Democracia Deliberativa a Debate

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    La democracia deliberativa

    a debate

    LEONARDO GARCA JARAMILLO (Coordinador)

    LUCAS ARRIMADA

    ROBERTO GARGARELLA

    CRISTINA LAFONT

    JOS LUIS MART

    OSCAR MEJA QUINTANA

    ANDRS PALACIOS LLERAS

    MARA LUISA RODRGUEZ

    ISBN 978-958-44-7682-1.Medelln. Enero de 2011Documento 85- 012011

    Cuadernos deInvestigacinCOLECCIN BIBLIOGRFICA

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    ISBN 978-958-44-7682-1

    2011, Leonardo Garca Jaramillo (Coord.)2011, Universidad EAFIT

    Investigacin y Docencia

    Primera edicin

    Enero de 2011

    Fotografa de cubiertaSerment du Jeu de paume

    (El juramento del juego de pelota) (1791)de Jacques-Louis David detalle

    Tiraje

    200 ejemplares

    Impreso en ColombiaPrinted in Colombia

    Director

    Flix Londoo Gonzlez

    Los contenidos de este documento sonresponsabilidad de los autores.

    Se autoriza la reproduccin total o parcialde este material para fines educativossiempre y cuando se cite la fuente.

    SERIE CUADERNOS DE INVESTIGACIN

    Coleccin Bibliogrfica

    UNIVERSIDAD EAFITCarrera 49 7 sur 50Telfono + (574) 261 95 40Medelln, Colombiawww.eafit.edu.co/investigacion

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    TABLA DE CONTENIDO

    AUTORES ................................................................................................................................... 5

    PRESENTACIN ......................................................................................................................... 9Leonardo Garca Jaramillo

    I - VERSIONES Y PROBLEMTICAS DE LA TEORA ....................................... 19

    ES COHERENTE EL IDEAL DE LA DEMOCRACIA DELIBERATIVA? ......................................... 21

    Cristina Lafont

    LA PARADOJA DE LAS PRECONDICIONES DE LA DEMOCRACIA DELIBERATIVA EN NINO ... 41Jos Luis Mart

    EL DERECHO A LA PROTESTA Y LA TEORA DELIBERATIVA DE LA DEMOCRACIA EN

    GARGARELLA ........................................................................................................................... 55

    Leonardo Garca Jaramillo

    SIN FRENOS NI CONTRAPESOS ............................................................................................... 75

    Democracia deliberativa: mucho ms all del presidencialismo y parlamentarismo

    Lucas Arrimada

    MODELOS ALTERNATIVOS DE DEMOCRACIA DELIBERATIVA ................................................. 97

    Una aproximacin al estado del arte

    Oscar Meja Quintana

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    II - LA DEMOCRACIA DELIBERATIVA COMO IDEAL REGULATIVO YCONCEPTO NORMATIVO ..................................................................................... 117

    LAS PARADOJAS DE LA DEMOCRACIA DELIBERATIVA ........................................................... 119Andrs Palacios Lleras

    LA DEMOCRACIA DELIBERATIVA Y SUS PRESUNTAS PARADOJAS ........................................ 137

    Roberto Gargarella

    DESAFOS DE LA DELIBERACIN CIUDADANA EN EL MARCO DE LA JUSTICIA .................... 149

    Mara Luisa Rodrguez

    LA DEMOCRACIA DELIBERATIVA EN LAS SOCIEDADES SEMIPERIFRICAS ......................... 157

    Una apologa desde las crticas al Plan de Desarrollo (2006 2010)

    Leonardo Garca Jaramillo

    BIBLIOGRAFA GENERAL ......................................................................................................... 199

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    AUTORES (en orden alfabtico)

    Lucas Arrimada. Profesor, Departamento de Derecho Pblico y Filosofa del Derecho e Investigador delInstituto de Investigaciones A. L. Gioja, Facultad de Derecho (UBA/CONICET). Abogado con estudios en cienciapoltica y sociologa. Ha publicado captulos de libros y artculos sobre instituciones polticas, derechoshumanos y democracia deliberativa.

    Roberto Gargarella. Profesor, universidades Torcuato Di Tella y de Buenos Aires. Doctor en Derecho,Universidad de Buenos Aires. Doctor en Derecho, Universidad de Chicago. Entre su obra: Las teoras de

    la justicia despus de Rawls (1999), La justicia frente al gobierno (1996), Democratization and the Judiciary(coed., 2004) y The Legal Foundations of Inequality (2010).

    Leonardo Garca Jaramillo. Profesor, Programa de Ciencias Polticas y editor, Departamento de Humani-dades, Universidad EAFIT. Abogado con estudios en filosofa. Realiza estudios de maestra, UniversidadEAFIT. Recientemente coordin, con Miguel Carbonell, la edicin acadmica de El canon neoconstitucional(2010), en donde particip tambin como autor y traductor.

    Cristina Lafont. Profesora, Northwestern University. Doctora en Filosofa, bajo la direccin de J.Habermas, Universidad de Frankfurt. Autora de Sprache und Welterschlieung (1994), The Linguistic Turnin Hermeneutic Philosophy (1999) y Habermas Handbuch (co-ed., 2010), entre otros.

    Jos Luis Mart. Profesor, Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, de la cual es Doctor en Derecho. Entresu obra: La repblica deliberativa: una teora de la democracia (2006), Nuevas ideas republicanas (coed.,2004), Deliberative Democracy and Its Discontents (coed., 2006) y A Political Philosophy in Public Life (con P.Pettit, 2010).

    Oscar Meja Quintana. Profesor Titular, Departamento de Ciencia Poltica, Universidad Nacional deColombia. Doctor en Filosofa Poltica, Pacific Western University, Los ngeles. Autor de, entre otros, Justiciay democracia consensual (1997), Derecho, legitimidad y democracia deliberativa (1998) y Teora poltica,democracia radical y filosofa del derecho (2005).

    Andrs Palacios Lleras. Abogado de la Universidad de los Andes, en la cual imparte un seminario en laMaestra en Derecho. Magster en Derecho, Universidad de Harvard. Autor de artculos sobre anlisiseconmico del derecho pblico y privado. Trabaja en el despacho del Superintendente de Industria yComercio.Mara Luisa Rodrguez. Profesora asociada, Facultad de Derecho y Ciencia Poltica, Universidad Nacionalde Colombia. Doctora en Derecho, Universidad Pompeu Fabra y autora del libro Minoras, accin pblica deinconstitucionalidad y democracia deliberativa (2005).

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    Una doctrina no puede juzgarse si no es en su mejor versin.JOHN S. MILL

    Citado por Rawls en sus Comentarios sobre mi docencia (1993)

    La democracia genuina implica la participacin en un proceso de autogobierno en el cual la ley

    trata a todos los ciudadanos con igual consideracin y respeto, de modo que la propia democracia

    queda en peligro cuando cualquier gobierno, an se trate de uno proveniente de elecciones justas,

    falla en corregir la injusticia profunda y manifiesta contra algn grupo.

    RONALD DWORKINFrase extractada de su contribucin al reporte sobre la Comisin Nacional de

    los desaparecidos en Argentina (1986)

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    PRESENTACIN

    Como sucedi con la ciencia de la poltica quehasta finales del siglo XVIII estuvo severamentecontrolada por la teologa, pues se crea en elcarcter divino del Estado y en el soberano comouna autoridad investida por Dios, en Colombia lafilosofa y la educacin en general tuvieron hastala ltima dcada del siglo pasado un marcadoinflujo por parte de la iglesia catlica. Uno de losprimeros actos polticos del gobierno de RafaelNez, luego de proclamada la Constitucinregeneracionista de 1886, fue firmar un concordatocon la Santa Sede (1887). La propia Constitucinpreceptuaba, en su artculo 41, que la educacinpblica sera organizada y dirigida en concordanciacon la religin catlica.

    El concordato por su parte regul que en lasuniversidades, colegios, escuelas y dems centrosde enseanza, la educacin y la instruccinpblica se organizar y dirigir en conformidadcon los dogmas y la moral de la religin catlica.

    Es decir, no slo se consagraba la obligatoriedadde la enseanza religiosa y la observancia de lasprcticas piadosas de la religin catlica (art. 12),sino que se estableca que: El gobierno impedirque en el desempeo de asignaturas literarias,cientficas y, en general en todos los ramos deinstruccin, se propaguen ideas contrarias aldogma catlico y al respeto y la veneracin debidosa la Iglesia (art. 13). Y adicionalmente, en caso

    de que los maestros encargados de la enseanzade la religin y la moral se alejaran de la doctrinacatlica, el obispo puede intervenir para retirarlosde sus puestos (art. 14)1.

    La educacin teocrtica, reflejo del Estado teo-crtico, encaden el pensamiento moderno en lamedida en que la iglesia retardataria y muchasveces reaccionaria, tena amplias prerrogativaspara organizar los planes de estudio y determinarqu se lea y qu no, y quienes enseaban yquienes dejaban de hacerlo. Ya lo deca MiguelAntonio Caro2, el idelogo de la Constitucinregeneracionista y del rgimen que se establecia partir de ella, en sus Escritos PolticosLas doc-trinas polticas se derivan de principios morales ylos principios morales de verdades religiosas.Laalianza entre el poder estatal y la moral cristiana3configur un tipo de sociedad y de ciudadano en

    1 En 1993 se elimin de nuestro ordenamiento jurdico dichoconcordato cuando fue declarado inconstitucional gran parte de

    su articulado, en sentencia C-027 de 1993.2 Dentro de los principales trabajos se cuenta el compiladopor Rubn Sierra Meja, Miguel Antonio Caro y la cultura de supoca (2002) y, sobre la construccin de la nacionalidad, ver lacontribucin de Rodolfo Arango.

    3 La ley 153 de 1887 dice en su artculo 13: La costumbre,siendo general y conforme con la moral cristiana, constituyederecho, a falta de legislacin positiva y, si bien la Corte enexamen de constitucionalidad lo declar exequible, seal que laexpresin moral cristiana significa moral general o moralsocial. Cfr. sentencia C-224 de 1994.

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    donde la modernidad secular, en particular lalaicidad, era vista como un enemigo. As como laeducacin era educacin catlica, lo pecaminosoera necesariamente tambin delictivo.

    La iniciacin del filosofar se dio, en este contexto,por parte de quienes recibieron la influenciadel movimiento teolgico-filosfico escolstico(dominicos, franciscanos y tomasinos) y estuvoen particular determinada por el neotomismocatlico contra-moderno4. Su funcin por tantoera exclusivamente ideolgica. Religin, lenguay autoridad fueron los elementos a partir de loscuales la Constitucin de Nez y Caro pretendaconstruir la nacionalidad colombiana, por lo cualla enseanza de la filosofa fue configurada porlas doctrinas y prcticas piadosas de la religincatlica.

