De la resistencia a la ofensiva: el programa alternativo...

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  • De la resistencia

    a la ofensiva:

    el programa alternativo

    de los movimientos sociales

    Theotonio Dos Santos*

    Los movimientos sociales bajo el auge delneoliberalismo

    Aunque a veces pueda ser difcil reconocer el cambio delas condiciones subjetivas en los procesos sociales,resulta cada vez ms claro que en la actualidad se estproduciendo una significativa transformacin de lassubjetividades de nuestros pueblos. Los ltimos veinti-cinco aos de experiencia neoliberal, comandada anivel internacional por el FMI y por el Banco Mundial,sumergieron a nuestros pases en graves problemaseconmicos que colocaron a la defensiva a los movi-mientos sociales de la regin. El desempleo, la inflacin,la cada de los niveles salariales, la falta de inversionesproductivas, de infraestructura o sociales y la ausenciade nuevos empleos consecuencia de esta situacinconforman un conjunto de fenmenos que fue destru-yendo el tejido social, deshaciendo las lealtades institu-cionales, rompiendo los lazos sociales y abriendo cami-no a la violencia, la droga y la criminalidad en sus ms

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    * P r o f e s o r t i t u l a r d e l aU n i v e r s i d a d F e d e r a l

    F l u m i n e n s e ( N i t e r o i , R J ) ,

    d i r e c t o r d e l a C t e d r a y R e d

    d e l a U N E S C O y d e l a U N U

    s o b r e E c o n o m a G l o b a l y

    D e s a r r o l l o S o s t e n i b l e .

  • variadas formas de expresin. En este sentido la secuenciade recesiones sucesivas someti sobre todo a los trabaja-dores a una situacin crecientemente defensiva. Sus princi-pales armas, como la huelga y otras formas de interrupcindel trabajo, perdieron fuerza en la medida en que ampliasmasas de desempleados o recin llegados a la fuerza detrabajo estn siempre dispuestas a sustituir a los trabajado-res activos. Por otra parte, si bien las posibilidades de luchascallejeras han alcanzado cierto auge, el enfrentamiento conformas despiadadas de represin obliga a los movimientosa retroceder abriendo camino a la accin de los lumpeno sub-proletarios, que no disponen de programas delucha organizados y consecuentes.

    En otro sentido, estos veinticinco aos de recesin secombinaron tambin con un perodo de represin institu-cional y regmenes de excepcin apoyados en distintasformas de terror estatal. En realidad, los regmenes deexcepcin empezaron antes de la fase de la recesin sis-temtica que fue aplazada en la dcada del setenta por laincorporacin de recursos externos en forma de prsta-mos internacionales a bajo precio a partir del reciclaje delos petrodlares. As, en la dcada del ochenta comienzala exigencia del pago inmediato de los intereses, incre-mentados en razn del crecimiento de la deuda a partirde las sucesivas e irresponsables renegociaciones y por elaumento de las tasas internacionales de inters adoptadopor el tesoro de los Estados Unidos.

    Esta combinacin de recesiones sucesivas (que no debe-mos llamar estagnacin porque implicaban cambios eco-nmicos y sociales perversos, como lo habamos previs-to en nuestros estudios del final de la dcada de lossesenta), regmenes de excepcin, terrorismo de Estadoy reduccin del nivel de vida de los trabajadores, fueseguida por una ofensiva ideolgica contraria a sus con-quistas y a las mejoras obtenidas por el conjunto de lapoblacin a partir del crecimiento econmico anterior. Laofensiva ideolgica neoliberal alcanz su auge en lasegunda mitad de los aos ochenta, con la poltica derro-

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    ... la secuencia

    de recesiones

    sucesivas someti

    sobre todo a

    los trabajadores

    a una situacin

    crecientemente

    defensiva.

