Debates presidenciales televisados en el Perú (1990-2011)

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Lilian Kanashiro

Debates presidenciales televisados en el Perú (1990-2011)

Una aproximación semiótica

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Colección InvestigacionesQebates presidenciales televisados en el Perú (1990-2011).Una aproximación semióticaPrimera edición digital, septiembre de 2016

© Universidad de LimaFondo EditorialAv. Javier Prado Este N.o 4600, Urb. Fundo Monterrico Chico, Lima 33Apartado postal 852, Lima 100, PerúTeléfono: 437-6767, anexo 30131

[email protected] www.ulima.edu.pe

Diseño, edición y carátula: Fondo Editorial de la Universidad de Lima

Versión ebook 2017Digitalizado y distribuido por Saxo.com Peru S.A.C.https://yopublico.saxo.com/Teléfono: 51-1-221-9998Avenida Dos de Mayo 534, Of. 304, MirafloresLima - Perú

Se prohíbe la reproducción total o parcial de este libro sin permiso expreso del Fondo Editorial.

ISBN versión electrónica: 978-9972-45-359-5

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Índice

Prólogo 11

Introducción 19

Capítulo I. Los debates electorales televisados 33

1. Los debates como aprendizaje político y sus efectos 37

2. Las negociaciones detrás de los debates 40

3. El formato de los debates 44

4. El primer debate televisado: Nixon vs. Kennedy 47

5. Debates electorales televisados en Estados Unidos 50

6. Debates electorales televisados en Francia 52

7. Debates electorales televisados en España 55

8. Debates electorales televisados en Brasil 58

9. Debates electorales televisados en México 62

Capítulo II. Los debates electorales presidenciales en el Perú (1990-2011) 65

1. El primer debate (1990): Fujimori vs. Vargas Llosa 69

2. ¿Hubo debate electoral en 1995? 74

3. Debate electoral de 2001: Toledo vs. García 76

4. Debate electoral de 2006: García vs. Humala 83

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5. Debates electorales de 2011 88

5.1 Primera vuelta: ¿todos contra todos? 89

5.2 Segunda vuelta: Humala vs. Fujimori 92

6. Los temas del debate 96

6.1 Línea económica 97

6.2 Línea política 98

6.3 Línea de seguridad 99

7. Perspectivas futuras 101

8. 7.1 La institucionalidad del debate 102

7.2 ¿Cuántos debates son posibles? ¿Más debates? 103

7.3 Mejora del formato: espontaneidad vs. cálculo 104

7.4 Seguimiento posdebate y poselecciones 106

Capítulo III. Aproximación semiótica a los debates electorales televisados 109

1. El modelo 111

1.1 ¿Por qué elegir este modelo? 117

2. La centralidad de la práctica en los debates electorales presidenciales televisados 118

3. La escena práctica: entre la emisión y la participación 121

3.1 Eficiencia y optimización de la emisión en vivo 122

3.1.1 Rupturas de lo cotidiano 123

3.1.2 Transmisión en cadena y homogeneización de la identidad del destinador 125

3.1.3 Continuidad y sincronía temporal 126

3.1.4 Segmentación televisiva 128

3.1.5 La ruptura del equilibrio escénico por la televisión 129

3.2 Eficiencia y optimización de la participación de los candidatos 131

3.2.1 Hacerse esperar 133

3.2.2 La amenaza 135

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3.2.3 Cuerpos atrapados en el podio 137

3.2.4 Imprevisibilidad: el ajuste en acto o la imposición de la programación 139

3.3 Eficiencia y optimización compartida entre la emisión y la participación 141

3.3.1 Ritmo narrativo de la práctica: entre la mesura y la modorra narrativa 141

3.3.2 La voluntad pasiva del broadcaster y la resistencia pasiva de los candidatos 144

4. Texto-enunciado: el debate 147

4.1 Interacciones unilaterales 148

4.2 Formatos de interacción 157

4.2.1 Interacción entre candidatos 161

4.2.2 Interacción entre candidatos y la ciudadanía representada 164

4.2.3 Interacción de cierre y despedidas 167

5. Figuras I. Los candidatos 169

5.1 Gramática corporal 170

5.2 Mirar a la cámara, a la audiencia, a mí 171

5.2.1 Alberto Fujimori: exrector 171

5.2.2 Alan García: expresidente 172

5.2.3 Ollanta Humala: excomandante (versión 2) 173

5.3 Miradas vacilantes: entre la cámara y el auditorio 175

5.3.1 Mario Vargas Llosa: escritor 175

5.3.2 Alejandro Toledo: expresidente 176

5.3.3 Ollanta Humala: excomandante (versión 1) 177

5.4 Candidatos bisagra: gestionando la mirada 178

5.4.1 Pedro Pablo Kuczynski: exministro 179

5.4.2 Keiko Fujimori: ex primera dama 180

5.4.3 Luis Castañeda: exalcalde 181

5.4.4 Ollanta Humala: excomandante (versión 3) 181

5.5 De los candidatos y sus interacciones 182

5.5.1 Candidatos manipuladores 182

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5.5.2 Candidatos programados 183

5.5.3 Candidatos en ajuste 185

5.5.4 Dispositivos de inscripción 186

6. Figuras II. Expresiones verbales 188

6.1 Los moderadores: en busca de la altura política 189

6.2 Narrativas paralelas: entre la confrontación y la propaganda 194

6.3 Yo soy: declaración de identidades 197

6.4 Estrategias figurativas para el contacto 202

6.4.1 El espacio como un saber 202

6.4.2 «Tener calle», estrategias de familiarización 205

6.5 Estrategias de batalla: cómo golpear a un candidato 207

6.5.1 Desenmascarando al «otro» 207

6.5.2 El pasado como condena 209

6.5.3 Dime con quién andas: los aliados 211

6.6 Interacciones verbales: reorientaciones del sentido 212

6.6.1 Resemantización 213

6.6.2 El acoso 222

6.7 Formas de despedidas 223

6.7.1 Golpes finales 224

6.7.2 Despedidas autobiográficas 225

6.7.3 La gran oportunidad 226

Conclusiones 229

Referencias 239

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Prólogo

Es una gran satisfacción para mí acceder a la invitación con la que Lilian Kanashiro me ha honrado al solicitarme que prologue su libro Debates presidenciales televisados en el Perú (1990-2011). Una aproximación semiótica. En esta grata circunstancia, invito, por mi parte, a los estudiantes y a los estudiosos de los sistemas y procesos de significación política a leer atentamente este libro y a involucrarse en la prudente aventura que en él propone la autora. Se trata, en líneas generales, de comprender una de las puestas en escena más espectaculares y decisivas de la vida política moderna: los debates electorales televisados.

Me atrevo a usar el oxímoron «prudente aventura» porque encuentro un justo balance entre la minuciosa recopilación de antecedentes histó-ricos internacionales y nacionales; y la aventura semiótica de configurar, en el último capítulo, un modelo de análisis e interpretación en el que se compatibilizan, no sin dificultad, las teorías de las prácticas semióticas –el modelo de seis planos de inmanencia– con las teorías sobre los re-gímenes de interacción: programación, manipulación, ajuste y accidente. Esa aventura, al final del libro, se convierte en la conquista de un nuevo modo de ver. En ella pondré énfasis.

En efecto, la práctica del espectáculo político, en este caso, la del debate preelectoral, se aprehende ahora bajo el prisma de un sistema conceptual original, complejo y riguroso. Desde un comienzo, se presta atención a la eficiencia y optimización de las prácticas entre las instan-cias discursivas de emisión y de recepción con vistas a dar cuenta de las formas de construcción y de representación de las identidades y de las

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identidades y de las alteridades políticas. Emergen así tres grandes áreas analíticas: la de los mecanismos de manipulación enunciativa inscritos en el lenguaje televisivo, la de los regímenes de interacción entre los actores representados y la del juego político de configuraciones y reconfiguraciones entre el «nosotros» y los «otros».

En la primera de esas áreas, se observa la combinación de dos lógicas determinadas por el formato de cada debate: la lógica de la propaganda y la de la confrontación. En realidad, la combinación de esas lógicas suele modularse desde la distinción hasta la confusión, ya que el mismo acto de persuadir para que A vote por B puede ser leído como acto de disuadir a A de que vote por C. Más aún cuando el debate, por sus códigos y formatos, aparece como una forma esclerosada, suspendida en el tiempo.

Las formas verbales del discurso se complementan con las formas plásticas y rítmicas, las cuales no son meros recursos fáticos. Las primeras son objeto de lectura, las segundas lo son de captación. De ahí que uno de los aspectos más sobresalientes del análisis resida en la captación discursiva de la gramática corporal de los candidatos, centrada en la cabeza, las manos y el torso; interesa en particular lo que se refiere a la gestión de la mirada: miradas directas al observador espectador, miradas vacilantes en las que cobra más presencia la figura del observador asistente al auditorio, miradas más articuladas con gestos y movimientos según el actante blanco. Se desprende un juego de valores semánticos que oscila entre la dominante propagandística y la de la confrontación.

En el marco de un formato estrictamente programado, esto es, regulado y controlado, el debate queda configurado como un espacio en el que se disponen y ejecutan tácticas diversas para manipular al contendor y a la audiencia, bien sea apelando a la motivación consensual o a la decisional. Los candidatos se mueven así dentro de un régimen de riesgo limitado. Asimismo, dentro del mismo formato programado y determinado exógenamente por los cánones del objeto-soporte, la televisión como institución, cada candidato se da maña para ceñirse a una especie de guion, esto es, para «jugar a la segura» neutralizando el riesgo y reproduciendo una programación propia, endotáctica, preparada con anticipación. Esas interacciones dejan ver, en acto, de acuerdo con la sensibilidad de los candidatos, una serie de ajustes, desajustes y reajustes que, en realidad, se relacionan más que nada con la gestión de los cuerpos. Si bien pienso que este análisis debió integrar las interacciones y no separarlas como reconociendo «tipos» de candidatos a partir de

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ellas, pues todos los participantes del ritual necesariamente recurren a programaciones, manipulaciones y ajustes, no dejo de reconocer el valor heurístico de esta aproximación.

En lo que respecta a la segunda de las áreas reseñadas, es clave el reconocimiento de una organización sintagmática estandarizada. La lógica de la propaganda articulada en la exposición representa el aspecto incoativo del debate: las cartas están sobre la mesa; la lógica de la confrontación, mientras tanto, articulada con réplicas y dúplicas, representa su aspecto durativo y terminativo; las cartas han sido jugadas.

En la lógica de la propaganda, el análisis detecta un régimen de asimilación del «otro», es decir, del virtual elector, a quien hay que educar y civilizar políticamente, ora convenciéndolo directamente, ora exponiendo argumentos para convertirlo a las propias filas, ora familiarizándolo por la vía del lenguaje coloquial.

En la segunda lógica, el «otro», es decir, el adversario actual, es sometido a un régimen de exclusión con una serie de estrategias de anulación política, llámeseles de desenmascaramiento, de revelación de «pecados mortales» en el pasado, o de una panoplia de denuncias de todo tipo. En esa dinámica de batalla «todo vale»: desde los ataques vinculados a la vida pública, pasando por la vida privada, hasta los que se refieren al fuero más íntimo. Se borran así los límites entre las esferas pública, privada e íntima.

Esos «juegos ópticos» dan lugar a una serie de confrontaciones modales manifiestas en ciertas expresiones verbales que, si bien no han sido agotadas en este análisis, estarían en condiciones de dar pistas de lo que pueden ser, más adelante, estudios exhaustivos sobre la degradación «circense» de la vida política. Si bien la lógica de la propaganda tiende a refinarse y a sofisticarse; al menos en nuestro medio, la lógica de la confrontación parece involucionar groseramente, guiada más por el hambre de poder que por la voluntad de servir.

En la última de las áreas, se retoma el juego político «nosotros»/«otros», esta vez para desmenuzar ese mundo ilusorio saturado de máscaras. En términos lógicos, se trata de colocar al adversario en el lugar del actante contradictorio o incoherente; pero como esas imputaciones son recíprocas, asistimos a una «competencia de camaleones», a una danza de apariencias y de contraapariencias en las que el sujeto, instalado en un ideal de inmutabilidad intemporal, «pinta» al antisujeto como un

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oportunista que muta en el tiempo de acuerdo con las circunstancias que se van dando. En este punto, se halla un importante aporte de Lilian Kanashiro, que puede ser interpretado como una severa denuncia racional: constata que ese modo de encarar el «diálogo» electoral, al prohibir radicalmente la evolución, el cambio, identifica soterradamente la praxis política con el dogma; en efecto, en este mundo suspendido en el tiempo, tolerancia, diálogo, apertura, flexibilidad, valores esenciales de una vida política madura, devienen antivalores.

Otra denuncia que resalta a este nivel es el resultado de configurar al «otro» como amenaza para el sistema político en su totalidad. El terrorismo discursivo y la satanización llegan a ser formas reiteradas de construcción apocalíptica que sitúan a los electores en un proceso político frágil confrontado con un riesgo permanente. Ese modo infantil de hacer política se basa así en la sistemática producción discursiva de sensaciones de peligro e inestabilidad encarnadas en el rival antes que en argumentos expuestos racionalmente. El simulacro extremista de la democracia amenazada que «se juega la vida» en cada proceso electoral, que debe optar dramáticamente por su salvador o por su verdugo, se instala en los discursos confrontados: cada candidato se convierte en adalid de la seguridad del sistema, relativizando así la libertad, la pluralidad, la deliberación; y, sobre todo, la legítima discrepancia característica de una forma de vida realmente democrática.

En la lógica de la propaganda, el «otro», virtual elector que quiere y debe votar, pero que interesa en cuanto tiene el poder de convertir a uno de los candidatos en presidente, es interpelado mediante estrategias afectivas de asimilación («hermano», «compatriota», «trabajador», «trabajadora», etc.) que lo colocan modalmente en el no-saber y en el no-poder (tocado por la carencia). El correlato temático de esa modalización es el sujeto que demanda afecto y conocimiento. De ahí que el candidato se transmute en amable «docente». He aquí otra denuncia: lamentablemente prima un «otro» a quien seducir frente a un «otro» al que habría que convencer racionalmente. La campaña electoral se asemeja así a un proceso publicitario en el que se venden productos a un consumidor antes que a un proceso articulado por razonamientos claros y distintos expuestos a un ciudadano.

El déficit de institucionalización de los partidos políticos y, por tanto, de representatividad orgánica de los mismos da lugar a una fuerte personalización que, en tiempos electorales, recarga la figura del candidato

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improvisado, sin experiencia electoral previa. Este fenómeno se ha hecho global. A este respecto, resulta sintomática la etimología de candidato: el término en cuestión remite a «cándido», «blanco», «sin malicia», esto es, a un espacio vacío, aún no marcado, neutro, expuesto. En el mundo grecolatino los candidatos se vestían con toga blanca. Se era candidato en la medida en que la elección, la marca, no se había dado aún. Eso nos lleva a pensar que si los partidos fuesen instituciones orgánicas de la vida política, entonces, en la elección nacional se confrontarían sujetos ya marcados, ya distinguidos por una comunidad significativa de votantes de la que serían legítimos representantes. Al no ocurrir esto, las figuras, e incluso los íconos, de las personas que postulan a la presidencia dan lugar a valores semánticos típicos del «caudillismo» o del «mesianismo», es decir, a valores extraños a la democracia como forma de vida que emerge desde instituciones políticas denominadas partidos ‘partes de un todo’. Llama la atención que esa evidente degeneración forme parte de la modernización de la política. Sea como fuere, coherencia, seguridad, saber y poder son, obsesivamente, los valores predominantes que dan forma política a ese «nosotros» que pugna por ocupar el centro del campo de presencia electoral.

La perplejidad ante ciertos efectos perversos de la modernización de las prácticas políticas lleva a insistir en el carácter espectacular del debate electoral; la fascinación ideológica de la imagen se ha convertido quizá en el instrumento más eficaz en el trabajo mítico de «conversión de creyentes». Y esa fascinación ha crecido exponencialmente con las redes sociales. Hace ya bastante tiempo, Barthes (1981) advertía:

La efigie del candidato establece un nexo personal entre él y los electores; el candidato no solo da a juzgar un programa, sino que propone un clima físico, un conjunto de opciones cotidianas expresadas en una morfología, un modo de vestirse, una pose. De esta manera la fotografía tiende a restablecer el fondo paternalista de las elecciones […]. En la medida en que la fotografía es elipsis del lenguaje y condensación de un «inefable» social, constituye un arma antiintelectual, tiende a escamotear la «política» (es decir, un cuerpo de problemas y soluciones) en provecho de una «manera de ser», de una situación sociomoral. (p. 165)

Subrayando la noción de clima físico con toda la violencia mítica que supone (fotogenia, telegenia, audiogenia, etc.), así como el fondo paternalista que infantiliza al ciudadano, ampliaría la reflexión de Barthes hacia lo icónico en general, hacia todo aquello que es elipsis y que tiende a reducir el recorrido temático del (e)lector a un mero

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estado de ánimo. La avalancha de intimidad y ecología afectiva se lleva de encuentro cualquier recurso intelectual, por más válido que este sea. De ese modo, algo irracional extensivo a la política hace que sus representaciones estén impregnadas de móviles antes que de proyectos. El espectador, virtual elector, está ante distintos especímenes, dispuestos en un espectro, que aparecen ante él como si se tratase de un campeonato. Duda, coteja, especula; se identifica luego con el espécimen que más lo ha impactado afectivamente, lo convierte en espejo, en cómplice de sus deseos, pasiones y temores.

Hablar de espectáculo no es referirse solamente al debate, sino a todo lo que lo rodea. El contexto está en el corazón del lenguaje. La elección puesta en horizonte es tratada por los medios como un «juego que hay que ganar». Se opera así con el esquema «voto ganado vs. voto perdido». La pragmática del juego invade todo. Pero no se trata de cualquier juego, se trata de un juego ofrecido como «fiesta democrática» que todos celebramos («nosotros» mayestático machacado por los medios). Los vaivenes de los pronósticos, de los prejuicios, de lo fortuito. Reino de la conjetura, de la elucubración; en suma, de la especulación. Hasta astrólogos y adivinos han tomado la palabra con sus pirotecnias textuales. Las encuestadoras computan sin cesar las oscilaciones de la popularidad de los candidatos. Se habla del favorito como del puntero en una imaginaria tabla de posiciones: pululan las figuras de la hípica, del deporte. ¿Y al día siguiente del debate por qué está preocupada la teleaudiencia? Pues por saber quién «lo ganó».

Greimas (1982), con su notable perspicacia, recordaba que «una danza folclórica, instalada en la escena como espectáculo, deja de ser una comunicación participativa del actante colectivo y se transforma en un hacer-ver dirigido al observador-público» (p. 290). Se reconoce, entonces, que es imposible que los debates electorales dejen de ser un espectáculo o se conviertan como por arte de magia en comunicación participativa, pero eso no es óbice para hacer que una sociedad civil vigilante, de la que forman parte los técnicos audiovisuales y los científicos de la política, tome el control del dispositivo enunciador televisivo y de su lenguaje para garantizar un mínimo de información pertinente con vistas a que los electores tomen decisiones más racionales. En ese sentido, un observatorio ciudadano acataría algunas de las útiles recomendaciones finales de Lilian Kanashiro y quitaría algunas armas a ese ritual antiintelectual que escamotea la política entendida como

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cuerpo de problemas y de soluciones. Por cierto que esos intentos de mejora del debate caerían en saco roto si no hay un verdadero cambio que eleve la calidad educativa en nuestro país.

Creo que este libro marca un punto de no retorno en la investigación de los debates electorales televisados. A partir de su rigor formal controlado por los planos de inmanencia (signos, enunciados, soportes, prácticas, estrategias, formas de vida), hay clara conciencia de que los debates valen como experiencia, como fenómeno que configura un ethos político. Y de que ese valor debe ser acrecentado. Es difícil mantener el nivel de calidad de los contenidos ofrecidos, por ejemplo, en un medio académico, a una élite profesional y homogénea, cuando se tiene la necesidad de ofrecerlos también en un medio de comunicación social a una audiencia masiva y heterogénea. La calidad se nivela hacia abajo. La democratización cobra así un alto precio en cuanto obliga a degradar la calidad de los contenidos. La utopía estaría en difundir la mejor calidad de contenidos a la mayor cantidad de teleaudiencia.

Un trabajo de análisis e interpretación como el ofrecido aquí no pierde de vista ese horizonte utópico, axiológico, ético. Se trata de evolucionar a una forma de vida argumentativa colectiva (una macroescena compartida por toda una cultura). El tiempo de la argumentación no es el del texto, sino el de la acción; es en realidad el tiempo de su praxis enunciativa. Si bien en el debate, en cuanto género deliberativo, esa praxis mira predominantemente hacia el futuro, hacia lo que se va a realizar, hacia las programaciones de la acción política, y expresa entonces una actitud existencial fundada en una prospectiva, también es cierto que, en su aspecto forense, retrospectivo, no deja de mirar al pasado para medir y evaluar la ejecución de las cosas, para extraer lecciones de las experiencias vividas; y, en su aspecto epidíctico, en una perspectiva concomitante, se ocupa del presente de los valores, de lo actualizable en el presente, de lo que es presentable o representable (Fontanille, 2014, pp. 125-128).

Urge, pues, moderar los excesos de la espectacularización y ponderar con criterio el valor del debate público como acción política común. Este trabajo provoca la apertura de espacios de análisis, de interpretación y de reflexión; como tal, es el eslabón inicial de una cadena de esfuerzos orientados a la comprensión y mejora de los debates electorales televisados, entendidos como procesos que crean las condiciones más favorables para una decisión racional.

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Para terminar, reitero mi recomendación a los investigadores de la vida social y política: aquilaten este valioso aporte incorporándolo como instrumento de comprensión de una problemática central en lo que debe ser una forma de vida cada vez más participativa y democrática.

Óscar Quezada Macchiavello

Referencias

Barthes, R. (1981). Mitologías. México D. F.: Siglo XXI.

Fontanille, J. (2014). Prácticas semióticas. Lima, Perú: Fondo Editorial de la Universidad de Lima.

Greimas, A. J. (1982). Semiótica. Diccionario razonado de la teoría del lenguaje. Madrid, España: Gredos.

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Introducción

Qué son los debates electorales y el porqué de su relevancia

La noche del 3 de junio de 1990, luego de un intenso debate entre el escritor Mario Vargas Llosa y el ingeniero Alberto Fujimori, estaba por finalizar el primer debate electoral presidencial televisado en la historia peruana. Durante su última intervención, el ingeniero Fujimori, después de una reflexión, señaló que estaba obligado a hacer una denuncia. Mostró ante cámaras la portada de un periódico peruano que anunciaba la victoria del escritor Vargas Llosa en el debate cuando aún no había concluido. En una expresión irónica, el candidato señaló: «¡Cuánto han progresado las comunicaciones en el mundo!», lo que arrancó las risas de todos los presentes en el auditorio.

La escena resulta sumamente ilustrativa del momento que se vivía en el Perú. Ese momento estaba siendo transmitido en vivo por radio y televisión a todo el país. Un candidato sostenía un supuesto ejemplar de un diario popular e ironizaba sobre el desarrollo de las comunicaciones; los debatientes eran dos candidatos que mucho antes de sus campañas electorales habían conducido programas de televisión; sin contar con las repercusiones que las elecciones de 1990 tendrían para la historia política del país. Son raros los momentos en los que la intensidad mediática puede estar tan concentrada en tan pocos segundos. No hay signo más genuino de la integración de los medios de comunicación a la política peruana.

Sin embargo, mientras otros países han contado con siglos para esa integración, en el caso peruano hemos vivido esos procesos de manera acelerada en cuestión de años, razón por la cual nuestras frágiles instituciones políticas no terminan aún de adecuarse cuando otras

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innovaciones tecnológicas ya están acechando a nuestro alrededor. Dicho de otra manera, no hemos terminado de comprender en profundidad los alcances de la televisión cuando internet y las redes sociales entran sin tocar la puerta. El presente texto es el resultado de una investigación de carácter longitudinal que ha tomado como objeto de análisis los debates electorales presidenciales televisados en el Perú (1990-2011) y como objeto de estudio las prácticas semióticas.

¿Qué es un debate electoral?

Junto con la publicación de los sondeos de preferencia electoral, los debates electorales televisados constituyen uno de los fenómenos mediáticos que concitan mayor atención en las campañas electorales. Como todo ritual, los debates electorales están rodeados de mitos, devociones y decepciones.

Los debates electorales televisados constituyen, hoy en día, una de las expresiones más claras de la mediatización de la política (Gauthier, 1998, p. 394). No obstante, los procesos de mediatización en la sociedad peruana no actúan de modo uniforme en todos los espacios ni en todas las prácticas sociales (Verón, 2001, pp. 15-42). En esa misma lógica, dichos procesos son abiertos, dado que con cada avance tecnológico se modifica la concepción de los eventos políticos. No cabe duda de que las computadoras e internet están alterado los procesos políticos y la manera como las campañas han sido manejadas (Kraus, 2000, p. 8).

Los debates electorales televisados pertenecen al campo de estudio de la comunicación política. En tal sentido, la conceptualización del debate electoral puede destacar su relación con la comunicación, lo que subraya su carácter de género periodístico orientado hacia el infoespectáculo (Marín, 2003, p. 213) o el carácter de su producción mediática (Schroeder, 2008). Pero, a su vez, la conceptualización puede poner el énfasis en su relación con la política, entendiéndose que el debate electoral es ante todo una herramienta útil para la consolidación de la democracia, la cual debe estar basada en decisiones informadas (Echeverría-Victoria y Chong-López, 2013, pp. 344-352). En ambas orientaciones se rescata el común denominador de identificar el debate como una fuente de información que, a diferencia de otras fuentes presentes en la campaña electoral, se caracteriza por la relación directa entre políticos y electores (Vasconcellos, 2011, p. 2).

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Pero en este punto cabe preguntarse: ¿cuáles son los rasgos mínimos que debe reunir dicho acontecimiento para ser calificado como un debate electoral? Al final de cuentas, ¿qué es un debate electoral? Desde la perspectiva asumida por este estudio, considero que el debate electoral debe reunir tres características básicas: interacción entre los participantes, estar inserto en la campaña electoral y ser organizado por un ente neutral e independiente.

Interacción entre participantes

De acuerdo con la Real Academia de la Lengua Española, el término debate puede tomar dos significaciones formales más o menos compatibles entre sí. Por un lado, es «controversia o discusión», y por otro lado, significa «contienda, lucha o combate» (2001). A ambas las une un rasgo común: la interacción competitiva. Sin interacción no hay debate en sentido general, sin confrontación tampoco. Es decir, se acepta o asume que los contendientes tienen posiciones diferentes; si no fuera así, si todos los participantes tuviesen la misma posición, no cabría la necesidad de un debate. El debate guarda en su naturaleza un carácter competitivo.

En la amplitud de la definición planteada, la relación entre entrevistador y entrevistado puede ser un debate, una discusión en un bar entre amigos puede ser un debate, un seminario académico puede ser un debate; siempre y cuando los participantes interactúen entre sí; tengan opiniones, juicios y afirmaciones diferenciadas; y compitan por demostrar la calidad de sus posiciones. Si los participantes no interactúan entre sí o, lo que es peor, se ignoran entre ellos, no hay debate.

Si los candidatos solo dicen lo que van a hacer, pero no interactúan entre ellos, ignorándose mutuamente como una manera de evadir el conflicto: ¿califica como debate? Este es un aspecto controvertido, sobre todo para aquellos que observan con especial cuestionamiento el carácter conflictivo que puede adquirir el debate electoral y la competencia electoral, en general; asimismo, aprecian el debate como fuente de información al elector. Probablemente, esta será la característica que más discusión traiga sobre una definición del debate electoral y que ha sido recogida en varios espacios de discusión donde los avances preliminares han sido expuestos. Desde la perspectiva que asume este estudio, considero que un debate electoral debe mínimamente incorporar la intención de interactuar con los competidores, y que dicha interacción suele ser regulada por el formato del debate.

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Como bien se sabe, los significados no se regulan solo por la normativa de la lengua natural. La práctica o puesta en escena puede revelar alteraciones notables en ese sentido. Así pues, cuando el habla entra en juego, se encuentra la posibilidad de llamar debate a algo que carece de interacción o que se halla sumamente programado, al punto de anular cualquier posibilidad de competición. Ante este escenario, cobra valor este tipo de intervenciones analíticas, que permite desmitificar las obviedades de las prácticas sociales.

En campaña electoral

La práctica que convoca este estudio no es un debate en el sentido general del término. El adjetivo electoral entra en escena. Un debate electoral requiere como segunda condición mínima desarrollarse en el contexto de una campaña electoral. Esto significa que en la vida social existen infinidad de debates, pero no necesariamente son debates electorales. Se puede citar como ejemplo el debate sobre la reforma universitaria o el debate sobre la eutanasia; ambos se dan fuera del contexto electoral, aunque eventualmente podrían ser considerados dentro de los temas de un debate electoral. Son debates, mas no electorales. Ahora bien, siempre existen puntos ciegos o excepciones: si en la comunidad política se está discutiendo una reforma del sistema electoral, a ello podría llamarse debate electoral, pero en un sentido diferente.

El hecho de que un debate electoral deba estar inserto en una campaña electoral trae ciertos conflictos: ¿cuándo empieza la campaña electoral? En el caso peruano, el proceso electoral se inicia oficialmente con la convocatoria a elecciones por parte del presidente de la República con una anticipación de 120 a 150 días (Ley Orgánica de Elecciones, 1997). No obstante, las campañas electorales impulsadas por los partidos políticos en competencia empiezan con mucha más antelación que el proceso electoral. Otros podrían postular que las campañas tienen como punto de partida la publicación de los primeros sondeos con casi un año de anticipación. ¿O las campañas electorales comienzan con las primarias o la puesta en ejecución de los mecanismos de selección y nominación de candidatos al interior de los partidos? Incluso algunos investigadores sostienen que la campaña electoral ya no responde a procesos con inicio y fin, sino que vivimos permanentemente en una campaña electoral.

En el caso de lo que se ha denominado debates electorales, la insti-tucionalización del acontecimiento permite eliminar las ambigüedades

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anteriormente citadas. Estos debates se efectúan no solo en el marco de las campañas electorales, sino en fechas muy cercanas a las elecciones. También cabe señalar que en la mayoría de las experiencias se realizan varios debates electorales, aunque uno adquiere mayor visibilidad.

Dicho esto, los debates electorales pueden clasificarse en nacionales y subnacionales, según el tipo de representación que se somete a elección. Los debates electorales nacionales son aquellos en los cuales los participantes compiten para ser representantes de nivel nacional: presidente, primer ministro (en sistemas parlamentaristas) y congresistas. Los debates electorales son subnacionales cuando se busca elegir representantes de nivel subnacional, como presidentes regionales, alcaldes provinciales y distritales. De vuelta al punto inicial, un segundo requisito mínimo para que un acontecimiento pueda ser calificado como debate electoral es que se desarrolle dentro del contexto de una campaña electoral.

Organización independiente

Un tercer rasgo importante para caracterizar los debates electorales es que son organizados o promovidos por agentes que no compiten en la campaña electoral. Si un partido decide organizar un debate, no suele ser considerado un debate electoral. Lo que sí puede suceder, y sucede, es que un candidato convoca o desafía a otros candidatos a debatir, pero esto no es más que una provocación. Cuando esto ocurre, se entiende que no será ese candidato el organizador del debate, sino que la organización debe ser asumida por un agente imparcial. Los agentes promotores u organizadores pueden ser de tres tipos: asociaciones civiles, empresas (medios de comunicación, por ejemplo) o instancias estatales. Cualquiera que sea el agente organizador, se requiere que este demuestre neutralidad e independencia.

Dadas estas tres características mínimas que debe tener cualquier práctica para ser considerada un debate electoral, se agrega un cuarto rasgo que no se considera esencial en el marco pluralista sobre el que se apoya este estudio: el debate electoral puede ser transmitido por un medio de comunicación (televisión, radio, prensa, medios digitales). No se lo incluye como un requisito mínimo, en virtud de las decenas de debates electorales que reúnen las tres condiciones anteriormente señaladas y que considero que pertenecen a la dinámica que adquieren las campañas electorales. No todo debate electoral se transmite por medios de comunicación; la riqueza deliberativa no puede ni debe reducirse a aquello que se mediatiza; sin

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embargo, no es posible negar la relevancia que el debate adquiere cuando se emite por algún medio de comunicación.

En este punto, se puede afirmar que un debate electoral debe reunir como rasgos mínimos: la interacción competitiva, su inserción en la campaña electoral y la organización de un agente independiente. El presente estudio se concentra en los debates electorales presidenciales televisados; esto significa que la historia de los debates electorales en el Perú será evaluada a la luz de la conceptualización que se acaba de hacer.

Tendencias académicas en el estudio de los debates electorales

Una revisión bibliográfica de la literatura académica da cuenta de varias tendencias en el estudio reciente de los debates electorales. En primer lugar, existe un interés por sus efectos en la definición del voto que se ha desarrollado en los «estudios de recepción», que toman en cuenta variables generacionales, sociodemográficas o predisposiciones políticas (Domínguez, 2014, p. 11; Domínguez, 2011, p. 108; Luengo, 2011, p. 86). Los estudios sobre los efectos han logrado demostrar que los debates electorales, más que producir un cambio en la orientación del voto, básicamente refuerzan decisiones electorales ya tomadas. No obstante, los referentes de estos estudios son norteamericanos y resulta conveniente contrastar esta afirmación en contextos con mayor volatilidad y en sistemas electorales mucho más competitivos (Canel, 1998, pp. 62-64; Luengo, 2011, p. 93).

En segundo lugar, se encuentran los análisis de contenido cuantitativos centrados en las estrategias discursivas verbales (Echeverría-Victoria y Chong-López, 2013, pp. 352-354; Glantz, Benoit y Airne, 2013, pp. 278-280; Téllez, Muñiz y Ramírez, 2011, pp. 258-262). No deja de ser paradójico que los análisis de contenido se hayan centrado tanto en el discurso lingüístico cuando la gran crítica sobre los debates es la excesiva importancia de la imagen en desmedro de lo que se dice. Sin embargo, un estudio dedicado al caso alemán se pregunta por el predominio de lo visual en la comunicación política; en contra de lo que comúnmente se especula, lo verbal prevalece en la apreciación de los televidentes. Estos hallazgos, como los mismos investigadores señalan, deben ser contrastados en otros contextos culturales (Nagel, Maurer y Reinemann, 2012, pp. 13-14). Finalmente, se pueden mencionar análisis de contenidos que han prestado más atención a otros componentes del

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debate, como el audiovisual (Quintas y Quintas, 2010) o el corporal (Stewart, 2010).

En este marco diverso, he decidido centrarme en el propio terreno de la comunicación política y darle un espacio importante a la reflexión sobre el debate electoral como discurso mediático. Y, en ese sentido, es imposible ignorar un detalle importante: la televisación del debate. Sostengo que el componente audiovisual propio de la televisación puede desvirtuar el concepto de debate definido anteriormente. Por eso, el análisis y la reflexión sobre el dispositivo enunciador televisivo y los alcances de su optimización como práctica discursiva ocupan un rol importante en el orden de un régimen de visibilidad que ilumina ciertos aspectos y oscurece otros.

Si se asume un debate electoral como una interacción cara a cara entre los candidatos en competencia, ¿qué sucede cuando el lenguaje audiovisual niega tal definición? ¿O cuáles son los aportes en materia de significación del componente audiovisual? A las condiciones mínimas planteadas en la primera conceptualización se debe agregar una definición de carácter discursivo que surge como consecuencia de la mediatización de este; el debate electoral televisado es la suma de componentes verbales y gestuales, de una interacción pactada entre candidatos, de un formato audiovisual, de prácticas y de estrategias de optimización.

Relevancia de los debates electorales: ¿información vs. confrontación?

Son pocos los que ponen en duda la importancia de los debates electora-les televisados en el contexto de las campañas electorales. Para algunos, la particularidad del debate televisado es la carencia de filtros o interme-diaciones dadas por la prensa o los analistas expertos (Luengo, 2011, p. 82). Sin embargo, estudios con diversos enfoques señalan y cuestionan los debates por la calidad de información a la que remiten (Domínguez, 2014, pp. 20-21; Echeverría-Victoria y Chong-López, 2013, p. 344). Como se ha adelantado en líneas anteriores, la definición de debate revela una relación entre información y confrontación; y la discusión sobre lo que un debate debería ser convierte dicha relación en una tensión entre la función de propaganda (información) y la función de confrontación (conflicto).

¿Qué debería ser un debate? ¿Cómo resolver dicha tensión? Si el debate debería ser una fuente de información para un voto razonado, las

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estrategias discursivas como la aclamación o los denominados common places serían los más adecuados para esos fines. Si el debate debería ser una confrontación, los ataques y ciertas formas espectacularizadas serían las más idóneas (Domínguez, 2014, p. 20; Luengo, 2011, p. 91; Téllez et al., 2010, p. 261). Algunas reflexiones en el marco de la comunicación política inclinan la balanza hacia la idea del debate como una fuente de información que contribuya al fortalecimiento de la institucionalidad democrática.

La discusión que se propone en este estudio presupone la desmitifi-cación de algunos aspectos relacionados con la televisión:

• No es posible comunicar todo un plan de gobierno a través de la televisión. ¿Cuántas horas de televisión se requieren para exponer el plan de gobierno de un solo candidato? ¿Cuántas horas de atención puede soportar la audiencia?

• En el ámbito de los debates electorales, ¿solo son comunicables los planes de gobierno o promesas electorales? ¿Se ha escuchado a algún candidato invitar a la audiencia a visitar los locales partidarios para obtener más información?

• La comunicación de las ideas políticas no solo pasa por las expresiones verbales. Se debe tener en cuenta que el lenguaje televisivo audiovisual involucra aspectos como la imagen y la gestión del contacto.

Estos aspectos abren varias preguntas que es necesario formular: ¿la confrontación está totalmente divorciada de los nobles intereses políticos? ¿El conflicto solo puede conducir a la banalización? ¿Y qué pasa si el espectáculo no es únicamente entretenimiento y cosmetología electoral? Resulta interesante tomar en cuenta el llamado a una revaloración del conflicto en el marco de los debates electorales como generadores de información que permitan a los electores identificar claras diferencias entre los candidatos (Téllez et al., 2010, p. 266). No hay que olvidar que los procesos electorales son competitivos. Asimismo, es necesario tomar en cuenta la distinción que lleva a cabo el análisis funcional del discurso entre los ataques en el debate electoral: los que van contra las cualidades del candidato o los que se dirigen a las políticas que se proponen (Glantz et al., 2013, p. 279). Esta distinción puede permitirnos discriminar la calidad del conflicto de acuerdo con el objetivo que pretende alcanzar.

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Un enfoque semiótico

En términos generales, una investigación puede tener tres tipos de impulsos: llenar un vacío existente, extender los estudios que se han realizado con respecto a un fenómeno aportando como novedad un enfoque metodológico que no ha sido utilizado antes, o refutar los planteamientos previos. En cuanto a los debates electorales, llama la atención los escasos estudios acerca del caso peruano. En cambio, para otros países de la región, así como para países europeos, los estudios son numerosos y de diversos enfoques teóricos. Así pues, se abre la necesidad de recuperar el tiempo perdido y estudiar dichos discursos en el Perú como un camino de autocomprensión política. Por otro lado, la inmensa variedad de estudios relacionados con los debates electorales no dejan de ser fragmentados; es decir, se concentran en un proceso electoral, en alguna figura política emblemática, de modo que se pierde de vista el horizonte histórico que une un debate con otro.

Tomando en cuenta las consideraciones previamente establecidas, me he planteado los desafíos de estudiar en profundidad el caso peruano desde una perspectiva longitudinal y un enfoque metodológico integrador. Me he preguntado: ¿cuáles han sido las formas de construcción y representación de las identidades y alteridades políticas en los debates electorales presidenciales televisados en el Perú?, interrogante que me llevó a formular como objetivo el análisis de la evolución de los mecanismos de manipulación enunciativa, los regímenes de interacción entre los actores representados y las configuraciones intelectuales y afectivas tanto del «nosotros» como del «otro» político en los debates electorales peruanos.

La pregunta principal de investigación requiere ser desglosada en preguntas específicas, dado que no hay estudios precedentes de corte semiótico que permitan formular y contrastar hipótesis concretas. Por tanto, me concentraré en tres aspectos: la puesta en escena, las formas de interacción y la proyección del «nosotros» y el «otro» político. Con relación a la puesta en escena, me pregunto por la evolución de los mecanismos de manipulación enunciativa propios del lenguaje televisivo. En segundo lugar, por la evolución de las formas de interacción y de los regímenes de significación contenidos. Y, finalmente, por la evolución en las formas de construcción y proyección del «nosotros» político y del «otro» político.

El enfoque seleccionado para el estudio del dispositivo enunciador televisivo pertenece al ámbito de la semiótica de las prácticas, heredera

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de la semiótica francesa. El modelo orientador del estudio toma como principio base la integración de diferentes planos de inmanencia o semióticas-objetos representados en el siguiente esquema:

Planos de inmanencia

Signos o figuras

Texto-enunciado

Objeto

Práctica

Estrategia

Formas de vida

Fuente: Prácticas semióticas (Fontanille, 2014)

Ello se complementa con los regímenes de interacción propuestos por Landowski, con especial atención en los regímenes de la programación y el ajuste (Landowski, 2009). Desde este enfoque, postulo que un debate electoral televisado involucra una variedad de planos.

Planos de inmanencia Debates electorales televisados

Signos o figuras Expresiones verbales y gestuales de los candidatos

Texto-enunciado Interacción entre candidatos

Objeto Imagen televisiva

Práctica Emisión de la imagen/Participación de los candidatos

Estrategia Acomodación a los intereses de los candidatos

Formas de vida Puritanismo político

Fuente: Elaboración propia

Este enfoque metodológico permite un análisis integral del debate televisado como discurso mediático, así como la discusión en torno a las consideraciones conceptuales del debate político y su representación a través del lenguaje audiovisual, corporal y verbal. El objeto de estudio

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se centra en los planos de inmanencia y los regímenes de interacción correspondientes. El objeto de análisis está compuesto por los cinco debates electorales presidenciales que cumplían con el requisito de haber sido emitidos en vivo y en cadena nacional.

El análisis semiótico comparativo ha tenido en cuenta tres tipos de fuentes para la reconstrucción del corpus de análisis como práctica significante: los videos de los debates presidenciales, las publicaciones periodísticas de la época de dos diarios de circulación nacional y de actual vigencia: El Comercio y La República, y entrevistas a los moderadores y organizadores de los debates.

El orden seguido para el análisis tuvo en cuenta los siguientes procedimientos. Con respecto a los videos de los debates presidenciales, un equipo de asistentes de investigación conformado por estudiantes de la Facultad de Comunicación de los últimos ciclos de la especialidad de Medios Audiovisuales y Periodismo transcribió los discursos verbales de los candidatos1, desglosó técnicamente los videos y anotó las disposiciones corporales de los expositores. Todo este material fue revisado, contrastado y discutido. Con respecto a las publicaciones periodísticas, y considerando las fechas de los debates, se hizo una revisión de las ediciones de 15 días antes y 15 días después de su realización. De este modo, se obtuvo una selección de las publicaciones periodísticas que mencionaron explícitamente el debate presidencial. La información periodística recabada y el tratamiento de los videos de los debates aportaron un conjunto de detalles que permitió elaborar una pauta de entrevista muy contextualizada a los moderadores y a los organizadores de los debates.

El procedimiento anterior dio lugar a una gran cantidad de información que requirió ser estudiada y ordenada adecuadamente. Las investigaciones en el campo semiótico, muchas veces, se concentran en el tipo de estudio denominado lectura minuciosa, pequeños textos en donde se desarrollan análisis de mucha profundidad. En este caso, y dados los objetivos que se trazaron para este estudio, se disponía de muchos textos y se requería no perder la profundidad en el análisis. Por ello se procedió de la siguiente manera. Primero, se organizó el análisis de cada debate en orden cronológico para obtener su particularidad, su contextualización como práctica semiótica y el carácter longitudinal

1 Aunque se contaba con transcripciones de los últimos debates, igualmente se llevó a cabo la transcripción para asegurar la fidelidad a las exposiciones de los candidatos.

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del estudio. En cada debate se ordenó la información según el plano de inmanencia correspondiente, destacando los respectivos elementos semióticos. Segundo, por cada plano de inmanencia se efectuó la comparación, yuxtaposición y generalización de los elementos semióticos, lo que generó un primer índice de concordancias por cada plano de inmanencia. Tercero, se realizó un análisis de las correlaciones entre los planos de inmanencia para obtener los rasgos principales del proceso de significación de la práctica analizada.

Como todo proyecto, este no estuvo exento de dificultades. La primera reside en la escasa bibliografía local sobre el tema. En segundo lugar, el acceso público al soporte audiovisual de los debates es muy limitado, lo cual ha contribuido a la escasez de reflexiones al respecto. Hasta el momento en que se redacta la presente edición, no es posible adjuntar los videos de los debates por la propiedad intelectual de los mismos. Considero que es de suma importancia para el debate público y el fortalecimiento de la deliberación que este material sea de acceso público. En ese sentido y con motivo de esta investigación, se están llevando a cabo los esfuerzos para superar este impasse. La voluntad y el esfuerzo están presentes; confío en que su cristalización solo depende del tiempo.

La organización del texto

El presente libro se organiza en tres partes. El primer capítulo, de carácter referencial y general, busca ilustrar los principales tópicos de discusión en torno al debate electoral televisado en otros países. Se descubrió, gratamente, que hay académicos que dedican toda una vida a estudiar los debates electorales en sus países como claro reflejo de un sistema político que coloca los debates en todas las instancias de decisión electoral. En cierto sentido, una sociedad que da valor a la deliberación no solo propondrá eventos de esta naturaleza, sino que también estudiará y examinará las dinámicas y los mecanismos, así como el rol de los medios de comunicación en la dinámica deliberativa. En esa misma línea, existen instituciones locales e internacionales dedicadas a promover, organizar y asesorar la realización de debates electorales desde la óptica de los derechos ciudadanos.

El segundo capítulo está dedicado a la sistematización histórica, con seguridad imperfecta e insuficiente, sobre los debates electorales presidenciales en el Perú. Para ofrecer un primer ordenamiento de la

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experiencia nacional, se ha acudido a los archivos periodísticos y a los testimonios de personas cercanas a su organización. El lector podrá encontrar el lento pero seguro proceso de institucionalización que han seguido los debates televisados presidenciales en el Perú, así como el rol de los partidos políticos y de las organizaciones públicas y privadas que han contribuido a su permanencia. También se podrán entrever los aspectos pendientes o desafíos, así como una amplia gama de posibilidades futuras de investigaciones en el campo de los debates a nivel subnacional.

Los dos primeros capítulos constituyen la antesala para la realización del objetivo central de la investigación: llevar a cabo una aproximación semiótica a los debates electorales televisados. Inicialmente, el proyecto se configuró como un análisis por capas en el que se trataba de distinguir los diversos aspectos que merecían una reflexión en el campo propiamente de la significación. Pero como todo proyecto que termina adquiriendo vida propia y acomodándose a las circunstancias que lo rodean, el trabajo infatigable de Desiderio Blanco en la traducción de los últimos textos semióticos provenientes de la tradición greimasiana permitió que este trabajo encontrara su modelo organizador e integrador. En ese sentido, el análisis y la reflexión toman la perspectiva planteada y desarrollada por Jacques Fontanille en su libro Prácticas semióticas (2014), que integra los modelos clásicos de A. J. Greimas y Joseph Courtés, así como la perspectiva sociosemiótica de Eric Landowski e Ivana Fechine. Así pues, el tercer capítulo se estructura, en primer lugar, por una presentación más detallada del modelo de análisis y centra los hallazgos en cuatro áreas: 1) la escena práctica que analiza el soporte de la imagen televisiva y su relación con la emisión y la participación de los candidatos como prácticas significantes, 2) el texto-enunciado que recoge la interacción unilateral propia de todo producto mediático y los formatos de interacción entre los actores representados al interior del debate electoral, y 3) las figuras organizadas en dos campos: la primacía de la mirada dentro de la gramática corporal de los candidatos y las expresiones verbales constituyentes de narrativas paralelas que se desplazan entre la confrontación y la propaganda.

Debo confesar que ha quedado pendiente una reflexión más profunda acerca de las formas de vida. La razón de esta omisión es el resultado de una evaluación entre la necesidad de cerrar esta edición para que este material llegue oportunamente a sus manos y la búsqueda de una inalcanzable perfección. Confío en que la discusión futura permita

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completar y llenar los vacíos confesados de la presente obra, ya que, como toda forma de construcción de conocimiento, no es más que un punto de vista que aspira a complementarse con otras aproximaciones académicas y no académicas.

Finalmente, y no por ello menos importante, este libro no hubiera sido posible sin el trabajo silencioso y paciente de los miembros del Archivo Audiovisual de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima, quienes durante décadas han sido y son los guardianes celosos de un increíble e histórico acervo audiovisual disponible para alumnos y profesores. Asimismo, mi agradecimiento al Instituto de Investigación Científica de la Universidad de Lima por la confianza y el apoyo a la investigación. En esa misma línea, por sus valiosos testimonios como moderadores de los debates electorales presidenciales, doy gracias a los periodistas Guido Lombardi, Augusto Álvarez Rodrich y José María Salcedo. A Percy Medina, Luis Egúsquiza y a la Asociación Civil Transparencia por la valiosa información testimonial sobre la organización de los debates electorales. A Gerardo Távara por las tercas discusiones sobre la fecha idónea de los debates. Una mención especial al equipo del programa Voto Informado del Jurado Nacional de Elecciones por su interés y apertura hacia los resultados del presente estudio. Agradezco a Álex Zamora y Laura Adrianzén por la asistencia en la investigación; y al doctor Óscar Quezada por sus comentarios, correcciones y apreciado aliento a seguir investigando. Finalmente, mi reconocimiento a los compañeros y compañeras de camino que, sin su consentimiento, han sido correctores anónimos de múltiples detalles de este libro; muchas gracias por su tolerancia y comprensión. Todo lo señalado en la presente obra se ha nutrido de estas colaboraciones. El producto final es de mi absoluta responsabilidad y terquedad.

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Capítulo I.

Los debates electorales televisados

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A propósito del cambio de siglo, Blumler y Kavanagh (1999) señalaban que la comunicación política se encontraba en su tercera edad. La edad de oro de los partidos y el posterior despliegue de la industria televisiva de los años sesenta –la cual configuró el modelo profesional de campaña política– habían dado paso a una nueva fase caracterizada por la abundancia mediática, la ubicuidad, el alcance y la celeridad de los mensajes políticos (Blumler y Kavanagh, 1999, pp. 211-213). Ante la atención que concita internet y el auge de los nuevos medios –también denominados redes o medios sociales–, la televisión mantiene su estatus y significancia para la comunicación política en un escenario de reconfiguración del ecosistema mediático. Las relaciones políticas de la televisión se mantienen y se extienden a la era digital, pero en un marco de nuevas presiones (Gurevitch, Coleman y Blumler, 2009, p. 172).

En este marco, el fenómeno de personalización política aparece como una preocupación en relación con el debilitamiento institucional de los partidos. La personalización política remite a la creciente importancia de los actores políticos en desmedro de las organizaciones o colectividades políticas (McAllister, 2007). Algunos abordajes conceptuales señalan la relevancia de diferenciar los tipos de personalización en institucional, mediática y del comportamiento político (Rahat y Shaefer, 2007). La mirada institucional ha prestado atención a los sistemas políticos (presidenciales o parlamentarios), a los sistemas electorales y a los mecanismos intrapartidarios, como la selección o nominación de candidatos. Si bien algunos investigadores sostienen que la personalización es la consecuencia del debilitamiento de los lazos tradicionales entre votantes y partidos (Dalton, McAllister y Wattenberg, 2000), otros afirman que la aparición de la televisión ha jugado un rol preponderante en este

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fenómeno (Mancini y Swanson, 1996, p. 11). En ese sentido, los estudios acerca de la personalización mediática han abordado con especial énfasis las coberturas periodísticas de las campañas electorales. En esta discusión, los debates electorales televisados son señalados como una de las principales expresiones de la creciente personalización política (McAllister, 2007; Rodríguez, Jandura y Rebolledo de la Calle, 2014; Sampedro y Seoane, 2009).

Frente a este impacto de la televisión en lo político y, en concreto, en el discurso político, se encuentran múltiples aportes. La televisión se ha convertido en un elemento central en las campañas electorales actuales; los partidos pasaron de invertir menos en actividades de contacto directo –también denominado trabajo intensivo– a un aumento sustancial del capital que se emplea en las campañas. Ello trae como consecuencia el debilitamiento del rol del miembro del partido y una mayor importancia del asesor profesional de campaña (Dalton y Wattenberg, 2000, pp. 12-13). Si se sigue el argumento de Thompson (2001) sobre la creciente importancia que toma el escándalo político, se puede señalar de la misma manera que los medios de comunicación, en general, y la televisión, en particular, traen como resultado un cambio en el régimen de visibilidad en comparación con los siglos precedentes, lo cual crea una imagen más próxima y visible de los actores políticos; en otras palabras, este fenómeno ayudó al sistema político a acercar a los líderes a los ciudadanos.

Una perspectiva novedosa con respecto a la televisión es planteada por Verón (2001), quien precisa que la televisión es el medio por excelencia del contacto, en donde la imagen funciona como índice a través de la metonimia y la contigüidad. Si bien en el medio televisivo se pone más énfasis en la imagen, el contacto y la economía de la mirada es lo esencial. Es privilegio del periodista el acceso a la mirada del espectador; como gerente del contacto con el telespectador, solo él puede mirarnos directamente (Verón, 2001, pp. 18-50). Por otro lado, se sostiene que «el estudio de los géneros televisivos de la realidad donde se escenifican dinámicas deliberativas (debates, entrevistas, tertulias) juegan un papel fundamental en la construcción social de la imagen pública de la política» (Pérez, Mercé y Pujadas, 2014, p. 46).

En el plano concreto de los debates televisados, un cuestionamiento ha sostenido como argumento la consecuente trivialización y espectacularización de la política. En ese tenor, Domínguez (2011, 2014) señala, entre los resultados de sus estudios de recepción de los debates

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37Capítulo I. los debates eleCtorales televIsados

electorales mexicanos, la influencia de la categoría generacional, pues encuentra que los adultos se sienten más atraídos por la espectacularización que los jóvenes. Por su parte, Schroeder (2008) considera que el estudio de los debates tiene más valor en su relación con la televisión que con respecto a la comunicación política: los debates presidenciales son la expresión genuina del espectáculo; no se rigen por las reglas de la retórica o de la política, sino por las del medio receptor. El valor de los debates es el valor de la televisión: celebridad, imagen, conflicto y dramatismo (Schroeder, 2008, p. 9). Tampoco se puede dejar de lado a aquellos que sostienen el enriquecimiento de la discursividad política:

El empobrecimiento (frecuentemente denunciado) del discurso político no es un resultado de la televisión. La entrada de lo político en la era audiovisual ha significado, por el contrario, un enriquecimiento de la discursividad política, por la incorporación de nuevos registros sensoriales (en particular, el de lo indicial), y por la complejización de las estrategias que resultan de ello. Este empobrecimiento sólo es ineluctable cuando la forma publicitaria se convierte en la única forma dominante de la comunicación política. (Verón, 2001, pp. 65-66)

Como en todo discurso, hay defensores, detractores y moderados, además de múltiples aproximaciones que dan cuenta del carácter multidisciplinario de este corpus de análisis. Este hecho me permite enmarcar el estudio como un aporte desde la disciplina semiótica, que, según creo, algo tiene que decir. Aun así, conviene profundizar en los alcances políticos que los debates electorales televisados tienen según los tratamientos que estos han recibido. En primer lugar, sobre su consideración como fuente de información y aprendizaje político; en segundo lugar, como arena de negociación política; y, en tercer lugar, como la expresión de un formato pactado de interacción.

1. Los debates como aprendizaje político y sus efectos

Una mirada optimista de los debates electorales sostiene que estos eventos permiten un aprendizaje político por parte de los ciudadanos y la discusión en profundidad de temas políticos, sin limitarse a las imágenes de los candidatos que básicamente proyectan los spots electorales. Bajo la premisa de que las decisiones tomadas sobre la base de una adecuada información generan un beneficio cívico, los debates electorales ocupan una posición privilegiada (Echeverría-Victoria y Chong-López, 2013). No

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obstante, este tipo de mirada sobre los debates suele ser crítica frente al conflicto o la confrontación.

Según Téllez et al. (2010), los debates electorales constituyen eventos atractivos en las campañas electorales que permiten a los ciudadanos la comparación de propuestas políticas y el conocimiento de los candidatos en situaciones no planificadas por la dificultad de prever la reacción del otro candidato. En ese sentido, son considerados como actuaciones de alto riesgo. Los autores señalan la importancia de la revalorización del conflicto en dosis adecuadas. Por tanto, no debe extrañar la presencia de ataques y gestos conflictivos, ya que en eso radica la idea del debate. Un debate no es exposición de ideas.

