de Pere Riera - Temporada alta · la escenografía de La Chunga, ha hecho aquí otro brillante...

17
Dissabte 7 de desembre, 21h Diumenge 8 de desembre, 18h Teatre Municipal BARCELONA de Pere Riera Foto: David Ruano RECULL DE PREMSA I CRÍTIQUES

Transcript of de Pere Riera - Temporada alta · la escenografía de La Chunga, ha hecho aquí otro brillante...

Dissabte 7 de desembre, 21hDiumenge 8 de desembre, 18h

Teatre Municipal

BARCELONAde Pere Riera

Foto: David Ruano

www.tnc.cat

RECULL DE PREMSA I CRÍTIQUES

BARCELONAde Pere Riera

02

La premsa ha dit

“Pone cada noche en pie al público del Nacional.”.Marcos Ordóñez, El País

“Destinat a convertir-se en allò que es diu un clàssic instantani”. Ramon Oliver. Què fem?

“Duel superb entre dues grans actrius ”.Juan Carlos Olivares. Time Out

“{Barcelona} és l’obra de teatre que potser feia anys que s’esperava en un escenari com el del Teatre Nacional de Catalunya.”

Andreu Sotorra, Clip de Teatre

“És brillant el desplegament d’aquest giny”. Jordi Bordes. El Punt Avui

“Utiliza a sus personajes para tratar sobre los bombardeos y no al revés”Begoña Barrera. El País

“Emma Vilarasau i Míriam Iscla es llueixen”Imma Fernández. El Periódico de Catalunya

“Trucs propis de gat vell capaç de vendre’s l’ànima per un aplaudiment”Joan-Anton Benach. La Vanguardia

BARCELONAde Pere Riera

03

Marcos Ordóñez. 25/05/2013. EL PAÍS

Bailando bajo las bombas

Hay días que dan mucho de sí. En Barcelona, el creciente éxito del TNC (Teatre Nacional de Catalunya) barcelonés, que transcurre durante el 17 de marzo de 1938, el dramaturgo y director Pere Riera ha conseguido mechar una crónica de la vida cotidiana bajo los bombardeos fascistas con un debate ideológico, dos protagonistas femeninas que parecen salidas de una comedia de Coward, un puñado de bailes y canciones que bordean el musical, y un rosario de peripecias que en su último tercio decantan peligrosamente la trama (o gozosamente, según se mire) hacia los desaforados senderos del melodrama mexicano.

La acción transcurre en una mansión de la zona alta saqueada por la FAI, que ya acabó con el padre de la familia, un industrial progresista. Los Vila llevan dos años de duelo y penurias, a los que ahora se suman los inesperados y salvajes ataques de la aviación italiana. Los hombres de la casa son un viejo y un niño: el abuelo Joan (humanísimo Jordi Banacolocha), animoso y compren-sivo pero cada día más cansado, y el nieto, Tinet (Carlos Cuevas, un tanto envarado), que quiere alistarse para marchar al frente. En la casa manda Núria (Míriam Iscla), la endurecida e imbatible viuda, secundada por la estupenda Nati (Pepa López), que se ocupa de la intendencia. Hay una hija adolescente, Victòria (Anna Moliner, discreta), personaje de tan relativo interés como su hermano pero, a cambio, revestida de un hondo misterio: cuesta discernir cómo ha logrado enamorarse del cenicísimo Ramon (Joan Carreras), de quien luego hablaremos. Sebastià Brosa, responsable de la escenografía de La Chunga, ha hecho aquí otro brillante trabajo; también merecen aplauso el vestuario de Georgina Viñolo y la luz de David Bofarull.

Barcelona no acaba de despegar hasta la mitad del primer acto, con el regreso de la arrolladora Elena (Emma Vilarasau), amiga íntima de Núria, que viene de París, donde ha triunfado como actriz, para (al parecer) celebrar el cumpleaños de Tinet. La intendenta Nati es un personaje muy sabio, muy bien dibujado, que Pepa López interpreta con maestría, pero Elena y Núria son el rotundo motor de la función. Núria rebosa amargura por todo lo que ha perdido y vive con una permanente coraza, pero tiene un ingenio a prueba de bombas (nunca mejor dicho), y Elena es un trueno centel-leante y libérrimo que electrifica lo que toca. Los diálogos de ambas, picados y sarcásticos (“Reír es otra manera de enseñar los dientes”, dice Elena) echan chispas: están formidablemente escritos y, lo mejor, nos devuelven el espíritu de la ciudad abierta y cosmopolita que Sagarra describió en Vida privada. Hay una química sensacional entre las dos actrices: Emma Vilarasau deslumbra y Míriam Iscla atrapa y no suelta el papel de su vida.

