D-EC-26012013 - El Comercio - Uchuraccay

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A2. EL COMERCIO

TEMA DEL DÍA

SÁBADO 26 DE ENERO DEL 2013

Siempre se ha honrado con justi-cia a los ocho periodistas, márti-res de Uchuraccay, asesinados el 26 de enero de 1983; pero se des-conoce en detalle qué pasó con su guía, Juan Argumedo, y con un comunero, Severino Huáscar Morales, asesinado por intentar defender a Argumedo, su ami-go. “En ese recóndito poblado de Ayacucho, fueron masacra-das 10 personas, no solo 8” es el clamor de Rosa Luz Argumedo Aguilar, la hija de ese guía, cuyo cuerpo fue dado por perdido en 1983, fue encontrado y sepulta-do en secreto y en medio del des-quicio por su esposa y, mandado desenterrar por un juez limeño, no descansó en paz hasta 1987.

Rosa Luz tiene 32 años y se hi-zo periodista para reivindicar el nombre de su padre, estigmati-zado como posible terrorista por la prensa de izquierda y de de-recha. También estudió psicolo-gía para entender la tragedia y está escribiendo un libro con su investigación inusitada sobre el Caso Uchuraccay.

Una dolorosa detectiveJulia Aguilar, la esposa de Ar-gumedo, fue la última que vio a los periodistas con vida cuando abandonaron su chacra. Juan Argumedo García tenía 35 años y era hermano materno de uno de los periodistas asesinados: Octavio Infante García, quien dirigía el semanario “Panora-ma” de Ayacucho.

A la mañana siguiente de que partieron con un caballo y una mula, Julia oyó que algo les había pasado y partió a Uchu-raccay. Allí fue detenida con su suegra y cuñada –quienes tam-bién llegaron preocupadas–, y fueron sometidas a juicio popu-lar por los campesinos ebrios y desorbitados. “Mi abuela tenía allí a Silvio Chávez, su ‘hijo de ju-ramento’ –una figura filial más íntima que la del padrinazgo–, que las ayudó a escapar y sería también asesinado al mes”.

Cuando Julia fue a denunciar el hecho a la comisaría de Tam-bo: “El capitán le dijo que los pe-riodistas estaban muertos y sacó de un anaquel el carnet de Jorge Luis Mendívil del diario ‘El Ob-servador’, ¡el hecho ya lo sabían!, pero mi familia lo denunció en Huamanga y se supo pública-mente del caso”.

Luego de que se desenterra-ran los cuerpos de los periodis-tas, no apareció el de Argumedo y muchos medios lo acusaron de terrorista. Julia sobrevivió a la tragedia griega: se trepaba a la

camioneta del fiscal del caso, soportaba los abusos de los mi-litares, se sobreponía a las ame-nazas de los terroristas, daba la vida por sus pesquisas, ella soli-ta. A fines de octubre de 1983, encontró el cuerpo en un sector llamado Lima Lima. “Bajo lluvia, de noche, mi madre lo recono-ció por los dientes, lo lloró como pudo, junto a mi familia lo ente-rraron en el cementerio de Cha-

cabamba y no le contó a nadie”. Al siguiente año, Julia huyó con su hija pequeña a Lima. Fue en 1986 que la hermana de Argu-medo, Lidia, tuvo que testificar

en el juicio que ya se llevaba a ca-bo en la capital. Y allí reveló el secreto familiar. El juez ordenó la necropsia, trajeron el cuerpo a Lima y durante un año lo anali-zaron, para terminar concluyen-do que Juan murió linchado el mismo día que los periodistas.

“¡Eso lo reivindicó pública-mente!, pero nadie lo publicó, y no está en el cementerio El Ángel como los periodistas, nunca lo

consideraron a su nivel. Y mi ma-dre lo entierra en el cementerio de Canto Rey”. Y las preguntas siguen acuciantes: ¿Quién mo-vió el cuerpo de Argumedo del lugar de los hechos? Existe evi-dencia de que fue asesinado en la casa comunal de Uchuraccay, ¿pero por qué desaparecieron su cadáver? “No creo que haya ha-bido infiltrados, los comuneros sí los mataron, pero había res-

ponsabilidad política. Si miras la necropsia, los comuneros ya estaban adiestrados para matar con golpes certeros en el cráneo. Mi padre era quechuahablante y vecino, eso desbarata la tesis de que eran ignorantes y ellos des-conocidos”. Rosa Luz termina aquí algo que recién empieza: “No quiero reparación, solo que se reivindique el buen nombre de mi padre y se sepa la verdad”.

La historia del guía que murió con los ocho periodistas y fue calumniado por todosSe llamaba Juan Argumedo y fue sospechoso de ser senderista. Hoy su hija recuerda que fue reivindicado por la justicia y cuenta su vida.

A TREINTA AÑOS DE LA MATANZA DE UCHURACCAY

AQUÍ FUERON ASESINADOS. En el sitio donde los comuneros enterraron los ocho cuerpos, en 1983, ahora hay un mausoleo que honra la memoria de los periodistas.

ROLLY REYNA

Rosa Luz Argumedo tenía 2 años cuando mataron a su padre en Uchuraccay junto con los 8 periodistas márti-res. Hoy, convertida ella mis-ma en periodista, cuenta la historia soterrada de la lucha de su madre por recuperar su cuerpo y limpiar su nombre.

MÁRTIRES. Willy Retto, Jorge Mendívil, Amador García, Octavio Infante,

Eduardo de la Piniella, Pedro Sánchez, Jorge Sedano y Félix Gavilán.