    Creo que sin exageracin puede afirmarse que lagnesis de la filosofa secular y universitaria, en

    sentido moderno, desempe un papel decisivo enla ruptura con esta tradicin, lo cual tuvo hondasincidencias no slo intelectuales sino tambinculturales. La filosofa naci en Colombia graciasal grupo de intelectuales, juristas en su mayora,que decidieron darle forma a la idea de incorporarla academia colombiana en las nuevas corrientesde la filosofa occidental. Los primeros planes deestudio filosfico entonces nacieron en las viejasfacultades de derecho. La fundacin del Institutode Filosofa y Letras de la Facultad de Derecho

    de la Universidad Nacional, en 1946, se considerael momento de normalizacin de la filosofa(Francisco Romero), es decir, cuando se convierteen una funcin normal de la cultura. Por su parte,

    4 Por lo cual Rubn Jaramillo Vlez sostuvo, en su libroColombia: la modernidad postergada, que de lo que se trataba conla fundacin del Instituto de Filosofa de la Universidad Nacional(1946), es decir con la normalizacin de la filosofa, era superarla postergacin de la modernidad en Colombia.

    los ensayos y libros de sus primeros profesoresse consideran la gnesis de la filosofa moderna.

    Por el ascendiente jurdico de los primerosprofesores que se dedicaron profesionalmente ala filosofa, los temas y problemas iusfilosficosocuparon buena parte de la produccin intelectualy de la agenda de investigacin en ese entonces.Dos de las tres obras que marcaron decisivamenteel inicio de la filosofa moderna en Colombia soniusfilosficas: Lgica, fenomenologa y formalismo

    jurdico (1942) de Luis Eduardo Nieto Arteta y Elambiente axiolgico de la teora pura del derecho

    (1947) de Rafael Carrillo5. El primer director delInstituto fue Carrillo, quien termin estudios dederecho en la Universidad Nacional, aunque nose gradu. En 1945 publica Filosofa del derechocomo filosofa de la personaen varios nmeros dela Revista de dicha Universidad. Nieto Arteta selicenci en Derecho y posteriormente se dedica estudiar filosofa del derecho y las corrientes

    fenomenolgicas; se le considera el primer difusorde la teora pura de Kelsen en Colombia y escribitrabajos como La interpretacin de las normas

    jurdicas(1994), as como numerosos artculos enrevistas jurdicas antioqueas.

    Otras figuras importantes en la normalizacinde la filosofa en Colombia fueron CayetanoBetancur, abogado de la Universidad de Antioquia,se destac por sus obras Ensayo de una filosofadel derecho (1937), Introduccin a la ciencia

    del derecho (1953) y Vida del derecho, manualdel ciudadano (1974); fund en 1951 la que esconsiderada ahora la principal revista filosficacolombiana: Ideas y valores. El jurista Jaime VlezSenz se doctor en Filosofa en la Universidad

    5 A juicio de Rubn Sierra en su libro Ensayos filosficos. La otraobra es Nueva imagen del hombre y de la cultura, de Danilo CruzVlez (1948).

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    de Notre Dame, Estados Unidos, y dentro desus investigaciones se destacan El derecho comociencia cultural y su disertacin The Doctrine of theCommon Good in the Works of St. Thomas Aquinas.Abel Naranjo Villegas abogado de formacin,estudi filosofa con Garca Morente en BuenosAires, escribi entre otros, Filosofa del derecho(1947) y Tradicin y reforma constitucional (1964).Jaime Sann Greiffenstein imparti reputadaslecciones sobre filosofa jurdica en la Facultad deDerecho de la Universidad de Medelln, las cualesaparecieron en varios nmeros, durante 1958,de la revista Udem. Danilo Cruz Vlez, abogadopero cuyos intereses en la filosofa se enfocaronrpidamente en la fenomenologa y en 1951 viaja aFriburgo para asistir a las clases que recin volvaa impartir Heidegger luego de que en 1946 lacomisin de desnazificacin le prohibiera ensearen la universidad.

    Si bien dentro de lo que cabe en la filosofa del

    derecho en sentido lato6

    la produccin biblio-grfica e intelectual en general que se ha venidodesarrollando en Colombia desde entonces, propiay por traducciones, es cada vez mayor y de un nivelreconocido cada vez ms por fuera de nuestrasfronteras, la centralidad filosfica en Colombia seha desplazado hacia otros campos y, sobre todo, se

    6 En Naturaleza y funcin de la filosofa del derecho (1980)Bobbio distingue los tipos de investigacin que se desarrollandentro de la filosofa del derecho en sentido lato: una filosofa delderecho en sentido estricto que colinda con la filosofa poltica y

    consiste en elaborar sistemticamente propuestas de reforma ala sociedad actual para adecuarla a ciertos valores de justicia.Una teora general del derecho que se ocupa del concepto dederecho y de otras nociones jurdicas generales (norma,obligacin, sancin, validez). Una sociologa jurdica queestudia las relaciones entre derecho y sociedad. Una metodologajurdica que indaga por la interpretacin jurdica entendida comoel conjunto de operaciones que realizan los juristas relacionadascon el hallazgo, la interpretacin y la formulacin de las reglasjurdicas, as como de los estudios sobre el mtodo y sobre lacientificidad de la ciencia jurdica (la nocin de ciencia jurdica ysus relaciones con las otras ciencias).

    ha diversificado. Respecto de la filosofa poltica,dejando por fuera a los autores de la independencia(Rousseau, Montesquieu y los enciclopedistasfranceses) y quienes tuvieron influencia en elsiglo primero de la Repblica (Destutt de Tracy,pero ante todo Jeremias Bentham, cuya lecturala hizo obligatoria el General Santander), podraafirmarse que la filosofa del siglo XX (despusde la segunda Repblica Liberal) tuvo muchainfluencia del marxismo (de un Marx ledo aco-modaticiamente que fue introducido por los

    sindicalistas y militantes, que en la academiaprimero fue receptado por los economistas y,tardamente, por los filsofos). Ya en la dcada del60 se abre el espectro con marxistas franceses,con Foucault7.

    En la actualidad, y debido en parte al propioresurgimiento global del pensamiento polticopor la obra de John Rawls8, la filosofa moral ypoltica ocupa en Colombia, sin duda, un lugarprivilegiado. Tal inclinacin constituye tambin un

    pronto reflejo de los desarrollos que esta ramaha mostrado en otros pases iberoamericanosdurante las dcadas recientes. Los congresos yseminarios cada vez ms numerosos, as comolas publicaciones peridicas y monogrficas9sobre sus principales temas y problemas, hanrevitalizado y fortalecido las reflexiones tannecesarias en nuestra regin sobre la legitimidaddel poder poltico y de la autoridad del Estado, ascomo la imparcialidad de las leyes, los dficit de

    7 Agradezco aqu la orientacin de Delfn Ignacio Grueso.8 Sobre Rawls se ha publicado en Colombia: Garca (2004),Grueso (1997; 2005; 2008), Meja (1997; 2005: cap. 2), Corts(1999: caps. I, II, III, VI; 2007: caps. I,3, III, VI,2) y Botero (2005).El primer artculo publicado en Colombia sobre Rawls es deRomero (1981), lo cual es significativo una vez que se sabe que elestudio que introdujo la teora de Rawls en Latinoamrica es deNino (1984).

    9 Por ejemplo, se destacan las compilaciones: Hoyos Uribe(1998), Grueso (2003), Corts Giusti (2007), Hoyos (2004) yArango (2007).

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    representacin poltica y principios como los delibertad e igualdad.

    Las tesis presentadas y los argumentos defen-didos por parte de los filsofos polticoscolombianos, constituyen un valioso empeo porreceptar y difundir las herramientas conceptualessurgidas en otras latitudes, gracias a lo cualnuestras propias preocupaciones se dilucidan yse contribuye a que teoras transnacionales searticulen en discusiones democrticas respectode los sistemas institucionales, el pluralismocaracterstico de las sociedades contempor-neas, la proteccin de los derechos de libertadas como de los sociales en el marco de unaeconoma libre, pero solidaria de mercado, y lareivindicacin del papel ciudadano en el diseo delas instituciones para la consecucin de los idealesque, en tanto sociedad, procuramos alcanzar. Deesta forma, se ha contribuido a fortalecer crticashacia anormalidades democrticas como el uso

    exagerado de los medios de comunicacin porparte de los mandatarios, los altos costos deingreso y permanencia en la poltica y la faltade controles en las donaciones privadas a lascampaas electorales, lo cual deriva en unaindebida injerencia de intereses particulares enlas decisiones pblicas que, por ende, deben serimparciales y cobijar al grueso de la poblacin.

    En otras palabras, los retos que enfrenta lademocracia en escenarios enrarecidos comoel nuestro, crecen en relacin directamenteproporcional con las reflexiones sobre suscaractersticas, posibilidades y amenazas. En unanlisis sobre el estado actual de la democracia,no resulta en forma alguna temerario afirmarque los sistemas polticos de muchos pases dela regin pasan por malos momentos. Las clasespolticas tradicionales y las instituciones pblicas

    en general, gozan de muy poca credibilidad yhay una extendida desconfianza popular en susrepresentantes porque actan con independenciade las necesidades ciudadanas reales.

    Dentro de la teora poltica contempornea unode los planteamientos que mayor atencin pblicae inters acadmico ha recibido, es aquel envirtud del cual el proceso de toma de decisionespolticas debe ser democrtico y deliberativo, esdecir, debe tomarse contando con la deliberacinpblica entre los ciudadanos que sern afectadospor dicha decisin. Los artculos publicadosen reputadas revistas filosficas, jurdicas ypolitolgicas, las numerosas obras monogrficas,as como las colectivas que estn integradaspor valiosos aportes dedicados a las principalescuestiones en la agenda de esta concepcinnormativa de la democracia, dan cuenta de unmarcado inters de la academia colombiana porla misma. Este inters se vio reforzado durante

    la anterior campaa presidencial porque en losdebates entre los candidatos, se hizo referenciaen repetidas ocasiones al ideal deliberativo de lademocracia como referente para la legitimidadde las decisiones y la justicia de las polticaspblicas.

