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1 LOS DEBATES ELECTORALES Y SU INFLUENCIA SOBRE EL LIDERAZGO: AVANCES EN LA INVESTIGACIÓN APLICADA AL CASO ESPAÑOL ANTONIO GARRIDO RUBIA JAVIER SIERRA RODRÍGUEZ Universidad de Murcia Resumen. Los debates electorales entre candidatos de los dos principales partidos ante unos comicios generales se introdujeron en España de forma tardía en 1993, aunque no se volvieron a repetir hasta 15 años después. Desde 2008 se vuelven a celebrar debates entre los candidatos de los principales partidos, creando expectativas de convertirse en un elemento constante en el futuro y despertando un amplio interés por la disposición de un mayor número de experiencias y datos para el análisis. En esta comunicación se hace un repaso a los principales avances y situación de la investigación sobre los debates electorales. 1. DEBATES ELECTORALES: INTERPRETACIONES, FUNCIONES Y EFECTOS Desde los primeros debates electorales televisados entre Nixon y Kennedy en 1960 se ha puesto de manifiesto la importancia de los debates electorales televisados como elementos que generan una gran atención del electorado y que provoca amplias audiencias (Kelley, 1962; Druckman, 2003; Sorensen, 2010). Sin embargo, en España los debates electorales televisados han sido más una excepción que una norma, a diferencia de otras democracias más establecidas, como la norteamericana, en la que desde hace más de cincuenta años constituyen una tradición. Los debates electorales son un fenómeno relativamente infrecuente si nos referimos a los que han tenido lugar entre líderes de los principales partidos políticos ante comicios legislativos en España. En concreto se han celebrado cinco debates entre los candidatos de los dos principales partidos, aunque sólo se han realizado en el marco de tres procesos electorales. Los primeros tuvieron lugar en 1993, con dos debates entre Felipe González y José María Aznar, mientras que habría que esperar quince años para asistir a la segunda ronda de debates, dos en 2008 entre José Luís Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, y el último en 2011 entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba. Una semejanza es que, en ambos casos, tanto en España como en Estados Unidos se produjo una pausa en la celebración de este tipo de acontecimientos políticos, que fueron recuperados en Estados Unidos en 1976 y en España en 2008 en lo que se refiere a las elecciones generales y desde 2007 en las elecciones autonómicas y locales (Schroeder, 2009: 79).

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LOS DEBATES ELECTORALES Y SU INFLUENCIA

SOBRE EL LIDERAZGO: AVANCES EN LA INVESTIGACIÓN

APLICADA AL CASO ESPAÑOL

ANTONIO GARRIDO RUBIA

JAVIER SIERRA RODRÍGUEZ

Universidad de Murcia

Resumen.

Los debates electorales entre candidatos de los dos principales partidos ante unos

comicios generales se introdujeron en España de forma tardía en 1993, aunque no se

volvieron a repetir hasta 15 años después.

Desde 2008 se vuelven a celebrar debates entre los candidatos de los principales

partidos, creando expectativas de convertirse en un elemento constante en el futuro y

despertando un amplio interés por la disposición de un mayor número de experiencias y

datos para el análisis.

En esta comunicación se hace un repaso a los principales avances y situación de la

investigación sobre los debates electorales.

1. DEBATES ELECTORALES: INTERPRETACIONES, FUNCIONES Y

EFECTOS

Desde los primeros debates electorales televisados entre Nixon y Kennedy en 1960 se

ha puesto de manifiesto la importancia de los debates electorales televisados como

elementos que generan una gran atención del electorado y que provoca amplias

audiencias (Kelley, 1962; Druckman, 2003; Sorensen, 2010). Sin embargo, en España

los debates electorales televisados han sido más una excepción que una norma, a

diferencia de otras democracias más establecidas, como la norteamericana, en la que

desde hace más de cincuenta años constituyen una tradición. Los debates electorales son

un fenómeno relativamente infrecuente si nos referimos a los que han tenido lugar entre

líderes de los principales partidos políticos ante comicios legislativos en España. En

concreto se han celebrado cinco debates entre los candidatos de los dos principales

partidos, aunque sólo se han realizado en el marco de tres procesos electorales. Los

primeros tuvieron lugar en 1993, con dos debates entre Felipe González y José María

Aznar, mientras que habría que esperar quince años para asistir a la segunda ronda de

debates, dos en 2008 entre José Luís Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, y el último

en 2011 entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba. Una semejanza es que, en

ambos casos, tanto en España como en Estados Unidos se produjo una pausa en la

celebración de este tipo de acontecimientos políticos, que fueron recuperados en

Estados Unidos en 1976 y en España en 2008 en lo que se refiere a las elecciones

generales y desde 2007 en las elecciones autonómicas y locales (Schroeder, 2009: 79).

usuario
Texto tecleado
II Congreso de Comunicación Política y Estrategias de Campaña. ALICE Toluca (México), octubre de 2013.
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Los debates cumplen distintas funciones en las campañas electorales. Desde una visión

normativa pareciera haber un consenso muy sólido respecto al rol positivo de los

debates en democracia. Así, no hay que olvidar la contribución que tienen los debates a

las funciones que se atribuyen generalmente a las campañas electorales en su conjunto

para la legitimación del sistema democrático, los partidos y las élites políticas (Moreno,

2010: 55). Los debates permiten a los votantes la posibilidad de observar cómo se

desenvuelven sus líderes, especialmente en un contexto de gran atención pública por su

mayor audiencia en comparación al resto de acciones de comunicación electoral y por el

amplio volumen de información mediada que producen (Benoit y Harthcock, 1999;

Benoit y Hansen, 2004). Desde esta perspectiva, constituyen una oportunidad para ver

a los candidatos sin tanta edición en su propia imagen, en un formato más real y frente a

situaciones de presión por parte de sus oponentes, del público o de los moderadores. Por

eso constituyen eventos muy significativos en una campaña electoral, porque ofrecen la

oportunidad de ver a los principales candidatos cara a cara discutiendo sobre los mismos

tópicos. Los debates en la campaña electoral enfocan la atención de la audiencia,

identifican asuntos e invitan a la deliberación y se convierten en un conflicto dramático,

limitado a un tiempo breve, para responder a una audiencia.

Sin embargo, todo debate es, por antonomasia, una oportunidad para defender la postura

propia y rebatir la postura del oponente. Ello transforma al debate en una lucha en

donde prima la lógica de la campaña negativa. La comunicación negativa lo que

persigue, principalmente, no es tanto persuadir a los votantes para que cambien su voto

como disminuir la participación de los votantes del candidato contrario. En

consecuencia, algunos de sus críticos apuntan a que provocan una disminución de la

participación electoral (Kamber, 1997; Kenney, 1999; Jackson et al., 2009). Con ello se

plantea la discusión acerca de si el uso de determinadas técnicas durante la campaña

electoral no vulnera el fundamento de una de las funciones de las campañas electorales:

la participación electoral y, por ende, el reforzamiento del compromiso cívico.

También se ha relacionado el análisis de los debates con la teoría de la agenda setting y

la competición para atraer la atención de los medios hacia aquellos temas que se desean

tratar (Benoit, Hansen y Verser, 2003; Boydstun, Philips y Glazier, 2010). Su influencia

se fija desde el primer momento en el que se anuncia su celebración, estableciendo un

escenario en el que los partidos compiten por “colocar” sus temas entre los temas de la

agenda mediática y pública, de manera que sean los principalmente abordados en el

debate. Pero este alcance no se limita a la celebración del propio debate, sino que abarca

con posterioridad a la extensión en la discusión pública de los temas que han

predominado en el debate electoral. Por supuesto, sin olvidar la clásica función de los

debates de informar a los ciudadanos sobre los partidos, los candidatos y sus posiciones

políticas con carácter general (Abramowitz, 1978; Lemert, 1993; Blais y Perrella,

2008).

Asimismo, se ha especulado sobre la influencia que poseen en la orientación en el voto,

relacionando sus efectos con aquellas campañas que giran en relación al liderazgo de los

candidatos. Desde otras perspectivas, se ha estudiado la mecánica interna de la

organización de los debates, la metodología y validez de las mediciones de sus efectos y

la consideración de su influencia más allá del mero debate, extendiéndola desde el

anuncio de su celebración hasta la valoración posterior que se hace del mismo. En este

sentido, el conventional wisdom de los estudios considera comúnmente que los debates

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electorales son elementos centrales de las campañas por la amplia atención que generan

y la posibilidad de cambiar la orientación del voto, aunque la intensidad de su influencia

en el comportamiento electoral está por precisar científicamente. La función principal

que se atribuye a los debates desde el punto de vista de la decisión de voto es la de

“refuerzo” del electorado y de un mayor conocimiento de los candidatos, al margen de

la incidencia o el impacto que puedan tener en el electorado indeciso.

Esta influencia o efecto, inevitablemente, está estrechamente vinculada a las previas

expectativas de voto y a la competitividad del sistema de partidos. Así, algunas

investigaciones sobre los primeros debates celebrados en 1993 planteaban que sus

efectos sobre el comportamiento electoral son más relevantes cuanto más competitivas y

disputadas estén las elecciones antes del mismo (Lledó, 2001: 164). Puesto que se

presume que su influencia en la decisión de voto es leve, sólo si están muy igualadas las

posiciones de los contendientes, puede existir una mayor influencia en el

comportamiento electoral de los debates, por cuanto pueden convertirse en decisivos.

