De mayor quiero ser leon

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Leo es un león, bueno en realidad es un gato...

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De MayorQuiero Ser León

Encarnación Camacho Hidalgo

Dedicado a mi familia de Bollullos y a la de Sevilla,

por su cariño y apoyo, y especialmente a mis hijas,

fuentes de inspiración.

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© Encarnación Camacho Hidalgo

I.S.B.N.: 978-84-

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Impreso en España

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su contenido puede ser reproducida, almacenada o transmitida en modo

alguno sin permiso previo y por escrito del autor.

ÍNDICE

I.-PRESENTACIÓN 4-5II.-MIS ORÍGENES 6-8III.-Y NACIÓ EL AMOR 9-11IV.-LUCHA EN LA ARENA 12-14V.-MÁGICA SUBIDA AL OLIMPO 15-18VI.-MI AVENTURA DE DETECTIVE 19-22VII.-EL PERFUME 23-25VIII.-EL SECRETO 26-28IX.-EL GRAN DESCUBRIMIENTO 29-31X.-LA DEMOSTRACIÓN DE LA VERDAD 32-34XI.-¿CÓMO CONSEGUIR TESTIGOS? 35-37 XII.-DE VUELTA A LA REALIDAD 38-41XIII.-POR FIN, ELDÍAESPERADO 42-44XIV.-EL MOMENTO DE LA CEREMONIA 45-47XV.-LAS VISITAS 48-51XVI.-OBJETIVO CONSEGUIDO 52-57XVII.-FLECHAZO A PRIMERA VISTA 58-60XVIII.-EL REENCUENTRO 61-63XIX.-LA DECISIÓN FINAL 64-67

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I.- PRESENTACIÓN

¡Salve! Es HOLA en latín. Mi nombre es Leo; vivo en el Coliseo, el gran anfiteatro de Roma; tengo 15 años y quiero contaros las aventuras fabulosas que he vivido, resolviendo uno de los mayores misterios que ha tenido lugar por aquí. Es el año 125 d.C., en Roma. El emperador y mandamás de todo el imperio romano en estos momentos es Adriano, nacido en la ciudad romana de Itálica, cerca de la antigua Hispalis, que hoy es Sevilla.

Supongo que conoceréis algo sobre los romanos, por ejemplo, que ocuparon con su imperio gran parte de Europa y el norte de África principalmente, hasta el siglo V d.C. y que su lengua era el latín.

No penséis que este libro va de historia ni nada parecido, ya os he dicho que trata de las aventuras que me sucedieron unos años atrás. Sólo he querido poneros en antecedente del momento histórico en el que me encuentro, para que me entendáis mejor. Aunque la historia es una materia apasionante, lo dejaremos para otra ocasión.

A propósito, y antes de seguir, yo soy un león ¡Rrrr! Bueno, en realidad, soy un gato pardo ¡miau! con aspecto de león, eso sí, muy fuerte y robusto y a la vez, mi pelaje es suave y sedoso. Aunque esté mal que yo lo diga, soy todo un ejemplar: en esta época, los colegas me envidiaban mogollón y las chicas-gatas se volvían locas porque las cortejara, pero yo estaba más interesado en llegar a ser un león de verdad.

Mi madre siempre me dice que tengo la cabeza llena de pájaros y que a ver si de una vez pongo los pies en la tierra. Bueno

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pero eso es otra historia que ya os contaré más adelante.

Mi vida ha sido muy movidita, porque me gusta mucho las aventuras e imaginar historias de películas de espionaje o de acción, con algo de romance a poder ser, pero poco. En esta época, como os podéis imaginar, no hay televisión ni nada de eso, por lo tanto nos tenemos que entretener a base de imaginación. Y como soy un gato, tampoco puedo leer como quisiera.

A pesar de mi edad, he sido protagonista de varias peripecias o situaciones algo comprometidas, de las que he salido con éxito. A través de ellas, he llegado a conseguir mi objetivo y quiero que todos vosotros seáis testigos.

