De Musset, Alfred - Gamiani Dos Noches de Pasion

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    Annotation

    La leyenda dice que el gran poeta Alfred de Musset, en una pltica de

    absenta con sus amigos, apostaba a que la literatura ertica no necesitabade la vulgaridad ni del lenguaje soez para ser altamente calentante.Siendomuy joven, cumple con su promesa, entregndoles a sus amigos un trabajonunca pensado para la imprenta. Pero al ser un clsico de la pornografa,pronto ya estaba editndose profusamente ilustrado, coloreado a mano ycon litografas; yo slo se de una copia de 1833 que sobrevive an. En eseentonces, Alfred de Musset tena 23 aos. Para 1840 ya haba 12 ediciones.

    ALFRED DE MUSSET

    NOTA PRELIMINARPRIME RA PARTESEGUN DA PARTE

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    ALFRED DE MUSSET

    GAMIANI: DOS NOCHES DE PASION

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    NOTA PRELIMINAR

    Esta novela de Musset es una obra de arte, y al mismo tiempo un librode pesadilla y de tormento: libro de vicio, de carne y sangre, de orgaslocas, nacido en un sueo de ajenjo del borracho magnfico y glorioso.Nunca se haba publicado hasta ahora con su nombre entre la serie de susobras completas, como si tales pginas de fuego fuesen un crimen torpe einconfesable. Pero, segn acaece a los hijos clandestinos engendrados conbesos delirantes en los espasmos de un amor frentico y prohibido, jamsel genio del Alfredo de Musset pari obra ms hermosa.

    La condesa Gamiani es la perversidad hecha mujer. Nada tan

    sugestivo y tan punzante como la libertina historia de esta insaciablegozadora de amor, siempre sedienta de un placer raro y nuevo, siemprebuscando ms!, ms!, ms!, bajo las potentes caricias varoniles, y contrael dulce pecho tembloroso de otra anhelante y bella compaera, y aun entrelas peludas patas de las bestias. Cuentos de risa, gritos de angustia, besosardientes de pasin sfica y sdica llenan el libro desde el principio al fin.Cunto libertinaje encerrado en sus pginas, pero con qu arte, con qucalor de humanidad, con qu esplendor supremo en la pintura, con qupoder soberano en la forma, tersa, impecable, elocuente y magnfica!

    No se escribi Gamiani para ser publicado. Segn narra un biblifilo,su concepcin surgi de la grrula charla de un cenculo literario y jovialde buenos camaradas. Fue en el Pars romntico y revuelto de los das quesiguieron a la revolucin de 1830. Alfredo de Musset y nueve amigossuyos, estudiantes y poetas, todos henchidos de un juvenil amor al arte y ala vida, solan reunirse a diario en jocunda asamblea en uno de los msmundanos cafs del Palais-Royal. Una noche, despus de una comidaalegre, en que se haban alzado a Baco por docenas los sacrificios de laslibaciones y en que se pensaba a la par en Venus y en Apolo, surgi el temadel erotismo en la literatura.

    Vasta era la materia. Desde Dafnis y Cloe el Aretino, desde losEpigramas de Marcial hasta el Marqus de Sade, todo fue recordado,glosado y criticado con un carnal y docto regocijo. Y comentado laextremada licencia de lenguaje con que un Rabelais o un Brantme o unBeroaldo de Verville, los clsicos abuelos del buen humor francs, trataban

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    sus asuntos placenteros, alguien lleg a decir que era imposible escribir unbuen libro -novela o poema ertico- de delirante exaltacin sensual, sin elempleo de imgenes groseras y de inevitables vocablos malsonantes.

    Musset oa y callaba, con el vaso en la mano. De pronto habl, comosi despertara de su ensueo de alcohol:

    - Yo os digo que se puede hacer una obra de buen gusto, una obra dearte, sobre los arrebatos ms abyectos, o tal vez ms divinos, del amor. Yosoy capaz de hacerla. Dentro de tres das la traer, si queris orla.

    Y a los tres das Alfredo de Musset llev escrito Gamiani.Cada uno de los mozos que formaban el literario cnclave quiso tener

    una copia del libro, y la indiscrecin de uno de ellos, admirador fervientedel autor, permiti a un editor belga darlo al pblico en 1833.

    Antes de la presente traduccin que se reparte ahora en el discreto yreducido crculo de mis amigos, estaba ya Gamiani, no precisamentevertido al espaol, sino a un lenguaje que lo pareca a veces. Es un libracoinfecto, soez mercanca pornogrfica y sucia, que tiene hasta el ludibrio decinco inmundas lminas sin relacin ninguna con el texto, y en que un vil eignaro delincuente annimo profan el genio de Musset y el hablacastellana, quitando a la obra precisamente el cendal de la forma que cubresu crudeza con las magnificiencias del estilo, y dando una versin absurda,antisintxica, mermada y macarrnica que, cuando, por desgracia, escomprensible, parece un cuento verde puesto en los jayanescos labios de un

    mozo de cortijo.De las luces del vertedor os dar idea un detalle. Dice, en la pgina 16

    de su engendro: Jur como un templario.Y se le ocurre hacer esta llamada: Habitante del Temple, barrio de

    Para. Segn veis, esta de hoy, aun torpe como ma, es la primeratraduccin del libro.

    Para prembulo de l, como corona de laurel glorioso, se pone unabellsima semblanza de Alfredo de Musset, un responso magnfico queenton hace aos Alejandro Sawa, el gran bohemio poeta, tan semejante

    por su talento y por sus extravos al autor galo.Y tambin se inserta un fragmento de las Memorias de CelesteMogador, que en casi todas las modernas ediciones precede a esta novela.Es un odioso y desolado cuadro de lupanar, por donde pasa la sombratrgica del Musset decadente, cruel, perdido, agotado En l se pinta ladecrepitud, no slo de su cuerpo, tronchado por el sino en plena fuerza y

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    plena juventud, sino tambin de su alma, y se ven las negruras del ocaso desu radiante espritu.

    ALFRED DE MUSSET

    En estos das rientes de la maga Primavera, todos los enamorados enPars, dos a dos (oh, inefable y cndido misterio!) ofrendan a Mussetflores y preces, flores de los jardines y preces del corazn, clidas comoepitalamios. Muri, en efecto, un da de mayo de hace cincuenta y un aos.Yo soy el poeta de la juventud-deca-. Debo morir en la primavera. Y alextinguirse, las musas y las mujeres lloraron como en los das en que, conPan, se fueron los postreros dioses de la tierra.

    Tengo el modelo ante los ojos de mi deslumbrada memoria: un granMusset, en los tiempos heroicos de su adolescencia, recostado sobre undivn (yo no puedo concebir de pie y erguido a ese poeta) y envuelto en 1tnica de Manfredo; pero no acude a mi imaginacin, con la generosidadde otras veces, el sentido lineal y cromtico de la figura que me propongodejar estampada aqu, y eso me desespera, porque Musset es una de las msevidentes figuras de mi museo interior

    Yo lo veo moralmente con dos caras, bicfalo, como un monstruoasitico: la cara plcida e iluminada por un sol de Atenas, de los dasbuenos, y luego, en los das malos, en los das de niebla y alcohol, la cara

    fatal de un maldecido que purgara en la tierra crmenes que, por lohorrendos, no pudieran decirse.

    Hay el Musset adolescente y el Musset de la decadencia. El primero,que fue un creador divino del que Saint-Beuve pudo decir: Nadie, alprimer golpe de vista, produca como l la impresin del genioadolescente, vivi slo diez aos; todas sus obras lricas y dramticas laslevant antes de los veintisiete aos. El segundo, que fue un destructorsatnico, vivi diecisiete. Y a m se me antoja ms interesante el Musset dela derrota que el del triunfo, porque siempre he credo a Lucifer ms propio

    de la oda que al ngel bueno que guarda la entrada del Paraso.Con un joven dios ha sido frecuentemente comparado. Y yo aadiraque con un joven dios de las viejas teogonas nordiales. Era un efebo rubio,azul y blanco: en jaspe, oro, y mrmoles policromos para el basamento,debera ser tallada su estatua. Jorge Sand, su inmortal amada, lo conocias, en aquel esplendor. Su amor, obra fue de deslumbramiento. Qued

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    cegada ante aquel magnfico ejemplar de la gracia cuando se transforma encriatura mortal. Y, herida de muerte, sangr lgrimas toda su vida.

    Es curiosa la correspondencia en que la autora de Elle et Lui platicacon Saint-Beuve de aquellos sus amores. Hay una carta, la primera de laserie, que alumbra con luz intensa una de las ms lbregas emboscadas deldestino, que yo sepa. Concluye as: Despus de haberlo meditado, piensoque ser mejor que no conduzcis a casa a Alfredo de Musset parapresentrmelo. Es demasiado dandy para mis gustos, y creo que nollegaramos a entendernos nunca. Ms que inters es mera curiosidad loque me inspira. (Marzo de 1833.)

    Coquetera, quiz, de hembra que huye por el solo gusto de seralcanzada? Pero el mal azar quiso (y por qu no el ndice bueno deldestino, puesto que a ese momento inicial debemos La noche de octubre,entre otras composiciones soberanas?) que se encontraran algn tiempodespus en una comida de la Rue des Deux Mondes, y al da siguienteJorge Sand escribe a Saint-Beuve, su misericordioso confesor,anuncindole sin ambages que es querida de Musset y que puede decirloas a todo el mundo.

    Estos amores de Musset quemaron y agotaron toda su sensibilidadmoral y artstica. En la historia de la mayor parte de los hombres el amores slo una ancdota; pero aqu es una vida: una vida de pie y entera, unavida en toda su extensin, porque Musset slo fue hombre y poeta mientras

    am; luego el cuidado supo asistir a los propios funerales de su genio. Unda las gacetas de Pars anunciaron que Jorge Sand y Alfredo de Mussethaban ido a pasar una temporada en Italia; otro, poco tiempo despus, queel poeta se encontraba enfermo y agonizante en Venecia; luego, queMusset haba regresado solo y viudo, en plena vida de la mujer que habaasociado su destino. Y se hizo la noche, desde el momento aquel, en la vidadel msero, una triste y larga noche, slo alumbrada por las livideces comoespectrales del alcohol ardiendo en el fondo de las poncheras, las noches enque Baco el velloso reciba triste consagracin, como en los das idos de la

    Grecia agonizante.Como en las obras de enredo, el drama de Venecia tuvo ms de dospersonas: un doctor Pagello, ante cuya armazn fsica no se mostresquiva, a lo que parece, Jorge Sand, represent en l una accinpreponderante.

    De Pagello es esta frase monstruosa, que he visto impresa al pie de

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    una carta dirigida a Jorge Sand: Il nostro amore per AlfredoPero Musset estaba cansado de aquellos amores de fiera desleal: su

    ilusin haba quedado en Venecia tumbada en el fango, con las alastronchadas.

    Y no consinti ya nunca jams abrirle las puertas de su corazn, fro yhrrido como una fosa abandonada, a la enamorada pecadora.

    Fue en vano que llamara, que implorara, que rugiera, que amenazara.Musset estaba cansado y desangrado.

    Ella le escribi: No me ames, puesto que dices que no puedes; peroacptame a tu lado y luego golpame si quieres: todo lo prefiero a tuindiferencia. Y encarndose con Dios mismo, le deca: Ah, devolvedmemi amante, y yo me tornar devota y yo desgastar con mis rodillas laslosas de las iglesias!

    Lleg a mas: uniendo el gesto a la palabra, se cort un da lamagnfica cabellera, que era el ms lcido prestigio de su belleza, y se laenvi a Musset, como ofrenda brbara a un Dios implacable y cruel; otravez la encontraron tendida ante la puerta del dolo como una muerta;atravesada en el umbral como un perro que aguarda a su amo.