Las consecuencias potenciales para el candidato que se considere “ganador” según las

lecturas posteriores pueden ser importantes en dicho contexto, siempre y cuando la

consideración de “ganador” sea muy clara o cuando los medios de comunicación en

sus posteriores juicios vayan al unísono respecto al “vencedor” de un debate, en lugar

de mantener una mayor disparidad de opiniones al respecto (Luengo, 2011: 92-93;

Luengo y Marin, 2009). Sin embargo, la consideración del ganador parece ser

solamente un efecto agregado de las preferencias previas de los electores (Sierra, 2012)

y además a su vez pueden estar distorsionadas por los análisis de la prensa y los medios

de comunicación, dado que los partidos suelen desarrollar el correspondiente “spin”,

consistente en fijar la agenda posterior de los medios de comunicación e influir en la

interpretación que estos realizan sobre el debate lectoral, con la idea de ganar también

“el debate sobre el debate” (Schroeder, 2008: 252-260; Tuman, 2008: 155-159).

2. LA PERCEPCIÓN SELECTIVA Y RESULTADO DEL DEBATE EN LAS

ENCUESTAS DEL CIS

El análisis de la percepción selectiva en la consideración del ganador del debate es uno

de los principales aspectos que se abordan en esta comunicación, por lo que es necesario

tener una referencia sobre los datos de los sondeos realizados tras las elecciones que

indican quien fue el candidato “más convincente” de cada debate. En el debate de 2011

y según la encuesta post-electoral de CIS, el 39,6% de los entrevistados consideraba

como ganador a Mariano Rajoy, frente al 23,4% que mencionaba a Alfredo Pérez

Rubalcaba, mientras que un 5,4% pensaba que ambos habían sido igual de convincentes

y un 24,4% que no lo había sido ninguno de los dos. En los anteriores comicios de 2008

la encuesta post-electoral del CIS preguntaba por el candidato más convincente en los

dos debates conjuntamente y el 53,3% señalaba a José Luís Rodríguez Zapatero,

mientras que un 21,5% lo hacía a Mariano Rajoy. El resto de porcentajes se repartía

entre quienes consideraban a ambos por igual (6,9%), a ninguno de los dos (15,8%) o

NS/NC (2,5%).

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Tabla 1. Percepción sobre el candidato más convincente

en el debate. Datos globales y según intención de voto (%).

Debate 2011

Debates 2008

Percepción del

ganador

Intención de voto

(fase pre-electoral) Todos Percepción del

ganador

Intención de voto

(fase pre-electoral) Todos

PSOE PP PSOE PP

Alfredo Pérez

Rubalcaba 60,5 4,5 23,4

José Luís Rodríguez

Zapatero 86,7 12,5 53,3

Mariano Rajoy 12,4 75,9 39,6 Mariano Rajoy 3,0 66,1 21,5

Los dos por igual 5,0 3,7 5,4 Los dos por igual 2,8 7,2 6,9

Ninguno de los dos 17,2 11,6 24,4 Ninguno de los dos 6,4 11,5 15,8

N.S. 4,6 4,2 6,5 N.S. 1,0 1,5 1,6

N.C. 0,4 0,1 0,7 N.C. 0,1 1,2 0,9

Total 100,0 100,0 100,0 Total 100,0 100,0 100

Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.708 y 7.711 elecciones generales de 2008 y 2011

Además del posible efecto de coordinación de expectativas sobre el ganador del debate

por parte de las encuestas divulgadas tras el mismo y su efecto derivado la encuesta del

CIS, distintas variables como la valoración del líder, la intención de voto o la

identificación partidista pueden explicar la percepción del resultado del debate, lo que

supone que la percepción del ganador está fuertemente influenciada por las actitudes y

preferencias preexistentes (Festinger, 1957; Gerber y Green, 1999; Yawn y Betty, 2000;

Lledó, 2001; Reinemann y Maurer, 2005; Luengo, 2011). Cada elector, en función de

esta “percepción selectiva”, tiende a considerar como ganador al candidato preferido o

de su partido y, por tanto, lo más probable es que aquel que se corresponda con el

mayor porcentaje de electores que muestran unas predisposiciones claras antes de las

elecciones quedará reflejado como ganador en las encuestas (Sierra, 2012).

Por lo que respecta a la relación entre las preferencias previas y la percepción del

ganador, la tabla anterior recoge los datos sobre el “ganador” del debate en los años

2008 y 2011 en función de la intención de voto al PP y al PSOE obtenida en la fase pre-

electoral de ambas encuestas panel. Así, observamos que quienes tenían una intención

de voto hacia el PP daban como ganador principalmente a su candidato, Mariano Rajoy,

tanto en 2011 (75,9%) como en 2008 (66,1%). Lo mismo sucedía con las personas que

declaraban su intención de votar al PSOE: en 2011 un 60,5% daba como ganador a

Rubalcaba y en 2008 un 86,7% a José Luís Rodríguez Zapatero. En ambos casos se

observa que los electores tienden a considerar ganador al candidato del partido por el

que van a votar, pero los porcentajes correspondientes a las opciones de empate son

importantes, motivo por el cual la principal interpretación de los datos es que las

preferencias previas actuarían como una barrera a considerar “ganador” al candidato

del partido contrario del que se muestra intención de voto, por lo que en todo caso, los

individuos optarían por el “empate”, conclusión similar a la de los estudios previos

respecto a los debates de 1993 (Lledó, 2001:165). En un estudio experimental utilizando

un sistema de recepción de respuesta en tiempo real (RTR) de los debates de 2008, que

intentaba medir los efectos de la predisposición ideológica sobre las percepciones y

reacciones inmediatas de los telespectadores, se concluyó también que “el modo en el

que los participantes reaccionan a las intervenciones de los candidatos estaba sesgado de

forma directa dependiendo de quién creían ellos previamente que iba a ganar el debate,

y de a quién tenían planeado votar” y que “aquellos participantes que pensaban votar al

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candidato conservador mostraron una clara predisposición a valorar las intervenciones

de Rajoy, mientras que aquellos que reconocían su voto a los socialdemócratas en el

cuestionario, expusieron un patrón de evaluación más beneficioso para Zapatero”

(Luengo, 2011: 89-90); una pauta confirmada, además, en el análisis mencionado, a

través de la correlación positiva entre variables como la presunción y las expectativas

previas sobre el ganador o la identificación partidista y el veredicto o la impresión sobre

el ganador.

¿Hay, por tanto, un ganador del debate? Esta interpretación, que se realiza desde los

ámbitos periodísticos, parece ser, más bien, un reflejo de la percepción selectiva y de las

preferencias sesgadas que previamente existen sobre cada candidato, matizadas por los

datos que distinguen entre el convencimiento sobre la actuación positiva del candidato

preferido o una percepción de igualdad de ambos y los efectos de coordinación de

expectativas de los propios sondeos previos ya apuntados. Para aquellos electores que

poseen una preferencia previa, no “pierde” su candidato o sólo en porcentajes muy

bajos le resulta más convincente el contrincante. Más bien, se puede considerar que

ambos candidatos ganan para sus respectivos electores, aunque la diferencia radica en la

mayor ambigüedad o percepción de intensidad sobre la ventaja de uno u otro, algo que

se evidencia a través de las categorías “los dos por igual” y “ninguno de los dos”. En

todas las encuestas publicadas, parece existir una percepción tendente a considerar a

Rajoy como más convincente en el debate. No obstante, podemos hacer distintas

conjeturas acerca de si estos porcentajes mayores para el líder popular no son

estrictamente fruto de una evaluación racional del debate, sino del encorsetamiento o

constricción que experimentan los votantes al tener unas preferencias iniciales dadas y,

por tanto, consecuencia del efecto agregado de existir una mayor masa de electores que

tienen una predisposición favorable hacia el PP y su candidato.

2.1 Percepción selectiva según la preferencia por un partido.

Existen actitudes hacia los partidos en las que se observa una clara influencia en la

consideración del candidato “más convincente” en los debates. Para analizar esta

influencia observamos algunas preguntas de la encuesta panel del CIS en su fase pre-

electoral como el partido al que votaría si las elecciones se celebrasen al día siguiente, el

partido por el que siente simpatía o el partido que le gustaría que ganase. En función de

la opción elegida, PSOE o PP, obtenemos dos subpoblaciones y a través de ellas

analizamos el porcentaje de encuestados de cada población que considera más

convincente a cada candidato. Todos los datos nos llevan a observar que en función del

partido preferido, por el que el encuestado muestra simpatía o el que le gustaría que

ganase, se señala con mayor intensidad al respectivo candidato de ese mismo partido

como más convincente en detrimento del candidato del partido opositor. Si bien los

porcentajes son más abultados a favor de la actuación de Rajoy en el debate entre los

que muestran predilección por el PP, el hecho diferencial radica en la distancia entre un

candidato u otro según la variable analizada, con el denominador común de que siempre

es mucho más señalado el candidato del partido preferido.

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Tabla 2. Distribución de encuestados que señalan a cada candidato como más

convincente en el debate electoral según diversas variables de la encuesta pre-

electoral (%).

Candidato "más convincente" en el

debate

Partido por el que muestra intención de voto

PSOE PP

Alfredo Pérez Rubalcaba 60,5 4,5

Mariano Rajoy 12,4 75,9

Candidato "más convincente" en el

debate

Partido por el que muestra simpatía

PSOE PP

Alfredo Pérez Rubalcaba 52,0 3,7

Mariano Rajoy 16,8 77,9

Candidato "más convincente" en el

debate

Partido que le gustaría que ganase

PSOE PP

Alfredo Pérez Rubalcaba 56,7 5,2

Mariano Rajoy 12,0 74,2

Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.711 de las elecciones generales de 2011

2.2 Percepción selectiva según recuerdo de voto.

Teniendo en cuenta que habitualmente se ha considerado el recuerdo de voto como un

indicador parcial de la identificación partidista, podemos extraer los datos de esta

percepción en función del recuerdo de voto. Así, se observa que entre quienes votaron al

PP en 2008 hay un porcentaje alto de quienes consideran ganador a Rajoy (78,6%),

mientras que entre quienes votaron al PSOE en 2008 el porcentaje de los que señalan a

Rubalcaba como ganador es del 44,4%, siendo el más bajo de los extraídos hasta ahora

entre los segmentos considerados partidarios del PSOE. Esto concuerda con los

resultados electorales y las explicaciones que hasta la fecha se han dado sobre los

motivos de la victoria popular en 2011, de modo que los votantes del PSOE de 2008 han

tenido unas trayectorias de voto diferenciado en 2011 y por tanto dentro de ese conjunto

de votantes del PSOE existe una proporción indeterminada de electores que tendrían

otras preferencias previas ante los últimos comicios y por tanto no percibían a

Rubalcaba tan positivamente, de ahí que resulte en ese segmento a priori socialista el

menor porcentaje de los que señalan al candidato del PSOE como “más convincente”.