BARCELONAde Pere Riera

04

Tenemos a dos hombres “visitantes” y, para mi gusto, excesivamente opuestos, a un paso del maniqueísmo. Pep Planas está impecable como el pintor Simó, amigo de la familia y tan colado por Núria como por Elena, pero es que así se las ponían a Fernando Séptimo: es un tipo encantador,

enamoradizo, sonriente, comprometido, sin una pega, el “héroe positivo” de las funciones de antes. A Joan Carreras, actor eminente, le toca pechar, en cambio, con el muy desagradecido personaje de Ramon, que acumula negritudes como quien atesora bonos basura: resentido, derrotista, presto a pasarse al otro bando (ese bigote es muy sospechoso), con frases trilladísimas (en una obra so-bre la guerra civil deberían estar prohibidas las referencias a Caín y Abel) y una ida de olla que hay que verla para creerla.

En la primera parte relumbran dos “escenas servidas”: el momentazo en que Elena se lanza a representar (en francés) un pasaje de la Fedra de Racine, salpimentado de recuerdos de su vida parisina (la Vilarasau está que se sale, pero el fragmento es un poco largo) y la clausura del acto, cuando empieza el bombardeo y la familia, liderada por el abuelo, aguanta a pie firme, cantando a coro La santa espina. Está un pelo forzada esa escena. Riera la ha calzado muy bien argumen-talmente, porque viene justo después de un bonito parlamento del abuelo evocando la Barcelona de preguerra, sus aromas, sus colores, todo lo que está yéndose al infierno. La santa espina es un himno en Cataluña y emociona muchísimo (a mí me emociona hasta escuchada en un ascensor). Emociona tanto que quizás por eso hubiera quedado mejor una canción más neutra, no tan “de efecto seguro”, pero en fin: a todos nos encantan esas obras inglesas en las que cantan en grupo Keep the homefires burning durante el “blitzkrieg”.

Hablando de música: hay mucha. Se baila y se canta un montón. Hay escenas en las que queda muy claro que la música les une y les ayuda a olvidar el horror, y otras en las que fatiga un poco, como cuando Victòria le canta a su hermano una canción escrita para él. La balada tiene corazón y al mismo tiempo me echa para atrás. Me parece que quintaesencia al personaje: más buena que el pan, pero marisabidilla hasta decir basta. Tampoco me convence cuando los hermanos intentan emular, sin suerte, a Josephine Baker y Jacques Pills en Ram Pam Pam. Brotan con naturalidad, en cambio, el baile de Joan y Nati que abre la obra, o el cuplé Els focs artificials, una explosión de alegría de Elena y Victòria, o el tangazo (Por una cabeza) que cierra, a lo grande, la función.

La última parte, centrada en la fiesta de cumpleaños, tiene una cumbre, el tan esperado careo entre las dos amigas, donde surge todo lo que no se habían dicho desde que la guerra las separó, y dos problemas, uno de estructura y el otro de tono. El primero es una cierta sobredosis del clásico re-curso “Ahora nos vamos al jardín para que podáis hablar a solas”. Lamento no poder pormenorizar

BARCELONAde Pere Riera

05

el segundo, y me agradecerán que no lo haga. Su detonante (que me limitaré a llamar “el episodio del piano caníbal”) es tan pasmoso que me quito el sombrero ante la audacia de Pere Riera, pero convierte lo que pretendía ser un colofón trágico en dramón azteca, como decía al principio, aunque me malicio que a don Luis Buñuel le habría hecho salivar, porque Joan Carreras parece el hijo per-dido de Arturo de Córdova. El epílogo, una verdadera bomba sentimental de gran onda expansiva, pone cada noche en pie al público del Nacional, que también aplaude el talento del dramaturgo y la entrega de los intérpretes.

BARCELONAde Pere Riera

06

Ramon Oliver. 25/05/2013. QUÈ FEM?

Barcelona

Ho tenia clar quan vaig llegir el text de Pere Riera. I ho he tingut encara més clar ara, després de veure el magnífic muntatge que el mateix Riera ha dirigit a partir d’aquest text, en companyia de vuit intèrprets en estat de gràcia: acaba de néixer una obra mestra del teatre català contemporani. Sergi Belbel no podia acomiadar-se millor del TNC que ha dirigit al llarg dels darrers anys que tancant aquesta etapa presentant un espectacle que sembla destinat a convertir-se en allò que se’n diu un clàssic instantani.

Ja ho ho dèiem en el moment de presentar l’obra: Riera ha volgut fer-nos sentir ben de prop tot el terror dels bombardejos que van arrasar salvatgement Barcelona aquell nefast mes de març del 1938. Però alhora també ha volgut fer-nos sentir la febre de viure que encara acumulen dins seu uns personatges que no han volgut renunciar a continuar cantant, a voler continuar ballant i a posa-r-se un vestit de nit, perquè avui toca, i ni l’espant que cau del cel ens pot obligar a renunciar-hi.