Esta mirada pedagógica del debate electoral propone una serie de interrogantes que no dejan de ser interesantes y guardan vigencia en la discusión pública actual. Si los debates cumplen una función pedagógica para los votantes, ¿por qué no son obligatorios?, dado que es conocida la resistencia de los candidatos a debatir, debido a los riesgos que ello comporta. Esta pregunta cobra relevancia cuando se sabe que varios países no cuentan con este ritual político; de hecho, en varias democracias o países en vías de democratización, los obstáculos para la organización y realización de un debate entre candidatos son innumerables. Un argumento en contra de la obligatoriedad a participar en un debate es la limitación de la libertad del candidato en el manejo de su campaña. Un valor importante en la democracia es el derecho del candidato a competir libre de las regulaciones gubernamentales tanto como sea posible. Asimismo, parte de la discusión involucra el derecho de los electores a tener mayor información y el compromiso que adquiere el actor político o candidato, más aún en los casos en los que cuenta con el financiamiento público de su campaña. Por ejemplo, si se usa la franja electoral (tiempo libre en medios), podría ser obligatoria la participación en los debates en virtud de una mayor información para los ciudadanos. En la discusión de la obligatoriedad de la participación de los candidatos, aparece la pregunta en torno a la existencia o no de sanciones cuando un candidato decide no participar de un debate electoral (Mickiewicz y Firestone, 1992, pp. 49-50). Una tendencia reciente es la incorporación de los organismos encargados de impartir justicia electoral como organizadores de los debates, que si bien no sancionan la ausencia de los candidatos en dichos eventos, se puede asumir que ejercen una presión mayor sobre ellos que las organizaciones de la sociedad civil.

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39Capítulo I. los debates eleCtorales televIsados

No obstante, algunos estudios, sobre todo de los debates norteamericanos, sostienen que los debates electorales, al estar bajo un formato televisivo, promueven más la imagen antes que las ideas políticas de los candidatos o partidos. Los debates televisivos son coproducidos por candidatos y managers de campaña. Nada se deja de negociar. Los debates modernos son la versión política de las competencias deportivas más populares de la actualidad (Schroeder, 2008, p. 10). En esa misma línea, Kraus (2000) asegura que los candidatos no están interesados en educar al público o en arribar a la verdad; solo quieren ganar la elección. Desean tener el control de todo lo que hacen en la campaña, porque con ello tienen mayores probabilidades de impresionar al electorado, aventajar al oponente y ganar la elección (Kraus, 2000, p. 30).

Esta lógica pragmática sobre los debates electorales, que minimiza la perspectiva pedagógica, está representada en la hipótesis funcionalista del análisis de contenido de la campaña política impulsada por Benoit y su equipo. Esta sostiene que el discurso tiene como fin ganar elecciones y que los ciudadanos votan por los candidatos que aparecen como atractivos según el criterio de cada votante. En ese sentido, señala tres tipos de funciones presentes en el contenido verbal del debate electoral: la aclamación, el ataque y la defensa, los cuales pueden ser proyectados en temas políticos (acciones pasadas, planes futuros, desafíos generales) o sobre el carácter de los debatientes (personalidad, liderazgo, valores) (Glantz et al., 2013).

Los debates y su aspecto educativo traen a colación el tema de la influencia o efectos de los debates. A este respecto, es preciso tener una mirada amplia. Los efectos de los debates deben ser considerados en distintos niveles: efectos sobre la cobertura posdebate, efectos en los sondeos de preferencia electoral, efectos en el liderazgo del candidato al interior del grupo político, efectos en el voto del electorado. Esta amplia gama de efectos requiere tener en cuenta la ponderación de la calidad y extensión del efecto mismo, y reflexionar sobre ella a la luz de los procesos políticos de cada país. No será posible profundizar en todos estos aspectos, pero los distintos tipos de efectos muestran la variedad de estudios que es posible emprender en torno a esta expresión de la comunicación política.

En líneas generales, los estudios sostienen que los debates televisados inciden más en el refuerzo de las opciones electorales previamente tomadas por la audiencia que en un cambio en la dirección de las

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tendencias en el voto. No obstante, dichos estudios señalan, a su vez, que los resultados de los mismos deben ser tomados con precaución, dado que es preciso considerar las características del proceso electoral y de la comunidad política.

Una reciente tendencia de estudios busca identificar la influencia de diversos factores en las impresiones inmediatas de la audiencia a través de un sistema de respuesta en tiempo real. Los estudios de Nagel et al. (2012) comparan la influencia de lo verbal, vocal y visual en las impresiones inmediatas de los que se exponen al debate electoral. Los hallazgos afirman la predominancia de lo verbal con la cautela de sugerir que los estudios sean replicados en contextos en donde lo audiovisual tenga un mayor peso y el formato audiovisual del debate sea mucho más dinámico. Es de esta manera como en el contexto de la sociedad española se desarrolla un estudio en el mismo tenor, que presenta como resultados que las predisposiciones ideológicas y las expectativas previas sesgan la reacción inmediata de los participantes; se confirma el predominio de la estrategia de los common places1, pero se añade el impacto positivo que esta genera en contraposición al efecto polarizante que causan los ataques (Luengo, 2011).

2. Las negociaciones detrás de los debates

Si se toma como punto de partida que los debates electorales televisados son de suma importancia, pero al mismo tiempo no son de carácter obligatorio, cobra relevancia un aspecto importante: las negociaciones previas para la organización de los debates. Muchos autores afirman que la verdadera victoria ocurre sobre las mesas en las que se discute la estructura del evento, la fecha y el horario, los segmentos y los temas que se abordarán. En este espacio entran en función los controladores de campaña, cuya misión es controlar la agenda del debate. El objetivo de cada equipo negociador es lograr la máxima exposición y reducir el riesgo. Resultan sumamente ilustrativas las sesiones de negociación del debate norteamericano de 1960, las cuales comenzaron con todos los involucrados en la mesa: representantes de los candidatos y de los

1 Los common places son el equivalente de la aclamación formulada por los analistas funcionales del discurso. Consiste en la mención de expresiones y afirmaciones que concitan un acuerdo o consenso general.

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41Capítulo I. los debates eleCtorales televIsados

broadcasters que patrocinaban el evento. En la segunda reunión se solicitó a estos últimos que abandonaran la sala; cuando volvieron, los equipos negociadores de ambos candidatos les mostraron la pauta o estructura del debate (Schroeder, 2008, pp. 26-28). Este hecho señala las implicancias políticas detrás de las negociaciones del primer debate electoral televisado en la historia, negociaciones que requerían y debían ser entre iguales y sin testigos. Los estudiosos estiman que en este primer debate se sobredimensiona el aporte de las cadenas de televisión, cuando todo fue dirigido por los equipos negociadores de ambas campañas. Desde 1988, se excluye la presencia de los patrocinadores (sponsors) en las rondas de negociación de los debates norteamericanos (Kraus, 2000, p. 30).

La negociación de los debates ha llegado a ser considerada un deporte sangriento: puede ser extremadamente larga como la realizada para el debate de 1992 (Bush vs. Clinton), que se inició a las 9:45 a. m. y terminó a las 3:45 de la mañana siguiente. No obstante, las mesas de negociación no han estado exentas de evolución: la del debate de 2004 (Bush vs. Kerry) fue por teléfono (Schroeder, 2008, p. 29).

Uno de los aportes que expresa la importancia de la negociación en los debates electorales más allá de los aspectos logísticos está plasmado en el estudio de Verón, El cuerpo de las imágenes (2001), en torno a los primeros debates franceses.

Ahora bien, la estrategia discursiva del giscardismo ha consistido desde 1974 en introducir, en el campo simetrizante de lo político, una posición de enunciación complementaria, que se puede llamar pedagógica: rehusando la construcción de un adversario, el enunciador se sitúa por encima de los partidos e intenta definir su legitimidad en el eje del saber, y no en el eje del querer. La estrategia del enunciador pedagógico consiste, dicho de otro modo, en definir a su Otro no como un adversario poseedor de otra voluntad, sino como otro que no posee el saber necesario. El lugar propuesto por tal enunciador es, entonces, forzosamente complementario, y el destinatario es situado en una posición complementaria inferior. En el campo de lo político, esta estrategia surgió a la luz del día por primera vez en el debate Giscard/Mitterrand de 1974. (Verón, 2001, p. 23)

Para el debate de 1981, Giscard impuso modificaciones para mantener la posición citada anteriormente. No obstante, el partido socialista se impuso en la larga y difícil negociación, logrando que los dos periodistas presentes en el debate pudieran participar del intercambio y no solo se limitaran a controlar las reglas de juego. Se impidió que Giscard

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impulsara sus maniobras pedagógicas o didácticas que colocaban en situación de inferioridad a Mitterrand.

Por otro lado, y no cabe duda, el caso norteamericano es el referente que aporta muchas lecciones; los procedimientos de negociación se han ido institucionalizando junto con el debate mismo y progresivamente se han abierto más al dominio público. Uno de los instrumentos que condensa los resultados de la negociación es el denominado Memorandum of Understanding, documento de gran valor que plantea el horario, formato y lugar en donde se realizarán el o los debates. Asimismo, precisa el calendario de estos eventos, donde se fija cada cuánto tiempo se desarrollarán y la duración de cada uno. A nivel de formato, se determina la ubicación de las cámaras, los tipos de micrófono, la distancia física entre los candidatos, la selección del moderador, así como las preguntas y los temas que se abordarán, entre otros detalles. Durante mucho tiempo, este documento era parte de la intimidad de los equipos de campaña y, a su vez, presea o botín de los periodistas que buscaban conocer los mínimos detalles del evento. Con motivo del debate de las elecciones presidenciales norteamericanas de 2004 (Bush vs. Kerry), el documento tenía una extensión de treinta y dos páginas, el más largo en la historia de los debates. La gran sorpresa se dio cuando ambos candidatos publicaron el Memorandum of Understanding en sus respectivas páginas web de campaña, rompiendo el mito secreto y oculto que acompañaba a este documento (Schroeder, 2008, pp. 30-32).

Dejar un amplio margen de decisión en manos de los partidos, candidatos o equipos de campaña durante las negociaciones es un tema que suscita mucha controversia, dado que en la mayoría de los casos procura gran inestabilidad a los debates, sobre todo cuando estos no están institucionalizados o regulados como parte del sistema electoral. Algunas experiencias apuntan a que los organismos electorales, en especial, aquellos que imparten justicia electoral, deben ser los convocantes y organizadores de los debates, en virtud de que pueden ejercer mayor presión sobre los equipos de campaña que las asociaciones civiles, que pueden terminar siendo esclavas de los requerimientos y amenazas de los políticos. No obstante, el hecho de que las asociaciones civiles sean las convocantes de los debates electorales resulta tremendamente simbólico del grado de consolidación de la cultura cívico-electoral en la democracia de una nación.

En ese marco, conviene destacar la importancia de un estudio que sistematice y profundice en los mecanismos de negociación previa a los

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43Capítulo I. los debates eleCtorales televIsados

debates, con el fin de trascender lo anecdótico y relevar las consecuencias políticas en la configuración del sistema político. Un ejemplo ilustrador es la controversia en torno a la organización de los debates electorales norteamericanos. The League of Women Voters fue la responsable de los debates de 1976, 1980 y 1984. En 1980, la patrocinadora de los debates convocó, además de los dos candidatos tradicionales (republicano y demócrata), al tercer partido, el independiente John Anderson. El representante del candidato demócrata y entonces presidente Jimmy Carter declinó la invitación y el debate se produjo entre John Anderson y el republicano Ronald Reagan. De dicho episodio se refuerza la emblemática figura de la empty chair o silla vacía en representación del contendor que rechazó la participación. Posteriormente, se llevó a cabo otro debate entre Carter y Reagan; ambos debates fueron emitidos por las grandes cadenas de televisión americanas (Mickiewicz y Firestone, 1992, pp. 56-57; Schroeder, 2008, p. 20). En 1987, se creó la Commission on Presidential Debates, que se define en su propia página web como una organización sin fines de lucro cuya misión es promover los debates como parte de toda elección general (sección de Our Mission, párr. 1). Según Open Debates, la actual patrocinadora de los debates ha sido una iniciativa de los propios partidos demócratas y republicanos para asegurar su hegemonía en el sistema electoral. Por eso, en 1988 (Bush vs. Dukakis), The League of Women Voters retira su patrocinio y denuncia que los dos principales partidos norteamericanos acordaron secretamente las condiciones en que se darían los debates (Open Debates, s. f.).

Esta controversia muestra el grado de relevancia de las negociaciones previas a los debates electorales no solo en términos de contenido, sino también en cuanto a las implicancias políticas y simbólicas que se juegan en dicho terreno. El carácter público o privado del patrocinador, sponsor u organizador condiciona el tipo de negociación previa que se llevará a cabo antes de los debates y reflejará la calidad de la comunidad política. La preeminencia de uno sobre otro conllevará ventajas y desventajas con vistas a su institucionalización; podrá ser considerado una virtud o un riesgo para la continuidad de los debates. Considero que la profundización de este aspecto puede ser trabajada bajo un impulso académico de gran envergadura y enfocado desde una perspectiva comparada que tome como unidad de análisis cada país.

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3. El formato de los debates

En líneas generales, y si se revisa tanto los estudios previos como las experiencias existentes, se podrían fijar tres grandes formatos arquetípicos: el norteamericano, el francés y el alemán. La evaluación de los formatos gira en torno a los actores presentes (periodistas, candidatos y público), así como a su rol en el debate (Téllez et al., 2010; Marín, 2003).

En un análisis en profundidad de los estudios de televisión en donde se desarrollan los debates, Verón (2001) compara la experiencia norteamericana y la francesa, y sostiene dos concepciones diferentes de las complejas relaciones entre periodistas, políticos y audiencia. En el caso francés, el espacio de contacto con la audiencia es controlado por los periodistas moderadores, pues son ellos los que miran a la cámara, mientras que los candidatos se miran entre sí. En el caso norteamericano, los candidatos miran a la cámara cuando manifiestan sus discursos; en cambio, los periodistas se ubican del lado del público presente en el estudio y miran a los candidatos, representando una polarización frente a frente, lo que permite posicionar a los periodistas como portavoces de los ciudadanos. En síntesis, en los debates norteamericanos, el periodista enfrenta al candidato, mientras que en el caso francés el periodista enfrenta a la audiencia. En esta diferencia de puesta en escena de los debates electorales televisados, no es difícil leer una diferencia entre dos concepciones del funcionamiento de la democracia y del funcionamiento de los medios respecto del poder político (Verón, 2001).

Como una crítica al formato norteamericano, se señala que los moderadores y el panel de prensa minimizan la confrontación en dos aspectos: primero, todos aparecen en el mismo lugar y, al mismo tiempo, los candidatos no pueden confrontarse entre sí; segundo, los panelistas hacen preguntas que solo pueden ser respondidas por uno de los candidatos. Los moderadores buscan eliminar la confrontación, la cual se articula entre panelista y político, mas no entre político y oponente político (Jamieson y Birdsell, 1988, p. 195).

Sobre la base de estos formatos predominantes, se han desarrollado nuevas opciones que incluyen la presencia del público como forma de representación del electorado y en donde las preguntas no están bajo el control de los candidatos y sus equipos de negociadores.

Muchas de las críticas al modelo norteamericano suponen cierta mirada romántica e idealista, poco plausible en el contexto de la televisión, más

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45Capítulo I. los debates eleCtorales televIsados

aún si esta es privada. Todo parte de la invocación al antecedente más remoto de los debates electorales: el debate público entre Abraham Lincoln y Stephen Douglas en 1858 (Illinois), que no fue de carácter presidencial. No obstante, es un referente en la crítica a los debates actuales, dado que dicho antecedente siguió un formato clásico de inspiración griega en donde se trataba de dilucidar lo verdadero de lo falso para arribar a una conclusión correcta, muy similar a la dinámica ateniense (Kraus, 2000, p. 31). En dicha ocasión, se realizaron siete debates de tres horas cada uno y durante las 21 horas solo se discutió un tema: la extensión de la esclavitud en sus territorios (Jamieson y Birdsell, 1988, p. 195). Sin embargo, hay que considerar que el contexto televisivo y especialmente comercial no permite el desarrollo de este tipo de debates.

La tradición norteamericana ha dejado su marca en la historia al promover durante un proceso electoral una diversidad de debates en los más diversos niveles. Por un lado, tenemos los debates de las elecciones primarias, en los que varios candidatos se disputan la nominación como candidatos presidenciales por sus respectivos partidos. En el ámbito de la elección general, se propone una serie extendida de dos hasta cuatro debates electorales televisados.

Los votantes ven y aprenden de los debates; no obstante, estos van perdiendo espontaneidad o se muestran muy calculados y, por tanto, dejan de ser una herramienta de aprendizaje político. Mickiewicz y Firestone (1992) señalan que una serie de tres o cuatro debates ayuda a disminuir el factor accidental y de imagen (look), ya que aparecen las reales posiciones de los candidatos. Pero una serie muy larga de debates puede ser en extremo agotadora para los votantes. Estudios demuestran una disminución progresiva de la audiencia entre el primer y el último debate. Los canales privados prefieren un gran evento a series extendidas de debates. Los criterios comerciales y económicos afectan este aspecto, dado el alto costo del tiempo en televisión (Mickiewicz y Firestone, 1992, pp. 60-61).

Sobre el número de debates existe mucha controversia. Schroeder (2008) señala que el candidato que está a la cabeza de las preferencias electorales desea pocos debates, debido al riesgo que implica debatir frente a una cámara de televisión; por el contrario, el que está en desventaja quiere un mayor número de debates. Los candidatos que lideran las preferencias insisten en que el debate esté lo más lejos posible del día de la elección, en caso requieran tiempo para recuperarse del desastre. Algunos testimonios recogidos de los equipos de campaña

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mencionan que los debates deben ser programados en los días del calendario deportivo para que la atención de la audiencia no esté tan concentrada en el debate, lo que revela el carácter ritual del evento y el cinismo de la política en su más crudo rostro2. Una vez anunciado el debate, este tiende a congelar la campaña, ya que los candidatos se refugian para prepararse y los votantes esperan ver la performance de ambos lados (Schroeder, 2008, pp. 32-33).

¿Cuál es el número idóneo de participantes en un debate electoral televisado? Al respecto, la literatura señala que es contraproducente promover la participación de demasiados candidatos en un debate televisado. El tiempo para cada uno se reduce y, a su vez, se prolonga el tiempo del debate total. Todo ello repercute en el debilitamiento de la audiencia para mantener la atención y recordar cada mensaje individual de los candidatos, de manera que se desvirtúa la finalidad del evento. Mickiewicz y Firestone (1992) proponen cuatro formas para seleccionar a los candidatos que participen del debate televisado (pp. 51-57): número de firmas que piden su inclusión en los debates (peticiones), resultados de las encuestas o sondeos de preferencia electoral, porcentaje de representación en el parlamento o porcentaje de votos en la última elección.

El tiempo de que dispone cada candidato para exponer o responder durante el debate es un aspecto sensible en cuanto a las características del formato. El tiempo hace que los candidatos trabajen a base de eslóganes o frases y se piden verdaderos milagros de comprensión de temas muy complejos en menos de un minuto. En la actualidad, los debates duran aproximadamente dos horas, que se reparten entre moderador, panelista y candidatos. La televisión es episódica y responde a los hábitos de las audiencias modernas (Jamieson y Birdsell, 1988, pp. 195-197). En ese sentido, se ha denominado a este tiempo la era de los sound bites, esto es, frases cortas e impactantes diseñadas para los medios. Los discursos se nutren por excelencia de aclamaciones, según los estudios realizados desde la perspectiva del análisis funcional del contenido, dado que los ataques y defensas construyen la indeseable presencia de un candidato reactivo antes que proactivo (Glantz et al., 2013).

2 En 1996, los negociadores demócratas (Clinton) ganaron la negociación programando deliberadamente los debates junto a los juegos de béisbol. Después de la elección se confirmó que se quería que las personas no vieran el debate ni se concentraran en ello; los debates solo eran una metáfora de la campaña (Schroeder, 2008, p. 34).

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47Capítulo I. los debates eleCtorales televIsados

4. El primer debate televisado: Nixon vs. Kennedy

El primer debate electoral televisado se desarrolló el 26 de setiembre de 1960 entre los candidatos a la presidencia de Estados Unidos: el entonces vicepresidente Richard Nixon y el senador demócrata John F. Kennedy. Constituye, sin lugar a dudas, un hecho sin precedentes en la historia política mundial. Este debate marca el hito de la política mediada por el lenguaje audiovisual (Pérez et al., 2011, p. 2; Verón, 2001, p. 15). Sin embargo, es menester destacar que el primer debate televisado es parte de una serie de cuatro debates acordada entre los equipos de los candidatos, tal como se consigna en el cuadro 1.1.

Fuente: Our Campaigns [Página web]. Elaboración propia.

Panelistas

Sander Vanocur (NBC) Robert Fleming (ABC) Stuart Novins (CBS) Charles Warren (MBS)

Alvin Spivak (UPI) Harold Levy (Newsday) Edward P. Morgan (ABC) Paul Niven (CBS)

Frank McGee (NBC) Charles Van Fremd (CBS) Douglass Cater (Magazine) Roscoe Drummond (New York Herald Tribune)

Frank Singiser (Mutual News) John Edwards (ABC News) Walter Cronkite (CBS News) John Chancellor (NBC News)

Moderador

Howard K. Smith (CBS)

Frank McGee (NBC)

Bill Shadel (ABC)

Quincy Howe (ABC)

Producido

CBS

NBC

ABC

ABC

Fecha

26 de setiembre

7 de octubre

13 de octubre

21 de octubre

Cuadro 1.1

Primera serie de debates presidenciales televisados (Estados Unidos, 1960)

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La emisión contó con la alianza y patrocinio de las tres cadenas de televisión más poderosas de Estados Unidos: CBS, NBC y ABC3. Se estima que setenta millones de americanos vieron el debate, además de varios millones que lo escucharon por radio. Los temas centrales fueron comunismo-seguridad nacional, trabajo-problemática agraria y experiencia de los candidatos.

Las publicaciones del New York Times señalan que en las negociaciones previas, mientras el senador Kennedy estuvo simplemente de acuerdo con el debate, el vicepresidente Nixon insistió en las reglas y puso como condición que el evento se desarrollara sin cortes comerciales. El formato acordado consistía en que cada candidato tenía ocho minutos para plantear su posición frente al tema que concitaba el debate, luego contestaba las preguntas de los panelistas y, finalmente, contaba con tres minutos para cerrar su presentación (Our Campaigns, sección de First Kennedy-Nixon Debate, s. f.).

La reacción posterior al primer debate fue que nadie comentó lo que los candidatos expusieron, sino cómo lucieron: compararon la palidez y la presencia exhausta de Nixon con la tez bronceada de Kennedy. Los antecedentes que se conocen de tal suceso señalan que, semanas antes, Nixon se encontraba hospitalizado por una cirugía de la rodilla para curar una lesión producto de su campaña en Carolina del Norte, y luego de su alta intentó recuperar aceleradamente el tiempo perdido. En cambio, Kennedy se preparó todo un fin de semana, ensayando preguntas y respuestas; asimismo, su esposa, la carismática Jacqueline Kennedy, se encontraba con seis meses de gestación y el día del debate organizó una fiesta para observar el evento con una docena de periodistas como invitados. Los demócratas, según refiere Schroeder (2008), utilizaron el debate como un acto de relaciones públicas. El triunfo electoral, según los testigos de aquel entonces, se debió a la actuación en el debate televisado. Este acontecimiento es, sin duda, un hito en el marco de la comunicación política que trajo consigo el arribo del consultor profesional en medios (Schroeder, 2008, pp. 5-10).

Con relación a este acontecimiento, uno de los elementos que más se ha discutido es la incorporación de la imagen al contenido político y sus efectos en la percepción de la audiencia. El elemento sorpresivo que

3 CBS (Columbia Broadcasting System), NBC (National Broadcasting Company), ABC (American Broadcasting Company).

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49Capítulo I. los debates eleCtorales televIsados

surgió en este debate, y que los estudios no han cesado de resaltar, es la noción de ganador y perdedor. En el primer debate televisado, Kennedy resultó perdedor frente a la audiencia radial, mientras que Nixon resultó el gran derrotado ante los telespectadores, lo cual pone en evidencia que se trataba de debates electorales diferentes4.

No obstante, la literatura tiende a estudiar este debate como un acontecimiento aislado de los debates posteriores que ocurrieron en las semanas siguientes. El primer debate estuvo dedicado a la política local; el segundo giró en torno a la política exterior y los derechos civiles. El segundo debate se caracterizó por la incorporación de las tomas del candidato mientras escuchaba a su contendor, emitiendo a toda la nación no solo lo que un candidato exponía o contestaba, sino también las reacciones de su oponente. Este detalle fue eliminado en los posteriores debates a pedido de los contendores. Antes de iniciarse el tercer debate, Kennedy desafiaba a un quinto debate, ante lo cual Nixon proponía que el quinto debate podría ser entre los candidatos a vicepresidente (Our Campaigns, sección de Second Kennedy-Nixon Debate, s. f.).

El tercer debate sufrió variaciones en el formato: se eliminaron las aperturas y cierres de los candidatos, todo se concentró en contestar las preguntas de los panelistas. Los tiempos se fragmentaron y redujeron, cada candidato contaba con dos minutos y medio para responder a un panelista, y minuto y medio para replicar la respuesta del otro candidato. Pero la variación más importante fue que ambos candidatos no se encontraban en el mismo estudio: Nixon y los panelistas estaban en un estudio de la ABC en Hollywood, California; mientras que Kennedy participó desde un estudio de la misma ABC en Nueva York. Esta modificación recibió el nombre de split-screen debate. Sin embargo, un incidente quedó grabado en la historia de este evento. El candidato Nixon observó a través de un monitor interno en el estudio cómo John F. Kennedy usaba papeles y leía, lo cual motivó la queja airada del vicepresidente, quien denunció la violación a las reglas acordadas para el debate. La prensa de aquel entonces declaró ganador de este debate a Nixon. El cuarto debate se caracterizó por el retorno al formato original de distribución de tiempo y por la presencia in situ de ambos candidatos en el mismo estudio. Se siguió discutiendo en torno a política exterior,

4 Un hecho similar sucedió en 1980, en el debate Carter vs. Reagan, en el que Carter resultaba ganador para la audiencia radial, mientras que Reagan fue el vencedor para la televisión (Contreras, 1990).

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y apareció en la agenda el caso de Cuba (Our Campaigns, sección de Third Kennedy-Nixon Debate, s. f.; Fourth Kennedy-Nixon Debate, s. f.).

Si bien muchos autores coinciden en señalar que el primer debate de la serie fue el más visto por la audiencia y fue crucial en el triunfo electoral de John F. Kennedy, cabe recordar que Nixon fue declarado vencedor en los debates siguientes y mantuvo su renuencia a incorporar un debate adicional.

5. Debates electorales televisados en Estados Unidos

Si bien el debate entre Nixon y Kennedy en 1960 constituye un hecho sin precedentes para el escenario político mundial, pasó mucho tiempo para que los debates televisados se convirtieran en rituales inevitables. Schroeder (2008) señala que este evento empieza a ser una institución permanente y se vuelve parte del sistema a partir de la aceptación del candidato Reagan en 1984 para participar en un debate televisado (p. 20). De tal manera que negarse a participar de un debate público y televisado podía ser considerado un costo significativo en la campaña electoral.

Como se mencionó anteriormente, el primer debate fue patrocinado por las tres cadenas más grandes de broadcasters: NBC, CBS y ABC. Durante 16 años no se repitió este suceso por la negativa de Lyndon Johnson en 1964 y Richard Nixon en 1968 y 1972. A partir de 1976 se suceden los debates de forma ininterrumpida. Desde 1976 hasta 1984, The League of Women Voters fue la patrocinadora de los debates y, desde 1988, se constituye la Commission on Presidential Debates, que hasta la actualidad se encarga del patrocinio de estos eventos.

La institucionalización de los debates televisados en la historia política y electoral de Estados Unidos no ha estado exenta de dificultades. Como una señal de los altos costos políticos que puede tener el negarse a debatir han quedado en el recuerdo las elecciones de 1992. En dicho proceso electoral, se enfrentaban el candidato republicano George Bush y el candidato demócrata Bill Clinton. George Bush se mostraba renuente a participar en un debate televisado, a pesar de las invitaciones y desafíos que ofrecía su oponente. Al saberse su renuencia a debatir públicamente con su contendor, se ganó el apelativo de Chicken George. Algunos sostienen que fue una táctica de los demócratas para presionar a Bush a participar en los debates; en varias apariciones públicas, una o varias

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51Capítulo I. los debates eleCtorales televIsados

Fuente: C-SPAN, The Film Archives, Samuel Wilson, ReaganFoundation, The Daily Conversation y ABC News. Elaboración propia.

Candidatos

Richard Nixon (republicano) John F. Kennedy (demócrata)

Lyndon Johnson (demócrata) Barry Goldwater (republicano)

Richard Nixon (republicano) Hubert Humphrey (demócrata)

Richard Nixon (republicano) George McGovern (demócrata)

Jimmy Carter (demócrata) Gerald Ford (republicano)

Ronald Reagan (republicano) John Anderson (independiente)

Ronald Reagan (republicano) Jimmy Carter (demócrata)

Ronald Reagan (republicano) Walter Mondale (demócrata)

George Bush (republicano) Michael Dukakis (demócrata)

George Bush (republicano) Bill Clinton (demócrata) Ross Perot (independiente)

Bill Clinton (demócrata) Bob Dole (republicano)

George W. Bush (republicano) Al Gore (demócrata)

George W. Bush (republicano) John Kerry (demócrata)

Barack Obama (demócrata) John McCain (republicano)

Barack Obama (demócrata) Mitt Romney (republicano)

Año

1960

1964

1968

1972

1976

1980

1984

1988

1992

1996

2000

2004

2008

2012

Número de debates

4

-

-

-

3

2

2

2

3

2

3

3

3

3

Cuadro 1.2

Debates presidenciales norteamericanos

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personas disfrazadas de pollos interrumpían al candidato pidiéndole que aceptara debatir. Esta anécdota no solo es un reflejo del costo que supone negarse a participar, sino, además, de cómo dicho costo puede prolongarse en el tiempo y eventualmente heredarse. Tal como sucedió varios años más tarde con la elección del año 2000, en la que George W. Bush anunció su deseo de participar en tres debates, de los cuales solo uno de ellos sería producido por la Commission on Presidential Debates, los demás serían organizados en programas de la NBC y la CNN. Ello generó una reacción negativa en la prensa señalando que, al igual que su padre, le tenía aversión a los debates. Luego Bush aceptó las condiciones del sponsor para no caer en la calificación que tantos dolores de cabeza le había traído a su padre (Schroeder, 2008, pp. 23-24).

Los debates electorales norteamericanos han permitido cristalizar un modelo sobre cómo hacer política, pero fundamentalmente han permitido la reproducción interna del sistema bipartidista en el que la Commission on Presidential Debates se ha convertido en un mecanismo crucial. La extensión y adaptación de los debates electorales en otros países ha hecho posible la consolidación del sistema presidencialista, al asegurar la dosis necesaria de personalización política. Cabe agregar que los partidos norteamericanos como institución política han tenido la capacidad y la flexibilidad de adaptarse a la creciente importancia que los medios de comunicación tomaban en la sociedad: no solo no debilitaron sus partidos, sino que los fortalecieron.

6. Debates electorales televisados en Francia

Con motivo del último debate electoral de las elecciones presidenciales francesas, el diario El País dio cuenta de 38 años de debates electorales en Francia. El primer debate televisado entre candidatos presidenciales ocurrió entre Valéry Giscard D’Estaing y François Mitterrand. Señala el diario que, en ese memorable e histórico evento, Giscard pronunció la frase que ha quedado escrita en la historia de la política francesa: «Señor Mitterrand, usted no tiene el monopolio del corazón». Según informa el diario, existe todo un mito en torno a esta frase que indica que contribuyó a la victoria del candidato conservador (Pascual, 2012).

El primer debate norteamericano se produjo en 1960; el primer debate francés, en 1974. Este considerable retardo tiene que ver con la situación de monopolio del Estado; en dicho contexto, una mezcla de temor y

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53Capítulo I. los debates eleCtorales televIsados

fascinación caracteriza el proceso de mediatización. El advenimiento de lo audiovisual en la política ha estado por mucho tiempo sometido a rigurosos controles que le quitaban al discurso todos los recursos y figuras retóricas propias del lenguaje audiovisual. En el caso de los debates franceses, la organización recae sobre el Consejo Superior del Audiovisual (CSA), con la única indicación específica de la igualdad en la asignación de los tiempos. Si bien en un debate una de las reglas más importantes que se discute es la equidad temporal en el uso de la palabra, se ignora la importancia de la estructura del intercambio y la imagen como productora de contacto. En 1981, se somete a negociación estos dos elementos: se propone una igualdad de tiempos en cuanto a la imagen al neutralizar el plano de corte. Esto suponía que, cuando un candidato estuviera hablando, no se podía cortar la imagen proyectando la imagen del interlocutor o del árbitro. Al mismo tiempo, se solicita la presencia de periodistas en el debate (Verón, 2001).

Cuadro 1.3

Debates presidenciales franceses

Fuente: diario El País (Pascual, 2012). Elaboración propia.

Año

1974

1981

1988

1995

2002

2007

2012

Candidatos

Valéry Giscard D’Estaing François Mitterrand

Valéry Giscard D’Estaing François Mitterrand

François Mitterrand Jacques Chirac

Lionel Jospin Jacques Chirac

Jacques Chirac se negó a debatir con el ultraderechista Jean-Marie Le Pen

Nicolas Sarkozy Ségolène Royal

Nicolas Sarkozy François Hollande

Moderador

Jacqueline Baudrier Alain Duhamel

Michèle Cotta Jean Boissonnat

Michèle Cotta Elie Vanier

Alain Duhamel Guillaume Durand

Arlette Chabot Patrick Poivre d’Arvor

Laurence Ferrari David Pujadas

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Como se ha visto en párrafos anteriores, mucho se ha dicho sobre las consecuencias de negarse a participar en un debate electoral, sobre todo cuando este se ha institucionalizado. Un caso de negativa a participar, con sus propias peculiaridades, ocurrió en las elecciones de 2002, cuando el entonces presidente Jacques Chirac se negó a debatir con el candidato ultraderechista Jean-Marie Le Pen. No obstante, el rechazo a este debate se convirtió en un gesto político bajo el argumento de no aprobar «la banalización del odio y la intolerancia» y, como lo expresó el mismo Chirac en su anuncio, «asumiendo los costos políticos que ello suponía».

Según García (2012b), en 2007 se encuentra una particularidad en los debates franceses. Se enfrentaron, como es costumbre, los candidatos Sarkozy y Royal con una audiencia de más de veinte millones de espectadores. Pero a su vez se produjo otro debate entre los candidatos Royal y Bayrou; este último había quedado en tercer lugar en la primera vuelta electoral. El candidato Bayrou había rechazado cualquier endoso de votos con alguno de los otros dos candidatos y se especulaba que tenía ofrecimientos de ocupar el cargo de primer ministro. A pesar de la protesta del candidato Sarkozy, el debate entre Royal y Bayrou aparecía como un mecanismo para que los votantes del candidato que había quedado en tercer lugar decidieran por sí mismos a quién le darían su voto.

Otro aporte a los debates electorales, en general, es la variación del formato o estructura que permitió la incorporación del ciudadano en el debate electoral. Según Casado (2012), durante la precampaña electoral francesa de 2007, la cadena privada TF1 solicitó el diseño de un formato en el que no hubiera duda de manipulación o control sobre las preguntas. En respuesta, la productora A Prime Group diseñó un formato por el cual se convocaba a ciudadanos elegidos con criterios demoscópicos que podían preguntar libremente al político. Este formato se empleó en cuatro programas sucesivos como parte de la campaña preelectoral y ha sido llevado a los debates electorales en otros países, ya sea colocando a uno o dos candidatos en el set. La versión en español lo titula: Tengo una pregunta para usted.

El caso reseñado anteriormente revela el aporte e intervención de los profesionales de la televisión, en especial, de las productoras, en la configuración y renovación de los formatos de los debates. En este aspecto, queda pendiente un estudio en profundidad del rol de las productoras audiovisuales en los debates electorales televisados.

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55Capítulo I. los debates eleCtorales televIsados

7. Debates electorales televisados en España

Considerando que España no se rige por un sistema presidencial, este país, sin duda, resulta un caso peculiar que conviene estudiar. España no posee una gran tradición en materia de debates electorales presidenciales; en su haber cuenta con cinco debates en tres campañas electorales: 1993, 2008 y 2011. No obstante, y a pesar de la modesta experiencia, presenta una nutrida bibliografía al respecto. José Blanco, coordinador por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en la campaña de 2008, sostiene que los debates electorales deben ser concebidos como un derecho de los ciudadanos a recibir información para ayudarlos a decidir su voto. Señala que si en España los debates electorales no se encuentran plenamente institucionalizados, se debe en gran parte a que los protagonistas han comprobado que no existe sanción electoral si no participan en un debate; en todo caso, el riesgo de tener que enfrentarlo es mayor. Si bien la realización de un debate depende de la coincidencia de los candidatos y la armonización de los intereses partidarios y de las empresas de comunicación, para que los debates se institucionalicen es indispensable que la ciudadanía considere que es un derecho tener más información (Blanco, 2009).

Una figura clave en la promoción de los debates electorales españoles es el periodista Manuel Campo Vidal, quien es más recordado por ser el moderador del primer debate en la historia española. No obstante, su aporte en la promoción y organización de los debates va mucho más allá. No es coincidencia que cuando el periodista ocupó el cargo de director general de Antena 3 de Televisión en 1993 se organizara el primer debate televisado en España; y cuando ejerció el cargo de presidente de la Academia de Ciencias y Artes de la Televisión en 2008, se retomaron los debates televisados. Su contribución en las negociaciones y como facilitador para el desarrollo de esos eventos ha sido clave (Vidal, 2009).

Como se puede apreciar, desde un inicio se optó por la fórmula de la serie de debates, con la presencia de un moderador y sin periodistas. En las últimas elecciones españolas (2011), se acordó llevar a cabo un solo debate con las características antes mencionadas.

En 1993, se enfrentaron los candidatos Felipe González y José María Aznar en dos debates: el 24 de mayo y el 31 de mayo. El primero se desarrolló en los estudios de Antena 3 y tuvo una sintonía de más de nueve millones de espectadores. Gallego (2009a) sostiene que la

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versión que ha sobrevivido al tiempo es la derrota de González por su excesiva confianza. Según señala la periodista, las negociaciones fueron extenuantes y en el último minuto se seguían discutiendo aspectos vinculados a la forma. En el anecdotario ha quedado la discusión en torno al color y la temperatura del set; según los negociadores de González el color favorecía al candidato Aznar, y se tuvo que llegar a un acuerdo sobre la temperatura, que podía influir en la conducta de los candidatos y en la imagen proyectada en televisión. Vidal (2009) cuenta que, para este primer debate, el candidato Aznar contó con la asesoría de expertos norteamericanos. Si bien él no ganó esas elecciones, se convirtió en el líder indiscutible de su partido, liderazgo que antes de las elecciones era considerado improvisado y con muchas dudas.

El segundo debate de esta primera serie se desarrolló en los estudios de Telecinco. Con la lección aprendida del primero, se trató de disponer todos los detalles en las negociaciones previas. No obstante, hasta el último minuto no se tenía claro si habría debate, dado que Aznar se sentía más seguro con los resultados del primer debate y no deseaba poner en

Fuente: Varios. Elaboración propia.

Año

1993

1996

2000

2004

2008

2011

Candidatos

Felipe González José María Aznar

Felipe González José María Aznar

Felipe González José María Aznar

José María Aznar Joaquín Almunia

José Luis Rodríguez Zapatero Mariano Rajoy

Mariano Rajoy Alfredo Pérez Rubalcaba

Moderadores

Manuel Campo Vidal Luis Mariñas

-

-

-

Manuel Campo Vidal Olga Viza

Manuel Campo Vidal

Cuadro 1.4

Debates electorales televisados en España

Número de debates

2

0

0

0

2

1

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57Capítulo I. los debates eleCtorales televIsados

riesgo el capital simbólico ganado. El canal de televisión tenía previsto cuatro programas posibles en caso de que se suspendiera el debate. El moderador en esta ocasión fue el periodista Luis Mariñas. Dicha emisión tuvo más de diez millones de espectadores (Gallego, 2009a).

Tuvieron que pasar quince años para que España gozara nuevamente de debates televisados. Sin embargo, las organizadoras del debate no fueron esta vez las emisoras, sino la Academia de las Ciencias y Artes de la Televisión, fundada apenas en 2006. El primer debate se desarrolló el 25 de febrero de 2008, con la moderación de Manuel Campo Vidal, y tuvo una audiencia de trece millones de espectadores (Pulido, 2009). El segundo debate se produjo el 3 de marzo y su audiencia superó los once millones y medio de espectadores. En esa ocasión, la periodista Olga Viza contó con el consenso de los candidatos para moderar el evento (Gallego, 2009b).

Sobre esta segunda serie de debates se han llevado a cabo estudios desde diferentes perspectivas que contribuyen a su institucionalización. Luengo (2011) señala que el formato de los debates estuvo sometido a reglas muy estrictas, como consecuencia de las duras negociaciones que los antecedieron (p. 86). En esa misma línea, un estudio comparativo sobre los debates en tres países (Estados Unidos, España y México) concluye que en los debates españoles predomina el ataque como estrategia discursiva; también señala la influencia del formato en esta situación. También se observó que el debate se enfoca más en la discusión de propuestas que en la imagen del candidato (Téllez et al., 2010).

Con un énfasis en lo audiovisual, el estudio titulado «Cara a cara electoral televisado» plantea que el medio televisivo es un mensaje en sí mismo en la dinámica de los debates electorales televisados. Ello supone para los candidatos el desafío de adaptar sus discursos al código mediático. En ese sentido, destaca la importancia de los planos cortos en la narrativa audiovisual, que permiten construir una relación de mayor proximidad con los candidatos (Quintas y Quintas, 2010).

En el plano del discurso proyectado por los candidatos, se encuentran los estudios de Fernández (2009), quien sostiene que el debate sigue una línea más irracional que racional, ya que se presenta como un centro de pelea, donde la argumentación e intercambio de ideas no es el fin último. La interacción entre los interlocutores emplea estrategias para no crear una apariencia de agresor inmediato, sino más bien un ambiente de cortesía negativa; aun así, es cierto que el debate sigue un proceso donde el desacuerdo lleva, inevitablemente, a una descortesía explícita

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y, muchas veces, la conversación termina en ataque (Fernández, 2009). En esa misma línea, Cantavella y Mejía (2010) resaltan la peculiar carga agresiva que diferencia un debate de otro dentro de la misma serie. Señalan una retórica más proyectada hacia el futuro que hacia el presente y la dificultad para discernir la veracidad de las palabras de los debatientes, en gran parte, por la velocidad del discurso y el uso de términos técnicos en la discusión. Discernimiento que es posible a posteriori a partir de la cobertura periodística del evento (Cantavella y Mejía, 2010). En el mismo campo, Bañón (2010) enfoca su estudio en el uso de las pausas dentro de los discursos proyectados por los candidatos. En ese sentido, concluye que el candidato Rajoy emplea las pausas para valorar negativamente a su contrincante, mientras que, en el caso de Zapatero, las pausas le sirven para destacar el interés por ideas generales (Bañón, 2010, pp. 34-35).

8. Debates electorales televisados en Brasil

El primer debate electoral televisado entre candidatos a la presidencia de Brasil se desarrolló en las elecciones de 1989. No obstante, como varios autores lo señalan, existieron experiencias previas de debates entre candidatos en jurisdicciones menores. En 1989, y por primera vez en 29 años, los brasileños acudirían a las urnas para el ejercicio del voto directo con la presentación de 23 candidaturas.

El sistema electoral prevé la posibilidad de dos vueltas (turnos) electorales y se acostumbra a organizar debates tanto en primera como en segunda vuelta. El primer debate electoral para la primera vuelta se llevó a cabo el 17 de junio de 1989 y fueron invitados once candidatos, de los cuales dos se abstuvieron de participar: Ulysses Guimarães y Fernando Collor de Mello. Los resultados de la primera vuelta pusieron en directa competencia a Luiz Inácio Lula da Silva, por el Partido de los Trabajadores, y a Fernando Collor de Mello, en representación del Partido de Reconstrucción Nacional.

En los debates, que están disponibles en internet, se observa que el formato del primero estaba organizado en tres grandes bloques: un primer bloque de presentación y respuesta a una pregunta planteada por la emisora organizadora del debate, un segundo y tercer bloque de preguntas y respuestas entre los candidatos, y un cuarto bloque final con preguntas por parte de los periodistas.

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59Capítulo I. los debates eleCtorales televIsados

Como parte de la campaña de la segunda vuelta electoral, se desarrollaron dos debates electorales patrocinados por las cuatro emisoras más importantes de Brasil (Manchete, Bandeirantes, Globo y SBT). El primero tuvo lugar en los estudios de TV Manchete, en Río de Janeiro, y el segundo se llevó a cabo en la ciudad de São Paulo, en los estudios de TV Bandeirantes.

Leite (2003) señala que el inicio de los debates presidenciales es más recordado por el escándalo en la manipulación de las imágenes que por su realización. La controversia surgió en el último debate de la serie, que se produjo a pocos días de la jornada electoral. Al día siguiente de la emisión en vivo, los noticieros de TV Globo presentaron una edición del debate electoral que seleccionaba los momentos más importantes del evento, la cual fue muy cuestionada con el argumento de que se privilegiaba el desempeño de Collor de Mello y que, además, se le favorecía con la exposición de un minuto y medio más que al candidato Lula. El Partido de los Trabajadores interpuso una queja ante el Tribunal Electoral que fue desestimada. Asimismo, en la sede de Río de Janeiro de la emisora Globo, actores y artistas de la televisora protestaron contra la edición. De acuerdo con las memorias de TV Globo, los responsables del noticiero trataron el debate siguiendo los criterios de edición de un partido de fútbol, esto es, seleccionando los mejores momentos de cada tiempo. Admiten, a su vez, que la idea era que quedase claro que Collor de Mello había sido el ganador del debate. La televisora argumenta que las noticias posteriores al debate afirmaban que la performance de Lula no había sido la mejor. Como conclusión de tal episodio, la emisora reconoció que ello provocó un daño a su imagen, razón por la cual se adoptó como norma institucional no editar los debates políticos, además de afirmar que los debates, al ser una confrontación de ideas, no pueden ser tratados como partidos de fútbol (O’Globo, 2012, sección de Debate Collor X Lula). Cabe agregar que la situación era particularmente interesante dado el empate técnico entre ambos candidatos; analistas políticos de aquel entonces sostienen que la cobertura periodística posdebate fue crucial en el triunfo del candidato Collor de Mello (Leite, 2003, p. 14).

Luego de aquel controvertido inicio, no se propiciaron debates electorales entre candidatos presidenciales hasta 2002. En las elecciones de 1994 y 1998, el candidato Fernando Henrique Cardoso se negó a participar de los debates electorales. En contraste, el año 2010 se caracterizó por el despliegue de hasta diez debates electorales, entre los que se produjo por

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primera vez un debate online organizado por el diario Folha do S. Paulo y el portal UOL el 18 de agosto de 2010 (Vasconcellos, 2011, p. 1).

Un aspecto crucial para la consolidación institucional de los debates electorales en Brasil ha sido el papel jugado por los más grandes broadcasters del país.

Record, Bandeirantes e Globo tiveram papel fundamental na transformação dos acontecimentos em verdadeiros media events, dando-lhes tratamento mediático de acordo: publicidade, horário nobre, seleção de seus maiores nomes para apresentação/mediação, criando um ambiente que deixasse explícita sua singularidade e relevancia. (Leite, 2003, p. 14)5

En líneas generales, se puede señalar que los debates presidenciales brasileños se caracterizan por organizarse en forma de series a través de las cuales las grandes emisoras se reparten el patrocinio, lo que da pie a la proliferación de los mismos. Otro común denominador en dichos eventos es la presencia del periodismo como actor que propone preguntas a los candidatos. También se aprecia una moderada evolución en el uso del lenguaje televisivo; si bien predominan los planos medios y la cámara fija, hay experiencias puntuales de apertura de encuadres y mayor movilidad de la cámara en el debate de segunda vuelta entre el candidato Lula da Silva y el candidato Serra, lo que les dio la posibilidad de moverse en el escenario. Además, se observa un mayor empleo de la tecnología en la explicación de las reglas, dinámicas y formatos de los debates. Finalmente, se incluye la representación del electorado, ya sea a través de la presencia selecta de público (2002) o de preguntas formuladas previamente por los ciudadanos.

5 Record, Bandeirantes y Globo tuvieron un papel fundamental en la transformación de los acontecimientos en verdaderos eventos mediáticos, adjudicándoles publicidad, horarios de transmisión, selección de sus mejores presentadores y moderadores; creando un ambiente que deje explícita su singularidad y relevancia. (La traducción es mía).

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61Capítulo I. los debates eleCtorales televIsados

Cuadro 1.5

Debates presidenciales televisados en Brasil

Año

1989

1994

1998

2002

2006

Ronda

Primera vuelta

Segunda vuelta

Una sola vuelta

Una sola vuelta

Primera vuelta

Segunda vuelta

Primera vuelta

Segunda vuelta

Número de debates

1

1

-

-

3

1

3

4

Emisoras patrocinadoras

Bandeirantes

Globo

Bandeirantes Record Globo

Globo

Bandeirantes Gazeta Globo

Bandeirantes SBT Record Globo

Candidatos

Mário Covas Leonel Brizola Paulo Maluf Affonso Camargo Aureliano Chaves Luiz Inácio Lula da Silva Ronaldo Caiado Guilherme Afif Domingos Roberto Freire

Fernando Collor de Mello Luiz Inácio Lula da Silva

Fernando Henrique Cardoso Luiz Inácio Lula da Silva Enéas Ferreira Carneiro

Fernando Henrique Cardoso Luiz Inácio Lula da Silva Ciro Gomes

Anthony Garotinho Ciro Gomes Luiz Inácio Lula da Silva José Serra

Luiz Inácio Lula da Silva José Serra

Geraldo Alckmin Cristovam Buarque Heloísa Helena Luciano Bivar* José María Eymael* * Solo en el primer debate

Geraldo Alckmin Luiz Inácio Lula da Silva

(continúa)

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9. Debates electorales televisados en México

El primer debate presidencial televisado se realizó el año 1994. Sin embargo, existen antecedentes de debates televisados entre candidatos a diputados federales. En 1961, se intentó llevar a cabo un debate televisado entre los candidatos del PAN y del PRI; se llegó hasta el acuerdo del formato, pero el día pactado para el debate el candidato priista no se presentó al evento. No obstante, el 27 de junio de ese mismo año se realizó un debate entre dos candidatos a diputados federales (PAN-PRI) en un programa denominado Mesa de celebridades, que se transmitió por Televicentro, hoy conocido como Televisa (García, 2012a).

El primer debate electoral mexicano se desarrolla en el contexto de unas elecciones marcadas por la desconfianza. Tanto el primer debate público entre los candidatos que lideraban las encuestas, así como la cobertura del proceso, contribuyeron a elevar el interés de los ciudadanos por participar en las elecciones (Pérez, Alvarado y Sánchez, 1995). Es así como en dichas elecciones se evidencia una relación más cercana entre la política y los medios de comunicación. El primer debate electoral mexicano fue transmitido por radio y televisión a nivel nacional. Vega (2003) sostiene que hay una clara influencia del modelo europeo, en el que un moderador media entre los candidatos.

En el registro de las anécdotas, se encuentra el episodio del segundo debate del año 2000, en el cual, por una serie de dificultades técnicas por

Fuente: Varios. Elaboración propia.

Año

2010

Ronda

Primera vuelta

Segunda vuelta

Número de debates

6

4

Emisoras patrocinadoras

Bandeirantes Gazeta Rede TV! SBT Nordeste Record Globo

Bandeirantes Rede TV! Record Globo

Candidatos

Dilma Rousseff José Serra Marina Silva Plínio de Arruda Sampaio

Dilma Rousseff José Serra

(continuación)

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63Capítulo I. los debates eleCtorales televIsados

Fuente: ADN Político [Página web] (CNN México, s. f.). Elaboración propia.

Cuadro 1.6

Debates televisados en México

Año

1994

2000

2006

2012

Fechas

12 de mayo

1.er debate 25 de abril

2.o debate 26 de mayo

1.er debate 25 de abril

2.o debate 6 de junio

1.er debate 6 mayo

2.o debate 10 de junio

Moderadores

Mayte Noriega

Mayte Noriega

Ricardo Rocha

Guadalupe Juárez

Adriana Pérez Cañedo

Guadalupe Juárez

Javier Solórzano

Candidatos

Cuauhtémoc Cárdenas (PRD) Diego Fernández de Cevallos (PAN) Ernesto Zedillo (PRI)

Francisco Labastida (PRI) Cuauhtémoc Cárdenas (PRD) Vicente Fox (PAN-PVEM) Gilberto Rincón (PDS) Porfirio Muñoz (PARM) Manuel Camacho (PCD)

Francisco Labastida (PRI) Cuauhtémoc Cárdenas (PRD) Vicente Fox (PAN-PVEM)

Roberto Campa (PNA) Patricia Mercado (PASC) Roberto Madrazo (PRI-PVEM) Felipe Calderón (PAN)

Andrés Manuel López Obrador (PRD-PT-Convergencia) Roberto Campa (PNA) Patricia Mercado (PASC) Roberto Madrazo (PRI-PVEM) Felipe Calderón (PAN)

Enrique Peña Nieto (PRI-PVEM) Andrés Manuel López Obrador (PRD-PT-Mov. Ciudadano) Josefina Vázquez Mota (PAN) Gabriel Quadri (PNA)

parte de los medios de comunicación, se discutía la reprogramación del debate. El candidato Vicente Fox se hizo memorable por su insistencia para que el debate se realizara el día pactado. Algunos analistas consideran que ese gesto resultó fundamental en el éxito electoral de Fox, quien, como se recuerda, fue el primer presidente no priista después de un gobierno continuado de más de setenta años del Partido Revolucionario Institucional (PRI) (CNN México, 2012). Por otra parte, las elecciones del año 2000 se caracterizaron por un uso intenso, sin precedentes, de

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los medios de comunicación, como internet y los espacios televisivos de entretenimiento. Sin embargo, resulta paradójico el aumento del porcentaje de abstencionismo con respecto a las elecciones de 1994 (Vega, 2003). Desde 2012, el Instituto Federal Electoral (IFE), organismo estatal encargado de la organización de los procesos electorales, toma las riendas de la organización de los debates electorales según lo establecido en su normatividad electoral.

Conviene destacar la continuidad en el desarrollo de los debates en el caso mexicano con respecto a otros países. Por otro lado, se observa poca innovación en materia de lenguaje audiovisual. El predominio de los planos medios y la cámara fija es una constante en todos los debates electorales.

El presente capítulo ha pretendido ser ilustrativo más que exhaustivo. El criterio para seleccionar las experiencias aquí reseñadas ha dependido de la accesibilidad y disponibilidad de información. Cabe destacar ciertas constantes que aparecen en la experiencia internacional: el primer debate supone un esfuerzo descomunal de negociación, en el que la experiencia antecedente de debates en el nivel subnacional es muy importante. Por lo general, después del primer debate televisado transcurren varios periodos electorales sin debates o con experiencias frustradas por la resistencia de los candidatos a participar. Luego de un periodo de irregularidad, el debate televisado tiende a convertirse en un evento institucionalizado al interior de los procesos electorales.

Es necesario insistir en el hecho de mirar los debates electorales televisados como parte de los procesos electorales antes que de las campañas electorales. El primer caso supone darle la primacía y relevancia al debate en el marco de los procesos políticos y el fortalecimiento de la democracia, mientras que el segundo caso implica un enfoque instrumental y reduccionista que solo alimenta el oportunismo y descrédito de la política.

La experiencia internacional muestra diversos tipos y grados de participación de las instituciones, que se pueden clasificar en asociaciones civiles, empresas de comunicación públicas o privadas; y organismos electorales. Queda pendiente un estudio en profundidad de la ausencia o presencia de la regulación en la normatividad electoral de los debates electorales, así como estudios longitudinales de los debates en la región. El objetivo de este capítulo ha sido, ante todo, proveer un marco general e internacional sobre el cual ubicar la experiencia peruana, en la que se profundizará a continuación.

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Capítulo II.

Los debates electorales presidenciales en el Perú (1990-2011)

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[67]

El objetivo del presente capítulo es procurar un ordenamiento de la experiencia peruana en debates electorales presidenciales emitidos por televisión. La información sobre los debates electorales en el Perú es dispersa y son escasos los estudios acerca del debate electoral televisado en el sistema electoral peruano. Según Planas (2001), el primer debate electoral televisado se desarrolló en 1966, en el contexto de una elección municipal entre los candidatos Jorge Grieve y Luis Bedoya Reyes, quien iba por la reelección a la alcaldía (pp. 191-195). El evento, organizado por la Federación de Periodistas del Perú, tuvo como escenario la Sala Alzedo en el Centro Histórico de Lima y fue moderado por el periodista deportivo Rodolfo Espinar. Fue transmitido en directo por radio y televisión; y duró una hora y quince minutos.

En la década de 1980, se registran dos debates importantes a nivel municipal. El primero se produjo en las elecciones de 1983 entre cuatro candidatos a la alcaldía de Lima: Alfredo Barnechea (APRA), Richard Amiel (PPC), Alfonso Grados Bertorini (Acción Popular) y Alfonso Barrantes Lingán (Izquierda Unida). La moderación estuvo a cargo del periodista César Hildebrandt. En las elecciones municipales de 1986, luego del triunfo electoral de Alan García, la Universidad del Pacífico organizó el debate con tres candidatos: Jorge del Castillo (APRA), Luis Bedoya Reyes (PPC) y Alfonso Barrantes Lingán (Izquierda Unida) (García, 2010).

A nivel presidencial, el primer debate electoral televisado se llevó a cabo en 1990, treinta años después del primer debate en Estados Unidos. El sistema electoral peruano prevé para la elección presidencial la posibilidad de realizar una segunda vuelta electoral, si en la primera votación ninguno de los candidatos alcanza el 50 % más uno de los

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votos (Ley Orgánica de Elecciones, 1997). Esta característica es relevante, ya que en sus orígenes el debate electoral peruano se produce en el contexto de la segunda vuelta electoral, esto es, entre los dos candidatos que hayan alcanzado la mayor preferencia electoral. En las últimas elecciones presidenciales (2011), se desarrolló por primera vez el debate electoral durante la campaña de la primera vuelta.