Como todo buen aventurero, tengo un lema, QUERER ES PODER, y nada ni nadie podrá acabar con mi ilusión y mis propósitos. Jóvenes y mayores debemos tener algo que nos mueva cada día: ganar un trofeo o que lo gane tu equipo favorito de fútbol, no tener que estudiar en vacaciones, que tus padres te den más libertad o más paga,...Cualquier cosa vale ¿no creéis? Y teniendo en cuenta que soy un león, bueno un gato, no hay muchas cosas que pueda conseguir.¿O es qué habéis visto a muchos gatos-leones que escriban libros, luchen y averigüen quién robaba en el mayor anfiteatro del mundo entero de todas las épocas? Ya veréis, tened paciencia que yo mismo os lo contaré poco a poco.

Voy a empezar mi fantástica historia por mis padres, claro, para que os hagáis una idea de donde procedo y en qué ambiente me crié. Creo que no tiene desperdicio.

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II.- MIS ORÍGENES Quienes me conocen, me cuentan que mi padre era un león de los que los romanos trajeron de sus conquistas de tierras lejanas, para luchar en los espectáculos del Coliseo con los cristianos, o algunos otros juegos y distracciones de las que gusta a este pueblo trabajador en sus ratos libres.

Quiero pensar en una bonita historia de amor entre mi padre león y mi madre gata. A mi padre apenas lo conocí en verdad, murió cuando yo era pequeño y sólo tengo algunos recuerdos de él; me cuentan que algún gladiador armado hasta los dientes lo venció luchando en la arena como un auténtico campeón, ya de mayor y pasó a mejor vida de forma extraordinaria.Hasta ese momento, fue invencible para todos sus enemigos. ¿Te imaginas? Tardes de triunfo, aclamado por masas de hombres, mujeres y niños; ricos, pobres o esclavos, porque todas las edades y clases sociales gustan de estos espectáculos, aunque a veces son sangrientos. Más adelante os contaré en qué consistían. Antes, quiero acabar con el inicio de esta historia de valentía y amor, pues querréis saber cosas de mi madre y cómo conoció a mi padre.

Pues bien, mi madre se llama Venus, como la diosa romana del Amor, que dio nombre al planeta. Era una hembra hermosa y vistosa, la envidia de todas las felinas de los alrededores y deseada por todos los machos del lugar. Pero mi madre era orgullosa e inteligente y no se dejaba convencer por cualquiera. Alguien muy especial, venido de lejos, estaría reservado para ella, y la haría la chica, bueno, la gata, más feliz del mundo, pensaba. Pasaba sus años recorriendo las mejores calles de la ciudad y el

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anfiteatro; le gustaba observar a los humanos, igual que a mí (¡qué vaya gente tan rarita!) y curiosear entre los fortachones gladiadores, quienes, a pasar de su fiera apariencia, la trataban como a una dama, con delicadeza.

Un buen día, mi madre me contó que trajeron unos animales extraños, parecidos a nosotros los gatos, pero más grandes, con más pelo, más salvajes y con un aspecto que daba más miedo.

Se llamaban leones, y entre ellos se encontraba el que más tarde sería mi padre. También trajeron a unos hombres extraños, con el pelo rizado y la piel muy oscura. Eran gente agradable, parecían tristes y desconcertados en nuestra ciudad. Hablaban poco y en una lengua que ni los gatos entendíamos. Venían de una tierra lejana, en la que se decía que hacía mucho calor todo el año y llovía muy poco.

¿Tú sabes qué continente es? ¿Es América , o Asia? Nooo, claro que no. ¡Es África! ¡BIEEEN! Espero que sepas donde se encuentra este continente.

Todos sentían la curiosidad de saber cosas de estos hombres, se acercaban con cuidado; al principio, con cierto miedo, pero pronto descubrieron que eran gente tranquila y se mostraban cariñosos con nosotros los gatos. Poco a poco, fuimos entendiendo su lengua (los gatos para eso somos muy inteligentes, al tener siete vidas, hemos visto muchas cosas); ellos fueron aprendiendo la lengua de los hombres romanos, el latín. Nosotros también éramos raros para ellos, me contaba mi madre. Al parecer no había gatos ni perros en su tierra. Los animales allí solían ser más grandes.

Lo peor de todo es que los romanos cada vez que traían a gente de otros lugares, solían hacerlos sus esclavos y se ocupaban de

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los trabajos más pesados y desagradables (¡eran listos estos romanos!). Los africanos más fuertes fueron escogidos para luchar como gladiadores en la arena; los más débiles se dedicaron a mantener en orden las zonas de los animales y de los ilustres gladiadores.

