DEL "ATALANTA" AL "TROPHOM", CASI UN SIGLO DE PREDOMINO CARBONERO EN NUESTRO PUERTO

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PA&1NA CUATRO EL DÍA ISLA y los barcos Viernes, 2 de noviembre de 1373 E! primero, de 616 toneladas, llegó en enero de 1837 es viaje de la Mía ü II "Trophom" arrio ee de Por Juan Antonio Padrón Albornoz Las posibilidades que la ener- gía atómica presenta para su económica explotación en ías rutas oceánicas viene siendo estudiada, de manera exhausti- va, por ios países de amplia tradición marinera, Sin embar- go, paralelamente a estas in- vestigaciones que prometen por- venir brillante —ahí están los «Savannah», «ienín», «Mutsu-, *Otto Hahn» y el proyectado •Arktika»— el elevado coste convierte a tales mercantes en •show "pieces» de ías posibilida- des aún vedadas al tráfico co- mercial. Se esboza ya en el horizonte de las realizaciones futuras la incorporación, plena y económi- ca, de la energía atómica como fuerza motriz de las flotas mer- cantes del mundo enero. Ya el Uoyd londinense —todopodero- so e infalible— ha incorporado a su léxico el «nuclear shí» al tiempo que el romántico, pero antieconómico «sailing ship» de* saparece de sus listas y los po- cos ée su tipo que aún flotan son en realidad piezas de mu- seo. En el futuro se repetirá la lu- cha que, solapada, sostuvieron en el tiempo ido los intereses carboneros con los petroleros. Estos tendrán, en el futuro, que hacer valer sus derechos, du- ramente conquistados, para evi- tar —no lo conseguirán— ser berridos de la mar como sumi- nistradores de «olí bunkers» a ios mercantes del porvenir. Cuando esta nueva forma de energía propulsora comienza a trazar sus rasgos firmes y pro- metedores, Santa Cruz de Tene- rife —4a ciudad marinera negro penacho de humo. No son finas las líneas de su casco y le dan apariencia de dama con guardainfante los recios tambo- res que protegen sus ruedas de paletas. Pronto fondea entre los veleros y resulta ser el inglés «Atalanta» que —salido de Fal- mouth una semana antes— se dirige a puertos de ía India. Tras reparar averías en su obra muerta y tomar un cente- nar de toneladas de carbón, «Atalanta» se hizo de nuevo a la mar el día 12 del mismo mes Si bien en sí nada de interés parece encerrar tal escala, hay que considerar, ante todo, que fue precisamente durante mencionado año de 1837 y si* H.P. de potencia total, la máxi- ma era de poco más de ? nu- dos. Se construyó para e! servi- cio con las islas del Canal de la Mancha pero, cuando por aquí recaló» arbolaba ía contra- seña de la Eást India Company, naviera que lo había adquirido junto con el citado «Berensce» para sustiuír a los «Hugh Und- say» y «Enterpríze» en la línea regular Bombay-Suez. Desde 1829 los «Admiralty steam packets» tenían a su car- go el transporte de correspon- dencia hasta el puerto de Ale- jandría y, tras su posterior con- ducción por tierra a Suez, allí era de nuevo embarcada en los citados «Hugh Lindsay» y «En- recafó por el puerto de Santa Cruz de Tenerife. "La actividad portuaria aumen- considerablemente . en el transcurso de pocos años en las aguas del pequeño puerto que se proyectaba a la sombra y protección de los castillos de San Cristóbal y San Pedro, A los esbeltos y finos veleros Is- leños —veleros de nombres so- noros y románticos— se unie- ron otros que traficaban con Europa, América y Asia. Junto a ellos pronto fue a más el nú- mero de vapores que,, en irán- dos al sito, no sitaban puesto que la segur