Daniel Samper Pizano - Rico, Pobre y Medio Rico

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RICO, POBRE Y MEDIO RICO (Por Daniel Samper Pizano) Los tres nacieron exactamente el mismo día, pero en tres lugares de diferente condición social. El primer Guillermo fue un hermoso retoño que llegó a una elegante clínica del norte; pronto lo apodaron Billy. El segundo Guillermo, a quien llamaban Guillo, fue un bebé que nació en una clínica privada. Al tercer Guillermo lo parió la mamá en la sala de espera de una clínica de mala muerte, donde acababan de matar a un ratón y por eso lo llamaron El Gato. El Guillermo rico – Billy – acudía a plantel bilingüe; el Guillermo de clase media – Guillo – asistía a colegio privado; el Guillermo pobre – El Gato – se hacinaba con otros en escuela pública. Los tres hacían lo que hacen todos los niños de su edad. Billy era travieso; Guillo era desesperante y El Gato un chino hijuemadre. Billy mojaba las sábanas; Guillo se hacía pipí en la cama; El Gato se meaba la cuna. Cuando comían mucho, a Billy le daba enteritis, a Guillo diarrea y al Gato churria. En su infancia Billy era esbelto, Guillo flaco y El Gato un angarrio. Aficionados los tres al deporte, Billy practicaba el jogging, Guillermo trotaba y El Gato huía. Cada uno era espejo del otro: terminado el ejercicio, Billy transpiraba, Guillo sudaba y El Gato tenía chucha. Con el tiempo se aficionaron a la comida. El Guillermo rico degustaba manjares; el Guillermo de clase media comía; y el Guillermo pobre jartaba. Billy adquirió fama de gourment, Guillo de glotón y El Gato de tragón. Y, como acompañaban las comidas con cerveza, ésta no tardó en producir sus efectos: Billy se volvió dipsómano, Guillo alcohólico y El Gato un borracho inmundo. Sobra decir que todo ello producía efectos notorios: Billy sufría de halitosis, Guillo tenía mal aliento y El Gato un tufo de gorila. No era raro que los abusos en las comidas terminaran mal: Billy trasbocaba, Guillo vomitaba y El Gato echaba la ceba. El caso es que de tanto comer y beber Billy fue perdiendo la línea, Guillo engordó y El Gato echó barriga. Al cabo de unos años, los que habían sido niños esbeltos se volvieron muchachos cuyo peso – exactamente igual en los tres casos – superaba los 90 kilos. En otras palabras, Billy se volvió obeso, Guillo se volvió gordo y El Gato se puso como una marrana. Tardaron en encontrar pareja. La gente llegó a pensar que Billy era gay, Guillo homosexual y El Gato maricón perdido. Hasta que un día Cupido flechó a Billy, Guillo se enamoró de una muchacha y El Gato se tragó de una hembrita. A las tres las caracterizaban ciertos rasgos físicos: la prometida de Billy tenía seno prominente y un lunar sobre la boca; la novia de Guillo tenía un busto grande y una verruga sobre el labio; el levante del Gato era tetona y tenía un lobanillo en la jeta. Al final hubo coyunda: Billy contrajo enlace, Guillo se casó y El Gato se arrejuntó.

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Breve relato divertido, parte del libro "Psicología del calzoncillo"

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RICO, POBRE Y MEDIO RICO (Por Daniel Samper Pizano)

Los tres nacieron exactamente el mismo día, pero en tres lugares de diferente condición social. El primer Guillermo fue un hermoso retoño que llegó a una elegante clínica del norte; pronto lo apodaron Billy. El segundo Guillermo, a quien llamaban Guillo, fue un bebé que nació en una clínica privada. Al tercer Guillermo lo parió la mamá en la sala de espera de una clínica de mala muerte, donde acababan de matar a un ratón y por eso lo llamaron El Gato.