    No pudo ser. Y de all en adelante la vida de Musset no fue sino unamontona exposicin de horrores: luego vino la impotencia de escribir,cuya causa no le era desconocida, pero contra la que no poda reaccionar.Como asista al desastre de su ser da por da, hora por hora, es seguro que

    vivi embrujado por la tentacin del suicidio todo lo largo de su postrerotrayecto mortal. El demonio del alcohol haba hecho presa en sus entraasy ya no lo solt hasta su muerte. Viva aislado, rodo de tedio. Y lleg a nofigurar en el movimiento literario de su pas, como si efectivamentehubiera muerto.

    Heine dijo: Musset es tan ignorado por la mayora de Francia comopodra serlo un poeta chino. Sus breves amores con la Malibranparecieron reanimarlo momentneamente; pero cay de nuevo en mshondas y definitivas desesperanzas. El glorioso efebo que Jorge Sand haba

    amado, y que Grecia hubiera ungido de flores, se troc en un hombre fro yaltanero y, fuerza es decirlo, antiptico: l mismo lo reconoce en cartadirigida a uno de sus escasos amigos de la ltima etapa: Me he miradopor dentro y por fuera, y me pregunto si bajo este exterior rgido, malencarado e impertinente, poco simptico, en fin, no hubo primitivamenteun hombre de pasin y de entusiasmo, un hombre a la manera de

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    Rousseau.Alfredo de Musset muri definitivamente el 1 de mayo de 1857;

    muri diciendo: Dormir, quiero dormir! Bueno es dejar estampada aqula suprema irona de que al da siguiente slo veintisiete personasasistieron al sepelio. Y pienso y, al evocar este recuerdo y el de Poe y el deBaudelaire (sagrado trptico), que de entonces ac todas las apoteosismortuorias son injustas y sacrlegas. Verdad es tambin que no se celebranfunerales en nuestra baja tierra cuando alguna estrella deja de arder en elfirmamento

    LOS DIAS NEGROS DEL POETA(Fragmento de las memorias de Celeste Mogador)

    Durante mi permanencia en aquella casa tuve ocasin de ejercitar mitemperamento belicoso con un hombre cuya gloria, aunque deslumbradora,quiz no sea bastante a borrar el recuerdo de su depravacin.

    Ocioso es advertir que no dir su nombre; pero si alguien le reconocea travs de estas pginas, mi conciencia permanecer tranquila. Nada meimporta hablar del trato que con l tuve, porque, como puede apreciarse, lahistoria de nuestros amores no consisti en un trueque de caricias vulgaresvendidas y compradas, sino que fue una serie continuada de violencias,discordias y engaos. La primera vez que le vi estaba yo de muy mal

    humor. Su presencia me caus una impresin que me sera difcil deexpresar. Cuando menos me lo esperaba, me dijeron que haba llegado unhombre a quien tena que presentarme, y segu a Fanny al saloncito. Deespaldas a la puerta, sentado junto a la chimenea, me encontr a unindividuo que ni siquiera se tom la molestia de volverse a mirarme. Tenael cabello rubio, era delgado, y ni bajo ni alto.

    Avanc un poco hacia l: vi que sus manos eran finas y blancas, y quecon una de ellas se golpeaba maquinalmente una rodilla. Plantme ante mivisitante, y l levant los ojos para verme. Ms bien que un hombre pareca

    un espectro. Observ aquella ruina prematura: apenas si el recin llegadorepresentaba treinta aos, a pesar de las arrugas que surcaban su semblante.- De dnde vienes?- me pregunt, cual si acabara de salir de un

    sueo-.No s quien eres.No contest, y l principi a jurar.

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    - Por qu no me respondes cuando te concedo el honor de hablarte?Me puse encarnada, y le dije:- Os pregunto yo acaso ni quin sois ni de donde vens? Es que se

    necesita alegar algn ttulo especial para presentarse ante vos? Pues notengo ninguno.

    El se qued impasible, sin apartar de m su mirada inexpresiva.Entonces yo me dirig a la puerta.- No os movis de ah!-me grit-.Os lo mando!Sin aguardar una palabra ms, sal del saloncito.Corr a contar a Fanny lo que ocurra, y ella se encogi de hombros y

    me dijo que haba hecho mal; que el seor de la chimenea era el mejoramigo de la casa; que le gustaba que le tratasen bien; que muchas veces sepasaba ocho das metido all; que sus mritos propios le disculpaban, y queera uno de los escritores ms grandes de su tiempo.

    - Ese hombre?-exclam sorprendida.- Ese hombre!- Pues convendra que escribiese peor y hablase mejor.Mi compaera Dionisia, que estaba delante, me advirti al odo:- Fanny le disculpa porque l le da a ganar mucho dinero. Pero es un

    hombre vil, brutal, indecente y borracho. Pobre de la que tiene ladesgracia de gustarle!

    Un tremendo campanillazo hizo retemblar la casa.

    Era ni enemigo, colrico porque le haba dejado solo.- No vayas-me dijo Dionisia.- Por qu no?-contest, mirando a Fanny de una manera irnica-. Me

    gusta eso de ver de cerca a un genio. Siempre se saca algn provecho conel trato de los hombres de talento.

    Y volv al saloncito.- Ests aqu por fin? En esta casa todos me obedecen. T me

    obedecers tambin. -Quiz.- Y sin quiz. Para empezar, vas a beber conmigo.

    Llam, y acudi Fanny.- A beber!-dijo el hombre.Fanny nos llev tres botellas y dos vasos.- Qu quieres tomar? Quieres ron, aguardiente o ajenjo?- Os lo agradezco, pero yo slo bebo refrescos, y ahora no tengo sed.- Y a m qu me importa eso? Quiero que bebas!

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    - No!-respond resueltamente.Jur como un templario; ech en su vaso ajenjo y lo apur de un

    trago.- Ahora, t! O bebes o te pego!Llen dos vasos y, tambalendose, me ofreci uno de ellos. Le vea

    avanzar hacia m, un poco inquieta por su amenaza, pero resuelta a noceder.

    Cog tranquilamente el vaso que me ofreca y tir el contenido a lachimenea. -Ah!-dijo, asindome de un brazo y obligndome a girar sobrem misma, aunque sin lastimarme-. Eres desobediente. Mejor! As megusta!

    Sac un puado de luises y, con un vaso lleno en la otra mano,insisti:

    - Bebe, y te los dar.- No bebo-repet.- Oh!-exclam riendo e inclinndose un poco-. Magnfico carcter:

    inaccesible al miedo y al inters! Lo mismo da. Me gustas como eres.Sintate junto a m, en este sof, y cuntame tu historia.

    Me sent sin hablar.- T has sido desgraciada y perseguida, verdad? Apostara a que, lo

    mismo que tus compaeras, eres por lo menos hija de un general. Respondecon franqueza: te gusta mi modo de ser?

    - Me repugna atrozmente.- Veo que no te pareces a las otras. Todas enloquecen por m. Pero,

    qu hemos de hacerle!No est en la mano de uno ser simptico. A las dems no puedo

    soportarlas, y t me pareces original y me encantas. Coge este oro: te lodoy, aunque no te lo has ganado. Ahora, djame.

    Vete!Me apresur a obedecer. Al salir, le mir y vi que llenaba un vaso de

    aguardiente. Dionisia me esperaba en la puerta.

    - Tena miedo-me dijo-de que te pasara algo. Dicen que pega cuandole contraran, y estaba aqu para auxiliarte si llegaba el caso.Le di las gracias con una sonrisa.En aquellos momentos me importaba poco la vida, y si me hubiera

    pegado aquel hombre por el placer de atormentarme o humillarme, creoque hubiese corrido ms peligro que yo.

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    Tanto le haba chocado mi menosprecio, que no poda vivir sin m. Ibaa verme dos o tres veces cada da. Tena momentos como de locura, en losque, sin motivo, me deca cosas infames. Esto me sacaba de quicio.Manifest que por nada del mundo me presentara ms a l, y brutalmenteme hicieron comprender que no era duea de mi voluntad. Entoncescomenc a tomar horror a mi ama. Agach la cabeza y baj al saloncito.Altivamente, sin esperar a que me dirigiera la palabra, exclam:

    - Qu queris de m? Por qu tenis empeo en verme? Vuestrapresencia no me inspira mas que asco. Si es durante vuestras noches deorga cuando escribs tan bellas cosas como las que he ledo esta maana,al da siguiente no debis de reconoceros como autor de ellas, y eso eslstima. Estis muy en carcter despreciando a la mujer y denigrndola.Sois menos que un perdido. No sois mas que un borracho! Quiz tengisrazn al desdearnos; pero, si la tenis, por qu no nos dejis en paz?

    Esperaba un poquillo recelosa el efecto de mi fogosa arenga, cuyoprincipio oy mirndome con ojos extraviados. Pero bien pronto meseren, pues al terminar advert que se haba quedado dormido en labutaca.

    Sal de puntillas.Creo que no me guard ningn rencor, porque al siguiente da pidi

    permiso para convidarme a comer. La seora se apresur a otorgrselo sinmi consentimiento. Yo procur tranquilizarme, confiada en que aquel

    individuo guardara sus extravagancias groseras para cuando iba a verme acasa, pero fuera de ella se respetara un poco ms y al libertino descaradolo reemplazara el hombre de gustos exquisitos.

    A las seis fue por m y me llev al Rocher de Cancale. Yo vesta untraje sencillsimo que estren precisamente aquel da, lo mismo que elsombrero. Me gustaban mis atavos, y estaba menos triste que de ordinario,quiz porque era la segunda vez que sala de la odiosa vivienda. En losprimeros momentos no dio ocasin a que me disgustara, exceptuadasciertas bromas de mal gusto, nada piadosas, que esquiv como pude.

    El criado que nos serva coloc en la mesa un sifn.Nadie pudiera sospechar la loca idea que pas por la cabeza de aquelhombre singular que me haba elegido por vctima de sus caprichos. Cogiel sifn como para echarse agua y, volvindolo hacia m, me puso hechauna sopa. Hay ocasiones y hay estados de espritu en que estas cosaspueden tolerarse, aun cuando sean como bromas pesadas. Pero yo estaba

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    tan harta ya y era tan desdichada, que el indudable acceso de locura meexasper. Derram un mar de lgrimas: de lgrimas de ira. Y mientras mslloraba yo, ms grandes y ms fuertes eran sus carcajadas.

    DOS NOCHES DE PASION

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    PRIMERA PARTE

    Era ya media noche y los salones de la condesa Gamianiresplandecan al brillo de las luces.

    Danzaban las parejas a los sones de una mgica orquesta. Tenan lostrajes el encanto de la elegancia y del color; deslumbraban las joyas.

    Llena de gracia, encantadora, desvivindose con sus invitados, ladama que daba la fiesta pareca llena de alegra por el xito de ella. Se lavea sonrer satisfecha a todas las palabras galantes y a los cumplimientosque se le prodigaban.

    Yo, firme en mi papel habitual de observador, haba notado ms deuna circunstancia que me haca no apreciar en la condesa el mrito quetodos le atribuan. Pronto med lo que vala como mujer de mundo.Faltbame disecar su ser moral, llevar el escalpelo al corazn, y, en estepunto, confieso que algo extrao y misterioso me detena, estorbando mideseo. Me daba una pena infinita aquel afn por conocer el fondo de laexistencia de una mujer de conducta enigmtica.

    Joven todava, duea de una fortuna inmensa, bella a los ojos de losms, esta mujer, sin familia, sin grandes amistades, sin preocuparse de losventajosos partidos que podan presentrsele, haba llegado a constituir uncaso raro en la vida mundana.