En la historia peruana se han realizado cinco debates presidenciales televisados. El cuadro 2.1 muestra una visión panorámica de los mismos.

Cuadro 2.1

Debates electorales presidenciales televisados en el Perú1

1 Para el presente estudio se han considerado los debates electorales de las campañas presidenciales que fueron emitidos en vivo y en cadena nacional a través de la televisión y la radio.

Fuente: Archivos audiovisuales de la Universidad de Lima. Elaboración propia.

Año

1990

2001

2006

2011 (1.a vuelta)

2011 (2.a vuelta)

Moderador

Guido Lombardi

Guido Lombardi

Augusto Álvarez Rodrich

José María Salcedo

José María Salcedo

Candidatos

Alberto Fujimori Fujimori (Cambio 90) Mario Vargas Llosa (Fredemo)

Alejandro Toledo Manrique (Perú Posible) Alan García Pérez (APRA)

Alan García Pérez (APRA) Ollanta Humala Tasso (UPP)

Ollanta Humala Tasso (Gana Perú) Alejandro Toledo Manrique (Perú Posible) Keiko Fujimori Higuchi (Fuerza 2011) Pedro Pablo Kuczynski (Alianza por el Gran Cambio) Luis Castañeda Lossio (Solidaridad Nacional)

Ollanta Humala Tasso (Gana Perú) Keiko Fujimori Higuchi (Fuerza 2011)

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69Capítulo II. los debates eleCtorales presIdenCIales en el perú (1990-2011)

1. El primer debate (1990): Fujimori vs. Vargas Llosa

Sobre la campaña electoral de 1990 y sus posteriores consecuencias existe abundante información. Durante aquella época, la persistente pregunta de por qué o cómo había sido posible el triunfo electoral de Fujimori estuvo presente en la mente de los estudiosos de la política y de la sociedad peruana2. La victoria de Fujimori constituye una de las mayores sorpresas en la historia electoral del país. En una situación en la que el Perú estaba asaltado por la hiperinflación y el conflicto armado interno, la coalición electoral Frente Democrático (Fredemo) tenía todas las probabilidades de ganar. Por un lado, el partido de gobierno (APRA) se hallaba desgastado por la crisis, y, por el otro, la izquierda peruana estaba dividida en dos candidaturas. En ese contexto, surgió de forma inusitada la figura de Alberto Fujimori que, en menos de dos semanas, igualó en votos al candidato Mario Vargas Llosa (Degregori y Grompone, 1991, p. 13).

Los reportes de la encuestadora Apoyo en los meses de enero, febrero y marzo de 1990 muestran la total invisibilidad del candidato de Cambio 90 (véase el cuadro 2.2).

Cuadro 2.2

Sondeos de preferencia electoral. Primera vuelta, 1990.

2 Una buena y breve sistematización de los estudios políticos comparados acerca del nuevo periodo político que se abría en el Perú se encuentra en el artículo de Alberto Vergara titulado «El fujimorato y los niveles de análisis en política comparada. Una apuesta por el pluralismo» (2010).

Candidatos

Mario Vargas Llosa (Fredemo)

Alfonso Barrantes

Henry Pease

Luis Alva Castro

Enero

46 %

11 %

7 %

6 %

Febrero

48 %

13 %

10 %

10 %

Marzo

42 %

12 %

10 %

16 %

Fuente: Apoyo (1990a, 1990b, 1990c). Elaboración propia.

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Solo en el reporte correspondiente a marzo de 19903, en una simulación con cédula electoral del voto presidencial, aparece registrada la intención de voto por Cambio 90 con un 3 %, cifra que lo llevó al cajón de sastre denominado «Otros». En un reporte final previo a la primera vuelta, titulado Elecciones generales: últimas proyecciones, se deja constancia del crecimiento sorpresivo del candidato Alberto Fujimori y de su impacto en las demás candidaturas alejando al Fredemo del triunfo en primera vuelta (Apoyo, 1990c).

Los detalles de la campaña de la segunda vuelta electoral están sintetizados en el artículo de Protzel de Amat (1991):

La tendencia preelectoral a la polarización se exacerbó al proseguir la campaña para la segunda vuelta. Los grandes medios conservadores cerraron filas con Vargas Llosa, mientras la prensa de izquierda y los emisores apristas y oficiales apoyaban a Fujimori para impedir la victoria del novelista. En este clima se desató una pequeña escaramuza religiosa que avivó fanatismos: la Iglesia Católica insólitamente hizo un pronunciamiento en defensa del culto a la Virgen María, ofendida por excesos evangélicos, en un irónico apoyo oscurantista al candidato de la más firme modernidad y por añadidura agnóstico. La televisión de mayor sintonía se aprestó a atacar incesantemente a Fujimori por presuntas evasiones tributarias, falta de programa de gobierno y equipo de trabajo, haciendo de él una anti-vedette, pero dándole en realidad una enorme presencia mediática. Vargas Llosa modificó su táctica electoral subrayando su preparación, improvisando un trabajo de comunicación en bases de corte clientelista. Sin cuello y corbata, hablando un lenguaje más simple y rodeado de deportistas y artistas en media events televisivos, se mostró en Pueblos Jóvenes en un despliegue populista de última hora. (p. 11)

Curiosamente, el candidato Fujimori no salió a responder todos los ataques o cuestionamientos. Por el contrario, utilizó el recurso de la ironía para evadirlos (Degregori y Grompone, 1991, p. 13). En una entrevista concedida al periodista José María Salcedo (1990), en la víspera de la jornada electoral

3 La ficha técnica del reporte de marzo de 1990 señala que los datos se obtienen con simulación de voto efectuada con réplicas de la cédula electoral en las 24 provincias del país y una encuesta aplicada a 597 personas en Lima Metropolitana. Los trabajos de campo fueron realizados entre el 8 y 11 de marzo de ese año (Apoyo, 1990c). La distinción de las metodologías es sumamente pertinente, dado que una de las razones por las cuales pudo pasar desapercibido el crecimiento de Fujimori tiene que ver con la metodología de los sondeos. El sondeo citado correspondiente a febrero de 1990 fue el resultado de una encuesta a Lima (621 personas) y otra a 10 provincias del Perú (1200 personas) (Apoyo, 1990b). El sondeo de enero de 1990 solamente se realizó con una muestra en Lima Metropolitana (620 personas) (Apoyo, 1990a).

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de segunda vuelta, el todavía candidato Fujimori señala que su familia y su equipo de campaña lo instaban a contestar los ataques, pero que él optó por ignorarlos: «Me sentía muy seguro de mi electorado» (p. 76).

El primer debate presidencial televisado en nuestro país se desarrolló la noche del 3 de junio entre los candidatos Alberto Fujimori Fujimori, de Cambio 90, y Mario Vargas Llosa, del Fredemo. Tuvo lugar en el Centro Cívico, con la promoción de Intercampus (Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico), bajo el liderazgo del sacerdote jesuita Juan Julio Wicht, recordado en la actualidad por su papel como rehén en la toma de la embajada japonesa a manos del MRTA en 1996. Cabe destacar que el primer debate presidencial peruano es organizado desde el ámbito académico, a diferencia de los debates norteamericanos, que tienen como origen una iniciativa privada en el ámbito de las comunicaciones. Los portavoces de ambos movimientos encargados de la negociación para el debate fueron Víctor Díaz Lau, por parte de Cambio 90, y Pedro Cateriano, por parte del Fredemo. Para el primer debate presidencial se acordó tratar los siguientes temas: pacificación nacional; programa económico; desarrollo agrario; educación, trabajo e informalidad, y el rol del Estado.

El evento fue difundido por la Asociación Peruana de Radio y Televisión en cadena a todo el territorio nacional. El moderador elegido para aquella ocasión fue el periodista Guido Lombardi, quien recuerda que el ambiente de polarización era tan intenso que las negociaciones fueron sumamente minuciosas y tomó diez días llegar a un acuerdo. En ese mismo tenor, explica que la propuesta de su participación como moderador vino del padre Wicht y contó con el consenso de ambos grupos. Ya en el debate, tuvo la impresión de un candidato Fujimori muy nervioso, en contraposición al escritor Mario Vargas Llosa, mucho más sereno. La expectativa en aquel entonces era que el candidato del Fredemo pulverizaría al contrincante y, en cierto sentido, Lombardi señala que durante el debate consideró que el candidato Fujimori era demasiado agresivo y que eso no lo beneficiaría; hoy en día afirma que su percepción fue equivocada, ya que el electorado probablemente valoró positivamente dicha agresividad4.

Sobre el debate, Mario Vargas Llosa afirma en sus memorias que si tiene que elegir algún episodio en aquellos tres años de campaña, escogería sin duda su desempeño en el debate. Confiesa que –si bien asistió sin hacerse muchas ilusiones sobre su impacto en el resultado

4 Entrevista a Guido Lombardi, realizada el 18 de enero de 2013 en la ciudad de Lima.

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electoral– consideraba que era una oportunidad para mostrar la seriedad de sus planteamientos de reforma. Los preparativos fueron minuciosos: incluyeron numerosas sesiones de entrenamiento con periodistas amigos, como Alfonso Baella, Fernando Viaña y César Hildebrandt; así como la elaboración de varias síntesis lo más didácticas posible sobre sus principales propuestas. En esa misma línea, recuerda los detalles de las negociaciones: el equipo fujimorista era consciente de sus propias debilidades ante un debate público, por lo que adoptó la estrategia de desafiar al escritor a varios debates, al mismo tiempo que obstaculizaba su desarrollo en las reuniones previas. Sostiene que la presión de la prensa y la opinión pública favorecieron que el debate se llevara a cabo, y consiguieron que se transmitiera en todos los canales de televisión y estaciones de radio (Vargas Llosa, 1993, pp. 516-518).

Del otro lado, Alberto Fujimori señala que si bien el pueblo quería que fuera agresivo, él tenía que cuidarse de un efecto boomerang. Confiesa que todo estuvo planificado y ensayado hasta el mínimo detalle. Preparó sus intervenciones de seis minutos como si fueran de cinco para evitar que fuera interrumpido por el moderador. Además, cuidó de no usar tecnicismos. Cuenta que trabajó varios días en su casa, preparando todo por escrito para que no hubiera ni una palabra de más (Salcedo, 1990, pp. 96-98).

Luego del debate, dos expresiones periodísticas retratan la polarización del momento. El diario La República (1990) titula en su portada del día siguiente: «Debate histórico: El pueblo vio ganar a Fujimori», mientras que en la portada del diario El Comercio (1990) de ese mismo día se leía: «Vargas Llosa dominó debate con propuestas claras y concretas». Como se puede observar, son dos enunciados totalmente opuestos, los cuales reflejan la toma de posición electoral de aquel entonces por parte de los medios de comunicación.

El diario La República le dedica en su edición posterior al debate trece páginas y señala su impresión:

La sensación del pueblo, de la gente común y corriente, es que anoche, en el debate entre los dos candidatos presidenciales, Alberto Fujimori le ganó a Mario Vargas Llosa.

Y le ganó porque siempre tuvo la iniciativa y mantuvo a Vargas Llosa a la defensiva, tratando de desmentir o aclarar las afirmaciones del candidato de Cambio. («Debate histórico: El pueblo vio ganar a Fujimori», 1990)

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El diario también menciona detalles del debate, entre ellos, la existencia de una luz ámbar que notificaba a los contendores que quedaban treinta segundos para terminar su turno, lo que no podía ser visualizado a través de las cámaras de televisión. Asimismo, informa que el candidato Fujimori invitó al debate a las madres de los mártires de Uchuraccay5, a representantes de los informales y al entonces secretario general de una de las principales centrales sindicales, la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP), el señor Valentín Pacho. También estuvo presente el recordado Pedro Huillca, secretario general de la Federación de Trabajadores de Construcción Civil («Debate histórico: El pueblo vio ganar a Fujimori», 1990).

Según El Comercio («Vargas Llosa espera que debate sea esclarecedor en sus temas», 1990), el debate sería transmitido a nivel nacional a través de 400 repetidoras y 218 emisoras. Al día siguiente, el decano de la prensa peruana dedicó cuatro páginas a sintetizar las principales ideas del debate, acompañadas de un breve análisis comparativo de las presentaciones de ambos candidatos. Aquí un extracto:

El país estuvo pendiente, desde varios días atrás, de la gran confrontación de los candidatos, Mario Vargas Llosa y Alberto Fujimori. Las primeras comprobaciones: un Vargas Llosa que fue al grano, expuso con maestría y no apeló a los golpes bajos; y un Fujimori particularmente agresivo y dispuesto a impresionar a las galerías precisamente con los golpes bajos. Por otro lado, el candidato del Fredemo expuso, como corresponde en un debate, con absoluta espontaneidad. El candidato de Cambio 90 leyó sus respuestas, leyó las exposiciones, réplicas y dúplicas, redactadas por sus asesores […]. («Vargas Llosa dominó debate con propuestas claras y concretas», 1990)

Cabe recordar que, hacia el final del debate, el candidato Fujimori mostró ante cámaras una portada del diario Ojo, señalando que antes de terminar la contienda el mencionado medio ya había decretado un

5 El 26 de enero de 1983 fueron asesinados ocho periodistas, su guía y un comunero en la comunidad altoandina de Uchuraccay. El hecho motivó que el gobierno de Fernando Belaunde Terry convoque una comisión investigadora, que fue presidida por Mario Vargas Llosa. El informe presentado al cabo de un mes señaló como responsables del hecho a los comuneros. Posteriormente, el poder judicial llevó a cabo el proceso penal y, en 1987, sentenció por homicidio a tres campesinos, además de ordenar la captura de otros comuneros (Comisión de la Verdad y Reconciliación, 2003). Mayor información del caso se encuentra en el Informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, tomo V, capítulo 2: «Historias representativas de la violencia», acápite 2.4. «El caso Uchuraccay».

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ganador. Al ser la última intervención, no hubo posibilidad de que el candidato Vargas Llosa hiciera el deslinde respectivo. Lombardi refiere que, durante las pausas del debate entre tema y tema, solo se acercaba a la ubicación de Vargas Llosa su encargado de imagen, Luis Llosa, mientras que en la ubicación del candidato Fujimori había una rotación mayor de personas. En ese sentido, el moderador sostiene con seguridad que al inicio del debate el candidato Fujimori no tenía entre sus papeles la carátula del diario presentado al final, sino que este le fue entregado durante el desarrollo del evento. Planificado o no, concluye que la exhibición de aquella primera plana como cierre del debate fue un momento sumamente desconcertante6. No obstante, el diario El Comercio publicó en portada las declaraciones del director del diario objeto de la denuncia: «Viaña argumentó, insistentemente, que la supuesta edición de Ojo, “es una falsificación”, por lo que anunció que presentará denuncia penal contra el candidato de Cambio 90» («Vargas Llosa dominó debate con propuestas claras y concretas», 1990).

En líneas generales, la campaña electoral de 1990 supuso la coexistencia de dos modelos distintos de ver la comunicación política. La campaña de Vargas Llosa representaba una visión moderna, muy próxima al marketing político americano, mientras que la campaña de Fujimori, mucho más intuitiva, se inspiraba en la cultura política de los sectores populares (Protzel de Amat, 1991). En ese cruce de modelos comunicativos, aparece el debate electoral televisado, ciertamente como contagio de ese modelo ajeno que privilegia la comunicación a distancia y la imagen en pantalla.

2. ¿Hubo debate electoral en 1995?

El año 1995 fue singularmente electoral, tal como lo describe sumariamente Tuesta Soldevilla (1997) en su estudio No sabe/No opina:

La elección presidencial de 1995 tenía la particularidad de desarrollarse de forma posterior al golpe de Estado de abril de 1992 y después de dos elecciones (Congreso Constituyente y Referéndum) que tenían como propósito reinsertar al Perú en un sistema democrático. La campaña electoral tuvo, además, algunos ingredientes de importancia particular. Por primera vez candidateaba un presidente en ejercicio, permitido

6 Entrevista a Guido Lombardi, realizada el 18 de enero de 2013 en la ciudad de Lima.

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por una nueva Constitución (1993), se elegía un nuevo parlamento unicameral de reducido tamaño (129 congresistas) y se competía bajo un marco electoral que permitía la atomización de la campaña y de la representación política. (p. 126)

Frente a ello, resulta pertinente hacerse la pregunta de si hubo debate electoral el año 1995. Un primer síntoma son las escasas referencias periodísticas encontradas durante aquella época. No hubo debate electoral; en su lugar, se desarrolló un evento o seminario patrocinado por la novísima Universidad de Ciencias Aplicadas (UPC) y Panamericana Televisión, el cual recibió la denominación de Creatividad Presidencial. Por sus características este evento se aleja mucho de los tradicionales debates electorales y presidenciales. En primer lugar, los candidatos no estuvieron frente a frente para debatir, pues se habían establecido exposiciones en horarios y fechas diferentes para un selecto grupo de candidatos, tal como se infiere de la nota periodística acerca de la presentación de Javier Pérez de Cuéllar en aquel entonces:

Llegó a la cita con retraso de una hora y media. Desde Trujillo llamó por teléfono pidiendo disculpas por la tardanza y apenas el avión aterrizó en Lima se dirigió a La Molina, al escenario universitario en el que por la diferencia de cinco minutos coincidió con su contendor Alberto Fujimori, quien se vio obligado a postergar su exposición. («Faltan más observadores para las elecciones», 1995)

En segundo lugar, el evento no fue televisado en vivo ni en cadena nacional, a pesar de que un canal de televisión patrocinaba dicho evento.

¿Por qué no hubo debate electoral en 1995? Una primera razón es que el proceso electoral de ese año se resolvió en primera vuelta y el antecedente de los debates era que se desarrollaban en segunda vuelta. Una segunda razón es que el fenómeno del debate electoral aún no estaba lo suficientemente institucionalizado como para asegurar su antelación a la primera vuelta electoral, aun cuando uno de los candidatos lo pedía insistentemente. Una tercera razón, y la más importante, es que la institucionalidad democrática se hallaba sumamente debilitada y puesta en cuestión. Todo ello hacía imposible que se pudiera desarrollar un debate en primera vuelta.

El evento que mal ocupa el lugar de un seudodebate electoral tal vez fue uno de los escasos espacios en donde se pudo escuchar las propuestas de los candidatos a la presidencia. Se desarrolló en el contexto de la primera vuelta electoral y se convocó a varios candidatos: Alberto Fujimori

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Fujimori (Cambio 90-Nueva Mayoría), presidente en ejercicio; Javier Pérez de Cuéllar (Unión por el Perú); Raúl Diez Canseco (Acción Popular), y Alejandro Toledo Manrique (País Posible). Dicho evento resultó polémico porque no se convocó al candidato Ricardo Belmont Cassinelli, de quien se decía que tenía buenas expectativas ante el proceso electoral, pues había logrado una gestión exitosa como alcalde de Lima. No obstante, para aquellas elecciones se presentaron quince fórmulas presidenciales. Por otro lado, llama la atención que el tema central que ocupaba las portadas de los diarios en esos días no fuera el proceso electoral, sino el problema fronterizo: «Reaviva el problema fronterizo con Ecuador. Se pide y discute postergación de elección» (1995).

3. Debate electoral de 2001: Toledo vs. García

El contexto de las elecciones de 2001 tiene como antecedente el proceso electoral del año 2000 y los acontecimientos que siguieron a este. En ese entonces, el candidato Fujimori participaba de las elecciones luego de una interpretación de la Constitución de 1993 por la cual podía ser candidato en un proceso electoral por tercera vez. La prensa denominó a dicha candidatura como la re-reelección. Con este serio cuestionamiento a la legitimidad de la candidatura del entonces presidente, se enfrentaron Alejandro Toledo Manrique y Alberto Fujimori Fujimori, cuyos resultados en la primera vuelta dieron un escaso margen de diferencia entre ambos. Conviene señalar que las condiciones para el proceso electoral del año 2000 fueron preparadas con antelación. Tanto el Congreso de la República como el Poder Judicial y los organismos electorales actuaron de manera coordinada para configurar las reglas de juego que facilitasen la candidatura del presidente Fujimori. Asimismo, se produjo el debilitamiento progresivo de la gestión municipal desde 1991, con la finalidad de impedir el surgimiento de candidaturas fuertes y competitivas; y el amedrentamiento sistemático a los candidatos (Andrade, Castañeda y Toledo) durante la campaña electoral (Fowks, 2015, pp. 37-56). Alejandro Toledo se retiró de la segunda vuelta por las irregularidades en el proceso electoral y convocó a la Marcha de los Cuatro Suyos. La juramentación del presidente Fujimori el 28 de julio de 2000 se realizó en paralelo con esta importante protesta cívica. Desde el 5 de agosto de 2000 se suceden episodios simbólicos en la Plaza de Armas de la capital denominados el lavado de la bandera, como una muestra pacífica de resistencia civil ante el régimen político.

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Luego del proceso electoral del año 2000, la oposición política y periodística intensificó sus fuerzas para demostrar las contradicciones del régimen. Un hecho que merece la pena destacar son las investigaciones en torno al tráfico de armas, actividad en la que el Perú fungía de mediador entre Jordania y las FARC. Esto trajo como resultado que la posición del gobierno peruano ante la comunidad internacional se debilite aún más. Pero el hecho que reúne las condiciones de acontecimiento histórico por las consecuencias políticas que ocasionó es, sin duda, la emisión en vivo del hoy conocido «vladivideo».

El 14 de setiembre de 2000 se transmitió por televisión, a través de una conferencia de prensa convocada por el Frente Independiente Moralizador (FIM), un video en donde el cuestionado asesor presidencial Vladimiro Montesinos le entregaba 15 000 dólares al excongresista Alberto Kouri para su pase a las filas del oficialismo. Cabe destacar el papel que jugó la televisión para hacer visible lo que la prensa de investigación y la oposición política venían denunciando desde hace varios años. La emisión en vivo de aquel video, además de revelar el hábito del exasesor de registrar todas sus transacciones con el fin último de controlar mediante la extorsión a los principales actores del entorno político, tuvo el peso de un estallido. Explosión mediática en la que se concentraban las contradicciones de un régimen que se fue construyendo con miradas de corto plazo, sin un proyecto político de largo alcance, y que a su vez tenía la intensidad de quien se queda sin palabras ante lo que desfila por sus ojos, porque la corrupción que se expresaba con palabras y titulares se transformaba en escasos minutos en una imagen sin muchos artilugios técnicos audiovisuales, y esta pobreza audiovisual intensificaba su verosimilitud. Dos días después de este hecho, el presidente Fujimori, en un mensaje a la nación emitido en cadena nacional de radio y televisión, anunció la desactivación del Sistema de Inteligencia Nacional (SIN) y la convocatoria a nuevas elecciones presidenciales en las que no participaría como candidato.

La inestabilidad de aquel entonces fue monitoreada y plasmada por la prensa. Entre los sucesos más significativos que evocan la tensión desencadenada después de la emisión del «vladivideo» están los siguientes: un operativo de búsqueda del exasesor encabezado por el presidente y emitido por televisión; un levantamiento militar en Locumba a cargo de los hermanos Humala, el cual cobró relevancia años más tarde; la huida de Montesinos en el velero Karisma; el allanamiento de su casa con un falso fiscal y la exhibición ante cámaras de los objetos personales del exasesor; el viaje del presidente a la cumbre de APEC en Brunéi y su viaje

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posterior al Japón (del cual nunca volvió hasta su detención en Chile y extradición al Perú varios años después); la destitución de la presidenta del Congreso y la elección transitoria de Valentín Paniagua como presidente del Poder Legislativo; el anuncio del primer ministro Federico Salas de una renuncia presidencial a la distancia; la renuncia del gabinete ministerial; el rechazo del Congreso de la República a la renuncia presidencial; la destitución del presidente Fujimori por incapacidad moral, y la elección del doctor Valentín Paniagua como presidente transitorio. Tanto para los jóvenes del presente como para aquellas generaciones que fueron testigos de todos estos sucesos a través de los medios de comunicación resulta sorprendente que todo ocurriera en dos meses y medio.

No es mi intención detenerme en el análisis de cada uno de los acontecimientos mencionados, sino situar el contexto político en el cual el proceso electoral de 2001 aparece como el cierre de este intenso periodo de transición. Así pues, Alejandro Toledo Manrique se presentó como candidato para este proceso electoral capitalizando el rol de víctima que cumplió en las elecciones del año 2000 y el liderazgo mediático que protagonizó en la organización de la Marcha de los Cuatro Suyos. Pero otro suceso que marcó la singularidad del proceso electoral del año 2001 fue, sin duda, el regreso a la escena política del expresidente Alan García Pérez en representación del partido aprista.

El debate presidencial de 2001 se desarrolló en el Hotel Marriott el 19 de mayo, y en dicha ocasión se inauguró como promotora de los debates electorales la Asociación Civil Transparencia. Participaron los candidatos de la segunda vuelta: Alejandro Toledo Manrique (Perú Posible) y el expresidente Alan García Pérez (APRA); y el moderador fue una vez más el periodista Guido Lombardi.

Según el diario La República («Hablen con la verdad», 2001), los portavoces y negociadores para dicho debate fueron Jorge del Castillo, en representación del APRA, y Luis Solari, por Perú Posible. La preocupación reinante en esos días era el porcentaje de voto en blanco que registraban los sondeos de preferencia electoral. Se plantearon como temas para este debate:

• Políticasocialyalivioalapobreza

•Derechoshumanos,políticaanticorrupciónypolíticaantidrogas

•Descentralizacióndegobiernosregionalesylocales

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El mismo día del debate, El Comercio (2001) publicó como titular en portada «Toledo sigue con amplia ventaja antes del debate», acompañado de una imagen del set en donde se iba a desarrollar el evento; asimismo, presentaba los resultados del último sondeo electoral. Por su parte, el titular de La República (2001) dice: «Hablen con la verdad» y, al igual que el otro diario, mostraba los resultados de dos sondeos electorales (Datum y UNI), pero lo que resulta muy curioso es la publicación de los resultados oficiales de la primera vuelta electoral del Organismo Nacional de Procesos Electorales (ONPE) al 100 %. No deja de llamar la atención lo tardía de dicha información cuando se encontraba sumamente próximo el desarrollo de la segunda vuelta. Se observa con claridad en ambos diarios un cambio sustancial en la forma de abordar la noticia electoral: los sondeos de preferencia electoral se hallan más integrados y presentes7; y la información mostrada por los diarios emplea una variedad de recursos visuales que no estaban lo suficientemente aprovechados en el primer debate electoral. Cabe subrayar que Juan de la Puente, periodista de La República, en la previa al debate, mencionó la existencia de lo que se denomina guerra sucia, es decir, insultos y agresiones de uno y otro lado. Destaca la gran expectativa por el debate; sin embargo, precisa que la forma ha ganado al contenido, por lo que este debate se ha vuelto un espectáculo. Han pasado once años desde el primer debate y se estima que el segundo será visto por ocho millones de personas por televisión.

Percy Medina narra que las negociaciones para el debate de 2001 fueron muy difíciles y en varios momentos todo parecía indicar que

7 Sobre el protagonismo que adquieren los sondeos de preferencia electoral, se debe recalcar su presencia a lo largo de todo el proceso electoral, y no solo en relación con los debates electorales. Hoy en día, los sondeos, en general, han trascendido a la mera coyuntura electoral y se han convertido en instrumentos permanentes de representación de la opinión pública en el sentido planteado por Wolton (1998 [1995]). Los índices de popularidad de los gobernantes son una muestra de ello. En ese sentido, una línea crítica del rol de los sondeos indica que han convertido al sistema democrático en una encuestocracia o sondeocracia. Una perspectiva interesante de esta línea crítica se encuentra en el ensayo de Garrigou (2007), La embriaguez de las encuestas. Por otro lado, se tiene que señalar un hecho que no deja de ser cierto: los políticos a quienes las encuestas no favorecen suelen criticarlas, crítica que desaparece cuando su posición en ellas mejora (Tuesta Soldevilla, 1997, pp. 124-126). Para una aproximación a los sondeos de preferencia electoral, véase Mutaciones electorales. Candidatos y opinión pública en los sondeos de preferencia electoral (Proceso Electoral 2011), capítulo 1: «La difícil representación de la opinión pública» (Kanashiro, 2012).

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iban a fracasar. El debate de 1990 estaba muy lejos; las diferencias contextuales eran notorias, lo cual significaba empezar de cero y con muy poca información disponible, a diferencia de lo que sucede actualmente. Los medios de comunicación presionaban para que hubiera debate y las resistencias de los candidatos eran naturales, ya que desde ambos lados se quería tener control milimétrico del evento. La negociación duró muchísimas horas para definir desde los temas, el formato, el moderador, el lugar, hasta las condiciones más operativas, como, por ejemplo, si los candidatos iban a estar parados o sentados, si es que tendrían tomas de determinado tipo, quiénes estarían en la sala y cuántos serían, y cómo iban a ser seleccionados. Por el lado del candidato Toledo, se buscaba impedir que el candidato García sacara ventaja por sus cualidades oratorias, mientras que por el lado del candidato aprista se intentaba evitar los ataques personales o recordatorios del pasado8.

Según relata Lombardi, al inicio del debate se produjo un hecho incómodo: Otero y Ghibellini, como parte del equipo de apoyo del candidato García, entraron a la sala con un equipo de VHS. En ese momento, los representantes del candidato Toledo se exaltaron y les recordaron la prohibición expresa de emplear todo apoyo visual. Se armó cierto desconcierto y barullo; y el equipo fue retirado. Lombardi considera que esto se hizo con la única finalidad de incomodar, sin intención alguna de usar el equipo. A ello se suma la prohibición expresa en las negociaciones de utilizar tomas abiertas durante la transmisión, con la finalidad de impedir o neutralizar las diferencias de volumen y estatura entre los candidatos. No obstante, el entonces moderador recuerda que el gesto de despedida fue promovido por García hacia el final del debate cuando este acto no estaba previsto en los acuerdos previos. En ese sentido, dicho acontecimiento aparece como un gesto forzado y poco espontáneo que obligó a la cámara a emplear el tan prohibido plano conjunto. Durante el desarrollo del debate, hubo más pausas y cortes que en el de 1990. En esos momentos, se observaba mayor circulación de personas y nerviosismo en el lado del candidato Toledo. En cambio, al espacio del candidato García solo se acercaba Jorge del Castillo para acompañarlo, aunque Lombardi recuerda con mucha claridad la impresionante comunicación casi telepática entre el candidato García y su asesor Hugo Otero, quien se hallaba parado al fondo del salón9.

8 Entrevista a Percy Medina, realizada el 15 de noviembre de 2012 en la ciudad de Lima.9 Entrevista a Guido Lombardi, realizada el 18 de enero de 2013 en la ciudad de Lima.

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Sobre los detalles del debate, se debe mencionar que por primera y única vez en la historia de los debates electorales en el Perú se incluye en el formato la presencia de un panel de personalidades, en su mayoría periodistas, con la finalidad de plantear preguntas a los candidatos, en clara alusión al formato norteamericano. Ambos equipos de negociación llegaron a un consenso sobre la presencia del panel, dado que ello permitiría reducir la presión sobre los candidatos. No obstante, la evaluación de dicha experiencia no fue positiva. Tanto Lombardi como Medina coinciden en señalar que el espacio fue utilizado para fines distintos de los originales:

La evaluación que se hizo por los políticos de ese panel no fue positiva y por eso no se repitió. Porque quedó la sensación de que el panel hizo preguntas muy largas, terminó luciéndose más el panel que los candidatos10.

Yo la sentí perturbadora, yo hubiera preferido que los propios participantes en el debate tuvieran más tiempo para réplicas11.

La cobertura periodística posterior mantuvo ciertas características establecidas en el primer debate. El Comercio (2001) titula en su portada «Prometen trabajo» y presenta breves síntesis de cada aspecto abordado en el debate. La República (2001) curiosamente no hace alusión directa al debate en su portada, colocando como titular principal «Cae voto en blanco» y dedicando las primeras páginas al análisis de dicha situación. Sin embargo, este diario le da una importancia singular al debate al publicar un suplemento especial en donde consigna todas las incidencias de este evento, poniendo especial énfasis en lo que no se vio en la televisión. El titular principal de dicho suplemento fue: «Empató y ganó: Toledo paró y sorprendió a García» (2001), acompañado de una fotografía en plano conjunto y ángulo picado de Alejandro Toledo con los brazos abiertos y Alan García sonriente señalando con la palma a su contendor.

La apreciación general de la prensa era que Toledo hizo un buen papel y sorprendió a la mayoría de los analistas, que esperaban que la conocida elocuencia del expresidente García lo apabullara en el debate. El editorial de La República (2001) presenta la contienda como una victoria de la democracia y el periodista Juan de la Puente de la mencionada casa sentencia que el debate fue un empate. La edición especial resume cada bloque del debate y añade comentarios periodísticos.

10 Entrevista a Percy Medina, realizada el 15 de noviembre de 2012 en la ciudad de Lima.11 Entrevista a Guido Lombardi, realizada el 18 de enero de 2013 en la ciudad de Lima.

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En El Comercio («Prometen trabajo», 2001), se encuentran, además de las clásicas síntesis del debate y los comentarios de expertos, datos contextuales del evento, como, por ejemplo, que en el local partidario de Toledo había fiesta, mientras que en la Casa del Pueblo había nerviosismo. También se presentan datos curiosos y en algunos casos irrelevantes: «[…] agentes de seguridad y partidarios de Alan García ocultan como si fuera secreto de Estado el color del terno que vestirá su candidato en el debate». Una mención especial merece el artículo en donde se describen varios escenarios y, por tanto, varios puntos de vista del debate; interpretando el interés o desinterés que concentra el evento, se publican apreciaciones desde el bar Queirolo y el jirón de la Unión en el centro de Lima, así como el bar Bohemia en San Isidro. Ello parece indicar una mayor conciencia de la diversidad del electorado y su influencia en los resultados electorales, característica no muy clara en la década de 1990. Asimismo, El Comercio publica encuestas telefónicas de dos empresas: Veridata y Merlín, que interrogan acerca del ganador del debate. Resulta interesante la comparación antes y después del debate. En ambos casos sale ganador Alejandro Toledo; sin embargo, la distancia entre uno y otro candidato se acorta después del debate. Esto refleja una visión del debate electoral de perspectiva efectista e inmediatista.

No se puede dejar de mencionar la aparición de las opiniones de los expertos en marketing y de las agencias de noticias internacionales. El siguiente extracto retrata bastante bien las nuevas perspectivas que alcanzaba la cobertura del debate presidencial:

Toledo movió mucho el torso, con la corbata ligeramente torcida. Cuando las cámaras no lo enfocaban, se arreglaba los anteojos, puesto que no estaba acostumbrado a ellos. También erró en la dicción. Además de los volúmenes de su plan de gobierno, tenía papelitos adhesivos con algunas ideas base.

García estuvo más quieto, pero en cambio movió mucho las cejas y las manos. Tenía una ayuda memoria y muchos papeles (recortes de periódicos, revistas, documentos) que enseñaba por un costado a sus asesores, quienes le hacían gestos de aprobación o rechazo. («Acicalamientos y consultas a asesores que la TV no mostró», 2001)

Si bien se presentan los aspectos sustanciales o de contenido del debate presidencial, el énfasis competitivo inaugurado en los noventa se mantiene. No obstante, hay una mayor incidencia en la prensa escrita por ofrecer la información que permanece fuera de cámaras. Esta obsesión por saberlo todo, cada detalle y cada gesto, empieza a sembrar la duda en torno a la relevancia de la información con respecto al proceso electoral.

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Testigo directo y participante del debate, Lombardi sostiene que si bien las expectativas favorecían a García por su elocuencia y oratoria, consideró en aquel momento que Toledo había desempeñado un mejor papel. Muestra su desacuerdo con aquellas opiniones que dicen que García no quería ganar; él cree que sí quería ganar, pero que se confió mucho en su capacidad de improvisación y en su manejo de cámaras, que le permitía incluso dar instrucciones a los camarógrafos sobre cuál es el «tiro» de cámara más conveniente. Por otro lado, Toledo, consciente de sus debilidades, apareció mucho más aplicado, ordenado y con sus ideas organizadas en fichas, proyectando una imagen de modestia sin pretensiones. Cabe recordar que Toledo iba adelante en las encuestas y se esperaba que el debate neutralizara dicha ventaja, situación que nunca ocurrió12.

En lo que va de este recorrido histórico, y tomando en cuenta la distancia temporal entre el primer y segundo debate, vale la pena resaltar las diferencias en cuanto a la cobertura mediática de ambos. Entre uno y otro, aparecen los sondeos de preferencia electoral con mucha mayor intensidad y la cobertura periodística recoge muchos más elementos alrededor del debate. Sin embargo, algo se repite en los dos episodios, aquel candidato que la prensa cree que no está preparado, o que cuenta con menos cualidades o capacidades para enfrentar el debate, termina dando una sorpresa y ganando las elecciones.

4. Debate electoral de 2006: García vs. Humala

Cada proceso electoral peruano tiene particularidades; en esta ocasión, sin lugar a dudas, fue la derrota electoral de Lourdes Flores Nano en la primera vuelta, la aparición en la arena electoral de Ollanta Humala Tasso como candidato del partido Unión por el Perú (UPP) y el triunfo electoral del candidato aprista Alan García Pérez.

En el primer caso, la derrota de la candidata del PPC fue inesperada, dada la temprana campaña electoral que realizó y, más aún, porque hasta marzo de 2006 los sondeos de preferencia electoral la consideraban una candidata segura en segunda vuelta. Por otro lado, el inesperado pase a segunda vuelta de Ollanta Humala desató una campaña agresiva en la prensa contra su candidatura. Se denunciaron vinculaciones con Hugo Chávez (presidente de Venezuela); se sacó a la luz casos de violación

12 Entrevista a Guido Lombardi, realizada el 18 de enero de 2013 en la ciudad de Lima.

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de derechos humanos y desapariciones en su paso como comandante por el poblado menor Madre Mía (San Martín); y, además, se recordó el asalto a la comisaría de Andahuaylas en 2001 por su hermano Antauro Humala, que tuvo como trágico resultado la muerte de seis policías. Si bien el candidato había construido una imagen de radicalidad, la prensa se encargó de poner énfasis en dicha característica a través del miedo. Como toda segunda vuelta, el proceso fue altamente polarizado. El reporte de la empresa Apoyo Opinión y Mercado (2006a) en marzo de 2006, previo a la primera vuelta electoral, señalaba que el candidato aprista tenía un 60 % de resistencia por parte del electorado (p. 19). Para sorpresa de todos, este ganó las elecciones.

En los meses precedentes no estaba claro si se iba a realizar un debate entre candidatos presidenciales. La Asociación Civil Transparencia insistía en la importancia de continuar con este ritual democrático, pero los candidatos no manifestaban ningún signo de conformidad para el inicio de las negociaciones. El primero en salir a los medios a expresar su deseo de debatir fue el candidato Humala, quien pedía, además, que sea la Asociación Civil Transparencia la organizadora del evento, tal como se había hecho en la campaña anterior. Por su parte, el candidato aprista aceptó el desafío, pero solicitó que los organizadores del evento fueran el Consorcio de Universidades Peruanas y el Consorcio de Investigación Económica y Social (CIES). Entre las razones de tal resistencia se destaca el hecho de que Salomón Lerner Ghitis, presidente de Transparencia en 2001, fuera parte activa de la campaña del candidato Humala13. En cambio, el CIES (2006a) había desarrollado un trabajo previo con los partidos políticos, en el que apoyaba la discusión de temas clave sobre política social y económica de manera que nutriera y enriqueciera los planes de gobierno. Una imagen neutral ante la opinión pública y el respaldo de las élites intelectuales facilitaron el ingreso del CIES en la organización de los debates electorales.

El debate presidencial se desarrolló el 21 de mayo en el Museo de Antropología, Arqueología e Historia. Fue elegido como moderador el periodista Augusto Álvarez Rodrich, quien en ese tiempo se desempeñaba como director del diario Perú21. Como señala el mismo periodista, inicialmente fue elegida la entonces decana del Colegio de Abogados, Greta Minaya; no obstante, las circunstancias del momento impidieron que su designación se concretara. Las negociaciones entre

13 Entrevista a Percy Medina, realizada el 15 de noviembre de 2012 en la ciudad de Lima.

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ambos equipos fueron muy difíciles, no existían reglas claras de cómo debía ser un debate y, ante la propuesta de su nombre como moderador, todos quedaron sorprendidos del consenso natural que se generó. Si bien afirma que fue una experiencia gratificante, recuerda que las reuniones iniciales eran de desconcierto y desorganización. Explica que el contexto electoral era sumamente tenso, la pregunta reinante en aquellos días era hacia dónde iba el país. Dado que no había un candidato con ventaja, la necesidad del debate era tal que tanto Humala como García debían participar para lograr obtener cierta ventaja frente a la competencia electoral14. Los temas acordados para esta ocasión fueron los siguientes:

•Democracia,gobernabilidadyderechoshumanos

•Políticaeconómicayluchacontralapobreza

•Políticasocialypolíticaanticorrupción

•Descentralización

•Seguridadciudadana

En los días previos al debate, El Comercio («Un importante porcentaje de indecisos podría definirse hoy», 2006) publicó la apreciación de Manuel Torrado, representante de una empresa encuestadora, quien señaló la importancia del lenguaje televisivo que pone énfasis en los gestos y detalles en detrimento del fondo o contenido. Por otro lado, Apoyo Opinión y Mercado (2006b) indicó en su reporte mensual de mayo de 2006 que la ventaja de García sobre Humala no era suficiente para asegurar su triunfo. En ese sentido, sostenía que el debate podría tener un impacto en el resultado, dado que el 43 % de los encuestados creía que solo el candidato García quería el debate. No obstante, no era seguro que le resultara conveniente y significaba un riesgo para él, mientras que para el candidato Humala el solo hecho de no ser demolido por el mejor representante de la oratoria política era suficiente para resultar ganador (Apoyo Opinión y Mercado, 2006b, p. 5).

Dos anécdotas de este debate se recuerdan con claridad. En primer lugar, el evento se inició con la presencia de un solo candidato. El candidato Humala llegó durante la primera intervención del candidato García. Sobre ese incidente, se especula que el retraso se debió a que Humala se quedó

14 Entrevista a Augusto Álvarez Rodrich, realizada el 21 de marzo de 2013 en la ciu-dad de Lima.

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comiendo en un bar cercano. En pleno debate, el propio candidato explicó que los grupos apristas habían impedido su ingreso. Al respecto, Álvarez Rodrich sostiene que el candidato Humala se equivocó en la entrada al recinto del debate. Tanto el moderador como los candidatos tenían un ingreso por una puerta especial libre de tráfico y obstáculos. Al intentar ingresar por la entrada ordinaria, y ante la cantidad de simpatizantes de uno y otro candidato, no le fue posible entrar al recinto. Entonces, su equipo de seguridad convino en que era mejor refugiarse en el mencionado bar hasta coordinar un acceso adecuado y seguro para el candidato. El segundo incidente se produjo cuando el candidato Humala colocó una bandera peruana en su podio al inicio de su intervención. Dado que eso estaba prohibido según los acuerdos previos al debate, el moderador se vio en la necesidad de solicitar su retiro; ante la negativa del candidato, el moderador tuvo que sacar la bandera15.

Luego del debate, la sentencia de los medios no se hizo esperar. El Comercio presentó la columna de otro reconocido analista y productor de encuestas, Alfredo Torres (2006), de Apoyo Opinión y Mercado, quien declaró que «Humala se ha cerrado en sus votantes […]. García se abrió más a los que no votaron por él». Mientras tanto, Juan Paredes Castro (2006), columnista político del mismo diario, señaló lo siguiente:

Dentro de un formato más inclinado a la exposición que al debate, el encuentro de anoche entre los candidatos Alan García y Ollanta Humala fue mucho mejor aprovechado por el primero que por el segundo, que irónicamente hizo todo lo posible para que ese formato prevaleciera. (p. A7)

Al respecto, el periodista explica que los negociadores apristas cedieron ante las solicitudes del humalismo, por lo que el debate tuvo ese cariz. Por su parte, el diario La República (2006) tituló en su portada: «Se esperaba más de Alan y Ollanta». Sin embargo, se explaya más información y opinión el día martes: «El tercer debate presidencial de nuestra historia política no presentó sorpresas y, como tal, será difícil que ocasione vuelcos masivos en un electorado ya dividido entre convencidos (por uno y otro candidato) y escépticos» («Lima lo vio como claro ganador», 2006).

Por su parte, Álvarez Rodrich recuerda la sensación o expectativa que se tenía de que el candidato García arrasaría con el candidato Humala por sus reconocidas cualidades oratorias. Sin embargo, el entonces moderador

15 Entrevista a Augusto Álvarez Rodrich, realizada el 21 de marzo de 2013 en la ciudad de Lima.

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sostiene que Humala tuvo una buena performance, y añade que justamente esa es la virtud de los debates: permiten observar las capacidades de un candidato que no son reconocidas en las actividades cotidianas de la campaña. También considera que el hecho de tener expectativas modestas sobre un candidato influye en que este sea evaluado positivamente, mientras que si las expectativas son altas, es plausible cierta decepción. En ese sentido, juzga que, al esperarse mucho de las cualidades de García, este no produjo el impacto esperado; en cambio, ante la expectativa de ver a un Humala derrotado en el terreno de la oratoria, pudo ser evaluado como alguien que no se dejó apabullar por el expresidente16.

Cabe mencionar que la presente campaña electoral guarda otra novedad: por primera vez se desarrolló de forma televisada el denominado debate programático. Este evento se llevó a cabo el domingo 28 de mayo en el Museo de la Nación, una semana después del debate entre los candidatos presidenciales. La moderación continuó bajo la responsabilidad del periodista Álvarez Rodrich. Tanto los temas abordados como los panelistas designados por los partidos se muestran en el cuadro 2.3.

16 Entrevista a Augusto Álvarez Rodrich, realizada el 21 de marzo de 2013 en la ciudad de Lima.

Cuadro 2.3

Participantes del primer debate programático presidencial en el Perú. Primera vuelta, 2011.

Fuente: Consorcio de Investigación Económica y Social (CIES) (2006b). Elaboración propia.

Tema

Política económica y generación de empleo

Recursos naturales e infraestructura

Políticas sociales

Educación, ciencia y tecnología

Conclusión

APRA

Enrique Cornejo Mercedes Aráoz

Hernán Garrido Lecca Luciana León

Javier Becerra Judith de la Puente

Mercedes Cabanillas Melitón Arce

Jorge del Castillo

UPP

Félix Jiménez Walter Aguirre

Teófilo Casas José Oscátegui

Gustavo Riofrío Manuel del Águila

Edmundo Murrugarra Alicia Gonzales

Gonzalo García Núñez

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No cabe duda de que el trabajo previo entre académicos-investigadores y los partidos políticos, promovido por el CIES, contribuyó a la gestación de esta modalidad de debate, bajo la firme convicción de que los planes de gobierno deben ser un elemento importante en las campañas electorales.

En esta época, se observa que la prensa tiene una idea más cabal de los límites y posibilidades de los debates electorales televisados. Hay una conciencia más clara, por un lado, del carácter espectacular que el debate trae consigo y, por otro lado, de sus limitaciones en términos de cambio o modificación en la orientación de las preferencias electorales. Asimismo, el perfil competitivo se mantiene, La República (2006) sentenció en su portada del 23 de mayo: «Lima lo vio como ganador», en referencia a la performance de Alan García. Finalmente, se debe notar que los analistas de encuestas o sondeos de preferencia se convierten por extensión en comentaristas de los debates.

5. Debates electorales de 2011

Las elecciones de 2011 se caracterizaron por los ajustados resultados que se presentaron en distintos momentos del proceso electoral. Los sondeos electorales nunca tuvieron la tan mala fortuna de dar cuenta tantas veces de empates técnicos. Tampoco había habido una campaña electoral en la cual la necesidad del debate fuera tan clamorosa. En este contexto, se desarrollaron varios eventos patrocinados por instituciones y medios de prensa. Los debates electorales contaron con la presencia novedosa del Jurado Nacional de Elecciones (JNE) a través del impulso de su proyecto Voto Informado, propuesta que busca «ampliar y mejorar los canales y niveles de información hacia los electores», en aras de un voto razonado (Jurado Nacional de Elecciones, Consorcio de Investigación Económica y Social, Instituto Nacional Demócrata para Asuntos Internacionales y Asociación Civil Transparencia, 2011, p. 9). En el marco de este proyecto, se aliaron las instituciones de la sociedad civil con experiencia en la promoción de debates electorales.

No fue uno, sino muchos los debates que se realizaron en torno a esta campaña electoral; no obstante, por primera vez se promovieron debates de envergadura mediática en la primera vuelta electoral. En ese sentido, solo se analizarán dos debates: el primero, organizado en primera vuelta por la Asociación Civil Transparencia y la Sociedad Nacional de Radio y Televisión; y el segundo debate, liderado por el JNE, que se produjo entre

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los candidatos a la segunda vuelta electoral. Ambos se han seleccionado por cumplir con la condición de emisión en vivo y en cadena nacional; y por encontrarse muy próximos a la jornada electoral respectiva.

5.1 Primera vuelta: ¿todos contra todos?

El contexto de la primera vuelta electoral se caracterizó por el desarrollo de más de un debate electoral de carácter público. En un debate previo, organizado por el Jurado Nacional de Elecciones, se convocó a los once candidatos en contienda. El formato privilegió, fundamentalmente, el estilo expositivo de las propuestas de los candidatos, divididas en cinco bloques temáticos. Pero, a su vez, se introdujo una variedad de patrones de interacción que marca una diferencia con los debates televisados anteriores. En el tercer bloque, se incorporó un denominado Módulo Ciudadano, en donde los electores podían proponer preguntas a través del portal web del programa Voto Informado; la selección de las preguntas fue aleatoria y con la presencia de un notario público. De manera similar, el quinto bloque se estructuró con preguntas recogidas en las ferias electorales organizadas por el JNE y la asociación Calandria, y escogidas con la presencia de un notario. En ambos casos, se encuentra un intento interesante y meritorio de renovación del formato de los debates a través de la incorporación de formas de representación de la ciudadanía. Este debate fue moderado por el periodista Federico Salazar y se transmitió en vivo por algunos canales de televisión.

Otro referente importante de aquellos días es el debate organizado por el diario El Comercio. Ambas experiencias permitieron y promovieron la realización de un segundo debate con menos candidatos y con mayor interacción entre ellos. Para esta ocasión, el objeto central de las coordinaciones previas a las negociaciones era el criterio de selección de los candidatos, porque estaba claro que se deseaba un debate con menos participantes. Si bien todos los candidatos manifestaron su conformidad con un debate entre cinco contendores, la dificultad de las negociaciones estaba en las resistencias frente a determinados actores. Se estableció que las posiciones en los sondeos de preferencia electoral serían el criterio que determinaría quiénes entraban o no al debate; no obstante, la campaña electoral de 2011 se caracterizó por una gran volatilidad en la preferencia electoral, quien estaba en quinto lugar al inicio de las negociaciones no era el mismo hacia el final17.

17 Entrevista a Luis Egúsquiza, realizada el 4 de octubre de 2012 en la ciudad de Lima.

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El debate más próximo a la jornada electoral de la primera vuelta se llevó a cabo el 3 de abril en el Hotel Sheraton y contó con la participación de cinco candidatos:

• AlejandroToledoManrique(PerúPosible)

•OllantaHumalaTasso(GanaPerú)

•KeikoFujimoriHiguchi(Fuerza2011)

•PedroPabloKuczynski(AlianzaporelGranCambio)

•LuisCastañedaLossio(SolidaridadNacional)

El moderador de este debate fue el periodista José María Salcedo, quien expresa que lo eligieron como tal porque era el periodista que menos riesgos o problemas podía traer para los candidatos. El moderador plantea una mirada crítica sobre estos eventos, señalando que no son debates en sentido estricto, porque no existe una confrontación de ideas; el formato es tan rígido que no permite dicho intercambio. Considera que este debate era especialmente complejo por la gran cantidad de candidatos involucrados18. Los temas designados para este momento fueron los siguientes:

• ¿CómoseráelPerúencincoañossisoyelegido?

•Luchacontralapobreza

•Generacióndeempleo

•Seguridadciudadanaynarcotráfico

El mismo día del debate, la prensa se concentró básicamente en la publicación de sondeos de preferencia electoral. En La República («Candidatos entre pullas y preparativos para el debate», 2011), apareció una nota sobre la tensión y los ataques entre los candidatos, así como las previsiones que tomaban para prepararse para dicho evento. El Comercio («Todo quedó listo para el debate presidencial», 2011) refirió todos los detalles logísticos del evento y seleccionó las declaraciones de los candidatos con respecto al debate. De ambas coberturas resulta relevante destacar el papel que los sondeos han ocupado en la contextualización del debate electoral.

18 Entrevista a José María Salcedo, realizada el 7 de marzo de 2013 en la ciudad de Lima.

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Todo debate tiene una anécdota y en este caso la protagonizó nuevamente el candidato Humala. El formato acordado para esta ocasión establecía episodios en los que un candidato le formulaba una pregunta a otro candidato. Cuando llegó el turno del candidato Humala, este decidió continuar exponiendo su propuesta y terminar su intervención con una pregunta protocolar del tipo: ¿qué opina usted? O no contestaba cuando debía hacerlo y seguía exponiendo su plan de gobierno. Salcedo señala que esperaba que algo así sucediera por la tensión que se respiraba en él. En esa situación, optó por llamar la atención del candidato; sin embargo, este hizo caso omiso del llamado. El moderador cuenta que, en ese momento, tuvo que pensar en qué era lo más conveniente y calcular todas las posibilidades. Consideró que si cortaba la intervención de Humala, el candidato podía retirarse del debate y dar una conferencia de prensa en paralelo; frente a esa posibilidad, creyó que lo mejor era dejarlo continuar para no interrumpir el debate. Sobre la performance de los demás candidatos, Salcedo resalta la preparación de la candidata Fujimori, lo que, en cierta medida, fue una prueba de paso a la adultez en la política19. Por su parte, Medina coincide en esa evaluación positiva acerca de la preparación de Fujimori; no obstante, añade que Humala también tuvo una muy buena preparación de carácter conservador, porque al estar liderando las encuestas prefirió no arriesgar ni salirse del libreto previamente preparado para la ocasión20.

Al día siguiente del debate, los diarios se concentraron en sintetizar las propuestas de cada candidato, pero destacaron también los ataques verbales que se lanzaron entre ellos, así como lo confuso del formato para los mismos participantes. Si bien el formato era complejo, ello mostró también la poca costumbre que existe de debatir bajo reglas precisas. Además, se puede observar que los debates son abordados por la prensa desde distintos ángulos: se convoca la opinión de los analistas de encuestas, de los columnistas políticos, de los expertos en marketing y publicidad («El mejor rostro para ganar votos», 2011; «Sin novedad en el frente», 2011).

Cabe mencionar que este debate electoral es probablemente el pri-mero que se organizó cuando ya se contaba con amplia información sobre la experiencia internacional. Así pues, los criterios de selección de candidatos estuvieron fuertemente amparados en la experiencia dispo-

19 Entrevista a José María Salcedo, realizada el 7 de marzo de 2013 en la ciudad de Lima.20 Entrevista a Percy Medina, realizada el 15 de noviembre de 2012 en la ciudad de

Lima.

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nible de otros países. Por su parte, el formato resultó ser muy parecido a la experiencia brasileña, que reúne a varios candidatos y establece rondas de preguntas y respuestas entre ellos. La evaluación posterior mostró que a algunos candidatos les costó interiorizar el formato, por la falta de costumbre de responder, aunque varios se prepararon muy bien. Egúsquiza considera que, probablemente, lo que más esfuerzo les tomó a los candidatos fue tener capacidad de síntesis y aprovechar el valioso minuto para ser concreto. Recuerda que hubo un interés claro de los medios de comunicación por prestar las facilidades para que el debate se desarrolle con todos los requerimientos técnicos necesarios21.

5.2 Segunda vuelta: Humala vs. Fujimori

Pasaron a la segunda vuelta electoral el candidato Ollanta Humala (Gana Perú), con el 31,7 % de los votos válidos, y la candidata Keiko Fujimori (Fuerza 2011), con el 23,6 % (ONPE, 2011). Ambos candidatos se caracterizaron por ser muy disciplinados en sus campañas, intentaron enviar un mensaje más consistente y evitaron agotarse en contracampañas o escenas de carácter sensacionalista o espectacular, como sí lo hicieron los demás candidatos, que a veces colindaban con lo grotesco y una exacerbada banalización. La votación obtenida por los candidatos que superaron la primera vuelta corresponde a los lugares más deprimidos del país y en donde el Estado se encuentra más ausente. En cierta medida, tal como lo expresa en su blog el analista Tuesta Soldevilla (2011): «Se mezcla el voto de insatisfacción (Humala) con uno de agradecimiento (Fujimori)».

El debate electoral entre los candidatos de la segunda vuelta se desarrolló en un contexto de alta polarización. Los sondeos electorales indicaban empates técnicos y, como nunca, la exposición y discusión de los programas de gobierno ocupaban el centro de la agenda. Tomando en cuenta los sondeos preparados por Ipsos Apoyo y publicados en el diario El Comercio, la evolución de la segunda vuelta se desarrolló como se muestra en el cuadro 2.4.

21 Entrevista a Luis Egúsquiza, realizada el 4 de octubre de 2012 en la ciudad de Lima.

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Cuadro 2.4

Sondeos de preferencia electoral. Segunda vuelta, 2011.

Sondeos

24 de abril

5 de mayo

9 de mayo

15 de mayo

23 de mayo

29 de mayo

Fuente: Datos obtenidos por Ipsos Apoyo y publicados en El Comercio («Ollanta con 6 puntos de ventaja sobre Keiko», 2011; «Ollanta baja 3 puntos y Keiko sube 2 puntos», 2011; «Fujimori sube al primer lugar», 2011; «El suspenso sigue: ninguno de los candidatos despunta», 2011; «En intención de voto Keiko Fujimori supera por cuatro puntos a Humala», 2011; «El 5 de junio tendremos una final de fotografía», 2011). Elaboración propia.

