la historia de la presencia relati-

 vamente breve, aunque significativa, del diseño industrialen la institución académica consiste, sobre todo, en exami-nar en perspectiva las cuestiones más importantes de la ac-tual didáctica del diseño industrial a la luz de los principalesmodelos de universidad que se han sucedido en los siglos.

Esto puede ser, por lo tanto, de gran interés. Estos diversosmodelos de universidad manifiestan, en efecto, distintasconcepciones del saber, de su papel social y de las relativasmodalidades de producción y transmisión. De modo que re-flexionar sobre esos modelos puede ser un modo de añadira la educación en el campo del diseño industrial una “filo-sofía de la educación”, o sea, una “teoría capaz de dar unafinalidad y, por lo tanto, intencionalizar la actividad del

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educador”.1 Pero hay también un interés más práctico, casi ins-trumental: muchos de los nudos problemáticos que debemosenfrentar ya en la didáctica del diseño industrial a nivel univer-sitario tienen, de alguna manera, antecedentes en problemasextensamente encarados en el pasado, cuyas trazas son bien vi-sibles y condicionantes en la actual estructuración de la univer-sidad. Por lo tanto, es conveniente colocarlos en ese contextomás vasto con el fin de confeccionar un cuadro en el que esténclaras todas las implicaciones y que permita entonces emplearelecciones más fundadas.

Por cierto, algunas cuestiones no son enteramentenuevas. ¿Qué tipo de diseñador industrial queremos formar?¿Qué aptitudes profesionales, qué instrumentos metodológicos

 y culturales debe tener a disposición? ¿Qué significan profesio-nalidad, competencia y especialización en el campo del diseñoindustrial? ¿Es posible, sobre la base de diferentes grados deprofesionalidad, competencia y especialización, identificar dis-tintos perfiles profesionales en el campo del diseño industrial

a los que correspondan también determinadas posiciones en elmundo del trabajo? ¿Cuál será en el futuro la capacidad de res-puesta proyectual del diseñador industrial a problemas nuevos

 y por el momento imprevisibles? ¿Qué papel desempeña el pro- yecto en la didáctica y en qué relaciones se encuentra con lasdisciplinas teóricas, técnicas y científicas? ¿De qué manera y enqué medida las ejercitaciones proyectuales en el ámbito didác-

tico proporcionan competencias transferibles a proyectos rea-les y, por lo tanto, utilizables en la actividad profesional? ¿Porqué, en las condiciones actuales, puede ser necesario e impor-tante encarar determinados proyectos y no otros? Dicho deotro modo, ¿un curso de estudios universitarios en diseño in-dustrial debe ocuparse de puntos temáticos específicos o teneren cambio un carácter más “neutral”? ¿Qué conexiones orga-nizativas y de contenido deberían ser puestas en acción y pro-

fundizadas con otros cursos de estudios proyectuales? ¿Quérelaciones existen entre didáctica e investigación, entre trans-misión, problematización y adelanto del saber en el campo deldiseño industrial?

En realidad, toda institución didáctica de cualquiertiempo dedicada al diseño industrial, pero más en general toda

1. T. Maldonado, 1959.

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4. Didáctica, investigación y diseño industrial

institución formativa operante en el campo proyectual se ha en-frentado con preguntas análogas. Del mismo modo se puede de-cir que algunas cuestiones de gran actualidad para la formaciónen el campo del diseño industrial pertenecen a la historia de lacontroversia en torno de la institución universitaria. En espe-cial, el debate sobre la posibilidad o no de incluir en sentidopropio en la universidad una formación profesionalizante o, alcontrario, la discusión sobre la oportunidad o no de restringir-la a la formación liberal. Otra discusión tradicionalmente liga-da al tema recién mencionado es la que se refiere al grado de

especialización que debería caracterizar a la universidad, sobrela relación entre formación especializada y generalizada. Segúnse opte por una solución o por la otra, se estará orientado haciamodelos didácticos y estructuras organizativas muy diferentes.

El período de la historia universitaria, si se quiere refle-xionar sobre el grado más oportuno de profesionalización y deespecialización, es sin duda el de los comienzos de la universidadmoderna en el siglo XIX. En efecto, en ese momento histórico,

las elecciones efectuadas sobre aquellos temas eran caracterizan-tes para los modelos de universidad que poco a poco eran pro-puestos y enfrentados. Como veremos dentro de poco, eso noquita que otras fases de la historia de la universidad, aun muchomás antiguas, como la medieval, estén en grado de proporcionarindicaciones preciosas con referencia a otros aspectos. Volver alos debates del siglo XIX sobre la universidad es interesante no

sólo porque permite remontarse a los orígenes de ciertos aspec-tos problemáticos cuyas diversas soluciones han dado lugar, enlos países europeos y extraeuropeos, a varios modelos de forma-ción superior. Aun para nosotros es específicamente relevante enla medida en que esas soluciones han recaído directamente so-bre la ubicación de los fines formativos referentes al diseño in-dustrial en el panorama universitario y consecuencias indirectas,pero siempre significativas, sobre los mismos contenidos y obje-

tivos de esos fines formativos.2

Tomemos como ejemplo el tema mencionado ante-riormente acerca de la posibilidad o no de incluir en la institu-2. La atribución de un elevado valor al análisis histórico de los sistemas universitarios en re-

lación con las estructuras sociales que los han generado ha caracterizado numerosas y auto-

rizadas propuestas de reorganización de la universidad contemporánea, sobre todo en

períodos en los cuales el fermento reformista era mayor. Véanse R. Aigrain, 1949; C. H. Has-

kins, 1957; C. Kerr, 1964; R. Holmes Beck, 1965; R. Mondolfo, 1966; A. Touraine, 1972; P. Sea-

bury, 1975; E. Garin, 1976; W. Jens, 1977.

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ción universitaria una formación de tipo profesional y especia-lizado. A partir de posiciones contrapuestas acerca de este temase han elaborado modelos culturales y organizativos de univer-sidad divergentes por completo. La reforma universitaria napo-leónica de 1815 ha dado a Francia una instrucción superiornetamente dirigida a la formación de técnicos, funcionarios y grand commis . Una formación, por lo tanto, con fuertes compo-nentes aplicables, profesionales y específicos cuyos elementosunificantes deben rastrearse, preferentemente, en la vertienteorganizativa y burocrática mientras, en cambio, los contenidos

didácticos son diferenciados en la medida en que reflejan la va-riedad de los perfiles profesionales. En la vertiente del diseñoindustrial, esta segmentación ha producido efectos destacablesaun en la actualidad. En efecto, en el panorama universitariofrancés es más marcada que en otras partes la tendencia a en-frentar la proyectación de los productos por compartimientosestancos con una separación más bien neta entre las institucio-nes que favorecen los componentes técnicos y las fases de inge-

nierización por una parte y, por la otra, las que se ocupan casiexclusivamente de los aspectos formales.3 La misma traducciónfrancesa de la expresión “diseño industrial” (esthétique industrie- lle ) es más bien clara al respecto.

Diametralmente opuesto, en este aspecto, era el plan-teamiento del modelo universitario propuesto por Wilhelm vonHumboldt para Berlín y a continuación extendido a toda Alema-

nia. En ese modelo, la universidad no tiene como objetivo trans-mitir profesionalidad y mucho menos proporcionar unaformación especializada, sino más bien configurarse como unacomunidad de formación e investigación que contribuya a la ela-boración y al desarrollo de una ciencia desinteresada, orgánica

 y “unitaria”.4 Esa comunidad está caracterizada por dos concep-tos diversamente articulados en la práctica en la que se conden-sa el espíritu de la universidad ideal según von Humboldt:

“libertad y soledad” ( Freiheit und Einsamkeit ).5

La “libertad” se ma-

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3. En este sentido son inequívocos también los resultados de la investigación llevada a cabo

por Quynh Delaunay, Conception de produits et/on design industriel? , 1996, por cuenta del

Département centres de ressources technologiques del Ministère de l’Éducation Nationale,

de l’Enseignement Supérieur et de la Recherche Français.

4. Véase A. Rigobello y otros, 1977.

5. H. Schelsky, 1963.

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nifiesta concretamente en la reivindicación de la libertad deenseñanza y de investigación por parte de los docentes, en ladenodada defensa de la autonomía (Selbstverwaltung ) de la co-munidad universitaria con respecto a eventuales presionesprovenientes de la sociedad a propósito de la gestión de los re-cursos y de la asignación de las cátedras y en la libertad de losestudiantes de someter a debate, crítica y refutación la ense-ñanza de los docentes. La “soledad” es casi una directa conse-cuencia de la libertad, expresa la idea de una comunidadcientífica que vive una experiencia existencial con fuertes con-

notaciones de “sacerdocio laico” o directamente de comuni-dad claustral. El rechazo, de raíz humboldtiana, de una funciónprofesionalizante para la universidad es una razón no secunda-ria de la peculiaridad del sistema formativo superior alemán enel cual existen instituciones especiales, las Fachhochschulen , sepa-radas de la universidad y en las cuales encuentra lugar la forma-ción profesional superior, comprendida la del campo del diseñoindustrial.

La propuesta de von Humboldt se caracteriza por dospeculiaridades ulteriores que son aun para nosotros significa-tivas.6 La primera es la institución dentro de la universidad deun nexo estructural de las funciones de investigación y didác-tica. Históricamente, un nexo semejante no se daba por des-contado; al contrario, en ciertos períodos se habían formadoinstituciones netamente separadas: de un lado las universida-

des que debían formar a los jóvenes para las futuras profesio-nes, del otro instituciones como el gymnasium academicum o lasacademias de las ciencias y de las artes en las que se concentra-ba una investigación ajena a las funciones didácticas. La segun-da peculiaridad relevante es el carácter “público” de launiversidad. Precisamente por sus características y sus funcio-nes de elemento propulsor de una ciencia desinteresada, launiversidad merecía ser incluida entre las obligaciones princi-

pales del Estado nacional y no podía ser confiada a manos pri- vadas o dirigida con criterios privatistas. En otros contextos, laorganización universitaria ha tomado caminos muy diferentes,al menos desde este punto de vista. En el sistema universitarioestadounidense, por ejemplo, el papel unificante del Estado esmuy débil, si no del todo ausente, mientras es aun más marca-

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4. Didáctica, investigación y diseño industrial

6. H. Weinstock, 1957.

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da la autonomía de las universidades particulares y la propen-sión a la competitividad basada incluso sobre la variedad de laoferta didáctica.

 Algunas características de la universidad humboldtia-na tienen sus raíces en experiencias históricas precedentes y trasponen los límites nacionales originarios para inscribirse encontextos culturales muy diferentes del iluminismo, del huma-nismo y del idealismo alemán. Por ejemplo, el Einsamkeit  y elfuerte sentido de autoidentificación de la comunidad de los do-centes y de los discípulos remiten al carácter iniciático y de

compromiso, inclusive en términos personales, de las escuelasfilosóficas helénicas surgidas en los primeros siglos de la espe-culación filosófica occidental en Grecia y en Sicilia. El papel desujetos activos y en absoluto subalternos de los estudiantes, queen la concepción humboldtiana contrabalancea la libertad deinvestigación y de enseñanza de los docentes, hace recordar loque ocurría en algunas universidades medievales. En particularrecuerda la situación del studium boloñés, en el que los estudian-

tes, a través de sus representaciones electivas, controlaban dehecho la gestión de la universidad y a los cuales estaba reserva-do hasta el título de rector.7 Pero tal vez más interesante aún esla similitud con la influencia que los estudiantes de las univer-sidades medievales ejercían sobre los contenidos de la didácti-ca. Piénsese en el papel determinante de los estudiantes en laproposición de los temas de las questiones quodlibetales , o sea, de

las confrontaciones organizadas antes de navidad, pascua y pentecostés en las que los docentes debían someter a públicadiscusión sus propias opiniones y sus propias tesis sobre esos te-mas. Contrariamente a las hipótesis de von Humboldt, la uni-

 versidad medieval era una institución de carácter asociativoprivado o, de todos modos, autónomo en relación con el Esta-do.8 Era una universitas studentium  y al mismo tiempo una uni- versitas docentium antes que una universitas studiorum  y, por lo

tanto, no estaba tan caracterizada por un modelo formativounitario garantizado por el Estado como por un acuerdo de ti-po privado entre quien quería aprender y quien estaba en gra-do de enseñar.

Cultura social del producto

116

7. G. Arnaldi, 1974; A. B. Cobban, 1975.

8. También era proverbial la distancia entre “ciudad y toga” (town and gown). Véase H. Wie-

ruszowski, 1966.

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También en otros países europeos se encuentra, en elsiglo XIX, esta mezcla de aspectos que conducen al modelohumboldtiano y otros netamente diferentes y explicables másbien sobre la base de tradiciones culturales autóctonas. Unbuen ejemplo es el modelo presentado en Inglaterra por JohnHenry Newman, uno de los fundadores del “Movimiento deOxford”, que ha contribuido a una apertura de las históricasuniversidades de Oxford y Cambridge9 frente a los nuevos fer-mentos de la sociedad británica del 1800 y luego convertido enrector de la futura universidad católica de Dublín. Lo que man-

comuna la universidad de Newman con la de von Humboldt es,por cierto, el concepto de una universidad entendida como“ambiente formativo” en el que el crecimiento personal globalde los alumnos debe prevalecer sobre su adquisición de espe-cíficas competencias y conocimientos inmediatamente utiliza-bles. Empero, partiendo de este principio, él llega sobre unsegundo argumento a conclusiones opuestas a las de von Hum-boldt. Sostiene, en efecto, la necesidad de mantener separadas

aun desde un punto de vista institucional y organizativo la di-dáctica y la investigación; la primera es precisamente colocadaen las universidades, la segunda se desarrolla más propiamen-te en las academias.

 Ante la alternativa entre carácter “liberal” y “aplicado”de la formación universitaria, Newman muestra, en perfecta sin-tonía con von Humboldt, una neta predilección por la prime-

ra, pero la confrontación, inevitable para él, con la tradiciónempirista y utilitarista de matriz anglosajona lo lleva a profun-dizar este tema añadiendo consideraciones que mantienen, aunhoy, un gran interés.10 Newman toma distancia sin duda del uti-litarismo benthamiano en cuanto sostiene que el objetivo finaldel hombre no es la “felicidad” sino el pleno desarrollo de sí mis-mo y afirma que “si se debe asignar un objetivo práctico a uncurso universitario, es el de preparar buenos miembros de la so-

ciedad”.11

No obstante eso, no considera terminado el discursosobre la utilidad de la enseñanza universitaria, no supone queesa utilidad sea incompatible con los ideales de una formaciónliberal y, al contrario, amplía muy oportunamente el concepto

117

4. Didáctica, investigación y diseño industrial

9. L. Stone, 1974.

10. A. Dwight Culler, 1955.

11. J. H. Newman, 1959.

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de útil. Ante todo subraya la importancia de una enseñanza quesea útil también para la sociedad en general y no sólo para elfuturo especialista al cual se imparte esa enseñanza. Destacapor otra parte que aun para la formación de un especialista sonútiles no solamente las enseñanzas “profesionalizantes”, pues-to que un especialista necesita poseer conocimientos más am-plios que aquellos pertinentes en sentido estricto a su propiaespecialidad. Semejantes afirmaciones que recuerdan las de Vi-truvio, según el cual el arquitecto es “un profesional completo[...] que tenga una instrucción literaria, que sea experto en el

diseño, preparado en geometría, que conozca un buen núme-ro de narraciones históricas, que haya seguido con atenciónlecciones de filosofía, que conozca la música, que tenga algu-nas nociones de medicina, que conozca la opinión de los juris-tas, que haya adquirido las leyes de la astronomía”12 sonabsolutamente suscribibles aun con referencia a la formacióndel diseñador industrial.

También en otros ámbitos nacionales el debate sobre la

universidad ha tocado, en el siglo XIX, estos mismos temas quehemos encontrado en el centro de la reflexión humboldtiana y,en alguna circunstancia, las referencias a los resultados de esa re-flexión son explícitas. En Italia es el caso de la conocida prelu-sión de Antonio Labriola en la Universidad de Nápoles en 1896,en la que sostiene con fuerza y autoridad el principio de la liber-tad de investigación y de enseñanza en la universidad.13

Esta fugaz divagación en la historia de la instituciónuniversitaria nos sirve para reconsiderar con mayor imparciali-dad y, al mismo tiempo, con menor ingenuidad algunos proble-mas actuales de la didáctica del diseño industrial. Es indudableque la universidad hoy no se limita a proporcionar una forma-ción liberal y ya no puede subsistir la menor duda sobre la legi-timidad de introducir cursos de estudio profesionalizantes

 junto a aquellos que se proponen un crecimiento personal y cul-

tural de los alumnos. En efecto, los contenidos de las demandasque la sociedad presenta ante la universidad han cambiado, almenos porque se ha afirmado el derecho generalizado a unainstrucción superior. Para decirlo de un modo extremadamen-te simplificado, la universidad ya no tiene la función de formar

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12. Vitruvio, De Architectura (1997), p. 15.

13. A. Labriola, 1968.

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una elite juvenil cuya transformación en clase dirigente es casiautomática y, como quiera que sea, independiente de los estu-dios realizados sino, en cambio, la de proporcionar, al númeromás amplio posible de jóvenes, una formación que tienda a serorgánicamente preliminar a la actividad laboral.14

Semejante pasaje de una universidad elitista a una uni- versidad con tendencia a las masas, aun no habiendo sido cum-plido todavía, no podía dejar de influir en la determinación delos fines y las funciones sociales de la universidad misma. Por lotanto, esta nueva universidad es, por elección y por necesidad,

mucho más sensible a las exigencias de quien la frecuenta espe-rando de ella una emancipación social y un billete de ingresoen el mundo del trabajo. Se puede notar así que, aun quien si-gue estudios teóricamente “desinteresados” como los de filoso-fía, en la mayor parte de los casos lo hace con el objetivo deobtener las aptitudes necesarias para desempeñar una profe-sión (enseñante, periodista, operador cultural, etcétera). Estoes verdad con mayor razón para quien frecuenta estudios apli-

cativos por naturaleza, como los de diseño industrial.Sabemos bien que el pasaje a una universidad de ma-

sas puede desvanecer en los hechos las expectativas de quien lafrecuenta esperando obtener un salvoconducto para el mundodel trabajo. De aquí han surgido problemas antes desconocidospara quien no puede evitarlos, en especial la necesidad de orien-tar el aflujo de los estudiantes hacia los cursos que ofrecen más

perspectivas de ocupación y también de programar las futurasoportunidades en los diversos sectores, de modo de encontrarindicaciones para programar el número de los estudiantes.15 Es-tas operaciones de orientación y selección requieren sin embar-go ulteriores reflexiones y perfeccionamiento y tienen que

 volver también sobre los contenidos y la organización didácti-ca. Para dar sólo un ejemplo, se podrá poner el acento sobreuna formación de base que pueda ser impartida más fácilmen-

te aun en una universidad de masas o limitar el número de es-tudiantes vinculándolo a una programación general de las

119

4. Didáctica, investigación y diseño industrial

14. Esta transformación ha sido reconocida hace tiempo aun en el contexto cultural alemán,

donde todavía eran muy fuertes los lazos con la tradición humboldtiana. Véase H. Becker, 1957.

15. Una encuesta publicada en el número especial de la revista francesa Esprit , 5-6 (mayo-jui-

nio de 1964), que ha comprendido a numerosos y autorizados expertos del sector, resume con

claridad muchos de los temas introducidos en el debate de la universidad de masas y aún es

actual.

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figuras profesionales consideradas socialmente necesarias o, enfin, uniéndolo más estrechamente con las relaciones humanas

 y materiales, con las potencialidades de los laboratorios y de losequipamientos de que dispone la universidad.16

Por otra parte, al efectuar estas elecciones será nece-sario tener en cuenta dos aspectos difícilmente controlablescon las técnicas tradicionales de programación. La primera di-ficultad es la de la delimitación del ámbito territorial de refe-rencia de la programación. La creciente tendencia al aumentode la movilidad de las personas hace que ya no se pueda efec-

tuar una programación nacional sino supranacional, por ejem-plo, una programación a nivel europeo en vez de referida acada uno de los Estados nacionales. La segunda dificultad es,al menos en parte, consecuencia de la primera. ¿A través de quérazonamientos y mecanismos es posible transformar las previ-siones hechas sobre una escala tan amplia en indicaciones pun-tuales para cada universidad en particular que efectúa suspropias elecciones sobre el número de estudiantes que recibi-

rá y sobre el tipo de información que les proporcionará?Esta pregunta es esencial puesto que es inherente a la

relación entre la necesidad del sistema universitario en conjun-to de responder adecuadamente a las necesidades sociales deformación superior y, por otra parte, el derecho/deber de cadauniversidad de definir autónomamente su propio perfil.

Estas circunstancias prefiguran una actitud netamen-

te diferenciada frente a los dos pilares de la concepción hum-boldtiana de la universidad:  Freiheit  y  Einsamkeit . La  Freiheit permanece y hasta es potenciada de alguna manera cuando asu-me nuevas acepciones y matices. Una de las características máscolmadas de consecuencias de esta nueva libertad es la autono-mía económica, entendida ya no como gestión autónoma de unmonto de recursos prefijado y hecho disponible por el Estado

Cultura social del producto

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16. Por cierto, el desarrollo de algunas tecnologías puede hacer menos rígida la programa-ción del límite superior de estudiantes aceptables en una estructura universitaria. Me refie-

ro en especial a las tecnologías utilizadas para formas de autoaprendizaje guiado como

podían ser las teorizadas por la cibernética o por las más recientes y sofisticadas tecnologías

para la coproyectación y para la comunicación audiovisual interactiva. Estas tecnologías po-

drán producir cambios radicales en la actividad didáctica y, por lo tanto, merecen ser segui-

das con gran atención. Pero por el momento parece que no están en grado de sustituir total

y eficazmente a la relación directa docente-alumno. Para un testimonio sobre los primeros

pasos en esta dirección, véanse R. Buckminster Fuller, 1962; H. Frank, 1964; W. Correll, 1965;

H. Frank y B. S. Meder, 1971.

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sino como asunción, por parte de la universidad, de caracterís-ticas y comportamientos típicos de los operadores económicos.Si así puede decirse, el precio a pagar por la libertad y la asun-ción en primera persona es el deber de adquirir, al menos enparte, los recursos necesarios.

Esta situación, que siempre ha sido parte esencial de al-gunos contextos universitarios, en especial modo del estadouni-dense,17 ahora se está difundiendo hasta generalizarse. Unprimer efecto importante es la competencia entre varias univer-sidades, todas animadas del deseo y, al mismo tiempo, de la ne-

cesidad de procurarse los recursos para desarrollar su actividaddel mejor modo posible.18 La intervención del Estado no desa-parece pero se transforma. Se reduce la importancia de las con-tribuciones generales y aumentan los incentivos dirigidos aapoyar proyectos específicos. El Estado, entonces, adquiere unpapel que no le era propio y se parece, en algunos aspectos, alde otros interlocutores (personas privadas, pero también orga-nismos institucionales supranacionales) que erogan recursos a

cambio de prestaciones cuantificables. Se añaden así inéditasdeclinaciones a cada una de las funciones históricas de la uni-

 versidad (didáctica, investigación y servicio) mientras las rela-ciones recíprocas y los equilibrios entre tales funciones se hacenmucho más fluidas y mutables. En la práctica, a la investigacióndirigida a un crecimiento de los conocimientos colectivos y es-trechamente relacionada con la didáctica en un proceso dialéc-

tico de transmisión y problematización del saber, se añade otramucho más ligada con las funciones de servicio por lo que res-pecta a los contenidos y a los procedimientos, y su finalidad esesencialmente la de procurar a cada universidad un aporte tan-gible en términos de recursos. Esto lleva evidentemente a la apa-rición de tipologías de universidades diferenciadas justamenteen función del peso que están en grado de adquirir en este se-gundo tipo de investigación. Éste es, por ejemplo, el parámetro

sobre el cual, en el sistema estadounidense, se determina la per-tenencia o no de una institución a la categoría de las llamadas

121

4. Didáctica, investigación y diseño industrial

17. Entre los numerosos estudios efectuados sobre el sistema universitario estadounidense,

es especialmente interesante A. Martinelli, 1978.

18. Esta nueva forma de competitividad entre universidades no sustituye la confrontación en-

tre diversas escuelas de pensamiento organizadas en comunidades de investigación pero se

le suma. Acerca de las consecuencias de esta novedad sobre la gestión universitaria, véanse

F. E. Rourke y G. E. Brooks, 1966; G. Martinoli, 1967.

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research-intensive universities . Naturalmente, incluso en estos casos,la universidad mantiene un papel propio autónomo en términosde funciones desempeñadas, de objetivos y de comportamientoscon respecto a otros centros de investigación y de servicios. Lamisma didáctica tiende, en ciertos casos, a transformarse en acti-

 vidad remunerativa para la institución universitaria en la que losestudiantes invierten, de modo más o menos consistente, en de-terminados cursos de estudio con la convicción de poder obteneren el futuro ventajas desde un punto de vista ocupacional y pro-fesional.19

La distinción recién mencionada entre dos tipos de in- vestigación universitaria, el primero estrechamente conectadocon la didáctica; el segundo, en cambio, más cercano a las fun-ciones de servicio y normalmente considerado una de las con-secuencias de la expansión de la población estudiantil. O seaque se supone que un elevado número de estudiantes no seadapta a algunos tipos de investigación y, aun permaneciendodentro de la universidad y bajo la responsabilidad de la comu-

nidad de docentes, no ven un compromiso directo de los estu-diantes sino más bien una transmisión de resultados de lainvestigación en la didáctica filtrada de la experiencia personalde los docentes. De modo que parece reproducirse, en el inte-rior de una misma institución, esa separación entre “universi-dad”, entendida como lugar de la didáctica, y “academia”,considerada como lugar de la investigación. Tal vez eso sea ver-

dad en ciertos sectores, especialmente en aquellos en los quela investigación necesita instrumentos y equipos sofisticados cu- yo acceso debe ser, necesariamente, reservado a un número li-mitado de operadores. En estos casos será imprescindible revere intensificar las relaciones entre la investigación orientada ha-cia el servicio y aquella orientada hacia la didáctica, ya que só-lo un lazo sólido entre estos dos tipos de investigación justificasu convivencia en el seno de la universidad.

Pero hay otros sectores en los cuales esta distinción es-tá menos marcada, para los cuales una didáctica de masas pue-

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19. Es verdad que este planteamiento es históricamente relacionable con el contexto univer-

sitario estadounidense, pero se está difundiendo, aunque con modalidades e intensidades no

homogéneas, también en otros ámbitos, en especial en Europa. El semanario alemán Die Zeit 

reproducía, por ejemplo, en el número 46 del 7 de noviembre de 1997, la autorizada opinión

al respecto del presidente de la República Federal Alemana Roman Herzog, y citaba ejemplos

de experiencias ya en curso en diversos países.

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de conciliarse más fácilmente con una “investigación de masas”.El diseño industrial pertenece a esta segunda categoría. Parasostener una afirmación que puede parecer poco convincentecomo la recién enunciada, conviene referirse a dos tipologías deinvestigación presentes en el diseño industrial: una investiga-ción interna en el universo del discurso del diseño industrial y una que, en cambio, se focaliza sobre las relaciones entre dise-ño industrial y otros sectores científicos y disciplinarios. Al pri-mer grupo pertenecen tanto investigaciones dirigidas a innovarlos instrumentos metodológicos propios del diseño industrial pa-

ra potenciar sus capacidades de intervención, como investigacio-nes que tienden a explorar proyectualmente las soluciones deproblemas importantes y en los cuales tienen un papel principallos productos industriales y los sistemas de productos. La segun-da categoría comprende, en cambio, esas investigaciones en lascuales se verifican el alcance y la importancia de innovacionesdesarrolladas en otras áreas (tecnológica, económica, social, etcé-tera) con las cuales entra en contacto el diseño industrial o se es-

timulan tales innovaciones mediante los instrumentos propiosde la proyectación y planificación de los productos industrialeso, en fin, se participa aportando el propio patrimonio de aptitu-des a proyectos de investigación comunes.

 Viéndolo bien, ninguna de estas dos tipologías de in- vestigación es incompatible con la didáctica y ni siquiera sepuede sostener en línea de principio que los resultados de ta-

les investigaciones sean perjudicados por una “masa” de estu-diantes siempre que ésta esté controlada y dotada de estándaresadecuados de equipamientos y recursos. Mejor aún, de muchasmaneras, la participación de un número consistente de docen-tes y estudiantes en este tipo de investigaciones, no puede me-nos que ser recibida como un factor capaz de aumentar la tasade innovaciones desde el momento que, sobre el mismo pro-blema, pone numerosas ideas frente a frente y aumenta las po-

sibilidades de verificación. De modo que, en el campo deldiseño industrial, el nexo de la investigación con la didáctica,proveniente de la mejor tradición universitaria, parece no só-lo no haber perdido validez sino incluso haber encontradonueva savia en el contexto actual y ser todavía uno de los ras-gos que caracterizan la didáctica y la investigación universita-rias con respecto a las desarrolladas en otros contextos y porotras personas.

