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-------------- - l.. SOBRE EL MALESTAR EN LA CULTURA DE LOS VERDES E s deber, cuando no hay placer. No, no hay ningún placer en cumplir sus deberes coo miembro del partido. Ahí están, para demostrarlo, las se- siones de las agrupaciones de los verdes; dos ter- cios de «nimiedades» sobre organización, sazo- nado con un tercio de golpes y punzadas entre los líderes de las direntes «corrientes». Ahí están las sesiones de los órganos de dirección del par- tido correspondientes a los niveles de distrito, es- tado y deración: comisiones, presidencias y asambleas. Y coo el partido alcanza con bas- tante regularidad el cinco por ciento, hay que aña- dir las acciones en el parlamento municipal, del estado, deral, pero también en instituciones, de cuya existencia, aparte de la izquierda política- mente interesada, sólo barruntan algo los especia- listas de servicios sociales: consejos locales, con- sos de distrito, suburbanos, comisiones de asis- tencia social del estado. En todas partes se sientan representantes verdes y sirven a la base. En todas partes asisten a sesiones públicas, por lo menos DEMOCRACIA DE BASE Roland Schaeff er los miembros de partido que ocupan cargos repre- sentativos. En todas partes puedo y debo partici- par en las discusiones, y cuando se ha toado una decisión contra mis concepciones e intereses, yo mismo soy culpable; hubiera podido manistarme en contra. Pues los representantes verdes no re- presentan, excepto en caso de necesidad, cuando no pueden actuar de otra manera, porque la base no cumple con sus deberes. ¿Quién es culpable de que el partido verde no ncione? Sin embargo, y esto es lo más molesto, no hay ninguna razón para quejarse. Solamente los verdes son responsables del ncionamiento interno del partido; de las se- siones mortalmente aburridas de las agrupaciones, de las precipitadas reuniones de los congresos del partido en los gimnasios, de la cencia de infor- mación fluida, de los estallidos de nervio. Todo eso lo hemos hecho nosotros mismos. Verdes con- tra verdes. Con las mejores intenciones. «Democracia de base», el partido verde será un «partido anti-partido». Los adjetivos eran: visión de conjunto, descentralización de las decisiones, 52 democracia directa (programa deral de 1980); «apoyo sostenido de la base a todos los titulares de cargos públicos y mandatos» (programa del estado de Hess de 1982). Cuando estos principios eron escritos, se trataba de rmular exigencias y esperanzas. Teneos, hoy, los resultados ante nosotros. Es hora de hacer balance. Una sesión de un Martes cualquiera. La agrupación de Franurt se reúne como cada semana. De casi 300 miembros están pre- sentes 33; una asistencia normal, que, por lo de- más, corresponde a la tasa de asistencia del diez por ciento de los miembros activos en los otros partidos. En primer lugar, los nuevos ingresos. Un hom- bre joven, próximo a los treinta, se presenta; anteriormente un año en la K.B.W., después perdió interés, y desde entonces no militó en ninguna organización. ¿Preguntas? Dónde vive, quiere saber alguien para su eventual participa- ción en un grupo de barrio. Ninguna pregunta más, ninguna objeción; el nuevo es admitido. Siguiente punto del orden del día. Fechas e informaciones sobre la campaña electoral. Ante el consulado de EE. UU. se desarrolla una guar- dia de protesta en vor de Nicaragua; los verdes han firmado. ¿Quién participará durante un par de horas? Nadie; se pasa una lista de mano en mano. En München se deben recoger, con la L.K.W., stands para una exposición. Silencio. Una iniciativa de paz pide 400 marcos. El teso- rero está de vacaciones; no hay más que vagas suposiciones sobre el estado de caja. Finalmente se conceden 200 marcos. ¿Quién hará los carteles para los stands? Otra lista. ¿Quién participa en el stand de libros? ¿Quién comprará los billetes de los autobuses para ir a la «ciudad de la paz»? Sería cil organizar un proama de trabajo a tiempo completo para los próximos 14 días. Pero casi nadie se inscribe; las listas pasan de mano en mano, con mala conciencia, pero con la rutina de siempre; cada uno mira a su alrededor: ¿habrá llamado la atención el que yo no participe? 22 horas. Todavía queda una hora escasa para hablar. La discusión se provoca ad hoc, porque hay alguien allí que quiere algo: la agrupación debe participar en las acciones de huelga de hambre... ¿Qué ocurre en semejante sesión? El ambiente es el mismo que se produciría, si se debiera comer un saco de harina con cucharillas de té. Y, al mismo tiempo, todos tienen la impresión de pasar por alto lo más esencial, sea lo que sea. ¿Se ha convertido el aparato político «del par- tido verde» en algo demasiado grande para los hombres que lo han ndado, y que ahora intentan manejarlo? Sea lo que ere la democracia de base, no se puede hablar de «control»; todavía menos de un control sostenido, de «todos» los titulares de car- gos públicos y mandos por la «base». ¿Quién y a quién se debe controlar? Casi por todas partes en el país hemos avanzado tanto, que el partido ha dado más cargos públicos y mandatos que miem- bros aparecen por sus reuniones. Los mandatarios

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---------------l.. SOBRE EL MALESTAR EN LA CULTURA

DE LOS VERDES

Es deber, cuando no hay placer. No, no hay ningún placer en cumplir sus deberes corno miembro del partido.

Ahí están, para demostrarlo, las se­siones de las agrupaciones de los verdes; dos ter­cios de «nimiedades» sobre organización, sazo­nado con un tercio de golpes y punzadas entre los líderes de las diferentes «corrientes». Ahí están las sesiones de los órganos de dirección del par­tido correspondientes a los niveles de distrito, es­tado y federación: comisiones, presidencias y asambleas. Y corno el partido alcanza con bas­tante regularidad el cinco por ciento, hay que aña­dir las fracciones en el parlamento municipal, del estado, federal, pero también en instituciones, de cuya existencia, aparte de la izquierda política­mente interesada, sólo barruntan algo los especia­listas de servicios sociales: consejos locales, con­sejos de distrito, suburbanos, comisiones de asis­tencia social del estado. En todas partes se sientan representantes verdes y sirven a la base. En todas partes asisten a sesiones públicas, por lo menos

DEMOCRACIA DE

BASE

Roland Schaeff er

los miembros de partido que ocupan cargos repre­sentativos. En todas partes puedo y debo partici­par en las discusiones, y cuando se ha tornado una decisión contra mis concepciones e intereses, yo mismo soy culpable; hubiera podido manifestarme en contra. Pues los representantes verdes no re­presentan, excepto en caso de necesidad, cuando no pueden actuar de otra manera, porque la base no cumple con sus deberes. ¿Quién es culpable de que el partido verde no funcione? Sin embargo, y esto es lo más molesto, no hay ninguna razón para quejarse. Solamente los verdes son responsables del funcionamiento interno del partido; de las se­siones mortalmente aburridas de las agrupaciones, de las precipitadas reuniones de los congresos del partido en los gimnasios, de la carencia de infor­mación fluida, de los estallidos de nervio. Todo eso lo hemos hecho nosotros mismos. Verdes con­tra verdes. Con las mejores intenciones.