En el caso del recuerdo de voto respecto a las elecciones autonómicas de 2011 los

resultados sobre Mariano Rajoy son similares (77,2% de los votantes del PP), mientras

que en el caso de los votantes del PSOE sube al 50,4% el porcentaje de los que

consideran vencedor a Alfredo Pérez Rubalcaba.

Tabla 3. Distribución de encuestados que señalan a cada candidato como más

convincente en el debate electoral según recuerdo de voto en 2011 y en 2008 (%).

Candidato "más

convincente" en el debate

Recuerdo de voto 2011

(autonómicas)

Recuerdo de voto en 2008

(generales)

PP PSOE PP PSOE

Alfredo Pérez Rubalcaba 3,3 50,4 2,5 44,4

Mariano Rajoy 77,2 17,8 78,6 20,9

Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.711 de las elecciones generales de 2011

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2.3 Intensidad de las preferencias partidistas.

Al extraer los resultados según el recuerdo de voto de 2011 observamos las mayores

correlaciones entre el partido elegido y la percepción del ganador, por lo que para

mantener la tesis de que estos porcentajes son un mero reflejo de las actitudes previas,

tendríamos que aislar las personas cuyas preferencias previas respecto a los partidos

tuviesen una alta intensidad de dicha preferencia en función de un partido determinado.

Por ello, surge la duda sobre cómo medir la intensidad de las preferencias partidistas

previas, ya que en la encuesta panel del CIS en su fase pre-electoral no hay una

pregunta relativa a la intensidad de la proximidad, por lo que hemos tomado para ello la

correspondiente a la probabilidad de votar a cada partido, cuya respuesta se mueve en

una escala de 0 a 10 donde 0 significa que “con toda seguridad, no le votaría nunca”,

mientras que 10 es “con toda seguridad le votaría siempre”. Una alternativa,

obviamente, sería utilizar una variable “proxy”.

Analizando los datos relativos a la probabilidad de votar al PSOE, éstos muestran una

correlación entre la percepción del ganador y la probabilidad del voto, de manera que a

mayor probabilidad de votar al PSOE encontramos las proporciones más altas de los

que consideran como ganador a Rubalcaba, llegando al 65% entre quienes señalan que

con toda seguridad le votaría siempre. Este porcentaje es el más alto de los analizados

hasta ahora para Rubalcaba, lo que nos lleva a pensar que esa alta intensidad de la

probabilidad de votar al PSOE se muestra como la variable que mejor corrobora que la

realidad política se observa en función del partidismo, pero solo funciona en sentido

positivo, ya que en sentido negativo, aunque se observa que a menor probabilidad de

votar al PSOE crece el porcentaje de personas que consideran a Rajoy como vencedor,

el mayor porcentaje del 58,1% obtenido entre quienes afirman que no votarían al PSOE

nunca no es tan alto como otros obtenidos según otras actitudes previas.

Gráfico 1. Candidato más convincente en el debate según la probabilidad de votar

al PSOE (%).

Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.711 de las elecciones generales de 2011

Considerando los datos de la probabilidad de votar al PP se vuelve a reflejar que, según

crece dicha probabilidad, aumenta la valoración de Rajoy como contendiente más

“convincente”, llegando al 81,4% entre quienes afirman que votarían siempre al PP y

7,7 10,2 9,9

16,8 14,2

28,8 30

45,2

43

54,9

65 58,1

56,2

42,4

40,1

48,1

30,6

17,9

15,1 14 10,5

0

10

20

30

40

50

60

70

Alfredo Pérez Rubalcaba

Mariano Rajoy

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8

arrojando el porcentaje más bajo de los que creen que fue más convincente Rubalcaba

(2,7%). De nuevo se observa que, en sentido inverso, no funciona del mismo modo

porque en el caso de quienes “no votarían nunca” al PP el porcentaje de los que valoran

a Rubalcaba como vencedor llega al 41,5%, siendo de los más bajos de los analizados

hasta ahora para un segmento poco proclive al PP. Esto es, una alta intensidad de las

preferencias condiciona el modo de ver la realidad en el mismo sentido, sin embargo

una baja intensidad en las preferencias, no quiere decir necesariamente que se oriente en

sentido contrario, ya que puede estar relacionada con la neutralidad del electorado o su

desafección política.

Gráfico 2. Candidato más convincente en el debate según la probabilidad de votar

al PP (%).

Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.711 de las elecciones generales de 2011

La interpretación de estos datos parece sugerir que las preferencias partidistas y la

intensidad de las mismas funcionan como un buen mecanismo de interpretación de la

realidad, y que a mayor partidismo, mayores posibilidades hay de ver la realidad

política bajo el prisma de la definición de problema del partido y por tanto, de sus

líderes. Esto nos conduciría al viejo debate sobre la capacidad racional de los individuos

para analizar la realidad política al margen de la identificación o vínculos partidistas,

algo que es completamente compatible a la vista de los datos y que sólo ve minorada

esta capacidad racional cuando el partidismo tiene una amplia intensidad. Además, se

extrae de los datos recogidos por las encuestas del CIS que la animadversión a votar a

un partido determinado no conlleva que se contemple la realidad bajo ese mismo

prisma, lo que nos sugiere que dentro de ese conglomerado de electores que no votarían

nunca a un partido determinado o bien no necesariamente se esconde el principal

partido rival sino terceros partidos o bien que la animadversión tiene relación con otras

variables como la ideología.

2.4 Posicionamiento en la escala ideológica

El posicionamiento ideológico nos ofrecen un panorama coherente a lo mantenido hasta

ahora respecto a la percepción del ganador, de manera que crece nítidamente el

porcentaje de los que consideran como ganador al candidato que se corresponde o

asocia con su posicionamiento ideológico, de manera que según avanzamos hacia la

41,5 37,2 33,7

29

21,7 18,2 14

10,2 5,9 3,6 2,7

13,2 18,6 24,7 23,3

23,7 42

56,7 61

68,8 78,5

81,4

0102030405060708090

Alfredo Pérez Rubalcaba

Mariano Rajoy

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9

izquierda crece el porcentaje de los que señalan a Pérez Rubalcaba y decrece el

correspondiente a Mariano Rajoy. En sentido contrario sucede la pauta inversa, si bien

tiene la excepción correspondiente a la “extrema derecha” que refleja una menor

intensidad entre quienes dan como ganador a Rajoy, pero siguen siendo datos

coherentes e incluso porcentajes más amplios que en el extremo contrario, puesto que el

75,3% de los votantes ubicados en la extrema derecha dan como vencedor a Rajoy (un

3,2% a Pérez Rubalcaba) y un 50,2% de la extrema izquierda señalan como ganador al

candidato socialista (un 8,2% a Rajoy).

A la vista de los datos segmentados según el posicionamiento en la escala ideológica, se

podría mantener que la misma sigue una lógica similar al recuerdo de voto o la simpatía.

El porcentaje de quienes señalan a Rajoy alcanza su máximo (88,5%) en el espectro de

la derecha, mientras que en el caso de la izquierda el porcentaje más alto que consigue

es del 50,2%, notablemente inferior, de manera que la pauta corroborada por los

resultados electorales nos llevaría a sostener que las consecuencias del desencanto con

el Gobierno socialista se habrían proyectado en la percepción de sus candidatos incluso

entre los votantes de su mismo espectro ideológico.

Tabla 4. Candidato más convincente en el debate

según el posicionamiento en la escala ideológica (%).

Candidato

"más convincente"

en el debate

Autoposicionamiento en la escala ideológica

Extrema

izquierda 2 3 4 5 6 7 8 9

Extrema

derecha

Alfredo Pérez

Rubalcaba 50,2 38,2 39,3 40,7 20,7 6,7 3,4 5,7 2,6 3,2

Mariano Rajoy 8,2 12,2 16,4 20,1 38,5 63,8 74,5 76,5 88,5 75,3

Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.711 de las elecciones generales de 2011

2.5 Variables relacionadas con los candidatos.

En el caso de las variables relacionadas con los candidatos hemos utilizado como

referencia la valoración de los candidatos y la confianza que inspira cada uno de ellos.

En ambos casos observamos la misma pauta: a mayor valoración o confianza que

inspira un candidato, mayor es el porcentaje de electores que lo señalan como “ganador”

del debate; por el contrario, a menor valoración o confianza, mayor es la proporción de

aquellos que señalan al rival en el debate como “ganador”.

En los extremos el porcentaje de aquellos que valoran con un 10 a Alfredo Pérez

Rubalcaba es del 65,5%, mientras que en el caso de Mariano Rajoy alcanza hasta el

82,1%. Por lo que respecta a la confianza, entre aquellos a quienes inspira “mucha” o

“bastante” confianza Rubalcaba consideran que fue el candidato más convincente en

porcentajes del 68,5% y 46,2% respectivamente, mientras que en el caso de Rajoy son

muy superiores, el 82% y 75,8% respectivamente.