Com diu la Victòria, la noia jove d’aquesta història, “com més s’allarga aquest disbarat, més ganes tinc de viure”. I aquestes ganes de viure, de cantar i de ballar fan que en certs moments t’imaginis que pel saló de la mansió burgesa on té lloc l’acció de l’obra hi puguin aparèixer els fantasmes de Fred Astaire i Ginger Rogers, ballant el Begin the Beguine com si s’haguessin escapat d’un musi-cal de l’RKO. I fan que, en certs moments, t’imaginis que, si no fos per l’horror en què estan ficats, aquests personatges podrien ser els protagonistes d’una comèdia de Cukor, lliurats a duels dialèc-tics en què cal comprovar qui diu la rèplica més enginyosa i, si cal, més maliciosa.

Riera fa que puguem passar com si res de la lleugeresa de Cole Porter al dramatisme patètic d’una Santa Espina cantada sota l’esclat de les bombes, sense que res grinyoli, fent-nos adonar que els dos moments formen part d’una mateixa complexa realitat, i que tan dramàticament seriós és l’un com l’altra. Tot i que l’autor es mou en un registre molt diferent del del britànic, a mi la festa d’aniver-sari d’aquesta família en ple estat de guerra m’ha portat a pensar en aquella altra memorable festa d’aniversari i de celebració de la fi d’una guerra amb què J. R. Priestley iniciava Els temps i els Conway: també aquí estem davant d’un món en què els somnis quedaran enderrocats, encara que la música d’un piano ens vulgui fer retornar el temps i la melodia del passat perdut. Rovira, d’altra banda, demostra ser un fantàstic constructor d’allò que els anglosaxons denominen set pieces: escenes rutilants estructurades amb tanta energia pròpia que estan destinades a deixar una marca intensa en la memòria. Serveixi com a exemple modèlic del que us dic l’escena en què la Fedra de Racine agafa un humorístic protagonisme sense perdre el seu tarannà tràgic.

BARCELONAde Pere Riera

07

O, naturalment, l’últim tango a Barcelona que es marquen unes sublims Emma Vilarasau i Míriam Iscla, vestides (per continuar amb Bertolucci) una mica com si fossin les seductores tanguistes

que protagonitzaven una inoblidable escena d’Il conformista. Què deu tenir, aquesta commovedora obra de Riera, que t’omple el cap d’imatges i referències i alhora et sembla tan personal i inconfus-ible?

BARCELONAde Pere Riera

08

Juan Carlos Olivares, 16/05/2013. TIME OUT

BARCELONA

Barcelona. Paraula talismà. Lluïsa Cunillé la incloïa en el títol del seu millor text (Mapa d’ombres) i Pere Riera li concedeix tot el protagonisme en la seva obra més ambiciosa en la forma i en el fons. L’ambició de fundar un mite col·lectiu nacional a partir dels bombardejos que va patir la capital entre el 16 i el 18 de març de 1938. Dramàtic assaig general de la guerra bruta contra la població civil. Tragèdia arraconada en la memòria històrica del país. Per situar-la ara en el cor del debat emocio-nal en té prou amb un excel·lent text –amb ressons de les fortaleses interiors de Mercè Rodoreda– i una frase-epíleg de Winston Churchill, el mateix que honora la fermesa d’ànim dels barcelonins per animar els londinencs i després envia l’air force com genet de l’apocalipsi sobre la població ale-manya en l’agonia de la II Guerra Mundial.

Una comèdia dramàtica tan ben construïda i tan clara en les seves intencions i objectius que només caldria demanar-li a l’autor que prescindeixi d’alguns fàcils hams emotius per enganxar i rendir el públic, i declarar sense ombra crítica que Barcelona és des de ja un dels textos ineludibles per es-tablir el cànon de la dramatúrgia contemporània catalana. Un text universal en la seva concreció històrica. És fàcil imaginar-lo en altres produccions amb el so d’altres llengües. Producte d’export-ació amb garanties com a exemple de la maduresa del teatre català. Costumisme entremesclat d’íntim conflicte ideològic i vital. Humor matisat per l’excepcionalitat de la guerra. I després l’ús ma-gistral de la música com a fórmula màgica per fugir de la terrible realitat, amb la mateixa intel·ligèn-cia poètica que tenen a les pel·lícules de Terence Davies.

Aquests són els mèrits de Pere Riera com a autor. Com a director cal felicitar-lo per regalar al públic que vagi al Nacional l’electritzant parella escènica formada per una impressionant Míriam Iscla –destinada a ser aviat respectada com “la Iscla”– i Emma Vilarasau, en la seva actuació més rutilant i camaleònica. Duel superb entre dues grans actrius que semblen retroalimentar-se per treure el millor d’elles si mateixes i conduir l’espectador per un ral·li d’emocions extremes. La companyia és àmplia i potent (Joan Carreras es reserva una colpidora escena final que encara d’adquirir profun-ditat), però les dues actrius són el nucli atòmic d’aquest clàssic acabat de néixer.

