Deber del Médico de Denunciar

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El deber de denunciar del médico. Consideraciones. Por Andrés A. Elisseche 1 y Alejandro E. Bietti 2 Sumario: I.- Introducción.- II.- La CNACC en el Plenario “Frias Natividad”.- III.-El fallo “Zambrana Daza” de la CSJN.- IV.- Una decisión acertada: La CNACCF y el fallo “M.A.P.”.- V.- Normativa procesal y penal vigente. ¿Se encuentra realmente obligado el médico a denunciar ?.- VI.- Conclusiones.- I.- Introducción.- Luego de varias décadas de discusión, continua habiendo gran debate en las sociedades modernas, tanto latinoamericanas como de la Europa Continental y hasta de países angloparlantes, en cuanto a si el médico que en el ejercicio de su profesión toma conocimiento por parte del paciente, ora por su propia confesión, ora por las actividades curativas de un hecho delictivo tiene la obligación de efectuar la correspondiente denuncia penal. Últimamente, se ha recrudecido la disputa en torno a una situación que afecta a los sectores más vulnerables de la sociedad como es el tráfico de cápsulas de cocaína en el 1 Abogado egresado de la Universidad de Buenos Aires, Defensor del Pueblo Adjunto de la C.A.B.A. –Buenos Aires, Argentina- 2 Estudiante avanzado de la carrera de Abogacía de la Universidad de Buenos Aires –Buenos Aires, Argentina- 1

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Futuros Abogados Latinoamericanos

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El deber de denunciar del médico. Consideraciones.

Por Andrés A. Elisseche1 y Alejandro E. Bietti2

Sumario: I.- Introducción.- II.- La CNACC en el Plenario “Frias Natividad”.- III.-

El fallo “Zambrana Daza” de la CSJN.- IV.- Una decisión acertada: La

CNACCF y el fallo “M.A.P.”.- V.- Normativa procesal y penal vigente. ¿Se

encuentra realmente obligado el médico a denunciar ?.- VI.- Conclusiones.-

I.- Introducción.-

Luego de varias décadas de discusión, continua habiendo gran debate en las

sociedades modernas, tanto latinoamericanas como de la Europa Continental y

hasta de países angloparlantes, en cuanto a si el médico que en el ejercicio de su

profesión toma conocimiento por parte del paciente, ora por su propia confesión,

ora por las actividades curativas de un hecho delictivo tiene la obligación de

efectuar la correspondiente denuncia penal.

Últimamente, se ha recrudecido la disputa en torno a una situación que afecta a

los sectores más vulnerables de la sociedad como es el tráfico de cápsulas de

cocaína en el propio cuerpo mediante su ingesta –la modalidad conocida como

“mula”- y hasta el aborto.

Distintos tribunales de la Argentina en su jurisprudencia han abordado las

cuestiones y se ha expedido de maneras disímiles –esto también ayudado por los

propios cambios políticos del país en materia de seguridad, a más de las distintas

composiciones que fueron sufriendo los órganos colegiados-

1 Abogado egresado de la Universidad de Buenos Aires, Defensor del Pueblo Adjunto de la C.A.B.A. –Buenos Aires, Argentina-2 Estudiante avanzado de la carrera de Abogacía de la Universidad de Buenos Aires –Buenos Aires, Argentina-

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Mas en el humilde juicio de los autores, tal obligación del médico –si como se verá

en los apartados siguientes existe como tal- no hace más que criminalizar a los

sectores más desprotegidos a nivel social -personas cuya desesperación por el

sustento primero los coarta para acceder a la realización de las actividades de

“mula” por ejemplo, y la conservación de la propia vida luego, al momento de

acudir al profesional de salud-, lo que en orden a los recursos con los que cuenta

el Estado, no resulta menos que criticable.