y regularidad obte- ? n»da pos te medio dé'trafis-I porte hi se generalizase en* \ tre le?:? -endedores navieros' que en i 3a asistían interesa- ínvolvlmlento econó- mico délos continentes, Para |der debidamente al ¡ aumento! tráfico de pasaje- ros y mjmcías se crean nue- ps que establecen vas na —con ! de! vapi lares a los comienzos fine y segura ayuda j líneas fijas y regu-' - ; -- ~- ^ 'es de los mares. Los románticos veleros de fi- na y estilizada estampa —vele- ros de aparejo soberbio que na- vegaban con la limosna de la brisa en las lonas— aún se sos- tenían en ías rutas oceánicas, pero en lontananza aumentaba de tamaño el para ellos trágico do*-— ^ nzando por sus gro- tescas meneas torrentes de humo y apór» partían también a remo e de aquellos Alian- za», «S< i Cruz», «Teide», «Bri- tannia», Tenerife», «Gory» o «Elsie». En te es nubes de negro E! vapor Inglés «Atalanta» que, e! 7 de enero de 1837, llegó a Santa C?isz (Dibujo de Juan Francisco Hernández). para ello no se contaba con in ¡ genios mecánicos, sino con la fuerza de sus músculos» sim- ples palas y sacos de dura lo- na. Eran aquéllos, días en que ¡a ciudad miraba a la mar con ple- na conciencia de que cuanto era, así como su futuro, de-ella dependía. Santa Cruz de Tene- rife vivía en plena Identificación con el puerto y, a al llegó su compenetración, que —poco a - poco— una especie de nuevo, i {pintoresco vocabulario, se m- \ trodujo en el habla de ías gen- i tes conectadas con el mundillo ' portuario, Con é! se designd- | han —plenitud de gracia «chi •charrera», fina y acertada-— <j las más destacadas navieras que por entonces hacían esca las regulares. Los años han pa- sado y muchas de tales navie- ras han desaparecido pero, no obstante, aún se recuerdan aquellos sobrenombres de «bu- rras mansas», verdinos», «ma- «iirios», «campsones», «colora- dos», «bufandas», «alemanes dO'| la pólvora», «franceses blan- cos», «alemanes de la tropa», «castles negros», «colorados», «moros», «gatos» y «mamarias de cruceta», así como también ei por qué de talss denomina» cíones. Estos nombres parte son ue un pasado cuya evocación nos traslada a una visión de varias décadas atrás: vapores sin ei adorno de ías antenas de la ra dio, chimeneas de mucha güín da y en caída, popas guarneci- das de relieves enmarcando nombre y matrícula y el vapor que escapaba por los «mam- ús». Todo ello envuelto en atmósfera de negro polvillo en tanto un hormiguero de hom- bres, de ennegrecida faz y ves- timenta, se afanaba desbordan- do sacos del «best Weish» que, periódicamente, llegaba en ne- gros «coiliers» que lucían a po pa las matrículas de Swansea, to con los «Blas de Lszo», «Méi>. dez. Núñez» y el alemán «Ern- den»-— se abarloa al «Trophom» Las oteosad 'manguitas que hi cieron la trasfusión marcaban el ritmo de! tiempo que marcha, Mientras, e! acompasado iatii oe «as bombas —fúnso-e tarjo- ble— señalaba e! fin d-js car- bón como e! combustib^ en que, hasta entonces, '3.3 basó ei tráfico de escala por nuestro puerto, , Después de! «Trophom*», y como dando la punti-la, Inició la CEPSA sus actividades an Sa entonces pequeña refinería y, el .2 de noviembre del mismo año, e< también petrolero británico «Oleandcr» arribó procedente ae'Aruba con !as ; primeras 7..7SO toneladas da crudo que aí.pusr- -to 'de Santa Cruz' ¿e -Tenoñfn -liegaron.: Dos mases después —el 11 tí e en aro de 193Í— tuvo iugár e! primer suministro efec- tuado por dicha empresa a! re- postar da combustible el car