Por último, podemos observar los datos sobre la percepción del “ganador” en función

del candidato que prefiere como presidente del Gobierno, alcanzando el 48% entre los

que prefieren a Alfredo Pérez Rubalcaba y el 71,5% entre los que señalan su preferencia

por Mariano Rajoy.

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Tabla 5. Candidato más convincente en el debate

según su valoración en una escala de 0 a 10 (%).

Candidato

“ganador”

Valoración de Alfredo Pérez Rubalcaba

Muy mal 1 2 3 4 5 6 7 8 9 Muy bien

Alfredo Pérez Rubalcaba 4,2 7,4 5,1 6,6 11,0 19,1 32,5 39,8 50,3 52,7 65,5

Mariano Rajoy 68,8 61,3 54,8 51,2 41,3 36,8 29,4 22,8 22,2 19,5 14,0

Candidato

“ganador”

Valoración de Mariano Rajoy

Muy mal 1 2 3 4 5 6 7 8 9 Muy bien

Alfredo Pérez Rubalcaba 41,2 37,5 36,2 36,3 31,4 21,3 12,6 8,3 8,1 4,9 5,1

Mariano Rajoy 9,9 8,7 16,6 20,8 22,5 40,0 56,9 67,2 74,5 82,1 85,8

Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.711 de las elecciones generales de 2011

Tabla 6. Candidato más convincente en el debate según la confianza que inspira

y la preferencia como presidente del Gobierno (%).

Percepción de ganador

del debate

Respecto a Mariano Rajoy

Mucha confianza Bastante confianza Poca

confianza

Ninguna

confianza

Alfredo Pérez Rubalcaba 5,3 5,0 21,6 39,4

Mariano Rajoy 82,0 75,8 37,4 12,8

Percepción de ganador

del debate

Respecto a Alfredo Pérez Rubalcaba

Mucha confianza Bastante confianza Poca

confianza

Ninguna

confianza

Alfredo Pérez Rubalcaba 68,5 46,2 17,1 5,8

Mariano Rajoy 10,1 19,6 39,7 59,2

Percepción de ganador

del debate

Preferencia como Presidente del Gobierno

Alfredo Pérez

Rubalcaba Mariano Rajoy

Le es

indiferente

Ninguno de

los dos

Alfredo Pérez Rubalcaba 48,0 4,4 10,5 12,5

Mariano Rajoy 14,2 71,5 27,4 18,9

Fuente: Elaboración propia a partir del Panel CIS 7.711 de las elecciones generales de 2011

3. LA INFLUENCIA DE LAS PREFERENCIAS PREVIAS EN LAS

PERCEPCIONES SOBRE EL “GANADOR” DEL DEBATE: MODELOS

ALTERNATIVOS

Algunos estudios (Campbell et al., 1960) a mediados del siglo pasado enfatizaron la

identificación partidista como una vinculación psicológica a largo plazo hacia un

partido político determinado que supone “un tamiz perceptivo a través del cual el

individuo tiende a ver lo que le es favorable para su orientación partidaria”, de manera

que “cuanto más fuerte es el vínculo partidario, más exagerado es el proceso de

selección y perpetua la distorsión” (Campbell 1960:133). Este vínculo no es óbice para

que, a corto plazo, el individuo pueda alejarse de su inclinación o predisposición

natural, adquirida a través de la socialización política en una edad temprana, pero el

individuo tendería a volver al camino marcado por su “lazo” afectivo con dicho partido

y, de hecho, su visión sobre la realidad política estaría influenciada por el. Abramson

(1987: 93) describe las funciones de la identificación partidista, en el sentido expuesto

en The American Voter, y la define como “formación de opiniones”, lo que supone que

para captar su verdadera influencia habría que observar no solamente la dirección de la

identificación partidista, sino también la fuerza o intensidad de la misma. Así es posible

Page 11: Debates 2

11

prever situaciones en las que los electores pueden predeterminar sus opiniones en

función de su identificación partidista, lo que aparentemente parece suceder con la

percepción de “ganador” o “perdedor” de los debates.

Por supuesto, desde que se propuso la identificación partidista como modelo explicativo

del voto, han existido numerosas críticas a su aplicación en Europa en Europa, en

general (Thomassen, 1976) y también en España (Rico, 2009: 85-123), por mostrar un

comportamiento menos estable, por no existir un bipartidismo tan perfecto como en

Estados Unidos o por la propia naturaleza de los sistemas parlamentarios europeos. De

ahí que se haya tendido a hacer asociaciones del modelo de la identificación partidista

con la identificación ideológica. No obstante, se argumenta que en los sistemas

parlamentarios, la identificación partidista y el voto es más difícil de distinguir porque

hay una mayor correlación entre ambos, en contraposición con las democracias

presidencialistas en las que las características de los candidatos y la marca “candidato”

son el factor que origina una mayor desviación en el voto respecto a la identificación

previa que los votantes poseen antes de los comicios (Thomassen y Rosema, 2009: 56 y

57). Si tomamos como referencia la alusión a las características de los candidatos como

el factor que más desvía el voto respecto a la identificación partidista en distintas

democracias, como en el caso estadounidense, podemos plantear que ante los debates

electorales, previsiblemente afectarán las actitudes hacia los candidatos y no sólo las

actitudes previas hacia los partidos, según hayan venido determinadas por la

identificación partidista del individuo. Esto es así porque las propias características de

un debate electoral, un cara a cara entre los dos principales líderes de los partidos,

adoptan o simulan el modelo americano en el que solo uno es el vencedor y el espacio

acotado a los líderes otorga una visión bipartidista del debate, en el que los candidatos o

líderes son el elemento primordial y juegan un rol superlativo, relegando incluso a sus

propias formaciones políticas.

De este modo, planteamos que la percepción sobre el ganador o perdedor proviene de

una atención selectiva de los individuos a su vez predeterminada por sus posiciones

previas y actitudes ante los partidos y candidatos. Pero, si los individuos que observan

los debates electorales ya vienen condicionados por sus preferencias previas ¿sirven los

debates para algo? ¿hasta qué punto es verdad que condicionan las preferencias previas?

¿qué variables son las que tienen una relación más nítida al respecto? En el caso de las

elecciones generales de 2011 y el “cara a cara” entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez

Rubalcaba, podemos comprobar el tipo de variables más relacionadas con la tesis de que

las preferencias previas o vinculación previa son las que determinan, en mayor medida,

la percepción sobre el ganador o perdedor, utilizando las preguntas de la encuesta panel

del CIS. Para ello, consideramos que nuestra variable dependiente, el ganador del

debate, es una pregunta formulada en la fase post-electoral1 y que las preguntas que se

incorporan en las variables del modelo proceden de la fase pre-electoral de dicha

encuesta panel.2 Si bien la elección de esta metodología nos puede llevar a plantear que

hay sesgos o que influye la campaña electoral en la percepción de los individuos,

entendemos que la comparabilidad de ambas encuestas, obviamente, es adecuada.

1 Estudio CIS núm. 2.920 post-electoral elecciones generales 2012.

2 Estudio CIS núm. 2.915 pre-electoral elecciones generales 2012.

Page 12: Debates 2

12

3.1 Variables y estrategia de recodificación.

Para comprobar los efectos de la percepción selectiva sobre el resultado del debate,

desarrollamos tres modelos a través de regresión logística binaria: uno a partir de las

variables relativas a la vinculación partidaria, otro de las variables relacionadas con los

candidatos y un tercer modelo integrador que analiza ambos tipos de variables.3 Se ha

seguido, en la construcción de los modelos, la línea de investigación planteada por

Lledó (2001:160), que apunta como factores relevantes o predictores de la percepción

de “ganador” a las variables de la identificación/proximidad con los partidos, la

evaluación previa de los líderes y la intención de voto.

Entre las variables vinculadas con la identificación o proximidad a los partidos

políticos, y analizando las posibilidades de la encuesta panel del CIS, distinguimos entre

el recuerdo de voto de las elecciones generales de 2008 y de las autonómicas de 2011, la

intención de voto para las elecciones que nos ocupan, la simpatía/cercanía a los

partidos, la preferencia por un partido determinado y la probabilidad de voto.

Adicionalmente, incluimos la variable “proximidad ideológica”, resultado de la

medición de la distancia entre el posicionamiento en la escala ideológica de los

individuos y la ubicación en la misma escala que atribuyen al PP y al PSOE. Entre las

variables relacionadas con los candidatos hemos seleccionado las siguientes: candidato

que mayor confianza genera, candidato más valorado y candidato preferido como

Presidente del Gobierno.

Dichas variables han sido seleccionadas a partir de dos criterios no necesariamente

concurrentes: el primero de ellos es que reflejan total o parcialmente las principales

propuestas explicativas que han sugerido otros trabajos académicos previos y el

segundo es explotar el cuestionario de la encuesta panel en aras de explorar las variables

que puedan conformar un modelo válido para la explicación de la visión del “ganador”

en función de las preferencias previas. Así, se han incluido variables con un criterio

flexible que posteriormente serán excluidas por las razones que se mencionarán al

analizar los análisis de regresión logística. Adicionalmente, utilizamos como variables

de control el sexo, la edad y el nivel de estudios y el posicionamiento ideológico. La

estrategia de recodificación de cada una de las variables se resume en los CUADROS I

y II anexos.4

3 No obstante, se recuerda que cada modelo tiene su lógica propia y por tanto, el modelo integrado que

obtengamos nos servirá para poner a prueba cuáles de los dos tipos de variables son las más adecuadas

para que expliquen por si solas la influencia de las preferencias previas en la opinión sobre el ganador de

los debates. 4 En la estrategia de recodificación se ha seguido un criterio uniforme según el cual los valores a adoptar

por todas las variables reflejan convicciones previas enfrentadas según la dirección de sus valores, es

decir, que una variable nos indicará en su mínimo valor una preferencia previa hacia Pérez Rubalcaba,

hacia el PSOE o hacia la izquierda, mientras que los valores máximos tenderán hacia Rajoy, el PP o la

derecha. Este criterio, adoptado para la recodificación de las variables originales de los cuestionarios de la

encuesta del CIS, tiene la finalidad de medir solamente las situaciones en las que hay claridad en las

preferencias previas y no se confunden ante ambigüedades de los encuestados, como podría suceder al

valorar igualmente a Rajoy y Rubalcaba o similares situaciones en las que no se muestra una preferencia

por candidatos o partidos. La única variable en la que se ha realizado una excepción es en el caso del

posicionamiento ideológico en la que se mantiene el “centro”, que según los planteamientos descritos

podría considerarse como ambigüedad, pero se ha mantenido por la función de control a desempeñar y

por la importancia que posee respecto al número de votantes que se ubican en este espacio del espectro

ideológico. Este planteamiento se corresponde con las tesis planteadas inicialmente porque vamos a medir

lo que sucede en los individuos con preferencias previas marcadas y analizar su influencia sobre un

fenómeno aparentemente independiente como es el juicio sobre el candidato más convincente en el debate

Page 13: Debates 2

13

3.2 Análisis de regresión logística binaria de las variables relacionadas con los

partidos y los candidatos.