    La manera de ser de la condesa tena muchos comentaristas, y todosellos remataban en la maledicencia; unos vean en ella una mujer sin almay sin pasiones; otros la suponan herida por los desengaos, deseosa desustraerse en adelante a las decepciones amargas de la vida.

    Quise salir de dudas, y para ello puse a contribucin cuantos recursosme poda suministrar la lgica; pero todo fue en vano: no di con unaconclusin satisfactoria.

    Desorientado y aburrido, empezaba ya a pensar en otras cosas, cuandoescuch que, detrs de m, deca de pronto en alta voz un viejo libertino:

    - Bah! Es una trbada!Esta palabra fue como un rayo de luz en las tinieblas. Todo se

    encadenaba y se explicaba! Ya no exista contradiccin posible!Una trbada! Oh! Esta palabra resonaba en mi odo de un modo

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    extrao; suscitaba en mi espritu no s qu imgenes de voluptuosidadesmonstruosas y lascivas hasta el ltimo lmite. Era la furia lujuriosa, laviolenta y forzada lubricidad, el goce horrible que jams concluye, queams se harta!

    Intilmente pretenda desechar estas ideas, que en un momento meinflamaron en delirios orgisticos. Y crean ver mis ojos desnuda a lacondesa, en los brazos de otra mujer, con los cabellos sueltos y esparcidos,rendida, atormentada por un placer insaciable y abortado. Herva misangre, mis sentidos rugan y ca trastornado en un sof. Cuando me huberepuesto de la emocin pens serenamente lo que tena que hacer paraespiar y para sorprender a la condesa. Era preciso conseguirlo a todotrance.

    Decid vigilarla toda la noche, en su mismo dormitorio. La puertavidriera del tocador daba frente a la cama. Advert lo admirable de talobservatorio y, oculto entre unas ropas que all estaban colgadas, meresign pacientemente a esperar la hora de los sortilegios.

    No haba acabado de agazaparme, como queda dicho, cuando lacondesa Gamiani apareci y llam a su doncella, que era una muchachamorena y arrogante, a la que dijo:

    - Julia, esta noche no te necesito. Puedes acostarte. Si oyes ruido enmi cuarto no te molestes. Quiero estar sola.

    Acaso estas palabras presagiaban un drama. Estaba satisfecho de mi

    osada.El rumor del saln se fue debilitando poco a poco, hasta que al fin se

    qued sola la condesa con una amiga suya, la seorita fanny B***. Prontose hallaron ambas en la alcoba, ante mis ojos llenos de ansiedad y pasin.

    FannyQu contratiempo tan desagradable! Llueve a torrentes y no hay

    manera de encontrar un coche.

    GamianiTan desolada estoy yo como vos. para que todo venga mal, el mo se

    ha roto y hoy lo han llevado a componer.

    FannyMi madre estar inquieta.

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    GamianiPor ese lado no temis, querida Fanny. a vuestra madre le he avisado y

    sabe que pasis aqu la noche. Os doy posada.

    FannySois demasiado bondadosa! Os voy a molestar.

    GamianiMejor dirais que vais a ocasionarme un gran placer. Esta es una

    aventura inesperada, que me divierte Y no consiento que durmis sola enotra alcoba. Aqu nos quedaremos las dos.

    Fanny

    Por qu? Voy a perturbar vuestro sueo.GamianiNo andis con ceremonias Vaya! Seamos como dos amiguitas,

    como dos colegialas. Un beso lleno de dulzura sell el tierno desahogo.- Dejadme que os ayude a desnudaros sigui Gamiani-. Mi doncella se

    acost ya; podemos prescindir de sus servicios Estis prodigiosamenteformada! Es divino ese cuerpo!

    FannyLo encontris bien? Gamiani Lo encuentro delicioso! FannyEs que sois muy amable.

    GamianiOh! Portentoso! Qu blancura! Os tengo envidia!

    FannyPues en eso hacis mal, porque vos sois ms blanca.

    GamianiNo lo creis, niita! Quitaos toda la ropa, como yo. Qu timidez!Ni que estuvierais ante un hombre! As! Miraos en ese espejo En eluicio de Pars os hubierais llevado la manzana. Cmo sonre vindose tan

    hermosa! Merecis un beso en la frente otro en las mejillas otro enlos labios! Todo, todo, todo es celestial en vos!

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    La ardiente boca de la condesa se paseaba lasciva por el cuerpo deFanny. Confusa y temblorosa, Fanny, sin resistir, no saba lo que aquellosignificaba.

    Hacan una pareja deliciosa de voluptuosidad, de gracia, de lbricoabandono y tmido pudor. Podra decirse que haba cado un ngel en losbrazos de una bacante ebria.

    Cunta belleza entregada a mis ojos! Qu espectculo aquel parasacudir y aguijar el deseo en mis sentidos!

    FannyPero qu hacis? Dejadme, seora; os lo suplico!

    Gamiani

    No, Fanny ma, nia ma, vida ma,delirio mo! Eres demasiado hermosa! Ya lo ves: te amo! Te amo,

    te adoro, enloquezco por ti!En vano pretenda defenderse la joven. Los besos ahogaban sus gritos.

    Intil era toda resistencia. La condesa, cogindola, abrazndola, con elciego arrebato del deseo, la llev al lecho y la tendi sobre l como unapresa que iba a devorar.

    Fanny

    Qu os pasa? Dios mo, Dios mo! Seora! Esto es horrible!Voy a gritar! Dejadme! Me asustis!Besos ms quemantes an, ms apretados, respondan a su voz. Los

    brazos la enlazaban con ms fuerza, y los dos cuerpos parecan uno solo.

    GamianiFanny, entrgate a m, date a m toda entera, en cuerpo y alma!

    Toma mi vida! Tmala! Esto s que es gozar! Cmo tiemblas,nenilla! Oh, por fin, cedes!

    FannyNo! Hacis mal hacis mal! Me estis matando! Siento que me

    muero! GamianiS; aprieta bien tu cuerpo contra el mo! Apritalo, mi amor!

    Aprieta ms; ms fuerte! Qu hermosa ests en el placer! Embustera!Si gozas, si te gusta!

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    Mis ojos vieron un extrao espectculo. La condesa, con la miradallameante, sueltos y enmaraados los cabellos, sofocada y loca, secrispaba, ondulaba, se retorca sobre su vctima, cuya mrbida carne seexaltaba a su vez. Las dos mujeres se enlazaban y opriman fuertemente; sedevolvan sacudidas y empujes, y sus suspiros y sus gritos los apagaba unestallar de besos.

    Temblaba y cruja el lecho bajo la delirante exaltacin de la condesa,cuando Fanny, agotada, anonadada, dej al fin caer sus brazos y se quedinmvil y plida como una hermosa muerta.

    Jadeaba la condesa. La pasin la excitaba y no la hartaba. Frentica,furiosa, se lanz en medio de la alcoba, rod sobre un tapiz y all seenardeca con posturas lascivas, rabiosamente lbricas, y pretendaprovocar con sus dedos el paroxismo del placer

    No pude ms. Al cabo, esta visin trastorn mi cabeza.La indignacin y el asco me haban dominado un instante: pens

    surgir de pronto ante la viciosa mujer y echar sobre ella el peso de midesprecio. Pero la carne venci a la razn. Triunfaron los sentidos,poderosos, soberbios, anhelantes.

    Y me lanc, desnudo, sobre la hermosa Fanny, fuera de m, rojo comola grana, feroz como una bestia, apenas si ella haba tenido tiempo de darsecuenta de este nuevo ataque, cuando ya, triunfador, senta su cuerpoflexible y delicado agitarse y temblar bajo mi cuerpo, bajo mi vigorosa

    acometida.Nuestras lenguas se cruzaban ardientes, aceradas. Nuestras dos almas

    se fundan en una!

    FannyDios mo! Dios mo! Me estn matando!Y al lanzar esta queja, tuvo la hermosa un estremecimiento, dio un

    suspiro y me inund con sus favores.- Oh, Fanny!-exclam yo-. Espera, espera! Toma! Para t!

    Cre que lanzaba fuera de m todo mi ser. Cre que la vida entera seme iba.Qu estrago! aniquilado, como perdido en los brazos de Fanny, no

    haba sentido el ataque terrible de la condesa, que, vuelta en s por nuestrasvoces y por nuestros suspiros, arrebatada por la clera y la envidia, sehaba lanzado a quitarme a su amiga. Sus uas se clavaban en mi carne, sus

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    dientes me mordan rabiosos.Aquel doble contacto de las hembras sudorosas de placer, ardiendo de

    lujuria, aguzaba y multiplicaba mis deseos. Permanec firme y triunfante,unido a Fanny; en seguida, sin perder aquel cuerpo conquistado, y en laviolenta confusin de tres criaturas que se abrazan, se oprimen y ruedanenlazadas, logr asir fuertemente los muslos de Gamiani y abrirlos sobremi cabeza.

    - Aqu, Gamiani!-dije-. Acercaos! Apoyaos bien sobre los brazos.Gamiani adivin y obedeci, y pude a mi gusto posar mi lengua

    activa, devoradora, sobre su sexo abrasador.Fanny, como extasiada, trastornada, acariciaba blandamente el pecho

    palpitante que se mova por encima de ella. En un momento la condesa fuevencida.

    GamianiQu diablico fuego encendis! Es demasiado! Basta! Me

    ahogo!Y su cuerpo cay pesadamente de costado, como una masa inerte.Entonces Fanny, llena de exaltacin, me ech al cuello los brazos, me

    oprimi fieramente, cruzndome sus piernas sobre los riones.

    Fanny

    Ven, ven! Conmigo! -dijo-. Todo t para m! Ms despacioDetente As! No; ms aprisa! Anda! Oh, ahora! Ya! Ya! Estoy inundada! Estoy

    Nos quedamos el uno sobre el otro, rgidos, inmviles; las bocasentreabiertas confundan sus alientos casi extintos.

    Poco a poco volvimos de aquel enervamiento. Nos incorporamos lostres y nos miramos de una manera estpida.

    Avergonzada de sus arrebatos, la condesa cubri su desnudez a todaprisa. Fanny se agazap bajo la sabana; en seguida, como un nio queadvierte su diablura cuando es ya irremediable, se ech a llorar. Gamianiempez a apostrofarme.

    GamianiCaballero, nos habis sorprendido de un modo miserable! Vuestra

    accin es una asechanza odiosa, una infame cobarda. Me habisavergonzado.

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    Yo quise defenderme.

    GamianiAh, caballero! Sabed que una mujer no perdona jams a quien

    sorprende sus debilidades.Contest como pude. Alegu una pasin funesta e invencible, que ella

    haba exasperado con su frialdad hasta impulsarme a la traicin y a laviolencia.

    - Adems-aad-, no podis creer que llegue yo a abusar de estesecreto, que debo a la casualidad ms que a mi propio atrevimiento. Eso,ams! Sera una cosa demasiado innoble. Confieso que en mi vida

    olvidar estos ciegos arrebatos; pero guardar para m slo su recuerdo. Sifui culpable, pensad en que no pude dominar mi corazn; y aun ser mejorque pensis nicamente en las delicias que hemos gustado juntos y quepodemos gustar todava.

    Me dirig despus a Fanny, mientras que la condesa, fingiendo unatremenda desolacin, se cubra el rostro con las manos.

    - Serenaos, seorita-le rogu-. No es absurdo llorar en medio delplacer? Pensad tan slo en la suprema dicha que hace un instante nos una.Que ese goce inefable quede en nuestra memoria como un ensueo defelicidad, que es nuestro solamente y que slo nosotros conocemos! Os louro! Jams amargar el recuerdo de mi ventura confindoselo a nadie.