    Sus principales

    armas, como

    la huelga y otras

    formas de

    interrupcin

    del trabajo,

    perdieron fuerza

    en la medida

    en que amplias

    masas de

    desempleados

    o recin llegados

    a la fuerza

    de trabajo estn

    siempre dispuestas

    a sustituir a los

    trabajadores activos

  • tista llevada adelante por los liderazgos polticos de la Unin Sovitica y de la EuropaOriental. A partir de la cada de los regmenes del llamado socialismo real se abri asuna ofensiva neoliberal que implant un verdadero terror ideolgico. Cualquiera quereivindicara una crtica al capitalismo o al quimrico libre mercado era inmediata-mente segregado de los medios de comunicacin de masas. Era la poca del fin dela historia, del fin del socialismo y del marxismo.

    Durante estos ltimos veinticinco aos, los movimientos sociales de la regin estu-vieron pues bajo el impacto de situaciones crticas, que derivaban no slo de las difi-cultades econmicas que podran haberse superado con polticas de preservacin delinters nacional, negndose a pagar una deuda internacional altamente cuestionablecon tasas de inters totalmente insanas. Sin embargo, prevalecieron los intereses liga-dos al pago de esta deuda con las sucesivas renegociaciones de la misma y las inmen-sas comisiones que acarreaban. A su vez, se afirm durante este perodo una tpicaburguesa compradora que se impuso progresivamente sobre los capitales locales,impedidos por las polticas neoliberales de sacar ventaja de los cambios en el comer-cio mundial. Dichos cambios en realidad fueron principalmente aprovechados por lospases asiticos que no dependan tan directamente de los prstamos internacionalespara sostener sus polticas de exportacin y crecimiento econmico. Pases que, ayu-dados por las profundas reformas agrarias realizadas a posteriori de la Segunda GuerraMundial, disponan de mercados internos ms amplios y de importantes polticas edu-cacionales implementadas con el fin de neutralizar la influencia de los regmenessocialistas en el Sudeste Asitico.

    Los movimientos sociales clsicos de Latinoamrica se vieron muy limitados frente aestos radicales cambios socioeconmicos. Estos movimientos se haban reflejado fun-damentalmente en la alianza entre campesinos, intelectuales (particularmente el movi-miento estudiantil) y obreros que, unidos bajo una ideologa nacional democrtica, eran,sobre todo, el sostn de la clase ascendente en la regin, una burguesa nacional queaspiraba a alcanzar un desarrollo econmico que la elevara al nivel de las burguesasinternacionales. Por otra parte, los obreros, campesinos y amplias capas de las clasesmedias urbanas parecan aspirar a un estado de bienestar similar al europeo que les per-mitiese alcanzar una mejora sustancial de su nivel de vida dentro de un capitalismoindependiente, basado cada vez ms en su propio desarrollo industrial, tecnolgico ysocial. Es evidente que esta alianza estaba atravesada por enormes divergencias internasaunque, por el otro lado, la unificaba la lucha en comn en contra de los intereses delos sectores exportadores agrarios o mineros que ignoraban las exigencias del desarrollonacional y de la diversificacin productiva, y la voluntad de estas nuevas clases o secto-res por alcanzar un nuevo nivel econmico-social.

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  • Los movimientos campesinos