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Se pueden manifestar juicios análogos si se examina elmismo problema desde el punto de vista de la didáctica. Hoy endía, en el campo del diseño industrial, es necesario que las dosfunciones tradicionales de la universidad (transmisión y pro-ducción/problematización del saber) sean mutuamente conec-tadas de modo más puntual y específico. En otras palabras, esnecesario que la investigación, además de producir nuevo saber,encuentre nuevos caminos para difundirlo y, por otra parte, quela didáctica problematice el saber y experimente concretamen-te las teorías y las metodologías propuestas por la investigación.

O sea que el desarrollo de la parte experimental de la didácticaes muy importante para transmitir a los estudiantes una especiede learning to learn by doing , es decir, la capacidad de desarrollardispositivos de aprendizaje ya teorizada y experimentada en lasciencias cognoscitivas especialmente por Harry F. Harrow.

De todo lo dicho hasta ahora es fácil comprender queel Einsamkeit humboldtiano hoy es mucho menos actual. La di-dáctica y la investigación universitaria están sometidas a condi-

cionamientos externos de diversa naturaleza pero capaces delimitar la “soledad” y hacer inevitable, para la comunidad aca-démica, una interacción operativa con realidades externas. Deun lado están las exigencias de la comunidad nacional y supra-nacional a las que pertenece la institución universitaria; delotro, las demandas más contingentes y circunstanciales de cadatema económico. Didáctica e investigación del diseño industrial

no hacen excepción a este respecto. Como es obvio, la sociedaden conjunto siempre ha alimentado expectativas ante la propiainstitución universitaria aun si, con el cambio de los momentoshistóricos, los contenidos de tales expectativas y la presión con-siguiente sobre la estructura organizativa universitaria han cam-biado. En primer lugar, las expectativas ante la instruccióntécnico-científica son grandes porque en la opinión corrienteeste tipo de instrucción, acompañado de una actividad de inves-

tigación eminentemente aplicable, es indispensable para for-mar en términos cualitativos y cuantitativos el personal aemplear en la competición internacional entre áreas geopolíti-cas competidoras.

 Así se explican también el desaliento y las consiguien-tes propuestas de potenciamiento masivo de la formación en es-te campo en momentos en los que una de esas áreas geopolíticas,con razón o sin ella, considera haber sufrido un fracaso o haber

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perdido la supremacía. En un artículo aparecido en 1959 en Mer- kur , Tomás Maldonado se encontró frente a uno de los momen-tos en que ha sido más alta la tensión consiguiente a este tipo decontraposiciones. Nos estamos refiriendo a las propuestas dereorganización de la didáctica después de la desilusión zigza-gueante en el mundo occidental y en especial en los Estados Uni-dos en 1957 por el momentáneo éxito de la Unión Soviética enla carrera del espacio.20 Incluso en los momentos de menor dra-matización de las relaciones internacionales, las demandas deformar personal idóneo para sostener con éxito la competición

económico-productiva son apremiantes y mancomunan los or-ganismos y las agencias nacionales y supranacionales en el mun-do de la industria.

Las industrias, en efecto, más allá de las demandas pre-sentadas especialmente a la universidad y concernientes máspropiamente a la investigación y los servicios, manifiestan en ge-neral la exigencia de poder disponer de personal que esté capa-citado para entrar eficazmente y sin demora en el mundo

productivo. Esta irrefrenable aspiración a lo “concreto” queacomete tanto a la didáctica como a la investigación es obvia-mente legítima, pero necesita algunas precisiones referentes so-bre todo al reparto más idóneo de tareas formativas entrepersonas sociales diferentes. En efecto, la universidad no tienela exclusividad ni de la investigación ni de la formación, perotiene una identidad precisa que connota tanto la investigación

como la didáctica universitaria con respecto a las de otras insti-tuciones con las que se relaciona y que, a su vez, desarrollan conpleno derecho actividades formativas o de investigación. Comoha hecho notar oportunamente Mario Bunge, restringir conpragmatismo mal entendido el horizonte de la investigación y de la didáctica, especialmente las universitarias, a sectores temá-ticos inmediatamente aplicables puede ser no sólo conceptual-mente equivocado sino también contraproducente.21

Por otra parte, precisamente por sus características, launiversidad no es con toda seguridad la institución más idóneapara seguir las exigencias mudables y circunstanciales del mun-do productivo frente a la investigación y la didáctica. Hay que

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20. T. Maldonado, 1974, pp. 78-98, [89-111]. En ese período, en Occidente era grande el in-

terés por el sistema educativo soviético. Véase A. G. Korol, 1957.

21. M. Bunge, 1997.

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preguntarse, en efecto, cómo puede una institución como launiversitaria, caracterizada por una congénita tendencia a com-portamientos “viscosos” asumir concretamente esta ductilidaden un currículum. Es verdaderamente problemático para unainstitución de ese tipo acompañar los cambios, solicitarlos o has-ta provocarlos. La mayor dificultad consiste, como es obvio, enla impetuosa rapidez de tales cambios. Algunas mutaciones, enefecto, comportan sólo el cambio de acentuaciones temáticasen el interior de un cuadro estructural de la didáctica que pue-de permanecer sin cambios en sus líneas esenciales; más raros

son los cambios radicales de cuadro. Es verdad que el fuerte im-pulso hacia una autonomía cada vez mayor de cada universidadpuede contribuir a volver más flexibles los planes de estudio.Como quiera que sea, esta operación no puede llevarse más al-lá de ciertos límites porque la universidad tiene el mandato ins-titucional de consolidar el saber que se debe transmitir en losrecorridos formativos “oficiales”.

Hay, en cambio, otros lugares u otras ocasiones, inclu-

so para la misma universidad, de impartir cursos más experi-mentales y mudables. Queremos decir que, en una situacióntransitoria de los contextos científico, tecnológico, social, eco-nómico, etcétera, y de crecimiento progresivo de los conoci-mientos necesarios para afrontar esas transiciones, la respuestano puede ser confiada sólo a los cursos oficiales que introdu-cen en el mundo del trabajo proporcionando un perfil cultu-

ral y profesional definido. Existe el problema de una formaciónmucho más cuidada y con el objetivo en la introducción en unsector productivo específico y existe el de una “formación per-manente” hecha no para facilitar el ingreso en el mundo pro-ductivo sino para acompañar la actividad laboral absorbiendo

 y haciendo posibles los cambios que se verifiquen en ella. Estetipo de formación puede encontrar espacio en varios contex-tos. Puede ser, por ejemplo, impartida directamente en el inte-

rior de una empresa o de las organizaciones asociativas de unsector productivo o profesional. La universidad tiene probable-mente más que otras instituciones todas las aptitudes y la expe-riencia para ampliar su actividad didáctica al campo de laformación permanente y un empeño suyo en esta dirección eslegítimo y oportuno siempre que no se confunda este tipo deformación con la de los cursos oficiales, que requiere una cier-ta estabilidad y permanencia de contenidos. Evidentemente, no

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se piensa sostener una línea conservadora de inmutabilidad delos cursos oficiales de la universidad, sino señalar que las nece-sarias reformas de tales cursos no pueden hacerse sobre la basede lógicas ocasionales y efímeras.

La debida constatación del carácter profesionalizante dela didáctica universitaria no autoriza una posición liquidadora an-te una en absoluto obsoleta educación liberal de los diseñadoresindustriales, tanto que hay quien los ha definido “profesionalesque han recibido una educación liberal”. A semejante actitud seopone ante todo una interpretación del concepto de profesiona-

lidad que no sea excesivamente estrecho y que, por el contrario,atesore convicciones expresadas al respecto ya en el siglo XIX por John Henry Newman y antes mencionadas. Incluso en tiemposmuy recientes la desconfianza ante una competencia profesionalexcesivamente especializada no sólo se ha confirmado sino tam-bién enriquecido con numerosas pruebas de apoyo. Robert Dahlha demostrado sin sombra de duda cómo el concepto mismo decompetencia es complejo y no trivializable.22 Muchos otros han

relativizado la capacidad de previsión de los “expertos” y han traí-do a la luz el hecho de que el conjunto de instrumentos de quedisponen para resolver los problemas puede diferenciarse pocodel simple buen sentido aunque si, a veces, para mantener el au-ra de una profesionalidad iniciática, se hace de ellos un uso queroza la mistificación.23

Por lo tanto es evidente que, aun para la formación del

diseñador industrial a nivel universitario, se debe tener como re-ferencia y como objetivo una profesionalidad “ampliada”, noufana de conocimientos tan especializados que resultan inefica-ces en la mayoría de los casos concretos. La asunción coheren-te de una concepción semejante tiene incidencias inevitablessobre la estructura organizativa y sobre los contenidos de la di-dáctica del diseño industrial ubicada en un contexto universita-rio. Incidencias que determinan incluso problemas al menos

parcialmente no resueltos, ante todo el de establecer cuánto y en qué direcciones debe ser ampliada la profesionalización. Tra-ducido en términos de organización curricular, esto significapreguntarse qué papel deberán tener en la formación universi-taria de un diseñador industrial las disciplinas teóricas, históri-

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4. Didáctica, investigación y diseño industrial

22. R. Dahl, 1985.

23. Véanse J. S. Armstrong, 1980; J. Shanteau, 1992; J. Shanteau y T. R. Stewart, 1992.

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cas y científicas, que no puedan ser consideradas puramenteaplicables y auxiliares pero que, en cambio, aumentan la tasa de“liberalidad”. Tales disciplinas se pueden considerar profesiona-lizantes en sentido lato en cuanto refuerzan la propensión a va-lorar autónoma y críticamente la propia profesión, cada tareaproyectual asumida y el contexto en que esas tareas son llevadasa cabo. Se puede decir que, en cierta medida, es justamente laentidad de su incidencia la que crea una diferencia entre la for-mación brindada en un ámbito universitario y la impartida porotras instituciones.

Por otra parte, la experiencia nos enseña que el siste-ma formativo universitario del diseñador industrial hace tiem-po que está estructurado en diversos niveles que dan lugar adiferentes perfiles profesionales caracterizados por una varie-dad de equilibrios entre los componentes inmediatamente apli-cables y los teóricos. Actualmente se está asistiendo a un procesode reorganización de ese sistema que permite una relación máscodificada entre los niveles formativos y que tiende a superar las

diferencias preexistentes debidas a los contextos nacionales.24

Esta tendencia a la homogeneización de la estructura formati- va universitaria de los diversos países tiene la finalidad de facili-tar la movilidad internacional de la gente sea durante losestudios como en las fases laborales de su vida.

Una característica distintiva de ese sistema es el hechode que los diferentes niveles formativos, además de tener una

consistencia autónoma, están conectados en serie. Simplifican-do, se puede decir que éste prevé, después de la escuela mediasuperior, un primer ciclo didáctico (normalmente de tres añosde duración) que proporciona un título utilizable en el mundodel trabajo (bachelor en el mundo anglosajón, diploma universi-tario en Italia) y al mismo tiempo da acceso a los ciclos formati-

 vos superiores. Los estudios pueden proseguir luego con unciclo de una duración media de dos años que provee un segun-

do título (master en el mundo anglosajón, laurea en Italia) y, a

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24. Para analizar los sistemas educativos universitarios vigentes a nivel internacional y los pro-

yectos de transformación en curso de acción me he servido, además de conocimientos direc-

tos y de fuentes bibliográficas, también de las informaciones que me proporcionaron algunos

amigos y colegas. Gracias a ellos he podido reconstruir un cuadro satisfactorio de la situación

en diversos países europeos, en América del Norte y América del Sur, en Japón. Cito sus nom-

bres para agradecerles: Licia Bottura, Richard Buchanan, Michael Burke, Quynh Delaunay, Jor-

ge Frascara, Michael Klar, Akiyo Kobayashi, Reinaldo Leiro, Victor Margolin, Bernd Meurer,

Shutaro Mukai, Detlef Rahe, Thomas Rurik, Harald Stetzer.

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continuación o en forma paralela, con la especialización en unsector específico o con el doctorado de investigación (Ph. D.).25

Con toda probabilidad, este modelo no sustituirá inmediata-mente los existentes caracterizados por trayectos formativos in-dependientes pero, al menos en una fase transitoria, se sumaráa ellos. No obstante, ya existen diversas razones para considerar-lo con atención, sea porque identifica una línea de desarrollocompartida en principio por los responsables de las políticasuniversitarias, sea por las motivaciones sobrentendidas o explí-citas que le han dado origen.

El objetivo declarado es el de proporcionar al númeromás elevado posible de jóvenes la oportunidad de entrar pron-to en el mundo del trabajo después de una formación relativa-mente breve que responda a las exigencias de la producción.26

El diagnóstico del panorama universitario estadounidense efec-tuado por D. Allen Bromley expone la intención de privilegiarel primer nivel formativo invirtiendo una situación consideradaanómala. Al mismo tiempo, formula de manera más bien explí-

cita los requisitos del perfil profesional que, según su opinión,deberían caracterizar ese nivel. “En los Estados Unidos –señalaBromley con pesar– tendemos a focalizarnos preferentementesobre descubrimientos revolucionarios , hechos típicamente porPh. D., que llevan al premio Nobel y tal vez a la creación de sec-tores industriales del todo nuevos. Por el contrario, tendemos aignorar los descubrimientos evolucionistas  hechos típicamente

por técnicos de las líneas de producción, que llevan al mercadoun producto de precio ligeramente inferior, un poco más rápi-do y con un poco más de confiabilidad.”27

Es relativamente fácil transferir este modelo general y estos auspicios a la formación en el campo del diseño industrial.Por lo que concierne a los objetivos y los perfiles formativos, to-do eso se traduce en una sucesión de niveles en los que se pasade la adquisición de una profesionalidad restringida a la de una

profesionalidad ampliada. El pasaje que conduce a la definiciónde los currículos necesarios para obtener estos objetivos requie-

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4. Didáctica, investigación y diseño industrial

25. Éste es, a grandes rasgos, el contenido de la declaración común sobre la “Armonización

de la arquitectura de la formación universitaria europea” suscripta en la Sorbona, en París,

el 25 de mayo de 1998 por los ministros de la Universidad de Francia, Alemania, Gran Breta-

ña e Italia.

26. La declaración común citada en la nota precedente expresa precisamente esta intención.

27. D. A. Bromley, 1994, p. 117.

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re algunas reflexiones ulteriores aunque algunos presupuestossean claros. Se afirma, por ejemplo, que la progresión de los ni-

 veles formativos inferiores a los superiores debe estar caracteri-zada por una “ampliación” del concepto de profesionalidad y,por lo tanto, de un papel creciente de las disciplinas teórico-crí-ticas; del aumento de los espacios de autoorganización y auto-gestión del currículum concedidos a cada estudiante paraestimular la responsabilización; del creciente carácter experi-mental de la didáctica puesta en relación cada vez más estrechacon la investigación; de una capacidad cada vez mayor de enca-

rar problemas de frontera gracias al cruce con los otros itinera-rios formativos.Este último tipo de flexibilidad es fomentado por me-

canismos de control de la progresión didáctica de los estudian-tes basados sobre los llamados “créditos didácticos”, o sea, sobrela posibilidad de ver contabilizadas incluso experiencias didác-ticas efectuadas afuera y diferenciadas con respecto al itinera-rio formativo estándar. Por otra parte, semejante libertad de

trasponer los límites y de construirse un itinerario formativo enparte autónomo, aunque reservado a los niveles formativos su-periores, lleva a un primer plano el tema de la colocación insti-tucional del sistema formativo del diseño industrial. Es muy probable, en efecto, que al elaborar su propio currículum, el es-tudiante tienda a extenderse con preferencia sobre los terrenosfísica e institucionalmente contiguos. De manera que el hecho

de que el sistema formativo del diseño industrial sea colocadoen un politécnico antes que en una academia de bellas artes, enuna universidad general o en una institución adecuada; que jun-to a los currículos de diseño industrial haya o no currículos decomunicación visual y multimediática, de arquitectura, de inge-niería, de ciencias humanísticas, etcétera, puede convertirse enun factor determinante.

Por otra parte, esta variabilidad potencial delinea los

contornos de una primera cuestión que merece ulteriores pro-fundizaciones: la necesidad de conciliar una ampliación de laprofesionalidad en direcciones diferentes y también la pronos-ticada emulación entre las instituciones con la finalidad decla-rada de obtener una cierta estandarización de los perfilesprofesionales que permita la comparación y la movilidad. Unasegunda cuestión abierta está en cambio más adentrada en la or-ganización de los estudios de diseño industrial. Normalmente,

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tales estudios comienzan con la adquisición de conocimientosbásicos, todavía no rígidamente aplicados o aplicables, y sólo acontinuación es dispuesta la formación profesional en sentidoestricto. La sucesión en serie de los niveles formativos y la ubi-cación de la profesionalidad restringida en el primer nivel obli-ga, de alguna manera, a derribar este planteo y es evidente queno se trata de una operación de poca monta.

Desde este punto de vista es esencial examinar la fun-ción didáctica de los ejercicios proyectuales y las relaciones en-tre tales ejercicios y las otras disciplinas. Es suficiente un mínimo

de familiaridad con los currículos de diseño industrial para dar-se cuenta del papel primordial que los proyectos didácticos de-sempeñan en ellos. Por otra parte, esta centralidad del trabajoproyectual en la vida de las instituciones didácticas del diseño in-dustrial es aun más evidente en las autopresentaciones prepa-radas por éstas (exposiciones, publicaciones, documentacionesprogramáticas, material ilustrativo, etcétera). Independiente-mente de la orientación cultural de la escuela o también ante la

carencia de una orientación única y precisa, la manera más di-fundida para mostrar el perfil profesional característico de losalumnos que completan sus estudios, consiste en mostrar la car-peta de los proyectos elaborados durante el trayecto formativo.El conjunto de estos trabajos se convierte después, en cierta me-dida, en el elemento caracterizante de la escuela.

La idea de que una universidad exponga a la discusión

externa los resultados de su actividad didáctica y con ello acep-te un juicio general sobre la institución formulado a través dela valuación de los trabajos de los estudiantes no es original nireciente. Ya en su Deducirter Plan einer zu Berlin zu errichtenden hö- heren Lehranstalt de 1807, Fichte, ilustrando su propio modelopara la Universidad de Berlín, preveía que los mejores ejerciciosescritos por los alumnos fueran publicados en los “Anuarios delos progresos del arte científico en las escuelas de arte” ( Jahrbü- 

cher der Fortschritte der wissenschaftlichen Kunst an der Kunstschule ).Simétricamente y con los mismos objetivos, en las escuelas dediseño industrial actuales, como en las de todas las épocas, sonexpuestos los trabajos proyectuales de los alumnos.

Tal vez se pueda preguntar acerca de la oportunidadde que toda la riqueza de la actividad didáctica sea expresadasintéticamente mediante la presentación de los resultados de losejercicios proyectuales y sobre la capacidad de tales ejercicios de

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hacer saber las ideas, los fermentos y las visiones que se compa-ran y a veces chocan dentro de una escuela de diseño industrial.

 Algunas razones de esta elección reductora a primera vista soncomprensibles inmediatamente. Es mucho más fácil mostrarproyectos que exponer conocimientos teóricos fatigosamenteadquiridos y, por otra parte, del tipo de proyectos expuestos, delas elecciones proyectuales efectuadas y del itinerario proyec-tual adoptado puede traslucirse también el trabajo teórico quelos ha generado.

Pero en la base de la centralidad del proyecto didáctico

se encuentra también una clara hipótesis formativa relativamen-te ajena a las exigencias de autopresentación y autorrepresenta-ción de cada institución. O sea que se presupone que, a través dela simulación in vitro de la actividad proyectual se puedan madu-rar capacidades y competencias necesarias y suficientes para po-der ejercer a continuación la profesión de diseñador industrial.En teoría, la formación universitaria en el campo de la proyecta-ción podría seguir dos caminos. Por una parte, se podría desarro-

llar una didáctica orientada al proyecto; por la otra, una didácticaorientada a la teoría. En el primer caso los estudiantes aprendensu actividad futura mediante una simulación que incluye, tam-bién, la síntesis proyectual de los conocimientos adquiridos; enel segundo, en cambio, la síntesis proyectual no entra en juego y ellos adquieren una competencia bastante general por medio deun trabajo teórico y metodológico, casi sin efectuar ejercicios con-

cretos en el período universitario.Las ventajas y desventajas de estas dos soluciones alter-nativas son conocidas desde hace tiempo, pero la hipótesis pre-dominante es que, como quiera que sea, no se puede prescindirde los ejercicios proyectuales. Detrás de esas hipótesis hay tam-bién algunas presuposiciones que no pueden permanecer im-plícitas. Así se considera, en alguna medida, que se puedeestablecer con anticipación cuál será el tipo de actividad profe-

sional del diseñador industrial una vez que haya terminado supropio itinerario formativo. Además, se asume como corolarioque, mediante una ejercitación proyectual que reproduzca al-gunas condiciones operativas de la realidad, se pueden trasmi-tir y adquirir competencias (skills ). O sea que se acentúa elcomponente de adiestramiento de la formación. Ese compo-nente es especialmente apropiado y es empleado en abundan-cia cuando se trata de adquirir conocimientos instrumentales

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para emplear más adelante en una realidad que no se aleje mu-cho de la experimentada.

Es el caso, por ejemplo, del adiestramiento en el usode equipos complejos como aviones o naves espaciales, que sebasa sustancialmente en la reconstrucción lo más fiel posible dela realidad y en el esfuerzo de anular o, por lo menos, de neu-tralizar las eventuales “sorpresas”. Por eso, actualmente, los si-muladores son empleados muy extensamente y en todas suspotencialidades técnicas modélicas que lleven a la “realidad vir-tual” en la que quien está bajo adiestramiento es puesto en con-

diciones de aprender una serie de procedimientos que despuésrepetirá reduciendo al mínimo indispensable los comporta-mientos innovadores y los alejamientos de los conocimientosadquiridos. En cambio, en el caso del diseño industrial, comoen cualquier otro proceso de formación que tenga como finali-dad la producción de capacidades proyectuales, el adiestra-miento no basta, a pesar de ser imprescindible. Ante todoporque la capacidad de actuar de modo heurístico es una carac-

terística esencial para el diseñador industrial y para cualquierproyectista y las situaciones por lo menos parcialmente inespe-radas e imprevistas, en lugar de ser un trastorno en su actividad,son más bien la regla. Además, aun queriendo, sería práctica-mente imposible una utilización del proyecto didáctico en tér-minos de puro adiestramiento. En una situación que cambia demodo tan rápido e imprevisible, es bastante inverosímil y raro

que los estudiantes se cimenten en su futura actividad con losmismos proyectos que ya han encarado en la universidad. Lascondiciones del entorno y las correspondientes consecuenciaspara el proyecto serán distintas en todo caso.

Una derivación problemática de una didáctica basadade modo casi exclusivo sobre la reproducción dentro de la uni-

 versidad, de las condiciones reales en las que se desenvuelve laactividad proyectual en la profesión, tiene en cuenta las relacio-

nes con el mundo externo y especialmente con la industria. Pa-ra decirlo más explícitamente, hay quien sostiene la hipótesis deque, para aumentar la verosimilitud de la simulación proyectualdidáctica, hay que trabajar incluso dentro de la universidad encontacto directo con los principales interlocutores del diseña-dor industrial en tanto que profesional. Como hemos visto, esasrelaciones, para ser recíprocamente fructíferas, requieren, aunen el campo de la investigación y del servicio que la universidad

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cumple en lo externo, que estén planteadas en modo muy trans-parente y salvaguardando las finalidades específicas de cadauno de los participantes. Esto es mucho más cierto con respec-to a la didáctica, porque en este caso los riesgos y las consecuen-cias potencialmente distorsionantes de interferencias indebidas,son mucho mayores.

En realidad, la discusión sobre la oportunidad o no deuna relación estrecha entre industria y didáctica nació al mis-mo tiempo que las escuelas de diseño industriales y ahora se co-nocen todas las argumentaciones en pro y en contra de las dos

posiciones. Sabemos bien que una elección de temas didácticoscercanos a la realidad productiva y social ofrece una serie de ventajas difíciles de ignorar, como la posibilidad de reconstruirun cuadro del problema proyectual a resolver mucho más verí-dico, de acceder a informaciones difíciles de encontrar, deusar equipos para el desarrollo de los proyectos no disponiblesen la universidad, de obrar más concretamente. Pero tambiénsabemos que la tentación de una utilización directa e inmedia-

ta de los resultados proyectuales puede ser grande, y también elriesgo de que se pierda la coherencia del planteamiento didác-tico general a causa de una excesiva consideración por temas y ritmos de trabajo dictados por exigencias contingentes y perte-necientes a lógicas diferentes de la formativa. Para decirlo enpocas palabras, una cooperación de esta clase puede ser útil sise inspira en objetivos de largo plazo; no lo es o puede ser in-

cluso un instrumento de corrupción intelectual si nace de ope-raciones de pequeña envergadura y si la didáctica es, de algúnmodo, desviada hacia temas diferentes de aquellos de los quehay que ocuparse institucionalmente.

Llamar la atención acerca de las necesarias precaucio-nes y las razones por las cuales la formación, en el campo del di-seño industrial, debe poseer algo más que el puro adiestramientono significa, sin embargo, disminuir el papel de los proyectos di-

dácticos. Por otra parte, la convicción de que para adquirir la ca-pacidad de proyectar no se pueda prescindir del ejercicioproyectual está demasiado enraizada y ha sido experimentadacon buenos resultados demasiado tiempo y en demasiados secto-res proyectuales para ser totalmente falsa. Ya Vitruvio, en su fa-moso tratado sobre la arquitectura, sostiene que “El saber delarquitecto es rico por los aportes de numerosos ámbitos discipli-narios y de conocimientos relativos a varios campos [...]. La acti-

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 vidad ligada a ese saber resulta de un componente teórico y unopráctico. El aspecto práctico consiste en el ejercicio continuado

 y consumado de la experiencia”.28 O sea que pone en conexiónla función didáctica del ejercicio proyectual con la riqueza y la

 variedad de conocimientos a adquirir. De todos modos, la opi-nión de Vitruvio no es simplemente una curiosidad histórica y lareferencia a la formación del arquitecto tiene importancia tam-bién para otras figuras proyectuales con motivo, por lo menos,de su radicación más antigua en las instituciones formativas. Loscurrículos de estas instituciones han prestado siempre una gran

atención al ejercicio proyectual, retomando en esto también lasmodalidades de formación precedentes a la institucionalizaciónuniversitaria y basadas, esencialmente, sobre el conocimiento detécnicas y secretos profesionales mediante el aprendizaje en lostalleres o dentro de las corporaciones. Por otra parte, este altoconcepto de los proyectos didácticos está confirmado incluso porlos profesionales que reflexionan retrospectivamente sobre supropia formación y sobre las ventajas que han extraído de ella.29

 Aun prescindiendo de una búsqueda minuciosa de lasraíces de los problemas y de la aceptación acrítica de prácticasadquiridas, es interesante destacar que los análisis más atentos y conscientes de los puntos problemáticos de la formación univer-sitaria actual en el campo de la arquitectura especifican temas dereflexión muy similares a los que se encuentran también en elámbito del diseño industrial.30 Esto es particularmente cierto jus-

tamente en cuanto concierne al papel de los proyectos didácti-cos, su capacidad de preparar para la práctica proyectualprofesional y, sobre todo, para una práctica profesional flexible

 y variable, su grado de “realismo” y de “verosimilitud”, sus carac-terísticas organizativas (proyectos largos o cortos, grupos de pro-

 yecto grandes o pequeños, presencia o no de competencias y funciones específicas e integrables, etcétera, dentro del grupo deproyecto), sus relaciones con las disciplinas teóricas.

 Viéndolo bien, tal vez convenga retomar este mismo te-ma del empleo de la ejercitación proyectual con fines didácti-cos en otros términos, enlazándose a un tema central en la

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4. Didáctica, investigación y diseño industrial

28. Vitruvio, De Architectura (1997), p. 13.

29. Véanse D. Haskell, 1954; O. Bohigas, 1968; A. J. Wiesand y otros, 1984; R. Gutman, 1988;

N. Teymur, 1992.

30. Véase C. Schnaidt, 1979.

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reflexión de las ciencias cognoscitivas: cuáles son los procesosde transferencia y de adquisición de las competencias (skills )cognoscitivas y, todavía, ¿existen modalidades de transferenciaespecíficas y limitadas a objetivos aislados o estas modalidadesno cambian al variar los tipos de competencia transmitidos? Es-te cambio de aproximación permite ir más allá de una contra-posición estéril y superada de los hechos entre autores y opositores del proyecto didáctico y penetrar en mayor medidaen la esencia de los tipos de proyectos que pueden ser más idó-neos para la transferencia de competencias. Sobre este punto

se han enfrentado tradicionalmente dos posiciones teóricascontrapuestas que la experimentación se ha encargado deaproximar y fundir.31

La primera posición, incluso en sentido temporal, es laexpresada en la llamada doctrina de la disciplina formal (doctri- ne of formal discipline ). Esa doctrina, desarrollada el comienzo delsiglo XX, rescata la hipótesis aristotélica de una mente humanacompuesta por un conjunto de facultades generales (observa-

ción, atención, razonamiento, etcétera) que son mantenidas eincrementadas mediante ejercicios cuya eficacia es independien-te del contenido específico. Según esta hipótesis, la capacidadde razonamiento, por ejemplo, puede ser cultivada mediante elestudio del latín o, indiferentemente, de la geometría. Se pue-den entrever similitudes entre la doctrina de la disciplina for-mal y algunas importantes teorías pedagógicas, entre ellas la

teoría del desarrollo cognoscitivo de Jean Piaget. Si se aceptasein toto esta doctrina y se la trasfiriese al problema del que nos es-tamos ocupando aquí, la consecuencia sería un fuerte redimen-sionamiento o, mejor, una diferente interpretación del proyectodidáctico en cuanto instrumento de transmisión de las compe-tencias proyectuales. El camino sería más bien el de identificarlas facultades que caracterizan la competencia de un diseñadorindustrial y ejercitarlas mediante el estudio de disciplinas teóri-

cas o mediante ejercicios proyectuales totalmente indiferentesa los contenidos y concentrados exclusivamente en aspectos me-todológicos y de procedimiento.