    Extinguise la clera; se agotaron las lgrimas. Comomaquinalmente, volvimos a enlazarnos, a oprimirnos, mientras salan denuestras bocas palabras de locura y besos de pasin.

    - Que ninguna inquietud nos turbe, hermosas mas! Entregumonossin recelo, sin temor, a la suprema dicha, cual si fuera esta nuestra ltimanoche.

    Gamiani rugi entonces:- La suerte est echada! A gozar! Ven, Fanny, ven! Quiero

    morderte, quiero beberte, quiero aspirarte hasta la mdula! Y vos,

    Alcides, qu soberbio macho!- No me deseis, Gamiani?-dije yo-. A vos os toca ahora.Menospreciis este placer que yo puedo brindaros; pero ya lo bendeciriscuando lo hayis gustado y saboreado. Quieta, tendida! Echad hacia delantela parte que yo quiero atacar Oh, qu belleza, qu actitud! Ligera,fanny! Ayudad a la condesa! Guiad vos misma esta lanza terrible, esta

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    encendida lanza. Abrid la brecha! Firme! Ah, Gamiani, Gamiani,esquivis el placer!

    La condesa se retorca como una endemoniada, ms ocupada de losbesos de Fanny que de mi ardiente empuje. Aprovech yo entonces unmovimiento que deshizo el grupo, y volviendo el cuerpo de Fanny sobre elde la otra mujer, la ataqu briosamente. Los tres quedamos confundidos,abismados en un profundo xtasis

    GamianiAlcides, qu traicin! Me habis abandonado de repente Os

    perdono! Comprendisteis que ibais a desperdiciar vuestro vigor con unainsensible. Qu voy yo a hacerle? Tengo la triste condicin de estar enpugna con la naturaleza. No soy capaz de un dulce ensueo. Slo siento lohorrendo, lo extravagante. Persigo lo imposible. Es espantoso!Consumirse, extenuarse en constantes decepciones! Desear siempre y nosaciarse nunca! Soy vctima de mi imaginacin Soy una desdichada.

    Haba en este lamento una pena tan viva, una expresin tan honda dedesventura, que al escucharlo me sent lleno de piedad. Aquella depravadamujer sufra hasta el punto de inspirar conmiseracin.

    - Tal vez-le dije-vuestro estado sea pasajero. Sin duda os entregisdemasiado a lecturas perniciosas.

    GamianiAh, no, no! No es ma toda la falta. Oidme y me tendris compasin.Quiz me disculpis.

    Yo fui educada en Italia por una ta que qued viuda muy joven.Cumpl los quince aos sin tener del mundo otra idea que la idea terrorficaque sobre l nos inspira la religin, y pasaba mis das pidiendo a Dios queme librase del infierno.

    Mi ta fomentaba este miedo, en lugar de atenuarlo. Era hosca y seca.Jams me dio una prueba de ternura. Slo algunas maanas, llamndome asu lecho, me miraba dulcemente y me deca palabras afectuosas; meapretaba contra su seno, contra sus muslos y me estrujaba de repente enabrazos convulsivos An creo estar vindola agitarse, retorcerse, echarla

    cabeza hacia atrs y prorrumpir en una risa loca. Yo senta entoncesuna tremenda angustia, creyndola atacada de epilepsia.

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    Un da tuvo aquella mujer una entrevista con un fraile capuchino, ydespus me llamaron y el reverendo padre me dirigi este discurso:

    - Hija ma, ya vais siendo grandecita y es hora ya de que el demoniode la tentacin ponga en vos los ojos. pronto sentiris sus ataques. Si noestis pura y sin mancha, os herirn sus flechas; pero si os hallis limpia depecado, seris invulnerable. Nuestro Seor redimi al mundo por mediodel dolor, y tambin vos por el dolor lavaris vuestras culpas. Preparaos aexperimentar los sufrimientos de la redencin. Pedid a Dios la fuerza y elvalor necesarios, porque esta noche seris puesta a prueba Id en paz, hijama.

    Ya mi ta me haba hablado, unos das antes, de las torturas y laspenitencias indispensables para conseguir el perdn de los pecados. Meretir atemorizada con aquel anuncio del fraile. As que me vi sola, quiserezar y elevar mi alma al cielo, pero no pude; mi alma estaba aterrada porel espanto del suplicio que me esperaba.

    Mi ta acudi a buscarme a media noche. Me orden que medesnudara, me lav de pies a cabeza y me ech una amplia bata negra,cerrada por el cuello y abierta por detrs. Vistise ella lo mismo y ambassalimos de nuestra casa en coche.

    Al cabo de una hora me vi en una vasta sala, tapizada de luto yalumbrada con una sola lmpara, suspendida del techo.

    - Arrodillaos, sobrina. Disponos para la oracin y soportad con

    nimo todo el mal que Dios os enve.Apenas hube obedecido, se abri una puertecilla. Un fraile,

    encamisado como nosotras, se acerc a m y refunfu no s qu cosa.Luego me separ el vestido y me dej la grupa al descubierto.

    Lanz un suspir casi imperceptible, enardecido sin duda a la vista demis carnes. Su mano fue pasendose por ellas complacida, se detuvo en lasnalgas y acab por posarse ms abajo.

    - Por aqu peca la mujer: por aqu ha de sufrir!-dijo con cavernosavoz.

    Apenas proferidas estas palabras, me sent azotada por unasdisciplinas de recios nudos y con pinchos de hierro. Abracme alreclinatorio y quise en vano ahogar los gritos. Pero el dolor era tan grande,que al cabo ech a correr por la sala clamando:

    - Piedad, piedad! No puedo resistir este martirio! Mejor quieromorir. Tenedme compasin!.

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    - Miserable! Cobarde!-dijo mi ta, indignada-. Miradme a m,mirad lo que yo hago! Y as diciendo, se quit su tnica, se qued desnuda,se ech de bruces y esper el azote con los muslos levantados.

    Cay sobre ella una lluvia de golpes. El verdugo era implacable. Lascarnes empezaron a sangrar.

    Mi ta, impasible, inquebrantable, peda a cada momento:- Pegad! Pegad ms fuerte! Ms fuerte todava!Esta visin me trastorn. Sent de pronto un valor sobrehumano y dije

    que me hallaba pronta a sufrir todo cuanto quisieran.Mi ta se alz del suelo y me cubri de apasionados besos, mientras el

    fraile me ataba las manos y me pona sobre los ojos una venda. Qudeciros, en suma? Comenz nuevamente mi suplicio, ms terrible an;pero yo tena embotada la carne; no senta nada; nicamente, en medio delchasquido de los azotes, crea escuchar como aullidos confusos, ypalmoteos de manos sobre cuerpos desnudos, y risas insensatas, risasnerviosas, convulsivas, denunciadoras del placer sensual. A veces, la vozde mi ta, delirante de voluptuosidad, dominaba el orgistico concierto, laextraa algaraba, la saturnal de sangre.

    Ms tarde pude comprender que el espectculo de mi tormento servapara despertar y azuzar los apetitos. Cada uno de mis apagados ayesprovocaba un espasmo de lujuria.

    Extenuado, sin duda, a fuerza de golpearme, acab mi verdugo. Yo

    segua inmvil, abrumada de espanto, resignada a la muerte; sin embargo,a medida que me iba recobrando, experimentaba un desasosiego singular,que estremeca e inflamaba mi carne. Me agitaba lbricamente, como siquisiera satisfacer un afn insaciable. De pronto, me enlazaron dos brazosmusculosos; sent una cosa dura, rgida, caliente, que me punz en lagrupa, se desliz hacia abajo y penetr en m ser violentamente. Pens queme abran en dos pedazos. Lanc un grito horroroso, apagado al punto porlas carcajadas. Dos o tres terribles envites acabaron de hundirme todaentera aquella cosa dura y desconocida. Las recias piernas de mi enemigo

    pegbanse a las mas llenas de sangre; me pareca que nuestros cuerpos seapretaban para fundirse en uno. Hinchbanse mis venas y saltaban misnervios. El vigoroso roce que senta, obrado con increble agilidad, medaba tal calor, que cre que lo que haba hendido mi ser era un hierrocandente.

    Ca en un xtasis; me vi en el cielo. Un licor tibio y viscoso me

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    inund de pronto, penetr mis huesos, lo sent hasta en la mdula Oh,era demasiado! Entonces, mi organismo se hizo una fuente viva; corri porl un fluido devorador como la lava ardiente y, con sacudidas frenticas,furiosas, di salida a aqul ro que me abrasaba y me derrumb, extenuada,en un abismo de deleite infinito.

    FannyEs un cuadro diablico!

    GamianiFalta algo todava.Mi goce se cambi muy pronto en un atroz dolor. Fui inhumanamente

    maltratada. Ms de veinte frailes cayeron sobre m, como hambrientos

    canbales. Perd el sentido; mi cuerpo quebrantado, destrozado, quedtirado en tierra, como un cadver. Al fin me trasladaron medio muerta a micama.

    FannyQu espantosa crueldad! GamianiOh! S, espantosa. Ms espantosa an, porque ella decidi mi

    porvenir. Vuelta a la vida, a la salud, comprend la perversidad horrible demi ta y de sus criminales compaeros, cuya lujuria haban enardecido mis

    torturas. Jur un odio mortal a aquellos miserables, y este odio, en mivenganza y en mi rabia, se lo guard a todos los hombres. Siempre mesublev la idea de soportar sus odiosas caricias. Jams quise servir de viluguete a sus deseos.

    Mi naturaleza era ardiente; haba que satisfacerla, y por instinto ca enel hbito, triste y enervador, del goce solitario, hasta que lleg el da enque me cur de l con las doctas lecciones de las hermanas del convento dela Redencin. La fatal ciencia en que son ellas maestras me perdi parasiempre.

    En llegando a este punto de su relato, ahogaron los sollozos laentrecortada voz de la condesa.

    Locura era pensar que mis caricias pudiesen nada sobre aquella mujer.Por variar dentro del mismo tema, me dirig a Fanny.

    AlcidesA vos os toca ahora, bella asombrada. En una sola noche habis sido

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    iniciada en no pocos misterios. Vamos, contadnos vos cmoexperimentasteis las primeras delicias sensuales!

    FannyYo? No me atrevo, lo confieso.

    AlcidesVaya, no es esta la ocasin ms a propsito para andar con pudores.

    FannySi no es pudor. Es que despus de este relato que ha hecho la condesa,

    lo que contara yo sera insignificante.

    AlcidesEsa no es excusa. No nos ha unido, entregado y confundido lalujuria? Despus de hacerlo todo, todo lo podemos decir.

    GamianiVamos, nenilla ma! Toma un beso, dos, ciento, si son precisos para

    decidirte! Mira a tu enamorado Alcides: de nuevo te amenaza!

    FannyNo, no, Alcides; dejadme! No puedoms! Piedad! Os lo suplico! Sois demasiado ardiente, Gamiani!

    Alcides, apartaos!

    AlcidesNo hay cuartel, vive Dios! Me lanzar al asalto a sangre y fuego si no

    nos regalis con el poema de vuestra doncellez.

    FannySi me obligis

    Gamiani y AlcidesS! S!

    FannyLlegu a los quince aos en completa inocencia, os lo aseguro. Ni

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    siquiera una vez se me haba ocurrido pensar en las diferencias que hubieraentre hombres y mujeres. Y as viva ignorante, feliz sin duda, cuando, unda caluroso, hallndome sola en mi casa, sent como deseo, ms quedeseo, necesidad de expansionarme, de estar a mis anchas.