En la construcción de un modelo que incluya a las variables relacionadas con los

partidos, el tratamiento de las siete variables relacionadas nos llevaría a concentrarnos

en un modelo compuesto por la intención de voto y la proximidad ideológica. Por sí

mismas, el resto de variables en combinación unas con otras, tienen una buena

capacidad predictiva, pero no tan importante, como la “intención de voto” o con la

“preferencia de victoria”, que resulta cercana al 90%. Estas últimas parecen medir

prácticamente lo mismo, por lo que vendrían a ofrecer resultados similares. En todo

caso, la inclusión de ambas variables en un mismo modelo no ofrecía mejoras

sustantivas en la capacidad predictiva del modelo o en la bondad de su ajuste y la

intención de voto mostraba un comportamiento mejor, por lo que son ésta y la

proximidad ideológica las variables explicativas que finalmente lo constituyen. En el

resto de los casos, los principales motivos de exclusión han tenido relación con el

principio de parsimonia porque su aporte no era sustantivo o bien no eran significativos,

como ha sucedido en este modelo con las variables del control.

En lo que respecta al modelo concreto y atendiendo a los datos, posee una capacidad

predictiva global del 90,6% de los casos analizados y del 90,5%, si atendemos solo a

quienes señalan como ganador a Mariano Rajoy5.

Tabla 7. Modelo de variables

relacionadas con los partidos: intención

de voto y proximidad.

Tabla 8.

Modelo de variables relacionadas con

los candidatos: candidato más valorado.

Variables independientes B

Intención de voto 3,512***

Proximidad ideológica 1,636***

Constante -1,748***

Pred. Correctas globales % 90,6

Pred. Correctas % 90,5

Pseudo R2 (Nagelkerke) 0,714

N 1.544

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos del

estudio panel 7.711 del CIS.

*** p<0,001; ** <0,05; *p<0,10

Variables independientes B

Candidato más valorado 3,312***

Posicionamiento ideológico. Ref: extrema

izquierda

Izquierda 1,268***

Centro 2,099***

Derecha 3,017***

Extrema derecha 2,954***

Constante -2,676***

Pred. Correctas globales % 87,0

Pred. Correctas % 83,2

Pseudo R2 (Nagelkerke) 0,651

N 2.299

electoral, lo que constituye nuestra variable dependiente y que por su propia característica como

dicotómica, no incluye las situaciones de empate o descarte de ambos candidatos como ganadores del

debate, sino solo las situaciones en las que se considera como vencedor a Rajoy o a Rubalcaba. 5 En cuanto a la bondad de ajuste, la prueba de Hosmer y Lemeshow nos indica su validez (no

significativa p=0,655) y el coeficiente de determinación R2=0,714 (estadístico de Nagelkerke) una alta

proporción de varianza de la variable dependiente (VD) explicada por las variables predictoras (VPs). Las

dos variables explicativas del modelo tienen un impacto positivo sobre la variable dependiente, aunque la

influencia que ejerce cada una es asimétrica, ya que los datos revelan que la principal variable es la

intención de voto, quedando relegada a un segundo plano la proximidad ideológica.

Page 14: Debates 2

14

Del proceso de análisis de las variables relacionadas con los partidos a lo largo del cual

se han ido descartando algunas variables, se extraen varias reflexiones. En primer lugar,

en el caso de la regresión logística no hay una prueba específica de la existencia de

multicolinealidad más allá de los posibles síntomas que se puedan detectar por

incongruencias en los modelos o por la no alteración de los mismos al omitir variables

que aparentemente contribuían al modelo (Greene, 1998).

No obstante, exploramos su posible existencia desde la perspectiva estadística en base a

las correlaciones bivariadas, así como desde un punto de vista sustantivo, considerando

si pueden o no medir lo mismo. Observando la alta correlación entre las variables, su

inclusión en un mismo modelo podría no ser adecuada6. En términos sustantivos, a

excepción de la simpatía que se percibe como una preferencia más estable, podría

considerarse una misma medición la probabilidad de voto, preferencia de victoria e

intención de voto.

En segundo lugar, la relación entre el “recuerdo de voto” y las variables “intención de

voto” y asimiladas, pese a estar relacionadas y previsiblemente existir cierto

solapamiento entre ellas, en puridad, miden dos cosas diferentes, y de ahí, el tratamiento

que se ha hecho de las variables basadas en el recuerdo, aunque finalmente no forman

parte de los modelos porque no los mejoran. Además, en combinación con otras de las

variables tratadas, aumentan la capacidad predictiva, lo que nos lleva a considerar que,

efectivamente, el “recuerdo de voto” y más aún, el que se orienta en la misma dirección

entre dos elecciones (generales de 2008 y autonómicas de 2011), así como la simpatía,

son, a su vez, un reflejo de los electores que tienen unas convicciones definidas respecto

al PP y al PSOE y, consecuentemente, contribuyen a una orientación de voto o

preferencia de victoria determinada, pero no necesariamente coincidente, porque la

intención de voto o la preferencia de victoria, recogen a estos votantes (fieles o

definidos), pero también a otros según la coyuntura específica de las elecciones

(contexto de crisis, desgaste del gobierno y voto de castigo, etc.). Por último, una

tercera observación tiene que ver con todas las variables (probabilidad de voto, simpatía

y recuerdo de voto en 2008 y 2011) que han sido, finalmente, descartadas del modelo,

debido al principio de parsimonia principalmente. El hecho de no incluir estas variables

en el modelo no significa negar su capacidad predictiva; al contrario, se mantiene que

las preferencias previas que se miden directa o indirectamente por las variables

descartadas muestran un poder explicativo amplio y que, en ausencia de la variable

“intención de voto” o “preferencia de victoria”, funcionan adecuadamente en los

modelos de regresión logística binaria, siendo significativas todas ellas (según la

combinación concreta), con una capacidad predictiva amplia y cercana al 90%

(combinando más de una) y con una buena bondad de ajuste.

6 Según la correlación de Pearson, la intención de voto correlaciona con preferencia de victoria

(p=0,967**), con probabilidad de voto (p=0,976**) y con simpatía (p=0,915**).

Page 15: Debates 2

15

Al igual que en el caso anterior, la propuesta de un modelo centrado en los candidatos

tenía la intención de testar la capacidad explicativa de los factores relacionados con los

candidatos. La construcción del modelo tenía una mayor sencillez de partida originada

por la existencia de menos variables (“candidato preferido”, “candidato más valorado” y

“preferencia como presidente del gobierno”), aunque su complejidad provenía de una

pauta común consistente en que cualquiera de ellas cumplía una función similar a la otra

y por sí solas no realizaban aportes superiores. De ahí, que se sugiriese una correlación

muy amplia entre ellas, que una vez comprobada (p>0,9**), se complementaba con la

sustantividad teórica, considerando que la preferencia como presidente y la valoración o

confianza que infunde un candidato como presidente son elementos que vienen a medir

matices de una misma preferencia, por lo que en el modelo no sería deseable incluir más

de una variable de las mencionadas, salvo que mejorasen su capacidad predictiva de

forma notable. En este caso y como era previsible, la inclusión de una sola variable era

suficiente para conseguir el mejor ajuste con la mayor capacidad predictiva, de modo

que de las pruebas realizadas, la variable “candidato más valorado” era la que mejores

resultados obtenía y permanecía, junto con el “posicionamiento ideológico”, única

variable de control que se mostraba significativa.

Este modelo, basado en las preferencias sobre los candidatos, destaca principalmente

porque su capacidad predictiva global es menor (87%) que el modelo construido a partir

de variables relacionadas con los partidos. Además, en lo que respecta al sentido

concreto de nuestra variable dependiente, entre quienes señalan a Rajoy como ganador

del debate el porcentaje de acierto se reduce al 83,2%, un porcentaje nada desdeñable,

pero inferior a los obtenidos anteriormente. La variable categórica del posicionamiento

ideológico se muestra significativa en este modelo y los datos establecen con claridad

una relación positiva con la variable dependiente según nos acercamos hacia la derecha

del espectro ideológico7.

7 En lo que respecta al modelo, cabe mencionar que el nivel de ajuste con la prueba de significación de

Hosmer y Lemeshow (p>0,05) y el coeficiente de determinación de Nagelkerke (R2=0,65) son

satisfactorios, destacando también que el modelo incluye en su análisis más de dos mil casos (N=2.299),

cifra ostensiblemente mayor a los 1.544 casos del modelo basado en los partidos.