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Artículo de Juan Antonio Padrón Albornoz, periódico El Día, sección "La isla y los barcos", 1973/11/02

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PA&1NA CUATROEL D Í A

ISLA ylos barcos

Viernes, 2 de noviembre de 1373

E! primero, de 616 toneladas, llegó en enero de 1837 es viaje de la Mía

ü II "Trophom" arrio ee de

Por Juan Antonio Padrón AlbornozLas posibilidades que la ener-

gía atómica presenta para sueconómica explotación en íasrutas oceánicas viene siendoestudiada, de manera exhausti-va, por ios países de ampliatradición marinera, Sin embar-go, paralelamente a estas in-vestigaciones que prometen por-venir brillante —ahí están los«Savannah», «ienín», «Mutsu-,*Otto Hahn» y el proyectado•Arktika»— el elevado costeconvierte a tales mercantes en•show "pieces» de ías posibilida-des aún vedadas al tráfico co-mercial.

Se esboza ya en el horizontede las realizaciones futuras laincorporación, plena y económi-ca, de la energía atómica comofuerza motriz de las flotas mer-cantes del mundo enero. Ya elUoyd londinense —todopodero-so e infalible— ha incorporadoa su léxico el «nuclear shí» altiempo que el romántico, peroantieconómico «sailing ship» de*saparece de sus listas y los po-cos ée su tipo que aún flotanson en realidad piezas de mu-seo.

En el futuro se repetirá la lu-cha que, solapada, sostuvieronen el tiempo ido los interesescarboneros con los petroleros.Estos tendrán, en el futuro, quehacer valer sus derechos, du-ramente conquistados, para evi-tar —no lo conseguirán— serberridos de la mar como sumi-nistradores de «olí bunkers» aios mercantes del porvenir.

Cuando esta nueva forma deenergía propulsora comienza atrazar sus rasgos firmes y pro-metedores, Santa Cruz de Tene-rife —4a ciudad marinera H«

negro penacho de humo. No sonfinas las líneas de su casco yle dan apariencia de dama conguardainfante los recios tambo-res que protegen sus ruedas depaletas. Pronto fondea entre losveleros y resulta ser el inglés«Atalanta» que —salido de Fal-mouth una semana antes— sedirige a puertos de ía India.

Tras reparar averías en suobra muerta y tomar un cente-nar de toneladas de carbón, eí«Atalanta» se hizo de nuevo ala mar el día 12 del mismo mes

Si bien en sí nada de interésparece encerrar tal escala, hayque considerar, ante todo, quefue precisamente durante eímencionado año de 1837 y si*

H.P. de potencia total, la máxi-ma era de poco más de ? nu-dos. Se construyó para e! servi-cio con las islas del Canal dela Mancha pero, cuando poraquí recaló» arbolaba ía contra-seña de la Eást India Company,naviera que lo había adquiridojunto con el citado «Berensce»para sustiuír a los «Hugh Und-say» y «Enterpríze» en la línearegular Bombay-Suez.

Desde 1829 los «Admiraltysteam packets» tenían a su car-go el transporte de correspon-dencia hasta el puerto de Ale-jandría y, tras su posterior con-ducción por tierra a Suez, allíera de nuevo embarcada en loscitados «Hugh Lindsay» y «En-

recafó por el puerto de SantaCruz de Tenerife."La actividad portuaria aumen-

tó considerablemente . en eltranscurso de pocos años enlas aguas del pequeño puertoque se proyectaba a la sombray protección de los castillos deSan Cristóbal y San Pedro, Alos esbeltos y finos veleros Is-leños —veleros de nombres so-noros y románticos— se unie-ron otros que traficaban conEuropa, América y Asia. Juntoa ellos pronto fue a más el nú-mero de vapores que,, en irán-

dos al

sito, no sitaban puesto quela segur y regularidad obte- ?

n»da pos te medio dé'trafis-Iporte hi se generalizase en* \tre le?:? -endedores navieros'que en i 3a asistían interesa-

ínvolvlmlento econó-mico délos continentes,

Para |der debidamente al ¡aumento! tráfico de pasaje-ros y mjmcías se crean nue-

ps que establecenvas na—con !de! vapilares a

los comienzos

fine y segura ayuda jlíneas fijas y regu-' -;-- ~- ^

'es de los mares.

Los románticos veleros de fi-na y estilizada estampa —vele-ros de aparejo soberbio que na-vegaban con la limosna de labrisa en las lonas— aún se sos-tenían en ías rutas oceánicas,pero en lontananza aumentabade tamaño el para ellos trágico

do*-— ^ nzando por sus gro-tescas meneas torrentes dehumo y apór» partían tambiéna remo e de aquellos Alian-za», «S< i Cruz», «Teide», «Bri-tannia», Tenerife», «Gory» o«Elsie».

En te es nubes de negro

E! vapor Inglés «Atalanta» que, e! 7 de enero de 1837, llegó a Santa C?isz(Dibujo de Juan Francisco Hernández).

para ello no se contaba con in ¡genios mecánicos, sino con lafuerza de sus músculos» sim-ples palas y sacos de dura lo-na.