    Tal inters local por la democracia deliberativa10responde a su vez a una palmaria atencintransnacional que ha recibido esta teora (noexclusiva pero si) fundamentalmente por el girodeliberativo en la teora democrtica (Dryzek),segn el cual los avances tericos recientes se hanenfocado muy importantemente en las condiciones

    10 Los estudios son: Meja (1998), Corts 1999: caps. III y VI),Hernndez (2002), Murillo Pizano (2003), Rodrguez (2005),Haddad (2006), Durango (2006), Snchez Rodrguez (2007:cap. 5) y Arango (2007). Sobre los aspectos deliberativistas deeste ltimo, cfr. con mi resea publicada en el No. 25 de Praxisfilosfica (jul.-dic., 2007).

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    y virtudes que al proceso democrtico le aportala deliberacin. En general, podra subrayarseque los principales estudios se caracterizan porabandonar el restrictivo enfoque emprico quetradicionalmente han tenido los trabajos y lasinvestigaciones en el terreno de la investigacindemocrtica, demeritando as otros factoreshistricos, filosficos y sociolgicos relevantes.Esta teora normativa de la democracia ha tenidoun poderoso influjo en las principales discusionesactuales del derecho constitucional y la teora

    jurdica11, tanto a nivel transnacional como desdenuestro propio contexto, ya que el nmero yla calidad de anlisis sobre las restricciones yposibilidades de esta teora es cada vez mayor yms extendido disciplinalmente.

    Este trabajo procura insertarse en (y contribuircon) el referido estado del arte nacional. Sedescriben y analizan los aspectos medularesde la teora que ha sido expuesta y sustentadapor diversos autores bien conocidos que, desdecuando Bessette acu el trmino en 1980, hanforjado un canon trasnacional perfectamentedistinguible que igualmente es representativode las principales exigencias normativas a lademocracia. Al incorporar la deliberacin secuentan con ms posibilidades de alcanzar laimparcialidad en las decisiones polticas, ascomo de respetar la oposicin, honrar el controlpoltico y propender hacia la representacin deamplios sectores sociales. Pero no obstante

    la popularidad de la teora de la democraciadeliberativa, en las siguientes aportacionesse observa tambin un cometido por depurary contribuir a solidificar dicho canon a partir de

    11 Desde Habermas la cuestin por la democracia normativagira en torno a dos nociones centrales de su planteamiento, asaber, el discurso prctico y la tica comunicativa. Ver al respectola contribucin de Donald Moon a The Cambridge Companion toHabermas (White, 1995).

    crticas, sealamiento de falencias y renovadasorientaciones y articulaciones con otros camposde trabajo.

    Se divide en dos secciones. El ideal de lademocracia deliberativa es defendido por CristinaLafont en la primera contribucin del libro.Considerando que no todos los procedimientosdeliberativos son democrticos y que no todos losprocedimientos democrticos son deliberativos,emerge la posibilidad de un choque entre estos doscomponentes de dicho ideal. Puede resultar que elmejor procedimiento para la toma de decisionespolticas desde un punto de vista deliberativo,no sea particularmente democrtico o tambinque, desde un punto de vista democrtico, elprocedimiento no sea especialmente delibe-rativo. Si ese fuera el caso, argumenta Lafont,incrementar la calidad deliberativa de lasdecisiones polticas exigira sacrificar su calidaddemocrtica, y viceversa.

    La coherencia del ideal de la democracia deli-berativa parece que depende mucho, a juiciode algunos, de la coincidencia de que resultenmutuamente compatibles las razones por lascuales las decisiones polticas tienen que serdeliberativas y las razones por las que debenser democrticas. Pero considerando que lasrespuestas ms convincentes a estas cuestionespodran llegar a dirigirse en direcciones opuestas,no sirve cualquier defensa del ideal deliberativosino una en virtud de la cual la deliberacin pblicay democrtica cumpla tanto con las demandasdeliberativas como con las democrticas. Lafontdefiende el ideal de la democracia deliberativaproporcionando una respuesta recprocamenteconsistente a la pregunta de por qu la democraciatiene que ser deliberativa y por qu la deliberacintiene que ser democrtica.

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    14PRESENTACINLeonardo Garca Jaramillo

    El jurista argentino Carlos Santiago Nino hasido uno de los acadmicos latinoamerica-nos que mayor influencia ha tenido en otraslatitudes y, en particular, fue un distinguidorepresentante en el escenario global de estacorriente democrtica, como lo han sostenidono slo autores latinoamericanos (Bohman,1998: 403). Se destaca su obra pstuma sobrela democracia deliberativa y su libro tica yderechos humanos, pero en realidad su trabajoes excepcional por la amplitud de temticas que

    trat con igual grado de profundidad, al punto quees considerado un especialista en cada una deellas.

    Por las diversas formas en las que se hapresentado y justificado el modelo democrticobasado en la deliberacin, se cuentan con variasconcepciones del mismo. Aquella que defendiNino, entre otros como Estlund, Cohen, Barber,Habermas y Nelson, es la epistmica, en virtudde la cual el procedimiento poltico determinadopor la deliberacin otorga legitimidad a lasdecisiones que resultan del mismo porque es elms confiable en trminos de probabilidad paraalcanzar decisiones correctas. Lafont y Jos LuisMart se ocupan de esta concepcin particular dela democracia deliberativa que se caracteriza porsus atributos epistmicos.

    Mart detecta con precisin uno de los proble-mas tericos identificados por Nino, al cual

    denomina laparadoja de las precondiciones de la

    democracia deliberativa. La paradoja, o el con-flicto entre procedimiento y sustancia, consisteen lo siguiente: dado que para que el procesodemocrtico funcione de forma apropiada, ycorrelativamente se realice el valor epistmicode la democracia, se deben cumplir una seriede prerrequisitos derechos, la garanta a esosderechos promueve el valor epistmico de la

    democracia. Al contrario si esos derechos no segarantizan en las decisiones democrticas, unapersona no tiene ninguna razn para esperar elresultado del proceso. Si se garantizan en efectotales derechos precondiciones de la democraciapara realizar el valor epistmico de la democracia,quedan muy pocas cosas a ser resueltas por lademocracia. En otras palabras, las precondi-ciones de la deliberacin democrtica son laigualdad y la libertad en tanto deben presidir eldebate poltico, pero proporcionalmente ms se

    cumplan, menos espacio quedar a la decisincolectiva, y a la inversa.

    Mart sustenta como inevitable e irresoluble elproblema de la paradoja, el cual no slo afecta a lademocracia deliberativa sino tambin a cualquierprocedimiento de toma de decisiones colectivas.La paradoja de las precondiciones forma partede otras paradojas sobre la democracia que nohan recibido suficiente atencin acadmica. Otrapodra ser la paradoja de la auto-destruccin dela democracia, es decir, si democrticamente esposible decidir acabar con la democracia; y laparadoja segn la cual todas las generacionesaspiran atar de manos a las generacionesposteriores con las constituciones, mientras quea la vez se consideran libres de lo que hayan dicholas anteriores (Elster).

    Desde la teora constitucional, el diseo insti-tucional y las justificaciones de la democracia,

    Lucas Arrimada analiza las instituciones propiasde la democracia deliberativa, en particular, sila divisin de poderes y el sistema de frenos ycontrapesos son mecanismos que fortaleceno empobrecen el carcter deliberativo de lasdecisiones polticas. Desde la democraciacomo la deliberativa se puede observar lmitesinstitucionales y serias deficiencias democrticasen la misma democracia presidencial. Se enfoca

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    en la experiencia argentina, en particular en losfallidos intentos de aplacar el presidencialismocon la reforma constitucional de 1994 quetermin instituyendo, de varias formas en eltexto fundamental, lo que era una tendenciahistrica (a revertir) en la prctica institucional:una democracia delegativa. Esto restringe ycondiciona la aparicin de espacios claves dedecisin deliberativos en el marco del sistemapoltico. Describe con brevedad el principioinstitucional de divisin de poderes y la gnesisdel sistema de frenos y contrapesos en las etapasfundacionales del constitucionalismo, exploralas caractersticas de la tipologa deliberativa dedemocracia para enfocarse en el debate sobrelas alternativas, debilidades y posibilidadesinstitucionales, articula finalmente algunas ideaspropias del diseo institucional para proyectarlos mundos institucionalmente posibles de lademocracia deliberativa.

    En El derecho a la protesta y la teora deliberativade la democracia en Gargarella, me propongoarticular la teora bajo anlisis, siguiendo losrasgos centrales compartidos por los autorescannicos, con la defensa que en aos recientesha acometido el profesor argentino RobertoGargarella de la protesta como uno de losprimeros derechos, como el derecho a reclamarpor la violacin o falta de proteccin de otrosderechos. Se trata de una reflexin dondese presenta y procura sustentar el derechoa la protesta como un mecanismo inclusivodemocrtico que cuenta no slo con legitimidadpoltica sino tambin con validez jurdica, cuandolas severas condiciones de asimetra de poder ydficit de representacin ante las instancias dedecisin hacen de la reclamacin pblica el nicoy desesperado recurso de poblaciones pluralesde personas a las cuales se les ven afectados

    derechos mnimos. Se presentan las razones paraconectar las ideas de deliberacin e imparcialidady se concluye con algunos de los aportes que dichateora puede realizar a sistemas democrticoscomo los latinoamericanos a partir del vnculoentre la protesta como derecho y la deliberacincomo medio para propender por el igualitarismoen poltica.

    En contextos como los latinoamericanos carac-terizados por la pobreza severa, la crecientedesigualdad, las carencias radicales deexpresin, la falta de representacin y los dficiten la garanta de derechos mnimos, se argu-menta que la protesta es un derecho vlido

    jurdicamente y legitimo polticamente. Hay msde ideologa en quienes invalidan las protestasporque los derechos de uno terminan dondeempiezan los derechos de los dems, pues enlas permanentes colisiones de derechos funda-mentales que se dan en ordenamientos jurdicos

    constitucionalizados y con constituciones garan-tistas, con valor normativo y fuerza vinculante,hay que fundamentar una posicin en la que seprivilegia una u otra provisin iusconstitucionalen el caso concreto. Gargarella ha sugeridoreflexionar en cada caso para establecer larelacin de precedencia condicionada entre losprincipios en colisin y establecer cul debedeterminar la solucin, a partir de la preguntapor cun cerca est del nervio democrtico dela Constitucin el derecho en conflicto, qu tandeterminante es para seguir actuando comociudadano, para permitir que la democracia sigaexistiendo.

    La primera seccin finaliza con un texto de OscarMeja Quintana en el que analiza los resultadosque arrojan sus investigaciones sobre los mode-los alternativos de democracia deliberativa.