Page 16: Debates 2

16

3.3 Análisis de regresión logística binaria: hacia un modelo integrado.

El último de nuestros modelos combina y mantiene las variables clave analizadas

anteriormente: la “intención de voto”, así como el “posicionamiento ideológico”, como

variables relacionada con los partidos, y el “candidato más valorado”, dentro del grupo

de las variables relacionadas con el candidato. Las variables de control quedan

excluidas por no ser significativas. Hay que tener en cuenta que los modelos de

regresión logística son independientes entre sí y no se pueden establecer como una

secuencia entre unos y otros, es decir, los resultados de un modelo no tienen

necesariamente porqué ser los mismos en otro porque la entrada o salida de una variable

puede alterar todo el modelo. En todo caso, en esta tercera parte en la que se integran las

variables relacionadas con los partidos y los candidatos, se obvian las razones de

exclusión de las variables cuando son coincidentes con las ya mencionadas en apartados

anteriores.

En cuanto a su capacidad predictiva y su ajuste, el modelo considera 1.393 casos, el

menor número analizado hasta ahora, y tiene una capacidad predictiva global

satisfactoria en el 91,5% de ellos, correspondiendo a un 91,1% en el caso de señalar

como candidato más convincente a Mariano Rajoy y un 92,2% a Alfredo Pérez

Rubalcaba8. En lo que respecta a las variables explicativas, las tres presentan un efecto

positivo de señalar a Rajoy como vencedor del debate. Entre ellas, la intención de voto

es la que mayor fuerza explicativa tiene, seguida de la valoración de los candidatos,

mientras que la menor fuerza explicativa está en la proximidad ideológica.

Tabla 9

Modelo integrado de variables

relacionadas con partidos y candidatos.

Tabla 10

Modelo integrado (simplificado).

Variables independientes B

Intención de voto 2,504***

Proximidad ideológica 1,291***

Candidato más valorado 1,765***

Constante -1,898***

Pred. Correctas globales % 91,5

Pred. Correctas % 91,1

Pseudo R2 (Nagelkerke) 0,752

N 1.393

Estimación logística:

*** p<0,001; ** <0,05; *p<0,10

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos del

estudio panel 7.711 del CIS.

Variables independientes B

Intención de voto 3,760***

Posicionamiento ideológico.

Ref: extrema izquierda

Izquierda ,724*

Centro 1,076**

Derecha 1,891***

Extrema derecha 3,371**

Constante -2,373***

Pred. Correctas globales % 90,5

Pred. Correctas % 91,4

Pseudo R2 (Nagelkerke) 0,690

N 1.859

El análisis realizado hasta aquí ha venido respetando las pautas marcadas desde el inicio

8 En lo que respecta a su ajuste, cumple con los criterios de la no significación de la hipótesis nula a

través de la prueba de Hosmer y Lemeshow, mientras que la R2 de Nagelkerke (p=0,752) nos indica que

el modelo es capaz de explicar el 75% de las variaciones.

Page 17: Debates 2

17

de considerar los mejores modelos obtenidos de forma independiente para cada grupo

de variables (candidatos y partidos), finalizando en el que acabamos de observar que

combina distintos tipos. Sin embargo, podríamos preguntarnos si conviene o es

adecuado en aras del principio de parsimonia ir un paso más allá e intentar simplificarlo

hasta su máxima expresión con la finalidad de obtener el planteamiento más sencillo.

Ello es posible debido a los indicios ya analizados, como la menor capacidad predictiva

de la variable relacionada con los candidatos, pese a que el número de casos analizados

era mucho menor, así como el papel secundario que ha jugado en los modelos la

variable “proximidad ideológica”, señalada como principal en estudios previos de la

percepción selectiva acerca del ganador de los debates electorales.

Profundizando en esta dirección, los resultados nos llevarían prácticamente a un modelo

muy simple, en el que las variables puestas en duda desaparecerían del mismo porque su

eliminación no supone una merma amplia del ajuste y de la capacidad predictiva, que

quedaría al 90,5% de los casos globales y al 91,4% cuando nos referimos al acierto

sobre Mariano Rajoy. Este modelo conjugaría la intención de voto con la variable de

control (ahora significativa) posicionamiento ideológico, en la que hay una relación

positiva según avanzamos hacia el lado derecho de la escala ideológica, tal y como

observamos en el modelo relacionado con los candidatos.

Para resolver si este modelo integrado “simplificado” es más conveniente que el anterior

y a su vez, compararlo con los modelos específicos de variables de partidos y de

candidatos, es necesario extraer y observar los principales indicadores de la bondad del

ajuste como el coeficiente de determinación de Nagelkerke (R2) y analizarlo

conjuntamente con el número de casos (N) y la capacidad predictiva, valorando

finalmente que modelo guarda el mejor equilibrio entre estos indicadores y el principio

de parsimonia. De la lectura conjunta de estos datos y haciendo un proceso por etapas,

se puede determinar que según se deduce del conjunto, el modelo integrado

“simplificado” supera las expectativas que puede poseer el modelo basado en las

variables de los partidos porque los indicadores de predicción y explicación de las

diferencias son muy similares, mientras que el número de casos es menor. En

comparación con el modelo basado en variables de candidatos, los indicadores también

muestran resultados más modestos en predicción y ajuste, aunque la principal ventaja es

que las variables que integran permiten analizar un mayor número de casos (N=2.299).

Tabla 11. Principales indicadores de calidad de los modelos analizados.

Indicador Partidos Candidatos Integrado Integrado

(simplificado)

Pred. Correctas globales % 90,6 87 91,5 90,5

Pred. Correctas % 90,5 83,2 91,1 91,4

Pseudo R2 (Nagelkerke) 0,714 0,651 0,752 0,690

N 1.544 2.299 1.393 1.859

Fuente: elaboración propia

Si comparamos los modelos integrado y su versión simplificada, éste último nos daría

una capacidad predictiva global (90,5%) y una explicación de las diferencias menor

(R2=69) que el modelo integrado de tres variables (91,5% y R

2=75). En contraposición,

tendría el mayor porcentaje de aciertos respecto a quienes señalan a Rajoy como

vencedor (91,4% frente a 91,1%) y un mayor número de casos analizados (1,859 frente

a 1.393). En conjunto, y atendiendo al principio de parsimonia, las variaciones entre uno

Page 18: Debates 2

18

y otro modelo nos llevarían a optar por preferir el modelo integrado “simplificado”, en

el cual se enfatiza la variable “intención de voto” como principal predictora del

condicionamiento de los juicios proyectados sobre la percepción del candidato más

convincente en el debate electoral.

4. LA INFLUENCIA DEL DEBATE EN LA DECISIÓN DE VOTO

La influencia del debate en la decisión del voto no es fácilmente medible por la

capacidad que tiene de impregnar otros elementos presentes en la campaña electoral, su

interrelación con otras variables y la importancia que tienen aspectos como los

candidatos, issues, etc. Hay que tener en cuenta, que los efectos de los debates

electorales no son concluyentes sobre el resultado electoral y la evidencia disponible es

contradictoria: cualquier candidato puede perder los debates y después ganar las

elecciones, como George Bush frente a John Kerry en 2004 o Felipe González frente a

Aznar en el primero de los debates de 1993, o viceversa. Incluso, los estudios

académicos más avanzados sugieren que los debates no producen efectos relevantes en

la intención de voto, y únicamente contribuyen a confirmar y cristalizar tendencias y a

reforzar las preferencias de los votantes, aunque los debates en procesos extendidos de

primarias, como en el caso de Estados Unidos, pueden tener un impacto mayor en la

selección de candidatos para la nominación presidencial (Yawn, Ellsworth, Beatty y

Kahn, 1998; Best y Hubbard, 1999).

Al analizar los efectos de la campaña electoral sobre la decisión del voto, el equipo de

investigación estimó, a tenor de la intención, la predisposición y el recuerdo de voto, la

cuantificación de los mismos sobre el refuerzo, la activación, la conversión y la

desactivación. La conclusión de aquella parte de la investigación fue que el principal

efecto de la campaña fue el de refuerzo, lo que implicaba que los electores acabaron

votando por aquello que manifestaron tener intención de votar en el estudio pre-

electoral y, en mucha menor medida, los efectos de la campaña de 2011 fueron de

conversión, mediante el cual los votantes actuaron de modo inconsistente con sus

predisposiciones y de una manera distinta a como habían indicado inicialmente, y de

desactivación. Hay que recordar que en 2011 el 75% de los electores (similar al casi

79% de 2008) tenía ya decidido su voto antes del inicio de la campaña, un dato que se

corresponde con casi el 69%o de los encuestados que respondió que el debate tuvo una

nula influencia sobre su decisión de voto (Martínez y Garrido, 2012). Esto es, más de

dos tercios de los votantes ya tenían decidido su voto antes de la campaña electoral y,

por supuesto, antes del debate, como refleja el siguiente gráfico.

En la investigación sobre los efectos directos de los debates en el voto, diversos estudios

han abordado la cuestión a través de análisis diferenciados en función de si los electores

presenciaron o no el debate y según la opinión subjetiva de los propios encuestados,

aunque hay discrepancias sobre si los debates han tenido efecto o no sobre el voto, al

menos en los análisis desarrollados sobre los debates de 1993 (Barreiro y Sánchez

Cuenca, 1998: 199; Martínez i Coma, 2008: 173-174). La pregunta que utiliza el CIS en

las encuestas postelectorales se corresponde con los efectos que tradicionalmente se

atribuyen a las campañas electorales desde el punto de vista del comportamiento

electoral (activación, refuerzo, conversión y desactivación), pero también se incluyen

dos categorías sobre la nula influencia y sobre la contribución del debate para ayudar a

decidir el voto (Fernández, 2001; Martínez i Coma, 2008: 40-85). En las encuestas, el

principal porcentaje se corresponde con aquellos que manifestaban que el debate había

Page 19: Debates 2

19

tenido para ellos una nula influencia, que osciló entre el 68,9% de 2011 y el 63,5% en

2008. El resto de entrevistados, obviando las opciones de quienes no saben o no

contestan, nos proporcionan una medida del porcentaje de electores sobre los que es

previsible que los debates hayan ejercido algún tipo de influencia: un 28,3% en 2011 y

un 33,1% en 2008, considerando que en estos porcentajes se incluyen aquellos que

dicen hacer experimentado un efecto “refuerzo” (12,5% en 2011 y 18,6% en 2008).