    En primer lugar los campesinos sufran bajo la dominacin de los seores de la tierra,que los sometan a condiciones extremadamente negativas en trminos econmicos yculturales. Solamente las comunidades indgenas posean los medios para autodirigirse,a pesar de las represiones sufridas histricamente. En este sentido los campesinos fue-ron la cabeza de una insurreccin popular extremamente impactante: la revolucinmexicana (1910-1917), donde demostraron su capacidad militar y su disposicin deluchar por la tierra. La reforma agraria aquiet en gran parte la agitacin campesina, apesar de que en los aos treinta y cuarenta volvieron a la carga para exigir condicionesms favorables de gestin de la tierra, financiamiento y comercializacin, que conduje-ron a la formacin de los ejidos mexicanos, forma suprema de organizacin del campe-sinado apoyada en sus orgenes comunitarios indgenas. A pesar de las huelgas demasas de los trabajadores de las grandes empresas agrcolas exportadoras que sostu-vieron a Sandino o impusieron la huelga de masas en El Salvador el movimiento cam-pesino recin pudo alcanzar una victoria significativa durante la revolucin en Guatemalacon Jacobo Arbenz en 1952 y particularmente con la revolucin boliviana (derrotada en1954) cuando las milicias campesinas y mineras controlaron el pas; as como en ladcada de los cincuenta surgieron las Ligas Campesinas lideradas por Francisco Julio enBrasil. En los aos sesenta la estrategia anti-insurreccional comandada por los militaresestadounidenses absorbi finalmente la propuesta de una reforma agraria ordenada quese aplic sobre todo en el Chile demcrata-cristiano bajo la presidencia de Eduardo Frei.Esta reforma agraria se hizo ms radical, completa y profunda en los aos 1970-1973bajo el gobierno de la Unidad Popular, teniendo como presidente a Salvador Allende.

    En todos esos aos, la reivindicacin por la tierra estuvo en el centro de las luchas popu-lares y de la alianza obrero-campesina, que cont con un fuerte apoyo estudiantil y desectores de la clase media urbana; proceso y reivindicaciones que se prolongaron hastala revolucin sandinista en Nicaragua. Sin embargo, en las dcadas del ochenta y noven-ta el fuerte control de las multinacionales sobre la produccin agrcola en vastas regionesdel continente cambi dramticamente el sentido de la lucha campesina. As, entre 1960y 1990 se complet un proceso de emigracin del campo a la ciudad que expuls defi-nitivamente vastas capas de pequeos propietarios agrcolas y consolid la gran y media-na empresa agroindustrial articulada con las transnacionales exportadoras y manufacture-ras de productos agrcolas. A lo largo de este proceso habr de desarrollarse la figura delasalariado agrcola temporario y surgir un nuevo movimiento campesino de carcter sin-dical que ya, slo en una pequea medida, ejercer presin sobre la tierra.

    El caso brasileo es paradigmtico en este sentido. Los boias fras (as llamados por lacomida fra que llevaban para sus precarias refecciones en un espacio agrcola ultra-

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  • especializado y meca-nizado) habrn deinundar las zonas rura-les del Brasil. Recinen la dcada delochenta resurgir lademanda por la tierraen la medida en queel desempleo comien-za a incrementarse enlas zonas rurales y enlas pequeas ciuda-des. De este procesosurge el Movimientode los Sin Tierra (MST) que presiona por una reforma agraria ms gil y profunda peroque no cuestiona la legislacin que propone la compra de las reas no cultivadas a pre-cio de mercado para distribuir a los campesinos sin tierra. En esta perspectiva la fuerzadel MST no parece derivar tanto de la radicalidad de su demanda sino de sus mtodosde lucha para forzar la reforma agraria (ocupaciones) y de sus mtodos de gestincomunitaria de las tierras ocupadas (asentamientos) as como de su concepcin socia-lista de una economa donde los campesinos puedan alcanzar su pleno desarrollo. Porotra parte su preocupacin por la tecnologa agrcola de punta, por las cuestionesambientales y por la educacin de sus cuadros y de sus hijos los colocan ciertamente ala vanguardia de toda la sociedad brasilea. Ellos se preparan as para enfrentar a lastransnacionales agroindustriales en una perspectiva de largo plazo que confronta con losconservadores brasileos. Es necesario resaltar, sin embargo, un fenmeno nuevo quehace posible esta concepcin de largo plazo del MST: ellos cuentan con el fuerte apoyode la Pastoral de la Tierra en Brasil. La Iglesia ha decidido que ni puede entregar el mayorpas catlico del mundo a la saa de las lites explotadoras, ni arriesgarse a tener queenfrentar una revolucin social anticatlica, que sera un golpe muy fuerte al catolicismoen tanto religin con pretensiones de universalidad.