Inteligentemente, el primer gran hito de la jurisprudencia nacional -el fallo plenario

de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la Capital

Federal en la década del ’60 –“Frías Natividad” fue cuidadoso de garantías

reconocidas en la Ley Fundamental, luego, ya en los ’90 el Máximo Tribunal

Nacional –Corte Suprema de Justicia de la Nación-, dio a nuestro juicio un

retroceso en torno al tema en el fallo “Zambrana Daza”, para por fin y tras correr

mucha agua bajo el puente, ya en el año 2009, expedirse la Cámara Nacional de

Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal de este país en el precedente

“M.A.P.” con un sentido más propio de las garantías establecidas en la propia

Constitución Nacional, que confiamos será completado por la C.S.J.N., siguiendo

las recomendaciones del Sr. Procurador General de la Nación en la causa

“Baldivieso” –actualmente en estudio ante el Tribunal-

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II.- La CNACC en el Plenario “Frías Natividad”

Corría el año1966 y Natividad Frías –mujer embarazada en ese momento-, se vio

forzada a concurrir a la asistencia médica como consecuencia de las lesiones

sufridas por maniobras abortivas.

Tan obligada por la desesperación por salvar la propia vida, la mujer hizo saber el

hecho al médico que la asistió exponiéndose a la denuncia policial con la

consiguiente condena criminal, su otra alternativa era resignarse a morir. El

acontecimiento llegó a los estrados judiciales por intermedio del profesional3.

Expedirse sobre el tema fue tarea de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo

Criminal y Correccional de esta Capital Federal (CNACC) en pleno, ocasión en la

que dispuso por mayoría ajustada que “...no puede instruirse sumario criminal en

contra de una mujer que haya causado su propio aborto o consentido en que otro

se lo causare, sobre la base de la denuncia efectuada por un profesional del arte

de curar que haya conocido el hecho en ejercicio de su profesión o empleo —

oficial o no— , pero sí corresponde hacerlo en todos los casos respecto de sus

coautores, instigadores o cómplices...”4

Tal es así que en la sustanciación del plenario, la CNACC abordó principalmente

dos puntos5, a saber: 1) si el interés público por la investigación de delitos podía

someter al sospechoso a enfrentarse a la coyuntura de optar entre la prisión y la

muerte (no obstante las condiciones de vida, y los riesgos para la salud y la misma

existencia que se corre en los establecimientos penitenciarios, circunstancia que

no será abordada en este trabajo); 2) si la denuncia derivada de la asistencia de la

3 Para un mayor análisis desde el plano médico y un estudio más detallado en torno a la problemática del aborto, recomendamos http://www.medicos-municipales.org.ar/prax0406.htm 4 CNACC (En Pleno) “Frias Natividad”, rto 26/08/1966 .L.L 123: 8425 v. También un interesante trabajo de Pampliega, Ignacio “El dilema entre la prisión y la muerte: asistencia médica al sospechoso, secreto profesional y denuncia obligatoria” L.L 2009-C, 497, con el que coincidimos es sus conclusiones en cuanto empero la existencia de un grave delito precedente, del que resulta la atención profesional, no puede validar la mella a derechos fundamentales.

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“victimaria” necesaria para conservar la propia vida (a contrario sensu de lo

establecido por la minoría que la entendió como voluntaria) implicaba una

violación a la garantía del “nemo tenetur se ipsum accusare”, abordando doctrina

(a nuestro juicio acertada) que debiera primar en nuestros Tribunales.

Recordado fue el voto del Dr. Lejarza quien con claridad meridiana enseño que “...

el art. 18 de la Constitución Nacional dice que "nadie puede ser obligado a

declarar contra sí mismo", y una forma larvada, cruel e innoble de conculcar el

precepto es utilizar el ansia vital de la abortada para la denuncia de su delito,

delito éste conocido o por una confesión que le ha sido prácticamente arrancada,

o por un estado de desvalimiento físico y espiritual no aprovechable para esos

fines, como no lo es tampoco el empleo de drogas, por ejemplo.... Además, el

interés público no podría justificar este inhumano dilema: o la muerte o la

cárcel...”6

A más, el Dr. Amallo en su voto explicó que “...el enfermo que busca los auxilios