«Democracia de base», el partido verde será un «partido anti-partido». Los adjetivos eran: visión de conjunto, descentralización de las decisiones,

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democracia directa (programa federal de 1980); «apoyo sostenido de la base a todos los titulares de cargos públicos y mandatos» (programa del estado de Hess de 1982). Cuando estos principios fueron escritos, se trataba de formular exigencias y esperanzas. Tenernos, hoy, los resultados ante nosotros. Es hora de hacer balance.

Una sesión de un Martes cualquiera. La agrupación de Frankfurt se reúne como

cada semana. De casi 300 miembros están pre­sentes 33; una asistencia normal, que, por lo de­más, corresponde a la tasa de asistencia del diez por ciento de los miembros activos en los otros partidos.

En primer lugar, los nuevos ingresos. Un hom­bre joven, próximo a los treinta, se presenta; anteriormente un año en la K.B. W., después perdió interés, y desde entonces no militó en ninguna organización. ¿Preguntas? Dónde vive, quiere saber alguien para su eventual participa­ción en un grupo de barrio. Ninguna pregunta más, ninguna objeción; el nuevo es admitido.

Siguiente punto del orden del día. Fechas e informaciones sobre la campaña electoral. Ante el consulado de EE. UU. se desarrolla una guar­dia de protesta en favor de Nicaragua; los verdes han firmado. ¿Quién participará durante un par de horas? Nadie; se pasa una lista de mano en mano. En München se deben recoger, con la L.K.W., stands para una exposición. Silencio.Una iniciativa de paz pide 400 marcos. El teso­rero está de vacaciones; no hay más que vagassuposiciones sobre el estado de caja. Finalmentese conceden 200 marcos. ¿Quién hará los cartelespara los stands? Otra lista. ¿Quién participa en elstand de libros? ¿Quién comprará los billetes delos autobuses para ir a la «ciudad de la paz»?

Sería fácil organizar un programa de trabajo a tiempo completo para los próximos 14 días. Pero casi nadie se inscribe; las listas pasan de mano en mano, con mala conciencia, pero con la rutina de siempre; cada uno mira a su alrededor: ¿habrá llamado la atención el que yo no participe?

22 horas. Todavía queda una hora escasa para hablar. La discusión se provoca ad hoc, porque hay alguien allí que quiere algo: la agrupación debe participar en las acciones de huelga de hambre ...

¿Qué ocurre en semejante sesión? El ambiente es el mismo que se produciría, si se debiera comer un saco de harina con cucharillas de té. Y, al mismo tiempo, todos tienen la impresión de pasar por alto lo más esencial, sea lo que sea.

¿Se ha convertido el aparato político «del par­tido verde» en algo demasiado grande para los hombres que lo han fundado, y que ahora intentan manejarlo?

Sea lo que fuere la democracia de base, no se puede hablar de «control»; todavía menos de un control sostenido, de «todos» los titulares de car­gos públicos y mandados por la «base». ¿ Quién y a quién se debe controlar? Casi por todas partes en el país hemos avanzado tanto, que el partido ha dado más cargos públicos y mandatos que miem­bros aparecen por sus reuniones. Los mandatarios

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Entrada de ecologistas en la Bundestag, con su líder Petra Kelly. En primer plano, el canciller Helmunt Kohl.

de Frankfurt han sacado sus conclusiones, y deba­tirán «su» problema en un encuentro específico de parlamentarios.

Debido a la política descentralizada de «unidad de base», la asamblea de distrito se ocupa casi exclusivamente de solucionar los problemas más urgentes y cumplir las tareas que le corresponden como parte de un partido representado en el par­lamento. En Frankfurt no se ha discutido nunca la política de sus concejales en las agrupaciones.

En resumen: la política verde en los parlamen­tos es hecha, como en todos los partidos parla­mentarios, por las fracciones parlamentarias; en todo caso, por los órganos de dirección «superio­res» del partido (comisiones, presidencias). Los niveles inferiores aprueban o protestan. En el caso, excepcional, de que decisiones fundamenta­les se pongan a votación en las agrupaciones, el resultado depende de la capacidad de los adversa­rios para movilizar a primera línea a los miembros pasivos en la correspondiente sesión. Dicho bre­vemente, lo cotidiano en un partido normal, algo muy mal organizado.

2. EL PRINCIPIO DE LA BASE

Quien sea la «base» en un partido verde, es algono suficientemente aclarado en sus escritos. Un intento de explicación firmado por J. Huber, dis­tingue entre la base de un partido -los simples

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miembros y organizaciones inferiores del partido­la base del movimiento -la totalidad de los movi­mientos sociales, en los que se apoyan los verdes­y la base de electores. (una parte de los teóricos y políticos verdes añadirían, por lo menos, una cuarta «base». «Estoy aquí como representante de los sapos en el congreso regional» -así hablaba un diputado verde en Baden-Württemberg. Cierta­mente, los sapos, como sus padres, los sapos de vientre rojo, fuertemente amenazados, y, en gene­ral, la naturaleza, solamente pueden jugar un pa­pel en la política cotidiana, cuando encuentran tales representantes; por razones prácticas, me limitaré solamente a éstos).

Para dar una respuesta a la cuestión, quien es la base, antes debe explicarse lo que es la «base». El diccionario no ayuda mucho. Bajo la palabra, «Base-políticamente», se dice lo siguiente: «la masa del pueblo a la que se dirige el trabajo de los partidos políticos»; «la unidad fundamental de las instituciones políticas o sociales»; también por ejemplo, las agrupaciones locales o de distrito de un partido. El efecto mágico, el carácter simbó­lico, que la palabra «base» posee, no es compren­sible a partir de definiciones tan prosaicas. Por esta razón, tomaré el camino inverso, y, en primer lugar, rastrearé las experiencias y expectativas sociales, que en el curso de estos últimos quince años han conectado con la palabra «base». Serán necesarios algunos rodeos.