BARCELONAde Pere Riera

09

Andreu Sotorra, 13/05/2013. CLIP DE TEATRE

Per una bufetada pot començar tot

Plouen bombes. La guerra és a fora de la casa dels industrials Vila. Però també és a dins de l’ànima i el cos dels mateixos Vila. La bombolla que els resguarda de la desfeta exterior és tan prima que qualsevol sotrac la pot fer esclatar. Ni que sigui en el transcurs d’un únic dia, matí, tarda i nit: el 17 de març del 1938, quan la ciutat de Barcelona és assetjada pels bombardejos continuats durant tres dies, amb més d’un miler de morts, per l’aviació feixista italiana i alemanya.

Després del bombardeig de Gernika, l’abril del 1937 —primer camp de proves sobre la població civil per a la posterior estratègia bèl·lica nazi i aliada de la Segona Guerra Mundial—, el bombardeig sobre Barcelona es converteix en un dels assetjaments històrics moderns més sagnants, ampliat per l’explosió, a causa d’una de les bombes, d’un camió carregat d’explosius al seu pas per la Gran Via, entre els carrers de Balmes i Rambla de Catalunya —recordat amb un monument davant del Coliseum— que va provocar una catàstrofe encara més gran.

El dramaturg Pere Riera (Canet de Mar, 1974) és nét d’aquells nens de la guerra que van viure la Guerra Civil en l’adolescència sense entendre gairebé res del que passava al seu voltant. És també nét, simbòlicament, de la generació de la malaguanyada lleva del biberó que va ser llançada ma-joritàriament a la mort de l’Ebre en una resistència numantina quan tot ja estava perdut.

Fa la impressió que Pere Riera s’expliqui a ell mateix i a la seva generació el que va passar, després del parèntesi de silenci que ha marcat la generació dels seus pares. I fa extensiva aquesta expli-cació a través de la ficció teatral, representada per una família benestant que s’ha vist trencada per l’assassinat del fill gran dels Vila, amo de la fàbrica, a mans dels incontrolats anarquistes i milicians de la FAI, els primers mesos posteriors al cop d’estat militar del 18 de juliol del 1936 contra el govern legítim de la República, en un incendi de la fàbrica provocat per alguns dels mateixos obrers, on també queda malferit l’avi Vila, ara el patriarca de la trama de l’emblemàtica obra Barcelona, amb la qual es tanca una temporada convulsa del TNC pels conflictes interns a causa de la crisi i es tanca també pràcticament el que ha estat la direcció artística els últims anys de Sergi Belbel.

I no es podia fer de millor manera. Barcelona és una d’aquelles obres que hauria d’exhaurir local-itats cada nit i que hauria de deixar espectadors en llista d’espera. És a dir, que el successor de Sergi Belbel, el nou director ja nomenat Xavier Albertí, hauria de tenir en reserva a la cartera per si es dóna l’oportunitat de fer-ne una reposició. Obra per a tots els públics: els més grans encara supervivents de la guerra civil, els de mitjana edat que n’han sentit a parlar a través dels seus pares

BARCELONAde Pere Riera

010

i els més joves que hi poden redescobrir la memòria dels seus avis.

Poques vegades s’ha vist interrompuda una obra de teatre per aquests verals amb aplaudiments espontanis en segons quines escenes. La nit de la meva funció vaig comptar almenys set o vuit in-terrupcions, a banda d’una apoteosi final, després de gairebé tres hores de funció, amb ple absolut de la Sala Gran i unànimement tothom a peu dret. I no era nit d’estrena! Doble mèrit, doncs, perquè els espectadors de carrer i taquilla no enganyen mai.

Amb olor de pólvora cremada als narius quan s’abaixa el teló i l’esborronament a flor de pell, Bar-celona és l’obra de teatre que potser feia anys que s’esperava en un escenari com el del Teatre Nacional de Catalunya. I ni que l’autor Pere Riera, impulsat per Sergi Belbel, l’hagi adaptat a la història més pròxima, prescindint de la seva primera idea de situar-la en una ciutat europea de l’època, la seva transcripció en una versió fora d’aquí és també possible perquè el fons de l’obra té un caràcter humà i universal que va creixent amb els seus personatges en cadascun dels tres actes: matí, tarda, nit.