    El movimiento obrero

    En segundo lugar el movimiento obrero latinoamericano ha sido el otro sostn histricode las fuerzas populares en el continente. Sus primeras formaciones se encuentran enlas poblaciones mineras de finales del siglo XIX. En la primera dcada del siglo XX encon-tramos una primera ola de industrializacin en varios pases de la regin que se sostu-vo en gran parte con el trabajo de inmigrantes europeos, particularmente espaoles e

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  • italianos. Estos inmigrantes trajeron consigo la ideologa anarquista y encontraron terre-no frtil en una poblacin trabajadora de artesanos y pequeos empresarios. Lejos deolvidar sus aspiraciones revolucionarias al arribar a estas tierras tropicales o semi-tropi-cales, estos trabajadores desplegaron la bandera de la huelga general revolucionaria a lacual se aproximaron hacia finales de 1910 despus de la expansin industrial durantela I Guerra Mundial y la contraccin econmica que le sucedi. En los aos revolucio-narios de la posguerra se multiplicaron los intentos de huelga general revolucionaria, quesin poder alcanzar ningn resultado concreto fueron confrontados por la represin bru-tal de las oligarquas locales. Sin embargo, las noticias sobre la victoria de la revolucinmaximalista en Rusia abrieron camino para la adhesin de los anarquistas a la pro-puesta de la Internacional Comunista y, en los aos veinte, habr de conformarse unimportante movimiento obrero comunista en la regin. Esta creciente hegemona comu-nista en el movimiento obrero con excepciones, por ejemplo en Argentina, dondehaba un partido obrero que perteneca a la Internacional Socialista se vio confrontadarecin a partir de las dcadas del treinta y cuarenta con la orientacin que intentabanejercer la nueva burguesa industrial y sus idelogos ms competentes sobre la pobla-cin rural que migraba a las ciudades a la luz de la nueva ola industrial. Se recortaba asun perfil nacional-democrtico como formador de esta nueva clase obrera. Dependiendode la capacidad que tuvieran comunistas y socialistas de adoctrinar al movimiento obre-ro en una perspectiva socialista, la orientacin promovida por esta burguesa industrialnaciente planteaba la posibilidad de articular la cuestin nacional y el antiimperialismoque motivaba las luchas nacionales frente a la dominacin de un capitalismo nortea-

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  • mericano en expansin y que habra de convertirse en el centro hegemnico del siste-ma mundial despus de la Segunda Guerra Mundial. As, con la creciente denuncia porparte del movimiento comunista respecto del carcter imperialista de la poltica esta-dounidense tras la ruptura de la alianza antifascista entre la Unin Sovitica y EE.UU. yel inicio de la Guerra Fra en 1947 empieza a desarrollarse un nuevo frente antiimpe-rialista que encuentra su punto ms alto en Brasil hacia finales de los aos cincuenta,despes del suicidio de Getulio Vargas amenazado por un impeachment y duranteel gobierno Kubistchek-Joo Goulart. Los comunistas, que haban estado tan slo dosaos en la legalidad (haban pasado a la ilegalidad en 1947) pasan entonces a condi-ciones semi-legales a comienzos de la dcada del sesenta, particularmente durante elgobierno de Joo Goulart, entre 1961 y 1964. En ese momento, la tesis de la unidadentre la burguesa nacional y el movimiento popular obrero-campesino-estudiantil habrade convertirse en un principio estratgico fundamental. Concepcin que, sin embrago,fue derrotada por los golpes de estado promovidos bajo la doctrina de la seguridadnacional, como el de 1964 en Brasil, el de Ongana en Argentina en 1966, y las nuevasexperiencias militaristas como la de Hugo Banzer en Bolivia.