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    16PRESENTACINLeonardo Garca Jaramillo

    Argumenta que se trata de un concepto prove-niente de los modelos de democracia constitu-cional de Rawls y de democracia discursivade Habermas, el cual se ve confrontadoposteriormente por una serie de reaccionescrticas que en sus proyecciones alternativasradicalizan la propuesta rawlsiano-habermasianaen las interpretaciones de la tercera Escuelade Frankfurt, la de Negri y Hardt y la delrepublicanismo. Presenta una aproximacin alestado del arte cartografiando este debate en la

    perspectiva de sugerir sus diferencias, tensionesy encuentros, lo cual permite ubicarnos en lo queconstituye uno de los debates tericos y empricosdeterminantes de la teora poltica del siglo XXI.

    La segunda seccin recoge una discusin susci-tada por el texto Las paradojas de la democraciadeliberativa, autora de Andrs Palacios Llerasquien argumenta por qu a su juicio tal teora esproblemtica y paradjica, y por lo tanto inade-cuada para desarrollar las instituciones demo-crticas contemporneas, o para reemplazarlaspor otras. Es una teora problemtica porqueparte de una postura epistemolgica difcilmentesostenible. Es paradjica porque a pesar de serpresentada como incluyente a nivel social, la ideade deliberacin que presenta y considera comodeseable, es demasiado exigente como para serrealizada por toda clase de personas; y es dehecho, elitista en este aspecto. Pero tambinporque seala que las instancias que estnmejor diseadas para tomar decisiones sobrelos temas fundamentales para una sociedad, sonaquellas que son representativas, compuestaspor miembros elegidos popularmente y cuyasdinmicas son abiertas al pblico; pero, al mismotiempo, considera necesario que las decisionesque dichas instancias promulgan sean revisadaspor otras instancias que no son ni representativas,ni compuestas por miembros elegidos popular-

    mente ni cuyas dinmicas son abiertas alpblico. A pesar de ello, dicha teora presentauna imagen la del juez que, al llevar a cabo elcontrol judicial de las leyes, se pregunta qudecisiones adoptaran las personas si deliberaranadecuadamente al respecto que se complementacon otras imgenes contemporneas sobre ladecisin judicial y que tendr mucha fuerza en elordenamiento jurdico colombiano. Presenta alfinal algunos comentarios, en un Post scriptum,sobre las rplicas planteadas a sus argumentos.

    Roberto Gargarella replica el texto antecedenteprecisando la vertiente que sigue de la democraciadeliberativa, para destacar los puntos del texto dePalacios que le suscitan mayor inconformidad.Los puntos son bsicamente la objecin por unareconstruccin superficial del canon deliberativoy la subsiguiente atribucin de tesis que no hasostenido, por cannicas que sean. De las escuelasque han desarrollado modelos deliberativosde democracia, Gargarella sintetiza los rasgospresentes en el canon de la teora conforme asus principales cultores: las decisiones pblicasdeben adoptarse luego de un amplio proceso dediscusin colectiva en el cual deben intervenirde todos aquellos que se veran afectados (as seapotencialmente) por las decisiones en juego. Estadefinicin se relaciona con la concepcin acuadapor Elster (1998: 8-9) para quien el conceptode la democracia deliberativa incluye el que latoma de decisiones colectivas debe hacerse

    (directamente) con la participacin de todosaquellos que sern afectados por la decisin,o por intermedio de sus representantes: estaes la parte democrtica. Se concuerda en quedicho concepto incluye la toma de decisiones pormedio de argumentos ofrecidos por y para losparticipantes que estn comprometidos con losvalores de la racionalidad y la imparcialidad: staes la parte deliberativa.

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    Rescatando el esfuerzo adelantado por Palaciosde discutir en torno a la deliberacin comocomponente fundamental de la democracia,Mara Luisa Rodrguez reitera algunas de lasideas medulares que defendiera en su libroMinoras, accin pblica de inconstitucionalidad

    y democracia deliberativa (2005), tales como ladeliberacin ciudadana en la toma de deci-siones judiciales que justifica la implementacinde la accin pblica de inconstitucionalidad quea su vez desafa la retorica central de la dificultadcontra mayoritaria. Para Rodrguez, la repre-sentativa es la teora de la democracia con la que sesiente comprometido el autor. Se sintetizan dos delas objeciones al ideal de la democracia deliberativaque presenta Palacios para replicarlas a su turno,aquellas segn las cuales (1) es imposible que lademocracia deliberativa promueva la deliberacinsobre asuntos fundamentales de la sociedadporque ello conducira a discusiones filosficasy abstractas, lo cual derivara en que unos pocos

    terminen dirigiendo el debate y las mayorassean excluidas, y (2) que los defensores de lademocracia deliberativa desde la perspectiva

    judicial avalan la deliberacin, pero a riesgo desacrificar la democracia.

    El ltimo texto, La democracia deliberativa en lassociedades semiperifricas: una apologa desde las

    crticas al Plan de Desarrollo (2006 2010), partedel anlisis presentado por Palacios Lleras paradesarrollar algunos puntos crticos y describirlos elementos medulares de la teora parasustentar que no resulta, en tanto ideal normativo,inconveniente para concebir los procesos de tomade decisiones imparciales. Se expone el antielitismode la teora y se fundamenta una implicacinpoltica y jurdica de su posicin individualista, paraarticularla con la garanta constitucional supra-mayoritaria de los derechos fundamentales. Se

    destacan los principales aspectos que retoma delliberalismo y el republicanismo. El compromisode la Corte Constitucional con la deliberacin seejemplifica brevemente para procurar sustentarque la Constitucin colombiana adopta un modelodeliberativo de democracia.

    La base descriptiva general de las tesis centralesde la teora se amplan respecto a la versin quePalacios presenta de ella, para defender con unabreve alusin a la perspectiva de Posner contrala democracia deliberativa el ideal delibera-tivo contraponindolo a la realpolitik y con sus-tento en la conveniencia de fortalecer en elproceso legislativo colombiano la deliberacin,a propsito de las crticas que recibi el modeloactual de aprobacin de la ley del Plan Nacionalde Desarrollo (por los vicios en los que seincurri durante su trmite por el Congreso).Se ha llegado a sostener que se debe regresaral anterior modelo de aprobacin el cual, al ser

    unilateralmente sancionado por el Ejecutivo,no contaba con proceso de deliberacin parla-mentaria. Desde las virtudes que al procesolegislativo le incorpora la deliberacin, se sus-tentar que es democrticamente inadmisibleproponer la eliminacin del modelo actual porcuenta de los vicios legislativos acaecidos en elproceso de aprobacin del proyecto de ley.

    El libro concluye con una seleccin bibliografaque no slo organiza los artculos y libros, citadosy referenciados en los textos precedentes, sinoque tambin agrega otros ttulos importantesen el estado del arte local y extranjero sobrela democracia deliberativa. No resta ms queagradecer al Decano de la Escuela de Cienciasy Humanidades de la Universidad EAFIT, JorgeGiraldo Ramrez, a la Jefe del Departamentode Humanidades, Liliana Lpez Lopera, y al

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    coordinador del grupo de Investigacin Estudiossobre Poltica y Lenguaje (Categora A1 Colciencias),Jorge Ivn Bonilla. Este trabajo existe graciastambin a Flix Londoo G., Director deInvestigacin y Docencia.

    La imagen de la cartula es un detalle dela famosa obra de David, pintor francs de estiloneoclsico, El juramento del juego de pelota.Representacin pica del compromiso realizado

    el 20 de junio de 1789 entre los 577 diputados deltercer estado, para no separarse jams y reunirseen cualquier parte en que las circunstanciaslo exigiesen hasta que la Constitucin fuerapromulgada. El original est en el museo nacionaldel Castillo de Versalles, Francia. La composicin

    se caracteriza por la distribucin ordenada de lospersonajes y la diafanidad de sus trazos, por locual se pueden identificar, entre otros, a Mirabeau,Guillotin, Treilhard, Robespierre y, en el centro dela imagen, a Jean Sylvain Bailly, alcalde de Pars,representante del tercer estado y presidente dela Asamblea Nacional. Simboliza al tiempo ladeliberacin en condiciones de libertad e igualdad,la inclusin social y la limitacin del poder real; lagnesis de que los hombres nacen y permanecen

    libres e iguales en derechos, as como la protestafrente al Rey por su intento de disolver los EstadosGenerales.

    Leonardo Garca JaramilloMedelln, enero de 2011

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    VERSIONES Y PROBLEMTICASDE LA TEORA

    CRISTINA LAFONT

    JOS LUIS MART

    LEONARDO GARCA JARAMILLO

    LUCAS ARRIMADA

    OSCAR MEJA QUINTANA

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    ES COHERENTE EL IDEAL DELA DEMOCRACIA DELIBERATIVA?*

    Cristina LafontTraduccin de Leonardo Garca Jaramillo

    En este ensayo quisiera contribuir con una defensade la democracia deliberativa otorgndole unarespuesta afirmativa a la pregunta consignada enel ttulo. La verdad es que el objetivo es modesto,ya que para la coherencia de un ideal esto no dicenada respecto de su deseabilidad, viabilidad oconveniencia en general1. Y, de hecho, aqu no voy

    a detenerme sobre estas cuestiones que debenser abordadas posteriormente. Pero, aunquemodesto, el objetivo de determinar la coherenciade un ideal parece tener prioridad sobre cualquierade las otras cuestiones. Abordar tales cuestionescon respecto a un ideal incoherente, sera un sinsentido considerable. Obviamente todas ellasasumen que la coherencia de un ideal no es algo

    * Este texto, cuya traduccin se publica con la gentil y expresaautorizacin de la autora, apareci originalmente, en: Jos LuisMart Samantha Besson (eds.) Deliberative Democracy and its

    Discontents. National and Post-national Challenges (2006).1 Es innecesario decir que defendiendo la coherencia delideal deliberativo no se contribuye con la tarea central que debecumplir cualquier concepcin de la democracia deliberativa queest bien articulada, a saber, explicar en detalle las formas enlas cuales el ideal deliberativo debe ponerse en prctica paraincrementar las calidades deliberativas de las institucionesdemocrticas existentes. Pero por importante que puede seresta tarea, es poco probable que tenga xito antes de tenerclaridad suficiente sobre las caractersticas bsicas del mismoideal deliberativo.

    obvio. No es dificil mostrar por qu esto es as.Conforme al ideal de la democracia deliberativa,las decisiones polticas deben ser tomadas sobrela base de un proceso de deliberacin pblica entrelos ciudadanos. De esta forma, los procedimientosde toma de decisiones polticas deben ser tantodemocrticos como deliberativos. Pero dado que

    no todos los procedimientos deliberativos sontambin democrticos y viceversa, la posibilidadde una colisin entre los componentes delibe-rativo y democrtico del ideal no puede serdesestimada a priori. Es decir, dependiendo dela forma en la que se interprete y justifique cadacomponente, podra resultar que los mejoresprocedimientos para la toma de decisiones a partirde un punto de vista puramente deliberativo, nosean particularmente democrticos o que losmejores procedimientos de toma de decisiones

    desde un punto de vista democratico, no seanparticularmente deliberativos2.