    Me despein, me quite algunas prendas, me afloj otras y me tumbcasi desnuda en un divn Oh, me da vergenza contarlo! Principi aretorcerme, a desperezarme, a estirarme; ech un muslo a un lado, otro alotro, y me volva y me revolva en todos sentidos y, sin darme cuenta,adoptaba las posturas ms impdicas.

    El divn era de cuero. Su frescura me caus una agradable sensacin,un voluptuoso contacto en todo el cuerpo. Respiraba mi gusto en unambiente suave, dulcemente penetrante. Me senta sumergida en undelicioso xtasis. Me pareca que una existencia nueva inundaba todo miser; pensaba que era ms fuerte y ms grande; que aspiraba un soplodivino; que floreca como un capullo nuevo que abre sus hojas bajo losrayos de un hermoso sol.

    AlcidesEstis potica, Fanny.

    FannyNo. Os pinto exactamente mis sensaciones. Erraba complacida mi

    mirada sobre mis formas; revolaban mis manos por mi garganta y por miseno, y an anduvieron ms. Se detuvieron ms abajo y ca, sin quererlo, enun profundo ensueo.

    La palabra amor y la palabra amante acudan sin cesar a miimaginacin con un sentido inexplicable. Acab por hallarme como sola,aislada, perdida en la tierra. Olvid que tena padres, amigos. Sent unvaco espantoso.

    Al fin me levant, mirando con tristeza en deredor.Me qued un rato pensativa, con la cabeza melanclicamente

    desmayada, las manos juntas, los brazos abatidos. Y luego,contemplndome, examinndome, palpndome, me pregunt si todoaquello no tena un designio, no era para un fin Instintivamente advertaque me faltaba algo que no saba yo precisar, pero que buscaba y queracon toda el alma.

    Deba de tener aire de extraviada, porque a veces rea insensatamente;

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    se abran mis brazos, como para estrechar un ser imaginario; llegaba hastaa estrujarle. Me tocaba mis carnes, me acariciaba; necesitabaimprescindiblemente algo tangible, un cuerpo que coger, que apretar. Enmi alucinacin me abrazaba a m misma, creyendo juntarme a otro.

    A travs de las vidrieras se divisaban a lo lejos los rboles y el csped,y sent el ansia de correr a revolcarme por la tierra o de perderme por elaire entre las hojas. Miraba el cielo y habra querido volar por los espacios,fundirme en el azul, desvanecerme en los celajes, en las nubes, en elhorizonte

    Fuera de m, me lanc sobre los cojines. Ya oprima el uno entre mismuslos, ya coga el otro entre mis brazos y lo besaba con locura, loabrazaba frentica y hasta le sonrea: tan grande era la sugestin de missentidos. De pronto, me par, me estremec. Cre que me deshaca, que meacababa. Ay!-exclam, Dios mo, qu me sucede? y me alc llena deespanto.

    Me vi toda mojada. No pude comprender lo que era aquello. Pens queestaba herida, tuve miedo y me hinqu de rodillas, pidiendo a Dios que meperdonara si haba cometido un pecado.

    AlcidesDeliciosa inocente! No confiasteis a nadie lo que tanto miedo os

    produjo?

    FannyNo; jams me atrev! Hace una hora, todava ignoraba por qu fue

    todo aquello. Vosotros dos me habis descifrado el enigma.

    AlcidesFanny! Esa confesin me lleva al colmo de la felicidad. Toma otra

    nueva prueba de mi amor, encanto mo! Ayudadme, Gamiani,aguijoneadme, para que inunde de celeste roco a esta flor temprana.

    GamianiQu ardor! Qu fuego! Fanny, te sientes desmayar! Oh, est

    gozando, est gozando!

    FannyAlcides! Alcides, me muero! Me Y el goce nos llenaba de

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    embriaguez, nos transportaba al cielo.Tras un breve reposo, calma de los sentidos, me lleg a m la vez de

    referir la iniciacin de mi vida sensual, y lo hice de este modo:- Nac de padres robustos y jvenes. Mi infancia fue feliz, libre de

    lgrimas y de enfermedades. A los trece aos estaba hecho un hombre y yasenta los impulsos lascivos.

    Destinado a la carrera eclesistica, educado en el rigor de una absolutacastidad, combata con todas mis fuerzas los acicates del deseo; mi carnedespertaba, se irritaba, fuerte, imperiosa, y yo la maceraba sin piedad. Meconden a un ayuno riguroso; pero por la noche, entre sueos, sedesahogaba mi naturaleza y yo me espantaba de ello como si cometiera unhorrendo delito. Redoblaba mis abstinencias y pona el alma entera en huirde toda idea pecaminosa. Este interior combate me atormentaba sin cesar.La forzada continencia dio a mis sentidos una tensin, una excitacin, unaextremada sutileza que antes nunca tuvieron.

    Sufra frecuentes vrtigos. Senta que todo daba vueltas en torno moy que yo tambin giraba. Cuando el azar pona alguna mujer ante mis ojos,me pareca que estaba iluminada por una luz tan viva como el fulgor de unrayo. Mi humor vital, cada vez ms caldeado y abundante, me aflua a lacabeza y la incendiaba, y por eso el cristal de mis pupilas sufra como unaespecie de espejismo raro y deslumbrador.

    Llevaba varios meses en tal estado, cuando, cierta maana, de repente,

    sent en todos mis miembros una violenta contraccin, a la que sigui unmovimiento convulsivo como el que suele preceder a los transportesepilpticos Volvieron los deslumbramientos con ms fuerza quenunca Primero vi un crculo negro que giraba ante m vertiginosamente,y se agrandaba, y se haca enorme. Luego brot del centro de la sombra unallama viva y rpida que lo alumbr todo. Descubr un horizonte inacabable,de inmensos cielos encendidos, atravesados por millares de cohetesvoladores que se rompan en una lluvia de oro y en chispas de zafir y deesmeralda.

    Se extingui el fuego y le sucedi una luz tenue y aterciopelada. Mepareca nadar en el resplandor suave de un plido rayo de luna de esto. Desbito, en el punto ms lejano, surgieron vaporosas, areas, como unenjambre de doradas mariposas, miriadas infinitas de chiquillas impberesdesnudas, deslumbradoras de frescura, transparentes como estatuas dealabastro. Venan, corran, volaban hacia m.

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    Yo me lanc al encuentro de mis slfides; pero ellas huan riendo yugueteando; sus grupos deliciosos se fundan un momento en el azul, y

    reaparecan ms gozosas y radiantes; formaban como ramilletes hechicerosde figuras de encanto, que tenan todas para m una risa placentera y unamirada alegre y maliciosa.

    Poco a poco las jvenes impberes se fueron eclipsando y vi que seacercaban muchas mujeres en la edad del amor y la pasin.

    Las unas eran vivas, animadas, de mirada de fuego, de pechospalpitantes; las otras, delicadas, plidas, como las vrgenes de Osin. Suscuerpos frgiles, voluptuosos, se dibujaban entre gasas; parecan desmayarde languidez; me abran sus brazos, sin que los mos pudieran alcanzarlas.

    Me agit, ardiendo de lujuria, en el lecho; me ergu sobre las piernas,sacudiendo soberbiamente mi glorioso prapo. Habl de amor, de goce, conlas palabras ms soeces; mis recuerdos clsicos se mezclaron a mis sueos;vi a Jpiter echando fuego y a Juno que acuda a empuarle el rayo, y vi atodo el Olimpo en celo, en loca confusin y algaraba. Vi despus unaorga, una bacanal del infierno. Era una caverna profunda y tenebrosa,alumbrada por pestilentes teas, cuyos resplandores rojizos, verdosos yazulados, caan sobre cien diablos espantosos, de formas de macho cabro yde actitudes grotescamente lbricas.

    Unos, lanzndose desde la cuerda de un columpio, soberbiamentearmados, caan sobre una mujer, la penetraban con su dardo y le causaban

    la horrible convulsin de un goce repentino. Otros, ms retozones, echabanboca abajo a una vieja beata y, riendo locamente, a martillazos le hundanentre las nalgas un nervudo prapo. Y an haba algunos que, mecha enmano, ponan fuego a un can, del que sala un miembro espantoso, quereciba impertrrita, con los muslos abiertos, una frentica diablesa.

    Los ms traviesos de la tropa ataban por las manos y los pies a unafuriosa mesalina, y ante ella se entregaban a todas las lascivias, a losplaceres ms desenfrenados. La desdichada se retorca jadeante, echandoespumarajos por la boca, vida de un placer que no poda alcanzar.

    Aqu y all, mil menudos diablillos, feos, saltarines, trepadores, iban,venan, chupaban, pellizcaban, mordan, bailaban, daban vueltas en corro.Todo eran risas, carcajadas, gritos, suspiros, desmayos, freneses delujuria.

    En un lugar ms elevado, los diablos de mayor categora entretenanseovialmente en parodiar los misterios de nuestra santa religin.

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    Una monja desnuda, arrodillada, con la mirada dulcemente perdidacomo en xtasis, reciba con mstica uncin la blanca hostia que le ofrecaen la punta de su tremendo hisopo un gran diablo con bculo y con mitraepiscopal cada sobre una oreja. Ms all, una diableja reciba a oleadas enla cabeza el bautismo de la vida, en tanto que otra, hacindose lamoribunda, era despachada con una horrenda profusin de santo vitico.

    Un seor diablo, llevado majestuosamente en andas, balanceabaorgulloso el enrgico signo de su goce ertico satnico, y de vez en vezesparca a chorros el licor bendito. Todos

    s prosternaban a su paso. Era la procesin del Santo Sacramento!Pero, de pronto, suena una campanada, y al instante se juntan los

    diablos, se agarran por las manos formando un corro inmenso y empiezan agirar vertiginosamente. Sucumben los ms dbiles en el furioso galopar deaqul desenfrenado torbellino. Su cada da en tierra con los otros; es unahorrible confusin, una atroz mescolanza de grotescos enlaces yapareamientos monstruosos; un caos inmundo de rendidos cuerpos,manchados de lujuria, que al fin viene a ocultar el velo de una ftidahumareda.

    GamianiPintis a maravilla, Alcides. Estara muy bien en un libro vuestro

    ensueo.

    AlcidesQu queris? De algn modo hay que pasar la noche Escuchad: lo

    que sigue no es ya una fantasa, sino la realidad.Despus de aquello ca en un letargo. Cuando me recobr del acceso

    terrible y abr los ojos vi a tres hermosas jvenes, sin ms ropaje que unablanca tnica, sentadas cerca de mi lecho. Pens que me duraba el vrtigoan; pero enseguida me advirtieron de que el mdico, comprendiendo mimal, haba determinado usar el remedio nico que poda curarme.

    Cog primeramente una mano blanca y gordezuela y la cubr de besos.Unos labios frescos y rojos posronse en mi boca. Aquel contacto deliciosome electriz; sent todo el ardor de un rapto de demencia.

    - Hermosas mas-clam-, quiero gozar, gozar hasta el delirio, moriren vuestros brazos! Prestaos a mi arrebato, a mi locura!

    Y arrojando lejos de m las ropas de la cama, me tend en ella, con una

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    almohada bajo los riones. Soberano y radiante alzbaseme el prapo!- T, morena graciosa, la del pecho blanco y firme, sintate al

    extremo del lecho, junta tus piernas con las mas! As! Lleva mis piescontra tu seno y rzalos pausadamente con esos lindos botones de amor!Oh, qu delicia!

    - T, dulce rubia de los azules ojos, ven a m, a ser mi reina!Colcate a caballo sobre

    el trono, empua el inflamado cetro y hndelo todo entero en tusdominios! Uf, no tan pronto! Espera Ve despacio y cadenciosa comoun jinete al trote corto, y prolonga el placer. -Y t, tan mocetona, tanhermosa, la de la carne esplndida, la de soberbio cuerpo, abre tus muslossobre mi cabeza! brelos ms! Ms an! Que mis ojos te vean, miboca te devore, mi lengua te penetre a su sabor! Qu haces as, derecha?Inclnate hacia m para que pueda acariciarte el pecho.