Ollanta Humala (Gana Perú)

42 %

39 %

39 %

40 %

39 %

39 %

Keiko Fujimori (Fuerza 2011)

36 %

38 %

41 %

41 %

43 %

41 %

Ollanta Humala (Gana Perú)

-

38 %

49 %

49 %

49 %

50 %

Keiko Fujimori (Fuerza 2011)

-

62 %

51 %

51 %

51 %

51 %

Intención de voto Simulación de voto

Como se puede observar, un rasgo de esta segunda vuelta electoral es la frecuencia de aparición de los sondeos de preferencia electoral. En el cuadro 2.4 se muestra solamente lo publicado por Ipsos Apoyo, sin contar los resultados de otras empresas encuestadoras que aparecían en otros diarios. Esta permanente medición de la preferencia electoral, en cierta manera, crea el ambiente y la necesidad del debate electoral: por un lado, debido a la polarización inherente a la segunda vuelta, que está representada en los sondeos; y por otro lado, en este caso, por la imposibilidad de las encuestadoras de dar con un ganador. El debate electoral televisado crea la excusa perfecta para declarar un probable y ficticio ganador.

Los portavoces de cada candidato acordaron realizar un primer debate técnico entre los equipos de campaña y, en un segundo momento, un debate entre los candidatos. El debate técnico, también denominado debate programático, se llevó a cabo el 22 de mayo de 2011 en el Hotel Marriott, con la moderación de Percy Medina, el entonces secretario técnico de Transparencia. Se organizó en tres temas: política institucional, política económica y política social. Los participantes de este debate se distribuyeron como se muestra en el cuadro 2.5.

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Cuadro 2.5

Participantes del debate programático presidencial en el Perú. Segunda vuelta, 2011.

Fuente: Elecciones 2011: debates electorales (JNE et al., 2011). Elaboración propia.

Temas

Política institucional

Política económica

Política social

Conclusión

Gana Perú

Kurt Burneo

Félix Jiménez

Javier Iguíñiz

Félix Jiménez

Fuerza 2011

Milagros Maraví

José Chlimper

Guillermo Palomino

Milagros Maraví

Shiguiyama, negociador del debate en representación de Fuerza 2011, señala su sorpresa por la importancia que tomó el debate programático. Si bien evalúa que el desempeño de su agrupación no fue el mejor, le llamó la atención el récord de audiencia que tuvo la emisión y el rol que jugaron los planes de gobierno en la campaña electoral. Medina sostiene que la propia naturaleza de la campaña la convirtió en un momento importante (JNE et al., 2011, pp. 54-62).

Las negociaciones fueron arduas y la expectativa se incrementó con la proximidad de la jornada electoral. El debate se desarrolló el 29 de mayo de 2011 en el Hotel Marriot entre los candidatos de la segunda vuelta: Ollanta Humala Tasso (Gana Perú) y Keiko Fujimori Higuchi (Fuerza 2011). Se acordó mantener al moderador de la primera vuelta, José María Salcedo, quien recuerda que la tensión para este segundo debate era mucho mayor y las negociaciones, en ciertos momentos, se volvían absurdas. Los equipos de negociadores se peleaban por cosas banales y había una tendencia a hacer cuestión de Estado por detalles, amenazando con la suspensión del debate22. En ese mismo sentido, el apoyo de la Sociedad Nacional de Radio y Televisión fue mucho más sólido, pues no solo aportó apoyo logístico, sino que también propuso sugerencias sobre el formato y las instalaciones23. Los temas planteados para este debate fueron los siguientes:

• Luchacontralapobreza

•Seguridadynarcotráfico

22 Entrevista a José María Salcedo, realizada el 7 de marzo de 2013 en la ciudad de Lima.23 Entrevista a Luis Egúsquiza, realizada el 25 de octubre de 2012 en la ciudad de Lima.

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•Institucionalidaddemocrática

•Economíaeinclusiónsocial

El día del debate, las portadas tanto del diario La República como de El Comercio estuvieron dedicadas a la publicación de sondeos; en ambos casos, la información indicaba empates técnicos. El Comercio («Candidatos debaten esta noche planes de gobierno», 2011) señalaba en su titular que se acortaba la diferencia entre los candidatos y que cualquier cosa podía suceder, mientras que La República («Humala y Fujimori se ven hoy las caras», 2011) indicaba que Ollanta Humala crecía. En una entrevista al mismo diario, Aldo Panfichi destaca el carácter extremadamente competitivo de la contienda electoral y lo decisivo del debate, dado que los indecisos cruzaban todos los sectores sociales (Flores, 2011).

El formato de este debate se construyó bajo el liderazgo del Jurado Nacional de Elecciones y en coordinación con varias instituciones que participaron de la organización del debate. Se contó con el apoyo internacional del National Democratic Institute (NDI), experto en la sistematización de debates electorales en todo el mundo24. En este contexto, se propone la idea de incorporar las preguntas de los ciudadanos siguiendo el ejemplo del Town Hall Meeting25 en Estados Unidos. Sin embargo, los equipos negociadores aceptaron a regañadientes la inclusión de las preguntas ciudadanas: no permitieron que ningún ciudadano las plantee directamente y en vivo; por el contrario, se seleccionaron y negociaron las preguntas previamente, y cuando el candidato las respondió, ya sabía qué pregunta le iba a tocar26.

Los resultados electorales fueron tan reñidos como lo adelantaban los sondeos de preferencia electoral. Según la ONPE (2011), Ollanta Humala ganó las elecciones con el 51,5 % de los votos válidos. La distancia entre ambos candidatos era de apenas 3 puntos porcentuales. Con posterioridad a los resultados, se multiplicaron las explicaciones e interpretaciones en

24 Entrevista a Luis Egúsquiza, realizada el 25 de octubre de 2012 en la ciudad de Lima.25 Town Hall Meeting es uno de los formatos utilizados en las series de debates americanos.

En este modelo, los ciudadanos están presentes en el debate y los candidatos contestan las preguntas que les formulen. Con este fin, se selecciona un conjunto de ciudadanos que expresamente manifiesten no haber decidido su voto, y luego trabajan sus preguntas y no las comparten con nadie. En el debate, el moderador escoge un grupo de preguntas y le pide al ciudadano que las haga directamente al candidato (Entrevista a Percy Medina, realizada el 15 de noviembre de 2012 en la ciudad de Lima).

26 Entrevista a Percy Medina, realizada el 15 de noviembre de 2012 en la ciudad de Lima.

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torno al desenlace electoral. Varios analistas políticos y columnistas de opinión sostuvieron que el tema de las esterilizaciones forzadas llevadas a cabo durante el gobierno de Alberto Fujimori fue uno de los motivos que propició la derrota de la hija del expresidente. Si bien ello resulta difícil de demostrar, cabe resaltar que el tema fue recordado por el candidato Humala durante el debate de la segunda vuelta y, según opinión de Alfredo Torres, representante de Ipsos Apoyo, tuvo un impacto enorme en las elecciones; según precisó, el efecto inmediato (en el debate) fue reducido, pero el efecto retardado a través de la prensa, que continuó con ese tema, resultó ser un duro golpe para la candidatura de Fuerza 2011 (JNE et al., 2011, p. 66). En ese sentido, tendría interés un estudio que se concentre en las prolongaciones periodísticas resultantes del debate antes de la jornada electoral, dado que el debate no acaba cuando se apaga la cámara, sino que continúa con la cobertura periodística en los días siguientes.

6. Los temas del debate

He tratado de sistematizar y contextualizar los debates electorales televisados en el ámbito presidencial. Si se focaliza la atención solamente en los temas debatidos, se puede observar una clara tendencia a la condensación de los temas; como se recuerda, para el primer debate electoral de 1990 se plantearon seis bloques, mientras que el último debate contó con cuatro bloques o temas. Esta compresión temática no significa que se trate menos contenidos; por el contrario, hay más temas combinados en un solo bloque y, por tanto, menos tiempo para la profundización en cada uno. Progresivamente, se ha abandonado el esquema de un bloque que equivale a un tema, por un bloque que abarca varios temas. En ese sentido, la lógica mediática se ha ido imponiendo sobre la lógica política, en la medida en que la administración del tiempo –que tiene mucho valor en los medios– ha devenido en una fragmentación y liviandad en el tratamiento de los principales tópicos de las campañas electorales, lo cual contradice la finalidad del debate electoral, que busca un ciudadano más informado para la toma de decisión de su voto. Estos rasgos corresponden, en cierta medida, a los de nuestra precaria modernidad caracterizada por una mayor fragmentación de intereses. Sin duda, esto constituye un desafío para los partidos políticos que tienen el reto de aglutinarlos y transformarlos en propuestas políticas electorales.

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97Capítulo II. los debates eleCtorales presIdenCIales en el perú (1990-2011)

Conviene en este momento detenerse en una mirada general y preguntarse por los temas que han predominado en los debates presidenciales. Su inclusión en un debate electoral es producto de varias circunstancias. Por un lado, provienen de las cuestiones que las mismas campañas han seleccionado como oferta electoral. Por otro lado, la misma agenda pública, dinamizada por la prensa, ha planteado temas que probablemente no habían sido considerados por los mismos equipos de campaña. Asimismo, se puede dejar de tomar en cuenta que los temas que se proponen en el debate electoral son el resultado de negociaciones entre lo que los candidatos desean mostrar y lo que desean ocultar o evadir. En conclusión, los debates electorales en el caso peruano siempre han sido estructurados en varios bloques temáticos definidos, fundamentalmente, por la coyuntura y por las negociaciones entre los representantes de los candidatos. La recurrencia temática se puede organizar en líneas: económica, política y de seguridad.

6.1 Línea económica

En primer lugar, se advierte el predominio del tema económico, como un reflejo del proceso de transformación y consolidación del modelo económico en el Perú. Pero este hecho también evidencia una permanente preocupación por la pobreza como obstáculo para el desarrollo del país.

Fuente: Archivos audiovisuales de la Universidad de Lima. Elaboración propia.

Año

1990

2001

2006

2011-1

2011-2

Tema

Programa económico Desarrollo agrario Trabajo e informalidad

Política económica y empleo

Política económica y lucha contra la pobreza

Lucha contra la pobreza Generación de empleo

Lucha contra la pobreza Economía e inclusión social

Cuadro 2.6

Temas planteados en la línea económica

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En 1990, se definieron varios bloques o temas relacionados con lo económico, en clara respuesta a la coyuntura del país. Diez años después, este mismo lineamiento es planteado como «Política económica y empleo»; curiosamente el «alivio a la pobreza» estuvo relacionado con la política social. Esta situación se modifica en 2006 cuando se propuso el bloque «Política económica y lucha contra la pobreza». Para 2011, el lineamiento económico aparece como «Lucha contra la pobreza». No obstante, en el debate de la segunda vuelta se encuentra una doble incidencia de lo económico, pues, además de la formulación antes mencionada, se incluye otro bloque: «Economía e inclusión social».

Con respecto a la pobreza, se debe notar que el término no aparece en la formulación de las temáticas. En 1990, la palabra pobreza estuvo ausente. A partir de 2001 el término se usa de manera explícita; sin embargo, se transita del alivio (2001) a la lucha (2006 y 2011). Esta diferencia lexical remite a construcciones de sentido diferentes. La palabra alivio pone en evidencia una mirada que considera a la pobreza como una enfermedad, de la cual hay que mitigar sus efectos, y revela cierto escepticismo o precaución frente a las reales posibilidades de su erradicación. En cambio, el término lucha supone una interacción claramente antagónica: el mal que se puede derrotar, a diferencia del alivio, que es de carácter pasivo. En suma, se trata de dos visiones de la pobreza en dos momentos diferentes del país. El itinerario aquí planteado es un reflejo de la discusión política proyectada a lo largo del tiempo en torno al dilema de la pobreza, acerca de si debe ser enfrentada y concebida como un problema de índole económico o de índole social.

6.2 Línea política

Si bien en los debates electorales todos los temas propuestos son políticos por el hecho de ser tratados allí, se puede identificar en la sucesión de temas una concepción de lo explícitamente categorizado como político.

Acerca del Estado, se encuentran expresiones tan generales como rol (1990) hasta expresiones más específicas como descentralización (2001 y 2006), y es que un tema pendiente en los últimos veinte años de la historia peruana está relacionado con el modelo de Estado que queremos y que consideramos más conveniente. Considero que, en los años noventa, la visión de un Estado centralista como una máquina que gesta lo político no solo era una realidad, sino también una confesión en el discurso. No obstante, el contenido del discurso ha cambiado. Ahora se evidencia

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99Capítulo II. los debates eleCtorales presIdenCIales en el perú (1990-2011)

una exigencia más clara de un Estado descentralizado, y se les da más importancia a los ámbitos regionales y locales (subnacionales) como una forma de visualizar el Estado en sus diversos niveles y necesidades. Ello ha coincidido con la importancia que el voto regional ha adquirido para ganar una elección.

Asimismo, llama la atención la inestabilidad con la que aparece el tema de la política anticorrupción. Puede conformar un bloque autónomo o, en ciertos debates, estar vinculado a otras temáticas, como derechos humanos, política antidrogas o política social.

6.3 Línea de seguridad

Otro tema recurrente es el de la seguridad. Inicialmente, fue concebido con expresiones diversas, como pacificación o política antidrogas; finalmente, se ha estabilizado en expresiones como seguridad ciudadana, y siempre está vinculado al narcotráfico.

Cuadro 2.7

Temas planteados en la línea política

Fuente: Archivos audiovisuales de la Universidad de Lima. Elaboración propia.

Año

1990

2001

2006

2011-1

2011-2

Tema

Rol del Estado

Derechos humanos, política anticorrupción y política antidrogas Descentralización, gobiernos regionales y locales

Democracia, gobernabilidad y derechos humanos Política social y política anticorrupción Descentralización

-

Institucionalidad democrática

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Resulta más que obvio señalar que ello responde al proceso particular del país, en donde el tema de la seguridad es permanente, pero con figuras diferentes. Si bien en 1990 el conflicto armado interno estaba aún por resolverse, diez años después este se transformó en un asunto pendiente en relación con los derechos humanos y, paralelamente, emergía el problema del narcotráfico. Posteriormente, el tema del narcotráfico ha sido acompañado con el de seguridad ciudadana. Estas distintas formulaciones están estrechamente vinculadas a los problemas, pero, fundamentalmente, a nuestros miedos. Los peruanos hemos migrado del miedo a la subversión (1990) al miedo a la delincuencia cotidiana (2006, 2011). En suma, no hemos dejado de tener miedo, solamente que el miedo ha cambiado de objeto, de rostro y tamaño.

Estos son las tres grandes columnas sobre las cuales se ha construido la temática de los debates electorales peruanos. En esta visión transversal, cabe hacer una llamada de atención sobre la mención del tema educativo. Este aparece como un bloque temático propio e importante en 1990, pero posteriormente se dispersa en diferentes bloques temáticos de los debates electorales. No obstante, se puede aventurar una explicación. ¿Por qué aparece en 1990? ¿El tema era un problema prioritario? ¿El problema se ha solucionado? Creo que es una cuestión de actores; en 1990, los sujetos políticos que debaten son, por un lado, un exrector y profesor universitario; y por el otro, un escritor; ambos perfiles están vinculados al conocimiento. Este aspecto permite llamar la atención sobre los

Cuadro 2.8

Temas planteados en la línea de seguridad

Fuente: Archivos audiovisuales de la Universidad de Lima. Elaboración propia.

Año

1990

2001

2006

2011-1

2011-2

Tema

Pacificación nacional

Derechos humanos, política anticorrupción y política antidrogas

Democracia, gobernabilidad y derechos humanos Seguridad ciudadana

Seguridad ciudadana y narcotráfico

Seguridad y narcotráfico

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101Capítulo II. los debates eleCtorales presIdenCIales en el perú (1990-2011)

actores que intervienen en los debates posteriores y, en general, sobre el perfil del político y su relación con la educación. En líneas generales, lo educativo tiene poca importancia política en el debate público, sin mencionar la ausencia de temas más específicos relacionados con la ciencia y la tecnología. Ello no deja de ser frustrante y curioso, porque, ante los grandes problemas que no evidencian una solución práctica inmediata, la educación se utiliza como el cajón de sastre o el comodín para salir del paso, para evadir el momento o como un eufemismo para decir que no se tiene una mínima idea de cómo resolver un problema.

Lo trabajado aquí con respecto a los temas de los debates no deja de ser una mirada superficial y hasta engañosa de los temas planteados. El análisis discursivo me permitirá detenerme en los encuadres y ángulos que estos temas han tenido en los debates. No obstante, no se debe menospreciar la recurrencia temática, ya que constituye isotopías que dirigen el sentido de la percepción política de la historia y de las coyunturas electorales.

7. Perspectivas futuras

A lo largo de las páginas precedentes, se ha ido señalando posibilidades de investigación y profundización de esta temática, entendiendo que el presente trabajo constituye un primer esfuerzo por enfocar este fenómeno. Muchas preguntas han surgido a lo largo de este estudio: ¿qué se puede mejorar a futuro en materia de debates electorales?, ¿el actual formato es el más conveniente?, ¿qué condiciones son necesarias para una institucionalización de los debates televisados en los procesos electorales?, ¿qué preocupaciones se pueden formular con respecto a los debates televisados?, ¿cuál es el impacto que el conjunto de los debates electorales tiene en cada proceso electoral? Siempre surgen preguntas de este tipo en medio de la tensión de su organización; sin embargo, nunca terminan de ser respondidas y discutidas, porque al concluir el proceso electoral desaparece toda inquietud por profundizar en esta dinámica importante para las democracias. Aunque resulte paradójico, el interés académico por los debates electorales requiere cierta distancia de los propios procesos electorales en los que emergen para asegurar una visión menos prejuiciosa de los mismos.

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7.1 La institucionalidad del debate

Uno de los temas recurrentes es cómo institucionalizar el debate electoral, esto es, en qué medida es posible garantizar que los debates electorales televisados no dependan de la voluntad de los candidatos, sino del derecho de los ciudadanos a recibir información. Hoy por hoy, el debate electoral televisado está condicionado al acuerdo de los candidatos y sus equipos negociadores, pero no se puede dejar de lado el papel de la prensa, que ejerce una correcta presión para que el debate se desarrolle sí o sí.

Existen varios mecanismos para consolidar la institucionalización del debate electoral televisado en el caso peruano. A decir de Luis Nunes, representante del Instituto Nacional Demócrata, el debate tanto programático como entre candidatos debería ser una costumbre y una oportunidad para candidatos y electores. Una posibilidad de institucionalización es incorporarlo en el marco jurídico como parte de las reglas de juego, como parte de la cultura democrática en la que todos los ciudadanos tienen el derecho y la oportunidad de escuchar a los candidatos (JNE et al., 2011, pp. 60-61). Esto supone integrar la realización del debate en el marco de la normatividad electoral.

Otro aspecto que encara el tema de la institucionalización se refiere a las instituciones que promueven la realización del debate. Como señala Rafael Roncagliolo, en el debate de 2001, la Asociación Civil Transparencia recibió apoyo de la Commission on Presidential Debates, una institución privada sin fines de lucro que funciona desde 1987 y cuya función es asegurar que los debates sean permanentes en toda elección (Transparencia, 2001, p. 99). Como se recuerda, antes de este organismo, otra institución emblemática que patrocinó la realización de los debates fue The League of Women Voters. En ambos casos, se trata de iniciativas de carácter privado que promueven el desarrollo de los debates en Estados Unidos. De forma similar, los primeros debates en el Perú fueron impulsados por instituciones vinculadas al ámbito privado o a la sociedad civil, como las universidades o asociaciones civiles. En cierto sentido, tal como lo refleja en detalle el contexto de cada proceso electoral, es menester ofrecer cierta estabilidad en materia de cuál o cuáles son las organizaciones privadas llamadas a promover el debate electoral.

Por otro lado, la experiencia de los debates de 2011 se caracterizó por una variedad de instituciones involucradas. Pero la más notable novedad fue, probablemente, la intervención de la representación pública, el Jurado Nacional de Elecciones (JNE). Al respecto, Javier Portocarrero,

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quien estuvo en la organización del debate de 2006 y de 2011 como representante del CIES, resalta la importancia de la incorporación del JNE, en la medida en que agiliza las negociaciones. Ya no se pone en discusión la realización del debate, sino los aspectos de ella (JNE et al., 2011, pp. 63-64).

Finalmente, como expresa Percy Medina, nada está lo suficientemente institucionalizado para que no se pueda retroceder. Si bien hoy en día en el Perú es difícil que un candidato se niegue a debatir sin que ello tenga un costo, desde su perspectiva es importante que sean organizaciones independientes las que promuevan los debates electorales27.

Desde un punto de vista estrictamente académico, no nos compete tomar una posición. Pero sí considero que resultaría oportuno un estudio enfocado en los tipos y la naturaleza de los promotores u organizadores, y su relación con diversos grados de consolidación de los debates electorales en cada país.

7.2 ¿Cuántos debates son posibles? ¿Más debates?

Sin entrar en una discusión, ciertamente desfasada, sobre la americanización de la política, no cabe duda de que el modelo americano es hoy en día el paradigma para los debates electorales desde múltiples aspectos: institucionalización, formato y cantidad de debates. Como se explicó en el capítulo anterior, el debate presidencial norteamericano se caracteriza por estar constituido por una serie de debates, es decir, varios debates durante la campaña electoral. Este modelo ha sido seguido por España, Brasil y México.

Resulta conveniente hacerse la pregunta en torno a la experiencia peruana, que se basa en un solo debate en toda la campaña electoral. No obstante, la afirmación no deja de ser un reduccionismo que es necesario mitigar. Si bien se lleva a cabo un gran debate de alcances mediáticos intensos, se puede decir que siempre ocurren varios debates, aunque no todos ellos tengan las repercusiones mediáticas que alcanza el debate más próximo a la jornada electoral y sobre el cual se ha enfocado el estudio que sustenta la presente obra. No es mi deseo que la selección que presenta este estudio se convierta en sinónimo de un juicio de valor que coloca como más importantes los debates televisados

27 Entrevista a Percy Medina, realizada el 15 de noviembre de 2012 en la ciudad de Lima.

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por sobre los demás. Serán los más visibles por el carácter de media-event que adquieren, pero no los más importantes.

Si se sigue la tendencia de la sociedad brasileña, es altamente probable que los debates en las campañas electorales se multipliquen, lo cual puede suponer a mediano plazo un cambio sustancial en el modo de operar las campañas: la agenda principal de los candidatos sería mayormente ocupada por la participación en debates, antes que por paseos por las calles saludando con sonrisas a la gente y cargando bebés para las cámaras, o por la asistencia a programas de farándula. Si se me permite la licencia de alejarme de la neutralidad con la que he emprendido este estudio, considero saludable para la democracia peruana la multiplicación de debates, esto es, que organizaciones e instituciones de distinto tipo convoquen a los candidatos a debatir sobre temas específicos, sin pretender abordar todos los temas de un plan de gobierno y que se dirijan a audiencias determinadas. Si esta profusión de debates se ve acompañada de una especialización temática, en la cual los diferentes organizadores y promotores de debate se reparten los temas de agenda electoral, tal vez sea posible la ansiada profundización y mayores tintes de democracia deliberativa. En ese sentido, Javier Portocarrero, del CIES, señala la necesidad de que se desarrollen más debates que permitan una variabilidad de formatos. En ese mismo tenor, Alfredo Torres, de Ipsos Apoyo, cree que un debate es muy poco y trae como consecuencia que solo se enuncien los titulares de los contenidos. Varios debates traerían una mayor profundidad en el tratamiento de los temas (JNE et al., 2011, pp. 64-67).

7.3 Mejora del formato: espontaneidad vs. cálculo

Si bien ha habido muchos intentos por mejorar el formato del debate electoral televisado, la experiencia peruana coincide con la crítica que se realiza en torno a los debates en otros países: la espontaneidad cede su paso al cálculo. En la medida en que los equipos de negociadores buscan tener el máximo de control posible para arriesgar menos, dado que se encuentran en las últimas semanas de la campaña electoral, se percibe cierta rigidez en el formato. Frente a ello, varios proponen la inclusión de nuevos actores dentro del formato del debate. José María Salcedo, moderador de los dos debates en 2011, propone la incorporación de un panel de personas independientes preguntando en vivo. En esa misma línea, Alfredo Torres sugiere un panel con preguntas de los ciudadanos o un panel calificado (JNE et al., 2011, pp. 66-67).

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Frente a ello, pocos recuerdan que el debate de 2001 incluyó un panel, en su mayoría, conformado por periodistas que hacían preguntas a los candidatos. No obstante, la experiencia no fue evaluada positivamente, tal como la recuerda Percy Medina, quien estuvo involucrado en la organización de aquel evento. Asimismo, piensa que si ya es difícil seleccionar al moderador, es poco probable llegar a un acuerdo sobre las personas que formarían parte de un eventual panel. En esa ocasión, no hubo resistencias a su inclusión, porque en cierta medida se creyó que ello disminuiría la presión sobre los candidatos28. Sobre aquella experiencia de 2001, se llevó a cabo un conversatorio emitido por televisión en donde el moderador de aquel entonces (Guido Lombardi) comentaba sobre el debate y que llevó por título: Debate sobre el debate. Participaron también quienes formaron parte del panel que tuvo la misión de dirigir preguntas a los candidatos. Si bien su visión del debate electoral fue positiva, manifestaron serias observaciones al formato. Rafael Roncagliolo, representante de la Asociación Civil Transparencia en ese momento, explicó que desde un inicio se tenía claro que todo el debate debía entrar en 90 minutos. Ello traía como consecuencia que el tiempo disponible para hacer la pregunta fuera tan solo de un minuto, mientras que los candidatos disponían de tres y dos minutos. Los panelistas consideraron que ese tiempo era muy poco para formular una pregunta consistente, dada la importancia del momento; no obstante, Roncagliolo indicó que para la televisión no era un tiempo reducido (Transparencia, 2001, pp. 100-102). En este detalle, resulta sumamente interesante el ejemplo y aporte de los debates en diversas partes del mundo, en donde los periodistas que participan cuentan con menos tiempo aún para la formulación de sus preguntas.

El diálogo anteriormente referido conduce a plantear la importancia de algunos aspectos en el formato del debate electoral. El debate electoral televisado, además de un ritual de gran trascendencia para la cultura política del país, es, ante todo, un programa de televisión29. En ese sentido, llama la atención la poca o nula presencia de personas o profesionales involucrados en la producción televisiva. La intervención de los representantes del medio de comunicación se reduce al apoyo técnico y logístico. Sin embargo, hay que recordar que los formatos de televisión trascienden el ámbito de la técnica; se trata de un lenguaje

28 Entrevista a Percy Medina, realizada el 15 de noviembre de 2012 en la ciudad de Lima.29 Entrevista a Luis Egúsquiza, realizada el 25 de octubre de 2012 en la ciudad de Lima.

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de la imagen televisada, que es manejado mejor por los productores y directores de televisión. Si bien resultan significativas propuestas como la inclusión de paneles, ya sea de ciudadanos independientes o de expertos, es de suma importancia que en el rediseño del formato trabajen también profesionales dedicados a la producción televisiva. Ello permitirá asegurar que las iniciativas destinadas a promover una mayor espontaneidad en el debate sean compatibles con el lenguaje de la televisión. En esa área hay un desafío por explorar y explotar.

7.4 Seguimiento posdebate y poselecciones

Un cuarto elemento por trabajar se relaciona con la continuidad fuera de los procesos electorales. Percy Medina destaca la existencia de una desconexión entre lo que se dice en campaña y lo que se hace en el gobierno. Para una mayor seriedad, debería establecerse un seguimiento a las cosas que se dicen en el debate y en las actividades de campaña, con el fin de medir después cuánto se cumple con lo ofrecido (JNE et al., 2011, p. 63).

Este es un aspecto que muy poco se ha vinculado al tema de los debates electorales y que, sin embargo, contribuye a su descrédito. Si su influencia sobre el voto es discutible, ¿cuál es la utilidad del debate electoral si al final el ganador de las elecciones ignora todo aquello que ofreció y prometió en campaña? Como bien se sabe, las reorientaciones no siempre son inconvenientes, pero mínimamente se deberían dar explicaciones cuando, una vez que se está en el gobierno, no se hace lo que un candidato prometió antes de ser elegido. En ese sentido, es clave el seguimiento de los contenidos en general de las campañas y de los planteados en el debate electoral. En cierta medida, se espera que la prensa cumpla con ese rol de vigilancia y recordación. No obstante, son las instituciones involucradas en la promoción y organización de los debates electorales las llamadas a mantener ese ojo vigilante. Si estas mismas instituciones entienden que el debate electoral no termina cuando se apaga la cámara, ni acaba cuando se emite el voto o cuando se publican los resultados oficiales de la elección, probablemente la visión y la dimensión del debate electoral cobren una mayor amplitud y trascendencia. Si bien el sustento del derecho a la información para un voto informado es crucial en estos eventos, lo es mucho más la idea de una ciudadanía participativa y vigilante más allá de los procesos electorales. Los ciudadanos participamos en las elecciones y vigilamos

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107Capítulo II. los debates eleCtorales presIdenCIales en el perú (1990-2011)

fuera de ellas. En este aspecto, es necesario llamar la atención de las instituciones que promueven los debates electorales para que tengan una comprensión de ellos más allá de los procesos de elecciones.

En esa línea, un primer elemento es el carácter público que deben tener los debates electorales luego de su realización; en otras palabras, la información sobre los debates tiene que estar disponible para la opinión pública y las organizaciones civiles. Otro aspecto es el rol de la prensa como permanente acompañante de la actividad política de los gobernantes, que contribuya con una visión crítica, pero, sobre todo, que se constituya en la memoria de aquello que se dijo o se prometió.

Para finalizar este segundo capítulo, conviene, a modo de síntesis, señalar los principales rasgos que han caracterizado a los debates electorales peruanos. En primer lugar, se observa el patrón recurrente de la presencia de dos candidatos y un moderador, dado que los debates se han producido, en su mayoría, en el contexto de la segunda vuelta electoral. El moderador, quien siempre ha sido un periodista, cumple meramente un rol de conducción y guardián de los acuerdos tomados en las negociaciones previas. En segundo lugar, los debates peruanos, tradicionalmente, se han organizado en bloques temáticos, en los que han predominado los temas de economía, política y seguridad. En tercer lugar, y gracias a los testimonios recogidos, se sabe que las negociaciones para concretar la organización del debate han sido muy difíciles y los equipos de negociadores han tenido un gran control sobre los mismos. Por esa razón, los organizadores de los debates –en su mayoría, organizaciones vinculadas a la sociedad civil o al ámbito académico– no han sido siempre los mismos. Finalmente, se aprecia que los debates generan muchas expectativas sobre la performance de los candidatos y, en la mayoría de los casos, aquel cuyo desempeño genera modestas esperanzas termina causando sorpresas y opacando al candidato sobre el cual se tenían mayores seguridades.

En términos de evolución, se encuentra que la prensa ha ido perfilando su rol frente a los debates electorales televisados: prioriza contenidos acerca de lo que no se vio por la televisión, lleva a cabo análisis políticos de los contenidos expuestos en el debate e integra los sondeos de preferencia electoral. En este capítulo, se ha intentado ofrecer un itinerario ordenado de los debates electorales televisados peruanos que permita aproximarse a los procesos de significación implicados en este ritual, tarea a la que me abocaré en el siguiente capítulo.

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Capítulo III.

Aproximación semiótica a los debates electorales televisados

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[111]

El presente capítulo tiene como finalidad presentar el abordaje semiótico de los debates electorales televisados peruanos (1990-2011). Para ello se siguen cuatro estrategias: exponer una visión global del enfoque; acumular cantidades ingentes de información producto del análisis; elegir aquello que es más interesante, importante y representativo del todo, y mostrar una parte dejando la puerta abierta para un segundo libro. Todas son válidas y, en cierto sentido, necesarias si se piensa en los múltiples usos que puede tener esta investigación en el futuro. No obstante, cabe preguntarse cuál es la más pertinente para la presentación de estas reflexiones de carácter semiótico.

En primer lugar, se ofrecerá una mirada englobante que permita tener clara una visión de conjunto del fenómeno a través de este modelo teórico. Posteriormente, se optará por una mirada electiva de algunos aspectos de los debates electorales televisados, que, según considero, son aplicables a la mayoría de casos en la región. En paralelo, se particularizará algunos aspectos que son interesantes para la problemática peruana en donde los debates se encuentran en proceso de institucionalización.

1. El modelo

Para organizar el análisis semiótico, se requiere de un modelo de conjunto que oriente racionalmente las reflexiones sobre el fenómeno que aquí concierne. En ese sentido, se utilizará el modelo elaborado por Jacques Fontanille (2014) denominado recorrido generativo del plano de la expresión.

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Cada plano de inmanencia supone una semiótica-objeto y un tipo específico de experiencia relacionada con la significación, el cual posee sus propias reglas de análisis. Se denominan planos de inmanencia porque a cada nivel le corresponde un plano del contenido; es decir, cada plano de inmanencia es capaz de hacer sentido por sí mismo y puede ser analizado de forma independiente. Asimismo, los planos de inmanencia se relacionan entre sí a partir del principio de integración, a través del cual cada plano puede ser reconocido como distinto del otro, pero al mismo tiempo identificado como parte del plano de inmanencia superior.

Es necesario detenerse por un momento en reconocer cada plano de inmanencia o instancia formal de análisis, empezando por los niveles inferiores:

Los signos o figuras son aquellas unidades mínimas susceptibles de ser reconocidas o percibidas en el plano de la expresión. Este plano de inmanencia se remonta a las teorías fundacionales de la semiótica que privilegiaron en los primeros modelos la explicación del funcionamiento del signo.

Como un ejemplo ilustrativo, se puede observar un teléfono celular donde se encontrarán muchas o pocas figuras: desde las letras y números que identifican cada botón hasta la marca del aparato. Algunos celulares cuentan con íconos que representan las aplicaciones que pueden funcionar en ellos, además de los fondos de pantalla, que contienen signos como una casa, árboles y nubes para conformar un paisaje o figuras más abstractas como haces de colores brillantes o gotas de agua.

De manera sumaria, se puede decir que el modelo está organizado en seis planos de inmanencia:

Planos de inmanencia

Signos

Textos-enunciados

Objetos

Escenas prácticas

Estrategias

Formas de vida

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113Capítulo III. aproxImaCIón semIótICa a los debates eleCtorales televIsados

Los textos-enunciados constituyen un nivel mayor de análisis con respecto a los signos y figuras. En ese sentido, son totalidades conformadas por los signos o figuras. La experiencia frente a los textos-enunciados es la de la interpretación. Mientras los signos o figuras se perciben, los textos-enunciados se interpretan. Dicha interpretación será direccionada por la presencia de isotopías o recurrencia de figuras.

A modo de ejemplo, se mencionó anteriormente los íconos que representan las aplicaciones. Si bien estos íconos son diferentes entre sí, guardan en común la misma forma, se ubican en el mismo espacio y su distribución conforma un patrón. Todos tienen por igual el nombre que los diferencia unos de otros. La recurrencia de dichas características orienta el significado de estos íconos con relación a la función general que desempeñan, y permite interpretarlos como aplicaciones.

Instancia formal Celular

Signos o figuras Letras, números, íconos, etc.

Pero los textos-enunciados no solo están conformados por signos o figuras, sino que se hallan en un soporte denominado dispositivo de inscripción. Es decir, el texto está integrado en un objeto-soporte con otros textos-enunciados.

Los objetos son los soportes de inscripción conformados por uno o varios textos-enunciados y que permiten la experiencia sensorial. Se trata de cuerpos materiales o cuerpos-objetos que tienen una doble función: por un lado, son el soporte de los textos enunciados y, por otro lado, remiten al uso o práctica.

Continuando con el ejemplo anterior, se observa que el soporte de la pantalla de aplicaciones, fondos de pantalla, teclado alfanumérico, botones, etc., es el celular o aparato telefónico. El cuerpo-objeto teléfono es el soporte

Instancia formal

Signos o figuras

Textos-enunciados

Celular

Letras, números, íconos, etc.

Pantalla de aplicaciones, fondos de pantalla, teclado alfanumérico, etc.

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de inscripción y posee una morfología o ergonomía adecuada a la práctica en que se usa. En primer lugar, está diseñado para la mano humana: el tamaño y el peso son acordes con lo que la mano puede soportar. En segundo lugar, la ubicación de cada elemento (texto-enunciado) del soporte está dispuesta según la morfología humana. Resulta curioso notar que todos los espacios que son explotados en el celular guardan relación con el alcance que puede tener, por ejemplo, el dedo pulgar de la mano que sostendrá el teléfono: teclado alfanumérico y pantalla en la zona de aplicaciones, botones de activación para subir el volumen y bajarlo. Sea cual sea el modelo de celular, los enunciados están localizados en zonas que remiten a aquella parte de nuestro cuerpo que las operará; eso es lo que en este modelo se denomina morfología práxica.

Instancia formal

Signos o figuras

Textos-enunciados

Objetos

Celular

Letras, números, íconos, etc.

Pantalla de aplicaciones, fondos de pantalla, teclado alfanumérico, etc.

Aparato telefónico

En el ejemplo, se puede observar que la morfología práxica integra al nivel siguiente. En cierta medida, los objetos remiten a las prácticas.

Las escenas prácticas son situaciones semióticas que remiten a la experiencia de la práctica. Son procesos abiertos y en acto que se caracterizan por poseer una estructura predicativa y que pueden confrontarse con otras prácticas. La práctica no es el contexto que permite su explicación. Me refiero a las prácticas en cuanto producen sentido con el objeto-soporte. Asimismo, como el objeto se inscribe dentro de la práctica y se confronta con otras prácticas, la práctica es susceptible de acomodarse, ya sea a objetivos, consecuencias, actores, de modo que conforma la idea de estrategia.

Un ejemplo de este plano de inmanencia son las prácticas de uso del celular. En ese sentido, la realización de la llamada telefónica es una escena práctica que corresponde al celular. Pero lo curioso de estos accesorios de la posmodernidad comunicativa es la variedad de prácticas de uso a las que se asocia el aparato telefónico, que sin duda cuestionan si la «llamada telefónica» es la práctica principal. El gran

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115Capítulo III. aproxImaCIón semIótICa a los debates eleCtorales televIsados

abanico de prácticas (llamada telefónica, chat con amigos, búsqueda en internet, consulta sobre el clima, repelente de mosquitos, etc.) supone confrontaciones y acomodaciones que permitirán estudiar la era multitask. Sin embargo, las confrontaciones van más allá de establecerse entre las prácticas «programadas» del celular, e incluyen la convivencia con otras prácticas aledañas: ¿se puede escuchar clase y chatear con un amigo al mismo tiempo? La generación multitask dice sí, los que no somos de esa generación no entendemos cómo.

La recurrencia de acomodaciones dará lugar a estrategias. La estrategia es el plano de inmanencia que reúne a las prácticas en formas sintagmáticas de acomodación en espacio y tiempo. Lo interesante de este nivel de análisis es que remite a la experiencia de la coyuntura o situación que produce sentido por sí misma y constituye una forma de control, por lo que afecta el valor de los actos comprendidos.

En el ejemplo anterior, se mencionó la confrontación de prácticas de uso asociadas al celular y también la que ocurre con prácticas aledañas, lo cual, en este nivel de pertinencia, da lugar a lo que se puede denominar la estrategia multitask. Esta estrategia de acomodación supone el control y manipulación del tiempo superponiendo o encabalgando varias prácticas a la vez. Esto se observa no solo cuando un alumno está en clase y, al mismo tiempo, se comunica por el chat con un amigo; también es posible que, mientras escucha a su profesor, use el teléfono para conectarse con diccionarios online y consulte alguna palabra desconocida que se esté mencionando en ese momento. El valor en discusión está en la eficiencia que se le adjudica a las prácticas simultáneas. ¿Son posibles? ¿Asistimos a una crisis de una cosa a la vez? ¿Se puede enfocar la atención a varias actividades de manera simultánea? ¿Somos testigos o practicantes de una atención fragmentada e intermitente?

Instancia formal

Signos o figuras

Textos-enunciados

Objetos

Prácticas

Celular

Letras, números, íconos, etc.

Pantalla de aplicaciones, fondos de pantalla, teclado alfanumérico, etc.

Aparato telefónico

Llamadas telefónicas, chat, consulta online, etc.

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Las formas de vida como plano de inmanencia está compuesto por la recurrencia y regularidad de estrategias. La repetición de los estilos y comportamiento, incluso de estrategias que remiten a prácticas diferentes entre sí, conforman el punto de llegada o el de partida de este modelo.

La estrategia multitask, que implica el encabalgamiento de prácticas, se puede encontrar en la optimización de las prácticas o en la eficacia de otros espacios cuyo horizonte es la productividad como forma de vida. Por ejemplo, estrategias acumulativas que buscan la productividad (rentabilidad) del tiempo y del espacio: centros comerciales (supermercados, tiendas de ropa, restaurantes, a la vez) y clubes de esparcimiento (para descansar, para hacer deporte, para tener reuniones corporativas, para celebrar el cumpleaños de tu hijo), dispositivos electrónicos (televisión, internet y cine al mismo tiempo), el hogar (trabaja desde tu casa, atiende a tus hijos y estudia tu MBA online). Un aspecto interesante por discutir es que muchos de estos ejemplos han ido perdiendo o dejando en cuarto o quinto lugar el objetivo original de su creación, alentados por una productividad que no encuentra límite. ¿Podemos seguir defendiendo que estamos en la era de la especialización?

Instancia formal

Signos o figuras

Textos-enunciados

Objetos

Prácticas

Estrategias

Celular

Letras, números, íconos, etc.

Pantalla de aplicaciones, fondos de pantalla, teclado alfanumérico, etc.

Aparato telefónico

Llamadas telefónicas, chat, consulta online, etc.

Multitask

Instancia formal

Signos o figuras

Textos-enunciados

Objetos

Prácticas

Estrategias

Formas de vida

Celular

Letras, números, íconos, etc.

Pantalla de aplicaciones, fondos de pantalla, teclado alfanumérico, etc.

Aparato telefónico

Llamadas telefónicas, chat, consulta online, etc.

Multitask

Hiperproductividad

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117Capítulo III. aproxImaCIón semIótICa a los debates eleCtorales televIsados

La intención original era presentar de forma sumaria, rápida y lo más breve posible una mirada global del modelo sobre el cual se organiza este abordaje semiótico. Una mirada más en detalle se llevará a cabo en relación con el objeto de análisis; no obstante, el lector puede obtener un conocimiento más riguroso del modelo en la obra de Fontanille Prácticas semióticas (2014).

1.1 ¿Por qué elegir este modelo?

El modelo expuesto articula en seis planos de inmanencia el plano de la expresión. Justamente elegí este modelo porque permite centrarse en dos planos que considero importantes en el objeto de análisis: las prácticas y las estrategias. La práctica de la emisión televisiva en vivo ocupa un lugar central y, en cierta manera, la particularidad de este trabajo. Creo, y esa es mi hipótesis de partida, que la construcción de la imagen televisiva en los procesos políticos, en general, y, en particular, en los procesos electorales, es un espacio central en la generación de sentido.

Aun cuando el debate podría ser una práctica que se realice en un claustro cerrado para unos pocos, no obstante, se ofrece a una audiencia masiva. Para que ello ocurra, la práctica que sería para unos pocos se transforma en imagen, pero no en cualquier imagen, sino en una imagen televisiva, y esto repercute en la significación cultural del fenómeno. No solo por su impacto en términos cuantitativos, sino también por su trascendencia ética: el debate televisado evoca la mediatización de las decisiones políticas más importantes de la vida ciudadana, el peso del espectáculo en este proceso y la confrontación como el principio de todo.

¿Por qué centrarse en el plano de la experiencia? Creo que el interés principal de los debates electorales televisados para la sociedad política en su conjunto reside en su valor como experiencia, como fenómeno que configura un ethos político. En cierta medida, la mediatización de la praxis debilita las bases de la institucionalidad política sostenida en los partidos políticos. Los candidatos requieren de los partidos o agrupaciones como una mera formalidad; ya no los necesitan como correas de transmisión que los conecten con los votantes. La pérdida de este vínculo entre los partidos y los votantes, a su vez, transforma la operatividad de los partidos fuera de las campañas electorales; y tampoco funcionarán los partidos como canteras de operadores políticos que faciliten o entorpezcan el ejercicio político.

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2. La centralidad de la práctica en los debates electorales presidenciales televisados

Sin ánimo de hacer un trabajo lexicográfico, nombrar el objeto de análisis es un poco complicado por la necesaria extensión que implica: debates electorales presidenciales televisados. En un mundo en donde todo debe comprimirse, la extensión es un llamado de atención editorial. No se puede omitir el término debates porque es el sustantivo central del objeto de análisis. El problema radica en los adjetivos que detallan la especificidad o el subgénero del objeto de estudio.

Es necesario el término electorales porque no se quiere analizar cualquier forma deliberativa convencional, que puede darse ya sea en el parlamento, en una reunión de trabajo o de amigos. El debate en el ámbito de los procesos electorales ocupa una especial relevancia, porque, justamente, se trata de coyunturas en las cuales la discusión y deliberación de la oferta y demanda política es crucial para la decisión del voto. Todo esto, en un mundo ideal en donde los electores toman decisiones con base en ideas o propuestas, y no a partir de imágenes o de cualquier otra motivación «subalterna». Por tanto, lo electoral permite categorizar correctamente el objeto de análisis en el ámbito en donde considero que es sumamente importante debatir.

Tampoco se puede prescindir del término presidenciales, porque, en aras de una acotación realista de lo que puede abarcar una investigación, es necesario decir que no se analizarán todos los debates electorales, sino solo los presidenciales, dejando de lado los debates regionales y municipales. Si bien no se cuenta con estudios sobre los debates electorales, en general; los debates electorales presidenciales resultan tener una especial atracción, por tratarse de la elección de uno de los tres poderes del Estado y porque, además, el sistema político peruano se basa en un sistema presidencialista. La cuota de poder sobre el Ejecutivo tiene una importancia no solo institucional, sino también simbólica en la mente de los ciudadanos.

Finalmente, tampoco es posible omitir el término televisado, porque permite restringir el objeto de análisis en relación con una práctica que considero crucial en la vida cotidiana, esto es, la mediatización de la política. Se suele escuchar que cada vez los ciudadanos estamos menos interesados en la política; no obstante, consumimos cantidades ingentes de contenido político implícito a través de los medios de comunicación.

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Y subrayo lo implícito: porque no es necesario elegir la sección política del diario para acceder a una forma de representación de lo político. Absorbemos lo político negando dicha sección y optando por la sección de espectáculos o el catálogo de zapatos de la temporada. Y, aunque nos mantengamos en este ámbito de negación y desprecio de la política, es probable que no podamos evadirla en las coyunturas electorales; incluso si no vemos los debates electorales televisados, alguien los ve (los periodistas, un amigo o un familiar) y nos llega la información a través de ellos; con eso confirmamos nuestra opción electoral o elegimos, finalmente, algún candidato. Pero esa información o comentario que escuchamos –y que, evidentemente, viene modificada– tuvo un punto de partida, y fue la imagen televisiva. Es probable que si el debate no hubiera sido televisado, el comentario no habría llegado nunca.

En ese sentido, considero que lo televisado supone una elección de estudio, y es que el objeto de estudio es la práctica que surge en todos aquellos adjetivos que defiendo mantener y en donde lo televisado tiene una especial y particular relevancia. Pongo por delante la práctica semiótica de la emisión televisiva, así como la participación de los candidatos presidenciales, como el eje articulador del objeto de análisis: debates electorales presidenciales televisados.

Ello supone que, con relación al modelo, me ubico a mitad de camino y desde ahí desciendo y asciendo en él. Continuando con la idea de una visión sumaria, presento una aplicación del modelo descrito anteriormente al debate electoral presidencial televisado:

Instancia formal

Signos o figuras

Textos-enunciados

Cuerpo-objeto

Escenas prácticas

Estrategias

Formas de vida

Debate electoral televisado

Candidatos Expresiones verbales

Interacciones organizadas en formatos

Imagen televisiva del debate

Emisión televisiva Participación de los candidatos

Campaña electoral

Mediatización de la vida La política espectacularizada La confrontación como principio de vida política y de la vida, en general

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Los candidatos y sus expresiones verbales constituyen la base sobre la cual se gesta el discurso; y, curiosamente, en el ámbito de la opinión y análisis mediático de los debates electorales, son estos aspectos los que más concitan atención. La cobertura periodística posdebate se centra en dar opinión sobre la imagen de los candidatos y en sistematizar lo que expresaron durante la contienda; y mucha de esta información se ofrece bajo la lógica del marketing político. En una aproximación semiótica, interesa observar sus recurrencias y cómo estas se integran en los formatos negociados previamente a la «práctica». Así pues, los formatos se localizan como componentes en el texto-enunciado, en donde los candidatos y sus expresiones verbales se organizan en interacciones: secuencias de contactos intra e intertextuales. Los relatos que allí se encuentran combinan dos tipos narrativos: una narrativa de confrontación que convive con una narrativa de propaganda. El tránsito entre las figuras y el texto-enunciado desplegará regímenes de ajuste y programación. Las interacciones programadas en los textos-enunciados se inscriben en un soporte: la imagen televisiva en vivo, pues ella integra tanto las interacciones programadas como el permanente ajuste de los candidatos.

La imagen televisiva es producida como enunciado en su interacción con las escenas prácticas: la emisión televisiva y la participación de los candidatos. La acomodación de ambas prácticas ha proyectado controles sobre la gestión y la rítmica del tiempo que dan lugar a la particularidad del debate electoral peruano. Será en la confrontación y acomodación de las mencionadas prácticas en donde emergerá lo electoral como el plano estratégico del discurso. Emitir la imagen y participar en el debate televisado tiene sentido como estrategia electoral, que se encadena a todas las prácticas de la campaña. No obstante, la estrategia es particularmente electoral y ampliamente política, y se integra a un plano mayor: el de las formas de vida. Los debates electorales, junto con otras prácticas, dan sentido a nuestra forma de vivir lo político: atravesada por el consumo de los medios, aderezada como espectáculo y legitimando la confrontación como el principio organizador de la identidad política en el país. La política peruana no es sucia; es confrontacional, manifestación extrema de un sistema hipercompetitivo, en donde el consenso es signo de debilidad e incoherencia.

Las ideas formuladas hasta el momento serán desarrolladas y sustentadas desde una visión semiótica en los acápites siguientes.

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121Capítulo III. aproxImaCIón semIótICa a los debates eleCtorales televIsados

3. La escena práctica: entre la emisión y la participación

El punto de partida es que los debates electorales televisados en el Perú alcanzan el modo de existencia realizado desde 1990 hasta la actualidad. Se han desarrollado en la historia sin interrupciones, tomando en cuenta que, dadas las normas que rigen las condiciones para efectuar un debate televisado, no se puede considerar que en 1995 se censurara la realización del mismo. En ese sentido, la modalidad que rige el debate es la del /hacer/.

El debate electoral televisado como práctica significante supone la participación de dos actantes: los broadcasters y las fuerzas políticas que compiten en el proceso electoral. Sin ellos, la práctica como tal no sería posible. Ambos actantes modalizan la práctica con su /poder hacer/. Desde el lado de los broadcasters, la práctica adquiere la escena predicativa de la emisión en vivo; hacer el debate electoral televisado es emitirlo en vivo. Mientras que, por el lado de las fuerzas políticas involucradas, la escena predicativa es la participación; hacer el debate electoral televisado supone participar en él.

Destinador Objeto Destinatario

Broadcasters Candidatos Imagen televisiva del debate electoral Audiencia

La práctica de la transmisión televisiva en vivo constituye un proceso abierto que establece una función semiótica distinta de la transmisión grabada y editada de cualquier programa de televisión. La escena predicativa en cuestión pone en relación tres actantes: el broadcaster como destinador de un objeto (la imagen televisiva) para una audiencia destinataria. La práctica de la participación de los candidatos supone el proceso que permite que la imagen televisiva del debate electoral tenga contenido; no es posible que esta exista si los candidatos no permiten que sus cuerpos se integren dentro de la imagen. Parafraseando, se puede señalar que la audiencia observa la imagen televisiva de candidatos debatiendo.

Los roles actanciales puestos en escena implican, por el lado del destinador, la manipulación enunciva, y destaca en el objeto de análisis de este estudio la manipulación temporal y espacial. Por el lado del destinatario, obra la práctica interpretativa y de uso de la imagen

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televisiva de los candidatos, quienes asumen roles pasionales en los que se profundizará más adelante.

Con vistas a observar y describir la eficiencia y optimización del debate electoral presidencial televisado, se debe separar el análisis de acuerdo con las modalidades específicas con las que contribuye cada actante, así como abordar posteriormente aquellas modalidades que solo se pueden entender en la complementariedad de ambos destinadores.

3.1 Eficiencia y optimización de la emisión en vivo

Un primer aspecto se refiere al carácter del evento televisado. Siguiendo la tipología de Dayan y Katz (1994), se diferencian los news events de los media events. Los primeros corresponden a la cobertura en vivo de acontecimientos inesperados. Un ejemplo de ello es la transmisión del atentado a las Torres Gemelas en Nueva York; como se recordará, a los pocos minutos de producida la primera colisión, la cadena internacional CNN empezó la emisión en vivo de los acontecimientos1. En cambio, los media events consisten en la cobertura de acontecimientos planificados, como, por ejemplo, la transmisión de mando presidencial. A primera vista, los debates electorales, en general, encajan en los típicos media events; no obstante, en realidad tienen de ambos tipos de eventos, en la medida en que se generan expectativas de que surjan situaciones inesperadas o no programadas. Por tanto, la naturaleza de un debate no es consistente con un evento totalmente planificado.

Para alcanzar el modo realizado, los broadcasters combinan dos modalidades de forma predominante: el /poder hacer/ y el /saber hacer/, con lo que hacen de esta práctica un procedimiento. Modalizan la práctica de la emisión en vivo con el /poder hacer/ en la medida en que disponen de la infraestructura tecnológica para la emisión televisiva. Asimismo, modalizan la práctica con el /saber hacer/, dado que poseen

1 Probablemente, el atentado a las Torres Gemelas constituye el ejemplo emblemático de este tipo de cobertura. Pero no se puede dejar de mencionar que, hace treinta años, doce presos del entonces penal El Sexto se amotinaron y tomaron como rehe-nes a varias personas un 27 de marzo de 1984. Los canales de televisión de la época suspendieron su habitual programación para transmitir en vivo durante todo ese día lo que sería uno de los acontecimientos más sangrientos en la historia penal del Perú. No obstante, la emisión en vivo del acontecimiento fue altamente cuestionada, dado que se convirtió en uno de los detonantes que provocó una mayor agresividad de los amotinados, quienes contaban con un televisor dentro del penal.

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123Capítulo III. aproxImaCIón semIótICa a los debates eleCtorales televIsados

el conocimiento técnico que permite que la práctica se realice. En cierta medida, controlan una parcela importante en torno a la identidad de la práctica, que asegura su particularidad y la diferencia de otras prácticas similares, como lo son los debates electorales que suceden en otras esferas y ámbitos, pero que no alcanzan el estatus de la emisión en vivo.

La emisión en vivo como procedimiento proyecta un conjunto de propiedades observables en la imagen televisiva o cuerpo-objeto y texto-enunciado (niveles de pertinencia inferior), de manera que articula un género particular vinculado a las prácticas televisivas en vivo. Algunas de estas propiedades no hacen más que corroborar la identidad televisiva; pero, entre ellas, la aspectualización temporal es la propiedad más relevante en términos de una forma sintagmática sujeta a control con el fin de producir significación.

Plano de inmanencia

Texto-enunciado

Objeto

Escena práctica

Debates electorales presidenciales televisados

Formato del debate

Imagen en vivo

Emisión en vivo

3.1.1 Rupturas de lo cotidiano

En este punto, conviene abordar el carácter de la transmisión del debate electoral peruano. Las transmisiones directas se organizan en dos grandes tipos de eventos televisivos: los eventos extratelevisivos (cuya organización no es una responsabilidad de la televisión y su existencia es independiente de ella) y los eventos televisivos (organizados por la propia televisión con la finalidad de transmitirlos). En ese sentido, los debates electorales corresponden a un evento mediático extratelevisivo. Sea uno u otro, la transmisión directa depende de la combinación de tres variables fundamentales:

• Planificaciónpreviaonodelapropiatransmisión

•Previsibilidadoimprevisibilidaddeldesenlacedelatransmisión

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•Carácterordinariooextraordinariodelatransmisiónenrelacióncon la parrilla de programación y la consiguiente interrupción del flujo televisivo (Fechine, 2008)

De los tres elementos señalados, los debates electorales cumplen con la condición de la planificación previa de la transmisión. Si bien –y en concordancia con lo trabajado en el capítulo anterior– todo parece indicar una intervención discreta de la televisión, se puede afirmar que su presencia es decisiva en aquello que es transmitido. Para empezar, la televisión interviene en el posicionamiento y distribución de las cámaras que permiten construir el contenido emitido. Se aprecia una narrativa más estructurada, a través de la cual la propia temporalidad puede ser sometida en cierta medida a la transmisión: los segmentos se organizan teniendo en cuenta la pauta y la reserva que se deja para los cortes comerciales y el cumplimiento de la franja electoral, aspectos en los que se profundizará más adelante.

La ruptura de la cotidianeidad televisiva instaura el carácter extraordinario de los debates como acontecimientos televisivos en vivo. El evento transmitido y la propia emisión adquieren autonomía con respecto a la televisión: altera la programación, subvierte las rutinas y patrones de producción. Sin condiciones de manipulación del material registrado, las cámaras adquieren una función de vigilancia2. Las transmisiones que interrumpen el flujo televisivo están frecuentemente asociadas a lo que Dayan y Katz (1994) señalan como ceremonias televisivas. La interrupción de la programación habitual refleja el carácter extraordinario del evento (Fechine, 2008, p. 72).