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III.-Y NACIÓ EL AMOR

Pasaban el tiempo cada cual en sus ocupaciones desde antes del amanecer. ¡ Qué manía con tanto madrugar! ¿A vosotros os gusta madrugar? ¿Digo yo que lo mismo se trabajará a las 5 de la mañana que a las 12, no? Bueno, al grano, que me desvío.

Entre tanto ir y venir de hombres, entrenándose para combatir, afilando las armas y poniendo todo a punto, el bullicio durante el día era tremendo ¡Qué jaleo forman para todo estos romanos! Nosotros los gatos y los perros que compartimos esos lugares, ya estamos acostumbrados.

Pero otra cosa eran los llamados leones; no eran tan dóciles como los hombres. Eran salvajes; tenían una cabellera digna de envidia y admiración, aunque en verano debe de dar un calor... Tenían unas patas fuertes y más grandes que nosotros los gatos.

Bueno ¿para qué os estoy describiendo a los leones? Supongo que ahora en vuestra época también existen, no? Me han dicho que existen unas selvas en plena ciudad, donde pueden vivir más o menos libres y tranquilos, que se llaman ZOOLÓGICOS. Y todos podéis ir a verlos. ¿No es así?

Vale, ya sigo con mi historia; los leones estaban tan enfadados por estar encerrados y a merced de los hombres, que no se comunicaban con otros animales, ni siquiera; por supuesto, no tenían amigos, a veces eran despiadados incluso con aquellos que les daba de comer: más de una vez se zamparon a algún debilucho que les echaba de comer.

Hay que decir que esto sólo pasaba al principio. Yo los entiendo eh? Porque ellos estaban en su selva tranquilitos,

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reyes de todo, nadie se metía con ellos, comían y corrían a sus anchas y, como casi siempre, llegan los hombres queriendo controlarlo todo y se les acabó su mundo de libertad. ¿Quién no se enfadaría con ellos?

Pero, bueno, lo cierto es que poco a poco se fueron dando cuenta que había más hombres que fieras y, a veces , venían armados.

Por eso, después de un tiempo, comprendieron que no volverían a su selva, que sus días de libertad no volverían y que, a cambio, les esperaba días de gloria y éxito a los más valerosos (lo sé por las conversaciones que mantuvieron después mis padres y que mi madre me contó). Dependían de sus cuidadores para todo: comer, beber, tener más o menos limpia sus estancias, porque a quién le gusta vivir en la porquería. ¿A ti? (¡Ah, qué susto!, me ha parecido escuchar que no os importaba el desorden).

Bueno, a lo que iba. Todos los leones parece que se pusieron de acuerdo para suavizar sus maneras, y así, poco a poco, la relación con los demás animales fue comenzando muy tímidamente.

Fue entonces, cuando dicen que mi padre se fijó en mi madre, pues parece que ella no le hacía mucho caso. No conozco bien los detalles, pero supongo que sería muy romántico y sensiblero, como les gusta a las chicas, para ablandar el corazón de mi madre.

Un consejillo si me permitís: Chicas, no seáis tan duras con los chicos, mostrando indiferencia cuando alguien os gusta de verdad; y chicos, hay que hacerse el duro sólo un poco, nada de ir de chulito y sed más atento con ellas.

Mi padre, como buen león de la selva, no tenía nombre, hasta que llegó a Roma. Le pusieron Atila, y como apodo Garras, nombres que lo llenaban de orgullo por su significado. A

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propósito ¿sabréis quién era Atila, no? Por si acaso, yo os diré: el rey de los Hunos, que por donde pasaban, se decía que no volvía a crecer la hierba. Para que veáis que soy un gato muy listo.

Pues bien, una vez entabladas relaciones amistosas, la cosa parece que fue a más y de ahí nací yo, ya sabéis, fruto del amor. Por eso, soy tan peculiar y único. Al principio, algunos me rechazaban y me miraban raro, creo que de envidia por tener este pelo más largo de lo habitual en un gato y por mis patas que son más fuertes y más altas, que me hacen ser más rápido a la hora de coger algo para comer: tengo cierto instinto de cazador, pero como por aquí no puedo cazar mucho que digamos, me dedico en mis ratos libres a cazar cultura y a aprender observando todo lo que se me pone por delante.

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