Tabla 12. Percepción subjetiva de los encuestados sobre la influencia del debate en

la decisión de voto (%).

¿Y en qué sentido tuvo en cuenta

el debate a la hora de votar?

Debate

2011

Debates

2008

Le animó a votar 8,7 7,3

Le animó a abstenerse 2,8 1,8

Le ayudó a decidir el partido por el que iba a votar 3,0 3,9

Reforzó su decisión de votar por el partido que pensaba 12,5 18,6

Le animó a votar a otro partido distinto del que tenía pensado 1,3 1,5

No le influyó en absoluto a la hora de votar 68,9 63,5

N.S. 1,5 1,0

N.C. 1,4 2,4

Total 100,0 100,0

Fuente: elaboración propia a partir de datos de la encuesta panel CIS 2008 y 2011

Comparando los efectos del debate con los efectos de la campaña sobre la

decisión de voto, aunque la medición de estos últimos se realizó de un modo más

sistemático, incluyendo la intención, el recuerdo de voto y las predisposiciones

políticas, conviene destacar que el principal efecto en ambos casos es el de refuerzo, lo

que supone, como ya hemos señalado, y que, por lo tanto, ni la campaña ni el debate

modifican las intenciones de voto inicial. Sin embargo, el peso de los efectos de

activación y conversión es inverso sobre la decisión de voto: en la campaña de 2011 hay

una cierta semejanza entre el impacto de los efectos de conversión, activación y

desactivación, aunque, por ejemplo, predominan ligeramente los efectos de conversión

sobre los de desactivación o los de activación de indecisos, abstencionistas e

inconsistentes con sus predisposiciones; en cambio, en los debates predomina

claramente el efecto de activación sobre los efectos de conversión y desactivación, que

tienen una importancia muy reducida. Ésta es una pauta consolidada, puesto que los

efectos de activación de los debates electorales son mucho más importantes que los de

desactivación y conversión tanto en 2011 como en 2008. En consecuencia, puede

afirmarse que el segundo efecto más importante de los debates electorales sobre la

decisión de voto es el de activación, lo que significa que los debates influyen sobre

indecisos y abstencionistas para que acaben votando por un candidato y un partido

político que sea coherente con sus predisposiciones políticas y, en cambio, es muy

limitado el efecto de conversión de los debates, lo que nos lleva a concluir que los

debates no persuaden para que el elector acabe votando por un partido o candidato por

el que inicialmente no tenía intención de votar o para que los indecisos o los

abstencionistas, en primer lugar, se decidan a votar y en segundo lugar, lo hagan por un

partido o candidato contrario a sus inclinaciones o predisposiciones políticas.

Prácticamente, resultan irrelevantes los efectos de desactivación y conversión, tanto en

2011 como en 2008, ya que abarcan entre el 1,3% y el 1,5% de los votantes (efecto de

Page 20: Debates 2

20

conversión) o entre el 1,8% y el 2,8% de los electores (efecto de desactivación) aunque

el debate de 2011 ha tenido un mayor efecto de desactivación que el de 2008, esto es,

que contribuyó en una mayor medida que el de 2008 a que finalmente los indecisos o

votantes en potencia de alguno de los partidos decidieran abstenerse o votar en blanco

en el momento final.

Si el análisis sobre los efectos de los debates electorales sobre el voto se realiza

comparando las campañas de 2008 y 2011, se observan tres pautas: en primer lugar, la

menor influencia del debate sobre el voto (el 68,9% de los encuestados en 2011 señalan

que el debate no les influyó por un 63,5% en 2008), lo que se corresponde con la menor

competitividad de la campaña de 2011, en la que la amplia victoria electoral del PP se

daba por descontada; en segundo término, la reducción en el efecto de refuerzo del voto

en 2011 (que afectó, como hemos señalado con anterioridad, al 18,6% de los electores

en 2008 y al 12,5% en 2011); en tercer lugar, un ligero repunte en el efecto de

activación (que asciende del 7,3% de 2008 al 8,7% de 2011).

Por supuesto, segmentando los resultados en función de la intención de voto expresada

en la fase pre-electoral y del voto finalmente efectuado, tanto para el caso de 2008 como

para 2011, se puede concluir que los porcentajes anteriormente expuestos necesitarían

una mayor especificación, pero ello requeriría de preguntas en las encuestas del CIS

más focalizadas y diseñadas con este objetivo: no todos aquellos votantes que

mostraban una preferencia inicial por un partido y manifiestan que tras el debate se han

animado a votar a un partido distinto lo hacen finalmente, ni todos los que dicen que les

animó a abstenerse lo hicieron; lo mismo sucede con aquellos que señalan que el debate

contribuyó a decidir su voto por un partido determinado, que no tienen por qué

corresponderse con votantes indecisos, ya que en una mayoría de los casos finalmente

votan por el partido hacia el que mostraban intención de voto.

En conclusión, de todas las categorías de la encuesta sobre el efecto del debate en el

voto, la que mayor correspondencia tiene con la intención de voto y el voto final es la

relativa al refuerzo de voto, por lo que la influencia de los debates se vería

considerablemente reducida si tomamos como referencia el porcentaje de aquellos que

afirman que no les ha afectado para nada. En análisis pseudo-experimentales, como el

realizado para los debates de 2008 con la técnica propensity score matching, intentando

medir el efecto de haber visto el debate sobre el voto a un partido, se obtienen

resultados ligeramente distintos sobre sus efectos sobre la decisión de los electores

(Fernández-Albertos y Martínez i Coma, 2010: 165-172). Las estimaciones de los

efectos de los debates electorales de 2008 mediante regresiones simples sólo indicaban

que su impacto había sido muy ligero y beneficioso para los partidos de ambos

candidatos y sólo negativo para la abstención. En la estimación mediante propensity

scores, los debates tenían un efecto similar sobre la abstención, un mínimo efecto de

activación, pero diferían en sus consecuencias sobre el voto partidista: no tuvo ningún

impacto en el voto hacia el PP y tuvo, en cambio, un poderoso efecto positivo sobre el

voto socialista, de alrededor de 6,4 puntos porcentuales (estimado con el procedimiento

kernel, aunque con otros algoritmos el efecto positivo que el seguimiento de los debates

tuvo para el PSOE llega a ser incluso mayor), por lo que los debates pudieron ser una de

las causas del aumento en la intención de voto del PSOE en el resultado final frente a

los pronósticos de los sondeos previos en dicha campaña.

Page 21: Debates 2

21

A la vista de los datos, y sin negar su efecto indirecto sobre la orientación y percepción

de los electores, el debate de 2011 parece no tener unas consecuencias directas tan

relevantes en la orientación del voto, al menos en unos porcentajes lo suficientemente

sólidos que permitan realizar afirmaciones categóricas. La explicación de este impacto

más reducido sobre el voto en 2011 se corresponde con un contexto de campaña de

menor competitividad del voto, una conclusión que respalda la tendencia ya reflejada en

la bibliografía comparada sobre los efectos del voto de los debates electorales: cuanto

más disputadas son las elecciones el debate adquiere una mayor importancia ante unos

resultados muy igualados, pese a que los efectos de conversión o activación del voto

puedan influir a un porcentaje muy bajo del electorado. En general, los efectos de los

debates puedan ser menores incluso que los esperados o estimados en función de la

mera exposición al debate, sin considerar la opinión subjetiva de los encuestados y

centrándonos en los efectos que pueden causar de manera inconsciente en el elector,

tanto los directos, como los indirectos que se produzcan por la información mediada. No

obstante, es cierto que en clave electoral, los pequeños porcentajes pueden decidir

elecciones y pueden llegar a tener una amplia trascendencia, pero éste no era el contexto

de la elección española de 2011.

Ello sería aplicable al caso de los debates electorales siempre que en su transcurso no

hubiese una situación o error evidente por alguno de los candidatos, es decir, que

hubiese margen para que las preferencias previas actúen en condiciones normales, por

lo que los candidatos de los partidos tienen, simplemente, que limitarse a no cometer un

error de peso, de modo que los efectos esperados de los debates fuesen solo de refuerzo

sobre los iniciales y tan reducidos como parecen indicar los datos, a excepción de los

que pudiesen proyectarse sobre las personas sin preferencias previas o de baja

intensidad a los que asimilamos con los indecisos, quienes podrían ser más susceptibles

a la información mediada sobre el “ganador” del debate y cuyo comportamiento

electoral podría explicarse a través del impacto de los medios de comunicación.

El efecto principal de los debates sería, como en el caso de la campaña electoral con un

carácter más global, de cristalización de las tendencias de voto y de refuerzo de las

posturas de los electores (Crespo, Garrido, Carletta y Riorda, 2011: 196; Luengo, 2011:

93). Esta conclusión, aparentemente, parece contradecir los efectos del spin del debate y

las tesis que enfatizan la importancia de la información mediada y la capacidad de los

mass media de influir en el electorado a través del enfoque noticioso que ofrecen sobre

el ganador del debate, aunque los análisis y las encuestas publicadas inmediatamente

después de los debates, no harían sino amplificar más aún la percepción agregada de los

votantes que se haya forjado en función de las preferencias previas individuales, de

manera que estas perspectivas no se contradicen, sino que, más bien, se complementan:

la agregación de las preferencias previas proporcionaría una percepción general que

apuntaría a un partido y candidato determinado, lo que se visibilizaría antes del debate

en las encuestas pre-electorales, de modo que en un segundo momento los medios de

comunicación ayudarían a amplificar esa percepción retroalimentándola a su vez.