Netamente contrapuesta era la tesis de Edward LeeThorndike, que catalogaba como “superstición” (superstition of 

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31. Un cuadro muy rico y bien articulado de las teorías sobre la transferencia de competen-

cias cognoscitivas es presentado en M. K. Singley y J. R. Anderson, 1989, y empleado como

base de referencia para su propuesta de revisión de la ACT* theory of skill acquisition.

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general training ) la idea de que pudiese existir un adiestramien-to general de las facultades cognoscitivas independiente de loscontenidos transmitidos. La segunda doctrina, que toma el ca-mino precisamente de sus estudios y de sus teorizaciones, es an-titética con respecto a la de la disciplina formal, por lo tanto,atribuye una gran importancia a los contenidos específicos delas competencias transmitidas y hace una lectura notablementemecanicista y asociacionista de los procesos de aprendizaje. Enesencia, según el modelo de Thorndike, el aprendizaje tiene lu-gar mediante una oportuna conexión entre estímulos y res-

puestas y a través de una sucesión de pruebas y errores. Opuestacon respecto a este punto era la posición de los psicólogos de laGestalt, que proponían una distinción cualitativa entre lo quellamaban “aprendizaje privado de sentido” (senseless learning ),refiriéndose a las teorías asociacionistas de Thorndike, y su pro-pio “aprendizaje dotado de sentido” (meaningful learning ). De es-te modo querían destacar las diferencias entre un aprendizajeque consistiría en la memorización mecánica de conexiones estí-

mulo-respuesta respecto de otro que tendría como objetivo unacomprensión profunda y holística de las relaciones estructuralessubyacentes detrás de un problema. Las diferencias desde el pun-to de vista de la estructura didáctica, según el planteamiento quese adopte, son evidentes.

Con el tiempo se han cristalizado otras numerosas di-cotomías que han caracterizado diversas escuelas en el ámbito

de las ciencias cognoscitivas. Desde el punto de vista de la des-cripción de los procesos de aprendizaje, se pueden mencionar,por ejemplo, acercamientos analíticos (que tratan de compren-der qué partes de conocimiento son transmitidas mediante quépasajes) y acercamientos no analíticos, que se contentan con es-tablecer que efectivamente se haya efectuado una transferenciade competencias. Uno de los temas más importantes y más dis-cutidos de parte de quien se ha ocupado de modo específico de

transferencia de competencias con el objetivo concreto de ela-borar eficaces currículos es el referente a la posibilidad de esta-blecer jerarquías entre las competencias transmitidas y, por lotanto, de distinguir entre una transferencia “horizontal”, que seefectúa en el mismo nivel jerárquico, y una transferencia verti-cal, en la que es necesario aprender previamente “competenciasde base” (basic skills ) antes de proceder al aprendizaje de las quecorresponden a un mayor nivel de complejidad. Esto recuerda

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4. Didáctica, investigación y diseño industrial

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inmediata y oportunamente los diversos niveles en los que se vaestructurando el sistema formativo del diseño industrial.

Por otra parte, se retoman incluso aspectos de teoríashoy superadas y se los actualiza a partir de experimentacionesque suavizan las diferencias más marcadas y contribuyen a crearteorías e interpretaciones más esfumadas y combinadas. Es, porejemplo, el caso de la transferencia de competencias indepen-dientes del contenido, que parecía definitivamente superado y,en cambio, es retomado en cierta medida por Herbert A. Simon

 y Allen Newell en el momento en el que afirman la existencia y 

la transferibilidad de métodos generales de problem solving . Jun-to a los llamados “métodos fuertes” (strong methods ) para la trasmi-sión de conocimientos específicos, tienen derecho de ciudadaníatambién los “métodos débiles” (weak methods ) más apropiados pa-ra la transmisión de conocimientos generales. La imposibilidad detomar posiciones definitivas e irrefutables sobre las cuestiones de-batidas en el ámbito de las ciencias cognoscitivas no invalida su uti-lidad desde el punto de vista de la didáctica del diseño industrial.

 Al contrario, son de gran ayuda para identificar los puntos sobrelos cuales concentrar la atención, especialmente cuando se estánevaluando los modos de empleo de los ejercicios proyectuales enel proceso formativo.

En definitiva, se puede afirmar que el proyecto comoactividad didáctica desempeña, por cierto, un papel importan-te, pero éste no es un objetivo en sí mismo como se cree a me-

nudo, sino un ejercicio de simulación mediante el cual adquirircompetencias para utilizarlas en la futura actividad proyectual.O sea que, a través del proyecto, se debe adquirir la capacidadde estructurar un problema (incluso un problema insólito), decoordinar las más diversas contribuciones profesionales paraencontrar una solución y evaluar las consecuencias. En estas cir-cunstancias, el itinerario podría ser alguna vez más importanteque el resultado proyectual mismo y ésta es, evidentemente, una

diferencia notable con respecto a los proyectos profesionales. Así se modifican también las relaciones entre proyecto y otrasdisciplinas, por ejemplo, las diferentes técnicas de representa-ción, las disciplinas teóricas y científicas. Estas disciplinas poseenasimismo un valor autónomo, en cuanto ofrecen a los estudian-tes conocimientos y capacidad crítica no inmediatamente trans-feribles al proyecto en cuestión, sino más bien una especie degramática y de sintaxis para realizar otros proyectos en el futuro.

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Las superposiciones entre proyecto didáctico y otrasdisciplinas son, por lo tanto, importantes sobre todo metodoló-gicamente porque, como hemos sostenido muchas veces, la ca-pacidad de coordinación tiene un papel fundamental en laactividad proyectual del diseñador industrial. La función delproyecto en la didáctica es esencialmente la de coordinar efec-tivamente en ejemplos prácticos todos estos aportes, elegirlosoportunamente y ordenarlos jerárquicamente caso por caso.

En la estela de estas consideraciones puede ser retoma-do el tema citado poco antes de la constitución de niveles jerár-

quicos entre las competencias a transmitir y de la diferenciaentre transferencia vertical y horizontal. La traducción en nues-tro esquema organizativo y conceptual es nada menos que laproblemática del progresivo aumento del grado de complejidadde los proyectos didácticos encarados por los estudiantes y de larelación entre proyectos y disciplinas teóricas o técnicas perte-necientes al mismo nivel o al inferior. Hablar de niveles de com-plejidad en este contexto lleva a ampliar el concepto de

complejidad de los productos. Además de la estructural, funcio-nal y topológica de las que ya hemos hablado, los productos, sise los considera desde un punto de vista proyectual, tienen tam-bién otro tipo de complejidad que, en una primera aproxima-ción, podemos calificar como “complejidad configuracional”cuya medida depende del número y del tipo de configuracio-nes del producto que son efectivamente tomados en considera-

ción en el proyecto y de las relaciones jerárquicas que seinstauran entre tales configuraciones.Ésta puede ser una clave de lectura para emprender el

examen de un tema clásico de la programación didáctica en elcampo del diseño industrial, o sea el papel, los contenidos y lamisma utilidad del “curso fundamental”, o “curso básico”, o “cur-so preparatorio” traducción de varias expresiones acuñadas so-bre todo en alemán e inglés: Vorkurs, Grundkurs, Grundlehre, basic 

design, foundation course . Los orígenes de este módulo formativogeneralmente se hacen remontar al Bauhaus y, en efecto, esa atri-bución de paternidad es históricamente correcta aunque elGrundkurs del Bauhaus, en las varias fases en que puede ser sub-dividida la historia de esa institución didáctica, tenía otra índo-le y se proponía objetivos diferentes de los que hemos esbozadomás arriba. No se trataba tanto de un módulo formativo que secolocaba en el primer escalón de una escala de complejidad cre-

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4. Didáctica, investigación y diseño industrial

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ciente, cuanto más bien de una experiencia iniciática que debíacrear una especie de tabula rasa eliminando preconceptos y co-nocimientos superados y predisponiendo al alumno a recibir lasenseñanzas que le serían impartidas.

Estas primeras y simples observaciones ya han permiti-do descubrir la pluralidad de funciones y de expectativas que sehan amontonado bajo la expresión “curso fundamental” o “cur-so básico”. Las diversas experiencias históricamente realizadas en

 varios contextos geográficos y didácticos han buscado de vez en vez privilegiar una de esas funciones en detrimento de otras. Pe-

ro muy a menudo se han encontrado, queriéndolo o no, efec-tuando una síntesis de dos o más de esas funciones. En ciertoscasos el papel principal ha sido el propedéutico de iniciación; enotros, en cambio, el estabilizador de homogeneización de los co-nocimientos de estudiantes provenientes de trayectos escolásticosdiferenciados, de adquisición de conocimientos instrumentales

 y conceptuales de base, de ejercitaciones proyectuales en el nivelmínimo de complejidad configuracional, de ejercitación proyec-

tual concentrada sobre la gestión de las relaciones sintácticas enausencia de una aplicación específica. Tratemos de penetrar másen la esencia de estos diferentes tipos de curso fundamental ex-trayendo puntos de arranque y ejemplificaciones de las experien-cias históricamente realizadas con el objeto de comprendercómo se pueden encarar los problemas de la actualidad.

Entre los problemas que emergen hoy pero no están

menos enraizados en la historia del curso fundamental se en-cuentran, sin duda, los referentes a la alternativa entre cursofundamental especializado para el diseño industrial o compar-tido con otros trayectos formativos (en especial con la comuni-cación visual). Una cuestión ulterior considera el cambio depapel del curso fundamental cuando se pasa de un currículumque tiene una única salida (licenciatura, diploma universitario,etcétera) a uno que en cambio prevé una sucesión en serie de

módulos formativos, cada uno de los cuales concluye con unperfil preciso que puede dar acceso, indiferentemente, al mun-do del trabajo o a una continuación de los estudios. Estos agre-gados problemáticos nos pueden guiar en el análisis de variostipos de curso fundamental y en la determinación de la másapropiada mixtura de esos tipos según las circunstancias.

El Grundkurs del Bauhaus ya ha sido objeto de muchosanálisis y evaluaciones incluso discordantes, pero actualmente

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quedan pocas dudas acerca de su carácter de iniciación y sus la-zos con el activismo pedagógico. Tomás Maldonado ha focaliza-do la atención justamente sobre el Grundkurs  y sobre lasdiversas versiones que nos han dado los protagonistas (de Ittena Kandinsky, Klee, Albers, Moholy-Nagy) cuando examinó la ac-tualidad y la transferibilidad del modelo bauhausiano a la di-dáctica ulmiana. Este tema ha sido objeto de numerososescritos suyos y, en parte, también del famoso carteo con Wal-ter Gropius de 1963.32 Él caracteriza de este modo el Grundkurs 

bauhausiano: “El programa implícito en esa síntesis puede re-

sumirse en los siguientes preceptos pedagógicos: el estudiantedebe dar vía libre a sus fuerzas expresivas y creativas a través dela praxis manual y artística; desarrollar una personalidad acti-

 va, espontánea y sin inhibiciones; ejercitar integralmente sussentidos, reconquistando así la perdida unidad psico-biológica,o sea, ese supuesto estado paradisíaco en el que las experien-cias visuales, auditivas y táctiles no estarían en conflicto entreellas; en fin, debe adquirir un conocimiento no exclusivamen-

te intelectual sino también emocional, no a través de los librossino por medio del trabajo”.33 En esencia, se trataba de la trans-ferencia al nivel de formación universitaria de técnicas peda-gógicas que parecen más apropiadas a ciclos formativosprecedentes.34 Nadie puede o quiere esconder las diferenciasentre Itten y Albers o Moholy-Nagy, pero la idea de un Grund- kurs que haga tabula rasa de las experiencias precedentes y em-

puje al estudiante hacia la introspección los mancomuna comodemuestra, por ejemplo, la confirmación de los mismos objeti- vos en el foundation course del New Bauhaus fundado por Moholy-Nagy en Chicago o en el curso de Albers en el Black MountainCollege y después en Yale.

La revisión del curso fundamental, promovida en la Es-cuela de Ulm por el mismo Maldonado, tiende hacia una ma-

 yor objetividad de los procesos de generación morfológica

(introduce, además, elementos de topología, simetría, psicolo-gía de la percepción, etcétera) pero en un primer período con-

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4. Didáctica, investigación y diseño industrial

32. Véanse en especial T. Maldonado, 1958, 1963, 1966 y, en castellano, “Todavía el Bauhaus”,

en T. Maldonado, 1974, pp. 153-172, [149-163].

33. T. Maldonado, 1974, p. 154.

34. Una tentativa muy interesante de anticipar la adquisición de sensibilidades expresivas y

formales es la de A. Marcolli, 1971. Véase también A. Marcolli, 1983.

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serva, al menos en parte, la herencia del Grundkurs bauhausia-no entendido como enseñanza propedéutica y como momentode homogeneización de los conocimientos. En este primer pe-ríodo, el curso fundamental comprende todo el año de estudios

 y es común a todos los cursos de estudio (diseño industrial, co-municación visual, industrialización de la construcción).

La fase sucesiva parte del agregado de nuevas acep-ciones al curso fundamental, en especial la de instrumentopara la adquisición de conocimientos básicos y la de ejerci-tación proyectual, de  problem solving en el nivel mínimo de

complejidad como subraya Giovanni Anceschi.35

Esto teníacomo consecuencia directa la reducción del espacio conce-dido al curso fundamental común a todos los cursos de estu-dio y la creación de cursos fundamentales especializados a losque son asignadas estas nuevas funciones. También para el di-seño industrial permanecen las ejercitaciones en espacio bi-dimensional, pero están flanqueadas por una atenciónpredominante hacia la adquisición de conocimientos básicos

 y por las ejercitaciones proyectuales tridimensionales (topo-logía tridimensional, conexiones entre formas tridimensio-nales diversas, etcétera). Actualmente, el tema del cursofundamental puede ser encarado sólo teniendo plena con-ciencia de sus diversas caracterizaciones y teniendo en cuen-ta también las variaciones necesariamente introducidas porlas tecnologías digitales, que vuelven inútiles ciertos tipos de

ejercicios y exigen otros. Sólo esta articulación del curso fun-damental en sus elementos constitutivos permite organizarun currículum en el que sean colocados en el punto justo y tengan el peso justo tanto los aspectos comunes del cursofundamental como los más específicamente conectados conel diseño industrial.

La controversia sobre el curso fundamental y sobre las visiones contrastantes que de ella nos han sido proporcionadas

hace emerger, en transparencia, otro punto de fundamentalimportancia en la historia de la universidad y que requiere tam-bién en nuestro caso ser reexaminado a la luz de las condicio-nes cambiadas. Me estoy refiriendo a la función desempeñadapor las “escuelas” en el sentido que pudo haber sido atribuidoa este término en la tradición que va de las escuelas filosóficas

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35. G. Anceschi, 1983. Sobre el tema del basic design véase también G. Anceschi, 1972 y 1989.

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helénicas a los modelos universitarios ochocentistas de vonHumboldt y de Newman hasta la actualidad, incluyendo en suinterior numerosos y significativos ejemplos en varios campos(de la filosofía a la física, a la matemática, a la historia, a las cien-cias sociales, pero también a sectores más cercanos a nosotroscomo la comunicación visual, la arquitectura y, no en último tér-mino, el mismo diseño industrial).

Queriendo entrar más profundamente en la esencia,se puede decir que cada una de estas escuelas se caracterizapor una mezcla de elementos objetivos (polarización del inte-

rés sobre determinadas áreas problemáticas y sobre temas es-pecíficos, consiguiente elección de los interlocutores y de loscompañeros de ruta, participación en las metodologías deacercamiento a las temáticas encaradas, compatibilidad alre-dedor de las elecciones culturales de fondo y, a veces, tambiénen las preferencias formales y estéticas, etcétera) y de elemen-tos más impalpables pero igualmente influyentes, como visio-nes comunes, valores y principios de referencia. Una mezcla

semejante es precisamente lo que convierte una escuela en al-go más que una estructura burocrático-organizativa y la acer-ca idealmente a las experiencias “comunitarias” tan presentesen la historia de la universidad.

Decíamos que incluso en el campo del diseño indus-trial se encuentran calificados ejemplos de estas escuelas y losefectos destacables son importantes sea para quien ha tenido

modo de participar en ellos en calidad de estudiante, sea por eldesarrollo y la profundización de determinadas temáticas, sea,en fin, por la misma estructura organizativa de la universidad.En efecto, los alumnos que han tenido modo de participar enuna experiencia significativa, como puede serlo la ofrecida poruna escuela fuertemente caracterizada, no tienen dificultad enreconocer, aun pasado el tiempo, haber recibido una suerte deimprinting casi indeleble.36 Por otra parte, estas escuelas no son

en realidad estáticas e inmutables, sino que, por el contrario, setransfieren a contextos espaciales y temporales distintos de losiniciales, modificándose a veces radicalmente pero mantenien-do algunos elementos caracterizantes que hacen posible la re-construcción de árboles genealógicos, tan ramificados como se

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4. Didáctica, investigación y diseño industrial

36. Véanse entre los muchísimos ejemplos que se pueden citar, las declaraciones de Franco

Clivio y Michael Klar sobre la Escuela de Ulm en T. F. Bruns, 1997.

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quiera.37 En efecto, uno de los resultados más importantes de lasescuelas es precisamente la continuidad que se da al análisis y al desarrollo de ciertas temáticas. Igualmente importante es elaporte que éstas proporcionan a la transmisión de una profesio-nalidad ampliada, de la cual forman parte no sólo las indispen-sables competencias técnico-operativas sino también visiones,principios y capacidad de análisis crítico.

Esta posición “militante” es aun hoy más fácil de en-contrar en instituciones que tengan dimensiones relativamen-te contenidas por cuanto, en estos casos, puede ser mayor la

coherencia y el grado de participación de un modelo unitario.38

Su utilidad se extiende, no obstante, a instituciones mucho másgrandes en las que el pluralismo, además de ser una necesidad,puede convertirse también en un enriquecimiento si se lo inter-preta no como un achatamiento de todos en posiciones eclécti-cas sino como la posibilidad ofrecida a diversas escuelas dedesarrollarse cabalmente y de compararse. Un modo concretopara obtener las ventajas de ese policentrismo es una organiza-

ción de núcleos problemáticos y temáticos de la didáctica y dela investigación. Semejante organización da lugar a una estruc-tura no amorfa pero articulada en forma policéntrica en la quediversas escuelas pueden convivir en el interior de una única ins-titución, poniendo cada una el acento en temas que considerepertinentes al núcleo central del diseño industrial.

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37. Aun en este caso citar ejemplos significa, por cierto, reducir el alcance de un fenómeno

muy extendido. No obstante este conocimiento, mencionamos, en el campo que aquí trata-

mos, el árbol genealógico que se ramifica del Bauhaus en diversas prolongaciones, cada una

reconocible en que retoma, más o menos críticamente, las premisas originales: School of De-

sign, a continuación Institute of Design de Chicago, Escuela de Ulm, etcétera. Una difusión

del modelo didáctico y cultural atribuible a la diáspora de los protagonistas mancomuna el

Bauhaus a la Escuela de Ulm. Véase H. Lindinger, 1988 (en especial T. Maldonado, “Ulm rivi-

sitata”, pp. 222-223; G. Anceschi y P. G. Tanca, “Ulm e l’Italia”, pp. 248-253; G. Bonsiepe, “Il

modello Ulm in periferia”, pp. 266-268).

38. En este sentido es ejemplar H. Stetzer, G. N. Reichert y T. Rurik, 1997.

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5. Producto y ambiente

El contexto en el que nos estamos moviendo nos conduce ine- vitablemente a examinar la relación entre producto y ambien-te con un corte que prefiera la reflexión sobre un accionarproyectual orientado a la solución de problemas. En resumen,esto puede ser enunciado mediante la afirmación de que en elcentro de nuestra atención se sitúan las relaciones, las intersec-ciones y las sinergías entre dos disciplinas –el diseño industrial

 y la proyectación ambiental– que tienen en su patrimonio ge-nético el estímulo para las soluciones proyectuales de los pro-blemas relativos a los productos y al ambiente respectivamente.Introduciéndonos un poco más minuciosamente en el núcleo,nos encontramos enfrentados a una serie de cuestiones agrupa-bles en dos temas de reflexión que podemos enunciar con dospreguntas: ¿Es posible encarar de modo proyectual los proble-

mas ambientales y, si la respuesta es positiva, qué papel desem-peñan en este ámbito la proyectación y la planificación de losproductos? ¿Cómo se transforman la proyectación y la planifi-cación de los productos en el caso de que se quieran tener encuenta los parámetros ambientales además de las configuracio-nes formales, funcionales, prestacionales, técnico-económicas,técnico-productivas, etcétera, que tradicionalmente correspon-den a la actividad del diseñador industrial?

 Algunas precisiones sobre uno de los términos del bi-nomio producto-ambiente (o sea, sobre la noción de “ambien-te” entendido como objeto de estudio y de intervención de laproyectación ambiental) me parecen oportunas antes de entraren lo vivo de las interrelaciones e influencias recíprocas.1 Ten-

1. Sobre el significado del término “producto” desde el punto de vista del diseño industrial

ya nos hemos detenido extensamente. Véase en especial el capítulo 1.

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go plena conciencia de que la idea de encarar una temática de-finiendo preliminarmente las nociones de base puede parecer,por un lado, pedante; por el otro, veleidosa y dispersiva. En efec-to, a menudo estos temores encuentran una comprobación enla realidad. Pero, por una vez, es necesario un acercamiento se-mejante con el fin de desembarazar el terreno de algunos equí-

 vocos persistentes y de prejuicios que atañen a la noción deambiente y que podrían comprometer el desarrollo y los resul-tados de nuestro razonamiento. Por lo tanto querría recordar acontinuación algunas de las características principales de la no-

ción de ambiente, señalando las principales consecuencias ope-rativas para cada una de ellas.2

El ambiente es un sistema, o sea que está caracterizadopor la presencia de diversos elementos (físico-químicos, biológi-cos, socioculturales, técnico-económicos, etcétera) tan estrecha-mente conectados unos con otros que resulta muy difícilsepararlos. A este sistema pertenecen componentes objetivos y mensurables como la concentración de sustancias contaminan-

tes en la atmósfera, componentes subjetivos e inconmensurablescomo valores, necesidades individuales y colectivas, estilos de vi-da. Además, un sistema configurado de esta manera puede serestructurado sobre la base de cuatro subsistemas: biosfera, geos-fera, sociosfera y tecnosfera. Sin duda, esta subdivisión es conven-cional, pero tiene el mérito de volver transparente el procesoconstitutivo de la noción sistémica de ambiente, explicitando los

principales filones disciplinarios que han contribuido a ese pro-ceso. Aun más importante es el hecho de que hace surgir confuerza la característica principal de la noción de ambiente, osea, el indisoluble lazo de componentes antrópicos (los de latecnosfera y de la sociosfera) y no antrópicos (los de la biosfe-ra y de la geosfera). Así, por otra parte, se vuelve superfluo,además de impropio, el añadir al término “ambiente” adjeti-

 vos calificativos como “natural” y “artificial” o la distinción en-

tre lo que es nocivo para el hombre y lo que lo es para elambiente. El hombre, en efecto, con sus propias necesidades,sus propios comportamientos individuales y colectivos, las di-

 versas formas de organización social, la producción tecnológi-ca, no es una variable independiente y externa al ambientesino una parte constitutiva de éste. Para algunas tendencias, la

2. Véase el capítulo “La noción de ambiente” en M. Chiapponi, 1989, pp. 13-27.

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5. Producto y ambiente

noción sistémica de ambiente es exactamente lo contrario dela de naturaleza a pesar de que a menudo estén consideradas,por lo menos en nivel de divulgación, como totalmente equi-

 valentes. No obstante, esta identificación es tan arbitraria comodesviadora. El concepto de naturaleza ha estado siempre liga-do, desde la antigüedad, a la idea de un principio generativomonolítico e inmutable que determina los fundamentos de laacción humana manteniéndose fuera y por encima de ésta. Se-mejante noción de naturaleza tiene un escaso valor cognosciti-

 vo por cuanto hace referencia a un mundo incontaminado y 

primordial que ya no existe en la realidad, si alguna vez ha exis-tido. Su admisión, de todos modos, no carece de consecuenciasprácticas. Constituye la base ideológica más o menos explícita-mente declarada en ese abigarrado conjunto de movimientos(ambientalismo fundamentalista, radical environmentalism, deep ecology , etcétera) que rechaza, en modo muy concreto y a veceshasta violento, cualquier intervención sobre la “naturaleza”. Es-te rechazo nace de la firme convicción de que hasta la más pe-

queña modificación de la situación originaria no puedeproducir otra cosa que una irremediable degradación. Pero deeste modo se perjudica la puesta a punto de los instrumentos in-dispensables para proyectar y guiar la inevitable transformacióndel ambiente. Más bien, si se llevase semejante razonamiento alas últimas consecuencias, habría que renunciar hasta a las ac-ciones dirigidas a la salvaguarda de los componentes bióticos

del ambiente.Una segunda y relevante característica del ambiente esque, en este terreno, cada problema compromete diversas esca-las de intervención.3 Problemas ambientales globales, como elefecto invernadero y el agujero en el ozono, pueden ser enca-rados sólo a través de una reproyectación de las redes infraes-tructurales para el transporte de personas y mercaderías y de losproductos correspondientes o a través de un cambio proyectual

de los productos en el campo de la de la producción del calor y del frío. Por otra parte, diversos problemas ambientales locales,como los desechos o la contaminación del agua y del aire, ya nopueden ser encarados localmente.

En fin, el ambiente es, por cierto, un sistema caracte-rizado por una alta complejidad, ya sea en sentido mecanicista

3. Véase M. Chiapponi, 1992.

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u holístico. Más explícitamente, el ambiente es un sistema de al-ta complejidad porque consta de muchos componentes mutua-mente diferenciados; porque cada componente desempeñadiferentes funciones en el sistema; porque todos los componen-tes y funciones están mutuamente conectados y a veces son con-tradictorios y, por fin, porque no todo es explicable en términosde componentes, estructuras funcionales y relaciones recípro-cas. Por otra parte, que el ambiente sea un sistema complejo noes sólo un dato de hecho. O sea que expresa también un juiciode valor. Bajo muchos aspectos, la complejidad es para el am-

biente una característica positiva y desde luego deseable. Bastacitar al respecto un par de ejemplos. La diversidad biológica –tí-pica expresión de la complejidad de la biosfera– es tan impor-tante como para ser protegida por ley. Por lo que concierne ala sociosfera, hemos aprendido de Emile Durkheim que la com-plejidad es un rasgo distintivo necesario en una sociedad avan-zada. Ya en su tesis de doctorado de investigación4 distingueentre una forma “mecánica” y una “orgánica” de unión de la so-

ciedad. La primera, que es propia de las sociedades primitivas,posee un bajo grado de complejidad, puesto que el proceso desocialización presupone una drástica limitación del papel de losindividuos en nombre de la adhesión a principios generales co-munes. En este sentido son emblemáticas las sociedades teocrá-ticas. Al contrario, la forma de agregación social “orgánica”,típica de las sociedades avanzadas, enfatiza la libre interacción

de individuos y grupos y comporta, por lo tanto, un fuerte au-mento de la complejidad.Sobre la base de estas características del ambiente ad-

quiere un particular significado la primera de las dos preguntasque nos hemos hecho anteriormente: la relativa a la posibilidadde intervenir en un sistema complejo como el ambiental coninstrumentos proyectuales. Una aceptable declinación del pro-blema tiene en cuenta la relación dialéctica entre simplicidad y 

complejidad.5

Como es bien sabido por cualquier proyectista,la simplicidad desempeña un papel principal. Los instrumen-tos de formalización de la realidad, los modelos, las simulacio-nes y las operaciones sobre la realidad misma deben ser lo mássencillo posible. Por el contrario, acabamos de señalarlo, en el

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4. E. Durkheim, 1893.