de un médico piensa que lo hace con la seguridad de que sus males no serán

dados a conocer, porque el secreto más estricto los ampara. Es algo

sobreentendido, que no es necesario renovar en cada visita o asistencia. Pensar

otra cosa sería como admitir que los fieles que se acercan al confesionario, en

busca de alivio a su conciencia y de perdón a sus pecados, tendrían que requerir

esa misma reserva al confesor. Ello sería sencillamente absurdo, puesto que,

como lo destaca el doctor Sebastián Soler, el secreto es el mismo, sea o no

comunicado o advertido.7

No pueden dejarse de lado para culminar, las consideraciones del Dr. Romero

Victorica, categóricas, humanitarias y verdaderamente comprometidas con las

garantías establecidas en la Constitución Nacional, en el sentido de que “...el

derecho a vivir — que no pierde quien ha delinquido— y el de no acusarse — que

6 Fallo citado, voto Dr. Lejarza, v. también Pampliega, I. “El dilema...”7 Fallo citado, voto Dr. Amallo

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tiene precisamente en aquel caso su pleno sentido— no deben ser situados en

posición de conflicto irreductible. Se trata de derechos humanos esenciales, y es

preciso no sacrificar uno al otro... El que nadie está obligado a declarar contra sí

mismo es expresión constitucional de esa primacía....”8

Y estas consideraciones, deberían ser las que primen en la materia. No se puede

ni se debe en un Estado de Derecho perseguir el delito a cualquier precio, el

interés público no puede apartar las garantías que la misma Carta Magna y los

Tratados de Derechos Humanos con rango Constitucional desde el año 1994 (art.

75 inc. 22, CN) dan a quien es seguido en causa penal y menos aún cuando se

tiene la noticia criminal en circunstancias en las que el “victimario” se vio en la

coyuntura de decidir entre su propia vida o la iniciación de un proceso en su

contra.

Nimias e inconsistentes fueron las observaciones de la minoría, las que sobre la

base de nuestros argumentos descartamos. En este sentido, razones tales como

las del voto del Dr. Prats Cardona quien expresó que –a su juicio- tal dilema –

arriesgar la propia o perder la libertad- era falso, toda vez que todas las cosas tie-

nen un precio que hay que pagar cuando el motivo determinante que las causa no

ha sido extraño a la propia conducta y la culpabilidad es un peso que cada cual

debe cargar personalmente, tarde o temprano9, deben ser dejadas de lado en una

sociedad que se jacte de ser respetuosa de los sujetos que la componen.

Es que si ello no terminara de resultar escalofriante para el lector, el Dr. Black sos-

tuvo sin hesitación que de no poderse iniciar el sumario, se llevaría a la incon-

gruencia institucional de perseguir por un lado el Estado la criminalidad por inter-

medio de los órganos de seguridad y, por otro, a favorecerla, asegurándoles den-

tro de la mayor impunidad a los delincuentes su asistencia en los establecimientos

públicos, de donde una vez restañadas sus heridas podrían volver libremente al

8 Fallo citado, voto Dr. Romero Victorica.9 Fallo citado, voto Dr. Prats Cardona

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seno social para continuar con su quehacer delictuoso10. Al parecer no consideró

el Dr. Black, que el derecho a la vida es asegurado por la Constitución a todos los

habitantes de la Nación –sin importar si “delinquieron”, y que la prohibición de au-

toincriminación proviene de idéntica fuente.

Corresponde en esta materia, a modo de gimnasia, traer a cuenta explicaciones

de doctrina destacada de nuestro medio, en cuanto no obstante las posturas que

cada uno pueda tomar respecto de la conducta abortiva, el meollo fue otro y radicó

en centrar la objeción a todo procedimiento originado en la admisión forzada de

una conducta prohibida por la ley o en la exhibición forzada de sus signos.11

III.- El fallo “Zambrana Daza” de la CSJN

Seducida por la propuesta económica realizada por Mario Blanco -consistente en

introducir en la Argentina cápsulas que contenían "oro en polvo"-, Norma Beatriz

Zambrana Daza, de nacionalidad boliviana ingresó al país, según sus dichos

desconociendo que portaba en su estomago “bombitas” de clorhidrato de cocaína.

Ingeridas las capsulas y arribada a la Capital nacional, tras sentir fuertes dolores

estomacales solicitó asistencia médica en un hospital público para tras practicarle

atención de urgencia extraerse de sus vísceras cuatro bombitas de látex con

clorhidrato de cocaína, efectuando la médica la denuncia policial. Cabe aclarar

que finalizado que fue el proceso de desintoxicación se obtuvieron un total de

cuarenta y cuatro bombitas de látex similar contenido.