Eran aquéllos, días en que ¡aciudad miraba a la mar con ple-na conciencia de que cuantoera, así como su futuro, de-el ladependía. Santa Cruz de Tene-rife vivía en plena Identificacióncon el puerto y, a al llegó sucompenetración, que —poco a

- poco— una especie de nuevo,i {pintoresco vocabulario, se m-\ trodujo en el habla de ías gen-i tes conectadas con el mundillo' portuario, Con é! se designd-| han —plenitud de gracia «chi•charrera», fina y acertada-— <jlas más destacadas navierasque por entonces hacían escalas regulares. Los años han pa-sado y muchas de tales navie-ras han desaparecido pero, noobstante, aún se recuerdanaquellos sobrenombres de «bu-rras mansas», verdinos», «ma-

«iirios», «campsones», «colora-dos», «bufandas», «alemanes dO'|la pólvora», «franceses blan-cos», «alemanes de la tropa»,«castles negros», «colorados»,«moros», «gatos» y «mamariasde cruceta», así como tambiénei por qué de talss denomina»cíones.

Estos nombres parte son ueun pasado cuya evocación nostraslada a una visión de variasdécadas atrás: vapores sin eiadorno de ías antenas de la radio, chimeneas de mucha güínda y en caída, popas guarneci-das de relieves enmarcandonombre y matrícula y el vaporque escapaba por los «mam-bí ús». Todo ello envuelto enatmósfera de negro polvillo entanto un hormiguero de hom-bres, de ennegrecida faz y ves-timenta, se afanaba desbordan-do sacos del «best Weish» que,periódicamente, llegaba en ne-gros «coiliers» que lucían a popa las matrículas de Swansea,

to con los «Blas de Lszo», «Méi>.dez. Núñez» y el alemán «Ern-den»-— se abarloa al «Trophom»Las oteosad 'manguitas que hicieron la trasfusión marcaban elritmo de! tiempo que marcha,Mientras, e! acompasado iatiioe «as bombas —fúnso-e tarjo-ble— señalaba e! fin d- js car-bón como e! combustib^ enque, hasta entonces, '3.3 basó eitráfico de escala por nuestropuerto,, Después de! «Trophom*», ycomo dando la punti-la, Inicióla CEPSA sus actividades an Saentonces pequeña refinería y, el.2 de noviembre del mismo año,e< también petrolero británico«Oleandcr» arribó procedenteae'Aruba con !as;• primeras 7..7SOtoneladas da crudo que aí.pusr--to 'de Santa Cruz' ¿e -Tenoñfn-liegaron.: Dos mases después—el 11 tí e en aro de 193Í— tuvoiugár e! primer suministro efec-tuado por dicha empresa a! re-postar da combustible el car

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hacer valer sus derechos, du-ramente conquistados, para evitar —no lo conseguirán— serbarridos de la mar como sumi-nistradores de «olí bunkers» alos mercantes del porvenir.

Cuando esta nueva forma deenergía propulsora comienza atrazar sus rasgos firmes y pro-mefcedores, Santa Cruz de Tene-rife —4a ciudad marinera desiempre— siente viva en susentrañas la vieja tradición y larealidad de los hombres delcarbón, de aquellos que, por la« marquesina », desembarcabaninjuriados por el peso del negroCardlff.

El progreso, tanto económicocomo político de nuestra ciu-dad —y con elte el del resto dete tete— corre paralelo al ex-perimentado por el puerto en eltentó transcurso de los años.

La magnífica situación geográ-fica de k Isla, colocada en elpunto crucial de las rutas oceá-nicas, hizo se la tomase comopunto de obligatoria escala cuando» en d pasado siglo, llegó elfromento en que los barcos,desnudándose de sus blancasvelas y esbelta arboladura, ador-naron sti silueta con larga y hu-meante chimenea en candela.

La escala del"Atalanta"

tín breve recorrido por la his-toria del puerto de Santa Cruzde Tenerife nos lleva a concre-tar unas fechas que marcan,precisas, ei ponto de partidapana su posterior desarrollo eImportancia.

El 7 de enero de 1837 doblaAliaga y pone proa a tierra unbarco del que, tras su desple-gado y exiguo velamen, surge

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1 ban -—plenitud de gracia «chicharrera», fina y acertada-— <jlas más destacadas navierasque por entonces hacían escalas regulares. Los años han pa-sado y muchas de tales navie-ras han desaparecido pero, noobstante, aún se recuerdanaquellos sobrenombres de «bu-rras mansas», verdinos», «ma-marias», «cristos», «blancas»

Frente a la montaña de La Altura, el «Waiwera» —uno de los «mamarias» de la Shaw, Savíil and Albiosi-deado a ia gira.

carbonea fon-

guiente cuando se registran lastravesías que, por decisivas, ha-brían de llevar a! ánimo de losarmadores el verdadero valordel vapor.