Pere Riera ha fet un retrat de la societat catalana de la Guerra Civil només amb vuit personatges que configuren un retrat robot de l’època: Núria, la jove dels Vila (Míriam Iscla), vídua del fill gran assassinat, que es manté com a salvaguarda de la casa; Elena (Emma Vilarasau), amiga íntima de joventut de la Núria, actriu, dona amb aspiracions de bona vida, que el 1934 va decidir anar-se’n a París per fer carrera; Joan Vila, l’avi (Jordi Banacolocha), encara pal de paller de la casa i reclòs en el seu interior com si el que passa a fora no formés part ja del seu món; Victòria (Anna Moliner), la filla gran de la Núria, noia de casa bona, estudiant de música amb aspiracions a fer de cantant, ballarina i compositora; Tinet (Carlos Cuevas), germà petit de Victòria, el dia que compleix 18 anys, alliberat de l’exèrcit per una presumpta pleura i amb ganes de fer-se gran, però frenat per la sobre-protecció de la mare; Nati (Pepa López), la minyona de la casa, enllaç amb el carrer, la manutenció d’estraperlo i allò que auguanta dret l’avi; el jove republicà idealista, Simó (Pep Planas), pintor de cartells de guerra, amic de la casa, i aspirant a obtenir els favor de la mestressa Núria; i l’home d’ordre, banquer, seriós, ancorat en el conservadorisme, Ramon (Joan Carreras), promès de la filla Victòria, escèptic pel que fa a la República, amb un germà malferit del front a l’hospital, convençut que la lluita per la llibertat que proclamen els seus conciutadans no porta a cap lloc.

L’obra manté un equilibri molt mesurat per no perdre l’objectivitat dels dos bàndols, amb la distància del temps. “Per una bufetada pot començar tot”, diu en un moment donat el personatge de Ramon, en una escena que desencadenarà un desenllaç inesperat i gens previsible que s’ha de respectar que descobreixen els espectadors. L’esperit republicà i liberal de les dues amigues, Núria i Elena, amb la guerra, han pres camins diferents: per Núria, els mateixos companys de lluita en els quals creien són els que van assassinar el seu home, l’industrial Vila. Per Elena, la seva fugida i el seu

BARCELONAde Pere Riera

011

pas pels teatres de París li han fet tancar els ulls a la realitat. És en els diàlegs d’elles dues on el ressò de la guerra fratricida entra a casa. La cara i la creu d’un mateix conflicte. El dilema de fugir a l’exili o de resistir en l’exili interior.

De rerefons, la relació que s’insinua i que es deixa en l’aire entre les dues joves amigues: ¿la seva disputa de joventut per conquerir el marit assassinat?, ¿una atracció sexual entre les dues dones?, ¿l’ímpetu de l’alegria que arrossega l’actriu Elena i que emborratxa tots els de la casa?, ¿el poder de seducció d’Elena —a qui els fills de Núria anomenenen “tieta” tot i que és padrina de Tinet— so-bre la família dels Vila?

L’obra transcorre en un únic escenari: el saló de casa des Vila. A fora, darrera d’una porta de vidres modernistes hi ha el jardí, el paradís personal, el refugi del que va ser i ara no és. A les parets del saló, marques deixades pels quadres despenjats pels milicians que van requisar tot el que els va semblar que tenia un cert valor, a més de la fàbrica i l’auto. Una imponent escala noble porta a les habitacions del pis de dalt. Al darrere hi ha la cuina, que no es veu mai, però que és on s’aconseg-ueix fer un àpat amb patates i alguna altra menja modesta aconseguida d’estranquis per la minyona i que fa feliços els Vila com si fos un banquet, davant el racionament que assota la població, sigui de la classe que sigui. I, presidint el saló, un piano, que la Núria no voldria que es toqués mai i que amb l’arribada d’Elena es converteix en un personatge més de la casa que provocarà l’esclat final. I una gramola amb discos de pedra perquè la guerra no acabi fent oblidar el que s’havia guanyat a pols.

Escenes d’escapades cap a la llibertat: música popular de cuplet; xiuxiueig de ‘La Santa Espina’ contra el retruny de les bombes; ball de fox importat dels EUA a principis de segle; imitació casolana d’una Joséphine Baker, la vedet de revista i d’origen afroamericana nacionalitzada francesa a París el 1937; i l’anècdota d’una recitació de la Fedra, de Jean Racine, basada en el mite grec, que fan que hi hagi moments de teatre dins el teatre o potser d’una relativa pau dins de la guerra.

L’estructura de l’obra permet que tots els intèrprets evolucionin amb els seus personatges i que creïn una interrelació de secrets a mitges i de mitges veritats que els espectadors van descobrint al llarg de l’obra. La magnífica interpretació coral no té excepcions, tot i que es fa inevitable que algunes escenes, hàbilment preparades, per les seves característiques, esclatin per damunt d’unes altres.

Per exemple, s’hi veu un Joan Carreras (Ramon) en un paper difícil, molt diferent del que habitual-ment fa, molt ben dirigit, i que contrasta amb tota la resta de la família per la seva rigidesa, però que es va esmicolant, atordit per les circumstàncies personals fins que es converteix en l’antiheroi més espectacular de la trama. Hi ha també els moments dolços protagonitzats per la polifacètica Anna Moliner (Victòria), tintada aquí d’una certa ingenuïtat, amb peces de ball i cant de diferents

BARCELONAde Pere Riera

012

registres, sense oblidar les reaccions i el canvi de manera de fer que té quan es presenta a casa el seu promès Ramon (Joan Carreras).