    En esta misma poca surga una nueva realidad estratgica en Amrica Latina. La decla-racin de Cuba como Repblica Socialista en 1962 en respuesta a la invasin de Bahade los Cochinos introdujo en la regin la cuestin del socialismo como forma inme-diata de transicin hacia un nuevo rgimen econmico-social colectivista. Esta nuevaexperiencia pas a influenciar a sectores significativos de las fuerzas polticas de izquier-da, alcanzando su expresin ms elaborada en el programa socialista de la UnidadPopular en Chile. Entre 1970 y 1973 se intent en este pas una experiencia absoluta-mente inslita: realizar una transicin hacia un rgimen de produccin socialista en con-diciones de legalidad democrtica. De este modo, esta experiencia introdujo una nuevadimensin en el movimiento obrero de la regin y de todo el mundo.

    La violencia de la represin de los gobiernos militares impuesta en Chile y en otros pa-ses chocaba tambin con la experiencia de un gobierno militar nacional democrtico enPer, iniciado en 1968. La vuelta del peronismo a la legalidad en Argentina y su victoriaaplastante en las elecciones de 1973 haban generado pnico en las clases dominantesy en los centros de poder imperialista. Era el desastre total, si se consideraba ademsla inminente derrota de Estados Unidos en Vietnam. Ms que nunca la represin y elterror estatal se desarrollaron hasta sus formas ms extremas. No hay duda que el terrorfascista inaugurado por Pinochet y profundizado por los golpistas argentinos llev hastael paroxismo la represin en la regin.

    Resulta natural por lo tanto que el movimiento obrero haya renacido hacia fines de ladcada de los setenta y los ochenta bajo formas ms cautelosas y que asumiera las ban-

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  • deras de los derechos humanos, de la amnista y del res-tablecimiento de la democracia. En este ambiente, las pro-puestas neoliberales encontraron un campo frtil con laautodestruccin del socialismo sovitico y euro-oriental. Enrealidad, la concepcin neoliberal penetr definitivamenteen los partidos de izquierda llegando a su formulacin mssofisticada bajo la llamada Tercera Va que se explicit enla dcada del noventa. Se trataba de combinar la tesis deque no hay alternativa frente a la concepcin neoliberal dela economa, con un programa de polticas sociales (ocompensatorias, como lo plantean el FMI y el BancoMundial al aceptar los efectos negativos provisorios de latransicin hacia el libre mercado). Era evidente la debi-lidad terica y prctica de esta propuesta que fue ensegui-da abandonada en la medida en que el neoliberalismo sehaca cada vez ms insostenible tanto en el plano tericocomo doctrinario y prctico. El movimiento obrero seencuentra an bajo el efecto de estas confusiones ideol-gicas pero ha recuperado buena parte de su capacidadpoltica durante el crecimiento econmico sostenido acon-tecido entre 1994 y 2000 cuando el desempleo enEstados Unidos cay del 12% al 3,4%. La demostracinde la posibilidad de volver al pleno empleo provoc unarevitalizacin de la militancia sindical norteamericana inclu-so con la reorientacin de la central sindical AFL-CIO haciatesis progresistas. Por otra parte en Amrica Latina duran-te este perodo el movimiento obrero estuvo en ascensosolamente en Brasil en los aos setenta, parte de losochenta y en algunos momentos aislados de los noventa.La explicacin respecto de esta prdida de combatividaden los ltimos aos se encuentra fundamentalmente enlas dificultades de convivir con un desempleo crecienteresultado de la recesin permanente.

    Nuevos movimientos sociales

    De las fuerzas clsicas del movimiento popular de la fasenacional-democrtica, el movimiento estudiantil fue elque ms sufri al haberse sumergido ms fcilmente en

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    En realidad,

    la concepcin

    neoliberal penetr

    definitivamente

    en los partidos

    de izquierda

    llegando

    a su formulacin

    ms sofisticada

    bajo la llamada

    Tercera Va

    que se explicit

    en la dcada

    del noventa

  • el mundo del debate ideolgico a la vez que se converta en el centro de luchas socia-les, aislndose de esta manera cada vez ms. La expansin del nmero de estudiantessuperiores provenientes de las clases medias y de las universidades privadas hubo dedisminuir el carcter de lite intelectual que este movimiento tena hasta el inicio de ladcada de los setenta. En dicha dcada el programa del movimiento estudiantil se hizocada vez ms radical, acentuando la separacin entre este y las masas populares. Larepresin termin afectndolo considerablemente, disminuyendo su militancia y lideraz-go. Sin embargo, a pesar de haber perdido mucha de su fuerza, ha dejado un profundorastro ideolgico como resultado de los movimientos de 1968.