Tras ello, Zambrana Daza fue condenada en primera instancia a la pena de cuatro

años de prisión por haberla considerada penalmente responsable por el delito de

transporte de estupefacientes.

10 Fallo citado, voto Dr. Black11 Niño, Luis F. “El derecho a la asistencia médica y la autoincriminación” en “Garantías constitucionales para la Investigación Penal. Un estudio critico de la jurisprudencia” (Florencia Plazas-Luciano Hazan (Comps) Ed. Del Puerto, 2006, p. 3/16

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Objetado y recurrido que fue el decisorio, se declaró la nulidad de todo lo actuado,

y se la absolvió por considerar viciado el procedimiento, ello sobre la base de que

existió violación del Secreto Profesional por parte de la médica interviniente y se

vulneró la garantía constitucional que proscribe la no autoincriminación, pues la

acusada actuó bajo el temor a la muerte.

A su turno, y llegado el expediente a nuestro Máximo Tribunal, se siguió en el

precedente “Zambrana Daza” una dudosa y muy poco garantizadora doctrina por

la cual se revocó la resolución que dispuso la absolución de la imputada en orden

al transporte de drogas en la modalidad de “mula”, circunstancia que había sido

puesto en conocimiento de la autoridad judicial por el médico interviniente que la

asistió por una complicación.

En el nefasto decisorio, calificado por la doctrina como “disvalioso e

inconstitucional”12, la CSJN primó sobre las garantías de la persona –luego

imputada-, el interés social en la investigación del ilícito, y negó cualquier tipo de

violación a la garantía de la no “autoincriminación” (¡que viene dada en la misma

Constitución Nacional, art. 18!), sin tener en cuenta aparentemente que a la

encausada no le cabían más opciones para conservar su existencia,

exponiéndose a una “confesión” corpórea y realizada sin la menor garantía de

libertad personal.

Entre los endebles pretextos que esgrimió el Tribunal Superior de la Nación en

uno de sus considerandos, se sostuvo que “... la cuestión reviste significativa

gravedad por la circunstancia de investigarse en el caso un delito vinculado con el

tráfico de estupefacientes, puesto que la nulidad decretada por el tribunal a quo en

definitiva ha afectado los compromisos asumidos por la Nación al suscribir

diversos tratados internacionales, entre ellos la Convención de Naciones Unidas

contra el tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas, suscripto en

12 Bidart Campos, German “Denuncia de un delito del que tuvo noticia el médico por evidencias corporales de su paciente” L.L. 1999-B, 164, citado también en Pampliega, I. “El dilema...” ob. cit, nota nº 10

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Viena el 19 de diciembre de 1988 y aprobada por la República Argentina mediante

la ley 24.072...”13, que al parecer olvidó la CSJN no revestía jerarquía

constitucional, y que la propia Convención de Viena estipula que la tipificación de

los delitos y las excepciones alegables con respecto a aquellos es materia

reservada de cada estado14.

Doctrinarios de la talla de Bidart Campos, explicaron que “... las evidencias

corporales de naturaleza material no pueden usarse como prueba del eventual

delito cometido por la persona que las hace presentes al médico con el que se

atiende; el deber profesional del secreto viene a aliarse indisolublemente con la

prohibición de obligar a declarar contra sí mismo.... se nos dirá que si la enferma

fue voluntariamente al hospital, y desde evidencias corpóreas puso en

conocimiento de la médica la comisión de su delito, nadie le violó la garantía de no

autoincriminarse. Pero no sería razonable argumentar tal cosa, como la ha

argumentado la mayoría de la Corte, porque la paciente necesitaba evitar y

superar los riesgos de su intoxicación, de forma que lo que a través de su cuerpo y

sus signos corporales pudo saber y supo la profesional que la asistió en la relación

terapéutica mal puede reputarse una "declaración voluntaria de

autoincriminación...." 15.

IV.- Una decisión acertada: La CNACCF y el fallo “M.A.P.”