    2 Para un ejemplo del dilema que presuntamente enfrentael modelo deliberativo, vase, (Pettit, 2003). Encuentro muyinteresante la discusin que plantea Pettit con, lo que denomina,el dilema discursivo, pero en mi opinin lo que muestra eldilema en realidad es la incompatibilidad entre los modelos dedemocracia deliberativa y agregativa, en lugar que un genuinodilema que enfrenta el modelo deliberativo como tal.

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    22CAPTULO I - Es coherente el ideal de la democracia deliberativa?Cristina Lafont

    Esto indica que, bajo algunas interpretaciones, elideal deliberativo sera claramente incoherente.Adems parece que su coherencia depende engran medida de una feliz coincidencia, a saber,que las razones por las cuales las decisionespolticas deben ser deliberativas y las razonespor las que deben ser democrticas, resultaranser mutuamente compatibles. Pero tomandoen cuenta que las respuestas verosimiles acada una de estas cuestiones pueden jalar endirecciones opuestas, parece claro que no bastacualquier defensa del ideal deliberativo. Slouna defensa desde las razones correctas puedede hecho sustentar la afirmacin en virtud de lacual la deliberacin democrtica pblica puedede manera simultnea satisfacer nuestrasdemandas deliberativas y nuestras demandasdemocrticas. En lo que sigue, sostendr quetal defensa es posible precisamente tratando deproveer una respuesta mutuamente consistente alas cuestiones mencionadas arriva, a saber, por

    qu la democracia tiene que ser deliberativa y porqu la deliberacin tiene que ser democrtica.

    Tal como ya fue indicado, estas cuestiones sealanuna tensin interna en el ideal mismo de lademocracia deliberativa. Dado que deliberativay democrtica no parece de ninguna maneraobvia que son co-extensivas, por no hablar detener propiedades idnticas, no hay una garantaa priori de que un compromiso con una siempreser compatible con un compromiso con la otra.De esta forma, no puede descartarse que, si loque est mal se vuelve peor, se tendra que llegara elegir cul compromiso triunfa sobre el otro.Sin embargo la mera posibilidad de enfrentar taleleccin debilita considerablemente cualquieratractivo que pudiera tener el ideal. Por paradjicoque suene parece que desarrollando unaconcepcin plena de la democracia deliberativa,

    uno puede terminar o bien no siendo un demcratafuertemente comprometido ni siendo un fuertedefensor de la deliberacin en la poltica.

    Visto desde esta perspectiva el reto conceptualpara cualquier intento de desarrollar el idealde la democracia deliberativa dentro de unaconcepcin completa (fleshed out), es res-pondiendo las cuestiones mencionadas atrsde forma internamente consistente y de unamanera tal que no implique un debilitamientode los compromisos con la democracia ni con ladeliberacin. En otras palabras, a partir del valordel doble compromiso que comporta el ideal dela democracia deliberativa, la tarea consistiraen explicar la fuente de cada uno de talescompromisos y mostrar cmo la deliberacindemocrtica en particular puede contribuir con lasatisfaccin de ambosal mismo tiempo3.Tal vez un indicio de cmo abordar la primera tarea

    se puede tomar de la idea general de democraciacomo un sistema de gobierno para el pueblo y porel pueblo. Este ideal parece que tambin expresaun doble compromiso. Aunque el elementoparticularmente democrtico se encuentra en lasegunda propiedad, parece obvio que un sistemade gobierno difcilmente podra justificarse si noplanteara (al menos) una exigencia para satisfacertambin la primera propiedad. As, un sistemademocrtico de gobierno es aquel que no estorganizado slo para beneficiar a todos los que serigen por l, sino tambin en el cual los gobernados

    3 El sentido preciso de esta afirmacin es descartar quela deliberacin democrtica podra contribuir a uno de ellosslo siendo perjudicial para los dems. Esto, sin embargo, deninguna manera requiere defender la afirmacin ms fuerte (eimplausible) en virtud de la cual la deliberacin democrticasola es el mejor medio para lograr los dos. Sobre la falta deverosimilitud de una tesis de la exclusividad, vase (Christiano,1997: 250).

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    son al mismo tiempo los que deciden qu es y quno es aquello que los beneficia. En trminos msfamiliares, los gobernados no slo estn sujetosal derecho, sino que tambin son sus autores. Deacuerdo con este ideal de autogobierno, la validezde las decisiones legislativas no slo depende desi son para el pueblo, es decir, slo (eficientes,buenas, etc.) desde un punto de vista sustantivo,sino tambin de si son decididas por el pueblo, esdecir, mediante un procedimiento que asegure elconsentimiento voluntario de aquellos que tienenque cumplir con l. Lo anterior nos proporcionaya una respuesta esquemtica a nuestra primerapregunta. Como mnimo, el ideal de la democraciaimplica un compromiso con un procedimiento detoma de decisiones polticas que debe asegurarel consentimiento voluntario de sus miembros (1)con resultados sustancialmente justos (2).

    Sin embargo, el ideal democrtico sugiere unaconexin ms fuerte entre los dos compromisos.

    Sugiere que la satisfaccin de la primera condicincontribuye intrnsecamente con la satisfaccindel segundo4. Para que el procedimiento detoma de decisiones legislativas dependa delconsentimiento voluntario de aquellos que tienenque cumplir con l, hay que tener en cuenta losintereses de todos y as se contribuye al mismotiempo a alcanzar decisiones sustantivamente

    justas, es decir, decisiones por igual respecto delos intereses de todos. Un gobierno por el pueblointrnsecamente contribuye a la consecucin de

    un gobierno para el pueblo.

    Sin embargo, es con la interpretacin de estaconexin que surgen las dificultades quemencion al principio. El intento de dar cuenta de

    4 Recientes anlisis de la relacin compleja entre justiciay democracia se encuentran en la obra colectiva (Dowding Goodin Pateman, 2004).

    la relacin interna entre estas dos dimensionesde validez, invita a todos los tipos de estrategiasde explicacin reduccionistas, desde lasestrategias fuertemente reductoras que intentandefinir una dimensin en trminos de la otra (porejemplo, para ser un resultado justo debe serun resultado democrticamente decidido) hastalas estrategias debilitadoras que consideran yasea una dimensin de valor instrumental para elotro (por ejemplo, el valor de los procedimientosdemocrticos reside en su valor instrumentalpara alcanzar resultados sustancialmente justos)o ambos valores para, todava, una terceradimensin (por ejemplo, la justicia exige resulta-dos sustancialmente correctos y procedimientosdemocrticos, pero por razones independientesentre s)5.

    Por supuesto, el carcter reductivo de

    estas estrategias de ninguna manera les impideser crebles o incluso correctas. El problema serefiere especficamente al modelo de democraciadeliberativa. Como ya se ha insinuado, una defensa

    del modelo de deliberacin sobre la base de unaestrategia reduccionista amenaza con llegar aser, ya sea una fuerte defensa de la deliberacin aexpensas de la democracia, o una fuerte defensade la democracia a costa de la deliberacin. Sinembargo, por plausible que pueda ser alguna deestas estrategias, es difcil ver cmo se podancontar como defensas del modelo de democraciadeliberativa en particular, en lugar que cualquierotra cosa.

    Parece por tanto que una defensa del modelode democracia deliberativa puede tener xitoslo si puede dar una justificacin coherentea los siguientes asuntos: que la deliberacindemocrtica, por su misma naturaleza, contribuyea asegurar los mejores resultados posibles

    5 Para una detallada perspectiva y un anlisis de algunas deestas estrategias, vase (Christiano, 1999).

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    desde el punto de vista sustantivo, as comola aceptacin razonada de quienes tienen quecumplir con ellos y que, en esa medida, puedeexplicar la relacin interna en la satisfaccinde ambas condiciones como lo sugiere el idealdemocrtico. Por otra parte, en la medida en quesea posible mostrar la contribucin intrnsecaque la deliberacin democrtica puede realizarpara satisfacer cada uno de estos requisitos (o,con ms cautela, en la medida en que no haynada acerca de la deliberacin democrtica que

    imposibilite satisfacerlos al mismo tiempo), elmodelo deliberativo puede ser considerado unideal plausible y, por lo tanto, servir como unagua prctica para el diseo de las institucionesdemocrticas.

    Ahora bien, afirmar que el modelo deliberativorequiere una estrategia no-reduccionista de

    justificacin poltica, implica reconocer laindependencia lgica de las restricciones orequisitos antes mencionados. En otras palabras,implica reconocer que, de acuerdo con elmodelo deliberativo, asegurar el consentimientovoluntario de las decisiones polticas por todosaquellos que tienen que cumplir con ellas, tieneun valor intrnseco, con independencia de laprobabilidad de que, al hacerlo, los resultadosde estas decisiones puedan ser mejores o peoresdesde el punto de vista sustantivo. Suponiendoque al menos algunos resultados sean plausiblesy viceversa, asegurar decisiones sustancialmente

    justas tiene en todo caso un valor intrnseco,independientemente de la probabilidad de que,al hacerlo, el consentimiento voluntario de losciudadanos pueda ser ms fcil o ms difcil deasegurar6.

    6 Esta afirmacin es ms dbil de lo que parece. Aunque creoque el modelo deliberativo requiere que los participantes en ladeliberacin supongan que la correccin de fondo de (muchasde) sus decisiones es independiente de su (real) consentimiento

    Diferentes concepciones de la democraciadeliberativa ofrecen diferentes explicaciones de lanaturaleza y la justificacin de cada una de estaslimitaciones y no voy a tratar de defender ningunaversin particular de estas justificaciones aqu7.Al asumir que al menos algunos de ellos sonplausibles8, lo que importa en nuestro contextoes si su independencia lgica se puede defendertambin. Si ambas condiciones de la justificacinpoltica imponen limitaciones independientespara el diseo de las instituciones democrticas,

    un enfrentamiento entre ellos puede parecerinevitable, a menos que pueda mostrarse unadeterminada manera de hacerlos compatibles.

    motivado, me refiero aqu a una cuestin mucho ms dbil, asaber, que para el modelo deliberativo no es suficiente llegar aun acuerdo voluntario, sino que debe ser un acuerdo razonado,es decir, un consentimiento basado en razones que todas laspersonas razonables pueden llegar a aceptar (o no podranrazonablemente rechazar). En ese sentido, las consideracionessobre la correccin de fondo de los resultados no pueden serexcluidas de las deliberaciones en aras a llegar a un acuerdo.