    E iba a inclinarse sobre m la hermosa, cuando le grit la morena:- No; conmigo, conmigo!Y le mostr su lengua gil, aguda como un estilete veneciano.- Ven, ven-sigui-para que yo me coma tus ojos y tu boca! As te

    quiero: ardiendo! Ponme aqu el dedo! Aqu! Ve despaciodespacio!

    Y las tres se movan, se agitaban y me excitaban al placer.Yo miraba extasiado la viva lucha, los lascivos movimientos y las

    inverosmiles posturas. Los gritos, los suspiros se mezclaron; por misentraas corra fuego; todo mi ser se estremeca; mis dos manos palpabandos manzanas de carne o iban frenticas, crispadas, a buscar y tentarencantos ms recnditos. Pronto las reemplaz mi boca: chupabavidamente, roa, morda. Y al or un grito para que detuviera mi hambreasesina, redoblaba el ansia.

    Este exceso acab conmigo. Mi cabeza cay pesadamente.- Basta, basta!-ped.Las tres hermosas perdieron a la vez el equilibrio y el sentido. Se

    desplomaron sobre m agotadas, expirantes, y me sent inundado.GamianiQu delicias habis gustado, Alcides! Os envidio!-Y t, Fanny?

    Ah, la insensible! parece dormida.

    Fann

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    Dejadme, Gamiani; apartad esa mano que me agobia. Estoy rendidaMuerta Dios mo, qu noche! Durmamos Me

    La pobre nia bostezaba, se revolva, se haca un ovillo en un rincn

    del lecho.Pretend reanimarla.- No, no-me dijo la condesa-. Comprendo lo que sucede. Yo, en

    cambio, tengo otro temperamento. Siento una irritacin, un tormento, unafn Lo vis? Desear, siempre desear hasta morir! Vuestros doscuerpos que me rozan, vuestras historias, vuestro ardor, me excitan, mearrebatan. Tengo un infierno en la imaginacin, un incendio en el cuerpo.No s ya qu inventar para saciarme.

    AlcidesQu hacis, Gamiani? Os levantis?

    GamianiNo puedo ms, me abraso Querra S, s, agotadme an ms!

    Estrujadme, golpeadme! Oh, no poder gozar!Rechinaban sus dientes, y sus ojos giraban, espantosos, en las rbitas;

    toda ella temblaba. Daba miedo verla.Fanny se levant sobrecogida. Yo pens que Gamiani iba a caer con

    una convulsin. En vano la cubr de besos sus partes ms tiernas.

    Cansronse mis manos de macerar a la implacable furia, cuyos canalesespermticos estaban agotados o cerrados. Llegu hasta hacer saltar lasangre sin lograr el espasmo.

    GamianiMe voy Dormid!Y diciendo esto se tir de la cama, abri una puerta y desapareci

    AlcidesQu quiere? A dnde va? Lo adivinis vos, Fanny?

    FannySilencio, od! Qu gritos! Va a matarse! Dios mo, la puerta

    est cerrada! Oh! Se ha metido en la alcoba de Julia. Esperad: allarriba hay un hueco con una vidriera; podremos verlo todo. Acercad el sofy coloquemos encima estas dos sillas.

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    Nos subimos en ellas. Qu espectculo, santo Dios! A la luzmortecina de una lmpara, la condesa, con los ojos desencajados,espumeante la boca, los muslos llenos de esperma y de sangre, serevolcaba jadeando sobre un tapiz hecho de piel de gato; se restregaba losriones por el tapiz con una rapidez inconcebible; algunas veces sacudalas piernas en el aire y se sostena casi recta sobre la cabeza en unainverosmil cabriola, para caer nuevamente, riendo con espantosascarcajadas.

    GamianiJulia, ven! Ven! Voy a volverme loca! Ven mujer del demonio!

    Quiero morderte!Y Julia, desnuda como la condesa, pero fuerte, pujante, cogiendo las

    dos manos de su ama, se las at, y le at luego los pies, de modo queapenas si poda volverse.

    La lascivia lleg entonces al colmo; las convulsiones de Gamiani meespantaban. Julia, sin demostrar sorpresa alguna, danzaba, saltaba comouna posesa, se excitaba al placer y al fin caa rendida en un silln.

    La condesa segua con la mirada todos sus movimientos. Suimpotencia para intentar idnticos transportes y gustar la mismaembriaguez, redoblaba su furia: era un Prometeo hembra, desgarrada porcien buitres a la vez.

    GamianiMe doro! Aqu, me doro!A esta llamada, un enorme perrazo sali de su escondrijo, lanzse

    sobre la condesa y se puso a lamerle vidamente el cltoris, cuya puntasurga inflamada y roja.

    La condesa exhalaba agudos ayes forzando el tono en proporcin de laintensidad del placer. Se abra podido calcular y medir las gradaciones delos cosquilleos que estremecan el cuerpo de la desenfrenada Calimanta.

    De pronto, grit: -Leche! Leche! Leche!No acertaba yo a adivinar lo que quera decir aquella exclamacin,

    verdadero grito de angustia y de desmayo, cuando vi a Julia reaparecerarmada de un gran miembro varonil, portentosamente imitado y lleno decaliente leche que, al oprimir la doncella un resorte, saltaba hasta diezpasos. Con dos correas se adapt el lbrico aparato al sitio conveniente. El

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    garan mejor provisto, en todo el mpetu de su poder de macho, no habrapodido ostentar tal grandeza, o, por lo menos, tal grosor. Nunca llegu apensar que la imponente mquina lograse penetrar el cuerpo de Gamiani.Pero, Oh sorpresa!, cinco o seis ataques de una desaforada intensidad,acompaada de delirantes gritos, bastaron para sepultar, para enterrar elformidable prapo. Se hubiera dicho que la condesa era vivienterepresentacin de la Casandra de Casani.

    Las dos mujeres se entregaron a un acompasado vaivn, ejecutado conhabilidad maestra. De pronto, el can, libre ya y siempre dcil a su leccin,tirse sobre Julia, cuyas caderas entreabiertas y oscilantes dejaban ver elms dulce regalo. Tanto y tan bien obr Medoro, que Julia se detuvo derepente y se qued rendida de placer.

    Irritada por esta detencin, que acrecentaba su dolor y difera su goce,la infeliz condesa juraba y maldeca fuera de s.

    Vuelta al sentido la doncella, recomenz con ms vigor que nunca.Por una sacudida violenta de su ama, por sus ojos cerrados, por su alientoanhelante, comprendi que el momento supremo se acercaba. Sus dedosoprimieron el resorte.

    GamianiAh! Para! Basta! Me deshago! Por fin! Ay!Lujuria del infierno! Yo no haba tenido el valor de abandonar mi

    observatorio. Senta perdida la razn, fascinados los ojos. Aquellosarrebatos furibundos, aquellos xtasis brutales me lanzaron a un vrtigo: yano haba en m ms que sangre incendiada, revuelta, atropellada, y lujuria yviolencia y desenfreno. Estaba bestialmente furioso de amor. El semblantede Fanny tambin se haba mudado por completo. Sus pupilas inmviles seclavaban en m; sus brazos rgidos se me tendan ansiosos; sus labiosentreabiertos, sus dientes apretados, indicaban toda la espera de unasensualidad delirante, que toca el paroxismo del ansia del placer y pide lalocura.

    Apenas llegados al borde del lecho, nos lanzamos de un salto unocontra otro, como fieras encarnizadas. Nuestros dos cuerpos se opriman,se rozaban, se electrizaban. Entre convulsivos abrazos, hirientes gritos ymordiscos frenticos, tuvimos un odioso apareamiento; apareamiento de lacarne y de los huesos, goce de brutos, rpido, abrasador, en que nuestranaturaleza, en lugar de semilla, daba sangre. El sueo apag al fin todos

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    estos furores.Despus de cinco horas de bienhechora calma, despert yo el primero.Ya el sol brillaba en todo su fulgor. Sus rayos traspasaban

    alegremente las cortinas y jugueteaban en dorados reflejos sobre lostapices magnficos y las joyantes sedas de la alcoba. Este encantadordespertar, coloreado, potico, despus de aquella noche inmunda, medevolvi el sentido de m mismo. Me pareci que haba salido de unapesadilla espantosa y que tena junto a m, entre mis brazos, bajo mi mano,un seno dulcemente conmovido, seno de lirios y de rosas, tan joven y tanfrgil y tan puro, que solo con poner en l los labios se debera sentir temorde que se marchitara. Oh, qu deliciosa criatura! Fanny, dormida, semi-desnuda sobre el revuelto lecho, converta en realidad los ms bellosideales. Graciosamente reposaba la cabeza sobre el curvado brazo; su perfilse acusaba suave y casto como en un lienzo de Rafael; su cuerpo, en cadauno de los rosados miembros y en el armonioso conjunto, era de unabelleza prestigiosa.

    Era una voluptuosidad incomparable deleitar a placer la vista entantas gracias, y al mismo tiempo daba compasin pensar que aquellanoche de impureza haba bastado para agostar la virgen de quinceprimaveras. Frescura, gracia, juventud, todo lo haba destrozado la orga.El alma tierna y cndida, el alma hasta entonces mecida dulcemente por lamano de un ngel, estaba ya entregada para siempre al demonio de la

    concupiscencia; sin ilusiones, sin ensueos, sin un primer amor Todoperdido! Todo!

    La pobre nia despert sonriente. Crea encontrar su amaneceracostumbrado, sus dulces pensamientos, su inocencia Pero, ay!, me vio.Aquel no era su lecho ni aquella era su alcoba. Su dolor parta el corazn.La ahogaba el llanto. Yo la miraba conmovido, avergonzado. La tena entremis brazos. Sorba cada una de sus lgrimas como un nctar de amor.

    Ya no hablaba la carne; mi alma se derramaba toda entera y mi pasinse reflejaba, viva, ardiendo, en mi lenguaje y en mis ojos.

    Fanny me oa muda, extasiada; respiraba mi aliento y mi mirada e ibaestrechndose contra m poco a poco y pareca como si dijera: - S, tuya!Siempre tuya! Tuya entera!-Como haba entregado su cuerpo, crdula einocente, daba su alma, confiada, subyugada. Y yo la cog de sus labios enun beso, a cambio de la ma.

    Al fin nos levantamos. An quise ver a la condesa. La vi. La vi

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    tumbada innoblemente, con la cara contrada y el cuerpo sucio y fofo comoel de una borracha que rueda en cueros por cualquier rincn. Estabadoblada, encogida: pareca que incubaba su lujuria.

    - Vmonos!-exclam-. Vmonos de aqu, Fanny! Vmonos prontode esta casa maldita!

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    SEGUNDA PARTE

    Yo pensaba que Fanny, joven como era e inocente en el fondo, noguardara de la condesa ms que un recuerdo de horror y repugnancia. Lacolm de amor y ternura, le prodigu las caricias ms dulces y enervantes,y tena la esperanza de que jams sentira otra pasin que la que inspira laNaturaleza: la que confunde a los dos sexos en el goce normal del alma ylos sentidos.

    Ay!, me engaaba; estaba su imaginacin herida para siempre; sufantasa iba ms all de todos los placeres que sentamos; nada podaigualar en la mente de Fanny a los transportes de su amiga: nuestrosmayores arrebatos le parecan desmayadas caricias comparados con los queconoci en aquella noche horrenda.