El 6 de noviembre de 2007, P. M.A. de nacionalidad boliviana se presentó para

atenderse en la guardia de emergencias de una clínica privada de la Capital Fede-

ral, manifestando que había ingerido, dos días antes, diez cápsulas con cocaína

en su país de origen a cambio de doscientos dólares, empero arribado a esta urbe

13 CSJN, Fallo “Zambrana Daza”, considerando nº 15 (L.L 1999-B), vid también Pampliega, I. “El dilema...”14 CSJN, Fallo “Zambrana Daza”, voto de la minoría; ver también Niño, Luis F. “El derecho a la asistencia médica y la autoincriminación” ob.cit.

15 Bidart Campos, G. “Denuncia...” ob. cit

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tan sólo había expulsado dos o tres cápsulas, comenzando a sentir fuertes dolores

estomacales.

Así, tras los primeros exámenes se dio aviso al personal policial a quien la médica

interviniente hizo saber los hechos siendo detenido M.A.P. a disposición del juez

de instrucción, para luego de varias horas y gracias a los purgantes suministrados,

expulsar nueve cápsulas de unos 10 centímetros de largo por 1,5 de ancho se-

cuestradas por la fuerza pública, para finalizar con la expulsión de cápsulas el día

9 de ese mes -quince similares-.

M.A.P. estuvo internado hasta el día 9 de noviembre en terapia intensiva por un

cuadro compatible con intoxicación por cocaína y trasladado a un hospital público

donde permaneció hasta que se le dio el alta médica el día 19 de ese mismo mes.

El juez de primera instancia hizo lugar a un planteo de nulidad efectuado por la

Defensa Oficial y sobreseyó a M.A.P., decisorio que fue recurrido por el Fiscal y

llegado a la Sala I de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y

Correccional Federal de esta Capital (CNACCF), que confirmó la nulidad dispuesta

por el a quo, con relación al hecho que se le imputara a M.A.P. mediante la

denuncia del galeno que lo atendiera a su arribo a la guardia médica de una

clínica privada por ingesta de cápsulas de cocaína.

Entre sus consideraciones, la Fiscalía se agravió por cuanto interpretó que no se

había conculcado –como entendió el Juez de Grado-, la garantía de no

autoincriminación, puesto que M.A.P. había concurrido “voluntariamente” al

nosocomio y le habría manifestado libremente y sin coacción alguna a la médica

toda la información incriminatoria, apoyándose como no podía ser de otra manera

en el precedente Zambrana Daza de la CSJN, al parecer desconociendo incluso

las recomendaciones del Procurador General de la Nación en la causa

“Baldivieso...” –todavía no resuelta por la CSJN en su composición actual-16,

16 A.C.B. 436; L.XL. “Baldivieso” de fecha 08/08/2006 en el que el Procurador General de la Nación expuso “El interés en la persecución del delito tiene un peso menor que la protección de la confianza general de recurrir a la ayuda médica como promotor del sistema de salud pública. Tampoco es aplicable el

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agregando a más que de confirmarse la nulidad, se alentaría la difusión de ese

tipo de prácticas –argumentos que desde el inicio resultan criticables y propios de

quien olvida la realidad social y pasa por alto desde qué sectores provienen los

elegidos habitualmente para ser usados como “mulas”-, a más de sostener que

existen circunstancias en las que los médicos están exentos de guardar secreto

profesional, tales como delitos de acción pública del médico o funcionario público,

intoxicados y toxicómanos.

Desconoció la Fiscalía y fue recordado por el Tribunal Colegiado que “difícilmente

podría existir una adecuada atención médica si la persona no confía en que su

médico guardará secreto de todo aquello de lo que se entere o comunique de

forma confidencial en el marco del tratamiento de su padecimiento...”17.