5. Véase M. Chiapponi, 1995.

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campo ambiental no se puede renunciar con ligereza a la com-plejidad. Para encarar los problemas planteados por la contra-dicción aparentemente incurable entre el valor positivo ínsitoen la complejidad del ambiente sistémico y la búsqueda de sim-plicidad intrínseca al proceso proyectual, puede ser muy útil ladistinción introducida por Mario Bunge entre ontological comple- xity y semiotic complexity .6 O sea, la distinción entre la complejidaddel ambiente y la complejidad de los modelos, de las teorías y de los instrumentos metodológicos utilizados para la proyecta-ción del ambiente. La reducción de la ontological complexity es

tanto imposible cuanto ilegítima; la simplificación de la semiotic complexity es, en cambio, no sólo sensata sino indispensable. Porotra parte, estamos alentados para emprender esta tarea enor-me por la existencia de procedimientos de análisis, descripción,proyectación y control actualmente obtenidos por sectores quepresentan niveles de complejidad parangonables con los del am-biente. Estamos hablando de los métodos formales desarrolladospor la investigación sistémica para tratar los llamados macrosis-

temas (large-scale systems ).7 Esos métodos no son transferibles au-tomáticamente a un sistema formalizable sólo en parte comoel ambiental, pero se pueden atesorar los principios básicosempleados en estos procedimientos que, por otra parte, estánen sintonía con las tesis de Bunge de las que constituyen unaconfirmación.

En una síntesis extrema, el proceso proyectual aplica-

do a un macrosistema –en nuestro caso, el ambiente– consisteen una relación bidireccional entre la realidad a proyectar y sumodelo. En la primera fase (la del análisis, la caracterización y la delimitación del problema proyectual) se pasa, a través de unproceso de abstracción y de formalización, de la realidad a unmodelo que expresa la misma realidad en modo coherente conlos objetivos, los métodos y las técnicas proyectuales. El mode-lo es obviamente una simplificación porque, si incorporase to-

dos los aspectos de la realidad, perdería su misma razón de ser.Las operaciones que llevan a la simplificación (determinaciónde los límites de cada problema proyectual, elección de los pro-blemas a analizar y proyectar, especificación de las prioridades,son el primero y tal vez el más delicado paso proyectual. Paso

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5. Producto y ambiente

6. M. Bunge, 1963.

7. Véase H. Hirata y R. E. Ulanowicz, 1986.

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que constituye la indispensable premisa para la segunda fase (lade la planificación y ejecución de las intervenciones) en la que,a través de simulaciones efectuadas sobre el modelo y accionesdirigidas sobre los factores establecidos con anterioridad, se ob-tiene una modificación controlada de la realidad.

Por cierto, no somos tan ingenuos como para pensarque problemas complejos como el ambiental puedan ser resuel-tos con simples artificios técnicos y con operaciones de “agrega-ción” o “descomposición”. Sabemos bien que la complejidad delsistema ambiental comporta también la del sistema de los acto-

res comprometidos en su proyectación. La pluralidad de los as-pectos proyectuales significa que la proyectación del ambientepertenece a muchos y diferentes universos de discurso: desde eldisciplinario de la proyectación al tecnológico, al sociopolítico,al económico y a otros más. De modo que no es imaginable quese pueda actuar sólo sobre la vertiente de las técnicas del problem solving  y de la ingeniería de sistemas.

Las analogías que hemos reconocido, sin embargo, van

bastante más allá de un obtuso autoconsuelo y son importantesporque abren una brecha en el muro de excesiva deferenciafrente a la complejidad con la que se tropieza muchas veces. Lapremisa de esta posición renunciante suena más o menos así: “Elambiente es demasiado complejo para poder proyectarlo”. Lasconclusiones que se extraen son dos, especularmente opuestasen apariencia, convergentes en realidad. Alguien sostiene que,

frente a tanta complejidad, no es posible ninguna intervenciónproyectual y que la única opción es la de observar y describir iner-mes la evolución de la situación confiándose al azar y a las ines-crutables lógicas autopoiéticas del sistema. Algún otro, encambio, prefiere confiarse a soluciones igualmente improbablescomo las elaboradas por los especialistas y basadas sobre la fe cie-ga en su presunta competencia técnica.8

Consideramos que no sólo es posible sino también in-

dispensable una multitud coordinada de actos proyectuales pa-ra solucionar los problemas ambientales y que, por lo tanto, eslegítimo hablar de proyectación ambiental como proyectacióndel ambiente a condición de que las decisiones de estructura(agenda de las temáticas en discusión, criterios para el otorga-

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8. Un excelente examen de la riqueza de implicaciones del concepto de competencia y de la

relación entre modos democráticos y tecnocráticos de tomar decisiones sobre temas públicos

de gran complejidad se encuentra en R. Dahl, 1985.

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miento de las prioridades, tiempos y modos de actuación de laselecciones proyectuales, etcétera) sean adoptadas colectivamen-te, mediante una comparación entre los actores efectuada conprocedimientos “discursivos”. La proyectación ambiental ten-dría en esta hipótesis funciones análogas a las del heterogeneous en- gineering en el terreno de los grandes sistemas técnicos.9 O seaque debería poder conciliar y hacer congruentes proyectos so-ciales, tecnológicos, científicos, etcétera, en función de la solu-ción de los problemas ambientales.

Por esta razón, la proyectación ambiental no es imagi-

nable sino en relación con muchas otras disciplinas. En ciertosentido se podrían hacer a propósito de la proyectación ambien-tal consideraciones del todo análogas a las desarrolladas porHerbert A. Simon sobre la ciencia cognoscitiva. Simon afirmóen una reciente entrevista que la ciencia cognoscitiva todavía noes una verdadera y propia disciplina sino más bien un “lugar”en el que diversas disciplinas “se encuentran” y “conversan”.10

Este planteamiento se dirige hacia el sentido de supe-

rar una organización del saber elaborada sólo sobre la base dedisciplinas unívocamente etiquetables y encasillables en un rí-gido sistema taxonómico. Junto a una organización del saber“por disciplinas” (que no obstante mantiene en muchas circuns-tancias su propio papel y su propia eficacia) se abre paso unaorganización “por problemas”. De este modo se pueden plan-tear en términos nuevos cuestiones como la de la interdiscipli-

nariedad (o transdisciplinariedad) o la de la relación dialécticaentre especialismo y generalismo.En esta óptica, la interdisciplinariedad no es una elec-

ción apriorística sino más bien una directa consecuencia delproblema que se está tratando. Especialismo y generalismo noson más antitéticos sino dos caras de la misma medalla, dos ins-trumentos, ambos necesarios, para encarar determinados pro-blemas. Por otra parte, se hace indispensable desarrollar lo que

se podría definir un “especialismo de las conexiones”, es decir,la capacidad de orquestar diversas formas de saber, de hacerlas“encontrar” y “conversar” –como diría Simon– para resolver

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5. Producto y ambiente

9. Las afinidades entre proyectación del ambiente y proyectación de los grandes sistemas téc-

nicos son evidentes. Para esto se remite a cuanto ya se ha dicho al respecto en el capítulo 2.

10. H. A. Simon, 1995. Sobre la proyectación ambiental como disciplina véase también M.

Chiapponi, 1989, pp. 44-52.

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problemas. En este contexto se sitúa, a mi parecer, gran partedel trabajo que se debe efectuar para una definición más preci-sa de la proyectación ambiental entendida como proyectacióndel ambiente.

Por lo demás, los síntomas del fenómeno de transfor-mación más general apenas descrito son dilatados y claramen-te percibibles. Cada vez son más numerosas las disciplinas defrontera, de conexión, y las nuevas disciplinas que integran di-

 versas áreas temáticas y las examinan desde diferentes puntos de vista. Entre éstas figura seguramente también la proyectación

ambiental y es en este sentido que se encuentran sus conexio-nes con otras disciplinas, en especial con el diseño industrial.Más articulado es el discurso sobre la existencia de un

específico perfil profesional del “proyectista ambiental”, sobreel cajón de los enseres de que dispone, sobre sus relaciones conlas competencias, los instrumentos y la actuación de los otrosprofesionales en el campo de la proyectación. A este respectose está viviendo, a mi parecer, una fase de transición y probable-

mente todavía es prematuro prefigurar resultados seguros. Enel estado actual puede parecer inoportuno e intempestivo ad-mitir por hipótesis un proyectista ambiental que trabaje con ins-trumentos metodológicos completamente nuevos y netamentediferentes de los ya utilizados en las profesiones proyectuales co-dificadas. Una hipótesis de ese tipo subvaluaría de manera cul-pable la inercia de instrumentos profundamente enraizados en

la praxis (proyectos de productos y de sistemas de productos,planes territoriales, planes reguladores, planes pormenoriza-dos, proyectos arquitectónicos, etcétera) y las ventajas ofrecidaspor la rutina desde el punto de vista del procedimiento y de lacomunicación entre los actores sociales.

Supongamos entonces que en el breve plazo sea me-nester atenerse a hipótesis prudenciales e imaginemos un pro-

 yectista ambiental que flanquee las figuras más tradicionales en

el campo de la proyectación y que, renunciando en alguna me-dida a destacar su propia autonomía, contribuya a una revisiónde los instrumentos codificados en el sentido de una mayoratención por las temáticas ambientales. Ya esta elección, aparen-temente mínima, implica profundas transformaciones de losmodos de trabajar y es, de cualquier modo, un primer paso ha-cia la creación de lenguajes y procedimientos proyectuales com-partidos entre especialistas de áreas disciplinarias heterogéneas

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que tienen en común el objetivo de solucionar problemas am-bientales. Es, por lo tanto, la base de la capacidad de crear lascondiciones para una provechosa conversación que deberíapermanecer, incluso bajo régimen, como la principal especiali-zación del proyectista ambiental.

Desde el punto de vista que más nos interesa en estasede, sólo si se admite la proyectabilidad del ambiente tiene sen-tido continuar la reflexión sobre un diseño industrial ambien-talmente consciente. Por otra parte, es sólo dentro de un cuadrode referencia articulado y coherente como el ofrecido por la

proyectación ambiental que cada una de las intervenciones so-bre los productos y sobre los sistemas de productos puede serútil y correctamente dirigida.

La esencia y la eficacia de los recursos proyectualesque el diseño industrial está en grado de poner a disposiciónpara resolver los problemas ambientales van a la par con la in-novación de los modos de proyectar productos y sistemas deproductos provenientes de la consideración de los parámetros

ambientales. Éstos son, en efecto, dos lados del mismo dilema:los progresos en la solución de los problemas ambientales obte-nidos gracias al diseño industrial sostienen y estimulan progresosen el planteamiento de un diseño industrial atento al ambiente

 y viceversa. Al contrario, un diseño industrial soi-disant “ambien-talmente consciente” que no esté adecuadamente equipado pa-ra ofrecer aportes eficaces a la solución de los problemas

ambientales es progresivamente marginado, se vuelve estéril y pierde significado.La sucesión de los pasajes lógicos y de procedimiento

necesarios para cebar y alimentar el círculo virtuoso está, porotra parte, nítidamente definida. Ante todo se debe indicar elproblema ambiental (o los problemas ambientales) sobre losque hay que ejercer una acción proyectual orientada hacia la so-lución de los problemas y establecer en qué medida un modo

diferente de proyectar productos y sistemas de productos pue-de contribuir a esa solución. El segundo paso consiste en pun-tualizar sobre la base de qué criterios y parámetros se puedeafirmar, en ese caso específico, que un producto o un sistemade productos son ambientalmente preferibles con respecto a losotros, o sea: qué requisitos ambientales deberán ser respetadosen la proyectación y en la planificación. A continuación se de-ben presentar propuestas concretas a nivel de proyectación y 

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planificación de los productos y garantizar la congruencia conlas hipótesis más generales de soluciones proyectuales que se es-tén elaborando para el problema ambiental. Se deben crear, enfin, las condiciones para una real implementación y puesta enmarcha de las intervenciones, comprendidas, naturalmente,también aquellas propias del diseño industrial.

De modo que no hay grandes dificultades, incertidum-bres o disensos mientras nos limitamos a definir el cuadro de loscomportamientos estratégicos; la tarea se hace más ardua cuan-do se entra en los detalles de cada acción concreta. Por otra par-

te, es en este nivel de detalle donde se puede verificar el alcancedel aporte del diseñador industrial y no sólo la calidad y la canti-dad de las relaciones que éste debe establecer con los otros acto-res y, en especial, con el proyectista ambiental. Otro escollo estárepresentado por el hecho, ampliamente demostrado y experi-mentado, de que el procedimiento esbozado anteriormente estábloqueado de hecho, no admite vías más rápidas. Cada tentativade acelerar el proceso de solución de los problemas salteando al-

gún pasaje o ignorando el cuadro de referencias se ha mostradocon falencias y contraproducente. Valga por todos el ejempo dela confianza a menudo mal depositada en declaraciones de prin-cipio altisonantes pero ineficaces si no son seguidas por interven-ciones proyectuales que las especifiquen y las concreticen.

Un caso emblemático en este sentido es la confianzaexcesiva en los foros, en los congresos y en las convenciones in-

ternacionales sobre problemas ambientales globales

11

como elagujero de ozono y el efecto invernadero. Los acuerdos alcan-zados en estas circunstancias tienen con seguridad tropiezos in-mediatos en la realidad y actúan según intereses concretos,como está demostrado por las contraposiciones para nada pro-tocolares que se registran. Al contrario, no hay nada más iluso-rio que la convicción de que, una vez decidida por un consensointernacional la tasa de disminución de las emanaciones de

dióxido de carbono o del uso de cfc, el problema se pueda con-siderar resuelto. En ese punto sólo se han establecido las condi-ciones de base y las reglas del juego y comienzan las diversaslíneas proyectuales que llevan a la realización concreta de losobjetivos acordados.

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11. Un interesante análisis de algunos casos de negociaciones internacionales para la solu-

ción de problemas ambientales se encuentra en L. E. Susskind y otros, 1990.

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Comencemos ahora a examinar más detalladamentecada una de las fases del proceso mediante el cual el diseño in-dustrial ofrece un aporte concreto a la solución de los proble-mas ambientales y, de ese modo, se caracteriza a sí mismo y a suaccionar. Sobre la elección preliminar del problema ambientala encarar no hay mucho más que decir sino que es un paso im-prescindible y preliminar a cualquier otra operación y por esoes cumplido de modo explícito. En efecto, al variar el problemaambiental cambian no sólo los instrumentos proyectuales y ope-rativos, hasta el punto de que instrumentos inapropiados pue-

den producir efectos opuestos a los deseados, sino también lascondiciones del contorno, las prioridades, el sistema de los ac-tores y, lo que más nos preocupa, cambia el papel de los produc-tos y, por lo tanto, del diseño industrial.

Estas conjeturas sirven también para establecer quela expresión “ambientalmente preferible”, referida a un pro-ducto o a un sistema de productos, no puede tener un signi-ficado y un contenido homogéneos independientemente del

problema ambiental, de las circunstancias y de las condicio-nes en las que se trabaja. Los parámetros que caracterizan es-ta preferencia no son fijados a priori y mecánicamente,aunque a veces el juicio es inmediato. Cuando, por ejemplo,se está en presencia de productos que contienen sustanciasconsideradas tóxicas o seriamente nocivas para la salud huma-na, está descontado que se debe decidir por su exclusión. No

obstante, existe un amplísimo espectro de casos en los cualesla elección entre un producto y otro en una óptica de ecocom-patibilidad no es automática, sino que requiere instrumentosmetodológicos más refinados y basados sobre datos científica-mente confiables.

 A partir de los años ’70, se han concebido numerosasmetodologías para evaluar e incrementar la calidad ambientalde productos y procesos productivos. En sustancia, se ha tra-

tado de una pluralidad de respuestas proporcionadas a diver-sas facetas de una necesidad extensamente percibida:disponer de instrumentos analíticos y operativos para ocupar-se adecuadamente de los aspectos ambientales en la produc-ción industrial. En este medio se ha comprobado, incluso, quemetodologías del todo análogas tendrían denominaciones dife-rentes según el contexto disciplinario y también sólo lingüísticoen el que eran propuestas.

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En una apretada síntesis y sin pretensiones de totalidad,se pueden recordar: metodologías que toman en consideraciónun amplio espectro de parámetros y que llegan a evaluacionescasi exclusivamente cualitativas, por ejemplo, la Produktliniena- nalyse (PLA); metodologías que concentran su atención en unacantidad de parámetros más bien acotada y privilegian las evalua-ciones cuantitativas, como los “ecobalances”, los “balances ener-géticos” y los “balances de materia y energía”; metodologías quese refieren a todo el ciclo de vida de un producto o bien a una fa-se bien delimitada; metodologías que consisten esencialmente

en la integración de aspectos ambientales en instrumentos ya co-nocidos de análisis empresarial, por ejemplo, el “análisis amplia-do costos-beneficios” ( Erweiterte Wirtschaftlichkeitsrechnung ), el“sistema de cálculo del coeficiente” (Kennziffersystem ), el “registroecológico” (Ökologische Buchhaltung ) y el “control ecológico (Öko- controlling ), metodologías que se ocupan directamente de losproductos y otras que, en cambio, los observan sólo en modo in-directo, estando pensadas para la evaluación de los procesos pro-

ductivos (clean technologies ), lugares productivos (valuación deimpacto ambiental, VIA) y sistemas de gestión (environmental ma- nagement system , EMS); metodologías de evaluación con una sali-da proyectual prácticamente obligada en cuanto ya tienen en sí una indicación precisa de los parámetros sobre los que se debe-rá intervenir, y otras que dejan el juicio en suspenso hasta el fi-nal. En fin, una importante distinción aceptada por todos los

especialistas del sector es la que está entre metodologías parala recolección y la organización de datos objetivos y posible-mente cuantitativos y metodologías para la manipulación y laevaluación de los datos, que pueden ser influidas por juiciossubjetivos.12

Como se ve, el exuberante florecer de las metodologíasha creado una situación en la que es difícil incluso estableceruna clasificación atendible precisando los resultados que se pue-

dan alcanzar y el campo de aplicación de cada una de ellas. Es-to corre el riesgo de llevar a una elección extemporánea de lasmetodologías de evaluación de la calidad ambiental de los pro-ductos o a una indebida e indefinida ampliación de su campode aplicación, comprometiéndose consecuentemente, su propia

 validez. Hagamos entonces abstracción por un momento de las

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12. Véanse Öko-Institut, 1987; M. Chiapponi y C. Pratesi, 1991; W. Klöpfer, 1991; U. Steger,

1991; W. Lee Khure, 1995 y 1996.

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metodologías y tratemos de ir hacia la raíz del problema de“evaluación de la calidad ambiental de productos y sistemas deproductos”.

Si se quiere calcular en qué medida productos y sistemasde productos son ambientalmente preferibles, nos encontramosante una dificultad objetiva conceptual, muy parecida a la esbo-zada en algunos pasajes precedentes. Se trata de estimar la cali-dad ambiental, o sea, se quiere evaluar (o, mejor aun, medir parapoder efectuar comparaciones) una característica holística, pu-diendo contar sólo con instrumentos de tipo mecánico. En efec-

to, al estar nuestra evaluación dirigida al proyecto de productosambientalmente preferibles, debemos hacer las cuentas con unarealidad inmodificable. A través de la proyectación se puede in-fluir sólo sobre determinados aspectos de la cualidad ambiental,como la necesidad requerida de energía en la fase de construc-ción y uso del producto, la necesidad requerida y el número demateriales, el número de componentes, la desmontabilidad, lareutilizabilidad y la duración tanto del producto en total como de

sus componentes.Por lo tanto se debe decidir, caso por caso, si y en qué

medida son relevantes el ahorro de energía, materiales y recur-sos hídricos o la reducción en el origen de los desechos o algomás todavía. Este tipo de decisión ata fuertemente la evaluaciónde la calidad ambiental a la elección del problema ambiental so-bre la base del cual se asignan las prioridades. Por otra parte, la

determinación de prioridades y jerarquías es una característicacomún a la proyectación del ambiente y a la proyectación de losproductos industriales. Es, por lo tanto, un elemento esencialde una relación producto-ambiente considerado en términosproyectuales.

Un segundo punto por el cual se debe encontrar unequilibrio entre exigencias divergentes es el que se refiere al ni-

 vel de detalle en el que debe ser emitido el juicio sobre la cali-

dad ambiental de los productos. Por una parte están lasexigencias de exactitud del juicio que requieren fundarlo so-bre procedimientos compartidos e informaciones irrefutables

 y después diferir el juicio de modo de poder preparar un cua-dro de evaluación absolutamente seguro. Por otra parte, estaexigencia no se debe sólo al sacro furor analítico de científicosimperturbables frente a las razones de la economía de recur-sos. Si el juicio sobre la calidad ambiental de los productos no

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es suficientemente esmerado y autorizado, es muy concreta laposibilidad (los ejemplos a propósito no faltan, por cierto) deque sean rechazados y considerados inservibles, haciendo vanostodos los esfuerzos realizados. Por otra parte, está la necesidadde no confiar en instrumentos tan complejos y onerosos que sucampo de aplicación concreta se reduzca tanto que le haga te-ner el significado de un testimonio carente de efectos sobre larealidad. Otro riesgo conectado con esta segunda hipótesis esque, por esperar a entrar en posesión de informaciones y datosmuy detallados, el juicio sea emitido cuando ya sea demasiado

tarde para evaluar soluciones verdaderamente alternativas. Seterminaría por convalidar forzosamente elecciones por las cua-les ya se han invertido demasiados recursos y demasiado tiempopara que se pueda volver a ponerlas en discusión.

Frente a esta dificultad objetiva de manejar instrumen-tos más bien complejos y de encontrar los datos necesarios, seha hecho camino legítima y oportunamente la idea de prepararmetodologías de análisis y evaluación simplificadas como sopor-

te de una proyectación de los productos ambientalmente cons-ciente. Pero esta simplificación no está libre de pasajesdelicados. Para decirlo de un modo explícito, no es admisibleuna simplificación hecha por necesidad, por falta de conoci-mientos científicos adecuados, que delegue en procedimientosautomáticos –informatizados o no– las elecciones que pertene-cen en cambio al campo de responsabilidad del proyectista. Un

planteamiento semejante sería sólo un expediente de cortoaliento tendiente a ilusionar, contra toda evidencia, al diseña-dor industrial a propósito de los conocimientos que debe po-seer para dialogar eficientemente con otros especialistas.

Por otra parte, una reducción excesiva e impropia delcono óptico con el que se observan estos problemas puede pro-ducir, a pesar de las buenas intenciones, resultados opuestos alos deseados y buscados. Otro sencillo ejemplo para aclarar es-

ta afirmación: uno de los desafíos más comprometedores quemancomuna proyectación ambiental y diseño industrial es lareducción en el origen de los desechos mediante la proyecta-ción de productos que puedan ser fácilmente reutilizados y re-ciclados. Muy a menudo, sin embargo, este tema es trivializado

 y reducido a la utilización de “materiales reciclables”, o sea, ma-teriales para los cuales ya existen tecnologías de reciclaje sufi-cientemente probadas y confiables o que son presentadas

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como tales. Es cierto que la reciclabilidad tecnológica del ma-terial es una condición necesaria, pero si nos limitamos a esto

 y descuidamos las conexiones con el sistema entero de condi-ciones que pueden asegurar la reutilización y la reciclabilidaddel producto (proyectación de productos fácilmente desmon-tables, número reducido de componentes y de materiales, pre-sencia de una organización para la recolección, el desmontaje

 y la reutilización de los componentes, condiciones normativasadecuadas, etcétera) se va fácilmente en la dirección opuesta ala deseada. En efecto, se alimentan malentendidos y se indu-

cen comportamientos de compra distorsionados, aumentandoasí artificiosamente el consumo de productos que son recicla-bles sólo en abstracto, pero que en la realidad se transformanen desechos.

 A nuestro modo de ver, la solución más apropiada con-siste en efectuar una evaluación de la calidad ambiental de losproductos articulada en varios estadios que se suceden en unproceso de aproximaciones sucesivas. A medida que se avanza,

pasando de un estadio al otro, aumenta el nivel de definición y de precisión de los datos y de las técnicas de medición y estima-ción y se pasa cada vez más de juicios cualitativos a veredictoscuantitativos. Un proceso inverso sufre la amplitud del espectrode investigación, que se reduce progresivamente, ya que se con-centra sobre los parámetros y los aspectos que pasan por el ta-miz de los estadios precedentes gracias al reconocimiento de su

relevancia. Al final de cada estadio es expresada una evaluación y se proporcionan indicaciones adecuadas al tipo de eleccionesque se deben efectuar en ese momento.

Uno de los modos para llegar a un juicio técnicamenterazonado y compartido sobre la calidad ambiental de los produc-tos que más se acercan a los criterios enunciados más arriba es laLCA (life cycle assessment ).13 La LCA es, notoriamente, un instru-mento articulado de evaluación del impacto ambiental de los pro-

ductos que toma en consideración todas las diferentes fases delciclo de vida (aprovisionamiento y tratamiento de las materias pri-mas; fabricación, distribución y venta; uso y mantenimiento; ges-tión del fin de vida mediante reciclaje y/o procesamiento; diversas

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5. Producto y ambiente

13. Hay una literatura vastísima sobre la LCA y todos los problemas metodológicos han sido encar-

ados en detalle. Aquí recordamos sólo algunos textos, cuya autoridad es indiscutida entre los ex-

pertos y que generalmente son utilizados como manuales. SETAC (Society of Environmental

Toxicology and Chemistry), 1991, 1992, 1993a, 1993b, 1994a, 1994b; G. Huppes y F. Schneider, 1994.

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fases de transporte). Posee, además, otras características que con-tribuyen a hacerla interesante. Recurre a una pluralidad de pará-metros más o menos detallados para cada una de las fases arribaindicadas (recursos energéticos empleados; materias primas em-pleadas, emisiones en el aire, en el agua, en el suelo; producciónde desechos tóxico-nocivos y especiales; producción de desechossólidos urbanos; contaminación por el ruido, etcétera). Es un pro-cedimiento compuesto por diversas operaciones ejecutadas en su-cesión: definición del objeto y de los objetivos de la evaluación(goal definition and scoping ); análisis de los fluidos en ingreso (ener-

gía, materiales, etcétera) y en salida (emisiones en aire, agua y sue-lo, producción de desechos, etcétera) en todo el ciclo de vida (life cycle inventory , LCI) evaluación de los impactos (impact assessment ),individualización de las posibilidades de mejoramiento y de las in-tervenciones necesarias (improvement assessment ). Algunas de esasfases proporcionan resultados utilizables incluso autónomamen-te con respecto al procedimiento total deLCA. Por ejemplo, la so-la ejecución del LCI permite identificar en un primer nivel de

aproximación los puntos de criticidad ambiental. Se focalizan así los aspectos sobre los cuales concentrar las ulteriores averiguacio-nes evitando onerosas y, en suma, inútiles profundizaciones gene-ralizadas. La LCA, en fin, consigue unir, gracias a la característicarecordada en el punto precedente, una base de datos objetivos y cuantitativos (recogidos y organizados en la fase de LCI) con jui-cios, expresados en la fase de evaluación, capaces de considerar

incluso los aspectos cualitativos y subjetivos.En este procedimiento hay todavía algunos problemasabiertos, sobre los cuales se están concentrando los esfuerzos delos investigadores. Las cuestiones teóricas más significativas exa-minan las fases de clasificación/caracterización y evaluación delos impactos, esas fases en las que, partiendo de los resultados delLCI se trata de identificar y evaluar los impactos producidos enel ambiente. Aquí se encuentran todavía relevantes nudos proble-

máticos para deshacer y el debate que se está desarrollando a ni- vel internacional sobre estas temáticas es una prueba de ello. Lasmayores incertidumbres se encuentran en la clasificación de losparámetros que se deben considerar en la evaluación, en el pesoespecífico que hay que dar a cada uno de tales parámetros y en laformalización de las relaciones entre parámetros impactantescualitativos y cuantitativos definidos en el inventory  y efectos dedistinto orden y grado sobre los problemas ambientales.

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La encomiable tentativa de poner en sintonía los crite-rios de evaluación y de facilitar el uso de la LCA ha llevado a laelaboración de diversos métodos de clasificación y evaluaciónformalizados de modo de poder ser incluidos en adecuados mó-dulos de software . Autorizados centros de investigación se handecidido a competir y han puesto a punto diversos criterios y métodos14 mancomunados todos por el problema indescartablede conciliar la reducción de recursos y tiempos necesarios parala ejecución de una LCA que mantenga un nivel suficiente deconfiabilidad y representatividad de los resultados. Esos méto-

dos se diferencian por el tipo de impactos tomados en conside-ración (agotamiento de los recursos bióticos y abióticos, efectoinvernadero, destrucción de la capa protectora de ozono, toxi-cidad, eutrofización, etcétera); evalúan los efectos sobre las en-tidades que hay que salvaguardar (recursos, salud humana,biodiversidad, etcétera) o las consecuencias de tales efectos; to-man o no en consideración la duración y el lugar de las emisio-nes como variables significativas; efectúan evaluaciones one step 

o multi step ; emplean diversos criterios para “pesar” los impac-tos; expresan el juicio con indicadores analíticos o acumulati-

 vos (eco-points , eco-indicators , etcétera). Sin poner en discusión suexactitud y su idoneidad en las diferentes circunstancias y sinaventurarnos en una comparación detallada que otros han he-cho ya muy cuidadosamente,15 podemos señalar que el verdade-ro problema es el de su correcta interpretación. Esos métodos

 y los software en que están incluidos son utilísimos si se los utili-za como soportes de evaluaciones y decisiones singulares y ra-zonadas que no pueden, de ninguna manera, ser confiadas amecanismos automáticos. Por eso tienen un gran mérito los pro-cedimientos de peer review que prevén el cotejo con expertos nocomprometidos en la evaluación sobre los presupuestos, losmétodos de evaluación y los resultados.