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El sueño de 1968. «L'Odéon est ouvert». Desde el 14 de Mayo

hasta el 14 de junio de 1968 es el «Odéon» pari­sino, normalmente sede del teatro nacional, es­cenario de una «tribuna libre». Cualquiera puede asistir para escuchar o hablar, si el público lo soporta. Una verdadera explosión de ideas y fan­tasías. Carteles del siguiente tenor: «La revolu­ción está sobre todas las cosas», «¿Participantes o consumidores'!», «Haced resistencia contra vo­sotros mismos», «Abrazad, sin soltar el fusil».

Un mes de largas discusiones; sobre revolu­ción, libertad de prensa, prevención de presos, sobre dios y el mundo. Todos cuentan al mismo tiempo lo que ocurre. Autoorganización: forma­ción espontánea de comités para guardar el orden y protección contra incendios, relaciones con la prensa, cura de heridos en las luchas de barri­cada, preocupación de los que discuten por el resultado de la recogida de dinero. A las 10 de la mañana comienza a llenarse la sala de teatro, por la noche a las 4 ó a las 5 los últimos participantes en las discusiones se van a sus casas; se cuenta en 150.000 los que han tomado la palabra a lo largo del mes. Fin del sueño. El 14 de junio el Odeón es ocupado sin resistencia por la policía. Las elecciones generales estabilizan, poco más tarde, el poder de las viejas instituciones. La derecha gobierna con mayoría absoluta.

Nunca hemos sentido en Alemania, en tal me­dida, el gusto por el debate público y el placer de la autoexposición. Pero también teníamos nues­tros discursos y asambleas, teníamos momentos de explosión en las grandes manifestaciones debi­das a la iniciativa ciudadana y grupos de base, en las que tomaban la palabra hombres que hasta entonces nunca habían hablado en público, y pa­recían completamente paralizados en su reconcen­trada privaticidad.

Todavía las grandes manifestaciones de hace dos años contra las pistas de despegue eran vivi­das de manera semejante por muchos miles de hombres. Ahora nos expresamos. Ahora hablamos nosotros mismos sobre todo lo que nos motiva y afecta directamente. Defendámonos contra los de arriba, que quieren hablar por nosotros y pasar por encima de nuestros intereses, contra la tutela y la decisión ajena, contra las jerarquías y forma­lidades abstractas, que son utilizadas por los do­minadores para engañarnos.

Esto no se limitaba al campo de la política. Lo que importaban las vanguardias políticas proce­dentes de América y Francia, de los «autonomis­tas» italianos, se convertía en un suceso cultural. Y no sólo ha sobrevivido la «vuelta hacia lo inte­rior», el alejamiento de la política «política», sino que se ha reforzado todavía más. «Base», significa hoy en la República Federal, un sentimiento de emancipación: la «esperanza de un nuevo camino para liberarse a sí mismo y a los demás» (H. E. Richter). «Base» suena a igualdad de derechos y formas colectivas de vida, a superación de la «di­visión» entre política y vida privada, a discutir y a obrar mancomunamente.

En los últimos años se ha extendido el principio

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a la cultura general de las clases medias. Una definición exacta, por lo menos a mí me lo parece, de las nuevas reglas de la vida en común, proviene de una zona aparentemente muy alejada: de la Iglesia Católica. En un libro sobre «Comunidades de base en Europa» se dice:

«El obrar en comunidad es por sí mismo constitu­tivo de toda acción, la cual solamente llega a realizarse a través de una «aspiración común», de la convergencia de muchas personas, de dife­rentes opiniones, conocimientos, tradiciones. Sólo puede alcanzar su dinámica total y su actua­lidad en la unidad del lugar, del tiempo y del obrar; experiencia, conocimientos, decisiones, son cambiadas, corregidas, enriquecidas por la presencia inmediata, viva, personal de los otros».

Este «vis-a-vis de los miembros en el último grado de irrepresentabilidad», caracteriza la nueva «gramática» de la vida en común de colectivos y grupos de toda especie, y se ha convertido, du­rante los últimos 15 años, en elemento permanente de la vida cotidiana, sobre todo entre los jóvenes pertenecientes a las clases medias. Ha adquirido carta de naturaleza respecto de determinadas rela­ciones vitales.

Ciertamente, debemos distinguir entre aquellos grupos (relativamente pequeños en número), para los que la vida en un colectivo determina la vida profesional, y la mayoría predominante, para los que estas normas sólo son válidas en situaciones excepcionales, mientras lo fundamental de su vida pasa por instituciones que funcionan según mode­los completamente diferentes. Aquí está la dife­rencia entre un proyecto alternativo y, por ejem­plo, un círculo de dinámica de grupo (dirigido por terapeutas sociales progresistas) en un estableci­miento judicial o en una clínica de pacientes de infarto, para ejecutivos de primera fila. En este último caso, la jerarquía se deja de lado con una finalidad definida y por un tiempo determinado. Brevemente, los caminos que se han seguido en la búsqueda de la «liberación de la presión dirigida a lograr una actividad fébril de rendimiento, una represión permanente de sentimientos, la compe­tencia creciente como principio ... » (H. E. Rich­ter), parecen mostrar diferentes direcciones, y si los objetivos proclamados han sido alcanzados positivamente en las correspondientes relaciones de grupo, esa es precisamente la cuestión. Pero el «principio fundamental, que aquí llamo 'principio de la base', ha adquirido validez para amplios estratos de la cultura de la clase media».

3.. BASE Y DEMOCRACIA. LA

CONCURRENCIA DE DOS MODELOS DE

LEGITIMIDAD

Mientras los miembros de las clases medias uti­lizan las «nuevas normas de comunicación», para la promoción controlada de la «creatividad» y «autoactividad», mientras B. I. y demás grupos «autónomos» viven en el curso zigzagueante del tiempo y al ritmo de la fluctuación espontánea de

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--------------la concurrencia, los verdes han fundado un par­tido pariamentario. Con ello plantean una cuestión fundamental: ¿se puede lograr que la multiplicidad y vitalidad de los movimientos sociales se trans­fiera y sobreviva en una nueva dimensión? ¿Pue­den realizarse las posibilidades y seguridades de desarrollo, que un individuo posee por su perte­nencia a un grupo, en un partido? Diferentes auto­res verdes -por ejemplo, W. D. Hasenclever, que propone «la interacción centrada en temas concre­tos», como modelo de forma política de comuni­cación- parecen considerarlo posible.