    7 Hacer esto sera necesario para argumentar a favor de lasuperioridad del modelo de democracia deliberativa vis--vis otros modelos (democrticos o no), mientras que aqu miobjetivo es slo mostrar la coherencia interna del modelodeliberativo. Teniendo en cuenta este objetivo, mi enfoquepretende ser lo ms ecumnico posible, es decir, voy a tratarde identificar el ncleo mnimo de afirmaciones necesarias paradefender cualquier versin particular del modelo deliberativo,sin tomar partido sobre cualquier otra demanda o exigencia quese pueda considerar opcional o controversial entre las diferentesconcepciones existentes de la democracia deliberativa.

    8 La mayora de estas justificaciones se basan en gran medidade las ideas contractualistas. El rasgo distintivo de las teorasdel contrato social es el intento de explicar la validez de lasnormas sociales en trminos de la nocin de un posible acuerdo

    entre aquellos que lo tendrn que cumplir. Este es el ncleonormativo de la, en otro sentido, idea metafrica de un contratosocial. Lo que vara entre las diferentes teoras contractualistases el tipo de razones (morales, polticas, prudenciales, etc.) a lasque se apela en justificacin. Por lo general, las justificacionesdel modelo de democracia deliberativa se inspiran en latradicin kantiana del contractualismo en su apelacin a razonesmorales relacionadas con la autonoma de los agentes (es decir,la intuicin de que forzar a alguien a actuar contra su propiarazn es moralmente incorrecto, razn por la cual la validez delas decisiones polticas no puede recaer ms all del acuerdomotivado entre quienes deben cumplir con ellas).

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    En el modelo deliberativo esto se hace introdu-ciendo un requisito adicional que posiblementese puede decir que satisface a la vez ambaslimitaciones, a saber, una condicin de la

    justificacin mutua9. Por un lado, tal condicin estconectada internamente con la meta epistmica dellegar a resultados sustancialmente correctos (esdecir, justos, eficientes, buenos, etc.)10. Para elloparece plausible afirmar que un procedimientodeliberativo diseado convenientemente pararastrear (track) la fuerza del mejor argumentopara usar el trmino de Habermas contribuye a

    9 Tal como lo expresan Gutmann y Thompson en Whydeliberative democracy is different?, el principio fundamental dela democracia deliberativa es que los ciudadanos nos debemosunos a otros justificaciones por las leyes que colectivamentenos auto-imponemos (161). Para su interpretacin puntual delcompromiso con la mutua justificacin, vase tambin (Gutmann Thompson, 1996: 52-94; 2004: 133-38).

    10 Debido a mis propsitos ecumnicos dejo abier ta lacuestin de cuntas dimensiones de validez podran incluirseen la evaluacin de las decisiones polticas y cul criterio decorreccin sera apropiado en cada caso, segn las diferentesconcepciones de la democracia deliberativa. As, el uso que ledoy a la expresin resultados correctos es slo un parmetroque necesita ser complementado por cualquier explicacinprecisa que pueda ofrecer cada concepcin de democraciadeliberativa de lo que para cada una consista tal correccin.Segn entiendo, la concepcin de la democracia deliberativaque ofrece la explicacin ms elaborada de las diferentesdimensiones de validez de las decisiones polticas y su respectivosentido de correccin, es la teora del discurso de Habermas.Conforme a dicha concepcin, los resultados de las decisionespolticas pueden evaluarse desde puntos de vista morales,pragmticos y ticos. Lo que est en cuestin en cada caso es(en general) si estos resultados son justos, eficientes o buenospara nosotros, y si las formas apropiadas de deliberacinson morales o pragmticas, as como los discursos ticos,

    respectivamente. Estas dimensiones de validez son relevantespara evaluar los resultados de los procesos de negociaciny tambin los compromisos, pero en tales casos lo que esten cuestin desde el punto de vista moral es la imparcialidadde los procedimientos en lugar que la justicia material de lospropios resultados. Consltese (Habermas, 1993; 1996). Unrefinamiento posterior de este esquema ha sido presentado poralgunos autores que simpatizan con la teora discursiva , quienesdistinguen, respecto de estos ltimos procesos, entre procesosde negociacin puramente estratgicos y compromisos concuestiones morales y ticas. Vase (McCarthy, 1991; 1996),(Bohman, 2000).

    aumentar la calidad epistmica de las decisiones.Por otra parte, una condicin de la justificacinmutua est conectada internamente con elobjetivo de alcanzar decisiones democrticaslegtimas al asegurar el asentimiento libre yrazonado de quienes las tienen que cumplir.Parece igualmente plausible que un procedimientodeliberativo diseado para rastrear la fuerza delmejor argumento puede contribuir a distinguiraquellas decisiones que pueden contar conel consentimiento libre y motivado de los

    participantes, y aquellas que no. Por otra parte,precisamente en virtud de su origen de dosdimensiones, la condicin de la justificacinmutua indica los lmites adecuados de nuestrosdos objetivos: el epistmico y el democrtico.Con respecto a las virtudes epistmicas de unprocedimiento de decisin poltica, la restriccinde la justificacin mutua implica que no bastacon que sus resultados sean de hecho correctos,sino que tambin tienen que ser manifiestamentecorrectos ante sus miembros (Cohen, 1989: 73).

    En consecuencia, nuestro objetivo consiste enseleccionar el procedimiento de decisin que seacapaz de asegurar no slo los mejores resultadosepistmicamente, sino tambin los mejoresresultados entre aquellos que puede alcanzar elasentimiento libre y razonado de sus miembros.Con respecto a las virtudes democrticasde un procedimiento de decisin poltica, larestriccin de la justificacin mutua implica

    que no es suficiente que las decisiones polticassean de hecho acordadas. Adems de esto, lajustificacin de las razones que las sustentantiene que estar presente ante sus miembros. Enconsecuencia, nuestro objetivo es seleccionar elprocedimiento de decisin ms adecuado paraasegurar no slo un acuerdo, sino tambin queel acuerdo sea pblicamente justificado. Si estoes realmente una comprensin adecuada de

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    nuestros dos objetivos epistmico y democrtico,la tesis central del modelo deliberativo, a saber,que la deliberacin pblica puede contribuir aalcanzar los dos, parece muy plausible. De estaforma, es necesario analizar los detalles de lainterpretacin deliberativa de cada uno de estosobjetivos. Para esta tarea podemos tomar comogua nuestras preguntas iniciales, a saber, porqu la democracia debe ser deliberativa y ladeliberacin democrtica, respectivamente.

    I. Virtudes epistmicas del modelodeliberativo

    Para algunos, la cuestin de por qu la demo-cracia debe ser deliberativa puede sonar comootra forma de preguntar por qu es mejortomar decisiones polticas sobre la base de ladeliberacin racional, en vez de hacerlo al azaro de forma caprichosa. Desde esta perspectiva,la respuesta parece obvia: la democracia debeser deliberativa para aumentar la probabilidadde llegar a decisiones correctas o, como se sueledecir, con el fin de conducir a la verdad (trackthe truth)11. La correccin de nuestras decisionesdepende de la consideracin correcta de toda lainformacin pertinente y esto, a su vez, requierela deliberacin racional. Esta respuesta, sin duda,expresa una fuerte intuicin que se halla tras elideal deliberativo, pero este carcter puramenteepistmico plantea dos amenazas importantes a

    la defensa del modelo deliberativo.Como se insinu antes, una justificacin pura-mente epistmica del ideal deliberativo notiene recursos internos para explicar por qu ladeliberacin debe ser democrtica. Si resulta

    11 Para una defensa puramente epistmica del modelodeliberativo: (Nino, 1996: cap. 5).

    que la consideracin correcta de la informacinpertinente podra ser mejor garantizada pormedios no democrticos, digamos, por unalite de expertos en poltica y moral, ningnargumento quedara para apoyar la afirmacinde que la deliberacin debe ser democrtica.Una concepcin puramente epistmica de lademocracia est en esencia comprometida conla epistocracia (es decir, el gobierno de los quesaben)12 y slo contingentemente comprometidacon la democracia. O sea que ste compromisodepende de la verdad de la afirmacin empricade que la democracia es la mejor forma deepistocracia (es decir, que el conjunto depersonas que ms sabe, resulta que es toda lacomunidad). En la medida en que el vnculo entrela deliberacin democrtica y la correccin seacontingente, no puede excluirse a priori que algunaforma de deliberacin no democrtica podra(supuestamente) ofrecer una mejor garanta paraalcanzar decisiones sustancialmente correctas,

    en cuyo caso la democracia sera (y debiera ser)prescindible, de acuerdo con esta perspectiva.Por supuesto, una posible reaccin a esteargumento podra ser como morder la bala

    12 Tomo este concepto de Estlund (1997: 183). En este articuloEstlund ofrece una defensa epistmica de la democracia, perono se trata del tipo puramente epistmico que estoy cr iticandoaqu. Defiende una estrategia articulada que comporta no slorequisitos epistmicos sino tambin un requisito de equidadprocedimental. Denomina esta estrategia procedimentalismoepistmico. En contraposicin, la estrategia articulada que,

    en mi opinin, subyace al modelo deliberativo comportarequisitos epistmicos y un requisito de deliberacin, y no sloequidad procedimental. (Como se ver ms adelante, dado queel procedimiento deliberativo debe dar mejores razones y demayor influencia en el resultado, su justicia no consiste en elotorgamiento a todos de iguales oportunidades de influenciasobre el resultado, sino en conceder las mismas oportunidadesde participacin en el proceso deliberativo de configuraro impugnar la justificacin pblica de los resultados). Enconsecuencia, el modelo deliberativo tiene algunas similitudescon el procedimentalismo epistmico de Estlund, pero tienetambin algunas diferencias cruciales.

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    (bite the bullet13). Si uno est real y seriamentecomprometido con las virtudes de la deliberaciny la razn en la poltica, tal vez uno no debeavergonzarse de recomendar el procedimiento dedecisin que resulta ser epistmicamente mejor.Si un defensor de la democracia deliberativa tieneen realidad que elegir entre la deliberacin y lademocracia, tal vez la deliberacin es en ltimainstancia la eleccin correcta. Despus de todo,si desarrollar el ideal deliberativo se entiendecomo el intento de dar contenido al concepto dedeliberacin ideal, tal vez el enfoque correctoconsistira slo en explicar las caractersticasque el proceso de deliberacin ideal debe tenerdesde el punto de vista normativo, y dejar abiertala cuestin emprica de la participacin, es decir,de quin puede ser capaz o ser ms idneopara participar en dicho proceso. Sin embargohay otra amenaza, potencialmente incluso msdevastadora en el hecho de seguir esta estrate-gia argumentativa. Una justificacin puramente

    epistmica del ideal deliberativo no slo puedeser perjudicial para la democracia, sino quepuede ser perjudicial inclusive tambin para ladeliberacin.