Otros problemas abiertos se refieren, en cambio, a la

fase de LCI. En esa fase, como se sabe, son recogidos y organi-zados los datos cuantitativos de input  y output (por ejemplo, losconsumos –de energía, materias primas y segundas, agua, etcé-tera– y las emisiones en el aire, el agua y el suelo relativas a las

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5. Producto y ambiente

14. Véanse R. Heijungs, 1992; L. G. Lindfors y otros, 1994; Enquete-Kommission “Schutz des

Menschen und der Umwelt” des Deutschen Bundestages, 1994; M. Gkoedkoop, 1995.

15. A. Braunschweig y otros, 1994 y 1996.

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diversas fases del ciclo de vida de un producto). En este terre-no han sido encarados, con cierto éxito, los principales nudosconceptuales y teóricos e importantes organismos internaciona-les16 están contribuyendo en la puesta a punto de criterios com-partidos por lo que concierne al tipo de datos a recoger, lasmodalidades para asegurar su calidad y un formato unificado delos mismos datos.

El problema principal en este caso es la constitución debancos de datos cuantitativa y cualitativamente apropiados y que tengan una base de referencia territorial segura. La utilidad

 y la necesidad de adecuados bancos de datos apoyados por laLCA son más bien obvias, si se piensa que muy a menudo el efec-tivo alcance de los objetivos propuestos en el momento de rea-lizar una LCA depende, en buena medida, de la cantidad y calidad de los datos disponibles. Además, la búsqueda de datoses actualmente una de las operaciones más onerosas de la mis-ma LCA, pues llega a absorber hasta el 60%-70% de los recur-sos necesarios.

Por otra parte, la situación de los bancos de datos exis-tentes en la actualidad no está en condiciones de satisfacer lasexigencias que puedan resultar de una pluralidad de usos de laLCA, en cuanto los bancos de datos públicos hoy consultablesdirectamente se limitan a datos sectoriales y la elección de lossectores no siempre coincide con las exigencias específicas dequienes los utilizan. Por otra parte, los bancos de datos interna-

cionales accesibles al público tienen estándares de datos despa-rejos y su actualización tiene lugar con ritmos no regulares y amenudo a intervalos de tiempo muy largos. En fin, los datos enpoder de las empresas, de las asociaciones y de las sociedadesde asesoramiento y servicios sobre LCA también están referidosa sectores delimitados y casi siempre reservados. Además, mu-chos datos son fuertemente dependientes de las peculiares con-diciones del país al cual se refieren. Se pueden tener, por

ejemplo, diferencias muy grandes en los valores cuantitativos de

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16. Entre otros, organismos de estandarización como el ISO (International Organization for

Standardization); agencias para el ambiente como la estadounidense EPA (Environmental

Protection Agency), la italiana ANPA (Agenzia Nazionale per la Protezione dell’Ambiente),

la suiza BUWAL (Bundesamt für Umwelt, Wald und Landschaft), la holandesa NOVEM (Na-

tional Agency for Energy and the Environment) o la alemana UBA (Umweltbundesamt);

asociaciones científicas internacionales como SETAC (Society of Environmental Toxicology

and Chemistry) y asociaciones industriales como SPOLD (Society for the promotion of LCA

Development).

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las emisiones en aire, agua y calor en las fases de producción y transporte al variar las tecnologías productivas de la combi-nación energética y de transportes típicos de cada país. Ésta esla razón por la cual, en diversos países, están en acción iniciati-

 vas para la constitución de bancos de datos nacionales que de-berían colmar estas lagunas.17

 Aunque es legítimo prescindir de estas cuestiones toda- vía abiertas en las fases de evaluación y de recolección y organi-zación de los datos, presumiendo que se hayan encaminado asoluciones en tiempos razonables, la LCA puede, sin embargo,

ser un instrumento más bien complicado si se lo aplica a produc-tos complejos y de modo homogéneamente profundizado. Prue-ba de ello es la actual discusión internacional sobre lasmetodologías simplificadas de LCA. Respecto de otras metodo-logías de evaluación igualmente de amplio espectro, como la Pro- duktlinienanalyse , tiene una doble ventaja: es mucho más flexible

 y articulada. Por lo tanto, es posible tomar en consideración to-das las fases del ciclo de vida y todos los impactos en un nivel de

profundización no excesivamente oneroso pero suficiente paradefinir las fases y los aspectos ambientalmente críticos para eseproducto (los llamados hot spots ) y, sólo para esas fases y esos as-pectos, proceder a análisis y evaluaciones de detalle.

En resumen, éste es el modo en el que se emplea laLCA para la determinación de criterios sobre la base de los cua-les asignar a los productos una marca, una etiqueta ambiental

(ecolabel ) que oficializa el logro de un nivel de calidad ambien-tal prefijado. El ecolabel es un instrumento de tipo comercial quetiene la finalidad de favorecer la difusión de los productos a losque sea reconocida, por parte de organismos oficialmente ha-bilitados, la posesión de una calidad ambiental superior respec-to de la de otros productos de la misma categoría. Se ubica, porlo tanto, en el proceso que lleva a reconocer y promover los pro-ductos con bajo impacto ambiental y, viceversa, a combatir o a

divulgar cuáles son aquellos con impacto ambiental alto.18

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5. Producto y ambiente

17. M. Chiapponi y otros, 1997.

18. El ecolabel es, desde hace mucho tiempo, objeto de la atención y de específicas iniciati-

vas de organizaciones internacionales como la OECD (Organization for Economic Co-opera-

tion and Development ) o la UNEP. Véase M. Chiapponi, 1993. Además, muchos países han

instituido organizaciones y normativas propias para la asignación de ecolabel nacionales, en-

tre ellas el Blauer Engel (Alemania), el White Swan (países escandinavos) y el NF Environne-

ment (Francia). Desde 1992 ha sido también adoptado el reglamento para un ecolabel común

a todos los países adherentes a la Unión Europea.

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Ése no es el único instrumento disponible para lograrel objetivo. Hay varios otros de tipo legislativo (obligaciones y prohibiciones), de tipo económico y social (incentivos financie-ros, tasaciones, barreras aduaneras, promoción de comporta-mientos ambientalmente conscientes), de tipo técnico-científico(transferencia y difusión de clean technologies ).

Estas características hacen que el ecolabel , aun insertán-dose plenamente en el más amplio sistema de las certificacio-nes, se diferencie por algunas características no secundarias.

 Viéndolo bien, la idea de certificar mediante una marca una

propiedad especial de un objeto no es nueva en absoluto. Alcontrario, este procedimiento es ampliamente utilizado en laactualidad y ha alcanzado un grado de sofisticación más bienelevado. Procediendo de manera sintética, se pueden emplearalgunos parámetros normalmente usados para identificar y cla-sificar los diversos tipos de certificación existentes y, paralela-mente, establecer cuál es el comportamiento del ecolabel conrespecto a esos parámetros. De ese modo, resulta probablemen-

te más fácil dar un paso ulterior hacia una mayor comprensiónde los problemas planteados por el ecolabel y sus reales potencia-lidades. En la práctica, cada certificación está caracterizada porlas respuestas a una serie de preguntas.

¿Qué se certifica? En este terreno, el nivel mínimo es lacertificación de una confiabilidad genérica del productor. Es elcaso de quien hace valer, con un objetivo comercial, su propio

status de proveedor de clientes que se supone que sean especial-mente exigentes. (Para dar sólo un par de ejemplos, se puedencitar los productores de vino o cerveza que declaran en sus pro-pias etiquetas ser “proveedores de la Casa Real” o de los produc-tores de artículos deportivos que se jactan de proveer a unequipo olímpico.) Más detallada es la certificación que sirve pa-ra garantizar el origen, la composición y las propiedades de pro-ductos de alta calidad, utilizada, por ejemplo, en el ámbito de

la industria textil o agroalimentaria. Obviamente, el valor deuna certificación es tanto mayor cuanto más definido es su con-tenido y cuanto más consolidados son los procedimientos de ve-rificación de ese contenido. En esta óptica, se puede considerarque los criterios para la asignación del ecolabel , a pesar de losmárgenes de inseguridad que hemos señalado repetidamente,son suficientemente atendibles en cuanto están basados sobreevaluaciones de tipo LCA.

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¿Cómo se certifica?  A esta pregunta, por otra parte estre-chamente ligada a la precedente, se puede dar una variada ga-ma de respuestas. Se va de la simple utilización de la marca delproductor entendido como garantía en sí mismo de la lista delos componentes, de las fechas de elaboración y de vencimien-to para productos alimenticios, al juicio sintético de un ente decontrol autorizado. Y éste es el caso del ecolabel , aun si normal-mente está acompañado por la explicación del motivo por elcual se ha concedido.

¿Qué valor tiene la certificación? Ésta puede tener un ca-

rácter obligatorio en cuanto constituye una garantía para elusuario y está explícitamente exigida por la legislación vigenteo ser facultativa con un valor puramente promocional-comer-cial. Un ejemplo de la primera opción es la certificación de laconformidad a las normas de seguridad previstas para los elec-trodomésticos o para otros productos de la industria electrotéc-nica. Típico de la segunda es, en cambio, el ecolabel .

¿A qué se aplica la certificación? Ésta puede interesar a un

solo producto, más o menos complejo, o a una entera categoríade productos. El ecolabel es conferido a cada producto y, aunque lalista de categorías de productos que pueden aspirar a tenerlo esmás bien larga, la experiencia ha demostrado que, en el caso deproductos con un bajo nivel de complejidad (funcional, estructu-ral y topológica) es más fácil poder contar con criterios y procedi-mientos de evaluación atendibles, repetibles y generales.

¿Cuál es el ámbito de validez espacial y temporal de la certifi- cación? Ese ámbito puede ser más o menos extenso. Como es sa-bido, el ecolabel tiene una validez temporal limitada y una validezespacial que, análogamente a lo que ocurre con otras formas decertificación, puede variar según el ente de certificación com-petente, de un ámbito nacional a uno supranacional.

Nos hemos extendido sobre el ecolabel porque, entre to-dos los tipos de certificación, es probablemente el más intere-

sante por la relación ambiente-productos de la que nos estamosocupando. En efecto, a diferencia de otras certificaciones am-bientales como el ISO 14010 o el EMAS, que califican los luga-res productivos, controla directamente los productos. Además,constituye el anillo de conjunción entre la fase evaluativa y laproyectual en cuanto llega a traducir un juicio sobre la calidadambiental de los productos en parámetros que se convierten enprecisos requisitos proyectuales.

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 Veamos ahora de más cerca qué intervenciones a nivelde planificación y proyectación de los productos pueden con-tribuir a resolver problemas ambientales y, al mismo tiempo, acaracterizar el diseño industrial.19 Las palabras de orden más re-currentes en este campo (renunciar, evitar, eliminar, reducir)indican acciones “en negativo” y habitualmente se refieren a laplanificación de los productos. El sostén ambiental está conec-tado con escenarios de implosión del sistema general de los pro-ductos que, como hemos visto, pueden ser utópicos20 si nosignifican accionar en los diversos lugares en los que tienen lu-

gar esas planificaciones insertando, junto a los otros requisitos y criterios, también objetivos de racionalización que lleven a re-nunciar a eventuales productos superfluos, a reducir los consu-mos energéticos, a evitar la producción de desechos. Poco másque una declaración de propósitos loable pero ineficaz puedenresultar también las propuestas de aumentar la eficiencia y re-ducir, en consecuencia, el uso de los recursos, a menos que nosean concretizadas mediante proyectos que tengan en sí la fuer-

za de autogenerarse y de proliferar.21

Las propuestas a nivel de planificación deben, por lotanto, estar coordinadas con las que controlan la proyectaciónde productos para poder limitar o reducir efectivamente los im-pactos sobre el ambiente (uso de recursos, de materias primas,producción de desechos, emisiones en aire y agua, etcétera).En este sentido es ejemplar el caso de los proyectos de servicios

muy citados en el discurso sobre el sostén ambiental y que res-ponden al imperativo “Usufructuar colectivamente en vez deconsumir individualmente” (Gemeinsam nutzen statt einzeln ver- brauchen ).22 Viéndolo bien, no se trata de proyectos nuevos. Unservicio de lavandería centralizada (además de un servicio denursery  y, en algún caso, de comedor) era parte integrante de las

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19. Una reseña histórica del desarrollo del interés del diseño industrial para los problemas am-

bientales se encuentra en P. Madge, 1993.

20. Véase capítulo 2.

21. Por esto es muy apreciable el esfuerzo de ejemplificar y proporcionar modelos de com-

portamiento que, aun no siendo siempre fácilmente reproducibles, dan densidad y credibili-

dad a propuestas como las enunciadas en los eslóganes de aumentar la eficacia de los recursos

de un factor cuatro o de un factor diez. Véase E. von Weizsäker y otros, 1997. Sobre el tema

productos-ambiente con especial referencia a la contribución del diseño industrial, véase G.

Bergmann, 1994; S. Hellenbrandt y F. Rubik, 1994; F. Schmidt-Bleek y U. Tischner, 1995.

22. IFG Internationales Forum für Gestaltung Ulm, 1993.

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Siedlungen realizadas en los años ’20 en la Francfort del alcaldeLudwig Landmann y del arquitecto Ernst May y, de manera aunmás radical, estaba presente en las casas comunes soviéticas delmismo período.23 También la idea de compartir el uso de un au-tomóvil con extraños durante un recorrido más o menos largo

 y variable (car sharing ) puede ser vista como una evolución delos grandes proyectos de infraestructura para la movilidad co-lectiva del pasado, una forma más sofisticada de transporte pú-blico para responder a una demanda de movilidad difundida y difícilmente agregable más allá de los niveles que justifiquen in-

 versiones para la realización de líneas de subterráneos o de re-des tranviarias. Pero la diferencia reside en el hecho de que, enla fase naciente, estos servicios colectivos constituían unaampliación del acceso a prestaciones anteriormente cerradas aamplios estratos de población, de modo que, para muchos,eran un mejoramiento absoluto de las condiciones de vida y funcionaban a manera de monopolio de hecho. Ahora debenmoverse compitiendo con otros modos consolidados de satis-

facer necesidades que se basan sobre el uso (o consumo) indi- vidual de bienes como el lavarropas o el automóvil. El nivelcualitativo del servicio colectivo debe, por lo tanto, ser superior

 y la calidad de los productos utilizados es determinante desdeeste punto de vista.

Por otra parte, a nivel de planificación de productos,también se puede admitir (aunque con todas las precauciones

 y contraindicaciones del caso) que la diversificación y, por lotanto, el crecimiento en conjunto de los productos tiene tam-bién aspectos positivos y, por lo tanto, se puede crear un con-flicto legítimo, que habrá que controlar, entre intereses delambiente e intereses socioeconómicos. A nivel de cada produc-to, en cambio, la proliferación de materiales y componentes,además de ser reprobable desde un punto de vista ambiental,es muy a menudo el resultado no querido de un error de pro-

 yectación o, por lo menos, de una proyectación que omite te-ner factores esenciales en consideración. Aunque todavía no lo hemos declarado explícitamen-

te, las consideraciones precedentes ya han hecho comprendercuáles son los problemas ambientales que tienen relaciones, máso menos directas, con los productos y cuya solución puede en-

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23. Véase M. Chiapponi y E. Gregori, 1981.

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tonces depender en mayor o menor medida de las propuestasproyectuales del diseño industrial. En la práctica, para estos pro-blemas no hay soluciones globales, pero existe una apretada redconstituida por regueros de proyectualidad, alimentados tam-bién por el diseño industrial, que aseguran lo concreto y la fac-tibilidad de las propuestas de solución. El problema ambientalque puede recibir los efectos más benéficos de una intervencióndel diseño industrial es el del tratamiento de los desechos, cuyasdimensión y dificultad están continua y rápidamente en creci-miento. El mecanismo ya es conocido desde hace tiempo. Una

población de productos en crecimiento potente y con una rápi-da obsolescencia se trasforma en una población de desechos per-sistente frente a las tentativas de “control demográfico”.

Las primeras soluciones han sido buscadas en el cam-po de las tecnologías de tratamiento y en la organización de unarecolección diferenciada que, juntas, deberían transformar losdesechos en recursos. Continúan siendo objetivos y modos deintervención importantes, pero ya no son suficientes. Cada vez

son más prioritarias las políticas que tienden a eliminar el pro-blema en sus orígenes con acciones preventivas que eviten laproducción de desechos en vez de compremeterse en su gestióncon intervenciones cuesta abajo más o menos eficaces.24 Consi-deremos dos sectores en los cuales la contribución del diseñoindustrial para una reducción preventiva de los desechos pue-de ser especialmente importante.

El primero es el sector del embalaje. Los embalajes sonproductos con una configuración formal, tecnológica, funcio-nal, etcétera; de modo que entran en todos los efectos en elcampo de intervención proyectual del diseño industrial. Peroson, no obstante, productos con algunas características que pro-

 vienen esencialmente de su falta de autonomía, o sea, del he-cho de que existen sólo en función de otros productos(justamente los productos que deben ser embalados), que la du-

ración de su ciclo de vida es estrechamente dependiente de lasfases del ciclo de vida de estos otros productos y que, para cadaproducto a embalar, hay todo un sistema de embalajes prima-rios, secundarios y terciarios, que lo acompañan en las diversas

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24. El tema de la reducción en la fuente de los desechos como alternativa o como integración

del reciclaje y de la gestión ha sido objeto de muchos estudios, sobre todo en alemán. Véan-

se Institut für Ökologisches Recycling, 1989; M. Runge, 1989; H. Sutter, 1989; G. Fleischer,

1990; AGÖF (Arbeitsgemeinschaft Ökologischer Forschungsintitute), 1990; C. Deutsch, 1994.

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fases de transporte, de almacenamiento, de exposición y venta.De manera que es fácil entender las razones de la elevada cuo-ta de embalajes presentes en los desechos y, por lo tanto, tam-bién la prioridad que este tema tiene en las políticas dereducción de los desechos. El aporte más eficaz del diseño in-dustrial se obtiene mediante intervenciones proyectuales quetomen en consideración el sistema total de los embalajes queacompañan un producto desde el lugar de producción al delconsumo final más que concentrarse en un solo embalaje o, me-nos aún, en la elección de un material. En efecto, a nivel de sis-

tema es posible identificar los pasajes en los que es mayor laproducción de desechos de embalaje, entender cuáles son lascausas de esa producción y definir las intervenciones proyectua-les específicas que puedan ser muy diferentes según las circuns-tancias. Pueden, por ejemplo, reducir la cantidad de materialutilizado, pero también eliminar completamente un embalajemediante la proyectación cuidadosa de los otros o introducirembalajes multiuso en el lugar de los monouso, etcétera.

Un segundo terreno de intervención para reducir laproducción de desechos es el que apunta a prolongar la vida delos productos y de sus componentes. Para conseguir este objeti-

 vo es obviamente necesario operar sobre factores tecnológicos,organizativos y de gestión (por ejemplo, utilizando materiales y soluciones tecnológicas adecuados o encargándose de un buenservicio de mantenimiento), pero también son decisivos los cri-

terios proyectuales adoptados por el diseñador industrial. En es-ta óptica, es por cierto deseable la proyectación de productos quetengan un número limitado de materiales y componentes, quesean fácilmente desmontables para poder recuperar y reutilizarlos componentes dotados de una vida más larga que la del pro-ducto entero, en los que los tipos de conexión entre las partessean elegidos aun en función de un desmontaje realizado direc-tamente por el usuario, por un técnico provisto de herramientas

especiales o por el productor, según los casos.Otro problema ambiental relevante para los produc-tos y para el diseño industrial es el consumo de recursos, espe-cialmente recursos energéticos y materias primas. Tambiénesta vez la variedad de las intervenciones concretas es muy al-ta. Queremos mencionar sólo el aporte que el diseño industrialpuede ofrecer para una progresiva sustitución de las materiasprimas con materias segundas. Las hipótesis de reciclaje de los

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materiales a menudo se revelan abstractas, aun siendo técnica-mente posibles. Esto se debe seguramente a carencias organi-zativas y logísticas de la recolección diferenciada y a motivos deorden económico. Sin embargo, hay que buscar una razón im-portante incluso en la falta de adecuadas ocasiones de empleode las materias segundas. El diseño industrial puede poner adisposición su capacidad de accionar en modo creativo sobrelos productos para idear soluciones proyectuales que extien-dan el uso de materias segundas a tipologías de productos aúnno comprometidas.

La actuación concreta en gran escala de las propuestasdel diseño industrial para contribuir a la solución de los proble-mas ambientales, mediante la proyectación de productos y sis-temas de productos, depende evidentemente de la cualidadintrínseca de esas propuestas. Pero se origina, por lo menos enigual medida, en la interacción de los diversos actores socialescon los cuales el diseño industrial entra en relación y en el he-cho de que las soluciones propuestas resulten persuasivas y con-

 venientes para cada uno de ellos. Es decir que es atribuible a laexistencia o no de condiciones por las que cada actor sea indu-cido a ofrecer su propio aporte para incrementar la calidad am-biental de los productos. También puede hacérsela remontar ala eficacia de los procesos de comunicación deliberativa que to-dos los actores en conjunto ponen en acción.

En efecto, un examen aunque sea somero de las expe-

riencias internacionales a las que ha sonreído el éxito en estecampo muestra la eficacia y la productividad de una apretada redde relaciones y de la continua colaboración entre diversas cate-gorías de actores sociales: actores públicos (en especial median-te la acción de sus órganos técnico-científicos: las agencias parael ambiente); empresas, grupos y asociaciones industriales; cen-tros de investigación públicos y privados (especialmente los uni-

 versitarios); profesionales y expertos, entre ellos los diseñadores

industriales; ciudadanos. Entre los efectos más significativos deesta sinergia hay que señalar la creación de redes de relacionesque favorecen un flujo continuo de informaciones y un cotejoconstante, que puede ayudar a la formación de decisiones com-partidas, por ejemplo sobre los estándares ambientales que losproductos deben respetar. También es importante el agregadode recursos científicos, técnicos y financieros en cantidad sufi-ciente para realizar proyectos comunes de gran compromiso.

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Pasando a la conducta de cada actor, no hay duda deque, para los públicos, favorecer el crecimiento de la calidadambiental de los productos puede ser considerado parte inte-grante de las políticas ambientales y, más en general, de su mi-sión institucional en cuanto se traduce en una gestión máscorrecta, eficiente y previsora de recursos colectivos escasoscomo los ambientales. Estas consideraciones elementales es-tán en la base de las acciones calificadas que han emprendidonumerosos actores públicos supranacionales, nacionales y lo-cales. La variedad de esas acciones es una directa consecuen-

cia de la riqueza de papeles y de funciones que invisten losactores públicos y de los actos que cumplen directamente oinspiran a otros. Ellos utilizan su poder de planificación y re-gulación para llevar a cabo políticas y planes y para promulgarleyes y normativas de distinto tipo (incentivos, tasaciones, re-gulación de precios controlados, normativas command and con- trol o aptas para reglamentar acciones voluntarias, etcétera);25

promueven y realizan estudios e investigaciones de base para

una definición cada vez más cuidadosa de la calidad ambien-tal de los productos y para la preparación de líneas-guía;26

efectúan políticas de compra de productos ambientalmentepreferibles y planifican atendiendo al sostén ambiental los sis-temas de productos utilizados en los servicios que ellos erogandirectamente o a través de entes y empresas constituidos ex-presamente.

De la misma importancia de las iniciativas llevadas a ca-bo por los actores públicos son las relaciones con los ciudadanos,aunque más no sea porque las decisiones y los comportamientosde estos últimos tienen la capacidad de condicionar seriamentela posibilidad de realización de los proyectos de los actores públi-cos. Sólo un ejemplo al respecto. La elección individual de con-

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5. Producto y ambiente

25. Entre las numerosas iniciativas de este tipo recordamos las indicaciones proporcionadas

por ISO a los entes y a los expertos que preparan estándares en el documento Guide for the

inclusion of environmental aspects in product standards, 11/3/1994 y las impartidas en DIN,

Leitfaden für die Berücksichtigung von Umweltaspekten bei der Productentwicklung und 

Normung, 14/2/1994. Véase también F. Costa y C. Pratesi, 1998.

26. Véase por ejemplo G. A. Keoleian y D. Menerey, 1993; Enquete-Kommission “Schutz des

Menschen und der Umwelt” des Deutschen Bundestages, 1994; BUND/MISEROR, 1996. En es-

te contexto se recuerda también otra iniciativa de importancia como el proyecto de un ban-

co de datos italiano a cargo de la LCA confiado por la ANPA a Associazione Impresa

Politecnico, una asociación entre el Politécnico de Milán y una calificada representación de

grupos y empresas italianos presentes particularmente o en forma asociada.

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tribuir responsablemente a la recolección diferenciada de los de-sechos no es imaginable en ausencia de oportunas decisiones delos entes encargados que favorezcan una eficiente organizaciónde la recolección misma, del reciclaje y del procesamiento. Peroesas decisiones son escasamente realistas si no están acompaña-das por una acción comunicativa puntual sobre las razones de larecolección diferenciada y sobre los resultados conseguidos perotambién, muy concretamente, sobre los lugares, horarios y mo-dalidades de recolección. En este caso, formas innovadoras de in-formación y comunicación, más flexibles e interactivas, pueden

acompañar a las tradicionales, con indudables ventajas inclusopara las empresas encargadas de la recolección, que pueden ob-tener así feedback informativo indispensable para la planificación

 y el cumplimiento de su actividad.Las intervenciones del diseño industrial dirigidas a

una mejor relación producto-ambiente pueden ser efectiva-mente implementadas sólo si consiguen colocarse correctamen-te con respecto a estas acciones de los actores públicos, volverse

mutuamente congruentes y favorecer la realización incluso me-diante una cuidadosa estrategia comunicativa que comprome-ta a los ciudadanos. Pero igualmente deben confrontarse conlas políticas y las actitudes de otros actores, en especial de las em-presas productivas. Los motivos que pueden inducir a los pro-ductores a emprender políticas ambientalmente conscientes engeneral y con especial referencia a los productos han sido ilus-

trados por diversos autores. Se han examinado las ocasiones deinnovación estratégica que esas políticas pueden brindar a lasempresas y, simétricamente, se ha evidenciado cómo las políti-cas ambientales sobre los productos son caprichosas si no tienenen cuenta las lógicas económicas.27

 Además de las razones estratégicas, hay diversas motiva-ciones específicas (en términos tanto de oportunidad como de

 vínculos) que pueden inducir a una empresa a introducir crite-

rios de tipo ambiental en la proyectación y gestión del ciclo en-tero de vida de sus propios productos. Esto es particularmentecierto si la empresa actúa en el mercado internacional. Algunasmotivaciones valen independientemente del tipo de producción,otras son más específicamente reconducibles al sector producti-

 vo y dan lugar incluso a iniciativas actuadas a nivel de asociacio-

Cultura social del producto

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27. Véanse J. Huber, 1991; D. Wallace, 1995; G. Azzone, U. Bertelé y G. Noci, 1997.

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nes de categoría.28 Una lista no exhaustiva y destinada a cambiarcon el tiempo podría incluir las siguientes motivaciones.

 Extended producer responsability . Se trata en esencia, delprincipio según el cual un productor es responsable de sus pro-pios productos por todo el ciclo de su vida y no sólo hasta el mo-mento de su colocación en el mercado. Este principio ya ha sidointroducido anteriormente para los embalajes por la normativaalemana, por lo tanto en la normativa europea, y ahora inclusoen los otros países europeos. Ahora el principio está en fase deampliación a otras tipologías de productos en la legislación de

cada país (por ejemplo, sectores de los automóviles y de los equi-pos eléctricos y electrónicos en Alemania). En estos casos, elproductor debe equiparse también para retirar sus propios pro-ductos al final de su ciclo de vida, desmontarlos, reutilizar algu-nos de sus componentes y recuperar material o energía. Esevidentemente importante que los productos estén proyectadosde modo de facilitar estas operaciones. Garantizar este serviciopuede ser de gran impacto sobre los compradores, especialmen-

te los grandes compradores que tienen dificultad en gestionarpor sí mismos el deshacerse de los productos que ya no están enuso.

 Demandas ambientales de clientes industriales . Ocurre ca-da vez más a menudo que clientes industriales (especialmentelos grandes grupos internacionales) pidan a sus propios provee-dores que respeten los criterios ambientales de distinto tipo (ex-

clusión de los productos o de los componentes de determinadassustancias, productos con bajo consumo energético, certifica-ción ambiental de la empresa, etcétera).

Green public procurement . Existen indicaciones bien pre-cisas (y en varios países incluso experiencias ya en acción) diri-gidas hacia una política racional, coordinada y atenta a lascaracterísticas ambientales de los productos, de compras de bie-nes y servicios por parte de los entes públicos. Eso significa tam-

bién introducir en las órdenes de compra criterios diferentesdel de mínimo precio de compra y, entre éstos, criterios de pre-ferencia ambiental.

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5. Producto y ambiente

28. Véase, por ejemplo, la iniciativa de la industria electrotécnica y electrónica alemana en

el terreno del desmontaje y de la recuperación de sus productos en ZVEI (Zentralverband

Elektrotechnik und Elektronikindustrie) Lösungskonzept der deutschen Elektroindustrie für

die Verwertung und Entsorgung elektrotechnischer und elektronischer Geräte, 29/9/1993.