Page 22: Debates 2

22

5. ALGUNAS NOTAS A MODO DE CONCLUSIONES PRELIMINARES

A partir de la explotación de las encuestas del CIS, hemos podido verificar diversos

aspectos centrales en el análisis sobre los debates electorales en campañas,

especialmente en relación con el “cara a cara” entre Rajoy y Rubalcaba celebrado en

noviembre de 2011. En primer lugar, la encuesta panel del CIS para las elecciones

generales de 2011 también nos ha permitido conocer algunas actitudes y preferencias

previas hacia los partidos y los candidatos, de modo que comparando los resultados de

la percepción de ganador del debate electoral celebrado, hemos confirmado la tesis, ya

sugerida por estudios anteriores (Lledó 2001), de que las preferencias previas marcan o

influyen en gran medida en la percepción de los individuos sobre la percepción del

ganador del debate. Se han testado variables relacionadas con el partidismo para

explorar la línea de investigación propuesta en torno a la identificación partidista o en

torno a la preponderancia de las variables relacionadas con los partidos como elementos

explicativos, lo que, por otro lado, no nos ha hecho obviar los factores relacionados con

la visión sobre los candidatos. Según la investigación desarrollada, las variables

relacionadas con los partidos son las que mayor capacidad predictiva poseen y en

concreto la “intención de voto”. Por la vía de los candidatos, la variables analizadas

como el candidato más valorado, el que más confianza produce o la preferencia por uno

de ellos como presidente del Gobierno también respondían a las expectativas

explicativas, aunque tuviesen menor capacidad predictiva. A estas observaciones hay

que añadir una matización a las conclusiones de estudios previos sobre la percepción

selectiva que enfatizan que la proximidad ideológica es un factor importante. En este

caso, a tenor de los resultados obtenidos en los modelos analizados, el papel que juega

esta variable es menos relevante que la intención de voto y que las variables analizadas

relacionadas con los candidatos.

Por último, de los efectos sobre el voto, en el que se observa mayor presencia es en el

relativo al refuerzo de voto, aunque la mayoría de los electores afirma que no se vio

influido en ningún modo, de manera que el hecho de ser un hito mediático muy

destacado en la campaña no permite a los debates tener el suficiente impacto como para

romper las orientaciones iniciales e identificación con los partidos y los líderes. Por

tanto, los efectos del debate de 2011 se proyectaron principalmente como “refuerzo de

voto” y, en segundo lugar, como activación, lo que significa que los debates influyen,

para que los electores acaben votando por aquello que manifestaron tener intención de

votar en los estudios pre-electorales, pero también sobre indecisos y abstencionistas y

personas sin preferencias previas o con una baja intensidad de las mismas para que

acaben votando por un candidato y un partido político que sea coherente con sus

predisposiciones políticas. En cambio, a diferencia de lo que sucede con el conjunto de

la campaña, es muy limitado el efecto de conversión del voto que producen los debates

en España.

Page 23: Debates 2

23

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Page 27: Debates 2

27

CUADRO 1

Descripción de variables y estrategia de recodificación de variables

VARIABLE DEPENDIENTE

Percepción del ganador del debate. Es la variable dependiente y se corresponde con la pregunta 27a que se realiza

a aquellas personas que vieron el debate, totalmente o en parte o tuvieron referencias de él, formulándose del

siguiente modo: “Y por lo que vio o lo que oyó sobre el debate, ¿cuál de los candidatos cree Vd. que fue más

convincente? Alfredo Pérez Rubalcaba, Mariano Rajoy, Los dos por igual, ninguno de los dos, NS o NC”. Esta

variable toma valor 1 cuando se señala a Mariano Rajoy como más convincente y valor 0 cuando se indica el

candidato contrario, el resto de categorías van a casos perdidos.

VARIABLES INDEPENDIENTES: GRUPO DE VARIABLES DE IDENTIFICACIÓN PARTIDISTA

Recuerdo de voto 2008: se corresponde con la pregunta 24a de la fase pre-electoral referente a las

elecciones generales de 2008, tomando valor 1 cuando se indica el voto al PP y 0 el voto al PSOE. El resto

de datos quedan como casos perdidos.

Recuerdo de voto autonómicas 2011: se corresponde con la pregunta 29a de la fase pre-electoral

referente a las elecciones autonómicas de 2011, tomando valor 1 cuando se indica el voto al PP y 0 el voto

al PSOE. El resto de datos quedan como casos perdidos.

Intención de voto: correspondiente a la pregunta 1º de la fase pre-electoral, tomando valor 1 cuando se

indica el voto al PP y 0 el voto al PSOE. El resto de datos quedan como casos perdidos.

Simpatía/cercanía: correspondiente a la pregunta 12 de la fase pre-electoral, tomando valor 1 cuando se

indica el voto al PP y 0 el voto al PSOE. El resto de datos quedan como casos perdidos.

Preferencia de victoria: correspondiente a la pregunta 14 de la fase pre-electoral, tomando valor 1

cuando se indica el voto al PP y 0 el voto al PSOE. El resto de datos quedan como casos perdidos.

Probabilidad de voto: correspondiente a las preguntas 23.1 y 23.2 de la fase pre-electoral en la que se

pregunta por la probabilidad de votar por el PP y el PSOE en una escala de 0 a 10. Esta variable

dicotomizada se construyó a través de la consideración conjunta de las preguntas relativas a la

probabilidad de voto al PP y al PSOE, adoptando el valor 0 para una mayor probabilidad mayor de votar al

PSOE y valor 1 para la correspondiente al PP. La no respuesta o los casos ofrecían la misma probabilidad

a los dos partidos iban a perdidos.

Mayor proximidad ideológica: resultante de la ubicación en la escala ideológica de los individuos

conjuntamente con las preguntas P26.1 y P26.2 de la encuesta preelectoral en las que se asigna una

posición en la escala ideológica a cada partido. La estrategia de recodificación consistió en calcular la

diferencia entre el posicionamiento individual y el otorgado a cada partido por separado, asignando el

valor 0 para aquellas personas cuya distancia al PSOE era mayor que al PP y el valor 1 en el caso

contrario, dejando como valores perdidos cuando la distancia a ambos partidos era simétrica o bien no se

respondía a alguna de las tres variables.

VARIABLES INDEPENDIENTES: GRUPO DE VARIABLES RELACIONADAS CON LOS LÍDERES

Mayor confianza: correspondiente a las preguntas 19 y 20 de la fase pre-electoral en la que se pregunta

por la confianza que le inspira Mariano Rajoy y Rubalcaba. Se recodificó en una sola variables, adoptando

el valor 0 para una mayor confianza a Rubalcaba respecto a Rajoy y valor 1 para la situación contraria. La

no respuesta en cualquiera de las preguntas y los casos ofrecían la misma probabilidad a los dos

candidatos iban a perdidos.

Mayor valoración: correspondiente a la pregunta 17.7 y 17.8 de la fase pre-electoral relativa a la

valoración de la actuación política de Rajoy y de Rubalcaba en una escala 0 a 10. Se recodificó en una sola

variable, adoptando el valor 0 para una mayor valoración de Rubalcaba respecto a Rajoy y valor 1 para la

situación contraria. La no respuesta en cualquiera de las preguntas y los casos ofrecían la misma

probabilidad a los dos candidatos iban a perdidos.

Preferencia como Presidente del Gobierno: correspondiente a la pregunta 21 de la fase pre-electoral en

la que se preguntaba por el candidato que prefiere como Presidente del Gobierno. Se recodifica 1=Mariano

Rajoy y 0=Alfredo Pérez Rubalcaba, yendo el resto de situaciones a casos perdidos.

Page 28: Debates 2

28

VARIABLES DE CONTROL

Sexo: recodificada como 0 Mujer y 1 Hombre

Edad: permanece continua

Nivel de estudios: recodificada como sin estudios (1), primaria (2), secundaria (3), FP (4), universitarios

medios (5) y universitarios superiores (6).

Ubicación en la escala ideológica: en correspondencia con la P25 de la fase preelectoral, quedó

recodificada en cinco categorías como extrema izquierda (1), izquierda (2-4), centro (5-6), derecha (7-9) y

extrema derecha (10).

CUADRO 2

Resumen de las variables utilizadas y los valores que adoptan

Variable criterio Percepción del ganador

0=Rubalcaba

1=Rajoy

Variables

predictivas

RELACIONADAS CON LOS

PARTIDOS

Recuerdo de voto 2008

0=PSOE

1=PP

Recuerdo de voto autonómicas 2011

0=PSOE

1=PP

Intención de voto

0=PSOE

1=PP

Simpatía/cercanía

0=PSOE

1=PP

Preferencia de victoria

0=PSOE

1=PP

Probabilidad de voto

0=PSOE

1=PP

Proximidad ideológica

0=Más cercana al PSOE que al PP

1=Más cercana al PP que al PSOE

RELACIONADAS CON LOS

CANDIDATOS

Mayor confianza

0=Rubalcaba

1=Rajoy

Mayor valoración

0=Rubalcaba

1=Rajoy

Preferencia como presidente del Gobierno

0=Rubalcaba

1=Rajoy

Variables de

control

Sexo

Mujer =0

Hombre=1

Edad:

18 a 39 años=1

40 a 59 años=2

60 y más años = 3

Nivel de estudios

Sin estudios =1

Primaria=2

Secundaria=3

FP=4

Universitarios medios=5

Universitarios superiores=6

Ubicación en la escala ideológica

1=Extrema Izquierda

2=Izquierda

3=Centro

4=Derecha

5=Extrema derecha