2 Un ejemplo de acontecimiento con estas características fue la toma de la casa del embajador del Japón a manos del movimiento subversivo MRTA durante una cena. Desde que se difundió la noticia del secuestro, las cámaras de televisión registraron el suceso durante aproximadamente cuatro meses: la liberación de los primeros rehenes, así como la espera por una solución negociada y pacífica que resguardara la vida de los aún rehenes. Si bien la emisión no era permanente, las cámaras se quedaron instaladas frente a la casa del embajador durante todo ese tiempo. Cuando se produjo el operativo Chavín de Huántar, toda la programación televisiva de aquel entonces fue dejada de lado para emitir de forma directa el rescate de los rehenes. Este fenómeno mediático funciona a nivel simbólico y paralelo con la práctica social misma; todo se detuvo para concentrar la atención en lo que sucedía en ese punto de la ciudad capital. El efecto de sentido creado era el de un país entero a la expectativa de un desenlace que nadie podía prever.

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125Capítulo III. aproxImaCIón semIótICa a los debates eleCtorales televIsados

Tal como se estableció previamente, la transmisión en vivo del debate le da una jerarquía especial al evento. Como explican Dayan y Katz (1994), un rasgo clave para la consideración de los media events es que no son parte de la rutina televisiva y social (pp. 1-9). Los media events constituyen una metáfora de los feriados en la práctica social, cuando se interrumpe la rutina y los acontecimientos son vividos y saboreados con una fruición diferente que solo una investigación de efectos podría corroborar. En ese sentido, el debate electoral, al ser en vivo, supone un corte no solo en la rutina social, sino también en la rutina de la propia campaña electoral en la que se ubica, solo equiparable al día de la jornada electoral.

3.1.2 Transmisión en cadena y homogeneización de la identidad del destinador

Un aspecto relevante en el carácter de los debates peruanos es la planificación de la transmisión en cadena. Ello no es una condición per se de los debates electorales, pero sí lo es en términos de los hábitos receptivos de la audiencia peruana. Para que un debate electoral sea catalogado como tal en el ámbito peruano, debe cumplir con el requisito de la transmisión en cadena tanto en radio y televisión.

Así pues, una marca que propicia la construcción o efecto de sentido del «en vivo» se relaciona con la transmisión en cadena. La experiencia o práctica de encontrar en el momento del debate varios canales que pasan el mismo evento le da un carácter diferente y produce cierto efecto jerarquizador de este evento con respecto a otros similares. Por ello, el debate que se emite por televisión y en cadena termina siendo un media event en toda la expresión del término, a diferencia de aquel que solo es transmitido por un canal de televisión (sucede con los debates municipales y regionales). Ello le otorga un carácter totalizante; no se puede escapar de él, a menos que se apague el televisor. Habría que salir totalmente de la exposición mediática para escapar del debate. Y esta impresión es más intensa cuando radio y televisión se unen para tal fin. A esto hay que añadir la presencia actual de las redes sociales, que se convierten en caja de resonancia de los acontecimientos mediáticos.

Otra consecuencia destacable de los debates es su efecto sobre la identidad del destinador de la emisión. Si un canal de televisión es responsable de lo que emite, no se puede afirmar que en los debates se esté ante varios destinadores. La transmisión en cadena tiene la particularidad de homogeneizar la identidad del destinador en un solo actante colectivo, e incide a su vez en el carácter invisible del mismo,

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aspecto en el que se profundizará más adelante. Cada canal de televisión o emisora radial que se «cuelga» a la señal oficial pierde su particularidad y se integra a un todo. Las transmisiones de uno u otro no se diferencian y, aunque alguno pueda arrogarse el hecho de la transmisión, todas son similares. No tendría que ser necesariamente así. Si se piensa en la cobertura de la jornada electoral, todos los canales siguen el mismo hecho; sin embargo, las informaciones son diferentes entre sí, gracias a la particularización operada por los agentes periodísticos. Lo que los debates electorales peruanos demuestran es que el operador periodístico ha sido neutralizado progresivamente hasta ser un mero espectador, al generar una cobertura homogénea. No siempre ha sido así; en los primeros debates electorales, el operador periodístico ingresaba en el segmento dedicado a la pauta comercial; es decir, luego del segmento del debate aparecía un panel de periodistas o expertos que comentaban lo que acababan de apreciar en el debate, lo que daba como resultado coberturas diferentes del debate entre un emisor y otro.

El carácter de la transmisión en cadena repercute en la configuración de la práctica, pero sobre todo en la del texto-enunciado, dado que ante un formato establecido, este se modifica con deslocalizaciones espaciales que se hallan fuera del control de los actores políticos. La evolución histórica de los debates en el Perú ha neutralizado este efecto, reforzando su carácter programático.

3.1.3 Continuidad y sincronía temporal

El estudio de Fechine (2008) de la emisión en vivo de los noticieros ofrece perspectivas interesantes de análisis que se consideran en este estudio. La autora diferencia la transmisión directa del «en vivo»; la primera es un hecho técnico, mientras que el segundo constituye un fenómeno semiótico que depende de los modos en que se organiza el discurso para producir dicho efecto de sentido. Precisa que la transmisión directa en televisión tiene el estatuto de un género que comporta una dimensión propiamente semiótica –asociada directamente a la organización interna de los textos– y una dimensión de naturaleza sociocultural, relacionada con el contexto. Es necesario comprender los géneros en esa doble dimensión y reconocerlos, en el ámbito específico de los medios, como estrategias de comunicación que involucran ciertos hábitos productivos determinados por la producción del texto y ciertos hábitos receptivos determinados por un sistema de expectativas del público. Señala que no es suficiente con

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la colocación de una marca «en vivo» para reconocer que el enunciado corresponde al género de la emisión en vivo. La emisión en vivo proviene del hecho técnico de la transmisión directa, y consiste en la simultaneidad de la producción, la transmisión y la recepción. No obstante, toda emisión televisiva goza de la simultaneidad de la transmisión y recepción. En el caso de la producción, puede ser o parecer en vivo; ello reside en la continuidad temporal del discurso. Lo que diferencia una emisión verdaderamente en vivo de otra que parece ser en vivo es, justamente, la aspectualización de la coordenada temporal (Fechine, 2008, pp. 26-34). La interpretación de la práctica como una emisión en vivo supone el acto semiótico de reconocimiento de la organización temporal.

La continuidad temporal en el plano de la expresión de dicha práctica aparece en la imposibilidad de la edición en el cuerpo de la imagen, lo que produce una sincronización entre el tiempo de la emisión, el tiempo de la imagen y el tiempo del texto. Es esta sincronización, con todos los avatares que podrían acontecer en la práctica, en el cuerpo-objeto y en el texto, la que constituye el indicador por excelencia de la emisión en vivo.

Esto se reconoce en el marco del plano del contenido con el valor de la /duratividad/ e /incoatividad/. Es decir, se entiende que lo que vemos en la televisión no es algo que ya sucedió, sino que es lo que está sucediendo en la «realidad» en otro espacio. La conjunción de estos valores anula el sentido del /pasado/, realiza el /presente/ y actualiza el /futuro/. El presente se experimenta en su duración con la expectativa de lo que va a suceder; en ese sentido, el suspenso es una constante que afecta la fruición con la que el destinatario vivencia la escena práctica del debate electoral televisado. Es el estatuto del /futuro/ lo que provee a la emisión en vivo su particularidad como género de una práctica televisiva.

Un ejemplo fuera del campo político electoral puede aclarar estas reflexiones. Los aficionados al consumo de partidos de fútbol televisados comprenderán con claridad la diferencia de experiencias entre la emisión en vivo y el diferido. Se dirá que el partido en vivo es más emocionante, en cierto sentido, se padece más porque se tiene un desconocimiento absoluto del /futuro/. El futuro es solo un enunciado modalizado por el querer, solo un deseo. No obstante, el fanático de fútbol puede ver el mismo partido en diferido guardando las precauciones de no conocer el resultado final –que ya existe– por ningún otro medio. Si esto fuera posible, aun así, no sería lo mismo. Se observaría el enunciado considerando que el /futuro/ existe, pero se ha decidido voluntariamente

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desconocerlo. Mientras que durante la emisión en vivo, el /futuro/ es una modalidad del /querer/, un deseo, pero ese /futuro/ no existe aún.

De acuerdo con el ejemplo precedente, en el caso de los debates electorales presidenciales emitidos en vivo, el /futuro/ existe bajo la modalidad potencial. Si bien los efectos de sincronía temporal de la práctica, la imagen y el texto existen, es la modalidad de existencia del /futuro/ la que genera diferencias entre un tipo de emisión y otro, incidiendo en su espectacularización.

3.1.4 Segmentación televisiva

En el caso del debate electoral presidencial, la emisión en vivo supone el reconocimiento de una segmentación que ha sido ajustada al formato negociado previamente por los equipos representantes de los candidatos y por los requerimientos propios de las televisoras. Los bloques temáticos y su duración han sido ajustados a la pauta contemplada por la televisora en términos de bloques de emisión y cortes comerciales. La pauta que determina los bloques de emisión y cortes comerciales debe ser respetada escrupulosamente. Por más importante y crucial que sea el contenido del texto-enunciado, este no puede desplazar los segmentos comerciales, dado que la televisión depende de ellos para su supervivencia empresarial, además del marco de respeto a los actos contractuales previamente establecidos por las televisoras.

Este aspecto establece correspondencias isotópicas con el plano del contenido al diferenciar dos significados:

/político/ vs. /comercial/

Al bloque de emisión del debate le corresponde el clasema /político/ y a los bloques publicitarios, el contenido /comercial/. En ese sentido, se encuentra que contenidos como la autenticidad y la simulación se contraponen a los dos tipos de emisión:

Bloques de emisión del debate

/político/

/autenticidad/

/real/

/unidad/

Bloques de emisión publicitaria

/comercial/

/simulación/

/diferido/

/pluralidad/

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129Capítulo III. aproxImaCIón semIótICa a los debates eleCtorales televIsados

Siendo la emisión en vivo concomitante en la producción, transmisión y recepción, ello recrea la presencia de lo /auténtico/; por el contrario, la emisión de los bloques publicitarios conlleva la significación de la /simulación/, dado que no hay concomitancia entre producción y transmisión. Esta diferencia incide en la espectacularización del subgénero «en vivo» y proyecta condicionamientos en la segmentación temporal del formato del debate (texto-enunciado). A ello se suman los significados de tiempo «real» y diferido explicados en el apartado anterior, así como /unidad/ y /pluralidad/. La última oposición hace referencia al carácter único e irrepetible que adquiere la emisión en vivo, mientras que a los bloques publicitarios se les conocerá por la repetición. Desde este punto de vista, la configuración del debate debe ajustarse a la programación televisiva y a las características de su segmentación.

3.1.5 La ruptura del equilibrio escénico por la televisión

En los planteamientos didácticos de Zapelli (2006) sobre la construcción de la imagen escénica en el teatro, que son extensibles a la televisión, resulta interesante el enfoque por el cual señala que la configuración del espacio dentro del discurso va de acuerdo con las necesidades de la sociedad que la produce. En ese sentido, y tomando como referente el pensamiento de Foucault, explica que el espacio es parte de la historia y que la historia de un país puede releerse desde las formas como la sociedad ha organizado, valorado y distribuido el espacio. Zapelli (2006) propone cuatro tipos de espacios involucrados en la puesta en escena: espacio imaginado, espacio real, espacio icónico y espacio lúdico-perceptivo (pp. 4-8).

Esta perspectiva invita a reflexionar sobre las formas de vida que los espacios proyectados en el debate electoral televisado dicen de la sociedad peruana. En un recuento de los espacios seleccionados para organizar el debate, se advierte que la mayoría han sido recintos de hoteles, salvo la excepción en 1990, con el Centro Cívico, y el debate de 2006, que se organizó en un museo. En esta variedad de espacios hay una constante que es la preeminencia de los auditorios como el lugar ideal para desarrollar los debates. En ese marco, los auditorios han mantenido ese decorado tradicional y clásico (cortinas y borlas marcadas por colores clásicos y dorados, los podios como mueblería predominante). Todo ello se quiebra en el último debate presidencial (2011), en el que el auditorio es negado y vestido como set de televisión, lo que representa más la modernidad que el clasicismo de antaño. Esta reciente dualidad puede marcar un punto de inflexión en la representación espacial de la política

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peruana y una mayor integración del lenguaje televisivo. Esta transición práctica del auditorio al set de televisión resulta ser un equivalente en el plano de inmanencia de las formas de vida que transitan de una política tradicional a una política moderna, en el ámbito del plano de la expresión.

Plano de inmanencia

Escena práctica

Formas de vida

Debates electorales presidenciales televisados

Emisión en vivo Auditorio: set de TV

Sociedad peruana Política tradicional: política moderna

Conviene en este momento centrar la atención en el espacio lúdico-perceptivo, el cual es definido por Zapelli (2006) como el espacio real donde es posible el desplazamiento del actor, espacio de invención coreográfica en el sentido teatral del término y de la distribución proxémica de los actores. En cuando a este último aspecto, Zapelli (2006) señala cuatro tipos de distancias posibles de ser representadas: la distancia íntima, la distancia personal, la distancia social y la distancia pública (p. 23). En el caso del análisis de los debates, se observa que en dicho espacio se distribuye a los actores (candidatos y moderador) configurando un balance axial, esto es, un arreglo simétrico que da igual peso a ambos lados del eje y refuerza la idea de una estructura clásica, formal, estática y severa. En ese sentido, la composición escénica de los debates electorales peruanos proyecta una dimensión figural conformada por una línea abstracta horizontal, predominante y simétrica que tiene como eje central de apoyo la figura del moderador.

Tomando en cuenta dicha distribución, se puede inferir el intento permanente de reflejar /equilibrio/ y /neutralidad/ mediante una distribución simétrica de los candidatos. No obstante, esta distribución siempre se rompe con la presencia del encuadre televisivo (plano medio) que focaliza la centralidad del candidato cuando se halla en su performance verbal. Cabe mencionar que no hay una voluntad explícita ni una intención oculta maquiavélica detrás de ello; es simplemente la constatación del hecho en el marco de la significación.

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131Capítulo III. aproxImaCIón semIótICa a los debates eleCtorales televIsados

Por ese motivo, la imagen de /equilibrio/ y /neutralidad/ es ocasional y evanescente para la televisión; probablemente sea permanente o esté más presente en el ámbito del espacio real (escena práctica), el cual se diluye en el espacio icónico televisivo por la actuación de la cámara en su rol de instalador del punto de vista, como se analizará más adelante. En el ámbito del funcionamiento de la significación, coexisten dos fenómenos que no se superponen con facilidad: la representación del debate en el ámbito de la práctica significante y la representación del debate en el ámbito del contenido televisivo. Actualizando la oposición entre mímesis y diégesis: por un lado, el debate electoral en cuanto práctica de un texto social (mímesis); y, por el otro, el debate electoral en cuanto relato bajo códigos televisivos (diégesis).

Plano de inmanencia

Texto-enunciado

Objeto

Escena práctica Emisión en vivo (línea simétrica)

3.2 Eficiencia y optimización de la participación de los candidatos

Según lo establecido hasta el momento, sin broadcasters no sería posible la práctica del debate televisado en ninguna parte del mundo. De la misma manera, se puede decir que, sin candidatos o políticos dispuestos a debatir, tampoco sería posible la práctica en mención. En ese sentido, y para el caso de la práctica que se trata en este trabajo, sin candidatos no hay debate. El tema se vuelve extremadamente sensible cuando el debate se organiza sobre la base de dos candidatos, como se ha hecho en la mayoría de los debates presidenciales peruanos. Basta con que uno no acepte participar para que el debate no sea posible.

No obstante, conviene recordar la expresión silla vacía o empty chair, asociada a los debates electorales. Su origen se encuentra en los debates norteamericanos, pero fue reforzada mediáticamente con la negativa del presidente Carter a debatir. La silla vacía hace referencia al candidato

Debates electorales presidenciales televisados

Diégesis del debate

Imagen en vivo (encuadre)

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o político que se abstiene de participar en el debate; se coloca una silla vacía como presencia de su ausencia y como forma de castigo o exhibición de su renuencia al debate, siendo este último entendido como un bien público y un derecho de los ciudadanos. En el caso peruano, no hay un precedente de este tipo; a lo mucho se ha tenido el caso de un debate (2006) que se inició sin la presencia de uno de los candidatos por su tardanza; en dicha ocasión, el debate comenzó con un podio vacío.

Resulta importante considerar a los candidatos presidenciales como destinadores del debate electoral televisado, debido a que, sin su aceptación de participar, no habría debate. En ese sentido, cabe preguntarse por sus modalidades en el ámbito de las escenas prácticas.

Los políticos llamados a participar en el debate electoral están modalizados con el /poder hacer/. Pueden participar en la medida en que han sido reconocidos como los dos primeros candidatos que pasan a la segunda vuelta. En el único caso de debate electoral presidencial en primera vuelta, la modalidad del /poder/ es tema de discusión: ¿quiénes pueden participar? Cada país que se encuentra frente a esta disyuntiva ha adoptado diversos modos de gestionar esta modalidad. Cabe recordar el primer debate brasileño, en el que todos los candidatos estaban modalizados por el /poder debatir/. No obstante, en el caso peruano, cuando se promovió el debate electoral en primera vuelta (2011), se observó que el formato sería inmanejable si se aceptaba que todos podían participar. En ese sentido, las organizaciones promotoras del debate, entre ellas, la instancia encargada de impartir justicia electoral (JNE), determinaron que solo los primeros cinco candidatos en los sondeos de preferencia electoral podrían debatir. Aun así, los candidatos participantes mostraron dificultades en el manejo del formato.

En este punto, el diseño de un formato inadecuado (demasiados candidatos) produce una síncopa ascendente que se desplaza del texto-enunciado directamente a la escena práctica para ajustarla y controlarla (solo cinco candidatos). Asimismo, la incorporación de los sondeos de preferencia electoral como criterio para determinar la composición sintagmática del debate resulta una suerte de acomodación estratégica con una práctica paralela al debate electoral.

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Esto trajo como consecuencia que cinco candidatos pudieran debatir, mientras que los demás estaban modalizados con el /no poder hacer/, escenario de impotencia para aquellos candidatos que justamente, dada su posición desventajosa en los sondeos, eran los que más necesitaban de un evento de esta naturaleza para obtener mayor visibilidad en la campaña electoral. El énfasis en el /poder hacer/ de los candidatos para su participación en el debate electoral televisado construye la práctica como una praxis.

3.2.1 Hacerse esperar

Gestionar la espera es una forma de control del tiempo, y los políticos que pueden participar del debate lo saben y lo utilizan como una forma de expresión de poder que crea tensión y expectativa. Cuando la prensa empieza a presionar por el desarrollo del debate, preguntan a los candidatos si habrá debate, lo que es una manera cortés de preguntar: ¿quiere debatir?

En ese sentido, el grupo político, en el ámbito de la confrontación, aparece como un manipulador que /sabe manipular/ y /quiere manipular/. En términos de crear la espera, busca que su manipulado esté modalizado con el /no saber hacer/ y el /querer hacer/. El /no saber hacer/ del manipulado consiste en dejarlo sin información explícita que le permita dominar la escena; es una manera con la cual el manipulador lo deja sin poder. Pero esta falta de información potencia el /querer hacer/ del manipulado; el hacerse esperar crea deseo.

Plano de inmanencia

Texto-enunciado

Objeto

Escena práctica

Debates electorales presidenciales televisados

Formato inadecuado (demasiados candidatos)

Participación

(solo cinco candidatos)

Sondeos de preferencia electoral

Publicación y difusión de sondeos

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La espera se puede observar en las relaciones de cortejo, que ofrecen una interesante ilustración de este fenómeno. Cuando el caballero le declara su amor a la dama, no es «bien visto» que ella acepte de inmediato; debe hacerse esperar, esto es, decir al caballero que va a pensar en su proposición. Hacerse esperar no hará más que incrementar el poder de la dama sobre el caballero y el deseo del mismo. Si ella aceptara de inmediato, estaría demostrando un deseo desmesurado que puede ser interpretado por la misma dama y por el caballero como impropio, y claro está, le otorga poder al caballero. La regulación del /querer/ y del /poder/ permite imaginar en qué condiciones se desea tener una relación amorosa.

Algo similar sucede en el campo político: los candidatos crean la espera de la confirmación de su participación en el debate, y de esa manera incrementan la expectativa y el deseo sobre la realización del debate.

Dicho esto, la espera es una forma de control temporal que se ajusta según las circunstancias. La articulación de la espera que aquí se explicita abre un campo imaginario en la práctica; en cierta medida, y gracias a la espera, el debate empieza a ser imaginado antes de su realización. Si el candidato aceptara de inmediato, creerá tener menos poder en la negociación del formato y su situación podría ser desventajosa en el debate. Si se hace esperar, creerá tener más poder para lograr condiciones favorables en el debate.

Por otro lado, la espera permite la construcción de la identidad del actante político con respecto a su /poder/, su /querer/ y su /deber/. El plazo de la espera, prolongado o corto, afecta la identidad del actante y la verdad sobre la práctica. Un periodo extenso subraya el /poder/ del actante, pero a su vez pone en duda el /querer/ del mismo. Esta identidad está en estrecha relación con el actor representado dentro del texto-enunciado, lo que produce una síncopa descendente. Finalmente, se debe señalar que el hacerse esperar es una etapa previa a la práctica misma, lo cual conduce a reconocer los procesos de acomodación estratégica entre una práctica (la espera) y otra (el debate).

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Vale la pena reflexionar sobre las repercusiones que en el plano del contenido tiene este hecho. Hay que considerar que «la espera», así como muchas otras prácticas desarrolladas por los políticos, genera valores como /estatus/ y /dominación/, formas de autoadjetivación con relación a su condición como sujetos políticos. Intuyo que dichos valores encarnados en los gestos políticos son deplorados por la población en general o son considerados como gestos de soberbia que, probablemente, no influyen en lo inmediato, es decir, en los votos de la campaña electoral, pero sí contribuyen en el mediano plazo al desprestigio de la política.

3.2.2 La amenaza

Otra manifestación recurrente en la etapa de negociación es la amenaza, que no es otra cosa que una forma de manipulación propia de la confrontación en aras de alcanzar la dominación. Se conmina a través de los equipos negociadores con que no habrá debate, pero saben que, en realidad, no cumplirán su amenaza; por lo menos la experiencia de los debates en el caso peruano así lo demuestra. De lo que se trata es de lograr las condiciones que los coloquen, si no en situación de ventaja, al menos en situación de equidad con sus contendores.

Las competencias modales del equipo negociador son similares a las del caso de la espera. Se instalan como sujetos manipuladores de la práctica: son un /saber hacer/ y un /querer hacer/. Ello trae como consecuencia en el sujeto manipulado un /saber hacer/, en la medida en que conoce el contenido de la amenaza; y un /deber hacer/, en la medida en que toda amenaza va acompañada de un pedido o exigencia. La conjunción de

Plano de inmanencia

Texto-enunciado

Objeto

Escena práctica

Formato favorable

Participación de los candidatos (negociación)

Espera de la aceptación a debatir

Debates electorales presidenciales televisados

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ambas construye la fórmula modal de la provocación, ya que de lo que se trata es de crear la obligación de que sus requerimientos sean concedidos.

Ejemplos de amenazas se encuentran en los asaltos o robos. Si se saca del espectro todos los robos a mano armada, quedan aquellos robos al paso, que causan breves segundos o minutos de intenso terror. En la mayoría de los casos, la secuencia presenta una primera introducción por parte del asaltante, en la cual la víctima es inundada de insultos e improperios hasta que llega a reconocer en medio de ellos la amenaza de hacerle daño. ¿No sería suficiente con decirle «dame tu celular» o «dame tu dinero»? Efectivamente no, tanto los insultos como el enunciado por el cual se piden los bienes tienen como finalidad que la víctima sepa que está en una situación de peligro y que debe entregar sus bienes sin resistencia alguna. Se puede observar la estrecha relación entre deber y miedo que se articula en la amenaza. De lo que se trata es de crear miedo y credibilidad.

Salvando las distancias, lo mismo sucede en la negociación previa a los debates, sobre todo cuando el intercambio no funciona. El político negociador puede ejercer un acto de presión extrema para conseguir las condiciones que juzga convenientes para su representado.

Sobre las consecuencias explícitas de las amenazas en el plano del discurso analizado, no tengo certezas confirmadas por los testimonios de los moderadores y personas involucradas en la organización de los debates. Estoy segura de su recurrencia, mas no tengo los detalles. Con base en ello, es posible afirmar que las amenazas en las negociaciones pueden alterar las condiciones espaciales y temporales de la práctica, lo que en el lenguaje común se denomina el aspecto logístico (hora, fecha, lugar y número de invitados presentes en el auditorio por cada grupo político). No obstante, las disposiciones espaciales y temporales relacionadas con las prácticas significantes no se reducen a estas figuras. Los aspectos más intensos de la negociación sí proyectan ajustes en la aspectualización espacial del cuerpo de la imagen televisiva y del texto-enunciado, dado que los aspectos discutidos y que han permanecido sin variaciones en el debate son la inmovilidad de la cámara, el tipo estable del encuadre, así como la prohibición expresa de enfocar a un candidato mientras otro es el que habla. Dichos aspectos modifican tanto la calidad de la imagen televisiva como el enunciado. Otro aspecto sobre el que se proyectan modificaciones estriba en la selección de los bloques temáticos, lo que afecta el formato del debate y, por ende, el texto-enunciado. En

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137Capítulo III. aproxImaCIón semIótICa a los debates eleCtorales televIsados

todos estos casos, los ajustes suponen un recorrido descendente con relación al modelo teórico que guía esta aproximación semiótica.

3.2.3 Cuerpos atrapados en el podio

En el caso de los debates electorales peruanos, se ha de considerar el espacio «real», también denominado espacio escénico, compuesto por el complejo real arquitectónico en donde se ubica el espectáculo. Dada la eventualidad del debate, no constituye un espacio destinado para este fin, sino adaptado de forma ocasional para él (hoteles, centro de convención y museo). Dicho espacio escénico se transforma en un espacio icónico compuesto por escenografía, vestuario y luz. El espacio icónico de los debates electorales está conformado por la vestimenta formal de los candidatos y por una escenografía de orden abstracto. Esto es, que los decorados que rodean al debate (cortinas, fondos oscuros o neutrales, mobiliario formal) remiten a contenidos de sobriedad o neutralidad.

Los debates electorales cuentan con un espacio lúdico-perceptivo bastante estrecho para los actores. Esto significa que el espacio proyectado para los actores anula cualquier tipo de desplazamiento; en todo caso, solo queda la posibilidad de la movilidad dentro de un punto espacial, mas no es posible el desplazamiento. Así pues, el cuerpo actoral aparece atrapado en su podio. Esta configuración es reflejo de una concepción tradicional de la política, en la cual la palabra es el principal vehículo de

Plano de inmanencia

Texto-enunciado

Objeto

Escena práctica

Formato del debate (bloques temáticos)

Imagen en vivo (inmovilidad de la cámara

y encuadre estable)

Participación de los candidatos

Negociación previa

a los debates (amenazas)

Debates electorales presidenciales televisados

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expresión de las ideas políticas, forma de vida en extinción, pero que la política peruana lucha por mantener (puritanismo). En cierta manera, el debate electoral está inspirado por esa concepción del político hablante (política de la palabra) cuyo cuerpo carece de desplazamiento, figura trasplantada de la representación parlamentaria a la representación presidencial, revestida de un clasicismo formal totalmente paradójico en el marco de las estrategias en las que se inscribe esta práctica.

Plano de inmanencia

Texto-enunciado

Objeto

Escena práctica

Formas de vida

Debates electorales presidenciales televisados

Espacio representado (cuerpo en podio)

Participación de los candidatos

Política de la palabra (puritanismo)

Esta figura de cuerpo hablante en el debate electoral es paradójica por varias razones. Paradójica, por ser contraria al candidato en campaña electoral que se desplaza por todo el país. Paradójica incluso frente a la figura del candidato en mitin, quien, además de utilizar la retórica verbal, tiene una posibilidad de desplazamiento mucho mayor dentro del escenario que en el set del debate electoral. En ese sentido, el debate electoral, aunque sea televisado, se ha convertido en una especie de «reserva natural» –empleando una figura ambientalista–; no obstante, las consecuencias son menos afortunadas, ya que de lo que se trata es de un «área protegida» de ciertas especies en extinción en el paraje político: el conservadurismo. Estrategia ingenua que no hace más que representar las resistencias de la clase política al devenir de los tiempos de la modernidad política; pero también estrategia oportunista, porque admite la modernidad cuando le conviene y la niega cuando esta modernidad pone en riesgo sus parcelas de poder o le exige competencias que no cree tener.

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139Capítulo III. aproxImaCIón semIótICa a los debates eleCtorales televIsados

3.2.4 Imprevisibilidad: el ajuste en acto o la imposición de la programación

La naturaleza de estos eventos involucra la creación de condiciones de lo inesperado. Por un lado, y en contra de las aspiraciones de los propios actores políticos, se establecen dentro del formato espacios para lo imprevisible; y cuando ello no ocurre, los debates electorales pueden ser calificados como aburridos. Por otro lado, por más que un candidato desee tener todo controlado, requiere que su rival se enfrente a situaciones inesperadas. La inclusión de las réplicas es parte de esa área de riesgo calculado que los formatos exigen para observar y disfrutar cómo reacciona el otro. Ello contribuye a crear cierto equilibrio; no obstante, el candidato que se encuentra en mejor posición en la competencia electoral puede tener menos aspiraciones de confrontar a su rival dada la cómoda posición que ocupa.

Hay ciertos aspectos no planificados que contribuyen a la credibilidad del debate en cuanto formato en vivo: los imprevistos. Aquí se explican tres ejemplos a modo de ilustración de los imprevistos en los debates electorales peruanos.

En el primer debate electoral de 1990, todos los peruanos fuimos sorprendidos cuando en el último bloque, luego de que el candidato Mario Vargas Llosa hiciera su alocución final, el candidato Alberto Fujimori no solo llevó a cabo su despedida y solicitud del voto de la audiencia, sino que agregó una denuncia en torno a una publicación periodística ya preparada que anunciaba el triunfo en el debate del candidato contendor cuando este aún no había finalizado. La ubicación de la denuncia fue estratégica, dado que no había posibilidad alguna de que el candidato Mario Vargas Llosa se defendiera o presentara su descargo dentro del debate mismo.

El debate de 2006, que enfrentó a los candidatos Alan García y Ollanta Humala, comenzó con la ausencia de uno de ellos. Episodio totalmente imprevisto tanto por los organizadores como por el moderador, era natural que el candidato García solicitara el cumplimiento de los acuerdos en las negociaciones y se iniciara el debate a la hora establecida. Así pues, el debate empezó con el podio vacío del candidato Humala, quien apareció en el siguiente segmento. Cabe preguntarse: ¿cómo se hubiera procedido si el candidato Humala no llegaba a tiempo al turno en el que iniciaba su participación en el debate?3

3 En marzo de 2013, se llevó a cabo la consulta popular de revocatoria del mandato de autoridades municipales de Lima, que es un proceso electoral inusual en el con-

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En el debate correspondiente a la primera vuelta de las elecciones de 2011, se produjo un suceso sorprendente. El formato acordado definía que, luego de la intervención de un candidato, otro de los contendores realizara una pregunta al candidato expositor. Sin embargo, el candidato Ollanta Humala decidió emplear dicho tiempo para seguir exponiendo su plan de gobierno y redujo la pregunta dirigida al candidato expositor a un ¿qué opinión le merece esto? La situación era desconcertante; por un lado, el candidato cumplía aparentemente con lo solicitado en el segmento; no obstante, su pregunta no estaba dirigida a cuestionar a su contendor, sino a aprovechar el tiempo para su propio beneficio. ¿Qué debía hacer el moderador? ¿Insistir en su pedido de dirigir la pregunta hacia las propuestas de su contendor? ¿Valía la pena poner en riesgo la continuidad del debate?

En los ejemplos propuestos, se pueden observar tres imprevistos de naturaleza diferente. El primero está en estrecha relación con la naturaleza del formato; los bloques se diseñan justamente para provocar situaciones de este tipo y depende de la estrategia de cada candidato cómo maximizar el formato en su propio beneficio. El segundo caso implica la confrontación y la necesaria acomodación entre prácticas diferentes que afectan el debate electoral (tardanza o ausencia inesperada de uno de los candidatos). Y el tercero supone una manipulación intencional del formato acordado. Cabe recordar que la imprevisibilidad de los acontecimientos supone una realidad que le es exterior a la televisión y, en cierto sentido, está más próxima a la responsabilidad de los políticos que participan del debate. El medio solo sigue el trayecto de los acontecimientos. En este punto, se abre la necesidad de un trabajo más focalizado que permita clasificar las diferentes modalidades en que lo imprevisto puede aparecer en los discursos. En el ámbito de esta investigación, se encuentra que

texto limeño. Durante la campaña previa se enfrentaron los representantes del Sí (promotores de la revocatoria) y del No (representantes de la comuna limeña). Entre ellos se llevó a cabo un debate televisado que recibió el nombre de «Exposición de motivos», que no se transmitió en cadena nacional. En ese evento ocurrió el imprevisto de la ausencia de la mayoría de los representantes del Sí. Cuando esto se produjo, el moderador indicó que se respetarían los tiempos asignados. Luego de la exposición del regidor Pablo Secada, continuó el segmento en silencio por el tiempo que le correspondía al contendor. La imagen resultaba absurda, un plano conjunto del moderador y el regidor en silencio durante tres minutos y medio. Durante la emisión, se tomó la decisión de acortar el segmento de los ausentes a medio minuto para representar de manera simbólica el respeto de los acuerdos. Si bien el ajuste tardó en llegar, la programación se impuso en el primer segmento.

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el texto-enunciado y las prácticas paralelas proyectan características que afectan el significado de la práctica.

Plano de inmanencia

Texto-enunciado

Objeto

Escena práctica

Formato del debate (manipulación o uso de

las réplicas)

Participación de los candidatos

Prácticas paralelas (accidentes)

3.3. Eficiencia y optimización compartida entre la emisión y la participación

He reservado este espacio para las reflexiones en torno a las características de los debates electorales presidenciales televisados cuya responsabilidad no puede ser adjudicada exclusivamente a uno de los destinadores. Más bien, son compartidas por ambos destinadores: los broadcasters y los candidatos.

3.3.1 Ritmo narrativo de la práctica: entre la mesura y la modorra narrativa

Como en toda práctica, el ritmo narrativo produce sentido. El control del ritmo narrativo de la emisión contribuye a su categorización como parte del género televisivo, pero no lo caracteriza en vías de particularizarlo como el subgénero del «en vivo». El ritmo narrativo de los debates electorales televisados es parsimonioso, sujeto en gran medida a la segmentación propia de la televisión. Dicha parsimonia no es una característica particular de la emisión en vivo; en el caso de los noticieros cuya transmisión es en vivo, el ritmo narrativo es mucho más acelerado con respecto a los debates electorales televisados.

La parsimonia de los debates electorales televisados, en cierta medida, está determinada por la concurrencia de las características del cuerpo, imagen que no varía en todo el debate, ni en todos los debates, lo que

Debates electorales presidenciales televisados

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otorga una sobredosis de programación. Ello está estrechamente ligado con la aspectualización espacial que siempre ha fijado el mismo tipo de cámara (fija) y el mismo encuadre (plano medio o busto). El predominio de estas características contribuye a que el ritmo narrativo sea constante y sin variaciones; en resumen, la imagen ayuda a que nada se acelere o se ralentice. Pero, a su vez, este peculiar ritmo está dado por las características del texto-enunciado y de las figuras que lo conforman. En el plano del texto-enunciado, se observan segmentaciones establecidas por los formatos acordados por los equipos negociadores, en lo que se profundizará más adelante. Si bien los formatos se han modificado tímidamente durante la historia electoral peruana, las constantes son mayores que las innovaciones. El predominio de bloques temáticos y de la secuencia: exposición, réplicas y dúplicas, con reducciones sensibles en su duración, contribuye a isotopías modales y a la construcción de propiedades que en el devenir de las prácticas se empiezan a considerar inalterables y ad hoc al género, en cuanto práctica política.

En el plano correspondiente a las figuras, la recurrencia es demoledora. Siempre se tiene la constante del moderador y los candidatos, con puntuales intentos de innovación al incluir un panel de expertos o a la ciudadanía representada, cuyos resultados finales se asemejan más al exabrupto que a la renovación. Todo ello supone continuidades y recurrencias que imprimen una constante en el ritmo narrativo de la emisión.

Plano de inmanencia

Figuras

Texto-enunciado

Objeto

Escena práctica

Debates electorales presidenciales televisados

Candidatos Moderador

Formato de los debates:

Bloques temáticos (segmentación) Exposición, réplica, dúplicas (secuencia)

Imagen en vivo:

Cámara fija Plano busto o plano medio

Emisión en vivo

Participación de los candidatos

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¿Por qué se puede considerar que hay responsabilidades compartidas? Tanto los broadcasters como los promotores del debate han permitido, en aras de la participación, que los políticos creen este monstruo parsimonioso que solo una audiencia muy comprometida se queda a observar. Se ha configurado un /dejar hacer/; los políticos que poco o nada saben de imágenes televisivas han creado este esperpento de cámara fija y focalización centrada en el plano medio, que prohíbe mirar al otro. Con el agravante de concentrar, ingenuamente, la persuasión en la retórica verbal anémica de política e intoxicada de ataques e ironías, lo que da como resultado imágenes puritanas y conservadoras con lenguas venenosas.

Muchas críticas insisten en que el espectáculo ha desplazado a la política. En el Perú, la política ha logrado desplazar cualquier posibilidad de espectáculo desde la perspectiva de mayores variaciones en los ritmos de la emisión y en el ritmo narrativo del enunciado. Si el espectáculo puede articularse en el nivel de pertinencia de las escenas prácticas, justamente sería la emisión en vivo la que promovería formas espectacularizadas provenientes de un control del ritmo narrativo de la práctica. No obstante, una paradoja parece emerger en el caso peruano: la política peruana aplasta el espectáculo. Por integración ascendente, las figuras políticas y periodísticas integradas en el texto-enunciado (debate electoral) y los persistentes formatos que no permiten movilizar el cuerpo de la imagen televisiva terminan por proyectar en el nivel de las prácticas un ritmo constante y parsimonioso, que para algunos será interpretado como una modorra narrativa y para otros será entendido como una forma de mesura política. El juicio de valor que se le quiera dar a esto dependerá del lector; lo que interesa desde un plano semiótico discursivo es el cambio de orientación en las formas de control sintagmático. Normalmente, estas proceden de la práctica hacia a los objetos, texto y figuras, pero que, en este caso particular, proceden de manera inversa: las figuras, el texto y los objetos controlan la práctica produciendo un tipo particular de emisión en vivo que dista mucho del tradicional «en vivo», propio de los formatos de entretenimiento.

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3.3.2 La voluntad pasiva del broadcaster y la resistencia pasiva de los candidatos

Previamente, he señalado una suerte de «dejar hacer» en la que no se profundizó adecuadamente. Ello merece atención, dado su impacto en la identidad de la práctica en que se está trabajando. El impacto de «dejar hacer» involucra lo que en semiótica se denomina modalidades virtualizantes, cuya función es la instauración de la existencia de los sujetos, en este caso, de los destinadores de la escena práctica. No obstante, despierta interés la invisibilidad de las modalidades del /querer/ y/o /deber/ en el contexto de esta práctica. No es posible afirmar que estas modalidades no estén presentes; por el contrario, se hallan presentes como negaciones o en formas curiosamente debilitadas.

En el contexto de los debates electorales peruanos, en la discusión previa a la realización de los mismos, llama la atención la poca presencia de los broadcasters, tomando en cuenta que sin ellos no es posible el debate. Al parecer, su voluntad no está en discusión; ello no necesariamente supone un deseo activo o explícito, pero parece configurarse una especie de /no querer no hacer/ o deseo indiferente.

Un ejemplo de este deseo indiferente acontece en el caso de las personas acostumbradas a comer por antojo, es decir, quienes inesperadamente tienen hambre. Pero hay hambres y hambres. Imaginemos un joven que en la noche tiene hambre y su madre, generosamente, lo invita a comer lo que está en el refrigerador, que no es otra cosa que la comida que

Plano de inmanencia

Signos

Texto-enunciado

Objeto

Escena práctica

Debates electorales presidenciales televisados

Candidatos Moderador

Formato de los debates:

Bloques temáticos (segmentación) Exposición, réplica, dúplicas (secuencia)

Imagen en vivo:

Cámara fija Plano busto o plano medio

Emisión en vivo

Participación de los candidatos

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quedó del almuerzo. El joven se niega a comer lo que hay porque no tiene hambre de «eso». Y puede quedarse toda la noche con hambre (deseo) tratando de identificar de qué tiene hambre, porque no ha definido su objeto de deseo. El deseo está, pero no se materializa en un objeto, lo que explica su parálisis. Es a esta ilustración a lo que se denomina un /no querer no hacer/ o deseo indiferente.

Un esquema similar puede suceder con los broadcasters en el caso de los debates electorales. Hay un deseo para que los debates se desarrollen e inclusive algunos de los medios de comunicación (prensa escrita y radio) organizan sus propios debates. Pero en el caso específico de la televisión, que es la que categoriza de forma única estos debates, aparece como un actor con deseo indiferente. No se puede negar el interés periodístico que involucra el debate en todos los medios de comunicación sin excepción, es decir, hay deseo. No obstante, no se aprecia un interés especial por parte de los broadcasters televisivos para que el debate televisado adquiera propiedades o características que permitan un alcance o impacto mayor de las ideas que se discuten, en aras del derecho ciudadano al voto informado.

Asimismo, la emisión del debate supone un acto facultativo, un /no deber no hacer/. Esto significa que la transmisión de un debate se desarrolla en el marco de la autorización. Si bien todos los canales de televisión y radio lo transmiten, lo hacen a partir de una autorización dada por el Estado para hacer uso de la señal.

La suma del deseo indiferente y del carácter facultativo de la emisión conforma el perfil de la voluntad pasiva (Blanco, 2009, p. 118). En ese sentido, no se observa una participación activa por parte de los broadcasters, sino más bien una suerte de acción displicente que considero que se manifiesta en el resultado anteriormente planteado: la ausencia de un control sobre el ritmo narrativo.

Un ejemplo de la vida cotidiana puede ayudar a clarificar lo que aquí sucede. Cuando tenemos permiso para llevar a cabo una tarea, pero sin una motivación intensa, se produce una suerte de displicencia. Llevamos a cabo la actividad permitida, pero de modo indiferente, de tal suerte que lo mismo nos da si lo hacemos o no. Este escenario pro-duce un efecto sobre la actividad misma, más concretamente, sobre el ritmo de la actividad. Puede hacerse de manera lenta o rápida, pero sin variaciones, de forma programada y casi automáticamente. No hacemos nada para que la actividad tenga un mejor o peor resultado.

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Esta modalidad instaura la presencia ausente de los broadcasters. Parece un contrasentido, pero existe una suerte de invisibilidad que se traduce en poco compromiso por contribuir a que todos los componentes del discurso fluyan de mejor manera; en vez de ello, se ha preferido dejar estos aspectos en manos de los políticos. No es posible obviar que una suerte de escrúpulos o suspicacias pueda ser el motivo de esta configuración. En cierta medida, los broadcasters han preferido mantenerse (o los han mantenido) al margen de todo ello para evitar acusaciones de manipulación del debate en favor de algún candidato o de que se involucren los intereses mediáticos que naturalmente se producen en toda campaña electoral.

Todo ello se complementa con la configuración de las modalidades virtualizantes en el caso de los candidatos. En este punto, la emisión en vivo se sincroniza con la participación de los candidatos, dado que, ante la invisibilidad del /deber/ de los broadcasters, estos desplazan la competencia a través de sus mediadores periodísticos hacia los candidatos. La presión periodística ha consistido, precisamente, en transferir o adjudicar el /deber hacer/, siendo modalizados con la obligación de participar en el debate, ya sea por su carácter ético o moral, así como por las consecuencias prácticas que puede tener para un candidato negarse a participar en el debate.

En ese mismo sentido, los políticos están modalizados con el /no querer hacer/, también denominado ausencia de deseo. Esta puede ser mera especulación; sin embargo, se ve corroborada por los testimonios de los moderadores de los debates –generosamente ofrecidos para esta investigación–, que insistieron en la resistencia a debatir de los candidatos, manifestada a través de sus equipos de negociadores. Sacar adelante un debate electoral de esta magnitud significa un trabajo de filigrana y de mucha paciencia para los promotores de los debates. Los candidatos prefieren no debatir por los riesgos que genera la performance y porque, en cierta medida, la confrontación cara a cara es más incómoda que la que se hace cotidianamente en la campaña, la cual tiene como canal de transmisión a la prensa. El debate implica una performance sin intermediarios y pone al desnudo las capacidades reales del candidato.

La conjugación del deber debatir con el no querer debatir configuran el perfil de la resistencia pasiva (Blanco, 2009, p. 119). Supone desarrollar una actividad más por obligación que por deseo. En cierta medida, estas competencias provocan la aparición de exigencias durante la etapa de negociación del debate que han consagrado ciertas formas de puritanismo audiovisual en la práctica analizada.

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Una modalidad que no he explorado hasta el momento se refiere al /creer/ del actante destinador o enunciador. Al respecto, Fontanille, en su obra Semiótica del discurso (2006), diferencia el /creer/ y el /adherir/ por la lógica de las fuerzas entre dos actantes. El /creer/ es una modalidad que afecta la relación entre sujeto y objeto, «se cree en algo», mientras que el /adherir/ afecta la relación entre el sujeto y un tercero, es decir, «uno se adhiere a alguien o por presión de alguien» (Fontanille, 2006, p. 148). En una obra posterior, diferencia las combinatorias de modalidades susceptibles de afectar las prácticas en dos formas de /creer/, cuya resultante es un ritual autónomo o un ritual heterónomo (Fontanille, 2014, p. 148). Creo que el /adherir/ expuesto en la primera obra ha sido nombrado como un /creer/ para simplificar el análisis, pero, además, se ha adjuntado en la combinatoria el /querer/ para el ritual autónomo y el /deber/ para el ritual heterónomo. En el caso de los debates electorales televisados, considero que el /creer/ se articula en conjunción con el /deber hacer/ señalado previamente, configurando un ritual heterónomo, esto es, un ritual producto de la presión de terceros sobre los candidatos.

4. Texto-enunciado: el debate

Recogiendo los aportes de la semiótica francesa, la instancia enunciativa se propone como el sincretismo de tres coordenadas: el yo-aquí-ahora; el discurrir social y político se ubica en estas tres coordenadas. El enunciado (imagen en vivo del debate electoral) se proyectaría en la negación de estas tres coordenadas como un él-en otra parte-entonces. Es oportuno enfocar la mirada en la espacialización del discurso, recordando lo que Courtés señalaba sobre ello: «Una cosa es articular los espacios en un relato dado, para inscribir allí los hechos y gestos de los actores del enunciado, y otra cosa la manera de presentarlos al enunciatario, de hacérselos ver desde un punto de vista determinado» (Courtés, 1997, p. 384). Ello nos obliga a diferenciar entre el escenario proyectado en el debate electoral y el punto de vista casi imperceptible desde donde se nos hace mirar el escenario.

El establecimiento del punto de vista resulta de gran importancia para el presente análisis porque, en cierta medida, y tal como lo establece Verón (2001) en sus reflexiones, expresa una concepción de la democracia. En ese sentido, interesa observar la articulación del set y su juego de cámaras como presupuestos de los mismos debates; para

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observar cómo condicionan las miradas del enunciatario y hasta las miradas de los actores del debate.

4.1 Interacciones unilaterales

Como bien lo señala Luis Egúsquiza4, las negociaciones previas intentan generar confianza para que, en ese contexto, el espacio del debate se encuentre nivelado. Sin desmerecer el carácter político de los debates electorales y su importancia en el sistema democrático, los espacios del mencionado evento son organizados enunciativamente como un programa televisivo. Ello conduce a estudiar las implicancias en la disposición del set televisivo y la ubicación de las cámaras. Nadie ve las cámaras cuando se dispone a ver televisión, en cierta medida, porque los programas de televisión se ven a través de ellas. Este aspecto cobra una especial relevancia, pues estas cámaras son las que organizan la relación de los espectadores con el enunciado y nos hacen ver las cosas desde un particular punto de vista. Nadie escoge la perspectiva espacial desde donde mirar; eso lo hace el enunciador con la instalación de las cámaras, que rara vez se ven.

En ese sentido, el esquema siguiente grafica esa reconstrucción de la ubicación de las cámaras a partir de los videos analizados.

Esquema 1

Distribución espacial de cámaras de televisión

A A A

C1 C2M

4 Entrevista a Luis Egúsquiza, realizada el 4 y 25 de octubre en la ciudad de Lima.

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Como se puede observar, un conjunto de cámaras (A) permiten ver a los candidatos y moderadores en un plano medio o plano busto. La cámara hace que se vea el rol que cumplen tanto los candidatos como los moderadores, pero desde una perspectiva cercana medianamente íntima, incluso más próxima que la del público presencial de los debates. El esquema 1 podría no ser exacto, dado que es posible que la cámara esté físicamente ubicada por detrás de los asistentes al debate, pero lo que interesa aquí es que reproduce una imagen cercana de los actores centrales del debate por el plano seleccionado. Si el debate electoral reproduce una distancia social entre los participantes del debate, el punto de vista de la cámara reproduce una distancia personal entre el candidato y la audiencia.

Asimismo, estas miradas tanto de los candidatos como del moderador (C1, C2, M) son paralelas. Este aspecto resulta relevante, ya que establece lo que Verón (2001) señala como la principal función de la televisión: el establecimiento del contacto. De esta forma, la disposición de las cámaras permite a los espectadores establecer un contacto medianamente cercano con los candidatos. Todo está dispuesto para que el candidato y el moderador hablen para la audiencia, nos hablen a nosotros o me hablen a mí. Desde este dispositivo audiovisual, el debate se configura como una relación cuasi expositiva entre los candidatos (la clase política) y nosotros (la sociedad civil). En cierto sentido, hasta el moderador es configurado para que nos informe sobre las reglas del debate. Las cámaras no están dispuestas para crear, ilusoriamente, la idea de un diálogo entre candidatos, sino para una exposición a la audiencia. Si bien los candidatos se miran entre sí durante el desarrollo del debate para cuestionarse, este intercambio de miradas no es representado a través de las cámaras.

Espacialmente, las cámaras construyen una interacción de tipo unilateral desde los actores hacia la audiencia colocándolos imaginariamente en situación de igualdad. Sobre ello, resulta pertinente recordar la reflexión de Wolton (1998 [1995]) sobre el fenómeno de igualación que se produce en el contexto de la comunicación política. Sostiene que el discurso de la igualdad ha supuesto una descalificación de las élites, mas no su desaparición. Las élites siguen existiendo y dominando, pero desprovistas de toda responsabilidad social. El discurso actual las hace aparecer como expresión de la meritocracia y bajo el rol del experto. «La igualación nos da el falso sentimiento de una democratización. Y esto resulta particularmente cierto en política: cada uno cree encontrarse en el nivel de “todos” para concebir y analizar los problemas de cualquier índole» (Wolton, 1998 [1995], p. 117). Esta instalación primigenia de la

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cámara contribuye a una normalización de la ilusión de igualación, sin requerir, sobre todo para el que hablará a través de la cámara, su responsabilidad como parte de la jerarquía social.

Otro aspecto que se debe considerar en esta reflexión es lo que las cámaras ocultan; es decir, hacen invisibles otros elementos del enunciado o lo que Courtés (1997) definió como la manipulación enunciativa del /hacer no ver/ (p. 361). Cuando se enfoca a un candidato, oculta al otro. Y esto puede ser parte de un acuerdo previo que prohíbe enfocar a los candidatos contendores mientras un candidato expone, porque de esa manera se comunicarían las reacciones del otro ante la disertación del orador. La forma particular como se ha dispuesto la sucesión de las cámaras prohíbe mirar aspectos simultáneos de la interacción representada dentro del debate.

En el caso peruano, y dado lo primigenio del primer debate (1990), la cámara no nos ocultó las reacciones de un candidato mientras el otro hablaba. Se pudo observar por breves segundos lo que hacía y a quién miraba el moderador mientras disertaba Mario Vargas Llosa. Sin embargo, hay que reconocer que esto fue excepcional dentro del debate y en relación con los debates que se produjeron posteriormente. Pero, al igual que en la experiencia norteamericana, esto puede ser parte de cierta ingenuidad y subestimación del formato audiovisual. Los equipos de negociadores, al conocer mejor el formato televisivo, han impuesto que cuando un candidato habla solamente se le enfoca a él y nada más que a él.

Este planteamiento instaura dentro del texto-enunciado la representación de una interacción entre candidato y su audiencia mediática; y debilita la interacción entre candidatos, la cual sería más acorde con la definición de un debate en su sentido más exacto. En el enunciado se representa a los espectadores como convocados a interactuar pasivamente con el candidato; sin embargo, se limita la observación de la interacción entre ellos. Así se produce una doble relación: por un lado, un actante activo que habla (candidato) y un actante pasivo que escucha (audiencia), pero a su vez también se tiene un actante activo que mira (audiencia) y un actante pasivo que es mirado (candidato); ambas son unilaterales.

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Tanto candidato como audiencia aparecen dentro del debate por operaciones de desembragues. En el primer tipo de interacción, se debe resaltar la enunciación de una audiencia pasiva que solo escucha lo que el candidato le tiene que decir. ¿Esta representación coincide con la realidad? Mucho se ha escrito sobre la audiencia televisiva, que va desde una recepción pasiva hasta su potestad de apagar el televisor, de cambiar de canal o de tener una percepción o interpretación selectiva. Lo que sí se puede establecer en el ámbito de los estudios semióticos es que la representación de la audiencia a partir de la mirada del candidato a la cámara es la de una audiencia oyente, la audiencia que escucha lo que el candidato tiene que decir.

Pero también se representa otra interacción de carácter unilateral en la que el candidato asume el rol pasivo de ser observado y donde la audiencia ejerce el rol activo de observar. No se puede negar esta interacción, sobre todo si se toma en cuenta el valor que se le da al componente visual en la evaluación del debate. Se trata de ver cómo actúa el candidato. Y considero que esta interacción es la menos explorada en el ámbito académico. El debate representa el relato del candidato que se deja observar. En ese sentido, el debate es la continuación del pacto de toda campaña electoral: dejarse exhibir.

Ambas interacciones unilaterales operan amalgamadas en una mutua interacción activa, en donde el candidato que habla es observado por una audiencia que observa y viceversa. En esta combinación, se tiene un candidato que no habla precisamente para ser escuchado, sino para ser observado. Y una audiencia que no observa un cuerpo suspendido

Esquema 2

Doble interacción entre candidato y audiencia

Habla /activo/

Candidato

Observado /pasivo/

Escucha /pasivo/

Audiencia

Observa /activo/

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en el espacio, sino la performance de un actor que habla para no ser escuchado. El resultado de la amalgama de ambas interacciones no deja de ser paradójico; no obstante, creo que esta mezcla se produce fundamentalmente por el formato televisivo. La primera interacción unilateral, en donde el candidato habla para ser escuchado, es propia de un auditorio o de un mitin en campaña, mientras que la de la audiencia que observa al candidato observado es propia de formatos publicitarios gráficos o teatrales. La unión de ambas provoca justamente una paradoja audiovisual.

Retomando la reflexión en torno a lo que la cámara oculta a los espectadores, conviene detenerse en la presencia y ausencia a la vez del público asistente al debate como acontecimiento práctico. Las reglas acordadas en las negociaciones previas al debate, tal como los videos lo demuestran, prohíben cualquier manifestación de aprobación o desaprobación por parte de los testigos directos del debate. Este hecho contribuye a invisibilizar a esta audiencia de primera mano. No hay una intención malévola detrás de ello, sencillamente se trata de concentrar los focos de atención en los protagonistas principales, y no promover distracciones o agregados de contenidos con la inclusión de imágenes extras.

Pero ¿qué significa esta invisibilización que produce el discurso en los debates electorales? Amerita aquí hacer un ejercicio de recordación. En 1990, cuando sucedió el primer debate electoral en el Perú, la reacción posterior de la prensa de aquel entonces, que apoyaba a uno u otro candidato, describió lo que no se vio a través de la imagen. Como se citó en el capítulo anterior, La República señaló quiénes fueron los invitados de Alberto Fujimori al debate, pues las personalidades mencionadas reforzaban la orientación que la propuesta de Cambio 90 tenía en ese entonces (4 de junio de 1990). El ocultamiento del público asistente impide ver quiénes son las personalidades que apoyan a uno u otro candidato, intuyo que con la finalidad de concentrar la atención en el debate mismo. Este detalle contribuye a la personalización de la campaña y hace imposible observar la red de alianzas que promueve a uno u otro candidato, como sí se pudo apreciar en el caso citado con respecto a Fujimori. Las cámaras así como están dispuestas hacen saber que hay personas, pero a la vez enuncian su ocultamiento, el cual se convierte en contenido para la cobertura periodística. El ocultamiento prohíbe

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identificar al candidato como una expresión partidaria u organizativa, construyendo la figura del candidato en soledad.