    Por otra parte, en los aos ochenta y noventa cobraron especial fuerza los movimientosde los barrios antes llamados marginales y hoy excluidos. A partir de su creciente orga-nizacin, dichos movimientos consiguieron mayores recursos fiscales aunque insuficien-tes para revertir sus dificultades bsicas. Asimismo, el aumento de la actividad del comer-cio de drogas prohibidas sobre todo la cocana ha abierto la posibilidad de un relativoenriquecimiento para aquellos que pasan a formar parte de los ejrcitos criminales orga-nizados; una situacin similar a la de Chicago entre los aos 1920 y 1930. Esta presen-cia de factores criminales en los barrios miserables ha servido a justificar una crecienteadhesin de los partidos de izquierda y de los movimientos populares con responsabili-dades de gobierno a las tcnicas de la represin social. As, al abandonar la tortura y otroscomportamientos violentos en el plano poltico, las fuerzas de la represin han vuelto aconcentrarse en la represin de los pobres y los criminales de origen popular.

    Al mismo tiempo, estos movimientos sociales son cada vez ms influenciados por fuer-zas sociales emergentes como los movimientos de gnero, los indgenas, los negros, endefensa del medio ambiente y otros que imponen nuevos temas en la agenda de lasluchas sociales. El punto de partida de dichos movimientos parece asumir formas libe-rales en sus comienzos en relacin con la defensa del derecho al voto, de garantizar jur-dicamente iguales derechos por gnero, de valorizar sus caractersticas propias, de reco-nocer su identidad y sus caractersticas tnicas como parte sustancial de la cultura nacio-nal. Sin embargo, con el tiempo, estas reivindicaciones pasaron a integrar un proyectopoltico-cultural que exige el rompimiento con la estructura econmico-social que gene-ra el machismo, el racismo y el autoritarismo. En este proceso se encuentra una identi-ficacin sustancial entre el modo de produccin capitalista, como fenmeno histrico,con estas formas culturales que penetran profundamente toda la superestructura de lasociedad moderna. Asimismo se cuestiona la pretensin de una racionalidad iluminadaque tendra como cuna a Occidente y que justificara el colonialismo despreciando sus-tancialmente la importancia de culturas y civilizaciones del Oriente o de las comunida-des indgenas precolombinas. Los movimientos sociales comienzan as a romper con laideologa de la modernidad como forma superior y nica de civilizacin. Este enfoque

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  • ha dado una fuerza muy especial a estos movimientos, al presentarlos como funda-mento de un nuevo proceso de civilizacin pluralista, realmente planetario, pos-racista,pos-colonial y quizs pos-moderno.

    Internacionalizacin de las luchas sociales

    Encontramos ah las races de un nuevo avance del proceso de internacionalizacin delas luchas sociales, fenmeno que ya estaba inscripto en las movilizaciones de 1968pero que cobra especial significacin despus de la cada del campo sovitico, cuandoestas luchas alcanzan la dimensin de un gigantesco movimiento de la sociedad civilcontra la globalizacin neoliberal. Despus de Seattle en 1999, los encuentros del ForoSocial Mundial en Porto Alegre y las manifestaciones de masas que los sucedieron envarias partes del mundo, ya comienza a perfilarse una nueva realidad de los movimien-tos sociales que indica una dinmica no solamente defensiva sino tambin ofensiva. Suarticulacin con fenmenos polticos se hace tambin ms evidente a partir del surgi-miento de formas de lucha insurreccionales nuevas, como el Zapatismo en Mxico, quecon su despliegue internacional en la convocatoria contra el neoliberalismo despierta laadhesin de personalidades de todo el mundo. En el mismo sentido vale mencionar laemergencia de movimientos indgenas de resistencia que, en algunos casos, terminanderrocando a gobiernos y dando origen a partidos y nuevas coaliciones polticas, comoocurri en Bolivia y Ecuador. Adems resulta interesante tener en cuenta el xito electo-ral del Partido de los Trabajadores en Brasil, que tambin surge de una articulacin demovimientos sociales. Todos estos fenmenos latinoamericanos forman parte de unanueva ola de transformaciones que tiene fuertes races tanto en los nuevos movimien-tos sociales como en su articulacin con las fuerzas de los movimientos sociales clsi-cos y con la evolucin de la izquierda, e incluso hasta con sectores nacionalistas de lasclases dominantes, y que produce un complejo proyecto histrico an en constitucin.