Los nuevos diputados de los verdes en el parla­mento regional de Hess han constituido, después de las elecciones de hace un año, con los llama­dos «restauradores» el «grupo de la Dieta», al que todos pertenecen con los mismos derechos. Un año más tarde se celebran nuevas elecciones. En la elección de candidatos el viejo «grupo de la Dieta» se propone de forma cerrada para la ree­lección -ya por razones sociológicas una empresa altamente prometedora, puesto que los miembros del «grupo» subsumen diferentes corrientes polí­ticas y miembros de agrupaciones de distrito de diversas partes de la región. Supuesta la presen­tación cerrada de una lista, es prácticamente im­posible de superar en una asamblea regional cer­cana a las 250 personas. (Es bastante, si cada uno de los candidatos moviliza a cuatro o cinco ami­gos de su propia agrupación de distrito).

Como no puede ser de otra manera, la manio­bra tiene éxito. La crítica violenta a la que es sometido el grupo de la Dieta por su actividad política, es contrarrestada argumentando que· se habían organizado como grupo, a pesar de los diversos puntos de vista, para establecer las ba­ses de una acción común. El valor de la cita siguiente está en la razón que daba un diputado para defender la estrategia de conservación co­lectiva del poder. «Para mí», decía ante los dele­gados, «no está claro, cómo queréis ver desde fuera lo que hace uno de nosotros. Desde fuera no podéis ver nada. Por esa razón, debíamos concurrir aquí enfrentándonos mutuamente. Si es eso lo que queréis, debéis decirlo».

Aunque muchos de la asamblea se sientan mo­lestos, no se hace ninguna crítica a este tipo de explicación.

Hay claramente dos modelos opuestos de legi­timación, de los que se sirven los actores de este juego. Los mandatarios se remiten (de acuerdo a su momentánea situación de intereses) al «princi­pio de la base» y limitan al mismo tiempo, radi­calmente, las posibilidades democráticas de elec­ción y decisión de los delegados, es decir, de la base del partido. Y «naturalmente» tampoco quiere ninguno de los delegados que diputados y «restauradores» concurran enfrentados a los pues­tos de la lista; porque ellos, aunque nadie de fuera puede juzgarlos, divulgan ante el público lo que sucede «dentro», se critican mutuamente, descu­bren las debilidades, los conflictos y oposiciones políticas. Debieran comportarse como se espera que lo haga un colectivo razonable: solidaria­mente. Más todavía: «La conducta emocional

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como importante expres10n de nuestra vida, de­biera constituir una clara y pública evidencia, también para los hombres». (programa regional, p. 127).

Por otro lado, nadie puede dudar que los verdes son un partido, que con la elección de sus repre­sentantes parlamentarios, ejerce uno de sus debe­res democráticos. Para decirlo con las frías pala­bras de Max Weber: son de aquellos que «apo­yándose en la libre propaganda procuran lograr poder para sus dirigentes dentro de una asociación y posibilidades (ideales o materiales) para sus miembros activos (mediante la consecución de ob­jetivos positivos o la obtención de ventajas perso­nales o de ambas)». En los partidos democráticos se celebran elecciones según estos puntos de vista, es decir, los representantes de las diferentes corrientes se esfuerzan por conseguir para su po­sición política una mayoría.

La concurrencia democrática en el interior del partido presupone, justamente, lo que se excluye, el «principio de la base».

Lo que se logra, finalmente, es una combina­ción de ambos modelos de legitimación, en la que, según la posición de intereses, prevalece unas ve­ces uno, otras veces otro. Pues los actores han aprendido desde hace tiempo a transferir sus opuestos intereses políticos y personales sobre el terreno de las «nuevas formas de comunicación». Mientras públicamente domina la obligación del consenso y «también los hombres» se ejercitan programadamente en la manifestación de la de­seada «conducta emocional», se afilan los cuchi­IJos bajo la mesa. Allí donde se exige demasiada amabilidad, suelen clavarse los puñales por la es­palda.

El presidente regional de los verdes de Hess ha pedido a los «grupos de la Dieta» que nombraran un candidato para una confrontación en la televi­sión entre los principales nominados de Hess. Se llegó a un acuerdo sobre la candidata Iris B. El máximo órgano decisorio entre congresos, el Comité Regional, no acepta esta decisión, sino que se declara, en primer lugar, «competente», para nombrar a continuación, a la diputada por los fundamentalistas Jutta D. Cuando la televi­sión de Hess la rechaza, indicando que no es candidata a la Dieta, se nombra a Jan K., otro miembro de la corriente fundamentalista del grupo de la Dieta. Mientras la Lt. G. se había contentado después de la primera resolución del partido con protestas verbales '-síntoma de su total impotencia- provoca más tarde un conflicto. A K. se le reprocha el haber roto la solidaridad de grupo, al ponerse a disposición como posible candidato.

El diplomado en psicología presente periódi­camente en las sesiones de «grupo de la Dieta» como supervisor, observa, en su resumen al final del violento debate, que K. había hecho de ca­beza de turco.

¿No era, acaso, el deber democrático de Jan K. no rehuir la tarea de representación ofrecida por la mayoría del Comité? ¿O ha transgredido los prin-

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cipios de la «democracia de base» por su desleal­tad con las resoluciones del grupo que lo «apo­yaba»?

4. DE LOS INDESEABLES EFECTOS

SECUNDARIOS DE LA

INSTITUCIONALIZACION. EXAMEN DE

UN PARTIDO-ANTI-PARTIDO

Las exigencias contradictorias que plantean, por un lado, el «principio de la base», y por otro, la democracia interna y externa, a los miembros y representantes del partido verde, crean, como to­das las « situaciones equívocas», sobre todo es­trés. Con el tiempo, los individuos pueden reac­cionar -cuando no quieren retractarse- con ci­nismo o moralizantes llamamientos a la perseve­rancia frente a la oposición (reconocida en las conversaciones privadas) entre las «altas» exigen­cias y la «dura» realidad: si los deseáis, esperad a los buenos demócratas de bas.e. La desproporción entre los deseos y la realidad abre en el propio cuerpo una brecha cada vez más amplia, a pesar de todos los experimentos psicológicos.