La soledad del candidato no es nada nueva ni original. Meléndez (2012) sostiene, a partir de una variada recopilación de testimonios de actores vinculados a las organizaciones promotoras de los últimos y más sonados conflictos sociales del país, la existencia de una doble brecha entre los niveles de gobierno, por un lado, y entre la arena social y política, por el otro, debido en gran parte a la debilidad de la intermediación política y de los operadores políticos. Por mi parte, creo que la soledad de la política –descrita y corroborada por Meléndez (2012)– se extiende y se representa en los debates electorales con especial acento. Los debates electorales se celebran, justamente, considerando como gran ventaja la observación de la performance del candidato en soledad, sin el apoyo de sus asesores ni de la red de operadores que se supone que hay detrás del actor político. El debate electoral televisado se constituye en una expresión mediática de la personalización de la política y, por ende, de su soledad, lo que actualiza la idea de que los electores votaremos por un sujeto capaz en sí mismo, mas no por un sujeto que quiere y puede trabajar con otros. Luego solemos lamentarnos de la debilidad de los partidos, de nuestras instituciones y del carácter mesiánico, autoritario y caudillista de nuestra política. Cabe acotar que la inclusión de los debates técnicos puede ser una buena opción para desconcentrar la atención en la figura del candidato.

A esta reflexión hay que agregar la inclusión de una cámara (B) que propone la mirada del observador omnipresente. Una cámara superior que plantea un plano conjunto de todo el escenario. Solo allí se puede saber que hay audiencia presencial, pero, además, se construye la significación del contexto del evento.

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Esta cámara (B) se utiliza, por lo general, para abrir el gran debate, o para abrir y cerrar cada segmento. De los pocos usos que se le da a esta cámara, que propone un plano panorámico, se debe recordar el clásico encuadre final en donde los dos candidatos se acercan a darse el gesto de despedida (abrazos forzados, simple apretón de manos, etc.), detalles y gestos sobre los cuales se ha reflexionado anteriormente y que reaparecerán más adelante.

Desde la perspectiva de Verón (2001), las cámaras (A y B) construyen el cuerpo de la imagen. En una comparación con la cámara cinematográfica, sostiene que esta construye una diégesis ficcional de la representación, mientras que la cámara televisiva es un medio de contacto que plantea condiciones tanto para la producción de sentido como para la recepción (Verón, 2001, pp. 19-20). Siguiendo los criterios de análisis de Verón, se

Esquema 3

Distribución espacial de cámaras de televisión

A A A

C1 C2M

B

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puede afirmar sobre el caso de los debates electorales peruanos que se establece una interfaz directa entre candidato y audiencia (que representa al elector) explicitada anteriormente. En dicha interacción no hay intermediarios, esto debido a dos razones: el contacto con el moderador periodista, que se ubica en paralelo como un actor más, es obviado; por tanto, este es desautorizado como portavoz del elector o audiencia. Así pues, los candidatos nos hablan directamente, e indirectamente entre ellos.

Una excepción sucede en el segundo debate electoral peruano (2001), al instalarse un panel de periodistas o de personajes ilustres5. Una o dos cámaras (D) se agregan a esta nueva disposición, las cuales enfocan a los panelistas en un plano busto; esto genera más cercanía que la que produce el plano utilizado para los candidatos y el moderador. Esta diferencia reproduce una ubicación espacial de los actores acorde a la realidad: los candidatos están ubicados más arriba que los panelistas.

La conjunción de planos tanto de los candidatos como de los panelistas provoca lo que se conoce técnicamente como un plano contra plano, que simula un diálogo o intercambio entre los actores. De esta manera, se construye una interacción entre moderador y panelista, y otra interacción entre candidato y panelista. La preeminencia de las interacciones unilaterales entre candidatos y audiencia, anteriormente trabajadas, cede su paso a interacciones espaciales al interior del debate. Ya no solo se aprecia a un candidato que habla para no escucharlo, sino también relaciones entre los candidatos. Así pues, se pasa de la exposición a la interacción.

5 En dicho panel se encontraban Zenaida Solís, Juan de la Puente y Juan Paredes Castro. En los tres casos, se trata de periodistas reconocidos del medio. A ello se agrega la presencia del sacerdote jesuita Juan Julio Wicht, economista, mas no periodista.

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La instalación de la cámara (D) configura otro tipo de interacción muy diferente de las señaladas anteriormente. Si se compara este esquema con los precedentes, se observa que, en la esquematización anterior, la dirección hacia donde miran las cámaras (A y B) es la misma; la incorporación de las cámaras (D) colocadas para enfocar los rostros de los panelistas agrega otras direcciones. Se añade así la introducción de una interacción mutua y clausurada entre candidatos/moderador y panelistas; en la cual la audiencia es colocada como una observadora cercana de los hechos, de modo que se construye el perfil del testigo.

Pero, como se sabe, la incorporación del panel fue una excepción en la ruta histórica de los debates electorales peruanos. El hecho de que no se repitiera es sintomático de la evaluación de aquel entonces.

Esquema 4

Distribución espacial de cámaras de televisión

A A A

C1 C2M

B

D D

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No obstante, hoy en día muchas voces reclaman que debería volverse a intentar, aunque muchas de ellas no recuerdan este episodio. Lo que esta investigación recoge es una evaluación controversial y una resistencia al cambio muy fuerte por parte de los actores políticos.

En el caso concreto del debate en mención, sostengo que la incorporación de nuevos actores dentro del debate electoral televisado trae como consecuencia una modificación en la disposición de las cámaras y en la generación de nuevas interacciones representadas. La incorporación de nuevos actores resulta sumamente importante en la modificación del dispositivo televisivo, así como en las expectativas políticas que se tienen con respecto a este evento mediático.

4.2 Formatos de interacción

Señala Schroeder (2008) que los debates electorales constituyen performances televisivas de alto riesgo. El corredor delantero siempre será más vacilante ante los debates, porque tiene más que perder; mientras que para el candidato que se halla en segundo o tercer lugar el debate supone una esperanza de poder modificar dicha situación. En ese sentido, señala que la tendencia es programar el debate en fechas muy cercanas a la jornada electoral, debido a que congela las campañas y, además, abre la posibilidad de mover los números. En consecuencia, los debates electorales, más aún si son televisados, tienen riesgosas implicaciones al estar muy cerca de las elecciones (Schroeder, 2008, p. 33). Conviene precisar que en estos eventos están implicados varios planos de análisis, donde la emisión en vivo y la respectiva instalación de las cámaras en representación simbólica de «nuestros ojos» se hallan a medio camino. Otro plano de análisis está relacionado con la negociación de los formatos sobre los cuales se organizará el debate televisado, los cuales corresponden al plano del texto-enunciado.

Este perfil de alto riesgo obliga a detenerse en los formatos acordados por los equipos de negociadores, como una forma de configurar interacciones que permitan gestionar el riesgo inherente a todo debate electoral. Es necesario reflexionar en torno al punto de partida, es decir, el formato. Acordar un formato supone un régimen de interacción programada; es decir, se conviene en que el debate tendrá una forma determinada. Sobre el régimen de programación, me remito al trabajo teórico de Landowski (2009), quien señala que la programación consiste «[…] en actuar desde fuera (típicamente por medio de una fuerza) sobre la localización, la forma,

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la composición o el estado de algún objeto […]» (p. 20). En ese sentido, se puede afirmar que los equipos de negociadores y las organizaciones que acompañan el proceso de organización del debate operan sobre un objeto determinado: el debate electoral. Lo construyen y elaboran para ofrecer una significación determinada, obviamente acorde con sus intereses de campaña, así como con los intereses ciudadanos.

Esta programación se basa en una regularidad simbólica (Landowski, 2009, p. 20) construida desde hace más de dos décadas y con los tropiezos, a modo de aprendizaje, de la democracia en el Perú. Los condicionamientos socioculturales que rodean a los debates a lo largo de los años permiten configurarlos casi como un ritual que, más allá de sus efectos intuidos o comprobados, debe hacerse porque sí.

En cuanto a los debates electorales en el Perú, se puede señalar la existencia de dos formatos que se han ido sucediendo a lo largo de estos años: interacción entre candidatos e interacción entre candidatos y la ciudadanía representada.

• Interacción entre candidatos. En este formato, cada candidato cuenta con un tiempo definido para dirigirse a la audiencia, según temáticas previamente acordadas. El candidato tiene la posibilidad en cada bloque de replicar lo dicho por su contendor y responder a los cuestionamientos del mismo.

• Interacción entre candidatos y la ciudadanía representada. En este formato, se agrega a la interacción entre candidatos formas de representación del electorado.

Si algo tienen en común estos dos tipos de formatos, es el hecho de configurar un tipo de interacción que Landowski (2009) denomina de ajuste.

En las interacciones que dependen del ajuste, el actor con el que se interactúa se caracteriza por el hecho de que su comportamiento obedece a una dinámica propia. […] Los principios de la interacción emergen poco a poco de la interacción misma, en función de lo que cada uno de los participantes encuentra y, más precisamente, como veremos, en función de lo que siente en la manera de actuar de su coparticipante o de su adversario. (Landowski, 2009, p. 46)

Con ello se hace referencia a que los formatos acordados expresan la naturaleza propia de un debate, esto es, interactuar uno en presencia del otro o entre varios. Como se sabe, un debate no es una exposición

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de ideas, y muchas veces la platea reclama durante la campaña electoral una interacción en donde los coparticipantes formulen y discutan sus ideas entre sí. La naturaleza del debate, más aún en el caso electoral, es competitiva; se trata de una confrontación de ideas en donde los participantes que debaten esperan ser contrariados, rebatidos, atacados; y en donde cada uno debe esforzarse por argumentar, defender y convencer acerca de sus propuestas. En ese sentido, los formatos están diseñados para provocar ese tipo de interacción, al incluir las réplicas o al incorporar formas de supuesta interacción con especialistas o la ciudadanía.

Pero si no fuera una interacción por ajuste, ¿cómo sería? Sería un no-debate a base de intervenciones preparadas de antemano y aisladas entre sí. Es decir, una interacción en donde los participantes solo exponen sus ideas, haciendo caso omiso a lo que dicen los demás contendores. Ello configuraría una interacción por manipulación, dado que el objetivo de dicha exposición es conquistar al electorado, aunque muchas investigaciones en otras latitudes han demostrado que los debates fundamentalmente confirman decisiones ya tomadas por los votantes. En el caso de una interacción por manipulación, esta se rige por la motivación; en el contexto peruano, esta sería una motivación consensual por la cual se trata de modificar las competencias de los votantes en su /querer hacer/.

No obstante, una exposición de ideas de campaña podría ser una interacción programada, en donde la sensación de escuchar lo mismo puede configurar formas de hastío y rutina. En cierta medida, los debates están insertos en las campañas electorales y durante ellas ya se ha escuchado (se supone) lo que los candidatos tienen que decir. Y digo «en cierta medida», porque muchos autores defienden los debates como espacios de adquisición de conocimientos, como si los electores hubieran estado ausentes de toda la campaña electoral previa.

Volviendo a la idea del hastío, el debate bajo un formato de interacción programada tendría el sabor de «más de lo mismo». En ese sentido, el debate debería proporcionar algo nuevo a la campaña. ¿Qué de nuevo propone un formato de interacción por ajuste? Que aquellas ideas que (se supone) ya conocemos como electorado, porque estamos muy informados sobre la campaña, las observaremos en dicha ocasión en interacción con otras ideas. A ello se puede presentar dos acotaciones que conviene señalar: ¿realmente la gente está muy informada sobre las campañas antes de los debates?, ¿el debate será la primera vez que se muestre las ideas de los candidatos en interacción?

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Sobre la primera interrogante, solo una investigación de carácter cuantitativo podría afirmar con certeza cuánto sabe la gente sobre la campaña antes del debate electoral. No obstante, considero que la cobertura periodística, que se vuelve más intensa a medida que se acercan las elecciones, hace sumamente difícil estar ajeno a la campaña. Si no es por las noticias, por lo menos cualquier despistado ciudadano notará que la ciudad está llena de propaganda electoral. Por otro lado, las conversaciones cotidianas ponen en agenda el tema. Otra discusión será la calidad de información que manejan los ciudadanos al respecto de los candidatos. Estas y otras ideas hacen muy difícil afirmar que los ciudadanos no cuentan con información el día del debate. Tampoco es cierto que la observación de los candidatos en interacción ocurra por primera vez en el debate televisado. En realidad, la interacción ya se venía dando a través de los medios periodísticos que reproducen provocaciones, respuestas y ataques entre los candidatos.

El plus que ofrece el debate electoral es la interacción de las ofertas de campaña cara a cara y sin intermediaciones de ningún tipo. Los candidatos solos, sin sus equipos de campaña en el oído y sin portátiles6 cerca. Pero, por otro lado, la interacción por ajuste contextualiza mejor lo que serán esas ideas en la cancha política, en la ejecución, porque cualquiera que resulte ganador (se supone) implementará dichas medidas y podrá proyectar las oposiciones que encontrará. En ese sentido, el debate puede construir ese simulacro de la vida política. Aún más, el debate propone un simulacro del contexto político marcado por una competencia estésica, esto es, entender la política o el gobierno como el acto por el cual hay que sentirse recíprocamente, ser sensibles a los otros y estar atentos a los contagios sensibles entre opinión pública y clase política.

Dentro de cada tipo de formato se pueden encontrar versiones más puras o intensas que otras en referencia al ajuste; también hay versiones mixtas que tienen un poco de todo. Es por ello que conviene detenerse en cada una de ellas para precisar sus rasgos y entender cómo estas han aparecido en los debates electorales peruanos.

6 El término portátil hace referencia a las laptops o notebooks. Y se emplea metafóricamente para designar a los grupos de simpatizantes que los mismos partidos movilizan ante la aparición de la figura política. Surge en oposición a la idea de simpatizantes espontáneos que hacen un alto en el camino para apoyar a un candidato o político.

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4.2.1 Interacción entre candidatos

Resulta de sentido común que la mera exposición de las propuestas electorales no es la esencia de un debate electoral. Ello constituye en sí mismo una negación de lo que se supone que es un debate, entendido este como una confrontación de ideas. No obstante, todos los casos tienen un componente más o menos extenso de lo expositivo, ya que para que exista dicha confrontación es necesario que el candidato pueda exponer sus ideas.

El formato que se grafica a continuación es el que más ha predominado en la historia electoral del Perú. En él, básicamente los candidatos, organizados en bloques temáticos y segmentos de tiempo rigurosamente administrados por el moderador, exponen sus propuestas, y estas pueden ser replicadas hasta por dos veces por el contendor. Este ha sido el formato predominante en el debate de 1990 y 2006, basado en el siguiente esquema general:

Orden de participación

Exposición del candidato 1

Exposición del candidato 2

Réplica del candidato 1

Réplica del candidato 2

Dúplica del candidato 1

Dúplica del candidato 2

Este bloque se repite para cada tema, y siempre los tiempos de exposición son mayores que las réplicas. Entre las réplicas, la final (dúplica) cuenta con menos tiempo. Si bien aparece inicialmente como una interacción programada (exposición) y manipulatoria en algunos casos (conquista-provocación), será el formato en su conjunto el que permitirá que dicha interacción sobrevenga en un régimen de ajuste.

Una segunda modalidad de este formato se observó en el debate electoral presidencial de 2011, con ocasión de la primera vuelta electoral. Este debate se distancia de los anteriores por ser el primero que se desarrolló en el contexto de la primera vuelta, lo que trajo como consecuencia que los candidatos participantes sean más de dos. En este

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caso, fue un debate entre cinco candidatos que supuso modificaciones al formato acostumbrado hasta ese momento.

Se mantiene el formato de discusión exclusiva entre candidatos, organizado en un número limitado de bloques claramente diferenciados entre sí (economía, seguridad, etc.). Cada bloque temático se subdividía entre los cinco candidatos, lo que le daba primacía a la personalidad de estos. La estructura en torno al turno de cada candidato fue la siguiente:

Orden de participación

Exposición del candidato 1

Pregunta del candidato 2

Pregunta del candidato 3

Respuesta del candidato 1

Este bloque de participación se repetía cinco veces, una vez por cada candidato. A su vez, los cinco minibloques se repetían por cada tema (tres). Un formato denso, no cabe duda, pero en gran parte debido al número de candidatos participantes. Esto origina también una diferencia significativa con relación al peso de las réplicas de los candidatos opositores; los tiempos se reducen a exposiciones de 2 a 3 minutos y a preguntas de 30 segundos. La densidad del formato y, obviamente, la poca costumbre trajeron confusiones en los mismos candidatos participantes, lo que es notorio en los videos de archivo de este evento. En conclusión, la posibilidad de objetar y cuestionar disminuye; y las escenas de las confusiones y desubicaciones de los participantes provocan que el foco de atención se traslade de las propuestas o ideas a lo anecdótico.

Entre la primera versión y la segunda, cabe subrayar la diferencia entre la visibilidad del tema y la personalización del evento en el candidato. En la primera versión, la presencia de los bloques temáticos es mucho más intensa, de modo que las réplicas giran en torno a lo planteado con motivo del bloque temático. Mientras que, en la segunda versión, el bloque se desvanece y las rondas giran con más intensidad en torno a la figura del candidato más que a su planteamiento.

Sobre estas modalidades de debate, se observa que el régimen de ajuste que previamente se ha identificado se basa en un tipo de sensibi-lidad: la sensibilidad perceptiva.

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Nos permite no solamente experimentar por los sentidos las variaciones perceptibles del mundo exterior (ligados a la presencia de otros cuerpos-sujetos o a los elementos del mundo-objeto) y sentir las modulaciones internas que afectan a los estadios del cuerpo propio, sino también interpretar el conjunto de esas soluciones de continuidad en términos de sensaciones diferenciadas que por sí mismo hace sentido. (Landowski, 2009, p. 50)

He señalado anteriormente que el régimen de ajuste se basa en una competencia sensible. La sensibilidad perceptiva que traigo a colación supone organizar el formato del debate electoral de tal manera que exija dicha competencia a los participantes. Esto es, ser capaces de sentir lo que siente o sentirá el otro (para atacarlo o desestabilizarlo); ajustarse supone ser sensible al otro, percibir su sentimiento de victoria o derrota, falsa o verdadera. Al mismo tiempo, implica ser capaz de sentirse a uno mismo, ser sensible a las propias tensiones internas para disimularlas o expresarlas. Las reglas no son claras, ya que en eso consiste el ajuste; estas emanarán durante la interacción. Ya sea que el candidato, a partir de sus propias competencias sensibles, visualice si le conviene «hacerse la víctima», «hacerse el fuerte» o ambas a la vez; el formato está organizado para crear esa interacción.

No se puede dejar de reflexionar sobre el carácter espectacular que ello trae consigo, ya que el régimen del ajuste es similar a la experiencia de un baile de salón o del espectáculo taurino. Observamos actores que van modulándose y adaptándose a las circunstancias. Lo paradójico es que, sin saberlo, estamos atentos a esas capacidades sensibles de los actores, como cuando vemos a una pareja bailar para un reality, tratando se observar lo ajustados que se encuentran los bailarines ante cada paso o pirueta atlética que realizan. Sin embargo, también es homologable al espectáculo taurino, en donde los espectadores están atentos a las sensibilidades tanto del torero como del toro, pendientes de si uno está temeroso o el otro está encolerizado, de si uno da la batalla o el otro está por desfallecer. Los debates electorales y sus formatos contagian esa mirada, esa atención a las sensibilidades que luego, paradójicamente, la convertimos en seudoteorías de la comunicación no verbal, sin caer en la cuenta de que el formato previamente acordado por los equipos de negociadores ha provocado esa forma de interacción; parece espontáneo, pero no lo es.

En este punto, conviene no perder de vista lo analizado anteriormente. Es sumamente normal que un candidato mire a la cámara mientras expone su oferta electoral, mas no resulta necesariamente coherente que siga

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mirando a la cámara cuando está respondiendo a su candidato contendor. Resulta realmente curioso cómo los debatientes interactúan entre sí, casi sin mirarse. Si bien por breves momentos se lanzan miradas, la mayor parte del tiempo no dejan de mirar a la cámara. En cierta medida, la disposición espacial, o lo que se analizó anteriormente como el espacio lúdico-perceptivo, condiciona esta situación. Como se recuerda, en el formato francés los candidatos son colocados deliberadamente uno frente a otro; o en el caso del primer debate brasileño, la idea de una mesa redonda en donde aparecían todos los candidatos los obligaba a mirarse entre ellos. La disposición espacial en los debates peruanos pone a los candidatos en posición frontal ante la cámara, sin poder escapar de ella. De esta manera, configura una interacción muy frecuente en los debates electorales televisados: los candidatos cuestionan a sus contendores o les responden dirigiendo la mayor parte del tiempo su mirada a la audiencia (cámara).

A primera vista, pareciera que la audiencia termina siendo una correa de transmisión entre candidatos del tipo: le digo a X para que escuche Y. Sin embargo, las imágenes parecen indicar que los candidatos no dejan de actuar para la audiencia.

4.2.2 Interacción entre candidatos y la ciudadanía representada

Al parecer, este formato está centrado en la noción de comunicación política entendida como la confrontación de discursos (político, periodístico y el de la opinión pública) (Wolton, 1998 [1995]). En este formato, no solo se observa a la clase política participante de la contienda electoral, sino también al periodismo o al electorado. Sea uno u otro, se encuentran dos versiones de este formato:

Orden de los participantes

Exposición del candidato 1

Exposición del candidato 2

Réplica del candidato 1

Réplica del candidato 2

Dúplica del candidato 1

Dúplica del candidato 2

Preguntas del panelista

Respuesta del candidato 1

Respuesta del candidato 2

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Este es el formato que se desarrolló en 2001, en el segundo debate electoral de la historia política peruana. Al esquema anterior de exposiciones, réplicas y dúplicas, se le agregó la intervención de una mesa de panelistas, periodistas en su mayoría, cuya función era dirigir una pregunta a cada candidato. Este formato intentó aproximarse al modelo norteamericano, pero su resultado estuvo lejos de ello. Sobre la trascendencia de las preguntas, el tiempo limitado y rígido de dicha intervención devino en una presencia más figurativa y protocolar que en una modificación de las entrañas del formato, salvo en el despliegue espacial, como se mencionó anteriormente.

Aparentemente, este formato solo supone un cambio de actores, mas no un cambio de interacciones. Lo que un candidato hacía con su homólogo pasa a hacerlo con un panelista, que representa más la posición del experto que la de un portavoz del electorado, como sí suele ocurrir en otros países. En este caso, la intervención del nuevo actor es sumamente limitada al impedir una mayor trascendencia a nivel de interacciones.

Una segunda versión aconteció diez años después, en la segunda vuelta de las elecciones de 2011, cuyo esquema general se plantea a continuación:

Orden de los participantes

Exposición del candidato 1

Pregunta del candidato 2

Respuesta del candidato 1

Pregunta ciudadana

Respuesta de un candidato

La secuencia de exposición, pregunta del contendor y respuesta se repite dos veces, una por cada candidato. Todo el bloque se repite cuatro veces, y cada repetición corresponde a un tema (visión del país, seguridad, política social, etc.). Al ser solamente dos candidatos, el formato resultante ciertamente es dinámico, equilibrado y de fácil acceso, en donde la visibilidad del bloque temático se mantiene. Este formato retiene el sistema desarrollado en la versión de la primera vuelta, en donde la réplica del contendor se reduce a la versión de pregunta y donde el encadenamiento de las intervenciones gira más en torno al candidato y menos sobre el bloque. A esto se le agrega un segmento final de «preguntas ciudadanas», formuladas por ciudadanos, y un candidato

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debe responder a cada inquietud. Las preguntas aparecen escritas en pantallas y son mencionadas por el moderador, así como la procedencia e identidad de quien pregunta. En esta versión, se incorpora la idea de un electorado representado por las preguntas ciudadanas y la construcción de una ficción de un candidato que responde a ese electorado.

Al principio de este segmento, señalé que parecía una confrontación de diferentes tipos de discurso: el político, el periodístico (panelistas) y el de la opinión pública (preguntas ciudadanas), pero en realidad no lo es. Porque no hay confrontación; en todo caso, lo que existe es provocación, en el supuesto de que las preguntas, ya sea de los panelistas o de los ciudadanos, en el mejor de los casos buscan ampliar la información como manifestación de un interés específico o, en el peor de los casos, intentan poner en aprietos al candidato. La inclusión de estas variaciones al formato mantiene el régimen de ajuste que se sostuvo inicialmente. La variación produce un cambio de sensibilidad, en donde el candidato ya no es exigido en su sensibilidad perceptiva, sino en su sensibilidad reactiva.

En el marco de análisis propuesto por Landowski (2009), el autor elabora esta segunda forma de sensibilidad en relación directa con los objetos. Menciona, como ejemplo, la situación de un usuario que usa una computadora nueva y esta reacciona demasiado bien a su programación, lo cual supone en el usuario un ajuste basado en una sensibilidad que le permita adaptarse a dichas reacciones. Creo que es posible aplicar este tipo de sensibilidad a la situación de los debates electorales. En estos se introducen los agregados antes mencionados: tanto panelistas como preguntas ciudadanas aparecen como estos aparatos que reaccionan. De esta manera, el candidato debe tener la sensibilidad para reaccionar ante la pregunta que se le plantea, ya sea formulada por un panelista o por un ciudadano.

Ante ello cabría preguntarse: ¿por qué no es sensibilidad perceptiva?, sobre todo en el caso de los panelistas (cuerpos-sujetos). Porque el formato propone una interacción del tipo estímulo y respuesta, que luego no se desarrolla ni prospera más. No es posible, desde los formatos instalados, que las personas ilustres colocadas en el panel o el ciudadano cuyo nombre y DNI aparece en la pantalla con su pregunta escrita puedan retrucar la respuesta del candidato. Tanto panelista como ciudadano preguntan y allí acaba su participación; su coparticipación es limitada, no requiere de ellos más que el asentimiento, sea este positivo o negativo, lo cual nunca aparece en el debate televisado. Por otro lado,

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el único que manifestará una competencia sensible será el candidato, que deberá modular su reacción ante la pregunta sin preocuparse por las consecuencias posteriores e inmediatas. El candidato se adapta a lo preguntado y trata de salir lo más airosamente posible.

Dicho esto, conviene hacer una acotación con respecto a las preguntas ciudadanas. Como se expuso en el capítulo anterior, las preguntas ciudadanas fueron legítimamente obtenidas de los ciudadanos; no obstante, los candidatos tuvieron acceso a la pregunta con anticipación, lo que les permitió prepararse para responderla. En estricto sentido, el bloque de las preguntas ciudadanas «representaron» una sensibilidad reactiva ilusoria y ficticia; en términos reales, fue una interacción manipulatoria en donde el candidato aprovecha dicho bloque para continuar con su actividad proselitista.

No obstante, cabe resaltar que todas las variaciones del formato tienen un carácter ficticio. Tratan de incluir cierta noción de apertura del debate, proponiendo una mayor diversidad de actores. Pero, en términos de los regímenes de interacción en el que se enmarcan, no dejan de ser ilusiones y devienen en un empobrecimiento del formato. Por otro lado, hay una significación particularmente agregada al incluir estas variaciones bajo esas condiciones, y es la de proponer un ajuste limitado de carácter reactivo. En términos políticos, se nos instala figurativamente como ciudadanos, legitimando nuestro rol limitado a preguntar (nuestra reacción es preguntar), y el único sensible es el candidato que debe controlar nuestra pregunta con base en su respuesta.

4.2.3 Interacción de cierre y despedidas

Finalmente, las distancias creadas al interior del espacio proyectado suponen lo que Zapelli (2006) denomina una distancia social entre los actores desembragados dentro del discurso. Dicha distancia es la que se encuentra cotidianamente en el acto de la conversación, de los asuntos impersonales, entre colegas, etc. Asimismo, es la distancia de la participación y de la socialización. Sostengo que la distancia representada en el discurso que se analiza es la distancia social, lo que permite categorizar a los actores involucrados como pertenecientes a un mismo grupo: colegas, pero competidores al fin. Resulta interesante e indispensable representar esta distancia que hace posible reforzar la competitividad entre iguales.

Curiosamente, y por breves segundos, esta distancia social se rompe ante el esperado momento de la despedida final. Las diferentes entrevistas

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a los moderadores confirman que este es un momento particular y tenso en cada debate. Tradicionalmente, se ubica hacia el final como un cierre del evento. El moderador invita a los candidatos a despedirse con un gesto de cordialidad. En ese momento, la distancia social pasa a ser una distancia personal (apretón de manos) o distancia íntima (abrazo). Estas distancias permiten representar desde una cordialidad ficticia hasta una cordialidad agresiva.

• Unailustracióndelprimercasoeselapretóndemanosentrelos candidatos Mario Vargas Llosa y Alberto Fujimori (1990). La iniciativa fue tomada por el escritor, quien se acercó al podio de su contendor. Cordialidad formal y ficticia considerando todas las acusaciones mutuas a lo largo del debate.

•Como ejemplo del segundo caso se puede citar el abrazoforzado entre los candidatos Alan García y Alejandro Toledo (2001). El candidato García, aprovechando su estatura, mantuvo capturado al candidato Toledo con su abrazo.

Los diversos episodios acumulados en la historia de los debates electorales en el Perú vinculados a las despedidas o cierres proponen elementos desafiantes para este análisis a nivel de significación. Más allá del ritual y de las situaciones casi pintorescas que ocurren en ellas, la significación se vuelve paradójica. ¿Por qué se concede una despedida cordial y amable cuando durante todo el debate se ha desplegado una narrativa de conflicto y confrontación? ¿No resulta ciertamente contradictorio esperar un final cordial cuando el debate es una pugna? Creo que el desarrollo del debate electoral despliega una narrativa antagónica en donde dos sujetos (candidatos) se disputan un objeto de deseo; dicho sea de paso, al finalizar el debate nunca está claro quién se lleva el objeto de deseo, la sanción se manifestará a partir del relato periodístico posterior. El gesto de despedida final no deja de ser una ruptura de la diégesis ficcional manifestada durante todo el debate. ¿Puede ser una ficción la confrontación que se observa durante el debate? Aparentemente, y en eso consiste la paradoja, supone enunciar que la confrontación no es más que una ficción necesaria para alcanzar el poder, pero que después todos seguiremos siendo amigos.

La lectura puede ser inversa: el debate manifiesta un conflicto y una confrontación real en el plano social, y el gesto de despedida más bien constituye la ficción, entendido por muchos como un gesto cínico y

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falso. Cabe mencionar que dos de los tres moderadores entrevistados en la fase preliminar de esta investigación manifestaron en off de record circunstancias sumamente tensas para coordinar la famosa despedida final. Entre la amenaza de algún candidato de golpear a su contendor si este se le acercaba o la negación rotunda a ejercer semejante papel, queda claro que la despedida final supone una incoherencia en el marco de la narrativa del debate. En el marco del discurso, implica una ruptura de la diégesis natural del debate.

5. Figuras I. Los candidatos

En este apartado, me concentraré en los actores que aparecen desembragados en el debate electoral televisado. Esta aproximación se ubicará en el plano de inmanencia denominado signos-figuras, al cual le corresponde la experiencia perceptiva. La aproximación que realizaré se ubica en el tránsito que acoge los formantes recurrentes de una expresión que dará lugar a la representación de interacciones en el plano del texto-enunciado. Cabe destacar que las figuras corporales que analizaré actuarán, ya sea paralelamente o en sincretismo, con el discurso verbal, al cual me dedicaré posteriormente. Retomando el modelo organizador, este se presenta como sigue:

Instancia formal

Signos-figuras

Textos-enunciados

Debates electorales televisados

Candidatos Discursos verbales

Interacciones organizadas en formatos

No obstante, conviene precisar mi distancia de cualquier aproximación psicológica u ontológica en torno al fuero interno de las personas que prestaron su cuerpo para esta representación. Asimismo, tampoco aplicaré el tratamiento común que, bajo la denominación de comunicación no verbal, a la larga busca elaborar conclusiones o correlaciones con respecto a los estados psicológicos de los sujetos. Es más, quiero fijar una posición crítica de aquellos que pretenden enarbolar un conocimiento emocional de las personas y que, utilizando los medios de comunicación como sustitutos de un diván, ofrecen diagnósticos emocionales, psicológicos, psiquiátricos o, peor aún, determinan a modo de un polígrafo omnipresente la veracidad de lo que se dice.

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Una breve e interesante selección de las concepciones y tratamientos que el cuerpo ha recibido por parte de algunas disciplinas se pueden encontrar en el trabajo de Jacques Fontanille, en Soma y sema: figuras semióticas del cuerpo (2008). En ese marco, interesan aquellos cuerpos como cuerpos significantes, los cuales encarnarán roles actanciales, y no tanto el cuerpo comunicante en su posición de ayudante (Fontanille, 2008, pp. 167-171).

5.1 Gramática corporal

A continuación, se presenta un ordenamiento de los cuerpos representados en los debates, de su sintaxis corporal y de las interacciones que recrean. Si se toma en cuenta a los actores representados en los debates electorales televisados peruanos, la sintaxis figurativa del cuerpo que se pretende construir aquí se basará en tres áreas: cabeza, manos y torso, salvo en las escenas de las despedidas, en las cuales el cuerpo humano se muestra completo; pero lo que se tiene de manera recurrente es la fracción de un cuerpo. En el caso de la cabeza de los candidatos, se presta especial atención a su movimiento, a la expresión del rostro en su conjunto para la construcción del gesto y a la singularidad de la mirada. La sintaxis figurativa de la que se dispone es absolutamente autónoma de las realidades psicológicas de los sujetos que prestaron su cuerpo, así como de los órdenes sensoriales solicitados por parte del que observa.

Los aspectos mencionados son seleccionados según su recurrencia, abriendo paso a la construcción de isotopías figurativas en el plano de la expresión para dar lugar a los textos-enunciados. Es decir, las recurrencias corporales producen sentido en el marco de la construcción de interacciones al interior de un relato (debate); y a su vez son parte de la mediación corporal o envoltura-continente con el plano del contenido.

De los elementos señalados anteriormente, todas las expresiones gestuales entran en sincronía con el discurso verbal. De todas ellas, hay una expresión corporal que no solo refuerza o acompaña al verbo, sino que, además, agrega información y se distingue de las otras: la mirada. Tal es la jerarquía de este gesto y sus múltiples significaciones en combinación con otras partes del cuerpo que me permiten organizar a los candidatos según sus maneras de mirar.

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5.2 Mirar a la cámara, a la audiencia, a mí

Saber mirar a la cámara no es un conocimiento o arte con el que se nace; puede mostrar un conocimiento y preparación en relación con las distintas performances que lleva a cabo un candidato durante la campaña y durante su carrera política. En el campo semiótico, mirar a la cámara permite demostrar el manejo que el actor tiene con respecto al dispositivo enunciador. Quien mira a la cámara sabe que es parte de un enunciado que será visto por muchos, incluso por millones de personas, aunque en lo inmediato la cámara solo le resulte un artilugio técnico. Pero detrás de ese aparato hay millones de ojos con los cuales ese actor entrará en contacto. Convencionalmente, esa ha sido una de las grandes diferencias entre la cámara cinematográfica y la cámara de televisión: mientras la primera registra una historia, la segunda te pone en contacto con una teleaudiencia. Saber mirar a la cámara significa tener plena conciencia del soporte de inscripción en que quedará plasmado.

Por tanto, en este grupo, he colocado a aquellos candidatos que manifiestan una recurrencia en la mirada a la cámara, ajustando el resto de sus expresiones corporales y gestuales a ello.

5.2.1 Alberto Fujimori: exrector

Sobre este candidato, se puede relevar algunos detalles en cuanto al manejo de su rostro durante el primer debate electoral peruano. Observando lo corporal como un todo, se encuentra en varias ocasiones que el candidato emplea la movilidad de su cuerpo en coordinación con el discurso verbal:

• Se apoya en elmueble amodode acercamiento, refuerzo yexpresión de confianza sobre lo que dice.

•Muevelosbrazosparamostrardocumentos(periódicos)citan-do declaraciones de su contendor.

•Muevelasmanosacompañandosudiscursoverbal;envariasocasiones, la mano derecha sostiene un lapicero.

•Dirigemiradasbreves,casifurtivasasuadversario.

•Emplealasonrisaparareforzar loquediceocuandocitaaladversario.

Se nota que el candidato se relaciona con su contendor a través de sus representaciones en la prensa y a través de breves miradas. En

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cuanto al rostro, los gestos son mínimos; los lentes le permiten ocultar sus cejas, restándole expresividad a los ojos y centrando la atención en la boca, que se presta a ser utilizada en excepcionales momentos para evocar sonrisas que actúan como refuerzo de lo que él dice o dice el otro candidato. Por otro lado, los lentes, unidos al lapicero, activan cierto estereotipo académico.

La cabeza solo desarrolla dos tipos de interacción que se traducen en dos tipos de miradas o contactos: mira el papel y mira a la cámara; dicho de otro modo: mira el papel y nos mira a nosotros. A partir de esto, se puede establecer que este candidato solo interactuaba entre su texto y la audiencia. La mirada a la audiencia (la cámara) era fija, tan fija como la cámara que lo observaba. Salvo contadas excepciones en las que mira con menos intensidad a su adversario, se definen tres tipos de interacciones construidas por este cuerpo:

•Brevesinteraccionesconsuadversario

•Interaccionesconlaaudiencia

•Interaccionesconelpapel,esdecir,consigomismo

El cuerpo Fujimori le dio más primacía a esa audiencia, la miró fijamente y solo le quitó la mirada de encima cuando miraba su papel. Esta interacción abría el enunciado hacia la enunciación, se dirigía al destinatario de la enunciación y la cerraba en una relación consigo mismo, dejando literalmente fuera a su contendor. Estamos ante un candidato que nos mira casi exclusivamente, así como su audiencia (se supone) lo mira con la misma exclusividad.

5.2.2 Alan García: expresidente

La figura de Alan García me permite sostener, a manera de hipótesis, la posibilidad de una evolución desde su primera aparición en debate en el año 2001, cuando su contendor fue Alejandro Toledo, hasta el año 2006, cuando su contendor fue Ollanta Humala. En ambos casos, la expectativa previa a ambos debates era la derrota de los adversarios, dadas las cualidades oratorias reconocidas en el candidato aprista.

Observando con cuidado una y otra vez ambos debates, se pueden señalar algunas conclusiones preliminares. Entre uno y otro debate, las disposiciones corporales de Alan García al debatir casi no se han modificado, a no ser por el natural discurrir de los años. En términos generales, se puede afirmar:

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•Movilizaligeramenteelcuerpomientrashabla.

•Utilizaambasmanosparaapoyarsudiscurso.

•Losgestossonneutrales,dandolapreferenciaalatonalidaddesu voz y a las manos para adjetivar.

•Esunbuenobservadordelacámara.

Si bien se observan diferencias entre un debate y otro, estas no se producen necesariamente por cambios en el estilo oratorio o corporal del candidato, sino por una ligera, pero significativa variación en el plano de la imagen que contiene al cuerpo. En 2001, se tiene un plano busto (desde el pecho hasta la cabeza) y en 2006, un plano medio (desde la cintura hasta la cabeza). Si bien ambos planos poseen un valor expresivo a nivel del gesto, le dan un carácter narrativo al cuerpo. Pero esta diferencia en el plano ¿qué cambios produce a nivel de la expresión?

En primer lugar, en el debate de 2001 solo se observa el cuerpo de los candidatos, mientras que la apertura del plano en 2006 permite captar y hacer evidente la existencia del mueble durante todo el debate. Este pequeño detalle hace posible reafirmar en la imagen de 2006 un gesto corporal común en García, el de apoyarse en el mueble, lo que construye la idea de confianza y seguridad. Este detalle del apoyo sobre el mueble es absolutamente invisible por el encuadre propuesto en 2001. Si no se toma en cuenta esta variación del plano, se puede caer en el error de que el estilo de disertación de García ha variado en el tiempo; en términos reales, no ha sido así. Sin embargo, en términos de imagen audiovisual, esa idea puede plasmarse, dado que la audiencia no está habituada al análisis de los componentes técnicos de la imagen audiovisual. El cambio de plano permite notar una mayor movilidad en el cuerpo de García, movilidad que siempre ha estado presente, solamente que había sido ocultada por la cámara.

Otra característica común del estilo oratorio de García es el uso de ambas manos para apoyar su pródigo discurso verbal; sus manos le permiten dar amabilidad al derroche de saber proveniente de su manejo verbal. En ese sentido, en el debate de 2001, se observa que toda la gestualidad y, en cierta medida, la funcionalidad que se le atribuye a sus manos es cortada por el encuadre. Resulta curioso que García corrija ese impasse (voluntario o casual) a medida que avanza el debate elevando más la gestualidad hacia la altura del pecho. En el debate de 2006, el

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plano es lo suficientemente abierto, lo que permite observar en toda su dimensión la funcionalidad de sus manos en el apoyo de su disertación.

En ambos debates, no hay perjuicio de la mirada dirigida a la cámara, pero los demás elementos corporales sí son seriamente afectados. Como se recuerda, en dicha ocasión, se dispuso la intervención de panelistas al final de cada bloque temático. En esos momentos, y ante las preguntas de los mismos, García dirige su mirada hacia el que pregunta; en dos de las cuatro respuestas a los panelistas termina dirigiendo su mirada hacia la cámara. En ese sentido, García empieza respondiendo al panelista y finaliza hablándole a la audiencia.

5.2.3 Ollanta Humala: excomandante (versión 2)

Sobre este candidato se tienen tres versiones distintas entre sí: en primer lugar, el debut electoral de Ollanta Humala en 2006, y en segundo y tercer lugar, las versiones correspondientes a la primera y segunda vuelta de 2011. No cabe duda de que entre la imagen de 2006 y la de 2011 se presentan cambios significativos llevados a cabo durante toda la campaña y, cómo no, en los debates televisados. Más adelante, profundizaré en la configuración del candidato en su primera versión. Por lo pronto, señalaré las principales modificaciones inauguradas en la segunda versión del candidato Humala, correspondiente al debate televisado en primera vuelta.

La vestimenta informal es cambiada por el traje formal y pulcro; ya no se trataba de convencer de que era como cualquiera de los electores, sino de transmitir la idea de que era parte de la clase política y que contaba con la envoltura de seriedad que se requiere para conducir al país. Humala adquirió el código vestimentario no solo del debate, sino de la política formal. Asimismo, el candidato que se desplazaba mientras hablaba es sustituido por un cuerpo con escasa movilidad. La envoltura vestimentaria contribuye a ello y contiene la energía del cuerpo móvil. No obstante, hay que señalar que ese candidato movedizo empieza a emerger a medida que transcurre el debate, pero sin llegar al tipo de movilidad que se apreció en el debate de 2006.

Los problemas de dicción se superan a través de la lectura de su discurso y una mirada más firme a la cámara. Se observa la sustitución del movimiento corporal por la mirada a la cámara; actuó menos para el auditorio presencial y más para la audiencia televisiva.

Al igual que Fujimori, solo configura dos tipos de contacto: mira el papel y nos mira a nosotros. Priorizó la interacción con la audiencia y, por

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ende, ignoró al resto de sus colegas. Se dejó observar por el electorado ofreciendo una imagen simplificada de sí mismo, sin movimientos que interpretar, lo que permitió concentrar la atención en su palabra.

La prioridad que este grupo de candidatos seleccionados ofrece a la mirada a la cámara permite observar la importancia del establecimiento del contacto en la dinámica televisiva. Todos los elementos del discurso televisivo van encaminados a ello; no obstante, se requiere de un cuerpo entrenado para dicha interacción. Entrenado para mirarnos y entrenado para dejarse mirar. Sin embargo, esta forma de captación del cuerpo no deja de reforzar la idea de una política conservadora de la palabra como principal vehículo de mediación de lo político.

5.3 Miradas vacilantes: entre la cámara y el auditorio

En este segundo grupo, se coloca a aquellos candidatos que, si bien miran a la cámara, lo hacen de una manera diferente que en los casos anteriores. En este grupo, se rompe el predominio de la mirada fija a la cámara y es sustituida por la mirada al auditorio en donde se desarrolla el debate. El espacio real se impone y niega el espacio imaginario en el que se inscribe el debate. Los candidatos se olvidan de que el debate es emitido en televisión; en suma, hay una indiferencia ante el dispositivo enunciador.

Cuando la mirada se desplaza hacia el auditorio, el cual permanece oculto a los ojos de la audiencia, la mirada producida y registrada en televisión se debilita, lo que genera ambigüedad. El hecho resulta más crítico cuando el cuerpo en su conjunto sí mira a la cámara, mas no los ojos, lo que produce la puesta en escena de un cuerpo distraído.

5.3.1 Mario Vargas Llosa: escritor

En el caso del candidato Mario Vargas Llosa, también utiliza el cuerpo para sostener y acompañar su discurso verbal; no obstante, la disposición corporal varía mucho con respecto a su adversario en el debate (Alberto Fujimori):

•Elcuerpoensuconjuntosebalanceaacompañandosudiscursoverbal.

•Emplea eventualmente las manos para apoyar y reforzar sudiscurso oral; toca el mueble, mas nunca se apoya en él.

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•Enlamayoríadelasocasiones,yaliniciodesusintervencio-nes, tiene las manos hacia atrás.

Conviene subrayar dos aspectos sobre las interacciones que el candidato sostiene corporalmente en el debate y reflexionar en torno a ellos. Por un lado, el rostro de Mario Vargas Llosa es rico en gestualidad: lo que dice no solo lo expresa con la palabra, sino con el rostro. Ello puede ser positivo o negativo, dependiendo de la orientación de quien interpreta. Lo que sí se puede señalar es que muchas de esas expresiones faciales resaltan fundamentalmente aspectos negativos de la realidad. Emplea el rostro para enfatizar los problemas que enfrenta la sociedad peruana y usa las manos para reforzar su propuesta. Se representa la emoción a través del rostro, mientras que el compromiso, lo práctico o lo técnico se acentúan con las manos. En general, su gestualidad en el rostro es muy marcada, con cierto predominio de una dramatización disfórica que expresa desde el desagrado ante el problema hasta la repugnancia frente al mismo. Mario Vargas Llosa posee un gesto problematizador.

La mirada constituye un aspecto crítico en relación con el objeto de análisis. Mario Vargas Llosa no mira a la cámara, sus pupilas bailan de un lado a otro. No mira a la audiencia (cámara), su mirada está encerrada en la diégesis ficcional del debate; en buen romance, mira al público asistente del debate, lo cual construye hacia la audiencia una mirada débil o casi distraída hacia fuera del debate. Solo su mirada se vuelve fija a la cámara cuando se despide.

5.3.2 Alejandro Toledo: expresidente

El candidato Toledo puede ser observado en dos procesos electorales diferentes: 2001 y 2011. En el debate electoral de 2001, se presenta un candidato con dificultades iniciales para controlar el tiempo de su intervención. Su cuerpo se apoya en el mueble del orador mostrando confianza, cercanía y seguridad. Si algo caracteriza su disposición corporal es el movimiento del cuerpo en bloque, como un todo, con ligeros balanceos, apoyado por el movimiento de las manos. Su sello característico es el empleo de una ligera inclinación de cabeza para aseverar o reforzar la seriedad de sus ideas.

Con respecto a la mirada, se encuentra la misma configuración que presentaba Mario Vargas Llosa en el año 1990, en el sentido de que si bien mira a la cámara, su mirada es vacilante y no se fija en un solo

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punto. El candidato Toledo mira a la cámara y al auditorio, su mirada se desplaza por varios espacios sin establecer diferencias entre uno y otro.

En los segmentos correspondientes a los panelistas, Toledo responde corporalmente igual que su contendor Alan García. Es decir, fija su mirada en el panelista y contesta apoyado por el movimiento de sus manos. No obstante, en estos segmentos se aprecia que el desplazamiento de su mirada por varios espacios se acentúa.

En el debate electoral de 2011 (primera vuelta), Toledo mantiene su poca movilidad corporal y el empleo de las manos para apoyar su discurso verbal. La voz se ha vuelto más pausada. Continúa con esa mirada descentralizada en varios espacios; el candidato se dirige tanto al auditorio como a la cámara (audiencia). Asimismo, se observa un incremento del movimiento corporal en los momentos en que denuncia o ataca a algunos de los adversarios presentes, fijando con más intensidad su mirada en la cámara. Dicho incremento también coincide con el avance del debate.

5.3.3 Ollanta Humala: excomandante (versión 1)

Anteriormente, se mencionó la existencia de tres versiones del candidato Humala, y ahora se profundizará en la primera versión con la que debuta en los debates electorales. Esta primera aparición no fue muy afortunada; se inicia con una tardanza que el candidato contendor (Alan García) no desaprovechó subrayar y la que el candidato Ollanta Humala señaló como responsabilidad de los seguidores apristas que evitaron su ingreso. Pero aquel no fue el único incidente; un momento tenso se produjo porque el candidato nacionalista se negó a sacar una pequeña bandera peruana que él mismo colocó en su mueble de orador, obligando al moderador a retirar el objeto de escena.

La disposición corporal del candidato Humala establece diferencias significativas con el que fue su contendor en ese momento. La mayoría de candidatos guarda el código vestimentario vinculado con la formalidad del momento. En esta ocasión, la vestimenta del candidato Humala difiere de lo común, pues esta es más informal: blazer y camisa sin corbata. Extiende la informalidad propia de la campaña, en la cual los candidatos se visten como cualquiera de sus electores y recorren los diferentes escenarios del país. Este gesto quiebra la convención del evento y genera una distinción que puede ser tanto favorable como desfavorable en la percepción de los diferentes tipos de votantes.

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Por otro lado, si algo caracteriza la presencia del candidato en escena es su movilidad: balancea y desplaza el cuerpo en el pequeño espacio disponible, mueve las manos reforzando cierta diferencia con la mesura de la política tradicional y otorgándole cierto dinamismo a su presentación. Tiene el balanceo propio de un boxeador en el ring, pero en versión comprimida, que se destaca aún más con la presencia formal de su contendor (García).

Se aprecia un cuerpo con dificultad para controlar el tiempo, ya sea porque es interrumpido y cortado por el moderador o porque habla muy rápido, indicando cierta presión con respecto a la administración de los tiempos. Cabe mencionar que la adecuada coordinación y control del tiempo dentro de los debates colabora en la construcción del sentido de serenidad y eficiencia; por el contrario, los cortes por parte del moderador o la aceleración en la velocidad de la voz contribuyen a significar desesperación, tensión e ineficiencia, aspectos que pueden o no coincidir con la realidad interna de los individuos.

La tonalidad de su voz es variante, muestra dificultades u obstáculos para la pronunciación de las palabras, eleva la voz cuando quiere reforzar o enfatizar alguna idea o denuncia. Mira tanto al auditorio como a la cámara y, por momentos, habla con mayor velocidad a la normalidad establecida en el ámbito de ese debate en particular. Su estilo es la diferencia no solo en relación con su contendor, sino también con el interior de su propia enunciación.

El grupo de candidatos presentado se ha caracterizado por la dispersión y la contradicción entre escenario «real» y escenario televisivo, con la responsabilidad o consecuencia de que la audiencia no puede observar el escenario «real», por lo que encuentra un enunciado disonante y un cuerpo debilitado.

5.4 Candidatos bisagra: gestionando la mirada

En el siguiente grupo están todos los candidatos que, en cierta medida, administran y gestionan su mirada combinando sus expresiones gestuales y corporales según a quién o a qué se mire. El primer caso corresponde a un candidato que utiliza el cuerpo entero como bisagra que establece dos formas de interacción según el objeto de su mira. En el resto de los casos, la bisagra es más sutil y difusa, dado que emplea fundamentalmente la cabeza para establecer esas diferenciaciones. En

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ese sentido, ciertas modificaciones en el formato de los debates han contribuido a este tipo de configuración.

5.4.1 Pedro Pablo Kuczynski: exministro

El caso del candidato Pedro Pablo Kuczynski permite observar la influencia del formato sobre la disposición corporal. En los segmentos en los que el candidato debe exponer su punto de vista o posición frente a los temas planteados en los debates, se observa que, corporalmente, este se caracteriza por la inmovilidad, limitándose a mover la mano izquierda y mirar a la cámara. La mano izquierda la utiliza para apoyar su disertación verbal, como se ha visto en los casos anteriores. Lo extremadamente inmóvil en su disposición corporal puede configurar una significación vinculada con la rigidez.

Una situación diferente se observa en los segmentos en los que el candidato debe responder a las preguntas entabladas por los dos candidatos adversarios. El cuerpo demuestra una mayor soltura, girando según el candidato al que deba responder. Por otro lado, su mirada se desprende de la audiencia o cámara y se desplaza, ya sea al auditorio presente o a su contendores.

Corporalmente, el candidato establece dos campos claramente diferentes de interacción. El primero es de orden más expositivo, dirigido a una audiencia televisiva, mientras que el segundo tipo de interacción ocurre con los actores presentes en el discurso. Una configuración interesante, en la medida en que coloca al candidato como una suerte de bisagra, espacio en donde interactúan dos formas de relación: una con los actores en escena y otra con el enunciatario.

En términos generales, se hallan varios estados enunciados por el cuerpo:

•Movimientos erráticos producto de un formato no muymanejado y conocido por el candidato, lo cual establece una correlación con el significado de la turbación y la confusión.

•Inmovilidadcuandoseexpresaalaaudiencia.

•Cuerpoligeramenteapoyadoenelmueblecomoexpresióndeconfianza, cuando se dirige a los ciudadanos.

Estas formas de representación muestran un cuerpo en adaptación al debate. Una interacción del ajuste, en la cual el formato modifica la interacción corporal significada dentro de la escena.

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5.4.2 Keiko Fujimori: ex primera dama

El caso de la candidata Keiko Fujimori permite visualizar variaciones entre los debates de primera y segunda vuelta. Como se recuerda, en el primer debate, la interacción se desarrolló entre cinco candidatos, mientras que en la segunda vuelta su contendor era solo un candidato.

Si algo caracteriza a la candidata Fujimori es la capacidad de establecer contacto a través de la mirada. Mira y gira el rostro o mira y sonríe. Asimismo, también sabe mirar a la cámara, pero esta es combinada con los demás actores. Tiene la capacidad de establecer contacto con los ojos y distribuye el contacto visual entre los candidatos y la cámara. Mira sus apuntes, mas no lee; esto es apoyado por el tipo de tono de voz pausado, sereno y serio con el que habla. Tal vez, su mejor virtud es la de mirar y con su mirada establece diferentes sanciones sobre sus contendores.

Llama la atención la forma especial de mirar que tuvo hacia el candidato Toledo, quien, a diferencia de los demás candidatos, era el único que se encontraba a su derecha. Varias veces, giró el rostro para mirarlo brevemente de forma seria y crítica, si no es que despectiva, mientras que con los demás fue neutral.

Por otro lado, en este debate, se incluyó a modo de formato la regla de que los candidatos hicieran preguntas antes que réplicas. En ese sentido, cuando la candidata Fujimori tuvo que dirigir su pregunta a Toledo, lo miró por breves segundos y retiró su mirada mientras su cuerpo seguía orientado en dirección al candidato. Continuó hablándole al candidato Toledo, pero sin mirarlo; giró su cuerpo hacia el público para finalmente dirigir su mirada hacia la cámara. Esta forma de rotación del cuerpo obra como una suerte de desplazamiento del contacto, negándose a mirarlo u ofrecerle atención. Elemento que no se observa cuando pregunta a otros candidatos: el cuerpo se mantiene dirigido hacia el candidato al que plantea su pregunta.

Algo similar sucede cuando Keiko Fujimori debe responder a la pregunta interpuesta por el candidato Toledo. Ella empieza mirando seriamente a la cámara y por un breve momento gira hacia la derecha, dirigiendo lo que dice hacia el candidato Toledo para luego retornar su mirada hacia la cámara. Consideramos que es una forma de cuestionar, mencionando un problema y mirando hacia la persona en clara alusión que se lo dirige a él.

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En cuanto a la expresión corporal, se aprecian ligeras variaciones entre la primera y la segunda vuelta. Se observa una mayor movilidad y balanceo del cuerpo al hablar por parte de la candidata Fujimori. El uso de las manos para afirmar lo que dice es mucho más notorio; sin embargo, ello no es visible por el cintillo en la pantalla que indica su nombre.

El primer bloque está planteado bajo un plano medio (de la cintura hasta la cabeza), mientras que del segundo bloque en adelante se cierra el encuadre a plano busto (del pecho a la cabeza). En los segmentos de las preguntas y, a medida que el debate se vuelve más agresivo, la mirada hacia el candidato se vuelve más adusta, crítica y molesta. Cuando mira a la cámara (audiencia) muestra una ligera sonrisa y tiende a asentir impulsando ligeramente el cuerpo hacia delante.

5.4.3 Luis Castañeda: exalcalde

El candidato Castañeda muestra una sutil combinación de los casos anteriores. No prima un tipo de disposición corporal, mira hacia el auditorio, hacia la cámara y hacia sus contendores. En ese sentido, explota más los giros de cabeza como señal de interacción con los diversos actores en escena. Al ser esta forma de representación una constante, establece una configuración que coloca en el mismo nivel al resto de actores (candidatos) con el enunciatario (audiencia), sin establecer ninguna preferencia.

En los segmentos en los que el candidato debe preguntar según las disposiciones de formato acordado, el cuerpo interactúa de forma errática y vacilante con sus papeles, lo que expresa confusión. El formato se impone en toda su magnitud mostrando un cuerpo accidentado disponiéndose al ajuste.

A diferencia de los casos comentados anteriormente, Castañeda muestra un mayor apoyo en la observación del auditorio presente en el debate. Algo similar al caso de Mario Vargas Llosa, pero combinado con movimientos corporales y miradas dirigidas, además, a los candidatos.

5.4.4 Ollanta Humala: excomandante (versión 3)

En la segunda vuelta de 2011, y como ya se mencionó para el caso de la candidata Fujimori, analizado previamente, el plano se cierra del primer al segundo bloque temático. No obstante, el cierre del encuadre no afecta en gran medida los rasgos de las disposiciones corporales del candidato

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nacionalista, debido justamente a que no se pierde información dada su inmovilidad. En ese sentido, se observa un candidato con muy poca movilidad corporal, que inicia su participación con una breve e inusual sonrisa. Intercala las miradas hacia su candidata adversaria, con miradas tanto al auditorio como hacia la cámara. Gesticula más con el rostro, haciendo énfasis en lo que dice. Emplea un lapicero en la mano, tal como lo hiciera en 1990 el candidato Alberto Fujimori. Las miradas hacia su adversaria se caracterizan por ser serias. Hacia el final del debate, balancea y mueve un poco el cuerpo; se permite sonreír y mostrar ciertos gestos y expresiones de informalidad.