    Me haba jurado no ver ms a Gamiani; pero su juramento noextingua el ansia que en secreto senta. Luchaba en vano; el combateinterior slo serva para excitarla ms. Bien pronto comprend que noresistira. Acab por desconfiar de ella atrozmente y por apelar al recursode espiarla.

    Valindome de un agujero hbilmente practicado en el tabique de laalcoba, todas las noches la observaba al acostarme. Pobre criatura!Muchas veces la vi echarse llorando en un divn, y retorcerse y revolcarsedesesperadamente y, de pronto, quitarse las ropas a puados, rasgarlas ytirarlas y ponerse desnuda ante el espejo, con la vista extraviada, lo mismoque una loca. Palpbase, golpebase, se excitaba al placer con insensato ybrutal frenes. Yo no poda calmarla; pero quera ver hasta dnde llegabaaquel delirio de la carne.

    Hallbame una noche en mi obsevatorio e iba a acostarse fanny,cuando la o que deca: - Quin anda ah? Sois vos, Anglica?

    Oh! Es Gamiani!! seora, no poda figurarme

    GamianiClaro es! Me hus, me rechazis, y he tenido que recurrir a la astucia.

    Engae y aleje a vuestros criados, ya aqu estoy.

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    No acierto a comprenderos, y menos todava a calificar vuestro tesn;si he guardado el secreto de lo pasado entre nosotras, mi negativa resueltaa recibiros debi bastar para que comprendieseis que vuestra presencia es

    para m inoportuna odiosa. S; os rechazo y os odio! Dejadme, porpiedad! Marchaos, evitad un escndalo!

    GamianiTengo tomadas mis medidas y mi resolucin, y no seris vos quien las

    cambie. Fanny, no puedo ms! No puedo aguantar ms!

    FannyPero, qu pretendis? Qu queris? Forzarme una vez ms,

    violentarme, mancharme? Ah, no, eso no! Os iris o llamar a miscriados.

    GamianiInocente! Estamos solas; he cerrado las puertas y he tirado las llaves

    por la ventana. Eres ma! Pero clmate; no temas.

    FannyPor Dios! No me toquis!

    GamianiFanny, es intil que te resistas. Sucumbirs al fin. Soy la ms fuerte, yla pasin me hace ms fuerte an. Ni un hombre me podra vencer! Ques eso? Tiemblas? Palideces? Dios mo! Qu tienes? Te sientesmal? Oh! Qu he hecho? Vuelve en ti, vuelve en ti! Si te aprieto as,es porque te amo. Te amo tanto! vamos, yo no soy mala, juguetillomo, hijita ma! No; soy buena, muy buena! Lelo en mis ojos, yelo enlos latidos de mi corazn! Todo es por ti y es para ti. No quiero ms que tualegra, verte en mis brazos desmayada de amor. Vuelve en ti, vuelve en ticon mis besos! Estoy loca! Te adoro!

    FannyAcabaris por matarme. Dios mo! Dejadme! Dejadme ya! Me dais

    horror! GamianiHorror! Horror! Por qu? No soy todava joven? No soy todava

    hermosa? En todas partes me lo llaman. Mi corazn no es an capaz de

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    amar? El fuego que me abrasa, que me consume, este fuego de Italia queredobla mis mpetus, es una cosa horrible? Qu es un hombre, unamante, comparado conmigo? Dos o tres combates lo agotan, lo aniquilan:al cuarto, cae rendido y sus ijares se aflojan impotentes en el espasmo delplacer. Da compasin! Yo, en cambio, me mantengo siempre fuerte,frentica, insaciable! S! Yo personifico los ardientes deseos de lamateria, los devoradores deleites de la carne! Ardiente, inagotable, doy unplacer sin fin. Soy el amor que mata!

    FannyBasta, Gamiani, basta!GamianiNo, no! Escchame, Fanny; yeme ms an! Verse desnudas,

    sentirse jvenes y hermosas, suaves y perfumadas, y temblar de pasin yde delicia; tocarse, confundirse, darse el cuerpo y el alma en un suspiro, enun grito de amor Eso, Fanny, es el cielo!

    FannyQu voz! Qu ojos! Y os escucho y os miro! Tened piedad de

    m! No puedo defenderme. Me fascinis Qu poder es el tuyo? Temetes en mi carne, te metes en mis huesos, como un veneno! Oh! Ereshorrible y te amo!

    GamianiTe amo!, Te amo!. Dilo otra vez, reptelo mil veces.Gamiani estaba inmvil, plida, con los ojos tremendamente abiertos,

    con las manos unidas, implorantes, echada de rodillas ante su Fanny. Sedira que la clera de Dios la haba herido de sbito, convirtindola enmrmol. Era sublime en su xtasis y en su abandonamiento.

    FannyS! S! Te amo con todos mis sentidos! Te quiero, te deseo! Me

    hars enloquecer!

    GamianiQu dices, amor mo, qu dices? Al cabo soy feliz! Tus cabellos de

    oro resbalan en mis dedos con su finura y suavidad como de seda. Tupursima frente es blanca como un lirio. Toda eres blanca, satinada

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    aromada. Toda eres celestial. Eres un ngel, y eres la lujuria! Desanudaesos lazos que te oprimen.

    Desndate, desndate, para ser pronto ma! Ya estoy desnuda yoAs! Me deslumbras, me ciegas. Qudate en pie para que yo te admire.Si pudiera pintarte, copiar tu cuerpo con un solo trazo Espera, esperaque te bese esos pies, esas rodillas, ese pecho, esa boca! Bsame tutambin, apritame, ms fuerte. Ms fuerte! Dame tu carne entera! Qualegra!

    Sus cuerpos no formaban ms que uno. Unicamente las cabezasestaban separadas, y ambas mujeres se miraban en xtasis. Los ojoscentelleaban y las mejillas eran de color de llama. Las bocas temblorosasrean o se juntaban en un beso. O un suspiro y en seguida otro que leresponda; luego un grito apagado, y las dos hembras se quedaroninmviles.

    FannyCunto he gozado, cunto!GamianiYo tambin, gloria ma, de un modo que hasta ahora no conoc jams.

    Beba en tus labios juntamente alma y vida. Ven a tu cama, ven a pasar lanoche entera embriagada de amor!

    As diciendo, las dos se empujan mutua y dulcemente hacia la alcoba.

    Fanny se lanza al lecho, se tiende en l y ondula y se repliega con eldesmayo perezoso de una gatita en celo. Gamiani, de rodillas en laalfombra, la atrae junto a su pecho, la rodea con sus brazos y la contemplaen lnguido abandono

    Bien pronto se reanudan las caricias, se responden los besos y lasgiles manos buscan, sabias, los lbricos contactos. En el rostro de Fannyse adivinan el deseo y la ansiosa espera; en el de la condesa, el arrebato desu furia carnal. Arreboladas, sacudidas por el aguijn del placer, mepareca como que los dos cuerpos lanzaban chispas; las delirantes trbadas,

    en fuerza de frentica pasin, poetizaban en cierto modo su extravo.En vano quise razonar y en vano condenaba la abyeccin de aquelabsurdo e insensato deleite; me sent trastornado, enardecido, posedo delujuria. En la imposibilidad de ir a arrojarme sobre las dos hembrasdesnudas, era como una fiera en celo que jadea viendo a la hembra a travsde los hierros de la jaula. Permaneca estpidamente inmvil, con el ojo

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    pegado al agujero por donde, si vale la imagen, aspiraba mi tormento:verdadero tormento del infierno, atroz, insoportable, que primero nos hiereen la sien como un mazazo y despus corre por la sangre y se infiltra en loshuesos y llega hasta la mdula y la abrasa. Pensaba que mis nerviosacabaran por saltar. las uas de mis dedos se hundan en la pared. Norespiraba, echaba espumarajos por la boca. Sufr un acceso de locurafuriosa y, enarbolando rabiosamente mi virilidad, sent toda mi fuerzamasculina agitarse vibrante entre mis puos, palpitar briosamente yescaparse y saltar en un chorren hirviente, como roco de fuego. Deleitesbito y terrible que enerva y que aniquila, y que tira a un hombre portierra como muerto!

    Vuelto en m, me sent todo aturdido. No poda alzar los prpados, yla cabeza apenas se me tena sobre los hombros. Quise alejarme, y unsuspiro de Fanny me detuvo. Me haba clavado all el demonio de la carne.Mientras las manos se cansaban vanamente en reanimar la potenciaextinguida, los ojos seguan vidos la escena que me haba puesto en talestado.

    Haban cambiado las posturas: ambas trbadas, a horcajadas una sobreotra, mezclaban el tupido vello de sus rganos en un roce frentico, y lasdos se atacaban y retorcan con un vigor que slo el ansia del placer puedeprestar a las mujeres. Habrase dicho que queran abrirse, destrozarse,meterse la una en la otra; tan grande era su esfuerzo, tan agitada su

    respiracin. -Ya! Ya!-gritaba Fanny-. No puedo ms! Me muero!Sigue t sola, sigue! - No; t tambin-responda la condesa-. Ya seacerca el placer! Muvete! Empuja! Empuja! Ah! Ya lo siento, medeshago! Ah, ah, ah!- La cabeza de Fanny cay sin fuerzas. Gamianisacuda la suya, morda las sbanas, mascaba los cabellos flotantes de suamada. Yo segua sus transportes, sus gritos, sus suspiros, y llegu al fin,como ella, al delirio de la voluptuosidad.

    Fanny

    Qu fatiga! Estoy destrozada; pero, qu placer he sentido!GamianiCuanto ms largo y ms penoso es el esfuerzo, tambin el goce es ms

    vivo y ms grande.

    Fanny

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    As lo acabo de experimentar. Ms de cinco minutos he pasado en unvrtigo indecible: todo mi ser se estremeca y vibraba; el roce de tu vellofino y suave contra la piel, me produca una comezn devoradora. Ohlocura!! Oh delicia! Gozar! ahora comprendo esa palabra. Una cosa meadmira, Gamiani. Cmo, siendo tan joven, has llegado a tener estaexperiencia soberana? Yo nunca habra podido adivinar todos estosplaceres. Dnde aprendiste tu sabidura? De dnde viene esa pasin queme confunde y que a veces me espanta? La Naturaleza no inspira esascosas.

    GamianiQuieres conocerme? Pues oye: enlzate a mis brazos, crucemos

    nuestras piernas,apretmonos la una contra la otra. Te voy a relatar mi vida en el

    convento. Es una historia que podr enardecernos y darnos nuevos mpetus.

    FannyTe oigo, Gamiani

    GamianiRecordars el suplicio espantoso que me infligi mi ta para

    satisfaccin de su lujuria. No bien pude medir todo el horror de su infame

    conducta, me apoder de los papeles que me garantizaban mi caudal, cogtambin unas alhajas y algn dinero y, aprovechando una ausencia de mihonrada pariente, fui a buscar refugio en el convento de las hermanas de laRedencin. La superiora, sin duda conmovida por mi juventud y por miaspecto tmido, me dispens la acogida ms propia para disipar mi temor ycortedad.

    Le refer lo que me haba ocurrido y le ped asilo y amparo. Tendimeella los brazos, me oprimi en ellos cariosamente y me llam hija suya.Luego me habl del retiro tranquilo y dulce del convento, insisti en avivarmi asco a los hombres y termin con una exhortacin piadosa, que me soncomo una voz del cielo. Para hacer menos duro mi paso repentino delmundo al claustro, se decidi que no me separase de la superiora y que meacostar en su celda. A la segunda noche nos pusimos a hablarfamiliarmente de los peligros de la vida mundana. Mi compaera serevolva sin cesar en el lecho; quejbase del fro y al fin me suplic que

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    dejase mi cama y me fuese a la suya, a ver si as le daba algn calor.La hall desnuda por completo.- Se duerme mejor sin camisa-dijo-, y me inst a que a mi vez me la

    quitara.Hcelo yo por complacerla, y entonces, colocndome una mano sobre

    el pecho, exclam ella:- Oh, hija ma, ests ardiendo! Qu piel tan suave! Brbaros!