Que los niveles inferiores deban tener el mayor poder posible de decisión y que deban evitarse al máximo las rigideces institucionales que limitan la autonomía de las asambleas democráticas, es un legado de la tradición de los grupos verdes de base. La estructura, relativamente abierta, de los estatutos de las organizaciones federales, regiona­les y de distrito hace posible, por ejemplo, el invertir y desplazar el orden del día de la primera a la segunda jornada en una asamblea regional. (Esto llega hasta la reglamentación, como ocurre en los estatutos regionales de Hess, de que el orden para la elección de candidatos para la Dieta y el parlamento federal se decide cada vez de nuevo en la correspondiente asamblea regional). La consecuencia es que muchas asambleas verdes se convierten en un verdadero Eldorado para los especialistas en órdenes del día. La indetermina­ción institucional posibilita los juegos formales del poder, que deben ser precisamente evitados. Lo que para una asamblea que se regula a sí misma, un B. I., un grupo de cualquier clase, habría po­dido ser condición de una mayor autodetermina­ción, conduce en las organizaciones del partido, a que los «simples» miembros tengan cada vez más una menor influencia en la marcha de los aconte­cimientos, debido a los chanchullos de pasillo de los grupos informales de poder. Y así se repite el conflicto anteriormente descrito en todos los nive­les de la estructura del partido.

Visita al Comité Central Federal. Los delegados del C.C.F. son para mí simples afiliados comple­tamente desconocidos; por su edad y conducta actúan como miembros de un parlamento de es­tudiantes. Punto del orden del día del Comité Central para hoy: resolución sobre el presupuesto de la fracción parlamentaria; alrededor de diez millones de marcos. Un delegado manifiesta que no entiende los distintos conceptos del presu-

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puesto; tampoco ayudan mucho las explicaciones del portavoz de la fracción. Otro propone, por las mismas razones, rechazar el presupuesto; debe elaborarse uno nuevo, especificado detallada­mente. Después de largas horas de toma y daca es aprobado prácticamente sin cambios. Otro punto del orden del día: un folleto sobre temas de energía. La autora, perteneciente al grupo anti­iniciativa Akw., pide cincuenta mil marcos, por­que quiere distribuir el brillante producto a gran escala, apoyada por las diferentes organizaciones verdes tanto regionales como de distrito. A algu­nos miembros del Comité Central no les gusta el folleto. «No admitimos imposiciones de los ver­des; esta es una iniciativa autónoma», se les re­procha; desde hace tiempo los verdes los han entretenido enviándoles de una institución a otra. Los miembros del Comité Central, por su lado, no quieren dejarse presionar; finalmente se re­chaza. Mientras el Comité Central muestra una clara desconfianza frente a la fracción parlamen­taria ( «hacen lo que quieren») declaraba uno de. sus miembros -privadamente, por supuesto-; su conducta hacia nosotros es parecida a la compa­sión que se siente por los «parientes pobres». ¿Control? Respecto a este tema no tenía temor alguno: «El tribunal de cuentas y de resoluciones no lo admite».

Circunstancia agravante es el desprecio de los formalismos normales, cuando se trata de la rela­ción entre las diferentes instancias del partido. Las �tribuciones no están definidas, de tal manera que cada presidente y cada círculo de trabajo, puede decidir su transformación en «grupo». El Comité Central Federal lucha contra el presidente federal, y la fracción parlamentaria (el que no se haya constituido como «grupo», produce males­tar) instituye, por su propio poder, un «comité permanente» para el control de otras institucio­nes; y hasta los delegados de Hess al Comité Central Federal forman, junto con sus «renovado­res» y los delegados suplentes, el «grupo de Hess del Comité Central Federal», y así sucesivamente. El ejemplo del Comité Central Regional de Hess ha sido ya mencionado. El principio regulador, gracias al cual las posibilidades de decisión de los grupos de base están necesariamente limitadas -que ellos mismos debían representar y ejecutar,lo que habían decidido- sólo afecta a los gremiosdel partido.

A los indeseables efectos secundarios de la in­determinación institucional se añaden las conse­cuencias de las reglamentaciones organizativas, que debieran garantizar la «democracia de base» de los verdes. Se dice en el programa regional de Hess:

«La idea fundamental es el apoyo y control per­manente de la base de todos los cargos públicos, mandatarios e instituciones. Esto significa: publi­cidad de todas las sesiones, declaración pública de los ingresos totales de los parlamentarios, re­nuncia a una parte importante de las dietas y gastos de desplazamiento, limitación temporal y separación de los mandatos de los cargos públi­cos y del partido; lo llevaremos a cabo en la Dieta mediante el principio de rotación. No admi-

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------�------tiremos en nuestras filas ni trepadores ni carreris­tas, no queremos políticos profesionales ... »

Sobre el eufemismo del «apoyo permanente» a todos los cargos públicos y del partido, ya hemos dicho algo al comienzo de este trabajo. De la «publicidad de las sesiones» resulta, sobre todo, el aumento de encuentros informales. (Respecto de otras consecuencias hablaremos más tarde). «La declaración pública de los ingresos totales de los parlamentarios», así como la renuncia de las dietas ha sido criticada repetidamente; no se trata, en estos casos, de cuestiones de democracia polí­tica, sino de credibilidad política. Hago venia al lector de más amplios comentarios. La «limitación temporal» en el ejercicio de los mandatos, el prin­cipio de rotación, tiene, sobre todo, desde el punto de vista del reparto del poder entre repre­sentantes y representados dentro del partido, una consecuencia: el número de los profesionales de la política en los parlamentos se acrecienta, �o que conduce a un creciente peso dentro del partido de diputados y ex-diputados; además una parte de ellos dispone de mucho tiempo para tomar posi­ciones de poder dentro del partido. Y los ex-man­datarios que no gozan como los diputados del privilegio de protección contra el despido, están todos sin trabajo después del tiempo pasado en el parlamento. Los ex-diputados se convierten de facto en políticos profesionales; permanecen des­tinados al partido y deben intentar asegurarse un nuevo trabajo dentro de él.