Los candidatos mencionados en este tercer grupo muestran habilidades para integrar tanto el escenario «real» como el escenario televisivo. En cierta medida, si el auditorio presencial permanece oculto para la audiencia televisiva, son estas estrategias las que lo hacen presente.

5.5 De los candidatos y sus interacciones

En los párrafos anteriores, se ha tomado a los candidatos como figuras. Las recurrencias corporales han sido consideradas como una tópica somática (manos, torso, rostro, cabeza, miradas) que construye isotopías figurativas relacionadas con las interacciones al interior del texto-enunciado (debate).

Conviene prestar atención a los tipos de interacciones que dichas recurrencias han ido configurando. Para ello, es un referente el trabajo de Landowski, en su obra Interacciones arriesgadas (2009), donde toma la presencia y ausencia del riesgo como regímenes cuya articulación con regímenes de sentido producen cuatro formas de interacción: la programación, la manipulación, el ajuste y el asentimiento (p. 81).

5.5.1 Candidatos manipuladores

Comenzaré esta reflexión con el denominado régimen de manipulación, por el cual un sujeto trata de influir sobre otro (Landowski, 2009, p. 20). En ese sentido, se encuentra una gama de expresiones corporales dirigidas a afectar al otro. Este es un régimen de riesgo limitado dentro del cual cabe mencionar a todos los candidatos, en el sentido de que el debate es, en esencia, un espacio para manipular, modificar las competencias de los contendores y de la audiencia. Un espacio en donde se dispone una serie de tácticas, en donde unos tienen más que ganar o perder. Los candidatos son vestidos de expresiones corporales para

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generar impresiones; los movimientos son pocos o muy calculados para construir sensaciones.

De toda la gama de ejemplos, se puede destacar en primer lugar a Alan García, cuyos gestos están encaminados no solo a reforzar su discurso verbal, sino a convencer a quien se dirige. En este orden, tampoco se puede dejar de mencionar la primera experiencia en debates del candidato Ollanta Humala, quien a través de su movimiento corporal intentaba expresar confianza y seguridad, así como severidad en sus denuncias. En este régimen, se observan motivaciones de tipo consensual mediante las cuales el sujeto manipulador busca modificar las competencias de otro sujeto, haciéndolo querer algo. En ese sentido, tanto García como Humala pretenden modificar la creencia de aquellos a quienes se dirigen, tratando de motivar confianza y certidumbre.

En ese mismo rubro se ubica a Keiko Fujimori, quien a través de sus miradas dirigidas a Toledo provocaba, si no es que amenazaba. No obstante, en este caso se aprecia una motivación de tipo decisional, dado que la manipulación es de orden unilateral e intenta modificar las competencias en el ámbito del deber.

Cabe mencionar, de manera muy genérica, todos los casos en que los candidatos hacen denuncias o ataques mostrando recortes de periódicos o documentos, que, valgan verdades, nadie alcanza a leer. El solo cuerpo enarbolando un objeto a modo de prueba de lo que dice supone una acción manipuladora de la audiencia que observa y del candidato que es cuestionado.

5.5.2 Candidatos programados

La interacción programada /hace ser/ nuevas realidades. En ese sentido, ciertos candidatos actúan dentro de los debates como objetos programados por una fuerza curiosamente reflexiva para recrear la imagen idónea para ese momento de la campaña.

En ese marco, se tienen tres casos cuya performance corporal apunta a una programación. El primero es el de los dos candidatos que debatieron en 1990: el ingeniero Fujimori y el escritor Vargas Llosa. En Fujimori, se observa una regularidad entre la lectura y la mirada fija hacia la cámara, sin apartarse de dicha secuencia. Lo mismo sucede con Vargas Llosa, quien durante todo el debate desarrolló una sola rutina gestual. Curiosamente, la misma configuración aparece poco más de veinte años después en el

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candidato Humala, en su segunda presentación en debates electorales. En dicha ocasión, el candidato se dedicó a leer lo que tenía preparado, incluso en los momentos en que más debía interactuar con los otros candidatos.

En esta lógica, los candidatos señalados actúan y remiten a una regularidad causal producto de una fórmula de comportamiento que no se aparta de su rol temático dispuesto para dicha ocasión (Landowski, 2009, pp. 20-21). Esto supone que el candidato se instala en el debate como un objeto o máquina que funciona tal cual ha sido preparado para dicho fin. Repite lo ensayado, nada le hará cambiar su guion. No necesariamente este tipo de presentaciones son valoradas positivamente; se critica sobre todo que los candidatos lean. Pero detrás de dicho régimen lo que tenemos ante nosotros es la postura del cero riesgo, también denominada régimen de seguridad. No hay nada más seguro que leer lo que con cierta anticipación se preparó; no obstante, esto está acompañado de la insignificancia, más aún en un debate en donde se espera confrontaciones o que los candidatos tomen riesgos en el marco de un espectáculo mediatizado.

Probablemente la expresión máxima de la programación sea la lectura de lo que se dice, pero también se desarrolla en lo gestual y en la mirada. Si bien Mario Vargas Llosa no leía y era «elocuente» en su presentación, su comportamiento no dejaba de ser esperado y regular no solo durante el debate, sino también en todo el desarrollo de su campaña.

Por otro lado, el formato y las disposiciones del set favorecen este tipo de construcción. En la medida en que un formato da más prioridad a la exposición o reduce el tiempo de las réplicas, fomenta que los candidatos tomen menos riesgos. Lo mismo se produce con las cámaras en el set; en la medida en que nuestra mirada esté prefigurada en el escenario, ello permitirá que el candidato controle este aspecto del espectáculo.

Sin embargo, todo es posible para el cuerpo, y el caso del candidato Humala supone un cuerpo en rebeldía ante lo que el formato trata de provocar. No se aparta de su texto hasta tal punto que llega a distorsionar el espíritu del formato, dicho sea de paso, con la complicidad del resto de los participantes. Esto ocurre en los momentos en que el candidato debía preguntar a sus contendores, pero, omitiendo el /deber hacer/, continúa exponiendo su plan de gobierno y coloca una pregunta al final solo por compromiso. Ninguno de los contendores reclamó, la risa cómplice y el espasmo llenó el ambiente y, por más insistencia del

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moderador sobre el sentido del segmento, el candidato no se apartó del rol temático seleccionado para dicho momento.

5.5.3 Candidatos en ajuste

Previamente, se ha definido el régimen del ajuste que en principio todo debate intenta favorecer. Si bien el formato busca promover cuerpos en permanente ajuste, no necesariamente ellos se someten a este tipo de interacción, como se ha señalado anteriormente. Por otro lado, algunos candidatos se mostraron más proclives corporalmente a este tipo de interacción.

En primer lugar, se puede señalar el caso de Pedro Pablo Kuczynski, quien distribuye la atención que ofrece su cuerpo y la mirada entre los candidatos y la audiencia. Una similar configuración se encuentra en el candidato Castañeda y en el candidato Toledo, quien mira a todos, con mayor énfasis en el auditorio presente.

Esta distribución de las miradas manifiesta un cuerpo en permanente interacción con las diferentes presencias en el debate. Los candidatos hacen caso de dichas presencias y toman contacto con ellas haciendo sentir su propia presencia. La sensibilidad expresada en este juego corporal no es unilateral; toma nota de lo que sienten los otros, así como comunica su propio sentir. El candidato muestra una constante adaptación a ese mundo que incluso escapa a lo que visualmente se permite observar en el encuadre del debate. No vemos al auditorio, salvo en los planos iniciales del debate, pero sabemos que está allí, en gran parte porque el candidato lo hace presente con su cuerpo, dirigiéndose a ellos, mirándolos a ellos. Lo mismo sucede con la audiencia, sabemos que existe o, mejor dicho, que existimos en la medida en que el candidato nos hace presentes con su mirada breve o constante. Cuando un candidato mira a otro, aunque no veamos a ese otro, sabemos que existe en la medida en que el plano nos comunica que está mirado a alguien. Mirar, aunque no veamos lo que se mira, ya supone una presencia y construye una significación. Estos candidatos construyen presencias de otros cuerpos a partir de su propia sintaxis corporal.

De todas estas presencias, conviene detenerse por un instante en el acto de mirar a la cámara que tanto se ha mencionado anteriormente. De hecho, la configuración del set favorece la instauración de esta presencia, al colocar la cámara delante de los candidatos para que puedan mirarnos y poniéndonos a nosotros delante de ellos para poderlos mirar de frente.

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La cámara normaliza esta interacción, pero es necesario que el cuerpo del candidato active esta posibilidad.

Asimismo, el formato es también colaborador en la producción de estas presencias al procurar espacios para que el candidato se exprese ante la audiencia. Sin embargo, resulta interesante cómo algunos candidatos recogen una diversidad de presencias y se ajustan a todas ellas.

En este marco, se observan diversos grados de riesgo, que van desde aquellos que concentran su mirada para recrear una sola presencia, la de la audiencia, capitalizando el contacto con miras a la competencia electoral. Un mayor grado de riesgo implica el mirar a varios (auditorio, candidatos, moderador y audiencia-cámara), pero al mismo tiempo muestra mayores ambiciones en términos de ajustes. El candidato asegurado que solo mira a la cámara, en realidad, no se ajusta a nada, en la medida en que no puede captar las modulaciones de esta audiencia invisible al fin; mientras que el candidato que reparte pródigamente su mirar debe ajustarse sensiblemente a mayor variedad de reacciones y comunicar su sensibilidad a una mayor diversidad de interlocutores.

En los casos de Pedro Pablo Kuczynski y Castañeda, también se hallan incidentes de confusión con respecto a sus intervenciones en el debate electoral de la primera vuelta de 2011. Esto se produce en los momentos en que el moderador les indica que deben preguntar y observamos cuerpos desorientados, confundidos y enredados en papeles. En cierta medida, si bien el formato ha sido diseñado para que los candidatos estén en ajuste permanente a partir de la interacción entre ellos, es altamente probable que algunos padezcan estas confusiones a partir del ajuste fallido.

5.5.4 Dispositivos de inscripción

La comparación desarrollada hasta el momento no intenta ser exhaustiva, sino más bien ilustrativa de las maneras como los candidatos y su gramática corporal expresan formas de interacción, las cuales tendrán como destino la constitución de un relato.

Entre todas las recurrencias señaladas desde el inicio de este análisis de orden figurativo, la mirada ha sido y será el punto crítico que afecta el cuerpo-objeto: la imagen televisiva.

•Retomando la estrategia de ejemplos ilustrativos, se puedepensar en cualquier alumno de Comunicaciones que se encuentra en pleno proceso de entrenamiento en el manejo

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de las técnicas audiovisuales; cuando tiene que producir un trabajo audiovisual, suele hacerlo con actores no profesionales. El encargado de la dirección padecerá mucho en sus intentos para que los actores inexpertos no miren a la cámara, sobre todo cuando se están grabando historias. La razón es muy simple: si el actor mira a la cámara, recreará un contacto con la audiencia y quebrará esa delgada capa que separa la «historia» de la «realidad». Es cierto que en muchas ficciones los actores miran a la cámara; sin embargo, esas miradas están construidas y configuradas en el ámbito de la representación de la mirada a otro actor dentro del relato y debe reunir ciertas condiciones técnicas para que ese sentido pueda ser construido.

•Tambiénocurreelcasoopuesto,captadoenlasmismascanterasde la televisión. En un programa concurso de canto, y estando muy próximos a las instancias finales, el coach insiste ante uno de los concursantes en que tiene que mirar a la cámara, que no se trata de cantar para sí mismo ni para el auditorio presente en el set, sino que tiene que cantarle a la gente que está en su casa viendo televisión. ¿Por qué? Porque son ellos los que votan por teléfono y los únicos que tienen el poder de hacerlo ganador. Si el concursante no toma contacto a través de su mirada, la audiencia no votará por él.

Ambos ejemplos buscan retratar la importancia de la mirada como interacción. No se debe olvidar que las interacciones producto de estas recurrencias corporales figurativas se inscriben en la imagen televisiva y, muchas veces, tal como los ejemplos han intentado ilustrar, las personas que prestan sus cuerpos para ser inscritos en la imagen televisiva no tienen conciencia de ello. En el caso de los candidatos que participan en los debates electorales televisados, algunos son más conscientes que otros del carácter televisado de la práctica, es decir, de la inscripción que se llevará a cabo en la imagen televisiva. Es verdad que los asesores de imagen y media training tienen el rol de fortalecer esa dimensión, pero justamente es en los debates electorales televisados en donde, y de eso se trata, los candidatos se encuentran más solos y desamparados que nunca.

Si se toman en cuenta las formas de mirar que aparecen en los debates electorales televisados, es posible formular tres formas de inscripción o resultados de inscripción sobre la imagen televisiva:

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La mirada fija y sostenida a la cámara que tenían varios de los candidatos en los debates electorales inscribía en la imagen un contacto o una relación muy próxima a la que se encuentra en formatos televisivos bajo el rol del conductor de televisión. Este contacto refuerza significativamente la emisión en vivo.

La mirada vacilante, aquella que, si bien mira a la cámara, es una mirada debilitante, porque al parecer el blanco hacia donde apunta está fuera de la cámara (el auditorio presente en el debate). Esta manera de mirar se inscribe en la imagen televisiva construyendo una diégesis ficcional muy próxima a la de los formatos de ficción televisivos (series o telenovelas). Este tipo de inscripción no negará la emisión en vivo, pero tendrá como resultante la instalación de una distancia con la audiencia en la medida en que esta será colocada como un actante observador.

El tercer tipo corresponde a lo que se puede denominar una forma mixta con diversos grados de intensidad, tal como se ha descrito anteriormente en los casos de los candidatos bisagra. La inscripción en la imagen televisiva no dejará de ser un híbrido de las formas anteriores y será muy semejante a los formatos del reality show o telerrealidad. La ficción y la realidad se mezclan en un amasijo que no solo reforzará la emisión en vivo, sino el carácter espectacular del mismo.

6. Figuras II. Expresiones verbales

Uno de los puntos al que más atención se le confiere en el estudio de los debates electorales es el texto verbal. Múltiples análisis de corte lingüístico han explotado esta dimensión, en el sentido de elucubrar aquello que los candidatos dicen o expresan durante el debate electoral. Desde un punto de vista semiótico, no será una prioridad lo que dicen los candidatos, sino el cómo lo dicen; y desde una perspectiva sociosemiótica, interesa identificar las interacciones representadas al interior de los discursos verbales proyectados durante el debate electoral, como constructores de identidades y alteridades en el discurso. Creo que dichas identidades y alteridades construyen un «nosotros» político que es importante observar en el marco de una evolución histórica.

El discurso verbal de los candidatos es un enunciado proyectado dentro de otro enunciado; es decir, tiene un carácter enuncivo en el marco de la instancia enunciativa. Dicho en otros términos, se enuncia el debate televisivo para que, al interior de él, los candidatos en contienda

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enuncien a su vez su propio discurso. Los capítulos precedentes han prestado mayor atención a esa primera enunciación; sobre la segunda me ocuparé ahora. Asimismo, cabe precisar que lo enunciativo y enuncivo se hallan en permanente interacción, dado que lo enuncivo no podría existir si no se proyectara en primer orden la instancia enunciativa.

6.1 Los moderadores: en busca de la altura política

Para empezar el análisis, se debe tomar en cuenta las diversas intervenciones verbales de los moderadores en los debates electorales peruanos que, con respecto a sus pares internacionales, se limitan solamente a la apertura o cierre del debate en su conjunto, así como de los diferentes segmentos o bloques. Por otro lado, los moderadores también se hacen cargo de enunciar las reglas acordadas previamente y de hacer efectivo el formato de interacción.

Al comparar lo que los moderadores han expresado en los debates electorales peruanos, llaman la atención algunas expresiones coincidentes en todos los debates:

• Larigidezenlaadministracióndeltiempo

•Laequidadenlaparticipacióndeloscandidatos

•Ladeterminacióndelordendeintervenciónporsorteo

Más allá de que estas condiciones sean parte de las reglas acordadas previamente, son interesantes las adjetivaciones que emplean los moderadores para señalar estos acuerdos:

Que cada candidato pueda tener de manera absolutamente equitativa la oportunidad de expresar las propuestas. (Lombardi, debate electoral de 1990)

Se ha determinado ser absolutamente rígidos en la administración del tiempo. (Lombardi, debate electoral de 2001)

Por estricto orden de sorteo tiene la primera intervención el candidato [...]. (Salcedo, debate electoral de 2011-2)

La presencia permanente de estas indicaciones, aparentemente formales y casi protocolares, al inicio del debate convierte el evento en una experiencia singular. Se les pide a los candidatos altura y responsabilidad en su comportamiento durante el mismo, lo que coloca tanto al debate

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como a los actores que participan en él como un «otro» singular y fuera de la normalidad de la vida política y de la propia campaña electoral. Esta aura de distinción con la cual se inaugura el debate a través de los moderadores define una normalidad o «nosotros» político que se basa en la negación de esos elementos que normalmente se encuentran en nuestra vida política y electoral: no es sumamente imparcial la administración de los tiempos para uno u otro candidato, no hay equidad en la participación de los candidatos y, sobre todo, no hay altura en la conducta de uno u otro.

Los debates electorales televisados no aparecen como una expresión normalizada de las actividades de campaña, por lo menos en el ámbito de las elecciones presidenciales, sino como un evento extraordinario ante campañas que no se distinguen por la parcialidad, equidad o neutralidad.

En este ámbito, se asume que la prensa o los medios de comunicación no ofrecen ese espacio de equilibrio y neutralidad; y que lo predominante es la parcialización mediática. Esto se ve reforzado en la especial importancia que se da en los anuncios que preceden a la emisión en cadena nacional tanto en radio como en televisión. Es decir, al fin todos los peruanos y peruanas podemos acceder a la información sin filtros mediáticos y de opinión de ninguna naturaleza. Esta celebración no hace más que enunciar el carácter y la calidad de la información que recibimos continuamente en la campaña electoral.

Sobre esta mención al enlace en vivo y en cadena, sobre el que ya se ha reflexionado en los capítulos previos, cabe destacar la evolución histórica entre un debate y otro, en la que se hacen permeables a las innovaciones tecnológicas. En 1990, Lombardi celebraba con gran entusiasmo que el debate fuera una «señal limpia» y en cadena nacional por radio y televisión. En 2011, el periodista Salcedo destaca que el debate de la primera vuelta se transmite a nivel nacional con acceso «libre y gratuito», creo que en clara alusión a la señal abierta en oposición a la señal por cable de acceso restringido. Asimismo, en el debate de la segunda vuelta de 2011, el mismo periodista anuncia la llegada de la cobertura global, al mencionar que la emblemática CNN emite el evento en vivo a Estados Unidos y todos los países de América Latina. Por tanto, se puede decir que los debates electorales peruanos han estado abiertos a la evolución tecnológica, aunque si equiparamos esta evolución con la evolución real de estas tecnologías en el mundo de los medios de comunicación y su ingreso a la política, es altamente probable que aparezca una sensación de frustración y atraso. No obstante, en el ámbito de los estudios que

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aquí compete, se enuncia el evento en el marco de innovaciones o mejoras tecnológicas que lo hacen más distinguido y extraordinario, y al mismo tiempo se asume que en la normalidad de nuestra vida política y electoral la tecnología no está plenamente integrada.

En resumen, se observa en las presentaciones introductorias de los moderadores una configuración de evento distinguido, alturado y extraordinario de los debates electorales, que a su vez afirma una normalidad político-electoral marcada por valores contrarios: lo corriente, chabacano y ordinario. Una normalidad o identidad asumida casi con resignación. El debate electoral pretende ser una idealización de esa identidad política que no tenemos y que no somos.

Esta resignación y aceptación que se manifiesta en la manera de enunciar los debates electorales no hace más que colocar a la audiencia en un régimen de admisión, siguiendo el modelo planteado por Landowski (2007), en el cual se acepta y convive tensamente con estas diferencias. Precisamente, la campaña electoral en su cotidianeidad requiere de estas ficciones alturadas para que por un momento, y mejor si es hacia el final de la campaña, se pueda creer que estos candidatos son capaces de actuar de forma distinguida y alturada como marca el ideal político de estadista que todos tenemos en el imaginario.

La negación de esta normalidad, que es posible definir como pobreza política, aparece claramente retratada en el discurso inicial del periodista Salcedo en el debate electoral de primera vuelta de 2011:

[...] Queda prohibido cualquier insulto, agresión, ataque personal o alusión a temas ajenos a los que se debatan. El moderador podrá interrumpir al candidato que vulnere esta regla y de insistir en su conducta dará por terminado su turno. Finalmente, los aplausos, pifias o cualquier otra expresión a favor o en contra no serán permitidos7.

En la comparación de los textos, llamó la atención la recurrente iconicidad para retratar e ilustrar lo que sería una actitud indecorosa en el debate, dado que en los debates anteriores solo se mencionaba la prohibición de manifestaciones de cualquier tipo por parte del público presente en el evento.

7 El destacado es de la autora.

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Por otro lado, se puede destacar que la autodefinición del debate electoral a través de la expresión de sus objetivos ha ido variando en el tiempo, tal como lo ilustran los siguientes extractos a continuación:

[...] Que cada candidato pueda tener de manera absolutamente equitativa la oportunidad de expresar las propuestas. (Lombardi, debate electoral de 1990)

[...] Lo es porque a través del debate la ciudadanía podrá conocer, discutir y analizar las propuestas. (Lombardi, debate electoral de 2001)

[...] el objetivo de esta cita es hacer posible que la ciudadanía conozca y reflexione sobre los planteamientos y propuestas de gobierno de los candidatos a la presidencia de la República. (Álvarez Rodrich, debate electoral de 2006)

[...] los millones de peruanos que están observando en este momento el debate con atención y expectativa demandan de ustedes una confrontación de ideas, respetuosa y responsable, por lo cual exhorto a entregar su mejor esfuerzo [...]. (Álvarez Rodrich, debate electoral de 2006)

Invitamos a todos los ciudadanos a que revisen más propuestas de los candidatos presidenciales en el portal web www.comparaya.pe [...] para ejercer un voto responsable. [...] a fin de estar bien informados y conscientes de la importante decisión que están tomando [...]. (Salcedo, debate electoral de 2011-1)8

Considero que, a lo largo de los años, parte de la consolidación de los debates electorales como actividades importantes en el proceso electoral ha ido evolucionando en su concepción. Inicialmente, se propusieron como una mera exposición de propuestas en donde el actante destinador es el candida-to. En posteriores ediciones, se ha cambiado el ángulo de formulación y se prioriza como actante activo a los ciudadanos, es decir, como sujeto que desea conocer, discutir, analizar, reflexionar. En ese mismo tenor, se va teniendo más clara la idea de la confrontación y de un enfoque más ligado al derecho a la información en los procesos electorales. Estas manifestaciones se dan en el marco de la construcción de un supercandidato y un superciudadano, acordes con la prestancia distinguida que busca manifestar el debate electoral. Enun-ciaciones idealizadas que contienen en sí mismas la negación de una identidad en la que no se tienen ni supercandidatos ni superciudadanos.

En el discurrir histórico de los debates electorales televisados en el Perú, se encuentra una excepción que sucede en el debate de 2001,

8 El destacado es de la autora.

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cuando, por única vez, un representante de la institución promotora del debate electoral intervino con un discurso de apertura adicional al del moderador, el cual amerita una breve reflexión en este estudio. Di-cho discurso estuvo a cargo del entonces presidente de Transparencia Salomón Lerner Ghitis, quien, además de agradecer a los candidatos y grupos políticos participantes del evento, sienta una posición política. Más allá de estar de acuerdo o no con dicha posición, considero que se aleja de la neutralidad con la que los debates han sido manejados antes y después. En dicha alocución, el representante de la institución precisa:

[...] Nuestra felicitación se dirige a todos los peruanos y peruanas que están dando un ejemplo al mundo de pacífica transición a la democracia luego de una larga década del imperio de la corrupción, el fraude y la violación de los derechos humanos. (Lerner, debate electoral de 2001)9

En esta manifestación se establece una identidad ideal marcada por el civismo y coloca a un «otro», que no es mencionado explícitamente, bajo los valores de «la corrupción, el fraude y la violación». Este «otro» es con-figurado como un ente transgresor de la institucionalidad democrática.

Nosotros CÍVICO

Otro transgresor

(?)

9 El destacado es de la autora.

Frente a ese «nosotros» idealizado y felicitado en dicho discurso, sub-yace un régimen de segregación frente a ese otro transgresor incógnito. El dilema político que trasciende a esta coyuntura se encuentra en que en dicha transición se requiere y se necesita de ese «otro» transgresor para el diálogo y consenso mencionado posteriormente en el discurso. Si este «otro» transgresor no es otro que el fujimorismo, la transición muchas veces supone la incorporación de ese «otro» transgresor al «noso-tros» político, en cuanto fuerza política que pedirá su estatuto de ente de representación política en el futuro. Es claro que en aquellos días nadie podía imaginar lo que depararía el futuro. El futuro ha sido que en 2011 Lerner, incorporado a las filas del grupo político Gana Perú, se enfrentó en elecciones con ese «otro» transgresor, el fujimorismo.

Otro

transgresor

(?)

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6.2 Narrativas paralelas: entre la confrontación y la propaganda

Con respecto a los discursos verbales enunciados por los candidatos –actores centrales del debate electoral–, se los organiza de acuerdo con las estrategias discursivas más recurrentes. Para dar cuenta de ello, se debe precisar la existencia del entrecruzamiento de dos narrativas diferentes: por un lado, aquella encaminada a exponer la oferta electoral, también entendida como los planes de gobierno; y por otro lado, la narrativa de confrontación entre los debatientes.

Un ejemplo de este entrecruzamiento se encuentra en el siguiente caso ilustrativo entre Vargas Llosa y Fujimori en el bloque correspondiente al programa económico:

Mario Vargas Llosa:

[...] La inflación anual es la más alta del mundo. El gobierno agotó la disponibilidad de divisas del Perú y ha perdido totalmente el crédito internacional. Estas son las consecuencias de una política económica que es prácticamente la misma que nos propone el ingeniero Fujimori para salir del estado en que estamos, que nos proponen esos asesores que el ingeniero ha reclutado entre la segunda y la primera vuelta para poder presentarle al país un programa económico. Economistas que vienen del aprismo, asesores del señor Saberbein, de muy triste recordación, o asesores del general Velasco, de los regímenes que han contribuido de una manera determinante a esta terrible decadencia de nuestro país [...].

[Detalla su propuesta económica.]

Alberto Fujimori:

En primer lugar, quisiera decirle al doctor Mario Vargas que nosotros no tenemos ni asesores del actual gobierno, ni asesores velasquistas. Pero el pasado no se puede sepultar tan fácilmente. Le hago recordar, doctor Mario Vargas, una entrevista en el diario Última Hora [...]. ¿Usted reniega del velasquismo? Usted fue velasquista [...].

[Detalla su propuesta económica.]

Mario Vargas Llosa:

Gracias. Los asesores económicos del ingeniero Fujimori han sido asesores y funcionarios del gobierno aprista. El doctor Esteban Hnyilicza ha sido asesor del ministro Saberbein, que no es el peor ministro de economía que ha tenido este gobierno y quizá el país, porque existe siempre el doctor Vásquez Bazán para batir el récord. [...] Y el señor Hnyilicza es, entiendo, el principal asesor económico del ingeniero Fujimori [...].

[Continúa con los cuestionamientos.]

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Alberto Fujimori:

Nosotros seguiremos reclutando profesionales economistas capaces, independientes y eso en base a nuestro principio de acuerdo nacional de la concertación y de la unidad nacional. [...] Pero ahora veo, veo que ya no se habla de la palabra shock, le quiero hacer recordar [...].

[Cita entrevista con Jaime de Althaus.]

Mario Vargas Llosa:

El shock es lo que estamos viviendo, el shock es lo que nos deja el gobierno del presidente Alan García. Un país que retrocedió 30 años [...].

El ingeniero Fujimori ha estado siempre con el APRA, pero escondido [...].

[Continúa con los cuestionamientos.]

Alberto Fujimori:

Ya veo que el doctor Mario Vargas no tiene otro argumento que achacarme mi filiación aprista o filo aprista. Parece que el tema económico no es de su predilección y de su especialidad. Cuando se trata de discutir el tema económico hay que afrontarlo con argumentos de la economía. Nosotros sí vamos a atacar la inflación, pero sin el shock [...].

[Aclara y responde algunos cuestionamientos.]

Como se ha tratado de ejemplificar, inicialmente la confrontación es mínima con respecto a la presentación de la propuesta económica. A medida que la discusión continúa, el balance entre propuesta y confrontación se invierte. Por un lado, se trata de explicar lo que se pretende hacer en el plano económico y, por el otro, de atacar al contrincante en relación con sus alianzas y asesores.

Otro ejemplo, 21 años después, es el enfrentamiento entre el candidato Humala y la candidata Fujimori en torno a la institucionalidad democrática, en el debate electoral correspondiente a la segunda vuelta electoral de 2011.

Ollanta Humala:

«Corrupción y derechos humanos» fue nuestra propuesta para este bloque. Sin embargo, los representantes del fujimorismo decidieron poner el nombre de «institucionalidad democrática». Pero en realidad es corrupción, violación de derechos humanos y ruptura de la institucionalidad democrática las características centrales del régimen de Fujimori, en el cual la congresista fue primera dama [...].

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Este régimen pretende reinstaurarse y digo reinstaurarse, porque son las mismas personas que estuvieron en el régimen de Fujimori-Montesinos las que hoy día acompañan a la congresista Fujimori. Si no, veamos dos casos: la asesora que coordinaba con Montesinos cómo limpiarle el rostro a las atrocidades que hacía el régimen fujimorista fue la que en el debate técnico hacía las promesas sobre derechos humanos. Y otro caso es el doctor Aguinaga, que durante su gestión se esterilizaron a miles de mujeres sin su consentimiento.

[Plantea su propuesta.]

Keiko Fujimori:

Sí, quisiera aclarar en primer lugar que Milagros Maraví y Alejandro Aguinaga no tienen ninguna condena ni ningún proceso. Son personas intachables como la gran mayoría de personas que trabajan a mi lado. No trate de confundir a la población, comandante Humala. [...]

[Plantea su pregunta.]

Ollanta Humala:

[...] Por la institucionalidad democrática sabemos que durante su labor parlamentaria usted ha defendido mucho el indulto a los corruptos. Queremos saber nosotros si ahora decir que no va a indultar a los presos por corrupción es una, simplemente, una parte de una estrategia electoral de campaña [...].

Keiko Fujimori:

Estrategia política la de sus cambios de planes de gobierno. Yo tengo un solo plan de gobierno y usted tiene cuatro. Primero, la verdad no es que yo me niegue a hablar de derechos humanos, de corrupción o Estado de derecho. Yo no tengo ningún proceso ni investigación judicial. Mi contrincante, el comandante Humala, está acusado de sobornar testigos en procesos por violación en derechos humanos; y ha intentado dos golpes de Estado [...].

[Plantea su propuesta.]

Ollanta Humala:

Yo no tengo ninguna acusación de violación de los derechos humanos. Siempre he colaborado con la justicia y esa misma justicia que me absolvió a mí condenó a su padre, congresista Fujimori, por violador de derechos humanos y por corrupto. [...]

[Plantea su pregunta.]

Keiko Fujimori:

Usted está acusado y procesado e investigado por sobornar testigos en procesos que tienen que ver contra los derechos humanos. Quiero

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aclararle también que soy yo la candidata, no Alberto Fujimori. Usted, si quiere debatir conmigo, pues confronte mis ideas. Si quiere debatir con Alberto Fujimori, pues puede ir, si quiere usted, a la Diroes10 [...].

Como en este caso, en todos los debates se encuentra la narrativa paralela entre exponer su oferta política y los cuestionamientos al contrincante. La versatilidad de la lengua natural permite este tipo de configuración, de manera que durante el debate electoral se asiste a dos relatos: por un lado, el relato «serio» de la confrontación de planes de gobierno o propuestas políticas; y por el otro, y en concomitancia con el primero, el relato de la confrontación de personas, de historias y trayectorias individuales y del colectivo político que representan.

En los capítulos antecedentes, se mostró que la cámara oculta, en cierta manera, la red de alianzas que trae detrás cada candidato y acentúa la personalización de la figura política. No obstante, en este nivel de análisis se observa que el candidato se encarga de poner en escena lo que la cámara oculta. Lo singular o paradójico es que la red de alianzas de uno u otro candidato es un arma del «enemigo» para cuestionar las intencionalidades políticas detrás de toda candidatura. Se sigue observando el efecto perverso de una estrategia discursiva que disforiza la colectividad política y euforiza la individualidad política.

6.3 Yo soy: declaración de identidades

Parte de las expresiones verbales empleadas por los candidatos implica estrategias discursivas para recrear su identidad. Por un lado, en el marco de las narrativas de propaganda, se emplea un discurso dotado de figuras abstractas: cifras estadísticas y porcentuales, términos complejos, especializados y técnicos que solo un especialista en políticas públicas podría comprender. No obstante, todo parece indicar que no se trata de conseguir una absoluta comprensión por parte de la audiencia, sino de crear una identidad de estadista que todo candidato busca representar. El empleo de esas figuras puede traer detrás la idea de una demostración de persona preparada para dirigir los destinos de la nación, aunque no se comprenda nada de lo que dice. La revisión de los debates electorales

10 La Diroes es la Dirección de Operaciones Especiales de la Policía Nacional del Perú. Establecimiento penitenciario especial en el que cumple su condena el expresidente Alberto Fujimori Fujimori.

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peruanos permite señalar que el grado de abstracción de esta narrativa de propaganda es mucho más intenso en el primer debate electoral de 1990 y se va moderando con el transcurrir de los años. A continuación, se presentan unos ejemplos:

Mario Vargas Llosa:

[...] ¿Puede haber un shock más angustioso? Que este caer, caer y caer y hundirse cada día más en la pobreza, en la desesperanza, eso es lo que el Frente Democrático quiere acabar con su programa de ordenamiento económico, de estabilización que no van a pagar los pobres del Perú, que van a pagar los ricos y los acomodados del Perú a través de ese programa de emergencia tributaria que les va a hacer pagar impuestos de tal manera que el fisco reciba un 13 % o 14 % del producto bruto, en lugar de ese 3 % que recibe hoy día por culpa de la crisis económica [...]. (Debate electoral, 1990)

Alan García:

[...] Aquí tengo este cuadro concreto según el cual y todo el Perú lo sabe: el índice total de empleo industrial en mi gobierno aumentó de 131 % a 143 % del 85 al 90 y ahora cayó a 104 %. Eso lo sabe todo el país [...]. (Debate electoral, 2001)

Ollanta Humala:

[...] Según la Contraloría, nuestro Estado pierde entre 10 % y 15 % de su presupuesto por malos manejos de funcionarios, sobrevaloraciones y corrupción. Este año se filtraron... Este año la filtración del gasto público por corrupción podría alcanzar los 5000 millones de soles. Queremos que el Congreso debata la simplificación de nuestro sistema impositivo, reduzca la carga tributaria para todos, de todos [...]. (Debate electoral, 2011-1)

De la muestra anterior, se puede especular la necesidad de un lector calificado para comprender esta suma de terminologías y cifras; no obstante, la situación resulta más complicada cuando este tipo de información se presenta de manera oral, sin posibilidad alguna, por efecto de las negociaciones previas, de algún soporte visual que facilite la comprensión de la información. Como se ha señalado anteriormente, no se trata de entender, sino de creer que quien lo dice se encuentra preparado para gobernar.

Pero no solo a partir de terminologías complejas es que se construyen identidades; también se cuenta con las expresiones verbales directas, producto de selecciones minuciosas, ya sea por recomendación de los cosmetólogos electorales o como simples arranques de honestidad que buscan crear la representación de la propia identidad:

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Alberto Fujimori:

Amigos, el Perú sabe que conozco al campesino, que lo entiendo porque he trabajado con él, junto a él, porque comprendo al pequeño y mediano productor [...].

Hay que vivir en el campo, hay que encallecerse sus manos para poder entender la realidad del campo y no meramente con libros. (Debate electoral, 1990)

Alberto Fujimori:

[...] Quiero decirle de una vez por todas a todo el pueblo peruano que yo soy católico, mi familia es católica, casado por la Iglesia católica, mis cuatro hijos en un colegio católico. Yo defenderé, como religión oficial, la religión católica. (Debate electoral, 1990)

Las citas seleccionadas muestran un candidato que se autodenomina campesino y declara fervientemente su credo religioso. Sobre este último aspecto, se debe recordar que la campaña tuvo implicancias religiosas por declararse agnóstico el candidato Vargas Llosa y por la participación de los grupos evangélicos en la campaña electoral. En aquella ocasión, se demostró que en el Perú estábamos y seguimos estando muy lejos de un Estado laico, y que los remanentes de una sociedad tradicional propia de siglos pasados están más vivos que nunca. En ambos casos, no es suficiente la simple declaración, se requiere de la repetición y el énfasis para colocar, como un elemento a favor de su campaña, la construcción de su identidad. Algo similar se encuentra en el candidato opositor:

Mario Vargas Llosa:

[...] [A propósito de la prensa amarilla] No, eso lo vamos a sanear elevando la cultura de nuestro país, con una educación que ponga a los peruanos en actitud de rechazo de ese género de suciedades éticas y culturales. Como ocurre en los países cultos, que son países modernos, que son los países libres. Es en lo que yo quiero convertir al Perú. Yo quiero convertir al Perú porque a mí me entristece y me apena que un país potencialmente tan grande y que fue tan civilizado y tan culto en el pasado haya caído en lo que ha caído por culpa de las malas políticas y los malos políticos. (Debate electoral, 1990)

Mario Vargas Llosa:

[...] Yo soy un liberal, yo creo que el Estado no debe intervenir en la economía sino en casos muy excepcionales, pero creo que es fundamental que el Estado invierta en cultura e intervenga no estableciendo ningún tipo de dirección a la actividad cultural, pero sí

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creando condiciones para una actividad cultural muy rica en el país, porque esa es otra de las riquezas que el Perú ha desaprovechado terriblemente en estos años [...]. (Debate electoral, 1990)

Se observa un cosmopolitismo en la identidad enarbolada por Mario Vargas Llosa, en la que se manifiesta su admiración por el desarrollo alcanzado por otras naciones. Fue ese rasgo de identidad que enarboló la principal arma utilizada por el candidato Fujimori para crear una polaridad pacientemente construida en todo el debate, como se sintetiza en el siguiente esquema:

Mario Vargas Llosa Alberto Fujimori /foráneo/ vs. /autóctono/

Fujimori fustigó todo el debate señalando que el «señor Vargas» vivía encerrado en los libros, en Londres y que quería convertir al Perú en una Suiza, haciendo de Mario Vargas Llosa un extranjero. El candidato de Cambio 90 lo acusó de tener aversión por la universidad peruana, a la vez que el candidato de Fredemo manifestaba con orgullo su cosmopolitismo académico: «Yo he enseñado en la Universidad de Cambridge, yo he enseñado en La Sorbona de París, yo he enseñado en Princeton, en Columbia», y luego de esta declaración muestra su preocupación por su alma mater, la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Asimismo, Fujimori satanizó la identidad liberal del candidato, rasgo que dos décadas después se manifestaría como parte de la normalidad, dado que un tema sensible en las dos últimas campañas electorales ha sido la protección del modelo económico.

Otro caso es el del candidato Alejandro Toledo, quien durante toda su campaña sostuvo como su principal capital simbólico su origen humilde:

Alejandro Toledo:

Yo conozco la pobreza porque la he vivido, conozco el dolor de las fami-lias pobres porque lo he sentido. Por eso tengo un firme compromiso por reducir significativamente la pobreza en el Perú [...]. (Debate electoral, 2001)

Más adelante, en el bloque correspondiente a la descentralización, invoca nuevamente su origen como rasgo de identidad:

Alejandro Toledo:

Yo soy provinciano, yo conozco los efectos adversos del centralismo [...]. (Debate electoral, 2001)

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Ambas expresiones son claramente utilizadas para construir una identidad de contacto que lo identifique con sus electores. A diferencia de los casos señalados anteriormente, se observa una identidad que se construye bajo el manto de la victimización y el heroísmo, porque de lo que se trata es de resaltar el carácter progresista del candidato, quien, a pesar de tener todo en contra, logró superar las adversidades. Una dramaturgia efectista destinada a construir la figura del mesías.

Finalmente, el caso de Keiko Fujimori resulta interesante por su aparente ambivalencia. El gran pasivo de la campaña de la hija de Fujimori era, justamente, ser la heredera de su padre, con lo cual cargaba todos los cuestionamientos por los diez años de gobierno fujimorista, en el que ella ejerció el rol de primera dama de la nación. Se puede afirmar que en los debates electorales de 2011, de la primera y segunda vuelta, la candidata reivindicó lo que consideraba que eran los rasgos positivos del gobierno de su padre.

Keiko Fujimori:

[...] Yo soy Keiko Fujimori, hija de Alberto Fujimori y Susana Higuchi, y a mucha honra. Soy madre de dos niñas, represento al fujimorismo, al gobierno que con eficiencia y capacidad de gestión pudo resolver los grandes y pequeños problemas en nuestro país. He demostrado que puedo asumir responsabilidades muy grandes, que defiendo sin temor mis convicciones, que lidero uno de los grupos políticos más importantes; y por eso y porque tengo el apoyo de Dios, estoy aquí luchando por los peruanos más pobres. Sí, sigo siendo joven como el 70 % de peruanos que reclaman un país con seguridad lleno de oportunidades; y que, como yo, saben que podemos lograrlo. Ese es tu reclamo y tu objetivo, el mío también. Trabajaremos juntos, Llankasunchikyá kuskanchik11 [...]. (Debate electoral, 2011-1)

Esta alocución pertenece a la despedida no solo de su participación en el debate, sino también al cierre de todo el debate electoral de primera vuelta. Su declaración de origen es casi una declaración de principios para finalizar en una expresión de carácter interpersonal y una expresión en quechua. La identidad es construida no solo para hacerse actor dentro de un discurso, sino para crear identificación con su origen familiar y con su familia política.

11 La transcripción y correcta escritura de la expresión quechua empleada por la candi-data Keiko Fujimori ha sido posible gracias a la colaboración de los lingüistas Celia Rubina y Luis Andrade de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Dicha expresión pertenece al quechua chanka, también conocido como quechua ayacuchano.

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No obstante, no se puede dejar de mencionar el carácter ambivalente de la construcción de la identidad de la candidata. Ella se mostraba distante de su padre en el caso de los cuestionamientos:

Keiko Fujimori:

[...] Quiero aclararle también que soy yo la candidata, no Alberto Fujimori. Usted, si quiere debatir conmigo, pues confronte mis ideas. Si quiere debatir con Alberto Fujimori, pues puede ir, si quiere usted, a la Diroes. ¡Soy yo la que toma las decisiones en mi partido! ¡La que he convocado al equipo técnico! ¡La que he convocado a los candidatos y los que hoy son ahora congresistas electos! Y si soy elegida presidenta del Perú, seré yo quien tome las decisiones! [...]. (Debate electoral, 2011-2)

Si bien durante ambos debates la candidata Fujimori se esforzó por resaltar los aspectos positivos del gobierno de su padre como elemento esencial en su oferta electoral, los constantes cuestionamientos, que se dieron de manera intensa en el debate electoral, la llevaron a dar dicha manifestación. Aunque no reniega de las afirmaciones anteriores, su declaración parece un estallido y llamado a reivindicar una identidad y autoridad propia frente a su grupo político y frente al electorado. Llama la atención cómo la identidad personal o individual gestada en los debates es, a su vez, identidad política e identidad comunitaria. Lejos está de alojar la particularidad de un individuo, sino que incluye los rasgos que la unen con una comunidad política ilusoria.

6.4 Estrategias figurativas para el contacto

La recreación de las identidades antes descritas no solo se nutre de afirmaciones explícitas y reflexivas; se alimenta también del uso de expresiones cotidianas y familiares incrustadas en las narrativas de propaganda y de conflicto. Apelando a la intertextualidad, refuerzan el contacto con una audiencia imaginada.

6.4.1 El espacio como un saber

Se puede observar la presencia de diferentes estrategias figurativas encaminadas a construir el sentido de lo cotidiano o de lo familiar. Por un lado, la configuración del «otro» se realiza a través de actores que a la sazón de cada coyuntura electoral cobran relevancia:

Mario Vargas Llosa:

El ingeniero Fujimori insiste en hablar del shock como de un futuro que vendría al Perú con el Frente Democrático y no ve que el shock es lo que

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están viviendo hoy día los peruanos y sobre todo los peruanos pobres. Yo le pregunto a la ama de casa del asentamiento humano, al campesino de la comunidad rural, le pregunto al desocupado del pueblo joven: ¿qué cosa están viviendo hoy día con estos paquetazos terribles, con la subida sistemática de los alimentos, del precio del transporte, con la caída de los salarios, con la falta de trabajo, con el crecimiento de la violencia tanto social como política? ¿No es eso un terrible shock? [...]. (Debate electoral, 1990)

Alan García:

[...] Vamos a ampliar la cobertura social: a los mototaxistas, a los transportistas, a las madres organizadas en el Vaso de Leche, en los comedores populares, en los clubes de madres [...]. (Debate electoral, 2001)

Estos «otros» evidenciados en la oralidad de los debates electorales pueden aparecer con la segunda persona (tú) a la que se dirigen los candidatos o con terceras personas (él, ella, ellos o ellas) a las que se destinarán los beneficios en caso de ser elegido el candidato. Ello no deja de combinarse con los espacios en donde «naturalmente» se ubican estos actores. También es posible apreciar la mención de lugares geográficos para señalar el contacto del candidato con las diversas regiones del país y, por consiguiente, con su población. Se deja de explicitar sus roles y el «otro» es definido por el espacio geográfico que ocupa.

Alejandro Toledo:

Mi gobierno duplicará al final los sueldos de los maestros. Los maestros con quince o veinte años... He visto ahora en Azángaro –me hubiera encantado que me acompañe el presidente García–; vi a otro en Huancavelica [...]. (Debate electoral, 2001)

Keiko Fujimori:

[...] Me aseguraré que [sic] el crecimiento llegue a la comunidad de San Andrés en Loreto; a San Francisco y Kimbiri en el Vraem; que llegue al cerro Candela en San Martín de Porres; a Huasahuasi en Junín [...]. (Debate electoral, 2011-1)

Si bien los candidatos buscan dar muestras de su conocimiento del territorio nacional, los espacios son configurados desde la distancia, no son instalados como el punto de vista desde donde se enuncia, sino como espacios distantes y lejanos del aquí del debate electoral. Simplificando la expresión: el «otro» para quien voy a gobernar si soy elegido no está aquí, está allá. Ahora, conviene detenerse en el caso del candidato Humala en sus diferentes debates electorales.

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Ollanta Humala:

[...] Yo me acordaba cuando estaba viajando por la sierra liberteña, cuando me recibían los amigos apristas, que habían profesoras [sic] que se quejaban, que decían que sus hijos, perdón, los niños hablaban y no entendían qué decían sus libros, porque hablaban de que Coquito visita o se va a la playa, y no conocían el mar, entonces tiene que haber una particularidad en el sistema educativo referente a cada región [...]. (Debate electoral, 2006)

Como se puede observar, Humala apela a sus experiencias en otros espacios para indicar el conocimiento de los problemas del país, lo cual es una práctica recurrente en la mayoría de los candidatos que debaten, con la finalidad de crear una competencia en el saber y una identificación con los problemas en otros espacios. No obstante, el candidato rebasa la estrategia al señalar en dos ocasiones y en el mismo debate electoral dos anécdotas que tanto pueden ser reales como ficticias.

Ollanta Humala:

Si preguntáramos a un ciudadano de Mambaya [sic], por ejemplo, o de San Ignacio, ¿qué es la regionalización?, ¿qué respondería? No sé pues, ¿de repente es un plato típico?, ¿no?; o ¿para qué sirve? Si me soluciona mi problema de chamba, me solucionan mi problema de mercado, ¿qué es lo que me soluciona? Pero si le respondemos no te va a solucionar nada de eso, entonces no tiene sentido la regionalización [...]. (Debate electoral, 2006)

Más adelante, en el siguiente bloque, plantea una anécdota similar.

Ollanta Humala:

Muchas gracias, bueno, la vez pasada veía en un programa de televisión cómo un periodista preguntaba a la gente qué es seguridad ciudadana, la gente no atinaba bien a responder, pero evidentemente al margen de si decían qué es la inseguridad ciudadana, son los delitos que atentan contra las personas y contra sus propiedades. Tenían bien en claro que un robo de una billetera, un secuestro, un asalto es inseguridad ciudadana [...]. (Debate electoral, 2006)

La creación o narración de anécdotas busca configurar espacios ligados con lo cotidiano para recrear un contacto con la audiencia y, a su vez, demostrar competencias. No obstante, llama la atención que en ambas ocasiones apela a anécdotas para demostrar la incompetencia cognoscitiva del «otro». En la segunda anécdota, se entiende que hizo énfasis en que la gente sabe más de los problemas que de las situaciones

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de bienestar, por falta de estas; sin embargo, configura el espacio del «otro» como un espacio vacío de saber. Nótese que construye su saber con base en la ignorancia que habita en otros espacios.

Los siguientes dos casos muestran situaciones en que los espacios son representados como lugares disfóricos, de valor negativo:

Mario Vargas Llosa:

Desde luego que hay que ayudar a un sector de la agricultura peruana que es muy primitivo y que no puede competir en el mercado en igualdad de condiciones. Para ese sector el Banco de Fomento, el Estado, va a llevar ahí créditos en condiciones muy cómodas junto con una asesoría técnica, con una capacitación técnica, con una capacitación técnica para que ese sector fundamentalmente de la sierra, de campesinos, de agronomía más bien arcaica y primitiva vayan desarrollándose y poniéndose en capacidad de entrar al mercado y competir en igualdad de condiciones con los otros productores [...]. (Debate electoral, 1990)12

Ollanta Humala:

[...] Vamos a reactivar ese centro de reclusión conocido como el SEPA, que se caracterizará por el trabajo en el cultivo de la tierra y las actividades de colonización de frontera por parte de los presos, y allí irán en principio nuestros funcionarios corruptos. Así que no se vayan a sorprender si en el corto plazo pudieran ver expresidentes o altos funcionarios emprendiendo un programa que nosotros le llamamos Selva Emprendedora, para construir desarrollo y construir posibilidad económica en las zonas de la selva [...]. (Debate electoral, 2006)13

Ambos ejemplos tienen en común espacializar geografías de nuestro país de una manera intensamente disfórica. En el primer caso, se califica de «arcaica» la sierra y, en el segundo, se presenta a la selva como un lugar de castigo en una extraña combinación con el desarrollo o emprendimiento. En todos los discursos seleccionados en este acápite, el espacio del «otro» puede tener valores positivos o negativos; sin embargo, lo que se busca es construir la competencia cognoscitiva del candidato, en aras de un contacto con el electorado.

6.4.2 «Tener calle»: estrategias de familiarización

Una expresión corriente en el entorno limeño es decir que una persona «tiene calle», lo cual significa que posee experiencias y conocimientos

12 El resaltado es de la autora.13 El resaltado es de la autora.

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vinculados con la vida cotidiana de la gente «común», esto es, con los sectores medios y bajos de la población, y esto se exterioriza en el lenguaje. Una estrategia empleada por los candidatos para hacer más accesibles sus relatos es el empleo de expresiones familiares y coloquiales, con la finalidad de recrear la idea de que se «tiene calle», es decir, que se identifica con el sentir común.

El candidato Alejandro Toledo ilustró la situación económica del país como sigue: «[...] la economía es como un carro parado y necesitamos empujarlo, y lo tenemos que empujar todos para generar trabajo digno [...]» (Debate electoral, 2001). Diez años después, el mismo candidato muestra sus habilidades oratorias en el manejo del lenguaje coloquial empleando expresiones como «cachuelos» para referirse a la informalidad laboral, «salto al vacío» para calificar al voto humalista, «bolsillos» como el área sensible de los narcotraficantes y «mano dura» para señalar la firmeza en el combate contra la delincuencia (Debate electoral, 2011-1).

Una estrategia similar se observa en la expresión empleada por Ollanta Humala en 2006: «[...] Ahora hablemos de la paz social que requiere el pueblo peruano, un pueblo peruano que está fregado por la crisis económica [...]». Sin dejar de lado la comparación realizada por el mismo candidato para explicar a la audiencia el estatus legal de los recursos naturales en nuestro país.

Ollanta Humala:

[...] Esta Constitución neoliberal, que apoya el señor García, es una Constitución que habla de que los recursos naturales del país, mientras estén en el subsuelo, pertenecen al pueblo peruano, pero una vez que salen a la superficie ya no pertenecen al pueblo peruano, sino a los que lo extraen [sic]. Es como decirle a una señora que su hijo pertenece a ella mientras esté en su vientre, pero una vez que sale de su vientre pertenece al que lo extrajo, o a la familia que tiene plata para comprarlo [...]. (Debate electoral, 2006)

Las expresiones anteriores no solo cumplen una finalidad pedagógica, sino que alimentan la normalización de una identidad que tiene que demostrar competencias de estadista y, a su vez, mantener su solidaridad con sus orígenes de gente común. Esta estrategia de familiarización también fue empleada por el candidato Luis Castañeda Lossio, quien, a diferencia de los demás candidatos con experiencia de gobierno, podía concretar su respuesta señalando obras, pero cuya gran dificultad era que estas respondían a figuras urbanas y capitalinas: «escaleritas», «Hospitales

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de la Solidaridad», «losas deportivas» y su trabajo con los comerciantes de Las Malvinas (Debate electoral, 2011-1). Con muchos años de distancia, una situación similar se produjo con el candidato Alberto Fujimori, quien apelaba a la noción ampliamente conocida en ese momento como «paquetazo» para indicar que su contrincante, Mario Vargas Llosa, nos había hecho un «cambiazo» al moderar su plan de gobierno entre la primera y segunda vuelta electoral (Debate electoral, 1990).

Las expresiones señaladas conforman isotopías de familiaridad que, articuladas con el texto enunciado y el soporte de la imagen televisiva en vivo, construyen la identidad de su actor en contacto, pero, al mismo tiempo, remiten a estrategias discursivas y formas de vida vinculadas a la política-espectáculo y la política de la semejanza.

6.5 Estrategias de batalla: cómo golpear a un candidato

Los candidatos despliegan una serie de estrategias discursivas dirigidas a atacar a su rival político. En eso consiste el juego de la competitividad electoral. No solo hay que proponer, sino que también hay que golpear. No solo asistimos a campañas electorales, sino también a contracampañas. Las batallas entre candidatos suelen ser encarnizadas durante la campaña electoral; no obstante, en el debate, se produce una interpelación ética al decoro y a las buenas prácticas belicistas. No queda claro aún si, cuando los líderes que representan a la opinión señalan o califican algo como guerra sucia, hay un criterio claro y común que permita diferenciar un ataque de otro, dado que no es posible imaginar una campaña electoral sin contracampañas. Esta falta de optimismo se debe a la naturaleza misma del sistema electoral competitivo, en el que no es suficiente ser el mejor, sino hacer del «otro» el peor.

6.5.1 Desenmascarando al «otro»

Sin duda, la estrategia predominante es la del desenmascaramiento del camaleón. Con ello se hace referencia a un candidato («otro») que primero es construido o señalado como una ilusión y que requiere ser mostrado en su verdadera naturaleza.

Esta estrategia supone varias cosas. Por un lado, una normalidad de carácter eufórico conformada por el futuro prometido en toda competencia electoral. Desde el país pacificado y culto de la década de 1990 hasta el país del crecimiento económico con pobreza cero de 2011. El proceso de desenmascaramiento implica hacer del «otro» (candidato)

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un enmascarado que simula ser parte de esos buenos deseos asumidos como normales, pero que en realidad guarda un pasado y una naturaleza de carácter contradictorio. El candidato se coloca en la obligación moral de desenmascarar al intruso que se hace pasar por uno de los «nuestros».

Los ejemplos seleccionados se pueden agrupar por los tópicos a los que hacen referencia. En primer lugar, se encuentran las estrategias de extranjerización, que se evidencian en los dos candidatos enfrentados en 1990, cuando Mario Vargas Llosa se refiere al candidato Fujimori como «samurái» y, a la inversa, cuando Fujimori hace referencia a la soledad londinense del escritor (Debate electoral, 1990). En el debate de 2011, el candidato Toledo aprovecha los momentos de interacción con sus rivales para recordarle a la audiencia quién es realmente el «otro», cuando deja de llamar «señor» a Pedro Pablo Kuczynski y en una de sus intervenciones decide emplear la expresión «Mister Kuczynski». Dicha expresión alude de manera intertextual a los cuestionamientos al mencionado candidato acerca de su pasaporte americano, y al requerimiento de que renuncie a la nacionalidad americana. La expresión desenmascara al «otro», un extranjero.

Otro tipo de estrategia del desenmascaramiento tiene que ver con los estados mentales del «otro». Como se recuerda, en dos ocasiones se ha hecho referencia al uso de drogas por parte de los candidatos: en 1990, Fujimori trajo a colación la experiencia de consumo de drogas de Mario Vargas Llosa, quien se defendió señalando que fue una experiencia de juventud que no recomienda a nadie (Debate electoral, 1990); nuevamente, aparece la insinuación del consumo de drogas por parte de Alan García hacia el candidato Alejandro Toledo.