    Cuando la historia de la regin atraviesa un largo perodo recesivo marcado por el aban-dono del proyecto desarrollista nacional-democrtico que es confrontado, a hierro yfuego, tanto por la represin imperialista como por gran parte de la clase dominantelocal; cuando la historia de este perodo se confunde con la dominacin brutal de losintereses financieros que pone a todas las fuerzas productivas a su servicio incluso alEstado, que aumenta su intervencin en la economa para transferir recursos hacia estesector; cuando todo esto se hace en nombre de una ideologa reaccionaria que se pre-senta como la expresin ltima de la modernidad y como el pensamiento nico resul-tado del fin de la historia; en tales circunstancias, el programa alternativo que se dibujano puede restringirse a la sola resistencia econmica y cultural. El programa alternativodebe asumir un carcter global, el de un nuevo marco terico y doctrinario que proponga

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  • una nueva sociedad, una nueva economa y una nueva civilizacin. Mientras esta tareade dcadas se despliega, se van dibujando las luchas parciales que asumen un carctercada vez ms sustancial. La integracin regional latinoamericana, por ejemplo, adquieredimensiones concretas en el MERCOSUR y en la Comunidad Sudamericana que cuen-ta con el apoyo sustancial del ideal bolivariano. Al mismo tiempo, este ideal es conver-tido en doctrina de Estado y de gobierno en Venezuela, inspirndose profundamente enla dinmica de la democracia participativa fuertemente articulada con la lgica de losmovimientos sociales.

    Muchas sern an las novedades ideolgico-polticas que surgirn en este nuevo con-texto. En el proceso electoral de Lula en Brasil se unieron sectores sociales hasta enton-ces desarticulados, en busca de un nuevo bloque histrico que agrupara las fuerzas dela produccin en contra de la dominacin del capital financiero. Un perfil similar se dibu-j en Argentina despus de los grandes movimientos de masas que cuestionaron radi-calmente el programa neoliberal. En toda la regin se habla de un nuevo desarrollismoque aspira a crear las condiciones de una nueva poltica econmica que reinstaure, enparte, los temas y la agenda de los aos sesenta y setenta adaptndolos a las nuevascondiciones de la economa mundial. Lo que importa es la voluntad poltica; los aspec-tos tcnicos son secundarios y fcilmente solucionables, podemos garantizar amplia-mente que nuestros tcnicos tienen mayor calidad que los economistas de tercerrango que dirigen el FMI y el Banco Mundial, basta para ello simplemente acompaarsus prontuarios de previsiones equivocadas.

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    MST Brasil

  • Estas son manifestaciones concretas del dibujo de una nueva propuesta que deber sus-tituir a la barbarie intelectual del pensamiento nico neoliberal e incorporar a la regin auna nueva realidad poltica e ideolgica. En ella se debatirn otra vez las grandes cues-tiones del destino de la humanidad y los movimientos sociales representarn el terrenofrtil en el que brotarn las soluciones cada vez ms radicales, pues son las races de lasociedad las que estarn en juego: la desigualdad social, la pobreza, el autoritarismo y laexplotacin. Todo estar de nuevo en la arena de la historia.

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