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Certificación ambiental de los productos (ecolabel) y certifica- ción del sistema de gestión ambiental de la empresa (EMAS o ISO 14010) . Se trata, como ya hemos dicho, de instrumentos volun-tarios que pueden ofrecer la ventaja de coordinar todos los as-pectos ambientales obteniendo, en algunos casos, ventajas eco-nómicas directas (por ejemplo, ahorro energético, gestión másracional de los desechos, etcétera) y, en general, las ventajas deimagen y comerciales que pueden derivar de una certificaciónde este tipo.

 Demandas de los consumidores y normativas sobre la publici- 

dad comparativa . Los cotejos entre los propios productos y aque-llos de los directos competidores efectuados con objetivopromocional comienzan a ser permitidos por la legislación de di-

 versos países. Tales cotejos buscan a menudo hacer palanca so-bre el llamado green consumering , un fenómeno que tiene gruposcada vez más importantes de consumidores sensibles a los argu-mentos de tipo ambiental en el momento de la adquisición deproductos y servicios. Aquí es evidente la responsabilidad de una

bien determinada forma de comunicación (la publicitaria) y setraduce, de hecho, en la necesidad de que el mensaje promocio-nal refleje las características efectivas de lo que es propuesto. De-masiado a menudo en este sector se ha tratado de utilizar lacomunicación de manera ambigua, cuando no decididamenteengañosa. Se promovían productos que habrían debido ser “ami-gos del ambiente”, pero se lo hacía con argumentaciones abso-

lutamente genéricas, cuando no engañosas, reduciendo almínimo el contenido informativo de la comunicación. Ahora, encambio, las nuevas normativas y una capacidad de control mu-cho mayor por parte de los consumidores y de sus organizacio-nes imponen que las características por las cuales los productosdeben considerarse ambientalmente preferibles no sean sóloenunciadas sino también concretamente presentes.

De modo que una vez más resulta evidente la importan-

cia de las interrelaciones entre los actores para el efectivo mejo-ramiento de la calidad ambiental de los productos. Es en estecontexto que va inserta la acción del diseño industrial y de aquí derivan también modificaciones para su estatuto disciplinario.En efecto, la atención hacia el problema ambiental modifica, enalgunos casos profundamente, los contenidos, los procedimien-tos y los instrumentos del diseño industrial, pero no sólo esto. Sipor norma el sistema de los interlocutores del diseñador indus-

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trial y las recíprocas interrelaciones son establecidos con un su-ficiente grado de aproximación, introducir consideraciones am-bientales vuelve más fluido este cuadro. Así, al diseñadorindustrial que quiera efectivamente contribuir con su actividada la solución de problemas ambientales, deberá también buscar-se interlocutores más apropiados, establecer con ellos relacio-nes no habituales y hacerse promotor de proficuas formas decomunicación y colaboración entre actores sociales a veces ten-tados de accionar en espléndido aislamiento.

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5. Producto y ambiente

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6. Producto y comunicación

Las relaciones entre producto y comunicación que tienen algu-na importancia para el diseño industrial son múltiples y se re-montan a los orígenes de la producción industrial. A veces sepuede incluso observar que el recurso sistemático a esas rela-ciones ha marcado el pasaje a la producción industrial y el co-mienzo del diseño industrial en cuanto actividad profesional.En efecto, ha sido en ese momento histórico que fenómenos

bien conocidos, como la metódica separación entre la fase pro- yectual y la productiva, o sea, el pasaje de una relación perso-nal con transmisión directa y oral de las competencias técnicas

 y de las disposiciones específicas entre maestro y aprendices, enuna organización empresarial compleja basada sobre departa-mentos funcionales mutuamente interactuantes, han requerido

 y han sido hechos posibles por un imponente desarrollo de di-

 versas formas de comunicación.En otros términos, condición necesaria e instrumen-to indispensable del naciente modo de producción industrialha sido el pasaje de formas de representación de los productosque, sin embargo, habían alcanzado cimas excelsas de eficaciaexpresiva y hasta valor artístico pero que permanecían comoejemplares únicos, a un sistema articulado de comunicaciónbasado cada vez más en convenciones y estandarizaciones.1 Es

 justamente ese sistema de comunicación, que el diseñadoraprovecha ampliamente en el ejercicio de su actividad profe-sional, el que permite la materialización de las visiones de su“ojo interno”, como diría Eugene S. Ferguson.2 O sea, hacer po-sible: la presentación de la idea proyectual a los órganos de la

1. Véanse. R. Soulard, 1964, y L. Reti, 1974.

2. E. S. Ferguson, 1992.

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industria competentes para decidir sobre su efectiva realiza-ción; la redacción de las indicaciones técnicas y de fabricaciónpara producir y “reproducir” objetos con características esta-bles; la exposición del producto al público de los potencialescompradores, etcétera. Todos saben cómo el aumento de lacomplejidad de las estructuras organizativas de la industria hasido no fortuitamente proporcional al crecimiento cuantitati-

 vo y cualitativo de la comunicación dirigida a facilitar la inte-racción dentro de la estructura.3

Para observar más de cerca este sistema de comunica-

ción referente a los productos, parece oportuno introducir unaclasificación binaria distinguiendo entre comunicación “sobre”productos y comunicación “de los” productos, a pesar de saberque una clasificación semejante es mucho más útil que rigurosa.4

En la primera categoría incluimos las formas de comunicación“instrumental” que acompañan el ciclo entero de vida de los pro-ductos: bocetos; diseños técnicos; modelos; disposiciones para lafabricación, el montaje y desmontaje; manuales de instrucciones

para el uso; manuales para el mantenimiento y la reparación; imá-genes para la presentación y la publicidad, etcétera. Es decir, la co-municación entre todos los actores sociales que participan en laideación, en la proyectación, en la ingenierización, en la construc-ción, en la distribución y en el uso de un producto. Por cierto, exis-ten también numerosos e interesantes ejemplos de comunicación“narrativa” sobre productos (en la fotografía, en el cine, en el ar-

te visual y hasta en la poesía y en la literatura) pero, en este con-texto, parece legítimo dejarlos en el fondo con respecto al temaprincipal de investigación.

La segunda categoría comprende, en nuestra hipó-tesis, todos los aspectos comunicativos de cada producto o,para decirlo en términos más directamente referidos a lo físi-co de los productos, esos componentes (diversos elementosde codificación, marcas, etiquetas, esquemas gráficos y tipo-

gráficos, indicadores, escalas, display , etcétera) que constitu- yen la interfase comunicativa de un producto o de un sistemade productos y hacen comprensible su composición, su es-tructura, sus prestaciones, su modalidad de trabajo y ulterio-res características.

3. H. K. Wahren, 1987.

4. Véase M. Chiapponi, 1996.

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6. Producto y comunicación

Como veremos a continuación, la fuerte influencia so-bre la relación producto-comunicación ejercida por un factortecnológico penetrante como la microelectrónica y, más en ge-neral, la tecnología de la información contribuye a hacer, enciertos casos, menos netos los límites entre las dos categorías.De todos modos, la clasificación que hemos presentado tiene,por lo menos, el mérito de hacer que se cristalicen, dentro delo que podría ser una nebulosa de puntos de arranque de refle-xión inaferrables, dos núcleos temáticos consistentes y, por lotanto, de aportar un poco de claridad y de facilitar un análisis

más profundo. Esto constituye, seguramente, una considerable ventaja para una situación en la que la realidad parece desarro-llarse mucho más rápidamente que los instrumentos interpre-tativos, proyectuales y de control. Gracias a esta clasificación sehace posible delimitar ámbitos temáticos y problemáticos, ha-cer preguntas relevantes y buscar soluciones adecuadamente.

Se dedicará una atención especial, aunque no exclusi- va, a las formas de comunicación relativas a los productos más

fuertemente caracterizados por la microelectrónica. La aten-ción hacia los productos “microelectrónicos” no será exclusivaporque pensamos que son aditivos y no sustitutivos respecto delos “mecánicos” o “electromecánicos”. O sea que la nueva tec-nología no suplanta las precedentes sino que se agrega a ellas y,

 juntas, conviven en productos diversos o directamente en losmismos productos. Además, los problemas de comunicación de

los productos más tradicionales ya han encontrado, en nume-rosos casos, soluciones aceptables y que pueden funcionar co-mo puntos de referencia muy interesantes incluso con respectoa los productos microelectrónicos.

Con esta declaración, que tal vez pueda parecer afec-tada de excesivo continuismo, pensamos desembarazar el terre-no de un malentendido muy común en las fases de expansiónde nuevas tecnologías. En esas fases, está bastante difundida la

tendencia a exaltar acrítica e ingenuamente el papel de las tec-nologías emergentes. Hay quienes sostienen, aun con referen-cia a las tecnologías informáticas y de la comunicación, que éstasdarían lugar a un nuevo paradigma, a una realidad completa-mente nueva en la cual ya no tendrían valor los instrumentos y los sistemas de referencia teóricos utilizados hasta ahora.

Semejante enfoque tiene como consecuencia concre-ta, incluso en el terreno de la relación productos-comunicación,

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la subestima de la continuidad de los fenómenos y de la acumu-lación de conocimientos que, sobre todo en una fase de transi-ción, son especialmente importantes precisamente para losproductos nuevos. En nombre de la supremacía del nuevoparadigma, a veces se renuncia a conocimientos ya adquiridospara retomar desde el comienzo, y en modo ingenuo, temáticasque ya tienen a sus espaldas una consolidada reflexión utiliza-ble muy provechosamente.

Partiendo de estas prudentes premisas se pueden exa-minar, con la mente libre de prejuicios y con la debida atención,

los elementos de efectiva novedad que las tecnologías de la in-formación ya han introducido en la relación producto-comuni-cación y las que serán posibles en el corto y el mediano plazo.En efecto, estos elementos son tan sólidos que pueden instau-rar algunos escenarios totalmente nuevos junto a situaciones yaconsolidadas y a problemas más conocidos. Un primer y profun-do cambio de perspectiva está constituido por el hecho de quela misma tecnología microelectrónica actúa directamente tan-

to sobre la configuración de los productos como sobre los pro-cedimientos y las técnicas empleadas para proyectarlos y realizarlos. El uso de la computadora –pido que se me perdoneel modo un poco simplista de expresar este concepto– acerca y,en algunos casos, ya potencialmente reunifica la fase inventiva

 y la de realización de los productos.La combinación de técnicas de proyectación cad/cam,

de potentes instrumentos de modelación digital y de sofistica-das máquinas herramienta y operadoras de control numéricopuede eliminar muchos pasos intermedios del proceso de deci-sión y de realización de los productos. Por otra parte, la rela-tiva facilidad con la que los modelos digitales pueden ser com-partidos y transmitidos en tiempo real, hace finalmente posiblesde verdad, operaciones de coproyectación tantas veces deseadas

 y relaciones mucho más estrechas y duales entre el diseñador in-

dustrial y otros actores, por ejemplo, los responsables de la in-genierización de los productos. De modo que, gracias a unaltísimo nivel de sofisticación tecnológica, parecen volver a serpropuestas algunas de las condiciones que caracterizaban laproducción preindustrial, especialmente la unidad entre la in-

 vención y fabricación propia de la artesanía. Esta eventual con-fusión está reforzada por el hecho de que algunas de lasempresas consideradas todavía hoy artesanales, con una termi-

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nología residual y atenta sólo al número de los dependientes, de-sempeñan, en efecto, un papel de primer plano en la produc-ción y en la experimentación de estas tecnologías de vanguardia.

En el estado actual, la informatización del ciclo total deproyectación, desarrollo y producción, está limitada a algunossectores (especialmente el automovilístico) que tienen produc-ciones especialmente congeniales por cuanto están caracteriza-das por una complejidad muy elevada y por plataformas deproductos para las cuales son necesarias ingentes inversiones ini-ciales para proyectación, investigación y desarrollo y que son

modificadas sucesivamente en una amplia gama de variantespredefinidas. En estos sectores es indispensable efectuar verifi-caciones y controles preventivos muy cuidadosos y comparar di-ferentes soluciones alternativas hasta llegar a un grado dedetalle muy elevado; son por lo tanto tecnologías ideales de re-presentación y modelación flexibles y veloces como las digita-les, que permiten avanzar con procedimientos del tipo “prueba

 y error” y que, al final, pueden transferir los resultados a la lí-

nea productiva sin ulteriores intermediaciones. Tal vez, una ge-neralización de estos procedimientos y de estas tecnologías atodas las tipologías de producto seguirá siendo desproporciona-da por algún tiempo, pero su sola aparición en la escena impo-ne al diseño industrial algunas reflexiones sobre su propioorden disciplinario. Éste tendría que encontrar nuevos instru-mentos para el indispensable control sobre las características fí-

sicas y sensoriales de los productos que ejerce actualmentegracias al fuerte componente “manual” de su actividad. Tambiéntendría que encarar –pero este tema ya es impostergable– la re-lación entre los diversos tipos de modelos materiales y digitales

 y su propia actividad cognoscitiva, creativa y representativa.5No obstante las limitaciones circunstanciales que he-

mos señalado, en la era microelectrónica la comunicación “so-bre” productos debe ocuparse necesariamente, sin los ingenuos

entusiasmos de los neófitos pero también sin nostalgias antitec-nológicas, del papel de los componentes hardware  y software dela informática y de las tecnologías de la comunicación entendi-das como instrumentos proyectuales. Aceptar este desafío signi-fica hacerse preguntas como las siguientes: ¿en qué terrenos dela comunicación sobre productos y en qué condiciones ofrece

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6. Producto y comunicación

5. Véase T. Maldonado, 1992 [1994], capítulo 4.

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la tecnología de la información interesantes posibilidades inno- vadoras para la proyectación?; ¿cómo es posible utilizar al máxi-mo las capacidades integradoras de la computadora (integraciónde funciones de cálculo y de representación, de texto, imágenes,movimiento, sonido) para obtener una eficaz comunicación sobrelos productos?; ¿cómo se modifica de este modo la relación entreproyectación y realización de los productos?; ¿qué innovaciones in-troduce el nuevo instrumento en las metodologías y en las moda-lidades de trabajo de la proyectación tradicional?; ¿cómo es posibleuna activa cooperación entre competencias proyectuales y tecno-

lógicas no tan preocupadas por exhibir su pedigree sino más bien dealcanzar la efectiva solución de problemas objetivamente nuevos y de frontera?

Las tecnologías de la información están produciendonotables novedades no sólo en el modo de proyectar y realizar losproductos, sino también en los productos mismos y, por lo tanto,sobre sus aspectos comunicativos. En la práctica, estas innovacio-nes tienen lugar en dos niveles diferentes, ambos importantes pa-

ra el diseño industrial: por una parte el de la comunicación delproducto en su totalidad, su aspecto, identidad, reconocibilidad

 y, por la otra, el de la estructuración detallada de las interfases co-municativas.6

Comenzamos por las modificaciones que abarcan la to-talidad de las configuraciones de un producto y que, gracias ala intervención del diseño industrial, se reflejan fielmente en su

forma. Por un lado, las prestaciones de las máquinas herra-mienta permiten ahora la realización de las formas más comple- jas sin excesivas dificultades. Por otro, la miniaturización y larelativa homogeneización de las partes funcionales y operativasde los objetos técnicos (gracias, justamente, al empleo cada vezmás difundido de microprocesadores) hacen más débiles los

 vínculos sobre la configuración formal de los objetos. Como essabido, el factor de arrastre del proceso de miniaturización es-

tá constituido, esencialmente, por el desarrollo de la tecnologíareferente a la transmisión de señales electromagnéticas, a par-tir de la válvula hasta la llamada electrónica molecular, pasandoa través del transistor, los micromódulos, los microcircuitos y loscircuitos integrados. Si se piensa que todo esto comenzó con lainvención del transistor en diciembre de 1947, se tiene una idea

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6. Véanse M. Burke, M. Chiapponi y T. Rurik, 1994; G. N. Reichert, 1996.

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de la prodigiosa rapidez que ha caracterizado la evolución deesa tecnología.

 Justamente la posibilidad de drásticas reducciones di-mensionales, acoplada a un aumento de la tasa de prestación, hafacilitado la sustitución progresiva de los componentes mecáni-cos o electromecánicos de muchos objetos de uso con compo-nentes electrónicos que, evidentemente, no creaban problemasde espacio en el momento de su inserción en las casillas de lastipologías tradicionales. Es también así cómo la tecnología mi-croelectrónica ha asumido esa naturaleza invasora que la carac-

teriza. Al abrir camino a una profunda innovación, aun de lastipologías objetuales más comunes, ha provocado, en algunos ca-sos, su disolución, y en otros ha creado otras absolutamente nue-

 vas. Muchos puntos fundamentales del modo de concebir y producir objetos técnicos están perdiendo o han perdido ya de-finitivamente su relevancia. Se ha partido con el progresivo au-mento de los dispositivos de indicación e información de losproductos (contadores, cuadrantes, señaladores visuales y acús-

ticos, etcétera) respecto de los de comando (interruptores, pul-santes, teclas, palancas, manubrios, pedales, etcétera) comodirecta consecuencia de la automatización de numerosas fasesoperativas de los productos y, por lo tanto, de la disminución dela necesidad de comandos activados manualmente por un ope-rador externo.

 Ya son ampliamente utilizados incluso dispositivos mix-

tos, como eltouch screen 

, que desempeñan a la vez funciones de in-dicación, información y comando. La sucesiva sustitución de losórganos mecánicos móviles de los productos con circuitos microe-lectrónicos ha permitido reducir considerablemente el desgastedebido a movimientos y fricciones y, por lo tanto, la necesidad dehacer inspeccionable el interior para efectuar reparaciones.

La parte funcional de un objeto, ese conjunto de apara-tos mecánicos que desempeñaba un papel de primer plano en el

nacimiento y estabilización de las tipologías objetuales, en granmedida ya no representa un vínculo y ni siquiera un punto de re-ferencia para la configuración formal de los productos microe-lectrónicos. Ahora los vínculos se buscan en ese compromisoque, anteriormente, casi servía solamente para “revestir” los pro-ductos y proteger a los usuarios. Esta acrecentada libertad de ma-niobra, sin embargo, hasta ahora no ha estado en grado deproducir resultados apreciables desde el punto de vista formal. Al

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6. Producto y comunicación

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contrario, frente a una gran variedad de productos se registra unaacentuada homogeneidad de las respectivas configuraciones for-males, la difusión de “cajas negras” de diferentes dimensiones, de“formas puras cuyo objetivo es oscuro” como las califica alguien.Una posible interpretación es que las cajas negras microelectró-nicas expresen, justamente a través de su anonimato, el influjo dela nueva tecnología sobre la fisonomía de los productos. En lastecnologías mecánica y electromecánica, el número relativamen-te limitado de las prestaciones de cada tipología de producto esmanifestado con claridad, y el hecho de que esas prestaciones y 

los dispositivos que las hacen materialmente posibles sean carac-terísticos de la misma tipología constituye un elemento esencialpara que sean reconocibles. En cambio, a una técnica ubicua y multivalente como la microelectrónica corresponderían produc-tos que tienen prestaciones más numerosas y potencialmente“migratorias”, transferibles de un producto al otro. Esta caracte-rística haría que la configuración prestacional de los productoscasi no tuviera influencia en los procesos de definición de su as-

pecto. Si ésta es una explicación plausible de la carencia formalde estos productos, todavía no proporciona instrumentos para ac-cionar en positivo y llegar a nuevos criterios de atribución de iden-tidad y de posibilidad de ser reconocibles.

Naturalmente, todas estas consideraciones tienen que ver con la forma de los productos, pero presentan temas com-pletamente nuevos a disciplinas y sectores de investigación, co-

mo el de la semiótica o de la retórica, que se han ocupadoampliamente de la forma de los objetos o directamente consi-deran verdaderos ciertos aspectos inactuales sobre los que sehan desarrollado debates históricos del diseño industrial, comoaquel sobre la asignación de la supremacía y la primogeniturade la forma antes que la función o viceversa.

Se puede considerar que el empleo de instrumentossemióticos o retóricos en la interpretación, y aun en la proyec-

tación de los productos, haya tenido un primer impulso con laintroducción de estas disciplinas en la Escuela de Ulm a partirde la segunda mitad de los años ’50 por parte de Max Bense y Tomás Maldonado.7 Luego, esta temática fue desarrollada en lamisma escuela por Abraham Moles y Gui Bonsiepe y ha sido su-cesivamente encarada repetidas veces y hasta en épocas recien-

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7. Véanse T. Maldonado, 1959 y 1974 [1977] (especialmente el capítulo “Montaje fílmico

y retórica”).

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tes por diversos autores.8 Pero por lo que sé, pocos y sólo espo-rádicamente han encarado este tema poniéndolo directa y siste-máticamente en relación con las transformaciones de losproductos debidas a la difusión de la microelectrónica. Colocán-dose en el terreno tradicional de la semiótica y de la retórica apli-cada a los productos y a la misma actividad proyectual, se hanactualizado y profundizado diversos temas relevantes de por sí.Se ha examinado a fondo la analogía entre elementos constitu-tivos de los productos (fragmentos, morfemas, detalles, etcé-tera), su agregado y estructura del lenguaje verbal. No obstante

sorprende un poco la escasa atención prestada a los sistemas deproductos desde el momento que muchos fenómenos que tie-nen fuertes componentes semióticos y retóricos (por ejemplo, eluso de los productos por la atribución y la indicación de status  y de categoría) se verifican a menudo justamente en ese nivel. Seha estudiado la contribución de la semiótica para la interpreta-ción de las superficies de los productos y de su layout . Se ha pro-fundizado el uso de la retórica como instrumento para persuadir

a los interlocutores a elegir una de las tantas posibles solucionesconcretas en el proceso de proyectación y realización del pro-ducto o incluso en el momento de su comercialización. Pero to-dos atribuyen un peso muy reducido o, mejor, dedican pocoespacio, a las diferencias, a veces consistentes, que dependen deltipo de productos tomados en consideración y especialmente delas tecnologías que los caracterizan.

No nos interesa aquí expresar un juicio sobre la capa-cidad o no de estos estudios más recientes para superar las difi-cultades lógicas y conceptuales que han acompañado, desde elcomienzo, este tipo de aplicaciones de la semiótica y de la retó-rica, ni queremos entrar en los detalles de cuestiones especiali-zadas que requerirían conocimientos disciplinarios que noposeemos. Nos interesa más proponer algunos temas de refle-xión a la semiótica y a la retórica que tal vez podrían abrir inte-

resantes perspectivas de innovación también para estas mismasdisciplinas pero que, en todo caso, son de extrema importanciadesde el punto de vista de la comunicación de los objetos mi-croelectrónicos. ¿Qué instrumentos semióticos existen para de-finir las características formales distintivas de la identidad de

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6. Producto y comunicación

8. Recordamos aquí, entre los muchos que se podrían citar, algunos textos que, por diversas

razones, tienen un interés especial para nuestro discurso: R. Buchanan, 1989; A. Van Onck,

1994; M. Krampen,1995.

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nuevas tipologías de productos microelectrónicos? ¿Todavía tie-ne sentido para estos productos seguir hablando de tipologíasen los mismos términos que hemos utilizado hasta ahora o se de-be pensar en categorías definitorias más flexibles, que permitantomar en consideración algo parecido a una ”plataforma tipo-lógica” articulada en diversos productos? ¿Cómo es posible ha-cer que la plataforma entera y cada uno de los productos que lepertenecen tengan una identidad definida y reconocible? ¿Quéinstrumentos comunicativos, y especialmente instrumentos re-tóricos, se pueden emplear para facilitar la aceptación cultural

 y la consolidación de estas nuevas tipologías?Un punto de partida que, a nuestro parecer, merece-ría ser desarrollado es el representado por el concepto de affor- 

dance (literalmente “autorización”), que Martin Krampen tomade la semiótica ecológica de James J. Gibson y aproxima a la ideade Aufforderungscharakter  (literalmente “carácter exhortativo)de los productos propuesto por el psicólogo de la Gestalt Kurt Koffka. Ambos conceptos ponen el acento sobre el valor semió-

tico de la capacidad de cada objeto de “decir qué es y qué se pue-de hacer con él”,9 aunque Koffka atribuye esta capacidad enmedida notable al contexto en el cual es utilizado el producto,mientras Gibson la confiere casi exclusivamente a las caracterís-ticas intrínsecas del objeto mismo. Definir qué es un producto

 y qué se puede hacer con él equivale a establecer su identidad(o por lo menos es un paso decisivo en esa dirección) y un apor-

te de la semiótica que nos ayudara a comprender cuáles puedenser los caracteres formales de un producto electrónico capaz dedarles esta clara identidad sería de inestimable valor.

Una ayuda muy importante en este sentido nos puede venir de la colaboración de la semiótica con algunas ramas dela psicología de la percepción. En varias ocasiones hemos utili-zado el término fisonomía con referencia a las tipologías de losproductos, señalando así en modo alusivo una línea de investiga-

ción consolidada (la fisiognomía) que se ocupa de los problemasde categorización y reconocimiento de las caras humanas. De lasinvestigaciones teóricas y empíricas desarrolladas en este campopodemos extraer indicaciones interesantes para los problemasde clasificación y reconocimiento de las tipologías de los produc-tos y también de aquellas que hemos denominado “plataformas

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9. M. Krampen, 1995, p. 90.

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tipológicas”, pero que también habríamos podido llamar “fami-lias” o “clases” de tipologías que tienen una conexión mayor conla terminología específica de la psicología de la percepción. Se-ría interesante, por ejemplo, saber si el proceso de formación deuna tipología objetual microelectrónica debe seguir o no los mis-mos recorridos de los productos mecánicos y electromecánicos.O sea, comprender si se debe proceder mediante la selección deuna de las diferentes propuestas formales en competición que,resultando vencedora con respecto a las otras, asume un valorprototípico, o si en cambio se puede imaginar el nacimiento de

nuevas tipologías “por polarización” a partir de la combinaciónde diversas formas ya suficientemente afirmadas.En el contexto de la fisiognomía han sido estudiadas a fon-

do las cuestiones concernientes a los procesos de clasificación basa-dos no tanto en reglas lógicas predefinidas sino en el examencomparado de un grupo de ejemplares10 y se han puesto a punto mé-todos de gráfica computarizada para extraer imágenes de caras pro-totípicas partiendo de distintas imágenes de la misma persona.11 Por

otra parte, se ha investigado el papel de principio organizador de-sempeñado por la similitud (y también por el concepto opuesto y complementario de diferencia) en las operaciones de clasificación,entendiendo que la similitud como relación entre dos productosdotados de características particulares comunes sea el lazo de “pro-totipicidad” ( prototypicality ) y de “representatividad” (representative- ness ) que se instaura entre un objeto y una clase.12 En fin, han sido

encarados problemas de más detalle pero igualmente estimulantescomo los relativos a la clasificación de las expresiones faciales, a lasecuencia de operaciones que llevan a la determinación de “unida-des de reconocimiento” entendidas casi como unidades de medidacompuestas, a los mecanismos que inducen a error y a la interacciónhombre-computadora en los procesos de reconocimiento.13 De mo-do que no faltan instrumentos ni sugestiones para una averiguaciónfinal de los problemas atinentes a la identificación y reconocimien-

to de las tipologías, incluso para productos hoy todavía bastante hui-dizos y anónimos como los microelectrónicos.

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6. Producto y comunicación

10. S. K. Reed, 1972.

11. P. J. Benson y D. I. Perret, 1993.

12. A. Tversky, 1977; E. E. Smith y otros, 1988.

13. A. J. Goldstein y otros, 1972; D. C. Hay y otros, 1991; J. Brunas-Wagstaff y otros, 1992; N.

L. Etcoff y J. J. Magee, 1992.

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Para comprender cuán esenciales son los temas comolos que estamos proponiendo y el aporte de la comunicación, y en especial modo de la retórica, basta con recordar su centrali-dad incluso en el proceso de formación, afirmación y desarro-llo de las tipologías de productos mecánicos y electromecánicosque en la actualidad han entrado definitivamente a formar par-te de nuestro paisaje cotidiano. No debemos olvidar, a pesar desu actual difusión masiva los esfuerzos que se han debido reali-zar para recibirlos dentro de las paredes de nuestras casas. Es co-nocida, por ejemplo, la resistencia que han encontrado, en su

momento, los electrodomésticos en cuanto tipologías de pro-ductos asociados a ambientes laborales extradomésticos, quequerían entrar en casa. Tal resistencia, si no les ha cerrado el ca-mino, por cierto les ha condicionado las formas y las interpreta-ciones. Inicialmente, en la presentación de esos productos, se haenfatizado justamente su affordance , los efectos beneficiosos quese podían obtener de su uso y, paralelamente, se han sometidolos productos a procesos miméticos que acercasen su configura-

ción formal a la de productos familiares y los hiciesen compati-bles con el nuevo contexto en el que debían introducirse.