Los «Sirius», «Great Western»y «Brítish Queen» abrieron consus proas el comienzo de unanueva era —la de los «pre-Cu-nards North Atlantic steam-ships»— y, cuando esto ocu-rría, ya Santa Cruz de Tenerifeiniciaba sus operaciones comobase carbonera del AtlánticoCuando el número de vaporesera exiguo y no existía la ma-yoría de las hoy centenarias na-vieras que primeramente loadoptaron, ya nuestro embriona-rio puerto se encontraba encondiciones de repostar a losbarcos en necesidad de ello.

El «Atalanta», de 616 tonela-das, había sido construido en e!Támesis en 1836 —el mismoaño la Napier brotó e! «Bereni-oe», su gemelo— y, con 210

trepríze» que, en 1936, ya habían dado de sí cuanto cabíaesperar.

Fue entonces cuando se ad-quirió el «Atalanta» y, más tar-de, el «Berenice» para, conotros que sé compraron poste-riormente, —«Victoria», «Ack-bar», «Ferroz» y «Ajdaha»— poder contar ya en los primerosaños de la década de los 40con un servicio mensual entreBombay y Suez y Bombay yAden.

El servicio se mantuvo hasta1852 cuando e! contrato de co-rreos pasó a la Peninsular &Oriental —ya por entonces el«Atalanta» figuraba como uni-dad de reserva en Suez mien-tras el «Vicoria» desempeñabala misma función en Bombay—y las unidades de la Honoura-ble East India Cornpany fueronretiradas y, así, se pierde enlas nieblas de la historia el fi-nal del primer «steamer» que

fantasma de negro penacho yacompasado latir de máquinas.

Llegó entonces para el puertode Santa Cruz de Tenerife eimomento —a que antes haciamos referencia— de ocupar supuesto corno base carbonera enla que los barcos de vapoi,tras recorrer los mares, relle-naban Sos «coaí side bunKers».

Ei brazo protector de! enton-ces incipiente Muelle Sur oabacobijo y amparo a un cada ve¿mayor número de panzudas ga-barras repletas de uuen carbóngales. Junto a ellas, s'^mpredispuestas, las aljibes f,otan-tes —«Dorotea», «T'ilja», -Ali-cia», «Jorge V», etc.— de atasy negras chimeneas.

La atalaya de! castillo de SanCristóbal anunciaba de continuo,a golpes de bronce sonoro, !aaparición en ei horizonte de unnuevo vapor, seguido por e!enarbolar de roja bandera enel peno! de la verga que miraba a! Sur si aque! era ei puntopor donde se le divisaba —de«abajo» que se decía y aún sedice—, o por el Norte, de «arri-ba», si era tras Punta Anagapor donde delataba su presen-cia la columna de humo densoque escapaba por la chimeneade mucha guinda.

Eran los años anteriores a laradiotelegrafía y, apenas toma-do práctico e! recién ¡legado,—cuando aún maniobrada en elavante poca» de las entradas

rumbo al fondeadero asignado—dejaba oír el ronco bramido desu sirena para, según un prees-tablecido código de pitadas lar-gas y cortas, indicar a qué «ca-sa» —Hamiiton, Cory, Eider,The Teneriffe Coaíing Compa-ny, etc.— consignaba.

Tras corta pausa, seguida conansiedad por las cuadrillas decarboneo desde la Muraüa, enla Marina Alta, dejaba oír iasirena su ronca voz para indi-car sus necesidades de carbóna razón de una pitada larga porcada centenar de toneladas y,con otras más cortas, !a can-tidad de agua precisa.

Rápidamente se alistaban iasgabarras que, pronto, partíanremolcadas a la dura si bienque necesaria tarea. Las aljibes,levantando vapor —«caldian-

po!vi!!o quedaba envuelto elrecién llegado, a cuyos costa-dos se abarloaban luego las al-jibes para transferirle su car-gamento líquido, el buen aguade los nacientes de Aguirre.

Terminadas las faenas decarboneo y agua, volvían las ga-

üvjiiiu!^ y IIIULI iwuici y til vapv^i

que escapaba por los «mam-bí ús». Todo ello envuelto enatmósfera de negro polvillo entanto un hormiguero de hom-bres, de ennegrecida faz y ves-timenta, se afanaba desbordan-do sacos del «best Welsh» que,periódicamente, llegaba en ne-gros «colüers» que iucían a popa las matrículas de Swansea,ríul!, Cardiff o Londres.