El aumento de posibilidades de decisión demo­crática para la base subsiste, si bien limitada a un punto: la asamblea regional decide (según los esta­tutos federales) después de dos años, quién repite y quién no. En Hessen, donde se rota «automáti­camente», existe todavía esta modesta posibilidad de acción.

De la «separación de los cargos públicos y del partido», una institución democrática primitiva, resultan en la práctica del partido imprevisibles consecuencias. La escasa cobertura de personal de los verdes que apenas creada desaparece, de­bido a los mandatos ganados en las elecciones y que deben ser ocupados, y obliga cada vez con más frecuencia, a elegir para los empleos del par­tido a «nobodys» políticos. En las sesiones públi­cas de los gremios del partido para afiliados, los cuadros del partido, políticos inexpertos, rápida­mente ascendidos, conscientes de la disponibili­dad de las masas, provocan las decisiones sin te­ner, aparentemente nada que ver con ellas direc­tamente. Esta política de hombres y mujeres de paja conduce a la imprevisibilidad y obscureci­miento de las decisiones, a la imposibilidad de la asignación de responsabilidades políticas y al pre­dominio de estructuras informales de decisión; di­cho brevemente, al socavamiento de la función política del partido.

Como última de las reglamentaciones que deben garantizar organizativamente la democracia de base, trataremos del «mandato imperativo»; Ro-

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bert Michels ya se ha referido a las insuficiencias de esta institución, a saber, que los que otorgan un mandato imperativo no pueden conocer el pro­ceso de discusión a partir del cual deberá tomarse una decisión, y por esta razón, la competencia de acción política de sus delegados se reduce a la simple función de correo. Allí donde faltan asig­naciones claras de competencias, los gremios del partido caen en la tentación de intervenir en todo lo referente a la fracción parlamentaria. Además, a los innumerables aficionados de los «grupos de base», del Comité Central Federal, Regional, les falta, la mayoría de las veces, el tiempo y la pre­paración técnica para ocuparse de los asuntos so­bre los que se debe decidir. Consecuencia: se sienten engañados por los profesionales (bien pa­gados), bloquean, por espíritu de venganza, las decisiones, etc.

A la democracia interna no le es provechosa esta omnipotencia formal de los gremios superio­res del partido. (Combinada con su debilidad de hecho). Pues los delegados del Comité Central Regional y Federal actúan, por supuesto, como verdes, de acuerdo con su mandato imperativo frente a la fracción, fundándose en que ellos mis­mos, «directamente», encarnan la voluntad de la base. No es, sin embargo, el caso. «He presen­ciado, quizá unas cinco veces, que una resolución tomada por todas las corrientes democráticas de base, es decir, formalmente correcta, haya sido confirmada desde abajo hasta arriba». Así hablaba un miembro fundador de los verdes, actualmente en la fracción parlamentaria. Prescindiendo de ra­ras excepciones, la verdad es que no puedo recor­dar ningún caso en el que una resolución del Co­mité Central Federal fuera discutida con anteriori­dad en las agrupaciones de distrito; los afiliados no son informados ni sobre el orden del día ni sobre las resoluciones propuestas, ni conocen tampoco los problemas concernidos por las co­rrespondientes decisiones. Conocen las resolucio­nes del Comité Central Federal y Regional por el periódico o por conocidos « bien colocados».

Resumiendo. El pretendido «mandato impera­tivo» de estos gremios, se revela, en una conside­ración más atenta, como un mandato puramente representativo. Con una limitación, a saber, cuando se trata, conforme a lo supuesto, de un mandato imperativo, éste no es especialmente respetado por los que envían sus representantes a los gremios del partido, respecto de las personas que lo ejercen. Estos no deben «representar», sino simplemente transmitir las «indicaciones» de la base. Mientras los miembros de la fracción par­lamentaria disfrutan, como personas, de una alta consideración dentro del partido y de una cierta celebridad, los gremios del partido, los que les dan las indicaciones, son la mayoría de las veces abso­lutamente desconocidos.

S. NI B. l. NI VANGUARDIA. ¿PERO QUE?Cuando hace algunos años fue fundada laagencia Taz, hubo, entre los «iniciativos», en

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--------------diferentes ciudades, violentas confrontaciones en torno a la llamada «información de base», por­que, como pronto se puso de relieve, eran nece­sarias por lo menos, doce páginas para publicar todos los artículos entregados por los «inis». Además, por lo menos así les parecía a los redac­tores de la «central» en Berlín, la mayoría no eran interesantes, mal escritos, incomprensibles, con un estilo de agitación propio de octavillas. Al principio intentaron acortar los artículos. La pro­testa fue violenta, pues aus autores echaban siempre en falta lo esencial. Se puso la cosa a discusión; se decidió seleccionar tipos más pe­queños para que entrara todo en doce páginas. Las visitas de control de los «inis» crecían. Cuando los miembros «inis» de base reciente­mente llegados a la central, pegaban ellos mismos las hojas, las protestas de «abajo» se hicieron todavía más violentas. Sólo sus convecinos se sentían mejor servidos. Con el poder que les ha­bía caído en suerte, actuaban los novicios, por falta de experiencia, más descuidadamente que los redactores habituales.

Entretanto se habían impuesto los intereses de los lectores; la discusión sobre el «poder del pe­riodismo profesional», dejó plaza a la crítica de las insuficiencias profesionales. La dirección po­lítica de la Taz cambió tan poco como su «apro­ximación a la base». En todo caso ha llegado a ser más legible. La reproducción de la realidad en un periódico, así se ha puesto de relieve, no consiste en la reproducción de todo lo que la base desea publicar. Los hombres que hacen el perió­dico, necesitan algo parecido a una «cualificación periodística».

Cualificación periodística; cualificación política. Los representantes de los verdes fueron elegidos para determinadas tareas -deben prestar su voz en el parlamento a los movimientos sociales- a quie­nes el partido verde debe su existencia; deben representar los intereses de estos movimientos. Como el ejemplo de la Taz muestra, en el camino que sigue el asunto de abajo arriba, en alguna parte se produce un «salto». No hay ningún ca­mino directo; tanto en la información sobre cual­quier suceso, como en la transmisión de activida­des extraparlamentarias a las mociones e iniciati­vas parlamentarias, lo que pasa «abajo» es fil­trado, transformado, enriquecido por determina­das cabezas de individuos elegidos para este tra­bajo. En los dos casos se trata de un trabajo productivo: el «desplazamiento» a un plano dife­rente de confrontación cambia las formas y reglas del juego político. La actividad de los representan­tes -pues de eso se trata- exige un alto grado de sensibilidad y comprensión, pero también de gran autoconsciencia y decisión. Dicho brevemente, exige la posesión de valores individuales, para que pueda apoyarse solamente en la espontaneidad. El control no ayuda mucho en este caso. Quien fue desengañado en las esperanzas puestas en él, debe ser de nuevo ilusionado.