    De acuerdo con una concepcin puramenteepistmica, el objetivo de un procedimientodeliberativo es asegurar la correccin sustancialde sus resultados. Teniendo en cuenta esteobjetivo, parece que un requisito previo parael ideal de la deliberacin sera la disponibi-

    lidad de informacin completa. Nada fuera deesto permitira lograr resultados correctos. Sinembargo, aceptar una condicin tan estrictatendra consecuencias muy perjudiciales para

    13 Expresin que significa, como en tiempos de guerra dondeno haba anestesia para las intervenciones quirrgicas, laresignacin de aceptar las dificultades inminentes y soportarcon fortaleza, en consecuencia, el dolor que resulta [N. del T.].

    una concepcin de la democracia deliberativa.En primer lugar, tal requisito previo cortara elvnculo entre la deliberacin ideal y real hasta talpunto que podra invalidar la afirmacin centralde la concepcin deliberativa, cual es, que ladeliberacin pblica real importa para la validezde las decisiones polticas. En la medida en que ladeliberacin real debe tener lugar en condicionesque distan mucho de la posibilidad de contarcon una informacin completa, no quedar clarocul es su supuesta contribucin a la validez desus resultados. De hecho, como muchos autoreshan sealado, a partir de la deliberacin pblicareal se pueden tomar peores decisiones desdeun punto de vista sustancial14. Lo que indica estoes que una concepcin puramente epistmicadel ideal deliberativo puede estar esencialmentecomprometida con la deliberacin ideal, peroslo contingentemente comprometida con ladeliberacin real.

    Por lo tanto, dependiendo de las circunstancias,el ideal deliberativo podra no recomendaraumentar la deliberacin democrtica real.Pero, una vez ms, tal vez esto es como debeser. Por muy paradjico que pueda parecer queun defensor de la democracia deliberativa notermine comprometido con la democracia ni conla deliberacin real, podra ser que el compromisonormativo tras el ideal deliberativo es sloun compromiso con la deliberacin ideal. Sinembargo, tambin hay una dificultad en seguir esta

    estrategia. Incluso en el plano de la deliberacinideal un requisito previo en virtud del cual se debacontar con toda la informacin, amenaza coninvalidar la perspectiva de que la deliberacinpblica tiene un valor intrnseco para la correccinde las decisiones polticas. Porque una vez que lainformacin completa est disponible, no es ya

    14 Vase (Elster, 1986; 1998), (Sunstein, 2002) y (Shapiro, 1999).

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    28CAPTULO I - Es coherente el ideal de la democracia deliberativa?Cristina Lafont

    claro cul debe ser el papel de la deliberacininterpersonal15. En rigor, la concepcin puramenteepistmica est comprometida con la valoracinideal de la informacin, pero no necesariamentecon la deliberacin ideal en s misma. En vistade las perspectivas negativas de alcanzar unaestrategia puramente epistmica para explicarlas virtudes epistmicas del ideal deliberativo,tal vez sera mejor seguir la estrategia opuesta.En primer lugar, identificar algunas propiedadesepistmicas que la deliberacin pblica, por

    su misma naturaleza, puede plausiblementeconseguir, y luego explicar por qu es importantepara la validez de las decisiones polticas.

    Teniendo en cuenta lo mencionado en la seccinanterior, parece ms prometedor afirmar quela deliberacin pblica conduce (tracks) a una

    justificacin mutua o, para usar el concepto deJoshua Cohen la justificacin mediante ladiscusin pblica (Cohen, 1987: 72). Es difcil vercmo puede cumplirse tal condicin, en particularmediante la deliberacin pblica. Esto no quieredecir que la deliberacin real no pueda dejar deconducir la justificacin pblica. La deliberacinreal puede ser ms sensible a las presiones queno sean las de la fuerza del mejor argumento.En este sentido, la justificacin mutua es unobjetivo real de que la deliberacin democrticareal debe tratar de (y por tanto puede fallar en)lograr. La afirmacin es slo que la deliberacinpblica, es decir, el procedimiento deliberativo

    que incluye todas las perspectivas disponibles ylos argumentos para determinar donde radica elbalance del argumento, parece intrnsecamentebien adecuado para conducir a la justificacinmutua. Y, dado que la justificacin mutua, encontraposicin a la verdad o a la correccin, no esel reconocimiento-trascendente, es decir, teniendo

    15 Vase (Sunstein, 2002) y (Estlund, 1993b).

    en cuenta que el mejor argumento puede nollegan a ser el correcto, no hay nada que impida apriori que la deliberacin real sea una emulacin,un espejismo, de la deliberacin ideal. La inclusinde todos los puntos de vista y argumentosdisponibles en un momento determinado parauna consideracin de su fuerza relativa, deninguna manera requiere informacin completa,infalibilidad o cualquier otra condicin epistmicams all de las capacidades humanas.

    Ahora, la parte difcil de seguir esta estrategiareside en nuestra capacidad de dar una respuestaigualmente convincente a la segunda cuestin, asaber, de qu se trata la justificacin pblica quecontribuye a la validez de las decisiones polticas.Nada se ganara en el intento de alejarse de laestrategia puramente epistmica si la respuestaa la segunda cuestin fuera, a su vez, que la

    justificacin pblica es un indicador confiable dela verdad. Como vimos antes, esta medida haraque la verosimilitud del modelo de la democraciadeliberativa dependiera de la verdad de dosafirmaciones muy controvertidas, a saber, que lademocracia es la mejor forma de epistocracia yque la deliberacin pblica es el indicador msconfiable de la verdad.

    No pretendo sugerir que la defensa de estasafirmaciones no es posible. De hecho, tal defensaes fcil de encontrar dentro del amplio campo de

    justificaciones epistmicas de la democracia, por

    obvias razones. Dado que cualquier justificacinepistmica de la democracia est comprometidacon la afirmacin de que las cuestiones pol-ticas pueden tener respuestas sustancialmentecorrectas o incorrectas, parece difcil descartarla posibilidad de que algunos pueden saber talesrespuestas mejor que otros. Si este es el caso yla correccin sustancial es la nica meta, se debeconcluir que estos expertos deben gobernar. Una

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    conocida lnea de argumentos que intentan evitaresta conclusin es la afirmacin de que dada lanaturaleza especfica de las cuestiones polticas,es muy poco probable la existencia de expertosmorales, es decir, una lite mucho ms confiablepara encontrar las respuestas correctas a laspreguntas polticas que el resto de los ciudadanos.Dado que la correccin de las decisiones polticasdepende esencialmente de su justicia, es decir,de si estn igualmente dirigidas hacia el intersde todos, y dado que cada individuo conoce mejor

    sus intereses, es muy poco probable que algnsupuesto experto moral pueda en realidad saber loque constituye el mejor inters para todos, mejorque los miembros de la comunidad en conjunto 16.Esta es la razn por la cual la democracia es enrealidad la mejor forma de epistocracia.

    Por supuesto, esta lnea argumentativa se basaen varios supuestos empricos cuya correccin esmuy difcil de evaluar. Pero mi impresin es queeste no es el problema principal. La verdadera

    dificultad de seguir una estrategia que se basa enestas afirmaciones no es tanto que puede llegara ser falsa, es ms bien que, incluso si fueracierta, parece irrelevante para la defensa de lademocracia. El supuesto problemtico tras talestrategia argumentativa es que su compromisocon la democracia se debe a razones puramenteepistmicas. En consecuencia, una respuestaa la pregunta de si existen expertos morales,parece todo lo que se necesita para responder ala pregunta de si deben gobernar. Pero esto es unnon sequitur. Esta ltima cuestin, a diferencia dela anterior, no es sobre conocimientos, sino sobrela autorizacin para tomar decisiones. Inclusosi alguien pudiera llegar a saber mejor que yocules decisiones polticas constituyen mi propiointers, esto no quiere decir que cualquiera podra

    16 Para un argumento en esta lnea, consltese (Dahl, 1989:cap. 7) y tambin (Nino, 1996: cap. 5).

    ser mejor que yo para dar mi propia autorizacin paraactuar respecto de tales decisiones17.

    Nadie puede

    dar mi autorizacin por m. Lo que hay de maloen defender el autoritarismo no es el optimismode suponer que hay expertos que pueden tomardecisiones polticas mejor que otras personas,sino la ilegitimidad de suponer que esto los liberade la obligacin de pedir autorizacin antes detomar las decisiones por ellos18. El compromiso

    17 El punto quiz se clarifica si cambiamos del contexto poltico

    al contexto prctico en el cual la existencia e incluso la autoridadde expertos no es cuestionada, por ejemplo, en la prctica dela medicina. Aunque claramente los doctores son expertos ysu autoridad es reconocida ampliamente, todava tenemos queautorizar las decisiones que tienen que ver con tratamientosque nos realizan. Pero esto no se debe a que su experiencia sealimitada o cuestionada despus de todo, es slo porque ningngrado de experiencia podra alguna vez permitirles tomar mispropios riesgos. Slo yo puedo hacerlo. Obviamente lo mismoaplica a los riesgos y consecuencias de las decisiones polticasque tenemos que cumplir.

    18 En este contexto es importante recordar que la obligacin deobtener autorizacin antes de tomar decisiones en nombre dealguien ms, no se cumple slo asegurando el reconocimientode su experiencia. En Making Truth safe for DemocracyEstlund ofrece una defensa de la democracia epistmica contrala acusacin de que implica comprometerse con la epistocraciaque parece combinar ambas condiciones. Considera que suargumento ofrece una objecin meramente epistmica alautoritarismo (a saber, que ningn conocedor es tan reconociblecomo para ser conocido por todas las personas razonables(no knower is so knowable as to be known by all reasonablepeople)). En consecuencia, su lnea oficial de defensa sesupone que enfrenta al autoritarismo con razones puramenteepistmicas, concretamente, con sus dificultades epistmicaspara responder la pregunta quin conocer a los conocedores?(who will know the knowers?). Pero su argumento parece queentra por contrabando en la condicin de legitimidad, disfrazadode condicin epistmica. Asume que la fiabilidad de cualquierpresunto candidato de ser un experto moral, tendra queser demostrada ms all de toda duda razonable a todos losmiembros razonables de la comunidad poltica. Sobre la basede esta suposicin aduce varias razones epistmicas que ponenen duda las posibilidades de tal demostracin, y concluye que espoco probable que todos los ciudadanos estaran de acuerdo enla presunta experiencia del candidato. Sin embargo, no ofrecerazones epistmicas para motivar el fundamento de imponer talcondicin peculiar en primer lugar. En general, la experiencia deun presunto candidato en cualquier mbito (desde la medicina ala fsica y la ciencia jurdica, etc.) por lo general es juzgada porotros expertos en la materia y no por referendo democrtico.