Luego, la Sala I de la CNACCF dejó dicho que el deber de confidencialidad que

tienen los médicos respecto de lo que comuniquen a sus pacientes encuentra

sustento constitucional en el derecho a la salud y a la intimidad de la que gozan

los ciudadanos (arts. 19 y 33 de la CN18)

La Sala I esgrimió que –sin perjuicio de las consideraciones del Representante del

Ministerio Público Fiscal- la obligación de denunciar en los casos de intoxicación

argumento, a todas luces falso, de que con una decisión. en este sentido se vuelve inaplicable la persecución penal de los delitos de tráfico. Como es evidente, la consecuencia de la falta de realización de los fines del derecho penal sólo tiene lugar cuando hay un interés preponderante a proteger, como en este caso, pero ello no proyecta ninguna consecuencia sobre la persecución de los delitos de tráfico, incluso los llevados a cabo mediante la modalidad del transporte de sustancias dentro del cuerpo de personas, cuando las modalidades de su descubrimiento no impliquen un conflicto como el señalado aquí...”17 CNACCF “M.A.P.” rto. 30/4/09, Sup.Penal 2009 –junio-,10-LL 2009-D, 118 El Art. 19 de la CN “Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe .” y el art. 33 de la CN: “Las declaraciones, derechos y garantías que enumera la Constitución, no serán entendidos como negación de otros derechos y garantías no enumerados; pero que nacen del principio de la soberanía del pueblo y de la forma republicana de gobierno.”

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que emana del decreto 3540/1944 (del 28/2/1944), luego ratificado por la ley

12912 (19/12/1946), es de carácter reservada y no ante los órganos de

persecución penal, sino ante los entes de salud a fin de que se lleve un registro

para estudiar y promover las medidas adecuadas para que los enfermos reciban

asistencia acorde a su estado, antes, durante y después de la intoxicación.

Con respecto a este punto, huelga aclararse que en aquel caso, además de

encontrarse prohibida la denuncia penal si es que alguien interpretara que el

toxicómano "tuvo" estupefaciente, se erige el recaudo de actualidad de aquella

tenencia para poder proceder, y esto es así por cuanto las tenencias pretéritas no

serían susceptibles de persecución penal por la sencilla razón de su imposibilidad

probatoria19.

Concluyó el Colegiado con justicia y verdadero compromiso a las normas

constitucionales y a las garantías que de ellas emanan para los imputados que la

regla debe ser el secreto profesional y la excepción revelarlo con justa causa y no

sólo para exponer al necesitado a proceso penal, siendo que el Estado cuenta con

suficientes herramientas para tomar noticia de los delitos sin necesidad de recurrir

a los profesionales de la salud para delatar a sus pacientes –urgidos de atención

médica, de la que no se los puede privar-, y de este modo sostuvo que era

inaceptable que el Estado se beneficie de las violaciones a las garantías de la

Constitución Nacional para facilitar la persecución de un delito.

V.- Normativa procesal y penal vigente. ¿Se encuentra realmente obligado el

médico a denunciar ?

Establece el art. 177, inc. 2 del Código Procesal Penal de la Nación (CPPN) que

“los médicos, parteras, farmacéuticos y demás personas que ejerzan cualquier

rama del arte de curar, en cuanto a los delitos contra la vida y la integridad física 19 Garcia Vitor Enrique y Goyeneche, Cecilia en "Régimen legal de los estupefacientes - Política Criminal y Dogmática" Parte I, pág. 108 y sig., Santiago de Chile, 2001, citado también por Pampliega I. ob cit.

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que conozcan al prestar los auxilios de su profesión, salvo que los hechos

conocidos estén bajo el amparo del secreto profesional...”, luego de su lectura se

colige que para ser obligatoria, la denuncia tiene que ver con delitos contra la vida

y la integridad física.20

Con respecto a las previsiones del secreto profesional el art. 156 de nuestro

Código Penal (C.P.) establece que “será reprimido... el que teniendo noticia, por

razón de su estado, oficio, empleo, profesión, o arte de un secreto cuya

divulgación pueda causar daño, lo revelare sin justa causa...”.

Por su parte, el inc. “d” del art. 277 del Código Penal (C.P.), incorporado mediante

ley 25246 reprime a “..aquel que no denunciare la perpetración de un delito o no

individualizare al autor o participe de un delito ya conocido, cuando estuviere

obligado a promover la acción penal de un delito de esa índole...”.

Carlos E. Edwards21 efectúa un distingo entre la actual redacción de la norma del

CP traída y aquella que fuera derogada y explica que el viejo artículo en cuanto

decía “...omitiere denunciar el hecho estando obligado a hacerlo...” perseguía

tanto al médico del Hospital Público como el médico de la clínica privada, por tener

estos la obligación de denunciar los delitos contra la vida y la integridad física de

los que tuvieran noticia en el marco de su actuación profesional.