Moments d’una adolescència molt ben perfilada també per la impaciència del seu germà Tinet (Car

los Cuevas), que fins i tot anuncia que es vol allistar voluntari al front, i moment estel·lar d’ell mateix quan, en la festa d’aniversari, la “tieta-padrina actriu” li fa pagar la penyora perquè imiti Joséphine Baker, després que ella hagi interpretat, escala amunt escala avall, una part del discurs de ‘Fedra’, en francès, parodiant una actuació seva a París, i que posa a prova la brillant capacitat actoral d’Emma Vilarasau en una escena que, si existís, li hauria d’atorgar el premi a la millor actriu de la temporada. Esplèndides les relacions d’amagatotis que mantenen l’avi Vila (Jordi Banacolocha) i la minyona Nati (Pepa López). Esplendorosa veu vinguda del carrer, la del pintor cartellista i jove republicà Simó (Pep Planas) que troba el seu punt màxim en un enfrontament ideològic amb el banquer Ramon.

I, durant tota l’obra, escenes d’alt voltatge entre Núria (Míriam Iscla) i Elena (Emma Vilarasau), especialment fulgurants les dues quan enfilen rastelleres de recargolats impromperis l’una con-tra l’altra, o quan recorden la seva etapa de joves llibertàries a la universitat o les seves primeres manifestacions de feminisme, fins al ball finals de les dues, un tango al so de les explosions, enmig de la pols de la runa, el tremolor del sostre i els llums de llàgrimes de la casa que les arrauleix les dues com si fossin una de sola, en una mena de rèquiem per una Barcelona que s’enfonsa sota les bombes.

BARCELONAde Pere Riera

013

Jordi Bordes, 12/05/2013. EL PUNT AVUI

Amb regust de l’èxit d’‘Agost’

És excessiu comparar l’obra d’un jove Pere Riera (Canet de Mar, 1974) amb la d’un consumat èxit arreu del món com Agost (TNC, 2010) de Tracy Letts? Probablement, però per moments les rèpliques una mica cíniques dels personatges que interpreten Vilarasau i Iscla evoquen el to de la Lizaran a la Sala Gran. L’estructura clàssica de plantejament, nus i desenllaç també funciona amb aquesta peça de prop de tres hores (amb entreacte inclòs). En moments d’incertesa, cal trobar mo-ments per a l’orgull. Riera ha escrit la peça pensant en les dues protagonistes i, com a director, els ha canviat el paper natural.

Així, Iscla és una dona dura, esquerpa, mentre que Vilarasau respon a la brillantor d’una estrella despreocupada de París que ve a recordar batalletes de quan eren jovenetes i compromeses so-cialment però despreocupades perquè l’àpat a casa el tenien garantit amb unes famílies molt aco-modades. El joc funciona, sobretot quan cada una d’elles gira el seu caràcter, i excel·leixen en el rol que elles dominen millor. L’autor també dóna peu a fer que Anna Moliner emocioni cantant (sigui copla o balada) com ja feia en aquella Aloma (2008), adaptada de Rodoreda.

Riera utilitza aquest món burgès, que també era la diana a Lluny de Nuuk (2010), per explicar els efectes del bombardeig feixista, sense aturador, el 1938 a Barcelona. El desànim que respira la ciutat queda apaivagat pels finestrals lluminosos de Vallvidrera i la necessitat de superar el tràngol amb una diversió, que a la fi, esdevé amarga. És a la segona escena que es percep la complexitat de pensaments de les víctimes de les bombes. Totes pensen, argumenten i recorden amb coherèn-cia, però amb conclusions ben antagòniques. És brillant el desplegament d’aquest giny.

Riera, jove però amb molt nas, es guarda alguns perquès per a la darrera escena. És un desenllaç clàssic, sí, però que, sabent administrar bé el material (com la Nati, interpretada per Pepa López, que sap fer meravelles de les seves trifulgues en els seus viatges d’intendència), ajuda a mantenir una certa intriga. El tango és un ball magnètic d’intencions. El TNC viu una temporada d’estretors, que no hi està acostumat. Ja li toca recuperar un èxit. Ja ho hauria d’haver estat la recuperació

d’Una història catalana. Barcelona s’ho mereix.