Por otra parte, estos recursos no eran nuevos en ab-soluto. Ya a partir del siglo XVI, la desconfianza provocada porla técnica, y sobre todo por las máquinas, fue superada cultu-ralmente a través de una presentación en un contexto lúdico

 y mediante un trabajo de naturalización y antropomorfiza-

ción, sobre todo con los escenarios del “teatro de máquinas” y con los autómatas. Es curioso, pero tal vez no tan sorpren-dente, notar que exactamente los mismos argumentos (enor-me riqueza de la oferta de prestaciones, vínculos con el juego

 y el entretenimiento, carácter friendly , etcétera) han sido am-pliamente utilizados incluso para promover la difusión de lacomputadora personal. Como se ve, entonces, la comunica-ción y la retórica han tenido y tienen un papel insustituible en

lograr la aceptación de una nueva tipología de producto. Porel contrario, el modo en que un determinado objeto es pre-sentado públicamente ejerce una influencia notable sobre suaspecto exterior. Éste se transforma rápidamente de tarjeta de

 visita en documento de identidad y deviene un vínculo haciael cambio de los elementos caracterizantes de la configuraciónformal del producto, puesto que las características que deter-minan su reconocimiento en cuanto miembro de una deter-

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minada familia tipológica no pueden ser cambiados con dema-siada ligereza.

Hasta el solo aclarar la tipología de pertenencia de unproducto proporciona a los potenciales usuarios informacionesutilísimas, por ejemplo: sobre sus contextos de uso habitual, so-bre las expectativas generales que se pueden alimentar ante él,sobre su función social y cultural. El segundo y más profundiza-do nivel en el que se plantea la cuestión de la comunicación “delos” productos es el de las interfases comunicativas y de su pro-

 yectación. En esta circunstancia el objetivo primario del diseña-

dor industrial es, por así decirlo, el de satisfacer las necesidadesde comunicación de los productos frente a los usuarios, o sea dehacer los productos comprensibles y fácilmente utilizables. Lastareas más importantes conciernen, por lo tanto, a la definiciónde las relaciones entre las configuraciones (estructural, funcio-nal, de prestación, etcétera) y los aspectos comunicativos de losproductos a través de la proyectación de componentes comuni-cativos, microelectrónicos, mecánicos, electromecánicos o mix-

tos. Esta interpretación deliberadamente “minimalista” de lasinterfases comunicativas es la que legitima la aspiración del di-seño industrial de tomar parte en su proyectación junto a otrosespecialistas y clarifica los aportes peculiares de su contribución.

 Viéndolo bien, cada producto es protagonista de todo unsistema de interfases que comprende diversos temas y casi temas , tie-ne diversas finalidades y configura distintos modos de interconec-

tarse. Es, por ejemplo, el “convidado de piedra” de la compleja redde interfases organizativas y de gestión que involucran a todos losactores, internos y externos a la empresa, que participan en su con-cepción, nacimiento y desarrollo.14 Cada producto tiene interfasescomunicativas a través de las cuales transmite señales, impulsos, in-formaciones sobre su propia oferta de prestación y sobre su propioestado de funcionamiento, e interfases operativas mediante lascuales recibe y transmite impulsos e indicaciones que son transfor-

mados en acciones. Tanto las interfases operativas como las comu-nicativas ponen el producto en relación con un usuario humano oestablecen conexiones más o menos automatizadas con otros com-ponentes o productos pertenecientes al mismo sistema. Todas es-tas formas de interacción son parte integrante e irrenunciable delhorizonte proyectual del diseño industrial.

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6. Producto y comunicación

14. Véanse C. Flurscheim, 1977; S. Doheny-Farina, 1992.

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De modo que las interfases comunicativas de los pro-ductos son, para el diseño industrial, algo menos y, al mismotiempo, algo más: en pocas palabras, algo diferente con respec-to al objeto de una nueva disciplina proyectual autónoma, exac-tamente el diseño de las interfases o el diseño de la interacción,que parece tomar cuerpo de los esfuerzos conjuntos de la comu-nicación visual y multimedia y de la informática, en especial mo-do la HCI (human computer interaction ).15  Ante todo –lorepetimos–, el diseño industrial no puede admitir una autono-mía de las interfases comunicativas de los productos y una de-

legación de su proyectación a especialistas externos salvo quequiera vaciar de sentido su propia actividad y renunciar a suspropias responsabilidades primarias, por el sencillo motivo deque no puede existir la proyectación de un producto que no in-cluya la proyectación de sus interfases comunicativas. Por otraparte, las interfases comunicativas no pueden ser concebidas se-paradamente de las operativas. Debiendo elegir entre los dos ti-pos de interfases comunicativas indicadas por Giovanni

 Anceschi, “interfases para hacer”, que ponen a disposición unsaber hacer e “interfases para saber”, que dispensan conoci-miento,16 el diseño industrial elige sin dudar las primeras, quede seguro le resultan más congeniales. Veremos más adelanteque ciertos tipos de manuales de instrucciones para el uso po-drían ser considerados como interfases para saber, pero tam-bién éstas entran en la órbita de interés específico del diseño

industrial en cuanto proporcionan, tal vez en modo distinto y mediato, indicaciones para hacer.En este sentido parece ser particularmente oportuna

la interpretación de Gui Bonsiepe17 de una interfase entendidacomo la componente de un producto (se trate del mango deuna tijera, del de un martillo o del programa de una compu-tadora) que permite concretamente a un usuario llevar a cabouna acción. Pero es necesaria una advertencia. La distinción en-

tre interfase comunicativa e interfase operativa todavía tiene un valor para el diseño industrial. De modo que se debe distinguirentre la función operativa de la interfase referida a los procesosde interacción entre el usuario y la interfase misma y el sistema

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15. Véase G. Anceschi, 1993.

16. G. Anceschi, 1993, p. 20.

17. G. Bonsiepe, 1995, [1999].

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de interacciones general del conjunto entre usuario y produc-to. Los elementos de comando de una interfase comunicativainformatizada (triggers ) sirven para dirigir el proceso interacti-

 vo con la interfase comunicativa. La función importante de lainterfase comunicativa de un producto, aunque interactiva y muy sofisticada como aquellas de las que estamos hablando, si-gue siendo la de proporcionar las informaciones necesarias pa-ra tomar decisiones ejecutivas. Las acciones del producto, encambio, son provocadas mediante las interfases operativas que,aun estando a veces físicamente integradas con las comunicati-

 vas, permanecen conceptualmente separadas.Estas reflexiones nos traen a la memoria también el he-cho incontrovertible de que, para el diseño industrial, no son re-levantes sólo las interfases comunicativas digitales sino tambiénlas que tienen poco o nada que ver con una computadora.18 Lasformas de comunicación no visual, por ejemplo, son utilizadas,de modo más o menos consciente, mucho más frecuentementeen el diseño industrial que en la proyectación de interfases por

computadora. Piénsese sólo en las informaciones que, de todosmodos, deben transmitir al usuario productos utilizados en con-diciones de visibilidad escasa o nula19 o los que emplean inclu-so técnicas muy sofisticadas de comunicación no visual para serutilizables por hipovidentes o ciegos.20

 Al precisar el sentido y el valor de las interfases comu-nicativas más “tradicionales” para el diseño industrial, obvia-

mente no se quiere subvaluar la importancia de las interfasesinformáticas de los productos. Tampoco se piensa proponer unmodelo autárquico de proyectación. Al contrario, uno de lospuntos esenciales de cada proyecto de interfase así entendidoconsiste en que ese proyecto no es terreno de contienda sinocampo de colaboración entre diversas disciplinas: además deldiseño industrial, comunicación visual y multimediática, infor-mática hardware  y software , ciencias cognoscitivas, teoría funcio-

nal de la percepción, ergonomía, etcétera. No está definido

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6. Producto y comunicación

18. Véase G. Barbacetto, 1987.

19. Un ejemplo de producto muy simple, al que sin embargo ha sido asignada en fase de pro-

yectación la función de transmitir, incluso en la oscuridad, informaciones sobre su propio fun-

cionamiento gracias a una idónea proyectación de la manija y del ruido correspondiente al

resorte encendido-apagado, es el interruptor rompitratta, proyectado por Achille y Pier Gia-

como Castiglioni en 1968. Véase G. Barbacetto, 1987, p. 112.

20. Véase O. Meyer, 1953.

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anteriormente en forma unívoca qué disciplina tiene el leadership 

en formas de cooperación semejantes sino que depende de lascaracterísticas de cada producto. A decir verdad, el interés deestas disputas vagamente corporativas a las que a veces hay queasistir está estrechamente limitado al círculo, por otra parte másbien restringido, de los participantes y de algún partidario. Mu-cho más importantes son la capacidad de cada proyectista de sertambién un “director artístico” y sus especular disponibilidadpara dar un aporte propio profesionalmente calificado cuandola dirección sea confiada a otros.21 Hay algunos productos, co-

mo los fetiches o sistemas informativos urbanos, en los cualesel papel del diseño industrial es sólo el de constituir el soportemás discreto posible para la información. Otras veces, en cam-bio, son prioritarias las prestaciones operativas de los produc-tos y la proyectación gráfica e informática de las interfases esnecesariamente una variable dependiente y tanto más eficazcuanto más transparente se vuelve, cuanto más “el programadesaparece en el fondo de modo que el usuario pueda dedicar-

se a la ejecución de la tarea que se propone sin obstáculos de-bidos al programa”.22 Otras veces aún, la proyectación de lainterfase gráfica de una computadora, de por sí función prin-cipal de la proyectación gráfica y multimediática y de la infor-mática, es de hecho la parte terminal y comunicadora de unsistema de productos (por ejemplo, la interfase mediante lacual una computadora expresa la referencia emitida por un sis-

tema de equipos de diagnóstico por imágenes) y entonces se vuelve indispensable proyectar la interfase conjuntamente conel sistema total de productos y con el objetivo de un funciona-miento óptimo del conjunto.

De modo que la proyectación de las interfases comuni-cativas es par excellence un espacio de colaboración entre profe-siones diferentes y complementarias. El mismo término interfasedeja intuir claramente que no se trata simplemente de una su-

perficie sin espesor y autosuficiente sino de un elemento de co-nexión entre dos entidades. Por una parte hay un producto o unsistema de productos que funcionan mejor justamente gracias auna imprescindible proyectación de las interfases comunicativa

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21. En este terreno la idea de un proyectista-director artístico parece ser particularmente apro-

piada. Véanse al respecto G. Anceschi, 1993; M. Burke y T. Rurik, 1996.

22. G. Bonsiepe, 1993, p. 168.

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 y operativa. Por la otra hay un usuario o un grupo de usuarioscon su propia cultura, con sus propios conocimientos instru-mentales, con sus propios comportamientos de rutina, con suspropias experiencias pasadas, que la proyectación de las inter-fases, así como la proyectación del producto en su totalidad, de-ben tener debidamente en cuenta para cumplir con sus propiasfunciones.

Por lo que atañe a la comunicación “sobre” productos,elegimos ocuparnos, entre los diversos tipos existentes, de losmanuales que acompañan la vida de un producto, o sea manua-

les para el montaje, el mantenimiento, las reparaciones, el even-tual desmontaje, pero especialmente manuales de instruccionespara el uso. Esta elección se debe, además de la indiscutible im-portancia del tema, también a las afinidades y, por lo tanto, a lasposibles sinergias con las formas de comunicación “de” los pro-ductos de los que nos hemos ocupado hasta ahora y, en especial,con las interfases comunicativas. Viéndolo bien, en los produc-tos electrónicos, que por muchas causas están en el centro de

nuestra atención, hay en algunos casos importantes superposi-ciones entre estos dos modos de comunicación. En efecto, paraesos productos a menudo son utilizadas incluso instrucciones on 

line cuya proyectación, en la práctica, se identifica con la proyec-tación de parte de las interfases comunicativas de los productos.

Pero nosotros pondremos el acento en el tema de losmanuales y de su proyectación entendidos en términos más ge-

nerales y también más convencionales. Es decir que nos ocupa-remos de manuales entendidos como objetos físicamenteseparados aunque sí, como es obvio, lógica y funcionalmente in-terconectados de modo inextricable con los productos a los queestán dedicados. Una elección de esta clase ofrece, además, una

 ventaja que sería tonto subvaluar. De este modo se pueden apro- vechar, incluso para los productos microelectrónicos conocidos,experiencias y criterios ya adquiridos en la proyectación de los

manuales para productos mecánicos y electromecánicos.La ineficacia y tal vez el carácter sadomasoquista delos manuales de instrucciones de muchos de los productos deuso cotidiano son proverbiales y existe actualmente un riquí-simo florilegio de anécdotas al respecto. A menudo, en fin, co-mo nos muestra Donald A. Norman, la absurda proyectaciónde los manuales de instrucciones para el uso va a la par de unaproyectación de los productos que desprecia profundamente

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6. Producto y comunicación

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los más elementales dictámenes del commonsense  y, en estos ca-sos, la mezcla puede ser verdaderamente explosiva.23 Pero aquí nos falta espacio para encarar punto por punto y de modo in-ductivo, es decir, partiendo de una evaluación sistemática delos errores, un tema como éste, que es de importancia vital pa-ra el diseño industrial. De modo que procederemos tratandode extraer indicaciones positivas, para la proyectación de losmanuales, del examen de algunas de las posibles combinacio-nes de los tres grupos de variables esenciales en esta sucesiónde casos. Nos estamos refiriendo a las combinaciones entre di-

ferentes tipos de productos, tipos de usuarios y tipos de ma-nuales, porque es precisamente una oportuna combinaciónde estos tres factores lo que asegura que se puedan sacar lasmayores ventajas de la configuración de prestaciones de losproductos.

El parámetro más aprovechable para una distinción delos tipos de productos en este contexto es, sin duda, la comple-

 jidad en sus diversas articulaciones (complejidad funcional/de

prestación, complejidad estructural, complejidad topológica,etcétera) y, sobre todo, la correlación entre el conjunto de lasfunciones/prestación del producto y el conjunto de los dispo-sitivos de información, operación y control. En realidad, no esposible establecer una verdadera y propia clasificación basadaen gradientes de complejidad regularmente distribuidos, perobasta con aludir a los dos extremos de la banda de variaciones

para darse cuenta de la influencia de este factor sobre la proyec-tación de los manuales.En el límite inferior de la complejidad se encuentran

esos productos que tienen una cantidad muy reducida y bien de-terminada de funciones/prestaciones para las cuales es algo ra-ro y de cualquier modo fácilmente evitable que se verifiqueninterpretaciones equívocas. Productos, en suma, para los cualesla affordance permite comprender con suficiente grado de apro-

ximación qué se puede hacer y cómo. Para estos productos, in-dependientemente del tipo de usuarios, la unión con manualescomplejos y voluminosos es de escasa utilidad o puede ser direc-tamente contraproducente. Es mejor que cada producto incor-pore su propio manual. Las instrucciones para el uso delproducto están provistas más apropiadamente mediante una

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23. D. A. Norman, 1988.

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proyectación cuidadosa del producto mismo y, especialmente,mediante la asignación de un valor comunicativo a los pocos dis-positivos de comando. Un tratamiento diferente de las superfi-cies que haga distinguibles al tacto manubrios o palancas queaccionan mecanismos distintos, una manija proyectada de mo-do de entender inmediatamente si, para abrir la puerta, se de-ba tirar o empujar, un sistema de cierre o de apertura de unembalaje cuyo funcionamiento sea fácilmente comprensibleademás de eficaz, una señal de feedback que nos asegure que unaoperación ha sido efectivamente cumplida y otros recursos son

mucho más importantes que un clásico manual de instruccio-nes de uso.En el extremo opuesto se encuentran los productos o

los sistemas de productos o los aparatos de control y operativospara el funcionamiento de establecimientos industriales de gran-des dimensiones, de centrales energéticas, etcétera, 24 con un nú-mero elevado o a veces enorme de prestaciones. En tal caso esindispensable distinguir entre los productos, cuyas prestaciones

son numerosísimas pero estructuradas según lógicas precisas y que tienen como referentes privilegiados a usuarios altamenteprofesionalizados (por ejemplo, un avión) y los productos mul- 

ti-purpose (ejemplos al respecto son las computadoras personales y los productos electrónicos de entretenimiento) en los que lasprestaciones, además de ser de un número consistente, estántambién agregadas de manera a veces insólita o casual y cuyos

usuarios pertenecen a grupos enormemente diferenciados.En ambos casos es seguramente necesario un manualadecuadamente complejo para poder ser exhaustivo, pero unpapel fundamental será desempeñado también por el nivel depreparación y de profesionalidad del usuario. Por otra parte, eltema de la competencia específica del usuario en estas ocasio-nes es más abierto de cuanto se pueda imaginar. Incluso en losproductos microelectrónicos en los que las funciones y las pres-

taciones no están unívocamente definidas, se puede contar conla analogía y la transferencia de la experiencia y de la compe-tencia maduradas en el uso de productos totalmente diferentesque, sin embargo, emplean la misma tecnología. Esto explica,por ejemplo, la sorprendente capacidad de los chicos para

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6. Producto y comunicación

24. También hay manuales para el aprovechamiento de servicios seguramente interesantes y

no carentes de analogías con los temas que estamos tratando, pero ocuparse de ellos arries-

garía sacarnos fuera del tema. Véase Westminster Bank, 1952.

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aprender con enorme rapidez y sin aparentes dificultades el usode productos electrónicos objetivamente misteriosos en ausen-cia de un laborioso adiestramiento específico.

 Ya hemos mencionado en parte la influencia de los di- versos tipos de usuarios en la determinación de los equilibriosde la relación triangular productos-usuarios-manuales de ins-trucciones. Con todo, nos hemos detenido largamente, y porrazones evidentes, en diversas partes de este volumen sobre larelación productos-usuarios que constituye el núcleo centralde la actividad proyectual del diseño industrial y de la activi-

dad analítico-interpretativa-experimental de la ergonomía.25

Querríamos señalar claramente que basta considerar los adep-tos al montaje, al mantenimiento/reparación, al desmontaje,como especiales usuarios profesionales de los productos parahacer que las consideraciones que estamos desarrollando aquí para los manuales de instrucciones para el uso sean transferi-bles sin variaciones sustanciales a todos los otros manuales. Enel contexto más específico en el que nos estamos moviendo

ahora son esenciales dos categorías de parámetros para unaclasificación de los usuarios, ambas emparentadas con el fue-ro interior cultural y cognoscitivo de los usuarios mismos. Laprimera categoría comprende parámetros generales, como elgrupo lingüístico y cultural de pertenencia, el grado de ins-trucción, la disposición a aprender y a moverse en terrenos po-co conocidos. La segunda categoría incluye, en cambio,

parámetros más estrechamente relacionados con el productoespecífico en cuestión. Más en detalle, los parámetros del se-gundo tipo expresan distinciones como: usuario profesional yaadiestrado sobre ese producto o en fase de aprendizaje; usua-rio habitual u ocasional; usuario dotado de mayor o menor ha-bilidad, puntos de referencia, “prejuicios” y técnicas decomportamiento de rutina que puedan ser transferidos al casoespecífico; usuario interesado sólo en algunas de las prestacio-

nes ofrecidas por el producto o usuario curioso de experimen-tarlas todas.Pero probablemente las mayores dificultades se en-

cuentran en la tentativa de reunir grupos de usuarios homo-géneos a un producto o a un sistema de productos. Unaunión semejante es bastante esporádica; mucho más a menu-

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25. Véase T. Maldonado, 1994.

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do un mismo producto es utilizado por grupos de usuariosen desacuerdo con referencia a sus características generaleso a su peculiar relación cognoscitiva y operativa con el pro-ducto en cuestión. El ejemplo más común se refiere a la mul-tiplicidad de grupos lingüísticos que utilizan el mismoproducto y que obligan a tener manuales de instruccionesplurilingües o basados prevalentemente en el uso de picto-gramas, o sea, de una especie de esperanto que se supone esuniversalmente comprensible pero que, a su vez, debe seraprendido.26

El tercer y último tema de la interacción que esta-mos examinando es, evidentemente, el de los manuales deinstrucciones de uso, que deben ser proyectados junto conlos productos y en función de los usuarios. Por lo tanto, lostipos de manuales están en parte fijados sobre la base de ló-gicas internas y en parte, en cambio, se originan de los mo-dos y de las necesidades de interacción.27 Se puede hacer unaprimera clasificación en función de los contenidos y del pa-

pel asignado al manual. Las líneas guía de la proyectaciónson completamente diferentes si el manual se limita a simu-lar anticipadamente una o dos situaciones de uso del produc-to y es utilizado como un texto de consulta cuando sepresente la necesidad o si proporciona informaciones másgenerales, incluso sobre los principios científicos y técnicosque están en la base del funcionamiento del producto.

Naturalmente, también en esta segunda ocasión, elmanual brinda los instrumentos para utilizar el producto, pe-ro ofrece también una clave de interpretación que permiteun uso más creativo del mismo producto y permite al usua-rio, por ejemplo, tomar conciencia autónomamente de even-tuales procedimientos de utilización incorrecta que podríandar lugar a errores incluso fatales en condiciones de uso noestándares. Un manual semejante resulta aun menos depen-

diente del modelo o de la marca del producto y proporcionainstrucciones en alguna medida estandarizadas y referibles a

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6. Producto y comunicación

26. Tal vez pueda parecer un poco pasarse de la raya y directamente irreverente citar a este

respecto los estudios de U. Eco sobre la secular búsqueda por parte de la humanidad de una

lengua común, pero los manuales de instrucciones para el uso son sin duda un campo en el

cual esos estudios podrían encontrar una aplicación de extraordinaria utilidad. Véase U. Eco,

1993.

27. Véanse W. Zieten, 1990; P. Westendorp y otros, 1993.

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una tipología más que a un producto en particular.28 Querría-mos citar como emblemático al respecto el manual de ins-trucciones para el uso de la regla de cálculo elaborado porIsaac Asimov, más popular entre el gran público como escri-tor de cuentos y novelas de ciencia ficción.29 Además de pro-porcionar instrucciones para el uso de la regla, este manuales, en efecto, un libro de divulgación de la matemática quese propone aumentar las capacidades de cálculo pero sin ba-nalizar los contenidos científicos que permiten interpretar elinstrumento de cálculo y conservar el control sobre la auten-

ticidad de los resultados. Un manual de esta clase se conec-ta con la línea del information design , es decir a una tradiciónnoble e importante de la comunicación, no sólo visual, queha asumido la tarea de divulgar conceptos científicos o deilustrar y hacer comprensibles informaciones, cartografías,sistemas de orientación, experimentos científicos, datos es-tadísticos complejos pero indispensables para participarconsciente y activamente en la vida colectiva.30 En sustancia,

conecta el tema de la transmisión de los conocimientos ne-cesarios para tomar decisiones conscientes sobre el uso de unproducto o de un sistema de productos al más general de larelación entre informaciones y decisiones individuales y co-lectivas que cada ciudadano enfrenta cotidianamente.

Otros elementos de distinción entre tipos de manualesson el soporte utilizado (texto impreso, audiocasete, videocase-

tera, CD ROM interactivo o no) y los respectivos instrumentos y registros comunicadores (textos, imágenes, instrumentos sono-ros, táctiles, cinéticos, combinaciones varias de estos y otros ele-mentos). La elección entre diversos tipos de manuales se haráen función del producto y de los usuarios, pero de todos modoshay un par de advertencias que se pueden considerar válidas

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28. Aunque los resultados son al menos parcialmente similares, son diferentes los propósitos

que promueven otras formas de estandarización de los manuales de instrucciones para el uso

de algunos sectores productivos. Por ejemplo, en la industria aeronáutica, la IATA (Asocia-ción Internacional para el Control del Vuelo) ha impulsado a las diferentes empresas produc-

toras a estandarizar y unificar los manuales de instrucciones de los aviones.

29. I. Asimov, 1965.

30. Es imponente, por ejemplo, el esfuerzo de divulgación que han realizado personajes co-

mo L. Hogben, 1936 y 1938. También es fundamental el proyecto Isotype (véase O. Neurath,

1991). Los precursores y los protagonistas de esta línea de la comunicación son de todos mo-

dos numerosos y autorizados. Véanse M. Burke y T. Rurik, 1994; J. Frascara, 1997; J. Krausse,

1998; M. Burke y P. Wildbur, 1998.

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más en general. Ante todo parece recomendable la adopción deuna estructura flexible del manual, articulado en diversas sec-ciones claramente identificables y en diversos grados de profun-dización de las instrucciones (índice, sumario, instruccionesdetalladas) y en el que sea fácil moverse entre los diversos nive-les de uso del producto, desde el más elemental y automatizadoal más profesional. De este modo es posible el uso del manual y del producto para diversos tipos de usuarios y también por par-te del mismo usuario es facilitado un uso selectivo del produc-to en función de las circunstancias. Una segunda advertencia es

la de recurrir, incluso para los manuales de instrucciones parael uso, al aporte de disciplinas capaces de volver más refinadas y eficaces las técnicas de comunicación empleadas. Se registra,en efecto, una extraña situación por la cual, en otras formas decomunicación sobre los productos, sobre todo las publicitarias,son sistemáticamente utilizados aportes de la semiótica y de laretórica para aumentar la capacidad expresiva y persuasiva delos mensajes transmitidos. Formas de lenguaje figurado, de me-

táforas y alegorías son utilizadas aun en algunas interfases paracomputadoras, aunque de modo menos evolucionado. En laproyectación de los manuales de instrucciones para el uso, encambio, a pesar de que la capacidad expresiva y persuasiva seanigualmente esenciales, los posibles aportes de estas disciplinasson casi totalmente ignorados por razones diferentes pero todasigualmente débiles (afectada indiferencia esnob, subvaluación

del problema, falta de preparación, reducción extrema del pre-supuesto, etcétera). Sin embargo se ha iniciado, hace ya muchotiempo, la tentativa de ampliar el campo de investigación de laretórica verbal, que tiene una historia milenaria,31 a la verbal/vi-sual y fílmica.32 Se ha estudiado la ampliación de la sintagmáti-ca (la rama de la retórica que se ocupa de los criterios deorganización de las partes del discurso y de la sucesión másoportuna de los razonamientos) y de la paradigmática (el polo

que, en cambio, concentra su propia atención sobre cada figu-ra retórica).Más recientemente, la importancia de la retórica prác-

tica ha sido nuevamente subrayada en el ámbito de la comuni-

199

6. Producto y comunicación

31. La opinión más acreditada entre los historiadores es que los orígenes de la retórica deben

buscarse en la Magna Grecia del siglo V a.C.

32. Véase “Montaggio filmico e retorica”, fusión de tres textos escritos entre 1960 y 1962 en

T. Maldonado, 1974, [1977] pp. 113-124 y G. Bonsiepe, 1965.

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cación tecnológica y puesta en relación con las fases sucesivasde lo que ha sido definido en ese contexto technology transfer , osea el proceso “que mueve un trozo de tecnología de un puntoal otro a lo largo de un trayecto que comienza con la red y ter-mina con el cliente”.33 En resumen, algo muy parecido a lo que,para el diseño industrial, es el proceso de proyectación, realiza-ción y distribución de un producto. De manera que existen to-das las premisas para encarar seriamente el tema de la semiótica

 y de la retórica en el campo multimediático y para experimen-tar una aplicación en el campo de la comunicación “de los” pro-

ductos y “sobre los” productos.Hay –ya lo hemos visto– algunos argumentos esencialespara encarar proyectualmente la relación productos-comunica-ción que el diseño industrial comparte con otros ámbitos disci-plinarios, como la comunicación visual y multimediática, laergonomía, las ciencias cognoscitivas, la teoría funcional de lapercepción. Queremos esbozar aquí, a continuación, un razona-miento sobre alguno de esos temas, además de por su importan-

cia objetiva, para enunciar hipótesis sobre algunas modalidades decooperación sobre problemas proyectuales específicos. En espe-cial nos interesa subrayar la importancia de un compromiso pre-coz de esas disciplinas y también de cierta despreocupación deldiseñador industrial al plantear cuestiones a veces ingenuas deuna manera tal vez no especialmente indiscutible, pero tal comopara que a causa de ella puedan surgir comparaciones y sugeren-

cias a englobar en las propuestas proyectuales que, a su vez, seránexaminadas colectivamente.Probemos hacer una primera lista no exhaustiva y en

orden abierto con estas preguntas en términos de expectativasdel usuario frente a las interfases comunicativas y a los manua-les de instrucciones para el uso de cualquier producto o siste-ma de productos. Estas formas de comunicación “de” losproductos y “sobre” los productos deben poner al usuario en

grado de aprender los comportamientos predefinidos y tam-bién las libertades de acción preordenadas de un producto o deun sistema de productos; obtener oportunamente las informa-ciones necesarias de modo que sean unívocamente interpreta-bles e inmediatamente utilizables; conseguir clasificar lasinformaciones asociándolas a reagrupamientos precisos; ex-

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33. S. Doheny-Farina, 1992, p. 96. En el mismo volumen se estudia, siempre en esta óptica, el

caso de los manuales de instrucciones para el uso de un corazón artificial.