Luego y en este sentido seguimos a Edwards22, la reforma introducida establece

que sólo pueden ser sujetos activos del delito los que estuvieran obligados a

promover la acción penal de un delito, siendo estos sólo los Representantes del

Ministerio Público Fiscal, los miembros de las fuerzas públicas y los jueces y en

20 D’Albora, Francisco J.D. “Código Procesal Penal de la Nación. Anotado. Comentado. Concordado. 8º edición corregida, ampliada y actualizada por Nicolás D’Albora. Ed. Abeledo Perrot. Buenos Aires, 2009 p. 28621 Edwards, Carlos E. “El médico que omite denunciar ¿comete el delito de encubrimiento?”, Sup. Penal 2009 (junio), 10 L.L. 2009-D,122 Ibidem

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palabras de Donna, el obligado (a denunciar) solamente puede ser un funcionario

público competente para la persecución y represión de los delitos23.

Siguiendo estas ideas, y las consideraciones de los fallos de la CNACC y la

CNACCF, a más de lo dictaminado por el Procurador General de la Nación en un

expediente que la CSJN aún no ha resuelto, entendemos que la regla debe ser el

secreto profesional, lo que encuentra asidero en que la obligación del CPPN para

nada tipifica el delito de encubrimiento por omisión de denuncia, porque como se

ha visto, los únicos que pueden ser sujetos activos a partir de su reforma son

como quedó dicho los funcionarios públicos competentes de perseguir y reprimir

los delitos.

VI.- Conclusiones.-

Tal como quedara dicho, somos de la opinión de que el secreto profesional debe

prevalecer cuando su violación (no obstante las especificaciones del art. 156 del

CP) trajera como consecuencia la violación de garantías de raigambre

constitucional para la persona imputada de un delito, cuya visita al médico dista de

ser “voluntaria”, por cuanto es indispensable para la propia supervivencia.

Celebramos el criterio de la Sala I de la CNACCF en el fallo citado en el punto III y

esperamos que el Máximo Tribunal se haga eco de sus consideraciones y las

ideas vertidas por el Procurador General de la Nación en su dictamen en la causa

“Baldivieso”, ello toda vez que comprendemos que no puede el Estado sacar

provecho de violaciones a las garantías que reconoce en la Constitución Nacional,

fuente primera de un Estado de Derecho, y mucho menos aún, cuando esto es así

para la persecución de las personas más desprotegidas y vulnerables de la

sociedad, que son las que habitualmente, por motivo de esas circunstancias son

23 Donna, Edgardo A. “Delitos contra la administración pública”, Rubinzal-Culzoni, 2000. p.511. también citado por Edwards, Carlos E. “El médico que omite denunciar...” ob. cit.

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elegidas para el tráfico de material estupefaciente –como “mulas”-.

En esta línea, esperamos que a partir del precedente federal citado, dejen de

judicializarse casos como el visto, en primer lugar sobre la base de que “la omisión

de la denuncia” en el caso de los médicos resulta atípica y por otro lado porque un

Estado respetuoso de los derechos de sus habitantes no puede permitir poner a

una persona que delinquió en la dicotomía de tener que analizar que prevalece si

su vida, o una imputación penal en su contra. Esperamos que imitando a la Sala I

de la CNACCF, estas sean las ideas de nuestros Tribunales, porque a partir de

ellas se logrará la expansión de un Estado de Derecho, en detrimento de un

Estado Policía.

Por último, elocuentes son las palabras del Prof. Dr. Luis Niño en esta materia,

adhiriéndonos a su razonamiento de que “la garantía constitucional prohibe erga

omnes la autoincriminación forzada y ninguna condición justifica una alteración de

dicha máxima de tutela de la integridad física y psiquica de los individuos. Y todos

los Magistrados deben recordar que vivimos y laboramos en una república laica y

no confesional en la que sólo hay espacio para judicatura sujeta a ordenamientos

racionales.24

24 Niño, Luis F. “El derecho a la asistencia médica y la autoincriminación”, ob cit.

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