Asumir la representación de intereses, lo que se piensa en la base; en esto consiste el ethos demo­crático, algo que ya parecía perdido en el parla-

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mentarismo de la República Federal, antes de que los verdes entraran allí para hacerlo revivir de nuevo. (Para eso podrá llegar a ser necesario votar contra el propio partido. Recuérdese la vergon­zosa obediencia de la izquierda del S.P.D. en el parlamento o en su voto unánime en favor de la construcción de una rampa de despegue occiden­tal en la Dieta de Hessen). Como no puede fun­cionar semejante consenso y unión de intereses, de ahí el intento de poner el partido en el lugar de los movimientos. La conocida expresión de la «pierna rota extraparlamentaria» de los verdes, explica muchas de las actitudes de los represen­tantes verdes. Frente a esto debemos sostener que el movimiento -que piensa siempre en el trabajo del parlamento- no tiene necesidad de ningún par­tido fuera del parlamento.

De una carta radiofónica firmada por la «fis­gona de la Hoechst» (de una B.I. que se ocupa de los problemas medioambientales en la fábrica de pinturas Hoechst) dirigida a la iniciativa de los verdes y de los ciudadanos: «En el pasado hemos tenido, por desgracia, algunas experiencias nega­tivas con el parlamentarismo verde. A causa de estas experiencias nos preguntamos si podemos seguir colaborando con los parlamentarios verdes y bajo qué condiciones será esto posible ...

Sobre la base de la sugerencia de un particular se decidieron varias iniciativas a desarrollar por algunos ciudadanos, personas privadas, que junto con los verdes, presentarían a la H.V. de la Hoe­chst, como accionista principal, peticiones en fa­vor de la defensa del medio ambiente. En la pre­paración del trabajo para entregar a la H.V. todos participaron colectivamente. Después fue dife­rente, en la H. V. estaban presentes, inesperada­mente, parlamentarios verdes de la Dieta, que no habían asistido a los trabajos preparatorios. Aca­pararon inmediatamente el interés de la prensa y de la televisión, gracias a solícitas explicaciones. Daban interviús sobre acciones en las que sólo habían participado de manera marginal. Parecía más importante para los verdes cuidar de su pu­blicidad personal, que limitarse a su positivo pa­pel en la unidad de acción. Semejante proceder sólo lo habíamos visto hasta ahora entre los lla­mados políticos profesionales ... »

Los verdes no pueden, como partido, imitar las formas sociales de los movimientos; es la tesis defendida en este artículo. Cuando actúan extra­parlamentariamente, corren continuamente el pe­ligro de asumir el viejo papel del partido-vanguar­dia. Deben encontrar otro camino; el de la coexis­tencia y el de la cooperación, que incluye el trato consciente con las diferentes formas de organiza­ción y de acción. Como hemos dicho, la realidad social obliga a los verdes a este papel especial, independientemente de sus deseos. La cuestión consiste en saber cómo podrán manejar racional­mente este poder recién adquirido. La pregunta, aparentemente tan difícil, de quien es la « base» del partido verde, se podría aclarar rápidamente. La siguiente división tripartita de Hubert: el par­tido representa políticamente a los movimientos sociales, sobre los que fue edificado. El modo y

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-------------manera de cómo se hace esto, es propia decisión de sus afiliados y representantes, y de su absoluta responsabilidad. Los mandatarios están legitima­dos democráticamente mediante la base del par­tido y los electores; los titulares de cargos en el partido pueden reivindicar tal legitimación exclu­sivamente en relación con la base del partido. Esta únicamente decide sobre lo que sucede den­tro del partido verde. Por supuesto, con esto no se excluye que los verdes en sus decisiones se orien­ten hacia los movimientos sociales; al contrario. Menos aún las listas abiertas, la colaboración con individuos y grupos no ligados al partido, los acuerdos sobre determinadas cuestiones que se ajustan a las orientaciones del partido. Pues lo que siempre se filosofa en los debates verdes sobre los movimientos sociales y su (supuesta) radical ne­gación de lo existente- todo esto recuerda «la verdadera conciencia de clase» de santa memoria. Los movimientos sociales empíricos, las iniciati­vas ecológicas, feministas, pacifistas y otras seme­jantes, con las que realmente nos encontramos, no esperan de los verdes ni un duplicado de lo que ellas mismas hacen, ni una imitación burocrática­mente deformada de sus formas de organización, sino, más bien, una acción políticamente respon­sable en el c:impo político ocupado por los verdes (a saber, en el parlamento), y claridad de compe­tencias como presupuesto para una efectiva in­fluencia política.

6. PARA UN TRATO DEMOCRATICO CON ELPODER VERDE

Condición para una renovación (urgentemente necesaria) del partido verde, es su forma interna. En el tratamiento de este asunto debemos avanzar con precaución. Los intentos, hasta ahora fraca­sados, para encontrar formas de organización di­ferentes y mejores que las usuales en los partidos establecidos, no demuestra que no sea posible. La reforma debería comenzar por un detallado inven­tario de las estructuras organizativas y de su efecto en la toma de decisiones y sobre las posibi­lidades de participación de cada afiliado, junto con un balance real de tres años de existencia del partido verde; no con una lista de presupuestos ideológicos. ¿ Y después? Ahí van unas cuantas propuestas:

- Estatutaria autolimitación de todos los gre­mios del partido; por ejemplo, fijación de las nor­mas electorales, reglamentación de los cambios del orden del día, etc. Respecto de los Comités Centrales Federal y Regional: deben entenderse como órganos representativos y constituir una presidencia ampliada (Prasidium). También serán limitadas estatutariamente sus competencias de decisión. Sólo podrán ejercer mandato imperativo en relación con la fracción parlamentaria, cuando puedan apelar de hecho y verificablemente a un mandato imperativo de la base del partido, es de­cir, de las agrupaciones del partido.