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traer un pattern de informaciones de un complejo de estímulosincluso en presencia de “disturbios”; lograr percibir y compren-der los mensajes aunque sean transmitidos por un tiempo limi-tado y reaccionar veloz y correctamente; estar capacitado, enciertas circunstancias, para captar los trazos esenciales de la in-formación incluso de un mensaje recibido sólo parcialmente;recibir las informaciones necesarias para evitar, en el uso delproducto, errores que puedan tener consecuencias considera-das inaceptables; tener, por el contrario, la posibilidad de apren-der de los errores entendidos como ocasiones para efectuar

“pruebas no destructivas” en lugar de ser la causa de aconteci-mientos catastróficos; conseguir mantener viva la atención so-bre aspectos importantes del funcionamiento del productoincluso en condiciones de uso de rutina y repetitivo; seleccio-nar los mensajes transmitidos por el producto que deban sermemorizados y puedan ser utilizados incluso cuando estén en-cubiertos o sean indistinguibles; disponer de mecanismos deasociación o de cualquier otro medio que permita traer a la me-

moria conocimientos y experiencias anteriores y eventualmen-te provenientes de sectores de acción muy diferentes; no serdesviado por involuntarias ilusiones perceptivas sino utilizarlasdeliberadamente para subrayar las informaciones prioritarias;tener una clara percepción de conjunto de las interfases comu-nicativas y lograr captar en todo momento las relaciones jerár-quicas entre las informaciones proporcionadas por el producto

o del manual de instrucciones para el uso; ser guiados en unproceso de aprendizaje o de utilización que proceda por pro-fundizaciones sucesivas y, por lo tanto, saber en qué agregadobuscar una única información que sirva en un determinadomomento.

 Algunas de las cuestiones apenas apuntadas podríanconstituir el índice de un programa de estudio común del dise-ño industrial y de otras diversas disciplinas. Otras, en cambio,

se pueden considerar títulos de temas ya tratados en el pasadoo actualmente en el centro de la atención de filones de investi-gación reconducibles al campo de las ciencias cognoscitivas y dela psicología de la percepción. Los resultados de tales búsque-das a veces ya están listos para ser empleados útilmente en la so-lución proyectual de los problemas de comunicación “de los” y “sobre los” productos; otras, necesitan adaptaciones conveni-das. Sobre otros aspectos la colaboración todavía no puede te-

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6. Producto y comunicación

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ner lugar mediante la simple transmisión de resultados a pesarde que la articulación y la madurez alcanzada por los filones deinvestigación que se ocupan de ella ya han producido un con-sistente corpus de conocimientos. Sería, por ejemplo, una ridi-culez la idea de condensar en píldoras para uso y consumo deldiseñador industrial las teorías del aprendizaje y de la memoriaaunque está ante los ojos de todos la importancia de estos temaspara la proyectación de los instrumentos comunicativos (inter-fases y manuales de instrucciones) que sirven para adquirir y conservar la competencia instrumental para la utilización de un

producto. En sustancia, se debe estar siempre alerta frente a lastrivializaciones de teorías complejas y que todavía presentanpuntos de controversia. Para el empleo proyectual de los éxitosexperimentales de investigaciones empíricas desarrolladas so-bre argumentos específicos es necesario, por ejemplo, conocer

 y tener en cuenta los procedimientos y las condiciones en losque ha sido conducido el experimento para decidir sobre el te-rreno de aplicación de los resultados.

En la práctica se puede admitir por hipótesis un mo-delo de cooperación en el cual el diseño industrial formula pro-puestas proyectuales sobre interfases comunicativas y manualesde instrucciones para el uso de los productos que tengan enconsideración, desde el comienzo, algunos criterios de base delas ciencias cognoscitivas, de la psicología de la percepción, dela ergonomía cognoscitiva y de todas las otras líneas de investi-

gación que reconduzcan a esta veta y sometan a la verificaciónde estas disciplinas las propuestas in progress . Aun si las solucio-nes finales pudieran ser discutidas y discutibles, ya puestos enesta perspectiva es un notable paso hacia adelante por cuantoconstriñe al diseñador industrial a reflexionar sobre cuestionesimportantes que, de otro modo, pasarían desapercibidas y per-mite efectuar elecciones mediante procedimientos lógicos su-periores a los casuales (las llamadas better-than-chance inferences ).

Por otra parte, aun una exploración al vuelo es sufi-ciente para darse cuenta de la enorme riqueza de puntos de par-tida que pueden derivar de una miríada de experimentos y dediscusiones teóricas que se extienden de un área disciplinaria ala otra y se van añadiendo a lo largo de las lineas de fuerza limí-trofes. El hecho de que Donald A. Norman, director del presti-gioso Instituto para las Ciencias cognoscitivas de la UCSD(University of California at San Diego), donde han colaborado

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 y colaboran algunos de los más autorizados exponentes de estaárea disciplinaria, haya decidido dedicar una parte consistentede su propia actividad experimental y publicista a temas direc-tamente interesantes para el diseño industrial es una prueba dela reciprocidad de este interés.34 El enorme y rápido éxito quealgunos de sus textos35 han tenido en el mundo del diseño in-dustrial es un índice de lo numerosas que son las temáticas sus-ceptibles de ulteriores profundizaciones y especificaciones.Probemos seguir alguna para resumir y sólo con el propósito dehacernos una idea de la fuente potencial de experiencias, ideas,

sugerencias y sugestiones a las que se puede acceder.Un filón de estudio objeto de numerosas investigacio-nes muy importante para nosotros, por sus implicaciones direc-tas o porque constituye en alguna medida el punto de encuentrodel que parte una trama de investigaciones de gran interés, es eldel pattern recognition , o sea del conjunto de operaciones percep-tivas que aseguran el reconocimiento de un “objeto”.36 Basta pen-sar que ese “objeto” puede ser un escrito antes que una imagen

o cualquier otro elemento de la interfase comunicativa de un pro-ducto para ser inducidos a proseguir la reseña de las numerosas

 variaciones desarrolladas sobre este tema.37 Algunos experimen-tos han contemplado la posibilidad de reconocer patterns comoinformaciones alfanuméricas que aparecen sobre una pantallapor un tiempo muy breve.38

Muchos otros han tratado de determinar los factores

que pueden ayudar u obstaculizar ese reconocimiento, porejemplo, la posesión de informaciones estructurales o de unamayor o menor familiaridad con el objeto por parte del sujetoque percibe; las ventajas derivadas de haber visto el objeto a re-conocer en ocasiones anteriores; el influjo de la interpolación

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6. Producto y comunicación

34. Muy importantes son, por ejemplo, los estudios de Norman sobre la memoria y el apren-

dizaje. Véanse D. A. Norman, 1969, 1970 y 1982.

35. Entre los más populares se puede citar D. A. Norman, 1988.

36. Véanse O. G. Selfridge y U. Neisser, 1960; D. W. J. Corcoran, 1971; S. K. Reed, 1973; T. Wa-

tanabe y P. Cavanagh, 1992; J. Aarinen, 1993.

37. Nos referimos aquí al pattern recognition en términos deliberadamente “aplicativos” y,

por lo tanto, necesariamente tomados de la encendida controversia que, aun sobre este te-

ma, ve comprometidas las dos corrientes principales de las ciencias cognoscitivas y de la inte-

ligencia artificial: la teoría del “sistema de símbolos físicos” (physical symbol system) y la teoría

del “conexionismo” (connectionism).

38. D. E. Rumelhart, 1970; G. Sperling, 1971.

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de diversos objetos; la importancia que puede tener el recuer-do; los efectos de la iluminación, del contraste, de los colores;los factores que contribuyen a crear ilusiones y ambigüedadesperceptivas; los mecanismos de construcción y elaboración deimágenes mentales, de reconocimiento y de memorización aunen condiciones diferentes de las originales (por ejemplo, imá-genes rodeadas o insertas en un contexto distinto).39 Al tema del pattern recognition se pueden añadir también investigaciones teó-ricas y experimentales que conciernen a los instrumentos parala creación, el aprendizaje y la memorización de categorías y cla-

sificaciones y su uso en la elaboración de informaciones.40

Otros temas, igualmente esenciales, no están relacio-nados de modo directo con el pattern recognition . Uno de estosatañe a los fenómenos de modulación de la atención, la concen-tración sobre puntos focales, la visión que no alcanza todavía elnivel de la atención ( pre-attentive vision ), los esfuerzos por igno-rar las informaciones irrelevantes y los instrumentos disponiblespara soportar estos esfuerzos.41 Las investigaciones de la psico-

logía de los conceptos, en fin, proporcionan indicaciones sobrelas modalidades de formación de conceptos complejos y sobrelos conocimientos que se deben poseer a tal fin en el mundo re-al al que se refieren esos conceptos.42 De modo que, en defini-tiva, las investigaciones teóricas y experimentales efectuadas enel ámbito de las ciencias cognoscitivas, de la psicología de la per-cepción y de la ergonomía cognoscitiva, el potencial analítico-

interpretativo y las capacidades de verificación y control de estasdisciplinas ofrecen un aporte muy apreciado y configuran un la-zo que no puede ser deshecho con una proyectación conscien-te de la relación productos-comunicación.

Pero el diseño industrial instaura, por cierto, la cola-boración más natural, casi fisiológica, en la proyectación de lasinterfases comunicativas y los manuales de instrucciones para el

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39. F. Attneave, 1954; P. D. Bricker, 1955; N. S. Anderson y J. A. Leonard, 1958; G. R. Lockhead,

1966; Y. Takano, 1989; J. Dwyer y otros, 1990; T. V. Papathomas y A. Gorea, 1990; P. Bonaiu-

to y otros, 1991; M. Boucart y C. Bonnet, 1991; A. Kennedy y W. S. Murray, 1991; P. J. Kellman

y T. F. Shipley, 1991; D. Kahneman y otros, 1992; N. R. Wilton, 1992; M. A. Peterson y B. S. Gib-

son, 1993.

40. W. P. Tanner y J. A. Swets, 1954; R. N. Shepard y otros, 1961; R. N. Shepard y J. J. Chang,

1963; M. Bunge, 1970; N. W. Ingling, 1972; I. Rock y otros, 1992.

41. P. M. A. Rabbit, 1964; G. L. Shulman, 1992; G. W. Humphreys y H. J. Müller, 1993.

42. G. L. Murphy, 1988.

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uso de productos y sistemas de productos con la comunicación visual. No sólo porque los aspectos visuales a menudo son pre-ponderantes en esta tarea proyectual, sino porque entre los dosámbitos proyectuales existen matrices culturales comunes, len-guajes y métodos de trabajo compatibles, una compartida, pree-minente atención proyectual hacia el usuario, además de lacostumbre de convivir en las mismas instituciones didácticas po-niendo en común partes del currículum formativo.

No obstante, esta familiaridad no exime de puntualizar(incluso tal vez lo hace aun más necesario) las modalidades con-

cretas de la colaboración según los tipos de producto, de interfa-ses y de manuales. A veces la sola contribución de la comunicación visual será suficiente; en otras ocasiones, en cambio, deberá estarintegrado por el aporte, más o menos estructurado, de otras dis-ciplinas. Por otra parte, hay circunstancias que llevan también lacomunicación visual a una integración autónoma y no ocasionalcon disciplinas analíticas y proyectuales contiguas y a la polari-zación de campos de intervención nuevos por su consistencia,

aun si no totalmente inéditos. Ya hemos hablado del relieve al-canzado por la proyectación de las interfases interactivas de lascomputadoras y del agregado de disciplinas que participan enella. Al elevarse este tema a un estado de relativa autonomía im-pone a la comunicación visual adecuaciones y revisiones paraafrontar problemas proyectuales incluso desacostumbrados pa-ra ella, pero para los cuales tiene más instrumentos y posibilidad

de crecimiento con respecto a los demás coprotagonistas. Nos es-tamos refiriendo a las transformaciones que llevan a la comuni-cación visual a convertirse en multimediática, a la capacidad quedebe adquirir de utilizar, además de los instrumentos de comu-nicación más familiares (los gráficos, tipográficos, fotográficos),también los que derivan de la disponibilidad de sonido, movi-miento, animación, interacción y flujo de la información con rit-mos fílmicos.

Otro agregado es el que ve converger la comunicación visual y la comunicación textual en un campo importante deaplicación como el document design , la proyectación de documen-tos de varias clases (formularios, informes técnicos, balances em-presariales, manuales de instrucciones de uso, indicaciones paralos usuarios de un servicio, etcétera) que requieren la concep-ción y la producción unitaria de los textos, de su presentación

 y de su relación con las imágenes. En este terreno no faltan

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6. Producto y comunicación

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ejemplos ilustres, como la asociación entre Vladimir Maiakovski y Alexander Rodschenko en el período que sucedió inmediata-mente a la Revolución de Octubre o el de fines de los años ’20entre Kurt Schwitters y Hermann Strodthoff, que han proyecta-do juntos texto e imágenes de afiches para el subterráneo metro-politano por cuenta de la sociedad de transportes de Hannover.Pero casos de este tipo son esporádicos aun si el nivel cualitati-

 vo de los resultados es muy elevado y sería muy interesante vol- ver a recorrerlos y valorar sus enseñanzas. Lo que ahora estátomando cuerpo, en cambio, es un sector de trabajo profesio-

nal que requiere una sistematización propia y la intervención defiguras profesionales apropiadas o tal vez más probablemente ladifusión de formas convenientes de colaboración estable entrefiguras profesionales diversas.43

La contribución de la comunicación visual y multime-diática, sola o junto a otras disciplinas, variará según si las in-terfases y los manuales utilizan o no soportes informatizados y tendrá en cuenta, por un lado, las modalidades de estructurar

las informaciones; por el otro, la elección y la combinaciónmás oportuna de los instrumentos comunicativos (caracteres

 y cuerpo de los textos, color, relación figura-fondo, imágenesfotográficas realistas, esquemas, diagramas y pictogramas, so-nido, movimiento, etcétera) además de la proyectación deta-llada. El diseñador industrial pone, en cambio, sus propiosconocimientos profundizados del producto, de su “canasta” de

ofertas de prestaciones, de sus eventuales puntos débiles, delas relaciones entre comunicación y operaciones, de las solu-ciones comunicativas adoptadas en el curso del desarrollo deesa tipología objetual o transferible de otras tipologías, de lasintenciones generales que animan la proyectación del produc-to y de los escenarios de relación con los usuarios que se hanprefigurado.

En la práctica, muchos instrumentos utilizables para

las soluciones estáticas “impresas” (en papel u otros materiales,en volúmenes apropiados o directamente sobre los productos)continúan siendo válidos incluso cuando se pasa a las versionesinformatizadas. Ejemplos al respecto son las cajas y las grillas ti-pográficas. La utilización de varios tipos de grillas (basadas so-bre coordenadas, intersecciones, módulos, líneas o diversas

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43. Véase K. A. Schriver, 1997.

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combinaciones de los tipos básicos) para dar una estructura or-ganizativa y también simbólica al texto de una página está do-cumentada desde los textos religiosos, por ejemplo los “librosde horas” de la Edad Media tardía.44 Se trata de estructuras or-denadoras “sustentadoras”, casi nunca explicitadas con líneasu otros elementos gráficos pero no obstante claramente per-ceptibles, que han seguido siendo refinadas y valorizadas (sehan convertido, por ejemplo, en uno de los instrumentos dis-tintivos de la “escuela gráfica suiza”, que ha tenido gran reso-nancia internacional en los años ’50 y ’60) y todavía son

ampliamente utilizadas, aunque en modo crítico, por la comu-nicación visual.Este instrumento conserva su validez incluso en la es-

tructuración de las interfases informatizadas. En efecto, es fácilinstaurar un paralelismo entre la exigencia de dar una estructu-ra coherente a las páginas de un volumen o de una revista y a unapantalla de una interfase informática. En este último caso, ade-más, la grilla sirve también para dar continuidad perceptiva a las

diversas pantallas de la misma interfase si se utilizan ciertas cons-tantes proyectuales como el mantenimiento de una posición in-

 variable para una misma categoría de informaciones recurrentes.El empleo de una grilla es, en ciertos casos, más fácil en las in-terfases informatizadas que en las “impresas” gracias, por ejem-plo, a la posibilidad de utilizar más difusamente y con mayorprovecho ciertos expedientes perceptivos como la creación de

campos delimitados por contornos ilusorios.

45

Naturalmente,cuando se pasa a interfases o a manuales de instrucciones para eluso informatizados e interactivos, ya no bastan los instrumentosde ordenación estáticos como las grillas. Se debe recurrir a me-canismos capaces de generar un orden dinámico y se adecuan co-rrespondientemente también los procedimientos proyectuales y los “instrumentos notacionales”.46

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6. Producto y comunicación

44. Véase J. H. Williamson, 1989.

45. Los estudios sobre los contornos ilusorios han recibido un gran impulso en la psicología

de la percepción de G. Kanizsa, 1955. A continuación, éste se ha convertido en un tema recu-

rrente y muy interesante para nosotros. Véanse T. E. Parks, 1990; T. E. Parks e I. Rock, 1990;

B. Pinna, 1991; M. K. Albert, 1993.

46. G. Anceschi, 1993, pp. 32-36, analiza muy detalladamente la relación entre procedimientos

proyectuales e instrumentos notacionales (sujeto, escalerilla, story board , shooting script ) y, de

ese modo, lleva a la luz también las posibilidades de cooperación con otros campos del saber (es-

cenografía, coreografía, dirección cinematográfica y teatral) para la proyectación de interfases.

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Un tema de detalle pero igualmente importante, en sí mismo y por la riqueza de sus implicaciones, es el que concier-ne a la proyectación de los instrumentos de medida y controlque forman parte de las interfases comunicativas de muchosproductos. En este terreno, la competición entre tecnologíaanalógica y digital ahora está casi definitivamente resuelta a fa-

 vor de la digital. Esta conclusión del caso no produjo, sin em-bargo, como sería lógico esperar, una mayor articulación y riqueza de las informaciones proporcionadas, pero también seha transformado muy a menudo en un factor de homogeneiza-

ción y de indigencia comunicativa. Frente a una gran variedadde indicadores (cuantitativos, cualitativos, circulares, lineales,dispuestos en horizontal, vertical o diagonal, con escalas numé-ricas continuas o con una indicación discreta de algunos valo-res salientes, con esquemas, diagramas, imágenes fotográficas,etcétera)47 que pueden resultar a veces apropiados, un uso des-cuidado de la tecnología digital ha llevado a un sistema de indi-caciones y señalizaciones basado casi exclusivamente sobre

 valores numéricos desplegados en una pantalla.Una paradoja semejante tiene una presuposición, tal

 vez no siempre aparente de modo explícito o declarado pero nopor eso menos pregnante: la convicción de que este tipo de se-ñales dé una sensación de mayor cuidado, precisión y exactitudde los datos proporcionados. Es decir que la tecnología digitalexhibe su propia capacidad de aportar medidas cuantitativas

muy precisas casi como una forma de autoacreditación y comodemostración del valor en sentido absoluto de la misma tecno-logía y de los productos que la utilizan. Por lo demás, los histo-riadores de la ciencia nos enseñan que este procedimiento estáperfectamente acorde con la tendencia que ha caracterizadodesde los orígenes el proceso de atribución de valor social a laidea de precisión.48 De estos estudios hemos aprendido que, aunestando la precisión evidentemente ligada a la cuantificación y 

medición, al entusiasmo contagioso del siglo XVIII tardío porlos números y por los instrumentos de precisión entendidos co-mo instrumentos para materializar números, la necesidad de

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47. Véase I. Galer, 1987.

48. Una reconstrucción muy interesante y muy bien documentada de ese proceso se encuen-

tra en el excelente M. Norton Wise, 1995, que informa acerca de los resultados obtenidos en

el seminario sobre el tema “Values of Precision” incluido en el Program in History of Scien-

ce en la Princeton University en 1991.

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precisión nace en sectores diferentes del matemático (en la demo-grafía, la cartografía, la física, la química, la industria mecánica, laestandarización de pesos y medidas, el sector político-administrati-

 vo y militar). Además, el aprecio por la precisión trasciende muy pronto los campos de aplicación para transformar lo que era pocomás que una modalidad de procedimiento, en un valor en sí.

Es justamente gracias a la conquista de una sólida au-toridad que la precisión ha sido utilizada en modo retórico, co-mo instrumento real o presunto de persuasión en algunashistóricas disputas científicas. Jan Golinski nos refiere, por ejem-

plo, cómo Antoine Lavoisier, en la “Revolución química” de losaños ’70 y ’80 del siglo XVIII, había apostado muchas de sus car-tas justamente sobre el uso retórico de la precisión de sus expe-rimentos para hacer pasar su idea de la composición químicadel agua. Uso retórico de la precisión que estaba bien claro in-cluso para sus adversarios (especialmente para Joseph Priestley 

 y otros científicos de la Royal Society) los que, en efecto, se loreprochaban abiertamente refutando el lazo entre precisión de

las medidas y razonamiento demostrativo.49

Desde nuestro punto de vista, resurgir en los siglos sirvepara relativizar el concepto de precisión poniéndolo en relacióncon el concepto de uso. Si esto es verdad para el nivel de prestacio-nes y para las tolerancias físicas de los productos, lo es con mayorrazón para aquello que atañe a la proyectación de sus instrumen-tos de indicaciones y control y los instrumentos comunicativos uti-

lizados. Las informaciones sobre el estado de funcionamiento deun producto pueden, por ejemplo, ser perfectamente comprensi-bles para un experto si están expresadas con valores numéricosmientras que, para los no iniciados, estos mismos números puedenser carentes de significado aunque sean precisos hasta la duodéci-ma cifra decimal. Además, la existencia de diversos tipos de preci-sión, cuantitativos pero también cualitativos, es una certeza quetiene sus propias raíces una vez más en la historia de la ciencia. Her-

mann Helmholtz, alrededor de la mitad del siglo XIX, ha efectua-do sus propios experimentos de fisiología, alcanzando conmétodos gráficos los resultados que no había podido obtener conmétodos numéricos y computacionales.50 En efecto, gráficamenteera más fácil observar fenómenos que se verificaban a alta veloci-

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6. Producto y comunicación

49. J. Golinski, 1995.

50. F. L. Holmes y K. M. Olesko, 1995.

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dad y que, por lo tanto, difícilmente podían ser expresados conuna sucesión de números, y también era posible efectuar rápida y eficazmente comparaciones entre dos situaciones representadaspor dos curvas diferentes. Otro ejemplo de eficacia expresiva y deprecisión en la descripción de los fenómenos obtenidas median-te las representaciones gráficas es el ciclo de Sadi Carnot, conver-tido en uno de los fundamentos de la termodinámica en larepresentación diagramática hecha por Émile Clapeyron en 1834.

 Además, una representación gráfica de los datos, con-sintiendo una visión de conjunto más rápida y segura, logra pro-

porcionar algunos tipos de información que no se puedenextraer de la lectura de valores numéricos dispuestos en una car-telera o de un texto escrito. Reivindicando la precisión de las re-presentaciones gráficas de los datos y la eficacia de las imágenesno pretendemos, por supuesto, retomar la enardecida defensade la cultura visual de Martin Jay 51 o afirmar el valor icónico delas imágenes52 que en este caso es obvio. Nuestro objetivo es mu-cho más modesto y particular. Queremos afirmar que, en el mo-

mento en el que se elige utilizar una tecnología poderosa y dúctil como la informática para la realización de las interfasescomunicativas o de los manuales de instrucciones de uso de losproductos, se deben emplear también las elecciones proyectua-les pormenorizadas de modo de aprovechar al máximo las po-tencialidades y no crear, en cambio, la situación extravagante deuna riqueza informática inferior respecto de esa oferta de tec-

nologías más limitadas.Un ejemplo de esta potencial rareza, por otra partemuy fácil de encontrar, es el de los relojes o de todos esos dis-positivos de medición de los productos comparables a un reloj.Como es sabido, un reloj digital está en condiciones de propor-cionarnos una información muy precisa de la hora, pero no nosbrinda la conceptualización de este dato.

Puede, por ejemplo, indicarnos que son las once horas,

cincuenta y siete minutos, treinta y cinco segundos y tal vez tam-bién tres décimas de segundo pero, o nosotros logramos leermuy rápidamente todas estas informaciones que, justamente acausa de su precisión cambian muy rápido en el cuadrante, o noconseguimos saber que es casi mediodía. Pero sobre todo es im-

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51. M. Jay, 1993.

52. Véase el capítulo “Apuntes sobre la iconicidad”, en T. Maldonado, 1992, [1994] pp. 167-203.

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portante saber qué tipo de información necesitamos cuando uti-lizamos el dispositivo. En ciertos casos es seguramente preferiblela permanencia de un sistema de referencia (continuando enel ejemplo precedente, el cuadrante de un reloj analógico) queproporcione, además del dato preciso, también el contextoque permite saber, por ejemplo, cuándo nos estamos acercan-do a un valor tópico del dato en sí. Naturalmente, reflexionesde este tipo valen para todos los instrumentos de medición y de control de los productos y, más en general, ponen en guar-dia acerca de afrontar la proyectación de los aspectos tanto co-

municativos como operativos de los productos confiándoseperezosamente a comportamientos inerciales que corren elriesgo de producir sólo deletéreos lugares comunes.

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6. Producto y comunicación

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Índice de nombres citados

 Abbot, Lawrence: 64 Apel, Karl-Otto: 39 Albers, Joseph: 141 Anceschi, Giovanni: 12, 142, 144, 190, 192, 207 Aristóteles: 56 Asimov, Isaac: 198

Badalucco, Laura: 12Bell, Daniel: 78Bense, Max: 184Bonsiepe, Gui: 12, 16, 19, 20, 45, 144, 184, 190, 192, 199Boucicaut, Aristide: 76Bromley, D. Allen: 106, 129Buchanan, Richard: 24, 25, 128, 185Buckminster Fuller, Richard: 23, 25, 120Bunge, Mario: 26, 27, 103, 125, 149, 204Burke, James: 44Burke, Michael: 12, 128, 182, 192, 198Bush, George: 106Butera, Federico: 12

Callon, Michel: 49

Carnéades: 34Clapeyron, Émile: 210Costa, Fiammetta: 12, 171

Chandler Jr., Alfred D.: 68

Dahl, Robert: 127, 150Dasgupta, Partha: 97

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Dasgupta, Subrata: 43, 44, 85De Ferrari, Giorgio: 12Defoe, Daniel: 24, 25, 35, 36Dessauer, Friedrich: 64Durkheim, Emile: 148

Ellul, Jacques: 48, 60Epicteto: 56Epicuro: 56Eramo, Marco d': 52

Ferguson, Eugene S.: 177Ferrari, Paolo: 12Fichte, Johann Gottliebe: 131Frascara, Jorge: 12, 128, 198Fruscione, Marco: 12

Gibson, B. S.: 204

Gibson, James J.: 186Golinski, Jan: 209Gregori, Ettore: 13, 167Gropius, Walter: 141

Habermas, Jürgen: 39, 97Harrow, Harry F.: 124Helmholtz, Hermann: 209Hughes, Thomas P.: 47, 48, 49, 53, 59Humboldt, Wilhelm von: 114, 115, 116, 117, 143

Itten, Johannes: 141

 Jay, Martin: 210 Jonas, Hans: 38

Kandinsky, Wassily: 141Klee, Paul: 141Klar, Michael: 12, 128, 143Koestler, Arthur: 44Koffka, Kurt: 186Krampen, Martin: 185, 186

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Labriola, Antonio: 118Lakatos, Imre: 27Landmann, Ludwig: 167Lavoisier, Antoine: 209Leiro, Reinaldo: 12, 128Levi, Marinella: 12Loos, Adolf: 20

Macchi Cassia, Antonio: 12Maiakovski, Vladimir: 206

Maldonado, Tomás: 11, 15, 16, 22, 35, 36, 45, 49, 51, 58, 62, 65, 77,78, 82, 85, 89, 101, 112, 125, 141, 144, 181, 184, 196, 199, 210Manzini, Ezio: 12Marcolli, Attilio: 12, 141Margolin, Victor: 12, 41, 42, 128Marx, Karl: 57, 83Maslow, A. H.: 57May, Ernst: 167

Méndez Mosquera, Carlos: 12Meurer, Bernd: 12, 86, 128Moholy-Nagy, Laszló: 141Moles, Abraham: 24, 42, 45, 77, 184Mukai, Shutaro: 12, 128Mumford, Lewis: 48Muthesius, Hermann: 50

Newman, John Henry: 117, 127, 143Newell, Allen: 26, 29, 138Norman, Donald A.: 193, 194, 202, 203

Paroli, Cristina: 12Pedotti, Antonio: 12Peirce, Charles Sanders: 30, 31

Penati, Antonella: 13, 83Petronio: 60Piaget, Jean: 136Poli, Anna: 13Popper, Karl: 61, 86Pratesi, Costanza: 12, 156, 171Priestley, Joseph: 209

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Índice de nombres citados

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Riccini, Raimonda: 12, 86Rittel, Horst: 25, 28, 29Rodschenko, Alexander: 206Ropohl, Günter: 49, 62Rosenberg, Nathan: 83, 93Rurik, Thomas: 12, 128, 144, 182, 192, 198Rutheford, Ernest: 94

Scherhorn, Gerhard: 62, 64Schütz, Alfred: 33, 34

Schwitters, Kurt: 206Seassaro, Alberto: 12Simmel, Georg: 39Simon, Herbert A.: 26, 28, 29, 33, 138, 151Simondon, Gilbert: 45Stetzer, Harald: 12, 128, 144Strodthoff, Hermann: 206

Thorndike, Edward Lee: 136, 137Toulmin, Stephen: 29Trabucco Francesco: 12

 Van de Velde, Henry: 50 Veblen, Thorstein: 59 Vitruvio: 118, 134, 135

 Wright Mills, C.: 59

Cultura social del producto

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