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    30CAPTULO I - Es coherente el ideal de la democracia deliberativa?Cristina Lafont

    con la democracia se basa en el reconocimiento deesta obligacin, como condicin de la legitimidadpoltica19.Conforme al modelo deliberativo, esta dimensinintrnseca de la validez de las decisiones polticasrequiere que los participantes en la deliberacinpuedan convencer a otros de la supuestacorreccin de una propuesta poltica a partir derazones que pueden aceptar (es decir, razonesque sera irrazonable para ellos rechazar)20.

    Por

    consiguiente, en la consecucin de la justificacinmutua de las propuestas polticas, la deliberacin

    Esto tiene mucho sentido desde el punto de vista epistmicoprecisamente porque hipotticamente no todos los miembros dela comunidad califican como expertos. Al pedir que la fiabilidadde los supuestos expertos sea demostrada a todos los miembrosrazonables de la comunidad poltica, Estlund est pidiendo unacondicin de autorizacin, es decir, de asegurar la legitimidadde la delegacin a la autoridad del experto. Sin embargo,tal condicin es lgicamente independiente e irreductible acualquier condicin meramente epistmica. En otras palabras,parece que Estlund identifica errneamente la pregunta quees en realidad la que direccionara su crtica del autoritarismo.La pregunta relevante no es qu sabrn los conocedores,sino quin los deber autorizar. Slo una preocupacin por laltima cuestin justifica la exigencia de que la fiabilidad de lossupuestos expertos morales se demuestre ms all de toda dudarazonable, a todos los miembros de una comunidad poltica.Pero una vez que se reconoce esto, queda claro que lo que esthaciendo el trabajo en el argumento de Estlund, si es que algo,no es la restriccin epistmica a la demostracin exigida msall de toda duda razonable, sino la restriccin democrtica deexigir la demostracin a todos los miembros de la comunidad.Una vez que se reconoce que toda la comunidad es la sedeapropiada para la autorizacin de cualquier tipo de delegacin asupuestos expertos, queda claro que el punto de demostracinno es epistmico (es decir, garantizar certeza o ms all de todaduda razonable), sino poltico (es decir, asegurar la autorizacinlegtima). Lo que parece ms problemtico en la interpretacin

    puramente epistemolgica de la objecin de Estlund es queparece compartir la premisa bsica del autoritarismo, cual esque un conocedor tan bien informado como para ser conocidopor todas las personas razonables puede tomar decisiones porellos, sin pedir su permiso.

    19 Por supuesto, una vez que esta obligacin se reconoce, lademocracia promete ganar por defecto.

    20 Esta es la interpretacin deliberativa de la exigencia demo-crtica en virtud de la cual quienes deben cumplir con las leyesdeben poder verse a s mismos no slo como sujetos bajo ellas,sino tambin como sus autores.

    no slo contribuye a la consecucin de sucorreccin sino que de forma ms importante,rastrea al mismo tiempo la medida en la quese puede lograr el consentimiento razonado dequienes deben cumplir con ella. Este es un valorintrnseco del proceso de deliberacin pblicacomo tal. Teniendo en cuenta que la validez delas decisiones polticas no depende slo de sucorreccin sustancial (es decir, la justicia, laeficiencia, etc.), sino tambin de la legitimidadde su aplicacin, es posible ver lo que est mal

    con una explicacin puramente epistmica de lacontribucin que realiza la deliberacin pblica ala validez de las decisiones polticas.

    Aunque una restriccin de justificacin mutua esde hecho una restriccin epistemolgica, nose debe simplemente a razones epistmicas.No es slo porque la justificacin puede ser unindicador de verdad de que los participantes enla deliberacin poltica tienen que justificar suspuntos de vista con razones que otros puedenaceptar, como en cualquier otro discurso epis-tmico (comn o cientfico). La deliberacin polticadebe ser democrtica porque estamos obligadosa convencerlos antes de tomar decisiones quedebern cumplir. En otras palabras, estamoscomprometidos de manera independiente con

    justificarles nuestras decisiones polticas conrazones que pueden llegar razonablemente aaceptar, ya que hacer esto aumenta la probabilidadde tomar las decisiones correctas o no en

    cada ocasin. Lo que est mal con la defensapuramente epistmica del ideal deliberativo, esel supuesto de que dicha defensa depende de sila justificacin mutua es o no es el mejor mediopara alcanzar el objetivo de tomar decisionessustantivamente correctas. Esto ignora que unelemento intrnseco de nuestro objetivo es llegara decisiones mutuamente justificables y no slo adecisiones supuestamente correctas.

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    En este contexto, es muy importante destacarla diferencia precisa entre una justificacinpuramente epistmica y una deliberativa de lademocracia. La diferencia no estriba en que estaltima carezca de una dimensin epistmica. Unaexitosa defensa del ideal deliberativo de hechorequiere una defensa de las virtudes epistmicasde la deliberacin pblica y, de este modo, desu contribucin al aumento de la calidad de susresultados desde el punto de vista sustancial.Pero la contribucin intrnseca de la deliberacinpblica a la legitimidad de las decisiones polticasplantea una diferencia crucial en el sentido y en lasimplicaciones de esa defensa. En contraposicin ala visin puramente epistmica, el xito de estaltima no acontece si la deliberacin pblicaslo es el indicador ms fiable de la verdad.Esto depende de si es el indicador ms confiablede la verdad entre los indicadores fiables de la

    justificacin mutua. Esto implica que, mientrasno haya alguna alternativa mejor al ideal de la

    deliberacin pblica que se pueda ofrecer paralograr el objetivo de la justificacin mutua, ladeliberacin pblica sigue siendo no negociable.

    En consecuencia, las preocupaciones por lasdeficiencias epistmicas de los procesos realesde deliberacin no tienen automticamente elestatus de objeciones al modelo deliberativo, comolas tendran para el punto de vista puramenteepistmico. Al contrario, se pueden tomarcomo imperativos prcticos que indican culescaractersticas de las instituciones existentesde la deliberacin pblica, necesitan ser trans-formadas para maximizar su contribucin alobjetivo de lograr los mejores resultados posiblesdesde el punto de vista sustancial 21.

    Esto seguir

    21 Como ya se indic, esta es sin duda la mayor parte del trabajoque una concepcin completamente articulada de la democraciadeliberativa debe lograr al abordar las cuestiones empricas

    siendo as hasta que no se puedan ofrecerobjeciones epistmicas a la deliberacin ideal,es decir, mientras no haya razones para suponerque a partir de la fuerza del mejor argumentose disminuye en lugar que se aumenta laprobabilidad de correccin sustancial22.

    Siempre

    y cuando no tengamos razones para cuestionarel valor general epistmico de la justificacinrazonada por el conocimiento, a partir de lafuerza del mejor argumento se puede contribuirintrnsecamente a aumentar la correccin sus-tancial de las decisiones polticas. Esta es unavirtud genuinamente epistmica del modelodeliberativo.II. Las virtudes democrticas del modelo

    deliberativo

    En la medida en que la deliberacin pblica puedaentenderse como un procedimiento que tienecomo objetivo incluir todos los puntos de vista y los

    argumentos disponibles con el fin de determinardnde radica el balance del argumento, pareceintrnsecamente muy apropiado para rastrear la

    justificacin mutua. Pero si un compromiso conla justificacin mutua se interpreta slo como sifuese derivado de una condicin general creblepara el conocimiento, es decir, de un compromisocon la justificacin razonada o la mximacoherencia racional, no tendra implicacionesdemocrticas obvias. Como vimos antes, elsentido democrtico del compromiso con la

    justificacin mutua se deriva de la obligacin

    sobre el diseo institucional que les permitira a las democraciasreales reflejar el ideal deliberativo.

    22 Lo mismo se aplica, por supuesto, con el objetivo de lamutua justificacin. Las preocupaciones con el efecto de quela deliberacin real puede fallar en articular la justificacinmutua, pueden ser tomadas como imperativos prcticos paratransformar las prcticas deliberativas existentes as comopara maximizar la aceptacin de la fuerza del mejor argumento(en lugar que otro tipo de fuerzas).

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    32CAPTULO I - Es coherente el ideal de la democracia deliberativa?Cristina Lafont

    de tomar decisiones legtimas asegurando ellibre y razonado asentimiento de quienes debencumplir con ellos. Es decir, la obligacin no es sloasegurar la justificacin de las razones antes detomar decisiones polticas, en lugar de tomarlasirracionalmente, sino asegurar el consentimientorazonado de los ciudadanos de una comunidadpoltica particular. En otras palabras, lo quehay que mostrar es cmo las caractersticasepistmicas de un procedimiento de deliberacinpblica realmente pueden contribuir al objetivo

    democrtico de garantizar el consentimiento realmotivado de personas reales.

    II.I Deliberacin y consenso

    Una respuesta sencilla a esta pregunta podra serla siguiente: en el proceso de rastrear la fuerzadel mejor argumento, la deliberacin pblicapuede contribuir a conseguir el consentimientorazonado de los miembros de una comunidadpoltica particular, precisamente logrando un

    consenso unnime sobre los puntos de vista queson apoyados por la fuerza del mejor argumento.Aunque las decisiones post-deliberativas sobrelas que hay un acuerdo unnime podran serincorrectas desde el punto de vista sustancial 23,su justificacin pblica de ninguna maneradisminuye la posibilidad de su correccin y,ciertamente, asegura la legitimidad de suaplicacin, al menos mientras no surjan nuevas

    23 En mi opinin, las interpretaciones anti-realistas del idealdeliberativo resultan insostenibles al fin y al cabo, pero nopretendo descartarlas aqu. Incluso los autores que, siguiendouna estrategia anti-realista, identifican la correccin sustancialcon el consenso racional ideal, reconocen la posibilidad de quenueva evidencia o nuevos contra-argumentos puedan poner enpeligro un consenso previo sin menoscabo de la racionalidad delprocedimiento deliberativo que se produjo. Vase, por ejemplo,(Habermas, 2003: 258). Dudo mucho que tal afirmacin puedadefenderse exitosamente desde de un enfoque anti-realista, perono discutir este asunto aqu. Lo he discutido en profundidad, en(Lafont, 1999; 2003; 2004).

    evidencias de lo contrario con nuevos contra-argumentos. Esta es una virtud genuinamentedemocrtica del modelo deliberativo. Losdefensores del modelo deliberativo por