Las gabarras dsl carbónFechas concretas señalan el

comienzo de ia agonía carbone-ra —larga contada en años— apartir de la llegada del «Tro-phom» fatídico. Su larga chime-nea, adornada con e! amarilloy la roja concha marina de laShell, decoró el puerto mien-tras, en la costa Sur, se alza-

i ban las metálicas estructurasde la CEPSA incipiente.

Silenciosamente, tai y comotranscurrieron sus vidas en losaños eufóricos del Santa Cruzpuerto carbonero, de las aguasremansadas desaparecieron lasnegras y panzudas gabarras que

señaló su destino tuvo su pa-ralelo, en io que a tales embar-caciones respecta, en el citado«Trophom» que, el 2 de febre-ro de 1930, llegó a nuestro puer-to para, como pontón, suminis-trar combustible líquido a losbarcos con necesidad de ello.

El carbón se batía ya en re-tirada, franca derrota, por losmares de! mundo. Pero aún lasnegras gabarras del puerto ti-nerfeño continuaban fondeadasen largas hileras, pesándolesen sus entrañas el negro y hu-milde tesoro de! mejor gales.

Ellas nacieron cuando de los

'¿ ae noviemore caí mismo ano,e también petrolero - británico•«Oleandér» arribó procedenteae Aruba con ¡as primeras- 7.7f?0toneladas da crudo que al. pusr*.to de Santa Cruz tíe Tenerííe-Hegaron. Dos meses después—ei 11 de enero de 1931— tuyo¡ygar e! primer suministro efec-tuado por dicha erpprasa a! re-postar de combustible e! cargüero noruego «Haustsn» almismo tiempo que, rumbo aBilbao, zarpaba e! petrolero es-pañol «EScáno» con el primercargamento de refinado que,procedente de Santa Cruz, seenvió a! mercado peninsular.

Sin embargo no disminuyóapreciablemente el tonelaje decarbón movido en tránsito pore¡ puerto de la capital tinerfena.Aún eran muchas las unidadesque lo empleaban dado que, porentonces, no se considerabarentable una modificación en!as calderas puesto que la agu-da crisis económica mundialse proyectaba —con la consi-guiente caída de fletes— en¡as marinas mercantes del mun-do entero.

Descarga de una gabarra en el muelle que, en Valleseco, servía los almacenes de Hamiiton y Cía.; mar afuera, un «Cap.de la Hamburg Sudamerikanische hace carbón y la aguada.

barras y aljibes a sus fondea-deros en tanto —con sus car-boneras y tanques repletos—partían rumbo a su desino elbarco que, horas antes, habíalíegado a Santa Cruz de Tene-rife.

Famosa era la capacidad detrabajo de aquellos hombresque, verdaderos especialistasen su dura faena, llegaron ertcierta ocasión a suministrar can-tidad superior a 2.000 toneladasde carbón a varios barcos encorte espacio de horas. Y ensu favor hay que tener encuenta —muy en cuenta— que

suministraron el buen gales aios barcos que, tras largas sin-gladuras, llegaban con sus car-boneras exhaustas.

En !a también desaparecidaPlaya de los Melones, embarran-cadas —-«con la quilla en el ma-risco», que diría un viejo cos-tero— fueron quedando conver-tidas en informes montones demadera.

Posible es fijar en el tiempoido la fecha concreta, exacta,en que para las gabarras deSanta Cruz llegó el momentode! declinar de su estrella. Labíblica leyenda que a Baltasar i

aguada.

mares desaparecía su poesía definos, esbeltos veleros, que na-vegaron —ya apenas lo hacían— bajo las blancas pirámi-des de lonas tensas y la musíca sin voz de las gaviotas. Nacieron y vivieron al compás delas trepidaciones de máquinasalternativas y crujir de ruedasdentadas con el servo que sus-tituía a! silencioso gobierno amano de los ya casi vencidosveleros.

Las gabarras comenzaron amorir cuando, el 5 de mayo de1930, el crucero español «Almi-rante Cervera» —surto en puer-

Los remolcadores del puertocontinuaban su constante ir yvenir con las gabarras de carboneros y «muellitos» a losfondeaderos y, de éstos, a cual-quier «tramp» o fino «liner»que por Santa Cruz recalase.

Llegaron luego los años dela segunda guerra mundial, losaños de un mundo loco con to-da su secuela de casi total pa-ralización del tráfico pacífico y,lógica consecuencia, el puertoentró en nueva etapa.

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