CHRISTIAN UGARTE

TAMBIÉN ES PSICÓLOGA. “En el 2001 trabajé en investigaciones

en Soccos, Cayara, Accomarca... vi todo ese dolor para entenderlo”.

El guía Juan Argumedo García

fue asesinado en Uchuraccay.

CASO UCHURACCAYLos deudos han presentado una

denuncia ante la Corte Interamericana de

DD.HH. contra el Estado.

MIGUEL ÁNGEL CÁRDENAS

PEQUEÑA. Rosa Luz, de 6 años, cuando por fin pudieron enterrar

el cuerpo de su padre en San Juan de Lurigancho.

Rosa Luz Argumedo ha in-vestigado la historia de Severino Huáscar Morales, el comunero que falleció con su padre y los ocho periodistas ese 26 de enero de 1983: “He reunido testimo-nios de que mi padre acompañó a los periodistas hasta la colina más alta y luego se regresó a ca-ballo, porque debía preparar la comida, ya que ellos pensaban retornar ese mismo día. Cuando matan a los ocho, los comuneros van tras mi padre. Y él, al ver los

cadáveres, sobre todo el de su hermano, se espanta, grita en quechua. En eso, baja el campesi-no Severino Morales de Iquicha. Mira a mi padre fuera de sí y a los demás respondiéndole que seguro también es terrorista. Y Severino lo defiende: ‘Cómo le hacen eso, si es nuestro vecino, es de Chacabamba, campesino como nosotros’. Así un grupo de gente lo defiende y otro no. En-tonces lo llevan a la casa comunal y Severino lo cuidaba. La gente

comienza a decir que los cadáve-res hay que desaparecerlos. Se-verino se ausenta un momento y cuando regresa ya no encuentra a mi padre, solo ve un charco de sangre. Y se encoleriza. Y la gen-te le empieza a decir soplón, que también debía ser senderista. Y lo linchan. Eso lo ven su esposa y sus dos hijos de 7 y 5 años. Y a ellos les ordenan que desaparez-can. Ya ubiqué a los hijos, Fortu-nato y Walter. Y, pese a que eran niños, tienen mucho que contar”.

Severino, el que defendió a su amigo

El ex comisionado de la CVR En-rique Bernales responde sobre la omisión del testimonio de Julia Ar-gumedo: “La CVR convocó a las personas que se consideraron víc-timas y perjudicadas por el perío-do de violencia en todas sus mani-festaciones. La CVR no iba a tocar la puerta de cada persona porque no tenía cómo hacerlo. Existían en todos los lugares instituciones a las que podían concurrir, y a par-tir de allí se establecían los listados para escribir testimonios, la CVR recibió miles y no se negó a reci-

bir ninguno. Lamento que tal vez la comunicación no llegó en este caso a la viuda de Argumedo, pero no nos negamos a recibir su testi-monio”. ¿Pero su versión no le pa-rece fundamental, ya que la se-ñora fue detenida por los mismos asesinos de los periodistas y los vio a la cara?, preguntó El Comer-cio. “Respeto esa percepción, pero hubo una convocatoria abierta. Hubiera sido extraordinario pre-sentar ese caso en audiencia pú-blica. Tal vez fue una confusión, no hubo la comunicación adecuada”.

“Teníamos una convocatoria abierta”

LA VERSIÓN DE COMISIONADO DE LA CVR

Rosa Luz Argumedo se muestra dolida con las comisio-nes investigadoras del caso. “Mi mamá estuvo cuando la comi-sión Vargas Llosa fue a Uchurac-cay, y le dio cólera porque el es-critor la ignoró. Cuando me dio permiso para contar su historia, me dijo: ‘Vargas Llosa será muy Nobel, pero fue un soberbio con-migo’. Le dijo que no tenía nada que conversar con ella, la recha-zó, pese a su dolor. Mi mamá les decía que ella sabía, que había visto a los comuneros asesinos, pero la trataron como esposa

de un terrorista, porque en ese momento su cuerpo no se encon-traba. Igual fue con la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), nunca convocaron a mi madre para dar su versión es-clarecedora. Y todo el mundo sabe que mi mamá, mi abuela y mi tía fueron detenidas el 27 y 28 de enero de 1983 por los co-muneros, después de la muerte de los periodistas. Son testigos claves. Nos ignoraron mientras los terroristas y los militares po-dían matar a mi madre”.

Gloria Trelles, madre del jo-

ven periodista Jorge Luis Men-dívil, muerto en Uchuraccay, recordó que varias veces reci-bió la convocatoria de la CVR, en Huanta, para que diera su versión por la muerte de su hijo. “Acudí varias veces, de eso que no le quede duda, pero al final me dijeron que la terrible muerte de mi hijo era un caso judiciable”. La misma respuesta, recordó, la recibió del defensor del Pueblo. Por la muerte de su hijo fueron condenados tres comuneros de Uchuraccay. “Ellos [los comune-ros] siempre dijeron que fueron

“La CVR nunca convocó a mi madre a declarar”obligados a matar… Por eso creo que esto fue obra del go-bierno de turno…”, se quejó.

Uno de los comuneros mu-rió en prisión, mientras los otros fueron liberados. Pa-ra Gloria Trelles, a pesar del tiempo transcurrido, no se ha hecho justicia con la muerte de su hijo, pues cree que todo lo que hizo la CVR fue algo si-milar a lo hecho por la comi-sión Vargas Llosa. “Solo es-toy esperando justicia y que se sancione a los verdaderos culpables”, puntualizó.