    Atreverse a martirizarte de ese modo! Lo que has debido sufrir!Cuntame, cuntame todo lo que te hicieron. Te pegaron tambin?

    Yo repet mi historia con todos sus detalles, insistiendo en aquellosque parecan interesarla ms. Tan vivo era el afn con que me oa, que lecausaba atroces estremecimientos. -Pobre criatura!, pobre criatura!-repeta, estrujndome con todas sus fuerzas. Insensiblemente, me halltendida encima de ella. Me haba cruzado las pantorrillas sobre los rionesy me tena sujeta entre sus brazos. Un calor suave y penetrante se esparcapor todo mi ser; experimentaba un extrao bienestar, una sensacindeliciosa que impregnaba mis huesos y mi carne en una exudacin deamor, tibia como la leche.

    - Qu buena sois, qu buena!-dije a la superiora- Os quiero mucho yme siento feliz al lado vuestro; por nada de este mundo consentira endejaros!

    Mis labios se pegaban a los suyos y repetan ardientemente:

    - Oh, s! Os quiero con toda mi alma! No s qu es pero sientoLa mano de la superiora me acariciaba con amorosa lentitud; su

    cuerpo se mova levemente bajo el mo; su vello, espeso y spero, seentremezclaba con mi vello, me punzaba en lo vivo y me produca unasdiablicas cosquillas; todo mi organismo temblaba en indecible espasmo.Al sentir un beso estruendoso de la monja me detuve de sbito.

    - Dios mo! exclam-.Esperaos!- Jams sigui un roco ms delicioso y abundante a un combate de

    amor.

    Pasado el xtasis, lejos de quedarme rendida, me ech de la mejorgana del mundo sobre mi sabia compaera y la estruj a caricias. Cog sumano y me la coloqu en las mismas partes que ella tan hbilmente habairritado. La superiora, vindome de aquel modo, se olvid de s misma,enajenada, arrebatada, loca de lujuria como una bacante. Ambasrivalizbamos en el ardor, en los mordiscos, en los besos Qu agilidad,

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    qu flexibilidad tena aquella mujer! Su cuerpo se agitaba, se extenda y seenroscaba, robndome el sentido. Yo estaba anonadada; apenas me dejabatiempo para pagar con un beso siquiera la lluvia de ellos que me caa de lacabeza hasta los pies. Senta como que me coma, como que estabadevorndome por mil sitios distintos. Su increble actividad para elcontacto lbrico me puso en un estado que no te s pintar. Ah, Fanny, si thubieras presenciado nuestro combate y nuestros arrebatos; si nos hubierasvisto furibundas, jadeantes, habras sabido hasta dnde llega el imperio deldeseo en dos mujeres que se adoran! De pronto, mi cabeza se encontrpresa entre los muslos de mi luchadora. Adivin su afn, y comenc amordisquearle las partes ms sensibles; pero era torpe, inhbil; entoncesella, en una inolvidable y suprema leccin de liviandad, tira de m, sedesliza y resbala bajo mi cuerpo y, separndome sutilmente las piernas, meataca con la boca. Siento el picor de su lengua gil y puntiagudo, que mesondea tal como un estilete rpidamente hundido y retirado; sus dientes seme clavan, prontos a desgarrarme Retorcindome como una condenada,cog a la superiora por los cabellos y le alc la cabeza. Entonces ella, sueltaya la presa, me rozaba con lentitud, me inyectaba su saliva, me lamadulcemente o me morda el vello y la carne con un refinamiento tansensual que su solo recuerdo me estremece an. Aullaba delirante, medesplomaba aniquilada o me ergua ardiendo, y siempre aquella lenguasabia, certera y rpida, me dominaba, me alcanzaba o me hera. Dos labios

    finos y fortsimos cogan mi cltoris y lo opriman hasta arrancarme elalma. No, Fanny; es imposible gozar as ms de una vez en este mundo!Qu tensin en los nervios! Qu latido en las venas! Qu incendio en lasangre! Herva, me deshaca y senta la boca vida, insaciable, bebindosela ltima esencia de mi vida. Bien puedes creerme: me qued exhausta,seca; cuando habra debido quedarme inundada de sangre y de licor vital.Pero, qu feliz fui! Fanny, no puedo ms! Cuando hablo de aquel goce,creo sentir an su palpitacin devoradora. Tmame! Mtame! Msaprisa! Ms fuerte! Basta basta! Ah! Me muero!

    Fanny se aferraba a su presa como una loba hambrienta.- Basta,basta!-le repeta Gamiani-. Vas a matarme, endiabladachiquilla! Te crea menos hbil, menos apasionada. Veo que progresas; tecontagia mi fuego.

    Fanny

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    Podra ser de otro modo? Sera preciso no tener sangre ni vida parapermanecer insensible a tu lado.-Qu hiciste luego?

    GamianiMs diestra ya, devolv con usura sus caricias a mi adorable

    compaera. Abandonamos en adelante todo recato y todo miramiento, ypronto supe que las hermanas de la Redencin se entregaban a todos losdesrdenes y tenan un lugar secreto de reunin y de orga para solazarse asus anchas. Aquel sbado infame empezaba a la hora de completas y noacababa hasta la de maitines.

    La superiora me expuso luego su filosofa, que me espant hasta elpunto de ver en aquella mujer la encarnacin del diablo. Tranquilizmeechando a broma mis repulgos, y me divirti grandemente contndome laprdida de su virginidad. Jams podras imaginar a quin fue dado elprecioso tesoro. La historia es rara y vale la pena de que la conozcas.

    La superiora, a quien llamar Santa, era hija de un capitn mercante.Su madre, una mujer honesta y de buen juicio, la haba educado en los mssanos principios religiosos, lo que no fu bastante a impedir que eltemperamento exaltado de la joven se desarrollara ms que precozmente.Desde los doce aos senta deseos irrefrenables, que procuraba satisfacerpor cuantos medios le sugers su fantasa inexperta. La desdichada sedestrozaba y consuma noche tras noche: sus dedos, no bastantes a saciar

    sus afanes, le iban robando y agostando lozana y salud. Un da vio que dosperros se apareaban. Su curiosidad lbrica observ el mecanismo y laaccin de los dos sexos, y comprendi lo que necesitaba. Esta enseanzapuso fin a su suplicio. Viviendo en una casa solitaria, entre criadas viejas yvigilantes, sin ver jams a un hombre, podra nunca encontrar unaanimada flecha, tan roja y vigorosa cual la que luca el can y era regalo dela feliz hembra? Podra esperar el suspirado goce de algn maravillosoobjeto semejante, que existira de fijo para satisfaccin de la mujer?Cavilando a ms y mejor, cay en la cuenta la ninfmana de que, entre

    todos los animales, es el mono el que ms parecido tiene con el hombre.Precisamente posea su padre un magnfico orangutn. Corri anhelante averlo y a estudiarlo y, como se pasase un largo rato examinndolo, elanimal, excitado sin duda por la presencia de la muchacha, acab pormostrarse en la ms tentadora y deslumbrante masculinidad. Al fin topabaSanta con lo que cada da buscaba, con lo que era su sueo cada noche. Se

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    le apareca el ideal, vivo y tangible. Para colmo de dicha, el inestimabletesoro se ergua ms firme, ms enhiesto y pujante de cuanto ella pudieraambicionar. Los ojos del orangutn la devoraban. El animal se adelant, seagarr a los barrotes de la jaula y se estremeci con tal mpetu y tal arteque al fin Santa supo lo que haca. Arrebatada por su afn, separ un hierrocon increble fuerza y dej libre el espacio preciso para que la rijosa bestiase aprovechase a su gusto y antojo. Ocho buenas pulgadas, acaso ms quemenos, se mostraron, potentes y encendidas. Tanta riqueza asust al prontoa la ansiosa doncella;pero de nuevo la tent el demonio, y se acerc, mir,palp y acarici. El simio se entreg al ms loco regocijo; amenazaba conromper su encierro y era horrible su mueca. Santa, espantada, crey tenerdelante a Satans. El miedo la detuvo. Iba a alejarse, cuando una miradaltima al deslumbrante imn la sacudi otra vez.

    Recobr el nimo, levantse las faldas y avanz bravamente hacia lalanza temible y agudsima. Entblase la lucha, los golpes se suceden, lapuntera es certera y el bruto iguala al hombre. Santa es bestializada,desdoncellada y orangutanada. Su goce estalla en una escala de Ohs! yde Ahs! tan alta y tan sonora, que la madre la oye, se asusta, acude y setopa a la hija lindamente ensartada por el bicho, suspirando, culeando yescupiendo el alma

    Fanny

    La farsa es impagable!

    GamianiPara curar a la pobre muchacha de su pasin siniestra, se la llev al

    convento.

    FannyMs le hubiera valido que la dejaran entregada a todos los

    orangutanes de este mundo!

    GamianiAhora vers si te sobra razn para decirlo. Como mi temperamento se

    avena biencon todo lo que fuera sensualidad, consent alegremente en seriniciada en los misterios de las saturnales monsticas. Se acord miadmisin, y a los dos das fui presentada en el captulo. Llegu desnuda,como era de ritual. Prest el juramento exigido y, para terminar la

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    ceremonia, me prostitu valientemente con un enorme prapo de maderadestinado a este efecto. No haba acabado apenas la dolorosa consagracin,cuando el tropel de hermanas se arroj sobre m, ms vido y ansioso queuna horda de canbales. Me prest a todos sus deseos, adopt las posturasms torpemente obscenas, bail una danza de lujuria de frentica y quedal fin recibida en el rito. Estaba extenuada. Una monjita vivaracha ygraciosa, ms incitante que la superiora, me condujo a su celda. Era la msendemoniada trbada que el infierno pudo engendrar; sent por ella unairresistible pasin y casi siempre fue mi compaera en las orgasnocturnas.

    FannyEn dnde celebrabais vuestras lupercales?

    GamianiEn un saln que el arte y la perversidad haban embellecido. Dbanle

    acceso dos puertas altsimas, ocultas a usanza oriental por soberbiostapices bordados con fantsticos dibujos y guarnecidos de galones de oro.Las paredes estaban recubiertas de terciopelo azul oscuro, encuadrado enlistones de limonero bellamente tallados. Rompiendo esta decoracin, dosenormes espejos, colocados el uno frente al otro, copiaban hasta el infinitoen sus lunas perversas los deliciosos grupos de las desnudas monjas.

    Grandes cojines y amplios divanes ofrecan su blandura a los combates dedelirante amor. En la recia alfombra de felpa suavsima veanserepresentadas, con sorprendente magia de colores, veinte parejas lbricascuyas actitudes lascivas eran capaces de reanimar los ms muertos deseos.Las pinturas del techo ofrecan tambin a los ojos brillantes de desenfrenoy de depravacin: nunca podr olvidar a una ardiente bacante que seentregaba a un stiro: ni una vez sola mir aquel cuadro sin que almomento me incitara al placer.

    FannyTodo deba de ser maravilloso.

    GamianiUne a aquel lujo de decoraciones la embriaguez del perfume de las

    flores, una temperatura siempre tibia y una luz suave y misteriosa que seescapaba de seis lmparas de alabastro, con la dulzura de un reflejo de

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    palo. Todo causaba un vago encantamiento de deseo inquieto y deensueo sensual. Era aquello el Oriente, con su lujo, su