El Guillermo rico – Billy – acudía a plantel bilingüe; el Guillermo de clase media – Guillo – asistía a colegio privado; el Guillermo pobre – El Gato – se hacinaba con otros en escuela pública. Los tres hacían lo que hacen todos los niños de su edad. Billy era travieso; Guillo era desesperante y El Gato un chino hijuemadre. Billy mojaba las sábanas; Guillo se hacía pipí en la cama; El Gato se meaba la cuna. Cuando comían mucho, a Billy le daba enteritis, a Guillo diarrea y al Gato churria.

En su infancia Billy era esbelto, Guillo flaco y El Gato un angarrio. Aficionados los tres al deporte, Billy practicaba el jogging, Guillermo trotaba y El Gato huía. Cada uno era espejo del otro: terminado el ejercicio, Billy transpiraba, Guillo sudaba y El Gato tenía chucha.

Con el tiempo se aficionaron a la comida. El Guillermo rico degustaba manjares; el Guillermo de clase media comía; y el Guillermo pobre jartaba. Billy adquirió fama de gourment, Guillo de glotón y El Gato de tragón. Y, como acompañaban las comidas con cerveza, ésta no tardó en producir sus efectos: Billy se volvió dipsómano, Guillo alcohólico y El Gato un borracho inmundo. Sobra decir que todo ello producía efectos notorios: Billy sufría de halitosis, Guillo tenía mal aliento y El Gato un tufo de gorila. No era raro que los abusos en las comidas terminaran mal: Billy trasbocaba, Guillo vomitaba y El Gato echaba la ceba. El caso es que de tanto comer y beber Billy fue perdiendo la línea, Guillo engordó y El Gato echó barriga. Al cabo de unos años, los que habían sido niños esbeltos se volvieron muchachos cuyo peso – exactamente igual en los tres casos – superaba los 90 kilos. En otras palabras, Billy se volvió obeso, Guillo se volvió gordo y El Gato se puso como una marrana.

Tardaron en encontrar pareja. La gente llegó a pensar que Billy era gay, Guillo homosexual y El Gato maricón perdido. Hasta que un día Cupido flechó a Billy, Guillo se enamoró de una muchacha y El Gato se tragó de una hembrita. A las tres las caracterizaban ciertos rasgos físicos: la prometida de Billy tenía seno prominente y un lunar sobre la boca; la novia de Guillo tenía un busto grande y una verruga sobre el labio; el levante del Gato era tetona y tenía un lobanillo en la jeta. Al final hubo coyunda: Billy contrajo enlace, Guillo se casó y El Gato se arrejuntó.

Transcurridos pocos años, Billy tenía tres nenés, Guillo tres niños y El Gato tres chinos. Mayores gastos exigían mayor trabajo. Billy generaba riqueza, Guillo laboraba y El Gato camellaba. Hay que reconocer que durante un tiempo fueron trabajadores consagrados. De Billy se decía que era ergómano; de Guillo que trabajaba sin descanso; y del Gato que molía como una bestia. Pero los gastos de la familia eran siempre mayores que lo que ellos aportaban cada mes. Para equilibrar el presupuesto, Billy practicó tráfico de influencias, Guillo incurrió en sobornos y El Gato chanchulló. Al final, Billy adquirió fama de cleptómano y fue llevado donde el psiquiatra; Guillo de ladrón y lo condujeron a la Modelo; El Gato fue acusado de ratero y acabó en La Picota.

La situación desembocó en problemas psicológicos: Billy acusó aguda inestabilidad emocional, Guillo se deschavetó y El Gato se volvió loco. Tras un período en el cual Billy permaneció en una casa de salud, Guillo en un instituto psiquiátrico y El Gato en un manicomio, finalmente salieron curados. Billy se volvió un clubman, Guillo un ocioso y El Gato un vago. Se despidieron de este mundo exactamente el mismo día y a la misma hora, como era previsible que ocurriera. Billy falleció de infarto del miocardio; Guillo murió de un paro cardíaco; al Gato se le jodió el mango. Los despojos de Billy fueron inhumados; los restos de Guillo recibieron cristiana sepultura; al fiambre del Gato lo enterraron.

Ahora siguen siendo exactamente iguales. Billy es un alma infortunada que espera en el Averno la misericordia de Dios; Guillo un ánima en pena; y El Gato se tuesta en la quinta paila del infierno.