BARCELONAde Pere Riera

014

Begoña Barrema, 12/05/2013. EL PAIS

Emoción ideológica

Cuenta Pere Riera que su idea inicial era juntar a Míriam Iscla y a Emma Vilarasau en una pieza que tenía intención de ubicar en una ciudad europea durante la II Guerra Mundial y que fue Sergi Belbel quien le convenció para que fuera la Barcelona de marzo de 1938 el trasfondo de la acción y los bombardeos de los fascistas sobre la ciudad, su banda sonora. Y así Barcelona nos sitúa en la casa señorial de los Vila, una familia republicana gobernada por Núria (Míriam Iscla), cuyo marido fue asesinado por los anarquistas, y formada por sus dos hijos (Anna Moliner y Carlos Cuevas), su suegro (Jordi Banacolocha) y una criada de confianza (Pepa López); un amigo pintor (Pep Planas) y el novio de la hija (Joan Carreras) completan los personajes que envuelven a la mestressa dando sentido a su afligida cotidianidad hasta que aparece Elena (Emma Vilarasau), su amiga del alma, una actriz de lo más mundana que vive en París y de la que hace cuatro años que no sabe nada. Efectivamente, la irrupción inesperada de esta en el primer acto suscita tal tensión entre ambas que nos hace creer que la resolución de la rivalidad que atenaza a las dos será el meollo de la obra.

No sé si durante el proceso de documentación sobre los hechos históricos de la época Riera (1974) ha ido perdiendo interés por la trama entre las dos protagonistas en favor de una serie de datos sobre el contexto bélico, pero el caso es que Barcelona utiliza a sus personajes para tratar sobre los bombardeos y no al revés. No es un texto sobre las dos amigas en tiempos de guerra, pues ellas, y con ellas el resto, son el trasfondo de un discurso político-moral sobre las opciones personales e ideológicas ante la Guerra Civil. Núria personifica la resistencia republicana y la fe en la identidad catalana, mientras que Elena encarna la joie de vivre. Y eso es todo, amigos. Acaba el primer acto y no sabemos qué ha pasado entre ellas; acaba el segundo, y lo mismo. ¿Qué papel jugó el marido? ¿Tuvo la amiga un lío con él? ¿O lo tuvieron entre ellas como insinúa el tango que acaban bailando juntas? Para cuando se explican un poco, ya en el tercero, no conseguimos averiguar mucho más de lo que ya sabíamos: que una se quedó y la otra se fue. Y es que las dos posiciones, matizadas por las del resto de los personajes, se repiten a lo largo de una obra en la que lo único que pasa son las horas que discurren entre la mañana, la tarde y la noche (los tres actos en los que se divide), y que los personajes llenan con réplicas ocurrentes y dilatados numeritos musicales propiciados por la afición de la hija a la música y las tablas de la amiga sobre el escenario. Poca emoción, por tanto, en una relación que no se expone, a no ser que uno se conmueva con el patriotismo de La Santa Espina que los intérpretes cantan juntos.

BARCELONAde Pere Riera

015

Imma Fernández, 12/05/2013. EL PERIÓDICO DE CATALUNYA

Bomba emotiva al TNC

Les batalletes d’àvies/avis i besàvies/besavis van assaltar dijous a la nit les converses al TNC després de l’estrena de Barcelona, aclamada posada de llarg del dramaturg i director Pere Riera (Canet de Mar, 1974), que va viure emocionat els aplaudiments i ovacions de la platea. En el rescat de la memòria –en concret els bombardejos feixistes sobre la ciutat el març del 1938– comença el mèrit d’una obra que es mira la guerra civil sense banderes ni colors; amb les contradiccions de la manca de sentit esquitxant la dramatúrgia.

A aquest context s’hi va sumar el duel interpretatiu d’Emma Vilarasau i Míriam Iscla. Llueixen esplèn-dides el vestit a mida que els ha confeccionat Riera. Són Elena, l’amiga pròdiga fugida a França,que torna després de triomfar com a actriu, i Núria, viuda d’un industrial assassinat pels anarquistes que va decidir quedar-se. Exili o resistència, heus ací el debat que connecta l’obra amb aquests dies.

Ja des de l’inici s’apunten les intencions de Riera. “Riure és una altra manera d’ensenyar les dents”, es dirà en el text. L’autor de Red pontiac (petita joia esquiva a l’èxit que es mereix) proposa un cant a la vida i a l’amistat davant l’atroç simfonia bèl·lica. Eros versustànatos. S’alça el teló entre els ru-gits dels avions de la tortura i el fos amb un foxtrot ens trasllada a la casa senyorial dels Vila. Tinet compleix 18 anys i hi ha ganes de gresca. Però la fèrria mestressa no està per la feina. És la figura castradora davant el vitalisme de la resta. Començant per la reina de la festa: una Vilarasau que dinamita l’acció amb la seva arribada i provoca la tensió entre totes dues.