- Se deroga el principio de rotación. (Debería

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1mciarse una discusión sobre la limitación en el ejercicio del mandato; por lo general, cargo y mandato sólo son incompatibles, cuando se sitúen en el mismo «plano»; por ejemplo, un puesto de concejal y un cargo de Presidente de distrito, etc. De esta manera se posibilita que líderes públicos asuman cargos en el partido).

- Profesionalización -es decir, también salario­de determinados cargos del partido, para favore­cer el proceso de formación de estados de opinión dentro del partido independientemente de la actual omnipotencia de las fracciones parlamentarias; se pondría fin, con esta medida, a un estado de cosas negativo; como, por ejemplo, el que empleados del partido no elegidos, funcionarios regionales y secretarios federales, en razón de su continua pre­sencia se conviertan de hecho en representantes políticos del partido. La base recibe pasivamente lo que se decide en los órganos superiores del partido y en otras partes, y se hace supérflua la creación de órganos de información y de discu­sión.

- Redactores de confianza anualmente elegidos-pero generalmente confirmados en sus puestos.:...,financiación asegurada y autonomía limitada me­diante un estatuto de redacción liberal. (Derecho acontrainformación, etc.).

El fin de tales reformas sería el fomento de la democracia interna y de la participación en el pro­ceso de decisión de los políticos no profesionales. Supondría la politización de los enfrentamientos, actualmente llevados, por los autodenominados «grupos de base», a todos los niveles, en una guerra de la jungla, y según el principio de «todos contra todos». Significaría la presencia pública y responsable, hasta ahora sólo informal, en los gremios elegidos del partido de los estados mayo-res de la dirección.

Los verdes no han realizado la evaluación de su partido ni organizativa ni intelectualmente. La ra­pidez del proceso y la entrada triunfal en los par­lamentos impide, muchas veces, darse cuenta de que tanto en la organización como en los indivi­duos domina, con frecuencia, la miseria: un caos de intereses, sentimientos, temores y obligaciones contradictorias, que amargan la vida a los dirigen­tes y a los activistas, qu.e, por toda recompensa reciben el nombre insultante de «guillotina de base».

Como miembro del partido, cada verde es parte del aparato de poder estatal. Hay una gran dife­rencia si es el miembro del partido o el individuo particular el que hace declaraciones, como tam­bién la hay si el miembro del partido desempeña un mandato parlamentario o una función interna.

Ciertamente, existe la posibilidad de cerrar los ojos a la realidad, de afirmar solemnemente que los verdes no forman ningún partido y que sus afiliados no ejercen ningún poder, ni desean ni quieren ejercerlo. De esta manera se ponen obstá­culos a un trato racional con el poder, que dentro del partido recae en los individuos gracias a su liderazgo o a sus funciones y que se apoya en los

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simples afiliados; pero también poder que el par­tido encarna y debe encarnar hacia fuera. Por consiguiente, el poder en sí mismo no es algo inmoral, sino, en todo caso, el modo de su apro­piación o de su empleo. Aprender a tratar respon­sablemente con el potencial de poder acumulado en base al trabajo de la organización y de los votos electorales, es un proceso largo y sutil de cualificación política. El «principio de la base» no ayuda mucho en este caso. Es tan extraño a los principios de la democracia interna como pueda serlo, por ejemplo, el principio de la solidaridad familiar (que parece ser, de hecho, su derivado moderno). Y se desliza demasiado frecuentemente entre los que se conocen, entre aquellos, que en razón de su función, tienen intereses comunes, contra los extraños, contra la intervención demo­crática de los de abajo y los de fuera. Hasta llegar al aislamiento del grupo de los que quieren el bien contra el resto del mundo.

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«Los que abogan más violentamente por la de­mocracia de base, me parecen los más deseosos de poder y escasamente prudentes». Esta obser­vación, de un verde de Baden-Württemberg, de que la reivindicación de la «democracia de base» es uno de los más queridos juegos demagógicos entre los verdes, es, sin duda, exacta. Lo que no me gusta es el tono moralista: ¿cómo podría ser la modestia una virtud política, es decir, la renuncia a representar y a llevar a cabo, dentro de lo posi­ble, sus propias posiciones políticas? ¿ Vale sola­mente en relación con los verdes o también, por ejemplo, en las negociaciones con el S.P.D.? ¿No sería más adecuado, en interés de los asuntos de­fendidos por los verdes, una mayor arrogancia y ansia de poder en los parlamentos?

La representación de intereses es algo diferente a las formas de trato privado y modos de vida, que en determinados círculos sociales se consideran como deseables. La política en los parlamentos es sólo una parte, muy pequeña, de la vida social (aunque influya en otros planos), posee su propio principio de eficacia, se orienta a la exposición de posiciones creíbles, a la demostración de capaci­dad y de voluntad política que conduzca a su realización. Para asegurar la supervivencia parla­mentaria de una alternativa a la izquierda del S.P.D. no basta con «ser buenos» ni con «tener razón».

La coexistencia de corrientes y tradiciones polí­ticas diversas, que representan y representarán en el futuro los verdes, exige una comunicación polí­tica consciente, tolerancia y paciencia respecto de las minorías, y renuncia al «aniquilamiento» de los opositores dentro del partido. Si con el concepto «democracia de base», queremos hacer referencia a lo dicho anteriormente; entonces podemos se­guir manteniéndolo. Pienso, sin embargo, que ta­les principios se definen suficientemente con la palabra «democracia».

Un partido es una construcción impersonal. Esta despersonalización introduce un elemento de objetividad, de juicio racional y distanciamiento crítico. En los «grupos de base» su ausencia no provoca demasiados problemas. El individuo de­cide sobre sí mismo y su tarea personal. Un par­tido, por el contrario, aspira al poder estatal; sus miembros también toman decisiones que afectan a otros hombres.

Un partido ecológico de izquierda, defensor de las minorías, de los parados y de los reformadores de todo tipo, no podrá continuar indefinidamente desentendiéndose, bajo pena de rechazo social y autobloqueo político, de la democracia interna, en favor de una mezcla de moral privada, de senti­mientos de grupo y de un modelo de legitimación del poder, tal como actualmente se sintetiza en la palabra democracia-de-base. ¿ Qué suce- �dería con esta otra síntesis: «Los verdes: .!!', ecologistas-solidarios-pacifistas»? �

(Kursbuch 74. Dezember 1983) Traducción: José Luis Iglesias Riopedre