Alan García:

[...] Pero también hay que luchar contra el consumo de la cocaína que supone una cultura de la moralidad, supone una cultura a través de las escuelas, de los medios de televisión, de los organismos no gubernamentales. Pero supone que ningún funcionario público sea consumidor de cocaína. Yo creo que así también habría que hacer un juramento para decir que solo puede ser funcionario público alto o bajo aquel que no ha consumido cocaína o no tiene ninguna circunstancia de prueba respecto a ello.

[...]

Pero a mí, señor Toledo, nadie me ha registrado como consumidor de cocaína, ni tengo un certificado, que prefiero no mostrar, que demuestra que sí hay personas que consumen cocaína. Un consumidor de cocaína

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no puede ser gobernante de un país. Yo pienso que la lucha contra la corrupción comienza por casa también. (Debate electoral, 2006)

Como se puede observar, el desenmascaramiento del «otro» busca hacerlo incompetente para la función gubernamental, estrategia de exclusión que se manifiesta como amenaza o se resuelve como denuncia. De la misma manera, se utilizan tópicos vinculados al saber, por ejemplo, cuando Alan García califica a Ollanta Humala de «exagerado y demagógico» con su promesa de bajar el precio del gas (Debate electoral, 2006).

Finalmente, se tienen los cuestionamientos a la identidad propiamente política. Esto ocurre cuando el candidato Toledo se dirige al candidato Humala llamándolo «comandante Humala», para recordar a la audiencia su procedencia castrense (Debate electoral, 2011-1). Dicha expresión fue utilizada también por la candidata Fujimori en el debate de la segunda vuelta. Asimismo, Humala acusó a Alan García de ser neoliberal (Debate electoral, 2006) y a Keiko Fujimori de ser populista: «No es regalando cosas que podemos ganar los votos» (Debate electoral, 2011-2).

6.5.2 El pasado como condena

Otra modalidad de ataque verbal entre los candidatos son las referencias a las experiencias pasadas, sean estas políticas o personales. Absolutamente todos los candidatos no solo han padecido este tipo de confrontaciones, sino que a su vez han sido los verdugos de tan pesada artillería.

En 1990, Mario Vargas Llosa fue interpelado por su participación en el caso Uchuraccay, mientras que Fujimori fue cuestionado por su trabajo en el gobierno aprista, que haría presumir cierta alianza con dicho partido político. También fue motivo de controversia su gestión como rector de la Universidad Agraria La Molina (Debate electoral, 1990). Once años después, el candidato Toledo no desaprovechó la oportunidad de reclamarle a Alan García su gestión gubernamental en los ochenta, así como los juicios pendientes en materia de derechos humanos (Debate electoral, 2001). Lo mismo hizo Ollanta Humala en 2006, frente a lo cual el candidato García le recordó su sueldo como agregado militar en París y Seúl (Debate electoral, 2006).

El panorama de reminiscencias del pasado se repite en 2011, en la primera vuelta electoral. Keiko Fujimori cuestiona a Alejandro Toledo sobre su visión y modelo del «chorreo». A Pedro Pablo Kuczynski se le recuerda su trabajo como ministro de Economía en el gobierno toledista.

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La candidata del fujimorismo recibe las críticas sobre el gobierno de su padre cuando el candidato Toledo emplea expresiones como «lo que dejó su papá», «el gobierno de su papá» o «la Comisión Lanssiers creada por su papi». En ese mismo tenor, se le reclama por su papel en relación con Montesinos. Por su parte, Luis Castañeda Lossio es increpado por su incompetencia para resolver problemas en el contexto limeño, señalando que, si no pudo con Lima, cómo podrá resolver los problemas del Perú. Y Ollanta Humala es interpelado por su participación en la asonada promovida por su hermano Antauro, conocida como el Andahuaylazo, así como por su responsabilidad en casos de derechos humanos en Madre Mía (San Martín) (Debate electoral, 2011-1). En la segunda vuelta, se repiten estos cuestionamientos a Ollanta Humala; en cuanto a Keiko Fujimori, las críticas al gobierno de su padre se concretan en los casos de las esterilizaciones forzadas. A ello se agrega los cuestionamientos por corrupción y el uso de dinero del narcotráfico (Debate electoral, 2011-2).

Las apelaciones al pasado tienen como objetivo destruir la credibilidad del candidato, práctica usual no solo en el ámbito de los debates electorales, sino en la campaña electoral, en general, así como en la cobertura noticiosa de la política. El fondo del asunto es que no existen seres impolutos y todos guardan pecados en su pasado. No obstante, la suma de estos cuestionamientos omnipresentes en la vida política del país refuerza la idea generalizada de cierta podredumbre en la clase política, pero a su vez recrea el perfil altamente idealizado de lo que debe ser un político: un ser inmaculado y sin pecado concebido. Si bien la probidad es un valor exigido y deseado en la política, este valor ha sido extensivo no solo al campo del ejercicio profesional, sino también a la esfera íntima de la vida personal. La política deja de ser un ejercicio de carácter profesional con valores claros en el marco de una meritocracia y una cultura cívica; y se construye en el ámbito de las cualidades morales, reservado para los seres extraterrenales como los ángeles o los santos. Con estas reflexiones, no es mi intención hacer una apología de los perfiles perversos y corruptos que han dañado no solo a la clase política, sino a la historia, postergando las posibilidades de desarrollo del Perú. Lo que quiero es enfatizar en el carácter etéreo e inalcanzable de nuestras aspiraciones, lo que hace de la función pública un altar vacío sin santos y sin ángeles.

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6.5.3 Dime con quién andas: los aliados

Otro recurso usado con cierta recurrencia es el cuestionamiento de los aliados políticos dentro y fuera de las campañas electorales. Este tipo de increpaciones fueron sumamente intensas en la campaña de 1990, en la que se enfrentaron en estricto sentido dos outsiders; como se recuerda, ni Alberto Fujimori ni Mario Vargas Llosa pertenecían a la esfera política habitual. No obstante, Mario Vargas Llosa fue significado como una figura insider, precisamente, por las alianzas con las que operaba su participación en la campaña electoral. Pero la conocida recurrencia de cuestionamientos a los aliados se aprecia porque en la elección de 1990 la crisis de los partidos alcanza su mayor expresión.

Veamos los siguientes ejemplos:

Alberto Fujimori:

Muchas gracias. Veo que el doctor Vargas considera banalidad luchar contra la violencia estructural, contra la pobreza y la miseria crítica, y esto en realidad no viene a ser sino el continuismo de aquel primer gobierno de Acción Popular, cuando, desde 1980, el germen de la violencia de Sendero, allá en Ayacucho, recién se iniciaba. ¿Qué autoridad moral o política puede tener un Frente Democrático donde están precisamente aquellos partidos políticos, Acción Popular y PPC? Que en su momento no supo luchar contra la subversión y el narcotráfico. No ha sido sino la miopía y la ceguera de los profesionales de la política que han evitado [sic] que este mal continúe a lo largo y ancho del país [...]. (Debate electoral, 1990)

Mario Vargas Llosa:

Hay aliados y aliados. Hay aliados explícitos hechos a plena luz, como los que he hecho yo en el Frente Democrático. Aliados con los que hemos firmado un programa de gobierno que es el que voy a aplicar con la fuerza de los independientes que están conmigo. Mis aliados yo los muestro a plena luz, sin vergüenza. El ingeniero Fujimori a sus aliados trata de esconderlos y negarlos, como niega ahora a los evangelistas a los que elogiaba tanto antes de la primera vuelta.

Los aliados del ingeniero Fujimori tienen una responsabilidad terrible en el incremento de la violencia en el Perú, en estos cinco años. ¿La política desarrollista para combatir a la violencia del presidente Alan García ha traído menos muertos? [...]. (Debate electoral, 1990)

En el primer caso, Vargas Llosa es cuestionado por sus alianzas con los partidos políticos de derecha del momento, mientras que a Fujimori se le critica por su alianza con el APRA. La primera alianza es aceptada;

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en cambio, la segunda es negada. Las alianzas reales o imaginarias proyectan identidades y se utilizan como estrategias de ataque en los debates electorales analizados. En 2006, Alan García cuestiona a Ollanta Humala por sus vinculaciones o cercanías con Hugo Chávez y Evo Morales. Ambas figuras se usaron para satanizar la figura del candidato (Debate electoral, 2006). Asimismo, en el debate en primera vuelta de 2011, se le cuestiona a Ollanta Humala la presencia de Nancy Obregón, representante de los cocaleros. En la segunda vuelta, Keiko Fujimori es increpada por la presencia de viejas figuras del fujimorismo, como Alejandro Aguinaga y Milagros Maraví; mientras que Ollanta Humala es criticado por su alianza electoral con Perú Posible (Debate electoral, 2011-2). En ese sentido, los candidatos no solo cargan con su propio pasado, sino con las hojas de vida de sus aliados reales e imaginarios.

No se puede entender la política sin alianzas y, probablemente, en estos cuestionamientos se refuerza la idea de candidatos caudillos que por sus propios medios y habilidades deban alcanzar el poder. El debilitamiento de la institucionalidad partidaria y la conversión en máquinas de campañas electorales han supuesto el ingreso de lazos no partidarios o alianzas que son necesarias no solo para articular una campaña electoral, sino para gobernar, de ser el caso. La normalidad que guardan estas críticas no es otra que la personalización de la política y una supereficiencia del actor político. Si un actor político quisiera colmar esta normalidad, debería competir con cero alianzas, con lo cual nunca alcanzaría el poder. Este es un callejón sin salida, del cual es imposible salir bien librado. Por esa razón, el desprestigio de la política a la que contribuye este tipo de estrategias de competencia está asegurado.

6.6 Interacciones verbales: reorientaciones del sentido

Sin confrontaciones no hay debate, dado que la intención original de un debate es apreciar la capacidad y estrategias de ajuste de los candidatos. Sin confrontación, el debate sería excesivamente programado y ello viene acompañado de regímenes de sentido dominados por el hastío y la insignificancia. La recurrencia de expresiones verbales se integra en un texto-enunciado conformado por interacciones (estas sí han sido previamente programadas). De esta manera, se tienen expresiones de ajustes que serán contenidas en interacciones programadas y previamente negociadas. En este trayecto entre la expresión ajustada y la interacción programada, aparecen dos secuencias: la resemantización y el acoso.

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6.6.1 Resemantización

El sentido es una dirección, pero no necesariamente la dirección es una sola y, en el marco de la significación como fenómeno, los procesos de significación pueden sufrir redireccionamientos inesperados, que son fruto del ajuste de los participantes. Así pues, en los debates electorales peruanos, se emplean estrategias de confrontación orientadas a producir redireccionamientos en el orden del plano del contenido. Por ejemplo: señalar algo como virtud y volverlo defecto, y viceversa. Este es el caso de la discusión en torno a la experiencia brasileña:

Mario Vargas Llosa:

Hay que acabar con la inflación si nosotros queremos desarrollarnos y crecer, y cuando un país llega al estado de hiperinflación a la que ha llegado el Perú, solo hay una manera de hacerlo. Esa manera es la manera radical: mediante una drástica reducción del déficit, que es el combustible de la inflación, y mediante una liberalización de los precios que haga funcionar los mecanismos del mercado.

Esta es la manera como los países que tenían inflación han acabado con ella. Así acabó con ella México, así acabó con ella Bolivia, así acabó con ella Chile y así está acabando Venezuela y también Brasil, y hemos visto los beneficios que eso trae para un país. Lo hemos visto en las pantallas de televisión, ayer solamente, a esos hombres y a esas mujeres en Río de Janeiro que decían: «¡Por fin, ya no suben los pasajes!», «¡Ya no sube la gasolina!», «¡Ya no suben los alimentos!» [...].

[Varios minutos después]

Alberto Fujimori:

[...] Usted habla del modelo brasileño y, amigos televidentes que me escuchan, ¿saben ustedes cuál fue la medida que se tomó en Brasil para reducir drásticamente la inflación? De capturar, la medida fue de capturar 90 000 millones de dólares... ¿Usted va a tomar, va a inmovilizar los ahorros de los peruanos? [...]. (Debate electoral, 1990)

Se puede notar que aquello que Mario Vargas Llosa coloca como positivo es transformado por su contrincante en algo negativo. Gran parte de la dinámica del debate de 1990 consistió en reorientar los argumentos del candidato del Fredemo. Vargas Llosa siempre se presentó como un hombre cosmopolita, colocó como su principal ventaja su conocimiento del mundo. Eso mismo fue lo que Fujimori transformó en un defecto, señalando que, como ingeniero, él conocía y se identificaba mejor con el Perú. La confrontación entre lo cosmopolita y lo nacional fue una constante en todo el debate, pero la dinámica era una y otra vez transformar lo eufórico en disfórico. El debate

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de 1990 se jugó en el campo de las axiologías del discurso, no en la cantidad o calidad de la información que se brindaba.

Pero esta dinámica no es exclusiva del debate de 1990; se la encuentra también en el debate del año 2001.

Alejandro Toledo:

Sí, algo muy concreto que está escrito en blanco y negro, en este tomo sobre descentralización y que está resumido en este documento que se ha distribuido esta noche. A mí me gustaría conocer el programa de gobierno del doctor García Pérez, en blanco y negro [...].

[Varios minutos después]

Alan García:

Me felicito, y de verdad emocionadamente que el doctor Toledo, que hasta ahora no había hablado de gobiernos regionales y departamentales, acepte que podemos crear universidades en las provincias para de esa manera hacer que nuestra juventud se forme allí y se quede allí para producir. Todo eso está no en seis volúmenes... El doctor Toledo tiene a su lado una computadora muy importante. Yo le voy a entregar este disquete moderno, en el cual va a encontrar todo el plan que puede tener en seis volúmenes, porque esa es la modernidad de este tiempo [...]. (Debate electoral, 2001)

Lo que resulta una virtud (tener seis tomos de plan de gobierno), García lo transforma en algo obsoleto con la sola muestra de un pequeño objeto en sus manos (disquete).

Los casos presentados requieren la combinación de expresiones verbales e interacciones medianamente predeterminadas en el plano del texto-enunciado. Sobre todo, necesitan la capacidad de ajuste del candidato que inicialmente toma la expresión positiva de su contrincante y la transforma en debilidad. La versión inversa se encuentra en las transformaciones de defectos en virtudes, tal como se aprecia en los diversos cuestionamientos acerca de los cambios, moderaciones o reformulaciones de los planes de gobierno:

Alberto Fujimori:

[...] Lo que ocurre es que, doctor Mario Vargas, ya no se trata del gran cambio; perdón con todo respeto, parece que fuera el gran cambiazo. La diferencia entre primera vuelta y la segunda vuelta es enorme. El país no se puede poner en realización como si fuera un supermercado. Antes se decía que la enseñanza no sería gratuita a partir de tercero, ahora dicen

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que los pobres no pagarán. Antes se decía que no iba a haber estabilidad laboral, ahora se defiende la estabilidad laboral. Antes se decía voy a aplicar el shock de una manera drástica, que eso significa sacrificio, ahora como una nueva oferta al país se dice voy a aplicar un programa de estabilización. En política, doctor Mario Vargas, se requiere conservar los principios, defender la verdad y no cambiar su propuesta de acuerdo a las fluctuaciones electorales [...].

Mario Vargas Llosa:

Para cambiar una propuesta hay que tenerla. Como el ingeniero carece de ella, está exonerado de ese riesgo. No puede cambiar su propuesta porque no tiene ninguna, tiene eslóganes, tiene frases hechas, contradictorias, pero sin ningún sustento detrás.

El Frente Democrático no ha cambiado una coma de su programa [...]. Lo que hemos hecho en este tiempo es enriquecer nuestra propuesta. Eso es verdad, hemos seguido trabajando, no nos hemos dormido sobre los laureles y ahora tenemos una propuesta más rica y más completa, pero que no ha cambiado absolutamente en una coma de aquello que presentamos al pueblo peruano en la primera vuelta. (Debate electoral, 1990)

Años después, la hija del ingeniero Fujimori le increpó a su candidato contrincante la misma situación:

Keiko Fujimori:

Si en algo me gana usted, comandante Humala, es que tiene muchos más planes de gobierno que yo y obviamente genera más temor. Para que nuestra economía siga creciendo, tenemos que generar confianza y confianza significa tener un solo discurso. En su plan de gobierno inicial, usted plantea cambiar la Constitución, diecisiete veces más o menos, pero luego su Compromiso por el Perú, en su Hoja de Ruta y ya luego en su juramento, dice que no. Me gustaría saber si es que va a mantener o no la Constitución de 1993.

Ollanta Humala:

Nosotros hablamos de concertación, no de imposición. La imposición es propia de las dictaduras, la concertación es propia de las democracias; y si nosotros estamos concertando hoy día, estamos logrando convocar una gran mayoría de peruanos que están apoyando el proyecto Gana Perú [...]. (Debate electoral, 2011-2)

En el primer caso, Vargas Llosa, el candidato cuestionado, transforma el defecto en /riqueza/, mientras que, en el segundo caso, Humala convierte el defecto en /concertación/. Más allá de la conveniencia y los

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efectos de tales estrategias, la dinámica verbal del debate supone cambios en la semántica de las expresiones como operaciones de acomodación para intentar la optimización de la retórica verbal.

No obstante, los cambios axiológicos que requieren de altas competencias en los participantes no son las estrategias más recurrentes en esta integración entre expresión verbal e interacción. Los casos más comunes aparecen como evasiones que, en términos de interacción, requieren de estrategias de absorción del «otro» al campo semántico confrontacional. En términos sencillos, si alguien me cuestiona, la mejor defensa o ataque es atraer o incorporar a mi cuestionador a la misma confrontación. Esto se ve en los siguientes casos:

Alejandro Toledo:

Es cierto, yo no tengo la experiencia de gobierno que tiene el expresidente García; consecuentemente, no puedo asumir el activo ni el pasivo del 85 al 90 [...].

Sin embargo, lo que yo nunca haré es un manejo irresponsable de la política económica, de la política fiscal y monetaria [...].

Alan García:

[Risas] Si me permite el doctor Alejandro Toledo, en efecto, hubo inflación en los últimos años de mi gobierno, pero también hubo más producción que ahora y mucho más empleo que ahora. Y usted sabe bien, porque usted trabajó en mi gobierno, como director de un banco durante los cinco años de mi gobierno, bajo la supervisión de César Vásquez Bazán. Creo que eso es importante saber. Entonces, sí tiene algo del activo y el pasivo de mi gobierno [...].

Alejandro Toledo:

Yo no voy a entrar... Yo quisiera más bien que esto sea un debate de propuestas, pero me permite el señor García decirle, tengo en mis manos Semana Económica de diciembre de 1998 y dice literalmente que habían [sic] tres candidatos para asumir la cartera de Economía, entre los que estaban el señor Rivas Dávila y el señor Luis Herz y el economista Alejandro Toledo. Este último fue descartado porque se consideró que no solo debería ser del partido, sino que debería obediencia al presidente García. En mi gobierno, los ministros no serán secretarios del presidente, serán ministros de Estado [...].

Alan García:

Muchas gracias. Yo no miento y lo primero que diré es que jamás ofrecí el ministerio de Economía al doctor Toledo. Lo que sí es cierto es que

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el doctor Toledo fue cinco años director del Banco Sumerbank y aquí, es una foto con el famoso ministro César Vásquez Bazán [...]. (Debate electoral, 1990)

Como se puede apreciar, un cuestionamiento esperado por García son las referencias a su gobierno pasado, en especial, en materia económica y de seguridad. No obstante, no solo defiende su anterior gobierno, sino que involucra a su contrincante en el mismo. Si el primer gobierno de García es colocado con un signo negativo, el candidato García busca el cambio de valor, pero su principal movimiento es asimilar a su contrincante al campo axiológico que el mismo Toledo ha creado.

Algo similar se aprecia en la tardanza producida en el debate de 2006:

Alan García:

Muy buenas noches a todo el país, señor moderador, organizadores. Este debate, al cual finalmente llegamos después de algunos contratiempos, debió comenzar a las ocho de la noche, pero por causas que no son nuestras, pues estuvimos aquí a esa hora por respeto al país, comienza con veinte minutos de retraso [...].

[Siguiente intervención, luego de una breve discusión sobre la colocación de una bandera en el podio del candidato Ollanta Humala.]

Ollanta Humala:

Cómo no, muchas gracias. En principio, la demora no se ha debido a mí, sino que hemos tenido unos simpatizantes apristas que nos han dado la bienvenida en el camino [...].

Alan García:

Yo sé que los sándwiches en el bar Queirolo son sabrosos, pero no hay que hacer esperar al pueblo peruano quince minutos por un sándwich en el bar Queirolo, como la prensa lo atestigua [...]. (Debate electoral, 2006)

La dinámica es la misma: acusa a Humala de llegar tarde y este absorbe a García señalando que su demora es responsabilidad de los apristas. La respuesta de García es mantener el cuestionamiento. Este ejemplo no deja de ser el preludio de lo que vendría más adelante en torno a temas de muy grueso calibre. En el primero de ellos, aparece la figura del exasesor Montesinos, que se convierte en una especie de figura negada que todos tratan de evadir:

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[Finalizando el bloque sobre política social y anticorrupción]

Ollanta Humala:

[...] Y por si acaso no vamos a dar libertad a Vladimiro Montesinos y la pregunta es, después de haber visto todo en estos días, ¿por quién votará Vladimiro Montesinos, si es que votara? Nada más.

[Siguiente bloque sobre descentralización]

Alan García:

Al terminar su anterior exposición, el señor Humala cometió la imprudencia de preguntarme si yo dejaría libre al señor Montesinos. Simplemente voy a decir que es él el que lo dejó libre cuando el día mismo del viaje del Karisma protagonizó un extraño y circense semilevantamiento en el sur, que ahora aparece claramente desmentido por todos sus actores y hasta por el propio Montesinos [...].

Ollanta Humala:

El señor García ha hablado de Montesinos, yo simplemente haría recordar a Agustín Mantilla, secretario personal del señor Alan García, viceministro del Interior en el periodo de gobierno del señor García, ministro del Interior en el periodo del señor García, secretario general del APRA. Este señor está pescado en un vladivideo recibiendo 30 000 dólares de Montesinos, tiene una cuenta millonaria de 6 millones de soles que sencillamente está pagando acá, porque, bueno, no dice de quién será esa cuenta, pero en todo caso, si hablamos de vínculos con Montesinos, yo creo que ahí hay un problema; hay una piedra en el zapato para el señor García y creo que, en aras de la democracia, debería y, en aras de la transparencia, debería decir si le va a dar libertad o no; porque hemos visto una declaración ayer bastante ofensiva, era un misil que quería destruir a Ollanta Humala.

Y la pregunta es: ¿por quién votaría Montesinos si pudiera votar?, ¿no?, ¿por Ollanta Humala o por Alan García? Esa es la pregunta que hay que resolver y el tema también pasa porque se ha dicho mucho que Ollanta Humala era montesinista, etc. O sea, Montesinos se volvió loco pues, ¿no? Se supone que si Ollanta Humala […] le iba a dar libertad. Yo desde acá les digo al señor Alan García y al pueblo peruano que yo no le voy a dar libertad al señor Montesinos, no sé qué dirá el señor Alan García en todo caso.

Alan García:

El problema de un gobierno democrático no es que una persona que manda diga yo te doy libertad o no le doy libertad; eso es militarismo. Es el poder judicial y la Corte Suprema quienes tienen que decidir el destino de las personas; allí está la esencia, la semilla del autoritarismo,

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al estilo Chávez. Yo le doy, yo no le doy, eso no es así en un gobierno democrático. Creo que, dejando de lado los problemas del señor Montesinos con el señor Humala, que tampoco hemos querido tocar en este tema, hay que profundizar en el proceso de descentralización, no solo el de regionalización [...].

Ollanta Humala:

Bueno, efectivamente, hemos escuchado al señor García, pero hay que recordar que el presidente puede indultar, entonces sería bueno saber si lo va a indultar a Montesinos [...]. (Debate electoral, 2006)

Por un lado, no hay manera de convertir la figura de Montesinos en un signo positivo, pero es justamente por su carácter altamente disfórico que se vuelve una granada que se lanza y relanza entre los participantes, para ver en manos de quién explota. Con la frialdad que da el tiempo y una lectura fuera del contexto electoral, se puede señalar como consecuencia natural que ambos candidatos terminan cuestionados frente al tema.

Una situación similar se produce en 2011, en la primera vuelta, cuando Ollanta Humala cuestiona los pocos avances en materia de lucha contra la corrupción y narcotráfico al candidato Toledo.

Ollanta Humala:

Desde los años noventa para adelante, el narcotráfico, el lavado de dinero y la corrupción vienen creciendo y carcomiendo todas las instituciones del país. Se les toma el pelo a los peruanos en cada elección, pero el narcotráfico continúa creciendo y la corrupción anda suelta de brazos amparada por la impunidad: ¿cómo romper este círculo infernal y no repetir lo que fracasó rotundamente con los que ya gobernaron?

Alejandro Toledo:

[...] Comandante Humala, me pregunta usted eso y yo digo: Madre Mía, ¿cómo es que la combinación entre el narcotráfico y los cocaleros, que están apañados entre ambos y que producen cocaína, no son parte del narcotráfico? ¿Cómo es que al tener cocaleros adonde no hay censo para poder ver qué parte de la coca va al consumo y qué parte va al narcotráfico? Me parece, señor Humala, que usted lee para no salirse del libreto, pero sería bueno que responda a las preguntas. Muchas gracias. (Debate electoral, 2011-1)

La respuesta de Toledo no deja de ser magistral, haciendo uso del sarcasmo, transforma al cuestionador en cuestionado. La intertextualidad emerge si se toma en cuenta los temas de la campaña electoral: el

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caso Madre Mía por el cual el candidato Humala es cuestionado como presunto violador de derechos humanos (/seguridad/) y el soborno de testigos (/corrupción/); su alianza con Nancy Obregón, representante de los cocaleros (/narcotráfico/); y la participación excesivamente programada del candidato en el mismo. Vale la pena mencionar que solo y únicamente el candidato Toledo cuestiona públicamente esta forma de participación.

En el mismo debate, aparece el tema de la Policía Nacional, lo cual es absolutamente comprensible en estos espacios de discusión, dada la crucial función que cumple en el ámbito de la seguridad de la nación. No obstante, García cuestiona la propuesta de su contendor frente a esta institución y el candidato, fiel a su estilo, lo absorbe poniendo en escena el caso del Andahuaylazo.

Alan García:

[...] Pero el gobierno aprista, que creó la Policía Nacional del Perú, integrando tres instituciones, no podría caer en el error que propone el plan de mi oponente, que es destruir la Policía Nacional del Perú desmembrándola en 1800 micropolicías al entregar sus funciones a los municipios de todo el país [...].

Ollanta Humala:

[...] Y por eso el señor Alan García miente, miente como siempre diciendo que yo voy a descuartizar a la Policía Nacional. Nada que ver. Por favor, lo que queremos es que nuestra policía actúe bajo el manto del respaldo político, de la autoridad local, eso es lo que queremos hacer nosotros [...].

Alan García:

[...] Es verdad que 1980, 90 se produjeron muchos problemas, pero lo que vamos a impedir también son los nuevos problemas. Defendemos a la Policía, no la asesinamos. Defendemos a la Policía, no nos levantamos contra el orden legal que ella defiende [...].

Ollanta Humala:

[...] El señor Alan García ha hablado sutilmente de asesinato a policías, de eso responderá mi hermano, pero el señor Alan García debería responder de la venta de Mirage que hizo en su gobierno [...].

Alan García:

Hay una frase popular que dice: soy su hermano, pero no sé nada, aunque haya llamado desde Seúl por teléfono y dejado grabado mi apoyo

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de asesinato de cuatro policías y a la destrucción de bienes públicos en Andahuaylas, pero es simplemente una acotación que le dejo allí [...]. (Debate electoral, 2006)

El caso precedente goza de una particularidad: García envuelve a Humala en el tema policial con la finalidad de sacar a la luz el caso de su hermano. Si bien Humala lo absorbe, sacando a la superficie un caso anterior, llama la atención el desenmascaramiento progresivo del cuestionamiento, el cual comienza como un cuestionamiento programático y termina como un cuestionamiento político-familiar.

Finalmente, este caso resulta ilustrativo, ya que el sujeto asimilado a la controversia resulta ser ajeno a la interacción inicial. En el caso siguiente, el cuestionamiento lo inicia el candidato Castañeda, pero la respuesta evasiva del candidato cuestionado termina absorbiendo a otro candidato (Toledo).

Luis Castañeda Lossio:

En su plan de gobierno, señor Kuczynski, usted dice, y además lo ha expresado uno de sus altos directivos, que va a reducir las vacaciones a quince días. ¿Qué otros derechos de los trabajadores tiene proyectado eliminar?

Pedro Pablo Kuczynski:

[...] Ahora, las vacaciones. Las vacaciones, yo nunca he propuesto reducir las vacaciones. Eso viene de una Ley 2028015 que dio el presidente Toledo en ese entonces para promover las pequeñas...

José María Salcedo:

Por favor, silencio...

Pedro Pablo Kuczynski:

... las pequeñas empresas, donde se puso quince días de vacaciones. Pero yo no firmé esa ley. Yo no era ministro de Economía en esa época. Entonces, yo le tengo que reconocer la verdad. Yo nunca he propuesto quince días de vacaciones. Punto y se acabó. Y ahí, yo creo que la cosa debe quedar bien clara [...].

[Segundos después]

Alejandro Toledo:

Mister Kuczynski, no se sacuda ahora usted [...]. (Debate electoral, 2011-1)

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6.6.2 El acoso

Una segunda articulación entre las expresiones verbales y las interacciones programadas en el debate electoral se encuentra en el acoso. Esto es, un candidato lanza un cuestionamiento, tema o pregunta; y ante la evasión o indiferencia del otro candidato, insiste y repite la solicitud, aun cuando se produzcan cambios de bloques temáticos.

En 1990, Mario Vargas Llosa fue asediado varias veces con el tema de Uchuraccay y su negativa a firmar el acuerdo nacional, tan solicitado por el ingeniero Fujimori como una muestra de concertación y diálogo. En 2001, Alejandro Toledo insistió en más de una ocasión en preguntarle a Alan García si se comprometía con las recomendaciones formuladas por la Comisión de la Verdad y Reconciliación.

Alejandro Toledo:

[...] Quiero hacer dos atingencias. Primero, quiero comprometerme públicamente esta noche ante todos los peruanos, que mi gobierno se comprometerá a asumir las recomendaciones de la Comisión de la Verdad como compromisos vinculantes y obligantes para el Estado. En segundo lugar, quiero solicitar al expresidente Alan García Pérez que ahora se comprometa ante el pueblo a hacer el mismo compromiso para el futuro [...].

Alan García:

El tema era derechos humanos, anticorrupción y drogas. Quiero decir que yo he firmado con la Comisión de la Verdad un compromiso y que no es necesario llamarme a suscribirlo ahora [...].

Alejandro Toledo:

Yo quiero pedir públicamente al expresidente que se comprometa conmigo ante el Perú, esta noche, a aceptar las recomendaciones de la Comisión de la Verdad como compromisos vinculantes y obligantes para el Estado. Es de vital importancia. No le quitemos el cuerpo, es vital [...]. (Debate electoral, 2001)

Luego de este intercambio, García alude al consumo de cocaína del candidato y Toledo señala las cuentas pendientes del expresidente en el tema de derechos humanos. Como se observa, el acoso aparece como una tensa espera o seudoamenaza para sacar a la luz temas que, en cierta medida, ya son conocidos por aquellos que siguen los acontecimientos a través de la prensa, pero en el contexto del debate electoral aparecen como recordatorios de temas pendientes o puntos críticos con relación al candidato.

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En el debate electoral de 2006, Ollanta Humala solicitó a Alan García en varias ocasiones que definiera su posición frente a los tratados de libre comercio y el retorno a la Constitución de 1979.

Ollanta Humala:

[...] Y vamos a revisar el tratado de libre comercio.

[En la siguiente intervención-réplica]

Ollanta Humala:

Hablamos de revisar el TLC, pero esto significa resguardando el empleo y el fortalecimiento del sector agroexportador y yo creo en este tema. El señor Alan García debería definir si está a favor o en contra del TLC porque su posición me parece a mí, me parece ambigua, en el sentido de no ganarse enemigos de ningún lado [...].

[En la siguiente intervención-dúplica] Ollanta Humala:

Bueno, creo que, señor García, no ha respondido todavía si está a favor o en contra del TLC, eso es algo que está puntualmente allí [...].

[En el siguiente bloque]

Ollanta Humala:

Gracias. Bueno, nuestro amigo Alan García no ha contestado el tema de la Constitución y el TLC... Bueno, en su tiempo, por favor, claro que sí. (Debate electoral, 2006)

Curiosamente, el caso precedente pareciera la transcripción de un monólogo. Probablemente, en eso consiste la interacción: el acoso constante frente a un tema y la indiferencia permanente del candidato contendor. Aunque cabe mencionar que la insistencia frente al tema del TLC finaliza cuando Ollanta Humala hace mención a expresidentes que terminan con cuantiosas propiedades después de su gobierno; en respuesta a ello, Alan García menciona el sueldo como agregado militar del candidato Ollanta Humala.

6.7 Formas de despedidas

Si se suman las participaciones que los candidatos han realizado en debates electorales para tentar el sillón presidencial, se puede decir que han sido trece ocasiones, incluyendo repeticiones, en las cuales los candidatos han tenido como última oportunidad de intervención

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despedirse y aprovechar esos minutos para dar su palabra final. Palabra final en televisión en vivo, en cadena nacional y muy próxima a la jornada electoral. Mi última reflexión en el campo de las expresiones verbales como figuras de los debates electorales presidenciales está dirigida al análisis de los discursos de despedida o cierre que los candidatos expresaron al finalizar su participación en los debates. En ese sentido, cabe preguntarse: ¿cómo se despiden los candidatos?

6.7.1 Golpes finales

Algunos candidatos deciden que sus palabras finales deben ser golpes finales, es decir, continúan con la lógica de confrontación natural a todo debate. Así pues, se encuentran golpes de diverso calibre o intensidad.

Probablemente, los casos más contundentes de golpes finales están en manos de los Fujimori, quienes aprovechan la oportunidad de ser los que cierran definitivamente el debate, es decir, que no hay más intervenciones después de ellos. En 1990, Alberto Fujimori denunció la prefabricación de una portada periodística anunciando el triunfo de su contendor en el debate que aún no finalizaba, porque era él quien lo iba a dar por terminado.

Alberto Fujimori:

[...] Todo este debate ha sido muy serio y formal, pero, lamentablemente, voy a tener que hacer una denuncia muy grave que echará por tierra la seriedad política de mi oponente. Tengo aquí una publicación, especie de encarte con el logo del diario Ojo, que ha sido impreso hasta donde sabemos en número de 500 000 ejemplares para ser distribuidos el día de mañana. Aquí se dice que el doctor Vargas ha ganado este debate que aún no termina. ¡Cómo han progresado las comunicaciones!

Sin embargo, esto no tiene nada de gracioso; yo denuncio ante la opinión pública mundial este tipo de campaña inmoral que es una falta absoluta de respeto para el pueblo peruano y por el ejercicio honesto del periodismo. Si las cámaras pudieran enfocar... Doctor Vargas, en caso el pueblo elija a Cambio 90, espero contar con usted aquí en el Perú y no en Londres para reconstruir el país [...]. (Debate electoral, 1990)

La prolongación de la confrontación hasta el último minuto de participación también aparece en la última intervención del debate en la primera vuelta de 2011. Keiko Fujimori tiene la última palabra y la emplea con un estilo mucho más moderado que su padre para continuar cuestionando a sus contendores. Uno a uno menciona a los cuatro candidatos dirigiéndose a ellos en segunda persona y señalando sus cuestionamientos:

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Keiko Fujimori:

Señor Toledo, el pueblo peruano sabe quién combatió el terrorismo y quién los liberó. Señor Kuczynski, la preocupación por los más necesitados no solo debe darse en época de campaña. Señor Castañeda, usted ha sido un buen alcalde, pero no basta conocer Lima para entender los problemas a nivel nacional. Señor Humala, usted hace propuestas en las que coincidimos; sin embargo, la gran diferencia está en cómo ejecutarlas [...]. (Debate electoral, 2011-1)

No obstante, no son los únicos que deciden que su última participación siga siendo una confrontación. Alejandro Toledo continúa su ataque a García señalando su primer gobierno (Debate electoral, 2001). Luis Castañeda Lossio y Ollanta Humala señalan que los demás ya tuvieron su oportunidad de gobernar y cada uno dice que ahora le toca a él, invocando su noviciado político como un argumento frente a la decisión de los electores. Mientras que Alejandro Toledo decide confrontar a Humala, a quien considera su verdadera competencia para pasar a segunda vuelta (Debate electoral, 2011-1).

6.7.2 Despedidas autobiográficas

Algunos candidatos optan por dedicar sus palabras finales a hacer remembranzas de su vida personal, lo que se denomina un proceso de intimización en la investigación académica. Algunas de ellas suponen estrategias de victimización:

Alan García:

[...] Quiero decirle [sic] a todos los ciudadanos: hemos vivido tiempos dolorosos cada uno, yo creía que había vivido solo mi exilio, pero encontré que en el Perú hay muchos exiliados dentro de su propia tierra. El desempleado, el propio industrial que tiene la fábrica cerrada, el jubilado sin pensión, el profesor con bajísimo salario. Todos son, esos son exiliados dentro de la tierra y hay que poner fin a ese destierro concertando y llamando a los mejores [...]. (Debate electoral, 2001)

El candidato no solo relata su experiencia de sufrimiento, sino que la homologa y asimila al sufrimiento de todos los demás peruanos. Un caso diferente, pero con igual intensidad emotiva, lo protagoniza Keiko Fujimori en el debate electoral de la segunda vuelta de 2011, cuando menciona las difíciles circunstancias que ha tenido que atravesar luego de la caída del gobierno de su padre y cómo no desea lo mismo para sus dos hijas; y esto lo ofrece como argumento y promesa de un gobierno diferente (Debate electoral, 2011-2).

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Otros casos de remembranzas autobiográficas son los de Pedro Pablo Kuczynski, quien presenta sus orígenes familiares (Debate electoral, 2011-1), y Ollanta Humala, quien recuerda en su despedida de la segunda vuelta todo lo que ha tenido que viajar durante la campaña electoral (Debate electoral, 2011-2). Ambas intervenciones tienen en común que sus expresiones verbales buscan fijar una identidad que asegure un contacto con el electorado y su solidaridad.

6.7.3 La gran oportunidad

Otros candidatos prefieren cerrar sus intervenciones señalando la gran oportunidad que vive el país. Sin duda, son visiones optimistas en las que el candidato se encarna como el vehículo conductor de un escenario nuevo:

Mario Vargas Llosa:

[...] El Perú hasta ahora no ha aprovechado esa posibilidad extraordinaria de la modernidad y yo estoy haciendo política porque quiero que mi país aproveche esas posibilidades para convertirse en lo que ya fue alguna vez y que puede volver a ser de nuevo: un gran país, un país que llene de admiración y de respeto al mundo entero [...]. (Debate electoral, 1990)

Alan García:

[...] El Perú tiene una enorme oportunidad que le abre el mundo, y se trata de conducir con sentido popular, social, nacional esa oportunidad, pero hacerlo con tranquilidad. Creo que podemos transitar hacia la justicia social, sin odio y sin violencia [...]. (Debate electoral, 2006)

Por último, se debe mencionar la despedida llevada a cabo por el candidato Humala en 2006 y que, en cierta medida, no guarda semejanza con ninguno de los casos expuestos anteriormente. En dicha ocasión, Ollanta Humala leyó una fórmula de compromiso sumamente formal que contrastaba con el tipo de alocución y de lenguaje empleado en todo el debate, de tendencia más combativa y mucho más informal. Su despedida tuvo los rasgos de un discurso de juramentación.

Ha sido sumamente denso organizar el presente capítulo. Como se explicó inicialmente, se ha seguido una estrategia globalizante para luego optar por una mirada electiva, la cual se ha centrado en tres planos: la escena práctica, el texto-enunciado y las figuras o signos. En el plano de la escena práctica, el análisis sugiere la existencia de una voluntad pasiva por parte de los broadcasters, que se entrelaza con una resistencia pasiva de los candidatos, lo cual imprime un ritmo

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narrativo al debate televisado ciertamente orientado a conservar una forma de visualizar la política peruana. Por el lado del texto-enunciado, se observan formatos de interacción cuya tendencia se dirige hacia la inclusión de nuevos actores que podrían enriquecer las dinámicas interactivas del presente ritual. Finalmente, en el caso de las figuras, tanto la gramática corporal como las expresiones verbales permiten señalar la combinación de dos lógicas: la confrontación y la propaganda. No quiero, ni ha sido mi intención, señalar si alguna es mejor que la otra. Ambas pueden ser beneficiosas para la democracia tanto como ambas pueden ser nocivas para este sistema. Espero haber cumplido con el objetivo de profundizar semióticamente en las formas de significación del debate electoral televisado, en especial, del caso peruano, con el solo deseo de mejorar esta forma de representación de la deliberación y que ella trascienda de los procesos electorales a otros espacios tanto políticos como sociales. Solo será en la deliberación donde curtiremos nuestra tolerancia y respeto hacia el «otro».

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Conclusiones

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Me he planteado como desafío el estudio en profundidad de los debates electorales presidenciales peruanos desde una perspectiva longitudinal y un enfoque semiótico. La pregunta principal ha girado en torno a las formas de construcción y representación de las identidades y alteridades políticas en los debates electorales presidenciales televisados en el Perú, y se ha formulado tres áreas analíticas para conseguir tal propósito: la evolución de los mecanismos de manipulación enunciativa, los regímenes de interacción entre los actores representados y las configuraciones intelectuales y afectivas tanto del «nosotros» como del «otro» político en los debates electorales peruanos. En ese sentido, las conclusiones se organizan en torno a las tres preguntas específicas que motivaron esta travesía intelectual.

Puesta en escena y mecanismos de manipulación del lenguaje televisivo

En el nivel de las figuras o expresiones verbales, se observa a lo largo de los debates electorales presidenciales una permanente combinación entre las expresiones dirigidas a una audiencia electoral con la finalidad de conquistar los futuros votos, a las que he denominado la lógica de la propaganda; y las expresiones verbales dirigidas al opositor político dentro de la lógica de la confrontación. Este trabajo no tiene una orientación cuantitativa que permita señalar tendencias al crecimiento de una u otra forma; pero el trabajo analítico ha hecho posible observar la presencia de esta combinación.

Esta combinación se ve condicionada por el plano de inmanencia del texto-enunciado en el sentido de que el formato del debate (exposición, réplica y dúplica) incide en su funcionamiento. No será la fórmula del

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formato en sí mismo, sino aspectos como el tiempo dedicado a cada segmento, o la existencia de bloques temáticos específicos o abiertos, los que repercutirán en el peso de una lógica u otra.

En el plano de las figuras corporales, he juzgado relevante la gestión de la mirada en la gramática corporal desplegada en el debate. En ese sentido, la imagen televisiva (objeto-soporte) condiciona en gran medida todas las posibilidades de construcción significativa del cuerpo, al dar en algunos casos más espacio a las manos del debatiente, al torso o a aspectos específicos del rostro. No obstante, un hilo conductor une todos los debates, sea el encuadre un poco más abierto o cerrado: la mirada.

La gestión de la mirada adquiere una doble significación y función: por un lado, la mirada a la cámara para dirigirse corporalmente al elector (lógica de propaganda) y, por otro, breves miradas al candidato oponente (lógica de la confrontación). En el primer caso, se tiene una función de contacto en el sentido señalado por Verón (2001), y en el segundo caso, se cumple una función fática en el sentido señalado por Jakobson (1975). En este juego de miradas, he destacado la disonancia que se establece entre la mirada al público presente en el auditorio del debate y la mirada a la cámara. Ello demuestra las competencias en la enunciación de la práctica, además de incidir en los valores semánticos del discurso.

En el plano de las interacciones, se organiza para una interacción entre los participantes del debate. No se presentan cambios en la estructura de la interacción (exposición, réplica y dúplica), así como en la organización por bloques temáticos. La evolución se ha dado en la administración del tiempo a través de la fragmentación. La reducción del tiempo en las intervenciones produce más interacción, se reduce la lógica de propaganda o expositiva y se promueve mayores interacciones.

En el plano de la imagen televisiva (objeto-soporte), no se encuentran mayores cambios en la historia; por el contrario, hay una persistente composición de cámara fija, plano medio, el candidato mirando a la cámara. El lenguaje audiovisual no crea el sentido de interacción como sí lo produce el texto-enunciado, lo que genera una disonancia discursiva. Desde la perspectiva de Verón (2001), se le ha dado mayor peso a la gestión del contacto por parte del candidato, relegando la interacción con los demás candidatos al plano corporal y verbal.

Con respecto a la emisión en vivo, la participación de los candidatos (prácticas), así como las respectivas estrategias de acomodación, se ha

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señalado la configuración de una modorra narrativa, producto de una voluntad pasiva del broadcaster y la resistencia pasiva de los candidatos a debatir. Ello da lugar a una forma de vida que he denominado puritanismo político audiovisual, caracterizado por el cero riesgo y el predominio de la programación.

En síntesis, y tomando todos los elementos expuestos en las líneas anteriores, considero que la evolución del debate electoral presidencial ha sido mínima en cuanto a la integración de los mecanismos del lenguaje televisivo. El debate aparece como un producto audiovisual suspendido en el tiempo, erigiéndose como una «reserva natural» de valores políticos conservadores. El debate no se ha espectacularizado; no obstante, ello no necesariamente ha traído mejores réditos a la cultura política peruana.

Formas de interacción y regímenes de significación

Señalé en el apartado anterior que el formato de interacción (texto-enunciado) había persistido a lo largo de la historia de los debates electorales en el Perú, con la sola modificación en la fragmentación del tiempo. Ello se traduce en la idea de que las interacciones dentro de los debates se inician en la lógica de la propaganda (exposición) y finalizan en la lógica de la confrontación (réplicas y dúplicas).

En la lógica de la propaganda, se encuentra la presencia de un régimen de asimilación por el cual el «otro» (el elector) es manifestado como una entidad diferente que hay que asimilar o civilizar políticamente. Las estrategias de asimilación que se utilizan son diversas, por ejemplo, la estrategia del convencimiento, por el cual se ofrecen argumentaciones de diversos tipos para su conversión. Durante mucho tiempo, el gran argumento del «cambio» fue el motor principal para convencer al «otro», pero, en las dos últimas elecciones, este adquirió un valor polémico.

También está la estrategia de familiarización, por la cual se busca convencer al «otro» haciéndose igual a él mediante el empleo de expresiones comunes o coloquiales. Estrategias de normalización de una identidad que representa su falsedad al quedarse en una mera técnica pedagógica. Finalmente, se muestran estrategias de asimilación en las reorientaciones del sentido presentes en las disertaciones orales de los debatientes. Lo que se manifiesta como un ataque se vuelve un contraataque con la finalidad de obtener una ganancia, por lo menos en el plano discursivo.

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En la lógica de la confrontación, se halla el régimen de exclusión, por el cual el «otro» se vuelve tan insoportable que solo cabe su aniquilamiento político en el plano discursivo. Estas estrategias aparecen en lo que he denominado estrategias de batalla para golpear a un candidato, que adoptan tres formas permanentes en todos los debates electorales presidenciales y son extensibles a toda la campaña electoral: el desenmascaramiento del «otro», el pasado como condena, la denuncia de los aliados. En estas estrategias se erige una tensión entre los temas de ataque que pertenecen al ámbito público-privado de los candidatos (ejercicio profesional, pasado político, etc.) y los temas de ataque que pertenecen al ámbito de la vida íntima (salud mental, consumo de drogas, etc.). Detrás de estas formas de activación de la confrontación, no queda clara la línea fronteriza que separa lo público-privado de la esfera íntima o, lo que puede resultar peor, operan plantillas morales colocadas como lógicas del sentido común.

¿Hay evolución? No se puede afirmar que se haya evolucionado de un régimen de exclusión a uno de asimilación, sino más bien la coexistencia de ambos regímenes por la permanencia de las dos lógicas: propaganda y confrontación. Aunque en el desglose de cada plano de inmanencia es posible encontrar la preeminencia de uno sobre otro, la amalgama de ellas produce disonancias y composiciones extrañas que, en cierta medida, pueden hacer particulares a los debates peruanos.

Sin embargo, sí hay evolución en el empleo de las estrategias que sustentan los regímenes. En el caso del régimen de asimilación, la evolución se halla en los valores semánticos de los contenidos que nutren las estrategias de convencimiento. Las estrategias de familiarización se hacen más presentes, pero las reorientaciones del sentido se convierten en un recurso estilístico y retórico permanente en los candidatos. Bajo la lógica de la confrontación, la evolución es nula; las mismas estrategias de batalla de repiten una y otra vez en cada debate electoral.

Construcción y proyección del «nosotros» político y del «otro» político

El debate electoral proyecta la presencia de un «nosotros» político encarnado en la figura del candidato y un «otro» político actorializado en el adversario político y los electores.

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«Otro» político: el adversario

Proyectando a este «otro» político, se construye ese «nosotros» ideal. Las estrategias de batalla predominantes mencionadas en este estudio (el desenmascaramiento, el pasado como condena y la denuncia de los aliados) remiten a un mundo político peruano cargado de máscaras. Donde todos esconden algo y donde todos son una mera ilusión. Todo adversario es contradictorio; siempre habrá una declaración registrada en prensa en el pasado que contradice las ideas aclamadas en el presente. Los ataques políticos aluden a una competencia de camaleones, donde nadie es lo que es. Pero, a su vez, parecen justificar un código moral en donde nadie puede cambiar o nadie puede evolucionar. Los sujetos deben mantener una identidad única desde el inicio al fin. El valor que se defiende es el de la coherencia, en oposición al oportunismo de ir cambiando al vaivén de las coyunturas. Pero también destierra valores como la tolerancia, el diálogo, la apertura, la flexibilidad, que resultan esenciales en sociedades marcadas por la diversidad. Atacar a un «otro» por ser incoherente con su pasado, con su presente y que lo será en el futuro supone defender y afirmarnos en un «nosotros» política, social y culturalmente puro; en resumen, una identidad suspendida en el tiempo.

Asimismo, se puede encontrar en la confrontación la configuración de un «otro» amenazante. Estrategias de terrorismo discursivo o satanización, que buscan construir a ese «otro» como un apocalipsis por venir. Estas formas de construcción apocalíptica, que están presentes en varias campañas electorales y sus respectivos debates, articulan una persistente fragilidad en el proceso político. La idea de un permanente riesgo nos invade, en donde la democracia termina siendo un arma de doble filo que nos lleva al salvador o nos condena a nuestro peor verdugo. El sistema político se construye ante nuestros ojos como inestable y peligroso. No es solo el candidato el que se nos muestra como amenaza, sino que esta se extiende al sistema político entero. El valor que se defiende frente a este «otro» es el de la seguridad y pone en duda si la libertad es suficiente. ¿Cuánta libertad estamos dispuestos a intercambiar por una mayor seguridad? La seguridad es, sin duda, un valor apreciable, en oposición a vivir en un estado de riesgo permanente; muchos peruanos sabemos lo que eso significa. Pero puede devaluar valores como la libertad, la pluralidad, la deliberación.

No pretendo, a partir de estas reflexiones y conclusiones, satanizar la confrontación. Pero este estudio permite considerar la poca evolución

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positiva, si cabe el término, en las formas de confrontación en el Perú. Solo conocemos formas de confrontación extremas que no nos permiten reconocer formas de discrepancia absolutamente legítimas en el marco de una sociedad deliberativa.

«Otro» político: el elector

La proyección del «otro» también pasa por el elector. Ese elector es requerido en oposición al adversario bajo formas afectivas: hermano, compatriota, peruanos, hombres, mujeres, poblador de pueblos alejados, etc. Si bien son formas que remiten a estrategias más bien asimilatorias, no dejan de ver en el elector a un ser diferente que hay que conquistar, que no está con «nosotros». A ese elector se le busca convencer con aclamaciones, con explicaciones didácticas o con ejemplos ilustrativos. Formas que remiten a su olvido (por eso, hay que hacerle recordar las cosas importantes) o a su ignorancia (por eso, hay que explicarle las cosas como si fuera niño). Estas formas presuponen un «nosotros» amparado en sus competencias: el saber y el poder. El querer y el deber son adjudicados al elector. Sabemos que, en la práctica, el que tiene el poder es el elector y quienes quieren o deben son los políticos. Pero el discurso afectivo construye ese querer y deber como competencia del elector.

Si en un mundo ideal el saber estuviera en manos de los electores a través de la cultura política, cívica o ciudadana, las formas discursivas serían menos afectivas y más argumentativas; porque lo que caracterizaría a la deliberación no sería el arte de la seducción, sino el arte del razonamiento.

«Nosotros» político

Cada candidato emplea varias estrategias durante la campaña y durante el debate para mostrarse como la encarnación de los valores de una comunidad política ideal. La personalización política justamente ha consistido en eso: las instituciones partidarias dejaron de ser los significantes representativos de esa comunidad política ideal y hoy en día se juega en la figura de los candidatos. Este fenómeno dista de ser una peculiaridad local; por el contrario, recorre todo el globo, aunque adquiere particularidades regionales. En América Latina se le ha denominado caudillismo y mesianismo, pero no deja de ser parte de un proceso más amplio en la modernización que socava sus propias instituciones políticas y las sustituye por hombres y mujeres llamados a cargar con el peso de una identidad comunitaria y nacional. A partir de las formas de señalamiento

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del «otro» relevadas en este estudio, se puede concluir que el «nosotros» político encarna los valores de la coherencia, la seguridad, el saber y el poder. Estas formas comportan tanto riesgos como ventajas, por lo cual es imperativo discernir cuánto dicen de la comunidad peruana.

Recomendaciones para una mejor consolidación de los debates

Fortalecer las experiencias deliberativas en el Perú trae consigo múltiples beneficios; entre ellos, y como bien lo han señalado las investigaciones precedentes, es posible esperar que ciudadanos mejor informados tomen decisiones más racionales. Pero, a su vez, la deliberación, en general, puede dotar de contenido al interés público y construir consensos morales que permitan una mayor legitimidad y consolidación de las instituciones políticas en el país.

Algunos aspectos de este estudio se han ido discutiendo en diferentes espacios, lo que ha permitido cuestionar algunas afirmaciones provenientes del sentido común y de la costumbre. En ese marco, y teniendo como horizonte los debates electorales peruanos, pongo a discusión algunos aspectos a modo de propuesta:

• Abrir el encuadre. Combinar la sintagmática audiovisual yflexibilizarla. Ante ello, cabe preguntarse: ¿qué sería oportuno en la composición visual de un encuadre alternativo?

•Evitar que los candidatos miren a la cámara. Parece uncontrasentido, pero se trata de reducir la idea del candidato que hace propaganda ante una audiencia y proponer un verdadero debate entre candidatos. La capacidad de ajuste de los candidatos entre sí, sus grados de resistencia, de control emocional, de tolerancia, podrían permitir evaluar el perfil de estadista de un candidato.

•Incorporarotros actores en ladinámicadeldebate electoral.En el caso peruano, el debate ha estado solo limitado a los candidatos y a un periodista moderador. Hay que reconsiderar la inclusión de los periodistas, líderes de opinión, ciudadanos, redefiniendo sus roles al interior del debate.

Considero que esta discusión puede contribuir a considerar la necesidad de tomar el control del dispositivo enunciador televisivo y de

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su lenguaje, así como a tomar el control del espectáculo. Para ello es importante la incorporación en los espacios de discusión y organización de los debates electorales a los profesionales vinculados a la producción audiovisual para la generación de formatos de renovación audiovisual. Como señalé anteriormente, la optimización de la práctica discursiva se produce por acomodaciones sintagmáticas, que, en este caso, consisten en el control del tiempo y del espacio de estos discursos a través de la técnica audiovisual en diálogo con los científicos de la política.

A modo de desafíos y puntos de agenda pendientes, conviene tomar en consideración que los debates electorales televisados no actúan solos; su optimización depende también de su relación con otras prácticas: la publicación y difusión de sondeos de preferencia electoral, la cobertura periodística de las campañas y las contracampañas electorales. Todas ellas se integran en un tinglado estratégico que forma parte del objeto de análisis de la comunicación política.

En lo que respecta a los debates electorales televisados, queda por delante estudiar en profundidad cómo estos discursos se integran en sus diversos niveles: locales, regionales y nacionales. No es lo mismo un debate electoral municipal que uno presidencial; no obstante, existen lazos intertextuales entre un nivel y otro que la investigación debe corroborar. Por otro lado, cabe hacerse la pregunta por la confrontación y acomodación de esta práctica con la cobertura periodística. En esa misma línea, conviene trabajar la integración de los debates electorales con la interacción en las redes sociales.

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Debates presidenciales televisados en el Perú (1990–2011)

Los debates televisados de los candidatos presidenciales se han convertido en rituales programados en los procesos electorales. Muchos estudios se han centrado en el verbo e imagen del can-didato, es decir, en su performance, sin embargo, poco se ha dis-cutido sobre la incidencia del carácter televisivo de la polémica en sí. La presente obra se propone dos objetivos: reconstruir la historia peruana de los referidos debates y comprender la fun-ción de la imagen televisiva en la creación del discurso político.

En el Perú, el primer debate presidencial televisado aconteció en 1990, entre el escritor Mario Vargas Llosa y el ingeniero Alberto Fujimori Fujimori. La evolución de nuestros debates ha sido semejante a la de otros países, pero el caso peruano, hasta 2011, mantuvo cierta particularidad: la preeminencia del formato audiovisual originario de 1990, deudor, a su vez, del formato norteamericano de 1960. En otras naciones la institu-cionalización del debate ha ido de la mano con una evolución en el lenguaje audiovisual.

Este libro busca aproximarse a los debates desde el sincretismo de varios lenguajes: signos corporales, interacción entre can-didatos, imagen en vivo, participación, emisión, estrategias y formas de vida.