Notables així mateix els veterans Jordi Banacolocha (sogre) i una Pepa López (criada) que broda la seva missió d’alleugerir tibantors. També Pep Planas despunta en el dibuix de pintor republicà, però no així un impostat Joan Carreras, que no troba el seu traç com l’angoixat nòvio de la filla que només anhela la pau i el silenci, guanyi qui guanyi. Els joves Anna Moliner i Carlos Cuevas com-pleten l’elenc.

TANGO DE RECONCILIACIÓ

Un primer acte coral s’amaneix amb cançons, un dilatat tros de Fedra i La Santa Espina com a condiments d’un espectacle concebut per al gran públic que alguns van trobar excessius. Va seg-uir l’emotiu in crescendo del duel anunciat entre les dues amigues, que es va quedar curt a l’hora d’aclarir el seu passat. El tango Por una cabeza de Gardel, precedint la pirotècnia feixista, el cul-mina. Un últim tango a Barcelona que va acabar amb el públic dempeus.

BARCELONAde Pere Riera

016

Joan-Anton Benach, 11/05/2013. LA VANGUARDIA

Bombes molt aplaudides

Fa tres temporades va sorprendre tothom amb Lluny de Nuuk, una de les obres més madures dels cicles T6 que convocava el Nacional a la sala Tallers. I en fa dues que Pere Riera (Canet de Mar, 1974) demostrava amb Desclassificats que l’atzar no tenia res a veure amb aquella sorpresa: l’obra, estrenada a La Villarroel, era la prova concloent d’una magnífica aptitud per a la literatura dramàtica i de la gran intuïció del seu autor per retratar personatges i conflictes versemblants. Mentrestant, llegíem en algun lloc opinions de Riera que ens apropaven a un dramaturg entenimentat i prudent de qui es podien esperar les millors aportacions teatrals. Aquest procés veloç, ascendent, en línia recta, confiàvem que seria ratificat amb l’estrena de Bar-celona, espectacle amb el qual Pere Riera ocupa ara mateix el primer escenari públic del país. I bé, aquesta confirmació no s’ha produït i aquell traç rectilini i decidit envers l’excel·lència d’una autoria prometedora no diré que s’hagi esvaït del tot, però sí que ha fet una giragonsa decebedora. En opinió meva, esclar.

He de puntualitzar que la primera representació de Barcelona, abans d’ahir, va tenir una acollida apoteòsica: tot el públic dret dedicant una llarga ovació als intèrprets i a l’autor, un Pere Riera emo-cionat que va sortir a saludar per segona vegada, acomboiat per Míriam Iscla i Emma Vilarasau, les dues actrius que n’encapçalen el repartiment.

De fet, la recepció calorosa de l’espectacle ha estat, pel que sembla, un objectiu perseguit per l’autor, amb trucs propis de gat vell capaç de vendre’s l’ànima per un aplaudiment. On s’és vist que abans del primer teló, i com per refer-se del bombardeig que ha patit la ciutat, els atemorits person-atges s’apleguin tot cantant... La santa espina? Per quina raó, si no és per pur efectisme, el final de l’obra es resol amb la reconciliació coreogràfica d’Iscla i Vilarasau, després que ambdues acaben de ballar un tango?

La gratuïtat d’aquesta al·legoria, referència a un imaginari on s’alternen el combat i la seducció de les dues persones que ballen, no permetria subjectar l’escriptura de Barcelona a una disciplina naturalista, si no fos que entre la nova dramatúrgia les llicències estilístiques poden ser un orna-ment perfectament legítim. Més important fóra, en canvi, l’administració eficient d’un tempo teatral que l’obra ofereix d’una manera, al meu entendre, molt deficient. El drama va del dia d’una família burgesa que viu l’alarma de la ciutat bombardejada per l’aviació italiana el 17 de març del 1938. És el dia que a la casa arriba Elena (Emma Vilarasau), que feia quatre anys que vivia a París. Però, és un dia només? La percepció dels esdeveniments que transcorren del matí a la nit ens diu que no poden cabre en una jornada en la qual no es parla com caldria de les hores i els moments, de

BARCELONAde Pere Riera

017

l’abans i del després, obsedit l’autor per encabir-hi el catàleg d’actituds en front de la bestialitat bèl·lica que s’està vivint.

L’ambició de Barcelona i la complexitat de les psicologies que hi convergeixen – les sòlides creences de l’avi Vila (Jordi Banacolocha), el resistencialisme de Núria (Míriam Iscla), el tèrbol botiflerisme de Ramon (Joan Carreras)...– demanaven la mirada exterior d’un director que no fos el mateix Riera. És possible, a més, que aquest professional absent aconsellés a l’autor la supressió del pegat que suposa el tros de la Fedra de Racine que recita Elena i millorés, alhora, el nervi de l’enfrontament del personatge amb Núria. Amb tot, la pugna entre les dues actrius és el que manté mínimament lligat un relat que tendeix a la dispersió i que inclou, també, bons treballs de Pepa López i Pep Pla-nas.